De cómo “resucitó” el Deportivo Logroño y las boinas requetés inundaron Las Gaunas

El impacto de la Guerra Civil en Logroño ha quedado al margen de los grandes focos. Un “olvido” que tiene su lógica, pues, aunque sí hubiera conflicto, quedó “lejos del frente”, como estudió Gil Andrés (2006). Recién iniciada la sublevación, el territorio riojano quedó en manos insurrectas: al fin y al cabo, al igual que en las provincias colindantes de Álava y Navarra, los alzados superaron a los leales a la República. Si bien, la ausencia de frentes no impidió que 2001 riojanos o vecinos del territorio fueran víctimas de los paseos y sacas, como queda recogido en el trabajo de Jesús Vicente Aguirre (2007) y en el listado de represaliados del Gobierno de La Rioja. Fueron crímenes atroces, convenientemente ocultados, tergiversados e instrumentalizados por el bando franquista. Delitos que quedaron soterrados bajo la arena, con decenas de personas en cunetas con tiros en la espalda, en la frente y en la nuca, con marcas de tortura en algunos cuerpos y con un final humillante por pensar de manera divergente. En el mejor de los casos, quien no sufrió ese fatídico desenlace se vio abocado a un destino funesto: el campo de concentración de la Plaza de Toros de la Manzanera, donde la vejación fue carta de naturaleza.

Los requetés carlistas fueron los principales encargados de controlar el territorio riojano y de permitir que se pusieran en marcha ese tipo de iniciativas, ayudados por sus compañeros de armas (militares y falangistas). También dedicaron sus esfuerzos a otro tipo de estrategias, como ofrecer una imagen de naturalidad, de rutina y de cotidianidad en una de esas partes -la “nacional”- de la España partida en dos, que diría Julián Casanova (2014).

Como en otras guerras y otros regímenes de tintes totalitarios, de camuflaje del oprobio moral que causaba en las sombras, la propaganda fue un pilar fundamental para su retroalimentación, la captación de nuevos apoyos -también económicos- y el socavamiento de la moral del enemigo. En este punto, las prácticas deportivas y, en concreto, el balompié jugó un papel primordial en la emisión de una determinada imagen de la España de Franco, como ha estudiado Cristóbal Villalobos (2020) en Fútbol y fascismo. Pese a que, a diferencia de los toros, tuvo “una vida pobre”, como ha afirmado Alejandro Pizarroso (2005), lo cierto es que en Logroño (también en Vitoria y en Pamplona) el fútbol actuó como elemento apaciguador y reconfortante. Incluso proporcionó cierta seguridad colectiva, como trató de transmitir el régimen. Y es que, el hecho de que este deporte se pudiera practicar en la ciudad riojana con una guerra -lejana, pero abierta- implicó, a juicio del régimen, dos cosas: la primera, que no había conflicto abierto en su territorio; y, la segunda, que iban ganando la guerra, pues disponían de tiempo para dedicarse a ese tipo de actividades ociosas. 

El principal club encargado de entretener a los riojanos no movilizados a otros frentes durante la Guerra Civil fue el “primero” de la capital: el Deportivo Logroño. Una sociedad deportiva que monopolizó la atención futbolística riojana de 1923 a 1934, cuando cesó su actividad en las competiciones oficiales debido a los malos resultados deportivos cosechados y a la profunda crisis económica sufrida como consecuencia de ello. El club cesó su actividad, pero no se disolvió ni entonces, ni en agosto de 1935, como ha señalado Paco Bermejo (2009), pues, antes, el Deportivo se convirtió en una suerte de ente adaptativo y errante, que vagó por la memoria de los aficionados y que se asentó en ella -mitificado y adulterado- sin llegar a saber en qué momento dejó de ser una realidad tangible. Un impasse interminable por su presencia intermitente, aunque recurrente, en las competiciones, al punto de que como dijera el cronista: “no se puede ni afirmar ni negar su existencia” (La Rioja, 1936a)

Durante la Guerra Civil, con el Deportivo Logroño aletargado, las tropas requetés retomaron la práctica futbolística para sufragar sus gastos organizando partidos benéficos. Recuperaron para ello al Deportivo Logroño, echando mano de un buen puñado de reconocidos jugadores presentes en la ciudad como Recarte, Poli, Luisín o Juliac. Incluso jugadores de renombre internacional como Jacinto Quincoces, que se unió al equipo puntualmente. Fue así como las autoridades requetés concertaron partidos contra otros equipos de territorios norteños que se encontraran bajo dominio sublevado como Osasuna, Unión de Irún o el Oriamendi[1], un club con evidentes connotaciones carlistas. Uno de esos encuentros se celebró en una fecha tan simbólica como el 1 de noviembre de 1936 (día de todos Los Santos) en el estadio logroñés de Las Gaunas. En el partido se enfrentaron el Deportivo Logroño y el Donostia, y terminó con victoria visitante. Sin embargo, el resultado es lo de menos. Lo más importante es comprobar cómo el fútbol, también en Logroño, fue un elemento propagandístico de primer orden, pues los jugadores realizaron el saludo romano o fascista ante las autoridades, como también hizo el torero tras matar al astado, y, en algunos casos, como ocurre con el partido que recoge la siguiente imagen, lo acompañaron con más gestos, a saber, fotografiarse con la boina roja requeté y la bicrucífera para que el régimen lo usara con fines propagandísticos.

Jugadores del Deportivo Logroño y el Donostia en el encuentro amistoso disputado el 1 de noviembre de 1936. (La Rioja, 1936b)

A pesar de estos gestos tan singulares, propios del drástico cambio que sufrió el país en distintos órdenes (social, político, cultural), cabe indicar que la respuesta de la afición no siempre fue la esperada, como reflejó La Rioja el 29 de noviembre de aquel mismo año tras un partido de los riojanos con el Unión de Irún:

La calidad de los contendientes, el fin benéfico del mismo y el acendrado patriotismo de que siempre dio pruebas el público riojano hacía esperar que el campo estaría como en las tardes de los grandes acontecimientos. […] Es muy lamentable que no lo haya interpretado así el público, pero allá cada uno con su conciencia. A la hora de dar comienzo el encuentro, el campo presenta un aspecto desolador; lo mismo la general que la preferencia están francamente flojas. (La Rioja, 1936c)

Pero retomemos la cuestión del supuesto “cese” de la entidad lucroniense. Tras realizar una exhaustiva investigación, que ha sido financiada por el Instituto de Estudios Riojanos, hemos concluido que el Deportivo Logroño se mantuvo en activo, aunque fuera nominalmente. Ciertamente, en las referencias hemerográficas y bibliográficas de estos encuentros, la terminología para referirse a esta entidad deportiva varía y hay distintas denominaciones, entre ellas «Selección Riojana». Si bien, no menos cierto es que «Deportivo Logroño» es la más repetida. Y es que el hecho de que usara los colores del citado club, que estuvieran presentes muchos de sus jugadores estrella y que el Deportivo Logroño de la Guerra Civil utilizara la misma sede que el de la Segunda República, en cuyas oficinas se continuaron con las labores propias de la administración y gestión del club, entre ellas la venta de entradas, invitan a pensar que este no se disolvió en 1935. Es más, incluso en el caso de aceptar lo señalado por Bermejo (2009), es decir, la desaparición de la entidad, se podrían lanzar otras hipótesis como las siguientes: si el club fue disuelto, ¿por qué se decidió recuperar un nombre tan neutral como el del Deportivo Logroño y no utilizar otra denominación acorde a los tiempos, sobre todo cuando en aquellos momentos lo habitual era politizar los clubs? ¿Quiénes fueron los artífices de la recuperación de esa denominación? ¿Algún miembro de la directiva durante la Segunda República que fue afín al alzamiento y quiso apoderarse de algún modo de la entidad? ¿Una nueva directiva? ¿Simplemente fue una iniciativa de las tropas requetés?

Tras analizar las escasas fuentes a las que hemos tenido acceso, consideramos que muchos de los factores anteriormente indicados no son casuales, aun aceptando que los requetés bien pudieron haber aprovechado la memoria de un moribundo Deportivo Logroño para resignificarla con épica y generar interés en los pocos aficionados, recaudar fondos y hacer propaganda, como se ha visto en otras investigaciones como las de Raffaelli (2017), Villalaín (2013) o González Calleja (2004). Las tropas militares y paramilitares se preocuparon por impulsar un circuito de torneos en la zona sublevada durante los años de la guerra y, como en este caso sucede con Las Gaunas, buscaron que por sus estadios pasaran clubes de trayectoria consolidada como los Osasuna, Alavés, Irún y Zaragoza.

Sin embargo, no lo hicieron por motivos deportivos, sino probablemente por causas políticas y económicas.  Por tanto, aún aceptando que se disolviera en 1935, todo parece indicar que su reaparición no fue un gesto altruista para resituar a un club agónico entre los ases del fútbol. Las fuentes documentales ayudan a poner de manifiesto el señalado interés político y económico, al margen de que determinadas personas tuvieran motivaciones culturales y sociales, incluso identitarias. Al fin y al cabo, estos cambios eran la enésima consecuencia de una “nueva era” marcado por un régimen de terror, el franquista.

Partido entre el Deportivo Logroño y el Unión de Irún celebrado el 29 de noviembre de 1936. (La Rioja, 1936c)

 

Encuentro entre Deportivo Logroño y Osasuna celebrado el 7 de marzo de 1937 en Las Gaunas en favor del hospital de sangre «Nuestra Señora de Valvanera». (La Rioja, 1937)

Referencias:

Bermejo Martín, F. (2009). La II República en Logroño: ocio y espectáculos. Logroño: Piedra de Rayo.

Casanova, J. (2014). España partida en dos: Breve historia de la Guerra Civil española. Madrid: Crítica.

Gil Andrés, C. (2006). Lejos del Frente: La Guerra Civil en la Rioja Alta. Madrid: Crítica

Gonzalez Calleja, E. (2004). Deporte y poder: el caso del Real Madrid C. de F. Memoria y civilización. 7, 79-127.

Pizarroso Quintero, A. (2005). La Guerra Civil española, un hito en la historia de la propaganda. El Argonauta español, (en línea), https://doi.org/10.4000/argonauta.1195.

Raffaelli, Verónica (2017). Otro espacio de lucha. El fútbol en España durante la II República y la Guerra Civil. XVI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Actas de congreso.

Vicente Aguirre, J.V. (2007). Aquí nunca pasó nada. La Rioja, 1936. Logroño: Editorial Ochoa.

Villalaín García, P. (2013). Política y deporte en la Segunda República. Políticos que fueron presidentes de clubes de fútbol. Contribuciones a las Ciencias Sociales.

Villalobos Salas, C. (2020). Fútbol y fascismo. Madrid: Altamarea Ediciones.

Fuentes hemerográficas:

La Rioja, (1936a, 25 de junio)

La Rioja (1936b, 3 de noviembre)

La Rioja (1936c, 30 de noviembre)

La Rioja (1937, 9 de marzo)

[1] Hubo diferentes clubes que llevaron la etiqueta de Oriamendi, desde una entidad de Gijón al propio Baracaldo.




Manipulaciones con una gira de fondo

Durante los años 40, 50 y primera mitad de los 60, en el pasado siglo, los españoles tuvieron ocasión de familiarizarse con la manipulación informativa, hasta el punto de alcanzar un doctorado. No en vano, a la censura bélica impuesta por los dos bandos entre julio de 1936 y la primavera de 1939, sobrevino otra, entre civil y religiosa, destinada no solo a desterrar “malos hábitos, costumbres licenciosas y la abominación roja, carcoma moral de una patria rescatada del caos por el Caudillo”, sino a la implantación de dogmas políticos y canónicos. El nuevo órgano contó con un auténtico ejército de “lectores” anónimos, identificados en sus informes mediante seudónimo, próximos a La Falange, el clero, u organizaciones del espectro victorioso. Hubo, entre ellos, alguna figura de relumbrón, como el más adelante Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela, por más que sobreabundase la grisura intelectual y una visión de la vida entre orejeras. Un simple paseo por los archivos de Alcalá de Henares bastará para sumergirnos en aquel pacato universo.

A la brillante columnista Josefina Carabias le suprimieron de un artículo el vocablo braga, “por obsceno e inmoral”. Otro término prohibido era “carnaval”, pero como la celebración continuara llevándose a cabo con gran fervor en puntos tan inconexos como Cádiz, Tolosa o Santa Cruz de Tenerife, la prensa halló un cómodo sucedáneo con “carnestolendas”, en tanto la cartelería oficial lo rebautizaba como “Fiestas de Invierno”. Cierto intérprete de las normas, sin mucho cacumen, puso serios impedimentos a la publicidad de una compañía zarzuelera que anunciaba “Agua, azucarillos y aguardiente” y “La Gran Vía”, porque “después de la gloriosa victoria en nuestra Cruzada, es público y notorio que la Gran Vía se denomina Avenida de José Antonio”. Tampoco carece de desperdicio el testimonio recogido por Juan Ignacio Luca de Tena en sus memorias periodísticas tituladas “Mis amigos muertos”. El diario “ABC” no pudo referirse a “la vieja España de Alfonso X El Sabio”, porque al funcionario encargado de revisar las galeradas se le antojó “propaganda monárquica”.

Mueve igualmente a hilaridad la esperpéntica suspicacia del censor con quien tropezase Francisco González Ledesma, mucho antes de soñar con el Premio Planeta. Lástima que aquel lectorzuelo forzase un larguísimo paréntesis en su carrera literaria “seria”. Acababan de otorgarle el Premio Internacional de Novela cuando aún no había cumplido las 25 primaveras y, según sus propias palabras, se las prometía muy felices: “Era un galardón prestigioso, con nada menos que Sumerset Maugham presidiendo el jurado. Me creía un hombrecito, desconocedor aún de que hacerse hombre no es tarea fácil. La censura se encargó de enseñármelo, al prohibir la publicación por obra roja y pornógrafa. Roja puede, pensé. Al fin y al cabo me había criado en un enclave obrero, muy reivindicativo. ¿Pero pornógrafa? Cuando pedí cuentas al censor, luego de agenciarme su identidad, me señaló una página: Mire, aquí dice que el chico pone una mano en la rodilla de ella. Impertérrito, aduje: Bueno, así es; no me parece algo tan grave, siendo novios. Y él contraatacó de inmediato: Pudiera no serlo, pero es que del texto se desprende la intención de subir esa mano.

Luis García Berlanga, referente del celuloide hispano, también fue testigo de un solemne dislate mientras rodaba una de sus películas. “Me pusieron una especie de censor espiritual, Grau creo que se apellidaba. Como debíamos pasar muchas horas juntos, un día va y me dice: Si usted cree que soy un retrógrado, uno de esos que van con el trabuco bajo el brazo, se equivoca. Aquí, donde me ve, he sido uno de los curas más modernos de España, uno de los más perseguidos por la jerarquía católica. Aquí, donde me ve, he pasado años dificilísimos. Él insistía en su aquí donde me ve, pero no lo aclaraba. Hasta que por fin me confiesa: Aquí donde me ve, señor Berlanga, fui el primer sacerdote español en llevar reloj de pulsera”.

La censura no sólo estuvo obsesionada con el Sexto Mandamiento. Aunque al encargado de visar la publicidad de este film se le antojase muy provocativo el pecho de la protagonista.

La censura no sólo estuvo obsesionada con el Sexto Mandamiento. Aunque al encargado de visar la publicidad de este film se le antojase muy provocativo el pecho de la protagonista.

Pese a tanto despropósito, la censura resultó blanda para no pocos devotos del régimen. El Padre Félix García se expresaba de este modo en una de sus críticas literarias aparecidas en “Ecclesia”: “No se trata de restablecer la Inquisición -aunque no estaría mal, para poner muchas cosas en su punto-, ni de abatir cimas líricas o vuelos universales por el campo sin fronteras de todos los saberes. Se trata, sencillamente, de apuntar unas observaciones que quizá puedan servir de voz de alerta para las gentes de buena fe”.

Aquel sacerdote pudiera no constituir excepción. Y es que cuando ciertos mitrados de la Iglesia decidían blandir brocha o tijeras, había motivos para echarse a temblar. Sucedió con Monseñor Pildáin, ultramontano del sexo donde los haya, a raíz de que el Frente de Juventudes construyera en Las Palmas de Gran Canaria el Estadio de la Juventud. Para engrandecerlo, se habían colocado varias estatuas de atletas, reproducción de esculturas clásicas, como el Discóbolo. Aquel obispo, entendiendo gravemente atentatoria contra la moral semejante exhibición, exigió la retirada de las mismas, o en su defecto que se las vistiera. Su protesta llegó hasta el Consejo de Ministros, sirviéndose del entonces responsable de Educación, Joaquín Ruiz Giménez, conforme habría de atestiguar el delegado nacional del Frente de Juventudes, José Antonio Elola Olaso. Gracias al propio Elola también sabemos que luego de una demostración del Frente de Juventudes en Toledo, el cardenal Pla y Daniel manifestó su disgusto porque el pantalón corto de “flechas” y “cadetes” podía excitar a las chicas adolescentes.

La censura impedía dar publicidad a los frecuentas accidentes ferroviarios, fruto del lamentable estado de la red, exigió se empleara el vocablo “senos” como sustitutivo del pecho femenino, o apareciese “ensaladilla rusa” en el menú de los restaurantes, sugiriendo como alternativa “ensaladilla zarina”. Y por supuesto, ciertas cosas no ocurrían en nuestro suelo. La homosexualidad, muy perseguida, jamás hallaba eco en nuestra prensa, lo mismo que el abuso de menores, tanto si tenía lugar en el ámbito docente como en sacristías. Cualquier folleto, hojita o pasquín, debía llevar identificación del impresor. Incluso el programa festivo de los núcleos más recónditos, puesto que toda ofensa, atentado a los buenos usos y costumbres, o asomo anticlerical, se sustanciaba en multas, si la infracción revestía carácter leve, o incluso en cerrojazo temporal de actividades, para casos más graves. Hasta que en marzo de 1966 Manual Fraga Iribarne, sustituto del ultracatólico Gabriel Arias Salgado en el Ministerio de Información y Turismo, promulgase la “Ley de Prensa e Imprenta”, todos nuestros diarios eran objeto de censura previa, circunstancia que promovía, indefectiblemente, otra autocensura no menos estricta. Con respecto a la publicación de libros, tras la lectura y devolución del original a su autor, si éste decidía ponerse al mundo por montera, no ajustándose a la imposición censora, podía ver secuestrada toda la edición como al funcionario le diese por comprobar, a posteriori, si lo tachado figuraba en el texto definitivo. Las “entrevistas” radiofónicas, cuando tocaban asuntos delicados, como religión, o actualidad, tenían que pasar censura previa, resultando así puro teatrillo, cuando no pantomima. Ni que decir tiene que la política jamás asomaba por las ondas, como no fuese en los Diarios Hablados de Radio Nacional, cuya conexión resultaba obligatoria para todos los centros emisores y el vulgo había bautizado como “El Parte”. Aquellos informativos, por cierto, se iniciaban con un rimbombante y triunfal “¡Sin Novedad en la paz española!”.

La obsesión de nuestros padres y abuelos por cuanto se les hurtaba, dio pie al anecdotario más chusco. Había quienes contaban los besos que el tijeretazo censor parecía haber cortado en las películas. Y no faltaron espectadores que tras el controvertido estreno de “Gilda” aseguraban saber de buena tinta, porque cierto amigo pudo ver el film en Francia o Inglaterra, que Rita Hayworth acababa desnudándose en la escena del guante; un supuesto “striptease” convertido en baile insinuante por censores con sotana. Algo de todo punto imposible, habida cuenta de las férreas normas morales autoimpuestas por los estudios de Hollywood en tiempos del “Star System”.

El lápiz y las tijeras, en fin, no sólo cortaban o prohibían. A menudo manipulaban hábilmente. Sirvan los siguientes párrafos como aleatorio cajón de sastre, con subrayado sobre cuanto tachó el lápiz rojo.

*- En un artículo sobre la mujer:

“En ocasiones, y aunque los médicos opinen lo contrario, lo mejor para el pecho no es un jarabe, sino un sostén”.

*- Declaraciones de Perico Chicote, el más popular de los “barmen” españoles, acerca del bigote:

“A las mujeres tampoco les hace gracia, pues siempre las he oído decir que al besar parece que besan a un cepillo”

*- En otro reportaje sobre el astrónomo Gabril Tikov:

“Una noticia de Londres señala un importante descubrimiento (…). Su observatorio es uno de los mayores de la URSS: el de Pulkovo, cerca de Leningrado (…). Las conclusiones del astrónomo ruso van a editarse en un libro que se publicará bajo los auspicios de la Academia de Ciencias de Kazakstán.

Soberbio ejercicio de falsear la realidad este último, sin añadir ninguna mentira. Basta releerlo omitiendo esas podas para concluir que, proviniendo la noticia de Inglaterra, su protagonista es británico en vez de soviético, al igual que la Academia de Ciencias. Ingenio digno de mejor causa.

Todo este preámbulo ha de entenderse como ambientación de cuanto había venido ocurriendo hasta finales de abril de 1964, cuando el Guadalajara, flamante campeón de liga mexicano, cruzó el océano en una gira destinada a fortalecer sus arcas.

Tras presentarse en el Camp Nou el 30 de Abril ante el Barcelona, con empate a 2, se enfrentó al Gijón el 3 de mayo, en choque homenaje a Ortiz, jugador rojiblanco durante tantos años (otra igualada a 1), y tres días más tarde salía derrotado ante el Sevilla por un apretado 3-2. Nada destacable en ese trío de comparecencias, como no fuese la alineación de equipos festivos, por parte española, con abundancia de suplentes, o la monumental tangana organizada en Sevilla, a la que habrían de sumarse los suplentes aztecas, y hasta su masajista, transformado de repente en un vendaval humano.

Nada que justificase el titular en primera plana y con tipografía de gran cuerpo, aparecido en el semanario mexicano “Opinión Pública”:

La absurda mentira del periódico mexicano encendió los ánimos en una prensa del Movimiento acostumbrada a tergiversar informaciones y obedecer directrices.

La absurda mentira del periódico mexicano encendió los ánimos en una prensa del Movimiento acostumbrada a tergiversar informaciones y obedecer directrices.

EL GUADALAJARA TRATADO A PATADAS EN ESPAÑA. “Soldados vestidos de paisano invadieron las canchas para agredir a los aztecas por órdenes de Franco”.

Dicho medio, miembro de la Sociedad Nacional de Periodistas y Escritores Mexicanos, recogía en su interior que “el Guadalajara fue agredido en todos los lugares que jugó en España por porras volantes de soldados vestidos de civil, siguiendo órdenes directas del general Francisco Franco”. Algo del todo insostenible, cuando otras cabeceras de Jalisco y el Distrito Federal ya habían reconocido que los incidentes sevillanos tuvieron como protagonistas destacados al dúo mexicano Peña y Sepúlveda. La misma Televisión Mexicana, en su reportaje documental sobre el arranque de aquella gira, supo reconocer lo realmente acontecido, sin ningún empacho.

Por nuestros pagos, donde supuestamente jamás se mentía, ocultaba y manipulaba mediante letra impresa o informativos hablados, las malas artes de “Opinión Pública” sentaron como un cólico.

El madrileño diario “Marca”, erigiéndose en adalid del mancillado honor patrio, habría de responder en su número del 20 de mayo con notable contundencia: “No sólo se refiere al encuentro de Sevilla, en donde se organizaron los incidentes futbolísticos a donde deriva a veces un partido competido, y más si éste se juega por un equipo hispanoamericano, que desde Río Grande a Patagonia son propicios a que se les caliente la sangre. Equipos del Norte y del Sur de América han armado sus buenos líos en el mundo. En fin, por algo allí juegan entre rejas o salvaguardados por fosos insalvables”. Y luego de comparar al medio americano con un borrico, útil tan sólo para sacudir coces, concluía: “Servida va la opinión pública de México, cuando existen para su información órganos de tal jaez. Les acompañamos en el sentimiento…”

Aquel enojo de “Marca”, justificado, reconozcámoslo, se contagió a la prensa regional de las tres áreas visitadas por el Guadalajara, como no podía ser menos. En la capital hispalense, por si alguien lo hubiese olvidado, volverían a reproducirse crónicas del día de autos, poniendo el foco en aquellos incidentes: “A los dos minutos se lesionó Luque, por caer en mala postura, siendo retirado en camilla. A los veinte es Chaires, el defensa mejicano, quien abandona el terreno en brazos de las asistencias, al recibir un golpe fortuito en la cabeza. A los sesenta y cinco minutos se lesiona Agüero y le sustituye Cardo, y a los sesenta y nueve sobrevienen los incidentes antes citados, que degeneraron en batalla campal, pues los veintidós jugadores, los suplentes y hasta el masajista del Guadalajara tomaron parte muy activa. Fueron expulsados Campanal y Reyes”.

Sirva como nota aclaratoria que Luque, primer lesionado, y Agüero, el último, eran sevillistas, lo mismo que el buen defensa Campanal. Y que esa tarde los andaluces pusieron sobre el césped a varios elementos no muy habituales, como Bancalero, Cardo, o Rebellón. ¿Tanto habían escocido al otro lado del océano unos resultados mediocres para su campeón? ¿O se ajustaban mediante el fútbol viejas cuentas políticas? México seguía sin reconocer otro régimen español que el de la República derrotada. Había dado asilo a muchos intelectuales, sin nada bueno que esperar del bando triunfador. Pero pese a todo, a los desaires que en su día desplegase el presidente Lázaro Cárdenas, a la influencia económica de ciertas casas y colonias regionales instaladas en el D.F., ambos países lograban entenderse civilizadamente en materia económica, comercial, y de consumo masivo. Jorge Negrete, por ejemplo, fue ídolo incontestable de millones de españolas durante los duros años de posguerra. Más adelante, en tiempo de boleros, docenas de tríos con sombrero ancho y bordados de plata llenaron nuestros escenarios. Toreros de uno y otro lado cruzaban caminos cada temporada, para gozo de los tendidos. Y Mario Moreno, “Cantinflas” seguía siendo tanto o más taquillero en nuestras salas de cine, que Marlon Brando, Charlton Heston, Henry Fonda, Jerry Lewis, Burt Lancaster, Bette Davis o Catherine Hepburn. La sangre no podía, ni debía llegar al río.

Y no llegó, claro.

Hubo redacciones con suficiente sentido común como para ver las cosas por el lado más amable. El de la caballerosidad que exhibiese el presidente del Guadalajara cuando, en el mismo vestuario hispalense, entregase al del Sevilla una magnífica bandeja de plata repujada, con sentida dedicatoria. O rememorando la salida al campo de ambos equipos, sosteniendo cada uno la bandera nacional del otro.

Entre tanto, el Guadalajara proseguía su gira por Francia, Bélgica, Alemania y Checoslovaquia, cosechando victorias ante el Lille y Standard de Lieja, con el mismo resultado de 0-1, sufriendo dos derrotas ante Werder Bremen (2-1) y Slovan de Bratislava (1-0), y firmando sendos empates contra Angers (2-2) y Rouen (1-1). El 27 de mayo, nuevamente en nuestro suelo, saldrían derrotados 2-1 ante un combinado del Mestalla y Valencia C. F., formando entre los “chés” el guardameta Valero, el defensa Escudero, los centrocampistas Blanes y Sendra, o el atacante Navarro, todos ellos jóvenes del filial, entre los que casi cabría incluir a Totó, puesto que aún se hallaba acaparando méritos. Cuarenta y ocho horas después y ya en Madrid, a punto de poner rumbo a Guadalajara desde Barajas, el presidente del club mexicano, Jorge Agnesi, y los directivos que apuntalaban la gira, tuvieron el buen gesto de visitar la redacción de “Marca”, “con el exclusivo fin de poner los puntos sobre las íes”, según habría de recoger el deportivo, “y poner públicamente un bozal a ese semanario mejicano que, como en la fábula de Esopo, desempeñó recientemente el papel de asno…”

En modo alguno hubiera podido mostrarse más conciliador el máximo mandatario de los campeones aztecas. “Ante todo -declaró-, quiero hacer constar que somos nosotros los más indignados por el cúmulo de falsedades publicadas en cierta prensa mexicana, o pasquines sin otra pretensión que enturbiar las relaciones deportivas y de amistad que unen a España y México. Así se lo expresamos a ustedes, para que todo el mundo se entere, y así lo repetiremos al llegar a nuestro país, donde se siente profundo respeto y gran simpatía por todo lo español”. Sirviéndose igualmente de las páginas de “Marca”, quiso mostrarse agradecido por “todas las atenciones que hemos recibido en España, desde el primero hasta el último día, empezando por el delegado de Educación Física y Deporte, señor Elola, y siguiendo por los directivos del Barcelona, Gijón, Sevilla y Valencia. Todos se han desvivido materialmente por nosotros, así como los aficionados y representantes de la prensa, radio y televisión españolas”. Con humildad, además, esparció piropos: “Vinimos viendo en Europa una escuela y pensando aprender (…) El fútbol mexicano está mal situado geográficamente; entre Estados Unidos, donde casi no se practica, y Centroamérica, donde tampoco tiene gran fuerza. Por eso queríamos abrir el mercado europeo al fútbol mexicano, cosa que hemos podido lograr gracias al señor Osés, organizador de este gran viaje, del que nos llevamos excelentes recuerdos”.

Bien mirado, al mandatario jalisciense no le faltaban motivos para estar feliz. Todos los partidos de su gira habían sido emitidos por la televisión mexicana, cosechando entre 12 y 14 millones de espectadores. El primer empate ante todo un Barcelona sería celebrado al otro lado del océano como un triunfo: “Recibimos telegramas de miles de aficionados, felicitándonos. Incluso uno del Presidente del Estado”. Quizás por ello, al preguntársele qué fútbol le había impresionado más, su cortesía pecó de exceso: “El español. Es el más fuerte y aguerrido de todos, por su profundidad. Aunque sinceramente, esperábamos que los delanteros españoles tirasen más a gol, y desde todos los ángulos. Sobre todo desde fuera del área”. Como despedida, y luego de asegurar su intención de volver en el futuro, derramaría nuevas dosis de diplomacia: “El fútbol español es el que más interesa en nuestro país, entre todos los del extranjero. Los resultados de su campeonato se conocen allí al mismo tiempo que los nuestros. Y los periódicos mexicanos, a veces, priorizan la información de ciertos partidos españoles, en nuestro detrimento. Todo esto sin contar el interés que despierta la Liga Española de México, en la que actúan muchos jóvenes dirigidos por veteranos españoles como Vantolrá, Gaspar Rubio, Regueiro y otros”.

Esa Liga Española se constituyó en territorio azteca el año 1954, a raíz de que desapareciesen del fútbol profesional los clubes España y Asturias. Los Centros Españoles distribuidos por el inmenso país resultarían determinantes para la culminación del proyecto, muy en especial hasta que comenzó a rodar por sí solo. Durante las primeras ediciones únicamente podían participar españoles o sus descendientes. Luego, poquito a poco, se iría abriendo la mano, hasta conformarse equipos representativos de centros sociales, empresas con cierta notoriedad, instituciones gubernamentales y hasta hijuelas de clubes instalados en el profesionalismo. Pese a su carácter amateur, han sido varias las estrellas que de allí salieron. Cuathemoc Blanco, el internacional con más de 80 entorchados que se dejó ver durante dos temporadas por el Real Valladolid, fue uno de ellos. Otro, tras colgar las botas llegó infinitamente más lejos; nada menos que a la presidencia del país.

Puesto a compararse con alguien, el Sr. Agnesi no lo dudó: “Nuestro equipo es en México algo así como el Atlético de Bilbao. Todos los jugadores son de Jalisco”.

Casi todos, mejor. Porque para la gira en cuestión se habían reforzado con las cesiones de Munguía y “Chato” Ortín (Necaxa), Del Muro (Atlas), y Chávez (Monterrey).

Finalizando Agosto, cuando nuestros clubes ultimaban su preparación con vistas al ejercicio 1964-65, el Guadalajara volvería a ser noticia, para su desgracia. La CONCACAF había decidido suspenderlo por tres años, al negarse a jugar contra el Racing de Haití en la final del torneo para clubes campeones; traduciéndolo a Román Paladino, la Copa de Norteamérica, América Central y Territorios del Caribe. Igualmente se le condenaba a indemnizar a los haitianos por el perjuicio económico derivado de su incomparecencia. Tremendo varapalo, puesto que aun en el supuesto de revalidar su título mexicano, iba a quedar fuera del equivalente a nuestra Copa de Europa durante un trienio. Desde México se vio en la sanción un atropello, entendiendo que a su paladín se le notificó esa fecha demasiado tarde, y cuando propuso otra desde Haití la rehusaron, sin que la Confederación se diese por aludida. Nuestro diario “Marca”, curiosamente, se limitó a reproducir una escueta nota de “Alfil”, sin el más mínimo comentario.

El medio que tanto se quejara de la manipulación exterior, no tuvo ningún empacho en ejercer como pregonero durante la visita del padre Peyton. En la imagen su comparecencia en Melbourne, con llenazo.

El medio que tanto se quejara de la manipulación exterior, no tuvo ningún empacho en ejercer como pregonero durante la visita del padre Peyton. En la imagen su comparecencia en Melbourne, con llenazo.

Había hecho gala de mucha más implicación durante el mes de mayo, justo cuando las huestes del Guadalajara viajaban por Europa y llegaba desde la otra orilla el libelo de “Opinión Pública”. Porque mientras en la redacción de “Marca” velaban armas con la bayoneta bien calada, en su número del 21 de mayo titularon: “Los famosos del fútbol apoyan la cruzada del rosario familiar”.

Esos famosos eran Alfredo Di Stéfano y José Emilio Santamaría. Sólo dos. Número mínimo para justificar el plural. Ambos entrevistados por el padre Quinn, organizador de la Cruzada del Rosario en Familia, al término de un entrenamiento en el Estadio Santiago Bernabéu. “Verdaderamente es una cosa muy interesante -puso en boca de don Alfredo, el reverendo-. Espero que todos los deportistas y futbolistas acudan a la gran concentración”. “¿Tendremos su presencia en ella el día 31 de mayo, si no tiene partido de fútbol?”, servía el presbítero. Y Di Stéfano, como buen ariete, remataba a placer: “Sí, con mucho gusto puede contar con mi presencia. Si no tengo partido voy a ser uno de los que asistan”. Santamaría, por su parte, se descolgó con otra declaración de manual, tan anodina como forzada e insulsa: “Pienso que es un apostolado muy interesante, y lo conozco por otros países. Creo que será un éxito y aconsejo a todos los deportistas y entusiastas del mundo que vayan a ella”.

El propio diario “Marca” aprovechaba aquel breve espacio para dar cuenta del programa previsto: “La Virgen de la Almudena presidirá este grandioso acto, que será amenizado y solemnizado durante hora y cuarto antes de su comienzo por cinco coros y las bandas de música Municipal, de la Cruz Roja, Marina, Ejército y Policía Armada. Funcionarán trenes especiales desde El Escorial, Aranjuez, Segovia y Alcalá de Henares. Además, autobuses, tranvías y las líneas de Metro, circularán constantemente con rutas especiales durante cinco horas antes de la concentración”.

En verdad, y aun en tiempos de nacional-catolicismo, con tanta sotana ejerciendo influencias y un caudillo bajo palio, ¿cabían sueltos de tal índole en un medio deportivo? ¿No se estaba manipulando, también, a la opinión pública? ¿Acaso no hubiera sido más honesto titular “Dos”, y no “Los”, refiriéndose a los ases balompédicos con intención de asistir al maratón místico?

Pues por si no hubiera habido bastante, tres días después el mismo medio volvía a las andadas: “El Padre Peyton, atleta de la religión”, tituló otro recuadro, al que seguía un texto justificativo, en negrita, henchido de aroma a estampa:

“El Padre Peyton puede ser llamado con todo derecho un atleta, por su fuerza, su coordinación y su disciplina. Su fuerza deriva de su inmensa fe en el mensaje que trae. Que tiene coordinación es evidente, por sus éxitos en organizar concentraciones del Rosario en Familia, una y otra vez. Prueba bien ser hombre disciplinado, dedicándose totalmente a un objetivo: unir a la familia por la oración. No es una sorpresa, por tanto, que el mensaje al cual el padre Peyton nos llama, tenga un particular atractivo para todos los atletas de Madrid, católicos y no católicos. El domingo 31 de mayo estamos llamados a presenciar una de las más grandes concentraciones de que esta provincia ha podido ser testigo. ¿El propósito de esta concentración? Permitir a nuestra Bendita Madre conocer nuestro intenso deseo de paz familiar”.

Decididamente, no sólo en México se confundía lo informativo con la manipulación y el alarde propagandístico.

Propaganda pura a través del deporte y los deportistas. Otra forma pretendidamente más sofisticada de manipular.

Propaganda pura a través del deporte y los deportistas. Otra forma pretendidamente más sofisticada de manipular.

Al irlandés Patrick Peyton se esforzaron en presentarlo desde todos los medios nacionales como santo en vida, recuperado de una tuberculosis por intervención divina, siendo seminarista. Del hombre de negocios oculto bajo aquella sotana, ni palabra. Lo cierto era que tras emigrar a los Estados Unidos durante su primera juventud, estuvo ejerciendo de sacristán, por más que anhelara convertirse en sacerdote. Una vez ordenado, hizo suya, mediante distintas emisiones radiofónicas, la vieja fórmula consistente en mezclar populismo, prédicas fundamentalistas y movilización de masas, sin desdeñar cuanta tecnología pudiera servirle de altavoz. Apoyándose en varias estrellas de Hollywood, en 1947 fundó la “Family Theater Productions”, destinada a introducir en el cine los valores cristianos. Al mismo tiempo seguía empleando como púlpito distintas emisoras de radio. Seiscientos programas hablados, nada menos, llegaron a salir a las ondas desde su productora. A partir de 1958 pareció enfrascarse en una acumulación de récords, congregando multitudes bajo el lema “La familia que reza unida, permanece unida”. 220.000 personas en Saint Paul, Minnesota. 550.000 en San Francisco de California, el año 1961. Casi dos millones en Sao Paulo durante 1964… Cada récord no hacía sino estimular la competitividad de las grandes urbes a donde llegaba en gira apostólica. La concentración madrileña, empero, resultaría decepcionante, al quedar lejos, muy lejos, de las 800.000 almas estimadas cuando compareció en Barcelona, justo un año después. Claro que pese a todo, tampoco parece que España le dejase mal sabor de boca. Lo desmiente el hecho de haber filmado en nuestro suelo “Los misterios del rosario” (1958).

El humor al servicio del Referéndum. Orbegozo, viñetista de cabecera en “Marca”, también puso su granito de arena.

El humor al servicio del Referéndum. Orbegozo, viñetista de cabecera en “Marca”, también puso su granito de arena.

Transcurridos dos años desde que el padre Peyton y los futbolistas mexicanos diesen quehacer a los redactores de “Marca”, mientras el Guadalajara seguía purgando su sanción en el estado de Jalisco, Franco, tan refractario a las urnas, convocó un referéndum para el 14 de diciembre de 1966. Prensa, radio y televisión, martillearon a todos los españoles con la necesidad de un “Sí”, aunque no explicasen qué había detrás de la aceptación y por qué debía otorgarse el pláceme. Ni que decir tiene, ni una sola voz puso expresar públicamente la conveniencia de un hipotético “No”. El diario “Marca”, como cualquier otro adscrito al Movimiento, se unió a la alharaca. En su caso a través de una sección diaria titulada “El español que hay en cada deportista”, donde figuras nacionales del deporte justificaban su “Sí” con letras mayúsculas. El pertiguista bilbaíno Ignacio Sola, el jinete Francisco Goyoaga, la tenista Mª del Carmen Hernández Coronado, Manuel Santana, hombre que introdujo los conceptos “drive”, “set” o “match-ball” en las salas de estar, entre capítulos de “Bonanza”, “Los Intocables” o “Embrujada”; el jugador de baloncesto Carlos Sevillano, e ídolos del balón como Luis Aragonés, Adelardo Rodríguez, Ferenc Puskas, Enrique Collar, Pedro Eugenio De Felipe o Jorge Mendonça, entre otros muchos, irían asomando. Sus respuestas, repasadas con 50 años de distancia, proporcionan un curioso panorama sociológico.

“- En la votación del referéndum, ¿será espectador también?

– ¡Vamos hombre; ni hablar! Ese es un deber de español y yo me siento tan español como el primero. Claro que votaré, y por supuesto para poner un “Sí” en la papeleta”. (Luis Aragonés)

“- ¿Qué votará usted?

– Qué cosas, hombre. Eso no tiene vuelta de hoja. Yo, que soy de los que han pasado por la guerra, estoy con Franco y estaré con él toda la vida. Por si fuera poco todo lo que él ha hecho, ahora incluye una libertad política que dice mucho en su favor. Veintisiete años de tranquilidad bien merecen un “Sí”. (Francisco Goyoaga)

 “Yo no he vivido los veintisiete años de paz, pero sí los 9 que llevo aquí, en santa paz, con mi familia. Mis cuatro hijos son madrileños y la paz de ellos, por si fuera poco también la mía, bien merecen un “Sí” rotundo”. (Jorge Mendonça, portugués nacionalizado español)

“Un “Sí”. Un Firme “Sí”, porque estoy plenamente convencido de que la política que se ha seguido y se está siguiendo, es la más conveniente para todos”. (Enrique Collar)

“Diré que “Sí”, porque desde que pisé España no he tenido motivo para votar lo contrario. Mi familia y yo vivimos en un país en paz, que nos acogió hospitalario. Sólo por continuar con la paz que aquí se vive, merece la pena poner un “Sí”. Sin dudarlo”. (Ferenc Puskas)

“Francamente, no he leído la Ley Orgánica, pero por los comentarios que siempre se hacen, estoy convencido de que votar “Sí” es lo más conveniente para todos”. (Adelardo)

“Estoy convencido de que todos coincidiremos en la respuesta. Y que, por tanto, no habrá problema. La respuesta es “Sí”, claro…” (Manuel Santana)

El relativamente modesto Alfredo Rebellón, entonces en el Sevilla C. F., estuvo más cerca de poner el dedo en la llaga, al afirmar: “Pienso que muchas personas van a estar faltas de una detallada información. Porque es cierto que se habla mucho del Referéndum, pero no se explica en lenguaje vulgar los que significa esa Ley. Eso pienso yo, claro, con la vista puesta en muchos otros”. Aunque inmediatamente añadiera, consciente de dónde estaba: “Por lo demás “Sí” cuantas veces hiciera falta”.

Por cierto que bajo las breves entrevistas a Santana, Adelardo y De Felipe, con declaración de sus “síes”, aparecía esta sentencia atribuida al diario barcelonés “Tele-Express”:

“Si usted se abstiene en el próximo Referéndum hará el juego a aquellos con los que ningún español puede estar de acuerdo, sean cuales fueren su ideología y posición hacia el régimen”.

Franco también votó en “su” Referéndum, como atestigua este certificado. Lo tomaría de recuerdo, pues nadie iba a demandárselo en su dependencia o lugar de trabajo.

Franco también votó en “su” Referéndum, como atestigua este certificado. Lo tomaría de recuerdo, pues nadie iba a demandárselo en su dependencia o lugar de trabajo.

Parece obvio que las manipulaciones no eran sólo patrimonio mexicano, con o sin una gira futbolística de por medio.

Y es que siempre ha sido más fácil ver la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio.




La muy discutible categoría internacional “Olímpica”

No hace mucho, durante una jugosa conversación con Jorge Valverde, magnífico documentalista e historiador del fútbol asturiano, surgió el espinoso tema de las internacionalidades “Olímpicas”. “Es absurdo citar a Fulanito o Menganito como internacional Olímpico -debatía él, y yo mostraba mi acuerdo-. ¿Desde cuándo una competición otorga rango y categoría a quienes en ella participan? Si así fuere, tendríamos que hablar de futbolistas “coperos”, o hasta “veraniegos”, aludiendo a quienes disputaron aquellos torneos de pretemporada tan abundantes un par de decenios atrás”.

Imposible defender una posición contraria, puesto que, en efecto, no distinguimos entre internacionales absolutos, “mundialistas” o “uefos” -con perdón del término- aludiendo a quienes compitieron en los torneos globales o continentales para selecciones nacionales. De igual modo, tampoco se habla sobre jugadores “champion”, “libertadores” o “universales”, para distinguir intervenciones en la Champions League, la Copa Libertadores o el Mundial de Clubes. Si acaso, a la hora de glosar la trayectoria deportiva de tal o cual estrella, añadiremos al cómputo total de participaciones alguna frase tipo: “de ellas “X” partidos del Campeonato Mundial”, “Y” de la Copa de Europa, y “Z” correspondientes al Mundial de Clubes”. El amigo Valverde, ya lanzado, argumentaba: “Pues por la misma razón, habrá internacionales absolutos, Su-21, Sub-19, ó Sub-17, y hasta “Sub-23”, ¿pero considerar “olímpicos” a quienes ni siquiera estuvieron presentes en unos Juegos, porque su selección quedó eliminada en la ronda previa?”.

Ahí, precisamente ahí, radica el problema de los “internacionales olímpicos”. En su dificultad de encuadre. Porque si hubo una competición bastarda, reñida con cualquier principio de equidad y tramposa respecto al movimiento olímpico, en teoría tan beligerante por cuanto a la pureza amateur, esa fue la del fútbol desde que el historiador y pedagogo galo Pierre de Coubertin decidiese recuperar del clasicismo griego los Juegos Olímpicos.

Vaya por delante que nuestro deporte rey no estuvo presente, al menos de forma oficial, en los primeros Juegos. Aun sin el imprescindible apoyo documental, parece sí rodó el balón en Atenas (1896), entre un combinado ateniense y otro de Esmirna, entonces imperio otomano, resuelto con victoria turca. Y al menos otro en que una formación nórdica aplastó a los “sportmen” de Esmirna. París (1900) y Saint Luis (USA), en 1904, albergaron choques de exhibición nunca reconocidos por nadie, pese a que el Comité Olímpico Internacional, tan dado a desdecirse y enmendar errores con alardes de arbitrariedad e incongruencia, diese por buenas, muy a posteriori, las medallas otorgadas a equipos de Bélgica, Francia, Canadá, Inglaterra y Estados Unidos, contendientes en aquellas dos lejanas ediciones. Fue en los Juegos de Londres (1908) donde Dinamarca y Francia se enfrentaron oficialmente por primera vez, no ya en una “Olimpiada”, sino en el primer torneo internacional de fútbol así reconocido. Los daneses golearon al débil equipo galo por 9-0 en el estadio Shepard Bush (19-X-1908), partido que pasaría a la historia, aunque días después el medallero se lo repartiesen el Reino Unido (oro), Dinamarca (plata) y Holanda (bronce). España no intervino hasta 1920, en Amberes. Y ese primer partido de los nuestros en los IV Juegos Olímpicos, ante Dinamarca (29-VIII-1920, en Bruselas), supuso al mismo tiempo el debut del recién creado equipo nacional. Ricardo Zamora, Luis Otero, Mariano Arrate, José Samitier, Belauste, Eguizábal, Pagaza, Félix Sesúmaga, Patricio Arabolaza, Pichichi y Acedo, se impusieron por un ajustado 1-0, siendo el irunés Patricio autor del gol, luego de que durante el primer tiempo ya se le hubiera anulado otra diana. Los belgas, finalmente, serían medalla de oro. España, con la de plata festejada como un gran logro, dejó por detrás a Holanda (bronce) e Italia, cuartos, sin metal y con gran desconsuelo.

Equipo español que acudiría a los Juegos Olímpicos de Amberes. Aquellos partidos de fútbol contaron siempre como internacionalidades absolutas.

Equipo español que acudiría a los Juegos Olímpicos de Amberes. Aquellos partidos de fútbol contaron siempre como internacionalidades absolutas.

Por supuesto allí actuaron nuestros mejores hombres, los que Julián Ruete, José Ángel Berraondo y Paco Bru, triunvirato de seleccionadores, eligiesen entre lo más granado del panorama nacional. Nuestro balompié era todavía estatutariamente “amateur” y eso lo libraba de cualquier impedimento, como el que imposibilitaba acudir a los “pros” británicos, precisamente por eso, por vivir en exclusiva del balón.

A partir de 1924, el torneo “olímpico” de fútbol ya iba a ser organizado por la FIFA. Y en esos juegos Italia se tomó cumplida venganza, imponiéndose a España por 1-0. Corría 1926 cuando nuestros clubes acordaron abrazar el profesionalismo, pese a que para entonces ya hubiese varios profesionales encubiertos, aún a riesgo de pechar con dos años de descalificación si el subterfugio acababa saliendo a la palestra. En teoría, ese estatus profesional debería dejar fuera de los Juegos de Ámsterdam (1928) a nuestros mejores futbolistas, a tenor de la pureza “amateur” preconizada desde el COI. Sin embargo, no fue así. Pedro Vallana, Ciriaco Errasti, Jacinto Quincoces, Amadeo Labarta, Pachi Gamborena, Luis Regueiro, José Mª Yermo, Antero González o Paco Bienzobas, ¿acaso no iban a ser destacadísimas figuras en el Campeonato de Liga que echaría a rodar pocos meses después? Faltaban Quesada, Peña o Gaspar Rubio, muy cierto, componentes todos ellos, junto con Ricardo Zamora, de la selección habitual por esa misma época, pero nuestro once distaba mucho de ser una agrupación “amateur”. De nuevo, aquella era una formación de internacionales absolutos, no de internacionales “olímpicos”.

Los Juegos de Los Ángeles, en 1932, habrían de representar para el fútbol con aros un antes y un después. La FIFA acababa de crear su propia competición universal, el Mundial de Fútbol, cuyo primer campeón (1930) había sido Uruguay, precisamente la selección vencedora en los dos últimos Juegos Olímpicos. Y entre que el fútbol apenas si gozaba de algún predicamento en los Estados Unidos, y que desde el máximo organismo rector del balón no gustaba la idea de engordar a la competencia olímpica, los norteamericanos se quedaron sin fútbol en su alarde. Éste volvería en Berlín (1936), para que el III Reich alimentase su megalomanía aria con un oro, la Italia de Mussolini se resignase al premio de consolación y Austria, sobre cuya capital se cernían sombras negras a paso de oca, luciese el bronce. Fiesta grande para el fascismo, cuando los jerarcas de este movimiento se sentían llamados a implantar un nuevo orden a costa de libertades, vidas, y proscripción de la individualidad. Luego un viento de locura se enseñoreó de Europa y nada volvió a ser como antes. La Unión Soviética extendió su influencia por medio continente. Una Alemania partida en dos lamía heridas. Italia, gracias al Plan Marshall, procuraba renacer. España, aislada y ruinosa, sin combustible y mal alimentada, pagaba a sus futbolistas lo que apenas nadie se atrevía a soñar, pese a que luego, midiéndose ante quienes no fuesen los vecinos portugueses, acreditaran estar muy por debajo del potencial atribuido. Cundo unos nuevos Juegos volvieron a celebrarse, el mundo asistiría a una representación burlesca del olimpismo, consentida desde dentro.

Tanto en la Unión Soviética, como en sus satélites del Telón de Acero -Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria, Rumanía, Yugoslavia y República Democrática Alemana- no se reconocía la profesionalización del deporte, pese a que todas sus estrellas se dedicaran a él por completo. Sorteando el precepto olímpico que impedía a sus competidores incluso el cobro de cantidades en concepto de enseñanza o monitorización deportiva, el régimen comunista colocó en fábricas, industrias petrolíferas o algodoneras, y sobre todo en el ejército -no con salarios de sargento, sino de capitán hacia arriba- a los mejores atletas, gimnastas, nadadores y futbolistas. Obviamente ninguno de ellos pisaba otras instalaciones que las deportivas. Los estados se consideraban sobradamente retribuidos con sus laureles, medallas y títulos, luego de que la antigua propaganda bélica desaguara en otra no menos efectiva, sustentada en la universalización del olimpismo. Dicho de otro modo, los fiduciarios de Moscú competían con sus mejores equipos, y eso resultaba por demás sangrante en el fútbol, donde la profesionalización había alcanzado su máximo esplendor.

Quienes más y con mayor vehemencia hubieran podido protestar ante tamaña trampa, dada su potencia económica y política -es decir los Estados Unidos-, optaron por no agitar las aguas. Bien mirado, tampoco es que su atletas, nadadores, baloncestistas y gimnastas, cumpliesen al cien por cien el primer mandamiento olímpico. Todos ellos procedían del deporte universitario, luego de haber ingresado en Berkeley, UCLA, Yale, Stanford, Auburn, Duke, o Georgetown, becados no por su capacidad intelectual, sino ante lo que deportiva y publicitariamente podían aportar. ¿Acaso no era aquello una cuantiosa retribución en especie? ¿No partían con una ventaja abismal respecto a los atletas africanos, los universitarios europeos sin beca, o por no apartarnos de la piel de toro, si los comparásemos con la absoluta precariedad del pertiguista Ignacio Sola o el mediofondista Mariano Haro? Nadie protestó formalmente. Ni desde el otro lado del océano, ni en Europa, ni mucho menos desde un continente asiático convulso y en buena medida tutelado por las dos potencias hegemónicas.

Durante el periodo de Samaranch al frente del COI, se restituyó medallas y honores a la memoria de Jim Thorpe. Mantener aquella antigua injusticia hubiera sido un enorme disparate, cuando el movimiento olímpico abrazaba sin falsos pudores un profesionalismo descarado.

Durante el periodo de Samaranch al frente del COI, se restituyó medallas y honores a la memoria de Jim Thorpe. Mantener aquella antigua injusticia hubiera sido un enorme disparate, cuando el movimiento olímpico abrazaba sin falsos pudores un profesionalismo descarado.

El COI, que tanta contundencia exhibiera ante la debilidad de Jim Thorpe, campeón en pentatlón y decatlón (Estocolmo 1912), luego de que se publicara su paso por ligas menores de béisbol un par de años antes, permaneció impasible. Al desvalido Thorpe fue fácil despojarle de medallas y honores, máxime teniendo en contra al propio Comité Olímpico Norteamericano, presumiblemente contaminado por el racismo tan en boga desde Boston a Georgia, Kansas y New México, hace un siglo. Por las venas de Thorpe, junto con sangre francesa e irlandesa, corría también la de dos naciones indias: Sac y Fox, por vía paterna, y Potawatomi por la materna. La denuncia del olimpismo estadounidense, además, llegaría una vez transcurridos los 30 días siguientes al cierre de aquellos Juegos, los que el reglamento contemplaba como límite a cualquier recurso. Y aun así, el mejor atleta del mundo, tal y como lo definiera el monarca sueco al felicitarle, sería considerado un tramposo. Después de estirar hasta la cuarentena toda su cuerda deportiva, compitiendo en ligas segundonas de fútbol americano y béisbol, cuando no de tercer rango, el amerindio alternaría empleos de extra cinematográfico, marinero, vigilante de obras y peón con pico y pala, hasta expirar en la miseria, alcoholizado. Para mayor bochorno, su caso no era distinto al de otros universitarios que aprovechando el verano se incorporaban a distintas ligas, con dólares de por medio.  Sólo que éstos lo hacían mediante una falsa identidad, y Jim actuó a pecho descubierto.

En octubre de 1982, bajo mandato de Juan Antonio Samaranch y cuando el depurado llevaba 29 años en su tumba, el COI aprobó restituirle lo que jamás debieron haberle arrebatado. Y todavía en un ejercicio de fariseísmo supino, el 27 de mayo de 1999 la Cámara de Representantes de los EEUU declaraba Atleta del Siglo a Thorpe. Pues bien, durante los años 50 y 60, a tenor del frágil equilibrio geopolítico, fruto de la Guerra Fría, el olimpismo prefirió no enredarse en complicaciones. Cualquier gesto podía hacer que un nuevo y más serio conflicto internacional estallase. Los zapatazos de Kruschev en las Naciones Unidas, la llegada de un pirómano a la Casa Blanca, el virus comunista prendiendo en Corea, aquel amago de instalar en Cuba misiles soviéticos, con el imperio del dólar como objetivo… Hubiera sido temerario para el deporte cualquier intento de enmendar la plana a unos políticos empeñados en mirar el medallero no con curiosidad, sino como haría cualquier magnate con la tabla de cotización bursátil.

El fútbol olímpico fue perdiendo interés en los países de Europa Occidental y Sudamérica, justo donde más desarrollado estaba, a raíz de su profesionalización. Hasta 1948, no volverían a vivirse otros Juegos. Y aquellos de Londres, sin presencia soviética y con una Europa a medio desescombrar, tuvieron mucho más de ejercicio voluntarista que de festival físico. Alemania y Japón, enemigos del bloque aliado en la reciente guerra, ni siquiera participarían, al no ser invitados. La holandesa Fanny Blankers-Koen, que saliera de vacío 12 años antes en Berlín, se erigió en reina gracias a sus cuatro medallas en 100 y 200 metros lisos, 80 metros vallas y 400 metros con relevos. La barbaridad bélica se había comido literalmente a una generación, y ello posibilitó, sin duda, su rotundo éxito con 32 primaveras a cuestas y muchas privaciones durante el inmediato pasado. Respecto al fútbol, junto a formaciones endebles como las de Luxemburgo, Afganistán, Egipto, India, Corea, Estados Unidos o China, y otras grisáceas como Irlanda, Austria, Francia o México, los países nórdicos casi coparon el podio. Italia cayó en cuartos de final y Gran Bretaña en semifinales, ante Yugoslavia, luego medalla de plata. Suecia se hizo con la de oro y Dinamarca con el bronce. Por supuesto, italianos y británicos presentaron equipos “C” o “D”, carentes de cualquier figura.

Puskas, estrella en los Juegos Olímpicos, con una selección de internacionales absolutos.

Puskas, estrella en los Juegos Olímpicos, con una selección de internacionales absolutos.

Helsinki (1952) coronaría a la selección húngara, flanqueada en el podio por Yugoslavia y Suecia. Ferenc Puskas, estrella de los magiares, tenía 25 años, llevaba 9 compitiendo en 1ª División y era internacional desde los 18. Junto a él se alineaba un imponente racimo de glorias: Bozsik, Budai, Buzanzsky, Zoltan Czibor, Grosics, Zakarias, Sandor Kocsis, Kovacs… En Melbourne (1956) la Unión Soviética se hizo con el oro, Yugoslavia repitió plata y a Bulgaria, que se impuso a la selección india en el partido de consolación, correspondió el bronce. Lev Yashine, la “Araña Negra”, próximo a cumplir 27 años cuando la prensa lo alzase en triunfo, tampoco era ningún neófito. En los Juegos de Roma (1960), Yugoslavia por fin lograba colgarse el oro. Dinamarca, sorprendente verdugo de Hungría en semifinales, conquistaba la plata. Los húngaros, imponiéndose a una prometedora Italia donde afloraban Burgnich, Salvadore, Trappatoni o Gianni Rivera, arañarían el bronce. De nuevo la URSS encabezaba el medallero con 43 de oro sobre un total de 103, aplastando a los Estados Unidos, con sólo 71, de ellas 34 oros. Ensanchaba la zanja desde Melbourne, donde la URSS sólo pudo imponerse a los norteamericanos por una diferencia de 24.

Para entonces el fútbol olímpico apenas interesaba a nadie en occidente. Ni a las Federaciones, en algún caso por repugnancia a hincar la rodilla ante los soviets, ni a los gobernantes, temerosos de que una humillación ante teóricos “amateurs” diese alas a cuantos reclamaban medidas contra los desafueros económicos de un fútbol sin control. Italia habría de pechar con ello cuando la selección yugoslava de Dragan Dzajic puso a los “azzurri” contra las cuerdas, no en el torneo olímpico, sino en competición europea. “Los millonarios del “Calcio” impotentes ante once deportistas de verdad”, tituló la prensa transalpina. “Goliat humillado ante un David sin complejos”. O “Yugoslavia demuestra que en el fútbol no sólo cuenta el dinero”. Frases redondas, nacidas del enojo, que tampoco respondían del todo a la verdad. Porque esos yugoslavos no eran, ni muchísimo menos, “deportistas puros”. Poco antes, el Real Madrid había sudado tinta para imponerse al Partizan de Belgrado (2-1) y alzarse con su sexta Copa de Europa. Ni uno sólo de aquellos futbolistas balcánicos tenía que doblar la cintura ante una fresadora, lucir bata blanca en el laboratorio, ponerse al volante de un camión, palear heno, tiznar sus manos de grasa, como mecánicos o ferroviarios, ni pisar cuarteles, si no era para recibir homenajes. Todos vivían del balón, aunque sus emolumentos, a diferencia de cuanto ya entonces se pagaba a las figuras en Milán, Turín, Barcelona o Madrid, no representasen por temporada lo que 30 ó 35 anualidades para cualquier dignísimo menestral. Y por supuesto, ninguno hubiese dado su negativa al “Calcio”, la Bundesliga, o los campeonatos de España, Bélgica o Inglaterra, si el gobierno de Tito no lo tuviese taxativamente prohibido.

España, que estuvo presente en el Campeonato Mundial de Italia (1934) para caer ante los anfitriones en un choque de desempate, y volvería a hacerlo en Brasil (1950), celebrando la cuarta posición, no iba a dejarse caer por unos Juegos Olímpicos hasta los de México, en 1968, después de que Hungría, con un global de 5-1, impidiese a nuestro combinado durante las eliminatorias de acceso, cuatro años antes, poner rumbo hacia Tokio. Para entonces ya se había autorizado la alineación de profesionales encubiertos, considerando “amateurs” a los menores de 23 años, sin que importara en qué categoría compitiesen. Por supuesto existían aficionados no espurios en 3ª División, la 4ª inglesa o la Serie C-2 italiana, y hasta uno, en Mallorca, con ficha de 2ª que, a dedicado a negocios de hostelería, donaba el importe íntegro de su contrato a organizaciones benéficas mientras competía por puro placer. Y, además, otros aficionados de conveniencia con ficha expedida por la Española, para ahorrar a sus clubes una buena partida de pesetas, o ni eso siquiera, pues aparte de lo contemplado en el contrato oficial solían pactarse a manera de complemento distintas cantidades opacas. Esta era una jugada con riesgos. Primero porque el futbolista “amateur” podía firmar con cualquier otro equipo cada fin de temporada, al no estar sujeto al leonino derecho de retención. Y segundo porque cuando esto ocurría, desde el club desairado solían llover denuncias que el ente federativo zanjaba, por lo común, con fórmulas salomónicas. El guipuzcoano De Diego estuvo unido al Real Oviedo por uno de esos contratos, y cuando desde el Real Madrid le deslizaron una oferta hizo las maletas. Los ovetenses, poco dispuestos a no hacer caja con el correspondiente traspaso, adujeron ante la FEF que su jugador, en realidad, no era menos profesional que otros componentes de la plantilla. Esfuerzo inútil, puesto que los azulones saldrían del trance con una sanción económica, unida, eso sí, a otra de suspensión para el jugador, que a la postre perjudicaba a quienes acababan de contratarlo.

Los “olímpicos” de México en 1970, derrotaron a Brasil (1-0) y Nigeria (3-0), antes de firmar un empate a cero con Japón. Luego, en cuartos de final, sucumbirían ante los anfitriones por 2-0. Y quede, como curiosidad, que en el once azteca formaba Luis Regueiro, hijo del internacional español exiliado durante la Guerra Civil, junto con otros compañeros del Euskadi. Entre los seleccionados españoles figuraban Pedro Valentín Mora, Espíldora, Ochoa, Gregorio Benito, Juan Manuel Asensi, Crispi, Jaén, Ortega, Garzón, Pepe Grande… Todos profesionales a tiempo completo, fuere en el Barcelona, Español, Real Madrid, Córdoba, Sabadell, o en el caso de Asensi a medio mudar la camiseta del Elche por la azulgrana del Barça.

Juan Manuel Asensi Ripoll. “Olímpico” cuando nadie podía poner en duda so condición de profesional opíparamente remunerado. La selección que España llevase a México, en 1970, pudiera corresponder a un elenco “B”, pero ni remotamente “amateur”.

Juan Manuel Asensi Ripoll. “Olímpico” cuando nadie podía poner en duda so condición de profesional opíparamente remunerado. La selección que España llevase a México, en 1970, pudiera corresponder a un elenco “B”, pero ni remotamente “amateur”.

Hungría, nuevamente, regresó del Distrito Federal con el oro, Bulgaria se llevó la plata y Japón el bronce, imponiéndose contra pronóstico a los mexicanos en el partido por el tercer y cuarto puesto. Dezsö Kovak, zaguero del Ferencvaros unánimemente considerado mejor jugador del torneo, con 29 años bien cumplidos sumaba su tercera medalla olímpica, después del bronce en 1960 y otro oro en el 64.

Múnich (1972), elevaría a Polonia a los altares. Un equipo fabuloso, acaudillado por Kazimierz Deyna, con Gorgon, Szymanowski, Gadocha o Lubanski, como imprescindibles escuderos. Dos años después, aquel equipo reforzado con Lato, Szarmach y Zmuda, lo bordaba en el Campeonato Mundial hasta salir con un tercer puesto que, a tenor de su juego, supo a poco. Hungría (plata), y la Unión Soviética y Alemania Oriental compartiendo el bronce, por haber igualado a 2 en el choque de consolación, compusieron un podio para enmarcar en el Telón de Acero.

Poco cambiaron las cosas en la siguiente convocatoria. Alemania Oriental, Polonia y la URSS, se repartieron por este orden los tres metales de Montreal. Brasil, todo un referente universal, sólo pudo ser cuarto, aun contando con Zé Carlos, Mauro y Edinho. En Moscú (1980), unos juegos descafeinados por el boicot estadounidense, al que se sumaron un puñado de países europeos, más de lo mismo. Fue aquella una espantada en toda regla, sustentada en razones políticas. La derrota de Los Ángeles, en su pretendida organización de los Juegos, unida a la intervención del Ejército Rojo en territorio afgano, justificó el toque a rebato desde Washington. Checoslovaquia acabaría vistiéndose de oro, Alemania Oriental de plata y la URSS con un bronce por demás decepcionante. Todo aquel medallero, ante tamaña deserción, iba a quedar para la historia como suprema conquista del bloque soviético: La URSS 195, DDR 126, Bulgaria 41 y Cuba 20, de ellas 8 oros, encabezaron la lista. Italia con 15, aunque de ellas 8 en oro, ocupó el 5º escalón, por delante de Hungría y Rumanía. Francia y Gran Bretaña sólo pudieron ocupar los puestos 8º y 9º. Formidable inyección propagandística para la Unión Soviética y sus satélites.

El equipo de fútbol español, eliminado en la fase previa, a última hora lograría desfilar en la ceremonia de apertura, ante las renuncias de Malasia, Egipto y los Estados Unidos. Pero muy bien pudo haberse ahorrado el viaje, porque los nuestros acabarían cayendo en la primera fase, pese a no carecer de buenos elementos. Paco Buyo, Agustín Rodríguez, Urquiaga, De Andrés, Ramos, Gajate, Joaquín Alonso, Víctor Muñoz, Marcos Alonso, Urbano, Poli Rincón, Manolo Zúñiga y Paco Güerri, acabarían convirtiéndose en longevas y muy cotizadas piezas de primer nivel, por más que durante aquellos Juegos aún estuviesen pendientes de cuajar.

En Los Ángeles (1984), el bloque soviético quiso vengar la afrenta con otra deserción colectiva, utilizada desde el otro lado para sacar pecho. Si los comunistas no iban -se dijo-, sería por miedo a que sus atletas pidieran, y obtuviesen, asilo político. Y el caso es que, sin los habituales dominadores del torneo futbolístico, Francia pudo hacerse con el oro, Brasil con la plata y una Yugoslavia ya bastante distanciada del Kremlin, con el bronce. Cuando las aguas volvieron a su antiguo cauce, en Seúl, La URSS se apropiaría del oro, dejando la plata para Brasil y el bronce a los alemanes federales. Barcelona, en fin, entregó su oro al seleccionado español, contentándose Polonia y Ghana con la plata y el bronce.

Para entonces, Juan Antonio Samaranch había hecho de los Juegos Olímpicos un campo sin puertas ni alambre de espino, refractario a los falsos pudores o, lo que venía a ser igual, abierto casi de par en par al profesionalismo. Si los atletas más famosos aceptaban jugosísimos contratos publicitarios, recibían elevados fijos por estar presentes en mítines y premios de fábula con cada récord superado, ¿cabía poner obstáculos al fútbol, por ejemplo? El sueño de Samaranch y su cohorte, aún llegaba más lejos. Querían hacer del ciclismo olímpico una especie de campeonato mundial, con todos los astros del Giro, las grandes clásicas y el Tour. Del tenis otro “Grand Slam”, muy superior a la Copa Davis. Albergar una selección de la NBA en baloncesto. Y del fútbol algo semejante a un nuevo Mundial, donde Brasil, Inglaterra, Argentina o Italia, pudieran acudir con sus mejores galas. Pero ahí tropezaron con el veto de la FIFA. Una cosa era que el Comité Olímpico intentase hacer caja, y otra dejarse arrebatar la gran tarta deportiva, el control sobre la mejor ponedora de huevos de oro en el universo. El mensaje al COI no ofreció dudas: Si aquello era un reto, ya podían despedirse del fútbol en los Juegos.

Por supuesto, la sangre no llegó al río. No suele derramarse nunca entre apostadores profesionales, tahúres, políticos, o mandatarios deportivos. Todo podía seguir casi igual, con algún retoque, si acaso, como hacer extensiva la norma Sub-23 a todos los contendientes, incluidos los del bloque soviético. Un buen modo de igualar fuerzas, de hacer más justa la competición, aunque resultara obvio no iban a dar su brazo a torcer ni Moscú ni sus satélites. El momento económico y político, sin embargo, favorecía claramente al olimpismo. La Unión Soviética daba inequívocas muestras de debilidad, con una economía en bancarrota. Ya no era la potencia de antaño, por mucho que conservara arsenales atómicos. Su influencia en África formaba parte del pretérito, la India emergía, el gobierno chino bocetaba pasos dubitativos hacia un neocapitalismo de estado, e incluso Europa, desunida, perdía su antiguo respeto hacia el Kremlin. La Perestroika, en fin, no iba a ser sino epitafio para una fallida revolución anticapitalista.

Selección campeona en los Juegos de Barcelona. Toni, López, Luis Enrique, Abelardo, Kiko, Berges, Alfonso, Guardiola, Lasa, Ferrer, Solozábal… ¿Alguien podía poner en duda su condición de futbolistas de elite?

Selección campeona en los Juegos de Barcelona. Toni, López, Luis Enrique, Abelardo, Kiko, Berges, Alfonso, Guardiola, Lasa, Ferrer, Solozábal… ¿Alguien podía poner en duda su condición de futbolistas de elite?

El COI saldría triunfante, sin humillar a los vencidos, conforme hubiese recomendado hasta el peor estratega. En adelante, el fútbol olímpico iba a ser Sub-23, con un par de incrustaciones, como máximo, de jugadores con tope en los 27 años.

En Atlanta (1996), Nigeria obtuvo el oro, Argentina la plata y Brasil el bronce. A los antiguos dominadores del torneo casi no pudo vérselos, pues únicamente Hungría logró colarse entre los 16 clasificados, para perder todos sus partidos ante Nigeria, Brasil y Japón. Con los argentinos se alinearon Fabián Ayala, Claudio “El Piojo” López, José Antonio Chamot, Matías Almeyda, Diego Pablo Simeone, Hernán Crespo, “El Burrito” Ortega, Marcelo Gallardo, Pablo Caballero… Y en Brasil los Roberto Carlos, Bebeto, Flavio Conceiçao, Juninho, Rivaldo, Marcelinho Paulista, Luizao, y Ronaldo Luis Nazário de Lima, entonces todavía “Ronaldinho”. Si en Barcelona la vieja Unión Soviética sometida a su desmembración compitió como Comunidad de Estados Independientes, los Juegos de Atlanta vieron desfilar a Rusia, Ucrania, Kazajstán, Bielorrusia, Armenia, Uzbekistán, Azerbaiyán, Letonia, Lituania… Y tras la Guerra de los Balcanes, la derrotada Yugoslavia ya no incluía a eslovenos y croatas.

Sídney, en vísperas de que expirase el siglo XX, condecoró con el oro a Camerún, a España con la plata y a Chile con el bronce. Entre los españoles figuraban varios futuros campeones mundiales y de Europa, junto a figuras por demás emblemáticas: Capdevila, Marchena, Albelda, Xavi Hernández, Pujol, Angulo, Albert Luque, Tamudo… Ni de la antigua apisonadora oriental, ni de los viejos conceptos de olimpismo, quedaba nada. El añejo axioma de “más alto, más fuerte, más rápido”, parecía haber mutado en otro más corto, al compás de sucesivos escándalos por doping: “Todo por el dinero”.

No, no cabe hablar de internacionales “olímpicos”. Pero tampoco Sub-23, porque dejaríamos fuera a quienes frisando los 27 años un día hicieron el paseo inaugural. En Hungría, Polonia, Bulgaria, Rumanía, o las antiguas Checoslovaquia, Yugoslavia o Unión Soviética, los internacionales olímpicos son sólo internacionales absolutos, del mismo modo que a Ricardo Zamora, Samitier, Belauste, Sesúmaga, Quincoces, Luis Regueiro, Vallana o Patricio, nadie descuenta sus comparecencias en Amberes o Amsterdam. Queda, además, el espinoso asunto de quienes sólo intervinieron en torneos preolímpicos. Entre ellos hubo Sub-21, Sub-23, y hasta “amateurs” de edad provecta. Todos fueron internacionales, sobre ello no hay duda.

Aunque sigamos sin decidir dónde encuadrarlos.




“En slip tots els homes són iguals; no hi ha classes socials”. El deporte como espacio de confrontación político-cultural en la Gandia republicana, 1933-1936

«En slip tots els homes són iguals; no hi ha classes socials». El deporte como espacio de confrontación político-cultural en la Gandia republicana, 1933-1936

Este eslogan que encabeza el título de este artículo se popularizó entre los socios y socias del Club de Natación y Sports de la ciudad valenciana de Gandia durante la Segunda República española. Este lema y esta asociación deportiva constituyen, sin lugar a dudas y según la feliz definición de Joan M. Monjó (CATALÀ: 1983, Prólogo), el “retrato de una generación”. Retrato de sus esperanzas de transformación socio-cultural a través de la extensión de una determinada perspectiva del papel que debía desempeñar la cultura física en la sociedad, muy alejada del ocio mercantilizado que suponía un balompié encaminado ya hacia la profesionalización más o menos profunda incluso en sus escalones más inferiores aunque ya se había iniciado en las divisiones superiores.

La historiografía especializada en la historia del deporte en España, afortunadamente en una ascendente y progresiva producción, ha incidido en la visión del deporte como reflejo de la sociedad en la que se inserta y se desarrolla. Por ello, estudiar la sociabilidad deportiva en los años treinta también conlleva adentrarse en la complejidad de unos años intensos en España y en Europa.

La democracia republicana instalada en abril de 1931 supuso la emergencia pública de líneas que se habían ido forjando en los años de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Era una sociedad todavía en tránsito entre las manifestaciones culturales más tradicionales como el teatro o, en el caso del deporte para el espacio humano que nos ocupa, la pelota valenciana con la modernidad que provenía de Europa o los Estados Unidos como la radiofonía, el cinematógrafo o el deporte. Todo ello en un contexto concreto de expansión de las cabeceras periodísticas que se convirtieron en espacios en los que se dirimieron un combate simbólico entre los procesos de secularización y la Iglesia Católica así como entre las diversas culturas políticas del liberalismo democrático republicano, los nacionalismos catalán y vasco y la diversidad de propuestas obreras (socialismo, comunismo, anarquismo). (SEONAE, SÁIZ: 1996)

Estas cuestiones, han sido abordadas en las grandes ciudades o en espacios muy concretos con características socio-políticas y culturas propias (como Cataluña o Euskadi, especialmente). Sin embargo, se ha minusvalorado su importancia en las ciudades medias o agrociudades que estaban recibiendo la transmisión de la cultura de masas del mundo urbano, y, al mismo tiempo, difundiéndola en los entornos rurales. Es el caso concreto de Gandia, una ciudad valenciana de unos 16.000 habitantes en 1935 que ejercía de centro administrativo, político y económico de su Partido Judicial (casi coincidente con la comarca de La Safor), con un relevante comercio de agricultura de exportación a través de su puerto con incrustaciones industriales. Esta estructura económica que había creado una sociedad diversificada y plural, con un amplio abanico de portavoces periodísticos y acompañada de una vida asociativa muy relevante entre el catolicismo social, el liberalismo democrático republicano, el socialismo y el anarquismo, hegemónico entre los obreros portuarios del Grau en su versión anarcosindicalista de los Sindicatos de Oposición. Un microscopio de la España de los años treinta desde el que, desde la base local, se puede entrever los debates y polémicas de una sociedad en ebullición.

1.La introducción del fútbol: modernidad, juventud e identidad social en los años veinte.

A pesar que el puerto marítimo de Gandia pertenecía a una compañía inglesa, el fútbol se desarrolló muy tardíamente. De hecho, no ha sido posible encontrar ninguna noticia anterior a la década de los veinte. La ausencia de constitución de sociedades deportivas (generalísticas o con la inclusión del fútbol) seguramente se relaciona con la intensa crisis de las dos primeras décadas del siglo XX que afectó al comercio de la pasa y de la naranja. La recuperación producida a partir de los veinte provocó un relevante crecimiento demográfico (inmigración) y económico, con una preponderancia del comercio y de la exportación, que convirtió a Gandia en una ciudad con una creciente diversificación social y urbana y con un sensible aumento de la juventud universitaria proveniente de estos grupos sociales emergentes.

Así se entiende que hasta 1922 no se fundara la primera asociación futbolística, el Gandía Foot-Ball Club patrocinado por la Secció de Deports de la Sociedad La Conca de Zafor, una asociación cultural dirigida por jóvenes, que defendía un regionalismo valenciano (y en valenciano) conservador-católico. Simultáneamente aparecía la Sociedad Gandía Sporting-Club, un proyecto ambicioso que unía fútbol con el tenis y el skating ring y una cabecera periodística propia. Ambas fueron obra del “burgués ilustrado local” (BAHAMONDE: 2011, 94). Una cabecera deportiva gandiense así recordaba los primeros pasos del balompié, “que había importado de la capital jóvenes aficionados y estudiantes”.[1] Cronológicamente se sitúan en los procesos de modernización social de los medios urbanos presente, entre otros indicadores, en el incremento y heterogeneidad del asociacionismo. De hecho, los inicios de la década de los veinte presentan la fundación de clubs en ciudades valencianas similares a Gandia (Alzira, Ontinyent, Xàtiva…).

Desde sus inicios el fútbol, el principal deporte local, representó en Gandia algo más que una práctica deportiva. Aunque los dos clubes estaban dirigidos por la élite burguesa, y al menos el segundo también sus jóvenes jugadores formaban parte de la misma, en su breve vida durante los años de la Dictadura primorriverista y al igual que sucedió con otras pugnas societarias en los pueblos valencianos (por ejemplo, las bandas de música), la rivalidad sobrepasó los límites deportivos-societarios para convertirse en socio-política en unos años en los que no se disponía de cauces democráticos (partidos, elecciones) y se ejercía un férreo control sobre las asociaciones.

La prensa, medio de comunicación esencial para la consolidación social del fútbol, de la ciudad reflejó esta dinámica conflictiva con cierta insistencia. El primer partido entre ambos equipos el día 20 de mayo de 1923 provocó una invasión del campo y la intervención de la Guardia Civil.[2] En el mes de diciembre se advertía que “no vayamos a poner el fútbol en asuntos políticos”.[3] Además, se percibe un absoluto apoyo desde el Ayuntamiento y la prensa hacia el Gandía F.C. y una desatención hacia el Sporting, conformado con una mayoría de jóvenes universitarios e hijos de propietarios de comercios. En 1930, una vez desaparecidos ambos, un nuevo equipo adoptó el nombre de Sporting, compuesto nuevamente por hijos de la gran burguesía comercial, el grupo social dominante gracias al crecimiento exportador de los años veinte. De hecho, su primer y efímero nombre sería el de “Comercial”. En ese momento, la animadversión adquiere tintes específicamente sociales. En la prensa local se señalaba que “cierto sector de público, azuzado por elementos que tienen interés de crearle una atmosfera desfavorable, llenó a sus jugadores [del Sporting] de improperios y groserías (…)”, principalmente la expresiva calificación de sus futbolistas como els senyorets, incluso atacando el público a sus jugadores.[4] Más tarde, uno de sus jugadores afirmaba que “perdonamos a nuestros contrarios que sin tener en cuenta que en el futbol no hay distinción de clases, por este motivo únicamente protestan”.[5] Y, por último, en otra crónica periodística se criticaba que el público protestara sin interrupción al nuevo Sporting y finalizaba con “No comprendemos la tirria que hay contra este equipo”.[6] De hecho, la cabecera republicana El Momento era manifiestamente anti-Sporting.

El fútbol ya planteaba debates político-culturales, siendo rechazado en su discurso público por el socialismo local ya que “la sirena de los deportes, comentados y fomentados exageradamente por la mayoría de la Prensa (me refiero a los deportes como los toros, boxeo y futbol profesional) la que aparta a la mayoría de los jóvenes obreros de Gandía de la Organización Obrera”.[7] Asimismo, el integrismo católico también combatía el balompié ya que consideraba a la pelota como un deporte “español, más noble y no tan violento”. En las Escuelas del Ave-María, sustentadas en la pedagogía del padre Andrés Manjón, se vanagloriaban a finales de 1930 que se había “sustituido la fiebre peligrosa del balompié por el españolísimo y más conveniente juego de pelota”.[8]

La prensa señala reiteradamente que el fútbol se había convertido en un deporte eminentemente juvenil, una manifestación de una incipiente cultura autónoma de la juventud en la que la modernidad provenía del mundo anglosajón, de Gran Bretaña para el fútbol; de los Estados Unidos de América para el cine, la música o la moda. En suma, “un elemento de identidad de una nueva generación” (DOMINGUEZ: 2011, 84). Pero también, en el contexto europeo, después de las destrucciones humanas de la I Guerra Mundial, la juventud encarnaba los propósitos de regeneración de las naciones y de sus sociedades caminaba conjuntamente con los deseos de reconstrucción del mundo prebélico que había desembocado en la Gran Guerra. En el caso español, el regeneracionismo ya había asentado con fortaleza después de la derrota en la guerra hispano-norteamericana de 1898 y confluían, con distintos discursos y objetivos, también el obrerismo como la intelectualidad de la Institución Libre de Enseñanza. Uno de sus caminos, como se manifestaba públicamente, era el deporte.

La evolución demográfica de España había construido una sociedad fundamentada en la juventud. Y esta, y no solamente su sector masculino, estaba inmersa en la sociedad de masas de la Europa de entreguerras, en la que el deporte (entre otros) desempeñaba un papel primordial. En 1923 un cronista escribía asombrado que: “De Carcagente a la capital, apenas si existe pueblo de la línea férrea que no ostente junto a la estación o en sus proximidades el correspondiente campo adecuado, moderno palenque de la inquieta juventud (…)”.[9] En 1929, bajo los plataneros del paseo principal de la ciudad se podía ver a la hora de la siesta a grupos de jóvenes que “Por ser jóvenes ¿cómo no? Se habla de deportes (…)”.[10] Y en 1935 que “en la actualidad no hay corrillo ni peña de café donde no se habla ya de deporte, aparte de esto, la práctica del deporte se lleva a efecto por un 80% de la juventud gandiense”.[11]

La importancia y popularidad cotidiana del deporte, especialmente del fútbol entre la juventud, no fue desapercibida por la Iglesia Católica, ya que constituía un mecanismo más de atracción y de socialización en unas décadas en las que avanzaba incontenible la secularización, sobre todo en las zonas urbanas. De este modo, la crisis del fútbol de club a finales de la década de los veinte, cuyo motivo ignoramos, se contrapuso a su pervivencia y consolidación alrededor del patrocinio de los Escolapios del Campo Borjiano y de los equipos amateurs que jugaban allí. Es más, reflejo de esta relevancia, cuando a finales del mes de agosto de 1936, durante la Guerra Civil, José Poblador (“Pancho Villa”) y sus milicianos detuvieron un autobús con significados derechistas gandienses que estaban siendo trasladados a València para evitar que pudieran ser asesinados y procedieron a su fusilamiento, se indultaron a tres jóvenes, uno de ellos por ser hermano de un famoso futbolista gandiense. (CALZADO, MARTÍ: 2017, 191)

Una preponderancia juvenil que no se circunscribía al género masculino. Ya en la década de los veinte se repite la imagen de la presencia de mujeres jóvenes en los campos de fútbol, aunque dentro de unos arquetipos masculinos (URÍA: 2014): “El pasado domingo, […] con bastante espectadores entre los que se encontraban muchas y simpática señoritas de la localidad”[12]  y de su creciente afición como la anécdota de finales de 1928 cuando “unas jovencitas que se han privado del cine, teatro y futbol” entregaban esos ahorros a la leprosería de Fontilles[13]

2.El Club de Natación y Sport, 1933-1936. Más que deporte

Gandia01En mayo de 1930 se fundaba el Club Deportivo Gandía (CDG). A pesar de su nombre, optó por una atención casi exclusiva por el fútbol, por participar en las competiciones oficiales y, por ello, por contratar a futbolistas extralocales pseudo-profesionales, preferentemente del norte peninsular, produciendo cotidianas chanzas en las calles gandienses:

¡Oigan! Si alguno de ustedes se tropieza por casualidad, con unos tíos así de grandes que llevan boina, no se alarmen se trata de unos cuantos vascos que tiene contratados el Gandía para la presente temporada. (…) La canción de moda: ¡Mamá yo quiero un vasco![14]

Con la contratación de jugadores foráneos como el veterano Cañavera (exjugador del Gimnástico, club decano de Valencia y del Real Madrid) el CDG se proclamó campeón del Campeonato Regional de 2ª Categoría, Grupo Sur en la Temporada 1934-1935 y ascendió al Campeonato Regional Valenciano. El CDG fue apoyado sin fisuras por Revista de Gandía, órgano de la Derecha Regional Valenciana (proyecto aglutinador de las derechas del que se inspiraría la CEDA de Gil Robles), si bien la cabecera también recogía en menor grado otras noticias deportivas locales o comarcales. También el resto de cabeceras periodísticas gandienses siguieron las vicisitudes competitivas y societarias del Club. En 1934 inauguró una Escuela Militar en la que, además se enseñaba prácticas de tiro.

La apertura democrática que supuso la Segunda República trasladó a la totalidad de la sociedad española las distintas visiones, proyectos y culturas políticas de presente y futuro. Y el deporte, como otras manifestaciones culturales de la sociedad de masas, no fue ajeno a esta dinámica. En julio de 1933 se creaba el Club de Natación y Sports de Gandia (CNS), que se expandió con rapidez de los ocho socios fundadores a los 542 en 1934, conformado por hombres y mujeres adolescentes y jóvenes, casi en su totalidad estudiantes o trabajadores, de la ciudad y de la barriada obrera portuaria del Grau. El CNS se incluye en un marco general español y europeo más amplio de asociaciones que defendían un deporte amateur y de masas con un trasfondo de transformación personal y socio-política frente al deporte competitivo, mercantilizado y federado.

Gandia02En su fundación y posterior desarrollo destaca la figura de Damián Català Sanmartín, hijo de una familia burguesa gandiense. Durante sus estudios médicos en Barcelona, como otros tantos valencianos, se socializó alrededor del anarquismo. En la República, además de su faceta periodística y deportiva, formó parte del libertario Ateneo de Divulgación Social, de las Juventudes Libertarias y del sindicato de estudiantes izquierdista Federación Universitaria Española (FUE). Aunque pacifista a ultranza, combatió durante la Guerra Civil, primero como miliciano y posteriormente como Comisario del Ejército Popular. Apasionado boxeador (fue Campeón del Peso Mosca en el Campeonato Español Universitario de Boxeo de 1932) su anarquismo individualista impregnó decisivamente al CNS.

Si bien el Club presentaba una masa social heterogénea políticamente, un grupo de sus principales dirigentes eran estudiantes universitarios de la clase media y media-alta de la ciudad, hombres como mujeres pertenecientes a la FUE que en Gandia adoptaría un marcado carácter libertario, al contrario que en la mayoría del Estado en el que predominó el componente comunista-socialista. Estaban junto a alumnos y alumnas del Instituto de Enseñanza Media caracterizado por la “laïcitat i la renovació pedagògica, i amb un professorat jove i compromés amb la República, règim que pretenia transformar la societat mitjançant l’educació”[5] (GARCÍA FRASQUET: 2010, 187) El activismo de este grupo, constante y público a través de su participación en la prensa local, define el CNS. Con todo, tampoco siguió las tradiciones culturales libertarias respecto al deporte (NAVARRO: 2004, 338-342)

Esta preponderancia ideológica es perceptible en el apoyo de la Comisión Gestora frentepopulista desde marzo de 1936, que suprimió la subvención de 2.000 pesetas al Club Deportivo para dotar al Club de Natación a cambio de su magisterio deportivo en las escuelas y el Instituto, única manifestación de una cultura deportiva institucional desde 1931. También en la movilización por la República de sus integrantes masculinos en los frentes de combate durante la guerra y sobre todo de sus mujeres en la política educativa a lo largo de la contienda. Además, cuando en la posguerra se intentó su reorganización, el Ayuntamiento la rechazó en primera instancia por ser “de tendencia roja” y se prohibió a sus miembros toda actividad que no se encauzara a través del Frente de Juventudes, Educación y Descanso, SEU o Falange (ÁNGEL: 1983, 18). La legalización no sería efectiva hasta 1952, bajo el nombre de Club Natación y Deportes.

Siempre según Damián Català, la ausencia de diversidad deportiva del Club Deportivo y su pseudo-profesionalismo estuvieron en la base de la creación del CNS: “Lo que sucedía aquí, es que no había más deporte que el fútbol”.[16] Y ese fútbol constituía una práctica competitiva al servicio del poder económico y eminentemente pasiva:

Ellos tienen los ojos puestos en la consecución de un triunfo, de un campeonato. Miran con insistencias a las gradas, a la caseta colocada a la entrada del campo. Para ellos, es más Club y más digno de elogio aquel que más número de socios tiene, el que más tribunas levanta o el que mejor puede remunerar a sus jugadores…,[17]

Damián y este grupo de estudiantes libertarios del Club de Natación preconizaban una cultura física, en el que el deporte era concebido como una actividad popular, participativa y amateur: “Nosotros aspiramos […] a que los onces se conviertan en once mil, aunque en las gradas hayan media docena escasa de espectadores…,”[18] La IV Vuelta a Pie de Gandia (1933) se ensalzaba por constituir un “espectáculo deportivo, propio de nuestros tiempos, popular y absolutamente desligado de toda obligación pecuniaria. Espectáculo abierto a todo el mundo, rico y humilde, grandes y chicos”.[19]

El CNS buscaba crear y difundir una cultura física ocupada por “atletas en activo”, por lo que, más que los títulos, los campeonatos obtenidos por una minoría o incluso los records (“Es muy interesante batir records, pero no lo es todo”) lo realmente importante era la concepción del deporte como un “arma constructiva” (de hecho aparece de manera más repetido el concepto de “cultura física” que de deporte). Una cultura física concebida como “complemento pedagógico” de la enseñanza pública para formar una “Juventud nueva con moral nueva” gracias al “cerebro y el músculo”.  Por ello, desde el CNS se efectuarían diversos llamamientos para que en el Colegio de Segunda Enseñanza (futuro Instituto) habilitado en el edificio incautado a la Compañía de Jesús se instalara una Piscina Municipal y se instauraran clases de educación física:

Y es que Gandia le apoya el perfecto derecho de ver desarrollarse rápidamente el árbol de la cultura y recoger bien presto (…) sus dos principales frutos: el intelectual y el físico.[20]

Una concepción integradora del deporte para hombres y mujeres, que pretendía forjar jóvenes sanos físicamente y “conscientes” socialmente. La imagen del Gimnasio instalado a finales de 1934 en una calle céntrica de la ciudad refleja este ideario: actividades físicas para hombres y mujeres, pero también una biblioteca. Esta concepción socio-deportiva condujo a una extensión del Club en la comarca de La Safor.

Así se entiende que el CNS desplegara sus actividades en deportes alternativos al fútbol como la natación, el atletismo o el boxeo (en menor grado, el tenis y el frontón) y también deportes de equipo como el baloncesto, el rugby o el wáter-polo, al mismo tiempo que patrocinaba el excursionismo natural o patrimonial-histórico. Todo ello desde la dirección de campeonatos y concursos de ámbito “regional” que prácticamente ocupaban la anualidad como “Croos-country”; Ciclismo, Marcha, Natación (Travesía al Puerto) o Vuelta Pedreste. Además de esta programación deportiva, el CNS constituía una activa asociación al servicio de la sociedad con la construcción y mantenimiento de un puesto de salvamento en la playa de Gandia, y, sobre todo, proyectando una línea educativa muy definida con la colaboración con las colonias escolares y las clases de gimnasia que impartía en el Colegio de Segunda Enseñanza, en los centros públicos de enseñanza primaria y en las colonias junto al establecimiento de una galería de helioterapia en el Instituto y las escuelas.

Esta dicotomía de visiones de la finalidad del deporte en la sociedad se trasladó y se difundió gracias a la explosión periodística que supuso el régimen democrático republicano. La justificación del semanario socialista El Popular para incluir una página exclusivamente dedicada al deporte en 1933 argumentaba que “Viendo en la simpatía y complacencia que en ésta se ve todo lo que se refiere al deporte y, particularmente, al fútbol”, se introducía una “Página Deportiva” dirigida por Damián Catalá, concebida como “una invitación al señor Vercher [redactor de la página homónima de Revista de Gandía] para discutir, desde los respectivos periódicos, este tema y otros muchos”. Así, mientras que Revista de Gandía apoyaba al fútbol semiprofesional; la cabecera republicana El Momento recogía la actualidad del CNS.

En definitiva, una visión del deporte y del papel que debía desempeñar en una sociedad democrática que contrasta vigorosamente con el Club Deportivo y su fútbol competitivo y pseudo-profesional. A esta dicotomía se debe sumar, aunque tan sólo constituyera una expresión aislada pero que contiene una profunda relación con la cultura europea de los años treinta, una perspectiva fascista desde el interior de la Derecha Regional en la que equiparaba la decadencia histórica de la España imperial y de la “raza española” a la unión entre unas determinadas ideas políticas reformistas como “[…] Afrancesados. Reformistas (…) Progresistas (…) Pacifismo” y un sistema de vida basado en “el señoritismo en boca, con el del bar y el café. Con el vicioso y el de cabaret” para preconizar la práctica deportiva como medio de reconstrucción nacional e imperial “Deporte para servir a España. Deporte para conseguir hombres en servicio de España. Deporte, medio que mejorará nuestra raza”.

2.1.Ciudadanas y transgresoras: la mujer en el CNS

Gandia03La Constitución republicana convirtió, por primera vez en la historia española a la mujer en ciudadanas con plenos derechos políticos. La historiografía sobre la Segunda República, sin lugar a dudas con límites y problemas, señala el aumento de la visibilización pública y la participación política, social, cultural de la mujer, incluso en los pueblos. Acompañadas de cambios de imagen, al menos entre una minoría, gracias a la influencia de los medios de comunicación de masas (cine, revistas ilustradas). Entre ellos, la mujer deportista, «una forma de emancipación, un símbolo de independencia y superación cultural» (Rivero Herraiz, 2003: 208). En torno a estos cambios y a los factores que lo producían (cine, teatro, revistas ilustradas, moda…) se produciría una intensa confrontación entre el catolicismo, el republicanismo liberal y las culturas de la izquierda revolucionaria sobre el modelo de mujer.

En Gandia, este contexto general también alcanzó a la práctica deportiva. Damián Català y el CNS defendían abiertamente la participación de la mujer, una mujer moderna y cosmopolita que cambiaba “la lectura de la Vida de Genoveva de Brabante, por la de los libros de Freud y Marañón, a la conquista de laurel deportivo, de la cultura y de la libertad merecida”.[21] Por ello la práctica deportiva formaba parte de la reciente ciudadanía femenina: “Abierto ya para la fémina actual,[…], lo que hasta hace poco constituía terreno vedado para ella, el horizonte de la política, de la universidad y de los negocios, ha entrado también, y con pie firme por cierto, en el campo del deporte”.[22] De este modo, además de la anecdótica celebración de un partido femenino entre el Valencia F.C. y España F.C., las jóvenes gandienses participaron activamente en el CNS, tanto como deportistas como ocupando espacios de gestión. En 1934, estaban inscritas 76 socias, con un vocal femenino en su junta directiva y una Comisión Atlética Femenina. Aunque participaron activamente en el resto de disciplinas, destacaron en baloncesto, con la constitución de tres equipos.

Frente a esta creciente introducción femenina en el deporte, los discursos públicos del catolicismo se mostraron abiertamente contrarios al mismo desde criterios de moralidad propios debido al vestuario femenino. En una crónica periodística de 1925 alrededor de un partido de fútbol femenino se podía leer que la mujer “acaba de sacrificar, en aras de un deporte, buena parte de pudor. Se exhibieron, según patentizan las fotografías aludidas, vestidas idénticamente que los que practican el deporte que nos ocupa”[23] y a la apelación de una supuesta diferenciación de género respecto a la “sensibilidad” y “buen gusto” femeninas calificando a las mujeres futbolistas de “masculinizadas y hombrunas”. Y criticándolas basándose que no debían “salir de los cauces por donde nos arrastran la madre naturaleza, la estética, las sanas costumbres y la moral cristiana”[24] Aunque esta mujer deportista también tenía unos límites dentro del discurso de sus defensores. El propio Damián Catalá, imbuido del esencialismo de Marañón, mantenía que existían unas prácticas deportivas exclusivamente femeninas como la danza, la natación y el montañismo y que “no debe, no «puede» practicar ningún deporte violento.”[25] Al mismo tiempo, este deporte femenino se circunscribió a las zonas urbanas y principalmente a las clases medias.

3.Conclusiones

Sport Club León (Grau-Gandia, 1936)

Sport Club León (Grau-Gandia, 1936)

Los buenos registros conseguidos principalmente en natación y atletismo (campeonatos universitarios, records regionales en velocidad y medio fondo, natación) y en torneos celebrados en la Ciudad Condal se unieron al marcado sesgo izquierdista del Club de Natación que ya había participado en la Copa Ernst Thälmann (Barcelona, 11-13 de abril de 1936) organizada por el Comitè Català pro Esport Popular para propiciar la invitación a su participación en la I Olimpíada Popular de Barcelona, alternativa antifascista a la Olimpíada del Berlín del nazismo. Se formó en Gandia un Comité Local de la Olimpiada Popular para preparar la expedición: en la modalidad de Atletismo compuesto por el Club de Natació, la sección deportiva local de la FUE y de la Federación Cultural Deportiva Obrera de inspiración comunista; en Baloncesto con el CNS y la FUE; en Natación solamente el CNS y en Fútbol el equipo del “León” compuesto por jóvenes obreros portuarios.

Alrededor de 40 atletas, la gran mayoría adolescentes, llegaban a Barcelona en la noche del 17 de julio de 1936. En el Estadio de Montjuïc permanecieron encerrados y sin comida mientras se combatía en las calles de Barcelona hasta que consiguieron días después volver a Gandia en la que encontraron a sus familiares angustiados ya que desde Radio Barcelona se había informado que se habían sumado a los milicianos que habían partido hacia Zaragoza. Después vendría la guerra y una larga posguerra en la que las propuestas de cultura física del Club de Natación y Sports no tendrían cabida. (CATALÀ: 1983, 63-73).

Antonio Calzado Aldaria (Universitat de València)

Bernat Martí i Pellicer (Arxiu Històric de Gandia)

4.Referencias

Aguado, A. (2005). Entre lo público y lo privado: sufragio y divorcio en la Segunda República, Ayer, 60, pp. 105-134.

 Ángel Guillem, J. Mª “Pitet” (1983). Historia de la natación gandiense 1930-1976, Gandia: [autor].

Bahamonde Magro, A. La escalada del deporte en España en los orígenes de la sociedad de masas, 1900-1936, en Pujadas, X (coord.) (2011), Atletas y ciudadanos…, pp. 89-123.

Calzado Aldaria, A, & Martí i Pellicer, B. (2017). Revolució i Guerra a Gandia: 1936-1939, Gandia:Ed. La Xara.

Calzado Aldaria, A. & Martí i Pellicer, B. José Cañavera Pérez (1907?-¿). Del Reial Madrid al Club Deportiu Gandia, en Sevilla Parra, Ll. & Alonso i López, J. E. (ed.) (2019), Inoblidables. Personatges saforencs d’adés i ara, Gandia:CEIC-Alfons el Vell; IMAB; Institució Alfons el Magnànim, 137-142.

Calzado Aldaria, A. & Sevilla Parra, Ll. (2000). La II República a Gandia: 1931-1936. Gandia: CEIC Alfons el Vell.

Català, D. (1983). Gandia: pinceladas de historia local. Gandia: [s.n.].

Domínguez Almansa, A, La práctica de la modernidad: orígenes y consolidación de la cultura deportiva en España, 1870-1914, en Pujadas, X (coord.) (2011), Atletas y ciudadanos. Historia social del deporte en España (1870-2010). Madrid: Alianza, pp. 55-88, esp. pp. 80-88.

García Frasquet, G. (2010). La FUE de Gandia en temps de guerra. Revista de la Safor, 2,185-194.

Gounot, A. (2005), El proyecto de la Olimpiada Popular de Barcelona (1936), entre comunismo internacional y republicanismo regional, Cultura, Ciencia y Deporte, 2, 3, vol 1., pp. 115-123.

Nash, M. (coord.) (2009). Ciudadanas y protagonistas históricas. Mujeres republicanas en la II República y la Guerra Civil, Madrid: Departamento de Publicaciones del Congreso de los Diputados.

Navarro Navarro, F. J. (2004). A la revolución por la cultura. Prácticas culturales y sociabilidad libertarias en el País Valenciano (1931-1939), Valencia: Universitat de València.

Pujadas i Martí, X., Del barrio al estadio deporte, mujeres y clases populares en la Segunda República, 1931-1936, en Pujadas, X (coord.) (2011), Atletas y ciudadanos…, pp. 124-167.

Pujadas, X. & Santacana, C. (2006), L´altra olimpiada. Barcelona´36. Esport, societat i politica a Catalunya (1900-1936), Barcelona:Llibres de l´Index.(1ª Edición 1990)

Rivero Herraiz, A. (2003). Deporte y modernización. La actividad física como elemento de transformación social y cultural en España, 1910-1936, Madrid: Comunidad de Madrid.

Seonae, M.C.& Sáiz, M.D. (1996), Historia del periodismo en España. 3. El siglo XX. 1898-1936, Madrid:Alianza Editorial.

Souto Krustín, S. (2007): Juventud, teoría e historia: la formación de un sujeto social y de un objeto de análisis, Historia Actual Online, 13 (2007), pp. 171-192, http://www.historia-actual.org/Publicaciones/index.php/haol/article/view/208/196.

Souto Kustrín, S. (2013). Paso a la juventud: movilización democrática, estalinismo y revolución en la República Española, Valencia: PUV.

Uría González, J. (2014), Iconos de masculinidad. Los años veinte y los ases del fútbol español, en Nash, M. (coord.). Feminidades y masculinidades: arquetipos y prácticas de género. Madrid: Alianza, pp. 159-188.

 


[1] J.B. (1948, 14 de febrero). “Futbol retrospectivo”. Monduber, s/p.

[2] Plátano (1923, 26 de mayo). “Nota de Sport”. Revista de Gandía, p. 5.

[3] J.P. (1922, 26 de diciembre). “Vida Deportiva. Futbol”. Las Provincias, p. 2.

[4] Chamarrus (1930, 14 de agosto). “Deportes”. Bayren,  p. 7.

[5] J.R.B. (1931, 10 de septiembre). “De futbol. ¡No guardamos rencor!”. Bayren, p. 5.

[6] Linier (1930, 28 de agosto). “Deportes”. Bayren, p. 7.

[7] Roig (1928, 14 de abril). “A la juventud obrera”. El Popular, s/p.

[8] s.a. (1930, 9 de agosto). “Noticias”. Revista de Gandía, p. 7; s.a. (1930, 12 de noviembre). “¿Qué son las Escuelas del Ave-María?”. El Serpis, p. 7, respectivamente

[9] José Mª Capsir (1923, 10 de marzo). «El balompié», Revista de Gandía, Portada, p.2 y 3.

[10] Emilio Conca (1929, 13 de julio). «Ensayos». Bayren,  p. 6.

[11] 3 R.R.R. (J. Herrero) (1935, 4 de marzo). “Al lector deportista”, El Momento, s/p.

[12] s.a. (1930, 20 de marzo”). “Deportes. Futbol”. Bayren, p. 7.

[13] s.a. (1928, diciembre). “Recaudado por limosnas”. Fontilles, p. 224.

[14] Lasiaper (1935, 16 de septiembre). “A tiro de…lápiz”. El Momento, s/p.

[15] “laicidad y la renovación pedagógica, y con un profesorado joven y comprometido con la República, régimen que pretendía transformar la sociedad mediante la educación”.

[16] Luis. G. Davis (octubre 1935). “Polisportiva”, Rutas. Órgano Oficial del Automóvil Club Aero-Club y Club Náutico de Valencia, 18.

[17] Català, D. (1933, 22 de febrero). “El Gandia campeón, ¿nada más…?”. El Popular, s/p.

[18] Ibid.

[19] s.a. (1933, 23 de octubre). “Comentemos”, El Momento, s/p.

[20] s.a. (1933, 6 de noviembre). ”El Colegio de Segunda Enseñanza y la posible Piscina Municipal”, El Momento, s/p.

[21] Catalá, D. (1933, 6 de enero). “Sección deportiva. La mujer moderna y el deporte”, El Popular, s/p.

[22] Ibid.

[23] Rio, M.T. (1925, 21 de noviembre). M. T. Rio. «Se dice…¡Oh el foot-bal!», Revista de Gandía, s.p.

[24] de Val, J. (1926, 1 de mayo). Revista de Gandía, s/p.

[25] Català, D. “Sección deportiva…,



Futbol Club Barcelona, la formación de una organización deportiva universal, 1899-1922

  1. La relación de la sociedad catalana con un deporte llamado fútbol

El futbol entró en Cataluña a finales del siglo XIX de la mano de la industria y colonia britanica. A partir del 1892 ya existen noticias de partidos jugados como el del 26 de marzo de 1895 disputado en el Velodromo de la Bonanova entre la Sociedad de Foot-ball de Barcelona y la Agrupació de Torelló.

Los años entre finales del siglo XIX y comienzos del XX fueron muy prolíficos ya que nacieron muchos clubes, algunos de ellos históricos como es el caso del Palamós fundado en 1898 de la mano de Gaspar Matas y Donés, mientras que en Barcelona se crearon en 1900 sociedades como la Societat Espanyola de Foot-ball, un embrión del futuro RCD Espanyol de Barcelona o el CE Europa en el 1907, una autentica fiebre por el balompié que se expandió por todo el territorio catalán siendo Barcelona una de las zonas en el que el fervor por este deporte se hizo más evidente. Entre los centenares de clubes que se crearon, en 1899, se fundó el club deportivo que con el tiempo se convertirá en una institución universal con raíces catalanistas, de la mano de un suizo llamado Hans Gamper.

1.1. El protestante Hans Gamper como fundador de un club universal

Hans Maximiliam Gamper Haessig nació un 22 de noviembre de 1877 en la ciudad suiza de Winthertur, una ciudad de 40.000 habitantes situada en el nordeste de Zurich siendo el primogénito de cinco hermanos. Hans Gamper fue hijo de Ronne Emma y August. Desde niño Hans fue un atleta extraordinario y un futbolista excepcional, Gamper siempre fue amante del deporte, desde pequeño siempre lo vivió como un placer, nunca concibió el deporte desde un aspecto profesional sino parte de un crecimiento personal.[1]

Hans Gamper pasó por Barcelona camino a Àfrica para estudiar las posibilidades comerciales de los territorios coloniales españoles. Gamper visitó Barcelona y en la visita se reunió con un familiar, Emili Gaissert. Éste fue el que le convenció de quedarse en Barcelona, ya que esto sería bueno para sus negocios. El joven Gamper decidió quedarse en la ciudad barcelonesa, una ciudad que vivía un buen momento financiero. Hans Gamper era protestante y siempre lo fue ya que nunca fue un converso católico, hasta su muerte siempre etuvo comprometido con la comunidad evangelica de Barcelona. Por esta razón fue considerado como un hereje.[2] Esto decepcionó a Gamper, un hombre tolerante que siempre dio libertad de culto a los demás. En Barcelona antes de fundar el F.C. Barcelona intentó entrar en varios equipos, pero los jugadores de los diversos equipos en los que quiso entrar no le dejaron incorporarse porque no querían tener un hereje como compañero.

En 1899 cuando nace el Barça este se funda siendo un club no constitucional según la Real Orden de 23 de octubre de 1876 en el que quedaba prohibida todo culto a sectas disidentes de la religión católica y el club en sus comienzos había un fuerte vinculo con la comunidad protestante, entre ellos el mismo Hans Gamper. Otros protestantes en los primeros pasos del Barça fueron Gualteri Wild, Otto Kunzle, Otto Maier, Joan Parsons y Guillem Parsons. De la iglesia evangelica procedía G. Wild y el mismo Hans Gamper mientras que los hermanos Parsons eran metodistas.

Gamper para fundar el club en 1899 hizo promoción dentro de la comunidad protestante suiza-alemana. De esta promoción dentro de la comunidad se incorporaron hombres como Schilling, Kunzle, Fritz-Maurice y Otto Maier. Después vinieron Enest Wild, Meyer, Muller, Gmelin, Haas y otros. De la comunidad metodista vinieron los hermanos Ernest y Arthur Witty, Morris, Leascke, Smart, Harris I, Bastow y Brown. Posteriormente se incorporaron Black, Gillespi, Hamilton, Harris II, Harris III, Wy J. Webb, entre otros y por último de la comunidad evangelica de Barcelona (prebisteriana) a E. Gaissert.

Después de publicarse la noticia de la fundación del club en Los Deportes se incorporaron jóvenes católicos como Urruela, Lloret, Llobet, Mir, Soley, Valdés, Artús, Busquets, Cabot, Cruzate, López, Lluís d’Ossó y Batomeu Terradas, siendo estos tres últimos invitados a la junta de la directiva[3]. En los primeros años del club existió una seria rivalidad entre católicos y protestantes, el mismo Gamper tuvo problemas por su condición religiosa, en concreto con Lluís d’Ossó, que pertenecía a una familia extraordinariamente católica.

Un ejemplo de esta rivalidad fue el momento que Lluís promovió en un 23 de septiembre de 1900 un partido entre nacionales lo que provocó que Gamper dejara de ser capitán del Barça. Los protestantes del equipo eran igual de intransigentes y no entendieron que Gamper fuera tan tolerante y aceptara la libertad de culto con aquellos que no hacían más que molestarles.

2.  Evolución social de una organización deportiva, 1899-1920

La andadura de una de las entidades deportivas más univerales se inició en el 1899, un club deportivo que nació en Cataluña llamado F.C. Barcelona. El club desde su fundación hasta el 1930 evolucionó como entidad estructurándose legalmente a partir de la formulación y mejora de los Estatutos del club, Estatutos legales, como fueron los del 1902, 1911 y 1920. Estas leyes estatutarias se fueron actualizando gracias a que el club barcelonista fue desde sus inicios una organización abierta y dinámica que gracias a una cultura e identidad propias pudo superar las diferentes crisis institucionales. No se puede olvidar que estas crisis se superaron gracias al papel de Hans Gamper como fundador y hombre que con su esfuerzo consiguió que el club sobreviviera en momentos de apuro. Estos Estatutos fueron el eje de un club organizado que acabó convirtiéndose en una identidad social.

La historia del Futbol Club Barcelona ha sido investigada por varios autores como J.J. Artells[4], Jaume Sobrequés[5] o Ramón Barnils[6] que han tratado la historia del club de una manera descriptiva, narrando los hechos históricos de la institución a partir de la vida deportiva y social de la institución. En este tipo de historias sobre el club se intenta hablar del desarrollo de la insitución a partir de un personaje central como fue la del suizo Hans Gamper, el verdadero promotor fundacional de la institución.

            Mi aportación trata de involucrar el aparato legal de la institución como verdadero eje vertebrador del desarrollo vital de la institución en el que la vida social de la sociedad fue un reflejo de la propia evolución de la entidad. La vida deportiva del club barcelonista no sería el papel esencial de la propia sociedad sino su viveza organizativa en el que el club supo regenerarse ante la venida de cualquier crisis social tanto externa como interna. Otro factor importante fue que desde sus inicios el club se desarrolló como una institución con una intención catalanista en la que poco a poco se adentró en la idea de nación concebida en aquellos años por la socidad catalana.

            En este apartado se ha consultado las siguientes fuentes: primero, he utilizado los Estatutos del club que están depositadas en el Museo del Futbol Club Barcelona. Segundo, en ese mismo archivo he utilizado los Boletines Oficiales de la institución que ha complementado la información encontrada en los Estatutos del mismo club. Tercero, como fuente secundaria he encontrado información en las hemerotecas del Mundo Deportivo y la Vanguardia en la que se ha podido encontrar información de la vida deportiva del club tratada por los periodistas de la época.

2.1. Fundación de una entidad depotiva llamada Futbol Club Barcelona

El semanario Los Deportes publicó en el 22 de octubre de 1899 la siguiente nota: “Nuestro amigo y compañero Mr. Kans Kamper, de la sección de foot-ball de la sociedad los deportes y antiguo campeón suizo, deseoso de poder organizar algunos partidos en Barcelona, ruega a cuantos sientan aficiones por el referido deporte se sirvan ponerse en relación con el, dignándose al efecto pasar por esta redacción los martes y los viernes por la noche de 9 a 11..” En dicha nota Hans Gamper, un suizo germanófono de 21 años convocó a los aficionados al fútbol. Un mes más tarde, en los locales del Gimnasio Solé, se celebró la reunión constituyente del Foot-Ball Club de Barcelona, fundado bajo la Ley de Asociaciones de 1887, que fue la primera actuación legislativa para regular el movimiento asociativo, no tenía carácter constitutivo, es decir, que para que una asociación naciera con base jurídica únicamente era necesario tener las actas de constitución debidamente cumplimentadas[7].

En aquella reunión, celebrada el 29 de noviembre de 1899, firmaron en el acta: Walter Wild, primer presidente del club, Lluís d’Ossó, secretario, Bartomeu Terrados, tesorero, encargado de custodiar el dinero de la colectividad, Hans Gamper, vocal con voz en el consejo y capitán del equipo, Otto Kunzle, Otto Maier, Enric Ducal, Pere Cabot, Carles Pujol, Josep Llobet, John Parsons y William Parsons[8]. El F.C. Barcelona entró en su primera etapa como institución, sin que estuviese diferenciados los gestores y los propietarios del mismo. En una reunión posterior se adoptaron los colores azul y grana y el escudo de la ciudad, y se fijó la cuota de socio en dos pesetas. El F.C. Barcelona jugó su primer partido el 8 de diciembre de 1899 en el ex velódromo de la Bonanova, junto al actual Turó Parc. El rival fue un equipo formado por ingleses residentes en Barcelona, que vencieron por 1 a 0. Al día siguiente La Vanguardia publicó una extensa crónica[9]. La primera victoria tuvo lugar el 24 de diciembre de 1899 contra el Català F.C. con el resultado de 3 a 1. El rival de aquel encuentro, el Català Fútbol Club (o Català Sport Club) fue el primer equipo de fútbol que se fundó en la ciudad de Barcelona. El club fue creado el 21 de octubre de 1899 en el gimnasio Tolosa, de Jaume Vila y Capdevila, que fue su primer presidente, acompañado por Víctor Paniagua como secretario, Miquel Valdés, tesorero, Manuel Mir, capitán y Guillem Busquets, subcapitán. Jugaba sus partidos en el Velòdrom de la Bonanova y sus colores eran el azul y el blanco. El Català FC se proponía promocionar el deporte local, por lo que solamente admitía jugadores catalanes en su equipo, motivo por el que se rechazó el ingreso del suizo Hans Gamper. Pero al cabo de dos mesos de su fundación, abandonó esta política y empezó a aceptar jugadores de otras procedencias[10]. El Català FC i el FC Barcelona mantuvieron una gran rivalidad a inicios del siglo XX. Muy sonada fue la polémica sobre cuál de los dos clubes era el decano de la ciudad de Barcelona, polémica que quedó resuelta a favor del FC Barcelona por haber sido el primero en inscribirse en el registro civil, ya que el Català FC no lo hizo hasta mediados de diciembre.

 El Català FC disputó el campeonato de Cataluña desde sus inicios, sin llegar a conseguir nunca el titulo. Su mejor clasificación en el campeonato fue la tercera posición, que consiguió varias temporadas. En la temporada 1914-15 acabó en la décima y última posición con lo que perdió la categoria que nunca más volvería a recuperar. En 1924 celebró sus bodas de plata y dejó de existir a finales de aquella década. La razón de su desaparición radicó precisamente en no tener la capacidad de cambio, de adaptación a los Nuevos tiempos, dinàmica necesaria para adaptarse a las diferentes circunstancias y no contar desde un primer momento con un sistema organizativo, por lo que no era un club sostenible en el ámbito político, en el económico, ni en el social; capacidades que sí tuvo el F.C. Barcelona desde su fundación, lo que le permitió a la postre superar las distintas crisis institucionales.

El Barcelona desde un primer momento funcionó de una forma organizada, a la manera de una pequeña empresa, esa fue la diferencia por ejemplo entre el F.C. Barcelona y el Català F.C. La organización del club como una pequeña empresa hizo que el primero sobreviviera desde un principio a las circunstancias adversas. El club en ese tiempo fue una pequeña empresa con una administración independiente donde generalmente los gerentes fueron también propietarios encargándose del capital de la entidad; fueron agentes con lógica, cultura, intereses y espíritu emprendedor.

El área de operaciones fue fundamentalmente local, con un tamaño relativamente pequeño ya que entre 1899 y 1900 el club tuvo algo más de 50 socios y una jerarquía muy básica e influenciada por una acusada centralización; todavía con una escasa división del trabajo, este pequeño tamaño permitió formular y desarrollar decisiones de forma rápida, en las que el papel del gestor, Hans Gamper, desarrolló un estilo directivo de carácter personal dentro de una estructura simple que transformó de manera continua, con dinamismo en una configuración flexible, ideal para una actividad innovadora -como fue la creación de una entidad deportiva- dentro del sector industrial en el que actuó; fue un club en conclusión que actuó desde sus inicios bajo los parámetros de una pequeña-mediana empresa[11].

En la temporada siguiente, el curso 1900-1901, concretamente el 18 de noviembre de 1900 el F.C. Barcelona pasó a jugar en un campo contiguo al hotel Casanovas, el club estaba inmerso en un mundo en constante cambio y buscó su espacio dentro de una red social eminentemente de clase industrial adaptándose a su vez a las costumbres de la ciudad moderna. En lo deportivo, el 23 de diciembre de 1900 el Barcelona se enfrentó por primera vez a la Sociedad Española de Fútbol, que posteriormente se convertiría en el Real Club Espanyol de Barcelona. El partido acabó sin goles en un ambiente de absoluta camaradería. El Barcelona jugó sin extranjeros. Alfonso Macaya, presidente de honor del Hispania, ofreció una copa de plata al ganador de un torneo, la I Copa Macaya.

El Barcelona participó y acabó segundo, aunque sólo perdió un partido. En aquellos tiempos Bartomeu Terradas sucedió desde el 25 de abril de 1901 a Walter Wild en la presidencia del club[12]. En la temporada 1901-1902 con motivo de la construcción del Hospital de Sant Pau se produjo un nuevo cambio de campo. El 23 de noviembre de 1901 se inauguró los terrenos de la carretera de Horta, en el barrio de La Sagrera, con un partido contra la tripulación del crucero británico Calliope. Ganó el Barcelona por 4 a 0 y Gamper hizo tres goles. Asistieron 4.000 personas. También se consiguió el triunfo en la II Copa Macaya, con ocho partidos y ocho victorias, 60 goles a favor y tan sólo 2 en contra. Aquella temporada con motivo de las fiestas de la coronación de Alfonso XIII se organizó un torneo en Madrid, el I Campeonato de España, hoy Copa del Rey.

El 13 de mayo de 1902 el Barcelona se enfrentó por primera vez con el Real Madrid, al cual venció por 1 a 3. El Barcelona pasó así a la final, donde perdió con el Vizcaya por 2 a 1, con gol de Steinberg. En la temporada 1902-1903 hubo un nuevo cambio de presidente, se trató de Paul Haas que sustituyó el 5 de septiembre de 1902 a Bartomeu Terradas. Se disputó la Copa Barcelona, preludio del Campeonato de Cataluña en el que venció el Barcelona en dura lucha con el Espanyol, con quien empató en los dos enfrentamientos.

El trofeo en disputa lo pagaron los socios barcelonistas con unos 250, a dos pesetas y cuarenta céntimos por cabeza. Todos los participantes tuvieron premio: medallas para los tres primeros; una bandera del juez de línea para el cuarto; al quinto, un balón de reglamento; unos guantes de portero para el sexto; un fuelle para el septimo y un silbato para el último[13].

2.2. El Estatuto de 1902

Una organización es una estructura de papeles y esto fue desde sus inicios el Futbol Club Barcelona. En los primeros Estatutos el club fue en esencia y forma una asociación sin ánimo de lucro que presentó las siguientes características que todavía conserva actualmente: la denominación, el domicilio, así como el ámbito territorial en el que haya de realizar principalmente sus actividades.

En estos estatutos también se señalaba la duración prevista de la asociación cuando no se constituyese por tiempo indefinido, y sus fines y actividades descritos de forma precisa. Se indicaba además los requisitos, modalidades de admisión y baja, sanción y separación de los asociados y, en su caso, las clases en que se dividían. Podían incluirse también las consecuencias del impago de las cuotas por parte de los asociados y los derechos y obligaciones que adquiriesen en cada una de las distintas modalidades. Los criterios que garantizasen el funcionamiento democrático de la asociación eran otras de sus indicaciones.

Los órganos de gobierno y representación, su composición, reglas y procedimientos para la elección y sustitución de sus miembros, sus atribuciones, duración de los cargos, causas de su cese, el método para deliberar, adoptar y ejecutar sus acuerdos y las personas o cargos con facultad para certificarlos y los requisitos para que los citados órganos quedasen válidamente constituidos, así como el número de asociados necesario para poder convocar sesiones de los órganos de gobierno o proponer asuntos en el orden del día fue otro de sus ordenes fundacionales. Se señalaba el régimen de administración, contabilidad y documentación, así como la fecha de cierre del ejercicio asociativo.

El patrimonio inicial y los recursos económicos de los que se podían hacer uso. Las causas de disolución y destino del patrimonio en tal supuesto, que no pudiesen desvirtuar el carácter no lucrativo de la entidad. Así mismo, los Estatutos podían ser desarrollados por un reglamento interno que regulasen todos aquellos aspectos del funcionamiento de la Asociación que no hubiesen quedado claros en aquellos[14].

El Estatuto de 1902 bajo estos parámetros fue un Estatuto descriptivo que constó de 20 artículos, el primero de los cuales rezaba: “Bajo la denominación de foot-ball club Barcelona que la constituye en esta ciudad una sociedad de aficionados al deporte de Foot-ball y que cuyo fin es el afecto y propagación de este sport para el desarrollo de tal finalidad”.

En el artículo dos decía “la duración de esta sociedad es por tiempo indeterminado pudiéndola disolver los socios numerarios por mayoría de votos, destituyendo los establecimientos a los beneficios y los fondos restantes”; este apartado era importante ya que nombraba como socios con potestad para disolver al club, sólo y de manera especifica, a los numerarios que, según expresaba el artículo cinco “serán nombrados socios numerarios, por acuerdo de la Junta Directiva, las corporaciones o particulares que le hagan acreedores a esta distinción por haber contribuido al aumento de la sociedad, premiando así la relación del club con el entorno industrial o los particulares de buena salud económica que le harán funcionar; el verdadero dueño del club es el capital, no sus socios, aunque esto será distinto en el estatuto de 1911, lo que nunca cambiara es la esencia democrática del club.

El artículo tres decía “la sociedad no podrá tener un carácter político y no tendrá otros periódicos que los deportivos”; el cuatro específica que “los socios son de cuatro clases: Honorarios, protectores, numerarios y corresponsales”. El artículo seis declaraba “serán socios protectores los que tomaran una parte activa en los partidos que afecten a la sociedad y paguen”, mientras el artículo siete concreta que “los socios numerarios los serán los varones o extranjeros que habiendo solicitado la entrada hayan sido admitidos por la Junta Directiva, sean de buenas costumbres y tengan cumplidos los diez años[15].

El artículo cinco aclaraba lo que antes hemos mencionado: “Estos estatutos y reglamentos son de carácter sociales contribuyendo al coste como miembro de la sociedad, tomadora a una mayor parte ejecutiva los partidos que se celebren y pagando una cuota”[16].

En el artículo ocho se advertía que “los socios numerarios que tengan que ausentarse de esta ciudad y que tengan que residir en otra será nombrados socios corresponsales debiendo ser este título puramente honorífico y siendo aprobados por la Junta Directiva”[17].

En el nueve se concretaba que “la sociedad está gobernada por una Junta Directiva compuesta por siete socios, un presidente, un vicepresidente, un secretario, un vicesecretario, un tesorero y dos vocales” los otros once artículos recogen los deberes y obligaciones de los socios y las de responsabilidades de directiva y jugadores. El estatuto de 1902 destacaba por referirse a un club con una organización de carácter simple que, no obstante, tenía ya entonces una buena base económica que hizo viable a la institución; en él se demostró que aún no existía una diversificación de los diferentes puestos. El club estaba dando los primeros pasos[18].

El artículo diez se refería a la Junta Directiva y disponía que se renovaría cada año pudiendo ser los individuos reelegidos mientras que en el once se decía que los nombramientos de los individuos de la Junta Directiva pertenecían a la Junta General. Los mecanismos del club eran democráticos desde sus inicios, lo que le permitió estar abierto y en constante evolución, no permitiendo ningún síntoma de endogamia institucional. El artículo doce establecía que la Junta directiva ejercía la dirección y la administración, había una identificación de las funciones de la Junta y, cómo veremos más delante, de los deberes y los derechos de los propios socios.

El artículo trece subrayaba que, a colación -de lo que mencionaba el doce-, el reglamento anterior determinaba los derechos y obligaciones de todos los socios, así como los de los individuos de la Junta Directiva. El artículo catorce mencionaba que la Junta General de socios se celebraría al empezar la parada de partidos o sea en el mes de septiembre y la segunda al terminar la serie de partidos, finales de mayo. Se presentó memoria de actos realizados y un estado de cuentas por el tesorero[19].

El quince fue un artículo que estipuló el castigo a cualquier socio o miembro de la Junta directiva que perjudicase el club. Si este artículo habló de castigar, el dieciséis definía un concepto dentro del estatuto que se preocupaba de salvaguardar la armonía de los consocios en los que no debía de haber actos que desdigasen su cultura siendo aprendidos amigablemente por el presidente. El artículo diecisiete estipulaba que los socios numerarios pagarían cada mes de septiembre a mayo por trimestres adelantados por temporadas[20].

En el artículo diecinueve se decía que durante todo el año los socios numerarios además del juego del foot-ball podrían practicar juegos como tenis o cricket bajo la dirección que la Junta designe. Los cuatro últimos artículos nos mostraron cómo la institución puso los límites del club para determinar el buen funcionamiento del mismo. En el veinte se disponía que solamente podrían ser modificados los estatutos en las Juntas Generales que derivaban en el artículo catorce de estos estatutos. Esta es la única limitación que puso el club a su propia evolución[21].

2.2.1.  La primera gran crisis institucional del club, 1908-1911

El Barcelona disputó su primer partido en el extranjero el 1 de mayo de 1904, en Tolosa de Llenguadoc, Francia. Se enfrentó con el Stade Olympique y venció por 2 a 3. En la temporada 1904-1905 el Barcelona se proclamó por primera vez campeón de Cataluña. El partido decisivo se jugó el 21 de junio de 1905 contra el Espanyol al que venció por 3 a 2.

Los propietarios de los terrenos de la carretera de Horta decidieron edificarlos y desde el 26 de febrero de 1905 el Barcelona pasó a jugar en otro campo, situado en la calle Montaner y delimitado por las calles París, Casanova y Londres. En los años 1905-1906 el club entró en una época de crisis, tanto en el aspecto social como en el deportivo que acabó con Josep Soler un 6 de octubre del 1905 como nuevo presidente de la entidad.

En el ámbito deportivo en un desplazamiento a Bilbao, el Athletic goleó al Barcelona por 10 a 1. La prensa vasca aprovechó para hacer comentarios irónicos. La crisis fue general en el fútbol catalán, hasta el punto de que el Espanyol suspendió todas sus actividades por un periodo de tres años. En la siguiente temporada, la 1906-1907, continuaron los problemas de toda índole. Juli Marial sucedió a Josep Soler en la presidencia desde el 6 de octubre de 1906, un año después.

En el Campeonato de Cataluña en el transcurso de un partido contra un club con el curioso nombre de X, compuesto por muchos ex jugadores del Espanyol, se organizó una gran pelea cuando el Barcelona marcó el gol del empate a tres. Era un partido decisivo y el campo de fútbol se convirtió en el escenario de un combate de boxeo; la policía tuvo que intervenir.

En la temporada siguiente, el curso 1907-1908 el F.C. Barcelona no recuperó su ritmo competitivo y tanto el equipo como la entidad siguieron empeorando. El club X aunque ganó de nuevo el Campeonato de Cataluña y el número de socios bajó hasta los 163. Se disputó un torneo en Francia por las fechas de Navidad. Después de ganar al Settois 1 a 4 y de empatar con el Nimes, el Barcelona jugó su último partido contra el Marsella, un equipo formado mayoritariamente por exjugadores de rugby. Marcó primero el equipo azulgrana pero la dureza local fue determinante y cuatro barcelonistas (Bru, Duran, Sanz y Castillo) tuvieron que retirarse.

El resultado final fue de 9 a 1 a favor de los franceses. En los años 1908-1909 la crisis del Barcelona llegó a su punto álgido. Después del verano de 1908 tan sólo quedaban 38 socios. El 11 de noviembre de 1908 Vicenç Reig asumió la presidencia, pero dimitió el 2 de diciembre. El club estaba asumido en una grave crisis. Es entonces cuando Hans Gamper, en una reunión dramática con únicamente 20 asistentes, decidió coger las riendas de la entidad y dirigirlo por primera vez de manera oficial. Gamper recuperó agónicamente asociados puerta por puerta y el 14 de marzo de 1909, bajo su impulso decidido, el Barcelona inauguró el primer terreno de juego de su propiedad, conocido como el Campo de la calle Industria o La Escopidora, situado en esta vía, actualmente llamada calle París, entre Urgel y Villarroel[22].

Esta primera gran crisis del año 1908 dará lugar al primer cambio estructural, que culminará con el Estatuto de 1911 y el primer estadio en propiedad del club. Es verdad que Hans Gamper recuperó asociados puerta por puerta, pero, sobre todo, con una perspectiva menos romántica, Gamper, en una actuación gerencial serena y correcta, tuvo en cuenta tres conceptos; el entorno sociocultural, el entorno económico y el entorno político-legal, como debe hacer todo buen gestor al frente de una empresa. Toda buena gerencia debe conocer cómo se manifiesta el entorno cultural en el que se quiere actuar, dado que en él conviven los consumidores o potenciales socios que actúan de acuerdo a la cultura que han aprendido, a sus costumbres y tradiciones adquiridas, lo que les aporta un comportamiento específico de los paises donde operan, Las diferencias culturales deben tomarse en cuenta en el desarrollo de las estrategias de mercado si se quiere ganar y recuperar un club perdido y esto Hans Gamper lo tuvo siempre presente; para cada momento, un hombre y una política, la ubicación del nuevo estadio es buena prueba de ello[23].

Hans Gamper para salvar el club buscó el apoyo político en hombres como Lluís Duran, regidor del Ayuntamiento y hombre de peso dentro de la Lliga Regionalista, y de los diputados F. Cambó y J. Ventosa que asistieron al primer partido del nuevo campo; A medida que un club se vuelve más próspero en el aspecto económico este debe valorar sus necesidades –también económicas- y las de su entorno, que en esos momentos eran eminentemente industrial. Gamper tuvo en cuenta la relación del F.C. Barcelona con el ámbito social que le rodeaba, lo que cómo ha queda dicho, es la base del éxito de cualquier empresa para que se considere sostenible en el espacio y en el tiempo.

La organización adoptó su propio sistema interno de gobierno, política o leyes, y determinó la forma de tratar con otras instituciones mayores y más complejas como eran ya entonces el propio F.C. Barcelona. Cada institución de manera individual tiene su propio estilo de gobierno, de cómo promulgan y ponen en función leyes que, en determinadas situaciones, pueden afectar o beneficiar al comportamiento empresarial de las propias instituciones y Gamper lo tuvo en cuenta para salvar la sociedad de la desaparición[24].

2.3. El Estatuto de 1911

Los Estatutos de 1911 contenían 26 artículos a diferencia del Estatuto de 1902 de un aire explicativo diferenciados en dos capítulos, el primero de ellos dividido a su vez en dos sub-apartados. El primer apartado se refiería la la duración y disolución de la sociedad, sobre la que el artículo dos especificaba que “La duración de la sociedad será por tiempo indeterminado pudiéndola disolver los socios cuando la crean conveniente, las tres cuartas partes de los que tengan voz y voto” y concretaba “en cuyo caso la ultima junta directiva se encargará después que haya pagado todas las deudas de la sociedad, de entregar los bienes sociales a casas de caridad, exceptuando los premios y trofeos que serán entregados al museo provincial de Barcelona” y añadía que “la sociedad no puede tener nunca carácter político ni religioso alguno ni otros periódicos que no sean los deportivos”[25].

En su segundo apartado, el primer capítulo nos hablaba de las cinco clases de socios, como antes hemos mencionado, que se distinguían entre honorarios, de merito, protectores, numerarios y corresponsales especificando las funciones, deberes y derechos de cada una de ellas.; no era una diferencia y distinción entre los mismos socios, sino que se trataba de una organización social y económica que dotase al club de una dimensión aún más amplia de la que tenía en los estatutos de 1902[26].

En el artículo cinco decía que “Serán nombrados socios honorarios las corporaciones, particulares y jugadores que por méritos contraídos y a juicio de la Junta General merezcan tal distinción” y en un apartado b. aclaraba que “están exentos de pagar cuotas y tienen los mismos deberes y derechos que los demás”. Había una distinción entre el socio practicante y el socio espectador[27].

El artículo seis expresaba que “serán socios de mérito los jugadores de cualquier categoría que a juicio de la comisión sportiva y con aprobación de la Junta Directiva mereciéndolo” y en su apartado b. decía que “estos socios se ligarán entre aquellos que se hayan hecho acreedores a ello, bien por su labor sportiva, bien por campañas periodísticas o por cualquier otro motivo que haya servido para enaltecer al club”[28].

El artículo siete explicaba que “serán socios protectores aquellos que, tomen o no una parte activa en lo deportes, paguen una cuota de cinco o más pesetas mensuales” y aclara “estos socios tienen los mismos deberes y derechos que los socios numerarios”. En el artículo ocho se decía que “los socios numerarios tienen los deberes y derechos que les reconocen estos estatutos y reglamento, deberán pagar veinticuatro pesetas mensuales o trimestrales”[29].

En el artículo nueve se disponía que “los socios que tengan que cambiar de residencia trasladándose a otra población podrán ser llamados por la Junta Directiva como socios corresponsales” y añadía que “es honorífico y está exento de pago de cuota”. En el artículo diez declaraba que “Todos los socios vienen obligados a cumplir estos estatutos” y añade que “siempre que una décima parte de socios que tengan voz y voto pidiendo por escrito a la Junta Directiva se celebrará una Junta General convocada por el presidente diez días después de haber concluido la comunicación”[30].

El apartado e. del mismo artículo puntualizaba que “cuando por diversas causas la Junta Directiva quedara reducida a cinco miembros se procederá inmediatamente a la convocatoria de una Junta General nombrando a ella los individuos que interinamente han de ejercer los cargos, desempeñándolos hasta nombrar la Junta Directiva definitiva” y el apartado f. decía que “para que sean válidos los acuerdos tomados en la Junta General es necesario que asistan la mitad más uno de los socios que tengan voz y voto,” añadiendo que se podía nombrar otra junta general quince días después de haber convocado la primera sin que sea necesario tener en cuenta el número de socios[31].

El Estatuto de 1911 fue aún más complejo que el fundacional estructurándose como si fuera una cooperativa, una sociedad colectiva, que en esencia se movía en diversos campos para hacer crecer al club después de una etapa cuajada de difíciles acontecimientos. Entre otras características estos Estatutos se basaron en que las personas intentaron prestar servicios que redundasen en la ganancia y la proyección del propio club, de las que, a su vez, se beneficiaba el socio, rentabilizando así su entrega a la entidad.

El principal objetivo de este planteamiento fue ofrecer servicios de calidad y económicos, y reportar beneficios a los socios, devolviéndoles el excedente disponible en proporción a sus actividades o servicios, como fue el caso de los socios numerarios que pudiesen jugar a diversos deportes (tenis, cricket, etc) si lo deseaban[32]. La persona era quien dirigía, el capital no; la persona tenía voz y voto y el número de socios era ilimitado. Podían ser socios todas las personas que lo deseasen, según los Estatutos los objetivos dependían de las necesidades de los socios, ya que el club se gobernaba con la participación de todos ellos y se organizaba internamente por medio del apoyo mutuo[33].

En el segundo capítulo titulado “Del Gobierno de la Sociedad” se trataba de una diversificación de las obligaciones de la Junta Directiva con una disección de las responsabilidades del presidente, vicepresidente, secretario y tesorero y ya se nombraba el puesto de contador sin que todavía fuese parte importante de la Junta Directiva como si será en el futuro. La Junta Directiva fue la que salvaguardaba el buen funcionamiento de la entidad, fue la que representaba y conservaba los bienes sociales y resolvía las diferentes cuestiones económicas y en la que nunca se admitirán imposiciones de nadie ni actos que desdigasen de la sociedad ni de la cultura del club; el Barcelona era una institución que rechazaba a personas como Peris de Vargas, y todo esto, bajo el verdadero eje de la institución, el Estatuto, para que el verdadero motor del club, sus socios, no se derrumbasen en la confusión y el caos, por esta razón los socios estaban protegidos por una base legal[34]. A partir del artículo veinte se hablaba de los derechos y obligaciones de los jugadores y se diseccionaban los diferentes puestos de la plantilla como los de capitanes y subcapitán y se supeditaba a los jugadores dentro de los parámetros de los Estatutos; el futbolista estaba también sometido a la organización y dirección del club. Pero no sólo esto, sino que los jugadores se debían de comprometer más allá que un simple trabajador con su empresa, acatando reglamentos y normas de régimen interno o normas de índole federativa.

Los jugadores además también debían estar sujetos a otras normas de carácter plenamente técnico, como las reglas de juego y disciplina en los primeros tiempos del profesionalismo. Estos Estatutos vertebraban todo el organigrama del club dentro de una jerarquía social, existió una paulatina separación de funciones dentro de la organización de la institución; la estructura de la sociedad se había hecho más compleja respecto al Estatuto de 1902, en estas nuevas leyes todos ayudaban de alguna manera para dirigir los buenos destinos del club;

En esos años sin que se produjese vacío de poder ni faltas de ayudas de tipo social y económico, existía una autogestión del propio club bajo los Estatutos que interaccionaba entre las diferentes secciones administrativas de la sociedad. Estas leyes estatutarias ponían orden y ofrecían sentido a la interacción del entorno que rodeaba a la propia institución con el propio F.C. Barcelona[35].

2.3.1. La segunda crisis institucional del club, 1913-1916

Las finanzas del club entre el 1 de julio de 1913 y el 30 de junio de 1914 mostraron unos gastos y unos ingresos igualados de 77.805,67 pesetas. En el capítulo de entradas se pudieron ver la escasa diversificación que experimentaron las fuentes de financiación del club. Las cuotas de los socios fueron de 26.029,55 pesetas, es decir, 20 anuales para los socios, las entradas para los partidos aportaron 46.558,95 pesetas y un capítulo diverso que incluyeron la venta de insignias, aportaciones a la Federación y otros, 5.217,17 pesetas. El líquido de la caja fue de 1.464,45 pesetas. El año siguiente, a 29 de junio de 1915 la situación había empeorado, la caja se quedó en 31,82 pesetas mientras los ingresos superaron por poco a los gastos[36]. (Ver gráfico 1)

Gráfico 1. Finanzas del club en la temporada 1913-1914 Fuente: Museo del Futbol Club Barcelona

Gráfico 1. Finanzas del club en la temporada 1913-1914
Fuente: Museo del Futbol Club Barcelona

El 30 de junio de 1914 tomó la presidencia Àlvar Presta y, según los libros consultados, apareció en la directiva la función de contable, de la mano de Joseph Preckler, correspondiente a una contabilidad privada que tenía como ocupación la de contabilidad de costos o contabilidad de gestión, o lo que es lo mismo, la contabilidad interna de la institución, el cálculo de los costos y los movimientos económicos y productivos dentro de la empresa. Servía además para tomar decisiones en cuanto a producción y organización de la empresa, y mejoraba el procedimiento al aportar los datos contables[37]. La gestión del club ya estaba entonces planificada y tratada como una empresa privada dentro de unos Estatutos que vertebraban legalmente esta planificación empresarial en un intento continuo de disminuir la entropía dentro de la institución. La temporada 1914-1915 en al ámbito deportivo fue otro año sin éxitos, el club estaba inmerso en una crisis interna y con un problema grave de identidad como institución; el club estaba en manos del vicepresidente Peris de Vargas capitán del ejercito, que se convirtió en una especie de dictador dentro del club[38].

Esta fue la razón que produjo la crisis interna en la entidad, hubo un conflicto entre los peristas y los que creían en la esencia democrática de la institución, hombres pertenecientes al pensamiento de la Lliga Regionalista, que asumieron una postura popular en un club que desde sus inicios había tenido unas raíces de aire liberal, mientras que Peris, autoritario, llegaría a decir: “el Barcelona es mi club”. Peris de Vargas atribuyó a la institución una imagen demasiado personalista, dictatorial, contraria a la filosofía del club, contraria a los mismos orígenes estatutarios, como queda reflejado en el capítulo dos, titulado Del Gobierno de la Sociedad de los Estatutos de 1911 de la propia institución, antes mencionado.

La importancia de una cultura en una organización es tal que constituye el fundamento de la vida de una entidad, económica o deportiva, es esta el espacio donde la estrategia, las estructuras y los procesos humanos toman cuerpo; en gran parte los elementos de la cultura o las esencias de la institución pasan desapercibidos por una cotidianidad que les resta visibilidad. La cultura organizativa está presente en toda institución, esta cultura eleva a una entidad a la categoría de micro sociedad, con códigos y valores morales propios, más si hablamos de una entidad deportiva.

En las diferentes teorías que existen para describir la influencia de la cultura en las estructuras de las diferentes instituciones están desde las de Schein, que habla de la influencia de los directivos o de las diferentes clases sociales predominantes dentro de la propia entidad, pasando por las de Chanlat que afirma que no sólo se reduce a los directivos sino que es el resultado de un juego complejo de interacciones y representaciones entre diferentes actores y una situación, hasta las de Morgan, más ecléctico, que cree en la dificultad de controlar la propia cultura aunque también reconoce la influencia de los dirigentes; como diría Mintzberg, la cultura es, simplemente, un mecanismo de coordinación.

El hecho distintivo de la cultura corporativa es su carácter dinámico. La cultura es un proceso o conjunto de procesos, a la vez que su reflejo, esta tiene un carácter estático que permite estudiarla en un momento concreto. Su dinamismo es fruto de su condición de construcción social, lo que implica que está sometida a la constante transformación de sus componentes. Todo cambio organizativo conlleva un cambio cultural[39].

La distinción de las dos características, aparentemente contradictorias, estatistmo y dinamismo, dentro de la cultura organizativa, es fundamental para entender su potencial explicativo. La coexistencia de estas dos dimensiones lleva a los simbolistas culturalistas a pensar que el estudio de una empresa requiere practicar la empatía, con la finalidad de comprender su mundo e integrarse en él para hacerla sostenible en el tiempo y protegerla mediante sus propias leyes de posibles fricciones que puedan llegar a desmoronar la propia estructura de la entidad, como pudo suceder si en el caso de Peris de Vargas éste se hubiera perpetuado en el club.

En una maniobra política de fuerza mayor, el 29 de junio de 1915, llegó a la presidencia Rafael Llopart, dejando atrás una época difícil para la identidad cultural de la sociedad. Bajo su mandato los Estatutos y la propia esencia, los límites y el buen gobierno del club quedaron reforzados. Con Rafael Llopart vinieron de vicepresidentes don Ricardo Alexandre y don Esteban Sala; secretario, don Agustín Bó; vicesecretario, don Jaime Vidal; tesorero, don Juan Domingo; contador, don José Espluga; vocales, don Juan Boix, don Antonio Gallart, don Miguel Puig y don Juan Cosp[40].

En la Junta, con esta renovación de cargos, figuraron elementos de gran valía. Con el nombramiento como secretario de Agustín Bó, miembro de Mundo Deportivo, la función del secretario se hizo más compleja, más próxima a lo que es la función de la secretaría en una empresa privada, no en las formas sino en el fondo de la exigencia del puesto, que dependió de la gerencia y se centró en la atención y filtraje de llamadas, la gestión de la agenda del gerente, la organización de viajes y reuniones. También desempeñó la elaboración de actas, recepción, atención de visitas, liquidación de gastos y reportings. Así mismo se encargó de la realización de ofertas, facturación y gestión de albaranes. Gestión de documentación para cierre contable (contabilidad externa) y funciones administrativas generales de soporte a la oficina. Supuso la interacción del club con el entorno social a través de los medios de comunicación, el club se abrió al mundo[41].

En el 16 de agosto de 1915 apareció un articulo en Mundo Deportivo que llevaba por título “Nuevo Régimen Fútbolista” redactado en la Federación Catalana en el que se proponía “separar en lo posible 1os poderes legislativo, ejecutivo y judicial de la Federación”, la Federación deseaba “robustecer la autoridad de la Federación como organismo superior, director y tutelar del fútbol regional”. El club ya estaba sufriendo entonces la separación de los diferentes deportamentos de la organización del club por el peso cada vez mayor de su propia estructura empresarial, como organización hacía tiempo que había dejado de ser una simple entidad deportiva. El tamaño y la complejidad de las actividades llevadas a cabo por el club fueron lo que determinó en verdad la capacidad organizativa de la institución[42].

En esos años en el ámbito puramente deportivo el filipino Paulino Alcántara fue la gran figura del equipo en aquella temporada, la del 1914-1915, y se convirtió en el máximo goleador por primera vez. En el curso de la 1915-1916 después de dos años sin títulos, el Barcelona volvió a imponerse en el Campeonato de Cataluña, ganando todos los partidos. En uno de los últimos disputado contra el Universitario, sobresalió un joven portero: Ricardo Zamora. En el Campeonato de España, se mostró la primera fricción con el Real Madrid, donde jugaba de delantero un tal Santiago Bernabéu, personaje central en el futuro del club madridista.

El Barcelona venció por 1 a 2, pero en el segundo partido, también en Madrid, ganaron los blancos 4 a 1. El tercer partido acabó 6 a 6 con tres penaltis pitados contra el Barcelona. Finalmente, en la prórroga del cuarto partido, el Barcelona se retiró por entender parcialidad en el arbitraje. En aquella temporada el presidente Llopart dimitió y lo sustituyó el 25 de junio de 1916 Gaspar Rosés. En la temporada siguiente, la 1916-1917 debutaron dos jugadores que marcarán época: Agustí Sancho y Emili Sagi siendo en aquella misma temporada cuando explotó el caso Garchitorena, un jugador que el Barcelona alineó en el Campeonato de Cataluña, competición donde no podían intervenir extranjeros.

El Espanyol descubrió que era argentino y lo denunció después de perder con el Barcelona por 3 a 0. Se ordenó la repetición de los partidos en los que había jugado el argentino, pero el club prefirió retirarse. El jugador acabó dedicándose al cine y vivió aventuras sonadas, como la que le relacionó con la actriz Myrna Loy[43].

El 17 de junio de 1917 Joan Gamper volvió a la presidencia del club por tercera vez en un momento difícil para la institución ya que su antecesor, Gaspar Rosés había dejado a su paso una deuda en el club de 26.796,65 pesetas, una gran deuda en aquellos tiempos para una entidad deportiva[44].

2.3.2. La tercera crisis de la institución, 1917-1920

Los procesos estructurales en una institución como el Fútbol Club Barcelona, dentro de una gestión compleja, son evolutivos y el paso de un orden local a otro más amplio (global) da lugar a una cierta inestabilidad, propia de los procesos autoorganizativos y de evolución creativa de la propia entidad; por esta razón es tan importante preservar la esencia de los Estatutos, sus leyes, los límites de la propia organización, como fue en el caso comentado anteriormente de Peris de Vargas.

En la parcela deportiva la temporada 1917-1918 en el club se pensó por primera vez en la figura de un entrenador, alguien que se dedicase exclusivamente a la preparación y la dirección del equipo, funciones que hasta entonces asumía el capitán. Después de un intento frustrado con el inglés Mr. Barrow (que sólo duró cuatro meses a causa de su afición a la bebida) se hace cargo del equipo el exjugador, también inglés, Jack Greenwell, a quien hay que considerar como el primer entrenador oficial de la historia del Barcelona, aunque el balance deportivo de la temporada fuera más bien pobre ya que no hubo ningún triunfo destacable.

La estructura no sólo varió entonces en su formación administrativa sino también en la deportiva. Greenwell estará siete años al frente del equipo y lo llevará al triunfo en cinco Campeonatos de Cataluña y dos de España. Greenwell incluso jugaba algunos amistosos de vez en cuando. Al dejar el Barcelona entrenó al Espanyol y lo hizo campeón de Cataluña y de España la temporada 1928-29[45].

Con la entrada de un entrenador se demostró que el club estaba cada vez más implicado en el desarrollo profesional desde una perspectiva deportiva. Los jugadores ya no eran entonces solo players (jugadores por diversión) sino que desde la institución se les trataba como trabajadores y se les valoraba según su productividad en los terrenos de juego como reflejo de la sociedad industrial que rodeaba la sociedad.

La aparición de la figura del entrenador y sucesivos ayudantes se debió a la necesidad de que la formación durante la semana, el entrenamiento fuera eficiente y eficaz para a la postre, ganar más partidos durante la temporada; el entrenamiento fue el área encargada del aprendizaje por parte de los jugadores de nuevos sistemas tácticos o de la preparación física, fue el lugar de trabajo para mejorar el rendimiento de los trabajadores del club. Con este nuevo método de entrenamiento se inició el largo camino hacia la teoría científica y la metodología deportiva del entrenamiento.

El club pensó y trabajó como una empresa desde sus cimientos. En el final de la temporada 1917-1918, en la Junta General del 16 de Junio de 1918 con 500 socios, celebrada en el gimnasio Alsina, se redujo la deuda de 26.796,65 pesetas a 12.454,90 pesetas, lo que supuso una amortización de 14.341,75 pesetas; en aquella reunión se eligió una nueva junta presidida por Hans Gamper, vicepresidente 1° don Ricardo Graells; vicepresidente 2°, don Jaime Baladía; tesorero don José Martínez; contador dos Agustín Bó; secretario don Juan Ragué; vicesecretario dos Luis Gratacós; vocales don Juan Franch, don Joaquín Matas, don José Sagalés y don Antonio Oliver[46].

Un año después cuando el Barcelona ganó el Campeonato de Cataluña, en el que tan sólo perdió un partido, en el campo del Espanyol por 4 a 1, a consecuencia de una “genialidad” de Greenwell, que hizo jugar a Alcántara de defensa. En el Campeonato de España el Barcelona perdió la final ante Arenas de Guecho por un claro 5 a 2.  En un amistoso de finales de temporada debutaron con el Barcelona Josep Samitier y Ricardo Zamora. Samitier, que tenía 17 años, provino del Internacional. Zamora, que destacó en el Universitario con tan sólo 15 años, fichó por el Espanyol en 1916 y posteriormente por el Barcelona.

En esos años, apoyada por la acción de gobierno de la Mancomunitat que mejoró notablemente las redes de carreteras y de teléfonos, la Lliga volvió a ser el partido más votado en las elecciones generales y municipales; este partido tenía en sus filas a Prat de la Riba trabajando en Cataluña y a Cambó en Madrid, donde se hablaba en términos nacionalistas. Con la finalidad de hacer una revolución desde arriba, desde las instancias más elitistas, el partido mayoritario en la Asamblea de Parlamentarios catalanes tuvo como objetivo reclamar al gobierno que presidía Dato la convocatoria de unas cortes constituyentes que permitiesen reorganizar el estado con unos criterios autonomistas[47].

La proposición hecha desde el Ayuntamiento de Barcelona el 19 de Julio de 1917, contó hasta con el apoyo de Alejandro Lerroux, con una demostración de que los dirigentes políticos se posicionaron ideológicamente. En las postrimerías de 1918 la Mancomunitat, emprendió una campaña a favor de un Estatuto de Autonomía que recibiese la adhesión de casi todos los ayuntamientos catalanes y de un gran número de entidades deportivas, sociales y cívicas entre las cuales estaba el F.C. Barcelona. En un partido oficial un 15 de noviembre, en el campo ondea la senyera.

El club se posicionó ideológicamente a favor de un proyecto nacional. En sustitución de Hans Gamper, que dimitió por estar en desacuerdo con el cariz cada vez más profesional que estaba tomando el fútbol, el 19 de junio de 1919 fue elegido presidente Ricard Graells y con él en su Junta Directiva, estaban como vicepresidentes don Jaime Baladí y don Arturo Matas; secretario, don Juan B. Soler; vicesecretario, don Pedro Marcet; tesorero, don Manuel Casabó; contador, don Juan Cosp y vocales, los señores Oliver, Boix, Guardiola y Escribá[48].

La nueva Junta Directiva se encontró con sólo 10´95 pesetas en caja y un grave problema fiscal con Hacienda que no sabía cómo tratar al club fiscalmente[49]. El problema fiscal vino porque desde la visión del Estado, los clubes deportivos como el Barcelona eran entidades empresariales, mientras que los clubes defendían que eran entidades empresariales con fines no lucrativos y buscaban un trato preferencial por parte de un Estado que no sabía cómo tratarlas fiscalmente. Todo ello fue una cuestión de control y regulación económica.

La diversificación del club no surgió de manera espontánea sino que se produjo por un desarrollo dinámico en el que intervinieron la creciente complejidad de la Federación y del propio trato del Estado respecto al club, como algunas de las razones por las que la estructura inicial de la institución ya no servía; el club necesitaba multiplicarse en diversos frentes, necesitaba sobrevivir a los acontecimientos que sucedían a su alrededor y de los que cada vez fue más dependiente como: la afición, la carga fiscal, las instituciones públicas o la creciente profesionalización del deporte. El club necesitaba una profunda transformación estructural.

2.3.3.  Modificaciones del Estatuto de 1911

El secretario Joan Baptista Soler i Bru el 27 de junio de 1920 redactó unos nuevos Estatutos que sustituyeron a los de 1911 que contenían una serie de matices respecto a los anteriores Estatutos que indicaron un nuevo cambio estructural del club en el aspecto ideológico y legal. En estos Estatutos el artículo primero se redefinía a la entidad como “Amb la denominació de Fútbol Club Barcelona i siguent el seu idioma el català, existeix en aquesta ciutat de Barcelona una societat d´aficionats i amants al deport dit Fútbol…”.

A diferencia de los Estatutos de 1911 que establecieron que en caso de disolución los bienes del club se destinarían a cáritas, los de 1920 disponían que la Mancomunitat -o el organismo catalán que existiese- se haría cargo de ellos “Així com dels trofeus i premis per destinarlos al Museu Nacional Català”. El club ya no era de esencia catalana, sino que se declaró de origen catalán y colaborador de los principios catalanistas desde una perspectiva legal.

En el futuro Estatuto de 1920, además, tenía una estructura más desarrollada desde las formas legales y el fondo moral, existiendo un mayor control respecto al Estatuto de 1911 y ha cambiando la orientación que marcaba el Estatuto inicial; el nuevo documento estatutario presentó una mayor perspectiva empresarial de la institución, en la que la esencia del club era declaradamente catalanista; también estaba construido a partir de una sociedad empresarial según los rasgos que se irán desgranando punto por punto y de los se puede deducir que el club, la institución era en cuanto a su estructura, en su manera de concebir y organizar el club una empresa.

En ese tiempo a nivel institucional Gaspar Rosés fue elegido nuevo presidente en sustitución de Ricard Graell[50]. En la junta general del 27 de junio de 1920, antes de dar paso al nuevo presidente, Graells se despidió con un discurso que ya contenía en esencia lo que se oficializará en los años sesenta como “el més que un club”. En la nueva Junta de Gaspar Rosés estuvieron los señores Casabó como tesorero, Cosp como contador, Soler como secretario, como vicepresidente Sastre Marcet, Escribá, Llaudet, Julinés, Sot, Valdé, Reñé, Lloveras, Cadellans y Batalla como vocales[51]. La cuestión fue que Ricard Graells no modificó la esencia del club, sino que lo proyectó. En la siguiente temporada, en el ámbito deportivo el Barcelona volvió a ganar con facilidad el Campeonato de Cataluña, pero decidió no participar en el de España tras producirse un repentino cambio de sede. En principio se había de jugar en Sevilla pero luego la Federación Española la trasladó a Bilbao.

El 17 de Julio del 1921 Hans Gamper se hizo cargo del club por cuarta ocasión. Entre sus proyectos inmediatos se encontró la de construir un nuevo terreno de juego. Al año siguiente, el Barcelona repitió triunfo en el Campeonato de Cataluña y en la Copa sin conocer la derrota. El 8 de diciembre de 1921 se celebró una trascendental asamblea el teatro Bosque en la cual se llevó adelante el proyecto de un nuevo campo. A mediados de 1921 las cuentas de la institución ya no tenían comparación con las de sus inicios. En el capítulo de los ingresos las procedentes de los socios ya sólo representaban la cuarta parte del total de las cifras del club, mientras que las captaciones restantes significaban más de la mitad, contando que entre 1920-1923 el salto del número de socios pasó de cuatro mil a doce mil; el espíritu amateur del club había desaparecido. (Ver gráfico 2)

Gráfico 2. Evolución de socios del Futbol Club Barcelona desde 1899 a 1923 Fuente: Museo del Futbol Club Barcelona

Gráfico 2. Evolución de socios del Futbol Club Barcelona desde 1899 a 1923
Fuente: Museo del Futbol Club Barcelona

La estructura económica del club se acogió a una situación compleja. No fue algo puntual, sino que desde la década 1910-1920 y de una forma dinámica los destinos del club se habían ido desarrollando hacia un contexto industrial cada vez más corporativo.

Los detalles de ingresos y gastos correspondientes al periodo de junio 1920-mayo 1921 presentaban unas cifras globales de 402.823,15 pesetas. Entre las partidas más importantes figuran alrededor de 54.000 pesetas ingresadas por el Banco de Cataluña, los gastos por propaganda, impuestos, subvenciones y viajes con un total de 156.012 pesetas, los gastos generales de 31.750,05 y los gastos por banquetes, obsequios, premios, mobiliarios, 61.706 pesetas. En caja había 31.095 pesetas[52]. (Ver gráfico 3)

Gráfico 3. Finanzas del club en el periodo de junio de 1920-mayo de 1921 Fuente: Museo del Futbol Club Barcelona

Gráfico 3. Finanzas del club en el periodo de junio de 1920-mayo de 1921
Fuente: Museo del Futbol Club Barcelona

La administración de las entidades deportivas como el Barcelona pasaron a reflejar los criterios de los sectores industriales ya que las diferentes directivas del club estaban vinculadas y formadas por los hombres pertenecientes a la industria catalana de la época, y estos hombres tenían ante todo un propósito claro: obtener el mayor beneficio posible para la supervivencia del propio club. Con los Estatutos de 1920 existieron procesos estautarios de apropiación política del club por parte de un grupo social, la burguesía catalana[53].

2.4. El Estatuto de 1920

El Estatuto de 1920 recogió el poder de un grupo social, el sector industrial catalán que se ocupó de las actividades de la institución y que por ello con la modificación de los Estatutos hubo un proceso de diferenciación de clases desde un aspecto cuantitativo. El artículo siete del Estatuto de 1920 por ejemplo fijaba en diez pesetas los derechos de entradas al club y, por primera vez en veinte un año, se elevó la cuota mensual de los socios, de dos a tres pesetas (artículo ocho). Quedaban excluidos de pago los socios de mérito y los jugadores que por su categoría o clasificación lo acordase la propia directiva, mientras los demás jugadores darían la suma de veinticuatro pesetas. En ello hubo un reconocimiento del jugador-ídolo que quedaba representado en los propios Estatutos destacándole económicamente; el club con ello empezaba a tener sus propios autorreferentes, propios de sistemas de autogestión[54].

2.4.1.  Boletín oficial del F.C. Barcelona, 1921-1923

Una muestra del sistema de autoorganización y de corporativismo del club la encontramos en los diferentes Boletines Oficiales de la propia sociedad en el año 1921. En ellos hay un extracto de acuerdos del mes de febrero. A la sesión del día 11 de febrero asistieron el señor Rosés (presidente), Baladia, Cosp, Casabó, Julinés, Marcel, Batalla, Lloveras, Sot, Valdé, Cadellans y Soler, como consejo directivo; en ella formularon una serie de acuerdos como fueron los “Nomenaments dels individus per formar la Comissió Revisora de Comptes”. Con el tiempo este proceso desencadenará en la Junta Consultiva organismo con carácter asesor y con la función de ofrecer propuestas a la Junta Directiva[55].

Otra de las cuestiones que se formularon fue la de acceptar “l´oferiment del soci Carles Comamala com metge i entrenador d´educació i resistencia física”. Con este nombramiento se demuestra la diversificación del club en la que, además de un consejo directivo, existe la prueba de comisiones alternas que participaron en la actividad del club[56]. En la sesión del día 13 de febrero se aprobó de manera definitiva las condiciones para los partidos en los entrenamientos. Esto significa que ya aparecieron los primeros vestigios de una preparación planificada en los entrenamientos que sirviese de referencia real en los partidos[57].

En la sesión del día 25 de Febrero se procedió al estudio de la organización médica, procediéndose a una verificación y contestación al señor socio doctor Comamala respecto a la organización del servicio médico y sanitario.[58]En ese boletín hubo un resumen de los movimientos de caja desde primeros de junio de 1920 a finales de Mayo de 1921, en los que se contaron “per subscripcions, impresos, lloguer, conservació local d´oficines, electricitat, personal, telefon, agent administratiu setmanals i altres gastos petits de tresoreria, comptaduria, secretaria i administración” en unos resultados de 31.760,05 pesetas[59].

En estos datos se puede observar cómo dentro de los gastos de la institución ya figuraban los referidos al personal, a los trabajadores empleados en el propio club siendo esto más evidente en el Boletín Oficial del club del mes de Julio de 1921. Con un nuevo consejo directivo en el que Hans Gamper fue presidente, estaban de vicepresidentes Ricard Cabot y Lluís Jover Vidal, el cajero, Joaquim Sot Ronaguera, el secretario, Josep Julinés Oliva, el subsecretario Albert  Solsona Canela y Pere Marcel Palau; como vocales están Joan María Guash, Martí Lloveras Llopar, Joan Parareda Artigas, Ignasi Ferrer, Antoni Salvà Guisart, Joan Sastre Presas y Salvador Valdé Sabaté, que se repartieron las distintas comisiones como fueron la de hacienda, la deportiva, la de propaganda y estadísticas, la Atlética, la federativa y la del campo de deportes.

En la de hacienda estaban Lluís Jover, Joaquim Sot, Albert Solsona y Juli Marial. En la deportiva estaban Martí Lloveras, Joan Parareda, Ignasi Pons y Salvador Valdé. La de propaganda y estadísticas la formaron, Ricard Cabot, Pere Marcel, Joan María Guash y Joan Sastre. La atlética recayó en Joseph Julinés, la de la Federación en Antoni Salvà y la del campo de deportes en Ricard Cabot, Lluís Jover, Joan María Guash, Martí Lloveras, Joaquim Sot, Juli Marial y Albert Solsona (secretario)[60].

El consejo directivo se diversificó en distintas comisiones que permitieron optimizar las distintas secciones y afrontar los problemas que pudieran surgir con eficiencia. Una clara diversificación del club fue cuando se aceptaron las bases para el nombramiento de un médico oficial del F.C. Barcelona y se declaró que “deseosa la Junta Directiva del F.C. Barcelona de reorganizar los diversos servicios del club hace públicas las bases que han de regir la provisión del cargo de médico, director de todos los servicios médicos-higiénicos del club que son los siguientes…” en una base de once puntos donde se establecían las condiciones del puesto[61]. Este no fue el único cargo que se modificó o se añadió; en las siguientes sesiones se establecieron los acuerdos para contratar a un contable, en la que con ello surgió la necesidad de emplear nuevo personal de apoyo en una estructura cada vez más compleja y estable.

El periodo de 1919 a 1923 fue la época en que se transformó el club en una estructura multi-unidad. En el Boletín Oficial del mes de mayo de 1921 se planteó registrar el escudo de la institución, como también se hizo con el nombre del club, que no se podía usar sin previo acuerdo con la propia institución; así mismo en una sesión del día 22 de mayo se nombró una por ello comisión para estudiar el arrendamiento de un lugar en el campo de juego para la venta de periódicos y bombones.

Habían pasado sólo veinte años y el club no sólo diversificó sus esfuerzos, sino que fue consciente de que tenía ante sí una nueva industria a la que pertenecía y que tenía la responsabilidad de rentabilizar para poder sobrevivir como institución; el ‘todo’, la institución era mayor que la suma de las partes, de los diferentes departamentos. Este principio holístico supuso que cada elemento dependía del todo y éste lo hacía de cada elemento. La cuestión era saber como saber gobernarlo y saber gestionarlo en los momentos en que la institución pudiera sufrir alguna clase de crisis económica o institucional[62].

3. Evolución económica-social del club. Las Cédulas de cooperación: Les Corts

Las Cédulas hipotecarias son valores emitidos por entidades financieras que a cambio pagan un interés fijo. Su garantía es la hipoteca sobre un bien inmueble que es propiedad del emisor, además de la garantía solidaria de la entidad financiera que interviene en la operación. Son pues, deuda emitida por entidades financieras que necesariamente tienen que realizar operaciones de créditos hipotecarios, es decir, su emisión está limitada a entidades de crédito oficial, sociedades de crédito hipotecario y cajas de ahorros. Este tipo de entidades dará garantía preferente a sus titulares sobre la totalidad o sobre una parte de los créditos hipotecarios que han sido constituidos a favor de la entidad emisora. Las cédulas se suelen amortizar en un periodo entre 1 y 3 años y, por su liquidez, se pueden incluir dentro de los títulos que se negocian en los mercados monetarios.

La Cédula Hipotecaria es un título-valor que está documentado por un escrito impreso, extendido a favor de una persona determinada (Cédula Nominativa) o a favor de una persona anónima (Cédula al Portador), en cuyo texto ha de indicarse el tipo de cédula que es, diferenciándose las Cédulas con garantía especial de las Cédulas con garantía global, la letra o número que le corresponde y otras cláusulas o estipulaciones que la entidad emisora crea conveniente señalar, siempre que tales cláusulas o estipulaciones no alteren ni desvirtúen la naturaleza del título.

La finalidad es que en el cuerpo de la Cédula aparezca de forma sencilla y clara identificando la entidad deudora, señalándose las características de la emisión y puntualizándose aquellas circunstancias que acrediten la validez de la misma. Las características que definen las cédulas hipotecarias son: Se emiten en serie en Escritura Pública. Las cédulas están garantizadas por el capital y reserva del Banco y con el conjunto de sus préstamos hipotecarios de amortización gradual.

 Los préstamos que garanticen la emisión están asegurados con Primera Hipoteca y no excederán del 50 por ciento del valor del inmueble gravado. Las cédulas vencidas o solicitadas para el pago dejan de ganar intereses desde la fecha en que se verifican los hechos anteriores. Según la garantía que incorporen, las Cédulas Hipotecarias pueden denominarse Cédulas Hipotecarias con garantía Especial y Cédulas Hipotecarias con garantía global y las Cédulas Hipotecarias con garantía especial son aquellas que las entidades financieras emiten con el respaldo de uno a varios préstamos hipotecarios determinados, que se van otorgado a su favor antes de la respectiva emisión.

Las Cédulas con garantía especial deben identificarse, señalando su importe, cada uno de los créditos que las respaldan y también los inmuebles que garanticen tales créditos. Las Cédulas con garantía global están garantizadas con créditos hipotecarios de los que sea titular la entidad financiera emisora. Estos créditos no pueden estar afectados por ninguna emisión de Cédulas con garantía especial, es decir, dichos créditos hipotecarios son todos los del banco emisor menos los que respaldan Cédulas con garantía especial.

Mi aportación reside en el que el Futbol Club Barcelona para adquirir el nuevo campo de les Corts utilizó a su masa social para garantizar los pagos a partir de la utilización en 1921 de las Cédulas de cooperación. Este sistema de pago garantizó que la sociedad barcelonista se jerarquizara a partir de la introducción de la sociedad catalana en la cúspide de organizativo del club. A partir de entonces el club ya no era solo socialmente catalanista desde una perspectiva social o civica, sino que ahora también lo era desde una perspectiva económica.

Las fuentes consultadas que he utilizado han sido las Cédulas de cooperación que se encuentran en el Museo del Futbol Club Barcelona. En este documento se observa como se reguló y vertebró la adquisición política de la sociedad y cual fue el eje económico que permitió vertebrar de una manera jerarquica el club desde entonces.

3.1. Las Cédulas de cooperación, 1921-1923

Una de las demostraciones de subsistema que este trabajo plantea como base, fue el momento en que el club buscó la participación de sus socios para financiar el estadio de Les Corts, en una demostración palpable de autogestión o autofinanciación propia de un sistema de autoorganización. Cuando hablamos de autofinanciación dentro de una empresa, hablamos de la capacidad que tiene una entidad para generar recursos financieros a partir de los beneficios de explotación como fue este el caso del F.C. Barcelona. Su aplicación puede reducir el beneficio a distribuir, pero disminuye la dependencia exterior de los distintos recursos, lo que permite una reducción de los gastos financieros, y evita tener que acudir a las ampliaciones de capital.

En su fin es el conjunto de posibles recursos financieros generados por la propia institución. Para lograr las inversiones necesarias que permitan su modernización o ampliación para poder subsistir, la institución puede escoger, teóricamente, entre dos soluciones: apelar a los capitales exteriores (bancos, bolsas etc.) o crear las reservas antes mencionadas de autofinanciación. En este último caso, se recurre a los beneficios no distribuidos. Las ventajas para el club son evidentes: capitales gratuitos, libertad de mano de obra reforzada y, también, mayor crédito. La autofinanciación garantiza, al mismo tiempo, la seguridad y la independencia de la entidad, muy ventajosa para la institución, Los partidarios de la economía dirigida sostienen que el abuso de autofinanciación no contribuye a reducir el papel desempeñado por el Estado, y que refuerza la potencia de las grandes corporaciones, pero la principal discusión se centra en torno a quién paga la autofinanciación[63].

Los socios del club bajo este prisma fueron evidentemente los primeros perjudicados, ya que una parte de su beneficio fue sustraída en vez de distribuirse en forma de mejores servicios. Pero no fueron los únicos afectados. Más que autofinanciarse, la institución logró reducir sus márgenes de beneficios, en lugar de bajar el precio o aumentar el salario del personal.

En estas condiciones es posible afirmar que la autofinanciación se presentó como una especie de impuesto indirecto aplicado por la institución a sus socios y a sus empleados. Se puede considerar esta fórmula como un intento de integración y de interacción, de los socios en el sistema económico del club. En la Asamblea General Extraordinaria celebrada en el Teatre del Bosc el día 8 de diciembre de 1921, según queda reflejado en los Boletines Oficiales del club, en los que por aclamación y en medio del mayor entusiasmo, se acordó “En primer lugar, autorizar al consejo directivo la adquisición mediante compra, censo o arrendamiento con opción a compra de un terreno destinado a campo de juego en el lugar y con las condiciones y precio que considere conveniente”.

En el segundo apartado, se facultó para efectuar la compra, un censo o un arrendamiento del club, la forma de la escritura correspondiente, que en caso de ser compra se sujetaría a las siguientes condiciones: a) Entrega en el momento de la firma del precio convenido. b) Comprometerse al pago del restante precio de la forma más conveniente, pactando intereses por la cantidad aplazada. c) Hipotecar la finca en garantía del precio que quede por pagares el momento de la firma de la escritura[64].

El tercer apartado, dispuso que se emitirían cédulas nominativas hasta 1.000.000 de pesetas, en 1.000 títulos de serie A de 500 pesetas y 5.000 títulos de serie B de 500 pesetas, a un interés del 5% pagado por semestres vencidos y amortizables en la forma y plazos que fijaría el Consejo Directivo al hacer la emisión. El importe de esta emisión se emplearía “forzosamente en pagar el precio de la compra del solar y la construcción e instalación del campo de juego en dicha finca. La emisión será pagada en su totalidad o en fracciones, según lo considere el Consejo Directivo. La primera emisión quedará garantizada por una hipoteca sobre el terreno y las mejoras que se vayan realizando y otras emisiones se garantizarán con una tercera hipoteca”[65].

La Cédula fue un documento, generalmente oficial, en el que se reconoció una deuda o una obligación de otro tipo; una acción nominativa es, como su nombre indica, aquella que designa como titular a una persona determinada, por lo que es de legitimación personal, de carácter nominal; dado que sólo sólo es o existe de nombre y carece de una existencia efectiva, ¿qué propósito tuvo esta estrategia económica? El mecanismo de creación de una cédula hipotecaria es el siguiente:

Un sujeto que sea propietario de un bien inmueble constituye, por declaración unilateral de voluntad que se debe hacer constar en acta notarial, un crédito hipotecario a su cargo, con garantía hipotecaria del inmueble. Se estableció en el acta que el crédito hipotecario quedaría dividido en tantas porciones como Cédulas Hipotecarias se creasen, y en cada una de las Cédulas quedaría incorporada la respectiva porción del crédito hipotecario.

De esta forma, el crédito hipotecario, inmobiliario por su naturaleza, se atomizaría y se incorporaría en bienes mercantiles muebles, como fueron los títulos de las Cédulas. Así es como se dota de gran movilidad al crédito hipotecario y los grandes capitales se hacen fácilmente movibles, lo que hace que la Cédula sea considerada como uno de los mejores valores de inversión.

 La sociedad o Banco Hipotecario intervendrá en el acta de creación, para certificar la existencia y valor de las garantías y para prestar su aval en cada una de las Cédulas. El Banco tiene, consecuentemente, la calidad de avalista, pero su situación de intermediario entre el deudor hipotecario creador de las Cédulas y el tomador de éstas tiene especiales perfiles. Se constituye en representante común obligado del conjunto de tenedores, y debe velar por los intereses de éstos[66].

En el Cuarto apartado, se delegaba en el presidente del club para que otorguase la correspondiente escritura de emisión de las cédulas hipotecarias, con arreglo a las siguientes condiciones: a) Las Cédulas no pueden trasmitirse más que por causa de muerte o, entre vivos, con consentimiento del Consejo Directivo. b) El club no podrá enajenar, hipotecar de nuevo, permutar, ni en cualquier forma gravar el terreno, ni parte del mismo, sin la autorización concedida por la mayoría de intereses de todos los poseedores de cédulas, convocados por el Consejo Directivo del club, con quince dias de anticipación mediante anuncios publicados en al menos tres diarios de esta ciudad. c) Sin autorización concedida en la misma forma, no podrán, tampoco, realizarse en el terreno obras o mejoras cuya cantidad exceda de 10.000 ptas., una vez terminada la construcción y realizadas todas las obras del proyecto tal como quede aprobado por el Consejo Directivo del club. d) La hipoteca constituida para garantizar la emisión de las cédulas hipotecarias se entenderá vencida siempre que por cualquier causa dejará el terreno de estar destinado a los fines del «Fútbol Club Barcelona» según el artículo segundo de su reglamento. e) En la escritura de constitución de hipoteca se fijará la cantidad correspondiente en pesetas y, como domicilio, el de este club a los efectos del artículo 130 de la Ley Hipotecaria y además se harán constar los plazos de amortización, con la facultad de anticiparse por acuerdo del Consejo Directivo. f) Los títulos irán suscritos por el presidente y el secretario, y autorizados con el sello del club. g) Se harán constar en el libro de actas las características de los títulos que por sorteo resulten amortizados y el importe total que representen respecto de la emisión. h) Todos los impuestos irán a cargo del club emitente[67].

En el quinto apartado, la Asamblea acordó autorizar al Consejo Directivo la creación de 5.000 cédulas de un valor nominal de 100 pesetas cada una, que se denominarían Cédulas de Cooperación. Estas cédulas no darían interés y su importe se haría efectivo en diez décimas partes anuales, de diez pesetas cada una que se satisfarían en el mes de enero de cada año a partir de 1922; la posesión de un título definitivo de las mismas (que se entregaría al hacerse efectiva la última décima parte de diez pesetas) daría derecho a una parte proporcional en el patrimonio social y en la propiedad de los bienes que le constituyesen, en caso de disolución según el Reglamento del club y las condiciones de emisión que fijara el Consejo Directivo, de acuerdo con las normas que se establecen a continuación:

a) Las Cédulas serán personales y la suscripción de las mismas estará exclusivamente reservada a los socios del Fútbol Club Barcelona inscritos antes de enero de 1922, pero también podrán suscribir los que entren después, si quedan cédulas disponibles, hasta que queden todas colocadas: cada socio no podrá suscribir más que una sola de dichas cédulas.

 b) El importe de las Cédulas de cooperación no será reintegrable y la calidad de socio es indispensable para la posesión de dichas cédulas; la baja reglamentaria del socio poseedor de una cédula producirá, automáticamente, el efecto de dejar disponible la cédula correspondiente, y el ex socio suscriptor perderá todas las cantidades con suplementos de cuota entregadas voluntariamente, en sustitución del aumento de cuota que se establecerá más adelante para los socios que no subscriban cédula de cooperación. Los mismos efectos que en este último caso tendrá la falta de pago de alguna de las décimas anuales en la fecha de su vencimiento.

c) Fuera de la sustitución forzosa que se establece en el apartado siguiente, las Cédulas de cooperación sólo serán transmisibles de padres a hijos o entre parientes consanguíneos (por cesión en vida o por sucesión) y siempre que el sucesor sea socio del Fútbol Club Barcelona y no tenga una cédula de esta clase[68].

d) Cuando por baja de un socio, según lo consignado en el apartado b), quedasen cédulas de cooperación disponibles, dentro de los dos años siguientes a la emisión, se adjudicarán por el Consejo Directivo una por una, al socio que por orden de antiüedad entre los que no tienen ninguna, acepte la obligación de pagar las anualidades que a su antecesor le correspondiese satisfacer. Después de los dos años indicados, las cédulas que por baja de sus propietarios quedaran disponibles, serán adjudicadas por el Consejo directivo, una por una, entre los socios que hayan ingresado hasta el 31 de enero de 1922, que no tengan ninguna, por riguroso orden de antigüedad[69].

e) El Consejo Directivo dará cuenta cada año a la Asamblea General Ordinaria de las bajas y sustituciones producidas con relación a las cédulas de cooperación[70].

f) Sólo podrán amortizarse las cédulas de cooperación cuando no sea posible adjudicarlas con anterioridad al 31 de enero de 1922. En el apartado seis se autoriza al Consejo Directivo a que, para estimular la suscripción de cédulas hipotecarias de quinientas pesetas, otorgue premios a los mayores suscriptores, consistentes en darles un asiento de preferencia vitalicio por cada cinco mil pesetas, y busque además otras fórmulas para estimular a los suscriptores de cantidades inferiores, que sin que suponga una carga permanente para el club, pueda contribuir a su juicio al mayor éxito de la suscripción.

En el último apartado, el séptimo, se aumentó hasta cuarenta y ocho pesetas anuales la cuota de los socios numerarios en el que según el estatuto de 1902 los socios numerarios eran por acuerdo de la Junta Directiva, “las corporaciones o particulares que le hagan acreedores a esta distinción por haber contribuido al aumento de la sociedad” que no tuvieran suscrita o después adjudicada una cédula de cooperación de las creadas según el acuerdo quinto de estas asambleas.

Todo es una estrategia planificada para financiar el nuevo estadio, un estadio que daría una nueva dimensión a la institución, el estadio de Les Corts. El club estaba inmerso dentro de una Oligarquía, un grupo minoritario de personas perteneciente a una misma clase social, generalmente con gran poder e influencia, aristocrática o burguesa que se identificaban con una idea nacional e industrial determinada.

Estas clases sociales a partir de entonces dirigirían y controlarían una colectividad o institución deportiva como fue en este caso el Fútbol Club Barcelona como una más de sus empresas, la más universal de todas ellas. A partir de una razón cuantitativa y económica, existió una distinción cualitativa entre los socios del propio club, esta pequeña oligarquía debía orientar a los demás para crear un patrón de conductas respaldadas siempre por la legalidad de los Estatutos, todo ello dentro de un nuevo marco físico como fue el nuevo estadio.

El Consejo Directivo asumió las funciones de administrador, por las que los socios fueron poseedores de derechos y obligaciones, a modo de una Sociedad Anónima entre el consejo y los accionistas. En cuanto a las cédulas hipotecarias en sí, se ha de mencionar que se consiguió que el valor de la vivienda se cubriese sin que las diferentes entidades pudieran entrar en quiebra, dentro del ideario de una expansión urbanística en un nuevo espacio social para el club como fue el campo de Les Corts.

Cuando se colocó la primera piedra del nuevo estadio el 19 de febrero de 1922 en unos terrenos del barrio de Les Corts las autoridades y directivos firmaron un pergamino que se habría de depositar, dentro de un tubo de vidrio lacrado, en el interior de la piedra aunque años después se descubrió que el secretario del club se olvidó el tubo en el bolsillo, al encontrarse posteriormente en un cajón del local social[71].

4. Conclusión del estudio

El Fútbol Club Barcelona es una institución de 119 años de existencia en el que sus codigos identitarios como club se consolidaron ya desde sus orígenes como se pueden ver en sus primeros y reformados Estatutos sociales. De la mano de su fundador y de su hombre más importante, Hans Gamper, el club convivirá en una sociedad en constante transformación en el que Gamper construirá una organización deportiva basada en una serie de valores democráticos y en el amor por el deporte que su fundador quiso llevar hasta sus últimas consecuencias.

Entre su fundación en 1899 hasta la construcción del campo de Les Corts el club tuvo que lidiar entre mantener estas señales universialistas con el crecimiento gradual de una institución que se iba profesionalizando hasta convertir su estructura en una empresa de carácter deportivo. En este tiempo lograr el equilibrio entre mantener las esencias amateurs que tanto deseaba Gamper y adentrar al club dentro de un mundo en el que el deporte se iba volviendo cada vez más complejo.

La fuerza de los socios fue la principal baza del club para mantener vivo al club y por ellos los Estatutos debían protegerlos de algún poder exógeno o endógeno que quisiera el poder absoluto del club. Pero la necesidad de encontrar cada vez más y mejores recursos financieros, sobre todo para construir el nuevo campo, hizo que poco a poco hubiera una clase social que tuviera un mayor poder dentro de la institución creando una especie de oligarquía reflejo de la existente sociedad industrial.

Las raíces universales del club no reniegan de su catalanismo, un sentimiento del que Gamper quiso que siempre existieran, eso hizo más fuerte al club en todos los sentidos. La adaptabilidad del club a los cambios sociales y espaciales que le rodeaban y su capacidad de superar las diferentes crisis mejorando sus estructuras sociales fueron las que pusieron las bases de uno de los mayores clubs deportivos del mundo.

5. BIBLIOGRAFÍA

5.1. Libros consultados

ARTELLS, Joan Joep, Barça, Barça, Barça: F. C. Barcelona, esport i ciutadania, Barcelona: Laia,221 p., 1972.

BARNILS, Ramon, Historia crítica del Fútbol Club Barcelona, 1899-1999, Barcelona: Empúries, 428 p., 1999.

CALVET I MATA Rossend, Historia del F.C. Barcelona: de 1899 a 1977,  Barcelona: Hispano Europea, cop. 335 p., 1978.

CASASUS I GURI Josep M., Les Corts: Un poble perdut, un barri introbable. Barcelona, Edicions 62, 206 p., 1976.

GARCIA CASTELL, Joan, Història del futbol català, Barcelona: Aymà, 1968.

GIL-ALUJA Jaume, Les Universitats en el centenari del Fútbol Club Barcelona: estudis en l’àmbit de l’esport, VII, Santiago de Compostela. Milladoiro, 368 p., DL 1996.

LO CASCIO, Paola, Històries del Barça, Barcelona: Ajuntament de Barcelona. Regidoria de Drets Civils, 2007.

MARTÍNEZ CALATRAVA, Vicente, Historia y estadística del fútbol español, El Prat de Llobregat, 2a ed, 2003.

RODES I CATALÀ, Agustí, Els Fundadors del F.C. Barcelona, Barcelona: Joica, 2000.

RODES I CATALÀ, Agustí, Joan Gamper: una vida entregada al F.C. Barcelona, Barcelona: Joica, 2001.

SOBREQUES I CALLICO, Jaume, F.C. Barcelona: un club al servei de Cataluña, Barcelona. Labor. 196 p., 1991.

TAPIADOR LOPEZ Mireia, “Progress of local athletic systems in Spain from the transition until present. A model of análisis”, Vol. 3, Número 9, Murcia. 200 p., noviembre de 2008.

TOMÁS., Manuel, Les Corts i el Barça: vuitanta-cinc anys d’història compartida, Barcelona: Ajuntament de Barcelona. Districte de les Corts, 2007.

VALDALISO, J., Historia económica de la empresa, Barcelona, Crítica, cop. XII, 573 p., 2000.

5.2. Artículos

BARBERO GONZÁLEZ, J.I., “Materiales de sociología del deporte”, La Piqueta. Madrid, 9-38 p., 1993.

BORDIEU, P., “Deporte y clase social: Materiales de sociología del deporte”, La Piqueta, Madrid, 57-82 p., 1993.

BROHM, J.M., “Sociología política del deporte: Deporte, cultura y represión”, Gustavo Gili. Barcelona. 17-31 p., 1980.

BROHM, J.M., 20 “Tesis sobre el deporte: Materiales de sociología del deporte”, La Piqueta. Madrid. 47-55 p., 1981.

CAZORLA PRIETO, J.M, “Deporte y Estado”. Labor. Barcelona.  20-40 p., 1979.

DUNNING, E., “La dinámica del deporte moderno. Notas sobre la búsqueda de triunfos y la importancia social del deporte: Deporte y ocio en el proceso de la civilización”, Fondo de Cultura Económica. Madrid, 247-270 p., 1992.

ELIAS, N., “Deporte y ocio en el proceso de la civilización”, Fondo de Cultura Económica. Madrid, 32-82 p., 1992.

HARGREAVES, J., “Problemas y Promesa en el ocio y los deportes femeninos: Materiales de sociología del deporte”, La Piqueta, Madrid. 109-132 p., 1993.

HÉBERT, G., “El sport contra la educación física”. Imprenta Mercantil, 1925, Barcelona.

HERNÁNDEZ ÁLVAREZ, J.L., “La actividad física y deportiva extraescolar en los centros educativos”. Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 45-56 p., 1996.

LAGUILLAUMIE, P., “Para una crítica fundamental del deporte”, en «Partisans» Deporte, cultura y represión, Barcelona. 32-58 p., 1978.

SANTACANA Carles y PUJADAS Xavier, Historia Social: “La mercantilización del ocio deportivo en España: El caso del fútbol, 1900-1928”, ISSN 0214-2570, 147-167 p., 2001.

VELÁZQUEZ BUENDÍA, R., “¿Existe el deporte educativo? Un ensayo en torno a la naturaleza educativa del deporte; en La Formación inicial y permanente del profesor de Educación Física (Actas del XVIII Congreso Nacional de Educación Física, Ciudad Real, 20-23 de septiembre de 2000)”. Universidad de Castilla-La Mancha, 56 p., 2000.

5.3. Fuentes

5.3.1. Estatutos del F.C. Barcelona (1902-1911-1920).

– Estatuto de 1902, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1902, art. 3, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1902, art. 5, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1902, art. 8, Museo del Futbol Club Barcelona.

–  Estatuto de 1902, art. 9, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1902, art. 10, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1902, art. 15, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1902, art 19, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1911, primero y segundo apartado, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1911, art. 5, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1911, art. 6, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1911, art. 7, Museo del Futbol Club Barcelona.

–  Estatuto de 1911, art. 9, Museo del Futbol Club Barcelona.

–  Estatuto de 1911, Museo del Futbol Club Barcelona.

–  Estatuto de 1911, capitulo dos, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1911, art. 20, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Estatuto de 1920, art. 7, Museo del Futbol Club Barcelona.

5.3.2. Boletines Oficiales del F.C. Barcelona (1920-1921:1928).

– Boletines Oficiales, Sesión del día 11 de febrero, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Boletines Oficiales, Sesión del día 13 de febrero, Museo del Futbol Club Barcelona.

–  Boletines Oficiales, Sesión del día 25 de febrero, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Boletines Oficiales, Julio de 1921, Museo del Futbol Club Barcelona.

–  Boletines Oficiales, junio de 1920-mayo de 1921, Museo del Futbol Club Barcelona.

5.3.3. Cedulas de cooperación

– Las Cédulas de cooperación, Boletines Oficiales, 8 diciembre del 1921, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Las Cédulas de cooperación, Boletines Oficiales, tercer apartado, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Las Cédulas de cooperación, Boletines Oficiales, cuarto apartado, Museo del Futbol Club Barcelona.

– Las Cédulas de cooperación, Boletines Oficiales, quinto apartado, Museo del Futbol Club Barcelona.

8.3.4. Hemeroteca de La Vanguardia. (1899-1930)

– Hemeroteca de la Vanguardia, 9 de diciembre del 1899.

5.3.5. Hemeroteca de Mundo Deportivo. (1899-1930)

– Hemeroteca de Mundo Deportivo del 26 de junio de 1919.

– Hemeroteca del Mundo Deportivo, 23 de mayo de 1922.

 


[1] Agustí Rodes i Catalá, Joan Gamper: una vida entregada al F.C. Barcelona, Barcelona: Joica, 2001, pág. 17.

[2] Ídem.

[3] Agustí Rodes i Català, Els Fundadors del F.C. Barcelona, Barcelona: Joica, 2000, pág. 60.

[4] Joan Josep Artells, Barça, Barça, Barça: F. C. Barcelona, esport i ciutadania, Barcelona: Laia, 1972, pág. 221.

[5] Jaume Sobrequés i Callicó, F.C. Barcelona: un club al servei de Cataluña, Barcelona. Labor, 1991, pág. 196.

[6] Ramon Barnils, Historia crítica del Fútbol Club Barcelona, 1899-1999, Barcelona: Empúries, 1999, pág. 428.

[7] Según José Daniel Olmedo Pelayo, profesor de la UNED, “la inscripción en el Registro era obligatoria a efectos de publicidad y toma de razón de la asociación y por tanto dotaba a la misma de más eficacia frente a terceros. No obstante, la inscripción en el registro civil se hacía después de la propia constitución de la sociedad (acta constitucional) por lo cual la ley de asociaciones de 1887 no era constitutiva, o lo que es lo mismo, tenía un claro carácter declarativo (publicidad y toma de razón). Esto quiere decir que el fin perseguido por la ley de Asociaciones de 1887 no era otro que el de informar al Gobierno local de la existencia de la misma. Por tanto, para constituir una sociedad y que se considerara la existencia legal de la misma (es decir, que naciera con base jurídica) no era necesaria una autorización de la administración local pertinente ni tampoco el registro. Se entiende pues, que la persona jurídica nace con la simple acta de constitución de la sociedad. Dicha acta de constitución también servía por tanto como prueba de existencia. La Ley no vincula el nacimiento del derecho de una asociación a su inscripción registral, pues la asociación queda válidamente constituida siempre que se atenga a los requisitos que se señalan. Es decir, que es válida si cumple las formalidades requeridas (actas de constitución, libros contables, domicilio etc.…) aunque no se inscriba en el registro de asociaciones”.

[8] Consejo fundacional del club, 1899.

[9] Hemeroteca de la Vanguardia, 9 de diciembre del 1899, pág. 3.

[10] Ramon Barnils, Historia crítica del Fútbol Club Barcelona, 1899-1999, Barcelona: Empúries, 1999, pág. 1-40.

[11] Joan Josep Artells, Barça, Barça, Barça: F. C. Barcelona, esport i ciutadania, Barcelona: Laia, 1972, pág. 134-135.

[12] Ídem.

[13] Ídem.

[14] Estatuto de 1902, Museo del Futbol Club Barcelona.

[15] Estatuto de 1902, art. 3, Museo del Futbol Club Barcelona.

[16] Estatuto de 1902, art. 5, Museo del Futbol Club Barcelona.

[17] Estatuto de 1902, art. 8, Museo del Futbol Club Barcelona.

[18] Estatuto de 1902, art. 9, Museo del Futbol Club Barcelona.

[19] Estatuto de 1902, art. 10, Museo del Futbol Club Barcelona.

[20] Estatuto de 1902, art. 15, Museo del Futbol Club Barcelona.

[21] Estatuto de 1902, art 19, Museo del Futbol Club Barcelona.

[22] Joan Josep Artells, Barça, Barça, Barça: F. C. Barcelona, esport i ciutadania… pág. 20-140.

[23] Ídem.

[24] Ídem.

[25] Estatuto de 1911, primero y segundo apartado, Museo del Futbol Club Barcelona.

[26] Ídem.

[27] Estatuto de 1911, art. 5, Museo del Futbol Club Barcelona.

[28] Estatuto de 1911, art. 6, Museo del Futbol Club Barcelon

[29] Estatuto de 1911, art. 7, Museo del Futbol Club Barcelona.

[30] Estatuto de 1911, art. 9, Museo del Futbol Club Barcelona.

[31] Ídem.

[32] Estatuto de 1911, Museo del Futbol Club Barcelona.

[33] Ídem.

[34] Estatuto de 1911, capitulo dos, Museo del Futbol Club Barcelona.

[35] Estatuto de 1911, art. 20, Museo del Futbol Club Barcelona.

[36] Ver anexo 7.1. Finanzas del club en 1913-1914.

[37] Joan Josep Artells, Barça, Barça, Barça: F. C. Barcelona, esport i ciutadania… pág. 20-120

[38] Ídem.

[39] Ramon Barnils, Historia crítica del Fútbol Club Barcelona, 1899-1999… pág. 35-125.

[40] Ver Anexo 7.4. Consejo directivo de 1915.

[41] Ídem.

[42] José María Valdaliso, Historia económica de la empresa, Barcelona, Crítica, cop. 2000, XII, pág. 345.

[43] Ídem.

[44] Ídem.

[45] Joan Josep Artells, Barça, Barça, Barça: F. C. Barcelona, esport i ciutadania… pág. 134-140.

[46] Ver anexo 7.5. Consejo directivo de 1917-1918.

[47] Joan Josep Artells, Barça, Barça, Barça: F. C. Barcelona, esport i ciutadania… pág. 134-140.

[48] Consejo directivo del 1919.

[49] Hemeroteca de Mundo Deportivo del 26 de junio de 1919, pág. 2.

[50] Ramon Barnils, Historia crítica del Fútbol Club Barcelona, 1899-1999… pág. 66.

[51] Ver anexo 7.7. Consejo directivo de 1920

[52] Anexo 7.2. Finanzas del club en el periodo de junio 1920-mayo 1921.

[53] Joan Josep Artells, Barça, Barça, Barça: F. C. Barcelona, esport i ciutadania… pág.134-156.

[54] Estatuto de 1920, art. 7, Museo del Futbol Club Barcelona.

[55] Ídem.

[56] Boletín Oficial, Sesión del día 11 de febrero, Museo del Futbol Club Barcelona.

[57] Boletín Oficial, Sesión del día 13 de febrero, Museo del Futbol Club Barcelona.

[58] Boletín Oficial, Sesión del día 25 de febrero, Museo del Futbol Club Barcelona.

[59] Boletín Oficial, Julio de 1921, Museo del Futbol Club Barcelona.

[60] Boletín Oficial, junio de 1920-mayo de 1921, Museo del Futbol Club Barcelona.

[61] Ídem.

[62] Ídem.

[63] Ramon Barnils, Historia crítica del Fútbol Club Barcelona, 1899-1999… pág. 120-150.

[64] Las Cédulas de cooperación, Boletines Oficiales, 8 diciembre del 1921, Museo del Futbol Club Barcelona, pág. 2.

[65] Las Cédulas de cooperación, Boletines Oficiales, tercer apartado, Museo del Futbol Club Barcelona, pág. 2.

[66] Las Cédulas de cooperación, Boletines Oficiales, cuarto apartado, Museo del Futbol Club Barcelona, pág. 2.

[67] Las Cédulas de cooperación, Boletines Oficiales, cuarto apartado… pág. 2.

[68] Ídem.

[69] Ídem.

[70] Ídem.

[71] Las Cédulas de cooperación, Boletines Oficiales, quinto apartado, Museo del Futbol Club Barcelona, pág. 2.




¿Fútbol femenil?

FutbolFemenil01Mediante este artículo pretendo compartir mi experiencia jugando futbol y la importancia que tiene en la actualidad.

Mi nombre es María José soy mujer y juego fútbol, probablemente pensaran ¿Una niña jugando fútbol en México?, no es fácil.

Así es, todo esto se remonta 6 años atrás, cuando no sabía nada de fútbol y solo lo veía como una actividad extra. Comencé a jugar los domingos en la liga de un parque muy conocido en la ciudad donde vivo. Participaba en un equipo mixto llamado Portugal; sin embargo, solo jugaba unos minutos cuando el equipo estaba completo y de titular cuando los niños no podían asistir o llegaban tarde al partido, sin importar que los días sábados me presentara a entrenar. A pesar del avance en los entrenamientos, muchas veces me tocó esperar en la banca por el simple hecho de ser niña. Con el tiempo y después de soportar comentarios machistas y burlas por mi forma de correr o golpear el balón, comparaciones con niñas mayores y con más años de experiencia, dejé de ir a jugar, un día me descubrí pensando ¿Para qué regresar?, no es para mí. Así que con el fin de despedirme de mi equipo y de las pocas amigas que tuve  fui a entregar el uniforme, por alguna razón los pensamientos que cruzaban por mi cabeza ese día eran: que yo podía ser mejor persona que ellos y que finalmente por el trato recibido me enseñaron a respetar y apoyar los sueños de las demás personas.

FutbolFemenil02Cuando regresé a casa decidí darle un cambio a mi vida, tomarme más en serio el fútbol, dejé de verlo como un deporte y lo convertí en mí pasión, en mi vida entera, por muy corta que sea. Me anime a entrar a un equipo femenil donde ya todo era de manera seria y semiprofesional. Mi primer año ahí fue de los mejores que llevo en el fútbol, cada año jugábamos dos torneos. En el primero afortunadamente salimos campeonas invictas. El problema empezó cuando los mismos equipos de esa liga ya no quisieron jugar contra el equipo en el segundo torneo por ser un rival muy fuerte. Y la liga no nos aceptó. Así que teníamos dos opciones ir a jugar a la capital cada quince días o meternos a una liga varonil. Fue una decisión difícil para todo el equipo pero llegamos al acuerdo de meternos a una liga varonil fue un reto importante para todas. Nos marcaban unas golizas que nos enseñaron a manejar la derrota amarga y cruel y seguir disfrutando de la victoria obtenida.

En el siguiente año decidí quedarme en el mismo lugar con la misma entrenadora muchas de mis compañeras se cambiaron de equipo, por lo que en el próximo equipo quedamos alrededor de once niñas de diferentes edades. En estas condiciones no podíamos participar en ninguna liga, solo podíamos jugar partidos amistosos este año lo concluí conociendo a mis ídolos, continué practicando futbol y siguiendo los partidos de diferentes partes del mundo.

El tiempo no se detiene y se aproximaba otra difícil decisión, tenía dos opciones seguir en fútbol soccer para seguir jugando o irme a fútbol rápido pero esperarme hasta cumplir 18 años para poder jugar. Así que opte por irme a fútbol rápido y prepararme para que cuando cumpla los 18 años tenga la posibilidad de entregar lo mejor de mí dentro de la cancha.

FutbolFemenil03Tal vez mi historia sea una más de tantas que existen, comprendí que el futbol femenil en México puede llegar a ser tan importante como el varonil si continua teniendo el apoyo que hasta hoy ha logrado, durante estos años he compartido la cancha con niñas y mujeres que tienen pasión por este deporte, los niños seguirán siendo los jugadores que sin esfuerzos obtengan los mejores salarios y posiciones; pero tengo fé en mí país en mi gente y espero que algún día también llenemos estadios, seamos ídolos de los pequeños y contemos con mayores recursos que los actuales.

Me falta mucho por mejorar, pero no me canso ni me rindo porque quiero jugar de titular a mis 18 años y espero poder seguir de cerca el crecimiento de la rama femenil en el futbol, sueño con narrar el primer partido de futbol femenil con estadio lleno en México.

He escuchado que los personajes con mayor éxito en el mundo comenzaron con un sueño, yo comencé el mío y ¿Tú?

FutbolFemenil04




Introducción: todos los caminos llevan a Masferrer

Muchas de las personas que en los últimos años se han dedicado a estudiar la historia del deporte y de la educación física en España han constatado el mismo fenómeno: entre los nombres de los pioneros, hay uno que aparece continuamente, casi obsesivamente, desde finales del siglo XIX hasta 1940. Ese nombre, ese hombre, es Narciso Masferrer Sala (Madrid, 1867-Barcelona, 1941).

Masferrer es una referencia obligatoria, central, en cualquier intento de reconstruir y comprender la historia del ciclismo, del fútbol, de la gimnástica, del motociclismo, del automovilismo, de la natación, del olimpismo, del atletismo, etcétera, etcétera, en España. La cronología de su vida y obra incluida en este número monográfico puede dar una idea de la ubicuidad, la hiperactividad, la longevidad y la persistencia de su tarea de apostolado deportivo. Esta se inicia en 1886, cuando con apenas 19 años se estrena como periodista deportivo en una publicación madrileña de la época, y tan solo se cierra con su enfermedad y su fallecimiento en abril de 1941, poco antes de cumplir los 74 años.

Hemos utilizado la palabra “apostolado” con toda la intención. No se trata de una metáfora gratuita, ni de una hipérbole hija de la admiración. Sus contemporáneos ya lo consideraron de forma unánime como el apóstol del deporte español, y lo hicieron con pleno conocimiento de causa y de forma totalmente justificada. Se puede decir sin exagerar que Masferrer dedicó su vida (al menos en su faceta pública) a implantar y a difundir la práctica deportiva en España. No por capricho o por afición; ni siquiera por simple interés, dada su condición de editor y periodista deportivo, sino por algo mucho más grave y trascendental: para regenerar a España. Tal y como suena.

Nuestro hombre, como cualquier persona culta, inteligente y sensible de su época, vivió en permanente zozobra por el destino incierto de su país, a la vista de las inmensas carencias, desequilibrios y tensiones que atravesaban la sociedad española de finales del XIX y primeras décadas del XX. Una preocupación más que justificada, a la vista de cómo acabaron en 1939 aquellos lustros de desastres coloniales, inmoralidad y corrupción política, guerras africanas, alzamientos militares, tentaciones dictatoriales, violencia social y tensiones territoriales.

En 1898, cuando se consuma la catástrofe final del imperio español de ultramar, Masferrer tiene 32 años. Él, como muchísimos otros, ve venir la deriva del régimen de la Restauración; intuye el desmoronamiento de la precaria paz social; presencia en primera línea el surgimiento del catalanismo político; resiente profundamente las carencias de una sociedad y de un estado miserables, arcaicos, semianalfabetos, atrabiliarios, dislocados y exhaustos. Los intelectuales de la época: Generación del 98, regeneracionistas, anarquistas, socialistas, etc., predicarán múltiples soluciones para todos estos males. En contraste con las diversas utopías políticas que proclaman ideólogos de uno y otro signo, la propuesta regeneradora de nuestro hombre es simple, diáfana, práctica y relativamente barata: hay que deportizar España. Tal y como lo ven él y un puñado de compañeros suyos de cruzada (la gran mayoría catalanes), la implantación masiva de las prácticas deportivas proporcionará la base para la regeneración física de una sociedad castigada por todo tipo de enfermedades y por una altísima mortalidad, y la cura para los malestares psicológicos que afligen a gentes de todas las clases sociales. “Mens sana in corpore sano”, predica Masferrer a machamartillo. La redención de los ciudadanos, palabra que aparece continuamente en sus escritos, pasa necesariamente por que estos abracen el deporte en cualquiera de sus modalidades, preferiblemente al aire libre.

En realidad se trata de una propuesta en plena sintonía con las proclamas de los grandes impulsores del deporte en la Europa finisecular, a la que Masferrer –sin duda– quiere acercarse. Como Coubertin en las décadas de 1880 y 1890, por citar un ejemplo, Masferrer cree sinceramente en la cultura deportiva como bálsamo sanador de una sociedad que estima a la deriva. Se trata, sin duda, de una visión ingenua desde una perspectiva social y política amplias, complejas, pero en realidad parcialmente efectiva. No debe confundirse la propuesta sociodeportiva de Masferrer con una utopía redentista. En realidad nuestro hombre no era ni utópico ni redentista, sino un incansable trabajador que aspiraba a construir una sociedad más justa y sana, más parecida a la europea occidental del cambio de siglo. En este sentido, se puede considerar que la victoria de Masferrer, aunque póstuma, ha sido completa. Nuestro hombre soñó toda su vida con una España deportiva de arriba abajo, es decir, desde la monarquía hasta el más humilde de los obreros, cuyo síntoma principal sería la presencia internacional del deporte de élite español en pie de igualdad con el del resto de naciones civilizadas. Misión cumplida, don Narciso: España es desde hace años potencia deportiva global, y hoy en día en el país no hay pueblo mediano que no tenga polideportivo con piscina, instalaciones en las que se ejercitan diariamente millones de personas de ambos sexos y de todas las edades. Por no hablar de los cientos de miles de actividades al aire libre, organizadas o no, colectivas o individuales, que tienen lugar cada día por las calles, carreteras, caminos y montes del país.

Si aceptamos de una vez por todas que el proceso de deportización ha constituido un fenómeno material y espiritual extraordinariamente importante para el país, y si constatamos la centralidad de Narciso Masferrer en este proceso, llama la atención el semianonimato en que se ha mantenido su memoria hasta hace bien poco[1]. De hecho, este monográfico es el primer intento de aproximarse a su vida y a su obra de una manera más o menos sistemática. Se podrían señalar varias razones para este olvido, empezando por la relativa juventud y falta de pedigrí académico de la historiografía social del deporte en España, al menos en comparación con el mundo anglosajón; pero también la propia trayectoria de Masferrer y su significación (o falta de significación) política.

Tal y como apunta Xavier Torrebadella en su artículo recogido en este monográfico, Masferrer fue “el amigo de todos”, en el sentido de que, fueran cuales fuesen sus convicciones personales, siempre procuró mantenerse formalmente alejado de cualquier forma de lucha política, ya que siempre creyó firmemente que el deportivismo tenía que ser un movimiento interclasista y no partidista. O sea que, aparte de manifestarse sin estridencias como hombre de orden, enemigo de toda fórmula rupturista, y de alguna corta veleidad de activismo (concretamente en la facción democrática del Partido Liberal liderada por José Canalejas), Masferrer se mantuvo al margen de las luchas de partido de cualquier signo e intentó mantener buenas relaciones con cualquier fuerza o proyecto que pudiera contribuir a su ideal deportizador. Esta actitud no beligerante en materia política, hasta cierto punto oportunista, seguramente le salvó la vida al inicio de la Guerra Civil, cuando por su condición de hombre de orden se convirtió en blanco objetivo de la violencia revolucionaria (véase el artículo de este monográfico sobre su actividad en el ámbito del ciclismo). Y como hombre de orden que era, durante el conflicto se decantó irremediablemente hacia el bando franquista, el cual lo rescató en 1939 para liderar la reconstrucción del ciclismo en España, papel que solo pudo desempeñar hasta diciembre de 1940, cuando la enfermedad determinó su retirada definitiva.

Una consecuencia de todo esto es que Masferrer haya tenido la desgracia de que ninguna corriente política o ideológica lo haya reivindicado: su vinculación con el franquismo (y anteriormente, su condición de monárquico y sus buenas relaciones con la dictadura de Primo de Rivera) lo han hecho aborrecible y digno de olvido a ojos de las diversas izquierdas españolas y catalanas; y por otra parte, su condición de catalán no catalanista, aunque al mismo tiempo de madrileño de nacimiento pero de sensibilidad cien por cien catalana, lo han invisibilizado a ojos de ambos nacionalismos en competencia en Cataluña: el catalán y el español.

Conscientes de la enorme injusticia de este olvido, pero también de la grave laguna que suponía para la historiografía del deporte en España, un grupo de estudiosos e historiadores del deporte decidimos aprovechar la fecha del 26 de abril de 2017, coincidiendo con el 150 aniversario de su nacimiento, para organizar un seminario académico dedicado a su memoria. La idea partió de uno de los más acérrimos masferrerianos, Fernando Arrechea, y la iniciativa estuvo a cargo de quienes esto firman. Fue así como el día indicado pudimos celebrar el seminario en el Museu Melcior Colet de la Secretaria General de l’Esport de la Generalitat. Inauguraron el acto Oriol Marcè, vicepresidente del Consell Català de l’Esport, y Alberto Aragón, coordinador del Centre d’Estudis Olímpics i de l’Esport Joan Antoni Samaranch de Barcelona. Presentaron comunicaciones en torno a la figura de Masferrer los historiadores Xavier Pujadas, y Xavier Arranz, de la Universitat Ramon Llull; Xavier Torrebadella, de la Universitat Autònoma de Barcelona; Fernando Arrechea, doctor por la Universidad Católica de Murcia, y Bernat López, de la Universitat Rovira i Virgili. El acto contó con el apoyo de la Càtedra URV-Repsol d’Excel·lència en Comunicació. El presente monográfico recoge la mayoría de estas aportaciones, con el deseo y la esperanza de que sirvan para colocar a la figura de Masferrer en la agenda académica, pero también (y aunque sabemos que esto es mucho pretender) en la agenda político-ciudadana.

 

Bernat López*

Universitat Rovira i Virgili

 Xavier Pujadas*

Universitat Ramon Llull

*Editores del número monográfico sobre Narciso Masferrer

 


[1] Seguramente la primera obra académica en que se reivindicó la figura de Masferrer es el libro pionero de Xavier Pujadas y Carles Santacana L’esport és notícia (Diputació de Barcelona-Col·legi de Periodistes de Catalunya, 1997).




Narciso Masferrer y los orígenes del Olimpismo en España

Introducción

La convulsa historia de los comités olímpicos españoles está íntimamente vinculada a los avatares políticos de España y, de forma singular, a la pugna prácticamente constante entre los dos grandes centros deportivos (Madrid y Barcelona) que surgen a finales del siglo XIX y que mantendrán una tensión permanente por obtener interlocución directa con el Comité Olímpico Internacional y el liderazgo del deporte y el Olimpismo en España.

Narciso Masferrer Sala, tanto por su carisma y capacidad de trabajo como por sus circunstancias familiares y personales (nacido en Madrid de padres catalanes y afincado en Barcelona tras haber estudiado en Francia y en Alemania y haber vivido en Sevilla, de ideología conservadora y alejado del catalanismo político), estaba en disposición de ejercer de puente o mediador entre las dos ciudades, y así lo hizo en numerosas ocasiones en los cincuenta y cuatro años que transcurrieron desde su primera iniciativa importante en este ámbito (la Sociedad Gimnástica Española, fundada en 1887 en Madrid) hasta su deceso en Barcelona en 1941.

Procedemos pues a presentar una sucinta historia del Olimpismo en nuestro país relacionándola con la biografía de Narciso Masferrer, ya que, como veremos, existe una clara vinculación entre ambas.

La Sociedad Gimnástica Española (1887)

La Sociedad Gimnástica Española fue una entidad fundada (por segunda vez) por Narciso Masferrer Sala, Emilio Fernández de Monjardín Cano, Emilio Coll Maignan y Édouard Charles en Madrid el 2 de marzo de 1887, siendo aprobados sus estatutos por la autoridad gubernativa el día 23 del mismo mes y año. Decimos por segunda vez porque una entidad de idéntico nombre (Sociedad Gimnástica Española) ya había sido creada cinco años antes (13 de mayo de 1882) por Mariano Ordax también en Madrid, aunque al parecer sin llegar a desarrollar apenas actividad.

Los objetivos de la SGE (de la SGE de 1887) eran ambiciosos:

trabajar con todos sus afanes hasta ver funcionar una sociedad popular, democrática, que pusiera los deportes al alcance de todos los aficionados, que el estudiante, el empleado, el obrero pudieran combatir los vicios y embrutecimiento de la vida de esclavitud, de trabajo constante, con la expansión y equilibrio que proporciona al espíritu las emociones del deporte y lograr un desarrollo armónico de inteligencia y salud. (El XXV Aniversario de la Sociedad Gimnástica Española, 1912)

En junio de 1894 la Sociedad Gimnástica Española se adhirió por carta al congreso para recuperar los Juegos Olímpicos convocado por el barón de Coubertin en la Universidad de La Sorbona (París). Fue la única sociedad deportiva española que lo hizo. La Universidad de Oviedo envió tres delegados (porque el congreso coincidió con un viaje a París por otros motivos y eran krausistas como Giner de los Ríos, interlocutor en España de Coubertin en esas fechas); los profesores asturianos no tomaron parte en las deliberaciones (González Posada, 1894).

La vinculación con el Olimpismo de algunos miembros de la SGE como Narciso Masferrer sería una constante en sus vidas y es el embrión al partir del cual nacerán otras entidades más ambiciosas como la Federación Gimnástica Española, creada a imitación de la USFSA francesa con idénticos objetivos regeneracionistas.

La Federación Gimnástica Española (1898)

Narciso Masferrer fue el primer promotor del deporte en nuestro país con una visión global y ambiciosa y la primera persona que tuvo clara la necesidad de crear un organismo que coordinara todo el deporte, así como de federaciones de cada especialidad y campeonatos nacionales. Esta propuesta, con algunos matices, se concretará en la creación de la Federación Gimnástica Española el 7 de junio de 1898 en respuesta al llamamiento efectuado por Masferrer desde las páginas de la revista Los Deportes el 1 de marzo de 1898 a todos los deportistas españoles para crear una “Confederación de las Sociedades Gimnásticas Españolas”.

Respondieron favorablemente al llamamiento de Masferrer: el Gimnástico de Tarragona, la Asociación Nacional de Profesores Oficiales, el Gimnasio de Vigo, el Club Gimnástico de Cartagena, la Sociedad Catalana de Gimnástica y la Sociedad Gimnástica de Orense. Poco después se incorporó la Sociedad Gimnástica Española. José Canalejas y Méndez (diputado, ex ministro de Fomento, Gracia y Justicia y Hacienda y presidente honorario de la Asociación Catalana de Gimnástica), fue elegido primer presidente de la FGE. La Asociación Catalana de Gimnástica había sido fundada por Masferrer como un primer escalón hacia la Federación Gimnástica Española.

La primera asamblea de la FGE tendrá lugar el 26 de septiembre de 1899 en Madrid y estará acompañada por un festival polideportivo. Se tiende a decir, de forma simplificadora, que la FGE es un antecedente directo de la Federación Española de Gimnasia. La FGE es antecedente de la federación de gimnasia, en efecto, pero también de la de atletismo, de la de fútbol y de la de prácticamente todos los deportes (solo el ciclismo, la colombofilia, la vela y el tiro tuvieron estructuras federativas propias en esta época). También del Comité Olímpico Español y del Consejo Superior de Deportes. Sin olvidar su vertiente cultural y pedagógica de clara influencia regeneracionista.

Al fundarse la FGE su sede social sería la de la SGE (calle Libertad, 15 de Madrid), y los cuatro fundadores de esta última (Masferrer, Monjardín, Coll y Charles), vocales del Comité Ejecutivo de la primera. La revista Los Deportes, con sede en la calle Montjuïc del Carme, 5 de Barcelona, sería su órgano de difusión y Marcelo Santos Sanz Romo, su secretario general. Puede afirmarse sin exagerar que la FGE es hija de Narciso Masferrer.

El primer objetivo de la FGE fue contar con delegados en las provincias. En julio de 1898 ya había delegaciones en todas, aunque la mayoría tenían una existencia formal sin desarrollar ninguna actividad real, lo que sería motivo de críticas y enfrentamientos. La organización de Asambleas (1899 en Madrid, 1900 en Barcelona, 1901 en Zaragoza) y “Fiestas Federales” con competiciones de varios deportes fueron los logros de la FGE en su corta existencia. El 20 de marzo de 1902 fue declarada “Sociedad de verdadera utilidad pública”. Para entonces ya había entrado en descomposición. En 1906 varias cartas y artículos (del propio Masferrer, entre otros) en las páginas de la nueva publicación de Masferrer, El Mundo Deportivo, lamentaban la virtual desaparición de la FGE, entidad dada de baja oficialmente en el Registro de Asociaciones en 1909.

Comité Español de los Juegos Olímpicos (1905)

En noviembre de 1905 se funda la segunda entidad polideportiva nacional: el Comité Español de los Juegos Olímpicos, una iniciativa del Comité Olímpico Griego para que España acudiera a los Juegos Olímpicos intercalados de Atenas 1906. Su presidente sería el marqués de Cabriñana del Monte. Román Macaya era el delegado en Barcelona. Se llegó a debatir sobre la necesidad de establecer dos comités en España, uno en Madrid y otro en Barcelona, lo que finalmente se descartó por intervención del cónsul de Grecia en Madrid (Carta de Jorge Soto a Spyridon Lambros, 15 de marzo de 1905, HOC-Archives, K7-Φ5-Ε1).

España no acudió a Atenas y el marqués de Cabriñana se disculpó ante los griegos en una carta llena de excusas: “Algunos de los que querían acudir eran profesionales”, “otros no tenían las condiciones físicas adecuadas para luchar con honor” o “les faltaba educación y savoir vivre”, “el gobierno mostró poco interés…” (Carta del marqués de Cabriñana a Spyridon Lambros, mayo de 1906, HOC-Archives, K15- Φ11-E3). Cabriñana siguió nominalmente al frente del Comité hasta 1909, cuando fue forzado a dimitir por el Infante Don Carlos y substituido por Gonzalo de Figueroa, conde de Mejorada del Campo y marqués de Villamejor, miembro del COI desde 1902.

El asesinato de Canalejas, primer presidente de la FGE y presidente del Gobierno entonces, el 12 de noviembre de 1912 había facilitado el acceso a la presidencia del gobierno a Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, hermano del marqués de Villamejor. Villamejor vinculaba este magnicidio y la llegada de su hermano al poder con su decisión de constituir su Comité Español de los Juegos Olímpicos en una carta al barón de Coubertin el 20 de noviembre de 1912. La huella de la Federación Gimnástica Española seguía presente por vericuetos insospechados, aunque Masferrer (y su núcleo deportivo-regeneracionista de Barcelona) fueron marginados de estos primeros comités olímpicos españoles.

Pese a haber sido marginado de estos comités, Masferrer siguió embarcado en sus ambiciosos proyectos para convertir a Barcelona en una ciudad olímpica. Así fue como sacó adelante las “Grandes Fiestas Deportivas de Barcelona” de 1907, patrocinadas por el Ayuntamiento. Se trataba de un mes entero de acontecimientos deportivos, desde el 30 de mayo al 30 de junio. Con ello Masferrer (1907e) deseaba “propagar a los cuatro vientos la importancia extraordinaria que a poco tiempo a esta parte ha alcanzado la vida deportiva en nuestra capital”. Fue un proyecto “de propaganda deportiva” concebido y dirigido por Masferrer y José de Togores. Se deseaba mostrar al mundo que Barcelona podía ser digna de citarse como “la ciudad más sportiva” (Masferrer, 1907h).

Como explica Torrebadella (2015), “se pretendía reunir el mejor deporte internacional del momento, ofreciendo también el aliciente para que los deportistas locales pudieran lucirse y triunfar. Los concursos programados fueron de esgrima, ciclismo, aerostación, regatas, hípica, tiro, automovilismo, motociclismo y carreras a pie”.

Además, se ambicionaba atraer turistas, otra de las obsesiones de Masferrer. Realmente se intentaba convencer a propios y a extraños del potencial de Barcelona como futura sede de unos JJOO. Narciso Masferrer estaba eufórico con este evento:

Estoy persuadido que han de ser muchos los sportsmen del extranjero que acudan al palenque a que les vamos a invitar. Pero es preciso no solo que no encuentren tacha ni reparo que oponer a los programas en cuanto afecte a la realización de las próximas manifestaciones, sino que quienes pueden se dispongan a defender los colores de España, porque en esas luchas y en esos concursos va envuelto nuestro patriotismo, y todos debemos tener como un gran empeño del que sean los nuestros los que triunfen de los demás.

Nos jugamos en este asunto una carta en la que va envuelta toda nuestra fortuna. Muy corto es el tiempo que nos espera ya de la fecha de la realización de esos concursos; a todos aconsejamos que empiecen un período de un durísimo entrenamiento con el ánimo resuelto y decidido de obtener los primeros puestos en las categorías que se establezcan.

Si lo conseguimos, sí que habremos triunfado, y cuantos vengan como actores o espectadores a Barcelona, a la gran ciudad española, podrán comprender que aquí, en Cataluña, no solo se predica, sino que se practica y que nos sobran alientos para luchar y para vencer.

Demos, pues, un alto ejemplo de que sabemos organizar esas fiestas, con lo cual habremos conseguido equipararnos a los grandes centros sportivos mundiales, y denlo también aquellos, por quienes laboramos desde la modestia esfera en que vive y alienta, con las más grandes esperanzas, El Mundo Deportivo, y habremos, al cabo del tiempo, dado un gran paso en firme y tocado aquellos resultados con que soñó siempre nuestra inspiración, logrando ¡por fin! realidades en que creímos, por tener plena conciencia de que teníamos que llegar un día a la tierra de promisión sportivamente considerado.

No sueñes, no, alma: ¡realiza, vence, triunfa! (Masferrer, 1907d)

La organización fue un éxito, ante lo cual Narciso Masferrer estaba pletórico:

Los fines que nos propusimos coronaron la obra, la de hacer ver y comprender a todo el mundo que España no es una excepción en esas materias, como acaba de demostrarse plenamente, realizando manifestaciones tan extraordinarias, de que no tenían ni podían tener idea muchos, muchos de los que nos han honrado con su visita, y muchos con los que ignoraban de lo que eran capaces todos cuantos en tierras benditas de acá se dedican al sport.

Demostrado queda que no existen diferencias, y que, aunque con escasos medios, se ha vivenciado que la Barcelona sportiva ha dado la nota de arrogante fiereza que imprimió siempre todas sus esplendorosas manifestaciones en el arte, en la industria, en la fabricación, etc., nuestra incomparable Barcelona (Masferrer, 1907a).

Este éxito despertó la euforia a nivel nacional entre los sectores deportivos. Desde Madrid Carlos Padrós, único miembro del Comité Español de los Juegos Olímpicos que seguía intentando iniciativas olímpicas, escribía a Don Narciso ofreciéndose a liderar una nueva entidad tipo FGE:

Sr. Narciso Masferrer… Próximos a celebrase en Londres los Juegos Olímpicos para los que se prepara Inglaterra con entusiasmo que pone en todo lo que supone progreso aquella nación, debemos en España prepararnos también para tomar una parte, si podemos, en esa manifestación sportiva universal.

Aunque todavía no ha surgido en nuestro país un hombre de suficiente energía y fuerza de voluntad bastante para aunar los esfuerzos de todos sin despertar recelos y agrupando los valiosos elementos con que contamos, funde la Unión Española de Sports Atléticos que dan en el resto de Europa resultados tan eficacísimos para el fomento de la cultura física, podemos mientras tanto los que sentimos entusiasmos y tenemos fe en el porvenir, ir reuniendo los materiales que en su día han de construir esa hermosísima obra (Padrós, 1907).

Comité Olímpico Español en Madrid (1912) y Comité Olímpic Català (1913)

El marqués de Villamejor constituía el 25 de noviembre de 1912 su Comité Español de los Juegos Olímpicos con esta composición: Gonzalo de Figueroa, marqués de Villamejor (presidente) Carlos Padrós Rubio (tesorero), Marcelo Santos Sanz Romo (secretario), Pío Suárez-Inclán y González (coronel de Estado Mayor y diputado), Marcelo Rivas Mateos (catedrático de la Universidad Central), Alejandro Saint-Aubin Bonnefon (publicista y diputado), Adolfo Díaz Enríquez (comandante de Infantería), Luis de Uhagón y Barrio (marqués de Laurencín), Valentín Menéndez San Juan (conde de la Cimera y de Goyeneche, marqués de Campo Real), Julio Urbina Ceballos-Escalera (marqués de Cabriñana del Monte) y Rogelio Ferreras Berros (capitán de la Guardia Civil y profesor de Gimnasia). Respecto al primer Comité (1905) seguían Cabriñana y Padrós. Este último, aunque afincado en Madrid, y el capitán de la Guardia Civil Ferreras, nacido en Tarragona, constituían la cuota catalana del Comité (Ruiz Ferry, 1912).

Barcelona, bajo el impulso del núcleo regeneracionista de Masferrer, seguía siendo líder en España en iniciativas en el terreno del deporte. Pronto destacaría el periodista tarraconense Josep Elias i Juncosa, Corredisses, gran crítico del COE del marqués de Villamejor, mientras Masferrer adoptaba un perfil más bajo, aunque coincidían en intereses y objetivos. Puede decirse que se repartían los papeles de “policía bueno” y “policía malo”. La campaña de Elias contra la inactividad del COE alcanzó el súmmum el 18 de octubre de 1913 con su conferencia en el gimnasio de Garcia Alsina (Elias i Juncosa, 1913). Ante la amenaza esbozada por Corredisses de ver a un Comité Olímpico Catalán desfilando en Berlín 1916 si el COE no se activaba, Villamejor pidió ayuda a los dirigentes deportivos catalanes para que España estuviera en los JJOO en una carta dirigida a Masferrer (Los Juegos Olímpicos. Una Carta, 1913).

El día de Navidad de 1913 se anunciaba que el COE autorizaba a Narciso Masferrer la constitución de un Comité Olímpico Catalán como delegación regional del COE (Los Juegos Olímpicos, 1913) en lo que parecía el fruto de las negociaciones entre Villamejor y el propio Masferrer, negociaciones sobre las que ambas partes escribían a Coubertin intentando ganarse su favor. Villamejor escribía al presidente del COI:

Veo que estáis al corriente de toda la agitación promovida en Barcelona por el Sr. Elias Juncosa. Es siempre la misma historia, quieren considerarse independientes, sin querer comprender que su solo derecho de existencia es el de ser españoles y les considero ahora convencidos de estar obligados a someterse al Comité Español (Durántez, 2012, p.52).

El 31 de marzo de 1916 Villamejor creó un nuevo Comité Olímpico Español íntegramente madrileño, sin dirigentes catalanes. Probablemente para compensar, en la misma reunión se ofreció a la Federación Atlética Catalana la opción de ser un Subcomité regional olímpico (como el COC de 1913) y crear otra delegación regional en Bilbao (Atletismo, 1916).

Los JJOO de 1916 serían suspendidos por la Primera Guerra Mundial y el COE dispondría de cuatro años más para preparar el debut oficial español en JJOO. De hecho, se crearía en 1919 un nuevo Comité Olímpico Español.

Durante la Guerra se produjo un hecho sorprendente: el alcalde de Barcelona Manuel Rius escribió a Coubertin en 1917 ofreciendo a Barcelona como sede de los primeros JJOO que se disputaran tras el conflicto mundial; no consta que el barón respondiera.

Así, en julio de 1919 Villamejor organizaba un nuevo COE (Comité Olímpico Español, 1919). La cuota catalana estaba reservada al Dr. Bartrina, afincado en Madrid y vinculado a la Familia Real (era profesor de Educación Física del príncipe y los infantes).

La decisión de participar en los JJOO de Amberes se tomó a última hora y para poder acudir se recurrió a colectas. En Amberes las malas relaciones entre el COE y el COC se agudizaron por varios motivos, especialmente por la candidatura de Barcelona a los JJOO de 1924, presentada a espaldas del COE. Desde Madrid se reaccionó filtrando otra posible candidata española: San Sebastián (Ruiz Ferry, 1920b; Ruiz Ferry, 1920c). Masferrer no se implicó en estos conflictos, manteniendo un perfil muy bajo.

El COI daría los JJOO 1924 a París y garantizaría las siguientes ediciones a Ámsterdam (1928) y a EE. UU. (1932, serían en Los Ángeles), por lo que las esperanzas olímpicas de Barcelona quedaban sepultadas sine die y el proyectado Estadio Olímpico de La Foixarda, convertido en campo de rugby. El marqués de Villamejor moriría en Lausana el 18 de octubre de 1921 y con él desaparecía este COE; su puesto en el COI sería concedido a Santiago Güell, barón de Güell, y a Horacio Echevarrieta.

Comité Olímpico Español en Barcelona (1924 y 1926)

Imagen 1: Ramon Claret y Joan Bert (autores), (1914-1920): “kickoff de Narcís Masferrer a un partit de futbol femení”. Arxiu Nacional de Catalunya. Fons ANC1-64/Bert i Claret (fotoperiodistes). Código de Referencia: ANC1-64-N-1712.

Imagen 1: Ramon Claret y Joan Bert (autores), (1914-1920): “kickoff de Narcís Masferrer a un partit de futbol femení”. Arxiu Nacional de Catalunya. Fons ANC1-64/Bert i Claret (fotoperiodistes). Código de Referencia: ANC1-64-N-1712.

Las críticas por la inactividad de los dos nuevos representante españoles en el COI, que durante tres años no constituyeron un nuevo COE, llegaban de nuevo desde Barcelona, donde se había creado la Confederación Deportiva de Cataluña (Vida Deportiva, 1922), con el objetivo de ostentar “la representación íntegra del deporte catalán”, proponiendo la celebración de unos Juegos Ibéricos y de unos Juegos Mediterráneos como pasos previos a nuevas candidaturas olímpicas (La confederació catalana, 1921). La labor de la Confederación hizo que el COI le otorgara la Copa Olímpica en 1922 (Olimpismo, 1922).

En la noche del 12 a 13 de septiembre de 1923 se produjo en Barcelona el golpe de estado de Primo de Rivera, a quien el rey encargó formar gobierno, instaurándose así una dictadura. Para el nuevo régimen hubiera sido un fracaso no acudir a París 1924, por lo que decidieron fundar un nuevo Comité Olímpico Español. Este nuevo COE nació el 11 de enero de 1924 en el Paseo de Gracia, 32 de Barcelona, en la misma sede de la Confederación Catalana de Deportes, a la que de paso se neutralizaba, bajo la presidencia interina (el barón de Güell era el presidente pese a encontrarse de viaje en América) de Mariano de Rivera, ayudante de campo del general Primo de Rivera, con José Mesalles Estivill como secretario.

Narciso Masferrer no fue incluido en este nuevo COE barcelonés, pero cubrió los detalles de su constitución desde La Vanguardia con entusiasmo. Poco después se constituyó una delegación del COE en Madrid (Coubertin mostró estupefacción al ser informado de que el nuevo COE tenía su sede en Barcelona), así como una delegación en París a cargo de Doña Rosario de la Huerta de Bárcenas (“residente en aquella ciudad y persona por todos conceptos acreedora a la confianza que merece un cargo de esta naturaleza e importancia”) (Vida Deportiva, 1924). En marzo, Güell regresaba a España y asumía la presidencia del Comité, quedando Mariano de Rivera como vicepresidente.

Los meses siguientes estuvieron caracterizados por los problemas económicos para poder enviar una delegación a los JJOO, pese a las 150.000 pesetas otorgadas por el Gobierno y la multitud de iniciativas (subastas, colectas, etc.) para recaudar fondos.

El COE acudiría a París con una amplia delegación que obtuvo unos pobres resultados deportivos. Este fracaso generó críticas y demandas como la de la Real Confederación Atlética Española de instaurar la Educación Física en las escuelas y crear un “impuesto nacional sobre espectáculos, juegos o loterías, destinada al fomento y desarrollo de la cultura física y deportes» (Pro cultura física, 1924).

De nuevo quedaba demostrado el carácter provisional y utilitario de los comités olímpicos españoles, pues el fundado en 1924 en Barcelona desaparecía tras los JJOO de París. Habría que esperar a 1926 para asistir a la creación de uno nuevo, este sí, con clara voluntad de permanencia y estabilidad.

En noviembre de 1924 se produjo la entrada en el COI de un segundo miembro español que venía a cubrir la baja de Horacio Echevarrieta: el XVII duque de Alba de Tormes, don Jacobo Fitz-James Stuart. Pese a su pasado como deportista, el duque de Alba no mostró interés alguno por el COI y lo abandonaría en 1927 sin haber asistido a ninguna sesión.

Superado el ciclo olímpico de 1924 llegaba el turno de crear un nuevo Comité Olímpico Español para preparar los JJOO de Ámsterdam 1928. En enero de 1926 el barón de Güell y el duque de Alba encargaban al secretario Mesalles que escribiera a las federaciones nacionales para que aportasen candidatos a integrar este “nuevo Comité Olímpico con las mayores garantías de capacidad y persistencia” (Miralles [sic], 1926).

El 24 de abril de 1926 se constituía el nuevo Comité Olímpico Español en Barcelona (“nuevo Comité que habrá de actuar hasta la celebración de los Juegos venideros”) (Ante la IX Olimpiada, 1926), presidido por Eusebio López y Díaz de Quijano, marqués de Lamadrid. Entre la larga lista de miembros en representación de federaciones destacaba el retorno de Jaume Garcia Alsina (por la federación de lucha grecorromana) y de Narciso Masferrer (por la de ciclismo).

Pese a afirmar que este nuevo COE era (como sus antecesores) provisional y estaba destinado a preparar la asistencia a los JJOO de 1928, se tomaron una serie de medidas jurídicas destinadas a oficializar el comité y ajustarlo a la legislación española sobre sociedades (Ley de Asociaciones de 1887): se aprobaron unos estatutos y se acudió al Gobierno Civil de Barcelona para solicitar la inscripción en el Registro de Asociaciones. El secretario Mesalles se personó en el Gobierno Civil el 3 de agosto de 1926 y el Comité Olímpico Español fue inscrito en el Registro de Asociaciones el 2 de octubre con el número 12.861 del Libro de Asociaciones de la provincia de Barcelona (Archivo de la Delegación del Gobierno en Cataluña. Subdelegación del Gobierno en Barcelona. Caja 459. Número de Asociación 12.861 «Comité Olímpico Español»; Libro Registro de Asociaciones, Tomo VII).

En abril de 1927 visitó Barcelona el sucesor de Coubertin, el conde de Baillet-Latour, con motivo de la colocación de la primera piedra del nuevo Estadio de Montjuïc, otra de las iniciativas de Masferrer.

En la sesión del COI celebrada en Mónaco el 25 de abril de 1927 se anunció la candidatura de Barcelona a los JJOO de 1936. El COE acudió a los JJOO de Ámsterdam 1928 con una amplia delegación y consiguió una histórica medalla de oro en saltos por equipos (equitación) como premio. Narciso Masferrer fue el jefe de la expedición (Rubryk, 1928).

El 20 de mayo de 1929 se inauguró el Estadio de Montjuïc y en el marco de la Exposición Internacional se disputó un completo programa de competiciones deportivas, todo lo cual hacía de Barcelona la candidata favorita para acoger los JJOO de 1936, sobre todo cuando se anunció que la ciudad sede se elegiría en una sesión a celebrar en la capital catalana en abril de 1931. Los acontecimientos políticos cambiarían el escenario.

Pocas semanas después de la caída de Primo de Rivera se había reorganizado el COE en Barcelona para preparar la asistencia a Lake Placid y Los Ángeles 1932 y seguir trabajando en la candidatura de Barcelona a los JJOO de 1936. El marqués de Lamadrid seguía de presidente, con el conde de Vallellano y Jorge de Satrústegui como vicepresidentes, Santiago Roure como tesorero, Jaime Garcia Alsina como contador y José Mesalles Estivill como secretario (Olímpicas, 1930).

Recién proclamada la República y con noticias sobre disturbios, la sesión del COI se celebró con muchas ausencias en el Ayuntamiento de Barcelona el 25 y 26 de abril de 1931. Se aprobó la entrada del conde de Vallellano en el COI, pero la decisión más esperada, la elección de la sede de 1936, se aplazó por la baja asistencia de miembros. La votación final fue por correo y el resultado se anunció el 13 de mayo: Berlín obtuvo cuarenta y tres votos y Barcelona dieciséis, con ocho abstenciones (Allocation of the Games of the XIth Olympiad, 1931).

Tras esta decepción, todos los miembros del COE dimitieron. Eran en su práctica totalidad monárquicos y sus relaciones con el nuevo régimen eran pésimas, como demuestra el rechazo del nuevo presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, a aceptar la presidencia de honor del comité. El presidente del COI, Baillet-Latour, convenció a los miembros de la ejecutiva del COE de la necesidad de seguir en sus puestos, a todos excepto al presidente, el marqués de Lamadrid.

Acudir a los JJOO de 1932 fue complicado. En la prensa se llegaron a publicar cartas de federaciones nacionales demandando la disolución del COE:

La Confederación Española de Atletismo, en vista de la actuación totalmente contraproducente de COE, sin llevar aparejada ventaja alguna, ha propuesto a su presidente, señor barón de Güell, la disolución inmediata de dicho organismo o su total reorganización, dejándole en el modesto plan de representante aquí del Comité Internacional, sin injerencias de ninguna clase, ni con el deporte español ni con la preparación y desplazamiento de la representación española en los distintos Juegos, si es que estos van a continuar [la negrita es nuestra], y, naturalmente, para el futuro. El Comité Olímpico viene a gastar la casi totalidad de las subvenciones recibidas para tener montadas unas oficinas. Más de cien mil pesetas contamos que ha gastado del capítulo de “preparación olímpica”, sin que esta haya comenzado todavía… Sin poder conocer aún ninguna partida con exactitud, pero que, con seguridad, serán mayores que las que fijamos, encontramos los siguientes gastos aproximados: mensualidad secretaría general, dos dependientes, alquiler piso y gastos secretaría, 1.700 pesetas, que resultan 20.000 al año, o sean, para la Olimpiada actual (cuatro años) 80.000; viajes a Madrid y congresos extranjeros, 10.000; déficit del Congreso Olímpico en Barcelona, 10.000; pérdida experimentada en baja valores, 15.000. Total gastos efectuados, 115.000 pesetas. Así pues, puede verse cómo el Comité Olímpico invierte para sí, y sin provecho alguno para el deporte, la casi totalidad de la subvención que el Gobierno le entrega para “preparación”, y no teniendo aún bastante, se resiste a dar la menor cantidad a los deportistas. Seguramente no baja de 300.000 pesetas lo que nos cuesta el Comité Olímpico desde su genial creación, de estructura tan ineficaz como autocrático (Confederación Española de Atletismo, 1932).

La alusión a la posibilidad de que los JJOO dejaran de celebrarse no era gratuita en 1932. Algunos sectores de la izquierda consideraban los Juegos Olímpicos como una competición elitista y reaccionaria que fomentaba el nacionalismo, controlada por los nobles y príncipes del Comité Olímpico Internacional. Desde los sindicatos y partidos socialistas europeos nacieron las Olimpiadas Obreras en oposición a los JJOO. Se celebraron ediciones en Frankfurt (1925), Viena (1931) y Amberes (1937) y una edición invernal en 1931 en Mürzzuschlag (Austria).

Y si los socialistas tuvieron su SASI y sus Olimpiadas Obreras, los comunistas crearon la RSI (Red Sport International) en 1921, más conocida por todos como Sportintern, y las Spartakiadas. Se celebraron ediciones en Moscú (1928) y Berlín (1931) y una de invierno en 1928 en Oslo. Por lo tanto, los JJOO eran solo una de las competiciones internacionales del calendario deportivo de la época y su supervivencia no estaba garantizada: la URSS no se integraría en el movimiento olímpico internacional hasta 1952.

España no acudió a los JJOO de invierno de Lake Placid (EEUU), y a los de verano en Los Ángeles se viajó, tras las polémicas habituales por problemas económicos, con una mínima delegación por problemas presupuestarios. Tras meses de inactividad, finalmente el COE sufrió una nueva reestructuración a finales de 1932 con la modificación de sus estatutos, que se consagraban a blindar la permanencia del Comité en Barcelona, pues seguían las campañas para obtener su traslado a Madrid.

En 1933 se elegía un nuevo presidente del COE tras muchos meses de interinidad: el doctor Augusto Pi Suñer. Todos los componentes de este comité eran catalanes (Toma de posesión, 1933). En el periodo de Pi Suñer, el COE emitió correspondencia y documentos oficiales en catalán.

En febrero de 1936, con la llegada al poder del Frente Popular, se creó en Barcelona el Comité Catalán pro Deporte Popular (CCDP), formado por diversas asociaciones y clubes de izquierdas. Su primera actividad fue un torneo de fútbol de ámbito nacional llamado Copa Thälmann. Ante el éxito de esta competición, en abril de 1936 se inició un movimiento liderado por el CCDP contra el COE y contra la participación española en los JJOO de Berlín 1936; así como a favor de organizar en Barcelona una Olimpiada Popular.

La mejora de relaciones entre la SASI socialista y la RSI comunista favorecía la fusión de las antiguas Olimpiadas Obreras y las Spartakiadas en este nuevo evento (Olimpiadas Populares), que pretendían convertir en la antítesis de los JJOO de Hitler en Berlín (Santacana & Pujadas, 2006). Estos movimientos provocaron una grave crisis interna en el COE.

El estallido de la Guerra Civil el 17-18 de julio de 1936 impidió la celebración de la Olimpiada Popular y la participación española en los JJOO de Berlín.

Comité Olímpico Español/Delegación Nacional de Deportes (1938)

Iniciada la Guerra Civil, el 27 de agosto de 1937 Josep Rosich, actuando como presidente interino del COE desde Barcelona, intentó reactivar el Comité solicitando a las federaciones que confirmaran a sus miembros. Ante este movimiento, el secretario Mesalles Estivill, que se encontraba en la zona nacional, escribió al COI anunciando que se iba a reconstruir el Comité Olímpico Español desde la España franquista (Durántez, 2013).

El nuevo Comité Olímpico Español/Consejo Nacional de Deportes (COE/CND) tuvo esta composición: como presidente el general José Moscardó Ituarte, con el conde de Vallellano y el barón de Güell (vicepresidentes), José Mesalles Estivill (secretario), capitán García Mayoral (tesorero-administrador), teniente coronel Villalba Rubio (director técnico y economista) y Jacinto Miquelarena (director de información y propaganda). José Mesalles Estivill, secretario de todos los COE desde 1924, era todo un símbolo de continuidad.

El COI reconoció la legitimidad de este nuevo COE/CND constituido en la zona franquista y el conde de Baillet-Latour envió una carta en la que celebraba que “la España victoriosa se reorganiza sin perder un solo instante”, así como “la gloriosa epopeya del General Franco” (Reorganización del Comité, 1937).

El 11 de febrero de 1938 se constituyó formalmente en Zaragoza el nuevo COE/CND y su Comisión Ejecutiva se reunió el 5 de noviembre en San Sebastián. Este nuevo COE/CND carecía de cualquier tipo de autonomía o independencia; surgió de un decreto del Ministerio de Educación Nacional (27 de agosto de 1938) y pertenecía a la estructura del partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS. De hecho, un nuevo decreto del 22 de febrero de 1941 convertía al COE/CND en “la Delegación Nacional de Deportes de la FET y de las JONS”.

En 1939 las nuevas autoridades nombraban a Narciso Masferrer (que había sobrevivido gracias a que uno de los milicianos que acudió a su casa de Barcelona lo reconoció como “el presidente de las bicicletas” y posteriormente pudo huir con su esposa y pasar a Navarra) presidente de la Federación Española de Ciclismo, además de miembro del COE/CND, en un claro intento de identificación con el regeneracionismo decimonónico y de reivindicación del mismo. Nadie como Masferrer para personalizarlo.

Narciso Masferrer y Sala falleció en Barcelona el 10 de abril de 1941. En 1944 hubo una campaña para darle su nombre al Estadio de Montjuïc (Canto Arroyo, 1944) y en 1955, para darle su nombre a alguna calle de Barcelona (Sabater Rosich, 1955).

Ambas iniciativas fracasaron.

Conclusiones

Narciso Masferrer fue pionero en ver la transcendencia del Olimpismo. Asimismo fue de los primeros en percatarse de la importancia que para una ciudad podía tener el ser sede olímpica y en liderar el sueño barcelonés en ese sentido. Masferrer previó la importancia del turismo y sus posibilidades en España y supo intuir su vinculación con el deporte. La vigencia y modernidad de su discurso en este terreno son sorprendentes.

A lo largo de su vida enfatizó la mejora de la salud y el nivel y calidad de vida de los españoles vinculándola con el ejercicio físico. Un discurso regeneracionista marcado por sus propias vicisitudes personales y familiares en el que se intuye un clamor por modernizar y europeizar España.

Bibliografía y referencias

“Allocation of the Games of the XIth Olympiad” (1931, julio). Official Bulletin of the International Olympic Committee, p. 15.

Arrechea, F. (2017). España y los Juegos Olímpicos. Análisis de participación de los deportistas españoles en los JJOO de la Era Moderna e historia del movimiento olímpico español (Tesis Doctoral inédita). UCAM.

“Atletismo” (1916, 25 de abril). Heraldo Deportivo, pp. 11-15.

Canto Arroyo, F. (1944, 7 de mayo). “Cómo podría perpetuarse el homenaje a Masferrer”. La Vanguardia Española, p. 17.

Comité Olímpico Español (1919, 10 de julio). La Vanguardia, p. 15.

Confederación Española de Atletismo (Trabal, Trueta, Maluquer) (1932, 27 de abril). “Lo que gasta el Comité Olímpico Español”. ABC, p. 52.

Durántez, C. (2012). El COE. Un siglo. Madrid: Comité Olímpico Español.

Durántez, C. (2013). El Centenario del Comité Olímpico Español. Un Siglo de Olimpismo. Madrid: Comité Olímpico Español.

“El XXV Aniversario de la Sociedad Gimnástica Española” (1912, marzo). Gran Vida, pp. 73-74.

Elias i Juncosa, J. (1913, 25 de octubre). “Conferència donada el 18 d’Octubre de 1913 a l’Institut Higiènic-Kinesiteràpic”. Catalunya, pp. 567-568.

González Posada, A. (1894, agosto). “La enseñanza en París a vista de pájaro”. La España Moderna, 58, pp. 5-32.

“Los Juegos Olímpicos” (1913, 25 de diciembre). El Mundo Deportivo, p. 1.

“Los Juegos Olímpicos. Una Carta del Excmo. Marqués de Villamejor, presidente del Comité Olímpico Español” (1913, 4 de diciembre). El Mundo Deportivo, p. 1.

Masferrer, N. (1907a, 11 de julio). “Finis coronat opus”. El Mundo Deportivo, p. 1.

Masferrer, N. (1907b, 14 de marzo). “El Sport en el Ayuntamiento”. El Mundo Deportivo, p. 3.

Masferrer, N. (1907c, 17 de enero). “Recuerdos”. El Mundo Deportivo, p. 2.

Masferrer, N. (1907d, 18 de abril). “¡Triunfaremos!”. El Mundo Deportivo, pp. 2-3.

Masferrer, N. (1907e, 2 de junio). “Grandes Fiestas Deportivas de Barcelona, patrocinadas por el Excmo. Ayuntamiento. Nuestro Saludo”. El Mundo Deportivo, pp. 1-2.

Masferrer, N. (1907f, 20 de junio). “Efervescencia sportiva”. El Mundo Deportivo, 20 de junio de 1907, pp. 1-4.

Masferrer, N. (1907g, 27 de junio). “Grandes Fiestas Deportivas de Barcelona, patrocinadas por el Excmo. Ayuntamiento. El sport por las calles”. El Mundo Deportivo, pp. 2-3.

Masferrer, N. (1907h, 30 de mayo). “Grandes Fiestas Deportivas de Barcelona, patrocinadas por el Excmo. Ayuntamiento”. El Mundo Deportivo, pp. 1-2.

Miralles [sic] Estivill, J. Secretario del COI [sic] (1926, 24 de enero). “Comité Olímpico Español”. La Vanguardia, p. 16.

“Olímpicas. Sesión de Constitución del Comité Olímpico Español” (1930, 29 de abril). La Vanguardia, p. 24.

“Olimpismo. Una gran distinción a Cataluña” (1922, 9 de junio). El Mundo Deportivo, p. 3.

Padrós, C. (1907, 31 de enero). “Mi distinguido amigo”. El Mundo Deportivo, p. 4.

“Pro cultura física” (1924, 16 de octubre). La Vanguardia, p. 20.

“Reorganización del Comité Olímpico Español. Una carta expresiva del conde de Baillet Latour” (1937, 26 de diciembre). ABC, p. 17.

Rubryk (Sánchez Arias, R.) (1928). La IX Olimpiada. Hechos y comentarios. Madrid: Imprenta Morales.

Ruiz Ferry, R. (1912, 2 de diciembre). “Juegos Olímpicos”. Heraldo de Madrid, p. 4.

Ruiz Ferry, R. (1920a, 15 de enero). “Olimpismo”. Heraldo Deportivo, pp. 45-46.

Ruiz Ferry, R. (1920b, 15 de septiembre). “Olimpismo”. Heraldo Deportivo, pp. 361-362.

Ruiz Ferry, R. (1920c, 15 de octubre). “Olimpiquerías”. Heraldo Deportivo, pp. 408-409.

Sabater Rosich, J. (1955, 12 de julio). “Ante los II Juegos Mediterráneos. Momento oportuno para reparar un olvido”. La Vanguardia Española, p. 22.

Santacana, C. & Pujadas, X. (2006). L’altra Olimpiada. Barcelona 1936. Barcelona: Llibres de l’Índex.

“Toma de posesión de cargos en el Comité Olímpico Español” (1933, 15 de enero). La Vanguardia, p. 16.

Torrebadella, X. (2015). “Forjando los Juegos Olímpicos de Barcelona: La contribución de Narciso Masferrer y Sala en la configuración del deporte nacional e internacional (1900-1910)”. Citius, Altius, Fortius 8 (1), 61-103.

“Vida Deportiva” (1922, 24 de enero). La Vanguardia, p. 12.

“Vida Deportiva. Comité Olímpico Español” (1924a, 7 de febrero). La Vanguardia, p. 10.

Fuentes documentales

Archivo de la Delegación del Gobierno en Cataluña. Subdelegación del Gobierno en Barcelona:

Caja 459. Número de Asociación 12.861 “Comité Olímpico Español”.

Libro Registro de Asociaciones, Tomo VII.

Archivos del Comité Olímpico Griego, Atenas:

Carta de Jorge Soto a Spyridon Lambros, 15 de marzo de 1905. HOC-Archives, K7-Φ5-Ε1.

Carta del marqués de Cabriñana a Spyridon Lambros, mayo de 1906. HOC-Archives, K15- Φ11-E3.




Narciso Masferrer Sala, impulsor y modernizador del periodismo deportivo en España (1897-1920)

1.   Introducción

Como se sabe, la figura de Narciso Masferrer Sala (1867-1941) está indiscutiblemente ligada al proceso de penetración y primer desarrollo del fenómeno deportivo moderno en España. Si bien su difusión es todavía escasa y merece una atención biográfica que todavía no se le ha brindado hasta estos días, una cierta recuperación del personaje ya se ha ido sucediendo en la historiografía social del deporte de este país desde perspectivas diferentes y con matices diversos (Pujadas y Santacana, 1997; Bahamonde, 2011; Torrebadella, 2015; López, 2016a). En verdad, podríamos decir tal y como ya se ha escrito, que Masferrer lideró en buena medida “la mayoría de iniciativas de institucionalización deportiva que se llevaron a cabo” en la España de finales del siglo XIX y primeras décadas del novecientos (López, 2016b). De hecho, si nos fijamos en los factores que contribuyeron a la modernización del fenómeno deportivo en España desde un punto de vista social y cultural durante el primer tercio del siglo XX (Bahamonde, 2011), nos damos cuenta de que Narciso Masferrer participó en el impulso de la gran mayoría de ellos. No en vano, es incuestionable su aportación a la creación de entidades y federaciones deportivas (Sociedad Gimnástica Española en 1887, Asociación Catalana de Gimnástica en 1897 o Federación Atlética Catalana, de 1915), su contribución a través de la prensa deportiva a la consolidación del deporte como un fenómeno público, el impulso efectuado al proceso de institucionalización del deporte, o su trabajosa obra en favor del olimpismo en Cataluña y en España (Torrebadella, 2015). Se trata, por lo tanto, de un caso indudablemente relevante en la construcción inicial del sistema deportivo en España y en Cataluña: más allá de sus orígenes catalanes por parte de padre y madre, la mayor parte de su vida la pasó en Barcelona desde que llegara a esta ciudad en 1895. Paradójicamente, Masferrer no fue –como sí lo fueron la mayoría de pioneros de la institucionalización deportiva- un asiduo practicante de las actividades físicas, más allá de un temprano contacto con la gimnasia y con el ciclismo (López, 2016a). Sin embargo, podemos afirmar que Masferrer Sala tuvo un contacto con el novedoso fenómeno deportivo de finales del siglo XIX parecido al de sus contemporáneos defensores de la cultura física, es decir desde perspectivas muy diversas: como promotor, divulgador, director, gestor, empresario y practicante. En definitiva, un sportsman de corte decimonónico (Pujadas y Santacana, 1995).

Entre los diferentes ámbitos que lo vincularon al deporte, el que lo relaciona con la práctica e impulso del periodismo especializado fue especialmente fértil en resultados y, probablemente, uno de los que más espacio ocuparon en su vida. De hecho, si bien no es extraño que un divulgador deportivo a finales del siglo XIX escribiera e impulsara plataformas periodísticas ligadas al deporte, en su caso otros aspectos de carácter personal podrían haber incidido en su amor por la escritura, tales como una formación cosmopolita recibida en Francia, su salud frágil –que lo acercó a la cuartilla más que al campo de deportes– y su facilidad innata por la expresión escrita. Sea como fuere, Masferrer se inició en la prensa madrileña y barcelonesa desde su juventud, dado que con 18 años ya colaboraba en la sección de deportes del periódico La Censura (1886), y con 21, en 1888, ya era redactor de periódicos diversos de talante progresista y republicano federal como La República (1888-1891) y El País (1887-1921), y de periódicos de larga tradición como La Publicidad (1878-1922). Entre tanto, en 1887, fundaría la efímera revista El Gimnasta, tras haber creado la Sociedad Gimnástica Española en marzo de ese mismo año (López, 2016a).

No obstante, su relación decisiva con el periodismo deportivo se produjo fundamentalmente a partir de su llegada a Barcelona (1895), momento en el que desplegó una actividad sistemática en ese terreno. Las características de esta actividad y su impacto en la gestación de la incipiente periodística deportiva de la época –materia de análisis del presente estudio– constituyeron a nuestro entender tres aportaciones que participaron en gran manera en el proceso de especialización, modernización y profesionalización de la prensa deportiva en España hasta 1920. Dicho de otra manera, que la prepararon para el gran salto cultural y socioeconómico que significaría la eclosión de la prensa de masas a partir del período de entreguerras. Esas tres aportaciones –en las que Masferrer Sala fue protagonista principal– fueron las siguientes. En primer lugar, el desarrollo de un periodismo especializado polideportivo y superador del adoctrinamiento inicial, conectado internacionalmente y ligado a iniciativas empresariales deportivas. En segundo lugar, la construcción de un espacio comunicativo propio del periodismo deportivo escrito, con un universo simbólico, un lenguaje y unos referentes que le serían propios. Finalmente, un esfuerzo indudable por la profesionalización del periodismo deportivo y por la dignificación del periodista como trabajador en un contexto emergente de la prensa deportiva en España. A continuación analizaremos cada uno de estos ámbitos de influencia de Masferrer en el citado contexto.

2.    Los Deportes y la superación del periodismo deportivo de apostolado (1897-1905)

Cuando Narciso Masferrer llegó a Barcelona en 1895, se encontró con una ciudad en plena efervescencia deportiva. La influencia portuaria, industrial y comercial de la capital catalana permitió el desarrollo de un contexto de intercambio muy favorable a la aparición de las actividades deportivas de origen europeo y de plataformas asociativas vinculadas generalmente a los círculos de la burguesía local. En este marco de dinamismo asociativo, los deportes náuticos, la gimnástica, el frontón y, por supuesto, el ciclismo, ya gozaban de una cierta extensión (Lagardera, 1992; Pujadas, 2008). Vinculado a esta efervescencia inicial, la ciudad –y en menor medida otros núcleos urbanos catalanes como Reus y Tarragona– habían desarrollado un primerizo universo comunicativo muy centrado en la difusión de noticias de las primeras asociaciones deportivas y de algunas empresas a través de las cuales se estructuraban determinadas actividades como es el caso del frontón. Se trataba, sin duda, de un periodismo o protoperiodismo deportivo basado en el apostolado de las novedosas actividades físicodeportivas y de sus asociaciones. En realidad, se trataba de boletines informativos y revistas muy ligadas a clubes y entidades, realizadas y consumidas –en gran medida– por sus propios asociados y que conformaban un primer núcleo informativo y comunicativo especializado, más allá de las crónicas sobre Sociedad y Sports que ya aparecían en la prensa general. De la misma manera que había pasado en Gran Bretaña, donde la prensa se había convertido en un instrumento esencial para la promoción del ocio público (Rowe, 2008), en Cataluña las cabeceras deportivas jugaron un papel fundamental en la extensión de un sistema asociativo institucionalizado. No en vano, en la década de 1890, aparecieron 17 cabeceras especializadas en deporte, de las cuales 14 en la ciudad de Barcelona, lo cual refleja el dinamismo de este periodismo deportivo iniciático, en el contexto en el que Masferrer se trasladó a la ciudad condal. De las 14 cabeceras aparecidas, el 50% estaban explícitamente dedicadas al ciclismo y al frontón, si bien intentaban abarcar informaciones deportivas más generales (Pujadas y Santacana, 1997). A pesar de que algunas de ellas declaraban tener una demanda relevante –como La Bicicleta, que en 1896 afirmaba tirar 6.000 ejemplares (Marqués, 1896)–, la realidad es que, como reconocería el propio Masferrer algunos años después, no era suficiente “hoy por hoy, la afición en España, para el sostenimiento de ningún diario dedicado exclusivamente al sport cíclico, como en el extranjero” (Masferrer, 1899).

Entre 1896 y 1899, no obstante, el periodismo deportivo barcelonés inició un proceso de transformación y modernización que debe relacionarse, en general, con el crecimiento de las actividades deportivas –sin duda la emergencia del fútbol en aquellos años no puede pasar por alto–, con la consolidación empresarial de algunas cabeceras y con la influencia de las nuevas tendencias periodísticas internacionales de finales del siglo XIX. Fruto de esta transformación, se produjo la eclosión del primer proceso de modernización del periodismo de deporte en Barcelona, naturalmente muy ligado a la aparición y consolidación general de los nuevos géneros periodísticos en el contexto de la Restauración (Seoane y Saiz, 2007).

Este proceso es realmente importante porque daría como resultado la aparición un nuevo tipo de prensa deportiva basada en paradigmas inexplorados hasta ese momento. Por un lado, con una cierta diversificación de la oferta más allá del ciclismo y de la pelota vasca, lo cual mostraba igualmente la diversificación del tejido asociativo del deporte hacia nuevos horizontes como el tenis, el fútbol o los deportes de motor. Por otro lado, con una inicial desvinculación de las plataformas asociativas –que reflejaba la conciencia del nuevo modelo empresarial periodístico, más allá del voluntariado asociativo– y la creación de empresas periodísticas netamente deportivas. Finalmente, con la ineludible aparición de un perfil de periodista, promotor y redactor que ya veía con claridad la necesidad de combinar la difusión del deporte –el apostolado, en definitiva– con la subsistencia económica de la empresa periodística y, por lo tanto, su modernización (Pujadas y Santacana, 1997). En esta dirección, el caso de Narciso Masferrer fue paradigmático en el contexto barcelonés y supo materializar esta triple conjunción a través de su primer gran proyecto periodístico.

Este gran proyecto se encuentra, sin duda, en la creación del quincenal Los Deportes por parte de Masferrer y del propietario del barcelonés Gimnasio Solé, Francesc Solé –“pronto se comprendieron los señores Solé y Masferrer y compenetraron sus fuerzas” (Los Deportes, 1906)– en noviembre de 1897. La dirección de la revista recayó en Masferrer, que supo rodearse de un importante equipo de colaboradores, algunos de ellos ya experimentados, con Artur Llorens, Manuel Duran i Ventosa, David Ferrer Mitayna, Hermenegildo Prats y, más tarde, Josep Elias i Juncosa. Inicialmente se trataba de un pequeño opúsculo vinculado a la Asociación Catalana de Gimnasia –entidad creada por el propio Masferrer en 1897–, dedicado a la promoción de la gimnasia y, en consecuencia, en la línea de la prensa especializada de apostolado. Sin embargo, en 1899 Los Deportes materializó una serie de iniciativas que la consolidarían como la cabecera deportiva más relevante en el Estado y que, sin duda, marcaba un nuevo sendero periodístico en el universo deportivo catalán y español.

A principios de marzo de 1899 Los Deportes se fusionó con la revista Barcelona Sport (1897-1899), cuyo propietario –el polifacético tipógrafo anarquista de Reus Josep Llunàs i Pujals (Martínez de Sas y Pagès, 2000)–abandonó el semanario a causa de un largo viaje a América y aceptó pasar sus subscriptores y parte de su equipo a Los Deportes, asumiendo después la administración de la revista dirigida por Masferrer. Tras la fusión, durante el mes de mayo, la revista pasó a ser semanal e incorporó nuevas secciones sobre ocio urbano que tenían como objetivo ampliar el número de lectores, dado que, como reconoció el propio Masferrer, fueron los lectores los que le empujaron a dotar la publicación de un “carácter variado, que al lado de un artículo serio y razonado, aparezca una croniquilla alegre”, con el objetivo de “interesar a todo el mundo” (Los Deportes, 7 de mayo de 1899). En paralelo, el semanario inició la organización de actividades y competiciones deportivas durante el verano de 1899, sin duda influida por parecidas iniciativas en otros países.

La consolidación definitiva de este proceso transformador de Los Deportes, sin embargo, se produjo en septiembre de 1899 con la creación de la empresa registrada con el nombre de Sociedad Los Deportes, cuya misión sería la de dotar de autonomía económica a la revista. Este hecho no solo representaba un salto importante en la vida del semanario, sino en la trayectoria general del periodismo deportivo autóctono, con nuevos objetivos de rentabilidad económica y de impulso a torneos y manifestaciones deportivas. Liderada desde el periódico que dirigía Masferrer, la mayoría de entidades deportivas de la ciudad tenían representación en la flamante sociedad (Los Deportes, 10 de septiembre de 1899). Desde un punto de vista económico la creación de la sociedad debió dar sus frutos. Formalmente la revista se transformó de manera notable, incorporó relatos semanales –“Cuentos deportivos”– con un nuevo registro humorístico, intercaló humor gráfico –ocasionalmente con firmas de indudable valor, como la de Ramon Casas–, e incluyó material gráfico. La construcción de un nuevo periodismo deportivo, moderno, divulgativo y con objetivos empresariales se había iniciado.

3.    Hacia la consolidación de un espacio comunicativo propio (1906-1920)

En 1905, Narciso Masferrer ya preparaba un nuevo proyecto periodístico empresarial que estaría condenado a revolucionar en buena medida el panorama de la prensa deportiva barcelonesa y española. La hiperactividad de Masferrer, junto a su carácter emprendedor e irreductible, lo hacían proclive a iniciar proyectos nuevos de manera sistemática. La creación, en 1906, de El Mundo Deportivo, así como su liderazgo en la creación de la Editorial Deportiva S.A., en 1914, dan cuenta de su visión sobre las transformaciones que operarían en el periodismo deportivo del momento y de su capacidad para construir un espacio propio para este.

Desde el punto de vista de la redacción, El Mundo Deportivo (1906) aglutinó un equipo de personas que habían trabajado con Masferrer en el Sportsmen’s Club y en su efímero portavoz, Revista Deportiva (1905), junto a otros redactores de Los Deportes que le siguieron. El periódico, además, incorporó a intelectuales de prestigio que lo dotarían de un nuevo talante social y cultural progresista, como a Blasco Ibáñez o a Odón de Buen, así como a directivos deportivos como Udo Steinberg. Desde una perspectiva del contenido, Masferrer definió la línea del nuevo rotativo como “integral del deporte” y no vaciló en incorporar en esta perspectiva integradora a algunos de los nuevos usos y hábitos del moderno ocio urbano emergentes a principios del novecientos, como el turismo, el higienismo, la industria del automóvil, el cicloturismo o la formación física. Tal y como rezaba su subtítulo en 1906 –que era un auténtico calco del subtítulo de L’Auto, la mítica revista publicada en Paris por Henri Desgrange desde 1900– el periódico quería ocuparse especialmente del automovilismo y el ciclismo –en consonancia con una industria del sector que era emergente en aquel momento–, sin olvidarse del resto de los deportes. En cuanto al estilo redaccional, El Mundo Deportivo tenía la intención de dar un salto adelante en la crónica deportiva para instalarse cómodamente en un amplio mercado desde el punto de vista territorial –el español– y también desde el punto de vista de la diversidad de intereses que ya estaba impulsando el fenómeno deportivo. Así pues, quería modernizar “introduciéndose en la prensa deportiva especializada como excelente reforma, la información a la moderna, reseñándose y criticándose un acto deportivo por tres o cuatro plumas a la vez” (Masferrer, 1927). Sin duda, la fórmula pensada por Masferrer desde la dirección del rotativo –la propiedad y gerencia fue de Jaume Grau Castellà– obtuvo éxitos importantes desde el primer año de su existencia, dado que de los 6.000 ejemplares vendidos inicialmente se pasó a cantidades superiores y, ya en el mismo año de su aparición, a 10.000, una cifra inédita en la prensa deportiva de la época. La empresa tenía clara, además, su vocación internacional, puesto que ya en noviembre de 1906 el propio Grau viajó a la Exposición Universal de Automovilismo de París para enviar una crónica sobre la actualidad de aquella industria en Europa, iniciando así su apuesta por los referentes internacionales (Justribó, 2014). Cabe recordar, en este mismo sentido, que el propio Masferrer fue corresponsal en España de L’Auto parisino desde 1902.

La etapa inicial de la dirección de Masferrer en El Mundo Deportivo, entre 1906 y 1914, y anterior al impacto socioeconómico que supondría la Gran Guerra, resultó ser un compendio de elementos transformadores que permitirían a la prensa deportiva catalana y española hacerse con los fundamentos de un espacio comunicativo real, que no había tenido hasta eses momento:

a)    Una base económica suficientemente sólida que se fundamentaba en la contratación de publicidad –naturalmente vinculada a la creciente industria automovilística y ciclista– y en una amplia masa de lectores.

b)    Un nuevo formato modernizado y atractivo para lectores diversos: el deportista experimentado así como el neófito, y a su vez relevante para la industria.

c)    Un prestigio rápidamente adquirido entre las entidades e instituciones del deporte gracias a la experiencia del equipo de redactores, un nivel de colaboraciones muy destacado y una red de contactos importante con las asociaciones.

d)    Una apuesta decidida por la organización de grandes eventos deportivos –al estilo del modelo seguido por la prensa europea– muy directamente conectados con la red local de entidades deportivas y de campañas de mejora infraestructural en pro de un impulso deportivo y turístico.

Las llamadas “campañas de El Mundo Deportivo” se iniciaron con una acción dedicada a la mejora de la carretera entre Barcelona y la frontera francesa, promovida por el periódico junto al Centre Excursionista de Catalunya, el Automóvil Club, la Unión Velocipédica Española y propietarios de hoteles de la zona (El Mundo Deportivo, 8 de febrero de 1906). En el ámbito de las competiciones deportivas, como es sabido, desde el rotativo Masferrer apadrinó y promovió la carrera de automóviles entre Barcelona y Madrid con motivo de la boda del rey Alfonso XIII (1906), las Fiestas Deportivas de Barcelona (1907) o la Volta a Catalunya (1911), entre muchas otras.

Paralelamente, desde las páginas del periódico se potenció la reflexión de ámbito político y económico en relación con el turismo, la industria y la educación, así como los contenidos informativos y la crónica, excelentemente documentada en el contexto de inicios del siglo XX.

Durante el mes de febrero de 1914, Narciso Masferrer abandonó la dirección de El Mundo Deportivo. Tras 8 años liderando el proyecto, crearía una nueva cabecera llamada Vida Moderna, que abrió una nueva línea periodística acorde con las tendencias europeas del momento, dedicada al deporte, los espectáculos teatrales y el ocio urbano, si bien su existencia fue efímera. El estallido de la Primera Guerra Mundial entre junio y agosto de 1914 provocaría una crisis periodística a escala internacional que obligó a la prensa deportiva española más previsora a tomar decisiones sobre su futuro. En este sentido, los principales rotativos barceloneses, El Mundo Deportivo, Stadium y el flamante Vida Deportiva, tomaron la decisión de cooperar para intentar racionalizar sus estructuras, mejorar su oferta y superar el difícil periodo bélico. De esta cooperación, impulsada por Masferrer, Jaume Grau y Ricard Cabot (directores de los tres rotativos), nació un nuevo proyecto empresarial, la Editorial Deportiva Sociedad Anónima, que provocó la desaparición pactada del recién creado Vida Deportiva, reincorporó a Masferrer a la dirección de El Mundo Deportivo y, sobre todo, facilitó una renovación espectacular de este periódico y de Stadium, los dos rotativos deportivos que lideraron el periodismo barcelonés –y lo modernizaron– entre 1914 y 1920. Fruto del acuerdo entre Masferrer y Cabot, El Mundo Deportivo pasó a salir los lunes como “Publicación Semanal de la Editorial Deportiva Sociedad Anónima”, con cambios tipográficos y a 4 páginas. Tirado en rotativa desde entonces, amplió el número de ejemplares, incorporó ilustraciones en la cubierta y amplió las secciones breves, eliminó los artículos doctrinarios y transformó su aspecto de una manera muy evidente. La revista Stadium, por su parte, redujo su precio a 20 céntimos, pasó a ser semanal, mantuvo su tradicional crónica gráfica y se redujo a 16 páginas. Las propuestas de Masferrer y Cabot no solo permitieron superar una etapa crítica gracias a la racionalización y simplificación del mercado de la prensa deportiva, sino que abrieron nuevos caminos hacia el futuro modelo de prensa deportiva que se avecinaba tras la guerra: el predominio de la crónica gráfica, un discurso menos doctrinario, la proximidad con el lector, una mayor simplicidad y brevedad del contenido y una creciente demanda de prensa popular.

Con la disolución de la empresa en octubre de 1920, Masferrer volvió a abandonar la dirección de El Mundo Deportivo y pasó a substituir a Ricard Cabot al frente de Stadium. Un nuevo reto en un nuevo contexto de masificación del periodismo deportivo.

4.    Masferrer y la dignificación del periodista de deportes (1911-1920)

El proceso de deportivización y de proliferación del fenómeno deportivo en España entre 1890 y 1910 dio como resultado la aparición de una prensa deportiva especializada pero, también, de secciones de deportes en la mayor parte de los periódicos generalistas publicados en las grandes ciudades a finales de la década de 1910. Ello conllevaba que el número de periodistas especializados en deportes –si bien muchos de ellos alternaban en diferentes rotativos– creciera de manera exponencial. Desde un punto de vista cualitativo, además, el trabajo de los periodistas deportivos de 1910 había cambiado sensiblemente respecto de aquel de los sportsmen amateurs y voluntaristas de 1880 y 1890, que fundamentalmente respondían a los intereses de una asociación deportiva o de un colectivo de amateurs de la cultura física. En la primera década de 1900, los viejos amateurs de la difusión del deporte ya debían convivir con un cierto profesionalismo de corresponsales, redactores que trabajaban para diferentes medios, fotógrafos, cronistas y dibujantes especializados.

En este contexto, y ante el incremento del riesgo por parte del número de periodistas que trabajaban en el seguimiento de modalidades como el automovilismo y otras especialidades de una cierta peligrosidad, Masferrer lideraría en octubre de 1911 la creación de una asociación sindical de periodistas deportivos en la ciudad de Barcelona. La entidad fue creada en el decurso de una reunión celebrada en los locales de la Unión Velocipédica Española el 25 de octubre de 1911 (El Mundo Deportivo, 26 de octubre de 1911). El propio Masferrer reconocería, un tiempo después, que era necesario crear una asociación de ayuda mutua, que “hermanándonos a todos y estrechando más y más los vínculos de compañerismo entre cuantos nos dedicamos a la propaganda del sport por medio de la prensa, cuide y vele por los intereses de todos y por la mayor dignificación de la clase” (Navarro, 1916).

Tras la redacción de sus Estatutos a partir de octubre de 1911, el Sindicato de Periodistas se constituyó formalmente en noviembre de ese mismo año. Sus objetivos fundamentales fueron los de la previsión y el socorro mutuo, dada la peligrosidad a la que se exponían sus asociados. La organización permitió estructurar una plataforma de cooperación entre periodistas de la mayor parte de cabeceras de la ciudad que contaban con redactores especializados en deporte y, sin duda, facilitó el desarrollo de una mayor conciencia de su espacio profesional.

El Sindicato contó con la adhesión de periodistas de medios de gran tradición y prestigio como La Vanguardia, La Tribuna, Diario de Barcelona, El Progreso, La Publicidad, La Veu de Catalunya, El Noticiero Universal o La Prensa, entre otros. Y naturalmente, de representantes de la prensa deportiva como El Mundo Deportivo, Stadium, Eco de Sport, Sport, Boletín Oficial de la UVE y Aviación. En 1916 representaba a más de 40 profesionales del periodismo deportivo barcelonés. Presidido inicialmente por Masferrer entre 1911 y 1913, el Sindicato potenció la colaboración entre los profesionales y supo impulsar actividades de carácter social y deportivo con el propósito de recaudar fondos para la entidad. Masferrer volvió a ser elegido presidente en 1915, en 1926 y en 1928.

5.    Conclusiones

El proceso de aparición y consolidación de una prensa moderna en España se produjo, fundamentalmente, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. Será en aquel momento –y sobre todo durante las décadas de 1920 y 1930– cuando se producirá la cristalización de una prensa de masas “concebida como un negocio”, “que pretende satisfacer los más diversos intereses de una gran y heterogénea cantidad de lectores”, y que superará sin escrúpulos el “modelo decimonónico”, “de predominio ideológico, de escasa paginación, con secciones poco racionalizadas” (Seoane y Saiz, 2007). Sin duda, se trata de “un proceso lento, iniciado tímidamente en pleno siglo XIX”, cuyo punto de inflexión se dio durante los trágicos años de la Primera Guerra Mundial (Gómez Mompart, 1992; Seoane y Saiz, 2007). De hecho, en el caso del periodismo deportivo, la etapa de 1914 a 1920 puede ser tratada como una fase de transición hacia la modernización y la masificación posteriores (Pujadas y Santacana, 2012).

En este contexto de evolución de los modelos culturales periodísticos, la figura de Narciso Masferrer Sala fue decisiva. De hecho, se puede afirmar que toda su actividad en este ámbito tiene como objetivos fundamentales la construcción de un modelo periodístico deportivo moderno. Desde la perspectiva empresarial, Masferrer supo interpretar la necesidad del nuevo periodismo de dotarse de una autonomía financiera que le ayudaría a consolidarse. Desde un punto de vista del discurso, trabajó de manera incansable para ampliar las bases de lectores, incorporando discursos diversos para un público heterogéneo, cada vez más amplio en sus intereses hacia el deporte. También supo conectar los intereses de la prensa deportiva a los de la emergente industria del automóvil y de la bicicleta y, naturalmente, a los intereses socioeconómicos de un país con importantes precariedades culturales y económicas en relación con su entorno europeo. Finalmente, siguiendo los modelos de la gran prensa deportiva francesa e italiana, creó plataformas periodísticas capaces de organizar y desarrollar competiciones, campañas y eventos deportivos de gran magnitud y con un vínculo irrenunciable con el asociacionismo deportivo local en cada caso.

Es cierto que Masferrer Sala casi nunca actuó solo. Como lo es que supo rodearse en gran medida de individuos de un valor incuestionable. Una parte de su obra en el terreno periodístico se debe a la colaboración entre Masferrer y personas experimentadas como Josep Elias i Juncosa, Jaume Grau Castellà, David Ferrer Mitayna, Josep Llunàs i Pujals, Francesc Solé, Jaume Garcia Alsina, Josep Maria Co de Triola, Ricard Cabot, o Manuel Duran i Ventosa, por citar solamente algunos. Sin duda, todos ellos participaron también de este proceso de modernización del periodismo deportivo en Cataluña y en España antes de 1920.

Es necesario reconocer, en última instancia, que la obra periodística de Masferrer –y por tanto su influencia en el conjunto del periodismo escrito deportivo en la España del primer tercio del siglo XX– es inseparable de sus objetivos regeneradores a través del impulso del deporte. Es probable que, sin la existencia de una visión socioeducativa más amplia, Masferrer no hubiera dedicado una parte tan importante de sus esfuerzos y de su vida a transformar el periodismo deportivo autóctono. Sin embargo, su amplia experiencia sobre el terreno y sus conocimientos sobre el periodismo deportivo internacional le permitieron desarrollar una profunda conciencia sobre la necesidad social y cultural de un periodismo especializado profesionalizado, formado y moderno.

La figura de Masferrer Sala es irrepetible. Sin duda porque vivió una época fundacional –en el caso del fenómeno deportivo europeo–, donde todavía debían crearse las infraestructuras del sistema deportivo moderno. También por su hiperactividad, talento y esfuerzo. Pero, muy claramente, por su compromiso con un sistema periodístico deportivo que todavía era incierto y en el que él creyó como herramienta de mejora social y cultural.

Referencias

Bahamonde, A. (2011). “La escalada del deporte en España en los orígenes de la sociedad de masas, 1900-1936”. En X. Pujadas (ed.). Atletas y ciudadanos, Historia social del deporte en España (1870-2010). Madrid: Alianza.

El Mundo Deportivo (1906, 8 de febrero).

El Mundo Deportivo (1911, 26 de octubre).

Gómez Mompart, J. Ll. (1992). La gènesi de la prensa de masses a Catalunya (1902-1923). Barcelona: Pòrtic.

Justribó, J. (2014). “Mundo Deportivo: aquellos heroicos viajes”. Mundo Deportivo en línea: mundodeportivo.com/20141017/mas-deporte/mundo-deportivo-aquellos-heroicos-viajes_54417213480.html. Consultado el 28 de agosto de 2017.

Lagardera, F. (1992). Una interpretación de la cultura deportiva entorno a los orígenes del deporte contemporáneo en Cataluña. Tesis doctoral, Universitat de Barcelona.

López, B. (2016a). “El joven Narciso Masferrer en su cruzada por la deportización de España”. En C. Almuiña, R. M. de la Guardia, J. V. Pelaz (dir.). Perfiles de periodistas contemporáneos. Madrid: Fragua, pp. 89-110.

López, B. (2016b, 26 de junio). “Masferrer, el gran fundador pero no del Barça”, Mundo Deportivo.

Los Deportes (1906, 28 de abril).

Los Deportes (1899, 7 de mayo).

Marqués, L. (1896, 21 de enero). “Editorial”. La Bicicleta.

Martínez de Sas, M. T. y Pagès, P. (2000). Diccionari biogràfic del Moviment Obrer als Països Catalans. Barcelona: Abadia de Montserrat.

Masferrer, N. (1899, 15 de marzo). “Resumen o balance ciclista del año 1898”. Los Deportes.

Masferrer, N. (1927, 2 de enero). “Periodismo deportivo (II)”. La Vanguardia.

Navarro, E. (1916). Álbum histórico de las sociedades deportivas de Barcelona. Barcelona.

Pujadas, X. (2008). “Els orígens de l’esport a la Catalunya contemporània. Entre la modernització del lleure i la massificació (1870-1936)”. En: L’esport a Catalunya, Nadala 2008, Barcelona: Fundació Carulla.

Pujadas, X., y Santacana, C. (1997). L’esport és noticia. Història de la premsa esportiva a Catalunya (1880-1992). Barcelona: Col·legi de Periodistes de Catalunya.

Pujadas, X., y Santacana, C. (2012). “Prensa, deporte y cultura de masas. El papel del periodismo especializado en la expansión social del deporte en Cataluña hasta la guerra civil (1890-1936)”. Historia y Comunicación Social, 17, 139-155.

Pujadas, X., y Santacana, C. (1995). “Reflexions per a un estudi sobre els valors de l’Sportman en els inicis de l’esport a Catalunya”. Acàcia (Papers del Centre per a la Investigació del Moviments Socials-Publicacions de la Universitat de Barcelona), 4.

Rowe, D. (2008). Sport, culture and the media. Berkshire: Open University Press.

Seoane, M. C., Saiz, M. D. (2007). Cuatro siglos de periodismo en España. De los avisos a los periódicos digitales. Madrid: Alianza.

Torrebadella, X. (2015). “Forjando los juegos olímpicos de Barcelona. La contribución de Narciso Masferrer y Sala en la configuración del deporte nacional e internacional (1900-1910)”. Citius, Altius, Fortius, 8 (1), 61-103.




La llegada del foot-ball a Asturias (II). La era de los sportsmen

La fundación del COI y la disputa de unos Juegos Olímpicos cada cuatro años supondría el impulso definitivo de la cultura física, concepción vital que se había extendido por buena parte de Europa y América, fomentando la realización de actividades recreativas y la práctica de los nuevos sports (reglamentados fundamentalmente en los países anglosajones) como medio para alcanzar la plenitud del ser humano. Para lograr el bienestar integral de la persona, centrado en el binomio cuerpo/mente, se hacía necesario el desarrollo de las capacidades intelectuales tanto como introducir en la rutina del individuo el ejercicio corporal, evitando el pernicioso sedentarismo.

También habría sportsmen asturianos en otras latitudes. El gijonés Manuel F. Rubio, de 17 años, jugaba de medio en el F.C. Internacional de Barcelona.

También habría sportsmen asturianos en otras latitudes. El gijonés Manuel F. Rubio, de 17 años, jugaba de medio en el F.C. Internacional
de Barcelona.

La práctica del sport se había convertido en un estilo de vida para los jóvenes de las clases más acomodadas. La palabra sportsman, surgida a principios del s. XVIII en Inglaterra para definir al que «gustaba de las actividades recreativas en el campo, como la caza o la pesca», pero también para referirse a mediados del XIX a un «profesional de las apuestas, especialmente en las carreras de caballos», transformaría su significado a finales de dicho siglo y comienzos del XX hasta terminar adquiriendo el que goza en la actualidad, «deportista», encarnando unos valores (deportividad, respeto a las reglas, honestidad, imparcialidad, integridad…) que prestigiaban su dedicación.

En nuestro país, esta moda no terminaba de ser bien vista por determinadas mentalidades, contrarias a unas diversiones que consideraban “elegantes, cultísimas pero perfectamente inútiles”. Asturias no sería una excepción, y no faltaban en la prensa opiniones en este sentido. En junio de 1902, en el diario El Comercio, un articulista se felicitaba de que los jóvenes gijoneses se mostrasen infranqueables a esas invasiones “modernistas”. Y señalaba:

«Nuestra juventud, bien entendido que me refiero a la de la burguesía y aun a la de la nobleza, salvo muy raras excepciones hace algo, no tiene ocios, ejercita sus actividades en el bufete, en el foro, en la oficina, en la fábrica, allí donde hace falta el concurso del trabajo, ejercicio el más noble, la mejor gimnasia del alma y del cuerpo.  Dirásenos a los gijoneses que no tenemos una «juventud dorada»  ¡Puede ser! Nuestros jóvenes tal vez no sepan vestir un smokin, tirar el florete o jugar una partida de foot-ball. Pero dudo yo de que los nombres de los más distinguidos sportmans se pronuncien en España entera con la admiración que el mundo de las letras, que el de la Banca y el de las grandes empresas; el mundo del trabajo, en sus diferentes manifestaciones, en fin, pronuncia los de muchos jóvenes asturianos, principalmente gijoneses (sic)«.

 “¡No tenemos tiempo para divertirnos!” era el revelador mensaje con el que finalizaba su alegato.

Pese a los deseos de los más inmovilistas, la cultura deportiva se extendía imparable y el tiempo de ocio de los más privilegiados lo ocuparían variadas actividades recreativas, en las que el ejercicio físico ostentaba un lugar predominante. En el Principado este movimiento se mostró en toda su dimensión a lo largo de 1903, año en el que se vivió una auténtica eclosión de los sports.

Como había señalado el secretario de la Unión escolar en los Anales de la Universidad de Oviedo (véase Cuadernos nº64), el equipo de fútbol universitario había logrado arraigar el deporte del balón en la capital. En efecto, ya en marzo de 1903 aparecía en El Correo de Asturias la noticia de la inminente constitución de un nuevo club:

  “Según hemos oído asegurar, los alumnos de cuarto y quinto año del Instituto de esta ciudad de Oviedo, proyectan fundar un centro dedicado al juego del football, para cuyo efecto han decidido nombrar su junta directiva”.

Sabido es que en el acto inaugural de la Unión Escolar ovetense habían estado presentes profesores de Instituto, por lo que resultaría natural que los alumnos de secundaria intentaran emular a sus «mayores». ¿Fue éste el germen del equipo que, apenas un mes más tarde, se ejercitaba para preparar debidamente su presentación en el Campo de Maniobras? Lo cierto es que en El Carbayón del 4 de abril se anunciaba la disputa de un match de foot-ball que tendría lugar el día siguiente, domingo, entre dos teams del Foot-Ball Club Ovetense. De lo que no cabe duda es de que se trataba de una nueva sociedad, a tenor de lo manifestado por el gacetillero, que había sido invitado a presenciar los ensayos previos al choque:

“(…) Nos complacemos en manifestar la admiración que nos ha causado la destreza y resistencia de los jugadores, los cuales son en su mayor parte neófitos en este juego y creemos que los socios del Foot-Ball Club darán una gallarda muestra de energía física de nuestra juventud”.

Llegado el día, el proyectado match resultó un pequeño acontecimiento social (algo que se convertiría en tónica habitual durante la primera década del siglo XX), acudiendo distinguidas familias de la “buena sociedad ovetense” a presenciar el espectáculo, algunas llegadas en coche, para las que la sociedad organizadora había dispuesto sillas y bancos a tal efecto. Los miembros del primer equipo asturiano representativo de una ciudad formaron dos bandos, los azules, capitaneados por el señor Rubín, y los encarnados, a las órdenes del señor Fernández Quirós, actuando como referee el sr. Buylla Godino. Para la historia quedan las alineaciones de ese primer encuentro: Quirós, Colubi, Sampedro (O. y E.), Meana, Guerra, Peón (L.), Areces, Ramos, Eguíbar y Zaloña integraban el red team; mientras que Rubín, Vallado, Buylla (P.), Escandón, Montes, Ibáñez, Peña, A. Victorero, Bernardo, Pelayo y Mendoza Cortina actuaban en los blues. El partido finalizó con empate a un tanto, obra de Rubín para los azules y producto de una combinación entre Quirós y Ramos para los rojos, siendo los capitanes de ambos cuadros los jugadores más destacados, lo que no dejaba de resultar significativo.

Una semana después los socios del F.C. Ovetense, invitados por uno de sus compañeros, Rodrigo Uría, a la finca que su padre, diputado por Infiesto, tenía en Nava, volverían a vestirse de corto. En esta ocasión no habría goles entre azules y encarnados.

Muchos años después la prensa recogía los recuerdos de algunos de estos pioneros, siempre tamizados por el paso del tiempo, proporcionándonos información de sumo interés. En la entrevista realizada a Plácido Álvarez Buylla en la revista Estampa en 1936, el ministro de Industria, al referirse a sus comienzos deportivos, señalaba:

(…) El Oviedo F.C., que era el equipo de la población en que nací, fue el que me acogió en su seno y en el que medí mis fuerzas primeramente. Me indujo a ello un muchacho que había venido de Inglaterra, donde pasó una temporada, y de donde regresó convertido en uno de los más entusiastas aficionados al deporte del fútbol.

Aquel muchacho fue levadura que había de servir para formar un núcleo de amantes del fútbol, entre los cuales yo me contaba (…)”.

«Perico» Rubín, con el uniforme de Hampstead.

«Perico» Rubín, con el uniforme de Hampstead.

Este muchacho no era otro que Pedro Rubín Faes, quien había estudiado en Hampstead, descollando en el equipo del colegio, especialmente en la faceta anotadora. A su regreso a la capital del Principado, su pasión por el deporte del balón le llevaría a intentar despertar el interés por dicho sport entre sus amistades y conocidos. Seguramente atraído por la incipiente efervescencia futbolística de la capital, no tardaría en introducirse en los círculos universitarios y estudiantiles con el fin de dar el impulso definitivo que llevase a la constitución de un club de football. Contaría con el concurso de otros decididos partidarios, como Santiago de la Riva, quien había trabado contacto con el juego mientras estudiaba en Suiza. Y desde luego con la total colaboración de los socios de la Unión Escolar Ovetense, muchos de los cuales integrarían las filas de la nueva sociedad.

Otro miembro de la saga de los Álvarez-Buylla, Vicente, hermano menor de Plácido, quien al igual que éste militó en las filas del Madrid F.C., dejaría escrito que los estudiantes de Instituto formaban el cuadro infantil del Foot-Ball Club Ovetense, en cuyas filas había jugado mientras cursaba primero de bachillerato. El primer equipo estaría compuesto por universitarios en su mayoría, sobre todo de la Facultad de Derecho, aunque también se alineaban elementos ajenos al ámbito estudiantil.

El 10 abril de 1926 en las páginas de La Voz de Asturias se recordaba a aquellos precursores del fútbol en la ciudad en un interesante artículo, del que rescatamos el siguiente párrafo:

 “En un rincón del local que en la calle del Matadero, hoy Marqués de Gastañaga, ocupaba la Unión Escolar, fundaron su Club. Un armario les servía para guardar el material: un biombo para hacerse la ilusión de que en la loca algarabía de las reuniones estudiantiles, ellos eran algo aparte. No contaban con nada más que sus propios medios. Tenían que comprarse su equipo, pagarse sus desplazamiento y las sillas de la Asociación de Caridad que en el Campo de Maniobras colocaban a lo largo de la línea de faut, y en las que unas cuantas señoritas se solían ver en el compromiso de pasar dos horas bostezando ante los incomprensibles ardores de unos chicos que en traje… impropio, andaban a trompazos y patadas. Para que no faltara nada, hasta los mismos jugadores tenían que cargar con los palos de las desmontables porterías, armatostes que se guardaban una vez terminado el encuentro en una de las casas de los alrededores de aquel improvisado stand de juego”.

Peripecias que, inevitablemente, compartirían los correligionarios que, muy pronto, habrían de surgir en las vecinas villas de Gijón y Avilés donde, al igual que en Vetusta, serían estudiantes retornados del extranjero quienes impulsaran la formación de las primeras sociedades deportivas.

El día 8 de julio, en El Noroeste, aparecía la primera noticia futbolística de ámbito local en la prensa gijonesa. Se percibía el auge de las agrupaciones recreativas, porque se encontraba  junto a otra en la que se informaba de la inminente organización de una sociedad de caza. En la nota se indicaba:

Varios jóvenes de esta villa organizan diariamente partidas de foot-ball en el prado Redondo, al lado de la carretera del Obispo, prestando con tal motivo gran animación a aquel lugar, donde todas las tardes concurren muchos curiosos”.

Estos primeros escarceos no tardarían mucho en fructificar, y lo harían a lo grande. Porque a principios de agosto se informaba de la constitución del que puede ser considerado como primer club polideportivo fundado en Asturias, el Gijón Sport-Club. Una asociación que, aunque vertebrada en torno al fútbol, se encargaría de practicar y difundir variadas modalidades recreativas.

Es de justicia señalar el gran acogimiento que la flamante sociedad tuvo en los periódicos (donde confluyen siempre mentalidades contrapuestas). En el diario El Comercio, donde apenas un año antes se trivializaba la práctica de los sports, se congratulaban ahora por la creación de la primera agrupación deportiva en la ciudad en un brillante artículo en el que se equiparaba la educación física con el progreso. El autor, profesor de Gimnástica en el Instituto Jovellanos, bajo el título de «Gijón Sport-Club», exponía:

Así se titula una sociedad deportiva recientemente creada en esta población.

¡Eureka! ¡Hosanna! ¡Aleluya!…

¡Surgió, al fin, Biblis!

Quien conozca el famoso desnudo del genial Chantron, podrá comprenderme. Dícese que representa a Biblis, la hermosa hija de Mileto, enamorada locamente de su hermano Cauno, en el momento en que sin fuerzas ya para perseguirle, cae al suelo rendida… Laceradas sus mórbidas carnes; desgreñada su hermosa cabellera; angustiosamente entreabiertos sus labios; la mano izquierda crispada sobre los ojos, con todo el nerviosismo del deseo anhelado y no satisfecho; el otro brazo extendido con negligencia y brotando de la diestra el cristalino manantial en que la convirtieron las compasivas Náyades… tal es el lienzo y tal la mitológica fábula en que se cree inspirado.

Y sin embargo no hay tales carneros.

Chantron, sportman hasta con los pinceles en la mano, fue más allá (o más acá, si así se quiere), y buscó en el moderno simbolismo auras que poetizar con su paleta… Aquella escultural mujer no es Biblis; sino la Educación física; ni Cauno es otro que el Progreso; ni el manantial es otra cosa que la fértil corriente pedagógica integral y cíclica que informar debe todo plan de enseñanza.

En efecto: la educación del ser en cuerpo y alma, va tras del Progreso de las naciones, persiguiendo su anhelo, el de la regeneración social, como Biblis tras de Cauno. Loca de amor por él, nada le arredra en su persecución: ni lo incestuoso del parentesco. Porque no hay duda; ella y él son tan hermanos como los hijos de Mileto… Nace el progreso del adelanto y perfeccionamiento: como la educación física. Lo mismo. El origen es común… Sólo que el Progreso corre y corre en alas de su propio engreimiento, y va dejando atrás ¡ingrato! a la pobrecita Educación, que rendida ya, cae al suelo sin fuerzas, aherrojada en el camino… Girones y solo girones de sus carnes son los sports que aquí, allá, acullá suelen servir de meta a las aspiraciones del hambre docente. Y la observación, la experiencia y la luz de la Verdad, gentiles Náyades de la Historia, convierten a la víctima en raudo caudal de mana, si ella bebiese en fuente tan pródiga.

Pero ¡ya se ve!… Solamente humedecemos los labios… y aquí, ni un tanto. Gimnástica más o menos razonada en el Instituto de Jovellanos; esgrima en el salón particular de Merlini… y basta; porque el ciclismo, no es ciclismo; el automovilismo, patrimonio de cuatro acaudalados; y el Foot-ball, el Rowing sport, el Skatin-team, el Yachting, el Cricket, el Lawn-tennis, el Ping-pong, el Match-box, etc… etcétera, cuentos de hadas en Gijón… y con eso, con nada más, preténdese conseguir el summum de equilibrio psicofísico a que es acreedor todo hombre en su dualista aspecto vital. ¡Con eso nos embromamos a nosotros mismos creyendo alcanzar el grado de perfectibilidad que nos corresponde! ¡Con eso basta al parecer! (…).”.

La presentación en sociedad de Gijón Sport-Club se produjo el 12 de agosto con un festejo ciclista en pleno centro de la ciudad, en el Paseo de San José, levantándose dos tribunas en los laterales de la pista habilitada por los socios de la entidad, además de cerrar el paso del público otras dos hileras de sillas. Al evento, como no podía ser de otro modo, acudieron las más distinguidas familias de la ciudad, ocupando las tribunas las señoras y señoritas y las sillas los jóvenes y las familias. La banda municipal de música amenizaba la fiesta.

El público aplaudía cada vez que un campeón lograba hacerse con una de las cintas, que habían sido bordadas previamente por varias de las señoritas presentes, circunstancia que habría de convertirse en una constante durante estos primeros tiempos del sport, en los que el papel de la mujer debía limitarse a ocupar una localidad, observar el desarrollo de los acontecimiento y, si acaso, agasajar a los vencedores. Merecen consignarse los nombres de los primeros triunfadores que, por este orden, fueron: Manuel García Cuervo, Rafael Suárez, Alberto Fernández y Vicente Sánchez.

El festejo sufriría un final abrupto al hundirse el tablado del kiosco de madera, donde aparte de los músicos se había subido casi un centenar de personas, muchachos en su mayoría. No hubo que lamentar heridos, pero la confusión reinante aconsejó cancelar el resto de la competición.

Luis Adaro, el primero de pie por la derecha, en el equipo del Chateau Lancy (1898)

Luis Adaro, el primero de pie por la derecha, en el equipo del Chateau Lancy (1898)

Como puede presuponerse, los miembros del Sport-Club pertenecían a la alta burguesía gijonesa, y algunos de ellos ya habían jugado al fútbol mientras estudiaban en el extranjero. Luis Adaro Porcel, que había cursado estudios de ingeniería en Suiza y Alemania, fue uno de los principales introductores del deporte del balón. En el equipo escolar de Chateau de Lancy, colegio cerca de Ginebra, había dado sus primeros puntapiés. Otros, como los hermanos Isaac e Ismael Fernández (futuros Figaredo[1]), tras culminar sus estudios universitarios en Lieja (Bélgica) regresaron como entusiastas sportsmen.

Que las relaciones entre la juventud regional era fluida y los intereses comunes lo demuestra el hecho de que sólo cinco días después, el 17 de agosto, se disputaba el primer partido entre ciudades. En el «prado Redondo», situado en la zona del Humedal, se enfrentaban el equipo local y el F.C. Ovetense, oficiando Francisco Marrodán, presidente del Sport-Club, como juez de la contienda. El triunfo sonrió a los de casa por un ajustado 2-1, con tantos de Rodríguez e Isaac Fernández para los de Gijón y de Santiago para los de Oviedo. Las alineaciones de ambos cuadros fueron las siguientes:

Gijón Sport-Club: Eduardo Prendes, Castrillón, Gilledo, Moré, García, Rodríguez, Mencía, Ismael Fernández, Adaro, R. Alvargonzález e Isaac Fernández.

Foot-ball Club Ovetense: Los tres colubis, Mori, Meana, Guerra, Bernardo, San Pedro, Ovidio, Rubín, Uría y Santiago.

En la crónica del match, publicada en El Comercio, se informaba de que el público había salido muy satisfecho, haciendo votos por nuevos festivales del mismo género.

Antes de la devolución de visita, que habría de coincidir con las fiestas de San Mateo, un mes más tarde, la sociedad gijonesa tuvo tiempo de organizar un entretenido espectáculo en la plaza de toros de El Bibio. Una competición ciclista, una carrera a pie y una «partida de foot-ball» dieron lustre al evento, que finalizó con una carrera de burros con obstáculos que haría las delicias del respetable.

El Foot-Ball Club Ovetense en 1903. De arriba abajo y de izquierda a derecha forman: Manuel Navia Osorio, Luis Navia-Osorio y Victorero. Lorenzo Campa, Meana y Alejandro Ceballos. Enrique Ramos, Santiago de la Riva, Pedro Rubín, Ovidio Pelayo y Arturo Bernardo

El Foot-Ball Club Ovetense en 1903. De arriba abajo y de izquierda a derecha forman:
Manuel Navia Osorio, Luis Navia-Osorio y Victorero. Lorenzo Campa, Meana y Alejandro Ceballos. Enrique Ramos, Santiago de la Riva, Pedro Rubín, Ovidio Pelayo y Arturo Bernardo

Finalmente, el 15 de septiembre, los equipos de Oviedo y Gijón volvieron a verse las caras, esta vez en el campo de maniobras de la capital, para disputar lo que algunos tildaron pomposamente como Campeonato de Asturias. El empate a cero final no deslució el espectáculo, que fue seguido por numerosa concurrencia. Al final del choque los socios del club local obsequiaron a sus contrincantes y a varios jugadores de Avilés, que habían presenciado el partido, en el local de la Unión Escolar.

De esta forma, haciendo mención a los representantes de otra ciudad, se nos daba a conocer la existencia de una nueva agrupación deportiva, esta vez en Avilés. Allí, las inquietudes de Ramón Fernández-Arenas, quien tras retornar de Estados Unidos impartía clases de inglés y contabilidad en una academia, habían hecho surgir un pequeño núcleo de aficionados al baseball. Ramón había estudiado en varios colegios del estado de Nueva York, y había tenido la oportunidad de practicar diversos sports, como el patinaje sobre hielo, el béisbol o el Rugby football. Diversas circunstancias impidieron que el deporte más popular en Norteamérica prendiera en la ciudad, lo que no fue óbice para que los afanes deportivos de este grupo de entusiastas les animara a embarcarse en un nuevo proyecto, que esta vez sí cristalizaría. Mucho tuvieron que ver en ellos dos jóvenes que acababan de regresar de Inglaterra, Eusebio Abascal y Jesús Gutiérrez, conocedores del juego del fútbol. Eran primos, el primero de ellos nacido en Liverpool, y habían traído consigo no sólo un balón sino también un reglamento del Foot-ball Association.

En la prensa de la época encontramos constancia de este cambio de rumbo. Así, el 20 de septiembre, en El Progreso de Asturias, se indicaba:

Los jóvenes que componen el Club de Sport Base Ball, hace días que están ensayando el Foot Ball para jugar un partido con sus compañeros de Oviedo y Gijón”.

En breve espacio de tiempo se celebró una asamblea constituyente en la que se formaría una directiva interina, bajo la presidencia de Alberto Solís Pulido, dando origen a una nueva sociedad que, con el nombre de Avilés Sport-Club, habría de contar con sede, gimnasio y campo de deportes; tarea a la que se dedicaron de inmediato con notable éxito.

El 11 de octubre de ese mismo año se estrenaría la novel asociación, organizando el primer partido de fútbol celebrado en la villa del Adelantado. El rival no fue otro que el Foot-Ball Club Ovetense, y el encuentro fue muy disputado pese a no moverse el marcador. Las alineaciones de este histórico choque, jugado en el campo de El Carnero, fueron las siguientes:

Avilés: Ramón Fernández-Arenas; Ibarra, Carreño; Hevia, Gutiérrez, Isaac Fernández; Villamil, Bustelo, Abascal, Panizo y Orobio;

Oviedo: Luis Navia-Osorio; Meana, Manuel Navia-Osorio; Campa, Ramos, Ceballos; Gallego, Riva, Rubín, González y Pelayo;

Una semana después se producía la devolución de visita en el ovetense campo de maniobras, con el arbitraje del Sr. Montes al igual que en el primer choque. En esta ocasión el conjunto ovetense se impuso por dos tantos a cero.

Asturias205Todavía antes de finalizar este año, lleno de acontecimientos deportivos, habría noticia de una nueva sociedad asturiana de foot-ball, con la peculiaridad de que en este caso se había constituido fuera de la región. En El Carbayón del 23 de noviembre se daba cuenta de la directiva y el primer equipo de la «Federación Asturiana», formada por estudiantes universitarios en la capital de España. Nombres y apellidos que en algunos casos eran ya sobradamente conocidos en el panorama futbolístico regional, al formar parte de los distintos clubes deportivos de Asturias.

Pronto empezaría a ser habitual que los jóvenes que cursaban estudios superiores en las universidades españolas o extranjeras se enrolaran en los equipos locales para, al regresar al Principado durante las vacaciones de verano, integrar las filas de los teams de sus ciudades de origen.

Así culminaba un año decisivo en la implantación de los sports en el Principado. Caballerosidad y deportividad habían sido las señas de identidad de las distintas sociedades contendientes, deseosas de estrechar lazos de amistad unas con otras. Sin embargo, los repetidos enfrentamientos comenzarían a generar tensiones y la competencia por premios y trofeos acabaría por desatar las primeras polémicas. La rivalidad regional estaba a punto de comenzar.

 “Referencias”

– Díaz Roncero, Francisco (1936, 4 julio). Yo he sido defensa del Madrid (entrevista a Plácido Álvarez-Buylla Lozana). Estampa (pág. 9-12, 47). Madrid.

– Dwight Whitney, William & Smith, Benjamin Eli (1889). The Century Dictionary. An Encyclopedic Lexicon Of The English Language. Nueva York. The Century Co. http://www.global-language.com/century/

– Fernández Díaz, Melchor (1977). Historia del Deporte Asturiano. Ayalga Ediciones. Gijón.

– Fernández Riera, Macrino (2010). Deporte y Educación Física en Asturias. De los inicios a la Guerra Civil. Gijón. Instituto Rosario de Acuña y Zahorí ediciones.

– Izquierda Rojo, José María (1994, 4 abril). El verdadero origen del fútbol en Oviedo. La Nueva España. Oviedo. http://www.realoviedo.info/origen.htm

– Johnson, Samuel (1792). A Dictionary of The English Language in which the Words are deduced from their Originals, explained in their Different Meanings. Londres. Varios editores.

https://books.google.es/books?id=bXsCAAAAQAAJ&pg=PT7&hl=es#v=onepage&q&f=false

– Rendueles, Alberto y Valverde, Jorge (1995). Avilés y su Fútbol. Un Siglo de Historia. Editorial JVAR. Avilés.

– Sarmiento Birba, Manuel et al. (2001). Un Siglo del Sporting. La Nueva España. Editorial Prensa Ibérica. Oviedo.

Prensa

Los Deportes. Barcelona.

El Comercio. Gijón.

El Correo de Asturias. Oviedo.

El Carbayón. Oviedo.

El Progreso de Asturias. Oviedo.

El Noroeste. Gijón.

Diario de Avilés. Avilés.

La Voz de Asturias. Oviedo.

La Nueva España. Oviedo.

El Español. Semanario de los españoles para todos los españoles.  Madrid.

 


[1] Mediados los años veinte, cambiarían su apellido por el del topónimo Figaredo, parroquia del municipio asturiano de Mieres del que era originaria la familia, y en el que se encontraban las concesiones mineras que su padre empezó a explotar en el S. XIX, origen de la fortuna y el imperio familiar




La llegada del foot-ball a Asturias (I). El primer equipo

Con motivo del centenario de la Real Federación de Fútbol del Principado de Asturias, que se celebra durante el presente año, una exposición itinerante inaugurada en Oviedo el pasado 16 de enero, Cien años de Fútbol en Asturias, recorrerá varios  municipios a lo largo de todo el 2015 (ya se ha podido visitar en Luarca y continuará su periplo por Langreo, Llanes, Siero, Lena, Avilés, Gijón y Tineo). Aprovechando la efeméride, damos inicio a una serie de artículos en los que trataremos de abordar las vicisitudes del deporte del balón en la región durante aquellos primeros tiempos.

Al contrario de lo sucedido en otras latitudes de nuestro país, donde la existencia de núcleos de población foráneos vinculados fundamentalmente con los ramos industrial y comercial fueron los introductores de los juegos de pelota nacidos en los colegios británicos, puede afirmarse que el fútbol llegó a Asturias por vía estrictamente académica; a través de las aulas. Un fragmento del texto que sirve de presentación al libro 100 años del Real Sporting de Gijón (2005) nos permite ofrecer una panorámica de la situación:

Entre el XIX y el XX, a caballo de siglo debió de desembarcar el juego del balompié en las costas asturianas. Llegó como avanzadilla de un nuevo estilo de vida que, procedente de las Islas Británicas, muy pronto arraigaría entre los elementos más jóvenes y ociosos de la burguesía y aristocracia locales. La vida deportiva, la cultura física, venía siendo un elemento de formación indispensable en las Escuelas Públicas[1] inglesas desde finales del siglo XVIII. Y precisamente serían los estudiantes, a través de colegas residentes en las Islas, o de estancias en los internados belgas, suizos, alemanes…, los primeros en practicarlo en la región.

La Universidad de Oviedo jugó un papel determinante en la difusión de los deportes practicados en los colegios anglosajones. Merced a un claustro imbuido del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, bajo el rectorado de Félix de Aramburu, el centro docente daría gran importancia al fomento de la Educación Física como parte de la formación integral de la persona. No en vano, tres de los catedráticos más influyentes de la época —Adolfo Buylla, Aniceto Sela y Adolfo Posada— habían asistido en junio de 1894 al Congreso de París, en la Sorbona, en el que se constituyó el Comité Olímpico Internacional. El llamado «Movimiento de Oviedo» puso a la institución a la cabeza de las universidades españolas por su afán renovador, su adhesión a la libertad de cátedra y su interés por la pedagogía y por la educación física y moral. Como consecuencia de todo ello, en noviembre de 1901 surgía en la capital la Unión Escolar Ovetense, agrupación cultural y recreativa en cuyo seno se fundó el Foot-Ball Club Escolar, el primer equipo de Asturias”.

En efecto, la introducción de las actividades deportivas como complemento necesario y deseable al desarrollo formativo de los alumnos se debió a la tenacidad de un grupo de intelectuales regeneracionistas, tan entusiastas como decididos, que obtuvieron sus cátedras en la Universidad de Oviedo en las últimas décadas del siglo XIX. No es casualidad el que buena parte de los profesores que terminaron integrando el Grupo de Oviedo, asturianos en su mayoría, colaboraran activamente con la Institución Libre de Enseñanza.  Ya en 1886 Adolfo González Posada y Adolfo Álvarez Buylla acompañaron a Giner de los Ríos, Manuel Cossío y otros institucionistas en una excursión pedagógica por Francia, Inglaterra y Bélgica. Y los dos Adolfos junto a Rafael Altamira, Aniceto Sela o Leopoldo Alas Clarín, entre otros, participaban asiduamente en el Boletín que publicaba la entidad madrileña con estudios y artículos académicos.

Es obligado recordar que la ILE había sido fundada en 1876 por diversos catedráticos que se desligaron de la Universidad Central de Madrid tras la entrada en vigor del llamado “Decreto Orovio”, que permitía suspender la libertad de cátedra en caso de que atentara contra el régimen establecido, la monarquía o los dogmas de fe (la Restauración había afirmado la confesionalidad del estado). La institución se creó como un centro privado laico, siguiendo los principios del Krausismo (corriente filosófica que propugnaba la libertad de cátedra ante cualquier injerencia de índole religiosa, política o moral), desarrollando su actividad al margen del sistema educativo de la nación, de ahí su nombre. Esta situación se mantendría hasta la primera alternancia liberal, en 1881, año en que mediante Real Orden se derogaba el “Decreto Orovio”, pudiendo regresar a la enseñanza reglada aquellos catedráticos expulsados o dimitidos de sus cargos.

Los impulsores de la ILE propugnaban una reforma pedagógica en toda regla, considerando la educación elemental y la secundaria como partes de un mismo proceso, continuado, que habría de desembocar en los estudios universitarios. Abogaban por la modernización de los métodos de enseñanza, que debía ser mixta y centrada en la formación integral del alumno. Este último punto quedaría reflejado en los Principios Pedagógicos que Manuel Cossío redactara en el Prospecto de 1908, dando cuenta de los preceptos que venían animando a la institución desde sus inicios: “Trabajo intelectual sobrio e intenso, juego corporal al aire libre; larga y frecuente intimidad con la Naturaleza y con el arte”.

No es extraño pues que los juegos de pelota de los centros educativos anglosajones fueran tomados como referencia por los rectores de la ILE a la hora de impulsar la cultura física entre sus estudiantes. Requerían de un esfuerzo conjunto en pos de la consecución de un objetivo, debiendo superar además a un adversario, todo ello sujeto a unas normas preestablecidas. Resulta evidente las ventajas en todos los órdenes que dichas actividades recreativas podían suponer para los jóvenes, aparte del desarrollo corporal: cultura del esfuerzo, trabajo en equipo, disciplina, respeto, sociabilidad… sin olvidar la diversión claro.

Abundando en la relación entre Madrid y Oviedo que venimos significando, vamos a citar un párrafo del libro Elogio de la inquietud (1923), cuyas tesis siguen de absoluta actualidad, escrito por el gijonés Ernesto Winter Blanco, ingeniero, humanista y pedagogo, primer director del Orfanato Minero de Oviedo durante los años treinta, quien trabó contacto con la ILE mientras realizaba estudios de arquitectura en la Universidad Central de Madrid:

“[…] Hace unos 30 años, el Sr. Cossío, de la Institución Libre de Enseñanza, trajo a España el primer balón de foot-ball. Recuerdo haber visto jugar a Cossío y a D. Francisco Giner, siendo portero de un campo el Sr. Altamira. Mucho después se generalizó ese juego, ganando en eficiencia y eficacia, perdiendo en ingenuidad y finura”.

Conviene señalar que, si bien está documentado el hecho de que desde 1889 profesores y alumnos de la ILE venían celebrando partidos de fútbol los domingos por la mañana, bastante más arriesgado es consignar la identidad de la persona que introdujo el primer balón en nuestro país, ni siquiera en Madrid (véase La aguja del pajar. El origen del fútbol en Madrid, de Víctor Martínez Patón y Luis Javier Bravo Mayor, Cuadernos de Fútbol nº 47, y Stewart Henbest Capper, arquitecto del deporte madrileño, de Luis Javier Bravo Mayor, nº 60), no obstante, la presencia de Rafael Altamira jugando de portero en la capital junto a Cossío y Giner de los Ríos no deja de resultar significativa.

Los catedráticos de la Universidad de Oviedo dieron muestras de su interés por los deportes desde un primer momento, llegando a crear un club de velocipedistas con profesores y alumnos. En 1885 Adolfo Buylla publicaba en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza una reflexión sobre la Educación Física y Moral en las Universidades[2], y Adolfo Posada en su libro Ideas Pedagógicas Modernas (1892) hablaba de los magníficos “parques de juego” de Oxford y de la importancia que la práctica de las diversas disciplinas atléticas ofrecía a la hora de establecer un programa educativo equilibrado. Por su parte, Aniceto Sela ponía de manifiesto esta idea de forma contundente en su Discurso de Apertura al Curso 1892-93:

A los profesores toca impulsar la organización de ejercicios físicos de todas clases, y de juegos corporales al aire libre, que son los que con preferencia recomienda la higiene. Necesitan aquí, como en todo, predicar con el ejemplo; juzgar ellos los primeros… y si alguien se sonriera de oírme preconizar esta «degradación» de la respetable toga, cuente que en Inglaterra (bien que se trata de un país insignificante y atrasado) para ser Rector de una Universidad, no vale a veces tanto poseer una alta reputación científica, como saber jugar el criquet”.

Cartel del Congreso Internacional de París

Cartel del Congreso Internacional de París

La presencia de los tres catedráticos asturianos en el Congreso de París, en las jornadas que dieron origen al Movimiento Olímpico Internacional, no es sino una constatación más de su interés por el fomento de los deportes, aunque debe consignarse que su presencia en el mismo fue testimonial y puramente accesoria. No iban en representación de España como adalides de un futuro Comité Olímpico nacional, ni probablemente el aspecto competitivo entre naciones, ciertamente alejado de la visión pedagógica y formativa que les animaba, despertara en ellos más que curiosidad y acaso el anhelo de que sirviera de estímulo para la definitiva consolidación de la educación física (véase Los profesores asturianos en el Congreso de 1894. Su testimonio por Fernando Arrechea. Olimpismo. Abril de 2012). En realidad, acudieron a Francia comisionados por el gobierno español, sin cobrar un duro por cierto, para “estudiar la cuestión de los exámenes[3] visitando ministerios, centros educativos y facultades de varias ciudades, además de entrevistarse con personalidades del mundo universitario, intelectual y científico del país vecino, a la par que asistían a cursos y conferencias. Una agenda apretada la suya.

En todo caso, resulta innegable su deseo de acudir al evento a tenor de lo expresado por el propio Adolfo Buylla en la carta de respuesta a la invitación cursada por el barón de Coubertin, secretario general de la Unión de Sociedades Francesas de Deportes Atléticos, a la Universidad de Oviedo (correspondencia que se realizó en francés y cuyas transcripciones figuran en el libro de Ángel M. Magdalena, Los pioneros españoles del olimpismo moderno):

 “(…) Estoy muy interesado por los Deportes Atléticos y por ello deseo vivamente participar en el Congreso. Cuento con llegar a París en la fecha de la reunión del Congreso y le anuncio que me acompañarán los Sres. Posada y Sela, profesores representantes de nuestra Universidad en el Congreso.

Le ruego nos reserve tarjetas de entrada que recogeremos nosotros mismos a nuestra llegada a París (…).”

Aprovechando su estancia en la capital francesa los catedráticos encontraron tiempo para asistir a varias sesiones del Congreso del Sport, aunque sus muchas obligaciones les impedirían tomar parte activa en las deliberaciones del mismo. Resulta curioso constatar el “chasco” que se llevaron con Coubertin y algún otro de los impulsores del renacimiento de la educación física en Francia, como reconocía el propio Adolfo Posada al repasar aquellas jornadas en un artículo publicado en la revista La España Moderna. Esperaban encontrarse con todo un sportman y para su sorpresa se toparon con un hombre bajito, de rasgos delicados y escaso porte atlético.

La Universidad de Oviedo en la lista de delegados presentes.

La Universidad de Oviedo en la lista de delegados presentes.

Ya de vuelta en el Principado los académicos recibieron con agrado los diplomas conmemorativos del Congreso Internacional para el Restablecimiento de los Juegos Olímpicos, remitiendo a su vez una carta de agradecimiento al barón, redactada en esta ocasión por Aniceto Sela:

“(…); el Sr. Posada y yo le agradecemos mucho este grato recuerdo que conservaremos con la mayor estima. Le enviaré al Sr. Giner el suyo a Madrid, donde reside.

No hemos recibido el del Sr. Buylla (Adolfo), miembro, como nosotros, del Congreso, aunque él asistía en su propio nombre. Le agradaría mucho recibirlo, y si tuvieran diplomas corporativos, nuestra Universidad de Oviedo colocaría el suyo en un lugar de preferencia.

Le agradecería asimismo me enviara las conclusiones adoptadas por el Congreso, con el fin de poder elaborar un artículo para los periódicos españoles y redactar un informe de nuestra comisión que, por falta de tiempo en París, no podríamos realizar sin su valiosa colaboración…

Sin embargo, pese a figurar en la vanguardia del movimiento deportivo internacional, la presencia de los profesores universitarios en la cumbre parisina no sirvió para que en nuestro país se viviera un fomento de los sports. A lo sumo, el gobierno introducía la Educación Física en la enseñanza secundaria de forma experimental, creando las cátedras de Gimnástica Higiénica en los Institutos (1893), consistente en la realización de ejercicios corporales, materia que debía impartirse en las dos primeras horas de la mañana. Los deportes no encontraban acomodo en el sistema educativo. Ni siquiera en el Principado tuvo mayor relevancia la aventura olímpica, como refleja Macrino Fernández Riera en su obra Deporte y Educación Física en Asturias (2010):

“(…) Muy bien. En los archivos estos tres ilustres catedráticos asturianos en la trascendental cita parisina, génesis de las olimpiadas modernas. Pero, ¿puede afirmarse que su presencia en tan importante evento tuvo alguna trascendencia para la difusión y el desarrollo del deporte en Asturias? Pues no parece que tuviera mucha, pues a su vuelta las cosas siguieron, más o menos, donde estaban. Baste como ejemplo decir que no consta que las novedosas clases de Gimnástica que se impartían en el Instituto, íntimamente unido a la Universidad no solo por la autoridad que sobre él tenía el rector, sino también porque estaba instalado en sus propias dependencias, sufrieran algún tipo de modificación, ni en sus objetivos, ni en sus contenidos (…).

(…) Acaso volvieran los tres con renovados deseos de aumentar entre los asturianos la nómina de prosélitos ganados para el sport, pues no en vano habían asistido, junto a las más destacadas personalidades del deporte mundial del momento, al acto fundacional del moderno movimiento olímpico. En todo caso, poco más podían hacer que lo que ya habían hecho con anterioridad a su estancia parisina: escribir acerca de las bondades que la práctica deportiva reservaba en lo tocante a la educación de las nuevas generaciones y animar a los estudiantes a formar clubes o asociaciones que, al estilo de las existentes en las universidades inglesas, promovieran el excursionismo o la práctica del foot-ball entre sus integrantes”.

Pero, sin duda, el gran salto adelante del claustro universitario ovetense se produjo en 1898 cuando, con Clarín al frente del rectorado, se decidió a adaptar al medio burgués de la capital asturiana, conservadora y provinciana como tan colosalmente retratara Leopoldo Alas en La Regenta, la Extensión Universitaria (University Extension) que con tanto éxito se venía practicado en Inglaterra. La nueva experiencia se inició con los cursos populares para obreros (seguidos con avidez por los asistentes, a decir de Posada). Después vendrían todo tipo de cursillos y conferencias, las clases experimentales, la consolidación de las Colonias Escolares veraniegas para niños de escasos recursos (que ya venía organizando la Universidad desde 1894), las excursiones de carácter cultural o recreativo,… hasta que en 1901 los sports se introdujeron formalmente en el ámbito universitario.

Consultando los Anales de la Universidad de Oviedo, en concreto el tomo referido al curso 1902-03, encontramos un capítulo dedicado por entero a una agrupación cultural y recreativa, la Unión Escolar Ovetense, escrito por el alumno, y secretario de la misma, Leopoldo Méndez Saavedra. Por su interés, lo reproducimos en su totalidad:

“LA UNIÓN ESCOLAR OVETENSE

Fundación y Organización

Con el lema Unión y cultura, y siguiendo el ejemplo dado por otras Universidades, se creó la Unión escolar Ovetense, a principios del curso de 1901 a 1902.

Asturias03Fueron los iniciadores de tan loable asociación estudiantil, en primer lugar, algunos señores catedráticos; y en segundo término, varios estudiantes que, con verdadero y laudable ahínco, llevaron sobre sí la tarea no fácil de allegar recursos para poner en práctica la «asociación de la clase escolar ovetense».

Tras muchas vicisitudes, que no son del caso señalar, la comisión organizadora vio sus esfuerzos compensados, y la idea que con cariño fue acogida por el pueblo de Oviedo, tuvo su realización. A fines de Noviembre de 1901 se verificó la apertura de la Unión escolar Ovetense, en acto solemne que presidió, por ausencia del ilustre rector del primer centro docente asturiano, Sr. Aramburu, el catedrático de Derecho civil Sr. D. Fermín Canella y Secades, y a cuya mayor brillantez contribuyeron la presencia de la mayoría de profesores de la Universidad e Instituto, y gran número de particulares amantes de toda obra que signifique cultura y unión.

Fundada la Unión escolar era preciso que sus fines fuesen conocidos y su organización encaminada a cumplirlos eficazmente. A este objeto fue formulado, discutido y aprobado su Reglamento, en el que aparecían reflejados los fines principales que había de desenvolver la Sociedad; era el primero y más importante el educativo; el segundo y secundario, el recreativo.

En cuanto a la organización de la Unión escolar Ovetense, se halla basado en las de otras sociedades hermanas existentes, como las de Madrid, Barcelona, etc. Al frente de la Sociedad se halla la Junta directiva, formada por elección y con elementos de las diversas Facultades existentes en nuestra Universidad.

Las atribuciones de la Junta directiva que conciernen a la dirección y administración de la Unión escolar, se hallan limitadas por la Junta general, o reunión de la mitad más uno de los socios, cuya decisión es necesaria para tomar acuerdos de capital importancia a la Sociedad.

La Junta directiva, compuesta de presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y tantos vocales como grupos, por cursos, haya en la Universidad, se renueva todos los años y sus miembros pueden ser reelegidos.

Trabajos.

A desenvolver los fines educativo y recreativo, objeto de la Unión escolar Ovetense, se dedicaron con atención preferente las Juntas directivas que han estado al frente de la Sociedad nacida bajo tan buenos auspicios.

El fin educativo, que fue siempre atendido, se cumple mediante Conferencias y Lecturas que algunos, muy pocos, señores socios, sin pretensiones de ningún género, y sólo con el fin de soltarse a hablar ante público y ampliar estudios solamente tocados en la cátedra, por la brevedad de los cursos, dan semanalmente. Estuvieron estas Conferencias, a las que asistía numeroso e inteligente público, a cargo de los Sres. Buylla, Sicardo, Ladreda, Martínez y el que esto escribe.

Desde otro punto de vista y para cumplir el fin que examinamos, se creó la biblioteca, que poco a poco han ido formando, con donativos valiosos, muchos profesores y algunos particulares y socios protectores de la Unión escolar Ovetense.

Asturias04Es digno también de notar, y produjo resultados satisfactorios, el Certamen Científico-Literario, organizado por la Unión general en el curso de 1902 a 1903, con objeto de fomentar la cultura entre la clase escolar y cumplir de tal suerte su fin educativo. Con la cooperación de los diversos centros docentes de Oviedo se hizo, y el número de trabajos recibidos, algunos notables, demostraron la necesidad de que estos certámenes se repitan y amplíen.

Por lo que respecta al fin recreativo de la Sociedad, se cumple acaso mejor que el educativo, sin que éste deje, como por lo escrito se nota, de manifestarse. La formación de un gimnasio bastante completo; la creación del «Foot-Ball Club Escolar», que funciona activamente y ha logrado arraigar ese sport en Oviedo, y el establecimiento de cuantos juegos no prohíben las leyes, muestran cuánto se ha hecho por cumplir a la perfección el fin de que hablamos.

Propósito.

Mucho ha hecho la Unión escolar Ovetense en los años que cuenta de vida, pero mucho le queda por hacer, según entiendo, para que su creación quede justificada y su nombre vaya unido a algo útil y grande.

Campo de acción no falta nunca para hacer el bien y en sus fines éste va envuelto. Tampoco se achaque su inacción a falta de medios, que nunca faltarían si se buscasen con ahínco. Falta tan sólo una voluntad decidida y constante de realizar con toda la mesura necesaria, pero sin pararse, todo lo que cumpla al fin y carácter de la asociación creada. Esperemos que esto se cumplirá en plazo breve, ampliando el actual campo de acción de la Unión escolar«.

Del funcionamiento de la Unión Escolar sabemos que, como todo centro universitario, cerraba sus puertas durante el verano para abrir de nuevo con el comienzo del curso. Y también que pronto dispuso de un local social, en la calle Marqués de Gastañaga, que se convertiría en lugar de reunión habitual de los primeros sportmen ovetenses.

Con respecto a las actividades del Foot-Ball Club Escolar, contamos con un testimonio en primera persona de indudable relevancia. En julio de 1936 la revista Estampa publicaba una amplia entrevista con el entonces Ministro de Industria de la República, D. Plácido Álvarez-Buylla Lozana (hijo del catedrático Adolfo Álvarez Buylla), en la que se recogía su amplia trayectoria futbolística. En la misma, al echar la vista atrás para recordar sus inicios balompédicos en la capital del Principado, mezclaba los recuerdos de su paso por el club universitario y los de su posterior estancia en las filas del F.C. Ovetense, llegando a fechar sus inicios en el equipo carbayón “allá por 1900”. Algo comprensible dado el periodo de tiempo transcurrido. De entre sus vivencias, destacamos las referidas al equipo estudiantil:

Asturias05 “(…) La Federación Escolar organizó rápidamente su equipo, y de él formé yo parte, Aquellos muchachos no eran unos virtuosos del balón, pero su buena voluntad, y más su intuición que los conocimientos técnicos, les permitieron ser un equipo difícil de vencer. El señor Álvarez Buylla sonríe recordando aquellos días, y, después de una pausa para encender un cigarrillo, me dice:

—   ¿Sabe usted quién jugaba algunas veces en el equipo?”

—   ¿Quién?

— Pues nada menos que el ilustre catedrático de Historia, don Rafael Altamira, que entonces era catedrático de la Universidad de Oviedo.

Su presencia en el equipo escolar fue necesaria en algunos partidos, y él no dudó en ayudarnos, poniendo al servicio de todos sus facultades físicas, como diariamente nos ayudaba con sus vastos conocimientos históricos. La diferencia de edad no era óbice para que fuera un refuerzo en el equipo, que tan necesitado estaba de ellos“.

Nos queda la duda de saber cuándo se dio el primer puntapié a un balón de fútbol en los círculos universitarios de la capital. No es improbable suponer que durante la última década del siglo XIX profesores y alumnos pudieran haberse ejercitado con una pelota en cualquier excursión, aprovechando los numerosos prados de la ciudad y alrededores. No parece descabellado a tenor de lo reflejado por Aniceto Sela en el primer volumen de los Anales de la institución, correspondiente al año 1901. Como introducción al capítulo dedicado a dichas excursiones afirmaba que las mismas eran un procedimiento académico de primer orden, en las que el profesor podía no sólo enseñar sino confraternizar con los alumnos, así como dirigir su conducta moral y su educación física: “Los jóvenes que concurren a las aulas universitarias se hallan tan necesitados como los que más de que los lleven al campo, a donde no suelen ir por su propia iniciativa; de conocer las bellezas de la Naturaleza; de respirar el aire puro y saludable; de ejercitar sus fuerzas con juegos y largos paseos a pie, al mismo tiempo que recogen in situ materiales y datos para sus estudios”.

En todo caso, habría que esperar a 1903 para que jóvenes de la alta sociedad asturiana, algunos de los cuales habían estudiado en el extranjero, se decidieran a fundar los primeros equipos de fútbol representativos en Oviedo, Gijón, Avilés, y… Madrid.

“Referencias”

– Arrechea, Fernando (2012, 7 abril). Los profesores asturianos en el Congreso de 1894. Su testimonio. Olimpismo. Obtenido de: http://olimpismo2007.blogspot.com.es/2012/04/los-profesores-asturianos-en-el.html

– Bravo Mayor, Luis Javier y Martínez Patón, Víctor (2013, 1 octubre). La aguja del Pajar. El origen del fútbol en Madrid. Cuadernos de Fútbol nº 47. http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2013/10/la-aguja-del-pajar-el-origen-del-futbol-en-madrid/

– Bravo Mayor, Luis Javier (2014, 1 diciembre). Stewart Henbest Capper, arquitecto del deporte madrileño. Cuadernos de Fútbol nº 60. http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2014/12/stewart-henbest-capper-arquitecto-del-deporte-madrileno/

– Coronas González, Santos M. (2002). El Grupo de Oviedo. Discursos de Apertura de Curso (1862-1903) Tomo I. Oviedo. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo.

– Cossío, Manuel Bartolomé (1908). Principios Pedagógicos de la Institución. Prospecto, 1908  (pág. 18-24). Madrid. Institución Libre de Enseñanza / véase también Bases y Programa para el curso de 1910-1911. Bases pedagógicas (pág. 275-282). BILE XXXIV

– Crespo Carbonero, Juan A. (1998). Democratización y reforma social en Adolfo A. Buylla: economía, derecho, pedagogía, ética e historia social. Oviedo. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo.

– Díaz Roncero, Francisco (1936, 4 julio). Yo he sido defensa del Madrid (entrevista a Plácido Álvarez-Buylla Lozana). Estampa (pág. 9-12, 47). Madrid.

– Fernández Riera, Macrino (2010). Deporte y Educación Física en Asturias. De los inicios a la Guerra Civil. Gijón. Instituto Rosario de Acuña y Zahorí ediciones.

– Martínez Magdalena, Ángel (1992). Los pioneros españoles del olimpismo moderno. Adolfo Buylla, Aniceto Sela, Adolfo Posada. Oviedo. Conserjería de Educación, Cultura, Deportes y Juventud del Principado de Asturias. Servicio Central de Publicaciones.

– Masip Hidalgo, Antonio (1984). El Deporte y La Regenta (pág. 646-648). Clarín y La Regenta en su tiempo. (Actas del simposio internacional, Oviedo 1984). Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo.

– Méndez Saavedra, Leopoldo (1904). La Unión Escolar Ovetense. Anales de la Universidad de Oviedo. Año II. 1902-1903, (pág. 299-302). Oviedo. Establecimiento tipográfico de Adolfo Brid.

– Molina Peregrina, Sergio (2011, agosto). Perspectiva evolutiva de la Educación Física en la España contemporánea. Educación Física y Deportes. Buenos Aires, año 16, Nº 159. Obtenido de: http://www.efdeportes.com/efd159/perspectiva-evolutiva-de-la-educacion-fisica-en-espana.htm

– Posada, Adolfo (1894). La enseñanza en París a vista de pájaro. La España Moderna. Agosto 1894 (pág. 5-32).

– Posada, Adolfo. Fragmentos de mis Memorias. Oviedo 1983. Servicio de publicaciones de la Universidad de Oviedo.

– Sela, Aniceto (1902). Las Excursiones Escolares. Anales de la Universidad de Oviedo. Año I. 1901, (pág. 179-193). Oviedo. Establecimiento tipográfico de Adolfo Brid.

– Sela, Aniceto (1910). Extensión Universitaria. Memorias correspondientes a los Cursos de 1898 a 1909. Madrid. Librería General de Victoriano Suárez.

– Velarde Fuentes, Juan (2008). Consideraciones sobre la historia de la Universidad de Oviedo. Historia de la Universidad de Oviedo, volumen 1. Jorge Uría, Carmen García, Aída Terrons (editores). Oviedo. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo.

– Winter Blanco, Ernesto (1923). Elogio de la Inquietud. Prólogo de Fernando de los Ríos. Barcelona. Librería de Francisco Sintés.

BOE

Gaceta de Madrid núm. 132, de 12/05/1894, página 473. Obtenido de: http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1894/132/A00473-00473.pdf

Prensa

El Carbayón. Oviedo, 13-06-1902.


[1] En realidad, escuelas privadas de carácter elitista.

[2] En donde reproducía, casi íntegramente, su Discurso leído en la Solemne Sesión Inaugural de la Academia de Jurisprudencia de Oviedo (1880), pronunciado en calidad de presidente de la entidad. El texto sería reeditado en varias ocasiones con posterioridad.

[3] En concreto su aspecto pedagógico y alcance disciplinario (R.O. del 7 de mayo de 1894).




Biblioteca Martialay: Rivalidades deportivas

Rivalidades01La rivalidad es la esencia del deporte, de cualquier deporte. La raíz del deporte surge de dos actividades primitivas y casi únicas de la Humanidad: la guerra y la caza.

Los jóvenes, en Grecia, por ejemplo, se preparaban para ambas actividades haciendo ejercicios físicos. Tener condiciones físicas para la guerra o destreza y resistencia para la caza eran los propósitos remotos. Pero para mayor identidad con el propósito, inmediatamente surgieron las rivalidades entre los que se preparaban en un mismo gimnasio o entre los gimnasios de localidades inmediatas. Al fin y al cabo en la guerra, en las batallas había vencedores y vencidos; en la caza era inevitable la comparación entre el número de piezas cobradas o el tamaño de las mismas…

De aquí que ya en su nacimiento el deporte entrañara comparación y por ello rivalidad.

En los deportes sin contacto físico, sin choques, la competencia se establece a través de las distancias – metros de salto de altura o longitud, metros de distancia a la que se lanza la jabalina, o el peso, o el disco… – o los tiempos: menos minutos o segundos en recorrer un trayecto. O bien la habilidad para acertar en un blanco, fijo o móvil, por medio de armas de fuego o de arco; o el acierto para introducir una bola en un hoyo desde una distancia concertada, como ocurre en el golf.

Para los deportes intermedios se instituyeron unos reglamentos para que esa rivalidad, esa competición quedara ajustada de tal suerte que el atleta que consiguiera mayor número de aciertos fuera el vencedor. Casos del tenis o el voleibol.

Para los deportes de choque, de contacto, la rivalidad, la competición se establece por el número de veces que se introduce un balón en una portería o en un aro.

Al margen de ello queda el deporte como medio y no como fin en sí mismo. Tales es el caso del gimnasta que utiliza el deporte simplemente para mejorar su salud o para utilizar el ocio de una forma saludable.

Los procedimientos de medición o contabilidad lo único que hacen es  establecer la diferencia entre los rivales, sean estos individuos o equipos.

Con ello queda establecido que la rivalidad, esto es la competencia, está en la entraña misma del deporte. Es, en sí misma, el deporte. Sin rivalidad, no hay deporte. Incluso resultan simultáneos y paralelos. Un atleta aislado siente la necesidad de afirmar – como en otras muchas actividades humanas – su propio valer y, por ello, contrastar sus logros con el del vecino.  

En un principio la rivalidad se estableció entre individuos aislados. Saltar más que aquel que tenía fama de buen saltador. Y, naturalmente con jueces que lo acreditaran, con testigos que lo confirmaran.

Estos testigos iban a ser el germen de los espectadores. Iban a acompañar a esos testigos para contemplar cómo el atleta de su lugar vencía al forastero. Y de aquí se derivaba ya un partidismo previo. Se apoyaba, se arropaba al atleta conocido ante la competición con el ajeno. El espectador comenzaba a hacerse partícipe de la competencia, de la rivalidad.

Cuando el deporte empieza a ser espectáculo, esos aficionados participan de la rivalidad, bien por paisanaje con quienes compiten, bien por simpatía. El público deja de ser imparcial para meterse de lleno en la refriega deportiva. 

Cuando los participantes, sean individuos o equipos, tienen una representatividad, real o imaginada, se transforman en el banderín de esa ciudad, de esa provincia, de esa nación. Se vuelve a los orígenes, a la guerra, pero de forma menos sangrienta, más civilizada. Y los partidarios – sean espectadores o no – se transforman en parte activa de esa guerra.

En tal estado está hoy la cuestión. La supremacía conquistada por la victoria en una guerra ha pasado a ser la supremacía deportiva conquistada en las pistas olímpicas o en los campos de competición europeos o mundiales.

Afortunada o desgraciadamente el trofeo más codiciado es aquel que se consigue ante los vecinos más próximos. De aquí las rivalidades tremendas entre los equipos de la misma ciudad; casos del Madrid y el Atlético, del Barcelona y el Español, del Sevilla y el Betis… Y hubo un tiempo en el que, por ejemplo, en Irún media ciudad no se hablaba con la otra mitad, los empleados eran despedidos si eran partidarios del equipo contrario al de los patronos, los bares no admitían clientes que pertenecieran al club rival, etc.

Ello se amplía entre contendientes que tienen otras diferencias de superioridades entre ciudades o entre regiones. Las contiendas entre el Barcelona y el Madrid, entre el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad…

Bien es verdad que estas rivalidades se solapan con las que los ciudadanos de una localidad tienen contra los de otra, agravios reales, imaginarios o creados artificialmente por cuestiones políticas.

Pero estas consideraciones ya se salen fuera de los límites de la rivalidad deportiva.

Todo ese espectáculo de los aficionados disfrazados con los colores de su equipo, agrediendo a los rivales, arrasando las ciudades del “enemigo”, cierran ese círculo primitivo de la guerra. Y ello entra en los terrenos de la sociología, como entra en los de la psiquiatría el que el deporte de competición sirva de válvula de escape para los resentimientos, las frustraciones o las presiones sociales que padecen individualmente esos espectadores, que en realidad son rivales irreconciliables consigo mismos o con la sociedad circundante.