Los Magníficos del Real Zaragoza

Las últimas décadas del fútbol español han estado marcadas por un claro dominio de equipos con presupuestos ciertamente exuberantes, que apenas han permitido al resto de conjuntos poder pelear por la mayoría de entorchados. Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid principalmente y algunas etapas, temporales pero exitosas, de Valencia, Sevilla y Deportivo de la Coruña han copado prácticamente todos los títulos ligueros y coperos sin dejar apenas opciones a los modestos.

Por este motivo es difícil pensar, sobre todo para los más jóvenes, que hubo una etapa donde el fútbol no era el negocio multimillonario que representa hoy en día, y que algunos equipos ubicados en grandes ciudades del país, conseguían retener a sus estrellas sin que se produjeran los éxodos masivos actuales que acaban con los jugadores más prometedores aprovechando las grandes cantidades monetarias que pueden ofrecer los principales equipos. Un tiempo pasado donde existía un componente de igualdad y de lealtad, que hacía que muchos futbolistas pudieran iniciar y acabar sus carreras en el mismo equipo, dándole al fútbol de la época una dosis de romanticismo que actualmente se encuentra en un claro peligro de extinción.

Este es el caso de dos jugadores españoles que se convirtieron en leyenda del fútbol nacional de la década de los 60 sin jugar en ninguno de los denominados “Grandes” de nuestro país, llegando a participar activamente en la Selección Española y con un papel protagonista en los éxitos de aquel conjunto: Marcelino Martínez y Carlos Lapetra. Lejos de los focos de Madrid y Barcelona, ambos jugadores llegaron al primer equipo del Real Zaragoza a principios de los 60 integrando el mejor equipo que se recuerda en la capital maña y consiguiendo alzarse con los primeros títulos de la entidad.

Una década prodigiosa

La historia del Real Zaragoza como institución comenzaba a principio de los años 30, a partir de la unificación de los dos equipos precursores que subdividían la realidad futbolística de la ciudad. Sin embargo, habría que esperar tres décadas para presenciar la consolidación de un equipo puntero en cuya plantilla militaban varios de los mejores futbolistas de la época que hicieron las delicias del ambiente futbolístico de la capital zaragozana.

Aunque pocos podrían augurar que uno de los grandes estrenos cinematográficos de la época, como lo fue la película “Los Siete Magníficos” dirigida por John Sturges y protagonizada por Steve McQueen entre otros, sería clave de inspiración para nombrar a los legendarios futbolistas del Real Zaragoza en la década de los 60. Así surgió el apodo de “Los Cinco Magníficos” para bautizar al equipo integrado por: Canario, Santos, Villa, Marcelino y Lapetra; acompañados de otros jugadores internacionales con la selección española como Reija.

Un equipo surgido a partir del capital resultante tras la venta del antiguo campo del Torrero, que consiguió reunir en su plantilla a jóvenes talentos procedentes de diversas zonas de la geografía nacional y otros jugadores extranjeros ya consolidados de en la liga española. Así llegaron Reija y Marcelino procedentes del Deportivo de la Coruña y del Racing de Ferrol, Lapetra que dio el salto procedente del Guadalajara y los ex jugadores del Real Madrid: Villa y Canario.

Fue a partir de 1960 cuando comenzó a configurarse esta quinta con las llegadas de Reija, Marcelino, Lapetra y de un peruano llamado Juan Seminario que sería capaz de alzarse con el trofeo Pichichi con 25 goles en la temporada 61/62, imponiéndose a delanteros míticos como Ferenc Puskás. A todos ellos se unieron en la temporada 62/63, un joven tinerfeño de 22 años llamado Eleuterio Santos que despuntaba y de qué manera en el equipo de su ciudad; y el sevillano criado en la cantera del Real Madrid Juan Manuel Villa, que llegaba tras una buena temporada en la Real Sociedad.

Y desde ese momento los éxitos no dejaron de sucederse, comenzando por esa misma temporada 62/63 en la que el equipo maño consiguió alcanzar el subcampeonato de la por entonces llamada Copa del Generalísimo, dejando atrás a equipos como el Atlético de Madrid o Valencia. A pesar de que en la final no pudo sobreponerse a un esplendoroso FC Barcelona, que le endosó un serio correctivo en forma de 3-1 en la final disputada en el Camp Nou. Una final que el Zaragoza alternó con un más que meritorio quinto puesto en Liga, adquiriendo el billete para jugar en Europa la siguiente temporada clasificándose para la extinta Copa de Ferias.

Esa buena temporada serviría de consagración para un equipo joven al que se le apreciaban maneras, pero que necesitaba de algún fichaje de cierto relumbrón para adquirir la experiencia necesaria para alzarse con el primer título de su historia. Con esa idea en la cabeza, la directiva zaragozana llegó a un acuerdo para hacerse con los servicios de todo un campeón de la Copa de Europa como Darcy Silveira dos Santos “Canario”, que llegaba procedente del Sevilla.

Imagen de los 5 Magníficos. Fuente: https://www.heraldo.es/noticias/deportes/futbol/real_zaragoza/2014/04/23/real_zaragoza_los_anos_magnificos_283744_611027.html

Una pieza principal del esquema maño que completaría su quinteto ofensivo cuyas prestaciones no tardarían en hacerse patentes. Pues a un meritorio cuarto puesto en Liga al término de la competición 63/64, el Zaragoza conseguiría alzar el primer título nacional de su historia tras vencer en la final de la Copa del Generalísimo al Atlético de Madrid con goles de Villa y Lapetra. Aunque el exitoso curso no acabaría en esa final, ya que el Real Zaragoza también se alzaría con la Copa de Ferias tras derrotar por 2-1 en la gran final disputada en el Camp Nou, al vigente campeón de la competición: el Valencia. Villa y Marcelino rubricarían los tantos de la finalísima para el conjunto aragonés, que en su periplo por Europa había dejado fuera a conjuntos tan poderosos como la Juventus de Turín en cuartos de final o el Ligeois belga en semifinales. Un glorioso éxito que llevaría al Zaragoza a participar en la Recopa de Europa del siguiente año.

Tras los primeros triunfos tanto en el contexto nacional como continental, la temporada 64/65 se presentaba como una ocasión espléndida para establecerse en la élite futbolística nacional. El buen trabajo desde la dirección consiguió retener a los futbolistas más codiciados y, a pesar de no conseguir ningún fichaje de relumbrón en el mercado estival, sería más que suficiente para repetir los éxitos del curso anterior. Un tercer puesto en Liga clasificaría al equipo para la Copa de Ferias, mientras que en territorio copero conseguirían alcanzar su tercera final consecutiva, aunque en esta ocasión sucumbió en la final ante el Atlético de Madrid. En el terreno europeo, el equipo maño tuvo una participación más que meritoria llegando hasta semifinales de la Recopa donde cayó eliminado ante el West Ham por un global de la eliminatoria de 3-2, quedándose a las puertas de una final que hubiese sido histórica para aquella generación.

Un Zaragoza temible y ya consolidado entre los equipos punteros del país, comenzaba una temporada 65/66 con el deseo y obsesión de dar un paso más allá. Manteniendo sus pilares a salvo una temporada más, a pesar de las ofertas que rondaban a sus estrellas, se disponían a repetir finales y trofeos. El primero llegaría tras vencer, en su cuarta final consecutiva de la Copa del Generalísimo, al Athletic Club de jugadores como Iribar. Dos de los más altos exponentes de la delantera aragonesa como Villa y Lapetra, firmarían los goles que darían al Zaragoza su segundo título en cuatro años, obteniendo el premio extra de volver a disputar la Recopa de Europa. Y a punto estuvieron de recalcar el palmarés de la temporada 63/64, pero un mal partido de vuelta en la final de la Copa de Ferias contra el Barcelona acabó con el sueño zaragozano.

La temporada 66/ 67 comenzaría con una gran ilusión por reeditar la buena actuación en la Recopa de Europa donde el equipo maño partía como uno de los favoritos. Aunque su participación en la segunda máxima competición continental se acabaría en cuartos de final, tras una eliminatoria muy equilibrada con el Glasgow Rangers. No tan bueno sería su periplo por la Copa del Generalísimo, cayendo en dieciseisavos de final frente a un equipo menor como el CD Europa, dando al traste con las ilusiones de conquistar otra corona en su competición fetiche. Sin embargo, el curso fue salvado con un meritorio quinto puesto en Liga y su correspondiente clasificación para la siguiente edición de la Copa de Ferias.

Las siguientes temporadas el equipo trataría de mantenerse en la zona alta del fútbol nacional, pero tras algunas participaciones más que dignas en la competición copera y en la Copa de Ferias, en la temporada 69/ 70 se produjo el decaimiento del equipo refrendado con la decimotercera posición liguera que acabaría con la racha triunfal de un equipo de leyenda y que será recordado para la posteridad en la capital maña.

El papel de los zaragocistas en una selección campeona

No hay duda de que la selección española de la década de los 60 ha sido una de las más exitosas y legendarias de toda la historia del fútbol nacional. Aunque no solo por su manera de entender el juego o por los futbolistas que en ella coincidieron y que forman parte del patrimonio futbolístico de nuestro país, sino que principalmente han sido, son y serán recordados por alzar por primera vez la Eurocopa tras vencer a la Unión Soviética en la final disputa en el mítico Santiago Bernabeu en 1964.

Nombres de relumbrón como los madridistas Amancio Amaro y Zoco, los barcelonistas Fusté, Pereda y Zaballa o los jugadores que ya por aquel entonces se encontraban fuera de nuestras fronteras como es el caso de Luís del Sol y de nuestro único balón de oro, Luis Suárez, participaron e integraron una selección que aspiraba a todo. Unos jugadores que apenas necesitan presentación aún hoy en día, mitos de nuestro fútbol que integraban una selección de ensueño que consiguió alcanzar un entorchado muy deseado y pionero.

Sin embargo, más allá de todo este elenco de estrellas se encontraban otro grupo de futbolistas menos conocidos a nivel continental, pero con un talento increíble que se constituyeron como un arma muy eficaz. En este punto, el Real Zaragoza a través de “Los Magníficos” tuvo un papel principal en la configuración de esta selección, puesto que el equipo maño fue el conjunto junto al FC Barcelona que más jugadores aportó a la convocatoria de la fase final de la Eurocopa de la Selección Española de 1964 con un total de cuatro, dos más que el todopoderoso Real Madrid (que se había proclamado campeón de Liga esa temporada).

Aunque no cabe duda que la iniciativa, más que controvertida y criticada entre aficionados y periodistas, de contar con cuatro jugadores del equipo aragonés fue únicamente tomada por el seleccionador José Villalonga. Una decisión difícil y que demostraba una gran personalidad por su parte al dejar fuera de la convocatoria final, debido a problemas físicos y decisiones técnicas, a futbolistas de la talla de: Betancort, Isidro, Gento, Serena, Segarra, Adelardo o Collar.

Sin embargo, el técnico tenía plena confianza en la base de jugadores del equipo zaragozano que ese curso se había proclamado campeón de la Copa del Generalísimo. De esta manera formaron parte de aquella expedición final: Reija, Villa, Marcelino y Lapetra. Pero lejos de lo que muchos podían pensar al comienzo de la fase final, el papel de los jugadores zaragocistas en aquella Eurocopa distaría mucho de considerarse residual, hasta el punto de convertirse en protagonistas ineludibles del triunfo español.

A comienzos del año 1964, la UEFA había convenido que sería España el país que albergaría las semifinales y la final de aquella Eurocopa. Un motivo más para la motivación del conjunto nacional, que llegaba hasta esa ronda tras imponerse en octavos y cuartos de final a las selecciones de Irlanda del Norte e Irlanda, respectivamente.

En semifinales esperaba un combinado altamente incómodo y fuerte físicamente como la selección de Hungría, una de las grandes potencias de la época que se encontraba dirigida por Lajos Baróti y donde brillaban jugadores de la talla de: Albert, Nagy o Fenyvesi. Como se esperaba, el partido se caracterizó por una igualdad manifiesta entre ambos conjuntos, por lo que tan solo un error defensivo o una brillantez individual podrían decantar la balanza. Un Santiago Bernabéu hasta la bandera con más de 100.000 espectadores, llevó en volandas a la selección para imponerse en la prórroga al combinado húngaro con un gol de Amancio. Un partido donde los zaragocistas Lapetra y Marcelino partieron en el once titular, ocupando la delantera española por expreso deseo del técnico y resultaron importantes en la victoria final.

Alineación Selección Española Final de la Eurocopa 1964. Fuente: https://equiposdefutbol2.blogspot.com/2016/06/seleccion-de-espana-1963-64.html

Sin embargo, el protagonismo decisivo de esta delantera no sería plausible hasta la finalísima que se disputaría cuatro días después en el mismo escenario, contra uno de los combinados más temibles de la década como la Unión Soviética del mítico portero, Lev Yashin. Una final que acabaría por encumbrar la figura de Marcelino como autor del segundo tanto de un partido disputadísimo, que acabaría por suponer el primer gran título para las vitrinas de un país que ya por aquel entonces respiraba fútbol. El gol más importante de la carrera del delantero frente a uno de los mejores guardametas de la historia, que suponía la consagración de una idea futbolística, de un país y de una generación irrepetible en el seno del Real Zaragoza.

Webgrafía

https://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2015/06/historia-de-la-eurocopa-ii-espana-1964/

https://equiposdefutbol2.blogspot.com/2016/06/seleccion-de-espana-1963-64.html

https://www.heraldo.es/noticias/deportes/futbol/real_zaragoza/2014/04/23/real_zaragoza_los_anos_magnificos_283744_611027.html

https://www.realzaragoza.com/club/historia/los-magnificos




Historia de la Eurocopa (II). España 1964.

Eurocopa201Para la segunda edición de la Copa de Europa de Naciones se produce un considerable aumento de inscripciones. Hasta doce países que no disputaron la Eurocopa de 1960 solicitan su participación en el torneo, lo que obliga a jugar una ronda clasificatoria previa a los octavos de final. El sistema de competición se mantiene igual. Eliminatorias a doble partido hasta conocer los cuatro semifinalistas, de entre los que se designará la sede para la fase final. Para la primera ronda, con 29 selecciones inscritas, son declarados exentos la Unión Soviética como campeona vigente y Austria y Luxemburgo por sorteo. En los trece emparejamientos resultantes apenas hay sorpresas. Tal vez, la eliminación de Inglaterra, futura campeona mundial, que sale goleada de París. El choque entre Bulgaria y Portugal necesitará de un desempate en Roma, para dar el pase a los búlgaros, mientras la eliminatoria Albania-Grecia no llegará a jugarse. Los griegos se habían retirado por motivos políticos. Finalmente, Suecia, Dinamarca, Hungría, España, Bulgaria, Francia, Albania, República de Irlanda, Irlanda del Norte, Alemania Oriental, Holanda, Yugoslavia e Italia, lograrán pasar el corte.

Estas trece selecciones forman, junto a las tres exentas, el bombo para el sorteo de los octavos de final. La gran sorpresa de esta ronda, sin duda, la protagoniza Luxemburgo al dejar en la cuneta a Holanda, aun habiéndose jugado ambos partidos en suelo holandés. Empate a uno en Ámsterdam y victoria por la mínima en Rotterdam, con dos históricos goles para el fútbol luxemburgués de Camille Dimmer. Por su parte, España debe sudar sangre para deshacerse con muchos problemas de Irlanda del Norte (1-1 en Bilbao y 0-1 en Belfast), mientras a Dinamarca le tocaba la perita en dulce, Albania, favorecida en primera ronda por el abandono griego. El 1-0 de Tirana resultó estéril. Los nórdicos habían goleado (4-0) en el choque de ida. Suecia dejaba en la cuneta, en una eliminatoria emocionante, a una gran Yugoslavia, subcampeona de Europa. Cero a cero en Belgrado y victoria mínima para los suecos en Malmoe (3-2). Una solvente Francia también seguía adelante a costa de Bulgaria. Aunque había perdido en Sofia con un tanto de Diev, superaba la eliminatoria en París al imponerse  por tres goles a uno. Muchos más problemas encontró Hungría ante los sorprendentes alemanes del Este. Tras vencer en Berlín (1-2), apenas lograría rascar un empate a tres en Budapest. Mientras, la República de Irlanda también avanzaba no sin sobresaltos. Había empatado sin goles en Viena e igualaba a dos en Dublín en el minuto 87. Un penalti transformado por Cantwell, a falta de un suspiro para el final, metía a su selección en el bombo de cuartos. Por último, en la eliminatoria más interesante de esta ronda, los campeones soviéticos dejaban fuera a Italia. A la victoria en Moscú (2-0) lograrán añadir un empate en el Olímpico de Roma (1-1), suficiente para obtener el billete.

En los cuartos de final, Dinamarca vuelve a tener la suerte de cara. De nuevo, el bombo le obsequia con el contrincante más sencillo, sobre el papel, de los ocho clasificados: Luxemburgo. Sobre el papel, porque los correosos habitantes del Gran Ducado serán un hueso durísimo de roer. Tanto, que terminarán forzando un desempate. Al 3-3 de la ida, en Luxemburgo, responderán con un 2-2 en Copenhague. En el partido definitivo, jugado en Ámsterdam, un solitario gol de Madsen (que también había marcado los otros cinco tantos de su equipo en la eliminatoria), terminaba definitivamente con el sueño del pequeño país centroeuropeo. Mucha menos oposición encuentran los españoles en su cruce contra la República de Irlanda. Cinco a uno en Sevilla y cero a dos en Dublín, sirven para meter a España entre los mejores cuatro conjuntos del Continente. La URSS sigue mostrándose firme en la competición, convirtiéndose en el principal favorito para revalidar el título. Contra Suecia, en Solna, arranca un valioso 1-1. Dos semanas más tarde, en Moscú, con un cómodo 3-1, sella su pase para las semifinales del campeonato. El último duelo de cuartos, Francia-Hungría, deparará gran emoción. En la ida, jugada en Colombes, los magiares parecen sentenciar la eliminatoria (1-3), pero un gol de Combin, recién iniciado el choque de vuelta en Budapest, anima inesperadamente el emparejamiento. Finalmente, Sipos y Bene, ya en la segunda mitad, rubricarán la trabajada clasificación húngara.

A primeros de mayo de 1964, la UEFA había decidido que fuera España el país que organizaría las semifinales. Se establece que en Madrid se juegue el choque entre los anfitriones y el ganador del Francia-Hungría y que en Barcelona se dispute el cruce entre Dinamarca, la primera selección clasificada para semifinales, y el vencedor del URSS-Suecia. La semifinal  jugada en el Bernabéu entre España y Hungría es agotadora y apasionante. Tras empate a uno en el tiempo reglamentario y mucho sufrimiento, Amancio Amaro, a los 113 minutos, lograba meter al combinado español en la primera final de su historia. Como ocurriera cuatro años atrás, los soviéticos no encontrarán muchos obstáculos en su penúltimo partido del torneo. Favorecidos por la benevolencia del azar, los daneses se habían deshecho de Malta, Albania y Luxemburgo, para meterse nada menos que en unas semifinales de Copa de Europa. Pero Voronin, Ponedelnik e Ivanov no le dejarán llegar más lejos. Como era de esperar, los campeones soviéticos defenderán en Madrid el título conquistado en París.

Y en la final, que ha entrado en el libro de oro de la historia de nuestro fútbol, pocos desconocen lo que ocurrió. España se alzaba con la primera corona de su trayectoria internacional, al vencer al gigante soviético y vigente campeón, por dos tantos a uno. El cabezazo de Marcelino, a falta de cinco minutos para la conclusión, que significaba el título para nuestro equipo, ha pasado a los anales del deporte español. ¡Campeones de Europa!

 

FASE FINAL ESPAÑA 1964

SEMIFINALES

ESPAÑA  2 – HUNGRÍA  1

Pereda (35’) y Amancio (113’).

Bene (88’).

UNIÓN SOVIÉTICA  3 – DINAMARCA  0

Voronin (19’), Ponedelnik (40’) e Ivanov (88’).

TERCER Y CUARTO PUESTO

HUNGRÍA  3 – DINAMARCA  1

Bene (11’) y Novak (107’, pti y 110’).

Bertelsen (82’).

FINAL

Madrid (Santiago Bernabéu), 21 de junio de 1964.

ESPAÑA      2 – UNIÓN SOVIÉTICA      1

Pereda (5’) y Marcelino (84’).

Khusainov (8’).

ESPAÑA: Iríbar; Rivilla, Olivella, Zoco, Calleja; Fusté, Suárez; Amancio, Pereda, Marcelino y Lapetra.

UNIÓN SOVIÉTICA: Yashin; Shustikov, Shesternev, Voronin, Mudrik; Anichkin, Korneiev; Chislenko, Ivanov, Ponedelnik y Khusainov.

ÁRBITRO: Arthur Holland (Inglaterra).

GOLEADORES FASE FINAL

2

Pereda (España) y Bene y Novak (Hungría).

1

Bertelsen (Dinamarca), Amancio y Marcelino (España) e Ivanov, Khusainov, Ponedelnik y Voronin (Unión Soviética).

EL PAPEL DE ESPAÑA

La penosa imagen ofrecida por nuestro combinado patrio en el recién concluido Campeonato del Mundo de Chile, con eliminación en fase de grupos incluida, había tenido una primera consecuencia directa: la fórmula H3C (Helenio Herrera-Hernández Coronado) no iba a continuar al frente de la nave española ni un minuto más. La Federación Española decide el cese de ambos recién aterrizados de Chile y nombra nuevo seleccionador al cordobés José Villalonga, que acaba de hacer campeón de la Recopa de Europa al Atlético de Madrid. Dos Copas de Europa y dos Ligas más, dirigiendo al Real Madrid, dan lustre al palmarés de este joven (42 años) y exitoso entrenador. Para nuestra primera eliminatoria en la nueva edición del Campeonato de Europa, la lista de Villalonga es una verdadera revolución. Se carga de un plumazo a oriundos, nacionalizados y gran parte de las veteranas (y venidas a menos) vacas sagradas del vestuario. En su lugar, decide citar a un grupo de jugadores jóvenes, con escasa experiencia en Primera División, cuya convocatoria es tildada por los medios casi como de suicidio. Rumanía es nuestro rival en primera ronda y la nueva tropa de Villalonga, sorprendentemente, se la merienda en un excepcional partido, en noviembre de 1962. Vicente; Pachín, Rodri, Glaría, Calleja; Paquito, Adelardo; Collar, Veloso, Guillot y Gento, se desmelenan en el Santiago Bernabéu con el mejor encuentro de la Selección en mucho tiempo y endosan a los rumanos un 6-0, que deja vista para sentencia la eliminatoria. Tres semanas después, en el choque de vuelta en Bucarest, un confiado y autocomplaciente equipo español se ve superado por los rumanos (3-1), añadiendo a la eliminatoria una emoción inesperada. Juegan los mismos que en Madrid, salvo Pachín y Adelardo, sustituidos respectivamente por Rivilla y el debutante Amancio. Un oportuno gol de Veloso, en la segunda mitad, dejaba la cosa en un susto. Se había superado la primera ronda, pero la imagen ofrecida devolvía a la cruda realidad el maltrecho prestigio de nuestra Selección.

El combinado nacional de Irlanda del Norte será nuestro contrincante en el cruce de octavos de final. En el mes de mayo de 1963 se juega en San Mamés el choque de ida. Otra lamentable actuación de los chicos de Villalonga siembra de dudas y oscuros nubarrones nuestro futuro en la competición. Con un nefasto resultado de empate a un tanto, nos jugaremos en Belfast el pase a la siguiente ronda. Dos semanas más tarde, el conjunto español toca fondo. En un amistoso disputado en Madrid ante Escocia, que sirve para echar el telón al curso 1962-63, España es superada claramente por un buen conjunto escocés, que con un bochornoso 2-6 endosa al equipo español la derrota más amplia de su historia jugando como local. Villalonga debe reaccionar. El equipo, en plena crisis, no responde y ya se habla de su posible destitución como seleccionador. En octubre se disputará el encuentro de vuelta en Belfast y parece sumamente arriesgado jugársela sólo con los jóvenes jugadores con los que viene contando. Decide, pues, repescar para la causa a los veteranos Gento, Del Sol y Suárez, estos dos últimos, ya figuras destacadas del Calcio. El 30 de octubre, en el Windsor Park, tiene lugar el partido de vuelta. Vibrante y emocionante partido de vuelta. Pepe Villalonga sale con: Pepín; Rivilla, Olivella, Zoco, Reija; Del Sol, Suárez; Pereda, Félix Ruiz, Zaldúa y Gento. José Casas, Pepín, el pequeño gran cancerbero del Betis, es el héroe de la tarde. Con una actuación colosal mantiene a raya a la envalentonada línea delantera local. A los 65 minutos, un providencial tanto de Paco Gento, nos catapulta directamente a los cuartos de final. Con emoción, sustos, nervios y un juego peor que mediocre, estamos entre los ocho mejores conjuntos del Continente.

Para la última eliminatoria antes de la fase final, cuyo país organizador aún se desconoce, toca de nuevo viaje a las Islas Británicas. La República de Irlanda es el compañero de fatigas con quien nos jugaremos el pase a las semifinales del torneo. En marzo de 1964, en un entregado Sánchez Pizjuán de Sevilla, Villalonga dispone un once prácticamente nuevo. Sólo cuatro supervivientes del compromiso de Belfast repiten en la alineación. Juegan: Iríbar; Rivilla, Olivella, Zoco, Calleja; Fusté, Villa; Amancio, Pereda, Marcelino y Lapetra. Iríbar, Villa y Fusté se estrenan como internacionales absolutos. Cuando todos esperan otra decepcionante actuación del conjunto nacional, la Selección se destapa con un sensacional partido, metiendo pie y medio en la fase final. Cinco goles a uno es el resultado definitivo, después de unos primorosos (y sorprendentes) noventa minutos. Al mes siguiente, en Dublín, se confirma la mejoría del equipo. Notable mejoría. Dos golazos del debutante Peru Zaballa rubrican la victoria española y la clasificación para las semifinales del campeonato. Tras diez encuentros dirigidos y un sinfín de dudas, Villalonga ya ha dado, al fin, con su equipo.

Como en la edición de 1960, una vez conocidos los cuatro semifinalistas, la UEFA debe designar al país que albergará la fase final. Reunido en Madrid, en el mes de mayo, el Comité Ejecutivo elige a España  como sede para la disputa de las semifinales de esta segunda Copa de Europa de Naciones. España-Hungría, en Madrid y Unión Soviética-Dinamarca, en Barcelona, son los duelos resultantes. Nuestro seleccionador, haciendo caso omiso a las presiones mediáticas que tratan de imponerle el equipo, da una lista con el brillante bloque que disputó los cuartos de final. Son sus jugadores de confianza y, con ellos, pretende dar a la sufrida afición española el mayor regalo en 44 años de historia futbolística internacional: Iríbar (Atlético de Bilbao) y Sadurní (Barcelona), porteros; Calleja y Rivilla (At. Madrid), Gallego (Sevilla), Olivella (Barcelona), Reija (Zaragoza) y Zoco (Real Madrid), defensas; Del Sol (Juventus de Turín), Fusté (Barcelona), Paquito (Valencia) y Suárez (Inter de Milán), centrocampistas; Amancio (Real Madrid), Lapetra, Marcelino y Villa (Zaragoza) y Pereda y Zaballa (Barcelona), delanteros. El 17 de junio, en un abarrotado Santiago Bernabéu, España se ve las caras con un potente equipo: la escuadra húngara del gran Florian Albert, uno de los mejores conjuntos de Europa. El ambiente es extraordinario, casi desconocido para nosotros. El conjunto local empieza bien, muy bien, dominando la situación y llegando con peligro al área de Szentmihalyi. A la media hora, un centro de Suárez lo cabecea a la red Chus Pereda, héroe injustamente olvidado de nuestra Selección. El gol es fruto de lo ocurrido hasta entonces. España está desarbolando a Hungría y es merecedora de este resultado. Pero en la segunda mitad, empieza a pagarse el enorme derroche de la primera. Hace mucho calor y poco a poco, Hungría va haciéndose con el control. Superior física y técnicamente, acaba acorralando a los nuestros, que no ven el momento del pitido final. Iríbar se muestra casi inexpugnable. Casi, porque a los 88 minutos, no puede detener el remate cruzado de Bene, que supone el empate. ¡Y en qué momento! La prórroga se presume durísima para un conjunto español sin fuelle, ante un equipo magiar mucho más entero. Así es. Hungría achucha y pone contra las cuerdas a España. Todos se temen lo peor. Faltan apenas ocho minutos para el final del tiempo extra. Si persistiera el empate, habría sorteo con moneda para designar al finalista. La sombra de la eliminación a manos de Turquía hace justo una década, se va apoderando del estadio, cuando hay córner a favor de España. Lo bota Lapetra. Toca Fusté. El balón llega a Amancio, que no se lo piensa. Derechazo imparable, salvador e histórico. ¡¡A la final!!

El 21 de junio de 1964 -una de las fechas inolvidables de nuestro fútbol- la selecciones de España y de la Unión Soviética saltan al césped del Santiago Bernabéu para disputar la finalísima de la segunda edición del Campeonato de Europa. En el recinto madridista no cabe un alfiler, con más de 120.000 almas que no se han visto en otra igual. En el palco, la plana mayor del Régimen, con Franco a la cabeza, deseosos de demostrar a los comunistas cómo se juega al fútbol en la Europa libre. A las órdenes del inglés Arthur Holland, ambos técnicos, José Villalonga y Konstantin Beskov, disponen sus equipos de gala: Iríbar; Rivilla, Olivella, Zoco, Calleja; Fusté, Suárez; Amancio, Pereda, Marcelino y Lapetra, vestidos completamente de azul, defienden el escudo de España. Yashin; Shustikov, Shesternev, Voronin, Mudrik; Anichkin, Korneiev; Chislenko, Ivanov, Ponedelnik y Khusainov, con camiseta roja y calzón blanco, esperan lograr la segunda Eurocopa consecutiva para la CCCP. En un inicio trepidante, impropio de finales de este calado, a los ocho minutos ya se han logrado dos tantos. Uno por equipo. A los cinco, Pereda se aprovecha de un rechace en el área soviética, para fusilar a Yashin y, tres más tarde, Khusainov, desde fuera del área, ayudado por el único desliz de Iríbar en toda la tarde, iguala la contienda. El partido, sin dueño, es intenso, emocionante, vibrante. La pelota va de área a área constantemente, para entusiasmo del público y desasosiego de las defensas. El empate persiste al descanso.

En la reanudación, la Selección española toma el mando y se lanza con empeño y ardor en pos del triunfo. Crea varias ocasiones claras ante Yashin, se le anula un gol a Pereda, pero el marcador no se mueve. Corre el reloj y el cansancio empieza a hacer mella. Mal asunto otra prórroga. España ya necesitó de un tiempo extra para deshacerse con muchos apuros del potente conjunto húngaro, mientras los soviéticos vivían una plácida jornada de semifinales ante la cándida Dinamarca. ¿Se podrá tumbar al gigante ruso? Minuto 84: Chus Pereda decide que ya está bien de incertidumbres. El delantero del Barcelona, que abrió el marcador en la semifinal y también hizo el primer gol en la tarde de hoy, recibe en la derecha un servicio de Suárez. Con un espectacular regate, se deshace de Mudrik y manda la pelota al corazón del área (¿ven por qué no ha sido valorado como se merece?). Allí, cualquier delantero del mundo hubiera rematado el servicio con el pie. Cualquiera, menos Marcelino, que no podía dejar escapar la oportunidad de justificar su fama de gran cabeceador. Mete la cabeza, en un complicado escorzo, y conecta un cabezazo seco y colocado que vale todo un Campeonato de Europa. Yashin, temido, admirado y mitificado antes del partido, sólo puede hacer la estatua, en lo que se convertirá en uno de los fotogramas legendarios de nuestro fútbol. Al rato, míster Holland pita el final. ¡¡¡Campeones de Europa!!! Olivella, el gran capitán, recoge la copa y la muestra exultante al Continente. No es para menos. España acaba de conseguir su primer título internacional en 44 años de vida futbolística. Nada menos que durante los próximos 44 más, será el único consuelo que tendrá el fútbol español en lo que a Selección absoluta se refiere.