El fútbol es mi vida

El fútbol es mi vida. Aficionado desde el primer día, socio de un club con 3 años de edad, futbolista, fundador de un club, árbitro, investigador… mi familia me lo inyectó en vena o venía de fábrica, da igual, el caso es que ni un solo día de mi vida ha pasado sin pensar en fútbol.

 No existía cuaderno o libro de mi etapa escolar que no incluyese anotaciones, estadísticas, palmarés, alineaciones, fotos o pegatinas referidas a mi amado deporte.

Lector diario de As o Marca, los empollaba y succionaba hasta la última página para poder comentar con amigos que tenían la misma inquietud. Aquí tengo que acordarme especialmente de algunos amigos de mi niñez y adolescencia como Manolo, Fernando y Chaque (Javi). Ellos saben quienes son aunque seguramente ahora les parezca una tontería aquella afición.  Los cuadros estadísticos y las magníficas fotos que aparecían íban siendo coleccionadas en cuadernos que aún aparecen por el sótano de mis padres. Los pósters de El Alcázar que coleccionó mi padre para mi, las fotos y reportajes de As Color, los álbumes de cromos (¡qué bonitos los escudos de la UD Las Palmas y la Real Sociedad! siempre mis favoritos).

 Con el tiempo se íba acumulando la información en diferentes carpetas, que después fueron cajas, y después… Bueno, perdón Marimar, algún día colocaré el trastero.

En un momento determinado, José del Olmo se cruzó en mi camino. Qué diferente hubiese sido mi vida si no hubiese comprado ese día el As. A muchos les puede parecer una tontería pero para mi ha sido una manera de vivir, como lo fue la práctica futbolística o alguna variante del rocanrol. A raíz de nuestro encuentro él encauzó mi desordenada (aún lo es en muchas ocasiones) manera de trabajar mis investigaciones y gracias a su invitación pude conocer a otros «bichos raros» como yo. No estaba solo, ¡qué alegria y qué alivio!. No voy a dar nombres porque no quiero olvidarme de nadie.

En estos 25 años CIHEFE ha pasado varias etapas, como muy bien ha relatado José del Olmo, ha tenido altibajos pero sabemos que sigue la misma línea marcada desde sus inicios. La historia de CIHEFE no es ni más ni menos que la misma lucha que sostuvieron los clubes españoles en sus inicios. Afortunadamente somos de los que sobrevivieron y se afianzaron.

 Por último, quiero animar a todos aquellos investigadores, por modestos que se sientan, a unirse a este proyecto que sigue viento en popa. En CIHEFE hay sitio para todo el mundo. La prueba fehaciente es que yo estoy dentro de CIHEFE.




Un paso lógico

 Así, a bote pronto, se me ocurre que aunque mi incorporación a CIHEFE tuviese lugar hace 12 años, cuando la agrupación llevaba andado un buen trecho, ese paso no dejaba de resultar lógico.

Recuerdo que el viejo «Carrusel Deportivo» de Chencho, Antonio de Rojo, Langarita o Pepe Bermejo, aquel de anís La Asturiana y coñac Decano, » Caballero, ¡qué coñac!», solía poner fondo a mis juegos infantiles los domingos de invierno. Eran tiempos de Gento, Segarra, Puskas, Carmelo y Koldo Aguirre, entonces todavía Luis, porque el franquismo dejaba poca cabida a lenguas no imperiales. También despuntaba una perla peruana apellidaba Seminario. Y otro joven de idéntica procedencia apodado Sigi, con tanta técnica individual como escaso fondo físico. Cuando el Bachiller me llevó a Bilbao, pude ver en directo las marrullerías de Griffa, el buen toque de Uribe, las galopadas de Arteche, el saber estar de Zoco, por muy patoso que pareciera, las palomitas de Pazos, la eficacia de  Jorge Mendonça, el tesón de Simonet y la pasmosa seguridad de un neófito Iríbar, ataviado siempre de negro, como Felipe II. También, sobre todo si andaba escaso de fondos, solía ver a los Barrena, Zorriqueta, Urquijo e Irusquieta, del Indauchu. Es lo que tenía la 2ª División: Garellano era campo más barato.

Hacia 1965 llegó a mis manos el primer Dinámico. Quiero decir que fue entonces cuando supe de su existencia. Y desde ese instante comencé a glosar en un cuaderno las trayectorias de nuestras estrellas. Ficha, del Málaga, había estado antes en el Valencia. Lalo, del Murcia, era el del Granada y Oviedo. Ramos, un uruguayo prematuramente calvo, había pasado por Madrid y Santander antes de recalar en Elche. Eulogio Martínez había sido «culé» antes de lucir el escudo colchonero… No sabía muy bien a dónde me llevaba semejante empeño, pero disfrutaba haciéndolo. Diez años más tarde, cuando empecé a cruzar los Pirineos por razones profesionales, descubrí en Italia unos anuarios detalladísimos. Todo un lujo, vaya. Un ataque de envidia muy poco sana. Y es que allí, hasta los álbumes editados por Panini para sus cromos contenían filiación y trayectorias completas de cada futbolista. Después de todo, pensé, mi manía no era tan rara. Mejor aún, hubiera sido innecesaria de vivir en Italia y ser el calcio «mi» campeonato.

Por esa misma época, otros asuntos relacionados con el fútbol me atraían poderosamente. El bochornoso escándalo de los falsos oriundos, por ejemplo. Una cincuentena de sudamericanos con partidas de nacimiento falsas, pases internacionales sin ningún crédito y rostro de cemento Portland, introducidos a martillazos en nuestros equipos. Los había con padres postizos; argentinos fingiéndose paraguayos; hijos, nietos y biznietos de españoles, con rasgos y constitución inequívocamente guaraní; y hasta uno, al parecer, con abuelo de Celta de Vigo y abuela de Hércules de Alicante. Un filón demasiado jugoso para no reclamar mi atención. Nada, a lo que se ve, parecía responder fielmente a cuanto nos contaban. De manera que buceé cuanto pude en aquellas aguas turbulentas. Luego resultó que un par falsos españoles vistieron la camiseta de nuestra selección nacional, para escarnio federativo y censura ácida de UEFA y FIFA. Se echó tierra al asunto y aquí paz y después olvido, que la cuestión daba para poca gloria.

Tampoco se sostenían otras muchas «verdades absolutas» de nuestro balompié. ¿Qué era eso de que nuestros futbolistas apenas emigraban a campeonatos extranjeros?. Por supuesto que salían. Y no sólo en los 60, años de oro para Luis Suárez, Del Sol y Peiró en el calcio, sino en los 50, cuando conseguir pasaporte resultaba harto complicado para demasiados españoles, y los clubes de la piel de toro habían convertido el derecho de retención en cadena perpetua. Se iban a puñados. A Portugal, a México, a Francia, a Venezuela y Brasil, incluso a Sudáfrica, los Estados Unidos o Australia. Y qué decir de la hojarasca escondida entre deslumbrantes historias oficiales de clubes. Un mismo hecho merecía interpretaciones radicalmente contradictorias, dependiendo de la fuente manejada. La historia del fútbol, dispersa y a menudo dudosa desde su origen, estaba por escribirse. Abundaban relatos de oídas, o «de memoria», chirriantes tan pronto se enfrentaban al hecho o hechos desnudos. Sólo había que remangarse, tomar aliento y ponerse a ello.

Como siempre ocurre, unas cosas me condujeron a otras. Al preguntarme qué ocurría con muchos astros tras colgar las botas, cómo se sentían al volver a ser «mortales» -tropo de Emilio Butragueño por demás lúcido-, destapé una caja de sorpresas. Abundaban los casos patéticos, los despeñados desde el cuerno de la abundancia, hasta el punto vivir situaciones muy complicadas. Sus años sobre el césped no les habían vacunado para las zancadillas de la existencia. Fui sumando hasta un centenar de «Muñecos rotos». También me picó la curiosidad respecto a las quinielas. José María García habló y escribió bastante sobre el reparto de sus pingües beneficios, pero a nadie parecía haber interesado su historia. Al remangarme descubrí que ni siquiera nacieron en la fecha que aún hoy dan por válida en el Patronato, sino varios años antes. Curioso en verdad, puesto que precisamente en el Patronato tenían motivos para saberlo bien. Al poner en marcha el montaje que hoy conocemos, contrataron a uno de los más significados organizadores de quinielas precedentes.

Esta carrera de fondo venía llevándola en soledad, sin abandonar nunca las fichas de futbolistas. A veces, interrogando a cualquier protagonista o en contacto con la secretaría de algún club, tropezaba con otros «locos» igualmente aislados. Luego del habitual «¿y por qué le interesan a usted estas cosas, si no es indiscreción?», podía surgir al hallazgo: «Pues mire, suele andar por aquí otro muchacho con parecidos intereses. Debo tener su teléfono». El «muchacho» a veces era un socio, en otras ocasiones alguien enfrascado en redactar la historia de la entidad, o incluso cualquier vieja gloria ansiosa por poner en marcha la agrupación de veteranos. Como ocurre en todas las carreras de fondo, no todos divisaban la pancarta de meta.

Deben haber pasado doce años desde que un día, ojeando ejemplares atrasados de «Don Balón», tropecé con el anuncio de quien se decía amante de la estadística e historia futbolera. Apenas dos líneas en tipografía menuda, bajo una foto de buen tamaño. Le escribí. Una carta clásica, de las de sello y buzón, porque entonces no existía el «ADSL». Si acaso, una «RDSI» lenta como caballo del malo en westerns de serie B. Tuve respuesta e iniciamos una cordialísima relación. Él frecuentaba a Bernardo Salazar y Félix Martialay, cuyos libros yo conocía bien. Me contó estaba enfrascado en la enciclopédica tarea de historiar el Campeonato de España, la Copa, para entendernos. Cien años, partido a partido, con sus alineaciones, árbitros, goleadores y sustituciones, cuando éstas comenzaron a ser reglamentarias. Era Víctor Martínez Patón, y algún tiempo después supe que para ser tomado en serio prefirió no acompañar su foto al anuncio, sino la de su padre. Víctor aún estaba en el Instituto.

Meses más tarde hubo un encuentro de futboleros en Madrid, junto a la antigua sede federativa. Sin padrinazgo ni entrega de trastos, vi en aquello algo parecido a una toma de alternativa. Desde ese instante me sentí componente de CIHEFE.

La irrupción del ordenador proporcionó orden, agilidad y método a mis fichas de futbolistas. Me asomé puntualmente a los «Cuadernos» que como complemento de su revista editaba la RFEF. Un día, al igual que otros miembros de CIHEFE, me vi redactando sucintas biografías para el Diccionario de Autoridades de la Real Academia de la Historia. Y por fin confluyeron las fichas de Félix, pulquérrimas, aunque de trazo enrevesado, con las que yo iniciara hacia 1965, sin haber cumplido los 14. Hoy deben superar las 30.000.

Conforme aseguraba al principio, mi ingreso en CIHEFE resultó tardío. Quizás perdiera el tiempo en lentos meandros. Pero hasta los ríos perezosos concluyen desembocando en otro más caudaloso.

CIHEFE, entre tanto, seguirá buscando ese mar de historias difusas, enredadas y ocasionalmente oscuras, que junto a páginas brillantes y espacios en blanco acompañan al fútbol español.

 

 

 

 

 

José Ignacio Corcuera




CIHEFE y yo

No soy de los que llevan el fútbol innato en los genes, tampoco estuve dotado para disputar partidos de competición -porque lo hice en una ocasión y ya no me alinearon más- ni tampoco pasé mi niñez con un balón pegado a los pies, como veo cada fin de semana en chavalines de menos de diez años. Aprendí a distinguir un balón de fútbol de una pera cuando ya había cumplido esa edad y recuerdo que mi primer partido que tuve oportunidad de ver fue a través de la entonces incipiente televisión y en la terraza de un bar. Se trataba de un Real Madrid – Peñarol de Montevideo, final de la primera edición de la Copa Intercontinental. Sí, llovió mucho desde entonces, porque eso fue a finales del verano de 1960, pero recuerdo claramente las circunstancias de ello, como el primer partido que presencié en directo: el debut del Valencia CF en la antigua Copa Ciudades en Feria contra el Nottigham Forest, ganado por el equipo de Mestalla por 2-0 marcados por Waldo, el nuevo goleador brasileño del equipo y mi primer ídolo futbolístico. En el espacio de un año entre ambos partidos, surgió mi pasional afición por el fútbol como cuando surge un primer amor adolescente, coleccionaba cromos, daba patadas hasta a las piedras y seguía minuciosamente las competiciones a través de la radio, pero sobre todo empecé a interesarme por la historia del fútbol, intentando recuperar los años perdidos con algunas publicaciones, más bien escasas, hasta que descubrí la hemeroteca municipal y sus tesoros, donde acudía cada sábado por la tarde (entonces se podía) a rebuscar como rata de biblioteca.

Durante varios años estuve revisando periódicos antiguos y a través de ellos descubrí que antes de la Liga hubo unos apasionantes Campeonatos Regionales, que la Copa no siempre se llamó «del Generalísimo» y que había una trayectoria futbolística esbozada de manera superficial, que casi nadie abordó de forma prolija y veraz. Recopilaba infinidad de datos, noticias y resultados, todo ello de puño y letra, porque ni existían fotocopias, ni escaner, ni sistemas reproductores al alcance de usuarios, logrando una documentación valiosa y completa, anotada en diversos cuadernos que aún conservo, no tardando en decidir el destino de mis investigaciones: desarrollar la historia del fútbol español.

El 13 de diciembre de 1977, según consta en el cuaderno, empecé a redactar las primeras líneas de esta obra, retrocediendo a los albores de nuestro fútbol. Dos años después inicié una Segunda parte, que abarcaba el periodo entre 1920 y 1939, con cuatro años de trabajos y algunos intentos fallidos de mecanización, alternando periodos de dedicación intensa con largas etapas de calma, y en la redacción de la Tercera parte, a principio de los noventa, ya pude contar con la inestimable ayuda de un ordenador, sin el cual hubiera sido casi imposible continuar. Vistos los primeros resultados impresos decidí plantearme la publicación de la obra, cuando mi actividad profesional me lo permitiera, justo al inicio del año 2000.

Fue por entonces cuando supe de un grupo denominado CIHEFE, pionero en España en la investigación futbolística, y de algunas de sus actividades y publicaciones. Conocía también algunos trabajos editoriales de alguno de sus miembros como Félix Martialay y Bernardo de Salazar, y mi interés de contactar con ellos pude realizarlo a través de un amigo común, quedando citados el 14 de diciembre de 2001 en el antiguo local social de la Federación, en la madrileña calle de Alberto Bosch, donde también tuve ocasión de conocer a Víctor. Durante toda la tarde y parte de la mañana siguiente estuvimos intercambiando opiniones, detallándome la actividad de CIHEFE en los casi quince años de existencia, entre los que destacaba la publicación de los boletines, que ya tenía oportunidad de conocer, así como la asamblea de futboleros realizada meses antes, y los artículos que se publicaban en los Cuadernos de Fútbol de la revista federativa. Por mi parte, expuse el proyecto que tenía preparado y la viabilidad del mismo, ofreciéndome cualquier tipo de ayuda que necesitase, como así ocurrió. Poco después conocí a su presidente José Del Olmo, a quien también expuse mi intención de formar parte del grupo, que por esas fechas su actividad de investigación se centraba en unos puntos muy concretos y había un menor contacto con el público en general.

Mientras tanto mi proyecto salió adelante. Un boceto de la Primera parte, publicado de manera precaria, fue diseñado de nuevo y maquetado, aunque de aquel manuscrito iniciado veinticinco años antes, apenas se pudo rescatar las primeras frases para hacer una introducción, y posiblemente hoy, ni eso. Las tres primeras partes fueron revisadas y renovadas, contando para ello con la inestimable colaboración tanto de Félix como de Bernardo, pudiendo cotejar los datos que disponía con lo publicado por los boletines de CIHEFE, y además tuve oportunidad de conocer otras personas que habían formado parte del grupo, y sobre todo a dos grandes amigos, como Juan Manuel Julián y Carlos Castro. En noviembre de 2002 apareció la Segunda parte, poco después la Primera y Tercera, y en años sucesivos la tres partes restantes con conforman la obra Historia y Estadística del Fútbol Español, hasta el año 2000.

Con la reactivación del grupo y la nueva etapa que se inició a mediados de 2009 con la publicación de la revista oficial Cuadernos de Fútbol a través de la web, mi actividad aumentó, colaborando en la redacción de alguno de los artículos y posteriormente en la coordinación editorial del Anuario que desde hace dos temporadas venimos publicando a final de la campaña. Y hacia la próxima primavera está previsto la aparición de un anexo a la Historia y Estadística del Fútbol Español, donde la aportación del grupo CIHEFE ha sido determinante. Un nuevo volumen de la obra que recogerá el periodo entre 2000 y 2010, culminando con la conquista de la Copa del Mundo.

 Vicente Martínez Calatrava




La culpa fue de mi amigo Jose

La culpa fue de mi amigo Jose. Corría la temporada 1977-1978 y hasta entonces yo sólo había visto unos pocos partidos de fútbol por la tele: algunos de la selección española, la final de Copa de Europa del Atleti contra el Bayern, aquel 0-5 del Madrid – Barça y muy poco más. Pero él se empeñó durante ese año en hablarme de la Liga, de la selección que iba a jugar el Mundial de Argentina y, sobre todo, del Palencia que entonces jugaba en la recién creada Segunda B. Y consiguió que me sentase a ver por televisión casi todos los partidos del Mundial 78, con aquel amargo sabor por la pronta eliminación de España por culpa del austríaco Krankl y del famoso fallo del gran Cardeñosa.

En aquel momento, quizá la cosa aún tuviera remedio, pero en ese verano, Jose me dio un calendario futbolístico de la Caja de Ahorros y Préstamos de Palencia, que en realidad era una edición de las páginas centrales del Dinámico ordinario (aquellas que servían para apuntar los resultados y los puntos de los equipos). Aquello fue demasiado. En cuanto empezó la temporada, sentí la necesidad de ir rellenando todas aquellas casillas vacías, y así cada domingo buscaba la Hoja Deportiva, que se repartía gratuitamente en los bares con los resultados del fin de semana. En Septiembre de 1978 acudí a La Balastera para ver por primera vez un partido de fútbol, un Palencia – Oviedo que finalizó con empate a uno. Cuando al acabar la temporada el Palencia ascendió a Segunda A por primera vez en su historia, la dosis de veneno futbolístico en mis venas ya había sido suficiente como para que la situación fuese irreversible.

Descubrí entonces la existencia del Superdinámico anual y tardé poco en pedir los tomos atrasados para tratar de calmar mi ansia de información. Por aquel entonces, ya empezaba a tener grandes cantidades de datos almacenadas (pero no organizadas) en cuadernos. Con el paso de los años llegó la informática, que nunca consiguió eliminar el papel, pero sí me permitió organizar mejor toda aquella maraña de resultados, alineaciones y datos sobre clubs de aquí y de allí.

El descubrimiento de Internet trajo para mí una sorpresa: había gente a la que le interesaban aquellos datos que yo había ido coleccionando para mi propio disfrute. Primero fue aquel foro de la Segunda B de Jorge Molina, y luego el de FutbolMe, luego rebautizado como FutbolPlus. Alguien pedía algún dato y yo, si lo tenía, lo facilitaba. Y del mismo modo, a veces era yo quien pedía información y muchas veces aparecía alguien que me la proporcionaba. Pero sacar datos en público es en cierto modo una responsabilidad: ya no valía con tener los nombres de los equipos de cualquier manera, o con tener lagunas en determinadas temporadas. Eso significó por un lado una revisión profunda de mis datos y, por otro, el descubrimiento de las hemerotecas para tratar de completar la información que me faltaba.

En esas estaba cuando un grupo de asiduos del foro de FutbolPlus decidió organizarse y crear AREFE, asociación de la que he formado parte desde el primer momento y que me ha ayudado a corregir errores y mejorar datos, al tiempo que fue otro escaparate al «mundo exterior».

En 2008 recibí una llamada de Víctor Martínez Patón, miembro del CIHEFE, que había oído hablar de mí y quería hablar conmigo. Un año más tarde, después de varias conversaciones y algunos trabajos en común, me ofreció la posibilidad de convertirme yo mismo en miembro del CIHEFE. Acepté un poco sin saber dónde me metía, pero con la intención de colaborar en lo que pudiera. En seguida llegaron los Cuadernos de Fútbol y luego los Anuarios y después muchos otros proyectos que, poco a poco, irán tomando forma. Y esto sólo es el principio.

Por cierto, después de todos estos párrafos, creo que aún no le he dado las gracias a mi amigo Jose, el culpable de todo…




Orgullosos de ser los pioneros en España

Cuando contacte por primera vez con mi buen amigo Víctor, creí que rondaría los 50. Fue curioso, lo que recuerdo con mayor nitidez es estar hablando con D. Félix Martialay en su despacho de Madrid y de pronto ver aparecer alguien joven, que en un primer momento emparenté con algún empleado de las oficinas del diario que dirigía Félix. Eso fue hace ya unos cinco años, cuando terminaba mis pesquisas que luego darían lugar a mi primer libro.

 ¿El CIHEFE?, a mi ni me sonaba. Y la verdad es que el tema de la historia del fútbol en general había pasado por mi vida de un modo silencioso, sin hacer ruido. El ruido lo tuvieron que hacer los de fuera para que  yo me empezara a interesar. Bendito ruido, que diría aquel.

Y luego, ya que estábamos, Félix me planteó resolver en la medida de las posibilidades históricas, claro está, el asunto del Onuba FC en 1931 y las dudas sobre el Decanato del Recre que tenía Bernardo de Salazar. Cosa que no tuve más que aceptar…más que nada para no dejar el trabajito a medio hacer.

 Y ahí empecé a conocer a Félix, y a Víctor, a Javier Bravo, a Corcuera…y luego a Del Olmo, y al CIHEFE y a la IFFHS….y…Arrechea, y, luego nos metimos con el diseño de la marca y su posicionamiento, y luego con la revista oficial tan gratamente recibida por la IFFHS. Y claro está…¿Cómo no pertenecer al Centro pionero de España en investigación de fútbol?, ¿Cómo no pertenecer a la referencia nacional en esto de la investigación y estadística?, ¿Cómo no pertenecer al que marca el paso?.




En busca de CIHEFE

En mi caso, debo reconocer que no comencé a interesarme por la historia del fútbol hasta la adolescencia. Mi pasión era jugar y, al igual que el resto de críos de la época, disfrutaba en los recreos y, ya tras las clases, en el patio del colegio dando patadas al balón. Después, ya en plan más formal, integrando los equipos de futbito del Elisburu, antes de pasar a jugar en campo, en categoría infantil. Como el resto de colegiales, intercambiaba los cromos de los jugadores de la época (aunque reconozco también que nunca llegué a completar ninguna colección), y más allá de ver los encuentros por televisión y escuchar los «carruseles» por la radio aquellas tardes de domingo, sólo las hojas deportivas que se repartían por los bares con los resultados y clasificaciones me acercaban a lo que, posteriormente, se convertiría en una feliz obsesión.

Posiblemente fue a raíz del Mundial ’82 cuando empecé a recopilar artículos relacionados con la historia futbolera, pues el esperado evento trajo consigo la publicación de fichas, reportajes, y lo que hoy llamaríamos merchandising. Aún conservo el calendario del torneo, de aquel estrepitoso fracaso de nuestra Selección, el tongo en El Molinón, el maravilloso fútbol brasileño y el inopinado triunfo italiano.

Seguí jugando unos años más, ya en categoría juvenil con La Clotas hasta que, cumplidos los dieciséis, colgué las botas para dedicarme a los estudios. Curiosamente, una de las primeras publicaciones que coleccioné fue la revista Goleada, editada por el Club Vanguardia, que contenía las fichas y crónicas de los partidos de categoría infantil y juvenil en Gijón. Un lujazo para la época. Recordando aquellos tiempos puedo decir que jugué frente a algunos de los futbolistas asturianos que harían historia en la década siguiente. Así en el Elisburu infantil compartí vestuario un par de temporadas con Marcelino, futuro defensa central internacional con el Mallorca, por entonces baluarte en nuestro centro del campo hasta que el Sporting se lo llevó a Mareo. Ya después nos enfrentaríamos como rivales, como también lo hice con Luis Enrique (éste ya desde los tiempos de pista, cuando jugaba en el Xeitosa; ¡qué bien movían el balón!), Manjarín o Abelardo.

En fin, lo del fútbol como artista no pudo ser, así que supongo que la forma más natural que encontré de continuar vinculado con el deporte fue el seguimiento del mismo. Y no sólo el del fútbol. Mi hermano y yo consumíamos con devoción casi todos los acontecimientos que retransmitía la única televisión del momento: las reuniones atléticas, el baloncesto, el ciclismo, el balonmano, la natación…, y, cuando llegaban los JJOO, aquello era el acabose… Empezamos a crear nuestros propios archivos de competiciones, records del mundo, europeos, de España… No había tiempo para otra cosa en esos interminables veranos, felizmente sin otras preocupaciones.

No obstante para mí el fútbol era lo primero y, conforme fueron pasando los años, terminé dejando un poco de lado el resto de deportes para profundizar en la apasionante historia del balompié. Empecé a visitar asiduamente las bibliotecas para devorar los libros y enciclopedias que albergaban y fotocopiar los artículos y datos más interesantes, descubrí el superdinámico a través de unos tomitos que mi padre tenía guardados por casa y empecé a crear mi propia, y aún modesta, biblioteca. Así mismo, empecé a sacarle provecho al vídeo, pues cualquier reportaje histórico, programa que pudiera proporcionar imágenes antiguas o resúmenes de partidos de épocas pasadas, terminaba formando parte de mi videoteca.

Una investigación para determinar el número goles y encuentros jugados por Quini, el goleador sportinguista, me llevó a visitar la hemeroteca de la Cámara de Comercio de Gijón. Y allí, en aquel lugar absolutamente mágico, con decoración de película decimonónica, entre la penumbra, rodeado de los enormes anaqueles y estanterías abarrotados de tomos, fue donde se terminó de conformar mi espíritu investigador. Concluido el trabajo, decidí presentarlo a la redacción de deportes del diario El Comercio, donde fue recibido con agrado y no sólo me animaron a completarlo con una entrevista al jugador, sino que me permitieron ir a la sede del periódico para cotejar algunos datos consultando la edición en microfilm (afortunadamente no quemé el edificio ¿eh, Carlos?) y revisar el maquetado final. Ese sería mi primer acercamiento al periodismo y, por descontado, mi primera publicación.

La investigación sobre la historia del Sporting tenía que ser, lógicamente, el siguiente paso. Me interesaba fundamentalmente el apartado estadístico, ya que no venía recogido en ningún libro anterior. Quería saber no solo los hechos, sino los datos, las cifras de los Villaverde, Meana, Herrera…etc. Así que, durante los años siguientes, compatibilicé los estudios universitarios con la investigación. La Biblioteca Jovellanos de Gijón y la Pérez de Ayala de Oviedo fueron, junto a la Cámara de Comercio y, sobre todo, el archivo municipal de Gijón, en la Torre del Reloj, los centros de la misma. Estoy muy agradecido por el trato recibido en todos ellos, pero me gustaría resaltar al personal del archivo por su amabilidad ante lo que se les vino encima, porque creo que les hice sacar las colecciones completas de El Comercio y Voluntad. Tomo tras tomo. Desde aquí mi saludo a Moncho, Alicia, Eduardo y Vicente.

Durante estos años llegó a mis manos un libro que rompería todos mis esquemas y me obligaría a intentar ser más preciso en la labor investigadora. Me refiero a Las grandes mentiras del fútbol español. Escrito con una contundencia desacostumbrada en los libros de fútbol y cierta mala leche, todo hay que decirlo, la profusión de datos que Bernardo de Salazar y Félix Martialay vertían en cada capítulo para sustentar cada denuncia o rebatir cada falsedad o información sesgada resultaba demoledora. Descubrí entonces que existía un centro de investigación sobre el fútbol español. Ni que decir tiene que, desde ese momento, seguí la trayectoria de ambos historiadores, que además resultó muy prolífica en los siguientes años. Comprobé que sus nombres ya aparecían en obras anteriores que tenía en mi poder, pues si Bernardo había colaborado en una historia sobre el Real Madrid editada por ABC en los ochenta, Félix era el director del documental sobre la Historia de la Copa del Generalísimo que tenía en mi videoteca. A través de sus libros supe algo más acerca de CIHEFE y de algo llamado Cuadernos de Fútbol. Parecía interesante. Pero ¿qué era eso? ¿Lo editaba la Federación? ¿Se compraba en algún sitio? ¿Había que suscribirse?

Hube de hacer un alto en mis labores de investigación mientras pasaba una temporada en Londres. Allí me encontré con otro mundo en lo que se refiere a la historiografía futbolística. Las bibliotecas estaban plagadas de libros y enciclopedias y, lo que era aún más asombroso, existían vídeos y DVD’s con las historias completas de los principales equipos (casi tres horas de imágenes, algo inaudito en España). Además, tras cada temporada (sobre todo si resultaba exitosa), los clubes sacaban vídeos con el resumen de la misma. Y por supuesto, visité Sportspages, entonces en Charing Cross Road, una pequeña tienda deportiva, verdadero centro neurálgico de la parafernalia futbolística en las islas, donde, literalmente, me puse las botas con libros y partidos antiguos.

Mientras me encontraba en la capital inglesa conocí a través de las páginas de As, donde ya trabajaba Bernardo de Salazar, la formidable tarea de Vicente Martínez Calatrava. La historia más completa jamás publicada del fútbol español. Una obra ciclópea que se convertiría a partir de entonces en una fuente de información y consulta permanente. Y a través de cada volumen, nuevamente CIHEFE, y más nombres de historiadores que iba anotando mentalmente.

Tras regresar a la península, continué con mis pesquisas y tuve la fortuna de que Editorial Nobel se interesara en la obra e iniciara contactos con el Sporting para convertirla en el Libro del Centenario del Club, como a la postre sucedería. Este hecho me permitió tratar con notables periodistas asturianos, del pasado y del presente, que gentilmente aceptaron colaborar en el mismo y, gracias al interés del diario As, contactar con uno de mis ídolos, Bernardo de Salazar, con quien intercambié abundante correspondencia, cotejando información, datos, dudas …

Publicado el libro y tras colaborar en la edición para Asturias de As durante el centenario, me trasladé a Madrid como una más de las leyendas urbanas del Principado (Areces dixit). Aquí conocí personalmente a Bernardo. Lamentablemente, mucho mejor ratón de biblioteca que relaciones públicas, no llegaría a encontrarme con Félix. Mi único contacto, cuando todavía me encontraba en Gijón, fue el de hacerle llegar el libro del Sporting por correo, por el que se había interesado, para que lo recogiera de mi parte en librerías Esteban Sanz, ya que había ciertos problemillas de distribución fuera de Asturias. Un triste consuelo.

Lo demás es presente. Algunos proyectos frustrados, otros en mente, y la continua recopilación de datos y estadísticas. Y, de pronto, la página web de CIHEFE. Y los Cuadernos de Fútbol. Ahí estaban muchos de los nombres que había leído en aquellos libros. Contactar era el siguiente paso, ¿por qué no? Así lo hice y han terminado por aceptarme como uno más. Ya puedo poner caras a lo que antes sólo eran letras sobre el papel.

En este número descubriréis la apasionante historia de CIHEFE. Y nombres, muchos más nombres que han puesto su granito de arena para que este proyecto saliera adelante. Si a ti también te apasiona la historia del fútbol te animo a que des el paso. ¡Ahora es fácil! Está a un clic de ratón.




Guillermo Gorostiza: de «bala roja» a bala perdida

Guillermo Gorostiza Paredes, extremo izquierdo en el Athletic de preguerra o el Valencia campeón tras la victoria franquista, fue, en su época, ídolo equiparable a los más actuales Raúl, Xavi Hernández, Fernando Hierro, Butragueño, Quini, Santillana, «Tarzán» Migueli o Asesnsi. Al igual que ellos, disfrutó de gloria, títulos y dinero. Al menos de todo el dinero que aquel fútbol podía proporcionar. Sin embargo no supo encarar la vida, ni como futbolista ni, sobre todo, al colgar las botas. Para cuando quiso advertirlo, había precipitado su porvenir por el barranco del despilfarro y los vapores etílicos, en uno de los más clamorosos derrumbes del fútbol arcaico. Hoy día, cuando para tantos aficionados no es sino un ilustre desconocido, repasar sus andanzas podría tener mucho de lección.

Rapidísimo, ágil, ambicioso e intuitivo, y por todo ello 19 veces internacional cuando, hizo valer su potente disparo con la izquierda, saltó al celuloide, alimentó de sueños a miles de niños famélicos e hizo de su propia vida una fantasía interminable.

Hijo de un médico notable que llegaría a alcanzar la presidencia del Colegio Vizcaíno, en su casa hubo sirvientes, dinero para estudios, balones y juguetes, y ni uno sólo de los problemas que en demasiados hogares vizcaínos  se afrontaba a diario para llenar los estómagos.

Siendo todavía un niño destacaba sobremanera en los partidillos de fútbol, mientras  su escaso apego a los libros le hacía flirtear con el pelotón de los torpes en la escuela. De esa época dató su primer apodo, «Lorito», indudablemente inspirado por su perfil. El otro, el que habría de hacerle famoso, es decir «Bala Roja»(1), no le fue adjudicado hasta sus años de gloria en el Athletic bilbaíno.

Sorprende que lo de «Bala Roja» le acompañara como una prebenda incluso después de la Guerra Civil, cuando el término rojo si no estaba claramente proscrito, se adscribía al oprobio y la demonización. Pero no adelantemos acontecimientos, porque antes de que Gorostiza alcanzase la categoría de mito, sucedieron varias cosas.

Por ejemplo que su padre, harto de verle amontonar suspensos, decidió sacarlo del Colegio Sagrado Corazón, en Miranda de Ebro, para introducirlo de pinche en la Naval de Santurce; que continuó jugando al fútbol pese a la prohibición paterna, llegando a firmar contrato por 150 ptas. con el Arenas, recién cumplidos los 19 años; que como su progenitor continuara empecinado en no verlo vestido de futbolista, fue enviado a Buenos Aires junto a su hermano, de donde regresarían a los pocos meses tras padecer diversas dificultades(2); que desarrolló su meritoriaje en el Racing ferrolano, aprovechando bien su paso por la ciudad departamental, a la que había llegado con intención de ingresar en la Armada. O que durante su primera temporada como rojiblanco, 1929-30, jugase ya todos los partidos de liga (entonces sólo 18) y cantara 20 goles, convirtiéndose en máximo anotador del torneo. El público de San Mamés acababa de descubrir un nuevo ídolo en el chico que corría la banda izquierda sin que nadie acertara a pararle, y Mr. Pentland un seguro para su ambición de títulos. Todo ello después de que litigaran los rojiblancos bilbaínos con sus rivales de Las Arenas, a causa de aquellas 150 ptas. satisfechas años atrás como contraprestación contractual. Un partido amistoso en Ibaiondo y 21.500 ptas. para las arcas guechotarras zanjaron la discusión.

Mucho tuvo que agradecer Gorostiza en lo deportivo al inglés de puro inmenso e inseparable bombín. Fue Pentland quien, consciente de sus cualidades, encargó a Chirri II, ingeniero en el centro del campo atlético y tras su retirada de los estadios, no le pasase nunca el balón al pie, sino unos metros adelantado. El propio Pentland le enseñó a cortar el campo en diagonal, con los ojos clavados en la portería adversaria, para extraer el máximo provecho a su trallazo con la derecha. E igualmente Pentland, no sólo el entrenador más laureado de la historia bilbaína sino el que más hizo durante los años 20 y 30 por modernizar el fútbol español, quien le insuflara toda la confianza en sí mismo que necesitaba sobre el césped, y de la que carecía por completo al vestir de paisano. Pero también bajo tutela de Pentland comenzó a acercarse al mundo del alcohol y el lupanar, del jolgorio y la holganza, de la batahola y el derroche, para el que parecía estar predestinado.

180

El joven Guillermo Gorostiza en sus tiempos como pupilo de Mr. Pentland.

Poco eficaces resultaron los esfuerzos posteriores de entrenador y directivos, quienes incluso emparejaron a semejante torbellino con Isaac Oceja en las habitaciones de los hoteles, cada desplazamiento. Si Oceja, alto y enjuto como una creación de «El Greco», y austero, parco en palabras, digno y noble, no lograba contagiarle ninguna de sus virtudes, es que al muchacho no había quien pudiese encarrilarlo. Por desgracia ni el bueno de Isaac logró ejercer de bálsamo. Gorostiza siempre hallaba una última luz encendida, un último bar o una casa de tolerancia con la puerta entreabierta. Aparecía de madrugada, alborotado el flequillo y asomándole a los ojos el vértigo en que volcó su vida. Daba igual amonestarle. En el césped volvía a hacerse perdonar, desbordando contrarios e incrementando los guarismos del marcador.

Hoy, cuando hasta los clubes de 3ª División disponen de estatutos, regímenes de disciplina interna y estrictas normas de comportamiento, cuesta trabajo entender cómo Athletic y Valencia, dos entidades de alcurnia, se avinieron a soportar impertérritas las escapadas de semejante individuo. Por aquel entonces, claro, nada era como en la actualidad. El flemático Mr. Pentland actuaba con su muchachada fuera del campo como un padrazo condescendiente, encajando sin rechistar bromas que ningún técnico actual consideraría tolerables. Consta, por ejemplo, que una tarde, aprovechando su digestión de vino riojano -al que el inglés se había aficionado bastante-, los futbolistas atléticos cerraron a cal y canto las ventanas de la alcoba y le hicieron creer se había quedado ciego, disputando a voz en grito y a oscuras una imaginaria partida de mus. Más conocido resulta el rito de destrozarle el bombín de un puñetazo, al concluir las finales coperas saldadas con victoria rojiblanca.

Otros testimonios no harían sino incidir en la casi total ausencia de disciplina, como característica general en el fútbol antiguo.

José Luis Ispizua, compañero de Gorostiza como habitual suplente en el portal Atlético -y que, por cierto, conoció durante 4 años y en su condición de «rojo separatista» los penales de El Dueso, Puerto de Santa María, Sevilla y Dos Hermanas, al término de la Guerra Civil- recordaba, mirando hacia atrás lleno de nostalgia, el «libertinaje» de los jugadores tras cada partido: «Si estábamos fuera, cuando salíamos del vestuario nos decía el entrenador que el autobús partía a las 7 de la mañana. Muy pocos dormían en el hotel y, naturalmente, acabábamos encontrándonos casi todos en los mismos sitios. No nos cuidábamos mucho, pero teníamos una afición tremenda».

Parecía el caldo de cultivo ideal para que temperamentos irrefrenables como el de «Bala Roja» camparan a sus anchas. Y a fuer de sinceros, supo aprovecharse bien.

Quienes lo conocieron esbozan de él un boceto común. Infantilón, feliz aparentemente, escaso de personalidad y con menos voluntad aún, hacía de cada encuentro con los conocidos una aventura, sin importarle cuál pudiera ser su final. «Se tropezaba con un conocido por la calle y le preguntaba: ¿Qué haces, a dónde vas?. Si el otro le respondía que iba a misa, igual le acompañaba, tan tranquilo. Y lo mismo si le decían que a tomar una copa o echar alguna canita al aire. Así era Goros, un hombre bueno, aunque sin voluntad».

Fuese o no muchas veces a misa como acompañante, resulta incontestable que Gorostiza se descolgó en muchas más ocasiones por tascas, tabernas, cantinas y casas de lenocinio, al tiempo que desarrollaba una envidiable carrera en 1ª división, resumida conforme sigue.

Trayectoria deportiva de Gorostiza

253

Su endeble personalidad acabaría encontrando cómodo ese dejarse llevar, si bien una vez, al menos, supo plantarse ante alguien más bragado e iniciar la marcha atrás. Ocurrió durante la gira europea del Euskadi, especie de selección propagandísticodeportiva formada durante la Guerra Civil. Y ello teniendo como oponente dialéctico al gran Regueiro, uno de los caracteres más fuertes en el fútbol de preguerra, a la par que líder indiscutido entre los participantes en aquella malhadada aventura. De regreso a Bilbao mientras el Euskadi partía hacia América, Gorostiza combatió algunos meses en un Tercio de Requetés, y al finalizar las hostilidades volvía esperándole la banda izquierda de San Mamés.

Indiscutible al reanudarse las actividades, el Athletic decidió desprenderse de él antes de que echase a rodar la pelota en el torneo 1940-41. Varios fueron los motivos de tal decisión. Por un lado pesaba su constante indisciplina y malos hábitos. Por otro los 30 años recién cumplidos, edad casi provecta en un equipo reconstruido con sangre muy joven. Y finalmente estaba la nada despreciable oferta girada desde Valencia. Pero lo que acabó persuadiendo a presidente y directiva fue poseer en la recámara un sustituto de lujo apellidado Gaínza, escurridizo, veloz, y pillo como pocos.

Las 120.000 ptas. ingresadas por su traspaso pueden parecer poca cosa desde nuestra actual perspectiva. Sin embargo constituían una enormidad en el marco del país destrozado que era España, con sueldos que -cuando los había- difícilmente superaban las 850 ptas. Sirva también como contrapunto la referencia de su primer contrato con el Athletic: 500 ptas. mensuales y 18.000 de ficha por 3 años.

«Goros» comenzó muy bien junto al Turia, aunque sin abandonar viejos hábitos de vida. Ni el matrimonio -se había casado en 1937 con Virginia Alcaraz y de esa unión nacieron dos hijos-, ni la oscura atmósfera de posguerra parecían poder frenarle. Su entrenador, Eduardo Cubells, tampoco logró meterle en cintura. Y pese a que sus 21 goles contribuyeron decisivamente a la consecución del Campeonato liguero 1941-42, para el año siguiente prefirió contar con Salustiano, un extremo de mucha menor calidad futbolística, mal aceptado por la grada de Mestalla. Gorostiza jugó poco al año siguiente, cantó 2 únicos goles y los chés concluyeron en séptima posición. Entonces arreciaron las broncas del graderío a Salustiano, como forma de manifestar su disconformidad con Cubells y sus alineaciones. El técnico no tuvo más remedio que ceder. Gorostiza podría ser un problema fuera del campo, pero sobre el terreno de juego resultaba imprescindible, pesa a sumar 34 años. Y de ese modo, sus 14 goles, unidos a los 11 de Epi y los 29 de Mundo, más la colaboración de otros artilleros con menor puntería, catapultaron al once valenciano hasta un nuevo título la temporada 1943-44.

Toda la rivera del Turia volvió a rendirse al gran extremo. Jugaba endiabladamente, electrizaba al público, sacaba de quicio a las defensas adversarias. Pero seguía bebiendo como un cosaco, pese a las constantes amonestaciones de la directiva.

El medio Vicente Asensi, con quien compartió muchas horas de vestuario y desplazamientos, lo recordaba como una especie de Jekyll y Mr. Hyde.

«Le pegaba al vino o al coñac. Era una especie de droga para él. No lo podía evitar. Más noble y mejor persona, imposible; pero tenía que beber. Yo le he visto estar quince días sin probar el alcohol y no ser capaz de jugar, ni de enviar una pelota a quince metros. Sin embargo en otras ocasiones, como una vez en Vigo, llegar mal el sábado (beodo) y hacer un partido enorme al día siguiente. Era un «perdut». En vez de «Bala Roja» yo le llamaba «Bala Perdida».

Coincide en la descripción quien fuera presidente ché, el muy llorado Luis Casanova:

«A Gorostiza lo fichamos por consejo de Luis Colina (3). Y a pesar de todo lo mucho y malo que se habló y escribió sobre él, era un bendito. Una vez, después de ganar en Sevilla, se fue de juerga y apareció el domingo siguiente, en Vigo u Oviedo, no recuerdo bien, donde teníamos que jugar. Apareció por la caseta un empleado del campo y le dijo a Luis Colina: Oiga, ahí fuera hay un hombre con aspecto de pordiosero, empeñado en convencerme de ser Gorostiza. Yo, claro, no le he dejado pasar. Salió Colina como una flecha, metió al futbolista en los vestuarios, y éste, arrodillado, pidió perdón. Había que verle, llorando como un mocoso y solicitando ser alineado. Hizo un partido soberbio. Después, un juzgado de Sevilla nos reclamó 120.000 ptas. por daños causados en no sé dónde, un sastre otras 20.000… En fin, era único».

En Sevilla, al parecer, afloraban sus dos rostros como en ningún otro sitio. Así lo acredita otro suceso no menos definitorio.

Durante los años 40, la escasa autonomía de los autobuses movidos por gasógeno, y el deplorable estado de las carreteras, reducidas a un puro socavón, convirtieron al tren en vehículo ideal para el desplazamiento de los equipos de fútbol. Como entonces las ciudades eran mucho más pequeñas y los futbolistas no conocían la intensa presión a que hoy les someten sus hinchadas, solían cubrir los trayectos del hotel al estadio y viceversa, en servicios públicos de locomoción o andando. Y eso fue lo que un domingo decidieron hacer en la capital del Guadalquivir, Iturraspe, Lelé, Eizaguirre, Gorostiza y Epi.

No muy lejos del campo y observando les sobraba tiempo, se detuvieron en un bar para tomar café. Gorostiza pidió además una copa, se la bebió y aún solicitó otra. Epi, el más serio de todos y un poco conciencia colectiva, se lo reprochó. La respuesta de «Bala Roja» no se hizo esperar. «Pues mira por dónde, ahora no va a ser una copa, sino cuatro. Camarero, sírvamelas». Ante el estupor del cuarteto, Gorostiza las alineó en el mostrador y fue echándoselas al coleto, casi sin respirar. En el vestuario tuvieron que anudarle las botas a escondidas del entrenador, porque sus dedos no eran capaces de nada. Llegó el momento de saltar al césped y con muy pocos minutos jugados el árbitro pitó un penalti en el área local. Solía ejecutarlos nuestro protagonista (4) y allá fue, como si se hallara en plenitud. Casi no acertó al balón y en cambio dejó un boquete sobre la cal del punto fatídico. Los graderíos rieron, silbaron, e incluso llegó a escucharse el «¡Borracho, borracho!» desde las localidades económicas. Cuando Lelé acudió a levantarlo, porque se había caído de bruces, percibió su juramento. Iban a saber los andaluces quién era él.

Hora y media más tarde, el marcador registraba una cómoda victoria valenciana. La portería andaluza había sido perforada en 4 ocasiones con la decisiva participación del mismo jugador en todos los goles: Gorostiza. Un Gorostiza tan rabioso como para sobreponerse a la intoxicación etílica.

334

El «Bala Roja» de sus  últimas tardes en Valencia. Algo pasado de kilos pero dueño aún de cierta velocidad y mortífero disparo con la derecha.

Tanto exceso, tanta juerga y vida desordenada, debía pasar factura tarde o temprano. Y aunque en su caso ocurriera más bien tarde, el tributo le resultó igualmente caro.

Al concluir la temporada 1945-46 había cumplido 37 años y la directiva ché decidió no renovarle. Cuatro tantos en el torneo liguero tampoco se antojaban aval merecedor de prórrogas. Su último gol con el escudo del Valencia fue el del honor en la final copera perdida en Montjuich, un campo que se diría maldito para los del Turia. Y aunque se le tributó un partido de homenaje, la recaudación del mismo resultó escasa, quién sabe si por culpa de la meteorología, el error al elegir contrincante, o porque el dinero no sobraba durante la dura y larga posguerra. Su presidente, al menos, le hizo entrega de una pitillera de plata, como obsequio personal, con esta inscripción: «A Guillermo Gorostiza, el mejor extremo izquierdo del mundo en todos los tiempos. Suyo afectísimo, Luis Casanova».

En Valencia no se acababa el mundo, debió pensar Guillermo. Su nombre aún decía algo al aficionado. ¿Por qué no iban a hacerle hueco en otras entidades?.

Parece que aporreó sin éxito algunas puertas, decidido a exprimir al cuero todo su jugo. Pero como todavía faltaban varios lustros para inventar la figura del representante y su mala fama le precedía, no obtuvo sino negativas más o menos suaves. Por fin recaló en el Baracaldo, entonces club de 2ª División. Y sobre el mar de tarquín en que solía convertirse Lasesarre, naufragó sin paliativos, física y anímicamente.

Nada sabía hacer, aparte de jugar al fútbol. Cualquier otro hubiese extraído algún rédito de su fama, habría montado un negocio con los ahorros o sabría tirar de influencias. Él no. Tras unos meses en paro y contra lo muchas veces publicado (se adjudica erróneamente su llegada a Trubia durante la temporada 1950-51), el 1 de enero de 1948 «La Voz de Asturias» se hacía eco de su ingreso en el Juvencia, acompañando a dos futbolistas procedentes del Real Oviedo: el interior Soberón y el defensa Paquito, a quien no debe confundirse con el más adelante medio internacional del R. Oviedo y Valencia, también jugador cascarillero unos años después. De su paso por la entidad cañonera se recuerdan especialmente un partido ante el Mirandés, en el campo de Quintana, donde además anotó dos tantos, y el soberbio golazo que hiciese encajar al Caudal de Mieres en Buenavista. Parece que en lo personal dejó muy buenos recuerdos de su breve paso por Asturias, ya que su compañero José Ramón publicó un articulito laudatorio en el álbum de fiestas trubieco ese mismo año, donde decía:

«A Guillermo Gorostiza. La mayor satisfacción que he experimentado en mi larga vida de jugador aficionado (veinte años) ha sido haberle tenido por compañero vistiendo la camiseta del Real Juvencia de Trubia».

Al arrancar la temporada 1948-49 todavía engatusó al presidente del Logroñés, quien para hacer frente a sus demandas económicas -los riojanos se batían en 3ª División- no se le ocurrió otra idea que contratarlo como jugador-entrenador. Los asistentes a Las Gaunas fueron testigos del desastre. ¿Cómo iba a imponer normas quien durante toda su vida no había hecho sino acreditar un total desconocimiento del vocablo «disciplina»?.

Los fracasos, parece evidente, ya no le preocupaban. Su obsesión era seguir tirando en el mundillo del fútbol, consciente de que fuera de él no tenía la menor cabida. A partir de ahí, sin embargo, de regreso a Vizcaya, su destino vistió luto riguroso. Convertido en sombra de sí mismo merodeaba por los bares o se dejaba caer por los hoteles donde pernoctaban los visitantes de San Mamés, buscando entre los expedicionarios algún viejo conocido a quien aplicar el eterno arte del sablazo. Su antigua pujanza física fue quedando en el fondo de los vasos. Ya no era «Bala Roja». Ni siquiera «Bala Perdida». Todo lo más un inútil casquillo después de la deflagración. Un hombre sin familia, sin presente ni futuro, al que además se le hacía dolorosa cualquier tentación nostálgica.

En el arranque de los años 60 estaba irreconocible. Los kilos que se le pegaran durante sus últimos años como futbolista, los que no pudo soltar ni con el constante entrenamiento, se habían esfumado hasta descubrir un rostro enjuto sobre chasis endeble. Así apareció en el blanco y negro de la película documental firmada por Summers «Juguetes Rotos», reclamando un trabajo, una ayuda que le permitiese vivir sin dejar más jirones de dignidad en cada esquina. Años atrás, cuando aún era mito, había co-protagonizado «Campeones» (1942), dirigida por Torrado sobre una producción del gran aficionado y mecenas celtiña Cesáreo González. Puede que gracias al reparto, en el que figuraban Ricardo Zamora haciendo de entrenador, y Jacinto Quincoces, Mesa, Ramón Polo, Gorostiza y el entonces joven galán Carlos Muñoz encarnando a los futbolistas de un club imaginario, la cinta gozó de magníficas taquillas. En ella «Goros» casi hacía de sí mismo, dando vida a un jugador desinhibido, algo golfo y de vuelta en muchas cosas.

El punto final lo puso el miércoles 24 de agosto de 1966, en el sanatorio antituberculoso de Santa Marina, enclavado en la falda del bilbaíno monte Artxanda. No mucho antes había escrito al Valencia C. F., dando cuenta de su desesperada situación y solicitando ayuda económica. Le giraron dinero en recuerdo de los viejos tiempos, y porque el fútbol de entonces, henchido de humanidad, ni imaginaba ser presa, destripados los almanaques, de la ingeniería contable, las dictaduras del marketing y el desprecio a todo cuanto no pudiera ser convertido en guarismo financiero.

Atrás quedaban 19 entorchados internacionales, cuando apenas se disputaban este tipo de choques, 6 títulos de Liga y nada menos que 5 de Copa. Un todo como futbolista y un casi nada como hombre capaz de sobreponerse a las dificultades.

La fatalidad quiso que buena parte de la prensa vasca ni siquiera le otorgase el último homenaje de una buena necrológica. Justo la tarde anterior, «Bolero», un toro azabache de la ganadería de don Álvaro Domecq, había empitonado mortalmente en la plaza de Vista Alegre al banderillero Antonio Ruiz, tiñendo de luto las fiestas patronales. Ese hecho saltaba a las primeras planas y usurpaba el espacio de otras noticias. Tan sólo «Joma», redactor deportivo de «La Gaceta del Norte», derramaba unas gotas de emoción en su breve artículo. Gorostiza había ingresado en el sanatorio el 25 de octubre del año anterior y según el capellán «no dejó de comulgar un solo día». «Joma» escribió que Gorostiza había sido un anarquista en el vivir y en el jugar. «Su mejor virtud fue que ni se pareció a nadie, ni antes, en y después se pareció nadie a él. Es absurdo driblar así, argumentaban. Y él driblaba así. Como ese avanza no se puede tirar a gol. Y él avanzaba como él, y tiraba y marcaba. El Atlético y, por qué no, el Racing de Ferrol también, el Valencia, el equipo de España, los futbolistas del mundo, incluso Rusia y los países satélites, su Santurce, recordarán y honrarán al mejor extremo del mundo, habido y, por ahora, por haber. Guillermo, tu muerte no fue como muchos juzgaron tu juego: a lo loco, sino a lo cuerdo. Ganaste la gran final».

A sus amigos de antaño se les escapó alguna lágrima y Luis Casanova pudo leer en la prensa, emocionado, que bajo la almohada del difunto hallaron una pitillera con dedicatoria, recuerdo de su etapa en Mestalla. «Con las penalidades que pasó al final, con lo mal que andaba de dinero, y no se pudo desprender de aquel regalo -recordaba el mandatario ché-. Quién sabe si no veía en la pitillera el cordón umbilical que le mantuvo unido al Valencia desde la distancia».

Quién sabe. Los futbolistas de entonces sí sentían los colores. El fútbol mismo era un sentimiento y no un libro mayor cargado de números rojos.

.- (1) El propio Gorostiza desconocía la paternidad de su apodo, según declaró en una entrevista. «Debió ocurrírsele a Rienzi o Gobeo, aunque nunca logré averiguarlo. La verdad es que me gustó, pero tanto antes como incluso luego me llamaban Goros».

.- (2) Guillermo recordaba el viaje de esta manera: «Embarqué en el Axpe Mendi pagando las 7,50 pesetas diarias que costaba el viaje y la manutención, con el compromiso de trabajar a bordo. Me dijeron que pintara el barco y estuve haciéndolo durante toda la travesía. Le di no sé cuántas manos. Como ese buque naufragó en la siguiente travesía, me dije que igual se habría desnivelado por la cantidad de pintura que debí ponerle».

.- (3) Luis Colina Álvarez fue de todo en el fútbol pretérito: árbitro internacional, federativo, secretario técnico y gerente, destacando como gran pescador de talentos al servicio del Valencia.

.- (4) Con relación a sus lanzamientos desde el punto de penalti dijo: «No tienen secreto: dureza, puntería y cuanto antes. Un golpe de sangre. Es más, elijo el sitio y tengo la nobleza de indicarle al portero por dónde se lo voy a colar. Es cuestión de potencia y rapidez». Aunque las estadísticas sobre esa época no resultan muy fiables, parece que de sus 30 lanzamientos falló 2: uno enviado al graderío y otro a la madera.




Un título de copa al borde del abismo

Una de las temporadas más contradictorias en la historia del FC Barcelona fue la de 1941-42. En el campeonato de Liga flirteó con el descenso y estuvo a punto de bajar a Segunda por vez primera en su historia. Cayó a la última posición de la tabla en la novena jornada, al perder por 5-4 con el Atlético Aviación y durante la mitad de la competición, ocupó posiciones de descenso, de las que salió, tras estar prácticamente desahuciado, en la antepenúltima jornada, gracias a que remontó ante el Sevilla un marcador que pasada la media hora le era adverso por 0-2, pero también favorecido por el hundimiento del Alicante -denominación con la que actuaba el Hércules en aquella campaña- que encadenó ocho derrotas consecutivas y sólo sumó dos puntos en las últimas diez jornadas, lo que obligó a los azulgrana a luchar hasta en final para eludir el descenso, con una angustiosa victoria en Las Corts por 3-1 ante el Castellón. No obstante debería de jugar la promoción para mantener la categoría en un partido decisivo frente al Real Murcia en campo neutral.

 Acabada la Liga comenzó a jugarse la Copa y el partido de promoción se fue demorando por falta de fechas hasta que ambos equipos fueran eliminados. El comienzo barcelonista en el torneo del k.o. no fue muy halagüeño, ya que perdió por 2-1 con el CD Tarrasa, que actuó esta temporada en la Primera Categoría Regional Catalana, debido a que no se jugaba la Tercera División. Una derrota que maquilló Martín casi al final, aunque no tuvo problemas en superar la eliminatoria en la vuelta, al ganar por 4-0 en Las Corts, siendo a partir de aquí cuando el conjunto azulgrana experimentó un radical transformación. En octavos de final eliminó al Sevilla, ganando su segundo partido fuera de casa en toda la temporada -curiosamente había vencido el choque de Liga en Nervión- y completó el 1-2 de la ida con tres goles en Las Corts. En la siguiente ronda se deshizo del Espanyol por un doble 3-2, y en semifinales tumbó al Valencia, campeón de la Liga, ganando también los dos partidos: 1-2 en Mestalla y 3-2 en casa.

 De esta manera se clasificó para la final contra el entonces Atlético de Bilbao, cargado de moral tras las siete victorias consecutivas -había logrado ocho en toda la competición de Liga- y dispuesto a conseguir un título que se le mostraba esquivo desde 1928. El partido se jugó el 21 de junio en el terreno madrileño de Chamartín y fue arbitrado por Manuel Ocaña, alineándose por el Barcelona: Miró; Zabala, Benito; Raich, Rosalén, Llácer; Sospedra, Escolá, Martín, Balmanya y Bravo. Por el Atlético: Echevarría; Arqueta, Mieza; Bertol, Ortiz, Urra; Iriondo, Panizo, Zarra, Gárate y Elices.

El Barcelona afrontó el choque con gran serenidad controlando los deslavazados ataques bilbaínos, pasando poco a poco a dominar. A los 19 minutos se marcó el primer gol en una espectacular jugada de Escolá, que tras sortear a dos contrarios largó un tiro raso y cruzado hasta el fondo de la red. Poco después Balmanya estrelló un balón en el poste, y a los 28 minutos llegó el empate en un remate de Zarra que rechazó con apuros Miró y lo aprovechó Iriondo para rematar por bajo. Hasta el descanso el Atlético pasó a dominar, pero sin resultado positivo de cara al marcador.

En la continuación salió el Barcelona decidido al ataque y a los 51 minutos volvió a adelantarse con un segundo gol, marcado por Martín recogiendo un pase de Escolá, y aún sin reponerse, diez minutos después, a la salida de un corner, el mismo Escolá cabeceó a la red el 3-1. Tras unos momentos de desconcierto en los que el Atlético parecía entregado, se produjo una inesperada reacción y en dos minutos llegó el sorprendente empate: a los 79, Elices remataba un corto rechace de Miró y a los 81, Zarra cabeceaba un centro de Elices, y ante el estupor general el 3-3 subía al marcador, siendo los últimos instantes de gran emoción y desesperados ataques bilbaínos, controlados por la reforzada defensa azulgrana, llegándose al final sin más novedad.

Tras el pertinente descanso, se pasó a la prórroga, caracterizada por el juego lento y de poca calidad, por el cansancio de ambos onces. La jugada decisiva llegaría a los 12 minutos de reanudarse el juego, entre Sospedra y Martín que éste culminó, tras sortear la salida de Echevarria, marcando de forma espectacular el gol del triunfo azulgrana. Aquí puede decirse que acabó el partido, ya que los bilbaínos incapaces de reaccionar, apenas inquietaron a sus contrarios y éstos se dedicaron a dejar pasar el tiempo lanzando balones fuera.

 Cuando el ex centrocampista del Sevilla pitó el final, los jugadores azulgrana se fundieron en un abrazo, y lloraron. Se desató la emoción y cientos de aficionados saltaron al terreno de juego para sumarse a la fiesta, pero en la mente de todos estaba el partido de promoción pendiente contra el Murcia, que se jugaría al domingo siguiente en el mismo escenario, por lo que el equipo permaneció durante toda la semana alojado en el Hotel Victoria de la Capital.

 Con los mismos hombres que ganaron le Copa, excepto Llácer, sustituido por Franco, se afrontó un partido de promoción que parecía ser fácil, pero el conjunto murciano plató cara y no se amilanó, haciéndolo pasar mal a los aficionados barcelonistas, dando un buen susto cuando a los 23 minutos, Huguet, en un lanzamiento de falta marcó el primer gol, y acto seguido Vilanova pudo haber aumentado la cuenta. Durante cinco minutos el Barcelona estuvo en Segunda. Lo que tardó Martín en conseguir el empate con una brillante jugada culminada con un gran disparo, llegándose así al intermedio. Al cuarto de hora de la reanudación, un centro de Valle fue rematado de cabeza Martín poniendo en ventaja al Barcelona, y once minutos después el mismo jugador cabeceó a la red otro centro de Sospedra, quien en el minuto 31 hizo el 4-1 rematando por bajo una pase del ariete azulgrana, y al final Mariano Martín culminó su gran tarde goleadora estableciendo en 5-1 definitivo.

 El conjunto catalán, que viajó en autocar, llegó a Barcelona al mediodía del miércoles 1 de julio, siendo aclamado en las poblaciones por las que pasó, y lo primero que hicieron directivos y jugadores fue cantar una Salve a la Patrona de la ciudad en la Basílica de la Merced. Falta hacía.




Aquellos torneos de verano (IV)

Aquellos torneos de verano IV

Cuando Pelé visitó España en 1959

 Los torneos de verano tuvieron su época dorada a mediados de los años 60 hasta casi los 80. Hoy conocidos como bolos de verano, de los que todavía se desmarcan los históricos Teresa Herrera de La Coruña y el Ramón de Carranza de Cádiz, eran torneos mucho más allá de la puesta a punto de un equipo. Los actuales preparadores físicos se llevarían las manos a la cabeza al pensar que en esos enfrentamientos el aficionado exigía a sus jugadores ya el máximo rendimiento cuando tan solamente llevaban una quincena de días de entrenamientos. Y es que los responsables de tales eventos invertían todos los esfuerzos, tanto económicos como organizativos, para completar un cartel digno de «pequeñas copas del mundo».

 Es curioso que ante la repetida pregunta ¿quién ha sido el mejor jugador de la historia? mientras que en la mayoría de los países se señala casi sin dudar a Pelé, en España se responde con Alfredo di Stéfano. «Eso es porque ustedes no vieron jugar a Pelé», suelen complementar nuestra respuesta.

 No cabe duda de que, ateniéndonos a los números, las cinco Copas de Europa no son equiparables con tres Copas del Mundo, dos de ellas especialmente protagonizadas por el brasileño. Ni los 377 goles de Di Stéfano (en las máximas categorías de Argentina, Colombia y España) se acercan a los 541 de Pelé (en Brasil y Estados Unidos)… y así, hasta entender por qué la IFFHS eligió a Pelé mejor jugador del s. XX.

 Pero volviendo a la frase con que nos subrayan nuestra respuesta, Pelé sí jugó en España. Vino con su club de gira, aprovechando que el futbol brasileño estaba de moda. Por aquí pasaron el CR Vasco de Gama, el Botafogo CR y el Santos FC. Y lo hicieron dejando un sabor de boca increíble. Despertaron toda la expectación del público y exhibieron un juego desconocido. Sin embargo, la prensa, y en especial Marca, dio una trato muy curioso, como si evitaran nombrar a Pelé.

 Por eso, propiamente no vamos a tratar un torneo de verano específico en esta ocasión, sino que comentaremos la visita del Santos FC brasileño en el año 1959, centrándonos especialmente en su amistoso que jugó frente al Real Madrid, además de su intervención en el Teresa Herrera de La Coruña y en el Naranja de Valencia. La gira se cerró en Barcelona con otro partido amistoso.

 167 

Una de las pocas fotos que se publicaron de Pelé en Marca, en la víspera del partido frente al Real Madrid.

 Como era de esperar la llegada del Santos FC atrajo la expectación de toda la prensa española. No en vano había sido elegido como rival del Real Madrid en el partido homenaje a Miguel Muñoz. Campeón de Europa, por cuarta vez consecutiva, contra el campeón de Sao Paulo, considerado el mejor equipo de Brasil. Llegó el lunes el Santos FC y decidió descansar hasta el día del partido, frustrando a los curiosos la sesión de entrenamiento que estaba prevista al día siguiente. La alienación santista era presentada por su entrenador Luis Alonso, incluyendo el portento de 18 años de edad, Pelé.

El Homenaje a Miguel Muñoz se hacía a lo grande. Reforzaban al Real Madrid en representación del fútbol nacional el bético Luis del Sol y el bilbaíno Agustín Gaínza, que anunciaba su retirada. Y dirigía el equipo blanco, que visitó de azul aquella tarde, Alfredo di Stéfano. La ambientación excedía las previsiones, pues, aunque el partido tenía un carácter festivo y amistoso, el público español estaba deseoso de poder comparar al ídolo local frente a la sensación brasileña. Y es que, con solo un año de carrera en el fútbol internacional, Pelé ya rivalizaba con un consagrado Alfredo di Stéfano.

 243

 REAL MADRID – SANTOS FC        5-3      Santiago Bernabeu (110000)   17/06/1959

Árbitro: Horn (Países Bajos).

Goles: 0-1 (9′) Pelé. 1-1 (19′) Mateos, 2-1 (20′) Mateos. 3-1 (35′) Mateos. 3-2 (54′) Pepé de p. 4-2 (57′) Puskas. 4-3 (67′) Coutinho. 5-3 (84′) F Gento.

Real Madrid: Berasaluce; Marquitos (Atienza 74′), Santamaría, Casado; Santisteban, Ruiz; Francisco Gento, Mateos (Puskas 54′), Di Stéfano, Del Sol, Gaínza (Julio Gento 46′).

Santos FC: Carlos; Getulio, Pavao, Dalmo; Ramiro, Zito; Dorval, Álvaro (Alfonso[90’+1′] 74′), Pagao (Coutinho 25′), Pelé, Pepé.

 La curiosa crónica de Marca señala a un Madrid dominador y muy superior. Sin embargo, a la hora de explicar la actuacióndel árbitro denuncia que no señaló con penalty una falta hecha a Pelé y entre los incidentes hay que registrar una agresión a Pepe, que recibió un botellazo de parte de un exaltado del público. Siguiendo la crónica de Marca, se resalta el gran trabajo de Di Stéfano, todo un director de orquesta, capaz de arrasar literalmente a un rival lento y pretencioso.

De Pelé, destaca el comentario que hizo Carniglia, el entrenador del Real Madrid: «Evidenció una gran facilidad de tiro y muchísima «malicia», picardía. Portege muy bien el balón y se filtra peligrosamente. Pero estuvo muy bien marcado».

Era un comentario, destacando lo de «bien marcado» porque Pelé hizo el primer gol con un disparo desde fuera del área, le hicieron un penalty tras regatearse a Santamaría, Casado y Ruiz y el tercer gol llegó tras un rechace del portero a un remate lejano de Pelé. Y añadimos el posible penalty que el árbitro no señaló.

Para la prensa madrileña quedó muy claro que Alfredo di Stéfano era muy superior a Pelé.

 El 21 de junio se presentó en La Coruña para disputar el trofeo Teresa Herrera. En esta ocasión fue a un único partido entre los dos mejores equipos brasileños del momento, Santos y Botafogo. De nuevo la prensa volvió a inclinar sus comentarios presentando al Botafogo como equipo favorito ya que tenía mejores jugadores que el Santos. No estaban tan desencaminados porque en el equipo carioca se alineaban Nilton Santos, Garrincha, Didí y Zagalo.

 329

SANTOS FC – CR BOTAFOGO      4-1      Riazor (40000)            21/06/1959

Árbitro: Blanco Pérez.

Goles: 1-0 (40′) Pepé de p. 2-0 (60′) Pelé. 3-0 (67′) Coutinho. 3-1 (69′) Zagalo. 4-1 (77′) Pepé.

Santos FC: Carlos; Pavao, Ramiro, Mourao; Getulio, Zito; Dorval, Jair, Alfonso, Pelé, Pepé.

Botafogo FR: Ernani; Thomé, Airton, Nilton Santos; Borges, Chicao; Garrincha, Didí, Paulinho, Waldyr, Zagalo.

  El 4-1 a favor de los paulistas dejó constancia de que el Santos también contaba con muy buenos jugadores. Pelé marcó un gol, el segundo, mientras que el primero vino tras un penalty que le hicieron. Dice la crónica que los espectadores «ovacionaron clamorosamente» al equipo vencedor. No se nombró a Pelé nada más que en relación a las jugadas ya citadas.

 Y el 24 jugaron su primer partido del Trofeo Naranja.

 VALENCIA CF – SANTOS FC        4-4      Mestalla (40000)         24/06/1959

Arbitro: Saz.

Goles: 0-1 (37′) Pelé. 1-1 (40′) Aveiro. 1-2 (44′) Coutinho. 1-3 (65′) Dorval. 2-3 (74′) Aveiro. 3-3 (76′) Egea. 3-4 (79′) Pepé. 4-4 (83′) Egea.

Valencia CF: Pesudo; Piquer, Sócrates, Mestre; Sendra, Sanabria (Egea); Joel, Tercero (Fuertes), Aveiro, Walter y Mañó.

Santos FC: Carlos; Pavao, Mourao, Getulio (Flote); Ramiro (Forunga), Zito; Dorval, Álvaro, Coutinho (Jair), Pelé, Pepé.

 Gustó mucho el Santos, aunque se dedicó a exhibir su dominio de balón, sus regates y espectáculo más que a buscar el gol. El pundonor y la entrega de los hombres del Valencia les permitió alcanzar un sufrido empate. De nuevo Pelé hizo una demostración de su extraordinaria calidad con un gol en el que se deshizo fácilmente de tres contrarios.

 El siguiente partido fue contra el Internazionale de Milán:

 421

SANTOS FC – FC INTERNAZIONALE      7-1      Mestalla (60000)         26.06.1959

Árbitro: Ortiz de Mendíbil.

Goles: 1-0 (17′) Coutinho. 2-0 (30′) Pepé de p. 3-0 (47′) Pelé. 4-0 (52′) Pelé. 5-0 (69′) Pelé. 6-0 (60′) Pelé. 6-1 (72′) Angelillo. 7-1 (79′) Pepé.

Santos FC: Carlos; Getulio, Pavao, Mourao; Ramiro, Zito (Forunga); Dorval, Jair (Álvaro), Coutinho, Pelé (Alfredo), Pepé.

FC Internazionale: Mateucci; Guarneri, Garderelli, Valadé; Bolchi, Galdeatti (Colombo); Cacciavillani (Gughelnone), Mascalatto, Angelillo, Sivori.

 Mestalla lleno a rebosar, incluso más espectadores que en el primer partido, para ver al Santos. Y el público salió entusiasmado con Pelé. Marcó cuatro goles. Cada vez que tocaba el balón era magia en sus botas. La crónica apuntaba que el Inter parecía un equipo de segunda división frente a los paulistas, pese a contar en sus filas con figuras como Angelillo o Sivori. Lógicamente, su mejor hombre fue el guardameta Mateucci que impidió un resultado más amplio. De todas formas, el encabezado de Marca fue bastante significativo: Zito y Ramiro fueron los jugadores más destacados del Santos. Y eso que Pelé había marcado cuatro goles. El Santos se ensañó con el Inter porque un par de semanas antes los italianos le habían derrotado 3-2 en Milán en un partido muy accidentado.

 Un día más tarde el fútbol en Valencia volvió a la normalidad. Se cerró el triangular con un partido disputado entre dos equipos muy igualados.

 VALENCIA CF – FC INTERNAZIONALE  1-0      Mestalla (30000)         27.06.1959

Árbitro: Blanco Pérez.

Gol: 1-0 (27′) Walter.

Valencia CF: Pesudo; Piquer, Sócrates, Mestre; Sendra, Sanabria (Egea); Joel, Fuertes, Aveiro (Pastor), Walter, Ficha (Tercero).

FC Internazionale: Bandoni; Guarneri, Garderelli, Valadé (Organti); Galdeatti (Inberniza), Colombo; Dovatti, Gughelmone, Mascalatto, Angelillo, Cacciavillani.

El Valencia CF necesitaba vencer por siete goles de diferencia para ganar el trofeo, mientras que el Inter no tenía ninguna opción. Estas condiciones redujeron el partido a un enfrentamiento de trámite para la galería. Para satisfacción del público local, el Valencia CF dio una buena imagen y venció. El seguidor valencianista quedó complacido con los dos partidos de su equipo pues dio la cara ante el Santos y derrotó a uno de los mejores equipos italianos.

514 

Aún tuvo un partido más el Santos por España. Jugó ante un equipo del CF Barcelona ya que sus mejores hombres disputaban ese mismo día partido con la Selección Española. Con todo, la delantera barcelonista fue Villaverde, Kocsis, Evaristo, Ribelles y Czibor.

Volvemos a resaltar el titular de Marca donde se destaca a Coutinho como el mejor jugador del partido cuando en la crónica se hacía referencia a Pelé, autor de dos goles, además de dar otros dos.

 En definitiva, así fue el paso del Santos FC y de Pelé por la España de 1959. Un equipo muy potente, en el que la prensa insistió mucho para que no destacase el astro brasileño. Jugó cinco partidos y marcó 9 goles. ¿Influyó la rotunda negativa del Santos FC a traspasarlo al Real Madrid? En tan solo en una semana, del posible fichaje de Pelé se pasó a hablar de Didí como el jugador más renombrado del fútbol brasileño…




Las mayores goleadas coperas de la historia y del FC Barcelona en particular

Además de los nueve goles conseguidos la pasada eliminatoria frente al CE L’Hospitalet en cuatro ocasiones más el Barcelona ha conseguido este mismo número de goles o más en Copa.

La mayor victoria a domicilio la consiguió el día 30 de marzo de 1924 en el Estadio de El Arrabal de Zaragoza frente a la Real Sociedad Atlética Stadium. El Barcelona ese día venció por cero goles a nueve con tres goles de Alcántara y otros tres de Sagibarba, además de dos de Gracia y uno de Samitier.

Como local, el 12 de abril de 1931 consiguió vencer por nueve a cero al CD Don Benito en Las Corts. Goiburu fue la estrella del partido consiguiendo cuatro goles. Arocha con dos goles y Castillo, Sagibarba y Samitier con uno cada uno completaron el marcador.

También en Las Corts, el 24 de abril de 1949 el Barcelona repitió tanteador frente al Gerona CF. Nicolau con tres goles fue el máximo goleador. Con dos tantos acabaron Canal y Seguer y con uno Basora y Marcos Aurelio.

La única ocasión en que ha conseguido los dos dígitos fue el 8 de abril de 1962 frente al CD Basconia en Las Corts. Ese día venció por 10 goles a 1, con tres goles de Pereda, dos de Szalay y Vergés y uno de País, Zaballa y Zaldúa.

 En cuanto a las mayores goleadas coperas de la historia tenemos, como local, la del Real Murcia al CD Cieza Promesas. Hasta catorce goles consiguió el cuadro pimentonero el 10 de septiembre de 1992, entonces debutando en 2ª B, por ninguno del filial ciezano. Juliá con cuatro goles, Cantero y Córcoles con tres cada uno, Correa con dos, Juanjo y Soto fueron los autores de la mayor goleada de la historia del Campeonato de España.

 Y como visitante el Celta consiguió trece goles por ninguno del Don Benito el 14 de abril de 1932. En la ida, el 10 de abril de 1932, el Celta venció por nueve goles a cero. Total 22 goles. Ambos partidos se jugaron en Balaídos. Esta marca de 22 goles en el total de la eliminatoria es la mayor en la historia de la competición.

A partido único copero la goleada del CD Málaga al CD Toledo por once goles a cuatro el 18 de abril de 1948 es el mayor registro. Bazán y Ubis consiguieron tres goles, Azcue y Teo dos y Lezama fueron contestados por los toledanos con goles de Gimeno en propia puerta, Contreras y Pototo en dos ocasiones.

 Y por último, las mayores goleadas al descanso han sido dos ocho a cero conseguido uno por el Real Madrid frente al Barcelona el 13 de junio de 1943 y que finalizó con once a uno y otro del Sporting de Gijón al Avilés y que finalizó con trece a cero el 30 de marzo de 1941.

Como visitantes dos sietes. El primero conseguido el 14 de abril de 1932 en el partido que ganó el Celta al Don Benito por cero a trece y que hemos comentado anteriormente y el segundo la victoria del Athletic al Binéfar por uno a siete que fue el mismo resultado con el que acabó el encuentro. Ocurrió el 19 de noviembre de 1980.

 




¿Estadio Francisco Villota?

Las obras del futuro estadio del Atlético de Madrid se han iniciado de forma definitiva tras varios retrasos, ya conocemos maquetas y renders que nos permiten imaginar como quedará. También sabemos que, en el caso de que Madrid logre hacerse con la organización de los Juegos Olímpicos de 2020, se instalarán pistas de atletismo y será escenario de las pruebas de dicho deporte, además de la sede de las ceremonias de inauguración y clausura.

168

Lo único que desconocemos es el nombre que recibirá el estadio, hasta ahora conocido con el nombre casi cómico de «La Peineta». «Estadio de Madrid «o «Estadio Olímpico de Madrid» son nombres que hemos leído en antiguos proyectos y candidaturas olímpicas pasadas (2012, 2016). Creemos que lo ideal sería encontrar un nombre que aunara la vocación olímpica madrileña con la historia del Atlético de Madrid. ¿Difícil? Puede ser, aunque proponemos un nombre que reune ambos requisitos:

FRANCISCO VILLOTA BAQUIOLA

Nacido en Madrid el 18 de noviembre de 1873 en el seno de una familia cántabra adinerada de Mioño (municipio de Castro Urdiales), Francisco Villota fue un gran deportista multidisciplinar (el clásico sportman de su época) que destacó sobre todo en cesta punta, deporte en el que logró en 1900 un gran hito: fue el primer campeón olímpico español.

244

Junto a su compañero de aventuras José de Amézola (al que había conocido en el Instituto de Bilbao) lograron el campeonato del mundo amateur de cesta punta disputado en el frontón de Neuilly-sur-Seine el 14 de junio de 1900. En el verano de 2004 el Comité Olímpico Internacional reestructuró el medallero y palmarés de aquellos polémicos Juegos de París 1900 y Villota y Amézola se convirtieron en los primeros campeones olímpicos españoles.

Pero sabemos (especialmente por un artículo-homenaje que se le dedicó en Gran Vida en marzo de 1904) que Francisco Villota también practicó otros deportes, singularmente el fútbol. Deporte en el que también participó en un gran acontecimiento: fue uno de los cofundadores del Athletic Club de Madrid el 26 de abril de 1903 en la Sociedad Vasco-Navarra de Madrid (Calle de la Cruz, 25).

330

Casi todos los fundadores del Athletic eran estudiantes vascos (de Ingeniería de Minas la mayoría) afincados en la capital y su intención inicial era la de crear una sucursal del Athletic Club. Francisco Villota ya no estudiaba (había acabado Derecho en 1899 tras 10 años en la universidad) ni era vasco (aunque había cursado el bachillerato en Bilbao y conservado de por vida numerosos amigos vascos, además de haberse movido en Madrid en los ambientes de la pelota vasca como jugador y directivo del Euskal-Jai Club), pero encontramos su nombre en la larga lista de apellidos vascos que fundaron el Athletic/Atlético aquella madrugada de abril de 1903:  Daniel Abechuco, Ricardo de Gondra y Lazúrtegui, el doctor Usobiaga, Adolfo Larrinaga, Manuel Landecho y Allendesalazar, Celedonio Leyún, Luis Laguno, Raimundo Moreno y Aranzadi, Miguel Mugurio, los tres hermanos Murga (Tomás, Ramón y Juan), Rafael y Oscar Nárdiz, el marqués de Narros, Ignacio Noriega, Luis Ornilla, Enrique Goiri, Alfredo Alonso Allende, Enrique Allende, Eduardo de Acha, Ignacio y Ricardo Gortázar, Manuel Rodríguez Arzuaga, Ramón de Arancibia, Andrés del Rivero, Celso Rodríguez, Alberto Zarraoa, Fabio Bergamín, Eustaquio Celada, Manuel Goyarrola, Juan Inchausti, Joaquín de Elósegui, Teodoro Gamón, Jacinto Grases, Luis Badolato, Abdón de Alaiza, Darío Arana y Urigüen, Julián Palacios, Juan de la Peña, el marqués de Riscal, Adolfo Astoreca, Luis Romero de Tejada, los hermanos Carlos, José María y Ramón Solano, José de Toda y Nuño de la Rosa, Castro Vidaurreta, Camarón Villamil, Juan Zavala, Sebastián de Zuviría,  Emiliano Zuloaga y Francisco Villota. (Relación de nombres citada por Fernando Sánchez en La Enciclopedia Atlética)

Estos son los argumentos que podemos presentar en defensa de la candidatura de Francisco Villota Baquiola para dar nombre al estadio olímpico y colchonero madrileño. No sería la primera instalación deportiva que llevaría su nombre (el frontón de Mioño, sufragado por él, fue el primero), aunque si el primer reconocimiento de Madrid a su primer campeón olímpico (una iniciativa del grupo municipal socialista en 2009 para darle su nombre a una calle no prosperó).

Podemos concluir con la descripción que de él se hacía en el ya citado artículo de Gran Vida: «Generoso, atento y bueno con los humildes, a los que tiende con verdadero afecto y noble desinterés su mano de amigo».

Agradecimientos: Xabier Leibar Mendarte

 

Fernando Arrechea Rivas




Football: Equipo nacional, «La Roja» de los años 20

           La colección que hoy nos ocupa, y con la que arrancamos en este 2012, año de Eurocopa, tiene que ver con la selección nacional. La datación de la colección es incierta, aunque yo apunto a los primeros años 20, si no exactamente 1920 ó 1921. El éxito del equipo nacional en las Olimpiadas de Amberes animó el parqué futbolístico español e hizo que por doquier alumbraran referencias y elogios a los componentes del seleccionado. De ahí a la especulación tan solo hay un paso. Al igual que en la actualidad los pronósticos sobre qué jugadores serán convocados por Vicente Del Bosque para una convocatoria con «la roja» dinamizan la actualidad deportiva, en aquellos tiempos las discusiones no eran, en modo alguno, menores. Como de un círculo perfecto en el que nos encerrara el tiempo y la historia, vemos que un éxito como el de Amberes se refleja en otro, mucho mayor, como el del mundial de Suráfrica 2010; y el interés de los primeros aficionados españoles se ve relanzado y renovado en la actualidad por el gran interés que suscita cualquier movimiento en el seno de la selección española de fútbol. Desde los jugadores que vestirán la camiseta en la Eurocopa de Ucrani y Polonia, hasta las posibles desavenencias entre miembros del Real Madrid y del F. C. Barcelona, pasando por los enfados puntuales del seleccionador con la prensa. Es la historia de la selección española un páramo de poco arbolado y con puntuales rincones de cálido recuerdo, empezando en Amberes 1920, pasando por Brasil 1950, España 1964, Austria y Suiza 2008 y llegando al hogar deseado de Suráfrica 2010. Cientos de jugadores han vestido esa camiseta y muchos de ellos, comprometidos tanto o más con sus equipos, han sabido legar algo de su magia y leyenda al imaginario nacional de nuestro equipo de fútbol. Y estos que presentamos fueron de los primeros en hacerlo.

 162

            La colección pertenece a aquellas que, fabricadas por una empresa de litografía, era distribuida de forma exclusiva por uan sola marca comercial. En este caso se trató de la marca Chocolates Orthi de Tarragona. La clección fue fabricada por Litografía T. Franch y se trataba de una alineación típica de 11 jugadores, puesto por puesto. La colección que lleva por título Football: Equipo Nacional, tiene una peculiaridad: los jugadores aparecen con el equipaje de su club de referencia, no con el equipaje de la selección. Quizá la dificultad de obtener una buena serie de fotos de todos los jugadores con el equipaje de la selección motivara la decisión de presentarlos así. Además se opta por realizar un dibujo, basado en fotografías, pero que oculta éstas de modo absoluto. En la parte superior del cromo nos encontramos la publicidad de Chocolate Orthi.  El centro del cromo contiene la imagen del jugador y en la parte inferior aparece el nombre del mismo junto con el equipo al que pertenece.  En el dorso se hace una pequeña descripción del jugador. Como se verá la selección se forma fundamentalmente con jugadores del norte de España y la participación de tres jugadores de equipos catalanes. Muchos de estos jugadores reúnen las condiciones para ser considerados mitos del fútbol español como los casos de Zamora, Samitier o Vallana.

 239

Listado de la colección

 Zamora (Guardameta R.C.D. Español)

Vallana (Defensa derecha Arenas)
Careaga (Defensa izquierda Arenas)
Meana (Medio centro Esporting Gijón)

Samitier (Medio derecha F.C. Barcelona)

Peña (Medio izquierda Arenas)

Echeveste (Extremo derecha R. Unión Irún)

Sesúmaga (Interior derecha Atlétic de Bilbao)

Travieso (delantero centro Atlétic de Bilbao)

Alcántara (Interior izquierda F.C. Barcelona)

Acedo (Extremo izquierda Atlétic de Bilbao)

 

Dorsos

1 Chocolates Orthi




De manzanas y peras: sobre la clasificación histórica liguera

Entre las numerosas medidas puestas en práctica durante los años 90 por los organismos futbolísticos para dotar al juego de una mayor viveza y, sobre todo, hacerlo más ofensivo y espectacular, intentando desterrar el fútbol especulativo, las precauciones excesivas, el centrocuentismo sin objeto, la ausencia de goles, en suma, que estaba lastrando el desarrollo de las competiciones internacionales, se encontraba la de otorgar tres puntos por victoria, en lugar de los dos habituales. De esta forma, el empate pasaba a tener un valor muy relativo, significando mucho más la pérdida de dos puntos que la ganancia de uno.

Los primeros en introducir esta variante en su competición doméstica habían sido, cómo no, los ingleses, nada menos que en la temporada 1981-82. Este cambio apenas tendría eco fuera de las islas (sólo un puñado de países, y ninguno de primer nivel, seguiría sus pasos) hasta que la FIFA acordó instaurar dicha medida en la Copa del Mundo de 1994.

En España se adoptó el nuevo sistema de puntuación en la campaña 1995-96 (la del doblete del Atlético de Madrid), y el principal efecto clasificatorio fue el «estiramiento» de la tabla, haciendo más patente las distancias entre los equipos. Algo que se ha ido manteniendo hasta hace escasas temporadas, cuando se ha producido una notable novedad, el «apelmazamiento» de la segunda mitad de la clasificación, con un numeroso grupo de conjuntos separados por diferencias mínimas, al tiempo que los dos clubes más poderosos de la nación, Madrid y Barcelona, obtienen una ventaja sideral sobre el resto de contendientes, incluido el tercer clasificado. Resultado todo ello del potencial económico, claro está, que se iguala por abajo y se dispara por arriba.

El hecho es que, desde la entrada en vigor de esta disposición, y con la intención de llevar la totalidad de puntos federativos ganados por cada equipo a la clasificación global, los medios de comunicación deportivos vienen publicando la tabla histórica liguera con la inclusión de las victorias de tres puntos obtenidas desde 1994 en adelante, sin considerar que este hecho mediatiza y desvirtúa el resultado final de la misma. Y cada vez lo hará más con el paso del tiempo.

Veamos por ejemplo las cinco primeras posiciones de la tabla así constituida.

 166

 Considerando que una clasificación no es más que una comparativa, para poder cotejar con un mínimo de coherencia unos hechos (en este caso el comportamiento de cada equipo con respecto a sus rivales en la historia de la competición) es obligado hacerlo sobre valores absolutos, nunca relativos. En este caso, los elementos que determinan el resultado final clasificatorio son las victorias y empates obtenidos por cada conjunto a lo largo del tiempo. Es lo único que indica la superioridad o inferioridad de un equipo frente a sus contrincantes. Y, lógicamente, para poder hacerlo, tanto el valor de la victoria como el del empate ha de mantenerse invariable.

Dicho de otro modo, en la clasificación histórica de nuestra Liga una victoria, pongamos por caso, del Barcelona sobre el Athletic durante los años 30 no puede valer menos que otra victoria del cuadro catalán sobre el vizcaíno en la primera década del siglo XXI. Han de tener la misma consideración.

 Observemos las cinco primeras posiciones de la tabla, esta vez otorgando a la victoria un mismo valor, pongamos tres puntos, que es el sistema al que estamos acostumbrados a día de hoy:

 242

 Comprobamos que la situación varía, y mucho, en el caso de los puestos 3º al 5º. Es una clasificación basada en hechos inmutables, victorias y empates, que nos ofrece la única forma de valorar realmente la posición histórica de cada equipo en función de sus méritos. Y es que, aunque resulte de perogrullo, quien acumula más triunfos e igualadas en su historial ha de estar necesariamente por encima de quien tiene menos.

 Como ejemplo de lo anteriormente expuesto mostramos la clasificación general del máximo acontecimiento futbolístico. El ranking global de la Copa del Mundo lo mantiene la FIFA sobre la base de 3 puntos por victoria. En sus seis primeras posiciones es el siguiente:

 328 

El vínculo para ver la clasificación completa en la página web es:

http://es.fifa.com/worldfootball/statisticsandrecords/tournaments/worldcup/alltimerankings.html

 Hay otras consideraciones a tener en cuenta a este respecto. Y es que nada impide que en un futuro se vuelva a cambiar el sistema de puntuación. Si cada vez que eso sucediera llevásemos las modificaciones a la tabla histórica llegaría un momento en que ésta dejaría de tener sentido. Por eso, cualquier hipotético cambio sólo debería afectar a las clasificaciones particulares, en ningún caso a la clasificación general.

Además, tal y como nos enseñaron en la escuela, no se pueden mezclar peras y manzanas. Las peras con las peras y las manzanas con las manzanas. O se hacen dos clasificaciones históricas distintas, una sobre la base de dos puntos por victoria hasta el 94 y otra desde entonces con el sistema actual, o se conserva el valor absoluto del triunfo en una única tabla. Todo lo demás supone una distorsión, aunque sea bienintencionada, de la realidad histórica. 




Hace 100 años (enero 1912)

            En la Asamblea de la Federación Española se tratan temas como la división de la España futoblística en regiones no siguiendo el patrón político más bien un criterio deportivo. También se trata de que los clubes se dividan en dos categorías. Se están danos los pasos oportunos para que todos los clubes federados a la Federación Catalana lo sean también a la Española, algo que hasta el momento no ocurre. Por primera vez se habla de enviar al campeón de cada región a jugar el Campeonato de España.

A una pregunta sobre las sucursales en dicha asamblea el Sr. Ruete informa que el nombre correcto y con el que está inscrito el Athletic madrileño es «Athlétic Bilbao Madrid». El Sr. Ruete niega la relación filial entre el Athlétic bilbaíno, el Bilbao y el Lapico. A su vez, el Sr. Bonet desvincula al CD Español barcelonés de tener como sucursal al Español FC de Madrid, algo que asiente el Sr. Buylla. La asamblea finalmente aprueba la legalidad de las sucursales aunque dice que es una inmoralidad y hará lo posible por frenar esta práctica.

El Sr. Brú pregunta a la Junta Directiva federativa si ha recibido los nuevos estatutos y reglamentos del FC Barcelona. Esta qcontesta que no y el Sr. Brú dice que se fijen bien en el texto cuando los reciban. La Junta apremia al Barcelona para que los envíe.

             Acuerdos de la Fedración Española. Multar con 25 pesetas a todos los clubes federados a este que disputaron encuentros frente a clubes no federados. Ocompuestos solamente por extranjeros desde el día 1 de enero. A partir del 18 de enero las sociedades que no cumplan con este requisito serán multadas con una cantidad superior y suspendidos con uno o dos meses sin poder disputar encuentros, según la gravedad de la falta o por reincidencia.

           La instalación deportiva propiedad del English Sport Club, conocida situado en la Pradera del Corregidor, ha sido debidamente cercada con un fuerte alambrado. Para su inauguración se han enfrentadola sociedad propietaria y el Madrid FC. Ganó el Madrid FC: 

            En San Sebastián nace una nueva revista llamada Vida Deportiva en la que aparecen artículos sobre la Federación Española de Clubs de Foot-Ball, los Clubs Vascongados, las grandes figuras footballísticas, información footballística variada e información footballística del extranjero. Escriben en ella figuras como Berraondo. 

            En el Campeonato de Andalucía celebrado en Huelva ha salido vencedor el Huelva Recreation Club quedando como propietario de la Copa de plata en disputa por haber ganado el campeonato los tres últimos años. También tomaron parte los clubes Español de Cádiz y Sevilla FC. La medalla de plata de este año la ganó el equipo sevillano.

             La Federación Catalana está preparando un equipo exclusivamente compuesto por catalanes para jugar en París contra el equipo nacional francés. Para ello ha convocado a un número de jugadores para que disputen un encuentro entre «posibles» y «probables» para perfilar el equipo titular. El inglés M. Raine Gibson ha sido nombrado seleccionador. El primer encuentro ha sido suspendido debido a las rencillas entre jugadores. 

            Debido al inminente comienzo del Campeonato Regional de Cataluña se hacen votos a la cordura, tanto de los clubes como de los espectadores, dado que cada día es mayor el número de intervenciones policiales en los partidos, habiendo sido amenazados por la autoridad gubernativa con la prohibición de la disputa de este sport. 

            El Centre de Sports de Sabadell se da de baja de su campeonato.

             Ha sido denegada nuevamente la solicitud del Casual FC para ingresar en la Federación Catalana por no disponer de terreno de juego. 

            Desde la prensa se solicitan reformas en el campo del FC Barcelona, más concretamente en la zona de los córners donde el público invade y no permite se ejecuten con comodidad y la otra para hacer una nueva puerta para mayor fluidez del público.

              Movimiento futbolístico en Vitoria. La sociedade Unión Sportiva Alavesa, de la cual depende la sección futbolística llamada Vitoria, celebra su asamblea anual donde son renovadas sus diferentes juntas directivas, componiéndose la futolística, que también los es para patines y lawn-tennis, la formada por el Sr. Eguiluz como presidente y como vocales los Sres. Chávez, Pradera, Ciria, Neira y Alarcón.

             En Inglaterra hay muchas mujeres que aprovechan los partidos jugados por sus compañeros de trabajo para apostar a team ganador con el consiguiente castigo para la economía de muchas de ellas. Las autoridades han intervenido para acabar con esta práctica.

             Han sido publicados los reglamentos por los que se regirán los diversos concursos que se disputarán en los Juegos Olímpicos de Estocolmo, entre ellos el de foot-ball.

 Resultados:

 Partidos pendientes de reseñar del pasado mes de diciembre:

            Sporting Irún                1-2      Real Sociedad

                Vitoria                         3-1      Academia de Ingenieros

             Real Sociedad                         1-0      Sportive Française

            Real Sociedad                         1-3      Societè Nautique de Bayona

            Athletic Club de Bilbao            3-2      London Hospitals

            English SC de Madrid                         Madrid FC (Ganó Madrid FC)

            Barcelona                                5-1      Stade Eoile Bleue de Marsella

             CD Reus                                 1-3      Tarragona SC

            Barcelona                                5-1      United Hospitals

            Barcelona                                1-1      United Hospitals

            Franco-Español                       4-0      Badalona

            Victoria                                   0-0      Colonia inglesa de Las Palmas

 Campeonato Regional de Cataluña:

            4ª jornada.

      Universitary                             0-3      Español

            Català                                     1-8      Espana

            Barcelona                              12-0      Numancia

             5ª jornada.

            Barcelona                                1-1      Español

            Universitary                                         Català (se quedó con los puntos el Universitary por presentarse el Català tarde y con solo 7 jugadores)

            España                                                Numancia (El Numancia cede los puntos)

             Francia                        1-1      Bélgica

 Centenarios en enero:

             Federación de Fútbol de Rusia (VFS).

En Temperley (Argentina) fundación del Club Atlético Temperley. 

En Rosario (Argentina) es fundado el Club Atlético Argentino.




Recobrando la verdad histórica: de como la selección B de 1927 es selección A

  • Hay que restituir la categoría a sus participantes  .

  • Los agravios comparativos del España – Suiza (17 de abril de 1927) y los tres partidos de Amsterdam contra Méjico e Italia así lo exigen. 

  • Durante veintiséis años este partido con Portugal y sus componentes fueron considerados a todos los efectos federativos como Selección A e internacionales absolutos.

 ———————————————————————————————  

Félix Martialay

                         Tras la publicación en «FÚTBOL»  – número 12, febrero/marzo de 1998 – del artículo «La Selección B de 1927 fue una Selección A», original de su colaborador Félix Martialay, conocido historiador del fútbol español, esta revista ha solicitado a dicho autor un informe pormenorizado sobre tal situación, por si fuera necesario que la Real Federación Española de Fútbol se pronunciara al respecto. 

                        Naturalmente lo solicitado era «un informe» objetivo; no una defensa a ultranza de la tesis mantenida en el artículo citado. No se pedía el informe del «abogado defensor» de aquella Selección, sino un «juicio contradictorio» en el que defensor y fiscal mostraran todos sus datos y «pruebas».  

                        «FUTBOL» estima que el autor ha cumplido fielmente el encargo y, al margen de la decisión que se tome en su día por la RFEF con relación a la consideración de la categoría de la Selección que compitió con la de Portugal el 29 de mayo de 1927, lo ofrece a sus lectores, no sólo para que tengan un más denso conocimiento de los hechos sino por afán de transparencia ante la decisión que en su momento se pueda tomar.

                                           FÚTBOL

 —————————————————————————————————- 

            No hay que perder tiempo en averiguar ni cuándo ni cómo un simple apelativo distintivo de una Selección pasó a ser categoría diferenciadora. Sí hay que centrarse en el espíritu germinal de esa Selección y cómo se le puso el apellido de B simplemente para entenderse, tanto seleccionadores como cronistas, en unos momentos en los que había dos equipos jugando simultáneamente. Es seguro que de no haber habido tres partidos internacionales en una semana, o de haberse celebrado dos en España y el tercero fuera, el apelativo de B  no hubiera existido o hubiese recaído sobre el equipo viajero.

            Lo que sí es absolutamente cierto es que esa Selección B no tenía ni en su germen inicial ni en su concepto el carácter que posteriormente se le dio a los equipos nacionales de categoría B. La Selección B de 1927, que es la que nos ocupa, no tiene nada que ver con los equipos B que siguieron… ¡veintidós años después!. Ni tampoco guarda relación con las Selecciones B puestas en marcha por otras naciones en fechas algo más cercanas a ese 1927. 

             Lo más adecuado para la demostración del error padecido – y que ha perjudicado principalmente a unos jugadores internacionales que se han visto eliminados del palmarés o menguados en un partido, según los casos – es tomar el rastro en donde se produce la primera huella.

PANORÁMICA SOBRE LA TEMPORADA 1926-27

            Aquel fue un curso futbolístico particularmente agitado. Nada menos que en junio de 1926 se había decretado en la Asamblea de fin de temporada la oficialización del profesionalismo en España[1] . Era un verdadero terremoto para las estructuras futbolísticas españolas. Y produjo un caos en la concepción de los jugadores que, en un principio, sólo asimilaron de la nueva situación sus ventajas – el cobrar un salario – pero no digirieron fácilmente sus obligaciones. Por ello la Selección iba a sufrir no pocos coletazos de las  veleidades de unos amateurs… que ya no lo eran. Pero los clubs, que tenían unas obligaciones económicas con sus jugadores – ahora sin tapadillo ni dobles contabilidades -, se sentían mucho más dueños de los mismos y por ello iban a plantear no pocas dificultades a los Seleccionadores, presionándolos – ora para que llamaran a alguno de sus hombres, ora empleando mil subterfugios para hurtárselos – y a la Federación Española, aunque en menor medida, pero en el mismo sentido.

 Tres presidentes en dos meses

            El presidente de la Real Federación, D. Julián Olave Videa, que había sido el timonel de esa travesía desde el amateurismo marrón al profesionalismo, presentó la dimisión en esa misma Asamblea de 30 de junio de 1926. Y con él todo el Comité directivo. Ese fue el primer problema de la temporada 1926-27.

             El segundo fue la dimisión del nuevo presidente. D. Antonio Bernabéu de Yeste. Abrumado por el copioso papeleo generado por los infinitos casos de definición, cambio de situación, traspasos… que le enviaron las Federaciones Regionales enfrentadas con unos clubs inermes ante las variedades de casos que les presentaban amateurs a palo seco, amateurs marrones, neo profesionales…, tiró la toalla con el pretexto de unos viajes inaplazables al extranjero.

             Antes de desaparecer de las oficinas federativas, instaladas en el número 31 de la Carrera de San Jerónimo, el señor Bernabéu propuso a las Federaciones Regionales el nombre de su sucesor: D. Pedro Díez de Rivera y Figueroa, marqués de Someruelos. Hubo que esperar a que llegara la aprobación de estas Federaciones – la mayoría votó afirmativamente y las demás se abstuvieron – para dar paso a una nueva Junta directiva que se formó con el mencionado marqués de Someruelos, como presidente, y los anteriores miembros: D. Alfonso Ferrer, como tesorero, D. Joaquín Fernández Prida, como secretario de la Junta, y D. Ricardo Cabot, como secretario general. Era el 3 de noviembre de 1926

             No era mal movimiento sísmico que en dos meses hubieran pasado tres presidentes por la jefatura de la Real Federación.

 Seleccionadores

            El Comité de Selección permaneció. Sólo hubo que retocarlo en cuanto a la presidencia que ostentaba el señor Cabot y que al ser promovido a Secretario General, profesional, fue ocupada por D. José María Mateos, rellenando la vacante producida con D. Ezequiel Montero. Siguió como vocal D. Manuel Castro, conocido en la prensa como Handicap

 Los doctores de la Selección

             Otro problema, de menor cuantía, pero sí acaparador de tiempo fue el escándalo de los doctores. A la Selección nacional habían asistido, de forma gratuita, en sus partidos, tanto en territorio nacional como en los viajes, los doctores donostiarras Fuertes y  Aguirre y ambos reclamaron el derecho a ser proclamados como médicos oficiales de la Selección ante los nuevos directivos. Tuvo que mediar el ex presidente señor Olave para solventar el diferendo, tan aireado por los periódicos easonenses, ya que él había sido quien los había utilizado y asimilado a la Selección. Diversas acciones, que fueron consideradas irregulares, del Dr Fuertes, decidió la cuestión a favor del Dr. Aguirre.

 El caso del Tesorero

             Pero surgió el caso Pedret – el guardameta del Sans traspasado ilegalmente al Valencia – que implicó al tesorero señor Ferrer, quien, al parecer, se había puesto de parte del equipo valenciano, apoyando la irregularidad cometida. El enfrentamiento entre el señor Ferrer y el señor Fernández Prida – competente y famoso jurista – llevó al marqués de Someruelos a la necesidad de prescindir del señor Ferrer, tras muchas semanas de tensión en la Junta. Y como la destitución de un tesorero podía dar lugar a conjeturas económicas, que estaban muy lejos de la realidad, y previa consulta a las Federaciones Regionales – a las que se les envió un informe detallado -, se decidió que el señor Ferrer «había presentado la dimisión». El tema había durado desde finales de noviembre de 1926 al 3 de marzo de 1927.

             Para sustituirlo se recurrió al ex presidente señor Olave, quien ya aliviado en sus urgencias particulares y sin ningún inconveniente, se prestó a servir, una vez más, al fútbol español en un escalón inferior al que había ocupado unos meses antes. Se rehizo, pues, la Junta directiva con el señor Olave como tesorero (20 de marzo de 1927).

 

 Nacimiento del torneo de la Liga

             Como permanente incordio sobre los miembros de la Federación estaba la trabajosa edificación de la cúpula del profesionalismo: la creación del torneo de la Liga. Constantes reuniones de clubs, amenaza de escisiones en el bloque federativo, tensiones entre maximalistas y minimalistas, reuniones, confabulaciones… [2]

 El Campeonato de España de 1927

             ¿No eran suficientes problemas?. Pues no. Porque, como era habitual, la disputa del Campeonato de España promovió el habitual terremoto de todos los años. Hubo que poner de acuerdo a todas las Federaciones Regionales en cuanto a participantes y fechas de disputa. Esto último era lo más peliagudo. Porque…

             En la temporada anterior había sido un éxito la excursión de la Selección por Centroeuropa y había sensación de ser los mejores del Continente. Opiniones extranjeras así lo avalaban. Esa especie de soberbia deportiva hizo que, sobre los partidos comprometidos y aún sin fecha – Hungría Suiza y Portugal – se comprometieran los solicitados, a última hora, por Italia y Francia. Así pues había que encontrar hueco para esos cinco partidos y para la disputa de las eliminatorias del Campeonato.

  Dificultades con Hungría

             Con Hungría no hubo problema en lo referente a la fecha – 19 de diciembre – aunque sí en cuanto al lugar de celebración. Los húngaros no aceptaban ir a Vigo, que les suponía un viaje más largo de lo presupuestado y quizá un desaire al ser llevados a las provincias. Ello costó no sólo más dinero de compensación sino otro partido, no oficial, en Madrid contra la Selección madrileña [3] . Un total de 28.000 pesetas, por los dos partidos, fue lo que costó la presencia húngara en Vigo [4].

             Pero los otros cuatro partidos fueron siendo empujados hacia el final de temporada. Fue un irse quitando obstáculos del calendario para encontrárselos todos juntos en los meses de abril y mayo. Justamente en las fechas en que se había acordado la celebración de las últimas eliminatorias del Campeonato de España.

   El equipo de utreros

             Así pues el partido con Suiza, en Santander, el 17 de abril, tuvo enormes problemas, porque los santanderinos se consideraron perjudicados en la formación española al tener que operar el Comité de Selección sin contar con los jugadores de los equipos implicados en los cuartos de final – días 17 y 26 de ese abril – , que, para mayor dificultad, todos exigieron tercer partido de desempate. Los aficionados santanderinos pusieron el grito en el cielo ante ese equipo de circunstancias y se consideraron estafados. Faltaban para la baraja de los seleccionadores, nada menos que jugadores del Barcelona, Betis, Arenas, Celta, Madrid, Europa, Sporting de Gijón y Real Unión de Irún… En el diario deportivo Excelsior se le llamaba equipo de utreros. El señor Mateos cargó con las iras de los aficionados cántabros. Pero a nadie se le ocurrió decir que ése era un equipo B, pese a que se necesitó el concurso de cinco debutantes, cinco novatos. Y unos veteranos de repesca [5] .

             El 16 de abril, víspera del encuentro contra Suiza en Santander, El Debate de Madrid escribía:

             «Ningún aficionado español desconoce el valor del equipo que representará a España. Sabe positivamente que se ha seleccionado descontando a los jugadores de los ocho equipos que participan en el cuarto de final. Sin ser exagerado, se puede afirmar que se va a oponer contra los suizos el equipo C, el tercer equipo o como se quiera llamarlo».

             Muy a tener en cuenta esa frase sobre el equipo C, o como se quiera llamarlo. Curiosamente esta expresión no fue tomada por quienes con tanto empeño subrayaban lo de la «Selección B» en el partido con Portugal. Y ya se ve que no sólo había que haber llevado a la Selección de Santander y sus componentes al apartado B, sino al C. Lo que ocurre es que encuentros de Selecciones C no llegaron a constituirse nunca. ¿De haber existido, alguien hubiera reclamado que se llevara a su terreno este equipo de Santander?.

 Mes de mayo, paga extra

             Para el mes de mayo quedaban en el calendario: las semifinales – que hubo que comprimir a partido único y en campo neutral, que fueron los del Iberia de Zaragoza, Torrero,  y del propio Zaragoza F.C., Torre Bruil, – y la final del Campeonato de España – también jugada en el zaragozano Torrero porque los finalistas no tenían tiempo para desplazamientos -, más tres partidos internacionales: Francia, Italia y Portugal.

            Ese era el estado febril de la Real Federación. Y, como se sabe, con un cuadro burocrático muy reducido. No es pues de extrañar que al final de la temporada, en el acta del Comité directivo del 10 de junio, doblado el cabo de las Tormentas, de las no pocas tormentas, se acordara «dar una paga extra a los funcionario de secretaría y oficinas como recompensa de los trabajos extras que habían tenido que emplear en ese mes de mayo».

             Una vez visto el ambiente general hay que centrarse en la llamada falsamente Selección B. Pero eso sí, sin perder de vista toda esa tensión acumulada en el mes de mayo de 1927. 

             La mejor forma de demostrar el carácter de Selección A, a la mal llamada Selección B, que es el motivo de este estudio, es ir dando los datos y testimonios de los diferentes personajes y organismos del momento.

 ACTAS DEL COMITÉ DIRECTIVO DE LA REAL FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE FÚTBOL (Temporada 1926-27).  

            Al recorrer las páginas del «diario de sesiones» federativo no hay que olvidar lo dicho acerca de los tifones que sufrió la Federación.

             Así como estimar que había una especie de compromiso cordial – todavía cordial, que fue muchos años más tarde cuando las relaciones futbolísticas hispanolusas se agriaron de tal suerte que incluso se pidió a la FIFA que no volviera a emparejar a ambas Selecciones en compromisos oficiales por las tensiones producidas, que amenazaban saltar del fútbol a otras parcelas de mayor entidad –  para que hubiera un encuentro anual entre ambas Selecciones. Así había sido desde 1921, fecha en la que España dio la alternativa futbolística internacional a Portugal: se había jugado en las temporadas 1921-22; 1922-23; 1923-24 y 1924-25. Por la excursión española por Centroeuropa en 1925-26 no se había podido celebrar el lance anual… De aquí que fuera inexcusable la celebración del compromiso portugués en esa temporada 1926-27. Era uno de los tres partidos fijos comprometidos en principio. Luego, ya se ha explicado cómo, todo el calendario se fue complicando…

            Con tales consideraciones por delante hay que comenzar el rastreo de las Actas, tan cargadas de hechos…, para espigar lo relativo al partido con Portugal.

 26, noviembre, 1926:

             «Contestar a la Federación portuguesa que tomamos nota de la propuesta para celebrar el match internacional en marzo, abril o mayo y que oportunamente se decidirá sobre el particular».

 4, febrero, 1927:

             «Dirigir una circular a las Federaciones Regionales con relación a las fechas del calendario del Campeonato de España, condicionadas a los dos partidos internacionales con Suiza y Portugal. Queda pendiente el aceptar la fecha del 10 de abril, propuesta por Portugal, hasta recibir las respuestas de las Federaciones Regionales». 

22, marzo, 1927:

            «Contestar a la carta de la Federación portuguesa sobre fecha del partido con España, proporcionándole la definitiva del 29 de mayo próximo, que aun coincidiendo con la del partido con Italia permite alinear el equipo B.

10, abril, 1927:

             «Proponer a la Federación Centro la celebración en Madrid del partido Portugal – España concertado el 29 de mayo próximo.»

 21, abril, 1927:

             «Ofrecer el partido Portugal – España a las Federaciones Regionales Guipuzcoana, Catalana, Vizcaína y Valenciana».

 29, abril, 1927:

             «Conceder, en principio, el partido Portugal – España a Valencia, comunicándolo a la Federación portuguesa para recabar su conformidad y pedir entre tanto a la Federación valenciana avance de recaudación posible y los detalles sobre el billetaje para proceder, en su caso, a la inmediata preparación del partido».

 11, mayo, 1927:

             «Atendiendo el cambio de actitud recientemente producido en la Federación Centro, intentar de nuevo la celebración del partido Portugal – España en Madrid; en el supuesto de que no se llegara a un acuerdo, celebrar el partido en Valencia».

 24, mayo, 1927:

            «Próximo el partido con Portugal se acuerda enviar la mitad de la subvención de 10.000 pesetas a la Federación portuguesa y que en cuanto llegue el señor Castro se le pida el equipo definitivo en vista de las dificultades que se oponen a la alineación de algunos jugadores elegidos, entre ellos Quesada, de quien se sabe que extraoficialmente  alega estar lesionado».

             Al hilo de las anotaciones en el Libro de Actas federativo se pueden sacar no pocas consecuencias:

 1ª: Cómo el partido con Portugal fue siendo empujado por las  circunstancias federativas hacia el final de la  temporada, hasta coincidir con el de Bolonia. 

2ª: Que un enfado de la Federación Centro con la Real Federación dejó sin sede el partido con los portugueses ya que Madrid había sido el sitio previsto desde un principio.

3ª: Que ninguna Federación regional quería ese partido tan      tardío; entre otras cosas porque la compensación era   alta; pero, principalmente, porque tenían ya programados   unos partidos de gran interés para su público con equipos extranjeros o selecciones regionales o de obligada celebración por constituir homenajes a figuras locales.  (Había que finalizar la «Copa Príncipe de Asturias», atender la visita del Colo Colo con partidos con numerosos club españoles, la inauguración del monumento a Pichichi, el compromiso militar Lisboa – Madrid, el anunciado Selección Cataluña – Selección Centro, los comprometidos encuentros Centro – Valencia…)

 4ª: Que la consideración de equipo B propuesta a los portugueses fue entendida en su verdadera dimensión, es decir como un equipo bis, con todas las garantías de competitividad y categoría. Con la aguda hipersensibilidad con que la Federación portuguesa trataba todo lo relativo a sus enfrentamientos con España no hubiera tolerado que se le enfrentara una selección de inferior categoría. Ni la Federación Española entendía que ese equipo era un conjunto de menor categoría, sino «otro» equipo nacional, ni la Portuguesa lo tomó como tal. La matización de B – que no tenía la significación que años después tuvo – no entrañó para ninguno de los contendientes una merma de la categoría del partido. Buena prueba de ello es que fue anunciado como «V Portugal – España». Al mismo nivel que los cuatro anteriores. Y el siguiente lo sería como VI lance entre ambos conjuntos peninsulares.

 LOS ANUARIOS FEDERATIVOS

Anuario de Portugal

 En la lista de sus partidos, al llegar al undécimo  consigna:  

 

                        11º. V ESPANHA – PORTUGAL : 2-0

 Su siguiente partido viene así señalado:

                      12º. VI PORTUGAL – ESPANHA : 2-2

            Como puede verse hay una continuidad perfecta. Y ninguna matización de que el partido de Madrid fuera diferente del anterior o del siguiente.  Tan España fue para ellos el pretendido B de 1927 como el experimento olímpico del señor Berraondo de enero de 1928. [6] O como el anterior  – 15, mayo, 1925 – con todos los ases españoles de la época en línea [7] , en el que consignan:

                     IV PORTUGAL – ESPANHA : 0-2

       El que Portugal no sólo consideraba tal ocasión como principal a nivel de anuario sino también a escala de equipo, lo demuestra su alineación.

     Para su partido con Francia (16, marzo, 1927) había dispuesto de:

     Camolas; Pinho, Vieira; Figueiredo, Silva, Varela (César); Liberto, Joáo, Marques, Soares, Martins.

     En su lucha con Italia   (17, abril, 1927) alineó:

     Roquete; Pinho, Vieira; Figueiredo, Silva, César; Liberto, Joáo, Cambalacho, Marques (Soares), Martins.

    Y ante España, en ese 29, mayo, 1927, formó:

    Roquete; Pinho, Vieira; Figueiredo, Silva, César; Liberto, Joáo, Tavares, Soares, Martins.

             Vino su primer equipo, el habitual de la temporada, para tratar de vencer a España, sin bajar la guardia ni un ápice. La trampa de «lo que se podía llamar Selección B» – que había dicho el señor Mateos -, o el «permite alinear  el equipo B» – de las Actas federativas -, no ejerció influencia en la Federación portuguesa ni en su seleccionador Cándido de Oliveira.   

Anuario de la Federación Española

           En el publicado tras ese encuentro del Stadium de Madrid, correspondiente a la temporada 1927-28, dice en su página 28, bajo el titular de «Actuación deportiva internacional»:

           Partidos jugados …… 25

          Partidos ganados …… 20

          Partidos empatados ….  1

          Partidos perdidos …..  4

             En efecto, desde el Dinamarca – España de 1920, se habían jugado exactamente 25 partidos. Incluido el de Portugal, en Madrid, el 29 de mayo de 1927. Nuestro partido de marras. No hay pues ninguna segregación, ninguna discriminación, ningún apartado especial para ese partido que luego pasó a otra parcela. En la misma temporada en que se produjo el hecho la Federación lo clasificó en su sitio, a la misma altura y con la misma dimensión que los otros veinticuatro jugados por España. Y la victoria, añadida a las victorias.

             ¿Quién y por qué lo rebajó después hasta confundir no sólo a los historiadores, sino hasta a los propios federativos que ni lo vivieron ni lo recordaban?. ¿Por qué se les arrebató a unos internacionales el honor de figurar en la lista grande del fútbol español?.

             En el mismo Anuario 1927-28, desde la página 20 a la 25 se hace recuento, con alineaciones y otros pormenores, de la Selección Nacional.

             Comienza con un cuadro estadístico en que en la línea «Portugal» se consigna:

             Jugados, 5; ganados, 5; goles a favor, 12, goles en             contra, 2

             Ahí está el partido en cuestión  y sus goles.

             Y finaliza dando los datos del partido del Stadium. Ni una referencia a que ese partido número 25 fuera en nada diferente a los veinticuatro anteriores.

             Finalmente, en la página 26 inicia la relación de todos los jugadores que habían sido internacionales por España hasta ese momento. A Matías, Óscar, Polo, Sagi y Valderrama les contabilizan ese encuentro. Y aparecen en la lista los Eizaguirre, Perelló, Garrobé, Pedro Regueiro, Gonzalo, Moraleda, Molina y Carulla con un partido internacional, sin ningún asterisco ni salvedad que los distinga de los otros veinte jugadores que en ese momento tenían en su haber un partido internacional. A la misma altura que los olímpicos amberinos Vázquez y Silverio, por poner un ejemplo de la máxima nobleza de la Furia, y que podía ser de discutible (?) adscripción a la Selección A, habiéndose producido posteriormente – posteriormente, ojo a esto – la clasificación aparte de las Selecciones Olímpicas.  Que las de los Juegos Olímpicos de 1928 sí que eran un renglón aparte de la Selección A. Si a los Yermo, Jáuregui, Amadeo, Cholín, Antero, Kiriki, Mariscal, Robus, Trino y Legarreta no se les ha enclaustrado solamente en el apartado de la Selección amateur o en la Selección olímpica – que las hay bien diferenciadas, aunque nacidas posteriormente – y a  Vallana, Quincoces, Gamborena, Luis Regueiro, Yermo, Zaldúa, Marculeta y Paco Bienzobas se les han sumado tales encuentros en su palmarés como internacionales de primer rango, ¿qué rencor, malicia, ignorancia, incompetencia… echó a los avernos a los que compitieron en Madrid contra Portugal aquella tórrida tarde del 29 de mayo de 1927?. Basta, para ver lo diferente que era esa Selección de Amsterdam, confrontarla con la que jugó inmediatamente después:

             La primera:

             Jáuregui; Zaldúa, Quincoces; Amadeo, Gamborena, Peña; P. Bienzobas, Cholín, Yermo, Marculeta, Robus.

             La segunda:

             Zamora; Quesada, Urquizu; Prats, Solé, Peña; Lazcano, Triana, Gaspar Rubio, Padrón, Bosch.

             Evidente ¿no?.

 Los Anuarios siguientes: 

            Quien se tome la molestia de ir viendo los Anuarios  de los años posteriores irá encontrando sorpresas notables:

             Anuario de 1931 (que es el siguiente publicado por la FEF, desde 1927). Aparece  tal cual en el anterior. El partido España – Portugal ocupa el lugar número 25 del historial internacional. Y los ocho internacionales están consignados con el resto de los que habían ido sumándose a la lista de internacionales.

             Anuarios de 1932, 1933, 1934, 1935, 1936 – aquí hay un espacio que no se publicó anualmente -, 1942, 1947, 1948, 1949, 1950, 1951, 1952 y 1953. Todos ellos conservan los datos tal y como el de 1927. Es decir, durante más de un cuarto de siglo el partido del Stadium de mayo de 1927 fue partido internacional absoluto a todos los efectos. Y los jugadores Carulla, Garrobé, Gonzalo, Molina, Moraleda y Perelló constan como internacionales de España y a Eizaguirre, Pedro Regueiro, Matías, Valderrama, Oscar, Polo y Sagi Barba se les suma tal encuentro a las demás ocasiones en las que, antes o después, fueron internacionales.

             La sorpresa surge en el Anuario de 1954. Y todo cambia. Alguien debió convencer al secretario general, a la sazón D. Andrés Ramírez Pardiñas, de que – ¡oh, contumacia! –  durante 25 años habían estado equivocados. Y que el lance de 1927 fue un partido B. Y habida cuenta que la Selección B – la auténtica, la genuina – se había puesto en marcha en 1949 y se habían jugado ya tres partidos, era el momento de separar los internacionales de una y otra Selección. Y el consejero recordó que aquella Selección de 1927 andaba envuelta en dudas por parte de los historiadores más acreditados y que debía ser segregada de la elite internacional española. En ese Anuario, quizá ya con las planchas hechas, al partido número 25 se le añadió un paréntesis que decía : España B. Y en la lista de internacionales se abrió una casilla en la que a los participantes en esos tres partidos B se añadieron los de 1927. Al cabo de 26 años unos internacionales A dejaban de serlo. Por obra y gracia de un no muy minucioso discriminador, porque en su lista hay más lagunas que en Ruidera.

             Al año siguiente se había corrido el turno y el partido número 25 había sido sustituido por el jugado en 1928. El partido menos A de cuantos se han jugado contra Portugal tomaba el puesto de uno que sí lo había sido. Y quedó para los restos. Y todos tan tranquilos.

  LOS PERIÓDICOS DE AQUELLA ÉPOCA

 a) Excelsior de Bilbao

             En el publicado el 29 de mayo, día del partido, decía:

            «En Madrid se juega hoy, en el Stadium, el V match España – Portugal».

             «¿Qué hará hoy el equipo B de España frente a Portugal?».

             «Hay jugadores en este equipo español «que llegan» y que en la temporada próxima encontrarán seguramente un hueco en el once nacional A(?). Tales Regueiro y Perelló».

            «Por vez primera se da el caso de que Zamora no ocupe la puerta en un match internacional como titular».

                       En su ejemplar del 31 de mayo de 1927 consignaba:

            » El quinto match Portugal – España ha terminado con una victoria muy borrosa del equipo nacional español».

             «El equipo B de la Selección Nacional ha jugado, a pesar de todo, un buen partido». 

             A subrayar: 

             En primer lugar la consideración que hace al echar de menos en la puerta de la Selección hispana a Ricardo Zamora. ¿Iba a hacerlo de no haber sido esta Selección de tanta categoría como otra cualquiera?. Eran las circunstancias del doble partido las que impedían a Zamora estar en Madrid y se consideraba extraño que no defendiera la puerta hispana. De haber tenido esta Selección la consideración de B, entendida a la usanza de  años después, tal extrañeza no hubiera tenido cabida en la mente del cronista. La tuvo porque era un partido internacional con todas las de la ley en el que faltaba el insustituible Zamora. Pero, ¿de haber jugado aquí Zamora ya hubiera de dejado de considerarse Selección B?

             La rotundidad con que se habla en toda ocasión del V España – Portugal. Nunca del I partido entre una Selección B y otra A.

             No deja de extrañar el que a la Selección A le añada un interrogante – en lo que coincide con otros periódicos -. Pero resulta lógico ya que a esta Selección no se la había apodado. Y los periodistas lo hacen con interrogante porque nadie había hablado de una Selección A y otra Selección B. Sino de una misma Selección con dos equipos. Y a uno de ellos se le había designado como B, lo mismo – hay que repetir – que se le hubiera podido llamar «Bis». ¡Lo que hubiera evitado tal apelativo!…

 b) El Mundo Deportivo de Barcelona

             En el ejemplar del día 25 de mayo de 1927 escribía:

             «En Madrid se librará al propio tiempo el match España – Portugal. Y aun cuando en este match la ventaja de terreno y ambiente está a nuestro favor, distamos mucho de reputarlo fácil, por cuanto son evidentes los progresos que ha venido realizando Portugal y porque al once lusitano ha de serle opuesto el que pudiéramos llamar nuestro equipo B». 

            En su número del 30 de mayo titulaba:

             «En su doble partido, el equipo A (?) de España fue batido por 2-0, pero un equipo B, batió a Portugal por idéntico resultado».

             «El V match Portugal – España se ha resuelto, también esta vez, favorable a nuestros colores por 2-0»

                       Si bien en un ladillo consigna «La insuficiente actuación del equipo B de España», a lo largo del texto la letra B no vuelve a asociarse ni al equipo ni a los jugadores ni al partido.

 A subrayar:

             La coincidencia en poner entre paréntesis lo de Selección A y señalar el que pudiéramos llamar nuestro equipo B. Nunca dice, rotundamente, el equipo B, sino «el que pudiéramos llamar…»

             Habla sin vacilar del V Portugal – España.

             Nunca dice la Selección B, sino el equipo B. Lo cual sí da sentido a lo pensado por sus creadores, muy lejos del concepto de Selección B que años después se estructuró.

 c) El Debate de Madrid

             El día 18 de mayo se hace eco de las vicisitudes geográficas de su celebración, como ya ha quedado consignado al reflejar las Actas federativas. Dice:

             «Este encuentro internacional ha pasado por diversas vicisitudes; tan pronto se planeó, se pensó en anularlo para esta temporada. Por fin se decidió celebrarlo y fijar la fecha del día 29 de mayo próximo para su celebración, esto es, el mismo día que se disputa el partido España – Italia en Milán (sic). Es la primera vez que alinearemos dos equipos en una misma tarde. Esto no tiene gran importancia, pues, en otra ocasión – claro está que en mejor época  – hemos indicado que se podrían formar hasta cuatro equipos. Apoya a esta opinión el reciente «match» contra Suiza en que España alineó su «tercer equipo» en Santander» .

             El día 26 de mayo publica una nota remitida por la Real Federación Española cuyo texto era el siguiente:

             «En los dos años transcurridos desde que se jugó el último España – Portugal el equipo portugués ha progresado formidablemente, hasta el punto de que hoy tiene reconocido un gran prestigio dentro del fútbol europeo, y  singularmente entre los países latinos a los cuales disputa ahincadamente la supremacía.

             «Ya en el último Portugal – España, que se jugó en marzo de 1925 en Lisboa, nuestro equipo alcanzó difícilmente la victoria por 2-0; pero a este dato que reveló entonces la pujanza del equipo portugués se han añadido los resultados obtenidos este año por Portugal, consagrando indudablemente el alto valor de su equipo nacional.

             «En efecto, Portugal empató a tres tantos con Hungría, que España venció por 4-2; ha vencido a Francia por 4-0, obteniendo mejor resultado aún que el que acaba de alcanzar España en París el domingo pasado, y con Italia sucumbió por 3-1, resultado sumamente honorable teniendo en cuenta que el «match» se jugó en Italia.

             «Habida cuenta que España lucha el día 29 en un doble frente, en Bolonia con Italia y en Madrid contra Portugal, es indudable que el partido tiene un interés grandísimo en orden a demostrar la valía del fútbol nacional, pletórico de excelentes jugadores. Ello permite esperar con confianza la doble jornada del día 29, y es de esperar que los jugadores elegidos para formar el equipo  de España que ha de luchar contra Portugal sabrán mostrarse dignos de continuar la gloriosa tradición internacional de nuestros jugadores.

             «Por estas razones, el partido del próximo domingo que se jugará a las cinco y media en el campo del Athletic, se presenta  con interés extraordinario para la afición madrileña».

             En su edición de la víspera del encuentro, 28 de mayo, da información de la llegada de los portugueses y de los actos programados por la Federación Centro – asistencia a la corrida de toros del sábado, banquete oficial en el Palace Hotel, excursión a El Escorial el lunes y paella de honor y despedida el martes – en honor a los visitantes. En ningún momento habla de Selección B. Sino de la Selección Española.  Y los fastos de agasajo no eran de segunda clase sino del mismo tono que los de cualquier partido internacional anterior celebrado en Madrid.

             El mismo domingo del encuentro, bajo el titular a tres columnas en el que se leía: «España contra Portugal en el Stádium», se daba el siguiente comentario: 

             «Es la primera vez que España juega dos partidos internacionales en una misma tarde. Esto es perfectamente factible, teniendo en cuenta la importancia que ha adquirido el deporte en el país y el buen número de jugadores de calidad. Hace más de cinco años, en la época en que muchos países no habían recobrado aún su forma deportiva, digámoslo así, precisamente en estas columnas indicamos que España podía jugar cinco partidos diferentes a la vez.

             «Por hoy, es posible que no se llegue a ese número, pero tres encuentros se pueden abordar muy bien. Aquí se pueden formar tres equipos diferentes con un valor aproximado. Desde nuestro particular punto de vista, la base de esos tres serían los siguientes: I) Selección vasca; II) Selección catalana. III) Selección resto de España. Indudablemente hay posiciones para las que sobran jugadores. Estos pasarían a la formación necesitada.

             «Si en vez de tres son dos los partidos, no se puede negar que las probabilidades de éxito son mayores. Y si en lugar de Portugal hubiera sido contra Francia, no había necesidad de preocuparse mucho para la selección del equipo, pues, por el momento, los portugueses están algo por encima de los franceses en materia de «football asociatión».

             «Salta a la vista que el equipo español que jugará en Bolonia  es más fuerte que el de aquí. Si no es precisamente por la diferencia de juego entre italianos y portugueses, se debe a que los primeros son más peligrosos, a que la lucha va acompañada de mayor amor propio y porque se juega en terreno extraño. Dentro de sus disponibilidades, los seleccionadores parece que han acertado la selección contra Italia. Caben algunas discusiones en uno o dos puestos, pero de relativa importancia, que muy bien pueden reducirse a cuestión de apreciación. Suponemos que los aficionados podrán quejarse sea cual fuere el resultado. 

             «El equipo contra Portugal sí que podría mejorarse, o al menos discutir algunos valores. A no ser que los seleccionadores tengan como primordial, como factor casi exclusivo el entusiasmo.»

             ¿Hay algún momento en el que el comentarista hable de equipo B, de selección de otra categoría distinta de la que iba a Italia?. Discutía, como lo había hecho ante cualquier partido anterior o lo haría con los posteriores, la decisión de los seleccionadores, tanto en el equipo que estaba en Bolonia como el que iba a competir en Madrid, pero siempre en base a que el fútbol español tenía entidad suficiente como para disputar no sólo dos sino hasta tres partidos al mismo tiempo. Y al decir partidos hay que entender, con lenguaje de hoy, partidos de la Selección absoluta, que era la única que se concebía en esos tiempos. La leyenda del año anterior, corroborada, mal que bien, por los tres triunfos conseguidos en esa temporada, tan cargada de confrontaciones internacionales, daban pie a ese  confiado entusiasmo. Pese a lo que aquí se va a llamar baile de jugadores. Sin ese baile, tanto el equipo de Italia como el de Madrid hubieran sido notablemente diferentes. Y mucho más potentes, pero…

             El martes día 31, daba la crónica de los dos partidos del domingo. Titulaba a tres columnas:

             «España ganó a Portugal y perdió con Italia».

             «Dos tantos contra cero en ambos partidos. En Bolonia un            «goal» lo marcó un defensa español».

             El texto estaba ocupando una columna para cada partido. Encabezadas por los ladillos: «En Madrid» y «En Bolonia». El mismo cuerpo tipográfico en ambas informaciones. Y curiosamente, la misma extensión. Ni siquiera se podía decir que se le habían dado más líneas al partido de Italia que al de España. Iguales. Y ningún rastro de abecedario para ninguno de los equipos españoles. ¿Dónde estaba la famosa B, que aunque hubiera estado no significaba más que una designación descriptiva pero no de categoría?.

             Los cronistas y comentaristas de El Debate en ninguna de sus informaciones u opiniones mencionan la letra B para tildar a la Selección española. Nunca. A posteriori tuvo mayor importancia el partido de Bolonia, pero no por el partido en sí, sino por la decisión del señor Mateos de prescindir de Piera y Samitier y las posteriores medidas disciplinarias que la Real Federación tomó sobre estos jugadores y  el F. C. Barcelona.

             El lector de hoy que se acerque a los periódicos de esa fecha quedará extrañado de que, después, a ese partido del Stadium se le expulsara del palmarés. No encuentra ninguna razón para ello. Porque ningún cronista levantó acta de ese hecho. Para los notarios de la actualidad de 1927 ese partido fue uno más de la Selección, al mismo nivel y con el mismo rango que los anteriores y posteriores.

 d) El Sol de Madrid

             Este diario tarda más en tomar la información sobre el partido del Stadium. La nota de la Real Federación que El Debate publicaba en crudo, es elaborada por la redacción de El Sol, pero sin quitarle el tufo publicitario que sin duda tenía el comunicado federativo, más preocupado por la taquilla que por calificaciones abecedarias

             La víspera del partido informa pormenorizadamente El Sol de la llegada de los jugadores de la Selección y del partidillo que jugaron como preparación. Por supuesto, en ningún momento sale la letra B a relucir.

             El martes día 31 da la crónica de ambos partidos sin letras por medio. Tiene primacía el partido de Italia a causa de que la crónica de Bolonia la firma el jefe de la Sección, D. Eduardo Teus, mientras que la de Madrid corre a cargo del señor Zabalsanchis, segundo de a bordo. Y el escalafón era – y sigue siendo – el escalafón. Ninguno de ellos hace mención a diferencia alguna entre ambas selecciones. El señor Teus, alma viajera, se fue a la excursión a París y a Bolonia; el maldito se quedó con las ganas y pechó con la reseña del Stadium. 

UN IRREAL «TORNEO CUADRANGULAR»

            De entre las curiosidades que suelen entrañar los partidos internacionales resulta rescatable la que se sacó de la manga el diario barcelonés El Mundo Deportivo, dándose cuenta de que  en poco menos de dos meses se habían producido una serie de partidos que imaginariamente formaban un torneo cuadrangular entre España, Francia, Italia y Portugal.

            Eran las vísperas del doble partido del día 29 de mayo de 1927 por lo que el torneo todavía no se había completado. Faltaban esos dos partidos de España. El resto iba así:

             16 –  3 – 27 : Portugal – Francia     = 4-0

            17 –  4 – 27 : Italia – Portugal      = 3-1

            24 –  5 – 27 : Francia – Italia       = 3-3

            22 –  5 – 27 : Francia – España       = 1-4

                   Y luego se completó:

             29 –  5 – 27 : Italia – España        = 2-0

            29 –  5 – 27 : España – Portugal      = 2-0

             Es indudable que en este juego de El Mundo Deportivo los equipos de España que habían participado eran de la misma especie. Si no, el juego no tendría razón de ser. Se habían enfrentado todos contra todos. Pares inter pares.

              Y completando el puzzle propuesto se puede dar el resultado del torneo:

                              J  G  E  P   F   C  Ptos

                _________________________

             Italia     3  2  1  0   8   4  5

            España     3  2  0  1   6   3  4

            Portugal   3  1  0  2   5   5  2

            Francia    3  0  1  2   4  11  1

             Hay que repetir que nada de esto hubiera tenido sentido – aun dentro de lo imaginario – si no se hubieran calibrado categorías similares, homogéneas. Tan España era la enfrentada a Francia e Italia como la que jugó contra Portugal. Pero una de  ellas, por arte de birlibirloque, fue  descalificada 26 años después.

 LIBRO DE JOSÉ MARÍA MATEOS: «9 AÑOS DE SELECCIONADOR NACIONAL»          (Editado por el autor en 1950)

            Como ya se ha consignado, D. José María Mateos era el presidente del Comité Seleccionador. Le acompañaban los vocales D. Ezequiel Montero y D. Manuel Castro, Handicap.

             Nadie pues mejor que el propio seleccionador para dar noticia del carácter de tal Selección por él mismo instrumentada. No sin antes consignar que el señor Mateos, con fecha de primeros de noviembre de 1926, había enviado una propuesta al Comité directivo de la Real Federación que quedó reflejada en el Acta del mismo de fecha 11 de ese mes en los siguientes términos: «… formación de dos equipos A y B con carácter permanente para tener siempre dispuesto el equipo y sus reservas lo más fijamente posible«. No se llevó a efecto ese propósito del Seleccionador. Así pues, no había una previa Selección B en la recámara internacional. Pero aunque ese proyecto se hubiera llevado a efecto, hay que darle la misma entidad que a los 22 hombres que van, actualmente, a una competición internacional. Son 22 jugadores que forman un grupo homogéneo, un equipo en la plena acepción de la palabra. El conjunto de 22 jugadores que quería el señor Mateos era ese grupo del que tenía que salir la Selección y que pedía que estuviera de guardia a lo largo de toda la temporada. Y más en una en la que se iban a disputar nada menos que cinco partidos… Eran unos vasos comunicantes en los cuales los jugadores podían pasar de uno a otro según los contrarios, el estado de forma, etc…

             En la página 21 de este libro dice, hablando de una lista           de jugadores: 

                         «Sobre todos ellos deliberamos, teniendo en cuenta que habían de salir dos equipos completos con sus suplentes, ya que el mismo día eran los partidos contra Italia y Portugal»

             Como puede verse no hace distingos. No especifica que hubiera que elegir dos clases de jugadores, A y B; sino de la lista total de jugadores disponibles y que se barajaban allí, decidir cuáles iban a Italia y cuáles se enfrentarían con Portugal. Las deliberaciones tuvieron lugar en Zaragoza en los días que permaneció allí el Comité federativo asistiendo a la resolución del Campeonato de España.

             En la página 92 dice el autor:                          

            «El mismo día en que se jugaba en Bolonia el partido contra Italia tuvo lugar en el Estadio Metropolitano de Madrid el partido contra Portugal presentando lo que se podía llamar Selección B.

             «Para atender a ello estuvo en Madrid el seleccionador señor Castro.

             «Cuando nos reunimos en Zaragoza, al mismo tiempo que anunciamos quienes habían de desplazarse al extranjero, dijimos cuál sería el equipo que jugaría con Portugal. 

             Analizando el texto y habida cuenta que estaba escrito en 1950, cuando ya se había asentado en la mente de todos los cronistas futbolísticos la existencia – falsa existencia – de una Selección B, apartada en bloque y en partes de la lista de los partidos de la Selección, el señor Mateos no dice claramente que se presentó una Selección B, sino lo que podía llamarse Selección B. Y reitera que en esa reunión de Zaragoza,  de entre los nombres de jugadores – y en aquellos momentos no había en el fútbol español más que los que se podían llamar jugadores A – se designó a unos para desplazarse al extranjero – Francia e Italia – y a otros para el partido con Portugal. ¿No sería injusto y falso el que si los que se señalaron para ir al extranjero hubieran sido algunos de los que se quedaron y, al revés, unos quedaran estigmatizados para los restos como jugadores de clase B, sin que esto entrañe ningún sentido despectivo?.   

             En la página 233 de dicho libro, y en el resumen que hace el señor Mateos de su trayectoria, dice al llegar a esta ocasión:

             «Tercera temporada

            «En Vigo, 19 de diciembre de 1926: España,4; Hungría,2

            «En Santander, 17 de abril de 1927: España, 1; Suiza, 0  «En París, 22 de mayo de 1927: España, 4; Francia, 1     «En Bolonia, 29 de mayo de 1927: Italia, 2; España, 0

            «En Madrid, 29 de mayo de 1927: España, 2, Portugal, 0

             No hace apartado alguno en los cinco partidos de la temporada ni apellida a ninguno con la B. Sí lo hace en los párrafos siguientes:

             «Nota buena: El triunfo sobre Hungría y Francia, el de Suiza, mínimo, obtenido en especiales circunstancias y el logrado sobre Portugal con el equipo B. Derrota con Italia con las incidencias ya conocidas.

             Quizá haya que interpretarlo en su medida explicativa más que diferenciadora. Hace un recordatorio. Para que el lector sitúe cada partido: uno, «en especiales circunstancias«, otro, «con las incidencias conocidas» y el tercero «con el equipo B«. Con lo último quiere recordar que se emplearon dos equipos en una misma fecha, no que hubo dos clases de selecciones.

            Y, a renglón seguido, cuando hace recuento de los jugadores que ha empleado en esos cuatro partidos no pone a un lado los A y a otro los B, sino que en su consideración son todos uno. Dice:

             «Jugadores utilizados: Zamora (4), Eizaguirre, Vidal – Vallana, Pasarín, Quesada, Portas, Juanín, Arrillaga, Zaldúa (2), Alfonso Olaso, Perelló, Garrobé – Matías (2), Gamborena (3), Peña (3), Prats (3), Pedro Regueiro, Molina, Carulla – Valderrama (2), Piera, Goiburu (2), Errazquin, Carmelo (2), Sagibarba (2), Lafuente, Oscar (2), Galatas, Luis Olaso (3), Sagárzazu (2), Luis Regueiro (2), Yermo (2), Félix Pérez , Echeveste, Gonzalo, Polo y Moraleda. Total, 38.

             Pero luego hace un distingo al hablar de los jugadores que han debutado bajo su mando en esa temporada. Y dice:  

             «Nuevos internacionales: Goiburu, Prats, Luis Regueiro, Yermo, Zaldúa, Lafuente, Portas, Sagárzazu, Valderrama, Arrillaga, Galatas, Alfonso Olaso, Félix Pérez, y M. Vidal, y en el equipo B: G. Eizaguirre, Pedro Regueiro, Carulla, Garrobé, Gonzalo, Molina, Moraleda y Perelló.

             ¿Por qué hacer una distinción entre los debutantes cuando no la había hecho entre los seleccionados por él?. Hay dos claves explicativas: una, que es 1950 cuando escribe esto. Y él mismo, que sabe como nadie que no hay diferencia ni la hubo en el momento de la selección de jugadores y contratación del partido, en vez de enfrentarse con el error arrastrado por los ajenos a la elaboración del caso, se pliega a él. Ahí está la responsabilidad del señor Mateos. En vez de deshacer para siempre lo que la rutina, la ignorancia y la oficialización esculpieron en aquellos momentos, se dejó arrastrar por un error que alguien había introducido ya entre los expertos comentaristas. Dos, la letra G del nombre del meta sevillista Eizaguirre delata que la mente del señor Mateos no estaba en 1927, cuando fue artífice de tal selección, sino en 1950 y necesitó aclarar, con esa G, que Eizaguirre no era el guardameta Ignacio, a la sazón en plena actividad internacional, sino a Guillermo, retirado en 1939  y que debutó en la Selección en aquel partido de 1927.

             Luego, para los que buscaran, en ese 1950, a los debutantes en la lista de internacionales publicados en la prensa, sin encontrarlos, les indicaba que tenían que remitirse a la lista de los B, pues alguien los había hurtado – hay que pensar que sin malicia – de su puesto de honor. Hurto que hasta los mismos jugadores habían asumido. Este libro de D. José María Mateos fue la gran ocasión para que todo quedara en su sitio. Incluso subrayando tal circunstancia que había mandado al sótano de los B a quienes fueron elegidos como A para un partido de la Selección A. En vez de ello lo dejó todo en medias palabras. Y cada uno tomó la mitad que la rutina le indicaba. Y ya quedó acuñado para siempre y para todos que aquel equipo del Stadium de Madrid – lo de Metropolitano era otro apelativo posterior en el que cayó el periodista bilbaíno – era una Selección diferente de la absoluta. ¡Lástima que D. José María no hubiera mirado el último Anuario de la RFEF para refrescar la memoria, en vez de recurrir a sus colegas de la prensa!.

             En la página 236 y en el cuadro resumen de toda su actuación consignaba:

                                 J  G  E  P   F   C

                ____________________                   

            Portugal   4  4  0  0   11  0

             No hace ninguna diferenciación sobre dos equipos  para jugar con Portugal. Es un todo, partidos y goles. No hay partidos A y B, victorias A y B, goles A y B.

             Hay que aclarar que esos cuatro partidos habían sido:

      29, mayo, 1927    : España – Portugal         = 2-0

     17, marzo, 1929   : España – Portugal         = 5-0

     30, noviem, 1930  : Portugal – España         = 0-1

      2, abril, 1933   : España – Portugal         = 3-0

            Siguiendo con esa contabilidad de su tarea seleccionadora afirma que en sus 24 partidos hubo 79 internacionales, de los que 62 lo fueron por primera vez. Aquí vuelve a cometer la gran injusticia de dar oficialidad al error. ¿Es que no recordaba los cabildeos de entre los nombres barajados en la mesa, sacando a unos para el viaje y dejando a otros para Madrid?. Del mismo montón, de la misma lista. Y los distinguieron, una vez clasificados en montón A, para  Francia e Italia, montón B para Madrid. Que, dada la dificultad con que se movieron por la escasez de jugadores, bien podían haber sido adjetivados al revés… O como Selección y Selección bis… O Selección Viaje y Selección Madrid. Así, el señor Mateos, al señalar sus 79 internacionales comete la injusticia de dejar fuera a ocho, a los ocho que debutaron en ese partido contra Portugal. Y hay que volver a recordar la fecha del libro: 1950. Es muy posible que el señor Mateos, a la hora de hacer el recuento, tomara como guión el libro del señor Fielpeña – del que se habla a continuación – para que le refrescara la memoria. Y asumiera el error del historiador. Por ello el señor Mateos no considera a esos jugadores. De los 87 jugadores que empleó olvida injustamente a esos ocho que él hizo internacionales, que pudo colocar en su verdadero puesto de internacionales  absolutos – se diría hoy – y dejó anulados para la historia de la Selección Nacional.

            Los jugadores que intervinieron seleccionados por el señor Mateos, en sus nueve años de seleccionador, fueron los siguientes:

             Acedo, Aguirrezabala, M (2), Aguirrezabala, I (3), Alcántara, Arocha (2), Arrillaga, Ayestarán, Bata, Bienzobas, P, Blasco (3), Bosch (7), Careaga, Carmelo (4), Carulla, Castillo, Cilaurren (6), Ciríaco (11), Cubells (2), Chacho, Echeveste (2), Eizaguirre, Elícegui (4), Errazquin (3), Galatas, Galé   (2), Gamborena (10), Garizurieta, Garrobé, Goiburu (10), Gonzalo, Gorostiza (7), Guzmán (3), Hilario, Iraragorri, Juanín (2), Lafuente (4), Lángara, Larrinaga, Lazcano (5), Leoncito (2), Marculeta (8), Martí (3), Matías (2), Meana, Molina, Moraleda, Muguerza, Obiols, Olaso, L. (3), Olaso, A. Olivares, Oscar (2), Padrón (5), Pasarín (3), Peña. J.M. (11), Perelló, Félix Pérez, Piera (5), Polo (3), Portas, Prat (4),  Prats (8), Quesada (4), Quincoces (14), Regueiro, L. (11), Regueiro, P., Roberto Echevarría (4), Rubio, Gaspar (4), Sagárzazu (2), Sagi Barba (2), Samitier (6), Sastre, Sesúmaga, Solé (3), Travieso, Triana, Urquizu, Valderrama (2), Vallana (3), Valle, Vantolrá (3), Vidal, M., Yermo (2), Yurrita (2), Zabalo (3), Zaldúa (2) y Zamora (21). Total: 88.

            Y la contradicción máxima la comete al dar el resumen general de los partidos jugados por España desde Amberes hasta la fecha del libro. Dice que se han jugado 16 partidos con los portugueses y él, que consigna líneas más arriba que, con él como seleccionador, se compitió cuatro veces con Portugal omite una de ellas. Y, claro, no le sale la cuenta general si se considera su cuenta parcial. ¡Cosas de D. José María que se fió más lo que decían que había hecho que de lo que él había hecho realmente…!. [8]

 BAILE DE JUGADORES INTERNACIONALES 

            Hasta llegar a la alineación que formó ante Portugal en el Stadium madrileño hay una larga tarea del trío seleccionador. Huelga decir que los señores Mateos, Castro y Montero cargaron con sacos de críticas adversas por su labor en esa temporada. Al margen de los errores que sin duda cometerían los miembros de este Comité seleccionador hay que decir unas cuantas razones para que, pasados tantos años, se les pueda juzgar con mayor ecuanimidad que la empleada en caliente.

            Lo primero de todo es decir que esa temporada fue una de esas en las que se había agotado una generación de internacionales y la cosecha futura todavía no había ofrecido sus frutos granados. Había muerto la generación de los años veinte y no había irrumpido aún la de los años treinta. Los seleccionadores tenían que ir tanteando, porque estaba ya demostrado que no todos los fenómenos de club son  válidos para la internacionalidad. Pero para demostrar su temple no había más remedio que hacerlos jugar en la Selección. Luego demostrarían ser flor de un día o tener madera de internacionales. Ejercicio peligroso en las circunstancias que se daban en esa temporada puesto que no se trataba de hacer pruebas con un par de jugadores para encajarlos en el sistema, sino que había que crear el nuevo sistema con arreglo a esos nuevos jugadores. Basta comprobar cómo ante Suiza debutan cinco jugadores; ante Francia, siete; ante Italia, uno; y en el partido con Portugal, ocho. Que en dos meses haya que utilizar veintiún debutantes en el equipo nacional es un índice claro de esa transición. Por no llamarle sequía de jugadores. Como ya se ha visto, los cronistas del momento estaban la mar de satisfechos, sin calibrar esa crisis.

            En las reuniones mantenidas en Zaragoza por el Comité de Selección, muy asistido por el señor Colina – con lo que eran cuatro veteranos expertos los preocupados por el problema -, se diseñó el equipo que iba a viajar a Francia e Italia a la semana siguiente:

             Porteros: Zamora (Español) y Vidal (Athletic de Bilbao). 

            Defensas: Juanín (A. Bilbao), Pasarín (Celta de Vigo) y  Portas (Español).

             Medios: Prats (Murcia), Gamborena (Real Unión de Irún),  Esparza (Madrid) y José María Peña (Madrid).

            Delanteros: Piera y Samitier (Barcelona), Errazquin (R.U. Irún), Carmelo (A. Bilbao), Félix Pérez (Racing  de Madrid) y Luis Olaso (Athletic de Madrid). 

            No dejaba de llamar la atención las diferencias que había con el total de los convocados para contender con Suiza quince días antes. Habían desaparecido el portero ovetense Oscar, el defensa coruñés Otero, los medios Corujedo (Sporting) y Gabriel (Sevilla), y los delanteros Goiburu (Osasuna), Valderrama (Racing de Madrid), Lafuente (A. Bilbao), Roldán (Sevilla), Echeveste (R.U. Irún) y Galatas (A. Madrid).          

           Pero apenas si les había dado tiempo a los seleccionadores a recostarse y dar el consiguiente respiro de alivio cuando empezaron las dificultades. Juanín comunicó que no contaran con él porque en esas fechas se casaba; también por boda, de un familiar cercano, se daba de baja Pasarín; Carmelo estaba lesionado; Errazquin, enfermo, de cierto cuidado, además; el Athletic de Bilbao hizo cuanto pudo para no dejar al meta Vidal porque había contratado unos partidos con un equipo inglés y le necesitaba, pero…; Piera y Samitier iban a estar enfermos hasta el día después del partido Barcelona – Motherwell. Eran seis bajas, nada menos.

         Vuelta a empezar… Se llama a los defensas Alfonso Olaso (A. Madrid) y Zaldúa (Real Sociedad) y a los delanteros Luis Regueiro (R.U. Irún), Yermo (Arenas de Guecho) y Goiburu (Osasuna). Y tranquilos. ¿Tranquilos?. Alfonso Olaso no puede desplazarse porque está cumpliendo el servicio militar y la Selección Militar Madrileña juega en Lisboa contra la homónima lisboeta el mismo día que España en Colombes. Goiburu, verdadero amateur y estudiante, estaba en plenos exámenes y no puede tirar el curso por la borda.

             Ya con las horas contadas para empezar el viaje se llama al defensa donostiarra Arrillaga y al interior irundarra Echeveste.

             Obsérvese que de 21 jugadores barajados hubo que prescindir nada menos que de ocho – el 38 % – para cuadrar los catorce expedicionarios al doble encuentro con franceses e italianos.

             Luego, ya en Italia y ante la lesión de Félix Pérez – un brazo roto en la batalla de Colombes, no suficientemente valorada – se llamó al gijonés Pin y al céltico Chicha. Ambos afirmaron que el aviso les llegó tarde (?). Y desde Irún mandaron a Sagárzazu, al que hicieron cruzar la frontera por las vías, con las botas bajo el brazo, y sin pasaporte, confiando en que desde Italia le documentaran en el Consulado. Y menos mal que Alfonso Olaso cumplió su palabra y apareció en Bolonia.

             Bien, ya habían arreglado lo de Francia e Italia. ¿Y Portugal?. Pues también. Lo que pasa es que como aquí no tuvieron dificultades no hubo necesidad de hacer equilibrios. Los designados, en esas reuniones zaragozanas fueron:

             Porteros: Eizaguirre (Sevilla) y Cándido Martínez (Madrid).

             Defensas: Perelló (U.D. Sans), Quesada (Madrid) y Garrobé (Valencia).

             Medios: Pedro Regueiro (R. U. Irún), Molina (Valencia), Carulla (Barcelona) y Calvo (Racing de Madrid), luego se llamaría a Matías (Real Sociedad). 

            Delanteros: Gonzalo (Racing de Madrid), Valderrama  (Racing de Madrid), Oscar (Racing de Santander),  Polo (Celta de Vigo), Sagi Barba (Barcelona) y Moraleda (Madrid). 

            Martínez, Calvo, Gonzalo, Moraleda y Matías habían estado en la Selección Militar que había ido a Lisboa. Habían jugado bien, pero sobre todo Gonzalo, que había vuelto locos a los defensas lisboetas. Y Moraleda había sido el autor del gol de los madrileños.[9]

     Por otra parte hay que señalar que la lista fue intocable para los seleccionadores. Quizá lo más fácil hubiera sido tirar de los jugadores de esta Selección para cubrir las vacantes de la otra. No  fue así. Se buscó debutantes para Francia e Italia dejando el equipo de Madrid tal y como se había diseñado. Quizá el señor Castro Handicap se puso pesado exigiendo que no le tocaran el equipo que ya le habían adjudicado. La baja, ya prevista, de Quesada, se produjo y estaba cubierta con el valencianista Garrobé. Ante la posibilidad de que Sagi Barba no pudiera llegar a tiempo – tenía a una hija enferma de cierto cuidado -, se trajo de Sevilla a Roldán y Brand y se advirtió al madridista Del Campo que no se ausentara de la capital.

            El señor Castro Handicap tomó muy en serio su papel y montó un partido de entrenamiento contra un combinado madrileño el viernes día 27. La Selección lo machacó por 6-1. Jugó un partido primoroso en el que sólo desentonó Garrobé, a quien se le achacó, además de los nervios, el cansancio del viaje, pues desde el tren fue al campo, sin un minuto de descanso. [10]

          Alguien podría argüir que el partido contra Portugal quedó menospreciado al desplazarse a Italia la plana mayor de la Federación en vez de quedarse en el partido de Madrid. Y no fue así. Lo que ocurrió es que al partido de Bolonia – se inauguraba el Stadio del Littoriale – anunció su asistencia el  rey Víctor Manuel III, lo que le confirió, además, rango de acto social de primer orden. Ello hizo que desde España se desplazara el Príncipe de Asturias, D. Alfonso de Borbón. Que fue lo que volcó la importancia del partido; se hizo obligado que al Príncipe le acompañara el presidente de la Real Federación, marqués de Someruelos, y consiguientemente todo el Comité directivo. Luego ocurrió que al partido del Stadium fue S.M. el Rey D. Alfonso XIII con los otros infantes, pero como este partido correspondía a la Federación Centro, ésta cubrió perfectamente el protocolo con la presencia de toda la directiva con el presidente D. Julián Santacruz a la cabeza. La presencia del Rey significaba, bien a las claras que tal partido no era un saldo de clase B, sino un partido internacional con Portugal con todas las de la ley.

 LIBRO DE «FIELPEÑA» : «LOS 60 PARTIDOS DE LA SELECCIÓN ESPAÑOLA DE FÚTBOL» (Ediciones Alonso, Madrid, 1941) 

            Este fue el primer libro sobre la Selección de España que se publicó en la posguerra. Es cierto que hubo antes otros libros que trataron en breve de los partidos del equipo nacional, pero ni tuvieron la extensión y pormenorización de éste, ni llegaron a los niños que al término de la Guerra se interesaron por los antecedentes de la Selección al anuncio del primer partido de la misma  en la posguerra y precisamente contra Portugal.

            Es, por lo tanto, el libro en el que se instruyó toda una generación – aún viviente en parte – que ni por edad ni por condiciones había leído nada precedente. El carácter destructor sobre una parcela de España arrasó los fondos editoriales, las librerías y hasta las bibliotecas en las que se pudiera haber encontrado parte de lo publicado con anterioridad. Los fríos inviernos y la falta de combustible explica la dimensión particular del destrozo. Es posible que algo saliera en los mercadillos de lance de posguerra, pero  no estaban entre los lugares frecuentados por los muchachos de 8 ó 10 años. Así pues aquel libro «Los 60 partidos de la Selección Española de Fútbol» fue como un descubrimiento fascinante y, a la vez, un evangelio para los españoles que se asomaban a la historia futbolística.

            Dicho todo lo anterior en mérito del periodista Juan Peñafiel Alcázar, Fielpeña, cuyos deseos de crear una «escuela de historiadores» del fútbol hispano no encontró eco ni en los periodistas deportivos entonces en el candelero, ni en los periódicos de mayor entidad, deportivos o no. Él dejó para la misma editorial «Historia de la Liga», «Historia del Campeonato de España», «Historia del Murcia» y éste que se trae ahora a colación sobre el equipo nacional. Eran libros introductorios más que  estudios profundos y pormenorizados. Y consiguieron su propósito. Con tal bondad que no han ido al fuego pese al tiempo transcurrido.

             Volviendo al partido España – Portugal del año 1927, Fielpeña consigna en su página 84:

             «En mayo la Selección española emprende una excursión. Ha de jugar el 22 en Colombes y el 29 en Bolonia. Y en este último día tiene otro encuentro en Chamartín (sic) con los portugueses, a base de la  Selección B. Primer ensayo español en este aspecto que luego se ha abandonado, pese al éxito y a enfrentarnos con una Selección A». 

             Aparte del desliz histórico de situar el partido en Chamartín, hace un injustificado hincapié en la Selección B. Su extrañeza delata el propósito original federativo de que esa Selección fuera otra Selección del mismo nivel, no un equipo catalogable en otro escalón distinto del que competía en Italia ese mismo día. De ser B – en el sentido de una categoría inferior -, esa Selección no hubiera podido contender con una A, a menos de manifiesta y confesada inferioridad  del contendiente. Y Portugal no estaba, ni mucho menos a niveles futbolísticos tercermundistas, como podían estarlo un cuarto de siglo después Luxemburgo, Grecia, Egipto… con relación a España, Italia, Portugal… No, no se abandonó ningún camino, simplemente no se hizo camino; se atendió un doble compromiso.

             Sin duda el señor Fielpeña, pionero en historiar la Selección, se dejó llevar por la rutina periodística, por la suficiencia profesional; no estudió la génesis de esa Selección de mayo de 1927; no buscó los documentos y, quizá, ni consultó el Anuario federativo en el que constaba bien claramente la calificación de ese partido. Ni siquiera se levantó del pupitre redaccional para pasar a la habitación de al lado en donde estaba la hemeroteca de la Editorial Católica, en la que se conservaban los volúmenes encuadernados de El Debate… Y lo que es peor, ese libro ya deformó de por vida a todos los cronistas y tratadistas contemporáneos y posteriores. Habida cuenta que casi nadie, vamos, nadie, ha hecho otra cosa que refritar en lo referente a la historia del fútbol español, lo consignado en este primer libro – refritado hasta la náusea – quedó como artículo de fe transmitido de generación en generación. A partir de aquí ya no se vaciló en la calificación de Selección B a la que jugó en 1927 contra Portugal. Dándole por supuesto el sentido de diferente categoría futbolística, tal cual iba a emplearse 22 años después. Y con vida ciertamente efímera: por parte de España, tan sólo 28 partidos en 42 años… Bien se puede decir que el consejero del señor Ramírez en la Federación debió ser un buen lector de este libro. De su consideración hacia el rigor histórico del señor Fielpeña habla el empeño que puso en llevar ese partido al corralito» de los encuentros B.

             Sigue lo escrito por el señor Fielpeña. En su página 88 afirma:

             «Por fortuna, en el Stadium Metropolitano de Madrid, el otro equipo español, la Selección B, lograba la décima victoria seguida, estableciendo todo un gran «record».

             «Ezequiel Montero designó el equipo; en Bolonia, sus compañeros de Comité. Fue este: Eizaguirre; Perelló, Garrobé; Pedro Regueiro, Molina, Carulla; Gonzalo, Valderrama. Óscar, Polo y Sagibarba. Siete nuevos internacionales. Sólo Valderrama, Óscar, Polo y Sagibarba – esto es, casi el ataque – habían participado ya en luchas de esta clase. 

             Párrafos para analizar pormenorizadamente:

             1) : Centra, al fin, el auténtico lugar de la celebración del partido: el Stadium de Madrid. Si bien emplea para nombrarlo la terminología de 1941 y no la de 1927. En este año era simplemente el Stadium. No había otro en Madrid y no necesitaba apellidos

             2) : Vuelve a demostrar el autor su precipitación y desaliño en la documentación. No, no fue D. Ezequiel Montero quien se hizo cargo de esa Selección, sino el señor Castro, como bien testimonia, en el libro citado, D. José María Mateos. Bien que este libro, naturalmente, no pudiera ser consultado por el señor Fielpeña, ya que no se había publicado.  Pero sí pudo y debió refrescar su memoria acudiendo a la prensa de aquellos días en la que hay referencias constantes a la presencia del inefable Handicap organizando el partido de entrenamiento, citando a los jugadores de Madrid, recibiendo a los de provincias, etc. Y al seguir las informaciones de la Selección que fue a París sin duda hubiera encontrado la nota de que en el Hotel Modern de la Place de la Republique se registraron los señores Fernández Prida, Mateos, Montero, Dr. Aguirre, Gaspar – funcionario administrativo de la Federación – y Colina, del Comité de Árbitros, como representantes del máximo organismo futbolístico hispano. Finalmente, no podía ignorar, porque era de conocimiento general, cómo Gonzalo, en numerosas entrevistas, había dicho que cuando el señor Castro – el señor Castro – le comunicó en el descanso que no iba a jugar en la segunda parte, se echó a llorar. Anécdota que confirmó el propio señor Castro en más de un escrito, disculpando los sollozos del racinguista porque era un niño de 18 años.  

             3) : No leve contradicción es afirmar en la página 84 que «la Selección B era un primer ensayo…» y decir en la 88 que España «lograba la décima victoria seguida…«, mezclando las churras con las merinas. ¿O realmente eran todas churras o todas merinas?.

             4) : Insiste en la contradicción al comentar la internacionalidad de los participantes en este partido, sin matizar que eran internacionales de segunda. Contradicción que corona al decir que «Sólo Valderrama, Óscar, Polo y Sagibarba habían participado ya en luchas de esta clase..«. Subráyese ya en luchas de esta clase. ¿No había significado que ese partido era de otra clase?. 

            En estas anotaciones 3) y 4) se confirma que la Selección que compitió con Portugal ese día era otra Selección» de la misma clase, género, categoría… que la que a esa misma hora y día competía en Bolonia con Italia. Eso lo había sabido el señor Peñafiel en su momento, pero se había dejado arrastrar por lo que otros habían ido deformando e incurrió en la deformación.

             Que es, justamente lo que se ha tratado de rebatir en estas líneas. Con objeto de devolver este partido a su rango legítimo y a sus componentes a los entorchados a que se hicieron acreedores en tal ocasión y que se les arrebató posteriormente. O restituir a esos internacionales  y a ese partido su rango o colocar en los apartados de amateurs y olímpicos, según los casos, a los de Amberes (1920), París (1924)  y Amsterdam (1928). Que la coherencia es una virtud que no ha sido empleada en este caso. Y aun cuando se pusieran los partidos de Amberes, París y Amsterdam en la parcela de la Selección Olímpica y sus jugadores en el mismo apartado, segregándolos de su categoría A, ninguno de los argumentos aquí empleados en la defensa de la categoría A, para la Selección de mayo de 1927 contra Portugal, quedarían rebatidos. Y se volverían a esgrimir.  

 LIBRO DE BERNARDO DE SALAZAR: «LA SELECCIÓN A TRAVÉS DE SUS CRÓNICAS» (Editorial «El País – Santillana», 1996)

            Mucho más alejado de los hechos y de su resaca de los años 50, y por ende de las influencias de los libros de D. José María Mateos y del señor Fielpeña«, y mucho más minucioso que estos cronistas y, además, nada proclive al habitual refritado de textos previos, el señor Salazar fue a las fuentes.

            En la página 53 escribe:

            «Pero ese mismo día se enfrentaban España y Portugal en Madrid en el Stadium del Metropolitano. Por supuesto nuestro conjunto nacional no poseía el don de la ubicuidad, por lo que frente a los lusos se presentó un segundo equipo. Manolo Castro, miembro del triunvirato seleccionador, dirige el equipo hacia el triunfo por dos goles a cero.

           «Este partido, jugado por un segundo equipo español, un equipo B, tuvo, y debe seguir teniendo, categoría de encuentro entre selecciones absolutas. Sólo la desinformación o la ignorancia lo ha relegado del nivel que verdaderamente le corresponde en la historia de nuestra Selección».

             Con precisa brevedad deja todo en su verdadera dimensión. Dice: «Se presentó un segundo equipo..». Justo. Y remacha:    «un segundo equipo español, un equipo B,…». Exacto. Y lo confirma aludiendo a la desinformación o ignorancia de quienes no habían sabido o querido interpretar la definición de equipo B como se concibió en 1927.

 HANDICAP, EL FARO DE VIGO, 25 DE ENERO DE 1936

             Como ya se ha anotado varias veces, D. Manuel de Castro, conocido periodísticamente como Handicap, era uno de los Seleccionadores en aquella temporada. Handicap llevaba siguiendo a la Selección, bien activamente como seleccionador, bien profesionalmente como periodista, nada menos que desde Amberes. En esta ocasión ante Portugal es uno de los protagonistas de las reuniones de Zaragoza en las que se hicieron las dos listas de jugadores, unos con destino a Francia e Italia y otros para el encuentro de Madrid. En el Acta de la Federación del día 24 de mayo de 1927, consignada

más arriba, se especificaba: » En cuanto llegue el señor Castro se le  pida el equipo definitivo...». Sabía pues, perfectamente la índole del equipo que iba a dirigir en el Stadium de Madrid, su categoría y su definición. 

             En 1936, y desde muchos años antes, era lo que hoy se llamaría jefe de deportes del diario El Faro de Vigo. Y  en la fecha del 25 de enero, tomaba de ABC de Madrid la siguiente noticia a la que él ponía el título de «¿Se forma el equipo nacional B ?»:

             «Queremos anticipar a nuestros lectores una noticia que nos llega por excelente conducto, y que es de suponer tendrá próxima confirmación.

             «Parece ser que el seleccionador nacional ha insistido mucho en aconsejar que se vaya pronto a la formación del equipo nacional B, que actuaría en las misma fechas que el A, con la diferencia que aquél jugaría en España cuando los «ases» tuvieran que ir al extranjero.

             «La indicación ha sido muy bien recibida y no tendría nada de particular que se procurase ir pronto a la formación de la Selección B como cantera y banco de pruebas para la Selección A. De momento, si en la fecha del partido contra Alemania esta formación B parece algo prematura, con  vistas a la excursión que más tarde harán los rojos a Berna y Praga, resulta más probable. Y en este caso hasta se ha pensado ya que uno de los dos partidos que podría jugar la Selección B tendría por escenario uno de los mejores campos de Asturias. ¿Rival?. Esto es imposible siquiera adivinarlo; pero si no fuera posible traer la Selección B de otro país, quizá no fuera difícil formar una potentes selección regional».

            Como puede apreciarse en la noticia no se habla de ningún precedente en la existencia de la Selección  B, de ninguna experiencia anterior. Castro reproduce la información sin ninguna apostilla. ¡Y bueno era el señor Castro para dejar pasar cualquier ocasión para salir al paso de algo publicado en la prensa de Madrid!. Hubiera saltado con su habitual energía y contundencia reclamando para sí el honor de haber

dirigido la primera Selección B de la historia del fútbol español y que eso ya estaba formado desde 1927; que el seleccionador, D. Amadeo García Salazar, intentaba descubir un Mediterráneo que él ya había surcado cinco años antes…

            Ni una palabra. Ningún desmentido. Ninguna reclamación. Se iba a formar la Selección nacional B. No a resucitar. Y con el verdadero concepto de tal calificación: cantera y banco de pruebas para la Selección A. 

 ANEXOS

1): El partido

            Aun cuando ya se han ido dando pinceladas sobre este encuentro, no deja de ser inexcusable hacer una reseña por somera que ésta sea.

            A las cinco y media de la tarde de ese 29 de mayo hacía mucho calor en la hoya del Stadium. Pero soplaba un fuerte viento, cálido, en dirección al terraplén de la gradona. Lleno en las gradas, buena señal de que el partido había interesado a los madrileños, que, evidentemente, no le consideraban descafeinado, sino un partido internacional en su plena acepción del término.

            Ocupó al palco de honor S.M. el Rey D. Alfonso XIII, a quien acompañaban los infantes D. Jaime y D. Juan – futuro padre de S. M. D. Juan Carlos I -; junto al monarca estaba el embajador de Portugal señor Melo Barreto y al otro lado el secretario de la Real Federación, D. Joaquín Fernández Prida – quien había regresado tras el partido de París -, y el presidente de la Federación Centro, D. Julián Santacruz.

            Salieron los equipos junto con el árbitro inglés mister Crew, a quien flanqueaban los liniers Antonio Cárcer (España) y Rebelo da Silva (Portugal).

           Tras los saludos de los capitanes, Viera y Oscar, que intercambiaron ramos de flores, se acercaron al palco real. Conversaron brevemente con S. M. a quien entregaron los ramos de flores.

            Los equipos se alineaban así:

 ESPAÑA (camiseta roja y pantalón azul): Eizaguirre; Perelló, Garrobé; Pedro Regueiro, Molina, Carulla; Gonzalo, Valderrama, Oscar, Polo, Sagi Barba.

 PORTUGAL (camiseta blanca y pantalón negro): Roquete; Pinho, Vieira; Figueiredo, Silva, César; Liberto, Joáo, Tavares, Soares, Martins.

             Eligieron campo los portugueses que lo hicieron a favor del viento. Y merced a ese empuje añadido comenzaron a dominar. El juego se instaló ante la puerta de Eizaguirre, quien tuvo tarea continuada ya que los defensas estaban agobiados por la veloz vanguardia portuguesa. El medio centro Molina tuvo que irse para atrás con el fin de apuntalar a la zaga. Afortunadamente los delanteros portugueses no tenían muy afinada la puntería y los escasos envíos peligrosos que mandaban al portal hispano se encontraron con un pletórico Eizaguirre que se llevaba los aplausos del público con sus espectaculares intervenciones. El más que probable sustituto de Zamora se perfilaba tan circense como lo había sido El divino en sus primeros años.

             Se llegó al descanso con el 0-0 inicial. Los disparos de ambas delanteras no habían encontrado las redes, bien por trayectorias desviadas, bien por intervenciones afortunadas de los guardametas. A consignar que el señor Crew había anulado un gol, de cabeza, de Soares por notorio fuera de juego.

             El seleccionador español, señor Castro, decidió hacer dos cambios. Sustituyó a Molina por Matías y a Gonzalo por Moraleda. El primero de estos cambios no gustó; Molina había hecho un primer tiempo muy bueno, tanto en su labor de contención en los primeros  momentos de presión lusitana, como, después, conduciendo el equipo. Quizá su labor sorda inicial no fue bien apreciada, pero de no haberla ejecutado con tanta eficacia acaso los portugueses hubieran anotado en el tablero su dominio. Y menos justificado sustituir un medio centro por un medio ala como Matías. Lo de Gonzalo sí estaba justificado; era inexplicable cómo había perdido los nervios el racinguista, hasta el punto de no dar pie con bola. Y acaso no poca culpa de su desconcierto lo tuviera el público: no cesó de abuchearlo. ¿Madridistas y athléticos que no toleraban a uno del Racing chamberilero?…  Por parte portuguesa no hubo sustituciones.

             El viento soplaba ahora a favor de los colores españoles. Y ello desahogó no poco a la defensa. Y como los medios siguieron jugando bien, el balón estaba con más frecuencia en el área de los blancos.

             En el minuto 60, un acoso de Polo obliga a Pinho a ceder un corner. Lo lanza Sagi Barba muy cerrado. Sale Roquete y despeja de puños, pero flojo. El balón vuelve a Sagi quien lo reexpide al área lusa. Moraleda lo empaló a media altura llevando el balón a la jaula portuguesa. Los jugadores lusitanos reclamaron fuera de juego de Oscar – más que probable – pero sobre todo que aplastara a Roquete contra el poste dejándole inmóvil – más que seguro -. Pero mister Crew

señaló el centro del campo. ¡Uno a cero!.

             El gol espoleó a los visitantes que se lanzaron en tromba sobre el área española. Nuevamente Eizaguirre tiene que actuar con la brillante eficacia del primer tiempo. Ahora más ayudado por Perelló que se había entonado en esta parte. 

             El juego se estabilizó en el centro del campo, con escapadas peligrosas de ambas delanteras. Juego más vivo y vistoso que en los minutos anteriores. Los disparos de los españoles se fueron levemente desviados y uno de ellos fue rechazado por el poste derecho de Roquete, quien demostró que tampoco era mal portero.

             En el minuto 75 se produce un choque violentísimo entre Carulla y Liberto. El español se levanta cojeando, pero el portugués tiene que ser retirado del terreno y ya no volvió a salir. Quedó, pues, Portugal con diez jugadores.

             Un minuto después se produce una escapada del veloz Sagi Barba, que propicia un centro bombeado sobre el área. Moraleda lo devuelve hacia afuera, lo desvía Oscar y Valderrama empalma un tiro durísimo que no pudo alcanzar Roquete. ¡Dos a cero!.

            Apenas marcado este gol, que sentenciaba el triunfo, se retira Carulla que, renqueante, había estado sin estar. Ambos equipos terminaron el match con diez jugadores.

             Portugal había demostrado ser más equipo. España, tener mejores jugadores, pese a que hubo demasiados fallos. Sobresalientes Eizaguirre, Molina y Sagi Barba; notables, Pedro Regueiro, Matías, Carulla y Moraleda. Aprobados, Óscar

y Valderrama. Deficientes: Gonzalo, Polo, Garrobé y Perelló.

 2) El equipo de Estambul en 1973

             Si en las argumentaciones puede haber precedentes que avalan la tesis mantenida, en los estudios históricos surgen consecuentes que, a posteriori, refuerzan los argumentos del pasado.

            Tal es el partido jugado por España en Turquía el 17 de octubre de 1973. Se celebraban las Bodas de Oro de la Federación turca de Fútbol  y, al mismo tiempo, el medio siglo de la proclamación de la república de Turquía. Para tal acontecimiento, que los otomanos celebraban por todo lo alto, se había invitado al presidente de la UEFA, a numerosos presidentes de Federaciones nacionales y…¡a la Selección española!.

             La fecha de tal celebración era el 17 de octubre de 1973. [11] Y no podía ser peor y más inoportuna. Primero: porque estaba recién comenzada la temporada y los jugadores todavía no tenían la temperatura óptima«. Segundo: se había entrado en la temporada que se empezó llamando de los extranjeros – se habían abierto las esclusas y se inundó el huerto con un centenar de foráneos que limitaron las posibilidades de los españoles – y acabó apodándose de la brutalidad, quizá por mor del fútbol fuerza(?). Tercero, que era lo más preocupante: que en las eliminatorias previas de la X Copa del Mundo, España tenía que pelear su clasificación con Yugoslavia, una Selección que preparaba el señor Vujadin Boskov y que por prestigio – quizá político – tenía que estar en el Campeonato como fuera, y el lance con España del día 21 de ese octubre – ¡cuatro días después de Turquía! -, era fundamental para ellos. Y para España, claro.

             Cuando el señor Kubala hizo su llamamiento se habían jugado cinco partidos de Liga y el Granada encabezaba la tabla de Primera División. El siguiente miércoles europeo fue desastroso; dejó en la cuneta al Barcelona, Español de Barcelona y Madrid. Supervivieron el Atlético de Bilbao y el Atlético de Madrid.

            El seleccionador pensó en un principio ir con el equipo a Estambul y de allí a Zagreb, pero… eran sólo cuatro días y la proverbial dureza de los turcos, que a buen seguro se aumentaría con los deseos de un triunfo en fecha tan señalada, le hizo desistir. Lo mejor era presentar dos equipos: uno para Estambul y otro para intentar la clasificación para el Campeonato de  Alemania.

            Afortunadamente nadie pronunció las palabras «un equipo A y otro que podríamos llamar… que podemos considerar… una especie de…equipo B». Posiblemente porque ya esas letras sí tenían un significado concreto y sin equívocos posibles como en 1927: había una Selección que era Selección B a todos los efectos y consideraciones desde 1949 y con un historial de 21 partidos.

            Así pues el señor Kubala hizo una única convocatoria pero de 30 jugadores que luego amplió a 33. Y no podía contar definitivamente con los lesionados Amancio, Tonono y Luis. La lista abarcaba:

 Porteros: Iríbar (Atlético de Bilbao), García Remón (Madrid), Reina (Atlético de Madrid) y Deusto (Málaga). 

Defensas: Sol (Valencia), Gallego (Barcelona), Benito             (Madrid), Touriño (Madrid), Uría (Oviedo), José Luis (Madrid), De Felipe (Español), Jesús Martínez (Valencia), Ochoa (Español) y Costas (Barcelona).

 Medios: Pirri (Madrid), Claramunt (Valencia), Asensi (Barcelona), Rojo II (A. Bilbao), Juan Carlos (Barcelona), Solsona (Español), Irureta (A. Madrid) y Planelles (Madrid). 

 Delanteros: Becerra (A.Madrid), Gárate (A. Madrid), Valdez (Valencia), Roberto Martínez (Español), Salcedo (A. Madrid), Quini (Gijón), Rojo (A. Bilbao) y Clares (Castellón).

           Y sorpresa para el señor Kubala: se le nombra un seleccionador adjunto para que se encargara de ese ¿equipo B…»turco»… Bis… A?. Se trataba de D. Eduardo Toba

que ya había sido Seleccionador nacional en la temporada 1968-69, con cuatro partidos en su haber, y que había dimitido tras no clasificar a España para la IX Copa del Mundo (Méjico), que se había retirado durante dos años y que hizo una vuelta desgraciada con el Oviedo para después ser nombrado Seleccionador nacional de Aficionados y Juveniles. Allí estaba cuando se le ascendió… 

            Iban a Yugoslavia:

Porteros: Iríbar y Reina.

 Defensas: Sol, Gallego, Benito, Jesús Martínez y Uría.

 Medios: Claramunt, Pirri, Juan Carlos, Irureta y Asensi.

Delanteros: Quini, Roberto Martínez, Gárate y Valdez.

             E iban a Turquía, con el al higuí  de que seis de ellos podían estar en la lista enviada por el señor Kubala a la FIFA y desde Estambul irían a Zagreb, los siguientes:

 Porteros: García Remón y Deusto

 Defensas: José Luis, De Felipe, Costas, Ochoa, Capón y        Guisasola.

 Medios: Solsona, Planelles, Rojo II y Villar.

 Delanteros: Becerra, Marianín, Clares y Rojo.

             Una lista en la que había nada menos que once neófitos; ¡once de dieciséis!: Deusto, De Felipe, Capón, Guisasola, Ochoa, Villar, Solsona, Rojo II, Becerra, Clares y Marianín.

             En el primer entrenamiento se dilucidó el nombre: Peto Rojo y Peto Azul. Asunto concluido. Y al acabar, se dieron las listas, tras añadir a ellas a Capón (A. Madrid), Guisasola y Villar (A. Bilbao) y Marianín (Oviedo), con la baja definitiva de Touriño.

             A Turquía fue el propio presidente federativo señor Pérez Payá, de cuyas declaraciones en el hotel de Estambul se pueden entresacar – sin forzar el contexto – las siguientes frases: «Este partido nos sirve para preparación del equipo olímpico, porque no hay que olvidar que muchos de los jugadores que hay aquí tienen ficha olímpica… Además servirá para foguear a unos jóvenes que interesa ir viendo para tener siempre en activo no sólo una Selección, sino un grupo de veintitantos jugadores que puedan entrar en los próximos compromisos...»

             Se había convenido en hacer cuatro sustituciones, aun cuando por parte de España se habían pedido nada menos que cinco.

             En el palco, el presidente de la UEFA, señor Artemio Franchi, rodeado de una veintena de presidentes federativos europeos. 

             Jugaron en el estadio Midjat Bajá, antes Inonu, y bajo el arbitraje del búlgaro Nikola Dovcina, los siguientes:

             García Remón; José Luis, Costas, De Felipe, Ochoa; Villar, Planelles (Solsona; m 67), Rojo II; Becerra, Clares (Marianín; m 67), Rojo (capitán).

             Ocho debutantes: De Felipe, Ochoa, Villar, Solsona, Rojo II, Becerra, Clares y Marianín.

             Fue un mal partido y, sorprendentemente, de guante blanco. El señor Toba, como en él era habitual, fue a salvar el 0-0. Lo consiguió. Y, además, se cumplió la tradición: ni una victoria en Estambul, ni un gol español en Inonu.

            L a narración objetiva de estos hechos se pueden (?) comentar desde 1927:

             1): Se nombra un seleccionador, añadido y expreso para el partido, que antes no pertenecía al cuerpo técnico de la Selección A, sino a las selecciones menores. Y, entonces, la Selección B pertenecía a este grupo .

             2): De un total de 16 seleccionados se eligen a once posibles misacantanos. Y acaban debutando ocho de ellos.

             3): El presidente de la Federación, horas antes del partido, advierte que ese es un equipo para foguear a los jóvenes inexpertos, para tener en activo más de una Selección.

            4): A confesión de parte autorizada se dice que muchos de esos jugadores viajeros no tienen ni siquiera licencia de profesionales.

             Desde ese 1927 nadie hubiera dudado de que este equipo no era la Selección A. Quizá hubieran dicho algo sobre la B o la C, como en el caso de Madrid o de Santander. Y hubiera estado muchísimo más claro que estuvo el España – Portugal, que este equipo no era el verdadero A, porque éste estaba en Zagreb disputando una plaza para la Copa del Mundo de Selecciones A, de profesionales.

             Sin embargo, ni desde el futuro de ese partido – que es hoy, 1998 – ni desde el pasado – que era, en este supuesto, mayo de 1927 – ni en aquellos momentos – octubre de 1973 – hubo una voz que negara a este equipo su calidad de Selección A. Y hay que reconocer que había muchos más factores para que se considerara B a esta Selección que los que pudieron esgrimir quienes en 1927 magnificaron la significación de

esa letra B y quienes en 1954 manipularon tal definición para borrar el partido del Stadium del Metropolitano de Madrid del olimpo de los grandes.

             Así pues, desde 1973, sin que nadie reparara en ello, se daban no sólo argumentos, sino auténticas cartas de nobleza a la Selección que el 29 de mayo de 1927 venció a Portugal por 2-0 en Madrid.

 3) Intento en sentido contrario

           En la temporada 1980-81 – temporada famosa por las tensiones sociales dentro del fútbol y la apuesta de los jugadores por ser declarados trabajadores por cuenta ajena, con todos los derechos de los demás trabajadores de otras ramas – se estrenaba como seleccionador nacional D. José Emilio Santamaría, quien iba a tener la responsabilidad de la Selección ante la inmediata XII Copa del Mundo que se iba a celebrar en España al final de la temporada siguiente.

             Con tal tensión laboral y apenas arrancada la temporada había programada una doble confrontación con Hungría. Un partido a celebrar en Budapest y otro en Valencia: 24 de septiembre de 1980.

             La cuestión no ofrecía ninguna duda. El partido en Hungría era claramente la Selección A. ¿Y el del Nuevo Estadio del Levante?. Pues estaba igualmente claro desde su planteamiento: Selección B. Que competiría con la Selección B de Hungría.

             El señor Santamaría estaba en graves dificultades por mor de esa tensión. ¿A quiénes señalar como jugadores B?. A esa altura de la historia de los B, a aquellos jugadores con posibilidades de integrarse en un futuro inmediato en el equipo A o aquellos  jugadores que ya habían estado en el A y que por no tener cabida en el primer equipo, pero sí contar con ellos para inmediatas confrontaciones de la primera Selección, interesaba tener en acción internacional. Tal tesis era la habitual en la historia de los B. Pero en ese momento…

            El seleccionador siguió la tesis que había empleado su antecesor señor Kubala: convocar en un mismo grupo a los jugadores de los dos partidos. Sin poner letras. Con ello esquivaba un posible plante de los veteranos, que ya habían sido A y que se considerarían menospreciados si después de transitar por la puerta principal se les llamaba por la puerta de servicio. O de los que estimándose con talla para ser A, se considerasen preteridos al ser nombrados, solamente, B. Y no estaban las cosas como para incordiar a los profesionales…

             El grupo lo componían: 

Porteros: Arconada (Real Sociedad), Urruti (Español de         Barcelona), Buyo (Sevilla) y Amador (Barcelona).

 Defensas: Celayeta (R. Sociedad), Urquiaga (Athletic de Bilbao), Marcelino (Atlético de Madrid), Jiménez (Sporting de Gijón), Migueli (Barcelona), Tendillo (Valencia), Alesanco (Barcelona), Gordillo (Betis B. Sevilla), Cundi (Sporting), De Andrés (A. Bilbao) y Gajate (R. Sociedad). 

 Medios: Gallego (Madrid), García Hernández (Madrid), Joaquín (Sporting), Alonso (R. Sociedad), Diego (R. Sociedad), Víctor (Zaragoza), Quique (A. Madrid), Sánchez (Barcelona) y Zamora (R. Sociedad).

 Delanteros: Dani (A. Bilbao), Santillana (Madrid), Juanito (Madrid), Rubio (A. Madrid), Morán (Betis), Satrústegui (R. Sociedad), Saura (Valencia), Montero (Sevilla) y Marcos (A. Madrid).

             En principio, tal argucia coló. Al menos entre los jugadores, porque ninguno protestó, en tiempos de tantas protestas, quizá porque en su fondo consideraban que habían sido llamados para la empresa mayor. Para apoyar su tesis el señor Santamaría habló de que no había sino una clase de jugadores. Que eran todos de categoría A. De Primera División. Y que se harían dos Selecciones A. Una de las cuales sería A y otra A sub uno. La primera para competir en Budapest, la otra – astutamente no dijo la segunda –  para Valencia. 

             Y así siguió todo hasta que llegó la hora de la separación. Hizo dos grupos de 16 jugadores ya que Santillana, lesionado de importancia no podía viajar.

             Con destino a Budapest:

 Porteros: Arconada y Urruti

 Defensas: Celayeta, Migueli, Alesanco, Gordillo, Tendillo y Cundi.

 Medios: Joaquín, Alonso, Zamora y Sánchez.

 Delanteros: Morán, Satrústegui, Juanito y Dani.

             Para Valencia:

 Porteros: Amador y Buyo

 Defensas: Marcelino, Jiménez, De Andrés, Quique, Gajate y   Urquiaga.

 Medios: Saura, García Hernández, Víctor, Gallego y Diego.

 Delanteros: Marcos, Montero y Rubio. 

            De estos valencianos habían sido internacionales A:  Marcelino, Urquiaga, Saura y Diego. Tan sólo cuatro. Y en trance de debutar, los otros doce.

             En Valencia se cogieron las palabras de Santamaría como agua de mayo. No, decían, no es la Selección B, es la Selección A1 . De forma que como tal se hablaba de ella en los periódicos y las emisoras. Pero la llegada de Hungría B, así, por las claras, rompió los deseos del señor Santamaría de ascender de categoría a un equipo típicamente B, con nombre de B y contendiendo con otro equipo B. La lectura de la lista con doce neófitos, conducidos por D. Luis Suárez, técnico a cargo de los B en la Federación, hizo caer la pequeña mentira de los anunciantes, que no el entusiasmo del público valenciano que, pese a tener que ir deprisa tras ver en la televisión el empate a dos de los verdaderos A, corrió a fin de llegar a las diez de la noche para llenar el estadio levantinista, y ver allí otro empate a dos. Y eso que Valencia no estaba muy para fiestas debido a que, a las seis de esa tarde un autocar cargado de trabajadores de una fábrica de Chirivella había sido arrollado por un tren en un paso a nivel con un primer balance de 25 muertos. Luego serían algunos más…

             Elogiable intento del señor Santamaría, que quiso dar privilegios, que siempre es más positivo que el quitar derechos, que tal fue lo que hicieron quienes discutieron la entidad de la Selección que luchó con Portugal en 1927 y quienes la borraron de su sitio en los Anuarios… ¡españoles!.

 4) Las «otras Selecciones».

 a) Antecedentes

             En cuanto empezaron los partidos internacionales en la historia del fútbol se presentó la ocasión de los dobles partidos. Y como los calendarios no eran elásticos, hubo necesidad de cumplir en una misma fecha dos compromisos internacionales.

             Así, los más antiguos rastreados, pueden ser:

             15, marzo, 1890: Wrexham:      Gales – Inglaterra   = 1-3                      : Belfast:      Irlanda – Inglaterra = 1-9    

      7, marzo, 1891: Sunderland:   Inglaterra – Gales   = 4-1                      : Woverhampton: Inglaterra – Irlanda = 6-1

      5, marzo, 1892: Wrexham:      Gales – Inglaterra   = 4-1                      : Belfast:      Irlanda – Inglaterra = 0-2

             Eso en la cuna del fútbol. En el resto de Europa se empezó más tarde. Así, en Alemania, tal hecho se encuentra:

              4, abril, 1909: Karlsruhe:    Alemania – Suiza     = 1-0                      : Budapest:     Hungría- Alemania    = 3-3

            Y luego se tarda mucho en repetirlo:

              3, oct., 1926: Copenhague:    Dinamarca – Suecia   = 2-0                     : Estocolmo:     Suecia – Polonia     = 3-1

            Incluso dos años más tarde puede encontrarse un triángulo competitivo que no deja de ser curioso:

             6, mayo, 1928: Viena:         Austria – Yugoslavia  = 3-0                    : Budapest:      Hungría – Austria     = 5-5

                  : Belgrado:      Yugoslavia – Rumanía  = 3-1

             Tras consignar la antigüedad del hecho, se han consignados los orígenes en Alemania y se ha horquillado con dos fechas significativas – 1926 y 1928 – la fecha de mayo de 1927 en la que se celebró el España – Portugal en Madrid. Ni hubo intención ni había por qué motejar a ese equipo hispano con la letra B habidos los antecedentes de dos partidos simultáneos sin que ni Inglaterra ni Alemania lo hicieran. 

             Pero hay que ir a la letra B, objetivo de la discordia. El antecedente de dos selecciones así denominadas se encuentra por vez primera en los Juegos Olímpicos de 1908, cuando el fútbol de Francia se considera suficientemente fuerte como para rellenar el número par de Selecciones necesario para las eliminatorias. Presentó dos equipos que, para que no fueran confundidos se apellidaron A y B, pero sin ningún sentido jerárquico. Francia A y Francia B. Ambas fueron machacadas por Dinamarca (9-0 y 17-0)…

             Los encuentros de Selecciones B, entendidas en el sentido de selección de menor nivel y categoría – tal cual ahora se emplea en los clubs con cantera: Real Madrid B,  Barcelona B, Athletic de Bilbao B, etc… -, los inauguró Luxemburgo. Su Selección era de tan ínfima categoría – lo fue durante muchísimos años – que no podía competir con las Selecciones normales de otras naciones. Así, en 1922 solicita enfrentarse a Francia B. En 1924 lo hace con Bélgica B. En 1927, contra Italia B… No querían obtener resultados adversos que parecieran de rugby.

            Igual procede Polonia para enfrentarse a Checoslovaquia en Cracovia en junio de 1926.

             Con ello se ve que solamente en caso de inferioridad notoria una Federación solicitaba un equipo menor para competir. No era ese el caso de Portugal en 1927. Ni lo era Francia, en ese mismo año, pese a que algún que otro cronista español de la época lo sugiriera. En ambos casos se trató de encuentros de tú a tú, de Selecciones absolutas.

             Es a partir de 1928 cuando, simultaneando o no en la misma fecha, empiezan a celebrarse partidos entre Selecciones B de distintas nacionalidades. Que en España se retrasa hasta 1949, aunque ya se insinuara en 1936…

 b) El caso español

             Los partidos oficiales de la Selección B – dicho con toda propiedad – comenzaron para España el 20 de marzo de 1949, precisamente en un España B – Portugal B, mientras en Lisboa contendían las Selecciones A de estos países. Continuaron luego en 1953 y se prolongó su actuación en la Copa del Mediterráneo de la temporada 1954-55. Terminó el experimento en 1981, momento en el que murieron las Selecciones B en toda Europa.

             Con este tipo de Selección convivieron otras varias, más o menos canalizadas por la FIFA y la UEFA, hasta que la estructura de estos torneos menores quedó establecida por estos organismos. Ahora se va desde las Selecciones Sub 15 a las Sub 21, con un escalonamiento graduado por edades que ya se han establecido en categorías internacionales. 

             La Selección Promesa fue otro invento para preparar la renovación y rejuvenecimiento de la Selección A. Nació y murió en la temporada 1959-60.

             La Selección Amateur nace en España en 1955 y duró hasta 1974. En principio estaba destinada a concurrir a los Juegos Olímpicos, puesto que en ellos había una estricta aduana para los profesionales. Las modificaciones de esos condicionantes, que se produjeron en los primeros años 70, hizo desaparecer lo que la propia evolución del fútbol iba aniquilando. Hoy no hay más equipos enteramente amateurs que los conjuntos de fábricas y empresas; en el fútbol actual no son amateurs – en el sentido Coubertiniano – ni los alevines.

              La Selección Sub 23 sustituyó a la «Amateur» al hilo de esa evolución de las condiciones establecidas para los Juegos Olímpicos. Los países socialistas del Este de Europa, con la excusa del amateurismo oficial de sus deportistas, participaban en las Olimpíadas con los mismos equipos que en la Copa de Europa o la del Mundo, con notable desventaja para las naciones que cumplían lo que se les exigía. El COI montó entonces el fielato de la edad, suponiendo – lo que no era mala suposición – que los menores de 23 años no eran profesionales de alta cualificación y que estando aún en formación no habrían alcanzado el status de mundialistas, que era el agravio comparativo más hiriente. En España nació tal Selección Sub 23 en 1967 y, con intermitencias cuatrienales, sigue en vigor. Los XII Juegos Mediterráneos, en junio de 1997, fueron su última ocasión. Su objetivo es el de ir preparando esos cuadros Sub 23 que han de competir en los Juegos Olímpicos.

             La Selección Olímpica es la plenitud de la Selección Sub 23. Tomó carácter especial en 1963. En aquellos momentos eran teóricos amateurs – teóricos al estar considerados con ficha de aficionados en la Real Federación Española – que estaban jugado en el fútbol profesional. Su enlace con la Sub 23 se hizo a tenor de las disposiciones del COI y la FIFA y se produjo con toda fluidez. Son las dos caras de la misma moneda que se muestran ora en años pre olímpicos, ora en años olímpicos. De aquí la continuidad de la primera y la discontinuidad de la segunda.

 

 


    [1] Confróntese el libro «Implantación del profesionalismo y nacimiento de la Liga», editado por la Real Federación Española de Fútbol (1996).

    [2] Obra citada.

    [3] Se jugó el miércoles 15 de diciembre en Chamartín y bajo arbitraje de D. Antonio de Cárcer. Ganaron los madrileños por 5-3. Jugaron:

 MADRID: Cándido Martínez; Escobal, Benguría; Sáez, Tuduri, José Mª Peña;    Moraleda, Valderrama, Monjardín, Félix Pérez, Luis Olaso.

 BUDAPEST: Weinhardt; Fogl II, Fogl III; Borsanyi (Toth; m 46), Bukovi,      Obitz; Braun, Molnar, Holzbauer, Opata (Frolich; m 46), Kohut.

 Goleadores: Monjardín, Holzbauer, Monjardín (en colaboración con el defensa húngaro Fogl II), Monjardín, Kohut, Monjardín, Monjardín.

       Los mejores: Peña, Escobal, Olaso, Félix Pérez, Valderrama y, claro, Monjardín, con sus cinco goles. De ellos sólo Peña estaba seleccionado para Vigo. De los llamados para Coya estarían convocados ante Portugal Cándido Martínez, Quesada, Sagi Barba, Valderrama, Matías, Óscar y Polo.

    [4] El resumen de este partido queda resumido en la siguiente ficha:

Resultado: España – Hungría : 4-2

Fecha: 19 – XII – 1926

Lugar: Vigo (Pontevedra)

Campo: Coya

Árbitro: Prince Cox (Inglaterra)

ESPAÑA (camiseta azul y pantalón negro): Zamora; Vallana (capitán), Pasarín (Quesada; m 40); Matías, Gamborena, J.M. Peña; Piera, Goiburu, Errrazquin, Carmelo, Sagi Barba.

HUNGRÍA (camiseta y pantalón blancos): Weinhardt; Fogl II (capitán), Fogl III; Borsanyi, Bukovi, Obitz; Braun, Molnar, Holzbauer, Opata, Kohut. Goleadores: Errazquin (m 10), Goiburu (m 17), Holzbauer (m 35), Carmelo (m 65), Opata (m 84) y Errazquin (m 88).

Obsérvese la identidad de la Selección de Hungría con la de Budapest que    jugó cuatro días antes en Madrid.

Habían ido de suplentes por España: Cándido Martínez (p), Quesada, Esparza, Mauricio y Valderrama.

    [5] El partido puede resumirse con la ficha siguiente:

Resultado: España – Suiza: 1-0

Fecha: 17- IV – 1927

Lugar: Santander

Campo: El Sardinero

Árbitro: Edwards (Inglaterra)

ESPAÑA (camiseta roja y pantalón azul): Zamora (capitán); Portas, Juanín; Prats, Carmelo, Valderrama; Lafuente, Goiburu, Óscar, Galatas, Luis Olaso.

SUIZA (camiseta roja y blanca, a rayas verticales y  pantalón blanco):      Sechehay; Ramseyer (capitán), De Weeck; Neuenschwander, Rezzonico, Amiet; Tschirren, Jaeggi, Barriére, Welly, Bailly.

Goleadores: Óscar.

Estuvieron como suplentes: Óscar (p), Alfonso Olaso, Gabriel, Echeveste,    Roldán y Félix Pérez.

    [6] Para poder asistir a los Juegos Olímpicos de Amsterdam y habida cuenta que España ya había declarado oficialmente el profesionalismo se hacía necesario preparar una Selección con jugadores amateurs. Para tal empeño se nombró seleccionador único a D. José Ángel Berraondo, quien para preparar el equipo de aficionados lo apuntaló para contender con Portugal, en Lisboa, en enero de 1928, con los profesionales Zamora y Samitier. Así compitió el siguiente once:

       Zamora; Vallana, Zaldúa; Pedro Regueiro, Gamborena, Trino; Lafuente, Luis Regueiro, Samitier, Goiburu, Kiriki.

       Portugal bien podía haber protestado porque se tomara su partido como probeta experimental. O se podía haber dicho que era un equipo de prueba, promesas, amateur, olímpicos… O también «B». A nadie se le debió ocurrir adjetivar la Selección y así ha figurado como un equipo nacional con todas las bendiciones. Tampoco a posteriori hubo ningún historiador(?)­ que encontrara nada especial en este equipo como para apartarlo de los demás de la Selección y lo hace figurar junto a ellos.

¿Por qué el anterior, no, si fueron dos equipos atípicos con relación a lo normal de las alineaciones?. Y con más razón si hay que atenerse a la diferente condición de los contendientes. Los de Madrid en 1927 eran profesionales que contendían con profesionales, los de enero de 1928 eran amateurs contra profesionales. Mayor disparidad, imposible. Y sin embargo a nadie se le ocurrió segregar éste y los siguientes partidos de los de la Selección absoluta. Tal anomalía es la que se trata de corregir.

    [7] España puso en línea a:

      Zamora; Quesada, Herminio; Samitier (capitán), Gamborena, J.M. Peña; Piera, Cubells, Óscar, Carmelo y Marcelino Aguirrezabala.

    [8] Realmente la cuenta no le sale a nadie. Se supone (?) que este recuento general de partidos internacionales lo hizo el señor Mateos a la hora de dar a la impresión su libro, esto es en 1950, o, en el peor de los casos, en 1949 contando con que transcurriera un año entre entrega e impresión. Ello entraña que se habían jugado, hasta fines de 1948, 18 partidos (o 17 si se suprime el que nos ocupa), nunca 16. El partido número 16 ante Portugal corresponde al 6 de mayo de 1945, en contabilidad correcta, o al 26 de enero de 1947, si se excluye el partido de marras. Demasiado bache, tres años, para un libro que hace recuento hasta «ese momento».

     [9]  Se jugó el partido de las Selecciones militares de Lisboa y Madrid el 22 de mayo de 1927, en el campo del Sporting de Lisboa. Arbitró el jugador y árbitro portugués Jorge Vieira. Ganó la Selección lisboeta por 2-1, tras una prórroga ya que el tiempo reglamentario terminó con empate a uno. Los equipos formaron así:

 LISBOA: Roquete; Alves, Acevedo; Figueiredo, Silva, César; Fernando,      Santos, Marques, Ramos, Gonçalvez. 

 MADRID: Martínez (Vidal; m 46); A. Olaso, Calvo; Reverter, José María Peña (Mejías; m 46), Pepín Menéndez; Gonzalo, Valderrama, Moraleda, Ateca, Del Campo.

 Goleadores: Moraleda (m 68), Marques (m 71) y  Marques (m 112).              

    [10] Jugaron:

       SELECCIÓN: Martínez; Perelló, Garrobé; P. Regueiro, Molina, Carulla;                  Gonzalo, Valderrama, Óscar, Polo, Del Campo. 

      COMBINADO: Vidal; Zugazaga, Calvo; Reverter, Pepín Menéndez, Ateca;                  Roldán, Moraleda, Palacios, Carrasco, Moreno.

      Marcaron los goles: Polo y Óscar en el primer tiempo; luego, Polo (3) y Valderrama. Palacios «salvó» el honor de los madrileños.

    [11] Realmente la fecha histórica de la proclamación de la República de Turquía y la elección como presidente de Mustafá Kemal Bajá fue la del 29 de octubre de 1923, domingo. Ello podía haber permitido a la Real Federación Española de Fútbol el negociar que el partido de Estambul se jugara el domingo 29, día exacto del aniversario, o en cualquier día de la semana del 22 al 29, con lo que hubiera estado más cerca de la fecha señalada. Ello le hubiera permitido jugar en el estadio Midjat Bajá después de solventar la papeleta de Yugoslavia y con el mismo equipo. Sin duda que todo había sido programado escalonadamente por el gobierno turco y al fútbol le había tocado la fecha del 17. Según informaciones de los periódicos de estas fechas, el encuentro había sido concertado el año anterior. El pretender que la Federación turca removiera las convocatorias a los miembros de la UEFA y los presidentes de las demás Federaciones se presentaba como un empeño imposible.  (Para evitar equívocos, subrayar que lo que se celebraba era la proclamación de la República y no, como dijeron los periódicos deportivos españoles, la Independencia Turca).




Aquellos torneos de verano (III)

Los torneos de verano tuvieron su época dorada a mediados de los años 60 hasta casi los 80. Hoy conocidos como bolos de verano, de los que todavía se desmarcan los históricos Teresa Herrera de La Coruña y el Ramón de Carranza de Cádiz, eran torneos mucho más allá de la puesta a punto de un equipo. Los actuales preparadores físicos se llevarían las manos a la cabeza al pensar que en esos enfrentamientos el aficionado exigía a sus jugadores ya el máximo rendimiento cuando tan solamente llevaban una quincena de días de entrenamientos. Y es que los responsables de tales eventos invertían todos los esfuerzos, tanto económicos como organizativos, para completar un cartel digno de «pequeñas copas del mundo».

 La décima edición del torneo Ramón de Carranza de Cádiz reunió un cartel ciertamente impresionante: el SL Benfica de Lisboa, el CA Boca Juniors de Buenos Aires, el Real Madrid y el Real Betis Balompié. Las semifinales se jugaron el sábado 29 y consolación y final el 30 de agosto de 1964.

 Campeones de Portugal, el Benfica llegaba a Cádiz dispuesto a renovar el éxito del año anterior en tan prestigioso torneo. Los portugueses mantenían el equipo que les había hecho bicampeones de Europa, tras derrotar en la final primero al CF Barcelona 3-2 y un año más tarde al Real Madrid 5-3. También constituía la base de la selección portuguesa que habría de alcanzar el tercer puesto en el Campeonato del Mundo de 1966, considerada la mejor de toda la historia del fútbol lusitano. Entre sus jugadores más destacados estaban el guardameta Costa Pereira, los defensas Cavem, Germano, Cruz, junto al medio Coluna y la terrible delantera con Simoes, Eusebio, Torres, José Augusto y Serafim.

 De Argentina llegaba un CA Boca Juniors que comandaba el torneo Metropolitano y que lo acabaría ganando, por delante del CA Independiente de Avellaneda, futuro campeón de la Libertadores. Precisamente se presentaba el Boca como subcampeón sudamericano tras caer en la final de 1963 ante el Santos. El equipo argentino tenía impresionantes jugadores como eran el guardameta Roma, defensas Silvero y Marzolini, junto con Rattín en el medio del campo, y delanteros como Grillo, Ferreira y Alberto Mario González.

El Real Madrid se presentaba como campeón de Liga por cuarto año consecutivo y subcampeón de Europa, tras caer en la final ante el Internazionale de Milán. La novedad, histórica, era la baja de Alfredo Di Stéfano que se había marchado al RCD Español de Barcelona. Era la primera temporada sin La Saeta y Miguel Muñoz debía confeccionar un equipo con muchos jóvenes que debían potenciar las habilidades de los ilustrísimos veteranos. Así Santamaría, Puskas y Gento compartían titularidad con Zoco, Amancio y Grosso por citar a los jugadores más importantes que se desplazaron a Cádiz.

La cenicienta del torneo era el Real Betis Balompié. Invitado por méritos propios, los verdiblancos se habían clasificado en tercer lugar en la Liga 1963/64, por detrás del Real Madrid y el FC Barcelona. Habían sido el equipo-revelación con un arranque muy bueno, no perdieron en los 8 primeros partidos, y luego mantuvieron un gran rendimiento a lo largo del año que les llevó hasta la tercera posición. Sus principales jugadores eran el guardameta Pepín, los defensas Aparicio y Ríos, junto con delanteros como Ansola y Rogelio.

 La prensa destacaba que el encuentro entre el Benfica y el Real Madrid serviría para revivir la final de la Copa de Europa de 1962, cuando los lisboetas derrotaron a los madrileños por 5-3.

 De todas formas, el antecedente más inmediato entre los cuatro rivales estaba muy cerca. Unos días antes, el 23 de agosto Boca Juniors y Real Madrid jugaron la final del torneo Mohamed V en Casablanca. Aquel día ganaron los argentinos por 2-1 en un accidentado partido en el que Puskas acabó siendo expulsado por intento de agresión al árbitro y con un gol, el de la victoria del Boca, muy protestado porque Rojas, el autor, arrolló a Araquistáin.

 Así pues, por este orden, se esperaba que el nuevo Real Madrid (ya sin Di Stéfano) diese cuenta de los portugueses en las semifinales y de los argentinos en la final. Nadie contaba con el Real Betis, que volvía de una gira de preparación por Centroeuropa con resultados bastante diversos. Es más, en Cádiz se referían a los sevillanos como «los camareros» puesto que el torneo galardonaba con tres impresionantes trofeos a los tres primeros clasificados, reservando una pequeña bandeja de plata para quien ocupase el cuarto lugar.

 El torneo se disputó en dos jornadas (sábado y domingo). Comenzó y con ello llegaron las sorpresas: 01

160

 REAL BETIS – BOCA JUNIORS 2-1

Arbitro: Kiladujiam (Francia).

Goles: 1-0 (92′) Ansola. 1-1 (97′) Silveira. 2-1 (102′) Rogelio.

Real Betis: Pepín; Aparicio, Ríos Paquito; Suárez, López Hidalgo; Brebal, Pallarés (Frasco 46′), Ansola, Bosch, Rogelio.

Boca Juniors: Errea; Magdalena, Rattín, Marzolini; Ayres, Orlando; Rull, Rojas, Menéndez, Silveira, González.

 Partido complicado y muchas veces duro. La clave del éxito bético estuvo en la anticipación y el espíritu de lucha. Los argentinos eran muy superiores técnicamente, como ya lo habían demostrado en Casablanca ante el Real Madrid. El Betis, consciente de esa circunstancias, empleo a sus jugadores muy encima de los rivales, para impedirles jugar a gusto. El viento de Levante, más fuerte al inicio del partido, ayudó a que los centrocampistas del Boca fuesen más impreciso y les costase marcar el ritmo del partido. El empuje del Betis no tuve recompensa en el marcador, especialmente en la primera parte, cuando más dominaron. Aunque en la segunda mitad el Betis mantuvo su imagen ofensiva, los contragolpes del Boca pudieron ser definitivos. Con 0-0 a los noventa minutos se tuvo que jugar la prórroga (porque los penaltis estaban muy mal vistos). Y llegaron los goles y las expulsiones. Se adelantó el Betis, empató el Boca y sentenció el Betis gracias a un golpe franco lanzado por Rogelio, un especialista. El Betis empezó a perder tiempo y los jugadores del Boca exhibieron sus peores modales. Menéndez fue expulsado y Ayres, ya al final, también, pero se negó a marcharse, permaneciendo en el terreno con el consentimiento del árbitro.

 SL BENFICA – REAL MADRID 2-1

Árbitro: Heymann (Suiza).

Goles: 1-0 (16′) Eusebio. 1-1 (63′) Puskas. 2-1 (92′) Torres.

SL Benfica: Costa Pereira; Cavem, Germano, Cruz; Coluna, Raúl; Simoes, José Augusto, Torres, Eusebio, Serafim.

Real Madrid: Araquistáin; Isidro, Santamaría, Miera; Müller, Zoco; Amancio (Bueno 46′), Félix Ruiz, Grosso, Puskas, Gento.

 Con media hora de retraso por la prórroga del partido anterior empezó el partido y con una hora más de lo esperado, porque también hubo prórroga en este, se acabó la primera jornada del Carranza.

 Defraudó el Real Madrid, que no fue capaz de superar al Benfica, mucho más ordenado, preciso y efectivo. Cuando el marcador señalaba empate, el Real Madrid dio su mejor imagen, aunque el Benfica siempre supo contrarrestar el juego madridista. La primera parte fue dominio del Benfica, llegando el balón a sus peligrosos delanteros. El público gaditano, que llenaba el estadio, llegó a temer incluso por una goleada. Pero el 1-0 al descanso dejó vivo al Real Madrid. En la segunda parte los blancos mejoraron. Grosso sacó el balón desde su propia área, lanzó a Gento quien se marchó hasta el área rival, conectó un fuerte disparo que rebotó en el poste hasta llegar a Puskas, que no perdonó. Y llegaron los mejores momentos del Madrid, aunque no desmontaron al Benfica. 1-1 y prórroga. Tan solo dos minutos de juego y el Benfica sentenció el partido. Ya no había fuerzas para reaccionar. Madrid y Boca se volvían a ver, pero en la consolación.

 238

REAL MADRID – BOCA JUNIORS 2-0

Árbitro: Heymann (Suiza).

Goles: 1-0 (28′) Yanko Daucik. 2-0 (44′) Gento.

Real Madrid: Betancort; Miera, Santamaría, Casado (Isidro); Muller, Zoco; Bueno, Suárez, Yanko Daucik, Grosso, Gento (Puskas).

Boca Juniors: Errea; Magdalena (Abeledo), Rattín, Orlando; Ayres, Baralé; Rull, Rojas, Planetti, Silveira, González (Rodríguez).

 Con numerosos cambios en las alineaciones y el cansancio de los 120 minutos del día anterior, junto al desencanto de no estar en la final, Real Madrid y Boca se enfrentaban de nuevo una semana más tarde. El Madrid se llevó el tercer puesto y el Boca la bandeja para el cuarto. El partido fue bastante aburrido. El viento de Levante favoreció a los blancos en la primera parte y estos lo aprovecharon marcando sus dos goles. Especialmente en el segundo gol, obra de Gento, con un lanzamiento desde unos 30 metros, el balón fue haciendo extraños hasta sorprender al portero rival. La segunda parte siguió igual de aburrida, más sin capacidad de reacción del Boca. Al final Isidro y Silveira intercambiaron puñetazos y fueron expulsados. 326

 REAL BETIS – SL BENFICA 2-0

Árbitro: Ortiz de Mendíbil.

Goles: 1-0 (91′) Rogelio. 2-0 (104′) Frasco.

Real Betis: Pepín; Aparicio, Ríos, Paquito (Grau 34′); Suárez, López Hidalgo; Brebal, Frasco, Ansola, Bosch, Rogelio.

SL Benfica: Costa Pereira; Cavem, Germano, Cruz; Coluna, Raúl; José Augusto, Simoes, Torres, Eusebio, Serafim.

 La prensa resaltaba la hazaña del Betis. Los sevillanos se habían impuesto a base de lucha, entrega y un extraordinario afán de aprovechar cada jugada. El Betis necesitó 240 minutos de juego para proclamarse campeón del X Trofeo Ramón de Carranza con todos los merecimientos. Porque a los 90 minutos todavía mandaba el 0-0, pese al empuje de los béticos. El SL Benfica buscó el fallo, pero no lo encontró en ningún momento. Y en la prórroga, según la crónica a los 5 segundos, Rogelio sorprendió a todos. Recibió un pase en profundidad de Aparicio y, tras entrar en el área por velocidad, consiguió un disparo fulminante. No hubo reacción benfiquista, al contrario, los verdiblancos no paraban de jugar, sin síntomas de cansancio, y así sentenciaron el partido en un contragolpe. Frasco a pase de Ansola fue el autor del segundo gol. El final del partido fue una exhibición del Betis, que dominó a un entregado Benfica.

 ¿Y qué hicieron los cuatro equipos en la temporada?

 El Boca Juniors confirmó su liderazgo en el torneo argentino y se proclamó campeón con una semana de anticipación por delante del Independiente y del River Plate.

 El Real Madrid también se proclamó campeón de Liga, con lo que hacía su quinto título consecutivo. El Benfica igualmente ganó la liga portuguesa, su tercera vez consecutiva.

 Esa misma temporada Real Madrid y Benfica se encontraron de nuevo en los cuartos de final de la Copa de Europa. En una noche arrolladora el Benfica goleó por 5-1 al Real Madrid. Luego en Madrid, aunque los madridistas empujaron mucho, solo pudieron vencer por 2-1. El Benfica llegaría hasta la final, donde el Internazionale volvió a cerrarle el triunfo.

 Y el gran triunfador, el Real Betis, curiosamente, hizo una temporada muy floja. Navegó entre los puestos de descenso y solo en la última jornada, tras lograr un empate a cero en campo del CF Barcelona se salvó de disputar la promoción. Todo gracias a que Real Murcia y Real Oviedo, directos implicados en la lucha por la permanencia, empataron también a cero en La Condomina. Con este resultado el Real Oviedo descendió automáticamente y el Real Murcia tuvo que jugar la promoción.




Cuando España tuvo su campeonato de Marruecos

Hubo un tiempo en que nuestro fútbol tuvo su federación territorial africana. Y hasta existió un club español representando entre los grandes de nuestra 1ª División a Tetuán, ciudad marroquí hoy día. Como esto sucediese hace ya mucho, en la época del Protectorado, y probablemente resulte semidesconocido para el aficionado medio de nuestra época, bueno será dedicarle un vistazo.

En 1912, un acuerdo político entre Francia y España dividió el territorio marroquí en dos Zonas de Protectorado: el Norte, una lengua estrecha, montañosa y no muy rica, correspondió a España; el Centro y Sur, franja mucho más amplia, con extensas áreas despobladas aunque mejor dotadas de materias primas, vio ondear la bandera francesa. En el Protectorado Francés se hallaban las viejas Ciudades Imperiales marroquíes, hoy objeto de peregrinaje turístico (Fez, Meknes, Rabat y Marrakech). En el Español brillaba con luz propia Tánger, gracias sobre todo a su condición de puerto franco, al comercio convencional que de ello derivaba, o a sus comprensibles secuelas en forma de trapicheo y  contrabando. Tanto la parte española como la francesa fueron sacudidas durante años por un rosario de guerras, levantamientos y escaramuzas, pues los marroquíes, cuya opinión nadie se molestó en sondear, distaron mucho de aceptar tranquilamente aquella dominación. Por cuanto al Marruecos Español se refiere, la pacificación no se produjo hasta 1927, aunque Tetuán hubiese sido ocupada en 1913 y Xauen en 1920.

Para entonces, el fútbol no era un deporte desconocido al otro lado del estrecho. Ceuta y Melilla, las dos plazas de soberanía española, se enorgullecían de poseer su par de clubes representativos. Madrugó más Melilla, con la constitución en 1912 del Sporting Melillense. Queda constancia de ello porque en setiembre de ese año, al programarse una exhibición del aviador francés Mauvais como plato fuerte de los festejos patronales, la muchachada del Sporting también quiso unirse a los acontecimientos, incrustando un «match» de «foot-ball» entre sus equipos A y B en terrenos de la Sociedad Hípica. Los ceutíes aún debieron esperar un poco para ver fútbol, puesto que el Ceuta Sport no habría de constituirse hasta 1919. Justo dos años antes, en 1917, se creaba la Asociación Africana de Clubs de Fútbol, con sede y primer campeonato en Melilla. La entidad triunfadora en esa edición inaugural fue el Reina Victoria Eugenia (camiseta amarilla y negra, a listas horizontales, muy a la inglesa, y pantalón blanco). Los demás componentes de aquel torneo, reducido al ámbito melillense, fueron: San Fernando (camisetas blanquiverdes y pantalón blanco), Iris (camisetas rojas) y Santa Bárbara, cuya equipación, al menos para quien suscribe, continúa siendo un misterio. Ese primer campeón, animado, quizás, por su cosecha de laureles, se embarcó en la primera gira peninsular de que existe constancia en el fútbol norteafricano. Los públicos de Madrid, Barcelona y Valencia, tuvieron ocasión de verlos desempeñar un digno papel, según contaron al regreso.

Otros clubes fueron añadiéndose a los citados: el Racing, el Fortuna, el C. D. España y Unión Juventud de Melilla, por ejemplo, aparte de equipos militares como el de Sanidad o el de la Sociedad Hípica. La actividad deportiva tuvo que ser suspendida coyunturalmente, coincidiendo con el estallido de las más sanguinarias revueltas cabileñas (la de 1921, sobre todo). Pero el fútbol ya había arraigado. Y gracias a los jugadores peninsulares de tronío que eran destinados al Norte de África para cumplir sus deberes militares, en Ceuta y Melilla pudieron disfrutar de lo lindo. Aguirregoitia (Arenas de Guecho), Prats (Baracaldo, que debutaría como internacional en 1927), Arrillaga (Real Sociedad de San Sebastián), Santiuste (Racing de Santander), Conrado Portas (Español de Barcelona y también internacional), fueron sólo algunos de ellos.

No parece, de cualquier modo, que el público del Protectorado, o al menos buena parte del mismo, estuviese muy al corriente sobre la realidad del fútbol. Eso se desprende de la crónica recogida por el «Telegrama del Rif», periódico melillense, con ocasión de la visita que el gran Ricardo Zamora hiciese a la plaza para disputar el 4 de setiembre de 1927 un «bolo» de exhibición. «El Divino» fue recibido como el ídolo que era, claro está, no sólo entre ovaciones y vítores, sino hasta el extremo de que el ferry a Málaga partió de Melilla con dos horas de retraso, porque el guardameta estaba arbitrando un combate de boxeo. Pero lo más curioso se desarrolló durante la disputa del partido. Parte del respetable abroncó a los jugadores del combinado cuyo portal defendía Zamora, por su empeño en evitar que los contrarios disparasen. Si no chutaban a gol, obviamente no podrían deleitarse con las «palomitas» del ilustre.

El 3 de enero de 1931, cuando el régimen monárquico comenzaba a dar síntomas de desmoronamiento, la Asociación Africana dio paso a una naciente Federación de Fútbol Hispanomarroquí, presidida por D. Luis Sánchez Urdazpal. Dicha Federación coordinaría todo el fútbol del Protectorado Español, así como de las ciudades de Ceuta y Melilla, y tendría su sede en Ceuta. Sorprende, y no poco, el «traslado» federativo, considerando que durante aquellos años solían destacar la fuerza y pujanza de los equipos orientales. O sea, los de Melilla. A buen seguro Ceuta contó con la habilidad de Sánchez Urdazpal, quien se mantuvo en el cargo durante nada menos que 15 años.

Es mucho lo que el fútbol norteafricano debe a aquel hombre tenaz. Gracias a su insistencia, la Federación Española consintió al término del ejercicio 1935-36 que el fútbol hispanomarroquí tuviera su representación en la 2ª División estatal. La Guerra Civil, empero, retrasaría dicha circunstancia.

Para entonces habían ido surgiendo un buen puñado de clubes por todo el Norte marroquí del Protectorado. En Tetúan destacaban el Hispano Marroquí, el Tetuán F. C, y el Sporting, a los que en 1925 se unieron  la Sociedad Deportiva España y el Tetuán Sport. Pero aún faltaba por nacer el más grande: el Atlético de Tetuán. Y para su gestación contribuyó decisivamente el traslado profesional del entonces teniente Fernando Fuertes de Villavicencio.

Fernando Fuertes había jugado en el Athletic de Madrid cuando sus obligaciones militares y Luis Olaso se lo permitían, que no era demasiado a menudo. Luis Olaso, optante a su misma demarcación de extremo izquierdo, acabó cerrándole el paso a la titularidad. Para poder jugar, Fuertes de Villavicencio estampó su firma en la ficha del Racing madrileño, donde el puesto de extremo zurdo solía ser ocupado por Luis Prieto Cerezo, hijo del célebre político socialista Indalecio Prieto. En Tetuán, con la ayuda de unos pocos militares y varios soldados de reemplazo, tardó poco en crear (marzo de 1933) el Athletic Club de Tetuán. Sus colores rojiblancos constituían un claro homenaje al Athletic madrileño, y su escudo, obra del bilbaíno José Bacigalupe, estaba muy inspirado en el del otro Athletic, el de Bilbao.

La temporada 1933-34 ese recién nacido Athletic tetuaní ascendería de Segunda a Primera Categoría Regional. Una campaña bastó a sus hombres para tomar el pulso a la nueva división, porque la siguiente, última temporada de preguerra (1935-36) concluyeron el torneo invictos. Aquella primera plaza proporcionaba el derecho a participar en el Campeonato de España (la Copa), donde eliminaron al Tenerife y sucumbieron ante el Malacitano, por entonces máximo exponente futbolístico de Málaga. Además, gracias a las gestiones del eficaz y bien relacionado Sánchez Urdazpal, el campeonato hispanomarroquí garantizaba una plaza en la 2ª División Nacional, conforme quedó apuntado.

El estallido de la Guerra Civil demoró el debut norteafricano en nuestra 2ª División. Pero la temporada 1935-36 no se despidió sin que la Federación Hispanomarroquí organizase su primer partido «internacional», donde los del Protectorado Español vencieron por 4-1 al Marruecos Francés. Aquella escuadra estuvo compuesta por jugadores del Athletic tetuaní, Ceuta, España de Tánger y Español de Tetuán.

Con la paz, entre exiliados a Francia o América, purgas, sufrimiento en los insalubres campos de concentración y miedo a los ajustes de cuentas, el Athletic, reconvertido pronto en Atlético, por imperativo franquista, debería haber reaparecido en 2ª. Pero ante su situación calamitosa, sin dinero ni futbolistas, con un terreno de juego impracticable, su directiva optó por la prudente renuncia. Los del otro lado del estrecho seguían sin representación oficial en el Campeonato Nacional, después de todo. La decepción, sin embargo, duraría poco. Fruto de la reestructuración futbolística llevada a cabo por el ente federativo estatal, que entre otras cosas supuso recuperar la fenecida 3ª División, el Ceuta Sport pudo batirse en el fútbol de bronce la campaña 1940-41.

 159 

Francisco Lesmes, probablemente el mejor central español de su época, intransferible para un muy bien armado Real Valladolid, se hizo profesional en el Atlético de Tetuán.

 Para el ejercicio 1942-43 el Campeonato Hispanomarroquí, disputado en dos grupos, pasó a denominarse Campeonato de Marruecos. Los dos mejor clasificados de cada grupo afrontaban una fase final. Y aquel año, los clasificados fueron Atlético de Tetuán y África Ceutí (zona occidental) y Melilla C. F. y Unión Juventud Español de Melilla (oriental). Los tetuaníes, campeones de esa liguilla, por fin conquistaban la 3ª División. La campaña siguiente ya se disputó el torneo en un único grupo, y su campeón, la U. D. Melilla, se encaramaba también a 3ª.

Ceuta vería a su club por primera vez en 2ª División el ya lejano 1942. Melilla debió esperar hasta 1950-51 para seguirles la estela. El Atlético de Tetuán  había dado ese mismo paso en 1949-50, y todavía debutaría entre los más grandes el 9 de setiembre de 1951 (temporada 1951-52) frente al Real Zaragoza. Varios jugadores utilizaron el club tetuaní como trampolín hacia entidades más poderosas, e incluso hacia el internacionalato. Los hermanos Lesmes, Ramón Martínez «Ramoní», Román Matito… Y algún otro, como el marroquí de raza negra «Chicha», pudo haberlo hecho, pues el Barcelona de Kubala, Ramallets, Basora o Biosca, puso en ello todo su empeño. «Chicha», tan genial como desprendido, tan buen hombre que ni sabía moverse bien por la vida, renunció a salir de su Marruecos natal, probablemente porque el horizonte peninsular se le antojaba demasiado grande. Salvando las distancias de cultura y época, podría cuadrarle cualquier comparación con «Mágico» González, otro astro intermitente al que en la «Tacita de Plata» otorgaron cetro y corona.

La referencia a «Chicha» exige alguna aclaración, puesto que los clubes norteafricanos gozaban de un curioso, aunque lógico privilegio: el de alinear a jóvenes marroquíes, incluso en tiempos de cierre fronterizo para el mercado importador. Negarles esa posibilidad hubiese equivalido a injusticia, si no a flagrante «apartheid». De ese modo, casi dos docenas de «extranjeros» trotaron por nuestros campos en categoría nacional, cuando ni los sudamericanos podían hacerlo.

 237

Rafael Lesmes. Del fútbol norteafricano al Valladolid, y de éste al Real Madrid que Alfredo Di Stéfano hizo inmenso.

 Los tiempos cambiaban. El colonialismo formaba parte del pasado. Los británicos, muy debilitados por la II Guerra Mundial, perdieron la India, su joya de la corona, el 15 de agosto de 1947, y muchos pueblos sin patria ni gobierno comenzaron a mirarse en aquel espejo. África también quiso despertar. Tímidamente al principio, con sangre y mucho encono después. Los franceses, tratando de mantenerse en Marruecos a toda costa, destronaron al sultán Mohamed Ben Yusuf para colocar en su puesto a Muley Ben Arafa, pura marioneta gala. El gobierno español estuvo desde el principio en desacuerdo con la fechoría, y ello evitó en la franja norte las manifestaciones y atentados del área francesa, que a la postre concluyeron con la restitución del sultanato al depuesto y la formación de un gobierno provisional, nacionalista, como puente hacia la independencia. España tuvo que secundar esa fórmula. El 13 de enero de 1956, el Consejo de Ministros franquista acordaba iniciar negociaciones para la independencia de Marruecos, culminadas tres meses después. Desde ese instante ya no hubo Protectorado, y sin éste carecía de sentido una Federación Hispanomarroquí. Muchos españoles residentes en Tetuán pusieron rumbo hacia Ceuta, en tanto otros muchos «tangerinos» cruzaban el estrecho para desembarcar el Algeciras. Justo el mismo camino que siguieron los clubes más señeros de ambas ciudades.

El fútbol español había acogido en categoría nacional al C. D. Alcázar, de Alcazarquivir; C. D. Pescadores, de Alhucemas; Imperio Riffien, de Fnideq; Larache C. F.,  de Larache; C. D. Alcazaba, Escuelas Hispano Árabes, U. D. España, Maghreb El-Aksa, U. D. Sevillana y U. D. Tangerina, todos ellos de Tánger; y Español C. F y Atlético de Tetuán, de esta última localidad. El 10 de julio de 1956, el Atlético tetuaní se fusionó con la S. D. Ceuta, campeona de su grupo en 3ª División, pero fracasada en el intento de encaramarse a 2ª. De ese modo, el neonato Atlético de Ceuta competiría en la división de plata, al tiempo que se veía reforzado con los mejores hombres de ambas plantillas. La U. D. España de Tánger haría otro tanto con el Algeciras C. F., dando lugar al efímero España de Algeciras. Y el Club Atlético Algeciras sería fruto de la fusión de una modesta entidad local con el Larache C. F.    

325 

Román Matito, otro internacional español «hecho» en el Protectorado.

 Todo parecía haberse resuelto, respecto al fútbol hispanomarroquí. Pero en lo tocante a Ceuta y Melilla los federativos de la época difícilmente hubieran podido mostrarse más espesos. Tras la creación de la Federación de Fútbol Marroquí, con sede en Rabat (la del Marruecos independiente, se entiende), Ceuta y Melilla quedaban en el limbo. Nadie parecía haber tenido en cuenta que esas plazas seguirían siendo españolas y sus equipos continuaban encuadrados en el Campeonato Español. Compitieron en sus respectivos categorías, es cierto, pero huérfanos de Federación territorial. Sólo en setiembre de 1959 habría de crearse la Federación Norteafricana de Fútbol, con presidencia en Ceuta y delegación en Melilla. Las cosas de palacio, ya se sabe, suelen ir muy despacio. Y más despacio aún anduvo la tantas veces demandada transformación federativa de la Delegación melillense. Sólo el 19 de octubre de 1999 pudo convertirse en Federación Melillense de Fútbol la antigua delegación.

Hoy, cuando Atlético de Ceuta y España de Algeciras, sobrevivientes del Protectorado, son entidades difuntas y olvidadas, cuando la actual Unión Deportiva Melilla nada tiene que ver en puridad con la U. D. Melilla y el Melilla C. F. que transitaron por la descolonización, la Federación de Fútbol Hispanomarroquí duerme sueños de alcanfor entre fotos en blanco y negro. Justo cuanto sucede con las historias que se diría no existieron nunca.

     




Dos reliquias inigualables del foot-ball sevillano

Algunas reliquias convienen ser guardadas como auténticos tesoros, y he aquí dos de ellas: La entrada más antigua conservada de un match de football y el cartel promocional de football más antiguo también conservado; ambos en la provincia de Sevilla.

No pocas veces nos hemos preguntado el aspecto que habría tenido el primer cartel anunciador de una partida de football en cualquiera de las ciudades españolas. Y si bien de otras desconocemos las circunstancias, en concreto de la Ciudad de Sevilla nos ha llegado el primer cartel que se conserva y probablemente el primero que se debió poner en circulación para promocionar el entonces incipiente sport del football en la capital de la Giralda.

 Su dueño es el gran coleccionista bético D. Javier Maldonado, el cual me ha prometido en el futuro alguna que otra sorpresa más que mostrar a los visitantes de cuadernosdefutbol.com. Yo, al menos, quisiera agradecerle su deferencia y su dedicación absoluta para recopilar no ya solo ingente de material bético, sino también material diverso del football sevillano en general.

 Pero mostremos ya las dos «perlas» de su museo de las que hoy tratamos:

157

 Como podemos leer, en este cartel, fechado el 22 de Noviembre, domingo, de 1908, se anuncia un partido de entrenamiento entre dos «teams» de, según se lee, la nueva sociedad creada «Sevilla Foot-ball Club».

 Literalmente dice: «El próximo domingo 22 de Noviembre partido de entrenamiento de la nueva sociedad Sevilla Foot-ball Club«. El año no aparece, pero las pistas que nos ofrecen el día de la semana y la fecha en concreto señaladas, sólo pueden corresponder, en lógica con el devenir del football en Sevilla, con el año de 1908. Basta con coger un calendario histórico y comprobarlo por uno mismo.

Toda una reliquia, como digo, que debe ser guardada como oro en paño por los aficionados a la historia del football Sevillano.

Y la otra «perla» que hoy nos deja D. Javier Maldonado es la entrada de un partido de football más antigua que se conserva en Sevilla. Ésta corresponde a un match jugado en 1914, concretamente el 27 de Diciembre, de carácter benéfico, y entre el Real Betis Balompié y el Club Recreativo de Huelva. El partido, aunque sea anecdótico terminó con el resultado de 1-3 a favor de los onubenses.

 235




Etimología (y VI): jugadores (III)

Terminamos hoy con esta pequeña serie de tres artículos en la que he intentado profundizar en los distintos nombres que reciben los puestos de los jugadores de fútbol. Y lo hacemos con la figura del delantero, que resulta sin duda la más atractiva, la más vistosa, la más espectacular. La salsa del fútbol, lo que adereza nuestro deporte, es el gol; el gol es posiblemente lo que más alegrías proporciona en nuestra sociedad actual, muchas más que cualquier decisión acertada de un político o que la aparición de una obra maestra de la literatura o de cualquier otro tipo de arte. Los delanteros tienen la suerte de ser los encargados fundamentales de regalar esa alegría, de ellos es la enorme suerte pero también la gran responsabilidad.

Los delanteros son los que tienen como labor estar delante. Por lo tanto la denominación principal hace referencia a su posición en el campo, como los medios, y no a su función, como los defensas. El adverbio ‘delante’, con una forma antigua ‘denante’, deriva de la preposición latina ‘ante’ precedida de los preverbios ‘in’ y ‘de’ (de-in-ante). En español conservamos como cultismo la preposición latina para denotar anterioridad en el tiempo o en el espacio, aunque quizá sea más recurrente para ese significado ‘pre’, de la preposición latina ‘prae’. En todo caso son muchas las palabras españolas en las que podemos rastrear el ‘ante’, y entre ellas quizá esté más escondido en ‘antiguo’ (*ante-guos, -donde *guos significa apariencia-) y ‘anciano’ (*ante-anus). Por otro lado en español estándar sí tenemos un preverbio muy recurrente, con el significado de oposición, ‘anti’. No se trata de la palabra latina sino de la griega correspondiente; la evolución semántica se explica a partir de «estar delante de algo», que es estar en frente o contra ese algo, primero en sentido espacial y luego figurado.

Aparte de su nombre principal, como habitualmente, los periodistas han tenido que recurrir a otras designaciones metafóricas para evitar la reiteración machacona en sus alocuciones. Y como habitualmente, dichas metáforas son guerreras.

Aunque todos los miembros de un bando atacan al otro, a los delanteros se les conoce por encima de sus compañeros como atacantes. La palabra ‘atacar’ resulta particularmente difícil en su evolución, así que la aprovecharemos como ejemplo de cómo las palabras pueden evolucionar semánticamente por caminos impenetrables para nuestro raciocinio occidental del siglo XXI. El largo camino que desembocará en nuestros atacantes comienza en el indoeuropeo, cuya raíz *steg significaba «palo, estaca». Tal evolucionó al gótico, lengua germánica oriental (el inglés y el alemán derivan del germánico occidental), como ‘staka’, que es nuestra ‘estaca’. Del gótico pasó al occitano, o lengua de Oc, con el significado de «atar», por lo que debemos entender que por antonomasia se ataba a las estacas. Fue desde esta lengua desde la que la palabra pasó al italiano ‘staccare’, en que el significado de «atar» evolucionó al de «separar»; la difícil evolución semántica quizá la debamos explicar a partir de una situación en la que se ata a alguien para separarlo de otro alguien. Por oposición a este significado de «separar» se creó un ‘attaccare’ con un preverbio ‘ad’ con el que se designó la acción contraria, la de «unir». Fue por fin con ese significado con el que la palabra llegó en el siglo XV al castellano, «atar o abrochar al cuerpo una pieza de vestido», según define Corominas. Por último, a mediados del XVII el español recibió una vez más del italiano el significado de «acometer», a partir de la expresión ‘attaccare bataglia’. Como queda patente, un buen ejemplo de evolución difícil.

Otra de las designaciones habituales es la de ariete. El primer significado de la palabra ‘ariete’ es el de una máquina militar en cuya punta, que era una viga, tenía una figura de cabeza de carnero y que era usada para abatir las murallas de las ciudades. Posteriormente se designó con ella también a un buque de vapor blindado y con un espolón muy reforzado y saliente, utilizado igualmente para abatir a otros barcos. Por último, existen actualmente arietes hidráulicos, que resultan ser máquinas para elevar agua utilizando el movimiento oscilatorio producido por una columna del mismo líquido. La palabra deriva del latín ‘aries’, «carnero padre», que es el que da nombre al primer signo del Zodiaco (compárese con el alemán Widder, palabra que designa al carnero padre, o morueco, y que es también el primer signo del Zodiaco). Por lo tanto convertimos a los delanteros en máquinas de guerra que intentan derivar las tantas veces oídas murallas defensivas. Todo encaja.

También ocurre que los delanteros están en la punta del dibujo del esquema táctico, lo que los termina convirtiendo en ‘puntas’. Pero esa explicación se mezcla con otra, a partir de ‘puntas de lanza’, como en ocasiones se llama a los delanteros, por posible simplificación de la expresión. Muy probablemente la metáfora se pueda encontrar en cantos épicos, en que los guerreros se convierten en sí mismos en las lanzas que atacan a los contrarios. Épica, guerra y fútbol.

Y para terminar dejo la historia para hablar de nuestra lengua de hoy. Se oye en ocasiones, pocas en verdad, nombres tales como ‘extremo izquierdo’, en que se hace una falsa concordancia entre el sustantivo y el supuesto adjetivo. Tal concordancia es un error porque se trata en realidad de dos sustantivos yuxtapuestos, como en ‘coche cama’, por lo que esta concordancia no es posible. Dejemos por lo tanto a los castizos interiores izquierda (tal es el plural correcto) como siempre han sido invitando a los periodistas a crear metáforas, a ser fecundos en imágenes pero siempre respetando la gramática, y por encima de ella, el genio de la lengua, en genio que ellos también comparten.

Y con ello terminamos la breve explicación de las palabras con las que se designan las posiciones de los jugadores. Los lectores habrán echado en falta muchas denominaciones tales como ‘volante’, ‘ala’, ‘pivote’, el tan traído y llevado ‘carrilero’, etc. No se trataba de hacer una exhaustiva descripción y enumeración de todos los nombres, sino simplemente de mostrar nuevamente una pequeña visión global con el objetivo de que los lectores se conciencien de la enorme historia que tienen las palabras que usamos y por ello el gran respeto que debemos tener hacia ellas y la necesidad casi moral de cuidarlas y respetarlas.




Young y el «verdadero origen del football en España»

El objetivo de este artículo es analizar un tema que en nuestra opinión se está prestando a interpretaciones precipitadas o equivocadas, cual es el testimonio del Señor Young, en el Diario de Huelva, el 27 de Mayo de 1933, y que es titulado «el verdadero origen del football español».

154

Pero vamos a ir desgranando uno a uno los detalles. Si leemos atentamente el artículo se puede entender que el Sr. Young llegó a Huelva en 1880.

233

Y acto seguido, metiéndose ya de lleno en la temática del football en si misma indica con un criterio personalísimo que cuando él llegó a Huelva no había aún  football en España. Young continúa indicando que el primer grupo lo creó un compañero de trabajo de las Minas de Rio Tinto llamado Crozier, en cuyo equipo se le reservó un puesto. Según Young, era el año 1881.

323

A partir de aquí, y sobre todo a partir de esa fecha, Mr. Young, se dedica a relatar los pormenores de la actividad futbolística de «entonces» indicando las rudimentarias características del football en sus principios, y de que las primeras partidas se jugaron entre los Clubes de Huelva (Huelva Recreation Club) y de Rio Tinto y de las minas de Tharsis. Sin olvidar las partidas de estos dos teams también, un poco más adelante en el tiempo, contra el «Club Inglés de Sevilla» de 1890, de la capital hispalense. Veamos el pasaje.

419

Hasta aquí, si no fuera por las fechas, todo está correcto y la lectura es didáctica y rica en aspectos hasta ahora desconocidos; tan rica tal vez, que obnubila la mente del investigador y le hace sacar conclusiones precipitadas.

Si bien el relato tal cual se presenta se corresponde en mucho con la realidad acaecida realmente en el periodo comprendido entre 1889 y 1893, y del cual disponemos de datos «en tiempo real» que así lo confirman, hay conclusiones que, en base únicamente a este testimonio, se pueden tomar y que son del todo precipitadas. Entre estas conclusiones precipitadas tenemos una que nos llama poderosamente la atención, consistente en afirmar que desde 1881 ya se jugaba al football en Sevilla.

Ahora veremos por qué es un error notable que sorprende en los por otro lado buenos trabajos a los que antes hacíamos alusión:

512

«…El primer grupo que se formó lo creó un compañero de trabajo en las minas, llamado Crozier. En él se me reservó un puesto. Era el año 81…»

Lo primero es constatar que las fechas a las que hace alusión el Sr. Young son definitivamente erróneas, y para ello únicamente tenemos que aclarar que el equipo en el que el Sr. Crozier le hizo cabida a Mr. Young, no pudo ser creado, tal y como indica el propio Mr Young, en 1881, sino en 1890 ó 1891. Por la sencilla razón de que Mr. Crozier no llegó a Huelva hasta 1890:

611

Como pueden comprobar, en el «Staff book» nº2 de la compañía minera de Rio Tinto Company Limited que se conservan en los archivos de Londres, queda bastante claro que James Crozier no llegó a Huelva hasta el 18 de Diciembre de 1890.

Esto demuestra con claridad que el relato de Mr. Young se sucede en realidad 10 años después de lo que él indica, es decir, a partir de 1889-1890 aproximadamente.

Por tanto decir y proclamar que en Sevilla ya se jugaba a partir de 1881 es falso, si nos basamos para ello en los datos aportados en este relato de 1933.

En última instancia si quien se aventura a hacer esas conclusiones tan «rápidas y poco contrastadas» tuvieran pruebas reales que demostrasen que en 1881 ya se jugaba a football en Sevilla, estaríamos encantados de publicarlas en nuestra revista mensual.

Por puntualizar y terminar de aclarar los pertinentes equívocos a los que podría llegarse con este asunto, en contraposición, si que podemos confirmar que en Huelva sí que se jugaba a football desde al menos 1880. Veamos en que nos basamos para confirmar lo que afirmamos.

Lo primero es una reseña fechada en 1.874 hecha en un lilbro de huéspedes de una antigua fonda inglesa del municipio Malagueño de Gaucín, y que fue descubierta por el investigador inglés Phil Ball y expuesta en su libro «Morbo: The story of the Spanish football».

79

En la página 39 se puede leer lo siguiente en relación a esa reseña escrita en el libro de huéspedes de la fonda inglesa de dicho municipio:

84

93

103

Por no profundizar demasiado en este punto, en mi libro «1884-1889: El Origen del Huelva Recreation Club» tienen ustedes mas detalles de este asunto de 1874.

Eso por una parte. Por otra tenemos referencias plausibles a un evento sucedido en la plaza de toros de Rio Tinto el 3 de Octubre de 1880 que a todas luces hace alusión al football:

Esta referencia aparece en el Boletín de Loterías y Toros de Noviembre de 1880, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid:

1111

Las razones que nos llevan a pensar inequívocamente que es football son las siguientes:

a) Es improbable que se hubiera podido poner o  montar una red de tennis. El montaje habría sido un poco complejo en una plaza de toros. Habría que haber pintado las líneas, alisado el terreno y jugado el partido, cuya duración es indeterminada; algo ilógico por tanto para un intermedio, como indica la nota.

b) es imposible que hubiera sido cricket porque el cricket es un deporte muy técnico y de reglas complejas, únicamente afines a grupos selectos de la sociedad de entonces (británica) y que además no era pues nada concordante con el tipo de personas que podían asistir entonces a ver los toros. El Cricket por otra parte requería, al igual que el tenis, cierta destreza técnica, y por último y no menos importante hay que resaltar el hecho de que los tanteos de una partida de cricket son muy largos y los partidos duran por lo general una eternidad.

c) Y por último nos quedaría el football, lo cual casi con toda probabilidad fue lo que aconteció aquel día. El football tenía unas reglas muy básicas y elementales (en aquellas fechas casi no «existían» reglas firmes que cumplir), el jugador no debía ser demasiado preciso ni técnico y el contacto rudo y tosco era normal. Además era el juego inglés «menos culto», más fácil de practicar por la gente llana del pueblo y más apto al tipo de público de plazas de toros en aquellos tiempos. Y por último sólo se necesitaría cuatro palos y una pelota y por añadidura no había que llegar a un tanteador fijo para concluir la partida.

De todas maneras, como en todo, habrá quien quiera ver otra cosa. Está desde luego en su pleno derecho.

En tercer lugar, en la propia prensa de la época, en el diario La Provincia aparece una nota de prensa en la que el editor dice literalmente que «posiblemente haya sido Huelva en la que se haya jugado más al football entre 1880 y 1892«:

1210

En cuarto lugar no podemos olvidar la carta manuscrita propiedad de la familia Martínez que se conserva en el museo de la RFEF. Dicha carta se encuentra fechada en marzo de 1888 y hace literalmente alusión a partidas de football del «Club de Recreo» desde hace algunos años. A falta de otras pruebas se debe entender que la expresión «desde hace algunos años» se refiere a uno o dos años. Por tanto perfectamente esa carta se refiere a partidas de football desde 1886.

Veamos la carta:

1310

1410

———————————————————————————————————————

Agradecimientos especiales, otra vez más a D. Alfredo Moreno Bolaños, historiador de Rio Tinto (Huelva), en lo que respecta a los datos oficiales de Mr Crozier, y la reseña de football (juego de pelota) en la plaza de toros de Rio tinto en 1880.