Nueva aportación sobre la espantada española ante la URSS, en la Primera Eurocopa

Registro documental estampillado en su día como “Muy Reservado” por el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Tras publicarse el artículo “…Y España dio la espantada”, donde se daba cuenta de la deserción deportiva del equipo nacional para no enfrentarse a la Unión Soviética, Antonio Arias, cuya eficacia en el rastreo de documentación compleja ya se alabó en ocasiones precedentes, nos hizo llegar una valiosa correspondencia tipificada en su día por el Gabinete Diplomático como “MUY RESERVADA”, cuyo original se encuentra en la Fundación Francisco Franco. Se fechó el 13 de noviembre de 1959, y a su luz surgen respuestas sobre una cuestión tan opaca como para que, aún hoy, tamaño desplante siga preñado de puntos oscuros.

Corresponde a la carta dirigida por el presidente de la Federación Española de Fútbol, Alfonso de la Fuente Chaos, a su amigo y camarada Fernando Mª Castiella, Ministro de Asuntos Exteriores y uno de los hombres más influyentes entre cuantos componían aquel gobierno. Para mayor comodidad lectora, transcribimos su contenido:

“EL PRESIDENTE DE LA

REAL FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE FÚTBOL”

Madrid, 13 de noviembre de 1959

Excmo. Sr. D. Fernando Mª Castiella

Ministerio de Asuntos Exteriores

MADRID

Mi Querido amigo:

De acuerdo con nuestra conversación, en la reunión internacional hice la propuesta de que se jugara el encuentro Rusia-España en terreno neutral, que fue totalmente rechazada. Entonces, y también de acuerdo contigo, les dije que España puede ir a Rusia, pero que el partido de vuelta se jugaría posiblemente fuera de España, y rogué a los representantes de la U.E.F.A. que apoyasen esta petición, mostrando la buena voluntad de España.

He encontrado algunos representantes predispuestos a defender esta postura pero, en seguida, me hicieron saber que Rusia manejaba, desde un punto de vista político, su posición reglamentaria y la indisciplina de España frente a los reglamentos internacionales.

También me dijeron que podía llegar, incluso, a proponer nuestra eliminación, no ya de estos campeonatos de la Copa de Europa de Naciones, sino de los Campeonatos del Mundo en Chile, y esto sería catastrófico toda vez que hemos logrado una situación privilegiada, apoyados por todas las naciones que desean fervientemente, y en primer término, que se encuentre España en aquellos campeonatos.

Estas noticias no las conoce miembro alguno de la Federación porque lo he llevado en secreto y, por ello, te pido con todo cariño y afecto que nos ayudes, porque sería muy lamentable entre las naciones Hispanoamericanas nuestra eliminación por incumplir los reglamentos internacionales.

Piensa si cabe, todavía, la oportunidad de que el partido de vuelta se juegue aquí, en las condiciones que tú creas más propicias; a puerta cerrada, dándote las cien mil entradas para que las distribuyas como creas más conveniente; si en tu gestión puede ayudarte y crees preciso que juntos veamos a S. E., me tienes a tu disposición.

Te repito que te pido esto con todo el afecto y la amistad sincera que te profeso, porque creo que sería un gran triunfo para ti y para España, y que no ignorando el problema espiritual que se te plantea, precisamente un perdón cristiano y una clara comprensión serían un buen complemento a tus triunfos recientes en Alemania, y de la paz en los Pirineos.

Espero tus noticias porque estamos convocados para otra reunión internacional en París, antes de dar ya la fecha oficial.

Yo sigo defendiendo, hasta conocer tu última decisión, que España irá a Rusia, pero que la vuelta muy posiblemente será en una nación neutral, aunque me agradaría muchísimo que nos ayudaras y que fuera en España.

Un fuerte abrazo de tu buen amigo.

Alfonso de la Fuente”

 13 de noviembre de 1959. Transcurridos 360 días de silencio oficial, motivado por la nota del Delegado Nacional de Deportes, Elola-Olaso, ordenando la no participación en aquella naciente Copa Europea de Selecciones, conforme a lo dispuesto desde la “superioridad”. Y justo un mes antes de que el presidente federativo se entrevistase en París con su homónimo soviético, levantado ya el veto desde esa misma “superioridad”. Seguimos sin conocer pormenores acerca de tan ardua y procelosa tarea entre bastidores, pero el nuevo documento nos ilumina sobre la identidad del gran avalista para Alfonso de la Fuente, en su empeño por medirse ante la URSS en un campo de fútbol: el ministro de Exteriores Fernando Mª Castiella, hombre del Régimen, obviamente, aunque partidario de una mayor apertura exterior, en consonancia con cuanto desde un área fundamentalmente económica postulaba la tecnocracia del Opus Dei.

Página 1ª del escrito remitido al Ministro de Exteriores por el presidente federativo.

Esta carta, también, pone el dedo en la llaga más supurante de aquel franquismo todavía reacio a pasar página. Lo intolerable no era que una representación española viajase a Moscú para poner en juego el honor patrio, sino que los soviéticos pudieran pisar nuestro suelo, o atronase desde los altavoces del estadio Santiago Bernabéu el himno comunista. Algunos no habían librado una guerra tan cruenta para consentir tamaña vejación, veintiún años después de celebrar su victoria. Una cosa era abogar por la reconciliación interior, y otra bien distinta consentir que la “bicha” reptase impunemente por la Gran Vía, como se llegó a pespuntear desde Radio España Independiente, Estación Pirenaica, cuya redacción y micrófonos estaban mucho más cerca del macizo cárpata que de los picos Aneto, Maladeta o Monte Perdido.

2ª página, con firma autógrafa de Alfonso de la Fuente Chaos.

Frente al bilbaíno Castiella y el madrileño De la Fuente Chaos, se alineaban, como si de otra competición se tratase, aunque ésta de índole política, José Solís Ruiz, a la sazón ministro-secretario nacional del Movimiento, o más brevemente, secretario nacional de Falange Española, de quien dependía la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes detentada por Elola-Olaso; Camilo Alonso Vega, militar de la línea más dura y Ministro de Gobernación, lo que luego sería de Interior; Luis Carrero Blanco, siempre fiel a su Caudillo y auténtico presidente del gobierno en la sombra, por más que fuera sólo Ministro Subsecretario de la Presidencia del Gobierno.  Y ya más atrás, puesto que le privaban de brillo su carácter frailuno y timorato, el ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias-Salgado, imbuido por el mesiánico deber de salvar el alma de los españoles, incluso a despecho de sí mismos, tan encastillado en la idea de que la revolución bolchevique no era sino avanzadilla del Anticristo. Más en segundo plano, algún otro hombre oscuro, pero con poder, como Carlos Arias Navarro, Director General de Seguridad, que ni se tomó la molestia de responder a la solicitud federativa de tramitar documentaciones para Moscú. Obviamente, mal podía facilitar trámites de viaje quien era partidario de que éste no tuviese lugar. Demasiados obstáculos. Por ello, sin duda, De la Fuente Chaos, hombre culto, resolutivo y perspicaz, conforme habría de acreditar durante su fecunda vida profesional, se permitía el lujo de apuntar hacia el órdago, acompañado al ministro de Exteriores en una hipotética visita a Francisco Franco, quizás el más reacio a compartir palco con representantes oficiales de la Unión Soviética. Él tampoco había ganado una guerra para esto, como solían argumentar los camisas viejas falangistas ante la primera contrariedad o tropiezo.

Sorprende que la UEFA se hincase aparentemente de rodillas ante la apisonadora soviética, máxime cuando aquella primera edición europea quedó tan descafeinada por la deserción del más potente fútbol occidental. ¿Tanto les costaba entender que la nueva competición podía extinguirse en la cuna, víctima de muerte súbita? Tras la colonización que del fútbol olímpico hiciesen los países agrupados en el Telón de Acero, sólo faltaba que la Copa Europea de las Naciones se convirtiera una especie de torneo para la Europa Oriental. Menos llamativa resulta la reserva del máximo mandatario federativo: “Estas noticias no las conoce miembro alguno de la Federación, porque lo he llevado en secreto”. No ya funcionarios, sino los directivos del ente y la propia asesoría jurídica vivían ayunos sobre cuanto se gestaba bajo los manteles. Una confesa deslealtad institucional, que explica cómo la prensa extranjera advirtió tan tarde el definitivo bandazo español, una vez hecho efectivo. Y por supuesto, la ausencia de filtraciones. Cerrar el grifo informativo era fácil a este lado de los Pirineos. Para eso contaba Arias-Salgado con un ministerio, una ley de censura y enjambres de lectores revisando galeradas. Pero en Francia, Inglaterra, Suecia, Bélgica o Italia, la prensa, si no libre del todo -probablemente no lo haya sido nunca en términos absolutos- se engalanaba con ropaje de “cuarto poder”.  

Las invocaciones al “perdón cristiano” y al “problema espiritual que se te plantea”, constituyen todo un aldabonazo dirigido a quien fuere entusiasta propagandista católico en tiempos juveniles, como veremos luego, o al divisionario azul, catedrático Castiella. Aunque igualmente cabían como apelación a Gabriel Arias-Salgado, libre de verse caricaturizado con un hisopo en la mano, revestido de escapularios y en perpetua genuflexión, tan sólo porque la caricatura política estuvo “desaconsejada” hasta la transición. Por otro lado, la propuesta de disputar el partido en Madrid, a puerta cerrada, no deja de tener cierto tufillo a trampa. Eso sí constituiría una inapelable victoria de los soviets, cualquiera que fuesen los guarismos del marcador tras el pitido final. ¿Honores de campo vacío al comunismo, en pleno paseo de La Castellana? ¿Hurtar a la afición semejante efeméride? Peor, muchísimo peor el remedio, sin duda, que la mismísima enfermedad. Posiblemente el responsable federativo tratara de forzar una elección entre lo malo y lo muchísimo peor. Respecto a la posibilidad de llenar el graderío con un público “de confianza”, predispuesto a ejercer de “clac”, existían precedentes. Cuando en 1943 se sancionasen tan duramente las incidencias de aquel choque copero entre Real Madrid y Barcelona, se dijo, con carácter de sentencia, que el monto de las sanciones tendría por destino la adquisición de boletos a distribuir entre organizaciones juveniles falangistas “por ser ellas claro exponente de virtudes deportivas, y para que su buen ejemplo cunda en este tipo de manifestaciones”. Alfonso de la Fuente sin duda pensaba en grupos de coros y danzas, caballeros mutilados, hermandades de alféreces provisionales, excombatientes o funcionarios de probada afección, para poblar las 100.000 localidades. Todo un comité de “bienvenida” poco benevolente con los soviéticos, al gusto de quienes más palos pudieran estar colocando en las ruedas federativas.

Sabemos de sobra cómo terminaron las cosas para la UEFA, derrotada ya nuestra Federación en su pulso. Con una pública confesión de impotencia; una soberana humillación. Lo imposible durante meses, de pronoto era abrazado como alternativa factible. “Estudien seriamente su disponibilidad a enfrentarse al equipo de la URSS en campo neutral, sea en partidos de ida y vuelta, o soló de ida, jugándose la vuelta en Madrid”, recogió el telegrama dirigido a la FEF desde Berna, en su directa traducción del francés. ¿La URSS en Madrid? Bien parece que no entendieron nada. A la luz de esta nueva prueba epistolar, resulta obvio que incluso los más viscerales anticomunistas del gobierno daban por asumible la visita a Moscú. Aquella espantada a última hora tan sólo cabría explicarse ante la negativa del órgano supranacional, o de la propia URSS, a contender durante el choque de vuelta en terreno neutral. Esa orden definitiva de retirada a cuarteles, convirtiendo en papel mojado los esfuerzos de Castiella y De la Fuente Chaos, únicamente pudo emanar del mismísimo Franco. Hombre indeciso, timorato, según sus biógrafos, pero incapaz de moverse un centímetro después de tomar cualquier determinación. Aquel que trece años antes, en plena retirada de embajadores y con las puertas de la ONU cerradas a cal y canto, asegurase en pleno delirio desde un balcón en la plaza de oriente, “tener a Europa cogida por los pies”, había decidido escarmentar a la Unión Soviética. En los despachos de la UEFA continuaban sin enterarse de que Franco no estaba listo, por el momento, para escuchar en su propia casa los compases de la Internacional.

Cuatro años después, sí se avino a hacerlo. Con John F. Kennedy en la Casa Blanca de Washington habían cambiado muchas cosas, y a toda velocidad. La Guerra Fría iba a seguir congelando aún las relaciones internacionales, pero el abismo económico y de influencia política entre occidente y Moscú, se ensanchaba cada minuto en contra del Kremlin. Kruschev, un día, perdió los papeles a zapatazo limpio en el salón de plenos de las Naciones Unidas. Luego su país también acabó perdiendo la carrera espacial, por más que partiese con ventaja. Y España habría de celebrar su primer título futbolístico absoluto, nada menos que en el estadio Bernabéu, al derrotar a la Unión Soviética.

Este capítulo de nuestra historia balompédica quedaría incompleto sin una semblanza de quienes más lucharon para distender las relaciones entre Madrid y Moscú, durante 1958, 59 y 1960. Los que, bien mirado, pusieran la primera piedra del posterior éxito deportivo continental. Sin su fracaso, pespunteado de pequeñas e insuficientes victorias, el inmovilismo característico de ciertas facciones abrazadas a Francisco Franco hubiese continuado incólume. Porque a veces incluso un fracaso arrastra corrientes de aire fresco a los rincones más polvorientos.

Fernando Mª Castiella con John F. Kennedy en el despacho oval de la Casa Blanca.

Fernando María Castiella y Maiz (Bilbao 9-XII-1907 – Madrid 25-XI-1976), fue además de diplomático y político durante el periodo dictatorial, catedrático de Derecho Internacional, experto en relaciones exteriores, o miembro del Tribunal Permanente de Arbitraje Internacional en La Haya, desde 1939 hasta su fallecimiento. Sus ideas aperturistas chocaron más de una vez con significados franquistas, como el propio Luis Carrero Blanco, mano derecha de Francisco Franco, por cuestiones como la libertad religiosa o el proceso descolonizador de Guinea, Río Muni, Corisco y los dos Elobey. Varios éxitos incuestionables, “sin precedentes”, por emplear la hueca elocuencia de esa época, como el ingreso de España en el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, así como la solicitud de ingreso en la Comunidad Económica Europea (1962), habrían de mantenerlo al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores desde 1957 hasta 1969.

Hijo de un oftalmólogo y de una texana proveniente de la emigración vasca a Nueva Orleans, culminó el bachillerato con matrícula de honor en todas las asignaturas. Inscrito luego en el jesuítico Centro de Estudios Superiores, futura Universidad de Deusto, se examinó como alumno libre en las Universidades de Valladolid, Zaragoza y Madrid. Tras obtener una beca ampliaría estudios en París durante dos años, y a renglón seguido, a partir de 1933, pudo especializarse en Derecho Internacional a caballo entre las facultades de Ginebra, La Haya y Cambridge. Durante ese periodo se vio envuelto, junto con otros militantes de inspiración católica, en un oscuro asunto de contrabando armamentístico desde Saint Jean de Lux, resuelto con traslado a Bilbao y apertura de expediente policial como conspirador antirrepublicano. Profesor ayudante en las materias de Derecho Público e Internacional, tras un año ejerciendo la docencia obtuvo el doctorado por la Universidad de Madrid. Y antes de concluir 1935 tendría ocasión de festejar su plaza como catedrático en la Universidad tinerfeña de La Laguna, por concurso-oposición.

Tanta brillantez estudiantil y docente no habría de impedirle una febril actividad paralela. Vicepresidente de la Confederación de Estudiantes Católicos y redactor en el “El Debate” -cabecera de la Asociación de Propagandistas Católicos- hasta dirigir la sección de política exterior, en abril de 1931 sería detenido como miembro de la Juventud Monárquica de Bilbao, para pasar algunos meses en la cárcel de San Sebastián. Como la Guerra Civil lo sorprendiese en Madrid, tuvo que permanecer oculto. Consta, por ejemplo, que durante la segunda mitad del año 1937 logró acogerse en la embajada noruega, y que finalizando febrero de 1939 pudo pasar a la zona de control franquista, donde rápidamente habría de ser designado oficial del cuerpo jurídico militar. A raíz de crearse el Instituto de Estudios Políticos (setiembre de 1939), le sería otorgada la sección de Relaciones Internacionales. Y ya en 1941, como coautor junto a José Mª de Areilza de una hoja de ruta para el naciente Régimen titulada “Reivindicaciones de España”, recibió el Premio Nacional de Literatura Francisco Franco dotado con 10.000 ptas. cifra nada desdeñable para un país hambriento y ruinoso. En dicha obra se anticipaban los ejes fundamentales de su posterior actividad personal y profesional: Recuperación de Gibraltar, y expansionismo imperialista por el Norte africano, punto, este último, sobre el que acabaría viendo una luz nueva con el paso del tiempo, siendo muy censurada su caída del caballo con respecto a la descolonización de Guinea desde reductos ideológicamente fundamentalistas.

Combatiente con la División Azul, lo hizo como soldado raso, renunciando al rango de capitán que sus estudios le conferían. Además de luchar en primera línea, fue enlace en moto y encargado de transmisiones, hasta su retorno en 1942. Rápidamente “heredó” el rango de delegado en el Servicio Exterior de Falange, que detentara Felipe Ximénez de Sandoval, depuesto tras una sonora trifulca con devotos monárquicos, trufada de acusaciones sobre su teórica homosexualidad. Sólo era cuestión de tiempo el salto a la gran política, y este llegaría tras ejercer la dirección del Instituto de Estudios Políticos, el decanato en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, e intervenir destacadamente en la conformación y articulado del Fuero de los Españoles, ley aprobada en 1945. Le esperaban la embajada en Perú (1948-51), desde donde pudo reconducir unas relaciones por demás deterioradas, hasta obtener el voto favorable del país andino a la solicitud española de ingreso en las Naciones Unidas. Y desde Lima a Roma, reemplazando al demócrata-cristiano Joaquín Ruiz Jiménez en la embajada vaticana, para culminar el hoy tan en solfa Concordato entre nuestro Estado y la Santa Sede, del que continúan derivándose privilegios para la confesión católica harto cuestionables. Un alto precio a cambio de allanar la aceptación internacional a Franco y su perpetuación en el poder.       

A los éxitos ya enumerados como ministro de Asuntos Exteriores, habría que añadir la admisión de España como estado miembro del Banco Internacional de Fomento y Reconstrucción, o los acuerdos de doble nacionalidad establecidos con países de Hispanoamérica, comenzando por Chile, que en lo puramente futbolístico habría de favorecer a tantos jugadores de la otra costa oceánica. Tampoco fueron fáciles sus encuentros con el presidente galo Charles De Gaulle o su ministro de Exteriores, Couve de Murville, al conmemorarse el tricentenario del Tratado de los Pirineos (al que se alude en la carta de Alfonso de la Fuente), resueltos con mejoras sustanciales en la interrelación de dos vecinos entonces poco avenidos. Más réditos de imagen le reportó, justo es decirlo, la visita de Eisenhower a España en diciembre de 1959, cuando los Estados Unidos constituían modelo a imitar y envidia de tantísimos españoles.

Entre sus derrotas más amargas estaría el armisticio con Marruecos para la paz en Ifni (abril de 1958), donde nuestro país renunciaba al Cabo Juby, a cambio de conservar un territorio semidesértico del que también acabó apoderándose la monarquía alauita, corrido el tiempo. Y por supuesto el fracaso en las aproximaciones a Inglaterra, lastradas por el contencioso de Gibraltar, -cierre de la verja incluido, y desidia en la pretendida industrialización del territorio adyacente- así como por la mala imagen que como coautor de las “Reivindicaciones de España” seguía teniendo en el Foreign Office, desde donde aquel libro mereció la consideración de “ofensivo”. Otra derrota inicial, la relacionada a su impulso a la libertad religiosa, cuya consecuencia se tradujo en declarada enemistad personal de Carrero Blanco y los recelos suspicaces del propio Franco, acabaría convirtiéndose en relativa victoria. Porque si bien le sería rechazado el proyecto de ley sobre la “Condición jurídica de las confesiones católicas en España” (setiembre de 1964), tres años después logró incluir el concepto de “libertad religiosa” en la modificación del Fuero de los Españoles, sustituyendo la anterior y no siempre bien atendida “tolerancia de cultos”.

La crisis de gobierno ocasionada por el “Caso Matesa”, monumental estafa con ayudas gubernamentales a la exportación como gran objetivo, orquestada por el presidente del R.C.D. Español de Barcelona, Vilá Reyes, apoyándose en ministros del Opus Dei, señaló el término de sus días en Exteriores. Regresó entonces a su cátedra universitaria, puesto que simultaneó con una consejería en el Banco Hispano Americano, luego asociado con el Central y finalmente absorbido por el Santander. Académico de Ciencias Morales y Políticas, expiró como consecuencia de un infarto en el ascensor de la entidad financiera cuando iba a asistir a una votación del Consejo. Entre los reconocimientos de que gozase en vida destacan la cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort, la Gran Cruz de Isabel La Católica, las de la Orden de Carlos III, Santiago de la Espada, del Mérito Militar, la de Cisneros o al Mérito Naval con distintivo blanco.

Aunque sus biógrafos nunca lo consignaron, durante varios meses a lo largo de 1958 y 1959, conspiró junto a De la Fuente Chaos para que nuestra selección nacional se enfrentase a la soviética, en aras de una distensión y modernidad sociopolítica quizás precipitada, vista con la imprescindible perspectiva, pero muy en consonancia con su credo más profundo.

Alfonso de la Fuente Chaos, médico prestigioso con paso por la FEF y la política nacional del periodo franquista.

Alfonso de la Fuente Chaos (Madrid 18-VII-1908 – 3-XI-1988), detentó la presidencia federativa durante el intervalo 1956-1960, periodo breve comparado con los largos mandatos de Pablo Porta o Ángel Mª Villar. Pero a diferencia de ellos no fue tan sólo un hombre de fútbol, sino personaje reputado en lo profesional e influyente en lo político. Cirujano prestigioso, catedrático de Patología y Clínica Quirúrgica en la Universidad de Valencia desde 1944, y Madrid a partir del 48, compatibilizó dicha actividad con la dirección del Instituto Nacional de Medicina, Higiene y seguridad del Trabajo entre 1946 y 1961. Presidente de los Colegios Oficiales de Médicos en España durante 13 años, así como de la Previsión Sanitaria Nacional, formó parte de la Real Academia Nacional de Medicina e instituyó el Seguro Obligatorio de Enfermedad, antecesor de la Seguridad Social, bajo el paraguas de Girón de Velasco, falangista fidelísimo a Franco y en su senectud titular de amplias propiedades en la Costa del Sol.

Como político fue Consejero Nacional por designación directa de Francisco Franco y Procurador en Cortes durante diez legislaturas, o lo que es igual, desde 1943 hasta 1977. En sus abundantes trabajos editoriales cabe encontrar distintas visiones relacionadas con la Medicina. Desde la más pegada a los axiomas iniciales del Régimen (“Los valores morales del Nacional-Sindicalismo y su relación con el ejercicio de la medicina legal”, 1942), hasta referentes para estudiosos de la historia médica durante el periodo autárquico (“Estado actual de la cirugía de los quistes hidatídicos de pulmón”, 1954), el análisis docente (“Los grandes problemas de la medicina actual: reforma de la enseñanza médica, plétora profesional, socialización de la medicina”, 1958), manuales de amplia circulación (“Patología quirúrgica” o “La bioterapia en cirugía”), y un pespunte de extensión universal de la medicina, como derecho social (“La medicina del trabajo, concepto y actualidad”, o “Socialización de la Medicina”). Todo ello sin olvidar su faceta editora de revistas especializadas (“Ser”), o su dirección editorial (“Cirugía”, o “Medicina y Seguridad del Trabajo”).

Como su amigo Castiella, también sería objeto de distintos homenajes y honores, recibiendo, entre otras, la Encomienda con Placa de Cisneros, y la de Isabel La Católica, el nombramiento de Gran Oficial de la Orden Internacional de la Legión de Honor de la Inmaculada, o la elección como miembro del “Internacional Board of Governors”. Nada de todo ello, sin embargo, fue suficiente para mantenerse al frente de la Federación Española de Fútbol, órgano a donde llegara rebosante de ilusión y con ganas de batirse el cobre. Su libérrima actuación respecto a la puesta en marcha de la Copa Europea de Las Naciones, sus denodados intentos por sortear, evadir o modificar posturas de la “superioridad”, y su conspiración con el ministro de Asuntos Exteriores, aunque ello implicara indisponerse con algunos “guardianes del Santo Grial”, acabarían segándole la hierba bajo los pies. En 1960, los versos sueltos con rima propia no estaban bien vistos. Y aquel campeonato donde soñara ver un enfrentamiento entre España y la URSS constituyó su tumba deportiva.

No parece descabellado suponer, en cualquier caso, que suyo sería uno de los más claros gritos de júbilo cuando cuatro años después, en el estadio Santiago Bernabéu, sendos goles de “Chus” Pereda y Marcelino bastasen para doblegar a “La Araña Negra” y el conjunto soviético.




Del campo de concentración al triunfo en los estadios

La Guerra Civil cercenó vidas y expectativas de futuro, además de convertir la ideología, fuere ésta vencedora o derrotada, en verdad fundamental. Durante aquellos tres años de sangre, miedo y oprobio, España se desenganchó del progreso al perder cientos de cerebros fundamentales para la posterior reconstrucción material e intelectual. La posguerra, en fin, sumió a nuestra economía en una fosa profunda, aplacó hambres a golpes de hisopo, silenció rebeldías, puso a Franco bajo palio e hizo de la simple supervivencia una auténtica heroicidad. Para algunos, sin embargo, lo más duro de esa posguerra llegó envuelta en laureles y aroma a oportunidad.

Fue el caso de Marcial Arbiza Arruti (Urnieta, Guipúzcoa, 8-VII-1914), futbolista forjado en el patio de los Maristas y la Segunda División francesa, quien a base de goles supo encontrar su particular redención.

Había empezado a romper alpargatas en el Colegio de San Bernardo, entre un puñado de buenos futbolistas posteriores: Goyeneche, que jugó en el Valencia C. F.; Peña (At Madrid, antes de emigrar a Argentina), o Daguerresar (Real Sociedad de San Sebastián). Cuando los hermanos maristas regresaron a Francia, en 1928, los acompañó hasta Bayona, en condición de estudiante interno. Regresaba a Irún en vacaciones y entonces, una vez hubo cumplido los 16, solía alinearse con el Real Unión en partidillos de entrenamiento, algún bolo y exhibiciones amistosas. Para él, un pipiolo, constituía el culmen formar junto a los Gamborena, Arzac o Petit, duchos ya en nuestra 1ª División. Lástima que los estíos durasen tan poco. Sobre todo el de 1930. Porque en otoño de ese año hubo de abandonar la vecina Bayona, rumbo a Bélgica, para estudiar Artes y Oficios. “Allí continué dándole al balón -manifestó Arbiza en distintas entrevistas-. Aunque de manera informal, puesto que no existían competiciones en categoría juvenil”. Luego, cuando empezó a trabajar, tampoco quiso olvidarse del fútbol, enrolándose en el Hautmont francés, donde habría de compartir vestuario con Sabino Aguirre, otro jugador vasco.

El Hautmont, club modesto, fue escalando posiciones, en gran medida merced a sus virtudes de ariete. De categoría amateur a 3ª División, y desde 3ª a 2ª. “Por cierto -se enorgullecía también al ser entrevistado-, estando en Tercera fui seleccionado en 7 oportunidades para formar parte de la Liga del Norte, una representación de clubes septentrionales en Francia. Todo ello mientras trabajaba en una acería, ya que como es lógico, había que comer”.

Con esa selección del Norte se enfrentó a la selección de Budapest, prácticamente el equipo finalista en la Copa del Mundo correspondiente a 1933. Y vencieron al conjunto húngaro. También hizo morder el polvo a Hiden, uno de los grandes guardametas de aquella época, con un gol no sólo aplaudido desde el graderío, sino calificado como fabuloso por la prensa gala. Su nombre comenzaba a sonar con fuerza en el panorama futbolístico francés, hasta el punto de cerrarse el pase al Excelsior de Roubaix. Curiosamente, de todos estos hechos apenas si existe rastro en la bibliografía deportiva francesa. Su nombre ni aparece en el “Dictionaire des footballeurs étrangers du Champeonnat Professionnel Français”, teórica biblia gala en dicha materia. Ni en “Elite sportive et inmigration”, de Marc Berreaud, “Football et relations internationales entre les deux guerres”, de Pierre Lafranchi, o “The Migration of Footballers: The Case of France 1932-1982”, del mismo autor. Obviamente no fueron 121 los españoles del Campeonato Francés hasta 1997, como se ha escrito, sino bastantes más. El propio Sabino Aguirre, compañero y amigo de nuestro protagonista en el Hautmont, también es otro olvidado. Y no fueron los únicos.

Pero las cosas comenzaban a ponerse difíciles en el territorio galo. España acababa de desangrarse en una guerra y la bota alemana parecía dispuesta a pisotear París. “Me hablaron de que la Real Sociedad pudiera estar interesada en mí -recordó a menudo-. Así que tomé el petate y volví a Guipúzcoa. Pero no se hizo nada. Ya me había casado y tenía dos hijos. No era, bien mirado, el mejor momento para empezar otra vez desde cero”. Jugó algo con el Real Unión de Irún parte de la temporada 1939-40, cuando a los irundarras se les hacía cuesta arriba mantenerse en 2ª División. “Pocos partidos. Muchos menos de los que me hubiese gustado. Porque las circunstancias se cebaron conmigo”.

Marcial Arbiza no había intervenido en la Guerra Civil. Ni con los nacionales ni en el bando republicano, puesto que como se ha dicho, mientras nuestras ciudades ardían y las cunetas se poblaban de cadáveres, él trotaba con los colores del Hautmont y doblaba el lomo en la acería. Ese era su delito: haber rehuido el alistamiento, cuando a este lado de los Pirineos silbaban los obuses. Así que como otros “prófugos” y muchos antiguos soldados republicanos, fue a dar al Batallón de Trabajadores de Miranda, puro eufemismo bajo el que se ocultaban condiciones de esclavitud en campos de concentración, maltrato sistemático y humillaciones sin cuento. Un informe sobre este tipo de instalaciones elaborado por el propio régimen franquista recomendaba el cierre inmediato a algunos campos, ante las catastróficas condiciones en que se veían obligados a vivir los internos. Se señalaba, por ejemplo, la existencia de un único caño de agua para abastecer a 2.000 hombres. Y por supuesto, las palizas y vergazos fáciles de imaginar, toda vez que entre los vigilantes podía haber, y había, hermanos, cuñados, amigos o primos de caídos o ejecutados a manos de aquellos “rojos” ahora bajo su tutela, ni asomaban, considerándose, quizás, no ya trato sobreentendido, sino muy merecido.

Distintos testimonios de quienes vivieron meses tétricos en Miranda de Ebro ponen foco en su dureza. Incluso durante el invierno, con el termómetro rondando los cero grados, eran obligados a bañarse en las gélidas aguas del Ebro. Lógicamente, las defunciones por pulmonía resultaban habituales y de cuando en cuando aparecían cadáveres río abajo, no como resultado de intentos de fuga, sino producto de hipotermias o ahogamientos en pleno baño. Pasaban tanta hambre que cuando eran conducidos a pavimentar carreteras o apuntalar trochas, procuraban tenderse junto a los patatales con cada orden de descanso, y frenéticamente arañaban la tierra, extraían algún tubérculo que guardaban entre sus ropas, como un tesoro, volviendo a cubrir la mata.

Claro que Arbiza fue un gran afortunado entre tanto preso. Puesto que había jugado unos partidos con el Deportivo Alavés durante la campaña 1934-35, su nombre aún era tenido en cuenta por Vitoria. Además Patxi Gamborena, el internacional irunés con quien jugara ocasionalmente durante el ya lejano verano de 1930, entrenaba a los babazorros. “Se portó de maravilla, porque al enterarse de mi situación se presentó en Miranda, acompañado de dos directivos del Alavés, los comandantes Molina y Pinedo. Para mí todo cambió de inmediato, porque si bien seguía en el Batallón, me dejaban salir cuando quería. Hasta iba en taxi a los entrenamientos, todo un lujo en esos tiempos”.

Sólo disputó 17 partidos con la camiseta blanquiazul, marcando 58 goles. Una tarde anotó 6, otras 4, y rara vez bajaba de las 2 dianas. El club vitoriano participaba en una liguilla con entidades como el ya extinto C. D. Logroñés, Beasáin, Vasconia de San Sebastián o Mondragón. Al proclamarse campeones, aquellos muchachos tuvieron que participar en una segunda fase, ante equipos vizcaínos, donde la superioridad alavesa volvió a quedar de manifiesto. “Al Erandio lo vapuleamos con un 12-0 en la ida y 7-0 en la vuelta. Teníamos muy buen conjunto. Esa Navidad la pasé en familia, luego de varios años sin poder hacerlo. Días antes jugábamos contra el Mondragón, en su campo, y el comandante Pinedo, uno de los directivos que facilitara mis salidas del campo mirandés, me prometió que celebraría la festividad con mi familia si ganábamos aquel partido, importante para la clasificación. Vencimos por 0-9 y yo metí no sé cuántos goles”.

Arbiza no era apellido que sonara en el ámbito de nuestro fútbol, puesto que apenas si había podido vérsele por estos pagos. Pero aun así, como elemental prudencia, se alineaba con su segundo apellido. “Sólo faltaba que algún alto mando conectase al Marcial Arbiza que goleaba los domingos con el del Batallón mirandés, y se liara. Así que para prensa y aficionados era Arruti. Salía del campo de concentración, jugaba, y volvía al campo”.

CampoConcentracion01

Marcial Arbiza, un poco más joven que cuando llegó al Madrid.

Semejante porcentaje anotador no podía pasar desapercibido, y el Real Madrid, entidad magníficamente relacionada con el club de Vitoria desde que años antes incorporase a Ciriaco, Quincoces y Olivares, se anticipó al resto. Por extraño que pueda parecer, pues el Deportivo estaba adscrito a la Federación Guipuzcoana y buena parte de esos 58 goles se los llevaron equipos de Guipúzcoa, los técnicos de la Real Sociedad parecían vivir en Babia. Sólo iniciaron alguna maniobra de aproximación cuando el compromiso con el club merengue ya era un hecho. “Es verdad que no había firmado aún con el Madrid. Mi compromiso había sido verbal. Pero la palabra es la palabra. Así que fui a la capital, para seguir alineándome al principio como Arruti. Todavía mi situación seguía siendo delicada, hasta el punto de perderme algún partido por no disponer del correspondiente permiso militar. Tampoco convenía mostrarse imprudente”.

Como delantero centro del Real Madrid habría de marcar 9 goles en 11 partidos ligueros del Campeonato correspondiente a 1941-42, y 8 en otros 8 encuentros de 1942-43. El Deportivo Alavés, por su parte, había ascendido a 2ª División en 1940-41. “Aquel Madrid era un club señor, con Pablo Hernández Coronado en labores técnicas, personaje de inmensa categoría humana y deportiva, además de ver el fútbol mejor que nadie. Nos dirigía Paco Brú, que por cierto entrenaba con chaqueta y puro. Entonces las cosas eran como eran; nada que ver con lo que iría llegando después. El médico, sin ir más lejos, especialista en venéreas, no sabía por dónde le daba el aire en materia deportiva. Después de pasar por Miranda, aquellos dos años me resultaron magníficos. Y eso que al principio, cuando me denunciaron desde varios clubes por lo anómalo de mi situación, sudé la gota gorda. Pero el Real Madrid se portó admirablemente. Movió sus hilos y las denuncias debieron ir a parar a la papelera de algún despacho”.

CampoConcentracion02Ase fútbol, en efecto, tenía muy poco que ver con el actual. Incluso pudiera ser considerado salvaje. Hoy, defensas como Juan Ramón, Deva, Sansón, Mariscal, Portugués, González o Berridi, tomarían el camino de los vestuarios antes del pitido final un domingo sí y otro también. Y a los árbitros se los comería el público ante su pasividad con tanto alarde de extrema violencia. Ejercer de ariete equivalía a jugársela. Y como Marcial Arbiza no era de los que volvían la cara, se la partieron literalmente más de una vez.“En el partido que supuso la despedida de Jacinto Quincoces, en Chamartín, un Madrid – Sevilla, durante el primer tiempo sufrí una durísima entrada. Perdí ocho dientes, además de producirme una fisura en el maxilar. Como tenía un puente en la dentadura, el gancho quedó colgando de la encía, y tuvieron que sacármelo con la tenaza de arrancar los tacos de las botas. Me dieron dos veramones y continué jugando hasta el final de los 90 minutos”. El Veramón, que conste, tenía poco de anestésico. Era un sucedáneo de la Aspirina, menos agresivo que ésta para el aparato digestivo, al decir de los galenos.

En San Mamés aún tuvo peor suerte, al partirse la tibia y el peroné. Fue esa la razón que le dejó con 8 partidos de Liga en el Campeonato 1942-43. Sin ella, es probable que su registro anotador hubiese rebasado la veintena. En la “casa blanca” pensando probablemente que su recuperación iba a resultar larga e incierta, aceptaron con bastante alivio el repentino interés de la Real Sociedad, no poniendo ningún obstáculo al traspaso. Benito Díaz, institución donostiarra y buen conocedor del fútbol francés durante la Guerra Civil, no en vano había estado al frente del Girondins bordelés, llevaba algún tiempo empeñado en hacerle regresar a casa. La lesión, en suma, fue vista como oportunidad. “Lógicamente, también en San Sebastián tenían dudas. Así que se llegó a un acuerdo, consistente en que yo pasara a la Real Sociedad y José Mª Querejeta fuese al Madrid. Pero en el caso de que no lograra recuperarme del percance, los madrileños enviarían a tres jugadores determinados por consenso entre ambos clubes”.

Arbiza mereció honores de portada en la prensa deportiva. Tanto disputando balones a ras de hierba como acosando a los porteros.

Arbiza mereció honores de portada en la prensa deportiva. Tanto disputando balones a ras de hierba como acosando a los porteros.

Aunque Arbiza se recuperó, en su debut como realista, ante el Barcelona, tras sufrir un encontronazo con el central azulgrana Curta, se le desprendió el menisco, lesión similar a la que retiraría del fútbol al guardameta guipuzcoano y más adelante insigne escultor, Eduardo Chillida. Su fe y potente musculatura volverían a obrar el milagro, quedando si no perfecto, al menos bastante bien. Lo suficiente para lucir el escudo easonense durante 4 campañas, hasta concluir el torneo 1947-48. El tiempo pasaba, no obstante, mermando su eficacia ante el gol. “Y aun así tuve ofertas. Cuando estaba a punto de cumplir 34 años me llegó una del Roubaix, donde ya había jugado de joven, y otra del Murcia. Pero puesto que tenía mi vida organizada al margen del fútbol, preferí aceptar otra más modesta, del Real Unión irunés, que en absoluto implicaba obstáculos para mi vida profesional y familiar. Después, finalmente, el retiro”.

Un retiro por convicción, y sin embargo casi a regañadientes. Primero porque nunca es grato admitir la inexorable carrera de Cronos, y segundo porque al decir adiós suele ahogarnos el borbotón nostálgico. Así que como el gusanillo del balón siguiera royéndole, allá por 1949 obtuvo en San Sebastián el título de entrenador regional, y un año más tarde, en Burgos, el nacional. Carnets que a la postre apenas si llegó a sacar de su cartera, como no fuese para mostrar a los amigos.

Marcial Arbiza Arruti, futbolista bragado y macizo, olvidado en Francia hasta por los historiadores deportivos, desconocido entre los seguidores del Real Madrid o la Real Sociedad, pudo haber sido goleador de tronío sin tanta lesión inoportuna, sin el plomo que supuso para tantas carreras, esperanza y vidas, la Guerra Civil. Pero fue, al mismo tiempo, ejemplo de tenacidad, de superación ante los reveses, de mirada limpia y frente alta. Deportista de cuerpo entero, a quien la fatalidad también pudo haber aplastado sin remedio.




El lastre congénito del fútbol femenino español

Probablemente carezca de sentido cargar tintas sobre la endeblez de nuestro fútbol femenino, sin mirar hacia atrás. Esa inconsistencia, puesta una vez más de manifiesto durante el reciente Campeonato Mundial, resulta mucho más llamativa al contrastarla con los éxitos masculinos, tanto en competiciones de clubes como de selecciones nacionales. Nuestro tenis, por ejemplo, baloncesto, gimnasia, natación, hockey, atletismo, karate o judo, no presentan una zanja tan considerable, sobre todo durante los últimos 20 ó 25 años, entre hombres y mujeres. ¿Qué ocurre, entonces, con respecto al fútbol?. ¿Por qué nuestras jóvenes están a años luz de los practicantes masculinos, cuando buena parte de África, Asia y América Central o del Sur, apenas si constituirían competencia por mor de atavismos culturales, emparentados con la escasa libertad social otorgada al 50 % de su población?. Pues bien, el actual lodo hunde sus raíces en polvos muy viejos. Y sólo revisando nuestra historia entenderemos cómo se ha llegado a la actual inanidad.

Tras la Guerra Civil, el deporte quedó en manos del Movimiento, del Ministerio Nacional de Movimiento, conforme se denominaba entonces, o para entendernos mejor, de la Falange. Y el deporte femenino, en un país drásticamente dividido por sexos a efectos educativos, religiosos y legales, bajo tutela de la Sección Femenina acaudillada por Pilar Primo de Rivera. El ideario falangista con respecto a la mujer no podía estar más alejado del aperturismo entrevisto durante el turbulento paréntesis republicano. Tanto para los purpurados como para los y las camisas azules, el sacrosanto deber de la mujer nueva consistía en ofrecer hijos sanos a la patria, educarlos en la fe cristiana y convertirlos en adalides del nuevo orden. Así lo recogía el Anuario de la Sección Femenina correspondiente a 1940, bajo firma de Carmen de Icaza:

“Todo niño que en la nueva España nace tiene derecho a ser formado fuerte y sano, ya desde el momento en que su ser se acusa. A ser recibido con alegría en un marco decoroso y pulcro. Todo niño tiene derecho al calor, a la ternura y a la crianza de su propia madre. A crecer en un ambiente limpio, saludable, educador y optimista. A una formación cristiana, intelectual y físicamente equiparada, que lo vaya haciendo para el mañana lleno de fe, de eficiencia y de fuerza. Todo niño que en España nace, a través de los brazos de su madre, pertenece a España”.

Y por si la idea no hubiese quedado clara, se insistía hasta la saciedad con retórica de bayoneta y trincheras desde las páginas de “Medina”, órgano de la Sección Femenina. Sirva como ilustración este parrafito aparecido en su número de diciembre de 1943:

“A la madre española, pura de pensamiento, casta de cuerpo, discreta y prudente, suavemente enérgica, piadosamente caritativa, modesta e inteligente, sumisa pero digna, señora siempre, debe nuestra Patria su característica moral, sus usos y costumbres, su modo de ser y de sentir íntimo, pues ella tiene la importante y trascendental misión de inculcar en la juventud grandes ideales, percepción clara de los hechos, honrado sentir de los afectos, y de tallar su carácter a suaves golpes de cincel para formar hombres nobles, valerosos y patriotas con suficiente espíritu de sacrificio para ofrecer la vida por la Patria, si así lo exigen las circunstancias”.

Estos postulados sobrevivieron a la derrota del Eje Hitler-Mussolini, a la distensión entre aliados y Franco, la decapitación política de Serrano Suñer y el paseo triunfal de Eisenhower por la Gran Vía madrileña, conforme acredita esta perla de la Enciclopedia Elemental para Niñas, editada por la Sección Femenina en 1957 para su distribución por todas las Escuelas Nacionales:

“El destino de la mujer es ser esposa y compañera del hombre, formar con él una familia y educar y cuidar bien a sus hijos. El lugar donde la mujer desarrolla sus actividades es la casa, porque allí vive la familia. Pero su misión no es sólo material; sus deberes no son sólo cuidar de los hijos y del marido corporalmente, sino que de éste debe ser la compañera, y de aquellos la primera educadora; por ello debe prepararse, moral y materialmente, para ser capaz de lo que de ella se espera. Esta preparación es el medio que la hace apta para desarrollar su misión en el momento oportuno”.

Consecuentemente, el deporte femenino debía servir para hacerlas más sanas y fuertes, pero eso sí, desterrando de raíz cualquier efecto colateral que afectase a su capacidad reproductiva o las llevase a relajar la rígida pudibundez nacional-católica. El volumen titulado “La Sección Femenina, historia y misión” (1944) lo explicaba bien clarito:

“Por medio de los diversos planes de Formación, la educación física alcanza a grandes masas de mujeres. Un estudiado método de gimnasia educativa prepara sanas, fuertes, alegres y limpias, a las futuras madres españolas”.

Tras semejante premisa, se comprenderá que el deporte femenino franquista no fomentara la competitividad:

“Medina”, órgano de la Sección Femenina. Sus portadas de aparente modernidad servían de escaparate a ideas muy rancias.

“Medina”, órgano de la Sección Femenina. Sus portadas de aparente modernidad servían de escaparate a ideas muy rancias.

“La Sección Femenina de Falange cuida de que el deporte sea una escuela; allí se enseña a ganar sin petulancia y a perder sin despecho”.

Y que de entre el amplio abanico deportivo, sólo unas pocas disciplinas se antojaran aconsejables. La gimnasia en primer término, por su “belleza en el ritmo, gracia y delicadeza en los movimientos, que llevarán al espíritu estampas de viva armonía” (Anuario de la Sección Femenina, 1954). Y a poca distancia el baloncesto, balonmano y hockey. Del atletismo, hasta bien adentrados en los 50, mejor ni hablar. Durante ese mismo decenio se volvería la vista hacia el tenis y la hípica, modalidades únicamente posibles en el seno de la alta, muy alta burguesía, o entre aristócratas del régimen. El fútbol, por supuesto, deporte de choque y contacto, agresivo, viril, en su más peyorativo concepto, constituía anatema absoluto.

En 1940, con miles de familias guardando luto todavía, se disputaba el Primer Campeonato Nacional de Hockey de la Sección Femenina. Sus jugadoras, bien abrochado el último botón de sus camisas, con una especie de “baby” o peto por encima, falda cubriendo las rodillas y medias de lana hasta la rótula, cabe pensar no se hallaran muy cómodas. Dicho campeonato siguió disputándose con carácter anual durante el primer decenio posbélico, registrando cierto dominio de las formaciones madrileñas y gallegas. Y casi al mismo tiempo, la propia Sección Femenina sería encargada de organizar los Juegos Universitarios Nacionales, cuya primera edición tuvo lugar en abril de 1942, con todas las participantes saludando a la romana durante el acto inaugural. Aquella vez sólo hubo competiciones de balonmano (balón a mano se escribía entonces), baloncesto y hockey, con presencia de todos los distritos universitarios, incluido el Territorial de Marruecos, aunque algunos no litigaran en las tres actividades.

Gimnasta de la Sección Femenina, en julio de 1941. Su atuendo por fuerza debía resultarle incómodo.

Gimnasta de la Sección Femenina, en julio de 1941. Su atuendo por fuerza debía resultarle incómodo.

Los reglamentos de aquella cita, o el contenido de la Circular Nº 206, de escrupulosa observancia en futuras concentraciones, hoy inspirarían una sonrisa conmiserativa: .- “Ningún acto deportivo (o de la clase que sea…) que deba realizarse en domingo por la mañana comenzará antes de las once, y por ningún motivo se citará a las camaradas para esos actos antes de las diez, con el fin de que puedan tranquilamente oír misa con tiempo suficiente antes de empezar”. .- “Se evitará a toda costa desplazar camaradas a provincias o de provincias a Madrid, en trenes cuya llegada sea en domingo por la mañana, porque fácilmente se retrasan y pueden quedarse sin misa”..- “Los pantalones azules de gimnasia deben ser de una amplitud tal que parezcan enteramente como faldas con vuelo. La longitud debe ser exactamente hasta media pantorrilla, de forma que al subir la goma y ajustársela justo por encima de la rodilla quede ésta  totalmente cubierta por la falda”..- “Ningún camarada podrá salir a la calle con el traje de gimnasia sin ponerse el abrigo encima, aunque la competición o concurso se celebre en verano”.

La decencia llevada hasta límites fundamentalistas mantuvo vivos los castísimos pololos hasta mediados los 60, por más que en la Alemania hitleriana, faro y guía de tantos falangistas, las muchachas practicaran deporte en “shorts” e incluso la amante del führer se mostrase ante las cámaras mientras practicaba ejercicios, con pantaloncillos semejantes a los de tantas “pin-up” estadounidenses. Cualquiera diría que aquellos pololos fueran relevante creación española, releyendo cuanto sobre ellos quedara recogido en “Teresa”, revista de la Sección Femenina (junio de 1955), coincidiendo con el ingreso de España en la Federación Internacional Católica de Educación Física:

“El traje de gimnasia de la Sección Femenina aúna perfecta y graciosamente las exigencias de la moral con la libertad de movimientos indispensable en las prácticas de Educación Física”.

Campamento de la Sección Femenina en la playa, julio de 1942. Canastas junto al mar y chicas bien tapaditas, con falda cubriendo las rodillas y camisa abotonada hasta el cuello.

Campamento de la Sección Femenina en la playa, julio de 1942. Canastas junto al mar y chicas bien tapaditas, con falda cubriendo las rodillas y camisa abotonada hasta el cuello.

Y es que el atuendo femenino, deportivo o de calle, constituía auténtica obsesión de clérigos, educadores, biempensantes y responsables de la censura: “La silueta debe ser sencilla y lo más ajustada posible al natural, si bien evitando que el vestido sea tan ceñido que señale toda la anatomía del cuerpo, porque esto, además de antiestético, es inmoral”. (Formación Político-Social, texto para 2º Curso de Bachillerato Femenino, 1961). O todavía en 1968, con nuestras playas bien pobladas de bikinis sobre epidermis extranjeras, en el manual de Economía Doméstica para Bachillerato, Comercio y Magisterio: “No hay que tomar deporte como pretexto para llevar trajes de deporte escandalosos. Podemos lucir nuestra habilidad deportiva, pero no que estas habilidades sirvan para que hagamos exhibiciones indecentes. Tampoco tenemos que tomar el deporte como pretexto para independizarnos de la familia, ni para ninguna libertad contraria a las buenas costumbres”. Y en el mismo libro de texto e idéntica edición, dos párrafos más. Primero: “Mientras menos utilicemos los pantalones, será mejor. Pero si la motocicleta, y la bicicleta, y la pesca, y el caballo los hace casi necesarios por ser más convenientes que las faldas, y en este sentido más decentes, reduzcamos su uso a estos fines y con estos fines de “propiedad” y de decencia. No como una gracia, sino como una necesidad. En general, favorecen menos que las faldas, sobre todo a la contextura de la mujer española, muy mujer y con formas muy acusadas, que no encajan con la línea recta, varonil, del pantalón”. Y segundo, que la lección quedase clara: “Para ir en bicicleta es muy conveniente el uso de la falda-pantalón, que, conservando la línea y gracia femenina, permite toda serie de movimientos. Nunca se arrepentirán las muchachas de ser modestas, ya que no sólo no les resta ningún encanto, sino, al contrario, les conserva, aún en medio de la mayor camaradería, el pudor y la feminidad, cualidades esenciales de la mujer”.

“Teresa” tomó el relevo a “Medina” como medio para acercar a la mujer el ideario falangista. Aunque en la imagen -número de 1956- se tratara de vender la idea de una muchacha nueva e independiente, los dogmas y modelos de su interior seguían anclados al pretérito.

“Teresa” tomó el relevo a “Medina” como medio para acercar a la mujer el ideario falangista. Aunque en la imagen -número de 1956- se tratara de vender la idea de una muchacha nueva e independiente, los dogmas y modelos de su interior seguían anclados al pretérito.

Puesto que resultaba imposible un fútbol con faldas o en pololos, sin agarrones, bajo la lluvia o con las jugadoras rebozadas en el lodo invernal, pródigo en escorzos de discutible candor, y todo ello sin perder la tan esencial feminidad, sencillamente el deporte rey quedó tachado para las españolas, lo mismo que el boxeo, la lucha greco-romana o el rugby, entre otras disciplinas. ¿Qué más daba a los biempensantes, mientras miles y miles de muchachas pudieran ejercitarse en modalidades “más acordes a su condición”?. Una de esas actividades, ofensiva de verdad bajo nuestro actual prisma, pero que en noviembre de 1942, cuando fuera sugerida desde “Medina” a sus lectoras, obviamente no levantó la más mínima ampolla, se diría surgida de la caverna más prehistórica. “Las cosas que hacen falta para practicar este deporte” rezaba el título sobre una serie de ilustraciones esquemáticas. Y a continuación, enumeraba:

“Cepillo para dar brillo al suelo.

Un delantal.

Una escoba.

Unos zorros.

Una caja de cera.

Una gamuza.

Un bote de limpiacristales.

Un plumero”.

El deporte, efectivamente, consistía en lo que imaginan:

“Después de un buen baño, el mejor deporte es este tan sanísimo de limpiar la bañera. Para que los efectos sean completos, hazlo sin doblar las rodillas”.

Un magnífico ejercicio para los brazos es este de barrer un ratito por la mañana con los balcones abiertos. Da optimismo y unos colores estupendos”.

Tampoco está mal para tener un busto bonito esto de limpiar los cristales. Y al mismo tiempo da tanto gusto ir quitando esas manchas del cristal como si las quitásemos del cielo”.

“Para conseguir unas piernas fuertes y bien formadas, nada mejor que sacar brillo al suelo. Quita el frío y vuestros ojos también adquirirán lustre”.

“Si el ciclismo hace unas buenas piernas, tampoco se queda atrás la máquina de coser para proporcionároslas. Cosed kilométricas costuras y ya veréis el resultado”.

“Limpiar el polvo de esas cosas que están tan altas da elasticidad al cuerpo, consiguiéndose así un talle esbelto, además de unos tobillos finos si te empinas de vez en cuando”.

Gimnasia doméstica según la Sección Femenina. Alguien debió pensar que la ocurrencia tenía gracia y no resultaba ofensiva.

Gimnasia doméstica según la Sección Femenina. Alguien debió pensar que la ocurrencia tenía gracia y no resultaba ofensiva.

Horroroso en verdad. Gracieta sin gracia sobre las labores domésticas. ¿Burla infumable o machistada de pésimo gusto?. Y aún  quedan, que conste, el abrillantamiento de metales, el encerado de las mesas, la limpieza de telarañas, el planchado y el sacudido de alfombras. Eso sí, esta actividad “a unas horas prudentes, para que no impongan la multa”.

Pero lo que son las cosas, todavía en marzo de 1961, desde la ya citada “Teresa”, revista de la Sección Femenina, un suelto sin firma reincidía en la afrenta bajo el título de “Gimnasia Casera”:

“Una mujer que tenga que atender a las faenas domésticas con toda regularidad, tiene ocasión de hacer tanta gimnasia como no lo hará nunca, verdaderamente, si trabajase fuera de su casa. Solamente la limpieza y abrillantado de los pavimentos constituye un ejemplo eficacísimo, y si se piensa en los movimientos que son necesarios para quitar el polvo en los sitios altos, limpiar los cristales, sacudir los trajes, se darán cuenta de que realizan tantos movimientos de cultura física que, aun cuando no tienen como finalidad la estética del cuerpo, son igualmente eficaces para este fin”.

Indudablemente, quienes escribían estas cosas hubiesen sufrido un síncope al imaginar un hipotético campeonato de liga femenino.

Once años después de la Gimnasia Casera y ya con un fútbol femenino balbuciente, los había reticentes en su visión más machista.

Once años después de la Gimnasia Casera y ya con un fútbol femenino balbuciente, los había reticentes en su visión más machista.

Durante esos mismos años 60, sobre todo a lo largo de su segunda mitad, España pasó de la alpargata al “Seat 600” o la “Vespa”, del porrón y la gaseosa a una Coca-Cola de cuando en cuando y el vermut dominical, de la copla y el bolero a las versiones de “hits” norteamericanos o, más escandaloso todavía, a la melena tipo “beatle” y las primeras muestras de contestación juvenil. Además, nuestros emigrantes en Suiza, Francia, Bélgica o Alemania, contaban durante sus visitas al pueblo, en vacaciones, que eran posibles otros modos de hacer las cosas, con más representatividad social en las empresas y el gobierno, menos censura y curas que sólo mandaran en las iglesias. Quienes se negaran a creerlo, siempre podían mirarse en el espejo de los turistas. ¿Acaso daban la impresión de vivir acomplejados?. El régimen, por convicción o a regañadientes, tuvo que aflojar la mano. Aunque podía multarse a las parejas por besarse en público, al menos sus nombres no eran recogidos en el periódico del día siguiente, junto a las sanciones aplicadas. Las mujeres podían salir en verano sin vestir medias, porque a muy pocos gobernadores civiles se les ocurría ordenar a sus guardias perseguirlas, bolígrafo en mano. Y esos mismos guardias, como por ensalmo, comenzaron a hacer la vista gorda en las playas si los trajes de baño quedaban un tanto fuera de las aún vigentes normas. En otras palabras, las españolas, sobre todo ellas, pues los varones gozaron por lo general de mucha más tolerancia, empezaban a ser tratadas con no tanta diferencia respecto a nuestras visitantes.

Otro chiste machistón publicado en 1972, cuando las mujeres sólo pretendían se les dejase jugar en paz.

Otro chiste machistón publicado en 1972, cuando las mujeres sólo pretendían se les dejase jugar en paz.

Y así, casi imperceptiblemente, el fútbol comenzó a verse si no como deporte femenino, como actividad en la que podían participar de vez en cuando un puñado de artistas. Fueron las concurridas matinales de Vallecas, donde unas cuantas folklóricas se medían a actrices, balón de por medio y con finalidad benéfica, ante las cámaras del No-Do y numerosos fotógrafos de prensa. Pura charlotada, no nos engañemos; un pretexto para lucir palmito y llegar mediante caridad hasta donde la justicia social no alcanzaba. Pero si se consentía jugar a damas de la lentejuela, el cine o los faradaes, ¿por qué iba a prohibirse la misma práctica a jóvenes ajenas al artisteo?. Aquellas folklóricas, sin imaginarlo siquiera, acababan de entreabrir un portillo por donde iban a colarse cientos de futuras futbolistas.

Pero antes hubo muchos más festivales que aprovecharon a conciencia el filón recién descubierto. En las universidades, de Norte a Sur, se organizaban partidos femeninos cara al paso del ecuador o el viaje de fin de curso. Encuentros en los que intervenían estudiantes y teóricas aficionadas sin nada que ver con el campus. Partidos bajo tutela del Rector o el Decano, esto es sin solicitar autorización a los Gobiernos Civiles, en cuyos descansos se pasaba el cepillo -cobrar entrada hubiese constituido infracción punible- o se vendían boletos para cualquier sorteo. Iniciativas que en la transición de los 60 a los 70, por aquello de la novedad, solían gozar de hueco en diarios  provinciales. Luego, algunas de esas chicas u otras de su vecindad, acabarían formando equipos semiclandestinos, que en ausencia de competiciones oficiales se enfrentaban amistosamente entre sí. Uno de los pioneros en la vertiente norte fue el de Munguía, cuyas jugadoras, balbucientes por cuanto a técnica, parecían fiarlo todo al empuje, la acometividad y una encomiable preparación física. Por la zona centro madrugaron el Sizam, Atlético San Cristóbal, Cultural de Madrid u Olímpico de Villaverde, en Valencia el Marcol…

Aunque los partidos entre artistas y folklóricas tuviesen mucho de esperpento paradeportivo, abrieron una brecha por donde muchas jóvenes acabaron practicando el fútbol de verdad.

Aunque los partidos entre artistas y folklóricas tuviesen mucho de esperpento paradeportivo, abrieron una brecha por donde muchas jóvenes acabaron practicando el fútbol de verdad.

Sin embargo aún quedaba mucho por hacer, como atestigua un artículo del Dr. Echevarren titulado “Deportes para la mujer”, entregado a la imprenta en 1973. Dicho doctor, galeno de la Real Sociedad de San Sebastián y reputado especialista en Medicina Deportiva cuando dicha rama pugnaba por abrirse camino, seguía con bastante fidelidad los postulados del decenio anterior, argumentando sus objeciones. Entre los aconsejables citaba balonvolea “sus ventajas estriban en que es un deporte completo de ejecución, no requiere choque con el contrario y el propio balón choca excepcionalmente con el cuerpo de la mujer”, montañismo “su acción sedante la consideramos como excelente, aunque no suceda otro tanto con la alta montaña y la escalada, por la potencia y resistencia que requieren”, tenis, esquí “pruebas de velocidad y habilidad, no así las de saltos y fondo”, patinaje, esgrima, ciclismo “cicloturismo, por ser un ejercicio bueno que complace, por otra parte, el afán de desplazamiento de nuestra juventud; el ciclismo de competición, en pista o en carretera, lo consideramos inadecuado para la mujer”, baloncesto, pelota vasca “en sus modalidades de raqueta en frontón, reúne las condiciones del tenis; es la única faceta en nuestro país que ha pasado al profesionalismo, junto a las profesoras de educación física”, y hockey sobre hierba. Entre los no convenientes incluía la equitación “la monta de competición a la inglesa produce unos repetidos golpes en los genitales externos y como consecuencia congestión pélvica, a lo que ponen reparos los ginecólogos”, balonmano “inconvenientes: el choque de la portera con el balón, el choque cuerpo a cuerpo entre jugadoras y la gran profusión de lesiones en los dedos y muñecas, con deformaciones clásicas como el pulgar y demás articulaciones interfalángicas”, judo “por ser un deporte de lucha, prácticamente cuerpo a cuerpo, ofreciendo su práctica una serie de actitudes y posturas contrarias a la elegancia y feminidad”, rugby, boxeo y lucha, sobre los que “huelga todo comentario, porque incluso dentro de los países en que las mujeres cultivan mucho el músculo, no tienen aceptación”, y el fútbol, por descontado, al que dedicaba más extensión, reconociendo que “en su rama femenina acaba de iniciarse en nuestro país”.

Tal vez por ello, porque parecía encontrar adeptas y congregaba a un buen número de espectadores varones, probablemente más próximos al morbo que a la pura curiosidad, se mostraba inflexible:

“En primer lugar quiero dejar bien sentado que “eso” que juegan las mujeres con un balón no es fútbol. Es una parodia o una representación bufa, pero nunca el deporte por todos conocido. La mujer no reúne condiciones para este deporte duro, de contactos directos, potencia, resistencia y lesiones frecuentes. Una de las facetas más características del fútbol es su dureza, su violencia incluso, tan desacordes con el sexo femenino.

Como espectáculo, como diversión para fines benéficos, puede admitirse, pero siempre sin considerarlo un deporte, sino todo lo contrario, una caricatura burda, sólo suavizada por la belleza física de las participantes. Muchas veces no pasa de ser un pretexto para ver de cerca y en crudo a las vedettes más famosas. Creo que se debe ir en contra de este deporte en plan de competición”.

Pese a juicios tan drásticos constituiría un error incluir al Dr. Echevarren en el museo carpetovetónico. El buen facultativo podía ser hombre de su tiempo, aunque en modo alguno habitante de la cueva megalítica. Quedaba de manifiesto al proyectar sus deseos de futuro justo a renglón seguido, apostando por la incorporación femenina a todas las áreas, incluida su profesionalización deportiva:

“Quiero tocar un punto interesante, que es el deporte como actividad profesional de la mujer. Normalmente la mujer no ha considerado el deporte como un medio de vida, pero estimo muy interesante su incorporación a este. Es otra fase más de la incorporación de la mujer a la vida actual. Recomiendo sinceramente el incremento de la participación femenina en los cuadros de Profesorado de Educación Física, de entrenadoras en los deportes adecuados, y de monitores y auxiliares deportivos con objeto de mejorar la enseñanza y elevar el nivel técnico de nuestro deporte.

Flaco favor hizo el film “Las Ibéricas F. C.” al balompié femenino español. Su vuelo,  cinematográficamente, también fue pesado y rasante.

Flaco favor hizo el film “Las Ibéricas F. C.” al balompié femenino español. Su vuelo, cinematográficamente, también fue pesado y rasante.

Estamos convencidos de que el día que nuestras hijas tengan más profesoras de Educación Física y entrenadoras profesionales competentes, les harán partícipes de la ilusión y la alegría que da el deporte, y se nos dará una juventud femenina aficionada a las prácticas deportivas, mejorando indudablemente las condiciones físicas y síquicas de la mujer”.

La visión que el doctor de la Real Sociedad tenía sobre el fútbol femenino venía a ser semejante a la de casi todo el país, incluido un alto porcentaje de señoras. Y los medios de comunicación, salvo excepciones, contribuían poco al derribo de prejuicios. Muchos humoristas pusieron su foco en las jugadoras, tanto por la novedad como porque resultaba fácil hacer caja con ocurrencias tópicas, donde la mujer salía malparada. Paralelamente, el cine también aportó su ración de oprobio con “Las Ibéricas”, dirigida por Pedro Masó en 1971, comedia más bien bufa no sobre el fútbol femenino, sino sobre chicas que se empeñaban en practicarlo. Entre su amplio reparto contó con la participación de Rosanna Yani, María Kosti, Tina Sainz, La Contrahecha, Ingrid Garbo, José Sacristán, Rafaela Aparicio, Antonio Ferrandis, Rafael Alonso, Fernando Fernán Gómez, Simón Andreu, Pilar Bardem, Manolo Gómez Bur, Luis Sánchez Polac “Tip”, José Luis Coll, Pedro Osinaga, Valentín Tornos o Venancio Muro. Sus guionistas, al amparo del aperturismo blanco subsiguiente a la Ley de Prensa de Fraga Iribarne, la saludada mediante el eslogan “con Fraga hasta la braga”, y puesto que aún no corrían tiempos de destape, vistieron a las deportistas con camisetas ceñidísimas, shorts de vedette y medias de modelo en almanaque para camioneros. Las escasas escenas de fútbol, del fútbol practicado por las protagonistas, que sin duda buscaban desatar libídines, no hicieron ningún favor a quienes de verdad querían disfrutar jugando y para ello se entrenaban a deshoras. Respecto a chistes y comics, sólo un dibujante de la escuela Bruguera, el hoy clásico José Escobar, padre de “Zipi y Zape”, “Carpanta”, las corrosivas “Doña Tula, suegra” y “Doña Tomasa”, o “Toby”, hizo jugar al fútbol coyunturalmente a otra de sus creaciones, la cumplidora “Petra, criada para todo”, sin humillarla. Puro espejismo, puesto que las mujeres futbolistas, las empeñadas en “hacer cosas de hombres”, digámoslo sin ambages, serían caricaturizadas con trazo bastante grueso: superficiales, presumidas, frívolas… Más o menos como ocurriese dos lustros atrás, al ir conquistando un espacio en oficinas y despachos.

Pero a pesar de todo, las españolas seguían queriendo ser futbolistas.

El Olímpico Villaverde, la temporada 1971-72

El Olímpico Villaverde, la temporada 1971-72

Y lo eran, desde edad tempranísima. Porque como no había ninguna competición específicamente reservada a categorías inferiores, las distintas Ligas que comenzaron a disputarse cuando declinaban los 60estaban pobladas de muchachitas con 14, 15 ó 16 años. Tanto era así, que las de 18 pasaban por veteranas.

“Petra”, de Escobar. Por un día futbolista, pero eso sí, luciendo su eterna cofia.

“Petra”, de Escobar. Por un día futbolista, pero eso sí, luciendo su eterna cofia.

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El debut internacional de la selección femenina -por más que cabría discutir sobre la oficialidad de esos primeros choques, al no estar organizados por la FEF- tuvo lugar ante Portugal, en el campo murciano de La Condomina. Y el segundo ante Italia, en Turín, donde nuestras representantes casi se vieron aplastadas. Antes, de cualquier modo, se había disputado un amistoso entre las preseleccionadas y el Fuengirola femenino. Puesto que las jugadoras ya no eran unas cuantas folklóricas dispuestas a entretener mañanas dominicales, la prensa deportiva comenzó a hacerse eco de aquellos choques y hasta mostró interés por quienes más destacaban. Con ello, los aficionados supieron que en nuestro país había émulos de Pirri, Gárate, Adelardo, Marcial o Gallego, y que una de las jóvenes mejor dotadas respondía al nombre de Victoria Hernández, capitana del Olímpico Villaverde, bastante tímida, probablemente a causa de sus 13 años largos, admiradora de Pelé, Bobby Charlton y Pirri: “son tres fenómenos”, que con el 10 a la espalda disparaba a puerta frecuentemente, caía por la banda y se dejaba sentir en la construcción del juego. Contra Italia, por lesión de la guardameta, tuvo que situarse bajo los palos. Y pese a extrañar esa posición, aun encajando una goleada, fue la más brillante de nuestro equipo. “Lloré mucho aquella noche”, confesó a Miro en un reportaje de “As”. Su padre, Santiago Hernández, jugó en el Boetticher madrileño, lo mismo que Felipe, uno de sus hermanos: “Mi hermano me enseña mucho. Creo que deberíamos jugar contra los hombres… Vamos, contra juveniles, para ir adquiriendo experiencia”, argumentaba.

Victoria Hernández, internacional con 13 años, la temporada 1971-72

Victoria Hernández, internacional con 13 años, la temporada 1971-72

Otra destacada durante la campaña 1971-72 era Concepción Sánchez Freire, Conchi en las alineaciones y “Amancio” para compañeras y el escaso público congregado junto al césped de Villaverde. Con 14 años trabajaba en una empresa de decoración, había practicado el balonmano y no desdeñaba una buena partida de ajedrez. Calculaba haber jugado más de 50 partidos, llamando la atención en su debut, al notar cinco goles. “He disputado los dos choques internacionales”, se enorgullecía; “y el de preselección”. Como Victoria,f ormaba parte del Olímpico de Villaverde, donde había suscrito ficha por dos años. Le gustaban los Pop-Tops y Raphael, vestir bien, el cine, pero por encima de todo, el fútbol. En suma, no podía ser más normal, aunque durante la charla con Miro demostrase vivir en el país de las hadas: “Creo que si nos preparásemos bien podríamos conseguir hasta un segundo lugar, si interviniéramos en el Campeonato Mundial. No sueño. Vi jugar a las francesas, italianas y portuguesas, y las españolas tenemos más garra y amor propio”. No parecía advertir que el amor propio rara vez enjuaga deficiencias técnicas o tácticas, que si Italia las había apalizado sería porque el fútbol requiere coraje y bastante más. Estaba muy fuera de la realidad: “Es evidente que el fútbol femenino existe. El “boom” fue bien acogido en todo el mundo, menos en España. A los españoles les molesta que juguemos tan bien o mejor que los hombres. No tenemos tanta propaganda como ellos, pero hacemos más goles”. La humildad, indudablemente, no figuraba entre sus virtudes.

El desarrollo del fútbol femenino durante los años 70 se vio frenado por visiones tan troglodíticas como la del chiste. Sin duda herencia de dos decenios por demás represivos.

El desarrollo del fútbol femenino durante los años 70 se vio frenado por visiones tan troglodíticas como la del chiste. Sin duda herencia de dos decenios por demás represivos.

Esa referencia al Mundial, sin embargo, no resultaba baladí. Durante el invierno de 1972 llegó a oficializarse el interés italiano por celebrar en nuestro suelo el inminente Campeonato del Mundo. Algo que ratificaría en “As-Color” el organizador técnico de la Federación Europea Femenina de Fútbol, señor Rambaudi: “Iré a la capital de España con el presidente, Vinicio Lucci, para conversar con las jerarquías deportivas. De estas conversaciones saldrá si se juega o no el mundial en España”. Puesto que al periodista le preocupaba quién se haría cargo de la factura, Rambaudi tranquilizaba: “Por ese aspecto no habrá que preocuparse. Nuestra Federación Internacional cubrirá todos los gastos que ocasione el mundial. Lo que nos interesa es que los rectores del deporte en su país nos autoricen y apoyen en esta idea que votamos, unánimemente, en el último mes del año pasado”. Respecto a sus razones para elegir España, el italiano eludía cualquier concreción: “El primer mundial se disputó en Italia y fue un éxito grande; el segundo en México, que también resultó brillante. Ahora le corresponde a un país europeo y nada mejor que la Península Ibérica, por su gente, su sol, sus turistas… Nuestro interés es propagar el fútbol femenino y creo que será un espectáculo simpático e interesante que gustará a los españoles”. Sólo necesitaban el pláceme oficial. Y ahí estaba el quid de la cuestión; en dilucidar qué organismo estaba capacitado para ofrecer su aquiescencia. Nuestros federativos aseguraban no saber nada sobre el particular. Desde la Internacional Europea de Fútbol Femenino con sede en Turín, organismo creado el 25 de febrero de 1970, independiente de la FIFA, si no directamente hostil, se trabó contacto con la Delegación Nacional de Deportes, que a decir verdad estaba para otras cosas. Las razones pespunteadas por voz de Rambaudi traslucían el conflicto de intereses: “No mandamos ninguna carta a la Federación Española porque creemos que el Fútbol Femenino debe gobernarse solo, mediante una entidad aparte. Bastantes problemas tiene ya la Federación, con el fútbol masculino”.

A la postre, ese modo de proceder imposibilitaría el pretendido mundial español. Y lo que aún iba a ser peor, con las chicas fuera del paraguas federativo, dirigidas contra la apisonadora que ya por entonces venían a ser UEFA y FIFA, la posibilidad de desarrollar el fútbol femenino sufrió un parón considerable, por más que en la Internacional Europea de Fútbol estuviesen lanzados a 1000 por hora. Prueba de esa precipitación es que en un plazo brevísimo ya sumaran dos campeonatos mundiales y encarasen el tercero.

La noticia de un hipotético mundial femenino en España no sirvió para desterrar de la prensa imágenes tan esperpénticas como la de este partido Bunnys - Lecheras  disputado en Inglaterra (1972).

La noticia de un hipotético mundial femenino en España no sirvió para desterrar de la prensa imágenes tan esperpénticas como la de este partido Bunnys – Lecheras disputado en Inglaterra (1972).

En 1970 tuvo lugar el primero. Puesto que se partía de cero, hubo que buscar esponsorización hasta para el trofeo que izasen las campeonas, a la postre donado por la firma de vermuts Martiny & Rossi. A la final, disputada en el estadio Comunale de Turín, asistieron 50.000 personas picadas por la curiosidad. Lástima para los anfitriones que Dinamarca se impusiera a las “azurri” por 2-0, porque la fiesta quedó bastante aguada. El segundo mundial se disputó al año siguiente, en México, con buena afluencia de público. Y nuevamente Dinamarca doblegó a las mexicanas en la final. La edición que no pudo llevarse a cabo en nuestro suelo estaba prevista para julio de 1972. A la fase final llegarían 8 selecciones: seis europeas y dos americanas, tras clasificarse en unas eliminatorias previas. Perú, Chile, Argentina y México, por cuanto respectaba a América, y Francia, Inglaterra, Holanda, Suecia, Suiza, Austria, Polonia, Checoslovaquia e Italia, entre las europeas, se daban por contendientes seguras. Dinamarca, como vigente campeona, y España, como pretendida organizadora, se clasificarían de oficio para la fase decisiva, con lo que únicamente quedaban 6 vacantes a resolver entre las 13 selecciones inscritas.

Llama la atención una ausencia casi generalizada del bloque soviético, por otra parte adalides del deporte femenino. Ni Yugoslavia, ni Hungría, la propia URSS, Bulgaria, Rumanía o la Alemania del Este, cuyos equipos masculinos solían encontrar pocas complicaciones para adueñarse del oro y la plata olímpica cada cuatro años, ante el amateurismo marrón de sus futbolistas más señeros, figuraban en la línea de salida. La otra Alemania, la del milagro económico, locomotora de una Comunidad Económica Europea todavía de 7 miembros, tampoco formaba parte de la Internacional Europea de Fútbol Femenino. Ni Brasil. El organismo había nacido cojo, famélico y despistado. Demasiado lastre para adelantar por la derecha a UEFA, Confederación Sudamericana y FIFA. Como habrán colegido, acabaría desangrándose.

Sin embargo la posibilidad de que nuestra península acogiese aquel evento, mantuvo en tensión a los informadores, siquiera durante dos o tres meses. Obviamente, que nadie busque en las hemerotecas tablas de resultados o clasificación de las distintitas ligas femeninas. Si la prensa no recogía competiciones regionales masculinas, reguladas por cada territorial, mal iba a hacerse eco de las féminas. Pero ocasionalmente saltaban a la rotativa algunos flashes. Ocurrió por ejemplo en abril de 1972, cuando Gloria Angulo Muñoz, madrileña de 17 años, portera del Atlético San Cristóbal, se convirtió en la primera jugadora en pasar por quirófano para ser intervenida de menisco. La chica, “guapa y muy simpática”, según la redactora Matilde Jorge, llevaba sólo un año bajo el marco y se había lesionado sola, en un entrenamiento. Como tantas otras, llegó al fútbol poco menos que por casualidad: “Jugué un partido organizado por Radio Madrid para su emisión “Los Formidables” y dicen que no lo hice mal. A mí me gustó la experiencia y comencé a entrenar. Quisiera ser alguien en este deporte”. Entre sus familiares, si bien había afición, nadie probó suerte nunca, con seriedad, en el mundillo del balón: “En todo caso un primo, que fue delegado de juveniles en el Atlético de Madrid, pero nadie, que yo sepa, ha pateado el cuero”. Al margen del fútbol, estudiaba y ayudaba a su madre, modista. Y por supuesto, su afición le costaba dinero: “Sin embargo en un futuro próximo pienso que serán los clubes quienes corran con los gastos. Al fútbol femenino le espera un porvenir halagüeño. Falta que nuestra Federación se ponga a nivel internacional y lo acepte, reglamentándolo. España no debe perder el tren, porque el “Contamos contigo” no puede ni ser sólo un slogan. ¿Aquí estamos!”.

Gloria Angulo. Su condición de primera jugadora operada de menisco la convirtió en efímero personaje de actualidad.

Gloria Angulo. Su condición de primera jugadora operada de menisco la convirtió en efímero personaje de actualidad.

También ella confundió deseos y realidad. Continuó jugando, eso sí, porque la intervención del doctor Jesús Gálvez en el Sanatorio Zurbarán fue un éxito, pero nuestro balompié femenino tras una salida de pura sangre experimentó ese clásico frenazo de burro manchego. Desatendido desde los poderes oficiales, con la Federación Española muy atareada durante los primeros días de la transición entre el escándalo de los falsos oriundos, las denuncias de alineación indebida interpuestas por At Bilbao y Real Sociedad, e incluso pendiendo sobre sus cabezas una buena espada de Damocles por haber otorgado el internacionalato a quienes nada tenían de súbditos españoles, la ilusión de tantas muchachas iría evaporándose. Y entonces, las secciones deportivas en papel volvieron a nutrirse de noticias e imágenes bufas, con mujeres pateando esféricos, siempre con mini-shorts e incluso calzando zapatos de tacón. Por no abochornarnos, baste con dos muestras: “Trascendental partido disputado en Inglaterra entre las Bunny Girls y las Lecheras de Unigate”. Las “bunnys”, claro, con rabito de conejo, a lo “Play-Boy”. O fotos con féminas despampanantes rodeadas de balones, a los que no sabían ni cómo impulsar, y pies de imagen tan ocurrentes como “¡Menuda delantera!. Con otras cuatro así no hay título que se resista”. Sólo de tarde en tarde alguna noticia juiciosa: “El británico Queens Park Rangers femenino proyecta viajar a España para jugar en Mallorca y Madrid a lo largo de 1972”.

El primer Campeonato Nacional de Liga Femenino se hizo esperar hasta la campaña 1988-89.Cincuenta y nueve años después de que se creara el masculino. Participaron 9 equipos y se alzó con el título la Peña Barcelonista Barcilona. El segundo torneo fue para las jugadoras del Athletic Villa de Madrid. Y los siguientes para el Oiartzun, el Añorga de San Sebastián y el madrileño Oroquieta de Villaverde. Como pese a vivir espartanamente los balances de casi ningún club cuadraban, se pasó del grupo único a varios confeccionados por criterios de proximidad geográfica, con eliminatorias posteriores a ida y vuelta. Observando que mediante esta fórmula el torneo perdía adeptos, los clubes exigieron a la Federación un retorno a los orígenes, ya con más participantes. Poquito a poco irían aflorando futbolistas muy aceptables, se inscribieron extranjeras, algunas de calidad -en el Barcelona, sobre todo- y otras -particularmente una en el Rayo Vallecano- estrella de papel cuché por su relación personal con figuras masculinas… Pero aun con todo, ciertos detalles seguían separándonos de otros confines por cuanto se refiere a rango y consideración popular de las futbolistas. En Italia, las colecciones de cromos editadas por Panini, los “Claciatori”, reservaban un huequecito a la 1ª División femenina, temporada tras temporada. En Brasil, los editores de cromos llegaban más lejos, recogiendo retratos individuales de las teóricas titulares, equipo por equipo. Nuestros niños y no tan niños versados en el coleccionismo, bien al contrario serían incapaces de aventurar dos nombres de chicas internacionales, puesto que nunca asoman al autoadhesivo y rara vez a los medios genéricos.

Aquellas pioneras, las que saltaban a instalaciones universitarias con falditas de baloncesto bien plisadas, o quienes recién cumplidos los 14 y 15 años alimentasen quimeras de estrellato, construyeron sobre arenas movedizas un meritorio cimiento, aún a costa de ponerse al mundo por montera y prescindir del qué dirán. Hoy, ya madres, tías, o incluso abuelas, podrían presumir de haber derribado no molinos de viento con aspas fantasmagóricas, sino gigantescos prejuicios, burlas asomadas a la siempre discutible superioridad, y desdenes sin cuento. Aquellas pioneras han de sentirse satisfechas, también, observando como sus sucesoras engrosan hoy Ligas tan competitivas como las de Inglaterra, Italia, los Estados Unidos o Alemania. Su esfuerzo y bendita cabezonería no fue en vano.

Una formación de nuestra selección femenina absoluta. No ha de faltar mucho para que se sumen con algún logro a los éxitos continentales de nuestros cuadros inferiores.

Una formación de nuestra selección femenina absoluta. No ha de faltar mucho para que se sumen con algún logro a los éxitos continentales de nuestros cuadros inferiores.

Respecto a nuestro equipo nacional, ya llegarán los éxitos. No debiéramos perder de vista que el incipiente fútbol masculino también vivió una minoría de edad. Y que si pudiésemos enfrentar en el túnel del tiempo a un equipo actual de 3ª División con cualquiera de los participantes en el campeonato inaugural, los de 3ª seguramente resolverían a su favor el hipotético choque, con suficiencia y sin aprietos.

Mediando esfuerzo, sacrificio y ganas, los triunfos siempre llegan. También los de nuestra selección femenina, por más que su viaje histórico, el del deporte femenino en general y sobre todo el del fútbol, haya tenido mucho de agobiante travesía del desierto.

Lo dicho, celebrar éxitos va a ser simple cuestión de tiempo.




El secreto de Raimundo Saporta

Raimundo Saporta dijo alguna vez que no escribiría sus memorias “porque tendría que mentir”. No sabemos a qué mentiras se refería. Posiblemente aludía a secretos sobre su carrera brillante y prolongada de gestor deportivo vinculado al Real Madrid o al deporte internacional. Aunque también existe la posibilidad que hablara de sus propios orígenes familiares sobre los que siempre ha existido confusión. Una confusión a la que el propio Saporta contribuyó en vida por motivos que revelaremos. En el presente artículo intentaremos aclararlo sin emitir ningún juicio moral sobre los motivos que pudieron llevarle a hacerlo. Motivos que, como veremos, pueden ser considerados perfectamente comprensibles y razonables.

Siempre se ha dicho que Raimundo Saporta Namias nació en París el 16 de diciembre de 1926 (y así aparece en toda su documentación española, por ejemplo en su Certificado de Defunción). Sobre sus padres hemos leído muchas cosas: que su padre era español y su madre francesa, que su padre era de origen judío y nacido en Marruecos, que su madre era armenia, que su madre era suiza, que eran rumanos, etc. Todas estas versiones pueden encontrarse haciendo una búsqueda en Internet o tirando de hemeroteca. La más extendida es la primera de las enumeradas y que el propio Raimundo explicó en numerosas ocasiones: “nacido en París de padre español y madre francesa”.

Visado de entrada en Brasil (1961) con los datos oficiales españoles de Raimundo Saporta. (1)

Lo cierto es que su padre (Jaime Saporta Magriso) había nacido en Salónica (entonces Imperio Otomano, actual Grecia) el 27 de septiembre de 1887 y su madre (Simona Nahmias) en Constantinopla (Imperio Otomano. Actual Estambul, Turquía) el 8 de febrero de 1902. Ambos eran judíos sefarditas, descendientes directos de judíos expulsados de España en 1492 y miembros de conocidas familias hebreas de Salónica, muchos de los cuales se trasladaron a Constantinopla tras la anexión de la ciudad a Grecia en 1912. El único hermano de Raimundo (Marcelo) también nació en Constantinopla/Estambul el 20 de marzo de 1923.

Según todas las biografías de Marcelo Saporta (2) (más conocido como Marc Saporta, destacado escritor e intelectual) la familia Saporta Nahmias vivió en Estambul hasta la crisis del 29, tras la que emigraron a París donde Jaime Saporta siguió con los negocios de banca que ya había iniciado en Turquía. Aquí surge una importante duda: ¿si la familia no emigra a París hasta después de 1929 cómo pudo Raimundo nacer allí en 1926?

Para resolver el misterio intentamos localizar la inscripción de Raimundo Saporta en el Registro de París (État civil de la Ville de Paris) con resultado infructuoso. No consta, no nació allí. ¿Cómo localizarlo pues? En las fichas del Consulado Español en la capital francesa de 1940 en las que sí aparecen sus padres Jaime Saporta, Simona Nahmias y su hermano Marcelo Saporta (3). Jaime y Marcelo eran ciudadanos españoles aunque jamás habían pisado España, lo que no es extraño pues tras el Decreto del general Primo de Rivera de 1924 que daba la nacionalidad española a los judíos sefarditas muchos se acogieron a él en las comunidades de los Balcanes. Simona Nahmias estuvo inscrita en el Consulado Español de París hasta 1964, la ficha de Raimundo ha desaparecido. ¿Qué había sido de Raimundo? En todo caso la vía francesa estaba totalmente cerrada, ni el registro civil ni el consulado español.

Segunda vía, dar por supuesto que nació en Estambul y buscarlo allí. Mismo camino: primero el registro civil, y nada. Seguimos por el Archivo del Consulado de España en Estambul, conservado en el Archivo General de la Administración; y nada. Tampoco en los Archivos Estatales turcos. Segunda vía también cerrada.

¿Cabía una tercera vía? Sí, las instituciones judías de Estambul. Nos pusimos en contacto con la Comunidad Judía de Turquía y hasta con el Rabinato, pero nada. Todos los intentos para localizar algún certificado de nacimiento de Raimundo Saporta fueron infructuosos. Y aunque en todos los documentos españoles de Raimundo Saporta consta París como lugar de nacimiento las dudas eran razonables, ¿habría nacido en Estambul? Parecía imposible confirmarlo documentalmente aunque era nuestra hipótesis.

Los Saporta Nahmias se integraron bien en la numerosa comunidad de judíos sefarditas emigrados a París. Muchos sefardíes de los Balcanes ya habían adaptado la lengua y cultura francesa en sus ciudades de origen por la eficiente labor educativa y cultural de la Alianza Israelita (Alliance Israélite Universelle) y su integración en Francia fue rápida. En 1937 Jaime (“James”) Saporta fue noticia en toda la prensa francesa por sufrir el robo de 120.000 francos en un autobús (4).

Cuando dábamos todo por perdido y no teníamos más que quedarnos con una mera hipótesis sobre el lugar de nacimiento de Saporta he aquí que aparece una nueva y quizá ya sí última opción.

Puesto que sabíamos que en esos años felices en París los hermanos Marcelo y Raimundo habían estudiado en el Lycée Carnot, ¿acaso no tendrían ellos alguna ficha o expediente que nos demostrara lo que sospechábamos? Varios correos electrónicos sin respuesta y varias llamadas de teléfono siempre respondidas con evasivas presagiaban que esta cuarta vía nos daría el mismo resultado que las tres primeras. Pero la casi ya desesperación nos llevó a presentarnos directamente en el 145 de la avenida de Malesherbes de París y contar nuestra batallita. De la recepción nos mandaron al desván (le grénier), y allí en el cuarto piso sin ascensor de uno de los edificios nos recibieron cuatro encantadores jubilados del Lycée que prometieron ayudarnos.

A los pocos días recibimos un sobre remitido por la asociación de antiguos alumnos (5) en la que su presidente Jean Pierre Chavatte nos remitía por fin la prueba documental que durante meses habíamos buscado sin cesar: ¡Constantinopla!

Expediente del alumno Raymond Saporta, Lycée Carnot. Curso 1938-1939 (5)

Raymond (Raimundo) Saporta nació en Constantinopla (Estambul) el 16 de diciembre de 1926. Además, gracias a una anotación al margen (“espagnol”) podemos saber que al igual que su padre y su hermano también era ciudadano español antes de viajar a Francia. Los felices años parisinos tocaron a su fin con la Segunda Guerra Mundial y la invasión alemana de Francia en 1940. Para esa fecha parece que la aparición de Constantinopla como lugar de nacimiento empezaba a ser un problema para Raimundo Saporta por ser excesivamente indicativa de su condición sefardita y en las notas de su último curso en París (1940-1941, con los alemanes en la ciudad) su lugar de nacimiento quedó en blanco.

Expediente del alumno Raymond Saporta, Lycée Carnot. Curso 1940-1941 (5)

Para los judíos franceses se aproximaba la persecución y la muerte y algunos dirigentes de la comunidad sefardita lo sabían y tuvieron una idea para intentar evitarlo: tramitar pasaportes españoles (como hemos comentado muchos de ellos, como Jaime Saporta, lo habían hecho previamente en los consulados de los Balcanes) amparándose en el Decreto de Primo de Rivera de 1924 y pedir ayuda al cónsul Bernardo Rolland de Miota. Entre los más destacados referentes de la comunidad estaban los hermanos Nicolás y Enrique Saporta Beja (parientes de los Saporta Nahmias) quienes realizaron gestiones ante el cónsul Rolland (cuya actitud flexible y benévola salvó miles de vidas) hasta que este fue destituido en 1943 por el Ministerio de Asuntos Exteriores (5).

Dedicatoria y mensaje de gratitud de Enrique Saporta a Bernardo Rolland en 1957.

Entre las ideas de los Saporta y Beja estuvo la conversión al catolicismo para facilitar los trámites y la entrada en España. Desconocemos si esas conversiones fueron numerosas o puntuales, meramente de conveniencia o en algunos casos reales. Tampoco sabemos si fue el caso de los Saporta Nahmias, aunque cuando Raimundo Saporta falleció en 1997 se celebró un funeral católico y su esquela estuvo presidida por la cruz. También sabemos de alguna conversión anterior a la Segunda Guerra Mundial (6): Jaime Marcel Nahmias Carasso se presentó voluntario en 1936 para combatir con las tropas franquistas (carlistas concretamente) en la Guerra Civil y fue rechazado (“a causa de su raza o de su inutilidad física visible”). Consta que era un judío sefardita nacido en Salónica, residente en Francia y convertido al catolicismo. También era pariente de Raimundo Saporta. Así mismo sabemos que en algunos casos el cónsul Rolland aconsejaba a los sefarditas que viajaban a España que no indicaran ciudades orientales (Salónica, Estambul, etc.) como su lugar de nacimiento porque eran demasiado indicativas de su condición de judíos. Podría ser una explicación al “París” que aparece desde entonces en toda la documentación española de Raimundo Saporta como lugar de nacimiento.

Son años traumáticos sobre los que los protagonistas rara vez han dejado testimonio. Sabemos que los Saporta Nahmias (Namias a partir de entonces, la h desaparece) se instalan en Madrid en 1941, lejos de los soldados alemanes y el Holocausto (en el que perecerán muchos familiares suyos y buena parte de la comunidad sefardita de Salónica) aunque eso no supone la tranquilidad y la felicidad para ellos. Poco tiempo después de llegar un tranvía atropella a Jaime Saporta y lo mata. Doña Simona se queda viuda con dos hijos en un país extranjero al que acaba de llegar. País recién salido de una guerra civil y gobernado por los vencedores. Unos vencedores que han contado con la ayuda del nazismo, nazismo del que ellos han huido para sobrevivir. Son judíos (al margen de su posible conversión al catolicismo) en un país cuyo Jefe de Estado acaba de hacer un discurso de Fin de Año alabando a los Reyes Católicos por expulsar a los judíos en 1492 y haber ahorrado a España un “problema judío” (7) y que podía entrar en la guerra con el Eje en cualquier momento. De hecho los judíos residentes en España eran vigilados por la policía como “potencialmente peligrosos” y existió un Archivo Judaico sobre ellos (8) que tras la derrota del Eje en 1945 fue expurgado. El régimen franquista no era monolítico ni coherente en este tema y en el mismo convivían antisemitas fanáticos con filosefardíes, la actitud heroica de algunos diplomáticos españoles durante el Holocausto es prueba de ello. El propio Franco alternaba frases antisemitas como las del discurso de Fin de Año de 1939 previamente comentado o la retórica sobre el “contubernio judeo-masónico” con comentarios de simpatía hacia los sefardíes (9) o iniciativas culturales como la inauguración en 1941 de la Escuela de Estudios Hebraicos (adscrita al CSIC) con la edición de la revista Sefarad.

Era difícil saber lo que podía suceder en la España de los años 40 y la situación psicológica y emocional de aquella joven viuda y sus hijos es fácilmente imaginable. Era necesario y urgente reinventarse. Doña Simona lo sabía, era culta e inteligente y lo hizo de forma brillante. A partir de aquel día pasó a ser una dama francesa viuda de un banquero español y sus hijos eran unos huérfanos hispano-franceses. Su perfecto dominio del francés, el fuerte acento galo que les acompañaría de por vida hablando en castellano y un apellido aparentemente español (Saporta) que pocos reconocerían como judío hicieron el resto.

El resto de la historia es conocido: el joven Raimundo se integra bien en Madrid y nunca se separará de su idolatrada madre. Estudia en el Liceo Francés, se hace un hueco en el reducido mundillo del baloncesto madrileño como brillante gestor y allí Santiago Bernabéu se fija en él y le encarga organizar el torneo de baloncesto del 50 Aniversario del Real Madrid. La gestión es tan brillante que Saporta se convierte en el principal colaborador de Bernabéu. Una historia de lealtad y amistad de muchos años. La trayectoria de Saporta como dirigente en el Real Madrid, la Federación Española de Baloncesto, la FIBA o el Mundial de Fútbol 1982 es conocida por todos. Su contribución al nacimiento de las Copas de Europa de fútbol o baloncesto o a la Liga española del deporte de la canasta también. Fue gran amigo de Juan Antonio Samaranch, del Rey Juan Carlos y de todos los dirigentes del deporte europeo y mundial de la segunda mitad del siglo XX.

Indudablemente para el régimen franquista no debía ser desconocido el origen de Raimundo Saporta, lo que no le supuso ningún problema y nunca fue objeto de comentarios en la controlada prensa de la época.

Tan buena fue la relación de Saporta con el régimen que se dieron estampas tan llamativas como esta:

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1961. Raimundo Saporta Namias recibiendo la Encomienda de Isabel la Católica (la reina que expulsó de España a sus antepasados en 1492) de manos de Fernando María de Castiella (ministro de Asuntos Exteriores, coautor en 1941 del libro irredentista falangista Reivindicaciones de España, voluntario de la División Azul).

El único roce (menor) de Raimundo Saporta con el régimen franquista se produce en 1973 cuando el club blanco agasaja y condecora al general israelí Moshe Dayan en un partido de baloncesto Maccabi de Tel Aviv-Real Madrid, las imágenes no gustaron en el gobierno. Las relaciones entre los dos clubs fueron siempre excelentes a pesar de que España no reconocería al Estado de Israel hasta 1986. Saporta tuvo mucha influencia en ello.

Saporta06

Por el contrario Marcelo (de espíritu más rebelde e inconformista) nunca se adaptará a España y acaba regresando a Francia y nacionalizándose francés en 1958, allí será Marc Saporta. Desarrolla una brillante carrera literaria y periodística y fallece en 2009.

En la transición democrática algunos grupúsculos neonazis publicaron listas de “judíos españoles en el poder” y Saporta aparecía en ellas con los errores habituales (“padre judío marroquí”, etc.) sin la menor repercusión, los orígenes de Raimundo Saporta nunca preocuparon a la prensa. Esos tiempos de agitación pasaron sin más y Raimundo vivió unos años más o menos tranquilos (tuvo algunos problemas de salud) siempre junto a doña Simona hasta su fallecimiento y sólo entonces (con casi 70 años) contrajo matrimonio con su compañera de toda la vida: Arlette Politi Treves. Oficialmente Arlette era otra francesa (París, 06/10/1930) residente en Madrid desde la Segunda Guerra Mundial, vecina de los Saporta desde siempre. En realidad Arlette (fallecida en 2009) también era una sefardita. La inscripción de su nacimiento tampoco ha podido ser localizada en el Registro de París…

Probablemente España sigue siendo un país antisemita y los judíos españoles optan por un perfil bajo o por guardar algún secreto como medida de protección. Fue el caso del judío sefardita Raimundo Saporta Nahmias (Estambul, 16 de diciembre de 1926 – Madrid, 2 de febrero de 1997), uno de los más importantes dirigentes del deporte español en la historia, cuya biografía debe ser modificada a partir de hoy. 

Notas:

(1) «Brasil, Cartões de Imigração, 1900-1965,» index and images, FamilySearch.

(2) http://fr.wikipedia.org/wiki/Marc_Saporta

(3) Fichas del Consulado Español de París gentileza de Alain de Tolédo.

(4) L´Humanité, Le Petit Parisien, La Croix, La Populaire, etc. 13 y 14 de mayo de 1937.

(5)  U.P.A.L.Y.C.A.  Archives Lycée Carnot (Paris) Listes des éleves (C. V.)

(6) La lettre Sépharade. Etudes: 1940/1942. Le Sefardi du consul d´ Espagne. https://sites.google.com/site/lalettresepharade/home/la-revue-par-numero/numero-44/etudes-1940-1942-le-sefardi-du-consul-d-espagne

(7)  Rother, Bernd, Franco y el Holocausto. Marcial Pons, 2005

Álvarez Chillida, Gonzalo, El antisemitismo en España, la imagen del judío (1812-2002), Marcial Pons, 2002.

(8) Discurso de Francisco Franco de Nochevieja de 1939: «Los motivos que han llevado a distintas naciones a combatir y a alejar de sus actividades a aquellas razas en que la codicia y el interés es el estigma que las caracteriza, ya que su predominio en la sociedad es causa de perturbación y peligro para el logro de su destino histórico. Nosotros, que por la gracia de Dios y la clara visión de los Reyes Católicos, hace siglos nos libramos de tan pesada carga…”

(9) Israel Garzón, Jacobo, El Archivo Judaico del Franquismo, Revista Raíces nº33, 1977. http://www.gariwo.net/dl/El-Archivo-Judaico-del-Franquismo.pdf

(10)  “Judíos, moros y cristianos aquí estuvieron y al contacto con España se purificaron”, “Cuando los fariseos decidieron la muerte de Jesús escribieron a las sinagogas pidiendo su asentimiento, los judíos españoles no sólo lo negaron, sino que protestaron…”  (Frases pronunciadas en la película Raza por el protagonista con guión escrito por Francisco Franco).

Agradecimientos: Rafael W. González Cabrera, Jacobo Israel Garzón, Alain de Tolédo, Laurence Abensur-Hazan, François Azar,  Susana Doñoro Fernández,  U.P.A.L.Y.C.A. Lycée Carnot.