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Hechos El fútbol se desarrolló primero en Europa. En 1904, en el momento en que se crea la FIFA, existen en este continente por lo menos ocho asociaciones nacionales fuertes: las cuatro británicas claro está, las de Dinamarca y Países Bajos creadas en 1889, las de Suiza y Bélgica muy activas desde 1895. Puede agregarse

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¿Por qué la Copa de Europa nació tan tarde?

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Hechos

El fútbol se desarrolló primero en Europa.

En 1904, en el momento en que se crea la FIFA, existen en este continente por lo menos ocho asociaciones nacionales fuertes: las cuatro británicas claro está, las de Dinamarca y Países Bajos creadas en 1889, las de Suiza y Bélgica muy activas desde 1895. Puede agregarse la sección fútbol de la USFSA que funciona desde 1895. Se juega entonces una sola competición entre selecciones: el British Home Championship.

En Sudamérica, el proceso organizativo se produce con cierto atraso. Surgen asociaciones en Argentina (1893), Chile (1895) y Uruguay (1900), y más tarde en Brasil y Paraguay. Todas padecen cismas que las debilitan.

El marcado adelanto organizativo del Viejo Continente no engendró la ventaja que debió corresponder en el plano de la competición. Pese a las grandes distancias y a las limitaciones de la red ferroviaria, el Cono Sur sudamericano disputó su primera y embrionaria competición internacional en 1910, y desde 1916, impulsó su muy enérgica Copa América, de corte continental y ritmo anual. En Europa, en cambio, si se deja de lado el campeonato olímpico -reglamentado como amateur hasta 1920 inclusive, y no catalogado como continental-, los campeonatos internacionales de la zona, propiamente futbolísticos y con carácter abierto, se redujeron, durante largas décadas, a la dimensión regional: el British Home Championship desde 1894; la Copa Internacional de Europa Central desde 1927; la Copa de los Balcanes desde 1929.

Como el campeonato olímpico se abrió a los profesionales recién en 1924 y que coincidentemente, ese mismo año, se volvió mundial, la anomalía salta a la vista: no hubo verdadero campeonato continental de Europa hasta su creación formal en 1960, 44 años después que la Copa América. Se llevaban disputados entonces 27 títulos sudamericanos. ¿Cómo se explica esta anomalía?

Respuestas de las narraciones oficiales

La narraciones oficiales no plantean nunca este tema en los términos que acabamos de exponer. Eluden la cuestión continental europea para limitarse luego a enunciar una serie de elementos indirectos que tienden a atenuar la gravedad del asunto.

Para los autores británicos el tema no es de interés. La organización de un campeonato internacional de Europa no fue nunca una perspectiva interesante para sus football associations. Hasta la Segunda Guerra Mundial, importantes dirigentes de la Premier League consideraron el British Home a la vez como un campeonato británico, un campeonato continental, y hasta como un campeonato mundial.

En cuanto a los relatos elaborados por los historiadores franceses, siguieron globalmente el hilo conductor establecido por Jules Rimet en su Historia maravillosa de la Copa del mundo, con la tesis que todos conocemos: los dirigentes de las asociaciones europeas se habrían planteado, desde el principio, el objetivo luminoso de un campeonato del mundo, mucho más interesante que la limitada Copa de Europa. Así, la historia de las primeras décadas del fútbol internacional europeo deja de ser la de una pugna realista de sus dirigentes en aras de estructurar el alcanzable campeonato continental para convertirse en la maceración de una utopía. El relato se compone entonces de una sucesión interminable de dificultades que ocupan un cuarto de siglo.

Dice Wikipedia que la idea de un campeonato continental apareció en Europa en 1927, propuesta por el francés Henri Delaunay. Y agrega, sin dar mayores explicaciones, que solo pudo concretarse cuando los países del Viejo Continente aceptaron crear una unión deportiva continental común.

Esta versión se limita a desplazar las preguntas. ¿Por qué la idea aparece recién en 1927, casi un cuarto de siglo después de creada la FIFA y más de una década después de que surgiera la Copa América? ¿Por qué habría de concretarse recién en 1960, 33 años después de la propuesta? ¿Y por qué, finalmente, pese a la experiencia que acumularon en la FIFA, los mismos dirigentes continentales no fueron capaces de organizar la «unión deportiva continental» durante más de medio siglo?

1905, primer proyecto de Campeonato de Europa

La FIFA nace en 1904 como «federación de federaciones de Europa». La ambición principal es llevar a cabo lo antes posible el Campeonato internacional de Europa, entre selecciones de asociaciones europeas. Guérin ya había intentado organizar esta competición en 1903, antes de la creación de la FIFA, pero el proyecto fue abandonado cuando el diario L’Auto, que acababa de crear el Tour de France, retiró su patrocinio.

El primer congreso de la FIFA se reunió en París y dejó en suspenso la organización de la competición. Al mismo tiempo, la Football Association inglesa llamó a una «Conferencia internacional en Londres», que tuvo lugar el primero de abril de 1905. Sus dirigentes enunciaron entonces que la FIFA no era una verdadera federación internacional y que su eventual campeonato no podría ser ni internacional ni serio ni interesante.

El joven Guérin no quiso interpretar negativamente las advertencias inglesas. Interesante o no, la FIFA y el campeonato no eran objeto de un rechazo definitivo. Decidió pues poner al orden del día del segundo congreso de la FIFA, reunido en mayo de 1905, el tan ansiado proyecto de Campeonato de Europa. Apareció entonces en las actas, no como una iniciativa subversiva francesa, sino como una idea amiga, de Bélgica y de España.

El proyecto se abre con esta frase: «Europa se divide en cuatro grupos». Se invitaban quince naciones. El Grupo 1 «Islas Británicas» no era otra cosa que el British Home Championship. Se trataba pues de un abierto a todos los futbolistas, a los profesionales británicos, claro está, pero también a los jugadores de las ligas profesionales y a los no amateurs del Continente.

La competición se dividía en dos fases. Para las eliminatorias se utilizaban los partidos amistosos que ya estaban programados. Para la ronda final se preveían sólo tres partidos, las dos semifinales y la final, organizados por los suizos durante la Pascua de 1906. Se establecía además un reglamento financiero: 85% de los beneficios netos de la ronda final para los semifinalistas; 10% para la asociación suiza; 5% para la FIFA. Estos dispositivos volvían la realización fácil y económica. Las inscripciones, a realizarse antes del 31 de agosto de 1905, se abrirían inmediatamente y estarían a cargo de la secretaría de la FIFA que funcionaba entonces en los locales de la asociación belga.

Así, el Campeonato de Europa de naciones debió nacer en 1906. Así también, la primera idea de campeonato de Europa no data de 1927 sino de 1903 y el primer proyecto concreto, de 1905. Debe atribuirse a Robert Guérin, verdadero creador de la FIFA.

Sabotaje anglo-belga contra la Copa de Europa

Como se sabe, la Copa de Europa programada por la FIFA en 1905 no se realizó. Según Rimet y según las versiones oficiales que siguieron, la cantidad de inscriptos no fue suficiente. Pero nadie es capaz de presentar los supuestos archivos de la secretaría belga susceptibles de demostrar esa afirmación precisa y terminante.

La tesis de una abstención masiva no es creíble. Ls asociaciones que componían la FIFA bregaban por el Campeonato internacional desde 1902, y en el Congreso de 1905, aprobaron unánimemente los términos del proyecto. Por otra parte, nada les impedía anotarse en julio de 1905 y abstenerse en mayo de 1906, en el momento de la participación efectiva. Enviar una aceptación no costaba nada. Era la manifestación normal de una voluntad buena y activa. Y declarar forfait a último momento era una práctica habitual, no reprensible en aquella época.

Los autores oficiales explican el hecho concreto del abstencionismo súbito y total invocando causas de orden general: fue, nos dicen, consecuencia del escaso desarrollo de las asociaciones nacionales. Nuevamente el argumento es inconsistente. En la Conferencia de Londres de 1905, los dirigentes de la FIFA demostraron ante esa misma objeción inglesa que el Continente contaba con cinco asociaciones sólidas, que sumadas a las cuatro británicas daban un total de nueve: lo suficiente para lanzar la Copa.

¿Cómo se explica entonces el «fracaso» de la Copa de Europa de 1905? Los boletines que la dirección internacional de la FIFA publicó entre julio y setiembre de 1905 contienen todos los datos explicativos.

En diferentes artículos, Guérin (Francia), Mühlinghaus (Bélgica) y Schneider (Suiza) denunciaron el sabotaje liderado por la presidencia de la asociación belga en manos del barón Edouard De Laveley, que ordenó la no apertura de las inscripciones, contra las opciones del secretario Mühlinghaus. Es el hecho clave que explica que no hubo ni pudo haber una sola inscripción. De Laveley, que era un magnate de la minería con negocios concentrados en Inglaterra, obraba entonces como agente del fútbol inglés en el Continente. El sabotaje belga duró de mayo a setiembre de 1905, más allá del plazo fijado por el Congreso.

Paralelamente, como lo certifican los mismos boletines, De Laveley organizó una campaña de propaganda contra el proyecto de Guérin, sin buscar contactos con la Presidencia, empleando el pretexto de las fechas de la ronda final que ya no le convenían. La subversión belga, incitada desde Londres, generó confusión. Circuló luego un chantaje eficiente: si se juega el campeonato, los ingleses abandonarán definitivamente la idea de afiliarse a la FIFA.

En la desesperación, Guérin intentó dos últimas acciones. En setiembre transfirió la secretaría de la FIFA a los locales de la USFSA francesa, y el primero de noviembre fue a Londres para discutir con los dirigentes de la Football Association. El 2 de noviembre, constatando la traición general, el creador de la FIFA renunció a todos sus cargos relacionados con el fútbol.

Los fundamentos de la acción inglesa son bastante claros. Vieron la incorporación del British Home Championship dentro del Campeonato de Europa como una devaluación deportiva, una pérdida de poder político, y sobre todo, como una amenaza contra su control de un negocio muy jugoso. A estos cálculos se aliaron los jefes de las asociaciones continentales monárquicas amigas que prefirieron sus intereses personales, la mundanidad social, la fraternidad política y la complicidad económica, y desecharon el interés deportivo de los futbolistas.

1906-1925, prohibición de cualquier campeonato internacional propio

La liquidación del campeonato de Europa acarreó la toma de la presidencia de la FIFA por Inglaterra. La USFSA francesa fue apartada. La prensa cerrada. El comité ejecutivo sometido a los plenos poderes de una nueva instancia, el comité de estudio, que instrumentó la auditoría sistemática de las asociaciones para desestabilizarlas.

En 1906, en ocasión del tercer congreso de la FIFA, el nuevo presidente Daniel Woolfall fijó la nueva línea: la FIFA no se propondrá organizar ningún campeonato internacional porque está muy lejos de tener esa capacidad. Argumentó que las asociaciones continentales no eran verdaderamente nacionales, atacó directamente a la asociación francesa fundadora, y agregó que los continentales desconocían las reglas de juego. El tema del campeonato se volvió tabú, desapareciendo totalmente de los debates del congreso. La FIFA se convirtió entonces en una organización vegetativa, sin propuesta deportiva.

El único campeonato posible para las asociaciones continentales fue el olímpico. Pero ahí también la tutela inglesa castigó. La FIFA fue apartada de todo trabajo reglamentario y el torneo fue reservado a los amateurs. La Football Association donó su Challenge Trophy, y bautizó el campeonato «Challenge de las asociaciones». Una burla, puesto que por Inglaterra se presentaba un seleccionado «de Gran Bretaña», compuesto por supuestos amateurs, que no respondía a la realidad organizativa de ninguna asociación nacional reconocida.

En 1918-1920, la acción de Inglaterra contra la FIFA fue más lejos, hasta plantear la creación de una nueva Federación internacional reservada a los aliados. El plan implicaba un cisma mundial y la liquidación de cualquier perspectiva mundialista olímpica. Afortunadamente el plan fracasó, lo que marcó el final de la Inglaterra todopoderosa. La consecuente renuncia de las asociaciones británicas abrió la vía al nombramiento de un nuevo presidente, el francés Jules Rimet.

El problema fue entonces que a Rimet se le impuso un doble mandato, muy estricto, que no rompía con el pasado: restaurar la unidad de la FIFA evitando los temas que dividen y hacer todo lo posible para obtener el retorno de Inglaterra. Dicho mandato llevó a que se perpetuara la filosofía anterior según la cual la Federación internacional no estaba habilitada para organizar competiciones ni en condiciones de cuestionar abiertamente el amateurismo. Proponerse organizar o reglamentar un campeonato, peor aún, un campeonato abierto, era la mejor manera de provocar a Inglaterra y de imposibilitar su regreso. Así, por anglofilia y por inercia, la prohibición del campeonato de Europa se mantuvo.

Nuevo proyecto de Campeonato de Europa y nuevo veto

El torneo olímpico de fútbol de 1924 tuvo, en Europa, dos consecuencias mayores.

En primer lugar, el torneo olímpico, al convertirse en Mundial, dejó de ser un espacio posible para el abierto de Europa que las asociaciones profesionalistas de los países centrales más Italia reclamaban. En segundo lugar, la dominación del equipo uruguayo demostró la importancia del campeonato continental: Uruguay ganó el Mundial de 1924 porque la Copa América lo había preparado.

Ciertas asociaciones continentales sacaron conclusiones muy legítimas. Uno, que el campeonato de Europa sólo podría desarrollarse fuera del torneo olímpico, que era ahora mundial; dos, que había desigualdad entre el fútbol sudamericano -con competición continental- y el fútbol europeo -privado de esa fase-; tres, que había que crear inmediatamente el campeonato abierto de Europa antes de seguir avanzando -a ciegas y para perder- en el sentido del mundial.

A mediados de 1926, Italia, Austria, Hungría y Checoslovaquia presentaron al comité ejecutivo de la FIFA el proyecto de crear un campeonato de Europa abierto a todos los futbolistas, amateurs y profesionales. Como la FIFA, en su calidad de federación internacional olímpica, tenía prohibido desde 1921 organizar competiciones geográficamente limitadas, el proyecto continental implicaba necesariamente el surgimiento de una confederación continental.

La reacción inmediata del comité ejecutivo de la FIFA fue un «no» rotundo. No al campeonato de Europa, y sobre todo, pero sin decirlo, no a lo que el campeonato de Europa implicaba, es decir, al surgimiento de una confederación continental europea rival de la FIFA. El objetivo común de Rimet, Hirschman y Seeldrayers fue entonces mantener el monopolio de la FIFA sobre el fútbol europeo, un comportamiento de orden político, muy parecido al de los ingleses en 1905, igualmente antideportivo.

Así, la segunda propuesta de campeonato de Europa no fue francesa como se dice. Fue obra de un bloque de asociaciones, y ocurrió en 1926. Así también, el segundo fracaso del Campeonato de Europa ocurrió ese año.

Tercer sabotaje del Campeonato de Europa por la FIFA de Rimet

Para evitar el cisma que el rechazo de la propuesta europeísta podía generar, el presidente de la FIFA decidió crear una comisión de estudio. Esta debía elaborar propuestas de campeonatos que la FIFA podría organizar en el futuro, fuera del marco de los Juegos olímpicos. La presidía el suizo Gabriel Bonnet, sensible a las posiciones italianas, y la componían delegados globalmente favorables al proyecto continental. Pero en la fijación del objetivo estaba la trampa. Se trataba de canalizar la disidencia y de ganar tiempo.

La Comisión emitió dos propuestas principales, la de Italia y la de Francia. Italia solicitó la creación prioritaria de una Copa de Europa abierta, y accesoriamente la de un campeonato mundial en miniatura entre los finalistas europeos y los finalistas sudamericanos. Francia (Delaunay) rehabilitó el proyecto de campeonato de Europa de Guérin, sumándole la idea de un gran campeonato mundial abierto a organizar después de cumplido el torneo olímpico de Amsterdam.

La dirección de la FIFA prometió que las propuestas se discutirían en el congreso de Helsinki en 1927 para aprobación, sabiendo que, en su marco, solo las propuestas mundialistas eran legales.

Como quedó registrado en las actas del congreso, el Comité ejecutivo no envió los proyectos a las asociaciones. Al no ser discutidos por las directivas nacionales, los delegados llegaron a Helsinki sin mandato. En consecuencia, el tema desapareció del orden del día del congreso. El sabotaje generó vehementes protestas de los dirigentes italianos y también del francés Delaunay. La dirección de la FIFA respondió en coro que no autorizaría el surgimiento de ningún campeonato continental con el argumento falacioso de que este «tendería a convertirse en el campeonato internacional de la FIFA». Apenas concedió la posibilidad de que se organizaran competiciones internacionales limitadas, de tipo regional, entre cuatro o cinco países como mucho, y con la autorización expresa del comité ejecutivo.

Resultó de esta situación una gran frustración general, y más concretamente, el surgimiento de una copa internacional de Europa Central cuya primera edición se extendió de 1927 a 1930, sin alcanzar la envergadura continental.

Así, el tercer proyecto de Campeonato de Europa fue doble, francés e italiano. Ocurrió esta vez sí en 1927. Y fue objeto de un sabotaje también doble. El sabotaje legalista: la FIFA olímpica no podía encarar campeonatos geográficamente limitados. Y el sabotaje monopolista: la FIFA de Rimet, repentinamente ambiciosa pero siempre frágil, no admitía organizaciones rivales en su zona de poder.

Consecuencias del sabotaje de 1927

El nuevo sabotaje contra el Campeonato de Europa generó una ruptura entre las asociaciones sudamericanas mundialistas y las asociaciones continentales favorables al campeonato de Europa, reacias a proseguir la competición mundial en condiciones de inferioridad. Fue en ese contexto que el Torneo olímpico de Amsterdam conoció una primera ola de abstencionismo por parte de las asociaciones centrales y que en el congreso de Barcelona de 1929, contra todo lo esperado, las candidaturas europeas serias -que eran las de la disidencia- se retiraron una tras otra, regalando la organización del Mundial a Montevideo. Este regalo fue una contramaniobra. Se trataba de encerrar a Rimet en una impasse con el argumento contundente de que no valía la pena ir a Montevideo. Si los sudamericanos ganaban fácilmente en Europa, ni que hablar si jugaban de locales.

Apenas terminado el Congreso en Barcelona, los dirigentes de Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia se ligaron contra el Mundial en Montevideo, viéndose Rimet «obligado» a ceder. Se planificó entonces una táctica con el apoyo de la dirección histórica de la FIFA: no anotarse; exigir más y más concesiones materiales a los organizadores uruguayos; obtener así su claudicación; sacar entonces de la galera la candidatura de París. En diciembre, al boicot sordo de estas asociaciones, se sumó el boicot ruidoso y subversivo de la disidencia. Los dirigentes fascistas del fútbol italiano anunciaron que el Mundial de Montevideo se anulaba y que en su reemplazo se organizaría una Copa Paneuropea en Roma.

Rimet, aislado, sin el apoyo de su propia asociación, aceptó tratar con Italia. Propuso entonces volver a la propuesta italiana de 1927: una Copa Europea, y un eventual Mundial en miniatura entre los finalistas europeos y los sudamericanos. En marzo de 1930, Rimet propuso a la asociación uruguaya el plan franco-italiano, asegurando que el Comité Ejecutivo de la FIFA estaba pronto para firmarlo. Pero la AUF rechazó terminantemente la liquidación del Mundial. Mediante un trabajo político-diplomático, Uruguay logró romper el boicot contra el Mundial, y lateralmente, puso un término a la nueva tentativa de Roma.

Este proyecto de Campeonato Paneuropeo fue particular. No fue un proyecto sano porque se erigió contra la Copa del Mundo. Así, el proyecto de Campeonato Paneuropeo de 1930, cuarta tentativa, no forma parte de las iniciativas deportivamente aceptables.

Europeización del campeonato del mundo

La consecución del campeonato del mundo en Montevideo no cambió la situación tensa y dividida que se vivía en Europa. De regreso a París, presionado por todas partes, Rimet se enfrentó a una serie de perspectivas irreconciliables. Había que seguir con el campeonato mundial, había que crear el Campeonato de Europa, había que mantener el monopolio de la FIFA, había que impedir el surgimiento de una Confederación europea, y había que frenar las ambiciones de Italia.

Entendió entonces que debía repartir el poder: para Italia el poder deportivo, las victorias en la cancha; para Francia (para él), el poder organizativo, las victorias en la FIFA.

La idea del francés fue tan genial políticamente como contraproducente en lo deportivo. Puede resumirse así: mantener el campeonato del mundo pero europeizándolo. Propuso entonces a los dirigentes italianos que organizaran un campeonato «mundial» en Roma con árbitros exclusivamente europeos y un tribunal de reclamos también exclusivamente europeo. Los buenos resultados deportivos seguirían. Italia tardó en aceptar, pero impuso finalmente todas sus condiciones¿ El campeonato del mundo de 1934 fue parcial.

La europeización prosiguió en 1936 en ocasión de la olimpiada de Berlín (el fútbol vuelve a los Juegos controlado por la FIFA). El escándalo del partido Perú-Austria radicalizó la europeización provocando el boicot de Sudamérica (salvo Brasil) contra el Mundial de 1938. Las maniobras de Rimet dieron plena satisfacción a la disidencia. Italia ganó tres campeonatos seguidos: el Mundial de 1934, el torneo olímpico de 1936, el Mundial de 1938. Y los países centrales se pelearon las segundas posiciones.

Consecuencia colateral de estas distorsiones: el verdadero campeonato continental permaneció asfixiado. Recién después del retiro del presidente francés en 1954 se avizoró una perspectiva sana, conceptualmente clara, deportivamente respetuosa y organizativamente ordenada. Pudo nacer la UEFA, y con ella, el esperado Campeonato.

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