Los Magníficos del Real Zaragoza
De Eduardo Sánchez de la IglesiaLas últimas décadas del fútbol español han estado marcadas por un claro dominio de equipos con presupuestos ciertamente exuberantes, que apenas han permitido al resto de conjuntos poder pelear por la mayoría de entorchados. Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid principalmente y algunas etapas, temporales pero exitosas, de Valencia, Sevilla y Deportivo de la Coruña han copado prácticamente todos los títulos ligueros y coperos sin dejar apenas opciones a los modestos.
Por este motivo es difícil pensar, sobre todo para los más jóvenes, que hubo una etapa donde el fútbol no era el negocio multimillonario que representa hoy en día, y que algunos equipos ubicados en grandes ciudades del país, conseguían retener a sus estrellas sin que se produjeran los éxodos masivos actuales que acaban con los jugadores más prometedores aprovechando las grandes cantidades monetarias que pueden ofrecer los principales equipos. Un tiempo pasado donde existía un componente de igualdad y de lealtad, que hacía que muchos futbolistas pudieran iniciar y acabar sus carreras en el mismo equipo, dándole al fútbol de la época una dosis de romanticismo que actualmente se encuentra en un claro peligro de extinción.
Este es el caso de dos jugadores españoles que se convirtieron en leyenda del fútbol nacional de la década de los 60 sin jugar en ninguno de los denominados “Grandes” de nuestro país, llegando a participar activamente en la Selección Española y con un papel protagonista en los éxitos de aquel conjunto: Marcelino Martínez y Carlos Lapetra. Lejos de los focos de Madrid y Barcelona, ambos jugadores llegaron al primer equipo del Real Zaragoza a principios de los 60 integrando el mejor equipo que se recuerda en la capital maña y consiguiendo alzarse con los primeros títulos de la entidad.
Una década prodigiosa
La historia del Real Zaragoza como institución comenzaba a principio de los años 30, a partir de la unificación de los dos equipos precursores que subdividían la realidad futbolística de la ciudad. Sin embargo, habría que esperar tres décadas para presenciar la consolidación de un equipo puntero en cuya plantilla militaban varios de los mejores futbolistas de la época que hicieron las delicias del ambiente futbolístico de la capital zaragozana.
Aunque pocos podrían augurar que uno de los grandes estrenos cinematográficos de la época, como lo fue la película “Los Siete Magníficos” dirigida por John Sturges y protagonizada por Steve McQueen entre otros, sería clave de inspiración para nombrar a los legendarios futbolistas del Real Zaragoza en la década de los 60. Así surgió el apodo de “Los Cinco Magníficos” para bautizar al equipo integrado por: Canario, Santos, Villa, Marcelino y Lapetra; acompañados de otros jugadores internacionales con la selección española como Reija.
Un equipo surgido a partir del capital resultante tras la venta del antiguo campo del Torrero, que consiguió reunir en su plantilla a jóvenes talentos procedentes de diversas zonas de la geografía nacional y otros jugadores extranjeros ya consolidados de en la liga española. Así llegaron Reija y Marcelino procedentes del Deportivo de la Coruña y del Racing de Ferrol, Lapetra que dio el salto procedente del Guadalajara y los ex jugadores del Real Madrid: Villa y Canario.
Fue a partir de 1960 cuando comenzó a configurarse esta quinta con las llegadas de Reija, Marcelino, Lapetra y de un peruano llamado Juan Seminario que sería capaz de alzarse con el trofeo Pichichi con 25 goles en la temporada 61/62, imponiéndose a delanteros míticos como Ferenc Puskás. A todos ellos se unieron en la temporada 62/63, un joven tinerfeño de 22 años llamado Eleuterio Santos que despuntaba y de qué manera en el equipo de su ciudad; y el sevillano criado en la cantera del Real Madrid Juan Manuel Villa, que llegaba tras una buena temporada en la Real Sociedad.
Y desde ese momento los éxitos no dejaron de sucederse, comenzando por esa misma temporada 62/63 en la que el equipo maño consiguió alcanzar el subcampeonato de la por entonces llamada Copa del Generalísimo, dejando atrás a equipos como el Atlético de Madrid o Valencia. A pesar de que en la final no pudo sobreponerse a un esplendoroso FC Barcelona, que le endosó un serio correctivo en forma de 3-1 en la final disputada en el Camp Nou. Una final que el Zaragoza alternó con un más que meritorio quinto puesto en Liga, adquiriendo el billete para jugar en Europa la siguiente temporada clasificándose para la extinta Copa de Ferias.
Esa buena temporada serviría de consagración para un equipo joven al que se le apreciaban maneras, pero que necesitaba de algún fichaje de cierto relumbrón para adquirir la experiencia necesaria para alzarse con el primer título de su historia. Con esa idea en la cabeza, la directiva zaragozana llegó a un acuerdo para hacerse con los servicios de todo un campeón de la Copa de Europa como Darcy Silveira dos Santos “Canario”, que llegaba procedente del Sevilla.
Una pieza principal del esquema maño que completaría su quinteto ofensivo cuyas prestaciones no tardarían en hacerse patentes. Pues a un meritorio cuarto puesto en Liga al término de la competición 63/64, el Zaragoza conseguiría alzar el primer título nacional de su historia tras vencer en la final de la Copa del Generalísimo al Atlético de Madrid con goles de Villa y Lapetra. Aunque el exitoso curso no acabaría en esa final, ya que el Real Zaragoza también se alzaría con la Copa de Ferias tras derrotar por 2-1 en la gran final disputada en el Camp Nou, al vigente campeón de la competición: el Valencia. Villa y Marcelino rubricarían los tantos de la finalísima para el conjunto aragonés, que en su periplo por Europa había dejado fuera a conjuntos tan poderosos como la Juventus de Turín en cuartos de final o el Ligeois belga en semifinales. Un glorioso éxito que llevaría al Zaragoza a participar en la Recopa de Europa del siguiente año.
Tras los primeros triunfos tanto en el contexto nacional como continental, la temporada 64/65 se presentaba como una ocasión espléndida para establecerse en la élite futbolística nacional. El buen trabajo desde la dirección consiguió retener a los futbolistas más codiciados y, a pesar de no conseguir ningún fichaje de relumbrón en el mercado estival, sería más que suficiente para repetir los éxitos del curso anterior. Un tercer puesto en Liga clasificaría al equipo para la Copa de Ferias, mientras que en territorio copero conseguirían alcanzar su tercera final consecutiva, aunque en esta ocasión sucumbió en la final ante el Atlético de Madrid. En el terreno europeo, el equipo maño tuvo una participación más que meritoria llegando hasta semifinales de la Recopa donde cayó eliminado ante el West Ham por un global de la eliminatoria de 3-2, quedándose a las puertas de una final que hubiese sido histórica para aquella generación.
Un Zaragoza temible y ya consolidado entre los equipos punteros del país, comenzaba una temporada 65/66 con el deseo y obsesión de dar un paso más allá. Manteniendo sus pilares a salvo una temporada más, a pesar de las ofertas que rondaban a sus estrellas, se disponían a repetir finales y trofeos. El primero llegaría tras vencer, en su cuarta final consecutiva de la Copa del Generalísimo, al Athletic Club de jugadores como Iribar. Dos de los más altos exponentes de la delantera aragonesa como Villa y Lapetra, firmarían los goles que darían al Zaragoza su segundo título en cuatro años, obteniendo el premio extra de volver a disputar la Recopa de Europa. Y a punto estuvieron de recalcar el palmarés de la temporada 63/64, pero un mal partido de vuelta en la final de la Copa de Ferias contra el Barcelona acabó con el sueño zaragozano.
La temporada 66/ 67 comenzaría con una gran ilusión por reeditar la buena actuación en la Recopa de Europa donde el equipo maño partía como uno de los favoritos. Aunque su participación en la segunda máxima competición continental se acabaría en cuartos de final, tras una eliminatoria muy equilibrada con el Glasgow Rangers. No tan bueno sería su periplo por la Copa del Generalísimo, cayendo en dieciseisavos de final frente a un equipo menor como el CD Europa, dando al traste con las ilusiones de conquistar otra corona en su competición fetiche. Sin embargo, el curso fue salvado con un meritorio quinto puesto en Liga y su correspondiente clasificación para la siguiente edición de la Copa de Ferias.
Las siguientes temporadas el equipo trataría de mantenerse en la zona alta del fútbol nacional, pero tras algunas participaciones más que dignas en la competición copera y en la Copa de Ferias, en la temporada 69/ 70 se produjo el decaimiento del equipo refrendado con la decimotercera posición liguera que acabaría con la racha triunfal de un equipo de leyenda y que será recordado para la posteridad en la capital maña.
El papel de los zaragocistas en una selección campeona
No hay duda de que la selección española de la década de los 60 ha sido una de las más exitosas y legendarias de toda la historia del fútbol nacional. Aunque no solo por su manera de entender el juego o por los futbolistas que en ella coincidieron y que forman parte del patrimonio futbolístico de nuestro país, sino que principalmente han sido, son y serán recordados por alzar por primera vez la Eurocopa tras vencer a la Unión Soviética en la final disputa en el mítico Santiago Bernabeu en 1964.
Nombres de relumbrón como los madridistas Amancio Amaro y Zoco, los barcelonistas Fusté, Pereda y Zaballa o los jugadores que ya por aquel entonces se encontraban fuera de nuestras fronteras como es el caso de Luís del Sol y de nuestro único balón de oro, Luis Suárez, participaron e integraron una selección que aspiraba a todo. Unos jugadores que apenas necesitan presentación aún hoy en día, mitos de nuestro fútbol que integraban una selección de ensueño que consiguió alcanzar un entorchado muy deseado y pionero.
Sin embargo, más allá de todo este elenco de estrellas se encontraban otro grupo de futbolistas menos conocidos a nivel continental, pero con un talento increíble que se constituyeron como un arma muy eficaz. En este punto, el Real Zaragoza a través de “Los Magníficos” tuvo un papel principal en la configuración de esta selección, puesto que el equipo maño fue el conjunto junto al FC Barcelona que más jugadores aportó a la convocatoria de la fase final de la Eurocopa de la Selección Española de 1964 con un total de cuatro, dos más que el todopoderoso Real Madrid (que se había proclamado campeón de Liga esa temporada).
Aunque no cabe duda que la iniciativa, más que controvertida y criticada entre aficionados y periodistas, de contar con cuatro jugadores del equipo aragonés fue únicamente tomada por el seleccionador José Villalonga. Una decisión difícil y que demostraba una gran personalidad por su parte al dejar fuera de la convocatoria final, debido a problemas físicos y decisiones técnicas, a futbolistas de la talla de: Betancort, Isidro, Gento, Serena, Segarra, Adelardo o Collar.
Sin embargo, el técnico tenía plena confianza en la base de jugadores del equipo zaragozano que ese curso se había proclamado campeón de la Copa del Generalísimo. De esta manera formaron parte de aquella expedición final: Reija, Villa, Marcelino y Lapetra. Pero lejos de lo que muchos podían pensar al comienzo de la fase final, el papel de los jugadores zaragocistas en aquella Eurocopa distaría mucho de considerarse residual, hasta el punto de convertirse en protagonistas ineludibles del triunfo español.
A comienzos del año 1964, la UEFA había convenido que sería España el país que albergaría las semifinales y la final de aquella Eurocopa. Un motivo más para la motivación del conjunto nacional, que llegaba hasta esa ronda tras imponerse en octavos y cuartos de final a las selecciones de Irlanda del Norte e Irlanda, respectivamente.
En semifinales esperaba un combinado altamente incómodo y fuerte físicamente como la selección de Hungría, una de las grandes potencias de la época que se encontraba dirigida por Lajos Baróti y donde brillaban jugadores de la talla de: Albert, Nagy o Fenyvesi. Como se esperaba, el partido se caracterizó por una igualdad manifiesta entre ambos conjuntos, por lo que tan solo un error defensivo o una brillantez individual podrían decantar la balanza. Un Santiago Bernabéu hasta la bandera con más de 100.000 espectadores, llevó en volandas a la selección para imponerse en la prórroga al combinado húngaro con un gol de Amancio. Un partido donde los zaragocistas Lapetra y Marcelino partieron en el once titular, ocupando la delantera española por expreso deseo del técnico y resultaron importantes en la victoria final.
Sin embargo, el protagonismo decisivo de esta delantera no sería plausible hasta la finalísima que se disputaría cuatro días después en el mismo escenario, contra uno de los combinados más temibles de la década como la Unión Soviética del mítico portero, Lev Yashin. Una final que acabaría por encumbrar la figura de Marcelino como autor del segundo tanto de un partido disputadísimo, que acabaría por suponer el primer gran título para las vitrinas de un país que ya por aquel entonces respiraba fútbol. El gol más importante de la carrera del delantero frente a uno de los mejores guardametas de la historia, que suponía la consagración de una idea futbolística, de un país y de una generación irrepetible en el seno del Real Zaragoza.
Webgrafía
https://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2015/06/historia-de-la-eurocopa-ii-espana-1964/
https://equiposdefutbol2.blogspot.com/2016/06/seleccion-de-espana-1963-64.html