Ljubisa Brocic, un caballero de los Balcanes (1960-1961)

Brocic011960-61 es una temporada crucial en la historia del Barça. Pudo ser la de su consagración internacional, sucediendo al Real Madrid en la hegemonía futbolística europea, pero sin embargo va a suponer el inicio de una larguísima travesía del desierto que prácticamente durará dos décadas, a pesar del fugaz brillo emanado del rutilante  fichaje de Johan Cruyff, hasta que el club blaugrana obtenga su primera Recopa en la ciudad suiza de Basilea, en mayo de 1979, frente al Fortuna de Düsseldorf y ante 30.000 enfervorizados seguidores que se dieron cita en el ya desaparecido estadio St. Jakob, que diez años antes había sido también testigo de otra gran decepción del cuadro barcelonista, derrotado por el Slovan de Bratislava en su primera final del torneo reservado a los campeones coperos, igual que en 1961 va a caer en su primer asalto al principal título continental, la Copa de Europa, batido por el Benfica lisboeta y la mala suerte en forma de unos condenados postes de sección cuadrada que escupieron un poker de disparos.

El Barça va a afrontar esta campaña ya sin Helenio Herrera en el banquillo, y sumido en una grave crisis económica, con la factura del «Camp Nou» gravitando amenazadoramente sobre sus maltrechas finanzas, incapaz de sacarle rentabilidad por el momento al viejo terreno de «Les Corts». Aun así, el equipo se reforzará notablemente, sobre todo en sus líneas traseras. La principal novedad estribará en el fichaje del magnífico central del Athletic de Bilbao Jesús Garay, un fijo en la Selección Española y un zaguero de gran clase, tan noble como eficaz. Tras toda una década vestido de rojiblanco, Garay va a dejar en las arcas de los leones la nada despreciable suma de 6 millones de pesetas, con las que el club vizcaíno sufragará la mayor parte de la construcción de una nueva tribuna en «San Mamés», que debido a ello va a ser popularmente conocida como «la Tribuna Garay»

El presidente azulgrana Miró-Sans tiene que tomar la nada fácil decisión de poner al frente del primer equipo a un técnico de reconocida solvencia. Enric Rabassa nunca fue más que una solución provisional, de emergencia, para tratar de finalizar decorosamente una campaña por otra parte en absoluto mala-sino más bien  todo lo contrario-en lo deportivo, y la opción de César va a tornarse inviable al firmar este por el Real Zaragoza. Tras sopesar la candidatura del francés Albert Batteux, el fabricante del gran Stade de Reims de los años 50 (con el que había logrado cuatro Ligas galas y una Copa de Francia, más dos subcampeonatos de la Copa de Europa en 1956 y 1959 respectivamente, cayendo en ambas ocasiones ante el Real Madrid), finalmente el elegido va a ser Ljubisa Brocic, un técnico yugoeslavo con amplia experiencia en varios países.

Brocic nace el 3 de octubre de 1911 en la localidad de Guca, entonces perteneciente al reino de Serbia. Como jugador había militado en el SK Jugoslavija de Belgrado, un club polideportivo de vida breve, fundado en vísperas de la Gran Guerra y disuelto por colaboracionista -había disputado competiciones durante la ocupación del país por las fuerzas del Eje- a instancias de las nuevas autoridades comunistas en 1945, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, pasando todas sus instalaciones-estadio, campos de entrenamiento y oficinas-,  así como la mayoría de sus jugadores e incluso su uniformidad (camiseta rojiblanca y pantalón blanco) a formar parte del recién constituido «Estrella Roja» de la capital yugoeslava. En 1946 había sido seleccionador de Albania, con la que ganó la Copa Balcánica. Dirigió después a varios equipos de su país (Metalac Belgrado, el propio Estrella Roja, y Vojvodina de Novi Sad). Con los capitalinos obtuvo dos títulos, en 1951 y 1952-53, pero en esta última fecha protagonizó ciertos problemas con trasfondo político, que van a suponer de hecho su exilio.

Al parecer, durante un viaje del combinado yugoeslavo por Brasil (en el que Brocic formaba parte de la expedición), se mantuvieron algunos contactos con exiliados chetniks (los chetniks eran una fuerza armada serbia de carácter nacionalista, conservador y monárquico, que había jugado un ambiguo papel durante la ocupación alemana e italiana de Yugoeslavia, a veces combatiendo a los invasores, y otras colaborando con ellos contra el movimiento guerrillero acaudillado por Tito). También había enojado a las autoridades deportivas de Belgrado al permitir que refugiados serbios y croatas se fotografiasen con los jugadores de la Plavi.

Por este cúmulo de circunstancias va a abandonar el país balcánico, pasando primero a Egipto, donde dirigirá a su selección en 1954-55, y posteriormente al Líbano, entonces conocida como la «Suiza de Oriente Medio». En 1956 retorna a Europa, al PSV Eindhoven neerlandés, y en 1957 pasa a Italia, a la Juventus. Conduce a la Vecchia Signora hasta la consecución de su décimo scudetto, en la campaña 57-58, con un equipo en el que brillan  el argentino Omar Sivori y el británico John Charles. Sin embargo, en el curso siguiente será destituido tras la octava jornada del campeonato, yendo la Juve cuarta, a sólo dos puntos del líder. La temporada 59-60 la consume nuevamente en Holanda, de vuelta al PSV, y a su conclusión es cuando acepta la oferta del Barça.

UN SERBIO EN EL BANQUILLO BLAUGRANA

El lunes 30 de mayo de 1960 Ljubisa Brocic va a ser presentado oficialmente a la plantilla profesional barcelonista por el presidente del club, señor Miró-Sans, a quien acompañaban la casi totalidad de los miembros de su junta directiva. Según cuenta «El Mundo Deportivo», en su parlamento el señor Brocic «expuso la necesidad que había de la más perfecta posible compenetración entre todos los elementos del club, para conseguir los éxitos que se pretenden que mantengan al Club de Fútbol Barcelona en la línea histórica de su prestigio y fama». Finalmente «se mostró complacido y honrado ante la perspectiva de entrenar en fecha cercana a jugadores de tanta nombradía como los que en aquel momento tenía el gusto de conocer personalmente y al propio tiempo poder contribuir de una manera efectiva en los triunfos que esperan seguramente al Club de Fútbol Barcelona»

Se enfrentaba  de entrada, no obstante, con una importante traba burocrática, puesto que su título de entrenador no era convalidable en España (me atrevo a aventurar que por proceder de un país de los llamados de «Tras el Telón de Acero», con los que el régimen franquista no mantenía relaciones diplomáticas y casi de ningún otro tipo). De modo que Brocic, para poder sentarse en el banquillo azulgrana, no va a tener más remedio que superar el intensivo Cursillo Nacional que se celebraba en Madrid durante el verano. Como apenas sabía castellano, y para ayudarle en el trance, el Barça va a contratar a un joven técnico santanderino, Enrique Orizaola, que dirigía entonces al Real Murcia de Segunda División, equipo que había causado una grata impresión en la Ciudad Condal en la Copa de 1959, cuando puso en grandes apuros al Barça, llegando incluso a empatar en el partido de ida en el «Camp Nou». El objetivo va a conseguirse con creces, ya que Brocic aprueba el curso (es el octavo de su promoción), superando tanto las pruebas físicas como las de conocimientos técnicos y tácticos. El eficiente Orizaola, una vez cumplida su misión, no abandonará el club, sino que será designado ayudante suyo.

Investido ya de toda su autoridad, Brocic se va a encontrar con una plantilla de ensueño a sus órdenes, un auténtico «Dream Team» avant la lettre, en el que además del ya citado fichaje de Garay son altas el defensa canario Alfonso Rodríguez Salas «Foncho», procedente del Murcia, club del que también llegará ya muy avanzada la temporada el cántabro Ramón De Pablo Marañón, mientras que de «San Mamés» viene otro refuerzo, el extremo izquierdo Gonzalo Beitia, que había sustituido en dicha demarcación nada menos que al mítico Piru Gainza, usufructuario del puesto durante casi dos décadas. También van a integrarse en la primera plantilla dos jóvenes guardametas, Andrés Rodríguez Serrano, conocido como «Rodri II», y el tarraconense Salvador Sadurní, campeón de España juvenil, y que será cedido al Mataró hasta bien avanzada la campaña. Por contra, causan baja el veterano Isidre Flotats, que pasa al RCD. Mallorca, recién ascendido a Primera, el central Brugué, que se retira del fútbol aun en plena juventud sin haber podido superar una grave lesión, el peruano Loayza (con destino a Boca Juniors), y Rifé I, que jugará en el Atlético de Ceuta mientras cumple su servicio militar en la ciudad norteafricana. El prometedor Josep María Fusté, una de las joyas de la cantera azulgrana, va a ser cedido al Osasuna, entrenado por el catalán Miquel Gual, junto con otros dos barcelonistas, Celdrán y Salvador, mientras que el defensa Eladio-que también se había asomado al primer equipo en algún amistoso, al igual que Fusté-completa su formación en el Condal. Así queda el maravilloso grupo vestido de azul y grana: Ramallets, Medrano, Rodri II, Sadurní, Olivella, Foncho, Rodri I, Gensana, Garay, Gracia, Pinto, Vergés, Marañón, Segarra, Ribelles, Tejada, Suco, Kubala, Kocsis, Evaristo, Eulogio Martínez, Luís Suárez, Villaverde, Czibor, Coll y Beitia. Hay que hacer notar que la gran estrella del conjunto, Ladislao Kubala, ya con 33 años de edad, había estado unas semanas antes a punto de marcharse al Colo-Colo chileno.

Una vez iniciados los entrenamientos, el 8 de agosto, se especula con que Brocic pretende darle un nuevo estilo de juego al Barça. Antes de disponer de toda la plantilla a sus órdenes (los jugadores internacionales, que se encontraban realizando una gira por Sudamérica con la Selección Española, no se incorporaron hasta el día 15), efectúa ya sesiones dobles de preparación, mañana y tarde,  y a buen ritmo, preconizando un estrecho contacto con el balón, a diferencia de otros técnicos anteriores, con vistas a mejorar la técnica individual de sus nuevos pupilos.

El técnico serbio va a causar una grata impresión por su porte, modales y cordialidad. De su experiencia y currículo se esperaba que el equipo-que por segundo año consecutivo afrontaba cuatro competiciones-pudiera beneficiarse, y también que el ambiente del vestuario mejorase, tras el tenso enfrentamiento entre Helenio Herrera y Kubala. En cuanto a su modus operandi, Brocic introduce también nuevos métodos de preparación física, los llamados entrenamientos «de fuerza», consistentes en el uso de pesas y halteras (que una vez fuera del banquillo el balcánico dormirán el sueño de los justos durante años en algún almacén del «Camp Nou», hasta que en 1967 Salvador Artigas las rescate y vuelva a utilizarlas)

La pretemporada del Barça no puede ser más prometedora, ya que va a ganar absolutamente todos los partidos disputados en una gira triunfal por Europa, en la que los blaugranas derrotan a domicilio a Ajax (3-4), Newcastle (3-4), Hamburgo (2-3) y Standard de Lieja (2-5). Con tan altas expectativas, la Liga 60-61 levanta su telón nuevamente con un enfrentamiento entre el Barcelona y el Athletic de Bilbao, aunque esta vez en feudo rojiblanco, el 11 de septiembre de 1960. Se creyó oportuno, por mutuo acuerdo entre ambos clubes, que Jesús Garay no debutase precisamente ante su antiguo equipo, al que profesaba un gran cariño (el traspaso se había efectuado exclusivamente por motivos económicos), y por consiguiente Brocic va a poner en danza el siguiente once para arrancar el torneo: Ramallets; Olivella, Rodri, Gracia; Vergés, Gensana; Tejada, Kubala, Evaristo, Suárez y Czibor. Es decir, el mismo equipo base de Herrera, con la ausencia de Segarra. Justa victoria azulgrana por 0 a 2, con tantos de Czibor, venciendo la resistencia de los vascos, en cuyas filas se notó la inexperiencia de algunos de sus jugadores.

Garay debutó por fin en el «Camp Nou» al domingo siguiente, frente al Real Valladolid. Ajustado triunfo barcelonista por 2 a 0, con goles de Suárez y Kocsis, resultando lesionado de gravedad Coll. El Barça es líder con 4 puntos, uno más que el Sevilla. Y sale aun más reforzado de «Heliópolis», donde consigue su tercer triunfo consecutivo a costa del Betis. Gran partido de Suárez, y goles del propio Luisito, Kocsis y Czibor. Por los verdiblancos mojó un jovencito rubio y muy espigado llamado Yanko Daucik, hijo del famoso entrenador del equipo de las «Cinco Copas»-a la sazón al frente del cuadro hispalense-y por consiguiente sobrino de Kubala, que no jugó en la capital andaluza. Los azulgranas encabezan la tabla, y a dos puntos les siguen Valencia, Racing de Santander, Español y los dos equipos madrileños.

Arranca también  la segunda participación barcelonista en la Copa de Europa, en esta oportunidad  ante el Lierse, el campeón belga, que montará todo un cerrojazo en el «Camp Nou», que al menos les sirve para no salir goleados. 2 a 0 a favor de los catalanes – Czibor y Suárez-, con este equipo: Ramallets; Rodri, Garay, Gracia; Vergés, Gensana; Kubala, Evaristo, Kocsis, Suárez y Czibor. Y en la cuarto jornada de Liga, cuarta victoria azulgrana. Un nuevo 2 a 0 ante un Racing de Santander animoso pero sin mordiente, con dos tantos de Kubala. En las filas montañesas, algunos viejos conocidos de la afición culé, como el guardameta Piñol, el húngaro Kazsas y el valenciano Sampedro, inolvidable protagonista, merced a su solitario y decisivo gol, de la final de Copa del 57 en «Montjuich» frente al Español. A todo esto, el Barça encabeza la clasificación con 8 puntos y 4 positivos, con dos de ventaja sobre el Real Madrid.

Sin embargo, esta ligera ventaja va a perderla ya a la semana siguiente, pero antes ha de rendir visita a la cancha del Lierse, para disputar el partido de vuelta, que a la postre  resultará más sencillo que el del propio «Camp Nou», pues se impondrá por un claro 0 a 3 (Evaristo 2, y Villaverde), aunque tendrá que lamentar las lesiones de Kubala y Kocsis, de cierta consideración ambas. Y en el «Metropolitano», el Atlético de Madrid infligirá al Barça su primera derrota de la temporada. Muchas bajas en la formación barcelonista (Tejada, Kubala, Kocsis, Suárez y Czibor entre ellas, toda una delantera titular), y de ello va a resentirse el equipo, sin capacidad ofensiva a excepción del brasileño Evaristo. Collar y Mendonça marcaron los goles colchoneros. El Real Madrid alcanza a los azulgranas en la cabeza de la clasificación, igualando a 8 puntos.

Y coincidiendo con  la festividad del Pilar, día 12 de Octubre, se inicia la otra competición continental que disputa el Barça esta temporada, la Copa de Ferias. El partido se juega en la localidad croata de Zagreb, ante una potente selección local, y al frente del equipo no viajará Brocic, debido a su condición de exiliado político, dirigiendo a los jugadores desde la banda su segundo, Orizaola. Buen resultado (empate a uno, con gol de Villaverde), y esta alineación: Ramallets; Pinto, Garay, Gracia; Vergés, Gensana; Suco, Ribelles, Evaristo, Segarra y Villaverde.

El Barça va a continuar como líder, ahora en solitario, aprovechando el pinchazo del Real Madrid en su propio feudo ante el Sevilla tras la sexta jornada de Liga, en la que se deshace de la Real Sociedad en el «Camp Nou» con un estrepitoso 6 a 2, que aun pudo ser mayor si Evaristo no malogra un máximo castigo. Marcaron los goles blaugranas el propio Evaristo (3), Czibor, Gensana y Eulogio Martínez. Los donostiarras acusaron en demasía la ausencia de su meta titular, Araquistáin. En el cómputo general, el Barça les saca un punto de ventaja a la pareja perseguidora compuesta por ambos equipos madrileños. Y en la vuelta de la eliminatoria ferial, reñido encuentro ante el Zagreb, que se salda con una victoria mínima pero suficiente por 4 a 3, después de adelantarse los balcánicos con un inquietante 0 a 2. Suárez, Martínez, Gensana y Czibor fueron los goleadores.

 El Barça va a perder el liderato en «Altabix», en la séptima jornada, para no volver a recuperarlo ya más. Fue una auténtica sorpresa, pero el Elche, en vena de aciertos, volvió a derrotar a los azulgranas al igual que había hecho en la temporada anterior, en esta ocasión con tantos de Guerrero y Romero. Se lesionó Ramallets, siendo sustituido por el joven Rodri II, a tiempo para encajar uno de los goles locales. Suárez marcó para el Barça. Y en la fecha siguiente, derbi. El Español, que venía realizando un buen campeonato hasta entonces, va a salir goleado del «Camp Nou» (4 a 1). Los de Brocic dominaron durante todo el encuentro, y consiguieron sus goles por mediación de Tejada (2), Suárez y Kocsis. En la general, los merengues son primeros con 13 puntos, uno de ventaja sobre los azulgranas. Pero el sorteo para los octavos de final de la Copa de Europa  va a deparar una auténtica bomba: un nuevo enfrentamiento entre el Barça y el Real Madrid.

¡ EL REAL MADRID ELIMINADO DE «SU» COPA DE EUROPA !

Brocic02El Estadio «Santiago Bernabeu» es el escenario del partido de ida, el día 9 de Noviembre de 1960. Estas serán las alineaciones: por el Real Madrid, Vicente; Pachín, Marquitos, Casado; Vidal, Del Sol; Herrera, Mateos, Di Stefano, Puskas y Gento, y por el Barça; Ramallets; Rodri, Garay, Gracia; Vergés, Gensana; Villaverde, Evaristo, Kocsis, Suárez y Czibor. Arbitra el Señor Ellis, inglés, cuyas decisiones van a traer mucha cola, erigiéndose en uno de los protagonistas del encuentro.

El resultado final fue muy esperanzador para los intereses barcelonistas de cara a la vuelta, empate a dos, con tantos de Mateos y Gento para los blancos, y Luisito Suárez – el segundo de ellos al trasformar un penalty –para los azulgranas. Este máximo castigo, que estableció la definitiva igualada en el marcador, estuvo rodeado de una gran polémica, ya que la acción vendrá precedida de un posible fuera de juego de Kocsis. El linier levantó su banderín, pero el árbitro consideró que no había nada ilegal en la jugada e hizo caso omiso del gesto de su auxiliar, para indicar acto seguido la pena máxima en una falta del guardameta local, el catalán Vicente, al barcelonista Czibor, infracción que – según los blancos – se había cometido fuera del área. En un ambiente muy crispado por las acaloradas protestas del público y los jugadores madridistas, Suárez no falló desde el punto de penalty, obteniendo así el empate con el que finalizaría el choque. La decisión, el día 23 de Noviembre en el Camp Nou.

Pero antes de este nuevo “Partido del Siglo”, el Barça jugará un par de encuentros de Liga con desigual fortuna. En «Mestalla», en la novena jornada, se impondrá sin grandes dificultades al Valencia, con dos goles de Ribelles, aquel jugador leridano que HH solía utilizar en los desplazamientos en lugar de Kubala, que en esta oportunidad sí formó parte de la alineación. Y a tres días del trascendental compromiso contra los blancos, recibe al Sevilla en el «Camp Nou». Los andaluces, que estaban realizando un buen campeonato a las órdenes del antiguo portero barcelonista Lluís Miró, van a arrancar unas meritorias tablas, luchando durante los 90 minutos. Marcó primero Kubala, y empató después Agüero, para adelantarse de nuevo el Barça con gol de Gensana, e igualar definitivamente el sevillista Diéguez. Al Barça se le anularon dos goles. Con este resultado el Barça, al finalizar el primer tercio de la competición, se hallaba en segunda posición con 15 puntos, a sólo uno del líder, el Real Madrid.

El 23 de Noviembre de 1960 va a pasar con letras de oro a la historia del Fútbol Club Barcelona, pues en dicha fecha el equipo entrenado por Ljubisa Brocic conseguiría la proeza de eliminar por vez primera al Real Madrid de la Copa de Europa, cuyas cinco anteriores ediciones habían sido conquistadas de manera consecutiva por el conjunto blanco. Gran lleno en el Camp Nou, enorme expectación y, a las órdenes del árbitro inglés Mister Leafe, las siguientes alineaciones: por el Barça, Ramallets; Olivella, Garay, Gracia; Vergés, Segarra; Kubala, Evaristo, Kocsis, Suárez y Villaverde, y por el Real Madrid; Vicente; Marquitos, Santamaría, Casado; Vidal, Pachín; Canario, Del Sol, Di Stefano, Puskas y Gento.

En el minuto 33 va a llegar el primer gol barcelonista. Nacerá de las botas de Kubala, el hombre más destacado del partido, y lo va a materializar Martí Vergés, aunque la pelota golpeada por el mediocampista gerundense rebotará en el madridista Pachín, colándose en el marco defendido por Vicente. El 2 a 0 va a hacerse mucho de rogar, hasta el minuto 82, pero merecerá la pena. Un centro de Olivella desde la derecha lo va a rematar de cabeza acrobáticamente, lanzándose en plancha, el brasileño Evaristo, anticipándose a la intervención de Vicente. La fotografía que muy oportunamente captará tan espectacular tanto va a dar la vuelta al mundo, y aun hoy es de inserción obligada en cualquier libro que glose la trayectoria del Barça, cincuenta y cinco años después. Tomamos prestada la pluma del prestigioso periodista deportivo barcelonés Alfredo Rueda, en un artículo publicado en el especial navideño de la revista «Barça» en 1969, para recrear con mayor detalle un gol tan hermoso como histórico:

“Cuando el fotógrafo hundió su dedo sobre el disparador de su máquina actuó con esa inexplicable intuición que permite al profesional del periodismo gráfico dar un testimonio de los más asombrosos momentos de un partido para solaz y satisfacción de los aficionados. El balón partió de la derecha. El Barcelona atacaba sobre la portería norte del Camp Nou. De pronto, la pelota centrada por Olivella, parecía buscar la cabeza del ariete azulgrana Evaristo. Era un balón peligroso para Vicente, pero quedaba a medio camino entre él y Evaristo. Lógicamente tenía ventaja Vicente, ya que el portero puede emplear sus brazos, en este caso los largos brazos de un guardameta de elevada estatura, ante un delantero centro de talla media. En verdad, mientras el balón describía una curva perfecta sobre la boca de gol, pocos creían que Evaristo iba a poder ganar la acción a Vicente. De pronto, el delantero del Barcelona se lanzó en plancha por los aires. Su decisión fue más bien la actitud de un hombre que confía en poder volar, así como suena. Y el poder, la convicción de Evaristo, le llevaron hasta el balón antes de que Vicente pudiera tocar la pelota con su mano derecha extendida con auténtica desesperación. Evaristo conectó un violento cabezazo. Cien mil gargantas prorrumpieron en el grito mágico del fútbol: ¡¡ Gol !!

Pero no todos quedaron tan contentos con el resultado final. En el Real Madrid se insistiría largamente en los cuatro goles, cuatro, que el colegiado inglés Mister Leafe les había anulado, cargándole expresamente con la responsabilidad de su eliminación. Por su parte Brocic va a dejar también para la historia una frase que más o menos decía lo siguiente: «el Real Madrid es un equipo muy grande, tanto, que sólo el Barcelona puede eliminarlo».

A TRANCAS Y A BARRANCAS

Tras la gran hazaña continental, de nuevo el regreso a la realidad liguera de cada jornada, donde el Barça aun tenía todas sus opciones intactas. Por más que no fuese capaz de ganar en Granada, donde los locales realizaron un magnífico partido y a punto estuvieron de conseguir la victoria, aunque el choque acabó en tablas – 1 a 1-, con gol azulgrana a cargo de Evaristo. Ahora el Real Madrid aventajaba a los pupilos de Brocic en dos puntos. Pero el espectáculo debe continuar, como siempre dicen en los USA, ¿y a que no adivinan quién iba a ser el próximo visitante del «Camp Nou»? Pues sí, precisamente ese mismo equipo que están pensando…

El partido, como no podía ser de otro forma, lo van plantear los madridistas muy enrabietados, a modo de revancha de su recentísima eliminación. De manera que el 4 de Diciembre de 1960 comparecieron en el feudo barcelonista dispuestos a borrar la humillación de la infamante derrota de once día antes (que en realidad no lo había sido en absoluto, pues cayeron por la mínima ante un conjunto del potencial del azulgrana). Y en esta ocasión la fortuna va a sonreírles, aunque justo es reconocer su superioridad, basada en buena medida en el gran partido de Gento, que se impuso siempre a Olivella en su duelo particular, y bien puede decirse que allí terminó la carrera del defensor del Poble Sec como lateral. Di Stefano y Del Sol adelantaron al Madrid, y Eulogio Martínez y Villaverde equilibraron la contienda. Pero entonces comenzó el gran show del extremo cántabro, autor del tercer gol, con el cual se llegó al descanso. En la segunda mitad nuevamente Gento y Di Stefano colocaron un claro 2 a 5 en el marcador, reduciendo distancias Kubala con el tercer tanto azulgrana. Nada que reprochar a la victoria merengue, cimentada en un demoledor contraataque, ante el que de poco sirvió el dominio territorial barcelonista. Este fue el equipo que presentó  Brocic en el encuentro de la máxima: Ramallets; Olivella, Garay, Gracia; Vergés, Segarra; Kubala, Evaristo Eulogio Martínez, Suárez y Villaverde.

Con este resultado el Real Madrid aventajaba ya al Barça en cuatro puntos, distancia que se incrementaría a cinco en la siguiente jornada, en la que los blancos vencieron apuradamente al Real Valladolid, mientras que los azulgranas no pasaban del empate en «La Romareda» ante el Real Zaragoza, con gol de Luís Suarez. El título comenzaba a alejarse  de  un Barça demasiado irregular, asolado por una plaga de continuas lesiones  que obligaban a introducir cambios en la formación titular a cada partido. Por otra parte, el Real Madrid se estaba mostrando intratable, y llevaba también camino de pulverizar todos los records.

La jornada número catorce será testigo de otra nueva exhibición merengue, esta vez  en terreno del Betis, donde también ganaron “sin apearse del autobús “ (0 a 5), mientras que el Barça derrotaba por 4 a 2 en el «Camp Nou» a un Mallorca que dio más guerra de la esperada en su primera visita liguera, y al que únicamente la facilidad goleadora de Evaristo (3 tantos) consiguió doblegar. El otro gol lo marcaría Suarez. La portería del conjunto de la Isla de la Calma estaba defendida por el hijo del mismísimo Ricardo Zamora, «el Divino»

La Liga va a sufrir un parón debido a la Navidad, y el día 27 de Diciembre se jugará en terreno barcelonista un nuevo partido de Copa de Ferias. El adversario no parecía excesivamente temible – el Hibernians de Edimburgo-, pero los escoceses van a ser un hueso demasiado duro de roer y se irán para sus lares con un merecido empate a cuatro. Por el Barça marcaron Kocsis, en tres ocasiones, y Evaristo, y se alineó el siguiente equipo: Ramallets; Segarra, Garay, Gracia; Verges, Gensana; Villaverde, Kocsis, Evaristo, Kubala y Beitia. El año 1960 se despide con mal humor por parte de los socios y seguidores culés, y la figura el entrenador, como de costumbre,  está en el punto de mira. El juego del equipo no convence, y se rumorea el próximo cese del técnico balcánico

Finaliza la primera vuelta el día de Año Nuevo de 1961, y bien puede decirse que esa tarde se acabaron las remotas esperanzas que podía albergar el Barça de volver a revalidar su título de campeón, pues el Real Oviedo, con gol del ex-azulgrana Hermes González – vence en su feudo de «Buenavista» por 1 a 0, dejando ya al Barça a siete puntos del Real Madrid, y superado incluso en la segunda posición por el Atlético de Madrid. Para colmo de males, se va a lesionar Luís Suárez. Los números del equipo en esta primera ronda no son precisamente para tirar voladores: 19 puntos, que se desglosan en 8 victorias, 3 empates y 4 derrotas, con 33 goles a favor y 20 en contra.

Se inicia la segunda vuelta con un resultado negativo en el Camp Nou, donde el Athletic de Bilbao arranca un empate a dos que supondrá el final de Ljubisa Brocic como entrenador del Barcelona, cuando tan sólo llevaba seis meses en el cargo. Aguirre hizo los dos goles rojiblancos, mientras que Evaristo y Tejada marcaban los tantos de un renqueante Barça que formó así en el que va a ser último partido del serbio como responsable del cuadro catalán: Ramallets; Olivella, Garay, Gracia; Vergés, Segarra; Tejada, Kocsis, Evaristo, Kubala y Villaverde. Y el Madrid,  a 8 puntos ya.

Llegados a esa situación, se dudaba abiertamente del liderazgo de Brocic, y se aseguraba que-sin menoscabo de sus cualidades personales y técnicas-el equipo en nada había ganado cambiando a Helenio Herera por el balcánico. Los malos resultados y las continuas lesiones – que algunos achacaban a sus peculiares métodos de entrenamiento – le ponían en la picota, a pesar de ser también responsable de una verdadera proeza, tal como fue la eliminación del Real Madrid en octavos de final de la Copa de Europa. Además, se argumentaba que el fichaje de Garay, de cuya gran calidad nadie dudaba, había alterado el estilo de la defensa azulgrana, pues al tratarse de un central muy técnico, al que le gustaba salir con el balón controlado  y abandonar frecuentemente sus dominios, ello redundaba en la inseguridad de las líneas traseras, que estaban recibiendo más goles de lo habitual.

A las 9 de la noche del 12 de enero de 1961, el Club de Fútbol Barcelona va a convocar en su sede social de la Vía Layetana a la prensa deportiva de la Ciudad Condal, para darle cuenta puntual de sus últimas y trascendentes decisiones, según cuenta «El Mundo Deportivo» en su edición del día siguiente. La reunión tuvo lugar en el más amplio de los salones del local barcelonista, con la presencia de los componentes  del Consejo Directivo del Club, encabezados por su presidente, Miró-Sans, que tomó la palabra para comunicar que los acontecimientos deportivos se habían precipitado en las últimas horas, y aconsejaban «una estructuración vertebral de urgencia», que quedaba reflejada en la nota oficial que a continuación va a dar lectura el secretario del club, don Joaquin Viola Sauret, futuro alcalde de Barcelona en los años 1975-76, y asesinado más tarde en su propio domicilio junto con su esposa por un grupo terrorista :

«El Consejo Directivo del Club de Fútbol Barcelona ha estudiado con tiempo cierta reorganización de gobierno y servicios del club, ponderando debidamente el aspecto deportivo y el económico-administrativo, que están en innegable y recíproca dependencia. El momento actual aconseja no demorar la reforma. El rendimiento de nuestro primer equipo profesional en sus últimas actuaciones, no corresponde a las esperanzas depositadas en su valía, ni a la responsabilidad que tenemos contraída de defender nuestro glorioso nombre, y aun el de todo el fútbol nacional en las competiciones de Copa de Europa y Copa de Ferias, pero hasta el último minuto debemos esforzarnos en ganar o mejorar nuestra posición en las competiciones nacionales. Otra cosa, sería una deserción moral.

Ciertamente, la continuidad en el número y gravedad de nuestros lesionados, puede ser una parcial justificación, nunca total. Por ello nuestro primordial objetivo es rectificar el signo y volver a la vía de los triunfos propuestos y que nuestra afición legítimamente demanda, así como lograr la mayor solidaridad entre todos los buenos barcelonistas, cuya fe y respectivo deber no puede naufragar si el momento presenta dificultad.

A dicho fin, por unanimidad, se han tomado los siguientes acuerdos:

1º. Delegar la gestión ordinaria del Consejo en la Comisión Ejecutiva, prevista en el artículo 45 de los Estatutos, y compuesta por el Presidente, el Secretario, el Contador y el Tesorero, sin perjuicio de especiales delegaciones en otros miembros del Consejo, para cometidos determinados.

2º. Intensificar las relaciones interiores y exteriores del club.

3º. Aceptar el cese, a petición propia, del entrenador don Ljubisa Brocic, cuya caballerosidad y entrega a su labor merecen nuestro público reconocimiento, haciéndose  cargo de nuestro primer equipo profesional, don Enrique Orizaola, con toda la autoridad, autonomía y responsabilidad propias de tan delicado cargo.

4º. Reestructurar nuestros servicios técnico-deportivos, de modo que profesionales, en Comité o individualmente, tengan distribuida toda la competencia y respectiva responsabilidad, sin otras interferencias del Consejo que las connaturales a su alta misión de gobierno, especialmente en cuanto a la jerarquía y disciplina, y relaciones económico-contractuales.

Confiamos que estas medidas y voluntad sin reservas y coordinada de cuantos deseen cumplirlas y desarrollarlas, servirán eficazmente a los fines propuestos, se restablecerá la efusión barcelonista, a lo que nunca será obstáculo nuestro personal sacrificio, lograremos la necesaria colaboración de la sensata critica y, en definitiva, se levantará la moral de nuestros jugadores, para volver al nivel de victoria en todas las competiciones, al tiempo que se sentarán bases firmes para lograrlo en las venideras y para el desarrollo esplendoroso de nuestro querido club»

Y firman, en Barcelona a 12 de enero de 1961, el Presidente, Francisco (sic) Miró-Sans, y el Secretario, Joaquín Viola. Era evidente la voluntad de concentrar fuerzas-y poder-en un reducido núcleo dirigente, para afrontar el delicado momento, deportivo y económico, por el que atravesaba la entidad blaugrana. Y de este modo el joven técnico cántabro, que  había entrado en Can Barça casi de hurtadillas, con la misión de apoyar en todo lo posible a Brocic  para que este consiguiese su título de entrenador homologado para España, se veía ahora repentinamente responsabilizado  de la dirección de una gran plantilla que, si bien deambulaba con más pena que gloria por la Liga, aun seguía viva y coleando en las dos competiciones continentales.

UN TÉCNICO TROTAMUNDOS

Brocic03Pese al cese, el prestigio de Brocic no había desaparecido de la noche a la mañana, de manera que va a recibir otra oferta para seguir entrenando en nuestro país. Pero en esta ocasión no vendrá de uno de los «grandes», sino de un conjunto recién ascendido por primera vez a la División de Honor, el Club Deportivo Tenerife, y hacia las Islas Canarias se irá el buen técnico serbio. Los tinerfeños tenían un buen conjunto, en el que formaban varios jugadores que pronto serían figuras en el fútbol español, como eran los Ñito, Colo, Santos, Justo Gilberto, o José Juan, junto a futbolistas de reconocida solvencia, pero aun así su paso por la Primera División va a ser fugaz.Brocic va a dirigir al Tenerife solamente en las primeras ocho jornadas del Torneo de la Regularidad, y eso que los chicharreros debutaron con muy buen pie en la máxima categoría, goleando en el «Heliodoro Rodríguez López» a la Real Sociedad por 4 a 1, con tantos del posteriormente «magnífico» Eleuterio Santos (2), Paquillo y José Juan, y la siguiente formación: Ñito; Colo, Correa, Paquillo; Villar, Álvaro; Zubillaga, Santos, José Juan, Padrón y Aguirre. En la segunda jornada cayeron en «Sarriá» por 2 a 0, algo previsible, así como la derrota en su propio feudo ante el Barça a la semana siguiente, por 1 a 3, que les ponía ya con negativos, aunque en la cuarta jornada, y de nuevo en casa, volverían a vencer con amplitud, en esta ocasión a un Mallorca que sorprendentemente había arrancado con gran fuerza y ostentaba el liderato, 3 a 0, en un excelente encuentro donde marcaron Santos, Beitia y Aguirre de penalti.

A esas alturas eran sextos en la tabla, pero en la fecha siguiente fueron goleados en «San Mamés» por el Athletic, 5 a 0, y siete días más tarde, en un nuevo desplazamiento a la Península, van a caer por un solitario tanto, y de penalti, en el «Metropolitano» frente al Atlético de Madrid, y luego en la séptima volverán a sucumbir en el «Heliodoro…», aunque nada menos que ante el campeón, el Real Madrid (0 a 3), algo muy lógico, por otro lado. Son decimoterceros, con 4-4, pero en la octava jornada logran su tercera victoria, ante un gris Valencia, y entonces justamente es cuando va a ser cesado Brocic, con el equipo en zona de promoción, en el puesto 14, con 6 puntos y 4 negativos, pero habiendo jugado con los rivales más difíciles a excepción del Zaragoza.

Le sustituirá Vicente Gimeno Perales, provisionalmente durante tres jornadas, y a partir de la fecha número 12 ocupará el banquillo Enric Rabassa, paradójicamente el mismo técnico a quien él relevó en el Barça, y que no conseguirá finalmente la permanencia. Con posterioridad el preparador serbio seguirá ejerciendo su profesión durante casi dos décadas, tanto en Oriente Medio como en nuestras antípodas, puesto que dirigirá a las selecciones de Kuwait, Bahrein-donde se retirará de los banquillos-y Nueva Zelanda, así como al conjunto australiano South Melbourne Hellas. Va a fallecer precisamente en dicha ciudad el 16 de agosto de 1995, a la edad de 83 años.

Pero su debut no hizo honor al tópico, pues el Barça regresó derrotado de una nueva salida teóricamente asequible, a Valladolid, donde los locales se impusieron por un gol a cero, marcado por un joven e impetuoso ariete navarro llamado José Antonio Zaldúa. Esta fue la primera alineación presentada por el montañés: Ramallets; Olivella, Garay, Gracia; Vergés, Segarra; Tejada, Villaverde, Evaristo, Kubala y Beitia. La derrota al miércoles siguiente, en un amistoso internacional ante la Universidad de Chile en el Camp Nou – en una partido en el que actuaron varios jugadores del Condal – no pasó de ser un hecho anecdótico, pero en aquella temporada hasta las anécdotas adquirían tintes negativos.

Tres jornadas ligueras consecutivas llevaba sin vencer el Barça, un hecho que seguramente no se registraba desde hacía mucho tiempo, pero al menos en la que hacía el número 18 se quebró la mala racha, aunque fuera de forma apurada, en el propio Camp Nou y ante un rival de los teóricamente  inferiores, el Real Betis Balompié de los Daucik, padre e hijo. Gensana y Kubala hicieron los goles barcelonistas, y el equipo formó con: Ramallets; Foncho – que hacía así su debut en encuentro oficial-, Garay, Gracia; Vergés, Gensana; Tejada, Villaverde, Kocsis, Kubala y Beitia. Pero al domingo siguiente, vuelta a las andadas. En los Campos de Sport del Sardinero, el Racing de Santander derrota a un Barça desconocido por 1 a 0,  mediante a un tanto marcado por un ex-barcelonista, Francisco Sampedro, el héroe de la final copera del 57. Y la diferencia con respecto al Real Madrid era ya de auténtico escándalo: 12 puntos. Este fue el once que actuó en la capital montañesa: Ramallets; Foncho, Garay, Gracia; Gensana, Vergés; Tejada, Ribelles, Eulogio Martínez, Evaristo y Villaverde.




Historia de la Eurocopa (V). Yugoslavia 1976.

La quinta edición de la Copa de Europa de Selecciones Nacionales arrancaba con el mismo formato competitivo de las dos últimas. Una vez más, las 32 selecciones adscritas a la UEFA quedaban repartidas en ocho grupos de cuatro equipos cada uno. Los ocho campeones de grupo pasarían a disputar, posteriormente, las eliminatorias de los cuartos de final. Entre el 1 de septiembre de 1974 y el 28 de febrero de 1976, tendrían lugar los 96 encuentros de que constaba esta primera fase de grupos.

El sorteo había deparado un Grupo 1 con Inglaterra, Checoslovaquia, Portugal y Chipre. Los tres primeros mantuvieron un codo a codo interesante durante toda la liguilla. Checoslovaquia, que había sido derrotada con claridad en Wembley en el partido inaugural, terminaría logrando la clasificación con un punto de ventaja sobre los ingleses (una de las decepciones del torneo) y dos sobre los lusos.

Las selecciones de Hungría, Austria, Luxemburgo y Gales componían el Grupo 2. El sorprendente combinado galés se llevaría el gato al agua en forma de clasificación para cuartos. Una única derrota, cosechada en Viena en el primer compromiso, y cinco triunfos consecutivos, le valdrían para lograr el pasaporte. Especialmente llamativas resultaron las dos victorias sobre Hungría, una de ellas en Budapest, que confirmaban su liderazgo en el grupo y la decadencia de la otrora gran selección magiar. Por cierto, debacle del fútbol británico, con el País de Gales como único representante en la siguiente ronda del campeonato.

Poca resistencia encontró Yugoslavia en su recorrido por el Grupo 3. Con Irlanda del Norte, Suecia y Noruega como compañeros de viaje, solamente los norirlandeses lograrían vencerles en los seis encuentros disputados. Todos los demás partidos fueron saldados con victorias.

En el Grupo 4 se daban cita España, Escocia, Dinamarca y Rumanía. Con sufrimiento y muchos altibajos en su juego, los chicos de Kubala conseguirían finalmente la clasificación. Más firmes fuera que en casa (con dos victorias y un empate a domicilio y dos igualadas y un triunfo como locales), los españoles pasaban por delante de Rumanía, también invicta, pero cuyos cinco empates en seis partidos resultarían, a la postre, todo un lastre.

Interesante resultó la composición del Grupo 5, con dos de los grandes animadores del último Campeonato del Mundo, Holanda y Polonia y la siempre competitiva selección italiana. Finlandia cerraba el cuadrangular como mera comparsa. Y así fue. Holanda y Polonia terminarían empatadas a ocho puntos e Italia, tercera, sumaría siete. La mejor diferencia de goles a favor de la ya conocida como Naranja Mecánica (14-8, frente a los 9-5 de los polacos), terminaría por darle el ajustadísimo billete final.

La Unión Soviética, gran dominadora histórica del torneo, con un título y tres finales de cuatro posibles, se las prometía muy felices en un Grupo 6 que completaban Irlanda, Turquía y Suiza. Pero dos derrotas en sus tres desplazamientos hicieron tambalear los cimientos de su presumible superioridad. Con ocho puntos, sólo uno más que los irlandeses, ponían la rúbrica a su sufrida clasificación. La derrota por la mínima de Irlanda en Berna, terminaría resultando clave.

En el Grupo 7, Bélgica, Alemania Oriental, Francia e Islandia, se disputaron la clasificación para los cuartos de final. Los alemanes del Este, que habían vencido en Bruselas y empatado en Leipzig frente a los belgas, tenían todas las papeletas para meterse en la siguiente ronda. Pero su inesperado 1-1 en casa ante Islandia y el estrepitoso 2-1 en Reykjavik, frente la misma selección, dejaban en bandeja de plata la clasificación a los Diablos Rojos.

Alemania Federal, Grecia, Bulgaria y Malta formaban el Grupo 8. Con bastantes más apuros de los inicialmente previstos, los campeones de Europa y del mundo pasarían a la siguiente fase con tres triunfos y tres empates, dos de ellos frente a los animosos griegos, segundos en la clasificación. Con tan sólo catorce goles en seis encuentros (ocho de los cuales, marcados a Malta en la última jornada), el cuadro bávaro no había tardado mucho en añorar la asombrosa facilidad goleadora del Torpedo Müller, quien, tras 68 dianas en 62 partidos, había anunciado su adiós a la selección después del Mundial-74.

El 24 de abril de 1976 daban comienzo los cuartos de final, con tres de los cuatro encuentros de ida. En Madrid, un tiempo para cada equipo arrojaba un resultado final de 1-1 entre España y Alemania Federal y dejaba las espadas en todo lo alto para el compromiso de vuelta. Santillana en la primera mitad y Beer en la segunda, habían firmado las tablas. Mientras, en Zagreb, dos tantos de Vukotic y Popivoda a la recia selección de Gales, acercaban un poco más el objetivo final al equipo yugoslavo. En Bratislava, Checoslovaquia se imponía con justicia y merecimiento a la URSS, con goles de Móder y Panenka, complicando considerablemente el pase soviético a la penúltima ronda del torneo. ¿Podrían remontar la eliminatoria y disputar su quinta semifinal consecutiva los chicos de la CCCP? Al día siguiente, Holanda se daba un festín en Rotterdam a costa de sus vecinos belgas, con un sensacional Johan Cruyff como jefe de operaciones y un inspirado Bobby Rensenbrink, autor de tres de los cinco goles de su equipo.

El 22 de mayo se disputaron los cuatro encuentros de vuelta, en los que no hubo lugar a muchas sorpresas. En el Olímpico de Múnich, dos goles antirreglamentarios de Alemania (uno, de Höness, precedido de un fuera de banda no pitado y otro, de Toppmöller, en claro fuera de juego), dejaban en la cuneta a un conjunto español con escasa fe y ninguna fortuna. Los campeones alemanes, con un pobre bagaje a lo largo del campeonato, ya estaban en las semifinales. En Bruselas, Holanda remontaba el tanto inicial de Van Gool, con un gol de Rep y una genialidad de Cruyff, para meterse en su primera semifinal continental. En un durísimo choque disputado en Cardiff, donde la policía tuvo que intervenir para evitar males mayores al colegiado alemán Glöckner, Gales y Yugoslavia empataban a un gol, resultado que metía a los plavi en la fase final del campeonato. Katalinski, de penalti, y Evans, los goleadores. En Kiev, se esperaba con verdadero interés el desenlace final entre soviéticos y checos. La victoria por 2-0 en la ida, favorable a los segundos, ponía muy difícil la clasificación a la URSS para una hipotética quinta fase final. Y no pudo ser. Un sólido y bien plantado conjunto checoslovaco apeaba, por vez primera en la historia del torneo continental, a la Unión Soviética en la misma antesala de las semifinales. Móder, por dos veces para Checoslovaquia y Buryak y Blokhin para los soviéticos, establecían el 2-2 definitivo que clasificaba al conjunto visitante para la segunda semifinal de su historia.

Conocidos los cuatro semifinalistas, la UEFA otorgó la organización de la fase final a Yugoslavia, subcampeona europea en 1960 y 1968. Belgrado y Zagreb serían las ciudades elegidas para los cuatro últimos partidos de la presente edición de la Eurocopa. En el Maksimir Stadion de la capital croata, Holanda y Checoslovaquia disputaban la primera semifinal, el 16 de junio. La brillante Holanda, subcampeona del mundo, comandada por Cruyff, el mejor futbolista del momento, ante la supuesta cenicienta del cuadrangular, Checoslovaquia. Pocos habían reparado en que los checos venían de dejar en la cuneta a Inglaterra en su grupo de la fase preliminar y a la siempre favorita Unión Soviética, en la ronda de cuartos. El conjunto oranje, que alineaba a siete jugadores finalistas en Alemania-74, confiado en exceso ante la desconocida selección rival, se veía sorprendido a los 20 minutos por el gol de Anton Ondrus, el defensa libre checo. Desde ese instante, el encuentro se convertía en una contrarreloj para los tulipanes, incapaces de hincar el diente a un equipo sin fisuras, bien organizado y con un excelente cancerbero, Ivo Viktor, futuro Balón de Bronce de la temporada. Tuvo que ser de nuevo Ondrus, ahora en su propia portería, el que les echara una mano con el tanto del empate a un cuarto de hora del final. En la prórroga, expulsados Neeskens y Van Hanegem  por los holandeses y Pollak por los checoslovacos, el partido se rompía definitivamente. Nehoda (114’) y Vesely (118’) acertaban de nuevo con el portal de Schrijvers  y colocaban a su selección, de forma inesperada, en el partido que decidiría el título.

 Al día siguiente, en un abarrotado estadio Estrella Roja de Belgrado, Yugoslavia, el anfitrión, y Alemania Federal, vigente campeona de todo, medían sus fuerzas en la otra semifinal. Para los plavi suponía la gran ocasión de resarcirse por las grandes decepciones cosechadas en las ediciones de 1960 y 1968, donde la URSS primero e Italia después, les habían dejado con la miel en los labios. Para los germanos, el partido significaba todo un reto: meterse en otra final internacional para lograr un tercer título de manera consecutiva, algo inaudito hasta la fecha. Y el encuentro no dejaría indiferente a nadie. Yugoslavia, brillante dominadora en la primera parte, tomaba una importante ventaja antes del descanso con los goles de Popivoda y Dzajic. Contra cualquier selección del mundo, ese resultado bien podría considerarse casi definitivo, más aún jugando como local ante un público entregado. Pero frente a un conjunto como Alemania Federal, nada es definitivo hasta el pitido final. Flohe, que había salido de refresco tras el intermedio, acortaba distancias en el 65’. Faltaban once minutos escasos para la conclusión y Yugoslavia, que había dado un pasito atrás ante el empuje alemán, parecía tener en su mano la final. Pero Helmut Schön, seleccionador germano, aún conservaba una bala en su recámara y menuda bala. Decidía sustituir a Wimmer por Dieter Müller, delantero del Colonia, que hacía su debut con el equipo nacional. A los tres minutos de su estreno ya había empatado el partido y forzado la prórroga. Dos nuevas dianas del novato ariete en el tiempo extra, metían a Alemania Federal en otra final y terminaban dramática y cruelmente con el sueño balcánico.

Así pues, Yugoslavia y Holanda jugaban el Zagreb el partido de consolación, el 19 de junio. Sin Cruyff en el césped y con un tercer puesto europeo en juego, que sabía a poco después de haber estado a punto de meterse en la final, el estadio Maksimir presentaba un aspecto ciertamente desolador. Pero al partido no le faltará emoción, como estaba siendo habitual durante todo el Europeo. Geels y Willy Van de Kerkhoff, en la primera parte, ponían una sólida ventaja favorable a los tulipanes, que sin embargo no sería definitiva. Katalinski, a un suspiro del descanso, y Dzajic, con un espectacular free kick a los 83 minutos, establecían las tablas en el marcador y despertaban al escaso y aletargado público local. En la tercera prórroga de tres partidos jugados, de nuevo Ruud Geels, ahora sorprendiendo por su palo corto a un descolocado Petrovic, conseguía el definitivo 3-2 y la tercera plaza europea para un conjunto holandés que había arribado al país balcánico una semana antes, en busca de un botín bastante más preciado.

El domingo 20 de junio de 1976, el Pequeño Maracaná de Belgrado recibía a las formaciones de Alemania Federal y Checoslovaquia, con el título de campeón de Europa en juego. Los alemanes, que habían levantado la última Eurocopa hacía cuatro años y el pasado Mundial hacía dos, aparecían ante todos como los grandes dominadores del concierto internacional y los indiscutibles favoritos para esta final, más aún, después de salvar el partido anterior en los instantes finales con la irrupción casi milagrosa de Dieter Müller, única novedad en el once de los germanos. Checoslovaquia, por su parte, sorpresa inesperada del torneo, saltaba al césped con los mismos héroes de la  semifinal, excepción hecha del sancionado Pollak, sustituido por Svehlik. Dos veces finalista en una Copa del Mundo, aunque en épocas más gloriosas y demasiado lejanas (1934 y 1962), salía sin miedos, complejos ni ataduras. Con la seguridad irresponsable del que no tiene nada que perder. Así, después de una serie de rechaces en el área, Jan Sevhlik superaba a Maier para poner en ventaja a su equipo. Corría el minuto 8 y Alemania no se había desperezado aún. Para cuando quiso hacerlo, Dobias ya le había agujereado otra vez las redes, a los 23 minutos, subiendo al marcador un sorprendente 0-2. La conciencia de muchos holandeses respiraría aliviada, a buen seguro. No les había eliminado un cualquiera. Checoslovaquia, con ocho eslovacos y tres checos sobre el campo, dominaba el partido y el tanteador antes de la media hora. Pero había un problema: jugaba contra Alemania Federal, con todo lo que eso supone. Y a los 28 minutos comenzaría a notarlo. Un centro desde la derecha de Beer lo remataba en el área pequeña Dieter Müller, metiendo de nuevo a su equipo en el partido, si es que lo había abandonado alguna vez. Otra vez Müller, el otro Müller. ¿Habría encontrado la Mannschaft al nuevo Torpedo, sin necesidad de cambiar de apellido? Con el 1-2 provisional, el encuentro se iba al descanso. Al regreso, los teutones poco a poco, irán volcando el campo hacia el área de Viktor, segurísimo toda la noche. Había dominio alemán, ocasiones checas a la contra, idas y venidas y mucha emoción. En el último minuto, Checoslovaquia concedía córner a la derecha de Viktor. Lo botaba Höness y Hölzenbein, adelantándose al portero rival en su único lunar de todo el torneo, cabeceaba a las mallas. Otra vez empate sobre la bocina. Otra prórroga a última hora. Otra igualada in extremis. Otra vez Alemania.

En el tiempo extra, el cuarto en un campeonato de cuatro partidos, ningún equipo lograba dar señales de vida, con lo que el título de campeón europeo tendría que resolverse en una tanda de penaltis. Única vez, en la historia de la Eurocopa, que ha sido así. Masny, Nehoda, Ondrus y Jurkemik, cumplían con su cometido. Bonhof, Flohe y Bongartz, también acertaban con sus lanzamientos. Era el turno de Uli Höness, bravo centrocampista del Bayern muniqués. Su disparo fuerte, alto, al limbo, dejaba contra las cuerdas a su equipo. Faltaba un último penalti, favorable a Checoslovaquia. El centrocampista del Bohemians de Praga Antonin Panenka, que había avisado a sus más íntimos de que haría algo especial con su lanzamiento, si tenía la ocasión, se encontraba ante el momento culminante del fútbol checoslovaco. A un chut de salir campeones, nada menos. Sin pestañear, se alejó del área para coger bastante carrerilla. Cuando parecía que golpearía con fuerza, metió la puntera bajo la pelota y con una vaselina genial, inverosímil e inesperada, la elevó dulcemente para superar a un Maier que, atónito, se había vencido a su izquierda. El penalti, catalogado por muchos como la obra de un genio o un loco, pasaría a la historia hasta convertirse en todo un referente. Checoslovaquia sorprendía a Europa entera y lograba el mayor hito futbolístico de su trayectoria internacional. Mientras, Alemania Federal, la gran derrotada, hincaba la rodilla y se quedaba a las puertas de un tercer título consecutivo.

FASE FINAL YUGOSLAVIA 1976

SEMIFINALES

ALEMANIA FEDERAL   4 – YUGOSLAVIA   2

Flohe (65’) y D. Müller (82’, 115’ y 119’) /

Popivoda (19’) y Dzajic (30’).

CHECOSLOVAQUIA    3 – HOLANDA    1

Ondrus (20’), Nehoda (114’) y Vesely (118’) /

Ondrus (74’, pp).

TERCER Y CUARTO PUESTO

HOLANDA    3 – YUGOSLAVIA     2

Geels (27’ y 107’) y W. Van de Kerkhof (39’) /

Katalinski (43’) y Dzajic (83’).

FINAL

Belgrado (Crvena Zvezda), 20 de junio de 1976.

CHECOSLOVAQUIA      2 (5) – ALEMANIA FEDERAL      2 (3)     

Svehlik (8’) y Dobias (23’) / D. Müller (28’) y Hölzenbein (89’).

TANDA DE PENALTIS: Masny (gol, 1-0); Bonhof (gol, 1-1); Nehoda (gol, 2-1); Flohe (gol, 2-2); Ondrus (gol, 3-2); Bongartz (gol, 3-3); Jurkemik (gol, 4-3); Höness (fuera, 4-3); Panenka (gol, 5-3).

CHECOSLOVAQUIA: Viktor; Pivarnik, Capkovic, Ondrus, Gogh; Dobias (Vesely, 94’), Móder, Panenka; Masny, Svehlik (Jurkemik, 79’) y Nehoda.

ALEMANIA FEDERAL: Maier; Vogts, Schwarzenbeck, Beckenbauer, Dietz; Höness, Bonhof, Wimmer (Flohe, 46’); Beer (Bongartz, 80’), D. Müller y Hölzenbein.

ÁRBITRO: Sergio Gonella (Italia). Amonestó a los checoslovacos Dobias (55’) y Móder (59’).

GOLEADORES FASE FINAL

 

4

Müller (D) (Alemania Federal).

2

Geels (Holanda) y Dzajic (Yugoslavia).

1

Flohe y Hölzenbein (Alemania Federal), Dobias, Nehoda, Ondrus, Svehlik y Vesely (Checoslovaquia), Van de Kerkhof (W) (Holanda) y Katalinski y Popivoda (Yugoslavia).

En p.p.

Ondrus (Checoslovaquia).

EL PAPEL DE ESPAÑA

El 13 de febrero de 1974 España y Yugoslavia dirimían en Frankfurt la clasificación para la fase final del Campeonato del Mundo. Un tanto a bocajarro del central yugoslavo Josip Katalinski clasificaba a la escuadra balcánica y hundía un poquito más a nuestra Selección en el saco de la mediocridad, la desilusión y el fracaso permanente. Incapaz de meterse en la fase final de México-70, eliminada en la ronda previa de Bélgica-72 y fuera también del Mundial de Alemania-74, por citar sólo el historial del equipo en la presente década, la escuadra de Kubala se asomaba al abismo y se aferraba, irremediablemente, con más recelo que esperanza, a la siguiente edición del Campeonato de Europa, que tendría lugar a lo largo de las temporadas 1974-75 y 1975-76. En un grupo compartido con Dinamarca, Escocia y Rumanía, selecciones semi desconocidas para el gran público, pero igualmente temidas más que a un nublado, nuestros representantes patrios necesitaban quedar primeros al final de la liguilla para acceder a los cuartos de final del torneo, ronda mínimamente exigible al conjunto español, al menos, para lavar su imagen gris y deteriorada de los últimos tiempos.

Así las cosas, siete meses después del varapalo de Frankfurt, con el mismo seleccionador al mando y parecidos mimbres en el cesto, el equipo nacional español se presentaba en el Idraetspark de Copenhague para su estreno en la competición. De forma sorprendente e inesperada, los Kubala Boys realizarán un partido serio, comprometido y eficaz, que les valdrá para lograr sus dos primeros puntos en el grupo clasificatorio. Claramunt, de penalti, antes de la media hora y Roberto Martínez en el 41’, permitían un intermedio tan plácido como imprevisto. Tras el descanso, la cosa parecía torcerse con el gol de penalti de Nygaard y la expulsión de Claramunt, pero España supo mantener el control de la situación en todo momento, para sumar una primera victoria, sufrida pero reparadora. Buen partido y mejor resultado para empezar. En noviembre tocaba viajar de nuevo. Glasgow era el destino para medirnos al rival más fuerte de los tres, probablemente. En una noche gélida y desapacible, sobre un terreno de juego lamentable, el partido se ponía muy cuesta arriba desde el inicio. A los 10 minutos Bremner ya había batido a Iríbar y a los 20, el austríaco Linemayr pitaba penalti favorable a los locales. La situación no podía ser más crítica y las perspectivas menos halagüeñas. Pero El Chopo adivinaba la intención del lanzador Hutchinson y el equipo se vino arriba. En otra solvente actuación, España tiraba de casta, firmeza y talante para voltear un complicado marcador. Dos golazos de Quini, uno en cada tiempo, salvaban el espinoso compromiso escocés y aupaban al combinado nacional a lo más alto de la tabla, con dos de los tres desplazamientos cubiertos ya. La cosa pintaba bien. Pero a la Selección española, ya se sabe, no conviene nunca tenerla como favorita. Después de dos buenos partidos a domicilio y cuatro importantísimos puntos logrados, a los chicos de Kubala les tocaba mostrar la cruz de la moneda. En febrero de 1975 nos visitaba Escocia en el Luis Casanova de Valencia. Era la noche del debut de Camacho y del récord de Iríbar quien, con 47 internacionalidades, superaba la mítica barrera de 46 presencias con la Selección establecida por Ricardo Zamora allá por febrero de 1936. Pero la fiesta pronto se tornaría en funeral. Joe Jordan, en la primera acción del partido, daba una ventaja a Escocia que se mantendría durante más de una hora de juego decepcionante de los nuestros. Por fortuna, el sportinguista Alfredo Megido, que también hacía su estreno con la Selección, lograba rescatar un valioso punto sólo 5 minutos después de haber sustituido a Gárate. Dos meses más tarde, la historia se repetía contra el equipo de Rumanía. En otra desafortunada actuación de nuestros representantes, los rumanos nos arrancaban otro puntito de oro a su paso por el Bernabéu, para estrechar una clasificación que parecía tener claro color rojo tras los dos primeros partidos. Velázquez, casi al inicio, y Crisan, ya en la segunda mitad, rubricaban el 1-1 final. España acababa de desperdiciar parte de la renta lograda con sus victorias en Copenhague y Glasgow. Tocaba vencer a Dinamarca y sacar algo de Bucarest para lograr el objetivo de la clasificación. El Día de la Hispanidad de 1975, España y Dinamarca jugaban el penúltimo compromiso clasificatorio en el estadio Sarrià de la Ciudad Condal. La victoria era imprescindible para los nuestros, pues aún faltaba visitar a una Rumanía también con opciones de obtener el pase. Con goles de Pirri y Capón, España conquistaba otros dos puntos fundamentales para sus aspiraciones, aunque con un fútbol deplorable. El peor partido en toda la fase preliminar. Se vencía por inercia, por la tibieza danesa, pero el descontento de la abnegada afición española había resultado evidente. El 16 de noviembre, el estadio 23 de Agosto de la capital rumana presentaba un ambiente excepcional. Lleno hasta los topes para empujar a su selección hacia la victoria contra el equipo español. Un puntito necesitaba España para estar matemáticamente en cuartos de final y había que evitarlo a toda costa. Kubala formaba un once con: Miguel Ángel; Sol, Benito, Migueli, Camacho; Pirri, Villar, Del Bosque; Quini, Santillana y Rojo. Un once que, en esta ocasión, sabrá estar a la altura de las circunstancias. En el encuentro decisivo, España se desenvolvía con la intensidad, la concentración y la puntería necesarias para poner un tranquilizador 0-2 en el marcador, en una hora de juego más que convincente. Villar y Santillana hacían respirar de alivio a toda España, aunque no de manera definitiva. Con la cómoda ventaja, la relajación de los nuestros y el arreón final de los rumanos no se haría esperar. Georgescu, de penalti, y Iordanescu, a falta de diez minutos, añadían una emoción inesperada al partido y devolvían la taquicardia a la parroquia española. Finalmente, todo resultaba un susto. Como no podía ser de otra forma, con emoción y sufrimiento, el equipo de Kubala obtenía el premio pretendido: el pase a los cuartos de final de la Eurocopa. Al menos en esta ocasión, el sin vivir de la afición provocado por la inconsistencia y la irregularidad de nuestro combinado, había merecido la pena.

De los siete posibles rivales en el sorteo de los cuartos de final, no nos podía tocar un rival peor. Alemania Federal, vigente campeona del mundo y de Europa, sería nuestro contrincante. Posiblemente, la escuadra más competitiva, eficiente y fiable del panorama internacional. El 24 de abril, en el Vicente Calderón de Madrid y con la presencia del nuevo Jefe de Estado, el Rey don Juan Carlos I, se jugaba el primer asalto. Kubala salía con: Iríbar (en su última aparición con la Selección); Sol, Benito, Migueli, Capón; Camacho, Villar, Del Bosque; Quini, Santillana y Churruca. Helmut Schön, por su parte, alineaba a: Maier; Vogts, Schwarzenbeck, Beckenbauer, Dietz; Bonhof, Wimmer, Danner; Hölzenbein, Beer y Worm. Con un público ejerciendo perfectamente su papel de jugador número doce y un equipo motivado, enchufado y seguro de sí mismo, el dominio del partido durante la primera mitad correspondía a los españoles. En ese tiempo, Santillana había sorprendido a Maier con un fulgurante punterazo para subir el 1-0 al marcador. Pero como nada es eterno, mucho menos el buen juego de nuestra Selección, las tornas cambiarían tras el intermedio. Los teutones, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, iban haciéndose los dueños del cotarro. Un zurriagazo de Beer, casi desde Múnich, que se colaba como un misil por la escuadra izquierda de Iríbar, establecía el 1-1 definitivo con el que ambos contendientes afrontarían el decisivo encuentro de vuelta.

Un mes más tarde, un conjunto español diezmado por las bajas, saltaba al fortín muniqués del Olympiastadion con la remota esperanza de destronar al campeonísimo equipo local. Miguel Ángel sustituía a Iríbar bajo los palos. Capón y Camacho ejercían de laterales y Sol y Pirri ocupaban el centro de la zaga. Asensi entraba en el medio campo y se repetía con la línea de ataque. En un choque crucial, no podía faltar el infortunio a nuestra alicaída Selección. En dos minutos se pasaba de un balón al travesaño de Quini, al primer gol de Alemania. Beer se llevaba una pelota que había traspasado la línea de banda. Ante la pasividad del colegiado francés, Monsieur Wurtz, y también de los jugadores españoles, que protestaban inútilmente la acción, Höness superaba a Miguel Ángel. Al poco, se lesionaba Sol y Kubala debía agotar un primer cambio antes de los primeros 20 minutos. España trataba de reaccionar y de no perder el pulso al partido, pero todo resultaría en vano. A falta de dos minutos para el descanso, Beckenbauer, en fuera de juego, recibía en el área de Miguel Ángel. Su disparo a bocajarro, lo rechazaba el gato madridista. Toppmöller, también en posición anti reglamentaria y aprovechando la colección de estatuas en que se había convertido la zaga española, remataba la jugada y la eliminatoria. Con el oficio germano y la escasa esperanza de los nuestros, la segunda parte no tendría mucha más historia (hubo un gol anulado a Quini en el 89’) y la Selección española se volvía para casa, una vez más, con el zurrón bien cargadito de fracaso, frustración y maleficio. Lo de siempre.