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RESUMEN:

La vida de Jesús Varela es bastante desconocida en España, si bien goza de amplios reportajes en Rusia. Su ficha asegura que nació en el día de Navidad de 1923 en Génova, Italia, si bien su familia no tardaría en mudarse a la que sería su verdadera ciudad natal, San Sebastián. Criado en una vivienda

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Jesús Varela, el ‘torpedo’ que no dominó nunca el ruso

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La vida de Jesús Varela es bastante desconocida en España, si bien goza de amplios reportajes en Rusia. Su ficha asegura que nació en el día de Navidad de 1923 en Génova, Italia, si bien su familia no tardaría en mudarse a la que sería su verdadera ciudad natal, San Sebastián.

Criado en una vivienda de ideología abiertamente de izquierdas, el estallido de la Guerra Civil y el avance de los sublevados empujó a la diáspora a varios familiares; su padre se refugió en Francia ante el temor de ser apresado en Donostia, mientras que el propio Jesús se subiría a uno de los famosos barcos que atracaron en la URSS en 1937.

A diferencia de otros niños españoles, Varela no pasó muchos meses en la zona más occidental de la actual Rusia, siendo reubicado en un orfanato de Asia central. Esta lejanía fue clave para una anécdota curiosa, pues pese a desarrollar toda su vida en la URSS, Jesús siempre dominó mucho mejor el castellano que el ruso, un idioma en el que le costaba hacerse entender. Por otra parte, los orfanatos de aquellas regiones estaban en condiciones terribles. No había calefacción en invierno, los alimentos eran reducidos y la higiene brillaba por su ausencia en los cuartos superpoblados, perpetuando un ecosistema perfecto para la tuberculosis o la disentería.

Muchos de aquellos infantes no tuvieron acceso a una educación mínima, por lo que algunos supervivientes como Jesús, en su vuelta a Moscú, ingresaron en la Academia Agrícola Timiryazev con el objetivo de aprender el oficio de agricultor. Sin embargo, el hispano-italiano siempre prefirió jugar al fútbol antes que focalizarse en los estudios, siendo expulsado al cuarto año de la academia. Por fortuna, en 1947 el Torpedo moscovita se fijó en aquel menudo atacante de vocablos latinos y 1,72 centímetros de altura, firmándolo dos temporadas en las que disputó 15 partidos y marcó seis goles.

La escuela no le había dado un diploma, pero indirectamente le brindó la que sería su compañera de vida, la nativa Lydia Maksimovna, a quien no le convencía la idea marital de cambiar un oficio serio como el agrícola por uno tan superfluo como pegar patadas a un balón. Si Ruperto Sagasti, otro ‘niño de Rusia’, tuvo al entrenador Abram Dangulov como su cicerone del cuero, Jesús Varela tuvo a su homónimo en Viktor Maslov, quien fue mandado a 420 kilómetros de Moscú, a la ciudad de Nizhny Novgorod, lo que se denominó como «un exilio honorable», con el objetivo de darle una estocada al Torpedo de allí, el Gorky, construyendo un proyecto en la Primera División del país.

Maslow se llevó consigo a unos cuantos del Torpedo de Moscú, a saber, Vladimir Deryugin, Nikolai Evseev, Boris Safronov, Anton Yakovlev y Jesús Varela. ‘Chuchi’, como se le apodaba en aquellas tierras del Este, arribó al club en 1949, disfrutando del fútbol hasta que se retiró definitivamente en 1955. El atacante encontró su lugar sobre el césped, tuvo a su primer hijo llamado Victorino en la remota ciudad y se hizo un ídolo de la afición local, tal y como recordaba su mujer en una entrevista: «mis padres aún no lo conocían, pero ya sabían de Jesús en ausencia. Cuando Torpedo se enfrentó al equipo local en Stalinabad, el partido fue transmitido por la radio y se escucharon los gritos de la afición: ¡Wah-re-la! ¡Wah-re-la!».

‘Chuchi’ logró ascender en dos años diferentes (1951 y 1954) a la Primera División soviética, si bien sus presencias se redujeron a partir de 1952 al tener que pasar por quirófano por una doble fractura abierta en la pierna. Una vez en el retiro, Varela, que no había acabado ninguna formación profesional en sus tiempos jóvenes, se pluriempleó en lo que hiciera falta, desde mecánico en una de las empresas automovilísticas estatales más punteras, la Gorkovsky Avtomobilny Zavod (GAZ), o como encargado de transporte de carne en una tienda local. Nunca quiso alejarse del fútbol, por lo que intentó impregnar a los equipos de niños que entrenó el juego vistoso y galopante que cautivó a los fans del Gorky.

La idea del retorno permanente a su San Sebastián natal siempre estuvo en mente, si bien nunca se efectuó. Sin embargo, Lydia y Jesús pudieron visitar España en 1979, con la apertura de la transición democrática. El exfutbolista no había visto a su madre desde que huyó en 1937, por lo que el reencuentro adquirió un carácter puramente sentimental: «la reunión fue muy dramática. ¡Daba miedo pensar que Jesús no había visto a su propia madre en 40 años! Sollocé por la experiencia durante varias horas seguidas».

Grigory Gusev, un historiador del fútbol de la ciudad de Nizhny Novgorod, escribió en un artículo que siempre se le quedó la espina de haber podido conocer a un ídolo de la ciudad como fue Varela, quien falleció el 15 de enero de 1995. Las circunstancias, tal y como él cuenta, son bastante cómicas, por lo que serán sus letras las que despidan a este personaje que hizo las delicias de los Torpedos soviéticos: «me arrepiento y me vuelvo a arrepentir. Pero el autor de estas líneas no conocía a Jesús Varela. Aunque en varias ocasiones estuve deseando que sus amigos torpedistas me lo presentaran. Pero todas las veces me disuadieron de nuestro encuentro, diciendo que ‘Chuchi’ no me diría nada útil. Había vivido toda su vida en Rusia, pero nunca había aprendido a hablar ruso. Yo tenía la opción de hablar con él en su lengua materna, el español. A finales de los 80, estaba cortejando a una chica que estudiaba en la escuela de idiomas. Ella estaba dispuesta a ayudarme, pero de alguna manera no funcionó…».

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