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RESUMEN:

Nivel de historia No es posible entender plenamente la historia del fútbol -como cualquier otra historia- si no se manejan al lado de los hechos y las anécdotas que la historia produce, los conceptos que iluminan la superficie y permiten entenderla en profundidad. Que se entienda bien. Esos conceptos a los que me refiero son

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Un concepto en la historia del fútbol

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Nivel de historia

No es posible entender plenamente la historia del fútbol -como cualquier otra historia- si no se manejan al lado de los hechos y las anécdotas que la historia produce, los conceptos que iluminan la superficie y permiten entenderla en profundidad. Que se entienda bien. Esos conceptos a los que me refiero son también parte de la historia y son también hechos históricos plenos. Pero ni los actores ni los comentaristas los profundizan. Los inventan sí, los van definiendo pragmáticamente, pero la plena comprensión de los mismos permanece implícita porque los dirigentes y los jugadores no son filósofos, y porque para actuar en función de intereses no es ni preciso ni siempre benéfico acceder a la plena clarificación de dichas herramientas.

Los libros de historia del fútbol están plagados de conceptos. Se habla aquí o allá por ejemplo de amateurismo, y a veces de amateurismo a la inglesa o a la francesa. Se habla de profesionalismo, y cuando se avanza, de profesionalismo industrial, de semiprofesionalismo, de profesionalismo completo, de sistema de pases, de futbolista empleado, todos conceptos precisos y complejos que nacieron y funcionaron en contextos determinados, evolucionando con el tiempo y las circunstancias.

Ya hemos visto en textos precedentes otros conceptos claves que es necesario manejar con pertinencia si se quieren entender los hechos propiamente deportivos: voto, ley, reglamento, moción, estatuto. Si no se entiende el concepto de «voto», no se entiende la historia de los Juegos olímpicos. Y si no se entiende el concepto de reglamento como texto único de ley de un campeonato, no puede conocerse el valor exacto de los títulos puestos en juego.

El manejo de los conceptos permite pasar de la historia factual a una comprensión más íntima del pasado y de las vivencias perdidas. Se escapa así a la anécdota. Y se escapa también a la arbitrariedad que impone el uso de conceptos huecos, que se dan por entendidos, y que no surgen de la historia sino de la orientación que se le quiere dar. Que se comprenda bien: los conceptos son hechos producidos por los actores de la historia estudiada, hechos y procesos. No son términos que se inventan en un laboratorio o se extraen de un diccionario. Su estudio constituye pues una parte entera y esencial de la historia real y concreta.

Conceptos que estructuran el fútbol

La importancia y la realidad factual de los conceptos se evidencian cuando se estudian por ejemplo los niveles de competición. No es posible declarar campeón continental o campeón mundial a un equipo si no se han establecido previamente diferencias entre esos niveles y si no se ha aclarado de alguna manera  la naturaleza de la contienda y el título que los organizadores ponen en juego. El historiador busca por lo tanto averiguar qué conceptos se manejaron en diferentes momentos y de qué manera se volvieron públicos, entraron en la «cultura deportiva», funcionaron.

En ese sentido, resultaría tan arbitrario decidir hoy que tal campeonato disputado hace décadas da lugar a un título que los actores -organizadores y jugadores- ignoraban, e igualmente aberrante y antideportivo que un siglo después se anulen conquistas que en su tiempo todos los actores consagraron a cierto nivel.

Creo que el concepto de «campeonato mundial» de fútbol, tan ampliamente utilizado (se dice hoy que el equipo de Argentina es «campeón del mundo»), es uno de los que menos se han estudiado hasta el día de hoy, y en consecuencia, uno de los más manipulados.

Casos de manipulación

En 2005, en California, en el marco de una conferencia universitaria internacional, el famoso sociólogo inglés Tony Mason argumentó que el primer «campeonato del mundo verdadero» era el de 1982 disputado en España. Según él, recién allí estuvo representado el planeta entero. El concepto inventado por Mason es un típico producto de laboratorio. Su inoperancia es doble. Primero, no considera que antes de la Segunda Guerra Mundial, Asia y Africa eran continentes dominados. Segundo, confunde mundo político y mundo de un deporte (mundo del fútbol en este caso, mundo de cultura futbolística, de ganas y posibilidades futbolísticas).

Mason no es ningún desconocido. Fundó los estudios académicos sobre fútbol en Inglaterra en 1980, y es el mentor de Alfred Wahl, el historiador que impulsa la escuela académica francesa diez años después con su librito La balle au pied. Es también uno de los cuatro autores de 1904-2004, el siglo del fútbol, que Sepp Blatter encargó a la universidad europea para conmemorar los 100 años de la FIFA.

Es de subrayar el hecho que Mason no expone su teoría en el libro de la FIFA. La obra, dirigida por Wahl, elude el estudio crítico del concepto de «campeonato mundial» considerando, de acuerdo con la historia oficial, que los campeonatos olímpicos fueron «preparatorios de la Copa del Mundo» y la Copa del Mundo sinónimo «evidente» de campeonato mundial verdadero.

También oí en la conferencia internacional de Angers de 2016 a otro importante historiador, el francés Paul Dietschy, afirmar que el primer campeonato del mundo verdadero era el de 1954. En su argumentación, también muy personal, Dietschy explicó que recién a partir del Mundial de Suiza funcionó el sistema estructurado de eliminatorias que caracteriza el esquema actual. Saltan pues de su contabilidad no solo los campeonatos olímpicos mundiales de Colombes y Amsterdam, también las Copas del Mundo de Roma, París y Brasil. Uruguay pierde sus cuatro estrellas e Italia -la Italia fascista- dos. Se funda así una historia revisada, la de una Europa democrática liderada por Francia y Alemania que se ajusta al discurso político.

Nótese en cada caso el agregado del término «verdadero», que no es nuevo. Fue utilizado por los ingleses en la Conferencia de Londres del primero de abril de 1905 para diferenciar campeonato internacional verdadero y campeonato falsamente internacional, y retomado por Rimet en diferentes circunstancias entre 1930 y 1954 para diferenciar, también de modo diferente y contradictorio, mundiales falsos y mundiales de verdad.

Nueva tesis de la FIFA

Una nueva definición de campeonato del mundo aparece en el libro reciente del Museo de la FIFA Historia oficial de la Copa del Mundo de la FIFA, que de oficial tiene solo el título. En la introducción muy personal redactada por el periodista inglés Guy Oliver se sostiene la siguiente tesis novedosa: antes de 1930, los campeonatos olímpicos de fútbol fueron «considerados como campeonatos del mundo». Se agrega que el primer mundial fue el de 1908 y que fue «ganado por Inglaterra». No se presenta ninguna prueba documental en favor de estas tesis insinuándose simplemente la aparente generosidad de la novedad inglesa en contraste con la mezquindad de los textos anteriores de la «FIFA francesa».

La tesis del reconocimiento automático de un campeonato olímpico como mundial no corresponde en nada a la cultura olímpica ni a la realidad histórica. Si bien todo campeonato olímpico fue, desde la edición de 1896 en Atenas, potencialmente mundial por el beneficio de una convocatoria mundial común a todos los deportes, solo los que realizaban efectivamente el encuentro entre Europa y América eran considerados como mundiales, o para decirlo de otra manera, como mundiales efectivos o verdaderos. Y esto, para el fútbol, empezó recién en 1924.

Es cierto que algunos investigadores como Rosewood de la Universidad de Southampton o Charles Buckley de la Universidad de Liverpool, publicaron artículos con esas tesis, pero sin aportar ningún documento probatorio. La operación responde en realidad a su propia frustración: estos jóvenes no se resignan al hecho de que su equipo, la selección inglesa, que dominó el fútbol europeo entre 1880 y 1914, no haya recaudado ningún título de valor durante ese lapso. Fabrican entonces esta nueva interpretación, colocando a Inglaterra como campeón, y no a la selección global de Gran Bretaña, que fue la que realmente jugó.

En los intercambios que tuve con Oliver, el redactor inglés me dio dos argumentos. Según él, si la convocatoria de un campeonato es mundial, el campeonato es entonces necesariamente (automáticamente) mundial. Agrega que la resolución que adoptó la FIFA en 1914 reconociendo los campeonatos olímpicos de fútbol como «campeonatos del mundo de los amateurs» tenía efecto retroactivo. Pero jamás, ni en la lógica olímpica ni en la opinión, un campeonato olímpico entre europeos fue «considerado como mundial». Por otra parte, la moción de Cristiania está conjugada en tiempo futuro y exigía como condición al reconocimiento una auditoría que nunca se realizó, ni para los campeonatos olímpicos siguientes ni para los anteriores.

Mundialismo tardío de la FIFA

Como buen olímpico, Robert Guérin -dirigente de la USFSA, creador y más recto presidente de la FIFA- tenía las ideas claras. En un texto publicado en 1903 en La Presse explicaba, frenando el entusiasmo de los periodistas de L’Auto, que un campeonato en donde jugaban solamente asociaciones europeas no podía ser un campeonato del mundo sino, y eso ya es bastante, un campeonato de Europa. Y esa seguirá siendo siempre, fundamentalmente, la posición de la FIFA, incluso en 1914 en Cristiania.

En efecto, ese año, la FIFA se vuelve federación olímpica, y sobre todo, su congreso se mundializa con la incorporación de delegados de América: Estados Unidos y Argentina. Los alemanes, que presionaron para ello, descuentan que para los Juegos de Berlín de 1916 estos dos nuevos miembros enviarán equipo de fútbol, y que en consecuencia, el campeonato olímpico se transformará en mundial.

Aclaremos: al nacer, la FIFA no se propuso el campeonato del mundo como suele decirse sino el campeonato internacional de la federación europea, es decir, el Campeonato de Europa. Dejó a abierta la puerta del mundial, pero en su marco potencial natural, el marco olímpico. Y al mundializarse la FIFA, esto no cambió.

La FIFA se propuso crear «su Mundial» recién en 1928, cuando ya no fue posible mantener el abierto olímpico. No antes. Rimet consideró entonces que el concepto de campeonato del mundo se separaba en dos ramas: los campeonatos del mundo rebajados por la nueva dirección olímpica -falsos- y los que la FIFA salvaba sacándolos del marco olímpico -verdaderos-. Estos eran pues doblemente verdaderos: verdaderos porque eran efectivamente mundiales en lo geográfico; verdaderos porque efectivamente eran universales en lo social, abiertos a todos los futbolistas.

Breve historia del concepto de campeonato del mundo

Antes de la creación de los Juegos olímpicos, algunas disciplinas deportivas organizaron campeonatos del mundo. Pero la puesta en juego de estos títulos no siempre se apoyaba en la legitimidad de autoridades indiscutibles. En el momento de la creación del movimiento olímpico se sentaron sólidamente las bases mundialistas de los deportes. Para dar nacimiento a su iniciativa, Coubertin reunió a tres comisarios: uno por Europa continental, otro por el Imperio Británico, otro por todo el continente americano, Norte, Sur y Centro. Sobre esta base definió el «mundo deportivo verdadero»: Europa más América, Viejo más Nuevo Mundo.

Desde ese momento, los Juegos contaron con una convocatoria global mundial, pero esta no aseguraba que en todas las disciplinas se alcanzara el mundialismo. La base era una convocatoria mundial y la realidad campeonatos internacionales (entre naciones). Era olímpico un campeonato internacional disputado en el marco de los Juegos. Y todo campeonato internacional, por ser olímpico, era potencialmente pero no necesariamente mundial. En 1896 se concretaron los primeros encuentros mundiales efectivos. Esta realidad se consagró en 1900, edición en la cual se proclamaron campeonatos del mundo de atletismo, tiro y tenis.

Desde los inicios, los campeonatos de atletismo, disciplina reina de los juegos, revistieron un carácter mundial, consagrándose el enfrentamiento entre los atletas europeos y los estadounidenses, y la dominación aplastante de estos últimos. El carácter mundial de la disciplina reina se afianzó en 1900 cuando se proclamaron oficialmente los títulos de los campeones mundiales y se comenzó a registrar una doble medida: el récord olímpico y el récord mundial.

El proceso de mundialización de las diferentes pruebas se fue desarrollando con el tiempo, y en 1924, como lo escribió Coubertin en el prefacio del informe oficial, prácticamente todas las disciplinas alcanzaron el enfrentamiento efectivo entre América y Europa, vale decir el nivel mundial. Desde el punto de vista olímpico, se pasó así de la Olimpiada mundial potencial a la Olimpiada mundial verdadera.

La corrección futbolística

La certificación del torneo olímpico de fútbol como campeonato mundial quedó sellada con la calificación que le dieron los poderes deportivos en los programas oficiales de 1924: Torneo Mundial de fútbol. Pero, para diferenciarse del atletismo, los dirigentes franceses empezaron desde ese entonces a destacar la diferencia entre su campeonato del mundo verdadero (mundial pero además abierto) y el campeonato del mundo verdadero del atletismo (mundial pero reservado a los amateurs).

El fútbol, que se volvía primera disciplina olímpica, precisaba definir conceptualmente su superioridad. La Federación internacional de atletismo reservaba sus pruebas a los participantes amateurs, mientras que la nueva FIFA francesa dirigida por Rimet abría el torneo de fútbol a todos los jugadores, amateurs, no amateurs y profesionales. Los propagandistas de la Federación Francesa de Fútbol introdujeron entonces un nuevo calificativo designando su campeonato abierto como campeonato del mundo «universal». Así, se estableció una diferenciación dentro del concepto de campeonato mundial entre los mundiales geográficamente planetarios pero socialmente selectos y los mundiales geográficamente planetarios y socialmente abiertos.

La cosa requirió más precisiones cuando, en 1925, el congreso olímpico de Praga solicitó a la federaciones internacionales, en particular a la FIFA, para que mantuvieran sus campeonatos del mundo dentro del nuevo marco olímpico amateur. La lucha que encaró entonces el presidente francés contra la nueva dirección sueco-británica del Comité Olímpico Internacional y contra la poderosa oposición amateurista interna, lo llevó a conceptualizar un poco más. Desplazó el término verdadero de modo a que designara, ya no la realización efectiva en las canchas del encuentro mundial entre América y Europa, sino el suplemento de una reglamentación abierta. Así, en 1930 en Montevideo, Rimet declaró para el informe oficial de la primera Copa del mundo la unidad de valor entre el nuevo evento y las dos realizaciones mundiales anteriores, también verdaderas.

Confusiones por la FIFA de Rimet entre continental y mundial

Hemos dicho que la FIFA se propuso por primera vez en 1928 crear su campeonato del mundo propio y que durante todo el periodo anterior, entre 1904 y el torneo olímpico de Amsterdam dejó que se alcanzara este nivel de competición gracias al desarrollo natural del campeonato olímpico, como había sucedido con el atletismo. Y si hoy los textos oficiales insisten para indicar, contra toda prueba documental, que la FIFA fue mundialista desde su nacimiento, esto puede entenderse así: no solo no fue mundialista; fue, desde 1906, anticontinentalista; y la exageración mundialista permite ocultarlo.

El campeonato de Europa propuesto por Guérin y aprobado por el segundo congreso de la FIFA en 1905 terminó liquidado pocos meses después por la acción conjunta de la presidencia de la asociación belga -esta asociación ejercía entonces la Secretaría de la federación internacional- y de la Football Association inglesa. A partir de ese momento, la presidencia inglesa prohibió la organización del mencionado campeonato internacional, punto 9 de la Constitución fundadora de 1904. El campeonato olímpico, exclusivamente europeo y rebajado al amateurismo por voluntad de las asociaciones monárquicas, no cumplió entonces ni la función de campeonato continental abierto ni la del campeonato del mundo verdadero. Estas insuficiencias geográficas y reglamentarias iniciadas en 1908 se mantuvieron en 1912 y 1920, siendo superadas en 1924.

Después de la victoria de Uruguay en Colombes, las asociaciones de Europa central y de Italia reclamaron a la FIFA la organización urgente de un campeonato de Europa, como condición para reequilibrar las fuerzas con Sudamérica. La iniciativa implicaba el surgimiento de una confederación continental europea, diferente de la FIFA, lo que ni Rimet ni Hirschman aceptaron.

Por ley olímpica votada en 1921 en Lausana, la FIFA tenía prohibido organizar campeonatos geográficamente limitados a una zona. Sin embargo, el comité central de la Federación internacional vetó el proyecto europeísta argumentando que el campeonato continental era prerrogativa de la FIFA y que todo campeonato continental «tendería a convertirse en el campeonato internacional de la FIFA» (1927).

El colmo de la confusión se expresó el 10 de marzo de 1930 cuando, culminando el boicot que las asociaciones europeas organizaron contra el campeonato del mundo en Montevideo, Rimet propuso a la Asociación Uruguaya de Fútbol trocar el Mundial por una Copa Paneuropea en Roma, y agregarle una eventual final mundial entre los dos finalistas sudamericanos y los dos finalistas europeos. Se volvía a expresar, pero de manera ridículamente miniaturizada, la idea del mundial como encuentro entre América y Europa.

El problema era que, si la FIFA organizaba dicho campeonato europeo en Roma, se rebajaba a sí misma, de Federación internacional mundial a Confederación continental.

Desde el punto de vista de sus propios estatutos, la confusión conceptual se mantuvo, por interés político, como instrumento de poder. Los estatutos constituyen el mínimo común denominador de obligaciones entre las asociaciones. Y desde 1904, sólo imponían como objetivo «el campeonato internacional» sin precisar ni su marco ni sus contornos -europeo, mundial, abierto o amateur-.

Y esta vaguedad estatutaria se mantuvo durante medio siglo.

En 1954, por primera vez como base común obligatoria, la FIFA se fijó el objetivo de organizar el «Campeonato del mundo-Copa Jules Rimet». La maniobra conceptual destinada a impedir el surgimiento de un campeonato continental se prolongó pues hasta el término del reino del presidente francés. Su renuncia condujo al surgimiento de la UEFA y al nacimiento del campeonato de Europa de naciones 44 años después que la Copa América.

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