De cómo “resucitó” el Deportivo Logroño y las boinas requetés inundaron Las Gaunas

El impacto de la Guerra Civil en Logroño ha quedado al margen de los grandes focos. Un “olvido” que tiene su lógica, pues, aunque sí hubiera conflicto, quedó “lejos del frente”, como estudió Gil Andrés (2006). Recién iniciada la sublevación, el territorio riojano quedó en manos insurrectas: al fin y al cabo, al igual que en las provincias colindantes de Álava y Navarra, los alzados superaron a los leales a la República. Si bien, la ausencia de frentes no impidió que 2001 riojanos o vecinos del territorio fueran víctimas de los paseos y sacas, como queda recogido en el trabajo de Jesús Vicente Aguirre (2007) y en el listado de represaliados del Gobierno de La Rioja. Fueron crímenes atroces, convenientemente ocultados, tergiversados e instrumentalizados por el bando franquista. Delitos que quedaron soterrados bajo la arena, con decenas de personas en cunetas con tiros en la espalda, en la frente y en la nuca, con marcas de tortura en algunos cuerpos y con un final humillante por pensar de manera divergente. En el mejor de los casos, quien no sufrió ese fatídico desenlace se vio abocado a un destino funesto: el campo de concentración de la Plaza de Toros de la Manzanera, donde la vejación fue carta de naturaleza.

Los requetés carlistas fueron los principales encargados de controlar el territorio riojano y de permitir que se pusieran en marcha ese tipo de iniciativas, ayudados por sus compañeros de armas (militares y falangistas). También dedicaron sus esfuerzos a otro tipo de estrategias, como ofrecer una imagen de naturalidad, de rutina y de cotidianidad en una de esas partes -la “nacional”- de la España partida en dos, que diría Julián Casanova (2014).

Como en otras guerras y otros regímenes de tintes totalitarios, de camuflaje del oprobio moral que causaba en las sombras, la propaganda fue un pilar fundamental para su retroalimentación, la captación de nuevos apoyos -también económicos- y el socavamiento de la moral del enemigo. En este punto, las prácticas deportivas y, en concreto, el balompié jugó un papel primordial en la emisión de una determinada imagen de la España de Franco, como ha estudiado Cristóbal Villalobos (2020) en Fútbol y fascismo. Pese a que, a diferencia de los toros, tuvo “una vida pobre”, como ha afirmado Alejandro Pizarroso (2005), lo cierto es que en Logroño (también en Vitoria y en Pamplona) el fútbol actuó como elemento apaciguador y reconfortante. Incluso proporcionó cierta seguridad colectiva, como trató de transmitir el régimen. Y es que, el hecho de que este deporte se pudiera practicar en la ciudad riojana con una guerra -lejana, pero abierta- implicó, a juicio del régimen, dos cosas: la primera, que no había conflicto abierto en su territorio; y, la segunda, que iban ganando la guerra, pues disponían de tiempo para dedicarse a ese tipo de actividades ociosas. 

El principal club encargado de entretener a los riojanos no movilizados a otros frentes durante la Guerra Civil fue el “primero” de la capital: el Deportivo Logroño. Una sociedad deportiva que monopolizó la atención futbolística riojana de 1923 a 1934, cuando cesó su actividad en las competiciones oficiales debido a los malos resultados deportivos cosechados y a la profunda crisis económica sufrida como consecuencia de ello. El club cesó su actividad, pero no se disolvió ni entonces, ni en agosto de 1935, como ha señalado Paco Bermejo (2009), pues, antes, el Deportivo se convirtió en una suerte de ente adaptativo y errante, que vagó por la memoria de los aficionados y que se asentó en ella -mitificado y adulterado- sin llegar a saber en qué momento dejó de ser una realidad tangible. Un impasse interminable por su presencia intermitente, aunque recurrente, en las competiciones, al punto de que como dijera el cronista: “no se puede ni afirmar ni negar su existencia” (La Rioja, 1936a)

Durante la Guerra Civil, con el Deportivo Logroño aletargado, las tropas requetés retomaron la práctica futbolística para sufragar sus gastos organizando partidos benéficos. Recuperaron para ello al Deportivo Logroño, echando mano de un buen puñado de reconocidos jugadores presentes en la ciudad como Recarte, Poli, Luisín o Juliac. Incluso jugadores de renombre internacional como Jacinto Quincoces, que se unió al equipo puntualmente. Fue así como las autoridades requetés concertaron partidos contra otros equipos de territorios norteños que se encontraran bajo dominio sublevado como Osasuna, Unión de Irún o el Oriamendi[1], un club con evidentes connotaciones carlistas. Uno de esos encuentros se celebró en una fecha tan simbólica como el 1 de noviembre de 1936 (día de todos Los Santos) en el estadio logroñés de Las Gaunas. En el partido se enfrentaron el Deportivo Logroño y el Donostia, y terminó con victoria visitante. Sin embargo, el resultado es lo de menos. Lo más importante es comprobar cómo el fútbol, también en Logroño, fue un elemento propagandístico de primer orden, pues los jugadores realizaron el saludo romano o fascista ante las autoridades, como también hizo el torero tras matar al astado, y, en algunos casos, como ocurre con el partido que recoge la siguiente imagen, lo acompañaron con más gestos, a saber, fotografiarse con la boina roja requeté y la bicrucífera para que el régimen lo usara con fines propagandísticos.

Jugadores del Deportivo Logroño y el Donostia en el encuentro amistoso disputado el 1 de noviembre de 1936. (La Rioja, 1936b)

A pesar de estos gestos tan singulares, propios del drástico cambio que sufrió el país en distintos órdenes (social, político, cultural), cabe indicar que la respuesta de la afición no siempre fue la esperada, como reflejó La Rioja el 29 de noviembre de aquel mismo año tras un partido de los riojanos con el Unión de Irún:

La calidad de los contendientes, el fin benéfico del mismo y el acendrado patriotismo de que siempre dio pruebas el público riojano hacía esperar que el campo estaría como en las tardes de los grandes acontecimientos. […] Es muy lamentable que no lo haya interpretado así el público, pero allá cada uno con su conciencia. A la hora de dar comienzo el encuentro, el campo presenta un aspecto desolador; lo mismo la general que la preferencia están francamente flojas. (La Rioja, 1936c)

Pero retomemos la cuestión del supuesto “cese” de la entidad lucroniense. Tras realizar una exhaustiva investigación, que ha sido financiada por el Instituto de Estudios Riojanos, hemos concluido que el Deportivo Logroño se mantuvo en activo, aunque fuera nominalmente. Ciertamente, en las referencias hemerográficas y bibliográficas de estos encuentros, la terminología para referirse a esta entidad deportiva varía y hay distintas denominaciones, entre ellas «Selección Riojana». Si bien, no menos cierto es que «Deportivo Logroño» es la más repetida. Y es que el hecho de que usara los colores del citado club, que estuvieran presentes muchos de sus jugadores estrella y que el Deportivo Logroño de la Guerra Civil utilizara la misma sede que el de la Segunda República, en cuyas oficinas se continuaron con las labores propias de la administración y gestión del club, entre ellas la venta de entradas, invitan a pensar que este no se disolvió en 1935. Es más, incluso en el caso de aceptar lo señalado por Bermejo (2009), es decir, la desaparición de la entidad, se podrían lanzar otras hipótesis como las siguientes: si el club fue disuelto, ¿por qué se decidió recuperar un nombre tan neutral como el del Deportivo Logroño y no utilizar otra denominación acorde a los tiempos, sobre todo cuando en aquellos momentos lo habitual era politizar los clubs? ¿Quiénes fueron los artífices de la recuperación de esa denominación? ¿Algún miembro de la directiva durante la Segunda República que fue afín al alzamiento y quiso apoderarse de algún modo de la entidad? ¿Una nueva directiva? ¿Simplemente fue una iniciativa de las tropas requetés?

Tras analizar las escasas fuentes a las que hemos tenido acceso, consideramos que muchos de los factores anteriormente indicados no son casuales, aun aceptando que los requetés bien pudieron haber aprovechado la memoria de un moribundo Deportivo Logroño para resignificarla con épica y generar interés en los pocos aficionados, recaudar fondos y hacer propaganda, como se ha visto en otras investigaciones como las de Raffaelli (2017), Villalaín (2013) o González Calleja (2004). Las tropas militares y paramilitares se preocuparon por impulsar un circuito de torneos en la zona sublevada durante los años de la guerra y, como en este caso sucede con Las Gaunas, buscaron que por sus estadios pasaran clubes de trayectoria consolidada como los Osasuna, Alavés, Irún y Zaragoza.

Sin embargo, no lo hicieron por motivos deportivos, sino probablemente por causas políticas y económicas.  Por tanto, aún aceptando que se disolviera en 1935, todo parece indicar que su reaparición no fue un gesto altruista para resituar a un club agónico entre los ases del fútbol. Las fuentes documentales ayudan a poner de manifiesto el señalado interés político y económico, al margen de que determinadas personas tuvieran motivaciones culturales y sociales, incluso identitarias. Al fin y al cabo, estos cambios eran la enésima consecuencia de una “nueva era” marcado por un régimen de terror, el franquista.

Partido entre el Deportivo Logroño y el Unión de Irún celebrado el 29 de noviembre de 1936. (La Rioja, 1936c)

 

Encuentro entre Deportivo Logroño y Osasuna celebrado el 7 de marzo de 1937 en Las Gaunas en favor del hospital de sangre «Nuestra Señora de Valvanera». (La Rioja, 1937)

Referencias:

Bermejo Martín, F. (2009). La II República en Logroño: ocio y espectáculos. Logroño: Piedra de Rayo.

Casanova, J. (2014). España partida en dos: Breve historia de la Guerra Civil española. Madrid: Crítica.

Gil Andrés, C. (2006). Lejos del Frente: La Guerra Civil en la Rioja Alta. Madrid: Crítica

Gonzalez Calleja, E. (2004). Deporte y poder: el caso del Real Madrid C. de F. Memoria y civilización. 7, 79-127.

Pizarroso Quintero, A. (2005). La Guerra Civil española, un hito en la historia de la propaganda. El Argonauta español, (en línea), https://doi.org/10.4000/argonauta.1195.

Raffaelli, Verónica (2017). Otro espacio de lucha. El fútbol en España durante la II República y la Guerra Civil. XVI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Actas de congreso.

Vicente Aguirre, J.V. (2007). Aquí nunca pasó nada. La Rioja, 1936. Logroño: Editorial Ochoa.

Villalaín García, P. (2013). Política y deporte en la Segunda República. Políticos que fueron presidentes de clubes de fútbol. Contribuciones a las Ciencias Sociales.

Villalobos Salas, C. (2020). Fútbol y fascismo. Madrid: Altamarea Ediciones.

Fuentes hemerográficas:

La Rioja, (1936a, 25 de junio)

La Rioja (1936b, 3 de noviembre)

La Rioja (1936c, 30 de noviembre)

La Rioja (1937, 9 de marzo)

[1] Hubo diferentes clubes que llevaron la etiqueta de Oriamendi, desde una entidad de Gijón al propio Baracaldo.




El automovilismo y el ju-jutsu visto desde el diario La Rioja (1900-1910)

1.    El automovilismo y La Rioja 

Durante las primeras décadas del siglo XX, España asistió a un proceso de expansión urbana y de cambios socio-económicos derivados tanto de la revolución industrial como de la eclosión de la sociedad de masas. Se produjo así un proceso de crecimiento demográfico, de mutación económica, de ensanchamiento de mercados de trabajo, de estilos de vida, de actitudes sociales, políticas y culturales, marcadas por la metamorfosis de lo urbano y con ciudades como Barcelona, Madrid y Bilbao como motores del cambio. La modernidad vino aparejada de una reubicación socio-política y cultural motivada por la emergencia de nuevos actores socio-políticos, que trajeron consigo nuevos usos y costumbres: la electricidad, el automóvil, el deporte, la moda o la publicidad fueron algunos de los elementos más característicos de esta nueva época que evidenció un potente cambio social centrado en la urbe (Otero Carvajal, 2016, pp. 255-283).

Una de las novedades más llamativas de esta fue el deporte automovilístico: una modalidad que intrínsecamente aglutinaba modernidad y vanguardia en una misma disciplina. Aparte de los consecuentes peligros que entrañaba para los peatones, así como del importante desembolso al que iba aparejada su práctica –síntoma de que se trataba de un deporte al alcance de pocos y, por tanto, propio de las clases sociales más altas–, en 1902, el automovilismo fue visto por los ciudadanos logroñeses como un sport cuya extensión «parecía improbable por no abundar los capitales fuertes para hacer frente a un medio de locomoción que supera con mucho al gasto de un buen tronco de caballos» (La Rioja, 6/IV/1902, p. 2). Sin embargo, la afición al mismo de personalidades de la zona como Jesús Duro, Luis Tamayo o Pablo Sengáriz, o que ciudadanos como Serafín Pérez se propusieran convertirse en hábiles «chauffeurs» fue suficiente para La Rioja como para que en una de sus editoriales señalara que había un inusitado interés por su práctica.

Un año después, la sección de Nájera de La Rioja recogía la alta expectación que había en todo el Norte de España por la carrera de automóviles París-Madrid, solo comparable con «la que despierta entre nosotros el ver volar por estas carreteras un nuevo ómnibus» construido por el maestro carpintero Pistís, «campeón del deport-club najerino». La espera, se insistía en La Rioja, se haría esperar: había muchas ganas de un estreno solemne «y ruidoso a latigazo limpio» por los arrabales de la Estrella y San Fernando (La Rioja, 9/V/1903, p. 2). Pero tanto este deporte como la citada carrera propició la crítica del periodista Fray Cirilo, que consideraba que esta práctica había provocado que las céntricas calles de Logroño, como la del Mercado, hubieran quedado desiertas para que pudieran «transitar las caballerías y carruajes» (La Rioja, 24/V/1903, p. 2). Era muy crítico con la carrera París-Madrid, mostrándose visiblemente afectado porque no entendía cómo podía tenerse en tan alta estima un tipo de práctica y carrera en la que muchas personas podían verse heridas, cuando este deporte habría sido tildado de barbaridad si se hubiera realizado en otras latitudes alejadas de Europa. De este modo, Fray Cirilo apuntó directamente con su pluma hacia los practicantes de este deporte insinuando que de ellos rezumaba cierta cobardía, porque si bien estaban dispuestos a jugarse la vida con un automóvil a alta velocidad, «sería curioso saber cuántos de estos carreristas se prestarían a sufrir un sorteo del uno por millar nada más, para tomar una trinchera o realizar un hecho patriótico» (La Rioja, 24/V/1903, p. 2).

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

De nuevo, retroalimentando en parte aquella leyenda negra que dibujaba a los españoles como una nación débil, una raza enteca, incapaz de superar momentos de crisis como la precaria situación económica, que se había acrecentado tras el desastre colonial de 1898, y que incidía en la falta de vigorosidad para volver a situarse a la altura de una ya muy difuminada España imperial, apuntaba: «se comprende que los ingleses, para quienes el tiempo es oro, quisieran ganar velocidad montando esa máquina destructora; pero en España, donde ni calderilla valen las horas, resulta incomprensible» (La Rioja, 24/V/1903, p. 2). Le resultaba, pues, esquizoide que mientras se tildaba de barbarie a las corridas de toros y se ensañaban con un lidiador que luchaba «por el garbanzo y la defensa que le da su arte», no se criticara en igual medida que a los hijos de los automovilistas no les faltaría «pan […] porque todos tendrán posición holgada para dejar asegurado el porvenir de sus descendientes» (La Rioja, 24/V/1903, p. 2). Se había quedado completamente asombrado por el hecho de que los logroñeses hubieran solicitado la habilitación de un tren especial «a las tres de la madrugada» para ir a ver el desfile automovilístico a Miranda de Ebro y Vitoria, porque no sólo resultaba incomprensible, sino que «así y todo, perderán el paso de los primeros automóviles» (La Rioja, 24/V/1903, p. 2). La única ventaja que Fray Cirilo veía en este tipo de eventos era que las carreteras quedarían arregladas «divinamente», viniéndole muy bien al Ministerio de Agricultura «ahora que tan escasos andábamos de consignación para reparaciones» (La Rioja, 24/V/1903, p. 2).

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

Ahora bien, no fueron todo críticas hacia el automovilismo. En mayo de 1903, un artículo recogía las diferentes impresiones que había suscitado esta disciplina en otros periódicos españoles. Entre los extractos obtenidos había uno en el que se realizaba una defensa de esta disciplina, como si implícitamente se estuviera respondiendo a Fray Cirilo. En este texto se señalaba:

sería injusto no ver en el automovilismo más que un peligroso y frívolo recreo de ricos ociosos que saborean con deleite la emoción del peligro y al cabo se dejan los sesos en cualquier camino. El automovilismo no se reduce a las carreras de automóviles. Y si las locas velocidades de éstas tienen forzosamente que dar ocupación a médicos, enterradores y Tribunales, tras ese automóvil convertido en máquina de destrucción se adivina un instrumento futuro de progreso (La Rioja, 27/V/1903, p. 2).

Finalmente, vecinos de Haro y Logroño se desplazaron hasta Miranda de Ebro donde pudieron ver el paso de la carrera París-Madrid por las calles de la localidad burgalesa: un convoy compuesto tan sólo por 41 de los 61 coches que había salido de la capital francesa, reducido a 39 a su llegada a Burgos (La Rioja, 26/V/1903, p. 2). Fue un evento que recibió «una fría expectación» porque los conductores no demostraron si eran «buenos o malos aurigas [de lo] mecánico», pero si se quejaron de los precios y calidad de las raciones de comida, ya que para su «apetito Smart» el precio de 3,50 pesetas por ración les había parecido exorbitado (La Rioja, 26/V/1903, p. 2).

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

El convoy automovilístico llegó al cuartel de artillería Conde Fernán González de Burgos, donde quedaron aparcados los vehículos, tras realizar una excursión por la Cartuja, Huelgas, el Hospital del Rey, la Catedral y el Museo de Bellas Artes. Fue, sin ningún género de duda, un día grande para la capital burgalesa, que se engalanó por todo lo alto para recibir a los conductores y sus coches que «representaban una millonada de francos» (La Rioja, 26/V/1903, p. 2). Se celebraron un lunch, bailes, conciertos de la banda militar y del orfeón que hicieron que el evento se convirtiera en «una velada que formará época en los anales burgaleses» (La Rioja, 26/V/1903, p. 2).

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

Hubo más carreras, de menor incidencia e impacto que la Madrid-París, pero demostrativas del interés por este deporte, como la celebrada en Bilbao: «una carrera de un kilómetro (carrera corta, pero honrada)» (La Rioja, 29/IV/1905, p. 1); la caravana automovilística Barcelona-Madrid, convocada para asistir a la boda del rey Alfonso XIII de mayo de 1906 (La Rioja, 1/V/1906, p. 3); o las carreras internacionales de Berlín y París de 1907 (La Rioja, 15/IV/1907, p. 3; La Rioja, 26/XI/1907, p. 3).

En los años posteriores, la mayor parte de las referencias que se recogieron sobre el automovilismo estuvieron destinadas a destacar los pros y los contras de esta disciplina, como quedó evidenciado en la sección «automovilismo» del periódico riojano; informar sobre los diferentes avances y certámenes, como la exposición internacional de Madrid de 1907 (25/IV/1907, p. 2); anunciar establecimientos relacionados con esta disciplina como el «Garage del Real Automóvil Club» de la calle Vara de Rey 21 (La Rioja, 15/XI/1912, p. 3); destacar las curiosidades en torno a las carreras de coches a nivel internacional, como la celebrada en pista en Nueva York de junio de 1913 (La Rioja, 4/VI/1913, p. 2); hacerse eco de las obras sobre «los secretos del automovilismo» (La Rioja, 3/III/1914, p. 2); el impacto de esta actividad sobre los conflictos bélicos, como la Gran Guerra (La Rioja, 6/X/1915, p. 2); o informar sobre la creación de sociedades sportivas, como Logroño Recreation Club, que entre sus secciones tuvo una dedicada al automovilismo, dirigida por Pedro Arza, que se propuso la organización de «carreras de obstáculos» (La Rioja, 29/VI/1912, p. 2).

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

Carrera París-Madrid, 1903. Fuente: Grand Prix History, recuperado de http://www.grandprixhistory.org/paris1903.htm

Sin embargo, el gran interés demostrado en los primeros años del siglo XX contrasta con la progresiva ausencia de noticias relativas al automovilismo deportivo y excursionista de las décadas siguientes. No hay constancia de que la citada sección del Logroño Recreation Club celebrara concursos de manera relativamente asidua, salvo menciones muy puntuales, ligadas al cicloturismo. Por tanto, debido a su escasa aparición en La Rioja, se podría señalar que el automovilismo no tuvo en Logroño el mismo impacto que en otras ciudades españolas más cosmopolitas como Barcelona, Madrid o Bilbao, donde hubo también clubes motociclistas (Vallejo y Vilar, 2018).

2.    El ju-jutsu en Logroño

El caso del ju-jutsu fue también similar. La atención prestada a este arte marcial, centrado en utilizar la fuerza del adversario para obtener la victoria, fue efímera, de apenas unos pocos meses que se repartieron a lo largo del otoño de 1908. Quienes defendieron su práctica, fueron lo suficientemente vehementes como para que se realizaran extensos artículos en La Rioja sobre los beneficios que el mismo aportaba. El interés por este deporte vino de la mano de Celso Negueruela Montes, el periodista riojano afincado en Bilbao que más adelante sería jefe de Estadística en el ayuntamiento de esta localidad y profesor de la Escuela de Artes y Oficios (Navajas, 2000, p. 276). Su fijación por los beneficios que aportaba este deporte se produjo como consecuencia de su asistencia a una exhibición del maestro japonés Sada Kazu Uyenishi Rakú en el Circo del Ensanche de Bilbao de agosto de 1908 (Estornés, 2010). Desde que se trasladara de su Japón natal a Europa, Rakú se había dedicado tanto a enseñar artes marciales a la policía londinense como a realizar exhibiciones de ju-jutsu, dedicadas a demostraciones de destreza en pista en las que invitaba a cualquiera a contender contra él.

Rakú en el Circo del Ensanche. Rakú en el medio y sentado su ayudante, Deko. Fuente: Museo Vasco de Bilbao. Recuperado de https://memoriasclubdeportivodebilbao.blogspot.com/2010/08/rakuen-bilbao-y-el-jiu-jitsu.html

Rakú en el Circo del Ensanche.
Rakú en el medio y sentado su ayudante, Deko.
Fuente: Museo Vasco de Bilbao.
Recuperado de https://memoriasclubdeportivodebilbao.blogspot.com/2010/08/rakuen-bilbao-y-el-jiu-jitsu.html

En un largo suelto titulado “Desde Bilbao. El arte de luchar”, Negueruela insistió en que muchos eran los eventos que se habían dado cita en el circo de la capital vizcaína y que otros tantos habían sido de gran calidad, pero ninguno había estado a la altura de lo que presenció en aquella velada del verano de 1908: “un caso insólito de atrevimiento […] una temeridad. […] un hombre de pequeña estatura, cuerpo membreño, piel amarilla, bigote ralo, ojos oblicuos y cansados, venido allá de las lejanías orientales, ha osado colocar un cartel de desafío” (La Rioja, 3/IX/1908, p. 1). En efecto, Rakú había ofrecido 500 pesetas a cualquier europeo que fuera capaz de vencerle en menos de 15 minutos: un reto que estimuló el interés de los ciudadanos de Barcelona, Madrid, Santander y Bilbao. Este tipo de actuaciones ya habían tenido hondas repercusiones en Francia, Alemania, Inglaterra y Rusia, lugares todos ellos en los que el japonés había vencido claramente porque a éstos: “ni les ha valido el boxeo, ni la lucha greco-romana, ni sus hercúleas fieras. Ante aquel hombre diminuto, de músculos acerados y agilidad felina […], todos se han retirado confusos y avergonzados” (La Rioja, 3/IX/1908, p. 1).

Su imposición sobre el resto de contrincantes se debía, aseguraba Negueruela, a su conocimiento de la técnica del ju-jutsu, a su juicio, un estudio anatómico del dolor cuyo principal objetivo era infligir la mayor intensidad del mismo: “donde él pone sus nerviosos dedos, donde él aplica el golpe siempre certero, el nervio vibra, el músculo se estremece y el cerebro recibe una sensación de dolor, a veces tan intensa que paraliza nuestro raciocinio y nos somete por completo a su albedrío” (La Rioja, 3/IX/1908, p. 1). Una técnica que se complementaba con su habilidad para exponerse lo mínimo posible ante su adversario: “propinadle cuantos golpes queráis, volteadlo, lanzadlo si queréis a distancia y sobre las espaldas y aún la cabeza: instantáneamente le veréis erguirse sonriente y rápido como una exhalación, ponerse otra vez en acecho en felina actitud” (La Rioja, 3/IX/1908, p. 1). Según relataba el periodista riojano, ante Rakú no había rival.

Rakú compitiendo. Fuente: https://memoriasclubdeportivodebilbao.blogspot.com/2010/08/rakuen-bilbao-y-el-jiu-jitsu.html

Rakú compitiendo. Fuente: https://memoriasclubdeportivodebilbao.blogspot.com/2010/08/rakuen-bilbao-y-el-jiu-jitsu.html

Con un método de lucha muy depurado, elegante, limpio y prudente, el japonés se enfrentó a todo aquel que se animó a luchar, siempre que se sometiera a normas tan básicas como no morder, arañar o dar golpes en los genitales. En este extenso suelto, Negueruela subrayó la tremenda sensación de desencanto que inicialmente se sintió en el público bilbaíno cuando, presentado Rakú, vieron aparecer a un gentleman fino y elegante de apenas 1 metro 32 centímetros de estatura vestido irreprochablemente con sombrero de copa alta:

Todos nos habíamos imaginado un fortísimo atleta que saliese resoplando como un jabalí. Encontramos en cambio un joven delgado, pequeño, con un tipo asiático marcadísimo y una complexión bien poco formidable. Pero ahí está el mérito, que en Rakú hay dos hombres: el caballero elegante y luchador de raza (La Rioja, 3/IX/1908, p. 1).

Según el escritor riojano ahí estaba el valor de este arte, porque quedaba demostrado que podía ser realizado por cualquiera que se lo propusiera, habilitándole para defenderse “de agresiones rápidas e inesperadas” (La Rioja, 3/IX/1908, p. 1). Con esta demostración, sumada a la exhibición de llaves y realización de katas, Rakú convenció al público de las ventajas y fortalezas que tenía la práctica de esta disciplina deportiva. Así lo aseguraba Negueruela:

He observado con detenimiento este juego en cuatro noches seguidas y soy ahora su más decidido partidario. Porque en todo juego gimnástico entiendo que debe exigirse desarrolle bien todos nuestros músculos y nos sirva al mismo tiempo de utilidad en la vida práctica; y este realiza cumplidamente ambos fines (La Rioja, 3/IX/1908, p. 1).

La exhibición celebrada en el Circo del Ensanche de Bilbao convirtió a Rakú en el principal tema de conversación de la sociedad bilbaína del momento. Su demostrada invencibilidad, relataba Negueruela, había supuesto que “muchos buenos vascongados, fieros y orgullosos” demostraran su antipatía hacia el pequeño japonés, porque se le podía haber “visto varias veces casi agarrotado entre los brazos formidables de hércules contrincante; […] casi aplastado por una masa voluminosa de carne, dura como un cañón; […oírse] al público rugir de satisfacción creyendo ya segura su derrota”, pero siempre terminaba alzándose  “rápido como una exhalación, con la sempiterna sonrisa en sus labios, amarrando al contrario en un segundo con sus llaves formidables” (La Rioja, 5/IX/1908, p. 1).

Asimismo, recordando lo que hubieran disfrutado sus compatriotas riojanos con esta lucha, señalaba que se trataba de un deporte apto para todo tipo de públicos, en el que no había “golpes brutales y groseros que amoraten, ensangrienten y desfiguren el rostro de vuestro contrario, como ocurre con el feroz boxeo de esos pueblos de allende el Pirineo, que se horripilan ante nuestras corridas de toros” (La Rioja, 5/IX/1908, p. 1). Fueron muchas las personas que aceptaron medir sus fuerzas ante Rakú, más cuando había de por medio la suculenta recompensa de 500 pesetas. Sin embargo, muy pocos hicieron que el japonés tuviera que emplearse a fondo, pues la mayoría eran “gabarreros, cargadores, carreteros y campesinos” que, si bien estaban avezados en los golpes y ejercicios violentos, eran lentos, torpes y carentes de cualquier conocimiento técnico en lucha. Tampoco los sportmans entrenados en gimnasios pudieron hacer frente al ingenio marcial del diminuto japonés. El extracto que se recoge a continuación describe una de las pocas veces en que Rakú estuvo en una situación de aprieto durante su exhibición-reto en el circo bilbaíno:

Rakú. Fuente: todocolección. Recuperado de https://www.todocoleccion.net/coleccionismo-deportivo-cromos/cromo-n-1-jiu-jitsu-raku-dragon-japones-evaristo-juncosa-foto-adicional~x36353845

Rakú. Fuente: todocolección. Recuperado de https://www.todocoleccion.net/coleccionismo-deportivo-cromos/cromo-n-1-jiu-jitsu-raku-dragon-japones-evaristo-juncosa-foto-adicional~x36353845

Una lucha épica: a competir con Rakú se presentó un hombre hercúleo, un verdadero coloso. Era un gabarrón, apellidado Pacheco, de cuello de toro, de brazo de titán, de torso formidable y de fuerzas espantosas. Aleccionado por la experiencia de luchas anteriores que había presenciado rehuía un cuerpo a cuerpo con Rakú, comprendiendo que éste, dejándose caer, le arrastraría en su caída inevitablemente, y sabiendo que, si para Rakú las caídas y batacazos no suponían nada, en cambio para un hombre de su peso eran terribles y le congestionarían pronto. Así, pues, evitaba a manotazo limpio el que se le acercase Rakú; pero de bien poco le sirvió su maña: una zancadilla del otro, echado, lo arrojó por tierra. Se recobró en seguida y con sus titánicas fuerzas impidió infinidad de veces que Rakú le hiciera presa. Otras varias lograron desasirse de ellas y el público enloquecido de entusiasmo y con las miradas vibrantes de aliento, le tributó ovaciones estupendas. Duró este torneo tremendo entre la fuerza y la astucia casi nueve minutos (los anteriores sólo llegaron a cuatro), en cuyo momento el astuto japonés logró cubrir a Pacheco la cara con su misma camisa, y mientras el otro, ciego, asestaba golpes sin ton ni son, él le apretó la llave de brazo, obligándole a rendirse (La Rioja, 5/IX/1908, p. 1).

Esta acción le valió a Rakú el abucheo violento de un público bilbaíno que le amenazaba y le injuriaba. De poco sirvió, el japonés se encaró al público, de pie, sólo en la palestra, y retó a todo aquel que así lo deseara a bajar al escenario y medir sus fuerzas contra él. Por otro lado, el público animó fervorosamente a Pacheco, lesionado por una distensión de ligamentos. Según Negueruela, en esta actitud del público quedó constatada una suerte de lucha de razas y odio visceral hacia el asiático:

En aquella solemnidad unánime del público para con su héroe, se entrevé toda una lucha de razas, todo el orgullo, amasado por miles de entusiastas, de la raza blanca, que no puede ni casi concebir superioridad en ningún orden de la amarilla, negra o cobriza. Y desde esa noche se exteriorizó en varios desequilibrados el odio tremendo a Rakú, que ya venían alimentando antes (La Rioja, 5/IX/1908, p. 1).

El japonés recibió insultos de todo tipo, escuchándose entre el público gritos como “¡asesinadle, ahogadle!” o “mátale” cuando alguno de sus adversarios lo tuvo debajo: una muestra, señalaba irónicamente Negueruela, de “la hidalguía y caballerosidad” de la sociedad bilbaína (La Rioja, 5/IX/1908, p. 1). No obstante, no fue la tónica habitual, ya que en sus otras exhibiciones salió vitoreado del circo bilbaíno.

Las demostraciones del maestro japonés también llegaron a otras localidades como Logroño y Zaragoza, en las que obtuvo un éxito rotundo. Sin embargo, su aparente invencibilidad supuso que ciertos sectores sociales y de la intelectualidad consideraran sus demostraciones una suerte de compadrazgo con los elementos del público que se animaban a batirse en duelo. Hubo quienes afirmaron que llevaba un cinturón eléctrico que le permitía ayudar a voltear a los contrarios. Incluso quien le acusó de que tomaba Bioforina: una sustancia que le había convertido en un prodigio de fuerza y agilidad. Sin embargo, se trató de simple propaganda para desacreditar al japonés. De hecho, el periodista Cárcamo tuvo que salir en defensa de Rakú, señalando que estas acusaciones eran un tremendo disparate fruto de “la ignorancia o la malicia” (La Rioja, 11/IX/1908, p. 2).

El japonés, en cambio, no sintió menosprecio alguno ante sus exhibiciones, pues pensaba abandonar sus actividades en Londres, en las que tenía contratos firmados de enseñanza con oficiales del ejército y de la policía, aparte de muchas amistades, para intentar afincarse en Madrid. Asimismo, en una entrevista concedida al citado Cárcamo mostró su actitud humilde: consideraba que había muchos luchadores mejores que él, sobre todo, en Japón, pero también afirmaba que las técnicas de boxeo y otras disciplinas europeas de nada servían contra el ju-jutsu (Planells, 2009, p. 64). El periodista logroñés expresó del siguiente modo su opinión sobre Rakú:

Esto lo dijo allí, entre sus entusiastas en medio de aquel ambiente de idolatría, cuando la ocasión de mentir se presentaba más propicia. Y es que no le deslumbran los oropeles, no goza embriagándose en espirales de incienso ilegítimo. El no tiene interés en aparecer como el primero, únicamente trata de trasplantar a este país una cosa útil, que no conocíamos. Ahí tenéis a Raku posponiendo su amor propio, su vanidad profesional al imperativo de una conciencia rectilínea ¡Y todavía hay quien duda de su nobleza! (La Rioja, 11/XI/1908, p. 2).

Las críticas volvieron a surgir tras la actuación de Rakú en Zaragoza. Al parecer, según había relatado Gorrochategui, periodista afincado en San Sebastián y corresponsal de La Rioja, Rakú no sólo había sido derrotado por un profesor de la capital aragonesa apellidado Abadía, sino que había descubierto a un luchador mucho más hábil y completo, el también japonés Ito. Lo cierto es que detrás de esta comparación había una suerte de estafa. A juicio de Cárcamo, Ito era un vulgar imitador que intentaba aprovecharse de las circunstancias del momento para obtener réditos económicos: “parece como si Ito hubiera visto luchar una vez, una sola, a Raku, y procurara imitarle. La copia (caso de serlo) no puede ser más burda, menos artística” (La Rioja, 29/XI/1908, p. 2). Según este último, detrás de las palabras de Gorrochategui había mucha inquina hacia Rakú al que estaría utilizando para desacreditar la práctica del ju-jutsu. Por eso, Cárcamo se dedicó a definir en varias cuartillas, tituladas “Juegos higiénicos”, los beneficios de la práctica de este deporte desde el punto de vista de la defensa personal como deportivo, subrayando y/o haciendo alusiones a la publicación de tratados de este deporte como el de Sada Kazu.

3.    La importancia de asentar el deporte en La Rioja

Manual Ju-Jutsu de Raku. Fuente: iberlibro, recuperado de https://www.iberlibro.com/servlet/BookDetailsPL?bi=30185154297&searchurl=an%3DUyenishi%252C%2BS.K.%26sortby%3D20&cm_sp=snippet-_-srp1-_-image16

Manual Ju-Jutsu de Raku. Fuente: iberlibro, recuperado de https://www.iberlibro.com/servlet/BookDetailsPL?bi=30185154297&searchurl=an%3DUyenishi%252C%2BS.K.%26sortby%3D20&cm_sp=snippet-_-srp1-_-image16

Para Cárcamo era evidente:

Que la gimnasia es saludable; que el hombre al mismo tiempo que alma tiene cuerpo, y a la vez que no debe abandonar el desenvolvimiento del espíritu, así tampoco debe dejar que se oxide el sistema muscular integrante de la mayor parte del individuo; que para ser del todo útil a sí mismo y a la sociedad, necesita estar equilibrado y no cabe equilibrio allí donde la hipertrofria del intelecto ha de conseguirse a expensas de la atrofia del ente fisiológico; que es un error crasísimo y una contradicción a las leyes naturales el dejar absorber todas nuestras energías por la naturaleza moral, robando su parte a la naturaleza física, y por de contado es muy patente que apenas debiera recibir el nombre de persona el que desentendiéndose de ambas, descuidando a la vez el perfeccionamiento del alma y del cuerpo, coloca su condición al mismo nivel de otros animales inferiores en la escala zoológica; que para conservar y perfeccionar reunida en una esa doble personalidad espiritual y corporal, debemos ejercitar con moderamiento todo, absolutamente todo aquello de que nos dotó natura; que los ejercicios complejos y no exagerados contrapesan la fatiga mental descansando el cerebro y fortalecen este órgano por consecuencia de ese mismo descanso reparador, y de la saludable irrigación de sangre oxigenada y limpia que todo lo tonifica; que sometiendo inversamente el cerebro a un trabajo desproporcionado y sin contrapeso, se puede llegar en ese forzamiento de los límites naturales al desquiciamiento, a la ruina del mismo, que vemos traducirse en esos estados morbosos de astenia de los nervios y aún de locura; que la gimnástica modifica en gran parte hasta los mismos temperamentos, templa los caracteres, reduce a sus debidos límites las pasiones y afirma y consolida las voluntades, son cosas que de puro palpables no necesitan demostrarse, y sobre las que, por lo tanto, no he de insistir (La Rioja, 17/XII/1908, p. 2).

A lo largo de este artículo, Cárcamo profundizó en los beneficios positivos de esta práctica para la salud, la inteligencia y la fuerza física. Se debía aprender este deporte porque permitía el desarrollo de todos los músculos y era una forma de ocio y placer. Además, consideraba que podría ser muy bien recibida entre los inquietos riojanos porque su simpatía hacia el progreso y la modernidad era “una singular ventaja” (La Rioja, 17/XII/1908, p. 2). No obstante, era consciente de que el interés no era un elemento suficiente como para que la mayoría de sus paisanos cambiaran prácticas como la pereza y la desgana. Se trataba de realizar un esfuerzo, si bien sustancialmente progresivo, que permitiera ejercitar con moderación “todo aquello de que nos dotó natura […] la gimnástica modifica en gran parte hasta los mismos temperamentos […] reduce […] las pasiones y afirma y consolida las voluntades” (La Rioja, 17/XII/1908, p. 2). Tal fue su empeño por la práctica del ju-jutsu en Logroño que estableció una serie de pasos a seguir para que se generara el caldo de cultivo necesario para su realización: crear un espacio de deportes o una sociedad (La Rioja, 17/XII/1908, p. 2).

Yo recabaría, y no creo me fuera difícil conseguirlo, la construcción de un campo de juegos en el polígono de tiro, donde pudiéramos adiestrarnos en el ju-jutsu […] ¿Y por qué no constituir una sociedad sportiva muy sencilla, de muy poco articulado, en donde la carencia de una profusión de artículos y trabas que no suelen cumplirse, sería suplida y superada por la buena voluntad de todos, no por una voluntad dirigida a practicar un juego que viste y hace distinguido y Smart al matriculado, sino por el sano y viril convencimiento de que se trabaja en bien del individuo y de la raza? ¿Por qué no fundar una sociedad de esencia democrática y asequible para el proletariado que siempre debe ser objetivo de nuestras atenciones, y más todavía cuando usando de una saludable altitud de miras reconozcamos que va en ello nuestro propio interés, pues que va en ello el beneficio de la patria? ¿Texto? Se han hecho ya muchos en distintos idiomas, pero si queréis el auténtico de Raku […]. Yo podría traducir los ejercicios diarios. Reglamento de foot-ball también debo tener alguno […]. Pero si he de seros francos, maldita la falta que nos hace el foot-ball. […]  Después del ju-jutsu ese [la pelota a mano] es el más completo y bonito de todos los ejercicios […] Nada debe imitarse sistemáticamente. Lo procedente es cultivar lo bueno que tenemos y aprovechar de los extraños aquello que siéndolo así mismo pueda encuadrarse en nuestra idiosincrasia y en nuestras costumbres. […] ¿Qué el ju-jutsu encaja perfectamente en nuestra manera de ser y puede rendirnos apreciables beneficios? Pues bienvenido sea el ju-jutsu, cualquiera que sea su procedencia. ¿Hi hablan bien? Pues vosotros, es decir, la afición tiene la palabra (La Rioja, 17/XII/1908, p. 2).

Con este texto, Cárcamo no sólo trató de asentar las bases para el progreso del deporte en Logroño, favoreciendo la creación de un espacio para su práctica, sino que también aspiró a consolidarlo creando sociedades deportivas que tuvieran en cuenta esta y otras disciplinas que fueran asumibles por la sociedad logroñesa. Porque el fortalecimiento de la sociedad, es decir, “la salud de la patria”, comenzaba por vigorizar a sus ciudadanos, ya que en ellos comenzaba la regeneración de la misma (La Rioja, 17/XII/1908, p. 2). Pero, si Cárcamo ponía en valor que la sociedad riojana debía elegir aquellos deportes que estuvieran en consonancia con su idiosincrasia e intereses era porque en aquellos momentos los límites entre el juego popular/tradicional, la práctica de artes marciales y el deporte moderno estaban aún muy difuminados, siendo habitual la crítica hacia lo foráneo, hacia un deporte extranjero al que aparentemente le rodeaba mucha artificiosidad y clasismo, amenazando a la supervivencia de los deportes tradicionales (Corriente y Montero, 2011, p. 15).

Con todo, lo cierto es que Cárcamo no consiguió que el ju-jutsu se afincara en la localidad riojana. Las pesquisas realizadas en los principales periódicos y revistas especializadas del momento permiten constatar que el ju-jutsu no fue una práctica común, sino que apenas tuvo repercusión en Logroño, en beneficio de otras “artes” como la esgrima, el boxeo, el ciclismo, el fútbol, la pelota o el deporte gimnástico.

4.    Referencias

Corriente, F. y Montero, J. (2011): Citius, altius, fortius. El libro negro del deporte, Logroño: Pepitas de Calabaza

Estornés, C. “Raku, en Bilbao y el jiu-jitsu”, Blog de Cesar Estornes de Historia y Deportes, 5/VIII/2010, recuperado de https://memoriasclubdeportivodebilbao.blogspot.com/2010/08/rakuen-bilbao-y-el-jiu-jitsu.html

Navajas, C. (2000). “El problema regional durante la II República: el «caso riojano»”, Berceo, 138, p. 276.

Otero Carvajal, L. E. (2016): «La sociedad urbana y la irrupción de la modernidad en España, 1900-1936», Cuadernos de Historia Contemporánea, 38, pp. 255-283.

Planells i Garcés, Encarna (2009): Fuentes documentales y testimoniales para el estudio de las Artes Marciales en España: Ju-Jutsu, Judo y Aikido, Barcelona: Universitat de Barcelona.

Vallejo, R. y Vilar, M. (2018): La industria del automóvil de España e Italia en perspectiva histórica. Alicante: Publicaciones de la Universidad de Alicante




Una historia inexplorada del ciclismo riojano: Cesáreo Ruíz, Javier Adarraga y José Ruiz fanfa en la década de 1920

Una historia inexplorada del ciclismo riojano: Cesáreo Ruíz, Javier Adarraga y José Ruiz fanfa en la década de 1920[1]

1.  Cesáreo Ruíz: figura clave

El ciclista riojano Cesáreo Ruíz fue una de las principales figuras del deporte de las dos ruedas durante la década de 1920. Participó en representación de las entidades más señeras del ciclismo riojano (Deportiva Logroño, Agrupación Deportiva Gran Casino, Logroño Recreation Club, Club Ciclista Logroñés) en las principales competiciones de la época: Volta a Catalunya y diferentes carreras del campeonato de España de ciclismo en ruta. Su tenacidad favoreció que el ciclismo logroñés y riojano eclosionara de manera determinante, tras décadas de titubeos ante un sport “algo abandonado hasta ahora”[2]. En la competición catalana de 1913 logró hacerse con la victoria de la segunda etapa en Lleida, que le permitió concluir esta prueba en la sexta posición de la clasificación general[3]. Y en las competiciones riojanas, donde fue el principal exponente durante varios años, obtuvo el triunfo en el campeonato provincial de bicicleta en carretera que organizó la Agrupación Deportiva del Gran Casino en 1911[4]. De hecho, su aplastante victoria en este campeonato le convirtió, a la postre, en una de las estrellas del ciclismo riojano, no sólo por los homenajes recibidos de su club, sino por la utilización de los premios obtenidos en metálico para continuar compitiendo en otras carreras[5].

Esta circunstancia no fue el único motivo por el que la figura de Cesáreo Ruíz fue clave para el ciclismo riojano: sus victorias y participación en otros campeonatos interesaron a la sociedad riojana por este deporte y coadyuvó la creación de sociedades (Club Ciclista Riojano y Club Ciclista Logroñés) y secciones especializadas de otros clubs (Logroño Recreation Club) en esta disciplina. De hecho, su participación en “la vuelta a las provincias vascongadas” y el campeonato de fondo de España, trajeron consigo el afianzamiento de la bicicleta en la sociedad logroñesa no sólo como instrumento para la práctica velocipédica sino también como vehículo[6]. Si bien, en lo que se refiere al apartado deportivo, también permitió a los logroñeses ganar puntos ante la organización de la Vuelta a Álava de 1915 a la hora de solicitar que esta concluyera una de sus etapas en la capital riojana. De hecho, aunque Ruíz tuvo que retirarse de esta carrera por problemas físicos, lo cierto es que había animado a participar a otros ciclistas logroñeses como Helí Sáenz Torre y Santos Mateo y ello redundó en que el ciclismo continuara ganando adeptos entre los riojanos.

Asimismo, la Vuelta a Álava fue una de las primeras carreras en las que la marca de las bicicletas utilizadas por los corredores tuvo repercusión en la prensa riojana, sobresaliendo las Automoto, Peugeot, Alcyón y Rudge. Automoto fue la utilizada por Santos Mateo y Cesáreo Ruíz, siendo precisamente este último el principal distribuidor de estas bicicletas en Logroño[7]. Durante estos años, el mundo de la bicicleta logroñés comenzó a girar en torno al negocio de Cesáreo Ruíz y del Logroño Recreation Club, del que, además, el citado ciclista y comerciante era socio. Por ejemplo, hay constancia de que desde 1917, las inscripciones a las carreras ciclistas se realizaron desde su garaje de la calle Bretón de los Herreros de Logroño, ya fuera para carreras menores como la Vuelta a Entrena y la de Murillo o para campeonatos importantes como el regional[8]. Como la tesitura acompañó, Ruíz aprovechó las circunstancias para lanzar su propia marca de bicicletas, Victoria, situando delegaciones comerciales en los principales municipios riojanos y colindantes (Calahorra, Nájera y Tafalla). Así anunció la bicicleta Victoria en los medios de comunicación de la ciudad:

Quién no compra bicicletas de la célebre marca Victoria con todas las facilidades que el público desee, desde 200 ptas., en adelante construidas en los grandes talleres de don Cesáreo Ruiz. Todas van montadas con rodamientos ingleses. Grandes talleres de Niquelado y Pulimentado. Se niquela toda clase de metales, a precios muy ventajosos[9].

2.  El Ciclismo riojano: relación de ida y vuelta

Pero al margen del progresivo éxito que adquirió la marca Victoria, lo cierto es que a partir de 1918-1919 el ciclismo quedó relegado a un plano muy secundario en beneficio del fútbol, sin apenas noticias reseñables hasta la década de 1920. El cronista deportivo Nogara lo recordaba en Cantabria en febrero de 1921 cuando señalaba que había habido un buen número de aficionados que se disponían a formalizar “una pequeña prueba en carretera”, que finalmente no llevaron a cabo porque la ausencia de financiación “retrajo bastante algunos monarcas del piñón, amén de otras muchas dificultades y hubieron de desistir del acuerdo sin que hasta la fecha sepamos de él una palabra”[10]. Un mes después, de nuevo, Nogara volvió a la carga: se debían tender puentes para unir a los elementos aficionados al ciclismo que se encontraban aislados y con nula capacidad de acción para generar interés por este deporte. Nogara se propuso así fomentar esta unidad y abogar por la agrupación sportiva:

guiados tan sólo por el deseo de agruparse y formalizarnos debidamente, tendremos hechos los primeros pasos de organización, cual es el siguiente: para conocer el número total, o aproximado de los que deseen formar un grupo ciclista, deberán enviar a la redacción de Cantabria su nombre y dirección, haciendo constar en el sobre la indicación (para ciclismo) y cuya lista de inscriptos cerramos el quince del próximo mes[11].

No sirvió de mucho. Pese a que no se sabe si al final se creó algún club ciclista logroñés en la primavera de 1921, el rastro documental tampoco es muy revelador, pues no permite indicar si Nogara logró que sus lectores crearan una sociedad deportiva ciclista. Sin embargo, siguiendo lo señalado por el cronista deportivo Gol en la revista Arte y Sport, es muy posible que la sociedad no viera la luz debido a la falta de disciplina. Según Gol, a finales de 1921, la situación deportiva logroñesa estaba muy deteriorada a causa del abandono y desinterés de los deportistas locales[12]. Por eso dedicó a estos jóvenes un artículo titulado “Sin disciplina” con el que pretendía darles un toque de atención para que recondujeran su situación. Se proponía a éstos que para ver recompensados sus esfuerzos se abstuvieran “de fumar, beber y trasnochar”, realizando un “metódico y constante entrenamiento” para así tener el cuerpo en buenas condiciones[13]. Este tipo de hábitos no eran propicios para que se afianzara la actividad deportiva. Era momento de cambio, porque ya se habían “despreciado solemnes ocasiones de conquistar lugares más altos”, habiendo relegado con ello a la ciudad a un plano deportivo muy secundario[14].

Por esas mismas fechas, la sección ciclista de Logroño Recreation Club, por cuya dirección habían pasado Manuel Loma o Julio Redón, impulsó una carrera que fue todo un éxito por el número de corredores inscritos, entre ellos Sáenz Torre, y por la importante presencia de aficionados que acudieron a la misma pese a “la crudeza del tiempo”[15].  El itinerario trazado fue simple, desde Logroño hasta el kilómetro 20 de la carretera de Soria, y los premios ofrecidos fueron acordes a la actividad deportiva en la que se competía: “artículos propios para bicicletas […] donados por las casas constructoras de Angulo, C [esáreo] Ruiz y Calgo”[16]. Aunque finalmente sólo participaron seis de los siete corredores inscritos, la carrera “despertó bastante curiosidad”, sobre todo, al proclamarse campeón Cesáreo Ortega, seguido de Máximo Ortíz, Pedro Ubis, Eladio San Pedro y José Ramírez. Delfín Montoya, por su parte, tuvo que abandonar debido a las constantes averías sufridas en la bicicleta. Se trató de una carrera que no sólo inauguró una nueva etapa de la actividad ciclista en Logroño en un contexto de eclosión del deporte de masas, sino que fue la puesta de largo para futuros ídolos del pedal como Ortega, Ortíz y San Pedro. En la prensa especializada se señaló que éstos eran corredores “en admirable forma y muy entrenados […] cuya primera actuación no ha podido ser más brillante”, pero también lamentaron la ausencia de Sáenz Torre, con cuya concurrencia la competitividad hubiera sido más alta[17]. En cualquier caso, como quedó reflejado en las páginas de La Rioja, la carrera “despertó tal interés […] que, más que nada, probaban que hay ambiente ciclista y que, bien organizadas, pueden celebrarse con éxito pruebas de mucha más importancia”[18].

Hubo, no obstante, alguna que otra crítica y elogio. Mientras señalaba que la organización no había estado “a la altura que era de esperar, pues se notaron algunas faltas fáciles de subsanar en carreras sucesivas”, se indicaban las maravillas de la bicicleta Victoria de Cesáreo Ruíz, máquina que había usado el ganador de la carrera y que a la postre se convertiría en la predilecta de los ciclistas riojanos[19]. En efecto, aproximadamente un año después de que se celebrara esta carrera, el ya convertido en industrial Cesáreo Ruíz organizó a través de la Casa de bicicletas Victoria una carrera de 30 kilómetros, en la que, de nuevo Cesáreo Ortega se proclamó campeón montando una bicicleta de esta marca, seguido de Eladio San Pedro, miembro de la sociedad España F.C.[20].

Esta última entidad trató de sustituir sin mucho éxito a Logroño Recreation Club, que desapareció entre 1922 y 1923, en la organización de eventos ciclistas en la capital riojana. En noviembre de 1922 convocó una prueba ciclista con trayecto de Logroño a Recajo en la que tomaron parte los asociados a este club con el objeto de constituir el “equipo ciclista que ha de representar a la citada Sociedad en las pruebas de esta naturaleza”[21]. El rastro documental que ha dejado esta iniciativa es exiguo y los indicios señalan que no cuajó: el 18 de marzo de 1923, varios aficionados al ciclismo se reunieron en el Café Suizo con “el propósito de formar una sociedad ciclista”[22]. Nació así el Club Ciclista Logroñés, formado por la siguiente junta directiva provisional: Vicente Palacios (presidente), Máximo Ortíz (secretario), Eladio San Pedro (tesorero-contador), Javier Adarraga y Pedro Ubis (vocales). Un nutrido grupo de sportmans, entre los que sobresalían los aficionados a la bicicleta, pero también a otros deportes como la pelota, que se estuvieron reuniendo a lo largo de 1923, hasta que, finalmente, el 12 de septiembre de ese año inscribieron a esta sociedad en el registro de asociaciones del Gobierno Civil bajo la presidencia de Fermín Gómez y con la denominación citada[23]. La prensa, en cambio, ofreció una composición diferente aprovechando las carreras organizadas por esta sociedad en el Espolón con motivo de las festividades de San Mateo: Javier Adarraga (presidente), Máximo Ortíz (secretario), Miguel Marín (tesorero-contador) y Luis Villasana y Julio Pancorbo (vocales)[24]. La lista de socios inscritos fue notable, evidenciándose que existía afición por el ciclismo y que la sociedad logroñesa reclamaba la creación de un club de estas características.

Fuente: Vida Riojana (1), octubre de 1923, s.p.

Fuente: Vida Riojana (1), octubre de 1923, s.p.

Una de las primeras actividades de este nuevo club fue la organización de las citadas carreras en las festividades patronales y la excursión a Torrecilla de Cameros en octubre. Pronto, resultó evidente que se había dado un salto organizativo de especial significado cuando en la carrera del Espolón[25] se acordonó el improvisado velódromo “para impedir que el público invada la pista”, se instalaron sillas en el paseo y se cobró entrada “a beneficio de la organización”[26].

Si el deporte de las dos ruedas quería seguir funcionando en Logroño, este se veía abocado a la mercantilización y a programar eventos de manera asidua. Así, proyectaron la celebración de dos carreras en carretera en los circuitos de Entrena y Alberite para enero de 1924, y se entrevistaron con las autoridades locales de diferentes municipios para obtener donativos e interesaron a marcas como Alcyon, Toman, Diaman, Victoria y Toruiste para que exhibieran sus vehículos en estos eventos[27]. De este modo, obtuvieron, por ejemplo, un notorio éxito en la excursión a Torrecilla de Cameros, que contó con numeroso público gracias a la inclusión de actividades complementarias en las que participaron los miembros del club, como el partido de pelota de Adarraga y Ochoa contra dos personas de la localidad[28].

Pocos días después de esta excursión, el Club Ciclista Logroñés organizó otra a Nájera (trayecto Logroño-Tricio-Anguiano) instando, por un lado, a la participación de todo tipo de público, pues podría llevarse a cabo “por los ciclistas poco avezados a estas caminatas e igualmente por los más jóvenes”; y, por otro, a la convocatoria de una carrera de 20 kilómetros que fuera más competitiva para animar a los ciclistas semi-profesionales[29]. Pese a que no acompañó la meteorología, participó cerca de una veintena de ciclistas, que en su mayor parte se registró en la carrera semi-profesional, donde se impuso Cesáreo Ortega, seguido de Fermín Gómez, Aureo Cenzano, Ricardo Peciña, Miguel Marín, Andrés Vasquez y Antonio del Rey[30]. Hubo más excursiones en las que combinaron estas modalidades de carrera y paseo ciclista, como fue la de Murillo de Río Leza, o la más profesionalizada de la Vuelta de Entrena[31]. Para esta última, muestra del grado de profesionalización que había alcanzado el Club Ciclista Logroñés en la organización de estos eventos, se solicitó permiso al Gobierno Civil y al Ayuntamiento, y se abrió la inscripción a ciclistas de todas las comarcas cercanas, fundamentalmente de Miranda de Ebro, Calahorra y Haro. Entre los inscritos se encontraron: Ángel Mateo, Cesáreo Ruiz, Alfredo Olivas, Fermín Gómez, Cesáreo Bóveda, Casimiro Fernández, Tomás Grijalba, Pedro Casis, Ricardo Peciña, Francisco Martínez, P. Iturain, Julián Rodríguez, Benito Illan, Esteban Merced, Paulino Sánchez, Mario Rezola, F.G., Feliciano Díez y Aureo Cenzano[32]. Se trató de una carrera muy importante para el naciente club ciclista, como se recogió en la prensa:

El Club Ciclista Logroñés celebra hoy su primera carrera, organizada en forma que asegura el éxito más completo. Puede considerarse esta prueba como la más importante que, desde mucho tiempo a la fecha, se ha celebrado, y marca además una nueva orientación de entusiasmo entre los aficionados al pedal, anunciadora de otras manifestaciones deportivas de más categoría e importancia. Es, por tanto, un motivo de elogio que agregar a los conseguidos en su corta vida por el Club Ciclista, cuyas pasadas excursiones, plenas de atractivos, despertaron la dormida afición ciclista en tal forma que ha permitido organizar la prueba de hoy[33].

La prueba fue todo un éxito, constatándose que había muchos aficionados al ciclismo en la capital riojana. 14 ciclistas midieron sus fuerzas durante los poco menos de 40 kilómetros de trayecto, imponiéndose finalmente Fermín Gómez, seguido de Ángel Mateo y Marcos Rezola. Fue una carrera con un único accidente, gracias a que, en esta ocasión, la Guardia Civil prestó servicio de vigilancia: síntoma de que la carrera gozaba de la solemnidad adecuada para este tipo de eventos. Una prueba que se completaría el domingo 13 de enero, con un circuito de 5 vueltas por Alberite y Villamediana, en la que muchos de estos ciclistas tuvieron que competir contra el fuerte viento[34]. Ángel Mateo se proclamó campeón de ambas carreras, al superar en su cómputo de tiempo a Julián Rodríguez y Fermín Gómez. Según quedó reflejado en La Rioja, en la carrera quedó demostrado “claramente que nuestros ciclistas tienen facultades para llegar a ser grandes corredores”, pero también evidenció que corredores como Cenzano e Illán debían trabajar “un poco de técnica”, ya que olvidaron los alimentos necesarios para reponer fuerzas durante la carrera[35].

Pero, pronto se olvidaron estas cuestiones menores, cuando los ciclistas Ángel Mateo y Fermín Gómez disputaron el campeonato de San Sebastián en representación del Club Ciclista Logroñés[36]: “primera vez [que] el Club Ciclista Logroñés daba señales de su actividad en tierras vascongadas y que por cierto causó con ello la natural expectación”[37]. Aunque la actuación de Gómez fue muy interesante, éste tuvo que retirarse a 13 kilómetros de la meta debido a «un fuerte dolor de costado». Mateo, por su parte, se quedó rezagado muy pronto y perdió mucho terreno, quedando en la posición vigesimonovena. Pese a esta mala clasificación, ambos ciclistas se sintieron recompensados al demostrarse que podían «codearse con los campeones norteños»[38]. El Club Ciclista Logroñés apuntaba maneras.

3.  Hacia el afianzamiento del ciclismo logroñés

Aprovechando esta notoriedad, esta sociedad deportiva continuó promoviendo carreras ciclistas con el objetivo de seguir interesando a aquellos «que, por temor a luchar con corredores de valía reconocida, han dejado de tomar parte». El principal objetivo era estimular y crear afición al deporte ciclista. Por ello, el club planificó una carrera de neófitos de 30 kilómetros (Logroño-Recajo-Murillo-Villamediana-Logroño) para el día 23 de marzo, que requirió del pago de una cuota de inscripción de una peseta (reembolsable a la entrega del dorsal) y la obligatoriedad de que los corredores se presentaran debidamente equipados con pantalón corto y zapatillas[39]. Pese a que la carrera se proyectó para que se sumaran aquellos aficionados que no terminaban de dar el paso hacia la competición y las excursiones, cabe subrayar que entre los inscritos se encontraron viejos conocidos del ciclismo logroñés como Eladio San Pedro o Alfredo Olivas[40]. La carrera obtuvo una gran notoriedad, con aficionados que «son legión en nuestra capital», y con la constatación de que se podían organizar «empresas de mayor categoría» en el ámbito ciclista[41].

En el ínterin de esta carrera, se renovó la Junta Directiva del club: Javier Adarraga (presidente), Fermín Gómez (secretario), Miguel Marín (tesorero), Julio Pancorbo, Pio Amelivia y Jaime Masip (vocales); se decidió cambiar el trayecto y horario de la carrera por coincidir con la jura de bandera del servicio militar; y se estudió la posibilidad de realizar una excursión a la Venta de Piqueras para que se pagara a suscripción pública un camino hasta allí[42].

Las pruebas ciclistas continuaron: el día 18 de mayo el Club Ciclista Logroñés impulsó la vuelta de Laguardia[43]; el 24 se sumó a la fiesta del pedal de Éibar: una gran manifestación ciclista de aficionados de los tres territorios vascos cuyo objetivo era impulsar una entidad que representara al ciclismo de la región, adhiriéndose esta institución a la Unión Velocipédica Española[44]; socios del club, como Benito Illán, participaron en la carrera San Felices-Tricio-Miranda de Ebro-Haro celebrada en junio; y se realizó por vez primera la carrera Logroño-Torrecilla-Logroño[45]. En esta última participaron las principales figuras del ciclismo riojano, entre ellos, Francisco González y Fermín Gómez, que ocuparon el primer y segundo puesto respectivamente[46].

Sin embargo, uno de los factores que causó mayor interés por el deporte entre los riojanos fue la actuación de Javier Adarraga en los Juegos Olímpicos de París de 1924, donde obtuvo la medalla de oro en pelota vasca dentro de la modalidad de pala corta. Este meritorio triunfo movilizó al Club Ciclista Logroñés, que presidía el citado Adarraga, publicando la siguiente petición en La Rioja:

A los ciclistas y deportistas: LA RIOJA nos ha detallado el gran triunfo obtenido por nuestro común amigo Adarraga en los Juegos Olímpicos de París, y siendo el alma y vida del deporte logroñés, me permito proponer a todos los deportistas de la capital y especialmente a la Sociedad de Ciclistas (de la que es presidente y fundador), que, sin perjuicio de otro homenaje más expresivo, le hagamos un recibimiento cariñoso, que bien pudiera consistir en salir hasta el límite de la provincia por la parte de Navarra, todos los ciclistas y deportistas que simpatice con la idea, con la enseña y distintivo que la Sociedad acordase, y entrar en la capital con auto en que seguramente llegará el campeón hasta su domicilio[47].

Pero, al margen de este recibimiento, cabe destacar que el prestigio de Adarraga fue, a la postre, fundamental para que el ciclismo contara con mayores apoyos institucionales. Así, en septiembre de 1924, contando con la subvención del ayuntamiento de Logroño, el Club Ciclista Logroñés preparó una carrera con el siguiente trazado de 72 kilómetros: Logroño, Navarrete, Nájera, Hormilleja, San Asensio, Cenicero, Fuenmayor, Logroño[48]. Fue una nueva victoria para Fermín Gómez, siendo una de las carreras que «más entusiasmo» causó en el público, «que en gran número presenció la salida y llegada de los corredores»[49].

Durante los años siguientes, el ciclismo continuó teniendo presencia en la prensa, pero, con una intensidad menor, debido a que el fútbol y la pelota acapararon casi toda la atención. No obstante, sí que hubo momentos puntuales durante el año que fueron dedicados con exclusividad al ciclismo, como ocurrió con una de las principales carreras que impulsó el Club Deportivo Logroño, que absorbió durante estos años al Club Ciclista Logroñés[50]. Al margen de las ya citadas, durante los años finales de la década de 1920, sobresalió la Vuelta a Piqueras de 1924, una carrera que se adentraba en el parque natural de Sierra de Cebollera para llegar hasta la linde con la provincia de Soria y que comenzó como jira campestre y excursión para conseguir adscripciones de socios y otras personas ajenas al Club Ciclista Logroñés y así subvencionar un camino/carretera para lograr el acceso a la Venta de Piqueras. Sin embargo, no fue hasta 1927, cuando el club ciclista recibió un nuevo impulso al formar parte del Club Deportivo Logroño, promoviendo el recorrido de lo que a todas luces se podría considerar la primera carrera clásica del ciclismo riojano. Con un trayecto de entre 116 y 120 kilómetros (las fuentes varían en esta cuestión) la carrera, que gozó del beneplácito de la Unión Velocipédica Española y que se rigió por su normativa, comenzaba en Logroño para posteriormente adentrarse por el valle del río Iregua, atravesando la región camerana, y regresar de nuevo a la capital a través de Villamediana.

Esta carrera se celebró durante cinco años consecutivos coincidiendo con las festividades de San Mateo y, por consiguiente, el patrocinio del Ayuntamiento de Logroño[51]. En la prensa se señaló que los premios eran de gran valía y que ello invitaría a que a la prueba concurrieran «los mejores corredores de Logroño, Burgos, Guipúzcoa, Vizcaya y […] Álava», sobresaliendo de esta última provincia corredores como Urbina, Ochoa y García, que ya habían participado en otros eventos organizados en la comarca[52]. Lo cierto es que los premios de esta primera edición no eran para menos: 400 pesetas y una bicicleta Victoria para el ganador y dinero en metálico para los siete siguientes clasificados (si bien las cantidades fluctuaron a lo largo de la década, disminuyendo en buena medida)[53]. El campeón de esta I Vuelta a Piqueras fue el abulense domiciliado en Ordizia Ricardo Montero, seguido en segunda posición por el guipuzcoano Enrique Aguirre y el vizcaíno Francisco Cepeda: todos ellos ciclistas profesionales que solían ser elegidos por el Comité Vasco de ciclismo para este tipo de competiciones[54]. De hecho, Ricardo Montero y su hermano Luciano (miembros del equipo ciclista Real Unión Club de Irún y campeones de España en ruta) fueron los líderes de la competición riojana hasta 1930, en la que se impuso el bilbaíno Federico Ezquerra. Durante la IV Vuelta a Piqueras, Ezquerra corrió en solitario desde su paso por Castañares de las Cuevas y consiguió sacar al segundo clasificado, el riojano José García Fanfa (corredor del Club Deportivo Logroño), casi 7 minutos de diferencia[55]. Fue durante esta vuelta cuando eclosionó la figura del ciclista logroñés. La obtención de esta segunda posición fue el preludio de un progreso fulgurante constatado en la edición de 1931, donde se impuso a los mejores corredores de la Sociedad Ciclista Bilbaína y se convirtió en uno de los corredores riojanos más prometedores y exitosos, confirmándose así que su buena actuación en la VII Vuelta al País Vasco de 1930 no había sido producto de la casualidad. Sin embargo, su meteórica carrera se frustró en agosto de 1932, cuando en el campeonato vasco-navarro de ciclismo, que había organizado la Sociedad Deportiva Lagun-Onak de Azpetia, sufrió un accidente mortal en las inmediaciones de Zarautz[56].

Pese a su fallecimiento, con la eclosión de García como ciclista profesional, se cerró una etapa en el deporte riojano que dejó en un segundo plano los años marcados por un ciclismo de aficionados y semi-profesionales. Porque junto a Fanfa hubo otros corredores como Dionisio Aldana que decidieron dar el salto a la profesionalidad. Así quedó constatado en la carrera de la Sociedad Umore Ona donde éste participó junto a Fanfa consiguiendo el séptimo lugar[57]. A este progresivo afianzamiento del ciclismo profesional contribuyó también la programación regular de carreras como la Vuelta a Piqueras, que concitó el interés de los principales corredores del momento, sin olvidar el papel decisivo de Javier Adarraga como impulsor de este y otros deportes. Con este terreno abonado, el ciclismo riojano explotó de manera determinante durante la II República, coincidiendo con el afianzamiento, la mercantilización y la profesionalización de lo que ya podía denominarse sin ningún género de duda deporte de masas.


[1] Este artículo forma parte de una investigación financiada por el Instituto de Estudios Riojanos (Res. Nº 17/2019, de 5 de agosto) mediante la convocatoria de ayudas para estudios científicos de temática riojana del año 2019-2020, que lleva por título: «El deporte en La Rioja en tiempos modernos: un estudio de caso en perspectiva comparada de las localidades de Logroño y Haro (1874-1931)». Asimismo, se ha realizado dentro del Grupo de Investigación GIR03. Humanidades y Ciencias sociales en la Era digital y Tecnológica de la Universidad Isabel I, en el marco de la línea de investigación «L.06. Política, Economía, Sociedad y Memoria: El Estado en los siglos XIX a XXI» de la que soy investigador responsable. Y en el marco del proyecto PGC2018-094133-B-100 (MCIU/AEI/FEDER, UE)

[2] La Rioja, 1/XI/1910: 2.

[3] La Rioja, 13/I/1911:1.

[4] La Rioja, 4/VI/1911: 3.

[5] La Rioja, 24/VI/1911: 2.

[6] El Heraldo Alavés, 1/7/1912: 1. La Rioja, 28/VII/1913: 2. La Rioja, 26/VI/1914: 1.

[7] La Rioja, 6/IX/1917, p. 2.

[8] La Rioja, 23/X/1919, p. 2.

[9] La Rioja, 4/IV/1919, p. 3.

[10] Cantabria (2), febrero de 1921, s.p.

[11] Cantabria (3), 6/III/1921, s.p.

[12] Arte y Sport (1), 9/XI/1921, s.p.

[13] Arte y Sport (1), 9/XI/1921, s.p.

[14] Arte y Sport (1), 9/XI/1921, s.p.

[15] La Rioja, 15/XI/1921, p. 2. La Rioja, 13/XI/1921, p. 3. Arte y Sport (4), 13/XI/1921, s.p.

[16] Arte y Sport (4), 13/XI/1921, s.p.

[17] Arte y Sport (5), 17/XI/1921, s.p.

[18] La Rioja, 15/XI/1921, p. 5.

[19] Arte y Sport (5), 17/XI/1921, s.p.

[20] La Rioja, 15/X/1922, p. 6. La Rioja, 17/X/1922, pp. 3-4.

[21] La Rioja, 5/11/1922, p. 7.

[22] La Rioja, 15/3/1923, p. 3.

[23] Archivo Histórico Provincial de La Rioja (AHPLR), Sig. GC-L/35/39, ff- 47v.-48r.

[24] La Rioja, 18/9/1923, p. 3.

[25] Paseo de Príncipe de Vergara o Paseo del Espolón, zona de esparcimiento de la ciudad de Logroño, situada en las inmediaciones de su casco antiguo.

[26] La Rioja, 3/IX/1923, p. 3.

[27] La Rioja, 30/IX/1923, p. 2. La Rioja, 1/X/1923, p. 3. La Rioja, 9/X/1923, p. 3.

[28] La Rioja, 9/X/1923, p. 4.

[29] La Rioja, 12/X/1923, p. 2. La Rioja, 13/X/1923, p. 6.

[30] La Rioja, 17/X/1923, p. 2

[31] La Rioja, 21/X/1923, p. 2. La Rioja, 19/XII/1923, p. 2.

[32] La Rioja, 29/XII/1923, p. 2. La Rioja, 30/XII/1923, p. 4.

[33] La Rioja, 30/XII/1923, p. 4.

[34] La Rioja, 1/I/1924, p. 5. La Rioja, 13/I/1924, p. 2.

[35] La Rioja, 15/I/1924, p. 2.

[36] La Rioja, 17/I/1924, p. 2.

[37] La Rioja, 22/I/1924, p. 4.

[38] La Rioja, 22/I/1924, p. 4.

[39] La Rioja, 9/III/1924, p. 4.

[40] La Rioja, 23/III/1924, p. 2.

[41] La Rioja, 25/III/1924, p. 4.

[42] La Rioja, 19/III/1924, p. 2.

[43] La Rioja, 9/V/1924, p. 2.

[44] La Rioja, 24/V/1924, p. 2.

[45] La Rioja, 14/VI/1924, p. 4.

[46] La Rioja, 17/VI/1924, p. 5.

[47] La Rioja, 26/VII/1924, p. 2.

[48] La Rioja, 25/IX/1924, p. 2.

[49] La Rioja, 30/IX/1924, p. 2.

[50] Logroño Deportivo (1), 5/XI/1927, s.p.

[51] El Heraldo Alavés, 20/IX/1927, p. 1.

[52] El Heraldo Alavés, 15/IX/1927, p. 5.

[53] El Heraldo Alavés, 15/IX/1927, p. 5.

[54] El Heraldo Alavés, 20/IX/1927, p. 1.

[55] El Heraldo Alavés, 17/IX/1930, p. 3.

[56] Recuperado de http://www.bermemar.com/cepashis/deporsi/fanfa.htm

[57] Logroño Deportivo (12), 21/1/1928, s.p.




Título: El (no-)centenario del Haro Deportivo

1. Introducción

En el año 2014 la directiva del Haro Deportivo conmemoró el centenario del club. Lo hizo por todo alto con diferentes celebraciones, eventos e iniciativas que anunció en una página de Facebook creada ad hoc: «Centenario Club Haro Deportivo»[1]. Las actividades más destacables fueron las siguientes: la elaboración de un sello postal con el escudo centenario del club; la confección de una camiseta conmemorativa; el acuerdo con la empresa burgalesa Cafés Gometero para que en sus sobres de azúcar se estampara el escudo del Haro Deportivo conmemorando su aniversario; la realización de una exposición fotográfica rememorando «los 100 años de historia» del Haro Deportivo; la convocatoria a los exdirectivos del club a una «Gran Comida Centenario»; y la celebración de un partido entre los veteranos del conjunto jarrero y los del Fútbol Club Barcelona. Incluso, el extinto grupo de rock Ansiedad elaboró una canción titulada «100 años de historia» y la Banda Municipal dio un concierto-homenaje en honor del club. En una comarca en la que las cuestiones deportivas difícilmente suelen ser noticia, este tipo de movimientos llamaron la atención de la prensa y los medios de comunicación que siguieron de cerca los diferentes actos que se fueron concatenando a lo largo de 2014.

Sin embargo, la conmemoración de este centenario partía de un error fundamental: el año de fundación. Según adujeron directivos y demás personas encargadas de la organización de los actos, el Haro Deportivo, como quedaba recogido en su web oficial, había sido creado en 1914 por «un grupo de aficionados locales» que habían decidido «organizar en Haro una entidad que recogiese y encauzase la afición» por el fútbol[2]. Contradecía así la tesis apuntada un año antes por el investigador local Fernando de la Fuente que había demostrado con fuentes documentales primarias que la designación de Haro Deportivo correspondía al club que se fundó en los años 30 y que, en todo caso, el único equipo jarrero que se enmarcaba en las fechas señaladas era el conjunto infantil Haro Foot-ball Club, creado en 1913. De la Fuente pergeñó, entonces, la siguiente problemática: ni la celebración del 100 aniversario era plausible atendiendo al supuesto nexo existente entre Haro Deportivo y Haro Football Club, ni podía señalarse que éste fuera centenario, aun vinculándolo con el Haro Sport Club, porque este último había sido creado el 19 de marzo de 1921. Clarificando la cuestión: no se podía establecer una línea entre los clubes porque ni tuvieron los mismos estatutos, ni la misma sede y denominación.

En consecuencia, se trataba de un (no-)centenario que había sido celebrado atendiendo a una historia del club edulcorada y adulterada en la que primaban el vox populi, la memoria y la invención por encima de los hechos históricos contrastados y recogidos en los archivos y la prensa. De hecho, la mencionada página de Facebook, que había sido creada en marzo de 2014, describía al Haro Deportivo como «decano del fútbol riojano» sin atender a que, probablemente, los miembros más antiguos del fútbol riojano son la Agrupación Deportiva de Logroño, Gran Casino (posteriormente Agrupación Deportiva Gran Casino) y el Logroño Recreation Club. Pero, es que, además, el Haro Deportivo ni siquiera fue el primer club jarrero de fútbol sénior, pues Haro Sport Club, una entidad distinta, se fundó casi una década antes. Las contradicciones a la hora de celebrar el centenario fueron, por tanto, palmarias. Más, si se tiene en cuenta, que las evidencias proporcionadas por De la Fuente ya eran conocidas desde un año antes.

2. Haro Football Club, un equipo infantil

Las primeras referencias que se pueden encontrar sobre el fútbol en Haro datan de la década de 1900 y proceden de pequeñas crónicas técnico-futbolísticas recogidas en La Rioja: diario político (en adelante, La Rioja) en las que se trataban las normas básicas de este deporte. Teniendo presentes los artículos sobre el higienismo y los beneficios de la educación física y la práctica deportiva que se publicaron desde 1906 en este periódico, además de los relativos a la difusión del fútbol realizados por los corresponsales de este diario en Vizcaya y Guipúzcoa, cabe señalar que en la localidad jarrera no se prestó atención a este deporte en su sección «Ecos de Haro» hasta 1910, cuando se señaló que un comercio del municipio riojalteño regentado por Adolfo Herrarte había traído balones «y cuantas novedades han lanzado al mercado los fabricantes de Alemania y Francia» con motivo de las festividades navideñas[3]; es decir, que una de las primeras conexiones entre el fútbol y Haro se produjo a través del mercado de juguetes.

Que así fuera tiene su por qué. Muchos de los niños y jóvenes jarreros se habían formado en centros escolares de ciudades industrializadas como Bilbao, Madrid y Barcelona. También de Logroño, Vitoria y Pamplona, que si bien no estaban a la vanguardia en lo que se refiere al progreso industrial, sí que se habían visto influidas por las nuevas corrientes de pensamiento modernas y, por ende, deportivas, viendo arraigar el fútbol en los principales colegios religiosos de sus comarcas (Torrebadella y Olivera, 2016: 501-502). Por una u otra razón, el fútbol se convirtió en un deporte popular entre los más pequeños, que quisieron seguir practicándolo en sus lugares de origen y, en consecuencia, transmitieron esta práctica a los jóvenes harenses que asistían a la escuela en la localidad jarrera.

Así pues, pusieron medios para su práctica. Lo primero de todo era contar con el elemento esencial de este deporte, el balón, y, lo segundo, un espacio donde practicarlo, la calle, un lugar clave para la sociabilidad de finales del siglo XIX y principios del XX (Lagardera, 1995-1996: 164; Guereña, 2000: 62). En este sentido, no resulta desaventurado lanzar la hipótesis de que si el comercio de Herrarte puso a la venta pelotas de fútbol fue porque los niños las demandaron en sus peticiones navideñas. También porque éstos y los jóvenes universitarios, igualmente educados en los centros de enseñanza de las ciudades mencionadas, trajeron consigo la práctica futbolística contribuyendo al arraigo de este deporte en la localidad jarrera y su contagio a los alumnos del Colegio Cardenal Cisneros y la Academia Mercantil de 1ª y 2ª Enseñanza de Haro (De la Fuente, 2013: 377).

Equipo infantil de Haro. Fuente: Archivo familiar Gonnelli-Irazu

Equipo infantil de Haro. Fuente: Archivo familiar Gonnelli-Irazu

Asimismo, las publicaciones técnico futbolísticas de La Rioja ayudaron a la difusión de este deporte. Sumado a los artículos sobre los inicios del fútbol en Logroño que fueron apareciendo desde principios de siglo, se publicaron extensos sueltos en los que se explicaban no ya las normas básicas de este deporte, sino cómo practicarlo. De todos ellos sobresalen los artículos de Lawday, pseudónimo del portero del Racing Club de Irún que emigró a Londres para formarse en este sport, y de Pedro Astigarraga, primer presidente de la Federación Vizcaína de Fútbol y uno de los fundadores del Athletic Club de Bilbao[4]. De los artículos de Lawday los jóvenes jarreros pudieron sacar 3 conclusiones: que debían primar el juego colectivo por encima de las individualidades; que hasta un jugador modesto podía llegar a competir o participar en clubes de primera categoría; y que el fútbol era un deporte de aprendizaje constante, si bien: «nos queda aún mucho que aprender: somos principiantes y como tales muy imperfectos. Dad camino libre a los buenos consejos, adaptarlos inmediatamente después de experimentados sobre el campo»[5].

Respecto a los de Astigarraga cabe señalar que éstos se centraron en mostrar las normas básicas del deporte, pero entroncándolas con el éxito del Athletic Club de Bilbao: paradigma, a su juicio, de cómo debía practicarse este deporte. Según destacaba el vasco, el conjunto vizcaíno había conseguido ser «el más fuerte» conquistando en numerosas ocasiones el título de campeón, combatiendo «por toda clase de medios, contrariedades y sinsabores», recomponiéndose ante la adversidad con entusiasmo y energía y, en consecuencia, consiguiendo estimular «la afición»[6]. El resto de textos publicados se centraron en explicar la posición que ocupaba cada jugador en el campo y sus funciones[7].

En este contexto, el interés por el fútbol despertó en Haro, hasta el punto de que en 1913 se constituyeron los primeros equipos infantiles de la localidad: la Lealtad Deportiva Harense y el Haro Football Club[8].

Estos clubes fueron los primeros en conseguir que el consistorio jarrero les cediera un terreno junto a la Fuente del Moro para instalar, con casi toda seguridad, el primer campo de fútbol de la ciudad y disputar campeonatos con otros clubes de la provincia como el Logroño Recreation Club y la Agrupación Deportiva del Gran Casino[9]. El acondicionamiento del terreno de juego corrió a cargo del consistorio municipal, aunque hubo reticencias: el edil Martín Ocina sugirió en agosto de 1913 que los padres de los infantiles colaboraran en las obras del campo de juegos sufragando parte de los costes de «un recreo destinado a hijos de familias pudientes» (De la Fuente, 2013: 378). Este tipo de gestos no se tuvieron en consideración, máxime cuando el alcalde liberal Díez del Corral había señalado en sesión plenaria que se habían comprometido a adecuar el campo y que así lo harían porque «a él acudían niños de todas las clases sociales a practicar el foot-ball»[10].

El Haro Foot-ball Club comenzó a jugar partidos y torneos. Este club participó en la Copa Recreation de Logroño en junio de 1913, sacando muy buenas sensaciones por el buen papel realizado, siendo el único equipo de fuera de la capital riojana en inscribirse. Este tipo de torneos fue fundamental para el arraigo del fútbol infantil en Logroño y, sin duda alguna, también para Haro, pues, pronto, el club harense organizó un campeonato de similares características en el municipio jarrero, la Copa de Haro, invitando al Logroño Recreation Club a jugarla. Los logroñeses obtuvieron una contundente victoria al adelantarse en el marcador hasta en cinco ocasiones en apenas 15 minutos sin haber tiempo para más, pues el encuentro tuvo que suspenderse por condiciones climatológicas adversas[11].

Pese a la derrota, las conclusiones obtenidas del torneo fueron alentadoras: los harenses habían demostrado que tenían «madera de jugadores» y debían seguir organizándose campeonatos de este tipo porque «con espectáculos de esta índole es como se fomenta el sport»[12]. El responsable de «Ecos de Haro» dibujó una derrota agridulce cuando la realidad demuestra que recibir 5 goles en menos de 15 minutos es sintomático de que algo no se estaba haciendo bien y que el equipo no estaba preparado. Pero, sea como fuere, el Haro Foot-ball Club, una entidad de fútbol infantil, se planteó la posibilidad de dar el salto al fútbol sénior federado al solicitar inscripción en la Federación Regional Norte para participar en el campeonato de España (De la Fuente, 2013: 379). Sin embargo, esta iniciativa no fraguó debido a que el club no cumplía con los requisitos mínimos exigidos por la federación, entre ellos, quizá los más importantes, que los jugadores superaran los veinte años de edad y que el club existiera legalmente, es decir, que se hubiera inscrito en el registro de asociaciones al amparo de la ley de 1887 que las regulaba[13].

3. Haro Sport Club: constitución y estabilización de un club de fútbol sénior

En efecto, hubo que esperar al 19 de marzo de 1921 para que se fundara en la ciudad jarrera una entidad de estas características: el Haro Sport Club, que se creó al calor de la popularización de este deporte que se vivió a nivel estatal, tras la impresionante actuación de la primera selección de fútbol nacional en los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920 (Payero, 2009: 101-102; Pujadas y Santacana, 2001: 160; Simón, 2015: 20, 69-70; Torredabella y Nomdedeu, 2014: 12; Id., 2013: 12; Torredabella y Arrechea, 2016: 124; Id., 2017: 145-168). El interés que suscitó la conocida «Furia Española», que cosechó una merecida medalla de plata con los Zamora, «Pichichi» y Samitier, ayudó a que el fútbol senior aterrizara en Haro en la década de 1920, y no antes, ya que fue a partir de entonces cuando se popularizó este deporte y se convirtió en un espectáculo de masas (Torrebadella y Nomdedeu, 2016: 121-122; Id., 2015: 126-127; Quiroga, 2014: 37-52).

El mismo día en que se constituyó Haro Sport Club se eligió su Junta Directiva, en la que estuvieron presentes un nutrido grupo de políticos, empresarios y personalidades influyentes de la localidad jarrera: Arsenio Marcelino (presidente honorífico del club y alcalde del municipio), Miguel Saralegui (presidente), José María Roig (tesorero), Carlos Serres (secretario), Félix Herrarte, Inocente Román, Julián Ortíz, Enrique Ugalde[14] y Tomás Manero (vocales). Esta junta directiva siguió el ejemplo de lo que ya habían hecho otros clubes riojanos como Recreation y apostaron por expandir la entidad entre los jarreros –síntoma del origen mesocrático de la iniciativa–, abriendo suscripción por acciones. Lo cierto es que este tipo de movimientos suponían un paso ineludible para cualquier sociedad deportiva que abogara por la institucionalización, pues las cuotas recibidas servían para asegurar la vida económica de la entidad y, en consecuencia, disponer de fondos para la sede social, las necesidades de los jugadores y la disposición de un terreno de juego (Pujadas y Santacana, 2001: 155-156).

También movieron ficha ante la corporación municipal. Debían contar con su apoyo para obtener el mayor número de facilidades en el desarrollo de sus actividades. Así, aunque a priori ya disponían del respaldo del Ayuntamiento por la vinculación del alcalde con el club, activaron el protocolo de actuación: el 16 de marzo de 1921 enviaron una carta oficial al pleno invitándole al festival que celebrarían tres días más tarde en el campo de deportes de la Sociedad, situado en «el camino del estanque»[15], junto a la plaza de toros, y al partido de fútbol que celebrarían entre el Haro Sport Club y el España F.C. de Logroño[16]. Haro venció en aquel encuentro por 2 a 1, obteniendo la copa de plata donada por el alcalde Arsenio Marcelino en concepto de premio.

Presentado el equipo en sociedad, los partidos amistosos entre Haro Sport y otros clubes comenzaron a sucederse. Apenas una semana después de este primer partido se enfrentó en Logroño a la Unión Deportiva Católica empatando a cero y el 3 de abril contendió frente al Bolchevique de Logroño venciendo por 2 goles a cero[17].

Rápidamente el club fue creciendo. Mientras que, por un lado, la sección de fútbol de la sociedad Haro Sport pactaba partidos con clubes de Logroño, por otro, la directiva se veía obligada a adquirir un terreno más amplió para su parque deportivo[18]. El 1 de abril de 1921 había renovado su junta de dirección manteniendo a Saralegui de presidente, pero creando 4 nuevos cargos: vicepresidente, que ostentó Félix Herrarte; contador, del que se ocupó Jesús Santiago; vocal de fútbol, representado por Julián Ortiz; y vocal de ciclismo, encarnado en la figura de Enrique Ugalde (De la Fuente, 2013: 384). También entraron nuevos miembros en el área de vocales como Pelayo Valdés, Cecilio Prieto y José María Riaño. Esta directiva duró poco tiempo y fue sustituida rápidamente por otra compuesta por Dionisio del Prado (presidente), Antonio Campo (vicepresidente), Emilio López Dóriga (secretario), Enrique Ugalde (tesorero), Jesús Gómez (contador) y Cristino Marcelino, Julio Ortiz, Jesús Santiago y Félix Herrarte (vocales), todos ellos «personas prestigiosas y de relieve en la localidad»[19].

Una vez que la directiva obtuvo un campo de fútbol, los partidos amistosos se fueron sucediendo. De abril a junio Haro Sport se enfrentó con el equipo reserva del Logroño Recreation Club –perdiendo por 3 a 5[20]–, al M.F.C. de Logroño –venciendo por 3 a 0[21]–, al Bailén de Logroño (equipo militar) –ganando por 1 a 0[22]–, al Vizcaya Unión Club –perdiendo por 0 a 3[23]– y al Deportivo Alavés –superando al conjunto vitoriano por 3 a 2[24]–. Fueron partidos que estuvieron marcados por los incidentes y la dureza en el juego, que no cortó el árbitro.

La verdadera puesta de largo del club riojalteño se produjo a finales de junio de 1921: Haro Sport Club y Athletic Club de Bilbao contendieron en partido amistoso durante las festividades de San Pedro. En efecto, el día 25 de este mes La Rioja anunciaba dicho partido entre la primera plantilla del conjunto jarrero y «el Athletic de Bilbao, campeón de España»[25]. Sin embargo, al día siguiente rectificaba: «hace constar el equipo campeón que una vez cerrada la temporada y hasta que se reanude la próxima, fines de septiembre o principios de octubre, tiene acordado oficialmente dicho club no celebrar, como tal, partido alguno»[26]. Para mantener su programa de partidos, la directiva del Haro optó por salirse por la tangente y anunció el partido como Haro Sport Club Vs Bilbao F.C. «formado por equipiers del campeón de España»[27]. El partido apareció así anunciado en La Rioja, con un visible «ATHLETIC» y un desapercibido «Bilbao F.C.»:

La Rioja, 28/06/1921, p. 3

La Rioja, 28/06/1921, p. 3

Las expectativas depositadas en el partido fueron muy altas: el club acababa de salir a la escena futbolística y en apenas 3 meses había sido capaz de convocar a una entidad de primera línea para jugar un partido amistoso. Los fines también lo eran: asentar en Haro el interés por el deporte balompédico sénior.

Se registró «un entradón formidable», fue un día magnífico para el fútbol, hubo muchos goles y «salió el público muy satisfecho de la labor realizada por el once del Bilbao F.C., verdaderamente admirable, pues se apuntaron ocho goals frente a uno de los del Haro Sport Club»[28].

No era para menos. Aquel partido lo jugó el mítico delantero bilbaíno Rafael Moreno Aranzadi «Pichichi», sobrino-nieto del literato Miguel de Unamuno, que se había asentado en Haro tras jugar su último partido oficial contra el West Ham inglés, siendo entonces «equipier» de la Selección Vizcaína en mayo de 1921 (Polo del Barrio, 1986: 97; De la Fuente, 2013: 389). Durante su estancia en la ciudad jarrera jugó varios encuentros alineándose con sus excompañeros del Athletic, ya que, junto a este partido, disputó de rojiblanco otros dos en la localidad riojana: uno contra el Erandio, al que vencieron con dos goles suyos, y otro frente al Haro al que ganaron por 3 a 0, ambos en septiembre[29]. Sólo teniendo en cuenta la impronta que dejó en vida el mito futbolístico se entiende la siguiente consecuencia que tuvo este partido: la creación de equipos emulando al club vizcaíno.

4. Conclusiones

En conclusión, como se ha avanzado en la introducción, en 2014, la directiva del Haro conmemoró su «no centenario», haciendo caso omiso a las investigaciones que demostraban que el club se había fundado en 1921. Ni una sola persona cercana a su dirección pudo demostrar documentalmente que naciera en 1914 pero, aun así, esta fecha fundacional fue conmemorada y así se ha mantenido hasta ahora. El paso del tiempo y los numerosos avatares que ha sufrido la documentación (guerra, dos dictaduras y cambios de federación) han dificultado las labores de obtención de información sobre este club. De hecho, si ya de por sí la documentación es limitada, resultando una tarea ardua y complicada encontrar fuentes precisas sobre los orígenes del fútbol en campos riojalteños, imagínense hacerlo en fechas en las que no existía el Haro Sport Club, una entidad a la que erróneamente se ha equiparado con el Haro Deportivo.

Por ello, a lo largo de este artículo se ha arrojado luz al respecto, utilizando la principal fuente de la que se disponía: la prensa. A través de esta se ha podido comprobar cómo los diarios no prestaron inicialmente mucha atención a este sport inglés, habiendo de esperar a la década de 1910 para que este medio cambiara de punto de vista y comenzara a hacerse eco de publicaciones técnico-futbolísticas en las que se trataban las normas de juego. Estos artículos y las estancias de los jóvenes jarreros en colegios de ciudades industrializadas despertaron el interés por este deporte en Haro y favorecieron la creación de dos equipos infantiles en 1913: la Lealtad Deportiva Harense y el Haro Football Club. Como se ha visto, el primer club de fútbol senior de Haro no llegaría hasta 1921, con la fundación del Haro Sport Club, cuya constitución se produjo en el marco de la popularización de este deporte que se vivió a nivel estatal, tras la impactante actuación de la primera selección de fútbol nacional, la conocida «furia española», en los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920.

Por tanto, el empecinamiento por rememorar en 2014 el centenario del Haro Sport Club careció de cualquier tipo de base histórica contrastada. Es más, respondió a una pretendida mitificación de la historia de la mencionada entidad sobre la que autolegitimar su posición como «el club más viejo» de la localidad y la región. Se trató de manera (in-)consciente de crear un hito fundacional, un lugar de memoria que, siguiendo a Pierre Nora, suele estar conformado por una realidad histórica y otra simbólica. En este tipo de lugares de memoria se cristalizan y refugian los recuerdos colectivos en clave identitaria y su éxito, aparte de su consolidación y funcionamiento a lo largo del tiempo, radica en la estrecha vinculación que mantienen con la voluntad de las personas, que por diferentes motivos –muchas veces emotivos– priorizan la verdad simbólica de un determinado suceso por encima de su realidad histórica. De este modo, en este artículo Se ha tratado de recuperar un relato que ha sido negado y silenciado, a la par que instrumentalizado por la obstinación de quienes se han negado a admitir que simplemente este club no nació en 1914, sino en 1921.

5. Bibliografía

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–           y Arrechea, F. (2016): «La polémica participación de España en los Juegos Olímpicos de Amberes 1920», Materiales para la Historia del Deporte, 14, pp. 113-138.

–           y Arrechea, F. (2017): «Seguimos insistiendo: ¿Por qué España participó en los Juegos Olímpicos de Amberes 1920?», Materiales para la Historia del Deporte, 15, 2017, pp. 145-168.

–           y Nomdedeu, A. (2014): “Repertorio bibliográfico del fútbol en España (1900-1936). 121 obras para interpretar el impacto social del fútbol en la historia contemporánea”, Apunts. Educación Física y Deportes, 115, p. 7-32

–           y Nomdedeu, A. (2015): «Los primeros libros de fútbol publicados en España (1900-1919)», Revista General de Información y Documentación, vol. 25-1, pp. 113-139.

 y Olivera, J. (2016): «Institucionalización del fútbol en el ejército español (1919-1920). Orígenes del patrioterismo futbolístico nacional», El Futuro del Pasado, 7, pp. 497-532.

 


[1] https://www.facebook.com/centenarioclubharodeportivo/

[2] «Haro Sport Club-Club Haro Deportivo (1914-2912)», recuperado de: http://www.harodeportivo.com

[3] «Ecos de Haro», La Rioja, 30/12/1910, p. 1.

[4] En cuanto a Lawday hay pocas referencias, pero véase: Esqueta, S. (2002): «Los foot-ballista cronistas. La doble facete de los hombres del sport», El Mundo, recuperado de: https://www.elmundo.es/elmundodeporte/especiales/2002/02/centenario/1911_6.html. Sobre Pedro Astigarraga véase su ficha en Enciclopedia Auñamendi, recuperado de http://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/eu/astigarraga-amezaga-pedro/ar-18016/

[5] Lawday: «El juego de foot-ball: los forwards», La Rioja, 28/01/1913, p. 2.

[6] «El foot-ball. Cómo se juega. Conferencia dada en Bilbao», La Rioja, 5/3/1913, p. 1.

[7] «De foot-ball, cómo se juega», La Rioja, 10/03/1913, p. 1; Dr. Astigarraga: «De foot-ball, cómo se juega», La Rioja, 13/03/1913, p. 2. Dr. Astigarraga: «De foot-ball. Cómo se juega», La Rioja, 15/03/1913, p. 2; Dr. Astigarraga: «De foot-ball. Cómo se juega», La Rioja, 17/3/1913, p. 2.

[8] «Ecos de Haro», La Rioja, 26/03/1913, p. 1.

[9] «Ecos de Haro», La Rioja, 4/04/1913, p. 1. La cesión de estos terrenos del Ayuntamiento de Haro al club de fútbol para el establecimiento de un campo de entrenamiento generó controversias en los plenos del ayuntamiento: Ocina, uno de los concejales, declaró su malestar ante la inversión que realizaba la corporación municipal para el arreglo de un terreno que antes estaba dedicado al pasto. «Ecos de Haro», La Rioja, 22/08/1913, p. 1.

[10] Archivo Municipal de Haro (AMH), Actas, 20/08/1913.

[11] «Ecos de Haro», La Rioja, 14/09/1913, p. 1.

[2] Ibíd.

[13] Esto no sucedió hasta el 25 de septiembre de 1922, pero no fue el Haro Foot-ball Club, sino otra sociedad: el Haro Sport Club, si bien con jugadores que habían compuesto el susodicho equipo infantil. Haro Sport Club, 25/09/1922, AHPLR, Libro de Registro de Asociaciones, Logroño, p. 83.

[14] Dueño de Bodegas Bilbaínas (Gómez Urdáñez, 2019)

[15] De la Fuente lo cita como «campo de la trilladora». (De la Fuente, 2013: 383). Tanto este campo como el resto que Haro Sport Club tuvo como sede fueron de tierra y no de hierba. «Ecos de Haro», La Rioja, 10/04/1923, p. 5.

[16] Sesión plenaria del 16/03/1921, AMH, Libro de actas. Véase también «Ecos de Haro», La Rioja, 16/03/1921, p. 2. «De foot-ball», La Rioja, 19/03/1921, p. 5.

[17] «Ecos de Haro», La Rioja, 27/03/1921, p. 2.  «De foot-ball. Haro Sport-Bolchevique», La Rioja, 3/4/1921, p. 4. «Ecos de Haro. Notas deportivas», La Rioja, 5/4/1921, p. 2.

[18] «De foot-ball», La Rioja, 10/04/1921, p. 4.

[19] «Ecos de Haro», La Rioja, 15/04/1921, p. 2.

[20] X.X.: «De foot-ball», La Rioja, 19/04/1921, p. 5.

[21] «Ecos de Haro», La Rioja, 15/05/1921, p. 2; «Ecos de Haro», La Rioja, 17/05/1921, p. 4.

[22] «Ecos de Haro», La Rioja, 09/06/1921, p. 1. «Ecos de Haro», La Rioja, 14/06/1921, p. 6.

[23] Ibíd.

[24] «Ecos de Haro», La Rioja, 28/5/1921, p. 5. «De Sport. Fútbol. Haro 3-Vitoria 2», La Libertad, 30/05/1921, p. 1.

[25] «Ecos de Haro», La Rioja, 25/6/1921, p. 2.

[26] X.X.: «De foot-ball», La Rioja, 26/06/1921, p. 4.

[27] La Rioja, 28/06/1921, p. 3

[28] «Ecos de Haro», La Rioja, 02/07/1921, p. 2. En el diario ABC el partido fue anunciado como Athletic de Bilbao contra Haro Sport Club. «Información y noticas. Espectáculos y deportes. Varias noticas. Funciones para hoy. Información y noticias deportivas. FÚTBOL», ABC, 30/6/1921, p. 23.

[29] «Haro en fiestas», La Rioja, 11/09/1921, p. 4.