Vicente: El grapas
De Fernando Cuesta FernándezVICENTE: EL GRAPAS
La trayectoria futbolística de José Vicente Traín no deja de ser curiosa, pues nacido en Barcelona el 19 de diciembre de 1931, en las cercanías del Turó Parc, no llegó a jugar nunca en el principal equipo de su ciudad natal, el Barça, sino en los dos mayores rivales históricos de este, el RCD. Español y el Real Madrid, aunque también pudo ser azulgrana, tanto de joven como ya en plena madurez. De excelente planta para su generación (1,81 de altura y 75 kilos de peso), fue un guardameta caracterizado sobre todo por su seguridad en el blocaje, favorecida por sus grandes manos, lo que le valió el sobrenombre de El Grapas, igual que otro arquero españolista de los tiempos heroicos, Pere Gibert, antecesor y maestro del mítico Ricardo Zamora en la meta blanquiazul, que defendió entre los años 1909 y 1916.
GUARDAMETA PERICO
Comenzó a jugar en el Centro Aragonés, y de allí paso al Mollet. Le probó el Barça por primera vez, pero no les convenció, aunque poco más tarde sería fichado por el Español, que no pagó nada por él, pues tenía la condición de amateur. Tardó bastante, sin embargo, en debutar con los de “Sarria”. La culpa tal vez la tuvo Marcel Domingo, y junto a él una defensa muy poco batida en aquellos años centrales de la década de los años 50, y en la que figuraban habitualmente hombres como Argilés, Parra, Cata y Faura, toda una garantía. Será precisamente Ricardo Zamora, a la sazón entrenador perico, quien le de la alternativa en la última jornada de la Liga 1955-56, en el propio Sarriá y frente a un Alavés ya descendido a Segunda División, que cayó derrotado por un estrepitoso 6 a 0. Pero en el subsiguiente torneo copero Vicente ya es titular indiscutible, y testigo privilegiado de la eliminación del Barça, tras la gran tarde de Arcas en Les Corts (4-4, todos obra del delantero andaluz). El Español llega hasta semifinales, cayendo en un tercer partido de desempate ante el Atlético de Madrid, que luego sería vencido en la final por un Athletic de Bilbao que va a hacer doblete esa temporada bajo la batuta de Fernando Daucik, con aquel equipo de los Carmelo, Orúe, Garay, Canito y compañía.
Durante las siguientes cuatro campañas -1956-1960- Vicente es el dueño indiscutible del arco españolista, dejando de actuar en contadas ocasiones, y asomándose a las convocatorias de la Selección Nacional (jugaría hasta en cinco oportunidades en el combinado “B”, antes de estrenarse en el Absoluto). Finalmente, en el verano de 1960 va a llegar a la cima de su carrera profesional firmando por el Real Madrid. Juanito Alonso ya tenía sus años -y sus lesiones-, y el argentino Rogelio Pirulo Domínguez no convencía por completo a los técnicos de la Casa Blanca, pero por allí también andaba el meta balear Bagur, y Vicente no tenía claro si llegaba como primera opción para la portería merengue o como cuarto portero, aunque muy pronto se iban a aclarar sus dudas.
EN LA CASA BLANCA
El Real Madrid pagó por él 3 millones de pesetas, que comenzaría a rentabilizar muy pronto, pues Vicente cortó de raíz cualquier debate sobre el arco, convirtiéndose en indiscutible. De hecho, va a jugar 42 partidos esa temporada 60-61 (la Liga al completo), obteniendo el trofeo “Ricardo Zamora” al portero menos goleado de la máxima categoría. El Madrid, eliminado por primera vez de la Copa de Europa por el Barcelona, ganó el campeonato de Liga prácticamente de calle, y Vicente, ya con 29 años, va a debutar por fin con la Selección “A”. Fue en el propio “Bernabéu”, en un amistoso contra Francia disputado el domingo 2 de abril de 1961, en el que vencieron los nuestros por 2 a 0 (Gensana y Gento), y con el siguiente equipo: Vicente; Rivilla, Santamaría, Casado; Vidal, Gensana; Tejada, Kubala, Di Stefano, Del Sol y Gento. Siete madridistas en la alineación, nada menos…
Pero al final de esa primera campaña con el club merengue se va a lesionar fortuitamente en un entrenamiento, en el hueso escafoides, tras atajar sendos disparos de sus compañeros Puskas -menudo era Pancho…- y Canario. Jugó durante un par de meses ocultando sus molestias, para no salir de la formación titular, hasta que ya no pudo resistir más (para colmo, en esa época paraba sin guantes). Intervenido quirúrgicamente en el prestigioso Sanatorio Ruber, se tiró 8 meses de baja. El Real Madrid fichó en su lugar a Araquistáin, de la Real Sociedad, quien jugaría casi toda la temporada 61-62. Por supuesto, Vicente se perdió el Mundial chileno del 62, al que sí acudió el meta vasco.
No obstante recuperará la titularidad al año siguiente, tal era la confianza que Miguel Muñoz tenía en sus posibilidades, y regresará también a la Selección Española. El Real Madrid volvió a ganar la Liga sin demasiadas dificultades y Vicente conquistó su segundo “Zamora” , pero en un encuentro amistoso ante Escocia su trayectoria internacional va a quedar truncada definitivamente. Aquella aciaga tarde en el “Bernabéu” España encajó la derrota más fuerte de toda su historia en campo propio, 2 a 6, cuatro de los cuales los recibió Vicente, que luego sería sustituido por Carmelo Cedrún (batido otras dos veces). Ambos eran ya cancerberos veteranos, y no volverían a la Selección, que tras una breve y muy positiva experiencia con el bético Pepín, encontraría a un guardameta con plenas garantías para más de una década, José Ángel Iribar.
El Real Madrid, aunque ya con apuros, vuelve a proclamarse campeón de Liga en el curso 63-64 por cuarto año consecutivo, y Vicente añade otro “Zamora” más a su brillante palmarés. Pero no puede sumarle una Copa de Europa, pues en la final celebrada en el Prater vienés su meta va a ser perforada hasta en tres ocasiones por el Inter de Milán, que se lleva el preciado trofeo a tierras lombardas, certificando de ese modo el final del glorioso ciclo del Real Madrid de Di Stefano. La Saeta Rubia abandona el club por la puerta de atrás, con destino al Español, y Vicente también recibirá la baja. El canario Betancort será su sustituto durante unas cuantas temporadas, compitiendo primero con el vasco Araquistáin y más tarde con el asturiano Junquera.
ATAJANDO EN MALLORCA Y LA CORUÑA
Sin equipo, pero deseando seguir en activo, Vicente se somete a prueba con el Barcelona, igual que una década atrás. El club azulgrana tiene dudas en su portería (Pesudo sufre una lesión de larga duración, y el joven Sadurní, pese a haber debutado ya con la Selección, no parece gozar de absoluta confianza). Pero no pasa el reconocimiento médico, pues los galenos encuentran secuelas de sus pasados problemas físicos. Sin embargo en el Mallorca no son tan tiquismiquis, y se hacen con sus servicios para intentar el regreso a Primera, cosa que consiguen en esa temporada 64-65, a las órdenes de César Rodríguez, el mítico Pelucas. Vicente es indiscutible en el marco balear, tanto en la campaña del ascenso como en la nueva singladura por la máxima categoría, pero el cuadro bermellón no va conseguir mantenerse, y el meta catalán hace de nuevo las maletas.
Su siguiente estación será ya la terminal, La Coruña, también con un Depor recién ascendido, y que de cara a la temporada 66-67 se refuerza con grandes dosis de experiencia, pues aparte de Vicente firma también a dos ilustrísimos veteranos: el defensa Campanal, libre del Sevilla tras entregarle 16 años de su vida al club de Nervión, y el centrocampista argentino Sánchez Lage, procedente del Valencia. También andaban por allí brillantes jóvenes como Manolete, Loureda o Pellicer, pero el conjunto de Riazor, fiel a su tradición de equipo sube y baja, ocupó desde el principio las últimas posiciones, y descendió una vez más, y como farolillo rojo. Vicente no jugó demasiado -una decena de encuentros-, y compartió el marco con otro guardavallas paisano suyo, Benito Joanet. Y con 35 años cumplidos, bastante hastiado de los entresijos del mundo del fútbol, decide que ya es hora de ir colgando los guantes y a otra cosa, mariposa.
Vicente va a disputar un total de 304 partidos entre Liga, Copa del Generalísimo y Copa de Europa, siendo 7 veces internacional con la Selección “A”, y 5 con la “B”. Cuatro veces Campeón de Liga (60-61, 61-62, 62-63 y 63-64), y una de Copa (1962), así como ganador del trofeo “Zamora” en tres ocasiones durante su estancia en el Real Madrid. No será entrenador, y tan sólo va a seguir el fútbol como aficionado, establecido en Madrid y recordado cada cierto tiempo por la prensa, que le solicita su autorizada opinión acerca de las nuevas hornadas de guardametas. Y ahí continúa todavía, el Grapas, con el cabello incólume pero absolutamente blanco, y esas manazas que tantos balones han atrapado.