Apogeo y caída de una tribuna (II)
De Alberto Díaz GutiérrezPor fin en la campaña 1928-29 se logró el quórum necesario para la formación de un Campeonato de Liga en las distintas categorías. Integrarían la 1ª División los nueve conjuntos campeones y subcampeones de Copa más un décimo equipo, vencedor de una serie de eliminatorias a partido único entre diez aspirantes elegidos por su historial deportivo. La creación de los torneos ligueros obligaba a disminuir el número de participantes en los campeonatos regionales, que debieron ser reestructurados. El Sporting inició la temporada con un equipo renovado donde destacaba un joven y prometedor ariete en el que se tenían depositadas muchas esperanzas, Guillermo Campanal. El empuje de los jóvenes valores no sería suficiente ante solidez del Real Oviedo, que volvió a hacerse con el cetro provincial.
Pese al tropiezo deportivo, la situación económica de la entidad era mucho más preocupante, embargada judicialmente ante la imposibilidad de hacer frente a las deudas contraídas por la remodelación del campo de juego. Ante el serio riesgo de desaparición el presidente sportinguista solicitó la ayuda del Ayuntamiento. Roberto G. de Agustina propuso la venta del estadio de El Molinón al consistorio por 400.000 pesetas, solicitándolo en arriendo por una cantidad que no superase el 5% del capital indicado. Tras pasar por la comisión de Hacienda, la propuesta se debatió en la sesión municipal del 23 de noviembre. A la misma acudió el Gobernador Civil, quien hizo ver a los presentes la necesidad de ayudar al Sporting tras la «obra gigantesca» realizada, en la que todo Gijón se había unido dando ejemplo al resto de España. El pleno rechazó por unanimidad la compra de El Molinón, pero en última instancia, y por iniciativa del gobernador, decidió conceder al club un préstamo de 125.000 pesetas, reintegrables en diez anualidades, sin intereses. El acuerdo se tomó por 36 votos a favor y sólo tres en contra, entre ellos el del alcalde D. Emilio Tuya.
Era la primera vez que el Ayuntamiento intervenía de manera decisiva en favor del Sporting. Ambas instituciones estaban destinadas a encontrarse una y otra vez con el paso de los años.
El 4 de diciembre la directiva rojiblanca hacía pública una nota a favor de Ismael Figaredo. El ex presidente era uno de los mayores acreedores de la entidad. Había prestado dinero a la misma en diversas ocasiones, entre ellas la compra de El Molinón, préstamos que habían sido asegurados en forma de hipotecas sobre los bienes del club. Pese a ello, el Sr. Figaredo no había querido percibir un solo céntimo del dinero adelantado por el Ayuntamiento para solventar la crisis que ahogaba al conjunto rojiblanco. Además, había condonado los intereses de aquellos préstamos, que ascendían a 20.000 pesetas, y rebajado la hipoteca de 90.000 a 75.000 pesetas, aminorando considerablemente las cargas de la Sociedad.
Gracias a este generoso gesto, y al apoyo del Ayuntamiento gijonés, el Sporting había conseguido concertar un acuerdo con todos los acreedores de la construcción de la tribuna cubierta del estadio. Éste consistía en el pago del 65% del importe de las facturas pendientes, destinando íntegramente a este fin la cantidad recibida del consistorio. El 35% restante lo percibirían en forma de obligaciones hipotecarias.
En la Junta General Extraordinaria celebrada el 17 de diciembre se aprobó dicha fórmula económica como solución al problema. También se acordó establecer un impuesto de 25 céntimos sobre el precio de las entradas como ayuda para la devolución del dinero prestado por el consistorio. Asimismo, se nombraba Presidente de Honor al ya ex gobernador civil de la provincia, D. José María Caballero y Aldasoro, como muestra de agradecimiento por su decisiva intervención en favor de la institución.
Por otro lado, se estableció una comisión, compuesta por dos directivos (Roberto G. Agustina y Mario Orbón) y dos socios (Aurelio Menéndez y Segundo Hevia), con el fin de entrevistarse con Ismael Figaredo y lograr que aceptase la presidencia de la entidad. Sus gestiones no dieron el fruto apetecido, por lo que continuó al frente del club la misma junta directiva.
El gobierno municipal había efectuado un primer pago de 62.500 ptas., la mitad de la cantidad acordada. Había insuflado vida a la institución, pero la situación económica seguía siendo muy delicada. En esas condiciones, parecía una quimera impedir la marcha de los jugadores más destacados del equipo. De hecho existían insistentes rumores sobre el inminente fichaje de Guillermo Campanal por parte de alguno de los conjuntos más fuertes del país. El diario bilbaíno Euzkadi publicó un artículo en el que señalaba lo siguiente:
«Leemos en la prensa de estos días que Campanal, el magnífico centro-delantero revelado por el Sporting de Gijón, actuará estas Navidades con el Barcelona y que será lo más fácil que firme ficha por el poderoso grupo campeón de España. ¡Pobre Sporting, cantera de grandes jugadores! Herrera, Loredo, Arcadio, las «inyecciones» de Tronchín, Pena y Adolfo del pasado año al Athlético madrileño, y ahora Campanal…
Nos apena sinceramente el ver cómo el simpático club gijonés se afana en hacer equipo, y cuando casi lo tiene hecho, un golpe de guadaña, y a reconstruirse otra vez...».
Iniciadas las eliminatorias de promoción por el puesto restante en la Primera División, correspondió al Sporting enfrentarse al Celta de Vigo en la primera ronda, en partido a disputar en León el 13 de enero. No tuvieron suerte los rojiblancos que cayeron por 3-2 en un encuentro bronco (hubo dos expulsados por bando) sobre un terreno de juego muy embarrado. El conjunto gijonés habría de empezar su andadura en la Segunda División.
El 21 de febrero el club, ahogado por la falta de liquidez, solicitaba el apoyo económico de los comerciantes e industriales gijoneses mediante la siguiente nota oficial:
«La Junta Directiva del Real Sporting, después de vista en la práctica la ineficacia de los remedios propuestos por la junta general, y ante la angustia del momento, decide dar pública cuenta de haber llegado a una situación por la que ineludiblemente necesita el apoyo económico inmediato de todos aquellos que por el deporte, por el Club o por la celebración de estos espectáculos, tengan en Gijón el menor ingreso.
A los primeros por sus convicciones; a los segundos por partidismo si se quiere; y a los últimos, aunque sea por egoísta interés, a todos acude advirtiendo que el aviso es de angustia y no admite esperas.
El profesionalismo, aun dentro de los modestísimos límites a que puede reducirlo el Sporting, agota nuestros ingresos normales. Los que han producido los partidos celebrados, o no han bastado a cubrir sus mismos gastos, en unos casos, o los de desplazamientos para la correspondencia de visita, en los otros. La Directiva ha cubierto hasta ahora el déficit por los medios que tuvo a su alcance; pero éstos se han agotado y aun extendido, y hoy se encuentra el club en la imposibilidad de sufragar los desplazamientos que exige la competición de la Liga, empezando por el que corresponde al día 3 del próximo a Sevilla, para el que hace falta una cifra mínima de cinco mil pesetas.
Y no ha de bastar que en un impulsivo esfuerzo se reúnan los miles de pesetas necesarias ahora para estas atenciones del momento. Es necesario, y a todos llega la obligación, que en la proporción de sus fuerzas, de sus entusiasmos o de sus beneficios, el apoyo sea continuado; y que si el Club ha de prosperar (única razón y única forma de seguir existiendo), necesita duplicar y aun triplicar sus ingresos.
Entre todos, con el esfuerzo de todos, no sólo podremos sostener, sino hacer prosperar espléndidamente al equipo. Esperar el esfuerzo únicamente de la Directiva y limitar la propia cooperación a las cinco pesetas mensuales, a cambio de buenos y frecuentes partidos, es condenar al club a sucumbir.- LA DIRECTIVA».
Este comunicado, verdadera petición de auxilio, estaba plenamente justificado por los escasos ingresos obtenidos en taquilla en los encuentros celebrados durante los meses anteriores, debido a las inclemencias meteorológicas fundamentalmente. Al mal tiempo reinante se unía el escaso atractivo que el torneo de Liga despertaba entre la afición, un tanto remisa al principio tras el fiasco de la temporada anterior. Afortunadamente, ante el avance de la competición el interés del público iría en aumento, y, con la llegada de la Primavera, las gradas de El Molinón volverían a poblarse de espectadores. El Sporting ocuparía la cuarta posición en la recién estrenada competición liguera.
Al final de la campaña, no obstante, no se podría retener a la nueva estrella emergente. Guillermo Campanal ficharía por el Sevilla.
El nuevo rumbo que había tomado el deporte del balón tras la legalización del profesionalismo obligaba a los clubes a generar ingresos «atípicos» para poder salir a competir con ciertas garantías. A finales de agosto, de cara a la nueva temporada, la directiva sportinguista volvía a solicitar públicamente el apoyo de los comerciantes e industriales de la ciudad por medio de una circular, en la que se recordaba que el fútbol, aparte de su finalidad deportiva, tenía otra vertiente económica que repercutía en las poblaciones donde dichos espectáculos se celebraban. Por ello, con el compromiso de utilizar el dinero recaudado para mejorar el equipo, y lograr de esta forma alcanzar éxitos que redundaran en el prestigio deportivo de Gijón, el club requería la ayuda de todos, especialmente de aquellas industrias y establecimientos beneficiados por los encuentros de fútbol, mediante una cuota voluntaria mensual. La nota la firmaban los integrantes de la Comisión de propaganda: Carlos Cienfuegos Jovellanos, José Amérigo, Segundo Hevia y Florentino Cueto Felgueroso.
Este hecho motivó un editorial en el diario El Comercio en el que bajo el título «O Renovarse o Morir», se apoyaba la idea en estos términos:
«(…) Al Real Sporting debe Gijón muchos años de personalidad en el deporte español. Aparte de esta satisfacción espiritual, notábase que nuestra ciudad en los domingos otoñales e invernales recordaba, por la afluencia de forasteros, los mejores días de agosto. Y esa animación, ese movimiento, prestaban al ambiente una innegable importancia, hasta en el aspecto utilitario. Cuando los equipos del Sporting, por razón natural del tiempo y por varias circunstancias, sufrían los primeros descalabros hubimos de intervenir como gijoneses, más que como deportistas, para levantar los espíritus, afirmando que en los días malos era cuando se precisaba de mayor serenidad, y debían cesar las discusiones y los desánimos para dar paso al estudio de un plan práctico e inteligente a fin de volver a los días de satisfacción.
Nuestra campaña de entonces dio algunos frutos, pero no los precisos para disipar las nubes que se cernían, por causa de la lucha de predominios y por otros detalles que hay que olvidar. Si ahora nos dedicamos a buscar el equipo capaz de hacer frente con brillantez a todas las contingencias, hay que cambiar de sendas. La Comisión organizadora nombrada para este fin, y compuesta por elementos entusiastas y fervorosos del fútbol, sin personales ambiciones, puestos los ojos en promover todos los medios para llegar al fin apetecido, tiene, sin duda, la confianza de todos, y los gijoneses deben atender la circular que se les ha dirigido, porque las realidades inevitables son económicas, y sin vencerlas nada se podrá hacer, tal y como se halla el deporte en todas partes.
Si se quiere buen equipo hay que contar con medios positivos para lograrlo. Gijón dirá, con los hechos contantes y sonantes, si abandona su prestigio futbolístico o si desea mantenerlo. En el interés de todos está, por medio de un sacrificio en realidad insignificante, pues se trata de pequeñas cuotas, cada cual en la medida de sus disponibilidades, pero no deben regatear las aportaciones debidas aquellos a quienes más directamente beneficia la resurrección del auge perdido. Porque el problema está planteado en este dilema: o renovarse o morir. Y el gran estadio de Gijón no puede ni debe convertirse en una necrópolis«.
La temporada 1929-30 discurrió sin mayores sobresaltos. El equipo gijonés se impuso en el Campeonato Regional y a punto estuvo de ascender a Primera, ocupando la segunda posición en el torneo liguero. En la Copa, sin embargo, quedaría eliminado a las primeras de cambio.
El 8 de mayo se celebró una asamblea entre los socios que con posterioridad a 1920 hubieran ostentado cargos de responsabilidad en el club rojiblanco. Sin duda, algo se estaba moviendo en el entorno sportinguista. De hecho era el vicepresidente primero, Carlos Cienfuegos, quien, en ausencia del Sr. de Agustina, ostentaba la máxima representación del club.
El 1 de junio tuvo lugar la Junta General ordinaria del Sporting. Se aprobaron la memoria y las cuentas del ejercicio que dejaban un superávit de 23.000 pesetas. En las mismas se detallaban los aspectos económicos de la temporada. Se habían obtenido 51.000 pesetas por recaudaciones en las distintas competiciones, repartidas del siguiente modo: 17.000 en el Campeonato Regional, 31.000 en la Liga, 800 en la Copa y 2.300 en amistosos. Con esta cantidad y los ingresos habidos por las cuotas de socios se atendieron los gastos de la Sociedad.
Al ir a procederse a la elección de la nueva junta tomó la palabra uno de los socios, Francisco Alonso, para manifestar que, aunque la entidad liquidara con beneficios el ejercicio anual, la agobiante situación económica originada por la construcción del estadio continuaba sin resolverse. Por otra parte, los nuevos rumbos del fútbol hacían necesaria una nueva estructuración del club, por lo que sometía a la aprobación de la asamblea la siguiente propuesta: que D. Ismael Figaredo, como entusiasta sportinguista y principal acreedor, designara una comisión que se hiciera cargo de la dirección de la Sociedad en tanto se estudiaba una nueva reglamentación interna.
La proposición fue acogida con entusiasmo y se designó una delegación para visitar al Sr. Figaredo y comunicarle dicho acuerdo. Formaban dicha embajada los señores Fernando Arroyo, Casimiro Velasco, Anselmo Cerra, Carlos Cienfuegos, Francisco Alonso y Mario Orbón. En caso de no llegar a buen término dicha iniciativa se convocaría una nueva junta.
Ismael Figaredo dio el visto bueno a la idea, y las mismas personas que lo visitaron fueron quienes integraron la Ponencia encargada de estudiar y proponer las bases por las que habría de regirse el club en los próximos años. El 15 de junio, en Junta General Extraordinaria, dichas bases eran aprobadas. En virtud de las mismas un grupo de socios se haría cargo de la dirección de la entidad.
Casi un mes más tarde, el 13 de julio, se celebraba en el salón de actos del Ateneo Obrero la junta general de suscriptores pro-Sporting. En la misma se constituyó oficialmente el nuevo comité rector del club. El G.A.S. (Grupo Auxiliar del Sporting) acababa de nacer.
Como ya se explicó en un artículo anterior (fichaje de Herrerita por el Oviedo) la temporada 1930-31 iniciada con grandes expectativas y un importante desembolso en fichajes, merced a la cuestación popular y a las aportaciones de los miembros del nuevo grupo regente, terminaría en un nuevo fracaso deportivo y también económico. Y eso que los comienzos habían sido brillantes, pues el Sporting se proclamó Campeón Regional con gran autoridad, pero la decepción liguera acabó con el sueño del ascenso, el principal objetivo del club. Al final de la campaña se produjo la desbandada general de las flamantes incorporaciones, lo que obligaba a volver la vista a la cantera regional, dejando de lado cualquier fichaje de postín.
A comienzos de la temporada 1931-32 salió a la palestra de nuevo el tema del préstamo concedido por el Ayuntamiento. El Sporting reclamaba al consistorio que hiciese efectiva la parte que faltaba por entregar, 62.500 pesetas, mientras que la corporación municipal se resistía a esta demanda. De hecho, elevó una consulta al Ministerio de Gobernación para ver si el Pleno estaba obligado a cumplir dicho acuerdo. A su vez, desde la alcaldía se exigía al club que abonase la cantidad pendiente a reintegrar el año anterior, que ascendía a 2.888’50 ptas., y se pusiese al corriente con el pago de la anualidad de 1931, cifrado en otras 12.500 pesetas.
El 11 de septiembre, se dio cuenta en la asamblea municipal de la respuesta de la Dirección General de Administración local, institución que se declaraba incompetente para entrar en el fondo del asunto. Esta cuestión provocó un serio debate en el seno del gobierno municipal.
El Sr. Díaz Pis (republicano federal) declaró que los antiguos regidores habían actuado al dictado del anterior gobernador civil, y que el tema debería ser estudiado por la Comisión de Responsabilidades. A esta propuesta se adhirieron los representantes de la minoría federal.
También solicitaba el Sr. Díaz que se pidieran informes a la Cámara de Comercio y de la Propiedad, y a otras entidades que en su momento se habían mostrado disconformes con la concesión del anticipo.
El Sr. Barcia (republicano reformista) advertía que cualquier reclamación judicial que se entablara, de negarse el Ayuntamiento a cumplir lo convenido, se perdería con costas al municipio.
El Sr. Cerra (socialista), por su parte, estimaba que la cantidad debía pagarse porque se trataba de un acuerdo de la Corporación.
Al final, se decidió consultar la opinión de dos letrados, señores Silva y Gavito, sobre la legalidad de la entrega y si el acuerdo podía considerarse lesivo.
Nadie podía imaginar entonces que la famosa tribuna de El Molinón tenía los días contados. El destino habría de depararle un final trágico.
En la tercera jornada del Campeonato Regional, celebrada el 27 de septiembre, el conjunto gijonés obtuvo una contundente victoria sobre el Racing de Santander, en la que Ramón Herrera volvió a ser pieza clave en el ataque sportinguista. La recuperación del jugador fue acogida con entusiasmo en la prensa.
Horas después del final de dicho encuentro se produciría un incendio que destruyó las dos terceras partes de la tribuna cubierta del estadio. Afortunadamente el campo ya estaba vacío para entonces, y no hubo que lamentar desgracias personales.
La noticia fue recogida con profusión de detalles en todos los periódicos de la región. El incendio se había declarado poco después de las ocho de la tarde. El rumor de que el coliseo sportinguista se encontraba en llamas corrió como la pólvora por Gijón y numerosas personas se desplazaron hasta el estadio de El Molinón para presenciar la catástrofe. Los bomberos llegaron al lugar del siniestro con gran rapidez, pero se encontraron con enormes dificultades para realizar su labor al no existir red de aguas en los alrededores del campo, y carecer, por lo tanto, de bocas de riego. Se tuvo que hacer uso de las cubas automóviles de riego, propiedad del Ayuntamiento, que se surtían de agua en el tomador de La Guía y la elevaban por las mangueras con la fuerza de sus motores.
A las nueve de la noche el fuego se extendía por más de la mitad de la tribuna, ardiendo todos los asientos y palcos. La uralita que recubría la cubierta saltaba en trozos al recalentarse por las llamas. La principal labor de los bomberos se centró en intentar aislar la parte de la tribuna que todavía no había sido presa de las llamas, lo que se consiguió tras muchos esfuerzos.
El público seguía acudiendo al terreno de juego, por lo que fue preciso enviar varias parejas de guardias de seguridad para contener a los espectadores y evitar que se acercaran demasiado a las gradas. La gente contemplaba la lucha contra las llamas desde el centro del campo. Entre el público se encontraban varios tenientes de alcalde, concejales, directivos y jugadores del Sporting, así como gran cantidad de socios que comentaban la desgracia.
A las once y media de la noche quedó extinguido el fuego. De la parte destruida sólo quedaba en pie el armazón de hierros y cemento, el resto había desaparecido.
Las pérdidas materiales fueron cuantiosas, estimándose en más de ochenta mil pesetas los daños causados.
Tanto la tribuna como las dependencias del club estaban aseguradas contra el fuego, por lo que serían las compañías «La Estrella» y «La Unión» quienes se hicieran cargo de los costes de la reconstrucción. Sólo la cantina estaba sin asegurar, y su propietario, José Junquera, había perdido las existencias y el material que allí tenía.
En tanto se reparaban los desperfectos, el club trasladó a los abonados de los asientos destruidos a la tribuna norte de Preferencia.
Sobre la tribuna cubierta aún habría de escribirse el capítulo final, rubricado a comienzos del año entrante..
El 21 de enero se leyó en el Pleno municipal las conclusiones de los dos letrados encargados de opinar sobre la validez del anticipo reintegrable al Sporting. El Sr. Silva declaraba que el acuerdo había sido tomado sin necesidad propia y llevaba en sí extralimitaciones de facultades. No obstante, pese a las irregularidades detectadas el contrato era obligatorio en tanto no fuera reconocida y declaraba su nulidad, para lo cual el Ayuntamiento debía iniciar un recurso contencioso administrativo. Por otro lado, el abogado señalaba que el Consistorio podía declarar el acuerdo lesivo para los intereses municipales, y estaba en tiempo hábil para formular dicha declaración.
Por su parte, el Sr. Gavito abogaba en su informe por la nulidad del acuerdo.
El asunto quedó pendiente hasta la siguiente reunión, a celebrar en siete días, y en la misma se notó que el Sporting había «movido ficha» puesto que a los informes presentados la semana anterior se sumaba motu propio el del secretario letrado de la Corporación, señor Díez Blanco, que también hacían suyo los abogados ovetenses señores Gendín, Ayesta y Buylla Godino. En este dictamen se consideraba que el acuerdo tomado en su momento era legal, así como las reuniones posteriores en las que se confirmó y sancionó el mismo, y que el Ayuntamiento estaba en la obligación de abonar las 62.500 pesetas restantes al club gijonés.
Tras la lectura de este parecer se reanudó el debate entre los concejales de los diferentes grupos, dejándose el asunto otros siete días encima de la mesa.
El 5 de febrero se celebró el pleno en el que habría de tomarse la decisión definitiva sobre la cuestión. El señor Díaz Pis (republicano federal) volvió a convertirse en el principal azote del préstamo al equipo rojiblanco, lo que dio lugar algunos momentos divertidos.
El Sr. Díaz se quejaba de que algunos letrados informantes, según los rumores que circulaban, fueran socios del Sporting, lo mismo que varios concejales, y se extrañaba de que no se hubiera consultado a la Cámara de Comercio y a la Unión de Gremios.
El Alcalde, Sr. Fernandez Barcia (republicano reformista), le llamó la atención por sus divagaciones ante lo que el aludido respondió:
«-También su Señoría fue delegado del Sporting.
–Efectivamente, lo fui en una ocasión. No lo niego.«
Prosiguió su intervención del Sr. Díaz señalando que como el pago del anticipo era voluntario el Ayuntamiento podía dejar de satisfacerlo, para posteriormente anunciar que pediría responsabilidades a los antiguos concejales y a los presentes. A lo que el Alcalde inquirió:
«-¿Y a los futuros?«
Lo que motivó las risas de los asistentes.
Después de un amplio debate se acordó, por 19 votos contra 10, declarar lesivo el acuerdo que concedió el anticipo, y por 15 votos contra 14 no pagar al Sporting la cantidad restante.
Por lo que se refiere al G.A.S., todavía aguantó un par de temporadas más en medio de sinsabores, como la marcha de Herrerita.
En marzo de 1934 decidió arrojar la toalla al no poder sufragar el desplazamiento a Sevilla para enfrentarse al Betis en los Octavos de Final de la Copa. Tuvo que ser la propia Federación Regional quien se hiciera cargo de la eliminatoria. Esta fue la nota que el ente federativo publicó en los periódicos:
«Motivado a circunstancias especiales que por el momento atraviesa nuestro filial Sporting Club, el Comité Directivo de esta Federación, consciente de la misión tutelar que tiene encomendada, ha decidido encargarse de los partidos correspondientes a la 2ª eliminatoria del Campeonato de España con el Betis Balompié«.
Tras la eliminación del conjunto rojiblanco (3-0 en Sevilla y 1-0 en Gijón) el Grupo Auxiliar del Sporting convocó una Junta General Extraordinaria para el domingo 8 de abril en los salones del Círculo Mercantil, en la que reintegraría a los señores socios la plenitud de sus derechos.
En la misma, se dio cuenta detallada de la difícil situación económica de la entidad. El G.A.S. se había encontrado con una deuda de 28.000 ptas. que apenas había logrado reducir durante estos cuatro años -en la actualidad se debían 26.000-, pero los dirigentes, particularmente, tenían un déficit de ¡70.000 pesetas!
Los futbolistas eran los más perjudicados, ya que se les adeudaba 15.000 pesetas. Para soslayar la crisis se había realizado una nueva cuestación entre los comercios locales que sólo recaudó 150 pesetas. Visto el resultado, se desechó volver a pedir dinero a los socios. Lo único viable era la venta de uno de los jugadores más destacados.
La asamblea aceptó la gestión del G.A.S. y la dimisión de sus componentes. Se formó una comisión de socios encargada de regir los destinos del club hasta la asamblea general, a celebrar en mayo, en la que se elegiría a una nueva Junta Directiva.
A finales de mayo se hizo público el traspaso (esta vez sí) de Pena al Oviedo. El club carbayón se había comprometido a desembolsar 15.000 pesetas por el jugador en un primer pago, más otras 7.500 a abonar el 30 de septiembre.
El Sporting estaba abocado a vender a sus figuras para subsistir. Algo que ha venido siendo una constante en la historia del club.