RESUMEN:

Estudio crítico sobre las estadísticas y los récords reivindicando la historia y la cultura general para contextualizar la frialdad de los datos.

ETIQUETAS:

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ABSTRACT:

Keywords: Statistics, Records, History, Spanish Football

A critical review of records and statistics in support of history and general knowledge to contextualize data.

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Los otros récords

De
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De un tiempo a esta parte y merced a la proliferación de bases de datos, cabría preguntarse si la Historia del fútbol no estará emprendiendo un camino reduccionista, hacia la más pura y cruda estadística. Esas bases de datos, sin duda contagiadas por el negocio de las apuestas “on-line”, engloban registros tan peregrinos como número de goles anotados desde más de 30 metros, aquellos cuyo último pase llegó del contrario, córneres lanzados durante la primera media hora, cuántos jugadores de 31 años se alinean por cada bando, qué porteros ven más veces perforado su marco en los minutos de prolongación, o cuántos equipos fueron capaces de marcar a partir del minuto 90, como si los partidos pudiesen superar la hora y media reglamentaria sin mediar prórroga. Parte de esas referencias a buen seguro resultarán útiles para entrenadores, profesionales de la preparación física o, rizando el rizo, incluso a un pequeño número de apostadores. Dudo, sin embargo, digan algo a quienes escucha una retransmisión. Y todavía menos a la Historia, aún escrita con “h” minúscula.

Otra cuestión, ni mucho menos baladí, tiene que ver con la cocina de esos datos. Si hoy, después de ver desde todos los ángulos un lance, no somos capaces de acordar quién impulsó hasta la red determinadas pelotas, ¿qué índice de verosimilitud deberíamos conceder a los viejos cronistas, cuando en invierno, a lo largo de la cornisa cantábrica, muchos campos se convertían en balsas de lodo?. Sin numeración en las camisetas, rebozados de cieno, con un alto porcentaje de goles conseguidos de punterazo en multitudinarias melés, porque el balón pesaba toneladas, ¿quién fue realmente su autor?.“¡El reflejado en acta!”, responderán sin duda los devotos del dato, sus índices y decimales. Claro. Pero es que lo de consignar en el acta la autoría de los goles, viene de anteayer.

Las listas históricas de goleadores que finalmente hemos dado por válidas, son en todo caso una aproximación, como pudo acreditarse mediante el experimento. Porque barajándose para cada equipo como única referencia las crónicas de diarios locales, llegaron a detectarse hasta 4 y 5 goles de diferencia en el registro individual de artilleros, respecto a las tablas manoseadas comúnmente. Y más o menos las mismas contradicciones al comparar crónicas de medios de difusión locales con visitantes. Quedaba claro que el método más fiable consistía en otorgar crédito a quienes mejor debían conocer a los futbolistas, luego de compartir traslados con ellos, charlas post partido, tediosas concentraciones y complicidades diversas.  Eso por cuanto a los goles, y suponiendo -que ya es suponer- los diarios menos boyantes gozaran de enviados especiales. Porque algo tan aparentemente simple como la alineación, muchas veces viene a ser puro arcano.

Hará cosa de tres o cuatro años, cierto compañero me solicitó huronease en la hemeroteca entre los rastros de un Baracaldo – Lérida. Por razones varias no pudo disputarse en domingo, sino el martes, y eso, al quedar fuera del foco mediático, dificultaba la obtención de datos. Fácil, pensé. Los tres diarios editados en el Bilbao de los 50, por fuerza debían recoger con detalle un partido de 2ª División sobre el tarquín de Lasesarre. Y en efecto. Allí estaba todo. Cuando contacté con el compañero, formaciones, árbitro, tanteo final, secuencia de anotaciones y resumen de destacados en ristre, escuché: “Pues vaya, hombre. Tenía tres alineaciones distintas sobre ese partido, y acabas de proporcionarme la cuarta. Además citan a un futbolista que nunca jugó con el Lérida”. Los tres diarios -“Correo”, el vespertino “Hierro” y “La Gaceta”-, coincidían tanto respecto a alineaciones como con el jugador ilerdense que nunca habría vestido la camiseta azul. Y mejor todavía; ese futbolista enigma era autor de un tanto visitante, calificado como golazo por los tres periódicos. Parecía obvio. O el entrenador visitante quiso jugar al despiste inventándose un nombre al escribir su alineación en la pizarra de donde solían copiar los informadores, o la crónica de esos tres diarios procedía de una sola fuente, bien porque el redactor fuese el mismo, bien porque la hubiese “cedido” a otros compañeros más atareados. Una especie de hoy por ti, mañana por mí, según parece relativamente habitual antaño.

Si ni las alineaciones constituyen artículo de fe, ¿qué cabe esperar del resto?. Podíamos recordar, también, a Teixidor en una formación valenciana, a principios de los 60, cuando nadie con ficha del primer equipo o el Mestalla se apellidaba así. Después de numerosas cábalas, ha podido concluirse que quien jugó en realidad fue Verdú, enmascarado, quizás al no disponer del correspondiente permiso militar, puesto que por esas fechas cumplía la mili obligatoria. Pero continúa siendo un misterio el cierre de filas de los informadores. Porque nadie, ni uno sólo, se aventuró a levantar la liebre, dedicó alguna línea al “debutante”, como se antojaría lógico, o pergeñó pistas pensando en un futuro. Para remate, fue un partido sin la tradicional foto protocolaria. Los hombres del flash también formaban parte del contubernio.

Pues bien, pese a lo descrito, hoy se pontifica retrospectivamente sobre el número de partidos disputados por tal o cuál jugador de antaño (incluyendo amistosos), acerca de los goles que anotó de cabeza, las veces que fue internacional, así, sin más análisis, o el número de espectadores que acudían a los estadios cuando él jugaba. Si en lo tocante a internacionalatos la cuestión tiene cierta miga, toda vez que algunos presentes en todas las convocatorias desde la Olimpiada de Amberes hasta su retirada, ocho años después, con el simple lunar de una o dos ausencias por lesión, tan sólo llegaron a contabilizar 12 ó 13 titularidades, por cuanto se refiere a las asistencias de público la imprecisión es quien manda. Frases como “buena entrada en tribuna y media en localidades de a pie”, o el más conciso “tres cuartos de entrada”, deslizadas por los gacetilleros de turno tras calcularlo a ojo de buen cubero, han dado pie a la regla de tres: Si el campo contaba con aforo de 25 almas, ¾ son… Y el aforo, por supuesto, tomado de algún anuario federativo, quién sabe si al día en tal materia, o de los primeros calendarios “Dinámico”.

Miguel Jones Castillo ni fue ni es súbdito de Guinea Ecuatorial, de igual modo que tampoco fueron marroquíes Juan Moreno, Francisco López, Jacob Azafrani, José Saborido, Heliodoro Castaño, Manuel García Piera o José Domínguez Caballer. Por puro desconocimiento histórico, muchas bases de datos despistan.

Miguel Jones Castillo ni fue ni es súbdito de Guinea Ecuatorial, de igual modo que tampoco fueron marroquíes Juan Moreno, Francisco López, Jacob Azafrani, José Saborido, Heliodoro Castaño, Manuel García Piera o José Domínguez Caballer. Por puro desconocimiento histórico, muchas bases de datos despistan.

Sobre el valor real de las presencias internacionales, la estadística sólo puede despistarnos. Cuando nuestra selección disputaba tres o cuatro choques por año, y a veces menos, sumar 20 entorchados constituía lujo asequible a muy pocos. Dos docenas de internacionalatos durante los 40 y 50 del pasado siglo equivaldrían como mínimo a 100 partidos de hoy. Datos así, desnudos y sin análisis, tienden indefectiblemente al equívoco.

Pero eso no es todo.

También tropezamos con extranjeros imaginarios, “extranjeros” por el simple hecho de haber visto su primera luz fuera de nuestros actuales límites fronterizos. ¿Cuántos nacidos al otro lado del Mediterráneo durante el Protectorado, figuran erróneamente como marroquíes?. Españoles por los cuatro costados, inscritos como tales y hasta, en lo deportivo, con fichas expedidas por la FEF o la territorial Norteafricana, adscrita, lógicamente, a la Española. Si a nadie se le ocurriría considerar marroquí a Roberto López Ufarte, por ejemplo (Fez 19-IV-1958), ¿qué lleva a dar por tal a un interior reconvertido en defensa izquierdo como Francisco López Cardoso (Alcazarquivir, 18-VI- 1933), si no es la total sumisión al programa informático?. A Francisco López y a un amplio puñado como él. También hay, por supuesto, quienes consideran a Miguel Jones (Santa Isabel 27-X-1938) súbdito de Guinea Ecuatorial, colocando junto a su foto las banderas española y guineana, como si a mediados de los 60 fuese moneda corriente lo de las dobles nacionalidades.

La estadística futbolera, en fin, suele mirar tan sólo hacia 1ª División, dando pie a suponer que en la máxima categoría concluye todo el deporte rey. Por fortuna hay más fútbol que el de élite. Y ello se traduce en otros récords, aparte de los convertidos en puro dogma de fe. Porque cuando se afirma que el portero con más minutos de imbatibilidad a cuestas es X, superando la vieja marca del gran Y, falta añadir “en 1ª División”. Incluyendo otras categorías nacionales, ese récord iba a quedársenos en agua de borrajas. Tampoco fueron o son Donato, Manuel Pablo o Valerón, “el más longevo”, ni Cástor Elzo, Carreras y Miguel Soler, los más proclives a cambiar de equipo.

Por cuanto a récords respecta, y únicamente a título ilustrativo, podríamos ir retirando a varios santos de sus insignes peanas.

Agustín Gaínza. Máxima fidelidad a un equipo entre quienes jugaron en 1ª. Valch, un desconocido para la inmensa mayoría, superó su marca.

Agustín Gaínza. Máxima fidelidad a un equipo entre quienes jugaron en 1ª. Valch, un desconocido para la inmensa mayoría, superó su marca.

Agustín Gaínza Vicandi (Basauri, Vizcaya 28-V-1992) 33 veces internacional, a quien sus correrías por banda izquierda durante un memorable partido ante Irlanda condecoraron como “Gamo de Dublín”, sobrenombre a la postre oscurecido por su clásico apodo de “Piru”, merced a sus 19 temporadas vistiendo de rojiblanco es ejemplo de fidelidad a unos colores. Esas 19 campañas, sin embargo, son menos de las que dedicara Esteban Valch al ya extinto C. D. Manchego.

Medio volante en sus orígenes y con el paso del tiempo correoso defensa central o de cierre, Valch vestiría por primera vez la camiseta ciudadrealeña durante el ejercicio 1946-47, despidiéndose la temporada 1969-70. Para él no era raro toparse con árbitros más jóvenes, a los que muy en su papel de “jefecito” tomaba pronto la matrícula. Algunos de sus adversarios se dirigían a él de usted o como “Señor Valch”. Enérgico, contundente, y a veces feroz, supo sacar partido a tanta veteranía, conforme recuerda un antiguo futbolista del Calvo Sotelo de Puertollano: “Yo estaba empezando, y como casi todos los jóvenes tiraba a descarado en el juego. Así que me llegó un balón, amagué y me fui de él, dejándolo un tanto en evidencia. En cuanto concluyó la jugada lo vi acercarse con cara de pocos amigos. Chaval, me dijo; otra más y te saco el hígado por la boca. Era grandote y con edad como para casi ser mi padre, pero no me arrugué: Señor Valch, le respondí, ¿qué he hecho yo?. Y él, rechinando los dientes, insistió tan sólo: Estás avisado; otra más y te arranco el hígado”.

Iba camino de los 41 otoños cuando por fin colgó las botas, luciendo en su pecho la medalla al Mérito Deportivo y entre honores ajustados a lo que era: santo y seña en el Manchego. Lástima que la muerte le respetara menos que tantos y tantos árbitros. Porque a primeros de junio de 1979, el “Seat 131” que iba conduciendo se salió de la calzada, para volcar a la altura del kilómetro 142 de la carretera Badajoz – Valencia. Su esposa y él fallecieron irremediablemente. Contaba 50 años, era funcionario en la Delegación Provincial de Abastos y encabezaba con largueza la relación de jugadores más alineados en el conjunto blanco. Récord imbatible, pues cuando el club se extinguió no hace mucho, nadie había logrado superarlo.

Entre los futbolistas de verdad, el brasileño Donato, nacionalizado español, pasaba por ser el más longevo hasta que Valerón y Manuel Pablo se empeñaran en rebasarlo. Distingo entre futbolistas de verdad y otros roles, porque antaño resultaba relativamente habitual que ciertos entrenadores vistiesen de corto por mor de distintas circunstancias. Aldecoa, sin ir más lejos, jugó varios partidos con el Gerona siendo entrenador, y no todos durante la misma campaña. Harry Lowe, responsable técnico del Donostia -denominación de la Real Sociedad en época republicana- hubo de saltar al campo en Valencia ante la indisposición de un pupilo, el 24 de marzo de 1935, próximo a cumplir 44 añazos. Entonces, por ahorrar gastos, sólo se desplazaban los 11 que iban a jugar y el portero suplente, puesto que sólo era posible sustituir al cancerbero, y aún éste mediando lesión, o fingiéndola, que de todo solía haber después del cuarto gol encajado. Esos casi 44 años lo auparon al santoral, empleando una manga bastante ancha en el capítulo de interpretaciones, y con permiso del pontevedrés de Cambados Manuel Pazos González.

Manuel Pazos. Futbolista más longevo entre quienes disfrutaron de la elite.

Manuel Pazos. Futbolista más longevo entre quienes disfrutaron de la elite.

La trayectoria de Pazos (17-III-1930) suele darse por concluida en el Elche C. F., tras defender los marcos del Pasarón, Celta, Real Madrid, Hércules, At. Madrid y el conjunto ilicitano, al concluir la campaña 1968-69, es decir a sus 39 años. Pero esa fue tan sólo la despedida de 1ª División. Sintiéndose en forma, no faltándole ganas y convencido de que la suya había sido una baja prematura en el elenco franjiverde, todavía siguió asombrando con sus palomitas en el Novelda, Abarán, Thader de Murcia y Santa Pola, hasta lucir 47 primaveras. Internacional “B” contra Luxemburgo en mayo de 1953, hizo felices a los fotógrafos con sus espléndidas estiradas. Cierto que alguna vez tanto exceso en el adorno tuvo su traducción en regalos al adversario, pero ello no empece un general buen hacer. La prensa, agradecida, le respondió otorgándole el sobrenombre de “Maravilla Elástica”. Y él no sólo estuvo paseándolo con dignidad hasta el Campeonato 1976-77, sino que confesó haber sufrido cierta decepción cuando un Elche muy distinto al que abandonase en 1ª, con grandes problemas en la portería, asfixiado económicamente y en medio de nubes negruzcas, no reparase en él como solución de emergencia: “Yo estaba bien todavía. Cumplía cada domingo a satisfacción general. La directiva recuperó a Lico, que también tenía sus años, pero les dio reparo echar mano de mí. Creo que se equivocaron, porque a mis 44 ó 45 años y tal como andaba el equipo, no les hubiera decepcionado”.

Pazos tuvo en su hijo Francisco Javier un sucesor en las porterías. Y por cierto, sin abandonar los tres palos bueno será indicar que Harry Lowe jugó al menos otro medio partido durante su estancia en San Sebastián. Un amistoso sobre césped guipuzcoano, donde sustituyó a su portero y estuvo bien al decir de la prensa, por más que su posición natural en tiempos mozos estuviese lejos del marco.

El ranking de goleadas sigue encabezándolo un 12-1 del Athletic al F. C. Barcelona en San Mamés, durante el ya lejano 1931. Pero puesto que en ese choque parte de los culés salieran decididamente a no rendir, como medida de presión ante su directiva, con la que estaban muy enfrentados por culpa del vil metal, muchos estadísticos prefieren mirar hacia el 5 de febrero de 1933, cuando Athletic Club y Racing de Santander, también en San Mamés, rubricaron en 9-5 el choque con más goles de cuantos se han disputado en 1ª División. Catorce tantos que se antojan pocos ante la durísimaderrota sufrida por el Villafranca guipuzcoano en el campo de Berazubi la temporada 1944-45, partido correspondiente al torneo de 3ª División. Nada menos que 21 – 0 fue el resultado de aquel Tolosa – Villafranca. Tantos goles que incluso el árbitro perdió la cuenta, pues en la redacción del acta reflejaría erróneamente un 22 – 0. Aquel 14 de abril de 1945 los visitantes optaron por alinear una especie de equipo “B”, puesto que el mismo día debían competir en la Copa de Aficionados. Como curiosidad, quede la alineación tolosana, según el esquema 2-3-5 en boga hasta abrazarse la táctica WM: Adolfo; M. Ansorena, H. Echeverría; Pagola, Daguerresar, J. Jáuregui; Felipe, Uriol, Shanti, Bardají, Arsuaga.

Más dudoso todavía se hace pontificar sobre el portero con mayor número de penaltis atajados en un mismo partido, durante el tiempo reglamentario. O sea, sin computar prórrogas y lanzamientos desde el punto fatídico a modo de desempate. Para empezar, los más versados en estadística no se ponen de acuerdo sobre lo que es un penalti transformado. ¿Ha de computarse como detención el lanzamiento en sí, independientemente de que otro futbolista acabe enviando el rechace hasta la red?. Discusión bizantina, en todo caso, pues cualquiera que fuese el método de contabilización, este récord tampoco residirá en Primera. Dionisio Mesanza Muro (Vitoria 25-V-1916) dejó pequeños a los Zamora, Eizaguirre, Carmelo, Marcel Domingo, Ramallets, Vicente, Sadurní, Pepín, Iríbar, Arconada, Zubizarreta o Casillas.

Mesanza, bajito para los usos de hoy, pero muy ágil, se las apañaba bien bajo el marco, aunque temía a los balones colgados más que a la peste. Cierto que durante los años 40 y 50 no abundaban los porteros con metro ochenta y cinco. Según las memorias militares de talla anual a los quintos, la estatura media para los varones oscilaba entre el metro sesenta y cinco y el metro sesenta y siete, con distintos picos entre las regiones del Norte y el Sur. De cualquier modo, superando en poco esa media, Dionisio Mesanza se las arregló para jugar en el Deportivo Alavés, C. D. Mirandés y nuevamente en el equipo vitoriano, desde la temporada 1939-40 hasta el ejercicio 49-50. Pero sería el 29 de enero de 1945 cuando se hizo un hueco en la historia.

El Mirandés había acudido a Bilbao para disputar en San Mamés su partido contra el Arenas de Guecho, enmarcado de la 3ª División. Minutos antes de saltar al campo un futbolista ferroviario aseguró sentirse mal, y su entrenador no tuvo otro remedio que alinear como extremo al portero suplente, Carlos Bajo Quevedo, pensando quizás que pegado a la banda estorbaría menos. Los guechotarras tenían un equipo potente, con varios futbolistas del At Bilbao, al ser por esos años una especie de filial rojiblanco. El equipo mirandés, en cambio, sólo aspiraba a mantener la categoría. Al cabo de los 90 minutos el tanteador señalaba un sonrojante 16 – 0. La mayor goleada encajada por los rojillos en sus85 años de historia, al tiempo que resultado más contundente del ya centenario Arenas, desde que echase a rodar el Campeonato Nacional de Liga.

Un resultado tan grueso por fuerza debía ir adobado en anécdotas. Al encargado del marcador se le acabaron los números a partir del duodécimo tanto, y hubo de improvisar trazando nuevos guarismos con tiza sobre el revés de las planchas. Así y todo, casi no dio abasto en los cuatro últimos, ante la rapidez con que se sucedieron. “Me lanzaban balones desde todas partes -rememoraba el cancerbero-. Ni sé el tiempo que anduve por el suelo. Tenía detrás a unos bromistas empeñados en recomendarme esos parches entonces de moda para el dolor de riñones. Y la verdad es que no me hubiesen venido mal, porque me pasé el segundo tiempo sube y baja, sube y baja…”

Mesanza, además de efectuar distintas paradas de mérito, detuvo aquella tarde terrible nada menos que tres penaltis. Y todas las crónicas, pese a la escandalosa goleada, coincidieron en destacarlo como el mejor de su equipo.“Lo malo es que no puedes presumir de una cosa así”, sentenciaba veintitantos años después. “Cualquiera, oyéndote decir que estuviste bien y te clavaron dieciséis, sólo pensaría que te falta un tornillo”.

Tras retirarse, Mesanza entró a trabajar en una caja de ahorros alavesa, como conserje. Y a mediados de los 60 o incluso durante el arranque de los 70, era fácil verle cada verano en las piscinas municipales de Gamarra, ya algo entradito en kilos, saltando desde el trampolín con un estilo más próximo a la palomita en estadio de tronío que al tirabuzón perfecto. Falleció en la residencia de ancianos de Rivabellosa, a escasos kilómetros de Miranda de Ebro, luego de haber narrado una y otra vez a cuantos quisieran oírle las peripecias de aquella jornada en que, por San Mamés, llovieron goles y más goles.

Carlos Bajo, el suplente que en Bilbao saliera como punta, permaneció en el Mirandés desde 1942-43 hasta la campaña 49-50, con sólo un paréntesis breve como jugador de la Gimnástica Burgalesa. Falleció en 1976, a los 56 años. Por cierto, ese choque ante el Arenas representó su debut en 3ª División. Y el equipo ferroviario, vaya esto por delante, pese al sofocón pudo lograr la permanencia.

Antes citaba a Donato Gama Da Silva como tradicional “longevo” de nuestro fútbol, obviando que todavía hoy, superada su marca por los canarios Manuel Pablo García Díez y Juan Carlos Valerón Santana, pasa como el extranjero más talludito al colgar los borceguíes, en dura pugna con el uruguayo Pandiani. Pero, ¿en verdad le corresponden semejantes laureles?.

Pues tampoco. Como mínimo el francés Jean Louis Valois (Saint Priest 15-X-1973), superó su envidiable registro.

Jean, conforme ha quedado para el fútbol, militó desde la temporada 1990-91 en el Saint Priest, Lyon-Duchene, Auxerre, Gueugnon, Lille, Luton Town británico, Hearts of Midlottian escocés, Almería, Burnley de Inglaterra, Al Khaleej y Al Nasr de los Emiratos Árabes Unidos, Andrézieux, nuevamente Saint Priest y Bayonne, hasta que con 40 años, recalificado como amateur, volviera a dejarse caer por Almería para lucir las camisetas del Roquetas y Alhama, en este último para batirse en 3ª cuando frisaba los 42 años. También podría presumir en Francia de una marca poco habitual, como es la de haber competido en su 1ª, 2ª, 3ª, 4ª y 5ª División. Y es que trotar detrás de un balón durante 25 años con ficha “senior”, da para mucho, por más que esos cinco lustros no se le hiciesen largos.

A quien sí debieron antojarse larguísimos los días sin vestir de corto fue al centrocampista Paco Sanz, hermano del buen central Fernando Sanz e hijo del ex presidente merengue Lorenzo Sanz. Ya durante su etapa en el filial blanco no faltaron voces asegurando carecía de virtudes para ocupar plaza en el equipo nodriza, o que si estaba allí, y sobre todo si el entrenador lo ponía a jugar, era por ser hijo de quien mandaba en la “casa blanca”. Luego, al buscar fortuna lejos del Santiago Bernabéu y tras un fugaz y poco edificante paso por la Unión Española de Chile, hubo de rendirse a la evidencia. Siete partidos de Liga con el Real Oviedo durante la campaña 1995-96, fueron sólo el preámbulo de una estancia en el Racing sin estrenarse (1996-97), dos ejercicios baldíos como componente de la plantilla mallorquina (1997-98 y 98-99) y un partido para despedirse como profesional con la camiseta bermellona a lo largo de 1999-2000. Ocho encuentros ligueros durante 5 años, marca que lo convertiría en el jugador de campo menos utilizado, según muchas bases de datos. Pero hubo otros con más vocación campista. Y a la cabeza el medio centro rosarino Mauro José Scaloni (25-IV-1976), hermano de un magnífico defensa a quien el Deportivo de Augusto César Lendoiro extrajo gran rendimiento.

Mauro José Scaloni. Lo suyo fue una eterna acampada en el filial deportivista. En su caso encaja admirablemente lo de “hermanísimo”.

Mauro José Scaloni. Lo suyo fue una eterna acampada en el filial deportivista. En su caso encaja admirablemente lo de “hermanísimo”.

Mauro Scaloni había llegado al Deportivo “B” más como acompañante del buen defensa que por sí mismo. Una forma no muy cara de facilitar la adaptación en aquel que verdaderamente interesaba, idéntica, por ejemplo, a la empleada por el Real Madrid cuando contrató a Nicolás Cambiasso. La diferencia estriba en que el portero hermanísimo y sin condiciones para hacerse con la titularidad en Regional Preferente, estuvo sólo un par de años cobrando del Real Madrid, mientras Mauro Scaloni permaneció 10 años a la sopa boba de la entidad coruñesa.

Inédito durante los ejercicios 1997-98 y 98-99, ambos con el Deportivo “B” en la tercera categoría de nuestro fútbol, saltó al campo una vez durante 1999-2000, en 3ª División, y 2 veces a lo largo de 2000-01, tras reconquistar la 2ª B. A partir de ahí un nuevo campeonato en blanco (2001-02), otro partido, el de muestra, en 2002-03, otra vez en blanco la temporada 2003-04, parte de ella en el filial deportivista y otra mitad cedido al Betanzos, de 3ª; tres partidos para hacer un exceso en 2004-05, con los blanquiazules sin salir de 3ª, y otra vez la inanidad como corolario a las campañas 2005-06 y 2006-07, confortablemente instalado en 3ª. Siete partidos ligueros a lo largo de 10 años. Récord de récords, al tiempo que agravio comparativo para cuantos con mayor presencia en las alineaciones recibían la baja cada año, por el mes de junio, en escueta y fría nota con escudo y anagrama.

Miquel Soler. Su teórico récord compartido con Cástor Elzo y Luis Carreras sólo es defendible desde una perspectiva más bien parcial. Para trotamundos, Sebastián Abreu y Ricardo David Páez.

Miquel Soler. Su teórico récord compartido con Cástor Elzo y Luis Carreras sólo es defendible desde una perspectiva más bien parcial. Para trotamundos, Sebastián Abreu y Ricardo David Páez.

Los extranjeros de nuestro fútbol, conforme puede apreciarse, han dado para mucho. Dos de ellos comparten el dudoso honor de haber rodado más que nadie, muy por encima de Cástor Elzo, Miquel Soler y Luis Carreras, quienes con 7 camisetas distintas en 1ª División se reparten el título de trotamundos en nuestros clubes de élite. Más mérito tiene el logro de del grancanario Elzo (7-XI-1917), pese a disputar muchos partidos menos que Soler y Carreras. Pero es que vestir esas siete camisetas durante los años 40, con cuatro y hasta seis clubes menos que hoy en Primera categoría, otorga un valor suplementario al registro. Por otra parte su condición de canario, cuando saltar desde aquel fútbol regional y semi-amateur al profesional peninsular constituía bastante más que un reto, revaloriza la marca. Aún con todo, nadie de entre cuantos un día debutaran en la 1ª División española se aproxima, ni de lejos, al espigado atacante uruguayo Washington Sebastián Abreu Gallo, Abreu, para el fútbol.

Natural de Minas (17-X-1976), sólo pudo disputar 15 partidos con el Deportivo de La Coruña cuando contaba 21 años, anotando 3 goles, y otros 18 con la Real Sociedad de San Sebastián -éstos en 2ª División- festejando 11 nuevos goles. Demasiados partidos y anotaciones, quizás, si se tiene en cuenta que a punto de cumplir la cuarentena y aún en activo, contabiliza su paso por 20 clubes distintos: Defensor de Montevideo, San Lorenzo de Almagro, Deportivo de La Coruña, Gremio de Porto Alegre, Estudiantes Tecos, Cruz Azul, América de México, Dorados de Sinaloa, Monterrey, San Luis Potosí, Tigres de la UANL, Nacional montevideano, River Plate bonaerense, Beitar de Jerusalén, Real Sociedad, Aris de Salónica, Botafogo, Figueirense brasileño, Rosario Central y Aucas de Quito. Veinte equipos pertenecientes a 8 países: Uruguay, Argentina, España, Brasil, México, Israel, Grecia y Ecuador.

Si ampliásemos el corte a la 2ª División española, el venezolano Ricardo David Páez, hijo de Ricardo Páez, quien fuera seleccionador nacional de Venezuela, podría reclamar con toda legitimidad el trofeo al más cosmopolita de cuantos desfilaron por nuestras competiciones profesionales.

Medio ofensivo, pese a nacer en Venezuela (Acarigua 9-II-1979) el joven Páez puso fin a su etapa formativa en clubes de la República Argentina. Y desde allí, con 18 años, a patear mundo. Bélgica, Argentina, Venezuela, México, Emiratos Árabes Unidos, Ecuador, Colombia, Rumanía, Grecia, Perú y España, irían dejando su pasaporte sin espacio para más sellos. Once campeonatos distintos a lo largo de 17 años en activo, puesto que pese a ser más joven que “El Loco” Abreu, colgó las botas al concluir el ejercicio 2013-14, tras estrenar los 35. “Mi pesadilla empezó al fichar por el Baniyas de Emiratos Árabes”, reconocía sin ambages cuando durante el verano de 2009 fuese requerido por los medios informativos de Castellón. “Tuve un buen primer año en la competición asiática, pero a partir de ahí me cedieron sistemáticamente hasta concluir contrato. Muchos cambios. Demasiados para rendir bien. Todavía no había tomado el pulso a un equipo, a los compañeros y al modo de encarar los partidos, y tocaba hacer las maletas para afrontar otro campeonato, otra gente, y a veces hasta otra estación climática. La experiencia acumulada siempre es importante, lo sé bien, pero no llevo muy a gala tanto ajetreo”.

Cuando llegó al C. D. Castellón (temporada 2009-10), ya había vestido los uniformes de Standard de Lieja, Boca Juniors, Deportivo Táchira, San Luis Potosí, América de México, Estudiantes de Mérida, Unión Maracaibo, Baniyas, Barcelona de Guayaquil, América de Cali, Deportivo Pereira, Politécnica Timisoara, Mineros de Guayana, Veria, Alianza de Lima y Universidad César Vallejo. La camiseta blanquinegra del Castellón era la número 17 en su colección particular. Por eso sin duda, porque ya había viajado bastante, después de jugar 22 partidos en nuestra categoría de plata quiso echar raíces volviendo al Mineros de Guayana, donde después de cuatro temporadas seguidas se cortó simbólicamente la coleta. Había sido campeón de Liga en México, el año 2002, del torneo venezolano en 1999-2000 y del Apertura argentino correspondiente a 1998. Bonito broche para todo un Phileas Fogg del fútbol, recordman de la globalización entre quienes hollaron nuestro suelo.

El más rápido en desenfundar, sin embargo, el goleador multireincidente, quien más tantos anotó en menor tiempo, es español, y por no variar modesto. Tampoco hay que remontarse mucho en la evocación para aplaudir su hazaña. Porque Víctor Garzón, por cuanto al fútbol se refiere Víctor a secas, durante la campaña 1994-95 anotó 3 dianas en los 4 primeros minutos de un choque disputado en Urritxe, campo de la Sociedad Deportiva Amorebieta. Los vizcaínos competían en 3ª División, Víctor había llegado al club la temporada 1990-91 y lo abandonó precisamente a raíz de tan difícil récord. Pero lo que son las cosas, el pistolero más rápido, no del Mississippi o Missouri, sino entre el Nervión y el Artibai, entre el Bidasoa y el Miño, el Ter y el Guadalquivir, nunca asomó a lo que solemos catalogar como fútbol grande.

Por último, y aún consciente de lo impropio que resulta establecer un ranking para la deportividad, no es menos cierto que incluso en este negociado cabrían discrepancias.

El buen extremo cántabro Pedro Zaballa, fallecido hace ya algún tiempo, recibió múltiples alabanzas cuando en el estadio Santiago Bernabéu y viendo tendidos sobre el césped al portero merengue y un central, después de que chocaran violentamente, prefirió arrojar el balón fuera, cuando la puerta permanecía expedita. Zaballa, después de haber militado en el Real Santander (el término Racing seguía prohibido durante los años 60) y Barcelona, defendía los intereses del Centro de Deportes Sabadell. Todo el público del Bernabéu prorrumpió en aplausos y nadie entre los arlequinados le afeó su decisión. Treinta años después hasta se instituyó un trofeo a la deportividad con su nombre, para premiar gestos nobles en el ámbito competitivo. Pues bien, antes de que Zaballa se negase a marcar al Real Madrid, un modesto apellidado Varela merecería haber subido a los altares por un gesto aún más elocuente, si cabe.

Corría la temporada 1965-66 cuando durante la disputa de un partido Sabero – Ciudad Rodrigo, chocó espectacularmente con el potero mirobrigense Feliciano. Éste, tras ser atendido hubo de retirarse al vestuario con una señora conmoción, mientras el meta suplente se colocaba bajo el marco. Y Varela, sin pensárselo dos veces, abandonó el campo junto a la camilla, para permanecer junto al contusionado pese a las voces de su entrenador, exigiéndole continuara dando el callo. “¿Qué hace ese idiota?”, se desgañitaba el técnico leonés. “¡Nos deja con uno menos porque ese nene se ha hecho pupa!. ¿Qué pasa, nos hemos vuelto de mantequilla, o qué?. Como no salgas ahora mismo te saco yo agarrando por donde duele de veras”. Todo inútil. Varela, impermeable a insultos y presiones, sólo volvió a pisar el campo terrizo tras ver a Feliciano bastante restablecido.

Su gesto elegante ni siquiera iba a ser inmortalizado por la prensa nacional, aunque sí le sería reconocido, mediante sencillo homenaje durante los prolegómenos del partido en que el Sabero rindió visita a Ciudad Rodrigo. Nobleza obligada y muy meritoria, considerando las estrecheces características de 3ª División.

El fútbol, sus estadísticas, y récords que nada tienen de absolutos. Récords que si no se puntualiza mucho, si no llegan muy, pero que muy segmentados, con toda probabilidad serán falsos. Sólo si algún día pudiera computarse todo el fútbol, utopía pura por cuanto encierra de obra faraónica, cabría aseverar desde una mayor certeza. Entre tanto, la estadística podrá ser báculo y hasta apunte jugoso, pero nada más. Cometeríamos una equivocación si pensásemos nos va a llevar por la Historia en volandas, incluso cuando arroja datos incontrovertidos.

El “perico” José Prat Ripollés anotó el primer gol del Campeonato Nacional de Liga. Eso es dato estadístico, con suficiente relevancia para que la Historia lo acogiese sin el mínimo reparo. Pero comprobar si fue uno de los forzados a trabajar en la construcción del antiguo campo palentino de la Balastera, tras concluir la Guerra Civil; explicar tanto las razanos que hasta allí lo condujeran, como los pormenores del cautiverio; “verlo” obteniendo el título de entrenador en la Convocatoria Nacional de Burgos correspondiente a 1950, tercera de las hasta entonces celebradas; justificar su destitución en la Gimnástica de Torrelavega justo esa misma temporada 1950-51, y cerrar en fin su biografía, será labor de la Historia. Nos equivocaríamos, probablemente, rindiendo pleitesía al reduccionismo, en detrimento de la investigación histórica.

Los récords falsos, discutibles, o si prefiere relativos, los extranjeros que jamás tuvieron otra nacionalidad que la española, son sólo puntas de iceberg en un mar con muchas millas todavía por explorar.

Naveguemos, pues, a los cuatro vientos.

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