Paco Bru, el hombre que lo fue todo en el fútbol español.

Francisco “Paco” Bru.
(archivo Santos Yubero)

Para muchos llegaba tarde aquel homenaje a Paco Bru. Al menos lo obtenía en vida y no una vez fallecido cuando las culpas corroen a los dirigentes e intentan arreglar aquello que no quisieron hacer antes. Lo que no cambió es que el acto se llevó a cabo por la insistencia de un periodista, pese a que la idea había estado rondando durante mucho tiempo por las instituciones. Fue Ramón Melcón quien desde las páginas del periódico El Alcázar volvió a insistir en la idea. Esta vez la Federación no miró hacia otro lado y aceptó el envite. Se programó para febrero de 1960 un partido homenaje en el Santiago Bernabéu, en el cual el homenajeado participó seleccionando a los jugadores. Estos fueron agrupados en dos combinados, Norte vs. Resto de España, compuesto de jugadores retirados durante la última década. El 11 de febrero, y con una mala climatología que dejó la asistencia en media entrada, saltaron al césped los dos equipos. Por la selección Norte jugaron Lezama, Gabriel Alonso, Jugo, Mencia (Lesmes I), Ontoria, Nando, Iriondo, Panizo, Zarra, Venancio y Gainza. Mientras que por el resto de España lo hicieron Trias, Seguer (Clemente), Lozano, Navarro, Muñoz, Gonzalvo III (Huete), Basora, Hernández, Cesar, Molowny (Montalvo) y Escudero. En la previa Paco Bru recibió multitud de regalos y agasajos, ademas de saltar al césped, antes de sentarte a ver el encuentro. Este, pese a mal tiempo y el estado del terreno de juego, fue vistoso. Aquellos veteranos no dieron esa noche clases de velocidad y rapidez, pero si de calidad y brillantez emulando los buenos tiempos pasados. En cuanto a los goles estos aparecieron, y si siempre se colocaba por delante los norteños (Venancio, Zarra y Ontoria), la igualada siempre llegaba por el resto de España (Molowny, Escudero y Seguer). Con el empate final a tres goles se cerraba una agradable jornada de reconocimiento público a la figura de Paco Bru.

En el centro Paco Bru recibe regalos durante su homenaje, arriba la selección resto de España y abajo la selección norte.
(Boletín Oficial del Real Madrid)

Por aquel entonces el homenajeado vivía y trabajaba en Madrid. Pese a sus 74 años seguía al pie del cañón como secretario técnico del madrileño Plus Ultra. Toda su vida había girado en torno al fútbol y así seguiría casi hasta el final de sus días. El cáncer hizo su aparición y en marzo de 1962 cambió Madrid por Málaga para estar más cerca de su hija. El advenimiento llegaría en abril de manera inesperada. Con su muerte se marchaba una de las figuras más importantes del fútbol nacional. Una persona que en las seis primeras décadas del siglo había sido jugador, entrenador, directivo, federativo, arbitro, secretario técnico y sobre todo el primer seleccionador-entrenador del combinado nacional.  La noticia de su muerte puede que no generara las líneas que hubiera merecido. Es posible que fuera debido a su pertenencia al Plus Ultra, entre segunda y tercera división en aquellos años, en la década anterior a su fallecimiento. El diario MARCA le dedicó su página final de manera completa, mientras que por ejemplo en ABC y Mundo Deportivo aparecieron pequeñas notas de prensa firmadas por las agencias Mencheta y Cifra, o en la Hoja del Lunes, donde Manuel Rosón, otro gran conocedor de los comienzos del fútbol en la capital, le dedicó una pequeña columna.

Sin embargo, la historia futbolística de Francisco “Paco” Bru Sanz (Madrid 1885) fue muy extensa y con un punto central que a la postre le ha convertido en un pionero y por lo que es más recordado: su participación en la selección española que acudió a los Juego Olímpicos de Amberes en 1920. Antes de llegar a ese cargo había sido de todo en el fútbol durante las dos primeras décadas del siglo XX. Pese a nacer en Madrid, emigro con su familia a Filipinas con apenas seis años, hasta que la perdida de la colonia española obligó a su familia a retornar a España. Se establecieron en Barcelona y allí comenzó su actividad deportiva. Fundó, jugó y presidió el Internacional de Barcelona; posteriormente jugó en el FC Barcelona y en el RCD Español, además de ser directivo de ambos clubes; fue secretario, en varias etapas, de la Federación Catalana de fútbol; fue periodista y acabo siendo arbitro, fundando el colegio de árbitros catalán, llegando incluso a dirigir la finales de Copa de España de 1916 y 1917. Entre medias le dio tiempo a organizar el primer partido femenino de fútbol celebrado en España, sobre el cual contaron su historia Fernando Arrechea y Eugen Scheinherr en las páginas de Los Cuadernos de fútbol en Cihefe (https://www.cihefe.es/cuadernosdefútbol/2015/06/el-spanish-girls-club-de-barcelona-las-pioneras-del-fútbol-femenino-espanol/). De su etapa arbitral se guardan dos anécdotas suyas, una de las cuales ha transcendido con el tiempo. La primera fue en la famosa semifinal que jugaron Real Madrid y Barcelona en el torneo copero de 1916. Bru estaba retirado como jugador, pero viajó a Madrid a cubrir el partido para El Mundo Deportivo. Parte de los jugadores azulgranas no llegaron a tiempo a la capital debido a un problema ferroviario y para completar el once culé tiraron de Bru. Este ya era arbitro, pero además seguía siendo socio azulgrana y eso le daba derecho a poder jugar con el once catalán. Hay que recordar que por aquel entonces eso era algo legal. En cuanto a la segunda anécdota siempre hubo mucha diversidad a la hora de narrarla, por lo que la mejor manera de contarla es tirar de las fuentes originales y recordar cómo se lo contó el mismo Paco Bru a Ramón Melcón para la serie de memorias que publico este sobre el madrileño. “Comencé vistiendo con los jugadores y lo primero que hice fue sacar un pistolón que llevaba en el bolsillo y dejarlo sobre el banco de la caseta. Me vestí, cogí la pistola y el pito y salí al campo. Al minuto todo el mundo sabía lo que yo llevaba en el bolsillo de la chaquetilla. Apenas comenzó a formarse el primer conato de bronca, pare el juego, me dirigí al grupo que llevaba la voz cantante y dije muy serio: “Ya estoy cansado de oírlos. O se callan o salen por lo alto de la tapia” […] El gesto dio resultado, pues desde entonces todo marcho sobre ruedas. […] no llegue a enterarme de si funcionaba el arma. A partir de aquel día no deje de llevarla en todos los partidos que arbitraba”. La situación tuvo lugar en un Universitary – Atlético de Sabadell que se planteaba conflictivo y nadie quería arbitrarlo. Seria Bru quien se ofreció voluntario para la que sería su primera experiencia como colegiado de manera oficial

Bru junto a Hans Gamper en su etapa de jugador azulgrana.

Pese a todos los cambios que vivió tras dos décadas vinculado al fútbol, Paco Bru seguía siendo amateur cuando le llegó el gran cometido. Durante 1919 ya andaba circulando en diversos ambientes y estamentos deportivos la idea de llevar una selección española a los Juegos Olímpicos de Amberes, pero no terminaba de estar claro ni cómo financiar la expedición, ni de qué forma elegir a los integrantes, ni quienes podrían ser. Ya entrado en el año 1920 se empezaron a solventar algunos de esos inconvenientes y se aclaró que los deportistas tenían que ser amateurs y no profesionales, algo que ejercían bajo cuerda algunos clubes y jugadores. En la asamblea federativa del primero de junio de 1920 se acordó, tras diversas propuestas para elegir al combinado y mucho debate, designar una lista de 25 jugadores. Sin embargo, no se tenía a quien preparar y dirigir a estos jugadores, ni tampoco se les había hecho jugar juntos en ningún momento. Para más inri los campos en España eran diversos depende de la geografía y el tipo de juego que se practicaba. Por el norte era campos blandos de césped mientras que el sur eran duros y secos sobre tierra, por lo cual tampoco estaba claro como amoldar al combinado elegido. Dado que los campos belgas donde se iba a disputar la competición eran muy similares a los del norte de España, se optó por jugar una serie de encuentros de probatura en los campos de esta zona de la península ibérica. Como punto final se decidió, semanas después, la designación de un triunvirato para elegir los jugadores. El trio estaría formado por Julián Ruete (hasta hacia poco presidente del Athletic de Madrid y en esos momentos directivo de la Federación), Jose Angel Berraondo (exjugador del Real Madrid y Real Sociedad y con cargo en la federación) y Luis Astorquía (uno de los fundadores del Athletic Club y presidente de la Federación Norte). Este último rechazó el cargo y entre Ruete y Berraondo tampoco había mucho interés en viajar por España y ser realmente los preparadores. Finalmente se opta por contratar a Paco Bru para que sea realmente quien los entrene y los vea jugar.

A diferencia de hoy en día, y dado que por aquel entonces la gran mayoría de jugadores eran amateurs, la preparación resulta un caos. Inicialmente se prepararon ocho partidos amistosos entre mediados de julio y comienzos de agosto en Vigo, Oviedo, Gijón, Bilbao y San Sebastián. En ellos se iban a enfrentar dos equipos: uno denominado “Posibles” y otro llamado “Probables”, siendo el primero el que se considera el titular. Los dos primeros encuentros jugados en el vigués campo de Coya resultan ser un enfrentamiento de los Posibles ante una selección de jugadores regionales con aspiraciones a entrar en el equipo. La mayoría de los teóricamente seleccionados no pueden ausentarte tantos días ni estar viajando por España sin tener problemas en sus empresas. También de fondo había discrepancias con las diversas federaciones y algunas presionaron no enviando inicialmente a sus jugadores, caso de las vascas. Debido a estos inconvenientes se suprimen los partidos en Asturias y se pasa a Bilbao donde los jugadores vascos si están presentes. En San Mames pese a varias ausencias Bru puede ir mejorando el equipo dando entrada a más jugadores de los teóricos titulares y empieza a hacerse una idea del once final. Las ultimas probaturas son en el campo irundarra de Amute donde Bru recibe la “ayuda” de Ruete y Berraondo que hacen de linieres en el primero de los encuentros. Después se jugará otro encuentro más en el mismo campo para que finalmente Ruete, Berraondo y Bru decidan los titulares y los suplentes. El gran problema de fondo son las presiones de cada federación y la prensa local de cada región indicando cuales son los mejores hombres. Esto unido al tema de los campos donde jugar, y la decisión del comité tras los partidos, hace que finalmente la selección sea un compendio de jugadores catalanes, gallegos y vascos. Ya metidos en agosto saldrían en tren desde Irún hacia Amberes la siguiente selección:

Porteros: Zamora (FC Barcelona) y Eizaguirre (Real Sociedad)

Defensas: Arrate y Carrasco (Real Sociedad), Otero (Real Vigo Sporting) y Vallana (Arenas Club).

Centrocampistas: Samitier y Sancho (FC Barcelona), Belauste y Sabino (Athletic Club), Eguiazábal (Real Unión) y Artola (Real Sociedad).

Delanteros: Pagaza (Arenas Club), Vázquez (Racing Ferrol), Moncho y Ramón (Real Vigo Sporting), Sesúmaga (FC Barcelona), Patricio (Real Unión), Pichichi y Acedo (Athletic Club) y Silverio (Real Sociedad)

El desfile de la delegación española en Amberes. En segundo plano Bru y el equipo de fútbol.

A la ciudad belga no fueron Ruete y Berraondo por lo cual Bru asumió el mando de la selección. Junto a él viajó Isidro, el encargado del material y Manuel Lemmel, exjugador del Barcelona y el Español, que haría de masajista y también de árbitro, dado que tanto el cómo Bru estaban inscritos como colegiados para la misma competición. Desde la federación tan solo viajo Luis Argüello, días después que la expedición, para ser el máximo representante del grupo. Precisamente con este, y con parte de los jugadores, tuvo Bru algunas discrepancias antes del debut. Con Argüello motivado por quien era el responsable de la expedición, algo de lo que Bru nunca quiso adueñarse de los galones más allá de la parte deportiva. Mientras que con los jugadores el problema vino porque varios querían imponer parte del once al seleccionador. Bru, que ya tenía tablas, consiguió solventar los problemas con los jugadores de cara al estreno de la selección, mientras que, con Argüello, pese a que le reconocieron lo que el quería, siguieron las tiranteces. El estreno llegaría el 28 de agosto en Bruselas ante Dinamarca, una selección que llevaba disputando partidos más de una década, y que era una de las favoritas del torneo. Debutarían aquel histórico día Zamora, Otero, Arrate, Samitier, Belauste, Eguiazábal, Pagaza, Sesúmaga, Patricio, Pichichi y Acedo. Contra todo pronóstico dan la sorpresa ante Dinamarca venciendo 1-0 con gol de Patricio al poco del inicio de la segunda parte. Como curiosidad del encuentro hay que reseñar que Bru ejerció aquel día de linier durante el mismo, algo que hoy puede parecer extraño, pero era habitual en aquellos años el usar linieres del país de uno de los contendientes. Al día siguiente esperan, esta vez ya en Amberes, los anfitriones en la eliminatoria de cuartos de final. Estos resultan demasiado equipo para el combinado español y la selección cae derrotada por 3-1, marcando Arrate el gol hispano de penalti. Aquello que podía haber sido ser el final de la aventura olímpica fue un punto y aparte dada el extraño sistema de competición. Los cuatro vencedores de las eliminatorias de cuartos lucharían por un lado por la medalla de Oro en unas semifinales, mientras que los cuatro derrotados lucharían en un torneo de consolación por las medallas de Plata y Bronce, junto a alguno de los derrotados en la lucha por el Oro. Con este exótico planteamiento España se enfrentó a Suecia el 1 de septiembre. Aquel fue un partido bastante violento y que España remontó tras el inicial gol sueco, para finalizar venciendo por 2-1. Para la historia quedará el gol del empate español que a día de hoy sigue siendo recordado por una frase de Belauste previa a recibir el balón, y que será durante muchas décadas el gran exponente de la posteriormente llamada furia española. “Sabino, a mí el pelotón que los arrollo”, fue la legendaria frase que gritó Belauste para que su compañero sacara la falta hacia él y este se llevara balón y todos los suecos que se pusieron por delante hacia la red. En los minutos finales Acedo marcaría el gol de victoria española, mientras que los suecos fallarían un penalti. Tras los escandinavos tocaba Italia al día siguiente. Este sería otro partido marcado por la épica y es que se lesiona Pagaza durante la primera parte del encuentro, teniendo que jugar el resto del partido España con diez hombres. Pese a todo Sesúmaga marcará dos tantos, uno en cada parte, claro ejemplo de la superioridad técnica de lo españoles. A falta de diez minutos Zamora es expulsado tras golpear a un contrario cansado de sus reiteradas faltas, por lo que Silveiro se pone de portero. España tiene que aguantar el asedio final italiano con nueve hombres. Pese a todo no se mueve el marcador y con el 2-0 España sigue adelante.

España – Bélgica (Amberes)
De pie: Belauste, Acedo, Zamora, Artola, Patricio, Pichichi, Arrate, Eguiazábal, Vázquez, Sancho y Paco Bru. Agachados: Lemmel, Vallana y Pagaza.

Pese a que Bélgica había ganado ya la medalla de Oro, tras retirarse Checoslovaquia durante la final, a España aún le quedaba por jugar un partido y ese se convirtió en una final por el segundo puesto debida la descalificación de los checos. Ante los Países Bajos el combinado español se jugaba la medalla de Plata y quizás fue de los partidos más fáciles. España venció 3-1, dos goles de Sesúmaga y otro de Pichichi, para obtener la medalla de Plata de aquellos Juegos Olímpicos. Ademas de ese galardón, del que que nadie en nuestro país podía haber siquiera soñado, también se trajo Ricardo Zamora el reconocimiento al mejor portero del torneo, al haber sido designado dentro del once inicial, algo que también logró Sesúmaga. España volvió a España vía Irún, para recibir en San Sebastian un homenaje con partido incluido en Atocha al cual asistió la familia Real española. Bru por su parte sufrió el olvido de la federación a la vuelta de Amberes. Esta acordó dar la Medalla de Oro de la entidad al comité técnico, pero entendiendo que solo formaban parte de él Ruete y Berraondo. No sería hasta que la asamblea federativa de junio de 1921 cuando se enmendó el error y se le otorgo también a Bru la misma condecoración. Justo, aunque tardío, reconocimiento al primer seleccionador, que, si bien participó junto a sus compañeros en la elección, tuvo que lidiar en solitario en el país belga. 

Tras la experiencia olímpica Bru retornó a su trabajo remunerado, realizaba labores administrativas en el ayuntamiento de Barcelona, para al poco tiempo volver al fútbol. Entre 1923 y 1926 sería el auténtico hombre para todo en el RCD Español. Seria contratado como secretario técnico, pero acabaría dirigiendo al equipo (supliendo al inglés Edward Garry), organizando partidos por España y Europa e incluso viviendo en el chalet que por aquel entonces existía en el campo de la carretera de Sarria. Si en noviembre de 1925 se llevó al equipo a Praga y París, o una gira por las Islas Canarias, en el verano de 1926 participó en la exitosa gira, tanto deportiva como económica, del club perico por América. Fue larga, y eso le costó perder el campeonato regional de Cataluña, pero tras cuatros meses fuera de España el Español había jugado en Argentina, Uruguay, Chile, Perú y Cuba. Entre medias de su estancia en el Español, también le dio tiempo a volver a dirigir a la selección española en una etapa más desconocida. En diciembre de 1924, tras el fracaso de los Juegos Olímpicos de París, se concierta un amistoso ante Austria en Les Corts. Se designan un trío de seleccionadores para estrictamente elegir un grupo de jugadores. Se piensa nuevamente en Paco Bru para que los entrene y los dirija en aquel partido. España juega un mal partido, pero vence 2-1 a los austriacos con goles de Juantegui y Samitier. No sera hasta mayo y junio de 1925 cuando España haga una doble visita a Lisboa (0-2 a Portugal) y Berna (0-3 a Suiza) a los cuales no viaja Bru como entrenador por cuanto el Español no se lo permite. Si volverá a ser el entrenador en Valencia, cuando a mediados de junio Italia visite a España en Mestalla. Tras la victoria por 1-0, gol de Errazquin, volverían separarse los caminos de Bru y la selección.

El viaje por el nuevo continente con el Español trajo con el tiempo cambios en la vida de Bru. En Cuba le propusieron ser entrenador de un conjunto local y Bru aceptó. Pasaría dos años en la isla entrenando al Juventud Asturiana y a la selección Cubana hasta que retornaría a nuestro país en 1928. Esta vino en parte impuesta por el diario cubano “El País” y es que Bru ejerció como corresponsal en España para asuntos deportivos del citado diario. El “vicio” del banquillo volvió a tirarle y durante la temporada 28-29 comenzó su aventura en el Racing de Madrid. En el estaría hasta 1932 finalizando con una famosa gira del equipo madrileño por América, llena de peripecias y que tan bien plasmó Jose Ignacio Corcuera en un reportaje publicado hace años en Cihefe (https://www.cihefe.es/cuadernosdefútbol/2016/03/una-gira-hacia-el-desastre/ ) Entre medias a Bru le dio tiempo a ser seleccionador de Perú y con ese cargo fue el primer seleccionador del país sudamericano en el Mundial de Uruguay en 1930. La experiencia fue gratificante desde el punto de vista personal, pero no así en el plano deportivo puesto que los dos partidos de la fase de grupos se saldaron con sendas derrotas ante Rumanía y Uruguay.

Paco Bru y Pablo Hernández Coronado durante su etapa en el Real Madrid.
(MARCA Grafico)

Tras la experiencia de la excursión con el Racing, Bru acabó desencantado con el fútbol y opto por pasar a un segundo plano. Finalizó la excedencia, una de tantas que había pedido, y retorno al Ayuntamiento barcelonés. Allí seguía el fútbol como un simple aficionado hasta que una visita le hizo cambiar de idea. Tras un Barça-Madrid en Les Corts, con victoria blanca, recibió en su casa a Pablo Hernández Coronado, el hombre fuerte de la directiva madridista. Este le propuso volver a la actividad entrenando al conjunto madridista. Bru no se lo pensó mucho y aceptó la oferta para acabar sustituyendo en el banquillo a Robert Edwin Firth en el invierno de 1933. Desde ese momento hasta el comienzo de la guerra civil estaría unido al club blanco, donde lograría dos Campeonatos de España, y donde volvería a salir de gira en este caso por Alemania, Austria y Suecia. Tras el intervalo del trineo fratricida, Bru continuo en el Real Madrid hasta el final de la temporada 40-41, pero con un intervalo. Durante esta temporada llegaría su tercera etapa en la selección española. En enero de 1941 el combinado nacional volvía a la escena europea con un amistoso ante Portugal en Lisboa. Eduardo Teus, el antiguo jugador madridista y periodista, había sido elegido como seleccionador y pensó en Bru para que este entrenara al equipo que iba a elegir. Así lo hará el madrileño en aquel partido que se saldó con empate a dos.

Bru, a la derecha, en el estadio de Salésias antes de comenzar el Portugal-España en 1941.
(MARCA Grafico)

Pasarían los años, pero Bru seguiría incansable pasando por los banquillos de Granada y Málaga, donde también haría de secretario técnico en ambos equipos. En 1946 volvería al Español, solo en labores de despacho. A comienzos de los años 50 se iría al Real Zaragoza para compaginar la secretaria técnica y el banquillo, sitio este ultimo de donde se retiraría en 1951. Después un paso por los despachos en el Córdoba volvería a Madrid. A partir de 1953 se establecería en su ciudad de origen con un tranquilo cometido en la secretaria del Plus Ultra. De allí nunca se jubilaría y seria con la insistencia de Ramón Melcón cuando el fútbol español le intentara resarcir y homenajear a un hombre que tanto había sido en el fútbol patrio. Salvo balón, Francisco “Paco” Bru lo fue todo.

Bibliografía:

MARCA.

ABC.

El Mundo Deportivo.

Boletín Oficial del Real Madrid.

Amberes, allí nació la furia española (Félix Martialay).

Los 60 partidos de la selección española de fútbol (Fielpeña).

Enciclopedia del fútbol (Ramón Melcón y Miguel Vidal).




Dirigentes del fútbol caídos en la Guerra Civil

El victimario de nuestra Guerra Civil por cuanto al fútbol respecta no se redujo sólo a media docena de entrenadores y más de doscientos futbolistas, veteranos o noveles, profesionales o amateurs, internacionales o aferrados al sueño de arañar un día el estrellato. Cayeron también, en los distintos frentes o víctimas de la sinrazón en retaguardia, un centenar de directivos, entre los que por no variar hubo un poco de todo: seleccionadores nacionales, periodistas, políticos, militares, médicos, prohombres en sus ciudades o devotos de clubes pequeños, gente anónima fuera de una modesta secretaría sin máquina de escribir, con cuatro sillas cojas, una mesa apolillada y, eso sí, la bandera con el escudo del equipo, primorosamente bordada. Rara vez se ha ocupado de ellos la historiografía del deporte rey, hasta el punto de convertirlos en seres virtualmente inexistentes. El oropel, las ovaciones y el culto al mito, tanto antaño como hoy día, parecen reservados al héroe que atajó balones como nadie, a quien marcara goles o empequeñeciese a los demás con un inigualable despliegue físico. Cuantos engrasaban toda aquella maquinaria, robando tiempo a otras ocupaciones e incluso anticipando dinero propio, ni siquiera solían salir en las fotos.

José Suñol, presidente del F. C. Barcelona y político electo, asesinado en Guadarrama.

José Suñol, presidente del F. C. Barcelona y político electo, asesinado en Guadarrama.

Claro que, como ocurre siempre, hubo excepciones confirmando la regla. Y a la cabeza de todas, Josep Suñol Garriga (Barcelona, 21-VII-1898), político catalanista, presidente del Real Automóvil Club de Cataluña (1933-34) y máximo mandatario del F. C. Barcelona desde julio de 1935. Un Josep Suñol a quien distintos revisionistas de la historia “culé” pretenden convertir en Sunyol, menospreciando tanto su partida de nacimiento, como los carnets y tarjetas de visita que utilizase en vida.

Diputado en las Cortes españolas por Esquerra Republicana (legislaturas de 1931, 33 y 36), obtuvo incluso en la primera de ellas más votos en su circunscripción que Lluis Companys, el presidente republicano que habría de protagonizar un golpe de estado a la propia República Española, duramente reprendido. En febrero de 1933, sin disiparse aún del recuerdo la dictadura de Primo de Rivera, había fundado el semanario deportivo “La Rambla” con el propósito de implicar en las reivindicaciones catalanas a esa nueva masa atraída por el “sport”, para entonces mucho más que simple moda pasajera. Dicha redacción, por cierto, sita en plena rambla barcelonesa, frente a la fuente de Canaletas, serviría como lugar de cita a los seguidores azulgrana en sus grandes fechas, inaugurando una tradición todavía vigente.

El vínculo de Suñol con la entidad azulgrana venía de atrás. Directivo ya en la junta que presidiera Arcadi Balaguer, sin cumplir la treintena (año 1928), intervino como pacificador en el conflicto que enfrentó a los jugadores del Barça con su junta directiva. Y es que los futbolistas estaban hartos de verse a los pies de los caballos cuando perdían partidos, por las críticas que desde los despachos saltaban a la luz pública, actitud vista en el vestuario como muestra de absoluta deslealtad. Los buenos oficios del posterior presidente y diputado recondujeron las aguas revueltas a su cauce natural. Ya máximo mandatario “culé”, su mano se dejó sentir en la renovación del conjunto, incorporando a un buen puñado de perlas cuyo brillo se apagaría en parte por mor del ya larvado conflicto bélico: el excelente portero Iborra, exiliado en México; Balmanya, Raich, Escolá, Cabanes o Franco, en Francia durante parte de la guerra; Areso y Munlloch, exiliados igualmente en América, aunque el primero tras desengancharse del Euskadi; el húngaro Berkessy, a quien el 18 de julio del 36 pilló solazándose junto al lago Balatón, con Mario Cabanes, el costarricense Morera y Ramón Obiols, los dos últimos jugadores del Hércules alicantino; el uruguayo Fernández, de vuelta por España unos cuantos años después, ya entrenador, para dirigir tanto al Barcelona como al Real Madrid… Gerente, en suma, que asumió riesgos conformando un equipo de garantías para los posteriores siete u ocho campeonatos. Hombre a quien no temblaba la mano si debía cerrar la puerta al mito Samitier, postulado desde la prensa como entrenador blaugrana cara al ejercicio 1936-37, y a quien dirigiría, a través de las linotipias, un claro y contundente desmentido interés, nueve días antes de que el ejército se sublevase en África. Porque si bien el 10 de julio de 1936, a una semana del estallido bélico, Suñol anticipara su propósito de cesar como presidente del Barça, seguía ostentando el cargo hasta encontrar la muerte.

Suñol confundió con la realidad el alarde propagandístico inserto en medios republicanos. El alto del León seguía en poder de los sublevados y este hecho le segaría la vida.

Suñol confundió con la realidad el alarde propagandístico inserto en medios republicanos. El alto del León seguía en poder de los sublevados y este hecho le segaría la vida.

Su labor como diputado también ofreció alguna muestra de energía. Estuvo entre quienes apoyaron el proyecto de expropiación de fincas rústicas, imprescindible anticipo de una más que controvertida reforma agraria, y censuró a la cámara tanto tiempo perdido con el incidente del doctor Albiñana, diputado derechista radical, “en momentos tan difíciles para el país”, por un uso ilegal de armas.

A primeros de agosto de 1936 partió de Barcelona a Valencia, con el propósito de estrechar lazos entre la Generalidad Catalana y la Junta Delegada en la capital del Turia, prosiguiendo luego el viaje hacia Madrid. Casi paralelamente llegaban noticias hasta la antigua villa y corte sobre un supuesto ataque republicano en la Sierra de Guadarrama, mediante el cual se habría tomado el Alto del León, actual puerto de Los Leones. Suñol, entonces, decidió visitar el frente en compañía de un oficial, el periodista Pedro Ventura Virgili, conocido por “Guantes” durante sus días de futbolista en el Gimnástico de Valencia, y un soldado del Parque Móvil de Automovilismo, sobre quien luego la prensa hizo recaer sospechosas conjeturas. Junto a otras misiones no reveladas, parece que el diputado de Esquerra Republicana pretendía insuflar ánimos a los voluntarios catalanes de la Columna Maciá-Companys, destacados en la defensa de Madrid. Había niebla y los informes sobre el retroceso de los alzados pecaban de excesivo optimismo. Algún historiador azulgrana supuso y escribió que Suñol pudiera haber salido del vehículo entre vivas a la República, tan pronto vio recortarse en la bruma unas siluetas armadas. Guiño hueco al heroísmo, puesto que nada ni nadie lo corroboró jamás. Lo cierto es que tanto él como sus acompañantes advirtieron demasiado tarde que el Alto del León no era republicano, sino faccioso. Y que aquellos hombres armados reconocían en el viajero al diputado Suñol Garriga, lo que de inmediato supuso una sentencia mortal. Corría el 6 de agosto, Suñol sólo contaba 38 años, y los cadáveres pudieron ser recuperados unas cuantas horas después.

“ABC”, cabecera monárquica que tras la salida de Alfonso XIII devino en republicana desde Madrid, y “nacional” a partir del verano del 36 en su edición sevillana, explicaba, recogiendo “noticias de absoluta confianza de las fuerzas leales”, que los cadáveres aparecieron junto a la cuneta, en el kilómetro 52 de la carretera de Guadarrama. Pero que no eran cuatro, sino tres, y por lo tanto faltaba un ocupante del automóvil. Ese punto concreto, donde se hallaba una caseta de camineros que con el correr de la Guerra sirvió de tumba a otros desafortunados, acabó recibiendo el nombre de “la casilla de la muerte”. En relación a la ausencia del cuarto cadáver, el diario, sin apuntar de lleno hacia el conductor, miraba hacia él con lupa de gran aumento, retratándolo como hombre que “hasta no hace mucho tiempo fue chófer del ex coronel Armada, jefe hasta ayer de los sublevados de Oviedo”. Y aunque abogaba por la presunción de inocencia, tampoco se resistía a emplear alguna paletada de ceniza: “Hemos de decir, no obstante, que el chófer es, o era, un hombre muy obediente a quien por motivo de la sublevación militar se le habían confiado misiones delicadas, que cumplió rigurosa y exactamente(…). Sus compañeros chóferes nunca sospecharon de él y, aunque muy parco en todo momento, no ocultó repetidas veces su admiración por el ex coronel Aranda, a quien había servido durante bastante tiempo”.

Hasta 1996 no se izó el monolito en memoria del político y directivo barcelonista Josep Suñol, justo donde apareciese su cadáver. Lo inauguraron el presidente del Parlamento Catalán, Jaume Raventós, y el directivo azulgrana Jaume Sobrequés. Para entonces el misterio del conductor cuyo cadáver se echara en falta, ya no interesaba a nadie, del mismo modo que nadie parecía enlazar la figura del periodista Ventura Virgili con el portero que un día se afanase bajo el marco del Gimnástico.

Lápida con el apellido del presidente asesinado, tal y como él lo escribiera siempre.

Lápida con el apellido del presidente asesinado, tal y como él lo escribiera siempre.

Varios comentaristas especularon sobre la posibilidad de que el mandatario “culé” llevase una importante cantidad en metálico del F. C. Barcelona, destinada a la contratación de un jugador para la temporada 36-37 que los acontecimientos iban a dejar sin efecto. Rosendo Calvet, secretario del club y hombre que debía conocer como nadie todos los entresijos societarios, cuantificó la cifra en 25.000 ptas., no para cerrar un traspaso, sino el de determinados jugadores ovetenses. Otras fuentes elevaron la cantidad hasta 50.000, correspondientes al pago de haberes a la tropa. Si verdaderamente existió ese dinero, quedaría en poder de los sublevados, pues nada pudo hallarse junto a los cadáveres.

Su trágica desaparición causó un gran impacto en el área republicana. Distintos medios madrileños se hicieron eco de una iniciativa de la F.E.F., consistente en formar un núcleo de fuerzas voluntarias “que llevará el nombre del malogrado José Suñol, presidente que fue del F. C. Barcelona. En esta nueva fuerza pueden inscribirse cuantos deportistas se muestren dispuestos a defender las libertades republicanas. El cuartel de la nueva milicia republicana ha sido instalado en la planta baja del Madrid Fútbol Club. La salida de la columna de deportistas hacia el frente se verificará el día 7 de setiembre. El día anterior tendrá lugar un festival en el campo del Madrid, donde luego de un partido que jugarán los primeros equipos del Madrid y del Valencia será entregado a los milicianos del deporte un banderín. La recaudación que se obtenga en el partido se destinara a los hospitales de sangre”.

Tampoco en Cataluña, como se antoja obvio, quedaron atrás, según acredita esta nota titulada “La centuria Josep Sunyol i Garriga”: “El Departamento de Guerra del “Casal d´Esquerra Francesc Maciá” (Cortes Catalanas 647), de acuerdo con las órdenes que ha recibido del cuartel general de E.R.C. pone en conocimiento de todos los compañeros inscritos para integrar esta nueva centuria, adscrita a la columna Maciá-Companys, que han de efectuar su presentación hoy, jueves, a las nueve de la mañana, en Cortes Catalanas 647”.

Un informe del secretario de las Cortes fechado en 1938, elevaba hasta 25 el número de diputados derechistas víctimas de la ira republicana, en tanto serían 12 los de izquierdas sometidos a prisión en centros oficiales o clandestinos del área nacional. A ellos había que añadir otros 9 diputados, víctimas en zona republicana. Y antes, mucho antes de que un sencillo monolito en el alto de Los Leones recordase al caído, el F. C. Barcelona decidió honrar su memoria considerándolo desde mediados de noviembre de 1937 hasta enero del 39, su “presidente ausente”. Detalle que como se comprenderá no pasaron por alto los nuevos jerarcas del fútbol nacional, tras el triunfo franquista.

Otros mandatarios catalanes también vieron truncada su existencia durante el conflicto. Y entre ellos unos cuantos que el bando “nacional” consideró suyos, puesto que engrosaron el listado de “caídos por Dios y por España”.

Miguel Batllé Elías, secretario del F. C. Samboyano, y Rafael R. Brickets, vocal del mismo club, fueron asesinados en retaguardia. La misma desgracia acometió a Narciso Bonet Ulpí, vocal también, aunque del Club Deportivo Moncada. Otras muertes violentas acabaron con Manuel Vila Mitjans, vocal del F. C. Mollet; José Germá, expresidente del C. D. Sabadell; Luis Fabra, presidente honorario del barcelonés Club Áncora, y Joaquín Monturiol, directivo de la Unión Deportiva Olot.

El asesinato de Damiá Cañellas Ginestá (Barcelona, 1900) ejemplifica lo aleatorio de aquellos ajustes de cuentas o, si se prefiere, hasta qué punto se rebajó el valor de la vida. Directivo y secretario general del barcelonés C. D. Español, fue capturado por milicianos anarquistas en Sarriá. Tras ser interrogado larga y brutalmente acerca de su hermana monja, a la que acusaban de haber ocultado a un cura, lo asesinaron en 1936. El simple vínculo familiar con una religiosa había adquirido carácter delictivo, según el listón moral de los más exaltados.

En el vecino archipiélago balear, el bando franquista acumuló como mínimo otras cuatro bajas futboleras: Asesinado lejos del frente, Bartolomé Simonet Bibiloni, directivo de la U. S. Mahón, y Presidente de Comité en la Federación Balear para Menorca; caídos en combate Joaquín Crespí Coll, vocal del Club Deportivo Mallorca, y Juan Sancho Mulet, vicesecretario del Club Deportivo Soledad. Francisco Bellido Reynés, vocal del Libertad F. C. tampoco viviría para ver la paz.

Cartel antifascista, dirigido a la captación de fondos en el exterior.

Cartel antifascista, dirigido a la captación de fondos en el exterior.

La región levantina registró otras pérdidas especialmente señaladas. Enrique Esteve Hernández, del Valencia C. F., cayó en 1936. Había sido directivo, presidente del Comité de Competición, y en el área política jefe provincial de Falange, desde 1935. Juan  Catalá Vicent, del Levante F. C., otra víctima de 1936, había sido directivo “granota” y consejero regional en la Federación Valenciana. A José Berrondo Silva, presidente honorario del Sporting Puerto de Sagunto e ingeniero de profesión, lo fusilaron el 21 de agosto de 1936 ante las tapias del cementerio de Canet. Asesinados de forma parecida, sin juicios ni posibilidad de defensa, se despidieron de este mundo Custodio Romero Amado, directivo del Club Deportivo Sagunto, un fatídico día de agosto en 1936, Juan Pons Piera, del Club Deportivo Carcagente, y Francisco Marco, de la A. C. Castellón.

En la provincia murciana se perdió a Ángel Romero Elorriaga, expresidente del Murcia y River Thader, gran jinete, fusilado el 13 de setiembre de 1936 junto al jefe de Falange de Murcia y otros correligionarios. Y también como mínimo a los presidentes honorarios del Cartagena F. C. Alfonso Torres López y José Mediavilla Sánchez, al presidente efectivo del mismo club, Carlos De Miguel Roncero, y a su tesorero Eduardo Pérez Trillo, todos de ideología conservadora, simpatizantes presumibles de los alzados y tan sólo por ello asesinados muy lejos de donde se libraban las batallas.

No gozó de mejor suerte el guipuzcoano Salvador Díaz Iraola (San Sebastián 23-XI-1989), presidente de la Federación Guipuzcoana de Fútbol, periodista y seleccionador nacional en 1922, formando triunvirato con los también informadores José Mª Mateos y Manuel de Castro. Corría el mes de setiembre de 1936 cuando desapareció en la capital donostiarra, sin dejar rastro ni testigos de cualquier hipotético secuestro. Dos años y medio después de la victoria franquista, en agosto de 1941, su esposa se decidió a formular una consulta ante el Gobierno Civil, encontrándose por toda respuesta con un aséptico comunicado: “Se insertará en el B.O.E. y en el Boletín de esta provincia, y se publicará en los diarios “ABC” de Madrid y “El Diario Vasco” de esta ciudad de San Sebastián una requisitoria a Salvador Díaz Iraola, natural de esta ciudad, hijo de Alejandro y de Isabel, que desapareció en esta capital en septiembre de 1936, para que comparezca en el expediente de declaración de ausencia promovido por su esposa, Doña Carmen Seguén Erausquin, bajo el apercibimiento de que, de no comparecer, transcurridos 15 días de la segunda publicación del presente será declarado ausente a los efectos oportunos”.

Habían aparecido tantos cadáveres no identificadas en las cunetas, y había tantos enterrados en fosas comunes o directamente arrojados al mar, que el único gesto de las autoridades consistía en permitir que las presuntas viudas pudiesen acceder a los bienes de tanto desaparecido, o rehacer sus vidas canónicamente, si así lo desearan.

Cerca de Guipúzcoa, en la bilbaína ría del Nervión, el Athletic Club registró las bajas de los González de Careaga, padre e hijo, futbolista el vástago y socio muy significado el progenitor. Ambos masacrados en el buque prisión “Altuna Mendi”, con fecha 26 de setiembre de 1936. No era directivo del club rojiblanco, sino empleado en el mismo, José Cubillas Urruticoechea, asesinado antes de que los “nacionales” entraran en la capital vizcaína e iniciasen su propio ajuste de cuentas. Curiosamente, y pese a la abundancia de jugadores y socios de entidades provinciales asesinados o caídos en combate, parece que los dirigentes vizcaínos salieron en general bastante bien librados.

Como Díaz Iraola fue igualmente seleccionador nacional, y además en una sola ocasión (1923) el madrileño Joaquín Calixto Herrera Guerra (18-VIII-1895), igualmente en triunviro con Omaechea y Luis Argüello. Funcionario de Hacienda y empleado en la Compañía de Ferrocarriles del Norte, se hallaba en León poco después de producirse el levantamiento militar. Lo prudente se antojaba no moverse de allí, tal y como le aconsejaron distintas amistades, al menos mientras no dispusiese de noticias fidedignas sobre el ambiente en Madrid. Pero como la razón, en momentos de gran zozobra, suele verse aplastada por el impulso y los compromisos personales, parece estuvo tratando de agenciarse un arriesgado retorno.

Inútil especular sobre si no le habría ido mejor acelerando el regreso, porque la fatalidad le esperaba justo donde más a salvo creían todos iba a estar. Mediaba setiembre de 1936 cuando, detenido bajo acusaciones de pertenecer a la masonería, presidir cinco meses atrás un mitin de Manuel Azaña, recaudar fondos para la izquierda republicana y lucir un talante extremista, fue encerrado en la cárcel leonesa. Tras negar todos los cargos y no pudiendo probar la acusación ninguno de ellos, recuperó la libertad a punto de finalizar el mes de octubre, quedando a disposición civil por decreto gubernativo. Pero aunque un tribunal lo hubiese absuelto, otros vestidos de azul ya tenían su sentencia dictada. Secuestrado por un grupo de falangistas fue conducido hasta una finca próxima a Mansilla de Las Mulas, propiedad del cacique Octavio Álvarez Carballo, donde lo asesinaron.

La partida de defunción, expedida a instancias de su esposa por quien fuere su tío y padrino, el juez municipal Ricardo Gavilanes, contemplaba como causa de muerte un “accidente de guerra”. No hacía, de hecho, sino simplificar el texto que un día redactase la policía de León, considerando su óbito “consecuencia de la lucha de las fuerzas nacionales contra el marxismo”.

Este tipo de “dictámenes” fueron bastante habituales entre 1936 y 1939. Servían, naturalmente, para ahorrar pesquisas, instrucción de causas y engorrosas investigaciones, máxime cuando los propios funcionarios podían pisar serpientes de cascabel si removían atolondradamente cuanto estaba mucho mejor a cubierto. Decesos por “hemorragia cerebral”, ante disparos en la nuca, “paro cardiaco”, si la herida se presentaba en el tórax, o “accidente de caza”, para cadáveres hallados en el monte, sonrojan a cuantos hoy bucean entre legajos de ese tiempo, ratonados, desvaídos o amarillentos.

Milicianas, posando para el fotógrafo. No fueron muchas y apenas pisaron los distintos frentes, por más que el cine, la literatura y una amplia propaganda diesen a entender lo contrario.

Milicianas, posando para el fotógrafo. No fueron muchas y apenas pisaron los distintos frentes, por más que el cine, la literatura y una amplia propaganda diesen a entender lo contrario.

Todavía en diciembre de 1945, cuando Herrera Guerra llevaba ya 9 años asesinado, se le abrió expediente por supuesta pertenencia a la masonería. Alguien con sentido común tuvo el gesto de archivarlo, evitando, así, prolongar tamaño disparate.

Prosiguiendo con la región centro, que englobaba Valladolid y una parte de cuanto por esos años se conocía como Castilla la Nueva, el Madrid perdió a dos hombres importantes: su vicepresidente, Gonzalo Aguirre Martos, detenido durante los primeros días de confusión y asesinado por milicianos después de sacarlo en plena noche de su cautiverio en Porlier; y el tesorero Valerio Rivera Ridaura, a quien arrancaron de su propia casa e hicieron huésped forzoso de distintas checas, hasta asesinarlo en un infecto reducto de Usera, el 15 de noviembre de 1937. Su viuda, María Valenciano, acabaría casándose con un buen amigo del difunto: el magnífico presidente del Real Madrid Santiago Bernabéu. Siguiendo con el club capitalino, aunque víctima del otro lado, hay que citar a su cabeza visible durante algunos meses de guerra, el coronel comunista Antonio Ortega Gutiérrez, ajusticiado a garrote en Alicante.

Castilla la Vieja, como entonces se denominaba a gran parte del actual territorio castellano-leonés, no parece registrase demasiadas bajas entre mandatarios de sus clubes, fundamentalmente porque tampoco es que estos abundaran. Cantabria, en cambio, englobada con Castilla en los mapas de Geografía Humana hasta la redistribución autonómica en la España democrática, ya sufrió peor suerte.

El presidente del santanderino Iberia F. C., José Carlos Gutiérrez, fue asesinado por los republicanos en el “Alfonso Pérez”, donde también sucumbiría Gonzalo Herrera Fernández, asesor técnico del Santoña FC. Luis Obeso Martínez, directivo de la Naval de Reinosa, Cándido Moreno Calderón y Juan Ortega Galarza, ambos directivos del Deportivo Torrelavega, así como José Ortega Ugarte, expresidente de la Gimnástica de Torrelavega, perecieron en retaguardia, a manos del fanatismo miliciano.

El buque “Alfonso Pérez” tuvo una historia particularmente trágica. Hasta el año 1919, en que sería adquirido por Ángel Pérez para su compañía naviera cántabra, fue conocido como “War Cheif”. A partir de 1934 y ante el elevado número de presos que hacinaban las cárceles de la provincia -resultado de la revolución asturiana de octubre y la huelga general en Santander, Astillero y Torrelavega-, sería empleado como buque-prisión. Parte de esos prisioneros, más adelante, fueron trasladados al buque “Arantzazu Mendi”, surto igualmente en el puerto de Santander.

Tras el pronunciamiento militar de julio de 1936, las autoridades requisaron el “Alfonso Pérez”, entregando tanto su custodia como la de los prisioneros que irían acumulándose, a milicianos socialistas, sustituidos pronto por anarquistas de la F.A.I. El 27 de diciembre de 1936, cuando la aviación “nacional” bombardeó Santander sin pretensión de alcanzar objetivos militares, dejando un saldo de 70 muertos y más de 50 heridos, una masa incontrolada asaltó el vapor, emprendiéndola contra los allí confinados. Nada menos que 156 prisioneros cuyo delito no era sino su ideología conservadora, fueron asesinados alevosamente. El escándalo internacional alcanzó tal dimensión como para motivar una protesta oficial, aunque tardía, del gobierno británico (febrero de 1937). Buscando acallar ese eco, el Consejo Interprovincial de Santander, Burgos y Palencia ordenó cesara como prisión, para convertirse otra vez en mercante. Entonces con la indudable intención de evitar complicaciones en los puertos donde pudiese atracar, dada la historia arrastrada, volvieron a cambiarle el nombre, esta vez convirtiéndolo en “Cantabria”.

A media mañana del 2 de noviembre de 1938, surcando mar abierto, su capitán se percató de que otra nave más pequeña estaba siguiéndolo. Todos sus intentos por despistarlo, cambiando de rumbo, resultaron inútiles. Cuando se fue reduciendo la distancia entre ambos, comprendieron que su perseguidor no era sino el “Nadir”, crucero auxiliar franquista. El ataque se produjo en aguas territoriales británicas, tan cerca de la costa que el desenlace pudo ser contemplado desde tierra. Una combinación de cañonazos y fuego de ametralladora sobre cubierta inutilizaron puente y sala de máquinas del antiguo buque-prisión, obligando a un desalojo parcial, puesto que el capitán, sus hijos y esposa, así como dos miembros de la tripulación, temerosos ante la suerte que podría esperarles si eran capturados por el crucero enemigo, permanecieron a bordo. Un mercante británico y otro noruego asistieron como espectadores al naufragio, sin atreverse a rescatar las dos lanchas salvavidas, dada la amenazante proximidad del “Nadir”. El británico, al menos telegrafió a las autoridades inglesas y éstas respondieron con el envío de un par de unidades. Otro mercante inglés, el “Pattersonian”, acudió igualmente ante las señales de S.O.S y, sin arredrarse, su capitán lo interpuso entre crucero y lanchas, resguardándolas así de cualquier posible fuego.

Sólo 11 tripulantes del “Cantabria” pudieron ser rescatados con vida, en tanto una veintena era capturada por el “Nadir”. Ya de noche, el buque “Bailey” lograría rescatar al capitán Argüelles, del “Cantabria”, antes “Alfonso Pérez”, y a su familia, así como a Joaquín Vallejo, uno de los tripulantes que prefiriese permanecer entre las llamas. El otro miembro de la tripulación, Juan Gil, se hundió, parece que herido, con los restos destrozados del vapor.

Aparte de los directivos reseñados, como mínimo dos socios del Santoña fueron igualmente asesinados en este buque, el fatídico 27 de diciembre de 1936, cuando el todavía “Alfonso Pérez” servía de muy inadecuada cárcel flotante.

Civiles huyendo del avance “nacional” en la franja Norte, ateridos de frío.

Civiles huyendo del avance “nacional” en la franja Norte, ateridos de frío.

El Deportivo de La Coruña contabilizó dos defunciones entre su cuerpo de mandos, los dos falangistas y capitanes de infantería. Ricardo Balaca Navarro a las primeras de cambio, el 6 de setiembre de 1936, combatiendo en tierras murcianas. Amador Enseñat Soler el 22 de febrero de 1937, durante el ataque a Oviedo. Su coraje ante el enemigo, rayano en la pura temeridad, sirvió para que prendiesen en su féretro la medalla militar individual póstuma, honor que difícilmente serviría de consuelo a la familia, en su aflicción.

Asturias tiñó de rojo demasiados escudos, uniformes y banderas, pues a los numerosos futbolistas perdidos hubo de añadir como mínimo 22 decesos entre árbitros y directivos, y casi un centenar de socios. Los hombres del silbato fueron Alfredo Junquera Balbona, residente en La Felguera, y Ramón Ordóñez Rubio, domiciliado en Gijón. Por cuanto a directivas, la de la A. Dpva. Piloñesa debió quedar en cuadro, pues Isidro Rodríguez Cardín, Fernando Argüelles Valdés, José Mª Fernández Fernández y Manuel Sánchez Sánchez cayeron en retaguardia, asesinados, antes de que los “nacionales” lograran penetrar en Oviedo. El Lealtad de Villaviciosa perdió a su presidente, Valentín Pajares Lastra, al secretario, Clemente Montesina Menéndez, y al vocal Constantino Morillón, los tres igualmente asesinados. Otros tres mandatarios perdieron el Figaredo de Mieres, y el Racing Club Langreano. Manuel Martín Fernández, presidente del Figaredo, cayó combatiendo, lo mismo que sus vocales César Magalde Suárez y Narciso Fernández Fernández. El trío del Racing Langreano, por el contrario (Luis Matamoros Fernández, vicesecretario, y los vocales Emilio Ocaña García y Emilio González Martín) fue asesinado por milicianos con pañuelo rojo. El Arnao F. C., de Avilés, tuvo que llorar a su presidente, Juan José Uría, y al vocal Andrés Martín Arias, ambos víctimas del odio, la venganza y el imperio de la estulticia, lejos del frente. Luis Morán Ugalde, vocal del Gimnástico Caborana, y Gabino Guardado Pérez, secretario del Stadium Avilesino, también fueron víctimas de sendos asesinatos impunes. Bien al contrario, Mariano Flórez Villamil, vocal del Oviedo F. C., y Gregorio Vigil-Escalera Canosa, presidente del Sporting Club Siero, murieron combatiendo. Aunque también falleciese Paulino Cabranes Prieto, vicesecretario del ovetense Cardín F. C., y su muerte se achacara a “la horda roja”, no está claro si pudo defenderse o lo pasearon de madrugada.

Al directivo gijonés y antiguo futbolista Fernando Villaverde Lavandera, apodado “Fetato”, también se le consideró víctima de la Guerra Civil, y hasta fue recogido más de una vez su inexistente asesinato, con fecha 23 de junio de 1937. Falleció durante la contienda, en efecto, pero víctima de un cáncer.

Con cuatro hermanos que también jugaron en el Sporting, siquiera testimonialmente, fue sin duda uno de los mejores futbolistas en su tiempo. Se había iniciado en la Sportiva, modestísimo club gijonés de principios del siglo XX, desaparecido en 1910, justo cuando él se incorporaba al ente más representativo de su ciudad. A los 18 años ya era figura destacada y recién cumplida la veintena asomó por el Athletic de Madrid. Durante la primavera de 1920 estaba entre los preseleccionados para la Olimpiada de Amberes, debut de nuestra selección nacional. Pero una entrada del defensa vigués Otero, traducida en fractura de tibia y peroné en su pierna derecha, no sólo le impidió emprender el viaje, sino que acabaría retirándolo. Ese mismo año, en diciembre, se le tributó un homenaje, enfrentándose dos selecciones asturianas. Luego ejerció el arbitraje, estuvo en las directivas de cuatro presidentes sportinguistas y fue federativo de la Asturiana, además de socio nº 1 del Sporting hasta su fallecimiento. Profesor Mercantil y propietario de un negocio de carbones, probablemente el error en considerarlo caído, fusil en mano, tenga que ver con la colocación de una placa en El Molinón como homenaje a su memoria. Honor que en 1939 se otorgaba a los “inmolados por Dios y por España”.

Mucho más al sur, en esa Andalucía que algunos historiadores tuvieron la ocurrencia de definir como “paraíso en tiempos convulsos”, no todo fue jauja.

Manuel León Trejo, auxiliar en la Escuela de Magisterio sevillana era miembro del Partido Radical Republicano desde 1932 y como tal había ocupado distintos cargos: Vocal del Comité Provincial, Vocal de la Junta Municipal de Control, o Jefe de Sección del Tercer Distrito. Formaba parte, además, de una tertulia republicana, donde en 1921 había sido tesorero. Y para que nada faltase, era masón de tercer grado en la logia Isis y Osiris, con el número 377, donde durante el año 1920 fue Arquitecto Revisor. Si hubiese tenido alguna gota de sangre judía en sus venas se habría erigido en máximo exponente de la perversión humana, a tenor del ideario franquista. Y claro, alguien así no podía pasar desapercibido incluso durante los años que precedieron a la sublevación militar.

Detenido el 10 de agosto de 1932, al igual que su hermano, el catedrático José León, para cuando estalló la guerra disponía de un abultado dosier en los archivos policiales, donde se recogía, incluso, su paso por la tesorería bética durante el año 1912. Así las cosas,  antes de que concluyera el mes de julio del 36 lo despidieron de su puesto laboral por “hostil e indeseable”, a manera de anticipo sobre revanchas aún mayores. Refugiado en domicilios de gente menos expuesta ideológicamente, de familiares y teóricos amigos, pudo esquivar a quienes nada bueno le tenían reservado, en tanto preparaba su salida de Sevilla. Todo lleva a pensar fue vendido por alguien más o menos próximo, puesto que lo capturaron apenas trató de abandonar la ciudad donde otrora se moviese como pez en el agua.

Sus hermanos Ignacio, maestro, y José, catedrático, antiguo concejal del municipio sevillano y ex gobernador civil de Guadalajara, compartieron a su lado una triste despedida de la vida, bajo el plomo del pelotón que los fusilara aquel 24 de setiembre de 1938. Alguien, entonces, no parece prestase mucha atención al trabajo de oficina, puesto que según Ángel Moreno Jiménez, rastreador contumaz de esa época azarosa y compañero en CIHEFE, corría 1941 cuando seguían dándolo como “individuo en paradero desconocido”.

Cruzando el estrecho topamos con otras dos víctimas del fútbol hispano-marroquí, ambos directivos del Melilla FC. Gonzalo Bilbao era teniente de la Legión. Y Rogelio Ovejas sargento del Batallón de Cazadores. Uno y otro se encontraron con su fatal destino en el frente. Ya en pleno Atlántico, el Real Club Victoria, de Las Palmas, no pudo contar para la paz con José Morales Martín, José Perdomo y José González Marrero. Lo mismo que sus vecinos del Club Deportivo Español, con Sebastián García Santana y Alfonso Martín Ramírez. El Unión de Tenerife honró a su vicesecretario, Ramón Rodríguez Rollán, alférez de infantería caído en febrero de 1938, combatiendo. El también vicesecretario del Cuatro Torres, Gastón Bausson, cayó en la batalla del Ebro. Combatiendo durante el avance por Cataluña, perdió el Sporting Club Icod a su secretario, Eusebio Alfonso de León. Y Jesús González Hernández, vicepresidente del Cruz Santa, de Realejo Alto, perdió la vida en el frente de Madrid, el 12 de noviembre de 1936, como alférez de Artillería.

A veces la sed de venganza no se apagaba ni con la muerte. Eran de tal calibre el odio y la animadversión, que aun sabiendo al enemigo pudriéndose en su fosa, se le continuaban incoando causas o se esquilmaba a sus deudos. Fue este el trato dispensado, entre otros, al médico, catedrático en la Facultad de Medicina y presidente de la Federación Aragonesa de Fútbol, José Mª Muniesa Belenguer.

Nacido en la localidad zaragozana de Used (1895) y estudiante con los escolapios de Daroca, se trasladó a Zaragoza para cursar Medicina, carrera que también  coronaría con éxito su hermano Augusto. Joven aún, compaginó el estudio y la praxis de laboratorio  con su desbocada afición por el fútbol, como presidente federativo durante el apasionante periodo en que iba a concederse a nuestro deporte rey el estatus profesional (1926), y nacía el Campeonato Nacional de Liga (1929). Iberia Sport y Zaragoza, los dos clubes señeros de la capital maña, aunque humildes hasta el punto de no desplazar hasta las Asambleas de Madrid a sus respectivos delegados, le encomendaron defender sus postulados e interesas más de una vez, sin sentirse defraudados nunca. Sólo unos meses antes de que echase a rodar nuestra primera edición liguera, trasladado provisionalmente a la capital de España, cesó en su cargo. Y a su vuelta junto al Ebro y la Pilarica, ya profesor adjunto en la Facultad de Medicina, fundador del primer laboratorio de análisis clínicos en la capital maña y a tiempo de intervenir en la fusión de los dos clubes capitalinos para constituir el actual Real Zaragoza -era directivo del Iberia-, recibió el nombramiento de Presidente Honorario en la Federación Aragonesa (1932).

Ni siguiera la sobrecarga de trabajo -docencia, analítica, práctica de la Medicina- pudo con su afición deportiva, puesto que siguió colaborando con el nuevo y ya más potente club “mañico”, regido por su amigo José Mª Gayarre. Su existencia, pues, transcurrió por un cauce envidiable hasta la llegada de 1936, año festivo para el balompié aragonés, ante el ascenso a 1ª División de su máximo representante, y fatídico en lo concerniente a todo el país, cuando acabó cuajando una asonada de la que ya se habían vivido algunos ensayos. Aquello lo cambió todo.

Fragmento de las memorias que José María Gayarre escribiese durante los años 50, a día de hoy inéditas.

Fragmento de las memorias que José María Gayarre escribiese durante los años 50, a día de hoy inéditas.

Apenas hubo despuntado el verano, su esposa e hijo partieron de vacaciones hacia la población turolense de Alcalá de la Selva, en tanto el seguía en Zaragoza, poniendo broche al curso universitario y cribando su cuaderno de citas en la consulta. La rebelión militar le sorprendió, por supuesto. Y sobre todo la rapidez con que en un santiamén controlaban los alzados no ya hasta el último acuartelamiento, sino entidades,  medios informativos e instituciones locales. Si temió algo, desde luego no fue pensando en sí mismo, sino en su hermano Augusto, alcalde zaragozano por la coalición radical-socialista durante parte del periodo republicano. Tan seguro estaba de no correr peligro que rechazó la propuesta de su buen amigo Gayarre, brindándole refugio en casa de su madre, señora de orden fuera de cualquier sospecha, como mínimo mientras durasen las purgas y el confusionismo inicial. “Nada tengo que ver con la política -le dijo-. Iré hasta Alcalá de la Selva, con los míos, a ver en qué para todo esto”.

Ya en el pueblo turolense, entonces lugar de veraneo frecuentado por familias valencianas y aragonesas con floreciente economía, asistió al ataque de una guerrilla miliciana procedente del penal de San Miguel de los Reyes, cuyo objetivo se antojaba obvio: propinar un duro golpe a la “oligarquía explotadora”, meterles en el tuétano la idea de que mientras se agitase un solo puño, iban a faltarles agujeros donde esconderse. José Mª Muniesa estuvo entre los organizadores de la evacuación, monte a través con caballería alquilada y en plena noche, portando una talla de la virgen rescatada del altar mayor, para evitar su más que probable profanación. Alcanzaron Teruel, desde donde un tren podría conducirles de vuelta a Zaragoza, con el pánico aún a flor de piel. Ese, al menos, era el plan trazado, porque las cosas se torcieron mucho. Varios policías, de guardia en la estación, tomaron asiento casi a su lado y, una vez en Zaragoza, le obligaron a acompañarles hasta la cárcel de Torrero, donde ya le esperaba su hermano.

Antonio Sánchez, amigo, compañero de veraneo y vicisitudes nocturnas mientras huían del ataque miliciano, se apresuró a contactar con José Mª Gayarre, exponiéndole lo desesperado de la situación. Éste, de inmediato, buscó ayuda en las alturas, interpelando al mismísimo José Derquí, banquero hasta el 18 de julio y días más tarde, además, jefe de la policía con gran influencia entre el aparato militar. Esfuerzo inútil, porque la triste suerte de los hermanos Muniesa, ante la significación de Augusto como antiguo alcalde, ya estaba echada.

El 7 de octubre de 1936, en las estribaciones de Valdespartera, serían encontrados los cadáveres de ambos hermanos, estrechamente abrazados. José María, el presidente federativo que apoyase la profesionalización de nuestros futbolistas y se empeñara en crear el campeonato liguero, tenía 41 años y un feo orificio en la cabeza. Su parte de defunción, fiel a los usos y costumbres del momento, atribuyó el deceso a “una fractura en la base del cráneo”.

En 1937, ante los cuantiosos gastos de guerra y con la evidencia de que ni dádivas, donaciones o colectas bastaban para cuadrar balances, el bando nacional se dedicó al cultivo extensivo de incautaciones, como hiciesen sindicatos y partidos republicanos desde los días 19 y 20 de 1936. Sólo que en su caso, mediante un maquillaje de legalidad pomposamente bautizado como Expedientes de Responsabilidades Políticas. A Carmen Moraleda, viuda de José Mª Muniesa Belenguer, se le instruyó uno, saldado, como todos, con el embargo de casi dos terceras partes de sus bienes y patrimonio inmobiliario.

Las victorias siempre tienen un alto coste, tanto en vidas como en dinero. Se mataba con plomo, sí. Pero sin hacer ascos al oro.

Transcurridos varios años desde su asesinato, el Tribunal Militar de Responsabilidades Políticas dictó una sentencia absolutoria sobre su detención. Ésta, según aquel fallo, no debería haberse producido nunca. Ni su asesinato, consecuentemente. La justicia llegaba tarde, cuando el ánimo vengativo y la ruindad más rastrera habían actuado irreparablemente. José Mª Muniesa era historia, al tiempo que pesaroso recuerdo para el amigo que no lograra salvarlo, pese a intentarlo de corazón.

José Mª Gayarre tampoco es que fuese un don nadie para el bando “nacional”. Su paso por la presidencia del Zaragoza le permitió estrechar lazos con Genaro de la Riva, consejero oficioso en la naciente Federación de Fútbol franquista, y con Julián Troncoso, directivo del club cuando estalló la guerra y a su conclusión -orgánicamente incluso durante el conflicto- presidente de la Española. Además, en compañía del periodista José Luis de Isasi, y René Petit, formidable futbolista galo nacionalizado español para cuando intervino en el primer partido de nuestra Liga, estrella en el Real Madrid y Real Unión de Irún, así como destacado ingeniero que devolviese a Bilbao sus puentes dinamitados, comandó la delegación franquista desplazada a Barbizón para ofrecer garantías de un retorno sin represalias a los jugadores del Euskadi. Curiosamente, el mejor testimonio de aquel acto no llegó hasta nosotros por voz o pluma del periodista, sino a través de unas impagables memorias a día de hoy inéditas, firmadas por el ex presidente aragonés. En ellas, el miedo de Roberto Echevarría, que junto con Guillermo Gorostiza y el masajista Perico Birichinaga fueron los únicos en volver, casi resulta tangible. Lo mismo que la ascendencia del gran Regueiro sobre todo el grupo, la tibieza de Iraragorri, Zubieta, Emilín, Blasco y Cilaurren, las dudas de Lángara, en cuyo ánimo pesaban, y con razón, aquellas terribles vivencias en el buque-cárcel “Cabo Quilates”, la fiebre nacionalista de Pedro Areso, o el temor generalizado a cuanto pudiera esperarles en el frente, su destino inmediato, junto a otras figuras como Jacinto Quincoces, Zabala, Tomás Arnanz, Unamuno, Ruiz, Antón, Edmundo Suárez “Mundo”, Ipiña… Porque el retorno, claro está, implicaba enrolarse como soldado en el bando que para entonces tenía ya la contienda bastante encarrilada.

Gayarre, en fin, ideológicamente apegado al 18 de julio y hombre muy creyente, sin deglutir aún el amargo sabor de boca ante tanto revanchismo e intransigencia, redactó en sus ya aludidas memorias, una tarde de marzo de 1952, las siguientes líneas no sólo como homenaje al compañero fraterno, sino en radical descuerdo con quienes tiempo atrás se empeñaran en manchar con sangre gratuita su victoria:

Un día también conoceremos todos la verdadera justicia; la de Dios. Y entonces Muniesa aparecerá con la suprema satisfacción de estar por encima de las ruindades humanas. Entonces, como ahora, podremos decir: ¡Bienvenido él y desgraciados sus verdugos, que no escaparán de la justicia divina, ante la que de nada sirven delaciones ni coartadas!”.

El buen galeno, profesor universitario y afanoso directivo, fue tan sólo una víctima más de la podredumbre moral desatada durante esos días, cuando 50.000 años de evolución parecieron evaporarse, devolviéndonos a una bestialidad propia de alimañas.

Finalmente en Badajoz, el F. C. Extremadura perdió a sus dos últimos presidentes, Saturnino Merino Garrido y Miguel Villena Ballesteros. El primero había jugado en el Extremadura, hasta que sus estudios de Derecho lo llevaron a la Universidad de Deusto, donde estuvo defendiendo el marco del equipo universitario, como recogiera José Joaquín González en su excelente Historia del C. F. y la U. D. Extremadura. Merino, de vuelta a Almendralejo, disputó las campañas 1927-28, 28-29 y 29-30, hasta que el paréntesis competitivo del Extremadura le hiciese recalar en el Emérita y el Deportivo Militar. Cuando de cara al ejercicio 1935-36 volviera a apuntalar su estructura el Extremadura, tornó a situarse bajo los tres palos. Fue, incluso, presidente de la entidad, hasta que renunciase al cargo en vísperas del estallido bélico, con el propósito de seguir atajando balones durante el campeonato que la guerra se encargó de abortar. Su sucesor, Miguel Villena Ballesteros, contratista de obras, accedió al cargo con 30 años y ni siquiera tuvo tiempo de estrenarse, puesto que ambos serían asesinados en la cárcel de Almendralejo el 7 de agosto de 1936. Saturnino Merino, además, cayó junto a su padre y hermano, por el simple hecho de pertenecer a una clase social acomodada, circunstancia que en el léxico de aquellos días infaustos equivalía a representar la explotación fascista. Más adelante, combatiendo, la guerra también se llevó a Francisco Cotilla Rodríguez, secretario durante el mandato de Saturnino Merino.

Ejecutado por milicianos cayó Antonio Béjar Martínez, hombre muy vinculado a la misma entidad, pues suyas eran las crónicas deportivas del periódico “Hoy”, editado en Badajoz. Su compromiso no ya con el periodismo, sino con la verdad, quedó de manifiesto al pasar unas horas encarcelado tras hacerse eco de cierta noticia cuya autenticidad iba a quedar rápidamente esclarecida. Meses antes de la sublevación franquista, cuando las dos Españas ya estaban muy enfrentadas, abandonó la corresponsalía para convertirse en redactor de plantilla. A sus 25 años se alojaba en una pensión pacense, junto a su redactor jefe, Herminio Pinilla, y el presbítero José Valentín. El 9 de agosto del 36 un grupo de milicianos irrumpió en el establecimiento, llevándose al sacerdote y al novel periodista. Pinilla, redactor jefe en el medio informativo, tuvo más suerte al hacerles creer era un simple estudiante. Mentira que le salvó de recibir un balazo, junto a sus compañeros de pensión. El “crimen” de Antonio Béjar se reducía a prestar servicios en una cabecera de adscripción católica.

Continuar con vida o recibir una rastrera ración de plomo, se asemejaba mucho a la más dramática lotería, con sobreabundancia de números perdedores.

Entre las bajas que el segmento gestor padeció durante aquellos tres años de locura, el posterior ajuste de cuentas mediante causas penales, y la severa depuración con que los nuevos mandamases del deporte rey trataron de dar ejemplo, nuestro fútbol, por lo tocante a sus despachos, apenas guardó semejanza con el de 1936 cuando las competiciones volvieron a reanudarse.

NOTA: Agradeceremos vivamente cualquier corrección, ampliación o comentario sobre el listado de bajas inserto en el primer artículo de esta serie, que contribuya a enriquecerlo. Pueden establecer contacto dirigiéndose a:

cihefe@cihefe.es

Nuestro reconocimiento anticipado.

 




Virgilio Da Costa Neves. Primer portugués del FC Barcelona.

Entre 1903 y 1906 jugó en el FC Barcelona un extremo derecho procedente del Hispania llamado (según diferentes fuentes) D´Acosta, Da Acosta o Da Costa al que, de forma errónea, se ha considerado tradicionalmente italiano o de origen italiano. Desconocemos el momento exacto en el que nace semejante teoría, aunque no nos sorprende dados los antecedentes que hemos ido desvelando en esta misma publicación sobre nacionalidades erróneas de jugadores del Barça: el “argentino” Garchitorena (filipino) (Arrechea, 2011) o el “polaco” Rositzky (alemán) (Scheinherr & Arrechea, 2017), antecedentes que denotan falta de rigor en las investigaciones sobre la historia del FC Barcelona y una reiteración ad nauseam de tópicos y errores, copiados de un autor a otro durante decenios sin romper el círculo vicioso acudiendo a las fuentes.  Estamos en condiciones de aclarar el verdadero nombre del supuesto italiano “D´Acosta”, su verdadera nacionalidad y las circunstancias que propiciaron su paso por la ciudad de Barcelona y por el FC Barcelona.

Virgilio Da Costa Neves nació en Oporto (Portugal) el 23 de septiembre de 1881. Entre 1900 y 1905 estuvo en la Universidad de Ciencias Aplicadas Hochschule Mittweida (Sajonia, Alemania) estudiando Ingeniería Mecánica (Stascheit, Pernt, Blechschmidt-Vogel & Martínez Gámez, 2016, p. 92). Allí estableció amistad con Udo Steinberg, ingeniero técnico industrial por la misma universidad y polifacético deportista que se instaló en Barcelona por motivos profesionales siendo decisivo en la fundación de varios clubes deportivos como el Real Club de Tenis Barcelona, además de ser directivo y jugador del FC Barcelona y fundador de la primera escuela de fútbol del club azulgrana (Closa, Pablo, Salas & Mas, 2015).

Virgilio Da Costa Neves ya había descubierto el fútbol en sus años universitarios de Mittweida y jugó en el Mittweidaer Ballspiel-Club en esa época. En 1902 empezó a realizar visitas a Barcelona y a jugar esporádicamente con el Hispania y con el FC Barcelona por amistad con Steinberg. Debutó en partido oficial el 29 de noviembre de 1903 en el encuentro del Campeonato de Cataluña FC Barcelona 3-Joventut 0, jugando intermitentemente hasta su despedida el 28 de febrero de 1906 en el amistoso: FC Barcelona 3-Veteranos FC Barcelona 0[1].

Poco antes de abandonar Barcelona Da Costa fue uno de los fundadores de la “Sección España” de la Asociación de Socios Veteranos del Mittweidaer Ballspiel-Club junto a otros destacados futbolistas que, al igual que él, habían pasado por la Hochschule Mittweida:

«El célebre F. C. de Mittweida (Sajonia), tiene constituida una Asociación de sus socios veteranos dispersados por todo el mundo, de ellos, hay unos 30 en España que acaban de fundar una “Sección España”, siendo muy fácil que esto influya en que el célebre Team del citado Club, haga un viaje a España combinándolo con Matchs en Karlsruhe y París. Forman parte de la nueva “Sección España” los conocidos foot-ballistas A. Alonso de Vigo, de Arzagua [sic] y de Urizar de Bilbao y da Costa y Steinberg de Barcelona.» (Foot-ball, 1906)

En 1906 Virgilio Da Costa Neves regresó a su Oporto natal para trabajar como ingeniero y su retorno coincidió con la fundación del Futebol Clube do Porto (había existido en 1893-1894 otro club con el mismo nombre que desapareció), como no podía ser de otra manera tras su carrera futbolística en Mittweida y Barcelona, se sumó con entusiasmo al nuevo proyecto siendo uno de los socios fundadores de la nueva entidad (Rodrigues Teles, c. 1954, p. 68).

El semanario deportivo-humorístico Xut! le recordaría muchos años más tarde en su habitual tono sarcástico:

«Tenien un portuguès que es deia D´Acosta [sic], molt amic d´un anglès que es deia Harris…

Mau!…[2]« (El Conclave, 1924)

Por todo ello, creemos demostrado que Virgilio Da Costa Neves fue el primer jugador portugués del FC Barcelona “desbancando” de dicho ranquin al angoleño-portugués Jorge Alberto Mendonça (1967-1969). En total han sido nueve los futbolistas lusos que han jugado en el Barça:

Virgilio Da Costa Neves 1903-1906
Jorge Alberto Mendonça Paulino 1967-1969
Luis Filipe Madeira Caeiro “Figo 1995-2000
Vítor Manuel Martins Baia 1996-1998
Fernando Manuel Silva Couto 1996-1998
Simao Pedro Fonseca Sabrosa 1999-2001
Ricardo Andrade Quaresma Bernardo 2003-2004
Anderson Luis de Souza “Deco 2004-2008
André Filipe Tavares Gomes 2016-

Agradecimientos

Dra. Marion Stascheit (Leiterin Hochschularchiv, Hochschule Mittweida).

Fuentes

Arrechea, F. (2011, mayo). Garchitorena: el primer argentino del Barça era filipino. Cuadernos de Fútbol, 21, CIHEFE.

Carbó, D. (1924). Historial del FC Barcelona, 1899-1924. Barcelona: Imp. Costa.

Closa, A., Pablo, J., Salas, J. A. & Mas, J. (Coord.) (2015). Gran Diccionari de jugadors del Barça. Barcelona: Editorial Base.

El Conclave (1924, 3 de diciembre). L´ante-passat, el passat, el present i el futur del “Barcelona”. El Xut!, p. 4.

Foot-ball (1906, 1 de marzo). El Mundo Deportivo, p. 4.

Llobet, J. (1906, 1 de abril). Foot-ball. Los Deportes, pp. 178-179.

Rodrigues Teles, A. (c. 1954). História do Futebol Clube do Porto. Oporto: Tipografia Marca Candido Rocha.

Scheinherr, E. & Arrechea, F. (2017, marzo). Walter Rositzky. El primer polaco del fútbol español no era polaco. Cuadernos de Fútbol, 85, CIHEFE.

Stascheit, M., Pernt, K., Blechschmidt-Vogel S. & Martínez Gámez, E. (2016). Zum Leben und Wirken von Udo Steinberg. Mittweida: Hochschularchiv Mittweida (Hrsg.).


[1] Algunas fuentes, siguiendo a Daniel Carbó (1924), dan como último partido de Da Costa (generalmente llamándole “D´Acosta”) el correspondiente al Campeonato de Cataluña jugado el 25 de marzo de 1906 (FC Barcelona 5-2 Català). Las crónicas del partido como la de Llobet (1906) indican que no jugó dicho encuentro.

[2] Traducción: “Tenían un portugués que se llamaba D´Acosta [sic], muy amigo de un inglés que se llamaba Harris… ¡Miau!*...”

*”Mau” es una interjección catalana utilizada para expresar desconfianza.




Piterman, un puntillero iconoclasta

Hubo una vez un príncipe encantador, capaz de decir a casi todo el mundo lo que quería escuchar. Y como suele ocurrir con los príncipes, parte de la ciudadanía, los medios de difusión e incluso quienes atesoraban llaves de cajas fuertes, se sintieron tentados a creer en él. Pero ese príncipe en realidad no era tal. Por las noches, sobre todo si deflagraban los truenos o tamborileaba la lluvia en los ventanales, se transformaba ante el espejo en su auténtico yo:un sapo gris, torpe y fuera de sitio.

Así podría empezar la historia de Dimitri Piterman, como un cuento al revés, sin hadas ni princesas compasivas dispuestas a redimirle mediante el beso.

Natural de Odessa, Ucrania (18-XII-1963), con 14 años se trasladó a los Estados Unidos, donde amén de obtener una beca en la Universidad californiana de Berkeley merced a sus condiciones atléticas -salto de longitud y triple salto-,amasó un capital dedicándose al negocio inmobiliario. Había cumplido los 35 cuando, instalado en la Costa Brava, asumió primero la presidencia del Tossa (encuadrado en categoría Regional), y acto seguido la del Palamós por el expeditivo procedimiento de avalar sus deudas. Corría el año 1999, la entidad, no mucho tiempo antes militante en 2ª División, se hallaba varada en 3ª con una buena vía de agua y sin apenas marinería. Piterman, claro está, se presentó como salvavidas, entre promesas utópicas o extravagantes: “Confío en subir a Primera”, dijo. Obvio brindis al sol, si se tiene en cuenta que la localidad gerundense disponía tan sólo de 14.000 habitantes. Además la 3ª era entonces, y continúa siéndolo hoy, un pozo hondo que a casi nadie parece interesar.

Su primera medida resultó tan drástica como incongruente: destituir al entrenador tres días antes de que la campaña arrancase. Adiós pretemporada. Adiós planes y proyectos, mecanismos y métodos. Cuando sus contrincantes creían estar ya engrasados, al conjunto ampurdanés le tocaba volver a empezar desde cero.

Poco más tarde comenzó a construir un complejo hotelero mediante desembolso de 1.200 millones de ptas. (7.230.000 euros), así como un club deportivo con gimnasio y piscina, al tiempo que residencia para los futbolistas. Buscaba así, según comentó, más complicidad en el conjunto, un mejor clima, producto de la confraternización, y amplias dosis de empatía. Lujo asiático para la cuarta categoría de nuestro deporte nacional, cuyo beneficio parecía incuestionable a tenor de cuanto los muchachos iban a acreditar sobre el césped.

En el Palamós de 1999-2000 jugaba el atacante santanderino Jesús Gómez de Cos (26-X-1968), trotamundos sin muchos galones que a lo largo de 12 años había vestido las camisetas de la Gimnástica, Marina Cudeyo, Racing de Ferrol, Baracaldo, Xerez, Numancia, Murcia, Pontevedra y Noja. Era uno de los más veteranos en el elenco gualdiazul, y quizás por ello, porque la veteranía siempre es un grado en cualquier vestuario, porque acercándose el momento de colgar las botas quién más y quien menos suele buscar algún clavo al que agarrarse, debido al carácter gregario del futbolista o simplemente porque a Piterman le cayó bien, patrón y pupilo acabaron congeniando. Después de todo, en alguien debía apoyarse quien sin saber mucho de tácticas y sistemas parecía empeñado en dirigir desde el banquillo a su equipo.

Dimitri Piterman durante sus días de vino y rosas, con el Palamós ascendido a 2ª B y aclamado en Santander como redentor del Racing.

Dimitri Piterman durante sus días de vino y rosas, con el Palamós ascendido a 2ª B y aclamado en Santander como redentor del Racing.

Finalizado el ejercicio 99-2000, Chuchi Cos se enroló en el Tropezón de Tanos, desde donde habría de regresar a la Costa Brava. Aquella campaña, la correspondiente a 2001-02, resultó especial para el Palamós y la dupla Piterman-Cos. Porque durante la misma, el antiguo atleta tomaba su gran decisión, destituyendo al técnico Quique Yagüe, poniéndose el chándal para dirigir cada entrenamiento y dirigiendo al equipo desde el banquillo los domingos, con ayuda de Cos. Yagüe aseguró públicamente romper su carnet profesional si los ampurdaneses acababan entre los diez primeros con el dúo a la batuta. Tanto a él, como a muchos técnicos y parte del público, le costaba entender que Federación y Colegio de Entrenadores consintiesen la presencia en el banquillo de un intruso, contraviniendo normativas. ¿Para qué servían los exámenes y el título de entrenador, a santo de qué meses dedicados al estudio y la evaluación cotidiana, si cualquiera podía hacer de su capa un sayo exhibiendo la chequera. Pero Yagüe hubo de tragarse su orgullo cuandoel Palamós se encaramababrillantemente a 2ª B. Éxito,al parecer, fraguado en un ambiente distendido y con rotaciones semanales, que llevaban al colectivo a sentirse partícipes del sueño.

Dimitri Piterman, entonces, vivió sus primeros minutos de gloria al ser reconocidodesdelas páginas de “Don Balón” (Nº 1362, noviembre de 2001), con entrevista y reportaje. Algo raro con respecto a la 3ªDivisión, quede claro, máxime si consideramos la distribución nacional de esa revista hoy desaparecida y entonces referente en la materia.El estadounidense nacido en Ucrania se presentaba como hombre resuelto y con ideas claras, ambicioso, tozudo y en cierta medida innovador. Lógicamente, también aprovechaba el mediopara justificar su osadía de técnico advenedizo, aunque muy a su manera: “Creo que los entrenadores deben actuar como presidentes”.

Curiosa forma de volver el calcetín del revés, pues lo que él hacía no era otorgar más responsabilidades a un técnico titulado, sino descender él mismo  hasta el banquillo, como propietario, e impartir órdenes.

Resultaba obvio que el Palamós iba a quedársele corto muy pronto. Los tiburones, ya se sabe, no suelen contentarse con modestas sardinas. Y él acechó la oportunidad, hasta descubrirla en un Racing a punto de evaporarse.

Allá por noviembre y diciembre de 2002, el máximo accionista del club cántabro, Santiago Díaz, no estaba por la labor de presentar más avales ante Caja Cantabria. Tampoco parecía remangarse ninguna empresa local, asumiendo de buen grado alguna inyección económica o prestándose a patrocinios poco rentables, vistoel asunto desde la pura ortodoxia publicitaria. Así las cosas, no parecía descabellado que la crisis desembocara en disolución social. Entonces apareció Piterman, dispuesto a hacerse con el 24 % de las acciones de Díaz, a cambio de carta blanca en el consejo de administración y control absoluto sobre la entidad, con poderes ejecutivos. Díaz, además, colocaba a última hora otro 10 % de su paquete a Nuga S. A., compañía propietaria de los supermercados “Lupa”.

Quienes estuvieron presentes en aquella Junta de Accionistas no olvidarán tanto suspense. La apertura de sesión sufrió una demora de 25 minutos, mientras se redactaba a toda prisa un documento firmado por Caja Cantabria para aceptar los avales de Dimitri Piterman y Santiago Díaz, así como la reducción de consejeros (de 11 a 10). Luego tanta incertidumbre contenida se tradujo en aceptación de todo por unanimidad. Y a partir de ahí, los discursos, el derroche de fantasías y un protocolario intercambio de flores:

“Dimitri viene a trabajar para hacer un Racing grande, que luche por la Liga y la Champions -aseguró Santiago Díaz-. Porque este joven valiente, al que nadie ha regalado nada, que arriesga y cree en algo, que apuesta por ello y ante el que hay que quitarse el sombrero porque no es fácil invertir en una sociedad de fútbol, ha elegido el Racing para nuestra fortuna”.

Piterman replicó que mantenía un especial cariño por el pueblo de Santander desde que ultimase allí su puesta a punto para los Juegos Olímpicos de Barcelona´92 -en los que por cierto no llegó a intervenir-, y donde nació uno de sus hijos. Ya en el terreno de los propósitos aseguró concentrarse en servir a los socios, a los jugadores y a los empleados del club, anticipando su intención de apostarpor la entidad al cien por cien:

“La mayoría de los presidentes son empresarios con muchas obligaciones y sin tiempo para hacer dos cosas a la vez. Por eso no salen bien los planes. Yo voy a replantear mis negocios, porque esta empresa es complicada y necesita mucha atención”. Dimitri Piterman y Santiago Díaz, inmortalizando el traspaso de poderes. Acababa de sonar para el Racing el pistoletazo de salida en una loca carrera hacia el desastre.

“La mayoría de los presidentes son empresarios con muchas obligaciones y sin tiempo para hacer dos cosas a la vez. Por eso no salen bien los planes. Yo voy a replantear mis negocios, porque esta empresa es complicada y necesita mucha atención”.
Dimitri Piterman y Santiago Díaz, inmortalizando el traspaso de poderes. Acababa de sonar para el Racing el pistoletazo de salida en una loca carrera hacia el desastre.

El Racing de Santander cerraba un diciembre de 2002 tenebroso, para encarar enero de 2003 con satisfecha tranquilidad. Al menos así pensaron los accionistas minoritarios, la prensa local, el aficionado de oídas, los socios y casi todos los portavoces de peñas.

El ascenso deportivo y social de Dimitri Piterman pronto tuvoconsecuencias en el Palamós, puesto que otorgaría la representación simbólica de sus acciones a Robi, entrenador, y Jordi Condom, eterno capitán del conjunto, hoy técnico en el campeonato belga. Desde la población catalana también llegaron ecos discrepantes. Junto a quienes veían su salida con alivio después de tanto personalismo, pérdida de masa social y falta de identificación, se alineaban defensores a capa y espada. Éstos, particularmente, concentrados en peñas. “Seguro que seguirá apoyándonos, porque lo ha prometido. Con él no hay términos medios, lo sé. O se le ama o se le odia. Pero yo le pondría un 11 sobre 10”, sentenció el presidente de la ampurdanesa Peña Sant Antoni.

De aquella Junta de Accionista santanderina salieron también ciertas pautas a medio hilvanar, que en un primer momento apenas suscitaron atención. La posibilidad de que Piterman se convirtiese en el primer presidente del Racing con sueldo, y unavoluntad no oculta de trasplantar métodos experimentados en Palamós. Dicho más claramente, ejercer como entrenador, pesara a quien pesase.

Manolo Preciado fue, por lo tanto, el primero en caer. “Me ofrecieron seguir en el club, dedicado a las categorías inferiores o con cualquier otro cargo a mi conveniencia. Pero ya había expuesto a Piterman en su momento que ninguna de esas opciones entraba en mi cabeza”, justificó ante la prensael antiguo defensa cántabro, convertido en novel, aunque exitoso primer entrenador, durante su comparecencia de despedida. Y para disipar cualquier duda,  concretó: “Tengo clara cual es mi parcela de responsabilidad, y sobre ese punto nada cabe negociarse. Por eso lo mejor era buscar una solución. Él pretendía intervenir en decisiones técnicas. A eso se debe mi marcha del club”.

Preciado acababa de firmar un trabajo excelente y la plantilla lo adoraba. Lo habitual suele ser que en tiempo de terremotos cualquier loa al pasado llegue “of the record” o envuelta en la sordina de Louis Armstrong. Pero por una vez, varios jugadores del Racing dieron la cara. “Estamos tristes, porque para nosotros Preciado fue casi un padre durante estos seis meses -dijo el guardameta Ceballos-. Su comportamiento ha sido extraordinario, muy digno de alabar”. Ismael Ruiz también fue claro: “Por supuesto que la plantilla está afectada. Nosotros estábamos muy conformes con el trabajo que veníamos haciendo”. Al ucraniano le llovieron críticas desde muchos medios estatales y algunos cántabros. Era personaje buscado, perseguido casi por los medios, porque constituía noticia de alcance, fuere para reírle las gracias o poniéndolo a escurrir. José Ramón de la Morena hasta le colgó el teléfono en plena entrevista sostenida para El Larguero, programa estrella en la franja nocturna de la cadena SER. J. J. Santos, desde Antena 3, más que con guante blanco se despachó a gusto enfundándose los de boxeo. “Éste sobra del fútbol”, tituló “Marca” en portada un jueves, con tipografía de cuatro cuerpos, sobre una foto del mandamás vistiendo chándal y sentado sobre un balón en las instalaciones de entrenamiento. El deportivo madrileño añadía en subtítulos: “Estoy más cómodo en el banquillo que en el palco”. “La L.F.P., impotente; los técnicos claman y Cos pone el carnet”.

Manuel Preciado. Su dignidad y respeto por la profesión de entrenador le impidieron someterse al dictado de un arrollador Piterman.

Manuel Preciado. Su dignidad y respeto por la profesión de entrenador le impidieron someterse al dictado de un arrollador Piterman.

Chuchi Cos de nuevo. Su amigo y mano derecha en el Palamós, volvía a servirle de palafrenero. Al menos hasta donde buenamente podía, porque en lo tocante a la acidez y crudeza de bastantes medios, cualquier capotazo hubiera resultado inútil.

Desbordado por los acontecimientos, al director general, presidente, accionista y entrenador fantasma del Racing, sólo se le ocurrió ampararse en una maniobra de distracción, filtrando al “Diario Montañés” la falsa noticia de unos contactos muy avanzados con el goleador brasileño Romario, como primer refuerzo de un Racing cuyas aspiraciones pasaban ineludiblemente por los títulos de Liga y Champions. Intento vano e infantil,pues cualquiera sabe que hasta las escobas pueden disparar con postas si las carga el demonio. Cuando los representantes del internacional carioca desmintieron cualquier aproximación, Piterman quedó desnudo y como mentiroso, amén de en muy mal lugar con los informadores de la región cántabra, a quienes la filtración había dolido por desleal, interesada e innoble, al evidenciarse trato de favor. Acababan de descubrir al trilerillo casposo, ocultado el guisante entre los dedos.

Mientras tanto, la afición pasaba del astro que no venía a los refuerzos que si llegaban, éstos procedentes de la modesta 2ª División B. Así podía empedrarse bien el camino hacia la Champions.

Pese a todo, nuestro hombre seguía engañando a los más despistados. Porque ciertos informadores se hacían eco de un magnífico ambiente en vestuarios: “Todo allí es distensión y familiaridad. No quiere que sus jugadores le llamen de usted. Prefiere míster, presi, Piterman o Dimitri”. Los había que hasta cacareaban como gallinas cluecas el “innovador método de preparación física”, consistente en “sesiones sobre la arena de El Sardinero, como resultado de las cuales el futbolista sale fortalecido y la afición puede ver que se lo están currando de verdad”.

Mal andaba de conocimientos quien así escribía, pues lo de entrenar en la playa, no ya sobre la arena, sino con agua hasta las rodillas, debió nacer sobre los años 30 ó 40 del siglo XX. Y por cuanto respecta a España, los Igartua, Larrauri, Uriarte, Aranguren, Betzuen, Zugazaga, Echeverría, Sáez, Estéfano, Arieta II, Iríbar o Rojo I, ya lo hicieron cuarenta y dos veranos atrás, con el Athletic, a las órdenes de Ronnie Allen.

El diario “Marca” mantuvo una posición beligerante con respecto al extravagante Piterman.

El diario “Marca” mantuvo una posición beligerante con respecto al extravagante Piterman.

Como a buen seguro les habrá sucedido firmantes de lujosas hagiografías sobre Mario Conde y demás individuos por el estilo, seguro que varios profesionales del periodismo experimentarían el sonrojo releyendo sus alabanzas de antaño. “El nuevo hombre del Renacimiento”, tituló su crónica “Don Balón”, sin ironía ni sorna, tras el bochornoso espectáculo ofrecido por este “renacentista” en el Sadar, ante Osasuna. Y a continuación, justificando el título, añadía: “Dimitri Piterman, un emprendedor empresario estadounidense que desea convertirse enun nuevo hombre del renacimiento, en pleno siglo XXI. Es decir, una persona avanzada a su época que domina y trabaja en todos los campos”.

Quien sí se sonrojó fue nuestro fútbol, a raíz del esperpento vivido en Pamplona. Para la RFEF, Cuchi Cos era a todos los efectos legales único entrenador del Racing, puesto que disponía de la preceptiva titulación. Y ante Piterman, como ocupa del banquillo, el enteconsideró no debía mostrarse contemplativo.Primero le negó atributos para saltar al césped. Luego no quiso tramitarle ficha de utilero. Cuando desde Santander se barajó la posibilidad de sustituir al anterior delegado por el mismísimo señor presidente, burlando de este modo el “boicot”, guardó silencio. Y por fin, tan pronto “el hombre avanzado a su tiempo” se sentaba a pie de línea caliza luciendo un peto de fotógrafo, se armó el belén. Una nube de fotógrafos reales lo asó con sus flashes, entre el choteo de la afición pamplonica y la estupefacción de los jugadores cántabros. El monosabio, por una vez, concitaba mucha más atención que los toreros en el patio de cuadrillas.

“Piterman, anímate y hazte ficha de jugador”, tituló su crónica Juan José Díaz. “El show de Piterman en el Sadar desprestigió a nuestro fútbol”, eligió como arranque José Luis Hurtado, cuyo trabajo se abría con un interrogante: “¿La Liga de las estrellas?”.Y a continuación sintetizaba: “El show de Piterman fue el desenlace surrealista de la jornada. Dimitri fue presidente, entrenador y fotógrafo dominguero. No falla. Si promete sorpresas, las hay”.

Y es que, en efecto, cámara en ristre y sin despojarse del peto, el ucraniano pasó los 90 minutos transmitiendo consignas a Chuchi Cos a través del teléfono móvil.

“Somos el hazmerreír del fútbol español, los protagonistas de un auténtico circo”, se condolió un miembro de la plantilla santanderina, luego de exigir se le otorgara anonimato. Incluso desde el propio consejo de administración montañés escapaban voces preguntándose si merecía la pena incordiar al poder establecido, máxime considerando que sólo dos temporadas atrás, al destaparse un tinglado de pasaportes falsos, el propio Racing ya fue perjudicado. “Está fuera de contexto. Incumple las normas, tanto las legales como las éticas”, sentenció por esas mismas fechas el entrenador aragonés y antiguo internacional Víctor Muñoz, desde una columnita en “Don Balón”, que acertaba a cerrar con toda lucidez. “Se han roto las estructuras y eso puede ser perjudicial para las Sociedades Anónimas en la marcha del fútbol profesional”.

Nada, sin embargo, parecía llevar a Piterman por el sendero del análisis, puesto que tras definirse como hombre pragmático en una entrevista, argumentaba que sus acciones no afectaban a ningún colectivo, porque él nunca dijo fuese el primer entrenador del club. A lo largo de la misma parecía vivir en primera persona un cuento de hadas, o si se prefiere la total inmersión en realidades paralelas. “Aspiro al modelo económico de una empresa. Quiero proponer al fútbol europeo muchos cambios, para que bancos y empresarios empiecen a tratar esto como una verdadera empresa.Podemos mejorar mucho la calidad del fútbol, dándole más estabilidad y espectáculo, como ocurre en la NBA o la NFL, donde no existen ascensos y descensos y sí una gran calidad de competición”. Al preguntársele si su actuación en Pamplona supuso un desafío, empleaba argumentos un tanto discutibles. “Sí, fue una provocación para que la gente vea dónde está la verdad. Ahora se habla de ello. A veces la democracia no consigue buenos resultados y hay que hacer pensar a la gente”. Respecto a su compromiso con los demás accionistas, seguía subido a la parra. “Sacar beneficios deportivos, ganando la Liga y la Champions. Y buenos resultados económicos”. El método para lograrlo, su fórmula, tenía algo de cuento de la lechera y mucho de ecuación especulativa: “Aplicar la economía de cualquier empresa, cuadrando las cuentas, sin gastar más de lo que se tiene”. Hasta ahí de acuerdo. Pero a continuación añadía: “El Racing no tiene por qué resignarse a un tope de 3.000 millones de ptas. Pueden ser 20.000”. Finalmente, acerca de su obsesión por aglutinar los cargos de presidente y entrenador, aseveraba: “Para mí es algo inevitable, porque de ese modo tienes todo el control sobre el único activo, que es el jugador. Has de permanecer muy cerca de él, para ver cómo está, qué problemas tiene y en qué estado de forma se encuentra”.

Según este último planteamiento, los presidentes o directores generales de compañías aéreas deberían estar toda la vida al timón de sus aviones, para comprobar su auténtico estado, detectar posibles deficiencias en el “handling” o el grado de satisfacción del pasajero. Los magnates del petróleo a pie de torreta, usurpando labores propias de un perito. Y rizando el rizo, pongámonos en lo peor ante un simple achaque, porque cualquier inversor en establecimientos hospitalarios podría dirigir el departamento de urgencias desde la más profunda estulticia, o presentarse en quirófanos, blandiendo el bisturí, mientras los capellanes administraban a destajo la extremaunción.

Huelga indicar que el Racing no ganó la Liga, ni se acercó siquiera a los puestos de Champions. Bien al contrario, con un señor tiro en el ala iba a pasar de mano en mano como moneda falsa, saltando de un supuesto industrial indio que arengaba al público desde el palco, bien provisto de guardaespaldas, a por lo menos un fichaje con coste cero, según el entrenador de turno, contabilizado mediante salida de 600.000 euros, ya sin el indio de por medio, puesto que Interpol parece lo había incluido en sus listados de búsqueda y captura.Hubo descenso a 2ª División. Y de inmediato a 2ª B, justo en vísperas de conmemorar el Centenario. Sólo en la prórroga, cuando el desmantelamiento social parecía inevitable, la devoción de un puñado de exfutbolistas y el éxtasis del aficionado de a pie, permitió esquivarpor dos veces el KO. Muy curioso que justo lo demodé, lo antiguo e inútil, es decir el fervor popular, el apego a la tradición y los colores, rescatase lo que la Sociedad Anónima iba a llevarse a pique.

Pero antes de que todo esto ocurriera, DimitriPiterman, tras salir del Racing por la puerta de atrás y medio resbalando,estaba bien lejos. Se había convertido en accionista mayoritario del Deportivo Alavés, luego de que todos los intentos de su anterior dueño y presidente del consejo, Gonzalo Antón, no hallasen a quién vender sus acciones en el ámbito empresarial de la provincia vasca. Los albiazules acababan de tocar techo con el valmasedano Mané en su banquillo, al perder por los pelos una final a doble partido de la Copa UEFA (actual Europa League). Estaban en 2ª, con firmes aspiraciones de ascenso. El graderío semejaba una caldera cada dos domingos. Hasta que en 2004 una guadaña comenzó a segar la hierba de Mendizorroza.

Con el inseparable dúo Piterman – Chuchi Cos, el primero como mandamás y entrenador en la sombra, el segundo desde la secretaría técnica o en el banquillo, cual obediente lacayo, los alaveses vivieron de sobresalto en sobresalto.

Gonzalo Antón, timonel cuando los alaveses disputaban su hasta hoy única final europea. Cuando quiso abandonar el club, sólo Dimitri Piterman mostró interés por las acciones. Poco faltó para que 85 años de historia blanquiazul se fueran al traste en 1.100 días.

Gonzalo Antón, timonel cuando los alaveses disputaban su hasta hoy única final europea. Cuando quiso abandonar el club, sólo Dimitri Piterman mostró interés por las acciones. Poco faltó para que 85 años de historia blanquiazul se fueran al traste en 1.100 días.

Cierto que al concluir el ejercicio 2004-05 nadie les privó de festejar su retorno a la élite. ¡Pero a qué precio! Parte de los fichajes en una plantilla tan cara como excesiva, resultaron un fiasco. Ciñéndonos sólo a los extranjeros, el francés Nicolas Ardouin se vistió de corto una vez. El-Hadji Pape Sarr, de Senegal, disputó 15 partidos, lo que podría engañar, pues únicamente estuvo 976 minutos sobre el césped. Maximiliano Flotta, argentino, se quedó en 33 minutos, distribuidos en dos choques. Alexandr Mostovoi, antiguo “Zar” en el Celta, fue visto y no visto en un único partido, durante 12 minutos. Y Mario Jardel, antaño goleador brasileño de tronío, a sus 31 años, afligido por problemas personales, físicos y anímicos, ni siquiera pudo estrenarse. Ya en 1ª, la campaña 2005-06, Chuchi Cos regentó el banquillo desde la primera jornada hasta la 18. Juan Carlos Oliva -de la 19 a la 23- fue fulminantemente destituido por no aceptar los “consejos” de su patrón al conformar el equipo, pese a no haber perdido ninguno de aquellos 5 partidos. Rubricó el descenso sin ninguna gloria y a cambio de vender su dignidad por un plato de lentejas, el argentino Mario Benito Luna; otra rodilla genuflexa, como las dos de Cos, ante el “príncipe renacentista”.

Por cuanto respecta a rentabilizar inversiones, de nuevo con una plantilla que a lo largo del torneo superaría los 30 efectivos, el francés Mehdi Lacenvistió de albiazul 19 tardes, para acumular 964 minutos. Wesley Da Silva, brasileño, 364 minutos a lo largo de 10 comparecencias. Blagoy Georgiev, búlgaro, 289 minutos en otros 10 partidos. Arthuro Bernhart, de Brasil, 102 minutos en 6 encuentros. El también brasileño Eiton Machado 62 minutos en 4 choques. Henri Antchouet, de Gabón, 60 minutos durante 3 saltos al campo. No se estrenaron Antonio Pacheco (uruguayo), Claude Gnakpa (francés), y Nicolas Ardouin, el galo que pese a jugar un solo partido la campaña precedente continuaba en el equipo.

Pero la descomposición total iba a producirse a lo largo del campeonato 2006-07, con Julio Bañuelos sentado en el banquillo las dos primeras jornadas, Chuchi Cos, sempiterno secretario técnico, de la tercera a la decimonovena, Fabri González de la 20 a la 26, José Alberto Garmendia como solución de emergencia en la 27, y otra vez el argentino Mario Benito Luna, quien rubricase el descenso varios meses antes, de la 28 a la 32.Finalmente,y sin Cos ni el antiguo atleta en el horizonte, Quique Yagüe, quien fuera destituido por Piterman en el Palamós y no rompiese el carnet, conforme tuvo la debilidad de prometer en pleno calentón. Por no perder la costumbre, volvieron a pasar 33 futbolistas por la plantilla, de los que 5 ni debutaron (Javi Jiménez, Marcos Gondra, Iroitz Hernández, Luis Carreras y Juan Epitié). El senegalés Pape Thiaw gozó de 20 únicos minutos, en tanto Ian Uranga y Wesley Lopes da Silva, brasileño, no alcanzaban los 200 minutos.

Luis Carreras durante su etapa en el Mallorca. Piterman y Cos le hicieron la vida imposible. Al ser insultado en público demandó a su presidente y tirano, obteniendo satisfacción económica.

Luis Carreras durante su etapa en el Mallorca. Piterman y Cos le hicieron la vida imposible. Al ser insultado en público demandó a su presidente y tirano, obteniendo satisfacción económica.

Durante el año 2006, como si no tuviese bastantes frentes que atender, el inefable Piterman, que seguía decidiendo quién jugaba y cómo debían encararse los enfrentamientos, anunció la puesta en marcha de otro proyecto en los Estados Unidos, inspirado en el Deportivo Alavés. Algo así como una franquicia disfrazada bajo el nombre de California Victory, que tras competir un año en la United Soccer League experimentaría la total desintegración. Para entonces, tanto Cos como el Ucraniano eran personas non gratas en Vitoria. Buena parte del público habitual decidió no acudir al estadio. Quienes seguían haciéndolo por no perjudicar aún más a la entidad, o bien abroncaban al tándem mediante cánticos hoy perseguibles por la Comisión Antiviolencia y el Comité de Competición, o a daban la espalda al césped de forma pactada, a manera de repulsa. Por fin una tarde, según aireó el centro emisor de la SER en Álava, Chuchi Cos tiraba la toalla, salía de Mendizorroza durante el descanso y antes de hacerse al asfalto, rumbo a Santander, pudo vérsele saboreando una cañamientras once jugadores de azul y blanco dirimían el ser o no ser de la entidad. Apuntaba la primavera de 2007. Desde ese instante Dimitri Piterman podía ser considerado historia negra.

Para los juzgados, no obstante, aún iba a seguir de actualidad durante un tiempo. El defensa Carreras, insultado gravemente por el ucraniano en presencia de la plantilla, le interpuso una denuncia. Piterman tuvo que hacer frente a 5.000 euros de indemnización. En su loca deriva, el reyezuelo alavesista se permitió incluso amenazar con una querella al concejal de deportes del Ayuntamiento vitoriano, tan sólo porque desde esa institución no querían dejarle manejar a su antojo las instalaciones municipales. Como máximo accionista y director general de la entidad vasca, Piterman cosechó igualmente varias condenas por impago de nóminas. Y lo peor para él estaba aún por llegar.

En 2008, el Juzgado Mercantil de Vitoria decretó el embargo de todos sus bienes en España, para hacer frente a los 13 millones de euros reclamados. En abril de 2009 se le exigió judicialmente la devolución de 120.000 euros, cargados arbitrariamente al club. En 2012 se le condenó a indemnizar con 6.8000.000 euros al Deportivo Alavés. Poco castigo para quien durante sus cuatro años de mandato había triplicado la deuda institucional, situándola en 23 millones. Sanción difícilmente ejecutable, puesto que el embargo de bienes había quedado lejos, en su día, de los 13 millones contemplados como fianza.

Por increíble que parezca, un héroe llamado Fernando Ortiz de Zárate dio el paso al frente en marzo de 2007, acaudillando al grupo inversor que compraría, luego de muchos dimes y diretes, el 51 % del paquete accionarial en manos del príncipe falso,genio renacentista o puntillero iconoclasta. Esfuerzo tan desesperado como romántico, para reflotar un buque torpedeado por proa, popa, babor y estribor. La institución estaba como arrasada por una bomba atómica, sin tesorería ni acceso al préstamo, ahogada por vencimientos de intereses no atendidos, con facturas vencidas, demandas de alquiladores insatisfechos, nóminas pendientes, una afición exhausta y desencantada… Seguir compitiendo en tales condiciones ya fue un logro, aunque tocara medirse a conjuntos de 2ª División B. Mendizorroza, con dudas al principio y más confianza después, volvió a recordar el aspecto de antaño, ya sin bufandas con crespón negro. Y aún con todo, las cuentas seguían sin salir.

Hasta dos “match-ball” hubo que salvar a la desesperada en Vitoria, amén de pisar el felpudo del proceso concursal. Luego acabarían haciéndose cargo de la entidad quienes con Querejeta al frente gestionaban el club Basconia de baloncesto. Los nubarrones, por fin, comenzaron a abrirse. Tras pasar por la uvi, el Deportivo Alavés ya podía respirar sin ayuda. Su retorno a 2ª la temporada 2014-15 constituyó todo un premio, después de caminar sin arnés sobre el abismo. Ahora incluso se sueña con mayores logros, mientras por la llanada, los verdes valles de Zuya y Urcabustáiz, entre las peñas de Techa o al abrigo de tesos encastillados sobre la raya riojana, todos los alaveses aseguran tener bien aprendida la lección.

Es lástima, sin embargo, que una ley nacida con el ánimo de estrechar gateras e impedir el paso a tigres de Bengala -la de Sociedades Anónimas Deportivas-, no suponga obstáculo para otras especies tanto o más dañinas.

Recelemos, en adelante, de los príncipes-sapo.

Por si acaso…




¿Salvadores o puntilleros?

Repasar la historia de nuestros clubes a través de sus presidentes, tendría algo de estudio sociológico. Afinando más, cabría concluir que el daguerrotipo resultante iba a ofrecérsenos empapado en tintes berlanguianos, tipo “Bienvenido Míster Marshall” o “La Escopeta Nacional”.

A finales del siglo XIX y durante los albores del XX, cuando muchas entidades de “foot-ball” -incluidas las hoy señeras de 1ª División- contaban tan sólo con veinticinco o treinta socios y hacían de su improbable viabilidad simple cuestión de fe, la presidencia acostumbraba a ostentarla el “sportman” más voluntarioso, si no el menos ocupado. Poquito a poco, a medida que las tribunas de madera iban poblándose de espectadores y hasta el graderío -a menudo simples ribazos de tierra apisonada- semejaba un océano de cabezas cada tarde de “match”, comenzó a subir la cotización de muchos sillones presidenciales. Sus ocupantes, por ejemplo, acababan tratándose de tú a tú con altos representantes del poder civil y militar. Podían verse en el mal papel de los diarios, no sólo mediante caracteres de cuerpo medio, sino retratados a plumilla. Si asomaban por cualquier tertulia, fuere ésta de casino, café, o respetable mancebía, pues la prostitución gozaba de sustento legal, eran inmediatamente reconocidos y adulados. Puertas hasta entonces entornadas, comenzaron a abrírseles, si no de par en par, al menos con hueco suficiente para permitirles el paso. Y hasta el oscuro mundo del funcionariado municipal o estatal, tanto temido por su lentitud e ineficacia, enterraba ante ellos una negligencia endémica, agilizando expedientes o resolviendo en tiempo récord cualquier trámite. Se pensó, entonces, que si la poltrona confería trato de favor a su inquilino, éste debía actuar a la recíproca con el club, unas veces proporcionándole lustre, otras avalándola, y a la postre equilibrando balances con su propio peculio, aún a sabiendas de que esos préstamos corrían el riesgo de convertirse en donación altruista. Para ser presidente ya no bastaba el voluntarismo y la disponibilidad de tiempo libre. Hacía falta pedigrí, solvencia económica y alguna influencia, además de cierta afición.

Aunque en ese momento nadie pareciese advertirlo, quedó inaugurado el tiempo de los ambiciosos, el de quienes aspiraban a seguir haciendo negocios desde el púlpito que prestaba el fútbol.

La sustanciación del profesionalismo a partir de 1926, apuntaló aquel terrizo cimiento. Para presenciar partidos importantes llegaban a congregarse 10.000 almas. Diez mil pares de ojos que acababan mirando durante unos segundos hacia el centro de la tribuna, justo al sitio donde más humeaban los puros, más altos parecían los sombreros y más espléndidos lucían los gabanes. El palco era, o podía ser, un magnífico escaparate. Y su llave estaba en manos del señor presidente. A la par, vencer al adversario en choques de rivalidad, y no digamos nada la obtención de títulos, confería a los presidentes mayor cuota de dignidad y señorío. Por lo tanto, había que ganar. Deportivamente o sobrepasando límites reglamentarios. Enterrando el “fair-play”, sacando de farra a la estrella adversaria en vísperas del partido, si se terciaba, o haciéndose con los mejores futbolistas a golpe de talonario. El Madrid inyectaba 60.000 ptas. en las arcas del Deportivo Alavés (el salario anual de 20 trabajadores especializados) por los defensas Ciriaco y Quincoces, y el atacante Olivares. Ricardo Zamora ponía rumbo hacia el mismo club desde la ciudad condal, mediante abono de 100.000 ptas., el traspaso más alto satisfecho hasta ese instante en todo el orbe. La vanidad tenía un precio y muchos mandamases del balón se apresuraban a pagarlo, pudiesen o no cuadrar después el libro mayor.

El coronel Gabriel Prieto Madassú, personaje clave en la mayoría de edad del Alcoyano, tras la Guerra Civil. En 1949 sería nombrado gobernador militar de Cáceres. Falleció en Granada, como general de brigada, el 18 de abril de 1953.

El coronel Gabriel Prieto Madassú, personaje clave en la mayoría de edad del Alcoyano, tras la Guerra Civil. En 1949 sería nombrado gobernador militar de Cáceres. Falleció en Granada, como general de brigada, el 18 de abril de 1953.

Tras la Guerra Civil hubo cosas que no variaron, por más que algunos prohombres del régimen aventurasen lo contrario: “En adelante, los jugadores tendrán otra ocupación, además del fútbol. Y se acabaron los días en que cada cual campaba a su antojo. Ni se pagarán los traspasos de antes, ni los clubes podrán actuar sin vigilancia”. Buenos propósitos condenados al fracaso inmediato, puesto que en 1940, entre cartillas de racionamiento incapaces de aplacar hambres, cortes de luz, desabastecimiento de gasolina y frío royendo las entrañas, Guillermo Gorostiza pasaba del At Bilbao al Valencia C. F., a cambio de 55.000 ptas. Un maestro con plaza ganada por oposición ingresaba 5.000 redondas a lo largo de ese mismo año. Los estraperlistas con suerte, o los chatarreros, bastante más. Por eso unos y otros podían darse el lujo de acudir al fútbol, purazo en ristre, cuando muchos campos arrojaban afluencias miserables.

A otras cuestiones, en cambio, se les dio la vuelta a partir de 1939. Para ser directivo, incluso vocal en club de barrio, había que pasar por el cedazo de afección al régimen. Durante los años más crudos, sobre todo, no era raro acceder al cargo por designación de la autoridad, circunstancia que justifica tanta abundancia de militares en muchas directivas. Y aunque a menudo se haya definido esa época como de “fútbol tomado por las armas”, no es menos cierto que parte de aquellos militares desarrollaron una fecunda labor. Los hermanos Troncoso ya eran “gente del deporte” antes del estallido bélico, por ejemplo. Recuérdese, igualmente, la intervención de los militares-directivos alavesistas, en favor de Marcial Arbiza, conforme se viera en esta misma publicación. O la no menos decisiva figura de Gabriel Prieto Madassú, coronel de Infantería en el Regimiento Vizcaya Nº 21, acuartelado en Alcoy. Prieto Madassú  prestó soldados para el desmonte del campo del Collao y activó a los empresarios de la industriosa población alicantina, posibilitando el salto de gigante que iba a dar el Alcoyano en apenas 4 años.

Pronto, sin embargo, los nuevos burgueses, que no dejaban de ser sino los de siempre, viejos monárquicos, nobles con buen ojo inversor, terratenientes, patrocinadores del levantamiento, o industriales de la hilatura, el agro, la minería y los alcoholes, a los que se arrimaban oportunistas con buenos contactos, irían tomando el relevo al interinato castrense.

Sabino Barinaga Alberdi, ya entrenador. Aunque se hiciera futbolista en Inglaterra, aprendió pronto a desenvolverse en la España de posguerra. De ahí que durante su última temporada en activo (1954-55), viendo entrar en el vestuario bético a un militar con estrellas, se cuadrase y dijera: “¡Mi general, aquí estamos para hacer que el Betis suba a 1ª!”.

Sabino Barinaga Alberdi, ya entrenador. Aunque se hiciera futbolista en Inglaterra, aprendió pronto a desenvolverse en la España de posguerra. De ahí que durante su última temporada en activo (1954-55), viendo entrar en el vestuario bético a un militar con estrellas, se cuadrase y dijera: “¡Mi general, aquí estamos para hacer que el Betis suba a 1ª!”.

Debe constar, también, que varios gobernadores civiles evitaron la desaparición de unos cuantos clubes a lo largo de los años 40 y 50. Si no había con qué pagar las fichas, o si la Federación se negaba a tramitarlas en tanto no se pusieran al día con el organismo, convocaban a la flor y nata en sede gubernamental y de allí no salía nadie sin repartir cargos y aflojar la faltriquera. Corrían malos tiempos para negarle algo a todo un señor gobernador. Por menos que eso se acababa perdiendo contratos con el Estado, o se asumía el revoloteo de inspectores de abastos, fisco y trabajo, a manera de revancha. Los clubes en apuros, merced a la potente nueva directiva impulsada desde Gobernación, esquivaban su finiquito. Y el preboste, además de ahorrase el descontento ciudadano, añadía méritos a su hoja de servicios. Porque ejercer ese cargo en un capital de provincia sin equipo encuadrado como mínimo en 3ª, podía compararse a ser notario de cualquier plaza sin viñas, naranjos, o pegujales dignos de transmisión testamentaria.

Ya en los 60 fueron llegando vientos nuevos. Aquel régimen tan alérgico a las urnas consentía juntas directivas a elección de los socios. A elección matizada, entiéndase, puesto que desde 1948 -aunque muchas federaciones no se aviniesen a la norma hasta el arranque de los 50- la Delegación Nacional de Deportes avalaba el nombramiento de presidentes en juntas o asambleas de compromisarios, si bien seguía quedando a criterio de cada Federación aceptar o no la voluntad de los socios. Consecuentemente, las planchas seguían siendo analizadas al trasluz desde las delegaciones del gobierno. El franquismo de esos años sabía muy bien cómo abrir la mano sin dejar de cerrar el puño. Pero aún con todo, se empezó a vislumbrar una nueva especie de presidentes. Porque junto a quienes ya habían triunfado en lo económico, entremezclados con aspirantes a licencias de importación, merma de aranceles o concesiones varias, germinó el matojo de los especuladores con suelo y ladrillo; individuos que tras asomarse al palco buscaban recalificaciones, el visto bueno del Ministerio de la Vivienda para la ansiada subvención, y una rúbrica del alcalde, salvoconductos con los que poblar el horizonte de grúas y atiborrar su hucha.

El campo llevaba años huyendo a las ciudades, infestando su periferia de chabolas levantadas por la noche, que tras el canto del gallo ya nadie podía demoler. Mal ejemplo para la España surgida del 18 de julio. Realidad fea en un país que aspiraba a convertirse en meca del turismo. Injusticia denunciada por curas jóvenes poco amigos de palios y soflamas, a los que pronto se iba a tildar de “comunistas”. Afrenta que el régimen se apresuró a subsanar en cuanto obtuvo divisas y cemento, para gloria del No-Do y sus solemnes inauguraciones, a la par que enriquecimiento de quienes armaban el hormigón no con varilla metálica, sino mediante cables de freno para moto atirantados a la buena de Dios. Burgos no sólo amplió horizontes, sino que gozó de un Polo de Promoción Industrial. Vitoria también se estiró por la llanada, algo más tarde. Y ambas capitales, al igual que Logroño, por no eternizarnos con el ejemplo, tuvieron en sus clubes más representativos a enladrilladores del páramo. El castellano naufragó una tarde en El Plantío, cuando saltó al campo para leer la cartilla, o algo peor, a un árbitro poco inspirado. El alavés, cuya constructora-inmobiliaria permitió fichajes de tronío, tuvo la desgracia de no completar la reconquista de una 1ª División perdida en los 50. Y el riojano Cesáreo Remón, antiguo futbolista del disuelto C. D. Logroñés, mucho más pragmático, hasta vendía sus pisos a alguno de los futbolistas que contrataba, conforme afirmara el buen medio Jesús Mª Irízar: “Llegué a Logroño en 1972, cedido por el Betis, aunque en seguida me ficharon por 500.000 ptas. Pague 300.000 por uno de los pisos que levantaba el presidente y después de escriturarlo todavía me sobraron 150.000. Una operación fantástica”.

Esos pisos por fuerza debían ser pequeños, con la cocina sin montar y luciendo una brillante placa de Protección Oficial en la fachada, pues la vivienda libre superaba con creces el medio millón, allá por 1972.

Remón, vaya por delante, constituyó anomalía entre la tormentosa nube de dirigentes constructores, llegados al deporte rey por estricto oportunismo. Sin sus desvelos y terquedad deportiva, el club de Las Gaunas hubiese perecido mucho antes, sin degustar una máxima categoría que a la postre, como a tantos otros modestos, acabaría desangrándole.

José Luis Orbegozo. Puso el cemento para que los Arconada, Górriz, Zamora, Alonso, López Ufarte, Bakero y Satrústegui, convirtiesen a la Real Sociedad en bicampeona.

José Luis Orbegozo. Puso el cemento para que los Arconada, Górriz, Zamora, Alonso, López Ufarte, Bakero y Satrústegui, convirtiesen a la Real Sociedad en bicampeona.

Tampoco todos los clubes cayeron en manos oportunistas, puesto que hubo dirigentes excelsos. Ángel Pérez Soler, Benito Villamarín, Jaime de Olaso, Santiago Bernabeu, Félix Oraá, Eguidazu, Fermín Ezcurra, Orbegozo, e incluso los cinco presidentes de las más significadas entidades gran canarias que un día, desechando egos poniendo colofón a los 40, decidieron fusionarlas para representar con dignidad al balompié insular en el Campeonato Nacional de Liga, pueden servirnos de avanzadilla. Pérez Soler, con la ayuda de unos directivos excelsos, amén del citado coronel Gabriel Prieto, profesionalizó al Alcoyano, equipito que desde Regional, y en un santiamén, se las vio midiéndose al Real Madrid, Valencia, Sevilla, los dos Atléticos o C. F. Barcelona. Benito Villamarín supo enderezar a una entidad campeona de preguerra y repentinamente hundida en 3ª. Olaso convirtió a su Indauchu, formación de amigos, no ya en club de 2ª División, sino en escaparate de soberbios futbolistas. Bernabeu construyó un campo inmenso en tiempos de máxima dificultad y lo llenó después, bien es cierto que con la ayuda del todopoderoso Di Stéfano. Oraá tuvo que llevar a cabo una de las más arriesgadas renovaciones en el Athletic (todavía Atlético), no ya por cuanto a la primera plantilla rojiblanca respecta, sino al apostar por el vivero de Lezama. Eguidazu hubo de enfrentarse desde el mismo club con el estamento federativo, sus compañeros de Asamblea General y el entramado de corrupción esdrújula que en lo deportivo caracterizó a los primeros 70, para aflorar el escándalo de los falsos oriundos. Su vecino y coetáneo Orbegozo trazó el rumbo que situaría en mar abierto a una Real Sociedad acostumbrada al cabotaje, convirtiéndola en bicampeona de Liga. Y el discreto Ezcurra, pasito a paso, sin perder la perspectiva cuando tantos colegas se volvían locos en el pespunte de una España entregada al “pelotazo”, convirtió a su Osasuna en el único club de 1ª sin necesidad de rescate estatal, antes de ser anfitriones en el Mundial de “Naranjito”, con Sandro Pertini alborozado en el palco y Paolo Rossi otorgando otro título a los “azurri”. Antes de ese 1982, otro magnífico presidente hizo ver a su junta directiva que el futuro del Sporting gijonés pasaba por destinar al centro formativo de Mareo los millones abonados desde Bilbao, cuando el Athletic incorporó a Churruca. Sin aquella inversión y los frutos posteriores, probablemente habrían soplado muy malos vientos en torno al histórico Molinón.

Pero aquel multimillonario rescate premundialista, unido al paupérrimo balance de nuestra selección nacional en el campeonato, prontamente eliminada, tuvo sus consecuencias para el fútbol. Primero hubo críticas por demás justas. “Es inadmisible que el erario público sirva para rescatar a millonarios. Esto no ocurre en otros países, donde los clubes son Sociedades Anónimas. Así, ante cualquier caso de mala gestión, son los accionistas quienes se rascan el bolsillo, no la inocente ciudadanía”. Y a renglón seguido tanta improvisación como populismo. Porque mecidos en la Ley de Sociedades Anónimas, contribuyentes y clase política dieron por resuelto el problema. Se abrazó la fórmula, aunque no sin incurrir en algo parecido a una trampa. Porque las nuevas S. A. Deportivas quedaban al margen de cotización bursátil y eran declaradas “sin ánimo lucrativo”. Podían mover bastante más dinero que cualquier empresa cotizada en corros, sin reparto de hipotéticos dividendos ni apenas control. Polvorín huérfano de centinela, por el que pronto comenzaron a interesarse dinamiteros con mecha corta.

Jesús Gil y Gil fue tan sólo uno de ellos, abanderado en el arte de saltar desde el fútbol al escenario político. Quizás, también, pionero entre nosotros en un nuevo birlibirloque: fichar “futbolistas” como mínimo desconocidos, si no harto sospechosos, a través de sociedades participadas, o dicho de otro modo, hacer que el dinero del club -siquiera una parte de él- acabara en sociedades gestionadas por testaferros. “Sin el Atlético de Madrid yo no hubiera podido hacer nada en política”, confesó, añadiendo: “El fútbol lo puede todo”.

Lo parecía, al menos. Porque de buenas a primeras, algo sí había logrado la nueva Ley: Hurtar la representatividad de los socios; convertir en papel mojado los carnets. Y desandar los anteriores 40 años, puesto que de directivas designadas a dedo se pasaba a alianzas accionariales, si el papel se concentraba en tres o cuatro carteras minoritarias, o a la inmisericorde apisonadora, cada vez que alguien controlase la mayoría. Por cuanto a responder sobre pérdidas, pronto quedó de manifiesto la facilidad de allanarse ante imprescindibles ampliaciones de capital, y sobre todo el abrazo sistemático a una Ley Concursal embebida en aroma a estafa económico-deportiva. Todo ello sin olvidar otro atajo, pues llegado el caso una quiebra podía tornarse utilísima escalera de incendios. ¿Acaso importaba si miles de socios y abonados se achicharraban entre rescoldos de historia centenaria?.

A caballo de las Sociedades Anónimas Deportivas, se agigantó la insolvencia en nuestro fútbol, escapando solo unas pocas entidades más bien modestas, y por eso mismo ejemplares. Cualquiera diría que comiendo pan, se eructara jamón.

El C. D. Badajoz sobrevivió a una guerra, a la hambruna autárquica, la masiva emigración extremeña y el fracaso del Plan Badajoz, pero acabaría sucumbiendo a la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas.

El C. D. Badajoz sobrevivió a una guerra, a la hambruna autárquica, la masiva emigración extremeña y el fracaso del Plan Badajoz, pero acabaría sucumbiendo a la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas.

En pleno imperio de la Ley de S. A. D., Málaga C. F., Real Oviedo, Valencia, At. Madrid, Real Zaragoza, Compostela, Granada, Betis, Elche, Mallorca, Xerez, U. D. Las Palmas, Deportivo Alavés, Palencia, Racing de Santander, C. D. Badajoz, U. D. Salamanca, Real Sociedad de San Sebastián, Real Murcia, Sporting Mahonés, Hércules, Alicante, La Muela, Ciudad de Murcia y un largo etcétera, viven o han vivido situaciones tan críticas que ni pasando por la UVI pudieron solventar en algún caso. Todo ello mientras se asistía al desembarco en las poltronas de trileros y advenedizos, sustituyendo a los oportunistas de antaño. Valgan para muestra un par de botones.

Justo en el tránsito del siglo XX al XXI, el Club Deportivo Badajoz parecía asentado en 2ª División, aún con penurias. Sus dirigentes se quejaban del escaso apoyo ciudadano, y quienes como pacenses de pro deberían haber sentido algo por la camiseta blanquinegra, se confesaban más seguidores del Real Madrid o Barcelona, cuando no escondían su deserción amparándose en la incomodidad de una instalaciones tiempo ha periclitadas. Como tantas veces ocurre, desde las distintas Administraciones se hizo un esfuerzo considerable, hubo música, discursos, corte de cinta y bendición de un nuevo campo, tan sólo para que domingo tras domingo buena parte del graderío continuara despoblado. Lógicamente, así no había modo de cuadrar balances. La deuda crecía, sin visos de que mejora. Tratando de recortar gastos, a los futbolistas dejó de servírseles vacuno en las comidas, reemplazado por pavo y pollo, más baratos. Daba igual si el equipo se desplazaba a Galicia, Cataluña, la región levantina, Euskadi o Andalucía: siempre pavo y pollo, con guarnición o sin ella. Pero la deuda, en parte por mor de intereses acumulados, no dejaba de crecer. Entonces surgieron los salvadores. Una empresa argentina, abanderada por Marcelo Tinelli (1998), y otra portuguesa, con Antonio Barradas como estandarte (2002), por riguroso orden, aunque vistos los resultados pudiéramos entonar el tanto monta, monta tanto. Ni uno ni otro hallaron dificultad para hacerse con una parte del accionariado, apostando a la baja, puesto desde todos los ámbitos se quiso ver en ambos a un par de angelotes con alas de seda blanca.

Al menos así fueron acogidos de entrada.

Pero ni el sudamericano ni el luso hicieron mucho por la entidad. Con ligeros matices diferenciadores volvía a repetirse la nefasta experiencia del Atlético Marbella cuando, en 1994, desembarcara Slobodan Petrovic, otro encantador de serpientes con lengua bífida. A lo peor ninguno de los dos se planteó siguiera reflotar la sociedad. Y en vista de que el dinero institucional no colmaba sus expectativas -entonces Ayuntamientos, Diputaciones y Comunidades Autonómicas subvencionaban al deporte, fuese con aportaciones directas o mediante esponsorizaciones-, pusieron pies en polvorosa.

El C. D. Badajoz, después de sobrevivir a numerosas crisis tanto en tiempos duros como de relativa abundancia, se encontró en 2ª División B, primero, y en 3ª después, con un campo nuevo y vacío, y sin el aliento de una afición resignada a lo peor. Expiró tras larga agonía, por más que otros entes locales de nuevo cuño compitieran en el arrogo de una antigüedad y unos laureles del todo ajenos. Sobrevivir a una Guerra Civil, a la emigración extremeña, el fiasco del Plan Badajoz, el hundimiento bursátil de los 70, la asfixiante inflación de los primeros 80, el fútbol de tronío televisado en color y distintas restructuraciones federativas, para yacer en la cuneta de la Sociedad Anónima. Viaje absurdo, a la par que invento tóxico.

Pero más espectacular todavía fue el desplome del Leganés, cuando sobrevoló su nido un empresario argentino del espectáculo llamado Daniel Grinbank. Las cosas ocurrieron de este modo.

Grinbank, empresario futbolístico a la fuga. Todo su prestigio como organizador de espectáculos musicales, lo perdió durante sus cuatro meses la poltrona del Leganés.

Grinbank, empresario futbolístico a la fuga. Todo su prestigio como organizador de espectáculos musicales, lo perdió durante sus cuatro meses la poltrona del Leganés.

Durante el verano de 2003, Grinbank contactó con Jesús Polo, presidente del club madrileño en los últimos 27 años, para adquirir el 86 % de las acciones. Los blanquiazules acababan de salvar la categoría en los despachos, luego de haberla perdido sobre el césped, ocupando la plaza de un Compostela descendido por impagos a su plantilla. Claro que el Leganés no fue sino alternativa de urgencia para el argentino, puesto que previamente había llamado a la puerta del Real Valladolid. Quería entrar en el fútbol español, sin que importase mucho a qué entidad y bajo qué colores. Por fin, el 11 de agosto cristalizaba el acuerdo, quedando Polo como presidente de honor, en tanto Grinbank y su gente de confianza gestionaba tanto el área económica como la deportiva.

Al menos por cuanto respecta a lo deportivo, el nuevo propietario sí parecía haber hecho los deberes, contratando a José Pekerman como responsable técnico y a Carlos Aimar para el banquillo. Pekerman lo había sido todo en el fútbol base de su país: campeón mundial, tirano en los torneos de la Confederación Americana, hombre que semejaba estar hecho para la corona de laurel. Y Aimar era conocidísimo por nuestros pagos, luego de fajarse con éxito en el C. D. Logroñés del bodeguero Eguizábal, y popularizar un señor palmetazo en el pecho de sus futbolistas a medida que iban saltando al campo.

El reto, de cualquier modo, se antojaba dificultoso. Una cosa era que Grinbank fuese hombre con buena fama, “capaz de montar conciertos de los Rolling Stones en cualquier continente”, según se aseveraba desde Buenos Aires, y otra que en los 20 días previos al primer choque liguero pudiera cerrarse una plantilla no sólo digna, sino capaz de situar al “Lega” entre los grandes. Lógicamente, en plena revolución no se contaba con casi ningún futbolista del equipo anterior. “Si no fueron capaces de agarrarse a 2ª, ¿cómo van a impulsarnos a 1ª?”, parece  se aseguró desde el área deportiva.

Pekerman y Aimar tiraron de contactos, recibiendo varias negativas y 16 plácemes; quince argentinos y un chileno, distribuidos de este modo:

Pekerman fue otro engañado por el visionario Grinbank. Pese a saberlo todo sobre el balón y su mundo, las prisas le impidieron conformar un equipo consistente.

Pekerman fue otro engañado por el visionario Grinbank. Pese a saberlo todo sobre el balón y su mundo, las prisas le impidieron conformar un equipo consistente.

Bernardo Leyenda, portero. Vitali, Alessandria, Mustafá, Mauro Esteban Navas, Federico Hernán Domínguez y José Antonio Chamot, todos ellos argentinos, defensas. Para la zona ancha los también argentinos Nicolás Medina, Pablo Rodríguez, Pietravallo y Marini, y el chileno Arrué. Encargados de anotar goles Pablo Ignacio Calandria, Claudio Marcelo Enría, Santiago Jorge Kuhl y Mario Héctor Turdó. De ellos, 8 con experiencia en 1ª División y alguno tras haber sufrido lesiones muy serias, de las que según pudo apreciarse pronto conservaba secuelas. Un ramillete que, salvo excepciones, decepcionó bastante.

A medida que los resultados sumergían al Leganés en un baño de realidad, Grinbank daba la impresión de distanciarse. Como niño caprichoso, fue cansándose del juguete, hasta acabar arrinconándolo. Jesús Polo, por pura vergüenza torera, abonó de su bolsillo las nóminas correspondientes a noviembre y diciembre, así como los billetes aéreos para que esos 15 argentinos y el chileno pudiesen pasar la Navidad en familia. Llegó Año Nuevo, los Reyes Magos desfilaron en cabalgata y al pasar por Leganés vaciaron de carbón las alforjas. Porque el jueves 8 de enero, cuando los abetos de plástico, ya sin luces ni villancicos comenzaban a desmontarse, en las instalaciones del club se vivían instantes de conmoción. Daniel Grinbank, el empresario honesto, el vendedor de humo, confesaba a sus jugadores durante cinco escasos minutos no hallarse en disposición de cubrir los seis millones y medio de euros presupuestados, subía a un coche en dirección Barajas, tomaba un vuelo a Londres donde “Le Cirque du Soleil” iniciaba una nueva gira, y decía adiós al sueño que jamás llegó a convertir en proyecto. Una fuga en toda regla, poco menos que en plan golfo.

“El proyecto tenía que ver más con lo humano y lo deportivo que con lo económico”, aseguró Pekerman, tan anonadado como incrédulo. Un futbolista reconocía que “si bien últimamente nos rondaba el miedo a que pasara algo, jamás pensamos pudiese dejarnos tirados”. Carlos Aimar, entre tanto, anunciaba que los jugadores eran libres para continuar o no en el club, y hasta para permanecer en Madrid o desplazarse a Algeciras, donde debían disputar el siguiente partido. Viajaron los convocados y dando una lección de honradez se impusieron por 1-2. El futuro, sin embargo, no es que fuese sombrío, sino tétrico.

Rosario Peña, concejala de deportes del Ayuntamiento de Leganés por el PSOE, se deshacía en buenas palabras, procurando no mojarse, “porque como saben, el Leganés Sociedad Anónima Deportiva es una entidad privada”. Aimar sangraba por su herida ante la prensa: “El terremoto nos sorprendió desagradablemente. Es una catástrofe que no sabemos cómo afrontar. El futuro de muchas familias ha saltado hecho pedazos”. Parecía que sólo contara eso, la realidad inmediata de treinta y tantos profesionales. ¿Y qué ocurría con la afición?. Con los abonados. Con algún aislado pequeño accionista. Con la ilusión entregada gratuitamente durante lustros. ¿Acaso el impulso popular que situó al fútbol en la cúspide, ya no contaba?. ¿Alguien pensaba, en serio, que el fútbol-negocio, negocio no siempre limpio, que conste, surgido de las S. A. D., era posible sin el aliento del aficionado?.

Las semanas siguientes resultaron muy movidas, puesto que nada más aflorar el escándalo faltaron jofainas para tanto remedo de Pilatos. Ni el fugitivo empresario ni el antiguo presidente Jesús Polo, habían solicitado al Consejo Superior de Deportes la preceptiva autorización, tal y como exigía el real decreto sobre Sociedades Anónimas Deportivas si iba a cambiar de manos un capital mínimo del 25 %. Y además dicha venta tampoco se formalizó ante la Liga de Fútbol Profesional. Portavoces del C.S.D., en perfecta maniobra, manifestaron que “cualquier transacción en semejantes condiciones, suponiendo se hubiera producido alguna, resultaba nula de pleno derecho”.

Diez años le costó al C. D. Leganés recuperar la 2ª División. Duro castigo para sus seguidores y masa social.

Diez años le costó al C. D. Leganés recuperar la 2ª División. Duro castigo para sus seguidores y masa social.

Curioso, muy curioso todo. La prensa se había hecho eco, pormenorizada y ampliamente, de cuanto ocurría en agosto alrededor del Leganés. ¿Cómo es que C.S.D. y L.F. P. no se dieran por enterados?. ¿Acaso los puntos de retiro estival permanecían fuera de onda, sin diarios, radio y televisión?. ¿O es que en vacaciones se detenía el latido universal?. El alcalde de Leganés por el PSOE, José Luis Pérez, tuvo más difícil lo de lavarse las manos, puesto que el 11 de agosto de 2003, cuando Grinbank parecía dispuesto a regar con maná el secarral sur madrileño, no quiso faltar a la materialización del traspaso. Una foto siempre es una foto, y aquella parecía de primera.  Pues así y todo, como queda dicho hubo de ser la concejala quien en medio del desaguisado lanzase balones fuera.

Carlos Aimar no acabó la campaña 2003-04. Y el Leganés, lejos de ascender a 1ª, según los planes, concluyó descendiendo a 2ª B. Iba a llevarle 10 años reconquistar la categoría perdida. Diez años lamiendo llagas, sobreviviendo con estrecheces, arrepintiéndose de haber confiado en quien no debía.

Lamentablemente, aquel fiasco pareció no inspirar moraleja. Años más tarde otros abigeos siguieron merodeando en derredor de nuestra Liga. Unos se fueron con viento fresco, otros echarían el ancla entre alardes de rico manirroto, prometiéndolo todo y volviendo a hacer el petate cuando las distintas Administraciones invocaron la ley abstracta, las ordenanzas de urbanismo o los Planes Generales de Ordenación Territorial, para embridar ingentes proyectos de cemento y ladrillo. Por Santander y Vitoria cayó Piterman, como plaga de langosta. Y puesto que los males no suelen llegar solos, en Cantabria volvieron a tropezar con otro bluf superlativo, al parecer residente en el Golfo Pérsico y luego reclamado por Interpol. Durante un año, la afición del Málaga C. F. coreaba vivas en la Rosaleda a su particular míster Marshall árabe. Luego, ya en plena liquidación de efectivos, resucitaron los miedos desde una tumba con lápida en honor del Club Deportivo Málaga. El Granada fue adquirido por negociantes del balón transalpino, dueños del Udinese y el Watford inglés. ¿Acaso no importaba a nadie que un día pudieran enfrentarse en la Europa League Udinese y Granada, por ejemplo, o Watford y Udinese?. Y entonces, ¿cómo evitar adulteraciones, chanchullos y hasta tocomochos en el mundillo de las apuestas on-line?. El Mallorca, estrangulado por sus deudas, recibió una inyección germana. A su presidente, Utz Claassen, ex alto cargo financiero de SEAT, con 23 cambios de domicilio por mor de su profesión, le sobraban tablas empresariales. Pero claro, el fútbol es fútbol, según perogrullada de Bujadin Boskov. O sea poco tiene que ver la gestión empresarial para que las estrellas no se lesionen, el entrenador se lleve bien con sus pupilos, los árbitros acierten y la pelota quiera entrar.

Hoy se teme a las arenas movedizas en la tercera ciudad de España por población, imagen internacional y pujanza económica. El viento no favorecen al Valencia del derroche superlativo, los números rojos escandalosos y un campo nuevo parado a medio construir desde ni se sabe cuánto tiempo. Se diría que la brújula tampoco aparece en las arcas del representante futbolístico mejor relacionado a día de hoy, ni en un banquillo demasiado dado a la aventura, y aún menos entre los millones del propietario, otro multimillonario asiático. Veremos si esta aventura no concluye en la isla de Robinson Crusoe. Más aún, ¿habrá llegado también, o estará a punto de llegar a nuestro campeonato la fórmula trasladada desde fondos de inversión y capital-riego a la Premier británica, consistente en contabilizar como préstamo lo desembolsado en adquisición de acciones?. Poco debería extrañarnos que ante el primer síntoma de gripe cualquier club atraviese muy duros trances. Pero alivia reconocer otro tipo de gestión, otras fórmulas menos reñidas con la tradicional ortodoxia, aun bajo el manto de la ley de S.A.D., con Eibar, Numancia y Huesca a la cabeza. O siguiendo el ejemplo de un Real Zaragoza todavía vivo, gracias a la bendita cabezonería de quienes como José Antonio Martín Otín “Petón” y un puñado e románticos, contagiaron ilusión entre el empresariado maño, evitando, de paso, la puntilla a una entidad con trofeos de Copa española y europea en sus vitrinas. Y que conste, la enfermedad provenía de gestiones sometidas a la ley de Sociedades Anónimas Deportivas,  en tanto la transfusión salvadora era consecuencia del fervor y el entusiasmo característicos de otra época.

Perfecto círculo vicioso. Creamos una figura jurídica para evitar lo desmanes, comprobando al cabo, y según parece sin gran propósito de enmienda, que dicha fórmula sólo multiplica impagos o va llenando de cruces el cementerio deportivo, justo cuando más dinero se mueve alrededor del balón.

En el siguiente número se abordará, Dios mediante, la siniestra figura de Dimitri Piterman, el hombre que a punto estuvo de trazar dos muescas en su culata, para vergüenza de nuestro fútbol. Puro aguafuerte tremendista, contra el que ni la Liga de Fútbol Profesional ni el Consejo Superior de Deportes parecen haberse vacunado. Pero entre tanto viene a mi memoria cierto señor al que conocí durante algunos veranos de infancia, cuya mujer se hallaba enferma. Los vecinos solían interesarse, solícitos, por la evolución del mal y la paciente. Y él contestaba con aplastante resignación: “Miren ustedes, ¡a peor la mejoría!”.

Pues eso. También sobre este particular parece que ha ido a peor la mejoría.




Todos los presidentes del Real Madrid

Desde el que ejerció de presidente antes de la fecha de fundación, hasta el que salió elegido y antes de una semana dimitió irrevocablemente, hasta los que han sido elegidos por los socios o por el dedo, incluso los que cubrieron la silla por un instante.

Julián Palacios (1901-1902)

Juan Padrós (1902-1903)

Miguel Guijarro (1903)

Carlos Padrós (1903-1908)

Adolfo Meléndez Cadalso (1908-1916)

Pedro Parages Diego-Madrazo (1916-1926)

Luis de Urquijo (1926-1929)

Antonio Bernabeu de Yeste (1929)

Luis Usera Bugallal (1929-1935)

Rafael Sánchez Guerra (1935-1936)

Comité Federación Deportiva Obrera – Juan José Vallejo (1936)

Antonio Ortega Gutiérrez (1936-1939)

Adolfo Meléndez Cadalso (1939-1941)

Antonio Santos Peralba Álvarez (1941-1943)

Santiago Bernabeu de Yeste (1943-1978)

Raimundo Saporta (1978)

Luis De Carlos (1978-1985)

Juan José Borrachero (1982)

Ramón Mendoza (1985-1995)

Juan Manuel Herrero (1994)

Pedro Zapata (1991)

Lorenzo Sanz (1995-2000)

Florentino Pérez (2000-2006)

Fernando Martín Álvarez (2006)

Luis Gómez-Montejano (2006)

Ramón Calderón (2006-2009)

Vicente Boluda (2009)

Florentino Pérez (2009-…)

En estos días he podido constatar la existencia de un par de datos sobre los primeros presidentes a los que se ha dado nula importancia desde el club y la historiografía oficial, aunque si hubo quién puso encima de la mesa alguna de estas cartas, no todas.

Una de las investigaciones que traigo hoy es la demostración de que el 3º presidente del Real Madrid no fue Carlos Padrós. Este lugar le corresponde a Miguel Guijarro Lledó. Por el momento, pues siempre hay que dejar la puerta abierta a los nuevos descubrimientos.

El Sr. Guijarro fue anteriormente presidente del Internacional FC, sociedad futbolística producto de una escisión que a finales de 1902 hubo en el New FC.

La Correspondencia de España, con fecha de 5 de enero de 1903, da ambas noticias en una sola nota de prensa.

PresidentesRealMadrid01Tres meses más tarde, el Internacional FC pasa a fusionarse con el Madrid FC y a compartir puestos en la directiva.

El Liberal, de fecha 5 de abril de 1903 da así la noticia:

PresidentesRealMadrid02D. Miguel Guijarro aparece por error como Miguel Quijano.

También aparecen con cargos directivos los Sres. Eugenio Bisbal, Pío Wandosell y Romero de Tejada, que aparecían en la lista de directivos del Internacional FC que hemos mostrado más arriba.

De esta manera, la presidencia de D. Juan Padrós Rubió hay que tomarla hasta el mes de marzo de 1903 y no hasta 1904 como hasta ahora se ha publicado.

Por tanto, este es hasta el momento el tercer presidente del Madrid FC. No descartamos que en futuras investigaciones pueda aparecer algún personaje más que haga correr el puesto.

Por otra parte, siempre se ha dicho que la presidencia de D. Carlos Padrós comenzó en 1904.

Realmente hay que adelantarla a octubre de 1903, juntamente a la fusión con el Madrid-Moderno.

La Correspondencia de España del 6 de octubre de 1903 así lo recogió:

PresidentesRealMadrid07También El Heraldo de Madrid, en la misma fecha, publicó la noticia.

PresidentesRealMadrid08Como podemos observar, al hilo de la anterior investigación, D. Miguel Guijarro aparece como vicepresidente, lo que demuestra que D. Miguel Quijano es solo una errata de las muchas que en los inicios del fútbol español se producían en la prensa.