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RESUMEN:

Mi padre siempre decía que Sanchez Lage era tan bueno como Di Stefano, pero que no lució lo mismo porque en lugar de ir a uno de los grandes, se vino a un club modesto como el Oviedo, y cuando pasó al Valencia ya estaba un tanto mayor, aunque menos de lo que su rala

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Sánchez Lage: El Di Stefano del pobre

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Mi padre siempre decía que Sanchez Lage era tan bueno como Di Stefano, pero que no lució lo mismo porque en lugar de ir a uno de los grandes, se vino a un club modesto como el Oviedo, y cuando pasó al Valencia ya estaba un tanto mayor, aunque menos de lo que su rala cabellera daba a entender. Seguramente mi padre exageraba un poco, pero José María Sánchez Lage (Buenos Aires, Argentina, 11 de mayo de 1931-Ibidem, 31 de diciembre de 2004) fue un gran jugador de fútbol, y los que tuvieron la suerte de verle en acción así lo expresaron.

Debutó a los 18 años en un River Plate con Labruna, Amadeo Carrizo o Nestor Pipo Rossi, donde aun no se habían apagado las aclamaciones a aquella mítica delantera franjirroja bautizada como La Máquina. Corría 1950. Y como estaba muy caro jugar allí, va ser cedido a Banfield (1952, 53), y de ahí pasará a Huracán, la institución del Globito, para retornar a River entre 1955 y 57, y acabar en el modesto Atlanta en 1958, ya con 27 años y cayéndosele el pelo a mayor velocidad de lo normal -entonces también gastaba un fino bigotillo-. Pero entre tanto ya había jugado algunos partidos con la Albiceleste, y visitado la Madre Patria en 1952, con motivo de un España-Argentina celebrado en Madrid, y en el que finalmente no saltó al campo (ganaron los sudamericanos por 0 a 1, en una extraña jugada que se tragó el gran Ramallets)

Hoy esa información  está al alcance de cualquiera, pero hace sesenta y pico años era muy extraño que alguien en España conociese la existencia de un jugador como Sánchez  Lage -y casi la de cualquier otro jugador extranjero, salvo Pelé y tres o cuatro más-. Pero parece ser que se supo de él gracias a informes de algún emigrante o exiliado español, asturiano por más señas, que le comunicó a cierto directivo del Oviedo que en Atlanta jugaba un futbolista que podía ser muy aprovechable, y además tirado de precio, regalado, vamos.  El conjunto azul acababa de ascender a Primera División, pero su clasificación era muy precaria y apurada, y se hacía necesario reforzar el equipo de cara a la segunda vuelta del campeonato, que arrancaría con la visita del siempre difícil Atlético de Madrid al campo de Buenavista.

EL CRACK DEL OVIEDO

El club carbayón va a comprar su carta de libertad  por sólo 100.000 pesetas, una verdadera miseria, y de ese modo se hace con sus servicios. Y dado que en el Oviedo ya militaba otro jugador de nacionalidad argentina apellidado también Sánchez, el recién llegado será conocido por los dos apellidos para diferenciarlo de su compatriota, como si de un vulgar árbitro se tratase.  Debuta, pues, en la jornada número 16, frente a los colchoneros, y les trae suerte a sus nuevos compañeros, pues los azules obtienen una valiosa victoria por 2 a 1. Salen aquella tarde los siguientes once hombres: Barea; Laurín, Álvarez, Marigil; Alarcón, Sánchez; Arbaizar, Sánchez Lage, Artabe, Romero y Amarilla. El porteño se convierte muy pronto en la gran estrella oviedista, actuando como interior derecho. Es un futbolista muy completo, de excelente técnica y amplio recorrido, que lo mismo marcaba goles de cabeza que convertía  penaltis de manera exquisita.  Se constituye en la referencia ineludible del equipo, ofreciéndose y desmarcándose, y siempre derrochando entrega y compromiso.

El Oviedo conseguirá finalmente la permanencia, con Sánchez Lage como indiscutible líder, pero en  las temporadas siguientes -a excepción de la 59-60, sextos-  seguirá pasando apuros, salvándose en alguna ocasión en el último aliento, con un suspense hitchcockiano. Esa dinámica va a cambiar, no obstante, en la campaña 62-63, erigiéndose en el equipo revelación junto con el Real Valladolid, y acabando asturianos y pucelanos en tercera y cuarta posición respectivamente. Sánchez Lage y el internacional Paquito son los auténticos puntales de una plantilla que cuenta con nombres como Alarcia, Madriles, Toni, Datzira, Marigil, Iguarán, Girón, José Luís o José María. Pero, como de costumbre, va a durar poco la alegría en la casa del pobre…

 

 

 

 

 

 

RUMBO A MESTALLA

El Valencia se presenta con una de esas ofertas tipo “El Padrino”, que  son imposibles de rechazar -3.400.000 pesetas, oxígeno para la Tesorería de un club siempre en la cuerda floja-, y se lleva para Mestalla a las dos piezas claves del conjunto azul, Paquito y Sánchez Lage (este ya con 32 años y cabello escaso), a tiempo para hacerles debutar en la final de la Copa de Ferias contra el Dynamo de Zagreb, que van a conquistar los Chés por segunda temporada consecutiva. El Oviedo pagará tan vitales ausencias con una promoción al año siguiente y un descenso al otro. Los levantinos, por su parte, llegarán de nuevo a su tercera final europea, aunque caerán frente al Zaragoza de los Magníficos. Sánchez Lage va a seguir trenzando su fútbol de alta escuela, combinado con un incansable y encomiable trabajo para un hombre de su edad, al lado de los Piquer, Mestre, Roberto, Héctor Núñez, Poli, Guillot, Waldo y su ya habitual compañero Paquito.

Su mejor momento lo va a vivir en la primera vuelta de la temporada 65-66, en la que el Valencia, a las órdenes de Sabino Barinaga, bordará literalmente el fútbol, encaramados a los primeros puestos y derrotando a Real Madrid  y Barcelona. Pero ese momento de gracia durará muy poco. En un partido contra el Español se las tiene tiesas con Mingorance, el central blanquiazul, en una tarde muy brava en Mestalla, que se saldaría con cuatro expulsados. Sánchez Lage fue uno de ellos, y cuando regresa al equipo, una vez cumplida su sanción, ya no reeditará aquel excelente nivel, a la par que el cuadro levantino se hunde en la tabla. Tiene ya 35 años, y al concluir aquel curso cambiará de aires, rumbo al recién ascendido Deportivo de La Coruña

RIAZOR, VALLEJO, Y VUELTA A LOS ORÍGENES.

Los gallegos ficharon también para su retorno a la categoría a algunos ilustres veteranos, tales como el guardameta del Mallorca Vicente, internacional y ex del Español y Real Madrid, y el mítico central sevillista Marcelo Campanal, pero el experimento no resulta, y vuelven a Segunda por la vía rápida. Y hablando de volver…Sánchez Lage toma de nuevo el camino de la Ciudad del Turia, pero en esta oportunidad para unirse al Levante, donde se reencuentra con su antiguo compañero Héctor Núñez. Pero les toca la campaña de la dantesca remodelación de Segunda, y los  de Vallejo son uno de los muchos damnificados (de 32 equipos, divididos en dos grupos, se pasa a uno solo, de 20). Así que pone punto final a su estancia como futbolista en nuestro país, tras diez temporadas en las que ha disputado casi 300 partidos, con un balance de 72 goles, unos excelentes guarismos teniendo en cuenta que ya llegó a España con una edad…

Sus últimos partidos los disputará en el club que le vio nacer como profesional, River Plate. Después orientará sus pasos hacia el apartado técnico. Será él quien recomiende al Valencia, que atravesaba por una etapa muy gris, el fichaje su gran amigo Alfredo Di Stefano como nuevo entrenador. La Saeta Rubia había fracasado en su primera experiencia en los banquillos, en el Elche, pero en Argentina había llevado a Boca Juniors al título. En Mestalla, y con Sánchez Lage ayudándole en diversas parcelas, campeonará después 24 años de sequía liguera, en la histórica temporada 70-71. Después nuestro hombre seguirá prestando su ojo clínico al descubrimiento de nuevos talentos, e incluso llegará a ejercer durante un tiempo la secretaría técnica. Con los años regresará a su Buenos Aires natal, y allí le sorprenderá la Parca a una edad relativamente temprana, con sólo 73 años, el último día del año 2004. En Oviedo y Valencia no le habían olvidado, y se lloró sinceramente su pérdida, pues dejaba estela de gran futbolista y mejor persona.

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