RESUMEN:

En los ya lejanos años 60 del pasado siglo fue muy popular en nuestro país un trío musical denominado “Los Tres sudamericanos”, y compuesto por los paraguayos Alma María Vaessen, Johnny Torales y Casto Martínez. Los más veteranos tal vez recordarán éxitos como “Me lo dijo Pérez”, “Vuelo 502”, “Cartagenera”, “Funeral del labrador” o “Pulpa

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Los Tres Sudamericanos… del Barça: Villaverde, Eulogio Martínez y Evaristo

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En los ya lejanos años 60 del pasado siglo fue muy popular en nuestro país un trío musical denominado “Los Tres sudamericanos”, y compuesto por los paraguayos Alma María Vaessen, Johnny Torales y Casto Martínez. Los más veteranos tal vez recordarán éxitos como “Me lo dijo Pérez”, “Vuelo 502”, “Cartagenera”, “Funeral del labrador” o “Pulpa de tamarindo”, canciones que se hicieron un hueco en  la banda sonora de mi generación, que no sólo escuchaba a los Beatles y a los Stones, sino que también consumía mucha música interpretada y grabada en lengua castellana. Pues bien, unos pocos años antes, en la segunda mitad de los 50 y primeros 60, el Barça contó igualmente con su propia tripleta sudamericana, formada por tres estupendos futbolistas: el uruguayo Ramón Villaverde,  el también guaraní Eulogio Martínez, y el brasileño Evaristo de Macedo. Un trío de ases de importación que fueron responsables de muchos goles y no pocos triunfos para un Barcelona donde ya declinaba la figura de Kubala, mientras iba agigantándose la de Luís Suárez.

VILLAVERDE: EL CHARRÚA DEL BIGOTILLO

Sigamos un orden estrictamente cronológico. El primero en incorporarse a las filas azulgranas, en 1954, fue el charrúa Ramón Alberto Villaverde Vázquez (1930-1988), que lo va a hacer en calidad de oriundo, es decir, como hijo de padres españoles y por lo tanto sin ocupar plaza de extranjero, porque en aquel preciso momento no estaba permitida la inscripción de jugadores foráneos. Viilaverde, con su pinta de latín lover  -repeinado cabello  azabache y fino bigotillo- procedía del legendario Millonarios de Bogotá, el denominado Ballet Azul, donde había coincidido nada menos que con el mismísimo Alfredo Di Stefano. Era un interior derecho en punta de gran jerarquía técnica, con un extraordinario regate y mucha llegada, aunque también se distinguía por fallar bastante de cara a portería, pero tanto iba el catarro a la fuente, que  terminaría dando un rendimiento fenomenal, materializado en la cifra de  332 partidos  vestido de azul y grana y 136 goles marcados, unos números que no están precisamente al alcance de cualquiera.

        Nacido en la capital uruguaya, se había iniciado en el Liverpool -que así se llamaba un club de Montevideo de segunda fila-, pero cuando se pone en marcha la famosa Liga Pirata colombiana es uno de los muchos futbolistas sudamericanos que se encaminan hacia ese moderno El Dorado. La huelga de futbolistas que se declara en Argentina en 1949 durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, demandando mejores salarios, va a llevar a Colombia figuras tan importantes como Adolfo Pedernera, Nestor Pipo Rossi o un joven Di Stefano, recalando los tres en un equipo cuyo nombre lo decía todo, Millonarios de Bogotá. Villaverde iniciará su aventura en el Deportivo Cúcuta, para pasar al célebre cuadro santafesino en 1952, donde permanecerá por espacio de dos temporadas, hasta que un Barça que ya estaba perdiendo gas al finalizar el curso 53-54 en blanco va a pensar en él como refuerzo de lujo, uniéndose a un ramillete de novedades, todas ellas en la línea delantera: los deportivistas Moll -también uruguayo- y Luisito Suárez, y los atacantes Mandi y Esteban Areta. de un Real Oviedo, que acababa de descender.

Al principio Villaverde comenzó jugando con el 8 a la espalda, al lado de Kubala, pero acabaría por ocupar todas las posiciones de aquellas teóricas delanteras de cinco miembros, bajando incluso a la medular. A partir de 1958 Helenio Herrera lo alinearía preferentemente de exterior, en ambos lados, sobre todo en la izquierda, encomendándole más misiones que las clásicas de correr la banda y centrar balones, configurándole como lo que el Mago llamaba  “extremo complejo”, función que ya realizaba con gran éxito el brasileño Zagallo, y pronto ejercerían el italiano Corso y entre nosotros el aragonés Carlos Lapetra.

       Salvo en la temporada 58-59 -aunque acabó jugando como titular en la Copa -sería siempre un asiduo en las alineaciones. Ya con 33 años, y tras proclamarse campeón de Copa en el torneo de 1963, aunque no jugaría la final, va a dejar el Barça para irse en calidad de cedido durante algunos meses al entonces denominado oficialmente “Real Santander”, después de recibir un cariñoso homenaje en partido disputado en el Camp Nou frente al Racing de París, colgando las botas poco más tarde, con un brillante palmarés en el que figuraban dos títulos de Liga, tres Copas del Generalísimo y dos Copas de Ferias. Moriría joven, en 1986, con solamente cincuenta y seis años, a consecuencia de una enfermedad cardíaca.

EULOGIO: EL  ABRELATAS

Un año después  de la  llegada de Villaverde  el Barça va a hacerse con los servicios de un joven delantero paraguayo llamado Eulogio Martínez (1935-1984), que militaba en el Libertad de Asunción. Vendrá a nuestro país junto con su compatriota Melanio Olmedo, un fornido defensa central que formaba parte del combinado guaraní que se impuso contra todo pronóstico en el Campeonato Sudamericano de 1953. Pero su debut en competición oficial no se va a producir hasta el comienzo de la temporada 56-57, pues el fichaje de futbolistas extranjeros no estaba permitido en aquel momento, y tampoco se le pudo colar como oriundo (para lo cual debería acreditar la condición de hijo de padres españoles, y el hecho de no haber sido internacional con su país de origen). Pero, tal como acaba de demostrar José Ignacio Corcuera, en un interesantísimo artículo publicado recientemente en estas mismas páginas, las autoridades deportivas de entonces -teóricamente “antibarcelonistas”, según determinados autores- le echaron un buen cable al club azulgrana, y formalizaron su inscripción mediante la llamada “Carta de Naturaleza”, un artificio burocrático  por el que se concedía la nacionalidad española a personas de relieve en diferentes apartados (cultural, artístico, deportivo…)

        De ese modo Eulogio Martínez pudo alinearse ya sin ningún problema con el Barça, rindiendo desde el minuto uno señalados servicios en su línea de ataque, que le llevarían incluso de disputar varios partidos con la Selección Española, siendo mundialista en Chile-62. Su puesto era el de delantero centro, aunque también se alinearía en ocasiones con el 8 a la espalda, e incluso alguna vez con el 7. En la Copa del Generalísimo de 1957 estuvo especialmente sembrado, puesto que en el partido de vuelta de la eliminatoria de octavos de final contra el Atlético de Madrid en Les Corts, saldado con un estrepitoso 8 a 1 favorable a los propietarios del terreno, marcaría la friolera de siete goles, anulándosele otros 2. En los siete encuentros de dicho torneo conseguiría la escalofriante cifra de 16 dianas, todo un escándalo.

        Y hablando de goles…Eulogio Martínez entraría también en la historia del Barça por ser el autor del primer gol marcado en el Camp Nou el día de su inauguración, el 24 de septiembre de 1957, frente a una selección de Varsovia, aunque posteriores declaraciones del entrenador barcelonista de entonces, Domenec Balmanya, insinúan cierta pasividad  polaca en dicha cuestión, previamente acordada a cambio de algún tipo de compensación. Pero que conste que la foto del delantero guaraní, lanzándose alborozado al interior de la red, quedó de lo más bonito…

El gran enemigo de Eulogio Martínez no fueron los defensas contrarios -y eso que entonces eran de juzgado de guardia, o casi mejor de prisión preventiva-, sino su irrefrenable propensión a ganar peso. Trataba de evitarlo recurriendo a toda la parafernalia existente en aquel momento, como por ejemplo  entrenar embutido en trajes de plástico, que le asemejaba a un astronauta, o incluso introducirse en un curioso armatoste para hacerle sudar copiosamente y de esa forma perder grasa. Aun así, su rendimiento barcelonista fue magnífico: 168 goles en 225 partidos. En 1962 pasaría al Elche, y con posterioridad al  Atlético de Madrid, despidiéndose en las filas del Europa graciense, definitivamente derrotado por la báscula. .

Una vez retirado prematuramente, apenas cumplidos los 30, el bueno de Eulogio, a quien sus compañeros llamaban cariñosamente “coquito”, no tuvo demasiada suerte. Intentó trabajar como intermediario de futbolistas, importando compatriotas para el fútbol español en plena fiebre de aquellos oriundos de pega, pero esos negocios acabaron mal, y en 1971 tuvieron que ser sus antiguos compañeros y amigos quienes paliaran su precaria situación económica por medio de un encuentro de homenaje y su ayuda para  regentar un bar en la localidad catalana de Calella. Mal que bien salió adelante, pero su destino parecía estar ya escrito con renglones torcidos…En septiembre de 1984, y circulando por la autopista Barcelona-Lérida, el automóvil que conducía, acompañado de su mujer y un amigo del matrimonio, sufrió un pinchazo, y sus ocupantes bajaron a cambiar la rueda, con tan mala fortuna que fueron arrollados por otro vehículo que circulaba a gran velocidad. El amigo murió en el acto, su esposa resultó gravemente herida, y el propio Eulogio  quedó en estado de coma, falleciendo unas semanas más tarde. Triste epílogo para un futbolista que en más de una ocasión había recibido los dardos de la insultante fortuna, parafraseando a Shakespeare.

AQUEL GOL EN PLANCHA DE EVARISTO….

El único superviviente del trío es Evaristo de Macedo Filho, un gran jugador brasileño al que su militancia en el fútbol español privó con casi absoluta seguridad de proclamarse campeón del Mundo en 1958 y 1962. Natural de Río de Janeiro, donde había nacido el 22 de junio de 1933, Evaristo era una de las figuras del Flamengo club que hegemonizó  el campeonato carioca a mediados de los años 50, a las órdenes del técnico paraguayo Manuel Fleitas Solich, de breve paso por España en la temporada 59-60, dirigiendo al Real Madrid.  Evaristo se movía preferentemente por el centro del ataque, arrancando desde atrás pero con la idea fija de perforar las redes contrarias. Jugador muy técnico, manejaba bien ambas piernas, y poseía un gran remate de cabeza a pesar de una estatura no demasiado elevada, así como un electrizante y diabólico dribling que le ponía casi siempre en ventaja de cara al gol.

Ante el evidente declive de Kubala, ya con treinta años y muy castigado por las lesiones, el Barça volvió de nuevo sus ojos hacia el mercado sudamericano, y en 1957 los buenos oficios del secretario técnico azulgrana Pep Samitier van a cristalizar en el fichaje de ese superclase carioca. Recién llegado a la Ciudad Condal, será testigo de excepción de la fabulosa marca de Eulogio Martínez en el citado partido copero frente al Atlético de Madrid, declarando a la prensa que contando ya con un futbolista así no entendía  porque le había fichado el Barça, y que tal vez le darían un escoba para barrer el vestuario. Pero el paraguayo no siempre iba a ser tan prolífico, y ambos jugadores pudieron tener sitio en la misma delantera.

La eclosión de Evaristo tendrá lugar en la temporada 58-59, coincidiendo con la contratación de Helenio Herrera para el banquillo culé. Ese año HH prefiere a Evaristo en el eje del ataque en detrimento de su compañero guaraní, y el brasileño va a responder a su confianza con muchos goles, como por ejemplo el hat-trick  endosado al Real Madrid en octubre de 1958, que le consagró definitivamente ante su público. Tan solo una inoportuna lesión -rotura de ligamentos- producida en el Camp Nou frente a Osasuna en la jornada 25 le privó de obtener el “Pichichi”, pues en aquel momento lideraba la tabla de realizadores, pero sus dianas ayudaron a que el Barça volviera a alzarse con el título de Liga, pulverizando todos los récords existentes hasta la fecha (puntos, victorias, goles a favor…)

En la temporada siguiente repitió como campeón de Liga, aunque ese año Eulogio le superó como goleador -aun así el brasileño hizo 14, que no estaba nada mal…-.Y llegamos así al momento culminante de la carrera de Evaristo en Can Barça, la noche del 23 de noviembre de 1960 en el Camp Nou, en partido de vuelta de los octavos de final de la VI Copa de Europa, y nada menos que con el Real Madrid como rival. En la ida ambos equipos habían hecho tablas, 2 a 2, de modo que las espadas estaban en todo lo alto. En la primera mitad se adelantan los azulgranas con un gol de Vergés, pero la apoteosis llegará ya muy avanzada la segunda parte, en el minuto 82, cuando un centro de Olivella desde la derecha va a rematarlo el delantero brasileño lanzándose acrobáticamente en plancha y haciendo inútil la desesperada estirada del meta blanco, el catalán Vicente. Luego acortaría distancias su compatriota Canario, pero con el 2 a1 definitivo los merengues son apeados  por vez primera del torneo que habían dominado desde su creación, y aquel magnífico gol, captado muy oportunamente por los reporteros gráficos, quedará inmortalizado en una espectacular fotografía que todavía hoy nos sigue admirando por su plasticidad.

        Aquella Copa de Europa, sin embargo, no terminó bien para los intereses barcelonistas, por culpa unos malditos postes de sección cuadrada que se cansaron de repeler disparos azulgranas en la final de Berna ante el Benfica. Su maravilloso equipo fue desmantelándose, con la marcha de puntales como Kubala, Luís Suárez, Ramallets Tejada o Czibor, y la nueva directiva culé, encabezada por el impulsivo y visceral empresario textil  Enric Llaudet, intentó convencer a Evaristo para que se nacionalizase español, liberando así su plaza de extranjero,  a lo cual se negó el carioca,  agriándose las relaciones entre el club y el jugador, que al finalizar el curso 61-62 (en el que había conseguido la más que respetable cifra de 28 tantos en 30 partidos) dejaría el Barça, una vez vencido su contrato (219 partidos y 173 goles eran sus poderes), pasando al Real Madrid, aunque su estancia en la Casa Blanca, que durará solamente dos temporadas, transcurriría con más pena que gloria, retornando a Brasil en 1964, a su Flamengo originario, colgando las botas poco después, y convirtiéndose posteriormente en un laureado entrenador, trabajando en numerosos clubes de su país natal y llegando incluso a dirigir a la propia  Canarinha en 1985, así como a las selecciones de Irak y Qatar.

De manera que entre 1962 y 1963, los tres ases sudamericanos van a abandonar un Barça agobiado por la gigantesca deuda que se arrastraba desde la construcción del Camp Nou, a la espera de la recalificación urbanística de los terrenos de su viejo feudo de Les Corts. Aun así, en 1964 los  catalanes desembolsarán una fuerte cantidad de dinero para fichar a otro talento surgido del Nuevo Continente, el peruano Juan Seminario, que ya había estado en la órbita azulgrana a finales de los 50, en tiempos de Helenio Herrera, pero al que problemas derivados de una duplicidad de firmas habían impedido su ingreso en el club, pasando al Sporting de Lisboa y luego al Real Zaragoza, donde fue “Pichichi” y se lo llevo la Fiorentina a golpe de talonario. Pero de ese futbolista ya hablaremos en una próxima ocasión…

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