Las Laureadas del Real Madrid
De Sergio GalánDetrás de casi 120 años de historia del Real Madrid, se acumulan multitud de títulos, trofeos, jugadores, partidos, etc.… en definitiva, una gran cantidad ingente de información, que con el paso del tiempo parte de ella queda sepultada ante las continuas novedades que produce el club. En este reportaje quiero rescatar una distinción que comenzó a otorgar el Real Madrid a finales de los años 60 y que dado su carácter extraordinario ha sido entregada en muy contadas ocasiones: la Laureada. Debido a este hecho y a su similitud con otras condecoraciones entregadas por el club, sobre todo con la habitual insignia de oro y brillantes de la entidad, siempre han existido dudas sobre quiénes son los realmente distinguidos por tan alto honor, ya que según la fuente que se consulte aparecen unos u otros nombres. Por lo general únicamente se menciona a Pirri y Benito como los únicos galardonados. En este reportaje vamos a salirnos de esta versión habitual, para revisar el caso de otros jugadores y empleados, que sin ser tan nombrado la han recibido o bien que se anunció que la recibían, pero en realidad no fue así.
José Martínez «Pirri»
Si nos atenemos a la definición estricta de la RAE la palabra laureada tiene dos definiciones. La primera la indica como un adjetivo en el cual, dicho de una cosa, menciona que es coronada de laurel. La segunda hace referencia a la Cruz de San Fernando, en concreto a la Cruz Laureada de San Fernando, la máxima recompensa militar en España al valor heroico. Como recoge el BOE esta condecoración está pensada para aquellos que: “con relevante esfuerzo de la voluntad, induce a acometer excepcionales acciones, hechos o servicios militares, bien individuales o colectivos, con inminente riesgo de la propia vida y siempre en servicio y beneficio de la Patria o de la paz y seguridad de la Comunidad Internacional”. Obviamente, salvando las distancias y extrapolando al club blanco, el ser reconocido con la Laureada del Real Madrid es sinónimo, como veremos más adelante, de premiar merecimientos excepcionales en relación a la entidad, ya sea por largas trayectorias o por hechos concretos durante la pertenencia al club. Sera por un caso particular cuando Santiago Bernabéu se decida crear este galardón. Algo que casi seguro tendrá su origen en sus recuerdos de su paso por el ejército sublevado durante la guerra civil española.
Los orígenes de la primera Laureada hay que buscarlos en junio de 1968. En la segunda quincena de mes la selección española de futbol militar se encuentra desplazada en Bagdad, para disputar la fase final del Mundial de la categoría. El campeonato en si fue un fracaso para el conjunto español, que había sido campeón en 1965. Los problemas impuestos por algunos clubes para ceder a los jugadores se vieron aumentados con una falta de acoplamiento del combinado seleccionado. El debut se saldó con derrota por lo cual tuvieron que jugar los partidos de consolación, sin nada más en juego. [Para quien quiera leer un estudio detallado de la participación española en el Campeonato de Futbol Militar en los años 60 puede encontrar un reportaje del autor en el número 84 de esta colección]. De aquella fase final el gran protagonista, para lo bueno y lo malo, fue el madridista Pirri. Lo agradable fue el galardón concedido al ser elegido el mejor jugador del torneo y lo malo fue la enfermedad que se trajo de tierras iraquís. Pirri retornó a España a finales de mes y el primer día de julio jugó con el Real Madrid la vuelta de semifinales de Copa ante el Celta de Vigo. Clasificado el conjunto blanco para la final se abrió un paréntesis de diez días durante los cuales apareció en el jugador dolor, malestar general y fiebre. Los doctores blancos lograron bajarle parcialmente la fiebre al jugador, y aunque sin estar en mejores condiciones, el ceutí quiso forzar para jugar la final ante el Barcelona dado que Miguel Muñoz apenas tenía 13 jugadores disponibles. Pirri finalmente formó aquella noche en la media junto a Zoco. Al poco de comenzar el encuentro apareció la mala suerte madridista en forma de autogol de Zunzunegui. Poco después Jose Luis sufrió un golpe que le dejo medio grogui durante gran parte del partido y la desgracia se culminó con la lesión de Pirri. Durante un lance del encuentro el madridista chocó con el azulgrana Eladio cayendo mal y realizándose una luxación de clavícula. El jugador se retiró para ser tratado e intentar volver, ya que por aquel entonces no existían los cambios. La lesión era grave pero el bravo jugador no quiso dejar a su equipo con uno menos y perdiendo. Con el brazo en cabestrillo retornó al césped y de esa guisa jugó el resto el partido pese a que el doctor madridista le pidió que no lo hiciera.
Días después fue intervenido y mientras se recuperaba volvió la fiebre alta y los problemas de salud. En Bagdad, dado el alto calor durante los partidos, se habían colocado cubos con agua y hielo con los cuales se refrescaban los jugadores. Presumiblemente en uno de ellos contrajo el jugador unas fiebres tifoideas que le hicieron enfermar gravemente. Estuvo ingresado durante dos semanas llegando incluso a temerse por su salud. Finalmente, entre la medicina y su constitución, logró recuperarse.
El 7 de agosto, sin llegar al mes de descanso tras la final de Copa, el Real Madrid volvió a los entrenamientos de cara a la siguiente temporada. Lo habitual el día de la presentación era que Bernabéu se dirigiera en vestuarios a los veteranos y noveles, para hacer un parlamento. Aquella tarde comenzó dándoles las gracias por el año anterior para a continuación hacer mención concreta sobre un jugador. Bernabéu habló de Pirri y recordó las lesiones que había tenido y como el jugador no dudo un instante, el día de la final de Copa, para hacer caso omiso de las indicaciones del entrenador y el médico para seguir jugando. Aquella actitud de compromiso y pundonor le gustó a Bernabéu y quiso recompensar al jugador para demostrarle que aquella entrega no había caído en saco roto. El presidente blanco habló ante la junta sobre este gesto y se decidió premiarle con una condecoración creada exprofeso: la laureada. El galardón consistió en una insignia del club de oro y brillantes, que era habitual su entrega, a la cual le bordeada casi en totalidad una corona de laurel. Algo novedoso hasta el momento. Aún con el brazo en cabestrillo, tras la presentación se le quitaría el clavo del hombro, Bernabéu le impuso la insignia delante de sus compañeros en el vestuario.
Francisco Gento
El verano de 1971 fue duro para el madridismo. Por primera vez en casi dos décadas el equipo finalizaba la temporada sin lograr un título. En Liga finalizó a dos puntos del campeón, aunque en ninguna jornada llegó a ser líder. En Copa cayó eliminado en la primera ronda ante un Deportivo de la Coruña que jugaba en Segunda división en aquel año. Mientras que en Europa se alcanzó la final de la Recopa con el Chelsea, aunque acabó perdiendo el trofeo en el partido de desempate. Aquel fracaso no conllevó una revolución radical, aunque hubo cambios. Se marcharon varios jugadores con largo recorrido (Betancort, Sanchis, Calpe y Bueno) y sobre todo un símbolo del club tras 18 temporadas en la institución: Paco Gento.
El cántabro se retiró con un mal sabor de boca, tras el mal año deportivo, y sin poder despedirse de su hinchada. En el verano estuvo en la presentación estival de la plantilla, aunque vestido de calle, y el público presente le ovacionó. Bernabéu quiso ir más allá y para el inicio del campeonato preparó dos actos de homenaje al extremo. En aquellos años solía realizarse a comienzos de septiembre la asamblea anual de compromisarios, que esta vez tenía como novedad la presencia de diversas socias femeninas. En ella el gerente de la entidad, Antonio Calderón, detallaba ante los socios la memoria de la entidad relativa al año anterior. Posteriormente se trataban los puntos del orden del día. Después se daba paso a un discurso de Bernabéu a los presentes para continuar con los ruegos y preguntas de los socios. Bernabéu aprovecho parte de su charla para hablar de Paco Gento y como había sido su carrera en el club. Recordó su llegada y sus difíciles comienzos tras los cuales se afianzó y consiguió ser uno de los mejores del mundo en su puesto. Glosó su figura y alabó la humildad del jugador, que no había dado ningún problema al club durante todos esos años. Acto seguido pasó a recordar el ejemplo de Pirri y cuando por el gesto de la final de Copa le otorgó la Laureada. Pidió permiso a los presentes, los cuales no dudaron, para imponer a Gento la 2ª laureada en medio de una salva de aplausos. El jugador, que subió a la mesa presidencial, fue recibido por el presidente quien le puso en el ojal de la chaqueta aquel galardón que servía como distinción honorifica a toda su carrera.
Con el paso del tiempo aquel galardón cayó en el olvido para apenas recordarse. Volvió en cierta forma a la actualidad en abril de 2016 cuando Paco Gento cedió gran parte de su patrimonio futbolístico al Real Madrid. Entre los cerca de 1600 objetos entregados se encontraba la Laureada. Sin embargo, este era uno de los objetos que más cariño le tenía el extremo madridista, como le confesaría varios días después al periodista Jose Ramón de la Morena en el programa radiofónico El Larguero: “Del que más trabajo me ha costado desprenderme es la laureada del Real Madrid que me la dio Don Santiago Bernabéu por estar tantos años en el club. Es muy importante porque la tienen muy pocos”. Esto llegó a oídos del club y el mismo Florentino Pérez decidió devolver aquella insignia a su dueño para que la conservara.
Agustín Domínguez
Es posiblemente el más desconocido de todos los que poseen la Laureada, puesto que es la única persona que la tiene sin haber sido jugador madridista. Sin embargo, su labor en el club fue igual de importante que aquellos que corren y luchan sobre el césped. Con apenas 18 años, Domínguez entró en el club de apoyo a tareas administrativas. Se le ubicó como secretario de Antonio Sicilia, exjugador madridista de los años 10 y 20, que por aquel entonces era el gerente de la entidad. Tras la salida de este en 1955 y la llegada de Antonio Calderón, siguió desempeñando la misma función durante casi 20 años hasta que en enero de 1973 Bernabéu le ascendió a secretario general de la entidad. Para aquel entonces Domínguez ya hacía años que viajaba con Bernabéu en representación del club por medio mundo y el nombramiento no hizo más que oficializar la gran labor que había realizado y el gran conocimiento que poseía sobre el club y sobre los diversos estamentos nacionales. En la esfera internacional también sabia desenvolverse puesto que eran habitual sus viajes a los sorteos de la UEFA. A su favor influyó mucho el saber idiomas algo que escaseaba en aquellos tiempos en el personal de la entidad. Domínguez era un hombre poco dado a las declaraciones y las apariciones públicas, pero siempre trabajando en la sombra y sin querer llevarse los méritos, algo muy del agrado de Bernabéu. Cuando el mandatario blanco le ascendió de manera oficial, al mismo tiempo le condecoró, en un acto privado y sin apenas trascendencia pública, entregándole un reloj y la Laureada del club. Las casi dos décadas de dedicación al club le valieron ser parte de ese exclusivo grupo de condecorados. Domínguez seguiría trabajando en el club hasta el fallecimiento de Bernabéu, momento en el cual aprovechó para aceptar una oferta de la Real Federación Española de Futbol y convertirse en su secretario general durante una década.
Gregorio “Goyo” Benito
Pasaron los años y los jugadores. Se retiraron grandes símbolos del club como Amancio, Zoco o Velázquez, pero ningún jugador, a ojos de los responsables del club, fue merecedor de tal distinción. Tras la muerte de Bernabéu en 1978 fue Luis De Carlos, un hombre de consenso, quien guio los destinos de la nave madridista. Su gestión en lo deportivo fue de más a menos, lo que unido a la deuda económica contraída desde la etapa de Bernabéu hizo que surgiera una oposición más beligerante. En marzo de 1982 De Carlos anuncia en rueda de prensa la convocatoria de elecciones, aunque sin detallar la fecha, al mismo tiempo que indicaba su intención de presentarse a la reelección. Dado que durante el verano iba a celebrarse en nuestro país el Mundial 82, y en el estadio madridista se iban a jugar varios partidos además de la final, los comicios se aplazaron para la siguiente temporada. La oposición tuvo tiempo de sobra para organizarse y De Carlos se vio acosado por los mismos. En la asamblea del club de finales de julio el mandatario se vio acorralado por las protestas de los socios y las dudas acerca de la situación económica del club. Para tensar más la situación incluso se llegó a proponer por un compromisario, y votar a favor, de un voto de censura para el presidente y la junta directiva de la federación española de futbol. En el apartado de ruegos y preguntas no se calmaría mucho el ambiente, aunque llegaría una petición que suscito los aplausos y la aceptación por parte de los presentes. Además de conceder sendos partidos homenajes al guardameta Mariano García Remón y al delantero Carlos Alonso “Santillana”, se aprobó conceder la Laureada del club al defensa Gregorio Benito como premio a toda su carrera de entrega y dedicación.
El toledano había ingresado en el equipo juvenil del Real Madrid en agosto de 1964. Tras un paso por el conjunto amateur y una cesión en el Rayo Vallecano, se incorporó al primer equipo blanco en la temporada 1969-70. Benito fue un central duro, pero noble. De esos jugadores que luchaban en el campo para que o pasara el balón o el delantero, pero nunca ambos, aunque sin intención de lesionar al rival. Aquello forma de juego conllevó que el periodista Héctor del Mar le bautizara como “Hacha Brava”. Sin embargo, esa dureza que empleaba también se le tradujo en lesiones propias, por lo cual tuvo que pasar por el quirófano. Menisco, ligamento, los huesos de la nariz, roturas de fibras, esguinces de rodillas, etc. La lista de problemas que sufrió fue larga. Al final de la temporada 81-82, ya con 35 años, decidió retirarse y dedicarse a sus negocios hosteleros. Por delante aún tenía un partido homenaje que disputar al cual esperaba que acudiera el público en gran número. Sin embargo, alrededor del encuentro se sucedieron un cúmulo de desgracias. Pensado originalmente para octubre de 1982, la coincidencia de fechas con las elecciones hizo que se moviera a finales de año. De esa fecha también se movió y se postergó a mayo de 1983 eligiendo como rival al Aston Villa inglés. Se llegó a hacer la presentación oficial del encuentro, pero a falta de 36 horas se decidió posponer el mismo dado que el ritmo de venta de las entradas era ínfimo y Benito no quería jugar ante un estadio vacío. La temporada no estaba siendo buena para el club y el aficionado estaba enfadado. Se volvió a intentar en octubre siendo la Roma esta vez el rival, pero un sorteo de la eliminatoria de Copa obligó a cambiar las fechas. Finalmente, en septiembre 1984, en medio de una convocatoria de huelga de futbolistas, se jugó el partido ante el Tottenham al cual asistieron menos de 20.000 personas. Pese a todo los sinsabores, y el dolor por ver las gradas tan vacías, el jugador disfruto de aquel día. En los prolegómenos del encuentro subió al palco de autoridades donde recibió dos galardones. Primero la medalla de plata al Mérito Deportivo, entregada por Román Cuyás, secretario de estado para el Deporte. Después, y la que más cariño le hizo, la Laureada del Real Madrid que se la entregó Luis De Carlos. Tras ello Benito bajó al terreno de juego y como capitán disputó 20 minutos del partido hasta que fue relevado por Fraile para poner punto y final a su etapa profesional en el Real Madrid.
Carlos Alonso “Santillana”
En su día el jugador reconoció que le apenaba por sus padres el éxito de su carrera deportiva, y es que el apodo se “comió” su nombre y los apellidos. Hoy en día aún hay gente que piensa que Santillana es su apellido real y no un mote puesto por un entrenador de un equipo juvenil, para identificar al jugador con su lugar de nacimiento entre toda la plantilla. El cántabro llegó al Real Madrid en el verano de 1971, dentro de la denominada “Operación Santander”. Aquello supuso el paso de Santillana, Aguilar y Corral a cambio de 20 millones de pesetas que aliviaron la situación económica del Racing de Santander y salvaron la venta del viejo estadio de El Sardinero.
Santillana no fue realmente el gran objetivo del Madrid en esa operación, sino Aguilar. Pero el fichar a un jugador con apenas 18 años que llegaba con la vitola de ser el pichichi de 2ª división, tras marcar 16 goles en 35 partidos, tampoco era una idea descabellada. Desde el principio, Miguel Muñoz confió en él y jugó el primer año 44 partidos oficiales como titular. Sin embargo, aquella prometedora carrera estuvo cerca de irse al traste cerca del final de la segunda temporada. En abril de 1973 el Madrid visita Sarriá. Fue un partido vibrante, enérgico y duro, en el cual el central perico, y exjugador blanco De Felipe, se excedió en una entrada a Santillana. Este acabó fuera de combate a los 24 minutos de juego tras un golpe en el bajo vientre. Tan fuerte fue el impacto que tuvo que ser ayudado por Amancio y el propio De Felipe para recibir las asistencias médicas y ser sustituido. No jugó Santillana el siguiente partido contra el Ajax y nadie se preocupó ya que el golpe recibido no parecía más que una lesión típica. Todo era normalidad hasta que saltó la noticia a comienzos de mayo: Santillana tenía una malformación congénita: solo tenía un riñón, eso sí, hiperdesarrollado, que hacía que supliera la falta del otro. Enseguida empezaron las dudas, las pruebas clínicas, las consultas a especialistas… Nada estaba claro y todo eran preguntas. ¿Podría volver a jugar al máximo nivel?, ¿existiría riesgo para su salud? Ante la duda, el resto de la temporada Santillana no volvió a jugar. Los días posteriores a la noticia, el propio jugador se recluyó en el Hostal de Santa Isabel donde vivía. La posibilidad de dejar de jugar con tan solo 20 años estaba presente. Con el transcurso de las semanas se hicieron varias pruebas al jugador, hasta que se comprobó que el único riñón tenía un funcionamiento correcto. Las dudas sin embargo atenazaron al propio jugador. ¿Y si volvía a tener otro golpe en el único riñón? Finalmente, un especialista de Barcelona, se lo expuso claramente en una visita: los riesgos de recibir un golpe en el único riñón eran similares a los riesgos de recibir un golpe en cualquier otro órgano como el corazón. El problema era más mental que físico y tenía que ser el propio futbolista quien lo asumiera antes de volver a jugar al máximo nivel. Este se mentalizó y durante el verano volvió a entrenar para incorporarse al equipo poco a poco en la siguiente temporada.
Tras aquello la carrera de Santillana fue larga y exitosa, aunque siempre con la espina de la Copa de Europa que nunca llegó. También curiosamente le faltó vistiendo de blanco un trofeo Pichichi, algo extraño para quien a día de hoy es el 4º máximo goleador madridista en Liga. Llegando a la mitad de los años 80 el jugador empieza a dejar sitio a los nuevos delanteros. Acepta sin problema el jugar menos partidos y se convierte en un jugador de plantilla usado a menudo para hacer de revulsivo. El jugador permanecerá 17 temporadas en el club y a mediados de abril de 1988 decidirá retirarse. Tenía confirmado por contrato un partido homenaje, pero decidirá no jugarlo y despedirse en partido oficial. En mayo de 1988 y tras 645 partidos Santillana se despedirá del Real Madrid marcando un gol en su último partido ante el Real Valladolid.
Tras el encuentro vinieron dos celebraciones. Una la misma noche del partido, más multitudinaria, en la cual se juntaron aficionados, jugadores, directivos y autoridades, para celebrar el título. Santillana fue el gran homenajeado en aquel acto recibiendo varios obsequios. Sin embargo, el más emotivo fue el realizado al día siguiente. En una comida más íntima con plantilla, cuerpo técnico y directiva, Santillana recibió de manos de Ramón Mendoza la Laureada. Aquello fue un acto más íntimo y sin apenas publicidad, pero que no resto nada de emotividad para el jugador. Él sabía de la importancia del galardón y que al recibirlo era la constatación que su lucha, entrega y juego, había calado de buena manera en el club y la hinchada madridista. Algo que le llenaba de orgullo.
Alfredo Di Stéfano
La salida de Di Stéfano del Real Madrid fue abrupta. Las decisiones técnicas de Miguel Muñoz ante el Inter de Milán, en la final de Viena en 1964, propiciaron un enfrentamiento entre el delantero y el técnico. Este consideró, no solo por aquel partido, que la presencia del argentino, que tenía ya 37 años, no era necesaria en la plantilla. Bernabéu, en gran parte por entender que tenía que mantenerse la disciplina, apoyó al entrenador. El mandatario pidió al argentino que siguiera en el club “de lo que fuera”, una descripción tan abstracta en la cual no se incluía el puesto de futbolista, que al jugador no le gustó nada. Di Stéfano se marchó del club y continuo su carrera durante dos años más en el RCD Español. El encuentro homenaje que se le debía al argentino quedó postergado y no sería hasta junio de 1967 cuando se celebraría. Pese a que hubo cierta cordialidad en aquel entonces, Alfredo no volvió a pertenecer a la entidad mientras Bernabéu estuvo en la presidencia. Seria en 1982 cuando De Carlos ofreció el puesto de entrenador en la vuelta del ídolo. Apenas estaría dos temporadas marcadas por los cinco subcampeonatos y la ausencia de títulos.
En 1989 la revista France Football decidió otorgar un galardón especial para designar al mejor jugador europeo desde la creación del Balón de Oro. Al mismo solo podían optar aquellos jugadores que hubieran obtenido dos o más veces el conocido premio, en este caso: Alfredo Di Stefano, Johan Cruyff, Michel Platini, Franz Beckenbauer, Kevin Keegan y Karl-Heinz Rummenigge. El 24 de diciembre Di Stéfano obtenía el Súper Balón por delante de Cruyff y Platini en la votación efectuada por la revista, recogiendo el galardón en París junto a su mujer. Aquello traía de vuelta al jugador a la actualidad y el Real Madrid no dudo en aprovecharlo. Pocos días después el club hacia público, al mismo tiempo que enviaba una carta al futbolista, que le otorgaba la Laureada de la entidad. No solo quedo en eso, sino que Ramón Mendoza, presidente madridista, incorporó de nuevo a Di Stéfano al club dándole el cargo de asesor del presidente. La entrega del galardón no se hizo esperar mucho. El 6 de enero, con motivo del derbi liguero ante el Atlético de Madrid, el club decidió realizar el homenaje al goleador argentino. En la previa del encuentro Di Stéfano saltó al césped del Bernabéu donde los jugadores de ambos conjuntos le hicieron un pasillo. Allí le esperaban una veintena de jugadores de su época (Muñoz, Marsal, Zárraga, Mateos, Navarro, etc.) así como dos rivales de por aquel entonces: Luis Suárez y Kubala. Todos vieron como el delantero blanco realizó el saque de honor, para poco después subir al palco y recibir de manos de Mendoza la Laureada. Como colofón del homenaje esa misma noche se celebró una cena en su honor, donde lo acompañaron todos sus excompañeros.
José Antonio Camacho
Hablar del defensa murciano es hacerlo de una institución dentro del Real Madrid. Aquel chaval que jugaba en la temporada 72-73 con el Albacete en categoría regional, pasó en un año a defender los colores del Castilla, jugar amistosos con el Real Madrid y finalmente debutar en el tramo final liguero con el conjunto blanco. Fichó por los blancos, a pesar de cierto interés azulgrana, en gran parte por su querencia hacia el conjunto capitalino. En la llamada Villa y Corte comenzará desde abajo, de manera humilde con trabajo y constancia. A partir de la temporada 74-75 se convirtió en un fijo del once madridista hasta una desgraciada mañana de enero de 1978. En un partido de entrenamiento ante el Castilla, Camacho se rompe los ligamentos de la rodilla izquierda. Durante la operación se comprobará que la lesión es grave. La recuperación será dolorosa pero la rodilla no quedará bien. Ante las dudas se consulta a más especialistas. Se vuelve a operar la rodilla y los meses irán pasando. No será hasta septiembre de 1979 cuando logre jugar nuevamente un partido oficial ya recuperado. Aquella lesión marcará probablemente el carácter del defensa, quien volverá a jugar con normalidad y sobre todo con asiduidad. Poco a poco se convertirá en el gran alma y capitán del vestuario dentro de una larga carrera en el club.
Sin embargo, todo comienzo tiene su final y el propio jugador se dio cuenta que los años no pasaban en balde. Camacho no fue de esos jugadores que alargaban su carrera a costa de seguir jugando a cualquier precio. La temporada 88-89 fue en la que menos jugó, pero no protestó. Asumió su rol y que su tiempo había pasado, por lo que tomó la decisión de retirarse. Tuvo un final a su altura. En la última jornada del campeonato liguero el Real Madrid recibía la visita del Valencia. El partido era un mero trámite, puesto que el Real Madrid ya había ganado el título liguero. Aquella noche era la celebración donde se entregaría el trofeo de Campeones. Camacho fue suplente y a falta de un cuarto de hora Leo Beenhakker, entrenador blanco, decidió sacarle. El estadio se vino abajo cuando el gran capitán saltó al césped. Con el pitido final recibió el trofeo de manos del presidente de la federación, tras lo cual dieron la vuelta al rectángulo de juego con el trofeo. Sus compañeros le despidieron izándole a hombros entre los aplausos del público. Pese a todo el nuevo entrenador blanco, John Toshack, quiso que el jugador siguiera un año más en plantilla. Le dijo que no jugaría mucho, pero sabía de su ascendencia sobre la plantilla y le quería mantener. Camacho declinó la oferta puesto que su intención era entrenar y terminar de sacarse el título, por lo cual se incorporó a los equipos filiales de la entidad.
Aquella despedida tuvo un epilogo ya que en mayo de 1990 el club le preparó un partido homenaje en el Santiago Bernabéu. Este tuvo una sesión doble. Primero un partido de veteranos entre el Real Madrid y el Barcelona, para a continuación el plato fuerte con el enfrentamiento ante el Milán, la bestia negra madridista de aquellos años al que se derrotó por 2-1. De aquel partido surge cierta controversia con lo que recibió el jugador. Si uno revisa la prensa nacional, deportiva y generalista, hay división de opiniones ya que nadie se pone de acuerdo en la distinción que recibió. Unos indicaron que la Laureada y otros que la insignia de oro y brillantes. En realidad, el jugador recibió la Laureada, con laurel incluido, por parte del club, pero no en los prolegómenos del partido como siempre se ha dicho. La entrega tuvo lugar en el Casino de Torrelodones durante la cena posterior al encuentro. Allí le fue entregado el obsequio del club, que llevaba grabado su nombre en la parte posterior. Junto a sus 16 años en la primera plantilla, el club también se la ofreció en reconocimiento por ser el jugador que más internacionalidades había tenido con la selección española en toda su historia, y todas siendo parte del Real Madrid.
Sin embargo, aquel galardón estuvo muy poco tiempo en poder del jugador. Pocas semanas después el defensa recibe una llamada del club. Al otro lado esta Magdalena Escobar, la eterna secretaria de presidencia, quien le pide que preste al club de manera temporal la Laureada. ¿El motivo?, Molowny se retiraba y el club quería darle el mismo reconocimiento al exjugador y técnico canario. Sin embargo, la premura del acto hizo que el Real Madrid no debiera tener otra Laureada disponible, por lo que le pidió el favor a Camacho de que cediera la suya para hacer una entrega simbólica. Camacho aceptó y Molowny tuvo su homenaje con galardón incluido. Tras aquello pasó el tiempo y quedo en el olvido. Por sorprendente que parezca ni el jugador reclamó lo suyo ni el club se la devolvió, por lo que hoy en día la Laureada entregada a Camacho está en paradero desconocido.
Luis Molowny
El canario fue un claro ejemplo de un tipo de persona cada vez más difícil de ver en el mundo del futbol. Molowny fue un “hombre de la casa”, la persona a la cual recurría el club para las situaciones más variopintas, y sobre todo cuando había que apagar algún incendio en el banquillo blanco. Siempre estaba disponible para atender las necesidades de la entidad, aunque a veces le costaba aceptar el encargo del banquillo, ya que el canario no era mucho de estar bajo los focos de la actualidad. Sin embargo, nunca decía que no, y sobre todo en su etapa de entrenador, le valió para ser considerado por la afición como un talismán.
Molowny estuvo casi toda su vida deportiva ligada al Real Madrid. Fichó por el club madridista en la temporada 46-47 tras mandar Bernabéu un emisario a las Islas Canarias para ficharle, al saber que el Barcelona estaba tras los pasos del delantero canario. Debido al servicio militar no jugaría hasta diciembre de ese año, debutando precisamente ante el Barcelona y marcando el gol de la victoria. Permanecería en total 11 temporadas en la entidad, partido homenaje incluido, lo que le convertiría un jugador bastante querido por la afición llegando a tener incluso una peña de aficionados con su nombre. Tras su paso por el Madrid volvió a Las Palmas, primero como jugador y después como entrenador. Se retiró del banquillo a comienzos de los años 60 pero de manera temporal, ya que a mediados de la década volvió al equipo amarillo al que hizo subcampeón de Liga. Años después, ya en la década de los 70, aceptó una oferta del Real Madrid y volvió a la capital. Primero en los despachos y en la Ciudad Deportiva, en unas funciones de su agrado, alejado de los focos mediáticos. Sin embargo, cuando Miguel Muñoz decide presentar la dimisión recomienda a Molowny como sucesor. Bernabéu le pide que sea ser entrenador, en enero de 1974, y el canario no sabe decir que no. Hasta 1986 será el habitual recambio de emergencia para el banquillo blanco, siendo entrenador en 4 etapas distintas. Acabará siendo considerado un amuleto por los aficionados y es que en sus 183 partidos oficiales como entrenador lograría 8 títulos. Tras su última experiencia, con liga incluida, volvería a la Ciudad Deportiva hasta su jubilación en el verano de 1990 tras más de cuatro décadas ligadas al Real Madrid.
El club quiso aprovechar el Trofeo Santiago Bernabéu, a finales de agosto, para rendirle homenaje en un estadio lleno. Ante la aclamación popular el canario realizó el saque de honor en una noche que se cerró con la entrega de un galardón al homenajeado. A partir de este punto surgen las dudas. Si uno revisa las crónicas de los medios de tirada nacional hay disparidad de criterios. Unos indican que se le otorga la Laureada mientras que otros mencionan la insignia de oro y brillantes. En la revista oficial del club ni se menciona y tampoco se localizan imágenes que ayuden a deshacer el entuerto, por lo cual no quedaba claro de que recibió realmente el canario. Sin embargo, como hemos visto en el apartado de Camacho a Molowny se le entregó la Laureada, o al menos eso se quiso hacer de manera simbólica, la correspondiente al murciano a la espera de recibir la suya propia el canario. No obstante, quedan dudas sobre lo que realmente se entregó a Molowny.
Puesto en contacto con la familia del exjugador y extécnico canario, se comprueba que hoy en día no tienen físicamente ese galardón. En su lugar tiene dos insignias de oro y brillantes, ambas sin laurel alrededor. Una de ellas es más antigua como un alfiler de solapa, que presumiblemente puede pertenecer al día del homenaje ante el Milán. La segunda es posterior y es más similar a la tradicional insignia. Esta pertenecería a abril de 2001 cuando el Real Madrid visitó Las Palmas con motivo de un partido de liga. Hasta allí viajó Florentino Pérez quien visitó a Luis Molowny y en un sencillo acto le hizo entrega de una insignia de oro y brillantes, como así se informó en los medios de comunicación y en los medios del club.
¿Y el resto?
Entre la entrega a Pirri y la no confirmada de Molowny no he localizado ningún otro jugador o empleado, que hay sido condecorado por el club con tan exclusivo galardón. Aunque no descarto que pueda existir alguno más al ser una entrega que en algunos casos se ha hecho sin apenas publicidad. A partir de 1990 se abre un paréntesis de tres décadas en las cuales apenas se menciona nada en los medios sobre la Laureada, más allá de mencionar quien la tiene, pero siempre con listados incompletos. Tan solo a comienzos de la temporada 2007-08 vuelve a aparecer noticias en la prensa acerca de la intención del club de otorgarle una a Raúl. Aquello no paso de ser un proyecto que quedó en el olvido. Pese a que muchos grandes jugadores se han retirado ninguno ha vuelto a ser merecedor de la Laureada, aunque tampoco se sabe si por no querer aumentar el listado de jugadores, por entender que nadie fue digno de recibirla o simplemente que el club tiene el galardón en el olvido. No hay una escala o unas indicaciones concretas para su entrega. Lo más que hemos visto en el reportaje, en que en la gran mayoría de los casos ha sido por largas trayectorias en el club o por hechos muy puntuales, por lo cual es posible que otros jugadores hubieran sido merecedores de recibirla. Al no estar reglada por normas su entrega ha quedado siempre su concesión supeditada a la voluntad de presidentes y asambleas.
Agradecimientos:
No quiero terminar este reportaje sin agradecer a las personas que han colaborado en él. Los exjugadores Jose Martínez “Pirri”, Jose Antonio Camacho y Carlos Alonso “Santillana”; los familiares Francisco Gento (hijo), Luis Molowny (nieto) y Agustín Domínguez (hijo), quienes curiosamente se llaman como los homenajeados; y a Agustín Martín (Diario AS), José Manuel Moreno y César.