RocknRolla: Los Atleti-Barça de los 90

Una nueva era

Desde su llegada al banquillo blaugrana en 1988, Johan Cruyff se caracterizó por unos planteamientos revolucionarios que chocaban con los tradicionales sistemas que poseían el resto de equipos españoles. El holandés gozaba de la condición de ídolo de la grada por sus años como jugador, especialmente por el campeonato de 1974, donde el astro holandés lideró a un Fútbol Club Barcelona que rompió, al fin, con una larga sequía de títulos.

Con una personalidad carismática y avalado por sus tres Balones de Oro, el nuevo inquilino del banquillo más complicado de la Ciudad Condal poseía un discurso ambicioso y que no se contentaba con conseguir resultados. Usando su estampa y aquel modelo que aprendió de Rinus Michels y la célebre “Naranja Mecánica” (subcampeones del mundo en 1974), el técnico marcaría pronto distancia con la junta directiva de Josep Luis Núñez y los medios de comunicación, acuñando la expresión “el entorno” para referirse al aura negativa y fatalista que muchas veces, según su percepción, oteaba por el club.

Michael Robinson y Carlos Martínez, quienes iniciaron una fecunda sociedad como narradores de los partidos para Canal +, recordarían las sorpresas que deparaban sus charlas con Cruyff. El técnico les señalaba cómo iba a jugar apostando por los extremos y sin un delantero centro de referencia. Bajo la apariencia de boutade, existía un ambicioso plan que ya había puesto en práctica durante su formación en el Ajax de Ámsterdam.

Paralelamente, otro de los clubes históricos, el Atlético de Madrid, acababa de iniciar también una andadura diferente. La elección de Jesús Gil y Gil como presidente en 1987 de la institución vino salpicada de polémica y auspiciada por el fichaje de Paulo Futre, estrella del Oporto y uno de los futbolistas más codiciados por toda Europa.

Hasta ese momento, los blaugranas poseían diez entorchados ligueros, seguidos muy de cerca por los rojiblancos con ocho. Asimismo, ambos clubes gozaban de prestigio europeo, aunque con la sensación de que les pesaba una maldición en la Copa de Europa (finales de Berna, Bruselas y Sevilla). La llegada de Cruyff marcaría un punto de inflexión para el Barcelona, mientras que el Atlético se sumergiría en un proceso de inestabilidad, no exento de algunos momentos destacados, como veremos a continuación.

“El Holandés Volador” y su clara impronta se sumaron a la heterogénea mezcla en un banquillo colchonero altamente inestable, si bien con inquilinos tan ilustres y eficaces como Luis Aragonés entre otros, propiciando desde finales los ochenta un choque futbolístico que alcanzó su máxima expresión a lo largo de la siguiente década.

Empieza el espectáculo

El nuevo Barcelona de Cruyff iba exhibiendo ciertos síntomas de mejoría tras años traumáticos en el club blaugrana. La derrota en la final europea ante el Steaua de Bucarest en 1986 vino acompañada del fenómeno que sería conocido como “El motín del Hesperia” (abril de 1988), tal vez el momento más crítico del mandato de Núñez.

Usando a la carismática figura de un entrenador que gozaba de prestigio en el Camp Nou y con un staff técnico que incluía a hombres de la casa como Carles Rexach, la campaña 1988/89 siguió siendo tensa para el presidente, quien se enfrentaría en las elecciones a la candidatura de Sixte Cambra. Ambos aspirantes tuvieron palabras severas para referirse al otro oponente, algo que venía salpicado de la incapacidad del nuevo proyecto para arrebatar el torneo liguero a un Real Madrid que se hallaba firmemente instalado en la competición de la regularidad con la Quinta del Buitre.

Con una arriesgada propuesta que era criticada por los rivales y de forma interna en el propio club, Cruyff necesitaba de algún entorchado que justificase la fe en su andadura. Se le reclamaba desde el público responsabilidad por alguna extravagancia como el fichaje del delantero paraguayo Julio César Romero. Por ello, los cuartos de final de la Copa del Rey ante el Atlético de Madrid parecían una oportunidad propicia para cambiar la tendencia.

Pese a iniciarse el duelo con un penalti casi inmediato para los azulgranas, Abel Resino sorprendió a Roberto Fernández deteniendo el lanzamiento. Los colchoneros estaban tan o más motivados que sus contrincantes en la eliminatoria, puesto que se encontraban afincados en un discreto quinto puesto en Liga.

La escuadra rojiblanca estaba comandada por Colin Addison desde el mes de enero; leyenda de la FA Cup, consiguió el puesto por su buen desempeño como entrenador en el Celta de Vigo. Llegó al Manzanares como ayudante de Ron Atkinson, quien empezó a perder crédito tras una derrota en Barcelona y por confrontaciones con jugadores como Donato Gama da Silva. El baile de místeres sería una constante dentro de la gestión deportiva de Jesús Gil y Gil, fenómeno perfectamente analizado en la monografía que le dedicó Iván Castelló.

Sea como fuere, el club tuvo un baluarte en Baltazar Maria de Morais Júnior, un goleador de facilidad pasmosa cara a la definición en el área. Cruyff permitió a atacantes como Txiki Begiristain cambiar con libertad de banda para intentar desconcertar a la zaga rival. Sin embargo, Addison parecía poco preocupado por dar la posesión a los locales, siempre que ello permitiera rápidos contraataques que hombres como Paulo Futre o Baltazar convertían en sumamente peligrosos.

En la grada se encontraba el lesionado José María Bakero, uno de los hombres de confianza de Cruyff, además de Ronald Koeman; el central holandés había cerrado su fichaje con el Barcelona el pasado mes de enero. Transcurrida media hora de juego, Julio Alberto usó su habilidad con la pierna izquierda para abrir el marcador con una potente falta directa.

Apenas cinco minutos después, una galopada de Baltazar volvió a instaurar las tablas. Aunque hubo claras oportunidades para los visitantes, el marcador no se movería hasta recién comenzado el segundo tiempo, cuando Serna se vio forzado a derribar a Baltazar, quien ya enfilaba hacia los dominios de Zubizarreta. El brasileño no perdonó desde los once metros para colocar el 1-2.

Irónicamente, aunque era una de las facetas futbolísticas que menos entrenaba Cruyff, el Barcelona halló consuelo a balón parado, cuando Eusebio Sacristán colgó un centro que permitió a Roberto redimirse de su anterior error. Lejos de desesperarse, los madrileños aguardaron con paciencia para volver a explotar la velocidad de Futre por las bandas. El portugués justificó la confianza dando un pase de la muerte a Baltazar que Zubizarreta no pudo evitar. Cruyff apostó por seguir atacando, incorporando a un delantero como Ernesto Valverde por Miquel Soler.

Cuando el encuentro agonizaba, Luis Milla, el dorsal 4 de aquel Barcelona, logró conectar un pase que Roberto peinó para que Julio Salinas rematase a placer. La figura de Milla, futbolista de origen aragonés y formado en las secciones inferiores barcelonistas resultó fundamental en aquellos comienzos de Cruyff, puesto que el entrenador estaba convencido de que era imprescindible para su propuesta tener un termómetro en el medio campo que interpretase su filosofía. Sin un físico deslumbrante, Milla sería esencial durante aquella campaña y la siguiente.

Nuevamente Baltazar, aprovechando una excelente asistencia de Donato, volvió a superar al portero culé, si bien Aloísio Pires logró despejar el balón cuando iba directo a las redes.

Aquellos seis goles fueron el perfecto resumen de un fútbol atractivo y donde dos armas (el fútbol de toque y los veloces contraataques) se combinaban para brindar encuentros que parecían de otra época. Ninguno de los dos contendientes podía saberlo, pero acababan de inaugurar una tradición para la década que estaba a punto de abrirse.

La vuelta, no obstante, únicamente tuvo un color: el Vicente Calderón disfrutó de una goleada por 4-0 que fulminó las esperanzas de los visitantes. Desde el temprano tanto de Donato, los rojiblancos dominaron todas las facetas posibles, destacando los desequilibrios de Futre y el olfato de Baltazar a la hora de penalizar cualquier mínimo descuido.

De forma paradójica, Addison sufrió un fuerte descrédito por la eliminación en semifinales ante el Real Madrid. Mientras tanto, Cruyff, el hombre al que había superado en el torneo del KO, fue su verdugo en Liga (3-0) para que Gil lanzase su cese. El holandés, por su lado, consiguió garantizarse un año más tanto con el triunfo de Núñez en las urnas como por la victoria (2-0) obtenida a costa de la Sampdoria por la Recopa.

Primeros conatos de rivalidad

La temporada 1989/90 no sería nada fácil para el Atlético de Madrid. El club del Manzanares se vio pronto apeado del torneo copero, además de sufrir la eliminación a manos de un adversario tan cercano como el Real Madrid. Un duro revés para Javier Clemente, verdadera apuesta de la presidencia para el banquillo colchonero, incluyendo invitación al entrenador para participar en el programa televisivo “Tribunal Popular” en defensa del controvertido dirigente.

El entrenador vasco había sido una firme promesa del Athletic de Bilbao que vio truncada su carrera por las lesiones. No obstante, logró destacados éxitos con el equipo de sus amores que se tradujeron en dos ligas consecutivas. Tampoco decepcionó con el Club Deportivo Espanyol, con el cual logró el subcampeonato de la Copa de la UEFA.

Resulta interesante apuntar que el presidente Núñez barajó seriamente su incorporación al Barcelona, incluso antes que Cruyff. De hecho, diferentes entrevistas hechas a Clemente, quien llegaría a ser seleccionador de España, confirman que recomendó una serie de jugadores (Julio Salinas, José María Bakero, Andoni Zubizarreta, etc.) que luego serían pilares básicos de los futuros éxitos azulgranas.

Sea como fuere, Clemente era uno de los más críticos con la pizarra de su colega holandés, especialmente por los riesgos que asumía atrás. De hecho, uno de sus triunfos más prestigiosos fue en la primera vuelta por 1-0 en la visita del club catalán. Amante de los conjuntos ordenados y que sabían protegerse, el enfoque del nuevo míster maniató aquellas promesas goleadoras que se habían podido vislumbrar la campaña previa cuando ambos contendientes se cruzaban.

Con dos propuestas divergentes, tanto Atlético de Madrid como Barcelona se mostraron irregulares en el formato doméstico. Varias voces cuestionaron severamente en los mentideros del club madrileño algunos fichajes (por ejemplo, los de Eugenio Bustingorri y “Pizo” Gómez) que no llegaron a cuajar, mientras que la escuadra azulgrana quedó lejos de una Quinta del Buitre lanzada a otro entorchado.

Si bien los rojiblancos vencieron a domicilio a los de Cruyff, fue un triunfo que no pudo disfrutar un cesado Clemente, cuyo lugar fue ocupado por Joaquín Peiró. El nuevo responsable del área técnica logró un meritorio cuarto puesto, pero sería despedido la siguiente campaña de una forma inverosímil: por su mal rendimiento en el trofeo Ramón de Carranza (Cádiz) durante la pretemporada.

Por su lado, el Barcelona volvió a fiarlo todo a una final. En Mestalla, lograrían batir (2-0) al Real Madrid para impedir el doblete del máximo oponente. Aquel éxito permitió a Cruyff serenar el entusiasmo del conjunto blanco, el cual había logrado batir todos los registros goleadores en Liga con John Benjamin Toshack. Tras el enfrentamiento de Mestalla, el preparador galés reclamó ácidamente cuentas al desempeño copero de iconos como Hugo Sánchez o Emilio Butragueño, a quienes responsabilizó por la falta de acierto en el área de Zubizarreta.

Uno de los grandes movimientos del mercado de fichajes para el Barcelona sucedió con la contratación de Michael Laudrup, jugador muy dotado técnicamente, el cual ansiaba salir de un riguroso Calcio transalpino donde su escuadra, la Juventus de Turín, no tenía las características adecuadas para que brillase su juego. Con él, Cruyff quería poner a prueba sus teorías del falso 9, es decir, un delantero atípico que obligase a los centrales españoles, acostumbrados al marcaje individual, a quedar descolgados y abriendo mucho las posibilidades de los extremos.

Para ello solamente necesitaba una última pieza que logró el siguiente curso y que posteriormente sería pretendida en varias ocasiones por Jesús Gil: Hristo Stoichkov.

Nacimiento del Dream Team

Josep María Minguella era uno de los hombres de confianza del equipo directivo de Núñez a la hora de realizar los fichajes internacionales. Siguiendo las instrucciones de Johann Cruyff y Charles Rexach, el agente llevaba meses trabando contacto con dirigentes del CSKA de Sofía, la institución deportiva más importante de Bulgaria.

El objetivo era Hristo Stoichkov, un goleador de mucho temperamento y que poseía una velocidad punta ideal para abrir espacios desde la banda. Había sido Bota de Oro junto con el mexicano Hugo Sánchez, aunque Cruyff albergaba ciertos recelos por el choque cultural que podría suponerla salir del deporte bajo la órbita comunista y entrar en un club como el Barcelona.

En el lado más positivo, su temperamento ganador y ambicioso quizás fuera justo lo que necesitaba un club plagado de buenos futbolistas, pero quizás presas de dinámicas autocomplacientes en ocasiones. El inconformismo que Stoichkov había demostrado en una eliminatoria CSKA-Barcelona en la Recopa era justo lo que estaban buscando. Además, dio pruebas de su calidad con una vaselina espectacular sobre Zubizarreta.

De inmediato, la llegada del nuevo fichaje reforzó a compañeros como Laudrup, cuyos imaginativos pases al hueco eran perfectamente aprovechados por el atacante zurdo. Aquella campaña, las ideas de Cruyff estaban muy asimiladas; incluso a pesar de la marcha de Luis Milla, para quien se encontró un recambio idóneo en Pep Guardiola, uno de los centrocampistas más interesantes de La Masía en aquellos años.

Como revelaría posteriormente en su biografía, el futbolista búlgaro se inyectó de optimismo desde su debut en partido oficial frente al Espanyol, marcando el único tanto en Sarrià. Intentando frenar su entusiasmo, el experimentado Ronald Koeman buscó que el recién llegado fuera consciente de que la Liga española sería un complicado viaje de altibajos.

Pese a ello, las dinámicas del fútbol de toque, cimentado en los ingeniosos rondos que Rexach y Cruyff montaban, y la mayor experiencia de la plantilla llevaron a un inicio deslumbrante de los azulgranas, incluyendo varias goleadas ante oponentes poderosos como el Valencia (3-0).

Hasta la jornada 9 no se produjo la primera derrota para los pupilos del holandés: fue en el Vicente Calderón, donde Tomislav Ivic había impuesto un sólido sistema defensivo, apoyado por el ya conocido talento de Futre y un fichaje muy promocionado por el Gilismo: Bernd Schuster. El medio teutón se vio obligado a abandonar el Barcelona, tras haber sido considerado el mejor jugador en las filas blaugranas en aquellos días, en plena disputa con Terry Venables. Ello fue bien aprovechado por Ramón Mendoza, convirtiéndose el ex blaugrana en un refuerzo excelente para Emilio Butragueño y sus compañeros de cantera.

La edad y problemas de lesiones que arrastraba desde su encontronazo con Andoni Goikoetxea, central de Athletic de Bilbao, le habían hecho perder la velocidad y capacidad de ser un todocampista, virtudes que exhibió en la Eurocopa de Italia (1980). Pese a ello, su inteligencia, experiencia, potente disparo y capacidad de lanzar precisos pases desde la larga distancia hacían, en palabras de periodistas como Juan Carlos Crespo, que se le juzgase como una especie de quarterback para sus equipos.

Schuster, por ende, pudo presumir de haber estado en tres de los conjuntos más históricos de la Liga Española. Fue él quien abrió el marcador aquella noche, usando con maestría su empeine derecho para dejar sin reacción a Andoni Zubizarreta. Previamente, la noticia del choque fue la lesión de Ronald Koeman, aquejado de una tendinitis que se agravó hasta el punto de obligar a una rápida intervención que le tendría de baja buena parte del campeonato.

En opinión de Abel Resino, el defensa holandés era uno de los puntos fuertes del líder blaugrana, puesto que podía combinar en largo, controlaba la zaga y suplía la lentitud con su colocación, además de ser temible a balón parado. Su ausencia fue bien aprovechada por Futre y Manolo Sánchez, los dos goleadores del disciplinado sistema de Ivic.

Con todo, la zaga colchonera tampoco estaba exenta de problemas. Agresivo y explosivo con sus cambios de ritmo, Stoichkov puso en dificultades a algunos de los mejores defensas rojiblancos. Fruto de una disputa con Roberto Solozábal, el búlgaro logró un lanzamiento de falta que se le escapó a Abel de entre los guantes.

El empate parecía más que positivo para un Barcelona desbordado, pero finalmente perderían su condición de invictos en el Manzanares. Desde su posición de extremo derecho, Futre rompió el fuera de juego gracias a Jon Andoni Goikoetxea, polivalente futbolista a quien Cruyff movía en distintas posiciones del campo. Con su usual manejo de los recortes, el luso engañó a Zubizarreta y cuantos zagueros azulgranas acudieron en su ayuda.

Después de dos minutos del gol del antiguo astro del Oporto (70), Schuster tuvo la oportunidad de firmar un doblete al disponer de una pena máxima señalizada por Teodoro Valdés Sánchez. De cualquier modo, Zubizarreta logró adivinar la intención del disparo a cargo del alemán, especialmente gracias al aviso de Guillermo Amor, quien conocía a la perfección a Schuster, puesto que él estaba en la cantera blaugrana durante los mejores años de su rival.

El revés en el Calderón resultó casi insoportable para Stoichkov, cuyo sueño de que sus compañeros y él terminasen imbatidos el torneo quedó hecho añicos. Empezó a dar patadas a la puerta del vestuario visitante hasta el punto de recibir la advertencia del personal del Atlético de Madrid. Sea como fuere, Jesús Gil quedó impresionado del temperamental goleador,

Si bien el partido había resultado apasionante, Ivic había logrado con su sistema impedir el ida y vuelta que podían provocar ambos contendientes. A través de una pizarra rigurosa y la formación 5-3-2, el Atlético colocaba sus cimientos en carrileros efectivos como Tomás y Juan Carlos, acompañados de centrales experimentados como Ferreira. El afamado ataque de Cruyff no podía encontrar allí su ritmo con tanta sencillez como frente al resto de escuadras españolas.

Pese a la baja de Koeman, el Barcelona logró mantener su idea de juego con resultados efectivos. A la altura de la jornada 19, logró un triunfo de prestigio ante el Real Madrid (2-1). Con los blancos relegados a la quinta posición, parecía que el Camp Nou podría hacer buena, tras tantos años, la expresión “¡Aquest any sí!” con la que intentaban exorcizar viejos demonios de reveses pasados.

Líderes casi indiscutidos, únicamente el sólido Atlético de Madrid parecía ser capaz de darles caza. El conjunto colchonero se hizo fuerte a través de la defensa, particularmente merced a Abel Resino, quien hizo bueno su apodo como El Gato de Velada. Además de ser Zamora con apenas 17 goles encajados en 33 jornadas, estableció un nuevo récord de imbatibilidad, superando al mítico portero italiano Dino Zoff, establecido en 1.142 minutos.

Los rojiblancos trabajaron con ahínco hasta que Luis Enrique cabeceó, el 1 de abril de 1991, un remate al poste que Abel luego no pudo sacar. La jugada de los asturianos, auspiciada por un buen centro de Javier Manjarín rompía 1.275 minutos de auténtico cerrojo en su portería. Nacho Montero y Miguel Ángel Guijarro, en su interesante obra Leyendas del Atlético de Madrid siguen destacando esta hazaña como uno de los hitos en la historia del club.

El único inconveniente fue que, más allá del olfato goleador de Manolo Sánchez y Futre, además de la potencia de golpeo a cargo de Schuster, el proyecto de Ivic nunca tuvo las cifras de producción necesarias en la faceta ofensiva para oponerse a un Barcelona que, si bien encajaba más tantos en contra, terminaba compensándolo de forma magistral por su creatividad arriba.

Eso se sostendría incluso ante fatalidades que, en otras coyunturas de la institución catalana, habrían podido ser nefastas. Por culpa de su adicción al tabaco, Cruyff fue sometido a una operación a vida o muerte de la que afortunadamente salió recuperado, llegando a protagonizar un ingenioso anuncio donde daba diferentes toques a una caja de tabaco, expresando su renuncia a dicho hábito. Con el tiempo, supliría los cigarrillos con los célebres Chupa Chups. Sea como fuere, durante su convalecencia la escuadra se quedaba sin su gran líder en el banquillo.

Como Stoichkov rememoraría en su biografía, Charly Rexach resultó clave para mantener el ritmo. Si el genio holandés se caracterizaba por imponer la máxima presión, especialmente a las “vacas sagradas” (los mejores jugadores y con contratos abultados), su segundo se encargaba de relajar el ambiente en el vestuario, compartiendo la misma filosofía futbolística, pero con una relación más cómplice ante la plantilla. El 10 de marzo de 1991 Rexach podría decir a su buen amigo que “la máquina seguía funcionando”, puesto que el Barcelona dio una exhibición, venciendo 0-6 en San Mamés. En La Catedral del balompié español, la devastadora velocidad de Stoichkov, autor de 4 goles, allanó el camino.

Solamente el Atlético fue capaz de seguir en mayor o menor grado el ritmo blaugrana, aunque con el empate a uno en el Camp Nou en su visita al Barcelona el 30 de marzo de 1991 la Liga pareció claramente decantada. Se exhibieron los problemas del sólido conjunto de Ivic para aspirar realmente al título. Costaba mucho crearles ocasiones, pero estaban abonados a resultados cortos que les hacían empatar con frecuencia, algo que el Barcelona aprovechaba con su buen desempeño como visitante y frecuentes goleadas cuando defendía condición de local.

Curiosamente, el Barcelona celebró el título tras recibir una humillación en el Ramón de Carranza: 4-0 fue el correctivo que infligió el Cádiz a los jugadores de un ya recuperado Cruyff en la jornada 34. El Atlético tuvo la oportunidad de prolongar la espera del alirón, si bien no logró superar su compromiso en Atotxa.

El encuentro en tierras donostiarras vino precedido de bajas muy sensibles (Futre, Manolo, Abel, etc.) que se mezclaron con rendimientos inferiores a lo esperado, especialmente en casos como el del delantero Gerhard Rodax.

Los colchoneros se adelantaron y dispusieron de diversas ocasiones, casi todas iniciadas de las botas de Schuster. Finalmente, la Real igualó y logró alejar el espectro de la promoción mediante un cabezazo de John Aldridge que fue muy festejado igualmente en la Ciudad Condal, puesto que significaba el final a seis años de sequía liguera.

Una oleada de euforia invadió Barcelona, algo que protagonistas como Stoichkov vieron incluso como algo contraproducente, puesto que el equipo descuidó la preparación de la final de Recopa ante el Manchester United. Pese a haber eliminado por el camino a equipos tan reputados como la Juventus de Roberto Baggio, Róterdam fue testigo de la derrota de los pupilos de Cruyff ante los ingleses.

Con todo, tanto Fútbol Club Barcelona como Atlético de Madrid aspiraron a otra oportunidad de alzar un trofeo. La Copa del Rey les emparejó en unas semifinales apasionantes donde se medían los dos mejores clubes del campeonato español.

Sin embargo, fiel al estilo de constantes cambios y maremotos frente a la prensa, Gil sorprendió al cesar a Ivic en vísperas de viajar al Nou Camp. La noticia fue totalmente inesperada para la plantilla, a partir de entonces comandada por Iselín Santos Ovejero.

En vísperas de la festividad de Sant Joan, el público barcelonista volvió a disputar de la buena puesta en escena ofensiva de los suyos, pese a ser importante el dato estadístico de que en todo el curso habían sido incapaces de batir a su perseguidor en duelo directo.

Teodoro Valdés Sánchez tendría constantes preocupaciones durante el arbitraje del duelo, puesto que aquí empezó a forjarse una rivalidad que se haría constante en la década: Tomás Reñones frente a Hristo Stoichkov. El búlgaro logró anotar en el minuto 7 del choque, pero se anuló la acción por fuera de juego. Las cámaras de televisión mostraron que no hubo tal, pero uno de los problemas del gran fichaje de Núñez aquel curso radicaba en que su velocidad punta le hacía vivir al límite en esa clase de acciones, complicando las decisiones de los jueces de línea.

Ángel Jesús Mejías, al igual que había sucedido en Liga, suplía la baja de Abel, el portero menos batido aquel año en España. El meta tuvo trabajo, especialmente por un gran remate de Eusebio Sacristán al larguero, además de las constantes internadas de Begiristain.

De cualquier modo, ese constante asedio al área colchonera estaba ofreciendo huecos que Paolo Futre aprovechó de manera magistral, transcurrida la media hora, para sorprender a Zubizarreta con una vaselina. Irónicamente, el crack portugués era bastante criticado por Cruyff, quien lo juzgaba un futbolista hecho únicamente para los sistemas de contragolpe.

Sea como fuere, el aparentemente descentrado rival del Manzanares estaba mostrando una afectación nula a su cambio de inquilino en el banquillo. Conscientes de que el Barça se volcaría arriba, hombres como Schuster confiaban en poder asistir con pases largos a sus atacantes en furiosas contras.

No tuvieron que esperar mucho. Con habilidad, Manolo regateó a Koeman y dio una cómoda ventaja a los suyos en el minuto 60. La buena actitud local se desmoronó por completo, incluyendo una fea acción de Stoichkov sobre Mejías que le valió su segunda amarilla. Con 10 jugadores, la remontada parecía una misión imposible.

Lejos de ampararse en la Liga ya conseguida, Cruyff sacó su célebre “látigo” con el que exponía a sus mejores discípulos cuando no le gustaba la actuación sobre el césped. Cargó con especial dureza con Stoichkov, cuestionando su inteligencia y pidiendo a la directiva de Núñez una sanción ejemplar. Como en anteriores duelos con los rojiblancos ese curso, no hubo facilidad blaugrana para anotar. De cualquier modo, el férreo cerrojo de Ivic estaba aflojándose tras su marcha, algo que ya anticipaba la exhibición que ya se había empezado a intuir a finales de los ochenta.

Aquellos días de verano debieron de ser inquietantes para el Hristo Stoichkov, especialmente debido a que corría una fuerte rumorología sobre el posible desembarco del mexicano Hugo Sánchez para reforzar la ofensiva culé. Ya pretendido en el pasado, el infatigable goleador mexicano había sido rechazado por Terry Venables, pero ahora podía suceder que, al igual que Schuster, el ariete pudiera ser uno de los pocos deportistas que militasen en Real Madrid, Atlético y Barcelona. No obstante, la presidencia dudaba de la impopularidad de aquella maniobra, puesto que el goleador azteca había tenido constantes roces con el público blaugrana, además de ser uno de los ídolos del Santiago Bernabéu.

El 29 de junio se produjo el segundo acto de las semifinales, uno donde ya sí observaremos todos los rasgos de la incipiente rivalidad que iba a surgir. Cruyff no tenía miedo en esa clase de situaciones límite a recibir más goles, puesto que la eliminatoria ya estaba cuesta arriba, haciendo un plan audaz que se encuentra bien analizado en la monografía sobre el desempeño histórico del Barcelona en la Copa del Rey escrita por David Salinas: Stoichkov, Julio Salinas y Begiristain debían buscar el remate a la primera oportunidad, especialmente abastecidos por una zona ancha de creación donde el míster azulgrana ubicó a Laudrup, Bakero y Goikoetxea.

Por su lado, Ovejero se sabía con una importante ventaja que le permitiría ser conservador en el Vicente Calderón: colocó cinco defensas, confiando en que sus adversarios correrían muchos riesgos atrás que permitirían sentenciar con la velocidad de Futre.

En opinión de Cruyff, Julio Salinas era la clase de 9 que necesitaba su proyecto. Tras haber sido pieza importante en el Athletic de Bilbao de Javier Clemente y en el Atlético de Madrid, aceptaba bien las suplencias sin que estas le privasen de ambición y fortaleza psicológica para salir a rendir bien los minutos de los que dispusiese. En el Calderón lo demostró al rematar con fortuna en el minuto 20, con un disparo que a Mejías se le escapó de entre sus pies.

Aquella calurosa velada fue complicándose para los anfitriones cuando Koeman botó un centro a balón parado que José María Bakero remató con potencia de cabeza. Con apenas 1’72 metros de altura, el antiguo centrocampista de la Real Sociedad se iría revelando como un excelente cabeceador, especialmente conectado con el tipo de balones de los que abastecía el holandés. Si bien el guardameta rojiblanco pudo rechazarlo, Salinas únicamente tuvo que empujar el esférico para certificar su doblete en apenas seis minutos.

A poco de terminar la primera parte, Ansuátegui Roca observó el derribo de Fernando Muñoz García, popularmente conocido como Nando, a Paolo Futre. En opinión del colegiado, una falta digna de tarjeta roja, algo que hizo saltar a Cruyff de su banquillo como un resorte. Con inferioridad numérica, los visitantes no pudieron defender bien una jugada de estrategia de los de Ovejero rematada por Ferreira. Cruyff ya había sido expulsado por sus protestas junto con Nando, lo cual dejó la responsabilidad de la dirección técnica a Rexach.

Tras el descanso, los de Ovejero sentían que tenían más de medio billete para la final de Copa del Rey en el Santiago Bernabéu. De hecho, Antonio Orejuela estuvo a punto de levantar a la grada con un disparo elevado que terminó impactando en el larguero defendido por Zubizarreta.

Como sucederían en varias ocasiones durante el periplo azulgrana de los noventa, sería Koeman quien desatascaría una situación complicada con sus potentes disparos a balón parado. Corría el minuto 70 cuando la barrera rojiblanca consiguió rechazar su chut, pero el holandés golpeó a la primera el rebote para sorprender a Mejías. El 1-3 abría de nuevo las opciones del campeón liguero.

Pese al meritorio esfuerzo, los locales supieron mantener la compostura. En caso de llegar a la hipotética prórroga, los blaugranas estaban en inferioridad, además de muy agotados. Ello fue aprovechado perfectamente por Tomás en la banda, quien usó todo el pundonor que poseía para sobrepasar la abierta zaga blaugrana, dando un pase de la muerte a Manolo. Soler buscó frenarle sin éxito.

Rexach utilizó una de las soluciones preferidas de su amigo Cruyff cuando tocaba una reacción a la desesperada: sacar a José Ramón Alexanco para ocupar la posición de falso 9. Con su envergadura de 1’84 metros, el expeditivo defensa vizcaíno era un veterano que disponía de pocas titularidades en aquel nuevo Barcelona, pero gozaba de respeto en el vestuario y fue elogiado por su forma de sustituir a Koeman durante la lesión del holandés.

Para alimentar las quejas de Cruyff, el colegiado terminó echando también a Koeman y Ferrer. A diferencia del Camp Nou, el entrenador del Barça cargó las tintas contra el árbitro, exonerando a sus pupilos. Por su lado, Ovejero admitió haberlo pasado mal en una vuelta que intuyó más sencilla inicialmente.

El pase a la final fue un bálsamo para el proyecto de la directiva de Jesús Gil, puesto que permitió alzar la copa en un reñido encuentro ante el Mallorca (1-0 en la prórroga, gol de Alfredo). No obstante, nadie fue consciente de que aquel segundo duelo de las semifinales iba a macar la pauta de los futuros desafíos entre blaugranas y rojiblancos: ofensivas sin freno del rival que fuese en desventaja, alternancia en el marcador, jugadas al límite, polémicas arbitrales y opciones para ambos contendientes con filosofías de juego tan complementarias como placenteras para el público.

Un pulso verdadero

Pese a las expectativas creadas por aquel último partido en el torneo del KO, el siguiente duelo entre Barcelona y Atlético de Madrid pareció alejarse de aquel ritmo vertiginoso. Buscándose un entrenador consagrado para controlar el vestuario, los rojiblancos lograron la incorporación de Luis Aragonés, quien ya tenía consideración como ídolo del Calderón desde sus días de jugador. Apodado El Sabio de Hortaleza, constituía uno de los pocos casos donde un deportista había pasado de futbolista a máximo responsable del área técnica de la noche a la mañana. En esta nueva etapa a orillas del Manzanares, Aragonés sentía que poseía una plantilla idónea para practicar su filosofía predilecta: el contraataque.

Por su lado, Cruyff disponía del aval liguero para intentar dar, de una vez por todas, el asalto a la asignatura pendiente del club blaugrana: la Copa de Europa. Consciente de lo bien que se habían reforzado dos rivales directos, el Real Madrid se encomendó a un hombre que sería muy importante para entender la historia de este artículo: Radomir Antic, el estratega serbio que logró que el club blanco se clasificase in extremis para la UEFA tras un año turbulento.

Adelantando la posición de Fernando Hierro y contando con iconos como Emilio Butragueño en busca de recuperar la competición doméstica, la institución presidida por Ramón Mendoza protagonizó un espectacular comienzo, encadenando victoria tras victoria.

Por ello, la Supercopa se convirtió en una buena oportunidad para Barcelona y Atlético. El primer partido en feudo colchonero se resolvió al final por una magistral contra dirigida por Michael Laudrup, asistente de Guillermo Amor. El canterano batió a Diego Díaz de un potente disparo raso cuando expiraba un encuentro donde Zubizarreta encadenó varias acciones de mérito en la suerte del mano a mano.

Aquel buen resultado fue un alivio para un Barça que había iniciado su defensa del título de forma dubitativa. Además, Cruyff logró solventar también una visita que siempre le resultaba complicada desde que llegó a la Ciudad Condal: su escuadra logró un valioso positivo al empatar a uno en el Santiago Bernabéu. Los medios más críticos con el holandés recordarían que sus atractivas propuestas tomaban más recaudos cuando visitaba el estadio de su máximo rival deportivo.

La situación tampoco resultaba sencilla para los hombres de Luis Aragonés, los cuales ya habían perdido (1-0) en su visita liguera al Camp Nou. Como puede observarse, la temporada 1991/92 no parecía pronosticar los futuros despliegues ofensivos y anotaciones altas que caracterizarían los espectaculares partidos que iban a venir.

Para la vuelta de la Supercopa, Aragonés encontró varias claves que le beneficiaron. Una de ellas fue explotar la velocidad de Carlos Aguilera como carrilero, habilidad que causaba muchos problemas a un Barcelona que dejaba muchos espacios atrás. Alfredo Santaelena, el héroe del título copero ante el Mallorca, casi sorprendió a Zubizarreta con una vaselina que impactó en el larguero. Pronto pudo resarcirse del fallo tras la asistencia filtrada por Sebastián Losada.

Intentando evitar la prórroga, el Barcelona se volcó en la segunda parte. Puesto que solamente podían jugar tres extranjeros al unísono en aquellos momentos, Cruyff pudo volver a comprobar la cierta controversia que generó el fichaje de su compatriota Richard Witschge: avalado por su nuevo entrenador como la mejor pierna izquierda en El Viejo Continente, el holandés tuvo que compartir minutos con compañeros ya consagrados como Laudrup o Stoichkov. Particularmente el búlgaro empezaría a quejarse de las frecuentes sustituciones que sufría en aras de ir integrando al recién llegado en los sistemas.

Precisamente a un disparo de Stoichkov bien repelido por Diego, Bakero logró aprovechar el rechace para dar el primer trofeo del año a su escuadra. El antiguo donostiarra iría todavía más lejos el siguiente mes, salvando una fría noche de Kaiserlautern al conectar un cabezazo tras falta indirecta botada por Ronald Koeman. Aquel gol en el minuto 87 permitió al Barcelona seguir vivo en la máxima competición continental, algo que calmó unas aguas turbulentas para Cruyff, cuyo mal inicio de liga parecía estar comprometiéndole ante un sector de la junta directiva de Núñez.

Sea como fuere, tanto Cruyff como Luis Aragonés supieron ir poniendo presión sobre el liderazgo del Rea Madrid. Acompañado en la táctica psicológica por su buen amigo Rexach, el técnico holandés iría cuestionando el juego de los blancos, afirmando que ganaban, pero no convencían. En esa misma corriente parecían moverse importantes programas radiofónicos de la época como el de José María García, estrella de Antena 3 Radio.

Por su parte, Aragonés señaló la importancia del derbi en el Vicente Calderón. A pesar de estar 6 puntos por detrás de los de Antic, el técnico buscó dar una imagen relajada, afirmando que quedaba mucho campeonato. Al final de los 90 minutos, los rojiblancos habían recortado la distancia a 4 y llevaron a la primera derrota de la escuadra blanca.

Aunque hubiese otros motivos, aquel eco mediático y la capacidad de sus perseguidores para permanecer inasequibles al desaliento fueron estrechando la cabeza del campeonato. El 26 de enero de 1992 se produjo un ajustado triunfo en el Santiago Bernabéu: aunque sus pupilos ganaron 2-1 a Tenerife, Antic tuvo que sufrir los pitos de la grada, algo que fue el preludio de su cese por Leo Beenhakker, asociado al periplo más vistoso de la Quinta del Buitre.

Para el técnico serbio fue un duro revés profesional del que, irónicamente, se beneficiaría mucho el Atlético de Madrid unos años después. Conforme ello sucedía, el Barcelona iba cada vez recuperando su antigua confianza, especialmente motivado por su buen desempeño en la Copa de Europa.

Por su lado, el Atlético tuvo buenas actuaciones en la Recopa, incluyendo exhibiciones ante instituciones históricas como el Manchester United, si bien quedó apeado en cuartos de final por el Brujas. En el bando blaugrana, la gran desilusión fue ser eliminados de la Copa del Rey por el Valencia a las primeras de cambio.

Un reflejo de la igualdad liguera se dio el 14 de marzo de 1992. Tras haberse visto atrás del Real Madrid a comienzos de la campaña, tanto Atlético de Madrid como Barcelona fueron aspirando a los puestos de cabeza. Por ello, los hombres de Luis Aragonés se hallaban ante una oportunidad única de arrebatar dos puntos a un rival directo.

Las cámaras de televisión no supieron hasta última hora si podrían entrar en el Calderón, fruto de un pulso del presidente rojiblanco con la Liga Española en materia de derechos de tanteo con Telemadrid. Nadie podía imaginar que ambas escuadras iban a firmar uno de los mejores duelos de todo el curso.

Muy pronto, los rojiblancos se adelantaron en el marcador: en el minuto 6, Bernd Schuster mandó una precisa asistencia que Manolo Sánchez, goleador indiscutible para El Sabio de Hortaleza durante aquella campaña, mandó a las redes protegidas por Zubizarreta. Se trataba de un golpe importante para los intereses de Cruyff, quienes se hallaban en plena persecución del conjunto blanco. Con todo, cundía preocupación por la baja de Michael Laudrup, uno de los mejores talentos de Europa en aquellos instantes.

Ante un sonriente Jesús Gil desde el palco, los locales empezaron a aguardar a los blaugranas, sabedores de que iban a tener ocasiones de poner en práctica su demoledor contraataque. Apenas tardaron diez minutos en volver a colocar a Manolo en situación de ventaja, algo aprovechado por el ariete para convertir de nuevo con un poderoso disparo.

El staff técnico culé decidió entonces que Robert Witschge abandonase la banda izquierda para hacer un marcaje personal a Schuster, el centrocampista más incisivo del primer tiempo. Tras el descanso, esa función pasaría a ser responsabilidad de Miguel Ángel Nadal.

Aragonés sorprendió en varias parcelas del campo a su colega holandés, incluyendo la desconcertante posición de Aguilera como falso lateral que propició confusión.

El descanso fue la oportunidad de intentar reordenar algunas cuestiones para el once catalán. Cruyff reconoció le inexistencia del sector izquierdo, donde ni Witschge ni Begiristain eran capaces de sacar nada productivo. Tampoco cabía esperar muchas aportaciones de Stoichkov, superado por la física vigilancia de Juan Manuel López.

El aguerrido López ya había hecho ruido la anterior campaña, pero sería con Aragonés cuando el joven empezó a mostrar todo su potencial y pundonor. En el futuro, el atacante búlgaro blaugrana admitió que se trató de uno de sus oponentes más nobles, entregado y leal con el adversario a la hora de chocar.

La entrada de Goikoetxea permitió que el Barça penetrase por la derecha, además de venir acompañado de Julio Salinas, capaz de aguantar el balón de espaldas e intentar generar espacios para las llegadas de sus compañeros.

Fruto de un despiste en las líneas rojiblancas, Eusebio logró filtrar una pelota que Miguel Ángel Nadal aprovechó para fusilar a Abel con un potente disparo. Impertérrito, Luis Aragonés decidió, pasada casi media hora del segundo tiempo, sacar a Gabriel Moya por Manuel Alfaro de la Torre.

Pese al tanto del mallorquín, el Atlético de Madrid tuvo casi de inmediato la oportunidad de convertir el tercer gol. Schuster volvió a conectar a la perfección con Manolo, quien no aprovechó por una vez el trabajo de alemán para completar el hat-trick.

Como era costumbre, los visitantes asumían muchos riesgos volcando hombres en el área de Abel, hecho que se traducía en segundas oportunidades de suma claridad como un mano a mano de Manolo que Zubizarreta logró desviar a córner. Sancionado por sus declaraciones sobre el estamento arbitral, es probable que la presencia de un jugador tan vertical como Paolo Futre hubiera dado un posible tercer tanto a los anfitriones.

Stoichkov, en una noche desafortunada del búlgaro, pagó sus frustraciones con López, motivo para que Díaz Vega le enseñase una segunda tarjeta amarilla que hizo jugar al Barcelona con diez uno de sus duelos más complicados. No obstante, el azar iba a mostrar su mejor rostro a los blaugranas.

Con ventaja numérica, todo parecía propicio para la afición del Vicente Calderón. Sea como fuere, un balón fácil cedido por su defensa se convirtió en envenenado para Abel Resino. El guardameta esperaba controlarlo con sencillez, pero le botó en una de las rodillas, propiciando un alejamiento que Bakero aprovechó con más rapidez que nadie, superando al meta y anotando un valioso 2-2 que se convertiría en crucial tras saberse ese mismo día que el Real Madrid caía 1-0 ante la Unión Deportiva Logroñés.

El vibrante choque, uno de los mejores de aquella Liga, sirvió de metáfora de lo cerca que, en esta ocasión sí, el proyecto presidido por Gil estuvo a punto de alcanzar el ansiado título. En otro reñido, polémico y emocionante duelo en el Santiago Bernabéu, los colchoneros perdieron 3-2 y se despidieron de las aspiraciones matemáticas al entorchado, aunque se tomaron la revancha deportiva en Copa del Rey, volviendo a dicho escenario para batir a su rival y vecino. Los goles de Schuster y Futre certificaron el buen estado de forma de los del Manzanares.

Las cosas acabaron incluso mejor para los pupilos de Cruyff. Lograda la ansiada Copa de Europa, con un fútbol asociativo y que regalaba goleadas, los blaugranas llegaron vivos a la última jornada a expensas de un posible tropiezo del Real Madrid. Frente al Tenerife, irónicamente el último oponente que tuvo Antic como míster blanco, se dio un 3-2 en contra de los madrileños que mandó la Liga hacia el Nou Camp.

¿Un rival inabordable?

El potencial del Atlético de Madrid de Luis Aragonés a principios de la década de los noventa puede haber sido bastante subestimado. La plantilla defendió la siguiente campaña su condición de rey de torneo del KO con una excelente participación en la Recopa, donde llegaron a las semifinales tras batir a adversarios como el Olimpiakos.

No obstante, en una eliminatoria muy reñida de semifinales, el poderoso Parma, futuro campeón de la edición, logró imponerse después de que se produjera un hecho curioso: ambos ganaron en el domicilio del rival. Pero 0-1 en suelo transalpino resultó insuficiente por la regla de los goles dobles obtenidos fuera de casa, haciendo válido el 1-2 en el Manzanares que lograron los pupilos de Nevio Scala.

La eliminación vino acompañada, hecho recogido por periodistas como José Miguélez, de un fuerte escándalo al final del encuentro, fruto de las polémicas arbitrales e intensidad de 180 minutos de gran equilibrio. Tomás, Schuster, Toni, Vizcaíno y Juanito fueron sancionados, de la misma manera que su presidente, quien no podría estar en el palco durante los próximos seis encuentros de competiciones continentales.

Habiendo acariciado conseguir el galardón, para el club rojiblanco aquel revés vino junto a una multa de 100.000 francos. Quedaba la sensación de una tensa relación con la UEFA desde los cuartos de final ante los atenienses, donde, incluso habiendo superado la ronda, fueron penados con una sanción por valor de siete millones de pesetas.

Hechos que verdaderamente empañaron a un proyecto que quizás tenía una plantilla demasiado corta para sobrellevar tres competiciones, pero que podía ser una amenaza seria en cualquier eliminatoria. Si bien pertenecería al género de fútbol ficción, Paolo Futre y un Schuster todavía con recursos suficientes para ser decisivo, habrían podido disfrutar de la Copa de Europa con las actuales reglas donde no es condición sine qua non el haber alzado una Liga que, en aquellos momentos, parecía el campo predilecto del Barcelona de Cruyff.

Así lo notaron los colchoneros cuando recibieron al vigente campeón en el Vicente Calderón. Apenas era la tercera jornada, pero los blaugranas presentaron su nueva candidatura con un Stoichkov mortífero en su velocidad, firmando un hat-trick que luego refrendaría Guillermo Amor para un contundente 1-4.

Fue un severo correctivo que, indudablemente, hizo tener más recaudos a los pupilos de Luis Aragonés cara a la Supercopa que se celebró en octubre. José Ángel de la Casa, comentarista para TVE, subrayaba las concepciones tan contrapuestas de ambos aspirantes en su propuesta futbolística. Sea como fuere, aquella campaña la tendencia parecía mostrar que el fútbol de toque del Barcelona estaba más engrasado que nunca.

Particularmente, Stoichkov estaba mostrándose casi imparable, aunque, fiel a su carácter, también al límite del reglamento. En una acción no apreciada por el colegiado Juan Ansuátegui Roca, golpeó a Tomás para ganar una carrera por la banda. No obstante, pese a rondar por el área de Abel Resino en muchas ocasiones, fueron los visitantes quienes se marcharon con un 0-1 prometedor al descanso.

El tanto fue un certero cabezazo de Patxi Ferreira, el cual había mandado otro a la madera de Zubizarreta antes de estrenarse. Nuevamente, las jugadas a balón parado suponían un potro de tortura para los de Cruyff. Además, fueron ignoradas las protestas de López y Ferreira de que Ferrer había intentado desviar el remate con la mano, siéndole perdonada una amarilla con la que pudo marcharse al concluir el primer tiempo.

Si Gabriel Moya había probado a Zubizarreta previamente, Paolo Futre pudo hacer otro tanto en la reanudación por una mala cesión de Ferrer que se fue envenenando. Rozando el 0-2 en varias ocasiones, no podían imaginar los visitantes el vuelco de acontecimientos de esos 45 minutos.

Como en anteriores ocasiones, incluso a base de ligeros empujones, Stoichkov superó a sus marcadores para dar un pase de la muerte a Julio Salinas. El empate inspiró a los locales, cuyo juego de circulación llevó a buenas triangulaciones que Begiristain aprovechó para superar a Abel. El meta rojiblanco, a seis minutos del final, no pudo repeler un centro de Pep Guardiola, algo que aprovechó a placer Begiristain.

La vuelta sería una apuesta del Atlético por explotar la velocidad de Futre. Sin embargo, la efectividad de los azulgranas fue contundente en su primera aproximación: otro gol de un Begiristain que estaba exhibiendo su usual sentido del desmarque y con precisión perfecta ante Abel. El gol enfrió los ánimos de la grada, aunque el partido recuperó intensidad cuando, con su oportunismo característico, Manuel restauró las tablas a la media hora.

En esta ocasión, la posición previa de Futre fue muy protestada por los defensas de Cruyff. Con su habitual don para ver los espacios, Michael Laudrup dio una asistencia magistral a Bakero, cuyo disparo fue atajado por Abel. El primer tiempo se caracterizó por los constantes saques de esquina a cargo de los anfitriones, con Luis Aragonés buscando explotar las funciones de Aguilera como carrilero.

Stoichkov fue el protagonista de la segunda parte. Inicialmente, por perdonar un mano a mano, pero lograría redimirse al poco tiempo para anotar el 1-2. El polivalente Jon Andoni Goikoetxea estaba causando estragos por la banda izquierda.

El nuevo título parecía confirmar la tendencia de una creciente hegemonía blaugrana en la naciente década de los noventa. Sin embargo, el Barcelona entraría en una crisis importante que tuvo varios puntos de inflexión. El peor de todos para el proyecto deportivo fue la rápida eliminación en los octavos de final en la Copa de Europa. Habiendo empatado 1-1 en tierras rusas, los hombres de Cruyff desperdiciaron un 2-0 inicial para verse remontados 2-3 por el CSKA de Moscú.

Años después, Jorge Valdano recordaría la manera en que el estratega holandés respondió a los medios tras el varapalo, acusando a la directiva de no entender nada de fútbol. Esos juegos de provocación podían cimentarse cuando los resultados acompañaban, pero a finales de enero de 1993 se produjo una nueva derrota en el Santiago Bernabéu, lugar que permanecía invicto ante el míster del Barça (quien sí ganó allí en su etapa como futbolista).

El caprichoso bombo copero deparó una eliminatoria ante el Atlético de Madrid, sumido asimismo en una crisis de rendimiento en el campeonato doméstico. Nicolau Casaus, célebre diplomático de la gerencia Núñez y amigo personal de Jesús Gil, afirmaría que el duelo fue decidido por “las piernas de seda” de Michael Laudrup. En efecto, el danés fue quien abrió el marcador, pero su verdadera incidencia fue la apertura del campo con sus imaginativos pases. Pese al valeroso planteamiento de Luis Aragonés al inicio, la ofensiva visitante iba creciendo y, tras las expulsiones de Donato y Ferreira en la segunda parte, el Calderón tuvo que resignarse a un severo 0-5. El danés fue ovacionado por la grada colchonera en un hermoso gesto deportivo.

Seguían siendo duelos con altos registros goleadores, pero todo caía en el mismo bando aquella campaña. José Omar Pastoriza, apodado El Pato, fue llamado por Jesús Gil para sustituir a Luis Aragonés. Se trataba de una destitución dolorosa, puesto que El Sabio de Hortaleza era toda una institución rojiblanca.

El calendario quiso que, antes de la vuelta en el Nou Camp, el nuevo míster tuviera que visitar la Ciudad Condal el mismo mes en Liga. Sabedor de que lo importante era evitar otra desmoralizadora derrota, el planteamiento de los madrileños fue subir la agresividad y no permitir facilidades al oponente.

El partido fue sumamente bronco, con cuatro expulsados: Juan Vizcaíno por el Atlético, mientras que Guillermo Amor, Bakero y Koeman también tuvieron que abandonar el campo. Pese a la ventaja numérica, los visitantes únicamente lograron empatar a uno, si bien fue un alivio teniendo en cuenta los anteriores precedentes.

De cualquier modo, ello influenció la vuelta copera, donde los suplentes del Cruyff se tomaron un choque casi de trámite con ribetes de gran ocasión. Goran Vucevic y otros actores secundarios de la plantilla protagonizaron una velada donde se impusieron por 6-0 a sus homónimos rojiblancos.

Aunque había eliminado al vigente campeón, el Barcelona se quedaría a las puertas de la final tras ser apeado por el Real Madrid en unas reñidas semifinales. Por fortuna para el crédito de Cruyff, ya tenían alzada la Supercopa de Europa frente al conjunto alemán del Werder Bremen.

Así, con altibajos, la campaña 1992/93 no pudo acabar mejor para los blaugranas, puesto que el Tenerife comandado por Jorge Valdano logró volver a repetir victoria en la última jornada a costa del Real Madrid. Suponía el tercer campeonato consecutivo del Barcelona, que empezaba a establecer diferencias en esa competición con otro histórico, un Atlético de Madrid que logró, al igual que los tinerfeños, clasificarse in extremis para la UEFA.

Simplificación en el área

Diferentes estudios sobre la evolución futbolística del Dream Team de Cruyff señalan la irrupción de Romário de Souza Faria como un giro al estilo de ataque barcelonista. Fichado del PSV Eindhoven, el delantero brasileño supuso una simplificación para sus compañeros una vez llegasen al área rival. En ocasiones alejado de todo lo demás que ocurriese en el campo, en los metros finales Romário era capaz de anotar con una facilidad pasmosa, además de conseguir goles de bella creatividad.

En cierto sentido, ello supuso que la escuadra trenzase menos pases para elaborar durante la campaña 1993-1994, aunque las cifras se mantenían por el potencial que poseía la dupla Stoichkov-Romário. En su debut liguero, el recién llegado confirmó todas las expectativas de su nueva afición al lograr un hat-trick ante la Real Sociedad que él hizo parecer fácil por su sangre fría ante portería.

Sin embargo, si hay un rival ante el que su inspiración pareció multiplicarse fue el Atlético de Madrid. El Vicente Calderón no podía esperar presenciar aquel 30 de octubre de 1993 uno de los encuentros más alocados de aquella década.

Tal vez fue El Mundo Deportivo el medio que mejor escenificó la sensación que tuvieron los hombres de Cruyff al culminar los noventa minutos a orillas del Manzanares: “Increíble” fue el titular del medio favorable al Barcelona, mostrando una de las muchas internadas de Romário en una jornada donde sumaría otros tres goles, pero no pudo festejar la victoria.

Aquel sábado el deportista carioca volvió a justificar la reputación que le dio Jorge Valdano: “jugador de dibujos animados”. Antes del primer cuarto de hora, la inteligente movilidad de Txiki Begiristain rompió el fuera de juego para asistir a placer a su compañero brasileño, quien batió al meta Diego con un disparo raso.

Los rojiblancos no se amilanaron, respondiendo pronto con un remate en plancha de Manuel Sánchez que Zubizarreta sacó con maestría bajo palos. Formado en la cantera de Lezama con otros guardametas de estilo sobrio como Cedrún, el portero vasco inició con seguridad sus acciones, sin saber una noche de pesadilla que enturbiaría su relación con Cruyff.

Igual que le sucedería a Rafael Alkorta poco después, Solozábal sufrió uno de los desconcertantes regates de Romário, a través de una maniobra individual genial que le dejó en el minuto 24 para otro mano a mano con Diego. Sin excesivos alardes, los visitantes se bastaban de su mágico 9 para colocar un 0-2 que Pedro intentó recortar con un poderoso remate que fue rechazado por Zubizarreta.

Cada vez que los pupilos de “Cacho” Heredia, otro ex jugador rojiblanco tornado míster, se recomponían, Romário se inventaba algo que hundía sus esperanzas. Apenas superada la media hora, se inventó una vaselina solamente evitada por el larguero.

El danés Michael Laudrup necesitaba poco para darse cuenta del estado de inspiración de su ariete. Apenas un minuto después de haber asustado al Calderón, Romário recibió un maravilloso pase de su centrocampista, quien intuyó perfectamente el hueco que iba a aprovechar su camarada. Tras controlar, volvió a batir a Diego. El 0-3 debía suponer un durísimo golpe para un Atlético en una campaña incierta y con resultados muy por debajo de lo esperado.

Sin embargo, ante un clásico rival, mantuvieron el pundonor. En los minutos de descuento del primer tiempo, López conectó un cabezazo tras saque de esquina que fue a la madera. No pensaban rendirse pese a tener en frente a uno de los delanteros más asombrosos que habían pasado por el campeonato español.

Visiblemente dolido para los micrófonos de Telemadrid, Kiko Narváez habló con cierto tono de desengaño a pie de campo. Se mostró escéptico con seguir intentando contragolpes, animando a los suyos a presionar desde más arriba. Cualquier otra cosa permitiría al Barcelona tocar el balón a placer. Medalla de oro en los Juegos Olímpicos, en la selección había coincidido con rivales de aquel día como Pep Guardiola o Ferrer, así como futuros compañeros rojiblancos Solozábal, quien ejerció las labores de capitán.

Fichaje ilusionante, el jerezano no estaba logrando hacer explotar su innegable talento ofensivo en el Calderón. Pese a ello, sus plegarias iban a ser escuchadas en aquella ocasión.

Nada más volver de vestuarios, un malentendido del centro del campo culé propició una pérdida que el veloz Kosecki aprovechó para plantarse delante de Zubizarreta, dando un atisbo de esperanza a su causa (1-3).

La grada tardó poco en animar con energía tras esa inyección de moral, algo que se disparó ocho minutos después cuando Pedro tuvo un golpe franco que ejecutó de maravilla. Zubizarreta intentó colocar una mano fuerte, pero el disparo terminó en las redes. El 2-3 fue demasiado para Cruyff, quien optó por colocar a uno de sus especialistas en marcajes, Juan Carlos, sobre Kosecki. Sacrificó para ello a Pep Guardiola. No obstante, el ariete polaco se sentía cómodo hasta el extremo en los partidos de ida y vuelta, fruto de su gran velocidad. Irónicamente, el entrenador blaugrana había afirmado en pretemporada que los colchoneros salían ganando al cambiar al icónico Paolo Futre por el jugador que había debutado en España vistiendo los colores de Osasuna. Kosecki no encontró continuidad a lo largo de sus dos campañas en la capital española, dejando, eso sí, aquella velada de gloria para el recuerdo, su mejor actuación.

Un mal rechace aéreo de Albert Ferrer permitió otra carrera del goleador polaco, cuyo disparo fue medido a la meta culé. En esta mitad, López pudo contener mejor a Romário, amparado también en la mayor permisividad que el colegiado López Nieto estaba dando a la hora de sancionar los contactos.

Irónicamente, sería Pirri el expulsado en los compases finales del choque. Un agarrón de Juanito a Romário cuando el partido expiraba no fue sancionado, hecho que permitió que los locales armasen una contra que hubiera hecho las delicias de Luis Aragonés. Kosecki armó un dos contra dos que culminó con una certera asistencia a Caminero (4-3).

El antiguo jugador del Valladolid explotó de júbilo. Su adaptación al Manzanares fue complicada, especialmente por los malos resultados deportivos. Sin embargo, era uno de los centrocampistas con más llegada en España durante aquellos años, hasta el punto de que Javier Clemente le convocaría para el Mundial de Estados Unidos (1994).

Muchos años después, ante el periodista Enrique Ortego, Caminero rememoraría las causas detrás de aquellos espectaculares duelos que atraían a la gente hacia el estadio: “Éramos dos equipos muy abiertos, con mentalidad de atacar, de llegar rápido a la portería. Nosotros jugábamos con la línea casi en el medio del campo. Ellos prácticamente igual con su 1-4-3-3. Eran partidos incluso demasiado abiertos. Ahora es complicado ver encuentros como esos. En uno llegué a ir perdiendo 0-3 y ganamos 4-3. Y en otro, ir ganando 0-3 y 2-4, con cuatro goles de Pantic, y perder 5-4… Algo que recuerdo muy bien es que en esos partidos tanto el Camp Nou como el Calderón estaban siempre llenos”.

Se trata de un diagnóstico profundamente certero que va a verdaderas razones en los sistemas de juego que explican los entresijos de dos fórmulas con resultados explosivos cuando se mezclaban. No obstante, Cruyff no podía permitirse recurrir a la pizarra en rueda de prensa, preocupado por el rendimiento de los suyos, incluso con Guardiola ironizando que eran capaces de hacer Historia de todas las formas posibles.

Uno de los más señalados fue Zubizarreta. Guardameta casi indiscutido, aquella campaña sería la más tensa de su carrera, acompañada de alguna suplencia en beneficio de Carles Busquets y su posterior despido tras la final europea de Atenas, donde el AC Milan de Fabio Capello apabulló a un Dream Team que se antojaba favorito en el duelo disputado en Atenas.

Después de años exitosos, el exigente técnico holandés tenía problemas para lidiar con cuatro extranjeros de máximo nivel. El máximo damnificado era Michael Laudrup, quien incluso terminaría haciendo las maletas para marcha al máximo rival: el Real Madrid. Con todo, el danés terminaría reconociendo, ya retirado, junto a su agotamiento en la relación con el entrenador, pensaba que el Barcelona estaba agotando una etapa y tenía muchos mundialistas en sus filas que iban a tener un serio bajón de rendimiento físico la campaña 1994/95.

Pero aquellas predicciones distaban todavía de aparecer en el horizonte. Alternando grandes momentos y goleadas como el 5-0 al Madrid en enero, los vigentes campeones protagonizaban debacles como un 6-3 en La Romareda. Irregulares al máximo, muchos pronósticos iban señalando que el “Súper” Deportivo de la Coruña de Arsenio Iglesias iba a hacerse con el título. Marcos Gendre ha recopilado de manera emotiva la historia oral de esa ambiciosa apuesta de la junta directiva de Augusto Lendoiro para llevar a los coruñeses desde las fases de promoción a codearse con los mejores.

Mauro Silva o Bebeto se alternaban con hombres de la casa como Fran. Sagazmente, la secretaría técnica traía a jugadores muy válidos (por ejemplo, Aldana) que ejercían de eficaces suplentes en sus conjuntos de procedencia, pero ahora sentían atracción por los cantos de sirena provenientes de Riazor. En sus Informes Robinson, el equipo de Canal + ha indagado en las causas que llevaron a este fenómeno branquiazul a unos años dorados, evocados con nostalgia por periodistas de la talla de Nacho Carretero.

Como habían hecho con el Real Madrid las dos campañas anteriores, Cruyff y Rexach intentaban adelantar sus encuentros para colocar presión extra sobre el líder gallego. El técnico holandés llegó a granjearse la antipatía de la afición coruñesa, pero su táctica iría funcionando paulatinamente, especialmente debido a que el Barça firmaría una segunda vuelta de ensueño.

Una de las grandes exhibiciones sirvió, además, para tomarse la revancha ante los rojiblancos, quienes, en un rasgo clásico de aquella etapa de la presidencia de Jesús Gil y Gil, habían vuelto a mover su banquillo. Santos Ovejero llevaba pocos días en sustitución de José Luis Romero para afrontar a una escuadra blaugrana en plena efervescencia.

El partido incluso superó en goles a la noche memorable del 4-3. El Camp Nou tardó poco en celebrar el primer gol, obra de Romário, una maravillosa vaselina que pilló desprevenido a Abel Resino. El estado de euforia se tradujo en pañuelos blancos y ovaciones en la grada, donde estaban incluso iconos de la sección de basket azulgrana como Juan Antonio San Epifanio, “Epi”.

Sin embargo, los rojiblancos consiguieron aprovechar la rapidez de Kosecki, quien sacó un penalti a Koeman que Pedro transformó con frialdad frente a Zubizarreta en el 21.

Previamente, equipos tan regulares como el Deportivo de La Coruña habían caído abatidos 3-0 en ese mismo escenario, donde incluso el Real Madrid sufrió una manita de goles. Además, al tempranero tanto se unió la doble amonestación a Vizcaíno poco después. Pese a ello a través del centro del campo, el Atlético supo encontrar su ritmo, amparado en la inspiración de Caminero, además de juntar su media más a la zaga.

A diferencia de muchos otros oponentes que se medían a los madrileños en aquellos años, Cruyff se había hecho célebre por tomar una decisión con respecto al habilidoso delantero extremeño Manolo Sánchez. Como confesaría en varios libros y ante amigos como Jorge Valdano, el técnico holandés creyó hallar una solución para enfrentarse a un avispado ariete cuyo punto fuerte era desmarcarse con rapidez. Pichichi en la liga del curso 1991/92, Manolo quizás se sorprendiese por el hecho de que los blaugranas nunca le colocasen un defensa personalizado para él.

El míster del Barcelona se jactaría de que recibía mucho menos castigo del goleador que la mayoría. Sea como fuere, su teoría en este sentido podría refutarse viendo varios de los pasajes de este artículo. En la ocasión que nos ocupa, Manolo volvió a equilibrar numéricamente el partido al recibir un codazo de Ronald Koeman y haría mucho daño a los defensores azulgranas.

De hecho, en pleno dominio visitante, el colegiado Andújar Oliver erró al no señalar un penalti de Zubizarreta sobre Pirri. De haberlo hecho, el guardameta, titular con la selección española, habría sido expulsado y los locales habrían tenido que afrontar aquella intensa velada con nueve hombres.

Romário volvió a golpear pasada la media hora con otro de sus fabulosos controles. No obstante, se le señaló un fuera de juego inexistente. En la réplica, Pirri mandó un centro que Manolo remató con velocidad al palo cambiado de la portería culé. El 1-2 parecía abrir un nuevo encuentro donde quizás el ritmo de juego se atenuase. Nada más lejos de la realidad.

Stoichkov admitía motivarse especialmente ante el Atlético de Madrid. Solía tener agrias batallas contra defensas como Tomás Riñones o Juanma López, si bien admitía sentir debilidad por la calidad de jóvenes como Caminero, a quien veía destinado a marcar el ritmo del combinado de Javier Clemente. En aquella ocasión, usó su certera zurda para empatar a 2-2 apenas cinco minutos después, a través de una falta magistralmente ejecutada, aprovechando también la ausencia del especialista Koeman.

Las alternativas se sucedían, aunque serían los pupilos de Santos Ovejero los más certeros justo antes de que culminase la primera parte. Ello no era fruto del azar. Sin el central holandés, la defensa blaugrana solía sufrir mucho aquella campaña. Kosecki y Manolo usaban su capacidad para generar espacios, obligando a muchos desplazamientos de Miguel Ángel Nadal. Ello fue aprovechado con energía por Caminero, un gran llegador que cabeceó otro centro de Pirri para marchar a vestuarios con el liderato en el marcador.

La reanudación mostró todo el potencial ofensivo que atesoraban los de Cruyff. Una de las decisiones tácticas más controvertidas de Ovejero fue la temprana sustitución de Caminero por Benítez, una modificación de esquema que daba mordiente arriba, aunque sacrificaba creatividad en la medular.

Tras poco más de diez minutos, Romário, quien ya había dado serios avisos a Abel en la segunda parte, fue derribado entre Tomás y Pedro. Justo cuando el Camp Nou se preparaba para celebrar la reinstaurada igualdad en el electrónico, Abel intuyó perfectamente el disparo, con el búlgaro resbalándose al intentar acudir a su propio rebote.

Lejos de sufrir un bajón anímico, el Barcelona siguió insistiendo con un peso destacado de Sergi Barjuan y su desborde por la banda. Desde la media, Pep Guardiola buscaba pases incisivos. Uno de ellos fue aprovechado por Iván Iglesias en el 64 para probar al meta colchonero. El rechace fue controlado por Romário. El ariete carioca, casi desde el suelo, logró dibujar una vaselina que superó al cancerbero y a los defensas visitantes que buscaban proteger las redes. Tras mucha deliberación y protestas de los de Ovejero, el tanto no subiría al marcador por una posición irreglamentaria más que dudosa.

La diferencia era el estado mental de un Barcelona mucho más firme e insistente. La velocidad de Stoichkov permitió casi de inmediato otra internada por la banda donde asistió a placer a Romário, quien enloqueció junto con la grada tras las anulaciones previas.

Quedaban veinticinco minutos y Romário aprovechó con suma habilidad que los visitantes empezaban a volcar hombres en el otro campo. Guardiola supo intuir su desmarque para que el brasileño ganase un duelo crucial con López, batiendo con habilidad a Abel. Había consumado otro hat-trick en el minuto 73.

La ausencia de Caminero restaba ideas a los de Ovejero, algo que aprovechaba el internacional de la canarinha para captar la atención de sus marcadores.  Stoichkov lo aprovechaba instintivamente para cortar y rematar a placer una sutil asistencia en el minuto 80 que aseguraba un triunfo crucial.

A modo de curiosidad, durante un clásico duelo durante años, mantenido entre Tomás Riñones y el delantero búlgaro del Barcelona, saltó una liebre al Camp Nou que obligó a Andújar Oliver a detener el choque.

Para mantener el nivel de polémica, el colegiado andaluz expulsó por protestas a Stoichkov y a López por otra dura entrada. La campaña 1993/94 regaló dos enfrentamientos espectaculares que merecían un lugar destacado en la histórica rivalidad. Romário ayudaba a aumentar los registros barcelonistas desde lo individual, mientras que Caminero suponía un añadido fascinante para el centro del campo rojiblanco.

Los derroteros de los dos oponentes fueron distintos. Los de Cruyff alcanzaron un cuarto entorchado milagroso tras superar previamente su maldición en el Santiago Bernabéu, a través de un valioso gol de Guillermo Amor. Un lanzamiento desde los 11 metros de Miroslav Djukic pudo acabar con la hegemonía blaugrana, pero fue detenido por el meta valencianista González.

Ya con Jorge D’ Alessandro dirigiendo los designios de la nave atlética, los colchoneros tuvieron que recurrir al empuje del Vicente Calderón para batir 2-0 al Rayo Vallecano de David Vidal. Los coqueteos incluso con el descenso escenificaban un año terrible en lo deportivo que escenificaba la inestabilidad de la directiva de Jesús Gil.

Manteniendo la tradición

Barcelona y Atlético compartieron una sensación de desazón la campaña 1994/95. Con cuatro ligas consecutivas y siendo una presencia fuerte en Europa, los culés se verían adelantados por el ritmo del nuevo Real Madrid de Jorge Valdano y el excelente Deportivo de La Coruña de Arsenio Iglesias. La inesperada y contundente derrota en la final continental de Atenas (4-0) convenció a Cruyff de tomar decisiones extremas: pilares como Zubizarreta marchaban, mientras que Goikoetxea fue reemplazado por Xavier Eskurza. Romário, ídolo de la anterior campaña, iría forzando con su indisciplina y poco esfuerzo en el campo su marcha de regreso a Brasil en un curso futbolístico que no culminó.

Con todo, el peor golpe fue la marcha del danés Michael Laudrup a un rival directo como los blancos. Fruto del desgaste de su relación con el míster holandés que le trajo del ostracismo en la Juventus, ahora sus asistencias las estaban disfrutando atacantes como Iván Zamorano o Emilio Butragueño. Además, su pronóstico del bajón en la curva de rendimiento de sus antiguos camaradas se cumplió de manera casi profética.

Pese a ello, la afición del Nou Camp pudo disfrutar en la sexta jornada de uno de los encuentros más codiciados por las cadenas de televisión. Aparecía de visita el Atlético de Madrid, ahora dirigido por Francisco Maturana.

Iván Castelló, uno de los grandes expertos en la turbulenta gestión de Jesús Gil y Gil con el Atlético, recuerda como un diario internacional como El Tiempo de Bogotá lamentaba que uno de los entrenadores de moda se metiera en “el matadero” que estaba siendo el Vicente Calderón para su gremio. Maturana logró gestas como el 0-5 de Colombia a Argentina en El Monumental, pero pronto se sorprendió por el miedo imperante en una plantilla con talento, pero cohibida por la falta de paciencia cuando no acompañaban los resultados.

Tras una pretemporada discreta por tierras inglesas, el enésimo proyecto de Gil llegaba necesitado a la Ciudad Condal. Andrés Astruells, director adjunto de Mundo Deportivo, calificó aquella velada como el partido más excitante que se podía ver en el campeonato. No pudo estar más acertado.

Desde el primer momento, los visitantes presionaron muy arriba, propiciando malas salidas con los pies de Carles Busquets, además de obligar a “El Pitu” Abelardo a cometer una fea entrada sobre su compañero olímpico Kiko Narváez, en una acción que Simeone reclamó como roja al ser el último hombre antes de que el goleador andaluz se plantase ante la portería contraria.

Casi de inmediato, llegó otra polémica. Stoichkov cargó con agresividad sobre Toni para desequilibrarle. Puesto que el árbitro Ansuátegui Roca no señalizó nada, el búlgaro consiguió mandar un centro que Diego no pudo interceptar. Romário únicamente tuvo que empujar el balón a las redes. Tras haber protagonizado una sincera amistad en su primer año juntos, los dos delanteros azulgranas se estaban mostrando frialdad en el curso. David Airob captó en una precisa fotografía el abrazo entre ambos que la grada quiso ver como un guiño a que volverían los días felices.

En la medular, el evento permitió algún duelo entre dos líderes de vestuarios que se habían desafiado ante la prensa: Simeone denunció que Koeman tenía mucha bula arbitral, algo aprovechado por el holandés para recordar en la prensa que el argentino no estaba exento de dureza.

Tras haberse hecho un nombre en el Sevilla, Simeone era un exuberante futbolista que, según le había enseñado Carlos Salvador Bilardo, podía catalogarse de “todocampista”. Nadie podía saberlo, pero su nombre terminaría convirtiéndose en esencial para la historia atlética.

El mayor dolor de cabeza para la zaga de Cruyff estaba siendo Kiko, hasta el punto de que Abelardo tuvo que arriesgar para sacarle el balón con limpieza cuando el andaluz ya encaraba a Busquets. En una triangulación perfecta, el ex del Cádiz controló con el pecho y dio un sutil cabezazo que Pirri aprovechó para fusilar la portería blaugrana durante el minuto 26.

No contento con ello, luego aprovechó un regalo inesperado del portero local para estar cerca de sorprenderle con una vaselina al más puro estilo Romário.

Pasada la media hora se produjo otro momento histórico. Desde su irrupción en el primer equipo, Guardiola se había visto presionado por Cruyff para mejorar su remate desde fuera del área. Particularmente en los golpes francos, el jugador canterano recibió el apoyo de su frecuente compañero de habitación: Ronald Koeman. Armando la pierna con gran rapidez tras un rechace de la zaga rojiblanca, Guardiola sorprendió a Diego con su zurda para mandar la pelota justo por toda la escuadra en su debut anotador en la liga española.

A partir de entonces, la inercia no pudo ser más positiva para el vigente campeón. Pirri recibió amarilla por una patada a destiempo sobre Koeman, mientras que Toni casi se mete un gol en propia puerta intentando evitar un fácil remate de Romário.

Finalmente, el tanto llegaría a balón parado con una hábil conexión entre Koeman y Stoichkov que el segundo aprovechó hábilmente para usar su pierna predilecta, la zurda. Ante la incredulidad del staff técnico de Maturana, Ferrer lanzó otro disparo desde fuera del área a la cruceta.

Las dos únicas islas para un Atlético desbordado resultaron ser Kiko, maestro en controlar de espaldas, y Simeone, el cual se aplaudió a sí mismo tras hacer un caño a Bakero, capitán azulgrana.

Tal vez teniendo en mente su reciente remontada ante el conjunto de Cruyff, el Atlético salió dispuesto a todo, olvidando la desventaja. Con rapidez, Kiko conectó un pase al espacio que Kosecki aprovechó con rapidez para plantarse delante de Busquets, quien logró desbaratar la ocasión manifiesta.

Los hombres de Maturana consiguieron aislar a Romário, además de poner en serios aprietos a un Barcelona con dificultades para salir jugando desde su área. De hecho, un malentendido en la medular acabó con Pirri encarando hacia portería, saliéndose su disparo por apenas centímetros. Casi al instante, Kosecki volvió a probar los puños de Busquets. Fue la última intervención del jugador polaco, reemplazado por Adolfo “El Tren” Valencia. Altamente promocionado en su Colombia natal, había llegado a militar en el Bayern de Múnich, aunque su andadura en el Atlético no fue exitosa, si bien ante el Barcelona firmaría algunas de sus mejores actuaciones, puesto que era veloz y aprovechaba los huecos que ofrecía el sistema de Cruyff.

Busquets estaba siendo el mejor de su bando en este tramo, venciendo en el mano a mano a un Kiko Narváez escurridizo para Koeman. Uno de los causantes del cambio de tendencia estaba siendo Caminero, gran recuperador de balones. El antiguo jugador del Valladolid dio un pase de la muerte a Simeone que Busquets intuyó perfectamente cerrando sus piernas para evitar el segundo gol rojiblanco.

Aisladamente, Romário generaba problemas cuando Guardiola lograba conectar algún pase con él, usando sus habilidosos controles de pecho para desequilibrar el marcaje de Tomás Riñones.

Cruyff sustituyó a su capitán, Bakero, en beneficio de la frescura y polivalencia que podía darle Guillermo Amor. En algo atípico para el Camp Nou durante esos años, la posesión del balón estaba siendo muy equilibrada (53% para los anfitriones y un 47% para los de Maturana).

Llegada la media hora, Amor logró filtrar un pase a Romário, quien habilidosamente evitó el fuera de juego y luego penalizó a Diego con una de esas vaselinas que tantos problemas dieron a su colega Abel Resino. Consiguió vencer en carrera corta, su especialidad, a Rocha. El 4-1 pareció una sentencia y el público quería volver a soñar con ver la mejor versión del ídolo brasileño, absolutamente desconectado del equipo desde que se marchó al torneo mundial de Estados Unidos.

Con síntomas de agotamiento, la retaguardia rojiblanca no logró interceptar un pase de Guardiola que dejo solo a Stoichkov, quien no estuvo acertado a la hora de definir. Del 5-1 se pasó con rapidez al 4-2 mediante la recuperación de una pelota perdida por Koeman que Simeone aprovechó a la perfección para asistir a Kiko durante el minuto 36.

El encuentro que parecía cerrado se haría largo a los blaugranas, especialmente cuando Caminero abrió juego hacia la banda donde Simeone asistió a Valencia. El ariete colombiano logró elevar la pelota para sobrepasar a Busquets, provocando la desesperación de Cruyff en la banca por cómo estaban permitiendo tocar a sus oponentes. Simeone recogió con furia el balón de las redes para espolear la remontada de los suyos.

Sin embargo, los de Maturana estaban dejando mucho espacio atrás, algo que Romário aprovechó para dar un medido pase que habría habilitado a Amor para una fácil ocasión de no haber sido por el instinto de Tomás, el cual logró impedir la acción justo a tiempo para los intereses de los suyos.

Finalmente, el duelo quedó finalizado con aquellos 7 goles en otra sesión memorable para la audiencia y público que lo pudo disfrutar a pie de campo. Sería una de las escasas alegrías para un Barcelona que sufriría un gran proceso de desgaste aquel año. De dominador, pasó a tener severos problemas para aspirar a plazas que diesen acceso a la UEFA.

La situación colchonera era incluso peor. Al menos, los blaugranas celebraron la Supercopa de España, mientras que el proyecto de Jesús Gil afrontaba un febrero peligroso: 15 puntos y zona de promoción. Jorge Roberto d’ Alessandro, quien fuera portero destacado en la mejor etapa de la Unión Deportiva Salamanca, manejaba la nave en el banquillo cuando el caprichoso bombo copero les hizo marchar a la Ciudad Condal para la ida de los octavos de final.

Los dos tradicionales antagonistas volvían a cruzarse. Pasar aquella ronda permitiría salvaguardar los muebles a uno de ellos y aspirar seriamente a un título para la sala de trofeos. El pasional estratega argentino fue importante para salvaguardar a la escuadra en los albores de la campaña 1993/94 de descender, pero Gil lo cambió de inmediato por Francisco Maturana. Ahora, volvía e iba a vivir uno de sus momentos más felices en la banca rojiblanca.

Pese a ello, la ida de los octavos iba a empezar muy mal para los madrileños. Stoichkov botó un córner en el minuto 2 que “El Pitu” Abelardo cabeceó de manera magistral para abrir una nueva fiesta de goles entre ambos contendientes.

Con todo, si alguien iba a recordar siempre la velada sería Julen Lopetegui. El portero hacía su debut oficial con la elástica del Barcelona, precedido por un gran rendimiento con el Logroñés. No podía imaginar que, apenas pasado un cuarto de hora, se vería obligado a derribar a Caminero en una ocasión manifiesta de gol por parte del vallisoletano. Díaz Vega la expulsó, lo cual obligaría la sustitución Beguiristáin por Angoy, fichaje controvertido y debatido por la prensa al ser el yerno de su entrenador. Con sangre fría, Simeone igualó el partido.

Sin importar la desigualdad numérica, el Barcelona logró mantenerse bastante bien la primera mitad. De hecho, fruto del juego de toque, Abelardo incluso estuvo cerca de conseguir el doblete cuando remató en el área pequeña de Abel Resino.

Al descanso, serían en esta ocasión los locales quienes tendrían algunos reproches a Díaz Vega. No por el claro penalti a Camino, sino por posibles indulgencias con Kosecki y Solozábal, puesto que ambos coquetearon con una segunda amarilla.

En el vestuario culé ya no estaba un afligido Lopetegui, quien optó por marcharse a casa para seguir viendo el transcurso del partido por televisión. Al igual que frente al Zaragoza en su bautismo de fuego en el marco blaugrana, había terminado siendo expulsado.

D’Alessandro acertó con el cambio al mover a Geli por Valencia. El jugador sudamericano no estaba encontrándose cómodo en el Manzanares, si bien volvería a anotar de nuevo en la Ciudad Condal. Un pase filtrado de Kiko le permitió avanzar para encarar a Angoy, sorteando el intento de entrada de Koeman. El 1-2 exigía mucho a los catalanes, especialmente con diez hombres sobre el césped.

Uno de los recursos fue la capacidad de Hagi a balón parado. El futbolista rumano probó a Abel con un golpeo franco, además de intentar centros al área rojiblanca. Considerado “el Maradona de los Cárpatos”, Cruyff siempre había mostrado interés por este técnico atacante que había estado previamente en el Real Madrid.

De cualquier modo, Kiko volvió a castigar en el 68 con otra de sus sorprendentes asistencias. Pirri no desaprovechó la ocasión para lanzar con contundencia ante Angoy (1-3). La repetición televisiva mostró que el asistente estaba ligeramente adelantado, algo no advertido por el juez de banda.

Con el encuentro expirando, el genio del jerezano volvió a aparecer en otro contraataque magistralmente ejecutado. Valencia logró vencer el pulso con Angoy para colocar un marcador que, como confesó su entrenador a Quique Guasch a pie de campo, resultaba muy emotivo para la recuperación.

En efecto, la suerte pareció girar. Los colchoneros se mantuvieron invictos cuatro partidos, mientras el Barcelona recibía un correctivo en El Sardinero (5-0). La relación entre Stoichkov y Cruyff pasaba por uno de sus clásicos altibajos. De cualquier forma, el técnico holandés no pensaba renunciar a la eliminatoria. Blindó al vestuario cara al viaje a Madrid, retrasando a propósito el desplazamiento para llegar sin el tiempo a conceder la rueda de prensa. Pese a haber descartado al capitán Bakero o no contar con gente tan lesionada de la importancia de Koeman o Amor, pensaba poder sorprender a su rival.

De inmediato, el Vicente Calderón vio a un Barcelona de mayor agresividad. Hagi se movía con libertad por las bandas derecha e izquierda. Precisamente el rumano logró sorprender a Abel pasados los ocho minutos con un magnífico remate que exhibía la calidad de su zurda.

El dominio no se materializó en más goles, algo que penalizó Caminero en los estertores de la primera mitad. Una mala salida de Lopetegui le permitió controlar un saque de esquina para anotar pese a tener cuatro defensas blaugranas alrededor de la portería. La moral de la escuadra azulgrana vaciló y pronto Valencia fue objeto de penalti por parte de Sergi. Al fin, Lopetegui pudo resarcirse del partido de ida al atajarlo.

Al poco de regresar de vestuarios, Tomás arrolló a Xavier Escaich. El defensa rojiblanco tuvo alguna palabra poco amistosa con Stoichkov, puesto que ambos hombres se profesaban una antipatía clara en el campo por el rigor con el que defendían sus colores. El búlgaro ejecutó la pena máxima, acabando con una sequía que había iniciado desde el mes de diciembre.

El único islote para los jugadores rojiblancos era Valencia, quien reclamó un posible agarrón de la defensa rival en una de sus internadas. Sea como fuere, con superioridad numérica, el Barcelona tardó pocos minutos en volver a poner a otro de los suyos, Iván Iglesias, a boca de gol. Derribado por Toni, volvió a ser el búlgaro con sangre fría quien engañó a Abel con un lanzamiento idéntico al anterior. Visiblemente complacido, Cruyff hacía gestos de calma para un partido que se ponía favorable a sus intereses, si bien Caminero reaccionó con pundonor para recuperar balones en la medular.

A falta de doce minutos, Valencia consiguió otra arrancada que pilló desprevenida a la zaga visitante, siendo derribado por Sergi, aunque de forma difusa entre dentro y fuera del área.

El duro disparo de Toni fue centrado, algo que permitió a Lopetegui rechazarlo. Justo cuando las fuerzas de ambos contendientes comenzaban a flaquear, Abel Resino detuvo una jugada a Jordi Cruyff usando las manos fuera del área permitida. Ante las ásperas protestas del capitán, Arturo Daudén Ibáñez le enseñó la segunda amarilla del día. La preocupación en el Calderón era máxima.

Jesús Gil pagó una primera extra a toda la plantilla tras otra demostración de la capacidad de sufrimiento de su club.

En aquel año tan convulso, Guardiola destacó el compromiso exhibido por la plantilla barcelonista. Solamente conseguirían alzar la Supercopa de España frente al Zaragoza, aunque lograron in extremis mantener un récord del club (siempre disputar competiciones continentales) después de un gol agónico de Jordi Cruyff en San Mamés que les clasificaba para UEFA.

D’Alessandro fue cesado en el mes de febrero de 1995, algo que le impidió volver a medirse a aquel Barcelona en transición. Su sustituto terminó siendo el ex seleccionador argentino Alfio “El Coco” Basile, el último míster que dirigió a Diego Armando Maradona en la Copa del Mundo. Icono de Racing como jugador, Basile se hizo un director de campo carismático por su personalidad y cercanía a los jugadores, algo que le hizo revertir un tanto la situación liguera. Justo lo contrario de su colega holandés.

“He perdido el control de la situación”, admitió un Cruyff tenso a pocos días de un partido de Copa de Europa ante el París Saint Germain. Curiosamente, Gil dedicó palabras de apoyo al entrenador holandés, afirmando que había malacostumbrado a los suyos con tantas temporadas exitosas. Basile siempre se sintió orgulloso de haber abatido a un rival tan célebre y eso que tuvo bajas tan sensibles como la de Diego Pablo Simeone.

Eso permitió a Carlos Bonellí, corresponsal de Mundo Deportivo, vivir con el centrocampista argentino aquella jornada donde los rojiblancos se quitaron algunos sinsabores. No podían ni imaginar el escándalo que aguardaría unas jornadas después, cuando Gil entraría a pedir cuentas a algunos de sus jugadores por el mal rendimiento durante un empate a cero en Las Gaunas.

Las cámaras de televisión captaron varios momentos vergonzosos, pero ninguno como la tristemente célebre frase: “Yo al negro le corto el cuello”. Se reveló que era una amenaza nada velada a Valencia. Basile quedó indignado ante aquella falta de respeto a la plantilla y terminaría aprovechando el programa de radio de José María García para medirse con Gil y terminar retirándose poco después de aquel proyecto deportivo.

Los del Manzanares quedaron en un discretísimo decimocuarto puesto en la Liga. Para colmo de males, Raúl González Blanco, un jugador formado en las categorías inferiores colchoneras, debutaba de la mano de Jorge Valdano y Ángel Cappa para convertirse en el atacante de referencia para el Real Madrid durante los siguientes años. Como recuperaría el programa Conexión Vintage, Raúl incluso había aparecido en espacios televisivos siendo felicitado por Gil por los goles obtenidos o una charla del joven en el vestuario con Bern Schuster el mismo día que culminó el récord de imbatibilidad de Abel.

En algunos mentideros se recordaría que la administración del presidente rojiblanco y sus recortes en dichas secciones permitieron al gran rival en la capital española hacerse con una figura que se convertiría en un incomodísimo rival para las siguientes campas.

No obstante, de aquellas infructuosas etapas, iba a surgir un momento culmen para la institución.

La revolución de Antic

Radomir Antic se había visto arrastrado colateralmente por la revolución de Cruyff en el Barcelona. Durante la campaña 1990/91, el entrenador serbio llegó a un Real Madrid en crisis de resultados para iniciar una remontada que llevó al club blanco a conseguir una meritoria clasificación a la UEFA.

El siguiente año se inició todavía mejor, con récord de puntos inicial y novedades tácticas como adelantar la posición de Fernando Hierro. El malagueño anotó gran cantidad de goles y el equipo se afianzó pronto en el liderato. Sin embargo, su forma de entender el deporte chocaba con la plasticidad y emoción que estaba imprimiendo el Barcelona del técnico holandés.

El periodista José Miguélez no duda en afirmar que su destitución por orden de Ramón Mendoza en beneficio del Leo Beenhakker marcó una sed de revancha deportiva que aupó a Antic a aceptar la oferta de Jesús Gil durante el verano de 1995. El presidente rojiblanco, tras dos años decepcionantes en rendimiento, se había ganado una merecida fama de cesar entrenadores con suma facilidad.

Consiguiendo cumplir una de sus supersticiones, la única condición del balcánico fue firmar un lunes y obtener jugosas promesas en materia de primas deportivas. El dirigente aceptó, puesto que el recién llegado al banquillo del Calderón aceptaba ir renovando anualmente y sus emolumentos resultaban discretos en comparativa con otros místeres.

De inmediato, logró parar algunas operaciones que, a su juicio, iban a debilitar el proyecto deportivo colchonero. Se acabaron las especulaciones acerca de que Kiko Narváez iba a ser traspasado al Zaragoza. De la misma forma, insistió en el fichaje de un jugador desconocido para la liga española: Milinko Pantic, centrocampista del Panionios griego. La prensa incluso especuló que se trataba de algún favoritismo personal. De cualquier modo, lo que le gustaba a Antic radicaba en que era un consumado especialista a balón parado y hasta prometió a Gil poner de su propio dinero para costear la operación.

Asimismo, pronto dio otro espaldarazo de confianza a Luboslav Penev. Aunque el búlgaro había formado una dupla sensacional con Stoichkov durante el Mundial de Estados Unidos (1994), su final en Valencia fue amargo por el cáncer testicular que se le diagnosticó. Desmintiendo los pronósticos más agoreros, el Atlético se cercioró de que su recuperación era completa y el nuevo míster afirmó que sería el 9 de referencia para acompañar a Kiko.

Partidario de plantillas cortas y once titulares que la afición memorizaría de carrerilla, Antic jamás cuestionaba dos posiciones: el goleador (Penev) y el dueño de la portería. Por aquel entonces, Miguel Ángel Ruiz llevaba meses observando con atención a José Francisco Molina, un joven guardameta que, cosa atípica en aquella etapa, destacaba por su buen juego de pies.

El problema era que Gil y el propio cuerpo técnico temían las goleadas que el equipo de Molina, el Albacete, recibió en la fase de promoción ante el Salamanca. Sea como fuere, Ruiz insistió y consiguió tanto su incorporación como la del defensa albaceteño Santi. Fiel a sus principios, Antic afirmó que Molina sería su titular indiscutible en Liga y Copa, algo que le llevó a ser tajante con el guardameta Diego Díaz Garrido, cuya salida del club fue áspera, debido a que el serbio dudaba que fuese capaz de asumir una suplencia tan prolongada.

Recientemente, la cadena Movistar + ha realizado un interesante reportaje sobre aquellas transformaciones que sucedieron en el Vicente Calderón para explicar una campaña 1995/96 que resultaría histórica. Consciente de la baja moral existente en la platilla por los últimos cursos, incluyendo coqueteos con el descenso, la preparación física fue muy rigurosa para empezar en septiembre con gran intensidad, logrando puntos que dieran una tranquilidad inmediata.

No todo resultó sencillo. Por ejemplo, Antic estaba convencido de que resultaba prioritario fichar a Robert Prosinecki, talento altamente promocionado desde sus días en el Estrella Roja. El centrocampista conocía a Antic de sus años con el Oviedo y se mostraba receptivo tras haber visto malogrado su rendimiento en el Santiago Bernabéu por las lesiones. Con todo, también era un futbolista muy del gusto de Cruyff, quien logró que el Barcelona apareciese justo cuando Ramón Mendoza lo liberaba para hacerse con sus servicios.

Ese golpe no restó fuerza a una sólida pretemporada de la escuadra del Manzanares. Aunque él prefería a cancerberos como Santiago Cañizares, Antic apostó de inmediato por arropar a Molina. Su apuesta iba a ser un 4-4-2 con la defensa muy adelantada. El propio portero expresó sus dudas sobre los intentos de vaselina que iba a sufrir por abandonar tanto las redes, pero el serbio le afirmó que por cada uno de esos tantos que recibiesen, iban a ganar decenas de posesiones y balones adversarios al anfiteatro.

La presión iba a ser una constante, además de la verticalidad propia de la Premier League. Toni y Geli, dos antiguos centrocampistas, estaban cómodos reconvertidos en finos laterales ofensivos que iban a desgastar mucho a los oponentes.

Si bien el Real Madrid de Jorge Valdano defendía título liguero, pronto se intuyó que el equipo de la capital española con más opciones jugaba en el Calderón. Asimismo, tras una temporada en barbecho, Cruyff y Rexach parecían querer iniciar una nueva etapa para recuperar la hegemonía en el campeonato doméstico. Toni Frieros brindó una obra que analizaba esa nueva generación forjada en la cantera que querían diseñar.

Pronto, el Atlético comenzó dando muestras de que su ilusionante pretemporada no era ningún espejismo. Pantic abastecía perfectamente a gente como Kiko o Penev, mientras que talentos como Caminero se encontraban en uno de los mejores picos de su carrera profesional.

Una de las pruebas que la opinión pública aguardaba para el ilusionado conjunto rojiblanco era recibir al Barcelona. Antic sorprendió en rueda de prensa al afirmar que no temía nada de los blaugranas. Se trataba de una afirmación que rompía con el famoso fenómeno de “el Pupas”.

Con su portero titular lesionado, Cruyff recurrió a Lopetegui, quien iba a cubrir la meta culé en uno de los días que más atareada iba a estar. Demostración de lo en serio que se tomaba a aquel oponente, baste pensar que el usualmente ofensivo Barcelona intentó tomar recaudos defensivos, dejando en el banquillo a los centrocampistas de mayor creatividad como de la Peña o Prosinecki, una de las peticiones frustradas para Antic.

Hubo celebridades en el césped antes del saque inicial, con el obsequió del club anfitrión a Abraham Olano, uno de los ciclistas más importantes durante aquella época en España.

Pronto, el Vicente Calderón se asemejó a una grada inglesa aquella noche, puesto que sus jugadores cumplieron los preceptos del estratega serbio: hacer un fútbol vertical a la inglesa, celebrándose cada saque de esquina. Fruto de uno de esos córneres, “El Pitu” Abelardo cometió una ingenua mano que Penev castigó a la perfección desde los once metros.

Juan E. Rodríguez Garrido ha rescatado de la hemeroteca la elogiosa reacción de Cruyff tras ver al renovado Atlético de Antic. El técnico holandés admitió que el resultado podía haber sido perfectamente 7-1.

No le faltaba razón, puesto que los colchoneros incluso demostraron que podían marear a sus contrincantes con una de las armas predilectas del Dream Team: ofensiva al primer toque. Kiko fijaba de maravilla las posiciones de los centrales, algo que fue aprovechado con maestría por “El Cholo” Simeone para triangular con Caminero, el cual superó a Carreras y dejo una asistencia a boca de gol que Penev remató en el minuto 12.

Lo inquietante es que Lopetegui estaba siendo el mejor de los suyos, salvando un mano a mano de Penev, el cual no logró materializar una genial asistencia de Kiko.

En una entrevista a El País poco antes del encuentro, Pep Guardiola había afirmado que el Barça quedaba desnudo cuando no tenía la pelota. Justa esa fue la percepción en 45 minutos de apabullante dominio local, con Pantic estrellando un lanzamiento milimétrico en el poste.

Hubo síntomas de reacción a través de la brillantez individual de Luis Figo, quien se movía de una banda a otra para generar dificultades a los laterales de Antic. Asimismo, Roger estuvo cerca de sorprender a Molina a balón parado. Con todo, escasos argumentos tras haber sufrido semejante asedio.

Uno de los pocos problemas de Pantic en su primer año en España era su fondo físico. Solía desfondarse tras las primeras partes, algo que permitió al centro del campo blaugrana respirar. Nada más producirse la reanudación, Toni Velamazán se aproximó con peligro a portería.

Sin embargo, Caminero no dudó en tomar las riendas de las operaciones, combinando con mucha malicia para dar manifiestas ocasiones de gol a Simeone y Kiko.

El Barça se atascaba intentando sacar el esférico jugado desde su área, además de estar demasiado exigido y parsimonioso para arma alguna contra que pudiera reducir diferencias.

Cruyff tuvo que dar recambio a un Lopetegui con molestias, sacando a su yerno Jesús Angoy. Previamente, ya había introducido a Óscar por Carreras, haciendo lo propio entre Hagi y Kodro. Esas probaturas contrastaban con la confianza de Antic que mantuvo a sus once hombres los noventa minutos.

Tras muchas ocasiones a bocajarro, Caminero hizo justicia a los méritos del Atlético al controlar y rematar un balón en el aire. Aunque Angoy hizo intervenciones de mérito ante hombres como Simeone, fue uno de los lanzamientos más sencillos el que se le desvió para colocar el 3-0. Transcurría el minuto 82 y, ante una grada entregada, el Atlético buscó divertirse esos últimos minutos con toques de espuela y otra clase de florituras.

Fue en esos momentos de mayor desorden donde Abelardo subió al centro de campo para filtrar un pase que el rumano Hagi aprovechó en la banda izquierda para dar una asistencia a Velamazán, salvaguardando la honra visitante.

Pero los rojiblancos confirmaron que iban a ser los protagonistas del curso.

El duelo atípico

Pese al titubeante inicio, el Barcelona fue logrando encarar mejor la campaña 1995/96, sobreviviendo en la copa de la UEFA a través de eliminatorias tan emocionantes como la mantenida ante el PSV Eindhoven.

Estando en semifinales, los de Cruyff habían obtenido un valioso empate a dos goles en Múnich ante el poderoso Bayern. También iban recortando puntos en liga al líder rojiblanco hasta el punto de depender de sí mismos tras batir a la Real Sociedad.

Todas esas cuestiones hacían que los culés tuvieran muchas expectativas en la cita que se iba a producir el 10 de abril de 1996 en Zaragoza. Allí, el club azulgrana aspiraría a alzar la Copa del Rey tras superar a un incómodo Numancia en cuartos final. Los numantinos fueron la escuadra revelación del torneo del KO y se convirtieron en el favorito de todas las otras aficiones españolas por su pundonor y condición de modesto 2ºB. Tras empatar a dos en Los Pajaritos, Cruyff cargó las tintas contra sus jugadores.

Por el contrario, la andadura de los de Antic vaticinaba un divertido torrente de goles. Durante la tercera ronda, habían batido al Mérida en una eliminatoria que incluyó un apasionante 4-4 en la antigua colonia fundada por Augusto. De igual forma, en las semifinales se encontraron con un viejo conocido: Luis Aragonés. Antiguo ídolo del club y uno de sus mejores técnicos, les planteó un juego a la contra que dañó en muchas ocasiones el entramado defensivo de Antic.

En la ida de Mestalla, el Valencia se fue al descanso 2-0. Pese a ello, los colchoneros lograron reaccionar. Tras la expulsión de Engonga por una entrada por detrás a Caminero, Pantic lograba convertir el lanzamiento a balón parado en el empate a dos. El choque culminó con un 3-5 que todavía tuvo cierto interés por el 1-2 que logró el conjunto Che a la orilla del Manzanares. En aquel duelo por disputar el título en tierras aragonesas, destacaron las guerreras dialécticas y en el palco que mantuvo Paco Roig contra su antiguo jugador Penev. El búlgaro siempre estuvo en desacuerdo con la forma de proceder de su entonces presidente durante su etapa recibiendo quimioterapia, aprovechando la ocasión para recordárselo.

Con esos precedentes, se podía esperar un festival de goles en La Romareda. De cualquier modo, finalmente Antic y Cruyff optaron por un duelo sumamente táctico. De la Peña fue descartado por el holandés, quien parecía haber tomado nota de la lección recibida en el Calderón, ajustando los mecanismos atrás. En el sector derecho, el Atlético encontraba sus mejores aportaciones de la mano de Geli, Caminero y Pantic.

Una de las decisiones más discutidas y que explican este atípico duelo con pocas ocasiones radicó en la decisión del staff técnico catalán de colocar a Pep Guardiola sobre Kiko. Desde sus primeros tiempos, cuando se le adjudicó una función similar para vigilar a Emilio Butragueño, el de Santpedor no se veía en una situación similar.

Hubo fatalidades como la lesión de Albert Celades. Juan F. Rodríguez Garrido, en su vibrante recuerdo de aquella cita copera, no duda en afirmar que el canterano estaba siendo el mejor blaugrana en una velada donde Luis Figo o Gica Hagi no hallaron su ritmo.

Sergi Barjuan desde el lateral derecho fue el autor en el minuto 79 de una internada que Jordi Cruyff peinó al larguero de Molina, en una acción que pudo cambiar el curso de aquella temporada.

Llegados a la prórroga, Cruyff lamentó haber realizado todos los cambios, puesto que el sobresfuerzo defensivo de Guardiola le generó unas molestias musculares que le mermaron mucho durante el tiempo extra. Los hombres de Antic también dieron muestras de fatiga tras el derroche de energía.

En el minuto 102, los papeles parecieron cambiarse en el libro de Antic, puesto que Pantic, el hacedor de centros, recibió un preciso balón de Geli para rematar un cabezazo que atravesó las piernas de Busquets.

Recientemente, en el documental de Movistar +, Solozábal ha protestado ásperamente su expulsión por acumulación de amarillas en el minuto 116. En este caso, debe señalarse que Manuel Diaz Vega fue consecuente con su criterio, expulsando apenas un minuto después a Sergi por el mismo motivo. Si bien se podía coincidir o no con su listón en las faltas, trató a ambos finalistas con la misma vara de medir.

Por ello, la cita del 20 de abril en la Ciudad Condal quedó marcada en rojo por Antic. El serbio había planteado una partida de ajedrez donde los laterales serían esenciales. Como reveló en el programa Fiebre Maldini, se dieron instrucciones de no defender a “El Chapi” Ferrer hasta que no estuviera a 30 metros del área de Molina. La idea era alejar al veloz jugador de los centrales blaugranas, más lentos y con problemas de recuperación.

De la misma forma se debía proceder con el veloz Sergi Barjuan. Se trataba de una asunción de riesgos que funcionaría de forma admirable para la causa visitante.

Apenas transcurridos diez minutos de partido, Miguel Ángel Nadal intentó arrinconar a José Luis Pérez Caminero, quien pareció retroceder para luego hacer un magistral regate que le permitió avanzar a placer y dar un pase de la muerte a Roberto Fresnedoso, quien estaba debutando esa temporada con los rojiblancos tras su andadura en el Espanyol.

La maniobra quedaría en el imaginario popular de la liga hasta el punto de que un cineasta como Pedro Almodóvar la incluyó en su film Carne trémula (1997). A modo de anécdota, Fresnedoso recordaría haber acudido al cine a verla, quedando su pareja y él perplejos de que ni siquiera se dijese su nombre en el tramo seleccionado donde todo se focalizaba en la jugada de Caminero. El propio protagonista admitió que su sensacional acción, en ocasiones, le había encasillado cuando se hablaba de aquel año, limitando toda su aportación a aquel lance con Nadal, con quien siempre ha afirmado tener una magnífica relación por ser compañeros en la selección dirigida por Javier Clemente.

El Barcelona buscó reaccionar a través de sus mejores talentos creativos: Iván de la Peña y Luis Figo. Precisamente el portugués logró superar a Geli para mandar un preciso centro que Jordi Cruyff acertó a rematar de espaldas para sorprender a Molina en el minuto 25. En una imagen para la posteridad, el hijo fue corriendo para abrazar a su padre en el banquillo: el momento familiar le sirvió asimismo para dar algunas instrucciones.

Fueron los momentos de mayor poder azulgrana tras el subidón anímico del empate Aprovechando el sistema de Antic, de la Peña sorprendió con una elegante vaselina que se fue desviada por centímetros.

Altamente promocionado desde su juventud, el cántabro era uno de los prospectos futbolísticos más promocionados de su generación, a la altura de Raúl González. Sin embargo, pese a un innegable talento y visión de juego privilegiada para asistir, no hallaba continuidad y tuvo una relación de altibajos con Cruyff.

Al descanso, las espadas estaban por todo lo alto. Los locales debían ganar y, al menos, intentar igualar el goal average. No obstante, todos los planes de la afición culé se desmoronaron nada más iniciarse la segunda parte, cuando un disparo desde fuera del área de Vizcaíno pilló desprevenido a Carles Busquets, a quien se le escurrió el remate tras intentar interceptarlo.

Cruyff dispuso adelantar todavía más las líneas, caldo de cultivo para feroces contraataques visitantes. Prados García, colegiado de la velada, cometió un error al anular un gol a Caminero, quien había superado los intentos de agarrón por parte de Sergi Barjuan para batir con un disparo entre las piernas a Busquets. Lejos de desanimarse por esa señalización, los de Antic mantenían un fuerte vigor físico que contrastaba con el desplome de un Barcelona que estuvo mucho más sólido en la primera mitad.

Hasta su sustitución en el minuto 76 por Fortune, Caminero fue el mejor talento sobre el campo. Emulando a de la Peña, sorprendió desde fuera del área con una vaselina que únicamente fue rechazada por el poste.

La buena noticia para Cruyff fue el buen marcaje de Abelardo a Penev, el cual parecía estar firmando una segunda parte del torneo inferior a su excelente arranque. De la Peña siguió sosteniendo al Barça con buenos pases filtrados. Quizás buscando recordar la mística del Dream Team, se dio entrada a José María Bakero. Sea como fuere, el héroe de Kaiserslautern no logró conectar bien un cabezazo a bocajarro ante Molina.

Perfectamente asistido por Kiko, Biagini mató el encuentro casi al final, fijando un 1-3 que sentenciaba por completo el pulso de Barça y Atlético por la liga. Esa derrota apuntaló a un Barcelona que acabó frustrado y con el cese de Cruyff a escasos días del final, provocando un cisma para la afición.

Con el incómodo perseguidor esquivado, el Atlético no pudo descansar hasta el final, puesto que Luis Aragonés y su Valencia lograron un épico triunfo en el Calderón 2-3) que estrechó mucho la puntuación. El Sabio de Hortaleza aprovechó la oportunidad para presionar ante los medios a Jesús Gil, quien tuvo declaraciones desaforadas en victorias agónicas ante conjuntos como el Salamanca (2-1), rival ya descendido que se esforzó demasiado, a ojos del polémico presidente, para ganar en Madrid.

Finalmente, con El Cholo Simeone aporreando las puertas del hotel de la concentración de su equipo para evitar la siesta, el líder preparó las vísperas de la disputa con el Albacete. El 2-0 acabó con muchos sinsabores a principios de la década de los noventa, al fin llegaba un entorchado liguero que estaba marcado en la lista de objetivos desde aquel fichaje de Paulo Futre.

Gil incluso felicitó a Aragonés y su Valencia por el sprint final, en uno de sus momentos más felices en el palco colchonero. Neptuno volvió a adornarse con bufandas rojiblancas y su dominio en marco nacional resultaba indiscutible.

Antes de marchar, Cruyff dejó atados varios fichajes de interés. Por ejemplo, el habilidoso extremo portugués Luis Figo o el central francés Laurent Blanc. La Quinta del Mini no pudo seguir su andadura, aunque quedaban jóvenes como de la Peña y pilares cruyffistas como Pep Guardiola o Guillermo Amor.

Con un Atlético sólido y aspirante a todo, el Barcelona debía ser quien afrontase una transición. Y sería la campaña 1996/97 la que confirmó estos duelos como los más vibrantes del campeonato español en aquella década.

RocknRolla: La máxima expresión de duelo

Irónicamente, hubo una desgracia compartida por las dos instituciones, Barça y Atlético, a poco de arrancar la pretemporada. Los problemas de césped en el Camp Nou obligaron al Barcelona a solicitar poder disputar el encuentro de ida de la Supercopa de España en el estadio olímpico de Montjuïc. De la misma forma, la directiva colchonera tuvo que hacer lo propio por un problema de orugas en el Vicente Calderón, algo que llevó a situaciones curiosas como el debut del vigente campeón liguero ante el Celta de Vigo en el Santiago Bernabéu.

El primer encuentro de la Supercopa fue muy especial para Ronaldo Nazário de Lima, la incorporación estrella que había enamorado a la directiva de Núñez. Al igual que su compatriota Romário, había deslumbrado en la escuadra holandesa el PSV antes de llegar a España.

En teoría, el Atlético era campeón de Liga y Copa, pero debería batir a los blaugranas, subcampeones en el torneo del KO, por las normas de la competición, al no darse el galardón de forma automática por doblete.

Periodistas de la Ciudad Condal como Quique Guasch habían advertido que el público azulgrana estaba expectante por ver al nuevo ídolo del proyecto post-Cruyff, puesto que apenas tuvo minutos en el trofeo veraniego Joan Gamper. En apenas cinco minutos, el ariete brasileño demostró que su velocidad y potencia de disparo eran mortíferas herramientas frente a la disposición táctica de Antic que tantos quebraderos de cabeza dio a los blaugranas la pasada campaña.

Era el primer año sin el legendario holandés. En su lugar llegó Robert William Robson, popularmente conocido como Bobby Robson, símbolo de los banquillos ingleses y hombre de temperamento diplomático. Su propuesta parecía, a simple vista, más conservadora que la de su predecesor, pero incluso sus máximos detractores terminarían reconociendo que blindó al vestuario en una campaña de transición delicada. Entre su staff técnico, le acompañaba José Mourinho, un prometedor y ambicioso estudioso del fútbol portugués que fue acusado de ser un simple “traductor” al hacer las veces de intérprete para su primer entrenador en la sala de prensa.

A diferencia de la Quinta del Mini, el nuevo proyecto culé trajo jugadores muy consolidados del campeonato como Luis Enrique, alternados con la clase brasileña de Ronaldo o Giovanni Silva. Los grandes dispendios incluyeron incluso hacer un banquillo poderoso, con el pichichi del pasado curso, Juan Antonio Pizzi, un rematador nato.

Pronto, el defensor de los títulos domésticos pudo comprobar ese potencial. Tras un primer aviso en galopada, Ronaldo, muy cómodo con el dorsal 9 de los locales, logró batir a Molina con un potente disparo raso desde fuera del área que pasó cerca de su poste derecho. A través de las jugadas a balón parado botadas por Pantic, los visitantes se aproximaron al área de Baía, incluyendo las airadas protestas de Simone ante una posible mano de Miguel Ángel Nadal.

Sin complicarse en exceso, los de Robson se apoyaban en un Ronaldo que dejo jugadas que no solamente eran propias de su explosividad, sino también de calidad técnica: un caño a Radek Bejbl, promocionado fichaje de Gil tras una gran Eurocopa, logrando los primeros aplausos y murmullos de aprobación por parte del público catalán.

Tanto Luis Figo como Stoichkov, recuperado ese año tras un agitado paso por el Parma italiano, intercambiaban bandas en aras a desconcertar a sus defensores, algo que el luso aprovechó pasada la media hora para hacer un preciso centro que Giovanni remató a placer de cabeza.

El desarrollo del partido mostraba a un Barcelona más expeditivo atrás, con un número llamativo de faltas en la primera parte, casi doblando al Atlético en esa faceta. Aprovechando la estrategia, Juan Eduardo Esnaider acertó a remachar de cabeza un nuevo balón colgado con precisión por Pantic. El 2-1 anticipaba un nuevo duelo con muchos goles.

Todavía existían rasgos propios de la era Cruyff, algo que se observó con las acciones protagonizadas por Baía con los pies, insistiéndose en que el guardameta del Barça fuese uno más en la elaboración desde atrás. El guardameta, igual que Mourinho, había sido una petición de Robson, quien venía de trabajar con ellos en el Oporto.

Tras la reanudación, las líneas adelantadas de uno y otro bando volvieron a hacer sentir el gol muy próximo. Molina logró desbaratar un nuevo intento de Ronaldo, quien aprovechaba a la perfección los pases filtrados de Giovanni. De la misma forma, el Atlético abastecía de contraataques a Kiko, capaz de fijar a sus marcadores y asistir con peligrosidad a compañeros como Esnaider, el cual estuvo cerca de firmar un doblete anotador.

Finalmente, sería el jerezano el artífice del 2-2, al provocar que Juan Fernández Marín le señalase un penalti favorable al ser arrollado por Abelardo. Su antiguo compañero olímpico del 92 no pudo frenar al andaluz de otra forma en el minuto doce del segundo tiempo. Pantic, el héroe de la final copera de Zaragoza, no perdonó desde los once metros.

La igualada dio alas al estilo inglés que proponía Antic, con veloces transiciones que obligaron a estiradas como la de Baía ante un disparo de Bejbl. Robson se decidió a mover el banquillo, sacando a Juan Antonio Pizzi. Ya su primer balón en la Supercopa simplemente requirió empujar un certero pase de Giovanni en el 28.

Montjuïc presenció asimismo una conexión que daría muchas alegrías a los barcelonistas aquel curso: Iván de la Peña y Ronaldo se entendían casi por instinto sobre el césped. Años después, en el espacio televisivo Fiebre Maldini, el internacional brasileño no dudó en citar al centrocampista cántabro como uno de los mejores socios que tuvo en cualquiera de sus equipos. Pese a ello, su primera gran obra fue una inversión de papeles: tras regatear con maestría a Geli, el antiguo jugador del PSV abasteció a de la Peña.

Los compases finales tuvieron un protagonismo inesperado en José Mourinho, cuya forma de protestar y espolear a los suyos le valió una tarjeta amarilla, tal vez el primer reflejo de la fuerte personalidad que el portugués luego tendría tras desligarse de la tutela de Robson.

Molina volvió a sufrir intentos de vaselina por su posición casi de líbero, destacando la intentada por un Giovanni muy preciso, capaz de iniciar una arrancada cuando expiraba el choque para dar un pase de la muerte a Ronaldo. Impasible, Antic se ajustaba la corbata ante el 5-2, si bien reinaba cierta sensación de marcador engañoso para los méritos de los dos contendientes.

En vísperas del duelo en La Peineta, con una entrada discreta, el vigente campeón preparó una encerrona a un Barcelona que se vería lastrado por un problema que tendría toda la campaña: Ronaldo y Giovanni eran requeridos por la selección brasileña.

Bobby Robson tampoco pudo contar con sus internacionales portugueses, algo que dio una nueva oportunidad a Julen Lopetegui en la portería azulgrana. Casi siempre esos momentos del cancerbero coincidían con enfrentamientos ante los rojiblancos. En el banquillo de suplentes podía observarse a Robert Prosinecki, jugador de renombre desde sus días en el Estrella Roja, aunque de efímeros pasos en Real Madrid y Barcelona, marcado por las lesiones. Si bien inició el curso en la Ciudad Condal, terminaría marchando al poco, tras haber sido codiciado por el mismo Antic, como hemos visto previamente.

El estratega rojiblanco, apasionado del ajedrez, diseñó un encuentro donde los suyos irían con agresividad a por el esférico cuando estuviera en poder de los blaugranas. Casi un intercambio de piezas para lograr emparejamientos favorables. Junto a Juan Eduardo Esnáider y los movimientos de Kiko de espaldas, buscó aprovechar a atacantes como Roberto o Biagini. Un papel destacado lo desempeñaría Simeone con sus subidas desde el centro del campo para incorporarse a rematar. Era la función que más le gustaba desde sus días con Carlos Salvador Bilardo y Alfio Basile con la Albiceleste.

Milinko Pantic volvió a marcar territorio ante el Barcelona con un duro lanzamiento a balón parado que estuvo a punto de tomar el ángulo derecho de la meta de Lopetegui. Robson no tuvo en reparos en hacer un planteamiento defensivo, sabedor de su ventaja inicial y al no disponer de algunos de sus mejores hombres.

Se trataba de una apuesta no exenta de riesgos. El Atlético se iba envalentonando ante su afición, con un murmullo incrementado tras otro remate de Pantic, en esta ocasión, a la madera.

Pasada la media hora, un nuevo centro del antiguo centrocampista del Panionios fue peinado por Esnáider. El balón quedó muerto y fue golpeado accidentalmente por Sergi. López y Simeone corrieron para empujar un esférico que ya se había convertido en el primer gol de la noche veraniega.

Los gritos de “¡Olé!” y los aplausos ante los taconazos rojiblancos iban espoleando a la escuadra local. Roberto tuvo un remate a bocajarro que se le mandó a las nubes. Al descanso, la moral madrileña para alzar la Supercopa se encontraba alta, especialmente por la forma en que estaban imponiendo su plan sobre un Barcelona tímido, contemplativo sin la fuerza creativa de sus dos brasileños.

El segundo tiempo fue un intento de adormecer el ritmo a cargo de mediocampistas como Pep Guardiola, aunque Kiko tardó poco en buscar sorprender a Lopetegui. Solamente un rápido disparo de Stoichkov ante la posición adelantada de Molina dio síntomas de vida visitante.

Con su usual carácter y temperamento ganador, el búlgaro empezó a pelear cada pelota y a buscar disparar a la menor oportunidad. No resulta extraño que fuera él quien terminase aprovechando un centro de Sergi Barjuan en el minuto 13 para casi sepultar las esperanzas colchoneras.

Antic recibió amarilla por parte de Juan Ansuategui Roca por protestar ásperamente la posición del goleador blaugrana. Como mostraron claramente las cámaras de la TVE, la posición del dorsal 8 era completamente legal, pero la acción nunca debió subir al marcador porque Sergi inició su carrera desde situación irregular.

Pantic volvió a rozar el gol desde el golpe franco. A la altura del minuto 20, parecía que Lopetegui se anticipaba a la llegada de Esnáider, pero el delantero argentino aprovechó la indecisión para rematar una asistencia de cabeza de Kiko. Lejos de amilanarse, como señalaron los corresponsales de Mundo Deportivo, los atléticos siguieron creyeron que la atmósfera “de ratonera” de La Peineta podía incomodar mucho a un Barcelona sin posesión.

Pantic destapó la caja de los truenos al conseguir, al fin, el ansiado tiro libre. A falta de quince minutos, el asedio de los pupilos de Antic fue total, siendo notorio que no consiguiesen el cuarto. De forma caballerosa y con sus modales habituales de Sir, Robson felicitó a su contrincante como a un gran equipo, en la misa consonancia que Julen Lopetegui, abrazado por José Mourinho nada más terminar el partido.

Stoichkov y Gil compartieron otro momento de complicidad durante la entrega del trofeo, recalcándose esa sensación de que el búlgaro habría sido una mezcla explosiva con el polémico presidente.

Por imponente que hubiera sido, ese primer duelo era apenas un anticipo de un año enloquecido donde los Atlético de Madrid-Fútbol Club Barcelona alcanzaron otra dimensión. A medida que avanzaba la primera vuelta, existían expectativas por verlos de nuevo en acción. Y esas premisas no fueron desilusionadas, todo lo contrario.

Los compromisos internacionales y algunas lesiones hicieron que el Barcelona tuviera nueve bajas para recibir al vigente campeón de liga durante el mes de noviembre. Con nombres como Stoichkov o Ronaldo en la grada, la gran noticia era el debut de Francesc Arnau, malogrado guardameta que fallecería inesperadamente en 2021.

El joven portero se las vería ante una de las escuadras más ofensivas del campeonato. Más de 90.000 espectadores llenaron el Camp Nou para disfrutar de un encuentro que se antojaba iba a tener un marcador alto. Apenas cinco minutos después de que Daudén Ibáñez diera el pitido inicial, un taconazo de Kiko dejo la banda a Toni, cuyo centro fue rematado picado de una forma perfecta por Caminero.

A partir de ese momento, el Barcelona empezó a volcarse sobre la portería de Molina. Luis Enrique fue uno de los más activos para intentar desequilibrar en duelos individuales. Al cuarto de hora, Guardiola sorprendió a los de Antic al aprovechar un rechace de la zaga colchonera para dar un suave pase que Juan Antonio Pizzi amortiguó para armar su pierna y restituir la igualdad.

El antiguo goleador del Tenerife se convirtió en la pareja de baile de López, quien tuvo algunos encontronazos con el argentino que recordaban a los que mantenía tradicionalmente con Stoichkov.

Cercana la media hora, Luis Enrique lanzó un mal centro que fue desviándose con tan buena fortuna que sorprendió a un adelantado Molina. Lejos de amilanarse, los rojiblancos se despedirían de esta primera mitad con un larguero, fruto de un rechace de Guardiola, y la madera tras otro medido golpe franco de Pantic.

A la vuelta del descanso, los hombres de Antic iniciaron un firme asedio. Caminero protesto una posible mano de Laurent Blanc, si bien la repetición mostró que el central francés paró la pelota con su hombro. El debutante Arnau se ganó el aplauso de la grada y las felicitaciones de sus compañeros al despejar un envenenado cabezazo de Kiko.

Quizás recordando la mala actuación en La Peineta, Bobby Robson buscó que los suyos aprovechasen la ofensividad madrileña para responder a cada golpe. Giovanni probó el lado derecho de la portería defendida por Molina, mientras que Popescu estuvo a punto de firmar una vaselina preciosa al aprovechar la posición como líbero del cancerbero.

Pese ello, tras agarrar el balón tras el primer córner del Barcelona, Molina botó un pase largo que Esnáider controló con habilidad. “El Pitu” Abelardo permitió a su adversario espacio para encararle, algo que hizo al argentino poder lanzar un medido centro que Vizcaíno controló y terminó siendo el empate a dos. Apenas se había sobrepasado el minuto 60 y un narrador experimentado como Paco González especulaba con que pudiera ser el mejor choque en lo que iba de campeonato.

Julio Maldonado “Maldini” especuló con que la pizarra de Antic se hubiera beneficiado del compromiso con la República Checa de Radek Bejbl. Aunque era un jugador excelente y de contención, su ausencia había dado más electricidad y vértigo propio de la Premier League a sus compañeros.

Pronto, Luis Enrique estuvo a punto de desbaratar el empate tras superar a Molina, si bien Santi mandó el balón fuera desde la línea de gol. Sea como fuere, el minuto 73 dio la clásica jugada polémica que era propicia en estos espectáculos deportivos de alto voltaje. Caminero exageró el contacto con Blanc para sacar una pena máxima. Aunque el vallisoletano se marchó lesionado, no revistió de mayor gravedad. Forzado a defender las redes desde los once metros, el debutante no pudo frenar el lanzamiento de Juan Eduardo Esnáider, quizás en su mejor actuación desde que había llegado a las filas del Vicente Calderón, con la complicada misión de suplir a Penev.

Luis Enrique buscó aprovechar la presión del público al fingir un derribo por parte de Pablo Alfaro, antiguo azulgrana y uno de los defensas de refuerzo de Antic. Daudén Ibáñez no señalizó nada pese a las furiosas interpelaciones del asturiano. El atacante blaugrana era otro oro olímpico, forjado en la escuela del Sporting y su temperamento ganador volvía a mostrar que aquella selección ganadora en Barcelona fue un ingrediente fundamental para estos épicos partidos.

Finalmente, Robson dio salida a Iván de la Peña. El cántabro apenas necesitó dos minutos para inventar una asistencia genial a Pizzi que Molina y su defensa desbarataron, pero no lo suficiente para que Giovanni rematase a placer. El 3-3 no contentaba a ninguno de los dos aspirantes y quedaban más de diez minutos de vértigo.

Molina se jugó la tarjeta roja en una salida para frenar otra galopada de Luis Enrique, recibiendo solo amarilla. De la Peña probó su disparo en una falta directa que se fue alta por poco. En una metáfora hermosa de del pulso de esta década, Kiko Narváez y Pep Guardiola protagonizaron un emotivo abrazo tras haber empezado una pequeña discusión por las decisiones arbitrales. Compañeros con la absoluta, el jerezano recordaría años después con simpatía aquel instante y como el de Santpedor se excusó por las revoluciones que llegaba a tener en plena competición.

Robson dio algunos minutos a José María Bakero, ídolo de la grada pese a no disponer ya de minutos y no entrar en los planes de Robson. El capitán el Dream Team se marcharía a México a mitad de esa campaña, no sin antes recibir el homenaje de su público en una victoria ante el Valladolid donde marcó (6-1).

Probablemente, fue el choque más vistoso en un año donde el sobrio y rígido sistema de Fabio Capello aupó pronto al Real Madrid hacia el liderato. Con todo, el entrenador italiano no pudo con el Barcelona en los octavos de final coperos. Complacidos de haber eliminado a un rival tan duro, los pupilos de Robson no podían imaginar que el caprichoso bombo iba a llevarlos a coprotagonizar el punto álgido de nuestra historia.

El mejor momento: Cuartos de final Copa del Rey (1997)

El reencuentro no se hizo esperar. A finales de febrero, el Barcelona recibió una amarga recompensa por lograr superar en octavos de final a un rival tan duro como el Real Madrid de Capello: el vigente campeón aguardaba en el Vicente Calderón. Bobby Robson estaba inquieto por el esfuerzo físico de aquella serie, además de no poder llevar al Manzanares ni a Ronaldo ni Giovanni, convocados por la selección brasileña para un amistoso ante Polonia.

David Salinas, estudioso de la andadura en el torneo del KO del club azulgrana, destacaría como el técnico inglés daba por bueno un empate que permitiera jugarse el pase a las semifinales en el Camp Nou. Esa sensación de urgencia se incrementó cuando, poco antes de llegar a los veinte minutos disputados de encuentro, un duro disparo de Simeone fue desviado por Sergi y Caminero, algo que desorientó a Vítor Baía.

Fueron momentos donde el conjunto rojiblanco se adueñó del escenario. La grada pidió roja a Fernando Couto, quien realizó una agresiva acción sobre Simeone merecedora de algo más que amarilla. Manuel Enrique Mejuto González, colegiado aquella noche, recibiría también protestas azulgranas por un posible derribo del centrocampista argentino sobre su compatriota Pizzi.

La situación era idónea para los pupilos de Antic, si bien Pep Guardiola fue dando orden al desconcertado esquema visitante. Esa pausa permitió a los de Robson juntar líneas y esperar un golpe de fortuna fruto del talento individual. Figo logró desequilibrar con su capacidad técnica al filo del final de la primera parte para sacar un penalti a Daniel Prodan. Sería Juan Antonio Pizzi el encargado de ejecutar la pena máxima, un gol con valor doble.

La inyección de moral fue personificada en la reanudación nuevamente por Pizzi. Luchador en cada balón aéreo que rondaba el área de Molina, tendría el rostro ensangrentado cuando conectó un certero testarazo que colocó un 1-2 que el Barcelona habría firmado sin dudar en vísperas del clásico duelo.

Lejos de correr los riesgos tan típicos de la era Cruyff, aquella versión del club de la Ciudad Condal podía ser más conservadora, optando por replegarse. Pese a ello, ese recaudo no tenía por qué ser sinónimo de protección. En una acción individual impresionante, Kiko Narváez hizo uno de sus controles imposibles para superar a Baía con un tiro cruzado, muy similar a la acción con la que desatascó la temporada anterior un duelo ante el Salamanca que valió media Liga.

El Atlético se volcó al ataque, forzando varias intervenciones de mérito por parte de Baía. Antic, siempre buscando el lado más favorable de las cosas, recordó el buen desempeñó que había tenido su plantilla en Barcelona hacía apenas unos meses.

Los pupilos del estratega serbio estaban en unas semanas decisivas para evaluar su temporada, plagada de presión tras obtener un brillante doblete. El diario Marca sacaba a un Caminero orgulloso en portada, posando con el título de la Copa del Rey en un claro aviso al Barcelona de que no pensaban entregar con facilidad su condición de vigente campeón.

E incluso más importante fue su viaje a Ámsterdam el 5 de marzo. La ida de los cuartos de final de la Champions League se saldó con un valioso empate. Aunque Patrick Kluivert logró igualar el tempranero tanto de Juan Eduardo Esnáider, tener el factor cancha a favor en la pugna por el billete a semifinales parecía un buen presagio.

Lejos del rendimiento de Madrid y Barça aquella campaña en liga, los torneos de eliminatorias parecían la apuesta en la que iba a centrarse la institución rojiblanca.

Paradójicamente, sería en la competición de la regularidad donde comenzó a desangrarse ese proyecto. Alfonso Pérez castigó a los rojiblancos con su primer hat-trick en Primera División, en un triunfo sobre la bocina del Betis en el Benito Villamarín que se saldó con las sanciones a Esnáider, Simeone y Geli. Gil usaría su presencia mediática para presionar al Comité de Apelación, alegando que, en caso de no ser revocados aquellos castigos, no presentaría a su equipo en la Ciudad Condal para la vuelta de los cuartos de final.

Medios madrileños como Marca o As hicieron un seguimiento de aquel órdago que no se resolvió hasta que los de Antic cogieron el vuelo hacia Barcelona apenas tres horas antes de la hora fijada para el duelo del 12 de marzo. Aparentemente, podía imaginarse a una escuadra visitante descentrada, cansada por el rápido viaje y por el ruido generado alrededor de su presidente. Lejos de ello, la puesta en escena del campeón copero iba a silenciar con rapidez pasmosa al Camp Nou.

Entre las 90.000 personas que acudieron a ver el espectáculo en la capital catalana se encontraba Louis van Gaal. Aparentemente, su presencia resultaba lógica porque era el entrenador de un Ajax que tenía pendiente la cita en el Calderón, pero había algo más que hacía atractiva también su presencia para la afición culé. Era sabida la no continuidad de Robson y que su recambio iba a ser el severo van Gaal, con una reputación sólida tras llevar a su joven conjunto a dos finales del máximo torneo continental de manera consecutiva.

Con gente tan creativa como Iván de la Peña o Pep Guardiola a los mandos, los locales intentaron coger el tempo del partido, en una noche donde Robson optó por tomar recaudos defensivos con la reincorporación de Gica Popescu. De cualquier modo, el Atlético golpeó primero a los ocho minutos tras un intento de lanzamiento de fuera del área del carrilero Aguilera. Si bien fue un disparo centrado, Baía no acertó a agarrarlo y dio una segunda oportunidad que un oportunista Pantic no desaprovechó.

Pese al prematuro revés, los blaugranas fueron trenzando su juego. De la Peña conectaba pases incisivos que la velocidad explosiva de Ronaldo tornaba en peligrosos, mientras que Luis Figo iba exigiendo cada vez más ayudas en ese sector, puesto que ni un defensa experimentado como López parecía capaz de contener al inspirado portugués.

A diferencia de lo que había ocurrido en el célebre 1-3 del regate de Caminero sobre Nadal, los de Antic estaban consiguiendo marcar primero antes que dominar. Con los locales tomando la iniciativa, Pantic volvió a sorprender en una jugada que parecía inofensiva hasta que armó un disparo desde fuera del área que superó al central francés Laurent Blanc y no pudo ser atajado por Baía. El guardameta lusitano venía de ser elogiado en el Calderón, pero no podía ni imaginar que el centrocampista colchonero iba a regalarle una de sus noches más duras de su carrera.

0-2 en apenas media hora. Blanc también empezaría a sentir que no era su noche cuando, apenas pasados unos minutos del gol, se vio desbordado por las maniobras de Kiko Narváez en el área. Con habilidad, el delantero andaluz supo proteger el esférico y lanzó un sombrero que llevó al defensa francés a agarrarle de forma expeditiva. Gracia Redondo acertó al decretar una pena máxima donde Pantic engañó a Baía.

Criticado a lo largo de toda la temporada por un sector nostálgico de la gloriosa época de Cruyff, Bobby Robson demostró ser también un estratega audaz en un partido donde ya parecía tenerlo todo perdido. Sin temor a encajar más goles, se decidió a sacrificar a dos marcadores como Popescu y Blanc para dar entrada a dos goleadores: Stoichkov y Pizzi.

A expensas de lo que sucediese, nadie podría acusar al ex seleccionador británico de dar la eliminatoria por perdida. Su audaz maniobra iba a suponer un bombardeo constante a la portería de Molina, sabiendo, eso sí, que se expondrían a feroces contraataques del vigente campeón.

El búlgaro no estaba teniendo un regreso particularmente feliz al equipo donde alcanzó el estrellato y un Balón de Oro. Seguía siendo uno de los predilectos de la grada por su coraje y pasión, aunque con muchos fichajes jóvenes en posiciones similares a la suya, había tenido que admitir a regañadientes muchas más suplencias que en cualquiera de sus etapas con el Dream Team.

Con su temperamento habitual, el dorsal 8 culé intentó una volea que salió muy alta, si bien ponía su sello en la eliminatoria. El veterano pensaba vaciarse ante uno de sus oponentes más clásicos, contagiando con su entusiasmo a sus compañeros.

En un clima incómodo para Robson, el primer tiempo culminó con algunos silbidos, mientras las cámaras de televisión mostraban a parte del público pidiendo autógrafos a Van Gaal, su futuro sustituto.

El Atlético que había dudado hasta última hora comparecer a aquella cita estaba a las puertas de un triunfo histórico. Capitaneados aquel día por Toni, los de Antic mostraron sus cartas con rapidez para la reanudación. Confianza en el hábil juego de pies de Molina para tenerle adelantado y atento a los pases largos sobre Ronaldo, mientras llegadores como Caminero o Pantic buscarían irrumpir entre líneas. De igual forma, Kiko podía recibir por alto y causar estragos cerca de los dominios de Baía.

Sobre el papel, un plan más que adecuado. De cualquier modo, apenas iniciada la puesta en escena, Figo dio un pase profundo a una internada de Stoichkov, en uno de sus partidos de aquel año con más movilidad. El búlgaro buscó un remate que fue desviado por la defensa, si bien Ronaldo empalmó de primeras el rechace para abrir la cuenta de los suyos.

Comentarista en la radio para aquel duelo copero de su ex equipo, el blaugrana Lobo Carrasco destacó la capacidad de los visitantes para dañar al Barça y no amilanarse por el conato de remontada. Dándole la razón, Pantic centro a Caminero, el cual aprovechó una indecisión de Baía para regatearle con facilidad, dando un pase de la muerte al centrocampista checo Radek Bejbl, cuyo disparo potente y raso fue sacado por Fernando Couto sobre la línea. El portugués era otro de los hombres de confianza de Robson, además de petición expresa del míster a directiva de Núñez. Un murmullo incómodo se incrementaba cada vez que el antiguo cancerbero del Oporto se veía exigido.

Por el otro lado, la presencia de Stoichkov estaba siendo cada vez más productiva, incluyendo internadas donde atravesaba la defensa colchonera y disputaba cada pelota perdida. Fruto de su insistencia, apenas cuatro minutos después del primer gol local, lanzó otro centro que la zaga de Molina pudo repeler, pero provocando otro desbarajuste en su sistema. Sergi Barjuan empalmó un centro-chut de primeras que Pizzi no acertó a rematar en plancha, pero Ronaldo solamente tuvo que empujar hacia dentro el esférico.

El tempo del partido había cambiado. Con el público cada vez más convencido de la inminente remontada, Vítor Baía controló mal el esférico, forzándose a sí mismo a sacar con poca puntería un pase que acabó en un oportunista Caminero que trazó una delicada asistencia a Pantic, quien superó a sus marcadores para batir con sutileza al guardameta lusitano. Tras los malos momentos iniciales, los rojiblancos parecían sentenciar la eliminatoria, con el héroe de la final de Zaragoza pasando a la historia estadística del torneo por su póker de goles.

Volvía a confirmarse que el fútbol tenía un componente anímico fundamental. Pantic estuvo a punto de lograr otro tanto con una excelente falta directa que Baía acertó a mandar a saque de esquina. Fue una buena intervención del portugués, si bien quizás incluso pudo aventurarse a agarrar la pelota por haber intuido perfectamente la dirección, pero quizás el despeje vino fruto de no querer complicar todavía más la situación del equipo en una velada donde el serbio parecía tener los hados a su favor.

Resulta elogiable que los de Robson no variasen su libreto, pese a notar lo incisivo que podía ser el Atlético con apenas un par de combinaciones para plantarse en su área. La sociedad Sergi-Stoichkov estaba siendo muy productiva en su banda, mientras que Iván de la Peña trenzaba diagonales que buscaban con toda la malicia la velocidad de Ronaldo y la capacidad para rematar de Pizzi.

Los hombres de Antic se estaban viendo exigidos. Particularmente Prodan, a quien Ronaldo buscaba con habilidad la espalda. En su sector, Stoichkov incrementaba la intensidad de cada lucha, siendo más que expeditivo en ocasiones. Gracia Redondo y su equipo arbitral colocaron el listón elevado para señalar una falta, algo que fue contestado por López, más que habituado a medirse contra el temperamental búlgaro.

Una jugada a balón parado que botó Pep Guardiola fue rechazada en el minuto 67 por los colchoneros, sin poder imaginar que Luis Figo iba a improvisar una volea que levantó a todo el estadio, absolutamente imposible para Molina por ir directa a las redes.

En este punto, debe ser considerada la posible fatiga de los visitantes, los cuales no habían podido preparar como era recomendable ni el viaje ni la preparación previa a una cita tan importante. Un bajón físico, sumado a sus tres bajas, ayudarían a explicar la progresiva imposición de los blaugranas en el campo durante este tramo, además de la habilidad de Stoichkov para involucrar a la grada. Por ejemplo, cuando hizo una carrera forzada para evitar que se perdiese un mal pase de Figo.

De la Peña conectó en el 72 con Ronaldo. El dorsal 9 se dio media vuelta para batir con uno de sus característicos tiros cruzados a Molina. El 4-4 colocaba un nuevo escenario que habría parecido imposible cuando Pantic castigó la indecisión de Baía.

Con todo, aquel Atlético era un conjunto experimentado que venía de alcanzar campeonatos en momentos de máxima presión y dificultades. Hombres experimentados como López lograban desviar lanzamientos de goleadores como Pizzi, mientras que Prodan aprovechaba un encontronazo con Luis Enrique para ganar unos segundos al cronómetro. Ese momento vino acompañado de polémica, puesto que Iván de la Peña interrumpió la ayuda que Santi estaba brindando a su compañero rumano por considerar que todo era un engaño para ganar tiempo. Fue el inicio de una pequeña tangana interrumpida por Gracia Redondo.

De la Peña, con todo, no pareció afectado en su precisión. Casi de inmediato, mandó una diagonal extraordinaria que Stoichkov aprovechó con un hábil desmarque. Sin embargo, el búlgaro remato con su derecha, pierna con la que no tenía la precisión que alcanzaba con la zurda, algo perfectamente aprovechado por un Molina bien colocado.

Pese a haber encajado cuatro tantos, el cancerbero colchonero estaba salvando a su zaga en varias ocasiones, incluyendo una doble ocasión de Ronaldo y Pizzi, quienes no lograron batirle.

De hecho, el guardameta estuvo a punto de evitar la culminación de la remontada en el minuto 82. Guardiola botó un centro muy preciso desde la derecha, algo que fue perfectamente aprovechado por Abelardo Fernández, cuyo cabezazo se dirigía directo a gol hasta que fue repelido a una mano por Molina. Desafortunadamente para la causa rojiblanca, ya no tenía equilibrio para repeler el disparo a bocajarro que un oportunista Pizzi aprovechó a la perfección.

Firme defensor de la importancia de la psicología en el fútbol, Antic señaló que Stoichkov había sido el hombre clave para la transformación de la mentalidad azulgrana. En verdad, pese a no anotar ningún gol, la impronta del búlgaro estuvo presente en cada uno de los tantos, además de conectar con la grada de Camp Nou como ningún otro miembro de la plantilla.

Bobby Robson deparó uno de los momentos divertidos en rueda de prensa al admitir un curioso despiste. Tras lograrse el 4-4, el técnico británico no comprendía la urgencia de sus pupilos en seguir insistiendo a la ofensiva cuando ya habían obtenido el derecho a la prórroga. Sir Bobby olvidaba el valor doble de los goles fuera de casa.

Fiel a su estilo caballeresco, restó importancia a sus cambios y elogió públicamente a todos los jugadores, señalando asimismo que la atmósfera del estadio fue capital para la hazaña.

Resultó ser el mejor encuentro de la maravillosa rivalidad, el cual casi llegó a los 10 goles, puesto que de la Peña mandó a las nubes un fácil remate que habría certificado uno de sus mejores días como blaugrana.

Un monumento al fútbol

“El mejor monumento al fútbol de los últimos años”. Con esa prometedora cabecera, Carlos Martínez dirigía la previa a la visita del Barcelona al Vicente Calderón. Los pupilos de Bobby Robson se hallaban en plena persecución del Real Madrid de Fabio Capello. Para mantener la presión, debían batir a un viejo conocido, el vigente defensor del título.

Pep Guardiola bromeó ante las cámaras, recordando que ese duelo solía ser dado por las cadenas autonómicos, advirtiendo a Canal + que ambos capitanes habían pactado el 0-0 para fastidiar. De igual forma, Kiko Narváez lanzaba un aviso a navegantes: “Que no se cabreen si hoy comen mortadela, porque los hemos acostumbrado a caviar todos estos partidos. A ver si se piensan que va a haber siete u ocho goles”.

Nada más lejos de la realidad. Nuevamente, a orillas del Manzanares se disfrutó de un espectáculo impresionante que ayudaría al imaginario popular en aras de destacar los festivales futbolísticos con los que obsequiaban ambas entidades.

Editando un resumen del duelo para el programa Fiebre Maldini, años después, Juan Carlos Crespo admitió que aquel encuentro de la jornada 33 suponía un verdadero reto, puesto que tuvo que descartar jugadas realmente buenas, puesto que el formato exigía que tuviera una duración de cinco minutos.

Apenas pasado el primer cuarto de hora, Kiko Narváez recibió un certero pase de Pantic que controló de manera magistral para batir a Baía con un sutil toque. El jerezano era un verdadero especialista en dar problemas a marcadores como Popescu, Couto o Nadal, puesto que compartía su envergadura, pero con una movilidad atípica en alguien de su estatura.

A partir de entonces, el duelo se convirtió en un reto para los realizadores de cámara. El empate visitante oteaba en el horizonte, si bien los contraataques locales podían ser devastadores. Esnáider no acertó a sortear al portero azulgrana en un mano a mano, mientras que la escuadra de la Ciudad Condal buscaba abastecer de balones a Ronaldo.

Sin embargo, sería a balón parado cuando, a cinco minutos del descanso, De La Peña sorprendió a Molina con una falta magistralmente botada. El 1-1 suponía un cambio en el guión de Antic, quien había acariciado marcharse a los vestuarios con ventaja y sembrando dudas en su oponente.

Antes de que el Atlético pudiera reponerse, el centrocampista cántabro filtró una asistencia que Prodan no acertó a cortar. El fallo permitió a Ronaldo iniciar una de sus clásicas galopadas para firmar el 1-2. De hecho, todavía tuvo tiempo de volver a mandar otra pelota a la madera.

La segunda parte generó unas expectativas que no quedaron defraudadas. Al poco de la reanudación, Simeone tuvo que sacar bajo palos una nueva amenaza de Ronaldo. Amunike haría lo propio con respecto a Esnáider. Antic depositó su confianza en la conexión que podían establecer Caminero y Kiko, dos de los puntales en el reciente doblete.

Para desesperación del público en el Calderón, el ariete brasileño del Barcelona no desaprovechó una contra en el minuto 58 para firmar un 1-3 que parecía alejar definitivamente a los visitantes. Con el goleador mirando al público e interactuando en ocasiones, iba a irse gestando una manifiesta hostilidad que luego daría como resultado uno de los gestos menos deportivos del crack nacido en Río de Janeiro.

Lejos de especular, los blaugranas olfateaban la posibilidad del cuarto, si bien ello iba desguarneciendo su defensa. Couto no logró rechazar una pelota dividida que el pundonor de Simeone logró tornar en una acción de réplica devastadora. Con rapidez, Kiko hizo un lanzamiento que Baía logró repeler de primeras, no así el rebote que propició el antiguo jugador del Cádiz. Tras apenas cinco minutos de incertidumbre, las espadas volvían a estar en todo lo alto.

Como hemos señalado, buena parte del mérito debía recaer sobre los hombros de Simeone. Pese a ello, el argentino enturbió su trabajo al tomarse la justicia por su cuenta tras una falta señalizada a Luis Figo sobre Fortune. Ante Daudén Ibáñez, El Cholo hizo una innecesaria y fuerte entrada al extremo portugués que deparó su expulsión justo cuando los de Antic estaban recobrando energía para una de las clásicas remontadas que se daban en esos enfrentamientos.

Aprovechando los muchos espacios, Figo usaría sus cambios de ritmo para sacar ventaja sobre Santi, quien le intentaría agarrar en una acción que se señalizó como penalti. Las repeticiones mostrarían que, de haberlo, se habría producido primero fuera del área. Corría el minuto 75 y Santi vería su segunda amarilla de la velada.

Ronaldo no perdonó desde los once metros, si bien acompañó el hat-trick con un encaramiento ante el sector de público rojiblanco tras la portería de Molina. Su corte de mangas quedaría registrado, al igual que su forma de mandar callar a la afición del Betis en el Benito Villamarín tras finalizar un excelente remate desde fuera del área, respondiendo así a los insultos que había escuchado contra su pareja durante el partido.

Con mucha comodidad, Guardiola pudo armar el juego para otra irrupción de Ronaldo, quien certificó su dominio sobre el campo con una asistencia para Figo poco antes del pitito final. Tras e trepidante choque, Jesús Gil atendió a los medios de comunicación en compañía de Nicolau Casaus, uno de los hombres clave en la andadura de Núñez.

De forma irónica, ante el micrófono de Canal +, el presidente del Atlético calificó como “Excepcional” la labor del cuerpo arbitral. No negó que Simeone había cometido un fallo, pero argumentó que todo formaba parte de una tendencia donde la Federación Española estaba pretendiendo que el club del Manzanares terminase en Segunda División.

El polémico presidente afirmó que al centrocampista argentino se la había tratado como si fuese “un indio”, argumentando que la reacción de su jugador sobre Figo era el producto de malas decisiones anteriores a cargo del estamento arbitral.

Roger Xuriach rememoraría para la revista Panenka la fortaleza goleadora exhibida por Ronaldo ante el Atlético de Madrid. Sería el único año como azulgrana del brasileño, puesto que sus agentes terminaron atendiendo a los cantos de sirena que venían desde el Inter de Massimo Moratti. El balance de campaña fue más que positivo, pese a que Robson no fue renovado: Recopa, Copa del Rey y Supercopa que mostraban un alto rendimiento, únicamente enturbiado por la Liga que le les escapó en las últimas jornadas ante el Real Madrid de Fabio Capello.

El Atlético se clasificó para la UEFA, si bien sabía a poco para el potencial de la escuadra. Repasando sus eliminatorias ante Ajax y Barcelona, estuvieron realmente cerca de llegar más lejos en sendas competiciones.

Los últimos compases de la tradición

La llegada de Louis van Gaal a Barcelona, el hombre que había asistido al espectacular 5-4 del Camp Nou, marcó un cambio de tendencia en el proyecto de Núñez. Técnico con un gran apego a lo táctico y poco amigo de las improvisaciones, trajo orden al vestuario, algo esencial tras la marcha de Ronaldo, un jugador que podía simplificar muchos problemas por su talento individual. De manera sorpresiva y a poco del cierre del mercado, los blaugranas consiguieron a Rivaldo, brasileño que había deleitado durante su primer año con el Deportivo de la Coruña.

El nuevo sistema dio como resultado un Barça dominador en el campeonato doméstico (doblete) y en construcción durante la fase de grupos de la Champions, algo que se tradujo en la eliminación a las primeras de cambio. Una Supercopa Europea ganada de forma sólida al Borussia Dortmund no escondió una andadura decepcionante en lo continental, incluyendo una apurada fase previa ante el Stonko Riga.

Barcelona y Atlético no cruzaron sus caminos en la Copa del Rey, aunque depararon dos interesantes duelos ligueros. Durante la primera vuelta, de la mano de Juan Antonio Pizzi y Luis Enrique, los de van Gaal consiguieron remontar el 0-1 inicial de Robert Fresnedoso, el autor del tanto en el que fue bautizado como “gol de Caminero”. El 3-1 final palidecería ante la vuelta que se disputó en el Vicente Calderón, con los de la Ciudad Condal ya celebrando el título liguero y la escuadra local necesitada de puntos para asaltar las plazas que daban acceso a la ya extinta UEFA.

Con muchos altibajos, la figura de Radomir Antic, arquitecto del mítico doblete, daba síntomas de agotamientos, por lo que no extrañaba la presencia en la grada de Arrigo Sacchi. El estratega revolucionario que había colocado los cimientos del gran AC Milan de la década de los noventa iba a desembarcar en unos de los clubes más históricos de España. Aquella velada, pudo ser testigo privilegiado de otro festival futbolístico, iniciado con un tanto de Rivaldo desde casi el medio del campo, penalizando la posición adelantada de Molina.

Con su usual humor británico, Michael Robinson, narrador del duelo para Canal +, afirmó que todo iría aquel día “según la tradición”. Los pupilos de Antic contaban con su núcleo duro (Pantic, Kiko, Caminero, etc.), más la incorporación de un goleador del calibre de Christian Vieri, pichichi en aquella campaña con 24 dianas en el mismo número de partidos. Sensacional promedio que incluyó noches tan extrañas como la del Helmántico, donde su póker anotador no impidió que los rojiblancos cayesen 5-4.

Fue un duro disparo del transalpino el que no pudo ser blocado por Vítor Baía, quien se había convertido en suplente de Ruud Hesp, permitiendo, dando un rechace que Paunovic no perdonó.

Si Viera era el ejecutor, aquella última versión del sistema de Antic contaba con la magia creativa de Juninho Paulista, un habilidoso extremo brasileño cuya carrera se vería truncada tras una durísima entrada de Míchel Salgado por detrás durante un encuentro en Balaídos. En aquellos momentos, Juninho era uno de los referentes del Atlético y, frente al Barcelona, quiso demostrador que el seleccionador Mario Zagallo se había equivocado al no incluirlo en la lista de la canarinha para el Mundial de Francia en 1998.

En un fallo de conexión de la zaga portuguesa del Barcelona, Fernando Couto intentó ceder el esférico de cabeza a su meta, pero calculó mal la distancia y el meta tampoco pudo reaccionar a tiempo. Los tres goles en apenas 45 minutos eran un anticipo de lo que quedaba aquella tarde a orillas del Manzanares.

Apenas reiniciado el juego, los locales siguieron hallando el ritmo, incluso en los semifallos. Tras una buena acción individual, un lanzamiento de Juninho se convirtió en un pase de la muerte para el avispado olfato goleador de Vieri. El ariete celebró la acción llevando sobres sus hombros al futbolista brasileño.

Van Gaal optó por hacer un doble-cambio ofensivo: Sonny Anderson e Iván de la Peña intentaron acudir al rescate, si bien la inspiración colchonera se hallaba en sus niveles más elevados. Con una vaselina perfecta sobre Baía, Caminero enloqueció en la celebración, arrojando su camiseta a la grada, lo cual no solamente le supuso una cartulina amarilla, también el esforzado trabajo de la utillería de su club para darle una camiseta con la que poder seguir en el césped.

La incorporación de la Peña tuvo aroma de despedida, puesto que parecía inminente su traspaso al Calcio italiano por no encajar en la idea futbolística de van Gaal. Narrando el gol del cántabro tras pase de Luis Enrique, Michael Robinson confesó a Carlos Martínez que iba a ser una verdadera pena perder a esa clase de deportista tan imaginativo de la competición española.

De inmediato, con una grada dispuesta a mostrar su agradecimiento al entrenador que les devolvió el prestigio y los títulos, el Atlético volvió a golpear con un medido centro de Caminero hacia Vieri, cuyo cabezazo marchó inapelable a las redes de la portería blaugrana.

Otra vez, sietes goles. Sin embargo, el telón estaba empezando a bajar.

El fin de los noventa

Llegado el mes de abril del año 2000, existía una fuerte sensación de extrañeza. En un principio, no sorprendía que Atlético de Madrid y Barcelona se midiesen en las semifinales coperas. Sin embargo, casi cualquier otro aspecto de la campaña rojiblanca parecía cercano a una pesadilla.

Inicialmente, el proyecto de la presidencia Gil parecía haber encontrado al entrenador idóneo para seguir creciendo y superar el espectro de Antic. Arrigo Sacchi no necesitaba presentación en el panorama futbolístico cuando desembarcó en el Manzanares durante el verano de 1998. Había sido el arquitecto en los banquillos del todopoderoso AC Milan que dominó la década de los noventa, además de lucir un orgulloso subcampeonato mundial (1994) con la azzurra frente a Brasil.

No obstante, como el propio protagonista admitiría en sus memorias, nunca llegó a sentirse cómodo en la capital española, pese a disfrutar de jugadores que admiraba profundamente como Kiko Narváez. De sus páginas se desprende que ya se encontraba en una fase distinta de su trayectoria, con menos pasión y afectado por una mezcla de añoranza y otras inquietudes ajenas a lo deportivo. La campaña 1998/99 no supuso una mejoría rojiblanca. Además, en la faceta que nos ocupa, sus duelos contra el Barcelona fueron de marcadores escuetos (0-1 para los rojiblancos en la Ciudad Condal y 1-1 para el Calderón). Eso sí, los pupilos de Louis van Gaal terminaron alcanzando su segundo entorchado liguero consecutivo.

La marcha del prestigioso míster provocó un nuevo terremoto institucional que palidecería ante los futuros acontecimientos del curso 1999-00. En los últimos estertores del año 1999, la Audiencia Nacional ordenó entrar a la Guardia Civil en las oficinas del Vicente Calderón. Se iniciaba una investigación anticorrupción que pondría de manifiesto los aspectos más oscuros del “gilismo”.

Pese a contar con una plantilla de primer orden (Juan Carlos Valerón, Jimmy Floyd Hasselbaink, Kiko, Molina, etc.), el caos institucional se trasladó a un vestuario que protagonizó un campeonato liguero sumamente irregular. Amparados en la pólvora de Hasselbaink, podían ganar con holgura en el Santiago Bernabéu y luego encadenar malos resultados que le llevaron a jugar con el fuego del descenso.

La Copa se convirtió en el gran consuelo rojiblanco. De hecho, doblegaron al Barcelona en la ida sin dificultad por un contundente 3-0. David Salinas recordaría que los blaugranas aterrizaron en Madrid con un recuerdo doloroso en Champions: 3-1 en Stamford Bridge frente al Chelsea. Irónicamente, terminarían remontando ese duelo continental de forma espectacular (5-1).

Tampoco era tranquila la situación para los jugadores de un Radomir Antic que había aceptado intentar el enderezamiento de la nave. Iban decimonovenos en Liga y la figura del presidente Gil iba de polémica en polémica.

El marcador del Calderón daba clara superioridad a los colchoneros, pero este artículo ha escenificado la facilidad con la que cualquiera de estos contendientes podía remontar esas circunstancias. De cualquier modo, la vuelta no llegó a disputarse, en uno de los momentos que Pep Guardiola, capitán y futuro entrenador exitoso en el club de sus amores, intentaría olvidar en su biografía. En un ejemplo de falta de entendimiento con la Real Federación Española, el club de Núñez estaba asolado por un fenómeno que luego sería llamado “virus FIFA”: muchas de sus estrellas internacionales estaban convocadas por partidos amistosos. Solamente Rivaldo iba a disputar un partido de alta competición con Brasil. A ello se le sumaba la fatalidad de lesionados importantes como Luis Enrique.

En esas circunstancias pudo intentarse recurrir al filial, pero las normas federativas solamente permitían ampliar tres fichas, temiendo que más podían restar prestigio a la competición. El Barcelona reclamó otras fechas en un calendario apretado.

Con esos ingredientes, el Atlético de Madrid fue involuntario testigo de un momento dantesco para la Copa del Rey. Ante su negativa a jugar por falta de efectivos, la plantilla azulgrana tuvo que aceptar la derrota inmediata, además de exponerse a una exclusión del torneo (esta última medida no llegó a hacerse efectiva).

Nadie en la parroquia rojiblanca podía imaginar que sería la última alegría de aquel annus horribilis. Toni Jiménez, guardameta suplente ante Molina, había logrado que Antic confiase con él para la Copa del Rey. A poco de empezar el duelo, el portero (medalla de oro olímpica en 1992), botaba inocentemente el esférico en Mestalla, sin ser consciente de que Raúl Tamudo, el pícaro ariete del Espanyol, iba a aprovechar para robarle la pelota con la cabeza y batirle. El resultado sería 2-1 y Toni no podía hallar consuelo al perder ante su ex equipo. A pie de campo, el periodista Iñaki Cano le hizo una entrevista donde este profesional dio muestras de su absoluto abatimiento, símbolo del sufrimiento de aquella Liga donde habían terminado descendiendo en el Carlos Tartiere. Maliciosamente, las deidades futbolísticas hicieron que fuese ante un mito como Luis Aragonés, por aquel entonces entrenador del Oviedo. Aquel día, el pichichi Hasselbaink falló desde los once metros.

Había bajado a Segunda uno de los clubes más laureados del balompié español. No parece casual que también marcase un cambio de tendencia en aquellos míticos enfrentamientos con el Barcelona.

Cambiando de pieles

 

Dos años tardaría el Atlético en volver a la máxima competición nacional. Eso sí, lo haría con una nueva estrella llamada a ser un pilar fundamental de la institución: Fernando “El Niño” Torres se convirtió pronto en el estilete de un Vicente Calderón que había mantenido buen número de abonados a lo largo del bienio bautizado por los ingeniosos publicistas del club como “los años en el infierno”.

Luis Aragonés fue el responsable desde la banca del ascenso, además de procurar personalmente el fichaje de jugadores como Germán “El Mono” Burgos, quien rememoraría en sus memorias cómo su técnico, por aquel entonces en el Mallorca, le convenció de ligar su destino profesional a los colchoneros.

El caprichoso calendario permitió revivir de inmediato aquellos apasionantes duelos. La Liga 2002/03 vio a los rojiblancos regresar al feudó culé, en un interesante 2-2 con doblete para Luis Enrique, aupado como capitán del Barça. Van Gaal había retornado a la escuadra tras probarse con otros entrenadores, sin que nadie pareciera dar con la tecla adecuada cara a recuperar el dominio previo de los azulgranas en el fútbol español.

Otero y Correa marcaron para los visitantes. Mientras Aragonés en la banca y Torres en el césped intentaban consolidar a los del Manzanares en la élite de nuevo, el Barcelona naufragó hasta un curioso paralelismo histórico. Radomir Antic, el hombre que rescató a los de Gil en su hora deportiva más aciaga, cogió el Barcelona tras un sonrojante 3-0 en el Calderón. El Niño Torres abrió la lata, si bien las siguientes campañas serían con enfrentamientos de menor promedio anotador.

Tras unos años sumamente discretos en lo deportivo, el Barcelona iría recomponiéndose, hasta el punto de que el fichaje de Ronaldinho el verano de 2003 marcaría un cambio de tendencia que permitiría a los de la Ciudad Condal iniciar un nuevo ciclo ganador. Paralelamente, el Atlético iría alejando el temido espectro de bajar de categoría, aunque como bien han reflejado periodistas como Rubén Uría, graves deficiencias en el organigrama y una política de fichajes cuestionable alejaron al célebre conjunto del Manzanares de los focos mediáticos.

En esa coyuntura, el Barcelona iría antojándose como la gran amenaza para el Real Madrid, mientras que escuadras sólidas como el Valencia suplieron a un Atlético en casi perenne reconstrucción. Si bien con Quique Sánchez Flores volvieron a lograr entorchados internacionales, el punto de inflexión en el devenir de los del Manzanares vino en diciembre de 2011 con el fichaje de Diego Pablo Simeone como técnico responsable tras una dolorosa eliminación copera ante el Albacete, momento que condenó al míster Gregorio Manzano.

Con un staff técnico donde sobresalían su segundo, Germán “El Mono” Burgos, y el preparador Óscar “El Profe” Ortega, conseguirían cimentar un bloque sólido, armado desde la defensa y sumamente competitivo.

Este regreso a la élite no permitió que los mano a mano con el Barcelona recobrasen la espectacularidad de antaño. Superados los primeros compases ante el rodado conjunto culé, especialmente en los exitosos años de Pep Guardiola, cronistas como Santi Giménez aciertan al señalar que el antiguo y frenético ritmo quedó transformado en medidas partidas de ajedrez donde un mínimo error se penalizaba.

Simeone no ha logrado, de momento, vencer en el Nou Camp como visitante, si bien logró un valioso empate a uno (gol decisivo del defensa uruguayo Godín) para alzar el campeonato liguero de 2014, una de las dos que llevan celebradas desde su andadura. El Barcelona tuvo que sufrir dos dolorosas eliminaciones en cuartos de final de la Champions (2014 y 2016) ante el compacto bloque rojiblanco, si bien ha tenido momentos de su sumo dominio con su estilo de juego que le han permitido en la última década lucir ya cinco Copas de Europa, gran asignatura pendiente de su rival, quien la rozó en dos ocasionas, perdidas de manera dramática ante su rival en la capital: el Real Madrid.

Conclusiones

Más allá de la anécdota, parecen existir algunos denominadores comunes que permiten entender las causas que llevaron a Barcelona y Atlético de Madrid en aras de brindas unos partidos espectaculares e imborrables para el fútbol español. A lo largo de estas páginas, invitamos a la amable persona lectora a considerar estos puntos:

A)   Dos filosofías complementarias: El estilo de Cruyff de posesión y primer toque fue demoledor ante muchos rivales españoles, pero el Atlético, cimentado en la filosofía de inteligente contraataques forjada por Luis Aragonés y un estilo directo tipo británico con Antic, hallaba réplicas tan compatibles como vistosas para la audiencia.

B)   Duelo codiciado: El ascenso de Canal+, las televisiones autonómicas y la prensa deportiva dieron un escenario idóneo para dos clubes históricos. Personalidades tan controvertidas y fuertes como las de Gil, Stoichkov, Futre, Núñez y otras daban una repercusión que sobrepasaba lo acontecido en el césped.

C)   Pólvora carioca: No es azar que Romário y Ronaldo lograsen magníficos partidos en estas citas, puesto que la defensa de Antic y las constantes idas y venidas eran justo lo que estos 9 imaginativos precisaban.

D)   Centrocampistas llegadores: Figuras como la Caminero o de la Peña podían en estas ocasiones poder lucir todas sus virtudes. No sorprende que el Barcelona codiciase al vallisoletano o que Stoichkov fuese un objetivo constante de Gil. Muchos jugadores habrían podido cambiar de camiseta y seguir produciendo goles con el sistema del oponente.

E)   Núcleo de las Olimpiadas de Barcelona: Durante el torneo de 1992, se forjaron vínculos entre jugadores como Kiko, Guardiola, Solozábal, Toni, Luis Enrique, Ferrer, López, etc. Se trataba de una nueva generación prometedora que explotó justo cuando estos choques Atleti-Barça se tornaron en espectaculares.

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La maldición de las semis: el Bayern de Guardiola en Champions

Un nuevo comienzo

Tras un año sabático, Pep Guardiola (Sampedor, 1971) volvía a los banquillos europeos. Las expectativas por conocer su nueva escuadra alimentaron los titulares por toda Europa, especialmente por sus provechosos cuatro años al frente del Fútbol Club Barcelona. Sin mayor experiencia previa que haber entrenado al filial azulgrana, Guardiola, quien había sido un jugador de referencia en el Dream Team de Johan Cruyff, abanderó un proyecto deportivo que generó unas expectativas y novedades que no se veían desde los revolucionarios planteamientos de Arrigo Sacchi con el AC Milan.

Su elección no era otra que un club tan histórico como el Bayern de Múnich. Martí Perarnau, uno de los periodistas más próximos al personaje, recordaría en su monografía sobre su debut muniqués las ansias de llegar a Säbener Strasse para ejercitarse con su nuevo equipo. Pese a que el Bayern había apostado por él para aplicar los conceptos que traía de la Masía, el listón de rendimiento estaría muy alto: Jupp Heynckes, su predecesor, logró un triplete en la campaña 2012/13 que no permitiría ningún fallo para evitar comparaciones.

La renovación del staff técnico del campeón de Europa incluía a miembros de entera confianza de Guardiola: Carles Planchart, responsable de estudio de los adversarios, y Lorenzo Buenaventura, preparador físico. En retrospectiva, la gran diferencia radicaba en la ausencia de Tito Vilanova, su exitoso segundo en el Barcelona, quien había fallecido trágicamente el 25 de abril de 2014.

Uli Hoeness, mítico exfutbolista de Bayern, daría la bienvenida al nuevo entrenador en verano de ese mismo año. Aparentemente, la fórmula parecía infalible: el Bayern era el vigente campeón de todo y Guardiola tenía el aval de 14 títulos conquistados en apenas cuatro años en la Ciudad Condal. Karl-Heinz Rummenigge, director deportivo, declararía que estaba ansioso por ver los cambios tácticos que iba a traer la reciente incorporación a la institución. El modelo del club de Múnich se basaba en confiar puestos de suma importancia a antiguos iconos de la entidad que brillaron sobre el césped.

Perarnau, entre otros, han subrayado que la apuesta de contratar los servicios del técnico español iba más allá de los títulos. El Bayern quería reproducir, sin perder sus señas de identidad, el modelo de fútbol de toque que tantos éxitos recientes había dado al Barcelona y a la selección española. Especialmente, en el Mundial de Sudáfrica, Joachim Löw felicitó públicamente a los pupilos de Vicente del Bosque tras batirles en semifinales. Frente a décadas con un modelo propio basado en la potencia física, uno de los clubes claves de la Bundesliga apostaba por incorporar elementos inéditos en su cultura futbolística.

Rummennigge concedió pronto una de las primeras peticiones para lograr esa transformación: Thiago Alcántara, un talento hispano-brasileño que había debutado con el propio Guardiola en 2009. Por plazo de cuatro temporadas, era una de las opciones más atractivas del mercado, el tipo de centrocampista más que familiarizado con el estilo vistoso que pregonaba su técnico. Asimismo, Javi Martínez, quien fue adquirido por el Bayern en 2012, sería uno de los miembros de la plantilla que más trabajaría personalmente con Guardiola. El ex jugador del Athletic Club de Bilbao fue convencido para readaptarse a la posición de central, con constantes entrenamientos y vídeos. De igual forma, se animó a Martínez a compartir toda la experiencia e información sobre la metodología de Marcelo Bielsa, su míster durante la época bilbaína.

Favoritos a todo

La ciudad de Praga fue testigo del primer gran test de la andadura de Guardiola con el Bayern. De hecho, en la Supercopa doméstica, frente al Borussia Dortmund de Jürgen Klopp, vino la primera decepción relativa a la supuesta aura de invencibilidad de los vigentes dueños de la Bundesliga. En la capital de la República Checa, Manuel Neuer evitó complicaciones al detener el lanzamiento de Lukaku. El duelo entre el campeón de Champions frente al de la Europa League (Chelsea F. C.) deparó un encuentro emocionante saldado en la tanda de penaltis. La satisfacción era doble: en Múnich se tomaban la revancha de su derrota en final continental ante el club londinense (2012) y Guardiola batía a uno de sus grandes rivales en los banquillos: José Mourinho, con quien mantuvo importantes duelos de pizarra y ante los micrófonos cuando el entrenador luso dirigía al Real Madrid.

Tras la pretemporada y el revés ya citado en la DFL-Supercup, el Bayern de Guardiola tardó muy poco en mostrarse intratable en el campeonato doméstico. Destacaba el fichaje estrella del pasado verano, Martio Götze, uno de los jóvenes talentos de Alemania, protagonista de un magnífico rendimiento a las órdenes de Jürgen Klopp. Precisamente el Borussia Dortmund sufriría en su propio feudo a su antiguo pupilo, en el choque del 23 de noviembre de 2013, donde los muniqueses se impusieron por 0-3 en el Signal Iduna Park. Los medios se mostraron muy elogiosos con los ajustes desarrollados por Guardiola durante el duelo, el cual permitió al Bayern poner en fecha temprana un colchón de 7 puntos de distancia con respecto al otro gran aspirante de la Bundesliga.

Con todo, el gran punto de presión que aficionados y prensa colocaban en el vistoso conjunto era en Champions League. Dentro del grupo D, el Bayern consiguió la primera plaza, pero obteniéndola solamente a través de la diferencia de goal average contra el Manchester City de Manuel Pellegrini.

Ya en octavos de final, Guardiola se encontró con un viejo conocido: el Arsenal de Arsène Wenger. Ambos técnicos habían vivido duelos importantes en el pasado cuando el primero se sentaba en el banquillo del Barcelona. La ida disputada en el Emirates Stadium fue resumida con un dato estadístico proporcionado por Phil McNulty: Toni Kroos, uno de los jugadores predilectos de Guardiola, completó correctamente el mismo número de pases ejecutados que doce jugadores del Arsenal combinados.

Sea como fuere, ese abuso de la posesión no privó a los locales de buenas ocasiones. El diario The Guardian subrayó un cambio de moméntum tras el penalti detenido por Manuel Neuer a la estrella turco-alemana Mesut Özil. Kroos y Müller lograron sendos goles en el segundo tiempo, con críticas al cuerpo arbitral por parte de Wenger tras la expulsión de Szczesny por una entrada a la estrella holandesa Arjen Robben. Seguidamente, el 1-1 en el Allianz Arena certificó el acceso a cuartos de final por parte de los bávaros. 

Hasta ese momento, la campaña en Múnich se desarrolló dentro de los parámetros normales y previsibles. Dueño de su liga, clasificado en Copa y pasando rondas en Champions. El primer revés importante llegaría con el gol de Evra en el Allianz que colocó un inquietante 0-1 que dejó durante varios minutos a los favoritos a todo fuera de Europa. Tras varios compases de ataque frenético, con Robben emulando la posición de falso 9 que Guardiola creó para Messi en el Barcelona, los muniqueses certificaron su pase por 3-1.

Un viejo conocido

El Real Madrid también sufrió, tras una Champions sin sobresaltos, su primer reto en la vuelta de cuartos de final. Ante un Borussia Dortmund con bajas importantes y un marcador de 3-0 favorable en la capital española, el Iduna Park vivió una noche de ataque vertical y creativo del conjunto amarillo, el cual colocó un 2-0 más que amenazador. El conjunto español, dirigido por el técnico italiano Carlo Ancelotti, tuvo como pieza más destacada a un joven de perfil claramente de pivote defensivo, Carlos Casemiro, además de las intervenciones de su meta Iker Casillas, reflejo de los momentos de agobio que llegaron a sufrir antes de alcanzar las semifinales.

Bayern y Madrid mantenían una rivalidad histórica que se traducía en eliminatorias apasionantes. Asimismo, diversos medios y analistas subrayaban que el vencedor de ese duelo solía tener altas probabilidades de terminar alzando la Champions. Para la visita al Santiago Bernabéu, ningún otro entrenador mostraba los registros de Guardiola, imbatido en el mismo y con exhibiciones tan históricas como el 2-6, un duelo liguero donde sacrificó a su nueve de referencia, Samuel Eto´o, para causar estragos en la zaga blanca a través de la libertad de movimientos de Messi.

Los españoles se encontraban en una temporada plagada de irregularidades. Frente a un sólido Atlético de Madrid dirigido por Simeone, los blancos sufrirían varias malas rachas que les terminarían alejando del torneo de la regularidad. De igual forma, Ancelotti tenía varios problemas heredados desde la marcha de José Mourinho del banquillo madridista, destacando el debate alrededor de la portería entre Diego López e Iker Casillas.

De igual forma, el técnico italiano disponía de una plantilla muy completa y versátil, ideal para eliminatorias, algo que explicaba su excelente rendimiento en Copa del Rey y la propia Champions. Cristiano Ronaldo estaba en uno de sus mejores momentos goleadores y sin rubor por parte de staff técnico, la escuadra merengue podía replegarse ante determinados rivales y aprovechar de forma demoledora las contras. Con Mourinho alcanzaron tres semifinales consecutivas europeas y poseían gran experiencia en los pequeños detalles que decidían esos partidos igualados.

Justo eso ocurrió en un duelo donde el Bayern poseyó el balón en más del 70% de las ocasiones. El empleo de las paredes llegó a resultar excesivo cuando los visitantes rondaban el área defendida por Casillas, de una forma casi obsesiva por filtrar el último paso antes que rematar. De igual forma, resultaba inédito en aquella Champions que algún contrincante tuviese tanto tiempo encerrado a un oponente que se caracterizaba por ser demoledor en su estadio.

Todo cambiaría pasado el primer cuarto de hora. Isco y Danilo aprovecharían los espacios que estaba generando el lateral derecho Rafinha para confeccionar una contra que terminó con un excelente cabezazo del delantero francés Karim Benzema. Esto provocó un aumento de la confianza local, además de pérdidas de precisión a cargo del Bayern. Tanto Cristiano como el argentino Di María pusieron a prueba los guantes de Neuer. Después del descanso, no se modificaría el libreto ni de Ancelotti ni de Guardiola.

La única alteración reseñable consistió en la sustitución de Rafinha por Javi Martínez, lo cual movió a Philip Lahm, uno de los jugadores más incombustibles de los teutones, del mediocentro a una posición más natural para él. En el último tramo, Guardiola incorporaría a Götze y Müller. El primero tuvo un disparo frontal delante de Casillas y el segundo dio bastante más mordiente de la hasta entonces exhibida por los visitantes, incluso reclamando ásperamente un agarrón sufrido en el área madridista durante el tiempo añadido.

Franz Beckenbauer, icono del mítico Bayern de Múnich de los 70, copó varios titulares de la prensa y medios alemanes por sus reproches al estilo de juego exhibido por su club en el Santiago Bernabéu. A juicio del Káiser, el Real Madrid había sido mucho más peligroso que ellos y con menos necesidad de elaboración. Ello provocó un pequeño cisma dentro del organigrama del club.

De igual forma, Karl-Heinz Rummenigge quiso hacer guerra psicológica a su rival, recordando amargas experiencias previas del conjunto madrileño en sus visitas al feudo del campeón alemán. Se prometía un “incendio” que les sobrepasaría, generando un estado de excitación que, posteriormente, sería contraproducente para sus intereses. El Borussia Dortmund cimentó su intento de remontada de forma sigilosa, mientras que en Múnich se estaba poniendo en alerta a un adversario de gran bagaje a la hora de cerrar eliminatorias.

Paul Breitner, emblema del Bayern y la selección alemana de los 70, también ex jugador del Real Madrid, señalaba hacía apenas unos meses que el siglo XXI estaba exigiendo un nuevo esquema al club muniqués: ya fuera un 4-1-4-1 o un 4-2-4, él mismo veía pocas alteraciones entre los sistemas de sus antiguos técnicos y sus sucesores. Ahora, desde su despacho en Säbener Strasse, el antiguo futbolista consideraba que la institución debía lograr la alquimia de incorporar los elementos del Barcelona de Guardiola, una nueva fase que iba a exigir más tiempo del que querría la hinchada.

Ancelotti llevó con mucha calma y sensatez su planteamiento de vuelta, incluso pese a tener bajas de contención importantes como el portugués Pepe, mientras que el Bayern parecía obligado a hacer una tremenda exhibición futbolística. En realidad, los de Guardiola no necesitaban hacer ninguna hazaña para llevar el partido a la prórroga: apenas un gol igualaría el tanto conseguido por Benzema. No obstante, el clima previo parecía forzar a los locales a tomar un rumbo arriesgado en aras de un temprano gol.

Dos hombres resultarían clave en la elaboración y excelente gestión del esférico por parte de los blancos: Luka Modric y Xabi Alonso. El Madrid no buscaría ser contemplativo, planteando un choque donde penalizaría cualquier error, además de tener muy trabajada su pizarra a balón parado. La velocidad de jugadores de perfil ofensivo como Di María, Gareth Bale o Cristiano Ronaldo podría ser muy propicia ante marcadores más estáticos como Dante o Boateng. Mandzukic, la referencia ofensiva como delantero centro, era un jugador de gran entrega, pero estático en exceso para los propósitos que necesitaba el Bayern dicho día.

Apenas sobrepasado el primer cuarto de hora, los de Ancelotti encontraron una de las soluciones que más satisfacciones les darían aquel curso: jugadas de estrategia para buscar los cabezazos de Sergio Ramos. El 0-1 era un resultado inquietante para los alemanes, pero todavía entraba dentro de la remontada factible con mucho encuentro por disputarse en el Allianz. Sin embargo, el juego de pases que exhibieron en aquellas semifinales sería criticado por mostrar más tendencia a asegurar antes que a buscar abrir espacios. De una falta lateral, los blancos volvieron a golpear con Ramos. En apenas dos minutos. Ello solamente redundaría en redoblar las confianzas visitantes y hundir a los locales. Cristiano Ronaldo certificaría la exhibición con el 0-3 antes del descanso.

El único aspecto negativo para Ancelotti fue perder a Xabi Alonso cara a la futurible final de Lisboa, tras ser amonestado con amarilla. En el segundo tiempo, Guardiola sacó al español Javi Martínez por su delantero centro. El público abandonaría el Allianz diez minutos antes del final en un desenlace ya poco emocionante, donde Cristiano Ronaldo volvería a golpear en el minuto 89. Paul Breitner había advertido, ya en la época de Louis van Gaal, que la afición del Bayern no se sentía satisfecha fácilmente con el fútbol de posesión: “Era un juego correcto, pero muy previsible”. Evitando caer en las simplificaciones, Breitner, elogioso con ese sistema en el Barcelona y la selección española, recalcaba que el inconveniente radicaba en que los jugadores del club alemán podían poner todo ello en práctica, pero les faltaba ese ritmo que daba el cultivarlo desde la cantera cómo sí se hacía en la Masía o las categorías inferiores del Ajax de Ámsterdam. 

Se trataba de una de las peores derrotas jamás sufridas por el Bayern. De igual forma, Guardiola sufría un revés ante el Real Madrid que podía ser visto como una revancha deportiva a los anteriores años de dominio del Barcelona dirigido por él mismo. Ante los medios de comunicación, el técnico se refirió a la plantilla de Ancelotti como “grandes atletas”, cuestión que fue vista como una velada crítica o falta de reconocimiento al vencedor.

César Luis Menotti, célebre técnico argentino que se sentó en el banquillo de la albiceleste en el título mundialista de 1978, revelaría tiempo después que Guardiola, amigo suyo personal, le reconoció que cometió graves errores de pizarra en ese encuentro. Particularmente juzgaba errada su utilización de Mandzukic para la vuelta. El ariete croata, quien firmaría en el futuro una excelente vuelta en 2018 ante el Madrid vistiendo la elástica de la Juve (1-3 con dos goles suyos y rozando la remontada del 0-3 sufrido en Delle Alpi), fijaba demasiado el juego coral que pretendía establecer su entrenador.  

Un difícil puzle

A simple vista, costaría catalogar como fracaso deportivo el primer año de Guardiola en el Bayern: la campaña terminó con un doblete doméstico que se complementaba a la Supercopa Europea y el Mundial de Clubes. Sin embargo, la dolorosa humillación sufrida en el Allianz Arena puso en tela de juicio algunos de sus planteamientos. Una de las críticas que oscilaban era lo arriesgado de su sistema ante rivales de élite; nadie dudaba de la calidad del holandés Arjen Robben, pero ni siquiera con él podía abrir defensas cerradas de la forma en que podía hacerlo en aquel Barcelona que contaba con Andrés Iniesta, Xavi Hernández y Lionel Messi en su plenitud.

De la misma forma, ante el atractivo esquema (un inédito 3-7-0, calificado por Jorge Giner como “el arte de vivir sin delanteros”) que había mostrado su Barcelona para ganar el Mundial de clubes ante el Santos de Neymar, el triunfo del Bayern por 2-0 ante el Raja Casablanca parecía un acto protocolario. 

Sea como fuere, en Múnich existían motivos sobrados para imaginar un segundo año todavía más prolífico en lo continental. Desde el pasado invierno, Rummennigge desarrolló la operación que desembocó en la llegada de otra gran estrella del Borussia Dortmund: Robert Lewandowski, goleador polaco. Con su incorporación, cobraba sentido el traspaso de Mandzukic al Atlético de Madrid.

De la misma forma, el verano confirmó la larga y estudiada transformación del fútbol alemán. Joachim Löw apuntilló los últimos pasos para la Die Mannschaft, en un proceso que estudiosos como Axel Torres remontan a los días de Jürgen Klinsmann como seleccionador, ganando la Copa del Mundo de Brasil ante la Argentina de Lionel Messi, dejando antes un histórico 7-1 a la anfitriona Brasil.

Nuevamente, Paul Breitner es uno de los analistas más precisos y desapasionados para ver el momento exacto en el que se encontraba el Bayern y sus propósitos con Guardiola. En sus entrevistas con Perarnau, consideraba que van Gaal logró con éxito implantar un mayor cuidado del balón y porcentaje de acierto en los pases, no dependiendo tanto de la exuberancia física. Así se logró el subcampeonato en la Champions de 2010 ante el Inter de Milán de Mourinho. Seguidamente, Heynckes mantuvo esas premisas y logró, en una apuesta por dos años, impulsar un ritmo más vertiginoso y que, ahora sí, se asemejara realmente al dominio de España y el Barcelona, haciendo que esa superioridad con la pelota viniera acompañada de cambios de ritmo y ubicación entre jugadores, aboliendo las posiciones fijas.

Ahora, Guardiola contaba con muchos integrantes que estaban trabajando con Low ese modelo (Neuer, Götze, Schweinsteiger, etc.), aunque una de las noticias del mercado de fichajes de aquel verano de 2014 fue el traspaso de Toni Kroos al Real Madrid. El Bayern tardaría poco en responder al iniciarse la campaña futbolística, haciéndose con los servicios del madridista Xabi Alonso, jugador muy del gusto del por entonces técnico del club muniqués.  

Kroos tenía andadura muy particular con Guardiola. Apodado “Toni, el de los centros al área”, fue uno de los posibles traspasos que se barajaron en verano de 2013, pero el catalán cortó por completo esa operación, convencido de que iba a ser una de sus piezas clave. Al lado de Schweinsteiger, el centrocampista fue el alma del polémico rombo 4-2-4 que presentó el Bayern para su intentona de doblegar al Real Madrid en el Allianz.

Pese a la marcha de Kroos, cundía el optimismo alrededor del segundo año con el sistema del entrenador catalán más asentado. Pese a ello, el Bayern volvió a ser sorprendido en la Supercopa por el Borussia Dortmund de Jürgen Klopp. Al igual que Ancelotti en semifinales, Klopp mostraba una gran habilidad de análisis para diseñar mortíferas contras ante los riesgos asumidos por un adversario que podía llegar a monopolizar el esférico.

Sin embargo, esa apuesta clara por un estilo concreto, amparada por una entidad capaz de reforzarse cada año (en este caso, con Juan Bernat o Pepe Reina como suplente de garantías para Neuer), la Bundesliga fue dominada de forma incontestable por los pupilos de Pep Guardiola. La baja de Lewandowski en los torneos largos era un hándicap para Klopp, quien no podría impedir que ya en abril de 2015 se produjera el alirón de su rival deportivo. Se trataba del vigésimo quinto campeonato para el Bayern.

No pudo lograrse el doblete, puesto que en la DFB Pokal, el Borussia Dortmund lograría apear en semifinales al Bayern. Los aurinegros de Klopp se impusieron en los penaltis, aunque, irónicamente, tras superar a su némesis no consiguieron alzar el título, obtenido por el Wolfsburgo.

Aunque la caída en Copa fue algo inesperado, nuevamente, la Champions League marcaría el listón a la hora de evaluar el grado de éxito.

Retorno al Nou Camp

El segundo intento en la máxima competición continental de Guardiola en Alemania tuvo menos sobresaltos en la fase de grupos, donde el Bayern fue primero a considerable distancia del Manchester City. Las primeras voces críticas surgieron en Múnich tras empatar a cero en el feudo del Shakhtar en el choque de ida de octavos de final. De cualquier modo, la vuelta sería un resultado histórico: 7-0 para el Bayern. En aquella ocasión, Guardiola dejó a uno de sus hombres de confianza, Bastian Schweinsteiger, como único estabilizador defensivo en el centro del campo, apostando por un fútbol absolutamente ofensivo.

La siguiente ronda tampoco resultaría fácil y volvió a poner en tela de juicio la eficacia de los sistemas del staff técnico de Guardiola sin contar con la generación más celebrada de la cantera azulgrana. Los dragôes de Oporto se impusieron 3-1 en Portugal. Entrenado por Julen Lopetegui, el Porto logró sembrar de dudas a un favorito que podía dar exhibiciones en fase de grupos (1-7 en Roma) y luego protagonizar actuaciones por debajo de lo esperado.

Con todo, el duelo en el Allianz fue uno de los momentos donde sí se logró alcanzar aquella tercera fase pregonada por Breitner: finura y voracidad, a juicio del cronista Cayeyano Ros. El Bayern salió buscando intimidar con su ocupación de espacios, mostrando que la velocidad ya sí acompañaba a la posesión, con el tridente Müller-Alonso-Thiago adueñándose de la medular. Rafinha y Lahm compartieron funciones en el ala derecha, mientras que la izquierda correspondió a Bernat y Götze. El 7-1 final hacía justicia al planteamiento, incluyendo el quinto tanto finalizado por Lewandowski tras 27 toques sin fallo de los muniqueses.

Todo el terreno parecía abonado para un retorno de Guardiola a su antigua casa: el Camp Nou. No obstante, varios contratiempos físicos fueron minando el potencial de un Bayern que parecía más consciente de los riesgos de un formato como la Champions. Tras su intento de reaparición a finales de abril, Robben sufrió una rotura muscular en la pantorrilla izquierda en el duelo de semifinales que los suyos perdieron ante el Borussia Dortmund de Klopp. El duelo por las finales coperas fue realmente físico, algo que se reflejó en las fracturas de mandíbula superior y nariz de Robert Lewandowski, retirado del duelo con conmoción cerebral.

Eran sendos problemas que se unían a la anterior baja de David Alaba (rodilla izquierda) a comienzos de abril, junto con una complicación que la plantilla muniquesa arrastraba desde su duelo ante el Shakhtar: unos problemas de tobillo derecho de Franck Ribéry. El atacante francés era uno de los más desequilibrantes de Europa; pese al secretismo del cuerpo médico del Bayern, finalmente se confirmó su ausencia para toda la temporada.

En frente, el Barcelona, por aquel entonces comandado por Luis Enrique, se hallaba en proceso inverso. Tras un inicio titubeante en Liga, los blaugranas habían logrado su mejor estado de forma en los momentos decisivos. Aunque seguían con el modelo de dominar la posesión, el entrenador asturiano incorporó elementos más verticales sin renunciar a los contrataques ante determinados tipos de rivales. Arriba, la combinación de Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar era una de las más vistosas del Viejo Continente, capaces de romper eliminatorias ante campeones ligueros como Manchester City o PSG.

Pese a las bajas con las que partía, el técnico visitante se arriesgó con apenas tres defensas, en una solución que bebía claramente del modelo de su mentor Cruyff. La presión a la salida de balón fue alta por parte de ambos bandos, además de algunas medidas que podían ser arriesgadas para los visitantes: todos los integrantes de la amenazante delantera sudamericana del Barcelona tenían marcajes individuales, sin sistemas de ayuda.

Obligado a usar máscara por precaución, Robert Lewandowski acarició pronto una ocasión de gol que no pudo empujar a la red por cuestión de centímetros. Tras apenas quince minutos, Guardiola propuso una interesante variación de su esquema de juego. Francesc Aguilar, corresponsal del diario Mundo Deportivo, recordaría cómo los alemanes aplicaron un 4-3-1-2 con Rafinha saliendo del medio campo y ocupando la posición de lateral derecho.

Lionel Messi supo dosificar sus esfuerzos a lo largo de todo el encuentro para aprovechar el último acto de la segunda parte. En una gran acción defensiva, Dani Alves logró recuperar un balón que terminó sirviendo para el jugador argentino, quien sacó un potente disparo de rosca que no pudo ser detenido por Neuer en las postrimerías del minuto 76. De repente, el choque que parecía abocado un 0-0 entró en un tempo diferente que sería perfectamente aprovechado por el rosarino.

Apenas dos minutos después, aprovechando el aturdimiento de los visitantes, Ivan Rakitic mandó un pase en profundidad que Messi convirtió en un mano a mano frente a Neuer tras quebrar a Boateng con un habilidoso regate. Con una sutil vaselina, el atacante azulgrana colocaría un 2-0 que empezaba a amenazar con romper la eliminatoria.

Forzados a buscar un tanto que permitiera mayores opciones en el Allianz, tras una pelota bien disputada por Luis Suarez, Messi aprovecharía los riesgos del Bayern para filtrar un pase a Neymar que logró resolver con habilidad y colocar el 3-0 en el electrónico. Una gran ventaja que era fruto de poco más de quince minutos de descontrol que fueron perfectamente manejados por el dorsal 10 blaugrana.

Nuevamente, el Allianz Arena debía servir al Bayern para intentar alcanzar la remontada. A diferencia de lo ocurrido ante el Madrid, los teutones apenas necesitaron cinco minutos para lograr un gol a través de la cabeza de Benatia. Con una afición volcada, el Barcelona sufrió en estos primeros compases. Ocho minutos después, Lionel Messi logró encontrar un imaginativo pase que permitió a Luis Suárez avanzar hacia Neuer, sorprendiendo con una asistencia para que Neymar rematase a placer.

Paradójicamente, la vuelta fue una metáfora de los aspectos que el Barcelona supo manejar en aquella ocasión y luego le faltarían en futuros duelos europeos ante Roma y Liverpool. Es decir, importantes rentas en el Camp Nou que se ponían en peligro por la atmósfera enaltecida de los feudos rivales tras goles tempranos que espoleaban la posible remontada. Muchas de las variables que manejarían romanos e ingleses estuvieron aquel día en el Allianz; de hecho, el Bayern terminó imponiéndose 3-2. De cualquier modo, los de Luis Enrique supieron aguantar esos impulsos y Messi halló en Neymar la velocidad perfecta para aprovechar la atenta vigilancia que Guardiola impuso sobre él en aquella ocasión.

La 2014/15 fue una temporada infructuosa para el gigante de Múnich. Pese a la nueva Bundesliga, los reveses en Copa y Champions ponían en tela de juicio en los sectores más exigentes de prensa y afición. Con todo, las numerosas bajas parecían explicar la eliminación ante el Barcelona, haciéndola menos dolorosa que la sufrida en el Allianz ante el Real Madrid.

Letze Möglichkeit (Última oportunidad)

La debacle parecía haberse cernido sobre el Allianz. La afición alemana asistió sorprendida a cómo la Juventus de Turín se colocaba 0-2 durante el primer tiempo del segundo choque correspondiente a los octavos de final de la Champions. Massimiliano Allegri no cumplió los pronósticos de que llevaría al campo a una Vecchia Signora defensiva. Aunque el Bayern de Pep Guardiola avanzaba a paso firme por su tercera Bundesliga, aquel 16 de marzo de 2016 parecía que iba a sufrir una eliminación prematura que cuestionaría todo su año.

Después del paso por los vestuarios, el técnico apostó por sacar a Kingsley Coman, un joven e interesante refuerzo para los bávaros que venía cedido precisamente por la Juve.

El planteamiento del staff técnico del Bayern apuesta por cargar el juego por los costados, algo que multiplicará las opciones de Thomas Müller y Lewandowski. Ribéry, Douglas Costa y el propio Coman se muestran más cómodos en esa lid, generando mucha más inquietud a la, hasta entonces, cómoda zaga transalpina.

Indudablemente, el choque se convierte en uno de los mejores del torneo para esa edición. La remontada culmina, en la prórroga, con un gol de Coman por velocidad para aprovechar los espacios generados por una Juventus a la desesperada. El 4-2 certifica a los muniqueses como la escuadra más goleadora de Europa hasta ese momento.

Dominadores absolutos del grupo F, con distancia de puntos sobre el Arsenal, el Bayern de Pep Guardiola firmaría en este tercer intento una de sus mejores campañas continentales. Aunque se mantendrían los riesgos defensivos, es una versión con más contundencia en la ofensiva. Así, en los cuartos de final, el equipo no se pondría nervioso ante el gol del mexicano Raúl Jiménez para igualar en el Estádio da Luz el marcador del Allianz. Con tantos de Vidal y Müller, el técnico se ahorró futuribles polémicas, especialmente porque su decisión de sentar en el banquillo a la estrella polaca Lewandowski volvía a mostrar que priorizaba la posesión de balón sobre el poderío.

Se trataba del quinto pase consecutivo del Bayern a las semifinales. De cualquier modo, el rival volvería a proceder de la liga española, cuyos representantes parecían el antídoto a la soñada final de San Siro, el momento que culminaría la andadura del entrenador cuyo gran lunar estaba siendo precisamente esa instancia.

En esta ocasión, el obstáculo se personificaría en el Atlético de Madrid. Tras años muy inciertos de rumbo institucional y deportivo, el equipo del Manzanares había tomado un rumbo firme a las órdenes de Diego Pablo Simeone, ex jugador del club, quien conformó un staff técnico sólido con las sobresalientes presencias de Germán “El Mono” Burgos y Óscar “El Profe” Ortega. Campeones de liga en 2014, finalistas en Lisboa, los rojiblancos eran un proyecto sólido, curtido en competiciones europeas con sobresalientes rendimientos tanto en Champions como la Europa League.

De la misma forma, Pep Guardiola había anunciado a finales de 2015 que no continuaría en Múnich, pese a que incluso voces como Beckenbauer alabaron que su entendimiento con la plantilla estaba en su mejor momento. En aquella tercera campaña, el fichaje más destacado fue el chileno Arturo Vidal, finalista de Champions con la Juventus de Turín el anterior curso, centrocampista aguerrido y con experiencia en la Bundesliga tras su etapa en Leverkusen. Pese a que era un deportista más físico antes que técnico, Guardiola destacó su incorporación y señaló que el nuevo fichaje tenía más calidad con la pelota de la que le presuponían sus detractores.  

La Supercopa de Alemania perdida en los penaltis ante el Wolfsburgo volvió a mostrar lo traicionero de los campeonatos a partido único, algo a lo que estaban expuestos incluso los proyectos más faraónicos del continente. En Bundesliga, el arranque en el tercer año de Guardiola fue brillante: diez triunfos sin fallo, sobresaliendo su entendimiento con Xabi Alonso, uno de sus mejores intérpretes sobre el campo.

El 27 de abril de 2016 se volvía a dar un duelo que tenía resabios de final: Atlético de Madrid-Bayern de Múnich. El gol agónico de Schwarzenbeck todavía era un recuerdo fijo en el imaginario popular colchonero por haber impedido su primera Copa de Europa en 1974. En aquella ocasión, el resultado sería diferente para los intereses de la grada del Vicente Calderón.

Desde el punto de vista táctico, se esperaba un planteamiento controlado y pausado del Atlético, atento a las contras que surgieran de presionar bien la salida del Bayern. De la misma forma, se presuponía que los visitantes controlarían la mayor parte del tiempo la posesión del balón.

Todo ello sería dinamitado en el minuto 10 por una brillante acción individual de Saúl Ñíguez, quien iba siendo seguido por Thiago, regateó a Xabi Alonso para posteriormente superar a Bernat. Ante la llegada de Alaba para la ayuda, ya internado en el área defendida por Neuer, sacó un colocado disparo con la pierna izquierda que abrió el marcador de las semifinales.

A partir de entonces, el duelo fue bastante táctico. Alaba tuvo en sus botas cambiar el curso del duelo, un disparo lejano que superó a Oblak y únicamente pudo ser repelido por el larguero. De igual forma, Fernando Torres disparó a la madera una excelente contra colchonera donde superó al propio Alaba y Javi Martínez.

La tormenta perfecta

El tanto de Saúl permitía un moderado optimismo en el entorno rojiblanco. El reciente recuerdo de cómo el Real Madrid había aprovechado los espacios que provocaban los ataques del Bayern invitaba a imaginar que el staff técnico de Simeone podría inspirarse en ese modelo para enfocar su visita al Allianz. Sin embargo, probablemente la vuelta fue el mejor partido disputado por los muniqueses durante el periplo de Pep Guardiola, especialmente por la entidad y calidad de la defensa rival.

Lejos de caer en una posesión pausada que buscase generar espacios, aquel 3 de mayo de 2016 pudo apreciarse lo más próximo a ese ideal que resultaba esquivo y generaba debates entre escuelas: el gusto por el toque más la verticalidad endiablada. En lugar de permitir pensar a los colchoneros, el planteamiento táctico del staff muniqués buscó ir superando en cada combate individual a los visitantes. Recientemente, Albert Morén ha brindado un minucioso análisis del vendaval generado en aquella primera parte por los locales.

Xabi Alonso fue una de las columnas vertebrales de un arranque que parecía beber del concepto de la blitzkrieg o guerra relámpago. Thomas Müller fue uno de los hombres clave del planteamiento, logrando aprovechar los espacios que generaría Philip Lahm, quien se colocaría a las espaldas de Koke, logrando captar la atención de Filipe Luis, cuyas subidas en ayuda generarían más espacios para los frenéticos movimientos del Bayern.

Ribéry, Douglas Costa y Alaba hacían movimientos sorpresivos, mientras que Guardiola colocó al chileno Arturo Vidal para ser una molestia constante en la elaboración del conjunto español. Los centros al área se realizaban habiendo asegurado previamente crear muchos movimientos entre líneas que alejasen a Diego Godín, alma de la zaga de Simeone y excelente cabeceador, de Lewandowski, el poderoso delantero polaco con gran repertorio de remates.

Las cifras son concluyentes: en apenas media hora, el Bayern disparó muchas veces de forma clara y con peligro a la meta defendida por Jan Oblak. El meta esloveno brindó una actuación excelente, empezando por su forma de desviar un peligroso lanzamiento de Lewandowski, fruto de una triangulación entre Boateng-Müller y el polaco. Incluso analistas como Marco López, minuciosos estudiosos de la pizarra de Diego Pablo Simeone, admitieron que fue, hasta la fecha, el momento de mayor apuro táctico para el estratega argentino.

A la media hora, Xabi Alonso lanzó una falta que el uruguayo Giménez desvió de forma accidental para desorientar a su guardameta, logrando el 1-0. Fueron los instantes de mayor desconcierto rojiblanco. Particularmente Giménez se mostró visiblemente afectado por a situación, protagonizando un agarrón sobre Javi Martínez donde protestó ásperamente al cuerpo arbitral. Thomas Müller tuvo en sus botas al 2-0, si bien el cancerbero esloveno logró una parada que luego ratificó al frenar el rebote de Xabi Alonso.

En aquel momento, los doce lanzamientos a puerta del Bayern apabullaban los dos del Atlético. Simeone vivía con nervios esos instantes, estando a punto de iniciar un altercado con el propio banquillo muniqués, siendo oportunamente frenado por Ribéry. La posesión local llegó a rozar el 80% tras 45 minutos que bien podrían ser catalogados de los más vistosos hasta ese momento en la Champions.

Con todo, el Atlético era una de las escuadras con mayor resiliencia continental. Pese a las situaciones de agobio sufridas, poseía una moral que no se vería mermada por ese primer tiempo, especialmente tras el penalti atajado por Oblak. Al poco del inicio, Antoine Griezmann conectó un preciso cabezazo que Fernando Torres le devolvió con un sutil toque que dejó al ariete francés en un mano a mano ante Neuer. El 1-1 cambiaba absolutamente la panorámica de la semifinal.

En las repeticiones televisivas, se revelaría que la brillante combinación entre Torres y el delantero francés venía precedida de un fuera de juego. Posteriormente, ello habría podido subsanarse con la tecnología del VAR, pero en aquellos momentos el 1-1 parecía alejar todas las esperanzas del conjunto de Guardiola, casi abocado a la tercera eliminación consecutiva ante adversarios españoles.

En comparativa con los dos episodios anteriores, aquel Bayern exhibió mayor entereza anímica. No solamente siguió trenzando su juego, también añadió una combatividad que venía azuzada por jugadores como Vidal, quien aprovechó un certero centro desde el ala izquierda de los atacantes para dejar el balón a Lewandowski, quien logró un cabezazo en el área chica que garantizaba un desenlace agónico para ambos contendientes. Solamente un gol separaba al Bayern de intentar volver a medirse con el Real Madrid en San Siro

Todos esos augurios parecieron diluirse con el derribo de Javi Martínez a Fernando Torres. En un error de apreciación del colegiado Cüneyt Çakir, la falta fuera del área se convirtió en una pena máxima. No obstante, en un curioso paralelismo a la inversa con la primera parte, Neuer detuvo el lanzamiento en el minuto 84. Eso pareció redoblar las energías del Bayern, destacando un nuevo remate de Lewandowski y los reflejos de Oblak ante un peligroso disparo de Alaba que fue desviado por su propia defensa.

En el minuto 91, Simeone dio un golpe en el hombro del asistente Pedro Pablo Matesanz ante el retraso en el cambio que el estratega argentino quería para perder tiempo: Koke por Savic.

Con unos datos de posesión del esférico que superaban el 70%, en esta ocasión, la prensa bávara fue, en línea generales, más suave en su análisis de virtudes y defectos del favorito teutón tras ver frustrada por tercera vez su anhelada final. El diario Bild se refirió a “La victoria más amarga de Pep”, resaltando que, en aquella ocasión, el triplete muniqués había sido una más que alta probabilidad.

Uli Hesse, uno de los grandes especialistas en la historia del fútbol alemán, lo resumía de esta manera en su monografía sobre el Bayern de Múnich: “Ejecutó el juego de posesión a la perfección. O, al menos, lo más cercano a la perfección”.

Un legado en perspectiva

La andadura de Pep Guardiola en el Bayern de Múnich batió varios registros notables: superó el récord de Jupp Heynckes a la hora de cantar el alirón más temprano de la Bundesliga en la campaña 2013/14, así como la racha de imbatibilidad del torneo. A nivel metodológico, el Bayern logró varios fundamentos que su política deportiva ambicionaba. Van Gaal supuso una reorientación del anterior modelo del Bayern, basado en un gran poderío físico y contundencia (no exento de jugadores de gran talento a lo largo de su dilatada historia).

De igual forma, Heynckes trabajó dos años en imprimir una mayor velocidad a dicha posesión. Si bien la última imagen de mítico ex jugador del Borussia Mönchengladbach fue un triplete histórico, conviene recordar que el veterano técnico ya había decidido renunciar a la estresante posición para la campaña siguiente. Paradójicamente, al reservarle en su año sabático en New York el puesto, el Bayern se aseguró “morir” de éxito: era altamente improbable que se pudiera repetir de inmediato una temporada perfecta.

Con todo, el técnico catalán y su staff fueron logrando consolidar su idea. Exhibiciones importantes en Europa se alternan con reveses tan contundentes como el infligido por el Real Madrid en el Allianz Arena (2014) o la gran actuación de Messi en 2015. De cualquier modo, incluso jugadores como Thomas Müller reconocieron la influencia que dejaron aquellos años en ellos, admitiendo hasta paralelismos con la actual y soberbia etapa de Hans-Dieter Flick.

Los muniqueses comprendieron que debían incorporar elementos de las fórmulas de Holanda (fundamentalmente, Ajax), Fútbol Club Barcelona y la selección española, aunque sin renunciar a su esencia. De hecho, entre el Bayern de 2014 y el que firmó la gran vuelta ante el Atlético de Madrid hay mayores concesiones de la pizarra de Guardiola a rasgos típicos del mejor fútbol alemán clásico: gusto por los centros, presión física en el centro del campo, etc.

La andadura mostró asimismo algunos de los inconvenientes que el entrenador de Sampedor también tuvo en la Ciudad Condal. El ritmo de precisión y atención al detalle terminaría por ir agotando a los integrantes de la plantilla, confirmándole como un gestor técnico que debía marcharse tras etapas de tres o cuatro años, salvo que se confeccionase un roster complemente diferente al que estaba trabajando con él.

El siguiente destino de Guardiola sería el Manchester City, renovándose su interesante rivalidad con Jürgen Klopp, quien se encargaría de revolucionar a uno de los históricos de la Premier League: el Liverpool. Ambas pizarras tendrían altísimas puntuaciones en la búsqueda liguera, además de duelos en la Champions League.

Antes de marchar a Londres, Guardiola dejaría un mensaje en la pizarra a su sucesor, Carlo Ancelotti, el responsable táctico de su más dolorosa derrota en el Allianz: “Con mucha estima, ¡que tengas mucha suerte, Carlo!”, fue el mensaje escrito en italiano para su sucesor.

Referencias

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Borussia Mönchengladbach: La alternativa al Bayern Múnich de los 70

El punto de inflexión del Borussia Mönchengladbach, club que buscaba promocionar a la recientemente creada Bundesliga, tiene lugar en el año de 1964. Hennes Weisweiler, quien fuera un aguerrido defensa en equipos como el Colonia, se convierte en el técnico de una escuadra muy joven.

Lejos de seguir su estilo como profesional en el campo, el nuevo míster apuesta por un fútbol ofensivo, donde la verticalidad es constante, además de ser un modelo vistoso que garantiza el espectáculo, permitiendo la sucesión de ocasiones en ambas porterías.

Promociona el ascenso de jóvenes como Jupp Heynckes, quien pronto muestra un gran olfato goleador, además de compenetrar sus características con el otro atacante destacado, Herbert Laumen. Entre sus mediocampistas, Günter Netzer, nacido en vísperas del final de la II Guerra Mundial, se perfilaba como una más que futurible estrella europea. Uno de sus compañeros en la zona de creación sería el incombustible Herbert Wimmer, destinado a ser uno de los iconos de Gladbach, siendo fiel a los colores durante toda su trayectoria profesional.

El objetivo de llegar a la primera categoría nacional se cumple en la siguiente temporada. Los éxitos tardarán todavía en llegar, estando lejos de oponentes con más experiencia competitiva como el Nuremberg, Colonia, Werder Bremen, etc. No obstante, el potencial de un conjunto cuya media de edad apenas sobrepasa los 21 años se intuye prometedor.  

Weisweiler hace debutar al disciplinado Berti Vogts, quien sería recordado una década después por su marcaje a la gran estrella holandesa, Johan Cruyff, en la final de la Copa del Mundo de 1974.

Una hegemonía en disputa

En su exhaustivo estudio de la historia del fútbol bávaro, Uli Hesse no duda en datar el germen de una gran rivalidad en la campaña de 1970/71. Bayern Múnich y Gladbach se disputan el campeonato durante todo el torneo, alejados de otros rivales como el Hertha de Berlín con amplio margen de puntos. Finalmente, serán los segundos quienes se alcen con el título, merced a la derrota muniquesa en su visita a Duisburgo. El núcleo de los campeones es muy similar al de años anteriores, pero con añadidos de calidad como el defensa Ludwig Müller o el extremo izquierdo Ulrik Le Fevre, futbolista danés con sobresaliente disparo.

Las similitudes entre los dos clubes resultan notables en aquel tiempo. Ascendidos el mismo año, con plantillas con mucha proyección cuando sus jugadores alcancen la madurez, pronto se aclimatan a la Bundesliga, destacando por sus altos registros goleadores, siendo la tónica que cada curso deportivo mejoren los resultados de su anterior edición, sin peligrar nunca que cualquiera de los dos caiga a puestos de descenso.

Con todo, el Bayern es el primer en alzar un entorchado en 1969, con el Borussia ocupando el tercer puesto, empatado a puntos con el Eintracht Braunschweig. Los muniqueses comenzaban a tejer sus planes a través de la creatividad de Franz Beckenbauer. Pese a las dudas iniciales de su técnico, Zlatko Cajkovski. Beckenbauer iría variando de demarcación; con fama de buen delantero en sus años de formación, el entrenador yugoslavo iría descubriendo las dotes de organización de su jugador a medida que lo iba retrasando su posición, sobresaliendo como líbero.

Tschik, como se conocía popularmente al estratega balcánico, contaba asimismo con quien estaba destinado a ser la referencia ofensiva de Alemania Occidental durante toda la década: Gerd Müller, quien marca 38 tantos el mismo año del primer título del Gladbach. Otro de los talentos promocionados era Sepp Maier, quien ya había alcanzado la internacionalidad en la meta bávara cuando contaba con apenas 22 años (1966).  

De cualquier modo, Cajkovski fue sustituido por su compatriota Branko Zebec justo antes de conseguir la Bundesliga. Si bien logra mantener el gusto por la posesión del esférico de su predecesor y añade una mayor disciplina defensiva, Zebeck vería como el Gladbach lograba su segundo campeonato local consecutivo, el cual se les escapa a ellos en el último suspiro. Además, ya habían incorporado a nombres como el joven Rainer Bonhof, destinado a ser crucial tanto para el Borussia como para la selección absoluta.

Es un momento clave y que pudo cambiar la tendencia del fútbol bávaro en aquella época. Nadie hasta ese momento había alcanzado el bicampeonato, lo cual colocaba a los pupilos de Weisweiler en una posición de discutir no solamente al Bayern en su país, sino también en Europa, si bien ahí las andaduras de ambos conjuntos fueron divergentes, aunque por pequeños detalles en la mayoría de las ocasiones.

Al filo de la gloria

Sin excesivos problemas en la primera ronda, el Gladbach eliminó al modesto EPA Larnaca con un balance global de 16 goles a su favor en ambos partidos por cero en contra. La eliminatoria contra el campeón inglés, el Everton, sería bien diferente, presidida por la igualdad en los dos encuentros. La vuelta en Goodison Park tendría las destacadas intervenciones del portero Wolfgang Kleff para mantener un empate a uno en el marcador que llevó a la primera tanda de penaltis en la historia de la competición.

De forma ajustada, el Borussia perdería por 5-4, errando su último lanzamiento. Con todo, su segunda participación sería incluso más amarga para los defensores del título de la Bundesliga. Tras superar al irlandés club Cork Hibernians, el Borussia se colocó en una inmejorable posición para su duelo con el Inter de Milán al batir a lo transalpinos por 7-1.

El estadio Bokelberg presencia a los locales ejercer un profundo dominio sobre una escuadra de gran trayectoria como la del Inter, experta en el famoso arte del catenaccio. Incluso el legendario entrenador del Manchester United, Matt Busby, presente aquel día en la ciudad alemana, escogió al Borussia como firme candidato al título.

De cualquier modo, la UEFA terminó anulando dicho resultado por un incidente extradeportivo. A la media hora de juego, alguien en la grada arrojó a Roberto Bonisegna una lata de coca-cola vacía. Las protestas del Inter de Milán llevaron a la decisión de cambiar el orden de los choques, siendo la ida en Italia, donde los nerazzurri se impusieron 4-2. El partido en Alemania tuvo que repetirse con empate a 0. El hecho de que el combinado italiano consiguiese llegar a la final ante el Ajax de Johan Cruyff habla de lo realmente cerca que estuvieron de alcanzar el cetro continental.

La andadura del Bayern es inversa en ese sentido. Antes de triunfar en el campeonato doméstico, el equipo de Múnich tiene la oportunidad de darse a conocer en El Viejo Continente a través de la final de la Recopa de 1967, frente al Glasgow Rangers. Si bien el conjunto escocés tenía más experiencia, una ventaja innegable para los pupilos de Tschik era el paso delante de un Beckenbauer que ya había disputado una final del campeonato del mundo el año anterior. Junto con el habilidoso extremo escocés Willie Johnston, sería “el Káiser” el jugador más destacado en un disputado choque, ejerciendo las funciones de central creativo, donde Maier salvó un mano a mano decisivo ante Roger Hynd.

Con un clásico 4-2-4, un prudente Bayern en su primera gran cita, logró imponerse en la prórroga con un habilidoso remate de Franz Roth, la otra gran referencia en ataque del equipo junto a Müller. Después del Borussia Dortmund, era el segundo equipo teutón en triunfal a nivel continental, encontrando, sin saberlo, su gran punto de ruptura en la competida hegemonía con el Gladbach.

Se intuye desde el principio una gran importancia de la directiva de Múnich con respecto a la Copa de Europa. Tras la prematura eliminación ante el Saint-Etienne en 1970, se cesa a Zebec.

Pulso en la Bundesliga y un campeón europeo

Gerd Müller fue explotando sus características, especialmente una gran potencia en su tren inferior, para disparar su marca goleadora (40 tantos) en la Bundesliga alzada por el Bayern en 1972. Era el comienzo de una racha de tres campeonatos consecutivos, batiendo la marca del Gladbach, aunque los segundos logran la Copa de 1973. Netzer, héroe en dicho duelo por su gol definitivo ante el Köln, ficha ese mismo verano por el Real Madrid, quedando el Borussia sin el centrocampista que mejor organizaba sus vertiginosos contraataques por sus medidos pases largos, aunque la relación con su técnico había estado plagada de altibajos.   

Con todo, las mejores actuaciones del Borussia son en la copa de la UEFA, donde Heynckes se dispara hasta los 12 tantos, siendo el máximo anotador, empatado con el holandés Jan Jeuring. Símbolo del poderío bávaro en aquellos días, el Gladbach tiene que batir a dos compatriotas, tanto Colonia como Kaiserslautern. En un embarrado Anfield, pierden 3-0 la ida de la final, aunque se quedan muy cerca de forzar el tiempo extra con un doblete del propio Heynckes en la vuelta. Si el Liverpool corta la posible primera UEFA del club, su rival de Múnich vivirá una pesadilla deportiva similar con un poderoso conjunto proveniente de los Países Bajos.

Desde comienzos de esta década, Udo Lattek era el encargado del banquillo de un Bayern en alza, además de ser clave en el fichaje de dos hombres decisivos para el futuro del equipo: Paul Breitner y Uli Hoeness. Pasan sin apuros las dos primeras rondas de su debut en Copa de Europa hasta su visita el 7 de marzo de 1973 a Ámsterdam. Allí, el revolucionario Ajax, creado por Rinus Michels y continuado por Stefan Kovacs, ha introducido conceptos tan novedosos como los intercambios de posición de sus jugadores. Con su presión constante, los holandeses se impondrían 4-0. En su estudio sobre la transformación ejercida por el balompié holandés, David Winner rememora que el propio Sepp Maier expresó su frustración por aquel encuentro, ratificación de un 5-0 ya infligido por el Ajax en un partido amistoso celebrado el año anterior.

Resulta curioso que Gladbach y Ajax de Ámsterdam no se cruzasen en toda la década, pese a que ambos frecuentaron siempre competiciones europeas. En partidos preparatorios del mes de agosto de 1971, los holandeses se impusieron en un emocionante 4-3, cobrándose la revancha los bávaros con un 3-1 posterior, si bien sendas ocasiones fueron amistosos.

Con todo, pese a esa primacía del Ajax con tres Copas de Europa consecutivas y la eclosión de la apodada “Naranja Mecánica”, la progresión de Alemania Occidental se antojaba asimismo de suma importancia. Baste destacar la brillante conquista de la Eurocopa de 1972, donde el once ideal escogido por la UEFA habla claramente de la inyección que Bayern y Gladbach habían hecho al combinado dirigido por Helmut Schön: siete de dichos jugadores militaban en uno de esos dos clubes.

Igual que le había sucedido al Borussia en su debut ante el Everton, el Bayern se enfrentará a una fatídica tanda de penaltis al ser sorprendido en la vuelta por el campeón sueco Atvidaberg (igualan el 3-1 de Múnich). No obstante, Maier se erige en salvador con sus intervenciones, justo a tiempo para que vivan un duelo cargado de significado socio-político: medirse ante el campeón la Alemania Oriental, el Dinamo Dresde. El Bayern pasa en dos partidos centrados en la ofensiva (4-3 y 3-3, respectivamente). Irónicamente, ese tipo de encuentros alocados eran especialidad del Gladbach, destacando su derrota 5-4 ante el Borussia Dortmund en la campaña 1965/66, considerado uno de los mejores choques de aquella campaña.

El Bayern terminará llegando a la gran final que se celebrará en Bruselas ante el Atlético de Madrid. Sin embargo, no podrá permitirse descanso en el campeonato doméstico, puesto que el Borussia Mönchengladbach será un perseguidor implacable durante toda la segunda vuelta. El sábado anterior a su gran cita europea, los muniqueses logran imponerse 1-0 en un duelo bronco con el Offenbach, aprovechando así el fallo del Gladbach ante el Fortuna Düsseldorf.

La exigencia de la presión del Borussia pudo haber cambiado la historia europea del Bayern y, por el camino, haber beneficiado la del Atlético de Madrid. El conjunto español había logrado que su Federación aplazase su duelo ante el Oviedo, mientras que su homónima institución bávara negó esa opción a su representante en la competición continental.

El primer duelo en Heysel fue un choque que iría, paulatinamente decantándose del lado rojiblanco. El Bayern intentó tomar recaudos defensivos con Georg Schwarzenbeck intentando marcar a uno de los mejores delanteros en aquellos momentos de Europa, José Eulogio Gárate. Irónicamente, aquel alto defensa sería el salvador en Bruselas de los suyos al lanzar un certero disparo desde fuera del área para remontar el 1-0 logrado por Luis Aragonés de falta directa en la prórroga. Fue un tanto agónico que cambió las tornas, puesto que el formato de aquellos días exigía una repetición de la final donde los muniqueses aprovecharon el golpe psicológico para imponerse 4-0.

En la Recopa de ese mismo curso, el Borussia paso con solvencia sus eliminatorias hasta encontrarse en semifinales con un histórico europeo: el AC Milan. Una escuadra veterana y con campeones entre sus filas que logró imponerse al talento juvenil de los bávaros por 2-0 en San Siro. De cualquier modo, un tempranero gol del Gladbach al poco de comenzar la vuelta alimentó las esperanzas de remontada. No obstante, el asedio no terminó dando resultado para los germanos, quienes reclamaron al árbitro español Franco Martínez unas manos en el área de los transalpinos, además de no enseñar roja a Karl-Heinz Schnellinger tras lesionar con una entrada expeditiva a Christian Kulik, alemán de origen polaco que era uno de los pilares de la media del Borussia en aquella década. Ante la ausencia de Heynckes, la última gran oportunidad vino de las botas del delantero Bern Rupp. Esto privó de otro duelo entre Alemanias, Federal y Democrática, al batir el Magdeburgo a los lombardos en la gran final.

El duelo que no pudo ser

El Borussia Mönchengladbach logró dominar la Bundesliga con claridad en la campaña 1974/75. Jupp Heynckes, en plena madurez de su juego, es el máximo goleador con 27 tantos. Alemania es uno de los grandes focos de atención de las personas aficionadas al fútbol por su reciente campeonato Mundial, logrado ante la mismísima Holanda de Cruyff, nuevamente, con un peso sobresaliente de jugadores procedentes de Bayern y Gladbach.

Weisweiler está en su último año dirigiendo a la escuadra que lleva forjando todos estos años. Antes del parón invernal, dejan al Bayern a siete puntos de distancia, lo cual ayuda cara a preparar su participación en la copa de la UEFA, donde dejan verdaderas exhibiciones. Fichado en 1972, es el momento de mayor crecimiento del futbolista danés Allan Simonsen, quien alcanzará la distinción del Balón de Oro en 1977.

El Borussia tiene una participación internacional sobresaliente incluyendo partidos como su visita a Zaragoza o el triunfo ante sus compatriotas del Colonia en semifinales. Heynckes, tentado el pasado verano por el Bayern, no solamente se ha mantenido en Gladbach, se convierte en el gran protagonista de la final ante el FC Twente. Holandeses y alemanes seguían marcando el ritmo del fútbol en aquella década, si bien el dominio de los de Weisweiler es incontestable, pese a empatar a cero en la ida. Lo resuelven 5-1, destacando el hat-trick de Heynckes.

Cabe subrayar la capacidad del conjunto para encontrar nuevos jóvenes que suplan el talento que ficha por otros clubes, sobresaliendo Uli Stielike, quien debuta en la Bundesliga en 1973 y ya era titular indiscutible en el enfrentamiento ante el Twente. Sobresaldría por su polivalencia en defensa y centro del campo, algo que le haría fichar por el Real Madrid en 1977.

A quien sí se llevó directamente aquella campaña el club español fue a Paul Breitner, Comodín del Bayern tanto para el lateral izquierdo como por su polivalencia en el centro del campo, donde recuperaba muchos balones, su ausencia debilitó a los muniqueses, quienes vieron cómo Udo Lattek y Beckenbauer iniciaban un distanciamiento que terminó con la sustitución del primero por Dettmar Cramer, uno de los miembros del staff técnico de la Mannschaft que había logrado el campeonato el anterior verano.

El nuevo entrenador buscó que Müller retrasase su posición, algo que va en consonancia con el interés de la directiva del Bayern por hacerse con Heynckes. Con un núcleo consolidado formado por nombres como Maier, Uli Hoeness, dueño de la banda derecha, o el propio Beckenbauer, la plantilla del defensor de la Copa de Europa era ideal para torneos cortos de eliminatoria, si bien incapaz de seguir marchas como la del Gladbach, el cual le aventajó en dieciséis puntos al final de la Bundesliga.

En el Parque de los Príncipes, tendrían la oportunidad de oro para salvar la temporada ante el potente Leeds United, el cual venía de apear en semifinales al Barcelona de Johan Cruyff y Johan Neeskens. Nuevamente Schwarzenbeck recibió la misión de un marcaje individual del gran atacante rival, Joe Jordan. Con jugadores muy técnicos como el escocés Peter Lorimer o el irlandés Johny Giles, la posesión de la pelota fue británica durante buena parte de la final.

Lejos de aquellos planteamientos ofensivos que llevaron a su ascenso una década atrás y le hacían muy similar al Borussia, el equipo alemán buscó un conservadurismo defensivo, dando muchas oportunidades a los ingleses, quienes vieron anulado un gol y reclamaron un posible penalti.

En su análisis de aquel duelo, el periodista Axel Torres subraya el ejercicio de supervivencia del Bayern, mermado por lesiones como la de Björn Andersson en una de las primeras jugadas, permitió la resolución final con tantos de Franz Roth y Ger Müller a poco del pitido final.

Eso permitió a los campeones aspirar a defender su corona otra vez, además de ser un éxito para el balompié teutón, puesto que tendría dos representantes. Es aquí donde estuvo muy cerca de producirse un enfrentamiento europeo que habría permitido al Gladbach cuestionar la hegemonía continental de su gran adversario deportivo, de la misma forma que lo estaba haciendo en el torneo doméstico.

Udo Lattek, quien había salido con tanta polémica del club muniqués, fue el sustituto de Weisweiler. Debe incorporar pocas modificaciones a una escuadra que tiene muy adquiridos los automatismos de las últimas temporadas, los cuales permiten que tengan un balance goleador de 66 tantos a favor por 37 en contra. Vuelven a dominar la Bundesliga desde su arranque, mostrándose mucho más fiables que un Bayern en el que pesan ausencias como Breitner, volviendo a afrontar la pausa invernal con ocho puntos de desventaja sobre el indiscutible líder.

Con el respaldo que da su prestigiosa copa de la UEFA del curso anterior, el Borussia logra vencer en eliminatorias ante rivales de prestigio como la Juventus de Turín. En cuartos de final se medirán con el campeón español, el Real Madrid, el cual contaba entre sus filas con dos de los iconos de la Alemania campeona de 1974: Paul Breitner y Günter Netzer.

Indudablemente, se trató de una de las eliminatorias más intensas de aquella edición. Henning Jensen, el otro gran fichaje procedente de Dinamarca junto a Simonsen del Borussia en aquella época, fue muy complicado de controlar por la zaga blanca. Para evitar los desbordes de Simonsen en la banda, Miljanic, colocó a Camacho, sin que ello tampoco impidiese un vertiginoso ritmo de ataques por las bandas, sobresaliendo los centros de Bonhof, cuyas notables actuaciones en estos enfrentamientos pudieron ser la llave de su fichaje por el Valencia en 1978.

Si bien el Borussia dominó el primer tiempo con un cómodo 2-0, Breitner mandó un centro que Roberto Martínez finaliza con un cabezazo a las redes antes de expirar los 45 minutos. En la segunda parte, como reconocería el propio Lattek ante los medios, Pirri, capitán de su rival, espolea una remontada que convierte el duelo del Santiago Bernabéu en un obstáculo formidable para sus intereses.

Al final del segundo encuentro, Miljanic calificaría como “máquina futbolística” a su oponente. Stielike encontraría a Heynckes para un temprano gol que permitió a los alemanes soñar con el pase a semifinales. Se habrían medido, precisamente, al Bayern de Múnich. Sin embargo, aquella primera parte vertiginosa no se saldó con un margen mayor para los visitantes, algo que el Madrid aprovechó mediante la conexión del veterano Amancio con Santillana. El 1-1 clasificaba a los locales, si bien la segunda parte fue dramática.

Van Der Kroft, colegiado holandés del encuentro aquel 17 de marzo, anulo dos tantos al Gladbach. El primero un fuera de juego muy discutible de Jensen. El segundo, un remate de Wittkam que no fue concedido por señalar uno de los linieres falta previa. Lattek no quiso hacer declaraciones al finalizar el duelo, siendo una de las mejores actuaciones del Borussia en la máxima competición continental.

Tras dominar al campeón portugués, el Benfica, el Bayern Múnich, sin esperanzas en la Bundesliga, aunque remontaron hasta el tercer puesto, se concentró en una semifinal igualmente reñida ante el Real Madrid. Dentro del marco del fútbol ficción, hay pocos interrogantes más fascinantes que aquel hipotético duelo entre los dos grandes dominadores del fútbol bávaro en aquella década. Quizás fue la gran oportunidad para la generación de Heynckes, puesto que el Bayern empezaba a dar síntomas de agotamiento, aunque mantenía su competitividad intacta.

Müller sobresalió con un gol clave en la ida que, como curiosidad, no fue captado por la televisión, puesto que se estaba repitiendo una ocasión muy peligrosa favorable al conjunto español. Con el primer tiempo a punto de expirar, un pase largo de Schwarzenbeck llevó a una disputa del 9 del Bayern con el defensa madridista Benito, cuyo despeje permitió al goleador batir con un disparo raso a Miguel Ángel. El 1-1 dio confianza a los muniqueses para la vuelta, La conexión Beckenbauer-Müller fue esencial para certificar su tercera final consecutiva.

El fin de una época

En Glasgow, el Bayern volvió a alcanzar la Copa de Europa, igualando el éxito precedente del Ajax. Fue otra final muy disputada ante el Saint-Etienne. Franz Roth marcó, como en anteriores ocasiones, en una instancia decisiva.

El Borussia Mönchengladbach lograría en el curso futbolístico 1976/77 su tercera Bundesliga consecutiva, en una temporada que certificó el paulatino declive de un Bayern de Múnich que había logrado en pleno auge de su adversario prevalecer en la Copa de Europa.

Ese mismo año fue la mejor campaña del Gladbach en el único formato que parecía resistírseles. En esta ocasión, quien no pudo alcanzar las semifinales anheladas fue el Bayern de Múnich, derrotado en cuartos de final por estrecho margen ante el Dinamo de Kiev. Es decir, existió realmente la posibilidad de dos semifinales europeas entre las dos instituciones que hubieran podido marcar su rumbo histórico posterior. Por su lado del cuadro, el Borussia sí logro batir al campeón ucraniano, lo cual les permitió, al fin, aspirar a la anhelada copa que se disputaría en el Olímpico de Roma.

Se habían producido ya cambios significativos, como una cesión de testigo de la portería, entre Wolfgang Kleff y Kneib, quien se convertiría en el guardameta titular. Lattek tenía la oportunidad de mantener la primacía del fútbol de su país, aunque el gran interés del duelo en la capital italiana era que un nuevo equipo inscribiría su nombre como ganador en la Copa de Europa. Tanto el Liverpool de Kevin Keegan como el Borussia de Simonsen aspiraban a mejorar el palmarés de sus clubes.

Tras unos primeros veinte minutos de tanteo inicial, las inoportunas molestias de Herbert Wimmer privaron a Lattek de una de sus piezas clave. Bonhof tuvo una oportunidad clara con un fuerte disparo fuera del área que chocó en la madera defendida por Clemence. No obstante, a partir de ahí dominaron los jugadores del Liverpool, abriendo el marcador tras fallo de la zaga defensiva del Borussia.

Irónicamente, de la situación de desventaja vinieron los mejores momentos de los bávaros. Simonsen logró el empate con un lanzamiento colocado al poco de la reanudación. El partido se convirtió en uno de esos encuentros de ida y vuelta que tanto complacían a Weisweiler, destacando otro cabezazo del danés y una gran ocasión de Stielike.

Justo entonces llegó el tanto en córner del Liverpool, quien recupero los mandos de la final en una brillante actuación. El epílogo de la final llegó cuando uno de los símbolos del dominador de la Bundesliga en aquellos años, Vogst, se vio obligo a arrollar a un incisivo Keegan que se perfilaba para marcar, permitiendo a sus oponentes culminar con una pena máxima que selló el 3-1 del desenlace.

En lugar de ser el Gladbach, el heredero del Bayern de Múnich en el trofeo del Viejo Continente sería el propio Liverpool. Tras años de firme pulso entre los dos colosos bávaros, como ha descrito con acierto Simon Hughes, desde finales de la década se intuye el germen de la “Red Machine” que va a dominar el Viejo Continente.

Borussia y Liverpool vuelven a medirse en semifinales en una especie de final anticipada. A pesar de caer 2-1 en Bökelberg, el vigente campeón le dio la vuelta a la eliminatoria con un contundente 3-0 en la vuelta. El triunfo británico ante el Brujas semanas después volvió a avalar lo realmente cerca de la gloria que había estado aquella generación, aunque ya iba expirando aquel ambicioso proyecto deportivo gestado desde los días de Weisweiler.

Con todo, quedaría tiempo para un último asalto en la Bundesliga. Mientras que el Bayern Múnich esta relegado en mitad de la tabla, el Gladbach mantiene el ritmo al Colonia, empatados a 48 puntos y cediendo solamente por diferencia de goles en contra (ambas escuadras igualaron la cifra de 86 goles a favor).

Si bien Heynckes se despide del club, encuentran un nuevo gran talento en Lothar Matthäus, un joven centrocampista que ayuda al club a obtener una nueva UEFA en 1979. Allan Simonsen, justo antes de embarcarse al Fútbol Club Barcelona, marca el gol decisivo en el partido de vuelta ante el Estrella Roja.

Vidas paralelas

Irónicamente, Matthäus se convertiría en uno de los máximos exponentes del Bayern Múnich tras su fichaje en 1984. Desde la marcha de Beckenbauer en 1977 a la aventura estadounidense en el Cosmos de New York, nadie había podido cubrir esa cuota de liderazgo hasta la irrupción del joven talento del Gladbach. En esos mismos momentos, el Inter de Milán da una gran inyección económica a los muniqueses, mediante la compra de uno de los grandes goleadores de la Bundesliga, Karl-Heinz Rummenigge, figura del club desde su irrupción como promesa 1974 y futuro recambio de la Vieja Guardia del Bayern. El ariete sobresalió en el famoso 7-0 que el Bayern infligió a su gran rival local en 1979.

Tanto el Gladbach como el Múnich fueron los grandes regeneradores de la selección alemana, siendo el punto álgido la Eurocopa de 1972, con Müller en plenitud de forma y Netzer compartiendo la función distribuidora con Beckenbauer, dotando de una cantidad de registros muy amplia a los teutones en el campo.

Irónicamente, Netzer sería el gran perjudicado en el Mundial disputado de su país, no volviendo a jugar tras la derrota ante Alemania Oriental por 1-0. Segundos de grupo por detrás de sus compatriotas en primera fase, dentro de un clima de crítica severa de los medios de comunicación por el rendimiento, veteranos periodistas como Raimund Hinko recordarían el liderazgo de la facción de los jugadores de Bayern, encabezados por Beckenbauer y Müller, para que el seleccionador Helmut Schoen diera un cambio al enfoque del seleccionado. Con todo, la impronta del Gladbach siguió siendo clave por el papel de Vogts en el duelo decisivo ante Holanda.

Investigadores como Uli Hesse han incidido en que esta década y la explosión deportiva en Alemania Federal colocaron los cimientos para que el Bayern Múnich fuera convirtiéndose en un coloso a nivel mundial. En esos años, ninguna escuadra le planteó más obstáculos deportivos que el Borussia Mönchengladbach, dejando algunos partidos memorables que sirvieron de escaparate para la joven Bundesliga: por ejemplo, el 4-3 con el que se impusieron los muniqueses ante el Gladbach o el severo 5-0 que le infligieron los segundos al poco de aterrizar con su primera Copa de Europa obtenida ante el Atlético de Madrid.  

La influencia del Borussia fue muy importante en España, destacando el papel de jugadores como Netzer en el Real Madrid, a quien luego seguirían Breitner y Stielike, junto con otras incorporaciones como Simonsen para el Barcelona o Bonhof en el Valencia. A nivel técnico, destacar la presencia de Jupp Heynckes, exitoso en distintos conjuntos como Tenerife, Bilbao, Madrid… y terminando, irónicamente, por ser laureado como director técnico de su gran Némesis deportiva durante la década de los 70.

Por ello, aunque hoy en día Der Klassiker (El Clásico) de la Bundesliga es el enfrentamiento entre Dortmund y Múnich, no conviene olvidar la grandeza que tuvieron las épicas luchas entre estos dos proyectos deportivos, planteándose el apasionante interrogante de qué hubiera sucedido de haberse llegado a dos semifinales de Copa de Europa, posibilidad que estuvo muy cerca de ocurrir.

Referencias

Alder, J. (2017). Borussia Mönchengladbach. Michigan: Independently published.

Hesse, U. (2015). Tor! The story of German Football. Londres: WSC.

Hesse, U. (2017). Bayern: Creating a Global Superclub. Londres: Yellow Jersey.

Hesse, U. (2018). Franz Connection. Panenka, 52-56.

Hughes, S. (2014). Red Machine: Liverpool FC in the `80s: The Player´Stories. Edimburgo: Mainstream Publishing. 

Torres, A. y Schön, A. (2014). Franz. Jürgen. Pep. Barcelona: Contraediciones.

Vergara, R. (2013, 2 enero). Borussia Mönchengladbach 7-1 FC Internazionale (20 de octubre, 1971). Obtenido de

https://wf11blog.wordpress.com/2013/01/02/borussia-monchengladbach-7-1-fc-internazionale-20-de-octubre-1971/ Winner, D. (2001). Brilliant Orange: The Neurotic Genius of Dutch Football. New York: Bloomsbury.