Albania y Grecia: rivalidad y fútbol

Podríamos imaginar que la mejor clasificación europea de la selección de fútbol de Albania fue en la Eurocopa de 2016, cuando el combinado albanés participó por primera vez en una fase final del torneo europeo de selecciones. Albania no pudo superar la fase de grupos tras perder ante Francia y Suiza y conseguir una victoria por la mínima ante Rumanía, quedándose a un paso de estar entre las dieciséis mejores selecciones de Europa. Pero no, la mejor participación de Albania no fue en la Eurocopa de 2016. Fue en 1964. Y no por una cuestión futbolística.

En 1964 se disputó la segunda edición de la Copa de Naciones de Europa, actualmente conocida como Eurocopa. Más allá del nombre, el formato difería sustancialmente. La fase previa se dividía en tres eliminatorias a ida y vuelta de la cual resultaban cuatro equipos. Las correspondientes semifinales y la final se celebrarían, en la edición de 1964, en España. En la primera eliminatoria, Albania y Grecia se enfrentarían en un duelo que les permitiría, en caso de ganar, situarse entre las mejores dieciséis selecciones de Europa. Ni el primer partido programado en suelo griego el 21 de junio de 1962, ni el partido de vuelta que debía de celebrarse en el estadio Qemal Stafa de Tirana el 31 de marzo de 1963, se acabarían celebrando. La razón: Grecia se retiraba del torneo al tener que enfrentarse a Albania.

Las relaciones entre Albania y Grecia nunca han sido sencillas. Su frontera, de aproximadamente 250 km, se asienta sobre la región histórica de Epiro. Objeto de disputa entre ambos estados, en 1913 se firmó el Tratado de Bucarest bajo el cual el norte de Epiro, que cuenta con una importante minoría étnica helena, pasaría a formar parte de Albania; por su parte, Grecia se asentaría en el sur de Epiro, que contaba, a su vez, con numerosas comunidades albanesas. La Segunda Guerra Mundial, finalmente, sería el detonante que acabaría distanciando el vínculo entre albaneses y griegos. Albania, ocupada por la Italia de Mussolini, sirvió de puente para un ataque a Grecia del Ejército italiano en octubre de 1940. Grecia, que le declararía a Albania el estado de guerra, logró frenar con éxito el avance italiano, pero la posterior intervención de la Wehrmacht significaría la caída de Atenas en manos del Eje hasta 1944, cuando alemanes e italianos abandonaron el país heleno ante la inminente victoria aliada.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, las tensiones étnico-fronterizas entre los dos países se avivarían. Grecia, después de una guerra civil que acabarían venciendo las fuerzas pro-OTAN, reclamaría el territorio norte de Epiro, que pertenecía a la nueva Albania marxista-leninista de Enver Hoxha. Además, los partisanos griegos acusarían a la población albanesa que se asentaba en la Epiro griega de colaboracionistas del régimen de ocupación italiano y alemán, por lo cual fueron expulsados de Grecia. La mayoría de ellos se asentaron en Albania, mientras que otros formaron comunidades de emigrantes en Turquía y Estados Unidos. Zonas en disputa, desplazados. Como podemos suponer, el estado de guerra que se inició en 1940 se mantendría entre Albania y Grecia en las décadas siguientes. Pese a que las relaciones se destensaron en los años 80, aún hoy ambos países balcánicos siguen técnicamente en estado de guerra.

Este conflicto será el motivo por el cual Grecia se negaría a jugar, en 1962 y en 1963, contra Albania. Como consecuencia de la retirada helena, Albania pasaba a la siguiente ronda, convirtiéndose en una de las dieciséis mejores selecciones de Europa, hito que la histórica selección albanesa de 2016 no pudo igualar. En segunda ronda de la fase de clasificación para la Copa de Naciones de 1964, Albania se enfrentaría a Dinamarca. Esta vez, sí pudo disputar los dos partidos. El 4-0 en Copenhague mostraba la diferencia de nivel entre ambas selecciones; aun así, en la vuelta, Albania pudo derrotar por 1-0 a los daneses en la que sería la primera victoria de los albaneses en una Copa de Naciones. El gol de la meritoria victoria, por cierto, fue obra de Panajot Pano, recientemente nombrado como el mejor jugador de la historia del fútbol albanés por la Federación de Fútbol de Albania. Pano, en griego Panou, era de origen heleno; sus padres procedían de la ciudad de Delvinë, situada en el sur de Albania, en la región norte de Epiro. Territorio de Albania reclamado por Grecia. Uno de los motivos por los que Grecia no jugó esos dos partidos contra Albania.




Un siglo de rivalidad futbolística entre Murcia y Cartagena

El pasado 19 de marzo el estadio Cartagonova fue escenario de un nuevo encuentro entre los equipos más representativos de Cartagena y Murcia; en este caso, entre el FC Cartagena y el Real Murcia. El partido se desarrolló con la pasión habitual que tradicionalmente suscitan los enfrentamientos entre los clubes más representativos de ambas ciudades, pero desde un punto de vista histórico se trataba de un encuentro especial porque este mes de abril se cumplen cien años del inicio de la rivalidad futbolística Murcia-Cartagena, una rivalidad surgida a raíz de unos incidentes acaecidos, precisamente, muy cerca del Estadio Cartagonova: en el antiguo campo de fútbol de Los Mayores, que estaba situado en las inmediaciones de la Alameda de San Antón.

El primer partido de fútbol documentado entre un equipo de Murcia y uno de Cartagena data del 26 de noviembre de 1911. No fue un encuentro entre los equipos más importantes de ambas ciudades ya que la expedición murciana que se desplazó a Cartagena estaba compuesta en su mayor parte por suplentes del Murcia FC. El dato más llamativo del choque entre el Sport Club Carthago y el Sporting Club de Murcia, que finalizó con victoria local por 3-0, radica en que todos los tantos fueron conseguidos por jugadores británicos.

Poco después de aquel partido, en la Murcia futbolística se abrió un lapso de más de cuatro años de casi total oscurantismo. Durante este periodo no existió ninguna sociedad que tuviera la capacidad organizativa suficiente como para desarrollar una actividad constante, siquiera durante unos meses, hasta 1916, año en que se fundó el Athletic Club. Algo parecido sucedió en Cartagena, ciudad en la que las noticias futbolísticas también son muy escasas hasta este mismo año. Precisamente durante el verano de 1916 se produjo un doble enfrentamiento en Cartagena entre los equipos más representativos de ambas ciudades que se desarrolló sin incidencias destacadas.

Hasta la creación de la Federación Levantina en 1919 ningún equipo de la región participó en competiciones oficiales. En Murcia existía la costumbre de organizar partidos amistosos durante las fiestas locales, ya que al tratarse de un evento incluido en el programa de festejos el acontecimiento concitaba la atención de un mayor número de espectadores.  De este modo en 1917, y con motivo de las Fiestas de Abril, hoy Fiestas de Primavera, el Athletic Club de Murcia se puso en contacto con el que entonces era el primer equipo de Cartagena, el Sporting Club Carthago, para invitarle a disputar un partido amistoso. El Sporting aceptó la petición con la condición de que los murcianos le devolvieran la visita, algo que era costumbre en la época. Cada afición tendría la oportunidad de ver a su equipo y ambos clubes podrían obtener ingresos económicos en concepto de taquilla.

El escenario del primer partido fue el campo del Tiro Nacional, denominado así porque se encontraba en una parcela anexa al campo de Tiro de Espinardo, y que estaba situado a unos cinco kilómetros del núcleo urbano de Murcia. Se trataba del único campo de fútbol existente en el municipio, ya que la ciudad se encontraba completamente rodeada por la huerta y por este motivo era imposible encontrar otro lugar (al margen de la plaza de toros) para organizar un partido de fútbol. El terreno de juego, que se usaba desde 1903, presentaba un estado deplorable, incluso para las pocas exigencias de los jugadores de la época. El campo, de reducidas dimensiones, estaba atravesado por un camino vecinal (de modo que cuando se acercaba un carruaje había que detener el juego) y además estaba inclinado hacia una de las bandas. A todo esto se le sumaba que el Athletic llevaba casi un año sin utilizarlo, por lo que un grupo de jóvenes de la ciudad se tuvo que esforzar para limpiarlo de piedras y otros obstáculos hasta dejarlo en un estado que permitiera albergar un partido de fútbol.

Era la primera vez que el club más representativo de Cartagena jugaba en Espinardo. La impresión que produjo aquel campo a los periodistas de esta ciudad distó mucho de ser aceptable. El redactor de El Eco de Cartagena incidió en las escasas dimensiones del terreno de juego (aproximadamente 60×40) y en que la distancia desde el saque de esquina hasta la portería era de sólo 18 metros. La Tierra realizó una descripción muy completa “llegamos al campo y nuestra desilusión es enorme. El terreno de juego es de lo más malo que puede haber para estos menesteres. De dimensiones irrisorias y de un piso verdaderamente infernal. Por un lado una carretera llena de surcos y por otro una pendiente pronunciadísima de esas de las de peligro de muerte.”

La jornada presentaba un grave inconveniente que podía haber retraído la presencia de aficionados, pues a la lejanía del campo de fútbol, se le sumó la climatología adversa. Durante toda la tarde reinó un fuerte viento; no obstante, las ganas de los murcianos por ver un partido de fútbol y la publicidad otorgada al evento pesaron más, lo que motivó que el campo estuviera lleno. Ganó el Sporting por 1-2, pero si este partido ha pasado a la historia ha sido por un incidente aislado. Cuando los cartageneros obtuvieron el 0-2 algunos aficionados locales lanzaron piedras al terreno de juego, una de las cuales parece ser que golpeó levemente a Monche, el autor del tanto, un futbolista natural de Mazarrón que había jugado con el equipo murciano durante el año anterior. No debió tener importancia este impacto ya que dos de los tres redactores cartageneros que se desplazaron hasta Murcia ni siquiera mencionaron el incidente.

El domingo 29 de abril se produjo la devolución de la visita. El encuentro iba a ser una fiesta en la que estaba previsto homenajear a la tripulación del submarino Isaac Peral, que había llegado al puerto de Cartagena dos días antes. La prensa cartagenera no calentó el partido. Al contrario, si en algo se detuvo fue en elogiar las virtudes de los mejores jugadores del Athletic.

El partido se tenía que haber celebrado en el campo del paseo Alfonso XIII (que popularmente ha pasado a la historia como campo de la Alambrada, porque se cercó con una alambrada de espino), pero durante parte de la mañana llovió de forma torrencial y el terreno de juego quedó anegado. Ante la amenaza de suspensión, la única solución fue trasladar el partido al antiguo campo de Los Mayores.

Según la prensa se congregaron alrededor de 4.000 espectadores. Es muy probable que esta estimación sea exagerada, pero de lo que no cabe duda es que aquella visita del Athletic Club de Murcia fue todo un acontecimiento. Además los aficionados locales pudieron disfrutar de un encuentro que tuvo un desenlace favorable para su equipo que obtuvo una cómoda victoria.

El partido transcurrió con relativa normalidad, incluso las distintas fuentes consultadas coinciden en que el público despidió a los jugadores murcianos con aplausos. A partir de ahí cambió todo. Según escribió un redactor de El Tiempo “el partido terminó a las seis, hora en que los jugadores murcianos tomaron el coche para ir a la fonda, más un grupo de mozalbetes de 18 a 25 años en número de varios cientos apedrearon el coche dando lugar con esto a que ocho números de policía con un cabo tuvieran que ir escoltando el coche. La manifestación de barbarie no se contentó con ir hasta la entrada de Cartagena, sino que continuó hasta la fonda”. El redactor afirmó que los presentes fueron animados por un jugador del Sporting Club Carthago. Después de aquellos incidentes ambos clubes rompieron las relaciones.

Formación que presentó el Athletic Club de Murcia en el controvertido encuentro disputado el 29 de abril de 1917 en Cartagena

Formación que presentó el Athletic Club de Murcia en el controvertido encuentro disputado el 29 de abril de 1917 en Cartagena

Aquel mismo día la ciudad de Murcia inició una nueva etapa futbolística. Alfonso Guillamón, jugador del Athletic, comentó durante el viaje de vuelta que era necesario construir un campo de fútbol con dimensiones reglamentarias para que el club pudiera progresar. Pocas semanas después el Athletic Club de Murcia desaparecía y cedía el testigo al Murcia Foot Ball Club, que sería presidido por el propio Guillamón, quien logró encontrar un lugar adecuado para construir un nuevo campo de fútbol. El 27 de enero de 1918 el Murcia FC inauguró el campo de La Torre de la Marquesa en un partido amistoso ante el Hispania de Orihuela.

Uno de los primeros acuerdos de la directiva del Murcia FC fue negarse a mantener cualquier tipo de relación con el Sporting Club Carthago. En mitad de la tensión futbolística entre ambas ciudades entró en escena un tercer equipo: el Stadium de Madrid. A finales de 1917 el Sporting Club Carthago se adhirió a la Federación Sur con el objeto de obtener autorización para celebrar partidos amistosos contra equipos federados. El equipo cartagenero contrató al Stadium para disputar un encuentro el 1 de enero de 1918. La historia se repitió y la expedición madrileña fue apedreada cuando se dirigía a la estación para tomar el tren de vuelta.

Tal situación hizo reflexionar a la junta directiva del equipo cartagenero que se puso en contacto con la del Stadium para invitarle de nuevo a Cartagena en un acto de desagravio. Ambos clubes concertaron la disputa de dos partidos los días 31 de marzo (Domingo de Resurrección) y 1 de abril, a cambio de los cuales el club madrileño percibiría 400 pesetas.

Los dos encuentros entre el Sporting Carthago y el Stadium terminaron en empate. La directiva cartagenera propuso disputar un tercer partido al día siguiente, 2 de abril, para determinar un vencedor, aunque el objetivo prioritario era obtener unos mayores ingresos económicos, ya que la afluencia de espectadores no había sido la esperada porque la climatología había sido adversa. Inesperadamente se encontraron con la negativa de los futbolistas del Stadium, quienes se habían comprometido a jugar ante el Murcia FC.

La visita del Stadium a Cartagena coincidía con las Fiestas de Abril en Murcia. Por este motivo Alfonso Guillamón se puso en contacto con los futbolistas madrileños para concertar dos partidos los días 3 y 7 de abril, a cambio de una cantidad económica que se repartirían los componentes de la expedición. Los contactos fueron rápidos porque el jugador del Stadium que actuó como enlace fue Juan García Calvo, un futbolista formado en Murcia que se encontraba provisionalmente en Madrid estudiando Bellas Artes. Se da la circunstancia de que Manolo, hermano de Juan, era jugador del Murcia FC, aunque en aquellas fechas estaba ausente porque se encontraba realizando el servicio militar.

El acuerdo Murcia-Stadium, rubricado por Alfonso Guillamón y por Llorente, capitán del equipo madrileño, se realizó en contra del criterio del directivo que se había desplazado con la expedición, un tal Elises, quien a instancias de la junta directiva del Sporting Club Carthago había firmado un documento en el que negaba el permiso a los jugadores del Stadium jugar en Murcia, esgrimiendo el argumento de que el Murcia FC no estaba inscrito en ninguna federación. Asimismo, tres jugadores del Stadium se negaron a jugar en Murcia: el guardameta Pablo Hernández Coronado (quien varias décadas más tarde sería seleccionador español), Manzanedo (jugador del Madrid FC que reforzaba al Stadium) y Clavé (jugador del Racing de Madrid que, igualmente, reforzaba a los visitantes). El resto de la expedición hizo caso omiso a la orden de Elises de marchar directamente a Madrid.

Esta situación indignó a la junta directiva del Sporting Club Carthago, hasta tal punto que hizo todo lo posible para que los encuentros no se celebrasen. Los cartageneros enviaron un comunicado al gobernador civil manifestando que los partidos concertados entre el Murcia FC y el Stadium tenían que ser suspendidos porque el representante de este club había firmado un documento en el que se comprometía a que el Stadium no jugaría en Murcia, y que si lo hacía el club madrileño tendría que devolver las 400 pesetas al Sporting, algo a lo que Elises no estaba dispuesto.

El presidente del Sporting Club Carthago, el conocido político y abogado, José García Vaso, y otros dos directivos se desplazaron a Murcia para entrevistarse con el gobernador civil con el objeto de que suspendiera los partidos, pero se dio la curiosa circunstancia de que el gobernador civil era el padre de un jugador del Murcia FC. Finalmente los encuentros se disputaron, bajo el pretexto de que era la primera vez que un equipo madrileño jugaba en la ciudad y la visita del Stadium había causado tal expectación que se temía que la suspensión podría causar desórdenes públicos.

Formación del Stadium que se enfrentó al Murcia FC el 3 de abril de 1918 en el campo de La Torre de la Marquesa

Formación del Stadium que se enfrentó al Murcia FC el 3 de abril de 1918 en el campo de La Torre de la Marquesa

Tras el final del primer partido se reunieron todas las partes (gobernador civil, directivos de los tres equipos implicados y jugadores del Stadium) para aclarar la situación. Alfonso Guillamón le propuso a José García Vaso pagarle las 400 pesetas requeridas, pero el presidente del club cartagenero rehusó el ofrecimiento porque según él era una cuestión que tenía que dirimir con el club madrileño y no con el Murcia. El gran perjudicado de esta situación fue el Stadium porque tras su regreso a Madrid todos los jugadores que no obedecieron las órdenes de Elises fueron dados de baja por el club y sancionados durante seis meses por la Federación Regional Centro.

Aquel desencuentro ahondó aún más la crisis futbolística Murcia-Cartagena. El diario El Liberal publicó una carta de Alfonso Guillamón dirigida al capitán del Sporting Carthago, Antonio Para en la que reprochaba la actitud del presidente de su club y afirmaba que no había podido determinar si aquella visita al gobernador civil había sido por dinero, para suspender el partido anunciado para aquella tarde, o para encarcelar a los jugadores del Stadium por estafadores. Desde Cartagena tampoco se dieron pasos para lograr una reconciliación y durante las semanas siguientes, representantes de ambos clubes utilizaron la prensa para cruzarse acusaciones y amenazas.

Alineación del Murcia FC en un partido disputado a finales de 1918, también ante el Stadium. Alfonso Guillamón, vestido de traje, se encuentra a la derecha de la imagen

Alineación del Murcia FC en un partido disputado a finales de 1918, también ante el Stadium. Alfonso Guillamón, vestido de traje, se encuentra a la derecha de la imagen

Finalmente, en enero de 1919 imperó la cordura. Casi dos años después de la ruptura de relaciones Juan Teruel, vicesecretario del Sporting Carthago, envió una carta a Alfonso Guillamón, disculpándose por los incidentes sucedidos en Cartagena, e instando a normalizar las relaciones entre ambos clubes. “La protesta del Sporting contra determinados elementos del Stadium de Madrid era justificadísima. Dicha protesta ustedes la interpretaron como animosidad del Sporting hacia el Murcia F.C. y tal animosidad no existe. Nosotros procuraremos demostrarlo con nuestros actos…en cuanto a lo sucedido en ésta cuando la última visita del Athletic Club de Murcia, claro está que el Sporting Club Carthago no puede ser responsable de los actos de cierta parte del público, puesto que él mismo es el primero en censurarlo. En esto no cabe más que evitar (y esto es posible en ustedes y en nosotros) la repetición de estos actos. Así pues debe olvidarse lo pasado y poner todos de nuestra parte, para que cese de una vez para siempre la tirantez de relaciones que actualmente existe”

Lo que en un principio era el contenido de una carta privada trascendió a la prensa. No gustó en Cartagena que esto sucediera, pero la publicación de estas palabras produjo un efecto positivo. Finalmente, y tras las oportunas disculpas, por fin el 18 de mayo de 1919, es decir más de dos años después de que se produjeran los incidentes que propiciaron la ruptura de relaciones, los equipos más importantes de Murcia y Cartagena: el Murcia FC y el Sporting Club Carthago disputaron un partido de fútbol. El escenario fue el campo de La Torre de la Marquesa. Ganó el equipo murciano por 3-0. Los cartageneros quedaron tan encantados con el trato recibido que invitaron al Murcia FC a inaugurar su nuevo campo de fútbol, cuando en principio estaba previsto que lo hiciera el Club Deportivo Aguileño. Este enfrentamiento se produjo el 22 de junio. Como anécdota, durante el descanso los jugadores de ambos equipos fueron invitados a cerveza. Ganaron los locales por 3-1. Curiosamente este partido fue el último de la historia del Murcia FC.

La reconciliación deportiva entre ambas ciudades se produjo en un momento muy importante ya que en 1919 se fundó la Federación Levantina de Fútbol, lo que facilitó la oportunidad a los equipos de fútbol de las regiones de Valencia y Murcia de participar, por primera vez en la historia, en competiciones federadas. Una serie de circunstancias propiciaron que durante este año se constituyeran nuevos equipos de fútbol en Alicante (Natación), Valencia (Valencia FC), Cartagena (Cartagena FC) y Murcia (R. Levante, actual Real Murcia), todos ellos con metas muy ambiciosas. La progresión del fútbol como deporte de masas era imparable.

Las relaciones futbolísticas entre Murcia y Cartagena se normalizaron, pero los detalles de aquel desencuentro continuaron en la memoria de aquellos que lo habían vivido en primera persona. Cuando en 1936 el Cartagena fichó como entrenador a Juan Manzanedo (también conocido como Baúles) aún se elogiaba su actitud por haber sido uno de los jugadores del Stadium que 18 años antes se había negado a jugar en Murcia.

Anécdotas al margen, el mes de abril de 1917 ha pasado a la historia futbolística de la Región de Murcia porque fue el punto de partida de una rivalidad entre las ciudades de Murcia y Cartagena que ahora cumple 100 años.




Historia de un desencuentro. Los polémicos Real Madrid-Sporting de los 70

Durante la década de los setenta, sobre todo a partir de la temporada 1977-78 cuando el equipo gijonés empezó a codearse con los grandes, los enfrentamientos entre rojiblancos y madridistas generaron una agria controversia que terminaría legando para la posteridad el grito de: “Así, así, así gana el Madrid”. Desde entonces viene siendo utilizado por las hinchadas rivales para denunciar el supuesto favoritismo arbitral del que gozan los merengues, al tiempo que es empleado por los seguidores del conjunto de la Castellana para celebrar, con orgullo, las exhibiciones de juego y goles protagonizadas por sus futbolistas. La historia de esta polémica, pródiga en sucesos, se detalla a continuación:

La normalidad presidió los encuentros disputados al comienzo de la década (hay que recordar que el, por entonces, Real Gijón acababa de ascender de categoría tras más de diez años en Segunda). Con todo no faltaron las censuras, y algún que otro escándalo de notable magnitud, que irían dejando muescas en el imaginario colectivo sportinguista. Aunque, dada la distancia que separaba por entonces a ambos equipos, no podrían tildarse más que de anécdotas. Era impensable hablar de rivalidad; todavía…

Tampoco es que le fuera del todo mal al Sporting con el Madrid en estos primeros años. La igualdad fue la tónica predominante en los enfrentamientos. De hecho, el conjunto gijonés lograría un meritorio empate (1-1) en el Bernabéu en el primer choque entre ambos. Un partido que tendría un corolario polémico, narrado así por la prensa asturiana:

Los últimos cinco minutos son de presión sobre el marco madridista y viene la jugada decisiva. Churruca recibe un balón en la banda, quiebra a José Luis y sale lanzado sobre el marco. José Luis no puede superar la carrera del gijonés, aunque le va soltando patadas por detrás. Entran en el área y cuando Churruca se acerca a la pequeña, José Luis decide jugarse el todo por el todo. Mete el pie en zancadilla y empuja con una mano la espalda de Churruca, que sale dando volteretas y termina caído en la línea de córner. Es un penalty total, pero el árbitro se inhibe y permite que Miguel Ángel saque rápidamente al centro y el juego no se detenga. Diez segundos después, el árbitro decide terminar el partido, cuando todavía falta minuto y medio. Las protestas de los jugadores rojiblancos no han encontrado respuesta, pues el señor Pelayo Serrano ha corrido rápidamente al centro del campo. El público se calla en un silencio impresionante y acusador, de la decisión arbitral”. (Ricardo Novo / Voluntad).

Curiosísimo es el comentario hecho en la Hoja del Lunes de Gijón por Liomi (¿representativo de lo que un equipo modesto podía esperar de un arbitraje en el Bernabéu, quizá?). En cualquier caso, no tiene desperdicio:

No sólo la prensa gijonesa censuró la decisión arbitral. En la imagen el titular de Marca

No sólo la prensa gijonesa censuró la decisión arbitral. En la imagen el titular de Marca

El partido no ofreció complicaciones. Hubiese sido una labor aceptable la suya de no surgir la última jugada de Churruca y el penalty de José Luis que no señaló. En parte porque no estaba bien situado y en parte porque prefirió inhibirse ante la parroquia merengue. Fue, pues, discreta tirando a floja su labor. Acertó al anularle un gol a Amancio, por falta previa al portero, pero no quiso repetir el acierto en la jugada última del encuentro. Hasta cierto punto comprensible…” (¡!)

En la devolución de visita los madrileños, jugando a la contra, se harían con la victoria por la mínima diferencia en el embarrado césped de El Molinón.

La primera polémica

Durante temporada 1971-72 se viviría uno de los primeros escándalos de la década. Ambos conjuntos empataron a uno en partido televisado en directo desde Gijón. Las crónicas periodísticas fueron muy duras con el árbitro. Con el fin de buscar la necesaria equidistancia, ofrecemos la visión tanto de la prensa regional como de la nacional:

Si hubiera salido preconcebidamente a actuar contra el Sporting no le hubiera perjudicado más. Porque el señor Sánchez Ibáñez fue el principal culpable de que terminara en empate un partido que tenía que haber ganado el Sporting. El penalty que se le hizo a José Manuel en el primer tiempo fue integral. El gol que anuló al Sporting en este período, irreprochable, porque fue Zoco quien estorbó al portero, haciéndole perder la pelota, sin que tocara a García Remón ningún jugador gijonés. El volteo a Megido en la segunda parte, cuatro metros dentro del área, indiscutible. Todo esto lo resolvió con saques de puerta o castigando al Sporting. Se pasó la tarde sancionando al Sporting en faltas inexistentes, sin sancionar las del Madrid, algunas claramente peligrosas y merecedoras de la tarjeta blanca. En cambio, se la enseñó a José Manuel y Alonso. Toleró todo en el área madridista, convirtiéndolo en faltas gijonesas. Fue inepto y parcial recalcitrante, contra los rojiblancos. Y culpable absoluto de que el Sporting haya perdido un punto en casa, cosa que no hubiera sucedido con árbitro imparcial y competente.

Nefasto el señor Sánchez Ibáñez, que provocó justamente la iras del público. Y nos agradaría no volver a verlo en El Molinón”. (Enrique Prendes / Voluntad).

Con respecto al ambiente de la grada, el propio EPE señalaría:

Público entusiasta, que estuvo siempre al lado del Sporting, entusiasmado con el alarde de coraje, pundonor y también juego acertado de los chicos. Se indignó contra las decisiones caprichosas, absurdas, constantemente perjudiciales para el Sporting, del señor Sánchez Ibáñez y las almohadillas llovieron en numerosas ocasiones sobre el césped. No podemos aprobar esta actitud, ni tampoco los insultos constantes. Pero es muy difícil frenar la indignación cuando se contempla una actuación arbitral tan indignante, tan lesiva para los intereses del equipo. De todos modos, ciertos gritos y la lluvia de almohadillas son inadmisibles. Aunque lo hagan en otros campos”.

La opinión de Belarmo en el diario Marca era la siguiente:

Sánchez Ibáñez (0), del colegio Extremeño. Se equivocó constantemente en la apreciación de faltas cometidas dentro de ambas áreas. Hubo un derribo de Anzarda en el interior de la gijonesa que pasó por alto, lo mismo que cierta entrada de Benito a Mejido (sic) en la madridista cuando mediaba ya la segunda parte. En ambas ocasiones no señaló siquiera el libre indirecto con que suele sancionarse el juego peligroso. Además de los comentados errores, incurrió en otros no menos lamentables, como el de no conceder ni en una sola ocasión la ley de la ventaja o la de  compensar, incomprensiblemente, las intervenciones que en el Reglamento están penadas. El público le abroncó, y con muchísima razón. Tal vez no haya sido para tanta almohadilla en determinados momentos ni para los fuertes insultos que la televisión espero haya sabido ocultar. Por añadidura, los agarrones claros a Velázquez y Aguilar se merecían la dichosa tarjeta y menos discurso. Sólo sacó a relucir la blanca cartulina en el minuto cuarenta, cuando Alonso le protestó con palabras cierta decisión. A los sesenta y tres minutos y en zancadilla aparatosa de Hernández al extremo derecho madridista, se limitó a reñir y a pitar la falta sin más”.

De sorprendente puede calificarse la versión de Luis Arnaiz, en As, que incluso llegaba a darle la vuelta a la tortilla:

Sánchez Ibáñez, del Colegio Extremeño. Mal. Perjudicó a los dos equipos en la aplicación de la ley de la ventaja, pero más al Real Madrid, que, como dominado, era el que mantenía los contraataques (…) Su labor acabó por encrespar los ánimos del muy apasionado público, aunque, para ser justos, ambos contendientes salieron perjudicados de tan mal arbitraje”.

Llamamos la atención sobre el siguiente apunte de Liomi en la Hoja del Lunes de Gijón, indicativo de las condiciones imperantes en el arbitraje de la época:

Desencuentro02No caben ahora las recusaciones, al menos por este año. Es igual. Si Sánchez Ibáñez, por sorteo ha de volver a Gijón, y si todavía tiene un resto de pudor en su condición de árbitro, habrá de renunciar, aunque sea alegando el pretexto más fútil que pueda imaginarse. Después de su nefasta actuación de ayer, se ha colocado la etiqueta de persona no grata.

Es lamentable tener que manifestar una opinión así. Pero es la que nos sugiere la tarea desarrollada por este árbitro. Y que conste que dejamos al Real Madrid completamente al margen de todo. Sigue siendo, para nosotros, un equipo caballeroso y señor. Y con un prestigio que, en ocasiones, le perjudica. Porque ese propio prestigio, es el que de una manera inmaterial presiona sobre el subconsciente de algunos árbitros, más preocupados de su posibilidad de futuro que de su obligación de presente”.

Y es que, como el propio Liomi refería en su crónica, el Sr. Sánchez Ibáñez llevaba recusado tres años por el Real Madrid, siendo ésta la primera ocasión en la que volvía a arbitrarles. En el aire flotaba la eterna cuestión de si al colegiado podría convenirle congraciarse con el conjunto blanco.

En el encuentro de vuelta el Sporting volvió a poner en apuros a los madrileños, que terminaron imponiéndose por un mínimo 1-0. El pésimo arbitraje del Sr. Forés repartió errores, anulando un gol a Amancio por un inexistente fuera de juego y obviando un derribo a Churruca en el área local.

        Pese a las polémicas siempre hubo tiempo para el compañerismo. Marañón y Quini lo demuestran.

Pese a las polémicas siempre hubo tiempo para el compañerismo. Marañón y Quini lo demuestran.

La campaña 1972-73 depararía una doble confrontación entre ambos equipos, pues habrían de verse las caras en Liga y Copa. Lo que ya había quedado claro es que el Sporting no era ninguna perita en dulce y el Madrid volvió a comprobarlo al ganar en el Bernabéu de nuevo por 1-0 y en el último minuto. En El Molinón cambiarían las tornas y el resultado se decantaría a favor de los gijoneses por igual tanteo. No hubo mayores problemas con el arbitraje, aunque en Gijón no gustó el tinte anticasero del Sr. Franco Martínez.

En el Campeonato de España se produjo la sorpresa. Los rojiblancos eliminaron al equipo blanco tras una eliminatoria muy igualada. Victoria ajustada en El Molinón (1-0) y empate a uno en el Santiago Bernabéu. Fragoso del Toro en Marca, no ponía pegas al pase forastero, pero reclamaba una pena máxima de Paredes sobre Marañón en el encuentro celebrado en la capital. Por su parte, Gerardo García en As, admitía que había habido otro, de Benito a Quini, tan claro como el primero.

Batalla campal en el Bernabéu

Aún más favorable a los gijoneses resultaría la temporada 1973-74, pues al positivo obtenido en el Santiago Bernabéu (2-2) en un vibrante y polémico encuentro habría que sumarle el decisivo triunfo logrado en El Molinón (4-3), vital para evitar el descenso. De pésima puede calificarse la actuación del juez de la contienda en el primero de los partidos, que haría correr ríos de tinta:

 “Triste arbitraje del colegiado aragonés, carente de personalidad e inconsecuente en sus decisiones. Olvidó el uso de la tarjetas para, luego, en la última media hora, exhibirlas pródigo; pese a lo cual pecó por omisión en alguna nueva oportunidad, como la plancha de Pirri a Romero (con representación teatral del guardameta). Dejó sin sanción dos penaltis en el área asturiana: derribos de Alonso a Pirri (32 m.) y de Fanjul a Mas (53 m.). No vio la mano de Mas previa al centro que sirvió para que Amancio lograse el empate definitivo. Expulsó al madridista José Luis y al gijonés Doria, pero dejó en el campo a Romero, protagonista y activista del desaguisado con su agresión a Pirri, que encendió la mecha del altercado multitudinario. Un mal arbitraje de Bueno, paradoja aparte”. (Jesús Fragoso del Toro / Marca).

La visión gijonesa difería en bastantes aspectos, los supuestos penaltis por ejemplo, y hacía hincapié en otras particularidades: “El señor Bueno, del Colegio Aragonés. A la fuerza habrá que decir que influyó en el resultado y en la forma en que se desarrolló el encuentro. Por parte gijonesa dirán, y con razón, que Pirri se apoyó completamente en Pascual en la jugada que ocasionó el inicial 1-0. Y que Mas detuvo el balón con la mano antes de lanzar el centro que cabecearía Amancio a las mallas, consiguiendo el definitivo empate. Dirán los rojiblancos que Pirri mereció la expulsión por su plantillazo, peligrosísimo e intencionado al máximo a Romero, cuando éste iba a sacar de puerta. Los madrileños dirán que Romero tuvo que seguir el mismo camino que Doria, por sus agresiones. Y no les faltará, quizá, razón. Pero en una balanza, los errores más caros los pagó el Sporting. Muy mal, por lo tanto, el señor Bueno”. (José Vicente Piñera / Voluntad)

En la misma crónica se narraba así el rifirrafe multitudinario:

Cuando el señor Bueno concedió el segundo gol madridista, fueron amonestados por sus protestas Romero y Doria. Un minuto después, en el 17 de la segunda parte, se producía la expulsión de Doria. Aguilar adelantó la pelota unos cuantos metros, Doria llegó tarde al cruce y, descaradamente, zancadilleó con fuerza al hombre, que no al balón. Merecida expulsión, porque no supo hacer la falta con picardía. Pero, José Luis en carrerilla desde su posición, arremete contra el central gijonés. Y allí se arma toda una batalla campal. Quien parece mandar es Romero, con Pirri como rival más peligroso. Alonso lleva un fuerte golpe en la cabeza y José Luis se va a la caseta”.

Resulta interesante la crónica de As porque enmienda la plana a la de Marca en el tema de los penaltis, aunque saca relucir un posible tercer derribo en el área asturiana. Por lo demás, su visión estaba en consonancia con el resto:

Dirigió bien el encuentro hasta que surgieron las complicaciones el colegiado aragonés Adolfo Bueno, que acertó, a mi juicio, en no señalar los penalties que le reclamaron los aficionados en jugadas de Pirri y Mas; pero que se equivocó, en mi opinión, al dejar sin sancionar una zancadilla de Megido a Zoco, dentro del área, a los seis minutos de la segunda parte. La jugada fue tan rápida que al único que le dio tiempo a protestar, desde el suelo, fue a Zoco. Estaba pitando lo justo y bien hasta que salieron a relucir los malos modos y… reaccionó un poco tarde. Luego les mostró la tarjeta blanca a Romero y a Doria, por protestar el gol del empate de Amancio; la roja, al citado Doria, por una durísima entrada a Aguilar, que provocó una breve, pero intensa batalla campal, en la que los que más dieron fueron Pirri y Romero, y en la que al que más se le vio dar (porque tomó carrerilla desde su demarcación…) fue a José Luis, que fue expulsado por agredir al guardameta visitante. Luego volvió a mostrarles la cartulina blanca a José Manuel, por protestar, y a Alonso, por pérdida deliberada de tiempo al arrojar un balón lejos del punto de una falta, en cuya ejecución, precisamente, se lesionó Netzer, al sufrir aparentemente un tirón. También tuvo que haber amonestado, a Pirri, cuando con un plantillazo peligrosísimo, quiso saldar las cuentas pendientes de su anterior y antirreglamentaria pelea. En resumen pues, mal”. (Gerardo García / As)

Igual de emocionante, aunque muy diferente en cuanto a las formas mostradas por los jugadores sobre el terreno de juego, sería el choque postrero de la temporada. La prensa destacó la buena actuación arbitral. Al final del partido la afición gijonesa celebraría la permanencia con el lanzamiento de cohetes, alegría a la que se sumó la victoria de Fuente en la Vuelta. El Tarangu se haría con el triunfo final al aventajar a Agostinho por apenas 11 segundos.

La temporada 1974-75 sería un calco de la anterior, aunque afortunadamente sin los lamentables incidentes acontecidos en la misma. El Sporting parecía tenerle tomada la medida al Madrid y volvió a puntuar en el feudo blanco (0-0), sin grandes disonancias arbitrales esta vez, si bien es cierto que el Sr. Olavarría dejó sin señalar un claro empujón a Roberto Martínez en el área visitante. Ambos conjuntos volverían a verse las caras en el último partido de Liga, en una situación que podría calificarse como antagónica. En efecto, si los gijoneses necesitaban imperiosamente la victoria para evitar el descenso, los merengues arribaban con el título liguero ya en el bolsillo. El triunfo sonrió a los rojiblancos (2-0) en un partido sin más historia que la emoción por la trascendencia del choque, dirigido por el Sr. Oliva, cuyo silbido final provocó un estallido de júbilo en el estadio.

Resulta desconcertante, cuando menos, que en un choque desarrollado con toda normalidad, la disparidad de opiniones entre la prensa madrileña y gijonesa pudiera ser tan acentuada. Si para los primeros la labor del colegiado había sido desastrosa, perjudicando continuamente a los forasteros, para los segundos el árbitro (catalán, por más señas), había rozado la excelencia. ¿Sería que la intensidad con la que se vivían los encuentros entre ambos contendientes estaba empezando a afectar a los informadores?

Los choques entre ambos conjuntos destilaban intensidad. Quini salta en dura pugna con   Benito y Pirri. Sol, Camacho y Del Bosque están al quite.

Los choques entre ambos conjuntos destilaban intensidad. Quini salta en dura pugna con
Benito y Pirri. Sol, Camacho y Del Bosque están al quite.

Hubo milagro en tres ocasiones (en la 72-73 los gijoneses también salvaron la categoría en el choque final, en aquella oportunidad en partido de máxima rivalidad, frente al Oviedo), pero a la cuarta fue la vencida. Y los resultados ante el cuadro merengue, con sendas derrotas por idéntico tanteador, 0-2 en casa y 2-0 a domicilio, lo dejaron patente. Si acaso reseñar la vuelta a la normalidad en el enjuiciamiento de la labor arbitral desde las columnas de los medios de comunicación de ambas «trincheras» (con algún que otro verso libre, todo hay que decirlo). Hubo unanimidad al considerar como más que correcto el arbitraje de Franco Martínez en El Molinón (con tres penaltis señalados, nada menos), y de bastante floja la actuación del aragonés Canera Coscolín en el Bernabéu, manifiestamente casero (que anuló un golazo de Quini por fuera de juego posicional de Churruca). A este respecto, Gilera señalaba en el ABCEl gol anulado al Sporting fue decisión del juez de línea, que indicó una falta que yo no vi. El tiro imponente de Quini mereció mejor suerte”.

Tras un «añito en el infierno» (genial la campaña publicitaria colchonera, que en aquel entonces sí se haría realidad) el Sporting regresó a la División de Honor con la plantilla casi intacta merced a los buenos oficios del presidente Ángel Viejo Feliú, quien desoyó los cantos de sirena del resto de clubes por gran parte del plantel (aplicando el derecho de retención imperante), y con el futuro debidamente encauzado tras iniciar las obras de la Escuela de Fútbol de Mareo (se inauguraría en marzo del 78), gracias al traspaso de la única estrella del equipo a la que se permitió marchar, Churruca, por quien el Athletic desembolsó más de 45 millones de pesetas.

El conjunto rojiblanco, convenientemente apuntalado, no extrañó la categoría pese a unos inicios irregulares. El Madrid visitó El Molinón en la sexta jornada liguera, en partido televisado en directo, haciéndose con el triunfo (0-2) en noche desgraciada de los gijoneses pues, si Ciriaco envió un penalti al limbo, los dos defensas centrales, Redondo y José Manuel, se lesionaron al comienzo de la segunda mitad (el segundo con rotura de ligamentos cruzados y menisco, que precipitaría su retirada), descomponiendo a la zaga al no contar con recambios adecuados en el banquillo por mor de las bajas de Doria y Maceda. El Sr. Carreira Abad no tuvo complicaciones, completando una correcta actuación.

De profético podría calificarse el último párrafo de la crónica de ROVI en El Comercio: “Y lo dicho, sin quitarle méritos al Madrid, hubo muy mala suerte. Pero el equipo por lo apreciado, apunta hacia arriba. Pronto lo comprobaremos”.

El gran escándalo

Así fue. Con 22 jornadas disputadas el Sporting figuraba tercero en la clasificación, a un punto del Barcelona y cuatro del Madrid. Llevaba ocho encuentros consecutivos invicto en la competición cuando llegó El Partido, así, en mayúsculas, porque esta vez sí, la confrontación entre ambos conjuntos tenía visos de lucha por el título (al menos en la ilusión desbordada de la afición sportinguista) por más que en la prensa nacional el recién ascendido no pasara de ser más que un admirable meritorio.

Cinco mil gijoneses acompañaron al equipo en el choque más importante de la temporada. Fue un gran partido de fútbol que el Madrid ganó a cuatro minutos del final (3-2) tras haber comenzado dos goles por debajo. En esta ocasión, casi de forma unánime, la prensa atribuyó a la parcialidad de Borrás del Barrio, la derrota del Sporting. Los titulares no ofrecen lugar a la duda:

3-2. Decidió el árbitro (As); Robo al Sporting (La Nueva España); 3-2. Jugó mejor el Sporting (Marca); Robo futbolístico en el Bernabéu (Hoja del Lunes de Gijón). Asi lo reflejaron en las crónicas:

Dirigió el encuentro pésimamente el colegiado balear Borrás del Barrio, que si en la primera media hora dio la sensación de haber olvidado las tarjetas en la caseta, luego se las mostró a Doria, Guerini, Pirri, Redondo y Benito casi sin ton ni son, y a Juanito por protestar…, olvidándose durante casi todo el partido del fogoso y –a veces– agresivo y peligroso Stielike. Cambió de signo algunas faltas, pasó por alto un par de manos astures, que originaron peligrosos contraataques para el Madrid; dejó sin sancionar una falta a Quini dentro del área, como si aplicase la ley de la ventaja…, para anular seguidamente el gol de Ciriaco (en realidad Joaquín) por offside; tampoco pitó el penalty (por empujón) de Benito a Ferrero, a los veintiséis minutos del segundo tiempo, y en el colmo de los desatinos graves y trascendentales para la marcha del marcador pasó por alto la falta de Roberto Martínez a Uría antes de centrar un balón que terminó en las redes de Castro, dándole el triunfo al líder y derrotando consiguientemente al Sporting. Fue «obsequiado» con botes y almohadillas”. (Gerardo García / As)

Desencuentro05¿Perdió el Sporting? En el marcador, el 3-2 es ya irrefutable. Pero más que perder el Sporting, más que ganar el Real Madrid, habrá que convenir en que el señor Borrás del Barrio fue protagonista destacado y el gran artífice de que los dos puntos se quedasen en el Bernabéu, echando por tierra los muchos méritos del conjunto gijonés y convirtiéndose en el mejor hombre de camiseta blanca, aún a pesar de que fue tremendamente abucheado al descanso por el público madrileño, que todavía le chillaría en el transcurso del segundo tiempo”. (José Vicente Piñera / La Nueva España).

En la crónica de Liomi publicada en la Hoja del Lunes de Gijón se apuntaba un hecho determinante como desencadenante fundamental que había escapado al sentir general:

Desencuentro06Sin temor a equivocarnos, nosotros calificaríamos este choque como el partido de las circunstancias máximas. Las hubo en tal cantidad que se justifica aquella calificación. Dominando sobre todas, la figura del árbitro. Un señor que parecía al principio un buen soldado y que luego se convertiría en un hombre atrincherado en el miedo. La gran circunstancia habría que centrarla en una decisión arbitral. El público de Madrid abucheaba a su equipo porque el conjunto blanco se mostraba incapaz. Pero a la vez protestaba al árbitro, al que le reclamaba faltas en cada intervención gijonesa. Cuando comenzó a sacar tarjetas, la excitación fue a más. Y cuando se la mostró a Pirri por ir corriendo medio campo a reclamarle, cogiéndole por el brazo y todo, se armó la marimorena. A partir de este instante el árbitro dio marcha atrás, hizo un giro completo. Analizando fríamente el hecho llegamos a pensar en si Pirri, por su habilidad y por su oficio, no intentó el milagro. Es decir, convertir a un público en contra de su equipo en un público que sólo proyectara sus iras contra el árbitro, coaccionándole en todo momento. Creemos que esto ha sido realmente lo sucedido. Porque estamos casi por asegurar que si no se produce esa tarjeta el Madrid no hubiera sido capaz de ganar el partido. Hay que contar también otra circunstancia. Si Valdés hubiera podido seguir en el campo, entonces tampoco tendríamos reparos en afirmar que el Sporting se hubiera llevado la victoria (esto último en concordancia con lo escrito por CRONOS en Marca, todo hay que decirlo). Aun pasando por alto los otros de antes, los penalties a Quini, los penalties a Ferrero por dos veces (sic), el gol de Joaquín que no subió al marcador, y otras muchas jugadas falladas contra el Sporting –por ejemplo cuando Ferrero fue víctima de una entrada de San José y lo dejó tendido en el suelo para que no se colase en el área y el árbitro decretó fuera de juego del gijonés– aun pasando por alto todo eso, el Sporting fue perseguido por el señor árbitro”.

El mismo periódico recogía unas declaraciones del colegiado en las que éste parecía estar algo confuso sobre lo sucedido:

“–Con el partido que ha sido, es para estar satisfecho. Supe sacar las tarjetas precisas para que no se me fuera de las manos. Ha sido un partido muy bueno, del Sporting en el primer tiempo y del Madrid en el segundo.

–Al borde del final del primer tiempo anuló un gol al Sporting…

–Por un fuera de juego clarísimo.

–Vamos a aceptarlo, pero, previamente, ¿no vio un penalty clarísimo a Quini?

–Hombre, si tengo que acordarme de todos las jugadas. No sé, no me acuerdo.

–¿Y no se fijó en en que un jugador del Madrid desvió ese pase de Quini y que, por lo tanto, anulaba el posible fuera de juego?

–Pues, no, no me acuerdo de haberlo visto.

–Resumiendo, aplicó ley de la ventaja cuando el penalty era clarísimo, ¿no?

–No, no. Yo señalé fuera de juego.

Y como Borrás del Barrio comenzaba a armarse un lío, optamos por dejar el vestuario arbitral y dejarlo en manos de José María García, cuya primera pregunta, significativa, sería ésta:

–¿Va a dormir usted hoy tranquilo…?”.

El presidente madridista se mostró muy nervioso al hablar con la prensa, según reflejaba Ángel Retamar en Marca:

“–Prefiero no opinar, de verdad. No me preguntéis, porque voy a decir algo malo y no quiero.

–Presidente, es que…”

–No quiero hablar, que siempre estáis igual, intentando picar. Lo que tenía que hacer la Prensa de Madrid era ayudar al Madrid, a los equipos de aquí. Porque es que luego salimos fuera y nos ponen…Aquí es distinto, nadie dice nada, y ya estoy cansado de esto.

–Pero don Santiago, parece que…

–Que no, hombre, que perder se puede perder. Que el fútbol es así. Pero si yo empezara a decir lo que me ha parecido el árbitro… lo que tiene que hacer la Prensa es defender al Madrid y no empezar a picarle, como hace siempre.

Los nervios del viejo patriarca blanco le jugaron ayer una mala pasada, y uno lo siente de veras, porque de lo que sí puede estar seguro Santiago Bernabéu es que la Prensa madrileña le estima y le respeta, y nos gustaría que esta última virtud fuera mutua…”.

Captura de pantalla del momento en el que Quini conecta con el esférico. ¿Está en línea Ferrero con Sol? El balón daría en el poste y el argentino terminaría por introducirlo en las redes.

Captura de pantalla del momento en el que Quini conecta con el esférico. ¿Está en línea Ferrero con Sol?
El balón daría en el poste y el argentino terminaría por introducirlo en las redes.

Lo más curioso de todo, y quizá lo mejor, para poner a cada uno en su sitio, es que las imágenes del choque emitidas en el programa Estudio Estadio vendrían a matizar y, en su caso, corregir, algunas de las opiniones o certezas tan vehementemente vertidas en la prensa. Empezando por el hecho de que en el primer gol del Sporting se constató un posible fuera de juego, ya que Ferrero parece encontrarse en posición antirreglamentaria, en línea con la defensa, cuando Quini remata espectacularmente de volea desde el borde interior del área, algo de lo que nadie, ni árbitro ni periodistas, se había apercibido en el estadio debido a la extrema dificultad que entrañaba la jugada. La Moviola decretó por unanimidad fuera de juego. ¿Lo era?

Tampoco había habido penalti sobre Quini en la jugada que podría haber supuesto el tercer tanto visitante, porque la falta sobre el capitán sportinguista, diáfana eso sí, se produce al borde del área; el árbitro deja seguir la jugada llegando el balón a Joaquín (no a Ciriaco como narra José Ángel de la Casa) y a instancias de su juez de línea señala fuera de juego. No puede decirse que la Moviola, que trabajó de lo lindo con el partido en cuestión, estuviera muy afortunada. Pues, al igual que al analizar el primer gol rojiblanco se paró la imagen en el momento adecuado, no se hizo lo propio en esta jugada (donde inexplicablemente no se tuvo en cuenta la mejor toma, lateral, para certificarlo). Y así, pese a que los tres árbitros presentes en el plató dictaminaron que era posición antirreglamentaria, no queda ni mucho menos claro prestando la debida atención a la primera repetición. En cualquier caso, ninguna de las posibles decisiones dejaba en buen lugar al juez de la contienda, pues o bien había obviado el clarísimo derribo al goleador o bien había dejado seguir la jugada para terminar decretando fuera de juego, lo que favorecía en cualquier caso al infractor. Una circunstancia que no quedaría convenientemente consignada en el espacio televisivo.

Captura de pantalla del momento en el que Quini contacta con el balón antes de que Sol «contacte» con él. A su derecha, Joaquín. ¿En offside? Se ofrece el momento desde dos perspectivas diferentes. El derribo es claramente fuera del área por más que el goleador, que llegaba trompicado tras una entrada previa de Guerini, terminara por rodar en el interior de la misma.

Captura de pantalla del momento en el que Quini contacta con el balón antes de que Sol «contacte» con él. A su derecha, Joaquín. ¿En offside? Se ofrece el momento desde dos perspectivas diferentes. El derribo es claramente fuera del área por más que el goleador, que llegaba trompicado tras una entrada previa de Guerini, terminara por rodar en el interior de la misma.

Cabe señalar que, para el Sporting, éste había sido el último de una serie de arbitrajes muy caseros en los desplazamientos del equipo, por lo que Manuel Vega-Arango envió una carta al Comité Nacional de Árbitros exponiendo sus quejas por la situación. El presidente del Comité llegó a  asegurar que Borrás del Barrio no volvería a arbitrar a los gijoneses a lo largo de la temporada. (Es oportuno recordar que los clubes sólo podían recusar a los colegiados de cara a la campaña siguiente).

En todo caso, el asunto no quedó cerrado aquí. La polémica volvería a encenderse cuando, en  el boletín oficial del club blanco del mes de abril apareció un amplio reportaje bajo el epígrafe, “¿De qué se queja el Gijón?” en el que se hablaba de hasta ¡13 encuentros! en los que los sportinguistas, supuestamente, habían salido beneficiados. El asunto fue recogido en las páginas del diario El Comercio bajo el titular “Inadmisible actitud del Real Madrid hacia el Sporting”.

Ni el texto del boletín reproducido en el periódico ni la respuesta dada en el mismo tienen desperdicio, y ambos nos sirven para dar una idea de hasta dónde estaban llegando las cosas:

“¿De qué se queja el Gijón? Esto es lo que cabe preguntar a jugadores, entrenador y directivos del Sporting de Gijón, que ha elevado una queja oficial a la Federación y que con tanta ligereza, apasionamiento y hasta mala uva declararon contra el colegiado que dirigió el partido contra el Real Madrid del pasado 26 de enero (sic). Recogemos algunas frases:

MIERA: «Pero esta tarde hemos logrado un tercer tanto que, por motivos que no puedo saber, fue invalidado. Era penalty a Quini, como una casa».

QUINI: «Creo que el árbitro nos perjudicó. Vayamos por partes: nos anuló un gol injustamente; además a mí me habían hecho en esa jugada un penalti clarísimo».

DORIA: «El árbitro nos quitó un penalti clarísimo».

Con tres botones de muestra son más que suficiente. Y repetimos: Ahora que la película del partido ha dejado bien a las claras que la falta a Quini reclamada como penalty se produjo fuera del área y que Ferrero estaba en fuera de juego cuando recibió el balón que dio origen el primer tanto gijonés… Ahora, señores del Gijón, ¿qué?

En un entrenador puede pasar el despiste de ver dentro del área –se ve todo tan mal desde el foso– algo que ha sucedido realmente fuera, y aunque lo viese, hacerse el ciego ante el flagrante fuera de juego que siguió a la jugada. Pero nos extraña sobremanera las declaraciones de Quini, un jugador al que siempre habíamos tenido por honesto en sus manifestaciones. Él, que fue el principal protagonista de la jugada, ¿cómo no iba a saber que estaba fuera del área cuando le hicieron la falta?

A todo esto, señores del Gijón, hay que añadir el penalty a Sol, que ese sí que se produjo dentro del área –descarado empujón con derribo– y otras acciones arbitrales que perjudicaron más al Real Madrid. Que el árbitro no estuvo fino, de acuerdo. Pero de favorecer a nuestro equipo nada. Ya se ha demostrado (…)”.

Desde el medio gijonés se tiró con bala, acusando directamente a la junta directiva merengue de estar detrás del artículo:

Desencuentro09El «Boletín Oficial del Real Madrid» como el de todos los clubs que lo publican, tiene el visto bueno de la junta directiva. O sea que las demagógicas y falsas opiniones anteriores han visto la luz con el consentimiento y aprobación de los rectores del club blanco. No deben sorprender a nadie ya que, como se recordará en el descanso del encuentro fue expulsado del palco madridista un militar de alta graduación por opinar que el señor Borrás del Barrio estaba perjudicando al Sporting.

El Madrid –¿por qué decir el boletín si ambas cosas son la misma?– se aprovecha en los primeros párrafos de la manipulación –denunciada en su día– de la moviola al día siguiente del partido. Así se las ponían a Fernando VII.

Lo verdaderamente inadmisible llega después, cuando el amanuense blanco se dedica a recordar los penaltis señalados a favor del Sporting, calificándolos a casi todos de «dudosos, inexistentes, pura compensación, etc…». No merece la pena pararse a analizar cada uno de los partidos que el Madrid recuerda. Quedémonos con la lesión de Aguilera, en el partido Burgos-Sporting «en choque con Abel». Esta circunstancia metida con una mala uva que asusta, fue calificada en Burgos por todo el mundo como puramente fortuita. El amanuense blanco no quiere recordar, sin embargo, que el jugador del Sporting José Manuel resultó gravemente lesionado en choque con el futbolista del Real Madrid, Santillana. Recuerda, además, las protestas del público salmantino en el partido de la primera vuelta. ¿Nos ponemos a recordar las protestas de todos los públicos de España y de otros muchos países por faltas no señaladas en el área del Madrid? ¿Hay que seguir? El penalty señalado a Ferrero en Elche «fue calificado por muchos de inexistente y por otros de dudoso» ¿Quiénes han sido esos, señores del Real Madrid?

Ustedes lo han leído y el tema no merece más comentario. El Madrid ataca a Miera, que dio un ejemplo de prudencia en la sala de prensa, a Quini, modélico siempre. Y a Doria, de quien se puede decir otro tanto.

El «Boletín Oficial del Real Madrid» –la versión oficial del club– ha dado una pobre imagen de un club que siempre jugó su baza de señor, baza que está por los suelos. Cuando toda España está asustada del comportamiento del Sporting y de su afición por el magnífico comportamiento en plena racha de arbitrajes perjudiciales, el Madrid ha quedado en evidencia, como quedó en evidencia Borrás del Barrio. Triste pérdida de rumbo de un club que tiene mucho que callar en cuestiones arbitrales, aunque resulta que el beneficiado de siempre es el Sporting. Y aquí sin enterarnos”.

En una recta final de Liga muy apretada el Sporting se clasificó en quinto lugar. Aunque hasta el último momento estuvo luchando por el subcampeonato.

Sporting y Real Madrid no volverían a cruzar sus caminos hasta la décima jornada de la temporada 1978-79. Los blancos afrontaban dicho encuentro como líderes con tres puntos de ventaja sobre los rojiblancos, que ocupaban la cuarta posición en la tabla. El resultado volvió a ser tan apretado como de costumbre (3-2) y aunque ni el arbitraje, ni por cierto el partido, tuvieron que ver con el de la pasada campaña, desde Gijón nuevamente se alzaron voces críticas contra el colegiado. Quizá el más combativo fuera el diario El Comercio, desde cuyas páginas Julio Puente analizaba de este modo la labor arbitral:

Los titulares muestran hasta dónde estaba llegando la crispación. Éste es del diario El Comercio

Los titulares muestran hasta dónde estaba llegando la crispación. Éste es del diario El Comercio

Acertadamente alguien se preguntó: ¿qué hace un árbitro como tú en un partido como este? El interrogante lo dice todo porque el señor Álvarez Margüenda, por tercera vez en un partido de Primera División y por primera en el Bernabéu, no está aún para trotes así. Apúntesele el acierto al bienaventurado señor Plaza, quien debía saber que el Sporting era cuarto de la Liga y se había paseado por garbo por los campos de Europa. Ahora no hay sorteo arbitral y no sirve echar la culpa al bombo. Con los antecedentes y con la situación de ambos rivales el árbitro designado tendría que haber sido otro. El andaluz enseguida enseñó la oreja: González desvió un balón limpiamente ante Jensen y señaló falta, lo que repetiría con cualquier jugador rojiblanco a lo largo del partido. Permitió a Juanito arrastrar el balón con la mano antes de iniciar la jugada del primer gol. Su error más grave, por la claridad de la falta y por el momento la misma, se produjo a cuatro minutos del descanso cuando Pirri derribó a Ferrero en el área local. El árbitro dejó seguir y hasta el propio Miguel Ángel se tomó a risa la decisión del árbitro cuyo error fue señalado por el propio Pirri. (…) En suma, penoso. Pese a todo no llegó a repetir la actuación de Borrás del Barrio. Cómo sería aquella…”

También Gaspar Rosety reflejaría dicha acción en su crónica de El Noroeste:

Una colada de Ferrero, a los cuarenta y un minutos de la primera mitad, la cortó Pirri sin contemplaciones con una clarísima zancadilla dentro del área que dio por tierra con el extremo sportinguista. El penalty, por nuestra situación en el campo no admitía dudas. Pero el señor Álvarez Margüenda, impresionado por el lugar donde arbitraba, no se atrevió a señalar la falta máxima. Ahí pudo radicar la clave del partido y la que trastocó la ilusión sportinguista. Se empieza a recordar la historia de Borrás del Barrio. Porque la sanción, de haberse pitado, hubiera supuesto el empate a un gol para marcharse al descanso. El propio público madrileño admitió como regalo el penalty a Ferrero”.

Una cosa quedaba clara, y es que los fantasmas del pasado seguían poblando la memoria sportinguista.

Jesús Fragoso del Toro daba en el clavo en su reseña aparecida en el diario Marca:

El diario Marca ofreció la imagen de la jugada clave en fotografía de Caballero.

El diario Marca ofreció la imagen de la jugada clave en fotografía de Caballero.

Por la villa asturiana de Gijón puede que estén ahora dándole vueltas a esa jugada que pudo y debió acabar con la pelota a once metros de la puerta de Miguel Ángel, a tres minutos del descanso, cuando Mesa pasó a Ferrero en profundidad (momento en el que éste no estaba en fuera de juego, que es el instante que importa), y Ferrero corría hacia el área chica, con sólo Miguel Ángel ante él. Lo malo es que detrás tenía a Pirri, que le zancadilleó y derribó. Quizá Pirri, de paso, también dio al balón, que aquél llevaba pegado a los pies; pero, en mi opinión, aquello fue un penalti, parecer del que discrepó el árbitro, Álvarez Margüenda, en esta ocasión llamado Andana”.

Desde ese momento ambos equipos se enzarzaron en un mano a mano por la cabeza de la tabla, logrando los gijoneses un triunfo psicológico al conseguir ser campeones de invierno. Cada partido se vivía en dos frentes, el propio y el ajeno, prestándose especial atención a las decisiones arbitrales. Así, se siguió con indignación el escándalo desatado en San Mamés en la vigésimo tercera jornada, con motivo del más que polémico empate madridista en el último momento (3-3). Y por supuesto, ya de forma directa, lo sucedido en el partido previo al choque con los merengues, en Salamanca, donde Doria y Ferrero vieron sendas tarjetas amarillas que les impedirían actuar frente al Madrid al cumplir ciclo. Las reservas mostradas por Gaspar Rosety en El Noroeste coincidían con la de sus colegas en el Principado:

A los treinta y seis minutos de la segunda mitad se produciría la jugada más polémica. Ferrero recoge un balón en la frontal del área, lo sujeta, controla y, de repente, sin que mediase acción de ningún tipo, García Carrión se inventa una falta directa. No hubo tal falta. Pero he aquí lo curioso. Hay una indecisión a la hora del lanzamiento. Ferrero hace señas de que un jugador está a dos metros de la pelota y el trencilla le muestra la cartulina amarilla. Incomprensible y extraña tarjeta que deja lugar a la extrañeza y a la sospecha. Ya antes, en la primera mitad, una entrada de Doria a Juanito la dejó sin sancionar el valenciano García Carrión para mostrarle luego la tarjeta en otra entrada que no la merecía. Dos tarjetas, dos jugadores y dos ausencias”.

El 15 de abril de 1979, domingo de Pascua por más señas, El Molinón albergó una auténtica final por el título de Liga. Tras 26 jornadas disputadas ambos conjuntos llegaban igualados en lo alto de la clasificación, con 36 puntos y diez positivos cada uno, pero ventaja sportinguista en el gol average. El conjunto gijonés ya no era el simpático meritorio de épocas recientes sino un rival en toda regla, y como a tal se le trataba. El triunfo madridista (0-1) no tuvo reparos en la prensa asturiana, que reconoció sin tapujos que había ganado el mejor:

Perfecto el señor Pes Pérez. Siguiendo el juego de cerca, con autoridad, sin abusar de gestos, pendiente de sus ayudantes siempre. Imparcial. Llevando el partido, que parecía difícil a «priori», como la seda. Sólo merece plácemes”. (ROVI / El Comercio)

El mismo cronista señalaba que el público había despedido con aplausos tanto al colegiado como a los jugadores visitantes, quebrando así la habitual crispación que, en torno al árbitro, se había ido creando durante los últimos tiempos en los choque entre ambos conjuntos:

Llegó el «partido del siglo» –palabras– y nuestro pequeño estadio ofreció un gran lleno público siempre correcto, de «primerísima», que despidió a los madridistas con sonoros aplausos, a los que correspondieron los chicos del Bernabéu con saludos emocionados, dado que el resultado significaba la «puntilla» para las aspiraciones de los locales. Algo que hay que destacar en estos tiempos de violencias y malos modos. También el señor Pes Pérez fue ovacionado al retirarse”.

En efecto, el colegiado, se retiró a los vestuarios vivamente emocionado por los aplausos de la grada. Lo confirmaba de este modo Gaspar Rosety en El Noroeste:

        Quini y Pirri se saludan en presencia de Pes Pérez en los prolegómenos del choque decisivo de la temporada.

Quini y Pirri se saludan en presencia de Pes Pérez en los prolegómenos del choque decisivo de la temporada.

El aragonés presentó un estado de forma excelente, explicó al final del partido las razones de sus decisiones, con conocimiento del reglamento dio todo un curso de arbitraje sobre el césped de «El Molinón». Es cierto que la corrección de los jugadores le ayudó mucho. Pero su labor, impresionante labor, sólo tiene un «culpable meritorio». El propio Pes Pérez. Su categoría, después de este partido, está a la altura de la internacionalidad. Se la ha ganado a pulso. Lloró al final del partido, cuando el público, puesto en pie, le tributaba una justa y merecida actuación”.

Cabe señalar que la crítica nacional no fue tan comprensiva con su labor, que tildó de bastante deficiente, con numerosos errores de escasa importancia que no habían tenido mayor influencia por la exquisita corrección de los jugadores.

Tan honda impresión causó la espontánea reacción de la grada, que el propio Real Madrid cursaría a la redacción de El Comercio, el diario de referencia de la ciudad al fin y al cabo, el siguiente telegrama:

Rogamos transmitan a la afición asturiana nuestro muy sincero agradecimiento por demostrada ecuanimidad y deportividad con nuestro equipo en partido ayer. Afectuosos saludos. Luis de Carlos, presidente Real Madrid”.

Parecía que, tras lo acontecido, se había puesto fin a la interminable crispación entre ambos clubes. La década habría de finalizar restañando las heridas definitivamente. Pero, nada más lejos de la realidad. Bastó un incidente, una chispa en forma de decisión incomprensible, para inflamar los rescoldos aún candentes del sentimiento de agravio sportinguista, desatando de forma incontenible toda la furia que albergaban los corazones rojiblancos.

La temporada 1979-80 contó con la novedad de un enfrentamiento previo que servía de prólogo ideal al desarrollo de la competición. Ambos conjuntos se vieron las caras en la final del Teresa Herrera, uno de los torneos veraniegos más prestigiosos. Como venía siendo habitual el choque fue muy igualado, logrando la victoria el conjunto de la capital merced a un tanto en propia puerta del defensa Jiménez.

El Sporting empezó la Liga como un tiro, ganando los siete primeros encuentros de forma consecutiva. Después, un empate en Almería y una traumática derrota frente al Zaragoza (1-4), seguida de otra en el Benito Villamarín, marcaron el preludio del partido frente a los blancos. El 25 de noviembre, Real Madrid y Sporting se enfrentaban como segundo y tercero, respectivamente, de una clasificación encabezada por la Real Sociedad con los mismos puntos que los blancos. El encuentro llegaba precedido de una enorme polémica debido a las presiones recibidas por el máximo mandatario rojiblanco para que permitiera la retransmisión del mismo por televisión, algo a lo que Manuel Vega-Arango se resistía previendo una importante pérdida de ingresos. Finalmente, en una decisión sin precedentes en la joven democracia española, el choque fue televisado «por decreto» al considerarlo un acontecimiento deportivo de interés nacional.

Para comprender la crispación que, no sólo en el Sporting, sino en el resto de clubes, provocó tamaña injerencia gubernamental (cabe señalar que en la asamblea federativa celebrada el 13 de julio anterior se había acordado no permitir que se televisaran encuentros de competición nacional en directo los domingos, con el fin de no perjudicar las taquillas en el resto de campos), exponemos lo publicado días antes, el 17 de noviembre, en el diario El País en artículo de Juan José Paradinas:

Los servicios técnico-jurídicos del Ministerio de Cultura han estudiado detenidamente el tema de la televisión en directo y por decreto del Spórting de Gijón-Real Madrid, para no incurrir en implicaciones anitijurídicas y hasta anticonstitucionales. Todos los detalles sobre la televisión de este partido indican que se ofrecerá en directo, el domingo 25, por el decreto-ley de 1959, a pesar de que la Federación Española no acepte, bajo ningún concepto, la modificación de un acuerdo adoptado por mayoría, por todos los clubes, en asamblea general.

El decreto-ley de 1959 establece que el Gobierno puede obligar a ofrecer en directo, por televisión, aquellos acontecimientos deportivos que considere de interés nacional, y este es el caso del Spórting-Madrid. El club gijonés, al ser obligado a televisar el partido, automáticamente tiene que ser indemnizado económicamente. La indemnización se fijará en la cifra que deje de ingresar al televisar el encuentro. El Spórting tenía previsto considerar el partido frente al Madrid como jornada económica del club, por lo que los socios también tendrán que pagar. El club gijonés llegó a estimar que la recaudación del encuentro, sin televisión del mismo, podría superar los veinte millones de pesetas. Hay que tener en cuenta que en el Spórting-Barcelona, disputado hace algunas fechas, con precios normales y sin que los socios pagasen, se recaudaron dieciséis millones de pesetas. Por todo ello, si el Spórting, al televisar el encuentro, recaudara, por ejemplo, seis millones de pesetas, RTVE tendría que pagar al club gijonés unos catorce millones, cifra que se estima dejaría de ingresar al ser ofrecido en directo. Por otra parte, el resto de los clubes de categoría nacional que disputen sus partidos en esa misma fecha pueden considerarse perjudicados económicamente, ya que se asegura que los encuentros televisados restan espectadores a los demás encuentros. Estos clubes, al considerarse perjudicados, según el decreto real por el que se obligará a televisar el Spórting-Madrid, podrían promover acciones contra RTVE. En este caso, se asegura que serían más de treinta millones de pesetas los que pedirían por daños y perjuicios. De todos modos, serían los tribunales los que resolviesen estas posibles acciones judiciales llevadas a cabo por los clubes ante RTVE.

Al margen de estos detalles, la Federación Española de Fútbol, a través de sus organismos, podría llevar a cabo otras decisiones si se considera vulnerada en sus derechos. La próxima semana se asegura que será prolija en reuniones federativas. En primer lugar, está previsto se reúna la comisión de clubes, designada para tratar el tema de la televisión en directo de partidos de Liga. Esta comisión se encargaría de interpretar jurídicamente el acuerdo de la asamblea general y su alcance. Después se reunirían los clubes de Primera División, los más directamente implicados en el tema, ya que son sus partidos los que se televisan. La junta directiva de la Federación, que se reunirá dos días antes de la fecha señalada para el partido entre el Spórting-Madrid, se encargaría de ratificar las decisiones de las reuniones anteriores, entre las que no se descarta la posibilidad de celebrar una asamblea extraordinaria. Después de todo, por el momento, son imprevisibles las medidas que adoptarán los clubes y la Federación ante la imposición del Ministerio.

 Las repercusiones de las medidas que puedan adoptar los clubes y la Federación, como ya se indicó, podrían llegar hasta la huelga general para el 25, fecha en que se disputará el Spórting-Madrid. (…).

El 22 de noviembre, en uno de los salones del madrileño Hotel Meliá Castilla se celebraba una «asamblea consultiva» en la que estuvieron presentes alrededor de 150 presidentes de Primera, Segunda, Segunda B y Tercera División. En la misma se decidió no suspender la siguiente jornada de Liga (en atención a los socios y aficionados en general), al tiempo que se elevaba una queja al ministro de Cultura, Manuel Clavero, expresando la más enérgica protesta por su decisión, e instando «a través de los cauces legales pertinentes» a que el decreto ley del 4 de junio de 1959, emanado del extinto Ministerio de Información y Turismo, fuese declarado inconstitucional.

Llegado el día, y en medio de toda la expectación levantada, el encuentro, como tal, duró siete minutos. El tiempo que tardó el colegiado en expulsar a Ferrero tras responder con una alevosa patada al no menos impresentable codazo en el rostro propinado por su marcador, San José, a quien el árbitro, incomprensiblemente, dejó ir de rositas. El argentino, con sangre en el rostro, abandonó el terreno de juego en medio de una lluvia de almohadillas (que se repetiría con frecuencia durante la primera parte, en la que el juego se vio continuamente interrumpido), en medio de una bronca sensacional en la que destacaba un grito unánime por parte de la grada. Grito que en la retransmisión televisiva apenas era apreciable, y que sólo la emisión de imágenes con sonido ambiente permitiría escuchar. El partido íntegro fue emitido recientemente por Teledeporte en un Conexión Vintage dedicado al Sporting, y está a disposición de cualquier interesado en la página web de TVE.

La crónicas periodísticas volvieron a mostrar discrepancias de bulto entre los informadores «de aquí y los de allá», y quizá lo mejor sea reflejar las opiniones escritas y dejar que las imágenes pongan a cada uno en su sitio.

De esta guisa abandonaría el campo el argentino. Foto de Jesús Farpón.

De esta guisa abandonaría el campo el argentino. Foto de Jesús Farpón.

Es difícil encontrar una calificación con un mínimo de bondad para el señor Ausocúa Sanz. Se convirtió –¿por incompetencia, acaso?– en el protagonista del encuentro, con su especialísima manera de interpretar. No vamos a decir que carezca de justificación la decisión de expulsar a Ferrero, pero sí que fue precipitada porque la agresión tiene que ser premeditada, intencionada y eso es lo que no hubo en la acción reflejada de Ferrero. El señor Ausocúa no lo entendió así. No vio penalidad en la falta previa de San José y sí intencionalidad en la reacción de Ferrero. Si este criterio, pese a todo, lo hubiera mantenido, habría enviado también a la caseta a Benito por una clarísima falta intencionada, con todos los caracteres de la agresión física –que el hombre no pase– sobre Mesa. No lo hizo así y entonces el colegiado puso de manifiesto su criterio variable y esto le convierte automáticamente en reo de parcialidad, porque, indudablemente, favoreció a un equipo en la misma medida que fue riguroso e implacable con otro.

Fue un náufrago. Que convirtió el espectáculo futbolístico en un espectáculo pasional. Que provocó al público hasta llevarle a posturas airadas –desde luego siempre rechazables y censurables–, a interrumpir el juego una y otra vez. Provocó todo aquel mar pasional. Y ya todo lo que hizo, con ser bueno a veces, careció de valor para el espectador. Consciente o inconscientemente se convirtió en el personaje de la noche y no hay duda de que con aquella decisión –incompleta, ya que también San José se hizo acreedor a la misma sanción que Ferrero– dio un cambio total al curso del juego, desniveló las posibilidades y abrió paso a un factor decisivo para el resultado, ya que esto significa el conceder a un bando el privilegio de la superioridad numérica.

El señor Ausocúa Sanz ha estado, pues, mal. Y creemos que esta calificación es hasta incluso benévola para con él. Su volubilidad interpretativa le dejó en clarísimo mal lugar, porque la mejor virtud que debe exponer un árbitro – juez, es decir, la honestidad de decisión, no la tuvo este colegiado, causante de uno de los más desagradable sucesos vistos en El Molinón. Su labor, se mire como se mire, no ha producido más que perjuicios para el Sporting”. (Liomi / Hoja del Lunes de Gijón)

En la crónica se narraría de esta manera el nacimiento de la celebérrima frase: “El público, mientras, corearía un «eslogan» nacido allí mismo y que decía: «Así, así, así gana el Madrid»”.

Como quiera que la prensa asturiana fue casi unánime al respecto es preferible centrarse en lo publicado en los medios de la capital. Así se expresaban:

Si en el minuto siete, casi recién estrenado el partido, el vallisoletano Ausocúa hubiera señalado el final del encuentro, en lugar de decretar la expulsión de Ferrero, nos habríamos evitado los noventa minutos de enfados, malos modos, insultos, aburrimiento y lanzamiento de almohadillas que hemos sufrido a continuación. Y, sobre todo, nos habríamos evitado el frío, el tremendo frío que hemos pasado en El Molinón a lo largo y lo ancho de este choque, que iba para acontecimiento de interés nacional y se ha quedado en simple reyerta o pelea callejera, ofreciendo un espectáculo deprimente y lamentable, que también se podrían haber evitado los telespectadores, que después de tanto tira y afloja y tantas declaraciones a favor y en contra, y tanta Asamblea consultiva, estoy seguro que esperaban el no va más del fútbol televisado.  

Titular de portada del diario Marca.

Titular de portada del diario Marca.

Y ya ven, o mejor, ya han visto en qué ha quedado todo. Simplemente, en un partidillo de tres al cuarto, sin fútbol, sin ambición, sin otro afán por parte de ambos conjuntos que no perder,  y sin orden ni medida desde las gradas, donde el encrespamiento del público ha sido la chispa que ha mantenido encendida la llama de la batalla desatada en el césped. Comprendo que la justa expulsión de Ferrero haya sido una decisión que haya irritado a los asturianos –aunque, realmente, deberían haberse irritado contra su jugador–, pero de ahí a llegar a los extremos que han llegado los aficionados, media un abismo, y no hay palabras ni circunstancias que sirvan de atenuante.                             

Y ahí, tras los cinco minutos largos que el encuentro ha estado detenido, el partido se ha terminado. El juego se ha ido al garete, la calidad se ha diluido, el equilibrio teórico se ha roto y el público ha unido sus gargantas para formar un orfeón con un solo grito: «Así, así, así gana el Madrid». Y Pirri y los suyos se lo han creído, que es lo peor. Se han creído que el Madrid lo tenía ganado, por aquello de la superioridad numérica, y esa superioridad les ha dado un exceso de confianza, injustificable siempre, pero mucho más ante un Sporting combativo y tesonero, en un afán desesperado por no perder ante el Madrid”. (José María Lorente / Marca)

Bajo el titular “Así, así, así no gana el Madrid”, Gerardo García indicaba en su crónica del As:

Desencuentro15Dirigió el encuentro, con muchos fallos, el colegiado del Oeste Ausocúa Sanz, que se mostró enérgico en enseñar a Ferrero la cartulina roja, a los siete minutos de juego, por responder con muy malos modos al agarrón de San José, y no dudó luego en mostrarle la cartulina amarilla a Abel por zancadillear por detrás al mismo zaguero blanco, no estuvo tan enérgico luego en otras jugadas: a Benito le mostró la roja, a los cuarenta y un minutos, por una falta peligros a Mesa, pero, por lo visto, se equivocó y lo que quería enseñarle era la amarilla, que es la que le mostró a continuación. A Juanito le sacó la amarilla, tras el descanso, por protestar, y la verdad es que el malagueño volvió a protestar luego sin que se viese amonestado. La última cartulina amarilla del colegiado fue para Uría por una zancadilla a Juanito. Si tenemos en cuenta que tampoco mostró ninguna regularidad para aplicar la ley de la ventaja, ni para ver los córners, ni para sancionar con equidad las faltas, en resumen, pues, muy deficiente. Convendría ver si este árbitro aplica siempre los mismos criterios a la hora de mostrar las tarjetas. Y me refiero sólo a él, porque ya sabemos sobradamente que eso de la unificación de criterios es prácticamente, por desgracia, una utopía”.

En la Hoja del Lunes de Madrid, Raúl Santidrián realizaría un admirable ejercicio de imparcialidad al referir:

El partido duró sólo casi siete minutos. En el casi, la falta clara de San José a Ferrero, la respuesta airada del extremo sportinguista y la tarjeta encarnada del árbitro vallisoletano, que había señalado golpe franco contra el Madrid y expulsó al delantero de casa. Ahí se acabó el partido y comenzó el feo espectáculo de las brusquedades y de la lluvia de almohadillas. Llegó lo bronco y llegó la bronca, que fue casi continua. En algún momento había que pensar que no alcanzaríamos los noventa minutos programados para una vuelta a la televisión en directo que ha resultado absolutamente desdichada. Una lástima. No hubo ni vencedores ni vencidos, pero perdimos todos: los que jugaron, los que lo vimos en directo bajo el frío de El Molinón y los que se las habrían prometido felicísimas en el butacón ante el televisor con la copa al lado”.

El partido, por cierto, finalizó con empate a uno.

Y poco más que añadir. Acaso el corolario del encuentro de vuelta en el Bernabéu, el 5 de abril, con el Sporting ya descolgado de la formidable pugna entre el Real y la Real. Nuevamente se haría con la victoria el cuadro merengue y otra vez por la mínima diferencia (1-0), en un choque en el que los rojiblancos merecieron mejor fortuna. El gol llegó como consecuencia de una supuesta falta de Uría (al retener el balón en el suelo mientras Juanito, montado literalmente sobre el rojiblanco, le entorpecía) que Enríquez Negreira debió pitar al revés. Peccata minuta, comparado con actuaciones anteriores, para la prensa gijonesa. Baste reseñar la narración del gol que hizo Fragoso del Toro en Marca:

“1-0.- Ochenta minutos. Juanito hace falta a Uría, pero la sanción le fue impuesta al Sporting. Lanza el libre Juanito, desde el lado derecho, y Santillana cabecea para marcar por la derecha del portal de Rivero (…)”.

Esta es, en resumen, la historia de una rivalidad que encendió al fútbol español durante los setenta. Un antagonismo que se recordará mientras perviva el grito acusador o reivindicativo, según quien lo coree, que sigue de plena actualidad en nuestros estadios. Y que no tiene visos de remitir.

“Referencias”

– Cima, José Enrique (2009, 13 febrero). El choque Santillana-José Manuel. La Nueva España. Obtenido de:

 http://www.lne.es/deportes/2009/02/13/deportes-choque-santillanajose-manuel/725879.html

Prensa asturiana

Voluntad. Gijón.

El Comercio. Gijón.

Hoja del Lunes. Gijón.

El Noroeste. Gijón.

La Nueva España. Oviedo.

Prensa madrileña

ABC. Madrid.

Marca. Madrid

Hoja del Lunes. Madrid.

As. Madrid.

El País. Madrid.

Otras:

Estudio Estadio **Año 1978**. Obtenido de canal Nostalgia Televisión Javier Luis en YouTube:

https://www.youtube.com/watch?v=smTQJoGvuBI




La llegada del foot-ball a Asturias (III). La creciente rivalidad desata las primeras polémicas.

Indudablemente los encuentros futbolísticos que los tres clubes asturianos habían protagonizado a lo largo de 1903 dejaron su impronta en la región. Considerados como auténticos espectáculos donde, como ya se ha indicado, acudía la flor y nata de la sociedad, no dejaron indiferente a las clases medias ni aún a las menos pudientes. Cuando el 20 de marzo de 1904 se enfrentaron en Gijón, en la explanada del Bibio, el cuadro local y el Foot-ball Club Ovetense el campo se hallaba abarrotado, dándose cita en el mismo todos los estratos sociales. La crónica del choque publicada en el diario El Comercio dejaba patente esta situación:

«El público constituido por lo más granado de la culta sociedad gijonesa ocupaba todas las sillas, rindiendo con ello el justo homenaje de simpatía que ha sabido despertar en nuestra villa la Sociedad organizadora del festejo. Las clases populares ocupaban todos los espacios que quedaron libres y aún los últimos sitios del espacioso campo se hallaban invadidos por curiosos, que presenciaban con verdadero entusiasmo los incidentes del juego«.         El novedoso sport había prendido en todas las capas sociales, sobre todo entre los más jóvenes, encantados de poder volcar sus energías en una actividad que les permitía competir entre ellos, organizarse, retar a sus rivales… Los grupos y pandillas empezarían a dirimir sus diferencias con un balón en lugar de a pedradas, algo habitual en aquellos tiempos. En la prensa gijonesa de ese mismo año encontramos divertidas anécdotas.

Equipo del Gijón Sport-Club que se impuso al team ovetense en el choque  inaugural de  la temporada futbolística en 1904. De pie: Manuel Hartasánchez, Eduardo Prendes y Adolfo Suárez Sánchez. Sentados: Gabriel Malet, Juan Alvargonzález, y Miguel González. En el suelo: Vicente Palacio, Vicente Sánchez, José Moré, Antonio de la Riva y Vicente Oliva.

Equipo del Gijón Sport-Club que se impuso al team ovetense en el choque inaugural de
la temporada futbolística en 1904. De pie: Manuel Hartasánchez, Eduardo Prendes y Adolfo Suárez Sánchez. Sentados: Gabriel Malet, Juan Alvargonzález, y Miguel González. En el suelo: Vicente Palacio, Vicente Sánchez, José Moré, Antonio de la Riva y Vicente Oliva.

En El Publicador se insertaba el siguiente suelto:

«¿También los chicos?

Pues señor, una partida de muchachos se propusieron jugar ayer tarde un match de foot ball en la calle de Jovellanos, pero se llegó un guardia municipal y haciéndose cargo del balón interrumpió el juego.

La pelota fue depositada en la inspección y aquí se presentaron los rapaces reclamándola; más en vista de que no se la daban, uno de los jugadores exclamó en tono de amenaza: «Dar no la darán, pero lo que es mañana se habla de ello en la sesión».

Y puede que tenga razón el chico. Tal vez haya algún concejal que esté dispuesto a reclamar la pelota».

Por su parte, El Comercio se hacía eco de otra peripecia:

«Esos chicos…

Cuando no en el foot ball, se entretienen en jugar a pedradas. Ello es que ya no se puede transitar tranquilamente por las calles más céntricas de la villa, pues se corre el riesgo de recibir o una patada de un footballista o una pedrada de un guerrillero.

(…) Poco después, otra cuadrilla de chicos, frente al edificio de telégrafos armó una partida de foot ball, que era una delicia para ellos y la desesperación de más de un transeúnte que se vio atropellado.»

Con toda seguridad en las principales ciudades de la región empezaban a darse situaciones similares. La práctica del juego por niños y adolescentes no tardó en impulsar la formación de nuevos conjuntos en la villa de Jovellanos. Así, Gijón Sport-Club creó una sección infantil de su equipo de fútbol, surgiendo al menos otras dos entidades: La Amistad y el Thunder-Sportive. También en la villa del Adelantado los alevines de futbolistas contaron con sus primeros equipos organizados. Al igual que su homólogo gijonés el Avilés Sport-Club formó su cuadro de chicos al tiempo que otra novel formación, la Sportiva Avilesina, daba sus primeros pasos. En la capital, como ya quedó indicado, los alumnos de primer y segundo curso de instituto constituían el once benjamín del Football Club Ovetense. En todos los casos sus integrantes, qué duda cabe, serían retoños de las familias más acomodadas, la alta burguesía y una incipiente clase media. Todavía faltaba algún tiempo (no demasiado) para que los hijos de las clases trabajadoras participaran en los mismos, aunque es seguro que en las playas, los prados y en las propias barriadas objetos más o menos esféricos corrían entre los pies, no siempre calzados, de la chavalería más humilde.

La subsistencia de muchas familias obligaba al trabajo de sus miembros más jóvenes.          Guajes en una galería de Mina Peña (The Oviedo Mercury Mines Ltd.), Mieres, 1910.        Fotografía de Rómulo Álvarez.  Colección del Muséu del Pueblu d’Asturies.

La subsistencia de muchas familias obligaba al trabajo de sus miembros más jóvenes.
Guajes en una galería de Mina Peña (The Oviedo Mercury Mines Ltd.), Mieres, 1910.
Fotografía de Rómulo Álvarez. Colección del Muséu del Pueblu d’Asturies.

Una circunstancia coyuntural vendría a impulsar de manera definitiva el fomento del sport entre las clases populares. La Ley del descanso dominical, aprobada por el Congreso de los Diputados el 3 de marzo de 1904, proporcionaría un tiempo de ocio semanal a las masas trabajadoras. Frente al «aburrimiento» generalizado que algunos, interesadamente, pronosticaban para la ciudadanía, esta conquista social, que recuperaba el «día del Señor» como reposo civil obligatorio, supuso un aliciente para la mayoría de la población. Cierto es que hubo quienes, faltos de inquietudes o expectativas, se vieron incapaces de gestionar la nueva situación volcando su tiempo en tascas y tabernas, pero a otros muchos esta licencia les permitió disfrutar de actividades recreativas de toda índole[1].

El deporte del balón iba extendiéndose a otros puntos de la geografía asturiana vehiculado siempre a través de las aulas, fundamentalmente a través de internados y centros educativos privados aunque la fecunda labor realizada por la extensión universitaria, con las colonias veraniegas para niños desfavorecidos en la playa de Salinas (Avilés) desde 1894, a las que acudían alumnos de las escuelas públicas de Oviedo, y en Laviana a partir de 1901, con escolares de dicho partido judicial además de los de Langreo y San Martín del Rey Aurelio, acercara la higiene física a los niños más “endebles, delicados y menesterosos” (de hecho se tomaban las medidas antropométricas de los «colonos» al comienzo y final de las mismas para comprobar la evolución corporal conseguida con el ejercicio y una buena alimentación). Los juegos de pelota debieron formar parte de las actividades recreativas ya desde principios del siglo XX.

Entre los centros de estudios privados cabe destacar al Seminario menor de Valdediós, el Colegio San Luis de Pravia, o el de la Inmaculada de Gijón. El patio del colegio de los Jesuitas se convertiría en uno de los puntos neurálgicos del fútbol en la ciudad, y ya en 1906 la prensa da cuenta de partidos formales disputados en dicho recinto. Los alumnos de estos y otros centros colaborarían decisivamente en la expansión del fútbol al regresar a sus lugares de origen durante las vacaciones de verano llevando consigo la semilla del balón. Reseñar como ejemplo lo consignado por Juan Martín Merino, «Juanele», en su Historia del Fútbol Asturiano referente a la introducción de este deporte en Laviana (con las salvedades de rigor con respecto a las fechas, siempre inciertas cuando se bucea en los recuerdos[2]):

La primera vez que se jugó al fútbol en Laviana, y posiblemente en Asturias, fue en el verano de 1900. Bernardo Zapico Menéndez-Valdés se encontraba estudiando el Bachillerato en el Colegio de los P.P. Jesuitas, en Gijón, y en junio, cuando comenzaron a regresar los estudiantes que se hallaban fuera de la Pola en colegios de enseñanza, el estudiante Bernardo llegó a la Pola con una novedad: los jesuitas habían traído unos balones de un juego que se practicaba en Inglaterra, pero que en España aún no se conocía, y a este estudiante se le ocurrió comprar un balón y traerlo para Laviana. Pronto se reunió con su amigo Luciano García Jove, que también había regresado de vacaciones a Laviana, pues se encontraba estudiando el Bachillerato en el Colegio de Valdediós. Le llevó a su casa para enseñárselo y contarle en qué consistía el juego ya que, en resumen, todo se reducía a intentar unos meter el balón por el espacio de una portería y otros en impedirlo, ganando el que lograra hacer pasar más balones. Comenzaron a llegar los estudiantes y, con algunos de la villa, se logró reunir a doce. En una vega, donde se hallaban unos Llerones[3], se reunían todas las tardes para jugar. Mucha gente iba a Los Llerones para ver cómo era el nuevo juego y, sobre todo, acudían muchos chiquillos. Para las fiestas de la Virgen de Otero se le solicitó al Alcalde que, en el programa de festejos que se preparaba, figurase un partido de fútbol. El Alcalde, por complacerlos, aceptó la propuesta y se fijó la fecha el 15 de agosto en Los Llerones de D. Bernardín Zapico, quien los cedió generosamente. Llegado ese día, la gente de la Pola comenzó a desplazarse al improvisado campo, ya que ansiaban presenciar un espectáculo que no conocían. El Sr. Alcalde felicitó a los dos equipos y para que al terminar fuesen a celebrar el festejo les entregó veinticinco pesetas terminado el juego. El público marchó muy satisfecho de aquel nuevo juego. Los dos equipos resolvieron, al terminar la fiesta, ir a merendar a La Chalana, a un merendero de un tal Colás, recién venido de Cuba. Se encargaron tortillas de patata, sidra abundante y el pan correspondiente. Terminada la merienda se pidió la cuenta y había un superávit de tres perronas (treinta céntimos). Como en aquel tiempo todavía no se había establecido la costumbre de dar propina decidieron darlo a los pobres. Así fue el primer partido de balón que se jugó en Asturias en el año 1900 por los antepasados del Titánico«[4].

El primero de mayo de 1904 se produjo el primer partido entre los dos Sport-Clubs. Avilesinos y gijoneses se habían medido con sus correligionarios de la capital pero aún no se habían enfrentado entre ellos. El escenario fue el campo de El Carnero, en la villa del Adelantado, que se inauguraba oficialmente para la ocasión. A las órdenes de Enrique Pérez Panizo, miembro de la entidad local, los equipos presentaron las siguientes formaciones:

Avilés Sport-Club: Javier Bustelo; Alas, Kopp; «Ralla», Manolo Revuelta, José García; Mario Maribona, Jesús Gutiérrez, Sabas Villamil, Pepín Quevedo, Policarpo Hevia (c.).

Gijón Sport-Club: Eduardo Prendes; Hartasánchez, A. Sánchez; Miguel González, Juan Alvargonzález, Malet; Riva, Vicente Oliva, Busquet, José Moré, Vicente Sánchez (c.).

El choque fue muy disputado, como casi todos los jugados en esta primera época, obteniendo los visitantes la victoria por la mínima diferencia merced a un tanto de José Moré.

Si hasta ahora diversas circunstancias (entre las que primó la climatología adversa) habían impedido que se vieran las caras con anterioridad, ambos conjuntos recuperarían con creces el tiempo perdido. Antes de finalizar el mes volvieron a encontrarse de nuevo, celebrando sendos partidos benéficos, uno en Avilés y el otro en Gijón, que resultaron todo un éxito. Si el 22 de mayo, en El Carnero, hubo una gran asistencia pese al mal tiempo con el fin de recaudar fondos para la Escuela-Asilo de niños desamparados, una semana después una multitud hacía lo propio en El Bibio con el fin de engrosar las arcas de la Cruz Roja. Más de siete mil personas se dieron cita en las 60 tribunas levantadas al efecto. Al descanso de ambos encuentros, como ya era costumbre, señoritas de las familias más distinguidas galardonaron a los contendientes con los habituales lazos de seda conmemorativos.

Una formación del cuadro avilesino en 1904. De arriba a abajo y de izquierda a derecha son: José Ibarra, Ramón Fernández-Arenas «Ralla», y Kopp. José García, Javier Bustelo y Manuel Revuelta. Sabas Villamil, Policarpo Hevia, Jesús Gutiérrez, José Quevedo y Enrique Pérez Panizo.

Una formación del cuadro avilesino en 1904. De arriba a abajo y de izquierda a derecha son: José
Ibarra, Ramón Fernández-Arenas «Ralla», y Kopp. José García, Javier Bustelo y Manuel Revuelta.
Sabas Villamil, Policarpo Hevia, Jesús Gutiérrez, José Quevedo y Enrique Pérez Panizo.

El fútbol, recién llegado y ya asentado como espectáculo de masas en la región, parecía discurrir por unos derroteros de sana deportividad, imperando la caballerosidad y las mejores intenciones. Al menos en cuanto a amistosos y partidos benéficos se refiere… porque desde el mismo momento en que se empezó a competir por premios o trofeos de cierto valor la crispación se adueñó del ambiente.

Serían principalmente autoridades y elementos de la realeza o la nobleza los primeros mecenas del sport, y en Asturias la prensa ofrece testimonios desde épocas muy tempranas. Ya en El Noroeste del 7 de junio de 1903 se había informado de la entrega de un valioso obsequio a dos componentes del F.C. Ovetense[5]:

Los Sres. D. Luis de Peón y D. Arturo Bernardo han recibido de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias un precioso reloj de sobremesa y sport, que servirá de premio para los vencedores del match de Foot-Ball que se celebrará por San Mateo”.

Como ya reflejamos en el artículo anterior, dicho encuentro enfrentó a los equipos de Oviedo y Gijón finalizando con empate a cero, por lo que ninguno de los dos estrenaría su palmarés. El trofeo no volvió a ponerse en juego y hubo que esperar a mayo de 1904 para que, de nuevo, ovetenses y gijoneses pugnaran por otro galardón, nada menos que once medallas de oro donadas por los marqueses de Argüelles, auténticos impulsores de los sports en la época con este tipo de mecenazgos. El partido fue anunciado con profusión de detalles en la prensa. Tomamos como ejemplo lo consignado en El Noroeste de Gijón:

Para el día 15 del actual se anuncia un interesantísimo match de foot-ball que se verificará en Oviedo. A este fin, el presidente de la Sociedad Club Ovetense, señor Navia Osorio, ha invitado en atenta carta dirigida al Presidente del Sport Club de Gijón, a los jugadores de esta villa.

El match tiene, aparte el interés supremo que determina el amor propio, otro atractivo. En aquél se disputarán once medallas de oro que regalan los señores Marqueses de Argüelles. Dichas medallas contendrán grabada una alegoría del Sport de la que se hacen grandes elogios.

Los jugadores del Foot ball Club Ovetense son los señores siguientes:

Santiago, Rubín, Ramos Ovidio, Ceballos, Navia Osorio (A. y M.), Bernardo, Lorenzo, Campa, Victorero y Meana.

Los del Gijón Sport Club son los señores E. Prendes, A. Suárez, M. Harta-Sánchez, J. Alvargonzález, G. Malet, A. Riva, V. Sánchez (capitán), J. Moré, F. Busquet y V. Oliva”.

El desarrollo del choque pondría a prueba las relaciones entre ambos clubes ya que iba a provocar la primera polémica futbolística entre Oviedo y Gijón. Como es natural las versiones de lo sucedido difieren según quién lo cuente y en los periódicos de ambas ciudades las crónicas, enviadas por los propios “protagonistas”, mostraban los hechos de forma muy distinta.

Así se contaba en El Popular, diario gijonés, lo sucedido:

«(…) cuando llegaron al campo el capitán del team ovetense comunicó al de Gijón que no se podían jugar las 11 medallas a causa de que faltaban cinco jugadores del primer equipo.»

Esto no satisfizo al capitán gijonés, el cual viendo que sólo faltaban a los ovetenses los señores Ovidio y Ceballos, y no cinco como decían, protestó enérgicamente retirando su gente del campo; pero por intervención del presidente del foot-ball de Gijón, se acordó volver para jugar el match por cortesía y para corresponder a la visita que se debía a los ovetenses.

Empezó éste a las 6 y a los pocos momentos centró un goal el señor Rubín magistralmente parado por el goal-keeper señor Prendes. Como es natural, los gijoneses que se hallaban presentes aplaudieron la jugada, y tal vez molestado por esto el señor Rubín se permitió hacer ademanes un tanto impropios, lo cual originó nuevas protestas, y como consecuencia el capitán gijonés retira sus jugadores definitivamente«.

La versión ofrecida por El Carbayón, rotativo ovetense, era muy otra:

«El Sr. Rubín, de Oviedo, que tanto se distingue en el «foot-ball», trabajó desde los primeros momentos con gran ardor, mereciendo los aplausos del público, lo que fue recibido con muestras de desagrado por algunos que trocaban los aplausos en silbidos. Esto disgustó no poco a los de Oviedo, manteniéndose, sin embargo, en una actitud prudente.

Llegó un tanto en el que el Sr. Rubín se distinguió muchísimo, logrando, tras no pocos esfuerzos, una jugada magnífica, cuando uno de la parte contraria cogió el «balón», estropeando, por lo tanto, el éxito de dicho Sr. Rubín. Tras esto siguió una pita al vencedor, que indignado dio enseguida muestras de su enojo.

La forma con que lo demostró exasperó a sus contrarios, saliendo uno de la «parte de afuera» a pedir explicaciones al Sr. Rubín, en formas algún tanto descompuestas. En este momento los de Oviedo rodearon al Sr. Rubín, que en forma correctísima daba toda clase de satisfacciones a los ofendidos, suplicándoles que continuase el juego interrumpido.

Se armó entonces una gran confusión, de la que resultó que se marchasen los de Gijón y siguiesen jugando los de Oviedo.

Éste es el incidente, relatado, como dijimos, sin apasionamiento ninguno«.

La polémica rebasó las fronteras regionales, siendo la primera vez que un partido entre dos conjuntos asturianos tenía semejante eco en las páginas de uno de los principales semanarios deportivos de la nación. En la madrileña revista Arte y Sport hubo réplicas y contrarréplicas que abundaban en las versiones reflejadas con anterioridad, y que nos resultan muy útiles para profundizar en las rivalidades existentes entre los tres equipos del Principado.

En la primera crónica, enviada desde Gijón, y publicada apenas unos días más tarde del choque, se constataba este hecho al señalar el “plumilla”:

“(…) Debemos advertir que las relaciones entre ambos Clubs no vienen siendo muy cordiales ni amistosas, sin que de estas diferencias pueda corresponder culpa alguna al Club gijonés, que ha hecho todo lo posible por atraer al ovetense, sin lograr nunca la avenencia deseada.

Con estos precedentes, y teniendo en cuenta que en otros partidos la suerte fue siempre favorable al team Gijonés, era de esperar que el día 15 asistiríamos a una lucha reñida y no exenta de incidentes, como así sucedió (…).

Lamentamos el incidente, viendo en él reminiscencias de antiguas rivalidades locales, que no tienen razón de ser y que deseamos solucionen satisfactoriamente en bien de todos (…)”.

Una de las crónicas aparecidas en las páginas de la revista Arte y Sport

Una de las crónicas aparecidas en las páginas de la revista Arte y Sport

La respuesta por parte ovetense llegó en el número del 20 de junio para corregir el artículo insertado en mayo “en el cual se deslizaban muchas erratas que necesitan rectificación, para que las cosas queden en su punto”. En la misma, además de precisar que al conjunto carbayón le faltaban dos jugadores, no cinco como señalaban los gijoneses, indicaban que éstos debieron ser sustituidos por elementos del team infantil, y en esas condiciones no era natural jugarse las medallas como “a todo trance” querían los de Gijón, porque sería lo mismo que regalárselas. Y exponían:

“¿Jugarían el match los de Gijón, si se les hubiera dicho que estaban inutilizados dos jugadores del team, pero que estos eran substituidos por otros dos, mucho mejores jugadores?

Creo que no; que pondrían mil reparos y que ellos mismos hubieran dicho que se aplazaría para otro día, pues prisa no la había (…)

Concluía el escrito, que firmaba Luis de Peón en nombre de la Sociedad F. C. Ovetense, indicando:

Respecto a que los de Gijón y Avilés no quieren jugar con los de Oviedo, les diré que hay de todo… «rivalidades de pueblo, miedo insuperable y circunstancias agravantes».

¿Quieren los de Gijón, o los de Avilés, disputarse el reloj de los Príncipes de Asturias y las medallas de los Sres. Marqueses de Argüelles? ¿Qué sí? Pues siempre Oviedo está dispuesto. ¿Qué no? Pues tan contentos, y aquí paz y después na”.

Un mes más tarde las palabras de Luis de Peón tendrían cumplida réplica por parte del vicepresidente de la entidad gijonesa, Alejandro de Iriarte. De la misma extraemos los párrafos más relevantes, que nos dan cuenta de la crispación existente:

“(…) No he de contestar al Sr. Peón respecto al incidente promovido por la irascibilidad del Sr. Rubín, y que produjo, como consecuencia lógica, la retirada del team gijonés (…)

Rotundamente niego que ninguno, entiéndalo bien el señor Peón, ninguno de los once jugadores gijoneses «fuera por las calles de la ciudad dando gritos y pronunciando palabras mal parecidas»; y lo niego bajo mi honrada palabra; los once se ausentaron en el acto, y si alguien se extralimitó, no fue ciertamente ningún socio del Gijón-Sport-Club (…)

¡Hablar de miedo insuperable! ¿Piensa usted bien los que dice? ¡Miedo! ¿A quién? ¿A qué?  Oviedo y Gijón lucharon tres veces, de ellas, en dos se decidió la victoria por los gijoneses, y en otra empataron, con la agravante (y aquí sí que encaja la palabreja) de que el team gijonés llevaba tres jugadores «que no habían pisado nunca un campo de Foot-Ball, ni sabían lo que era este juego»; pero Gijón «había adquirido un compromiso y fue a cumplirlo», en la creencia de que perdería, pero con la tranquilidad del deber cumplido.

¡Miedo! ¿Cuándo nos hemos negado a jugar con nadie? ¡Miedo!, en los momentos actuales, en que estamos ultimando los detalles para un gran match con el Athletic-Club-Portugalete (Bilbao), uno de los team más fuertes de España!

Ya está acordada la fecha del 31 de Agosto próximo, y a dicho match queda usted invitado y lo quedan sus compañeros de Club y todos los entusiastas que deseen presenciarlo.

 Para terminar este incidente, no hay que buscar su origen en las rivalidades de pueblo; somos ajenos a estas rivalidades, y nuestra actitud debe ser indiferente a ellas.

Sépalo, pues, el Sr. Peón, y sépanlo los socios del F.C.O.; Gijón-Sport-Club jugará las once medallas cuando quieran, y en condiciones convenientes para ambos Clubs. Será nuestro mayor deseo”.

Se había producido una importante fractura en el fútbol asturiano y se hacía necesario reconducir la situación, lo que se logró gracias a los llamamientos en favor de la reconciliación desde la prensa regional y a la intervención del tercer equipo en liza, que  actuó de mediador invitando a sus compañeros a olvidar rencillas y disputarse en el campo de El Carnero las medallas en cuestión.

Aunque siempre había quien sacaba punta a lo sucedido y quizá en El Popular ponían el dedo en la llaga cuando exclamaban: «Pero, ¿de verdad que son de oro las medallas, colega?«

Una instantánea del campo del Carnero a principios del siglo XX

Una instantánea del campo del Carnero a principios del siglo XX

Finalmente, las aguas volverían a su cauce, momentáneamente al menos, y el 9 de julio en Oviedo se repetía el encuentro entre ambos equipos. El empate a cero final dejaba las espadas en todo lo alto y en el aire el lugar y la fecha del definitivo desquite. Si bien desde las filas gijonesas se deslizaba que, ya que el primer partido se había disputado en la capital, lo justo era que el próximo tuviera lugar en la villa marinera.

Mientras tanto el Gijón Sport Club se preparaba para lo que debía convertirse en el gran evento del verano, el encuentro frente al Athletic de Portugalete. Para la primera confrontación con un club de fuera de Asturias el ayuntamiento había donado una copa de plata. La expectación era máxima y el choque también trascendió las fronteras regionales. En el vespertino madrileño La Correspondencia de España del 30 de agosto podía leerse:

Hoy ha salido de Bilbao a bordo del vapor Regina[6] el «Team» que durante las próximas fiestas que se celebrarán en Gijón disputará el premio que ofrece el Ayuntamiento de esta población con el «Team» del Club Gijonés (…)

El Ayuntamiento de Gijón y la sociedad Vasco Navarra, allí establecida, levantarán bonitas tribunas con objeto de presenciar el partido.

El presidente de esta Sociedad ha escrito al Club de Portugalete invitándole a asistir a los salones de la misma, donde después del partido se celebrará un baile en obsequio a los jugadores.

Son muchos los aficionados que asistirán de Bilbao a presenciar el partido”.

En La Gaceta del Norte glosaban de esta forma la partida del cuadro bilbaíno:

“Al salir el Blas se dispararon muchos cohetes y desde las terrazas de los hoteles de Portugalete se tributó a los excursionistas cariñosa despedida.

En el puente del barco iba izada la bandera de la Sociedad.

Los foot balment van animados del mayor entusiasmo, pero se teme que no puedan jugar, por hallarse cansados del viaje.

¡Lástima que no lo hayan verificado con más anticipación!

Desgraciadamente, el temporal reinante en el Cantábrico impediría a los vizcaínos proseguir viaje por mar tras recalar en Santander, desde donde cursaron un telegrama informando de su intención de emprender el regreso a Bilbao. En Gijón la noticia causó una gran decepción y no poco descontento, censurándose la actitud del cuadro portugalujo al preferir volver al punto de partida antes que continuar viaje de cualquier otra forma[7]. Las excelentes relaciones entre los dos Sport Club se pondrían una vez más de manifiesto ya que los gijoneses invitaron a sus homólogos avilesinos a disputarse el premio al día siguiente, 1 de septiembre, aceptando estos sin vacilar. El conjunto local se haría con el triunfo por cuatro tantos a uno, destacando Luis Adaro en la faceta anotadora con tres dianas. Los avilesinos fueron cumplimentados y muy aplaudidos por la galantería mostrada al aceptar la invitación, máxime si se tiene en cuenta que debieron viajar el mismo día del encuentro, llegando a Gijón apenas dos horas antes del comienzo del mismo.

Finalmente, el 23 de septiembre se resolvería la disputa por las medallas de oro de los marqueses de Argüelles. El ovetense Campo de Maniobras fue nuevamente el escenario del choque, alineándose ambos conjuntos a las órdenes del avilesino José Ibarra. El resultado en esta ocasión no dejaría lugar a dudas pues los gijoneses se impusieron por un concluyente 0-3, con goles de Marino Díaz, Romualdo Alvargonzález y Luis Adaro o José Moré (tres periódicos se decantaban por el primero y otros dos señalaban al segundo como el autor del tercer tanto). La rivalidad entre Oviedo y Gijón tendría su epílogo en octubre, cuando los dos equipos se enfrentaron en el campo de El Bibio a beneficio de la asociación Trata de Blancas. La victoria volvió a sonreír a los gijoneses en lo que supuso la última confrontación entre ambos clubes.

El Gijón Sport-Club posando como team campeón tras imponerse a los ovetenses en la disputa por las medallas de oro. De izquierda a derecha en la fila superior forman: José Suárez Sánchez (presidente), Manolo Hartasánchez, Eduardo Prendes, Adolfo Suárez y Pedro Sánchez Gómez (directivo). Fila central: Antonio de la Riva, Vicente Sánchez y Miguel González. Fila inferior: Marino Díaz, José Moré, Luis Adaro (sosteniendo el balón con la fecha del encuentro), Romualdo Alvargonzález y José Luis Alvargonzález.

El Gijón Sport-Club posando como team campeón tras imponerse a los ovetenses en la disputa por las medallas de oro. De izquierda a derecha en la fila superior forman: José Suárez Sánchez (presidente), Manolo Hartasánchez, Eduardo Prendes, Adolfo Suárez y Pedro Sánchez Gómez (directivo). Fila central: Antonio de la Riva, Vicente Sánchez y Miguel González. Fila inferior: Marino Díaz, José Moré, Luis Adaro (sosteniendo el balón con la fecha del encuentro), Romualdo Alvargonzález y José Luis Alvargonzález.

En 1905 el número de encuentros disputados descendería notablemente con respecto al año anterior, y ello pese a la aparición de nuevas sociedades en el panorama futbolístico regional, buena culpa de ello lo tuvo la inclemente meteorología, con abundantes lluvias durante los primeros meses del año (aunque también obligaría a suspender partidos durante la época estival). Sin embargo, la polémica no desmerecería en absoluto, esta vez con carbayones y avilesinos como protagonistas.

En efecto, ya el 18 de junio se habían enfrentado el Football Club Ovetense y los de la villa de Pedro Menéndez en el campo del Carnero, que inauguraba un velódromo para la ocasión (lo que no hacía sino poner de manifiesto el auge y las dotes organizativas del Sport Club local), celebrándose un festival ciclista como colofón al evento. Una semana más tarde, el día 25, el cuadro de Avilés se desplazó a la capital para medirse a la Unión Escolar Ovetense en el Campo de Maniobras, testigo nuevamente de una agria y enconada disputa entre los contendientes.

La crónica de El Carbayón pasó de puntillas por los incidentes, pero nos sirve para tener una visión general del choque y, sobre todo, para comprobar la curiosísima forma de describir las acciones del juego por parte de algunos «plumillas» de la época:

Comenzó el partido a las seis en punto correspondiendo en suerte a los ovetenses la elección de campo y a los avilesinos la salida. Debutan García y Jove con una breve combinación de pases. Avilés emprende una enérgica ofensiva y entra en el campo ovetense llegando a amenazar un tanto muy severamente, evitado por el portero ovetense.

Responde Oviedo con una réplica rotunda, combinación García, Rubín, Jove y Merás que amagaron un shoot errado por falta de dirección, Después el juego languidece por falta de buena combinación por ambas partes, notándose en este tiempo alguna superioridad del «team» avilesino, que mantuvo el balón en el campo de Oviedo salvo breves ataques infructuosos de los ovetenses que consiguieron únicamente en esta mitad marcar tres «shoots» evitados o errados.

Avilés marcó dos amagos, brevemente rechazados por el goal-repper García Cuervo. Y se concluyó la primera parte sin apuntar goal alguno a ningún bando.

Tras breve descanso de cinco minutos se reanudó el partido notándose mayor ardor por ambas partes y señalándose Oviedo por una incontrarrestable energía.

Rubín y García arrancaron generales aclamaciones por los alardes de destreza realizados por el decidido empeño con que Avilés se resistía.

A los treinta minutos de lucha Rubín se apodera del balón, lo saca de su campo y perseguido de cerca consigue llegar a donde Merás le prueba eficaz ayuda. Combinaron ambos y esperando a a que García gane terreno le hace Merás el pase, centrando con gran exactitud y éste remata con un «shoots» a ocho metros logrando atravesar el goal. El público aclama, los jugadores discuten sobre ciertas formalidades, se entabla una discusión que acaba retirándose el «team» avilesino (…)

En resumen, una tarde deliciosa, un entretenimiento varonil y sano y nuevo estímulo a ambos «teams» para proseguir en el camino de la victoria”.

La respuesta no se hizo esperar, y dos días después el Diario de Avilés publicaba un extenso artículo rubricado por «el referee de Arganda» que resulta de gran interés porque, más allá de las consideraciones sobre los hechos acaecidos (favorables al conjunto avilesino, como se verá), supone la primera crónica en la región en la que se da cuenta de aspectos reglamentarios utilizando términos específicos de las reglas del juego (si bien con cierta confusión en cuanto al significado de los anglicismos).

Con el fin de presenciar el match de foot ball, anunciado para el domingo, me trasladé a la ciudad de Fruela.

Lo primero que hice, así que llegué, fue inspeccionar el campo de juego. No se me ocultaron  las pésimas condiciones que éste reunía.

Lo mismo notaron los jugadores avilesinos al encontrarse en el campo de maniobras. El capitán del team avilesino advirtió de las deficiencias de aquél al capitán del team ovetense.

No se encontraban con las formalidades que el reglamento señala, pues la circunferencia de la línea de los forwards no tenía más que cuatro metros en vez de 9,14; faltaban por señalar las áreas del goal y del penalty, cosas necesarias y de mucha importancia para el juego”.

Pese a estas irregularidades se acordó jugar el partido, alineándose los de Oviedo de blanco con: García Cuervo; R. Morán, Buylla; C. Morán, Navia Osorio, Meana; Pico Merás, García, Rubín, Pumariega y Jove. Los avilesinos, de azul, formaron así: Arenas; Álvarez, Alonso Kopp; Casariego, Hevia, Gendín; Villamil, Maribona, Gutiérrez, Aguirre y Panizo. Tras narrar algunos pormenores del choque, el cronista pronto se centró en los asuntos escabrosos:

Nuevamente, la llevan los delanteros avilesinos hasta cerca de la puerta ovetense y en este momento un back hizo hands dentro del área de penal, sin que por esto el referee pronunciase el penalty kick a favor de los avilesinos, como era natural (Primer abuso).

Momentos después, viendo los ovetenses lo imposible que era el jugar con la agilidad y limpieza que los avilesinos, se propusieron deshacer las combinaciones de éstos por medio de los tripping (cargas de salto y por la espalda[8]) (Nuevos abusos) estorbando al capitán avilesino Sr. Gutiérrez, que lo acometían cuatro carbayones, cuando se dirigía a rematar un goal centrado por Panizo.

Suena el pito y descanso.

A las 18.35 comenzó la segunda parte y nuevamente se encargan los avilesinos de llevar la pelota hasta el campo contrario. Nuevamente se ven las combinaciones de los azules, que con gran valentía luchaban en esta segunda parte.

Al ver esto los ovetenses, reanudan la serie de tripping (cargas de salto, etc.), holding (zancadillas). [9]

Faltan para terminar el juego veinticinco minutos. Lograron los ovetenses traer la pelota hasta el campo avilesino. ¡Foul! Grita el capitán ovetense sr. Rubín; el referee se dispone a tocar el pito pero el forward’s ovetense Enrique García, viendo que la pelota estaba a tres metros y medio, poco más o menos del goal avilesino, dispara un shoot que logra entrar.

¡Goal! ¡Goal! Grita el público entre silbidos y aplausos.

¿Qué pasó? Pues que el portero avilesino Sr. Arenas, que estaba preparado para recibir la pelota, al oír pronunciar al capitán ovetense la referida falta y disponerse el referee para tocar, se cruzó de brazos esperando que se diera la patada de castigo hacia el campo ovetense.[10]

Preguntado el referee si había sido goal, declaró que sí.

Entonces los avilesinos abandonan el campo entre grandes silbidos.

Tal fue el resultado del match celebrado el domingo en la capital, y no como lo relatan los periódicos de Oviedo.

Sin pasión de ningún género lo digo”.

Por si quedaba alguna duda sobre la imparcialidad del autor, el escrito finalizaba con una sugerente propuesta:

Para terminar. Me autorizan para preguntarles si desean jugar con los mismos «teams» en campo que no sea ni en Oviedo ni en Avilés y con «referee» neutral, un nuevo «match». ¡Mil pesetas se apuestan!

¿Aceptan los ovetenses?

Queda hecho el desafío”.

Un texto muy similar, aún más detallado, fue insertado en el diario gijonés El Popular, en donde consideraron “de suma importancia lo que en dichas cuartillas se manifiesta y por eso las damos a las «cajas» íntegras de que (sic) no se nos pueda tachar de… cualquier cosa”.

Tras la exposición del escrito remitido por “los jóvenes del Sport-Club-Avilesino”, el firmante del artículo, Sportman, hacía las siguientes consideraciones:

Hasta aquí lo que dicen los avilesinos.

Nosotros, es claro qué hemos de decir. Que veríamos con mucho gusto que el tal «match» se celebrase, y como había de ser un campo neutro, les ofrecemos desde luego el nuestro.

Conque allá veremos la contestación que da el «team» ovetense al tal reto”.

Sportman, cronista de El Popular, censuró lo sucedido.

Sportman, cronista de El Popular, censuró lo sucedido.

El 29 de junio, a través del Diario de Avilés, la directiva del Sport Club fijaba las condiciones del desafío en una carta remitida al presidente de la Unión Escolar. Un día más tarde se hacía pública la esperada respuesta desde las filas de Oviedo. En las páginas de El Carbayón aparecía una carta, enviada también a El Popular, por parte de Emilio Conde (presidente de la Unión Escolar), Pedro Rubín (hijo) y Ovidio González Pelayo (el colegiado del encuentro). En la misma se rebatía con acritud la crónica enviada desde Avilés, dejando entrever la tensión existente.

Empieza el firmante «Referee de Arganda» por tomar un pseudónimo que no cuadra a su modo de ser; mejor sería que se titulase «Referee de Coria».

Dice que inspeccionó el campo y que estaba en malas condiciones. ¡Pobrecito! Si no sabe dónde tiene la mano derecha y ya quiere meterse en cosas de foot-ball, para las cuales hay que tener el sexto sentido, el sentido común, cosa que usted no posee «Referee de Coria… digo de Arganda»”.[11]

Reconocían, no obstante,  que las medidas del círculo central del terreno de juego no eran las reglamentarias, aunque negaban que el resto de las demarcaciones estuvieran mal trazadas. De la extensa misiva entresacamos los siguientes párrafos:

No desconocemos nosotros que los avilesinos juegan al foot-ball muy bien; en cambio nosotros, que no jugamos nada, de cinco desafíos que hemos tenido con ellos, cuatro les hemos ganado indiscutiblemente (dos veces en su campo) y la otra hemos empatado, por no ser ¡¡reglamentario!! el campo (hay que advertir que era el de Avilés). Sin embargo de esto, no somos nosotros tan cobardes que vamos a la estación inmediata a gritar desaforadamente contra los que hacen demasiado en invitarnos galantemente a jugar.

Y ahora vamos con lo de las faltas. En primer lugar felicitamos efusivamente al Referee de Coria o de Arganda (ambos pueblos deben de ser limítrofes), por la erudición que demuestra en las palabras inglesas que emplea en su artículo.

¿Podría el señor firmante decirnos qué jugador ovetense dio mano en sitio punible con golpe de castigo? Nosotros, a fuerza de nobles, declaramos que no lo hemos visto, si no seríamos los primeros en castigarlos; sin embargo, nosotros hemos visto al Sr. Aguirre dar cinco manos intencionadas, tanto que el referee Sr. Pelayo le llamó la atención al capitán de Avilés y siempre condescendientemente no le expulsó del campo, como era su deber (…)

Y ahora vamos con el goal. Mientras el referee no toque el pito, está la pelota en el juego, y por lo tanto el goal fue perfectamente limpio. El portero no se cruza de brazos, sino que estando en un extremo opuesto a que se encontraba (sic).

Tampoco el goal fue tirado a tres metros, sino a una distancia superior de ocho metros. El Sr. Rubín, sí, gritó falta; pero se refería a una carga por la espalda dada en el campo ovetense, cinco minutos antes de haberse hecho el goal;  y no habiendo sido vista por el referee (entienda bien esto el reglamentario Sr. Arenas) no la vio; con esto se prueba que el referee de inclinarse a alguien fue a los avilesinos.

Luego de identificar a quien suponían autor de la crónica (Ramón Fernández-Arenas García, «Ralla», era uno de los principales elementos del cuadro avilesino), señalaban que al no ser profesionales no podían aceptar un reto en el que se estipulase una cantidad económica. No obstante, estaban dispuestos a hacer frente al desafío con las siguientes condiciones:

1ª. Tienen los avilesinos que venir a jugar los 17 minutos que han dejado el otro día.

2ª. No aceptamos las mil pesetas; pero tenemos un reloj de plata regalo de los Príncipes de Asturias que no tenemos inconveniente en jugar contra otro objeto de igual valor que presenten los avilesinos.

3ª. Se jugará en campo neutral, que no sea Avilés, Oviedo ni Gijón.

4ª. Se nombrará un referee con ocho días de antelación por los capitanes; y recaerá este nombramiento en persona extraña a los clubs de foot-ball que existan en Asturias.

5ª. Se nombrará un jurado que decidirá en última instancia, compuesto de cinco personas, dos nombradas por la Unión Escolar Ovetense, dos por el Sport Club Avilesino y el referee.

6ª. El desafío constará de dos partidos; y el club que se apunte mayor número de goals será el vencedor.

7ª. En caso de empate en el último partido, continuará éste, hasta que uno de los dos equipos quede vencedor”.

Continuaron los dimes y diretes sobre el tema en las páginas de los periódicos[12] hasta que finalmente el 5 de julio, en el Diario de Avilés, aparecía una carta con la que la directiva del Sport Club daba el asunto por zanjado. En la misma se informaba a la Unión Escolar de la decisión adoptada por la junta del Sport Club, con el visto bueno del secretario, Pedro Hevia, y del presidente, Alberto Solís:

1º. No acceder a la continuación del partido, pues para ello sería preciso anular el goal apuntado, y el seguirlo en otro campo que no fuera el de Oviedo.

2º. Insistir en la apuesta de las 1.000 pesetas, por predominar el criterio de no jugar con ese team por mero pasatiempo.

3º. Que parece natural que el campo neutral sea el de Gijón, pues un match en despoblado tendría más aspecto de duelo que de culto deporte.

4º. Y último. Como supone la Junta que estas condiciones no serán aceptadas en su totalidad, se da por terminada la actual cuestión”.

El tono empleado muestra a las claras la crispación reinante en el mundillo futbolístico del Principado que, lejos de amainar, no haría sino acrecentarse con el inicio inminente de los primeros «Campeonatos de Asturias», torneos de categoría infantil generalmente, que organizarían durante el período estival los distintos clubes a falta de un organismo federativo regional. La polémica se convertiría en la tónica dominante en los años venideros, dando inicio a un nuevo período en el fútbol astur, el de la expansión y consolidación de un deporte que empezaba a desbordar pasiones.

 “Agradecimientos”

El autor desea agradecer a Víctor Martínez Patón, Luis Javier Bravo Mayor y Juan Luis Franco sus valiosas aportaciones sobre los primeros años del fútbol asturiano en la prensa nacional.

 “Referencias”

– Benito García, Luis (2013, 30 de septiembre). Lugares de la memoria (IV): Los espacios educativos en Laviana. La Nueva España. Obtenido de:

http://www.lne.es/cuencas/2013/09/30/lugares-memoria-iv-espacios-educativos/1476068.html

– Campos Marín, Ricardo (1997). Alcoholismo, medicina y sociedad en España (1876-1923). Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid.

– Cuesta, Carlos (2011, 14 de julio). El Real Titánico, la honra de Laviana. La Nueva España. Obtenido de:

http://www.lne.es/cuencas/2011/07/14/real-titanico-honra-laviana/1102380.html

– Fernández Riera, Macrino (2010). Deporte y Educación Física en Asturias. De los inicios a la Guerra Civil. Gijón. Instituto Rosario de Acuña y Zahorí ediciones.

– López Ahumada, José Redondo (2004). Orígenes y formación del derecho al descanso dominical. Universidad de Alcalá. Servicio de Publicaciones. Obtenido de:

http://www2.uah.es/adtss/files/estudios_doctrinales/origenesyformaciondelderechoaldescansosemanal.pdf

– Fandiño y Pérez, Juan Antonio (1904). La Colonia Escolar de Oviedo. Colonias Escolares. Anales de la Universidad de Oviedo. Tomo III. 1903-1905, (pág. 211-216). Oviedo, 1905. Establecimiento tipográfico de Adolfo Brid.

– Fernández Villaverde, Adolfo (1904). Colonia Escolar de Laviana. Colonias Escolares. Anales de la Universidad de Oviedo. Tomo III. 1903-1905, (pág. 216-302). Oviedo, 1905. Establecimiento tipográfico de Adolfo Brid.

– Martín Merino, Juan “Juanele” (1993). Historia del Fútbol Asturiano. Tomo 2. Autor-editor. Gijón.

– Rendueles, Alberto y Valverde, Jorge (1995). Avilés y su Fútbol. Un Siglo de Historia. Editorial JVAR. Avilés.

– Sánchez Barral, María Jesús y González Espina, Carlos (2015). La dura infancia. Fotografía y trabajo infantil en Asturias (1885-1971). Catálogo de la Exposición. Muséu del Pueblu d’Asturies. Gijón. Obtenido de:

http://museos.gijon.es/multimedia_objects/download?object_type=document&object_id=183328

– Sarmiento Birba, Manuel et al. (2001). Un Siglo del Sporting. La Nueva España. Editorial Prensa Ibérica. Oviedo.

BOE

Gaceta de Madrid núm. 64, de 04/03/1904, página 909. Obtenido de:

 https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1904/064/A00909-00909.pdf

–  Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo. Obtenido de:

http://prensahistorica.mcu.es/es/publicaciones/numeros_por_mes.cmd?anyo=1904&idPublicacion=6148

Prensa

Arte y Sport.  Madrid.

Diario de Avilés. Avilés.

El Carbayón. Oviedo.

El Comercio. Gijón.

El Correo de Asturias. Oviedo.

La Correspondencia de España. Madrid.

El Heraldo de Madrid. Madrid.

El Liberal. Madrid.

El Noroeste. Gijón.

El Progreso de Asturias. Oviedo.

La Nueva España. Oviedo.

 


[1] Cabe señalar que la entrada en vigor de la ley se produjo el domingo 11 de septiembre de 1904. El reglamento definitivo para la aplicación de la misma se publicó el 19 de abril de 1905 mediante Real Decreto. En el mismo se estipulaba que las tabernas no se incluían entre las excepciones a la ley, al contrario que las casas de comidas, lo que condujo a muchos establecimientos a intentar sortear la normativa haciéndose pasar por éstas o incluso por tiendas de ultramarinos para poder abrir los domingos.

[2] En este caso los del sacerdote Luciano López y García-Jove (Pola de Laviana 1885-Oviedo 1992), cuya larga y fecunda experiencia vital (profesor en los seminarios de Valdediós y Oviedo, licenciado en derecho por la universidad de la capital asturiana, procurador del obispado, así como autor de numerosas obras de temática histórica y religiosa), fue reconocida con el nombramiento de Hijo Adoptivo de la Ciudad de Oviedo en 1989, en cuya casa sacerdotal pasó sus últimos años.

[3] Un llerón es un terreno de piedras sueltas. Un pedrero o pedregal.

[4] Una versión similar la recogía el periodista Carlos Cuesta en La Nueva España: “El sacerdote Don Luciano López y García-Jove me comentó en más de una ocasión todo el acontecer futbolero en la Pola, y en los encuentros disputados en las proximidades del río Nalón, los llerones de Don Bernadín Zapico, actualmente zona de Fontoria, donde Don Luciano jugaba de portero, se dirimía la cantidad monetaria de 25 pesetas. El equipo que perdía pagaba la consumición que se celebraba con gran camaradería en una vinotería de la Chalana -Casa Valeriano- entre buenas viandas, truchas especialmente, y abundante vino y sidra doméstica. En esta ocasión por tratarse de un encuentro con motivo de las fiestas patronales de Agosto, fue el alcalde Segundo Álvarez quién donó los cinco duros para disfrute de los jóvenes pioneros del balompié. Tras la merienda hubo un superávit de tres perronas, treinta céntimos, y en vez de propina -en aquellos tiempos de 1900 no se estilaba ese detalle- fue destinado a los pobres de la parroquia“. La presencia de Segundo Álvarez en la alcaldía de Laviana durante la primera década del S. XX, bien al frente de la misma (1900-1903/1906-07) bien como teniente de alcalde, no permite acotar la fecha de ese primer partido, dado que no figura en los programas de los festejos de la época (al menos de forma oficial). Por otro lado, se sabe que el colegio de la Inmaculada contaba con equipos de fútbol, de distintas categorías, al menos desde el curso escolar 1905-06; aunque con toda seguridad los primeros balones llegaron algunos años antes. Resulta cuando menos curioso que de haberse celebrado dicho encuentro en una fecha tan temprana el primer equipo representativo de la localidad, el Titanic de Laviana, no viera la luz hasta 1912. Aunque esta circunstancia también la explicaba Don Luciano al señalar: “Anteriormente ya existía El Arenas, un conjunto local que se enfrentaba a equipos formados por mozos del concejo con algún apaño de gente de otros lugares e incluso con la novedad de algunos ingleses o escoceses -trabajadores en el puerto gijonés o de vacaciones- que se dejaron caer por estos entornos del alto Nalón”.

[5] Hecho que fue recogido en la prensa nacional, como en El Heraldo de Madrid o en El Liberal, también de la capital.

[6] Según La Gaceta del Norte el buque fletado por el Athletic Club de Portugalete fue el Blas.

[7] El 3 de septiembre en El Popular se daba cuenta de la visita de un socio del Athletic de Portugalete para dar explicaciones al Sport Club por lo sucedido: “Según dicho expedicionario el haber regresado los sportmans (sic) desde Santander a punto de su procedencia fue debido a que tres de los jugadores, ingleses de naturaleza por más señas (ingleses habían de ser), desaparecieron de la capital montañesa, sin decir nada a sus colegas, marchando a Bilbao por ferrocarril. Ya en Portugalete manifestaron que habían desistido de su viaje por temor al temporal (…)

[8] En realidad el significado de tripping era zancadillear a un adversario o intentar derribarlo haciendo uso de las piernas.

[9] Holding hacía referencia a la obstrucción de un rival con la mano o cualquier parte del brazo.

[10] En caso de que se reclamara cualquier supuesta infracción de las reglas el balón se consideraba en juego hasta que el referee tomara una decisión. En todo caso el tiro libre hubiera sido a favor del cuadro ovetense.

[11] En clara alusión al «bobo de Coria», personaje legendario y proverbial, símbolo de la tontería y de la estupidez según recoge el diccionario de la RAE.

[12] El Referee de Arganda contestaría a sus críticos en un extenso escrito fechado el 2 de julio y publicado en El Popular dos días después, en el que afirmaba no tener nada que ver con el Sport-Club Avilesino ya que no era socio de la entidad. Explicaba que se había dedicado a estudiar el «juego de foot-ball» desde hacía tres años y sostenía punto por punto lo descrito en su crónica, llegando a incluir varios artículos del reglamento en inglés, junto a su traducción al castellano, para defender sus tesis.