Ramón Herrera, la estrella del fútbol que se enroló en la División Azul

Ramón Herrera, hermano del mítico “Herrerita” fue un brillante y peculiar jugador del Sporting, que también jugó en Betis y Athletic de Madrid. A su destacada carrera deportiva, habría que sumar su participación en la toma de Oviedo con el bando nacional en la Guerra Civil y su, posterior, alistamiento en la División Azul.

RamonHerrera01Pese a su indudable talento futbolístico, el nombre de Ramón Herrera, apodado “el sabio” ha quedado en un segundo plano ante el de su hermano pequeño, Eduardo Herrera, “Herrerita”. Se trata de uno de los jugadores con más personalidad que haya habido en nuestro fútbol. Su hermano, sí es una figura más divulgada. Contratado por el Oviedo cuando comenzó a despuntar en el Sporting, en un polémico fichaje del que ya se habló en Cuadernos de Fútbol su figura se engrandeció convirtiéndose en uno de los jugadores más grandes del fútbol astur. Internacional absoluto, firmó por el Barcelona una campaña al no poder disputar la competición el Oviedo, máximo goleador ovetense de la historia… Hasta la propia capital asturiana decidió ponerle su nombre a una calle.

Pero Ramón Herrera, Herrera I, cuando surgió la fulgurante aparición de su hermano, quedó minimizado por este. Y eso que su talento era conocido. El popular periodista “Rienzi” del diario Informaciones fue el que le puso el apodo de “El Sabio” y lo acompañó de esta descripción cuando fichó por el Athletic de Madrid:

“Es un fútbol distinto a todo lo que hemos visto hasta ahora. Sale con el balón por sitios inverosímiles, así que el contrario queda vencido y desconcertado. Lleva el balón tan pegado al pie de tal modo que parecen una misma cosa bota y balón. Los que persiguen a Herrera creen que pueden alcanzarlo a la carrera, pero no llegan nunca. Da la impresión de no correr y es veloz en la carrera. Ante el gol es seguro. Cuando consigue batir al meta contrario vuelve al campo sin mostrar alegría. Hace los goles más bonitos que se han registrado en el fútbol español y se queda tan tranquilo”. Pequeñas historias sobre grandes jugadores del fútbol asturiano. Ricardo Vázquez Prada, Tomasín.

Su nombre comenzó a hacerse popular. Primero a nivel regional, llegando a una final del campeonato de España de segunda categoría con el Athletic del Llano, luego en Asturias, convirtiéndose en uno de los rostros más populares del Sporting y finalmente su fama trascendió a nivel nacional. Debutó en 1925, y acabaría convirtiéndose en el primer futbolista profesional del club. Fueron célebres los enfrentamientos con el portero Óscar, que congregaban a gran público y parecían duelos hechos a medida entre ellos. También comenzaba a dar que hablar su peculiar personalidad. Al finalizar los partidos, solía vestirse escrupulosamente con traje, bombín y bastón y acudía al café Expreses a tomar grandes cantidades de cafés con migas de pan que rebosaban la taza. Era un desayuno habitual en la época. Él consideraba que le daba fuerzas después de los encuentros. Cuando fichó por el Athletic de Madrid en 1927, no varió sus costumbres. Y prosiguió haciéndolo en la Gran Vía. Su vestimenta de lord inglés, su visita a cafés bohemios y su peculiar alimentación.

En Madrid su fichaje se recibió con expectación. Llegó acompañado de otros jugadores sportinguistas. Perico Pena, Manuel Menéndez Ovin “El Tronchu” y Adolfo Suarez Morán “El Neñu”. Eran los conocidos como “jugadores taxis”.  Un régimen de cesión compartida, para los jugadores, que vivían y entrenaban en Gijón y se desplazaban a la Capital para disputar la jornada del fin de semana del campeonato regional. Pero Herrera no. Su fichaje era de pleno derecho, y aunque tuvo alguna tarde destacada, el jugador contrajo sífilis lo que le mermaría elresto de su vida y por supuesto de su carrera deportiva. Decidió abandonar Madrid y partió cedido a Sevilla, donde vivía su hermano mayor y se comprometió con el Betis. Tampoco la fortuna le acompañó en la capital andaluza y su juego no se recuperaba. Fueron dos periodos aciagos lejos de casa. Así que, pese a la oposición inicial del presidente del Athletic de Madrid, Luciano Urquijo de dejarlo marchar, finalmente su decisión de retornar a casa era firme. Años después declararía “Lo del Atlético de Madrid y lo del Betis no tiene importancia. Yo solo he jugado en dos equipos el del Llano y el del Molinón”.

Y es que añoraba su tierra. En 1927, cuando todavía era jugador del Betis regresaba contento a Asturias a pasar las navidades. Aún más cuando supo que había sido agraciado un boleto de lotería que había adquirido en Gijón. Sin embargo, pronto se revelaron que habían sido falsificados por un quiosquero y los agraciados no iban a poder recibir su dinero. El autor del fraude fue detenido, e incluso tuvo que librarse de ser linchado por varios de los afectados. Curiosamente, Ramón Herrera, lejos de enfadarse, se compadeció de él y convenció a amigos y aportó dinero para poder abonar la fianza del quiosquero, al que veía como un castigo excesivo ir preso.

Regresaría a Gijón en 1931, donde comenzaban los inicios de su hermano Eduardo, al que impuso al Sporting la condición de ficharlo consciente de su potencial. Aun así, su estado físico seguía siendo flojo y pasó toda la campaña en blanco. Fue al año siguiente, la temporada1932-33 cuando “El Sabio” volvería con fuerza. Formarían una delantera temible y protagonizarían espectaculares duelos por el ascenso con el Oviedo. Tanto que uno de los derbis acabó con peleas y disparos entre aficionados. Quizá fueron los primeros disparos que escuchaba Ramón, circunstancia que luego asimilaría con naturalidad y hasta con pasión.

La lástima es que mientras su hermano comenzó una fulgurante progresión, a Ramón Herrera le pasó factura los achaques de las lesiones y cierta irregularidad. Se convirtió en el capitán del equipo y era innegable su categoría de estrella, pero también recibió ostentosas críticas de la grada cuando su rendimiento bajaba o se le acusaba de falta de esfuerzo durante los partidos. En ocasiones, las quejas del graderío eran respondidas con goles y jugadas de talento que le reconciliaban con el público. En otras ocasiones, esa dejadez, o la factura física se hacían más pesadas y se alimentaban las dudas. Quizá por eso no consiguió nunca ser internacional (llegó a  ser convocado una vez al fichar por el Atlético pero no pudo acudir al estar lesionado, y ya nunca más decidieron brindarle esa posibilidad) Quizá, también, eso le hizo reafirmarse en su peculiar personalidad hasta el final. Finalmente colgó las botas en 1935, con más 140 goles anotados en su etapa sportinguista.

Pero la vida de Ramón Herrera todavía no parecía estar satisfecha. Todavía le quedaba aventurarse en la faceta de soldado. La Guerra Civil le sorprendió en Andalucía, donde se había trasladado por negocios, lejos de su Asturias.  Ramón Herrera, hombre de ideas conservadoras, sintió la llamada del deber y decidió alistarse de inmediato y participar en la defensa de Oviedo, sitiado por las tropas republicanas. Después, con el uniforme de Falange, siguió la contienda por el Naranco y se mantuvo activo dos largos años de la cruenta guerra. Además el futbolista desarrolló una extraña pasión por el riesgo, y era habitual asomarse por la trinchera y retar al enemigo con frases como “Disparad, soy el mago del balón”. Con Asturias, y la mayor parte de España dominada por las tropas nacionales, Ramón Herrera, parecía haber cumplido. Tras la Guerra, el ex futbolista se trasladó a Barcelona, donde encontró un oficio de administrativo que parecía concederle una vida  cómoda y tranquila.

Pero, Ramón Herrera, insatisfecho con sus hazañas militares, y de nuevo, tentado por una llamada del deber, leyó las convocatorias de reclutamiento para alistarse en la 250 Einheit spanischer Freiwilliger, la popular División Azul que combatiría del lado nazi en la Segunda Guerra Mundial. Y “El Sabio” no lo dudó. En la hoja de registro de su distrito, fue el segundo en inscribirse.

No era por necesidad económica como sí le pasó a muchos divisionarios o por purgar dudas de anteriores simpatías contrarias al régimen evidentemente, sino desde el pleno convencimiento. Como decía en las trincheras, maldecía que no hubiera habido una bala para él, así que decidió marchar a combatir hasta la Unión Soviética del lado alemán. Allí padeció una larga marcha de 1000 kilómetros, equipados con equipo e impedimenta de 25 kilógramos, a los que luego se les sumarían armamento y munición, por caminos intransitables y según avanzaban habría que sumarle el frío y el hielo rusos. Después asignado a un frente irregular bajo el mando del Comandante Vierna, hubo de soportar las consiguientes escaramuzas bélicas y el duro invierno con temperaturas que superaban los treinta y cinco grados bajo cero. Con escasa leña, con poca equipación… El propio Herrera narraba sus heridas en las manos, de que a punto estuvo de ver amputada su pierna izquierda por una parálisis ocasionada por el frío o una grave afección pulmonar. También Herrera, narró problemas semejantes a los que se encontraron los casi 47.000 soldados de la División Azul que tomaron parte entre 1941 y 1943. Intentar tomar coñac helado,  patatas duras como piedras o algún despiste a la hora de indumentarse podía tener terribles consecuencias.

De ellos, 8000 perdieron la vida y jamás regresaron a España. En sus ratos libres, Ramón Herrera, pudo seguir disfrutando del fútbol con otros voluntarios y conformar un pequeño equipo de fútbol que jugase en los helados campos rusos. De nuevo, las trincheras fueron su refugio donde llenar una vida cargada de altibajos y peculiaridades. Pero tampoco encontró la bala que la pusiera fin a su vida. Tras varios meses en la URSS y en hospitales alemanes recuperándose, acabaría regresando a España.

A su vuelta, se reincorporó a su trabajo trabajar como administrativo. Aún era un personaje admirado y querido que vio como se le organizaba incluso un partido de homenaje. Colaboró con algunos medios de comunicación, escribió sus memorias para una revista, pero en 1960, a los 53 años decidió que su vida ya había durado demasiado. Convidó a sus amigos, les anunció que “Mañana será mi entierro. Estáis todos invitados”. También se lo manifestó a la camarera en el bar. Abonó una ronda para todos sus allegados, dejó una generosa propina y se despidió. Todos lo tomaron como una excentricidad más de un personaje francamente peculiar. Pero no bromeaba  y esa noche ingirió una cantidad de pastillas suficientes para causarle la muerte. Se marchó uno de los futbolistas con mayor personalidad que vio nuestro fútbol.

RamonHerrera02Fuentes:

El deporte en la Guerra Civil. Julián García Candau

Pequeñas historias de grandes figuras en el fútbol asturiano. Ricardo Vázquez Prada «Tomasín» (histórico cronista deportivo del diario Región de Oviedo)

El fichaje de Herrerita por el Real Oviedo. Alberto Díaz Gutiérrez, Cuadernos de Fútbol 21.

Hermandad Nacional de la División Azul (Madrid)

Bufandas al cielo. Victor Manuel Robledo

100 años del Real Sporting (2005). Libro del centenario del club

Hemeroteca Diario Voluntad.




El inicio de Luis Aragonés

El 1 de febrero de 2014 nos encontrábamos con una mala noticia. Fallecía Luis Aragonés con 75 años, víctima de una leucemia. Con él se iba una de las mayores figuras de nuestro fútbol. Los más jóvenes, le conocimos ya como un veterano entrenador. Y que siguió manteniéndose en la élite año tras año, ganándose el respeto y en muchos casos admiración donde entrenó. Y fue en muchos lugares, por supuesto en el Atlético de Madrid, al que llevó a conseguir la Copa Intercontinental, una Liga y tres Copas del Rey y acudió a su rescate en Segunda División. Pero también al Betis, al Sevilla, al Valencia, al Espanyol, al Barcelona y al Mallorca, hasta ser designado, por fin, seleccionador nacional y abriendo el brillante recorrido actual con la conquista de la Eurocopa del año 2008. 853 partidos de Liga dirigidos en más de treinta años como técnico.

Pese a conocerle todas sus facetas y sus incontables anécdotas como entrenador, Luis pasó del campo a la banqueta de manera inmediata (en una situación que sigue pareciendo extraña pero que este mismo 2014 han hecho Ryan Giggs en todo un Manchester United o Garry Monk en el Swansea, o Seedorf que se retiró en Brasil para hacerse cargo del Milan al recibir la llamada de Galliani). Sustituyó a Juan Carlos Lorenzo y puso fin a una brillante etapa como jugador. 360 partidos en Primera División y 160 goles. En el Atlético había pasado sus últimas 12 temporadas, había ganado 3 títulos de Liga, otros dos de Copa del Rey, fue el máximo goleador en la campaña 69-70 y había sido subcampeón de Europa en 1974 anotando un brillante tanto de falta. Aragonés también fue internacional con la Selección Española en 11 ocasiones. Antes de brillar en el Calderón, fue jugador del Betis durante tres años, entre 1961 y 1964, y cedido por el Real Madrid, el primer equipo que le dio la oportunidad de jugar en 1ª división fue el Real Oviedo. A lo largo de su carrera entre entrenador y jugador, Aragonés supera los 1500 partidos oficiales. Una cifra tremenda de una persona que estuvo vinculada al fútbol toda su vida.

Hoy a modo de homenaje, volvemos al primer partido de esos 1000 que tuvo a Luis en Primera División. Había comenzado la campaña en el Plus Ultra, el filial del Real Madrid. Pero tras media temporada y llevar ocho tantos anotados, le llegó la hora de probar una cesión y subir un escalón. Un 11 de diciembre de 1960, en el Luis Sitjar de Palma de Mallorca, un Aragonés de 22 años, saltó al campo en un duelo por todo lo bajo. El Mallorca, colista y recién ascendido se impuso en casa por 1-0 al Oviedo, por lo que los asturianos pasaron a ocupar la última posición al acabar la jornada. Al equipo balear, por aquel entonces lo dirigía el mismo Juan Carlos Lorenzo con el que coincidiría en el Atlético y del que heredaría su cargo. En el Oviedo, era Sabino Barinaga el hombre que hizo debutar a todo un mito como Luis. La prensa fue dura con el encuentro, al parecer de bastante pobre calidad y nadie reparó en ese muchacho de Hortaleza que hacía su debut en la máxima categoría. Quizá ese partido ya le hizo ver la crudeza de ser entrenador. Lorenzo, hombre que había conseguido ascender al en dos temporadas al Mallorca desde Tercera a Primera División, por vez primera en su historia y pese a ganar el partido, fue destituido.

Curiosamente… la prensa no terminó de acertar con su nombre y tardó varias jornadas con Luis plenamente instalado en la titularidad en acertar a reflejarlo correctamente. En su debut, los diarios ABC y Mundo Deportivo recogían su nombre como el de “Ruiz” sin figurar nadie con ese apellido en la plantilla. Y así seguiría sucediendo unas jornadas después… Incluso el día que anotó su primer tanto en primera división, en un duelo en casa contra el Santander… Aragonés seguía figurando como Ruiz. Luis era un mero debutante, casi anónimo… No he conseguido averiguar el motivo de la confusión. Incluso, rectificada en algunas jornadas pero que volvía a incurrir en el error posteriormente. Eran los primeros pasos de una de las mayores figuras de nuestro fútbol.




Manuel Olivares, el primer grande del fútbol balear

La condición insular supone una evidente peculiaridad en cualquier sistema político o social. Las Islas Baleares han visto cómo sus condiciones y relaciones con la Península debían desarrollarse con estas limitaciones. Hasta la llegada del avión, no era sencillo mantener una comunicación fluida con otras regiones, incluso entre las propias Islas. Cada Isla miraba hacia adentro y no se puede hablar de una cultura Balear común. Esto también tenía su propia repercusión en el ámbito deportivo. Se organizaban campeonatos insulares, sin interacción con otras provincias españoles lo que limitaba su crecimiento y competitividad. A día de hoy, Baleares puede presumir de una gran hornada de deportistas de primer nivel. Los Nadal, Lorenzo, Rudy Fernández, Sergio Llull, Joan Llaneras, Carlos Moyá y un largo etcétera han logrado enmendar un vacío histórico ampliamente prolongado. La presencia de futbolistas de primer nivel ha sido escasa. Apenas se puede encontrar a tres jugadores de las Islas que han alcanzado la internacionalidad absoluta con España. El primero de ellos, un rostro escasamente conocido y reivindicado, Manuel Olivares, ex jugador de Alavés y Real Madrid entre otros, pichichi de la temporada 32-33, campeón de dos títulos ligueros y el primer futbolista nacido en Mallorca que se enfundó «la Roja».

Los orígenes de Manuel Olivares han limitado que desde Mallorca se ensalce más su figura. Nacido en Son Servera en el año 1909. Hijo de un miembro del Cuerpo de Carabineros (cuerpo policial que vigilaba costas y fronteras y que en 1940 se integró en la Guardia Civil) que estaba destinado en la Isla. Posteriormente, su padre fue trasladado a San Sebastián, y allí, con más edad comenzó a emerger la figura de este delantero goleador. Primero en el modesto Avión de San Sebastián, posteriormente en 1928 se incorpora al Alavés, con el que logra el a la máxima categoría en la campaña 30-31. En su debut en 1ª (y también el del club vitoriano), anota los dos tantos en un encuentro que acaba empate a dos con la Real Sociedad.

Su facilidad goleadora y su inteligencia sobre el campo son notables. Tanto, que conseguirá ser Internacional. Una sola aparición, el 14 de junio de 1930 en un partido en Praga, ante Checoslovaquia en el que se impondrían los locales por 2-0. En España, junto a Olivares se alinea nombres como los de Zamora Ciriaco, Quincoces, Padrón o Gorostiza. Algunos de ellos compañeros en el Alavés, otros lo serán en la siguiente temporada…

…Y es que el Madrid, que ya había borrado el Real de su nombre con la proclamación de la República decide incorporarlo. Con los blancos saborea el éxito. Dos campeonatos ligueros consecutivos, los de 1932 y 1933. En esa segunda campaña además es el máximo goleador del campeonato, algo que ya rozó la anterior aunque fue únicamente aventajado por dos tantos por Bata, jugador del Athletic. Al año siguiente, otro título, la Copa de la República del año 34. Aunque Olivares no disputa la final y ha reducido su protagonismo.

Abandona Madrid y regresa a San Sebastián, para competir en el Donostia Fc (nombre que emplea la Real durante el periodo republicano). Después de ahí pasa al Zaragoza, donde se convierte en entrenador-jugador.  Estalla la Guerra y a Olivares no se le encuentran vinculaciones políticas ni se rememoran noticias durante ese periodo. No abandona España, ni se ve salpicado por sus raíces paternas de Carabinero (Cuerpo que en su mayoría optó por posicionarse del lado Republicano). Finalizado el conflicto, Olivares vuelve en activo al Zaragoza en 1ª división. Después lo haría con el Hércules, con el Málaga en Segunda, para acabar colgando las botas en 1943 en el Algeciras, con el que asciende a Tercera División. En los dos últimos casos, ejerciendo de entrenador-jugador. En los banquillos después tendrá mayor recorrido dirigiendo a diversos conjuntos hasta 1954. Acabó sus días en Madrid, trabajando como corredor de seguros, y falleciendo a los 67 años. Los medios de la época apenas dedicaron líneas a su muerte.  Y es que Olivares fue uno de esos jugadores que destacó en los inicios del balompié nacional. De los primeros pichichis, de los primeros campeones y de los primeros internacionales. Pero su rostro ha quedado un tanto olvidado. Sin vinculación deportiva con las Baleares que le vieron nacer, con una condición de migrante por diversos lugares, pocas banderas se levantan para recordarlo. Y sus cifras, 82 partidos en 1ª, 54 goles y el pionero de los apenas tres internacionales que ha aportado Baleares a la Selección, lo merecen.