El Cagliari evoca la figura de su mejor calciatore, Luigi Riva

LuigiRiva012020 será un año festivo en Cerdeña. El modesto Cagliari, que celebra el cincuenta aniversario de su único Scudetto y en mayo hará un siglo de vida, también está “cumpliendo” sobre el verde en la Serie A. Los de Rolando Maran, dispuestos a reverdecer viejos laureles, son hasta la fecha el equipo revelación del campeonato. Aunque hayan pasado un acusado bache invernal (llegando a acumular cuatro derrotas consecutivas) siguen teniendo grandes opciones de acabar el año en Europa. En algún lugar de Cerdeña el mítico Luigi Riva apaga orgulloso un cigarro. Su escuadra, hasta el momento, cumple con el recuerdo.

Cagliari no es una ciudad cualquiera. Esta perla mediterránea, bañada en la Bahía de los Ángeles al sur de Cerdeña, ha sido objeto de deseo y ocupación de muy diversas civilizaciones ya desde la Edad de Bronce. Vértice de importantes rutas comerciales, ha tenido colonizadores fenicios, romanos, vándalos, sarracenos y hasta catalano-aragoneses, pero ninguno como ‘Gigi’, el conquistador zurdo de la Lombardía.

Riva, norteño de una pequeña aldea de Varese, no necesitó corona ni cetro para poner al pueblo sardo a sus pies. O, mejor dicho, a su pie -el izquierdo-, porque como contaba el ‘míster’ Scopigno, “Gigi sólo tenía el derecho para subir al tranvía”. El atacante, símbolo rossoblù durante más de una década, conseguiría lo impensable con el modesto Cagliari Calcio: birlarle el título de campeón al todopoderoso Inter de Fachetti, Mazzola, Jair o Suárez. Por primera -y única vez- la conquista sería sarda.

Pese a nacer en Leggiuno, los tifosi del Cagliari abrazaron a Riva como si fuera un ídolo propio. El jugador, que era huérfano y vivió una trágica historia familiar, agradeció la cálida acogida y entregó su vida deportiva a la roja y azul. Luigi había perdido a su padre con nueve años, con dieciséis a su madre y de las dos hermanas menores que quedaron a su cargo, una murió con leucemia y la otra quedó inválida tras un accidente. Quizá ‘Gigi’ sólo buscaba una familia. Venía de cuna humilde y se había hecho a sí mismo, como el pueblo sardo. Aquel era su sitio. El que sería apodado por el periodista Gianni Brera como ‘Rombo di tuono’ haciendo alusión a su increíble potencia de disparo (traducido ‘rugido de trueno’), sigue siendo el máximo anotador de la historia del club. En 186 dejó el tope goleador. Zocato cerrado, aprovechaba su potencia para volar en el ala izquierda, pero siempre sin perder de vista el arco, el gol, su única meta en la vida.

Tras ascender con el Cagliari y comenzar a destacar en la Serie A llegó un momento en que la delicada situación económica del club empujó a la directiva a ponerle en venta, pero Cerdeña respondió encolerizada. Luigi era más que un orgullo, era el símbolo sureño contra un poderoso Norte que les trataba de pastores y pescadores sin posibilidad de prosperar. Aquellos «paletos» tuvieron que hacer algo adelantado a su tiempo para conservar a ‘Gigi’: convertirse en sociedad anónima y obtener, con la ayuda de las principales empresas sardas, dinero suficiente como para mantener vivo el proyecto. Orgullosos y tercos, los sardos se habían cansado de ser pisoteados.

La figura de Riva, que crecía paralelamente a la de su equipo, fue atrayendo futbolistas de mayor talento a Cagliari. En la temporada 1968-69 lograron ser finalistas de la Copa de Italia y quedar en cuarta posición de la liga. La siguiente campaña, la del título, el equipo sardo contaría con hasta seis habituales en el once de la selección italiana: el meta Albertosi, Nicolai, Cera, Domenghini, Gori y el propio Riva. El éxtasis llegó a Cerdeña un 12 de abril de 1970 tras vencer 2-0 al Bari en casa. El título era del pueblo. La hazaña de ‘Gigi’ y los suyos había dado la vuelta al mundo.

Los 21 tantos del capocannoniere le valieron, además, para acabar en tercera posición del Balón de Oro de aquella campaña, sólo por detrás Bobby Moore y el ‘Torpedo’ Müller. Por si fuera poco, aquel año había Mundial en México, y la Italia de Luigi Riva -que venía de ganar la Eurocopa del 68′– dio un excelente nivel hasta la final, en la que caería estrepitosamente (4 a 1) frente a la legendaria ‘Brasil de los cinco dieces’ (Pelé, Rivelino, Gerson, Tostao y Jairzinho). El combinado transalpino había vencido en ‘semis’ y en una vibrante prórroga a Alemania -en lo que vino a llamarse ‘El partido del siglo’- pero nada pudo hacer en el definitivo enfrentamiento ante el plantel del ‘Lobo’ Zagallo.

La campaña siguiente el Cagliari se estrenaría jugando la Copa de Europa en el Estadio de Sant’Elia, con capacidad para 60.000 espectadores, pero fue eliminado por el Atleti de Luis Aragonés tras una histórica remontada. ‘Gigi’ se iría apagando con las lesiones y su Cagliari con él, pero el recuerdo de aquella gesta ha permanecido indeleble en el tiempo, especialmente en su isla. Medio siglo después, ‘Rombo di tuono’ –todavía máximo goleador de la Azurra con 35 tantos- sigue siendo venerado en Cerdeña, donde nunca perdió el aura de mito. ¡Y pobre de aquel que ponga en duda que Luigi es sardo! Por terquedad, orgullo y fidelidad ha demostrado serlo más que nadie. Este año, por tantas razones, toca cumplir con su recuerdo.

Reportaje realizado para la materia de “Historia del Periodismo Deportivo” que imparte Xavier G. Luque en el Máster de Periodismo Deportivo de la UPF.




Helenio Herrera en Rimini

El pasado mes de Febrero tuve la oportunidad de acompañar a la República Italiana a un grupo de profesoras y alumnos de ambos géneros de la Escuela Oficial de Idiomas, en la disciplina de italiano, en su viaje por las ciudades de Bolonia, Ravenna, Forlì, Rimini y San Marino.

Al permanecer unas horas en Rimini –según dicen, se la conoce como la Benidorm de Italia-, y transitar por su calles plenas de historia, los pajarillos de la memoria comenzaron a revolotear para recordar lo que desde mi juventud había oído y leído. Helenio Herrera, también conocido por “H.H.” o “El Mago”, entre otros, había sido técnico del club local en esta bella ciudad de la región de Emilia-Romaña en dos etapas.

HHRimini01De Helenio Herrera Gavilán está todo dicho, o casi todo. De hecho, mis compañeros de CIHEFE Fernando Cuesta y José Hernández ya han dedicado muchas páginas a su figura (ver los Cuadernos nº 52, 54, 71 y 72). En esta ocasión vuelvo sobre él para recordar, en concreto, su paso por el club italiano de Rimini.

No se trata aquí de glosar su tan dilatada y exitosa carrera del técnico nacido en Buenos Aires (de padres españoles) y fallecido en Venecia en 1997. Según él mismo afirmaba, siempre dijo que había nacido en 1916. Años después de su muerte, se descubrió algo insólito. Su viuda, Fiora Gandolfi, manifestó a la prensa en marzo de 2000 que acababa de descubrir, que su marido no había nacido cuando él decía, sino seis años antes, en 1910. El guiño había sido muy simple: H.H. había modificado su fecha de nacimiento en el pasaporte añadiendo al cero de 1910 una pequeña coleta para transformarlo en un seis. Como dijo Fiora entonces: “Helenio era así, un genio en todos los aspectos de su vida”.

Después de entrenar, entre otros, a equipos como el Real Valladolid, Atlético de Madrid -ganó las Ligas de las temporadas 1949-50 y 1950-51-, Málaga, Coruña, Sevilla, Os Beleneses, Barcelona –donde obtuvo 2 Ligas, 2 Copas de España y 1 Copa de Ferias-, perpetuándose durante varios años al frente del Inter de Milán – con el que conquistó 2 Copas de Europa, 2 Copas Intercontinentales y 3 títulos de Liga-, Roma y de nuevo Inter de Milán en la temporada 1973-1974, Helenio sufrió un infarto a principios de 1974 por el que permaneció algunos años alejado de los banquillos.

HHRimini02Volvió en la temporada de 1976-77 para entrenar en el club de Rimini, encuadrado en la Serie B (equivalente a la Segunda División en España), junto con otro técnico, Giorgio Perversi, desde las jornadas 8ª a 13ª. Posteriormente, ya a partir de la 14ª jornada y hasta el final de la Liga, el entrenador del Rimini fue Angelo Bechetti.

Estos fueron los resultados:

8ª jornada, 14-11-1976: Rimini 2-0 Brescia.

9ª jornada, 21-11-76: Avellino 0- 2 Rimini.

10ª jornada, 28-11-1976: Rimini 2-0 Taranto.

11ª jornada, 05-12-1976: Rimini 0-1 Lecce.

12ª jornada, 12-12-1976: Vicenza 1-0 Rimini.

13ª jornada, 19-12-1976: Rimini 1-2 Pescara.

Aquella temporada Rimini quedó clasificado en el décimo segundo lugar de la tabla, con 9 partidos ganados, 15 empatados y 14 perdidos, con 25 goles a favor y 27 en contra.

En aquella temporada, coincidió con un jugador llamado Paolo Sollier, centrocampista de difícil carácter, ácrata. Muchos pensaban que Helenio Herrera chocaría con Sollier al poco de tenerlo a sus órdenes. Sin embargo, su relación fue otra. Según contaba el propio jugador: “H.H. exigía el cien por cien de cada uno de nosotros. Yo daba el 101%.” Según se cuenta, poco antes de la Navidad de 1976, Sollier quería ir a París con una amistad. Necesitaba cuatro días, si bien los jugadores solo disponían de tres jornadas de vacaciones y no sabía cómo pedirle al entrenador un día más. Herrera terminó dándole las llaves de su apartamento en París aunque Sollier las rechazó. La única condición para obtener el permiso era que el jugador se entrenara al menos una vez durante su estancia en la capital francesa. Parece que Sollier se entrenó en los Jardines de Luxemburgo. Sollier respondió en el terreno de juego posteriormente respondiendo satisfactoriamente al entrenador. Se cuenta que cuando Helenio se fue de Rimini, dejó un paquete para entregárselo a Sollier. Era un cojín, donde podía leerse una leyenda en árabe, que invitaba a la revolución permanente. “Un piccolo regalo de tu amigo, Helenio Herrera”.

Más tarde, en una segunda etapa, retornó de nuevo al banquillo de Rimini en la temporada 1978-1979 en calidad de asesor técnico, que seguía militando en la Serie B;  esta vez en colaboración con el entrenador Giovanni Bonanno, dado que, según la normativa italiana de entonces, por su avanzada edad, no podía obtener la calificación de entrenador como tal. Helenio permaneció en el club desde marzo de 1979 durante dos meses. Giorgio Sereni había sido el técnico hasta la jornada nº 22. Desde la vigésimotercera, tanto Bonanno como Herrera se hicieron cargo del equipo; sin embargo, “El Mago” solamente permaneció en la estructura del club hasta la jornada nº 30, ocho encuentros.

Los resultados se que obtuvieron en estas 8 jornadas, fueron:

Jornada nº 23, 11-3-1979: Rimini 1-0 Sambenedettese.

Jornada nº 24, 18-3-1979: Brescia 2-1 Rimini.

Jornada nº 25, 25-3-1979: Cesena 1-0 Rimini.

Jornada nº 26, 01-4-1979: Rimini 2-2 Foggia.

Jornada nº 27, 08-4-1979: Bari 0-0 Rimini.

Jornada nº 28, 14-4-1979: Rimini 1-2 Ternana.

Jornada nº 29, 22-4-1979: Lecce 1-0 Rimini.

Jornada nº 30, 29-4-1979: Rimini 0-0 Spal, de Ferrara.

En total, una victoria, tres empates y cuatro derrotas. Al final del campeonato, el Rimini quedó clasificado en el puesto 19º, con 24 puntos, consecuencia de haber ganado 3 encuentros (menor número de victorias en el Campeonato), 18 empates y 17 derrotas, con 17 goles a favor y 39 en contra. Con estos números descendió a la Serie C1 junto con Foggia, Nocerina y Varese.

Posteriormente en 1979 volvió a entrenar  al Barcelona donde ganó en 1981 la Copa del Rey al Sporting de Gijón por 3 goles a 1.

Cuando H.H. falleció, su figura fue glosada durante el funeral por uno de sus hijos, Helios, por el alcalde veneciano Massimo Cacciari, por los periodistas Emanuel Horodiceanu y Giorgio Lago, así como por su pupilo predilecto Giacinto Facchetti. El féretro fue cargado en una góndola, con cuatro gondoleros, para hacer su último viaje hasta el cementerio de San Michele. Allí, el cuerpo de Herrera fue incinerado en una ceremonia privada y las cenizas enterradas en un lugar soleado y alto, como Herrera había dispuesto.

HHRimini03Por cierto, el gran defensa Facchetti recibió de manos de Helios, el cuaderno con los secretos futbolísticos del “Mago”. Facchetti agradeció a la viuda de H.H., “…que haya respetado su voluntad al darme un material tan personal, porque este libro era un misterio, yo no sabía que lo conservaba”.

Actualmente, el Rimini Calcio figura en la Lega Pro, Grupo 2º (equivalente a la Segunda División B de España) clasificado en los últimos lugares de la misma.




Historia de la Eurocopa (III). Italia 1968.

Italia6801Para la tercera edición de la Copa de Europa de Selecciones Nacionales, la UEFA decidió un cambio en el formato de la competición. De las 33 federaciones adscritas, sólo Islandia había renunciado a participar, lo que obligó a la formación de ocho grupos de cuatro equipos, a modo de una fase previa. Los ocho campeones, pasarían a cuartos de final. Una vez más, concretados los cuatro semifinalistas, se designaría la sede para la fase final.

En el Grupo 1, formado por Checoslovaquia, Turquía, Irlanda y la campeona España, se produjo una gran sorpresa final. Con todo a su favor para clasificarse, con dos partidos pendientes aún, los checos tiraron por la borda todas sus opciones. Necesitaban dos puntos y debían visitar Turquía y recibir a la República de Irlanda. Un empate sin goles en Ankara y una sorprendente derrota en Praga, con un gol de O’Connor a falta de cuatro minutos, les dejaban en la cuneta y metían a los españoles en el bombo de los cuartos de final.

Otra gran sorpresa se daba en el Grupo 2. Bulgaria, Portugal, Suecia y Noruega se disputaron la clasificación, con todas las papeletas a favor de los lusos. Su extraordinario tercer puesto en el Mundial de Inglaterra, su gran equipo y, sobre todo, su inigualable delantero centro, Eusebio Da Silva, ya considerado uno de los mejores jugadores del planeta, así lo presagiaban. Pero sólo dos victorias en seis partidos, unidas a una notable fiabilidad de Bulgaria, invicta en el grupo, terminaban con la aventura portuguesa en el campeonato.

En el Grupo 3, la Unión Soviética seguía demostrando encontrarse en su salsa en el torneo europeo. No encontró rival en Austria, Grecia ni Finlandia y con cinco victorias y una única derrota, en Viena, con todo el pescado vendido ya, se presentaba, de nuevo, como uno de los cocos para el sorteo de cuartos.

Alemania Federal y Yugoslavia, se disputaron la clasificación en el Grupo 4. Con las selecciones de Albania y Malta completando el cuadrangular, era fácil adivinar. Más aún, después de la retirada de los malteses. Todo quedaba pendiente del doble enfrentamiento entre los dos favoritos. En mayo de 1967, un solitario tanto de Skoblar en Belgrado, ponía en ventaja a los balcánicos. Pero cinco meses más tarde en Hamburgo, los teutones se desquitaban con un claro 3-1, para ponerse líderes del grupo. Venciendo en Tirana, estarían en la siguiente fase. Pero inesperadamente, el seleccionador germano Helmut Schön decidió dar descanso a los jugadores del Bayern, que ya formaban la base del equipo que dominaría el fútbol mundial a comienzos de la siguiente década, y lo pagó con creces. El empate a cero goles al final del partido, se celebró en Yugoslavia casi como el título.

En el Grupo 5 Hungría pasaba por delante de Alemania Oriental, Holanda y Dinamarca. Una única derrota, en Leipzig, cuando ya estaban clasificados, catapultaba a los húngaros a los cuartos de final. Seguían contando con un magnífico conjunto, en el que destacaba sobre todos Florian Albert, flamante Balón de Oro de la temporada. Un Florian Albert, por cierto, que era el ídolo de un chico que empezaba a despuntar, y de qué forma, en el equipo tulipán. Contaba con 19 años, era flaco, espigado, hiperactivo y absolutamente descarado, casi insolente. Respondía al nombre de Johan Cruijff (Cruyff) y el resto de su historia es de sobra conocida.

En el Grupo 6 Italia, eliminada del Mundial de Inglaterra insólitamente en primera fase por Corea del Norte, no se permitió más sobresaltos. Con Rumanía, Suiza y Chipre en su camino, pasó con cinco triunfos, un empate, diecisiete goles a favor y sólo tres en contra. Gigi Riva, con seis tantos y Sandro Mazzola, con cinco, ya lucían galones.

El Grupo 7 resultó de los más parejos. Compuesto por Francia, Bélgica, Polonia y Luxemburgo, tan sólo los luxemburgueses carecieron de opciones desde el principio, quedando un emocionante triangular entre el resto. El más regular se llevaría el gato al agua y este premio correspondió finalmente a los franceses. En el decisivo duelo, jugado en Nantes ante Bélgica, un punto era suficiente para lograr el pase. Vencía Bélgica a falta de un suspiro, cuando Herbin lograba la igualada, el delirio en el estadio y el pasaporte para la siguiente ronda.

El Grupo 8, formado por cuatro selecciones británicas, también ofreció momentos memorables. Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte disputaron un viejo Campeonato Británico recuperado para la ocasión. No sin problemas, pasaron los ingleses, después de una derrota histórica en Wembley ante los escoceses (2-3), suavizada en el último duelo con un empate en Hampden Park, en el partido con más asistencia de público de la historia del torneo (134.000 espectadores). Los resultados con los otros dos rivales del grupo, en los que Inglaterra no se dejó ningún punto, mientras Escocia perdía en Belfast y empataba en Cardiff, terminaron siendo decisivos.

Los cuartos de final estaban servidos y, seguramente, la eliminatoria más llamativa de las cuatro, la protagonizaba el cruce entre Inglaterra, campeona del mundo y España, campeona de Europa. Y resultó ser de lo más igualada. En el partido de ida, jugado en Wembley, una defensiva selección española anduvo muy cerca de sacar petróleo del coliseo londinense. Pero Bobby Charlton, con un disparo cruzado desde fuera del área, conseguía poner en ventaja a los pross cinco minutos antes de que el suizo Droz pitara el final del encuentro. Un mes más tarde, en Madrid, con el Bernabéu a rebosar y las espadas en todo lo alto, el empate a cero campeaba en el marcador al término de la primera mitad. Nada más iniciarse la segunda parte, Amancio, a la media vuelta, aprovechando un rechace, igualaba la serie y llevaba la locura al recinto madridista. Un jolgorio y una algarabía que apenas duraron 8 minutos. Lo que tardó Martin Peters en empatar el partido y poner de nuevo la eliminatoria a favor de su equipo. Con un jugador menos por lesión de Gallego y ante un equipo técnicamente superior, las opciones españolas  se desvanecían y, en las postrimerías, en una contra perfectamente ejecutada por los visitantes, Hunter daba la puntilla a la campeona de Europa y metía a su selección en las semifinales del torneo.

Unas semifinales para las que también se clasificaron los yugoslavos, pero con mucha más holgura. Tras empatar en Marsella a un tanto ante el conjunto galo, se exhibieron en el encuentro de vuelta. A los 20 minutos ya vencían 4-0, para terminar imponiéndose finalmente con un concluyente 5-1.

El cruce entre Bulgaria e Italia tuvo algo más de suspense. En Sofia, vencían los locales 3-1 a poco para el final. Un resultado complicado para la Azzurra de cara a la vuelta. Pero como Italia nunca se rinde, Pierino Prati, a los 83 minutos, lograba un tanto de oro que mantenía con vida a su selección. La devolución de visita, en Nápoles, no tuvo color y de nuevo Prati y Domenghini, terminaron de rubricar la clasificación italiana para la fase final.

La última eliminatoria de los cuartos de final resultó espectacular, entre dos de las grandes selecciones europeas. Hungría y la Unión Soviética ofrecieron un emparejamiento apasionante, que se decantó del lado soviético por un solo gol de ventaja. En Budapest, el conjunto magiar (sin Florian Albert), lograba una sólida ventaja de dos goles a cero, para afrontar la visita al estadio Lenin con cierta comodidad. Pero una semana más tarde, en Moscú, Solymosi en propia puerta y Kurshilava, a la hora de juego, ya habían igualado la eliminatoria. La media hora restante, plena de emoción, demostró que cualquiera de las dos escuadras estaba preparada para disputar la fase final. A los 73 minutos, Byshovets, firmaba el 3-0 y certificaba definitivamente el pase de la URSS a las semifinales por tercera edición consecutiva.

Con Italia, URSS, Yugoslavia e Inglaterra clasificados, la UEFA concedía la fase final al país transalpino y el 5 de junio de 1968 tenían lugar los dos partidos de las semifinales. En Nápoles, Italia y la Unión Soviética peleaban por uno de los puestos de la final. El equipo ruso, en concreto,  por su tercera final sucesiva. Pero ambos contendientes decepcionaron por completo al entusiasmado público del San Paolo. Jugando a no perder normalmente no se suele ganar. Y si los dos conjuntos en litigio siguen la misma táctica, el resultado  es desolador. El 0-0 inicial se mantuvo a lo largo de los tediosos 90 minutos reglamentarios y los 30 del tiempo suplementario. Como aún no se había instaurado la tanda de penaltis para deshacer la igualada, el alemán Kurt Tschenscher procedió, sin titubear, al sorteo con moneda. Fiesta en Nápoles y en toda Italia. El equipo local resultó agraciado, colándose en la final sin haber hecho ni un sólo mérito más que su oponente.

En Florencia, dos horas más tarde, un durísimo e intenso choque entre Inglaterra y Yugoslavia se resolvía favorablemente para los balcánicos gracias a un gran tanto de Dragan Dzajic cuando el encuentro expiraba. Yugoslavia pasaba a su segunda final, mientras los ingleses, los grandes favoritos, con un Bobby Charlton maniatado por el entramado defensivo plavi, debían conformarse con el partido de consolación.

El 8 de junio se producía en Roma el desenlace final. En el partido por la tercera plaza, los goles de Charlton y Hurst daban a Inglaterra el mejor consuelo posible ante la URSS. La gran generación del fútbol inglés sumaba, de esta forma, un bronce al oro logrado en su Mundial dos años antes.

Después de organizar el Campeonato del Mundo en 1934, en el que los locales se hicieron con el título, entre otras cosas, favorecidos por desvergonzadas prebendas arbitrales, Italia acogía su segunda gran cita futbolística con esta Eurocopa-68. Y el resultado final resultó ser muy similar. Italia logrará el título, arropada por su apasionado público, apoyada en su sólido conjunto y ayudada por ciertos privilegios arbitrales cuando la cosa se complicaba. El estadio Olímpico de Roma recibía a las formaciones de Italia, Yugoslavia (curiosamente, menos de una hora después de concluido el Inglaterra-URSS en el mismo escenario) y al colegiado suizo Gottfried Dienst, el mismo que dos años atrás había concedido el gol fantasma de Hurst a Alemania, en la final de Wembley. Y su tendencia casera tampoco faltará a la cita en esta ocasión, para desesperación balcánica y alivio transalpino. La actuación del suizo terminará avergonzando a los propios tifosis, que habían colmado el recinto romano. El juego superior de Yugoslavia, su fútbol trenzado, de mayor talento y dominio de la situación, tenía premio antes del descanso con el segundo gol en el campeonato de Dzajic, el futbolista más destacado de toda la fase final. Pero Dienst se sacaba de la nada una falta inexistente (otra más) en la frontal del área, a diez minutos del final, para que Domenghini lograra una inmerecida igualada. Empate que se prolongaría durante los 30 minutos de la prórroga, en los que el equipo yugoslavo seguía demostrando una rotunda superioridad, mientras el colegiado suizo trataba, indisimuladamente, de equilibrar las fuerzas. Con el resultado final de 1-1 terminaba el partido y todo quedaba pendiente de un encuentro de desempate. La primera (y única) vez, en la historia de la competición, que se ha necesitado repetir la final de la Eurocopa.

El 10 de junio, también en el Olímpico, pero con mucho menos público, las mismas escuadras se preparaban para el partido de desempate. Con el arbitraje del español José María Ortiz de Mendíbil, Italia (con cinco caras nuevas respecto al primer duelo) y Yugoslavia (con un solo cambio), disputaban una final bien distinta. Con medio equipo renovado y, por lo tanto, considerablemente más fresco, los locales no darán muchas opciones a los balcánicos en esta ocasión. Riva a los 11 minutos y Anastasi, a los 32, dejaban resuelta la papeleta y el primer título continental para los azzurri. Después de pasar a la finalísima, gracias a capricho de una moneda y de tenerla prácticamente perdida a diez minutos del final, el conjunto transalpino, fiel a su propia historia, añadía a sus dos Copas Jules Rimet el título de campeón de Europa.

FASE FINAL ITALIA 1968

SEMIFINALES

YUGOSLAVIA  1 – INGLATERRA  0

Dzajic (86’).

ITALIA  0 – UNIÓN SOVIÉTICA  0

(Clasificada Italia por sorteo).

TERCER Y CUARTO PUESTO

INGLATERRA  2 – UNIÓN SOVIÉTICA   0

B. Charlton (39’) y Hurst (63’).

FINAL

Roma (Stadio Olimpico), 8 de junio de 1968.

ITALIA      1 – YUGOSLAVIA      1

Domenghini (81’) / Dzajic (39’).

ITALIA: Zoff; Burgnich, Castano, Guarneri, Facchetti; Ferrini, Juliano, Lodetti; Domenghini, Anastasi y Prati.

YUGOSLAVIA: Pantelic; Fazlagic, Paunovic, Damjanovic, Pavlovic; Holcer, Trivic, Acimovic; Petkovic, Musemic y Dzajic.

ÁRBITRO: Gottfried Dienst (Suiza).

(Al concluir con empate el tiempo reglamentario y la prórroga, hubo de disputarse un partido de desempate dos días después).

Roma (Stadio Olimpico), 10 de junio de 1968.

ITALIA      2 – YUGOSLAVIA      0

Riva (11’) y Anastasi (32’)

ITALIA: Zoff; Burgnich, Rosato, Guarneri, Facchetti; Salvadore, De Sisti, Mazzola; Domenghini, Anastasi y Riva.

YUGOSLAVIA: Pantelic; Fazlagic, Paunovic, Damjanovic, Pavlovic; Holcer, Trivic, Acimovic; Hosic, Musemic y Dzajic.

ÁRBITRO: José María Ortiz de Mendíbil (España).

GOLEADORES FASE FINAL

2

Dzajic (Yugoslavia).

1

Charlton (B) y Hurst (Inglaterra) y Anastasi, Domenghini y Riva (Italia).

EL PAPEL DE ESPAÑA

Como campeón vigente del torneo continental y una vez consumado otro histórico revolcón en la primera fase del Mundial de Inglaterra, el equipo nacional español afrontaba la fase previa de la tercera edición del Campeonato de Europa. Con el catalán Domingo Balmanya en el puesto del andaluz José Villalonga, el sorteo le había mandado al Grupo 1 junto a las selecciones de Checoslovaquia, Turquía y la República de Irlanda, contra las que debía disputar una liguilla previa en la que sólo el campeón pasaría a los cuartos de final.

Y el estreno, en octubre de 1966, contra Irlanda en Dublín, resultaba absolutamente desalentador. Balmanya había perseguido, sin disimulo, el empate sin goles, con Vavá y Ansola solos en punta, y terminaría lográndolo después de un paupérrimo partido de los nuestros, con dominio infructuoso y contadísimas ocasiones de gol. El punto logrado podría satisfacer los planes del seleccionador, pero la imagen que se acababa de dar había sido absolutamente lamentable. Impropia de todo un campeón de Europa.

Dos meses más tarde, Eire nos devolvía la visita en un campo de Mestalla abarrotado. Los debutantes Jara y José María acompañaban en la línea de ataque a Ansola, con la idea de mejorar la mordiente del equipo. El plan resultará…a medias. España lograba su primera victoria y dos nuevos puntos para su casillero, pero el juego practicado continuaba siendo desastroso. José María y Pirri ponían tierra de por medio ya a la primera media hora, pero todo lo bueno terminaba ahí. La pasividad española y la incapacidad irlandesa ponían la guinda a otro partido para olvidar.

Con tres puntos y líderes provisionales del grupo, los chicos de Balmanya desembarcaban en Estambul para disputar la tercera jornada de la liguilla, ya en febrero de 1967. De nuevo, alineación medrosa de don Domingo, que facilitaba otro empate sin goles y otro chaparrón de críticas al fútbol insulso realizado por el combinado español.

En el mes de mayo, los turcos visitaban San Mamés con la idea de intentar mantener vivas sus escasas posibilidades de clasificación. La ligera mejoría en el juego de España les dejará sin opciones. Los goles de Grosso y Gento descartaban a los otomanos y mantenían a la Selección española en lo alto de la tabla a falta de dos partidos para concluir esta liguilla previa. Dos partidos pendientes frente a Checoslovaquia, el rival más peliagudo del grupo.

El 1 de octubre se jugaba en la capital checa el primero de esos dos trascendentales compromisos. Balmanya volvía a pergeñar una alineación ultradefensiva, buscando sin rubor el empate a cero. Por primera vez en la competición, la táctica del miedo no le dará resultado. Ni Checoslovaquia ni España merecieron ganar. Tampoco hicieron méritos como para perder. Pero un disparo lejano de Horvath que sorprendía a Iríbar, un gol fantasma no concedido a José María y esa incapacidad manifiesta de los chicos de Balmanya para hacer goles a domicilio, decidían el partido a favor de los locales. La interpretación por error del Himno de Riego, en los prolegómenos, ante el estupor de nuestros representantes y directivos, podría considerarse el momento más destacado de todo el partido.

Tres semanas después, en el Santiago Bernabéu, se cerraba la fase clasificatoria para los nuestros. Seguramente en la mejor hora de juego de todo el torneo, con los tantos de Pirri y Gárate de dos espléndidos cabezazos, España  subía al marcador un tranquilizador 2-0… que a punto estuvo de no saber administrar. Como era de esperar, el equipo de Balmanya se echaba atrás en los últimos minutos y casi termina dando el gran disgusto a una afición al borde del infarto. Kuna acortaba distancias a los 75 minutos y, con el agua al cuello, agobiados y achuchados por un conjunto checo que mereció más al final, los chicos de Balmanya lograban alcanzar la orilla sanos y salvos.

Con ocho puntos de doce posibles, concluía esta fase previa para España. La pelota estaba ahora en el tejado de Checoslovaquia, que tenía seis puntos y nos superaba en el golaverage general y también en el particular. Además, aún debía visitar Turquía y recibir a Irlanda. Es decir, con dos simples empates, el equipo checo estaría clasificado. La eliminación española, pues, era cuestión de días y Domingo Balmanya presentaba su dimisión. Pero ocurriría lo inesperado. Checoslovaquia no pasaba del empate en Ankara y, con todo a favor, terminaba claudicando ante Irlanda en Praga, cuando faltaban cuatro minutos para celebrar la clasificación. Una clasificación que correspondía ahora a España, de manera sorprendente y repentina. Balmanya tenía que rectificar y volver a enfundarse el chándal de seleccionador. Había que preparar al equipo para los cuartos de final.

Cuartos de final para los que el bombo nos tenía preparado una bomba. Nada menos que Inglaterra, la gran Inglaterra de los hermanos Charlton, de Banks, de Hurst, de Greaves, de Peters, de Bobby Moore… la Inglaterra campeona mundial, sería el rival con el que nos jugaríamos el pase a las semifinales. La noticia futbolística estaba servida: el campeón del mundo contra el campeón de Europa, frente a frente.

Si para jugar en Dublín, Estambul y Praga, Balmanya había alineado un once con marcado acento defensivo, con una táctica apocada que casi se olvidaba de la portería contraria, para saltar al imponente estadio de Wembley, donde nunca habíamos ganado y siempre habíamos jugado con un elocuente complejo de inferioridad, el técnico gerundense no se andaba por las ramas. No se esperaba menos de él. De nuevo, muro de contención, marcaje al hombre, dos islotes arriba y a rezar. Para intentar frenar las acometidas locales, el 3 de abril de 1968, el seleccionador español formaba con Sadurní; Sáez, Gallego, Zoco, Canós; Pirri, Poli, Claramunt, Grosso; Amancio y Ansola. Sir Alf Ramsey, por su parte, alineaba a Banks; Knowles, Jackie Charlton, Moore, Wilson; Mullery, Bobby Charlton; Ball, Hunt, Summerbee y Peters.Y el plan casi le resulta al catalán. Un tanto de Bobby Charlton, a los 85 minutos, derribaba el muro visitante y dejaba todo pendiente para el choque de vuelta. La derrota por la mínima se contemplaba en la delegación española como un extraordinario resultado, que, con las reservas lógicas teniendo en cuenta la categoría del rival, se consideraba, desde un moderado optimismo, perfectamente superable.

El 8 de mayo el Santiago Bernabéu presentaba un aspecto inmejorable, propio de las grandes citas y las grandes noches europeas del Real Madrid. El público, entregado con su selección y confiado en la remontada, no dejará de animar en ningún momento. Don Domingo, sustituía a Poli, Claramunt y Ansola, respectivamente, por Rifé, Velázquez y Gento, con respecto al once de la ida. Pretendía más velocidad, chispa y talento para alcanzar las semifinales. Ramsey también realizaba cambios: Bonetti, Newton, Labone y Hunter, ocupaban los puestos respectivos de Banks, Knowles, Jackie Charlton y Summerbee. Gran ambiente, partidazo a la vista y un objetivo tentador: disputar unas semifinales del Campeonato de Europa. España empezaba bien. Controlando la pelota y merodeando con frecuencia el área de Bonetti, aunque sin ocasionarle problemas serios. Inglaterra, parapetada, esperaba su ocasión. Con este tanteo entre ambos púgiles, sin llegar a más, concluía la primera mitad. Tras el intermedio, España se topará con la mala fortuna. Paco Gallego caía lesionado y, sin posibilidades de sustituirlo, Balmanya lo mandaba para adelante en busca del gol del cojo. Jugar con diez jugadores y medio frente a uno de los mejores conjuntos del mundo, le pasará una factura carísima al equipo español. Pero su fe y entrega tendrán premio. A los tres minutos, Amancio adelantaba a España, igualaba la eliminatoria y provocaba un estallido de júbilo en todo el estadio, con un puñado de seguidores, incluso, que saltaban al terreno de juego para abrazarse y agasajar al goleador. La enorme alegría del aficionado español, empero, no durará mucho. Inglaterra tomaba las riendas, consciente de encontrarse ante un rival envalentonado pero también diezmado y, poco a poco, irá acorralándolo. Martin Peters, de cabeza a la salida de un córner y Norman Hunter, aprovechando un pase atrás de Alan Ball, colocaban el 1-2 en el marcador y una losa insalvable para un correoso pero impotente equipo español. Inglaterra seguía adelante y la Selección española era desposeída de su cetro continental. Un cetro que tardará cuarenta largos y frustrantes años en volver a recuperar.




La solidaridad de Génova, Palermo, Sampdoria y Fiorentina.

Aquella noche el Milán compartía con el Real Madrid la cena que el club madrileño ofrecía a los italianos después del encuentro amistoso que ambos habían disputado en Chamartín. Los periodistas ya tenían conocimiento de la tragedia que se había producido, pero a los jugadores de ambos equipos (Bañón, Muñoz, Ipiña, Macala, Pahiño, Annovazzi, Carapellese y Nordahl, entre otros) la noticia de la tragedia les llegó durante aquella celebración.

Horas antes, el avión trimotor Fiat G.212 CP de la Avio Linea Italiane que transportaba al equipo del Torino de vuelta hacia su ciudad se había estrellado a causa de la niebla contra la Basílica de Superga, a las afueras de Turín. Era miércoles cuatro de mayo de 1949.

Venían de jugar en Lisboa, en el Estadio Nacional, un encuentro contra el Benfica (subcampeón de Liga), como homenaje al capitán portugués Francisco Ferreira. El resultado había sido favorable a los lisboetas por 4 a 3. Las alineaciones de aquel partido fueron las siguientes:

TORINO: Bacigalupo, A. Ballarin, Martelli, Grezar, Rigamonti, Castigliano (Fadini), Menti, Loik, Gabetto (Bongiorni), Mazzola y Ossola.

BENFICA: Contreros (Machado), Jacinto, Fernandes, Morira, Félix, Ferreira, Corona (Batista), Arsenio, Espiritosanto (Julio), Melao y Rogerio.

Genova01Todos los viajeros fallecieron. Veintisiete pasajeros  más cuatro miembros de la tripulación: tres directivos del Torino (Sres. Arnaldo Agnisetta, Ippolito Civalleri y Egri Erbstein); el entrenador inglés Mr. Lesly Lievesley; masajista, Sr. Cortina; el organizador del encuentro, Sr. Andrea Bonaiuti; los periodistas Renato Casalbore (director de Tuttosport, de Turín), Renato Tosatti (de la Gazzetta del Popolo) y Luigi Cavallero (de La Stampa); el comandante del avión Sr. Meroni; el segundo piloto, Sr. Bianchardi; el radiotelegrafista Sr. Trangazzi y el mecánico Sr. D’Inca.

Además, los 18 jugadores del Torino:

Valerio Bacigalupo, Aldo Ballarin, Dino Ballarin, Emilio Bongiorni, Eusebio Castigliano, Rubens Fadini, Guglielmo Gabetto, Ruggero Grava, Giuseppe Grezar, Ezio Loik, Virgilio Maroso, Danilo Martelli, Valentino Mazzola, Romeo Menti, Pietro Operto, Franco Ossola, Mario Rigamonti y Giulio Schubert.

Aquel equipo era el líder de la Liga italiana de la temporada 1948-49. Hasta la jornada 34ª la clasificación estaba así:

1º Torino, con 52 puntos (21 partidos ganados, 10 empatados y 3 perdidos; en casa había jugado 16 encuentros con 15 victorias y un empate).

2º Inter de Milán, con 48 puntos.

3º Milán, con 46 puntos.

4º Juventus, con 40 puntos.

5º Génova, con 40 puntos.

Destacaban jugadores como Gabetto, que había jugado los 34 partidos de Liga; Bacigalupo y Aldo Ballarin, 32; Rigamonti, 31; Mazzola, 30; Menti 29; o Loik y Martelli, con 28 encuentros.

De hecho, varios de ellos eran la base de la Selección Italiana que poco antes, el 27 de Marzo de 1949, se había enfrentado a España, en un encuentro amistoso celebrado en el Estadio de Chamartín, de Madrid.

A las órdenes del árbitro Sr. William Ling, de Inglaterra, las selecciones formaron de esta manera:

España: Eizaguirre, Riera, Aparicio, Lozano, Gonzalvo III, Puchades, Epi (capitán), Silva, Zarra, Rosendo Hernández (César) y Gaínza.

Italia: BACIGALUPO (Torino), BALLARIN (Torino), RIGAMONTI (Torino), Becattini, Annovazzi, CASTIGLIANO (Torino), MENTI (Torino), Lorenzi, Amadei, MAZZOLA (capitán (Torino) y Carapellese.

Seis jugadores del Torino disputaron aquel encuentro. El resultado fue favorable a la escuadra italiana por 1 – 3, con goles marcados por Lorenzi (0-1 a los 10’); Gaínza, de penalti (1-1 a los 34’); Carapellese (1-2, a los 49’) y Amadei (1-3, a los 52’).

En la citada jornada trigésimo cuarta, la alineación que el Torino había enfrentado al Inter en San Siro, con arbitraje del Sr. Gemini, fue la formada por Bacigalupo, Ballarin, Martelli, Fadini, Rigamonti, Castigliano, Menti, Loik, Gabetto, Schubert y Ossola. El resultado fue de empate a cero goles.

Genova02Después de aquel partido, quedaban cuatro jornadas por disputarse para finalizar la Liga. Los enfrentamientos establecidos por el calendario eran las escuadras de Fiorentina, Génova, Palermo y Sampdoria.

En un acto de solidaridad y respeto con la tragedia que había deshecho al club de Turín, y carecer el Torino de un equipo de garantías para poder finalizar el Campeonato, los 4 equipos decidieron presentar alineaciones plagadas de suplentes y juveniles.

Con algunas variaciones sobre las fechas establecidas con anterioridad en el calendario, el desarrollo fue así:

TORINO 4 – 0 GÉNOVA (36ª jornada, jugado el 15 de Mayo).

Goles de Gianmarinaro, Marchetto (dos) y Lusso (penalti).

Árbitro Sr. Belle.

TORINO: Vandone, Motto, Mari, Macchi, Ferrari, Lusso, Giuliano, Francone, Marchetto, Gianmarinaro y Balbiano.

GÉNOVA:

Turrini (nacido en 1924), único partido jugado en la temporada.

Bartoletti (1929), único partido.

Bazzurro (1927), único partido.

Bironi (1925), único partido.

Odone (1928), 7 partidos.

Olivieri (1928), único partido.

Corradini (1929), 8 partidos.

Bellagamba (1929), único partido.

Bernardis (1932), único partido.

Brezzi (1931), único partido.

Masoni (1930), único partido.

En la anterior jornada, jugada el 8 de mayo, la alineación del Génova (0-4 con Novara) había sido la siguiente: Piani, Odone, Grisanti, Tortarolo, Bergamo, Trevisani, Formentin, Koening, Verdeal, Dallatorre y Verrina. En la jornada nº 37, derrota  2-0 ante Modena, únicamente Becatini jugó en lugar de Verrina. Como se puede ver, el Génova reservó a su equipo titular para enfrentarse al Torino.

TORINO 3 – 0 PALERMO (jornada 38ª, jugado el 22 de Mayo).

Goles de Marchetto, Francone y Gianmariano.

Árbitro Sr. Massai.

Se jugaron dos tiempos de 30’ minutos.

TORINO: Vandone, Motto, Mari, Macchi, Ferrari, Lusso, Audisio, Francone, Marchetto, Gianmarinaro y Giuliano.

PALERMO:

Notoladeca (nacido en 1928), único partido jugado en la temporada.

Marirana (1930), único partido.

Scilibia (1932), único partido.

Lafranca (1931), único partido.

Madonia (1928), único partido.

Alessandro (1929), único partido.

Calafiore (1928), único partido.

Trapani (1929), único partido.

Tutone (1931), único partido.

Perna (1931), único partido.

Candurra (1932), único partido.

Para todos los jugadores fue el único partido que disputaron en aquella temporada de 1948-1949.

En su enfrentamiento anterior jugado el 15 de mayo, con empate a cero ante Bolonia, el Palermo había presentado un equipo habitual en Liga: Masci, Boniforti, Buzzegli, Conti, Milani, Piccinni, Chawko, Pavesi, Vycpalek, Moretti y De Santis. Posteriormente el encuentro ante Torino, el 29 de mayo, con empate a 3 ante Padova, Valsecchi, Sforza, Dibella y Marzani sustituyeron respectivamente a Masci, Milani, Vycpalek y De Santis.

SAMPDORIA 2 – 3 TORINO (jornada 37ª, jugado el 29 de mayo).

Goles de Pieri (dos) por la Sampdoria, y Audisio, Marchetto y Lusso (penalti) por Torino.

Árbitro Sr. Carpani.

TORINO: Vandone, Motto, Mari, Macchi, Bersia, Lusso, Audisio, Francone, Marchetto, Gianmariano y Giuliano.

SAMPDORIA:

Pegan (nacido en 1931), único partido jugado en la temporada.

Murta (1930), único partido.

Gasperi (1929), único partido.

Bertolotti (1931), único partido.

Paravagna (1928), único partido.

Corti (1931), único partido.

Lucentini (1930), 13 partidos jugados.

Pieri (1930), único partido.

Guasco (1931), único partido.

Susmel (1931), único partido.

Parodi (1932), único partido.

En la jornada anterior, con empate 2-2 contra Lazio, la alineación de la Sampdoria fue la formada por su equipo habitual en la Liga: Bonetti, Lapenna, Zorzi, Coscia, Bertani, Gramaglia, Rebuzzi, Lorenzo, Baldini, Gei y Prunecchi. Equipo titular en la liga. Posteriormente, en la jornada 38ª, derrota 3 a 2 ante Milán; Ballico jugó por Lapenna.

TORINO 2–0 FIORENTINA (35ª, jornada, jugado el 12 de Junio)

Goles de Marchetto y Giuliano.

Árbitro Sr. Parpaiola.

Alineaciones:

TORINO: Vandone, Motto, Mari, Biglino, Ferrari, Lusso, Audisio, Francone, Marchetto, Gianmarinaro y Giuliano.

La FIORENTINA presentó el siguiente equipo:

Grandi (nacido en 1930) jugó 5 partidos en toda la temporada 48-49.

Cervato (1929), 18 partidos.

Martini (1926), 2 partidos.

Viciani (1929), único partido.

Canali (1929), único partido.

Chavarini (1929), único partido.

Capellino (1926), 7 partidos.

Torrini (1930), único partido.

Cantini (1928), 3 partidos.

Bioagioli (1929), único partido.

Battisti (1927), único partido.

Unos días antes, el 5 de junio, la Fiorentina se había enfrentado al Inter de Milán (0-2) con su equipo titular, que no tenía nada que ver con el presentado ante Torino: Cortagliola, Furiassi, Rosetta, Acconcia, Avanzolini, Magli, Pandolfini, Zopperalli, Galassi, Sperotto y Marchetti.

La clasificación final de la Liga en la temporada 1948-1949 quedó así:

1º TORINO con 60 puntos, 25 partidos ganados, 10 empatados y 3 perdidos, con 78 goles a favor y 34 en contra.

2º INTER, con 55 puntos.

3º MILÁN, con 50 puntos.

4º JUVENTUS, con 44 puntos.

5º SAMPDORIA, con 41 puntos.

Los equipos que se solidarizaron en estas cuatro jornadas con la tragedia del Torino quedaron así en la clasificación:

El citado SAMPDORIA, 5º con 41 puntos.

GÉNOVA, 7º, con 40 puntos.

FIORENTINA, 10º, con 38 puntos.

Y PALERMO, 11º, con 36 puntos.

Repasando el plantel de 14 jugadores que el Torino presentó en estas cuatro últimas jornadas del Campeonato, tenemos:

Guido VANDONE: Nacido el 18-2-1930. En la Liga italiana únicamente jugó estos cuatro encuentros de Liga (jornadas 35, 36, 37 y 38). Nunca más volvió a jugar en la Serie A (Primera División) de Italia.

Umberto MOTTO: Nacido el 22-7-1930. Aparte de los cuatro partidos relatados,  solo jugó otro partido más, ya en la siguiente temporada 1949-1950.

Sergio MARI: Nacido el 15-3-1930. En la Liga italiana únicamente jugó estos cuatro encuentros de Liga. No volvió a jugar en la Serie A.

Piero BIGLINO: Nacido el 6-1-1928. Jugó la jornada 35, y otra anterior (17ª). No volvió a jugar en la Serie A.

Oscar FERRARI: Nacido el 1-1-1931. Jugó las jornadas 35, 36, y 38. Posteriormente, solo jugó un partido en la temporada 49-50.

Lando MACCHI: Nacido el 20-6-1930. Jugó las jornadas 36, 37 y 38. En total, jugó en la Serie A 10 partidos con el Torino y 31 con Bari.

Sergio LUSSU: Nacido el 5-12-1930. Jugó los cuatro partidos. Jamás volvió a jugar en la Serie A.

Franco AUDISIO: Nacido el 13-2-1930. Jugó las jornadas 35, 37 y 38. No volvió a jugar en la Serie A.

Andrea FRANCONE: Nacido el 4-1-1930. Jugó las cuatro jornadas. Después, nunca más volvió a jugar en la Serie A.

Giuseppe MARCHETTO: Nacido el 4-5-1931. Jugó las cuatro jornadas. En total 17 partidos con el Torino en su historial en la Serie A.

Antonio GIANMARINARO: Nacido el 20-10-1931. Jugó las cuatro jornadas. Disputó 42 partidos en total con el Torino y 20 con Bari en la Serie A de Italia.

Luigi GIULIANO: Nacido el 16-8-1930. Jugó las cuatro jornadas y las anteriores nº 10, 11, 13 y 17 de la misma temporada 1948-49. En total disputó 266 partidos en la Serie A entre Torino y Roma.

Genova03Alfio BALBIANO: Nacido el 17-2-1931. Jugó la jornada 36ª. Anteriormente había disputado la jornada 9ª. Posteriormente, jugó otros 12 partidos con Torino en la Serie A.

Piero BERSIA: Nacido el 10-5-1929. Jugó la jornada 37ª. Posteriormente, jugó otros 39 partidos con Torino en varias temporadas en la Serie A.

Sólo nos queda expresar el agradecimiento a aquellos chavales juveniles, ya octogenarios, muchos de ellos fallecidos, que en 1949 contribuyeron a engrandecer  la leyenda del Torino.




Ernesto Vidal. El austracista que ganó el mundial en 1950.

El 15 de noviembre de 1921 nacía en la localidad italiana de Buie d´Istria un niño bautizado como Ernesto Servolo Vidal. La península de Istria había cambiado varias veces de manos a lo largo de la historia (Venecia, Austria, Francia napoleónica, de nuevo Austria y, tras la Primera Guerra Mundial, Italia) y aún cambiaría de nuevo de manos tras la Segunda Guerra Mundial, sería del efímero Estado Libre de Trieste y luego de Yugoslavia. De hecho la localidad natal de Vidal hoy en día se llama Buje y pertenece a Croacia.  El apellido español de nuestro protagonista nos retrotrae a la Guerra de Sucesión Española (1701-1715) y al exilio de muchos de los perdedores en aquella Guerra (los austracistas).

Tras la victoria borbónica miles de partidarios del Archiduque Carlos (de 25.000 a 30.000 personas) se exiliaron para escapar de la dura represión del bando vencedor. Se instalaron en diferentes reinos italianos de pasado español (Cerdeña, Nápoles, Milán) o en los Países Bajos, aunque una pequeña minoría (unos 1.500) se instaló en Viena junto a su Rey y unos 800 fundaron una nueva ciudad llamada Nueva Barcelona en el remoto Banato de Temesvar, en la actual Serbia (actualmente Zrenjanin). Este fue el primer gran exilio político español y aunque muchos de estos austracistas regresaron a España tras el Tratado de Viena de 1725, una parte de ellos se quedó en el exilio para siempre y sus apellidos españoles fueron desapareciendo por matrimonio o asimilación. Con alguna excepción. Como los Vidal de Istria o los Torres de Budapest, uno de cuyos descendientes también fue un gran deportista. (1)

Siendo Ernesto Vidal muy niño su familia emigra a Argentina, concretamente a San Francisco (Córdoba) y allí se crió nuestro protagonista y se inició en el fútbol junto a su hermano mayor Güido, integrándose a los once años en el Sportivo Belgrano. A los quince años debutó en el primer equipo y destacó rápidamente como un extremo izquierdo veloz. A los dieciocho años ficha por Rosario Central donde ya juega Güido y permanece en dicho club hasta 1943 cuando pasa al Peñarol de Montevideo. Los años que permanece en Uruguay son los mejores como futbolista, «el patrullero» se afianza en la banda izquierda y gana 4 Campeonatos Uruguayos de Fútbol. Tan alto es su nivel que en 1950 es convocado para jugar con Uruguay por Juan López Fontana el Mundial. No era ciudadano uruguayo (seguía siendo ciudadano italiano) y había viajado a Brasil en abril de 1950 con su pasaporte italiano, expedido en el Consulado de Montevideo el 28 de diciembre de 1949.

Visado de entrada en Brasil de Ernesto Vidal Di Servolo [sic] 5 de abril de 1950 (2)

Visado de entrada en Brasil de Ernesto Vidal Di Servolo [sic] 5 de abril de 1950 (2)

Por sorprendente que pueda parecernos en aquella época no era imprescindible ser ciudadano del país al que uno representaba en el Mundial y la selección de Estados Unidos en Brasil 1950 es buena prueba de ello. En la misma figuraban un ciudadano haitiano (Joseph Edouard Gaetjens) (3), un italiano (Gino Gardassanich) (4), un belga (Joseph André Maca) (5), un británico (Edward John McIlvenny) (6) y un apátrida (Adam Wolanin) (7).

Pero Uruguay debía tener alguna reserva o temor a llevar un ciudadano italiano en el equipo y el 8 de junio de 1950 (16 días antes de iniciarse el Mundial) Ernesto Vidal obtiene un pasaporte uruguayo. Tenemos la prueba porque en 1951 regresa a Brasil y ya lo hace como ciudadano de la República Oriental del Uruguay, en este visado leemos que su pasaporte uruguayo fue expedido por la Policía de Montevideo el 8 de junio de 1950 .

Visado de entrada en Brasil de Ernesto Servolo Pedro Vidal Cassio. 11 de abril de 1951 (8)

Visado de entrada en Brasil de Ernesto Servolo Pedro Vidal Cassio. 11 de abril de 1951 (8)

En el Mundial de Brasil 1950 Ernesto Vidal jugó en el primer partido frente a Bolivia (8-0, marcó 1 gol) y en los partidos de la Ronda Final frente a España (2-2) y Suecia (3-2). Se perdió por lesión el partido decisivo frente a Brasil (1-2) que le dio a Uruguay el segundo Mundial (o el cuarto, contando los Torneos Olímpicos de 1924 y 1928).

En 1953 viaja a Italia para jugar en la Fiorentina y el Pro Patria pero las lesiones le impiden triunfar y regresa a Peñarol donde se retira en 1956. Retirado del fútbol se instala de nuevo en Argentina y fallece el 13 de junio de 1974 con 52 años.

Ernesto Servolo Vidal. El descendiente de austracistas españoles nacido en Istria que fue italiano, argentino y uruguayo y ganó el Mundial de Fútbol en 1950.

Agradecimientos: Esteban Pekerman

Notas:

(1) El nadador olímpico Béla Las Torres

http://olimpismo2007.blogspot.com.es/2013/12/bela-las-torres-el-ultimo-austracista.html

(2) «Brasil, Cartões de Imigração, 1900-1965,» index and images,  FamilySearch (https://familysearch.org/pal:/MM9.1.1/KNP8-X4F : accessed 20 Jun 2014), Ernesto Vidal di Levarlo, 1950; citing Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, Brazil, Arquivo Nacional, Rio de Janeiro; FHL microfilm .

(3) Joseph Edmond Gaetjens, nacido en Puerto Príncipe (Haití) el 19 de marzo de 1924. Entra en Brasil con pasaporte haitiano expedido el 28 de mayo de 1946 por la policía haitiana.

(4) Gino Garsassanich, nacido en Fiume (actual Rijeka, Croacia) el 26 de noviembre de 1922. Entra en Brasil con un pasaporte italiano expedido en Palermo el 7 de abril de 1949.

(5) Joseph André Maca, nacido en Bruselas (Bélgica) el 28 de septiembre de 1920. Entra en Brasil con un pasaporte belga expedido por el Cónsul General de Bélgica en Nueva York el 8 de agosto de 1949.

(6) Edward McIlvenny, nacido en Greenock (Escocia) el 21 de octubre de 1924. Entra en Brasil con un pasaporte británico expedido por el Cónsul Británico en Filadelfia el 25 de abril de 1950.

(7) Adam Stanislaw Wolanin, polaco nacido en Leópolis (actual Ucrania) el 13 de noviembre de 1919. Entra en Brasil como apátrida con un visado del Cónsul General de Brasil en Nueva York y un Certificado de Fe de Vida expedido por un notario de Chicago el 15 de junio de 1950.

(8) «Brasil, Cartões de Imigração, 1900-1965,» index and images,  FamilySearch (https://familysearch.org/pal:/MM9.1.1/KNP3-N12 : accessed 20 Jun 2014), Ernesto Servolo Pedro Vidal Cassio, 1951; citing Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, Brazil, Arquivo Nacional, Rio de Janeiro; FHL microfilm .




Biblioteca Martialay: El primer partido internacional de la II República

Luis Regueiro fingió una lesión para que jugara Iraragorri

La delantera de los cuatro goles por partido se quedó a cero  

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El partido España- Italia del 19 de abril de 1931 tiene su sitio en la historia por muy diversos motivos.

Era un encuentro que se auspiciaba de suma facilidad habida cuenta que en Bolonia, en la temporada anterior, se había vencido a los “azzurri” por 3-2 con un juego muy superior al de los pupilos de Vittorio Pozzo.

Quizá por ello había miedo en los italianos que interrumpieron su campeonato con el fin de preparar de forma especial su viaje a la península Ibérica, ya que jugarían con España y seguirían viaje a Portugal.

Pese al optimismo de jugadores y aficionados, el seleccionador José María Mateos, bilbaíno, no las tenía todas consigo. Buena prueba de ello era que de la alineación que había presentado en el Littoriale boloñés prescindió, en sus primeros tanteos, nada menos que de siete jugadores.

Habida cuenta que el partido se jugaría en San Mamés diseñó un equipo más bien nórdico. Su primera idea era la de Zamora; Ciríaco, Quincoces; Cilaurren Baragaño, Roberto; Lafuente, Iraragorri, Bata, Chirri II y Gorostiza. Seis jugadores del Athletic, dos del Deportivo Alavés, otro del Arenas de Guecho y otro del Racing de Santander. Con Zamora, claro.

Lo de tantos rojiblancos no era sólo una gentileza para la parroquia del “bocho”, sino que obedecía a la evidencia de los datos. La delantera bilbaína había conseguido en la Liga nada menos que 73 goles. Un promedio de 4,06 tantos por partido. Con goleadas tales como 12-1 al Barcelona; 7-1 al Racing de Santander y al Deportivo Alavés; seis goles al Madrid y a la Real Sociedad, etc.

Pero… Cilaurren cayó lesionado en Ibaiondo y Baragaño fue un coladero en Chamartín. Por otra parte, al seleccionador le daba miedo hacer debutar a dos delanteros, por muy bilbaínos que fueran y por muy goleadores que se mostraran. Y metió un valor seguro como Luis Regueiro, también nórdico, del Real Unión de Irún, dejando a Iraragorri en el banquillo. La línea media, su eterno talón de Aquiles, la resolvió con el medio centro de la Real Sociedad, el pequeño Martín Marculeta, y el barcelonista  Martí.

Sin embargo, otro dato peculiar para la historia, hubo que retrasar el encuentro una semana ya que el 14 de abril era el día destinado para las elecciones generales. Elecciones que dieron un revolcón a la monarquía e instauraron la II República en España. Tal retraso fue posible, también, por la comprensión de los portugueses que no tuvieron inconveniente en cambiar la hoja de ruta de los italianos. Italia jugó en Oporto y ganó por 2-0, dando la razón a los miedos de Mateos.

Por ello, este partido iba a ser el primer encuentro republicano de la Selección de España. Y de ahí vino la famosa anécdota de Stalin quien, al decirle que el presidente provisional de la reciente República española era el señor Alcalá Zamora, repuso: “¿Quién? ¿El futbolista?.”

Sin embargo aún quedaban posibilidades de que el encuentro no se celebrara. Uno de los periodistas italianos acreditados en Madrid se dirigió al nuevo ministro de Gobernación, señor Maura –por cierto, hermano de quien había sido presidente de la Real Federación Española unos años antes- preguntándole si el equipo de la Italia fascista, y a la vista de los incidentes que se estaban sucediendo en esa semana en España, gozaría de absoluta seguridad. El ministro le contestó que a la menor señal de hostilidad del público ordenaría la suspensión del encuentro. Y fue Indalecio Prieto –bilbaíno de adopción y residencia- quien dio toda clase de seguridades al Gobierno. No pasaría nada.

Para acabar de completar el cuadro hay que decir que estuvo casi toda la semana lloviendo sobre San Mamés por lo que su césped (?) era una masa viscosa de lodo en el que se movían como pez en el agua los goleadores bilbaínos.

El público que se apretujaba en San Mamés soportaba gozoso el aguacero porque intuía que sus goleadores iban a hacer historia. ¡Lástima que no estuviera el quinteto rojiblanco al completo…! Ese sentimiento trascendía desde las gradas. Y lo había captado perfectamente Luis Regueiro. El público quería ver golear a Lafuente, Iraragorri, Bata, Chirri y Gorostiza. Pero ese “pegote” del Irún…

Al cuarto de hora de juego, Luis Regueiro, que era más duro que un cable de acero, chocó con el rocoso capitán italiano Caligaris y comenzó a hacer insólitos aspavientos de dolor. Se fue hacia la silla del seleccionador y le dijo que no podía seguir. ¡Y salió Iraragorri! ¡Ya estaban los cabales! ¡Ahora, a golear!

Casi nadie se apercibió del guiño de complicidad entre Regueiro e Iraragorri.

 Pero se llegó al descando con el 0-0 en el marcador. El dominio territorial lo domeñaba el trío defensivo italiano que era nada menos que Combi, Rosetta y Caligaris.

Las esperanzas de los espectadores se fueron esfumando poco a poco. El dominio era de los italianos. La línea media española era como una valla de papel. La delantera hispana acostumbrada a entrar como puñales en mantequilla se encontraban con pedernales. Bata perdía los nervios a ojos vistas y lo mismo le ocurría a Iraragorri, los dos bisoños en el equipo nacional.

Fueron Ciríaco y Quincoces quienes tuvieron que salvar los muebles. Y Zamora, claro.

Meazza, que hoy no es más que un estadio, era un genial interior que movía a todo el equipo y ponía balones en el área española con una facilidad pasmosa. Alguien, en aquello momentos de agobio, susurró que el siguiente encuentro contra los azules se anunciara así: “Italia contra Zamora, Ciríaco y Quincoces”.

El partido acabó con ese empate a cero inicial. Y gracias a que Orsi llevó un tiro al poste español y a que Meazza falló un gol cantado cuando Zamora se estaba sacudiendo el “chocolate” de la cara; el mismo “chocolate” que hizo resbalar al astro italiano a la hora de apuntillar.