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Del peculiar jugador barcelonista Juan Garchitorena se ha ofrecido un par de apuntes en números anteriores de nuestros Cuadernos, pero en este artículo vuelve a tener protagonismo ya que el Arenas Club de Guecho debió agradecerle el que gracias a un error suyo pudiera lograr el único título de campeón de España que posee. Según

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Un fallo histórico dio al Arenas su único título nacional

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Del peculiar jugador barcelonista Juan Garchitorena se ha ofrecido un par de apuntes en números anteriores de nuestros Cuadernos, pero en este artículo vuelve a tener protagonismo ya que el Arenas Club de Guecho debió agradecerle el que gracias a un error suyo pudiera lograr el único título de campeón de España que posee. Según contó para MARCA el prestigioso árbitro e historiador Ramón Melcón, ocurrió esto en la final del Campeonato que se jugó el 18 de mayo de 1919 en el campo del Racing Club de Madrid, aquel terreno duro del Paseo de Martínez Campos, con capacidad para ocho mil espectadores y que entonces se llamaba la catedral del fútbol. Concurrieron a esta final de Copa, la única competición oficial de carácter nacional que existía entonces, dos grandes equipos: el Arenas de Guecho, con figuras excelentes y consagradas como José María Peña, Vallana, Jáuregui y Pagaza, junto a otros menos conocidos por los aficionados de los que se hablaba con cierto interés, como Sesúmaga, Careaga, Uriarte, Barturén, Arruza, Ibaibarriaga y Fidel Peña. Enfrente un FC Barcelona con más cantidad de nombres prestigiosos, como su gran portero Luis Brú, con Reguera y Costa en la defensa, y en la línea media Torralba, Sancho y Blanco. Daba la sensación de que podía llevarse la victoria, a pesar de la ausencia de su formidable ariete Climent Gràcia, uno de los tres mosqueteros de la primera delantera histórica azulgrana de los años veinte, que completarían con Vicente Martínez y Alcántara. Esta baja fue suplida por Garchitorena, que formó en el eje de un ataque jalonado en los extremos por Vinyals y Lakatos.

Había un lleno absoluto en el terreno chamberilero cuando se inició el partido con un mayor dominio del Barcelona, que poseía una técnica más depurada que los bilbaínos. En este duelo destacó la labor de los guechotarras, José María Peña, la excelente actuación de su portero Jáuregui, que una y otra vez detenía los peligrosos disparos de los delanteros catalanes, y la de un chaval rubio, de mediana estatura, que dirigía la delantera blanca -aquel día los areneros no vestían su clásica camiseta rojinegra por su semejanza con los azulgrana- y obligaba a Brú a entrar en acción en cuantas ocasiones se acercaban a sus dominios. Era Félix Sesúmaga, que un año después destacaría por sus remates a gol en la Olimpiada de Amberes, quien traía de cabeza a un medio centro de la talla de Agustín Sancho, mientras Pagaza y el pequeño Barturén le prodigaban pases y más pases para que el ariete los tradujese en formidables disparos, uno de los cuales, enorme y desde el centro del campo, quedó grabado en la memoria del espectador y valió para abrir el marcador al cuarto de hora de juego.

El Barcelona acusó el golpe y la contienda se niveló por la inoperancia de la delantera azulgrana. Pese a ello el empate llegó poco antes del descanso gracias a una jugada personal de Vinyals que culminó con un excelente disparo. A los diez minutos de la reanudación el Barcelona se adelantó a aprovechar Lakatos un pase de Garchitorena, pero seguidamente el Arenas volvió a empatar por medio de Sesúmaga, tras un fallo de Costa. El equipo catalán dominó de forma intensa durante este periodo. El gol del triunfo se veía venir, a pesar de la defensa que Vallana y Careaga hacían en el área, mientras Jáuregui, uno de los porteros que más penaltis había parado en España, se multiplicaba para detener los potentes zurdazos de Alcántara y los remates de los otros atacantes azulgrana.

Y en uno de estos insistentes ataques se produjo la jugada que decidiría el partido. Alcántara remató sin parar un pase de Lakatos y Jáuregui se lanzó a detener el balón que iba raso junto al palo. Logró evitar el tanto, pero su flojo rechace quedó muerto frente a la portería a escasos metros de ella. Garchitorena acudió al remate y ante la meta vacía tan solo tenía que tocar suavemente la pelota para marcar el gol, que podía dar el título a su equipo, dado los pocos segundos que quedaban para terminar el partido, pero era tal la clase de paradas que había realizado Jáuregui, que el delantero barcelonista, temiendo la intervención del portero rival, hizo en aquella ocasión lo más difícil y cruzó el balón con tanta precipitación que este salió fuera rozando el poste de la parte contraria, malogrando tan inmejorable ocasión. Instantes después acabó el partido con empate a dos y en la prórroga el Barcelona se vino abajo cuando a poco de comenzar Sesúmaga culminó una rápida internada con un tercer tanto de los vascos. Antes del intermedio, un centro de Pagaza lo remató a la red Félix Pérez, y cuando faltaba minuto y medio para el pitido final Ibaibarriaga puso colofón a una jugada personal logrando el 5-2 definitivo. De esta manera, gracias al inexplicable fallo de Garchitorena, un jugador de gran clase y sorprendente frialdad, el Arenas Club de Guecho vio su nombre inscrito en el cuadro de campeones españoles. El jugador azulgrana salio llorando del campo porque ya se lloraba entonces cuando se perdían estos partidos. Un año después, aunque él no jugó la final, su equipo logró alzarse con el título, gracias también a otro error histórico, protagonizado en esta ocasión por el árbitro Bertrán de Lis.

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Publicado en: General