Las primeras imágenes de la selección española de fútbol

No existe ningún archivo histórico de la Selección española de fútbol en que poder consultar datos, fotografías e imágenes de nuestro equipo nacional, así que no podemos estar seguros de cuáles eran las imágenes más antiguas conocidas hasta la fecha. Sin embargo, podemos afirmar con rotundidad que nadie sabía que pudieran existir imágenes en vídeo de la Selección española en Amberes.

El magnífico hallazgo se debe a D. Juan Luis Díaz Serdio: unas breves imágenes del partido de España contra Suecia, jugado el 1 de septiembre y que terminó con victoria española por 2-1. Sí, el famoso partido del “Sabino a mí, que los arrollo”…

Como muy bien precisa el Sr. Díaz Serdio, aunque el narrador identifica estas imágenes con el partido disputado contra los Países Bajos por la medalla de plata, no hay duda de que son del partido de Suecia porque se ve a los suecos fallando un penalti que no fallaron los neerlandeses.

A la espera de que las autoridades competentes creen ese archivo histórico de la Selección española campeona del mundo, presentamos aquí nosotros estas imágenes, esta joya, recuperada gracias a D. Juan Luis Díaz Serdio:

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Para acompañar a estas imágenes reproducimos la crónica completa escrita por Félix Martialay del partido contra Suecia, extraída de su obra ¡Amberes! Allí nació la furia española (RFEF, 2000, pp. 267-272).

Crónica del España – Suecia, por Félix Martialay

Entre el vaivén de las fechas, el me retiro de uno y el me retiro del otro, lo cierto es que el estadio Olímpico, estaba prácticamente vacío. Según unas fuentes, había 1.500 espectadores; según fuentes suecas, 3.000. La diferencia de cifras podía ser desconcertante desde un punto de vista absoluto, pero desde el relativo era irrelevante. El vacío era enorme. El cemento se enseñoreaba del estadio. Por ello extrañaba que los cronistas españoles hablaran de expectación máxima y un lleno en el estadio del Antwerp, de Amberes, claro. Lo que sí ocurría es que las opiniones estaban muy divididas. Unos estaban con los suecos por aquello de que seguían en la competición; otros, con España a la que consideraban perjudicada por el cambio de opinión de los suecos. Pasión en el campo y pasión en las gradas. Demasiada tensión.

Los suecos eran unos gigantes de dibujo. Altos, rubios, esbeltos pero muy musculosos. Hacían gala de su fortaleza y se jactaban de que iban a hacer valer esa superioridad física. Por su parte, los españoles, advertidos de esa prepotencia, salían ceñudos. Enfadados. Dispuestos a todo. Legal o ilegal.

Eran las cuatro y media de la tarde cuando aparecieron los equipos en el campo conducidos por el árbitro italiano señor Giovanni Mauro. Las alineaciones eran las siguientes:

España (camiseta roja y pantalón blanco): Zamora; Vallana, Arrate; Samitier, Belauste (capitán), Sabino; Pagaza, Sesúmaga, Patricio, Pichichi, Acedo.

Suecia (camiseta y pantalón azules): Zander; Lund, Nordenskjöld (capitán); Öijermark, Wicksell, Gustafsson; Bergström, Olsson, Karlsson, Dahl, Sandberg.

Actuaba como juez de línea de España, D. Manuel Castro, Handicap.  Un solo debut en el equipo español: Sabino.

Apenas silba el señor Mauro el comienzo del partido, cuando rueda Samitier a consecuencia de un empujón del extremo Sandberg. Y, poco después, Vallana. Los suecos imponen una violencia terrible. Van descaradamente al bulto, abusando de su fortaleza física. Los empujones, las cargas a destiempo, las zancadillas y los agarrones se sucedían con una frecuencia inusitada. Cunde la sorpresa entre los españoles. ¿Qué es aquello? Y el señor Mauro deja hacer todo. No quería enterarse de nada. Aquello sólo se solucionaba expulsando a medio equipo sueco, y no estaba el horno para bollos después de aquella retirada tan aparatosa como frustrada de los nórdicos. Posiblemente, el señor Mauro pensaba que la protesta sueca se había centrado en la actuación del árbitro del partido con Holanda, y él no quería actuar.

Pronto los españoles empiezan a ponerse al corriente de la situación. Y comienzan también a repartir leña. No se asustan de aquellos gigantones, de poca técnica, pero con mucha violencia y mala intención.

Belauste y Arrate, que tienen parecidas proporciones que los suecos, son los que dan la réplica con más ardor. Arrate asusta con sus entradas y empujones. Y Belauste, con unos gritos descomunales de ánimo, asusta al miedo con sus tacos, tanto con los de las botas como los que salen de su boca. Y eso que Belauste era un dandy.

Dominan ligeramente los suecos. Y en aquel lío de pies por alto y jugadores caídos viene el gol sueco. Gustafsson cruzó el balón hacia el lado izquierdo. Se desplazó Samitier a la izquierda, siguiendo al interior Dahl. Pero el mago llegó un poco tarde. Zamora no se decidió a salir. Se quedó clavado bajo el travesaño, cuando lo lógico era interceptar la trayectoria del balón. Saltó Dahl y cabeceó sin apenas fuerza. La pelota, con un efecto rarísimo, fue cruzada al ángulo. El portero español ya no pudo hacer nada. El balón llegó a la red. ¡Gol! Cero a uno. Iban veinticinco minutos de la primera parte.

El señor Fielpeña, en su libro Los sesenta partidos de la Selección Española de Fútbol, recogía la siguiente confesión de Zamora con respecto a este gol:

Me metieron el gol que me ha causado mayor pena y más sensación dolorosa de mi vida. No quiero echar la culpa a nadie, porque realmente, el culpable fui yo. El avance sueco vino por la derecha. Samitier se corrió hacia el interior, viendo venir el centro. La pelota llegó bombeada y Dahl, interior izquierda, saltó antes que «Sami» y, más que remate, hizo un cambio con la cabeza que resultó un balón colocado al ángulo, que no pude detener. Yo debí prever aquella jugada; a mí no me debió engañar aquel sueco; aunque hubiera sido una torpeza, estaba obligado a salir a seis u ocho metros para despejar el centro. Me dijeron después, para consolarme, que Samitier me había tapado la jugada. En cualquier caso, aquel tanto es uno de los que me han hecho más daño en mi vida futbolística y fui yo el único culpable.

El gol encorajinó a los españoles. Se lanzaron ciegos al ataque. Prendió la furia y eran un alud incontenible. La meta de Zander pasaba por enormes apuros. Llueven allí los balones y son, ahora, Patricio y Acedo los que se juegan el tipo en entradas pavorosas.

Y para más acicate de los españoles, los suecos, una vez marcado el gol, no cesaban de proferir palabras injuriosas contra sus contrarios hispánicos, que, si bien no las entendían, las adivinaban por las muecas despectivas y los gestos burlescos con que iban acompañadas. La barrera que se formó ante Zander era para asustar al más valiente. Y por ello los suecos consideraban ganada la pelea.

Un gol histórico de verdad

Así se llegó al descanso. En la caseta, los españoles, llenos de moraduras, parecían leones enjaulados. Nadie se quejaba de los golpes, sino que estaban deseando comenzar de nuevo para que supieran los suecos lo que era bueno. Y lo supieron…

De salida se inició la batalla. Los puños jugaban tanto como los pies. El público, al ver que los españoles acribillaban a los suecos, les empezaron a jalear. Curiosa psicología la de los públicos. Habían pasado de una admiración bobalicona hacia los musculosos suecos a una especie de odio –quizá la envidia de tanta belleza y fortaleza– que se ponía al servicio de los españoles.

Aquel apoyo del público jaleando y aplaudiendo todas las acciones hispanas fue como la puntilla. Hacían falta pocos ánimos para que los españoles sacudieran como martillos. Se iba descaradamente a por el hombre. Aun los que no tenían el balón estaban enzarzados en el bonito juego de segarse mutuamente los tobillos. El señor Mauro no se enteraba de nada. Seguía minuciosamente el balón, pero como si vigilara la bola de cuero, sin mirar cómo y por qué se movía. Y mucho menos lo que pasaba en sus inmediaciones.

A los cinco minutos llegó el más famoso gol de la historia del fútbol español. Lund dio un descarado manotazo al balón apenas a dos metros del área grande. Mauro señaló la falta. Se dispuso a sacarla Sabino. Cuando ya corría para chutar se oyó el vozarrón de Belauste, que iba corriendo como un bólido: «¡A mí, Sabino, que los arrollo a todos!». Se había formado casi una barrera de suecos. El balón bombeado suavemente por el bilbaíno fue al pecho de Belauste. Siguió éste corriendo, llevando pegado a su pecho el balón. Y entró en la red con la pelota. Allí cayó enredado en las mallas con cuatro suecos: tres que llevaba arrastrando, colgados de su camiseta y piernas, y Zander, que quiso salirle al paso. ¡Gol! ¡Gol! Empate a uno.

Ese gol salvaje, de furia indomable, de corazón y valor, fue coreado con una ovación. Un tanto que se hubiera anulado inmediatamente de haber sido unos años después, pero que emocionó en aquel tiempo por su bravura. Y eso que, entonces, los goles se metían con portero incluido.

Belauste desapareció enterrado por sus compañeros, que acudían a abrazarle. Y el gigantón bilbaíno casi lloraba como un niño al estrechar a sus camaradas.

La entidad y transcendencia de este gol bien merece una detención, sobre todo, habida cuenta que, recientemente, se ha intentado falsear hasta la famosa frase de Belauste.

En primer lugar, el testimonio de D. Manuel Castro Handicap, testigo directísimo de toda la acción y que muy bien pudo registrar tanto la imagen como el sonido. Decía en su libro:

Yo, que estoy actuando de linesman, temo que este match se malogre por la violencia excepcional del juego.

Como el ambiente no es neutral, ni menos legal, «barro» cuanto puedo con el banderín, imitando a mi «camarada» sueco del out opuesto. Todo ello sin hacer caso a las amenazas del público escandinavo. Había que ponerse a tono.

Creemos que el descanso va a servir para calmar los ánimos de los jugadores, pero es todo lo contrario. España, al reanudar el partido, como obedeciendo a una consigna, arremete en forma tan imponente que a los dos minutos logra un freekick frente a una línea lateral del área de penalty.

Sabino va a ejecutar el castigo, y José Mari, situado, en actitud retadora, entre suecos, en la boca del goal, grita: «¡Sabino, a mí el pelotón que los arrollo!». Y, efectivamente, Sabino lo envía por alto, un sueco pretende alcanzarlo; pero surge la corpulencia de Belauste con tal «entrada» y con tan formidable cabezazo al pelotón, que éste y varios suecos ruedan dentro de la portería.

Un verdadero «goal hercúleo».

Ricardo Zamora, por su parte, en sus mencionadas Memorias –las reproducidas en Blanco y Negro treinta años después de la originales de ABC–, narró así ese gol:

Pero una patada de Gustafsson en el rostro de Sabino, no hubo más remedio que castigarla. El freekick dispúsose a tirarlo el mismo jugador y se oyó el vozarrón potente de Belauste: «¡A mí, Sabino, que los arrollo!». Así fue. Recogido el pelotón por el centro medio español, internóse éste a velocidad endemoniada. Wicksell, Lund, Nordenskjöld y Öijermark trataron de oponérsele, pero la furia del vasco era un huracán. Tres de los enemigos rodaron bajo él, aprisionado quedó Zander, el portero. Mientras, Belauste se introdujo en la misma red y de allí no salió hasta que el del pito señaló el centro del campo.

El señor Fielpeña, en su obra citada, escribió:

Y apareció el famoso gol de Belauste, a los cinco minutos. Sabino sacó un golpe franco. Belauste se metió en el área y le gritó a su compañero de club: «¡A mí, Sabino, que los arrollo a todos!». Sabino bombeó hacia él. Belauste paró con el pecho y se lanzó hacia la puerta, rodeado de contrarios, para caer enredado en las cuerdas junto con varios suecos.

D. Ramón Melcón en su Historia de los 80 encuentros internacionales, escribía:

Belauste, conductor del conjunto hispano, animaba a todos, y en ocasión de lanzarse un golpe franco contra los suecos, gritó al que iba a sacar el castigo: «¡Sabino, a mí el pelotón, que los arrollo!». Y, en efecto, lo mismo que un alud, con el balón pegado al pecho entró el coloso bilbaíno en la puerta sueca, arrastrando materialmente a los contrarios, que colgados de él pretendían cortarle el paso…

Don Francisco Bru, seleccionador nacional, en unas memorias recogidas en julio y agosto de 1959 por D. Ramón Melcón en el vespertino madrileño El Alcázar decía:

Mil veces, millones de veces se ha comentado desde entonces el glorioso gol que haría posible la victoria de España, el que a partir de su consecución, hizo al mundo balompédico entero hablar con admiración y respeto de «la furia española». Se castigó al equipo sueco con un golpe franco que se preparó a lanzar Sabino. Belauste, lanzándose como una tromba al remate, gritó: «¡A mí, Sabino, que los arrollo!». Y, en efecto, Belauste se apoderó del esférico, arrolló a cuantos adversarios le salieron al paso, y, con el pecho, le llevó al fondo del marco de los violentísimos atletas escandinavos.

El señor Lemmel, masajista de la Selección que, en aquel encuentro, por mor de la violencia estaba en la banda, yendo y viniendo, calmando dolores y poniendo tafetanes, explica así el famoso gol:

A los siete minutos Acedo corre la pelota y mete por el ángulo el primer goal para España y no habían transcurrido aún dos minutos cuando logramos el segundo de la victoria. Fue una cosa bárbara y enorme. Al tirarse un free-kick contra Suecia, se oye el vozarrón de José Mari que dice: «Tíramelo a mí, que los arrollo». Y dentro de la puerta fueron a parar, junto con la pelota, en revuelto pelotón, los suecos y españoles que encontró Belauste frente a sí al dar la soberbia acometida.

La cosa no parece tener duda. Lo certifican un vigués, dos barceloneses, un murciano y dos madrileños. Uno de ellos, en el campo como jugador; dos, en la banda, como juez de línea uno y como masajista el segundo; otro, en el banquillo de España, como seleccionador. Todos lo escucharon desde sus trompas de Eustaquio acostumbradas a oír no sólo el idioma español. Pero ninguno con conocimientos de vascuence… Y habida cuenta que, en un estadio capaz para 35 mil personas, solamente había tres mil, las voces de los jugadores se oían con total nitidez.

Ahora, Acedo

Lo que pasó después del gol sobrepasa los límites de la narración de un partido de fútbol. Acaso se pareciese más a la lucha libre. El señor Lemmel tenía que correr de un lado para otro a poner vendas y esparadrapos en los jirones que cortaban los tacos. Era un continuo entrar y salir de los jugadores para ser atendidos en las bandas.

Y para colmo se oyó una voz en español, de uno de los jugadores, que bramaba: «¡Al hombre, al hombre!… ¡Nada de balón!». Aquello fue ya el delirio. Así, mientras el balón estaba en un extremo del campo, en el otro había un montón de cuatro o cinco jugadores a puñetazos y patadas.

En medio de aquella batalla campal, escapa Acedo a todo gas. Patricio corre a su altura gritando como loco para que le pase el balón y arrastrando la pierna derecha, que apenas si puede articular. Se cierra la defensa sobre el ululante Patricio; se adelanta Zander, esperando el centro, y entonces el extremo español larga con la izquierda un zambombazo terrible que sacude violentamente las mallas. ¡Gol! ¡Gol! Dos a uno en el marcador. Era el minuto ochenta.

Los españoles se abrazan jubilosos, dan saltos, chillan, se tiran al suelo dando grandes gritos. Los suecos casi llegan a agredirse entre ellos. Tal es la rabia que les posee. Pero falta diez minutos. Una eternidad…

Los suecos se abalanzan contra el marco de España. Belauste y Sabino se repliegan para ayudar a Vallana y Arrate. Atrás, Zamora está fenomenal. Hace unas paradas magistrales cuando ya hasta el público gritaba el gol.

La violencia sueca ya no tiene límites. Sabino sale despedido de un patadón y un rodillazo simultáneos. Queda tendido en la hierba, retorciéndose por el dolor; sale a por él el señor Lemmel y le tiene que retirar. Pero el sueco agresor es sacado en parihuelas con una clavícula rota.

Aquello indigna a Arrate. Y en cuanto llega a su zona un sueco con el balón, va a patearlo. No era algo extraño en ese partido. El plantarle las dos botas en el pecho a un contrario no era, ni con mucho, lo más violento que se había visto. Pero el señor Mauro pareció despertar en ese momento. ¡Y señaló el punto de penalty! Penalty era, claro; pero como ese pateo pectoral había habido docenas a lo largo de los minutos de juego.

Todos los jugadores españoles se arremolinaron alrededor del italiano. Se le chilló desaforadamente. Hasta hubo algún que otro zarandeo al trencilla. Pero el italiano no se volvió atrás. Siguió marcando el punto fatídico. ¡Y todo eso a tres minutos del final!

La prórroga se ve venir. Pero ¿se podría resistir? Desde luego que no. Ninguno de los veinte puede con la zamarra. Y, si acaso, los suecos están algo menos averiados. Así pues, se hace imprescindible que no haya gol. Sea como sea.

Así lo entiende Samitier. Y va al punto letal. Se pone junto al balón. Lo coge y va muy decidido hacia el árbitro. Se lo enseña. Lo mira el señor Mauro, pero no encontrando nada anormal, ordena que lo vuelva a colocar en su sitio. Lo pone allí. Olsson se adelanta para lanzar el castigo, pero antes de que llegue al balón se le cruza Samitier. Olsson tiene que volver a tomar carrerilla. Cuando va a llegar a chutar se vuelve a interponer el barcelonista. Olsson empieza a ponerse nervioso. El señor Mauro amonesta a Samitier y le amenaza con la expulsión si vuelve a interponerse. Se aleja el medio hispano, pero desde tres metros comienza a lanzar pellas de barro y piedrecitas al balón. El esférico se balancea en el punto blanco. Olsson está descompuesto. Hace señas al árbitro, pero éste, con gesto imperioso, le ordena que acabe ya de una vez. Se precipita el sueco, se azara, y chuta mal. El balón se va fuera, a dos metros del poste izquierdo de Zamora.

Se abrazan los jugadores españoles y bailan alborozados. Samitier, muy serio y ceremonioso, fue a Olsson y le tendió la mano mientras le felicitaba. El sueco, estupefacto, estrechó la mano del mago con un gesto de asombro.

Esos trucos del Langosta eran muy conocidos por sus compañeros. Normalmente esas manipulaciones del balón le servían para colocar una piedrecita ante la pelota; una piedra lo suficientemente pequeña para que no se viera, pero sí lo bastante grande para que desviara la trayectoria del tiro. Entonces, claro, había piedrecitas en el campo, que no era la cuidada alfombra de años después.

Unos instantes más tarde, el árbitro pitaba el final. En el campo quedaban en pie siete españoles y ocho suecos. Los demás estaban caídos por las bandas o siendo atendidos en el vestuario.

La entrada al vestuario fue otra lucha. Ahora ya sin balón. Los jugadores de ambos bandos se enzarzan en una pelea cruenta, sin que valgan las órdenes de directivos y seleccionadores. La Policía tuvo que intervenir para separarlos.

Allí se consagró definitivamente la furia española. Todos los jugadores salieron del campo cantando camino del hotel. ¿Lesiones? No, ya no dolían. Ahora a divertirse. Mañana Dios diría…

La crónica enviada a ABC por el señor Rubryk albergaba los siguientes párrafos:

Menos jugar, de todo se hizo. Raro fue el momento en que no había por tierra dos o tres jugadores. A una carga fuerte se contestaba con otra más todavía, que era replicada con otra violentísima, y duplicada con una brutal. Sonaban los huesos. La leña se daba por ambos lados, sin consideración, siendo lo milagroso el que no hubiese habido graves accidentes.

Empezaron los suecos apuntándose un tanto. Quisieron mantener la ventaja haciendo juego violento. Este fue el toque de generala. De nuestro equipo sale una voz: «Al hombre!», y al hombre se fue. Y a esa raza fuerte, a esos atletas, los vencimos por fuerza y resistencia. Dos tantos nos apuntamos, cuyo honor correspondió a Belauste, que materialmente falto de facultades hizo prodigiosos milagros atacando (llegaron a dejarle el campo libre) y defendiendo. Yo no vi fútbol; pero vi lo que difícilmente se volverá a ver en un campo.

Una consideración final. Los suecos salieron del campo «tonsurados y apaleados»; bien les estuvo. Debieron haber mantenido su palabra y no haber dado motivos a que surgieran desagradables incidentes. Porque si llegaron a creerse por un momento que a España se la trataba de cualquier manera, en el partido vieron con pruebas lo equivocados que estaban.

La opinión del señor Lemmel, tan activo en ese encuentro, manifestada en el semanario barcelonés Fútbol, era la siguiente:

En el partido metió Suecia el primer tanto y a partir de aquí empezó a funcionar la línea de medios. Los suecos rodaban continuamente por el suelo. Sabino y Samitier, a pesar de sus estilos diferentes, acosaban furiosamente a los extremos; en el centro, el trío interior de delanteros suecos a grandes saltos se echaban sobre Belauste para salir rebotados, trompicados. Los suecos acabaron materialmente agotados; a uno se le rompió la clavícula y otros seis apenas podían tenerse en pie. Este ha sido el partido más sucio, duro y fuerte que he visto en mi vida. La culpa de ello la tuvo el árbitro, un señor italiano, que dejó se dieran de golpes los jugadores para que así acabaran todos reventados y al siguiente día el que resultara vencedor jugaría con Italia en malas condiciones. Aún hay otra hazaña de este referee: faltaban escasamente dos minutos cuando nos castigó con un penalty injusto, para que se prorrogara el partido lo reglamentario, o sea, media hora más de juego. ¡Los hay frescos!… De los nuestros salieron contusionados Arrate, Sesúmaga y Patricio.

La calibración del señor Lemmel de la actuación del señor Mauro como árbitro del partido no la había percibido nadie. Ninguno de los comentaristas, que se hicieron cruces de aquella violencia y de la pasividad arbitral, cayó en la cuenta de aquella actuación maquiavélica del italiano para dejar despejado el camino a la selección de su país. Fuera quien fuera, debió pensar el trencilla, llegaría para el arrastre… Esta consideración del masajista español demuestra su perspicacia y su penetración. Ninguno de los periodistas ejercientes o de los posteriores cronistas de la gesta de Amberes se dio cuenta de lo que fue evidente para el señor Lemmel, quien en esas opiniones sobre los partidos de España se mostró muy por encima, periodísticamente hablando, de la mayoría de los profesionales de la pluma que han hablado de estos Juegos Olímpicos.

Ricardo Zamora consignó aquel partido épico en sus recuerdos de la siguiente forma:

Aunque teníamos la consigna de comer pronto y poco, para estar ligeros, me parece que aquel día, muy nerviosos, apenas si probamos bocado. No sabíamos exactamente el equipo, porque Bru y Argüello no habían querido decírnoslo por la noche. Por fin, en el Stadion, donde estábamos a las tres, nos dijeron la alineación. No hubo la menor discusión ni protesta.

Cuando salimos al terreno había bastante público, sin llegar al lleno ni mucho menos. Los suecos, favoritos, por su clase y su talla atlética, fueron más aplaudidos que nosotros. En la caseta se había discutido mucho acerca de la manera de llevar aquel partido, y, exasperados todavía por las informalidades de los rivales, teníamos una autorización relativa para emplearnos por todos los procedimientos que nos autorizase el árbitro, dentro de la mayor dureza. Así se vería en donde estaba la fuerza, si en suecos o en españoles. El arbitraje estaba a cargo de un italiano, y éste nos favoreció algo, porque su criterio meridional no podía ser tan rígido como el de un inglés o un noruego. Además, en una de las líneas corría con la banderita el amigo Manolo de Castro, que, naturalmente, había de favorecernos en aquello que le fuera posible.

Comenzó la lucha a un tren rápido y con una dureza impresionante, impuesta por los suecos. Aunque no lo hubiéramos querido, teníamos que aceptar la batalla con toda la violencia de aquellos hombres, cinco o seis por lo menos de la talla de Belauste. El árbitro castigó al principio algunas cargas bruscas; pero, viendo, luego, que eso era precisamente lo que buscábamos los dos bandos con la misma saña, nos dejó cierta libertad para darnos los golpes más terribles que yo he presenciado en mi vida. Con sinceridad lo declaro; ni antes ni después he actuado en un match donde tuviéramos tanta libertad para producirnos violentamente y donde esa autorización se tomara sin regateos, yendo siempre al cuerpo a cuerpo al mismo tiempo que al balón. Pero un dato quiero precisar: allí más que mala intención, había un afán decidido de deshacernos, de pulverizarnos.

En semejantes condiciones eran constantes las caídas, los dolores agudos cuando se perdía una patada… y una pierna se la encontraba. Tan pronto eran ellos como nosotros los que atacaban; pero en nuestra defensa Arrate imponía un respeto absoluto y Vallana estaba segurísimo. Delante, no es menester repetirlo, Belauste, con su pañuelo atado por las puntas, colocado a modo de gorro, era una verdadera muralla, ayudado por Sabino, más valiente que nunca, y Samitier, formidable de acierto. Pero sobre todos, Belauste, que, al mismo tiempo que jugaba, saltaba, brincaba y corría, daba voces de aliento a todos, que nos sabían a gloria, y gritos terribles a los contrarios, capaces de asustar a un regimiento.

Tras narrar el gol ya consignado en sus Memorias, seguía el meta internacional:

¡Con qué emoción seguí luego la marcha del juego! Los delanteros y los medios se volcaron sobre el campo sueco, cuyos defensas se defendían con un coraje sin igual, y, a pesar de todos los esfuerzos, llegamos al descanso con aquel 1-0 en contra y una rabia indecible en el pecho. Porque ellos, convencidos de su triunfo, salían jactanciosos, altivos, arrogantes.

En la caseta, en vez de mostrarnos decaídos, nos animamos con los compañeros y directivos, y convinimos en redoblar nuestros esfuerzos, haciendo un alarde de entusiasmo, de furia, como nunca se había desplegado.

Apenas salimos al campo, Belauste dio la señal de ataque. Fue el suyo un gesto hercúleo que decidiera a los demás al sacrificio. Creo que el árbitro, asombrado de tanta fiereza, se metió el pito en el bolsillo y nos dejó sacudirnos a nuestro antojo. Una verdadera batalla campal; una pelea brutal de hombres contra hombres. A veces recuerdo que la pelota había salido del terreno de juego y en el suelo continuaban varios hombres dándose patadas sañudamente. En un avance rapidísimo de los suecos, Arrate se fue recto contra el delantero centro y a pocos metros de la puerta chocaron con terrible violencia, pecho contra pecho. No he oído nunca tan claro el ruido de huesos rotos, tronchados, ni he visto una caída tan a plomo como la de aquellos dos valientes. Acudimos, pensando que estaban destrozados, porque la sensación había sido trágica, y, al acercarnos a Arrate nos preguntó el enorme Mariano: «¿Tiene algún golpe, o así, el sueco ese?». Porque el donostiarra, levantándose ágilmente, hizo un gesto de resignación y volvió a su puesto para batirse con la misma rudeza.

Todo esto había sido nada más empezar; porque a los cinco minutos el árbitro castigó a Suecia con un golpe franco no muy lejos del área de penalty. Entonces llegó ese instante decisivo, culminante, de aquel partido. Fue Sabino a lanzar la falta, y Belauste, situado al lado contrario, le gritó de un modo terrible, que todos pudimos oír: ¡Sabino, a mí el pelotón, que los arrollo! Dicho y hecho; el esférico fue al pecho –no a la cabeza– de nuestro gigante, y José Mari inició un sprint rodeado de enemigos, con la pelota clavada en el pecho, que concluyó en la meta, en medio de un revoltijo de hombres que se golpeaban furiosos. ¿Cuántos fauts se producirían en aquella «histórica» jugada? Me parece que el primero que no quiso hacer la averiguación fue el italiano que juzgaba la terrible contienda aquella.

A partir del empate se jugó con verdadero furor. Hoy semejante espectáculo se suspendería siempre. Los suecos ya no se recataban para tirarnos hachazos formidables, hasta que de uno de los nuestros partió el grito: «¡Al hombre!», y aquello fue una caza salvaje. A mí me tocó también algún regalo de aquellos energúmenos, que querían el goal a toda costa. Pero resultó lo contrario; diez minutos después Acedo escapó por el extremo, logró internarse un poco y, cuando todo el mundo esperaba su centro y hasta el portero, contagiado de la emoción, estaba un par de metros fuera del marco, el extremo atlético disparó cruzadísimo, un poco alto, un balón que al portero se le fue por encima de las manos, precisamente por estar fuera de la meta. La pelota entró por el ángulo opuesto, y aquello fue una explosión en los dos campos; los suecos, echándose unos a otros la culpa de lo que sucedía; nosotros, entregados a demostraciones de alegría extraordinarias: revolcarnos por el suelo, golpearnos furiosamente, dar saltos de altura, cabriolas inverosímiles…

El final, un terrible e inacabable final de media hora, fue a tono con las circunstancias. Pero tres minutos antes de concluir, cuando ya creíamos nuestro el partido, Mauro, el árbitro, nos castigó –con razón, con la misma razón con que antes pudo hacerlo veinte veces a ellos y a nosotros– con un penalty, que fue la sacudida de emoción más terrible de aquella tarde. En medio de un silencio sepulcral, se adelantó Ohlson, el interior derecha, preparándose para disparar. El único que no se contagió entonces del sobresalto fue Samitier, que siempre en broma, se dirigió al sueco con ademanes vivos, como queriéndole explicar algo. En vista de que el hombre había emprendido dos veces la carrerilla, y Sami, en el momento preciso, se cruzaba como el que lleva mucha prisa, el árbitro le amonestó. Así y todo, no se estuvo quieto. Se fue a un lado, se puso en cuclillas y desde allí, además de gestos y voces, tiraba trozos de barro al balón, escondiéndose tras los compañeros. Cuando al fin Ohlson tiró el penalty, el hombre estaba descompuesto y el esférico salió a dos metros del poste, con gran regocijo español. De tal modo, que Samitier, siempre en broma, se adelantó a Ohlson, le tomó la mano y le felicitó efusivamente. Fue un último gesto, que demuestra nuestro buen humor.

Luego, Sabino, uno de los que más bravamente entraban, despreciando el peligro, chocó con un delantero. Cayeron los dos como muñecos. Al levantarse, el sueco llevaba una clavícula fracturada; Sabino continuó como si tal cosa.

En los minutos restantes la lucha fue épica. Belauste vino a la defensa y su corpulencia y la de Vallana y Arrate impusieron el respeto suficiente para conservar el triunfo más resonante de los que conquistamos a tanta costa. A tanta costa, como que sólo quedaban en el campo siete suecos y ocho españoles. Los demás estaban en la enfermería.

Pero la contienda no había concluido en el campo. Al ir al vestuario nos insultaron por señas y nosotros, por señas, les respondimos. Ya en el pasillo ellos hacían un gesto con los dedos como si afilaran la punta a un lápiz, y por nuestra parte la contestación, por señas también, se podía traducir a todos los idiomas. Con lo que, como era forzoso, llegamos a las manos. Tanta actividad tomó aquella batalla dentro de los pasillos y vestuarios, que tuvo que intervenir la policía para aplacar los ánimos y separarnos, y cuando, una hora después, dejamos el Stadion, ya se habían marchado los suecos. Nosotros íbamos casi todos cojeando o quejándonos de algún dolor, pero más contentos que si nos hubiera tocado el gordo. Argüello estaba más feliz que nunca, y, a pesar de nuestras lisiaduras, reíamos a mandíbula batiente. Nadie se acordaba de que al día siguiente teníamos que jugar un nuevo y dificilísimo partido: contra Italia.

Por la noche, al meternos en la cama, nos dimos cuenta de lo que había sido el partido contra los suecos. Nadie podía moverse, y a la mañana siguiente, cuando nos reunimos, procedentes de los distintos hoteles donde nos hospedábamos, todo eran lamentaciones y quejas. El pobre Lemmel se pasó la mañana de unos a otros, dándonos masaje, para desentumecer aquellos músculos que no querían obedecernos.

Había, a pesar de todo, un excelente humor y un deseo unánime de salir a jugar contra los italianos, que eran los enemigos que ahora nos correspondían, por vencedores de los noruegos.

Aquella mañana la Prensa nos colmaba de elogios y, si la expectación por presenciar el encuentro final, Checoslovaquia – Bélgica, era enorme, la curiosidad por nuestro partido era extraordinaria. Porque ya nos habían descubierto, los belgas y casi todos los cronistas se inclinaban por el triunfo de «la furia española». Una sola reseña nos indignó: la que decía que nuestro juego no era fútbol, sino un alarde de fiereza, que tenía su reflejo en las plazas en donde las mujeres aclamaban y besaban a los más famosos toreadores. Se pensó hasta en ir a pedir explicaciones al redactor… taurino, pero como el partido de la tarde era, de momento, lo más importante, se aplazó hasta después.




Las filmaciones más antiguas del fútbol español. (4ª. parte).

Por si alguien no conoce o recuerda los anteriores estudios que realicé sobre la relación entre el cine y las primeras filmaciones creadas o proyectadas en España, estos son los enlaces que primero deben leerse para conocer los antecedentes de esta historia.

1ª. parte: http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2014/03/las-filmaciones-mas-antiguas-del-futbol-espanol/

2ª. parte: http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2014/10/las-filmaciones-mas-antiguas-del-futbol-espanol-2a-parte/

2ª. parte – anexo: http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2015/01/las-filmaciones-mas-antiguas-del-futbol-espanol-2a-parte-anexo/

3ª. parte: http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2016/01/las-filmaciones-mas-antiguas-del-futbol-espanol-3a-parte-la-sociedad-atletica-en-el-campo-de-lamiaco/

Novedad sobre “Clarita y Peladilla en el football”.

Sobre “Clarita y Peladilla en el football” hay una gran novedad. Solo unas pocas personas pudieron disfrutar del visionado de la cinta en las jornadas sobre “Fútbol y cine” organizadas por CIHEFE en el “III Foro Félix Martialay” celebrado en el Centro Riojano de Madrid los días 6 y 7 de junio de 2014.

Así lo anunció Marca:

http://www.marca.com/2014/06/05/futbol/1401988094.html

http://www.marca.com/2014/06/05/futbol/1401987643.html

CIHEFE subió en su momento a su canal de youtube y a los Cuadernos de Fútbol la grabación de lo que fueron aquellas jornadas. Que cada cual elija donde verlo. Por razones de derechos de imagen, CIHEFE no ha publicado nunca las imágenes.

http://www.cihefe.es/foro-felix-martialay/iii-foro-felix-martialay/

https://www.youtube.com/playlist?list=PLQZzcuJq51eWdNe4lcethtRotXDCe7uPN

Desde hace un tiempo la película está en youtube para que cualquier persona pueda visionarla. Recuerdo que es la película española más antigua, que no filmación, que se conserva relacionada con el fútbol, y una de las más antiguas que se conservan del cine español.

¡¡¡A disfrutarla!!!.

[youtuber youtube=’http://www.youtube.com/watch?v=rQ50MkS4yCI’]

https://www.youtube.com/watch?v=rQ50MkS4yCI

“El campeón de football” (1914).

Heraldo de Madrid, 29 de septiembre de 1914, página 4.

Heraldo de Madrid, 29 de septiembre de 1914, página 4.

Esta es una nueva filmación que viene a sumarse a las ya existentes. He investigado, como en el resto de las filmaciones, para conocer el guión, la persona que la dirigió y/o los actores. La búsqueda ha sido hasta el momento infructuosa, pero haré una breve exposición de lo que he podido descubrir.

La película se estrenó en Madrid el día 28 de septiembre de 1914, en el Gran Teatro, también conocido como el Palacio del Cinematógrafo, sito en la Calle del Marqués de la Ensenada, en el solar en el que estuvo el Frontón Euskal Jai. Con anterioridad se llamó Teatro Lírico. En 1920 un incendio destruyó el edificio. En la actualidad el solar lo ocupa el Consejo General del Poder Judicial.

La Correspondencia de España, 28 de septiembre de 1914, página 7.

La Correspondencia de España, 28 de septiembre de 1914, página 7.

El nuevo listado de filmaciones más antiguas del fútbol español queda así, a expensas de nuevos y deseados descubrimientos:

1 La Sociedad atlética en el Campo de Lamiaco (14/9/1905; proyectada en el Salón Olimpia de Bilbao)

2 Foot-Ball en familia (30/5/1911; proyectada en el cine)

3 Torneo de Foot-Ball (24/6/1911; jugado ese día)

4 *Barcelona. Match de foot-ball.(1911)

5 *FC Barcelona vs Gimnástica Española (7/4/1912; final del Campeonato de España)

6 *Irún 1912 (11/9/1912; jugado ese día)

7 *Clarita y Peladilla (1914. Estrenada el 25/5/1916).

8 El campeón de football (28/9/1914; estrenada este día)

9 *Athletic Club vs Madrid FC (7/5/1916; final Campeonato de España)

10 *España FC vs Madrid FC (8/4/1917; semifinal vuelta del Campeonato de España)

11 Match entre el Arenas y el Vigo (1919)

12-13 *Los dos de la familia Real, ambos en el Estadio Metropolitano (1920)

14  *Barcelona vs Real Unión de Irún (14/5/1922; final Campeonato de España)

15 *Inauguración de Las Corts (20/5/1922)

16 *Campeonato Militar. Madrid vs Lisboa (11/9/1924)

17 Inauguración de La Condomina (25/12/1924)

18 *Real Madrid vs Barcelona (1927)

* Las filmaciones de las que existen imágenes.




“Fútbol, amor y toros”, la primera película sonora española de la historia.

futbolamorytoros01Índice:

Los inicios. Cuando comenzó el cine sonoro. Primera película proyectada en España.

La primera producción española. Los rodajes de “Fútbol, amor y toros” y “El misterio de la Puerta del Sol”.

El estreno. Curiosos anuncios publicitarios del estreno de “Fútbol, amor y toros”.

La crítica. Opiniones de los entendidos en cine de la época.

La trama. El guión de “Fútbol, amor y toros”.

La productora. Selecciones Núñez.

Estreno de “El Misterio de la Puerta del Sol”. Cuatro días más tarde, en Burgos.

Conclusión.

futbolamorytoros02LOS INICIOS.

Es de creencia generalizada que el cine sonoro comenzó en Estados Unidos el 6 de octubre de 1927 con la proyección de la película “The Jazz Singer (El Cantor de Jazz), aunque es conocido hace años que una película producida y dirigida en 1923 por Lee De Forest y protagonizada por Concha Piquer, cantando en español y portugués, es en realidad la primera película sonora de la historia. También es la primera película del cine sonoro en español y portugués. En español, recalco, no española.

futbolamorytoros03En España llevó algo más de tiempo poner en marcha la maquinaria sonora y eso que ya existían un par de sistemas de producción nacional que permitían al menos intentar la aventura.

El 4 de diciembre de 1929 en el Primer Congreso Español de Cinematografía, ante la falta de películas producidas en España, se concedió el premio a la primera película sonora proyectada en España, La canción de París, protagonizada por Maurice Chevalier.

Heraldo de Madrid, 3-10-1929.

Heraldo de Madrid, 3-10-1929.

Arte y Cinematografía, noviembre de 1929.

Arte y Cinematografía, noviembre de 1929.

LA PRIMERA PRODUCCIÓN ESPAÑOLA.

Pero no es hasta finales de 1929, concretamente en septiembre, cuando dos directores dan el paso, aunque cada uno por su lado. Por una parte Florián Rey con “Fútbol, amor y toros” y, por otra, Francisco Elías con “El misterio de la Puerta del Sol”.

Heraldo de Madrid, 28-9-1929.

Heraldo de Madrid, 28-9-1929.

El Heraldo de Madrid, 3-10-1929.

El Heraldo de Madrid, 3-10-1929.

El Imparcial, 26-10-1929

El Imparcial, 26-10-1929

Según una entrevista concedida a la revista La Pantalla, el título osciló en un principio entre “Fútbol, amor y toros” y “Amor, fútbol y toros”.

Atlántico, 5-11-1929.

Atlántico, 5-11-1929.

Crónica, 17-11-1929.

Crónica, 17-11-1929.

EL ESTRENO.

4-1-1930, La Libertad

4-1-1930, La Libertad

El Heraldo de Madrid, 3-1-1930.

El Heraldo de Madrid, 3-1-1930.

El Sol, 3-1-1930.

El Sol, 3-1-1930.

La Libertad, 4-1-1930.

La Libertad, 4-1-1930.

El Heraldo de Madrid, 7-1-1930.

El Heraldo de Madrid, 7-1-1930.

El Sol, 7-1-1930.

El Sol, 7-1-1930.

El Imparcial, 11-1-1930.

El Imparcial, 11-1-1930.

El Heraldo de Madrid, 15-1-1930.

El Heraldo de Madrid, 15-1-1930.

El Imparcial, 16-1-1930.

El Imparcial, 16-1-1930.

La Libertad, 21-1-1930.

La Libertad, 21-1-1930.

Heraldo de Madrid, 31-1-1930.

Heraldo de Madrid, 31-1-1930.

El Imparcial, 8-2-1930.

El Imparcial, 8-2-1930.

El Heraldo de Madrid, 22-2-1930.

El Heraldo de Madrid, 22-2-1930.

LA CRÍTICA.

La Libertad, 9-1-1930.

La Libertad, 9-1-1930.

La Libertad, 9-1-1930.

La Libertad, 9-1-1930.

El Heraldo de Madrid, 8-1-1930.

El Heraldo de Madrid, 8-1-1930.

Heraldo de Madrid, 8-1-1930.

Heraldo de Madrid, 8-1-1930.

El Sol, 9-1-1930.

El Sol, 9-1-1930.

La Rioja, 9-5-1930.

La Rioja, 9-5-1930.

He encontrado cierto empeño en autores modernos en insistir en que la película (y el resto de las de su época también) fue un fracaso debido al sistema de sonido, en este caso el Filmófono de Ricardo María Urgoiti. Las anteriores columnas de crítica desmienten esta teoría. Incluso se atreven a decir que la proyección de la película sólo duró unos días, cuando fue proyectada en varios cines de Madrid, uno tras otro, no simultáneamente, y ni más ni menos días que podían serlo el resto de películas, sonoras o mudas. También olvidan o desconocen que la película se proyectó fuera de Madrid, al menos también en Barcelona, Zaragoza y Logroño. Todo esto ocurrió al menos entre los meses de enero y mayo de 1930.

En Barcelona

En Barcelona

En Gracia

En Gracia

En Zaragoza

En Zaragoza

En Logroño

En Logroño

Otro aspecto negativo que ha quedado de la película es la falta casi total de noticias o datos referente a ella que hayan dejado los historiadores. Salvo el caso del libro de Agustín Sánchez, ha sido una tónica en toda la investigación. Todo el mundo pasa por encima de ella sin aportar ningún detalle de interés… o no interés.

La pérdida de la cinta creo que ha sido determinante para hacerla desaparecer de la memoria. La diferencia entre la reconocida como película más antigua “El misterio de la Puerta del Sol” y “Fútbol, amor y toros” es que una ha sobrevivido al paso del tiempo y se puede mostrar y la otra ha desaparecido no sólo físicamente, sino también de la memoria. Afortunadamente, la documentación presentada en esta investigación cambia la historia del cine español.

LA TRAMA.

Al no conservarse copias he tenido que buscar alguien que pudiera hacernos un pase escrito de la película. Afortunadamente, en el libro de Agustín Sánchez Vidal “El cine de Florián Rey”, en las páginas 113 a 117, nos transporta a una sesión imaginaria.

Sánchez Vidal se apoya en la colección “La Novela Cinematográfica del Hogar” de ediciones Bistagne.

Comienza con Rafael Pérez de Córdoba “Rafaelillo”, famoso torero retirado, disfrutando de la vida en su soberbio cortijo sevillano. Como es natural, don Rafael clama contra la pérdida de valores: “No existen verdaderos astros, nadie se arrima a los toros con la valentía de los diestros de antaño, y las multitudes cada vez más incultas, llenan los campos de fútbol en vez de frecuentar los circos donde se rendía culto al valor y a la temeridad de los hombres”.

Un par de rasgos característicos del personaje se dan cuando riñe a unos niños para que dejen de jugar al fútbol  pues “será una vergüenza para vuestras familias”, les apunta o cuando al guardar un minuto de silencio en su casa por la muerta del torero “Espartero”, una criada ajena al momento que está viviendo “Rafaelillo”, rompe el silencio cantando un tango, encolerizándole ordenando guardar silencio en la casa.

futbolamorytoros34No lejos de allí vive Juan Chávarri con su hijo Ricardo, portero del Triana FC. Juan Chávarri, aunque hombre rico, aborrece de las corridas de toros y ama los deportes. En varias secuencias se les ve practicando tenis o haciendo gimnasia, e incluso a Ricardo defendiendo los colores de su club frente al Real Madrid.

Don Juan regaló unas entradas para el fútbol a los sirvientes, pero estos las rompieron prefiriendo acudir a los toros, pues toreaba el maestro “Cagancho”. Donde esté una buena corrida de toros que se quite el fútbol.

Por esas cosas de la vida, Ricardo Chávarri (protagonizado por el actor Ricardo Núñez) conoce a su vecina María Jesús Pérez de Córdoba (Blanquita Rodríguez), no pudiendo ambos más que enamorarse. Si no había bastante en el guerracivilismo español entre fútbol y toros, aparece el amor para enredarlo aún más. Ante esta tesitura, ambos deciden mantener su amor en secreto.

Ricardo invita a María Jesús a verle jugar ante el Real Madrid, atando un par de entradas en una pelota de tenis que entrega a su enamorada. Atenazado por los nervios, Ricardo recibe un par de goles madridistas en su red, siendo abucheado por el público. Ante el sonrojo producido por su actuación, su novia pone el mejor de los parches declarándole que a ella “sólo le importa el hombre, no el futbolista”. Ella había aprovechado una visita de su padre a la Dehesa para presentarse en el estadio trianero.

Ricardo, portero del Triana FC (Nuevo Mundo, 29-11-1929).

Ricardo, portero del Triana FC (Nuevo Mundo, 29-11-1929).

Mientras tanto, su padre charla con el novillero Candelas, el cual ha echado el ojo a la muchacha, aunque su padre le corta las alas, por el momento: “Cuando tomes la alternativa será cuestión de hablar… ahora no quiero principiantes en mi casa”. Tras este encuentro se produce otro algo más cómico. Don Rafael, de vuelta a casa en su coche de caballos se encuentra por el camino a don Juan, el cual le pide paso con su flamante automóvil tocando la bocina. Rafaelillo se niega a echar a un lado a su caballería obligando al sportman a ir detrás de él un buen rato, apartándose cuando cree oportuno siendo rebasado entonces por el automóvil, el cual le adelanta a gran velocidad, aunque sufre un pinchazo poco más adelante. Obligado a cambiar de neumático es adelantado por el “obsoleto” vehículo, ante las carcajadas de su ocupante.

Una vez don Rafael llega a su casa encuentra que Ricardo está esperándole con el fin de pedir la mano de su hija. El padre de la muchacha no las tiene todas consigo pero accede a hablar con el joven deportista, profesión que aquel aún desconoce que ejerce. “Bien, ¿en qué plazas ha toreado usted?. Porque no sé si sabrá que a mi niña no se la lleva ningún hombre que no use coleta”. Ricardo le hace saber que su oficio no es torear, más bien perseguir en calzoncillos una pelota. Rafaelillo entra en cólera e intenta agredir al joven estampando en su cabeza un objeto que hay sobre una mesa. Ricardo huye a la carrera mientras la desconsolada María Jesús llora su pena en un rincón. Su padre, mientras, aún jadeando por el sofocón, se entrevista con el novillero Candelas y le jura que en cuanto tome la alternativa se convertirá en el pretendiente de su hija.

Tras una pelea, otra para Ricardo. Al llegar a su casa, su padre le abronca por la actuación ante el Real Madrid, pues la prensa se ha hecho eco de ella. Ricardo, indignado con el mundo, contesta a su padre diciéndole que está harto de fútbol, el cual no le trae más que sinsabores, y que su objetivo es abandonarlo, aunque sea para practicar el arte de Cuchares. Su enfado le hace ir hasta un criado que le instruirá en la afición taurina, de la cual Ricardo desconoce absolutamente todo, presentándole a su sobrino Joselito, el cual se encargará de dar un prestigio taurino que no tiene a Ricardo. El único fin del joven es que don Rafael le otorgue plenos poderes ante María Jesús, nada de aficionarse a los toros.

Heraldo de Madrid, 8-1-1930.

Heraldo de Madrid, 8-1-1930.

De éstas, Candelas y Ricardo se reconocen en una venta sevillana, llegando a desafiarse en una pelea que gana el ex futbolista, que cuenta con más agallas que el torero, que es de mucho “ladrar y poco morder”. De esta manera, Ricardo decide hacerse torero, lo que provoca que su padre, cuando le llegan noticias de las andanzas taurinas de su hijo, exclame: “Mi hijo ha muerto para mí”.

También las noticias llegan hasta su oponente Candelas, el cual desafía nuevamente a Ricardo, aunque esta vez a una corrida mano a mano en Écija. Es el primer contrato para Ricardo, que azuzado en una taberna por el desafío de Candelas, accede a firmarlo.

La corrida tiene lugar el Sábado de Gloria. Enterada María Jesús del enfrentamiento entre las dos personas que desean cortejarla, aprovechando una ausencia de su padre, se presenta en la plaza con la intención de persuadir a Ricardo de que toree. María Jesús engaña a Candelas para que la lleve hasta Écija. Su padre, enterado de que su hija ha marchado a ver la corrida, decide presentarse en Écija también, pero al encontrarse una de sus caballerías enferma, tiene que pasar por el mal trago de que don Juan Chávarri le acerque en su automóvil hasta “la Ciudad de las torres”. Unos kilómetros más adelante el automóvil se avería, teniendo ambos que proseguir el viaje en burros. La convivencia les hace acercar posturas.

Mientras, en Écija, Ricardo ve llegar a Candelas acompañado de su amada María Jesús, lo que le hace exclamar entre suspiros: “¡Qué desdichado soy!. Me ha traicionado la mujer por la cual yo arrostro esta vida, por la cual he dejado mi profesión favorita”. Así, decide torear pues “la palabra de un hombre vale más que una mala mujer”. Cuando baja al salón se encuentra con María Jesús y su oponente, abalanzándose sobre éste. Candelas saca un puñal. Ambos se disponen a acometerse. En ese instante, “María Jesús oye el paso de una procesión, abre las ventanas y, al paso de una de las imágenes de Cristo, se abalanza sobre la reja de la ventana y rompe a cantar una saeta. Ante el emocionante momento, ambos hombres se miran, reflexionan y abandonan finalmente la lucha, avergonzados, como si estuvieran ante la misma presencia de Dios.”

Al día siguiente se celebra la corrida. Los padres de los enamorados llegan por fin a Écija. María Jesús hace saber a su padre de sus intenciones y éste le espeta: “¿Con un futbolista?”. A lo que ella responde: “Con un torero”. Ni corta ni perezosa hace un último intento porque Ricardo abandone la idea de torear, pero éste se ve obligado por su palabra dada y no duda en salir a la arena. A ella sólo le queda rezar a la Virgen con el propósito de que allí no ocurra nada. Pero ocurre. A la primera embestida del astado, Ricardo cae herido gravemente. Afortunadamente no es una herida mortal. Con tiempo de reposo y los cuidados de María Jesús, Ricardo consigue recuperarse y, sobre todo, que Rafaelillo acceda a convertirse en su suegro.

Don Juan y don Rafael se convierten en los mejores amigos del mundo, acudiendo tanto uno como otro a los toros y al fútbol. Ricardo vuelve a defender la portería de su club y los hinchas vuelven a vitorearle como siempre hicieron.

Concluía la película: “Y fue de esta manera como el fútbol y los toros pudieron vivir juntos bajo la égida del amor”.

Ficha de “Fútbol, amor y toros”.

Producción: Selecciones Núñez.

Argumento Original: Florián Rey.

Guión: Florián Rey.

Director: Florián Rey.

Figurines: Alberto Arroyo.

Fotógrafo: Novoa.

Decorados: Paulino Méndez, Regisseur y Manuel Caro.

Estudios: Omnium Cine.

Sincronización: Filmófono.

Intérpretes: Ricardo Núñez Lissarrague (Ricardo) (nació en Betanzos el 16 de julio de 1904 – falleció en Palma de Mallorca el 14 de junio de 1988), Blanquita Rodríguez (María Jesús), Modesto Ribas (don Rafael), Carlos Rufart (don Juan) y Rafael Guerra Bejarano “Guerrita” (nació en Córdoba el 6 de marzo de 1862 – falleció en Córdoba el 21 de febrero de 1941) (cantaor de flamenco).

Ricardo Núñez y Blanquita Rodríguez

Ricardo Núñez y Blanquita Rodríguez

Estreno en Madrid: Teatro de La Zarzuela, 7 de enero de 1930. No se conservan copias.

La productora.

Arte y cinematografía, noviembre de 1929

Arte y cinematografía, noviembre de 1929

Arte y cinematografía, diciembre de 1929

Arte y cinematografía, diciembre de 1929

Atlántico, 5-1-1930.

Atlántico, 5-1-1930.

La Libertad, 26-1-1930.

La Libertad, 26-1-1930.

Antonio Martínez del Castillo “Florián Rey”. (25-1-1894, La Almunia de Doña Godina; 11-4-1962, Benidorm///Clínica del Perpetuo Socorro de Alicante). Florián Rey falleció en Benidorm (Alicante), en la Clínica del Perpetuo Socorro, a las 14 horas del día 11 de abril de 1962. Se encuentra enterrado en un osario general, en el cementerio municipal de Alicante.

Florián Rey.

Florián Rey.

ESTRENO DE “EL MISTERIO DE LA PUERTA DEL SOL”.

Película contemporánea a “Fútbol, amor y toros” dirigida por Francisco Elías Riquelme. También película sonora, filmada por el procedimiento “De Forest”, sistema en el cual el sonido y la imagen van en la misma banda. Este sistema lo inventó el norteamericano Lee de Forest.

La fecha de estreno es la del 11 de enero de 1930 en el Coliseo Castilla de Burgos, es decir, 4 días después que “Fútbol, amor y toros”. Fue la única proyección que se hizo de esta película.

Fue rodada en las mismas fechas que “Fútbol, amor y toros” en unos estudios situados en la Ciudad Lineal de Madrid.

Diario de Burgos, 8-1-1930.

Diario de Burgos, 8-1-1930.

Diario de Burgos, 10-1-1930.

Diario de Burgos, 10-1-1930.

Diario de Burgos, 11-1-1930.

Diario de Burgos, 11-1-1930.

CONCLUSIÓN.

Tras presentar todo lo que conozco de “Fútbol, amor y toros”, el lector se preguntará por qué afirmo que esta es la primera película sonora española.

Es complicado conocer cuál de las dos películas terminó su filmación antes, pues se rodaron en las mismas fechas. No hay fechas concretas de cuando empezaron o finalizaron los rodajes, como tampoco los hay de las películas actuales. En ocasiones se encuentran apuntes de cómo se desarrollan ambos, pero nada de afirmar quién comenzó o finalizó antes. En su momento no fue algo en lo que pensara nadie.

Atlántico, 5-1-1930.

Atlántico, 5-1-1930.

Lo que sí está documentado es cuál de las dos películas se estrenó antes y esta fue, sin lugar a dudas, “Fútbol, amor y toros”. En esta investigación queda demostrado.

No quiero dejar atrás otro detalle. “Fútbol, amor y toros” es también la primera película íntegramente española. Al elenco de artistas y técnicos hay que unir el uso de una máquina española, como es el Filmófono, para la grabación sonora, cosa de la que “El misterio de la Puerta del Sol”, no puede presumir. Al grupo español de trabajadores y técnicos se une una máquina estadounidense para grabar el sonido.

Ahora queda tirar la puerta y que a “Fútbol, amor y toros” le sea reconocido tal honor. Puerta de nogal o alcornoque.

Bibliografía:

El cine de Florián Rey (Agustín Sánchez Vidal, 1991).

Sin cinematografía no hay nación (Marta García Carrión, 2007).

Fútbol y cine (Carlos Marañón, 2005).

Luces y rejas: estereotipos andaluces en el cine costumbrista español (1896-1939). (José María Claver Esteban, 2012).

Prensa: ABC, Arte y Cinematografía, Atlántico, El cine, Crónica, Diario de Burgos, Heraldo de Aragón, El Imparcial, Heraldo de Madrid, La Libertad, La Nación, El Noticiero, La Pantalla, La Rioja, Siluetas, El Sol y La Voz.

Archivos de la Filmoteca Nacional, Biblioteca Nacional de España y Hemeroteca Municipal de Madrid.




Las filmaciones más antiguas del fútbol español (3ª parte). La Sociedad atlética en el campo de Lamiaco.

Gracias a Borja Valle, localizador (como a él le gusta se le considere) de las notas de prensa que hoy presentamos, podemos conocer un gran descubrimiento, la película más antigua del fútbol español conocida hasta este momento. No solo del fútbol, yo diría del deporte español hasta el momento.

Es una película proyectada en el cinematógrafo Olimpia de Bilbao el 14 de septiembre de 1905 y cuyo título es “La sociedad atlética en el campo de Lamiaco”.

Dejemos que sean las reseñas del diario bilbaíno El Nervión quién nos ilustre.

Filmaciones01Filmaciones02Alrededor de 20 años después, en el diario bilbaíno Excelsior, encontré un artículo titulado “La historia del cinematógrafo en Bilbao” en la que no hacía ningún mención a la película que este mes nos trae aquí, pero del que podemos conocer algunos detalles del local, que por ser donde fue la proyección también merece tener cabida en este artículo.

Los primeros cines que vieron los bilbaínos en su invicta villa fueron “El Circo del Ensanche” y la “Sala de La Concordia” que comenzaron a funcionar allá por 1898. Más tarde, fueron apareciendo distintas salas, como las barracas situadas en la Gran Vía, en la Plaza Circular, en la calle Bidebarrieta o las barracas ambulantes de los hermanos Pradera y de Farrusini.

Un joven bilbaíno, entusiasta y emprendedor, Antonio de Diego, viendo las recaudaciones obtenidas por Farrusini decidió que tenía que probar fortuna con el nuevo invento viajando hasta París para aprender todo lo relacionado con la nueva industria cinematográfica.

Por aquel entonces solo existían las casas Pathé y Gaumont, con películas muy caras, pero aún así Antonio De Diego volvió a Bilbao con un buen capital invertido en los mejores “films” del momento para proyectar en una sala de su propiedad, el Salón Olimpia, el primer cine de construcción en España.

De esta forma, el Salón Olimpia se inauguró el 14 de septiembre de 1905 sobre los terrenos que ocuparon anteriormente un Café y una Exposición industrial. Como podemos observar, una de las primeras filmaciones proyectadas fue la película futbolística española más antigua que conocemos.

El nuevo listado de filmaciones más antiguas del fútbol español queda así, a expensas de nuevos y deseados descubrimientos:

1 La Sociedad atlética en el Campo de Lamiaco (14/9/1905; proyectada en el Salón Olimpia de Bilbao)

2 Foot-Ball en familia (30/5/1911; proyectada en el cine)

3 Torneo de Foot-Ball (24/6/1911; jugado ese día)

4 *Barcelona. Match de foot-ball.(1911)

5 *FC Barcelona vs Gimnástica Española (7/4/1912; final del Campeonato de España)

6 *Irún 1912 (11/9/1912; jugado ese día)

7 *Clarita y Peladilla (1914)

8 *Athletic Club vs Madrid FC (7/5/1916; final Campeonato de España)

9 *España FC vs Madrid FC (8/4/1917; semifinal vuelta del Campeonato de España)

10 Match entre el Arenas y el Vigo (1919)

11-12 *Los dos de la familia Real, ambos en el Estadio Metropolitano (1920)

13  *Barcelona vs Real Unión de Irún (14/5/1922; final Campeonato de España)

14 *Inauguración de Las Corts (20/5/1922)

15 *Campeonato Militar. Madrid vs Lisboa (11/9/1924)

16 Inauguración de La Condomina (25/12/1924)

17 *Real Madrid vs Barcelona (1927)

* Las filmaciones de las que existen imágenes.




Artistas sin balón

Garchitorena, transformado en Juan Torena, posa como galán para el fotógrafo de Fox Films.

Garchitorena, transformado en Juan Torena, posa como galán para el fotógrafo de Fox Films.

Cualesquiera que sean las razones, y pese a su enorme arraigo social, el fútbol no ha recibido tanta atención desde nuestro cine como los toros, por ejemplo. Lejos de nuestras fronteras ocurre otro tanto si comparamos el metraje de celuloide dedicado al fútbol y al boxeo. Será, quizás, por el efecto dramático de jugarse la vida entre peinetas, claveles y música, en pleno albero achicharrado de sol. Por esas luces y sombras tan pegadas al cuadrilátero, donde una caída puede significar no la pérdida del combate, sino un punto de arranque hacia el despeñadero. Tratamiento injusto, a mi entender, el dedicado al fútbol desde el cine u otras muchas manifestaciones artísticas. ¿Dónde está, por simplificar, el “Young Sánchez” que bordase Ignacio Aldecoa, orientado al balón de cuero y sus juguetes rotos?. ¿Cómo explicar tanto empeño de nuestros literatos, forofos confesos muchos de ellos, en dar la espalda al césped y el aroma a linimento?. Desde luego no será por falta de temas, pues cabría bucear entre ídolos caídos y ambiciones frustradas, corruptelas, tejemanejes políticos, mafias… Hoy simplemente toca mirar hacia las pantallas de cine. Y sobre ellas apenas si se han proyectado unas hagiografías y varias comedias algo bufas, al estilo de “El fenómeno” y “Las Ibéricas”, o carentes de profundidad, como “Los económicamente débiles”. Puestos a buscar excepciones nos toparíamos, quizás, con “Once pares de botas” y “Volver a vivir”, esta última coproducción hispanoitaliana de Mario Camus. Pese a ello, hubo un puñado de futbolistas, de gente del balón, que por distintos motivos conocieron platós o se subieron al escenario. Son los que con todo derecho podríamos considerar artistas sin balón.

El primero en orden cronológico fue Garchitorena, protagonista involuntario de un sonoro escándalo allá por 1916.

Juan Torena se movió sobre todo entre lo que pudiéramos denominar cine latino y el género de aventuras, por más que en el afiche de “Capitán Calamity” no incluyeran su nombre.

Juan Torena se movió sobre todo entre lo que pudiéramos denominar cine latino y el género de aventuras, por más que en el afiche de “Capitán Calamity” no incluyeran su nombre.

Tocaba a su fin la temporada 1915-16 cuando el Barcelona decidió hacerle un hueco en sus filas, inscribiéndolo como español. Nada sucedió en los 2 partidos disputados aquella campaña, pero durante la inmediata, el R.C.D. Español destapó lo que ya entonces fue calificado por la prensa como “Caso Garchitorena”. El muchacho era argentino, según se dijo más tarde, y la documentación con que su club le hizo parecer español, tan falsa como un duro de plomo. Puesto que el Campeonato de Cataluña estaba vedado a los extranjeros y Garchitorena había disputado varios partidos, la Federación determinó repetir aquellos encuentros. Los azulgrana se negaron categóricamente y así nació todo un señor escándalo.

Hoy, gracias a Fernando Arrechea, sabemos que Juan Garchitorena nada tenía de argentino, sino que nació en Filipinas meses antes de perderse nuestro imperio colonial, y que su padre era filipino con ascendencia vasca. Probablemente nunca conoceremos cómo desde la entidad “culé” no arreglaron aquellos papeles. Si a su ascendencia vasca se añadía un nacimiento bajo pabellón español, parece lógico pensar en soluciones relativamente sencillas. Pero algo falló, sin duda, o la inobservancia legal estaba entonces tan extendida como para que nadie tomara en serio la infracción. Y el muchacho, bien fuese porque resultaba más fácil castigar al futbolista que a toda una entidad, se encontró sin posibilidad de jugar partidos oficiales durante un buen tiempo, hasta que en mayo de 1918 la Federación Española autorizase su inscripción para el Campeonato de España. Disputó, eso sí, un buen número de choques amistosos, registrándose únicamente 3 apariciones en la campaña 1918-19, es decir la del perdón.

Si futbolísticicamente aportó poco, pese a la calidad con que al decir de los críticos se adornaba, regalaría un maletón de anécdotas. Moderado bebedor de whisky cuando los destilados de malta eran cosa de snobs, incluso en el campo procuraba lucir como un pincel, consciente de que su estampa solía desatar suspiros. En cierta ocasión, durante la disputa de un partido en el embarrado campo del España, situado detrás del actual Hospital Clínico barcelonés, renunció a rematar de cabeza una jugada muy clara, por no ensuciarse el cabello. Con las damas era un artistazo. Sabía embobarlas gracias a sus ademanes suaves, a su forma de bailar y a media docena de poses perfectamente ensayadas. Su sitio, entre una cosa y otra, más parecía hallarse en los salones de la alta sociedad que en cualquier irregular terreno de juego. Por eso nadie se sorprendió demasiado cuando dejó Barcelona para probar suerte en el Hollywood del primer celuloide. Allí hizo carrera artística como galán latino, con el nombre de Juan Torena, y sobre todo triunfaría en plan play-boy.  Tuvo algún papel en el cine mudo, gracias al entusiasta apoyo de Mary Pickord, estrella superlativa antes del sonoro, y posteriormente participaría, junto a otros muchos actores cubanos, mexicanos y hasta españoles, en versiones a nuestro idioma de varios filmes. Entre sus 42 películas proliferan especialmente las de serie B, y hasta C, con títulos que difícilmente engañan, como “Festival en México”, “Mexicana” o “Mascarada en México”, incursiones aventureras, tipo “El capitán Calamity” o “El capitán Tormenta”, almíbar a raudales en “Sombras habaneras” (1929) y “Astucia de mujer” (1953), y hasta alguna intervención en los seriales de Hopalong Cassidy, un cow-boy para adolescentes y niños con todas las características del tebeo. La cinta que más repercusión tuvo por nuestros pagos sería “Guerrilleros de Filipinas” (1950), donde encarnaba a un heroico resistente, cuyo doblaje al español corrió a cargo de Víctor Valverde.

Cuando “Guerrilleros de Filipinas” se estrenó en España, apenas nadie pudo asociar a Juan Torena con el antiguo jugador azulgrana.

Cuando “Guerrilleros de Filipinas” se estrenó en España, apenas nadie pudo asociar a Juan Torena con el antiguo jugador azulgrana.

Gracias al testimonio de algunos españoles en aquel Hollywood del “star-sistem” sabemos de su fácil trato y simpatía, así como de la naturalidad con que sabía hacerse querer por las mujeres. Fruto de esas virtudes cabe asegurar triunfó más fuera de las cámaras que bajo los focos, llegando a relacionarse sentimentalmente con la gran estrella Myrna Loy. Tal vez a causa de tanto ajetreo amoroso, se casó ya talludito, durante los años 50, con la antigua y ya retirada actriz Natalie Moornead, quien por cierto doblaba su filmografía. Falleció en California y allí reposan sus restos, sin que nadie en los Estados Unidos sepa apenas nada de su pasado en el F. C. Barcelona.

No fue, sin embargo, el único artista sin balón del fútbol más rancio. Y curiosamente también hemos de seguir rastros por el ámbito catalán. Se llamó Félix de Pomés i Soler (Barcelona 5-II-1889 – 17-VII-1969). Un todoterreno en sus vertientes deportiva y cinematográfica.

Félix de Pomés jugó al fútbol antes de popularizarse los cromos de futbolistas. Sí salió, en cambio, el los de actores, demandados especialmente por las niñas.

Félix de Pomés jugó al fútbol antes de popularizarse los cromos de futbolistas. Sí salió, en cambio, el los de actores, demandados especialmente por las niñas.

Aristócrata de cuna, se inició bajo los tres palos, gracias a su 1,84, estatura por demás sobresaliente hace 100 años. Sin embargo en el Universitary aparecería ya ocupando su clásica posición de interior durante el periodo 1910-11. La temporada correspondiente a 1911 la disputó con el Español, para volver al Universitary en 1911-12 y acompañar a buena parte de sus antiguos camaradas en su viaje al efímero Casual, entidad surgida de una escisión en el seno “perico”. De ahí saltaría al Barcelona (1913-14), para acabar colgando las botas en el Español (1914-16) cuando remansaron las turbulencias subsiguientes a la escisión. A partir de ahí se dedicó de lleno a la esgrima, proclamándose campeón de Cataluña y llegando a participar en los Juegos Olímpicos de París (1924) y Ámsterdam (1928), en las especialidades de florete y espada. Antes, mientras rompía sus primeras botas sacudiendo puntapiés a balones duros como la piedra, había hecho pintos en el cuadrilátero, si bien tuvo el seso de dejarlo tras encajar unos cuantos guantazos. Dibujante nada despreciable, a medida que sus facultades físicas fueron mermando comenzó a volcarse en el mundo del cine, primero como actor y más adelante compaginando la interpretación con trabajos de guionista y director. Hasta 74 títulos hallamos en su filmografía, y no sólo encuadrados en el precario y patriotero cine nacional de posguerra, sino correspondientes a producciones rodadas en Alemania, versiones norteamericanas al castellano y filmes de la Paramount, estudios donde por cierto llegó a estar en nómina hasta nuestra Guerra Civil. Dirigiría su primera película en 1941 -“La madre guapa”- con intervención de su hija Isabel, intérprete de renombre desde finales de dicho decenio hasta la conclusión de los 50. Su recuerdo quedaría incompleto sin citarlo como primer director de doblaje en nuestro suelo, allá por los años 30.

En “La Torre de los Siete Jorobados”, exótica perla de nuestro cine, De Pomés lucía una espléndida caracterización.

En “La Torre de los Siete Jorobados”, exótica perla de nuestro cine, De Pomés lucía una espléndida caracterización.

Entre sus muchos trabajos cabría citar “Alta traición” (1929), “La fiesta del diablo” (1931), “Los nietos de los celtas” (1933), “Doña Francisquita” (1934), “Rataplán” (1935) y “Aurora de esperanza” (1936), antes de que nuestros campos, calles y cunetas se tiñeran de sangre. Y aún siguió rodando durante los tres años de absurda barbarie, puesto que figura en los repartos de “Nuevos ideales”, “Liberación” y “Hombres contra hombres” (las tres de 1937), “Las cinco advertencias de Satanás” (1938) y “El deber”, o “Usted tiene ojos de mujer fatal” (1939). Tras la victoria franquista intervendría, entre otras muchas, en “La Torre de los 7 Jorobados” (1944), curiosísima cinta a caballo entre el terror y lo sobrenatural, por demás sorprendente en el paupérrimo panorama del cine autárquico, donde además volvía a compartir títulos de crédito con su hija. La siguieron “¡Culpable!” (1945), “Noche sin cielo” (1947), “Juan de Serrallonga” (1948), “Parsifal” (1951), “La otra vida del capitán Contreras” (1954), “El aventurero”  y “La rana verde” (ambas 1957), “La vida por delante” y “Aquellos tiempos del cuplé” (1958), “La casa de la Troya” (1959) o “Las hijas del Cid” (1962). Intervino igualmente en cintas que hoy, por sus altas dosis de heroísmo maniqueo y trasnochado, quizás sólo resulten digeribles para el aficionado al revisionismo histórico o la arqueología de un régimen en su apogeo: “Murió hace 15 años” (1954) y “Diez fusiles esperan” (1958) ésta ambientada en las Guerras Carlistas. También, como es lógico, estuvo presente en el cinematográfico desembarco norteamericano de finales de los 50 y primeros 60, participando como secundario en “Orgullo y pasión” (1957), “Salomón y la reina de Saba (1959) o “Rey de Reyes” (1961), donde encarnaba a José de Arimatea. Y por supuesto, conectando nuevamente fútbol y cine, en “Once pares de botas”, título que exigirá punto y aparte.

Programa publicitario de mano sobre un film dirigido por Félix de Pomés

Programa publicitario de mano sobre un film dirigido por Félix de Pomés

Su hija Isabel (Barcelona 10-IV-1924 – 31-V-2007), a la que ya se ha aludido, estrella harto reconocible en el blanco y negro de los 40 y 50 por su participación en filmes de gran éxito, llegó a rodar 44 películas.

Para encontrar a los siguientes fubolistas-actores ya debemos atisbar en nuestra posguerra. Y uno de los más contumaces en el cine posbélico no sería otro que Jacinto Fernández de Quincoces López de Arbina (Baracaldo, Vizcaya, 17-VII-1905 – Valencia 10-V-1997), el gran Quincoces del pañuelo anudado a la cabeza, internacional en 25 ocasiones y componente, junto a Ricardo Zamora y Ciriaco Errasti, de un terceto defensivo mítico. Ingresó en el Deportivo Alavés a los 18 años, después de haberse forjado en los modestos clubes baracaldeses Giralda y San Antonio. Su garra y pundonor, unidos a una calidad técnica muy superior a lo demandado por entonces a los defensas, le llevaron a figurar entre los mejores zagueros de Europa, aunque desde ciertos ámbitos se le achacara excesiva nobleza. En 1931 fue traspasado al Real Madrid, con su compañero Ciriaco y el atacante Olivares, a cambio de 60.000 ptas., para permanecer entre los blancos hasta 1942, interviniendo en 132 partidos, alzándose con dos campeonatos de Liga y otros dos de Copa.

El húngaro Plattko tuvo su muy conocida oda, gracias al impacto que causase en Rafael Alberti durante la final a triple partido disputada en Santander. Pero no fue el único, puesto que Quincoces también gozó de otra, manuscrita por José García Nieto con ocasión de un memorable partido de Copa contra el Barcelona en 1936, donde los “merengues” lucharon en inferioridad por las lesiones de Luis Regueiro y Souto.

“ Yo no canto, Jacinto, tu azarosa

vida-valla que todo lo detenía,

ni canto tu entrada impetuosa

que a todo el balón al sol vencía”

Quincoces, internacional con 3 películas y honores de papel impreso en “Campeones”, reservados sólo a estrellas de tronío.

Quincoces, internacional con 3 películas y honores de papel impreso en “Campeones”, reservados sólo a estrellas de tronío.

Alguien tan popular no pasó desapercibido a los productores de cine, y por tal motivo protagonizó tres películas, teniendo, al parecer, propuestas para actuar de galán en otras más. Pese a ello, consciente, quizás, de que sabría moverse mucho mejor entre el césped recién cortado y los despachos del fútbol, continuó ligado al balón como entrenador del Zaragoza, Real Madrid, Valencia y Atlético de Madrid, así como secretario técnico “merengue” y seleccionador nacional en dos únicos partidos. Afincado en Valencia, más adelante tuvo negocios inmobiliarios, fue directivo en el club más representativo de esa ciudad, así como presidente del Mestalla y de la Federación Valenciana de Pelota.

Contemporáneo de Quincoces y compañero de reparto en “Campeones” (1942), junto a Ricardo Zamora, los también futbolistas Mesa, Ramón Polo, y el entonces joven galán Carlos Muñoz,  Guillermo Gorostiza Paredes (Santurce, Vizcaya 12-II-1909) “Bala Roja” por el apodo que le adjudicase el periodista “Rienzi”, podría pasar con todo merecimiento como prototipo de juguete roto.

Hijo de un médico notable que llegó a presidir el Colegio Vizcaíno, fue internacional en 19 ocasiones, entre 1930 y 1941, campeón de Copa en 5 oportunidades y de Liga nada menos que 6 veces. Eficacísimo en el campo, donde pocos defensas lograban sujetarlo, aún resultaba más difícil tirarle de las riendas cuando vestía de paisano. Hartos de su indisciplina, la directiva del Athletic, entendiendo además que su puesto estaba bien guardado por el neófito Agustín Gaínza, decidió traspasarlo al Valencia, a cambio de 55.000 ptas. Un capitalazo en tiempos de hambre y necesidad extrema, máxime cuando los mandamases de nuestro fútbol acababan de cacarear su intención de dar carpetazo a los desmanes económicos del profesionalismo. Con la camiseta “ché” anotó el gol 500 en el Campeonato de Liga y mantuvo muy buenos registros anotadores, a excepción del ejercicio 1942-43. Todo ello por más que para entonces fuese un hombre alcoholizado, al que ni su esposa y dos hijos pequeños lograban hacer entrar en razón. Si bien machaconamente se le da por retirado tras la campaña 1950-51, a los 42 años y en el Juvencia de Trubia asturiano, luego de algunos periodos en blanco, lo cierto es que llegó al club cascarillero mediado el campeonato 1947-48, según queda constancia en “La Voz de Asturias” del jueves 1 de enero de 1948: A Gorostiza acompañaban en su incorporación otros dos futbolistas procedentes del Real Oviedo; el interior Soberón y el defensa Paquito, sin nada que ver este último con el futuro centrocampista internacional del Real Oviedo y Valencia C. F. de idéntico nombre deportivo, años después igualmente jugador trubieco.

Grostiza, “Bala Roja” y triste “bala perdida”. Del todo a la nada absoluta en apenas 10 años, con breve parada y fonda en los platós cinematográficos.

Grostiza, “Bala Roja” y triste “bala perdida”. Del todo a la nada absoluta en apenas 10 años, con breve parada y fonda en los platós cinematográficos.

Intervino en “Campeones”, como queda dicho, haciendo un poco de sí mismo; de jugador veterano, alegre y empeñado en vivir al día. Aquella película, convengámoslo, fue ante todo un ejercicio oportunista, sin otras miras que la taquilla, circunstancia puesta de relieve desde su lanzamiento comercial. Así, por ejemplo, no tuvo como el resto de las cintas estrenadas durante los 40 un cartel que la publicitase, sino 7 diferentes como mínimo. Uno con la efigie de cada estrella del cuero: Zamora, Quincoces, Gorostiza, Polo y Mesa. Otro con el rostro del actor Carlos Muñoz, probablemente para que no se sintiese un cero a la izquierda en el reparto. Y uno, al menos, común y corriente, más de película, para entendernos. Aquella fue la primera ocasión que nuestro cine aplicaba conceptos de eso que más adelante llamaríamos marketing.

 Derrochador, aunque de enorme bondad, incapaz de abrirse camino fuera del fútbol, tras colgar las botas el otrora extremo se convirtió en sombra triste de sí mismo. Los domingos por la mañana solía vérsele merodeando por los hoteles donde se hospedaban quienes rendían visita a San Mamés, tratando de encontrar entre técnicos y directivos algún conocido a quien aplicar el eterno arte del sablazo. Fue entonces cuando Summers volvió a convertirlo en personaje de celuloide, filmándolo para su documental “Juguetes Rotos”. Allí, avejentado y enfermo, perdido el último átomo de dignidad, el campeón de antaño mendigaba alguna ayuda para continuar viviendo.

Fallecería indigente, acogido en el sanatorio antituberculoso de Santa Marina, próximo a Bilbao, el 24 de agosto de 1966. Tenía 57 años y, lo que son las cosas, ni siquiera obtuvo esa última vanidad de las buenas necrológicas. La tarde anterior había muerto empitonado un banderillero en la plaza de Vista Alegre, durante las Corridas Generales bilbaínas. “El Correo Español”, “La Gaceta” y “Hierro”, los tres diarios locales, recogieron con todo alarde el suceso taurino. Sólo José María Unibaso “Joma”, antiguo futbolista bastante dado al autobombo, exjefe de la policía municipal y periodista deportivo de referencia en “La Gaceta”, por más que su penosa redacción precisara siempre de correctores, obtuvo un hueco desde el que dedicarle quince sentidas líneas laudatorias.

“Si es aficionado al fútbol le emocionará como un penalti; si no lo es, le divertirá como la mejor película”. Ese fue el slogan publicitario de “Once pares de botas”, cuyo lanzamiento no escatimó medios, pese a lo apretado de la época.

“Si es aficionado al fútbol le emocionará como un penalti; si no lo es, le divertirá como la mejor película”. Ese fue el slogan publicitario de “Once pares de botas”, cuyo lanzamiento no escatimó medios, pese a lo apretado de la época.

Artistas10También conoció el cine desde dentro Emilio Aldecoa Gomez (Zorroza, Vizcaya, 30-XI-1922), delantero elegante y serio, forjado como futbolista en Inglaterra, país al que como otros muchos niños vascos fuese enviado durante la Guerra Civil Española. El primer futbolista español en disputar partidos de la 1ª División británica. Tras pasar por el English Electric, de Stafford, Coventry, Wolwerhampton, At Bilbao, Real Valladolid, Barcelona y Gijón, en 1953 creyó llegado el momento de colgar las botas. Fue, en realidad, el más británico de los varios jugadores que como “niños de la guerra” se forjaron en Inglaterra, y no sólo porque se casase con una inglesa o ejerciera como segundo entrenador durante 6 temporadas en el Birmingham City. Internacional absoluto en 1948 contra la República de Irlanda, en partido incompleto, entrenó a la Gimnástica de Tarragona  durante parte del ejercicio 1953-54, con 12 victorias, 2 empates y 12 derrotas; al Gerona las campañas 1955-56, 1959-60, 1967-68, 1974-75 y 1975-76; Recreativo Granada 1969-70 y la primera mitad del ejercicio 1970-71; Olot 1973-74; Caudal y Valladolid, a éste durante la temporada 1966-67. En el Gerona hubo de saltar al campo como jugador cuando era al mismo tiempo entrenador, ante el escaso número de efectivos o la nula competitividad de su plantilla. Y no lo hizo sólo una vez, sino 5 en la temporada 1955-56, marcando un gol, y nada menos que 10, o sea un tercio del Campeonato, 4 años después. Y justo cuando iniciaba su andadura en los banquillos intervino en la película “Once pares de botas” (1954), dirigida por Rovira Veleta y coprotagonizada por los también futbolistas Antonio Ramallets y Francisco Marcet, junto a los actores José Suárez,  Carmen Pardo, Javier Armet, Elisa Montes, José Isbert, Manolo Morán y Mary Santpere. En esa cinta hacía de entrenador metódico y estudioso, características que habrían de adornarle durante su andadura real por los banquillos. Afincado definitivamente en la Costa Brava, falleció en Lloret de Mar el 4 de setiembre de 1999.

Aldecoa tuvo ocasión de verse en la gran pantalla, y no sólo fugazmente en la sección deportiva del “Nodo”.

Aldecoa tuvo ocasión de verse en la gran pantalla, y no sólo fugazmente en la sección deportiva del “Nodo”.

Como quiera que “Once pares de botas” no resultase una mala inversión, pese a que José Suárez chirriase bastante en su papel de estrella balompédica, durante los años inmediatos se reincidió en el tema, aunque con un curioso matiz. Ya no se buscaban temáticas más o menos próximas al mundo del balón, sino aprovechar sin ambages la popularidad de Kubala y Di Stéfano, los dos ídolos del momento. Curiosamente, pilares respectivos del Barcelona y Real Madrid, conforme exigiría el más elemental principio de equidistancia.

Cinematográficamente, ambos filmes aportaron bien poco. No lo buscaban, en realidad. Tanto sus guionistas como los directores, Arturo Ruiz Castillo en “Los ases buscan la paz” (1955) y Javier Setó en “Saeta Rubia” (1956), se limitaron a pergeñar sendas hagiografías predestinadas al éxito en taquilla. Y en ambas, claro, se huía de cuanto pudiera considerarse espinoso desde la perspectiva política o deportiva.

Ladislao Kubala Stecz (Budapest, 10-VI-1927 – Barcelona 7-V-2002,  había jugado en el Ganz, Ferencvaros y Vasas de Budapest, hasta que el 25 de enero de 1948 se viera obligado a huir precipitadamente del Budapest invadido por tropas rusas. Desde su primer exilio en la franja austríaca administrada por los norteamericanos, tuvo conocimiento de que la Federación Húngara acababa de descalificarlo a perpetuidad, bajo acusación de estafar al Vasas. Pasó entonces a Italia, apalabrando su fichaje por el Pro-Patria y Libertad de Busto Arsizio, percibiendo 8.500 dólares más un sueldo mensual de 70.000 liras. No pudo disputar ningún partido oficial con su nuevo club, porque la Federación Húngara continuó mostrándose inflexible y la italiana tampoco puso mucho empeño para solucionar el problema. Escaso de dinero y ya sin equipo, se trasladó a los estudios cinematográficos Cinecitá, convertidos en refugio bajo administración estadounidense. Allí encontró a otros futbolistas magiares, rumanos y eslovacos, con los que constituyó el Hungaria, club no oficial, organizado para disputar diversos partidos amistosos por Europa Occidental. El Hungaria llegó a España contratado como sparring de la selección nacional, en su puesta a punto ante el Mundial de Brasil y José Samitier, secretario técnico del Barcelona, se encaprichó del internacional rumano Nikolai Szegedi, mientras el Real Madrid ponía sus ojos en Kubala. A partir de ese instante, el futbolista húngaro comenzó a interesar también al Barcelona, entidad a la que finalmente quedaría unido, entre otras razones porque el jugador exigía la contratación como técnico de su cuñado Daucick, y sólo el Barça se avino a ello.

“Los ases buscan la paz” distaba mucho de ser una cinta biográfica. En realidad, la figura azulgrana sirvió para afianzar el compromiso anticomunista del franquismo, como vía de aproximación a los EEUU y el bloque occidental.

“Los ases buscan la paz” distaba mucho de ser una cinta biográfica. En realidad, la figura azulgrana sirvió para afianzar el compromiso anticomunista del franquismo, como vía de aproximación a los EEUU y el bloque occidental.

No obstante, serían muchas las trabas en el camino de Kubala hacia el Barcelona. La Justicia de Budapest había promulgado una requisitoria contra él por delito de estafa, y otra más por cruzar ilegalmente la frontera y eludir sus obligaciones militares. Para que nada faltase, el Pro-Patria italiano quiso hacer valer su contrato tratando de obtener dinero del Barcelona, y la Federación Española se comprometía a no tramitar su ficha en tanto no existiese la correspondiente transferencia de la Federación Húngara. Pese a todo pudo debutar como azulgrana, primero en partido amistoso contra Osasuna, donde anotó un gol, y luego en el Campeonato de Liga, tras acordar la Delegación de Deportes, Federación Española y FIFA, el carácter político de su inhabilitación. Por el camino quedó una huelga de los usuarios de tranvías en la ciudad condal, como rechazo al incremento de tarifas; un premeditado pulso al régimen cuando las huelgas estaban tipificadas como delito, que a la postre y a modo de reconciliación desde el ejecutivo, rescataría a Kubala de su limbo jurídico. En cuestión de días, al húngaro se le otorgaba la ciudadanía española -1 de junio de 1951-, previo bautismo, claro está, como no podía ser menos en pleno imperio del nacionalcatolicismo, naciendo la gran estrella de nuestra Liga en los primeros 50. Obviamente, nada de esto, lo de la huelga barcelonesa o el bautismo como condicionante de la nacionalidad, quedaba recogido en celuloide. Ni la censura lo hubiese tolerado ni los productores tenían intención de pisar charcos. En “Los ases buscan la paz” Kubala era un héroe víctima del comunismo,  simpático y cabal, que después de muchas penurias hallaba acomodo en la España de Franco, el “Centinela de Occidente” y adalid de una paz impuesta con autoritarismo. Puro aprovechamiento comercial, en suma, como lo fueron por la misma época “el chocolate de Kubala” o los llaveros, alfileres de corbata, figuritas de plástico y mil objetos decorativos más, cuando nuestro país empezaba a olvidarse de las cartillas de racionamiento.

El Barcelona ya tenía película sobre su líder indiscutido. Sólo faltaba rodar la del Real Madrid, acaudillado por el gran Alfredo Di Stéfano. Y a ello se puso el hoy olvidado Javier Sató apenas 12 meses después.

“La batalla del domingo”, con un Di Stéfano próximo a la retirada. Si el argentino revolucionó el fútbol, por el cine sólo pasaría de puntillas.

“La batalla del domingo”, con un Di Stéfano próximo a la retirada. Si el argentino revolucionó el fútbol, por el cine sólo pasaría de puntillas.

Alfredo Di Stéfano Laulhé (Buenos Aires 4-VII-1926), también poseía una curiosa peripecia vital, puesto que tras haber debutado con el River Plate bonaerense y obtener nota alta durante su cesión a Huracán, hizo las maletas rumbo a Colombia en 1949, cuando sobrevino el estallido de la huelga de jugadores, en demanda de una mejor consideración contractual. En el Millonarios de Bogotá, club que al no abonar traspasos por los derechos federativos de sus contrataciones sería excluido de la FIFA, estuvo exhibiéndose durante cuatro años por buena parte de América y Europa, deleitando con un fútbol de toque preciso y primoroso, al que la prensa acabaría calificando como “Ballet Azul”, en alusión al color de sus camisetas. Codiciado por el Barcelona y Real Madrid, su contratación estuvo envuelta en todo tipo de piruetas legales y conversaciones con las más altas instancias deportivas nacionales y americanas, hasta que una suma de errores barceloneses y la sentencia salomónica del más alto organismo deportivo español, lo vistieron de blanco para el ejercicio 1953-54. Aunque según lo pactado hubiera debido enfundarse posteriormente la camiseta azulgrana, un borbotón de orgullo catalán dejó al astro en el estadio Santiago Bernabeu hasta 1964. Fue él quien hizo grande al Real Madrid de los 5 títulos europeos consecutivos, quien llenó una y otra tarde las 90.000 plazas del Estadio Santiago Bernabeu, quien demostró que un delantero centro podía arrancar desde atrás, participando en la construcción del juego y no perder, pese a ello, capacidad goleadora. En pocas palabras, fue un adelantado a su tiempo.

Ocurrente y dueño de un curioso sentido del humor cuando se hallaba distendido, otras muchas veces solía mostrarse agrio, altivo y reservón, obstáculos evidentes para dar bien en la pantalla, como puede apreciarse revisando “Saeta Rubia”. Con todo y a buen seguro porque los números de las productoras lo justificaban, aún protagonizó “La batalla del domingo”, de Luis Marquina (1963), producción tan hueca como la anterior y más orientada al público infantil, si cabe.

Los Zamora, padre e hijo, unidos no sólo en su faceta de cancerberos, sino en la cinematográfica. El Ricardo Zamora de “Las chicas de la Cruz Roja” -el vástago- hubiese podido seguir rodando sin decepcionar, según escribieron varios críticos.

Los Zamora, padre e hijo, unidos no sólo en su faceta de cancerberos, sino en la cinematográfica. El Ricardo Zamora de “Las chicas de la Cruz Roja” -el vástago- hubiese podido seguir rodando sin decepcionar, según escribieron varios críticos.

Antes, siquiera de pasada, ya se citó a Ricardo Zamora, portero convertido en mito, como uno de los intervinientes en “Campeones”. A decir verdad, Zamora no necesitaba el cine para cimentar su prestigio o popularidad, puesto que al colgar las botas supo sacar lustre a nuestros banquillos, e incluso a los de Venezuela, donde le entregaron para firma un contrato opíparo. Sí hubo otro Zamora, en cambio, su propio hijo, el también guardameta Ricardo Zamora de Grassa (Madrid 6-VIII-1933 – 31-I-2003) quien tras pasar por Salamanca, At. Madrid, Español, Sabadell y el ya extinto C. D. Málaga, acertó a descollar en el Mallorca y muy especialmente en el Valencia. Este Ricardo Zamora Jr. tuvo ocasión de lucir apostura en dos películas donde el fútbol prácticamente ni asomaba: “Las chicas de la Cruz Roja”, de Rafael Gil (1958) exitazo comercial donde una incipiente Cocha Velasco dejaba entrever lo bien que en adelante iba a llevarse con las cámaras, y “El puente de la paz”, de Rafael J. Salvia e idéntico año, alternando en el reparto con Elisa Montes, José Luis Ozores, María Isbert y Antonio Casas. Según reconocería él mismo más de una vez, tuvo propuestas para intervenir en otras cintas y, tras pensarlo, acabó rechazándolas. Sólo podía rodar durante los parones del campeonato, renunciando al descanso vacacional. Todo un engorro, al que convenía sumar los gritos escuchados de cuando en cuando, precisamente a raíz de sus dos películas, como premio a cualquier esporádica cantada: “¡Dedícate al cine, que eres un matao!”.

Grito injusto, como tantos otros, puesto que Ricardo Zamora de Grassa se consolidaría como buen cancerbero, por más que la extensa sombra de su progenitor y las inevitables comparaciones no le abandonasen nunca. Ni siquiera tras la retirada, consciente de que las oportunidades se nos ofrecen sólo una vez en la vida, volvió la vista al cine. Lo suyo, durante muchos años, fue el negocio de joyería.

Lo de Jesús Narro (Tolosa, Guipúzcoa 4-I-1922) estuvo más en el ámbito de lo artesanal, si se quiere, que en lo puramente artístico, aunque también pudiera vérsele bordando papeles de reparto. Como futbolista militó en el Ataun, Tolosa, Iberia de Tenerife, Real Murcia, Real Madrid y Gijón, hasta que en 1954, su último año en el deporte, tuviese la desgracia de atropellar a tres mujeres, de las que dos fallecieron. Fue un suceso con cierto eco, por la notoriedad de su protagonista. El fiscal solicitó una condena de 8 años y dos meses, reducida luego en manos del juez. Tras pasar página, Narro, al que en su día apodaron “Tigre del Bernabeu”, se convirtió en artesano de cine y televisión, ejerciendo como ayudante de producción en TVE hasta que la muerte le sorprendiese a los 65 años, en 1987, sin dejarle tiempo para disfrutar de una bien ganada jubilación. Entre las varias cintas donde dejase huella de actor cabe citar “El sobre verde” o la superproducción norteamericana “Orgullo y pasión”, con Frank Sinatra y Sofía Loren en los papeles estelares.

Sofía Loren, Cary Grant y Frank Sinatra se llevaban la palma en “Orgullo y pasión”, cinta de la francesada que se rodó entre Galicia, Aragón y ambas castillas. Aunque en papeles menores también intervinieron en ella Jesús Narro y Félix de Pomés, antiguos futbolistas.

Sofía Loren, Cary Grant y Frank Sinatra se llevaban la palma en “Orgullo y pasión”, cinta de la francesada que se rodó entre Galicia, Aragón y ambas castillas. Aunque en papeles menores también intervinieron en ella Jesús Narro y Félix de Pomés, antiguos futbolistas.

Esta cinta, como tantas otras de las que con capital norteamericano se rodaron por nuestro suelo, tampoco se librería de injerencias franquistas. Aquí se hizo saber a sus productores que los españoles debían quedar como seres nobles, aguerridos y dignos, y que ni uno sólo debía morir en la pantalla. Con Stanley Kubrik llegaron más lejos en “Espartaco”, parándole el rodaje por desacuerdos nimios. Sólo a partir de una oportuna contribución a la “organización benéfica” de doña Carmen Polo, esposa del generalísimo, se resolvió todo. Y el gran director hasta pudo disponer del ejército, de los soldados de reemplazo, para entendernos, cuando precisó mover masas.

Pero el cine, claro está, no sólo precisa de director y actores. Como toda industria que se precie, también cuentan, y mucho, los productores. Y entre ellos también hubo personajes del fútbol, con el guipuzcoano Querejeta a la cabeza.

Elías Querejeta, cuando como jugador “txuriurdin” le marcó un gol al Real Madrid y el cine era para él su otra gran pasión.

Elías Querejeta, cuando como jugador “txuriurdin” le marcó un gol al Real Madrid y el cine era para él su otra gran pasión.

Elías Querejeta Gárate (Hernani 27-X-1934 – 9-VI-2013) defendió a lo largo de 4 años el escudo de la Real Sociedad, en 1ª División, además de vestir la camiseta azulgrana del Éibar. Durante algún tiempo estuvo dudando entre continuar como profesional en un fútbol que pagaba poco, o dar el salto al cine, donde lo natural era morirse de hambre. Alguna vez coincidía en los tranvías de San Sebastián con Eduardo Chillida, entonces ya exjugador donostiarra, y hablaban poco, lo justo para pasar por educados. Chillida acabó animándole a no refrenar su verdadera afición, jugándosela fuera del viejo Atocha. Y andado el tiempo, convertido en celebrado productor, Querejeta tampoco tuvo razones para arrepentirse. Con todo, solía afirmar que nada había sido tan importante en su vida como el hecho de marcarle un gol al Real Madrid. Un guiño, sin duda, pues hoy se le reconoce como el gran productor de los 60 a los 90, no tanto por lo voluminoso de sus bobinas, sino por la calidad de muchas y el arrojo que siempre demostrara. Primero, viéndoselas de tú a tú con la censura, como en “la Caza” (1966), y luego aportando seso y enjundia en tiempos de un destape tan zafio como taquillero, para dudosa gloria de Fernando Esteso y Andrés Pajares. Títulos como “Peppermint Frappé” (1967), “El Espíritu de la colmena” (1973), “La prima Angélica” (1974), “Los cuervos” y “El desencanto”, ambas de 1976, “Mamá cumple 100 años” (1979), “Deprisa, deprisa” (1981), “El Sur” (1983), “Tasio” (1984), o “Historias de Kronen” (1995), se han convertido en referentes.

“Suevia Films”, marca conocidísima para todos los españoles en los 40, 50 y primeros 60, creada por un presidente honorario del vigués Real Club Celta.

“Suevia Films”, marca conocidísima para todos los españoles en los 40, 50 y primeros 60, creada por un presidente honorario del vigués Real Club Celta.

Mucho más en la línea industrial, si entendemos ésta desde la óptica contable, se movió siempre Cesáreo González (Vigo 1903 – Madrid 1968), impulsor y alma máter de “Suevia Films”, la productora de los éxitos durante el franquismo. Este hombre, futbolero confeso e hincha acérrimo del Real Club Celta, llegó a recibir la insignia de oro celtiña y el titulo de presidente honorario, como pago a su condición de benefactor. Dueño de un olfato finísimo, tenía fama de no equivocarse nunca en sus apuestas, por más que tocase un buen ramillete de géneros. Desde la comedia inocua como “Botón de ancla” (1947), a la costumbrista, con “Historias de la radio” (1953). Del espectáculo religioso tan al gusto de purpurados y censores, en “La fe” (1947) o “La Señora de Fátima” (1951), al ámbito de la copla con “Pena, penita, pena” (1953) o dramas de denuncia, al estilo de “Calle Mayor”, dirigida por Juan Antonio Bardem, comunista que apenas lo disimulaba. Y por supuesto, hincando bien su pico en el filón de los niños prodigio, cuando éstos garantizaban colas y peleas de reventa. Recuérdese, tan sólo, “El ruiseñor de las cumbres”, con Joselito (1958) y “Ha llegado un ángel”, de Marisol (1961).

Sobre este productor y la censura, narró a menudo una jugosa anécdota el abogado y escritor Fernando Vizcaíno Casas, quien lo había entrevistado para cierto semanario. Al describir el despacho de “Suevia Films”, Vizcaíno redactó: “Sobre la mesa, en un bello marco, un retrato del generalísimo con esta dedicatoria: A Cesáreo González, gallego de pro y puntal firme de nuestro cine”. Nada más edulcorado y menos revolucionario, ¿verdad?. Pues no lo creyó así el censor de turno, quien ni corto ni perezoso tacharía con lápiz rojo todo el párrafo. Gracias a ello, Vizcaíno Casas, hombre muy, pero que muy del régimen, aunque con ancho sentido del humor, pudo vanagloriarse de haber hecho que censurasen al mismísimo Franco. “Porque suprimieron no lo que yo había escrito, sino la dedicatoria. O sea que a quien colocaron el bozal no fue a mí, sino al generalísimo”.

Ahora bien, si un club ha derrotado a los demás por el número de vocacionales del cine o la interpretación en sus plantillas, ese es, sin duda, el modesto Rayo Vallecano. Así, a bote pronto, surgen los nombres de Romero, Sánchez, Munné y Luis García, distribuidos a lo largo de treinta y tantos años.

Munné hijo, Pep Munné en las carteleras, treinta años después de colgar las botas.

Munné hijo, Pep Munné en las carteleras, treinta años después de colgar las botas.

Pep Munné Suriñá (Barcelona 3-VII-1953) parecía llevar el fútbol en la sangre. Su Padre, José Munné Sempere (Barcelona 16-II-1926), había sido delantero aguerrido del San Andrés, Español, Granollers, Mallorca, Valladolid y Tenerife, entre los años 40 y 50. Puesto que por el pasillo de su casa rodó el balón desde el mismo instante en que aprendiese a andar, el meritoriaje del joven Pep entre los componentes del primer filial del Barcelona se antojada por demás lógico. Durante 1971 iría cedido al Mallorca, junto con Teixidó, como contraprestación al fichaje del extremo Pérez por los azulgrana. Regresó a la disciplina barcelonista y al año siguiente una nueva cesión habría de convertirlo en jugador del Rayo, para tener sus más y sus menos con el entrenador y la directiva vallecana, a causa de su afición por el teatro. Tocaba bien la pelota, poseía de hecho, muchas más condiciones que su padre, aunque bastante menos afición. Por tal motivo, porque comenzaba a sentir el fútbol muy de lejos, solía estar hasta las tantas en los locales frecuentados por gentes de la farándula, llegando a saltarse algún entrenamiento. Entonces la secretaría técnica rayista trató de devolverlo al F. C. Barcelona, sin hallar ningún eco. Aparentemente, también en el club “culé” estaban algo hartos de su escasa implicación. Como es lógico, Pep Munné puso fin a su andadura deportiva algún tiempo después, centrándose desde ese instante en la carera de actor teatral, cinematográfico y televisivo. Sólo dibujaría un paréntesis a finales de los 90, integrándose en la plataforma opositora a la presidencia de Núñez en el F. C. Barcelona, denominada Elefant Blau.

Joaquín Romero Marchent, poco antes de fallecer. Abajo, cartel de la película que representó su debut como director. Luego seguirían muchos “westerns” almerienses.

Joaquín Romero Marchent, poco antes de fallecer. Abajo, cartel de la película que representó su debut como director. Luego seguirían muchos “westerns” almerienses.

Romero, Joaquín Luis Romero Marchent (Madrid 26-VIII-1921 – 17-VII-2012), hijo del propietario de la revista “Radio – Cinema” y hermano del actor y director Rafael Romero Marchent, alternó desde muy jovencito las patadas al cuero con papeles de figurante. Tras dejar inconclusos estudios de Marina Mercante y Derecho, viendo que no lograba abrirse camino como futbolista en el Rayo, optó por centrarse en la actividad cinematográfica. “El Coyote” (1955), supuso su debut como realizador, seguida de “La justicia del Coyote”, rodada el mismo año y como la anterior sobre el mítico personaje de José Mallorquí. Luego siguieron más westerns, hasta el punto de contribuir decisivamente al afianzamiento en Almería de un género que con Sergio Leone iba a alcanzar su mayoría de edad. Allá por 1976, cuando el Spaghetti-Western languidecía, acuciado por la necesidad del reciclaje se convertiría en uno de los directores de “Curro Jiménez”, especie de western con bandoleros y franceses, en vez de colonos e indios, que haría sumamente populares a Sancho Gracia, Pepe Sancho y Álvaro de Luna, sus tres personajes principales. La serie más exitosa de TVE a los largo de 60 años, por su amplísima venta al exterior.

Artistas20Cierto día, nada más arrancar los 60, Romero recibió la visita de un tal Sánchez, medio del Rayo con experiencia interpretativa, según le dijo, y ansioso por enrolarse en las superproducciones que iba a llevar a cabo por los alrededores de Madrid Samuel Bronston. Romero Marchent, entonces, se dedicaba a preparar el desembarco americano ante el rodaje de “La caída del imperio romano”, “El Cid”, “Rey de Reyes”, “Cincuenta y cinco días en Pequín” o “Doctor Zhivago”.  “No hace falta interpretar”, escuchó el visitante. “Lo que sí se requiere es montar a caballo. ¿Acaso tú sabes hacerlo?”. Y Sánchez, Alfredo Sánchez Brell (Madrid 23-II-1931 – Alicante 10-VII-2010), afirmó con todo su aplomo: “Por supuesto. He vivido muchos años en México y allí quien no monta a caballo es como si estuviera cojo”.

Lo de su estancia en México era cierto, puesto que había emigrado con 12 años cuando a su padre, periodista en “El Adelantado” de Segovia y colaborador directo del comunista Enrique Líster, la vida en España se le hizo imposible. Al otro lado del Atlántico el joven Alfredo Sánchez fue cantante de mariachis, actor incipiente y futbolista, llegando a intervenir 3 años en 1ª División con Monterrey y Puebla, y hasta coronándose campeón de la Copa azteca, dirigido desde el banquillo por nuestro antiguo internacional Isidro Lángara. Lo de montar con soltura ya era harina de otro costal, puesto que no había visto caballos de cerca ni en la Feria de Sevilla.

Cuando tuvo medio apalabrada su intervención en las producciones de Bronston, anduvo de picadero en picadero, hasta dominar correctamente al animal. Atrás quedaba el regreso a España tras el fallecimiento del páter familia, o su breve paso por las filas del Alcoyano y el conjunto de Vallecas. Por delante, casi 300 películas como Aldo Sambrell, que habrían de convertirle no ya en extra, sino en malvado por antonomasia. Entre sus múltiples apariciones destaca la trilogía de Sergio Leone, con Clint Eastwood en el papel principal, -“Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”-, amén de unos cuantos péplums tardíos y coproducciones de mediano presupuesto. Casado con una modelo que a la postre habría de convertirse en su representante, cuando el género western comenzó a declinar apostó por crear su propia productora. Para entonces su hijo, nacido durante un rodaje en Almería, podía presumir de padrino famoso: nada menos que el director italiano Sergio Leone.

Aldo Sambrell, impagable “malo” de nuestro cine y buen amigo de Sergio Leone y Clint Eastwood. Si como futbolista pudo vérsele poco por nuestros pagos, tuvo ocasión de desquitarse desde la gran pantalla.

Aldo Sambrell, impagable “malo” de nuestro cine y buen amigo de Sergio Leone y Clint Eastwood. Si como futbolista pudo vérsele poco por nuestros pagos, tuvo ocasión de desquitarse desde la gran pantalla.

Curiosamente, Alfredo Sánchez Brell debuto ante las cámaras con un mínimo papelito en “Atraco a las 3”, de José Mª Forqué, película que igualmente señalaría el bautismo de Alfredo Landa.

También Talía tiró con fuerza de Luis Martínez Arasa, alineado con su nombre y primer apellido en las categorías inferiores del Real Madrid, Rayo Vallecano, Leganés, Murcia y Cartagena. Aunque no suene especialmente al aficionado medio, distaba mucho de ser un don nadie, pues 4 internacionalatos Sub-18 y 6 más como Sub-20 están al alcance de pocos. Si bien no se le enredaba el cuero entre los pies, en octubre de 2000 anunció su retirada para dedicarse por entero a la interpretación.

Dejando al Rayo aparte, otro que supo sacar jugo a los rodajes meridionales fue el internacional y mundialista paraguayo Florencio Amarilla Lacasa (Bogado 30-I-1935 – Almería 25-VIII-2012). Personaje irrepetible, diáfano y sin aristas.

Llegó al Oviedo junto a su compatriota y compañero de ala izquierda Jorge Lino Romero, en el verano de 1958. Se completaba así para nuestro fútbol, de paso, toda la línea atacante paraguaya en el reciente Campeonato Mundial. Y es que por esa época el armenio Arturo Bogosian, todoterreno del fútbol sudamericano, llevaba introducidos en Europa a una cincuentena de pupilos, en su mayoría paraguayos. Algunos clubes, como el Elche, nunca podrán agradecerle lo suficiente tan buenos oficios, porque de su mano llegaron junto al palmeral, Ángel Romero, Lezcano, Cayetano Ré, González o Casco, para no hacer interminable la cita. Unos venían con pasaporte extranjero, otros en condición más o menos dudosa de oriundos, la mayoría dispuestos a comerse el mundo y alguno, como Ángel Romero, el más contrastado de todos gracias a su envidiable currículum, absolutamente engañado, puesto que creyó hacer el viaje para suscribir la cartulina del Real Madrid.

En la capital asturiana, Florencio Amarilla no pudo convertirse en indiscutible titular, por más que acreditase muy buenas maneras. No era malo, ni muchísimo menos, aquel equipo, con el guardameta portugués Carlos Gomes -dueño, por cierto, de una biografía digna del celuloide-, Marigil, Laurín o Delfín Álvarez taponando el área, Paquito y Sánchez Lage sentando cátedra en la zona ancha, y Hermes González, Sande, Luis Aragonés, Agustín, Iceta o Braga ejerciendo de estiletes. Cuando la maquinaria estaba engrasada, y lo estuvo con frecuencia, dieron muchos sustos por casi todos los campos de nuestra geografía. Pero si al equipo le pintó bien, Amarilla tuvo manos suerte.

Entre toma y toma, Amarilla solía entretenerse con malabarismos balompédicos, para pasmo de los norteamericanos contratados desde Hollywood a golpe de talonario.

Entre toma y toma, Amarilla solía entretenerse con malabarismos balompédicos, para pasmo de los norteamericanos contratados desde Hollywood a golpe de talonario.

Lesionado en el tendón de Aquiles y con la carta de libertad en el bolsillo, hizo escala en Elche, de paso a una sucesión de equipos menores hasta colgar las botas en 1972. Luego, como tantos y tantos, se hizo entrenador. Roquetas, Almería, Vera, Garrucha o Polideportivo Ejido, todos ellos clubes almerienses, lo tuvieron en sus banquillos. Y es que aunque su vida orbitaba en torno al fútbol, en el desierto almeriense había dado con el cine, actividad que sin robarle demasiado tiempo le llenaba la faltriquera.

El propio Amarilla narró al periodista almeriense Juan Gabriel García su por demás casual irrupción en el cine: “Me hallaba en el Gran Hotel tomando una cerveza, cuando se me acercó un señor gigantesco, de por lo menos dos metros. Era Antonio Tarruella, según supe más tarde, ayudante de dirección con varios rodajes en su haber. Como me vio cara de indio, me preguntó si quería participar en una película”. Esa película era “100 rifles”, con Raquel Welch y Yul Brinner en los papeles estelares. Un Yul Brinner, dicho sea de paso, con quien el antiguo extremo mantendría luego una ejemplar amistad.

Durante aquel “boom” hizo de extra en un centenar de filmes y hasta alcanzó el rango de actor de reparto en 6 ocasiones, junto al citado Yul Brinner, Leonard Nimoy, Alain Delon, Toshiro Mifune, Richard Crenna, Charles Bronson o Ursula Andress. Su papel siempre solía ser el mismo: jefe indio. Y es que su atezado rostro apenas si necesitaba maquillaje. Hablar no es que hablara mucho. Los indios del cine, ya se sabe, no suelen extenderse en discursos. Aunque él, si se trataba de decir algo, parecía más apache, sioux comanche o arapahoe que nadie, merced a su lengua guaraní. Porque sí señores, el apache, kiowa, cheyenne o mescalero que oíamos en las pantallas, no era sino el guaraní de Florencio Amarilla.

Merced a su capacidad para discursear en “comanche” o “cherokee”, Amarilla hizo de jefe indio muchas veces. Es bien sabido que sólo los jefes de tribu solían hablar a las cámaras.

Merced a su capacidad para discursear en “comanche” o “cherokee”, Amarilla hizo de jefe indio muchas veces. Es bien sabido que sólo los jefes de tribu solían hablar a las cámaras.

Gracias al cine, al fútbol comarcal y a su austera forma de entender la vida, se las arregló bien mientras Almería fue un Hollywood de serie B, C y hasta Z. Cuando la televisión mordió con saña a las salas de exhibición y todo el tinglado de cartón piedra y mecanotubo comenzó a oxidarse, vendió zapatos y libros para salir adelante.

Allá por 2006, a sus 71 años, ejercía de utillero en el Club Comarca de Níjar. Vivía, incluso, en las dependencias del viejo campo de San Isidro, pese a que la directiva le había propuesto montar una casa prefabricada. “Es de agradecer -dijo-, pero me gusta vivir libre, en pleno campo. Me levanto a las 07, 30, ando, corro, hago unos toques, me tomo un matecito. Soy feliz así. Luego cuido el material del club y estoy a disposición del equipo para lo que sea”.

La muerte le sorprendería instalado en ese particular mundo de felicidad, ajeno a la acumulación y el autobombo.

                               Filmografía de Florencio Amarilla

AÑO

TÍTULO

DIRECTOR

REPARTO

1970

“El Cóndor”

J. Guillermin

J. Brown y Lee Van Cleef

1971

“El oro de nadie”

S. Wanamaker

Yul Brynner, R. Crenna y Leonard Nimoy

1972

“Chato el apache”

Michael Winner

Charles Bronson y Jack Palance

1972

“Sol rojo”

T. Ypung

Ursula Andress, Alain Delon, Toshiro Mifune y Charles Bronson

1973

“Caballos salvajes”

J. Sturges

Charles Bronson, Jill Ireland y V. Van Patten

1984

“Yellow Hair & Pekos Kid”

Matt Cimber

Laurence Landon y Ken Roberson

Pecaría de injusto excluyendo en esta relación a Raf Vallone (Calabria 1916 – 2002), italiano de pura cepa, pero rostro muy reconocible en nuestro cine por sus intervenciones en “La venganza”, de Juan Antonio Bardem, junto a una bellísima Carmen Sevilla (1958), “La violetera”, del mismo año, o “El Cid” (1961).

Raf Vallone, un galán con campeonato de Copa durante su etapa en el Torino, entrenó al Racing de Santander finalizando los 60, siquiera fuese tan sólo para Mario Camus y los espectadores de una correcta coproducción hispano italiana.

Raf Vallone, un galán con campeonato de Copa durante su etapa en el Torino, entrenó al Racing de Santander finalizando los 60, siquiera fuese tan sólo para Mario Camus y los espectadores de una correcta coproducción hispano italiana.

Antes, cuando todavía era Raffaelle Vallone, jugó de medio en el Torino, alineándose en 25 partidos de 1ª División y levantando una Copa. Después se dedicó al periodismo y casi en seguida a la interpretación, animado por quienes veían en su faz cuadrada y simétrica a todo un galán. La eclosión definitiva le llegó con “Arroz amargo” (1949), un clásico del neorrealismo donde Silvana Mangano, gracias a su camisa ajustada y unos aún más ajustados y breves shorts, se convirtió en musa erótica de los por entonces reprimidísimos españoles. Oso de Pla en el Festival de Berlín (1960), bordó su papel en “El cardenal” (1963), cinta no sólo celebrada por la crítica, sino favorecida en las taquillas. Pues bien, este Raf Vallone, exfutbolista del “Calcio”, protagonizó también “Volver a vivir” en 1968, una película de fútbol rodada por Mario Camus en coproducción con Italia, donde interpretaba el papel de antigua figura convertida ya en entrenador, que al regresar a su tierra no sólo debía enderezar la marcha deportiva de un club modesto, sino enfrentarse a ocultos fantasmas del pasado. Nunca se mencionaba el nombre del club pero, rodada en Santander, los chicos a quienes entrenaba eran, naturalmente, los componentes de la plantilla racinguista, y las abundantes y meritorias escenas de fútbol real, recogidas en el viejo Sardinero, correspondían a victorias de una entidad cántabra muy ajena a la 1ª División.

El último futbolista-actor, o actor que fue futbolista, aún está haciéndose hueco en la profesión. Su nombre, Lander Otaola (Bilbao 20-I-1989), probablemente diga poco a los espectadores más alejados del País Vasco, pues es en aquel cine donde más ha podido vérsele, así como en la celebrada serie humorística “Vaya semanita”, de ETB. Entre otros, ya ha gozado de papeles importantes en “La máquina de pintar nubes” (2008), “El precio de la libertad” y “Sabin”, ambas de 2011, o “Gernika bajo las bombas” (2012), y de uno muy menor en “Ocho apellidos vascos”, éxito no ya de la temporada, sino de muchas temporadas. Pues bien, Lander Otaola perteneció a la disciplina del Athletic, en su futbol base, hasta categoría juvenil, que fue cuando colgando las botas dio el disgusto a su padre, rojiblanco irredento. El mundo de ficción, bien fuere en imagen digital o sobre un escenario, como ocurriese con Querejeta, Pep Munné o Aldo Sambrell, le atraía bastante más que los estadios.




Las filmaciones más antiguas del fútbol español (2ª parte). Anexo.

Filmaciones01En este último mes, continuando con la búsqueda de más material fílmico con el que agrandar la lista y agradar la vista, he encontrado que la película titulada “Carramba! So this is english football”, anunciada en el artículo señalado más abajo, está disponible en youtube.

¿Qué ocurriría a día de hoy si alguno de nuestros internacionales, por muy campeón del mundo y Europa que fuese, se mostrase ante la cámara con la naturalidad que El Divino?. ¡Señor, quítame esa visión de la mente!. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

Para todo aquel que desee abrir los ojos hasta el límite este es el enlace https://www.youtube.com/watch?v=vSOBX1cZQo8

El enlace para el artículo referido es

http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2014/10/las-filmaciones-mas-antiguas-del-futbol-espanol-2a-parte/




Las filmaciones más antiguas del fútbol español (2ª parte)

Filmaciones01Tan solo medio año atrás hice una relación de filmaciones  del fútbol español que ha quedado obsoleta tras los últimos descubrimientos. Adjunto el enlace del primer trabajo para que pueda ser seguido. http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2014/03/las-filmaciones-mas-antiguas-del-futbol-espanol/

El archivo Gaumont Pathé nos ofrece en su catálogo una serie de filmaciones del fútbol español que lo han cambiado de forma considerable respecto al anterior estudio. Algunas de estas filmaciones pueden ser vistas por cualquier persona pero para ver otras hay que registrarse y esperar a que den su aprobación a la solicitud.

De 1911 ya conocíamos dos filmaciones, “Foot-ball en familia” y “Torneo de foot-ball”. Pues bien, el archivo “Gaumont Pathé” nos ofrece una nueva filmación titulada “Barcelone. Match de foot-ball”. Nada sabemos de la fecha del partido, ni de los contendientes. En los treinta segundos de filmación tan solo observamos que uno viste indumentaria oscura y mangas claras y el otro a rayas verticales. El desarrollo de la cinta muestra la alineación de ambos cuadros y varias fases del partido.

Ha sido colocada en el tercer lugar de la lista de filmaciones más antiguas por desconocer la fecha exacta en que fue filmada pero bien pudiese ser la filmación más antigua del fútbol español. Tengamos en cuenta que fue proyectada por primera vez en 1911 por tanto es claro que se filmó en ese año o anteriores. Lo que está claro es que en estos momentos, hasta que aparezca otra,  es la más antigua que se conserva.

http://www.gaumontpathearchives.com/index.php?urlaction=doc&id_doc=187925&rang=3&id_panier=63072

En 1912 tenemos conocimiento y podemos visionar “Irún 1912”, la que creíamos como la filmación más antigua que se conserva. Obviamente, tras el descubrimiento de la anteriormente mencionada, ha dejado de serlo. Pero resulta que tampoco es la única, como creía hasta ahora, que se había filmado en 1912. Meses antes se filmó “Championnat d’Espagne de Football” la que yo creo que es la final del Campeonato de España – Copa de Su Majestad El Rey celebrada ese año entre el FC Barcelona y la Sociedad Gimnástica Española. Son 48 segundos donde se toman imágenes de ambas alineaciones y diferentes fases del encuentro.

http://www.gaumontpathearchives.com/index.php?urlaction=doc&id_doc=188528&rang=6&id_panier=63072

En 1916 nos encontramos con 22 segundos de filmación de un campeonato disputado en Barcelona, concretamente en el campo de la calle de La Industria, pero no parece que el FC Barcelona sea uno de los contendientes. Más bien parecen imágenes de la final del Campeonato de España – Copa de Su Majestad El Rey disputada entre el Athletic Club bilbaíno y el Madrid FC el 7 de mayo de 1916. En esta película podemos ver algunas imágenes del partido tomadas desde un edificio, a considerable altura, tras una de las porterías.

http://www.gaumontpathearchives.com/index.php?urlaction=doc&id_doc=191205&rang=28&id_panier=63072

Hay un partido que según el archivo fue proyectado por primera vez en 1920. Se trata de un España FC frente al Madrid FC por la vuelta de la semifinal del Campeonato de España – Copa de Su Majestad el Rey y que se jugó en el campo de la calle de la Industria de Barcelona el 8 de abril de 1917. Los 39 segundos que dura la película nos muestran imágenes de lo que fue el partido.

http://www.gaumontpathearchives.com/index.php?urlaction=doc&id_doc=160960&rang=37&id_panier=63072

En 1920 hay dos partidos en el Stadium Metropolitano en los que aparece la Familia Real. Al menos uno de ellos fue proyectado en 1920 por primera vez pero desconozco la fecha en que se filmó. Son 45 segundos donde uno de los capitanes sube hasta el palco real a saludar al Rey y entrega un ramo de flores.

http://www.gaumontpathearchives.com/index.php?urlaction=doc&id_doc=161432&rang=35&id_panier=63072

La otra ocasión en que la Familia Real acude al fútbol se puede ver en una filmación de 8 segundos donde tan solo se ve a uno de los jóvenes miembros ocupando su asiento en el palco.

http://www.gaumontpathearchives.com/index.php?urlaction=doc&id_doc=161433&rang=38&id_panier=63072

Para finalizar, la última filmación descubierta corresponde a un encuentro por la Copa del Excelentísimo Señor Capitán General de la Región Militar Centro, entre las guarniciones de Madrid y Lisboa jugado el 16 de marzo de 1924 y proyectado por primera vez el 11 de abril del mismo año. Es una cinta de 31 segundos donde aparece el capitán lisboeta haciendo una entrega de ramos de flores y varias secuencias del partido.

http://www.gaumontpathearchives.com/index.php?urlaction=doc&id_doc=196303&rang=69&id_panier=63072

A partir de 1930 hay gran cantidad de partidos de la selección española pero hay una filmación que es un verdadero tesoro. Con motivo de la visita del equipo nacional a Inglaterra la selección española hizo una visita al estadio del West Ham United para presenciar el partido liguero que enfrentaba a los locales con el Everton, partido que finalizó con el resultado de 4 a 2.

La curiosidad se encuentra en que los jugadores españoles, antes del comienzo del partido, aparecieron por el túnel de vestuarios para ocupar sus localidades, siendo recibidos con una gran ovación y teniendo que saludar desde el terreno de juego a los espectadores. Ricardo Zamora fue seguido especialmente haciendo mención la película a sus emolumentos y siendo “pillado” por la cámara con un puro habano en la mano mientras saludaba. Tres días después recibía 7 goles.

La filmación es del 7 de diciembre de 1931.

http://www.britishpathe.com/video/carramba-so-this-is-english-football/query/football+spain

En el archivo que posee youtube he encontrado un par de filmaciones muy interesantes, como son unas imágenes de la final de la Copa del Rey de 1922 entre Barcelona y Real Unión https://www.youtube.com/watch?v=bOy-reCKRJY y unas imágenes de la inauguración del Campo de Las Corts del Barcelona de las que ya he comentado algo con anterioridad.

De vez en cuando aparecen filmaciones dentro de documentales que están sin datar. Así, por ejemplo, hay unas imágenes del Barcelona donde aparecen Paulino Alcántara y Ricardo Zamora jugando con el balón mientras posan a la cámara. Alcántara jugó en el Barcelona entre 1912 y 1927.

También hay imágenes de Ricardo Zamora, unas en el Barcelona, donde jugó entre 1919 y 1922 y otras con un enorme escudo del Espanyol en el pecho. En el Espanyol jugó en dos momentos, el primero entre 1916 y 1919 y el segundo entre 1922 y 1930.

Existen también unas imágenes de un partido jugado por el Madrid en su campo de O’Donnell.

Casos como estos son los que habrá que intentar ir resolviendo pero no es fácil.

En ocasiones también encontramos algún error en los vídeos, como en el caso de un documental sobre la historia del Barcelona. Emitido por La 2 de TVE, en el momento que trata de la inauguración del Campo de Las Corts, comenta que días después de la inauguración el Barcelona se enfrentó al Real Madrid venciéndole 2-0. La inauguración fue el día 20 de mayo de 1922 y la primera visita del Real Madrid a Las Corts fue el 25 de abril de 1926, venciendo los locales 3 a 0.

https://www.youtube.com/watch?v=IHu8WzkX_mM

Realmente, el equipo que aparece en las imágenes parece ser el Sevilla, reconocible por su escudo, como podemos observar en este otro video que posee más imágenes del partido que el anterior.

https://www.youtube.com/watch?v=cC3iamODv34 (secuencia entre los segundos 34 y 44).

Desde aquí quiero agradecer al historiador murciano Juan Antonio Garre por ponerme al tanto de la existencia de la filmación del partido de inauguración de La Condomina.

1.-           Foot-Ball en familia (30/5/1911; proyectada en el cine).

2.-           Torneo de Foot-Ball (24/6/1911; jugado ese día)

3.            * Barcelona. Match de foot-ball (?/?/1911)

4.-           * Barcelona – Gimnástica Española (7/4/1912; final Copa del Rey)

5.-           * Irún 1912 (11/9/1912; jugado ese día)

6.-           * Clarita y Peladilla (1914)

7.-           * Athletic Club – Madrid FC (7/5/1916; final Copa del Rey)

8.-           * España FC – Madrid FC (8/4/1917; semifinal vuelta Copa del Rey)

9.-           Match entre el Arenas y el Vigo (1919)

10-11.-   * Los dos de la familia Real, ambos en el Estadio Metropolitano (1920)

12.-         * Barcelona – Real Unión Irún (14/5/1922; final Copa del Rey)

13.-         * Inauguración de Las Corts (20/5/1922)

14.-         * Campeonato Militar. Madrid – Lisboa (11/9/1924)

15.-         Inauguración de La Condomina (25/12/1924)

16.-         * Real Madrid – Barcelona (1927)

Con * las filmaciones de las que existen imágenes.

Están subrayadas las películas de la casa Gaumont Pathé.