Biblioteca Martialay – Religión y Deporte: un boomerang

Quizá sea un axioma decir que la Historia se repite. No es que el caminar del hombre sea en círculo como si anduviera perdido en el desierto de los tiempos o en los páramos helados de las épocas. Si no que el giro de la Historia parece marcar una espiral infinita de eje vertical, de tal suerte que los puntos de cada una de las curvas quedan colocados sobre los de las anteriores pero distanciados verticalmente tanto cuanto estén alejadas cada una de las curvas.

No hay en ese devenir histórico distancias iguales en el desarrollo vertical. Tampoco son iguales esos bucles de la espiral. Unos tienen el radio de enormes dimensiones – decenios, siglos… – y otros son muy reducidos, cuestión de semanas, años… – de tal suerte que ese gigantesco «muelle», al que se puede asimilar el total de la Historia, es completamente asimétrico. Enormes giros junto a reducidísimas vueltas; curvas casi pegadas como las cotas topográficas de una montaña y otras inmensamente separadas como las curvas de nivel de un gigantesco desierto sin accidentes topográficos.

La Historia de repite, sí, pero con separaciones muy variadas y con radios  absolutamente distintos en sus momentos de coincidencia. De aquí lo difícil de prever cuándo se van a producir sus semejanzas -que a veces son casi identidades- y cuando el recorrido parece totalmente nuevo.

Sí, la Historia es maestra de la vida, pero resulta ser una profesora nada monótona y siempre dispuesta a sorprender al alumno, por avisado que éste sea.

Puede asegurarse que hay unos puntos coincidentes a lo largo del desarrollo histórico entre deporte y religión.

Es más, ambos coinciden en los tiempos de paganismo en las civilizaciones humanas y se distancian en las fases de religiosidad de los pueblos.

No cabe duda que es difícil tener una referencia del ser humano antes de ser pasado por el tamiz de la civilización. No se trata de intentar escrutar la mente de aquel ser refugiado en las cuevas y que veía con asombro aparecer el sol y marcharse al cabo de la jornada, dejándole frío, oscuridad, peligro, miedos… Posiblemente el sol fuera el primer dios para ese ser primitivo. Y desde él, el hombre supo que tenía unas obligaciones para alguien fuera de su mundo y de su dimensión.  Es decir que la curva religiosa empieza en el hombre mucho antes que la idea del deporte. Porque si la religión parece ser consustancial con el ser humano, el deporte se separa de la necesidad del trabajo cuando el ser humano pasa a tener ocio. Sin ocio no hay deporte -de hecho no lo ha habido en las sociedades humanas-, sólo existe el trabajo. El hombre corre para perseguir a sus presas a las que caza por necesidad vital, las asaeta con su lanza, lucha contra ellas o contra otro semejante que le disputa la presa, carga con su botín y lo transporta a hombros a su morada. Cuando todo eso lo tiene resuelto, emplea ese tiempo en cazar, en lanzar la jabalina o el peso, en correr para mantener la salud o para competir con otros semejantes… El deporte en su esencialidad es una imitación de la caza o de la guerra, menesteres iniciales de las sociedades humanas.

El deporte nace y se desarrolla en las clases sociales que disponen de tiempo, esto es en las adineradas.

Tal es, en el curso histórico, la fase de la civilización griega. Origen del deporte organizado por esa misma sociedad.

Grecia inventa los dioses con una inmensa facilidad. La riqueza de la mitología habla de la superficialidad religiosa de los griegos. Tal proliferación de dioses no hace más que indicar un paganismo total. Los dioses, salvo para el sector más ignorante del pueblo, resultan más unos «objetos» decorativos y de diálogo poético que una creencia emanante de la fe profunda, razonada y sincera.

Grecia inventa el deporte. Lo eleva a rito casi religioso -o religioso total- con  las ceremonias fastuosas que culminan con los Juegos Olímpicos que se celebran cada cuatro años. Pero esa gran fiesta exige una dedicación de los atletas en entrenamientos y competiciones menores para la selección de los mejores y el perfeccionamiento de los elegidos para representar a cada pueblo en la gran ceremonia final

Los grandes triunfadores son inmediatamente deificados y objeto de un culto manifestado por las estatuas de similar entidad que las de los dioses.

El primer punto de contacto de las dos trayectorias -deporte y religión- se produce en Grecia. Y no es un simple choque incidental sino un caminar juntas durante un tiempo apreciable en el discurrir histórico.

Cuando la civilización griega es arrollada por otros modos de entender la vida, la tradición deportiva se mantiene en pie en tanto en cuanto la nueva sociedad está inmersa en un paganismo similar -de hecho Roma conserva los dioses romanos aun cuando los cambia el nombre-; deporte y religión forman parte de un mismo concepto en el que dioses y héroes permanecen juntos, con la peculiaridad de que entre los héroes no solamente cuentan los bélicos sino en igual dimensión los deportistas.

A medida que los pueblos bárbaros se apoderan del mundo conocido van separándose esas líneas. La religiosa va afirmándose en esos pueblos. La deportiva desaparece en tanto en cuanto son sociedades que carecen de ocio. Y el entretenimiento del pueblo -agobiado por el trabajo de una vida dura y de combate- se llena con el ceremonial religioso. Ceremonial particularmente rico cuando esos pueblos van convirtiéndose al cristianismo con una riquísima liturgia, con una pléyade de Santos, producto del martirio previo a la conversión. El deporte queda subordinado a la preparación directa de la guerra y sus héroes -sus campeones- son absorbidos por los de los combates, las batallas y las conquistas.

¿Cuándo en la espiral de la Historia van a coincidir las posiciones de religión y deporte?

Cuando la sociedad, fuertemente construida en el entorno de las catedrales, vaya perdiendo esa cohesión que le proporciona una religión común, que exige grandes gestas bélicas para recuperar sus tierras ancestrales. No otra cosa es en España la Reconquista, contra el invasor musulmán, y en el resto de Europa

el envío de sus «campeones» a las misiones de las Cruzadas.

A finales del siglo XIX, a compás de la revolución industrial, le separación entre las trayectorias de la religión y deporte se mantiene en un paralelismo de ajenidad que le viene de los siglos anteriores.

Pero el deporte empieza a tomar forma. En la sociedad industrial enriquecida empieza a aparecer el «sport» y unos diletantes practicantes de escaso número pero de infinita influencia en la masa trabajadora. Porque el obrero -nuevo concepto del trabajo- imita al patrón y en sus momentos de descanso se lanza tras una pelota de fútbol  o se encierra bien en un frontón bien en un cuadrilátero  para competir sin otra finalidad que la del ejercicio físico y la notoriedad dentro del barrio o de la fábrica y en mayor medida de la comarca al vencer a los de las tierras inmediatas.

Pero la religiosidad es otra dimensión. Las trayectorias del deporte y la religión siguen absolutamente separadas.

Las tesis paganas e incluso antirreligiosas que emanan de la revolución francesa y que se expanden por todo el mundo, van marcando -ahora puede verse, pero no se vio en su momento-  el acercamiento de esas trayectorias que se repelían desde el paganismo grecolatino.

El paganismo moderno ha puesto su empeño en la promoción del deporte de una forma evidente.

Los grandes estadios, los lujosos pabellones deportivos han ido sustituyendo a las catedrales cristianas a lo largo de todo el mundo. Los clubes con sus asociados han suplantado a la reunión en las parroquias. Las manifestaciones deportivas, las competiciones han tomado el puesto de las muestras litúrgicas semanales y las grandes festividades anuales. Las riadas de aficionados en su marcha hacia el estadio, con sus músicas, sus pancartas, sus banderas, sus uniformidades han suplantado en el imaginario colectivo primario del inculto hombre de la modernidad, a las procesiones.

Los iconos de Santos y mártires han sido sustituidos por las siluetas de los deportistas de mayor culto -atención a esta palabra-, de mayor entidad, clase y calidad de los clubes. Los milagros ya no los hacen los Santos, los milagros con un lanzamiento, una carrera, un gol, un KO… lo hacen esos seres mágicos, diferentes,  a los que aún no se les llama dioses, sino sólo ídolos, por el momento.

A medida que el paganismo se ha enseñoreado de la sociedad contemporánea -con una evangelización global a través de unos medios de «predicación» fabulosos: prensa, radio, televisión… – los héroes deportivos van transformándose en dioses.

El boomerang se ha producido. ¿Cuánto puede durar la simbiosis entre religión y deporte? ¿Siglos como en la vieja civilización grecolatina? O será un contacto, un choque más bien, fugaz, en dimensión histórica, del que no sabemos sus causas ni sus efectos.

Esto es lo apasionante del discurrir histórico. Estamos en el umbral de la suplantación total de la religión por la manifestación deportiva. La civilización antigua ha coincidido con la de hoy. La historia se está repitiendo. El boomerang realizándose.

La Historia es el recuento del pasado. Las consecuencias del hecho actual y su desarrollo corresponden a quienes puedan contemplar lo sucedido y comprobar los hechos y su impacto en la sociedad que está respirando, viviendo ahora mismo.

Misión de Dios el saber cómo va salir todo esto. Pero como estamos en una sociedad pagana, Dios no sirve para nada. ¿O sí?




Las giras del Sunderland por España. Historia de un equipo legendario

El Sunderland fue uno de los equipos punteros de Inglaterra en la primera mitad del siglo XX. Su etapa entre los grandes se prolongó hasta el estallido de la segunda guerra mundial, un tiempo en el que fueron también uno de los clubes más cotizados a la hora de viajar lejos de Gran Bretaña para disputar exhibiciones y partidos amistosos. España fue uno de los lugares en los que dejaron huella, aunque sus aventuras por la península ibérica también tuvieron eco en la prensa anglosajona por otros motivos. La visión inglesa de la segunda de sus giras reflejaba a una España vulgar y ordinaria en la que no se respetaban condiciones mínimas de seguridad y salud para los deportistas. Exagerados o no, el paso del Sunderland por nuestro país no dejó indiferente a nadie.

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Agotados, desnutridos, deshidratados y profundamente afectados por lo que habían vivido en España. Así contaron los jugadores del Sunderland el segundo de sus recorridos por la península ibérica. Después de llegar a las Islas Británicas declararon en el diario The Sunday Sun:

las habilidades futbolísticas de los equipos españoles son el menor de los obstáculos a vencer, ya que la pérdida de la capacidad física se produce cuando se entrena bajo un calor agotador y se juegan partidos contra equipos únicamente interesados en derribar el prestigio de Gran Bretaña.

También exageraron cuando decidieron relatar las diferentes instalaciones que visitaron:

los estadios tienen hospitales para árbitros debido al comportamiento de los aficionados, que normalmente les producen lesiones con piedras o patadas (…), afortunadamente nosotros no hemos tenido problemas con el referee, que dio validez a un gol de Gallacher cuando el goalkeeper rival llevó claramente el balón detrás de la línea.

Al hilo de la última frase puntualizaban que, al menos ahora los colegiados se dedicaban a impartir justicia cuando dirigían partidos entre equipos hispanos e ingleses:

¡que diferente de las condiciones de hace unos años! cuando los árbitros españoles eran chauvinistas, hasta el extremo de pasar la pelota a un jugador español y aún de golear a favor del equipo de casa.

El Sunderland AFC en España

La expectación por ver en acción al Sunderland era máxima. Los black cats fueron uno de los conjuntos más poderosos de Inglaterra a comienzos del siglo XX, y en la década de los treinta todavía mantenían gran parte de su crédito. En 1935 estuvieron muy cerca de volver a ganar la First Division por sexta vez en su historia, pero el Arsenal de George Allison (uno de los herederos de Chapman) le adelantó en la clasificación. Con el subcampeonato bajo el brazo fueron contratados para jugar dos amistosos, uno ante la selección castellana y otro en el estadio de Montjuic a beneficio de la Mutua Esportiva.

Barcelona esperaba con entusiasmo al formidable equipo inglés desde el año anterior, cuando el Sunderland visitó nuestro país para ser el Sparring de la selección española justo antes de que ésta viajara a Italia para participar en su primer mundial. Bilbao, Madrid y Valencia, habían sido entonces las ciudades que tuvieron la fortuna de poder admirar en directo las evoluciones de una expedición donde destacaban el escocés James «Jimmy» Connor, el delantero Bobby Gurney y el medio ofensivo Patrick «Patsy» Gallacher.

Durante su segundo viaje también formó parte de la expedición el portero James Horatio «Jimmy» Thorpe, cancerbero cuya muerte cambió una regla del fútbol. Thorpe murió el 16 de febrero de 1936, 4 días más tarde de recibir una patada en la cabeza durante un encuentro ante el Chelsea; desde entonces quedó prohibido que los jugadores de campo golpearan el balón cuando un portero ya lo había blocado. En la imagen podemos ver a Thorpe durante uno de sus partidos en España, el disputado en el estadio de Montjuic.

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Como decimos, el Sunderland ya había agradado en 1934, cuando el Doctor García Salazar, seleccionador nacional, probó a sus jugadores en tres enfrentamientos ante ellos. Había posiciones que no estaban definidas de cara al mundial, por ejemplo la de portero suplente que se disputaban el azulgrana Nogués y el arquero del Athletic, Blasco. En San Mamés el combinado español empató a tres, alineando un equipo formado por Nogués; Ciriaco, Quincoces, Cilaurren, Muguerza, Marculeta, Ventolrà, Iraragorri, Lángara, Chacho y Gorostiza, todos ellos jugadores que acudieron posteriormente a Italia.

El 15 de Mayo de 1934 España y el Sunderland empataron a dos goles en Chamartín, mientras que cinco días más tarde los ingleses se imponían por 1-3 en el estadio de Mestalla. Lo cierto es que el Sunderland era un conjunto de una calidad inmensa, al que la selección (que solo un mes más tarde le pondría las cosas muy complicadas a la Italia de Pozzo en el mundial) no pudo ganar en ninguno de los tres enfrentamientos. Lo que sí consiguió asegurar el «team» inglés fue embolsarse una considerable suma de dinero por jugar en España, y de paso ayudar a que las arcas locales presentaran unos magníficos números. Confiar en el Sunderland era un valor seguro para el espectáculo y la rentabilidad monetaria.

Fue tan grande el éxito, que no pasó desapercibido en el resto de la geografía nacional; al año siguiente varios clubes y selecciones regionales se pelearon por obtener una visita del Sunderland. Así fue como la Federación Catalana les contrató para que se enfrentasen a una selección de jugadores de la región, aunque no sería a bajo coste precisamente. Los ingleses exigían cobrar por adelantado la mitad de la bolsa de los dos encuentros que debían jugar en España. Serían dos porque la Federación inglesa no dio opción a que se jugaran más. Oviedo y Valencia también se interesaron en ver al equipo en acción, pero fue imposible esta vez. La expectación en Barcelona ante el primer encuentro fue inmensa, e incluso la colonia británica residente en Baleares se interesó por la visita de los black cats; se fletó un barco para quien tuviera interés en presenciar el partido.

Las peticiones del Sunderland no se quedaron en el cobro por adelantado, ya que exigieron «Wagon-Lit» (coche cama) desde que cruzaran la frontera y múltiples comodidades en su alojamiento. Eso sí, sobre el campo cumplieron y se mostraron inmensamente superiores en los dos encuentros que disputaron. Primero ganaron a la selección catalana 1-7, un resultado que escoció a los aficionados y que recibió críticas muy duras por parte de la prensa española. Era de esperar una derrota, más si cabe teniendo en cuenta que alguno de los que hubiera integrado el equipo se encontraba en Colonia jugando el Alemania-España previsto para el 12 de mayo de 1935, pero una diferencia tan extraordinaria en el marcador se antojaba del todo inexplicable.

Selección Catalana:

Nogués; Blanch, Rafa; Guzmán, Rosalench, Franco; Prat (después entró Betancourt), Raich, Gual, Escolá y Cabanes

Sunderland:

Thorpe; W.Murray, Hall; Thomson, Johnson, Hastings; Davis, Carter, Gurney, Gallacher y Connor

Escolá marcó para Cataluña

Gurney en tres ocasiones, Gallacher en dos ocasiones, Carter y Davis  marcaron para el Sunderland

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El 15 de mayo de 1935 se enfrentaron en Madrid a la selección de Castilla y volvieron a vencer, aunque esta vez con un tanteo más bajo, 1-2. Los jugadores del Sunderland demostraron mucha superioridad ante el voluntarioso combinado local que se presentó en Chamartín.

Selección Castellana:

Pacheco; Mesa, Quesada; León, Marculeta, López; Lazcano, Hilario, Elicegui, Chacho y Diz

Sunderland:

Thorpe; Hall, Shaw; Thomson, Hasting, Mc.Nab; Davis, Carter, Gurney, Gallacher y Connor

Elicegui marcó para Castilla

Gallacher marcó los dos goles del Sunderland

Principales fuentes consultadas

– Hemeroteca de El Mundo Deportivo

– Hemeroteca de ABC

– Hoja oficial de la provincia de Barcelona

– Otras publicaciones comprendidas entre enero de 1934 y junio de 1935




En el Centenario del Colegio Regional del Centro de Árbitros; después Colegio Castellano y Comité Madrileño.

EL COLEGIO DE ÁRBITROS MÁS ANTIGUO DE ESPAÑA:

COLEGIO DE ÁRBITROS DE LA FEDERACIÓN

REGIONAL DEL CENTRO

15-04-1914

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El diario Heraldo de Madrid, en su número 8947, del 31 de mayo de 1915, publicó una breve historia del Colegio de Árbitros de la Federación Regional del Centro, con el visto bueno del presidente de esta federación, don José Cañas.

En su página 4 podemos leer:

«(…) damos hoy comienzo a la publicación de datos interesantísimos sobre la actuación del Colegio de árbitros de la región Centro, cuyo éxito es de todos conocido, puesto que no solo ha funcionado con perfecta regularidad en la región, sino que ha sido utilizado por otros para partidos interesantísimos.

En la junta general celebrada por este Colegio el día 24 del corriente quedó elegida la siguiente Directiva:

Presidente, Alfonso Albéniz; Secretario, Carlos Dieste; Vocal, Martín Juantorena; Vocal suplente, Ezequiel Montero.

Para representar al Colegio en la próxima Asamblea de la región Centro se nombró a los sres. Dieste y Kindelán (D.M.) [Debería decir J.M., por José Manuel].

La Memoria leída y aprobada en dicha reunión dice así:

En cumplimiento de los preceptos del artículo 2.º de los Estatutos por los cuales se ha regido este Colegio hasta ahora, os he convocado para celebrar la Junta General Ordinaria de nuestra entidad, correspondiente a la temporada que termina, 1914/15.

Como sabréis, este Colegio fue constituido el 15 de abril de 1914, eligiéndose para formar la base de esta entidad a los señores D. Manuel Prast, D. José Manuel Kindelán, D. Alfonso Albéniz, D. Julián Ruete y D. Bernardo Menéndez.

Se aprobó que se eligiera una Junta, compuesta de un presidente, D. Manuel Prast; de un Secretario, D. Julián Ruete; un vocal, D. Alfonso Albéniz, y un vocal suplente, D. José Manuel Kindelán.

Don José Manuel Kindelán Duany (Cádiz, 8 de octubre de 1887), acreditado sportman (en la foto con traje de esgrima) y uno de los fundadores de la RFEF y del Colegio de Árbitros de la Región Centro.

Don José Manuel Kindelán Duany (Cádiz, 8 de octubre de 1887), acreditado sportman (en la foto con traje de esgrima) y uno de los fundadores de la RFEF y del Colegio de Árbitros de la Región Centro.

El 9 de mayo de 1914, en vista de la renuncia de sus respectivos cargos por los sres. Prast y Kindelán, se eligió la Junta siguiente:

Presidente, D. Alfonso Albéniz; Secretario, D. Julián Ruete; Vocal, D. Bernardo Menéndez, y vocal suplente, D. Eulogio Aranguren.

Este último ha sido elegido miembro del Colegio, después de haber sufrido exámenes satisfactorios.

Alfonso Albéniz Jordana (Barcelona, 1886), de pie junto a su familia. Su padre, Isaac Albéniz es el primero de la izquierda. Alfonso Albéniz fue jugador (el primero en jugar en el FC Barcelona y en el Real Madrid), árbitro, directivo, diplomático…

Alfonso Albéniz Jordana (Barcelona, 1886), de pie junto a su familia. Su padre, Isaac Albéniz es el primero de la izquierda. Alfonso Albéniz fue jugador (el primero en jugar en el FC Barcelona y en el Real Madrid), árbitro, directivo, diplomático…

Por fin, el 19 de mayo de 1914, vista la renuncia de D. Julián Ruete, se eligió como Secretario a D. Bernardo Menéndez, dejando vacante el cargo de vocal suplente, para cuyo puesto fue elegido más tarde el sr. Sócrates Quintana.

Hoy día, el Colegio lo integran 14 individuos; es decir, que desde su constitución han ingresado en el Colegio nueve individuos, después de haber sufrido exámenes satisfactorios.

Los árbitros de primera categoría son los siguientes:

Por elección en la Junta de constitución:

1. Manuel Prast

2. José Manuel Kindelán

3. Alfonso Albéniz

4. Julián Ruete

5. Bernardo Menéndez

Por ingreso después de examen:

6. Eulogio Aranguren

7. Percy Paulson

8. Carlos Dieste

9. Sócrates Quintana

En esta primera categoría la numeración corresponde, en lo referente a los miembros por elección en Junta de constitución, a los números de votos que obtuvieron y, después, a partir del sexto, por orden de antigüedad.

Los árbitros de segunda categoría son los siguientes:

1. D. Antonio Pelous

2. D. Ricardo Rocamora

3. D. Martín Juantorena

4. D. Ezequiel Montero

5. D. Antonio de Cárcer

Todos estos señores han ingresado después de examen satisfactorio y la numeración corresponde a los méritos que, según opinión de la Junta, tienen los señores citados, y su ingreso a la primera categoría creo que debe verificarse siguiendo la numeración consignada, después de haber arbitrado algunos partidos más satisfactoriamente.

Para mayor facilidad en el funcionamiento del Colegio, los trabajos de Secretaría fueron encomendados a la Presidencia. Esta formuló unos estatutos que fueron aprobados por la Junta, y que someto ahora a la definitiva aprobación de ustedes para que puedan incluirse en los Estatutos de la Federación regional del Centro, que se aprobarán en la próxima Asamblea de dicha entidad.

Labor realizada: Al final de la temporada pasada, 1913/14, fue el miembro de este Colegio sr. Percy Paulson quien arbitró el partido final del Campeonato de España.

Durante la temporada que termina, 1914/15, este Colegio ha arbitrado 84 partidos, en la siguiente forma: 12 partidos de campeonato de primera categoría, 42 ídem id. de segunda, 20 ídem íd. de tercera, 10 ídem de fuera de campeonato, 2 semifinales de campeonato de España, y también hubiéramos arbitrado la final del campeonato a no ser por la enfermedad del sr. Dieste.

Y, entre paréntesis, con referencia a esta final tengo que lamentar que la Real Federación, al enterarse de la enfermedad del sr. Dieste, contraída en uno de los viajes que realizó para este Colegio, no acudiera a nosotros para nombrar un sustituto.

[Esa final del campeonato de España de 1915 finalmente la arbitraría el jugador del Irún Sporting Club Walter Hermann, de nacionalidad suiza].

Y siguiendo el paréntesis, hablando de la Real Federación, debo hacer constar que en repetidas ocasiones he solicitado de dicha Federación que reconozco oficialmente a los miembros de este Coelgio, primero y único constituido en las regiones españoles hasta la fecha, cumplimentando así la Federación del Centro lo establecido en los Estatutos de la Real Federación. Esta aún no ha accedido a nuestra justa petición.

Los señores que han arbitrado partidos esta temporada y que aún no pertenecen al Colegio son los siguientes: Sres. D. Pablo Bilbao, D. David de Ormaechea, D. Emiliano Zuloaga, D. Guillermo Larrañaga, D. Federico Larrañaga, D. Ángel Teja, D. Ramón Teja, D. Feliciano Rey, D. Miguel Costa, D. Francisco Gomila, D. Saturnino Villaverde y D. Julio Chulilla.

Entre todos creo que hay uno que pronto podrá ingresar en nuestra segunda categoría, y es D. Pablo Bilbao, cuyos exámenes hasta la fecha han sido bastante buenos.

Los restantes, con un poco más de práctica, creo que también llegarán a formar parte de nuestra entidad.

Entre los miembros del Colegio han destacado tres figuras: D. Julián Ruete, D. Eulogio Aranguren y, sobre todo, D. Carlos Dieste, que ha sido para las demás regiones el mejor ejemplo del cuidado y atención que el Colegio de Árbitros de la Federación Centro pone en la designación de los mismos, buscando los que por sus méritos y conocimientos son merecedores de representarlo.

D. Julián Ruete Muniesa (29 de enero de 1887), jugador, entrenador, árbitro y directivo.

D. Julián Ruete Muniesa (29 de enero de 1887), jugador, entrenador, árbitro y directivo.

Don Carlos Dieste, a costa de sacrificios y cansancios personales, ha sido árbitro de las finales regionales de la región gallega y de las semifinales Galicia-Vascongadas, y en todas partes ha merecido elogios, que no son frecuentes en España para la labor ingrata del árbitro.

Propongo, por lo tanto, un voto de gracia a favor de dicho Sr. D. Carlos Dieste.

Y ahora me quedan por expresar mi más expresivas gracias a todos los señores que me han prestado su colaboración durante esta temporada.

Ningún partido de campeonato ha quedado sin árbitro, y todos los elegidos para arbitrarlos han acudido con la mayor puntualidad y el mayor buen deseo.

La Junta de este Colegio puede estar satisfecha de la labor realizada durante el primer año de su constitución, y quiere hacer público su agradecimiento por la ayuda desinteresada y eficaz que ha recibido de los elementos futbolísticos de Madrid.

Visto del presidente de la F. R. C.

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Constitución de otros colegios de árbitros:

– Colegio de árbitros de la federación catalana: 1 de octubre de 1915

– Colegio de árbitros de la federación del norte: 26 de septiembre de 1916 (este comprendía las zonas guipuzcoana, vizcaína y cántabra)

Nota del autor: El texto original de El Heraldo de Madrid no incluía fotos. Las cursivas y negritas de la frase «este Colegio fue constituido en 15 de abril de 1914» son del autor.

Agradecimientos: Mi mayor gratitud hacia doña Ana Buzón Kindelán por facilitarme esta y otras fotos de su abuelo, don José Manuel Kindelán, pertenecientes a su archivo personal. También a doña Dolors Barrull, secretaria del Festival i Curs de Música Isaac Albéniz, por la foto familiar. Y por supuesto a mi buen amigo César de la prida por su apoyo.

Fuentes: Biblioteca Nacional de España y Revista «El Árbitro».