El periodista Gourmet

Hace ya bastantes años en los que, por razones de trabajo y distancia (aunque internet hace que este inconveniente suene a excusa), no me es posible escuchar los programas radiofónicos gijoneses de la sobremesa de los lunes, generalmente realizados desde diversos establecimientos hosteleros (cada cadena de radio tiene su «sede», que lógicamente patrocina el espacio) en los que, tras la comida de rigor, se analizan los pormenores de la jornada futbolística dominical. Suele realizarse una tertulia a la que acude alguno de los protagonistas del encuentro y en donde se dan cita representantes de la prensa regional, no faltando la presencia de ex jugadores, técnicos, directivos y de alguna que otra personalidad del ámbito deportivo, empresarial o cultural de la ciudad. En los animados debates que se suscitaban, haciendo frente ya a los postres o el café, se trataba de lo divino y de lo humano, y se repasaba todo lo acontecido en el partido disputado por el Sporting. Entre polémicas arbitrales, censuras o alabanzas al entrenador de turno y la narración de las hazañas futbolísticas de los ases asturianos, se deslizaban también las correrías de los periodistas que acompañaban al equipo para cubrir la información del evento, cuando éste tenía lugar a domicilio.

Así, junto a las anécdotas del viaje, no era infrecuente que salieran a relucir las jornadas gastronómicas vividas, desgranándose detalles de los manjares degustados y de los templos culinarios visitados, alternándose los locales de moda con los restaurantes de mayor solera. De tal forma que, a la conclusión de la temporada, uno podía ir haciéndose una especie de Guía Michelín, con sólo prestar atención a las recomendaciones realizadas por los profesionales de la pluma o el micrófono, tras cada fin de semana de salida al «exterior». Convendrán conmigo en que no es mala forma de conocer un país el recorrer su geografía, disfrutando de las especialidades de la cocina regional, para presenciar los partidos del equipo de tus amores.

 

Para que se vea que la fama de gourmets y bon vivants de que suelen gozar los cronistas deportivos viene de antiguo, reproducimos la peripecia vivida por Trensor, periodista del diario El Comercio, en su viaje para cubrir el encuentro de desempate correspondiente a los Cuartos de Final del Campeonato de España de la temporada 1918-19, entre el Vigo Sporting y el Sporting de Gijón, que hubo de disputarse en Santander.

El traslado se realizó en un moderno coche de la marca «Overland», puesto que el representante en Gijón de la casa de automóviles, Nicolás Ochoa, invitó al reportero a trasladarse a la capital cántabra en uno de sus vehículos. Esto es lo más destacado de su «crónica viajera»:

 

«La blandura del coche Overland, la habilidad y seguridad del joven mecánico, Dalmacio Prida, la grata temperatura y la belleza del paisaje, nos hicieron llegar a Santander con ese optimismo que da la labor informativa comenzada con tan felices auspicios.

Así que, en cuanto pusimos pie en la simpática y progresiva ciudad montañesa, que ha hecho del Sardinero un centro veraniego que asusta por la riqueza, elegancia y buen gusto que se advierte en cuanto allí se ha hecho, fuimos al «Royalty» y al «Áncora» a «aperitear» y «mariscar» en medio de una nube de gijoneses, pues ambos cafés estaban totalmente ocupados por los entusiastas del foot-ball, que habían ido en autos, motos y vapores a presenciar el partido. Aquella acera del bulevar Pereda parecía la calle Corrida de once a una de la mañana de un domingo. Para que la ilusión fuese completa sólo faltaba un salón limpia-botas, y en frente una melée de aficionados, comentando lo que pudiera pasar en la lucha que se avecinaba.

Después de almorzar en el «Royalty» en una mesa frontera a la que ocupaba el equipo de Vigo, marchamos al Casino del Sardinero a tomar café, y luego nos dirigimos a los Campos de Sport, donde ya había una multitud enorme y una de automóviles en fila que daba la impresión de la cantidad y calidad de los espectadores.

(…) Abandonamos Santander media hora después de terminar el partido. Nuestro deseo era llegar a Gijón en las primeras horas de la madrugada para dar a las cajas las cuartillas que ya llevábamos escritas, y que nuestros lectores conocieran al detalle la lucha al día siguiente de verificada. Pero ocurrió que nos paramos a cenar en San Vicente de la Barquera, en aquel placentero «Miramar», mitad fonda y mitad museo arqueológico, y cuando nos dispusimos a continuar la ruta, por un golpe al cerrar la portezuela con la viveza propia del ansia de llegar cuanto antes, se fundieron las bombillas eléctricas de los reflectores, y ya sin luz, estando como estaba la noche tan oscura, hubimos de esperar el sol del nuevo día pernoctando en San Vicente, en la grata mansión de don Silverio Gómez, o séase, del dueño de «Miramar», sitio éste placentero de donde se marcha uno con pena«.

 

Ingrata labor, sin duda, la del gacetillero…




Historia de la International Football Association Board (1886)

Investigación realizada por: Aberto Díaz, Jorge Gallego, César de la Prida, Ernesto Binda, y Javier Bravo.

Este estudio, que no ha hecho más que comenzar, pretende seguir los pasos de la historia de las Reglas de Juego, y de un ente tan desconocido como es la International Football Association Board, más conocido como International Board, que no es otra que la que detenta el poder a nivel mundial para cambiar las Reglas de Juego.

En este camino trabajamos un grupo de cinco personas a las cuales nos une la pasión por la historia del fútbol. Desde Argentina, dos socios del C.I.H.F. (Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol) como son Jorge Gallego y Ernesto Binda nos aportan una serie de conocimientos impagables, tanto en lo histórico como a nivel técnico arbitral. Jorge es un excelente historiador, yo diría que el mejor que esta organización tiene, y que sorprende a todos con sus investigaciones y Ernesto une a esta faceta de historiador la de ser un conocedor exquisito de las Reglas de Juego, algo que va a dar una nota excelente a nuestros trabajos, además de ser miembro de la organización arbitral argentina. Desde España, César de la Prida, un conocedor excepcional del mundo arbitral y de su historia, todo ello sin haber sacado jamás una tarjeta a nadie. Y representando a C.I.H.E.F.E. dos de sus socios. Una persona imprescindible para nosotros como es Alberto Díaz, que se ocupa de las traducciones de los textos, además de ser un reconocido historiador, sportinguista a más no poder y Javier Bravo que hace lo que puede todos los meses en estas páginas y que intenta canalizar todo este potencial humano en sacar adelante una gran obra que nadie escribió jamás en lengua castellana. El haber pertenecido a la organización arbitral española y el amor que aún siento por ella me ha llevado a crear este grupo de trabajo. Aprovecho para daros las gracias a todos por perder vuestro precioso tiempo en mi sueño. Muchas gracias.

ifab-1886

Para este primer artículo hemos contado con la inestimable ayuda de Víctor Martínez Patón, en la traducción de textos en francés.

INTERNATIONAL FOOTBALL ASSOCIATION BOARD

1886

Estatutos de la International Football Association Board

ESTATUTOS

Aprobados en la Conferencia Internacional celebrada en Londres.

Junio de 1886

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I.- Que esta Junta se denominará «INTERNATIONAL FOOTBALL ASSOCIATION BOARD» y estará formada por dos representantes de cada una de las cuatro asociaciones nacionales.

2.- Que la Board se reunirá cada año en el mes de junio por invitación de cada una de las asociaciones nacionales según orden de antigüedad.

3.- Que en dicha reunión uno de los representantes de la asociación convocante presidirá la misma, y el otro actuará como secretario.

4.- Que el secretario cumplimentará el libro de actas de las reuniones con todo detalle, el cual habrá de remitirse a la asociación que corresponda por turno, antes del primero de enero subsiguiente.

5.- Que no se desarrollarán los asuntos a tratar si no está representada la mayoría de las asociaciones.

6.- Que no se adoptarán resoluciones sin acuerdo de las tres cuartas partes de los presentes; sin embargo, en el caso de modificaciones en las leyes del juego, será necesario un voto unánime.

7.- Que la Board discutirá y decidirá propuestas sobre las modificaciones en las leyes del juego y en general sobre cualquier asunto que afecte al fútbol en sus relaciones internacionales.

8.- Que los comités de las diferentes asociaciones nacionales enviarán por escrito, como muy tarde el primero de febrero de cada año, al secretario de la asociación encargada de convocar la siguiente reunión, las sugerencias o modificaciones que juzguen deseables, que deberán ser publicadas y distribuidas a más tardar el primero de marzo, para ser estudiadas en la reunión general anual de la asociación.

9.- Que las decisiones de esta Junta tendrán carácter vinculante inmediato para todas las asociaciones, y que ninguna modificación de las leyes del juego hecha por cualquier asociación tendrá validez hasta ser aceptada por esta Board.

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La siguiente Conferencia Internacional se celebrará en Glasgow en junio de 1887

Estatutos IFAB actuales frente a los originales de 1886

Coincidiendo con los puntos de 1886 estas son algunas variaciones que hemos encontrado.

1.- A estas asociaciones se ha añadido FIFA desde 1913 y el número de representantes actuales es de cuatro para cada una de las asociaciones representadas desde 1958.

2.- Se reúne dos veces al año. La reunión general anual ha pasado a celebrarse a los meses de febrero o marzo y la nueva reunión de trabajo anual se celebra en septiembre u octubre.

3.- En este punto no hay cambios.

4.- El único cambio en este punto es que el libro de actas debe remitirse a la siguiente asociación organizadora antes del 1º de febrero siguiente.

5.- Un mínimo de cuatro asociaciones deben estar representadas, una de las cuales debe ser FIFA, para que los asuntos de una reunión puedan ser tratados. Desde 1958 FIFA tiene derecho a cuatro votos y cada una de las asociaciones británicas a un voto cada una.

6.- En este punto no hay cambios.

7.- Sólo para la reunión general anual se pueden aportar modificaciones a las Reglas de Juego y a condición de que sean aprobadas por una mayoría de tres cuartas partes de los asistentes con derecho a voto.

8.- Las propuestas de modificaciones serán enviadas por cada asociación por escrito al Secretario de la asociación organizadora antes del 1º de diciembre.

Además, se han añadido esta serie de puntos:

  • – Reunión de trabajo anual
  • – Reuniones extraordinarias
  • – Fecha de entrada en vigor para las modificaciones para los partidos internacionales
  • – Plazos para impresión y envío de propuestas de modificaciones, tanto de asociaciones a Secretario como viceversa.

Ingreso de FIFA en la International Board.

La incorporación de FIFA a la International Board se resolvió el 4 de abril de 1913, pero en el camino ocurrieron algunos hechos importantes.

Para empezar, no existen referencias en las actas de la International Board (1904-1910), en donde conste la inquietud -por parte de F.I.F.A.- de pertenecer a aquel organismo, lo cual no significa que no los hubiera internamente.

La primera ocasión en que un Congreso de la F.I.F.A. hizo referencia a la International Board ocurrió durante la celebración del 2º de ellos, celebrado del 10 al 12 de junio de 1905 en París (Francia), donde se dio cuenta de que la F.I.F.A. tomará una decisión al respecto después de tener conocimiento de los resultados de la reunión de la International Board y después de  habérselo contado a los diferentes delegados de la F.I.F.A. presentes.

La International Board se reunió el 17 de junio en Killarney (Irlanda) e ignoró, como ya hemos reflejado antes, hacer cualquier mención sobre la Federación internacional.

Ante esta desilusión, las diferentes asociaciones nacionales que componían la F.I.F.A. y que día a día van haciéndola crecer, tomaron diferentes posturas. Así hubo un bando controlado por los británicos, especialmente los ingleses, que intentaron el entendimiento de ambas organizaciones y que fue mayoría en el estamento F.I.F.A.. El otro -contestatario- que fue liderado por los alemanes, siendo apoyado por húngaros y holandeses. La idea de estos era que el control del fútbol abandonara la cuna británica y se transfiriese a la F.I.F.A..

En el 3º Congreso de la F.I.F.A., celebrado en Berna (Suiza), entre el 3 y 4 de junio de 1906,  uno de los puntos que se trataron fue el de la unificación de las Reglas de Juego.

El Sr. Daniel Burley Woolfall, representante inglés y elegido presidente de F.I.F.A. en este Congreso, propuso las reglas de su país. El Sr. Victor E. Schneider, representante suizo, pidió que las asociaciones se pusiesen inmediatamente a adoptar las reglas inglesas. Los delegados de la FA se ofrecieron para enviar a las diferentes asociaciones, durante ese mes de junio, los reglamentos puestos al día de la federación inglesa.

El Sr. André Espir, representante francés, destacó que ciertos países como Francia adaptaron, desde su boletín, todas las nuevas reglas y modificaciones de la FA, pero que para los otros países sería arbitrario obligarlos a cambiar de un día al otro sus reglamentos. Que es a la FIFA a quien le correspondería invitar a las otras asociaciones a adaptar las reglas inglesas que serían las únicas en los partidos internacionales. Propuso la fórmula siguiente: «El congreso de la FIFA, reunido en Berna el 3 de junio de 1906, reconociendo que las diferentes asociaciones deben jugar según las reglas de juego de la FA, invita a todas las asociaciones que practican el juego a adoptar las reglas de la misma. Que los delegados de la FA se ofrecen para que las federaciones obtengan este propósito.»

Esta proposición fue aceptada por unanimidad, con agradecimientos a los delegados de la FA.

En el 8º Congreso de FIFA, celebrado en Dresde el 4 y 5 de junio de 1911, la Asociación de Fútbol de Alemania elevó una propuesta señalando que debería ser sólo la F.I.F.A. quién pudiera cambiar las Reglas de Juego o un Comité creado por el Congreso para este fin. Si bien respetaba la existencia de la International Football Association Board, consideraba que la F.I.F.A. debía controlar todo lo relacionado con el fútbol.

Finalmente la propuesta alemana fue retirada, pero el Congreso la sustituyó por otra resolución que resultó aprobada. Esta expresó: «Este Congreso expresa el deseo de que la International Football Association Board invite a un miembro de la F.I.F.A. a formar parte de la misma».

El 10 de junio de 1911 la Board realizó su sesión anual en Turnberry, Escocia.

Allí, Charles Crump, representante inglés, informó haber recibido una carta de

Frederick Joseph Wall, secretario de la Asociación inglesa. En ella comunicó los deseos de F.I.F.A. de tener un representante en la International Board.

La reunión de la International Board del año siguiente tuvo lugar en Aberystwyth, Gales, el 8 de junio. Allí se leyó una carta recibida de la Secretaría de F.I.F.A. expresando

su deseo de que la Board invitase a un miembro de F.I.F.A. a formar parte de la

misma. El asunto fue examinado con sumo cuidado, y un interesante debate se

llevó a cabo entre todos los representantes.

Se decidió por unanimidad que el momento no era el más propicio para

invitar a un delegado de F.I.F.A. a asistir a las reuniones de la Board y se solicitó al

Secretario a enviar una carta adecuada a la F.I.F.A.

Esta fue recibida en el 9º Congreso de la F.I.F.A.. Celebrado en Estoclmo los días 30 de junio y 1 de julio de 1912. Se dio lectura a la carta de la International Board y se debatió del siguiente modo:

Suecia lamentaba que volviese a tratarse del asunto nuevamente. Para los suecos la International Board era el organismo más idóneo para controlar las Reglas de Juego y aconsejaba dejar las cosas como estaban.

Inglaterra indicaba que la propuesta suponía una alteración drástica y no en el mejor interés del deporte. Sería un error fatal molestar a la International Board en el momento actual, siendo la F.I.F.A. aún joven. Esperaba que el próximo año la F.I.F.A. tuviera representación en la Board.

Estaba reconocido universalmente que la cuna de un juego tenía derecho a controlar las reglas del mismo, en referencia al Cricket (Marylebone C.C.), el béisbol (América), el golf (St. Andrews Club).

Holanda replicó que en estos juegos no existían federaciones internacionales.

Irlanda creía que supondría un gran error alterar la posición actual. La International Board había estado trabajando con gran éxito durante un gran número de años.

Austria y Gales también resaltaban que el juego se había desarrollado de forma espléndida bajo las normas de la International Board, y que a este organismo ahora se le pretendía «echar escaleras abajo de un puntapié».

Holanda propuso:

Que el Congreso, por la presente, resuelva nombrar un Comité para que se informe sobre la cuestión referente a controlar las Reglas del Juego y presente un informe en el siguiente congreso.

Esta resolución se rechazó por 60 votos (Austria, Bélgica, Inglaterra, Francia, Irlanda, Italia, Noruega, Rusia, Escocia, Suecia, Suiza, Gales) contra 15 (Alemania, Hungría, Países Bajos)

También la modificación propuesta por Alemania fue rechazada. Tuvo 60 votos (Austria, Bélgica, Inglaterra, Francia, Irlanda, Italia, Noruega, Rusia, Escocia, Suecia, Países Bajos, Gales) contra 10 votos (Alemania, Hungría) y uno en blanco (Suiza)..

En la reunión extraordinaria celebrada por la International Football Association Board, se tomó la decisión que vemos en el acta siguiente:

ACUERDOS DE LA REUNIÓN EXTRAORDINARIA.

High Street, Wrexham

25 de enero de 1913.

Querido señor,

INTERNATIONAL FOOTBALL ASSOCIATION BOARD

Una reunión especial de la anterior (se refiere a IFAB) se llevará a cabo en el Hotel Wynnstay de Wrexham (Gales), el sábado 22 de febrero de 1913 a las 11 a.m.

Asuntos:

Considerar las siguientes propuestas presentadas por la Federación de Inglaterra:

  • – Que dos representantes de FIFA sean admitidos en la IFAB.
  • – Que las Reglas de la IFAB sean modificadas como consecuencia.

La noticia se debatió en el 10º Congreso de FIFA, celebrado en Copenhague (Dinamarca) los días 31 de mayo y 1 de junio de 1913, con mucho interés.

Nuevamente la Asociación de Alemania encabezó la oposición a la International Board y su decisión de admitir a dos delegados de la F.I.F.A. en las reuniones de la misma en el futuro.

El alemán Robert Hefner recuerdó los acuerdos adoptados en Dresde y sañaló que tras la reunión extraordinaria de la Board se había puesto a la F.I.F.A. en posición de aceptar como un regalo lo que les ha sido ofrecido.

Estaban realmente sorprendidos de que la International Board hubiese cambiado de opinión en tan poco tiempo y que la F.I.F.A. hubiese madurado en tan sólo cuatro meses.

Resaltaron también los cambios en las reglas de la International Board; anteriormente las Reglas de Juego solo podían alterarse por unanimidad, y en este momento cuatro quintas partes era suficientes.

Mientras tanto deseaban felicitar a la International Board por haber admitido a la F.I.F.A.. Reconocía lo que la International Board había hecho por el fútbol y que este servicio al juego no podía ser olvidado.

Debido a la experiencia de las asociaciones británicas, el continente había podido progresar con mayor rapidez y ahora había llegado la hora de que tuvieran derecho a expresar sus deseos y puntos de vista.

Por todo ello, hicieron la siguiente propuesta:

«El Congreso expresa su satisfacción porque la International Board haya admitido a dos miembros de la F.I.F.A., pero mantiene la opinión de que la F.I.F.A. debe ser la organización que gobierne, sin ataduras, el fútbol internacional».

Henry Walker (Inglaterra) propuso, como una corrección, eliminar la segunda parte de la moción. Rechazaba lo expresado por los representantes de Alemania sobre que Inglaterra hubiera detenido el progreso en el mundo del fútbol, ya que no había país con un mayor deseo a ese respecto. Ningúna nación había gastado más dinero y mostrado mayor capacidad para promover el juego. Esto no era una opinión sino algo demostrado por hechos en el pasado.

La posición opuesta a Gran Bretaña insistía en que los iniciadores o pioneros debían ser desplazados.

La declaración de Alemania de que una organización como la International Board, con tan amplio conocimiento y madura experiencia, no era competente y tenía que ser suplantada era mezquina y descarada. Durante los últimos siete u ocho años la F.I.F.A. había tenido un progreso continuo, incrementando el número de miembros de seis a más de veinte. La segunda parte de la moción era mezquina e imprudente.

Hugo Meisl (Austria) era de la opinión de que el control del fútbol en el mundo debía estar concentrado en la F.I.F.A.. Esto se refería, sin embargo, a la parte administrativa no a la parte técnica del control sobre el juego. En el continente solo había unos cuantos árbitros capaces de conducir el juego adecuadamente. Si Inglaterra proponía a la F.I.F.A. establecer sus propias Reglas de Juego, el Sr. Meisl no aceptaría dicha gentileza.

Hungría (R. Oprée) aunque no estaba del todo de acuerdo con Austria, deseaba expresar su agradecimiento a la International Board. Con respecto al principio creía que el asunto se había tratado de forma demasiado brusca.

Países Bajos (C.A.W. Hirschman) señalaba que al aceptar la oferta de la International Board, se haría necesario que la F.I.F.A. pagara los gastos de sus representantes, lo que implicaría que la actual suscripción abonada por las asociaciones tendría que ser incrementada. Deseaba señalar que si la F.I.F.A. iba a formar parte de la International Board, debía tomar parte únicamente en discusiones que tuvieran que ver con las Reglas del Juego. Sería una representación parcial, similar a la posición del gobierno de un país al que se le ofreciera representación en el gobierno de su capital.

Con respecto a la segunda parte de la moción, estaba de acuerdo en principio con Alemania, pero creía que el asunto debía estar en manos del organismo que fuera más competente a este respecto, concretamente, la International Board. Algunos países del continente habían hecho suficientes progresos como para darles derecho a votar con respecto a las Reglas del Juego, pero otros no.

Escocia (H.S.Mc Lauchlan) expresaba la opinión de que nunca someterían el control del juego a la F.I.F.A.. La International Board había trabajado durante muchos años de forma plenamente satisfactoria con las asociaciones de Gran Bretaña.

Para Francia (Henry Delaunay) sólo era aceptable la primera parte de la moción; consideraba a la segunda, inoportuna.

Suiza (Dr. Curti) y Bélgica (Barón de Laveleye) creían que la International Board era el organismo más competente para controlar las Reglas del Juego.

Alemania (R. Hefner) replicó que parecía que varios delegados no habían entendido el espíritu de su moción. Jamás había expresado duda alguna respecto a la competencia de la International Board, por el contrario había elogiado su valioso trabajo y nunca había pretendido sustituir a la International Board por otro organismo. Y probó este hecho mediante la lectura de artículos en la prensa y correspondencia. La segunda parte de la moción solo pretendía desarrollar el principio.

Entonces los delegados pasaron a votar las propuestas.

La primera parte de la moción:

«El Congreso expresa su satisfacción porque la International Board haya admitido a dos miembros de la F.I.F.A.»

Se aprobó por unanimidad.

Después de una corta discusión sobre la segunda parte: «pero mantiene la opinión de que la F.I.F.A. debe ser la organización que gobierne, sin ataduras, el fútbol internacional» fue retirada por Alemania al ser malinterpretada e inoportuna.

El debate sobre la International Board continuó.

Resolución propuesta por la Asociación de Fútbol de los Países Bajos.

«Que el Congreso de Copenhague nombre a la International Board como la organización que establece las Reglas del Juego.»

Bélgica (Barón de Laveleye) sugiere que la palabra «reconozca» sustituya a la palabra «nombre».

La siguiente moción fue así aprobada por unanimidad:

«Que el Congreso de Copenhague reconozca a la International Board como la organización que establece las Reglas del Juego.»

Nominación de representantes a la International Board

El Congreso nombró al Barón Edouard de Laveleye (Bélgica) y a Mr. Carl Anton Wilhelm Hirschmann (Países Bajos) como representantes de la F.I.F.A. en la International Football Association Board.

Se otorgó poderes al Comité de Emergencia para nombrar sustitutos en caso de ser necesario.

Para la Reunión Anual del IFAB celebrada el 14 de junio de 1913 acudieron, por primera vez como miembros de pleno derecho dos representantes de FIFA, los Sres. Barón Edouard de Laveleye (Bélgica) y Daniel Burley Woolfall (Inglaterra), este como presidente de FIFA, cargo que ostentaba desde el 4 de junio de 1906. Cabe destacar que el 2º delegado de FIFA fue el holandés Carl Anton Wilhelm Hirschmann quién presentó sus disculpas por no poder asistir. En su lugar lo hizo Daniel Burley Woolfall.

Al finalizar la sesión, el Barón Edouard de Laveleye propone un voto de agradecimiento para el Presidente del Board, el irlandés Hugh Hegan, propuesta que fue aprobada por unanimidad.

Así  fue como las Asociaciones Británicas y la FIFA  consiguieron  aunar esfuerzos y

caminar juntas.

¿Será para siempre?.




Unos apuntes sobre fútbol y religión. Se cumplen 85 años de la primera ofrenda del Real Sporting de Gijón.

Como viene siendo costumbre inveterada (sobre todo en las últimas décadas), la plantilla rojiblanca acudirá en las próximas fechas, con cierto retraso respecto a lo que suele ser habitual, a realizar la tradicional ofrenda a la Virgen de Covadonga, invocando su protección de cara a la siempre complicada temporada futbolística. Se trata de un acto sencillo, en la que el capitán y el miembro más joven del equipo depositan una ofrenda a los pies de la imagen, últimamente una camiseta rojiblanca y un balón. A continuación, el capellán del club, Fernando Fueyo, acompañado del sacristán de la basílica, oficia una misa ante los presentes (jugadores, cuerpo técnico, miembros de la directiva y empleados, representantes de la Federación de Peñas, periodistas…) en la que, pese a la solemnidad del acto en la Santa Cueva, no falta el humor.

La relación entre el fútbol y la religión, no obstante, al igual que lo que sucede entre el deporte del balón y la política, no deja de ser un asunto espinoso, que suele generar controversia.

Así, hace pocos años, el actual capellán sportinguista, en el cargo desde 2001, personaje muy conocido en la ciudad, misionero en Burundi durante una década y responsable de la parroquia de San Nicolás de Bari, en El Coto, desde hace casi treinta años, envió a la sección de Cartas al Director del diario El Comercio un escrito, publicado el 26 de octubre de 2006, en el que bajo el título de Vestuario familiar reflexionaba sobre su propia condición dentro del club y desvelaba algunas interioridades de la plantilla relacionadas con el aspecto religioso:

«TODAVÍA con la resaca de la injusta derrota ante el Murcia, pero resonando aún en los oídos la ovación y los aplausos que la afición tributó al equipo al finalizar el encuentro, me pongo a reflexionar, informalmente, sobre el momento actual del Sporting cumpliendo un encargo desde mi condición de capellán.

Comienzo con una afirmación que corre de boca en boca: «Este equipo tiene buena pinta».

Parece, en primer lugar, que se ha logrado una llamativa simbiosis entre jugadores y entrenador. Digo llamativa porque basta darse una vuelta por los vestuarios o en los entrenamientos para comprobarlo.

En segundo lugar, es también gratificante la progresiva fusión entre equipo y afición. Crece el número de socios y de público en El Molinón. Compartir en vivo y en directo los avatares del juego es más estimulante para los jugadores y mucho más ‘prestoso’ para los espectadores que se convierten también en actores. ¿Cómo recordamos aquellos vibrantes partidos del año que rozamos el ascenso con el campo pletórico!

Y tercero. Para que el engranaje funcione, todas las piezas han de estar en sintonía. Un equipo no es sólo el que salta al césped. Detrás hay muchas personas que lo sustentan. Desde el que cuida ese césped, hincha los balones o lava camisetas hasta el cuerpo técnico, los que administran los euros o dirigen la entidad. Al sol o en la sombra, todos son necesarios. Sin agravios comparativos y por personalizar, citaría a Emilio de Dios (que por apellido es más de Dios que nadie) porque, tanto con los cinco nuevos fichajes, entrenador incluido, como con los chavales que suben del filial, se ha acertado plenamente. Bingo.

Se preguntan algunos por el papel de un capellán en el club o yendo más a la raíz por qué y para qué meter a Dios en estos asuntos. Y la respuesta es obvia. Si somos creyentes, y los jugadores y técnicos de la plantilla lo son en su totalidad, no tiene nada de extraño que tengamos a Dios presente en nuestra vida. Los mayores recordamos aún aquella recomendación del Astete: hacer la señal de la cruz al salir de casa, al comer, al comenzar nuestro trabajo, al dormir No sólo saber, sino recordarlo con frecuencia, que es Dios quien nos da las fuerzas para hacer bien nuestro trabajo, que de ninguna manera elimina el esfuerzo de cada uno sino que lo presupone.

Cuando a comienzo de temporada nos acercamos a Covadonga a implorar la protección de la Santina para la nueva andadura, no pedimos milagros, sino que manifestamos públicamente que vamos a echar el resto en el cumplimiento de nuestro deber.

Cuando inmediatamente antes del inicio de los partidos rezamos el ‘Padrenuestro’ en el vestuario, entrelazando nuestros brazos en cadena, no le pedimos a Dios que meta goles (no es su especialidad), sino que sepamos desarrollar las cualidades que él nos dio y meterlos nosotros.

Siento que en los últimos tiempos, a causa de las penurias económicas, no se concentre el equipo de víspera, porque en Mareo teníamos unas misas muy ‘prestosas’, verdaderamente participativas y en las que se estrechaban los lazos fraternales, creando un ambiente familiar estupendo. Por supuesto que hay muchos medios para fortalecer ese espíritu familiar, incluso sin acudir a Dios, pero los creyentes tenemos un plus de motivaciones nuevas.

Constatamos con alegría que ese vestuario-familia es una realidad en nuestro Sporting. Hay que cuidarlo y potenciarlo. Que no se rompa como, por desgracia, se rompe en algunas familias cuando andan de por medio las herencias y los dineros.

Veo que trabajan con ilusión porque nadie tiene seguro que el domingo vaya a jugar o tenga que sentarse en la grada. Es un tanto al haber del entrenador. Entre todos se fomentan los valores de la vida en grupo, como la solidaridad, la generosidad, el trabajo en equipo, la educación, el juego limpio.

Dicen que de la juventud se puede esperar lo mejor y lo peor. En el caso del Sporting, soñamos que sean siempre del primer grupo y que presten a Gijón el servicio de hacernos la vida más agradable. Hacer felices a los demás es una bienaventuranza y, si encima nos pagan por ello, mejor que mejor.

Sin caer en sermones y cuando llega la oportunidad les repito a los chavales que sean sencillos y asequibles, que recuerden que viven del pueblo, que, aunque sean unos fenómenos (que los son), no se lo crean. Que no se crean más que nadie, que sería soberbia; ni menos que nadie, que sería un pecado de falsa humildad y un atentado contra la autoestima.

De momento, estamos disfrutando en los partidos. Lástima que muchos ‘¿huy!’ no se redondeen con el gol, que es palabra tan guapa y tan redonda como el balón. Si hasta salimos contentos del campo aunque perdamos

Estamos seguros de que vendrán tiempos (y árbitros) mejores. Amén. ¿Hala Sporting!«

FERNANDO FUEYO/CAPELLÁN DEL REAL SPORTING DE GIJÓN

Poco tiempo después, el escrito del capellán sportinguista recibía contestación a través de la misma sección del diario El Comercio, concretamente el 19 de noviembre, en carta de Juan Manso García titulada El Sporting y la religión:

«En el artículo ‘Vestuario familiar’, publicado por este periódico con fecha 26 de octubre, su autor, Fernando Fueyo, que escribe en calidad de capellán del Real Sporting de Gijón, hace unas revelaciones sorprendentes. Concretamente dice, refiriéndose a los jugadores: «Cuando inmediatamente antes del inicio de los partidos rezamos el ‘Padrenuestro’ en el vestuario, entrelazando nuestros brazos en cadena, no le pedimos a Dios que meta goles (no es su especialidad), sino que sepamos desarrollar las cualidades que él nos dio y meterlos nosotros».

Se da la evidente circunstancia de que en España, desde hace treinta años, vivimos, afortunadamente, en una democracia y eso supone, entre otras cosas, que las ideas religiosas que uno tiene o deja de tener son un asunto privado y nadie está obligado a manifestarlas públicamente. Dado que el Sporting es un club que no tiene carácter religioso y que los jugadores que forman su plantilla son profesionales que ganan su vida jugando al fútbol, resultan improcedentes tales prácticas. ¿Qué haría un musulmán o un ateo, por poner un ejemplo, en esa plantilla? ¿Se uniría a sus compañeros en el rezo para no quedar marcado o se apartaría a un rincón del vestuario? Si hace esto último y no mete goles en el campo, ¿aparecerá ante los demás como abandonado de Dios?

Teniendo en cuenta, además, según las manifestaciones del señor Fueyo, que era práctica habitual que el equipo asistiera a misa durante las concentraciones en Mareo, misas calificadas como ‘prestosas’, participativas y que estrechan lazos fraternales, resulta más que evidente el problema que se le presenta al posible disidente.

Creo que no se deberían tomar en vano cosas tan serias como las ideas o sentimientos religiosos que uno pueda o no tener».

Juan Manso García

Lo cierto es que futbolistas de distintos credos llevan conviviendo desde hace muchos años en el fútbol español, si bien es cierto que la globalización imperante ha hecho que su número haya aumentado en la actualidad, sin que hayan aflorado, que se sepa, tensiones de índole espiritual (llamémosles así). Lo que sí han sido noticia son las cuestiones culturales asociadas a otros hechos religiosos que han afectado la práctica deportiva de futbolistas con creencias diversas, como el periodo del Ramadán en el caso de los musulmanes o el Yom Kippur judío, estados de ayuno y penitencia que han obligado a más de un jugador a perder jornadas de competición.

Más allá de esto, la mezcla de religiones en el vestuario sólo ha provocado alguna que otra situación curiosa. Por poner un ejemplo, en la visita a Covadonga realizada el año pasado por la plantilla sportinguista, el defensa francés Grégory Arnolin, que profesa la fe islámica, esperó a la entrada de la cueva en compañía del delegado sportinguista, Enrique Castro «Quini», mientras el resto de la plantilla celebraba la ofrenda a la Santina. Un hecho sin mayor trascendencia, pero que, en todo caso, demuestra que la cuestión religiosa es un tema lo suficientemente delicado como para tenerlo en consideración.

Sirva lo anteriormente expuesto para anticipar que, también hace ochenta y cinco años, cuando la directiva presidida por D. Ismael Figaredo Herrero decidió que el equipo gijonés honrase a la Virgen de Covadonga, nombrándola Patrona de la entidad, hubo notas discrepantes en los medios de comunicación. Veamos cómo se desarrollaron los acontecimientos:

En aquella temporada 1926-27, con el profesionalismo recién reglamentado, el Sporting había obtenido brillantemente el campeonato regional superando en la clasificación al Club Fortuna de Gijón y al Real Oviedo.

En la Copa el conjunto gijonés fue incluido en el grupo tercero, junto al Deportivo de la Coruña, Racing de Santander y Real Unión de Valladolid. Pese a las lesiones de hombres importantes como Herrera, Quirós o Cuesta, el equipo encabezó la clasificación tras obtener cinco victorias y ceder sólo un empate.

El emparejamiento en Cuartos de Final situó a los hombres entrenados por Manolo Meana frente al temible Real Unión de Irún. En la confrontación de ida, disputada en El Molinón, el Sporting remontó por dos veces el resultado para terminar imponiéndose por tres goles a dos entre el delirio del público. Una semana después, sin embargo, el equipo irundarra se tomaría cumplida revancha en Gal y no dio opción a los asturianos, venciendo por un claro 4-1.

Se hacía necesaria la disputa de un partido de desempate que habría de celebrarse en Santander.

Fue entonces, para preparar un choque de tanta trascendencia, cuando el club decidió concentrar al equipo en Covadonga, iniciando de esta manera una tradición en la institución rojiblanca a la hora de afrontar encuentros decisivos.

Reproducimos una fotografía tomada durante la concentración:

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En la imagen, con la basílica al fondo, figuran de izquierda a derecha: Moyano (masajista), Loredo, Pin, Menéndez, Bolado, Argüelles, Corsino, Domingo, Bango, Cuesta, Herrera, Prida, Morilla, Armando y el entrenador, Manolo Meana.

El 1 de mayo, en los Campos de Sport de El Sardinero, el equipo gijonés se adelantó en el marcador con gol de Ramón Herrera, quien se alineó pese a no estar recuperado en su totalidad. Sin embargo, a la media hora de juego Corsino, el capitán rojiblanco, habría de abandonar el terreno de juego lesionado de gravedad tras sufrir un fuerte golpe en la rodilla. El Sporting con diez jugadores luchó con gran coraje, pero no pudo evitar el triunfo de los guipuzcoanos, que sólo pudieron doblegar al conjunto asturiano en los quince minutos finales del partido.

Cabe señalar que el Real Unión de Irún terminaría alzándose con el título de Campeón de España esa temporada.

Pese a la eliminación copera, la campaña deportiva del conjunto gijonés había resultado plenamente satisfactoria. Los dirigentes rojiblancos quisieron agradecer a la Santina los buenos resultados obtenidos y decidieron poner al club bajo su protección, para lo cual se organizó un acto colectivo en la Santa Cueva el domingo 15 de mayo.

Días antes del evento, en las páginas del diario gijonés El Noroeste, que se autodefinía como democrático independiente, aparecía en las Notas Deportivas el siguiente artículo del conocido abogado, y socio del Sporting, Mariano Merediz:

Del momento

Por Gijón se corrió, que había sido dicha una misa, como ofrenda o rogativa, para que el Real Sporting ganase al Irún. ¡Quizá no sea cierto, pues el Sporting perdió!

Esa misa, si fue dicha, merece el respeto de todos, pues a ella fue -seguramente- ajeno el equipo Campeón de Asturias. Ese Oficio, pudo ser realizado -de ser cierto- por algún creyente que firmemente estuviese convencido de la influencia religiosa para el triunfo de su equipo favorito.

Ahora, por los Círculos, Cafés y corrillos, se habla de que el equipo Campeón de Asturias en el juego de fútbol, irá a Covadonga a ponerse -solamente- bajo la advocación de la Virgen.

Y a esto no tiene derecho ni el equipo, ni la directiva del Sporting, si lo tolera.

El equipo representa a la Sociedad, la cual deberá ser ajena a toda cuestión religiosa.

No debe llegarse al sofisma de que cada componente del equipo -individuo- puede sustentar y ejecutar cuantos actos religiosos y de fe quiera, por que si esto es cierto, no es menos cierto, que como agrupación -equipo- representa a su Club, y no pueden realizar actos que no sean autorizados por la Sociedad cuyos colores ostenta.

Años hace que en España los elementos ultra-clericales vienen realizando una campaña de captación, por la dejadez o incomprensión de los que se llaman liberales.

La cuestión religiosa -se decía- es tema cursi y ridículo. Nadie debe interesarse por lo que se llamó el problema religioso. Ese problema no existe en España. Así se hablaba entre los llamados liberarles españoles.

Entre tanto, en todos o casi todos los pueblos de España se entronizó el Sagrado Corazón de Jesús. En las academias, o en las poblaciones donde las academias existen, se instauraron las agrupaciones de los luises. Y ahora -por lo visto- la captación llega a los equipos de fútbol.

Quizá estas líneas hagan sonreír a quienes desdeñan los ideales de tolerancia y libertad; pero no deben servir de risa a los liberales gijoneses.

Meditemos todos los que anhelamos libertad, en el cambio radical que observó este pueblo querido en muy pocos años. Meditemos en las propagandas que vienen haciéndose.

Obsérvese que hoy el fútbol es lo que más apasiona y conmueve a la conciencia colectiva, que está muerta para otras actividades.

Los componentes del equipo del Sporting, individualmente, antes o después del partido, pueden hacer lo que mejor les parezca, pero colectivamente, como equipo, no pueden realizar acto alguno que no sea autorizado por la Directiva, la que será responsable ante la Junta general de los actos que el equipo realice.

En la lista de socios del Real Sporting existen muchos que censurarán el acto colectivo que pretenden realizar en Covadonga. Y hasta me atrevo a asegurar que entre los componentes del equipo existen algunos -por no decir todos- que van a Covadonga por no atreverse a formular una rotunda negativa.

¿De quién partió la idea?

Creo que interesa a la opinión gijonesa que la Directiva del Real Sporting diga algo sobre el particular.

Mariano Merediz

(Socio del Sporting)

Llegado el día en cuestión, gran parte de la plantilla sportinguista se trasladó a Covadonga para asistir al nombramiento de su Patrona, un acto que con la asistencia de diversas autoridades y personalidades relevantes tuvo un marcado carácter institucional.

D. Alejandro Roces, sochantre de la Basílica, ofició una misa en la Gruta. A continuación, el abad de Covadonga bendijo las medallas que doña Hortensia Quirós, esposa del presidente del club, Ismael Figaredo, regalaba a los futbolistas por la excepcional temporada realizada. Seguidamente, la madrina del equipo, Teresita Argüelles, hija del ex alcalde de Gijón, Donato Argüelles del Busto, hizo ofrenda a la Virgen de un artístico banderín de seda con el que los jugadores obsequiaban a la Santina. En una de sus caras, de color azul, llevaba bordada la insignia del club, y en la otra los colores rojiblancos. Debajo del emblema sportinguista podía leerse la siguiente dedicatoria:

«Los jugadores de este Club a su Patrona».

Terminada la ceremonia religiosa se celebró un banquete en el Hotel Pelayo. Al final del mismo, Domingo, capitán rojiblanco en ausencia del lesionado Corsino, hizo entrega a la madrina de un precioso ramo de flores entre los aplausos de los presentes. Después, realizó una breve alocución en la que expresaba el deseo de los futbolistas de luchar por ofrecer a la Patrona y a la madrina los triunfos que conquistasen. Con más discursos por parte de responsables del club concluyó la reunión.

Más tarde, tanto los jugadores como las personalidades presentes acudieron al domicilio del sochantre, donde se celebró una velada musical en la que el tenor José Riera interpretó bellas canciones acompañado al piano por la señorita Granados.

El acto tuvo repercusión en los distintos medios de comunicación escritos, excepción hecha del diario El Noroeste, que obvió cualquier referencia al mismo.

Abajo, se ofrece la portada del diario gijonés La Prensa, con una fotografía del evento, y la noticia en páginas interiores:

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Como corolario, apuntar que la visita a la Gruta para realizar una ofrenda a la patrona de Asturias no es un hecho exclusivo del conjunto rojiblanco. El Real Oviedo acostumbra a realizar un acto similar al comienzo de cada temporada.

Al fin y al cabo, en nuestro país, la identificación de los clubes deportivos más representativos con los símbolos religiosos de cada comunidad no deja de ser un hecho inherente a nuestra cultura e historia.




Los goles de César. La versión de los hechos en la prensa regional de los rivales del Barsa

El pasado 20 de marzo el diario La Vanguardia, en un artículo de Xavier Luque, daba a conocer el resultado de un estudio sobre los goles en partidos oficiales conseguidos por César, jugador que hasta ese momento ostentaba el récord anotador de la entidad azulgrana en encuentros de competición, en el que se reducía en tres dianas su cifra goleadora, fijándola en 232 tantos. Esto dejaba a Lionel Messi a un paso de superar el registro histórico del F.C. Barcelona, como así sucedió en el choque celebrado frente al Granada ese mismo día.

El estudio, avalado por el Centre de Documentació i Estudis del club azulgrana, se realizó tomando como base los libros de actas de partidos que conserva la entidad, confirmando los datos a través de la prensa regional catalana. En total se detectaron cuatro encuentros de Liga con errores en la asignación de goles en los que estaba involucrado el delantero leonés, además de una temporada en la que el recuento de los tantos anotados le había adjudicado uno de más.

 Sin duda el tema de la autoría de los goles es uno de los más apasionantes dentro de la historia y estadística del fútbol. Las discrepancias entre las fuentes, por múltiples motivos, hacen especialmente interesante esta faceta de la documentación deportiva. Y es indudable que las diferencias van a seguir existiendo. No importa el hecho de que, en la actualidad, los encuentros de fútbol sean analizados al detalle por los medios de comunicación; da igual la multitud de cámaras con que se graben los partidos, ni que los avances técnicos nos permitan una visión diáfana del más nimio acontecimiento sobre el césped. Es inútil. Ni las cámaras slow motion, ni la Televisión Digital Terrestre, ni la Alta Definición, ni siquiera la inminencia de las retransmisiones en 3D. La autoría de determinados goles va a seguir siendo un tema de debate donde no habrá acuerdo, unas veces debido a la dificultad para discernir lo sucedido (en ocasiones las imágenes no aclaran las dudas), otras en razón de la disparidad de criterios de los distintos medios (y a la variación de éste con el paso del tiempo), o simplemente por atribuciones cuando menos cuestionables por razones de conveniencia o favoritismos.

Por poner algunos ejemplos, el año pasado el diario Marca otorgó a Cristiano Ronaldo 41 goles en el trofeo Pichichi, adjudicándole la autoría de un disparo de falta, frente a la Real Sociedad, que rebotó en el cuerpo de su compañero Pepe, situado en la barrera, desviando la trayectoria del esférico en una parábola imposible para el meta Bravo. Este hecho dio lugar a controversia, puesto que suponía variar el criterio seguido hasta entonces de que el gol se anotaba al último atacante en tocar el balón. De hecho, el portugués se adjudicó la Bota de Oro europea esa misma temporada, galardón que conseguiría con 40 dianas al no conceder los organizadores el mencionado tanto a CR7.

Con posterioridad, Marca mantendría su nueva política y así, ya en la actual temporada, decidió otorgar a Mate Bilić la autoría del gol sportinguista en el choque de la undécima jornada de Liga, frente al Athletic, en un disparo del croata desde fuera del área que golpeó en la pierna de Barral antes de introducirse en la portería defendida por Iraizoz. Sin embargo, una jugada similar, en el Espanyol-Real Sociedad de la trigésimo segunda jornada tendría una consideración diferente a la hora de conceder el gol. El eslovaco Weiss lanzó un fuerte chut desde el interior del área que golpeó en Kalu Uche antes de llegar a las redes. En este caso el periódico sumó el tanto a la cuenta del nigeriano.

En el ámbito internacional, ni siquiera el torneo más prestigioso se libra de la polémica en este tema. En la Copa del Mundo los criterios del Comité Técnico de la FIFA son tan sorprendentes como difíciles de entender. En el reciente Mundial africano se concedió al holandés Sneijder la autoría de un gol frente a Brasil, producto de un centro desde la banda derecha que se fue cerrando sobre puerta hasta que Felipe Melo, en un amago de despeje,  terminó por introducirlo en su propia meta. Cuatro años antes, en Alemania,  acordaron conceder a Hernán Crespo un autogol del mexicano Borgetti al intentar impedir el remate del delantero argentino a la salida de un córner. Aunque, sin duda, y debido a la trascendencia del hecho, sería el tanto adjudicado a Ronaldo en el Costa Rica-Brasil del 2002 el que se lleva la palma. En aquella oportunidad fue el defensa Marín quien despejó el balón hacia el fondo de su propia portería, como así recogieron en sus crónicas todos los periódicos, radios y televisiones que seguían el evento. Esto no fue óbice para que la FIFA otorgara la autoría al brasileño que, de este modo, figura como máximo goleador en la historia de las Copas del Mundo con 15 dianas cuando, en puridad, jamás ha superado los catorce tantos del «bormbardero» alemán Gerd Müller, con quien comparte realmente la cima de la clasificación de anotadores. Es de resaltar el seguidismo y la escasa independencia de la mayoría de los medios de comunicación, que desde entonces no se han cansado de glorificar a Ronaldo como mayor goleador, en solitario, de la competición.

Si esto sucede en nuestros días, con la profusión de imágenes de televisión, cabe preguntarse qué no pasaría en el pasado. Por ello resulta difícil no cuestionar la fiabilidad de los datos históricos que se manejan en la actualidad a la hora de establecer los registros goleadores. Probablemente, la única forma de minimizar los errores sea la de tomar en consideración, primordialmente, los datos extraídos de las crónicas de los periódicos regionales. Los cronistas locales suelen ser los más fiables ya que eran quienes realmente podían identificar a los jugadores. Pero, hasta los años sesenta o setenta, no solían desplazarse con el equipo a los encuentros fuera de casa salvo en caso de partidos trascendentales o acontecimientos especiales. Y ahí viene el gran problema de las crónicas recibidas a través de agencias, con las consiguientes incorrecciones, inexactitudes,… etc.

 Tras conocer el estudio realizado por La Vanguardia, y como complemento al mismo, se procedió a investigar los partidos en los que se habían manifestado las discrepancias en los goles de César a través de la prensa regional de los equipos que contendían contra el Barcelona. Se pretendía con ello obtener una segunda versión de los hechos desde el punto de vista de los cronistas del conjunto rival. El resultado no ha podido ser más concluyente.

 – Sevilla 2 Barcelona 3  (30-12-1945)

La nueva recopilación demostraba que los tantos del conjunto blaugrana habían sido obtenidos por Escolá, César y Bravo. Hasta entonces el ceutí Bravo figuraba como autor de dos dianas en este encuentro. De esta forma, se sumaba un nuevo gol a la cuenta del delantero leonés.

 En la prensa hispalense se consultó el ABC de Sevilla, El Correo de Andalucía y Sevilla, con idéntico resultado: Escolá, César y Bravo fueron los goleadores.

 – Celta 2 Barcelona 2 (24-10-1948)

El recuento de La Vanguardia señalaba a Canal y César como autores de los tantos barcelonistas. En esta ocasión se restaba un tanto al leonés, a quien se tenía como bigoleador del partido.

 La revisión en la prensa viguesa ofreció las siguientes respuestas. 

El Pueblo Gallego (Vigo): Canal, César.

Hoja del Lunes (Vigo): Seguer, César.

El Faro de Vigo: Canal, César

 En esta ocasión nos encontramos con un problema añadido. En buena parte de las crónicas, sobre todo en las realizadas por agencias, se indicaba que había jugado Seguer en lugar de Canal como interior derecho barcelonista. Así se propagó por toda la geografía nacional. De hecho buena parte de la prensa catalana así lo consignó (Solidaridad Nacional y La Prensa a través de Alfil, El Noticiero Universal por medio de Mencheta y El Correo Catalán recogiendo la crónica de Logos.

En realidad se alineó Canal, que fue el autor del primer tanto azulgrana. En cualquier caso, a excepción de la agencia Mencheta que sí adjudicaba los dos tantos a César, en todos los casos se apuntaba al interior derecho visitante como primer goleador del choque.

 – Barcelona 4 Málaga 0 (13-11-1949)

Según el estudio de La Vanguardia el tanto que se descuenta a César es producto de una falta lanzada por éste que golpea en la barrera y luego en Areitio, que es a quien se anota el gol.

 El resultado de la consulta en la prensa malacitana fue el siguiente:

La Tarde (Málaga): El gol se lo adjudican al defensa Beneyto en propia puerta, al intentar despejar un balón chutado por César. El resto de goles se los apuntan a Navarro, Jiménez y Seguer.

Sur (Málaga): Beneyto en propia puerta al desviar la falta lanzada por César. El resto: Navarro, Jiménez y Seguer

 – Zaragoza 1 Barcelona 5 (26-10-1952)

La investigación dejaba a César como autor de 3 goles y otorgaba a Aldecoa otro que en un principio se había atribuido al leonés.

 No hubo dudas en los periódicos maños a este respecto:

 Heraldo de Aragón (Zaragoza): César (3), Basora y Aldecoa (en un balón bombeado desde lejos que incomprensiblemente dejó pasar el meta Pita).

Amanecer (Zaragoza): César (3), Basora y Aldecoa (en un disparo lejano).

El Noticiero (Zaragoza): César (3), Basora y Aldecoa (que esquiva a un par de contrarios y, casi desde el centro del campo, lanza un gran tiro que entra en la red zaragocista por un ángulo superior).

 Así pues, la revisión efectuada ratifica los resultados del estudio llevado a cabo por La Vanguardia, al menos en lo que a los goles de César se refiere. La autoría del tanto frente al Málaga, del barcelonista Areitio o del defensa Beneyto en propia puerta, según las fuentes, queda en el aire.

 

 




El confitero de Salinas (crónica del Athletic Madrid-Sporting de 1932)

El 3 de enero de 1932 Sporting y Athletic de Madrid se enfrentaban en Chamartín, en la quinta jornada liguera de Segunda División. Ambos equipos se encontraban empatados a 4 puntos, en la cuarta y sexta posición respectivamente, en una clasificación que encabezada holgadamente el Oviedo. El partido entre ambos contendientes fue vibrante. Rienzi, el afamado periodista madrileño, realizó una deliciosa crónica para el diario gijonés El Noroeste. En la misma cobraría protagonismo un inesperado personaje que acabaría por restar importancia al propio desarrollo del choque. A continuación reproducimos el artículo en su totalidad:

«EL CONFITERO DE SALINAS«

«Al linde mismo de La Cibeles recogemos el último. ¡Al fútbol! ¡Al fútbol! ¡Que falta el último! Y el último subió, se sentó a mi lado. Era un hombre joven, cetrino de color, de faz afilada.

Al primer bache cayó sobre mí, y me pidió excusas.

-De nada, es que estos camiones parecen tener las ruedas cuadradas… y un tropezón…

Me atajó.-Cualquiera da en la vida.

Sonreímos los dos, y Recoletos arriba íbamos con un temblor como los movimientos de una cosa desvencijada cuando, al pasar Colón, desde dentro de un coche me gritó Gregorio Cotoruelo:

-Adiós Rienzi.

El «último» se volvió lentamente hacia mí, me miró fijo y soltó:

-¿Usted es Rienzi, el cronista deportivo?

-Para servirle.

-¡Quién fuera cronista deportivo!

-¿Para qué?

-Para que mañana supiera toda España cómo van a jugar estos rapaces.

-¿Qué rapaces?

-Los de Gijón. Si en Gijón tuviéramos la prensa que en Madrid.

-En Gijón hay una excelente prensa. ¿Y usted qué es?

-Yo asturiano.

-No, preguntaba a usted por su profesión, si no es ser indiscreto.

-¡Qué va! Yo soy confitero, y estoy de repostero en el Palace. Me llamo Luis Menéndez, para servirle. Y de Asturias.

-Entonces, a ver jugar a sus paisanos, ¿eh?

-Como un clavo. Y es una ruina, porque he dado ocho pesetas a un sustituto en el Hotel, y ahora el durazo de la entrada. Como no queden bien…

Fue entonces como una centella; el pensamiento se me hizo palabra. «Tomi», mi compañero de camaradería en «Informaciones», no podía ir al partido. Yo llevaba en el bolsillo los dos abonos del periódico. Y le ofrecí:

-Yo tengo una entrada para usted.

La aceptó gustoso, y ya en conversación llana y amistosa, simpatizamos sobre el macadán de la carretera de Chamartín.

Yo guardo un grato recuerdo de Asturias porque en ninguna otra región me he sentido más dentro de España, ni mejor templado en la cordialidad de las gentes. Puedo decir que en Asturias se quedó algo mío: un afecto indefinible, una emoción honda; algo, algo que se mete en el corazón; un algo que es eso: el paisaje, el cielo, el río, el agua. Asturias. Y dije:

-La calle Corrida.¡Qué simpática! La cervecería Setién ¡Qué gran camaradería! El Restaurant Mercedes ¡Qué gran pote! Recuerdo a su dueño, un señor grueso, todo simpatía.

Luis Menéndez iba como colgado de cuanto salía de mis labios. Me miraba fijamente y se acercó más a mí:

-Seis años hace que no me he visto en ella. ¿Verdad que es hermosa Asturias?

-Le temblaba la voz, le brillaba una luz extraña en los ojos. Hizo una pausa y prosiguió:

-Yo soy de Salinas. Todos mis familiares son mineros en Arnao, a mí me dio por los dulces. De chico serví en el Hotel Esperanza de Salinas. Luego, la vida ¿sabe?, el querer ser más. Lo dejé todo y me vine a Madrid. Pero Gijón… Madrid es más grande; pero Gijón…¿Se fijó usted en sus chavalas? ¿Y Covadonga? La Virgen. Aquí la llevo. Se desbrochó un botón de la pechera y me mostró una medalla.

-He estado en Covadonga. La conozco.

-No hay Virgen más guapa en todo el mundo.

Llegamos a Chamartín Menéndez y yo. Nos metimos en aquel río de gente y soportamos el flujo y reflujo de la entrada. Siempre que tomábamos de nuevo contacto en mis oídos sonaba la evocación caliente:

-Meana. Manolín Meana. No ha habido otro. El Molinón. Ya quisieran tenerlo aquí. Arena como la de Santa María del Mar no la hay en el globo.

Y, al fin, salvamos la barra. El confitero de Salinas, a mi lado, parecía ir dejando algo de Asturias en el camino.

UN FOCO DE INQUIETUD

Un codazo me hizo saltar el lápiz del papel. Menéndez se levantó rápidamente, diciendo:

-Esos.

Era que saltaba al campo la muchachada del Sporting.

-¡Eh, Tronchu, Adolfo! Ese es Pena. Los conozco a todos. Ese tan guapín es Herrera. ¡Eh Herrera!  Los conozco a todos.

Agitaba las manos, pero los muchachos pasaban indiferentes a su lado picando la tierra con la punta de los borceguíes, como bisoños, rumbo al campo.

En la delantera, junto a nosotros, una bella mujer era el blanco de todas las miradas: fina, alta, el «troteure» le caía sobre una banda como el casco de acero a la Herminia del Tasso.

A sus delantes, apoyada en la barandilla, una linda  caja de dulces abría su tapa como en ofrecimiento.

Ninguno conocíamos, de entre los abonados, a aquella mujer. Menéndez observó:

-Esa clase de mujeres no van al fútbol más que cuando jugamos nosotros.

Había comenzado la pelea, y los astures, lanzados a un asalto frenético, pisaban insistentemente los terrenos del Athletic. Tronchín, con sus piernas combas, abría el juego a las alas sin perder contacto con su ataque. Los cinco tiradores evolucionaban rapidísimos, acudiendo veloces al remate. Nani escapó en torbellino, saltando sobre el zaguero enemigo, con decisión firme de no retroceder.

Menéndez, a mi lado, se revolvía prodigando codazos. Cada avance, cada despeje, era un blanco sobre mi vacío derecho.

-Serénese usted- tuve que decirle.

Me contestó algo bruscamente:

-Es que no puedo. ¿Usted ha visto a Nani? Se juega el turrón por menos de un pitillo.

Herrera, con su flema británica, se despereza ante un balón claro que pudo ir al marco. Menéndez se yergue para gritarle:

-Malón; o te despiertas tú o te despierto yo.

Y le amenazaba con los puños.

Hube de advertirle:

-Oiga, le agradeceré que se contenga; está usted en un asiento destinado a la prensa.

Me contestó secamente:

-Bueno.

En un avance articulado, Pin entró decidido y clavó el pie en el suelo. Se revolcó entre mil angustias, y en brazos, lo retiraron al vestuario.

Menéndez, engallado, vocifera:

-Así, así juegan los valientes. Ahora, ir vosotros por uno de ellos.

Le temblaba la voz, y hasta le acarició con la mirada la señorita del troteure, a quien la palidez que la cubría la embellecía el óvalo perfecto. Era la esfinge ante una caja de dulces.

El Athletic se esforzaba por romper el cerco y su guerrilla pretendía realizar incursiones al terreno asturiano; sobre todo Buiría, con su dribling fácil sobre el verde. Rey empujaba tenaz a sus hombres sobre el marco de Sión, cuando Menéndez escupió rabioso:

-Toma y vuelve por otra, pequeñaco.

Era por Pena, que se había cruzado al avance athlético y con una furia magnífica cortaba el peligro, dejando tendido sobre la hierba a Buiría.

El Sporting jugaba sólo con diez hombres y parecía que se habían multiplicado por dos. tanto ardor y audacia joven ponían en la batalla. Sólo Herrera parecía dudar; y a sus entregas impecables le faltaba ese algo tenaz, bravucón, que embellece todo esfuerzo athlético.

Menéndez repetía entusiasmado:

-Diez, sólo diez, y nos sobran cinco.

Tenía mi vacío deshecho y cribado por el feroz impulso de su codo.

El Athletic escapó, salvando a Tronchín y sus alas en un abrir y cerrar de ojos; los cinco delanteros cayeron sobre el marco de Sión, y mil pies se vieron enredados, y Buiría aprovechando un claro clavó el cuero en la malla asturiana. Era el primer goal de la tarde.

Menéndez se apretó contra mí, como un vencido. Respira entrecortado y respeto su silencio. Aquel silencio hace gritar su dolor. También la esfinge de rara palidez callaba.

Reacciona el Sporting, como si a sus diez hombres les espolearan. Su línea media actúa como una segunda línea de asalto. Nani y Adolfo son como dos saetas sobre la línea de toque.

El Athletic vuelve a recuperarse. Pena, el enorme defensa asturiano embravecido, se crece  y rompe siempre el acoso desordenado. Junto a mí creía percibir el latir presuroso del pulso de un hombre.

Cuesta corre su línea, centra corto y Pirulo solo mete el pie para disparar un tiro que era el segundo tanto del Athletic.

Menéndez se dejó caer como un peso muerto sobre su asiento, y también sufrí yo por el que sufría.

La tenacidad asturiana volvió; su ala izquierda restallaba como una caña, por el esfuerzo personal y entusiasta de Nani. Sobre la casilla athlética rozaban los tiros desgraciados, hasta que al fin…

Fue una bella jugada, una de las más bellas que recordamos. Tronchín abrió el juego a Adolfo, y éste se lanzó al sprint, burló al medio enemigo, iba como un cohete de luces contra el marco contrario. El balón obediente al temple maravilloso del empeine. El defensa se le cruzó, Adolfo le adelantó el balón por la derecha, y avanzó por el flanco opuesto hasta alcanzar de nuevo el cuero, y sobre la marcha emprendida, sesgado al goal, metió el pie derecho y el disparo espléndido se incrustó en la red.

Menéndez saltó sobre su asiento y llenó todo el campo con sus vociferaciones:

-Guapo, eres un guapo asturiano. A ver quien saca otro goal igual de la cabeza.

La esfinge de tez pálida sonríe levemente.

Al comenzar el segundo tiempo con un 2-1 a favor del Athletic, y ver al Sporting con sus diez hombres, llegamos a dudar del triunfo asturiano. Sólo los que bien o mal hemos practicado el fútbol, sabemos la energía necesaria para cubrir el hueco de un hombre en un juego en el que el acoplamiento de once contra once es el equilibrio racional de la lucha; pero no, el Sporting salía fresco, remocicado y en aquel segundo tiempo el dominio y hasta la calidad manifiesta correspondió por entero a los astures. Los tres hombres inagotables de su línea media fueron los que obraron el milagro de alcanzar un legítimo empate, ya que no, un triunfo justo.

Pocas veces con la sensación de peligro para señalar una posibilidad pasaron los athléticos, y estas veces, el vigor y la decisión de Pena y Tronchín fueron el muro en que se estrelló el esfuerzo descohesionado de los cinco adelantes locales.

DERROTA DE LOS DULCES

En un avance precioso Nani pidió un balón, que le fue dado adelantado. El zaguero local falló el despeje, y Nani, querencioso, embaló con el cuero por delante y bien colocado empeinó un tiro cruzado que era, sobre la tablilla, el segundo tanto para los suyos.

Menéndez gritó de tal manera que luego dijo: -Perdóneme; es que yo soy de Salinas.

Y a la tristeza alegre y emocionada sucedió el trance delator en la derrota de los dulces.

Al marcar Nani el tanto de empate, de una garganta de mujer había salido un grito agudo de triunfo:

¡¡UN GOAL!!

Era la esfinge pálida, que al levantarse sobre la cumbre gloriosa de su busto, había derribado la caja de los dulces, inundando el margen terroso del campo.

HASTA NUNCA

Terminado el partido, Menéndez me dijo:

-Vamos a ver a Pin.

Y me llevó a rastras. Juanín, el ordenanza de Chamartín, guardaba la puerta del vestuario. Menéndez se fue hacia él:

-Abra.

-No puede pasar nadie.

-Yo si puedo pasar. Hay un jugador asturiano herido.

-No se pasa.

-Yo, paso.

A Menéndez le ahogaba la voz como si tuviera la boca llena de tierra.

-¿Pues quién es usted?

-Yo; el hermano de Pin.

Y pasó. No había mentido. Sobre todas las creencias de mi corazón está la de aquel hombre bueno que fue mi amigo de una tarde. Era, en efecto, el hermano de Pin, el alma fraternal de todos los asturianos que consideran un deber alentarse en los trances amargos.

Desde la misma puerta, Luis Menéndez me dio el adiós de su mano.

Confitero de Salinas, buen astur. Dios te acompañe, y como quizás jamás nos encontremos. ¡Confitero de Salinas… Hasta nunca!».

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Conviene apuntar que el conjunto madrileño se había visto en la obligación de presentar un equipo en el que se alineaban numerosos reservas, habida cuenta de las lesiones que afectaban a varios titulares. Indicar, así mismo, la casi unanimidad de las crónicas sobre la mala actuación del colegiado.

Como colofón, consignemos la ficha del encuentro (obsérvese el nombre oficial del club gijonés durante el período republicano).

ATHLETIC CLUB DE MADRID 2 SPORTING CLUB 2

(Chamartín. 3-1-1932)       Árbitro: Sr. Polidura (Colegio Cántabro)

– Bermúdez (Isidro, 71′); Corral, Pepín; Antoñito, Rey, Arteaga; Cuestita, Guijarro, Arteche, Buiría, Del Coso;   Ent: Rudolf Jeny (Hun.).

– Sión; Quirós, Pena; Moro, Tronchu, Luisín; Adolfo, Avilesu, Herrera, Pin, Nani;    Ent: Manolo Meana.

GOLES 1-0 Buiría, de punterazo desde dentro del área aprovechando un formidable barullo ante el portal sportinguista (19′)  2-0 Guijarro, al rematar un centro de Cuestita desde la banda derecha (38′)  2-1 Adolfo, de magnífico disparo cruzado desde el interior del área tras sortear primero a Arteaga y después a Pepín, culminando una espléndida internada por la banda (45′)  2-2 Nani, aprovechando un balón suelto en el área tras centro de Adolfo desde la derecha (68′)

DESTACADOS Pepín, Rey, Buiría (Athletic) / Tronchu, Adolfo, Avilesu, Nani (Sporting).

ENTRADA Buena entrada.

INCIDENCIAS El conjunto local vistió de azul, luciendo los visitantes su acostumbrada equipación rojiblanca. A los seis minutos Pin hubo de retirarse del terreno de juego lesionado de gravedad. Estaría de baja más de dos meses. En la primera mitad Ramón Herrera estrelló un disparo en el travesaño. En la segunda parte se lesionaría el guardameta colchonero tras un encontronazo con Nani. Su sustituto, Isidro, también resultaría lastimado de consideración a dos minutos del final, en una jugada en la que intervino de nuevo el extremo izquierda asturiano, que igualmente salió malparado del trance. Pese a ello, ambos jugadores aguantaron sobre el césped hasta el final del partido.

confiterodesalinas




En busca de CIHEFE

En mi caso, debo reconocer que no comencé a interesarme por la historia del fútbol hasta la adolescencia. Mi pasión era jugar y, al igual que el resto de críos de la época, disfrutaba en los recreos y, ya tras las clases, en el patio del colegio dando patadas al balón. Después, ya en plan más formal, integrando los equipos de futbito del Elisburu, antes de pasar a jugar en campo, en categoría infantil. Como el resto de colegiales, intercambiaba los cromos de los jugadores de la época (aunque reconozco también que nunca llegué a completar ninguna colección), y más allá de ver los encuentros por televisión y escuchar los «carruseles» por la radio aquellas tardes de domingo, sólo las hojas deportivas que se repartían por los bares con los resultados y clasificaciones me acercaban a lo que, posteriormente, se convertiría en una feliz obsesión.

Posiblemente fue a raíz del Mundial ’82 cuando empecé a recopilar artículos relacionados con la historia futbolera, pues el esperado evento trajo consigo la publicación de fichas, reportajes, y lo que hoy llamaríamos merchandising. Aún conservo el calendario del torneo, de aquel estrepitoso fracaso de nuestra Selección, el tongo en El Molinón, el maravilloso fútbol brasileño y el inopinado triunfo italiano.

Seguí jugando unos años más, ya en categoría juvenil con La Clotas hasta que, cumplidos los dieciséis, colgué las botas para dedicarme a los estudios. Curiosamente, una de las primeras publicaciones que coleccioné fue la revista Goleada, editada por el Club Vanguardia, que contenía las fichas y crónicas de los partidos de categoría infantil y juvenil en Gijón. Un lujazo para la época. Recordando aquellos tiempos puedo decir que jugué frente a algunos de los futbolistas asturianos que harían historia en la década siguiente. Así en el Elisburu infantil compartí vestuario un par de temporadas con Marcelino, futuro defensa central internacional con el Mallorca, por entonces baluarte en nuestro centro del campo hasta que el Sporting se lo llevó a Mareo. Ya después nos enfrentaríamos como rivales, como también lo hice con Luis Enrique (éste ya desde los tiempos de pista, cuando jugaba en el Xeitosa; ¡qué bien movían el balón!), Manjarín o Abelardo.

En fin, lo del fútbol como artista no pudo ser, así que supongo que la forma más natural que encontré de continuar vinculado con el deporte fue el seguimiento del mismo. Y no sólo el del fútbol. Mi hermano y yo consumíamos con devoción casi todos los acontecimientos que retransmitía la única televisión del momento: las reuniones atléticas, el baloncesto, el ciclismo, el balonmano, la natación…, y, cuando llegaban los JJOO, aquello era el acabose… Empezamos a crear nuestros propios archivos de competiciones, records del mundo, europeos, de España… No había tiempo para otra cosa en esos interminables veranos, felizmente sin otras preocupaciones.

No obstante para mí el fútbol era lo primero y, conforme fueron pasando los años, terminé dejando un poco de lado el resto de deportes para profundizar en la apasionante historia del balompié. Empecé a visitar asiduamente las bibliotecas para devorar los libros y enciclopedias que albergaban y fotocopiar los artículos y datos más interesantes, descubrí el superdinámico a través de unos tomitos que mi padre tenía guardados por casa y empecé a crear mi propia, y aún modesta, biblioteca. Así mismo, empecé a sacarle provecho al vídeo, pues cualquier reportaje histórico, programa que pudiera proporcionar imágenes antiguas o resúmenes de partidos de épocas pasadas, terminaba formando parte de mi videoteca.

Una investigación para determinar el número goles y encuentros jugados por Quini, el goleador sportinguista, me llevó a visitar la hemeroteca de la Cámara de Comercio de Gijón. Y allí, en aquel lugar absolutamente mágico, con decoración de película decimonónica, entre la penumbra, rodeado de los enormes anaqueles y estanterías abarrotados de tomos, fue donde se terminó de conformar mi espíritu investigador. Concluido el trabajo, decidí presentarlo a la redacción de deportes del diario El Comercio, donde fue recibido con agrado y no sólo me animaron a completarlo con una entrevista al jugador, sino que me permitieron ir a la sede del periódico para cotejar algunos datos consultando la edición en microfilm (afortunadamente no quemé el edificio ¿eh, Carlos?) y revisar el maquetado final. Ese sería mi primer acercamiento al periodismo y, por descontado, mi primera publicación.

La investigación sobre la historia del Sporting tenía que ser, lógicamente, el siguiente paso. Me interesaba fundamentalmente el apartado estadístico, ya que no venía recogido en ningún libro anterior. Quería saber no solo los hechos, sino los datos, las cifras de los Villaverde, Meana, Herrera…etc. Así que, durante los años siguientes, compatibilicé los estudios universitarios con la investigación. La Biblioteca Jovellanos de Gijón y la Pérez de Ayala de Oviedo fueron, junto a la Cámara de Comercio y, sobre todo, el archivo municipal de Gijón, en la Torre del Reloj, los centros de la misma. Estoy muy agradecido por el trato recibido en todos ellos, pero me gustaría resaltar al personal del archivo por su amabilidad ante lo que se les vino encima, porque creo que les hice sacar las colecciones completas de El Comercio y Voluntad. Tomo tras tomo. Desde aquí mi saludo a Moncho, Alicia, Eduardo y Vicente.

Durante estos años llegó a mis manos un libro que rompería todos mis esquemas y me obligaría a intentar ser más preciso en la labor investigadora. Me refiero a Las grandes mentiras del fútbol español. Escrito con una contundencia desacostumbrada en los libros de fútbol y cierta mala leche, todo hay que decirlo, la profusión de datos que Bernardo de Salazar y Félix Martialay vertían en cada capítulo para sustentar cada denuncia o rebatir cada falsedad o información sesgada resultaba demoledora. Descubrí entonces que existía un centro de investigación sobre el fútbol español. Ni que decir tiene que, desde ese momento, seguí la trayectoria de ambos historiadores, que además resultó muy prolífica en los siguientes años. Comprobé que sus nombres ya aparecían en obras anteriores que tenía en mi poder, pues si Bernardo había colaborado en una historia sobre el Real Madrid editada por ABC en los ochenta, Félix era el director del documental sobre la Historia de la Copa del Generalísimo que tenía en mi videoteca. A través de sus libros supe algo más acerca de CIHEFE y de algo llamado Cuadernos de Fútbol. Parecía interesante. Pero ¿qué era eso? ¿Lo editaba la Federación? ¿Se compraba en algún sitio? ¿Había que suscribirse?

Hube de hacer un alto en mis labores de investigación mientras pasaba una temporada en Londres. Allí me encontré con otro mundo en lo que se refiere a la historiografía futbolística. Las bibliotecas estaban plagadas de libros y enciclopedias y, lo que era aún más asombroso, existían vídeos y DVD’s con las historias completas de los principales equipos (casi tres horas de imágenes, algo inaudito en España). Además, tras cada temporada (sobre todo si resultaba exitosa), los clubes sacaban vídeos con el resumen de la misma. Y por supuesto, visité Sportspages, entonces en Charing Cross Road, una pequeña tienda deportiva, verdadero centro neurálgico de la parafernalia futbolística en las islas, donde, literalmente, me puse las botas con libros y partidos antiguos.

Mientras me encontraba en la capital inglesa conocí a través de las páginas de As, donde ya trabajaba Bernardo de Salazar, la formidable tarea de Vicente Martínez Calatrava. La historia más completa jamás publicada del fútbol español. Una obra ciclópea que se convertiría a partir de entonces en una fuente de información y consulta permanente. Y a través de cada volumen, nuevamente CIHEFE, y más nombres de historiadores que iba anotando mentalmente.

Tras regresar a la península, continué con mis pesquisas y tuve la fortuna de que Editorial Nobel se interesara en la obra e iniciara contactos con el Sporting para convertirla en el Libro del Centenario del Club, como a la postre sucedería. Este hecho me permitió tratar con notables periodistas asturianos, del pasado y del presente, que gentilmente aceptaron colaborar en el mismo y, gracias al interés del diario As, contactar con uno de mis ídolos, Bernardo de Salazar, con quien intercambié abundante correspondencia, cotejando información, datos, dudas …

Publicado el libro y tras colaborar en la edición para Asturias de As durante el centenario, me trasladé a Madrid como una más de las leyendas urbanas del Principado (Areces dixit). Aquí conocí personalmente a Bernardo. Lamentablemente, mucho mejor ratón de biblioteca que relaciones públicas, no llegaría a encontrarme con Félix. Mi único contacto, cuando todavía me encontraba en Gijón, fue el de hacerle llegar el libro del Sporting por correo, por el que se había interesado, para que lo recogiera de mi parte en librerías Esteban Sanz, ya que había ciertos problemillas de distribución fuera de Asturias. Un triste consuelo.

Lo demás es presente. Algunos proyectos frustrados, otros en mente, y la continua recopilación de datos y estadísticas. Y, de pronto, la página web de CIHEFE. Y los Cuadernos de Fútbol. Ahí estaban muchos de los nombres que había leído en aquellos libros. Contactar era el siguiente paso, ¿por qué no? Así lo hice y han terminado por aceptarme como uno más. Ya puedo poner caras a lo que antes sólo eran letras sobre el papel.

En este número descubriréis la apasionante historia de CIHEFE. Y nombres, muchos más nombres que han puesto su granito de arena para que este proyecto saliera adelante. Si a ti también te apasiona la historia del fútbol te animo a que des el paso. ¡Ahora es fácil! Está a un clic de ratón.




De manzanas y peras: sobre la clasificación histórica liguera

Entre las numerosas medidas puestas en práctica durante los años 90 por los organismos futbolísticos para dotar al juego de una mayor viveza y, sobre todo, hacerlo más ofensivo y espectacular, intentando desterrar el fútbol especulativo, las precauciones excesivas, el centrocuentismo sin objeto, la ausencia de goles, en suma, que estaba lastrando el desarrollo de las competiciones internacionales, se encontraba la de otorgar tres puntos por victoria, en lugar de los dos habituales. De esta forma, el empate pasaba a tener un valor muy relativo, significando mucho más la pérdida de dos puntos que la ganancia de uno.

Los primeros en introducir esta variante en su competición doméstica habían sido, cómo no, los ingleses, nada menos que en la temporada 1981-82. Este cambio apenas tendría eco fuera de las islas (sólo un puñado de países, y ninguno de primer nivel, seguiría sus pasos) hasta que la FIFA acordó instaurar dicha medida en la Copa del Mundo de 1994.

En España se adoptó el nuevo sistema de puntuación en la campaña 1995-96 (la del doblete del Atlético de Madrid), y el principal efecto clasificatorio fue el «estiramiento» de la tabla, haciendo más patente las distancias entre los equipos. Algo que se ha ido manteniendo hasta hace escasas temporadas, cuando se ha producido una notable novedad, el «apelmazamiento» de la segunda mitad de la clasificación, con un numeroso grupo de conjuntos separados por diferencias mínimas, al tiempo que los dos clubes más poderosos de la nación, Madrid y Barcelona, obtienen una ventaja sideral sobre el resto de contendientes, incluido el tercer clasificado. Resultado todo ello del potencial económico, claro está, que se iguala por abajo y se dispara por arriba.

El hecho es que, desde la entrada en vigor de esta disposición, y con la intención de llevar la totalidad de puntos federativos ganados por cada equipo a la clasificación global, los medios de comunicación deportivos vienen publicando la tabla histórica liguera con la inclusión de las victorias de tres puntos obtenidas desde 1994 en adelante, sin considerar que este hecho mediatiza y desvirtúa el resultado final de la misma. Y cada vez lo hará más con el paso del tiempo.

Veamos por ejemplo las cinco primeras posiciones de la tabla así constituida.

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 Considerando que una clasificación no es más que una comparativa, para poder cotejar con un mínimo de coherencia unos hechos (en este caso el comportamiento de cada equipo con respecto a sus rivales en la historia de la competición) es obligado hacerlo sobre valores absolutos, nunca relativos. En este caso, los elementos que determinan el resultado final clasificatorio son las victorias y empates obtenidos por cada conjunto a lo largo del tiempo. Es lo único que indica la superioridad o inferioridad de un equipo frente a sus contrincantes. Y, lógicamente, para poder hacerlo, tanto el valor de la victoria como el del empate ha de mantenerse invariable.

Dicho de otro modo, en la clasificación histórica de nuestra Liga una victoria, pongamos por caso, del Barcelona sobre el Athletic durante los años 30 no puede valer menos que otra victoria del cuadro catalán sobre el vizcaíno en la primera década del siglo XXI. Han de tener la misma consideración.

 Observemos las cinco primeras posiciones de la tabla, esta vez otorgando a la victoria un mismo valor, pongamos tres puntos, que es el sistema al que estamos acostumbrados a día de hoy:

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 Comprobamos que la situación varía, y mucho, en el caso de los puestos 3º al 5º. Es una clasificación basada en hechos inmutables, victorias y empates, que nos ofrece la única forma de valorar realmente la posición histórica de cada equipo en función de sus méritos. Y es que, aunque resulte de perogrullo, quien acumula más triunfos e igualadas en su historial ha de estar necesariamente por encima de quien tiene menos.

 Como ejemplo de lo anteriormente expuesto mostramos la clasificación general del máximo acontecimiento futbolístico. El ranking global de la Copa del Mundo lo mantiene la FIFA sobre la base de 3 puntos por victoria. En sus seis primeras posiciones es el siguiente:

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El vínculo para ver la clasificación completa en la página web es:

http://es.fifa.com/worldfootball/statisticsandrecords/tournaments/worldcup/alltimerankings.html

 Hay otras consideraciones a tener en cuenta a este respecto. Y es que nada impide que en un futuro se vuelva a cambiar el sistema de puntuación. Si cada vez que eso sucediera llevásemos las modificaciones a la tabla histórica llegaría un momento en que ésta dejaría de tener sentido. Por eso, cualquier hipotético cambio sólo debería afectar a las clasificaciones particulares, en ningún caso a la clasificación general.

Además, tal y como nos enseñaron en la escuela, no se pueden mezclar peras y manzanas. Las peras con las peras y las manzanas con las manzanas. O se hacen dos clasificaciones históricas distintas, una sobre la base de dos puntos por victoria hasta el 94 y otra desde entonces con el sistema actual, o se conserva el valor absoluto del triunfo en una única tabla. Todo lo demás supone una distorsión, aunque sea bienintencionada, de la realidad histórica. 




Apogeo y caída de una tribuna (II)

Por fin en la campaña 1928-29 se logró el quórum necesario para la formación de un Campeonato de Liga en las distintas categorías. Integrarían la 1ª División los nueve conjuntos campeones y subcampeones de Copa más un décimo equipo, vencedor de una serie de eliminatorias a partido único entre diez aspirantes elegidos por su historial deportivo. La creación de los torneos ligueros obligaba a disminuir el número de participantes en los campeonatos regionales, que debieron ser reestructurados. El Sporting inició la temporada con un equipo renovado donde destacaba un joven y prometedor ariete en el que se tenían depositadas muchas esperanzas, Guillermo Campanal. El empuje de los jóvenes valores no sería suficiente ante solidez del Real Oviedo, que volvió a hacerse con el cetro provincial.

Pese al tropiezo deportivo, la situación económica de la entidad era mucho más preocupante, embargada judicialmente ante la imposibilidad de hacer frente a las deudas contraídas por la remodelación del campo de juego. Ante el serio riesgo de desaparición el presidente sportinguista solicitó la ayuda del Ayuntamiento. Roberto G. de Agustina propuso la venta del estadio de El Molinón al consistorio por 400.000 pesetas, solicitándolo en arriendo por una cantidad que no superase el 5% del capital indicado. Tras pasar por la comisión de Hacienda, la propuesta se debatió en la sesión municipal del 23 de noviembre. A la misma acudió el Gobernador Civil, quien hizo ver a los presentes la necesidad de ayudar al Sporting tras la «obra gigantesca» realizada, en la que todo Gijón se había unido dando ejemplo al resto de España. El pleno rechazó por unanimidad la compra de El Molinón, pero en última instancia, y por iniciativa del gobernador, decidió conceder al club un préstamo de 125.000 pesetas, reintegrables en diez anualidades, sin intereses. El acuerdo se tomó por 36 votos a favor y sólo tres en contra, entre ellos el del alcalde D. Emilio Tuya.

Era la primera vez que el Ayuntamiento intervenía de manera decisiva en favor del Sporting. Ambas instituciones estaban destinadas a encontrarse una y otra vez con el paso de los años.

El 4 de diciembre la directiva rojiblanca hacía pública una nota a favor de Ismael Figaredo. El ex presidente era uno de los mayores acreedores de la entidad. Había prestado dinero a la misma en diversas ocasiones, entre ellas la compra de El Molinón, préstamos que habían sido asegurados en forma de hipotecas sobre los bienes del club. Pese a ello, el Sr. Figaredo no había querido percibir un solo céntimo del dinero adelantado por el Ayuntamiento para solventar la crisis que ahogaba al conjunto rojiblanco. Además, había condonado los intereses de aquellos préstamos, que ascendían a 20.000 pesetas, y rebajado la hipoteca de 90.000 a 75.000 pesetas, aminorando considerablemente las cargas de la Sociedad.

Gracias a este generoso gesto, y al apoyo del Ayuntamiento gijonés, el Sporting había conseguido concertar un acuerdo con todos los acreedores de la construcción de la tribuna cubierta del estadio. Éste consistía en el pago del 65% del importe de las facturas pendientes, destinando íntegramente a este fin la cantidad recibida del consistorio. El 35% restante lo percibirían en forma de obligaciones hipotecarias.

En la Junta General Extraordinaria celebrada el 17 de diciembre se aprobó dicha fórmula económica como solución al problema. También se acordó establecer un impuesto de 25 céntimos sobre el precio de las entradas como ayuda para la devolución del dinero prestado por el consistorio. Asimismo, se nombraba Presidente de Honor al ya ex gobernador civil de la provincia, D. José María Caballero y Aldasoro, como muestra de agradecimiento por su decisiva intervención en favor de la institución.

Por otro lado, se estableció una comisión, compuesta por dos directivos (Roberto G. Agustina y Mario Orbón) y dos socios (Aurelio Menéndez y Segundo Hevia), con el fin de entrevistarse con Ismael Figaredo y lograr que aceptase la presidencia de la entidad. Sus gestiones no dieron el fruto apetecido, por lo que continuó al frente del club la misma junta directiva.

El gobierno municipal había efectuado un primer pago de 62.500 ptas., la mitad de la cantidad acordada. Había insuflado vida a la institución, pero la situación económica seguía siendo muy delicada. En esas condiciones, parecía una quimera impedir la marcha de los jugadores más destacados del equipo. De hecho existían insistentes rumores sobre el inminente fichaje de Guillermo Campanal por parte de alguno de los conjuntos más fuertes del país. El diario bilbaíno Euzkadi publicó un artículo en el que señalaba lo siguiente:

«Leemos en la prensa de estos días que Campanal, el magnífico centro-delantero revelado por el Sporting de Gijón, actuará estas Navidades con el Barcelona y que será lo más fácil que firme ficha por el poderoso grupo campeón de España. ¡Pobre Sporting, cantera de grandes jugadores! Herrera, Loredo, Arcadio, las «inyecciones» de Tronchín, Pena y Adolfo del pasado año al Athlético madrileño, y ahora Campanal…

Nos apena sinceramente el ver cómo el simpático club gijonés se afana en hacer equipo, y cuando casi lo tiene hecho, un golpe de guadaña, y a reconstruirse otra vez...».

Iniciadas las eliminatorias de promoción por el puesto restante en la Primera División, correspondió al Sporting enfrentarse al Celta de Vigo en la primera ronda, en partido a disputar en León el 13 de enero. No tuvieron suerte los rojiblancos que cayeron por 3-2 en un encuentro bronco (hubo dos expulsados por bando) sobre un terreno de juego muy embarrado. El conjunto gijonés habría de empezar su andadura en la Segunda División.

El 21 de febrero el club, ahogado por la falta de liquidez, solicitaba el apoyo económico de los comerciantes e industriales gijoneses mediante la siguiente nota oficial:

«La Junta Directiva del Real Sporting, después de vista en la práctica la ineficacia de los remedios propuestos por la junta general, y ante la angustia del momento, decide dar pública cuenta de haber llegado a una situación por la que ineludiblemente necesita el apoyo económico inmediato de todos aquellos que por el deporte, por el Club o por la celebración de estos espectáculos, tengan en Gijón el menor ingreso.

A los primeros por sus convicciones; a los segundos por partidismo si se quiere; y a los últimos, aunque sea por egoísta interés, a todos acude advirtiendo que el aviso es de angustia y no admite esperas.

El profesionalismo, aun dentro de los modestísimos límites a que puede reducirlo el Sporting, agota nuestros ingresos normales. Los que han producido los partidos celebrados, o no han bastado a cubrir sus mismos gastos, en unos casos, o los de desplazamientos para la correspondencia de visita, en los otros. La Directiva ha cubierto hasta ahora el déficit por los medios que tuvo a su alcance; pero éstos se han agotado y aun extendido, y hoy se encuentra el club en la imposibilidad de sufragar los desplazamientos que exige la competición de la Liga, empezando por el que corresponde al día 3 del próximo a Sevilla, para el que hace falta una cifra mínima de cinco mil pesetas.

Y no ha de bastar que en un impulsivo esfuerzo se reúnan los miles de pesetas necesarias ahora para estas atenciones del momento. Es necesario, y a todos llega la obligación, que en la proporción de sus fuerzas, de sus entusiasmos o de sus beneficios, el apoyo sea continuado; y que si el Club ha de prosperar (única razón y única forma de seguir existiendo), necesita duplicar y aun triplicar sus ingresos.

Entre todos, con el esfuerzo de todos, no sólo podremos sostener, sino hacer prosperar espléndidamente al equipo. Esperar el esfuerzo únicamente de la Directiva y limitar la propia cooperación a las cinco pesetas mensuales, a cambio de buenos y frecuentes partidos, es condenar al club a sucumbir.- LA DIRECTIVA».

Este comunicado, verdadera petición de auxilio, estaba plenamente justificado por los escasos ingresos obtenidos en taquilla en los encuentros celebrados durante los meses anteriores, debido a las inclemencias meteorológicas fundamentalmente. Al mal tiempo reinante se unía el escaso atractivo que el torneo de Liga despertaba entre la afición, un tanto remisa al principio tras el fiasco de la temporada anterior. Afortunadamente, ante el avance de la competición el interés del público iría en aumento, y, con la llegada de la Primavera, las gradas de El Molinón volverían a poblarse de espectadores. El Sporting ocuparía la cuarta posición en la recién estrenada competición liguera.

Al final de la campaña, no obstante, no se podría retener a la nueva estrella emergente. Guillermo Campanal ficharía por el Sevilla.

El nuevo rumbo que había tomado el deporte del balón tras la legalización del profesionalismo obligaba a los clubes a generar ingresos «atípicos» para poder salir a competir con ciertas garantías. A finales de agosto, de cara a la nueva temporada, la directiva sportinguista volvía a solicitar públicamente el apoyo de los comerciantes e industriales de la ciudad por medio de una circular, en la que se recordaba que el fútbol, aparte de su finalidad deportiva, tenía otra vertiente económica que repercutía en las poblaciones donde dichos espectáculos se celebraban. Por ello, con el compromiso de utilizar el dinero recaudado para mejorar el equipo, y lograr de esta forma alcanzar éxitos que redundaran en el prestigio deportivo de Gijón, el club requería la ayuda de todos, especialmente de aquellas industrias y establecimientos beneficiados por los encuentros de fútbol, mediante una cuota voluntaria mensual. La nota la firmaban los integrantes de la Comisión de propaganda: Carlos Cienfuegos Jovellanos, José Amérigo, Segundo Hevia y Florentino Cueto Felgueroso.

Este hecho motivó un editorial en el diario El Comercio en el que bajo el título «O Renovarse o Morir», se apoyaba la idea en estos términos:

«(…) Al Real Sporting debe Gijón muchos años de personalidad en el deporte español.  Aparte de esta satisfacción espiritual, notábase que nuestra ciudad en los domingos otoñales e invernales recordaba, por la afluencia de forasteros, los mejores días de agosto. Y esa animación, ese movimiento, prestaban al ambiente una innegable importancia, hasta en el aspecto utilitario. Cuando los equipos del Sporting, por razón natural del tiempo y por varias circunstancias, sufrían los primeros descalabros hubimos de intervenir como gijoneses, más que como deportistas, para levantar los espíritus, afirmando que en los días malos era cuando se precisaba de mayor serenidad, y debían cesar las discusiones y los desánimos para dar paso al estudio de un plan práctico e inteligente a fin de volver a los días de satisfacción.

Nuestra campaña de entonces dio algunos frutos, pero no los precisos para disipar las nubes que se cernían, por causa de la lucha de predominios y por otros detalles que hay que olvidar. Si ahora nos dedicamos a buscar el equipo capaz de hacer frente con brillantez a todas las contingencias, hay que cambiar de sendas. La Comisión organizadora nombrada para este fin, y compuesta por elementos entusiastas y fervorosos del fútbol, sin personales ambiciones, puestos los ojos en promover todos los medios para llegar al fin apetecido, tiene, sin duda, la confianza de todos, y los gijoneses deben atender la circular que se les ha dirigido, porque las realidades inevitables son económicas, y sin vencerlas nada se podrá hacer, tal y como se halla el deporte en todas partes.

Si se quiere buen equipo hay que contar con medios positivos para lograrlo. Gijón dirá, con los hechos contantes y sonantes, si abandona su prestigio futbolístico o si desea mantenerlo. En el interés de todos está, por medio de un sacrificio en realidad insignificante, pues se trata de pequeñas cuotas, cada cual en la medida de sus disponibilidades, pero no deben regatear las aportaciones debidas aquellos a quienes más directamente beneficia la resurrección del auge perdido. Porque el problema está planteado en este dilema: o renovarse o morir. Y el gran estadio de Gijón no puede ni debe convertirse en una necrópolis«.

La temporada 1929-30 discurrió sin mayores sobresaltos. El equipo gijonés se impuso en el Campeonato Regional y a punto estuvo de ascender a Primera, ocupando la segunda posición en el torneo liguero. En la Copa, sin embargo, quedaría eliminado a las primeras de cambio.

El 8 de mayo se celebró una asamblea entre los socios que con posterioridad a 1920 hubieran ostentado cargos de responsabilidad en el club rojiblanco. Sin duda, algo se estaba moviendo en el entorno sportinguista. De hecho era el vicepresidente primero, Carlos Cienfuegos, quien, en ausencia del Sr. de Agustina, ostentaba la máxima representación del club.

El 1 de junio tuvo lugar la Junta General ordinaria del Sporting. Se aprobaron la memoria y las cuentas del ejercicio que dejaban un superávit de 23.000 pesetas. En las mismas se detallaban los aspectos económicos de la temporada. Se habían obtenido 51.000 pesetas por recaudaciones en las distintas competiciones, repartidas del siguiente modo: 17.000 en el Campeonato Regional, 31.000 en la Liga, 800 en la Copa y 2.300 en amistosos. Con esta cantidad y los ingresos habidos por las cuotas de socios se atendieron los gastos de la Sociedad.

Al ir a procederse a la elección de la nueva junta tomó la palabra uno de los socios, Francisco Alonso, para manifestar que, aunque la entidad liquidara con beneficios el ejercicio anual, la agobiante situación económica originada por la construcción del estadio continuaba sin resolverse. Por otra parte, los nuevos rumbos del fútbol hacían necesaria una nueva estructuración del club, por lo que sometía a la aprobación de la asamblea la siguiente propuesta: que D. Ismael Figaredo, como entusiasta sportinguista y principal acreedor, designara una comisión que se hiciera cargo de la dirección de la Sociedad en tanto se estudiaba una nueva reglamentación interna.

La proposición fue acogida con entusiasmo y se designó una delegación para visitar al Sr. Figaredo y comunicarle dicho acuerdo. Formaban dicha embajada los señores Fernando Arroyo, Casimiro Velasco, Anselmo Cerra, Carlos Cienfuegos, Francisco Alonso y Mario Orbón. En caso de no llegar a buen término dicha iniciativa se convocaría una nueva junta.

Ismael Figaredo dio el visto bueno a la idea, y las mismas personas que lo visitaron fueron quienes integraron la Ponencia encargada de estudiar y proponer las bases por las que habría de regirse el club en los próximos años. El 15 de junio, en Junta General Extraordinaria, dichas bases eran aprobadas. En virtud de las mismas un grupo de socios se haría cargo de la dirección de la entidad.

Casi un mes más tarde, el 13 de julio, se celebraba en el salón de actos del Ateneo Obrero la junta general de suscriptores pro-Sporting. En la misma se constituyó oficialmente el nuevo comité rector del club. El G.A.S. (Grupo Auxiliar del Sporting) acababa de nacer.

Como ya se explicó en un artículo anterior (fichaje de Herrerita por el Oviedo) la temporada 1930-31 iniciada con grandes expectativas y un importante desembolso en fichajes, merced a la cuestación popular y a las aportaciones de los miembros del nuevo grupo regente, terminaría en un nuevo fracaso deportivo y también económico. Y eso que los comienzos habían sido brillantes, pues el Sporting se proclamó Campeón Regional con gran autoridad, pero la decepción liguera acabó con el sueño del ascenso, el principal objetivo del club. Al final de la campaña se produjo la desbandada general de las flamantes incorporaciones, lo que obligaba a volver la vista a la cantera regional, dejando de lado cualquier fichaje de postín.

A comienzos de la temporada 1931-32 salió a la palestra de nuevo el tema del préstamo concedido por el Ayuntamiento. El Sporting reclamaba al consistorio que hiciese efectiva la parte que faltaba por entregar, 62.500 pesetas, mientras que la corporación municipal se resistía a esta demanda. De hecho, elevó una consulta al Ministerio de Gobernación para ver si el Pleno estaba obligado a cumplir dicho acuerdo. A su vez, desde la alcaldía se exigía al club que abonase la cantidad pendiente a reintegrar el año anterior, que ascendía a 2.888’50 ptas., y se pusiese al corriente con el pago de la anualidad de 1931, cifrado en otras 12.500 pesetas.

El 11 de septiembre, se dio cuenta en la asamblea municipal de la respuesta de la Dirección General de Administración local, institución que se declaraba incompetente para entrar en el fondo del asunto. Esta cuestión provocó un serio debate en el seno del gobierno municipal.

El Sr. Díaz Pis (republicano federal) declaró que los antiguos regidores habían actuado al dictado del anterior gobernador civil, y que el tema debería ser estudiado por la Comisión de Responsabilidades. A esta propuesta se adhirieron los representantes de la minoría federal.

También solicitaba el Sr. Díaz que se pidieran informes a la Cámara de Comercio y de la Propiedad, y a otras entidades que en su momento se habían mostrado disconformes con la concesión del anticipo.

El Sr. Barcia (republicano reformista) advertía que cualquier reclamación judicial que se entablara, de negarse el Ayuntamiento a cumplir lo convenido, se perdería con costas al municipio.

El Sr. Cerra (socialista), por su parte, estimaba que la cantidad debía pagarse porque se trataba de un acuerdo de la Corporación.

Al final, se decidió consultar la opinión de dos letrados, señores Silva y Gavito, sobre la legalidad de la entrega y si el acuerdo podía considerarse lesivo.

Nadie podía imaginar entonces que la famosa tribuna de El Molinón tenía los días contados. El destino habría de depararle un final trágico.

En la tercera jornada del Campeonato Regional, celebrada el 27 de septiembre, el conjunto gijonés obtuvo una contundente victoria sobre el Racing de Santander, en la que Ramón Herrera volvió a ser pieza clave en el ataque sportinguista. La recuperación del jugador fue acogida con entusiasmo en la prensa.

Horas después del final de dicho encuentro se produciría un incendio que destruyó las dos terceras partes de la tribuna cubierta del estadio. Afortunadamente el campo ya estaba vacío para entonces, y no hubo que lamentar desgracias personales.

La noticia fue recogida con profusión de detalles en todos los periódicos de la región.  El incendio se había declarado poco después de las ocho de la tarde. El rumor de que el coliseo sportinguista se encontraba en llamas corrió como la pólvora por Gijón y numerosas personas se desplazaron hasta el estadio de El Molinón para presenciar la catástrofe. Los bomberos llegaron al lugar del siniestro con gran rapidez, pero se encontraron con enormes dificultades para realizar su labor al no existir red de aguas en los alrededores del campo, y carecer, por lo tanto, de bocas de riego. Se tuvo que hacer uso de las cubas automóviles de riego, propiedad del Ayuntamiento, que se surtían de agua en el tomador de La Guía y la elevaban por las mangueras con la fuerza de sus motores.

A las nueve de la noche el fuego se extendía por más de la mitad de la tribuna, ardiendo todos los asientos y palcos. La uralita que recubría la cubierta saltaba en trozos al recalentarse por las llamas. La principal labor de los bomberos se centró en intentar aislar la parte de la tribuna que todavía no había sido presa de las llamas, lo que se consiguió tras muchos esfuerzos.

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 El público seguía acudiendo al terreno de juego, por lo que fue preciso enviar varias parejas de guardias de seguridad para contener a los espectadores y evitar que se acercaran demasiado a las gradas. La gente contemplaba la lucha contra las llamas desde el centro del campo. Entre el público se encontraban varios tenientes de alcalde, concejales, directivos y jugadores del Sporting, así como gran cantidad de socios que comentaban la desgracia.

A las once y media de la noche quedó extinguido el fuego. De la parte destruida sólo quedaba en pie el armazón de hierros y cemento, el resto había desaparecido.

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Las pérdidas materiales fueron cuantiosas, estimándose en más de ochenta mil pesetas los daños causados.

Tanto la tribuna como las dependencias del club estaban aseguradas contra el fuego, por lo que serían las compañías «La Estrella» y «La Unión» quienes se hicieran cargo de los costes de la reconstrucción. Sólo la cantina estaba sin asegurar, y su propietario, José Junquera, había perdido las existencias y el material que allí tenía.

En tanto se reparaban los desperfectos, el club trasladó a los abonados de los asientos destruidos a la tribuna norte de Preferencia.

 Sobre la tribuna cubierta aún habría de escribirse el capítulo final, rubricado a comienzos del año entrante..

El 21 de enero se leyó en el Pleno municipal las conclusiones de los dos letrados encargados de opinar sobre la validez del anticipo reintegrable al Sporting. El Sr. Silva declaraba que el acuerdo había sido tomado sin necesidad propia y llevaba en sí extralimitaciones de facultades. No obstante, pese a las irregularidades detectadas el contrato era obligatorio en tanto no fuera reconocida y declaraba su nulidad, para lo cual el Ayuntamiento debía iniciar un recurso contencioso administrativo. Por otro lado, el abogado señalaba que el Consistorio podía declarar el acuerdo lesivo para los intereses municipales, y estaba en tiempo hábil para formular dicha declaración.

Por su parte, el Sr. Gavito abogaba en su informe por la nulidad del acuerdo.

El asunto quedó pendiente hasta la siguiente reunión, a celebrar en siete días, y en la misma se notó que el Sporting había «movido ficha» puesto que a los informes presentados la semana anterior se sumaba motu propio el del secretario letrado de la Corporación, señor Díez Blanco, que también hacían suyo los abogados ovetenses señores Gendín, Ayesta y Buylla Godino. En este dictamen se consideraba que el acuerdo tomado en su momento era legal, así como las reuniones posteriores en las que se confirmó y sancionó el mismo, y que el Ayuntamiento estaba en la obligación de abonar las 62.500 pesetas restantes al club gijonés.

Tras la lectura de este parecer se reanudó el debate entre los concejales de los diferentes grupos, dejándose el asunto otros siete días encima de la mesa.

El 5 de febrero se celebró el pleno en el que habría de tomarse la decisión definitiva sobre la cuestión. El señor Díaz Pis (republicano federal) volvió a convertirse en el principal azote del préstamo al equipo rojiblanco, lo que dio lugar algunos momentos divertidos.

 El Sr. Díaz se quejaba de que algunos letrados informantes, según los rumores que circulaban, fueran socios del Sporting, lo mismo que varios concejales, y se extrañaba de que no se hubiera consultado a la Cámara de Comercio y a la Unión de Gremios.

El Alcalde, Sr. Fernandez Barcia (republicano reformista), le llamó la atención por sus divagaciones ante lo que el aludido respondió:

«-También su Señoría fue delegado del Sporting.

Efectivamente, lo fui en una ocasión. No lo niego.«

Prosiguió su intervención del Sr. Díaz señalando que como el pago del anticipo era voluntario el Ayuntamiento podía dejar de satisfacerlo, para posteriormente anunciar que pediría responsabilidades a los antiguos concejales y a los presentes. A lo que el Alcalde inquirió:

«-¿Y a los futuros?«

Lo que motivó las risas de los asistentes.

 Después de un amplio debate se acordó, por 19 votos contra 10, declarar lesivo el acuerdo que concedió el anticipo, y por 15 votos contra 14 no pagar al Sporting la cantidad restante.

 Por lo que se refiere al G.A.S., todavía aguantó un par de temporadas más en medio de sinsabores, como la marcha de Herrerita.

 En marzo de 1934 decidió arrojar la toalla al no poder sufragar el desplazamiento a Sevilla para enfrentarse al Betis en los Octavos de Final de la Copa. Tuvo que ser la propia Federación Regional quien se hiciera cargo de la eliminatoria. Esta fue la nota que el ente federativo publicó en los periódicos:

«Motivado a circunstancias especiales que por el momento atraviesa nuestro filial Sporting Club, el Comité Directivo de esta Federación, consciente de la misión tutelar que tiene encomendada, ha decidido encargarse de los partidos correspondientes a la 2ª eliminatoria del Campeonato de España con el Betis Balompié«.

Tras la eliminación del conjunto rojiblanco (3-0 en Sevilla y 1-0 en Gijón) el Grupo Auxiliar del Sporting convocó una Junta General Extraordinaria para el domingo 8 de abril en los salones del Círculo Mercantil, en la que reintegraría a los señores socios la plenitud de sus derechos.

En la misma, se dio cuenta detallada de la difícil situación económica de la entidad. El G.A.S. se había encontrado con una deuda de 28.000 ptas. que apenas había logrado reducir durante estos cuatro años -en la actualidad se debían 26.000-, pero los dirigentes, particularmente, tenían un déficit de ¡70.000 pesetas!

Los futbolistas eran los más perjudicados, ya que se les adeudaba 15.000 pesetas. Para soslayar la crisis se había realizado una nueva cuestación entre los comercios locales que sólo recaudó 150 pesetas. Visto el resultado, se desechó volver a pedir dinero a los socios. Lo único viable era la venta de uno de los jugadores más destacados.

La asamblea aceptó la gestión del G.A.S. y la dimisión de sus componentes. Se formó una comisión de socios encargada de regir los destinos del club hasta la asamblea general, a celebrar en mayo, en la que se elegiría a una nueva Junta Directiva.

A finales de mayo se hizo público el traspaso (esta vez sí) de Pena al Oviedo. El club carbayón se había comprometido a desembolsar 15.000 pesetas por el jugador en un primer pago, más otras 7.500 a abonar el 30 de septiembre.

El Sporting estaba abocado a vender a sus figuras para subsistir. Algo que ha venido siendo una constante en la historia del club.




Apogeo y caída de una tribuna (I)

Durante la temporada 1927-28 el Sporting vivió una de las situaciones más difíciles de su historia. Sin apenas competir, sumido en una parálisis deportiva y financiera como resultado de su decidida apuesta por la Liga Máxima, la entidad rojiblanca lograría, no obstante, remodelar el estadio de El Molinón en su totalidad, construyendo una gradería general y una imponente tribuna cubierta de preferencia en un tiempo récord.

Para comprender el aislamiento al que se vio sometido el conjunto gijonés hay que empezar explicando el conflicto de intereses en el que vivía el fútbol patrio en aquel momento.

Con el profesionalismo ya reglamentado desde 1926, los clubes se habían visto en la necesidad de obtener mayores ingresos de taquilla para hacer frente a las demandas cada vez más elevadas de sus principales figuras y subsistir económicamente. Los campeonatos regionales resultaban escasamente rentables para los equipos punteros, puesto que sus estadios sólo se llenaban en los partidos de máxima rivalidad. Por ello se hacía necesario la creación de una nueva competición que incrementara notablemente  las recaudaciones. Pero, como siempre en el fútbol español, la división era la tónica predominante.

La Unión de Campeones, integrada por los seis conjuntos que hasta el momento habían ganado la Copa del Rey[1], venía propugnando la celebración de una Liga entre sus miembros, cerrada al resto. Como respuesta, al final de la campaña anterior se había creado la Liga Profesional de Clubs de Foot-ball (en la que figuraba el Sporting), con la intención de formar un torneo liguero de mayor calado, que albergara a un mayor número de participantes. Ambas agrupaciones eran conocidas también como «Minimalistas» y «Maximalistas» respectivamente, de acuerdo con el tipo de competición que defendían. 

Las Federaciones Regionales[2] se mostraban reticentes ante el proyecto «Maximalista», pues temían que una liga amplia pudiera interferir con el desarrollo de los torneos comarcales y del propio Campeonato de España, haciendo peligrar su continuidad. Por eso, la gran mayoría apoyaba la propuesta de la Unión de Campeones que, al disputarse entre sólo seis equipos, permitía la celebración del resto de eventos.

En la asamblea de la RFEF se escenificó la fractura del balompié nacional. La nueva junta directiva fue vetada por los delegados de seis federaciones regionales (entre ellas la asturiana), quienes se negaban a reconocer la autoridad del Comité Nacional al considerar que favorecía el proyecto «Maximalista». La designación del máximo mandatario del Athletic madrileño, Luciano Urquijo, como secretario federativo, autentico motor y aglutinante de la Liga Profesional de Clubs (que también presidía), era el motivo de la discordia.

En el Principado la situación estaba al rojo vivo. El Sporting era el único equipo regional embarcado en las discusiones liguistas y se encontraba abiertamente enfrentado con el estamento federativo provincial, totalmente contrario a la celebración de la Liga Máxima. El veto a Luciano Urquijo por parte del resto de clubes motivó la renuncia del conjunto rojiblanco al certamen regional y, por ende,  la retirada de su delegado de la Federación Asturiana.

El 25 de agosto, con los ánimos muy caldeados tras los acontecimientos de la última asamblea regional, un directivo sportinguista realizaba unas declaraciones al cronista deportivo de El Noroeste en las que se reflejaban con meridiana claridad las razones subyacentes del conflicto:

«No, no variaremos de criterio. Lo tenemos bien meditado. Los Clubs de la Liga jugaremos nuestro torneo, y para esto comprenderá usted que más nos perjudica que nos favorece el Campeonato Regional; entre jugar seis partidos con los Clubs asturianos y jugar diez o doce con Clubs como el Español, el Celta y demás que figuran en la Liga, la elección no es dudosa. Por eso nosotros, sea cual sea la solución que tenga el pleito actual, hemos de resistirnos a intervenir en el torneo regional. Para nosotros era un sacrificio, y hemos sido relevados de él; el Oviedo puede ahora llevar la carga que tanto tiempo soportó el Sporting«.

 Así las cosas, con «Maximalistas» y «Minimalistas» fijando por separado los calendarios de los dos torneos, se produjo el último intento por acercar posturas. La RFEF celebró una Asamblea Extraordinaria el 1 de septiembre en Madrid. La renuncia pactada de Luciano Urquijo pareció serenar los ánimos y dejaba abierta la posibilidad de un acuerdo entre las partes. Pero pronto se comprobó que el entendimiento era imposible. Al día siguiente, se debate la propuesta del voto proporcional, por la que se pretende adjudicar a cada región un número de votos en consonancia con su historial deportivo. Con el reparto previsto las federaciones históricas, eminentemente partidarias de la Unión de Clubs, llevan las de ganar, por lo que las controladas por la Liga Profesional exigen una nueva fórmula. Como resultado, se escenifica la escisión del fútbol en nuestro país. Una parte de las Federaciones Regionales -defensoras de las tesis «Minimalistas»- deciden no participar en el Campeonato de España y jugar un torneo aparte. Éstas eran: Castilla-León, Centro, Guipúzcoa, Vizcaya, Cataluña y Asturias. La guerra futbolística ya es total.

En el Principado el organismo regional sortea el calendario del campeonato provincial incluyendo al conjunto rojiblanco entre los equipos contendientes. Una vez solventado el escollo del «tema Urquijo», el Sporting se aviene a participar siempre y cuando se le permita disponer de fechas libres para atender sus compromisos ligueros, y no se cierren las puertas al Campeonato de España. Pero la Federación rechaza de plano estas condiciones, por lo que el club desecha jugar un certamen que no le resulta rentable, y menos aún al no poder disputar el torneo de Copa.

Cabe señalar que una vez que la guerra futbolística se desató en toda su magnitud la Liga Máxima dio libertad a sus integrantes para disputar los torneos regionales. Pese a las anunciadas deserciones, a excepción del Sporting todos los equipos se las arreglaron para participar. El firme apoyo del club al proyecto «Maximalista» iba a costarle muy caro.

Finalmente, las dos competiciones ligueras iniciaron su andadura, cada una por su lado, al tiempo que lo hacían también las disputas regionales. Los equipos que integraron la Liga Minimalista, también llamada Torneo de Campeones, fueron: Athletic de Bilbao, Real Madrid, Real Sociedad, Barcelona, Arenas de Guecho y Real Unión de Irún. En la Liga Maximalista participaron los siguientes conjuntos: Sevilla, Celta, Athletic de Madrid, Murcia, Racing, Iberia de Zaragoza, Español, Valencia y Sporting.

Para intentar salvar la temporada la RFEF, tras solicitar un voto de confianza a las partes enfrentadas, ordenó a todas las territoriales participar en el Campeonato de España. A finales de noviembre el Comité Nacional envió a dos de sus delegados a Asturias, los señores Cabot y Fernández Prida, para que mediaran entre el Sporting y la Federación, y lograran que el equipo rojiblanco pudiera intervenir en el torneo regional. En un principio fueron varios los clubes que se negaban a que los gijoneses interviniesen en el torneo asturiano, que ya había concluido su primera vuelta. Pero ante la petición de transigencia por parte de los emisarios federativos, se aprobó por amplia mayoría la participación del club rojiblanco. Sólo el Racing de Sama se mostró en contra.

Una vez resuelta esta cuestión se procedió a la búsqueda de la mejor solución para el campeonato. La dificultad estribaba en la falta de fechas para que el Sporting se pusiera al día. Se discutieron distintas alternativas, pero tras cinco horas de negociación no pudo llegarse a un acuerdo. Esto dejaba al club sin posibilidades de disputar la Copa del Rey, y ante el cariz que estaban tomando los encuentros ligueros la situación del equipo de cara al resto de la campaña se vislumbraba dramática.

En efecto, el Sporting había comenzado su participación en la Liga Máxima en septiembre, con dos partidos en El Molinón saldados con una victoria sobre el Sevilla (4-2) y una derrota frente al Celta (0-3). Era el inicio de una competición que iría perdiendo fuelle, al igual que la Minimalista, conforme los torneos regionales entrasen en su recta final. Los rojiblancos jugarían otros dos partidos en octubre, uno en noviembre, y dos más en diciembre. En enero se disputaría un único match, que precedería a un largo parón provocado por el inicio del Campeonato de España. Esto da una idea de las dificultades que hubo de afrontar la entidad.

La institución intenta soslayar la situación mediante la celebración de encuentros de carácter amistoso, pero como el resto de clubes están inmersos en las distintas competiciones apenas encuentra rivales con los que medirse. Además, durante la primera parte de la temporada, la Federación Regional no puso las cosas nada fáciles a los dirigentes sportinguistas. Se prohibió la disputa de partidos no oficiales los días de Campeonato Asturiano, e incluso realizar entrenamientos en El Molinón, ya que podían restar público al resto de encuentros y perjudicar económicamente a los clubes y al propio organismo federativo, que percibía el 5% de la entrada a los campos. Era una auténtica andanada contra el Sporting, que se veía forzado a la inactividad ante la imposibilidad de concertar amistosos en aquellos fines de semana en los que no tuviera compromisos ligueros. Pese a ello, la afición no daba la espalda al equipo: «No hay partidos, no se juega el Campeonato Regional, y el número de asociados no disminuye y la recaudación de cuotas supera a la de épocas de normalidad«.

Para el Sporting significó un pequeño respiro el fallo del Comité Nacional respecto a la celebración de amistosos en la región los días en que hubiera competición. La Federación Española determinó que se podía jugar en El Molinón si no había partidos a menos de 10 Kilómetros de Gijón.

La inactividad que atravesaba el equipo rojiblanco propició una curiosa anécdota. Las buenas relaciones existentes entre el conjunto gijonés y el Athletic de Madrid, que habían quedado patentes durante las discusiones federativas, propició la cesión al club colchonero de tres de los futbolistas con más futuro de la plantilla: Adolfo, Tronchu y Pena, para reforzar sus filas en el campeonato de la zona Centro. Llegaban con la condición de que habrían de estar a disposición del cuadro asturiano en los partidos de Liga Maximalista. Recibieron el apelativo de «jugadores taxi», porque se desplazaban entre Gijón y Madrid para llegar a tiempo a los encuentros de ambos equipos. No serían los únicos gijoneses en el cuadro de la capital, pues el Metropolitano ya gozaba con la ciencia de Ramón Herrera, fichado a comienzos de la temporada. Con ellos el Athletic se proclamaría campeón regional. El trasvase de jugadores entre los dos clubes no constituía una novedad. Veintidós años antes el conjunto madrileño había contado con el concurso de algunos de los mejores jugadores sportinguistas de la época: los hermanos Fernando y Saturnino Villaverde y Secundino Felgueroso. En aquel entonces, fue la ausencia de competición oficial en Asturias y el hecho de que el mayor de los Villaverde se alineara con los colchoneros durante buena parte del año, pues residía en la capital mientras cursaba estudios de ingeniería, lo que facilitara la llegada de sus compañeros.

Hay que señalar que, pese a las dificultades para encontrar contrincantes, el Sporting celebró algunos encuentros amistosos durante la disputa del Campeonato de España, lo que ayudó a sobrellevar en cierta medida la «travesía del desierto» en la que se encontraba. Osasuna (1-2), Racing de Ferrol (3-3) y (2-1), y Español (3-3) se enfrentaron a los rojiblancos en El Molinón, éste último disputó también un partido de Liga en marzo, en el que se impuso por tres goles a cinco.

Una circunstancia iba a compensar, en cierta forma, la parálisis deportiva en la que se había visto envuelto el Sporting. Este año tocaba a Asturias acoger un partido de la Selección, por lo que el Comité Nacional envió una delegación a la región, a mediados de marzo, para elegir el escenario del encuentro. Pese al interés ovetense, la Federación Española decidió celebrar el choque entre España e Italia en El Molinón.

La elección de Gijón como sede del partido internacional movilizó a la ciudad. El Sporting convocó una asamblea pública para el domingo 25 de marzo, a las doce de la mañana, en los salones del Círculo Mercantil, a la que asistieron representaciones de las fuerzas vivas de la villa. Se estableció una Comisión Directiva encargada de contactar con industriales, comerciantes y particulares a fin de recaudar fondos para la ampliación y reforma del estadio rojiblanco. Estaba integrada por Ismael Figaredo y Roberto G. de Agustina, en representación del club, y por Pedro Eguren y Antonio Iglesias, tenientes de alcalde del Ayuntamiento. Se pretendía que el acontecimiento deportivo tuviera la resonancia que un evento de estas características merecía.

La envergadura de la tarea emprendida queda perfectamente reflejada en el siguiente artículo, publicado en el diario El Noroeste el martes 28 de marzo:

«La gente que acudió ayer tarde al Molinón sufrió una gran sorpresa al ver derruido cuanto allí había. De las antiguas graderías, tanto de preferencia como de general, que allí existían, no queda nada en pie. Todo ha venido abajo; parte, como la gradería central de preferencia, para echar sus restos al fuego; parte, como las laterales y la de general, para ser armadas en sitio apropiado, según el nuevo proyecto.

Éste ya está ultimado y hoy mismo se empezará a ejecutar; hasta ayer se destruyó, desde hoy se construirá. Y ello ha de hacerse con una celeridad desacostumbrada, trabajando día y noche, a fin de que para el día 22 esté todo perfectamente ultimado. Hoy se sacarán unas fotografías del aspecto que ofrece el campo, sin un palo en pie, para compararlas con las que se obtengan el día que pisen el terreno del Molinón los equipos representativos de Italia y España.

Como decimos más arriba, ya está decidido cuanto se refiere a obras en El Molinón. La gradería central partirá de donde está la caseta actualmente y correrá todo a lo largo del campo dando vuelta al goal de fondo, tras de cuya puerta terminará. Será de madera y se aprovechará la que existía, agregando lo que sea preciso. Se calcula que podrá acomodar cerca de seis mil personas.

En la parte de preferencia se construirá una gran tribuna, a base de muros de cemento, carriles de hierro, bovedilla y asientos de madera. Tendrá un largo de 108 metros, de córner a córner. En la parte baja irán ochenta palcos, tras de los cuales habrá un pasillo de acceso a las gradas, las cuales tendrán también entrada por la parte trasera. Toda la tribuna llevará una cubierta que vuela once metros, y que irá revestida de uralita. Se calcula en cerca de cuatro mil personas las que se pueden colocar con comodidad en esta tribuna.

En la parte baja de la misma irán todos los servicios del campo, casetas para los jugadores y para el árbitro, duchas, cabina para el teléfono, almacén, enfermería, gimnasio, etc.

Las actuales graderías laterales se colocarán en el goal del fondo por la parte de preferencia. Con esto queda cerrado todo el campo con graderías, excepto por la parte de entrada, que quedará libre para desahogo del público.

Todas las graderías irán separadas del terreno de juego cinco metros cuando menos, a fin de que la visualidad sea perfecta desde todos sitios.

En el campo propiamente dicho también se está trabajando, aunque se encontraba en condiciones inmejorables: se está sembrando y abonando, y para dentro de un mes ha de llamar poderosamente la atención.

Por estos detalles podrán darse nuestros lectores cuenta de la importancia de las obras que se están realizando en El Molinón. Se ha concedido a Gijón el honor de que italianos y españoles se encuentren en su principal estadio y Gijón se dispone a demostrar que es merecedor de tal honor«.

Conforme avanzaban las obras se iban publicando en los diarios locales las cantidades recaudadas hasta entonces en la suscripción pro-partido, así como el nombre de todas las entidades y personas que, con su participación, hacían posible tamaña proeza. Al final se superaron las 90.000 pesetas en la colecta. El apoyo de los gijoneses no se tradujo sólo en aportaciones económicas. Numerosos entusiastas se sumaron al trabajo de los obreros, echando una mano en el transporte de materiales. Los Sirgadores del Volga, les llamaban. La ciudad vivió unos días de frenética actividad.

El diario La Prensa fue uno de los que más se significó en el tratamiento gráfico del alzado de la tribuna. He aquí algunos ejemplos:

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La Prensa 17 de abril

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La Prensa 19 de abril

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El 20 de abril se dieron por terminados los trabajos de ampliación, pintándose los antepechos, la gradería y los palcos de color azul, y de blanco la valla que circundaba el césped. El amplio espacio que separaba la valla de los graderíos se había cubierto con tierra roja para destacar más el terreno de juego.

Ese mismo día se produjo la llegada del combinado italiano. Centenares de personas recibieron a los transalpinos en la Estación del Norte, lanzando vivas a Italia al tiempo que la banda de música tocaba el himno nacional de su país. Los jugadores fueron saludados por el nutrido grupo de autoridades y delegaciones deportivas que los esperaban, entre ellos el seleccionador español y varios componentes del equipo nacional, y después la comitiva partió en automóvil siendo vitoreados por las calles de Gijón.

Al día siguiente los italianos se entrenaron en La Campona, feudo del Club Gijón, y esa misma tarde se produjo una simpática anécdota. El seleccionador italiano, Sr. Rangone, se ofreció a arbitrar el encuentro amistoso concertado entre el Osasuna de Pamplona y el Club Gijón, actuando como jueces de línea el capitán de la escuadra azzurra, Baloncieri, y el responsable del conjunto español, José Ángel Berraondo. Así lo hicieron, al menos durante la primera parte del choque. El partido finalizó con victoria del conjunto navarro por 2-4, obra de Quirós para los locales y de Lazcano y Gurucharri (3) por parte visitante. Los pamplonicas tuvieron la gentileza de vestir de blanco para permitir al flamante equipo local (resultado de la fusión entre el Fortuna y el Unión Deportivo Racing) lucir su acostumbrado color rojo.

Finalmente, el 22 de abril se celebró el esperado acontecimiento, que fue presidido por el infante don Jaime. El nuevo recinto, con capacidad para 15.000 personas, se quedó pequeño el día del match. Cuando ambos conjuntos saltaron al terreno de juego el campo presentaba una entrada cercana a los 20.000 espectadores (casi cinco mil se acomodaban en los amplios paseos de general y preferencia), deseosos de contemplar buen fútbol. El partido, sin embargo, fue de poca calidad, jugándose además con excesiva dureza. España se adelanto en la primera mitad al transformar Quesada un penalti, y después ya casi no dio una a derechas. El dominio correspondió al cuadro italiano que logró empatar tras el descanso por medio de Libonatti. La gran actuación de Zamora, magistral toda la tarde, evitó la derrota del equipo español. Lo mejor del partido fue sin duda el lleno absoluto en el estadio, que dejó una recaudación de 125.000 pesetas y el debut del sportinguista Adolfo, el segundo jugador rojiblanco en vestir la camisola de la Selección. Sin duda, fue el momento de apogeo de la nueva tribuna que aún habría de vivir otro acontecimiento especial.

 Imagen de la tribuna, abarrotada, el día del choque:

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 Los dos equipos, lanzando los clásicos hurras de rigor antes del encuentro:    

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 Ataque español por el flanco derecho. El back italiano, Caligaris, se anticipa a Adolfo.

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 Un día después del encuentro internacional se celebró el homenaje de la Liga Profesional al Sporting por su compromiso en la defensa del certamen Maximalista. Algunos de los mejores futbolistas del torneo forman un combinado y se enfrentan en El Molinón al cuadro local (reforzado), a beneficio de las necesitadas arcas rojiblancas. La selección de la Liga venció por 4-3 en un choque espectacular.

Éstas fueron las alineaciones presentadas:

Sporting: Zamora (Español); Cuesta, Sedeño (Sevilla); Bango, Tronchu, Pena; Adolfo, Loredo (Racing), Palacios (Racing de Madrid), Pin, Nani;

Selección Maximalista: Jaumeandreu (Iberia); Santiuste (Racing), Carrasco (Osasuna); Hernández (Valencia), Ocaña (Sevilla), Ordóñez (Athletic de Madrid); Lazcano (Osasuna), Goiburu (Osasuna), Óscar (Racing), Zorrozúa (Iberia), Brand (Sevilla);

El encuentro, dirigido por Antonio Cárcer (presidente del Colegio de Árbitros), resultó espectacular, mucho mejor que el disputado por los combinados nacionales veinticuatro horas antes. Los ex rojiblancos Loredo y Palacios (2) marcaron para el conjunto local, obteniendo Hernández, Lazcano y Goiburu (2) los tantos de la formación liguista.

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Por la noche se celebró un banquete en el Restaurant Mercedes, en el que se dieron cita representantes de todos los clubes integrantes de la Liga Máxima.

Y poco después, el 28 del mismo mes, se celebraba otro banquete en el mismo lugar en honor de los responsables de la Comisión Directiva y Recaudadora, con cuyo esfuerzo se había logrado la remodelación completa del estadio sportinguista. El testimonio de gratitud se hizo extensivo a los técnicos encargados de las obras realizadas, Miguel G. de la Cruz, Antonio Cuevas y Enrique A. Sala.

Hasta el final de la campaña el cuadro gijonés sólo celebraría otros tres encuentros «oficiales», disputados entre el 20 de mayo y el 7 de junio. En dichos partidos el Sporting dio entrada a jugadores que acababa de incorporar a sus filas como Campanal, Morís o Paco Quirós, además de Corugedo, cedido por el Club Gijón para reforzar a los rojiblancos frente al Athletic de Madrid. Cabe reseñar que estos últimos partidos ligueros se tomaban ya más como amistosos que otra cosa, permitiéndose incluso el reemplazo de los futbolistas expulsados por reservas. El fracaso de la competición era evidente.

Como se sabe, ni «Maximalistas» ni «Minimalistas» consiguieron jugar todos los partidos programados en sus campeonatos respectivos, siendo el caos organizativo la tónica imperante. La Liga tendría que esperar al año siguiente.

Sería entonces cuando se evidenciara en toda su crudeza las consecuencias de la aventura en la que se había embarcado el club rojiblanco durante la presente temporada, pues la magna obra realizada en El Molinón habría de pasar la debida factura.

 [1] En el que se había incluido a la Real Sociedad como continuador del equipo que bajo el amparo legal del Club Ciclista de San Sebastián había conseguido el título de 1909.

[2]  Apoyadas por los clubes más modestos, quienes temían que la Liga los dejase en un segundo plano, abocados a la desaparición.

 




Buenavista, sede del campeonato regional asturiano 1939-40

Es sabido el hecho de que al Real Oviedo le fue concedido un permiso especial durante la campaña inmediatamente posterior al final de la Guerra Civil con el fin de que pudiera reconstruir su estadio, gravemente dañado durante el asedio republicano a la capital del Principado. La FEF le guardó la plaza que ocupaba en Primera División mientras se realizaban los necesarios trabajos de reconstrucción y parte de sus futbolistas jugaron cedidos en diversos conjuntos de la geografía nacional. Así, Riera, Herrerita y Emilín recalaron en el Barcelona, Soladrero y Antón en el Zaragoza, Pena en el Sporting, …

La medida de gracia estaba plenamente justificada. No hay más que ver algunas de las imágenes legadas a la posteridad tras los combates para comprobar la ruina de las instalaciones:

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Lo que no es tan conocido es que, con unas mínimas reformas (básicamente, el acondicionamiento del terreno de juego), no tardó mucho en volver a jugarse fútbol en dicho recinto. Ya en el magnífico libro Real Oviedo, Historia del club azul 1926-39 (2005), escrito por Juan Mesa (quien fuera jugador, secretario general y gerente de la entidad, llegando a ocupar la presidencia durante un breve período hace escasos años), con la colaboración de los reputados historiadores Alberto Rendueles y Jorge Valverde, se indicaba este hecho:

«El afán por recuperar el estadio era enorme e incluso, entre las ruinas, acogería un encuentro entre el Cardín y el Parque de Automóviles, que concluía con la abultada victoria (8-0) del primero. Era la tarde del 5 de mayo de 1939. Una semana después, el Cardín repetía victoria (4-1) ante un equipo representativo de la Fábrica de Armas«.

Y los partidos seguirían celebrándose. En los prolegómenos de la temporada 1939-40 puede encontrarse en la prensa el anuncio de al menos otros tres encuentros a disputar en el Stadium: Cardín-Betis Gijonés (domingo 3 de septiembre), Rosal-Juvencia de Trubia (jueves 21 de septiembre, festividad de San Mateo) y Ferrocarriles Económicos Balompié-Club Deportivo Fábrica de Armas (domingo 24 de septiembre).

Por lo que se refiere al inicio de la competición oficial, se especuló con la posibilidad de jugar un mancomunado con Cantabria pero, finalmente, la Federación Asturiana organizó un torneo regional que incluyó a seis equipos en el certamen de primera categoría: Sporting de Gijón, Racing Club Langreano, Deportivo Oriamendi (resultado de la fusión entre el Oriamendi y el Club Gijón), Círculo Popular de La Felguera, Stadium Avilesino y Sportiva Ovetense. Serían los «sacaveras», el equipo del barrio de Fozaneldi, quienes ostentaran la representación de la capital en el campeonato. Para ello se reforzaron con algunos de los jugadores más destacados del resto de conjuntos modestos de la ciudad.

El domingo 24 de septiembre se confeccionaba el calendario de la competición en una laboriosa reunión celebrada en la sede federativa, bajo la presidencia de D. Ceferino San Martín, donde se dieron cita los representantes de los clubes implicados, con presencia de la prensa deportiva. El principal inconveniente era la imposibilidad de que los campos de juego de varios conjuntos estuvieran listos para el domingo siguiente, 1 de octubre, lo que obligó a modificar fechas. Aun así, llegado el día, el Deportivo Oriamendi hubo de disputar su partido frente al Círculo Popular en el campo de Las Palmeras, en lugar de en La Florida, terreno de juego anunciado. Y en dicho escenario continuaría jugando sus encuentros de campeonato. También a Las Palmeras debió llevar su primer choque en casa el Sporting, una semana más tarde, al no estar en condiciones el césped de El Molinón (siendo la única vez en la historia en la que el conjunto rojiblanco disputaba un encuentro oficial como local fuera de su estadio sin mediar sanción federativa). Por su parte, el Stadium Avilesino habría de posponer su debut en Las Arobias hasta mediados de octubre, una vez finalizadas las obras de vallado del mismo.

El caso es que la primera jornada del torneo emparejó a la Sportiva Ovetense con el Sporting, que volvía al campo de su principal rival para medirse esta vez con su sustituto en el certamen. La prensa gijonesa fue explícita a la hora de ilustrar el estado del recinto, pues Buenavista se encontraba en ruinas. En El Comercio podía leerse:

«Todo allí nos habla más de la guerra que del deporte. Aún sangran la tierra y el cemento, y por todas partes hay mordiscos de fuego y de acero«.

Por su parte, en el diario Voluntad se publicaba el siguiente párrafo, imbuido de la retórica del momento, que dejaba patente la profunda impresión que causaba dicho escenario:

«Si posible fuera nosotros traeríamos todos los equipos españoles al Estadio de Buenavista. Pero pronto. Antes de que las artes del albañil y el carpintero lleven a la práctica proyectos que hoy existen.

Porque sería una pena sustraer a la contemplación de todos los deportistas españoles la lección muda y heroica que Buenavista nos ofrece en las ruinas a que hoy está sometido. La esquelética desnudez de aquellas tribunas, las abiertas heridas de su techumbre, los costurones de su terreno de juego, hacen revivir a cuantos los contemplan la grandiosidad de una gesta jamás bastante comprendida y admirada y la ejemplaridad de unas conductas que tienen que ser para todos norma, acicate y estímulo«.

El choque finalizaría con victoria visitante por tres tantos a cero, en lo que sería el inicio de un torneo dominado absolutamente, como era de prever, por los rojiblancos. No obstante, cabe resaltar la actuación del cuadro ovetense, brillante subcampeón del certamen tras una dura pugna con el Racing Club Langreano.

Los encuentros del campeonato regional celebrados en Buenavista fueron los siguientes:

1-10-1939 Sportiva Ovetense 0 Real Sporting 3

8-10-1939 Sportiva Ovetense 4 Real Stadium Avilesino 2

12-10-1939 Sportiva Ovetense 2 Racing Club Langreano 2

22-10-1939 Sportiva Ovetense 3 Círculo Popular de La Felguera 1

12-11-1939 Sportiva Ovetense 2 Real Deportivo Oriamendi 1

Para finalizar, una precisión sobre el artículo del fichaje de Herrerita por el Sporting. El gijonés percibiría finalmente 30.000 pesetas y un sueldo mensual de 750 por vestir de azul, condiciones sensiblemente superiores a las que se venían barajando en la prensa hasta entonces.

NOTA PS: Gracias a don Hermógenes Rodríguez Fernández por la corrección de erratas.




El fichaje de Herrerita por el Real Oviedo

En no pocas aproximaciones históricas y artículos periodísticos se considera el pase del sportinguista Herrerita al Oviedo, en el verano de 1933, como uno de los grandes traspasos del fútbol español de la época. En realidad no fue tal. Sirvan estas líneas como explicación de lo sucedido.

Para comprender las circunstancias que precipitaron los hechos y, de paso, presenciar la eclosión y crecimiento de uno de los grandes fenómenos del fútbol español, conviene remontarse al comienzo de la temporada 1930-31.

Lo primero que hay que señalar es que desde finales de la campaña anterior el Sporting había cedido a un grupo de socios la dirección económica y administrativa de la entidad, al mismo tiempo que emitía acciones por un total de cien mil pesetas para sanear las finanzas de la institución, y poder hacer frente a la adquisición de nuevos jugadores para el futuro. La acertada labor del G.A.S. (Grupo Auxiliar del Sporting) se presumía vital para el futuro ya que la economía del club venía lastrada por la construcción de la tribuna cubierta en 1928 y por la realidad del profesionalismo que, de acuerdo con lo señalado por la directiva: «aún dentro de los modestísimos límites a que puede reducirlo el Sporting, agota nuestros ingresos normales

A mediados de agosto se habían recaudado ya más de 80.000 pesetas entre los miembros de la Ponencia y los socios del club. Buena parte de este dinero fue empleado por los integrantes del G.A.S. en la adquisición de nuevos elementos, entre los que destacaban con luz propia Ramón Herrera y Abdón (éste, procedente del Oviedo, fichaje que levantaría una gran polvareda en la capital, asunto éste que convendría tratar en otro artículo).

Ramón se había ido al Athletic de Madrid hacía tres campañas como una figura en ciernes del fútbol español y regresaba como Herrera I «El Sabio», apelativo con el que Rienzi, cronista deportivo madrileño, había pretendido sintetizar la enorme clase y personalidad del ariete gijonés, un verdadero artista con el balón. Lamentablemente, una seria enfermedad había mermado sus facultades, y apenas había jugado en la campaña anterior, en el Betis, donde había sido cedido por el conjunto colchonero mientras recuperaba la forma.

El jugador había mostrado sus deseos de volver a Gijón, junto a su familia, para intentar restablecerse completamente, lo que facilitó en buena medida su fichaje por el Sporting.

En una entrevista publicada en el diario El Comercio el 15 de agosto de 1930 el ariete daba sus impresiones acerca de la plantilla rojiblanca. En la conversación salía a colación la figura de su joven hermano Eduardo, que mostraba unas cualidades más que notables para su edad:

 

«Creo que tienes un hermano que sigue muy de cerca tus huellas…

-Es cierto. Tiene características análogas a las mías. Le veo a veces desenvolverse por entre los chavales que forman su Club -el Sporting Cifuentino- y pienso que soy yo el que está jugando. Con siete años menos, desde luego.

Naturalmente, le augurarás buen porvenir…

-Si no se malogra, sí. Voy a ver si le llevo conmigo a los entrenamientos. Allí con el míster y a mi lado podrá salir algo muy bueno. ¡Si no se malogra!

Dios quiera que no, hombre.»

 

No tardó mucho tiempo antes de que los diarios se hicieran eco del talento del joven Herrera. A comienzos de enero de 1931 el Sporting disputó un par de amistosos para observar los progresos de los equipiers reservas, y probar jugadores jóvenes de cara al futuro. En el primer encuentro se impuso al Nacional de Madrid por un contundente 9-3, destacando sobremanera la figura de Herrerita:

«Herrera II maravilló al público. Hizo un tanto de factura brillantísima que fue ovacionado larga e intensamente. En él se pudo apreciar con claridad la gran cantidad de jugador que el chico arrastra consigo. Su dribling, hábil y perfecto, su serenidad, y, sobre todo, su inteligencia para resolver las jugadas más difíciles, hacen creer que tenemos en este muchacho la continuación de las glorias del otro. De Ramón, el Sabio«.

Conviene señalar que durante esta campaña Ramón apenas participó con sus compañeros, ya que había decidido descansar para intentar reponerse definitivamente. Mientras, su hermano continuaría fogueándose con el cuadro reserva.

El Sporting logró el título regional de 1930-31 pero no paso del cuarto puesto en la Liga de Segunda División, siendo eliminado por el Unión de Irún en la Copa en Octavos de Final.

La temporada se saldaba pues con un fracaso en toda regla, y no sólo en el aspecto deportivo. Éste era el balance que hacía el cronista José Riera en El Comercio:

«Cambió todo en el intervalo de las tres competiciones. Todo. Todo. Se acabó el entusiasmo, se acabó el dinero. El G.A.S., que todos los días se reunía, terminó por no reunirse nunca. Primero el directivo don Fulano dejó de asistir al local. Después don Mengano hizo lo propio. Y más tarde don Zutano repitió la suerte de los anteriores. Sólo uno o dos señores aguantaron hasta el final realizando verdaderas heroicidades para mantener a flote la nave. Y cuando a veces esos señores abandonaban momentáneamente el club para atender a sus asuntos particulares, los jugadores habían de atisbar al cobrador de los recibos para pedirle cantidades a cuenta. Delicioso…

Ahora… proyectos y más proyectos. Todo a base de economías, circulares a los clubs ofreciendo los jugadores que se compraron a precio de oro. Rebajas de sueldos, licenciamientos…»

Efectivamente. Al final de la campaña se concedería la carta de libertad a diversos jugadores: Pachu, Castro, Paco Quirós… También el entrenador, Mr. Galloway, abandonaría la disciplina del club, lo mismo que Abdón, que había firmado por un año, y el recién llegado Travieso. La delicadísima situación económica obligaba a la entidad a desprenderse de la mayoría de los futbolistas «importados» al inicio de la temporada, y así Chicote, Villagrá y Pepín cambiaron de aires.

Tocaba empezar de nuevo.

 

Tras los desembolsos realizados el año anterior en la adquisición de jugadores, esta vez los integrantes del G.A.S. volvieron la vista a la cantera regional para reforzar el equipo. No se trataba de una nueva estrategia o un regreso a las «raíces», las circunstancias económicas mandaban. Y con el profesionalismo imperante, incluso los futbolistas locales pedían «argumentos» de peso para fichar.

Para cubrir el puesto de entrenador se volvió a ofrecer el cargo a Manolo Meana, quien únicamente puso como condición que Domingo, el gran extremo derecho de la década de los veinte, fuera nombrado su ayudante. Meana seguiría prestando sus servicios al club de forma desinteresada. En estos tiempos de exigencias económicas desorbitadas el concurso del experimentado jugador era todo un lujo.

Un jovencísimo Herrerita, recién cumplidos los diecisiete años, formaba parte ya de la primera plantilla, haciendo su debut en competición oficial el 13 de septiembre de 1931 en la victoria rojiblanca sobre el Club Eclipse de Santander por 1-2, en el partido inaugural del torneo mancomunado con Cantabria. Poco tardó en mostrar su clase, pues a los dos minutos de juego inauguraba el marcador. Así daba cuenta del debut Pepito Pedal en La Prensa:

«Herrera «junior» se universalizará, que tal clase superior lleva dentro de su caparazón de atleta en ciernes. Herrera «junior» nos recordó en muchos momentos algunos de aquellos gloriosos detalles del Sporting de Bango, Meana y Corsino…»

Una semana después, tras el triunfo sobre el Club Gijón, Refala daba sus impresiones sobre el joven Eduardo desde las páginas de El Noroeste:

«(…) Su hermanillo tiene cosas de gran jugador, de jugador fino, y lleva en su juego el sello de la familia. Cuando le llega la pelota a los pies, sabe bien qué es lo que va a hacer con ella, aunque la retiene en exceso; pero no sube, no ayuda, no se disputa una pelota, y eso es cosa indispensable en un interior. Herrerita será un magnífico equipier a poco que corrija estos defectos«.

El Sporting acabaría en segunda posición del superregional, a un punto del Oviedo, y por encima del Racing de Santander, reciente subcampeón de la Primera División. El juego de los gijoneses fue de menos a más, aunque seguía faltando cohesión en un conjunto que resolvía sus encuentros gracias a la calidad individual de sus jugadores.

En el Campeonato de Liga, y después de un comienzo titubeante, el Sporting se afianzó en las primeras posiciones de la tabla. Buena parte del mérito de la situación del equipo correspondía a las exhibiciones de Ramón Herrera quien, tras un año apático, en esta campaña volvía por sus fueros, realizando jugadas espectaculares y marcando goles prodigiosos. La recuperación del jugador fue acogida con entusiasmo en la prensa gijonesa. Para comprender la influencia que el delantero tenía en el juego sportinguista basta leer el siguiente extracto de una crónica del diario El Comercio:

 

«Giró todo lo concerniente al match alrededor de una figura, Ramón Herrera. Ramón Herrera, el recuperado, vuelve a ser el maestro de antes, el Sabio de Rienzi. Herrera, como en aquellos memorables tiempos de hace un lustro, explicó ayer su cátedra de nuevo. Hizo cosas geniales, lindantes a un paso de lo maravilloso.

El arte de Herrera es único. A nadie sino a él lo hemos visto. Porque ni siquiera entra en los campos del malabarismo. Este vocablo parece indicado para quien hace exhibición superflua de facultades hábiles. Pero en Herrera no hay nada superfluo. Para llegar al goal contrario debe emplear ni uno más ni uno menos de los procedimientos que emplea. Todo lo mide con la serenidad del matemático, que espera, seguro de sí, el resultado de una complicada ecuación…

Le veis frente a la meta adversa dar la cara a un grupo de rivales. Y, como por ensalmo, separarse de ellos para lanzar el shoot libremente. ¿Cómo se arregla para burlarlos?

Nos entusiasma el gran jugador. Si sigue por la vía del entrenamiento metódico, de higiénica vida que se ha impuesto, ha de darnos aún grandes tardes. Y a su club muchos triunfos. ¿No querrás Ramón?«.

 

Tras la disputa de la primera jornada de la segunda vuelta, el cuadro sportinguista encabezaba la clasificación igualado a puntos con el Betis, por delante del Oviedo. A partir de entonces estos tres conjuntos se alternarían en el liderato de la competición, en dura pugna por hacerse con la plaza de ascenso a 1ª División.

Los rojiblancos aguantaron el tipo casi hasta el final de la misma, a pesar de sufrir una plaga de lesiones que afectó a elementos básicos del equipo como Pin, Luisín, Tronchu o el propio Herrera. En el penúltimo choque liguero, con azules y verdiblancos optando al título, el Sporting venció a domicilio a los carbayones, devolviéndoles la moneda de lo ocurrido hacía dos temporadas (entonces el triunfo ovetense en El Molinón permitió el ascenso del Deportivo Alavés), y dejando el camino expedito para el triunfo sevillano. El equipo gijonés ocupó finalmente la tercera posición del campeonato.

Herrera había sido el segundo máximo goleador del torneo con 17 tantos, lejos no obstante del oviedista Lángara, que encabezó la lista de artilleros en Segunda con 23 dianas.

Por lo que se refiere al Campeonato de España, los gijoneses alcanzaron los Cuartos de Final, siendo apeados de la competición por el Celta de Vigo, verdadera bestia negra de los rojiblancos, a quienes tenía tomada la medida.

La participación de Herrerita durante esta campaña fue, lógicamente, modesta. Disputó cuatro partidos del torneo superregional, tres en la Liga, y un único choque copero, precisamente en la devolución de visita en Balaídos. El joven talento fue alineado indistintamente en cualquiera de los puestos de la tripleta central del ataque. Fue un año de aprendizaje, al lado de su hermano mayor. Pronto habrían de verse los resultados.

 En el apartado económico al Sporting seguían sin salirle las cuentas. Por un lado la fatalidad se cebó con el club al producirse un incendió que arrasó la magnífica tribuna cubierta construida en 1928 para el choque internacional frente a Italia, lo que ocasionó numerosos quebraderos de cabeza. Por otro, paradojas del destino, se quedó sin cobrar la segunda parte del anticipo reintegrable, consistente en 62.500 ptas., que el Ayuntamiento tenía pendiente con el club tras el acuerdo firmado en 1928, al que se había llegado mediante la intercesión del Gobernador Civil, para evitar la bancarrota de la entidad tras la remodelación del estadio y la construcción de esa misma tribuna. En febrero de 1932 el consistorio declaró lesivo dicho acuerdo para las arcas municipales y decidió no hacer frente al pago de la cantidad restante del préstamo.

Así pues, y ante la imposibilidad de realizar desembolsos importantes, el G.A.S continuó centrando sus objetivos en la cantera local, que seguiría nutriendo las filas rojiblancas de cara a la campaña 1932-33.

En esta temporada volvió a disputarse el Campeonato Regional tras el paréntesis del año anterior. Un torneo que iba a convertirse en un mano a mano entre los dos conjuntos representativos de la región. En el cuadro gijonés llamaba la atención la titularidad de Herrerita, que junto a su hermano en el vértice y a Pin en la izquierda formaban un trío temible en la vanguardia. Por su parte el Oviedo estaba terminando de conformar un equipo sensacional y se presentaba como un formidable adversario.

El Sporting no pudo pasar del empate ante su eterno rival en El Molinón, resultado que complicaba el camino a los rojiblancos, que ahora se veían obligados a ganar en Buenavista para hacerse con el título. Para ello era imprescindible mejorar el nivel de juego exhibido hasta el momento. Los gijoneses pusieron toda la carne en el asador y saldaron sus siguientes confrontaciones con goleadas, de la mano de los hermanos Herrera, que llevaban en volandas al equipo. Su actuación en el choque anterior al decisivo derbi en la capital fue reflejada de la siguiente manera por Refala en las páginas de El Noroeste:

«Si el mayor nos deleitó con sus jugadas geniales, que hicieron levantar al público en un aplauso cerrado en más de una ocasión, calcúlese que habrá hecho el pequeño de los Herrera para brillar esplendorosamente. Ramón fue el artista, el sabio, el inimitable; pero su hermano tuvo una actuación más completa, más igual. Ayudó a los medios, pasó, chutó; lo intentó todo, y todo lo realizó. Paso a un jugadorazo«.

En el esperado duelo cumbre del campeonato, ambos conjuntos despacharon un fenomenal partido, imponiéndose el cuadro carbayón por cinco goles a tres, en el que fue considerado uno de los mejores encuentros de rivalidad jamás disputados.

Pese a la derrota, en el seno del club gijonés se albergaban muchas esperanzas de cara a la competición liguera vistas las prestaciones de Herrerita, cuya influencia en el juego sportinguista empezaba a ser incluso mayor que la de su hermano, tanto como para que el joven jugador empezara a ser considerado el hombre clave en el fútbol de los gijoneses.

Tras unos inicios vacilantes el Sporting enlazó una gran racha de juego y resultados. Disputada la octava jornada de Liga el conjunto rojiblanco parecía embalado, empatado en cabeza de la tabla con el Unión de Irún y el Oviedo después de cuatro victorias consecutivas en las que había anotado 23 goles y recibido sólo 7. Además, Ramón Herrera figuraba en cabeza de los goleadores con 20 dianas, lejos de sus perseguidores. Todo debía ser satisfacción para los gijoneses, y sin embargo una sombra oscurecía un tanto el panorama. La lesión de Herrerita.

Las radiografías mostraban que tenía los ligamentos afectados por el golpe recibido ante el Castellón en una rodilla, complicado además con un pequeño derrame sinovial. El médico Sr. Alvargonzález estimaba que el jugador estaría en el dique seco más de un mes y medio.

Para intentar cubrir la baja de Herrerita el Sporting reforzó sus líneas con la llegada de Rubiera (Reconquista), y el regreso de Quico Campomanes. Posteriormente se ficharía a Cuestita, del Athletic de Madrid.

No sirvió de nada. El conjunto gijonés notó la ausencia del joven talento y a pesar de la fantástica campaña de su hermano Ramón, que con 29 goles se quedaría a solo dos tantos de Elícegui (Unión de Irún) en la tabla de goleadores, el cuadro sportinguista se hundió en la mediocridad, terminando el torneo en un discreto sexto puesto. Mientras, el Oviedo se hacía con el título de campeón de forma brillante, logrando el ansiado ascenso a Primera.

Quedaba echar el resto en el Campeonato de España.

 El Sporting eliminó al Donostia, de Primera División, y se deshizo después del Castellón, que acababa de descender a Tercera. En Cuartos de Final el sorteó emparejó a los gijoneses con los recientes campeones de Liga, el Madrid de los Zamora, Ciriaco, Quincoces, Luis Regueiro, Samitier…. Ante el choque de ida las lesiones, enfermedades y contratiempos diezmaron al cuadro rojiblanco. El portero Sión, con una clavícula rota, Manfredo enfermo, Herrerita también (aunque jugaría) y Luisín, de guardia en la Prevención hasta las ocho de la mañana del día del partido, teniendo que viajar hasta Madrid sin haber dormido. Éste era el comentario aparecido en El Comercio el día anterior al viaje del grueso de la expedición sportinguista:

«(…) Pena, de medio centro. No es la primera vez que actúa en ese puesto. Y en Madrid, precisamente.

Y el lector se preguntará: ¿Y si Amador se lesiona? Pues si Amador se lesiona se recurrirá a Meana para suplir su puesto. Es lo único que le faltaba ya al entrenador del Sporting para completar la gama de sacrificios por su Club«.

Efectivamente, Amador se lesionó.

El Sporting, caído en desgracia, sucumbió por ocho goles a cero. Ésta es la columna escrita por José Riera en El Comercio al respecto:

 SOLO PEDIMOS UN POCO DE COMPRENSIÓN

 «El Sporting ha sido vencido en Madrid por elevado tanteo. Un tanteo exagerado, catastrófico. Muchos años ha que el equipo gijonés no sucumbe de manera tan lamentable. ¿Qué no jugó en esos años con conjuntos de la categoría del Madrid? No. No es eso. El Madrid, con ser hoy por hoy, la base del equipo nacional no le hace al Sporting esos ocho tantos que «embarcó» el once que anteayer tuvo ante sí. La gente -mucha gente- que no quiere al Sporting adoptará un gesto burlesco. Y otra parte que dice que lo quiere -es lo doloroso- también…

El Sporting fue, como sabemos todos, a perder a Madrid. Así lo había impuesto el desquiciamiento de sus líneas originado por la lesión de Sión y la enfermedad de Manfredo. Luego se vio además que Nani, Herrerita y Luisín tampoco iban en condiciones completamente favorables. Había más. No iba portero reserva. Si se lesionara Amador… Pero no. ¿Tendrían también esa desgracia? Pues sí señor, esa desgracia tuvieron. Amador, al segundo tanto, recibió una patada de Olivares en la cabeza. Perdió el conocimiento, y cuando lo recuperó estuvo groggy en el marco hasta que, al volver del descanso, se desplomó de nuevo. Fue conducido en grave estado al vestuario. Y allí el doctor Oller, avisado con urgencia, se reservó el pronóstico, ordenando quietud absoluta.

Y luego se puso Meana en su lugar. Otros cuatro tantos. Como si hubieran sido veinticinco más. Meana, que ha sido hombre de muchos rasgos deportivos, anteayer tuvo uno de los más grandes de su vida. Bastaría él solo para consagrarle. Y el domingo próximo la gente que haya en El Molinón debe llamarle al centro del campo y tributarle la ovación más grande que en su vida haya oído…

Comprensión de todo esto. No pedimos más… Nadie tiene la culpa de que el Sporting haya adquirido un título que no buscaba: el de campeón de la Fatalidad«.

En el encuentro de vuelta el Madrid volvió a golear a los rojiblancos, ya faltos de tensión, que tuvieron que alinear al meta del Reconquista, un modesto conjunto local, para cubrir la portería. Un final desastroso para una temporada en la que se habían depositado grandes esperanzas.

 En el aspecto económico la situación continuaba siendo muy delicada. En la ciudad se repartió un manifiesto que llamaba a realizar una urgente labor pro Sporting, que fue recibido con los brazos abiertos por los dirigentes del G.A.S., quienes publicaron la siguiente nota oficiosa:

 «Todos los componentes del Grupo Auxiliar del Sporting (G.A.S.), han recibido con el mayor entusiasmo el escrito que destacadas personalidades deportivas han dirigido a la opinión gijonesa.

En su consecuencia el G.A.S. ofrece cuantas colaboraciones suyas se crean necesarias; pero conociendo muy de cerca los esfuerzos y sacrificios efectivos que exige el mantener un Sporting digno de Gijón, considera que sin una aportación considerable de pesetas, será muy difícil, sino imposible, lograr la aspiración tan fervientemente expresada en el citado escrito.

Sus firmantes aseguran que tienen un plan trazado para obtener esa finalidad. Pues, manos a la obra. El G.A.S. que no ha escatimado hasta ahora sus esfuerzos, y que está dispuesto a no restar ninguno, espera que la afición deportiva gijonesa se dará cuenta del momento actual y sabrá rendir los auxilios que el Sporting necesita«.

 Esta iniciativa tenía una finalidad muy concreta, blindar al jugador en el que más esperanzas se tenían depositadas, Herrerita, ante los cantos de sirena que empezaban a escucharse a su alrededor, provenientes fundamentalmente de Oviedo.

El futbolista, por su parte, conocedor del interés oviedista dio de plazo hasta finales de julio para que los dirigentes del club rojiblanco le hicieran llegar una oferta satisfactoria para renovar la ficha.

Todo fue en vano. La prensa recogía el 1 de agosto la firma de Herrerita por el conjunto carbayón por veinte mil pesetas de ficha, más un sueldo de seiscientas pesetas al mes. El G.A.S. hizo entonces un comunicado en el que explicaba a los aficionados gijoneses los intentos realizados para retener a su mayor valor. La nota se deslizaba entre la decepción, la rabia y la impotencia. Decía así:

 «Ayer tarde nos enteramos por los periódicos de Oviedo de que al fin era un hecho lo que hace bastante tiempo se rumoreaba, o sea, que nuestro ex equipier «Herrerita» firmó ficha de profesional por el Oviedo F.C. único Club quizás de España que posee asociados de tantas y tan grandes liberalidades.

Confesamos que al perder un jugador de las condiciones de «Herrerita», nacido y formado en el Sporting de Gijón, nos contraría grandemente; pero justo es también reconocer que, dadas las pretensiones de aquél, era muy difícil, por no decir imposible, evitarlo.

Para que la afición local pueda juzgar con conocimiento de causa, queremos exponer en el menor número de palabras lo sucedido en relación con este asunto, insistiendo en que hemos de hacerlo muy esquemáticamente en esta nota, pues de relatar todos los detalles la haríamos interminable.

1º En las postrimerías de la temporada última, unos deportistas muy destacados, previendo las dificultades que acarrearía conservar en nuestro equipo a dicho jugador, lanzaron un manifiesto pidiendo ayuda a todos los buenos aficionados gijoneses, manifiesto que nos fue comunicado con antelación por varios de sus firmantes y al que dimos nuestra conformidad, si bien subrayando e insistiendo en la necesidad de que el entusiasmo por el fútbol, por el Sporting y por Gijón había que demostrarlo abriendo todos la bolsa a medida de las posibilidades de cada uno.

2º Días después celebramos diversas entrevistas y conferencias con uno de los autores del manifiesto, cuyo nombre nos es forzoso velar, pero no así reconocer desde aquí su admirable e inteligente labor, el cual pretendía tan solo hallar treinta personas que arriesgasen mil pesetas en la temporada próxima y atender con esos fondos, en parte al menos, a la consecución de la ficha de «Herrerita».

Los componentes de G.A.S., a pesar de tener sobre sí un déficit de más de 170.000 pesetas, le ofrecimos cooperar los primeros en la aportación antedicha: mostramos nuestra conformidad a que esas 30.000 pesetas fuesen las que en primer término habrían de amortizarse con los ingresos que hubiese y hallándonos dispuestos a que un Comité, designado por esos aportantes, interviniese en la administración de G.A.S.

3º A base de tales proyectos comenzaron las mil y una conversaciones con «Herrerita» y sus familiares, llegando a tomar cuerpo la solución consistente en obtener su ficha a cambio de adquirir para él el conocido establecimiento «Los Doce», lo que suponía dado la tasación del mismo, y la forma de pago que demandaban sus dueños, un desembolso total de 39.450 pesetas.

Con toda sinceridad decimos que a la mayoría de los que regimos G.A.S. nos parecía un enorme dislate tal operación, pero era tal el deseo de lograr como fuese el objetivo perseguido que no se desmayó en la empresa, hasta que vimos con dolor la imposibilidad de encontrar aquellas aportaciones que constituían, si no la principal, sí una de las bases imprescindibles para llevar a término un tan acariciado propósito.

4º Ahora bien, antes de emprender este camino que resultó intransitable, media docena de personas desprendidas hicieron en firme la siguiente oferta a «Herrerita», entregarle al firmar la ficha 5.000 pesetas, darle un sueldo mensual de 500 Y DEJARLE EN LIBERTAD AL TERMINAR LA TEMPORADA. Él no quiso aceptar de ningún modo.

¿Habrá alguien que se considere capaz de reunir en Gijón todas las pesetas bastantes para colmar por entero las pretensiones prácticas y sustanciosas de un jugador que se cotiza tanto? Nosotros creemos resueltamente que no.

¿Qué se nos fue otro valor futbolístico? Es sin duda el sino del Sporting mientras quieran los que podrían evitarlo, aunque claro está que hay exigencias que ni con toda la fortuna de un Creso se pueden admitir…

En fin, que triunfe y… que se haga rico«.

 No fue, pues, un traspaso.

De esta forma, el Oviedo se hacía con los servicios del que habría de ser el mejor futbolista de su historia. Magnífico director de juego, eficaz goleador, era capaz de realizar las más brillantes jugadas individuales o de situarse como mediocentro para secar al mismísimo Zarra. De fuerte temperamento, podía increpar a un compañero por fallar un gol hecho o encararse con un periodista en el mismo terreno de juego. Fue el alma del Oviedo. Su acusada personalidad queda patente en la respuesta que dio al ser requerida su opinión sobre Maradona:

«Todo interior que tire un córner o saque un fau, está dicho todo. Nada de nada«.[1]

Genio y figura.

 Herrerita forma, junto a Manolo Meana (¡ay, de no haber sido por las lesiones!) y Enrique Castro Quini, el trío de ases del fútbol asturiano en el siglo XX. Un trío que, cumplida ya la primera década del XXI, bien puede considerarse un póquer con la inclusión del delantero langreano David Villa, a quien todavía le quedan unos años para mejorar sus cifras y palmarés como parte de la generación de futbolistas con más talento del fútbol español.

Cuatro auténticos fuera de serie a los que une un pasado en común. Todos, en mayor o menor medida, vistieron la zamarra rojiblanca del Sporting.

 


[1] Hablan los 30 que fueron grandes del fútbol asturiano (1990). Obra de Juan Martín Merino, Juanele.




Sobre la furia española

La victoria en la Eurocopa de 2008 volvió a sacar a la palestra el tópico de la «furia española» entre los medios de comunicación patrios. El comentario generalizado era el de que el combinado nacional por fin había dejado de lado la furia para centrarse en el toque, la calidad técnica; en definitiva: el buen trato del balón. Este nuevo estilo de juego, bautizado como el tiqui-taca por el tristemente desaparecido Andrés Montes en sus comentarios a través de La Sexta, se mantuvo en el equipo español pese al cambio de seleccionador y con él se obtuvo el triunfo en la última Copa del Mundo. Los aficionados, acostumbrados a sufrir decepción tras decepción en cada torneo internacional, asistimos con una mezcla de gozo e incredulidad a la actuación de nuestro once representativo, por fin en la cima del orbe futbolístico.

Tras la victoria en el Mundial nuestro antiguo apelativo apenas salió a colación en la prensa salvo en los medios extranjeros, quienes, por otra parte, venían siendo los únicos que usaban dicha denominación para referirse al cuadro hispano. La verdad es que el sambenito de la furia, nacido en los JJOO de Amberes de 1920, ha acompañado a nuestra Selección a lo largo de la historia y, como todo buen tópico, nacido de la casualidad, tiene mucho de mito y poco de realidad.

Fue en los periódicos belgas donde primero se calificó de esta manera el juego del equipo nacional, en referencia al saqueo de Amberes por parte de soldados de los tercios de Flandes en noviembre de 1576, durante la Guerra de los Ochenta Años. La quiebra de la Hacienda real de Felipe II impedía hacer frente a los pagos de las unidades del ejército, lo que provocaba continuos robos y asaltos a la población local por parte de éstos. De hecho, ya en julio se había producido el Motín de Alost, donde 1.600 soldados habían tomado la ciudad. La situación llegó a tal extremo que el Consejo de Estado, integrado por delegados de las quince provincias hasta entonces leales a la corona (que abarcaban los territorios actuales de Bélgica, Luxemburgo, norte de Francia y la mayor parte de Holanda), autorizó a los ciudadanos a armarse para expulsar a los españoles. Los insurrectos entraron en Amberes el tres de noviembre (con la connivencia de los gobernadores de la villa) y tomaron posiciones con el fin de asaltar el castillo, defendido por una guarnición muy inferior en número. Pero los amotinados de Alost, informados del ataque, viajaron durante la noche y se sumaron a los defensores junto a otras tropas de refresco. Pese a su desventaja numérica los soldados se hicieron con el control de la ciudad haciendo huir a los asaltantes y procedieron al pillaje de la misma, pasando a cuchillo a sus habitantes. A la crueldad y la destrucción reinantes durante los siguientes tres días de ira se las conoce desde entonces por aquellos lares como la Furia Española.

En el ámbito deportivo, el detonante fue la remontada lograda por los pupilos de Berraondo frente al equipo sueco (1-2) en el primer encuentro eliminatorio por la medalla de plata de aquellos VII Juegos. Fue un partido bronco, violento de principio a fin, en medio de un ambiente infernal, decididamente favorable a los escandinavos. El ímpetu de los Belauste y compañía fue bien descrito por Manolo de Castro «Hándicap», en sus crónicas sobre dicho evento, y la frase de «a mí el pelotón Sabino, que los arrollo» forma parte indeleble de la leyenda forjada en torno al primer éxito del fútbol español.

Hándicap, a la sazón redactor de El Faro de Vigo, fue testigo de excepción de la actuación de los nuestros. Acudió a los Juegos como asesor del comité seleccionador y tuvo su parte de protagonismo en la gesta balompédica, pues llegó a actuar como juez de línea en el choque en cuestión (barriendo para casa, según propia confesión, para equilibrar las decisiones del linesman opuesto, sueco, que hacía lo propio con los suyos). A su regreso a España escribiría sus impresiones en el libro Las gestas españolas en la Olimpíada de Amberes, tras observar el escaso rigor y las inexactitudes que se habían vertido en las reseñas que de aquellos partidos se habían publicado en nuestro país, pero antes daría cuenta de la actuación del combinado nacional a través de las páginas del semanario Madrid-Sport. Sus conclusiones acerca del fútbol practicado por nuestros internacionales y sus oponentes en aquellos Juegos, recogidas en el libro de Bernardo de Salazar, La Selección a través de sus crónicas, resultan reveladoras:

 «(…) El team español, que fue el que más partidos jugó, ha sido también el único que marcó goal al campeón del mundo.

Fue además la nación que exhibió más modalidades de juego: desde el juego duro y fogoso o de furia, que le llevaba a obtener los goals por medio del asalto a la meta, hasta el juego reposado y de combinación precisa, que le proporcionaba el éxito seguro.

El triunfo español en el foot-ball olímpico, en el que fracasó el pase corto para presentarnos como más eficaz y decisivo el pase largo con cambios de juego (nuestra principal característica), lo ha sido en una Olimpiada, por la que desfiló el poderío del foot-ball sajón y escandinavo, la técnica checoeslovaca, el juego ideal de los belgas y el elegante de los holandeses, así como el entusiasmo de Italia, Egipto, Francia y Luxemburgo, y la modestia de Yugoslavia y Grecia. (…)».

De sus palabras se desprende que no fue sólo furia lo que puso sobre el tapete el conjunto nacional para lograr dicho subcampeonato.

 Para poner en su contexto aquella hazaña y el mito creado, exponemos el siguiente comentario de Pepe Balón publicado en El Mundo Deportivo años más tarde, concretamente el 22 de diciembre de 1924 como prefacio a la crónica del España-Austria celebrado días antes en el estadio de Las Corts.

«Cuando allá por el mes de septiembre del año 1920 nuestros futbolistas volvieron a nuestra patria, cargados de laureles ganados en buena lid en los campos de fútbol belgas, en ocasión del torneo futbolístico mundial, que con motivo de la séptima olimpiada se había celebrado, pudimos considerar que nuestra entrada al concierto mundial deportivo era ya una cosa definitiva.

En el Stadium de Amberes, la energía de un hombre, la voluntad de un capitán, el entusiasmo de unos cuantos y la fe en la victoria de todos crearon lo que al correr de los tiempos vinimos en llamar «furia española». Porque señores, la furia española, por más que la llevemos nosotros en suspensión, mezclada con la sangre de nuestras venas y corriendo por nuestro cuerpo al unísono con todos los venenos y todas las virtudes ancestrales, necesita para manifestarse de un estimulante, de un reactivo.

El estimulante, el reactivo, constituyólo en Amberes, la decisión y la firme voluntad de hacer del que siempre ha sido modelo de deportistas y espejo de caballeros; hemos nombrado a José Mari Belauste.

El notable medio centro del equipo nacional hispano, dio, en el momento preciso, con el medio de que sus hombres, en declarada inferioridad física y técnica, sacaran del fondo de su ser, del más recóndito rincón de su alma, las fuerzas necesarias para arrancar una victoria que amenazaba con escaparse; que parecía haber ya abandonado a los bravos defensores del león hispano.

El esfuerzo fue de todos, los laureles deben ser entre todos equitativamente repartidos, pero la iniciativa, la idea salvadora, esta fue de uno sólo, del que en justicia puede ser apellidado el creador de la furia española. (…)».

 Conviene apuntar que, en aquellos tiempos, el juego desplegado por los equipos de la península estaba muy condicionado por el clima y el terreno. Así, se diferenciaba claramente el juego norteño, practicado sobre campos de hierba, a menudo embarrados, donde se empleaba un fútbol rápido, directo, buscando las alas y los centros al área, y el juego técnico, denominado científico, del Sur, más lento y preciosista, celebrado generalmente sobre campos de tierra, secos y duros. Estilos que se han ido difuminando con el paso del tiempo, las mejoras técnicas (apenas hay barro en los campos de hoy), la invasión de jugadores foráneos, …  pero que aún en la actualidad mantienen algunos de sus rasgos distintivos. En el centro y levante peninsular se amalgamaban ambos estilos dando lugar a múltiples variantes. ¿Y la Selección? Pues el combinado nacional jugaba cada encuentro en función de los once elegidos. Esto, que parece una perogrullada, no lo es tanto. Con el fin de homogeneizar las líneas (recuérdese que se utilizaba el Sistema Piramidal, el 2-3-5) se tendía a alinear a elementos afines en cada una de ellas, llegando a acoplar a jugadores de un mismo equipo, o al menos de similar estilo futbolístico (oséase, zona geográfica), por línea. Con ello se procuraba una mayor cohesión al juego del conjunto que, desafortunadamente, no siempre se conseguía. Pero eso, sí, el fútbol que la Selección intentaba desplegar era siempre vistoso, intentando mover el balón con criterio, dejando patente el gusto por la estética que caracterizaba a los principales equipos de la nación..

Por ello, muy pronto la furia como concepto encontró detractores, recibiendo duras críticas, como se pone de manifiesto en la siguiente reseña de El Mundo Deportivo, firmada por J.T.F., aparecida el 27 de septiembre de 1925:

«(…) El ejemplo de España es, a este respecto elocuente, La irregularidad de sus actuaciones en los matchs internacionales no puede menos que mantener la duda en cada match nuevo que se presenta. No nos referimos ya a los resultados imprevistos que pueda provocar la clásica y sobada «furia». La  «furia» es ya un tema en descenso, de puro conocido y asimilado por todos y si en los Juegos de Amberes pudo dar su resultado por sorpresa; en el momento actual no creemos que el empuje ciego y casi brutal que dio el tono de la «furia española» en 1920, pueda dar lugar a victoria alguna, ante cualquier adversario de mediana consistencia técnica y anímica.

Afortunadamente el fútbol español ha progresado bastante y nuestros jugadores de altas cualidades individuales, de habilidad – que no excluye el coraje, pero no ciego, sino consciente – tienen perfecta capacidad para construir un juego más depurado y eficaz que el que nos valió el segundo puesto en la Olimpiada belga.

El fútbol español es ya, sin duda, un fútbol de clase. (…)»

 En efecto, frente a los acérrimos defensores de la furia como esencia del juego español, concepto que asociaban íntimamente a la improvisación, al arranque individual en momentos de adversidad, capaz de arrastrar al resto de jugadores, de devolverles la fe en la victoria; y que era glosado como un rasgo diferenciador, propio del temperamento y carácter hispanos; una mayoría de cronistas futbolísticos niegan las supuestas virtudes de este sistema, y no dudan en adjetivar como arcaico, como tosco, el fútbol que no destaque por la precisión en los pases, la colocación, el desmarque y el chut bien dirigido. Un partido en el que los jugadores pierdan la posición, abandonen el juego en común, se dediquen a correr tras la pelota sin ton ni son y se descuelguen en batallas individuales (que solían terminar provocando incidentes las más de las veces), es automáticamente catalogado como el típico estilo de la furia y criticado sin piedad, negándole los más mínimos valores futbolísticos.

Jacinto Miquelarena, director del diario deportivo Excelsior de Bilbao, una de las plumas del sport más afiladas de preguerra, se manifestaba abiertamente en contra de la «furia» como exponente característico del fútbol español, y de la Selección en particular, en un contundente artículo reproducido en diversos medios del norte de la península. El texto, en este caso, se ha extraído del diario gijonés La Prensa del 25 de junio de 1929.

CONTRA LA FURIA ESPAÑOLA

«(…) ¿Qué es la furia española? Al parecer es una técnica especial que se adquiere con inyecciones de sangre de leopardo. Se sacan a un campo a once muchachos valientes; se les dice: «Acordaos de Amberes». Hay que arrollarlos. Adelante la «furia española». Y se gana por corazón. No hace falta sino conseguir que los jugadores se sientan flamencos. Como medida de precaución se les puede también ofrecer algún dinero… si ganan.

La furia española… es ganar. Cuando la furia española pierde, no ha sido furia española.
Hace poco leíamos que la furia española es rapidez, intuición de juego, velocidad y temple en el pase, remates fulminantes… Si es así, confesamos que hemos vivido engañados desde hace tiempo. Porque nosotros creíamos que esto, todo esto, es nada más que football. Buen football.
Por fortuna, la furia española no es para el football español sino un tópico ya insoportable, del que nadie hace caso. Las gentes que mueven el tinglado nacional se preocupan de buscar los mejores jugadores, los más finos y los más serenos, y no los más furiosos. Si se ha ganado a Inglaterra no ha sido por avalancha, sino por calidad de juego. No hay la menor cantidad de furia en Goiburu, en Padrón, en Yurrita, en Lazcano, en Marculeta, en Prast, etc. El equipo nacional todavía sería mejor y más brillante y más sportivo, si Rubio pudiera prescindir de algunas violencias innecesarias.
Creer que los partidos se pueden ganar por corazón, si no existe como base una brillante técnica fundamental, es negar todas las calidades del sport.

Aquella furia española de Amberes fue el magnífico arrojo circunstancial de Belauste, su potencia atlética, en un match que se llevaba a estacazo limpio. No se podía jugar y había que arrollarlo todo.

Pero nada se hubiera hecho en definitiva en aquella VII Olimpiada sin la clase excepcional de sus jugadores. Repitamos, por ejemplo, la línea delantera: Pagaza, Félix Sesúmaga, Patricio, Pichichi y Acedo… Sin insistir en el comentario.

Con el espectro de la furia española se fue a la Olimpiada de París, y por demasiada furia se perdió lamentablemente.

Este año «hemos» jugado al football de una manera brillante. Las victorias han ido adornadas, como una banderilla, con juego de clase. Y esto importa tanto como las victorias mismas.
Porque, como ganar, se ganó también en aquella excursión realizada por Viena y Budapest. Y, sin embargo, hasta los mismos jugadores españoles volvieron avergonzados de lo que había ocurrido a orillas del Danubio…

¡Y de su furia española!»

 Así las cosas, los defensores de la furia, arrinconados por una mayoría de la crítica, no perdían oportunidad de hacerse notar cuando el equipo nacional hacía gala de su proverbial capacidad combativa; ya fuera porque se lograse una hazaña notable, un hecho excepcional, bien porque el partido en cuestión se deslizase por los límites del reglamento, siendo necesario recurrir a argumentos más allá de lo estrictamente futbolísticos para equilibrar la contienda. Ambas circunstancias se dieron cita en la llamada «Batalla de Florencia» de la Copa del Mundo de 1934, que para muchos resultó, además del resurgimiento de la furia, la demostración palpable de sus teorías. Así se expresaba Juan Deportista en la edición de ABC del 1 de junio de ese año, tras el primero de los choques celebrados frente a la squadra azzurra de Vittorio Pozzo.

 

¡FURIA ESPAÑOLA!

 «No importa que no hayan vencido.

.Es lo mismo que estén participando en el torneo mundial sin la preparación y el entrenamiento debidos.

Da igual que un público exaltado haya coaccionado constantemente a los rojos.

Hasta ha resultado inútil la parcialidad de un árbitro decidido a evitar el triunfo de los mejores, porque los mejores eran los españoles.

Todo, incluso la posible derrota que al fin conseguirán tantos elementos coaligados a costa de la selección hispana, importa poco; cuando se ha logrado plenamente un objetivo: rescatar ante la opinión universal, y en las más adversas condiciones, la propia elevada personalidad puesta en tela de juicio por políticos internacionales del fútbol y aventureros nacionales pescadores a río revuelto.

En el deporte, como en tantas otras actividades, España tiene un motivo peculiar; y pues que el reglamento del maravilloso juego lo autoriza, supo crear una fórmula, un signo propio, que cuando se presentó ante el mundo victoriosamente se llamó la «furia española».

De entonces a acá -Amberes, año 1920- han sobrado expertos y técnicos, que no solamente negaron valor a aquella impetuosidad heroicamente fundida, sino que tildaron de disparate la pretensión de inclinar todo el fútbol español por cauces análogos. Y para que pareciera que los detractores tenían alguna razón llegaron los descalabros de París (1924) y Ámsterdam (1928).

Ahora tendrán que inclinarse ante la evidencia, que es la prueba palpable conquistada en ataques como asaltos desesperados frente a las selecciones del Brasil e Italia. La selección española, sin esa trabazón sólida que da el entrenamiento de conjunto, sin esa armadura consistente que depende de una estrecha organización, se ha presentado en Génova, primero, y en Florencia, después, y ha sido capaz de improvisarlo todo bajo el signo impresionante de la «furia española».

Improvisaciones, siempre maravillosas y emocionantes improvisaciones, de las que sólo son capaces en el mundo futbolístico los héroes de la «furia española»».

También aquí, como en Amberes, la furia tuvo su símbolo, representado en la figura de Jacinto Quincoces, quien resultaría elegido además integrante del once ideal del torneo.

 Poco más tarde la verdadera furia española se desató sobre nuestra patria y la sangre se derramó por todo el territorio nacional, en el frente y en la retaguardia, en cada trinchera, en cada cuneta, frente a cada tapia. Como toda furia que se precie, la nuestra no se aplaca con facilidad, y así, los vencedores siguieron regando la tierra que pisamos con sangre de los vencidos hasta bien entrada la década siguiente.

 Tras la contienda, con el país en plena reconstrucción, el fútbol hacía lo propio, siguiendo la misma senda marcada por sus antecesores, y así lo manifestaba Ramón Melcón en las páginas del diario Marca el 1 de enero de 1943, en un artículo en el que valoraba el juego cada vez más afiligranado de los equipos españoles, donde abundaban las jugadas precisas y espectaculares, siendo moneda común la vistosidad, la alegría y, en definitiva, la brillantez del fútbol desplegado, aunque no faltaba su censura para la falta de acometividad ante la puerta rival, la menor facilidad para el disparo de las líneas delanteras, la falta de mordiente, en suma, de los conjuntos nacionales:

 «(…) Por bien de nuestro fútbol, del que tenemos que oponer a las selecciones de otros países en esos partidos internacionales que son como el barómetro de la potencia deportiva de un país, convendría que todos procurásemos dar algo más de importancia a lo que debe ser ápice de la labor de un buen conjunto: el tiro a gol, que, junto con el acoso constante al portero, otra de las virtudes desaparecidas dentro de esa confusión de estilos al uso, fue, es y será la base del tradicional juego español, de lo que se dio en llamar impropiamente furia española, porque el entusiasmo y el espíritu combativo de nuestros primeros representantes ante el mundo sorprendieron a los extraños que tuvieron la suerte de contemplarlos en aquellas épicas e imborrables jornadas de Bruselas y Amberes, y no les dio ocasión para, cegados por aquella ráfaga de ardor y decisión, prestar atención a las excelencias de la técnica y la escuela de nuestros representantes. Aquella furia no era más que el exponente de un alma y un coraje que, salvo excepciones cada vez más raras, no suelen aparecer por nuestros campos de juego. (…)»

 Pero, pese a que mantenía su estilo definido, no cabía duda de que el fútbol español, tras la durísima posguerra y el aislamiento internacional, se había estancado. Continuaba jugando el arcaico 2-3-5 y sus parámetros tácticos, e incluso técnicos, estaban muy alejados de las principales selecciones del mundo, sobre todo de aquellas naciones que se habían visto menos afectadas por la II Guerra Mundial. La gira que el San Lorenzo de Almagro realizó por nuestro país en enero de 1947 supuso el aldabonazo definitivo para que España introdujera la WM. La victoria que el conjunto argentino obtuvo sobre el combinado nacional en el Metropolitano (1-6), en partido preparatorio para la confrontación con Portugal un mes más tarde, puso de manifiesto la necesidad de realizar reformas urgentes en el fútbol nacional. Así iniciaba su crónica el director de El Mundo Deportivo, José Luis Lasplazas:

«Hace veinticinco años aproximadamente que sigo de cerca los pasos del fútbol español. Y le he visto, unas veces, maravillosamente, otras, en tardes menos afortunadas. Pero por encima de los tanteos favorables o adversos logrados por nuestros combinados nacionales o equipos de clubs ante grupos extranjeros, siempre hallé algo, que aún en las más desgraciadas jornadas levantaba el ánimo, y hacía entrever mejores horizontes. A veces una jugada, un rasgo individual…

En este cuarto de siglo jamás había recogido una impresión tan deprimente sobre el fútbol español, como la que esta tarde ha dado el juego del equipo que puso en línea Hernández Coronado (…)».

Para terminar glosando el juego argentino de la siguiente manera:

«(…) Y así, sin enemigos, ¡qué locura la de su gambeteo! Pocas veces he visto un campo de fútbol tan semejante en ambiente a una plaza de toros, como en esta ocasión. Olés, palmas, pañuelos flameando, la grada jaleando continuamente esos arabescos, esos trenzados, esas infiltraciones hasta la misma línea de gol en las que son maestros los bonaerenses. Pocas veces aquel tópico de que sólo hubo un equipo en el campo habrá llegado tan cerca de la realidad como hoy. (…)».

La posterior derrota contra el cuadro luso, terminaría de precipitar los hechos.

 Qué diferente la crónica del mismo Lasplazas dos años y medio, y nueve partidos oficiales después, con nuevo seleccionador y, sobre todo esquema táctico, cuando las medidas modernizadoras comenzaron a dar su fruto. He aquí sus palabras tras la victoria sobre Irlanda en Dublín (1-4):

«(…) Hoy, a mi modo de ver, se ha cerrado un paréntesis y se ha iniciado un nuevo período para nuestro fútbol internacional. Ha quedado atrás la época de las vacilaciones y de las polémicas tácticas. Se ha rejuvenecido el cuadro, y se han fortalecido sus posibilidades no sólo dándole un sistema táctico, sino también trabajando para hallar esta flexibilidad que permite a la WM ser convertida, no sólo en un juego de defensa, sino también en una táctica de ataque.

Hoy saltaron a Dalymount Park once hombres con la gloriosa camiseta de España golpeándoles el pecho, provistos del innato brío y combatividad de nuestras representaciones, pero también sabiendo cómo aprovechar estas excepcionales condiciones, adaptándolas a una manera racional de jugar. Ganaron no sólo porque pusieron una enorme fe y entusiasmo, sino, también, porque tienen clase, y porque de esa clase supieron hacer una fuerza homogénea, compenetrada, la auténtica fuerza de un equipo (…)».

 El cuadro de Guillermo Eizaguirre conseguiría la mejor clasificación española en un Mundial durante el siglo XX. El cuarto puesto logrado en Brasil no fue la premonición de futuros éxitos inmediatos, como muchos esperaban, muy al contrario, supuso una anécdota heroica, como antes lo había sido Amberes, en el devenir del combinado nacional. Si acaso lo novedoso era que la furia, siempre presente en las hazañas de nuestra Selección, quedaba sometida a la actuación de conjunto, y pasaba de ser actor principal a secundario de lujo. Así lo narraba Antonio Valencia en Marca el 4 de julio tras la victoria sobre la Pérfida Albión:

«(…) Los ingleses tropezaron en este Torneo primeramente con la sorpresa frente a los Estados Unidos, y después, contra algo superior a la simple furia española, que es la inspiración, o intuición, o flexibilidad mental española. Y por eso los ingleses han perdido sus últimos partidos contra lo que su fútbol perfecto no puede prever: el azar que Dios reparte o la inspiración que concede para que una táctica también perfecta se ponga de puntillas y lo aventaje todo.

España -insisto- jugó el más maravilloso partido que recuerdo. Pero maravilloso técnicamente, en que la furia, el empeño y el coraje sólo fueron soldados de filas ante la napoleónica estrategia defensiva a la que sirvieron a la perfección. Se dispuso, con bendito acierto, que el marcaje fuese exacto, y así se cumplió. Se dispuso también que los interiores apoyasen alternativamente el sistema defensivo que comenzaba en los medios volantes, y el mayor acierto coronó este empeño (…)».

 Asumidas las novedades tácticas, las variaciones en torno al nuevo esquema pasaron a conferir al juego una mayor complejidad, con lo que el papel de los entrenadores cobraba cada vez mayor importancia. No faltó quienes vieran en todo ello el fin definitivo de la furia, como hizo Rafael Martínez Gandía en su columna de los domingos en Marca el 21 de diciembre de 1952:

«El fútbol nuestro sigue todavía cobrando alguna pequeña renta a cuenta de aquella furia española que surgió en Amberes y que se mantuvo hasta que llegaron las pizarras y la WM, en su obstinado intento de convertir esta juego en una ciencia exacta.

Aún se habla, sobre todo por ahí fuera, de la furia española, como sí, efectivamente, aquel estilo de Amberes perdurara. Sin embargo, esto de ahora, comparado con aquello, es un enfadillo de nada.

El último representante de la furia española es, probablemente, Zarra, en quien se juntan la voluntad, el ímpetu, el coraje y el amor propio. Lo cierto es que este tipo de jugador está en trance de extinción. La WM ha sido, según creemos, el factor desintegrante de la furia española.

Para nosotros, que nos resistimos desesperadamente a ser técnicos, la WM no es una táctica, como se pretende, sino dos letras muy feas. Una táctica verdadera era la furia. Esta táctica estaba llena de técnica, pero nadie parece haberlo advertido, como nadie ha advertido que hoy los jugadores tienen menisco y antes no.

En realidad, no hay más que una táctica en el fútbol, y todo lo demás que andan inventando y poniéndole números y variantes, no son más que nomenclaturas que no sirven para nada. Esta táctica es la de atacar, cuando se puede, y la de defenderse cuando avanza el enemigo. Cuantos más ataquen más probabilidades habrá de marcar gol, y cuantos más defiendan, menos. Está bien claro (…)

(…) No creemos en el fútbol matemático, ni en que forzosamente haya que poner un interior en punta y otro retrasado, sino en un fútbol en el que el cerebro no excluya el corazón.

Un equipo de fútbol debe ser, según estimamos, como un acordeón, que se estira y se encoge según conviene. La furia española tenía eso, pero como ahora se propende a jugar los partidos de antemano en la pizarra, aunque luego en el campo nunca salen como en la pizarra, a ver quién es el técnico que le pone furia a una tiza.

¿Quién?».

 Cabe señalar que la entrada en vigor de las novedades tácticas había coincidido prácticamente en el tiempo con la apertura de fronteras a los jugadores extranjeros, que pronto empezaron a poblar, entre nacionalizados y oriundos, las alineaciones de los principales equipos del país, excepción hecha del Athletic Club. Sólo fue cuestión de tiempo que los mejores alcanzaran las mieles de la internacionalidad con la camiseta española. Sin embargo, y al contrario que en sus respectivos equipos, la llegada de los ases foráneos no trajo consigo los triunfos soñados por aficionados y dirigentes para la Selección. Incluso llegó a haber quien contemplase su nutrida presencia en el combinado nacional como una desnaturalización de nuestro fútbol, falto de la casta y el coraje propios, es decir de la tradicional furia.

Tampoco sería justo olvidar que en el desempeño de nuestro once representativo influyeron factores externos, con poca o nula relación con el deporte, que complicaron cuando no impidieron las posibilidades de éxito (el supuesto telegrama de la FIFA que advertía de la alineación de Kubala en el desempate frente a Turquía de cara el Mundial de 1954; la negativa gubernamental a que los soviéticos jugaran su partido eliminatorio dentro del territorio nacional en 1960, que supuso la eliminación en la I Eurocopa); también que la diosa fortuna empezó a serle esquiva en momentos trascendentales (el propio partido frente a Turquía y el posterior sorteo que nos privó de acudir a Suiza en 1954; el empate a dos ante el conjunto helvético que nos cerró las puertas de Suecia 1958), sin hablar de los arbitrajes, que iniciaban una historia sin fin de errores, que terminaban dando al traste con las aspiraciones del equipo español (encuentro frente a Brasil en el Mundial 62).

 Y justo cuando la FIFA cambia la normativa para que los futbolistas que ya hayan jugado para un país no puedan actuar en las filas de otro, y se vuelve al producto nacional, la Selección logra el primer triunfo de su historia. Frente a la misma U.R.S.S. a la que cuatro años antes se le había impedido la entrada (ahora no hay inconveniente, quizá por aquello de los 25 años de Paz), se logra una hazaña en la que apenas hay rastro de la furia. Así se plasmaba en El Mundo Deportivo la «gran victoria del fútbol español»:

«¡Se le pudo al coloso del Este!

Y España conquistó, en tarde triunfal, la más preciada de todas cuantas victorias llegara a alcanzar en su largo historial dentro del campo internacional.

¡Campeones continentales! ¡Campeones de Europa!

Algo, quizá, con lo que no se pudo llegar a soñar siquiera pocos años ha, en razón de la irregular actuación de nuestro once nacional, pero que, desde ayer, ya es una viva realidad.

Una realidad que hará, sin duda alguna, que se vuelva a considerar y a temer a la Selección Española, como en aquellos años pretéritos de Amberes en 1920, y de los campeonatos mundiales jugados en Italia en 1934 e incluso podría recordarse otra más reciente, la brillante actuación de hace catorce años en Río de Janeiro.

Se le pudo al coloso del Este, al hasta ayer primer campeón continental. Y se le pudo con las mismas armas que nos hacían temer por la suerte de los nuestros: la de la resistencia física. Y otras más: brío y técnica.

Y es que el triunfo nacional llegó precisamente cuando se había temido que nuestro «momento» podía haber pasado y empezaría a contar el de los rusos.

Una jugada sencilla en su elaboración, pero trascendental en sus efectos, nos iba a dar la victoria y el título de campeones continentales. El trenzado Rivilla, Suárez, Pereda terminaba con pase matemático a la cabeza de Marcelino para que éste marcara el gol histórico…

Con este gol, España se ponía a la cabecera del fútbol europeo, derribando de su firme pedestal a la selección rusa, que tenía anotado el más alto porcentaje de victorias como tal y que había barrido literalmente de las canchas, con su fútbol fuerte, rápido y de gran técnica, a las escuadras de mayor solera del continente, para dar con aquel gol mayor gloria y legítimo orgullo a nuestro fútbol en especial y al deporte español.

Con este sensacional triunfo, estimamos que se cierra una época de nuestro fútbol, que ha sido pródiga en dudas y vacilaciones y hemos de tener la más fundada esperanza en que se abrirá otra, en la cual se sabrá hacer honor a este título tan maravillosamente conquistado frente al que se había dado a considerar como «rodillo» incontenible».

 Pese a este lógico anhelo, como sabemos, el destino no nos reservaba precisamente un futuro esperanzador. De hecho, el fútbol español entró en una especie de páramo en el ámbito internacional al que no fue ajena la Selección. Uno de los motivos fue, sin ningún género de dudas, el nuevo cierre de fronteras decretado a partir de la temporada 1964-65, que según todas las fuentes, empobreció notablemente el nivel del juego practicado en nuestro país. Y no es que el número de extranjeros disminuyese notablemente, ya que siguieron llegando como oriundos, ciertos o declarados, pero eran contados los jugadores de calidad que recalaban en las filas de los conjuntos españoles. Lo cierto es que el combinado nacional todavía se clasificó para el Mundial de Inglaterra donde, como en Chile, se volvió para casa en su mejor partido, y llegó a disputar los Cuartos de Final de la Eurocopa 68 para después verse inmerso en una época de oscuridad. Eliminado en las fases clasificatorias de México 1970 y Bélgica 72, se cayó en el desempate frente a Yugoslavia de cara al Mundial de 1974 en Alemania Federal (ya con las fronteras definitivamente abiertas, merced a la insistencia barcelonista y el trabajo detectivesco de Miquel Roca Junyent). Ante el potente cuadro teutón se jugaron dos notables encuentros en los Cuartos de Final de la Eurocopa de 1976, que no bastaron para doblegar a los germanos, antes de acudir a las fases finales de Argentina 78 e Italia 80, donde se realizó un mediocre papel, si bien, sobre todo en el europeo, los hombres de Kubala no tuvieron la menor fortuna.

El fracaso del Mundial 82 bien puede considerarse el final de este periodo desdichado, en el que la furia había sido prácticamente desterrada de nuestro vocabulario, al menos en el terreno futbolístico. Aunque siempre había algún que otro despistado que continuaba haciendo la consabida pregunta de: «¿Practica usted el tradicional estilo de la furia?», a las nuevas incorporaciones de los equipos, que era tanto como inquirir si el recién llegado sabría poner toda la carne en el asador llegado el caso.

 Y eso que durante estos años la Selección hubo de afrontar encuentros a cara de perro, auténticas finales, generalmente para lograr su clasificación «in extremis» para los Mundiales. Pero, para entonces, el término estaba tan desgastado que eran los rivales quienes recurrían a la furia. Recordemos, por ejemplo, el desempate frente a la República de Irlanda disputado en París (0-1) el 10 de noviembre de 1965 que el diario Marca tituló «Clasificados por los pelos y a la bayoneta», donde Nemesio Fernández Cuesta escribía:

«(…) Indudablemente la selección irlandesa ha debido jugar su mejor encuentro. Se jugaba mucho en el envite y puso entusiasmo. La furia tenía esta vez tréboles y camisas verdes. Ni en Dublín, ni en Sevilla, jugaron así. Y, los nuestros, tampoco. (…)».

Algo que refrendaba Gilera en el ABC:

«(…) Hermoso partido de desempate, disputado a todo tren, con las virtudes y defectos de esta clase de terceros partidos de una eliminatoria para un mundial, donde los irlandeses querrían estar, como era lógico. Por eso, más importante que el juego ha sido esta vez el carácter, la «furia» irlandesa, furia verde a la que han opuesto nuestros hombres todo el buen juego posible, pues nuestra condición futbolística actual es más técnica que temperamental, a excepción de un Zoco que dentro del «once» es el más clásico representante de nuestra leyenda. (…)».

 Aunque, cierto es, no faltaran momentos en los que el nervio español salía de nuevo a relucir aunque sólo fuera como pura cuestión de supervivencia. Como en aquel partido celebrado en el pequeño Maracaná de Belgrado, donde nuestros internacionales tuvieron que hacer frente a la inusitada violencia del cuadro yugoslavo, saliendo con bien de la encerrona. Así lo reflejaba El Mundo Deportivo bajo el expresivo epígrafe de «Se ganó una guerra»:

 «El excitante y apasionante choque de Belgrado, el partido de vida o muerte para los dos contendientes, se saldó con un magnifico triunfo de España en un ambiente casi de guerra, dada la desesperación de los balcánicos por conseguir por las malas artes lo que no podían obtener con su juego. Si otras veces se ha censurado a nuestra Selección, en esta oportunidad hay que quitarse el sombrero por su furia, sangre fría -frente a todas las provocaciones-, entereza y oportunismo, pese a que a los 14 m. se tuviese que retirar lesionado, el hombre-eje del equipo: Pirri.(…)».

 No obstante, si hubo un encuentro que de verdad hizo recordar el mito fue el arrollador triunfo sobre Malta, cimentado en una segunda mitad asombrosa donde al coraje le acompañó el acierto de nuestros jugadores. ABC lo sacaba a colación en el titular:

«12-1. Volvió la furia española en un memorable partido que nos clasifica para París».

Por su parte, Juan A. Calvo lo expresaba de la siguiente manera en El Mundo Deportivo:

«Esto debe comenzar con un «OLÉ»como una casa, sí señores. Es la única palabra capaz de sintetizar y reflejar lo que el aficionado español y cualquier espectador imparcial del partido, sintió hacia la actuación española y su proeza de clasificarse para la fase final de la Eurocopa cuando menos podía esperarse. Para ello han tenido que establecerse dos récords históricos: que Malta lograra su primer gol oficial fuera de su campo en este torneo y que España consiguiera una goleada sin precedentes en la Copa de Europa de Naciones. Uno añadiría un tercero: que el «duende sevillano» de esta fría noche de diciembre nos devolviera la imagen de un equipo nacional a la vieja usanza, con toda esa «garra española» que parecía olvidada en la noche de los tiempos. (…)».

 Todavía el equipo de Miguel Muñoz daría otras noches de gloria, ya en la fase final de la Eurocopa. La más recordada, sin duda, el épico triunfo ante Alemania Federal, con aquel testarazo de Maceda que nos llevaba en volandas a la semifinal del torneo. José María Lorente lo explicaba así en Marca:

«(…) Un gol como una catedral es lo que ha sido ese remate oportuno, certero, preciso, hermoso, valiente y mortal de un tal Maceda, saguntino y del Sporting, que es como ser dos veces legionario. A falta de un minuto, cuando ya no hay tiempo para levantar el partido, cuando sólo quedan segundos para mascar la derrota y hay que arriar el orgullo ante una escuadra que es así, irregular, original, abúlica, valiente, tesonera, apática, artista y desangelada, pero que en un minuto de inspiración, como Curro Romero, se mete a la afición en el bolsillo. (…)».

Tras un gran partido frente a Dinamarca, resuelto en los lanzamientos desde el punto de penalti, España jugó su segunda final continental, veinte años después, pero no pudo revalidar el título europeo. Nuevamente, la fatalidad hizo de las suyas, esta vez en la figura de Arconada, nuestro mejor hombre en el torneo junto a Maceda, y le llevó a encajar un tanto inexplicable tras golpe franco directo de Platini, que si en la mayoría de las ocasiones resultaba mortal de necesidad, en ésta su disparo no ofrecía mayor dificultad. Pese a todo, se alcanzó el subcampeonato de forma brillante, aunque, cuando se pierde, esto no suponga mucho consuelo.

 Desde entonces hasta ahora la historia es bien conocida. La Selección ha ido ganando solvencia y prestigio internacional, sin faltar a una sola cita importante (con la excepción de la Eurocopa ’92), pero sin lograr avanzar más allá de los Cuartos de Final en ningún torneo, por más que el fútbol desplegado fuera de calidad. Quizá la vez que más cerca estuvimos, por juego y brillantez, fuera la del Mundial mexicano. Curiosamente, fue una de las últimas oportunidades en la que nuestra antigua denominación gozó de cierto eco en los medios, aunque fuera aprovechando un hecho coyuntural, como se explica en la crónica de Alfredo Relaño en El País del 23 de junio de 1986, tras nuestra despedida del certamen:

«España cayó ante Bélgica en la azarosa y difícil prueba de los lanzamientos desde el punto de penalti, pero se va dejando un buen sabor de su participación en el Mundial. La Selección de Muñoz terminó el tiempo reglamentario y la prórroga con empate ante un equipo técnicamente inferior porque consintió que éste manejara el partido y que lo llevara por los caminos deseados por él. Alcanzó la igualada en una impresionante demostración de furia, que justifica largamente la denominación con que es conocido aquí, en México, nuestro conjunto nacional: La Furia Roja. El encuentro tuvo vibración e intensidad, pero en el curso del mismo España marcó mucho un defecto: la precipitación en las jugadas de ataque. Bélgica jugó siempre a la contra, sin arriesgar (…)».

 Es probable que la última vez que la furia llegase a las portadas y titulares de los periódicos españoles fuera con ocasión de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Algunos, llevados de la euforia, no dudaron en calificar nuestra medalla de oro como el mayor éxito del equipo nacional tras el europeo de 1964, sin percatarse de que no se trataba de la selección absoluta. Andrés Astruells iniciaba la reseña en El Mundo Deportivo de la siguiente manera:

«Fue un remate a romper. Conectado con toda la rabia y convicción del mundo para ganar una de las medallas de oro más brillantes y sorprendentes de estos Juegos. Del fútbol olímpico sólo se hablaba como tema de controversia y de la selección pocos esperaban algo bueno pocos días antes de alzarse el telón. Pero en el Camp Nou se vivió la paradoja más grande. El fútbol fue capaz de concitar 95.000 aficionados y convertir el estadio del Barça en una fiesta de multitudes mientras que el equipo español ganaba la medalla de oro con el corazón de los deportistas de antes, luchando hasta el último segundo para hacer posible la anhelada victoria.

En el momento quizá más mercantilizado del balompié mundial, la furia ha vuelto a vestirse de rojo y la joven escuadra de Vicente Miera sacó todo el pundonor del mundo para subir a lo más alto del podio.

Havelange se perdió posiblemente la final olímpica más vibrante, reñida y disputada de muchísimos años.

Sobre el campo no valieron conceptos técnicos y la superioridad fue por rachas pero españoles y polacos se batieron como leones para acabar redondeando un espectáculo que, especialmente en el segundo tiempo, resultó un plato fuerte futbolístico de primer orden (…)».

 Entre los «fiascos» recientes de nuestra Selección, merecen un cierto reconocimiento el sólido equipo de Javier Clemente en Estados Unidos 1994, con el famoso codazo de Tassotti a Luis Enrique en el encuentro definitivo contra Italia, y su continuación en el europeo de Inglaterra 1996, donde caímos de manera injusta frente al anfitrión, en la tanda de penaltis, tras un gol mal anulado y sendos penaltis escamoteados por el trencilla de turno. Y también el conjunto entrenado por José Antonio Camacho, que obtuvo el quinto puesto en el Mundial asiático, eliminado a la par entre el colegiado egipcio Al-Ghandour y la correosa Corea del Sur de Hiddink.

 Después le llegaría el turno a Luis Aragonés, con el que el equipo desplegó un juego interesante durante la Copa del Mundo de 2006, sólo para caer en los Octavos ante Zidane y compañía, a quienes nuestra prensa había jubilado antes de tiempo.

El Sabio de Hortaleza resistió entonces el embate de los medios, quienes se lanzaron a la yugular del técnico por su negativa a dimitir, tal y como había manifestado que haría si no conseguía llevar al equipo nacional a semifinales. Sentenció a Raúl, futbolista que había marcado una época gloriosa en el fútbol nacional, a quien ya no consideraba en condiciones de rendir en la Selección, e inició las pruebas con el 4-1-4-1 y mayoría de bajitos, con resultado positivo. El 13 de octubre de 2007 se venció a Dinamarca en Aarhus (1-3) y, posteriormente, se logró otro contundente triunfo frente a Suecia en el Bernabéu (3-0), encarrilando la clasificación. Después cayeron Francia e Italia en partidos de preparación, antes del europeo de Alemania.

 ¿Pero cómo un entrenador con especial aprecio por el contragolpe se convirtió en el inventor del tiqui-taca, el actual estilo de nuestra Selección?

 Para contestar a esa pregunta es preciso retroceder hasta 1988, cuando el presidente del F.C. Barcelona, Josep Lluis Núñez, presentaba a Johan Cruyff como nuevo entrenador de la entidad. El holandés, uno de los máximos exponentes del fútbol total durante los años setenta, no sólo sería el creador del Dream Team, uno de los mejores equipos españoles de la historia, máximo exponente del toque y la circulación del balón como fundamento del juego, sino que su acusada personalidad llegaría a cambiar la filosofía del club, poniendo los cimientos para que a día de hoy el conjunto azulgrana sea considerado el mejor del mundo, con un once integrado casi exclusivamente por jugadores procedentes de La Masía, la cantera barcelonista.

El propio Cruyff explicaba su filosofía de juego en el libro Mis futbolistas y yo (1993), escrito en colaboración con Miguel Rico, de la siguiente manera:

«Nuestra vocación, como filosofía de equipo, es ofensiva. Todo el mundo sabe que nuestra obsesión es atacar porque, una vez más, mientras nosotros tengamos la pelota los contrarios no podrán ni hacernos gol ni crearnos el más mínimo peligro. Parece una estupidez pero es algo obvio que debemos tener muy en cuenta».

Alfredo Relaño profundizaba en el juego azulgrana bajo mandato del holandés en el capítulo titulado «El ataque implacable» del libro Entrenadores. Un poder inestable (1997):

«Contra lo que mandan los cánones, según los cuales el equipo se arma desde la defensa, Cruyff lo organiza desde el ataque. Las prioridades son ofensivas y recupera el viejo principio de que la mejor defensa es un buen ataque.

¿Y el medio campo? Tiene dos tareas: control y posesión del balón por un lado, y buena colocación y presión para prevenir la salida del contrario por el otro. En sus mejores exhibiciones, los equipos de Cruyff se pasaban el balón en la media de un lado a otro del campo ante los ojos fascinados de los rivales, que no encontraban forma de interceptar esos precisos y rápidos pases. Toque, toque y toque. El mismo principio que al otro lado del océano definió Menotti al decir que: «la jugada aparece sola, no hay de precipitarla». El medio campo se pasa el balón una y otra vez, la defensa contraria oscila y, de repente, se descubre la fisura hacia la que salen simultáneamente el pase bien dirigido y la carrera al claro de un jugador en busca del balón».

Es difícil leer este texto y no asociarlo de inmediato con el fútbol practicado en la actualidad por nuestro equipo nacional. Y no deja de resultar paradójico que el introductor del estilo de juego que la Selección terminara por hacer propio, en sustitución de aquella antigua furia de Amberes, sea holandés.

 El fútbol de Cruyff perduró en el tiempo y La Masía no ha dejado de proporcionar futbolistas con un patrón común, jugadores dotados técnicamente, con talento, acostumbrados a practicar un juego asociativo, vistoso, con el balón como principal referencia. Todos los entrenadores que siguieron al flaco han podido contar, en mayor o menor medida, con este tipo de refuerzos procedentes de las categorías inferiores. Pero no fue hasta la llegada de Guardiola, el principal representante de la cantera en el Dream Team, cuando el Barça apostó definitivamente por la gente de la casa para convertir el gran equipo que había forjado Rijkaard en un conjunto auténticamente de ensueño.

 Volviendo a Luis Aragonés, la respuesta a la pregunta anteriormente expuesta es,… por convicción. El Sabio nunca fue un entrenador con particular gusto por el fútbol preciosista, vistoso, de salón… todo lo contrario. La experiencia atesorada primero como jugador y después, en su larguísima trayectoria como entrenador, le han hecho un defensor acérrimo del resultado como única verdad en el fútbol. Tomemos como ejemplo el siguiente texto de José Félix Díaz en el que, bajo el epígrafe de «El contragolpe perfecto», se analizaba la figura de Aragonés en el libro anteriormente citado, Entrenadores. Un poder inestable (1997):

«Huye del espectáculo como estandarte. A este respecto, comparte la teoría de Fabio Capello. Cree y defiende en cualquier foro, y ante cualquier presidente, que el verdadero espectáculo es ganar. En su opinión de nada vale que un equipo juegue muy bien si los resultados no acompañan. No niega que se enfada profundamente cuando sus hombres pierden y que la misión del entrenador es saber por qué han fallado y encontrar la solución a sus males a costa del espectáculo. Busca en todo momento lo práctico y, pese a poner sobre la mesa un sistema que para muchos no está concebido para el ataque, sus conjuntos siempre acaban entre los máximos goleadores del campeonato. Jugadores como el rojiblanco Manolo, Mijatović o Šuker han batido todas sus marcas goleadoras con Aragonés en el banquillo. Su sentencia aleja cualquier tipo de dudas: «El entrenador que quiera espectáculo, que ponga una barra en el banquillo»».

 Así es. Luis Aragonés llegó al tiqui-taca porque consideró que era la única forma de alcanzar el triunfo en un torneo internacional. Y lo hizo desde el convencimiento en una premisa que venía a poner en solfa nuestra leyenda racial, el mito mismo de la furia española. Había llegado a la conclusión de que la inferior condición física de base no permitía al futbolista español competir en un plano atlético con la mayoría de equipos nacionales de primera fila en condiciones de igualdad. Era necesario concentrar todo el esfuerzo en nuestras notables facultades técnicas para lograr el objetivo final.

 Y así lo hizo. Conquistamos la Eurocopa con un 4-4-2, con Villa retrasado en ayuda del centro del campo y cayendo a las bandas con gran facilidad, que solía terminar convirtiéndose en un 4-5-1 en el transcurso del partido con la entrada de Cesc Fábregas. Y con este último sistema tuvimos que disputar la final tras la lesión del asturiano, obteniendo el triunfo. Una victoria que suponía, más allá de una conquista anhelada, el final de la furia española como concepto futbolístico.

 Tras la conquista de Europa Luis dejó su puesto para fichar por el Fenerbahçe turco. La Federación se encontró entonces con una difícil papeleta, pues el cambio de seleccionador no debía entrañar una transición, sino la continuidad de un proyecto que, más allá de haber logrado el máximo objetivo, había calado profundamente en el público y la crítica. Lo cierto es que el sustituto del Sabio de Hortaleza era un secreto a voces, conocido bastante antes de la disputa de la Eurocopa. Y hay que decir que Villar acertó de pleno al elegir a Vicente del Bosque, un hombre tranquilo y capaz.

El salmantino había demostrado con creces sus dotes organizativas durante su etapa al frente del Real Madrid galáctico, donde hubo de gestionar un vestuario plagado de figuras al tiempo que lograba sacar partido de aquella política de Zidanes y Pavones que llegaría a dejar al conjunto blanco huérfano de clase media. Bicampeón de Liga y de Champions, logró también el cetro mundial de clubes con un conjunto asimétrico cuya mejor versión tenía a Roberto Carlos como dueño de la banda izquierda, dando total libertad al mediapunta francés, a un Figo muy móvil por la derecha y a Hierro, Makélélé y Raúl como columna vertebral del equipo. Considerado poco glamouroso por los rectores de la casa blanca, se optó por prescindir de sus servicios. Su marcha significó un auténtico mazazo para la cantera madridista, cuyos futbolistas encontraron cada vez más dificultades para llegar a la primera plantilla, integradas sus filas por jugadores foráneos, cada vez más y más costosos. En la actualidad el Real Madrid puede vanagloriarse de romper el mercado de fichajes cada verano. Incluso la anunciada españolización del conjunto se ha hecho a base de talonario. Está por ver si esta forma de actuar puede garantizar el desarrollo sostenible de la institución, que no hace tanto salvó su economía mediante la venta de la antigua ciudad deportiva en la Castellana, donde cuatro inmensas torres se alzan ahora como recordatorio y aviso a navegantes.

 Y así, Del Bosque inició su andadura. Y pronto se vio que con éxito. La Selección barrió en su grupo clasificatorio para el Mundial, y en sucesivos amistosos venció con solvencia a Inglaterra, Argentina y Francia, entre otros rivales. Entre medias, la Copa Confederaciones sirvió como magnífica piedra de toque para calibrar de nuevo nuestra competitividad, y las conclusiones fueron positivas pese a la derrota frente a Estados Unidos, verdadero equipo revelación del torneo.

El juego del combinado nacional se regía por los mismos parámetros que el que había obtenido el triunfo en la pasada Eurocopa. Quizá la novedad más importante fue la aparición de Sergio Busquets, por el que Del Bosque no ocultaba su devoción, convertido en pieza fija del once titular por su capacidad para cohesionar al equipo merced a su rigor táctico, inteligencia y salida de balón; siendo el engarce ideal entre la defensa y el centro del campo.

No llegamos al torneo en las mejores condiciones, con Iniesta y Fernando Torres todavía renqueantes de lesiones sufridas poco antes de la cita mundialista, lo que hizo que el entrenador tirara de la versatilidad de nuestros futbolistas para conformar las alineaciones. El caso más significativo fue el de David Villa, escorado a la banda izquierda en buena parte de los encuentros con un rendimiento sobresaliente, algo que Pep Guardiola ha sabido explotar tras el fichaje del guaje por el Barcelona. El esquema de juego varió entre el 4-2-3-1 y el 4-1-4-1, aunque Vicente del Bosque no dejó de repetir, cada vez que se le mencionaba el tema, que su equipo no jugaba con un doble pivote.

De menos a más la Selección fue pasando etapas, practicando cada vez un mejor fútbol, hasta presentarse en la final, donde nos aguardaba el conjunto nacional de Holanda.

 ¡Qué mejor forma de pasar página definitivamente con nuestra furia, que alcanzar el triunfo en el Mundial con el toque y la circulación de balón frente a los holandeses! No en vano el germen de lo que habría de ser, pasado el tiempo, los actuales Países Bajos se fraguó a raíz de aquel saqueo de Amberes. Días después de aquellos acontecimientos se firmaba la Pacificación de Gante, por la que los Estados Generales de las diecisiete provincias exigían la salida de las tropas españolas del territorio. Posteriormente, en 1579 se producía la Unión de Utrecht mediante el que las provincias protestantes del norte se unificaban, separándose de facto de las católicas del sur, para en 1581 presentar el llamado Acta de Abjuración, por la que declaraban su independencia formal del Imperio de Felipe II, conformando, tras diversos avatares, la República Holandesa en 1588.

Aún hoy en día la presencia hispana se deja notar en el Wilhelmus, su himno nacional, en una de cuyas estrofas pone, textualmente, en boca del Príncipe Guillermo de Orange: «Al rey de España siempre he honrado».

 La victoria, obtenida con todo merecimiento, daba carpetazo a la furia española. Objetivo cumplido. El círculo se había cerrado

 Y,  sin embargo…

 Sin embargo… hay figuras que resultaban tan familiares…

 Ese Piqué ensangrentado, convertido en verdadero saco de golpes del equipo español durante la primera fase del torneo…

Esa incorporación de Puyol, entrando a rematar de forma indómita, llevándose por delante a su compañero Piqué, para suspenderse en el aire y conectar el colosal testarazo que suponía la victoria frente al cuadro teutón…

Esa final, donde tal parecía que el equipo holandés nos pasara factura por lo ocurrido cinco siglos antes, produciéndose con una violencia desatada, a la que fue preciso responder con contundencia…

 ¿Seguro que no hubo furia española en Sudáfrica?

 Corolario

 El 5 de noviembre de 1995 Feliciano Fidalgo realizaba una desenfadada entrevista a Matías Prats en El País. Una de cuyas preguntas era:

– ¿Algunos echan de menos la furia española: ¿usted, qué echa de menos?

A lo que el viejo maestro de periodistas respondía:

– El arte en el fútbol.

 A buen seguro que, allá donde esté, don Matías (junto al resto de colegas, futbolistas, aficionados e historiadores que alguna vez soñaron con ver a los nuestros levantar el máximo trofeo futbolístico y  que abandonaron este mundo perdida toda esperanza), habrá gozado con el juego artístico de nuestra selección en su más bello triunfo.

  

 




Origen y primer presidente del Real Sporting de Gijón

La dificultad para designar al primer presidente de la entidad entronca directamente con la ausencia de datos sobre el origen de la misma. La fecha de fundación no está clara, y así, pese a haberse establecido mediante acta notarial julio de 1905 como año de partida, en su día se llegó a afirmar que el nacimiento del club se había producido a finales del siglo XIX, concretamente en 1900.

Vayamos por partes.

Fue en febrero de 1955 cuando el entonces presidente sportinguista, D. Eustaquio Campomanes, inició gestiones con distintos ex futbolistas de la primera época para tratar de fijar legalmente la fecha de fundación de la Sociedad, y, de este modo, proceder a la celebración de las Bodas de Oro del club. No debió resultar una tarea sencilla ya que las diligencias se prolongaron hasta noviembre de 1956, durante un año y nueve meses. En efecto, las opiniones de los antiguos jugadores estaban encontradas, y diferían bastante unas de otras. Finalmente se logró alcanzar un acuerdo y una serie de veteranos, quienes decían ser «socios fundadores» de la entidad, declararon ante el notario D. Tomás Albi Agero que el Sporting Gijonés había sido fundado en julio de 1905, con una Directiva presidida por Anselmo López, e integrada por Alfredo y Julio Bernaldo de Quirós, José Morilla, José y Julio Barroso Ablanedo, Emilio Fernández, Jacobo Argüelles, Corsino de la Riera, Ángel Pardo, Florentino García Sordo y otros más que no recordaban.[1]

Las personas que declararon ante notario se citan a continuación: Jacobo Argüelles Álvarez, Emilio Fernández Menéndez, Emilio López Sánchez (sobrino de Anselmo López), Julio Bernaldo de Quirós, Florentino García Sordo (quien hizo entrega de una medalla ganada supuestamente con el Sporting en 1906), Corsino de la Riera Acebal y Ángel Pardo Botella.

La diferencia de pareceres entre los ex sportinguistas ocasionó una demora que obligó a festejar el cincuentenario del club con dos años de retraso, en 1957. Los periódicos gijoneses publicaron en aquellas fechas numerosos artículos y entrevistas, donde se recogían con profusión de detalles los recuerdos y vivencias de aquellos sportmen que cincuenta años atrás habían impulsado el deporte del balón en la ciudad. Todos coincidían en señalar a Anselmo López como el primer presidente y verdadero fundador de la Sociedad rojiblanca.

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Sin embargo, si nos remontamos en el tiempo unos cuantos años, apenas seis, hasta 1951, encontramos una nota discordante que tiene especial interés por provenir de un equipier que integraba la primera alineación sportinguista de la que se tiene noticia comprobada. El 20 de diciembre se publicaba en la sección de deportes del diario Voluntad una carta firmada por Conrado Pineda en la que se detallaba el origen de la entidad «…para que sirva de aclaración y frene un poco los ímpetus de ese enjambre de «fundadores» que ahora, como de generación espontánea, le han nacido a nuestro Sporting…». Y añadía: «El Sporting se fundó en el verano de 1905, siendo su primera (que conste bien claro) Directiva la siguiente: Presidente Conrado Pineda; Secretario Loyola Zoreda (alma y vida entonces de la Sociedad y para quien nadie ha tenido jamás el menor recuerdo, siendo en su casa donde se celebraban las juntas y donde se guardaba nuestro modesto equipo de ropa, botas, balones etc.); Tesorero Anselmo López; Vocales los hermanos Muñiz y no recuerdo si algún otro más». Continuaba explicando que había ocupado la presidencia hasta 1907, época en la que fue relevado en el cargo «… por uno de los hermanos Muñiz, no recuerdo perfectamente cual, pero creo que ha sido Óscar. Más tarde, y al presentar éste la dimisión y no haber nadie que quisiera ocupar cargo alguno, se constituyó una Dictadura completamente absolutista de la que Anselmo López era presidente, secretario, contador, vocal, cobrador y botones. Así estuvimos durante muchos años hasta que vino la fusión con la Sportiva que nos absorbió en absoluto, no volviendo a figurar para nada ninguno de los auténticos sportinguistas, ni en aquella época, ni nunca jamás».[2] (Para probar lo que estaba diciendo, Conrado Pineda adjuntaba un recorte del diario El Independiente del 17 de agosto 1907, en el que se explicitaba una alineación del Sporting Gijonés (la misma que apareció en su día en casi todos los periódicos de la ciudad, y que está considerada como la referencia más antigua de la Sociedad). Por su interés, la reproducimos a continuación: portero, Anselmo López; defensas, Óscar Muñiz y Manuel Muñiz; medios, Constantino Palacio, Conrado Pineda y Félix Alonso; delanteros, Loyola Pineda, José Morilla, Laureano Antuña, Ramón Muñiz y Eduardo García.

Pineda continuaba en estos términos: «Me mueve a enviarte este escrito el hecho muy frecuente de oír a señores que rondan arriba o abajo los cincuenta años, afirmar que han sido los auténticos fundadores del Sporting, cuando éste está próximo a que cumpla su medio siglo de existencia, y otros que llevan en Gijón treinta o cuarenta años de residencia y que también dicen lo mismo. Y no es que esto sea ningún desdoro, ni mucho menos, pues con ello dan pruebas de amor al Club, pero lo que no es de manera alguna, es una realidad».

La carta terminaba advirtiendo que en 1955 se cumplirían 50 años desde la fundación del Sporting, y avisaba de la conveniencia de ir preparando la celebración de las bodas de oro del club.

Este testimonio en primera persona resulta revelador, no sólo porque ofrece una versión diferente en la figura del primer presidente, sino porque además aporta una alternativa creíble en la composición de la primera directiva sportinguista, formada por jugadores que ya pertenecían a la disciplina del conjunto gijonés en 1907. Ninguno de los ex futbolistas que en 1956 declararon ante notario formaban parte de dicha alineación, y la Directiva que se puede completar a través de sus testimonios es demasiado heterogénea si atendemos a la primera vez que los integrantes de la misma aparecen en los periódicos como equipiers del Sporting Gijonés.

Un minucioso rastreo en los diferentes diarios de la época que se conservan (El Comercio, El Noroeste, El Principado, El Publicador, El Pueblo Astur, El Carbayón, El Correo de Asturias, La Voz de Avilés y Diario de Avilés) nos ofrece los siguientes resultados:

Anselmo López y José Morilla (1907), únicos representantes de la primera alineación. Ángel Pardo Botella (1908) – Florentino García Sordo (1908) – Julio y Alfredo Bernaldo de Quirós (1910)[3] – José Barroso Ablanedo (1911) – Emilio Fernández «Cañamina» (1911) – Corsino de la Riera (1911) – Julio Barroso Ablanedo (1912) y Jacobo Argüelles Álvarez (¿?)[4].

Evidentemente el hecho de que no aparezcan en la prensa hasta dichos años no implica necesariamente que no formaran parte del equipo con anterioridad, si bien llama poderosamente la atención el que jugadores como Corsino de la Riera o José Barroso, que en 1911 figuraban en el cuadro infantil del Sporting, estuvieran entre los primeros componentes del club seis años antes[5]. De todas formas la denominación de «socio fundador» ha de tomarse con una cierta flexibilidad, pues también Fernando Villaverde recibió dicha calificación en su momento, pese a haberse incorporado al Sporting en 1910 procedente de la Sportiva. Incluso se llegó a hablar de él como fundador de la institución.

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La carta de Conrado Pineda provocó un cierto revuelo en círculos sportinguistas y recibió cumplida contestación días más tarde en las páginas de La Hoja del Lunes. Un redactor del periódico se entrevistó con varios ex futbolistas del conjunto gijonés para recabar sus impresiones sobre el asunto.

Sergio y Pachín Villaverde (ambos posteriores a 1910) afirmaron que siempre habían oído que el «papá»  de la entidad era Anselmo López.

Luis Álvarez (1916) manifestó que Anselmo López lo era todo en el club. «Presidente, secretario, tesorero, saquero y hasta cobrador de recibos, de aquellos recibos de «perrona»[6]. Acerca de la fecha de fundación decía lo siguiente: «Yo soy el socio número dos del Sporting. Me hizo mi padre cuando tenía cuatro años y según mi cuenta, creo que debió ser hacia el año 1906».

Pero, sin ninguna duda la opinión más interesante la proporcionó Ángel Pardo, que no sólo negó lo anteriormente expuesto por Pineda sino que además ofreció su versión de la constitución de la Sociedad:

«Pues verás, en el año 1905 – en esto sí estoy conforme con Pineda – había en Gijón varias sociedades futbolísticas. Una que yo había creado y que se llamaba «La Recreativa»; otra la de Anselmo López y otra la que formaban los hermanos Quirós, con Julio como presidente. De estas tres – lo recuerdo como si fuese hoy – nació el Sporting Club Gijonés. Nos reunimos un día en la playa, debajo de Las Carolinas, y acordamos fundir las tres en una sola, a la que se dio aquel nombre. Unimos los fondos de los tres equipos, pusimos cada uno de los miembros una pequeña cantidad e inmediatamente pedimos a Barcelona los jerseys».[7]

Ángel Pardo continuó comentando sus recuerdos, pero su memoria más que ayudar le confunde, y así establece que: «En 1905 jugábamos en los arenales de la playa. Después en 1906 ya lo hacíamos en el campo de La Matona. Allí hasta el año 1908 en que pasamos al campo de Piñole, el famoso Flor de Valencia. Y después al Molinón. En 1914″. (Lo cierto es que no jugaron en La Matona hasta 1910,  para pasar al campo del señor Piñole en 1911. Y no fue hasta el año 1915 cuando el Sporting arrendaría el campo de El Molinón). También afirma que el título de «Real» fue concedido al club en 1908 merced a las gestiones de un amigo suyo, Ramón Plasencia, entonces socio de honor de la entidad (concretamente se produjo en agosto de 1912, y pese a que se ha proclamado que se logró gracias a la intervención de una conocida de Anselmo López cuyo hijo era capitán de caballería de la Casa Real, en realidad fue con casi toda seguridad el Ministro de Estado, D. Manuel García Prieto, quien gestionó ante la Corona tal distinción[8]), y asegura que no recuerda a Conrado Pineda en el Sporting, sino en el Gijón Foot-ball Club posteriormente.

Asimismo, Ángel Pardo hizo hincapié en que había ganado con el Sporting una medalla en 1906, donada por el Círculo Mercantil e Industrial de Gijón. Pese a que con el paso de los años la había perdido, señalaba que su compañero Florentino García Sordo conservaba la suya, y de esta forma se podía demostrar lo que decía. (Sin embargo dicha medalla se ganó en un encuentro disputado en el campo Redondo entre el Sporting Club Ovetense y la Juventud Sportiva Gijonesa el domingo 2 de septiembre de 1906, como atestigua un anuncio publicado en el diario El Comercio en el que además puede leerse: «Se disputarán en este partido once magníficas medallas de plata regalo del Círculo Mercantil e Industrial de Gijón, las cuales están expuestas en el bazar de D. Benigno Piquero». El choque dio comienzo a las cinco de la tarde pero tuvo que ser interrumpido debido a un tremendo aguacero que obligó a guarecerse tanto a los espectadores como a los jugadores. Debió tratarse de un chubasco pasajero porque enseguida se reanudó el enfrentamiento, que a la postre daría como vencedor al conjunto gijonés. No se han hallado más datos del partido, uno de los escasísimos matches de los que se tiene noticia en 1906).

Ángel Pardo no recordaba exactamente el primer equipo del Sporting que salió de aquella reunión en la playa, pero aseguraba que uno de las primeras alineaciones la componían los siguientes jugadores: Anselmo López; Bascarán y Cañamina (Emilio Fernández); F. Sordo, Alfredo Quirós, Cesáreo Cadavieco; A. Pardo, Estrada, Julio Quirós, Corsino Riera y Barroso; (Como se puede observar, salvo Anselmo López y Cesáreo Cadavieco no hay ningún jugador de 1907.)

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La polémica desatada con sus declaraciones llevó a Conrado Pineda a escribir nuevamente a EPE, cronista deportivo de Voluntad, para reiterar una vez más su postura, al mismo tiempo que criticaba la ausencia de datos verificables en las declaraciones de sus opositores, a quienes según sus propias palabras, «… en su mayoría no tengo el honor de conocer». Asimismo, aseguraba que no tenía la más mínima intención de entrar en polémicas «…que ni me convienen ni me interesan …», y argumentaba que había presentado una prueba concluyente que nadie podía poner en duda. Proseguía anunciando que desde ese mismo momento renunciaba a volver a tocar el tema con nadie, y que simplemente había pretendido dar fe de los hechos por su cariño al Sporting. Como última prueba de sus afirmaciones presentaba una carta que le había enviado su amigo Ramón Muñiz (otro de los jugadores que formaban la primera alineación), y daba permiso para su publicación.

 Por falta de espacio se retrasó la publicación de la nota de Ramón Muñiz hasta el día siguiente, 30 de diciembre.

Por su interés, la reproducimos en su totalidad.

 Señor don Conrado Pineda.

 Mi querido amigo:

 Me interesé mucho por la polémica y el consabido revuelo que se armó en el cotarro futbolístico al publicar tu carta en el diario «Voluntad» con la copia de la gacetilla salida en el semanario «El Independiente», el día 17 de agosto de 1907. También de las declaraciones, días después, de Ángel Pardo en la «Hoja oficial del Lunes».

Hay discrepancias de bulto, y sobre todo de fechas, y por si te son necesarias las aclaraciones que te pueda dar, ya que somos de los del 1907, te las doy con mucho gusto, y sólo con el fin de conseguir aclarar la fecha lo más exactamente posible de la fundación de nuestro querido Sporting.

El Sporting ha pasado por varias etapas en cuanto a su denominación. Fue primero «Sporting Gijonés», más tarde «Sporting Club Gijonés», luego «Real Sporting Club de Gijón» y hoy «Real Gijón». La primera es la verdadera, la legítima, la del nacimiento de la Sociedad, la que no era más que estas dos palabras: «Sporting Gijonés», la que fundó Anselmo López, que en esto estamos todos conformes, y que fue el alma de ella, que yo supe bien de los desvelos y el cariño que puso en su obra.[9]

¿Y cuándo fundó Anselmo López el club? Y aquí vienen las discrepancias de fechas. Mi antiguo amigo Ángel Pardo, erróneamente habla del Sporting Club Gijonés y me lo coloca en 1905 como el año en que se fundó y dice que nació de tres sociedades: la Recreativa, la de Anselmo López y otra que capitaneaba Julio Quirós (o mejor dicho Julio Bernaldo de Quirós). De la primera y de la tercera no viene al caso hablar. ¿Y cuál era la de Anselmo López? Pues era nada más y nada menos que la que ya se llamaba «Sporting Gijonés» de manera que ésta de Anselmo López era anterior a la constituida después con el nombre de «Sporting Club Gijonés» porque aunque se vean cosas nunca vistas en este siglo de tanta Ciencia y tantos científicos, la ciencia biológica no ha descubierto que un hijo nazca primero que su padre. (Ya se ha dicho que en la prensa no consta este cambió de nombre, lo que impide determinar la veracidad de esta aseveración.[10] No obstante, si en el Sporting original se integraron con posterioridad jugadores de otras Sociedades, como parece, esto implicaría que muchos de los llamados «socios fundadores» del club no formaron parte del mismo desde un inicio.

Así que está bien claro que el Sporting Gijonés existía en 1907 sin aportaciones todavía de otros clubes, que era el legítimo Sporting, el auténtico, el que todavía no tenía uniforme, el de Anselmo López, único guía que entonces tuvo. Lo que no alcanzan mis recuerdos es si se fundó en ese año o en anteriores. Y esto que lo creo sumamente importante, lo puede aclarar Florentino Sordo, pues según Ángel Pardo posee una medalla donada por el Círculo Mercantil en 1906, y es de suponer que en la inscripción que en el dorso debe llevar figure la fecha y el nombre de la Sociedad que la mereció. Y esto sí que sería otro documento valiosísimo que aclararía la fecha exacta de la fundación. (En la medalla sólo consta el año, pero ya se ha explicado que Ángel Pardo la ganó con la Sportiva Gijonesa.)

Del famoso equipo (famoso por la sorpresa e incredulidad de algunos) del 1907, y que salió en aquella fecha en letra de imprenta, tú sabes bien que lo hemos recordado a lo largo de los muchos años de amistad que llevamos. Y para los incrédulos, bueno es que sepan que ese partido terminó con empate a uno. Aquí termino, y todo esto es lo que puedo aportar para esclarecer el origen legítimo del hoy Real Gijón.

Un abrazo de tu buen amigo

Ramón Muñiz                                              

 Unas líneas más abajo de dicho artículo, se podía leer:

 «Publicadas estas cuartillas, Voluntad considera suficientemente debatido el asunto, y por lo tanto anuncia que no publicará ya ninguna otra nota o comentario que se le envíen espontáneamente y que se relacione con este tema».

 Ramón Muñiz señala a Anselmo López como líder del grupo y fundador del club. Llama la atención el que Conrado Pineda no parezca sentirse desacreditado por esta afirmación, ya que fue él mismo quien permitió la publicación de esta carta para apoyar su tesis. ¿Es posible ser el fundador, aglutinante de una Sociedad, y no ocupar al mismo tiempo la presidencia de la misma? Desde luego, haya sido o no Anselmo López el primer presidente de la institución, no hay duda de que fue la persona que impulsó al Sporting de manera decisiva en su constitución, y posterior crecimiento y consolidación. De todas formas no pueden ignorarse las palabras de Conrado Pineda, aunque es posible que nunca se hallen pruebas que nos conduzcan a la verdad de lo sucedido.

 Acerca de la hipotética fundación del Sporting en una fecha más temprana, alrededor de 1900, no parece sino una fantasía. El fútbol organizado arrancó en la ciudad con los festivales del Gijón Sport-Club en 1903. Es a partir de ese momento cuando el deporte del balón toma carta de naturaleza de manera formal. Por imitación, irían surgiendo grupos o pandillas que intentarían formar su propia Sociedad. Desde esa óptica, 1905 resulta una fecha razonable como punto de partida del Sporting.

El propio Ignacio Lavilla, secretario de la entidad bajo el mandato de Anselmo López, confirma este hecho al rememorar en 1957 los orígenes del club: «Cuando nació el Sporting, Gijón ofrecía a la rapacería tan escasos alicientes que teníamos que sacarnos de la manga los medios de ejercitar nuestra vitalidad y dinamismo de chicos. Éramos todos, buenos y malos, excesivamente traviesos. (…) Pues bien, Anselmo López tuvo la virtud de pretender, y en gran medida conseguir, una corrección de estos excesos infantiles. Porque la verdad es que, antes de esto ya se había jugado al fútbol en Gijón. Mis primeros ídolos deportivos se llamaron Adaro, Castrillón, Prendes, Adolfo Suárez y todos los demás fabulosos componentes de aquel Sport-Club, que con el sentimiento de admiración hizo nacer en nosotros el deseo de emularlos.»

El hecho de que en 1911, en una carta publicada en la prensa, la junta directiva del cuadro rojiblanco afirmase que contaba con once años de antigüedad, hay que tomarlo más como un deseo de autoafirmación y de prestigio frente a los ataques recibidos por parte del Gijón Sport-Club nacido a finales de 1910, en plena guerra por la supremacía en la villa, que a una realidad.[11] Prueba de ello es que el club no continuó manteniendo dicha aseveración en años posteriores, y ese dato no quedó establecido como algo inherente a su idiosincrasia. En todas las aproximaciones históricas que sobre el Sporting se realizaron en los periódicos durante los años veinte y treinta siempre se le situó con posterioridad al primer Gijón Sport-Club (1903) y a la Sportiva Gijonesa (1904).

 «Voluntad», 20 dic. 1951

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En 1955 celebrará el Sporting sus Bodas de Oro

Un periódico amarillento, una carta y la primera directiva

 Varias veces en la calle y en los pasillos de la tribuna del Molinón nos había advertido un buen amigo nuestro y sportinguista sincero, Conrado Pineda Barbachano:

– Cada vez que se habla del nacimiento y de los primeros pasos del Sporting, amigo «Epe», se incurre en muchísimos errores. Los auténticos de aquella época guardan silencio, tal vez porque no encuentran a mano las pruebas materiales de lo que les gustaría decir. Pero yo me parece que las voy a encontrar y un día te daré una sorpresa enviándotelas con objeto de que puntualices ciertos extremos interesantes para el perfecto conocimiento de la historia del Club. ¿Me publicarás algo si te lo mando?.

– Hombre, con muchísimo gusto.

– Pues cuando tenga esos datos y pruebas te las enviaré.

Y, efectivamente, ayer recibíamos un abultado sobre dentro del cual venían una carta y un periódico amarillento con ese color especial que prestan los muchos años, «cosidas» algunas roturas con papeles de goma. Era un ejemplar de «El Independiente» periódico que editaba un grupo de gijoneses en 1907 y en cuyas columnas se alternaba la noticia local con el comentario agudo y la crítica mordaz. Un periódico que nosotros no alcanzamos, por fortuna para nuestra juventud, pero que resulta agradable leer para situarse adecuadamente en aquel Gijón de hace 45 años.

En ese ejemplar, desvaído y ruinoso, se habla ya del Sporting, en una noticia breve, muy breve, como corresponde al escasísimo espacio que entonces se dedicaba al fútbol. Y es ese periódico el que nos ofrece una prueba de lo que Conrado Pineda nos había dicho más de una vez y que ahora concreta en su amenísima carta que vamos a reproducir íntegramente. Dice así:

Mi distinguido amigo: Para que sirva de aclaración y frene un poco los ímpetus de ese enjambre de «fundadores» que ahora, como de generación espontánea, le han nacido a nuestro Sporting, me es muy grato adjuntarte un periódico de esta localidad de fecha 17 de agosto de 1907 (hace 44 años largos) que textualmente dice así: «Mañana saldrá para Oviedo con objeto de jugar un gran match de foot-ball contra el Sport Ovetense el Sporting Gijonés. El Sporting Gijonés está compuesto por los siguientes: portero, Anselmo López; defensas, Óscar Muñiz y Manuel Muñiz; medios, Constantino Palacio, Conrado Pineda y Félix Alonso; delanteros, Loyola Pineda, José Morilla, Laureano Antuña, Ramón Muñiz y Eduardo García».

El Sporting se fundó en el verano de 1905, siendo su primera (que conste bien claro) Directiva la siguiente: Presidente Conrado Pineda; Secretario Loyola Zoreda (alma y vida entonces de la Sociedad y para quien nadie ha tenido jamás el menor recuerdo, siendo en su casa donde se celebraban las juntas y donde se guardaba nuestro modesto equipo de ropa, botas, balones etc.); Tesorero Anselmo López; Vocales los hermanos Muñiz y no recuerdo si algún otro más.

Como podrás ver yo he sido el primer presidente que tuvo el Sporting desde 1905, fecha de su fundación, hasta 1907, en que se renovó la directiva, siendo substituido por uno de los hermanos Muñiz, no recuerdo perfectamente cual, pero creo que ha sido Óscar. Más tarde, y al presentar este la dimisión y no haber nadie que quisiera ocupar cargo alguno, se constituyó una Dictadura completamente absolutista de la que Anselmo López era presidente, secretario, contador, vocal, cobrador y botones. Así estuvimos durante muchos años hasta que vino la fusión con la Sportiva que nos absorbió en absoluto, no volviendo a figurar para nada ninguno de los auténticos sportinguistas, ni en aquella época, ni nunca jamás. La Sportiva estaba entonces compuesta por Antón Riera, El Porru, Quirós El chepu, César El Aburríu – que jugaba descalzo – y no recuerdo quiénes más.

Después vino la fusión con el Sport Club, a quienes hoy en día todos conocemos, pues aún viven en su mayoría y que pueden decirse que son de ayer.

Me mueve a enviarte este escrito el hecho muy frecuente de oír a señores que rondan arriba o abajo los cincuenta años, afirmar que han sido los auténticos fundadores del Sporting, cuando éste está próximo a que cumpla su medio siglo de existencia, y otros que llevan en Gijón treinta o cuarenta años de residencia y que también dicen lo mismo. Y no es que esto sea ningún desdoro, ni mucho menos, pues con ello dan pruebas de amor al Club, pero lo que no es de manera alguna, es una realidad.

Si la actual Directiva quiere honrar a su primero y fundador equipo, en su mayoría fallecidos ya, ahí tiene sus componentes que podrían figurar en un cuadro de honor en el local social, y al mismo tiempo ir pensando en las bodas de oro del Sporting, que se cumplen el próximo 1955.

Muy agradecido con un abrazo de tu buen amigo.- Conrado Pineda.

 «Hoja del Lunes», 24 Dic. 1951

 En torno a la fundación del Sporting

 ¿Quién fundó el Sporting y quién lo presidió?

 No hay coincidencia de nombres en los recuerdos de los viejos aficionados

 Lo único cierto es que en 1955 cumple sus Bodas de Oro

 Los viejos aficionados sportinguistas han tenido esta semana tema sobrado para el comentario, la discusión y la polémica amigable. Un colega local publicó una carta del señor don Conrado Pineda en la que, revolviendo en el siempre sugestivo álbum de los recuerdos, daba a conocer detalles, fechas y nombres de los que trajeron a la vida el hoy viejo Sporting. Pero pese a toda la aparente contundencia de la letra de molde y de las fechas no todos los que se titulan «sportinguistas antiguos» estaban conformes con la cronología o genealogía del Sporting de Gijón.

Nosotros quisimos ampliar la referida carta y para ello, nos hemos entrevistado con aquellas personas que por su participación en el nacimiento del club y por su actuación en defensa de sus colores, pudieran aportar algún dato nuevo, confirmativo de lo referido por el señor Pineda o de rectificación si procediera. Y hemos visto coronado nuestro esfuerzo ya que podemos dar a conocer detalles que avaloran el recuerdo fiel, y el prestigio de los interviuados. Así pues, vamos allá con el resultado de nuestra investigación.

¿Quién podría iniciar la historia del Sporting? Un nombre salta enseguida a la memoria: los hermanos Villaverde. Y con Sergio y Pachín nos entrevistamos en primer lugar:

 – ¿Habéis leído el historial que del nacimiento del Sporting hizo don Conrado Pineda?

– Sí.

– Es un trabajo valioso, ¿verdad?

– Lo sería si exactamente respondiera a la realidad cierta, pero aunque la memoria nos falle creemos que no es todo lo concreto y terminante que parece.

– ¿Entonces?

– Nosotros tenemos entendido que el «papá» – valga la palabra – del Sporting, fue Anselmo López. Y respecto al año de su nacimiento no estamos tampoco muy seguros de que sea el de 1905 que señala Pineda.

– ¿En qué os basáis?

– En primer lugar, hay un detalle significativo. El Sporting no se fusionó nunca con el Sport Club, como se dice. Nos llevábamos «como el perro y el gato». Aquí pudo haber un lapsus en la memoria de Pineda. Y como éste puede haber más.

– Seguro, seguro. ¿Quién podría asesorarme de todo esto?

– Hay varios nombres: Florentino Sordo, Ángel Pardo, Cañamina, Luis Álvarez…

– Pues a este último vamos a ver, que nos pilla de paso.

En la oficina del amigo Luis continuamos las pesquisas.

 – Supongo que habrás leído la información de Pineda. ¿Qué dices de ella, amigo Luis?

– No me atrevo a asegurar que sea incierto todo lo que dice, pero tampoco aseguraría que es verdad. Yo creo que falla al señalar la persona del primer presidente del Sporting.

– ¿Quién fue para ti?

– Anselmo López. Presidente, secretario, tesorero, saquero y hasta cobrador de recibos, de aquellos recibos de «perrona».

– ¿En qué año ocurría esto?

– Yo soy el socio número dos del Sporting. Me hizo mi padre cuando tenía cuatro años y según mi cuenta, creo que debió ser hacia el año 1906. Pero si quieres una información completa y fiel, procura localizar a Ángel Pardo. Ése si que fue uno de los fundadores del Sporting, sin género de dudas. Es hombre de memoria, y puede que tenga documentos, fotografías o cualquier otro material que atestigüe detalles de la vida y nacimiento del Sporting.

Conseguimos localizar a don Ángel Pardo en la calle de San Bernardo, en su industria, hojeando revistas antiguas lo encontramos. Amable acogida por su parte y enseguida, los dos prendidos en el hilo de los recuerdos, empezamos – empezó, mejor dicho – a esbozar en los pormenores de la historia del viejo club. La pregunta inicial fue la misma. Ángel Pardo contestó rápido:

 – ¡Qué va, hombre! El primer presidente del Sporting fue Anselmo López. Éste, repito fue el que dio vida y el que impulsó a la Sociedad hasta hacerla criar raíces en Gijón. Siento contradecir a Pineda, pero la verdad es la verdad.

– ¿Y cuál es la verdad?

– Pues verás, en el año 1905 – en esto sí estoy conforme con Pineda – había en Gijón varias sociedades futbolísticas. Una que yo había creado y que se llamaba «La Recreativa»; otra la de Anselmo López y otra la que formaban los hermanos Quirós, con Julio como presidente. De estas tres – lo recuerdo como si fuese hoy – nació el Sporting Club Gijonés. Nos reunimos un día en la playa, debajo de Las Carolinas, y acordamos fundir las tres en una sola, a la que se dio aquel nombre. Unimos los fondos de los tres equipos, pusimos cada uno de los miembros una pequeña cantidad e inmediatamente pedimos a Barcelona los jerseys.

– ¿Rojiblancos?

– Así es, rojiblancos pero con una diferencia con los de hoy. Los pantalones en lugar de ser azules eran blancos.

– ¿Se constituyó la directiva?

– A eso voy. En aquella reunión se designó la Directiva: Presidente Anselmo López; Secretario Julio Quirós; Vocales unos cuantos entre los que recuerdo a Cesáreo Cadavieco, Ángel Álvarez y yo. A mí me designaron como capitán del equipo. esta capitanía la cedí luego a Fernando Villaverde cuando éste se incorporó de la Sportiva al Sporting.

– ¿Hubo fusión entonces?

– No, no, la Sportiva llegó poco menos que a «tronar». Y entonces muchos de sus elementos pasaron a nuestras filas. Lo que dice Pineda de fusión no es así. Y tampoco es cierto que se fusionasen más tarde con el Sport Club. Esto es imposible. Es como si se pretendiera fusionar hoy día al Sporting y al Oviedo.

– ¿Dónde jugaban entonces?

En 1905 jugábamos en los arenales de la playa. Después en 1906 ya lo hacíamos en el campo de La Matona. Allí hasta el año 1908 en que pasamos al campo de Piñole, el famoso «Flor de Valencia». Y después al Molinón.

– ¿Cuándo?

– En 1914. Había un equipo, el Foot-ball, formado por los Nespral, Velasco, etc., que jugaba en El Molinón. Decidieron dejarlo, y entonces concertaron un partido con el Sporting para solemnizar la despedida. Jugamos once medallas que nos ganaron, y a partir de aquí fuimos nosotros los inquilinos del campo, con la ayuda financiera de Guisasola.

– ¿Recuerda el primer equipo del Sporting que salió de aquella reunión?

– Exactamente no puedo afirmarlo, pero si no fue el primero, fue el segundo o tercero. Lo formaban estos once hombres: Anselmo López (portero); Bascarán y Cañamina (defensas); F. Sordo, Alfredo Quirós, Cesáreo Cadavieco (medios); yo, Estrada, Julio Quirós, Corsino Riera y Barroso;

– ¿Algo más?

– No tengo fotografías porque con la guerra se me perdieron, así como la medalla que ganamos en 1906 y que concedió el Círculo Mercantil de Gijón en un partido con un equipo de fuera. Esta medalla la posee aún Florentino Sordo. Repito que me faltan documentos pero cuantos datos te he facilitado son los reales. Para que veas que no me falla la memoria. En el año 1908, un amigo mío, don R. Plasencia, que ocupaba una plaza en la secretaría de la Escuela de Comercio escribió a la secretaría del Palacio Real de Madrid para conseguir para el equipo el título de Real, y éste nos vino en tres semanas, o sea que el Sporting no se denominó Real Sporting hasta 1908.

– En resumen…

– Que el Sporting se fundó en 1905 en la playa; que el primer presidente fue Anselmo López; el primer equipo el que te cité, y que Conrado Pineda ha debido de sufrir un error. En aquel tiempo yo no le recuerdo como directivo o presidente del Sporting. Si creo que lo era en el Sporting Club o la Sportiva, aunque  entonces sus aficiones más que futbolísticas eran ciclistas, alternando con los hermanos Cuesta o Juanés.

Aquí termina la información. Como se ve el amigo Pardo nos ha prestado una colaboración estrechísima. Con la particularidad de que difiere totalmente con lo que el señor Pineda publicó en la prensa gijonesa. ¿Quién tiene razón? El recorte de periódico que este último citaba en su carta es una prueba valiosísima, pero no exenta de error o concordancia con la realidad de los hechos ocurridos en aquel año de 1905. De tal modo una y otro – la carta y nuestro trabajo de investigación- ahí quedan para que los viejos sportinguistas expriman un poco la fibra del recuerdo y establezcan la verdadera consecuencia del nacimiento del Sporting y de la personalidad de sus fundadores.

Lo único innegable – y en lo que coinciden todos – es que en 1955 el Sporting cumple sus bodas de oro en el fútbol español. Y habrá que celebrarlas como se merecen.

 

«Voluntad», 29 dic. 1951

 Otra carta en la que vuelve a hablarse del origen y nacimiento del Sporting

 Hace días publicamos una carta de nuestro estimado amigo don Conrado Pineda en la que señalaba el nacimiento, primer equipo y primera directiva del Sporting, apoyándose entre otras pruebas, en un número del periódico «El Independiente», que se editaba en Gijón hace 45 años.

La citada carta dio lugar luego a unas manifestaciones de antiguos jugadores y directivos sportinguistas en las que se discutía la afirmación del señor Pineda. Y, éste, insiste en su postura con una carta que ayer llegaba a nuestras manos y que reproducimos a continuación. Dice así:

 Señor Redactor Deportivo de «Voluntad».- Gijón.

 Mi distinguido amigo:

 Al enviarte mi primera nota con los datos fidedignos e incontrovertibles sobre la fundación, presidencia y primer equipo de nuestro Sporting, nunca pensé, ni muy remotamente, que pudiera dar motivo a una controversia, y menos aún suscitar una polémica que ni me interesa ni me conviene. Yo he aportado los datos irrefutables de todo ello sin que nadie pueda poner en duda la autenticidad de los documentos que aportaba y que tú mejor que nadie, como periodista que eres, puedes comprobar, ya que aún obran en tu poder. Pero por una contestación que he visto en la prensa, parece que hasta se duda de ello y de la prensa de aquella época como si yo (y digo yo, por no mencionar a todos mis compañeros de equipo) hubiera preparado los periódicos hace 45 años con miras a darlos a la luz para equivocar a esos señores, a quienes en su mayoría no tengo el honor de conocer.

Supe que se revolvía medio Gijón para buscar datos con que echar abajo mis razonamientos y que, a pesar del tiempo transcurrido, no han encontrado más que una serie de vaguedades sin fundamento, y una serie de anacronismos que delatan la más absoluta ignorancia sobre los temas futbolísticos de aquella época. Aquí no vale el «yo creo que…», «me parece que…», «a mí me dijeron que…».

Yo he presentado todas las pruebas fehacientes, irrefutables e incontrovertibles y por lo tanto mi misión ha terminado aquí, participando a ésos y a otros señores que, sea cual fueran las razones y alegatos que a partir de hoy me presenten, encontrarán, por mi parte, el más absoluto silencio pues he hecho el firme y decidido propósito de no contestar a nada ni a nadie.

Vuelvo a repetirte que yo no he escrito nada con ánimo de polémica ni controversia, que ni me conviene ni me interesa. Todo cuanto aporté ha sido por el cariño que tengo a nuestro Sporting.

Así, querido Prendes, que muchas gracias por tus atenciones y a la Paz de Dios.

 Conrado Pineda.

 P.D. Te adjunto una carta que en este momento recibo de mi buen amigo y compañero, fundador, directivo y componente del primer equipo del Sporting, doctor Ramón Muñiz, el cual aporta algunos datos que, a mi juicio, los creo sumamente interesantes y dignos de publicación, para lo cual te autorizo. Muchas gracias.

 «Voluntad», 30 dic. 1951

 En torno al nacimiento y primeros pasos del Sporting

 Unas cuartillas como punto final a unas discrepancias

 En nuestro número anterior, publicábamos la carta de don Conrado Pineda con la que cierra su intervención en el debate suscitado con relación al nacimiento, primer equipo y directiva del Sporting. Con la carta el señor Pineda nos adjuntaba unas cuartillas que le dirige el doctor gijonés, don Ramón Muñiz, que fue uno de los primeros jugadores que tuvo el Club rojiblanco. Estas cuartillas del doctor Muñiz que no se pudieron insertar ayer por falta de espacio las damos hoy gustosamente a la publicidad, sin quitar punto ni coma. Dicen así:

 Señor don Conrado Pineda.

 Mi querido amigo:

 Me interesé mucho por la polémica y el consabido revuelo que se armó en el cotarro futbolístico al publicar tu carta en el diario «Voluntad» con la copia de la gacetilla salida en el semanario «El Independiente», el día 17 de agosto de 1907. También de las declaraciones, días después, de Ángel Pardo en la «Hoja oficial del Lunes».

Hay discrepancias de bulto, y sobre todo de fechas, y por si te son necesarias las aclaraciones que te pueda dar, ya que somos de los del 1907, te las doy con mucho gusto, y sólo con el fin de conseguir aclarar la fecha lo más exactamente posible de la fundación de nuestro querido Sporting.

El Sporting ha pasado por varias etapas en cuanto a su denominación. Fue primero «Sporting Gijonés», más tarde «Sporting Club Gijonés», luego «Real Sporting Club de Gijón» y hoy «Real Gijón». La primera es la verdadera, la legítima, la del nacimiento de la Sociedad, la que no era más que estas dos palabras: «Sporting Gijonés», la que fundó Anselmo López, que en esto estamos todos conformes, y que fue el alma de ella, que yo supe bien de los desvelos y el cariño que puso en su obra.

¿Y cuándo fundó Anselmo López el club? Y aquí vienen las discrepancias de fechas. Mi antiguo amigo Ángel Pardo, erróneamente habla del Sporting Club Gijonés y me lo coloca en 1905 como el año en que se fundó y dice que nació de tres sociedades: la Recreativa, la de Anselmo López y otra que capitaneaba Julio Quirós (o mejor dicho Julio Bernaldo de Quirós). De la primera y de la tercera no viene al caso hablar. ¿Y cuál era la de Anselmo López? Pues era nada más y nada menos que la que ya se llamaba «Sporting Gijonés» de manera que ésta de Anselmo López era anterior a la constituida después con el nombre de «Sporting Club Gijonés» porque aunque se vean cosas nunca vistas en este siglo de tanta Ciencia y tantos científicos, la ciencia biológica no ha descubierto que un hijo nazca primero que su padre.

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Así que está bien claro que el Sporting Gijonés existía en 1907 sin aportaciones todavía de otros clubes, que era el legítimo Sporting, el auténtico, el que todavía no tenía uniforme, el de Anselmo López, único guía que entonces tuvo. Lo que no alcanzan mis recuerdos es si se fundó en ese año o en anteriores. Y esto que lo creo sumamente importante, lo puede aclarar Florentino Sordo, pues según Ángel Pardo posee una medalla donada por el Círculo Mercantil en 1906, y es de suponer que en la inscripción que en el dorso debe llevar figure la fecha y el nombre de la Sociedad que la mereció. Y esto sí que sería otro documento valiosísimo que aclararía la fecha exacta de la fundación.

Del famoso equipo (famoso por la sorpresa e incredulidad de algunos) del 1907, y que salió en aquella fecha en letra de imprenta, tú sabes bien que lo hemos recordado a lo largo de los muchos años de amistad que llevamos. Y para los incrédulos, bueno es que sepan que ese partido terminó con empate a uno. Aquí termino, y todo esto es lo que puedo aportar para esclarecer el origen legítimo del hoy Real Gijón.

Un abrazo de tu buen amigo

Ramón Muñiz

 


[1] No hubo unanimidad a la hora de especificar la primera directiva. Cada uno de los declarantes aportaba el nombre de aquellos componentes de los que se acordaba. Se recoge la relación completa de los mismos.

[2] Varios jugadores procedentes de la Sportiva desembarcaron en el Sporting a partir de 1910 (como los hermanos Villaverde, los hermanos Quirós etc.), pasando posteriormente a ocupar cargos directivos en la entidad. Con la desaparición de la Sportiva en 1912 se produjo una nueva llegada de futbolistas que se integraron en las filas rojiblancas. Pero, no fue se trató de una fusión sino de la incorporación de nuevos elementos al equipo. Lo mismo ocurriría  en 1914, con la disolución del Gijón Sport-Club. Además, conviene apuntar que Anselmo López se mantuvo al frente del Sporting hasta 1915).

 [3] Existen datos de un segundo partido celebrado en 1907 en el que aparecen cuatro nuevos integrantes: Herminio Fernández, Cesáreo Cadavieco, F. Quirós y J. Quirós. Este último podría tratarse de Julio Bernaldo de Quirós, pero no puede afirmarse con seguridad. Hasta 1910 no aparecería como jugador sportinguista.

[4] Aparecen varios Álvarez en los compases iniciales pero no se ha podido determinar su identidad.

[5] Recordemos que ya en 1908 la prensa señalaba que los integrantes del Sporting Gijonés contaban con edades comprendidas entre los 16 y los 17 años. No es hasta 1909 cuando se crea el equipo infantil, con jugadores más jóvenes.

[6] Algo que corrobora en parte lo sostenido por Conrado Pineda en su carta, y que también confirmaría en 1957 en el diario El Comercio Ignacio Lavilla al explicar cómo había sido designado secretario de la entidad por decisión personal de Anselmo López: » Fui pues, un secretario del dedo. Y continué siéndolo sin grandes sacrificios, porque el propio Anselmo, llevado de su entusiasmo, monopolizaba todas las actividades burocráticas del club»).

[7] La versión más extendida sostiene que los primeros uniformes se compraron en Gijón, en el almacén El Águila.

[8] Hay que recordar que el presidente del Consejo de Ministros, D. José Canalejas, era Presidente de Honor del Sporting desde 1911. Es más que probable que el club rojiblanco solicitara su mediación para lograr el favor de la Corona, y que éste encargase las gestiones a García Prieto, uno de sus más estrechos colaboradores. Tal y como indicaba Ángel Pardo, Ramón Plasencia, entonces secretario honorario de la entidad, pudo muy bien iniciar el proceso al realizar los primeros trámites. Él fue quien recibió el comunicado de la Casa Real que informaba de la concesión del título. Por cierto, cabe reseñar que el Sporting recibió dicho galardón antes de constituirse legalmente como sociedad deportiva; pues no sería hasta finales de 1912 cuando presentara su primer reglamento ante el Gobierno Civil provincial. Toda una paradoja.

[9] Sin embargo el nombre del club no varió en los periódicos hasta la concesión del título de Real, en 1912. Es cierto que, entre 1907 y 1908, el nombre de la entidad aparece en la prensa en algunas ocasiones como Sporting Club Gijonés, pero parece más una cuestión de estilo del cronista de turno que otra cosa. Al fin y al cabo todas las sociedades deportivas eran clubes. Tanto en las bases de los concursos futbolísticos organizados por el Sporting como en las cartas que la Junta Directiva enviaba a los periódicos el nombre de la institución era invariablemente el mismo, «Sporting Gijonés». Por otro lado, hay que señalar que en 1909 se fundó un nuevo equipo en la ciudad que se denominó Gijón Sporting Club.

 [10] Existió un Sportin Club Gijonés en 1914, que no era el ya por entonces Real Club Sporting Gijonés. En dicha entidad se encontraban jugadores que habían militado con anterioridad en el conjunto rojiblanco (¿Quizá alguna rama desgajada?). Esta era su Junta Directiva: Presidente: Corsino Riera. Vicepresidente: Elías Tuya. Secretario: Ángel Pardo. Vicesecretario: Victoriano Prendes. Cajero: Luis Fernández. Contador: Luis Luanco. Vocales: Casto Estrada, Luis Junquera, Ramón Pedrós y Rafael Prendes. Capitán del primer equipo: Wilsonn.

[11] Se conserva una tarjeta conmemorativa otorgada a Fernando Villaverde como mejor jugador del Campeonato Asturiano infantil organizado por el Sporting en 1911, donde viene reflejada como fecha de fundación el año 1900.