Los mejores goles de España (III)

36       Grosso, aquel heredero de Di Stéfano.

España –Turquía: 31-5-1967

Fue famoso por decir que “la Historia es la maestra de la vida”, pero realmente la frase importante de dicho caballero fue:” No es lo mismo hacer solitarios que jugar al tute arrastrado”.

Ambas cosas entraron en conjunción en aquellas fechas. Sonadas fechas: … porque el Celtic de Glasgow, con un fútbol “a lo Amberes”, burreó  generoso a los sistemas del superferolítico Helenio Herrera el Grande, y le sopló la Copa de Europa de Clubes; … porque Balmaña, seleccionador nacional, dijo, en un alarde de originalidad –que venía desde Paco Bru en 1920-, “El problema de la Selección no tiene remedio”… porque un estudioso retomó el tema de la esencia del fútbol y aseveró: “¿Cuál es la finalidad del fútbol?. Hacer goles. Se hace fútbol para hacer goles, no para entretener el balón en el centro del campo” … porque desde Alberto Bosch 13, alguien dijo con contundencia: “Consigna ante Turquía, meter goles”… porque nadie se acordó de los gafes y la Selección, que iba a jugar en San Mamés, se alojó en el mismo hotel de Neguri en donde había estado la frustrada expedición de Chile 62…

A todo esto, España seguía teniendo el cinturón de Campeón de Europa enrollado a la cintura como si fuera un refajo de lagarterana.

Aún más, Turquía llegaba a Bilbao como si no hubiera existido Lepanto.

Por si acaso, el equipo español iba a jugar con un doble pivote. Sí, sí el mismo que iban a inventar los genios de la retórica de medio siglo más tarde. Lo que pasa es que ni Glaría IV ni Paquito lo sabían. Por ello no daban una a derechas, talmente como los dobles pivotes que se iban a sacar de la manga los prestímanos que estaban naciendo en aquellos momentos.

Total: se llegó al descanso con 0-0. Lo cual podía poner la clasificación de España en la III Copa de Europa de Selecciones en el mismo alero de siempre.

 Y eso que Gallego, el defensa histórico, emblemático y mítico, había blocado el balón con ambas manos en un “plongeón”, como entonces se decía, mejor que el que acababa de fallar Iribar. Al suizo Dittmar Huber, según se supo después, le nombró la ONCE socio emérito y supernumerario.

Los leones de San Mamés estaban a punto de comerse al Santo niño de la cercana ermita cuando alguien se acordó de Gento. Y eso que el público bilbaíno le aclamaba en cuanto le llegaba el balón. O sea tres veces hasta ese momento. Era la cuarta. Y el extremo se dijo: “Va por ti, Gorostiza”. Todo fácil. Corrió y corrió. Dejó a las naves turcas en el Bósforo y al defensa Sukru con lumbago de por vida. El envío fulminante. Adelardo lo reexpidió según llegaba, por si el cartero no llamaba otra vez. Y Grosso, nada menos que el sucesor de Di Stéfano en la punta del Madrid y, como se ve, de la Selección, cabeceó ortodoxamente hacia donde no crece nunca la hierba en las porterías de San Mamés.

El gol hizo que Domingo Balmaña se guardara el papel de la dimisión en el bolsillo de la gabardina.

37       Sclessin, Asensi salió vivo

Bélgica – España: 23-febrero-1969.

Lampedusa en “El Gatopardo” ya advirtió su maniobra de “cambiarlo todo, para que todo siguiera igual”. Se había ido Balmaña, ¿o lo secuestró el Barcelona?, y había accedido al cargo el doctor Toba, al que quizá hubiera que motejar como “el de los tristes destinos”.

Y lo dicho, todo igual.

El doctor Toba estaba en un equilibro de cuerda floja sin red. El cuervo de un nuevo giro de Lampedusa le revoloteaba como una avispa en la playa. Porque, como insistía Orwell hay unos cerdos más iguales que otros…

La encerrona de Lieja olía a manipulado desquite del empate de Chamartín, en donde había sido expulsado el central belga Hanon; el seleccionador Goethals había estudiado a fondo “la Teoría del golpe de Estado” de Curzio Malaparte y tenía un piquete de policía uniformada dispuesta para vengar la salida de Hanon escoltado por dos tiesos “grises” hasta el vestuario y, de paso, darle un repaso al Duque de Alba y sus alabarderos. Incluso se habla que pasó varias veces a sus jugadores la película  “La kermese heroica”, de Jacques Feyder.

El Dr. Toba, a la última de las teorías tácticas, hizo caso de Alf Ransey sobre la inutilidad de los extremos y planteó un 4-4-2 con Amancio y Vavá como puntas  capaces de romper la muralla, con alambrada de espino y matacanes sin cuento, del equipo belga..

A Martín II lo mandó a la clínica Polleunis y de ahí para arriba la violencia subió hasta el ahogo.  El mismo Polleunis, tronchó a Velázquez y con éste derribado le descargó dos patadones. Eladio acudió a socorrer al madridista y separó de un empujón a Polleunis. Llegó el pobre árbitro, llamado Sorensen, y señaló el camino de la caseta. ¿A quién? Todos entendieron que a Polleunis. Pero allí estaba Goethals. Y el expulsado fue Eladio. Sobre él se abalanzó un piquete de policías –a los que azuzaba Goethals- y comenzó a darle porrazos en todo el cuerpo. Gallego entró en la «melée» para salvar literalmente la vida de Eladio. Éste fue arrastrado hasta el vestuario, pero en el pasillo lograron rescatarlo y encerrarlo en el vestuario español porque la policía quería destrozarle en un cuartucho anexo.

Tuvo que salir Asensi. El equipo español, dejó los melindres que había tenido hasta entonces. Y, aun sabiendo el partido perdido, querían morir matando. Pero sin extremos todo el juego iba por el centro estrellándose en el tapón blanco.

Amancio hizo de ventosa por el extremo. Así se pudo abrir el muro. Amancio, Grosso, Vavá y Asensi fue como un rasgón en la cortina, algo así como la Z del Zorro. Y Asensi inició el tiro con la izquierda y sacudió al balón con la derecha sentando a Trappeniers.

Más que el gol del honor o de la furia, fue el gol de la sangre. Se tardó en salir de aquel campo de concentración.

38       Pirri vengó la vergüenza de Helsinki

España – Finlandia: 15-octubre-1969

Afortunadamente se cambió el nombre de la capital de Finlandia. Hubiera sido terrible que, además de la vergüenza de una derrota ante el fútbol “amateur” de los fineses, ésta se hubiera producido en Helsinford.  Terrible, terrible..

El Dr. Toba se fue por el mismo escotillón que las ilusiones de los españoles de estar en la Copa del Mundo de Méjico 70. Afortunadamente para su currículo, la vergüenza finlandesa cayó sobre tres prestigios pétreos, Muñoz, Molowny y Artigas, que sólo perdieron alguna que otra pluma en la refriega.

Total que, para desollar el rabo de ese infumable plantón a los mejicanos, se volvió a la modernidad olvidando los triunviratos, que eran cosa del imperio romano. Así apareció Kubala, un hispanochecohúngaro, bautizado en Águilas (Murcia), con nacionalidad trifásica pero de corriente continua. Kubala, de momento, creía en los extremos y llamó a Gento para que capitaneara sus huestes. Se notaba que el fraile había sido buen cocinero.

Para el desquite se inauguró un estadio frente al Peñón de Gibraltar, esa roca de monos que no se sabe si sigue siendo una fruta madura… O sea un palenque para que los caballeros tomaran el velo de su amada y alancearan a los hermanos separados, que hubiera dicho Juan XXIII.

Pero lo importante de aquella Selección era un tal Martínez, conocido en el siglo como Pirri. Laureado por Bernabéu, capaz de jugar con una clavícula más rota que la castidad de la Chelito, martillo de herejes, corazón de León y Ceuta- la tan cantada en sonetos por López Anglada-, alma incorrupta frente a la mandanga y florón histórico multiusos para lavar el honor hispano tan arrastrado en Helsinki. O sea, Helsinford.

En cinco minutos Pirri solventó, a primera sangre, el agravio nórdico. Luego dejó a los de infantería que, a base de detergente, siguieran restregando el pendón agraviado. Bien es verdad que todo ello había sido prologado por la banda de música de la Legión, del Tercio Duque de Alba, por más señas. ¡Lagarto, lagarto…!  Lo que indicaba que había que desfilar a 140 pasos por minuto.

Amancio y Gento volvían locos a los mocetones rubicundos, entrándoles por los flancos, que es donde más duele en el fútbol.

Y ello propició que Pirri se llevara el catavinos de plata que era el galardón por inaugurar el marcador de La Línea de la Concepción. Se levantó en el aire, recordando a su colega Santillana, y de un rotundo testarazo rompió la virginidad de la puerta finlandesa.

Luego, los visitantes se fueron con seis goles a Helsinki. O sea Helsinford.

39       Luis ejerció de sabio  

España – Irlanda del Norte: 11-noviembre-1970

Ahora se habla mucho del entorno. Pero la historia del fútbol español es la historia de su entorno. Yo soy yo y mis entornos, podría decir el fútbol hispano parodiando a Ortega y Gasset. Y en ese noviembre de 1970 había no pocos festejos en el programa oficial. Así, era el año del famoso acoso a Guruceta, a quien querían enterrar con barretina y Plaza no estaba por la labor. Kubala iba a cumplir media docena de partidos como seleccionador sin haber mordido el polvo. La IV Copa de Europa de Selecciones nos había llevado al habitual área de las islas británicas; esta vez con los irlandeses del norte. La Selección cumplía cincuenta años de vida, pero como siempre ha sido coqueta y frívola, se lo guardó para sí y nadie puso vela de cumpleaños; grite usted “¡A mi Sabino!” para que al medio siglo no lo recuerde ni el Athletic. Pero la traca final iba a ser digna de las fallas. Porque… era ministro del Deporte un personaje muy señalado de la Historia de España: Torcuato Fernández Miranda, quien, al parecer, miraba mal a la cúpula futbolera, que reposaba en Samaranch y Luis Costa. Los fulminó. Dicen que dijo: “De la Federación a la Federación, pasando por la Delegación”. Los puso de patitas en la calle. Y para el sepelio de Guruceta se nombró al mismísimo gerente azulgrana. Se llamaba Juan Gich y Bech de Careda. Las cosas se hacen bien o no se hacen.

A Luis Costa, atlético de pro, le sucedió en la Federación un ex futbolista que había intentado la alianza de los clubs madrileños militando en ambos: Pérez Payá.

¿Decía usted algo del entorno? El aire para llevarse a la boca era fluido como la brea.

Pese a que la Irlanda de Belfast no había ganado nunca a España, tenía a un jovencito que se apellidaba Best que podía hacer un roto a cualquiera.

Sevilla ya tenía galones de jugador número 12. Pero el partido, bien encarado en el tablero, era de esos que aprietan en la garganta de los espectadores.

Cuando ya iba una hora de juego alguien le debió decir a Luis que era el capitán del equipo. “¿Qué yo soy el capitán? Pues se va a enterar ese tal Best”. Porque Luis, aunque suene mal, jugaba de medio centro. Pidió la batuta. Mandó a Best al rincón con el pelotón de los torpes. Y todo fue fácil. Los sevillanos de la grada notaron que tragaban con fluidez. Pero Luis se empeñó en hacerles una traqueotomía para que pasara el albondigón. Un envío largo a Rexach con devolución de éste a la  plaza del pueblo. Todo el vecindario estaba allí cuando a Jackson se le ocurrió cederle el balón a su portero. Era la hora del rojiblanco. Encendió la ristra de la traca. Se coló por entre la muchedumbre. Esperó a que el portero estuviera en levitación para cruzarle el balón al otro lado.

Que conste, el “Sabio de Hortaleza” era su hermano, pero desde aquel gol no se lo ha creído nadie.

40  Asensi demostró que Las Palmas era Europa.  

España – Yugoslavia: 19-octubre-1972

A Julio César le advirtieron que se cuidara de los idus de marzo. No hizo caso. Tampoco se hubiese fiado de Ruppert y le hubiera hecho un nudo con su túnica antes de que Bruto le buscara las cosquillas intercostales, con una daga, en un día ventoso.

Kubala, más pragmático que el autor de “De bello gallico”, tenía puesto en el frontispicio de su academia: “Nunca te fíes de los balcánicos”. Por algo sería…  Por eso Kubala estaba en un grito desde que la FIFA nos quitó el ciclo británico por el balcánico entregándonos a yugoslavos, rumanos, búlgaros… Era un sin vivir. O sea.

Pitágoras fulminó a Tales de Mileto, el de las aporías, con una frase barriobajera: “El movimiento se demuestra andando”.  Y a todo eso, la tortuga perdida por el tendedero sin que Aquiles pudiera echarle el guante…

Boskov lo hizo más breve con aquello de “fútbol es fútbol”; pero antes de que ese precipitado se quedara en el fondo del matraz, había dicho tonterías sin cuento. Tonterías, sí, pero todas las puntadas las daba con hilo. Ojo.

Era la X Copa del Mundo. España llevó el partido al Insular de Las Palmas de Gran Canaria, equipo de Primera División. Y la sorpresa: protesta de los yugoslavos porque aquello era territorio extra europeo. Temperaturas ecuatoriales.  Campo construido sobre lava y rellenado con carbonilla o escoria volcánica. Además, por si se les envenenaba, exigían control antidopaje antes del partido, en el descanso y al final. Lo que se llama guerra de nervios y servida en caliente. Y es que Boskov, que era licenciado en Historia, demostraba no haber leído ni un folleto turístico. Si Las Palmas era un paraíso para los europeos, para los ciudadanos de más allá de la cortina –los italianos siempre tan finolis- era un sueño edénico. Porque el paraíso ya lo tenían.

Boskov fue invitado por la RFEF para que  comprobara lo de los folletos. Yelena, su esposa, fue tildada de loca cuando contó a sus amigas cómo era el hotel de la playa de Santa Catalina, los tesoros que había en los escaparates de la calle Alvareda y los precios… Y de la temperatura, para qué hablar.

Total que Boskov dijo que alguien le había engañado. Se deshizo en zalemas en su idioma vujadinio, lengua que no abandonó en su vida.

Pero el partido tenía un cariz horroroso. Nos íbamos por el tobogán maldito. Y pese a que Boskov  estuvo con un miedo pavoroso todo el partido, a falta de cinco minutos iba ganando por 1-2.

Minuto 88. Kubala con la mirada perdida. El público saliendo a racimos con los bolsillos llenos de mal humor. Ufarte se mete hasta la línea de fondo. Envía en balón hacia atrás. Amancio hace un sprint de lujo y llega a ese balón imposible. Le da a la media vuelta para ver si los dioses guanches le echan una manita. Y llega resoplando Asensi, quien como Belmonte perdía la chepa al entrar en faena. Se levantó en el aire. Como un huso. Y echó mano del resorte de debajo del asiento. Cabeceó como un martillo pilón. Gol. Luego, como un neumático pinchado se dobló.

La eliminación se alejaba, de momento. Kubala  entró en el césped dando saltos. Boskov, desplomado sobre la carbonilla volcánica, pensó que era hora de ir considerando la oferta del Zaragoza.

41 Roberto Martínez, oriundo, abrió la puerta para la V Copa de Europa

Dinamarca-España: 25-9-1974

Los aires de fronda eran muy socorridos en las novelas de Víctor Hugo. ¡Ah, el arrapiezo de Gavroche, la sacrificada Fantine y el truhán de Jean Valjean! Pero el fútbol español en aquellos momentos era, talmente, un novelón de Hugo. El huracán de los falsos oriundos era como el arranque de una película de Cecil B. de Mille. El COI hacía de Hamlet con el artículo 26 de sus Estatutos intentando borrar a los amateurs, sin acordarse de que el barón de Coubertin murió en un parque antes de permitir que los olímpicos fueran profesionales; pero Avery Brundage había muerto y Lord Killanin cogió la calavera que le prestó Laurence Olivier y la lió. Las fuerzas futboleras de la  sociedad civil se encrespaban incordiando con la seguridad social y el eterno derecho de retención; no sabían que aparecería Bosman y que se implantaría el PPV.  Inaugurábamos la V Copa de Europa como si fuera Amberes, porque volvíamos a enfrentarnos con Dinamarca. Con la ventaja, esta vez, de que ellos seguían siendo amateurs y nosotros tampoco, que hubiera dicho Dalí. El fútbol universal estaba encajonado en el “cerocerismo” y ni siquiera lo aliviaba el pertinaz “baño y masaje” que encabezaba el parte diario de novedades de los seleccionados. Y Kubala, como en todas las convocatorias, hacía de roscón de Reyes con una sorpresa que dejaba a los periodistas sin dientes.

Pero a don Ladislao, se sabe, Dios le tendrá en un buen sitio en el firmamento por lo mucho que sufría en todos los partidos internacionales. Salvo unas excepciones contadas, cada partido era una atroz tortura en la que “los chicos”, pese a la “moral óptima”, le daban cada disgusto que le tundían. Pero, bien visto, Kubala tenía su puntito de “masoca”. Hace falta tener ganas de suspense para seleccionar a Pipi Calzaslargas. O sea, Roberto Martínez. Con sus medias caídas, con su perfil de oriundo –con abuelo del ayuntamiento de Celta y la abuela de la pedanía de Racing de la Ribera, Santander- su gran zancada en la que se le anudaban las piernas, se le trabucaban los pies y sangraba por la nariz, todo a la vez.

Pero allí estaba Roberto, de ariete de la furia. Todo el equipo tenía una suficiencia que sólo se ha vuelto a ver en el Madrid de los galácticos. Por ello los daneses tenían a Kubala en un grito.

Más, he ahí, que Claramunt hizo un escorzo hacia fuera y le dejó a Roberto solo y con una parcela recalificada por el ayuntamiento de Copenhague. Echó a correr y llegó al balón, se lo dejó atrás, lo rebañó con el empeine, tropezó con el único trébol que estaba derecho, se trastabilló hasta casi caerse, hizo un bamboleo temerario que casi le deja en el césped cuan largo era, se incorporó dejando otra vez el balón atrás, se le engancharon los tobillos… El rostro de Kubala llegó al rojo cereza. Los rubios daneses hacían apuesta de los pasos que iba a dar antes de caerse. En equilibro desequilibrado llegó a cinco metros de Larsen. Y le engañó. Gol.

Los puntillosos de la estadística aún discuten si golpeó con la puntera, el tobillo, la espinilla, el triceps, el sóleo o los aductores. Para tabularlo. Es decir.

42 Quini a lomos de la Historia.

Escocia – España: 20-noviembre-1974

Quienes creen que la Historia es una pastueña matrona tan bisoja como la Justicia, se equivocan de piso y de portal. Clío, para los amigos, es cenceña como un junco y lleva albaceteña de siete muelles en el triángulo superior del tanga. Por ello, en cuanto alguien se descuida, le da un viaje de aquí te espero.

Los gijoneses recién llegados ya no tienen lumbre baja, con morrillos para sujetar los troncos, y así no hay quien se siente a amor de las llamas, cuando Pajares bufa y la mar se  cabrea. Si tal sucediera se enterarían que hubo un tiempo en que el Sporting era un grande. Y que de sus filas salían cuatro o cinco fijos para la Selección. Y que aún le quedaban otros tres en los Sub 21. Por eso estaba allí Quini.

Por otro lado, los británicos siempre han querido llevar al huerto a sus rivales en noviembre. Lluvia, niebla, barro. Lo del whisky es otra historia.

Era la V Copa de Europa. Escocia aún no se había estrenado. En España, a juzgar por lo que caía, siempre era noviembre.  Se sancionaba al secretario general de la Federación alanceado por los clubes que recorrían Hispanoamérica con el trabuco en ristre para balear a falsos oriundos. El Barcelona quería  llevarse el resto con un trío de extranjeros –Sotil, Neeskens y Cruyff- y el pianista se fue antes de que empezara la balacera. Algún patriota denunció a España ante la UEFA  por presunta alineación indebida de Roberto Martínez, y la Federación tuvo que mostrar una escalera de color con certificados, partidas de nacimiento, juramentos, señas de primos hermanos de Albacete y cuñados de Cambrils. Luego las pequeñas cosas de rutina, nada en definitiva: la seguridad social de los futbolistas, el derecho de retención, las horas extra de las prórrogas…

Clío también constata la importancia de los perros en el fútbol británico. Que no sólo vivió Pickles para encontrar la copa perdida, sino que frecuentemente los canes gustan de pasear por entre balones. Aquella tarde hubo dos interrupciones por “¡Ojo al perro!”. Y no vean como se pusieron los de “Perros sin fronteras” cuando Capón intentó espantar a uno de ellos con pellas de barro diestramente lanzadas…

Kubala, a pesar de que se jugaba con furia, sufría y sufría. Se perdía. Iribar paró un penalti. ¡¡¡Ufff!!! Al propio Quini le anularon un gol hermoso por mor de la deficiencia en la ecuación de la curva clotoide de la trayectoria del balón.

No fue un gol bonito. Ni de diseño ni de artesanía cara. Más bien de mercadillo de todo a cien. Planas II vaciló un siglo entre mandar el balón a Roberto o a Quini. Acertó. Quini, después de avanzar y cuando estaba ante los defensas, se paró. Como Tancredo el de los toros. Sólo un chavalín de Madrid lo vio claro; se llamaba Butragueño y le sacó jugo a eso de pararse entre los defensas. Total, que Quiní reinició. Y tiró flojito y colocadito. Harvey rechazó. ¡Ahora fuerte!, se dijo Quini. Y clavó el rechace con un cañonazo a lo Puerto Urraco.

La sidra subió de precio; el “scotch”, por los suelos.

43 Rubén Cano acabó con “Perfidia”,  aire popular yugoslavo

Yugoslavia – España: 30-noviembre- 1977

Pese a que Kubala parecía haber perdido el oremus, sus grandes sentencias le  sobrevivirían. Una de las más prudentes  concentraba su desconfianza en los balcánicos y similares. Pero la UEFA de Franchi parecía tener especial inquina contra el gran Ladislao y metió a España en un grupo con rumanos y yugoslavos. Un “menage a trois” en el que España parecía el “terzo incómoto”. ¿O fue la FIFA de Havelange, molesta porque España había votado por Sir Stanley Rous? Ni siquiera Ramiro de Maeztu había imaginado tal ataque a la Hispanidad. Porque allá al frente no estaba Estambul, que cantaba Espronceda, sino Argentina con su Copa del Mundo esperando a los hijos de “la madre patria”. Y sus divisas, por supuesto. Tanto Italia como España podían ser las grandes taquilleras de la función de la pampa. Pero Rodrigo de Triana, amordazado en la cofa, no podía gritar aún eso de “¡Tierra!” que tanto juego le dio a Fray Bartolomé de las Casas.

Y por ahí empezó el gran Kovacs, rumano, genio del fútbol universal, pero sólo en las páginas de “L’Equipe”. Detrás de Yugoslavia, una vez descabalgado Boskov, estaba el siempre untuoso Miljanic que era como una guindilla envuelta en mantequilla de Soria.

La conjura para hacer que España llegara a la Argentina fue el primer tango en Paris de Kovacs. Después, la descalificación de España por lo de los oriundos que aún coleaba con Roberto Martínez. Pero los yugoslavos eran el otro escollo. Y más desde que Rumanía les dio para el pelo en el propio Belgrado.

El único clavo al que agarrarse que tenían los yugoslavos era España. Y lo querían frío.

Las maniobras fueron tantas y tan arteras que baste una muestra. Como se pensara que iban a recurrir al envenenamiento de la comida, para que unas diarreas oportunas  acabaran con la furia española, hubo que pedir voluntarios para que se aprestaran a ser probadores de los alimentos. Las víctimas de la presunta gastroenteritis fueron el Doctor Delgado y el masajista Mur, o sea, los más próximos al botiquín.

Si la Florencia de 1934 fue una fiesta ante Sclessin 1969, éste resultó una verbena ante Belgrado. El equipo azul salió dispuesto a dejar muchas vacantes para los compatriotas que venían al fútbol español en enjambres. Estuviera o no el balón en juego siempre había un yugoslavo sacudiendo a un español. Y el árbitro con un miedo cerval -¡lo reconoció hasta Escartín, valedor de todos los trencillas universales con razón o sin ella!- ante aquella masa ululante del “pequeño Maracaná”. Todo con ricino sólido. Se cargaron a Pirri y dejaron arrastrando las piernas a media docena de hispanos. Porque Yugoslavia necesitaba ganar y nada menos que por tres goles. Y lo tenía color ala de cuervo.

Setenta minutos de resistencia heroica que dejó pálido el recuerdo de Sagunto. Iban ya 70 minutos de partido. Los yugoslavos cada vez más agresivos. El público fuera de sí. Y entonces al bético Cardeñosa se le ocurrió apurar la jugada  hasta casi la línea de fondo.  Y lanzó “un melón” hacia el área azul. Ruben Cano, clarísimo precursor de Zidane, dio un golpe a aquella hortaliza y la coló en la jaula de Katalinic. Ahora si que los estadísticos estuvieron de acuerdo, Rubén sacudió el trallazo con la espinilla.

Corrió como un poseso hasta que el resto del equipo le sepultó con un montón que la prensa universal llevó a su portada. Ni el pelotón de Iwo Jima –ahora que Clint Eastwood lo ha rescatado- fue tan famoso como aquella piña.

Si, luego vino lo de Juanito, Nerón y el botellazo. Pero la autoridad en esa materia es el director de esta publicación. Que hable ahora o calle para siempre. Los novios pueden besarse.

44. Villar, con catalejo, hizo de Limasol un lugar de veraneo

Chipre – España: 9-diciembre-1979

Nadie es dueño del futuro, y no me tomen en cuenta lo pomposo de la frase. Pero lo que pasa es que es así. Cuando a Pérez Payá “lo dimitieron” en el “Diario de Burgos”, en vez de en el “Diario Oficial del Estado”, quien más quien menos pensó que se habían acabado los internacionales en el trono federativo.

Pérez Payá era ariete, había jugado dos partidos con la Selección y no había metido ningún gol. Pero siempre podía consolarse con que a Pablo Porta, que no es que no fuera internacional, es que ni siquiera había jugado al fútbol en su vida, le descabalgaran con un decreto.

Nuevamente los hombres de la UEFA habían montado un grupo de clasificación para poner de los nervios a Kubala. Pero eso sí, para que no fuera un trío pecaminoso, le añadieron a Chipre para que se desahogaran la líbido. Muy considerados. Pero ya queda dicho que el seleccionador español sufría ante cualquiera.

Las islas mediterráneas orientales no crían esa carbonilla volcánica que tanto preocupaba a Boskov, En vez de  musgo daban directamente asfalto. De aquí que los campos chipriotas fueran como una autopista de pago. Ni un bache, ni una hierba, ni siquiera un cardo para justificar el juego duro. Con una manguera y una apisonadora bastaba y sobraba para dejar el campo en estado de revista.

Había miedo porque Chipre está cerca de Turquía, con campos del mismo concreto, que dirían los mejicanos, que siempre daba pánicos a todos.

Kubala, que cumplía su partido sesenta, era un hombre muy respetuoso. Pero poco pitoniso. Así pues había que alejar de su propósito el que seleccionara contumazmente a Villar sabiendo que iba a ser presidente de la Real Federación. Porque cuando Villar pisó la losa escurialense de Tsirión ya  llevaba en el cráneo veintidós “caps”. Un “Txapelón”, o sea. Era de Bilbao, batía record de partidos y goles en el Athletic y estudiaba  Derecho en Deusto. Un respeto, vamos.

Por si quedaba alguna duda, a los cinco minutos de partido, recogió un balón que rebrincaba como un tapacubos desprendido de una rueda,  y, sin decir nada a sus compañeros, le  arreó un sartenazo que entró a media altura en el marco de Koupanos, quien oyó el silbido cuando ya tenía el balón en las cuerdas. Es lo que tienen los artilugios supersónicos, que te pillan en cueros. Y eso que el nombre de pila del meta chipriota era Herodotos, quizá en honor a un memorialista famoso.

Kovacs y Miljanic se cubrieron la cabeza de ceniza volcánica llevada expresamente de las Canarias. Y exigieron una multa para Villar por exceso de velocidad.




Más goles históricos (1959-1966)

1 Eulogio Martínez: La raza cósmica

España – Austria : 23-11-1959

¿Fue Vasconcelos? ¿Fue Rubén Darío? Uno de los dos, seguro, llamó a los españoles “raza cósmica”. La raza que ponía el sol en el mundo, para que luciera permanentemente en sus campos, se prolongó felizmente en los microcosmos del fútbol.

De Paraguay llegó un futbolista llamado Eulogio Martínez. Delantero centro, por más señas, que estaba en el Barcelona de Helenio Herrera, que era, también, seleccionador nacional.

Con Austria quedaba aquella herida del 4-5 del Metropolitano en enero de 1936. El desquite bien podía ser en esa tarde de Mestalla.

Y lo era. La delantera española no era una fruslería: Arteche, Eulogio, Di Stéfano, Suárez y Gento. Lo cual no decía nada, porque la del Metropolitano fue, nada menos que, Vantolrá, Luis Regueiro, Lángara, Iraragorri y Emilín Alonso. Y perdimos…

Pero, ya se iba con 3-1, cuando Luis Suárez recordó la vieja figura del “pase de la muerte”.  Metió el balón recto, perpendicular y raso. A Eulogio, que no tenía ni idea de quienes fueron Patricio, Errazquin o Moleres y que lo del Real Unión de Irún, ni le sonaba, se le revolvieron los genes y el ADN se le llenó de colorines en giratorias serpentinas cósmicas. Se echó para adelante. Que corpulencia le sobraba. Y el balón en el maldito centro de gravedad que atraía a Senekowitsch, sí, el luego bético “Séneca”, a Stotz, al portero Schmied y a Eulogio que sabía que se jugaba la cara. Choque a cuatro, pero el hispano-paraguayo, según cae, entiende que hay que “morir marcando”, mete la estocada mortal. El revolcón no lo es menos, pero un gol justifica una vida.

Y luego resultó que se ganó por 6-3. Guillermo Eizaguirre, que fue el guardameta al que le colaron “la manita” en 1936, pudo morirse tranquilo.

2 Di Stéfano venció en la guerra sucia

País de Gales – España : 18-5-1961

Séptima Copa del Mundo con final en Chile. Fase de clasificación. Escartín era el seleccionador nacional en unos tiempos en los que la Selección estaba alicaída. Yo definí esa etapa como la del “tuya, tuya”, en vez de la habitual del “mía, mía”. Eso marcaba la actitud de nuestros internacionales.

Gales, como aquellos endiablados números del parvulario, tenía dos significados: uno, absoluto: su fútbol recio, disciplinado y eficaz. Otro, relativo: la guerra de nervios. Así, a los españoles los dejaron tirados en Cardiff, sin un mal monosabio federativo que los guiara y acompañara; con un solar del extra radio para que se entrenaran; con el hotel con discriminaciones intolerables, entre ellas separar las mesas de los españoles de las del resto del comedor con una cortina para separar “la civilización de la mantequilla de la del aceite”. Y luego un público hostil que la tomó con Di Stéfano. Y para completar la suerte adversa, un gol en contra en los primeros minutos.

Por ser el gol la verdad del fútbol, no se habla de quienes los fabrican, los rebozan, los empanan, los envuelven – a veces con lazo sentimental- y los facturan hacia el que recibe los abrazos. Aquella tarde, un soriano con acento andaluz, no hacía más que decir “¡mía… mía!”. Se llamaba Del Sol y hubiera dado jaque mate a Karpov.

Hizo que la frigidez de Luis Suárez se transformara en ardor cardiocerebral, merced a secretas corrientes de Kirchhoff, y que el péndulo Zoco fuera talmente el de Foucault. Y a Di Stéfano le dio tres ocasiones de gambito de caballo que no hubiera marrado ni Arturito Pomar en sus comienzos.

Y Del Sol hizo el tirabuzón para dejar a Suárez no sólo el balón sino una pradera de mil acres para que ejerciera su virtuosismo hasta el pico del área. Fue entonces cuando se cruzó ante él Di Stéfano dejando a todos los galeses con la falda como la de Marilyn –ya saben, aquella rubita, neumática como las mozas de clase A de Huxley-. Y empezó el ballet. O el circo. Un salto del madridista. Una media lagartijera de tacón. Cuarenta centímetros entre el poste y el portero Kelsey. Lo justo. Lo necesario. Silencio seco en Ninian Park.  El maestro genial acababa de ejercer. El gol del triunfo pedía paso para entrar en los anales.

3 Del Sol, minuto 333

España – Argentina: 11-6-1961

Nunca se había ganado a los argentinos. Ni acá ni allí. Y ahora, en el cuarto partido, estaba Sevilla, “con su color especial”. Escartín de seleccionador. Y el estadio Sánchez Pizjuán como redoma mágica. Ni un solo gol le había marcado España a la Argentina.

Y la cosa no parecía tener arreglo. Se llegó al descanso con el 0-0 de los miopes. Pese a que el argentino Sosa había dado dos sustos que el meta Vicente había asumido con el cuerpo, en unos tiempos en que sólo cinco sabían lo que era el balonmano de sala. Y Vicente no estaba en la lista…

Pero sí Del Sol. Llevaba las revoluciones del equipo español a ritmo de Fórmula 1. Pero los rioplatenses cerraban su potrero con la táctica del tango: muy pegaditos a los españoles. Y Del Sol con la bola en los pies. Miró. Nada. A su derecha, Marsolini “metía pierna” a Mateos en un “Caminito” de pecado mortal. Por el centro, se bailaba el “A media luz los tres” con Di Stéfano emparejado con Ramos Delgado y Albrecht. Así pues el soriano tarareó el “Solo, fané y descangayado”. Estaba solo, sí, pero ni fané, ni descangayado. Y siguió por el centro como dicen que cabalgaba Prim por tierras africanas.

Con un paso firme siguió avanzando tras dejar tirado a Guidi que quería sacarlo a bailar. Y nada. Nadie suelto. Siguió un poquito más. Quizá pensó en Juan Palomo: él ya se lo había guisado, ahora le tocaba comérselo. Al llegar a la frontal del área –gracias, Matías Prats- amagó el pase hacia Gento y soltó un  cañonazo raso y rebrincado. Cuando Roma quiso darse cuenta ya le había pasado el balón bajo el cuerpo.

Era el minuto 18 del segundo tiempo. El minuto 63 de partido. El minuto 333 de la historia de los España – Argentina. El de Arcos del Jalón conseguía el gol de la gloria rompiendo la cortina blanquiazul por vez primera.

Luego, Di Stéfano recordó que también tenía parte en Martín Fierro y, con 35 años, hizo un gol sólo apto para los de diez quintas más atrás.

4 Un balón pachucho para Del Sol

Marruecos – España: 12-11-1961

El partido era la llave de la puerta que daba acceso a la sala “VII Copa del Mundo”, en el pasillo de Chile.

El encuentro se celebró en Casablanca, pero ya no estaban ni Humphrey Bogart ni Ingrid Bergman. Y sin ellos todo pierde mucho. Ni siquiera Sam tocaba el piano. Una lata, claro.

El equipo español, pastoreado por Escartín, se olvidó de pasar por “Rick’s. Café Americain”, que era el sitio en el que se trapicheaba con todo en la ciudad. Incluso con balones correctamente inflados. Con las atmósferas reglamentarias. Y así fue ella…

Los marroquíes salieron con unos balones  más fofos que las famosas prendas personales de la Tarara, la de la camiseta.

Fueron inútiles las protestas de Escartín ante el delegado del campo. Las “brevas” seguían cayendo en el césped con la misma viveza que los relojes de Dalí.

A Puskas, que debutaba con España, le había anulado un gol monsieur Mellet, quien interpretaba perfectamente al capitán de gendarmes Louis Renault, ése que inició una maravillosa amistad con Bogart una noche en el aeropuerto.

Iban ya ochenta minutos cuando Gento lanzó el higo chumbo hacia Aguirre; éste lo arrastró hasta la raya de fondo y lo envió hacia atrás. Del Sol le ganó a Di Stéfano por una cabeza y dejó “la cosa” en la jaula de Labied. Era el gol que derribaba la muralla de Jericó. Y daba vía libre para la Copa del Mundo. Pese a que en el marcador seguía el 0-0.

Pero cuando ya se había sacado de centro, salió un sujeto con chubasquero y gorra y cogió el balón. Escartín pensó que era un funcionario que iba a sustituir “aquello” por un balón reglamentario. Pero no. El sujeto se lo dio a Bettache, capitán del equipo local, quien se la entregó al árbitro para que se sacara el fuera de juego que invalidaba el gol.

Bogart hubiera sido más convincente. Y pese a que el marcador seguía ciego, el último gol de Del Sol con la Selección fue válido.

5 Peiró: treinta segundos de margen. 

Méjico – España: 3-6-1962.

Viña de Mar, en aquel verano de 1962, debía tener una población flotante de varios miles de turistas. Cuando la semana anterior jugó España contra los checos, los 15 mil espectadores eran de Praga. Este día había igual número de espectadores y todos mejicanos.

Al equipo español le habían dejado diezmado los checoslovacos. Y pese a que Méjico era Carbajal y diez domingueros, el equipo español ni jugaba, ni mandaba, ni marcaba. El empate a cero –pese a las ecuaciones que se hicieran en elucubraciones ucrónicas- nos devolvía a la madre patria.

En ese sinvivir pasaban los minutos en tropel. A Puskas, que no caía bien a los árbitros, le volvieron a anular un gol por un fuera de juego que no estaba ni en los cinco mil ejemplos de “offside” que comentaba Escartín anualmente en sus reglamentos inspirados directamente en la esencia de la Board.

Y los mejicanos dominando… Del Sol, harto de hacer de defensa escoba, largó un despeje con toda su alma. Debía tener el alma muy grande y larga porque el globo se iba más allá de la raya central. Pero el chiquito de Guarnizo no lo estimó así. Enchufó el reactor. Una galopada de hectómetros y llegó al punto en el que caía el balón. No mató el bote, lo asesinó. Y comenzó a arrastrar el cadáver otros hectómetros más, para que se enterara. Corría pegado a la cal –que dirían los cursis que nacerían cuarenta años más tarde- y, de pronto, hizo el quiebro hacia la puerta. Gorostiza, en la jaula de loro en la que le tiene confinado Dios, cloqueó satisfecho y se le entendió un gutural “¡Gento, Gento, Gento!”… Y Gento le hizo la peineta a Muro y enfiló el poste que le pillaba más a mano, sin saber, el pobre, si era el palo largo o el palo corto. Levantó el gatillo sin menguar la velocidad y Carbajal se venció haciendo caso de los ojos de Gento. No sabía que los de Guarnizo tienen cuatro ojos. Se enteró cuando Gento le dijo a Peiró: “Anda, Joaquín, mete este gol antes de irte a Italia!”. Y Peiró lo clavó. Quedaban treinta segundos en un cronómetro Longines, que es de los de Blatter.  De garantía, oiga.

6 Gento venció a los elementos

Irlanda del Norte- España: 30-10-1963

Si Felipe II no hubiera tenido en contra a “los  elementos”, hoy no existiría Trafalgar Square.

Si la Selección Española no hubiera tenido en contra los elementos, posiblemente hubiera caído en los octavos de final de la II Copa de Europa.

Los elementos empezaron cuando el seleccionador Villalonga presentó la dimisión.

Siguieron cuando la UEFA, a la vista de lo enjuto del calendario, dictaminó que en estos encuentros no habría partido de desempate. Media hora de prórroga y, luego, moneda al aire. Habida cuenta del proverbial gafe que España tenía en esos lances –la sombra del “bambino” Franco Gemma nos perseguía desde diez años atrás-, la suerte  parecía tan echada como la de Julio César en la otra orilla del río Rubicón.

Los hados pertinaces hicieron que Villalonga, al que no le admitieron la “espantá”, pensara que a un portero vasco, como Araquistáin, no le iba bien el barro británico y promovió al bajito Pepín que, además, jugaba en un sitio tan de secano como el Benito Villamarín, para detener a los delanteros  irlandeses que no eran precisamente cortos de talla.

Para completar el cuadro, llovía en  el Windsor Park. Lluvia, viento, barro.

El miedo era pavoroso. Pero afortunadamente estaba allí la amiga desesperación. Ya saben el chiste de “ahora, sin paracaídas”…

Y allá fueron los jugadores.

Aguantaron los carros de combate marca Ulster. Los gigantes británicos fueron bajando de estatura a fuerza de lima y tente tieso. Del Sol, Suárez y Félix Ruiz, mandaban, paraban y templaban como si estuvieran ante miuras en La Maestranza. Pereda, Zaldúa y Gento, no hacían nada de eso; simplemente chocaban y chocaban para ver si tumbaban a aquellos gulliveres en serie en los que rebotaban con el atenuante del colchón de barro.

Zaldúa les dio un disgusto en un medio pase de la muerte. Pepín hizo la parada del siglo –nadie le hizo el merecido homenaje por ello, pese a que después de la de Zamora en la final de 1936, no se ha visto nada igual- y luego Del Sol,  claro. Su giro, que no he visto hacer con tanta fortuna hasta Xavi, dejó en cueros la fortaleza verde.

Gento echó a correr. Paralelamente a él, Zaldúa. Los “pross” se equivocaron. Y cubrieron cálida y cariñosamente a Zaldúa para que no les diera otro susto. El extremo montañés se abrió como si buscara el rincón del corner. Luego, lo suyo: el quiebro. Hacia el poste. El primero que encontró. Era la referencia para su cañonazo. Después, pasó el escobillón. La granada estaba en la jaula de Hunter, que quiere decir cazador. Cazador cazado.

Gento volvió como Nelson. Como entonces no había “salsa rosa” no se sabe si se traía a lady Hamilton en la cámara de popa.

7 Amancio paró la moneda en el aire.

España – Hungría: 17-6-1964.

Se lo repetía a mi hijo mayor tarde tras tarde en el Bernabeu, cuando todavía era una especie de corralón almanseño: “Mira bien a Amancio. Míralo bien, porque es el último espectáculo de Europa”. Eran los tiempos del “fútbol total”, del “fútbol fuerza”, del “fútbol masa por la velocidad al cuadrado” y todas esas zarandajas que algunos inventan para poder vivir a costa de la credulidad de los ingenuos aficionados. Afortunadamente todo eso se lo llevó el viento, sin que Red Buttler, o sea Clark Gable, pudiera impedirlo. Lo de Escarlata O’Hara es otra historia…

Semifinal de la II Copa de Europa de Selecciones. La amenaza del volteo de la moneda se cernía sobre el Bernabeu cuando terminó el primer tiempo de la prórroga sin que se moviera el empate. El equipo español estaba hecho unos zorros. Todos sus componentes habían cambiado ya su última moneda, esa que iba a rebrincar, dejando a España nada más que con sus calambres en cada sprint . Tras una primera media hora asombrosa, el equipo se había ido desfondando a ritmo de Luis Suárez. Todo cenizas, hubiera dicho Nerón, con el arpa bajo el brazo. Los húngaros tampoco andaban mucho mejor, pero aún así habían logrado que Iríbar dijera que “aquí estoy yo” en un par de paradas antológicas

Ocho minutos para que el árbitro preguntara que si cara o culo, o cara y cruz, que entonces España era muy católica.

Corner contra la puerta magiar. Lapetra consume sus últimas calorías enviando el balón muy bombeado sobre el área blanca. Marcelino, al cabeceador hispano, salta lo que puede, que es poquito ya, pero aún así, toca el balón con el flequillo. Todo el telón de acero quedó hecho un cuatro. El balón llegó como un canto rodado a la pierna “mala” de Amancio, pero la pierna tonta del madridista formaba parte del ”espectáculo de Europa”. Y echó el telón. Szentmihaly, un portero que, pese a su apellido, paraba lo imparable, se quedó en Buda mientras el balón se le colaba por Pest. El Danubio seguía siendo azul. El Manzanares, marrón. Chotis.

8 Pereda: el gol que sólo Dios lo sabe

España –URSS: 21-6-1964

Aquel estoico arquitecto de “El manantial”, de Ayn Rand, que acabaría volando sus propios edificios, que no pocos interpretaron que era una biografía no autorizada de Wright, y que para el siglo tenía la cara de Gary Cooper, dijo ante el tribunal que le quitaba la propiedad de su obra: “Dios y yo sabemos que yo creé esos edificios”. Por otra parte, pasando a Euclides, éste ya dejó dicho, en la sucesión natural de los números, algo tan sorprendente como que el uno está antes que el dos.

Todo ello, por levigación en el fútbol, lleva a Pereda.

Era la primera vez que la URSS jugaba en España. Había habido un aborto en la anterior edición de la Copa de Europa, pero de los no nacidos no se suele acordar ni su madre.

Era la final del torneo. Y para esta ocasión, la FIFA, reunida en su VII Asamblea en Madrid, dejó la gatera de un segundo partido a las 48 horas que se jugaría en Valencia. No se sabe si era un consuelo o una maldita premonición. Porque los soviéticos habían tenido una semifinal de reina madre contra unos inocentones daneses que hicieron perfectamente de “sparring” en Barcelona. España estaba desplomada en la camilla del masajista.

Amenaza de lluvia sobre el Bernabeu. Los nervios de todos, como culebrinas falleras. Yashin, el mejor portero del mundo en esos momentos, vestía de negro para que todos se enteraran que era “la araña negra”. Tomaron nota.

España comenzó jugando como si fuera la reina de oros. El rey era Luis Suárez.

Iban más o menos cinco minutos, cuando Suárez se fue hacia la derecha como si buscara el apoyo de Amancio; así lo entendió el gallego del Madrid – y entre gallegos iba la cosa- y se abrió más. Y así lo entendieron los defensas Shustikov y Sherternev que buscaron la protección de su costado izquierdo. Y así lo “vio” Yashin, que se apoyó en su poste izquierdo para saltar hacia su derecha. No hay que fiarse de los gallegos. Y menos si se es de Moscú y además Libra. La lógica es otra asignatura.

Suárez engañó a todos. Dio un quiebro de maestro hacia su izquierda. Sólo Amancio lo supo y aceleró hacia el banderín de corner. Con lo que allá fueron lo más florido de los cosacos, sable en ristre. Fue entonces cuando Suárez templó hacia el centro, a media altura. Pereda, el chaval de Medina de Pomar, cruzó por aquella “plaza roja” que le habían abierto dos gallegos  iluminados y con una tranquilidad pasmosa cruzó el balón a la pintura interna del poste derecho de “la araña”.

Gol. Así de sencillo. La dinamo de Yashin se había encasquillado. Un gol que nadie iba a recordar nunca. Su ecuación, realmente de geometría descriptiva, quedó en poder de Dios y de Pereda.

Pero fue Pereda quien la resolvió.

9 El gol de Marcelino 

España –URSS: 21-6-1964

Marcelino metió cuatro tantos con la Selección. Y en la Liga… ¡ni se sabe!. Pero realmente Marcelino no tiene más que un gol: éste.

La FIFA arreglaba con renglones derechos lo que la política hacía con los torcidos. Y así dispuso que el equipo de la URSS vistiera de rojo y España de azul.  Eran los tiempos…

Llovía y el marcador estaba en el empate a uno. El juego lo estaban marcando los soviéticos: stajanovismo puro. En ambos equipos no sobrevivían más que los obreros. Faltaban siete minutos y el alcalde de Valencia ordenó que se empezara a montar la “mascletá”, desde la Plaza hasta la tribuna de Mestalla, para hacer los honores a los contendientes del desempate.

Rivilla volvió a cortar el centro que quería recibir Khusainov. Echó mano de la memoria histórica y de la baraja le salió la carta de Gabriel Alonso, con Maracaná en el marbete. ¿Por qué no? Y avanzó, avanzó hasta llegar al centro del campo, eso sí, muy pegadito a la banda. Le toma el relevo Pereda al que van echando hacia la otra banda Sustikov y Anichkin. Cuando está a punto de salirse del escenario lanza el balón templadito y a tres cuartos de altura. ¡Lástima, un poco retrasado! Pero allí están Marcelino y Mudrik. El soviético ve muy bien la jugada y espera. Marcelino solamente tiene la opción de bajar el balón con el pecho e intentar el tiro. En la revuelta le espera el del Dynamo.

Marcelino, saltándose a la torera todo el constructivismo, se elevó en un escorzo imposible medio hacia atrás para llegar a ese balón retrasado con la cabeza. Mudrik se quedó tieso como los guardias del Kremlin. Lo de Marcelino sólo se podría describir con el verbo surrealista de Cantinflas.

Lo cierto es que dio un testarazo tremendo al balón que paralizó a la araña moscovita. El balón fue a la red. Se había producido “el gol de Marcelino”. Y los monjes de todos los monasterios colocaron en los facistoles los pergaminos para dejar constancia con el correspondiente códice miniado.

Sólo ellos sabían que Dios había sacado al adolescente Marcelino del seminario para que aquella tarde de junio de 1964 estuviera en aquel punto de la pradera de Chamartín e hiciera el milagro de ese jerebeque con el cuerpo para meter un gol que valió el título de campeón de Europa para España.

10 Ufarte, con un “metisaca”, levanta el puente de Londres

República de Irlanda – España: 10-11-1965

Menos mal que había partido de desempate para dilucidar el pase a la Copa del Mundo. Y menos mal que se optó por Paris. Por un lado porque los aficionados al fútbol y los forofos de la Selección se multiplican cuando las agencias les proponen París. Aunque hicieran caso omiso de Enrique IV, el Bearnés, que recomendaba lo de que “París bien vale una misa”. Pero las catedrales que visitarían la mayoría de ese aluvión llevaban nombres tan exóticos como “Lido”, Moulin Rouge”, “Montparnasse”… Y los intelectuales del grupo, que siempre los hay, encontrarían suplemento en las “caves” existencialistas; no, no, por Sartre, no; por Juliette Grecco que oficiaba de sacerdotisa en aquellos acogedores templos en los que se discutía qué era antes, si la esencia o la existencia. Como lo de la gallina y el huevo. O sea.

Y luego los miles y miles de trabajadores que a la sazón tenía España por media Europa y que estaba a tiro de tren o coche de la Ciudad Luz.

El caso es que el Parque de los Príncipes, con el verano del membrillo en el parte meteorológico, era como Sevilla.

Quizá por lo del membrillo el juego era áspero y seco. Carey, el entrenador irlandés, se había estudiado a España a conciencia. Al 4-3-3 de Villalonga opuso un 4-4-2 que blindaba su parcela. España no encontraba el portero automático. Y dejaba una distancia entre la defensa y la línea media que callaba las palmas por sevillanas cada vez que se montaba el contragolpe verde.

El empate persistía. Y a medida que se aproximaba el final, crecía la dureza. El membrillo se iba solidificando hasta la madera. Si había prórroga podía terminar con ocho o diez hombres en el excelente césped parisiense.   El resto, o lesionados o expulsados.

Quedan siete minutos. Casi todo el conjunto español se ha ido al ataque a jugárselo todo en un gesto de Furia. Pereda hace un envío raso desde la banda derecha. El ímpetu de Marcelino no alcanza al balón. Éste rebrinca como un adolescente gozoso y Cantwell cierra las piernas para que no se le cuele hacia atrás. Y el rebote blandorro va a Ufarte que está a la izquierda. Tras el balón, como un búfalo, Foley. El “atlético” ve toda esa mole y antes de apartarse mete el pie en un mete y saca con la puntera. El portero Dunne sigue con la vista ese balón flojo que cabriteando se le cuela en la jaula.

En la torre de Londres se oyeron los chirridos del puente que se abría para que la escuadra española bajara por el Támesis.

10 Siempre quedará la furia para un gol: Sanchis

Suiza – España: 15-7-1966.

El imperio británico, en equilibrio inestable, recobró las formas, no se sabe si de forma estable o indiferente, cuando el perro Pickles sacó de entre la tierra de Beulah Hill el envoltorio que contenía la robada Victoria de La Fleur y se la entregó a un atónito Scotland Yard. Tenía razón Sherlock Holmes en sus reticencias ante la venerada institución policial. El doctor Watson, siempre discreto, no dijo nada. Los perros policías hicieron un homenaje a Pickles y le entregaron la placa policial de honor.

Lo que sí estaba en equilibrio más que inestable era el conjunto de Villalonga tras la vigilia de 40 días y 40 noches a los pies del “hijo del trueno”, en Santiago de Compostela. Los argentinos de Juan Carlos Lorenzo, ya saben, el padre de todas las retóricas futboleras, que ejerció en el Atlético de Madrid, había dejado a la Selección Española casi para las mulillas en esa VIII Copa del Mundo.

Quedaban los “flojos” suizos y luego los alemanes, que eran turrón del duro. El binomio de Newton sólo dejaba solución para dos victorias. Y si se pillaba al matemático en horas bajas nos podía conceder la gracia de un empate para salir dejando los pelos en la gatera.

Nadie se acordó del “betón”, o del “verrou”, sistema inventado por Karl Rappan, con el que los helvéticos quisieron enmendarle la plana al gran Chapman, metiendo otro defensa más para que amartillara la portería. Menos mal que Helenio Herrera, a quien lo de “catenaccio” le sonaba mal, lo desdramatizó todo llamando a aquello “el defensa escoba”, que si no…

Antes de la media hora, el suizo Quentin dejó a Newton con todo el binomio patas arriba. Y a Iríbar, no digamos.

Cuando se acercaba la hora de juego el equipo español estaba absolutamente apagado. Ni una chispa.

Sí, una. Y la tomó sobre sí Sanchis. Recibió en balón en su parcela defensiva. Y echo a correr hacia el cerrojo. Sin llave inglesa. Diez metros. Veinte metros. Cincuenta metros. Al llegar a los sesenta metros de carrera frenética tenía toda la desacreditada, vilipendiada, despreciada “furia española” arremolinada en el cerebro. Se  dio cuenta de que estaba a diez metros del portero Elsener y a tres del ”cerrajero” Brodmann que vestía armadura de titanio. Antes de ser aplastado por el de la ferretería Rappan empleó su último aliento en darle impulso al balón. Gol.

Newton, a quien empezaban a cuadrarle las cuentas, dijo “ ¡Ah, football…!”. Y tiró la tiza.




Goles históricos: 1920-1959

Gol.01

PATRICIO INAUGURA EL MARCADOR ESPAÑOL

Dinamarca – España: 28-agosto-1920

Debut español en las lides internacionales. ¡Juegos Olímpicos de Amberes!

Empate a cero. Minuto 54. Internada de Belauste por el centro del campo. Abre a Pagaza. Rompió moldes. Nada de llegar al rincón y centrar. En derechura al poste más cercano. Sorprendiendo a todos soltó uno de sus cañonazos. Inesperado. Hansen, desconcertado, repele el balón hacia el mismo Pagaza, sobre el que se abaten los defensas daneses. Amaga de nuevo el disparo, pero cede suave hacia el centro. Allí llega el irunés Patricio. Suelta su tremendo cañonazo que sacude la red. El primer gol internacional de España acaba de inscribirse en un marcador.

Gol.02

BELAUSTE: “¡A MÍ SABINO…!”

Suecia – España: 1-septiembre-1920.

Un gol que define el juego español. Lo que se llamó “la furia española” en uno de los partidos más violentos sufridos por nuestra selección.  Se entró en el segundo tiempo perdiendo por uno a cero.

Minuto 50.Golpe franco al borde del área grande sueca. Sabino tras el balón. Cuando inicia la carrerilla se oye el vozarrón de Belauste: “¡A mí, Sabino, que los arrollo a todos!”. El suave bombeo del balón llegó al pecho de Belauste. Y con el balón ahí pegado entró en la portería, arrollando realmente al meta sueco y llevando colgados otros cinco nórdicos de la cintura, de la camiseta, de los brazos… Se había marcado uno de los goles más famosos de la historia del fútbol español.

Gol.03

EL PRIMER GOL EN TIERRA ESPAÑOLA 

España – Bélgica: 9-0ctubre-1921

Fue en San Mamés. Entonces no podía ser en otro sitio. Campeón y subcampeón olímpicos frente a frente. Al descanso se llegó con un 0-0 desilusionante.

Minuto 55. Acedo hace una internada por su banda izquierda. Centro levemente retrasado. Cabezazo tremendo de Patricio. El portero belga despeja con el puño muy flojo. Alcántara, según cae el balón, lo empala con su izquierda letal. Gol.  Un gol a lo Zidane, diríamos hoy.

Gol.04

ALCÁNTARA ROMPIÓ LA RED DESDE FUERA DEL ÁREA

Francia – España: 30-abril-1922

Fue el segundo gol español del partido de Burdeos. Despeje fortísimo de Vallana que fue hacia la banda contraria. Alcántara engañó, en el rebote, al defensa francés, y se internó velozmente. Al llegar a la raya del área grande, soltó su tremendo cañonazo de izquierda. El meta Friess no vio aquella bala.

El balón golpeó la red, la traspasó y aún tuvo fuerza para golpear a un gendarme que estaba unos metros detrás.

Gol.05

MONJARDÍN EN EL “PASE DE LA MUERTE”

Portugal – España: 17-diciembre-1922

Minuto ochenta en el Estadio Lumiar. Empate a uno. Público fuera de sí porque un empate es una victoria. Llega un genuino “pase de la muerte”. El bilbaíno Carmelo mete el balón en vertical por entre la defensa rival. Allá va Monjardín –curiosamente especialista cabeceador –, esquiva el empujón de Vieira y del hachazo de Pinho sale trastabillado. Se le echa encima el portero Guimeraes. El punterazo del madridista da en el poste y se cuela en el momento en que portero y delantero chocan como dos bólidos. Ahí estaba la muerte del pase.

Gol.06

SAMITIER ERA REALMENTE “EL SALTAMONTES”

España – Austria: 21-diciembre-1924

Pocas veces había jugado España tan mal. Los austriacos en su primera visita a España se llevaban un merecidísimo empate a 3 minutos del final. Pero allí estaba Samitier, apodado “El saltamontes”. Centro de Piera, muy cerrado. Corre Samitier. Se para en seco, como dando por perdido el balón. Salta tranquilamente el defensa. Súbitamente, Samitier da un salto inverosímil. Se dobla en el aire como un fleje y suelta un cabezazo. El balón sale como impulsado por una catapulta y llega a la red. Se venció gracias al genio azulgrana y en Las Corts.

Gol.07

ERRAZQUIN UN GOL ¡DE CABEZA!

España – Hungría: 19-diciembre-1926

Se tenía la seguridad de golear a los húngaros en Coya, Vigo. Pese al gol inicial de Errazquin,  cuando pasaba el minuto 80 el marcador iba 3-2 y con los españoles embotellados. Despeja de puños Zamora. Corto. Josemari Peña larga un boleón, a lo que salga. Y lo que sale es Errazquín acosado por  Fogl II.  Bota el balón muy arriba. Vuelve a botar blandamente, Errazquín hace ademán de soltar su letal punterazo. Pero, de pronto, se lanza como una jabalina, a poco más de un metro del césped y cruza el cabezazo a la red.

Gol.08

ÓSCAR SALVÓ A LOS SELECCIONADORES DE SER AHOGADOS

España – Suiza: 17-abril-1927

Enorme campaña contra el trío seleccionador – Castro, Mateos y Montero- que culminó con la amenaza de tirarlos al mar si no se ganaba a los flojos suizos. El precio de las entradas, carísimas, aumentó el malestar en El Sardinero. Los helvéticos tenían su tarde. Los españoles, no. Y los seleccionadores sin flotador…

Al fin, Luis Olaso colgó un balón sobre el marco suizo. Oscar, el racinguista, hizo lo que mejor sabía. Saltó entre una muchedumbre de defensores y cabeceó a la red.  El gol de la victoria. Un único tanto que evitó el ahogo de los técnicos.

Gol.09

GASPAR RUBIO INVENTA LA ”DEJADA”

España – Portugal: 17-marzo-1929

El seleccionador inventó el España FC, con siete debutantes, para inaugurar Heliópolis. Gaspar Rubio era aún “el rey mago” y marcó tres goles esta tarde en Sevilla. Pero el segundo de su cuenta dejó boquiabiertos a los expertos.

Lazcano – se jugaba con extremos- envía uno de sus pases milimétricos a un par de metros de Rubio. Viene éste lanzado. Roquete se va hacia su poste derecho esperando el cañonazo del madridista. Rubio, a toda marcha, golpea el balón con una caricia que deposita el balón en el otro poste. Pasmo general y gol de maestro.

Gol.10

GOIBURU HUNDE A LA ESCUADRA INGLESA

España –  Inglaterra: 15-mayo-1929

Los “pross” no habían perdido nunca en el continente. El Metropolitano era una caldera al fuego. Por el entusiasmo y por el calor. Cuando la estupefacción de los ingleses llegaba al límite por el inesperado empate de España, llegó el mazazo letal. Una jugada a cinco bandas: Padrón, Rubio, Goiburu, Rubio, Goiburu. Y Lazcano que llegaba como una locomotora… Le mira el osasunista y hace ademán de dejarle el balón con su pie derecho. La mareada defensa inglesa bascula hacia su izquierda. Y Goiburu, en un veloz juego de piernas chuta con la izquierda al desguarnecido poste contrario. Inglaterra muerde el polvo.

Gol.11

REGUEIRO: “PARA QUE OS ACORDÉIS DE ÁMSTERDAM” 

Italia – España: 22-junio-1930

Se iba a Bolonia con la moral por los suelos. En Praga, la semana antes, se había cosechado una derrota clara y el equipo no había funcionado. Italia esperaba en El Littoriale… Van 33 minutos. Luis Regueiro para el balón en la línea media. Empieza su majestuoso avance. Con su zancada inimitable. Su quiebro felino deja desarmado a Pitto. Esprinta. Ve venir a Caligaris como un  toro. Marca un quiebro y hace el contrario dejando sentado al defensa de la Juve. Un cañonazo hace que Combi mire hacia las mallas vibrando.  Dicen que “El corzo” gritó con todas sus fuerzas: “¡Para que os acordéis de Ámsterdam…”.

Gol.12

ELÍCEGUI: EL TREN DE LA MUERTE

España – Portugal: 2-abril-1933

Se puede hacer un silogismo macarrónico. “Pase de la muerte” quiere decir Irún. A Elícegui, ariete del Unión de Irún le llamaban “El expreso de Irún”. Luego Antonio Elícegui era “el tren de la muerte”. Balaidos lo vio. Ya se iba ganando por 1-0. Y Marculeta envía un pase como a tierra de nadie, por el centro, raso, vertical. Y Elícegui que capta la idea. Se va embalando con metros por delante. Allá a lo lejos, el balón. A la derecha, Bello. A la izquierda, Alves.  Centro de gravedad, el balón. Eran tres masas confluyentes. Bello no llega. Alves, si. Al contacto con Elícegui sale por los aires. En cuanto Roquete despega los pies del suelo, suelta Elícegui su misil. Gol. El tren de la muerte no llevaba retraso…

Gol.13

CHACHO: EL GOL RECORD, 13

España – Bulgaria: 21-mayo-1933

La Selección rompió los esquemas del marcador de Chamartín: trece goles. Chacho, el interior del Deportivo de La Coruña, dejó una muestra de plusmarca aún no rebasada: seis goles.

El gol decimotercero por “rara avis” bien merece su descripción. La verdad es que el extremo españolista Prat lo hizo todo. Se fue fácilmente de Mishtalov y quedó ante él una hectárea despoblada que aprovechó para llegar casi hasta el poste izquierdo búlgaro. Luego, el pase atrás. Chacho, con displicencia, clavó el gol en la red de Dermonski.

Gol-14

LÁNGARA: PASAPORTE PARA EL MUNDIAL DE ITALIA 

Portugal – España: 18-marzo-1934.

Después de ganar por 9-0 en Chamartín, no se podía perder en Lisboa. La Federaciones habían convenido no contar el “goal average” copero. El ardor portugués fue inusitado. Marcaron. Se empató. Cualquier accidente podía acarrear un tercer partido de desempate. Hasta que Marculeta sacó centrado un golpe franco. Siguió Lángara la trayectoria de ese balón aéreo. Cuando cayó, mató el bote con un giro de su pie derecho. Magistral. Estaba a 20 metros de la puerta de Amaro. Sorprendió a todos con un morterazo de izquierda que se coló a media altura. El pasaporte estaba en el bolsillo.

Gol.15

CAMPANAL: EL PRIMER GOL DE  LA POSGUERRA

Portugal – España: 12-enero-1941

Todo era nuevo. Desde el seleccionador, que lo era Eduardo Teus, hasta los ocho debutantes. Sólo Ipiña, Campanal y Gorostiza habían sido internacionales. Arriesgada salida a Lisboa que podía romper la imbatibilidad española ante Portugal.

La ilusión les duró a los lusitanos siete minutos. Gabilondo hizo un envío milimétrico hacia el centro. Campanal estaba fuera del área grande local. Recibió  con el pie derecho. Inopinadamente soltó un trallazo con la izquierda que se coló raspando el poste izquierdo de Azevedo.  Los portugueses tendrían que dejarlo para otro día.

Gol.16

CAMPOS: PENALTI  AL TERCER REICH

Alemania – España: 12-abril-1942

La Selección alemana era imbatible en aquellos años de apogeo del III Reich. Estadio Olímpico de Berlín con cien mil espectadores. Iba ganando Alemania por 2-1.Boleón de Gabilondo que tiene toda la pinta de irse por la línea de fondo. Corre el ovetense Emilín y pisa el balón que estaba a punto de salir. En vez de ceder a Martín que corría hacia el área germana, hace su personalísima rosca, esta vez con el pie derecho. El balón hace una parábola que burla a todos. Rebasado el portero, el defensa Janes bloca el balón con ambas manos. Penalti. Campos ante el balón. Si alguien tenía la sangre a bajo cero, era el canario. Silencio de los cien mil. Y Campos clavó el penalti. ¡Empate en Berlín!

Gol.17

BASORA SOLTÓ UN “MONSTRUO” EN COLOMBES

Francia – España: 19-junio-1949

Se llegaba a París después de saldar la vieja afrenta de Dublín. Era el último partido de la temporada. El equipo estaba de exhibición. Dos goles en los primeros veinte minutos. Antes de llegar a la media hora, Gaínza –que ya era “El gamo de Dublín”- hace una de sus diabluras y envía un balón templado y bombeado. Salta Zarra. Pese a la potencia de su impulso no llega con la cabeza al balón que se va hacia fuera. Pero allí llega Basora como un cohete. Se lanza en plancha, como una lanza, y conecta un tremendo cabezazo tras un vuelo de diez metros. El tres sube al marcador visitante. Colombes se pone en pie para aplaudir la belleza del gol del barcelonista.

Gol.18

GAÍNZA ABRE EL CAMINO A BRASIL

Portugal – España: 9-abril-1950

Nuevamente el billete de la Copa del Mundo estaba al albur de no perder. De nada servía el 5-1 de Chamartín si se perdía en Lisboa. Y se iba perdiendo…

Quedaba París como gatera de salida, pero era muy arriesgado.

Faltan ocho minutos. Puchades corta un balón peligroso y se lo envía bombeado a Zarra. Se cierran sobre él los defensas lusos esperando el fuerte cabezazo. Pero el ariete español peina el balón hacia Gaínza. Éste, sin dejar que la pelota bote en el césped, la empala de cuchara. Le sale un cañonazo que va segando la hierba hasta el fondo de la jaula de Capela. Vía libre para Brasil.

Gol.19

ZARRA, EL GOL DE LA HISTORIA

Inglaterra – España: 2-julio-1950

¡Maracaná! Con Inglaterra enfrente. Primer tiempo con empate a cero. El ser o no ser en la IV Copa del Mundo. Benito Díaz quería asegurar el empate y prohibió “alegrías”. Minuto 49. Le llega el balón a Gabriel Alonso. Tiene ante sí toda la pradera. Y hace la “alegría”. Se va al ataque. Sigue y sigue. Cuando le presionan larga hacia la otra banda. Corre Gaínza. ¡Llega!. Da al balón con la cabeza hacia el centro del área. Ramsey intenta cortar ese envío pero apenas si llega con la puntera matando la velocidad… Y dejándoselo en bandeja a Zarra. El ariete recibe el balón en la cintura. Lo deja caer y se lo cruza imparable a Williams. El locutor Matías Prats pudo alargar la palabra: ¡Goooool!

Gol 20

GAÍNZA INVENTA UN GOL

España – Suiza: 18- febrero-1951

Pese al éxito en la copa del Mundo de Brasil, el fútbol español cambió de piel. Nuevo presidente de la RFEF y nuevo sistema de selección con un trío democrático. Llegaba Suiza con el invento del cerrojo; a los tres defensas de la WM de Chapman se añadía un falso medio que era un doble defensa central. Se saltó el candado con seis goles…

El tercero era de difícil definición. Fue un centro de Basora –a lo Beckam- de banda a banda. Gaínza echó a correr en el momento en que el barcelonista golpeaba el balón. Pese a ello, el envío iba algo largo. Llegó el bilbaíno antes de que el balón saliera por la línea de fondo y antes de que él se estampara contra la publicidad. Estaba justo entre el banderín y el poste. Hizo un giro de cabeza y dio al balón. Éste hizo una parábola y se le coló a Hugg junto al otro poste.

Si al gol directo desde el corner se le llama “olímpico”, ¿cómo llamar a éste? Quizá gol “medio olímpico”. Por la parábola y por la distancia.

Gol 21

PANIZO AL MUNDIAL DE BILLAR

España – República de Irlanda: 1-junio-1952

A poco de comenzar el segundo tiempo, y cuando ya se le habían metido cuatro goles a los verdes mocetones de Dublín, Gaínza logró un corner que sacó rápidamente hacia Panizo, que estaba a pocos metros de él. ¿Qué quiso hacer el interior de Sestao? Metió el pie en difícil postura queriendo, quizá, enviárselo a César, que estaba frente al marco en segunda línea. El balón, por su cuenta, sin duda, se elevó, se elevó como una cometa loca. Panizo hizo un gesto de “¡vaya chapuza!”… Pero el esférico seguía subiendo y girando hasta que se quedó en suspenso; hizo un esguince de OVNI y cayó como un obús en la jaula irlandesa. Tras el asombro, Panizo se echó a reír.

Alguien le dijo que tras carambolas como esas, con bola de va y viene, tenia que ir al Mundial de billar. No quiso.

Gol 22

ESCARTÍN VIO EL GOL DE CÉSAR

España – Alemania: 28-diciembre-1952

No iban muy bien las cosas a la Selección, pese a la minuciosidad de Escartín a su frente. Alemania era un potencia de primer orden. Los hermanos Walter, Posipal, Rahn… Un equipazo. Acabó el primer tiempo con 1-2 y sin el “fifo” Joaquín Navarro, que se había descalabrado en un choque de cabeza con Ottmar Walter. En el vestuario, Escartín lo veía muy oscuro. Se acercó a César, un jugador fenomenal al que se ha olvidado injustamente, porque los ha habido tanto como él, pero mejor que él…  Escartín le dijo “Usted ha ganado muchos partidos. Vamos a ver éste”. “Vamos a verlo”, respondió el barcelonista.

En el minuto 68 Eckel echa mano a un balón que Joseíto le hurtaba. ¡Penalti!.

César cogió el balón como si fuera suyo. Se hizo tal silencio en el anillo de Chamartín, que parecía estar vacío.

Se ha hablado mucho del penalti de Panenka. Y no menos de la famosa “paradinha” brasileña. Pero César tomó una distancia de doce metros. Se veía venir el cañonazo a lo Alcántara. El silbato disparó a César como si fuera un Phanton lanzado desde un portaaviones. Y el pie acarició el balón. Lentamente se fue a la red. El portero Tureck ni se movió. Escartín pudo verlo.

Gol 23

DI STÉFANO DEBIÓ BRINDAR A LA FIFA

Suiza – España: 24-noviembre-1957

España estaba fuera de la Copa del Mundo de Suecia 68. Como en Italia 1934 el mejor equipo de Europa se quedaba en la cuneta. El empate suizo en Madrid echó todo a perder. Por eso, sin nervios y con ánimo de desquite, se fue a Lausana. El pleno del Comité de la FIFA estaba en el palco.

Kubala ya había metido un gol al filo del cuarto de hora. El equipo español era como un orquesta sinfónica.

Corría el minuto 23. Santisteban entregó en horizontal a Di Stéfano que, como siempre, se movía de área a área. Avanzó sereno, dominador. Un suizo, un regate, fuera. Otro suizo, un quiebro, fuera. Otro, tercero, un aumento de la velocidad hacia un lado sacando el balón por fuera, rebasado. Sólo le quedan Koch y el portero. Burla a Koch en una vuelta en redondo y empieza un sprint que deja al suizo a diez metros. Parlier inicia la salida. Di Stéfano ni se inmuta. Parece que es el ariete quien quiere cegar la salida del portero. Y, cuando quiere, suelta el pistoletazo a bocajarro. El balón en la jaula. Di Stéfano parado en el punto de penalti.

Sólo le faltó girarse en redondo y decir: “¡Va por ustedes, señores de la FIFA!”.

Gol 24

TEJADA EL PEOR DE LA MEJOR DELANTERA DEL MUNDO

España-Irlanda del Norte: 15-octubre-1958.

Era el “peor” y metió tres goles sin despeinarse. La mejor delantera del mundo la formaban: Tejada, Kubala, Di Stéfano, Suárez y Gento. Y a los irlandeses del Norte, que acababan de empatar con Inglaterra…

Estrenaban camiseta en vez de la camisa habitual. El estadio Bernabéu encendió por vez primera sus luces para la Selección española.

El marcador de la torre ya señalaba 4-1. La orfebrería estaba en la delantera. Luis Suárez, Kubala y Di Stéfano tenían fuera de sus casillas a medio equipo verde. Dos marcadores para cada uno. Y los cinco restantes colgados como murciélagos del travesaño. Pero los que se quedaban con hectáreas de terreno se llamaban Gento y Tejada. Y de ello se aprovechó éste. Llevaba ya dos goles. Suárez hizo todo el gasto caracoleando con el balón y atrayendo a un enjambre de contrarios. Cuando los vio todos juntitos se lo pasó a Tejada. Fue como una puñalada de mete y saca. Todos se quedaron como buscando el balón. Estaba en las mallas irlandesas.

Gol 25

GENTO ENGAÑÓ A TODOS

España – Polonia: 14-octubre-1959

Primer partido de la recién nacida Copa de Europa de Selecciones nacionales. Nada menos que Helenio Herrera al timón de esa nave de lujo. España entró con buen pie. Tres goles a los desconocidos polacos para empezar.

Muchos goles son producto de lo que Valdano llamaba “una sociedad”. Este tercer gol, que dejaba la eliminatoria muy favorable para los colores españoles, fue una labor comanditaria: Kubala hizo la lidia y Gento dio la estocada.

Cuando salió el pase de la bota derecha de Kubala, nadie creyó que Gento llegara a ese balón que iba a más de veinte metros de distancia del extremo de Guarnizo.  Y Gento llegó. Primera sorpresa.  La defensa polaca se fue a cegar esa inverosímil internada que aún parecía tener recorrido. Pero Gento sólo tuvo un contacto con el balón. El del cañonazo que nadie esperaba. Era desde fuera del área, en carrera y después de veinte metros de galopada. Al meta Stefaniszyn hubo que jurarle que el balón lo tenía en la jaula.