Guillot: el divino calvo de Aldaia
De Fernando Cuesta FernándezFue uno de los más destacados futbolistas españoles de la década de los 60, pero las lesiones se cebaron en él, impidiéndole llegar aún más arriba. Con todo, no se puede entender el Valencia de La Prodigiosa sin la figura y el concurso de este jugador, menudo de cuerpo y de menguante cabello rubio, dotado de una excelente técnica, un regate electrizante y vertiginoso, y un innegable olfato de gol, cualidades de las que dio sobradas muestras a lo largo de cerca de 250 partidos disputados en la élite de nuestro fútbol hasta el momento triste de su prematura retirada, frisando la treintena. El gran historiador y cronista del valencianismo, Jaime Hernández Perpiñá, va a definirlo muy acertadamente como un jugador “pequeño, genial, valiente, rápido, de magnífico sprint en corto, irregular, temperamental, inconformista, protestón y con gran sentido del gol”, un tipo que con un físico más que discreto para un delantero en punta (1,67 metros y 69 kilos de peso) hará auténticos estragos allí donde gente bastante más potente que él se arrugaba. Claro que Guillot tenía la teoría de que donde más cera repartían los defensas en aquella época pretarjetera era fuera del área de los sustos, porque una vez dentro se andaban con muchos más miramientos, atenazados por el miedo al penalti…
En aquellos tiempos cuando el que suscribe coleccionaba cromos de futbolistas con toda la ilusión que podía tener entonces un guaje de 9 o 10 años, había dos tipos de jugadores que ponían una nota de distinción -o un toque exótico, en el caso de los primeros- dentro del panorama gris y homogéneo de nuestro campeonato a nivel estético. Por una parte estaban los que, ingenuamente y sin ninguna segunda intención, etiquetábamos como negros o con el eufemismo “de color”, denominaciones ambas que la actual corrección política ha desterrado bajo pena de excomunión. Eran ya un puñado solamente, en plena veda del fichaje de extranjeros desde 1962, y la mayoría se afincaban en el Atlético de Madrid (el angoleño Mendonça, el ecuatoguineano Jones e incluso el hondureño Cardona, al que su tez morena y rasgos amerindios incluían a nuestros ojos infantiles en el apartado de la negritud) y en el Valencia -los brasileños Chicao y Waldo-, completando la nómina el levantinista Wanderley, hermano del citado Waldo, y el uruguayo del Barça Julio César Benítez, de tristes destinos. Y luego estaban los calvos, que debido a su aún joven edad no eran sino víctimas de una incipiente alopecia. En los ya lejanos años 60 nadie se rapaba la cabeza voluntariamente, pero a unos pocos ya se les caía el pelo de forma sistemática. No es que fuesen calvos fetén, pero la cabellera raleaba y clareaba peligrosamente. De esa guisa teníamos, por supuesto, a Di Stefano, ya en plan ex Saeta Rubia, pero también al colchonero y antiguo sevillista Ruiz Sosa, al cordobesista Simonet, al uruguayo del Elche Ramos, a los guardametas Benegas y Ulacia, vascos ambos, al argentino del Valencia Sánchez Lage, al lateral del Pontevedra Irulegui, o al azulgrana Chus Pereda, en fin, por hablar sólo de la Primera División. Y a Guillot, por descontado, que era el más joven de todos…
Vicente Guillot Fabián va a nacer el 15 de julio de 1941 en Aldaia (entonces “Aldaya”), una localidad situada muy cerca de Valencia -8,2 km-, en la zona occidental de lo que ahora es el Área Metropolitana de la capital de la Comunidad Valenciana, perteneciente a la comarca de la Huerta Oeste y al partido judicial de Torrent. En 1941, poco después de finalizada nuestra Guerra Civil, Aldaia contaba con algo más de 4.500 habitantes, aunque en los decenios siguientes experimentaría un espectacular crecimiento demográfico debido a la corriente migratoria. Población naranjera y artesanal (con gran arraigo de la industria del abanico), se convertirá en un núcleo importante dentro del sector de la madera, los productos metálicos y los plásticos. En 1920 había nacido allí Modesto Llosas Rosell, que sería conocido en el mundillo cinematográfico como Jorge Mistral, una de las grandes estrellas del cine español y mexicano de los años 40 y 50, fallecido en 1972, así como también sería la cuna de otro destacado futbolista, Juan Sánchez (el Romario de Aldaia), que militaría en el Valencia, Celta y Mallorca entre los años 1992 y 2006, e igualmente del futuro presidente del club ché Jaime Ortí (2002 a 2005) o del cantante Juan Bau, muy popular en los 70 con temas tan exitosos como “La Estrella de David”, “Penas” o “Fantasía”
Del equipo del colegio de los Salesianos pasará a las categorías inferiores del Valencia, debutando con el filial, el Club Deportivo Mestalla, al iniciarse la temporada 59-60, con 18 años recién cumplidos. Encuadrado en el Grupo Sur de la Segunda División, el joven Gulllot va a ser un futbolista importante en esta campaña, disputando 22 encuentros ligueros y 1 de Copa, y anotando 7 goles, en una plantilla donde va a codearse con una serie de prometedores valores que acabarán arribando a la División de Honor, la mayoría de ellos en las filas del propio Valencia (el guardameta Martínez, Barrera, Castelló, Arnal, Castro, Ficha, Miralles, Miguel, Verdú, Martí…). Su presentación tuvo lugar el 19 de septiembre de 1959, en la segunda jornada liguera y en el propio campo de “Mestalla”. Vencieron los locales al C.A. Almería por 1 a 0, marcado por Miralles, y esta fue la formación de los cachorros valencianistas: Félix, Arnal, Herrero, Pastor, Barrera, M. Castro, J. Castro, Guillot, Ficha, Miralles y Tejedo.
UN DEBUT FULGURANTE
Al año siguiente, su gran rendimiento ya echa abajo la puerta del primer equipo, pues se alinea en 29 encuentros de Liga y 3 de Copa, y consigue 17 tantos, actuando en la posición de interior, preferentemente con el número 10 a la espalda, y con nuevos y brillantes compañeros como Urtiaga, Vidagañy, Tejedo, Fuentes o Totó, casi todos ellos futuros valencianistas. El debut con los mayores es ya inminente, y en la pretemporada forma parte de la gira europea que realiza el club de “Mestalla”. Su estreno en Primera División se producirá en la primera jornada de la temporada 61-62, concretamente el día 3 de septiembre de 1961, en el campo de “La Romareda” y contra el Real Zaragoza, que vencerá claramente por 3 a 0, con dos tantos del brasileño Duca y otro de Murillo. Pese a lo contundente de la derrota, las crónicas cuentan que el joven debutante cuajó una gran segunda parte. Esta fue la alineación que Balmanya, el míster valencianista, puso en liza aquella tarde a orillas del Ebro: Ginesta; Piquer, Quincoces, Mestre; Sendra, Egea; Ribelles, Recamán, Waldo, Guillot y Ficha.
Sus excelentes actuaciones con la elástica valencianista van a llevarle en volandas a la internacionalidad. Será primero en la llamada “Selección B”, que el día 10 de diciembre de 1961 se enfrentará a su homóloga de Francia en “La Romareda”, el mismo escenario de su debut en la máxima categoría. Vencieron los españoles por 3 tantos a 2, marcados por Abelardo, Manolín Bueno y Marcelino, pero Guillot tendrá la mala fortuna de caer lesionado al cuarto de hora de iniciarse el encuentro, con una fractura de clavícula que se produjo en una acción con el jugador galo Herbin. Este fue el equipo español en la tarde agridulce de la presentación de Vicente Guillot con la que ahora llaman La Roja: Pesudo; Echeverría, Etura, Reija; Paquito, José Luís; Zaballa, Adelardo, Marcelino, Guillot (Fusté) y Manolín Bueno.
En este su primer curso en la División de Honor va a actuar en 15 partidos de Liga, marcando 4 goles. Juega en las seis primeras jornadas del campeonato, realiza un encuentro fabuloso en “Mestalla” contra el Real Madrid, consiguiendo dos goles y haciendo exclamar a su presidente, Julio de Miguel, que “si el seleccionador (por Pedro Escartín) no contaba con él, tendrían que regalarle unas gafas”, pero la lesión de clavícula frenará en seco su progresión, aunque una vez que reaparezca, dos meses más tarde, volverá a deslumbrar con su futbol incisivo y descarado, siendo preseleccionado para el Mundial de Chile, aunque finalmente no será de la partida. Al final el Valencia se va a clasificar en un discreto séptimo lugar. Su participación será ya muy importante en la Copa, donde el Valencia llega hasta semifinales, siendo eliminado por el Sevilla (8 partidos y 2 goles), y sobre todo en la Copa de Ferias, donde se clasificarán para la gran final, a jugar contra un Barça ya veterano en esas lides.
El Valencia debutaba precisamente en la campaña 61-62 en dicha competición continental, en su calidad de ciudad sede de una importante feria internacional de muestras. En ella, Guillot literalmente va a salirse. Se alinea ya en el primer partido europeo de los valencianistas, disputado el 15 de septiembre de 1961 en ”Mestalla” frente al Nottingham Forest (2 a 0, ambos marcados por el recién fichado Waldo), con el siguiente equipo: Ginesta; Piquer, Quincoces, Mestre; Sendra, Recamán; Héctor Núñez, Ribelles, Waldo, Paredes y Guillot, y en el transcurso de su primer desplazamiento, tras golear a domicilio a los ingleses (1 a 5, con tres tantos de Héctor Núñez y dos de Waldo), va a vivir junto a toda la expedición levantina unos momentos de terrible angustia dentro del avión -un vuelo charter contratado con una compañía británica- que los traía de regreso a Manises. El Valencia acababa de pasar por el trágico trance de la muerte del delantero brasileño Walter en accidente de tráfico acaecido en la carretera de El Saler, y unos pocos meses más tarde estará a punto de unir su nombre a los de Torino y Manchester United protagonizando una nueva catástrofe aérea. Al sobrevolar los Pirineos, el avión va a ser azotado por una gran tormenta, cundiendo el pánico en su interior. Fueron unos instantes de auténtico terror, entre gritos de pánico, lágrimas y oraciones, hasta que felizmente amainó el temporal y la aeronave pudo tomar tierra en el aeropuerto valenciano.
INTERNACIONAL ABSOLUTO
Guillot va a comenzar su segunda temporada en la élite, la 62-63, como una moto, estrenándose a lo grande en la aplazada final a doble partido de la Copa de Ferias, entre Valencia y Barcelona, que quedará prácticamente vista para sentencia ya en el encuentro de ida, disputado en un abarrotado “Mestalla” el 8 de septiembre de 1962, con victoria local por 6 a 2 y un hat-trick del joven futbolista de Aldaia (Nando Yosu, en dos ocasiones, y el uruguayo Héctor Núñez hicieron los otros tres tantos). El Valencia presentó a Zamora; Piquer, Quincoces, Mestre; Sastre, Chicao; Héctor Núñez, Ribelles, Waldo, Guillot y Yosu, mientras que el Barça puso en liza a Pesudo; Benítez, Rodri, Gracia; Vergés, Olivella; Cubilla, Villaverde, Re, Kocsis y Camps. Cuatro días más tarde en el “Camp Nou” se confirmaría el triunfo de los de la Ciudad del Turia, pues ambos conjuntos hicieron tablas, 1 a 1, con un nuevo tanto de Guillot a tres minutos del final. Los valencianistas repitieron alineación, y conquistaron así en su primera participación europea el título ferial, con unos números estratosféricos: siete victorias y dos empates, con 33 goles a favor y 13 en contra (siendo el balance personal de Guillot 7 partidos y nada menos que 8 goles anotados).
Su letal sociedad con Waldo -aunque la afición gustaba de dividirse tontamente entre guillotistas y waldistas, cuando ambos jugadores eran complementarios y además grandes amigos- hará furor nuevamente en un curso donde las lesiones le van a respetar, hasta el punto de que juega 28 partidos de Liga, con 8 goles, 9 de Copa (torneo en el que cayeron en semifinales tras un desempate en Madrid frente al Barça, y en el que anotaría un solitario gol), y otros 9 en la Copa de Ferias -con 5 dianas-, aunque un inoportuno contratiempo físico le impedirá estar presente en la final, donde los suyos derrotarán al Dinamo de Zagreb (1-2 en terreno balcánico, y 2 a 0 en “Mestalla”, ya con los recién fichados Paquito y Sánchez Lage en el equipo). Su aportación, no obstante iba a ser decisiva para la conquista de este segundo entorchado continental, sin ir más lejos en el épico partido de vuelta contra el Dumferline, en el que los escoceses, sobre un campo helado e impracticable, igualaron el 4 a 0 encajado en la ida en Valencia con un concluyente 6 a 2, forzando un encuentro de desempate, y no siendo peor la cosa precisamente gracias a los goles de Ficha y el propio Guillot…
En esta temporada 62-63, en la que los valencianistas se clasificarán nuevamente en la séptima plaza liguera, va a debutar con la Selección Absoluta, convirtiéndose en un asiduo a ella a lo largo de la temporada. Su presentación tendrá lugar en el madrileño “Santiago Bernabéu”, el 1 de noviembre de 1962, y no pudo ser más positiva, pues el de Aldaia va a conseguir nada menos que un hat-trick en la goleada de España sobre Rumanía, en partido valedero para la Eurocopa de 1964. En la aplastante victoria por 6 a 0, Guillot va a abrir el marcador en el minuto 7 de la primera parte, y hará también en cuarto y el quinto en los minutos 27 y 70, respectivamente. Los otros tres goles fueron obra de Veloso, Collar y el rumano Nunweiller III en propia puerta. Esta fue la alineación presentada por José Villalonga, el nuevo seleccionador español tras el fiasco del Mundial de Chile (fiasco relativo, puesto que España fue eliminada en la fase de grupos al ser derrotada por los que a la postre serían los dos finalistas del campeonato, Brasil y Checoslovaquia): Vicente; Pachín, Rodri, Calleja; Paquito, Glaría; Collar, Adelardo, Veloso, Guillot y Gento.
Tres semanas y media más tarde, concretamente el 25 de noviembre, España devuelve visita en Bucarest, donde va a caer por 3 goles a 1. El entonces deportivista Veloso fue el autor del único tanto de un equipo español que formó de la siguiente manera: Vicente; Rivilla, Rodri, Calleja; Paquito, Glaría; Collar, Amónico, Veloso, Guillot y Gento. Siete días después, en el tristemente célebre estadio “Heysel” de Bruselas, el conjunto nacional español disputará un encuentro amistoso contra la selección de Bélgica. El resultado final será de empate a 1, y la actuación personal de Guillot será destacada, pues abrió el marcador en el minuto 31, y poco antes se le había anulado un gol. Este fue el once dispuesto por Villalonga: Vicente; Rivilla, Echeberría, Calleja; Paquito, Glaría; Collar, Abelardo, Veloso, Guillot y Gento.
Dos partidos más disputará Guillot con el combinado nacional en esta su temporada de ensueño. El 9 de enero de 1963, en el “Camp Nou” barcelonés, España se enfrenta a Francia en partido amistoso y con finalidad benéfica, para recaudar fondos con destino a los miles de damnificados que habían resultado afectados por las terribles inundaciones producidas en la comarca del Vallés a finales de septiembre del año anterior. Se recaudaron 1.181.607 pesetas a favor de tan loable causa humanitaria, pero el partido resultó mediocre, saldándose con un 0 a 0 final. Este fue el equipo español: Sadurní; Rivilla, Echeberría, Calleja; Paquito, Glaría; Collar (Serena), Adelardo, Morollón, Guillot y Gento. Y el siguiente choque va a suponer el mayor varapalo sufrido como local por nuestra selección. Amistoso contra Escocia, celebrado el 13 de junio de 1963 en el “Bernabéu”, y victoria escocesa por 2 a 6. Adelardo y Veloso marcaron por los de Villalonga, que formaron con: Vicente (Carmelo); Rivilla, Mingorance (Zoco), Reija; Aguirre, Glaría; Amancio, Adelardo, Veloso, Guillot y Lapetra.
UN ARBITRAJE CALAMITOSO
En la temporada siguiente, 63-64 (en la que el Valencia logrará un sexto puesto en la Liga), las lesiones volverán a jugarle una mala pasada, impidiéndole estar presente en media Liga (jugó sólo 15 partidos del Torneo de la Regularidad, anotando 8 goles). Sufrirá un largo parón en los meses de diciembre y enero, aunque llegaría a tiempo de tomar parte en una nueva final de la Copa de Ferias, la tercera consecutiva para un Valencia hasta entonces intratable. En esta ocasión no se va a disputar a doble partido, como siempre había ocurrido hasta entonces, sino que se dirimirá en un solo choque, disputado en el “Camp Nou” barcelonés. El rival es nada más ni nada menos que un nuevo poder emergente en el fútbol español y europeo, el Real Zaragoza de los Magníficos. El partido va a tener lugar el 24 de junio de 1964, y a las órdenes del colegiado portugués Joaquim Campos -que a la postre se erigiría en lamentable protagonista- ambos equipos presentarán las siguientes alineaciones: por los maños, Yarza; Cortizo, Santamaría, Reija; Isasi, Pepín; Canario, Duca, Marcelino, Villa y Lapetra, y por los chés, Zamora; Arnal, Quincoces, Vidagañy; Paquito, Roberto; Suco, Guillot, Waldo, Urtiaga y Ficha. Sobre un campo mojado y resbaladizo, la primera parte va a ser de claro dominio valencianista, aunque concluyó en tablas, con goles de Villa (en fuera de juego) y Urtiaga. En la segunda mitad, ya más igualada en cuanto a ocasiones, se adelantó el Zaragoza con un gol de Carlos Lapetra que iba a ser ya el definitivo. El señor Campos anuló un gol dudoso a Guillot, y no señaló el claro penalti que le hicieron dos jugadores zaragocistas cuando iba derecho hacia el marco de Yarza, en gran jugada personal del de Aldaia. En las protestas subsiguientes sería expulsado el valencianista Suco, y el luso no añadiría un sólo segundo al tiempo reglamentario, a despecho de los muchos minutos perdidos en protestas y otras incidencias, pitando el final del partido al lado mismo del túnel de vestuarios, para huir rápidamente de la ira de los derrotados, que se consideraban muy perjudicados por sus decisiones.
El cuarto curso de Vicente Guillot como valencianista, el 64-65, será mejor en cuanto a participación liguera (23 partidos y 8 goles), con otros 6 encuentros en Copa del Generalísimo (1 gol), aunque solo uno en la Copa de Ferias, por la premura eliminación del equipo en primera ronda, a pies del Liégeois. En esta temporada, donde el club de “Mestalla” se clasificó en cuarto lugar, Guillot retornaría fugazmente a la Selección con motivo de un encuentro valedero para la clasificación de cara al Campeonato del Mundo de 1966, a celebrar en Inglaterra. El adversario fue la entonces habitual República de Irlanda, y el partido se disputó el 5 de mayo de 1965 en el terreno de “Dalymount Park”, en la capital, Dublin. Vencieron los locales por un gol a cero, marcado por el guardameta español José Ángel Iribar en su propia meta, en jugada desgraciada, y así formaron los elegidos para la ocasión por Villalonga: Iribar; Rivilla, Olivella, Reija; Glaría, Zoco; Ufarte, Guillot, Marcelino, Adelardo y Lapetra. La última selección del jugador valencianista se produciría con vistas a otro choque con el mismo rival, esta vez perteneciente a la fase clasificatoria para la Eurocopa de 1968, pero en el cual no tendría finalmente la oportunidad de jugar (Irlanda 0-España 0, celebrado el 23 de octubre de 1966).
Buena temporada para el futbolista de Aldaia fue la 65-66, en la que no tuvo mayores problemas físicos. 27 partidos de Liga (6 goles), 4 de Copa (un gol), y 6 en Copa de Ferias, con 2 tantos. El principio liguero del Valencia, con Sabino Barinaga como entrenador, fue excelente, llegando a colocarse como líder -empatado con la escuadra revelación, el Pontevedra- en la séptima jornada, y realizando un juego extraordinario del que fueron buena prueba las victorias sobre el Real Madrid en “Mestalla” (3 a 0, con goles de Sánchez Lage, el propio Guillot y Waldo), y a la semana siguiente el triunfo a domicilio en el “Camp Nou”, 1 a 2, con tantos de Roberto y Muñoz, un joven valor que estaba asombrando por aquellas fechas, aunque luego su progresión se detendría en seco. El Valencia finalizó la primera vuelta con un magnífico registro, 20 puntos y 6 positivos, pero su segunda vuelta fue desastrosa, pudiendo sumar solamente 7 puntos más, y finalizando el campeonato en la novena posición, con 27-3.
La campaña 66-67, en la que Waldo se proclamaría máximo goleador con 24 tantos -y el Valencia sería sexto, tras otro arranque muy prometedor en el primer tercio del campeonato-, fue muy discreta para Guillot en el aspecto anotador, pues sólo conseguiría 6 tantos, todos ellos en Liga (donde actuaría en 22 ocasiones, con ausencias al principio y al final). La presencia en la delantera che de otro gran rematador, el vasco Ansola, y la irrupción del joven Pepe Claramunt, quizás puedan explicar esa menor producción realizadora, así como el hecho de que cada vez con más frecuencia va a ser alineado como extremo, en una u otra banda, en detrimento de su auténtico puesto, el de interior en punta. Menos eficacia goleadora que se convertiría en una auténtica sequía para el de Aldaia tanto en la Copa de Ferias (4 partidos), como en la Copa del Generalísimo, pese a proclamarse el Valencia brillante campeón de dicho torneo al derrotar en la final, celebrada el 2 de julio de 1967 en el “Santiago Bernabéu” al Athletic de Bilbao por 2 a 1, conseguidos por el hispano paraguayo Jara y Paquito, con este once: Abelardo; Sol, Mestre, Tatono; Paquito, Roberto; Poli, Guillot, Waldo, Claramunt y Jara.
LA CALVA DE GUILLOT Y EL CALVARIO DE LAS LESIONES
Cada vez con menos cabello en su esclarecida cabeza, la carrera de Guillot va a entrar en barrena a partir de la irregular campaña 67-68 (con un cuarto puesto para los de “Mestalla”), en la actuará solamente en 14 compromisos ligueros, con continuas entradas y salidas del equipo titular debido a problemas físicos, que le mantendrán en el dique seco durante casi toda la segunda vuelta, anotando no obstante 6 goles. Tomará parte en otros 6 partidos de Copa (3 goles) y en sólo dos de la nueva competición continental en la que va a debutar el Valencia, la Copa de Europa de Campeones de Copa, más conocida como Recopa, donde serían eliminados por el Bayern Múnich..
Y llegamos así a la que será su temporada más aciaga, la 68-69, en la que sólo alcanzará a disputar un único partido e incompleto, 77 minutos ante el Sporting de Portugal en la noche del 2 de octubre de 1968, un encuentro épico donde los valencianistas lograrán igualar un concluyente 0 a 4 en contra que traían de Lisboa (con goles de Blayet, 2, Sol y Claramunt), para caer finalmente eliminados por un gol de los lusos en la prórroga. Después ya no volvería a jugar en toda la campaña. El 8 de enero de 1969 le operan de abductores, y una vez recuperado, va a volver a causar baja al caer en un entrenamiento y pasar de nuevo por el quirófano, en este caso por culpa de una hernia inguinal. Vuelve a entrenar, y en junio se rompe una muñeca en otro ensayo, al chocar con sus compañeros Tatono y Sol. El Valencia será finalmente quinto en una Liga donde Mundo va a ser sustituido en el banquillo por Joseito tras un mal arranque liguero.
Guillot no volverá ya a jugar hasta el 1 de octubre de 1969 -es decir, justo un año más tarde- , y apenas 19 minutos en Copa de Ferias ante el Slavia de Sofia búlgaro. Y el 7 de diciembre de 1969, en “Mestalla” y frente a un Pontevedra ya casi desahuciado en la jornada decimotercera, el público reclama a gritos su presencia en el terreno de juego, y el entrenador Enrique Buqué -ex jugador valencianista en la década de los 50- no va a tener más remedio que hacerle saltar al césped entre una gran ovación, sustituyendo al asturiano Fuertes, un gesto que hizo llorar al futbolista de Aldaia, cuya mala suerte le había obligado ya a pasar nada menos que cinco veces por la mesa de operaciones. En total, se alinearía en 9 partidos de Liga (más su breve aparición europea y un encuentro de Copa, competición en la que el Valencia llegaría a la final, cayendo por 3 a 1 en el “Camp Nou” frente al Real Madrid), marcando la nada despreciable cifra de cuatro goles (dos de ellos de penalti, una de sus especialidades, que solía ejecutar mediante un entonces nada habitual amago), todos ellos al calor de su querido público de “Mestalla”). Pero, como él mismo indicaba en el transcurso de una entrevista realizada por el periodista Miguel Vidal y publicada en el número 651 del diario AS, el 8 de enero de 1970, Guillot no las tenía todas consigo respecto a que el Valencia le renovase un contrato que vencía precisamente el 30 de junio de 1970:
“– Lleva nueve años en el Valencia. ¿Cuántos le quedan?
– Los que el Valencia quiera aguantarme.
– ¿Cuándo termina su contrato?
– Expira este año, en junio.
– ¿Y…?
-¡Y yo qué sé! Espero ver cómo reacciona el Valencia hacia mí, después de tantos años.
– ¿Usted qué cree?
– Que, tal vez, me den la baja o me traspasen.
– ¿Le quedan muchos años de actividad a Guillot?
– Varios más, sí. He tenido tanta desgracia que puede decirse que estoy aún empezando, sin hacer. ¡Y tengo ganas de triunfar!”
LA HORA DEL ADIÓS
La designación de Alfredo Di Stefano como nuevo entrenador del Valencia CF de cara a la temporada 1970-71, decisión tomada cuando aún no había finalizado el curso 69-70, en el mes de abril, va a suponer el adiós de Guillot a la que había sido su casa deportiva por espacio de más de una década. Muy castigado por las lesiones, sobre todo en los últimos años, el club no le renovará contrato, así como tampoco a su íntimo amigo y socio comercial -ambos regentaban la cafetería “Walgui”, al lado mismo del campo de “Mestalla”-, Waldo Machado da Silva, aunque en el caso de éste seguramente pesó en la balanza el tema de la edad del delantero brasileño, a punto de cumplir ya los 36 años, con el consiguiente y lógico bajón en el rendimiento de un futbolista que tres temporadas antes había sido el “Pichichi” de la máxima categoría con 24 tantos, que en la superdefensiva y trabada década de los 60 no estaba nada mal.
En la marcha de Guillot se dijo que influyó su propia relación con Di Stefano en la época en la que ambos coincidieron sobre los terrenos de juego. Así, se hablaba de un caño que el valencianista le hizo al hispanoargentino en el curso de un encuentro entre Valencia y Español, y también de otro partido entre ambos equipos – ¿o tal vez fue el mismo? – disputado en “Mestalla”, en la campaña 65-66, y que se saldó con nada menos que cuatro expulsados, dos por cada bando: el propio Guillot y Sánchez Lage por los locales, y Riera y Mingorance por los pericos. Concretamente, un rifirrafe entre Guillot y Riera terminó con ambos jugadores en la caseta antes de tiempo, y al parecer Guillot se quejó a posteriori de que Di Stefano le había mentido al árbitro para sacarlo del campo, mientras que este calificaba al valenciano de llorón…
El caso es que Guillot, con 29 años recién cumplidos, se va a ver fuera del equipo de toda su vida. Al conocer la noticia declaró lo siguiente: “lamento profundamente no haberme retirado del fútbol como jugador del Valencia”. Pero sintiéndose aún futbolista, y queriendo demostrarse a sí mismo que aun podía rendir satisfactoriamente en la élite, va a aceptar la oferta del otro equipo de la región que militaba entonces en Primera División, el Elche, y encaminará sus pasos hacia “Altabix”, donde acababa de ocupar el banquillo un técnico a cuyas órdenes había estado en sus últimos meses como valencianista, el catalán Salvador Artigas, que formaba tándem con su paisano Buqué.
Pero su etapa ilicitana no va a conseguir reverdecer antiguos laureles… El equipo franjiverde había ido descapitalizándose paulatinamente, vendiendo a sus estrellas para poder mantenerse con decoro en la categoría. Así, en las últimas temporadas, había tenido que deshacerse de futbolistas de la entidad de Marcial, Lico, Asensi o Ballester, y sus reemplazos evidentemente no van a lograr hacerlos olvidar. El club de la Ciudad de las Palmeras a duras penas había logrado la permanencia en el curso 69-70, jugándose la vida en el último partido ante un Barça que, por el contrario, a lo más que podía aspirar era un irrelevante tercer puesto que no le daba derecho a nada. Vencieron los ilicitanos por 1 a 0, marcado por un Asensi que se despedía así por la puerta grande, y trataron de paliar su traspaso, y también el de Ballester -ambos internacionales- contratando a los barcelonistas Romea y Sanjuán, al granadinista Lara, al pontevedrés Antonio y al propio Guillot. Pero desde el arranque de la temporada, y a despecho de una manita infligida a un entonces muy bisoño Sporting de Gijón, ya se vio claro que iba a tocar de nuevo sufrir mucho, si es que al final no había llanto y crujir de dientes, que fue lo que a la postre sucedió. El equipo entró en zona de descenso tras la undécima jornada, y ya no saldría de ahí en lo que restaba de Liga, salvo fugazmente después de la fecha número 14, llegando a contar hasta con cuatro entrenadores (el inicial, Artigas, más el veterano Otto Bumbel, Iborra y Llopis), poniendo así triste colofón a doce cuasi milagrosos años ininterrumpidos entre los grandes del fútbol español. En total, Guillot va a actuar en 14 encuentros de Liga (2 goles), 8 de ellos como titular, casi todos en la primera vuelta, totalizando 875 minutos de juego, y 2 de Copa (1 gol).
La frialdad de los números va a esmaltar la brillante carrera deportiva de Guillot: 237 partidos oficiales con el Valencia en nueve temporadas (1961-1970), obteniendo 78 goles y 6 veces internacional “A” (4 goles) y 1 “B”. En su palmarés figuran dos Copas de Ferias (1962 y 1963), un subcampeonato de dicho torneo (1964) y un título de Copa (1967), amén de otros trofeos menores como el “Carranza” de 1967 o la llamada “Pequeña Copa del Mundo”, en la edición disputada en Caracas en 1966. No había logrado nunca ser campeón de Liga -título que precisamente, y después de 24 años volvería a conquistar el Valencia justo al año siguiente de su marcha-, pero, como el mismo Guillot le dijo a Jaime Hernández Perpiñá en el interesante libro “40 históricos del deporte valenciano”, había sido campeón de muchas cosas: campeón de defender al Valencia y a sus compañeros, y en dejarse la piel a tiras, porque jugar dentro del área de gol, a pesar de todo, “era como para un cuerpo mayor”, aunque nunca consideró que sus muchas lesiones fueran fruto de la mala fe de los contrarios, sino más bien de su propia acometividad.
Tras su breve etapa en Elche, Guillot va a volver al Valencia, primero como adjunto a la secretaría técnica, y más tarde, a mediados de los años 70, como responsable de la Escuela de Futbolistas del club ché. Con el tiempo, y como gran partidario del trabajo de cantera, va a ser uno de los culpables del descubrimiento de valores como Miguel Tendillo o su paisano Juan Sánchez, el Romario de Aldaia. Trabajará también, al margen del fútbol, en la administración de una empresa de transportes (Guillot era oficinista antes de convertirse en profesional del fútbol). Hoy, a sus 76 años, y junto a su gran amigo y tantos años socio Waldo, es una de las grandes leyendas vivas de aquel Valencia casi invencible que asombró a toda Europa durante tres mágicos años, de 1961 a 1964, hasta toparse con un nefasto árbitro portugués apellidado Campos…