Días de radio y marcador simultáneo

Hubo un tiempo en el que los partidos de fútbol se “veían” por la radio, y se “vivían” a través del marcador simultáneo.

Entonces el ocio de los españoles descansaba sobre cuatro, o como mucho cinco pilares: cine, radio, literatura popular, fútbol, y si acaso toros entre los más pudientes. Fútbol y toros con sus respectivas filias y fobias, en torno a unas cuantas figuras; Manolete, Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Mario Cabré, Mundo, Ramallets, Gaínza, Di Stefano, Kubala o Pahiño. El cine, aparte de gestas imperiales encarnadas por Ana Mariscal o Alfredo Mayo, aportaba la magia de Hollywood en “Technicolor” y dos horas de calorcito durante aquellos inviernos de tiritona, sabañones e ineficaces gabardinas raídas. Las novelas populares solían llegar hasta las cocinas o salas de estar desde cualquier casetucha portalera, alquiladas por veinte céntimos si estaban muy manoseadas, o veinticinco cuando aún ofrecían buen aspecto. Firmas como José Mallorquí, Federico Mediante, Peter Debry, Eddie Thorny, Mark Halloran, Keith Luger, Silver Kane, Marisa Villardefrancos o Corín Tellado, no solo saciaban cualquier hambre sentimental o aventurera, sino que hicieron ricos a Germán Plaza, Rollán, y los hermanos Bruguera, sus más conspicuos editores. Respecto a la radio… Podría decirse de ella que fue ventana a la ilusión, escaparate de sueños, amiga fiel y abnegada cómplice.

Porque la radio no sólo emitía misas, rosarios, sermones de orientación cristiana, el ángelus o “partes” a la hora de comer y durante la cena, abiertos invariablemente con un marcial y poco tranquilizador “¡Sin novedad en la paz española!”. Desde su menudo cuerpo también salían los espectáculos de Bobby Deglané, tan proclive a esparcir jabón como a requebrar con ditirambos. El humor de Gila, Tip y Top o Pepe Iglesias “El Zorro”, por más que el país estuviese para muy pocas carcajadas. Y el “Teatro del Aire”, los seriales, las travesuras de Periquín para desesperación de Matilde y Perico, concursos y más concursos en los que cada atardecer se repartía el equivalente a medio salario mensual, por contestar a unas sencillas preguntas. Era la radio de Concha Piquer, Machín y sus maracas, la voz nasal de Jorge Sepúlveda, el empaque de Gloria Lasso, o el desenfrenado ritmo de “Rascayú”, pieza prohibida por la censurada, al cabo, para asombro de su cantante y artífice, Bonet de San Pedro. Aquella radio embelesaba a los preadolescentes, tan pronto sonaba la sintonía de “Diego Valor”. Y hacía arrimar la oreja a los más irreductibles disidentes, cuando sintonizaban con el volumen bajísimo Radio España Independiente, Estación Pirenaica, voz del Partido Comunista bien a cubierto primero en Moscú y luego en Bucarest, muy al otro lado de los Pirineos. Pero por encima de todo, para el aficionado al fútbol era vehículo que transportaba al paraíso. Porque, naturalmente, fútbol y radio vivieron, y siguen haciéndolo, en perfecta simbiosis.

Las primeras retransmisiones balompédicas a pie de campo, precedieron a nuestra Guerra Civil. Paco Bru, formidable propagandista de sí mismo, solía postularse como impulsor del fútbol radiado. En realidad una muestra más de autobombo, a tenor de lo que él mismo dictase a su entrevistador, allá por los 40:

“Después de dos años como entrenador del Juventud Asturiana, cargo que compaginé con el de seleccionador nacional cubano, volví a España convertido en corresponsal del matutino habanero “El País”. Diariamente debía enviar un cable de cien palabras sobre asuntos deportivos, y con alguna frecuencia crónicas postales sobre cuestiones de relevancia, tal era el interés por España en la perla antillana. Cuando hubo de disputarse la final de Copa entre Barcelona y Real Sociedad correspondiente a 1928, en El Sardinero, se me ocurrió retransmitir los dos primeros partidos de los tres que acabaron haciendo falta para proclamar un campeón. Y lo llevé a cabo mediante mi Pizarra Magnética, consistente en aplicar una serie de claves. En la redacción del periódico recibían mis cables y los vertían a un tablero de mi invención, representando un campo de fútbol, con varios cuadrados numerados. Yo transmitía los números y ellos movían sobre el tablero una bolita. Así, el público congregado ante la fachada de “El País” seguía las incidencias en la pizarra, sabiendo donde estaba el balón e incluso quién lo llevaba, porque junto al tablero figuraban ambas alineaciones y dos bombillas, una encarnada y otra verde, se iban encendiendo. La primera señalaba al autor de una falta, cuya naturaleza se indicaba en la casilla de incidencias, y la verde al encargado de lanzar el castigo”.

Ingeniosa, aunque poco práctica fórmula de retransmisión. Porque ¿cuántos telegramas debería haber enviado el bueno de Paco Bru, para que aquello se asemejase al fútbol radiofónico? Obviamente se limitaría a cablear unos pocos lances. Otra cosa hubiera resultado imposible, tanto para él mismo como para los receptores de La Habana. Su sistema, que él consideraba fácil y cómodo, podía ser cualquier cosa, menos ágil y sencillo. O sea que en todo caso podríamos considerarlo abanderado del futuro Marcador Simultáneo.

Aquella final heroica, con hueco en la Historia por la tumultuosa agresión de los contendientes, una vez en vestuarios, y la oda de Rafael Alberti al portero “culé” Plattko, “Oso rubio de Hungría”, constituyó estreno y despedida de la Pizarra Magnética, en palabras de su inventor: “Pensé instalar en Madrid uno o varios de estos tableros, pero como entonces no se permitía dar noticias los domingos, hube de desistir. Después ya no lo he considerado oportuno, pues con las retransmisiones por radio y con Matías Prats como locutor, no hay quién compita”.

Matías Prats, sin embargo, ni fue el primer especialista en retransmisiones, ni autodidacta. Le precedió Fuertes Peralba en la preguerra, hombre de verbo atropellado para lo común en la época, por más que hoy se nos antojaría premioso y un tanto anodino. Entre sus sucesores, nadie gozó de tanta estima como el gallego Enrique Mariñas, quien atropelló aún más su discurso, dotándolo de emociones por el simple procedimiento de reclamar la atención de sus oyentes mientras elevaba el tono. Don Matías, con su particular truquito para suavizar el acento andaluz en tiempos de dicción perfecta, no sólo serenó el ritmo narrativo, sino que supo enriquecerlo merced a un léxico riquísimo, pinturero y medido.

Puesto que los campos de fútbol carecían de cabinas, las retransmisiones se efectuaban desde el mismo graderío, junto a la línea de cal, si el césped no estaba húmedo, o en el mejor de los casos, sólo cuando el estadio se hallaba en obras, con narrador y técnico de sonido encaramados a un andamio. Todavía en 1953, sólo un campo entre todos los de 1ª y 2ª División disponía de cabina para retransmisiones: Riazor, o como entonces se transcribía, el Estadio Municipal de La Coruña. Semejante panorama causaba asombro a los informadores extranjeros, cada vez que acudían a nuestro suelo acompañando a sus respectivas selecciones nacionales. Elías Sogit, Veiga o Escopeta, incluso lo reflejaron en sus crónicas para medios portugueses. Les resultaba inconcebible que tan magníficos terrenos ofreciesen condiciones laborales muy precarias.

Matías Prats, caricaturizado por Dávila en 1957.

Matías Prats, caricaturizado por Dávila en 1957.

Y si eso sucedía en 1953, mejor no asomarse al panorama siete u ocho años antes. Ello propiciaba anécdotas más o menos jocosas y situaciones no exentas de peligro, como la vivida en tierras meridionales por un todavía neófito Matías Prats.

Como enviado de Radio Málaga a Jerez de la Frontera, estaba retransmitiendo un choque Jerez Deportivo – Málaga. Muy profesional, en cuanto el balón salía del campo publicitaba la firma patrocinadora, sin escatimar elogios. Cansado de tanta loa, o por pura broma, un espectador próximo clamaba indefectiblemente, tras cada slogan: “¡Mentira!. Eso es Mentira!”. Y lo bastante alto para que fuese recogido a través de las ondas. Nada más concluir el primer tiempo, Prats, micrófono en mano, se dirigió al individuo con intención de pedirle explicaciones. Pero el hombre, corpulento y macizo, temiendo tal vez una agresión, le dio un empujoncito, haciendo rodar al locutor. Don Matías, consciente de que no hay sable más afilado que una buena pluma o la palabra, retransmitió con todo lujo de detales su particular calvario. Y en Málaga, claro, los radioescuchas hervían de indignación.

Al domingo siguiente el Jerez viajaba Málaga, para devolver la visita, y un par de horas antes de que echase a rodar el esférico, ¡oh, sorpresa!, el locutor que venía de la localidad gaditana para narrar el choque, sufría una indisposición. Rápidamente y a través de Radio Málaga, se buscó a Matías Prats en su domicilio, rogándole transmitiera el encuentro para los aficionados jerezanos. Vistas las causas, Prats sólo pudo aceptar.

Hora y media más tarde procuraba ofrecer emoción en cada ataque jerezano, como si aquellos fuesen sus genuinos colores. Y tan bien debió hacerlo que mediada la primera parte un espectador se arrancó hacia él, tomate en mano, procediendo a estrellárselo en pleno rostro. Esta vez don Matías llamó a la fuerza pública, que inmediatamente detuvo al agresor, mientras, también a micrófono abierto, censuraba la irreflexiva actitud del forofo: “¿No se da cuenta usted que hubiera podido romperme las gafas, hombre de Dios, y dejarme ciego?”. A lo que el iracundo hincha malacitano, forcejeando aún con los guardias, respondió: “¡Cállese, malaje!.” Que más le dieron en Jerez a Matías Prats y no pasó nada, chulo, más que chulo”.

Casi mientras la voz del No-Do, los futuros grandes acontecimientos deportivo-radiofónicos, y la televisión en blanco y negro vivía este lance, Enrique Mariñas se empeñó en introducir un pintoresco método para hacer más visuales sus retransmisiones futboleras. Consistía en cuadricular el campo como si de un damero se tratase, en 16 casillas con las correspondientes claves: A, B, C y D para las cuatro filas verticales, y numeración ordinal -1, 2, 3 y 4- para las horizontales. Los radioyentes debían tener ante sí el gráfico en cuestión, o haberlo memorizado para sacar algún provecho, puesto que de otro modo el discurso de Mariñas les resultaría ininteligible: “Alonso recoge la pelota en D-3 y pasa a Puchades. Desde C-2 combina con Gonzalvo, que cruza hasta B-3 y envía en largo hacia nuestro interior izquierdo. Éste se interna, cede a Gaínza, quien desde su demarcación de A-1 bombea sobre Zarra… y el cabezazo del vasco, para sorpresa de propios y extraños ¡se va fuera, señores! ¡Fuera por escasos centímetros!”.

Si asimilar una narración en estos términos presentaba su dificultad, cualquier pincelada táctica equivalía a sumergirse en los más oscuros arcanos: “La vanguardia visitante, más eficaz por A-1 y A-2, se apoya constantemente en las subidas de su interior izquierdo, quien desde C-3 inicia diagonales hacia D-4, sacando a Alonso de su casilla en A-3. Puchades debería replegarse desde la franja B hasta la C en cada ataque adversario, y nuestro interior derecho retroceder desde B-3 y B-2. Por cuanto a nuestra delantera, Gaínza es dueño y señor de A-1, Zarra se muestra imparable en A-3 y A-2, en tanto parece no acordarse nadie de que existe un compañero en A-4”.

Huelga indicar que semejante galimatías no halló ningún eco entre oyentes, firmas patrocinadoras y quienes regían las por entonces incipientes cadenas emisoras. El sistema Mariñas acabó encerrado en el desván de las inutilidades sin uso, por más que su inventor pareciera no resignarse a ello. Así lo dejaba entrever en un escrito dirigido al diario “Marca” cuando declinaba el año 1953: “En 1941 y sucesivos, empleé con bastante aceptación en partidos de Liga el sistema del campo cuadriculado. El oyente, con un diagrama, sigue al detalle la situación del balón y jugadores, merced a los números que de cuando en cuando cita el locutor, sobre todo en momentos importantes (…) Al cabo de cuatro o cinco retransmisiones, el aficionado radiofónico conoce de memoria la situación exacta de las cuadrículas (…). Espero que algún día se emplee este sistema en la radiación de encuentros internacionales”.

Debilidad de padre, sin duda, incapaz de ver algún defecto en sus hijos. Porque si algo permitió a la radio sobrevivir al embrujo de las imágenes, cuando hicieron su irrupción en nuestras casas los carísimos televisores en blanco y negro, fue que podía escucharse, como sonido de fondo, mientras se realizaban distintas tareas. La pequeña pantalla, en cambio, requería absoluta atención, tal y como hubiese exigido a los oyentes el método Mariñas de fútbol radiofónico.

En lo que sí coincidió Enrique Mariñas con otros colegas, fue en su crítica a las detestables condiciones de casi todos los campos españoles. Así se expresaba respecto a la carencia de cabinas para retransmisión: “Hay que aliviar en lo posible el trabajo del locutor, alejándolo del público para que la retransmisión sea más limpia y permitiéndole una visión completa del terreno de juego, que no sea interrumpida, como ahora, por los guarda-líneas o guardias de servicio. En la última retransmisión desde San Mamés del encuentro España – Suecia, tuve que levantarme más de quince veces durante el segundo tiempo, para dar paso a los camilleros, médicos y personal de servicio. Las cabinas del Estadio Municipal de La Coruña son perfectas y han costado poco más de cuatro pesetas”.

Bobby Deglané. Su insistencia convirtió a “Carrusel Deportivo” en un programa clásico, bañado en oro.

Bobby Deglané. Su insistencia convirtió a “Carrusel Deportivo” en un programa clásico, bañado en oro.

Pero si algo revolucionó el panorama del fútbol radiado fue “Carrusel Deportivo”, emisión de la Cadena Ser. En pleno decenio del 50, con las heridas del hambre posbélica todavía sin restañar, los máximos mandatarios de la Sociedad Española de Radiodifusión decidieron crear, para su emisión en cadena, un programa deportivo cuyo eje serían las jornadas del campeonato liguero. Se pensó emitirlo cada lunes, con tiempo para elaborar crónicas y presentarlas a la censura, pues, no lo olvidemos, cuanto se emitiera por las ondas debía cumplir el requisito. Todo ello sustentado sobre un buen cimiento publicitario. Bobby Deglané, sin embargo, jefe de programas de Radio Madrid y mito del medio radiofónico, frunció agriamente el gesto. ¿Qué sentido tenía una emisión idéntica a lo ya publicado por la prensa? La radio, a diferencia del papel impreso, podía jugar con la inmediatez. Y en su opinión ya era hora de sacar partido a semejante fortaleza, máxime si se abordaba algo tan efímero como el fútbol, donde la emoción se nutre del riguroso presente. Aquel programa sólo tendría justificación si se desarrollara en directo.

Puesto que Deglané no era hombre al que se doblegara fácilmente en el terreno dialéctico, sus razones acabarían siendo aceptadas. Y ya con el pláceme de los gestores, iniciaron contactos con la Compañía Telefónica, desde donde les enviaron un técnico para calibrar necesidades. Cuentan que a ese hombre se le fue demudando el rostro a medida que le comunicaban el proyecto. “Pero eso no puede ser”, balbució al fin. “Eso es completamente imposible”.

Era aquella, recordémoslo, época en que no existía comunicación telefónica automática. Todo debía hacerse a través de operadora. De operadoras mejor, en plural; en un plural muy amplio si la conexión se establecía de Norte a Sur. Época admirablemente caricaturizada por el ingenio de Miguel Gila, con aquello de: “Señorita, ¿está lista ya la conferencia que pedí el mes pasado? ¿Sabe si tardará mucho? Ya, que tiene demora…”. La cadena SER disponía de centros emisores y corresponsales por toda España, pero ni en nuestros campos ni en el país sobraban líneas telefónicas. Problema arduo, cuya solución retrasaría en dos años la puesta en antena del primer “Carrusel Deportivo”. Un programa imposible si los rectores de Radio Madrid no hubiesen contado con prioridad absoluta en sus comunicaciones dominicales, es decir con los mismos privilegios reservados a cada gobernador civil, a la cúpula militar y, años más tarde, a la Vuelta Ciclista a España.

Vicente Marco, director de “Carrusel Deportivo” en tiempos heroicos, cuando había que afianzar un proyecto difícil, por su gran dependencia de la telefonía.

Vicente Marco, director de “Carrusel Deportivo” en tiempos heroicos, cuando había que afianzar un proyecto difícil, por su gran dependencia de la telefonía.

El primitivo “Carrusel” apenas si guardaba apariencia con el actual, o la suma de imitadores que irían apareciendo. Los corresponsales sólo saltaban a antena cuando se les daba paso, no en vano casi todos, por no decir todos excepto los de Chamartín o el Metropolitano, carecían de conexión abierta. Y sus intervenciones solían extenderse durante minuto y medio, más o menos, tiempo empleado en actualizar resultados, bocetar lo acaecido desde la anterior conexión, o incluir narraciones en vivo de cuanto en ese instante estuviese acontecimiento. Venía a ser, más o menos, una suma o collage de retransmisiones, pedacito a pedacito. Por supuesto sólo englobaba partidos de 1ª División. Los 40, 36 y 32 equipos componentes de una Segunda dividida en dos grupos, irían incorporándose muy poquito a poco. Hasta que la red telefónica pudo permitirlo, sus seguidores hubieron de conformarse con la comunicación de resultados al poco de pitarse el final. Únicamente a mediados de los 60, cuando como apoyo al director del programa se introdujo un animador, éste comenzó a dar puntual cuenta de la evolución de marcadores, señalando al autor de los goles: “En Ceuta, Atlético de Ceuta 2 – Algeciras 0; segundo gol de Mendi. En Puertollano, Calvo Sotelo 3 – Cádiz 1; el tercer gol del Calvo Sotelo, obra de Portilla”. La dirección de “Carrusel”, por cierto, recayó en Vicente Marco, hombre serio, muy alejado de cualquier estridencia y dueño de una excelente voz aterciopelada, no en vano había hecho sus pinitos en el cuadro de actores de Radio Madrid. El primer gran animador (descontado Juan de Toro, responsable de un micro-espacio), con un estilo que crearía escuela, iba a ser Joaquín Prats, algún tiempo después brillante presentador, junto a Laura Valenzuela, en una TVE todavía sin competencia.

Huelga indicar que el programa obtuvo un éxito clamoroso. Cualquier viandante en no importa qué población de Norte a Sur o de Este a Oeste, los domingos, a la hora de “Carrusel”, sólo escucharía ecos de goles y resultados fugitivos de ventanas abiertas, reverberados en patios, o ensordecidos por la algarabía de bodeguillas y tabernas. Porque sí señores, hasta que la televisión no reclamó su peana en los bares, como santo de una nueva religión, el receptor de radio también concitaba numerosas tertulias de sobremesa junto al mostrador de tascas y chigres, entre copas de coñac -“Soberano”, claro, que era cosa de hombres-, sol y sombre o anís seco. Lo sabían perfectamente los publicistas, cuando introdujeron en el programa un concurso, a modo de “quesito”, cuya participación implicaba el envío por correo de dos precintos de alcoholes correspondientes a botellas del patrocinador. Algo que, obviamente, iba destinado no a hogares, sino a camareros o gerentes de modesta hostelería. Por cierto, eran tantas las pistas y facilidades otorgadas desde la radio, sobre todo si concursaba una mujer, que muy de tarde en tarde aquellas llamadas concluían sin premio.

La fuerza de “Carrusel”, cuando las audiencias eran más intuidas que evaluadas, en modo alguno pasó desapercibida a la prensa. A las asociaciones de prensa, mejor, cuyas “Hojas del Lunes”, únicos medios impresos tras el domingo, junto los dos o tres periódicos deportivos de entonces, consideraban muy amenazadas. Se habló incluso de establecer algún canon, si no a la radio como ente abstracto, para cada retransmisión futbolera y, sobre todo, a los programas “carrusel” del tipo impuesto por la SER. Un paseo por la hemeroteca nos lo ilustra muy bien:

Así se expresaba Adolfo Parra, luego de que Juan José Pradera se quejase de la competencia que la radio efectuaba a las Hojas Oficiales del Lunes. “Habría que regular la información deportiva de los domingos en la radio, limitándola a la reseña actual de los Diarios Hablados y al partido local, respetando de esa forma el descanso de los periódicos. Para salir, eso sí, el lunes, compitiendo noble y legítimamente con la prensa”. En pocas palabras, propugnaba el incoloro e insípido “Carrusel” que Deglané se negase a montar. Y eso que Parra, o “Parrita”, era voz de no pocas retransmisiones destilada en el alambique de Matías Prats.

Gracias al “Carrusel”, los aficionados podían vivir desde sus casas la emoción del fútbol en directo. Sólo desde sus casas, pues los receptores radiofónicos de la época, auténticos baúles ahítos de lámparas y necesitados de alimentación eléctrica convencional, estaban reñidos con la portabilidad. Quienes acudieran a los distintos campos seguirían sin conocer el resto de resultados hasta la mañana siguiente, si adquirían el Marca, el Mundo Deportivo o la Hoja Oficial del Lunes. Eso, o dejarse caer por alguno de los muchos bares sobre cuyos espejos, tras las barras, se daba cuenta de ellos. Frustrante, ¿verdad?

Inserción en prensa con las equivalencias del Marcador Simultáneo “Dardo”, en 1958. Los espectadores que desearan hallarse informados debían acudir a los campos con este recorte y la correspondiente entrada.

Inserción en prensa con las equivalencias del Marcador Simultáneo “Dardo”, en 1958. Los espectadores que desearan hallarse informados debían acudir a los campos con este recorte y la correspondiente entrada.

Lo entendieron unos creativos publicitarios cuya solución les llegaría envuelta en sustanciosos dividendos. Aunque a decir verdad, tampoco es que inventasen mucho. Se limitaron a adaptar, a innovar, incluso, una fórmula puesta en práctica sin gran éxito durante 1950. Eduardo Teus, antiguo jugador madrileño, ex seleccionador nacional, periodista más o menos intermitente, secretario técnico del Real Madrid, responsable del Patronato de Apuestas Mutuas Deportivo-Benéficas -la quiniela, vaya- y hombre por demás inquieto, fu su decidido impulsor. Conoció el formato en Inglaterra, cuyos campos de 1ª lo empleaban habitualmente, y sus intentos de implantarlo por nuestros pagos venían desde 1947. Tropezó, entonces, con un problema imprevisto: La patente procedía de Argentina y sus propietarios estaban poco dispuestos a una cesión gratuita. Para cuando pudo llegar a un acuerdo con su administrador, el Sr. Fraile, pasaron casi tres años. Y la puesta de largo, con carácter experimental, tuvo por escenario el capitalino campo de Chamartín. Teus, siempre bien relacionado con los medios, y sus socios, Bonet y el ya citado Sr. Fraile, efectuaron la clásica ronda de redacción en redacción, explicando que si bien a lo largo y ancho del cono Sur se daba cuenta no ya de los resultados, sino de la autoría de los goles y otros detalles interesantes, por nuestros campos sólo se iba a facilitar variaciones básicas, buscando no perjudicar a la Hoja del Lunes. “Es un marcador de ocho metros de ancho por cuatro de alto, con casillas para cada partido. Éstos se justifican con una letra específica, la “clave”. Según el color de fondo en esa letra, los espectadores sabrán si el partido va por el primer tiempo, el segundo, está en el descanso, o ha llegado al final. A medida que se vayan produciendo los goles, se irán volcando las variaciones”.

El negocio, porque como es natural se pretendía ganar dinero, debía basarse en la venta de claves por las colas de los autobuses, a las puertas de cada campo y hasta dentro de él, si se alcanzaran acuerdos con sus respectivas juntas directivas. Además los periódicos del domingo también las acogerían. “Igualmente aspiramos a subvenciones de los clubes -apuntaban-. Y a contratar publicidad para el tanteador”. Puesto que la curiosidad de los informadores les llevaba a inquirir sobre el monto económico de aquella inversión y sus características técnicas, hoy disponemos de múltiples detalles: “Cada tablero ha costado 10.000 ptas. y los números y letras -ochenta y cinco por tanteador- otras 30.000 en total. A eso hay que añadir las obras de montaje. Alguno ha llegado hasta las 10.000 ptas.”. Con respecto al funcionamiento interno, y siempre en palabras de Eduardo Teus, cada marcador disponía de un jefe y cuatro empleados. El jefe, pegado al teléfono para recibir noticia de los goles, a medida que se produjeran. Dos subalternos, con la misión de cambiar números y claves. Y el celador de Telefónica, velando por que la línea se mantuviese activa durante los 90 minutos.

Lógicamente, en 1955 nadie podía aventurar la utilidad de un “palo-selfie”. Pero el humorista Orbegozo diseño algo semejante para espectadores adictos al marcador simultáneo.

Lógicamente, en 1955 nadie podía aventurar la utilidad de un “palo-selfie”. Pero el humorista Orbegozo diseño algo semejante para espectadores adictos al marcador simultáneo.

Aquellas pruebas no resultaron del todo satisfactorias, pude que porque ninguno de los máximos responsables fuese profundo conocedor del negocio publicitario. La agencia “Dardo”, en cambio, luego del correspondiente análisis, recogería los restos del naufragio, transformándolo en una especie de guía comercial.

Así, en vez de consignar letras a modo de clave, o Español 2 – Sevilla 1 y Oviedo 2 – At. Madrid 3, por ejemplo, aparecía “Punto Blanco” 2-1 ó “Nescafé” 2-3. La tabla de equivalencias era recogida cada domingo por la prensa editada en plazas con fútbol de tronío, para que los espectadores acudiesen al campo provistos del recorte y se informaran puntualmente. ¿Quién iba a pagar por un listín de equivalencias, viniendo estas impresas en cada periódico? Los encargados de aquellos tanteadores, si bien se dijo recibían por teléfono las novedades, en la práctica se limitaban a seguir el radiofónico “Carrusel”. Y seguro que el argumentario de aquellos innovadores ante las distintas marcas comerciales no diferiría mucho de éste: “Imagine a no menos de 350.000 personas con los ojos pegados durante hora y media, cada domingo, a su marca o eslogan. Y suponga que además debieran molestarse en recortar de la prensa su propio anuncio. ¿Qué es imposible garantizar algo así? Pues podemos, se lo aseguro. Y para usted con bastante menos gasto de lo que representaría una cuña radiofónica, siempre imprevisible respecto a su impacto real. Porque si quiere puedo decirle a cuánto ascienden los micro-espacios de Anís Castellana o Coñac Decano, en Carrusel”.

Marcador portátil, aunque no simultáneo, en San Mamés durante los años 30. Cuando el Athletic Club jugaba fuera y el campo bilbaíno acogía otros choques, se procuraba informar a los asistentes sobre cómo iban las cosas para el equipo rojiblanco. Podríamos considerarlo precedente del que cuatro lustros después impulsara la compañía publicitaria “Dardo”.

Marcador portátil, aunque no simultáneo, en San Mamés durante los años 30. Cuando el Athletic Club jugaba fuera y el campo bilbaíno acogía otros choques, se procuraba informar a los asistentes sobre cómo iban las cosas para el equipo rojiblanco. Podríamos considerarlo precedente del que cuatro lustros después impulsara la compañía publicitaria “Dardo”.

Los eslóganes de anís –“Castellana, es superior”– y brandy –“Coñac Decano, caballero, ¡qué coñac!”-, se hicieron no menos clásicos en las tardes dominicales, durante muchos años, que las voces de Chencho, Juan Tribuna, Lamberto Cortés, Pepe Bermejo, José Luis Adrio, Langarita  o Antonio de Rojo, a costa, eso sí, de un desembolso notable para la época.

Cuando “Dardo” dejó de ver un negocio en sus marcadores simultáneos, la mayoría de aquellos aparatosos armatostes sin uso comenzaron a oxidarse. Sólo sobrevivieron unos pocos, como el de San Mamés, cuyo patrocinio recayó en la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, conforme atestigua esta tabla de equivalencias, correspondiente al decenio de los 80.

Cuando “Dardo” dejó de ver un negocio en sus marcadores simultáneos, la mayoría de aquellos aparatosos armatostes sin uso comenzaron a oxidarse. Sólo sobrevivieron unos pocos, como el de San Mamés, cuyo patrocinio recayó en la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, conforme atestigua esta tabla de equivalencias, correspondiente al decenio de los 80.

En “Dardo” apostaban sobre seguro. Y sin herir susceptibilidades entre los distintos clubes o dar rienda suelta a cualquier avaricia, puesto que el nombre de las entidades deportivas ni siquiera asomaba. Fue un magnífico negocio a partir de 1958, y hasta la irrupción masiva del transistor de bolsillo, al borde de los 80.

Aunque pocas veces, aquel marcador simultáneo también estuvo abierto a las sugerencias. En Cataluña se introdujo una serie de claves para indicar la autoría de los goles en cada equipo catalán. No el nombre completo, que hubiera sido casi imposible, pero sí al menos la demarcación del goleador. Entre el público nunca faltaban los estudiosos, capaces de recitar cualquier once, fuese del Español, Barcelona, Lérida, Sabadell, Tarrasa, Europa o Badalona. Y de ahí a colegir que el volante derecho el Español, o el interior zurdo del Hospitalet eran esa tarde Fulanito y Menganito, mediaba un simple paso.

Cuando el transistor ya había herido mortalmente al marcador “Dardo”, surgieron amagos de competencia condenados irremisiblemente al fracaso. Y es que en determinadas poblaciones, asociaciones de comerciantes o hermandades gremiales sustituyeron, con negocios locales, a las marcas de distribución nacional. En San Mamés, a manera de ejemplo, el viejo armatoste metálico sito sobre el tejado de la vecindad, quedó convertido en plataforma comercial del Casco Viejo bilbaíno. Intento vano de perpetuar algo ya periclitado.

Hoy, cuando algún canal televisivo trata de ofrecer sin imágenes información futbolística en directo, o peor aún, con simples y absurdas vistas del graderío, parece oportuno echar la mirada atrás, no cediendo a la nostalgia, sino como reflexión a vuelapluma. La televisión es imagen, y cada una de éstas ahorra miles de palabras. ¿Por qué, entonces, quienes retransmiten partidos en directo para el plasma o las pantallas TDT, parecen creer que los espectadores están ciegos? ¿Tan ciegos, quizás, como quienes pretenden hacer del televisor, cada vez más grande y plano, una radio en colores?

La radio, hace mucho, obtuvo el máximo provecho de sí misma, permitiendo ver y vivir el fútbol a través de sus palabras. Supo salir airosa de unos cánones o aranceles que nunca nadie se atrevió a imponer por decreto. Resistió vendavales, se innovó y vio morir al marcador simultáneo. Hoy sigue viva. Más que nunca, tal vez. Porque, ¿cuántos miles de espectadores toman asiento ante el televisor, a la hora del partido, con ella encendida?

Cualesquiera que sean los motivos, parece obvio que el fútbol se sigue “viendo” por la radio, y no se escucha por la tele.

Curiosa, muy curiosa paradoja la resultante del progreso.




Introducción: todos los caminos llevan a Masferrer

Muchas de las personas que en los últimos años se han dedicado a estudiar la historia del deporte y de la educación física en España han constatado el mismo fenómeno: entre los nombres de los pioneros, hay uno que aparece continuamente, casi obsesivamente, desde finales del siglo XIX hasta 1940. Ese nombre, ese hombre, es Narciso Masferrer Sala (Madrid, 1867-Barcelona, 1941).

Masferrer es una referencia obligatoria, central, en cualquier intento de reconstruir y comprender la historia del ciclismo, del fútbol, de la gimnástica, del motociclismo, del automovilismo, de la natación, del olimpismo, del atletismo, etcétera, etcétera, en España. La cronología de su vida y obra incluida en este número monográfico puede dar una idea de la ubicuidad, la hiperactividad, la longevidad y la persistencia de su tarea de apostolado deportivo. Esta se inicia en 1886, cuando con apenas 19 años se estrena como periodista deportivo en una publicación madrileña de la época, y tan solo se cierra con su enfermedad y su fallecimiento en abril de 1941, poco antes de cumplir los 74 años.

Hemos utilizado la palabra “apostolado” con toda la intención. No se trata de una metáfora gratuita, ni de una hipérbole hija de la admiración. Sus contemporáneos ya lo consideraron de forma unánime como el apóstol del deporte español, y lo hicieron con pleno conocimiento de causa y de forma totalmente justificada. Se puede decir sin exagerar que Masferrer dedicó su vida (al menos en su faceta pública) a implantar y a difundir la práctica deportiva en España. No por capricho o por afición; ni siquiera por simple interés, dada su condición de editor y periodista deportivo, sino por algo mucho más grave y trascendental: para regenerar a España. Tal y como suena.

Nuestro hombre, como cualquier persona culta, inteligente y sensible de su época, vivió en permanente zozobra por el destino incierto de su país, a la vista de las inmensas carencias, desequilibrios y tensiones que atravesaban la sociedad española de finales del XIX y primeras décadas del XX. Una preocupación más que justificada, a la vista de cómo acabaron en 1939 aquellos lustros de desastres coloniales, inmoralidad y corrupción política, guerras africanas, alzamientos militares, tentaciones dictatoriales, violencia social y tensiones territoriales.

En 1898, cuando se consuma la catástrofe final del imperio español de ultramar, Masferrer tiene 32 años. Él, como muchísimos otros, ve venir la deriva del régimen de la Restauración; intuye el desmoronamiento de la precaria paz social; presencia en primera línea el surgimiento del catalanismo político; resiente profundamente las carencias de una sociedad y de un estado miserables, arcaicos, semianalfabetos, atrabiliarios, dislocados y exhaustos. Los intelectuales de la época: Generación del 98, regeneracionistas, anarquistas, socialistas, etc., predicarán múltiples soluciones para todos estos males. En contraste con las diversas utopías políticas que proclaman ideólogos de uno y otro signo, la propuesta regeneradora de nuestro hombre es simple, diáfana, práctica y relativamente barata: hay que deportizar España. Tal y como lo ven él y un puñado de compañeros suyos de cruzada (la gran mayoría catalanes), la implantación masiva de las prácticas deportivas proporcionará la base para la regeneración física de una sociedad castigada por todo tipo de enfermedades y por una altísima mortalidad, y la cura para los malestares psicológicos que afligen a gentes de todas las clases sociales. “Mens sana in corpore sano”, predica Masferrer a machamartillo. La redención de los ciudadanos, palabra que aparece continuamente en sus escritos, pasa necesariamente por que estos abracen el deporte en cualquiera de sus modalidades, preferiblemente al aire libre.

En realidad se trata de una propuesta en plena sintonía con las proclamas de los grandes impulsores del deporte en la Europa finisecular, a la que Masferrer –sin duda– quiere acercarse. Como Coubertin en las décadas de 1880 y 1890, por citar un ejemplo, Masferrer cree sinceramente en la cultura deportiva como bálsamo sanador de una sociedad que estima a la deriva. Se trata, sin duda, de una visión ingenua desde una perspectiva social y política amplias, complejas, pero en realidad parcialmente efectiva. No debe confundirse la propuesta sociodeportiva de Masferrer con una utopía redentista. En realidad nuestro hombre no era ni utópico ni redentista, sino un incansable trabajador que aspiraba a construir una sociedad más justa y sana, más parecida a la europea occidental del cambio de siglo. En este sentido, se puede considerar que la victoria de Masferrer, aunque póstuma, ha sido completa. Nuestro hombre soñó toda su vida con una España deportiva de arriba abajo, es decir, desde la monarquía hasta el más humilde de los obreros, cuyo síntoma principal sería la presencia internacional del deporte de élite español en pie de igualdad con el del resto de naciones civilizadas. Misión cumplida, don Narciso: España es desde hace años potencia deportiva global, y hoy en día en el país no hay pueblo mediano que no tenga polideportivo con piscina, instalaciones en las que se ejercitan diariamente millones de personas de ambos sexos y de todas las edades. Por no hablar de los cientos de miles de actividades al aire libre, organizadas o no, colectivas o individuales, que tienen lugar cada día por las calles, carreteras, caminos y montes del país.

Si aceptamos de una vez por todas que el proceso de deportización ha constituido un fenómeno material y espiritual extraordinariamente importante para el país, y si constatamos la centralidad de Narciso Masferrer en este proceso, llama la atención el semianonimato en que se ha mantenido su memoria hasta hace bien poco[1]. De hecho, este monográfico es el primer intento de aproximarse a su vida y a su obra de una manera más o menos sistemática. Se podrían señalar varias razones para este olvido, empezando por la relativa juventud y falta de pedigrí académico de la historiografía social del deporte en España, al menos en comparación con el mundo anglosajón; pero también la propia trayectoria de Masferrer y su significación (o falta de significación) política.

Tal y como apunta Xavier Torrebadella en su artículo recogido en este monográfico, Masferrer fue “el amigo de todos”, en el sentido de que, fueran cuales fuesen sus convicciones personales, siempre procuró mantenerse formalmente alejado de cualquier forma de lucha política, ya que siempre creyó firmemente que el deportivismo tenía que ser un movimiento interclasista y no partidista. O sea que, aparte de manifestarse sin estridencias como hombre de orden, enemigo de toda fórmula rupturista, y de alguna corta veleidad de activismo (concretamente en la facción democrática del Partido Liberal liderada por José Canalejas), Masferrer se mantuvo al margen de las luchas de partido de cualquier signo e intentó mantener buenas relaciones con cualquier fuerza o proyecto que pudiera contribuir a su ideal deportizador. Esta actitud no beligerante en materia política, hasta cierto punto oportunista, seguramente le salvó la vida al inicio de la Guerra Civil, cuando por su condición de hombre de orden se convirtió en blanco objetivo de la violencia revolucionaria (véase el artículo de este monográfico sobre su actividad en el ámbito del ciclismo). Y como hombre de orden que era, durante el conflicto se decantó irremediablemente hacia el bando franquista, el cual lo rescató en 1939 para liderar la reconstrucción del ciclismo en España, papel que solo pudo desempeñar hasta diciembre de 1940, cuando la enfermedad determinó su retirada definitiva.

Una consecuencia de todo esto es que Masferrer haya tenido la desgracia de que ninguna corriente política o ideológica lo haya reivindicado: su vinculación con el franquismo (y anteriormente, su condición de monárquico y sus buenas relaciones con la dictadura de Primo de Rivera) lo han hecho aborrecible y digno de olvido a ojos de las diversas izquierdas españolas y catalanas; y por otra parte, su condición de catalán no catalanista, aunque al mismo tiempo de madrileño de nacimiento pero de sensibilidad cien por cien catalana, lo han invisibilizado a ojos de ambos nacionalismos en competencia en Cataluña: el catalán y el español.

Conscientes de la enorme injusticia de este olvido, pero también de la grave laguna que suponía para la historiografía del deporte en España, un grupo de estudiosos e historiadores del deporte decidimos aprovechar la fecha del 26 de abril de 2017, coincidiendo con el 150 aniversario de su nacimiento, para organizar un seminario académico dedicado a su memoria. La idea partió de uno de los más acérrimos masferrerianos, Fernando Arrechea, y la iniciativa estuvo a cargo de quienes esto firman. Fue así como el día indicado pudimos celebrar el seminario en el Museu Melcior Colet de la Secretaria General de l’Esport de la Generalitat. Inauguraron el acto Oriol Marcè, vicepresidente del Consell Català de l’Esport, y Alberto Aragón, coordinador del Centre d’Estudis Olímpics i de l’Esport Joan Antoni Samaranch de Barcelona. Presentaron comunicaciones en torno a la figura de Masferrer los historiadores Xavier Pujadas, y Xavier Arranz, de la Universitat Ramon Llull; Xavier Torrebadella, de la Universitat Autònoma de Barcelona; Fernando Arrechea, doctor por la Universidad Católica de Murcia, y Bernat López, de la Universitat Rovira i Virgili. El acto contó con el apoyo de la Càtedra URV-Repsol d’Excel·lència en Comunicació. El presente monográfico recoge la mayoría de estas aportaciones, con el deseo y la esperanza de que sirvan para colocar a la figura de Masferrer en la agenda académica, pero también (y aunque sabemos que esto es mucho pretender) en la agenda político-ciudadana.

 

Bernat López*

Universitat Rovira i Virgili

 Xavier Pujadas*

Universitat Ramon Llull

*Editores del número monográfico sobre Narciso Masferrer

 


[1] Seguramente la primera obra académica en que se reivindicó la figura de Masferrer es el libro pionero de Xavier Pujadas y Carles Santacana L’esport és notícia (Diputació de Barcelona-Col·legi de Periodistes de Catalunya, 1997).




“El presidente de las bicicletas”: Narciso Masferrer, factótum del ciclismo español (1898-1913)

1. Introducción

Barcelona, finales del verano o principios del otoño de 1936. En plena fase de terror revolucionario, una patrulla de control registra el domicilio de Narciso Masferrer Sala, situado en la Rambla de Catalunya número 41. Alguien lo ha denunciado a las nuevas autoridades anarcosindicalistas, por monárquico. Y ciertamente lo es, convencido y fervoroso, a juzgar por sus múltiples manifestaciones públicas al respecto, y a pesar de su remota y desconocida militancia republicana de finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo anterior (López, 2016).

Entre abundante material comprometedor para su propietario, los patrulleros encuentran otro tipo de pista, concretamente una copa: el trofeo que Masferrer ha encargado para entregar al ganador de la siguiente edición de la carrera ciclista que lleva su nombre y que cada año, desde 1932, se celebra en su honor con gran éxito de público (Masferrer, 1932). Este detalle revela a ojos de los milicianos la identidad del anciano de gafas redondas, calva reluciente y venerable barbita blanca que tienen delante: lo identifican como el “presidente de las bicicletas”. Una anagnórisis que equivale a un indulto, ya que induce a los improvisados policías a soltar a su presa. Masferrer se salvará así de entrar en los calabozos del convento de San Elías y al cabo de poco tiempo saldrá clandestinamente de Barcelona con su esposa para pasarse a territorio franquista por Navarra, a través de la frontera francesa.

No tenemos la seguridad de que este relato sea verídico, o al menos que lo sea del todo y en todos sus detalles. Lo debemos a la pluma del periodista deportivo Ramón Torres, apodado L’Avi (“el abuelo”), y se publicó en El Mundo Deportivo en septiembre de 1968, la víspera de la disputa del Trofeo Masferrer de aquel año[1] (Torres, 1968). Torres había conocido personalmente a Masferrer y lo había tratado mucho, antes y después de la Guerra Civil (el poco tiempo que este la sobrevivió, ya que falleció en abril de 1941); por lo tanto, es probable que la historia se la contara el propio protagonista.

Figura 1. Trofeo Masferrer depositado en la sede de la Federació Catalana de Ciclisme Fuente: fotografía del autor tomada el 29 de julio de 2017 en la sede de la Federació Catalana de Ciclisme.

Figura 1. Trofeo Masferrer depositado en la sede de la Federació Catalana de Ciclisme
Fuente: fotografía del autor tomada el 29 de julio de 2017 en la sede de la Federació Catalana de Ciclisme.

La anécdota suena verosímil: Masferrer era un objetivo más que previsible para los revolucionarios, por su filiación política derechista y monárquica, por su protagonismo en la vida pública barcelonesa fruto de 40 años casi ininterrumpidos de periodismo deportivo, y por su posición social, vinculada a las clases adineradas a través de su cargo vitalicio de secretario general de la Cámara del Automóvil de Catalunya[2]. Otros dirigentes deportivos catalanes de significación derechista tuvieron mucha menos suerte. Por ejemplo, Jaume García Alsina y su hijo, quienes fallecieron en el incendio de su gimnasio provocado por los (in)controlados (Fauria, 2005).

En cualquier caso, de esta historia se puede decir sin ninguna duda aquello de “se non è vero, è ben trovato”: después de toda una vida dedicada a luchar por la regeneración del país y la redención física y moral del pueblo a través de la difusión del deporte, suena a pura justicia poética que Masferrer salvara el pellejo gracias a que los que iban a arrestarlo lo reconocieran como el líder del movimiento deportizador español, y más específicamente como el máximo promotor del ciclismo. No es descabellado suponer que, conociendo su entrega total a sus ideales durante toda una vida, Masferrer se sintiera íntimamente halagado, una vez superado el susto, de que los representantes del pueblo, o si se prefiere del populacho barcelonés desencadenado, le perdonasen la vida en su calidad de “presidente de las bicicletas”.

Narciso Masferrer hizo de auténtico hombre orquesta en los inicios de la deportización de España: fue un propagandista y activista polideportivo, entregado sin reservas a todo lo que fuera promover cualquier forma de actividad física, preferentemente al aire libre. El propio Ramón Torres afirmaba en el citado artículo, sin exagerar, que Masferrer “tuvo durante medio siglo todos los resortes en mano del deporte español” (Torres, 1968). Ejerció su liderazgo infatigable en los inicios de la gimnasia o gimnástica, el fútbol, el atletismo, el olimpismo, el automovilismo y el turismo, tal y como se detalla en otros artículos recogidos en el presente monográfico. Pero su terreno predilecto de acción, la niña de sus ojos, el deporte al que dedicó más esfuerzos y en el que más destacó como dirigente, fue el ciclismo. Él mismo lo reconoció en múltiples ocasiones en que hizo pública profesión de fe pedalística:

Yo tengo una especialísima predilección por las cuestiones ciclistas, en el velocipedismo cuento con las mejores amistades y esta insignificancia de sportsman (…) después de haberse hecho muchos chichones en los gimnasios, se afilió al ejército ciclista, cobijándose en las tiendas de la UVE, en las que si bien ha pasado por hondas amarguras, horas muy dulces y muy felices han recompensado penas y fatigas. En defensa de la UVE he sostenido las más rudas batallas… y lo que te rondaré morena (Masferrer, 1912a)

El ciclismo ha sido mi vida; el ciclismo lo he vivido yo, por el desarrollo del deporte velocipédico he derrochado todas mis energías (Masferrer, 1915b).

Así como el ciclismo lo fue casi todo para Masferrer, durante 40 años este lo fue casi todo para la Unión Velocipédica Española (denominación de la Federación Española de Ciclismo entre 1894 y 1953). Véase si no la lista de cargos y encargos federativos que desempeñó:

  • Vocal (diciembre de 1899-diciembre de 1900)
  • Vicepresidente (diciembre de 1900-diciembre de 1902)
  • Presidente (diciembre de 1902-diciembre de 1904)
  • Vocal y director del Boletín Oficial (diciembre de 1904-diciembre de 1905)
  • Secretario general (diciembre de 1905-diciembre de 1909)
  • Vocal y director del Boletín Oficial (diciembre de 1910-diciembre de 1911)
  • Presidente (diciembre de 1911-enero de 1913)
  • Presidente del congreso de la UVE (febrero de 1922)
  • Presidente del congreso de la UVE (marzo de 1926)
  • Representante de la UVE en el Comité Olímpico Español (1926-1930)
  • Presidente del congreso de la UVE (febrero de 1928)
  • Representante de la UVE en el congreso de la UCI de Ámsterdam (1928)
  • Representante de la UVE en el congreso de la UCI de París (1929)
  • Galardonado con la primera Medalla al Mérito Ciclista instituida por la UVE (1930)
  • Representante de la UVE en el congreso de la UCI de Lieja (1930)
  • Representante de la UVE en el congreso de la UCI de París (1931)
  • Presidente del congreso de la UVE (febrero de 1932)
  • Presidente y representante de la UVE en el Comité Olímpico Español-Delegación Nacional de Deportes (marzo de 1939-diciembre de 1940)

Figura 2. Narciso Masferrer Sala en su madurez

Figura 2. Narciso Masferrer Sala en su madurez

Un palmarés impresionante que identifica a Narciso Masferrer Sala como la piedra angular del edificio federativo, del que tan solo la enfermedad y la muerte pudieron apartarlo, y desde el cual impulsó todas las iniciativas clave de la historia del ciclismo español anterior a la Guerra Civil. En las páginas siguientes repasaremos la etapa inicial de esta  impresionante trayectoria, la de mayor derroche de actividad y energías por parte de nuestro hombre, que va de 1898 a 1913. A partir de esta fecha y hasta su fugaz regreso, en circunstancias extraordinarias, a la presidencia de la UVE (marzo de 1939), Masferrer pasó a convertirse en referente moral y en deus ex machina que intervino en asuntos de alta diplomacia interna e internacional de la federación, pero sin inmiscuirse en su día a día.

2. La UVE antes de Masferrer

En contraste con el enorme protagonismo de Masferrer en la vida de la UVE a partir de 1899, nuestro hombre está totalmente ausente en la etapa inicial de la federación, entre su gestación en 1894 y el traslado a Barcelona de su sede, en julio de 1899.

Los precedentes inmediatos y los primeros años de existencia (1894-1899) de la federación ciclista española se ubican en Madrid, a pesar de que el impulso decisivo para su creación surgió en Barcelona (Andrés, 1895; Velocipedismo, 1895) de la mano del empresario Claudio de Rialp Navinés, cofundador de la Sociedad de Velocipedistas barcelonesa e impulsor de El Ciclista, una de las principales publicaciones ciclistas de finales del XIX en España. Utilizando las páginas de este semanario como altavoz, Rialp promovió a partir de 1892 la creación de un ente federativo que organizara y ordenara la práctica velocipedista en España, a imagen y semejanza de lo que sucedía en los países vecinos del norte desde hacía unos cuantos años (Izquierdo y Gómez, 2003; Pernau, 2003; Torrebadella y Arrechea, 2015).

A la vista de este liderazgo, la sede de la nueva entidad podría haberse ubicado en Barcelona, pero Rialp decidió expresamente que debía estar en la capital del reino, alegando que “la unión solo desde Madrid podrá vigorizarse” (A. S., 1895) y ofreció la materialización del proyecto federativo a los propietarios de las tres publicaciones ciclistas de la capital del reino: José María Sierra, de El Deporte Velocipédico; Luis del Campo, de El Veloz Sport, y Julio Amodio, de El Nuevo Fígaro. Estos aceptaron la propuesta (A. S., 1895) y fundaron la entidad entre finales de 1895 y principios de 1896, con sede la calle de la Libertad número 6, primer piso de la Villa y Corte (E. M. D., 1906).

Empieza en este momento (13 de febrero de 1896, fecha de legalización de sus estatutos) la etapa madrileña de la UVE, caracterizada por una fase ascendente, en que llegó a captar más de 4.000 socios (Canto Arroyo, 1914), y una descendente, a raíz del desastre de 1898. La pérdida de los últimos vestigios del imperio colonial español derivó en una profunda depresión colectiva en la metrópolis que en la minúscula parcela del velocipedismo se tradujo en una desmovilización casi total. El congreso de la UVE previsto para mayo de 1899 en Madrid se tuvo que anular por falta de concurrentes, y el comité central de la federación dimitió en bloque (X. de la Z., 1899a).

Hasta este punto, como hemos indicado, Narciso Masferrer se mantiene (casi) totalmente ajeno al movimiento federativo pedalístico, en contraste con su omnipresencia desde entonces hasta poco antes de su fallecimiento en abril de 1941. Las razones de este alejamiento son elementales, y no se deben a falta de interés de nuestro hombre por el problema de la institucionalización del ciclismo en España: Masferrer, nacido y criado en Madrid pero residente en Barcelona la mayor parte de su vida, vive no obstante durante estos años lejos de ambas capitales, donde se fraguó el nacimiento de la federación ciclista.

Masferrer se había casado en Madrid a mediados de 1891 con 24 años recién cumplidos (Noticias varias, 1891), y tanto él como su jovencísima esposa padecían de tuberculosis, una enfermedad que causaba estragos en aquella época. Empleado de la empresa Deutsch Compañía de Petróleos y Derivados, sus jefes deciden enviarlo a la sucursal de Sevilla para ver si el cambio de aires beneficia su precaria salud. Entre finales de 1891 y principios de 1895, pues, nuestro hombre vive en Sevilla, donde verán la luz sus dos primeros hijos: Ana (1892-1940) y Narciso, fallecido a los pocos días de nacer[3]. Su paso por la capital andaluza no ha dejado ningún rastro de su hiperactividad periodístico-federativa, que lo haría célebre en un futuro no muy lejano, o al menos nosotros no lo hemos localizado.

Figura 3. Boda de Narciso Masferrer y Esperanza Navarro, Madrid, julio de 1891 Fuente: fotografía cedida por Victòria Masferrer Alfonso, nieta de Narciso.

Figura 3. Boda de Narciso Masferrer y Esperanza Navarro, Madrid, julio de 1891
Fuente: fotografía cedida por Victòria Masferrer Alfonso, nieta de Narciso.

3. De la Unión Velocipédica Catalana a la Unión Velocipédica Española

De hecho, la primera vez que el futuro factótum del ciclismo español interviene públicamente en el proceso de institucionalización de este deporte, no lo hace en el marco de la recién creada UVE, sino con motivo de la fundación de una entidad competidora, la Unión Velocipédica Catalana. Decimos “competidora” y no “separatista”, porque la UVC nunca tuvo veleidades políticas de corte catalanista: sus creadores, liderados por el médico Manuel Duran i Ventosa, hijo del prócer Duran i Bas, se consideraban tan españoles como los dirigentes madrileños de la UVE, pero ante el desinflamiento de esta última a raíz del desastre colonial deciden impulsar una entidad federativa regional que sirva mejor a la promoción del deporte velocipédico en Cataluña (Unión Velocipédica Catalana, 1898).

La UVC surge del Club Velocipédico barcelonés, que preside Duran i Ventosa y cuyo órgano de prensa es la revista Los Deportes, fundada en noviembre de 1897 y dirigida por Narciso Masferrer desde el Gimnasio Solé de la calle Montjuïc del Carme. Así es como el madrileño Masferrer, recién llegado a Barcelona (donde por cierto enviudó a finales de 1896) (Hojas sueltas, 1897), se convierte a principios de 1898 en el principal propagandista de la nueva entidad federativa catalana, que se constituye oficialmente a raíz de su primer congreso, celebrado en Barcelona en mayo de aquel año. Nuestro hombre será elegido “secretario publicista” en el comité de la UVC, presidido por el artista Genís Codina i Sert (Notas locales, 1898).

Aparte de que la UVC tendrá muy poca vida, por no decir ninguna, o quizá por esto mismo, Masferrer se arrepentirá enseguida de haberla apoyado. Cuando a principios de 1899 se intuye la debacle de la UVE madrileña y Masferrer empieza a postularse como líder ciclista, este promueve la fusión entre las dos federaciones desde las páginas de Los Deportes (La reunión de Los Deportes, 1899) y mediante gestiones de acercamiento entre los líderes de una y otra entidad (Ciclismo, 1899). La campaña de Masferrer tiene su momento álgido en la “excursión magna” (Ciclismo, 1899) en bicicleta al restaurante Ca l’Anguilero de la desembocadura del Llobregat, convocada por Los Deportes el día 9 de abril “para sellar la unión que entre todos existe, sin necesidad de acudir a asambleas”, a la que concurrieron más de 240 ciclistas (Nuestra excursión, 1899). Años más tarde, cuando Masferrer ya era un líder consagrado del velocipedismo español, este haría confesión pública de sus remordimientos por haber apoyado una entidad disidente:

Sé por experiencia propia —de ello me acuso con amargo dolor— lo que es ser disidente, sé a lo que la impremeditación conduce, como sé lo que significa el remordimiento y lo dulce que es volver al lugar donde nacieron nuestros cariños y brotaron nuestras amistades. Desde entonces condeno toda manifestación de deserción, como traición a los fines que una entidad persigue (…) desde entonces batallo y batallaré (…) por crear y mantener entidades de carácter nacional (Masferrer, 1910, p. 2).

Enseguida llegó (mayo de 1899) la mencionada debacle de la UVE, con la anulación del cuarto congreso y la dimisión del comité central madrileño. A partir de este momento, Masferrer se convierte en el líder del movimiento de salvación de la federación, siempre utilizando las páginas de Los Deportes como altavoz. Así, por ejemplo, el 11 de junio lanza un patético llamamiento para “impedir que todo perezca. Si el comité de Madrid abandonó sus puestos de una manera poco digna, dejando sus dimisiones, a falta de Congreso, en pleno arroyo, aquí están nuestros amigos de la sexta región, la más floreciente, que deben disponerse a recojer [sic] la herencia” (X. de la Z., 1899a). Efectivamente, sus gestiones con el padre de la UVE, Claudi de Rialp, y con el presidente del comité de la sexta región de la Unión (Cataluña y Baleares), el arquitecto Bonaventura Pollés i Vivó, desembocan en la toma del poder federativo por parte de estos hombres y en el traslado de la sede de la UVE a Barcelona, que se materializa a principios de julio de 1899 (Unión Velocipédica Española, 1899).

Rialp se convierte en el nuevo presidente de la entidad, con Pollés como vicepresidente, cargos ratificados en el congreso celebrado en diciembre en Barcelona, anunciado y jaleado por Masferrer desde Los Deportes con argumentos tan curiosos como este: “El frío en aquella época por lo regular no es nada intenso, la vida de esta gran y hermosa capital está en todo su esplendor (…) El comité central, con muy buen acuerdo (…) preparará una serie de festejos para hacer más grata la permanencia de los compañeros de provincias a nuestro lado” (El próximo congreso de la UVE, 1899).

También resultan curiosos y hasta tiernos los esfuerzos de Masferrer para justificar su creciente protagonismo en los asuntos federativos, tras haber estado totalmente ausente en la etapa fundacional de la UVE. Por ejemplo, en septiembre de 1899 Los Deportes publica, en posición de artículo editorial, una “misiva suplicada”, sin firma pero en la que se adivina claramente el estilo del propio Masferrer. En ella se recuerda que este “antes que gimnasta fue ciclista y sigue siéndolo”, puesto que ya en 1883 formaba “en las filas de la inolvidable Sociedad de Velocipedistas, de Madrid”, cuyos miembros, incluido un jovencísimo Masferrer, recorrían “a diario las alamedas del Retiro de Madrid, en fila indiana, uno tras otro montados en aquellos clavos” (X. de la Z., 1899b).

Sea como fuere, Masferrer ha hecho una entrada triunfal en el movimiento unionista, perfilándose como el auténtico salvador de la UVE a través de sus gestiones y sus campañas periodísticas. Al principio se mantendrá en un segundo plano, tras Rialp y Pollés, pero muy pronto pasará a primera línea, apoyándose siempre en la eficaz plataforma que supone la publicación deportiva más leída de España en aquella época. De hecho, algunas de las decisiones más importantes del congreso de diciembre de 1899 son fruto de propuestas de Masferrer: por ejemplo, la reforma descentralizadora de los estatutos, en que se otorga más autonomía (y más recursos económicos) a las regiones velocipédicas que constituyen la estructura territorial de la UVE; o bien el mantenimiento de las competencias de la federación en materia de carreras, punto en el que Masferrer se opuso resueltamente a la propuesta de un grupo de socios en el sentido de que la UVE se desentendiera de las competiciones y se centrara exclusivamente en el excursionismo (X. de la Z., 1899c).

Este protagonismo creciente de nuestro hombre dentro de la federación se explicita enseguida: Masferrer es designado delegado, o sea, portavoz del comité central en el V congreso de la UVE celebrado en Barcelona en diciembre de 1900, cosa que Los Deportes aplaude mediante una alabanza poco disimulada a su director: “Hombres de las iniciativas del sr. Masferrer, que son capaces hasta de resucitar muertos (…), han de conseguir que la Unión se levante y ocupe pronto el lugar que le corresponde entre las naciones civilizadas” (Ciclismo, 1900: 747). Con o sin ditirambos de este estilo[4], la asamblea ciclista reconoce abiertamente su creciente liderazgo, ya que lo designa vicepresidente en una nueva junta presidida por Bonaventura Pollés, y además le otorga un diploma en reconocimiento a su campaña pro Unión, que es ciertamente encendida y vibrante, como atestiguan patéticos llamamientos como este:

La UVE tiene sus brazos abiertos para todos los que quieran cobijarse en su augusto manto, que unidos en apretado haz y bien organizados, daremos fuerza moral y material sobre todo al nuevo comité; que éste, empujado por tan entusiasta mole, sostendrá con energía los derechos a que los ciclistas somos acreedores; y así unidos en compacto grupo, no ya suplicaremos, sino impondremos lo que de derecho nos pertenece (…) no defraudéis con vuestra actitud anómala los entusiasmos del nuevo Comité Central, y cual nosotros gritad: ¡Viva la UVE! (N. M., 1900).

Buena falta le hacen a la UVE este tipo de campañas, porque la entidad ha llegado prácticamente muerta a Barcelona. En 1901, por ejemplo, contaba con apenas 900 socios en toda España, la inmensa mayoría catalanes (Pujadas y Santacana, 1994: 64), que contrastan con los más de 4.000 de finales de 1897 (Navarro, 1917: 61). En 1900 y 1901 la federación apenas registra actividad, más allá de los congresos anuales y de una carrera de 100 kilómetros entre Barcelona y Tarragona organizada por la UVE en mayo de 1901 y a raíz de la cual Masferrer, desde su nueva plataforma periodística en el diario El Liberal de Barcelona, explicita su doctrina de la propaganda por la acción: según él, con las pruebas ciclistas en carretera “no necesitan los apóstoles del ciclismo ir pregonando de pueblo en pueblo y de villa en villa las bondades del ciclismo”, porque ya lo hacen los propios corredores al impresionar a los espectadores improvisados de aldeas y masías, que nunca han visto un espectáculo como el de una carrera ciclista pasando por la puerta de sus casas (El Liberal, 27-5-1901). Esta teoría de la propaganda por la acción sería la base de las políticas de Masferrer durante toda su trayectoria como dirigente federativo, tal y como manifestaba él mismo años más tarde:

De todas las manifestaciones que registra el calendario ciclista (…) las que aportan mayor número de adeptos y de prosélitos a nuestra causa son esas carreras-vueltas en las que grupos numerosos de ciclistas van despertando a los dormidos pueblos hacia la realidad del sport” (Masferrer, 1926).

Es decir, para Masferrer la organización de competiciones de carretera no era tanto un fin en sí mismo, sino sobre todo un medio para propagar el ciclismo y el deporte en general entre la población, auténtico objetivo final de toda su acción propagandística y de liderazgo federativo, no tan solo en la UVE sino también en todas las otras iniciativas de institucionalización del deporte en las que estuvo implicado directamente: Sociedad Gimnástica Española, Federación Gimnástica Española, Sportsmen’s Club, Federación Catalana de Fútbol, Federación Española de Clubs de Foot-ball, Federación Atlética Catalana, Comité Olímpico Español, etcétera (Torrebadella, 2015; López, 2016). En el ámbito del ciclismo, al calor de esta doctrina o teoría masferreriana nacieron (o renacieron) el campeonato de España de fondo en carretera, el campeonato de España de velocidad y el de medio fondo tras moto, la Vuelta a la Provincia de Tarragona (1908), la Volta a Catalunya, el Trofeo Masferrer, y muchas otras pruebas, entre las cuales faltó poco para que figurara una tempranísima Vuelta a España, proyecto que Masferrer acarició durante 1911 y 1912 pero que tuvo que abandonar, como se verá más adelante (López, 2010).

Volviendo a 1901, en plena etapa heroica de la refundación de la UVE en Barcelona, identificamos otra iniciativa de Masferrer, significativa de su ambición, dinamismo y creatividad. En junio de aquel año el comité de la federación aprueba, a propuesta de nuestro hombre, instituir premios en metálico de 20 pesetas cada uno para los peones camineros que tuviesen en mejor estado el tramo de carretera bajo su competencia. Se trata de una medida más bien simbólica por lo que respecta a su efectividad, pero reveladora de una de las obsesiones de Masferrer durante los primeros lustros del siglo XX: la necesidad imperiosa de adecentar la lamentable red de carreteras del país, con el objetivo de facilitar la práctica ciclística pero sobre todo facilitar el despegue de la industria turística, cuyo enorme potencial económico Masferrer no dejó de pregonar durante toda su carrera periodística. En ausencia de una acción eficaz en este terreno de las administraciones, a las que nuestro hombre no cesó de fustigar desde sus tribunas periodísticas, Masferrer pretende que la UVE tome la iniciativa.

En diciembre de 1901 el congreso de la federación reelige al comité Pollés, el cual Masferrer continúa como vicepresidente e ideólogo-dinamizador indiscutible de la entidad, nuevamente honrado por la asamblea con un diploma en reconocimiento de sus campañas pro UVE (Unión Velocipédica Española, 1901). Fruto de otra de sus iniciativas es la recuperación del Gran Premio de la Unión, como se denominaba en aquella época al campeonato de España de fondo en carretera. La prueba se había celebrado por primera y última vez hasta entonces en 1897, con victoria del portugués José Bento Pessoa. El empeño de Masferrer conseguiría que la carrera se volviera a organizar en mayo de 1902 en un recorrido Mollet-Vic y regreso en el que se impuso el valenciano Tomás Penalva Camarasa (Las carreras del Gran Premio de la Unión, 1902). La prueba se disputaría ya sin interrupciones hasta la Guerra Civil.

4. Todo el poder para Masferrer

A medida que se va acercando la fecha del séptimo congreso anual de la UVE (8 de diciembre de 1902), Los Deportes va haciendo ambiente en torno a una candidatura de Masferrer a la presidencia de la entidad: es el último escalón en el ascenso meteórico de nuestro hombre en el organigrama federativo. El 2 de noviembre el semanario informa de que Pollés no tiene intención de presentarse a la reelección, y que este promueve la candidatura de Masferrer para sustituirlo. El anónimo articulista no deja dudas en cuanto a sus preferencias: “No hay ni puede haber más que un solo candidato: D. Buenaventura Pollés, y si este se empeñara en renunciarla, la de don Narciso Masferrer, a quien a todo trance deberían convencer si no han de verse abandonados los sagrados intereses de la Unión” (Ciclismo, 1902).

Como era previsible, la asamblea eligió por unanimidad un nuevo comité central presidido por nuestro hombre, en el que Pollés pasaba a ser vocal. En su discurso de toma de posesión Masferrer, revelando una cierta inseguridad en relación con sus méritos reales para convertirse a sus 35 años en presidente de la federación velocipédica, se sintió nuevamente obligado a justificarse: “Yo apenas soy ciclista (…) pero todos vosotros sabéis el cariño, las simpatías que me merece este deporte”. A continuación retomó el relato de su pasado velocipedista, dedicando “un recuerdo a aquellos tiempos y a aquellos amigos que por los años de 1885 y 86 constituíamos la Sociedad de Velocipedistas”, e incluso afirmó que durante la etapa sevillana de su vida el líder madrileño del movimiento unionista había contado con él en relación con la fundación de la entidad:

Permitidme que evoque también el recuerdo del placer que sentí allá en tierra andaluza, donde cuidaba un día del estado delicado de mi salud, comprometida por el rudo batallar en defensa de estos y otros parecidos ideales, cuando mi amigo Manuel del Campo (…) solicitaba mi pobre concurso para cooperar a la obra que iniciaban los fundadores de la UVE y para trabajar en su compañía, en el Veloz-Sport (Masferrer, 1902: 773).

También es interesante ver cómo Masferrer utiliza su doble condición de madrileño y catalán para apuntalar su liderazgo deportivo, carta que jugará a menudo en el futuro. En un país con una tradición centralista tan fuerte, resultaba por lo menos llamativo que la sede de su primera federación deportiva no estuviera ubicada en la capital política sino en Barcelona, y de hecho los ciclistas madrileños no dejarían de resentirse ante este hecho potencialmente afrentoso para ellos (véase más adelante). Seguramente consciente de este hecho, Masferrer introdujo en su discurso de toma de posesión el siguiente pasaje:

La Unión proclama hoy a un hijo de Madrid para que siga los hermosos derroteros de los hijos de este país, del que soy oriundo y por el que siento los mismos amores que profesé a mi santa madre, catalana ella como todos mis ascendientes; ojalá que a mis paisanos les satisfaga el que un madrileño venga hoy a este honroso y elevado puesto; ellos son mis hermanos (Masferrer, 1902: 773).

Una vez con las riendas de la federación en sus manos, nuestro hombre se lanza a implantar su programa de revitalización y promoción del ciclismo, principal medio para garantizar la supervivencia de la propia UVE, puesto que por entones se trataba ni más ni menos que de esto último. De hecho, por aquellas mismas fechas Masferrer está inmerso en la pelea por implantar otra entidad análoga, la Federación Gimnástica Española, fundada por él en 1898 y que acabará naufragando en 1903 por falta de apoyos, tanto desde la base de los practicantes y divulgadores de la gimnástica como desde las instituciones públicas. Por lo tanto, la continuidad de la federación ciclista no se podía ni mucho menos dar por descontada.

En el terreno institucional, Masferrer insiste (con escaso éxito) en su empeño por constituir los comités regionales de la UVE, pieza clave en la interlocución entre el comité central, aislado en Barcelona, y precario tejido ciclista del país. También redobla esfuerzos en materia de organización de competiciones, tanto en velódromos como en circuitos urbanos y en carretera. Por ejemplo, en 1904, aparte de volver a organizar el campeonato de España de fondo (disputado aquel año en Valencia), la UVE rescata, siempre a instancias de Masferrer, el campeonato de velocidad en pista, que no se celebraba desde 1896. La federación otorgó la organización de la prueba a un club de Palma de Mallorca que había inaugurado el año anterior el moderno velódromo del Tirador.

El catalán Paco Abadal fue proclamado ganador de la prueba por delante del gallego Manuel Neira en un ajustadísimo sprint disputado ante la plana mayor de la UVE presidida por Masferrer y un público numerosísimo, pero esta decisión del jurado generó una gran polémica porque gran parte de la concurrencia y muchos periodistas reclamaron la victoria para Neira. Ante la magnitud del desacuerdo, y a la vista de diversas pruebas y testimonios, la comisión deportiva de la UVE acordó días más tarde otorgar el campeonato a Neira (Llunas, 1904a). Este conflicto hizo exclamar a Masferrer meses después: “Para celebrar el campeonato de España hemos estado esperando el maná ¡nueve años seguidos!, y si nos descuidamos, dejamos el pellejo en el Tirador de Palma, después de tener que pasar el charco” (Masferrer, 1905). Como veremos, no fue este el único episodio polémico durante el mandato de nuestro hombre. La UVE no volvería a organizar la prueba hasta 1908, nuevamente a instancias de Masferrer.

En el ámbito de las infraestructuras, Masferrer impulsa una iniciativa para que entidades y particulares vinculados a la UVE subvencionen la instalación de “postes indicadores” en los cruces y en las zonas de peligro de las carreteras, tarea que la administración pública tenía abandonada. El propio Masferrer se convertiría a finales de 1903 en el primer particular que financiaba un poste indicador, concretamente una señal con la advertencia “bajadas rápidas” en las cuestas de Calella (Unión Velocipédica Española, 1903).

La misión de consolidación institucional de la UVE que se había autoimpuesto Masferrer no solo presentaba facetas agradables. Uno de los problemas más graves de la federación en aquella época era su debilidad presupuestaria, provocada por la dependencia exclusiva de las cuotas de los socios… y por la indisciplina de muchos de estos a la hora de pagarlas. Especialmente espinosa era la desidia de algunos cargos de la estructura regional de la federación, cónsules y/o dirigentes de comités regionales, encargados de recaudar las cuotas en las respectivas localidades o regiones y de remitir al comité central la parte que le correspondiera. Se producían muchos retrasos en estos pagos, y en algunos casos extremos el comité central no veía ni un céntimo, a pesar de las numerosas cartas de apremio dirigidas al moroso en cuestión. A iniciativa de Masferrer, ya en 1902 la UVE decidió imponer una medida drástica para atajar el problema: publicar cada mes en el Boletín Oficial de la entidad el llamado “cuadro negro”, denominación ominosa e inequívoca, en que se hacían constar los nombres y apellidos de estos morosos (Remitido, 1903b). Esta iniciativa desencadenó una grave crisis en el seno de la federación, ya que uno de los cargos intermedios cuyo nombre apareció en este cuadro negro, Martín Osés, del comité regional de Zaragoza, reaccionó querellándose contra Pollés y Masferrer por injurias y calumnias (Remitido, 1903a). En abril de 1905 los tribunales fallaron a favor de estos últimos, cosa que no le ahorró a la federación y a los propios afectados la correspondiente dosis de inquietud derivada de estar inmerso en cualquier proceso judicial (M. M. A., 1905).

En el conflicto con Osés se puso nuevamente de manifiesto el carácter vehemente, hiperactivo y directo de Masferrer, que hasta entonces había beneficiado su carrera como dirigente federativo, pero que se iba a convertir en un arma de doble filo una vez instalado en la presidencia de la UVE. Sus dos años de mandato (fue reelegido en diciembre de 1903) estuvieron marcados por algunos conflictos y roces con varios sectores y personalidades del velocipedismo, cosa que le valió una cierta fama de persona intemperante y poco diplomática. De hecho, sus propios amigos ya apuntaron este defecto de su carácter en el número de Los Deportes que daba cuenta de su elección como presidente de la UVE en diciembre de 1902.  Luciano Miguel Farga, por ejemplo, lo retrataba así:  “El nervio de su fe está precisamente en creer que todos los hombres tienen el deber de concurrir como él y mejor a su lado a las buenas obras; por eso exige, impone y manda, como si su misión tuviera por fin ser el eco de las humanas conciencias” (Miguel, 1902). Por su parte, el periodista mataronés Antoni Viada era todavía más explícito en una semblanza de Masferrer publicada en el mismo sitio:

El peor de todos sus defectos (…) es que le falta lo que unos llaman “ductilidad” y otros “pastelería”, lo apellidado “diplomacia” y también “falsedad”. Masferrer prefiere a los hojaldres el pan candeal, límpido y puro; y estima mejor que los recodos la carretera amplia y despejada. Por esto cuando pone la pluma para embestir a quien se le cuadra por delante, como la pone sobre seguro y el ímpetu no es flojo, hace daño (Viada, 1902).

Defectos de Masferrer cuyos críticos no dejarían de echarle en cara a raíz de otro de sus empeños vinculados con la consolidación de la UVE: que sus reglamentos fueran respetados en todas las competiciones celebradas en España, de manera que la UVE se erigiera en árbitro único y máxima autoridad ciclista del país, a imagen y semejanza de lo que pasaba en los países vecinos. Este fue uno de los objetivos anunciados por Masferrer en el congreso de diciembre de 1904, que aprobó el nuevo reglamento de competición propuesto por nuestro hombre, “con el decidido propósito de que su articulado se cumpla al pie de la letra”, según anunciaba él mismo en la revista madrileña Arte y Sport (D. Portes, 1903). Esto era el anuncio de una nueva era de rigor y de sanciones, prácticamente desconocidas hasta entonces en el gobierno federativo, y que, como se verá, casi dan al traste con la propia UVE al cabo de pocos años.

Durante el año 1904, Masferrer, reelegido presidente en diciembre de 1903, continúa ejerciendo el liderazgo oficial y efectivo de una UVE frágil, escuálida y pobre: él mismo revelaba a principios de 1905 que el presupuesto anual de la entidad era de apenas “2.000 duros” (Masferrer, 1905). Aparte de la desafortunada experiencia del campeonato de España de velocidad de Palma comentada más arriba, aquel año Masferrer puso en órbita la idea de convertir a  la UVE en Touring Club de España, haciendo asumir a la federación las funciones que desempeñaban las instituciones de este nombre existentes en los países vecinos, cuyo máximo exponente era el Touring Club de Francia, dedicadas al fomento de la industria turística (D. Portes, 1904). A finales de 1907 esta propuesta de Masferrer se materializaría en un cambio de estatutos y de nombre de la UVE, que pasaría a llamarse UVE-Touring Club Nacional (Grau, 1907), si bien la actividad pro turismo de la entidad sería más bien simbólica, a pesar del empeño del padre de la idea.

5. Un paso atrás, ma non troppo

A finales de su segundo mandato anual, la fatiga provocada por su continuo batallar en pro de la consolidación de la UVE confluye con la puesta en marcha de su nuevo proyecto empresarial (un almacén de productos para la agricultura) (López, 2016) para hacerle desistir de una segunda reelección. Nuestro hombre da un paso atrás en la estructura federativa en el congreso de diciembre de 1904 cediendo la presidencia a Enrique de Sorarrain, quien por lo visto poseía las dotes diplomáticas de las que carecía Masferrer y que eran necesarias para amansar las aguas de la entidad, algo agitadas por la hiperactividad y las formas expeditivas de nuestro hombre (Llunas, 1904b).

La retirada de este último es parcial: integra la comisión de turismo de la federación, expresión clara de su creciente interés por la materia, y pasa a ocupar una vocalía en la nueva junta. Además se hace cargo de la dirección del Boletín Oficial de la entidad, importante palanca de poder en la opinión de los socios. A iniciativa suya, el Gran Premio de la Unión de 1905 se disputó con salida y llegada en Tarragona, ciudad en la que tenía fuertes vínculos familiares (su segunda esposa era de allí). El desenlace de la prueba supuso la primera victoria catalana en el campeonato de España de fondo, a cargo de Pablo (o Pau) Pujol, de La Múnia.

El otro gran hito de la acción federativa de aquel año, como de costumbre ideado y promovido por Masferrer, fue la disputa el 24 de mayo de la primera gran carrera de motocicletas celebrada en España, la Copa Sportsmen’s Club, en un recorrido Barcelona-Tarragona y regreso. Cabe recordar que en aquella época la federación ciclista todavía tenía competencias en materia de motociclismo, deporte que era visto como una modalidad del ciclismo. Masferrer patrocinó y organizó la prueba gracias a su doble condición de presidente de la sección de ciclismo del importante club barcelonés y de vocal de la UVE (M. M. A., 1905). El protagonismo de nuestro hombre queda demostrado por el hecho de que, una vez desaparecido el Sportsmen’s Club a finales de 1905, la federación ciclista se encargó de organizar las otras dos ediciones de la prueba (1906 y 1908), siempre bajo la batuta de Masferrer (Masferrer, 1915a).

Mientras tanto, el factótum del ciclismo continuaba con su incansable labor de afianzamiento institucional, y en aquellos meses lideró la renovación de los estatutos y de los reglamentos de competición, que fueron aprobados por el congreso de la UVE de diciembre de 1905. Uno de los cambios introducidos en el organigrama federativo fue la figura del secretario general, encargado de la gestión cotidiana de la entidad y potencial poder a la sombra del presidente. El elegido para este nuevo y estratégico cargo no fue otro que Narciso Masferrer, en un comité en el que volvía a la presidencia el arquitecto Bonaventura Pollés (Ciclismo, 1905).

Por aquellas fechas nuestro hombre había entrado en nuevo torbellino de hiperactividad, con la puesta en marcha de su negocio de productos para la agricultura y el lanzamiento del proyecto periodístico deportivo más influyente del siglo XX en España: el (entonces) semanario El Mundo Deportivo, que vio la luz el 1 de febrero de 1906 bajo su dirección. A partir de entonces y hasta el paso definitivo de Masferrer a la reserva como dirigente unionista (enero de 1913), El Mundo Deportivo se convirtió en portavoz oficioso de la federación, o más bien de su facción masferreriana.

En enero de 1906 la UVE ingresaba oficialmente en la Liga Internacional de Asociaciones Turistas siguiendo el plan de nuestro hombre de profundizar en la vocación turística de la federación ciclista (Unión Velocipédica Española, 1906a). En mayo de aquel año este ideaba e impulsaba desde la UVE una “estafeta motociclista” o viaje en motocicleta desde Barcelona a Madrid por etapas o postas para hacer llegar un mensaje de felicitación a Alfonso XIII con motivo de su boda. El objetivo de la iniciativa era elevar el perfil de la UVE y darla a conocer tanto al gran público como a las elites políticas y sociales: “Al conducir de mano en mano un mensaje rápido de Barcelona, capital de la Unión, a Madrid, capital de España, hay que dar ante todo al país una muestra patente de lo que puede conseguir una federación deportiva cuando todos sus componentes no tienen otro ideal que su progreso y desenvolvimiento” (Unión Velocipédica Española, 1906b). El atentado de Mateu Morral desbarataría en gran medida estos planes.

En paralelo, la federación despliega su nueva política de rigor reglamentario, de explícita inspiración masferreriana, suspendiendo al campeón del Gran Premio de la Unión en 1902 y 1903, Tomás Penalva, por infracciones, cosa que le impidió competir en la edición de la prueba de 1906, igual que le sucedería al ganador de ese año, Luis Amunátegui, en la edición de 1908 (Masferrer, 1906; Creus, 1908). Fruto de otra iniciativa de Masferrer es la recuperación del Anuario de la UVE, que se había publicado anteriormente tan solo una vez, en 1898. La nueva edición vio la luz en 1907, con más de 250 páginas y el subtítulo “Guía del turista”, nuevo indicador de las ambiciones de Masferrer en este terreno. No obstante, la iniciativa no tendrá continuidad. Otro hito importante de la federación en 1907 es que por primera vez estuvo representada en un congreso de la Unión Ciclista Internacional. La persona elegida para dicha embajada es un nuevo síntoma del ascendiente de Masferrer en los asuntos de la entidad: Manuel de Mercader, corresponsal de El Mundo Deportivo en París (X. de la Z., 1906).

6. La UVE en guerra civil

El congreso de la federación de diciembre de 1907 marca el inicio de la última y tempestuosa etapa de Masferrer como líder federativo, antes de pasar en enero de 1913 a un segundo plano, o mejor dicho, a situarse au-dessus de la mêlée, como referente moral y venerable asesor de los futuros líderes unionistas. En el desencadenamiento de las sucesivas y graves crisis federativas de este periodo confluyen tres factores o circunstancias: en primer lugar, el recrudecimiento de la política masferreriana de rigor reglamentario, mal comprendida y muy poco aceptada por los indisciplinados y caprichosos ciclistas españoles de la época; en segundo lugar, la agudización de la tensión Barcelona-Madrid en materia de gobernanza de la federación; y finalmente, el factor más grave de todos: la ruptura del hasta entonces homogéneo grupo dirigente barcelonés constituido en torno al tándem Pollés-Masferrer.

El congreso de diciembre de 1907, que reeligió al comité Pollés con Masferrer como secretario general, aprobó varias propuestas surgidas de la iniciativa de este último (Grau, 1907): un nuevo reglamento de competición, la incorporación del subtítulo “Touring Club Nacional” al nombre oficial de la federación, un cambio de denominación del Gran Premio de la Unión, que a partir de entonces (y hasta nuestros días) pasaría a llamarse campeonato de España de fondo, y el traslado de la sede de la federación al mismo edificio donde tenía su redacción El Mundo Deportivo. Otra decisión de la asamblea, igualmente inspirada por nuestro hombre, sería el detonante del conflicto Madrid-Barcelona: Masferrer se opuso a la pretensión del representante del comité regional madrileño, Ricardo Ruiz Ferry, de incrementar los recursos destinados a la estructura regional de la federación, y no solo eso, sino que además hizo votar una reducción importante de estos recursos. La respuesta de Ruiz Ferry fue fulminante: recién regresado a Madrid reunió a los líderes ciclistas de la capital descontentos con la gestión catalana de la federación y fundó una entidad competidora, la Federación Ciclista Española (FCE), con pretensiones de suplantar a la UVE en la dirección del movimiento ciclista español (Federación Ciclista Española, 1908). La amenaza no era despreciable para la UVE, una entidad débil y pobre, con una cifra ínfima de 754 socios, según informaba su Boletín Oficial de enero de 1908. Masferrer tampoco se quedó corto ante esta disidencia, ya que le declaró la guerra abierta y sin cuartel desde la propia UVE y desde las páginas de El Mundo Deportivo, que durante aquellos meses se ven inundadas de feroces ataques a la FCE y a Ruiz Ferry (véase por ejemplo Masferrer, 1908a; Creus, 1908 y Arteman, 1908).

La respuesta de Masferrer no se limitó a una mera reacción, sino que se basó en una multiplicación de las iniciativas de promoción de la entidad y de captación de nuevos socios, sobre todo mediante la organización de competiciones de todo tipo, de acuerdo con su doctrina de propaganda por la acción. El hito más destacable de esta política fue la disputa, en diciembre de 1908, de la primera vuelta ciclista por etapas celebrada en España, la Vuelta a la Provincia de Tarragona, organizada por el cónsul de la UVE en Tarragona, el suizo William Tarin, y con el apoyo incondicional de la UVE y de El Mundo Deportivo. Con motivo de este evento, Masferrer apunta el que será uno de sus proyectos estrella en su cruzada por afianzar la UVE: la organización de la Vuelta a España (Masferrer, 1908b).

Con el paso de los meses la FCE iría perdiendo fuelle, hasta el punto de que a finales 1910 Ruiz Ferry había arrojado la toalla, regresando a las filas de la UVE (X. X., 1910). No obstante, el conflicto en torno a la aplicación rigurosa de los reglamentos federativos le dio oxígeno durante 1908 y 1909. El punto álgido de este conflicto se produjo en julio de 1909, cuando se organizaron en Valencia una serie de importantes carreras en el marco de la Exposición Regional de aquella ciudad, impulsadas por antiguos unionistas disidentes y celebradas al margen de los reglamentos federativos. Ello supuso una cascada de suspensiones, que afectaron por igual a corredores, organizadores y a la propia FCE y a Ruiz Ferry (Boletín de penalidades, 1909).

En medio de estas borrascas, como se ha indicado, el núcleo duro de la UVE empieza a resquebrajarse. Ya en febrero de 1909 un artículo anónimo publicado en el Boletín Oficial de la federación de aquel mes atacaba a los “radicales”, o sea, la facción del comité central de la UVE encabezada por Masferrer que predicaba sin cesar la necesidad de gastar los recursos de la entidad en organizar eventos y competiciones con finalidades propagandísticas y de captación de nuevos adeptos para el ciclismo. Unos objetivos más urgentes que nunca tras el surgimiento de una entidad competidora, como era la FCE. Frente a ellos se situaba el núcleo “conservador”, liderado por Bonaventura Pollés, partidario de gastar lo mínimo y acumular recursos, en previsión de futuras dificultades financieras para la federación (Masferrer, 1909). Este conflicto, latente al principio, se agudiza a partir de mayo de 1909, cuando Masferrer renuncia de facto a su cargo de secretario general (X. de la Z., 1909), y estalla en el congreso de diciembre de 1909.

Pollés había decidido no presentarse a la reelección, pero había patrocinado una candidatura oficialista encabezada por el periodista Andrés Rodríguez Dorado. Frente a este movimiento, Masferrer había maniobrado organizando una candidatura alternativa alrededor del ex presidente del Real Automóvil Club de Barcelona (posteriormente, Real Automóvil Club de Cataluña), Lluís R. de F. Baixeras. La igualdad de fuerzas entre ambos sectores provocó una enorme confusión, que se acabó resolviendo en enero de 1910 con la elección de un comité de salvación, presidido por el padre de la UVE, Claudi de Rialp (El XII congreso de la UVE, 1909; Cuestiones unionistas, 1910).

7. Una Vuelta a España para salvar a la UVE

Ante el retraimiento momentáneo del factótum Masferrer, el comité Rialp se dedicó durante el año 1910 a buscar la paz entre los ciclistas españoles, cosa que consiguió en buena medida, a pesar de la poca simpatía con que fue tratado por aquel desde las páginas de El Mundo Deportivo. El congreso de diciembre de 1910 fue, pues, el de la reconciliación dentro de la federación, que supuso a la práctica la victoria total de las tesis masferrerianas. Se eligió finalmente el comité Baixeras, patrocinado por Masferrer, con este como vocal (X. X. 1910a y 1910b). Y como guinda, en enero de 1911 se disputó la primera Volta Ciclista a Catalunya, empresa titánica en aquella época fruto del empeño de Masferrer y de su gente. El brazo ejecutor del proyecto fue el redactor de ciclismo de El Mundo Deportivo, Miquel Arteman, bajo la cobertura institucional del Club Deportivo de Barcelona, entidad estrechamente unida al grupo de Masferrer (Arteman era secretario del club, y en diciembre de 1911 pasaría a serlo también de la UVE).

De hecho, la Volta fue concebida desde el principio por Masferrer y su gente como el primer paso hacia la clave de su proyecto revolucionario de consolidación del ciclismo y de su federación en España: la organización de la primera Vuelta Ciclista a España, en imitación del Tour y del Giro (López, 1910). Este gran evento, según los planes de nuestro hombre, debía servir de revulsivo definitivo para despertar entusiasmos, sumar adeptos, y en definitiva para que los adormecidos ciclistas españoles se aglutinaran en torno a su federación. Por el camino, Masferrer lanzaba exitosas iniciativas propagandísticas, como el gran mitin de Mataró de julio de 1911, que congregó a más de 1.000 ciclistas en una excursión entre Barcelona y la capital del Maresme (Masferrer, 1911).

Ante la escasa iniciativa de Baixeras, quien resultó ser más bien un presidente decorativo, nuestro hombre decide tomar nuevamente el bastón de mando de la Unión, y el congreso de diciembre de 1911 lo proclama presidente por tercera vez. Vuelve a coincidir de esta forma en la misma persona el liderazgo institucional y el efectivo. El Mundo Deportivo celebraba y justificaba así el resultado del congreso: “El único a quien se juzga capaz de implantar el nuevo régimen es Masferrer y no sujeto a tutelas –como otras veces– [en alusión a su subordinación a Bonaventura Pollés en épocas anteriores] establecerá su plan de campaña” (J. G., 1911).

1912 será pues el año clave para el lanzamiento de su revolución pedalística particular en torno al proyecto de Vuelta a España. Una de las primeras decisiones de Masferrer en esta dirección fue reforzar la Volta a Catalunya, que en sus planes actuaba como avanzadilla del proyecto de ámbito español y que se disputó entre el 6 y el 8 de abril, haciendo que la UVE le otorgara el título de campeonato de España de fondo, que hasta entonces se venía disputando en la tradicional carrera anual de 100 kilómetros (J G., 1911). Ante las posibles suspicacias que pudieran surgir en torno al apoyo de la UVE a una carrera “regional”, El Mundo Deportivo se apresuró a dejar claro el carácter español y españolista de la iniciativa: “Unámonos, unámonos siempre secundando estas bellas obras (…) No es esta obra de exclusivistas, es obra donde lo que más vale es la fraternidad de elementos de distintos pueblos luchando por un título que lleva el nombre sacrosanto y venerado de España” (Las grandes pruebas ciclistas, 1912).

Masferrer aprovechó el banquete de clausura de la segunda edición de la ronda catalana para anunciar, ante todas las fuerzas vivas del ciclismo español presentes, su proyecto de Vuelta a España (Boletín Oficial de la UVE, septiembre de 1912). A partir de este momento se lanza a una frenética actividad de propaganda y relaciones públicas para ponerlo en marcha. Las páginas de El Mundo Deportivo y del Boletín de la UVE se llenan de panegíricos en defensa del proyecto, y varios de sus colaboradores viajan repetidas veces a Madrid y al País Vasco, los otros centros ciclistas de la península, para recabar el apoyo de las fuerzas vivas pedalísticas de estas zonas. Todo será en vano. Ante la frialdad e incluso la indiferencia con que es recibido su proyecto fuera de Cataluña, Masferrer se declara derrotado en noviembre de 1912:

Fracasó la revolución (…) Las esperanzas que fundaban nuestros amigos en la revolución que dentro el elemento ciclista debía operar la Vuelta a España eran grandísimas. Los desengaños experimentados ante la indiferencia de los correligionarios y ante la guerra sorda que se ha hecho a la carrera inventando patrañas que nadie se ha atrevido a sostener, han dado fin con la voluntad de quienes ansiaban la revolución dentro del ciclismo (X. X., 1912).

Ante esta situación, el comité central de la UVE, con Masferrer al frente, presentó su dimisión irrevocable. En un congreso extraordinario celebrado en enero de 1913 el factótum cedía definitivamente el bastón de mando de la federación, agotado por más de 13 años de lucha constante en pro del ciclismo español y de su frágil estructura institucional (Asamblea velocipédica, 1913). Pero Masferrer estaba demasiado enamorado de este deporte y había dedicado demasiadas energías a su promoción como para desentenderse totalmente de su evolución: desde entonces, y sobre todo a partir de 1924, se convierte en una especie de patriarca de la federación, continuamente solicitado por sus sucesores, siempre au-dessus de la mêlée y actuando como referente moral y delegado para asuntos internacionales y de alta política, sin mezclarse en el día a día de su gestión y dirección política. Este era el papel que habría desempeñado felizmente y a plena satisfacción de todas las partes, hasta su muerte, si no se hubiera cruzado en su camino y en el de todo el país la tragedia de la Guerra Civil. El desenlace de esta volvió a colocarlo en el sillón de presidente de la UVE, aunque esta vez por poco tiempo (falleció en abril de 1941), y seguramente a su pesar, puesto que a sus 72 años aquel no era precisamente el colofón que él habría previsto para su carrera como dirigente deportivo. Pero la fuerza de los hechos se impuso con una contundencia inapelable.

8. Conclusiones

Son varias las personalidades relevantes en los inicios del proceso de institucionalización del ciclismo en España: desde el padre indiscutible de la iniciativa, Claudi de Rialp Navinés, hasta el marqués de Casa Alta, pasando por José Barunat, Luis del Campo, Bonaventura Pollés, etc. Pero la figura clave, la piedra angular, el líder indiscutible e infatigable de esta etapa heroica es Narciso Masferrer Sala. Desembarcado con cierto retraso en el movimiento federativo, por motivos profesionales y personales, a partir de 1899 agarra la batuta de la Unión Velocipédica Española y no la suelta hasta enero de 1913, agotado y baqueteado por 13 años de lucha constante por salvar a la frágil federación de las sucesivas marejadas que la amenazan.

En este liderazgo son claves varios factores: en primer lugar, la pasión de Masferrer por el ciclismo, que solo apagará su propia muerte en abril de 1941; en segundo lugar, la personalidad emprendedora, arrojada, vehemente y tribunicia de nuestro hombre, un auténtico líder natural entregado a su misión autoimpuesta de salvar, literalmente, al país y al pueblo español a través de su deportización; en tercer lugar, su arrolladora vocación periodística, que lo lleva a fundar y a dirigir, entre otras publicaciones, los dos semanarios deportivos más influyentes de finales del XIX y principios del XX en España, Los Deportes y El Mundo Deportivo; y finalmente, su doble condición de catalán y madrileño, carta que sabrá jugar astutamente en el ejercicio de su liderazgo deportivo (no solo pedalístico) para sortear las crecientes dificultades que planteaba el hecho de que la capital deportiva del país fuera Barcelona, mientras que la capital política, muy celosa de sus prerrogativas, era Madrid.

La magnitud de su obra y la intensidad de su dedicación a la implantación del ciclismo y del deporte en general son méritos sobrados para hacerlo justo merecedor del título eterno de “presidente de las bicicletas”.

Bernat López

Departament d’Estudis de Comunicació

Universitat Rovira i Virgili

Referencias

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[1] La carrera se celebró anualmente de 1932 a 1994, con escasas interrupciones. El ganador de la última edición es el ciclista catalán Àngel Edo.

[2] Las oficinas de la Cámara estaban ubicadas en su domicilio particular de Rambla de Catalunya n. 41.

[3] Información proporcionada por los hermanos Masferrer Andreu, nietos de Narciso Masferrer.

[4] Años más tarde el propietario del semanario, Josep Llunas, peleado con Masferrer, señalará a este último como autor de estos artículos laudatorios anónimos, hecho que si fuera cierto los convertiría en autoalabanzas disfrazadas: “Nosotros no somos de aquellos periodistas que, fiándolo todo al dios Éxito y confundiendo al escritor con el gacetillero, no hacen más que emborronar cuartillas dándose autobombos bajo pseudónimos diferentes y siempre en forma ridícula para el que sabe ver sus travesuras” (El congreso de la UVE, 1904).




Narciso Masferrer Sala, impulsor y modernizador del periodismo deportivo en España (1897-1920)

1.   Introducción

Como se sabe, la figura de Narciso Masferrer Sala (1867-1941) está indiscutiblemente ligada al proceso de penetración y primer desarrollo del fenómeno deportivo moderno en España. Si bien su difusión es todavía escasa y merece una atención biográfica que todavía no se le ha brindado hasta estos días, una cierta recuperación del personaje ya se ha ido sucediendo en la historiografía social del deporte de este país desde perspectivas diferentes y con matices diversos (Pujadas y Santacana, 1997; Bahamonde, 2011; Torrebadella, 2015; López, 2016a). En verdad, podríamos decir tal y como ya se ha escrito, que Masferrer lideró en buena medida “la mayoría de iniciativas de institucionalización deportiva que se llevaron a cabo” en la España de finales del siglo XIX y primeras décadas del novecientos (López, 2016b). De hecho, si nos fijamos en los factores que contribuyeron a la modernización del fenómeno deportivo en España desde un punto de vista social y cultural durante el primer tercio del siglo XX (Bahamonde, 2011), nos damos cuenta de que Narciso Masferrer participó en el impulso de la gran mayoría de ellos. No en vano, es incuestionable su aportación a la creación de entidades y federaciones deportivas (Sociedad Gimnástica Española en 1887, Asociación Catalana de Gimnástica en 1897 o Federación Atlética Catalana, de 1915), su contribución a través de la prensa deportiva a la consolidación del deporte como un fenómeno público, el impulso efectuado al proceso de institucionalización del deporte, o su trabajosa obra en favor del olimpismo en Cataluña y en España (Torrebadella, 2015). Se trata, por lo tanto, de un caso indudablemente relevante en la construcción inicial del sistema deportivo en España y en Cataluña: más allá de sus orígenes catalanes por parte de padre y madre, la mayor parte de su vida la pasó en Barcelona desde que llegara a esta ciudad en 1895. Paradójicamente, Masferrer no fue –como sí lo fueron la mayoría de pioneros de la institucionalización deportiva- un asiduo practicante de las actividades físicas, más allá de un temprano contacto con la gimnasia y con el ciclismo (López, 2016a). Sin embargo, podemos afirmar que Masferrer Sala tuvo un contacto con el novedoso fenómeno deportivo de finales del siglo XIX parecido al de sus contemporáneos defensores de la cultura física, es decir desde perspectivas muy diversas: como promotor, divulgador, director, gestor, empresario y practicante. En definitiva, un sportsman de corte decimonónico (Pujadas y Santacana, 1995).

Entre los diferentes ámbitos que lo vincularon al deporte, el que lo relaciona con la práctica e impulso del periodismo especializado fue especialmente fértil en resultados y, probablemente, uno de los que más espacio ocuparon en su vida. De hecho, si bien no es extraño que un divulgador deportivo a finales del siglo XIX escribiera e impulsara plataformas periodísticas ligadas al deporte, en su caso otros aspectos de carácter personal podrían haber incidido en su amor por la escritura, tales como una formación cosmopolita recibida en Francia, su salud frágil –que lo acercó a la cuartilla más que al campo de deportes– y su facilidad innata por la expresión escrita. Sea como fuere, Masferrer se inició en la prensa madrileña y barcelonesa desde su juventud, dado que con 18 años ya colaboraba en la sección de deportes del periódico La Censura (1886), y con 21, en 1888, ya era redactor de periódicos diversos de talante progresista y republicano federal como La República (1888-1891) y El País (1887-1921), y de periódicos de larga tradición como La Publicidad (1878-1922). Entre tanto, en 1887, fundaría la efímera revista El Gimnasta, tras haber creado la Sociedad Gimnástica Española en marzo de ese mismo año (López, 2016a).

No obstante, su relación decisiva con el periodismo deportivo se produjo fundamentalmente a partir de su llegada a Barcelona (1895), momento en el que desplegó una actividad sistemática en ese terreno. Las características de esta actividad y su impacto en la gestación de la incipiente periodística deportiva de la época –materia de análisis del presente estudio– constituyeron a nuestro entender tres aportaciones que participaron en gran manera en el proceso de especialización, modernización y profesionalización de la prensa deportiva en España hasta 1920. Dicho de otra manera, que la prepararon para el gran salto cultural y socioeconómico que significaría la eclosión de la prensa de masas a partir del período de entreguerras. Esas tres aportaciones –en las que Masferrer Sala fue protagonista principal– fueron las siguientes. En primer lugar, el desarrollo de un periodismo especializado polideportivo y superador del adoctrinamiento inicial, conectado internacionalmente y ligado a iniciativas empresariales deportivas. En segundo lugar, la construcción de un espacio comunicativo propio del periodismo deportivo escrito, con un universo simbólico, un lenguaje y unos referentes que le serían propios. Finalmente, un esfuerzo indudable por la profesionalización del periodismo deportivo y por la dignificación del periodista como trabajador en un contexto emergente de la prensa deportiva en España. A continuación analizaremos cada uno de estos ámbitos de influencia de Masferrer en el citado contexto.

2.    Los Deportes y la superación del periodismo deportivo de apostolado (1897-1905)

Cuando Narciso Masferrer llegó a Barcelona en 1895, se encontró con una ciudad en plena efervescencia deportiva. La influencia portuaria, industrial y comercial de la capital catalana permitió el desarrollo de un contexto de intercambio muy favorable a la aparición de las actividades deportivas de origen europeo y de plataformas asociativas vinculadas generalmente a los círculos de la burguesía local. En este marco de dinamismo asociativo, los deportes náuticos, la gimnástica, el frontón y, por supuesto, el ciclismo, ya gozaban de una cierta extensión (Lagardera, 1992; Pujadas, 2008). Vinculado a esta efervescencia inicial, la ciudad –y en menor medida otros núcleos urbanos catalanes como Reus y Tarragona– habían desarrollado un primerizo universo comunicativo muy centrado en la difusión de noticias de las primeras asociaciones deportivas y de algunas empresas a través de las cuales se estructuraban determinadas actividades como es el caso del frontón. Se trataba, sin duda, de un periodismo o protoperiodismo deportivo basado en el apostolado de las novedosas actividades físicodeportivas y de sus asociaciones. En realidad, se trataba de boletines informativos y revistas muy ligadas a clubes y entidades, realizadas y consumidas –en gran medida– por sus propios asociados y que conformaban un primer núcleo informativo y comunicativo especializado, más allá de las crónicas sobre Sociedad y Sports que ya aparecían en la prensa general. De la misma manera que había pasado en Gran Bretaña, donde la prensa se había convertido en un instrumento esencial para la promoción del ocio público (Rowe, 2008), en Cataluña las cabeceras deportivas jugaron un papel fundamental en la extensión de un sistema asociativo institucionalizado. No en vano, en la década de 1890, aparecieron 17 cabeceras especializadas en deporte, de las cuales 14 en la ciudad de Barcelona, lo cual refleja el dinamismo de este periodismo deportivo iniciático, en el contexto en el que Masferrer se trasladó a la ciudad condal. De las 14 cabeceras aparecidas, el 50% estaban explícitamente dedicadas al ciclismo y al frontón, si bien intentaban abarcar informaciones deportivas más generales (Pujadas y Santacana, 1997). A pesar de que algunas de ellas declaraban tener una demanda relevante –como La Bicicleta, que en 1896 afirmaba tirar 6.000 ejemplares (Marqués, 1896)–, la realidad es que, como reconocería el propio Masferrer algunos años después, no era suficiente “hoy por hoy, la afición en España, para el sostenimiento de ningún diario dedicado exclusivamente al sport cíclico, como en el extranjero” (Masferrer, 1899).

Entre 1896 y 1899, no obstante, el periodismo deportivo barcelonés inició un proceso de transformación y modernización que debe relacionarse, en general, con el crecimiento de las actividades deportivas –sin duda la emergencia del fútbol en aquellos años no puede pasar por alto–, con la consolidación empresarial de algunas cabeceras y con la influencia de las nuevas tendencias periodísticas internacionales de finales del siglo XIX. Fruto de esta transformación, se produjo la eclosión del primer proceso de modernización del periodismo de deporte en Barcelona, naturalmente muy ligado a la aparición y consolidación general de los nuevos géneros periodísticos en el contexto de la Restauración (Seoane y Saiz, 2007).

Este proceso es realmente importante porque daría como resultado la aparición un nuevo tipo de prensa deportiva basada en paradigmas inexplorados hasta ese momento. Por un lado, con una cierta diversificación de la oferta más allá del ciclismo y de la pelota vasca, lo cual mostraba igualmente la diversificación del tejido asociativo del deporte hacia nuevos horizontes como el tenis, el fútbol o los deportes de motor. Por otro lado, con una inicial desvinculación de las plataformas asociativas –que reflejaba la conciencia del nuevo modelo empresarial periodístico, más allá del voluntariado asociativo– y la creación de empresas periodísticas netamente deportivas. Finalmente, con la ineludible aparición de un perfil de periodista, promotor y redactor que ya veía con claridad la necesidad de combinar la difusión del deporte –el apostolado, en definitiva– con la subsistencia económica de la empresa periodística y, por lo tanto, su modernización (Pujadas y Santacana, 1997). En esta dirección, el caso de Narciso Masferrer fue paradigmático en el contexto barcelonés y supo materializar esta triple conjunción a través de su primer gran proyecto periodístico.

Este gran proyecto se encuentra, sin duda, en la creación del quincenal Los Deportes por parte de Masferrer y del propietario del barcelonés Gimnasio Solé, Francesc Solé –“pronto se comprendieron los señores Solé y Masferrer y compenetraron sus fuerzas” (Los Deportes, 1906)– en noviembre de 1897. La dirección de la revista recayó en Masferrer, que supo rodearse de un importante equipo de colaboradores, algunos de ellos ya experimentados, con Artur Llorens, Manuel Duran i Ventosa, David Ferrer Mitayna, Hermenegildo Prats y, más tarde, Josep Elias i Juncosa. Inicialmente se trataba de un pequeño opúsculo vinculado a la Asociación Catalana de Gimnasia –entidad creada por el propio Masferrer en 1897–, dedicado a la promoción de la gimnasia y, en consecuencia, en la línea de la prensa especializada de apostolado. Sin embargo, en 1899 Los Deportes materializó una serie de iniciativas que la consolidarían como la cabecera deportiva más relevante en el Estado y que, sin duda, marcaba un nuevo sendero periodístico en el universo deportivo catalán y español.

A principios de marzo de 1899 Los Deportes se fusionó con la revista Barcelona Sport (1897-1899), cuyo propietario –el polifacético tipógrafo anarquista de Reus Josep Llunàs i Pujals (Martínez de Sas y Pagès, 2000)–abandonó el semanario a causa de un largo viaje a América y aceptó pasar sus subscriptores y parte de su equipo a Los Deportes, asumiendo después la administración de la revista dirigida por Masferrer. Tras la fusión, durante el mes de mayo, la revista pasó a ser semanal e incorporó nuevas secciones sobre ocio urbano que tenían como objetivo ampliar el número de lectores, dado que, como reconoció el propio Masferrer, fueron los lectores los que le empujaron a dotar la publicación de un “carácter variado, que al lado de un artículo serio y razonado, aparezca una croniquilla alegre”, con el objetivo de “interesar a todo el mundo” (Los Deportes, 7 de mayo de 1899). En paralelo, el semanario inició la organización de actividades y competiciones deportivas durante el verano de 1899, sin duda influida por parecidas iniciativas en otros países.

La consolidación definitiva de este proceso transformador de Los Deportes, sin embargo, se produjo en septiembre de 1899 con la creación de la empresa registrada con el nombre de Sociedad Los Deportes, cuya misión sería la de dotar de autonomía económica a la revista. Este hecho no solo representaba un salto importante en la vida del semanario, sino en la trayectoria general del periodismo deportivo autóctono, con nuevos objetivos de rentabilidad económica y de impulso a torneos y manifestaciones deportivas. Liderada desde el periódico que dirigía Masferrer, la mayoría de entidades deportivas de la ciudad tenían representación en la flamante sociedad (Los Deportes, 10 de septiembre de 1899). Desde un punto de vista económico la creación de la sociedad debió dar sus frutos. Formalmente la revista se transformó de manera notable, incorporó relatos semanales –“Cuentos deportivos”– con un nuevo registro humorístico, intercaló humor gráfico –ocasionalmente con firmas de indudable valor, como la de Ramon Casas–, e incluyó material gráfico. La construcción de un nuevo periodismo deportivo, moderno, divulgativo y con objetivos empresariales se había iniciado.

3.    Hacia la consolidación de un espacio comunicativo propio (1906-1920)

En 1905, Narciso Masferrer ya preparaba un nuevo proyecto periodístico empresarial que estaría condenado a revolucionar en buena medida el panorama de la prensa deportiva barcelonesa y española. La hiperactividad de Masferrer, junto a su carácter emprendedor e irreductible, lo hacían proclive a iniciar proyectos nuevos de manera sistemática. La creación, en 1906, de El Mundo Deportivo, así como su liderazgo en la creación de la Editorial Deportiva S.A., en 1914, dan cuenta de su visión sobre las transformaciones que operarían en el periodismo deportivo del momento y de su capacidad para construir un espacio propio para este.

Desde el punto de vista de la redacción, El Mundo Deportivo (1906) aglutinó un equipo de personas que habían trabajado con Masferrer en el Sportsmen’s Club y en su efímero portavoz, Revista Deportiva (1905), junto a otros redactores de Los Deportes que le siguieron. El periódico, además, incorporó a intelectuales de prestigio que lo dotarían de un nuevo talante social y cultural progresista, como a Blasco Ibáñez o a Odón de Buen, así como a directivos deportivos como Udo Steinberg. Desde una perspectiva del contenido, Masferrer definió la línea del nuevo rotativo como “integral del deporte” y no vaciló en incorporar en esta perspectiva integradora a algunos de los nuevos usos y hábitos del moderno ocio urbano emergentes a principios del novecientos, como el turismo, el higienismo, la industria del automóvil, el cicloturismo o la formación física. Tal y como rezaba su subtítulo en 1906 –que era un auténtico calco del subtítulo de L’Auto, la mítica revista publicada en Paris por Henri Desgrange desde 1900– el periódico quería ocuparse especialmente del automovilismo y el ciclismo –en consonancia con una industria del sector que era emergente en aquel momento–, sin olvidarse del resto de los deportes. En cuanto al estilo redaccional, El Mundo Deportivo tenía la intención de dar un salto adelante en la crónica deportiva para instalarse cómodamente en un amplio mercado desde el punto de vista territorial –el español– y también desde el punto de vista de la diversidad de intereses que ya estaba impulsando el fenómeno deportivo. Así pues, quería modernizar “introduciéndose en la prensa deportiva especializada como excelente reforma, la información a la moderna, reseñándose y criticándose un acto deportivo por tres o cuatro plumas a la vez” (Masferrer, 1927). Sin duda, la fórmula pensada por Masferrer desde la dirección del rotativo –la propiedad y gerencia fue de Jaume Grau Castellà– obtuvo éxitos importantes desde el primer año de su existencia, dado que de los 6.000 ejemplares vendidos inicialmente se pasó a cantidades superiores y, ya en el mismo año de su aparición, a 10.000, una cifra inédita en la prensa deportiva de la época. La empresa tenía clara, además, su vocación internacional, puesto que ya en noviembre de 1906 el propio Grau viajó a la Exposición Universal de Automovilismo de París para enviar una crónica sobre la actualidad de aquella industria en Europa, iniciando así su apuesta por los referentes internacionales (Justribó, 2014). Cabe recordar, en este mismo sentido, que el propio Masferrer fue corresponsal en España de L’Auto parisino desde 1902.

La etapa inicial de la dirección de Masferrer en El Mundo Deportivo, entre 1906 y 1914, y anterior al impacto socioeconómico que supondría la Gran Guerra, resultó ser un compendio de elementos transformadores que permitirían a la prensa deportiva catalana y española hacerse con los fundamentos de un espacio comunicativo real, que no había tenido hasta eses momento:

a)    Una base económica suficientemente sólida que se fundamentaba en la contratación de publicidad –naturalmente vinculada a la creciente industria automovilística y ciclista– y en una amplia masa de lectores.

b)    Un nuevo formato modernizado y atractivo para lectores diversos: el deportista experimentado así como el neófito, y a su vez relevante para la industria.

c)    Un prestigio rápidamente adquirido entre las entidades e instituciones del deporte gracias a la experiencia del equipo de redactores, un nivel de colaboraciones muy destacado y una red de contactos importante con las asociaciones.

d)    Una apuesta decidida por la organización de grandes eventos deportivos –al estilo del modelo seguido por la prensa europea– muy directamente conectados con la red local de entidades deportivas y de campañas de mejora infraestructural en pro de un impulso deportivo y turístico.

Las llamadas “campañas de El Mundo Deportivo” se iniciaron con una acción dedicada a la mejora de la carretera entre Barcelona y la frontera francesa, promovida por el periódico junto al Centre Excursionista de Catalunya, el Automóvil Club, la Unión Velocipédica Española y propietarios de hoteles de la zona (El Mundo Deportivo, 8 de febrero de 1906). En el ámbito de las competiciones deportivas, como es sabido, desde el rotativo Masferrer apadrinó y promovió la carrera de automóviles entre Barcelona y Madrid con motivo de la boda del rey Alfonso XIII (1906), las Fiestas Deportivas de Barcelona (1907) o la Volta a Catalunya (1911), entre muchas otras.

Paralelamente, desde las páginas del periódico se potenció la reflexión de ámbito político y económico en relación con el turismo, la industria y la educación, así como los contenidos informativos y la crónica, excelentemente documentada en el contexto de inicios del siglo XX.

Durante el mes de febrero de 1914, Narciso Masferrer abandonó la dirección de El Mundo Deportivo. Tras 8 años liderando el proyecto, crearía una nueva cabecera llamada Vida Moderna, que abrió una nueva línea periodística acorde con las tendencias europeas del momento, dedicada al deporte, los espectáculos teatrales y el ocio urbano, si bien su existencia fue efímera. El estallido de la Primera Guerra Mundial entre junio y agosto de 1914 provocaría una crisis periodística a escala internacional que obligó a la prensa deportiva española más previsora a tomar decisiones sobre su futuro. En este sentido, los principales rotativos barceloneses, El Mundo Deportivo, Stadium y el flamante Vida Deportiva, tomaron la decisión de cooperar para intentar racionalizar sus estructuras, mejorar su oferta y superar el difícil periodo bélico. De esta cooperación, impulsada por Masferrer, Jaume Grau y Ricard Cabot (directores de los tres rotativos), nació un nuevo proyecto empresarial, la Editorial Deportiva Sociedad Anónima, que provocó la desaparición pactada del recién creado Vida Deportiva, reincorporó a Masferrer a la dirección de El Mundo Deportivo y, sobre todo, facilitó una renovación espectacular de este periódico y de Stadium, los dos rotativos deportivos que lideraron el periodismo barcelonés –y lo modernizaron– entre 1914 y 1920. Fruto del acuerdo entre Masferrer y Cabot, El Mundo Deportivo pasó a salir los lunes como “Publicación Semanal de la Editorial Deportiva Sociedad Anónima”, con cambios tipográficos y a 4 páginas. Tirado en rotativa desde entonces, amplió el número de ejemplares, incorporó ilustraciones en la cubierta y amplió las secciones breves, eliminó los artículos doctrinarios y transformó su aspecto de una manera muy evidente. La revista Stadium, por su parte, redujo su precio a 20 céntimos, pasó a ser semanal, mantuvo su tradicional crónica gráfica y se redujo a 16 páginas. Las propuestas de Masferrer y Cabot no solo permitieron superar una etapa crítica gracias a la racionalización y simplificación del mercado de la prensa deportiva, sino que abrieron nuevos caminos hacia el futuro modelo de prensa deportiva que se avecinaba tras la guerra: el predominio de la crónica gráfica, un discurso menos doctrinario, la proximidad con el lector, una mayor simplicidad y brevedad del contenido y una creciente demanda de prensa popular.

Con la disolución de la empresa en octubre de 1920, Masferrer volvió a abandonar la dirección de El Mundo Deportivo y pasó a substituir a Ricard Cabot al frente de Stadium. Un nuevo reto en un nuevo contexto de masificación del periodismo deportivo.

4.    Masferrer y la dignificación del periodista de deportes (1911-1920)

El proceso de deportivización y de proliferación del fenómeno deportivo en España entre 1890 y 1910 dio como resultado la aparición de una prensa deportiva especializada pero, también, de secciones de deportes en la mayor parte de los periódicos generalistas publicados en las grandes ciudades a finales de la década de 1910. Ello conllevaba que el número de periodistas especializados en deportes –si bien muchos de ellos alternaban en diferentes rotativos– creciera de manera exponencial. Desde un punto de vista cualitativo, además, el trabajo de los periodistas deportivos de 1910 había cambiado sensiblemente respecto de aquel de los sportsmen amateurs y voluntaristas de 1880 y 1890, que fundamentalmente respondían a los intereses de una asociación deportiva o de un colectivo de amateurs de la cultura física. En la primera década de 1900, los viejos amateurs de la difusión del deporte ya debían convivir con un cierto profesionalismo de corresponsales, redactores que trabajaban para diferentes medios, fotógrafos, cronistas y dibujantes especializados.

En este contexto, y ante el incremento del riesgo por parte del número de periodistas que trabajaban en el seguimiento de modalidades como el automovilismo y otras especialidades de una cierta peligrosidad, Masferrer lideraría en octubre de 1911 la creación de una asociación sindical de periodistas deportivos en la ciudad de Barcelona. La entidad fue creada en el decurso de una reunión celebrada en los locales de la Unión Velocipédica Española el 25 de octubre de 1911 (El Mundo Deportivo, 26 de octubre de 1911). El propio Masferrer reconocería, un tiempo después, que era necesario crear una asociación de ayuda mutua, que “hermanándonos a todos y estrechando más y más los vínculos de compañerismo entre cuantos nos dedicamos a la propaganda del sport por medio de la prensa, cuide y vele por los intereses de todos y por la mayor dignificación de la clase” (Navarro, 1916).

Tras la redacción de sus Estatutos a partir de octubre de 1911, el Sindicato de Periodistas se constituyó formalmente en noviembre de ese mismo año. Sus objetivos fundamentales fueron los de la previsión y el socorro mutuo, dada la peligrosidad a la que se exponían sus asociados. La organización permitió estructurar una plataforma de cooperación entre periodistas de la mayor parte de cabeceras de la ciudad que contaban con redactores especializados en deporte y, sin duda, facilitó el desarrollo de una mayor conciencia de su espacio profesional.

El Sindicato contó con la adhesión de periodistas de medios de gran tradición y prestigio como La Vanguardia, La Tribuna, Diario de Barcelona, El Progreso, La Publicidad, La Veu de Catalunya, El Noticiero Universal o La Prensa, entre otros. Y naturalmente, de representantes de la prensa deportiva como El Mundo Deportivo, Stadium, Eco de Sport, Sport, Boletín Oficial de la UVE y Aviación. En 1916 representaba a más de 40 profesionales del periodismo deportivo barcelonés. Presidido inicialmente por Masferrer entre 1911 y 1913, el Sindicato potenció la colaboración entre los profesionales y supo impulsar actividades de carácter social y deportivo con el propósito de recaudar fondos para la entidad. Masferrer volvió a ser elegido presidente en 1915, en 1926 y en 1928.

5.    Conclusiones

El proceso de aparición y consolidación de una prensa moderna en España se produjo, fundamentalmente, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. Será en aquel momento –y sobre todo durante las décadas de 1920 y 1930– cuando se producirá la cristalización de una prensa de masas “concebida como un negocio”, “que pretende satisfacer los más diversos intereses de una gran y heterogénea cantidad de lectores”, y que superará sin escrúpulos el “modelo decimonónico”, “de predominio ideológico, de escasa paginación, con secciones poco racionalizadas” (Seoane y Saiz, 2007). Sin duda, se trata de “un proceso lento, iniciado tímidamente en pleno siglo XIX”, cuyo punto de inflexión se dio durante los trágicos años de la Primera Guerra Mundial (Gómez Mompart, 1992; Seoane y Saiz, 2007). De hecho, en el caso del periodismo deportivo, la etapa de 1914 a 1920 puede ser tratada como una fase de transición hacia la modernización y la masificación posteriores (Pujadas y Santacana, 2012).

En este contexto de evolución de los modelos culturales periodísticos, la figura de Narciso Masferrer Sala fue decisiva. De hecho, se puede afirmar que toda su actividad en este ámbito tiene como objetivos fundamentales la construcción de un modelo periodístico deportivo moderno. Desde la perspectiva empresarial, Masferrer supo interpretar la necesidad del nuevo periodismo de dotarse de una autonomía financiera que le ayudaría a consolidarse. Desde un punto de vista del discurso, trabajó de manera incansable para ampliar las bases de lectores, incorporando discursos diversos para un público heterogéneo, cada vez más amplio en sus intereses hacia el deporte. También supo conectar los intereses de la prensa deportiva a los de la emergente industria del automóvil y de la bicicleta y, naturalmente, a los intereses socioeconómicos de un país con importantes precariedades culturales y económicas en relación con su entorno europeo. Finalmente, siguiendo los modelos de la gran prensa deportiva francesa e italiana, creó plataformas periodísticas capaces de organizar y desarrollar competiciones, campañas y eventos deportivos de gran magnitud y con un vínculo irrenunciable con el asociacionismo deportivo local en cada caso.

Es cierto que Masferrer Sala casi nunca actuó solo. Como lo es que supo rodearse en gran medida de individuos de un valor incuestionable. Una parte de su obra en el terreno periodístico se debe a la colaboración entre Masferrer y personas experimentadas como Josep Elias i Juncosa, Jaume Grau Castellà, David Ferrer Mitayna, Josep Llunàs i Pujals, Francesc Solé, Jaume Garcia Alsina, Josep Maria Co de Triola, Ricard Cabot, o Manuel Duran i Ventosa, por citar solamente algunos. Sin duda, todos ellos participaron también de este proceso de modernización del periodismo deportivo en Cataluña y en España antes de 1920.

Es necesario reconocer, en última instancia, que la obra periodística de Masferrer –y por tanto su influencia en el conjunto del periodismo escrito deportivo en la España del primer tercio del siglo XX– es inseparable de sus objetivos regeneradores a través del impulso del deporte. Es probable que, sin la existencia de una visión socioeducativa más amplia, Masferrer no hubiera dedicado una parte tan importante de sus esfuerzos y de su vida a transformar el periodismo deportivo autóctono. Sin embargo, su amplia experiencia sobre el terreno y sus conocimientos sobre el periodismo deportivo internacional le permitieron desarrollar una profunda conciencia sobre la necesidad social y cultural de un periodismo especializado profesionalizado, formado y moderno.

La figura de Masferrer Sala es irrepetible. Sin duda porque vivió una época fundacional –en el caso del fenómeno deportivo europeo–, donde todavía debían crearse las infraestructuras del sistema deportivo moderno. También por su hiperactividad, talento y esfuerzo. Pero, muy claramente, por su compromiso con un sistema periodístico deportivo que todavía era incierto y en el que él creyó como herramienta de mejora social y cultural.

Referencias

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55 años de apostolado deportivo. Cronología de la obra de Narciso Masferrer Sala

26-4-1867: nace en Madrid, hijo de Tomàs Masferrer Bataller, de Figueres, joyero, y Anna Sala Llobet, de Barcelona.

21-10-1886: inaugura la sección de deportes del periódico La Censura de Madrid (a los 19 años).

2-3-1887: funda la Sociedad Gimnástica Española (1887-1939), de la que es nombrado presidente (1887-1890).

1887, mediados: funda y dirige la revista El Gimnasta (1887-1888).

Finales de los años 80: ejerce de redactor en los diarios republicanos El País y La República (Madrid).

Enero de 1891: es nombrado secretario general de la reconstituida Sociedad Gimnástica Española.

1891: ejerce de redactor jefe del diario La Publicidad de Madrid.

1897, principios: funda la Asociación Catalana de Gimnástica, de la que es elegido inicialmente vicepresidente tercero y presidente en enero de 1898, cargo que ejerce hasta finales de 1899, cuando pasa a ser miembro de la junta consultiva.

Noviembre de 1897: se publica el primer número de Los Deportes, semanario fundado y dirigido por Masferrer de noviembre de 1897 a octubre de 1902, la publicación deportiva más importante de España en su época.

Mayo de 1898: oficialización de la Unión Velocipédica Catalana, en cuya junta Masferrer es designado secretario publicista.

07-06-1898: funda la Federación Gimnástica Española (1898-1906). Ocupa el cargo de vocal en la primera junta, secretario publicista en la junta elegida en octubre de 1899, vicepresidente tercero en la junta elegida en octubre de 1900 y vicepresidente honorario en la junta elegida en diciembre de 1902.

Abril de 1899: organiza y promueve desde Los Deportes el primer gran mitin ciclista que se celebra en España, una excursión al restaurante Ca l’Anguilero de la desembocadura del Llobregat concurrida por unos 300 ciclistas.

Noviembre de 1899: apadrina y promueve la fundación del Fútbol Club Barcelona desde la revista Los Deportes.

Diciembre de 1899: promueve la refundación en Barcelona de la Unión Velocipédica Española. Es elegido vocal en la nueva junta y vicepresidente en las juntas elegidas en diciembre de 1900 y de 1901.

Junio de 1900: es elegido vicepresidente de la junta consultiva de la Asociación Catalana de Gimnástica.

Abril de 1901: se incorpora como redactor de deportes en la nueva edición de Barcelona del diario El Liberal.

1902: es nombrado corresponsal en España (1902-1936) del diario francés L’Auto, organizador del Tour de Francia.

Mayo de 1902: se disputa, a iniciativa suya, una nueva edición del Gran Premio de la Unión Velocipédica Española, antecedente del campeonato de España de fondo en carretera, que no se disputaba desde 1897.

Diciembre de 1902: es nombrado presidente de la Unión Velocipédica Española, cargo que renueva en diciembre de 1903. En diciembre de 1904 deja la presidencia y pasa a ser vocal en la nueva junta.

9-4-1903: funda y dirige el nuevo semanario Vida Deportiva, que durará solo hasta junio de aquel año.

Octubre de 1903: ejerce de corresponsal en Barcelona (1903-1905) de la nueva revista madrileña Arte y Sport, fruto de la fusión de Vida Deportiva y El Cardo, hasta su desaparición en mayo de 1905.

Diciembre de 1905: es elegido secretario general de la Unión Velocipédica Española, cargo que ejerce hasta diciembre de 1908. Autor de los nuevos estatutos de la entidad y del reglamento de carreras.

01-02-1906: funda y dirige El Mundo Deportivo (1906-1919).

Mayo y junio de 1907: se celebran las grandes Fiestas Deportivas de Barcelona, especie de olimpiada local ideada y promovida por Masferrer desde El Mundo Deportivo.

Diciembre de 1907: es designado miembro de la junta de la nueva Sociedad de Atracción de Forasteros de Barcelona.

1907: Impulsa la creación de la Federación de Sociedades Deportivas de Barcelona, antecedente de la Unió de Federacions Esportives de Catalunya.

Febrero de 1908: impulsor y redactor de los estatutos del nuevo Aero Club de Cataluña.

Julio de 1909: llamamiento de Masferrer, Hans Gamper y Emilio Coll para crear la Federación Española de Clubs de Foot-ball. Es designado miembro de la comisión preparatoria. En octubre de 1909 se constituye la entidad, en cuya junta figura como vocal.

Octubre de 1909: es elegido vicepresidente del FC Barcelona, cargo que ejercerá durante un año.

Marzo de 1910: es nombrado corresponsal en Barcelona del diario madrileño El Mundo.

Enero de 1911: se celebra la primera Volta a Catalunya, carrera promovida y apadrinada por Masferrer desde El Mundo Deportivo.

Julio de 1911: organiza y promueve desde El Mundo Deportivo el gran mitin ciclista de Mataró, al que concurren cerca de 1.200 ciclistas. Se considera el primer evento masivo del ciclismo en España.

Octubre de 1911: se constituye en Barcelona, a iniciativa de Masferrer, el Sindicato de Periodistas Deportivos. Masferrer es elegido presidente, cargo que ejerce hasta enero de 1913 (primer mandato).

Diciembre de 1911: es elegido presidente de la Unión Velocipédica Española, cargo que ejerce hasta principios de 1913.

Junio de 1912: se incorpora como redactor de deportes a La Vanguardia (1912-1929).

1912: impulsa, como presidente de la UVE, la organización de la primera Vuelta Ciclista a España, iniciativa que no prosperará.

Julio de 1913: es elegido presidente de la Federación de Fútbol del Este, entidad efímera equivalente a la Federación Catalana de Fútbol. Solo dura dos meses y desaparece a raíz de la reunificación del fútbol catalán y español.

Agosto de 1913: crea la Peña Periodística de Barcelona, pool de periodistas deportivos organizado para repartirse la cobertura de los acontecimientos deportivos del fin de semana.

Diciembre de 1913: recibe el encargo del presidente del Comité Olímpico Español, Marqués de Villamejor, para crear un “Comité Catalán de los Juegos Olímpicos”, iniciativa que no prosperará a causa de la guerra mundial.

Febrero de 1914: deja temporalmente la dirección de El Mundo Deportivo para fundar y dirigir el semanario Vida Moderna, pero a raíz de la crisis de la prensa deportiva provocada por la Primera Guerra Mundial ambas publicaciones se reunifican y Masferrer recupera la dirección de El Mundo Deportivo en noviembre de 1914, dirección que ejerce hasta 1919.

Febrero de 1914: promueve la creación del Touring Club de España, proyecto que no prosperará a causa de la Primera Guerra Mundial.

Enero de 1915: es elegido nuevamente presidente del Sindicato de Periodistas Deportivos, cargo que ejerce hasta diciembre de 1918.

Marzo de 1915: hace un llamamiento público, junto con Ricard Cabot, de la revista Stadium, para constituir la Federación Atlética Catalana, primera federación atlética que se crea en España (septiembre de 1915). Promueve la creación de otras federaciones regionales como base para la futura Federación Española de Atletismo.

Enero de 1916: es designado corresponsal en Barcelona del semanario madrileño España Sportiva.

Noviembre de 1916: impulsa la creación de la Cámara Sindical del Automóvil de Barcelona, de la que es nombrado secretario general (1916-1936).

Enero de 1917: es nombrado secretario de la Federación de Sociedades Deportivas de Barcelona.

Noviembre de 1917: es nombrado socio honorario del Catalunya Atlètic Club y del Real Moto Club de Cataluña.

Marzo de 1918: es nombrado socio honorario de la Real Federación Atlética Catalana.

Julio de 1918: es nombrado socio honorario del Club Natación Barcelona.

Agosto de 1918: es designado corresponsal general en Barcelona del nuevo diario madrileño El Fígaro.

Septiembre de 1918: es nombrado secretario general del Comité Ejecutivo del primer Salón del Automóvil de Barcelona.

Enero de 1919: es elegido vocal del consejo superior de la Federación Atlética Catalana.

Mayo de 1919: se inaugura el primer salón del automóvil de Barcelona de la posguerra, del que Masferrer es comisario general. El salón se reeditará en 1922, 1924, 1925, 1927, 1929, 1933 y 1935, siempre con Masferrer como comisario general.

1920: organiza la primera y única carrera de regularidad de camiones Barcelona-Madrid.

Julio de 1920: es nombrado director del prestigioso semanario deportivo Stadium, cargo que ejercerá hasta 1929.

Julio de 1920: lanza la propuesta de organizar los Juegos Olímpicos de 1924 en Barcelona. Se considera la proclama inaugural de las candidaturas olímpicas de Barcelona.

Enero de 1921: se constituye, a iniciativa suya y de otros entusiastas del olimpismo, el comité ejecutivo de la candidatura olímpica de BCN, del que es nombrado vocal; también es nombrado presidente de la comisión de propaganda de la I Olimpiada Catalana.

Junio de 1921: es encargado de la redacción de los estatutos de la Confederación de Cámaras Sindicales Españolas del Automovilismo.

Marzo de 1922: se constituye a iniciativa suya la Confederación de Cámaras Sindicales Españolas del Automovilismo, de la que es nombrado secretario-tesorero.

Agosto de 1923: lanza una convocatoria para crear Asociación Nacional de Periodistas Deportivos, iniciativa que no fructificará.

Octubre de 1924: lanza un llamamiento a la prensa deportiva para crear una Liga de la Prensa pro Circuito Nacional de Turismo, iniciativa que no fructificará.

Mayo de 1925: es comisario general de la III Exposición Internacional del Automóvil de Barcelona.

Abril de 1926: se integra, como representante de la Unión Velocipédica Española, en el renovado Comité Olímpico Español, al que representa durante la visita de Pierre de Coubertin a Barcelona.

1926: es delegado por el COE como miembro del Grupo Deportivo de la Exposición de Barcelona de 1929, desde donde promueve la construcción del Estadio Olímpico de Montjuïc.

Diciembre de 1926: es nombrado por tercera vez presidente del Sindicato de Periodistas Deportivos, reelegido en enero de 1928 y en diciembre del mismo año.

Marzo de 1928: lanza públicamente la propuesta de que Barcelona acoja la Olimpiada de 1936.

Agosto de 1928: es elegido vocal de la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva.

Junio de 1929: Se publica la real orden por la que el gobierno le otorga la cruz de la Orden Civil de Alfonso XII.

Diciembre de 1929: es nombrado presidente honorario del Sindicato de Periodistas Deportivos.

Junio de 1930: promueve la celebración de la primera Asamblea del Comercio y de la Industria del Automóvil en Madrid.

1931: es nombrado presidente honorario de la Unión Velocipédica Española.

1932: la Unión Velocipédica Española le impone la primera Medalla del Mérito Ciclista.

1932: la Unió Esportiva de Sants crea en su honor el Trofeo Masferrer, carrera ciclista que se disputará hasta 1994.

1933: el Sindicato de Periodistas Deportivos instituye el premio Narciso Masferrer para distinguir los mejores trabajos de periodismo deportivo.

Marzo de 1939: es designado delegado de ciclismo del COE-Consejo Nacional de Deportes con cargo de presidente de la Unión Velocipédica Española, hasta su retirada por motivos de salud en diciembre de 1940.

09-04-1941: fallece en Barcelona a los 73 años.

Bernat López

Profesor titular, Deptartament d’Estudis de Comunicació, Universitat Rovira i Virgili




El gol que nadie registró

En el ámbito deportivo llevamos los últimos años viviendo bajo una dictadura de los medios de comunicación, en la cual de todo aquello de lo que no hay imagenes no existe, puede ser un poco tajante pero la realidad es esa. Si viajamos a los tiempos heroicos del fútbol donde no existían grabaciones, la palabra y los textos eran los hilos conductores de las gestas futbolísticas en los cuales se apoyaban las creencias populares sobre cual era mejor o peor jugador. De esta manera fue pasando de generación en generación la hazañas de grandes equipos del siglo pasado como El Gran Torino, el Equipo de Oro del Honved o la Máquina de River, por poner varios ejemplos, al igual que de la misma forma también se hacía para los jugadores, ¿quien duda de considerar a Ricardo Zamora como uno de los mejores porteros de la historia?, cuando sin embargo no son muchos los documentos visuales en los cuales se le puede ver en acción.

Es gracias a las medios de comunicación, quienes al difundir dichas imágenes, hacen que predominen unos hechos sobre otros y se realce aquello de lo cual si se tienen videos. No quiero en este reportaje entrar a valorar más en profundidad estos temas, sino mostrar un ejemplo de como se recuerda en la historia un gol calificado por su protagonista como el mejor gol que hizo en su vida deportiva y del cual no se tiene ninguna imagen o fotografía, tan solo los testimonios de los allí presente.

Vayamos a Bruselas, en concreto al 31 de marzo de 1957, donde viajó la selección española para enfrentarse en un amistoso contra la selección local. Manuel Meana, quien apenas llevaba 2 partidos al frente de la selección, formó un equipo en apariencia sólida pero que venía de empatar en el Bernabéu a 2 con Suiza en la clasificación para el Mundial de Suecia 58, pese a jugar con Suárez, Kubala, Miguel, Di Stefano y Gento entre otros. A las 15:00 desde el conocido estadio de Heysel, España formó con Ramallets, Olivella, Garay, Campanal, Suárez, Zarraga, Maguregui, Miguel, Gento, Di Stefano y Mateos que lucieron camiseta azul clara y pantalón blanco en contraposición de la camiseta roja y pantalón negro de la selección belga.

El partido en sí no tuvo mucha historia y la diferencia entre ambas selecciones quedó patente tanto en el resultado como en el juego, el  0-5 con 2 goles de Luis Suárez, 2 de Di Stefano y Mateos, no dejaba lugar a dudas la diferencia existente entre ambos conjuntos. La prensa así lo reflejo en las crónicas de los enviados especiales.

Marca

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La Hoja del Lunes

La Hoja del Lunes

Sin embargo no vamos a pararnos en el conjunto del partido sino en un detalle del mismo. El partido de Bruselas fue el tercer partido que jugaba Alfredo Di Stéfano tras obtener la nacionalidad española. Un gran debut en Enero de 1957 con un triplete ante Holanda y el mencionado partido ante Suiza, eran el bagaje previo del ariete madridista. La jugada en cuestión de la que hablaremos fue el primer gol de España a los 25 minutos: un balón de Di Stefano hacia Mateos, que le envió la pelota al rojiblanco Miguel que actuó de extremo y quien tras una cabalgada para deshacerse del lateral consiguió centrar a Di Stefano quien decidió como única opción posible golpear de frente a la portería, pero de tacón para conseguir alojar el balón en las mallas. Tan rápida jugada y con resultado inesperado, hizo que no hubiera fotografías de la misma por lo cual solo pudo quedar en la retina de aquellos presentes.

Hablamos de una jugada que explicada ya de por si suena excepcional por la forma del golpeo y el resultado final, pero a la cual si le sumamos un dibujo de la misma aumenta su espectacularidad:

El Maravilloso Mundo del Fútbol

El Maravilloso Mundo del Fútbol

Así rememoraba Di Stefano sus primeros partidos con la selección española y el gol de Heysel en su libro de memorias “Gracias vieja”:

“Mi estreno fue en el Bernabéu. Era como si estuviera en casa. […] De los partidos siguientes recuerdo dos goles. […] El otro gol fue en Bruselas contra Bélgica. Ganamos 5-0 y yo hice el primero de taco. Acrobático. Creo que fue el mejor gol que hice en toda mi carrera y nunca lo he podido ver, ni siquiera tener una foto”

Si el protagonista de aquello, que solamente en el Campeonato de Liga hizo 227 goles, lo calificaba como el mejor gol de todos los que marcó, da una idea de cómo pudo ser. Con los datos que tenemos, hagamos un ejercicio para imaginarnos si un gol similar hubiera sido marcado en la pasada Eurocopa por una de las estrellas que jugaron el torneo. Obviamente las portadas de la prensa y los informativos deportivos iniciarian con ello sus espacios y la repetición de la secuencia del gol sería mostrada hasta la saciedad. Las crónicas serían extensas debido a que los periodistas podrían ver una y otra vez, desde distintos ángulos, la jugada del gol.

Ahora miremos un vistazo el caso contrario, la jugada de un gol espectacular y del cual no existen imágenes ni grabaciones, tan solo testimonios de los allí presentes, veamos como el gol de Di Stéfano fue narrado por periodistas presentes aquel día en Bruselas.

La crónica de Marca la firmó Antonio Valencia, subdirector por aquel entonces del periódico y lo describió así: “25 minutos. Di Stefano pasa a Mateos y este a Miguel. El extremo, desde la banda, centra largo y Di Stefano remata muy angulado, en postura acrobática, que admira el público”, mientras que en la crónica del partido se hacía mención al gol en esta parte: “El público mostraba su descontento discretamente hacia los suyos y aplaudía las jugadas de los españoles. […] Aplaudía y admiraba a Di Stéfano, que, aparte de la acrobacia con que consiguió el primer tanto, realizaba espaciadamente hazañas individuales de profesor”. También se reflejó en la puntuaciones de cada jugador donde indicó lo siguiente: “Comenzó sin gran relieve y se animó al marcar de fantasía”.

Tras el partido, el propio Di Stefano, en unas declaraciones a la agencia Mencheta recordaba el gol: “[…] las cosas nos ha salido bien sobre todo al mi al rematar en aquella postura difícil el primer gol de la tarde. Desde luego diga usted que eso no sale siempre”.

Para ABC la narración del gol venía en la propia crónica de su enviado especial, Lorenzo López Sancho: “[…] El primer tanto de la tarde salió ya prefabricado de la bota derecha de Campanal, cuando el defensa sevillista largó uno de sus contadisimos despejes templados y puso el balón a los pies de Di Stefano. Este tras una rápida finta, cedió el cuero a Mateos, se colocó en vanguardia, y al llegarle a media altura el centro de su interior, remato habilisimamente, sorprendiendo a Meert, que al tirarse solo pudo mirar más de cerca como el balón, junto al poste, entraba hasta el fondo de la red”. Asimismo la cabecera madrileña recogía declaraciones similares a las efectuadas por el astro argentino a la agencia Mencheta: “Reconozco que el primer gol en postura difícil no siempre se consigue, pero esta vez tuve suerte en el intento”

En la Hoja del Lunes, la crónica firmada por Manuel Rosón, se mencionaba de esta otra manera: “El primero, a los veinticinco minutos, al rematar de tacón, como es exclusiva suya, Di Stefano. Remate a un centro-pase de Mateos [así en el original] todo con un prodigio de ejecución y sobre todo de oportunidad” mientras que en la puntuación de cada jugador indicaba lo siguiente: “Jornada completa para el maestro. Lo intentó todo, hasta el gol de tacón, y todo le salió bordado. Terminó haciéndose el amo del público por su jugadas plenas de inteligencia y de gracia.[…]”. En el mismo periódico reflejaron la conversación que mantuvo el enviado especial con el madridista: (Di Stefano al periodista) “¿Qué, le gusto el gol de tacón? La mejor jugada de la tarde, cuando, al final del encuentro, me apoderé de la pelota. La selección ha jugado un partido enorme. Yo estoy orgullosísimo de haber contribuido a este triunfo […]”

Mientras, el exguardameta madridista Eduardo Teus en el diario YA, reflejaba la actuación de Di Stefano de esta manera: “[…] Gran actuación de la delantera española y los dos medios. Los malabarismos de Di Stefano entusiasmaron al público”

También la Agencia Alfil, división deportiva de la Agencia Efe, hizo una crónica del encuentro y relato el gol de esta manera: “[…] los españoles, que marcaron su primer gol, a los 24 minutos de juego, después de una combinación entre Mateos y Gento [en el original], cuyo centro fue rematado por Di Stéfano, en plancha, haciendo inútil la tardía intervención del portero belga. […]

El Mundo Deportivo, con la firma de Emilio López Jimeno, describió de la siguiente manera el gol: “A los veinte minutos se logró el primer gol […]. Un despeje de Campanal lo recogió en el centro del campo Di Stefano y tras avanzar unos metros, cedió adelantado a Mateos; este escapó por el ala derecha y terminó con un centro a ras de suelo, que remató a las mallas en forma impresionante y de tacón Di Stefano, por entre una barrera de jugadores”, mientras que en la crónica también lo recalcó de esta forma: “[…] Pese a esa vigilancia de cerca, supo Di Stefano rematar, en forma inverosímil, el que había de ser el primer gol español, surgiendo inesperadamente por entre un racimo de jugadores”

Di Stefano, a la derecha, en un lance del partido de Heysel. (Historia del Fútbol)

Di Stefano, a la derecha, en un lance del partido de Heysel.
(Historia del Fútbol)

Como los lectores habrán podido comprobar, algunas de las crónicas difieren ya sea en cuanto al minutaje o con algunos de los protagonistas de la jugada. Hay que recordar que los periodistas no disponían más recursos que la vista, las notas tomadas al vuelo y la memoria para redactar las crónicas, al contrario de lo que sucede hoy en dia que ante la duda siempre se puede consultar las imágenes grabadas.

El propio Di Stéfano, estuvo buscando fotos o grabaciones de aquella jugada, pero nunca localizo nada. El NODO no viajó a Bruselas por lo que tampoco pudieron tomar imágenes de aquello. Años después, el hispano argentino volvió a recordar la jugada para un programa de televisión:

https://youtu.be/Saao26n1lH4?t=53

Hasta 2016 el aficionado se tenía que conformar con ver alguno de los otros emblemáticos goles de Di Stefano de tacón: el marcada a Menéndez que daba la victoria al Madrid en el derby de la temporada 53-54

https://twitter.com/HemerotecaRMCF/status/751890313296347136

El gol a Saso en el viejo Zorrilla, el cual no sirvió de mucho ya que el Madrid perdió aquel día  en Valladolid.

(Marca)

(Marca)

O el cinematográfico y coreografiado en la película “La Saeta Rubia”

https://youtu.be/5J0c4zK9g38?t=26

Sin embargo todo eso cambió en este 2016. Desde un programa deportivo de la cadena italiana Mediaset, y ayudados por la memoria Luis Suárez, otro de los jugadores presentes en ese partido, se pusieron manos a la obra para hacer una infografía en 3D de la jugada que propició el gol nunca visto. A tenor de las declaraciones de Suárez parece que la jugada fue recreada tal y como el gallego recuerda haberla visto.

https://www.youtube.com/watch?v=l1UB5usRxVc

Finalmente la tecnología ayudó a recuperar en cierta manera aquel gol que nadie registró y que el gran protagonista del mismo siempre lo tuvo presente.

Con este reportaje queremos rendir un homenaje al gran jugador argentino y por otro rendir un homenaje a todos aquellos cronistas que con sus escritos han ido registrando la historia de este bello deporte y nos ayudan a poder investigar y rescatar pasajes olvidados. Asimismo quiero dar las gracias a Luis Javier Bravo Mayor por darme la idea que desató ese reportaje.