Fútbol y política (3)
De José Ignacio CorcueraLa política, entendida ésta desde su acepción más coercitiva, intervino decisivamente en la andadura profesional de un argentino a quien ni siquiera se pudo ver oficialmente en los campos de juego de nuestro suelo, pese a contar con un contrato completamente en regla. Le ocurrió a Luis Oscar Fullone, tras ingresar en el Oviedo. Hombre, por cierto, con una biografía previa más digna de las páginas de sucesos que de las deportivas, conforme se apreciará en seguida.
Los hermanos Fullone Arce, Luis Óscar, el mayor, y Héctor Pablo, el menor, llegaron a España durante el verano de 1963, representados por Alfonso Aparicio Gutiérrez, otrora defensa central “colchonero” y tras colgar las botas agente de futbolistas, antes de ejercer largamente como delegado de campo en el Vicente Calderón. El primero ingresó en el Real Oviedo cuando el equipo azul trataba de digerir la pérdida de Francisco García Gómez “Paquito”, y Sánchez Lage, traspasados al Valencia C. F. por mediación del avezado intermediario Luis Guijarro, ante la necesidad de enjugar un importante déficit. El asturiano y el argentino conformaban la columna vertebral ovetense, junto al extremo retrasado José María García La Villa, a su vez también traspasado con posterioridad al barcelonés R. C. D. Español. Hallarles sustituto distaba mucho de constituir empeño baladí, máxime en tiempos de apretura económica. Y como solía ocurrir por esa época en situaciones similares, intermediarios y buhoneros del otro lado del océano sobrevolaron el estadio de Buenavista con su muestrario de gangas. Entre ellas, Luis Óscar Fullone, en teoría procedente del campeonato argentino, aunque luego se supiera que provenía de las Ligas costarricense y colombiana(1), tras sobrevivir milagrosamente al naufragio del buque “Ciudad de Asunción”, en el Mar del Plata.
Héctor Pablo, el benjamín, aterrizó en La Rosaleda, cayendo de pie en el torneo Costa del Sol, puesto que contra todo pronóstico el C. D. Málaga iba a terminar imponiéndose al Mónaco, campeón de Francia, por 4-0, y en la final al entonces pentacampeón de Europa, Real Madrid, con un contundente 3-1. Al decir de los cronistas, el joven de 19 años (La Plata, 29-VI-1944), estuvo entre los destacados. Se había forjado en la cantera del Gimnasia y Esgrima, marcó ante el Mónaco en los 10 minutos que permaneciera sobre el césped y repitió en su siguiente cita, sin que finalmente llegara a fichar por los andaluces, al no colar como oriundo. Su hermano, mientras tanto, se ejercitaba en la pretemporada ovetense, según acreditara la prensa el lunes 5 de agosto de 1963. Vázquez Prada, en su crónica, detallaba los componentes de una plantilla todavía incompleta y pendiente de alguna purga:
Poteros: Boudón, Madriles, Bugallo, Cabezudo y Almenara.
Defensas: Toni, Marigil, Datzira, Basterrechea, García Altabás, Alfonso y Moreno.
Centrocampistas: Iguarán, Icazuriaga, Lorenzo y Antonio Sánchez.
Delanteros: Girón, José María, Alcorta, Peris, Livinho, José Luis, Gasca, Beitia, Raúl Esmoris, y Luis Óscar Fullone.
Eran extranjeros el brasileño Newton José Lopes Silvinho, para el fútbol “Livinho”, Fullone, y el uruguayo Raúl Esmoris, que no lograría superar la criba.
A las órdenes de Orizaola, todos corretearon con suavidad, ante el numeroso público congregado en el campo de San Gregorio. O casi todos, puesto que minutos después de iniciar el trote, Luis Óscar Fullone reclamaba la presencia del masajista, al notar un tirón en el músculo semitendinoso. “No es nada -justificó después el practicante-. Este hombre es un manojo de nervios como consecuencia del naufragio, y está agarrotado. Pasarán unos días y se recuperará por completo. Con autorización del entrenador se ha ido a la caseta”.
Ciertamente Fullone, que además de jugar al fútbol estudiaba Filosofía, lo había pasado muy mal. La motonave “Ciudad de Asunción”(2), donde viajaba desde Montevideo a Buenos Aires, naufragó de noche y él tuvo que permanecer varias horas a la deriva, aferrado a los restos del desastre, como otros compañeros de infortunio hasta que con la luz del alba lograran rescatarlos. Pero sus peripecias en España tampoco iban a ser banales.
Para empezar, la policía nacional recibió informes desde Costa Rica, sobre las sospechosas inclinaciones comunistoides del fichaje ovetense, al menos mientras perteneciera a la disciplina el Club Orión. Cuestión no menor, cuando a principios de los 60, en vísperas de que Francisco Franco festejara sus bodas de plata en el poder (eufemísticamente decoradas como “25 años de Paz”), la “reserva espiritual de occidente” seguía esforzándose en ejercer su liderazgo anticomunista europeo. Trasladado su expediente tanto a los ministerios de Asuntos Exteriores y Gobernación, como a la Delagación Nacional de Deportes y al ente federativo, su futuro como posible interviniente en nuestro Campeonato Nacional de Liga se ennegreció por completo. El hallazgo de esta documentación ha de agradecérsele a Antonio Arias, incansable rastreador del pasado en archivos de toda índole, entre polvorientos legajos, que luego ven la luz desde su interesante “blog” “Saltataulells”.
Pasaron los días, las semanas, y hasta el primer mes. Luis Óscar Fullone, completamente recuperado, entrenaba con los demás miembros de la plantilla ovetense, pero no asomaba entre los convocados. Paralelamente, tanto el juego de los azules como su marcha clasificatoria encendían las alarmas en la capital del principado. El teórico refuerzo ultramarino seguía sin comparecer, ante la existencia de supuestos “problemas burocráticos”, nunca explicitados desde la Federación Española o la directiva asturiana. Los informadores, en cambio, sí se hacían eco de la cada vez más acentuada desazón presidencial, y de una posible toma de medidas drásticas. Finalmente, una nota de Pyresa fechada en Oviedo daba cuenta del pleito existente entre club y futbolista: “Al no ser autorizado e incluido a su debido tiempo por la Federación entre los jugadores extranjeros, el club alega que no puede hacer frente al compromiso de abonar a Fullone las 300.000 ptas. por cada una de las dos temporadas contratadas, mientras que el jugador, sintiéndose ajeno a esta imposibilidad, reclama al club lo pactado”.
¿Qué estaba ocurriendo entre bastidores?. Los papeles de la caja 82/17810, conservados en el Archivo de Alcalá de Henares, nos dan cumplida respuesta.
El 10 de julio de 1963, con membrete de RESERVADO, el embajador de España en San José de Costa Rica dirigía un escrito al ministro español de Asuntos Exteriores en los siguientes términos:
“Concesión permiso residir en España a futbolista argentino Luis Oscar Fullone.
Excmo. Sr.:
Hace algún tiempo el club de fútbol costarricense “Orión” contrató los servicios del jugador argentino, de 24 años, Luis Oscar Fullone, para que jugara en dicho equipo.
El citado jugador, que llegó enfermo a Costa Rica y tardó cierto tiempo en recuperarse, jugó un solo partido cono el “Orión”, que canceló el contrato establecido, con lo cual el mencionado futbolista se vio obligado a salir del país, regresando, al parecer, al suyo propio.
La causa del despido de Fullone fue de índole esencialmente política. Parece que el citado futbolista se dedicó durante el tiempo que estuvo en Costa Rica a una activa labor en favor del comunismo, entrando en contacto con los elementos del partido comunista costarricense y haciendo trabajos de agitación y proselitismo.
Se me comunica ahora que dicho jugador ha sido contratado por un equipo español, y que con tal motivo ha llegado o va a llegar a España.
Lo cual tengo el honor de poner en conocimiento de V. E. por si estima oportuno la adopción de alguna medida contra el citado jugador de fútbol.
Dios guarde a V. E. muchos años.
El EMBAJADOR DE ESPAÑA
Joaquín Juste”
Trece días después y sin que aparentemente se solicitara desde España ninguna ampliación de detalles, el mismo diplomático remitió otro escrito adjuntando un recorte del diario “La Nación”, del 22 de julio, corroborando el contenido de su primera alerta:
“Como continuación a mi despacho Nº 263 del 10 de corriente mes de julio, me complazco en elevar a manos de V. E. el adjunto recorte de periódico que confirma lo que en dicho despacho se decía, y especifica que el equipo del que formará parte el jugador argentino es el Real Oviedo”.
Mediante una nota de la agencia AFP fechada en Buenos Aires, el recorte de “La Nación” anticipaba el pase de Fullone al club asturiano, sin explicitar las condiciones económicas en que iba a cerrarse el acuerdo. Lo que sí añadía tan escueta nota era el deprimente desempeño entre los “ticos” del futuro fichaje azulón, puesto que sólo llegó a disputar un partido y además resultó expulsado, lo que de paso convirtió la apuesta económica del club Orión en el fichaje más caro de la historia costarricense. Sus únicos 20 minutos sobre el césped debían haber salido a muchos dólares por segundo.
Entonces sí se pusieron en funcionamiento los engranajes ministeriales. El 27 de julio de aquel año se daban órdenes de enviar el siguiente oficio, siempre con carácter “RESERVADO”, a la Dirección General de Seguridad y a la Vicesecretaría General del Movimiento, de cuyo organigrama pendía la Federación Española de Fútbol:
“Iltmo. Sr.:
La Embajada de España en San José de Costa Rica, en Despacho Reservado nº 263, de 10 de los corrientes, informa de las razones que en su momento aconsejaron la rescisión del contrato del futbolista argentino, de 24 años, LUIS OSCAR FULLONE, quien había sido fichado por el club “Orión”.
Al parecer, el citado futbolista se dedicó durante el tiempo que estuvo en Costa Rica a una activa labor en favor del comunismo y entró en contacto con elementos del partido.
Según el señor Embajador de España en aquel país, dicho jugador ha sido contratado por un equipo español y debe haber llegado a España, o está próximo a llegar.
Lo que, de Orden del señor Ministro de Asuntos Exteriores, pongo en conocimiento de V. I. para su debida información y efectos”.
Si la secretaría de la Dirección General de Seguridad cursó al menos un acuse de recibo, no nos consta. Lo que sí justifica el expediente es la lapidaria respuesta de puertas cerradas para Luis Oscar Fullone, en el oficio remitido el 3 de agosto desde la Vicesecretaría General del Movimiento al Director General de Política Exterior, con doble sello de RESERVADO y MUY URGENTE:
“Iltmo. Sr:
Acuso recibo al escrito de V. I. nº 178 referente al futbolista argentino Luis Oscar Fullone, significándole que consultada la Federación E. de Fútbol manifiesta la misma que hasta el momento presente ningún club español ha solicitado de la misma la autorización correspondiente para poder contratar al indicado jugador.
Significo a V. I. que ha sido debidamente advertida la indicada Federación que, si algún club solicita el fichaje del mismo, deberá solicitarse de esta Vicesecretaría la correspondiente autorización, la cual no se concederá sin previamente haberse pedido el informe oportuno a la Dirección General de Seguridad.
Sobre la resolución que se adopte definitivamente sobre este particular, se la comunicaré a V. I. en el oportuno momento.
Lo que de Orden del Excmo. Sr. Ministro digo a V. I. a los efectos oportunos.
Por Dios, España y su Revolución Nacional-Sindicalista.
EL VICESECRETARIO GENERAL”
Una vez más, la buena fe se daba de bruces ante cualquier insospechado giro del destino. Salvo raras excepciones, aquel fútbol solía cumplimentar contratos a los extranjeros tan pronto llegaban a nuestra Federación los transferes internacionales. Aún no había estallado el bombazo de los falsos oriundos, y casi cualquier documentación era visada rutinariamente en los despachos de Alberto Bosch. Pocos, muy pocos clubes -el Elche o el Barcelona constituían excepción, ambos tras experimentar algún susto- se cubrían con salvaguardas contractuales para el caso de que a sus flamantes fichajes se les impidiera debutar. Así que al presidente asturiano José Mª Velasco le tocaba negociar, dinero en mano, so pena de verse requerido judicialmente, en cuya sede por fuerza tendría que reconocer lo firmado. La F.E.F., llegado el caso, pudiera razonar su rechazo a Fullone invocando una cláusula todavía vigente, según la cual todo jugador extranjero precisaba acreditar “solvencia moral”. ¿Pero podría ser garante de una sentencia favorable algo tan vago e inconcreto como la condición moral, cuando ésta se reducía a supuestas inclinaciones ideológicas, no sustentadas en la comisión de ningún delito en nuestro suelo?.
“La prensa asturiana no pudo entrar, lógicamente, en una cuestión tan sensible como la ideología personal, máxime al inicio de los años 60”, razonaba el brillante historiador del fútbol asturiano Jorge Valverde, comentando estos hechos. Y en efecto, su aporte documental nos traslada a “razones burocráticas”, comodín utilísimo para no descarrillar. El peruano Seminario, poco antes, tuvo que pasar un año en Portugal, mientras Zaragoza y Barcelona se ponían de acuerdo sobre quién lo contrató primero, al haber duplicado ficha. Entonces el secretario federativo explicó su inclusión en la lista de no autorizados, asegurando que “cuando se han duplicado contratos, como es el caso, la inmoralidad de quien lo hace habla por sí sola”. En cambio lo que Fullone pensara o sintiera, estaba todavía por ver y demostrarse.
A Luis Óscar Fullone Arce (La Plata 4-IV-1939) se le prohibió jugar con el Oviedo y en España, por razones estrictamente políticas, aunque no reconocidas. Y a tenor de lo que luego hizo sobre el césped, pudo haber sido un más que notable refuerzo. Cierto que su trayectoria previa no era para deslumbrar. Luego, en cambio, habría de pertenecer al británico Aston Villa desde el verano de 1967 hasta el mes de junio de 1970. Y aunque dicha entidad se desenvolviera entonces en la 2ª División inglesa, ha de tenerse en cuenta que Inglaterra acababa de proclamarse campeona del Mundo en su propio feudo, derrotando a Alemania Occidental. Obvia muestra de su poderío futbolístico. Más largo y curioso habría de resultar su desempeño como entrenador, especialmente durante sus últimos años, luego de no lograr el ansiado brillo por territorios más comunes al fútbol. O si se prefiere, menos exóticos.
Y es que tras dirigir al Sion suizo durante el ejercicio 1980-81, fichó por el ASEC Mimosas, de Abidjan, en Costa de Marfil, cuando contaba 56 años. Allí mantuvo firmemente el timón durante las campañas 1994-95, 95-96, 96-97 y 97-98, antes de pasar al Raja de Casablanca, en Marruecos, la temporada 1998-99 y parte de la correspondiente a 1999-2000. Luego proseguiría en Al-Ahly de Trípoli (1999-2000); Al Ain (igualmente a lo largo del año 2000); Al Masry, de Egipto (1999-2000), antes de acceder a la selección de Burkina Faso, que dirigiría en 2001 y 2002, para regresar a Marruecos de cara al campeonato 2002-03, esta vez en el Wydad de Casablanca, club constituido en 1937. Con buen cartel en el continente africano, prosiguió su aventura por el Esperance Sportive de Túnez (2003-04); Mameloddi Sundowns sudafricano (2004-05); nuevamente Raja de Casablanca (2005-06); Maghreb de Fez (parte del torneo 2006-07); Al Ittihad, de Aleppo, en Egipto, la temporada 2006-07; Wydad de Casablanca (parte de 2007-08); US Medina de Argel, en Argelia (parte del ejercicio 2007-08 y todo el campeonato 2008-09)… Y finalmente Kenitra de Marruecos, las campañas 2009-10 y 2010-11, donde puso broche de oro a su larga andadura deportiva, bordeando los 72 años.
Como entrenador se proclamó campeón de la Supercopa africana los años 1999 y 2000, así como de la Champions League de ese continente en 1998. Falleció el 22 de mayo de 2017, a los 78 años, en Marruecos, tierra que convirtiera en adoptiva. Y lo hizo sin aclarar nunca su traspiés ovetense, o mejor aún, qué ocurrió realmente en Costa Rica para que las autoridades de nuestro país lo considerasen “non grato”, hurtándonos un razonamiento completo y pormenorizado de sus motivos.
Dando un salto hacia atrás, hasta 1963, quede constancia de que el Oviedo salvó la categoría in extremis, merced al arreón final y la disputa de una promoción decisiva en partidos de ida y vuelta. Pero iba a caer a la categoría de plata un año después, como penúltimo clasificado. José Mª Velasco fue uno más entre tantos presidentes escaldados. Le tocó poner y avalar dinero, cosechar críticas, resbalar sobre la aceitosa superficie de una política impregnada de claroscuros, dogmas y sospechas, convivir con el trágala y preguntarse durante las noches de insomnio quién le mandó meterse en semejante lío.
Política y fútbol. Un híbrido muy común desde que este deporte fuera adoptado por la población de medio mundo como nuevo credo religioso, con sus dioses y demonios, sus filias y fobias, alegrías y penas e inmenso poder de seducción. Un gran negocio. Circo a falta de pan, argumento propagandístico y juguete en manos de mandatarios populistas, sátrapas, visionarios dogmáticos, dictadorzuelos y personajes con toda la honestidad factible en el ser humano, porque también los habrá así entre tan amplio elenco de servidores públicos.
Un producto de bella factura manoseado aquí y allá, sin abonar royalties ni respetar ningún copyright.
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(1).- Él mismo habría de reconocer que tras competir con el Estudiantes de la Plata intervino en los campeonatos de Costa Rica, enfundado en la camiseta del Orión, y Colombia, luciendo los colores del Atlético Nacional, de Medellín, y que mientras encontraba un nuevo equipo venía ejercitándose con el Estudiantes, en suelo argentino, y el Peñarol de Montevideo durante su permaneciera en la capital uruguaya.
(2).- El buque “Ciudad de Asunción”, encargado de cubrir la ruta regular de pasajeros entre Montevideo y Buenos Aires, naufragó el 11 de julio de 1963 en el Río de la Plata. Tuvo lugar el siniestro al embestir los restos no visibles de un viejo casco, señalado deficientemente. Esa catástrofe arrojó un saldo de 58 víctimas mortales, amén de numerosos heridos, y las posteriores investigaciones habrían de poner en evidencia un cúmulo de errores, tanto achacables al capitán de la motonave y su plana mayor, como a las autoridades marítimas de Argentina y Uruguay. Conforme tantas veces ocurre cuando median implicaciones políticas, no habrían de tomarse medidas reales, tendentes a evitar en el futuro hechos de similar naturaleza. Poco después, ambos países continuaron haciendo la vista gorda mientras seguían utilizándose patrones de río, o “baqueanos”, para los buques de pasajeros en el Mar de la Plata, en vez de capitanes y oficiales debidamente documentados.
El “Ciudad de Asunción” desplazaba 2.188 toneladas netas cuando fuera botado en los astilleros de Glasgow “A&J Inglish” (1929), para la Cía. de Navegación Milhanovic, pasando luego al armador Dodero Hermanos, desde donde sería expropiado por el estado argentino en 1949, asignándosele de inicio la ruta entre Buenos Aires y Asunción (Paraguay), con escalas intermedias. En junio de 1963, tan sólo un mes antes del naufragio, comenzó a cubrir la línea donde se fue a pique. Podía transportar un máximo de 511 pasajeros, de ellos 390 en camas de 1ª y 2ª clase, y 121 en butaca, correspondientes a 3ª clase. Ese día funesto viajaban 358 pasajeros, distribuidos en 256 de cama y 102 en 3ª. Entre ellos varios personajes conocidos, como el Abate Pierre, fundador de “Los Traperos de Emaús”, el Trío de Trieste, conjunto musical italiano contratado para una serie de conciertos en el Teatro Colón, y por cuanto al fútbol respecta, además del mayor de los hermanos Fullone, “Lucho” Borges, atacante uruguayo autor del primer gol en la Copa Libertadores luciendo la camiseta de Peñarol, que regresaba a su club del momento, el Racing de Avellaneda, después de una visita a la familia. Según testimonios de los náufragos, el caos fue absoluto a partir de que la campana tocase a zafarrancho. Resultó difícil la manipulación de los botes, ante la escasa pericia de los tripulantes y el paupérrimo estado de las poleas. Buena parte de ellos acabarían desplomándose boca abajo, o de inmediato se vieron arrastrados por la corriente. Puesto que no había luz, numerosos pasajeros encendieron periódicos, plásticos y manteles, para orientarse, traduciéndose su ocurrencia en la inmediata propagación de un incendio. Por ende, sólo una treintena de viajeros, agrupados junto a la proa, en derredor del capitán (en realidad un veterano patrón fluvial), dispusieron de chalecos salvavidas. El resto, sin que nadie orientara sus movimientos ni impartiese órdenes concretas, cedieron a la tentación del sálvese quien pueda, produciéndose escenas de salvajismo y pánico. Lo que iba a ser “como mucho un simple resfriado, por la humedad del mar”, según sentenciara el responsable de la motonave en sus primeras llamadas de aviso, derivó en mayúscula tragedia. A tenor de lo narrado por Fullone, “el capitán fue el primero en ponerse a salvo. Sin embargo el sacerdote estuvo ayudando a todos, con un comportamiento heroico”.