Aportaciones a la historia del baloncesto español. San Feliu de Guíxols y Madrid.

San Feliu de Guíxols, 1920.

Con motivo de una de las múltiples colectas denominadas como “Aguinaldo del soldado”, cantidades de dinero y mercancías que iban dirigidas a las tropas estacionadas en el norte de Marruecos, en el diario barcelonés La Vanguardia del 15 de diciembre de 1920, aparece publicada una nota en la que da cuenta de las donaciones realizadas por diversas personas y entidades, encontrándose entre ellas un envío de 5 paquetes, conteniendo cada uno de ellos, una bufanda, dos pares de calcetines, una pastilla de jabón, un peine, un espejo, cuatro paquetes de cigarrillos y uno de turrones cuyo remite pertenece a las señoritas que conforman el Basket Ball Club de San Feliu de Guíxols (Gerona).

Es de conocimiento general que el primer club español fue el Laietà Basket Club de Barcelona, fundado en 1922, pero como se puede observar, las cuentas no salen.

Hasta la aparición de la nota que cita al Basket Ball Club de San Feliu, teníamos conocimiento de la práctica en un par de colegios de Cataluña, pero no conocemos la existencia de ningún club, hasta la aparición del guixolense.

Suponemos que es un club femenino, tras resaltar la nota a las señoritas donantes, por tanto diremos que el Basket Ball Club de San Feliu es el primer club español de la historia del baloncesto, a la vez que es el primero femenino. Podría ser también que además de una sección femenina, tuviese una masculina, con lo cual podría ser el primer club español, sin más, pero al no disponer de documentación que así lo confirme, diremos que el Laietà es el primer club español masculino de la historia, siempre con los datos que conocemos en la actualidad.

La Vanguardia, 15 de diciembre de 1920, pág. 7.

Madrid, 1921.

Siempre se ha dicho que el primer partido de baloncesto jugado en España se disputó el 8 de diciembre de 1922 en Barcelona, entre el CE Europa y el Laietà Basket Club, en el campo de fútbol del primero, logrando vencer por 8 a 2 los europeístas.

Pero hete aquí que la historia está para investigarla y, si es necesario, “tirar la pared”.

Tras leer algunas publicaciones, en papel o internet, nos adentramos en el trabajo publicado por Fernando Arrechea en estas mismas páginas en 2011, concretamente en el número 24.

https://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2011/09/otros-deportes-cien-anos-de-baloncesto-en-espana-1911-2011/

En un trabajo exhaustivo ordena y aporta nuevos datos, a los conocidos en ese momento, aumentando el conocimiento sobre la historia del deporte de la canasta en España. Pero ha pasado casi una década, tiempo suficiente para que se hayan ampliado las posibilidades de investigar en la red, añadido al propio trabajo que otros investigadores también hayan realizado en otras hemerotecas y archivos para aportar nuevos datos.

Nuestra aportación se encuentra entre lo ocurrido en 1913 en el Colegio Vallparadís de Tarrasa, y el regreso de Cuba en 1921 del padre Eusebio Millán, implantando el baloncesto en el Colegio de San Antón de Barcelona.

En su afán de innovar, proteger y estar al cabo de todos los avances y el conocimiento de todos los nuevos deportes, ya fuese en modalidad masculina como femenina, la Real Sociedad Gimnástica Española gestionó con la revista “Fomento de Turismo y Deportes”, a la sazón órgano oficial en España de la Federación de Sociedades Deportivas Femeninas de Francia, formada por 150 asociaciones, la presencia en Madrid de dos notables equipos femeninos de la canasta venidos desde más allá de los Pirineos para la disputa de un par de partidos de exhibición, así como la actuación de una veintena de jóvenes deportistas francesas que disputaron varias pruebas atléticas y gimnásticas, completando un festival deportivo dividido en dos jornadas dominicales.

Heraldo de Madrid, 8 de septiembre de 1921, pág. 3.

El programa de partidos consta de dos exhibiciones, los días 18 y 25 de septiembre de 1921, en el Campo de Sport de la Gimnástica, situado en la calle de la Princesa, entre dos equipos franceses como son la Association Sportive y el Fémina Sport, ambos de París, clasificados respectivamente en su campeonato local como campeón y subcampeón.

Alrededor del día 15, a lo sumo, llegaron a Madrid ambos equipos. Mientras tanto, en el campo de la Princesa, como en el antiguo Gimnasio de la Real, sede gimnástica de la calle Marqués de Leganés, se venden las localidades y programas para el festival deportivo femenino. (1)

Heraldo de Madrid, 19 de septiembre de 1921, pág. 3.

En la primera jornada, celebrada el día 18 a las 15’30 horas, no acudió mucho público debido a la lluvia, aunque salió satisfecho de lo presenciado.

Comenzó el festival con una serie de pruebas de atletismo; 80 y 200 metros, relevos, vallas, salto de altura con impulso y otras pruebas.

El partido de baloncesto enfrentó al equipo de las blancas, que no fueron capaces de anotar ningún punto, y el de las rojas, que consiguieron tres. (2)

Madrid-Sport, 22 de septiembre de 1921, págs. 1 y 8.

La segunda jornada se celebró el domingo siguiente, 25, a las 16 horas, en la misma instalación deportiva, con mejor tiempo y mayor asistencia de público, con mucha presencia femenina, disputándose un partido de baloncesto, al margen de una serie de pruebas atléticas y gimnasia rítmica. Las pruebas atléticas consistieron en pruebas de 80, 100 y 200 metros, lanzamientos de jabalina y una prueba de salto de altura en la que se consiguió una marca de 1’45 metros, con impulso y sin trampolín. Tras el atletismo, el público disfrutó de una exhibición de gimnasia rítmica, ejecutada por ocho señoritas, y que fueron muy del agrado del público femenino. Como colofón de la fiesta, se disputó un partido de baloncesto, venciendo un equipo vestido de rojo a otro de negro por 5 puntos a 1. Durante todo el festival, el público aplaudió con insistencia las diferentes actuaciones que presenció.

Durante uno de los descansos, Eusebio Sánchez realizó una serie de acrobacias con su motocicleta, siendo también ovacionado. (3)

Tras la disputa de este partido, las integrantes de ambos conjuntos posaron para la posteridad, en la que puede ser la primera foto de la historia de un partido de baloncesto disputado en España. (4)

Fuentes:

  • Heraldo de Madrid, 8 de septiembre de 1921, pág. 3; El Liberal, 10 de septiembre de 1921, pág. 4; La Voz, 10 de septiembre de 1921, pág. 2; La Voz, 12 de septiembre de 1921, pág. 7; La Correspondencia de España, 12 de septiembre de 1921, pág. 6; El Liberal, 15 de septiembre de 1921, pág. 4; Madrid-Sport, 15 de septiembre de 1921, pág. 14; Madrid-Sport, 15 de septiembre de 1921, pág. 16; La Acción, 16 de septiembre de 1921, pág. 2; La Época, 16 de septiembre de 1921, pág. 3; El Liberal, 17 de septiembre de 1921, pág. 2; La Voz, 17 de septiembre de 1921, pág. 2; La Voz, 17 de septiembre de 1921, pág. 4; La Correspondencia de España, 17 de septiembre de 1921, pág. 5; El Liberal, 18 de septiembre de 1921, pág. 4.
  • Madrid-Sport, 21 de septiembre de 1921, págs. 1 y 8.
  • La Libertad, 25 de septiembre de 1921, pág. 6; La Libertad, 27 de septiembre de 1921, pág. 6; La Libertad, 27 de septiembre de 1921, pág. 6; El Imparcial, 27 de septiembre de 1921, pág. 8; La Vanguardia, 27 de septiembre de 1921, pág. 17.

La Semana Gráfica, 22 de septiembre de 1921, pág. 18.




…Y piedras en el camino

Durante el decenio de los 70 en el pasado siglo, nuestro país protagonizó una rápida e intensa transformación política, social, económica e ideológica. Cubiertas las necesidades más perentorias, logro recién alcanzado tras el absoluto fracaso autárquico, la sociedad española, como ocurre siempre en todo grupo humano, quiso conquistar libertades y derechos hasta entonces vedados. Primero se enterró al régimen heredero de la Guerra Civil, sin revanchismo ni apenas loas nostálgicas. Después irían asomando, balbucientes, los partidos políticos, el movimiento sindical, los convenios laborales negociados, no impuestos dictatorialmente, conforme fue práctica del sindicato vertical a lo largo de los ocho lustros precedentes… Se empezó a hablar del divorcio, como meta a conquistar, e incluso de aborto con cargo a la Seguridad Social. La legalización del Partido Comunista, por encima del simbolismo, tuvo mucho de compromiso respecto a no dar marcha atrás.

Viñeta de “As-Color”, setiembre 1971. Hombrecitos rijosos y sal gorda. Todavía, muchos cambios por fraguar.

Viñeta de “As-Color”, setiembre 1971. Hombrecitos rijosos y sal gorda. Todavía, muchos cambios por fraguar.

Paralelamente, muchos españoles deglutieron la hiel del paro, cuando la obsolescencia empresarial, fruto de anteriores complacencias, imposibilitó competir en el mercado exterior. Hubo huelgas, manifestaciones convocadas más con ánimo de reafirmación social que a la búsqueda de soluciones, retorno de emigrantes, no porque la locomotora económica europea gripase, sino porque otra sangre más barata -turca y magrebí, especialmente- empezaba a engrasar bielas teutonas, helvéticas o belgas. El dinero, siempre cobarde y amasado, quizás, al abrigo de subvenciones, dádivas y componendas, partía rumbo a Suiza, Liechtenstein o Luxemburgo, dubitativo ante lo que por nuestros pagos pudiese acontecer. Hasta en la Iglesia Católica, tan apiñada junto al palio de Franco, surgían voces críticas. De Norte a Sur y de Este a Oeste prendía el virus reivindicador.

Las pocas, muy pocas futbolistas españolas, también creyeron llegado el momento de exigir un reconocimiento, si no similar al del fútbol masculino, como mínimo carente de trabas y anatemas. Los propios medios de difusión irían desterrando antiguas burlas o chascarrillos, para mirar hacia las neófitas émulas de Migueli, Rexach, Marcial, Iribar o Del Bosque, no como a bichos raros, sino con la curiosidad reservada a discordantes fenómenos de moda. Pero era tan escaso, tan clandestino el balompié practicado por nuestras féminas, que esos medios hubieron de situar su punto de mira no en viejos campos regionales, con casetas desvencijadas y duchas donde el agua acostumbraba a salir casi siempre fría, sino al otro lado de los Pirineos o allende el Atlántico.

Así, el 21 de julio de 1971, se supo que Juan Bulnes, entrenador de fútbol profesional, recibió el encargo más arriesgado de toda su carrera: conformar con urgencia una selección nacional femenina, capaz de representar dignamente a Perú. “Me dieron sólo 13 días con respecto a la fecha señalada para el partido ante México, en el Estadio Nacional de Lima”, señalaba el técnico. Un plazo tan escaso, partiendo desde el cero absoluto, como para justificar medidas desesperadas. “Tuve que valerme de la prensa, especialmente de la deportiva, como medio de promoción. Solicitaron muchachas deseosas de jugar al fútbol y se presentaron 300 sólo en Lima”. Algunas de ellas se habían vestido de corto esporádicamente, para jugar de forma amistosa, por carnaval. Otras eran, tan sólo, espectadoras habituales de fútbol masculino. Y la mayoría bienintencionadas jóvenes dispuestas a apoyar tan novedosa iniciativa, por más que estuviesen ayunas de todo conocimiento balompédico. Tres días antes del choque quedó conformada la selección. Nadie, ni los mismos medios que tan decisivamente habían colaborado en el llamamiento, soñaba con desarrollar un papel decoroso ante las mexicanas, jugadoras con amplia experiencia nacional e internacional. Pero los milagros, al menos cuando hay un balón de por medio, existen. Y la derrota por 3-2 supo casi a victoria. “Sobre todo porque nuestras jugadoras, al no haber calzado nunca botas de tacos, saltaron al campo con zapatillas de baloncesto -señalaba Juan Bulnes-. Las aztecas, en cambio, muy preparadas ya, lo hicieron con botas reglamentarias”.

Las peruanas podían jugar al fútbol, pero por nuestros pagos las jóvenes que pretendían seguir su ejemplo eran tildadas de marimachos. Para prueba, este chiste de Villena fechado en 1972.

Las peruanas podían jugar al fútbol, pero por nuestros pagos las jóvenes que pretendían seguir su ejemplo eran tildadas de marimachos. Para prueba, este chiste de Villena fechado en 1972.

Ese partido constituyó un formidable espaldarazo a la Liga de Fútbol Femenina, creada dos días antes. Hasta tal punto que la Federación Peruana anunció el inmediato inicio de gestiones para reconocer y englobar dicha sección en sus competiciones. Otro partido ante Argentina, mucho más complicado y resuelto con dulce derrota por 1-0, condujo a la constitución permanente de un seleccionado, con entrenamientos regulares, así como al inicio de la Liga Regular femenina. En 1972, ocho equipos limeños, con toda su documentación en regla, se disputaban el título de Apertura. Otros dos elencos se hallaban en formación. La meta más próxima pasaba por disputar, con 20 conjuntos distribuidos en 10 de 1ª División y otros tantos de 2ª, un Campeonato Metropolitano. Todo ello sin perjuicio de los que pudiera ir surgiendo en otras áreas del país, como Arequipa, donde competían 10 conjuntos, o Cuzco, Pucalipa e Iquitos, en plena amazonia.

“La Mujer no pierde su condición básica de femineidad por jugar al fútbol”, se creía obligado a enfatizar Juan Bulnes, quien además aseveraba: “Puesto que también he entrenado a hombres, puedo fundamentar mis comparaciones. Ellas son más constantes, muestran más deseos de superación que el varón y se toman muy en serio lo que hacen”. Para él, además, todo había dado un gran vuelco: “Por fin hay mucho donde escoger. Buenas jugadoras, como Olga Pinto, medio volante y capitana de la selección; Norma Quiñones, defensa central; María Véliz, apodada “La Pitín”, por el puntal del Alianza de Lima “Pitín” Zegarra; Vicky Konja, punta de lanza; Leonor Ruiz, guardameta… Y contamos con el futuro representado por varias chiquillas de 13 años que son una revelación”. Como alguien sugiriese  que el fútbol femenino pecaba de blandenguería, excesivo tiqui-taca propio de guante blanco y salón, negaba: “Durante la gira que las mexicanas hicieron por Perú en enero, apenas seis meses después de nuestro debut, se pegaron igual que hombres tras el pitido final en Huacho y Ciudad Trujillo. Las aztecas juegan duro, son más potentes y seguramente nos veían como una perita en dulce. Así que salir derrotadas 2-0 les escoció. Tienen carácter, ya lo creo. Lo van a demostrar ante Dinamarca, Italia e Inglaterra, partidos que ya están preparándose”.

Le sobraban razones para mostrarse orgulloso, tras semejante salto, sin red, desde la nada al infinito.

Este tipo de noticias servía para enardecer a nuestras diseminadas jugadoras, a quienes apenas nadie quería tomar en serio. Si allá por Perú, país menos evolucionado económica y socialmente, otras jóvenes como ellas acababan de lograr el ansiado reconocimiento, no era cuestión de rendirse, sino de apretar los dientes y redoblar esfuerzos.

Las suecas del Djurgarden inspiradoras de tan discutibles comentarios.

Las suecas del Djurgarden inspiradoras de tan discutibles comentarios.

Y eso que de los Pirineos a la punta de Tarifa seguían imperando mentalidades muy estrechas. Ciertas gracietas pasadas de época daban la impresión de recordar a los lectores de prensa que nuestro país permanecía impermeable ante ciertas modas. En julio de 1968 y bajo el título de “Quiero un abrazo”, “Marca” reprodujo una instantánea de Europa Press, con el siguiente pie: “Estas o parecidas palabras debió pronunciar la jugadora del Djurgarden que acude a abrazar a su compañera, autora del gol de la victoria (2-1) sobre el Oxabac, en el partido disputado en Estocolmo entre dos equipos femeninos. La portera del Oxabac, como es una chismosa, diría no sé qué de offside. Los espectadores que ríen, al fondo, hubieran también querido abrazar a la goleadora, según las malas lenguas”.

Rara vez, en tan poco espacio, se habrá amontonado tanto tópico. El de la portera chismosa, cual si fuera guardesa de finca urbana, y no de redes. El de la sueca apetitosa, en tiempos de cacería rijosa, torpe y patética, a las “suecas” de Benidorm, Magaluf o Torremolinos. Y, claro está, el de considerar ridículas a las mujeres futbolistas. ¿De qué otra cosa, si no, se reían los espectadores del fondo? Si es que lo hacían. Porque la mala calidad de la foto impedía asegurarlo.

Otro suelto procedente de Inglaterra, cuyas féminas venían asomando al césped con mayor o menor regularidad desde los años 50, apuntaba en idéntica dirección durante el otoño de 1970. “Si no meten goles los hombres, el fútbol será cosa de mujeres” lo titularon. Por esa época, recordémoslo, el antiguo defensa escoba se había convertido en líbero, los medios volantes asfixiaban al adversario, como perros de presa, y a los interiores, después de bregar por la zona ancha, apenas si les restaba fuelle para ejercer de segundos puntas. Resumiendo, triunfaba el cerrojo, muchos partidos se resolvían con escuetos 1-0 y empates sin goles, imperaba el aburrimiento y la falta de emoción. Ante la falta de estímulos, cada vez acudía menos público a los estadios. La televisión, por ende, empalidecía a los mitos. Con excepción de Johan Cruyff, George Best, “Torpedo” Müller, Franz Beckenbauer, o los Mazzola y Pelé ya para escasos trotes, casi nadie merecía consideración de astro. Los partidos femeninos, ante tanta improductividad, podían reivindicar su propio hueco.

Y algunos grupitos de pioneras a punto estuvieron de conseguirlo.

En Noviembre de 1971, El Cuervo, de Lebrija, disputaba con asiduidad choques benéficos. María Auxiliadora Gómez, gran estrella bajo los palos, quinta de siete hermanos, y a sus 19 primaveras, según el DNI dedicada a “sus labores”, protagonizó una entrevista para “As” firmada por Salvador Recio, quien, por cierto, tampoco es que luciese mucho en algún párrafo: “…el equipo femenino de El Cuervo puede destacar por sus virtudes futbolísticas, pero fundamentalmente lo hace por la belleza de las componentes del conjunto”. La vieja y casposa condescendencia contra la que luchaba su entrevistada. Porque María Auxiliadora ponía los puntos sobre las íes tan pronto le daban voz: “Cuando nos iniciamos en el fútbol, no estaba muy segura de que fuese un deporte para la mujer. Pero después, al practicarlo con asiduidad y el entrenamiento adecuado, me he convencido de que no es sólo cosa de hombres”.

El Cuervo, representativo de la barriada lebrijana de igual nombre, surgió por amistad y ante la falta de diversiones: “No son muchas las que hay por aquí, donde sólo somos unos 8.000 habitantes y estamos a 7 Kilómetros de Lebrija, a más de 70 de Sevilla y a 25 de Jerez de la Frontera. Sólo el cine, y para las películas que ponen…” Orgullosa de la obra común, aparte de reivindicar una muy necesaria emancipación, cubrían necesidades no cubiertas por la entonces precaria infraestructura social; “Toda la barriada viene a vernos. Y por ejemplo, entre las obras ya realizadas, hemos hecho una vivienda a una señora que la necesitaba de manera perentoria”.

Como colofón, al periodista volvía a escapársele cierto tono antiguo: “El solo anuncio de la presencia de este conjunto de bellas muchachas, obra el milagro de la concurrencia como  ningún otro espectáculo”.

Las jóvenes lebrijanas de El Cuervo, posando con toda su ilusión.

Las jóvenes lebrijanas de El Cuervo, posando con toda su ilusión.

Durante el verano de 1973, época escasa en noticias con el balón de protagonista, “As-Color” titulaba: “El balompié femenino por las nubes”. Y como subtítulo contundente: “Tampoco en fútbol quieren quedarse atrás”. Luego, en el brevísimo desarrollo, volvía a colarse un innecesario párrafo machistoide: “Estas muchachas -las que patean el esférico con habilidad y potencia, insisto-, al tradicional valor estético de sus piernas han unido un nada despreciable valor crematístico. Como ejemplo, ahí tienen ustedes a dos figuras del fútbol femenino europeo. Son las alemanas Mónica Gadorf y Christina Nausser. El club italiano ACF Padua está dispuesto a pagar un millón de pesetas por cada una, además de asegurarles un sueldo mensual de 60.000 y 40.000 ptas. respectivamente. ¡Para que luego digan los escépticos que el fútbol femenino es simplemente una moda pasajera!”.

Esas 60.000 ptas. de 1973, representaban 5 veces el salario de una dependienta de comercio bien pagada, dos veces y media sobre lo liquidado por un maestro con plaza fija, y casi el doble de lo que hubiesen firmado muchos apoderados de banca, o jefes de negociado en la Administración, con numerosas personas a su cargo.

Pero por nuestros pagos, las jóvenes futbolistas no veían ni cinco céntimos.

Victoria Hernández a sus 14 años. A punto estuvo de ingresar en un equipo francés.

Victoria Hernández a sus 14 años. A punto estuvo de ingresar en un equipo francés.

Apenas un año antes, el Stade Reims femenino, en gira por España, había disputado varios partidos. Al enfrentarse al Olímpico de Villaverde -sin duda el conjunto más serio del área centro-, les llamó la atención Victoria Hernández. Los medios echaron a volar su imaginación, barajando cifras de traspaso por demás imposibles, sustentadas -eso si era cierto- en que la chica llegó a ser sometida a prueba. Todo resultó un bluf, gira incluida, porque de los 5 partidos acordados únicamente se disputaron cuatro, en parte por la bisoñez de quienes entonces regían a nuestros modestos equipos: “Al volver de Játiva dijeron que sus chicas estaban muy fatigadas y se fueron a Francia, sin jugar el quinto encuentro. Bien es verdad que parte de la culpa es nuestra, pues no habíamos firmado ningún contrato; confiamos en su palabra (…) y se marcharon sin decir adiós”.

Victoria, a sus 14 años, era una de nuestros puntales más firmes, pese a que su modestia le impidiese reconocerlo. “Hay mejores que yo. Por ejemplo la valenciana Clarmunt. Y otras…” Aseguraba no sentirse frustrada al difuminarse su salida hacia Francia, porque, aun presentándose más adelante otras oportunidades, “es muy probable que no me marchara”. Actuaba de interior y pretendía hacer de aquel fútbol semiclandestino un deporte con todas las de la ley. Labor ardua, en cualquier caso, puesto que tanto Federación Española de Fútbol como Sección Femenina seguían llenando de piedras el incierto camino.

Justo durante el verano precedente, España hubiese podido servir de escenario al III Mundial Femenino de la historia. Ninguno de nuestros estamentos debería haber puesto un céntimo para su celebración, porque todo corría a cargo del organismo que desde Turín auspiciaba ese fútbol, como una especie de FIFA alternativa y paralela. Pero tanto la Sección Femenina, como la Delegación Nacional de Deportes, se opusieron con rotundidad, mientras desde la FEF presidida por José Luis Pérez Payá, todos se lavaban las manos. “El balompié de las piernas bonitas”, conforme numerosos medios lo habían bautizado, parecía estorbar a muchos.

Cuando en 1971 una “selección” apócrifa de España se midió a Italia en su terreno, todo fueron impedimentos, precariedad y obstáculos. La Federación advirtió seriamente a las jugadoras sobre la imposibilidad de lucir el escudo nacional, saltar al campo con banderas, o considerarse genuinas representantes de nuestra nación. Las chicas, cuya edad media no alcanzaba los 15 años, viajaron hasta Valencia, donde varias habrían de dormir sobre el suelo de un piso vacío, antes de poner rumbo a territorio transalpino. Un señor, que había llevado a varias hasta su destino, desapareció el día de vuelta, dejándolas tiradas. Menos mal que cierto redactor de “As” sufragó los billetes de retorno. Por supuesto fue este diario el único de tirada nacional, ocupándose de tan azarosa epopeya. En el hotel italiano, según queja generalizada, se escatimaba la comida, probablemente al no dar más de sí el precio acordado. Casi fue un milagro perder sólo 8-1. Las italianas, con 6 años más de media y muy bien entrenadas, parecían volar. ¿Qué podía hacer Maribel, ante ellas, nuestra benjamina, con sólo 11 años?

Nada de aquello pareció concernir a la FEF.

Concepción Sánchez Freire “Amancio”, estrella del Olímpico Villaverde, en 1973.

Concepción Sánchez Freire “Amancio”, estrella del Olímpico Villaverde, en 1973.

Incluso cuando desde la propia FIFA recomendaron a Pérez Payá dedicase cierta atención al fenómeno, incluyendo alguna partida económica para su desarrollo, nuestro máximo mandatario continuó impertérrito. Hubo nuevos requerimientos, porque desde FIFA se miraba con aprensión al organismo turinés capaz de organizar un Campeonato del Mundo anual, mientras aseguraba no querer ningún trato con el fútbol masculino y sus rectores. Si aquellos italianos lograban estructurar la versión femenina, extenderla por el orbe y hacer negocio mediante el “marchandaising” y la implicación de marcas comerciales, podían servir de inspiración a otros proyectos. Y no, eso sí que no. Por nada del mundo tolerarían que la Copa de Europa, sin ir más lejos, acabara organizándose por un puñado de clubes potentes, al margen de la UEFA. Tenían que acabar con la sede turinesa de un plumazo, por  constituir un malísimo ejemplo. Y para derrotarla, nada como abrir los brazos a las féminas. Dicho de otro modo, englobar cuanto antes  a las mujeres en las distintas Federaciones Nacionales.

Pérez Payá, finalmente, no tuvo más remedio que designar a un delegado federativo como interlocutor con el fútbol femenino. Y puesto que ninguno de los clubes grandes viese en el empeño otra cosa que un engorro, acabó en el carguito Pedro Ruiz Cossío, presidente del Rayo Vallecano. Quizás porque todo espaldarazo ilusiona, sus primeras manifestaciones estuvieron cargadas de optimismo, al tiempo que prometía ayudas. Luego, sin embargo, hizo lo posible por desacreditar cuanto debería haber impulsado, destinando la parca dotación dineraria a choques entre artistas de cine y variedades.

Por suerte, un puñado de hombres más anónimos seguían empeñados en pulir lo que desde muchos ámbitos seguía viéndose como simple sarampión. Fco. Javier Jiménez Velasco, José Mérida, Miguel Ángel Rubio, Miguel Yuste o Manuel Carlón, fueron sólo algunos. En Cataluña, gracias al dinamismo de Montserrat Fabregat, capaz de vincular en su proyecto a F. C. Barcelona y R. C. D. Español, acabó organizándose un campeonato regional…

Lo difícil, empero, era hacer que los clubes femeninos se mantuviesen vivos durante varios años. Surgían muchos, es cierto, pero ante las dificultades de toda índole y el reducido número de partidos que lograban disputar por año, raro era no desinflarse. En la localidad vizcaína de Galdácano, por ejemplo, un grupo de jóvenes se decidió a constituir el Goranta: “Todo empezó en plan de broma -confesó una de sus portavoces-. Pensábamos jugar contra los chicos, ellos con un pie atado. Pero al final lo hicimos contra otro equipo de chicas, pasándolo de miedo”. Ese conjunto, compuesto entre otras por Charo, Blanca, Marieli, Pili o Emili, se mantuvo durante 4 años, tras debutar en las fiestas de Santa Cruz, durante lo que podríamos considerar temporada 1967-68. Se enfrentaron a conjuntos de Amorebieza, Zalla, La Arbolada, San Miguel y Ortuella, pero no hubo relevo generacional en el pueblo. Eso sí, mostraron su rotunda negativa a vestir de blanco, como el hoy centenario Club Deportivo Galdácano: “Salimos con una raya roja en diagonal, sobre el fondo blanco, porque de ninguna manera queríamos vestir con la camiseta del Real Madrid”.

Conchi “Amancio” en el centro, con el Valdobbiadene, durante la segunda mitad de los 70. A su izquierda la danesa Susi Augustsen, excepcional goleadora y gran estrella europea.

Conchi “Amancio” en el centro, con el Valdobbiadene, durante la segunda mitad de los 70. A su izquierda la danesa Susi Augustsen, excepcional goleadora y gran estrella europea.

Parece que en todo el territorio nacional llegaron a coexistir, durante la segunda mitad de los años 70, cerca de 300 equipos. No menos de 4.500 muchachas dándole al balón cuando podían, tras salir del Instituto, la fábrica, o el taller, robando tiempo a sus domingos y soñando despiertas. Algunas, por muy distintas razones, deberían ser recordadas hoy como los pioneros masculinos de 80 años atrás. Y encabezando la lista Conchi Sánchez Freire, a la que apodaron “Amancio” tras marcar 5 goles en aquel partido Sizam-Mercacredit, el 8 de diciembre de 1970. La primera profesional española, aunque para vivir del fútbol necesitase ir a Italia, cuando en 1973 el Gamma-3 la tentó con una ficha de 75.000 ptas. anuales. Tenía 15 años y apenas ninguna duda. En 3 temporadas festejaría 2 títulos de Liga y uno de Copa. Luego fue pasando por el Valdobbiadene (2 Ligas en otras tres campañas), el Conegliano (doblete en Liga y Copa la campaña de presentación), Gorgonzola, Trani, Cagliari, Lazio, Prato, Verona… En total, 10 títulos de Liga y 5 de Copa, alineándose como ariete al principio, y más adelante en posición de extremo. En 1997, próxima a cumplir los 40, fichó por el Arsenal londinense, para colgar las botas después de 24 años sobre el césped. Afincada en Bristol, llegó a abrir una escuela para niños futbolistas.

Todavía en 1986, el fútbol seguía siendo cosa de hombres para los publicistas de “Soberano”.

Todavía en 1986, el fútbol seguía siendo cosa de hombres para los publicistas de “Soberano”.

Victoria Hernández también supo resarcirse de aquella decepción con el Stade Reims, enarbolando como pocas la bandera de una longevidad prodigiosa. Nada menos que 27 años activa, hasta cumplidos los 40, le permitieron retirarse a lo grande, con los títulos de Liga, Copa y Recopa en su última temporada, además de competir con la selección española de verdad, luego de que la Federación Española acabase reconociendo al fútbol femenino. Siempre, durante aquellos 27 años de ilusión, sin el menor estímulo económico, simultaneando la pelota con ocho horas de jornada en una fábrica de vaqueros y, cuando ésta cerró, en cierta distribuidora de productos farmacéuticos.

Comparada con estas carreras, la de Ángela Martín, 11 años activa, desde las 14 hasta sus 25 primaveras, casi se antoja breve episodio. Más corto fue el periplo de la central Beli Fuentes (5 años), o Isabel Sánchez Freire, hermana de Conchi “Amancio”, la benjamina de aquella selección no respaldada por nadie, y conocida para el fútbol como “Maribel”. Jugó sólo 4 años, hasta celebrar su decimoquinto cumpleaños. Pero su hijo Rufo Familiar no sólo iba a heredar aquella afición, sino el mismo espíritu aventurero que la impulsase a romper moldes. Así se explican sus experiencias en el exótico fútbol de Filipinas o Tailandia.

De todas ellas se ocupó más de una vez “As”. Con menos frecuencia, empero, de la que hubiesen merecido. Otras, como Trinidad García, Estrella Pascua, Reyes González o Yolanda, que cambió la pequeña portería de balonmano por la de postes blancos y larguero inalcanzable, tuvieron menos suerte. Igual que quienes vieron cómo la Federación Española concluía dando su brazo a torcer, no por convicción, sino por puro oportunismo. De todas ellas apenas si ha quedado algo más que unos nombres de pila.

El reconocimiento de nuestro fútbol femenino se produjo en 1983, cuando Italia, Bélgica, Inglaterra, Noruega, Francia, e incluso Portugal, ya gozaban de competiciones muy encarriladas y absoluto apoyo oficial. Ayudó en aquel paso, y no poco, la belicosidad del todavía embrionario sindicato de futbolistas españoles AFE, que en noviembre de 1980 estuvo deslizando la nada desdeñable amenaza de paralizar las competiciones mediante una huelga, en defensa de sus históricas reivindicaciones. Hacía falta un golpe de efecto, convinieron en la FEF; algo que desviase la atención pública. Y al órgano federativo se le ocurrió, entonces, anunciar a bombo y platillo su pláceme para un fútbol femenino federado. Sólo un par de semanas antes, ese proyecto había sido rechazado de plano por los clubes masculinos. Pero de pronto, el tan denostado balompié de féminas podía servirles de salvavidas.

Aún hizo falta tiempo para estructurar las categorías por edades y, sobre todo, para que muchas chicas jovencísimas alcanzasen la edad senior imprescindible en competiciones “adultas”. Sin embargo el gran paso, tan anhelado, ya era un hecho.

Fue, probablemente, el gran día de Rafael Ruiz Muga, hombre que como Quijote de la región centro venía luchando, apenas sin el apoyo de ningún Sancho Panza, contra incontables molinos de viento. Había mucho, muchísimo por hacer, pero con la Federación Española como avalista, todo iba a resultar bastante más fácil, conforme irían demostrando distintos teletipos. Rara era la quincena que no se creaba algún equipo. En la comunidad canaria, Cataluña, Euskadi, Galicia, Castilla…  A veces surgían de la nada. Otras, a partir de antiguas formaciones náufragas o a la deriva.

Como ilustración sobre lo complicado que fue poner en marcha ese tren, sirva este dato de Vizcaya, territorio donde no pocas chicas llevaban vistiéndose de futbolistas desde los aún muy intransigentes años 60. La Temporada 1982-83 echó a andar la Liga Territorial, con sólo dos equipos: Txorierri Neskak y Ollargan. El primero, compuesto con integrantes del Sondika Femenino, luego de que Volney Alonso, presidente del Club Deportivo Erandio y directivo de la Federación Vizcaína, las animase, habría de cosechar casi todos los torneos en litigio durante su breve existencia, comprendida entre 1982 y 1986. La campaña 83-84, ya compitiendo cuatro equipos, repitieron título, lo mismo que en la edición 84-85, con otros dos clubes más en liza. Aquellas jóvenes, Inma, Elisa, Puri, Esther San José, Amaia, Rosi, Esther Goirigolzarri, Maribel, Itziar, Paloma, o las internacionales Ana Astobieta, Laura, o Maite, se despidieron con otra Liga Territorial en su cuarta y última gloriosa temporada.

Selección española de 2017. Aún hay gradas semivacías, pero viniendo de donde viene nuestro fútbol femenino, su progresión resulta formidable.

Selección española de 2017. Aún hay gradas semivacías, pero viniendo de donde viene nuestro fútbol femenino, su progresión resulta formidable.

Indudablemente debía hacerse duro entrenar bajo la lluvia, con frío, poca luz y sobre el fango, para luego saldar la temporada con 7, 10, o como máximo 12 enfrentamientos. Se necesitaba mucha devoción por el esférico.

En 1991 se disputó el primer Campeonato Mundial Femenino organizado por la FIFA. Treinta años después del que montase, con enorme acogida entre el público, aquella otra Federación desde Turín, un organismo del que hoy nadie se acuerda. Nuestra selección nacional, ya con escudo en las camisetas y sin impedimentos para que sus jugadoras se envolviesen en banderas, si les apetecía, mejoró tan rápida como constantemente. Llegaron los patrocinios. A veces hasta se abrían campos grandes y emblemáticos, como el viejo San Mamés, para acoger determinados choques…

Las mujeres, por fin, conquistaban otra meta, pese a las muchas piedras que durante decenios fueron arrojando en su camino.




Pedradas al fútbol femenino en España

Antaño ya se analizaron en esta publicación algunas razones determinantes del tardío desarrollo que el futbol femenino vivió por nuestros pagos. Elementales argumentos de espacio dejaron, entonces, varios puntos sin enhebrar. Déficit que ahora corregimos con éste artículo y el que, a modo de corolario, verá la luz el mes próximo.

Si en “El lastre congénito del fútbol femenino español” se partía del triunfo franquista en la Guerra Civil, y la inmediata entrega del deporte a Falange -a su Sección Femenina por cuanto al de las mujeres respecta-, aquí cabe retroceder algo más aún. Hasta Galicia durante el periodo 1921-1924, puesto que allí una chica llamada Irene no sólo ejercía como guardameta y capitán, sino que estuvo haciéndolo junto a diez varones en un equipo que llevaba su nombre, el Irene Football Club. Aunque la entidad fuese modestísima y compitiera sin federar en partidos de Feria, exhibiciones y amistosos, lo insólito del caso hizo que algunos medios recogieran tamaña novedad.

Transcurridos un par de lustros, allá por 1932, cuando la mitad de nuestros ancestros iban a ver reconocidos, por fin, distintos derechos fundamentales tras proclamarse la República, un puñadito de chicas jóvenes volvieron a agruparse en torno al balón.

“Nadie había hecho tanto por la mujer española como el gobierno de la II República”, recogen hoy algunos manuales de bachillerato. Y: “Por primera vez, las mujeres pudieron participar activamente en el devenir político, al otorgárseles derecho al voto. Clara Campoamor, Julia Álvarez Resano, María Zambrano, Federica Montseny, Victoria Kent o Margarita Nelken, hasta tuvieron cabida en importantes órganos administrativos, sociales, o de decisión”. Verdad, en líneas generales, aún necesitada de amplios matices.

Porque la promulgación del voto femenino fue objeto de muy encendidos debates entre republicanos convencidos, ante la posibilidad de que a la postre no acabaran votando las mujeres, sino indirectamente sus confesores, reacios a cuanto la nueva doctrina política pretendía alterar. Por otra parte, y aun contando con las muy combativas sufragistas, el papel real de nuestras bisabuelas tampoco es que cambiase mucho. Tantos siglos de tradición, de “tú te callas porque yo lo digo”, de “aquí mando yo”, requerían un tiempo para germinar y florecer, que la República no tuvo. Aquella, empero, desde un punto de vista puramente deportivo, y banal por tanto, pudo haber sido una buena oportunidad para que las mujeres tomasen el fútbol al asalto, y no precisamente como espectadoras. Pero incluso entonces serían utilizadas por avispados oportunistas, gente que sólo vio en tan drástica apertura un opíparo negocio, a su costa.

La Agencia Artística Abaurrea fue quien mejor explotó aquel filón, conformando a toda prisa dos equipos femeninos, Valencia F. C. y España F. C., de Madrid, a los que envió de gira por Zaragoza, Córdoba, Palma de Mallorca, Madrid, Huelva, Sevilla, Badajoz o Málaga, entre otras capitales de provincia, coincidiendo, para engordar taquillas, con la celebración de fiestas o ferias patronales.

Anuncio de la Agencia Abaurrea en el periódico sevillano “La Unión” (15-IV-1932). Mientras algunas mujeres trataban de liberarse, los oportunistas encontraban nuevas fórmulas para hacer caja a su costa.

Anuncio de la Agencia Abaurrea en el periódico sevillano “La Unión” (15-IV-1932). Mientras algunas mujeres trataban de liberarse, los oportunistas encontraban nuevas fórmulas para hacer caja a su costa.

Se trataba, en realidad, de elencos muy bien avenidos, puesto que viajaban y se hospedaban juntos, allá donde dirimiesen choques de exhibición. El morbo, obviamente, debía actuar como fuerza movilizadora en los graderíos, y no parece que la prensa se tomara muy en serio a las 22 muchachas, atendiendo a lo anodino de sus reseñas, al emplazamiento de éstas, no en la sección deportiva, sino en la de espectáculos, y a un inequívoco tono entre publicitario y de gacetilla social: “(Los conjuntos), cuya mejor garantía es haber contendido recientemente en Madrid, Zaragoza y Granada con un rotundo éxito tanto deportivo como económico, están formados por unas «equipiers», que a su calidad femenina unen una gran destreza deportiva, realizando un juego limpio, valiente y emocionante», glosaría la prensa sevillana, según testimonio de nuestro compañero Alfonso Del Castillo. O el más condescendiente “algunas jugadoras lucieron una curiosa destreza en lides tan varoniles”, en otros diarios de las ciudades en gira.

Flor de un día, en suma. Los dos equipos de Abaurrea duraron tanto como la provocativa novedad. Y de aquellas esforzadas futbolistas no quedó ni rastro; tal fue el interés con que los medios se tomaron la gira.

Otros deportes femeninos sí llegaron en enraizar, luego de verse favorecidos por el ventarrón republicano. El de frontón con raqueta, por ejemplo, vigente hasta mediados de los 50, y durante cuya edad de oro las raquetistas viajaban contratadas no sólo de Madrid a Valencia o Barcelona, sino incluso a China y Filipinas. “Chiquita de Anoeta”, María Consuelo, Agustina, Angelita, Matilde “La Madrileña”, Pili, Toñi, Mari “La Ciclón”, Irura, Marichu, que habría de casarse con el torero Curro Caro, fueron algunas estrellas de relumbrón. Eran chicas normales en un universo franquista donde exhibirse ante hombres en “paños menores” estaba oficialmente muy mal visto, por más que el mundo real, el del día a día, evolucionase por sendas divergentes. El maestro de periodistas Eduardo Haro Tecglen rememoró más de una vez a cierta novia raquetista, contratada en el frontón madrileño Chiki Jai. Puesto que el amor le llevaba a pasar mucho tiempo en aquellas instalaciones, el más adelante reputado columnista adquirió fama de entendido, hasta el punto de requerírsele como augur en “pelotillas” y “quinielas”. Para la sociedad bien-pensante, en cambio, “raquetista” venía a ser sinónimo de buscona, allá por los 60 del desarrollismo, tiempo ya de bikinis y afluencia extranjera buscando solazarse en nuestro litoral. Eso, al menos, refleja este diálogo extraído de un sainete radiofónico:

“- Y al chico, ¿dónde lo tienes esta vez?.

– Por ahí, mujer. Con su deporte y sus cosas. Esperemos no se líe con una cupletista, como el tío Alejandro…

– Chica, si hace deporte lo tendrá más fácil con una raquetista. Siempre será más sano, digo yo.

– Quita, quita. ¡Qué más dará raqueta y pantaloncito corto, que plumas y lentejuelas! Total, todo es enseñar muslo entre humo de tabaco y hombres vociferantes.

– Pero las deportistas…

– Nada, nada. Para deporte la equitación, que van bien tapaditas.”

Hasta 1955 no es fácil encontrar referencias al fútbol femenino en nuestra prensa, por la sencilla razón de estar proscrito a instancias de la Sección Femenina. Y cuando asomaba, casi siempre era mediante notas de agencia destinadas al rincón de curiosidades y pasatiempos. Malo, pero que muy malo, si las futbolistas merecían honores de editorial, como evidenció Martínez Gandía, una de las más prestigiosas firmas de “Marca”, el 6 de enero de 1951. Como regalo de reyes, su expansión titulada “Las ladies futbolistas” tendríamos que considerarla casi juguete bélico:

“Un periódico acaba de lanzar esta insospechada interrogación: ¿Deben las mujeres jugar al fútbol? Nuestra contrainterrogación es: ¿Debe llamarse mujeres a las mujeres que juegan al fútbol?

Pues por lo que leemos, hay mujeres que juegan al fútbol, no en un partido así, a la broma bromita, sino en serio, encuadradas en un club y todo. Así, no hace mucho, se celebró un encuentro internacional femenino, entre equipos de Inglaterra y Francia. Y también nos enteramos de que el Dick Kerr´s Ladies, de la ciudad de Preston, en Lancashire, es el más potente de los clubes femeninos británicos de fútbol.

Las mujeres, en el fútbol, están bien en la tribuna, y si están bien en la tribuna, tampoco estarán mal fuera de ella, pero sin invadir nunca el terreno de juego. Una mujer vestida de futbolista y con esas botazas tan enormes, resulta de una comicidad tan espesa que sólo sería reída por espectadores de cerebro primitivo. O sea que para el espectador moderno, ni siquiera la cosa tendría gracia.

Comprendemos por algunas razones domésticas, que ciertas mujeres sientan interés por aprender boxeo, lucha libre, lanzamiento de peso y otros deportes, por lo que puedan tener de aplicación en posibles situaciones, y por lo que puedan contribuir en un momento dado a imponer un criterio; pero la finalidad de la mujer jugando al fútbol no la vemos por ninguna parte.

Y desde luego apostamos veinte contra uno a que esas “ladies” que practican el fútbol en Inglaterra, y esas “mademoiselles” que hacen lo mismo en Francia, tienen las piernas más feas que la pata de un borriquito.

Compréndalo ustedes. De no ser así, habrían elegido el patinaje artístico”.

Chiste aparecido también en “Marca”, en vísperas de un partido internacional España-Polonia (junio de 1959). Para este tipo de “razones domésticas” recomendaba Martínez Gandía algún conocimiento de lucha libre y boxeo.

Chiste aparecido también en “Marca”, en vísperas de un partido internacional España-Polonia (junio de 1959). Para este tipo de “razones domésticas” recomendaba Martínez Gandía algún conocimiento de lucha libre y boxeo.

Sin duda, don Rafael Martínez Gandía era hombre de su tiempo. Pero ateniéndonos a su propia escala, tampoco es que pudiese alardear de un cerebro último modelo.

Durante la segunda mitad de 1954, pocos, muy pocos diarios, quisieron hacerse eco de una nota de teletipo, según la cual, el Oberelbert, equipo renano encuadrado en una de las numerosas ligas teutonas antecesoras de la Bundesliga, elevó una consulta a su Federación Regional, sondeando se le autorizase a incluir en sus alineaciones dos o tres muchachas, “ante la falta de mejores representantes masculinos”. Un anónimo redactor, añorante, quizás, de tiempos muy turbios, no quiso hurtarnos su punzante sorna, a modo de comentario: “¡Pues sí que ha decaído la hasta hace bien poco poderosa Alemania! ¿Será culpa de Coca-Cola y las tragaperras musicales?”.

Poquito después, en febrero de 1955, Albania, y ya era raro, asomaba incluso a los medios del Movimiento. Aquel país encerrado en sí mismo, ultracomunista, maldito incluso para la mismísima Unión Soviética, a raíz de su adscripción maoísta, cuya visita estuvo expresamente prohibida a los españoles hasta avanzados los años 80, mediante nota impresa en los pasaportes, si saltaba a las linotipias había que ponerse en lo peor. Persecución a los escasos cristianos sumidos en la clandestinidad. Imágenes de templos convertidos en polvorines, porquerizas o graneros. Destrucción de crucifijos. Tractores con tracción por cadena, como los tanques, arando campos comunales, “susceptibles de convertirse en panzers, ante una hipotética invasión”… Pero esa vez no iba de adoctrinamiento ideológico, o apostólico, sino de mofa.

“El mejor futbolista de Albania es una mujer”, titularon. Añadiendo a continuación: “Myriam Teliti se llama la balompédica dama, a la que parecen dispuestos a incluir en su equipo nacional”.

Ni siquiera hizo falta añadir comentarios. En España se había apuntado mediante toda suerte de argumentos que el comunismo, con mandos femeninos en el ejército, lanzadoras de peso y jabalina en los Juegos Olímpicos, o venerables matronas conduciendo trenes, convertía a las mujeres en marimachos, extirpando, al mismo tiempo, todo asomo de virilidad a sus hombres.

El diario “Marca”, por cierto, tan sólo recogió este hecho en el recuadro anecdótico que por esa época cubría vacíos publicitarios.

En Inglaterra trataron de hacer algo serio del fútbol femenino allá por 1957, conforme atestigua la instantánea.

En Inglaterra trataron de hacer algo serio del fútbol femenino allá por 1957, conforme atestigua la instantánea.

En marzo de 1957 Keystone-Nemes, agencia de noticias dirigida desde Madrid por el exjugador húngaro del Santander y Real Madrid Jorge Neufeld Nemes, distribuyó una foto con respetuoso pie, titulado “Las mujeres juegan al fútbol”: “El deporte femenino avanza a pasos agigantados, como si se hubiera calzado las botas de siete leguas del cuento. Véase este grabado y sáquese de él la deducción lógica. No se trata de un encuentro más, sino de un partido internacional jugado entre las selecciones de Alemania y Holanda, que terminó con el resultado de 4-2 favorable a las germanas. En la fotografía se ve a Christina Kleinhans, de 19 años, y a Dutch Faber, de 26, jugadora holandesa. Observan que la primera tira a gol con el mejor estilo”.

Demasiada condescendencia para semejante provocación, puede que considerase alguien. Porque lo cierto es que apenas unos días más tarde, el 25 de abril, el diario deportivo “Marca” recogía bajo el titular de “Si las mujeres jugasen…” otra imagen de “Fiel”, con un texto destinado tanto a poner las cosas en su sitio, como a reivindicar un humor carpetovetónico: “Parafraseando la letra de la canción zarzuelera, podríamos cantar aquello de Si las mujeres jugasen… Y añadir una serie de sugerencias que preferiríamos dejar a la propia iniciativa del lector, que no todo vamos a decirlo nosotros. Y viene ello a cuenta de esta fotografía, que recoge un momento del partido femenino de fútbol entre las selecciones de Alemania Oeste y Holanda Este ganado por la primera 6-1, en el que vemos a la portera alemana -quizá una buena cotilla, para estar a tono con el cargo- fraulein Quast. Lo que más nos sorprende es lo que dice el pie de la Agencia: Que al partido, celebrado en Frankfurt, asistió poco público. Aquí con una selección bien hecha, el lleno estaba asegurado. ¡Palabra!”.

Y por si la idea aún no hubiese quedado clara, el mismo medio reincidía con fecha 10 de mayo, bajo otra foto de “Cifra” titulada a secas “Fútbol femenino”: “Estas chiquillas son jugadoras de un equipo de fútbol inglés. Ellas, aficionadas todavía, tienen que preocuparse hasta de las botas para preparar su gira por Portugal, próximo país a visitar, dando a conocer su juego. El caballero de gafas es su preparador. Él les enseña a jugar mejor y ellas, para no olvidar las labores caseras, se cosen los jerséis o zurcen los pantalones”.

Quizás cuando el redactor de “Marca” invocaba “una selección bien hecha”, estuviese pensando en lo que el humorista navarro Serafín ilustró 15 años después (1972).

Quizás cuando el redactor de “Marca” invocaba “una selección bien hecha”, estuviese pensando en lo que el humorista navarro Serafín ilustró 15 años después (1972).

Excesiva reiteración para no pensar en directrices o consignas. Porque en marzo de 1959, se recogía una crónica de Félix Centeno desde Buenos Aires, sobre el avance del fútbol con féminas en Argentina, donde a los dos equipos existentes desde hacía tres meses acababa de sumarse un tercero y ya se anunciaba la creación del cuarto, todos ellos con sede en la periferia bonaerense. Desde las provincias de interior, además, se pedía una gira, para ver si merecía la pena crear en ellas otras entidades. “Lo cierto es que a los partidos va mucha gente -argumentaba Félix Centeno- y que el espectáculo de las futbolistas no tiene nada de ridículo. No juegan, desde luego, como los equipos masculinos. Pero tampoco se trata de una charlotada femenina. Ponen pasión, entusiasmo, hacen pases, tiran a gol…” El cronista recogía, igualmente, cómo caía entre la población semejante despliegue de habilidades: “Los clásicos protestan. Dicen que la mujer ha nacido para funciones delicadas, y que el fútbol es una hermosa brutalidad. Quienes se autocalifican de modernos dicen que las mujeres deben hacer los que les dé la gana, y por lo tanto jugar al fútbol, si les apetece”. No obstante, la crónica de uno de esos encuentros no deja de rezumar cierta condescendencia, producto, al fin y al cabo, de la época: “Así y todo, tiraron a gol varias veces. Algunas, el esférico salió a un lado o cruzó la valla sobre el larguero, pero en otras ocasiones hizo falta la intervención directa de las dos señoras o señoritas porteras (porque en ambos equipos alternan las solteras y las casadas, algunas de éstas respetables aunque juveniles mamás). Y en todos los casos pararon el balón. Es más, hubo tres penaltis, como lógica consecuencia de la pasión que ponían cuando llegaba el peligro. Y fueron detenidos los tres. Se dirá que llevaban poca fuerza, pero eso no quita para demostrar que las guardavallas tenían vista y mérito”.

Hasta ahí todo correcto. Podría haber sido un artículo laudatorio, incluso. Si algún redactor no hubiese añadido un pie de foto bastante reñido con cuanto antecede: “No Lo pueden evitar. Antes de salir al campo a patalear y sudar, las chicas, ante el espejo, se arreglan el peinado y se pasan la barra de colorete por los labios. Y en el descanso se vuelven a recomponer la figura”.

Pero no era Argentina el único país americano donde ellas querían jugar al fútbol. En la fértil Costa Rica, enclave futbolero donde los haya, como justifican los numerosos campeonatos de la CONCACAF  arrebatados por los “ticos” a México, cuatro equipos de muchachas luchaban por asentarse. Una crónica de Zoquiñas -alias periodístico de José Mª Penabad- fechada en diciembre de 1956, aseveraba que las futbolistas costarricenses estaban entre las mejores de América. “Ni las inglesas y holandesas o italianas pueden hacerles mella. Verlas jugar es un espectáculo magnífico. Es un ballet, que tiene por meta incansable y desorganizada la de ir detrás de la pelota de cuero. Y tan perdonable en su “despiste” como, en conjunto, es bella la armonía de sus esbeltas figuras”. Existían cuatro equipos reales, con directiva, socios y un mínimo de estructura. Y como aún no existiese ningún campeonato regular, disputaban abundantes amistosos entre sí o contra formaciones del área caribeña. El máximo responsable de dos de esos conjuntos, América e Independiente, se despachaba sin ambages contra los regidores locales: “Nuestro vicepresidente de la Dirección General de Deportes dice que los médicos creen que es una temeridad consentir a las chicas la práctica del fútbol, por no reunir el suficiente vigor, y además que es perjudicial por una serie de enfermedades que la mujer lleva consigo. Enfermedades que se le presentan a medida que desarrolla esfuerzo físico”.

La gran estrella “tica”, su ariete Greis Mora, llegó a ser calificada por la prensa de Curaçazo “mejor ariete que el de la selección masculina costarricense”. Al menos hacía gala de una velocidad endiablada y gran regate, tenía 20 años y en su casa, desde que tuvo uso de razón, afirmaba no haber oído hablar sino a todas horas de fútbol. Precoz donde las haya, con 14 años ya era titular del Deportivo Costa Rica, en posición de extremo izquierdo. Otra buena realizadora era Dulcia Meoño Bermúdez, interior del Independiente a sus 19 años.

Respecto a la predisposición de estas jóvenes para asimilar tácticas, conceptos y sistemas, Pachico, entrenador forjado en una escuela brasileña cuya labor se distribuía entre un club masculino de 1ª División y dos femeninos, aseguraba: “Son más disciplinadas que los hombres. Asisten a todos los entrenamientos, si bien hay que reconocer su falta de puntualidad. En ellas no hay improvisación; salen al campo pendientes de hacer lo que les mande”. Entre sus pupilas existía amplio espectro de edad: “Alguna pasa de los 30 años, pero se nos acaba de casar la portera, con 22, y el marido no quiere que siga jugando. Otras riñen con el novio por la misma causa”.

Todo esto, lo de los novios celosos y maridos proclives a la prohibición, sería muy bien comprendido por los españoles de su tiempo. Cuesta más trabajo entender que argumentos muy similares a los del vicepresidente de deportes caribeño iban a ser esgrimidos, 15 años después, sin medias palabras ni falsos pudores, por los máximos jerarcas de nuestra Delegación Nacional de Deportes y la Sección Femenina.

Por supuesto, en 1956, 57 ó 58, ningún gobernador civil hubiese autorizado la celebración de partidos de fútbol femenino entre nosotros. España era diferente, como rezase el eslogan turístico destinado a incentivar visitas desde el extranjero.

La vida seguía a este lado de los Pirineos, con sus penurias, pequeños anhelos y largas jornadas laborales, refractaria a casi cualquier innovación.

El 11 de marzo de 1961, “Marca” daba cabida a un nuevo y breve suelto, bajo el genérico título de “Mujeres”. Cualquier adjetivación se nos quedaría corta, hoy día:

“En Londres existe un equipo femenino de fútbol, compuesto por mujeres de 15 a 18 años, que ya la pasada temporada consiguió cinco victorias en los nueve encuentros disputados, algunos de ellos ante equipos masculinos. Se trata de The Smashers. El mejor triunfo lo logró frente a un club masculino de Gainsborough, por el claro resultado de 8-4. Ahora, en unas declaraciones publicadas, las muchachas de The Smashers han manifestado que se entrenan cuidadosamente, sacrificando reuniones sociales, pero sin olvidar sus estudios. Se observará fácilmente el espíritu deportivo de los equipos masculinos ingleses enfrentados al femenino en cuestión. Total, con soltar un ratón en el campo…”

El machismo estaba omnipresente en la sociedad española de los 50. Cartel, hoy impensable, de una película estrenada durante 1958.

El machismo estaba omnipresente en la sociedad española de los 50. Cartel, hoy impensable, de una película estrenada durante 1958.

Y aún hay más. En abril de 1962, el mismo medio se hacía eco de la preocupante merma de espectadores registrada en los campeonatos de Gran Bretaña, achacable, en buena medida, a la presión de muchas novias y esposas:

“Una de las conclusiones a que han llegado los técnicos especialmente contratados, es que las mujeres son culpables del descenso de espectadores que se observa en los campos de fútbol. Según estos informadores, esposas y novias sirven de freno a los hombres, no dejándoles ir solos al fútbol. Uno de los técnicos añade que debe proporcionarse un fútbol con más emoción, y en condiciones confortables, atrayendo así a esposas e hijos de los espectadores habituales”.

Las féminas, según “Marca”, medio deportivo nacional de referencia, no sólo no valían para jugar al fútbol, sino que pretendían llevarlo a la extinción. Pasaban por alto, sin embargo, un pegadizo éxito musical de la época, muy festivalero, cuya vocalista se preguntaba:

“Por qué, por qué,

cada domingo por el fútbol me abandonas

y yo me quedo en casa siempre sola.

¿Por qué? ¿Por qué,

no me llevas contigo alguna vez?”.

Contrasta el trato otorgado a las mujeres futbolistas, no sólo en esta cabecera, sino en las de información general, con el dispensado a deportistas de otras especialidades. El 17 de mayo de 1957, el propio “Marca” justificaba así otra imagen de la agencia Keystone-Nemes, titulada “Mamá va a jugar al tenis”:

“Para ejemplo de esas madres de familia que no tienen tiempo para nada, ahí está la fotografía. Se trata de Lorna Cawthrone, conocida jugadora de tenis que, a pesar de tener una chiquilla de pocos meses -Zoe se llama- y otra de tres años -Trudy es su nombre-, no pierde sus partidos de entrenamiento ni de Campeonato. Ella toma a la más pequeña en brazos, bien envuelta en los pañales; coge a la otra de la mano, portadora de la raqueta, y se marcha a disputar a pelotazo limpio el triunfo a su rival. Mamá Lorna es todo un ejemplo”.

Y no es que el tenis, deporte muy bien visto desde la Sección Femenina, gozase del natural privilegio, o que tras los éxitos de Lilly Álvarez la raqueta hubiese conquistado un merecido puesto en el Olimpo deportivo patrio. Cuatro años más tarde, el 11 de marzo de 1961 y sirviéndose como coartada de otra imagen distribuida por “Alfil”, algún redactor de “Marca” escribió:

“Los franceses han concebido la idea de introducir una innovación en las carreras de caballos: los jockeys femeninos. De esta manera, este deporte adquiere un nuevo interés, en medida proporcional a la belleza de las jóvenes amazonas. En Cagnes-sur-Mer se ha celebrado la primera carrera de esta modalidad. Acudió mucho público y se cruzaron apuestas por valor de más de 7 millones de francos antiguos. Resultó ganadora la hija del actor René Lefévre. Y aquí tienen ustedes a las 13 chicas participantes”.

Hasta el piragüismo femenino era digno de todo respeto para el citado diario. Para muestra, otro pie de foto aparecido en agosto de 1957:

“Se puede ser guapa, francamente guapa y delicada, como la chica de la foto, y practicar al mismo tiempo un deporte fatigoso y violento como es el remo. La chica se llama Gitta Holmnielsen, es miembro del Lyngbi Dame Rockclub, de Copenhague, y acaba de participar en unas pruebas celebradas en el lago del Hyde Park londinense, donde el fotógrafo aprovechó la ocasión para impresionar el clisé. Gitta, destacada piragüista danesa, va a tomar parte en los Campeonatos de Europa que tendrán efecto el mes próximo en Duisburg (Alemania), a donde concurrirá también un grupo de remeros españoles”.

Remeros. Maticémoslo, por si alguien no hubiese reparado en ello. Las españolas, como mucho, sólo podían tomar los remos en el estanque del Retiro.

Igualito, pero que igualito, el prisma empleado para enjuiciar a tenistas, jugadoras de fútbol, y piragüistas o amazonas.

Y eso que ellas aún no osaban vestir de corto y perseguir la pelota por nuestros campos embarrados. O mejor dicho, no lo hacía nadie, aparte de Pepita Antolín, que en 1958 llevaba 20 años arbitrando partidos de Educación y Descanso. Justo en febrero de 1961, tres años después de colgar el silbato, harta de que le negasen toda posibilidad de ingreso en la Federación Española de Fútbol, la prensa se ocupó de ella. Nunca había cobrado un céntimo por pitar, seguía entrenando, porque pese al retiro tampoco iba a hacer ascos a dirigir algún partidillo informal, y practicaba baloncesto y atletismo, entre otros deportes. Fuentes Guío, su entrevistador, tampoco es que empezase con muy buen pie:

“A pesar de practicar todas las ramas del deporte, no comprende cómo pudo verse envuelta en lo de ser árbitro. Ni nosotros tampoco lo comprendemos, porque Pepita es muy femenina”.

Sus inicios fueron fruto de la casualidad. Un domingo por la mañana fue a ver un partido de juveniles; el balón llegó a sus pies antes de iniciarse el choque y sin pensárselo comenzó a regatear mientras avanzaba y concluía disparando a gol. Acabó jugando ese partido, en el puesto de interior, y su equipo salió triunfante. Siete días después, uno de aquellos chicos fue a buscarle con intención de que les arbitrara. Pensó, incluso, en la posibilidad de que estuviese tomándole el pelo. Pero ese muchacho insistió lo bastante para extraerle el sí, por más que ni siquiera estuviese familiarizada con el Reglamento. Una vez sobre el campo terrizo, quizás por efecto de la sorpresa al ver a una chica tan joven dirigiendo a 22 adolescentes, el público le aplaudió muchísimo. Tenía 15 años y la autoestima por las nubes.

Todavía en 1972 había quien convertía a las porteras de finca urbana en afanosas guardametas. Y peor aún, prensa escrita que reía estas “gracias”.

Todavía en 1972 había quien convertía a las porteras de finca urbana en afanosas guardametas. Y peor aún, prensa escrita que reía estas “gracias”.

Le faltó tiempo para comprar un “Reglamento del Fútbol”. El de Pedro Escartín, con toda probabilidad. Lo de pitar partidos de Educación y Descanso fue tan sólo la consecuencia más lógica. “Me han querido sacar a hombros muchas veces -confesaba orgullosa-. Pero yo no me he dejado coger”. Nunca tuvo problemas serios, quizás porque aquellos choques, de aficionados puros sin ninguna expectativa de vuelos más altos, cuya organización corría a cargo del sindicato vertical, estuviesen presididos habitualmente por el “fair-play”. “Sólo una vez me gritó uno que fuese a fregar”. El partido más difícil entre cuantos tuvo ocasión de dirigir fue el disputado en Vallecas, entre un equipo de Falange y otro de la Legión. Faltó poco para que saltasen chispas.

El redactor, naturalmente, ponía todo su empeño en retratarla como una mujer normal. Muy mujer, incluso. No fueran a derivarse dudas acerca de su feminidad, por lucir trencilla y silbato. “En sus años de iniciación, Pepita tuvo un novio a quien molestaba que ella ejerciese de árbitro. Pero terminó acostumbrándose, tomándolo a broma. Un día fue a verla al campo, y para que no le impidieran el paso dijo: Soy el esposo del árbitro”.

Lamentablemente, Pepita Antolín no pudo cumplir su sueño de colegiarse con todas las de la ley. Un artículo prohibía a las mujeres ejercer el arbitraje. Durante algún tiempo creyó, o le hicieron creer, que aquella norma acabaría desapareciendo un día. Pero cuando el día se convirtió en años y éstos en lustros o decenios, acabó desinflándose. Si no iban a admitirla en la F.E.F., tampoco valía la pena continuar.

Otra vocación frustrada. Una mujer adelantada a su tiempo, dándose de bruces contra la realidad.

Pero cuidado, tampoco vayamos a pasarnos de frenada. Porque desde Inglaterra, país mucho más tolerante con las mujeres que se decidían a practicar el fútbol, una nota de Alfil fechada el 7 de noviembre de 1966 informaba que cuatro muchachas, después de haber aprobado sus exámenes para convertirse en árbitros, no podrían ejercer. Allí también se había blindado la Football Association, introduciendo una norma prohibicionista para los arbitrajes femeninos. Margaret Wood, de 18 años, natural de Stockport, Ruth Hopkins, de Hereford, Joanna Morris, de Creewe, y Joan Wooldridge, de Eltham-Londres, las tres con 19 años, ni muchísimo menos aceptaron el veto con plácida resignación. “Esta actitud resulta increíble -manifestó Joanna, la más combativa-. Si hubiera mujeres árbitros, la conducta de los jugadores mejoraría. Y desde luego no emplearían palabrotas”.

Justo un mes antes, y desde Venezuela, llegaban noticias acerca de un equipo femenino fundado por Ángel Murcia Rodríguez, emigrante de la región murciana que, no podía ser de otro modo, bautizó al club como Real Murcia. “El citado conjunto lleva ya jugados 3 encuentros -aseguraba otra nota de la misma agencia-, y la figura del mismo es conocida por La Pelé”.

Así seguía viéndose el fútbol femenino en agosto de 1972. A los españoles nos costaba erradicar tanta caspa cronificada.

Así seguía viéndose el fútbol femenino en agosto de 1972. A los españoles nos costaba erradicar tanta caspa cronificada.

Entre nosotros, las cosas no mejoraron por cuanto al fútbol femenino respecta, durante el prodigioso decenio del “Seat 600”, las excursiones a monte y playa en “Vespa” o “Lambretta”, el pluriempleo, los receptores de televisión reinando desde el salón de muchos hogares, con o sin bailaora flamenca sobre el aparato. Ni siquiera despegaría de verdad el deporte de mujeres, en su conjunto, pese al conocido slogan de “Contamos contigo”. Ese “contigo” debía ir dirigido sólo al género masculino. Baste, como referencia, el número de federadas durante el curso 1970-71, según registros de la Delegación Nacional de la Sección Femenina. Los 10 deportes mayoritarios -baloncesto, balonmano, voleibol, natación, atletismo, gimnasia educativa y deportiva, tenis de mesa, hockey-sala y sobre hierba- englobaban a 110.279 practicantes, incluido, claro está, el deporte junior y los Campeonatos Escolares. Baloncesto, con casi la mitad de esas fichas (53.584), y balonmano (14.225), se llevaban la palma. El hockey, tanto en su modalidad de sala, como sobre hierba, gozaba de mucho menos gancho, o instalaciones donde practicarlo (1.209 y 886 fichas, respectivamente). Atendiendo a su distribución provincial, Madrid y Barcelona encabezaban el ranquin, con 6.912 y 5.863. Alicante (4.349) era la tercera, para sorpresa de muchos. Y Valencia la cuarta, con 277 fichas menos. Barcelona y las provincias norteñas arrojaban el mayor nivel técnico, que en honor a la verdad y salvo excepciones, referidas sobre todo a la natación, tampoco es que rayase a gran altura. Por supuesto, ni fútbol ni ciclismo existían para la Delegada Nacional de Sección Femenina, como pudo colegir Lomana en su entrevista a Doña Alicia Lage Cuñado, mandamás del deporte femenino en España, allá por la primavera de 1971, para el aún balbuciente diario “As”.

“El fútbol en nuestro caso, ha nacido viciado. No como deporte, sino como espectáculo que comenzó a organizarse en las distintas Facultades, para recaudar fondos cara a los viajes de paso del Ecuador o fin de carrera. (…) Por ese mal nacimiento no es deporte, sino espectáculo con muchos intereses por medio; recuerdo el caso de aquellas artistas… Y por supuesto ni está federado ni sus participantes pertenecen a la Mutualidad. Es un espectáculo pirata”.

La farmacéutica y Regidora Central de Educación Física y Deporte Femenino se refería, con su velada invocación a “las artistas”, a unas matinales benéficas organizadas en Vallecas, ya tratadas en el artículo aludido al inicio. Ciertamente, esos choques entre Modernas y Folclóricas, o Artistas de Cine y del Folclore, eran por cuanto al fútbol se refiere, lo que el Bombero Torero al más genuino espectáculo taurino. Cuando el entrevistador reprochaba a su anfitriona su empeño en ignorar a las muy, pero que muy escasas futbolistas, sumidas, claro está, en pleno limbo, “la señorita Alicia”, como fuera presentada al lector, se engallaba un tanto:

“No ignoramos, digamos que no entran en consideración. Pero nos preocupa, de todas formas, y estamos recabando estudios y opiniones desde hace algún tiempo”.

También sobre el ciclismo femenino, cuyo Campeonato Mundial iba a disputarse en Barcelona, su improbable aceptación estaba analizándose:

“Lo que no podemos hacer es dar vía libre a un deporte, de buenas a primeras, con urgencias, precisamente porque en España vayan a tener lugar esos campeonatos el próximo año. ¿Con qué fines lo hacen? ¿Hasta ahora se habían ocupado de ello? Estamos en una etapa de asesoramiento físico, médico y técnico. Y creo que el margen de tiempo con que contamos hasta el próximo verano, hace prácticamente imposible que vayamos a tener participantes españolas”.

Es bien sabido. Nada, para dilatar sine die cualquier decisión, como constituir comisiones de estudio y análisis.

Pero por mucho que se empeñase la Sección Femenina, órgano apolillado e inútil en los albores de 1971, ya con cita ineludible en el desguace, la voluntad, testarudez bendita, incluso, de unas cuantas jóvenes devotas del balón, iba a resultar irrefrenable. Importaba poco cuantas pedradas tuviesen que esquivar, o los guijarros que durante todo el decenio irían poniéndoles en el camino justo quienes, como máximos regidores del fútbol nacional (Federación Española), deberían haberlas ayudado. Pequeños detalles, como el partido disputado la Navidad de 1970, en un Camp Nou con gran entrada y Ramallets dirigiendo desde el banquillo a las vencedoras, apuntaban inequívocamente hacia un cambio no sólo de permisividad social, sino incluso ideológico. Un poco antes, el 8 de diciembre de 1970, en el estadio del Boetticher, de Villaverde, las chicas de Sizam se habían impuesto a las del Mercacredit por 5-1 -en realidad se trataba de un único equipo, dividido para la ocasión- ante 8.000 personas tan entusiasmadas por la novedad como para desgoznar los portones, en sucesivas avalanchas. Muchos, erróneamente, se empeñan en considerar este encuentro como el pistoletazo de salida para el fútbol femenino actual, cuando al menos por el Norte otras muchas chicas se les habían adelantado tres años y medio.

El Movimiento inamovible se deslizaba, imparable, ladera abajo, hacia su propia extinción. Europa seguía traspasando nuestras fronteras en el equipaje de cuantos turistas nos visitaban, o en las distintas experiencias de tres millones de emigrantes en Suiza, Francia, Austria, Bélgica y sobre todo Alemania, cuando volvían a casa, si no en verano, cada 25 de Diciembre. Y al calor de toda aquella paulatina y gigantesca mutación, nuestras tías, madres y abuelas, acabaron cobrando consciencia de su ser individual y colectivo, de su autonomía, negándose, conforme ocurriese hasta entonces, a actuar como un apéndice del varón.

Colofón del partido disputado en el Camp Nou barcelonés, el 25 de diciembre de 1970. Ramallets y sus pupilas reciben el aplauso de un público todavía incrédulo. Las españolas no es que quisieran jugar fútbol. ¡Es que ya lo hacían!

Colofón del partido disputado en el Camp Nou barcelonés, el 25 de diciembre de 1970. Ramallets y sus pupilas reciben el aplauso de un público todavía incrédulo. Las españolas no es que quisieran jugar fútbol. ¡Es que ya lo hacían!

Se anunciaban tiempos nuevos, donde los obstáculos, físicos o mentales, iban a caer como castillos de naipes.

Y eso que por lo tocante a nuestras voluntariosas futbolistas, la cristalización de sus reivindicaciones tardaría en ser un hecho.




El lastre congénito del fútbol femenino español

Probablemente carezca de sentido cargar tintas sobre la endeblez de nuestro fútbol femenino, sin mirar hacia atrás. Esa inconsistencia, puesta una vez más de manifiesto durante el reciente Campeonato Mundial, resulta mucho más llamativa al contrastarla con los éxitos masculinos, tanto en competiciones de clubes como de selecciones nacionales. Nuestro tenis, por ejemplo, baloncesto, gimnasia, natación, hockey, atletismo, karate o judo, no presentan una zanja tan considerable, sobre todo durante los últimos 20 ó 25 años, entre hombres y mujeres. ¿Qué ocurre, entonces, con respecto al fútbol?. ¿Por qué nuestras jóvenes están a años luz de los practicantes masculinos, cuando buena parte de África, Asia y América Central o del Sur, apenas si constituirían competencia por mor de atavismos culturales, emparentados con la escasa libertad social otorgada al 50 % de su población?. Pues bien, el actual lodo hunde sus raíces en polvos muy viejos. Y sólo revisando nuestra historia entenderemos cómo se ha llegado a la actual inanidad.

Tras la Guerra Civil, el deporte quedó en manos del Movimiento, del Ministerio Nacional de Movimiento, conforme se denominaba entonces, o para entendernos mejor, de la Falange. Y el deporte femenino, en un país drásticamente dividido por sexos a efectos educativos, religiosos y legales, bajo tutela de la Sección Femenina acaudillada por Pilar Primo de Rivera. El ideario falangista con respecto a la mujer no podía estar más alejado del aperturismo entrevisto durante el turbulento paréntesis republicano. Tanto para los purpurados como para los y las camisas azules, el sacrosanto deber de la mujer nueva consistía en ofrecer hijos sanos a la patria, educarlos en la fe cristiana y convertirlos en adalides del nuevo orden. Así lo recogía el Anuario de la Sección Femenina correspondiente a 1940, bajo firma de Carmen de Icaza:

“Todo niño que en la nueva España nace tiene derecho a ser formado fuerte y sano, ya desde el momento en que su ser se acusa. A ser recibido con alegría en un marco decoroso y pulcro. Todo niño tiene derecho al calor, a la ternura y a la crianza de su propia madre. A crecer en un ambiente limpio, saludable, educador y optimista. A una formación cristiana, intelectual y físicamente equiparada, que lo vaya haciendo para el mañana lleno de fe, de eficiencia y de fuerza. Todo niño que en España nace, a través de los brazos de su madre, pertenece a España”.

Y por si la idea no hubiese quedado clara, se insistía hasta la saciedad con retórica de bayoneta y trincheras desde las páginas de “Medina”, órgano de la Sección Femenina. Sirva como ilustración este parrafito aparecido en su número de diciembre de 1943:

“A la madre española, pura de pensamiento, casta de cuerpo, discreta y prudente, suavemente enérgica, piadosamente caritativa, modesta e inteligente, sumisa pero digna, señora siempre, debe nuestra Patria su característica moral, sus usos y costumbres, su modo de ser y de sentir íntimo, pues ella tiene la importante y trascendental misión de inculcar en la juventud grandes ideales, percepción clara de los hechos, honrado sentir de los afectos, y de tallar su carácter a suaves golpes de cincel para formar hombres nobles, valerosos y patriotas con suficiente espíritu de sacrificio para ofrecer la vida por la Patria, si así lo exigen las circunstancias”.

Estos postulados sobrevivieron a la derrota del Eje Hitler-Mussolini, a la distensión entre aliados y Franco, la decapitación política de Serrano Suñer y el paseo triunfal de Eisenhower por la Gran Vía madrileña, conforme acredita esta perla de la Enciclopedia Elemental para Niñas, editada por la Sección Femenina en 1957 para su distribución por todas las Escuelas Nacionales:

“El destino de la mujer es ser esposa y compañera del hombre, formar con él una familia y educar y cuidar bien a sus hijos. El lugar donde la mujer desarrolla sus actividades es la casa, porque allí vive la familia. Pero su misión no es sólo material; sus deberes no son sólo cuidar de los hijos y del marido corporalmente, sino que de éste debe ser la compañera, y de aquellos la primera educadora; por ello debe prepararse, moral y materialmente, para ser capaz de lo que de ella se espera. Esta preparación es el medio que la hace apta para desarrollar su misión en el momento oportuno”.

Consecuentemente, el deporte femenino debía servir para hacerlas más sanas y fuertes, pero eso sí, desterrando de raíz cualquier efecto colateral que afectase a su capacidad reproductiva o las llevase a relajar la rígida pudibundez nacional-católica. El volumen titulado “La Sección Femenina, historia y misión” (1944) lo explicaba bien clarito:

“Por medio de los diversos planes de Formación, la educación física alcanza a grandes masas de mujeres. Un estudiado método de gimnasia educativa prepara sanas, fuertes, alegres y limpias, a las futuras madres españolas”.

Tras semejante premisa, se comprenderá que el deporte femenino franquista no fomentara la competitividad:

“Medina”, órgano de la Sección Femenina. Sus portadas de aparente modernidad servían de escaparate a ideas muy rancias.

“Medina”, órgano de la Sección Femenina. Sus portadas de aparente modernidad servían de escaparate a ideas muy rancias.

“La Sección Femenina de Falange cuida de que el deporte sea una escuela; allí se enseña a ganar sin petulancia y a perder sin despecho”.

Y que de entre el amplio abanico deportivo, sólo unas pocas disciplinas se antojaran aconsejables. La gimnasia en primer término, por su “belleza en el ritmo, gracia y delicadeza en los movimientos, que llevarán al espíritu estampas de viva armonía” (Anuario de la Sección Femenina, 1954). Y a poca distancia el baloncesto, balonmano y hockey. Del atletismo, hasta bien adentrados en los 50, mejor ni hablar. Durante ese mismo decenio se volvería la vista hacia el tenis y la hípica, modalidades únicamente posibles en el seno de la alta, muy alta burguesía, o entre aristócratas del régimen. El fútbol, por supuesto, deporte de choque y contacto, agresivo, viril, en su más peyorativo concepto, constituía anatema absoluto.

En 1940, con miles de familias guardando luto todavía, se disputaba el Primer Campeonato Nacional de Hockey de la Sección Femenina. Sus jugadoras, bien abrochado el último botón de sus camisas, con una especie de “baby” o peto por encima, falda cubriendo las rodillas y medias de lana hasta la rótula, cabe pensar no se hallaran muy cómodas. Dicho campeonato siguió disputándose con carácter anual durante el primer decenio posbélico, registrando cierto dominio de las formaciones madrileñas y gallegas. Y casi al mismo tiempo, la propia Sección Femenina sería encargada de organizar los Juegos Universitarios Nacionales, cuya primera edición tuvo lugar en abril de 1942, con todas las participantes saludando a la romana durante el acto inaugural. Aquella vez sólo hubo competiciones de balonmano (balón a mano se escribía entonces), baloncesto y hockey, con presencia de todos los distritos universitarios, incluido el Territorial de Marruecos, aunque algunos no litigaran en las tres actividades.

Gimnasta de la Sección Femenina, en julio de 1941. Su atuendo por fuerza debía resultarle incómodo.

Gimnasta de la Sección Femenina, en julio de 1941. Su atuendo por fuerza debía resultarle incómodo.

Los reglamentos de aquella cita, o el contenido de la Circular Nº 206, de escrupulosa observancia en futuras concentraciones, hoy inspirarían una sonrisa conmiserativa: .- “Ningún acto deportivo (o de la clase que sea…) que deba realizarse en domingo por la mañana comenzará antes de las once, y por ningún motivo se citará a las camaradas para esos actos antes de las diez, con el fin de que puedan tranquilamente oír misa con tiempo suficiente antes de empezar”. .- “Se evitará a toda costa desplazar camaradas a provincias o de provincias a Madrid, en trenes cuya llegada sea en domingo por la mañana, porque fácilmente se retrasan y pueden quedarse sin misa”..- “Los pantalones azules de gimnasia deben ser de una amplitud tal que parezcan enteramente como faldas con vuelo. La longitud debe ser exactamente hasta media pantorrilla, de forma que al subir la goma y ajustársela justo por encima de la rodilla quede ésta  totalmente cubierta por la falda”..- “Ningún camarada podrá salir a la calle con el traje de gimnasia sin ponerse el abrigo encima, aunque la competición o concurso se celebre en verano”.

La decencia llevada hasta límites fundamentalistas mantuvo vivos los castísimos pololos hasta mediados los 60, por más que en la Alemania hitleriana, faro y guía de tantos falangistas, las muchachas practicaran deporte en “shorts” e incluso la amante del führer se mostrase ante las cámaras mientras practicaba ejercicios, con pantaloncillos semejantes a los de tantas “pin-up” estadounidenses. Cualquiera diría que aquellos pololos fueran relevante creación española, releyendo cuanto sobre ellos quedara recogido en “Teresa”, revista de la Sección Femenina (junio de 1955), coincidiendo con el ingreso de España en la Federación Internacional Católica de Educación Física:

“El traje de gimnasia de la Sección Femenina aúna perfecta y graciosamente las exigencias de la moral con la libertad de movimientos indispensable en las prácticas de Educación Física”.

Campamento de la Sección Femenina en la playa, julio de 1942. Canastas junto al mar y chicas bien tapaditas, con falda cubriendo las rodillas y camisa abotonada hasta el cuello.

Campamento de la Sección Femenina en la playa, julio de 1942. Canastas junto al mar y chicas bien tapaditas, con falda cubriendo las rodillas y camisa abotonada hasta el cuello.

Y es que el atuendo femenino, deportivo o de calle, constituía auténtica obsesión de clérigos, educadores, biempensantes y responsables de la censura: “La silueta debe ser sencilla y lo más ajustada posible al natural, si bien evitando que el vestido sea tan ceñido que señale toda la anatomía del cuerpo, porque esto, además de antiestético, es inmoral”. (Formación Político-Social, texto para 2º Curso de Bachillerato Femenino, 1961). O todavía en 1968, con nuestras playas bien pobladas de bikinis sobre epidermis extranjeras, en el manual de Economía Doméstica para Bachillerato, Comercio y Magisterio: “No hay que tomar deporte como pretexto para llevar trajes de deporte escandalosos. Podemos lucir nuestra habilidad deportiva, pero no que estas habilidades sirvan para que hagamos exhibiciones indecentes. Tampoco tenemos que tomar el deporte como pretexto para independizarnos de la familia, ni para ninguna libertad contraria a las buenas costumbres”. Y en el mismo libro de texto e idéntica edición, dos párrafos más. Primero: “Mientras menos utilicemos los pantalones, será mejor. Pero si la motocicleta, y la bicicleta, y la pesca, y el caballo los hace casi necesarios por ser más convenientes que las faldas, y en este sentido más decentes, reduzcamos su uso a estos fines y con estos fines de “propiedad” y de decencia. No como una gracia, sino como una necesidad. En general, favorecen menos que las faldas, sobre todo a la contextura de la mujer española, muy mujer y con formas muy acusadas, que no encajan con la línea recta, varonil, del pantalón”. Y segundo, que la lección quedase clara: “Para ir en bicicleta es muy conveniente el uso de la falda-pantalón, que, conservando la línea y gracia femenina, permite toda serie de movimientos. Nunca se arrepentirán las muchachas de ser modestas, ya que no sólo no les resta ningún encanto, sino, al contrario, les conserva, aún en medio de la mayor camaradería, el pudor y la feminidad, cualidades esenciales de la mujer”.

“Teresa” tomó el relevo a “Medina” como medio para acercar a la mujer el ideario falangista. Aunque en la imagen -número de 1956- se tratara de vender la idea de una muchacha nueva e independiente, los dogmas y modelos de su interior seguían anclados al pretérito.

“Teresa” tomó el relevo a “Medina” como medio para acercar a la mujer el ideario falangista. Aunque en la imagen -número de 1956- se tratara de vender la idea de una muchacha nueva e independiente, los dogmas y modelos de su interior seguían anclados al pretérito.

Puesto que resultaba imposible un fútbol con faldas o en pololos, sin agarrones, bajo la lluvia o con las jugadoras rebozadas en el lodo invernal, pródigo en escorzos de discutible candor, y todo ello sin perder la tan esencial feminidad, sencillamente el deporte rey quedó tachado para las españolas, lo mismo que el boxeo, la lucha greco-romana o el rugby, entre otras disciplinas. ¿Qué más daba a los biempensantes, mientras miles y miles de muchachas pudieran ejercitarse en modalidades “más acordes a su condición”?. Una de esas actividades, ofensiva de verdad bajo nuestro actual prisma, pero que en noviembre de 1942, cuando fuera sugerida desde “Medina” a sus lectoras, obviamente no levantó la más mínima ampolla, se diría surgida de la caverna más prehistórica. “Las cosas que hacen falta para practicar este deporte” rezaba el título sobre una serie de ilustraciones esquemáticas. Y a continuación, enumeraba:

“Cepillo para dar brillo al suelo.

Un delantal.

Una escoba.

Unos zorros.

Una caja de cera.

Una gamuza.

Un bote de limpiacristales.

Un plumero”.

El deporte, efectivamente, consistía en lo que imaginan:

“Después de un buen baño, el mejor deporte es este tan sanísimo de limpiar la bañera. Para que los efectos sean completos, hazlo sin doblar las rodillas”.

Un magnífico ejercicio para los brazos es este de barrer un ratito por la mañana con los balcones abiertos. Da optimismo y unos colores estupendos”.

Tampoco está mal para tener un busto bonito esto de limpiar los cristales. Y al mismo tiempo da tanto gusto ir quitando esas manchas del cristal como si las quitásemos del cielo”.

“Para conseguir unas piernas fuertes y bien formadas, nada mejor que sacar brillo al suelo. Quita el frío y vuestros ojos también adquirirán lustre”.

“Si el ciclismo hace unas buenas piernas, tampoco se queda atrás la máquina de coser para proporcionároslas. Cosed kilométricas costuras y ya veréis el resultado”.

“Limpiar el polvo de esas cosas que están tan altas da elasticidad al cuerpo, consiguiéndose así un talle esbelto, además de unos tobillos finos si te empinas de vez en cuando”.

Gimnasia doméstica según la Sección Femenina. Alguien debió pensar que la ocurrencia tenía gracia y no resultaba ofensiva.

Gimnasia doméstica según la Sección Femenina. Alguien debió pensar que la ocurrencia tenía gracia y no resultaba ofensiva.

Horroroso en verdad. Gracieta sin gracia sobre las labores domésticas. ¿Burla infumable o machistada de pésimo gusto?. Y aún  quedan, que conste, el abrillantamiento de metales, el encerado de las mesas, la limpieza de telarañas, el planchado y el sacudido de alfombras. Eso sí, esta actividad “a unas horas prudentes, para que no impongan la multa”.

Pero lo que son las cosas, todavía en marzo de 1961, desde la ya citada “Teresa”, revista de la Sección Femenina, un suelto sin firma reincidía en la afrenta bajo el título de “Gimnasia Casera”:

“Una mujer que tenga que atender a las faenas domésticas con toda regularidad, tiene ocasión de hacer tanta gimnasia como no lo hará nunca, verdaderamente, si trabajase fuera de su casa. Solamente la limpieza y abrillantado de los pavimentos constituye un ejemplo eficacísimo, y si se piensa en los movimientos que son necesarios para quitar el polvo en los sitios altos, limpiar los cristales, sacudir los trajes, se darán cuenta de que realizan tantos movimientos de cultura física que, aun cuando no tienen como finalidad la estética del cuerpo, son igualmente eficaces para este fin”.

Indudablemente, quienes escribían estas cosas hubiesen sufrido un síncope al imaginar un hipotético campeonato de liga femenino.

Once años después de la Gimnasia Casera y ya con un fútbol femenino balbuciente, los había reticentes en su visión más machista.

Once años después de la Gimnasia Casera y ya con un fútbol femenino balbuciente, los había reticentes en su visión más machista.

Durante esos mismos años 60, sobre todo a lo largo de su segunda mitad, España pasó de la alpargata al “Seat 600” o la “Vespa”, del porrón y la gaseosa a una Coca-Cola de cuando en cuando y el vermut dominical, de la copla y el bolero a las versiones de “hits” norteamericanos o, más escandaloso todavía, a la melena tipo “beatle” y las primeras muestras de contestación juvenil. Además, nuestros emigrantes en Suiza, Francia, Bélgica o Alemania, contaban durante sus visitas al pueblo, en vacaciones, que eran posibles otros modos de hacer las cosas, con más representatividad social en las empresas y el gobierno, menos censura y curas que sólo mandaran en las iglesias. Quienes se negaran a creerlo, siempre podían mirarse en el espejo de los turistas. ¿Acaso daban la impresión de vivir acomplejados?. El régimen, por convicción o a regañadientes, tuvo que aflojar la mano. Aunque podía multarse a las parejas por besarse en público, al menos sus nombres no eran recogidos en el periódico del día siguiente, junto a las sanciones aplicadas. Las mujeres podían salir en verano sin vestir medias, porque a muy pocos gobernadores civiles se les ocurría ordenar a sus guardias perseguirlas, bolígrafo en mano. Y esos mismos guardias, como por ensalmo, comenzaron a hacer la vista gorda en las playas si los trajes de baño quedaban un tanto fuera de las aún vigentes normas. En otras palabras, las españolas, sobre todo ellas, pues los varones gozaron por lo general de mucha más tolerancia, empezaban a ser tratadas con no tanta diferencia respecto a nuestras visitantes.

Otro chiste machistón publicado en 1972, cuando las mujeres sólo pretendían se les dejase jugar en paz.

Otro chiste machistón publicado en 1972, cuando las mujeres sólo pretendían se les dejase jugar en paz.

Y así, casi imperceptiblemente, el fútbol comenzó a verse si no como deporte femenino, como actividad en la que podían participar de vez en cuando un puñado de artistas. Fueron las concurridas matinales de Vallecas, donde unas cuantas folklóricas se medían a actrices, balón de por medio y con finalidad benéfica, ante las cámaras del No-Do y numerosos fotógrafos de prensa. Pura charlotada, no nos engañemos; un pretexto para lucir palmito y llegar mediante caridad hasta donde la justicia social no alcanzaba. Pero si se consentía jugar a damas de la lentejuela, el cine o los faradaes, ¿por qué iba a prohibirse la misma práctica a jóvenes ajenas al artisteo?. Aquellas folklóricas, sin imaginarlo siquiera, acababan de entreabrir un portillo por donde iban a colarse cientos de futuras futbolistas.

Pero antes hubo muchos más festivales que aprovecharon a conciencia el filón recién descubierto. En las universidades, de Norte a Sur, se organizaban partidos femeninos cara al paso del ecuador o el viaje de fin de curso. Encuentros en los que intervenían estudiantes y teóricas aficionadas sin nada que ver con el campus. Partidos bajo tutela del Rector o el Decano, esto es sin solicitar autorización a los Gobiernos Civiles, en cuyos descansos se pasaba el cepillo -cobrar entrada hubiese constituido infracción punible- o se vendían boletos para cualquier sorteo. Iniciativas que en la transición de los 60 a los 70, por aquello de la novedad, solían gozar de hueco en diarios  provinciales. Luego, algunas de esas chicas u otras de su vecindad, acabarían formando equipos semiclandestinos, que en ausencia de competiciones oficiales se enfrentaban amistosamente entre sí. Uno de los pioneros en la vertiente norte fue el de Munguía, cuyas jugadoras, balbucientes por cuanto a técnica, parecían fiarlo todo al empuje, la acometividad y una encomiable preparación física. Por la zona centro madrugaron el Sizam, Atlético San Cristóbal, Cultural de Madrid u Olímpico de Villaverde, en Valencia el Marcol…

Aunque los partidos entre artistas y folklóricas tuviesen mucho de esperpento paradeportivo, abrieron una brecha por donde muchas jóvenes acabaron practicando el fútbol de verdad.

Aunque los partidos entre artistas y folklóricas tuviesen mucho de esperpento paradeportivo, abrieron una brecha por donde muchas jóvenes acabaron practicando el fútbol de verdad.

Sin embargo aún quedaba mucho por hacer, como atestigua un artículo del Dr. Echevarren titulado “Deportes para la mujer”, entregado a la imprenta en 1973. Dicho doctor, galeno de la Real Sociedad de San Sebastián y reputado especialista en Medicina Deportiva cuando dicha rama pugnaba por abrirse camino, seguía con bastante fidelidad los postulados del decenio anterior, argumentando sus objeciones. Entre los aconsejables citaba balonvolea “sus ventajas estriban en que es un deporte completo de ejecución, no requiere choque con el contrario y el propio balón choca excepcionalmente con el cuerpo de la mujer”, montañismo “su acción sedante la consideramos como excelente, aunque no suceda otro tanto con la alta montaña y la escalada, por la potencia y resistencia que requieren”, tenis, esquí “pruebas de velocidad y habilidad, no así las de saltos y fondo”, patinaje, esgrima, ciclismo “cicloturismo, por ser un ejercicio bueno que complace, por otra parte, el afán de desplazamiento de nuestra juventud; el ciclismo de competición, en pista o en carretera, lo consideramos inadecuado para la mujer”, baloncesto, pelota vasca “en sus modalidades de raqueta en frontón, reúne las condiciones del tenis; es la única faceta en nuestro país que ha pasado al profesionalismo, junto a las profesoras de educación física”, y hockey sobre hierba. Entre los no convenientes incluía la equitación “la monta de competición a la inglesa produce unos repetidos golpes en los genitales externos y como consecuencia congestión pélvica, a lo que ponen reparos los ginecólogos”, balonmano “inconvenientes: el choque de la portera con el balón, el choque cuerpo a cuerpo entre jugadoras y la gran profusión de lesiones en los dedos y muñecas, con deformaciones clásicas como el pulgar y demás articulaciones interfalángicas”, judo “por ser un deporte de lucha, prácticamente cuerpo a cuerpo, ofreciendo su práctica una serie de actitudes y posturas contrarias a la elegancia y feminidad”, rugby, boxeo y lucha, sobre los que “huelga todo comentario, porque incluso dentro de los países en que las mujeres cultivan mucho el músculo, no tienen aceptación”, y el fútbol, por descontado, al que dedicaba más extensión, reconociendo que “en su rama femenina acaba de iniciarse en nuestro país”.

Tal vez por ello, porque parecía encontrar adeptas y congregaba a un buen número de espectadores varones, probablemente más próximos al morbo que a la pura curiosidad, se mostraba inflexible:

“En primer lugar quiero dejar bien sentado que “eso” que juegan las mujeres con un balón no es fútbol. Es una parodia o una representación bufa, pero nunca el deporte por todos conocido. La mujer no reúne condiciones para este deporte duro, de contactos directos, potencia, resistencia y lesiones frecuentes. Una de las facetas más características del fútbol es su dureza, su violencia incluso, tan desacordes con el sexo femenino.

Como espectáculo, como diversión para fines benéficos, puede admitirse, pero siempre sin considerarlo un deporte, sino todo lo contrario, una caricatura burda, sólo suavizada por la belleza física de las participantes. Muchas veces no pasa de ser un pretexto para ver de cerca y en crudo a las vedettes más famosas. Creo que se debe ir en contra de este deporte en plan de competición”.

Pese a juicios tan drásticos constituiría un error incluir al Dr. Echevarren en el museo carpetovetónico. El buen facultativo podía ser hombre de su tiempo, aunque en modo alguno habitante de la cueva megalítica. Quedaba de manifiesto al proyectar sus deseos de futuro justo a renglón seguido, apostando por la incorporación femenina a todas las áreas, incluida su profesionalización deportiva:

“Quiero tocar un punto interesante, que es el deporte como actividad profesional de la mujer. Normalmente la mujer no ha considerado el deporte como un medio de vida, pero estimo muy interesante su incorporación a este. Es otra fase más de la incorporación de la mujer a la vida actual. Recomiendo sinceramente el incremento de la participación femenina en los cuadros de Profesorado de Educación Física, de entrenadoras en los deportes adecuados, y de monitores y auxiliares deportivos con objeto de mejorar la enseñanza y elevar el nivel técnico de nuestro deporte.

Flaco favor hizo el film “Las Ibéricas F. C.” al balompié femenino español. Su vuelo,  cinematográficamente, también fue pesado y rasante.

Flaco favor hizo el film “Las Ibéricas F. C.” al balompié femenino español. Su vuelo, cinematográficamente, también fue pesado y rasante.

Estamos convencidos de que el día que nuestras hijas tengan más profesoras de Educación Física y entrenadoras profesionales competentes, les harán partícipes de la ilusión y la alegría que da el deporte, y se nos dará una juventud femenina aficionada a las prácticas deportivas, mejorando indudablemente las condiciones físicas y síquicas de la mujer”.

La visión que el doctor de la Real Sociedad tenía sobre el fútbol femenino venía a ser semejante a la de casi todo el país, incluido un alto porcentaje de señoras. Y los medios de comunicación, salvo excepciones, contribuían poco al derribo de prejuicios. Muchos humoristas pusieron su foco en las jugadoras, tanto por la novedad como porque resultaba fácil hacer caja con ocurrencias tópicas, donde la mujer salía malparada. Paralelamente, el cine también aportó su ración de oprobio con “Las Ibéricas”, dirigida por Pedro Masó en 1971, comedia más bien bufa no sobre el fútbol femenino, sino sobre chicas que se empeñaban en practicarlo. Entre su amplio reparto contó con la participación de Rosanna Yani, María Kosti, Tina Sainz, La Contrahecha, Ingrid Garbo, José Sacristán, Rafaela Aparicio, Antonio Ferrandis, Rafael Alonso, Fernando Fernán Gómez, Simón Andreu, Pilar Bardem, Manolo Gómez Bur, Luis Sánchez Polac “Tip”, José Luis Coll, Pedro Osinaga, Valentín Tornos o Venancio Muro. Sus guionistas, al amparo del aperturismo blanco subsiguiente a la Ley de Prensa de Fraga Iribarne, la saludada mediante el eslogan “con Fraga hasta la braga”, y puesto que aún no corrían tiempos de destape, vistieron a las deportistas con camisetas ceñidísimas, shorts de vedette y medias de modelo en almanaque para camioneros. Las escasas escenas de fútbol, del fútbol practicado por las protagonistas, que sin duda buscaban desatar libídines, no hicieron ningún favor a quienes de verdad querían disfrutar jugando y para ello se entrenaban a deshoras. Respecto a chistes y comics, sólo un dibujante de la escuela Bruguera, el hoy clásico José Escobar, padre de “Zipi y Zape”, “Carpanta”, las corrosivas “Doña Tula, suegra” y “Doña Tomasa”, o “Toby”, hizo jugar al fútbol coyunturalmente a otra de sus creaciones, la cumplidora “Petra, criada para todo”, sin humillarla. Puro espejismo, puesto que las mujeres futbolistas, las empeñadas en “hacer cosas de hombres”, digámoslo sin ambages, serían caricaturizadas con trazo bastante grueso: superficiales, presumidas, frívolas… Más o menos como ocurriese dos lustros atrás, al ir conquistando un espacio en oficinas y despachos.

Pero a pesar de todo, las españolas seguían queriendo ser futbolistas.

El Olímpico Villaverde, la temporada 1971-72

El Olímpico Villaverde, la temporada 1971-72

Y lo eran, desde edad tempranísima. Porque como no había ninguna competición específicamente reservada a categorías inferiores, las distintas Ligas que comenzaron a disputarse cuando declinaban los 60estaban pobladas de muchachitas con 14, 15 ó 16 años. Tanto era así, que las de 18 pasaban por veteranas.

“Petra”, de Escobar. Por un día futbolista, pero eso sí, luciendo su eterna cofia.

“Petra”, de Escobar. Por un día futbolista, pero eso sí, luciendo su eterna cofia.

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El debut internacional de la selección femenina -por más que cabría discutir sobre la oficialidad de esos primeros choques, al no estar organizados por la FEF- tuvo lugar ante Portugal, en el campo murciano de La Condomina. Y el segundo ante Italia, en Turín, donde nuestras representantes casi se vieron aplastadas. Antes, de cualquier modo, se había disputado un amistoso entre las preseleccionadas y el Fuengirola femenino. Puesto que las jugadoras ya no eran unas cuantas folklóricas dispuestas a entretener mañanas dominicales, la prensa deportiva comenzó a hacerse eco de aquellos choques y hasta mostró interés por quienes más destacaban. Con ello, los aficionados supieron que en nuestro país había émulos de Pirri, Gárate, Adelardo, Marcial o Gallego, y que una de las jóvenes mejor dotadas respondía al nombre de Victoria Hernández, capitana del Olímpico Villaverde, bastante tímida, probablemente a causa de sus 13 años largos, admiradora de Pelé, Bobby Charlton y Pirri: “son tres fenómenos”, que con el 10 a la espalda disparaba a puerta frecuentemente, caía por la banda y se dejaba sentir en la construcción del juego. Contra Italia, por lesión de la guardameta, tuvo que situarse bajo los palos. Y pese a extrañar esa posición, aun encajando una goleada, fue la más brillante de nuestro equipo. “Lloré mucho aquella noche”, confesó a Miro en un reportaje de “As”. Su padre, Santiago Hernández, jugó en el Boetticher madrileño, lo mismo que Felipe, uno de sus hermanos: “Mi hermano me enseña mucho. Creo que deberíamos jugar contra los hombres… Vamos, contra juveniles, para ir adquiriendo experiencia”, argumentaba.

Victoria Hernández, internacional con 13 años, la temporada 1971-72

Victoria Hernández, internacional con 13 años, la temporada 1971-72

Otra destacada durante la campaña 1971-72 era Concepción Sánchez Freire, Conchi en las alineaciones y “Amancio” para compañeras y el escaso público congregado junto al césped de Villaverde. Con 14 años trabajaba en una empresa de decoración, había practicado el balonmano y no desdeñaba una buena partida de ajedrez. Calculaba haber jugado más de 50 partidos, llamando la atención en su debut, al notar cinco goles. “He disputado los dos choques internacionales”, se enorgullecía; “y el de preselección”. Como Victoria,f ormaba parte del Olímpico de Villaverde, donde había suscrito ficha por dos años. Le gustaban los Pop-Tops y Raphael, vestir bien, el cine, pero por encima de todo, el fútbol. En suma, no podía ser más normal, aunque durante la charla con Miro demostrase vivir en el país de las hadas: “Creo que si nos preparásemos bien podríamos conseguir hasta un segundo lugar, si interviniéramos en el Campeonato Mundial. No sueño. Vi jugar a las francesas, italianas y portuguesas, y las españolas tenemos más garra y amor propio”. No parecía advertir que el amor propio rara vez enjuaga deficiencias técnicas o tácticas, que si Italia las había apalizado sería porque el fútbol requiere coraje y bastante más. Estaba muy fuera de la realidad: “Es evidente que el fútbol femenino existe. El “boom” fue bien acogido en todo el mundo, menos en España. A los españoles les molesta que juguemos tan bien o mejor que los hombres. No tenemos tanta propaganda como ellos, pero hacemos más goles”. La humildad, indudablemente, no figuraba entre sus virtudes.

El desarrollo del fútbol femenino durante los años 70 se vio frenado por visiones tan troglodíticas como la del chiste. Sin duda herencia de dos decenios por demás represivos.

El desarrollo del fútbol femenino durante los años 70 se vio frenado por visiones tan troglodíticas como la del chiste. Sin duda herencia de dos decenios por demás represivos.

Esa referencia al Mundial, sin embargo, no resultaba baladí. Durante el invierno de 1972 llegó a oficializarse el interés italiano por celebrar en nuestro suelo el inminente Campeonato del Mundo. Algo que ratificaría en “As-Color” el organizador técnico de la Federación Europea Femenina de Fútbol, señor Rambaudi: “Iré a la capital de España con el presidente, Vinicio Lucci, para conversar con las jerarquías deportivas. De estas conversaciones saldrá si se juega o no el mundial en España”. Puesto que al periodista le preocupaba quién se haría cargo de la factura, Rambaudi tranquilizaba: “Por ese aspecto no habrá que preocuparse. Nuestra Federación Internacional cubrirá todos los gastos que ocasione el mundial. Lo que nos interesa es que los rectores del deporte en su país nos autoricen y apoyen en esta idea que votamos, unánimemente, en el último mes del año pasado”. Respecto a sus razones para elegir España, el italiano eludía cualquier concreción: “El primer mundial se disputó en Italia y fue un éxito grande; el segundo en México, que también resultó brillante. Ahora le corresponde a un país europeo y nada mejor que la Península Ibérica, por su gente, su sol, sus turistas… Nuestro interés es propagar el fútbol femenino y creo que será un espectáculo simpático e interesante que gustará a los españoles”. Sólo necesitaban el pláceme oficial. Y ahí estaba el quid de la cuestión; en dilucidar qué organismo estaba capacitado para ofrecer su aquiescencia. Nuestros federativos aseguraban no saber nada sobre el particular. Desde la Internacional Europea de Fútbol Femenino con sede en Turín, organismo creado el 25 de febrero de 1970, independiente de la FIFA, si no directamente hostil, se trabó contacto con la Delegación Nacional de Deportes, que a decir verdad estaba para otras cosas. Las razones pespunteadas por voz de Rambaudi traslucían el conflicto de intereses: “No mandamos ninguna carta a la Federación Española porque creemos que el Fútbol Femenino debe gobernarse solo, mediante una entidad aparte. Bastantes problemas tiene ya la Federación, con el fútbol masculino”.

A la postre, ese modo de proceder imposibilitaría el pretendido mundial español. Y lo que aún iba a ser peor, con las chicas fuera del paraguas federativo, dirigidas contra la apisonadora que ya por entonces venían a ser UEFA y FIFA, la posibilidad de desarrollar el fútbol femenino sufrió un parón considerable, por más que en la Internacional Europea de Fútbol estuviesen lanzados a 1000 por hora. Prueba de esa precipitación es que en un plazo brevísimo ya sumaran dos campeonatos mundiales y encarasen el tercero.

La noticia de un hipotético mundial femenino en España no sirvió para desterrar de la prensa imágenes tan esperpénticas como la de este partido Bunnys - Lecheras  disputado en Inglaterra (1972).

La noticia de un hipotético mundial femenino en España no sirvió para desterrar de la prensa imágenes tan esperpénticas como la de este partido Bunnys – Lecheras disputado en Inglaterra (1972).

En 1970 tuvo lugar el primero. Puesto que se partía de cero, hubo que buscar esponsorización hasta para el trofeo que izasen las campeonas, a la postre donado por la firma de vermuts Martiny & Rossi. A la final, disputada en el estadio Comunale de Turín, asistieron 50.000 personas picadas por la curiosidad. Lástima para los anfitriones que Dinamarca se impusiera a las “azurri” por 2-0, porque la fiesta quedó bastante aguada. El segundo mundial se disputó al año siguiente, en México, con buena afluencia de público. Y nuevamente Dinamarca doblegó a las mexicanas en la final. La edición que no pudo llevarse a cabo en nuestro suelo estaba prevista para julio de 1972. A la fase final llegarían 8 selecciones: seis europeas y dos americanas, tras clasificarse en unas eliminatorias previas. Perú, Chile, Argentina y México, por cuanto respectaba a América, y Francia, Inglaterra, Holanda, Suecia, Suiza, Austria, Polonia, Checoslovaquia e Italia, entre las europeas, se daban por contendientes seguras. Dinamarca, como vigente campeona, y España, como pretendida organizadora, se clasificarían de oficio para la fase decisiva, con lo que únicamente quedaban 6 vacantes a resolver entre las 13 selecciones inscritas.

Llama la atención una ausencia casi generalizada del bloque soviético, por otra parte adalides del deporte femenino. Ni Yugoslavia, ni Hungría, la propia URSS, Bulgaria, Rumanía o la Alemania del Este, cuyos equipos masculinos solían encontrar pocas complicaciones para adueñarse del oro y la plata olímpica cada cuatro años, ante el amateurismo marrón de sus futbolistas más señeros, figuraban en la línea de salida. La otra Alemania, la del milagro económico, locomotora de una Comunidad Económica Europea todavía de 7 miembros, tampoco formaba parte de la Internacional Europea de Fútbol Femenino. Ni Brasil. El organismo había nacido cojo, famélico y despistado. Demasiado lastre para adelantar por la derecha a UEFA, Confederación Sudamericana y FIFA. Como habrán colegido, acabaría desangrándose.

Sin embargo la posibilidad de que nuestra península acogiese aquel evento, mantuvo en tensión a los informadores, siquiera durante dos o tres meses. Obviamente, que nadie busque en las hemerotecas tablas de resultados o clasificación de las distintitas ligas femeninas. Si la prensa no recogía competiciones regionales masculinas, reguladas por cada territorial, mal iba a hacerse eco de las féminas. Pero ocasionalmente saltaban a la rotativa algunos flashes. Ocurrió por ejemplo en abril de 1972, cuando Gloria Angulo Muñoz, madrileña de 17 años, portera del Atlético San Cristóbal, se convirtió en la primera jugadora en pasar por quirófano para ser intervenida de menisco. La chica, “guapa y muy simpática”, según la redactora Matilde Jorge, llevaba sólo un año bajo el marco y se había lesionado sola, en un entrenamiento. Como tantas otras, llegó al fútbol poco menos que por casualidad: “Jugué un partido organizado por Radio Madrid para su emisión “Los Formidables” y dicen que no lo hice mal. A mí me gustó la experiencia y comencé a entrenar. Quisiera ser alguien en este deporte”. Entre sus familiares, si bien había afición, nadie probó suerte nunca, con seriedad, en el mundillo del balón: “En todo caso un primo, que fue delegado de juveniles en el Atlético de Madrid, pero nadie, que yo sepa, ha pateado el cuero”. Al margen del fútbol, estudiaba y ayudaba a su madre, modista. Y por supuesto, su afición le costaba dinero: “Sin embargo en un futuro próximo pienso que serán los clubes quienes corran con los gastos. Al fútbol femenino le espera un porvenir halagüeño. Falta que nuestra Federación se ponga a nivel internacional y lo acepte, reglamentándolo. España no debe perder el tren, porque el “Contamos contigo” no puede ni ser sólo un slogan. ¿Aquí estamos!”.

Gloria Angulo. Su condición de primera jugadora operada de menisco la convirtió en efímero personaje de actualidad.

Gloria Angulo. Su condición de primera jugadora operada de menisco la convirtió en efímero personaje de actualidad.

También ella confundió deseos y realidad. Continuó jugando, eso sí, porque la intervención del doctor Jesús Gálvez en el Sanatorio Zurbarán fue un éxito, pero nuestro balompié femenino tras una salida de pura sangre experimentó ese clásico frenazo de burro manchego. Desatendido desde los poderes oficiales, con la Federación Española muy atareada durante los primeros días de la transición entre el escándalo de los falsos oriundos, las denuncias de alineación indebida interpuestas por At Bilbao y Real Sociedad, e incluso pendiendo sobre sus cabezas una buena espada de Damocles por haber otorgado el internacionalato a quienes nada tenían de súbditos españoles, la ilusión de tantas muchachas iría evaporándose. Y entonces, las secciones deportivas en papel volvieron a nutrirse de noticias e imágenes bufas, con mujeres pateando esféricos, siempre con mini-shorts e incluso calzando zapatos de tacón. Por no abochornarnos, baste con dos muestras: “Trascendental partido disputado en Inglaterra entre las Bunny Girls y las Lecheras de Unigate”. Las “bunnys”, claro, con rabito de conejo, a lo “Play-Boy”. O fotos con féminas despampanantes rodeadas de balones, a los que no sabían ni cómo impulsar, y pies de imagen tan ocurrentes como “¡Menuda delantera!. Con otras cuatro así no hay título que se resista”. Sólo de tarde en tarde alguna noticia juiciosa: “El británico Queens Park Rangers femenino proyecta viajar a España para jugar en Mallorca y Madrid a lo largo de 1972”.

El primer Campeonato Nacional de Liga Femenino se hizo esperar hasta la campaña 1988-89.Cincuenta y nueve años después de que se creara el masculino. Participaron 9 equipos y se alzó con el título la Peña Barcelonista Barcilona. El segundo torneo fue para las jugadoras del Athletic Villa de Madrid. Y los siguientes para el Oiartzun, el Añorga de San Sebastián y el madrileño Oroquieta de Villaverde. Como pese a vivir espartanamente los balances de casi ningún club cuadraban, se pasó del grupo único a varios confeccionados por criterios de proximidad geográfica, con eliminatorias posteriores a ida y vuelta. Observando que mediante esta fórmula el torneo perdía adeptos, los clubes exigieron a la Federación un retorno a los orígenes, ya con más participantes. Poquito a poco irían aflorando futbolistas muy aceptables, se inscribieron extranjeras, algunas de calidad -en el Barcelona, sobre todo- y otras -particularmente una en el Rayo Vallecano- estrella de papel cuché por su relación personal con figuras masculinas… Pero aun con todo, ciertos detalles seguían separándonos de otros confines por cuanto se refiere a rango y consideración popular de las futbolistas. En Italia, las colecciones de cromos editadas por Panini, los “Claciatori”, reservaban un huequecito a la 1ª División femenina, temporada tras temporada. En Brasil, los editores de cromos llegaban más lejos, recogiendo retratos individuales de las teóricas titulares, equipo por equipo. Nuestros niños y no tan niños versados en el coleccionismo, bien al contrario serían incapaces de aventurar dos nombres de chicas internacionales, puesto que nunca asoman al autoadhesivo y rara vez a los medios genéricos.

Aquellas pioneras, las que saltaban a instalaciones universitarias con falditas de baloncesto bien plisadas, o quienes recién cumplidos los 14 y 15 años alimentasen quimeras de estrellato, construyeron sobre arenas movedizas un meritorio cimiento, aún a costa de ponerse al mundo por montera y prescindir del qué dirán. Hoy, ya madres, tías, o incluso abuelas, podrían presumir de haber derribado no molinos de viento con aspas fantasmagóricas, sino gigantescos prejuicios, burlas asomadas a la siempre discutible superioridad, y desdenes sin cuento. Aquellas pioneras han de sentirse satisfechas, también, observando como sus sucesoras engrosan hoy Ligas tan competitivas como las de Inglaterra, Italia, los Estados Unidos o Alemania. Su esfuerzo y bendita cabezonería no fue en vano.

Una formación de nuestra selección femenina absoluta. No ha de faltar mucho para que se sumen con algún logro a los éxitos continentales de nuestros cuadros inferiores.

Una formación de nuestra selección femenina absoluta. No ha de faltar mucho para que se sumen con algún logro a los éxitos continentales de nuestros cuadros inferiores.

Respecto a nuestro equipo nacional, ya llegarán los éxitos. No debiéramos perder de vista que el incipiente fútbol masculino también vivió una minoría de edad. Y que si pudiésemos enfrentar en el túnel del tiempo a un equipo actual de 3ª División con cualquiera de los participantes en el campeonato inaugural, los de 3ª seguramente resolverían a su favor el hipotético choque, con suficiencia y sin aprietos.

Mediando esfuerzo, sacrificio y ganas, los triunfos siempre llegan. También los de nuestra selección femenina, por más que su viaje histórico, el del deporte femenino en general y sobre todo el del fútbol, haya tenido mucho de agobiante travesía del desierto.

Lo dicho, celebrar éxitos va a ser simple cuestión de tiempo.