Las elecciones a la RFEF de 2012: denuncia de Manos limpias contra Ángel Villar

1.   Introducción

Tras la victoria electoral de Ángel María Villar en las elecciones a la RFEF de 2004 que hemos glosado en otro lugar, el siguiente periodo electoral estuvo marcado por la controversia surgida en torno a la Orden Ministerial ECI/3567/2007, de 4 de diciembre, por la que se regulan los procesos electorales de las federaciones deportivas españolas (BOE nº 294, 8-12-2007), emanada del Ministerio de Educación y Ciencia presidido por Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo y con Jaime Lissavetzky como secretario de Estado para el deporte.

Esta orden ministerial, que en medios periodísticos fue conocida como “decreto anti-Villar”, establecía en su artículo 2.3 que “[…] los procesos electorales para la elección de los citados órganos se realizarán coincidiendo con el año de celebración de los Juegos Olímpicos de Verano, debiendo iniciarse dentro del primer trimestre de dicho año. No obstante, las Federaciones deportivas españolas que vayan a participar en los Juegos Olímpicos de Verano iniciarán sus procesos electorales dentro de los dos meses siguientes a la finalización de los mismos”. Puesto que la selección española de fútbol no se había clasificado para los Juegos Olímpicos de Pekín, la orden obligaba a que la RFEF celebrara las elecciones antes del verano a pesar de que también en verano estaba prevista la participación en la Eurocopa de Austria y Suiza.

Como es bien sabido, finalmente el proceso electoral tuvo lugar después del verano, tras la definitiva aprobación del reglamento electoral de la RFEF mediante resolución de la Comisión Directiva del CSD de 29 de septiembre de 2008. En todo aquel proceso no resultó innecesaria la intervención de la FIFA, que hubo de recordar que todos sus miembros están estatutariamente obligados a no aceptar injerencias políticas y que el incumplimiento de tales normas podía generar graves consecuencias deportivas.

Terminado aquel episodio, y próxima la convocatoria del siguiente periodo electoral, el día 21 de septiembre de 2011 la Directora General de Deportes del CSD, Matilde García Duarte, emitió una circular en la que comunicaba a todas las federaciones deportivas españolas que los procesos electorales de 2012 se regirían por la misma orden ministerial de 2007, indicando que los reglamentos electorales no tenían por qué ser modificados.

En consecuencia, y de acuerdo con el citado art. 2.3, el proceso electoral de la RFEF debía iniciarse dentro de los dos meses posteriores al final de los Juegos Olímpicos ya que el fútbol español se había clasificado para jugar en Londres 2012. Sin embargo, la Orden ministerial también tenía una disposición final primera, que tanto la RFEF como el CSD interpretaron como habilitante para celebrar las elecciones en el primer trimestre del año de 2012.

2.   La convocatoria de elecciones de 2012

El día 4 de octubre de 2011 la Real Federación Española de Fútbol dirigió una carta al Consejo Superior de Deportes solicitando que, con base en la disposición final primera de la Orden ECI/3567/2007, se autorizara a que las elecciones que correspondía celebrar en el año 2012 se celebraran en el primer trimestre. Esta solicitud no era extravagante, pues ya para el periodo de 2008 el CSD había autorizado cambios en las elecciones a las federaciones de automovilismo, béisbol y softbol, bolos, colombofilia y tenis, y en 2012 también lo autorizaría para natación y baloncesto.

La citada disposición decía literalmente así:

  1. Corresponde al Consejo Superior de Deportes la interpretación y desarrollo de la presente Orden, en aquello que sea necesario para su aplicación.
  2. Asimismo podrá aprobar, excepcionalmente, y previa solicitud fundada de alguna Federación deportiva española, cambios en alguno de los criterios contenidos en la presente Orden, cuando aprecie la imposibilidad o grave dificultad de su cumplimiento.
  3. En todo caso, será preceptivo el informe de la Junta de Garantías Electorales.

El Consejo Superior de Deportes debía valorar, en definitiva, si existía o no “imposibilidad o grave dificultad” para celebrar el periodo electoral en el segundo semestre del año. Para justificar la concurrencia de tal requisito, la RFEF se basaba en los siguientes argumentos:

  1. Actividad competicional amistosa de la Selección española absoluta de fútbol en el periodo 1 de enero de 2012 a 10 de junio de 2012, frente a la actividad competicional oficial de 1 de septiembre de 2012 a 31 de diciembre de 2012. En el segundo semestre se iban a jugar cinco partidos de clasificación para el Mundial, mientras que en el primer semestre solo se iban a jugar partidos amistosos.
  2. Renovación de los principales contratos de patrocinio en el periodo 1 e septiembre de 2012 a 31 de diciembre de 2012. Dado que los contratos de patrocinio se negocian tras el final de Mundiales y Eurocopas, si al terminar la fase final de la Euro 2012 no hubiera presidente se generaría un perjuicio para la RFEF, que no podría negociar tales contratos.
  3. Planificación deportiva a nivel técnico de la Selección nacional absoluta de fútbol. Dado que el periodo de dos años que hay entre la celebración de una Eurocopa y un Mundial empieza en el mismo momento en que termina la primera, es necesario contar con un presidente que pueda hacer la correspondiente planificación.
  4. Actividad federativa nacional e internacional en el periodo 1 de septiembre de 2012 a 31 de diciembre de 2012. Hay prevista una intensa actividad deportiva en el citado periodo, que no debe coincidir con un periodo electoral. Concretamente el Mundial Sub-20 femenino, el Mundial Sub-17 femenino y el Mundial de fútbol sala.

Solo dos días después de que la RFEF remitiera la carta al CSD se aprobó el RD 1372/2011, de 7 de octubre, en virtud del cual se disponía el cese de Albert Soler, Secretario de Estado-Presidente del CSD. Las elecciones generales se iban a celebrar el 20 de noviembre, por lo que en esa fecha el gobierno estaba en funciones y no podía nombrar nuevo secretario de Estado, de tal modo que la directora general de deportes, Matilde García Duarte ocupó el cargo por suplencia (art. 4.5 del RD 2195/2004).

De acuerdo con la reiteradamente citada disposición final primera de la Orden ECI/3567/2007, la suplente del Presidente del CSD interesó un informe de la Junta de Garantías Electorales de la RFEF, que lo emitió en sentido positivo el 24 de octubre. Dijo así:

“En opinión de esta Junta no existe inconveniente para que, con arreglo a la Orden ECI/3567/2007 de 4 de diciembre, se permita el adelanto de la convocatoria de elecciones para ser celebradas en el primer trimestre de 2012”.

La Junta de Garantías Electorales estaba presidida por Tomás González Cueto (abogado del Estado), y contaba con la vicepresidencia de José Luis Piñar Mañas (catedrático de derecho administrativo). Entre los vocales se encontraba Rafael Catalá Polo, quien años más tarde sería Ministro de Justicia (2014-2018).

Con base en la argumentación esgrimida por la RFEF en su escrito de 5 de octubre, y apoyado en el informe de la Junta de Garantías Electorales, el día 2 de noviembre se dictó el Acuerdo del CSD que autorizó a la celebración de las elecciones en el primer trimestre del año.

Ángel María Villar, de acuerdo con las funciones estatutariamente atribuidas al presidente, convocó elecciones el día 2 de enero de 2012 a la Asamblea General, a la Comisión Delegada y a la Presidencia de la Real Federación Española de Fútbol para su celebración el día 16 de febrero.

Puesto que el Acuerdo del CSD que autorizó al adelanto electoral no fue hecho público, la primera noticia que se tuvo al respecto fue el anuncio del presidente de la RFEF el día 2 de enero, que sorprendió porque era exactamente el planteamiento contrario al que Villar había defendido insistentemente en 2008. Entre los sorprendidos estuvieron aquellos que pretendían presentar una candidatura alternativa, y en concreto Ignacio del Río García de Sola, exconcejal de urbanismo del Ayuntamiento de Madrid.

Las elecciones se celebraron como estaba previsto el día 16 de febrero de 2012, y Ángel María Villar fue proclamado presidente de la RFEF para su séptimo mandato y sin rivales, con 161 votos a favor, 5 en blanco y 1 nulo. Como veremos a continuación, con la intención de ensombrecer la victoria de Villar, el día anterior a las elecciones el sindicato Manos Limpias presentó una querella temeraria por prevaricación.

3.   El control administrativo de las elecciones

Desde que tuvo conocimiento de la convocatoria electoral, Ignacio del Río hizo cuanto estuvo en su mano para impedir la celebración de las elecciones en el primer semestre del año.

En primer lugar, presentó el 25 de enero un recurso de reposición contra el Acuerdo del CSD de 2 de noviembre de 2011 que autorizó el adelanto electoral, que sería desestimado el 22 de febrero de 2012 en virtud de una resolución dictada por el nuevo presidente del CSD, Miguel Cardenal.

Constatando que la resolución del recurso no se dictaría hasta después de las elecciones, Del Río interesó dos días antes de las elecciones (14 de febrero) ante la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional la adopción de medidas cautelares consistentes en la suspensión del Acuerdo del CSD de 2 de noviembre y consecuentemente de las elecciones. La Sección Séptima dictó un auto el 15 de febrero por el que rechazó la adopción de tales medidas. Como ya hemos avanzado, ese mismo día 15 de febrero Manos Limpias interpuso la querella.

El Acuerdo del CSD de 2 de noviembre de 2011 y la posterior resolución de 23 de febrero de 2012 fueron objeto de control jurisdiccional, pues tanto la RFEF como Ignacio del Río presentaron contra la misma sendos recursos contenciosos-administrativos. El primero de ellos pretendía que se decretara que el Sr. Del Río no estaba legitimado en el proceso de referencia, y el segundo de ellos que se decretara la nulidad del proceso electoral.

Ambos recursos fueron desestimados. El interpuesto por la RFEF en virtud de la Sentencia de 14 de enero de 2013 dictada por la Sección Séptima de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional (ponente Ilmo. Sr. D. Ernesto Mangas González), y el interpuesto por el Sr. Del Río por la Sentencia dictada el mismo día por la misma Sección de la Audiencia Nacional, con ponencia del Ilmo. Sr. José Luis López-Muñiz Goñi.

4.   La denuncia de Manos Limpias

Según hemos adelantado, el día anterior a la celebración de las elecciones de la RFEF (15 de febrero), el Sindicato Colectivo de Funcionarios Públicos Manos Limpias interpuso una “denuncia criminal” contra Ángel María Villar Llona y Matilde García Duarte por un supuesto “delito continuado de prevaricación” que habrían cometido ambos “al adoptar acuerdos patentemente ilegales en la preparación y convocatoria del proceso electoral”. Aunque la denuncia venía únicamente con la firma del presidente del sindicato, Miguel Bernad Remón, muchos se plantearon en aquellos momentos que la pluma que estaba detrás era la de Javier Tebas.

Tal y como se trasladó a la prensa por parte del Sindicato, en la denuncia se afirmaba que “es obvio que no concurre, ni puede concurrir, ningún tipo de circunstancia o motivo que imposibilitase o dificultara gravemente que el proceso electoral de la RFEF se hubiese iniciado durante los meses de septiembre y octubre (dentro del plazo de los dos meses tras finalizar los Juegos Olímpicos), conforme dispone la Orden”. Igualmente se añadía que la Federación trató de que la convocatoria electoral “pasara lo más desapercibida posible y, naturalmente, sin darle la publicidad y la transparencia que tal convocatoria requería. […] Naturalmente, mediante esta irregular manera de proceder, manifiestamente clandestina, ha tratado de impedir un verdadero y democrático proceso electoral, con la debida participación y concurrencia de candidatos en pie de igualdad, así como evitar reclamaciones e impugnaciones por parte de los estamentos de la Federación”.

Por último, Manos Limpias subrayaba que la Directora General de Deportes del CSD autorizó el adelanto electoral “cuando ya conocía perfectamente que iba a dejar su cargo de forma inminente. De hecho, durante el propio mes de diciembre de 2011 o nada más iniciado el mes de enero de 2012 cesó en su cargo como Directora General de Deportes del Consejo Superior de Deportes (CSD)”.

La denuncia fue admitida a trámite por el Juzgado de Instrucción 36 de Madrid, y su titular el Ilmo. Sr. D. Juan Antonio Toro Peña llamó a declarar a Ángel Villar y a Matilde García el día 24 de febrero de 2012.

La instrucción de la causa fue corta, pues el 16 de marzo de 2012 se dictó auto de sobreseimiento libre, resolución que refleja la certidumbre judicial de que no se había cometido delito alguno. Se expresaba el auto en estos términos:

En su consecuencia, no se observa que se haya omitido requisito legal alguno con su conducta, ya que estaba bajo la Junta de Garantías Electorales. Que de la declaración que presta Tomás González Cueto se acredita el cumplimiento de los requisitos administrativos exigidos para el caso, así como el cumplimiento de los exigidos en las normas administrativas. Considera suficiente la petición formulada por la Real Federación Española de Fútbol, existe transparencia y por tanto no existe dato objetivo o subjetivo de ilícito de índole penal respecto de la conducta de Ángel María Villar Llona, por lo que conforme establece el art. 641.1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal procede acordar el sobreseimiento libre y por tanto el archivo de la presente causa por no ser los hechos denunciados constitutivos de ilícito penal alguno respecto a Ángel María Villar Llona.

Como era de esperar, Manos Limpias recurrió en reforma, que fue resuelta mediante un auto desestimatorio de 23 de mayo de 2012. La subsidiaria apelación recayó en la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid, que puso fin definitivo a esta causa en virtud del Auto 268/2013, de 5 de abril (ponente Ilmo. Sr. D. Francisco Jesús Serrano Gassent).

 

5.   Temeridad de la defensa de Manos Limpias

No es una opinión personal de quien escribe el que la actuación procesal de Manos Limpias fuera temeraria, sino que fue la calificación que le dio el citado Auto 268/2013, de 5 de abril, quien consideró que la misma denuncia ya fue temeraria. Aun a riesgo de resultar demasiado exhaustivos, conviene reproducir íntegramente los párrafos que la Sala dedica a justificar la temeridad y la consecuente condena en costas. Dice así:

Considera este Tribunal que cabe apreciar temeridad en la parte apelante desde el inicio de las actuaciones. Entiende esta Sala que la denuncia interpuesta era temeraria, pues del contenido de la misma se desprende que el denunciante no estaba conforme con el adelante del proceso electoral de la Federación Española de Futbol, pero no expone con claridad cuál es la ilegalidad “evidente, patente, flagrante y clamorosa” cometida y que pudiera constituir un delito de prevaricación, pues se limita a señalar que la convocatoria electoral era ilegal por contravenir frontalmente lo dispuesto en la Orden ECI/3567/2007,de 4 de Diciembre, y que en la misma se han cometido varias irregularidades. Si la parte apelante consideraba que la actuación administrativa no se ajustaba a la legalidad y contenía alguna irregularidad, debió acudir a la Jurisdicción adecuada para la revisión de los actos administrativos, que no es otra que la Contenciosa Administrativa.

Y también es temeraria la actuación posterior de la ahora apelante, pues a la semana de interponer la denuncia el Secretario de Estado del Deporte dictó resolución el 22-02-2012 desestimando el recurso interpuesto contra la resolución del Consejo Superior de Deportes de fecha 02-11-2011, y el mismo día de interposición de la denuncia, la Audiencia Nacional, Sección 7, dictó auto de fecha 15-02-2012 denegando la solicitud de medidas cautelarísimas pretendidas. Conocidas estas dos resoluciones era evidente que la pretensión de la parte no podía prosperar, pues el Secretario de Estado del Deporte consideró que la resolución de fecha 02-11-2011 del Consejo Superior de Deportes autorizando la celebración de las elecciones se ajustaba a derecho, y la Audiencia Nacional, Sección 7, dictó auto de fecha 15-02-2012 denegando la solicitud de medidas cautelarísimas, y permitió la celebración del proceso electoral, por lo que no podía sostenerse la existencia de una “ilegalidad evidente, patente, flagrante y clamorosa”, y a pesar de ello la parte denunciante mantuvo el ejercicio de la acción penal.

A lo expuesto debe añadirse que una vez practicadas las diligencias mínimas, especialmente de naturaleza documental (aportación de los expedientes administrativos), por el Instructor se dictó una amplia y motivada resolución acordando el sobreseimiento libre, por no ser los hechos denunciados constitutivos de delito. Y pesar de la claridad y contundencia de este auto, la parte denunciante, de manera claramente temeraria, interpuso recurso de reforma y subsidiario de apelación, sabiendo que la pretensión no podía prosperar. Y a mayor abundamiento, introdujo de manera sorpresiva hechos nuevos y un nuevo delito de falsedad, que no habían sido objeto de denuncia, y ello sin la menor base y sin concretar el delito, que imputa sin mayor fundamento y de manera temeraria.

Y de todo lo expuesto sólo cabe concluir la procedencia de la imposición a la parte apelante de las costas procesales de esta segunda instancia por ser su actuación procesal claramente temeraria.

6.   Conclusiones

A la vista de la resolución de la Audiencia Provincial, difícil será encontrar un caso más claro en el que el derecho penal se utilizó únicamente como mero instrumento para perjudicar a Ángel María Villar, precisamente el día anterior a la celebración de las elecciones. Si como se planteó en su momento, quien estaba detrás de la denuncia era Javier Tebas, la realidad toma un cariz de lo más interesante.

Por otro lado, si analizamos las fechas de este procedimiento penal en relación con el anterior interpuesto en el Juzgado de Instrucción 47, los datos son de particular interés. Pues esta querella de Manos Limpias se interpuso antes de que la Audiencia Provincial resolviera el recurso de apelación interpuesto por Javier Tebas contra el sobreseimiento, de tal modo que ambos procedimientos se solaparon parcialmente en el tiempo.

Si bien este proceso penal apenas tuvo trascendencia dada la flagrante ausencia de contenido incriminatorio, lo cierto es que su estudio no carece de interés. No solo porque se constata el permanente interés de que Ángel María Villar llevara a cabo su acción presidencial mediante la permanente amenaza penal, sino también porque lo ocurrido puede fácilmente interpretarse retrospectivamente a la luz de los hechos ocurridos en el mes de julio de 2017.




De la Agrupación al Sindicato de Futbolistas

El sueño de un Sindicato para profesionales del balón, degollado por la realidad sociopolítica sesentera en el pasado siglo, no quedó aparcado durante mucho tiempo. Había tanto que enmendar, tantas sugerencias a debatir, y tantas reivindicaciones nunca atendidas desde ámbitos deportivos, laborales y jurídicos, que una vez iniciado el proceso resultaría inútil todo intento por sofocarlo.

Finalizaba febrero de 1971 cuando el periódico “Solidaridad Nacional” publicó una encuesta sobre este asunto, donde se hacía evidente una rara anuencia: los futbolistas tenían todo el derecho a sindicarse. Nadie podía negárselo desde el vigente marco jurídico. Curioso, considerando que sólo podían dar tal paso los trabajadores, “productores”, según la jerga política oficial, para erradicar del lenguaje toda evocación a la lucha de clases. Y que a tenor de diversas sentencias, a los jugadores de fútbol seguía negándoseles tal condición, por más que las mismas reconociesen el obvio vínculo que los uniera a sus clubes. Lo recogido en aquellas páginas constituye un excelente preámbulo.

Agustín Montal junior optó por quedarse a verlas venir con respecto al proyecto asociativo de los futbolistas. Lo cierto es que entonces la relevancia del Barcelona era muy relativa, tanto en el ámbito federativo como en el concierto internacional. Unos años después, José Luis Núñez optó por erigirse en azote de la ya conformada Asociación, aunque ello se tradujera en un enrarecimiento de relaciones con su propia plantilla.

Agustín Montal junior, presidente “culé”, consideraba el proyecto muy inmaduro. “Si pensamos en la eventualidad de su retiro, parece difícil que en una profesión que sólo dura 10 años puedan reunirse los fondos imprescindibles para garantizar un futuro. Tal vez debiera pensarse en buscar puestos de trabajo a los jugadores”. Poniendo énfasis en su postura “no contraria a ninguna asociación”, lanzaba balones fuera, para que ese fermento asociativo y sindical salpicase en la poltrona azulgrana a cualquier otro, y no a él: “Opino que debe llevarse a cabo un estudio a fondo, con una base muy amplia. En España, por ejemplo, los clubes no son Sociedades Anónimas, sino recreativas y sin fines lucrativos. Hay que armonizar intereses y dar satisfacción a los jugadores”. En suma, estúdiese en distintas comisiones y cenáculos, sin prisa, dando tiempo a que los cabecillas se hubieran retirado.

José de la Fuente, secretario del R.C.D. Español, cubriendo la ausencia de su presidente, el Sr. Meler, también era partidario de dilatar respuestas: “De momento es necesario estudiar el problema, pues, que yo sepa, las economías de gran parte de los clubes arrojan déficits, y éstos sólo se sostienen mediante generosas ayudas”. Por lo demás, España, a su entender, también era distinta a otros países en lo relativo al balón: “Los jugadores tienen un nuevo representante en el seno de la F.E.F.: Francisco Javier Marcet. Y como se da el caso de que el presidente federativo, José Luis Pérez-Payá, fue con anterioridad representante de los futbolistas, considero que son las personas más idóneas para canalizar cualquier aspiración a sindicarse, si es que en verdad existen. En Inglaterra e Italia los jugadores están sindicados. Pero allí los clubes son Sociedades Anónimas. Las relaciones contractuales y las obligaciones de los jugadores, así como sus deberes por cuanto respecta a sueldos, pago de impuestos, etc., exigirían un estudio muy profundo”.

A Ricardo Rosón, presidente del Sabadell (entonces en 1ª), el puro pragmatismo le llevaba a mostrarse incrédulo: “El fútbol español, desgraciadamente, marcha a caballo de la voluntad y el apoyo económico de unos directivos a unos colores, una Sociedad o una ciudad, como es nuestro caso. Pensemos que la inmensa mayoría de los clubes son deficitarios. Hay que ver las cosas con realismo, pues problemas laborales ya tengo bastantes en mi industria. Pero en el Sabadell, para mantenernos competitivos es necesario que muchos vallesanos apoyen generosa y desinteresadamente cada año. No conozco el fútbol de otros países, aunque sí el nuestro. Un tema tan delicado no puede abordarse alegremente, pensando que el fútbol es una auténtica profesión. Es más bien una vocación que ocasionalmente y durante unos años, en los que hacen falta suerte y salud, se pueden ganar unas pesetas. Pero, ¿y los directivos? Su vocación es amateur y encima les cuesta dinero”.

Raimundo Saporta, vicepresidente y cerebro organizativo del Real Madrid, ni quitaba ni ponía rey; simplemente se encomendaba a su señor: “Desconozco la opinión del Madrid, pero la mía es que cuando el Poder juzgue oportuno el momento de sindicar futbolistas, por parte del club no habrá ningún inconveniente. Todo lo que sea bueno para los jugadores nos parecerá bien”.

Ferdinand Daucik, entrenador duro, exigente, de quien los futbolistas a su cargo solían cansarse tras un par de temporadas, era partidario de la sindicación, para que los profesionales pudieran concentrarse tan sólo en el deporte competitivo, sabiéndose a resguardo ante cualquier contingencia.

Ferdinand Daucik, entrenador “periquito”, se mostraba favorable a la sindicación: “Así los jugadores pensarían mejor en los entrenamientos. Hay personas en nuestro deporte que podrían recoger esta interesante idea. Sindicar a los jugadores es muy necesario, y en el futbol moderno imprescindible”.

Rodri, segundo entrenador del Barça, ofrecía un sí rotundo: “Hasta la fecha, quienes pertenecemos al mundillo futbolístico hemos sido olvidados. De pertenecer a un Sindicato, contaríamos con un medio para defender nuestros intereses, incluso pensando en después de colgar las botas. Confío que nuestros organismos se den cuenta de la falta que hace”.

Los futbolistas en activo oscilaban entre el entusiasmo, la convicción razonada, y algún amago de nadar con la ropa muy bien guardada. El azulgrana Rexach, por ejemplo, era de éstos: “Nos puede beneficiar mucho. Ahora bien, como no conozco su base ni si llegará a implantarse, me parece prematuro hablar sobre ello”. Otros dejaban de lado cualquier ambigüedad: “Hasta ahora no hemos tenido nada de nada. Poseemos un carnet de artista que no representa lo más mínimo, y pagamos algo. Sería hora de que pensaran un poco en nosotros” (Lico, centrocampista del Español). “Deberíamos reunirnos a discutir nuestras cosas. Tienen que escucharnos, pues el problema es palpable” (De Diego, atacante del Sabadell). “Sería muy interesante, porque hasta ahora nadie nos ha defendido. Espero que se convierta en realidad, porque hace mucha falta” (Dueñas, delantero centro del Barcelona). “Nadie nos ha dicho nada. Naturalmente, sería muy interesante para nosotros” (Carbonell, interior y extremo españolista). “Hace años creo se habló de crear un Sindicato. Ahora he vuelto a leer sobre la posibilidad de que se convierta en un hecho. Espero que se confirme, puesto que estamos completamente solos” (Martí – Filosía, del Barcelona). “Somos profesionales, sin nada seguro. En caso de desgracia quedamos desamparados. Es necesario el apoyo, dentro de una Ley y una Seguridad Social. Hoy sólo dependemos de nuestra buena suerte y es hora de que no sólo sea de ella” (Garzón, interior del Sabadell).

Quien supo expresarse más gráficamente fue el sevillano Isidro Sánchez, lateral arlequinado y esposo de Carmen Flores, hermana de Lola, la “Faraona”: “Pago tres clases de impuestos, entre ellas el de artista, y sin embargo no pertenezco a ningún Sindicato. La gente piensa que vivimos muy bien, y yo lo explicaría de otra forma. Somos o estamos como en la Luna. Nos ven la cara externa (viajes, sueldos), sin reparar en la otra, la oculta, o sea el desamparo en que nos encontramos ante un infortunio. Es justo que nos equiparen a los demás trabajadores por cuanto respecta a la Seguridad Social”.

Carlos Rexach, aquí caricaturizado por “Cronos”, no era hombre que pisase charcos alegremente. Y sobre un asunto tan espinoso como el de la sindicación, fiel a sus principios, prefirió ponerse de perfil.

Tiempo después, Isidro tuvo la desgracia de encarar su propio infortunio. A resultas de algún choque o cabezazo, sufrió una grave lesión oftálmica. Intervenido quirúrgicamente, primero se le dio por ciego, luego por grave deficiente visual, y al cabo la ciencia trataría de abrir un resquicio de esperanza, empeñada en salvarle un ojo. Tenía edad para dar por cumplido su ciclo deportivo, aunque no así para despedirse de una futura existencia en plenitud. El fútbol pretendía arrebatársela de pronto, y al margen del raquítico monto devengado por la Mutualidad, sólo pudo contar con lo recaudado en el choque amistoso que sus compañeros le dedicaran, a manera de homenaje. Del rostro pálido de la Luna pasó en un santiamén, por seguir su símil, a la negrura extrema.

Tampoco carecían de interés las frases del interior izquierdo Rodilla, otrora blanquivioleta y en ese momento españolista, que unía a su condición de buen jugador una licenciatura en Derecho: “Formamos parte de una actividad nacional en la que sólo se nos reservan obligaciones. Contamos con un contrato y se nos expone a todo. Ahora, cuando se habla de la Ley Sindical, creo ha llegado el momento para entrar en un Sindicato, bien general o particular”. Aseguraba expresarse tan sólo como futbolista, e inquirido a hacerlo en su condición de letrado añadió que si se lo solicitara algún jugador, lo defendería sin pensárselo dos veces: “Porque los futbolistas sólo estamos para acatar órdenes, y eso resulta injusto”.

Juan José Rosón, presidente del Sindicato Nacional del Espectáculo, al que contribuían con su canon muchos futbolistas profesionales aun no recibiendo nada, sorprendía en su alegato. Pudiera parecer el discurso de cualquier sindicalista de clase, no el de un alto cargo en el Régimen. Seguro que en ambientes más “pretorianos” lo atemperaría mucho, pues sólo así se explica continuase en el cargo:

“El contrato que liga a un jugador con un club es una relación de tipo laboral. No sólo en el viejo sindicalismo, sino en la nueva Ley Sindical, se produce un curioso contrasentido al comprobarse que los clubes están sindicados, que todo su personal está sindicado y que, en cambio, se excluye únicamente a los jugadores. Esto es paradójico, y para hacer más claro el ejemplo, diré que el presidente de la Sección Económica del Sindicato del Espectáculo, en Madrid, es el representante del Real Madrid. Actualmente no se hace sino vulnerar los derechos más sagrados de la persona humana. Se impide a los jugadores ir en defensa de sus problemas, privándolos de los cauces ordinarios de Justicia. El sindicalismo español es precisamente una compenetración armónica entre patronos y asalariados. Nuestro deseo es que los jugadores puedan sindicarse y de tal modo puedan resolverse todos sus problemas, justamente. A la vista de la nueva Ley Sindical, sería anticonstitucional negar a los jugadores su sindicación. No olvidemos, repito, que los clubes ya están sindicados. Se ha creado algo parecido a un fantasma para dejar de un modo inconcreto las relaciones entre clubes y jugadores profesionales. Y creo que cuanto digo sobre los futbolistas debería aplicarse a todos los deportistas profesionales”.

Vamos, que a tenor de sus palabras, ante los hombres de camiseta y pantalón corto se abría un futuro esperanzador.

Marcet, retratado en 1949. Era representante en la F.E.F. de los futbolistas activos, cuando un nuevo clamor de los profesionales en pro de la sindicación volviera a patentizarse. Por más que su cargo no le garantizase ningún margen de maniobra, se implicó cuanto pudo en pro de una Asociación.

No tuvieron que pasar muchos días para convertir tanta frase bonita en facilote brindis al sol. Su objetivo se reducía a captar cotizantes entre el gremio de la pelota, como evidenciara el antiguo internacional Francisco Javier Marcet Mundo, vocal de la F.E.F. representando a los futbolistas, durante una conferencia impartida el 19 de julio en el salón de actos de la Caja Rural villarrealense. “Por el momento no es posible una sindicación de jugadores de fútbol -aseguró-. Y sí, en cambio, una asociación, aunque ello llevaría consigo una profunda reestructuración federativa”. Manifestó también la necesidad de que el deporte en su conjunto, pero en especial el fútbol, dejara de recibir intromisiones políticas. Un ruego audaz para la época, cuando en teoría todo estaba atado y bien atado. Prosiguiendo en su papel contestatario, hasta se permitió discrepar con respecto a las nuevas normas aplicables en la elección de presidentes Territoriales. Y como colofón, ya lanzado, advirtió sobre la necesidad de crear una auténtica escuela de entrenadores, “donde se exija un mínimo nivel intelectual, porque muchos matriculados en los actuales cursillos aprueban tan sólo por el mero hecho de haber sido futbolistas profesionales”.

Casi un año después -finalizaba mayo de 1972-, se aprobó en un pleno federativo la Agrupación de Futbolistas. En realidad sólo eso, pues José Luis Pérez-Payá, máximo responsable del fútbol nacional, recibió un buen estoconazo al no tratarse, siquiera, el pretendido anteproyecto para Reglamento de Partidos y Competiciones, eje central de la cita. Un toque a rebato contra la Federación y su presidente, ya que era dicho órgano quien convocaba. La disidencia acaudillada por el Valencia, Real Madrid, Barcelona, Granada, Deportivo de La Coruña, Córdoba y Federación Regional Valenciana, a la que irían uniéndose distintos clubes y Territoriales, obtuvo sólo un eco relativo en los medios. Y eso que ni siquiera el endurecimiento de voz en Pérez-Payá y la tensión que nublaba su rostro, sirvieron para encarrilar una cita resuelta en apenas 90 minutos, cuando se preveían como mínimo 10 horas de discusión. En apariencia, los clubes sólo estaban interesados en que saliese adelante la Agrupación de jugadores. Mejor eso que un sindicato, como muchos preferían en el seno de sus propias plantillas. Tal vez aquel espíritu reivindicativo decayera, si les daban a roer una Agrupación dotada de exiguo margen de maniobra.

Durante la Asamblea, Gil de la Serna pidió la palabra para advertir que el palentino Isacio Calleja, lateral izquierdo del At Madrid, no podría presidir la naciente Agrupación, “puesto que abandona la práctica activa este año y quien acceda al cargo necesita cuatro de inactividad deportiva, a partir del 30 de junio”. Calleja, en efecto, abogado, además de internacional y campeón de la Eurocopa en 1964, era el nombre más invocado entre los futbolistas como primer presidente. Luego se levantó Félix Oraá (presidente del At. Bilbao), para aclarar que no iba a poner reparos a la Agrupación, “por más que los jugadores no sean esclavos, sino todo lo contrario. No creo puedan tener motivos de queja”.

Isidro Sánchez García, con su última camiseta, la del Sabadell. Fue víctima del infortunio, y cuando sus graves problemas de visión le condujesen al retiro, sólo sus antiguos compañeros de profesión estuvieron al quite, proporcionándole un partido homenaje con carácter recaudatorio. Meses antes había puesto énfasis en el desamparo de los jugadores ante cualquier desgracia severa.

“A las seis y media, aquí paz y después escocés y otros refrigerios”, escribió Helio Bernárdez en su crónica. Los futbolistas acababan de arañar algo que tampoco les satisfacía mucho. Prueba de ello es que el 10 de junio, último día para la inscripción de candidatos a las presidencias regionales de la constituyente Agrupación, nadie se había ofrecido a dirigir la Castellana. A Gil de la Serna, máximo responsable de dicha Territorial, le interpelaron sobre si no creía que Isacio Calleja hubiera sido aparte de nombre consensuado, posiblemente quien mejor pudiera lucir en el cargo, y él sonrió, displicente: “Quizás. Pero la Federación Española resultó tajante: no pueden presentarse jugadores en activo. Es una pena perder a quien pudiera ser el candidato ideal”.

Todo olía a treta. Se establecía una normativa incapacitante para la persona más aclamada, como primer palo en la rueda de un ente que iba a encontrar muchos más. Inquirido el propio Gil de la Serna por Julián Ruiz, reportero de «Marca», sobre qué ocurriría si nadie optase al cargo, siguió haciendo gala de displicencia: “No creo que eso ocurra. Verá cómo antes de las 10 se presentará alguien. Otra cosa es lo que pueda ocurrir después, cuando haya que elegir al presidente nacional. Tienen que hacerlo antes del 10 de julio, que es cuando se celebrará el pleno federativo. El problema, entonces, (si los futbolistas no tuvieran presidente), se agudizará más”.

Miguel Malbo y Julio Carrascosa venían estudiando la posibilidad de postularse, pero no acababan de verlo claro. Con muchísima razón, habiéndose desplegado tantos intereses por abortar el proyecto.         

“Si los futbolistas montan un Sindicato, yo me voy”, advirtió Santiago Bernabéu, faro y guía no sólo para los socios del Real Madrid, sino para tantos profesionales del balón. “¿Pero qué quieren? -planteó un directivo andaluz-. Son millonarios, mientras los clubes nadan en la ruina”. “Todo el fútbol está sobredimensionado -advirtieron otras voces-. Fichas, primas, atención mediática… Como un día decidan los directivos cerrar sus carteras, el fútbol español se va a pique. Todo el fútbol, ¿eh?. Sin excepciones”

Un año después, la Agrupación desencallaba, dubitativa, para felicidad de los clubes y enojo de muchos jugadores, en medio de la abulia federativa y el desinterés de todas las aficiones. Tan atascada parecía que con fecha 2 de julio de 1973, el mandamás del Sindicato Nacional del Espectáculo, Juan José Rosón, quiso remover conciencias mediante un escrito remitido a la prensa. Su repercusión fue enorme. Y ello pese a que si bien ponía el dedo sobre ciertas llagas supurantes, procuraba, como antaño, llevar las aguas hacia su molino.

Isacio Calleja y José Luis Pérez-Payá, futbolistas y abogados. Aunque en esta imagen ambos sonrían, su sintonía fue escasa respecto al derecho asociativo en el deporte. Pérez-Payá respiró aliviado al observar que, por pura normativa, el defensa “colchonero” no podría presidir la deseada Agrupación.

Tras reconocer, de inicio, “que con los jugadores de fútbol se cometió en su momento una gran injusticia, privándolos de unos derechos generales que son, ni más ni menos, la base del Estado Social surgido del 18 de julio”, justificaba aquella anomalía en el ensueño posbélico de que el deporte debía ser practicado por afición, y no profesionalmente. La terca realidad, empero, traducida en máxima exigencia competitiva y por ende en dedicación exclusiva, daría al traste con el empeño. Fruto de esa evolución, las relaciones entre futbolistas y clubes había cambiado radicalmente, “mientras que por desgracia no se tradujo el mismo progreso en la estructuración orgánica del deporte”. Honestamente, quien allá por los albores de la balbuciente transición se convirtiera en destacado político demócrata, reconocía el esfuerzo de Alonso Olea, Fernández de Lucas, De Blas, Suárez, y sobre todo Cabrera Bazán, todos ellos especialistas en Derecho Laboral, poniendo en solfa el limbo jurídico que atenazaba al mundillo de la pelta. Pero en su opinión, sólo el sindicato vertical del Espectáculo podía rescatar a dicha actividad del marasmo que la ahogaba: “Desde la Organización Sindical, en su breve pero brillante etapa como presidente del Sindicato Nacional del Espectáculo, Jorge Jordana aunó esfuerzos y propugnó soluciones que contribuyeron a mentalizar a la opinión pública sobre este grave anacronismo”. Y confesaba: “En tres años que llevo hablando con centenares de personas sobre este tema, ni una sola vez me encontré con alguien que dijera “no”. Pero también, debo confesarlo, salvo los jugadores con que hablé y algún club que me contestó: “lo que sea bueno para los jugadores será bueno para el club”, la mayoría de mis interlocutores han jugado a ese difícil pero efectivo arte de “la solución mañana”. Creo que se equivocaron. Porque la vida es inexorable y los acontecimientos imputables. La batalla individual de determinados jugadores, la asistencia moral -y a veces práctica- que nosotros hemos prestado a otros, y el interés de la opinión pública, ha cristalizado en un cambio sustancial”.

Una mínima aclaración, el club que consideraba bueno para la institución lo que más favoreciese a sus futbolistas, era el Real Madrid.

El cambio invocado por Juan José Rosón se sustentaba, obviamente, en la nueva Ley Sindical, “con su recién estrenado decreto sobre sindicación y las sucesivas sentencias, modelo de objetividad y realismo en la aplicación de la Justicia”. Según su personal visión, esos pasos habrían resuelto múltiples cuestiones. Y como obras son amores, cursó instrucciones para que los Sindicatos Provinciales procedieran a normalizar el encuadre sindical de los futbolistas, “iniciando el proceso que habrá de culminar en las elecciones correspondientes a todos los niveles”. O sea, jugadores afiliados masivamente al Sindicato Nacional del Espectáculo, el mismo que desoyera una súplica elevada a coro desde el gremio del balón, como era su acogimiento al régimen general de la Seguridad Social, igual que albañiles, panaderos, ferroviarios, enterradores, dependientes de comercio, mancebos de botica o los mismos empleados de oficina en sus propios clubes.

Hábil y sutilmente, el máximo mandatario del Sindicato vertical trataba también de contentar a las distintas capas de un colectivo complejo: “El panorama es distinto, según pensemos en las figuras más destacadas o centremos nuestra atención en profesionales más modestos. Para los “ases”, las cuestiones básicas pueden estar en cómo se ejerce el derecho de retención, su participación en los beneficios de los traspasos, su derecho a unas condiciones laborales legalmente marcadas, o en cuestiones de orden fiscal, como puede ser, igual que les ocurría a los toreros, la consideración por el Fisco de su corta vida en activo. La protección a los jugadores modestos tiene que ser más amplia, pero a la vez distinta. Veo, además, la necesidad de procurar a muchos de ellos un encaje social digno que impida tantos casos desgraciados (como ocurren entre quienes) por su completa dedicación al fútbol, se frustran humanamente cuando no alcanzan el éxito. Y como ésta, son innumerables las iniciativas que deberemos acometer”.

Su extenso escrito lo remataba con la certeza de que aunando esfuerzos “unas cuantas personas -no muchas- del deporte y el sindicalismo”, lograrían ganar el partido.

Tal vez. Porque en esta ocasión, aunque a vuelapluma, mostraba también el caramelo de la posible adscripción a un régimen especial de Seguridad Social “garantía suya y de sus familias, salvaguardia de los clubes cuando ocurran accidentes como todos los que en nuestra memoria tenemos”.

Clubes y futbolistas reaccionaron de inmediato, con la previsible disparidad de criterio entre ambos colectivos. Tamaña división pudiera simplificarse así: “Muy beneficioso para nosotros” (los jugadores), o “Ese no es problema nuestro” (los directivos). A modo de mosaico vayan las opiniones vertidas por nuestros medios, 24 horas después, desde ambos segmentos:

Muñoz Lusarreta, vicepresidente madridista, lanzaba balones fuera: “Yo no entiendo de política. Eso es cuestión de los altos organismos, y nosotros permanecemos al margen de todas las decisiones”. El extremo izquierdo zarauztarra Ignacio Churruca era más claro: “Trabajamos igual que el resto de los humanos, así que deberíamos tener los mismos derechos. El problema debería haberse abordado hace tiempo”. Víctor Martínez, delegado del At Madrid, despejaba fuera del campo: “No tengo ni idea sobre el problema. No obstante, soy de los que creen que el futbolista es ante todo un deportista. Es decir que lo primero en él debe ser el deporte, y lo segundo el trabajo. En lo personal, de todas maneras, acataré la decisión que se tome”. José Luis Peinado, defensa lateral “merengue”, lo tenía clarísimo: “Antes o después debía culminar el proyecto. Aunque lamento tanta espera, estoy seguro de que las cosas van a resolverse en nuestro favor”. Antonio Calderón, gerente del mismo club, se tapaba en burladeros: “No tenemos siquiera elementos de juicio. Todo está en manos de las autoridades. Así que éste no es problema nuestro”. García Remón, tan ágil bajo los palos, parecía indeciso entre el entusiasmo y la duda: “Si se produjera, porque todavía no está ni medio claro, sería muy bueno, valdría para remediar futuros problemas. Pero hace falta que todos nos pongamos de acuerdo, una labor harto problemática”. Mariano Gutiérrez, directivo del Sporting gijonés, también oscilaba en precario equilibrio sobre el mismo alambre: “Tema complicado, por la diversidad de intereses, aunque finalmente me parece que se hará. En el fondo, quizás sea partidario del sí, puesto que los futbolistas son unos trabajadores más”. El presidente de la Federación Valenciana, Manuel Monleón, era de los que preferían rancho aparte: “El fútbol es grande porque tiene su propia normativa, al margen de reglamentaciones que nada tienen que ver con sus peculiaridades. Entiendo que el jugador tiene derecho a defenderse, pero será muy complejo establecer normas para ellos, equiparables al reglamento laboral que rige en las demás profesiones”. Juan Cruz Sol, defensa “ché”, entendía que la sindicación no iba a favorecer en nada a los clubes, aunque era lógico que los jugadores gozasen de protección. “Y eso -enfatizaba-, que actualmente existen muy pocas quejas y reclamaciones”. Invitado a simplificar su postura, el entonces capital del Valencia desecharía ambigüedades en el aeropuerto de Manises: “El sindicato favorecerá a los jugadores y no tiene que perjudicar a los clubes, del mismo modo que las empresas mercantiles no resultan dañadas por la sindicación de sus operarios”. Se refería a la sindicación de los “productores” en el órgano vertical del Régimen, no lo olvidemos. Salvador Monzó, antiguo futbolista en Mestalla y entonces presidente de la Asociación de Jugadores Profesionales, por fin constituida, se alegraba de acercarse a un primer objetivo: “Ésta es una profesión como cualquier otra. Carecía de sentido que los futbolistas no pudieran sindicarse”. Pero respondía con carcajadas ante cualquier pregunta sobre si debían considerarle primer presidente de la Sección Sindical Balompédica. Manuel García Torralba, presidente de la Unión Deportiva Levante, recién ascendida a 2ª División, argüía que todo cuanto implicara coordinar la opinión de los jugadores, sin duda iba a facilitar el común entendimiento.

Uno de los pocos directivos partidarios de la sindicación, quizás el único a día 3 de julio, el ya lejano 1973, lucía el cargo de vicepresidente esportinguista. “Muy interesante lo del sindicato, aunque habrá que estudiar en profundidad distintos matices. Sí, pudiera resultar de gran interés”.

Churruca y Pascual, dos vascos en un excelente Sporting. El extremo internacional (a la izda.) nunca tuvo pelos en la lengua para defender un derecho asociativo que entrevió como martillo contra el derecho de retención.

No fue fácil, pero a despecho de lo que distintas voces recelaran, Juan José Rosón se movió con soltura por los difíciles vericuetos de la burocracia franquista, logrando no ya la posibilidad de acogimiento a la Seguridad Social para los profesionales del fútbol, sino su obligatoriedad, con multas para incumplidores a fin de otorgar a la norma un carácter imperativo. En cuestión de meses, cada jugador de fútbol, entrenador, asistente o técnico a tiempo completo, debería haber tenido la ansiada tarjeta de afiliado. Y los clubes la obligación de presentar ante el Sindicato del Espectáculo los modelos “C-1” y “C-2” de cotización, en el mes de enero de 1974. Pero por no variar, casi todas las entidades de 1ª ó 2ª División, y mejor pasar de largo sobre las de 3ª -aún estaba por crearse la 2ª “B”-, se llamaron a andanas.

Sin duda seguían pensando que el fútbol podría regirse al margen de la legislación ordinaria, y la realidad los aplastó como insectos sobre el parabrisas de cualquier vehículo en marcha. Fue en Vigo, a la pálida luz primaveral de su Ría industriosa, donde por primera vez se tocó a rebato, anonadando a la afición celtiña.

“Siete jugadores celestes han denunciado al club por no afiliarles a la Seguridad Social”, esparcieron los micrófonos de Radio Popular de Vigo por toda el área urbana, la playa de Samil, Cangas, Moaña, el entramado de bateas y las Islas Cíes. Esa misma mañana, otros medios locales se hicieron eco de una filtración en idéntico sentido, proveniente del Real Club Celta. Puesto que nadie citaba nombres, fue cuestión de minutos la proliferación de quinielas sobre la identidad de esos “revolucionarios”. “Los foráneos, claro, que no sienten los colores y sólo buscan engrosar su cuenta corriente”, postulaban unos. “Sé de muy buena fuente que entre los canteranos hay un chico medio comunista. A saber si el enemigo no está en casa”, lucubraban otros. Corría marzo de 1974, y luego de tratar la cuestión en el vestuario, los jugadores del Celta desmintieron rotundamente el cúmulo de aseveraciones, desde la misma emisora. Los medios de difusión gallegos, entonces, hicieron el trabajo omitido con anterioridad.

El antiguo futbolista José Luis Pérez-Payá, presidiendo una reunión federativa en 1971. Pablo Porta (segundo por la derecha), habría de sucederle y a ambos les tocó vivir la explosión del movimiento asociativo. Fiel a su estilo, Pérez-Payá ni siquiera quiso darse por enterado, como tampoco supo nada del tocomocho futbolístico que durante sus cinco años de mandato organizaron clubes e intermediarios, con una nube de falsos oriundos. Pablo Porta minaría a conciencia cada propósito de la asociación de jugadores, e hizo de Don Tancredo respecto al escándalo de las falsificaciones documentales.

Ningún jugador había denunciado al club. Simplemente, según narrase el secretario del Sindicato del Espectáculo, Sr. Cerdeira Señoráns, una vez comprobado que desde el R. C. Celta no se les había hecho llegar los modelos C-1 y C2, emitieron una nota recordatoria, fechada el 11 de marzo, estableciendo el día 16 como límite para presentar la documentación requerida. Al no obtener respuesta, el 20, también por escrito, contactó el Sindicato con la Inspección de Trabajo, denunciando la irregularidad. No parecía descabellado intuir que ese mismo día algún miembro del club pudo haber abroncado a la plantilla en los vestuarios, puesto que de inmediato (21 de marzo), 7 futbolistas se presentaron en la sede sindical, solicitando que, si tenían derecho a la Seguridad Social, era su voluntad acogerse a ella. No había existido, por lo tanto, ninguna denuncia del elenco. Esos mismos jugadores, a raíz de verse señalados informativamente, volvieron al Sindicato rogando aclarase dicho ente tan enojosa situación. Horas después saltaban a la palestra su presidente y secretario.

El Sr. Cerdeira Señoráns (secretario), hizo despliegue de virtudes docentes ante una situación tan novedosa: “Cuando estos trabajadores vinieron a consultarnos, ya la Organización Sindical había efectuado sus gestiones. Todo se basa en el texto de ley de Seguridad Social, artículo séptimo, capítulo 1º, donde se dice: estarán comprendidos en el sistema de Seguridad Social todos los españoles, cualquiera que sea su sexo, estado civil y profesión, que residan y ejerzan su actividad en territorio nacional y estén incluidos en alguno de los apartados siguientes: A), trabajadores por cuenta ajena, incluidos los que sean a domicilio o asimilados a las distintas ramas de la actividad económica, mayores de 14 años, eventuales, de temporada o fijos, incluso de trabajo doméstico, sea cual fuere su categoría profesional y la forma o cuantía de la remuneración que perciban. Pues bien, como la Organización Sindical entiende que los futbolistas son trabajadores por cuenta ajena, que reciben sus salarios de una empresa y, en consecuencia, entran dentro del ámbito de la Seguridad Social, se implica al cuerpo de inspectores en el necesario cumplimiento”.

El presidente del Sindicato del Espectáculo en el área galaica, Ramón Feijoo Rodríguez, aseguró que ya había clubes afiliando a sus plantillas. “El Real Oviedo, por ejemplo. Y creo que también el Sporting de Gijón”. E inquirido sobre si se le habían dictado sugerencias en materia futbolística, aseguró cumplir órdenes emanadas del Sindicato Nacional. El propio Sr. Feijoo Rodríguez cifraba en unas 80.000 ptas. anuales el costo para el Celta de afiliar a toda su plantilla profesional.

Los medios de difusión se tomaron el proyecto sindical de los futbolistas, mitad con asombro, mitad entre bromas. En la España de 1971, donde el paternalismo caracterizaba las relaciones laborales, que un puñado de astros del balón se sintieran discriminados, resultaba inconcebible.

Ochenta mil pesetas. Por más que las entidades balompédicas tuviesen sus libros mayores tintados en rojo, esa cantidad apenas representaba una propinilla entre presupuestos millonarios. Y pese a ello, la mayoría de nuestras entidades deportivas siguieron resistiéndose a la afiliación de sus plantillas, amparadas, a veces, en la inoperancia de inspectores laborales o las distintas varas de medir aplicadas al asunto por cada delegación provincial. Voluntad de aquel sindicato tan justamente denostado en la resolución del problema, sí. Interés en llevarlo a cabo desde las distintas poltronas presidenciales, poquísimo. Los jugadores de fútbol, más que artistas, conforme pretendía considerarlos Juan José Rosón, eran contemplados desde sus propios clubes como gladiadores de la antigua Roma: populares, aplaudidos desde la grada, deseados por jóvenes patricias y matronas eufóricas, aunque en buena medida esclavos. 

Para el gremio del fútbol aún quedaban numerosos bastiones que asaltar. El más peliagudo -abolir el derecho de retención-, nunca sería abordado por el Sindicato vertical. Aquella era una reivindicación particular, específica y de clase, en la que ningún órgano nacido para el pastoreo laboral iba a plantearse intervenir. Todos los profesionales del esférico ejercientes en 1974 sabían que solo un sindicato propio, regido por ellos mismos y aun a costa de utilizar como rehenes a socios, aficionados y apostadores quinielísticos, podría encarar, llegado el momento, lo que a todas luces constituía suprema injusticia y burla a un Derecho Laboral donde se consagraba el Contrato de Trabajo.

Franco, en plena senectud, y su Régimen, infinitamente más permeable que en el pasado, no daban muestras de preparar a conciencia el porvenir. Desde sus propias filas venían surgiendo controversias y aparentes deserciones. El turismo, ya una marea creciente, venía envuelto en aromas de modernidad. Tal vez algún día la sindicación libre resultara posible. Y entonces, quizás…




Patente de corso

Las patentes de corso eran documentos o bulas emitidos por la realeza, las repúblicas, o gobernantes de ciudades, otorgando derechos de ataque, saqueo, incendio y destrucción, dirigidos a buques, puertos y ciudades del enemigo. El tenedor de aquellas patentes, por lo general propietario de un barco, quedaba obligado a socorrer a su emisor en casos de confrontación bélica, ataque externo o procedente del interior, y a devengar una parte de los botines, como si de cualquier impuesto o reparto societario se tratase. Aquellos gobiernos y ciudades embrionarios, surgidos del medievo, se granjeaban de ese modo y sin coste un ejército y armada sumamente útil. Eso sí, a cambio de vulnerar derechos de propiedad y todo principio jurídico moderno, puesto que las patentes consagraban el filibusterismo.

El vocablo “filibustero” define a quienes hacen botín libremente, como los del Caribe y las Antillas durante los siglos XVI y XVII, por ejemplo, sin otro pabellón que el negro y más filosofía vital que el despojo, aunque eso sí, sometidos a normas y códigos que hicieron de ellos pioneros cooperativistas. A grandes rasgos, sus códigos venían a reglamentar toda una azarosa existencia. Desde castigos ante faltas de distinta índole, a la dosis diaria de ron, el horario de luces a bordo, la prohibición de embarcar a niños o mujeres, los porcentajes de reparto en función de rangos, el deber de conservar limpios y listos para abordajes pistola y sable, pasando por indemnizaciones ante la pérdida de algún miembro u ojo, así como dotes por retiro, tendentes a garantizar una decorosa vejez si la suerte no se mostrara esquiva. Corsarios fueron algunos grandes hombres de mar, firmes baluartes de sus reyes, cuyos golpes de mano contribuyeron a cimentar o engrandecer imperios. Gente tratada por la Historia de su país como almirantes gloriosos, y como piratas, saqueadores o desalmados, en los manuales de aquellos lugares contra los que antaño combatieran. Quien hoy parece dirigir el tráfico desde una columna londinense y en el lejano pretérito se enfrentara a España, no pasa de pirata en cualquier texto neerlandés, de nuestro país, o galo. La Historia y sus versiones poliédricas…

Teóricamente, las patentes de corso rodaron sin puntilla con el Tratado de París (1856), primer intento serio de salvaguardar cierto orden internacional, a partir del derecho de los pueblos a dilucidar su futuro. Y como suele ocurrir casi siempre, tan brillante noticia fue consecuencia de otro gran baño en sangre: el de la Guerra de Crimea. Aquella contienda dejó en papel mojado las viejas bulas. Casi todas las bulas, mejor. Porque transcurrido algo más de siglo y medio, las patentes de corso siguen existiendo en algo tan cotidiano y universal como el fútbol.

Patente de corso se antoja empíricamente, que las Federaciones Nacionales continúen reservándose un derecho medieval sobre todos los futbolistas de cada país, a despecho de ordenanzas y estatutos laborales. Cada ventana FIFA o UEFA, los clubes más poderosos del orbe, aquellos que pagaron suculentos traspasos por hacerse con grandes estrellas, los que abonan fichas astronómicas a mitos del momento, han de entregar gratis “ed amore” a sus mejores piezas, en beneficio de quienes nunca contribuyeron a convertirlos en estrellas, no dedicaron técnicos, psicólogos, médicos o nutricionistas a orientarlos, jamás sufragaron un centésimo de sus nóminas, pero eso sí, hincharon el pecho mientras los veían hacerse algo más que promesas, o celebraban títulos como si cada triunfo en verdad fuere sólo cosa suya, no de los deportistas. Todo por mor de unas selecciones nacionales que desde hace tiempo constituyen casi único arbotante en Federaciones cada día más inanes.

“Cuadernos de Fútbol”, obviamente, es foro histórico y no de opinión. Corresponde a su espacio, por tanto, algo más que un texto con aroma a editorial. Así que convendrá repasar cómo y por qué se sigue dando la actual situación, para escarnio y quebranto de unas Sociedades Anónimas, numerosas masas sociales, y varias Ligas de Fútbol Profesionales, de momento mudas, quién sabe si víctimas de algo semejante al síndrome de Estocolmo. Echemos, pues, la vista atrás.

Desfile español en Amberes, primera presencia “olímpica” de nuestro fútbol y debut de la selección española en términos absolutos.

El futbol de selecciones nació en plena época amateur. Los Juegos Olímpicos impulsados por el tesonero Pierre de Coubertin crecían, se desarrollaban a despecho de voces agoreras, captaban la atención universal y distintas naciones fueron mostrando interés por albergarlos. Un deporte cada vez más en boga, como el fútbol, difícilmente podía mantenerse al margen de la mayor manifestación atlética del planeta y, tras una primera toma de contacto a manera de exhibición, se tuvo claro que convenía ir componiendo selecciones nacionales con vistas a tan magno acontecimiento. España intervino por primera vez en los Juegos de 1920, todavía con futbolistas estatutariamente amateurs y cuando en la Gran Bretaña se hablaba sin ambages de “pross”. Los ingleses, además, formaron su primera selección en 1872, mucho antes que Suiza, Hungría, Suecia o Italia. Por esa época, sin dinero de por medio, ser internacional constituía sólo un gran honor, amén de recuerdo imperecedero y aventura formidable. Luego nuestro fútbol apostó por la profesionalización (1926), con “pross” de bronce y amateurs compensados, justo es decirlo, pues cuando en 1929 rodaba el primer balón de nuestro Campeonato Nacional de Liga, sólo el 32 % de quienes intervinieron podían considerarse legítimamente trabajadores de la pelota. El 68 % restante no hubieran podido comer ni vestir con cuanto el balón redondo les proporcionaba.

Los clubes, naturalmente, no ponían objeciones al préstamo forzoso. El calendario era corto -18 jornadas de Liga y unas pocas de Copa-; sobraban fechas para dos o tres choques internacionales por temporada. Además los clubes relativamente modestos hacían sus propias cuentas de la lechera. Si alguno de sus jugadores fuere seleccionado, su cotización se dispararía. Seguro que entonces uno de los dos o tres grandes ponía sus buenos duros sobre la mesa para ficharlo. Y qué falta hacían, ¡Dios mío!, esos 4 ó 5.000 duros para equilibrar el balance. ¡Qué bendición si llegaran! Los partidos de selecciones tenían mucho de escaparate, de mercadillo, porque para los propios futbolistas estar entre los seleccionados solía traducirse en alguna mejora contractual. Todos ganaban y ni el fútbol ni sus seguidores más fervientes perdían nada.

Así continuaron las cosas mientras se iba abriendo las fronteras a jugadores del exterior. Mussolini, fiel al ideario imperial, abrió las de Italia a sus oriundos, soñando con verlos lucir un día la “azzurra”. ¿Cómo no se iba a dejar ver en el balcón del fútbol un populista tan soberbio? España también había abierto el portillo fronterizo a las gentes del balón, aunque hasta 1936, cuando estallase nuestra fatídica Guerra Civil, los foráneos apenas si tuvieron algo de auténticos refuerzos. Luego los nueve años de dolor, luto y llanto -tres a este lado de los Pirineos y otros seis enseñoreándose del continente y archipiélagos- constituyeron no ya un paréntesis, sino freno y mordaza a veleidades de cualquier índole. Y tras la ardua labor de reconstrucción, con interludios de apertura y cierres a la importación balompédica, durante los años 50 formar parte de una selección requería, de facto, amén de destacar domingo tras domingo, competir en el país cuyo escudo se aspiraba a llevar sobre el pecho. Porque no sin lógica, se antojaba que mal podía exigirse a clubes extranjeros la entrega coyuntural de futbolistas, muchas veces mediando trayectos transoceánicos de ida y vuelta, máxime cuando esos jugadores competían ya con ficha de otra Federación. Habrá quienes piensen que más primaría en dicha omisión el alto costo de los vuelos transoceánicos, y cometerán un error. Sin ventanas FIFA en los calendarios de cada país, el simple hecho de amagar con requisitorias de futbolistas, dejando inermes a algunos clubes en sus propias competiciones, hubiera incendiado el panorama balompédico. Allá donde deslicemos nuestra mirada encontraremos abundancia de ejemplos.

Luis Suárez Miramontes, único Balón de Oro español hasta la fecha, luce su trofeo. Un fuera de serie con quien la Federación Española pudo contar poco. De él dijeron en Italia: “Tiene un juego que encanta, porque reduce las cosas a la mayor simplicidad. Decididamente un superclase” (Firmani). “Con este hombre detrás, ¿quién hubiera parado a Altafini y Greaves? (Viani, secretario técnico del Milán, que acababa de fichar al británico). “Suárez en el centro del campo es el hombre que me hubiera gustado ver con la camiseta del Milán” (Rocco, también milanista. “¿Ha notado cómo corre? Su cambio de velocidad en plena marcha es de naturaleza sorprendente” (Guarneri). “Suárez ha encantado” (titular del diario turinés Tuttosport, tras el debut).

Cuando mediados los años 50 del pasado siglo comenzaron a llegar extranjeros en catarata, prácticamente todos eran conscientes de haber dicho adiós a su selección nacional. Toda la delantera paraguaya mundialista acabaría recalando en nuestra Liga, fundamentalmente impulsados por el intermediario armenio Arturo Bogossian. Desde su extremo derecho Agüero al izquierdo, Florencio Amarilla, pasando por su ariete, Cayetano Ré, y ambos interiores. Pues bien, Paraguay hubo de hacerse con otro quinteto de vanguardia. Alboreando los 60, al fichar por el Inter milanés nuestro Luis Suárez Miramontes, único Balón de Oro español hasta la fecha, la F.E.F. tuvo que realizar gestiones con la transalpina para seguir contando con su concurso en choques decisivos. “Luisito Suárez seguirá jugando con la selección nacional” -airearon los medios informativos-. “Así lo aseguró una fuente de la FEF, tras mantener arduas conversaciones con directivos de Italia”. El coruñés Luis Suárez no sólo acababa de convertirse en el futbolista mejor pagado de Europa -3 millones de ptas. como ficha anual, medio millón garantizado en primas y sueldos mensuales de 30.000, cuando un obrero español rondaba las 4.000 mensuales-, sino que los 25 millones abonados por el Inter al Barcelona en concepto de traspaso constituían récord universal. “Para tener el mejor equipo del mundo hay que contar con el mejor organizador, y ese es Suárez que está en el Barcelona” -enfatizó Helenio Herrera una vez en el vestuario “nero-azzurro”. España, aquella España autárquica, no podía perder para su selección al jugador más celebrado del mundo en su puesto, al más caro del planeta, sin ver mellado el orgullo nacional. Se hizo del asunto cuestión de honor, y a la postre tampoco es que nuestros federativos arrancasen un compromiso absoluto, sino tan sólo uno de mínimos, válido para las grandes citas.

Suárez no fue convocado para los partidos eliminatorios ante Rumanía, con vistas a la II Eurocopa. Ni cara a los amistosos ante Bélgica y Francia, como preparación para la siguiente ronda de clasificación. Ni tampoco en San Mamés ante Irlanda del Norte, choque de ida, resuelto con igualada a un gol. El miedo a una eliminación en Belfast llevó a nuestros jerarcas a dar el do de pecho ante la directiva interista, y si bien tampoco podría contarse con el magnífico interior izquierdo en un partido preparatorio ante Escocia, estuvo presente, por fin, en la ajustada victoria ante los irlandeses con gol de Paco Gento. España y Luis Suárez pasaban a la siguiente ronda, a dirimir contra la Irlanda meridional. De nuevo sin su concurso en otro amistoso ante Bélgica, ni él ni Luis Del Sol, otro emigrante en el “Calcio”, serían considerados imprescindibles para la contundente victoria ante los otros irlandeses (5-1) en magnífica tarde de Amancio Amaro y Marcelino. Una vez más sin Suárez, “la roja” caía humillada en Dublín por 2-0. Todo un fiasco, que sin embargo permitía alcanzar la fase final a dirimir en Madrid, nuevamente con Suárez llevando el 10 a la espalda. Aquellos partidos ante Hungría y la URSS representaron el primer título internacional para España, y si se pudo contar con la magia del galleguito fue, sobre todo, porque los choques tuvieron lugar los días 17 y 21 de junio, con los torneos de Liga ya concluidos.

“Didí”, caricaturizado por Cronos en 1959. Un campeón del mundo que durante su época “merengue” sólo lució la “canarinha” en vacaciones.

Un par de brasileños, ambos campeones del Mundo, como Vavá y Didí, también jugaron con su selección mientras pertenecían a los dos equipos de nuestra capital. O lo hicieron relativamente. No de forma regular, sino tan sólo en otra fase final mundialista, es decir durante sus vacaciones. En el caso de Didí, además cuando virtualmente estaba fuera de la entidad “merengue”, tras su fracaso en Chamartín, al decir de algunas lenguas boicoteado por Alfredo Di Stefano. El sevillista Achúcarro, en cambio, aunque visto su gran rendimiento mereciese sobremanera detentar un nada desdeñable registro de internacionalidades, quedó como cuando vino a lucir el blanco hispalense. El hondureño Cardona, primero en el Elche y luego en el At. Madrid, tampoco sumó muchos guarismos. Tan sólo en la recta final de su carrera, ya para escasos trotes, mereció la atención de sus federativos ultramarinos, sin que en la casa rojiblanca pusieran la menor pega. Al fin y al cabo, ya apenas contaba para el primer equipo.

No, lo habitual no era requerir la comparecencia de migrantes del balón, a menos que se tratara de fases finales de algún mundial o torneos continentales.

España volvió a Jugar en Dublín ante Irlanda su partido de ida clasificatorio para el Mundial de Inglaterra (1966). Y puesto que sin Luis Suárez se perdió 1-0, para el de vuelta en el Sánchez Pizjuán sevillano se contó con él (4-1 a favor). Como en dicha competición no se tenía en cuenta el golaveraje, volvió a solicitarse su concurso cara al partido decisivo en el Parque de los Príncipes parisino, salvado merced a un gol de Armando Ufarte. “La roja” repetía entre los 16 de otra fase final mundialista, y para la efeméride se quiso contar con el terceto “italiano”, toda vez que en julio volvían a estar de vacaciones. Pero ni Joquín Peiró ni los dos luises, Del Sol y Suárez, evitaron la catástrofe.

Ya en los 70, el dinero comenzó a mandar de verdad. Varios campeonatos habían vuelto a abrirse para futbolistas extranjeros. Inglaterra, Francia, Bélgica, Portugal, Suiza… La gran Holanda de Cruyff, aunque importase, era eminentemente exportadora, e Inglaterra, pese a todo, seguía confiando más en el producto autóctono que en el exterior. Italia, cuyo fútbol más y mejor pagaba, tenía sus aduanas completamente enladrilladas. Y por nuestros pagos, luego de que ni con falsos oriundos mejorasen las cosas, se abrazó una vez más el aperturismo, siquiera fuese en lo puramente deportivo. ¡Sería por dinero!

Pero los 70, sobre todo, fueron años convulsos para el deporte rey. La Federación neerlandesa firmó un acuerdo publicitario con cierta marca de ropa deportiva, y su gran estrella, don Johan, levantó la voz: “Las camisetas no se venden solas. Son las caras que van sobre ellas lo que induce a comprarlas. Así que los futbolistas debemos cobrar por lucirlas”. Los federativos se negaron a enhebrar ninguna conversación y el gran Cruyff se fue con cajas destempladas. Aquella marca, además, era competidora directa con la que él mismo patrocinaba, y si ya de ordinario no solía dar el brazo a torcer, menos iba a hacerlo sintiéndose ninguneado. Disputó el Mundial, pero sin lucir el anagrama ni los símbolos del patrocinador. “Si alguien quiere hacer negocio a mi costa, ya sabe dónde encontrarme -justificó ante los periodistas- Ésta es una de las pocas cosas buenas que tiene ser famoso; los famosos ayudan a vender más y lógicamente cobran para contribuir a que otros se hagan ricos”. Paralelamente, en varios países se adoptaban fórmulas destinadas a edulcorar el derecho de retención. Afloraba la sindicación futbolera. Los jugadores exigían una mayor representación en el seno federativo. La Copa de Europa y hasta la de la Ferias, transmutada pronto en Copa de la UEFA, constituían un éxito. Y desde el máximo órgano europeo, envalentonados, se aspiraba a ganar más dinero en divisas fuertes, tal como aseguraba iba a hacer el brasileño Joao Havelange, volviendo del revés el organigrama de la FIFA.

“El derecho de retención es la razón misma del fútbol profesional -se aseguró entonces-. Si desapareciese, mataríamos el invento”. Por nuestros pagos, Pablo Porta, presidente federativo, aseguró que la sindicación de futbolistas ahogaría a los clubes. “El fútbol se rige por si mismo”, clamaron en la Federación Italiana, cuando desde la Comunidad Económica Europa se les amonestase por impedir en su suelo el libre ejercicio profesional de futbolistas comunitarios. “Si un arquitecto, físico, investigador o ingeniero súbdito de la C.E.E. puede trabajar en cualquier país de esa órbita, ¿por qué los futbolistas han de encontrar impedimentos?”, se reiteró desde Estrasburgo. “El fútbol come en rancho aparte”, habría de enfatizar un portavoz de la UEFA. Poco después, en Bruselas se oyeron voces poniendo en entredicho los traspasos futbolísticos. “Pueden atentar contra el derecho de los trabajadores. No parece lógico exigir millonadas cuando los contratos van a expirar en cuestión de meses”. Italia, al fin, tuvo que abrir sus puertas, con parecidas limitaciones a las que España impusiera. Los sindicatos fueron cobrando forma, sin que ningún club pereciese estrangulado. Y lo de comer en rancho aparte comenzó a verse amenazado. Havelange, en todo caso, atornilló más el corsé de los clubes, por cuanto respecta a la cesión obligatoria y gratuita de futbolistas a sus Federaciones de origen. La patente de corso se tornaba mucho más escandalosa, a mayor gloria no del fútbol, sino de los torneos organizados tanto por la FIFA como emanados desde las distintas confederaciones.

Johan Cruyff. Rebelde y reivindicativo, las tuvo tiesas con la Federación de su país. Primero empeñado en salir rumbo a Barcelona, llevando la cuestión hasta el mismísimo parlamento neerlandés. Más adelante negándose a lucir el anagrama y distintivos de la marca que vestía al equipo nacional, luego de que los futbolistas quedasen fuera del reparto económico por lucirla. Le asistía toda la razón y su gesto constituyó magnífico precedente.

Un día, ya en los años 80, ese reducto esclavista que constituía el derecho de retención voló por los aires, dinamitado en distintas sentencias judiciales. Y un jugador belga de segundo rango a quien arruinaron la vida desde FIFA y UEFA lograba lo aparentemente imposible: el triunfo en sentencia firme anta las todopoderosas jerarquías futboleras. Quienes dispusieran de un pasaporte comunitario, o de países convenidos en materia laboral, podrían moverse a discreción y sin ningún límite ni cortapisa por una Europa hermanada, mucho más densa que ese antiguo y selecto club compuesto por Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania y el Benelux. Pero esa especie de peaje chantajista en favor de las Federaciones nacionales y en detrimento de los clubes, defendida a ultranza desde todos los foros supranacionales, seguía enturbiando el buen orden en materias tan variopintas como lo estrictamente laboral y el código mercantil. Regularmente, varias veces por año, los mejores futbolistas del mundo partían y parten de sus clubes para representar a su Federación de origen, a costo cero para quienes mediante esos partidos se llenaban los bolsillos.

Cualquiera, hasta el más torpe estudiante de Primaria, sabe que no es posible vivir en la Edad del Bronce después de haberse inventado la pólvora, superado el maquinismo y cohabitar con la robótica. No se puede lancear a caballo cuando sobrevuelan misiles, ni emplear argumentos decimonónicos en una atmósfera de rapidísima evolución. Eso, anclarse al pasado entre ensoñaciones de un mundo ya periclitado, es justo cuanto viene haciendo el planeta futbolístico, para asombro de propios y extraños. Los clubes de antaño, sin ánimo de lucro, son hoy, salvo raras excepciones, Sociedades Anónimas, Compañías Mercantiles en muchos casos cotizantes en Bolsa, presididas por Consejos de Administración, sometidas a controles estrictos de Hacienda y las Ligas de Fútbol Profesionales, obligadas a rendir cuentas no a sus socios, sino a los accionistas. ¿Podríamos imaginar al director financiero de una multinacional, diseñando la política económica de un estado mientras cobra de la compañía cuyo trabajo, obviamente, no puede desarrollar? ¿Al responsable de recursos humanos en National Nederlanden, por ejemplo, estableciendo normas destinadas a optimar el rendimiento funcionarial de la CEE? No, ¿verdad? ¿O a los miembros de un bufete de abogados con fama internacional, abandonando literalmente sus despachos para retocar la política internacional de tal o cual estado europeo, asiático, americano u oceánico? Pues eso ocurre varias veces cada año, desde hace muchos lustros, cuando los futbolistas toman un vuelo desde Europa, respondiendo a la llamada de sus selecciones nacionales, se someten a un devastador “jet lag”, desayunan tres veces en un día y otro cenan por partida doble, disputan 180 minutos ocasionalmente a 3.000 metros de altura, reciben patadas, se arriesgan a sufrir lesiones musculares, regresan deshechos doce días después, con ganas de dormir 20 horas seguidas, y a veces lo hacen cojeando, tumefactos o lesionados para todo un trimestre. Mientras sus clubes siguen corriendo con la amortización del fichaje y la suculenta mensualidad, sin obtener de ellos el más mínimo rendimiento, esos futbolistas pueden haber rodado un par de spots publicitarios, a mayor gloria de la Federación de turno. Derechos publicitarios, por cierto, que el jugador vendió en su día al club o la Sociedad Anónima encargada de sufragar sus virtudes balompédicas, y que por lo tanto las Federaciones nacionales no deberían aprovechar en beneficio propio. ¿Cabe mayor insensatez, por cuanto comporta de burla al Derecho?

Recientemente dos sucesos de índole bien distinta han vuelto a colocar el foco mediático sobre este tipo de patentes corsarias. El primero la sanción a un entrenador de nuestra máxima categoría por manifestarse públicamente, sin ofensas personales ni tono desabrido, acerca de lo que todo el país vio como tremenda injusticia, y ni sobre el césped ni en la sala de visionado televisivo se sancionara. Una vez más, el ejercicio constitucional de la libre expresión sometido al capricho de tiranuelos fuera de época. La sanción al damnificado, por el simple hecho de airearla, mientras nadie reconocía culpas ni, obviamente, purgaba por ellas. Un principio consagrado en la Ley de Leyes, que los mandamases del balón conculcan alegremente desde su cómoda torre de marfil. Hace poco, también, los tribunales consideraron libertad de expresión ciertos comentarios vertidos por un profesional de la provocación, injuriosos para practicantes de cierto credo religioso. Absolución del provocador gratuito, y condena no jurídica, sino profesional, a quien sin enarbolar insultos manifestó libremente su juicio. ¿A qué espera el Consejo Superior de Deportes? ¿Por qué no interviene de oficio, instando a modificar una normativa con claros visos preconstitucionales? El otro suceso entronca directamente con la parte mollar de estos párrafos: el retorno de varios futbolistas infectados por la “covid-19” mientras competían con sus respectivas selecciones. Algo que no parece responder, del todo, al puro accidente.

Para los órganos supranacionales del fútbol, los jugadores son únicamente máquinas con las que hacer dinero. Ellos sustentan el andamiaje de los Campeonatos del Mundo, Eurocopas, bolos varios y esa nueva seudoliga europea de selecciones con la que tanta caja vienen realizando. En la imagen una de las mascotas descartadas del Mundial de España en 1982, el de “Naranjito”.

Se sobreentiende que todo préstamo comporta obligación de un cabal tutelaje y cuidados, para devolver lo prestado en perfectas condiciones. De ello se infiere que las Federaciones encartadas deberían haber dispuesto, como mínimo, idénticos medios de vigilancia, control, cuidados y asepsia, a los establecidos en cada club de origen. Algo que las imágenes vertidas desmientes por sí mismas. En el caso de Uruguay, un jugador infectado procedente de Brasil -con hasta 17 positivos en su vestuario- parece habría sido el transmisor. Cabe preguntarse cómo pudo ocurrir, a qué tipo de control fue sometido, o qué se hizo rematadamente mal. Ya es bastante el sometimiento a una especie de derecho medieval, equiparable hasta cierto punto al de “primae noctis”, mal traducido en España como “de pernada”, para que además “la doncella” se devuelva contagiada. El Sevilla C. F. también recibió enfermo a su guardameta, convocado por Marruecos. Y se habla de varios clubes americanos y europeos afectados del mismo modo. Bastante es que el “virus FIFA” adultere las competiciones -obsérvese la cantidad de puntos perdidos por clubes grandes tras cada paréntesis de selecciones- como para que deba aceptarse como daño colateral el resultado de una suma de disparates.

Sorprende, por qué no decirlo, el silencio de los sindicatos de futbolistas, se diría que desaparecidos ante la descarada dictadura de unos órganos supranacionales voraces hasta la exageración. ¿Dónde queda lo de velar por la salud y dignidad de sus representados? ¿Oyeron hablar de conceptos como seguridad e higiene en el trabajo? Hoy, luego de mucha dejación desde las Federaciones Nacionales, son las Ligas de Fútbol Profesionales quienes controlan al 99 % el fútbol de élite europeo. Y se están cansando. Una de esas Ligas, sustentada por la mayoría de clubes integrantes, ya ha pespunteado la intención de no prestar futbolistas de su órbita a nadie, en tanto se resuelva esta pandemia. Cabría preguntarse por qué sólo en tiempos de pandemia, por qué no extender su negativa hasta el infinito. Ningún tribunal ordinario sería capaz de sustentar la entrega obligatoria y gratuita desde una Sociedad Anónima a otro ente, a sus mejores trabajadores, los mejor remunerados y envidia de la competencia. Bien al contrario, cualquiera de esas Sociedades pudiera verse en aprietos tan pronto uno sólo de sus accionistas demandase a sus rectores por administración desleal. Porque según el código, dedicar una parte o todo el patrimonio societario a fines u objetivos ajenos a la actividad, implica como mínimo deslealtad dolosa en términos de gestión mercantil. En el seno de FIFA y UEFA conocen sobradamente lo mal que les ha ido ante los tribunales ordinarios. No se antoja arriesgado aventurar que también por cuanto respecta a las selecciones nacionales pudieran recibir un último y definitivo revolcón.

Las patentes de corso aferradas a la pelota serán historia también, un día no lejano. Y es muy probable que salten en pedazos sacudidas por cualquier fenómeno ajeno a lo puramente futbolístico. El corso fue condenado en París, cuando la Guerra de Crimea no tuvo su origen cierto ni un posterior desarrollo amparado en tan abominable práctica. Tal vez el fútbol se desprenda de sus más oscuras prácticas por cualquier cuestión tangencial. Bien mirado, los tiempos convulsos suelen llevarse por delante prácticas y métodos inútiles o en desuso.




Recusaciones arbitrales: un desahogo por la paz

Antaño, viendo a los árbitros ataviados con su sempiterna ropa negra, cualquier espectador de fútbol poco avezado pudo pensar que estarían guardando luto riguroso. Ya decir verdad, si eso ocurría durante los años 50 y gran parte de los 60, en el pasado siglo, razones tenía el colectivo del silbato para estar de duelo.

Dedicarse al arbitraje, entonces, máxime en categorías modestas, equivalía a la aceptación de agresiones, lluvias de insultos y vituperios cantados a voz en cuello desde el graderío, una suma de insolidaridades, tanto sobre el césped como en los despachos del balón y hasta, en casos extremos, el posible rescate de la Guardia Civil o Policía Armada, con disparos al aire. Todo eso por muy poco dinero y a costa de ser mirados como el garbanzo negro de una fiesta pasional, donde siempre se imponía la víscera al cerebro. Cualquier somero repaso al anecdotario de aquellos trencillas heroicos, puede que hoy día se nos antoje relato surrealista, aun dejando en el tintero las peripecias más abracadabrantes. Se la jugaban, ya lo creo. Y repetían al domingo siguiente, inasequibles al desaliento, tal y como el slogan falangista había inoculado en seseras y corazones. Sin duda, estaban hechos de otra pasta.

Corría la temporada 1954-55 cuando el aún neófito colegiado manchego Muñoz Morales llegó hasta Herencia, dispuesto a pitar un choque de categoría Regional entre dicho club y el Manzanares. Llegada la hora del encuentro, no había rastro ni noticias de los visitantes. Y como la cosa siguiera igual una vez cumplido el plazo límite de cortesía, extendió el acta de incomparecencia. “Bueno, señores -dijo a los directivos del Herencia-, pues abónenme ustedes la minuta”. Poco faltó para que se le rieran en la cara: “Va usted listo si pretende cobrar, cuando no ha soplado siquiera el silbato. Aquí sólo pagamos si hay partido”. Lógicamente sobrevino la discusión. “Que han de hacerlo, hombre, puesto que yo he venido hasta aquí”. “Mire por dónde, yo también estoy aquí y le digo que no va a ver un duro”. “Informaré a la Federación”. “Como si informa al Papa. Y no se ponga gallito, que a lo peor acaba cobrando de otro modo”.

Muñoz Morales tuvo que plegar velas. Y puesto que desde Herencia hasta Alcázar de San Juan no existía medio público de locomoción, se dispuso a cubrir los 12 kilómetros de trayecto a pie. En mala hora, ya que a poco de salir se le hizo de noche y empezó a llover torrencialmente. Con tan tremendo aguacero, la maletita de cartón donde portaba su uniforme arbitral comenzó a reblandecerse, viéndose, de pronto, sujetando sólo el asa de hojalata y con todo el atuendo deportivo por el suelo. ¡Y venga agua y más agua!.

Al tropezar con una caseta de camineros aporreó el portón insistentemente, sin obtener respuesta. La noche, a causa de los nubarrones, no podía ser más completa. Para colmo, la trabilla del pantalón, quién sabe si ante el peso que fue adquiriendo la tela empapada, acabaría rasgándose. Por fin, desde lo alto de una cuestecilla pudo ver las luces de Alcázar de San Juan en la lejanía. Habían pasado dos o tres coches, ciertamente, pero sus enérgicos gestos para detenerlos, unidos al deplorable aspecto que presentaba, sólo se tradujeron en imponentes acelerones. Tres horas después de abandonar Herencia, cuando el diluvio había amainado bastante, alcanzó el casco urbano de Alcázar. A buenas horas, se dijo. Estaba aterido, enfadado consigo mismo y harto de preguntarse por qué diantre se le ocurriría meterse en estos líos. Además, muy consciente de su apariencia sospechosa, prefirió adentrarse por las calles más alejadas. Craso error, puesto que tan pronto se hubo cruzado con el primer guardia, fue conducido al cuartelillo. “¡Qué barbaridad! -remataba el desenlace, entre risas, tiempo después, cuando tanta fatiga devino en anécdota-. ¡Lo que me costó convencer a esos hombres que era un pobre árbitro, a quien las cosas se le habían dado mal en Herencia!”.

Salarios arbitrales, según la circular Nº 5 de la Federación Española de Fútbol, aplicables a partir del ejercicio 1953-54. La relación incluía una errata, pues donde indica 1ª División y torneo que califique, debería recoger 3ª División. Muñoz Morales tendría que haber cobrado en Herencia 100 ptas. escasas.

Salarios arbitrales, según la circular Nº 5 de la Federación Española de Fútbol, aplicables a partir del ejercicio 1953-54. La relación incluía una errata, pues donde indica 1ª División y torneo que califique, debería recoger 3ª División. Muñoz Morales tendría que haber cobrado en Herencia 100 ptas. escasas.

Otras veces los hombres de negro salían peor librados, como ocurrió durante la disputa del último partido correspondiente a la Regional Aragonesa, en mayo de 1954. El Utebo y La Montañesa dilucidaban el título en el campo de los primeros. Y claro, puesto que el once local no lograse arañar sino un insuficiente empate a 2, el partido acabó entre golpes, carreras, patadas y bastonazos. Tanto el señor Escaño Ibáñez, árbitro aragonés, como sus jueces de línea, apellidados Pastor y Costart, tuvieron que ser atendidos en la Casa de Socorro zaragozana. Tras practicárseles distintas curas y cerrar con puntos alguna herida, el juez principal y uno de los auxiliares pudieron ir a sus domicilios. No así el Sr. Costart, cuya rotura del peroné izquierdo exigió hospitalización.

Apenas tres meses antes, en febrero de 1954, el trencilla andaluz López Alamillo, afecto a la delegación de Córdoba, las había pasado de a kilo mientras dirigía el choque Úbeda – San Fernando correspondiente al grupo 6º de Tercera División. Puesto que el informe elaborado por la delegación cordobesa para ser remitido a Sevilla, es lo bastante explícito, huelgan muchos comentarios:

“Cuando el partido iba 1-1 se produjo un ambiente de febril coacción contra el aludido, invadiendo el público el terreno de juego cuatro veces, al punto de quedar interrumpido el partido en una ocasión durante 12 minutos, sin que encontrara el juez de la contienda asistencia protectora, y sin que fuera evitada la acción directa y ruda contra él mismo, a quien se exigió, en dramático clima, que continuara el partido “hasta que venciese el Úbeda”. Así sucedió, prolongándose indefinidamente el encuentro hasta que marcaron los locales”.

Tras el pitido final, aquel hombre fue llevado al cuartel de la Guardia Civil, y más tarde trasladado a Baza, donde, gallardamente, no sólo se negó a entregar el acta, sino que estableció contacto con el Colegio Regional Andaluz y la Federación Sur tan pronto obtuvo conferencia telefónica. Su acta definitiva recogió además, sin ambages, que el resultado definitivo había sido de igualada a uno, “ya que el segundo gol fue logrado fuera del tiempo reglamentario y en prórroga impuesta, acatada ante los riesgos que personalmente corría”.

Por supuesto, habría de darse oficialidad federativa a ese 1-1, imponiéndose al Úbeda la sanción económica habitual para hechos de esta índole. Liviano castigo, por lo demás, como en seguida veremos.

Acertada visión de arbitraje en categorías modestas, a finales de los 40, según el dibujante bilbaíno Luis del Olmo.

Acertada visión de arbitraje en categorías modestas, a finales de los 40, según el dibujante bilbaíno Luis del Olmo.

A tales extremos llegó la inseguridad de muchos colegiados, y tan tremenda fue su indefensión, cuando en campos difíciles disponían por todo amparo de una pareja de la benemérita, o como máximo un cabo y tres números, que desde las distintas Territoriales irían impartiendo instrucciones, resumidas según el viejo aforismo de “por la paz, un avemaría”.

Consecuente con los nuevos postulados, cierto árbitro apellidado López, encargado de lidiar un Linares – Elcano allá por diciembre de 1963, no tuvo inconveniente en conceder un penalti a los locales, cuando el marcador señalaba empate a uno y la temperatura ambiental auguraba bastante más que una simple erupción volcánica. Según el informe del propio colegiado, parece que el penalti no existió, que los jugadores locales se empeñaron en lanzarlo, por más que junto al punto fatídico les advirtiese “que si lo tiraban, no valía”. Y como el portero, muy consciente de que el horno estaba para pocos bollos, tampoco hiciese mucho por atajarlo, el equipo jienense pudo irse al vestuario celebrando su irreal victoria.

Pero he aquí que el conflicto acabaría enredando a dos informadores, con versiones contradictorias de lo acaecido. “Banderín”, corresponsal en Linares, y “Borbujo”, desde la sombra de la Giralda, no escatimaron ni tinta ni papel en la defensa de su particular verdad. El denuedo con que ambos se emplearon llevaría el diario “Marca” a contemporizar, mediante una columna firmada por Ernesto Del Mar. Hecho por demás insólito, tratándose de acontecimientos con carácter muy local: “Por lo que se ve, con el penalti pasó lo que suele ocurrir con las visitas de los niños; que se encaprichan de cualquier cosa y a la hora de la despedida se niegan a devolverla. “Ya te la mandaré mañana, Mercedes; al chico se le pasa la perra en seguida”. Y esto, según el informe, es lo que sucedió el Linares”.

Desde “Marca”, claro está, se decantaron por la versión de Borbujo. En parte porque su relato sobre un acta suscrita con el tanteo de 2-1, invalidada telefónicamente tan pronto el árbitro se consideró a salvo, se antojaba más verosímil. Pero sobre todo porque Borbujo era corresponsal del deportivo madrileño desde la capital hispalense. Tampoco era cuestión de dejar tirado al compañero.

El 30 de octubre de 1966, cierta crónica de la prensa navarra muy bien pudiera sumergirnos en el ingenioso cine de Rafael Azcona y Luis García Berlanga. Rezaba así:

“Un espontáneo de 75 años fue el artífice de la victoria obtenida por el conjunto local en el partido de fútbol de Segunda Regional disputado el pasado domingo, entre el Cabanillas y el Muskaria de Tudela.

El partido transcurría sin que ninguno de los dos equipos pudiese perforar la puerta contraria. En un avance del Cabanillas, un chut a media altura salió desviado tres o cuatro metros a la derecha de la portería. Un espectador de 75 años devolvió la pelota al terreno de juego, mediante un rodillazo, con tan buena fortuna que la jugada sería aprovechada por un delantero del Cabanillas, para anotar el gol de la victoria. La maniobra pasó inadvertida al árbitro de la contienda, Carmelo Ausejo, que dio validez al tanto, entre el estupor de cientos de espectadores imparciales.

Ante la protesta de los seguidores del Muskaria, una treintena de partidarios del Cabanillas se lanzaron al campo, aclamando al árbitro para que no rectificara. El entrenador del Muskaria, Emilio Peinado, saltó también al terreno de juego, intentando demostrar al colegiado su error. Sería agredido y derribado por los excitados hinchas del Cabanillas, mientras el gol subía al marcador.

El Muskaria ha recurrido ante la Federación Navarra, pidiendo sea anulado el encuentro, puesto que la validez del mismo podría traer consecuencias desagradables”.

Al día siguiente una nota de “Alfil” fechada en Tudela, recogía brevemente:

“Esta misma tarde, con ocasión de la intervención del mismo árbitro en la localidad de Murchante, varios aficionados del Muskaria -medio centenar- se han desplazado con el exclusivo objeto de abuchearle. En Murchante se han producido a lo largo del encuentro varios incidentes desagradables”.

Si tuvo que contemporizar mucho el Sr. Carmelo Ausejo, o si como sugiere el texto de “Alfil” pudo salir relativamente ileso, es algo que desconocemos. En todo caso, no parece se viera en la necesidad de pitar el penalti del miedo.

Así bautizó la prensa al “por la paz un avemaría” de no pocos árbitros en peligro. Prensa nacional, incluso, no ya la de ámbito más reducido, susceptible, por ello, de incurrir en juicios parciales. Concluía febrero de 1964 cuando en la provincia pontevedresa, el árbitro Juan Balsa sintió en sus carnes la aguda dentellada del miedo.

El humor de Orbegozo, para un asunto muy serio.

El humor de Orbegozo, para un asunto muy serio.

Ocurrió, en cambio, durante la disputa de un Bueu – Foz, correspondiente al Grupo 1º de Tercera División. Según escrito enviado a la Federación Gallega de Fútbol desde la directiva del Foz, los hechos se desarrollaron así: “Después de señalar penalti contra los locales, y ante la indignación que el cobro de dicha pena causase entre los espectadores, el árbitro se dirigió a Hermida, encargado de ejecutar el castigo, diciéndole textualmente: “Envía el balón fuera, o de lo contrario aquí nos matan”. Hermida, para dar la victoria a su equipo, lanzó el balón sobre el marco, consiguiendo elevar el gol al tanteador. Pero entonces el árbitro, incomprensiblemente, anuló el gol arguyendo fuera de juego. Puesto que no ocurriera ninguno de los casos tipificados en el Reglamento para anular un tanto, y éste se produjera limpiamente, sin rebote en el poste ni pase a un compañero situado en posición ilegal, debió haberse dado por válido”.

Había que tener afición y un arrojo no menos sólido que el de los más bragados toreros. Y Juan Balsa, pese a sus manejos con el penalti, era de los que andaba sobradito. En 1979, 15 años después de su mal trago en aquel Bueu – Foz, ya era un juez muy reconocido por la Territorial Gallega. Y eso, aunque pueda antojarse paradójico, no siempre le reportaba beneficios, tal y como desarrollase “El Correo Gallego” bajo un elocuente titular -“Las penalidades de un árbitro”-, que Víctor Tobío, redactor del medio, justificaba así:

“En 24 horas, tres partidos pitados y sin llevarse nada a la boca. El sábado por la tarde dirigió la semifinal de Juveniles Compostela – Arosa. El domingo de mañana tuvo que desplazarse a Vigo para dirigir la otra semifinal de Juveniles Apóstol Santiago – Atlético Orense. Y por la tarde, sin tiempo material para comer, tuvo que arbitrar el Aguiño – Carreira, con desplazamiento  desde Vigo a Ribeira entre partido y partido”.

Este hombre orquesta del Colegio Gallego también pitó la final de Copa en dicha categoría, el 21 de junio del 79, en las instalaciones santiaguesas de Santa Isabel, choque resuelto por 1-0 a favor del Atlético Vista Alegre. Al término del partido, la directiva anfitriona tuvo el detalle de obsequiar al trencilla y los dos entrenadores con placas conmemorativas, de esas que siempre lucen en una vitrina o sobre el aparador del salón.

Sin duda esa afición se alimentaba de orgullo. Porque lo que es dinero…

Sin salir de Galicia, veamos cómo tradujo en vil metal el propio “Correo Gallego” (año 1968, cuando Juan Balsa purgaba sus días festivos entre gritos, paraguas amenazantes y barro a espuertas) la contabilidad de cierto devoto del silbato, por demás modélico:

“Un árbitro amigo mío, residente en Santiago, me contó sus cuitas hace algunos días. Resulta que como “trencilla” de modestos que es, fue encargado de arbitrar un partido en Órdenes, para lo cual recibió las dietas correspondientes, según sigue:

Para comer…………. 75 ptas.

Viajes………………. 31 ptas.

Arbitraje……………. 50 ptas.

     Total…………… 156 ptas.

De estos haberes, dedujo los gastos que siguen: Dos actas enviadas a la Fed. Gallega de Fútbol, 2 ptas.; 2 actas a la Delegación de Santiago, 2 ptas.; otras 2 actas a cada uno de los equipos, 2 ptas. Cuatro sellos de Correos, 6 ptas. Desgaste de bolígrafo, 0,50 ptas. Comida, 25 ptas. Lavado de uniforme, 30 ptas. Desgaste de equipaje, 15 ptas. Obsolescencia de silbato, 0,50 ptas. Merienda para reponer fuerzas, 25 ptas. Invitaciones para agradecer el “auto-stop”, 50 ptas. Invitación de café a los linieres, 15 ptas. Total de gastos… 173 ptas.

En resumen, mi amigo árbitro registró una pérdida para su peculio particular de 17 ptas. Otra vez tendrá que desplazarse a pie, para que el arbitraje le proporcione algún ahorro”.

Sin ver apenas un duro, bastante hacían apañándoselas con El Penalti del Miedo. ¿Acaso pretendía alguien que los árbitros cayesen con las botas puestas, estando tan absolutamente desamparados desde instancias que deberían defenderlos a capa y espada?. Bastará revisar unas cuantas sanciones correspondientes al ejercicio 1967-68, impuestas por el Comité de Competición madrileño al Socuéllamos, Quintanar, Pedro Muñoz y Getafe, para extraer conclusiones.

“Multar con 500 ptas. al club por lanzamiento de piedras contra el árbitro desde el público, durante varias fases del encuentro”.

“Multa de 700 ptas. al club por lanzamiento de piedras al árbitro durante el partido, resultando alcanzado el mismo”.

“Multa de 1.000 ptas. por lanzamiento de piedras y botellas desde el graderío y agresión al árbitro, siendo el club reincidente en estos hechos”.

Desde luego no se les iba la mano a los jueces de competición, castigando tanta barbaridad. Únicamente 1.000 ptas., la séptima u octava parte de un salario mensual corriente por esos años, hallándose en peligro la integridad física del colegiado, los linieres y cualquier futbolista. Sin duda era preferible que a los trencillas les robasen el reloj, conforme le ocurrió unos lustros antes a Carlos Echevarría, andado el tiempo directivo del Comité Central de Árbitros y a la sazón designado para un Betis de Madrid – Sporting Vallecano, en el desaparecido campo de Las Delicias.

Concluida la primera parte, un sector del público pudo contemplar, extrañado, cómo el juez y sus linieres miraban y remiraban al suelo, sin encontrar nada. Según se supo, al árbitro se le había caído el cronómetro, por rotura de la correílla, y éste no aparecía. Un espectador, entonces, le hizo señas con energía. “Yo he visto cómo un jugador del Sporting Vallecano, mientras el balón estaba en juego, se acercó al público y entregó algo a un conocido”, informó. El espectador con tan buen ojo fue conducido hasta la caseta, para que pudiese identificar al futbolista en cuestión. Al ser reconocido, éste dijo que, en efecto, se había encontrado un reloj, y lo entregó a un amigo para que lo guardase por si aparecía el propietario. De inmediato trataron de encontrar al amigo, pero fue imposible porque, amoscado, prefirió salir pitando. En cuanto concluyó el partido, árbitro, jugador y un guardia partieron hacia el domicilio del “depositario”. Les tocó esperar. Y mucho. O aquel individuo era un juerguista, o tenía motivos para suponer pudieran estar esperándole. Hacia las doce de la noche, con los serenos adormeciendo su pluriempleo en las penumbras más discretas, apareció por fin, sin haber empeñado el cronómetro, quizás al no encontrar un Monte de Piedad abierto. Obviamente tuvo que devolverlo, antes de partir hacia comisaría con su compadre futbolista.

RecusacionesArbitrales04Se entenderá que los árbitros de elite, tras forjar su aprendizaje en un ambiente tan hostil, estaban más que acostumbrados a la indefensión, el ninguneo y las trifulcas. Y a pisar de puntillas, también, para pasar desapercibidos. Característica esta última muy bien aprovechada por los rectores federativos, con el beneplácito, por triste que se antoje, de quienes antaño tuviesen voz en el Comité. Sólo así se explica su acatamiento del disparate que significara el derecho de recusación.

Desde que el fútbol comenzase a concitar devociones y al compás de su creciente potencial económico, las quejas de los clubes por el trato arbitral devinieron en problema endémico. No era lo mismo para las taquillas ocupar puestos cabeceros, que navegar en la mediocridad. Y peor aún, claro, la exposición a un siempre dramático descenso. Por otra parte, salir derrotados en casa o sufrir goleadas sangrantes fuera, podía traducirse en disgusto del público, gritos mirando al palco y exhibición de pañuelos. Siempre había razones para sentirse a disgusto con el desempeño de los trencillas, exigir a tal o cual colegiado y convertir los plenos federativos en una suma de amenazas, llantos plañideros e imputaciones por direccionamiento torticero. Hasta que alguien tuvo la idea de contemporizar, otorgando a los clubes, o para ser más exacto a sus juntas directivas, la facultad de recusar a cuantos considerasen particularmente hostiles, entre el gremio del silbato.

Las recusaciones vinieron a ser, en suma, algo así como un lavatorio de manos en la palangana de Pilatos. Mejor que los clubes tomasen por enemigo al señor de negro, que a los propios federativos. Es más, desde el órgano rector podían presumir de máxima transparencia, porque sólo quien no tuviese nada que esconder podría otorgar a sus afiliados tamaña fuerza coercitiva. Al menos a sus afiliados más señeros, porque este derecho regía tan sólo en el ámbito más profesional.

Los colegiados, rebaño ovino bien pastoreado, ofrecieron muy poca, por no decir ninguna oposición. Se tomaron el hecho de que cualquier club los recusara como una deslealtad más del fútbol para con ellos. Una nueva genuflexión en su viacrucis, silbato al hombro.

Al poco tiempo, en la propia F.E.F. se empezó a entender que la avalancha de recusaciones derivaba en un problema nuevo: el de la falta de árbitros. O en todo caso la dificultar de encajarlos jornada tras jornada, entre los siete u ocho enfrentamientos dominicales. Tuvieron que limitar las recusaciones -a la fuerza ahorcaban- a sólo dos por club y temporada, estableciendo, además, una caducidad temporal suficiente para que antiguos enojos y sofocones se olvidaran, o que éstos hallasen remplazo con nuevas y más dolorosas afrentas. Ello no fue óbice para los presidentes de casi todos los clubes siguieran hablando de “recusaciones a perpetuidad”. Debían creer que así su masa social se sentiría más y mejor vengada.

Probablemente arroje alguna claridad el siguiente cuadro sinóptico, desglosando los recusados por cada equipo de 1ª División la campaña 1967-68, tomada como ejemplo no muy aleatorio.

RecusacionesArbitrales05De los 27 árbitros, sólo 9 podían intervenir en cualquier terreno, al estar limpios de recusación: Cardós, Ibáñez Alarcón, Rigo, Herrero Verdejo, Martínez Banegas, Sánchez Ibáñez, Sánchez Ríos, Oliva y Vilanova. Ni siquiera los más afamados trencillas salían indemnes: At Madrid y Betis tenían recusado a Juan Gardeazábal, y Barcelona y At Bilbao a Ortiz de Mendíbil y Zarquiegui, respectivamente. El Barcelona, por su parte, rizaba el rizo tachando de su lista a 3 de los 4 recién ascendidos desde 2ª División: Camacho, David Aguado y Urrestarazu. El cuarto se libraba, en realidad, por fuerza mayor, puesto que Vilanova Pericás tampoco podía pitarles, al ser colegio catalán. La Real Sociedad, como recién ascendido después de varias campañas en el purgatorio de 2ª, mantenía su casilla a cero. Sin embargo C. D. Málaga y Real Betis, las otras dos novedades en la elite, preferían vengar viejas e hipotéticas afrentas purgando a Barragán y Gardeazábal.

Si comparamos esta situación con la del ejercicio anterior, destaca el cambio drástico del R. C. D. Español, que pasaba de 9 recusados a ninguno. Y eso que orgánicamente tampoco habían cambiado mucho las cosas entre los “pericos”, por más que ocupara su poltrona Juan Vila Reyes, sustituyendo a José Fusté. Vila Reyes, no obstante, había presidido la Comisión Deportiva españolista durante el campeonato 1966-67, distinguiéndose, como tal, con una contundente campaña contra los colegiados, a raíz de la cual sería conocido como “El Rey de las Recusaciones”. ¿Qué había ocurrido, pues, entre la calle Córcega 300 -su sede social- y el campo de Sarriá? Pues sencillamente, que el balón y la plantilla supieron mostrarse generosos con un tercer puesto, por delante de At Madrid, Zaragoza, Valencia y At Bilbao. El Real Madrid, campeón una vez más, tampoco tachó a nadie de su lista. Cuando las cosas ruedan en lo deportivo, antes, ahora, y probablemente en el futuro, los árbitros fueron, son y serán vistos como santísimos varones.

La desmesura que representaba el omnímodo derecho concedido a los clubes, y sobre el uso tan injusto como caprichoso que del mismo hacían, justifica cierta reflexión: el vizcaíno Ortiz de Mendíbil, pese a ser el mejor puntuado durante la campaña 1966-67, era visto casi como un veneno por la entidad “culé”. Zarquiegui, con la segunda puntuación mejor, el maltrecho Gardeazábal, a causa de distintas lesiones (4º), Medina Iglesias (5º), o Pintado (6º), también figuraban en la lista negra. El asturiano Medina Iglesias tachado por cuatro clubes, nada menos. Paradójicamente, Herrero Verdejo (19º), Cardós Sanchís (20º), Ibáñez Alarcón (21º), Martínez Banegas (16º), o Sánchez Ríos (18º), no parecían haber ofendido a nadie. ¿Quién podía ver en aquel tejemaneje una solución, cuando se penalizaba la calidad y salían indemnes los mediocres?.

Humor negro de Néstor, sobre los hombres de luto, fechado en 1970.

Humor negro de Néstor, sobre los hombres de luto, fechado en 1970.

Adolfo Bueno Perales, el recusado por más clubes, había quedado 7º, entre 27, en la puntuación otorgada por los propios clubes, delegados federativos y responsables del Comité. No se lo explicaba, pese a su intento de mostrarse comedido en la entrevista que ofreciese, junto al Ebro y la Pilarica, al reportero Ángel Jiménez. “A tenor de los tanteos registrados en los partidos que dirigí la pasada temporada, con repetida puntuación del visitante, era de esperar que alguien quedase descontento” -se condolía, poniendo también a parte de la prensa en su punto de mira-. “Me ha llamado la atención el modo de titular, refiriéndose a mí como el árbitro menos deseado. No soy ningún leproso para merecer este calificativo en letra impresa. Respecto a las razones, he dirigido encuentros complicados, algunos de rivalidad regional, en los que hubo expulsiones, amonestaciones y penaltis”. Tenía razón. Los cuatro recusantes, At Bilbao, Las Palmas, Pontevedra y Sevilla, perdieron puntos en casa y pecharon con expulsiones. A varios de ellos también los había dirigido en otros choques, logrando entonces favorables puntuaciones, tan sólo porque la feria les fue bien. “Sería más justo esperar una recusación después de tres o cuatro notas desfavorables, pero nunca después de tres o cuatro positivas y una sola negativa”, consideraba, no sin lucidez.

Parecía obvio. Quien desease evitar recusaciones, haría bien contemporizando con los clubes locales, midiendo a los contendientes con distinto rasero y, sobre todo, haciéndose el ciego dentro de las áreas. En suma, mostrándose casero. Puede que la fórmula no bastase para lucir los distintivos de UEFA y FIFA, pero lo mantendría ocupado muchos domingos. Todo ello sin contar con lo que iba a facilitar el trabajo a los del Comité Central. Porque esa era otra. Cuadrar las designaciones semanales, entre tanto recusado, tenía mucho de puzle enrevesado.

Justo desde el inicio de aquella temporada, José Plaza actuaba como regente del Comité sin cobrar una sola peseta, tal y como era norma de la época. Apenas había aterrizado y ya se encontró con un cambio en el método de designación arbitral. Otro más, no menos polémico que el anterior. Y es que desde los albores del fútbol se había ensayado casi todo: Designación directa, matizada, por sorteo, en función de puntuaciones… Los clubes siempre parecían tener motivos de queja y mucho que reprochar, habiendo entre los de negro, conforme se aseguraba, halcones y palomas. Todos querían contar con halcones en campo adversario y palomas en el propio, pero desde bastantes poltronas se aseveraba que tan sólo las entidades pudientes eran favorecidas con semejante don. Por fin, y para colmo, una nueva restructuración federativa iba a restar 12 clubes a la Segunda División, con la consiguiente catarata de descensos en el panorama arbitral. Apenas nada si se compara con otra escabechina todavía borrosa, por más que ya asomase en lontananza: El degüello de nuestra 3ª categoría, hasta reducirla a la mitad.

Todo ello tuvo como consecuencia la aparición de críticas en un colectivo caracterizado por su disciplina espartana. Y hasta algún amago de rebelión.

Antonio Martínez Pirón había sido trencilla durante muchos años, luego presidente del Colegio Extremeño, y en diciembre de 1967 procurador en los tribunales. Galardonado con el título de “árbitro de mérito”, su voz pesaba mucho entre el colectivo pacense. Por ello, sin duda, se decidió a subir el tono por toda la península: “Se intenta convertir a los colegiados en esclavos de los clubes -dijo-. Una inconfesable política ha desplazado a la técnica de administrar justicia”.

José Plaza. Heredó un sistema de designación arbitral que no le gusta y acabó despojando a los clubes de aquel derecho a recusar, tan injusto para el colectivo del silbato.

José Plaza. Heredó un sistema de designación arbitral que no le gusta y acabó despojando a los clubes de aquel derecho a recusar, tan injusto para el colectivo del silbato.

Según su criterio, era como si en la vida civil se reservase a los litigantes y procesados la calificación de jueces y magistrados. ¿Acaso semejante fórmula no cercenaría cualquier asomo de independencia judicial? Para acabar con la tiranía de los clubes y el seguidismo del Comité Nacional, propugnaba se constituyera una Asociación de colegiados antiguos y actuales que, de consuno con los más altos estamentos deportivos, fijase atribuciones, competencia y jurisdicciones, para la organización arbitral. “Porque ahora se les priva de llevar hasta los organismos deportivos a sus legítimos representantes -argumentaba-. No se les permite opinar en asuntos que atañen a su propia vida corporativa. Sus directivos reciben el nombramiento a dedo, sin pulsar siquiera la opinión del conjunto, carecen de defensa, se les impide administrar sus fondos y, en fin, quedan reducidos a subalternos cuando constituyen el único cuerpo técnico del que dispone el fútbol”.

Apuesta peligrosa en 1967, cuando los nombramientos “digitales” constituían norma y el acatamiento una virtud poco menos que teologal. Las asociaciones gremiales, por esa época, veían reducido su papel a lo puramente folclórico, pues para cuestiones de otra índole ya estaba el sindicato vertical. Por supuesto nadie pensaba tolerar agrupaciones vecinales donde imperase un tono reivindicativo. Los escasos grupos que así se postulaban eran tachados de “rojos”, como los curas que con paleta y casco, encaramados al andamio, pretendían esparcir el germen de la justicia social. Curas comunistas, se les llamaba, poniendo en el vituperio tanta descalificación como aroma a azufre. En semejante panorama, los llamamientos del extremeño a “la integridad e independencia para castigar y absolver, sin que nos obliguen a mirar el color de las camisetas antes de aplicar nuestras decisiones”, estaban irremediablemente condenados al fracaso.

Orbegozo con otro de aquellos chistes, que bien pudieran pasar por editoriales.

Orbegozo con otro de aquellos chistes, que bien pudieran pasar por editoriales.

Desde su domicilio en Badajoz (Vicente Barrantes Nº 8) Martínez Pirón llegó a contactar con varios colegiados sin mucho que perder. Los suficientes para animarse a convocar una reunión en Madrid, traducida en fracaso. No sólo le dieron la espalda los más significados hombres del silbato, sino que para cuando viajó a la capital ya le habían arrebatado el título de árbitro honorífico.

Un nuevo conato rebelde fluyendo por los desagües, aunque como casi siempre ocurre con los fracasos, dejaría tras sí algún poso.

Para empezar, los árbitros más modestos vieron acentuarse la intolerancia con respecto a desmanes protagonizados por público y futbolistas. A continuación se hizo ver a los clubes la conveniencia de acabar con las recusaciones, tras haberlas convertido poco menos que una atribución feudal. Y aunque lo entendían, o por lo menos fingían hacerlo, llevó años arrebatarles tan inmenso poder. Además se incrementó el salario de jueces de línea y árbitros principales, hasta las 8.000 ptas. por partido en 1ª División (750 para los linieres), 4.000 en 2ª, con 500 a sus líneas, y 750 en 3ª, con otras 200 ptas. a los hombres del banderín. En los 14 años transcurridos desde 1953, el salario medio español se había multiplicado por ocho, justo la mejora observada para jueces de las dos primeras categorías. Los de 3ª, en cambio, sufrían una tremenda discriminación, puesto que sus emolumentos tan sólo se habían multiplicado por tres.

Cuadro de recusaciones al inicio del ejercicio 1969-70. Puesto que la F.E.F. evitó publicitarlo, semejante aberración deportiva pasó virtualmente desapercibida.

Cuadro de recusaciones al inicio del ejercicio 1969-70. Puesto que la F.E.F. evitó publicitarlo, semejante aberración deportiva pasó virtualmente desapercibida.

Si la elevación de emolumentos arbitrales fue mal acogida por un amplio sector del público, entendiéndola excesiva, las medidas acordadas sobre protección de jueces modestos, aún concitó más quejas. En relación a los primeros, el humorista Orbegozo publicó una viñeta en “Marca” con dos ciudadanos en plena vía pública. “Ahora que han subido el sueldo a los árbitros, podremos gritarles más”, sentenciaba uno.

Las consecuencias de endurecer la mano ante hechos vandálicos se hicieron evidentes cuando, en octubre de 1968, el Juzgado Nº 2 de Vitoria condenó al futbolista Ángel Romero Melón, autor responsable de un delito de lesiones graves a Ezequiel Vicente Bermejo, árbitro del C. D. Vitoria – Michelín disputado en Mendizorroza cuando concluía la temporada anterior. Si la multa de 10.000 ptas. impuesta al jugador lasartearra por blasfemia y alteración del orden público ya resultaba seria de por sí, no lo eran menos los tres meses de arresto mayor y otras 15.000 ptas. como indemnización al trencilla agredido. Dicha sentencia recogía, por cierto, que si el futbolista no estuviese en condiciones de satisfacer al lastimado esta última cantidad, correspondería hacerlo a la Sociedad Deportiva Michelín. El 30 de Noviembre del mismo año, la Federación Valenciana cerraba la salvaje agresión sufrida por el colegiado José Mª Núñez Sánchez durante la disputa de un Benicásim – Castellón, correspondiente al Campeonato de Aficionados, con cinco años de suspensión a Arcadio Ramón. El gobernador civil había impuesto, además, multas de 10.000 ptas. a los jugadores locales José Queral Valverde, Miguel Asín Bernal y Arcadio Ramón, y de 7.000 ptas. a dos vecinos invasores del campo. Al C. D. Benicásim, aparte de aplicarle la máxima sanción económica contemplada en el reglamento, se le cerraba el terreno de juego por cuatro partidos oficiales. Meses más tarde (20-IV-1969) la Federación Castellana de Fútbol, sin que los culpables pasaran por el Juzgado, sancionó a Carmona, capitán del Fuencarral, y a su compañero Paquito, agresores del árbitro Sixto Montero, con multa de 1.500 ptas. y suspensión de ficha indefinida. Quevedo, un tercer futbolista del Fuencarral, pechaba con otras 800 ptas. y 16 partidos de suspensión. Al club, por su parte, se le imponían 500 ptas. de multa como corresponsable de los incidentes acaecidos en el Campo del Gas.

Duras medidas, si tomamos por referencia otras anteriores. Pero escasas, todavía, comparándolas con la vara de medir holandesa, cuya Federación, también durante el mes de abril del 69, suspendió por dos años a 9 jugadores del Opheusden, tras acosar, entre amenazas, al árbitro del partido contra el Nijmengen Boys. Al club, además, se le obligaba a disputar sin público en la grada sus siguientes dos partidos como local.

Vilá Reyes (1925-2007). “Rey de las Recusaciones” durante el Campeonato 1966-67.

Vilá Reyes (1925-2007). “Rey de las Recusaciones” durante el Campeonato 1966-67.

Ya en el terreno anecdótico, al inicio de la campaña 1968-69 nuestro fútbol peninsular contó con el primer juez de piel negra. Se llamaba Lorenzo Bocale Andeme, era de Río Muni, y se había trasladado a Jaén para instruirse en labores agrícolas. Quién sabe si cansado de tanto olivar, o buscando nuevas experiencias, acabó aceptando la invitación de un pariente afincado en la capital donostiarra. Aunque lo suyo, en realidad, era jugar al fútbol, tuvo problemas para compaginar el escaso tiempo libre que le permitía su trabajo con los entrenamientos del Lengokoak. Entonces hizo el curso de la Federación Guipuzcoana y debutó corriendo junto a las líneas de cal, banderín al viento, en el tolosano campo de Berazubi.

Para entonces, el derecho de recusación ya estaba sentenciado. José Plaza, primero desplegando diplomacia y luego sin escatimar dureza, fue haciendo entender a los clubes que calificar con un “cero” a los árbitros se daba de bruces contra el fútbol moderno.

Con respecto a los protagonistas mencionados, hubo de todo. Muñoz Morales, el del chaparrón entre Herencia y Alcázar de San Juan, pese a cuajar como buen árbitro en el área castellano-manchega, no llegó tan alto como anhelara. José Plaza se mantuvo una eternidad como cabeza del Comité Central, esquivando una dignísima dimisión cuando estallase el escándalo de Guruceta en Barcelona, y las durísimas andanadas de José Mª García, dueño de las ondas deportivas en la transición democrática. Gardeázabal, cuya biografía ya asomó a este medio, ni siguiera pudo retirarse al cumplir la edad reglamentaria, por culpa de un cáncer. Ortiz de Mendíbil, árbitro que el Barcelona consideraba incapacitado para juzgarle, no sólo estuvo presente en la final de la Copa Europea que el Ajax de Johan Cruyff hizo suya el año 1969, sino que sería requerido para la Copa Intercontinental disputada en San Siro, allá por octubre, entre el Milán y el Estudiantes de la Plata. Urrestarazu y Camacho fueron designados linieres por la F.E.F. para ese choque tan prestigioso, que ninguno de los tres acabó degustando, por desgracia, puesto que el francés Machin, finalmente elegido, consintió la extrema brutalidad de Poletti, Manera y Aguirre Suárez. Vila Reyes, el “Rey de las Recusaciones”, afirmó el 6 de mayo de 1969, con su Español de Barcelona virtualmente descendido a 2ª División: “Lo que más lamento en mi vida es haberme metido en el fútbol”. Llevaba desembolsados 102 millones de ptas. en 6 años, según su propio testimonio, y la deuda del club alcanzaba los 182 millones. En agosto, al revisarse las cuentas, resultó que en realidad había avalado 90 millones durante los últimos dos años. Para él, sin embargo, estaban por llegar los peores días, puesto que hubo de pasar bastante tiempo encarcelado como culpable de una monumental estafa, mediante el cobro fraudulento de ayudas a la exportación. A Camacho, exfutbolista y colegiado emergente cuando todavía imperaban las recusaciones, luego de saltar de 3ª a 1ª en cinco años y lucir las escarapelas de FIFA y UEFA como internacional, terminó haciéndosele de noche en los 70. Tanto él como López Samper, Antonio Rigo, Pascual Tejerina, Pérez Quintas y Olasagasti, se vieron despojados del uniforme negro, sin luz ni taquígrafos, entre rumores de corrupción.

En mayo de 1975, este medio asturiano convertía en desalmado del “Far-West” al colegiado de Guipúzcoa Olasagasti, tras una mala tarde en Oviedo, acusándolo de acometer “peligrosas provocaciones a 11 deportistas”, “supuesta alteración del orden”, “alteraciones cardiovasculares y faríngeas”, y perpetrar un “grave desafío a 30.000 personas”. Con mucha socarronería, se ofrecía como recompensa el “ascenso a Primera División”.

En mayo de 1975, este medio asturiano convertía en desalmado del “Far-West” al colegiado de Guipúzcoa Olasagasti, tras una mala tarde en Oviedo, acusándolo de acometer “peligrosas provocaciones a 11 deportistas”, “supuesta alteración del orden”, “alteraciones cardiovasculares y faríngeas”, y perpetrar un “grave desafío a 30.000 personas”. Con mucha socarronería, se ofrecía como recompensa el “ascenso a Primera División”.

Durante el invierno de 1969, Adolfo Bueno recibió el impacto de un objeto lanzado desde el público, en el viejo campo de San Mamés, al concluir un At Bilbao – Sevilla. La almohadilla, según unas fuentes, o manzana, a tenor de otras, le acertó en pleno ojo, produciéndole un desprendimiento de retina. Tras varias intervenciones quirúrgicas y pasar consulta con el insigne doctor Barraquer, el preocupante diagnóstico inicial cobraría tintes más optimistas, nunca confirmados del todo. Un mes después del percance, salía por primera vez a la terraza de su domicilio, provisto de gafas de sol. Sus días con el silbato, empero, casi podían darse por terminados. En noviembre de 1970, cuando se ultimaban los preparativos de su homenaje, dio toda una lección de bonhomía, al afirmar: “No guardo ningún rencor. Prefiero verlo como un accidente, que pudo haber sido bastante más grave, pues al árbitro también se le arrojan botellas y piedras. Mala suerte”. Nadie hubiera podido criticarle una actitud más beligerante, cuando llevaba un año sin poder trabajar, apenas distinguía sombras con el ojo lastimado y la incapacidad laboral, no ya para el arbitraje, sino en su actividad profesional, emergía amenazante. Una tarde, por fin, reapareció vestido de negro y silbato en la boca. Algo así como el canto del cisne, porque sus mejores días sobre el césped ya formaban parte del pasado.

Fueron moviditos los años 1968 y 69. Muy, pero que muy moviditos en materia arbitral. Y eso que a este lado de los Pirineos nadie era tan realista como para pedir lo imposible. París, con su revolución de mayo, quedaba lejos a los españoles de entonces, incluido el colectivo arbitral.

Casi tan lejos como la como la luna, todavía sin conquistar por Armstrong, Aldrin y Collins,  astronautas del Apolo XII.




Compartiendo opinión con José Ignacio Corcuera (Falsedades, omisiones y desmemoria)

Justel01CONTENIDO:

1.- Breve introducción

2.- Fuentes bibliográficas, archivísticas y periodísticas relativas a la donación de sus trofeos por parte del Athletic Club con destino a la campaña de suscripción al Tesoro Nacional del Gobierno de Burgos

2.1.- Fuentes bibliográficas

2.2.- Fuentes archivísticas

2.2.1.- Archivo de la casa civil de S. E. El Generalísimo sito en las dependencias del Patrimonio Nacional

3.- El Athletic Club en los comienzos de la temporada 1937-38

3.1.- Adhesión del club a la nueva Federación Española de Fútbol con sede en San Sebastián y reapertura del campo de San Mamés

3.2.- Anuncio del Campeonato de Vizcaya o Torneo Amateur

3.3.- Cierre de la temporada 1937-38 por parte del Athletic Club

4.- José Luis Justel Bollar:  Su carrera futbolística, su trágica desaparición en el frentee hipótesis del porqué tras su movilización no fue reinsertado a la vida civil

4.1.- A modo de homenaje a José Luis Justel Bollar

1.- Breve introducción

Con motivo de la reciente publicación por parte de José Ignacio Corcuera en el nº 112 (01-09-19) de la revista digital Cuadernos de Fútbol bajo el título “Falsedades, omisiones y desmemoria (http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2019/09/falsedades-omisiones-y-desmemoria/), quisiera detenerme en tres partes del texto redactado por aquel:

I.-(…). La Historia existe para enseñarnos y evitar en lo posible la repetición de errores, fruto del desconocimiento. Para enriquecer nuestra visión del mundo y de nosotros mismos, no para avergonzar a nadie. Y mientras esto no sea entendido, parco será el provecho a extraer de cuanto hicimos.

Uno de los casos más llamativos por cuanto respecta a la manipulación de nuestra historia futbolística, tuvo y tiene por epicentro al Athletic Club bilbaíno. Y no respondió a improvisación, sino al decidido interés de ocultar antiguos vínculos con el franquismo en plena Guerra Civil, aun a costa de dejar las vitrinas sociales sin un solo trofeo.

(…). No corresponde a la lucubración, sin embargo, colegir que el olvido de estos hechos, sobre los que un altísimo porcentaje de devotos atléticos ni siquiera oyeron hablar, fue consciente y orquestado. Interesó no airearlo, simplemente. Se enterró en el polvoriento cofre de la desmemoria, puesto que resultaba imposible borrar las primeras brevísimas referencias en prensa, que sin mucha concreción sugerían algo al respecto. Un olvido acomodaticio, rastreable a través de la bibliografía rojiblanca.” [A modo de apunte marginal y ligado con el título del artículo del Sr. Corcuera puede leerse el artículo publicado por Jon Juaristi (además de, entre otras facetas, poeta, novelista, ensayista y traductor español en euskera y castellano, es en la actualidad catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alcalá de Henares, habiendo dirigido así mismo la Biblioteca Nacional y el Instituto Cervantes) en el diario ABC de fecha 29-01-2014 (http://paralalibertad.org/balompie/), y que cada cual extraiga sus conclusiones].

No quisiera continuar sin emitir mi parecer acerca de la trayectoria socio-política del Athletic Club, equipo al que, he de reconocer, he llevado y llevo en mi corazón desde mi más tierna infancia, sin ser un forofobeitia exacerbado: El más que centenario Athletic Club, queramos o no, ha sobrevivido a todos los vaivenes políticos y sociales. Ha conocido la monarquía con Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil, la dictadura franquista, la nueva monarquía y la actual España de las autonomías. En resumen, ha conocido el devenir de un estado y de una sociedad a lo largo de más de cien años –¡qué pronto se dice pero cuan largos son!– y, se quiera o no, se esté a favor o en contra, ha debido y ha sabido adaptarse a las circunstancias socio-políticas de cada momento socio-político concreto. Al fin y al cabo, este Athletic Club al que tantas personas llevamos en nuestro corazón, es más que un Club; es una filosofía y el fiel reflejo de una comunidad que camina de la mano junto a él. ¡Y conste que no se trata de una bilbainada!

II.- “ (…). En ese contexto cuesta mucho, muchísimo, entender la desgracia del neófito José Luis Justel. ¿Por qué pereció en el frente, cuando sus compañeros apenas si oyeron silbar las balas a partir de 1938? Podríamos no averiguarlo nunca.”

III.-(…). Ocurriría otro tanto en los dos tomos titulados “San Mamés, la Catedral” (1982), sucinta historia rojiblanca que bebía hasta ahogarse en la fuente de Mateos. En los seis que compusieron la “Historia del Athletic Club”, distribuidos en fascículos con la aquiescencia o bajo auspicio del propio club, alboreando los 90. Y por no variar, en un opúsculo a cargo del diario “Marca” (1994), la lujosísima y poco útil “Historia del fútbol vasco”, ya al cambiar de siglo, el libro del centenario rojiblanco, simple álbum fotográfico a cargo de la leonesa Editorial Everest, y entre medias con los escritos de Enrique Terrachet, firma habitual en la revista “Athletic”, allá por los 70. La correría de los trofeos pudiera pensarse nunca existió. Y no porque los nuevos autores desconociesen el hecho, puesto que para la teórica enciclopedia rojiblanca y la “Historia del fútbol vasco” -en realidad vasco-navarro- se empleó como referencia de cabecera el librito de José Mª Mateos. Tuvieron que leer por fuerza aquel par de parrafitos, ya que los firmantes reproducían frases idénticas, junto a errores de antaño. Simplemente prefirieron omitir algo cuya narración ya no salía a cuenta. Joseba Moro, por el contrario, sí se hizo eco y documentó aquel hecho en su todavía reciente historia del campo de San Mamés, presentada durante el mandato presidencial de Urrutia.

A la vista de lo anteriormente citado, mi intención al redactar este pequeño trabajo es doble: por un lado, corroborar la participación del Athletic Club en la suscripción de fondos a favor del Tesoro Nacional del Gobierno de Burgos a través por un lado, de la bibliografía y prensa bilbaína de la época, así como, por otro, con la ayuda de la información que se conserva en el Archivo correspondiente a la casa civil de S. E. El Generalísimo sito en las dependencias del Patrimonio Nacional (recuperada esta última de http://saltataulells.com/fuentes-primarias/cesion-de-las-copas-y-trofeos-del-athletic-club-al-gobierno-de-burgos/, sitio web cuyo autor es Antonio Arias Velasco, antiguo socio numerario de CIHEFE. La información citada queda recogida en el artículo del mencionado autor de fecha 18 de febrero de 2019 y que lleva por título “Trabajo dedicado a José Ignacio Corcuera de CIHEFE sobre la cesión de las copas y trofeos del Athletic Club al Gobierno de Burgos”) y, por otro, presentar una hipótesis (no apoyada ni sustentada en ninguna prueba escrita) relativa a la muerte del jovencísimo futbolista sestaoarra José Luis Justel Bollar.

Vayamos, pues, por partes.

Antes de continuar, debo y deseo afirmar que así como admiro profundamente la producción de José Ignacio  Corcuera, tampoco, ¡Dios me libre!, he formado ni formaré nunca parte del “olvido acomodaticio, rastreable a través de la bibliografía rojiblanca” que menciona en su riguroso artículo José Ignacio Corcuera, (¡cuidado, lector/a, nunca jamás me lo ha echado en cara!) pues lo narrado por Joseba Moro Aguayo en la página 208 de su libro “San Mamés: Memoria e historia de la Catedral”, publicado por la editorial Athletic Club en noviembre de 2013 [“(…), en el descanso del partido se hizo entrega al gobernador militar, de los 145 trofeos que el Athletic tenía en su poder como contribución al tesoro nacional. (…)”] yo personalmente ya lo había escrito y difundido en el primer libro escrito por mí y dedicado a quién hubiera sido mi suegro de no haber fallecido a la temprana edad de 46 años: [AIESTARAN, Carlos. Echevarría. Guardameta del Athletic Club (1938-1942), Bilbao, Ediciones Beta III Milenio, S.L., 2001, p. 231]

Siempre he sido partidario de contar la historia como sucedió y no como nos hubiera gustado que sucediera, pase lo que pase, caiga quien caiga y se diga lo que se diga.

2.- Fuentes bibliográficas y archivísticas relativas a la donación de sus trofeos por parte del Athletic Club con destino a la campaña de suscripción al Tesoro Nacional del Gobierno de Burgos

2.1.- Fuentes bibliográficas

Paso a continuación a transcribir íntegramente lo relatado por mí en la p. 231 del libro anteriormente mencionado:

ANÉCDOTAS

Nº 1

La entrega de los trofeos del Athletic al Tesoro Nacional.

Durante el descanso del partido que se menciona posteriormente en el apartado 3.2. de este trabajo  y que enfrentó al equipo ‘azul’ contra el ‘blanco’ en San Mamés, el día 10 de octubre de 1937, el señor S. Luis Casajuana Curial, presidente del Athletic, ofreció al gobernador militar[1], para la suscripción nacional, los trofeos ganados por el club desde su nacimiento, y que ascendían en aquella época al número de 145. En las breves palabras que pronunció, dijo, entre otras cosas y de manera lisa y llana, QUE:

LOS ÚNICOS BIENES DE QUE DISPONE EL ATHLETIC SON ESOS TROFEOS Y GUSTOSAMENTE SE DESPRENDE DE ELLOS EN HOMENAJE Y HOLOCAUSTO A LA ESPAÑA NUEVA QUE SE ESTÁ FORJANDO”, terminando la ceremonia con los vivas reglamentarios a España y al Generalísimo Franco. (Fuente: MATEOS, José Mª: Los cincuenta años del Atlético de Bilbao, 1898-1948. Bilbao, Talleres Escuelas J. de P. de Menores, 1948).

Cabe comentar que con relación a esta ceremonia resulta curioso observar la diferente interpretación de este hecho según el autor que la narre:

a) Es simplemente un acto protocolario y los trofeos desde luego siguen y han estado siempre en las vitrinas del Athletic de Bilbao” (Versión oficial del Athletic Club hasta la edición a cargo del mismo del libro ya mencionado escrito por Joseba Moro. Fuente: MÚGICA, J. M.; CRESPO, Paco; BAÑOS, Juanjo: Athletic Club [Fascículos]. Bilbao, International Book Creation, 1984-1985, p. 138).

b)Más que el valor material de estos trofeos era lo que representaban, ya que puede decirse que en ellos estaba condensada toda la historia del fútbol” (Versión de José María Mateos. Fuente: MATEOS, José Mª: Los cincuenta años del Atlético de Bilbao, 1898-1948. Bilbao, Talleres Escuelas J. de P. de Menores, 1948, p. 81).

c)Las vitrinas entregaban toda su historia y todo su mérito artístico para que, hechos de oro y plata, contribuyesen en un viril pasaje de la historia de España. ¡Bello gesto del Athlétic! Y en San Mamés resonaron las notas vibrantes de los himnos y de nuestra Marcha Granadera –himno nacional- mientras en lo alto del mástil la bandera española extendía su protección sobre la enseña del Athlétic. ¡El Athlétic y San Mamés por y para España!” (Versión de González de Ubieta. Fuente: GONZÁLEZ DE UBIETA Y ABASCAL, Francisco: Historia del Athletic Club de Bilbao [hoy Atlético] 1898-1940/Un Club de leyenda y la leyenda de un Club. 1ª edición, Madrid, Alonso, 1941, p. 232).

2.2.- Fuentes archivísticas

2.2.1.- Archivo de la casa civil de S. E. El Generalísimo sito en las dependencias del Patrimonio Nacional

a) Telegrama:

[Telegrama 1: Mensaje común a los telegramas emitidos desde la Zona nacional. ¡Cualquier medio era bienvenido para incrementar la suscripción de fondos con destino al Tesoro Nacional del Gobierno de Burgos! Fuente:  http://saltataulells.com/fuentes-primarias/cesion-de-las-copas-y-trofeos-del-athletic-club-al-gobierno-de-burgos/]

[Telegrama 1: Mensaje común a los telegramas emitidos desde la Zona nacional. ¡Cualquier medio era bienvenido para incrementar la suscripción de fondos con destino al Tesoro Nacional del Gobierno de Burgos! Fuente: http://saltataulells.com/fuentes-primarias/cesion-de-las-copas-y-trofeos-del-athletic-club-al-gobierno-de-burgos/]

SALAMANCA BILBAO 11.40. 11.15 H- GOBERNADOR MILITAR

POR PRESIDENTE ATHLETIC- CLUB DURANTE EL PARTIDO CELEBRADO AYER (N. del A. del artículo: el anteriormente mencionado 10 de octubre de 1937) ME HAN SIDO ENTREGADAS COPAS Y TROFEOS EN NUMERO (sic) DE 145 CON DESTINO A SUSCRIPCION (sic) NACIONAL. PUNTO: RUEGO V. E. ME DIGA SI DICHOS EFECTOS PUEDO ORDENAR SEAN DEPOSITADOS ESTA SUCURSAL BANCO DE ESPAÑA O EL DESTINO DE LAS MISMAS QUE V. E. ORDENE”. (N. del A. de la web mencionada anteriormente: En la parte baja hay un texto escrito a mano, que dice lo mismo que indica el documento siguiente).

b) Notificación: “Burgos 15 octubre 7 (N. del A. del artículo: ¿1937?)
Teniente Coronel Ayudante Secretario Generalísimo.
Gobernador Militar de Bilbao.

S. E. el Generalísimo le encarga haga presente al Athletic Club su agradecimiento por el rasgo patriótico de desprenderse de Copas y trofeos con destino a Tesoro Nacional. Queda V.S. autorizado a depositarlos en Sucursal Banco de España esa Plaza.

Trasmítase:
De Orden de S. E.
EL TENIENTE CORONEL AYUDANTE SECRETARIO

c) Nota 1:

Cuartel General del Generalísimo
ESTADO MAYOR
Sección PRIMERA Núm. 3205
Nota para LA SECRETARIA MILITAR Y PARTICULAR DE S. E. PLAZA
El Gobernador Militar de Vizcaya en escrito fecha 10 dice:

Tengo el honor de remitir a V. E. adjunta carta (N. del A. de la web: dicha carta no se encuentra en el legajo investigado) del Industrial DON ALFREDO ALVAREZ, joyero tasador de varias copas y trofeos donados por el Presidente del Athletic Club de esta Capital; rogándole tenga a bien comunicarme si es conformidad de V. E. la tasación indicada para proceder a la venta de los trofeos o caso contario pueden estar depositados en esta Sucursal del Banco de España.

Lo que traslado con la inclusión de la carta que se cita para la resolución procedente.
Burgos a 14 de enero 1938
II Año Triunfal
P. O. EL TENIENTE CORONEL DE ESTADO MAYOR” Firma ilegible.

d) Nota 2:

NOTA PARA LA PRIMERA SECCION DEL ESTADO MAYOR DE S. E. EL GENERALISIMO.
En contestación a la nota de esa Sección de fecha 14 del actual se manifiesta, que puede contestarse al Gobernador Militar de Vizcaya en el sentido que las copas y trofeos donados por el Presidente del Athletic Club de aquella Capital pueden continuar depositados en la Sucursal del Banco de España en la citada capital.

Burgos, 26 de enero de 1938.
(Segundo Año Triunfal).

EL CORONEL SECRETARIO”.

Dejando a un lado el tema de la entrega de trofeos, creo así mismo, que, a fin de enlazar con el asunto del joven jugador athlético José Luis Justel Bollar, puede resultar de interés para las personas lectoras una breve mención de lo ocurrido con el Athletic Club en la temporada 1937-38, temporada en la que había finalizado la guerra para el País Vasco, quedando desde entonces bajo el yugo de los nacionales hasta la muerte del General Franco.

En el ámbito futbolístico caben destacar los siguientes hechos:

3.- El Athletic Club en los comienzos de la temporada 1937-38

3.1.- Adhesión del club a la nueva Federación Española de Fútbol con sede en San Sebastián y reapertura del campo de San Mamés (Fuente: MATEOS, José Mª: Los cincuenta años del Atlético de Bilbao, 1898-1948. Bilbao, Talleres Escuelas J. de P. de Menores, 1948).

En Bilbao, martirizado por la contienda bélica, el 28 de setiembre de 1937 se celebró una misa en la iglesia parroquial de San Vicente, ofreciéndose en sufragio de las almas y recuerdo de los socios, jugadores, directivos y simpatizantes del Athletic Club. Por la tarde, ce celebró una junta general ordinaria, en la sede del club, para dar cuenta de la gestión directiva ¡desde 1935! Aquella asamblea decidió adherirse a la Federación Española de Fútbol[2] que se había establecido en San Sebastián. Así mismo, se eligió directiva, siendo nuevamente confirmado como presidente con Luis Casajuana Curiel[3].

A este último le acompañaron: Roberto Arteche (vicepresidente), Carlos Bayo (secretario), Eduardo Lastagaray (vicesecretario), Juan Bengoechea (contador), Claudio Gorostiaga (tesorero) y los cocales José María Olavarría, Pedro María Gaviria y Juan Aguilar.

Días antes de esa asamblea, los jugadores del Athletic Club ya se habían empezado a mover. Se preparan entonces partidos internacionales contra Portugal y fueron organizados encuentros de preselección, uno de los cuales tuvo lugar el 10 de octubre del 37 en San Mamés, partido con el que este campo volvía a abrir sus puertas y que vino a denominarse como Selección azul (Insausti; Zabala, Oceja; Aranaz, Deva, Ipiña; Epi, Amestoy, Vergara, Bienzobas y Gorostiza) vs. Selección blanca (Eizaguirre [Guillermo][4]; Ciriaco, Quincoces; Muñoz, Arana, Ortúzar; Venancio, Gárate, Chacho, Tomás y Vázquez), siendo arbitrado por el colegiado Eduardo Iturralde y terminando a favor de los azules por 4 goles a 1.

3.2.- Anuncio del Campeonato de Vizcaya o Torneo Amateur (Fuente: AIESTARAN, Carlos: Echevarría. Guardameta del Athletic Club (1938-1942). Bilbao,  Ediciones Beta III Milenio, S.L., 2001, pp. 136-140)

El Athletic Club tenía que renovarse, ya que casi todas sus figuras se encontraban en México con la selección de Euskadi. Por eso el club bilbaíno volvió, como siempre, a sus orígenes, a la cantera, a empezar prácticamente de cero para construir un nuevo equipo. Para ello, se anunció en noviembre del 37 un campeonato infantil en el que sólo podían participar jóvenes entre 15 y 19 años.

La chiquillada se dirigió a los diferentes medios de comunicación escrita pidiendo detalles del torneo. Fue entonces cuando el presidente del Club, Luis Casajuana, comunicó públicamente la noticia y envió a los medios de comunicación el reglamento por el que se iba a regir el campeonato, rogando a los mismos su publicación. La nota enviada por el Athletic Club a los diferentes medios de comunicación fue publicada por estos el día 3 de noviembre de 1937 y decía lo siguiente:

El Athletic Club de Bilbao organiza un torneo infantil de fútbol (Campeonato de Vizcaya) entre equipos compuestos por jugadores mayores de quince años y menores de diecinueve que se regirá por el siguiente reglamento:

Primero.- Cada equipo inscrito dará el nombre con que desee denominarse y los nombres y dos apellidos, edad y dirección de cada uno de sus jugadores, que pueden llegar a dieciséis como máximo, indicando al mismo tiempo el color de la camiseta que vestirán.

Segundo.- Los equipos inscritos quedan obligados a presentar al Athletic Club los documentos probatorios de la edad de sus jugadores en el caso de que el Club organizador lo solicite.

Tercero.- La forma de jugarse el torneo se establecerá al conocerse el número de equipos inscritos, forma que desde ahora aceptan todos los equipos participantes.

Cuarto.- Cada equipo inscrito tendrá un delegado que será quién le represente ante el Athletic, y cuyo nombre se dará a conocer a éste al mismo tiempo que los de los jugadores.

Quinto.- El Athletic se reserva el derecho de rechazar la inscripción de equipos y jugadores, sin obligarse a dar cuenta de las causas que tenga para ello.

Sexto.- El plazo de inscripción terminará el día 15 de los corrientes.

La reacción no se hizo esperar y, finalizado el plazo, se inscribieron 39 equipos: 1 de Arrigorriaga, 1 de Baracaldo, 2 de Begoña, 1 de Berango, 19 de Bilbao, 1 de Dos Caminos, 1 de Echévarri, 2 de Erandio, 1 de Gadácano, 1 de Guecho, 1 de Lamiaco, 1 de Las Arenas, 1 de Las Carreras, 1 de Luchana, 1 de Portugalete, 1 de Sestao, 1 de Valmaseda y 2 de Zorroza (N. del A.: se han respetado los nombres oficiales vigentes en la época).

Se realizaron tres eliminatorias y los cinco supervivientes de las mismas compitieron en una liguilla, que comenzó el 6 de febrero de 1938 y finalizó el 27 de marzo.

EQUIPO

PJ

PG

E

P

PUNTOS

Carmen de Baracaldo

7

4

3

0

11

Solocoeche Sport

6

3

3

0

9

AET de Bilbao

7

2

2

3

6

SEU de Guecho

6

0

1

5

1

Portugalete Chiqui

2

0

1

0

1

Esta clasificación se basa en los partidos realmente jugados por todos y cada uno de los cinco contendientes. No obstante, según criterio del Athletic, organizador del Torneo, al haberse retirado de la competición el Portugalete Chiqui, este quedaba fuera de la tabla clasificatoria y, así mismo, para la misma no se computaban los partidos jugados por dicho equipo. Hecha esta observación, la clasificación que se dio por válidamente definitiva fue la siguiente:

EQUIPO

PJ

PG

E

P

PUNTOS

Carmen de Baracaldo

6

3

3

0

9

Solocoeche Sport

6

3

3

0

9

AET de Bilbao

6

2

1

3

5

SEU de Guecho

6

0

1

5

1

El día 3 de abril de 1938 se jugó en San Mamés la final del torneo del que se proclamó brillantemente campeón el Carmen de Baracaldo tras derrotar al Solocoeche Sport por un abultado 6-1.

Por último, comentar que fue en este torneo donde destacó el neófito José Luis Justel Bollar, jovencísimo jugador al que alude en su artículo José Ignacio Corcuera. Acerca de su figura futbolística y su trágico destino en plena juventud hablaremos más tarde.

3.3.- Cierre de la temporada 1937-38 por parte del Athletic Club (Fuente: AIESTARAN, Carlos: Echevarría. Guardameta del Athletic Club (1938-1942). Bilbao,  Ediciones Beta III Milenio, S.L., 2001, pp. 155-157).

Con relación a la finalización de la temporada caben destacar los siguientes aspectos:

Primero: La decisión adoptada por la Junta Directiva de dar por terminada la temporada futbolística fue aplaudida por los medios de comunicación puesto que hacía ya tiempo que venían defendiendo tal forma de actuar por parte de los clubes de fútbol. A modo de ejemplo, veamos la opinión de José Val, expresada en su columna ‘Notas del Anochecer’ del vespertino Hierro en su edición del 6 de junio de 1938:

La temporada futbolística de la España nacional empieza, ¡afortunadamente!, a languidecer. Y decimos ¡afortunadamente! porque no se puede admitir el que a fines de junio se juegue al fútbol como se hacía antiguamente. No. ¡Tiene que desaparecer!

El amigo Mateos ya ha roto el hilo, y aplaude al Athletic porque da por terminada su temporada futbolística por este año. Y los demás clubs deben hacer lo mismo, y al que no quiera hacerlo, obligarle.

Desde mediados de septiembre, y esto lo más temprano, hasta mediados de junio, y esto otro lo más tarde, ya creo que se pueden dar patadas al balón. ¿No les parece, señores futbolistas?

La final de la Copa de las Brigadas de Navarra se juega el día 19 del corriente, (N. del A.: dicha final se aplazó al día 26 de junio), y luego a descansar hasta septiembre. Esto les conviene a todos; primero, a los jugadores, y luego al mismo fútbol.

Fútbol poco y bueno es mejor que mucho y malo, pues en este segundo caso, los jugadores se presentan en el terreno de juego hasta asqueados del balón. Así que ahora, en la España nueva, el deporte por el deporte, por lo que tiene de nuevo y nada más.

Segundo: Con motivo de la edición de un número extraordinario dedicado al primer aniversario de la ‘liberación’ de Bilbao a manos del ‘Glorioso Ejército Nacional’, don Luis Casajuana Curiel, el presidente del Athletic Club, a petición del crítico deportivo del vespertino Hierro, publica en el mencionado diario el día 20 de junio de 1938 el escrito siguiente:

Señor don José Luis Isasi. Crítico deportivo del diario HIERRO.-Bilbao.

Mi estimado amigo: Me pide usted que le exponga en unas cuartillas los hechos y los proyectos del Athletic durante los doce meses que llevamos incorporados a la España Nacional. Yo no sé escribir artículos y, además, el amigo Maza acaba de exprimirme con una ‘interviú’ y me ha dejado vacío, suponiendo que hubiese contenido algo.

Así es que voy a dar a usted algunos datos de los dos puntos cuya exposición me pide y, con ellos redacte el artículo, con la facilidad que tiene para estos menesteres, o haga lo que mejor le parezca.

¿Qué ha hecho el Athletic durante estos últimos doce meses? –me pregunta usted–. Vivir. ¿Le parece a usted poco en las actuales circunstancias que vive un Club de fútbol? (Si alguien le dice a usted que hay fútbol, no le haga caso). Llamo vivir a tener una Junta Directiva, un local para domicilio social, campo de fútbol, empleados que atiendan lo necesario y dar señales de vida. Todo ello, modesta, pero decorosamente. Y todo ello gracias a la generosidad de unos cuantos athléticos de verdad que aportan su cuota nada más para que el Athletic viva y pueda, tan pronto como haya fútbol oficial, exhibir por toda España su clásico juego, y con él reanudar sus tradicionales triunfos. Y me parece que no van a quedar defraudados.

El Athletic ha dado señales de vida organizando un campeonato ‘amateur’ de Vizcaya entre menores de 19 años, que nunca estuvieron federados. Terminado este campeonato formamos un equipo. Un conjunto. No once chicos u once mayores que se pusieron a jugar al fútbol, no; un equipo. Y, además, nuestro, del Athletic, porque el Athletic, y sus amigos descubrieron los jugadores que lo forman, y los juntaron, les aconsejaron y enseñaron.

Todos ellos, jugadores inéditos, con nombres desconocidos en el fútbol. No quisimos formar un equipo con jugadores conocidos –jugadores propios, del Athletic, se entiende, porque con ajenos ni pensar– porque era preciso retirarlos del puesto en que su deber con España los ha colocado. Y ese modesto equipo de chicos ha hecho un papel muy airoso jugando contra profesionales[5]

De otras cosas que ha hecho el Athletic no le doy detalles porque ya hemos hablado de ellas. Ha contribuido, modestamente, a la suscripción para el Tesoro Nacional (“N. del A: además de entregando los 145 trofeos que descansaban en las vitrinas del club”) organizando un partido entre selecciones nacionales, a Frentes y Hospitales, a Auxilio Social y, como consecuencia, al Subsidio pro-combatiente.

El Athletic tiene proyectado solucionar de una vez el asunto de su campo Torre Madariaga[6], instalándose definitivamente allí o en San Mamés, y tratar de aminorar los impuestos que podemos llamar fijos, no a los que gravan el espectáculo, es decir, a los que hay que pagar aunque no haya fútbol. Pretendemos que las Corporaciones Públicas, que siempre han tenido con el Athletic consideración y benevolencia, sigan teniéndolas y, además, le ayuden. Estos dos puntos, Torre Madariaga e impuestos, cuando acabe la guerra. Y la próxima temporada, en octubre, si no hay fútbol oficial, el Athletic hará lo necesario para que haya fútbol que interese. Los proyectos como usted ve, son muy bonitos: veremos las realidades.

Su buen amigo q.e.s.m., El presidente del Athletic.

Tercero: Por último el Athletic Club organizó para el día 20 de julio un funeral por sus caídos del bando nacional, ¡por supuesto! Así lo recogió Hierro:

En sufragio de las almas de los que murieron defendiendo a Dios y a España en los campos de batalla, y de los que fueron bárbaramente asesinados en cárceles y barcos, el Athletic Club de Bilbao ha organizado para mañana un funeral, que se celebrará en la iglesia de San Vicente Mártir de Abando, a las nueve de la mañana.

Rasgo simpático, muy propio del Athletic, ha sido este de acordarse de los que siempre estarán presentes en nuestro corazón, ya que murieron en defensa de su ideal, del mismo por el que estamos luchando todos los españoles.

Todos los socios del Club bilbaíno han de acudir mañana al funeral, testimoniando así el cariño que todos los españoles sentimos por nuestros héroes, y no sólo los socios, sino que todos los simpatizantes del Athletic, los que siempre le han sido fieles, acudirán a este acto simpático.

Socios asesinados[7]:

ALZAGA ITURRIZA, Juan; ARANA CHURRUCA, Álvaro; ABAITUA ARSUAGA, Felipe; CAREAGA URIGÜEN, Alfonso; CAREAGA, José Antonio; CUBILLAS URRUTICOECHEA, José; DÍAZ ROMERO, Joaquín; GONZÁLEZ CAREAGA Y URQUIJO, Adolfo (exalcalde de Bilbao); GOICOECHEA ARANA, Luis; IÑARRITU URIGÜEN, Julián; LANDECHO SALCEDO, Juan; MOLANO ASSO, Eduardo; OREGUI BEDIAGA, José Miguel; ORTIZ DE LA RIVA ARANA, Julián; SERRANO DE LA MATA, Pelayo; ZUBIRÍA SOMONTE, Gabriel de; ZUBIRÍA SOMONTE, Rafael de; ZUBIRÍA SOMONTE, Tomás de.

Muertos en el frente de batalla:

ASTIGÁRRAGA ECHÉVARRI, Enrique; BERGARECHE MARURI, Fernando[8]; SABAS VIVANCO, Ernesto; CASTELLANOS LEDO, Manuel; ECHEVARRÍA MARTÍNEZ-BAEZA, Manuel[9]; LACHIONDO ARECHAVALETA, José A.; MONTALVO OROVIO, José María (VII Conde de Macuriges); OLASO OLASO, Gonzalo.

Por todos ellos mañana se elevarán innúmeras oraciones al Todopoderoso.

4.- José Luis Justel Bollar:  Su carrera futbolística, su trágica desaparición en el frente[10]  e hipótesis del porqué tras su movilización no fue reinsertado a la vida civil

Al hilo de lo anteriormente  por José Ignacio Corcuera dice en su artículo [“(…). En ese contexto cuesta mucho, muchísimo, entender la desgracia del neófito José Luis Justel. ¿Por qué pereció en el frente, cuando sus compañeros apenas si oyeron silbar las balas a partir de 1938? Podríamos no averiguarlo nunca.”], tengo a bien ofrecer una teoría (no apoyada ni sustentada en ninguna prueba escrita) relativa a la desgracia del jovencísimo futbolista sestaoarra José Luis Justel Bollar. Tal teoría o, mejor dicho, hipótesis, anteriormente expuesta en el mencionado libro sobre el portero José María Echevarría Ayestarán, es la siguiente:

Tras los partidos de presentación en la sociedad futbolística del nuevo Athletic compuesto mayoritariamente por jóvenes jugadores seleccionados de entre los participantes en el Torneo Vizcaya y tras el descanso veraniego de 1938, comenzó nuevamente sus entrenamientos el día 2 de setiembre, a las órdenes del masajista Perico Birichinaga. Todos ellos estaban dispuestos a conseguir que el Athletic Club tuviera un equipo digno de su nombre.

[San Mamés, 26-06-1938. Equipo de ‘cachorros’ del Athletic. De pie y de izquierda a derecha: Manu Viar, Bertol[11], Eguskiza, Idígoras, Kirschner, Echevarría (estos tres últimos porteros), Larrazábal, Gamechogoicoechea y Lecue. Arrodillados y de izquierda a derecha: Lejardi, Díez, Saldaña, Nico Viar (hermano de Manu), Gardoy, Justel, Izaguirre y González (Fotografía cortesía de Garbiñe Bitorika Apeztegia, viuda de Echevarría).]

[San Mamés, 26-06-1938. Equipo de ‘cachorros’ del Athletic. De pie y de izquierda a derecha: Manu Viar, Bertol[11], Eguskiza, Idígoras, Kirschner, Echevarría (estos tres últimos porteros), Larrazábal, Gamechogoicoechea y Lecue. Arrodillados y de izquierda a derecha: Lejardi, Díez, Saldaña, Nico Viar (hermano de Manu), Gardoy, Justel, Izaguirre y González (Fotografía cortesía de Garbiñe Bitorika Apeztegia, viuda de Echevarría).]

[José Luis Justel Bollar. Nacido en Sestao el 9 de abril de 1920 y dado por desaparecido en acción de guerra durante la Batalla del Ebro en el frente de Gandesa el 10 de noviembre de 1938. Probablemente sea la última fotografía en la que aparece con la camiseta rojiblanca. (Fotografía cortesía de su sobrino Francisco Javier López Justel)].

[José Luis Justel Bollar. Nacido en Sestao el 9 de abril de 1920 y dado por desaparecido en acción de guerra durante la Batalla del Ebro en el frente de Gandesa el 10 de noviembre de 1938. Probablemente sea la última fotografía en la que aparece con la camiseta rojiblanca. (Fotografía cortesía de su sobrino Francisco Javier López Justel)].

Seguía retumbando, entretanto, el cañón en los campos de batalla, y Echevarría, como muchos de sus compañeros de equipo, fue movilizado. Si bien es cierto que este hecho tuvo lugar en el cuarto trimestre de 1938 y que aquel fue destinado, tras pasar una corta estancia en el cuartel de Garellano (Bilbao), inicialmente a Estella y, posteriormente, al Regimiento América con base en Pamplona, también lo es el hecho de que, incomprensiblemente, fue licenciado como lo demuestra su presencia en las alineaciones de los partidos jugados por el Athletic Club contra el Alavés en San Mamés el 12 de octubre de 1938, contra la Real Sociedad en Bilbao el 6 de noviembre de 1938, contra el Admiral Graf Spee en el mismo terreno de juego el 17 de noviembre de 1938, contra la Real Sociedad, también en San Mamés, el 6 de enero de 1939 y, por último, su participación en el Campeonato Regional que transcurrió en el periodo comprendido entre el 15 de enero de 1939 y el 4 de abril del mismo año. El hecho del licenciamiento casi inmediato se puede calificar de incomprensible, puesto que después de haber intentado obtener información de lo más documentados Archivos Militares del Ejército español, en ninguno de ellos se ha podido obtener respuesta a esa situación extraordinaria. Si entramos en el terreno de las hipótesis y damos por válidas, sin confirmación documental, puesto que en el Athletic Club no existe, o ha desaparecido, un archivo de correspondencia de aquella época, las declaraciones de su íntimo amigo Valentín Pomposo, corroboradas por Jesús Moragues  y otros compañeros de su quinta, lo que quizás pudo ocurrir fue lo siguiente: el Athletic Club, por iniciativa de la Junta Directiva y, seguramente, con la mediación del alcalde bilbaíno José Félix de Lequerica Erquiza[12] (cargo que ocupó desde el 19 de agosto de 1938 hasta el 29 de marzo de 1939), se dirigió personalmente al general Moscardó, quien fuera director, con el grado de coronel, de la Escuela Central de Gimnasia de Toledo y quien estuvo al frente de la defensa del Alcázar de Toledo durante el asedio de las tropas republicanas desde el 22 de julio hasta el 28 de setiembre de 1936, solicitándole el regreso a la vida civil de varios jugadores movilizados (entre ellos, Justel y Echevarría). Este último regresó y Justel, por el contrario, no. El hecho de que Echevarría pudiera reintegrarse a la vida civil y Justel no, fue resultado, casi con toda seguridad, del azar, del destino o del sino que cada uno llevamos escrito. En efecto, la quinta del 41[13], movilizada tanto por las tropas republicanas como por las nacionales, fue llamada obligatoriamente a filas por trimestres, perteneciendo Justel al segundo y Echevarría al cuarto. Este hecho de pertenecer al llamamiento del cuarto trimestre fue, casi con plena seguridad, lo que permitió que la situación favoreciera a Echevarría frente a Justel.” (Fuente: AIESTARAN, Carlos: Echevarría. Guardameta del Athletic Club (1938-1942). Bilbao, Ediciones Beta III Milenio, S.L., 2001, p. 30).

[Estella (¿octubre de 1938?). José Luis Justel junto a varios compañeros sestaoarras, pertenecientes a la quinta del 41 e integrantes del batallón ‘Arapiles’. Fila superior y de izquierda a derecha: Dámaso (¿), (¿) Susilla y Marcelino Atucha. Agachados y de izquierda a derecha: José Luis Justel y Juan Talavera. (Fotografía cortesía de Marcelino Atucha).]

[Estella (¿octubre de 1938?). José Luis Justel junto a varios compañeros sestaoarras, pertenecientes a la quinta del 41 e integrantes del batallón ‘Arapiles’. Fila superior y de izquierda a derecha: Dámaso (¿), (¿) Susilla y Marcelino Atucha. Agachados y de izquierda a derecha: José Luis Justel y Juan Talavera. (Fotografía cortesía de Marcelino Atucha).]

4.1.- A modo de homenaje a José Luis Justel Bollar

No quiero terminar es pequeño y resumido trabajo sin hacer un pequeño homenaje merecido a este joven futbolista desparecido trágicamente durante la Batalla del Ebro en el frente de Gandesa. ¡Y qué mejor para ello que recordar las palabras que su gran amigo Adrián Celaya Ibarra[14] le dedicó en el prólogo del libro que intenta recoger su corta pero rica biografía (Fuente: AIESTARAN, Carlos: Fútbol y Metralla. Homenaje al sestaoarra rojiblanco José Luis Justel Bollar (1920-1938). Bilbao,  Ediciones Beta III Milenio, S.L., 2003, pp. 19-21).

RECORDAR A JUSTEL

Aquella hecatombe que fue nuestra guerra civil segó la vida de muchas personas de nuestro entorno, amigos, compañeros de juegos o de trabajo, familiares… Quienes éramos jóvenes vimos desaparecer muchos amigos queridos, que se iban en la plenitud de su vida, en los frentes o en la barbarie de la retaguardia. Se fueron casi sin dejar huella, sin la oportunidad de que les despidiésemos, a veces sin más recuerdo que el de sus familiares más directos, llevándose sus ilusiones truncadas por la violencia. Tras su muerte les condenábamos a la gran injusticia del olvido.

Es posible que como espectadores no nos percatáramos de la terrible crueldad de aquella tragedia. Hoy pienso con frecuencia que nuestro mundo, y nuestra vida serían muy distintos si no se hubiera privado del derecho a vivir a muchos de los nuestros, y algunos de entre los mejores. Cada muerte hacia peor nuestra sociedad. ¿Qué hubiera sido de ella con las aportaciones de tantos jóvenes inteligentes y emprendedores a los que no les dimos ninguna oportunidad?

En este libro se recuerda a uno de los caídos injustamente, que además fue mi amigo. José Luis era un futbolista, y también mucho más, era una persona a la que yo conocí y traté. El futbolista estaba preparado para dar vida a una nueva promoción del Athletic de Bilbao que iba a relevar al equipo exiliado; pero la persona, aquel muchacho inquieto e inteligente, iba a crear un ámbito de trabajo, seguramente una familia, e iba a hacer sentir el peso de su personalidad, pues estaba dispuesto a aportar su esfuerzo a una sociedad nueva. Esa sociedad, que nunca vimos hecha realidad, era el mundo nuevo con el que se nos había dejado soñar en los años de democracia, en nuestros años de jóvenes casi adolescentes.

No sé cuál pudo ser la razón de que Justel se acercara tanto a una persona como yo. Casi siempre lo encontraba en Baracaldo, lugar de paseo y de expansión para la muchachada de Urbinaga y Simondrogas, y aunque nos reíamos mucho, siempre terminábamos, José Luis y yo, en una larga charla mano a mano. Hablábamos de fútbol, por supuesto, pero también de muchas otras cosas, del sentido que tenía la guerra, de la que teníamos una visión muy negativa, de chicas, de chicas, de nuestros proyectos, de casi todo. Yo había terminado los estudios del Plan Profesional del Magisterio, estaba convencido de que la educación debía ser un gran factor de avance social, y estoy seguro de que Justel me tuvo que soportar algunas reflexiones sobre el tema, sin que recuerde que nunca le cansara.

Antes de aquel verano de 1938 fui movilizado, pese a mis esfuerzos por impedirlo, y no regresé a Sestao hasta los últimos días del año, gracias a un permiso de convalecencia. Allí me dieron la triste noticia. ¡José Luis Justel había desaparecido en acción de guerra!

¡Desaparecido! Es una terrible palabra, pero a diferencia de otras más terminantes, no cerraba la puerta totalmente a la esperanza. Pudo caer prisionero, pudo haber desertado ¿quién sabe? Los amigos comentábamos estas posibilidades en las que queríamos confiar porque Justel con su extrema juventud se nos había convertido en una figura grande. Pero no dejábamos de temer lo peor.

Supongo que la duda fue una tortura para los suyos. Y también fue tortura vivir imaginando lo peor, el dolor de no saber dónde, cuándo ni cómo aquel joven de tanta vitalidad había sido abatido en aquella absurda guerra.

Cuando la guerra acabó, me encontré en Madrid como estudiante el día en que llegó el Athletic nuevo, el de los jóvenes valores dispuestos a luchar en Chamartín con un equipo veterano. No sé porqué (sic) quería yo imaginar entre aquellos chicos de rojo y blanco que peleaban sobre el césped, la sombra de mi amigo Justel, y hasta pensaba que quizá hubiera podido impedir la derrota. Al terminar, mi amigo Ellacuría y yo quisimos ver a los jugadores y llegamos hasta los vestuarios, algo que hoy sería imposible, para visitar a los jóvenes vencidos que nadie podía imaginar que pocos años después iban a ser un equipo de campeones, y vimos allí, abatido, triste entre sus compañeros, al simondrogués Panizo, otro sestaoarra que iba a ser una gran figura del Athletic, y que también aquel día de la derrota se había hecho notar. No teníamos muchas palabras para animar a nadie y dudo de que nuestra presencia sirviera de aliento a aquellos chicos que no estaban dispuestos a dejarse vencer por el miedo. Me desazonaba pensar que allí faltaba Justel.

Haciendo un gran esfuerzo para rescatarlo nos presenta Carlos Aiestaran una reconstrucción de la vida de este amigo. De alguna manera el papel escrito rescata la memoria de alguien que no debió morir. Es un grito de reivindicación frente al olvido. Me dolía que el nombre de Justel se fuera quedando en la memoria de unos pocos y que buena parte de la afición atlética no tuviera noticia de él. Este libro trata de hacer justicia.

Recuerdo las imágenes de la guerra carlista que mi abuelo me trasmitía siendo niño y me pregunto: ¿Serán esta muerte y destrucción de miles de jóvenes, las matanzas de nuestras guerras civiles, la suerte negra de nuestro pueblo? Y al recordar nuestra infantil indiferencia por los viejos carlistas, se rebela mi espíritu porque no quiero que aquellos amigos de nuestra guerra, compañeros míos, aquel Justel, y Mendiola y Ugarriza y Cachaza y González Esnarrizaga sigan siendo proyectos de vida frustradas.

El barrio que alguien señaló con el extraño nombre de Simondrogas, en homenaje, a un droguero, ha sido cantera de futbolistas desde los tiempos de Paulino “Cuatro Pelos” que cuando yo era niño fue portero del Athletic de Madrid hasta Panizo, Venancio, Urra, etc.; pero en mis propias vivencias no me puedo olvidar de mi amigo Doro[15], que afortunadamente sobrevive, tras una vida sencilla y honesta, y que derramó por todas partes alegría y camaradería. Lo traigo aquí porque siempre lo he puesto al lado de Justel, y me gusta pensar que los dos fueron amigos cordiales de una persona como yo, tan poco hábil para nada y menos para jugar al fútbol. Alguna veces en nuestros días de niñez hemos peloteado junto al puente de Simondrogas o en “las tortas” que era un campo más amplio, y mientras yo admiraba sus movimientos, ello sonreían ante mis torpezas. Pero todos fuimos entusiastas del “Kaiku”[16] y del Athletic.

Al recordar a Justel estoy abrazando también a aquel barrio, que yo tenía frente a la ventana en mi casa de Urbinaga, el barrio de mis amigos de niño y de joven, de las regatas de traineras, la cuna de un grupo importante de futbolistas. [FOTO 4: Justel antes de ser movilizado] Un barrio humilde que no atrae a los turistas, repleto de gente que en mis tiempos vestía de mahón, pero que dio muchos hombres de bien, no solamente futbolistas, sino hombres expertos y honrados que por todo el mundo dejaron la huella de su buen hacer.

Agradezco a Carlos Aiestaran que haya fijado su mirada en este importante lugar de mi infancia, hoy en clara decadencia, y sobre todo, le agradezco que al hacerlo se haya llenado de comprensión para unos hombres y un barrio que vivían en la pobreza pero tenían el alma llena de generosidad.

Justel06

[Carteles informativos de las fiestas del barrio de Simondrogas (VII Bajada) en homenaje al Athletic Club en sus bodas de brillante]

[Carteles informativos de las fiestas del barrio de Simondrogas (VII Bajada) en homenaje al Athletic Club en sus bodas de brillante]

Notas aclaratorias:

[1]: D. Emilio Serrano Jiménez, General de Brigada en situación de reserva, nombrado en Burgos el 16 de agosto de 1937, Segundo Año Triunfal, por S. E. el Generalísimo de los Ejércitos Nacionales, según certifica el General Secretario Germán Gil Yuste. (BOE, 17 de agosto de 1937, nº 30).

[2]: El día 11 de noviembre de 1937 se hace público en la prensa bilbaína el reconocimiento por parte de la FIFA de la Federación Nacional de Fútbol a través de un artículo del que se puede extraer lo siguiente: “…. Afortunadamente, como era de justicia, la F.I.F.A. en su última reunión resolvió el asunto a nuestro favor, reconociendo a la Federación Nacional como legítima, y siendo ella, y nadie más que ella, la que tiene el control de los equipos y de los jugadores de la España liberada. En el Presidente de la F.I.F.A., M. Rimet francés y en los delegados Mauro italiano y Bauwens alemán tuvo España unos magníficos defensores de la justicia y de la legalidad. ….

El día 14 se vuelve a incidir en la noticia, pero esta vez a través de un artículo titulado La F.I.F.A. y España: “Tarde o temprano la verdad y la justicia siempre salen adelante. Otra victoria, ¡una más!, acaba de alcanzar la España de Franco en el mundo internacional. La F.I.F.A., la Federación Internacional de Fútbol, acaba de reconocer a la Federación Nacional, que reside en San Sebastián, concediéndole autorización para concertar partidos internacionales. Bueno, hemos dichos partidos internacionales, pero verdaderamente no es así, ya que lo que nos ha concedido la F.I.F.A. es autorización para concertar partidos con otras naciones pero sin darles carácter de internacionales; es decir, todo es un juego de palabras, ya que podemos jugar con Portugal, Italia y Alemania, si bien no podemos llamar a esos encuentros internacionales. Ahora que podemos decir aquello de… y ‘en siendo de Zaragoza, que me llamen como quieran’. Los argumentos expuestos por nuestros delegados han sido tan claros que los señores que forman el Comité Ejecutivo de la F.I.F.A. han reconocido enseguida a nuestra Federación. Pleno dominio sobre aquellos jugadores y equipos de la España liberada tiene la Federación Nacional que reside en San Sebastián. No nos ha sorprendido la noticia, pues sabíamos cómo pensaba Mr. Rimet, presidente de la Federación Internacional, pero no por eso ha dejado de alegrarnos la buena nueva. Y todo lo que tiene de excelente para nosotros la noticia, la tiene de mala para los rojos, que de día en día van perdiendo lo poco que tenían si es que ‘El Feo’ les dejó algo en la caja. En el mundo deportivo el reconocimiento de la Federación Nacional, de residencia en San Sebastián, se ha comentado y elogiosamente, por cierto, si bien es verdad que varios diarios, incluso de izquierdas, al hablar de las cuestiones deportivas de España, solo hacían referencia a la nuestra, no citando para nada a la de Valencia. Después de este acuerdo, que ya empieza a colmar nuestras ilusiones, no completas aún, pues aún queremos más, según nuestro lema de España Una, Grande y Libre, la Federación Nacional tiene ya atribuciones para concertar partidos con quién crea oportuno. Desde luego, al tomar esta decisión, la F.I.F.A. no ha hecho más que obrar en justicia, dando cumplida satisfacción a los españoles que seguimos a Franco, a los españoles que amamos de verdad a nuestra Patria y la deseamos su engrandecimiento, preocupándonos de la guerra y de la paz, pues queremos que las dos victorias vayan unidas. La España nueva empieza su nueva era futbolística nacida con el partido del día 21 en Vigo y lo hace por derecho propio, una vez reconocida por la más alta autoridad futbolística mundial su legitimidad.” (Fuente: José Luis Isasi. Diario Hierro de 14 de noviembre de 1937).

[3]: Máximo mandatario del Athletic Club en el periodo (1935-1943), presidió toda la carrera deportiva de Echevarría y con él mantuvo una gran amistad personal. José María Unibaso, ‘Joma’, escribió sobre él lo siguiente: “…de la nada –e injustamente vejado, incluso falto al fin de la unidad en su directiva, excepto dos– es la figura más efectiva y grande de presidentes que ha tenido el Athletic. Yo sé bien de aquellos momentos. Tras empezar de cero, cuando la Copa y la propiedad de la Liga se conquistaban con el quinto título conseguido, hubo de abandonar la nave, pero ya ésta, dispuesta a navegar y triunfar por sí sola. Juanito Urquizu, que había intervenido como jugador en los Campeonatos anteriores al 36, había de ser como entrenador en el 43 quien llevase en propiedad la Copa al club.” (Fuente: Prólogo a la primera edición de Historia del Athletic: Caso único en el fútbol mundial [L’Equipe], de Enrique Terrachet).

[4]: Sevilla, 17 de mayo de 1909-Madrid, 25 de octubre de 1986. Portero internacional del Sevilla. Se le conoció con el sobrenombre del ‘Ángel Volador’. Debutó en Sevilla en el año 1922 con tan sólo 16 años. Medía 1,75 m pero saltaba más de 2,10 m. Marcó toda una época en el Sevilla, F. C. Combatió en la guerra civil española en el cuerpo de la Legión con el rango de oficial siendo herido en numerosas ocasiones. Terminada la guerra, abandonó la carrera deportiva para insertarse como profesional en el Ejército, siendo, posteriormente, seleccionador nacional, sustituyendo a Pablo Hernández Coronado.

[5]: Para más información sobre este tema puede consultarse AIESTARAN, Carlos: Echevarría. Guardameta del Athletic Club (1938-1942). Bilbao,  Ediciones Beta III Milenio, S.L., 2001, pp. 141-148).

[6]: Para más información sobre este tema puede consultarse el artículo Torre-Madariaga, un sueño imposible, escrito por el ya fallecido en Bilbao el año 2006 Alberto Bacigalupe Sologuestoa (periodista deportivo vasco, especializado en fútbol y ciclismo) y recogido en el blog del exsenador Iñaki Anasagasti Olabeaga (https://ianasagasti.blogs.com/mi_blog/2014/03/torre-madariaga-un-sueño-imposible.html).

[7]: La mayor parte de ellos, si no todos, fueron vilmente asesinados de forma sumarísima en venganza por los bombardeos aéreos facciosos sobre poblaciones vizcaínas como Bilbao y Durango y por el terrible ‘pecado’ de ser presuntos simpatizantes del bando nacional debido a su militancia política (carlista, monárquico, …). Los vergonzosos hechos sucedieron en los buques-prisión Altuna Mendi y Cabo Quilates, teniendo este último el ‘honor’ de ser asaltado en dos ocasiones casi consecutivas: la primera, el 25 de septiembre de 1936 por milicianos incontrolados y, la segunda, el 2 de octubre por marineros republicanos del acorazado Jaime I. Los que no sucumbieron el 4 de enero de 1937 en los buques lo hicieron en cárceles o edificios habilitados como tales en El Carmelo, Los Ángeles Custodios (¡qué ironía!), Larrínaga, La Galera, etc. o, en actos de venganza, como sucedió con la familia Zubiría Somonte (Tomás Zubiría y su mujer María Somonte, tuvieron once hijos de los que siete sobrevivieron a su padre, pero solo quedaron tres tras las Guerra Civil, porque cuatro fueron asesinados en la misma: a excepción de Tomás, que fue asesinado en el buque-prisión Altuna Mendi, los otros tres, Gabriel, Rafael y Pedro (parece ser que no era socio del Athletic Club), así como la mujer de éste Ana María Garnica, murieron asesinados el 16 de junio de 1937, día de la ‘liberación’ del municipio de Getxo.

[8]: Fernando Bergareche, hermano de Luis Bergareche Maruri (autor del primer gol de los rojiblancos en la historia de la Liga [febrero del 29] en el partido disputado en Atocha contra la Real Sociedad, partido que acabó con empate a uno) y excelente jugador de fútbol. Nació en Erandio (Bizkaia) el 25 de mayo de 1916. Militó en el Guecho y fue fichado por el Athletic Club poco antes del ‘Alzamiento Nacional’ no llegando a debutar en el equipo rojiblanco. Fernando murió en acto de combate en el frente de Archanda el día 14 de junio de 1937.

[9]: Manuel Echevarría Martínez-Baeza. Nacido en Bilbao el 20 de febrero de 1916 y antiguo jugador del Athletic Club. Formó parte de la plantilla del equipo, en calidad de suplente, durante la temporada 1935-36. Era requeté del Tercio de Nuestra Señora de Begoña y murió en tierras levantinas a la edad de 22 años el día 13 de mayo de 1938.

[10]: Para más información pueden consultarse:

1.- Aiestaran, c. (2019, 1 de enero). Breve historia del futbolista rojiblanco José Luis Justel Bollar (Sestao, 1920-Gandesa,1938). Cuadernos de Fútbol. Recuperado de http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2019/01/breve-historia-del-futbolista-rojiblanco-jose-luis-justel-bollar-sestao-1920-gandesa1938/ (FUENTE:

AIESTARAN, Carlos: Fútbol y metralla. Homenaje al sestaoarra rojiblanco José Luis Justel Bollar (1920-1938). Bilbao,  Ediciones Beta III Milenio, S.L., 2003.

[11]

  Roberto Bertol, capitán del Athletic Club en la posguerra, falseó la fecha de nacimiento poniéndose un año menos para poder jugar el torneo amateur del Athletic Club. Según las normas del torneo tan sólo podían participar muchachos mayores de quince y menores de diecinueve y Bertol, a la vista de su partida literal de nacimiento, nació en Lizarza (Guipúzcoa) el día 2 de diciembre de 1917, siendo inscrito en el registro civil de la citada localidad al día siguiente. Por lo tanto, cuando se inscribió estaba a punto de cumplir los 20 años. Se consideraba bilbaíno por los cuatro costados desde que a los tres años le trajeran a esta capital.

[12]: (Bilbao, 30 de enero de 1890-Guecho, 9 de junio de 1963) ​ fue un político y diplomático español, alcalde de Bilbao y ministro de Asuntos Exteriores durante el primer franquismo. Para más información, véase: (https://es.wikipedia.org/wiki/José_Félix_de_Lequerica).

[13]: En abril de 1938 las autoridades de la República movilizaron a los jóvenes que, en circunstancias normales, deberían haber entrado en quintas en 1941: la llamada quinta del biberón. Se trataba de intentar salvar a Cataluña, sobre la cual convergían los ejércitos de Franco. Tres meses después, estos jóvenes de 18 e incluso de 17 años entraban en combate en la encarnizada batalla del Ebro. El otro bando también movilizó a sus jóvenes, pero apenas entraron en combate. (recuperado de https://elpais.com/diario/1983/10/09/espana/434502020_850215.html).

[14]: (Baracaldo, 1917-Bilbao, 18 de octubre de 2015) ​ fue un jurista y catedrático universitario español, especialista en derecho foral vasco y derecho autonómico, que llegó a ser miembro del Consejo General del Poder Judicial. Para más información, véase: (https://es.wikipedia.org/wiki/Adrián_Celaya_Ibarra)-

[15]: Nació en Sestao el 22 de abril de 1916 y comenzó a jugar, sin estar federado, en el Kaiku de Abajo (Sestao) y de ahí pasó al Sestao Sport, equipo en el que permaneció durante las temporadas 1932-33 y 1933-34. En la temporada 1934-35 fue fichado por el Athletic Club pero la suerte no le acompañó. Enfermó de la pleura y permaneció año y medio sin jugar, periodo de tiempo en el que estuvo reponiéndose en Alegría-Dulantzi (Alegría de Álava). Reincorporado al equipo bilbaíno en la temporada 1935-36, debutó el 15 de marzo de 1936, su único partido como rojiblanco, en el partido Valencia-Athletic que terminó con empate a un tanto. Al estallar la Guerra Civil se alistó como voluntario en el Batallón Gordexola a las órdenes del comandante Luis Urkullu. Tras la retirada del batallón del frente de batalla, éste se entregó en Baracaldo a las fuerzas nacionales, siendo internado en la cárcel del Carmelo en Begoña donde permaneció tres o cuatro meses. Una vez libre, ingresó en la Naval y en la temporada 1938-39 jugó en el Glorioso Deportivo Alavés. Finalizada la guerra (y tras ser represaliado) fichó por el Zaragoza, junto con Urbano Ruiz Bilbao, también de Sestao, permaneciendo en este equipo durante las temporadas 1940-41 y 1941-42. De aquí pasó al Baracaldo-Altos Hornos –anteriormente denominado Baracaldo-Oriamendi–, equipo en el que permaneció ocho temporadas consecutivas. Mientras, la directiva del Baracaldo le encontró una colocación en Altos Hornos, empresa en la que trabajó hasta su jubilación. Obtuvo también el carnet de entrenador, estando bajo su dirección técnica, entre otros, los equipos de Sestao. Portugalete, Santurce y Deusto. También fue secretario de la Sociedad Kaiku de Remo. Falleció a la edad de 89 años en la Residencia de Barrika (Bizkaia) el 25 de octubre de 2005, prácticamente dos años después de la presentación del libro dedicado a su amigo Justel y prologado por Adrián Celaya.

[16]: El Club Deportivo de Remo Kaiku es un club polideportivo fundado el 22 de diciembre de 1923​ en el barrio de Simondrogas, en la localidad vizcaína de Sestao. Su fundador y primer presidente fue Pedro Barrondo Garay. Debe su fama a su sección de remo, inaugurada en 1925.




Piterman, un puntillero iconoclasta

Hubo una vez un príncipe encantador, capaz de decir a casi todo el mundo lo que quería escuchar. Y como suele ocurrir con los príncipes, parte de la ciudadanía, los medios de difusión e incluso quienes atesoraban llaves de cajas fuertes, se sintieron tentados a creer en él. Pero ese príncipe en realidad no era tal. Por las noches, sobre todo si deflagraban los truenos o tamborileaba la lluvia en los ventanales, se transformaba ante el espejo en su auténtico yo:un sapo gris, torpe y fuera de sitio.

Así podría empezar la historia de Dimitri Piterman, como un cuento al revés, sin hadas ni princesas compasivas dispuestas a redimirle mediante el beso.

Natural de Odessa, Ucrania (18-XII-1963), con 14 años se trasladó a los Estados Unidos, donde amén de obtener una beca en la Universidad californiana de Berkeley merced a sus condiciones atléticas -salto de longitud y triple salto-,amasó un capital dedicándose al negocio inmobiliario. Había cumplido los 35 cuando, instalado en la Costa Brava, asumió primero la presidencia del Tossa (encuadrado en categoría Regional), y acto seguido la del Palamós por el expeditivo procedimiento de avalar sus deudas. Corría el año 1999, la entidad, no mucho tiempo antes militante en 2ª División, se hallaba varada en 3ª con una buena vía de agua y sin apenas marinería. Piterman, claro está, se presentó como salvavidas, entre promesas utópicas o extravagantes: “Confío en subir a Primera”, dijo. Obvio brindis al sol, si se tiene en cuenta que la localidad gerundense disponía tan sólo de 14.000 habitantes. Además la 3ª era entonces, y continúa siéndolo hoy, un pozo hondo que a casi nadie parece interesar.

Su primera medida resultó tan drástica como incongruente: destituir al entrenador tres días antes de que la campaña arrancase. Adiós pretemporada. Adiós planes y proyectos, mecanismos y métodos. Cuando sus contrincantes creían estar ya engrasados, al conjunto ampurdanés le tocaba volver a empezar desde cero.

Poco más tarde comenzó a construir un complejo hotelero mediante desembolso de 1.200 millones de ptas. (7.230.000 euros), así como un club deportivo con gimnasio y piscina, al tiempo que residencia para los futbolistas. Buscaba así, según comentó, más complicidad en el conjunto, un mejor clima, producto de la confraternización, y amplias dosis de empatía. Lujo asiático para la cuarta categoría de nuestro deporte nacional, cuyo beneficio parecía incuestionable a tenor de cuanto los muchachos iban a acreditar sobre el césped.

En el Palamós de 1999-2000 jugaba el atacante santanderino Jesús Gómez de Cos (26-X-1968), trotamundos sin muchos galones que a lo largo de 12 años había vestido las camisetas de la Gimnástica, Marina Cudeyo, Racing de Ferrol, Baracaldo, Xerez, Numancia, Murcia, Pontevedra y Noja. Era uno de los más veteranos en el elenco gualdiazul, y quizás por ello, porque la veteranía siempre es un grado en cualquier vestuario, porque acercándose el momento de colgar las botas quién más y quien menos suele buscar algún clavo al que agarrarse, debido al carácter gregario del futbolista o simplemente porque a Piterman le cayó bien, patrón y pupilo acabaron congeniando. Después de todo, en alguien debía apoyarse quien sin saber mucho de tácticas y sistemas parecía empeñado en dirigir desde el banquillo a su equipo.

Dimitri Piterman durante sus días de vino y rosas, con el Palamós ascendido a 2ª B y aclamado en Santander como redentor del Racing.

Dimitri Piterman durante sus días de vino y rosas, con el Palamós ascendido a 2ª B y aclamado en Santander como redentor del Racing.

Finalizado el ejercicio 99-2000, Chuchi Cos se enroló en el Tropezón de Tanos, desde donde habría de regresar a la Costa Brava. Aquella campaña, la correspondiente a 2001-02, resultó especial para el Palamós y la dupla Piterman-Cos. Porque durante la misma, el antiguo atleta tomaba su gran decisión, destituyendo al técnico Quique Yagüe, poniéndose el chándal para dirigir cada entrenamiento y dirigiendo al equipo desde el banquillo los domingos, con ayuda de Cos. Yagüe aseguró públicamente romper su carnet profesional si los ampurdaneses acababan entre los diez primeros con el dúo a la batuta. Tanto a él, como a muchos técnicos y parte del público, le costaba entender que Federación y Colegio de Entrenadores consintiesen la presencia en el banquillo de un intruso, contraviniendo normativas. ¿Para qué servían los exámenes y el título de entrenador, a santo de qué meses dedicados al estudio y la evaluación cotidiana, si cualquiera podía hacer de su capa un sayo exhibiendo la chequera. Pero Yagüe hubo de tragarse su orgullo cuandoel Palamós se encaramababrillantemente a 2ª B. Éxito,al parecer, fraguado en un ambiente distendido y con rotaciones semanales, que llevaban al colectivo a sentirse partícipes del sueño.

Dimitri Piterman, entonces, vivió sus primeros minutos de gloria al ser reconocidodesdelas páginas de “Don Balón” (Nº 1362, noviembre de 2001), con entrevista y reportaje. Algo raro con respecto a la 3ªDivisión, quede claro, máxime si consideramos la distribución nacional de esa revista hoy desaparecida y entonces referente en la materia.El estadounidense nacido en Ucrania se presentaba como hombre resuelto y con ideas claras, ambicioso, tozudo y en cierta medida innovador. Lógicamente, también aprovechaba el mediopara justificar su osadía de técnico advenedizo, aunque muy a su manera: “Creo que los entrenadores deben actuar como presidentes”.

Curiosa forma de volver el calcetín del revés, pues lo que él hacía no era otorgar más responsabilidades a un técnico titulado, sino descender él mismo  hasta el banquillo, como propietario, e impartir órdenes.

Resultaba obvio que el Palamós iba a quedársele corto muy pronto. Los tiburones, ya se sabe, no suelen contentarse con modestas sardinas. Y él acechó la oportunidad, hasta descubrirla en un Racing a punto de evaporarse.

Allá por noviembre y diciembre de 2002, el máximo accionista del club cántabro, Santiago Díaz, no estaba por la labor de presentar más avales ante Caja Cantabria. Tampoco parecía remangarse ninguna empresa local, asumiendo de buen grado alguna inyección económica o prestándose a patrocinios poco rentables, vistoel asunto desde la pura ortodoxia publicitaria. Así las cosas, no parecía descabellado que la crisis desembocara en disolución social. Entonces apareció Piterman, dispuesto a hacerse con el 24 % de las acciones de Díaz, a cambio de carta blanca en el consejo de administración y control absoluto sobre la entidad, con poderes ejecutivos. Díaz, además, colocaba a última hora otro 10 % de su paquete a Nuga S. A., compañía propietaria de los supermercados “Lupa”.

Quienes estuvieron presentes en aquella Junta de Accionistas no olvidarán tanto suspense. La apertura de sesión sufrió una demora de 25 minutos, mientras se redactaba a toda prisa un documento firmado por Caja Cantabria para aceptar los avales de Dimitri Piterman y Santiago Díaz, así como la reducción de consejeros (de 11 a 10). Luego tanta incertidumbre contenida se tradujo en aceptación de todo por unanimidad. Y a partir de ahí, los discursos, el derroche de fantasías y un protocolario intercambio de flores:

“Dimitri viene a trabajar para hacer un Racing grande, que luche por la Liga y la Champions -aseguró Santiago Díaz-. Porque este joven valiente, al que nadie ha regalado nada, que arriesga y cree en algo, que apuesta por ello y ante el que hay que quitarse el sombrero porque no es fácil invertir en una sociedad de fútbol, ha elegido el Racing para nuestra fortuna”.

Piterman replicó que mantenía un especial cariño por el pueblo de Santander desde que ultimase allí su puesta a punto para los Juegos Olímpicos de Barcelona´92 -en los que por cierto no llegó a intervenir-, y donde nació uno de sus hijos. Ya en el terreno de los propósitos aseguró concentrarse en servir a los socios, a los jugadores y a los empleados del club, anticipando su intención de apostarpor la entidad al cien por cien:

“La mayoría de los presidentes son empresarios con muchas obligaciones y sin tiempo para hacer dos cosas a la vez. Por eso no salen bien los planes. Yo voy a replantear mis negocios, porque esta empresa es complicada y necesita mucha atención”. Dimitri Piterman y Santiago Díaz, inmortalizando el traspaso de poderes. Acababa de sonar para el Racing el pistoletazo de salida en una loca carrera hacia el desastre.

“La mayoría de los presidentes son empresarios con muchas obligaciones y sin tiempo para hacer dos cosas a la vez. Por eso no salen bien los planes. Yo voy a replantear mis negocios, porque esta empresa es complicada y necesita mucha atención”.
Dimitri Piterman y Santiago Díaz, inmortalizando el traspaso de poderes. Acababa de sonar para el Racing el pistoletazo de salida en una loca carrera hacia el desastre.

El Racing de Santander cerraba un diciembre de 2002 tenebroso, para encarar enero de 2003 con satisfecha tranquilidad. Al menos así pensaron los accionistas minoritarios, la prensa local, el aficionado de oídas, los socios y casi todos los portavoces de peñas.

El ascenso deportivo y social de Dimitri Piterman pronto tuvoconsecuencias en el Palamós, puesto que otorgaría la representación simbólica de sus acciones a Robi, entrenador, y Jordi Condom, eterno capitán del conjunto, hoy técnico en el campeonato belga. Desde la población catalana también llegaron ecos discrepantes. Junto a quienes veían su salida con alivio después de tanto personalismo, pérdida de masa social y falta de identificación, se alineaban defensores a capa y espada. Éstos, particularmente, concentrados en peñas. “Seguro que seguirá apoyándonos, porque lo ha prometido. Con él no hay términos medios, lo sé. O se le ama o se le odia. Pero yo le pondría un 11 sobre 10”, sentenció el presidente de la ampurdanesa Peña Sant Antoni.

De aquella Junta de Accionista santanderina salieron también ciertas pautas a medio hilvanar, que en un primer momento apenas suscitaron atención. La posibilidad de que Piterman se convirtiese en el primer presidente del Racing con sueldo, y unavoluntad no oculta de trasplantar métodos experimentados en Palamós. Dicho más claramente, ejercer como entrenador, pesara a quien pesase.

Manolo Preciado fue, por lo tanto, el primero en caer. “Me ofrecieron seguir en el club, dedicado a las categorías inferiores o con cualquier otro cargo a mi conveniencia. Pero ya había expuesto a Piterman en su momento que ninguna de esas opciones entraba en mi cabeza”, justificó ante la prensael antiguo defensa cántabro, convertido en novel, aunque exitoso primer entrenador, durante su comparecencia de despedida. Y para disipar cualquier duda,  concretó: “Tengo clara cual es mi parcela de responsabilidad, y sobre ese punto nada cabe negociarse. Por eso lo mejor era buscar una solución. Él pretendía intervenir en decisiones técnicas. A eso se debe mi marcha del club”.

Preciado acababa de firmar un trabajo excelente y la plantilla lo adoraba. Lo habitual suele ser que en tiempo de terremotos cualquier loa al pasado llegue “of the record” o envuelta en la sordina de Louis Armstrong. Pero por una vez, varios jugadores del Racing dieron la cara. “Estamos tristes, porque para nosotros Preciado fue casi un padre durante estos seis meses -dijo el guardameta Ceballos-. Su comportamiento ha sido extraordinario, muy digno de alabar”. Ismael Ruiz también fue claro: “Por supuesto que la plantilla está afectada. Nosotros estábamos muy conformes con el trabajo que veníamos haciendo”. Al ucraniano le llovieron críticas desde muchos medios estatales y algunos cántabros. Era personaje buscado, perseguido casi por los medios, porque constituía noticia de alcance, fuere para reírle las gracias o poniéndolo a escurrir. José Ramón de la Morena hasta le colgó el teléfono en plena entrevista sostenida para El Larguero, programa estrella en la franja nocturna de la cadena SER. J. J. Santos, desde Antena 3, más que con guante blanco se despachó a gusto enfundándose los de boxeo. “Éste sobra del fútbol”, tituló “Marca” en portada un jueves, con tipografía de cuatro cuerpos, sobre una foto del mandamás vistiendo chándal y sentado sobre un balón en las instalaciones de entrenamiento. El deportivo madrileño añadía en subtítulos: “Estoy más cómodo en el banquillo que en el palco”. “La L.F.P., impotente; los técnicos claman y Cos pone el carnet”.

Manuel Preciado. Su dignidad y respeto por la profesión de entrenador le impidieron someterse al dictado de un arrollador Piterman.

Manuel Preciado. Su dignidad y respeto por la profesión de entrenador le impidieron someterse al dictado de un arrollador Piterman.

Chuchi Cos de nuevo. Su amigo y mano derecha en el Palamós, volvía a servirle de palafrenero. Al menos hasta donde buenamente podía, porque en lo tocante a la acidez y crudeza de bastantes medios, cualquier capotazo hubiera resultado inútil.

Desbordado por los acontecimientos, al director general, presidente, accionista y entrenador fantasma del Racing, sólo se le ocurrió ampararse en una maniobra de distracción, filtrando al “Diario Montañés” la falsa noticia de unos contactos muy avanzados con el goleador brasileño Romario, como primer refuerzo de un Racing cuyas aspiraciones pasaban ineludiblemente por los títulos de Liga y Champions. Intento vano e infantil,pues cualquiera sabe que hasta las escobas pueden disparar con postas si las carga el demonio. Cuando los representantes del internacional carioca desmintieron cualquier aproximación, Piterman quedó desnudo y como mentiroso, amén de en muy mal lugar con los informadores de la región cántabra, a quienes la filtración había dolido por desleal, interesada e innoble, al evidenciarse trato de favor. Acababan de descubrir al trilerillo casposo, ocultado el guisante entre los dedos.

Mientras tanto, la afición pasaba del astro que no venía a los refuerzos que si llegaban, éstos procedentes de la modesta 2ª División B. Así podía empedrarse bien el camino hacia la Champions.

Pese a todo, nuestro hombre seguía engañando a los más despistados. Porque ciertos informadores se hacían eco de un magnífico ambiente en vestuarios: “Todo allí es distensión y familiaridad. No quiere que sus jugadores le llamen de usted. Prefiere míster, presi, Piterman o Dimitri”. Los había que hasta cacareaban como gallinas cluecas el “innovador método de preparación física”, consistente en “sesiones sobre la arena de El Sardinero, como resultado de las cuales el futbolista sale fortalecido y la afición puede ver que se lo están currando de verdad”.

Mal andaba de conocimientos quien así escribía, pues lo de entrenar en la playa, no ya sobre la arena, sino con agua hasta las rodillas, debió nacer sobre los años 30 ó 40 del siglo XX. Y por cuanto respecta a España, los Igartua, Larrauri, Uriarte, Aranguren, Betzuen, Zugazaga, Echeverría, Sáez, Estéfano, Arieta II, Iríbar o Rojo I, ya lo hicieron cuarenta y dos veranos atrás, con el Athletic, a las órdenes de Ronnie Allen.

El diario “Marca” mantuvo una posición beligerante con respecto al extravagante Piterman.

El diario “Marca” mantuvo una posición beligerante con respecto al extravagante Piterman.

Como a buen seguro les habrá sucedido firmantes de lujosas hagiografías sobre Mario Conde y demás individuos por el estilo, seguro que varios profesionales del periodismo experimentarían el sonrojo releyendo sus alabanzas de antaño. “El nuevo hombre del Renacimiento”, tituló su crónica “Don Balón”, sin ironía ni sorna, tras el bochornoso espectáculo ofrecido por este “renacentista” en el Sadar, ante Osasuna. Y a continuación, justificando el título, añadía: “Dimitri Piterman, un emprendedor empresario estadounidense que desea convertirse enun nuevo hombre del renacimiento, en pleno siglo XXI. Es decir, una persona avanzada a su época que domina y trabaja en todos los campos”.

Quien sí se sonrojó fue nuestro fútbol, a raíz del esperpento vivido en Pamplona. Para la RFEF, Cuchi Cos era a todos los efectos legales único entrenador del Racing, puesto que disponía de la preceptiva titulación. Y ante Piterman, como ocupa del banquillo, el enteconsideró no debía mostrarse contemplativo.Primero le negó atributos para saltar al césped. Luego no quiso tramitarle ficha de utilero. Cuando desde Santander se barajó la posibilidad de sustituir al anterior delegado por el mismísimo señor presidente, burlando de este modo el “boicot”, guardó silencio. Y por fin, tan pronto “el hombre avanzado a su tiempo” se sentaba a pie de línea caliza luciendo un peto de fotógrafo, se armó el belén. Una nube de fotógrafos reales lo asó con sus flashes, entre el choteo de la afición pamplonica y la estupefacción de los jugadores cántabros. El monosabio, por una vez, concitaba mucha más atención que los toreros en el patio de cuadrillas.

“Piterman, anímate y hazte ficha de jugador”, tituló su crónica Juan José Díaz. “El show de Piterman en el Sadar desprestigió a nuestro fútbol”, eligió como arranque José Luis Hurtado, cuyo trabajo se abría con un interrogante: “¿La Liga de las estrellas?”.Y a continuación sintetizaba: “El show de Piterman fue el desenlace surrealista de la jornada. Dimitri fue presidente, entrenador y fotógrafo dominguero. No falla. Si promete sorpresas, las hay”.

Y es que, en efecto, cámara en ristre y sin despojarse del peto, el ucraniano pasó los 90 minutos transmitiendo consignas a Chuchi Cos a través del teléfono móvil.

“Somos el hazmerreír del fútbol español, los protagonistas de un auténtico circo”, se condolió un miembro de la plantilla santanderina, luego de exigir se le otorgara anonimato. Incluso desde el propio consejo de administración montañés escapaban voces preguntándose si merecía la pena incordiar al poder establecido, máxime considerando que sólo dos temporadas atrás, al destaparse un tinglado de pasaportes falsos, el propio Racing ya fue perjudicado. “Está fuera de contexto. Incumple las normas, tanto las legales como las éticas”, sentenció por esas mismas fechas el entrenador aragonés y antiguo internacional Víctor Muñoz, desde una columnita en “Don Balón”, que acertaba a cerrar con toda lucidez. “Se han roto las estructuras y eso puede ser perjudicial para las Sociedades Anónimas en la marcha del fútbol profesional”.

Nada, sin embargo, parecía llevar a Piterman por el sendero del análisis, puesto que tras definirse como hombre pragmático en una entrevista, argumentaba que sus acciones no afectaban a ningún colectivo, porque él nunca dijo fuese el primer entrenador del club. A lo largo de la misma parecía vivir en primera persona un cuento de hadas, o si se prefiere la total inmersión en realidades paralelas. “Aspiro al modelo económico de una empresa. Quiero proponer al fútbol europeo muchos cambios, para que bancos y empresarios empiecen a tratar esto como una verdadera empresa.Podemos mejorar mucho la calidad del fútbol, dándole más estabilidad y espectáculo, como ocurre en la NBA o la NFL, donde no existen ascensos y descensos y sí una gran calidad de competición”. Al preguntársele si su actuación en Pamplona supuso un desafío, empleaba argumentos un tanto discutibles. “Sí, fue una provocación para que la gente vea dónde está la verdad. Ahora se habla de ello. A veces la democracia no consigue buenos resultados y hay que hacer pensar a la gente”. Respecto a su compromiso con los demás accionistas, seguía subido a la parra. “Sacar beneficios deportivos, ganando la Liga y la Champions. Y buenos resultados económicos”. El método para lograrlo, su fórmula, tenía algo de cuento de la lechera y mucho de ecuación especulativa: “Aplicar la economía de cualquier empresa, cuadrando las cuentas, sin gastar más de lo que se tiene”. Hasta ahí de acuerdo. Pero a continuación añadía: “El Racing no tiene por qué resignarse a un tope de 3.000 millones de ptas. Pueden ser 20.000”. Finalmente, acerca de su obsesión por aglutinar los cargos de presidente y entrenador, aseveraba: “Para mí es algo inevitable, porque de ese modo tienes todo el control sobre el único activo, que es el jugador. Has de permanecer muy cerca de él, para ver cómo está, qué problemas tiene y en qué estado de forma se encuentra”.

Según este último planteamiento, los presidentes o directores generales de compañías aéreas deberían estar toda la vida al timón de sus aviones, para comprobar su auténtico estado, detectar posibles deficiencias en el “handling” o el grado de satisfacción del pasajero. Los magnates del petróleo a pie de torreta, usurpando labores propias de un perito. Y rizando el rizo, pongámonos en lo peor ante un simple achaque, porque cualquier inversor en establecimientos hospitalarios podría dirigir el departamento de urgencias desde la más profunda estulticia, o presentarse en quirófanos, blandiendo el bisturí, mientras los capellanes administraban a destajo la extremaunción.

Huelga indicar que el Racing no ganó la Liga, ni se acercó siquiera a los puestos de Champions. Bien al contrario, con un señor tiro en el ala iba a pasar de mano en mano como moneda falsa, saltando de un supuesto industrial indio que arengaba al público desde el palco, bien provisto de guardaespaldas, a por lo menos un fichaje con coste cero, según el entrenador de turno, contabilizado mediante salida de 600.000 euros, ya sin el indio de por medio, puesto que Interpol parece lo había incluido en sus listados de búsqueda y captura.Hubo descenso a 2ª División. Y de inmediato a 2ª B, justo en vísperas de conmemorar el Centenario. Sólo en la prórroga, cuando el desmantelamiento social parecía inevitable, la devoción de un puñado de exfutbolistas y el éxtasis del aficionado de a pie, permitió esquivarpor dos veces el KO. Muy curioso que justo lo demodé, lo antiguo e inútil, es decir el fervor popular, el apego a la tradición y los colores, rescatase lo que la Sociedad Anónima iba a llevarse a pique.

Pero antes de que todo esto ocurriera, DimitriPiterman, tras salir del Racing por la puerta de atrás y medio resbalando,estaba bien lejos. Se había convertido en accionista mayoritario del Deportivo Alavés, luego de que todos los intentos de su anterior dueño y presidente del consejo, Gonzalo Antón, no hallasen a quién vender sus acciones en el ámbito empresarial de la provincia vasca. Los albiazules acababan de tocar techo con el valmasedano Mané en su banquillo, al perder por los pelos una final a doble partido de la Copa UEFA (actual Europa League). Estaban en 2ª, con firmes aspiraciones de ascenso. El graderío semejaba una caldera cada dos domingos. Hasta que en 2004 una guadaña comenzó a segar la hierba de Mendizorroza.

Con el inseparable dúo Piterman – Chuchi Cos, el primero como mandamás y entrenador en la sombra, el segundo desde la secretaría técnica o en el banquillo, cual obediente lacayo, los alaveses vivieron de sobresalto en sobresalto.

Gonzalo Antón, timonel cuando los alaveses disputaban su hasta hoy única final europea. Cuando quiso abandonar el club, sólo Dimitri Piterman mostró interés por las acciones. Poco faltó para que 85 años de historia blanquiazul se fueran al traste en 1.100 días.

Gonzalo Antón, timonel cuando los alaveses disputaban su hasta hoy única final europea. Cuando quiso abandonar el club, sólo Dimitri Piterman mostró interés por las acciones. Poco faltó para que 85 años de historia blanquiazul se fueran al traste en 1.100 días.

Cierto que al concluir el ejercicio 2004-05 nadie les privó de festejar su retorno a la élite. ¡Pero a qué precio! Parte de los fichajes en una plantilla tan cara como excesiva, resultaron un fiasco. Ciñéndonos sólo a los extranjeros, el francés Nicolas Ardouin se vistió de corto una vez. El-Hadji Pape Sarr, de Senegal, disputó 15 partidos, lo que podría engañar, pues únicamente estuvo 976 minutos sobre el césped. Maximiliano Flotta, argentino, se quedó en 33 minutos, distribuidos en dos choques. Alexandr Mostovoi, antiguo “Zar” en el Celta, fue visto y no visto en un único partido, durante 12 minutos. Y Mario Jardel, antaño goleador brasileño de tronío, a sus 31 años, afligido por problemas personales, físicos y anímicos, ni siquiera pudo estrenarse. Ya en 1ª, la campaña 2005-06, Chuchi Cos regentó el banquillo desde la primera jornada hasta la 18. Juan Carlos Oliva -de la 19 a la 23- fue fulminantemente destituido por no aceptar los “consejos” de su patrón al conformar el equipo, pese a no haber perdido ninguno de aquellos 5 partidos. Rubricó el descenso sin ninguna gloria y a cambio de vender su dignidad por un plato de lentejas, el argentino Mario Benito Luna; otra rodilla genuflexa, como las dos de Cos, ante el “príncipe renacentista”.

Por cuanto respecta a rentabilizar inversiones, de nuevo con una plantilla que a lo largo del torneo superaría los 30 efectivos, el francés Mehdi Lacenvistió de albiazul 19 tardes, para acumular 964 minutos. Wesley Da Silva, brasileño, 364 minutos a lo largo de 10 comparecencias. Blagoy Georgiev, búlgaro, 289 minutos en otros 10 partidos. Arthuro Bernhart, de Brasil, 102 minutos en 6 encuentros. El también brasileño Eiton Machado 62 minutos en 4 choques. Henri Antchouet, de Gabón, 60 minutos durante 3 saltos al campo. No se estrenaron Antonio Pacheco (uruguayo), Claude Gnakpa (francés), y Nicolas Ardouin, el galo que pese a jugar un solo partido la campaña precedente continuaba en el equipo.

Pero la descomposición total iba a producirse a lo largo del campeonato 2006-07, con Julio Bañuelos sentado en el banquillo las dos primeras jornadas, Chuchi Cos, sempiterno secretario técnico, de la tercera a la decimonovena, Fabri González de la 20 a la 26, José Alberto Garmendia como solución de emergencia en la 27, y otra vez el argentino Mario Benito Luna, quien rubricase el descenso varios meses antes, de la 28 a la 32.Finalmente,y sin Cos ni el antiguo atleta en el horizonte, Quique Yagüe, quien fuera destituido por Piterman en el Palamós y no rompiese el carnet, conforme tuvo la debilidad de prometer en pleno calentón. Por no perder la costumbre, volvieron a pasar 33 futbolistas por la plantilla, de los que 5 ni debutaron (Javi Jiménez, Marcos Gondra, Iroitz Hernández, Luis Carreras y Juan Epitié). El senegalés Pape Thiaw gozó de 20 únicos minutos, en tanto Ian Uranga y Wesley Lopes da Silva, brasileño, no alcanzaban los 200 minutos.

Luis Carreras durante su etapa en el Mallorca. Piterman y Cos le hicieron la vida imposible. Al ser insultado en público demandó a su presidente y tirano, obteniendo satisfacción económica.

Luis Carreras durante su etapa en el Mallorca. Piterman y Cos le hicieron la vida imposible. Al ser insultado en público demandó a su presidente y tirano, obteniendo satisfacción económica.

Durante el año 2006, como si no tuviese bastantes frentes que atender, el inefable Piterman, que seguía decidiendo quién jugaba y cómo debían encararse los enfrentamientos, anunció la puesta en marcha de otro proyecto en los Estados Unidos, inspirado en el Deportivo Alavés. Algo así como una franquicia disfrazada bajo el nombre de California Victory, que tras competir un año en la United Soccer League experimentaría la total desintegración. Para entonces, tanto Cos como el Ucraniano eran personas non gratas en Vitoria. Buena parte del público habitual decidió no acudir al estadio. Quienes seguían haciéndolo por no perjudicar aún más a la entidad, o bien abroncaban al tándem mediante cánticos hoy perseguibles por la Comisión Antiviolencia y el Comité de Competición, o a daban la espalda al césped de forma pactada, a manera de repulsa. Por fin una tarde, según aireó el centro emisor de la SER en Álava, Chuchi Cos tiraba la toalla, salía de Mendizorroza durante el descanso y antes de hacerse al asfalto, rumbo a Santander, pudo vérsele saboreando una cañamientras once jugadores de azul y blanco dirimían el ser o no ser de la entidad. Apuntaba la primavera de 2007. Desde ese instante Dimitri Piterman podía ser considerado historia negra.

Para los juzgados, no obstante, aún iba a seguir de actualidad durante un tiempo. El defensa Carreras, insultado gravemente por el ucraniano en presencia de la plantilla, le interpuso una denuncia. Piterman tuvo que hacer frente a 5.000 euros de indemnización. En su loca deriva, el reyezuelo alavesista se permitió incluso amenazar con una querella al concejal de deportes del Ayuntamiento vitoriano, tan sólo porque desde esa institución no querían dejarle manejar a su antojo las instalaciones municipales. Como máximo accionista y director general de la entidad vasca, Piterman cosechó igualmente varias condenas por impago de nóminas. Y lo peor para él estaba aún por llegar.

En 2008, el Juzgado Mercantil de Vitoria decretó el embargo de todos sus bienes en España, para hacer frente a los 13 millones de euros reclamados. En abril de 2009 se le exigió judicialmente la devolución de 120.000 euros, cargados arbitrariamente al club. En 2012 se le condenó a indemnizar con 6.8000.000 euros al Deportivo Alavés. Poco castigo para quien durante sus cuatro años de mandato había triplicado la deuda institucional, situándola en 23 millones. Sanción difícilmente ejecutable, puesto que el embargo de bienes había quedado lejos, en su día, de los 13 millones contemplados como fianza.

Por increíble que parezca, un héroe llamado Fernando Ortiz de Zárate dio el paso al frente en marzo de 2007, acaudillando al grupo inversor que compraría, luego de muchos dimes y diretes, el 51 % del paquete accionarial en manos del príncipe falso,genio renacentista o puntillero iconoclasta. Esfuerzo tan desesperado como romántico, para reflotar un buque torpedeado por proa, popa, babor y estribor. La institución estaba como arrasada por una bomba atómica, sin tesorería ni acceso al préstamo, ahogada por vencimientos de intereses no atendidos, con facturas vencidas, demandas de alquiladores insatisfechos, nóminas pendientes, una afición exhausta y desencantada… Seguir compitiendo en tales condiciones ya fue un logro, aunque tocara medirse a conjuntos de 2ª División B. Mendizorroza, con dudas al principio y más confianza después, volvió a recordar el aspecto de antaño, ya sin bufandas con crespón negro. Y aún con todo, las cuentas seguían sin salir.

Hasta dos “match-ball” hubo que salvar a la desesperada en Vitoria, amén de pisar el felpudo del proceso concursal. Luego acabarían haciéndose cargo de la entidad quienes con Querejeta al frente gestionaban el club Basconia de baloncesto. Los nubarrones, por fin, comenzaron a abrirse. Tras pasar por la uvi, el Deportivo Alavés ya podía respirar sin ayuda. Su retorno a 2ª la temporada 2014-15 constituyó todo un premio, después de caminar sin arnés sobre el abismo. Ahora incluso se sueña con mayores logros, mientras por la llanada, los verdes valles de Zuya y Urcabustáiz, entre las peñas de Techa o al abrigo de tesos encastillados sobre la raya riojana, todos los alaveses aseguran tener bien aprendida la lección.

Es lástima, sin embargo, que una ley nacida con el ánimo de estrechar gateras e impedir el paso a tigres de Bengala -la de Sociedades Anónimas Deportivas-, no suponga obstáculo para otras especies tanto o más dañinas.

Recelemos, en adelante, de los príncipes-sapo.

Por si acaso…