De la “selección clandestina” al «“match” de las guapas»: un breve recorrido por el intento de inclusión del fútbol femenino en la cultura tardo-franquista.

  1. INTRODUCCIÓN

A día de hoy, el fútbol femenino recibe en nuestro país una posición cada vez más reconocida. Los constantes avances en materia de igualdad, y la intención de erradicar los patrones sexistas que rigen nuestra sociedad, ha permitido que el fútbol deje de ser concebido como un deporte exclusivamente masculino. El balompié femenino ha comenzado un proceso de revalorización que esperamos,  continúe creciendo a medida que avanza el tiempo hasta lograr eliminar todos los estigmas que existen a su alrededor. Es por ello que, dada la situación actual respecto a este deporte, es necesario echar la vista atrás para comprender cómo ha sido el proceso de inclusión de la mujer en la historia reciente del fútbol femenino en nuestro país, que iniciará en los años previos a la Transición española, en torno a los 70.

Si bien los orígenes del fútbol femenino en España se remontan a las primeras décadas del siglo XX (más específicamente al 31 de mayo de 1914, cuando tuvo lugar en Barcelona el que consta como el primer partido femenino de nuestro país), lo cierto es que podemos hablar de un fútbol antes y después de la dictadura (Jiménez, M., 2020) pues con el estallido de la Guerra Civil española (1936-1939) y la consecuente posguerra, los avances logrados durante la II República respecto al fútbol femenino, se desvanecieron. El régimen franquista (1939-1975) impuso que la función social y humana de la mujer se relegaría a una serie de actividades que serían promovidas por estamentos políticos como el Frente de Juventudes, la Sección Femenina de Falange Española, o la Organización Juvenil Española  (Martínez Calatrava, V., 2011, p. 2), que consistirían básicamente en los cuidados, la reproducción y el mantenimiento del sistema familiar como elemento capaz de contener el desorden económico y consecuentemente, social. De esta manera, la rígida posición establecida para la mujer, basada en las míticas figuras de “ángel del hogar” y de “la perfecta casada”, que la recluían en la esfera privada y la incapacitaban para ejercer una vida pública y profesional alejada de sus responsabilidades maritales y maternas, influyeron en que el despegue del fútbol femenino no se diera hasta la llegada de la década de los 70. Durante los 60-70 la dictadura franquista estaba viviendo una serie de cambios que mostraban el desgaste del sistema franquista. El descontento de la sociedad respecto a un régimen que nada tenía que ver con las democracias que estaban construyéndose a extramuros, impulsó un nuevo despegue intelectual que anunciaba el posterior cambio mental y social que viviría la sociedad española con la Transición. De dicha forma, la década de los 70 se plantea como un momento de eclosión con el régimen, donde los nuevos planteamientos en cuanto a las identidades y el género comienzan a llegar a España, haciendo tambalear la triunfante mitología franquista. Es por ello que no sería hasta ese momento cuando se daría la coyuntura precisa para el inicio de la ruptura de las fronteras de género, incluyendo dentro de esta ruptura del proceso de re-inclusión de lo femenino, en un deporte atribuido a lo masculino.

  1. LA INCLUSIÓN FEMENINA EN EL FÚTBOL DE LOS 70 ¿INTERÉS REAL O BLANQUEAMIENTO DE LA DICTADURA?

La década de los 70 se inauguraba con una dictadura muy debilitada como consecuencia de un régimen muy longevo e inmutable. El inmovilismo propio del régimen, y su ausente interés en la democratización, despertó un amplio movimiento de oposición al mismo, entrando así en una fase de numerosas protestas como resultado de una sociedad descontenta, que anhelaba un cambio de paradigma. Desde los 60 era notable que España estaba viviendo una renovación intelectual y cultural, que a su vez ponía de manifiesto que el régimen y la cultura comenzaban a ser incompatibles y contradictorios (Fusi, J.P., 2017, p. 111). Es lógico que por ello, los 70 fueran años de incipientes revoluciones, donde los sectores más marginados de la sociedad, por su género o identidad, comenzaron a reclamar su integración en la sociedad.

Las mujeres comenzaban a desligarse de su rol tradicionalmente asignado, y la sociedad en sí estaba cambiando, siendo esto un anuncio del cambio que se produciría a partir de 1975. La mujer se iría liberando de su papel relegado a la esfera doméstica y a la familia, y esta transgresión no sólo quedaría patente en la incorporación de la mujer al plano académico y al mundo laboral, sino en su papel en otros tantos aspectos de la vida y la cultura española, siendo uno de ellos el fútbol.

El fútbol femenino viviría en nuestro país un desarrollo complejo, motivado por la existencia de dos tendencias contradictorias: por un lado, el fútbol profesional, y por otro lado, el show mediático con intención deslegitimadora.

El devenir del fútbol de los 70 se vio alterado por una serie de acontecimientos que nos hace plantearnos si su nacimiento tuvo un interés real, o si en realidad surgió como una farsa oportunista del régimen. Por ello, podemos hablar de la existencia de dos posturas diferentes: la intención de la profesionalización de este deporte en su modalidad femenina, o por otro lado, la intención de obtener un rédito económico a través del espectáculo y la sexualización femenina. Para comprender esto tenemos que poner el foco en la llamada “selección clandestina”, y por otro lado, en el llamado por la prensa del momento como «el match de las guapas» (“folklóricas” vs “finolis”).

Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XXXII Número 9749. 1971 enero 2. Recuperado de https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

El surgimiento del fútbol femenino comprendió una ardua trayectoria, pues el fútbol profesional sería ocultado en numerosas ocasiones dado el auge de espectáculos como los de “folklóricas” vs “finolis”, que interesaban y vendían más para la dictadura, que el balompié femenino profesional. La trayectoria futbolística de la mujer empezaría a encaminarse a partir del 8 de diciembre de 1970, cuando se celebraría el primer partido de fútbol femenino en España desde el establecimiento de la dictadura. Los primeros equipos de fútbol femenino de España,  el Sizam  y el Mercacredit, se enfrentaban consiguiendo llenar el campo del Boetticher como nunca en su historia (8.000 personas). Se daban así a conocer a algunas de las figuras clave para el desarrollo del fútbol femenino en nuestro país, como Kubalita o Concepción Sánchez Freire. Estas sin embargo, no pudieron ser reconocidas por su brillantez en el campo simplemente con sus propios nombres, lo que haría que tuvieran que cargar toda su carrera con el sobrenombre masculino que le atribuyeron de “Amancio” a Conchi (Santacruz, J., 2020) (llevando el apodo del 7 del Real Madrid), y de Kubalita a Carmen Arce por László Kubala (González, M., 2022), en ese afán machista constante por comparar el fútbol femenino con el masculino.

Conchi “Amancio”

Carmen Arce, “Kubalita”

Rafa Muga fue el responsable de la celebración de dicho encuentro, y en general una de las personas que más contribuyeron a impulsar el fútbol femenino de la época. El éxito del partido fue evidente, dado que tras este se recibieron numerosas peticiones de admisión a estos equipos femeninos, lo que denota el interés que existía por parte de las mujeres por formar parte de este deporte.

Hoja Oficial del lunes : editada por la Asociación de la Prensa: Época Tercera Número 1663 – 1971 febrero 22. Recuperado de https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

Tras la finalización del partido, Rafael Muga fue llevado al cuartel de la Guardia Civil de Villaverde, donde le preguntaron «¿De verdad ha organizado usted un partido de fútbol con mujeres?» (Burgos Ubeda, J., 2020). Este partido marcó el inicio de la trayectoria futbolística femenina de nuestro país y tras este, Rafa Muga lanzó la Selección Femenina de Fútbol, la primera selección femenina de España. Sin embargo, esta no sería reconocida hasta el 21 de octubre de 1980, lo que hizo que se le reconociera en los medios de la época como la “selección clandestina” (Jiménez, M., 2020). A pesar de esto, el fútbol femenino no dejó de luchar y dar grandes pasos. El primer partido internacional jugado por la Selección sería contra Portugal, celebrándose en Murcia el 21 de febrero de 1971, en el antiguo Estadio de la Condomina. Las jugadoras españolas, al contrario que las portuguesas, no podían lucir el escudo nacional, prohibido por la Federación Española al no estar reconocida la Selección Femenina. El partido fue caótico como consecuencia de la precariedad existente: falta de organización, de contratos, la oposición de la Federación Murciana y de su presidente (quien trató de paralizar el partido…) (Jiménez, M., 2020). La RFEF no cesaría su lucha hasta que no apagara todos los focos que había surgido de esta actividad.

Pero las mujeres no abandonaron su intención de ser futbolistas. Ejemplo de ello es el partido de fútbol disputado el 25 de diciembre de 1970 en el Camp Nou, que sería la semilla para la creación del club femenino azulgrana. La iniciativa de Inma Cabeceran i Soler por intentar crear una sección femenina en este equipo, la llevó a publicar un artículo en la revista RB plasmando su deseo de crear una plantilla de buenas jugadoras (Polo, E., 2020). Inma lo logró y el partido tuvo lugar, convirtiéndose en una de las pioneras del fútbol femenino catalán. El partido, contra la Unió Esportiva Centelles, se celebró aunque con una serie de modificaciones en el juego: se establecieron medidas más reducidas del Camp Nou, de las porterías, y del tiempo. El equipo femenino pasaría a llevar el nombre de Selecció Ciutat de Barcelona ante la imposibilidad de denominarse “Barça”, a pesar de que esta selección fue el embrión del actual Barça femenino, que no fue reconocido como sección oficial del club hasta el 26 de junio de 2002, donde pasó oficialmente a denominarse “FC Barcelona Femenino”.

Polo, E. (2020, 25 diciembre). “El primer partido del Barça femenino cumple 50 años”. Mundo Deportivo. Recuperado de https://www.mundodeportivo.com/futbol/fc-barcelona/20201225/491257493598/fc-barcelona-femenino-barca-50anos.html#foto-3

Por otro lado, debemos hablar de la otra cara de la moneda: «el match de las guapas». Esta otra cara de la trayectoria del fútbol femenino supone el lado más mediático y oportunista, pues existió la intención de dar visibilidad a un show carente de profesionalidad para desprestigiar el fútbol femenino. Es por ello que merece una mención especial este «match de las guapas» con el que la prensa de la época se refiere a los partidos que tuvieron lugar entre “Folklóricas” y “Finolis”. Estos partidos celebrados en diciembre de 1970 en Vallecas, y en marzo de 1971 en Sevilla, por desgracia no contribuyeron a impulsar el terreno del fútbol femenino, sino que aumentaron la estigmatización a las futbolistas profesionales de la época.

Los encuentros formaron parte de los tantos espectáculos propios de la dictadura para ridiculizar y sexualizar al fútbol femenino. En estos partidos la mujer nuevamente era encasillada en un rol de género determinado por su sexo biológico, donde las jugadoras eran cosificadas y sexualizadas.

El origen de estos encuentros se remonta a la idea de Pedro Roiz, presidente del Rayo Vallecano, de supuestamente, contribuir con las guarderías del Patronato de Nuestra Señora del Socorro, y otros sectores, a través de un partido de fútbol femenino benéfico. Para esto, convocó a algunas de las mujeres más destacadas del panorama artístico español del momento, formando así el equipo de las “folklóricas”, vestidas con camiseta del Real Betis,  Lola Flores, Rocío Jurado, Carmen Flores o Marujita Díaz entre otras; y el de las “finolis”, vestidas con camiseta del Rayo Vallecano, Encarnita Polo, Luciana Wolf, Mara Lasso… Sin embargo, y como se ha comentado con anterioridad, el partido fue más un show de la farándula de la época, que un partido de fútbol formal.

El partido dejaba bien claro cual era la visión e interés que la sociedad tenía en aquel entonces sobre el fútbol femenino. El partido celebrado un año antes entre el Sizam y el Mercacredit tuvo mucho menos impacto en la prensa de la época en comparación con el de “Folklóricas” y “Finolis”. El eco de este espectáculo fue sensacional, ya que fue difundido por la prensa e incluso promocionado por el propio régimen a través del NO-DO (Noticiario Cinematográfico Español) (Sánchez Múgica, P., 2017). Como se observa, el régimen hacía patrocinio de estos encuentros mientras que no reconocía a la selección de fútbol femenino ni pretendía hacerlo, pues la intención del aparato franquista con este tipo de espectáculos era desprestigiar el deporte femenino e impedir así su avance. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del régimen en dificultarle el camino a las futbolistas, estas consiguieron poco a poco romper con el estigma y la frontera de género.

  1. EL FÚTBOL FEMENINO: ESTIGMATIZACIÓN Y SEXUALIZACIÓN

El fútbol femenino comenzaba a ser una cuestión cada vez más presente en la sociedad tardo-franquista. Aun así, el estigma respecto al hecho de que la mujer podía jugar al fútbol estaba muy presente, y en consecuencia, las mujeres fueron constantemente sexualizadas en los medios de comunicación de la época.

Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XXXI Número 9714 – 1970 noviembre 21. Recuperado de: https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

La cultura y mentalidad vigente durante la década de los 70 hacía incomprensible que la mujer fuera capaz de jugar a un deporte que antaño había sido plenamente masculino. De esta manera las mujeres fueron constantemente denigradas, empezando por la crítica a la vestimenta masculina en un cuerpo femenino, hasta su desacreditación como futbolistas por ser “mujeres”, ignorando así sus proezas en el balompié.

Esta estigmatización   estuvo presente en todos los medios del momento, siendo un reflejo de la mentalidad machista y patriarcal colectiva. Observamos esto en el artículo publicado en Pueblo: El diario nacional, en su número 9714, donde se trata de deslegitimar la posición femenina en este deporte con argumentos médicos de dudosa credibilidad: «Según los médicos es el deporte menos idóneo para la mujer», «Estamos convencidos, contamos con asesores médicos, que el fútbol no es lo mejor para la mujer» o «Ni física ni estéticamente la mujer queda bien en este deporte. No  creo que sea el más apto para desarrollar de la manera más conveniente la silueta de la mujer.»

Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XXXII Número 9815 – 1971 marzo 20. Recuperado de: https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

Nuevas muestras de esta estigmatización femenina las hallamos en uno de los artículos publicados tras el partido de “Folklóricas” contra “Finolis” en el número 9815 de Pueblo. En este artículo se sexualiza a la mujer y se reduce el fútbol femenino a caras y cuerpos femeninos bonitos: «Fíjense en ellas, sobre todo en la primera de la izquierda; sí, esa que aparece al lado del caballero engabardinado. ¿Guapa, eh? Se explica uno el éxito del fútbol femenino: creo que el público no va a verlas jugar, va a verlas. Con el tiempo, si el futbol femenino va para arriba, será condición imprescindible ser guapa, guapísima, para calzar las botas de tacos u saltar al césped.»

Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XXXI Número 9743 – 1970 diciembre 26. Recuperado de: https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

Existía una clara intención de simplificar a la mujer en un simple sujeto asociado a una serie de atributos y comportamientos que no podían solaparse con los masculinos. Esto es lo que Julia Serrano define en Whipping girl: el sexismo y la demonización de la feminidad desde el punto de vista de una mujer trans como sexismo por oposición, la concepción de que lo femenino y lo masculino son categorías rígidas y mutuamente excluyentes, que poseen un conjunto de atributos, aptitudes, capacidades y deseos únicos y separados, que no pueden solaparse (García, R. M y Serrano, J., 2020, p. 22.). De esta manera se explica la polaridad que el régimen quería mantener entre el “hombre” y la “mujer”, y todo lo que rodeaba a estos sujetos. Había una gran rigidez a la hora de mezclar atributos o actividades designados como masculinas o femeninas, lo que explica que el fútbol, al ser un deporte designado como masculino, no pudiera ser practicado por la mujer. El régimen pretendía, por tanto, desacreditar la validez de la mujer como futbolista, de manera que existiría una constante cosificación femenina siempre que se hablara de fútbol para lograr dicho objetivo. Era una forma de simplificar o eliminar la capacidad como futbolistas de las mujeres. Un ejemplo de ello es la constante relación entre el fútbol y la vestimenta: «bajo el signo de la MINI y el FÚTBOL», como observamos en el artículo nº 9743 de Pueblo. No podía comprenderse que la mujer rechazara la estética tradicional impuesta, por una vestimenta asignada como masculina según la norma social.

Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XXXII Número 9881 – 1971 junio 7. Recuperado de: https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

Lola Flores, quien fue la capitana de las “folklóricas” en los encuentros futbolísticos del régimen mencionados con anterioridad, denunciaba en una entrevista en el Pueblo estos eventos, de los que tenía constancia, se quería sacar rédito económico de la sexualización de ella y sus compañeras. Lola decía en esta: «¿Por qué voy a exponer mis piernas y mis brazos para qué otros se embolsen un dinero?» Sin embargo, a pesar de esta afirmación, Lola también fue víctima de la mentalidad y los ideales del momento. Cuando en esta entrevista le preguntan «¿Entonces, no al fútbol femenino?» ella respondía: «No, al menos para mí. Yo creo que la mujer debe ser muy femenina, debe saber coser, fregar, guisar y almidonar, como yo lo sé hacer, y dejar eso de los golpes para los hombres».

La sexualización de la mujer era una constante, como vemos, en los medios de la época. Incluso cuando se hablaba de futbolistas profesionales, siempre terminaba apareciendo la muletilla de “guapas” junto con “futbolistas”, una muestra de la poca intención de reafirmar que el fútbol también empezaba a ser un deporte de mujeres. Lo observamos en el artículo “Fútbol femenino en paro forzoso” en Aragón exprés, donde percibimos esta relación en «nuestras guapas futbolistas». El artículo también dejaba entrever las pocas oportunidades que se le daba al futbol femenino en la época, pues se denunciaba que el equipo del Calamocha no encontraba un rival contra el que jugar.

Aragón expres : diario de la tarde: Año III Número 700 _ 28/04/1972. Recuperado de: https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

Otro ejemplo de esta forzada relación entre belleza y fútbol femenino lo encontramos en otro artículo del periódico Aragón expres, donde vemos como el fútbol femenino es nuevamente simplificado a un deporte de “guapas”: «El fútbol llamado “guapo”» o «Ambos equipos rivalizaron en buen juego y, ¿cómo no? en belleza.»

Aragón exprés: diario de la tarde: Año III, 19/06/1972. Recuperado de https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XXXII Número 9817 – 1971 marzo 23. Recuperado de: https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

Aun así, es una realidad que el fútbol femenino revolucionó el panorama deportivo hegemónicamente masculino en nuestro país. Pasó a ser un tema fundamental en los debates de la época. Aunque la postura respecto a la incorporación femenina en el fútbol era mayoritariamente contraria por la mentalidad de la época, basada en el inmovilismo identitario (marcado por las teorías del determinismo biológico) y en la perpetuación de los estereotipos de género, hubo también quienes veían del fútbol femenino un futuro. En el artículo nº 9817 de Pueblo vemos como el presidente del Club Mariano de Luanco trató de contratar a  Rafaela Fernández porque como afirmaba: «El fútbol femenino es algo que debemos ir tomando ya en consideración. Hoy parece una locura esto de querer fichar a una chica. Pero veremos lo que pasa dentro de unos años. Nosotros simplemente hemos querido adelantarnos a lo que va a venir», y la realidad es que no se equivocaba.

Exceptuando casos como este, la realidad era que la sociedad española no estaba preparada, o no quería estarlo, para la deconstrucción de los patrones hetero-normativos que rigieron el comportamiento de las mujeres y los hombres, según las normas establecidas por el sistema de correspondencia sexo-género, durante la dictadura franquista. El fuerte arraigo de la política de los sexos hizo que el fútbol femenino fuera una cuestión incomprendida durante los 70 en España, y esta incomprensión también diera el salto a la gran pantalla con la película Las ibéricas F.C. (1971). El film de Pedro Masó consiguió reunir todos los tópicos machistas del momento sobre el fútbol femenino en esta película que sexualizaba y simplificaba a la mujer a un cuerpo bonito con poco cerebro. Como expresa el narrador en una de las escenas de la película, «una delantera de primera división» era lo único que en realidad interesaba tanto a los creadores como espectadores de esta película. Lo único importante en esta era mostrar el cuerpo de las actrices con ropa ceñida y corta.

La trama de la película mostraba a la perfección el rol de la mujer del franquismo en la sociedad, y en el amor (el matrimonio como fin). En el cartel de la película se caricaturizó a estas “ibéricas” con un trazo grueso: «superficiales, presumidas, frívolas. Más o menos como había ocurrido una década atrás, en el momento en que las mujeres comenzaron a conquistar un espacio en oficinas y despachos» (Álvarez, I., 2020). No extraña, por su contenido tan vacío, que según la crítica esta sea una de las peores películas de la historia del cine español.

  1. CONCLUSIONES

Como hemos podido observar, el fútbol femenino ha vivido una larga trayectoria hasta su justo reconocimiento en la actualidad. A día de hoy, donde el fútbol femenino es una realidad cada vez más integrada en la sociedad, parece impensable que el camino hasta su lícito reconocimiento haya sido tan arduo.

Sin duda podemos concluir en que la dictadura franquista no tuvo ningún interés en que la mujer abandonara la esfera doméstica a la que había sido sometida. La mujer como sujeto responsable de perpetuar la familia no podía destinar su vida a una cuestión que la alejara de su principal papel: la reproducción. El franquismo puso mucho hincapié en la persistencia de este sistema, y para lograrlo no dudo en influir en la mentalidad de la mujer para convencerla de cual era su papel en la sociedad. La creación de un complejo ideológico machista donde la mujer quedaba limitada a una serie de actividades y atributos, hacia que las mujeres mismas fueran incapaces de observar que sus posibilidades eran en realidad las mismas que las de los hombres. Esta bien atada mitología franquista hizo que fuera muy difícil el abandono del papel relegado de la mujer en la sociedad, y que la mujer tuviera que romper con los patrones preconcebidos.

La irrupción de la mujer en el fútbol, un deporte plenamente masculinizado y utilizado como dispositivo de blanqueamiento de la dictadura a través de la cultura de masas, vivió una gran repercusión y fue sometido a constantes debates al significar una ruptura de la frontera de género. Lo femenino irrumpía en un entorno plenamente masculino, lo que a su vez ponía de manifiesto la rigidez del sistema franquista, pues el régimen necesitaba tener a la mujer dócil y bajo control.

A pesar de los intentos del régimen por ridiculizar, denigrar y sexualizar el fútbol con partidos como el de “folklóricas” vs “finolis”, o películas como Las Ibéricas F.C., el fútbol femenino consiguió abrirse poco a poco, un espacio en la sociedad que por desgracia no ha sido reconocido hasta hace relativamente poco tiempo. Es por esto que podemos hablar de este proceso de adaptación de la mujer a este mundo plenamente masculino como una “transición deportiva” o más bien una “transición futbolística”, donde dentro del proceso de Transición democrática que se iniciaría unos años más tarde, en 1975, se produciría una transición que también afectaría al panorama deportivo, donde la mujer empezaría a ocupar un espacio que antaño le había sido arrebatado. En este proceso de adaptación el feminismo tuvo y ha tenido un papel fundamental en lo que respecta al empoderamiento de la mujer y la ruptura de los estigmas sexistas, lo que ha facilitado la inclusión de esta en un mundo predominantemente masculino. El deporte femenino es un mecanismo de reivindicación feminista, que contribuye a visibilizar las actividades de las mujeres, sus capacidades y sus habilidades, mostrando la gran diversidad de lo que supone ser “mujer”.

Desde las primeras apariciones del futbol femenino en torno a 1920, podemos decir que ha habido una evolución importante en cuanto a la aceptación y el reconocimiento de este deporte, puesto que mientras que en los inicios se defendía que dada la inferioridad física de la mujer esta debía ser excluida del futbol, en 1970 era evidente ya que tanto mujeres como hombres, eran capaces de jugar al fútbol a pesar del machismo propio de la sociedad franquista, que pretendía desprestigiar el fútbol femenino. A día de hoy, a pesar de que en ocasiones siguen apareciendo argumentos contrarios al balompié femenino, es evidente que a día de hoy la posibilidad de que existan equipos mixtos en todo tipo de deporte es una realidad.

El reconocimiento futbolístico femenino no llegaría, en el caso de la “selección clandestina”, hasta 1980 cuando sería reconocido por la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), siendo este el origen de la Selección Femenina de Fútbol. Sin embargo hasta 1983 no tendría lugar el primer partido oficial de esta.

La “selección clandestina” ganaría en 2019 el reconocimiento que no había conseguido antaño, en un acto celebrado por la RFEF para homenajear a las primeras futbolistas que jugaron el combinado nacional de 1971. Los homenajes también continúan a día de hoy, en el caso del Fútbol Club Barcelona, cuya nueva camiseta para la campaña 2023/2024, que recibe el nombre «Aquí, para abrir camino», albergará en honor a la primera Peña Femenina Barcelonista que jugó el primer partido de la historia del fútbol femenino blaugrana, un rombo, logo que lo representa.

Esperemos que la inclusión y concienciación actual nos permita seguir avanzando hacia un mundo con igualdad de oportunidades, en el que nunca olvidemos la historia de los/las que han hecho que nosotros y nosotras estemos donde estamos a día de hoy.

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Futbolistas “Kleenex” (2)

Zamoruca, Chaves, Ramón, Vavá, Zubiarrain o López, sólo fueron algunos entre muchos futbolistas que un día, con todo el derecho del mundo, llegaron a sentirse “Kleenex”. Repasar las vicisitudes de todos y cada uno constituiría empeño enciclopédico, además de ejercicio depresivo, probablemente. Pero han sido tantos los inmersos en ese mal trance, que pecaríamos de injustos sin añadir algún nombre más a tan amplio repertorio. Abordemos la cuestión, por tanto, sin mayores preámbulos.

El navarro Felix Ruiz Gabari (Olite, 14-VII-1940), conoció la gloria y muchas miserias del deporte rey, con paso durante 9 años por un Real Madrid que venía de pasearse por Europa como una apisonadora envidiada y envidiable. Interior técnico, de gran zancada y potente disparo, fino cuando la ocasión lo precisaba, también demostró ser capaz de lucir el buzo, sobre todo en invierno, por aquellos campos de tarquín pegajoso donde se requería mucho despliegue físico. Su carrera, sin embargo, estuvo salpicada de lesiones tan importantes como para verse impelido a colgar las botas antes de tiempo.

Ingresó en la entidad blanca de D. Santiago Bernabéu desde un Club Atlético Osasuna de 2ª División, junto al también navarro Ignacio Zoco, dejando en las arcas rojillas nada menos que 6 millones de ptas., y a disposición del entrenador pamplonés varios jugadores cedidos. Para entonces ya había dado cumplidas muestras de no arrugarse entre los grandes. Veintiún partidos con 6 goles marcados en 1958-59, y otros 8 goles en 29 encuentros de 1959-60, constituían un magnífico aval para quien estaba a punto de cumplir 21 años. Los “merengues” se veían en el trance de renovar un  elenco de estrellas irrepetibles, y conscientes de que el nuevo fútbol, bastante más físico, requería tanto o más músculo y coraje que condición técnica, pusieron su pupila en el tradicional brío navarro, desde cuyo seno también se habían llevado a Pachín. Si algo tienen de bueno las renovaciones anunciadas, es que a los jóvenes se les garantizan oportunidades. Y tanto Pachín, como Zoco y Félix Ruiz, supieron aprovechar las suyas. Este último, además, venía de casta, toda vez que su padre había jugado con Osasuna en tiempos de Julián Vergara.

Félix Ruiz en sus días de gloria. Luego, junto a una suma de percances físicos, llegaron las decepciones de índole personal.

“Al llegar a Madrid sentí una mezcla de respeto y admiración -confesó tiempo después de su retirada-. Jugar al lado de Puskas, Di Stefano, Santamaría… Soñaba despierto, pensando que años antes los había coleccionado en cromos. A su lado por fuerza tenías que corregir defectos”. Sus primeras campañas se dirían pensadas para enmarcar: Campeón de Liga en 1961-62, 62-63, 63-64, 64-65 y 66-67; de la Copa Europea en 1966, así como una vez triunfador en la Copa doméstica, entonces del Generalísimo. Para que nada faltase, a sus 4 entorchados internacionales en categoría juvenil añadió una presencia en la selección “B”, y otras cuatro con la “roja” absoluta entre diciembre de 1961 y diciembre del 63. Era, además, hombre apreciado, de los que no suelen causar problemas, si bien al menos pechase con una sanción disciplinaria por culpa del tabaco. Porque pese a correr como pocos, fumaba bastante, y ello le hizo perder el avión de regreso en un choque de Copa Europea, al haberse escondido para fumar a gusto. La cuestión se zanjó con multa de 25.000 ptas., el equivalente a tres mensualidades para un funcionario, oficinista corriente o empleado de banca primerizo. Por desgracia, en el breve lapso de las siguientes temporadas tuvo una rara acumulación de percances. Dos roturas de clavícula, cuatro de menisco, una de tibia y otras dos operaciones de ligamento cruzado.

“Todo percance arrebata un tanto por ciento de ilusión -confesó a la periodista Isabel Fernández en 1984-. Yo he sido un hombre terriblemente castigado por el deporte. Tengo el cuerpo cubierto de señales, e incluso llevo en la clavícula un injerto procedente de mi cadera. Sin embargo no me arrepiento de lo hecho, porque gracias a esa etapa he conseguido un número importante de amigos”. Pero tamaño cúmulo de desgracias también se tradujo en el adiós a los estadios, con 27 años. “Estaba cansado. No me gustaba entonces, ni me gusta ahora, la gente del fútbol y todo lo que le rodea. Me decepcionaron los directivos, los entrenadores y parte de la prensa. Los clubes han engullido el patrimonio del fútbol, y así van las cosas. Por cuanto al deporte en sí, mandan los defensas que corren y dan patadas. Los entrenadores y medios de difusión alaban a quienes luchan, corren y sudan la camiseta. Eso no es fútbol. Aquí, cuando han venido jugadores técnicos como Maradona, Neeskens, Leivinha o Luiz Pereira, las lesiones se cebaron con ellos”.

Llevaba razón, puesto que aquellos defensas de rompe y rasga, tan abundantes a lo largo de los 70 y 80, frenaron a ese cuarteto, y a otro buen número de profesionales, blandiendo impunemente sus guadañas. No, no era la amargura quien dictaba sus palabras, sino un bien timbrado espíritu crítico, al afirmar: “Me parece intolerable que se ensalce a un jugador por “dejarse la piel en el campo”. ¡En nombre de Dios, esto no es Vietnam!”.

Su desengaño le llevaba a no acudir a los estadios. Y eso que, quiérase o no, seguía conectado a personajes del fútbol por estrechos lazos personales y societarios, después de una etapa vendiendo electrodomésticos. Con su antiguo compañero en la “casa blanca” José Emilio Santamaría, luego entrenador exitoso en el Real Club Deportivo Español de Barcelona, y seleccionador nacional durante el Mundial de “Naranjito” (1982), formó sociedad en una panificadora industrial compuesta por 380 trabajadores. Prefería no mirar mucho hacia atrás, sobre todo en torno al año 1967, el de su retirada, luego de cosechar un nuevo título de Liga (1967-68), pese a su participación más bien simbólica. Porque aquella humorada del Toluca cántabro prefería no computarla.

Tuvo lugar durante 1970. Un equipo santanderino cuyo nombre hacía honor al potente club mexicano, se debatía en la cola de 3ª División cuando Marquitos, a quien seguía tirando la tierruca, quiso echar una mano. Ni corto ni perezoso, convenció a varios antiguos compañeros de vestuario, retirados desde hacía algún tiempo, para calzarse nuevamente los borceguíes: los Alsúa, Mateos, o en principio a él mismo, que llegaría a recalificarse como amateur, aunque bien poco hubo de lucir luego aquella camiseta. Todos los amigos de Marcos Alonso Imaz residían en Madrid, entrenaban por su cuenta y viajaban en coche hasta la capital cántabra para saltar al campo el domingo, convirtiendo a ese Toluca en una especie de viejas glorias “merengue” salpicado por jovencitos cántabros, alguno con edad para pasar por sus hijos. Marquitos habría de dejar en aquel cuadro ya desaparecido su pincelada entre patética y tragicómica, cuando hincado de rodillas sobre el suelo embarrado suplicara al árbitro, con las manos enlazadas en actitud oratoria, una retractación imposible tras señalársele el camino de los vestuarios por protestón y marrullero. El trencilla, lógicamente, no tuvo compasión, y el aporte de veteranía rescatada del retiro tampoco bastó para resucitar al moribundo.

La retirada de Félix Ruiz, para entonces, era una decisión sin vuelta atrás: “Estaba mentalizado acerca de que mi vida iba a continuar por otros derroteros cuando dejase el fútbol, y por eso adaptarme no resultó tan costoso. En otros casos suele ser distinto. Muchos futbolistas, cuando a los 30 años tienen que replantearse una nueva vida, adquieren consciencia de ser casi unos niños, a los que demasiadas cosas les resultan desconocidas. Yo creía estar preparado”. Pero aun así, echó en falta algún apoyo. Tantas heridas de guerra, para verse finalmente abandonado en tierra de nadie, sin un mal consejo. Además tampoco tuvo mucho tiempo para pespuntear esa otra vida sin el balón de por medio, puesto que el 11 de febrero de 1993, a los 52 años, un infarto habría de convertirse en la peor y última zancadilla. Abandonado por el fútbol, en suma, y hasta por esa otra vida menos competitiva de la que esperaba salir triunfante, sin tantas heridas de guerra.

“Pipi” Suárez, interior fino que tanto Real Madrid como Sevilla C. F. se sacudieron apresuradamente, cuando una lesión contumaz le impidió ser el gran futbolista de otrora.

También pasó por un Real Madrid todavía glorioso el asturiano Alberto Suárez Suárez, conocido para el fútbol como “Pipi”. Al menos así figuró en las alineaciones hasta incorporarse al club capitalino, porque nada más rubricar su compromiso Santiago Bernabéu, de buenas a primeras, le soltó categórico: “Mientras esté aquí, nada de “Pipi”. Será Suárez, que al fin y al cabo es su apellido. En el Madrid no hay cabida para nombres de perro”. Así las cosas, como Suárez lo presentaron, bajo dicha denominación saltó su nombre a la pizarra del vestuario, o como “Pipi” Suárez se imprimieron los cromos de las editoriales “Fher” y “Ruiz Romero”. Aunque eso sí, poco asomó por las alineaciones, porque alguien pareció haberle mirado con el ojo izquierdo.

Natural de San Frechoso (25-VIII-1938) y huérfano desde la infancia, se crió interno en un colegio malagueño, formándose como futbolista en las categorías inferiores del modesto ICET. Medio e interior con mucha clase y buen disparo, a los 18 años ya era titular en el extinto Club Deportivo Málaga, para cuyos colores anotó 11 goles en 37 partidos de 2ª División durante su primera temporada. Estuvo siete campañas con los de La Rosaleda, cinco de ellas en 2ª, una en 3ª División, y la última en 1ª, luciendo con 8 goles, pese a jugar retrasado en las 24 tardes que saltase al césped. Ante tal registro y merced a sus buenas maneras, el Real Madrid lo hizo suyo durante el verano de 1963. “Estoy contentísimo -manifestó entonces-. Siempre podré decir que he jugado en el mejor equipo del mundo, junto a Puskas y Gento. Lucir la camiseta que llevaron Di Stefano, Rial, Kopa… No sé si creérmelo”. Jugó, es verdad, pero poquísimos partidos oficiales. Por cuanto al torneo de Liga respecta, un encuentro la temporada 63-64, tres, con un gol en 1964-65, y ninguno a lo largo del periodo que permaneciese entre los “merengues” la campaña 1965-66. Responsable de tanto ostracismo, una lesión sufrida mientras entrenaba, de la que veinticinco años después lo hubieran dejado como nuevo y  a él le trajo por la calle de la Amargura.

“Ocho meses parado. Después, esas cosas se operaban, pero entonces todavía no. Que sólo era una rotura fibrilar, me decía el médico; que eso se curaba con reposo. Y vaya si reposé. Pero en cuanto volvía al tajo, otra vez en el mismo punto de salida. Las lesiones de esta índole son muy traicioneras, y el caso es que nunca volví a parecerme al de antes. Jugaba con miedo, sin rendir al cien por cien. Estando tan lejos de la titularidad, Raimundo Saporta me planteó si quería ir al Sevilla. Le dije que sí, desconociendo lo que allí me iba a encontrar”.

Más que encontrar algo, tropezó con Barrios, entrenador duro, a veces despótico, para parte de sus pupilos injusto en la toma de decisiones, casi un verdugo con aquellos que por cualquier circunstancia se le cruzaran. Un entrenador, en todo caso, de largo vuelo, por esa época muy de moda y obsesionado con la idea de que el fútbol le debía más atención. “No sé si no coordinaba bien o qué le ocurría, pero tenerlo enfrente era como darse contra una pared. Todos los jugadores que llegasen desde grandes clubes le daban alergia. Para él éramos caprichosos, nos faltaba mano dura. Algunos decían que estaba frustrado por moverse siempre entre entidades de segundo rango, sin merecer la atención de equipos con aspiraciones al título. El caso es que si te tomaba ojeriza ibas arreglado. Ahora, a lo que él hacía lo llaman acoso. Entonces tocaba agachar la cabeza, oír y callar”. Pero Pipi no calló eternamente. Cuando no pudo más, llevó el asunto hasta la Federación. Y desde allí le dieron largas. “Para salir del Sevilla necesitaba un fallo federativo antes de iniciarse el nuevo campeonato, y Pérez-Payá, el presidente, estaba de vacaciones. El caso es que no me solucionaron nada. Aquella Federación no funcionaba, como iba a quedar de manifiesto en seguida con el bochorno de los paraguayos y sus papeles falsos”.

Para el club de la Giralda había marcado un par de goles en 10 partidos del torneo 1965-66, cuatro en 12 choques del siguiente y ninguno la única tarde que se vistiera de corto en 1967-68. La merma de facultades, por culpa de una lesión ya crónica, le impedía jugar de continuo. “Y como cada día estaba más nervioso y amargado, decidí que no merecía la pena seguir. Por eso, y porque no me tenían al día en los pagos, me fui”.

Salió reclamando en vano las cantidades a deber. Puesto que la Federación continuase cruzada de brazos, apeló a la jurisdicción ordinaria, desde donde en principio tampoco obtuvo nada. ¿Acaso los futbolistas eran trabajadores por cuenta ajena?. Si lo fuesen, ¿por qué no cotizaban al régimen general de Seguridad Social?. Puesto que la cuestión ofrecía infinidad de aristas, buena parte de los jueces optaban por ponerse de perfil. Exactamente como amagaron con él. Pero en 1971, representado por el exfutbolista Cabrera Bazán, abogado en ejercicio y más adelante hombre muy implicado en la fundación del sindicato futbolístico AFE, obtuvo una sentencia que dio lugar al reconocimiento empresarial que los clubes negaran sistemáticamente. No sólo debía liquidar su deuda el Sevilla, sino que otros compañeros de profesión contaban desde ese instante con un clavo legal como asidero. Aunque al mismo tiempo, ese triunfo también parece pudo haberlo convertido en persona non grata, según en qué despachos.

Su carácter no era de los que facilitan el dejarse caer de puerta en puerta, o como él decía “incordiar a los que fueron sus equipos”. Pensaba que eran los rectores de esos clubes quienes debían mostrar algún interés, en el supuesto de considerar a sus futbolistas de antaño capacitados para funciones técnicas o formativas. La realidad, sin embargo, demuestra que sin llanto nadie mama, y al menos a él nunca le acercaron un biberón, ni aun obteniendo la segunda mejor puntuación en el primer curso para entrenador. Observando que a otros con peor nota se les abrían algunas puertas, y ante el hecho de que para el segundo curso era preciso trasladarse a Sevilla, decidió dejar las cosas como estaban. Se encontraba a gusto en su Málaga adoptiva, regentando una tienda de material deportivo, sin renegar del fútbol, pese a que la vieja lesión siguiera dándole guerra en cuanto realizaba algún esfuerzo.

“Pipi”, como siguiera conociéndole todo el mundo en la capital costasoleña, falleció el domingo 8 de diciembre de 2001, de madrugada, ahogado por un severo ataque asmático, a los 63 años. Sus cenizas fueron esparcidas por el estadio malagueño de La Rosaleda, donde como futbolista viviera grandes fechas, especialmente aquella en que anotase el gol 200 de la entidad como club de Primera.

Anastasio Jara, oriundo a quien sus entorchados internacionales con Paraguay deberían haberle impedido colar por el tamiz federativo. Andado el tiempo se reprochó la ligereza con que administrase los dineros del balón.

Otro futbolista muy en candelero durante los años 60 fue el paraguayo Vicente Anastasio Jara Segovia (3-II-1941), extremo tan rápido que el público del Arcángel, en su primera etapa cordobesa, aseguraba podría ser multado por exceso de velocidad. Como tantos otros compatriotas llegó a España animado por Arturo Bogossian, un armenio con tantas conchas como el mayor galápago, y esparcidor de gangas por buena parte de los equipos peninsulares. Jara había jugado en el Sol de Asunción y el Guaraní, contaba 24 años al llegar y las cosas le fueron admirablemente con la camiseta del Córdoba C. F. “En Paraguay los profesionales veníamos a salir por unas 5.000 ptas. -comentó en octubre de 1984-. Al llegar al Córdoba me hice el amo y tenía una ficha de 200.000 pesetas. Muchísimo comparado con aquello a lo que estaba acostumbrado, pero poco respecto a lo que entonces ya pagaba el fútbol de aquí”. Era Bogossian, con gran diferencia, quien más sacaba del tráfico futbolero. Hasta el punto de que tras ser pillado en renuncio y recibir un aviso serio sobre prohibírsele operar con nuestra Federación, respondiera imperturbable: “Seguiré trayendo jugadores de América, aunque sea disfrazándolos de monjas”. Sólo le faltó añadir que bueno era él para perder un negocio. Ese armenio capaz de expresarse en fluidísimo español, con acento francés, distribuyó por casi todos los clubes de nuestra Liga una constelación de futbolistas estimables, dentro de la legalidad o disfrazándola a su mejor conveniencia. Barcelona, Elche, Valencia, Córdoba, Málaga, Gijón, At. Madrid, Sevilla, Hércules, Santander… Entraba y salía de aquellas casas como si fuera en realidad su secretario técnico. Y puesto que el negocio daba de sí para calentar bolsillos al otro lado del océano, resultaba difícil saber si los papeles de sus pupilos acabarían colando por el cedazo federativo.

“Vengo como español -aseguro Jara, tras dejarse fotografiar sobre el césped del Arcángel-. Bueno, con doble nacionalidad, porque soy paraguayo y oriundo”. En el Córdoba ya había otros dos como él: Cabrera y Rubén Garcete, aunque no tan buenos con la pelota en los pies. Nueve goles en 28 partidos la temporada 1965-66, y 7 en 29 choques del ejercicio 66-67, constituían un magnífico registro jugando de extremo, sobre todo en una época caracterizada por los marcajes férreos y la patada alevosa. Así las cosas, el seleccionador nacional Domingo Balmanya lo convocó para medirse con nuestra selección ante Irlanda, y entonces surgieron algunas dudas. Andrés Ramírez, secretario general de aquella F.E.F. manifestó que el muchacho podía debutar, al no haber sido nunca internacional con Paraguay, nacer en Santísima Trinidad y contar con padres españoles. Pero el futbolista situó su nacimiento en Capiapó, ante la prensa de Córdoba, y acerca de la españolidad de sus padres dijo, en medio de la polémica, que en realidad era español su bisabuelo. También en Córdoba había asegurado ser internacional con Paraguay en 3 ocasiones, por mucho que Andrés Ramírez exhibiese un documento expedido por la Federación Paraguaya, negándolo. Papel obtenido por el hábil intermediario Arturo Bogossian mediante soborno, puesto que su firmante incurría en manifiesta falsedad.

Pese a la polvareda, acabó alineándose ante los irlandeses en un partido resuelto con victoria por 2-0. Más adelante, incluso, se le situó en algún encuentro de la selección paraguaya juvenil, y a tenor de la legislación vigente aquello lo incapacitaba para representar a ningún otro país. Desde tal perspectiva, aun con todo el árbol genealógico hundiendo raíces en la piel de toro, nunca debería haber ingresado en nuestro fútbol, puesto que constituía requisito ineludible para los oriundos “ser susceptibles de acceder a la selección nacional española, si por su rendimiento y el interés del cuerpo técnico federativo así se estimara”. La Federación Española, a buenas horas, decidió finalmente no considerarlo seleccionable para el futuro. Y al diligenciarle ficha con el Córdoba durante su segunda etapa, ya computó como “no español”. Nada de esto trascendió mucho, pero la directiva verdiblanca tuvo que darse por enterada al serle rechazada la inscripción de otro paraguayo “contando ya ese club con su cupo de extranjeros cubierto”.

Anastasio Jara, entre tanto, logró mejorar su situación económica, cuando el Valencia satisfizo 5 millones de ptas. por su traspaso, más los derechos federativos de dos jugadores “ches”. “Mi ficha pasó de 200.000 ptas. anuales a 600.000. Me fui de cabeza, claro. Pero al llegar a Mestalla volví a encontrarme con que me pagaban una miseria. Barrachina, por ejemplo, ganaba millón y medio, y otras vacas sagradas, fenomenales futbolistas, tampoco salían por menos. A mí siempre me faltó un buen padrino”. Con el emblema del murciélago sobre el pecho, las cosas no le fueron tan bien. Tuvo problemas de disciplina, según se apuntó, alguna lesión leve, encontronazos que todo el mundo quiso tapar y él jamás habría de admitir. “Tuve algún problemilla con Julio de Miguel, pero me trataron estupendamente. Siempre estuve al día en salarios y primas. Incluso cuando derrotamos al At. Bilbao 2-1 en la final de Copa, proclamándonos campeones durante mi primera temporada, Vicente Peris, el mejor secretario que haya podido haber nunca, me regaló 100.000 ptas., consciente de que mi ficha no era muy alta. Nadie me echó de allí. Salí, porque las cosas del fútbol te llevan y traen de un sitio a otro”.

Lo cierto es que esas 100.000 ptas. tenían carácter de prima para los futbolistas. Y no es menos verdad que nadie devuelve ningún jugador a su club de origen después de un año por la mitad de lo satisfecho en su día. Fue eso, exactamente, lo que en su caso hiciera el club levantino: consentir que el Córdoba lo repescase por dos millones y medio, la temporada 68-69. Y otra vez en El Arcángel, liderando un equipo muy debilitado hasta sufrir la lesión, acabó en 2ª, donde habría de resurgir con nuevos bríos. Once goles en 31 partidos volvieron a situarlo en el Valencia cara a la campaña 70-71, aunque para recibir la baja cordobesa tuviera que perdonar una deuda de 100.000 ptas. “Entonces los futbolistas estábamos desamparados. Pagábamos a Hacienda sin rechistar, ganábamos un dinero fácil y del mismo modo que entraba, salía. Eras siempre el primero en pagar una copa. ¡Ay si volviera a nacer!. Para sacarme una peseta tendrían que ponerme una pistola en la cabeza”.

Alfredo Di Stefano, entrenador en el Valencia, apenas contó con él. Su reingreso, de cualquier modo, obedeció antes que a un interés deportivo, al hecho de que los cordobeses no pudieran satisfacer lo apalabrado. Con 29 años seguía siendo un incordio para los defensas, fintando por un lado hasta acomodarse la pelota y buscar el ángulo. Pero pecaba de intermitente, hasta el punto de que los más chungones acabaron apodándolo “El Semáforo”. Sólo disputó 3 partidos de Liga, antes de poner rumbo a Sabadell, con la carta de libertad. Y ya arlequinado, no sin merma, a resultas de tanta tarascada, le esperaba la desilusión: 17 partidos de liga con 4 goles la temporada 1971-72, todavía en 1ª, y sólo 1 en Segunda el año siguiente. Por orgullo quizás, o por cabezonería, no quiso colgar las botas, aunque ello únicamente le sirviera para jugar 12 partidos con el Acero de Sagunto la campaña 73-74, en Regional.

“Nadie me quitará nunca haber sido internacional con España, en Mestalla. Alinearme junto a Iribar, Paquito, Pirri, Claramunt, Reija, Luis Aragonés, Amancio y Gento. O haber sido el primer internacional del Córdoba, antes que Miguel Reina”, aseguraba, embebido en la nostalgia, el ya lejano otoño de 1984. Justo cuando las apreturas del momento abrillantaban como nunca el resplandor del pasado. Se hallaba en paro, luego de fracasar con su restaurante. “Tuve que traspasarlo, porque las cuentas no salían. Ahora a ver qué encuentro. ¡Ay si volviese a nacer!. Sería todo tan distinto…”

Florencio Amarilla, internacional paraguayo que hubo de costearse una intervención quirúrgica para seguir jugando al fútbol. Tras colgar las botas pudo vérsele en muchas películas como indio con diálogo. El apache, comanche, sioux o idioma crow que escuchábamos desde el patio de butacas, en realidad era su guaraní.

Por lo menos la extrema dureza de sus marcadores no se tradujo en serias secuelas físicas, y tampoco hubo de sufragar personalmente ninguna intervención quirúrgica, como le ocurriese a su compatriota y mundialista con Paraguay, Florencio Amarilla Lacasa.

Extremo zurdo con enorme técnica, recaló en el Oviedo junto a su compañero de ala Jorge Lino Romero la temporada 1958-59, con 23 años. Siendo jugador azulón, un defensa lo cazó sin miramientos, y la Mutualidad de Futbolistas hizo amago de desentenderse, recomendando paciencia antes de pasar por el quirófano, cuando distintos especialistas consideraban imprescindible la intervención para seguir jugando al fútbol. Puesto que tampoco el club asturiano estuviese por la labor de rascarse el bolsillo, tuvo que ser él quien tirando de ahorros apoquinase todos los gastos. Luego suscribiría contrato con el Elche, R.C.D. Mallorca, Constancia de Inca, Hospitalet, Abarán, Manchego, Almería y Adra, hasta colgar las botas con uno de los varios escudos almerienses al pecho, la campaña 1971-72. Aún hay por esa reseca tierra quienes recuerdan sus alardes técnicos, sus malabarismos con la pelota, mientras dirigía a los juveniles de la entidad, o a los primeros equipos del Mojácar, Vera, Roquetas, Garrucha y Polideportivo Ejido, durante los años 70 y primeros 80. Porque el enjuto guaraní acabó descubriendo en Almería su particular Eldorado, luego de que un ayudante de dirección viera en sus facciones al perfecto indio de tanto “western espagueti”. Gracias a él, dejó de vender enciclopedias y zapatos para rodar películas en el poblado de Tabernas, junto a estrellas como Charles Bronson, Alain Delon, Toshiro Mifune, Lee Van Cleef, Ursula Andress, Yul Brynner, Leonard Nimoy, Jack Palance o Richard Crenna, a quienes embelesaba durante los descansos, entre toma y toma, con su portentoso manejo del balón ataviado de indio sioux, cheyenne, kiowa, cherokee, apache, pawnee o shoshone, canana cruzada y rifle en ristre.

Cuando los “western” pasaron de moda y el poblado empezó a pudrirse, el fútbol modesto no le dio la espalda, por más que los clubes de elite fingieran no conocer su suerte. En 2006 ejercía como utillero para el Comarca de Níjar, habitando, incluso, en las mismas instalaciones del viejo campo de San Isidro. Los directivos de esa entidad llegaron a plantearse levantar una vivienda prefabricada para él, pero humilde, como siempre fuera, declinó la oferta con amabilidad: “No se molesten, señores. Yo estoy muy bien acá, oliendo a linimento, trotando un poco todas las mañanas, con este sol y mi matecito”.

La muerte le sorprendió viviendo la existencia elegida. Feliz, porque nunca necesitó dinero, propiedades o poder para sentirse rico. Agradecido al fútbol, siquiera al muy modesto, por permitirle disfrutar con lo que tanto amaba. A Eugenio Leal, por el contrario, los reveses le dolieron muchísimo más.

 Natural de Carinches, Toledo (13-V-1953), desde el club La Salle sería captado para el At. Madrid, debutando con su primer equipo la temporada 71-72, sin cumplir los 18 años. Como durante sus dos campañas sólo acumulase 17 presencias ligueras, con un gol marcado, los técnicos rojiblancos decidieron cederlo al Sporting de Gijón (1973-74), desde donde regresó con galones de interior utilísimo en labores organizativas. Indiscutible durante la siguiente media docena de ejercicios, e internacional absoluto en 13 oportunidades marcando un gol, así como mundialista en Argentina destacado por la prensa internacional, Juan Cruz Sol le reventó la rodilla con una entrada fortísima mientras disputaba un partido de Copa contra el Real Madrid. “A veces me sigo acordando de Sol, como artífice de mi retirada” -confesó durante una entrevista cuando llevaba dos años con las botas en un armario-. Quiero creer que fue fortuito, pero cuando lo pienso fríamente me parece que hubo mala intención”. Tuvo que pasar por el quirófano, y a poco de reaparecer otra rotura de menisco. Nuevo parón forzoso, más dolorosos intentos de puesta a punto, para caer roto por tercera vez, y ésta ya definitiva. Tres inútiles intervenciones quirúrgicas practicadas por los doctores Guillén y Cabot en su ligamento lateral interno, cruzado anterior y menisco interno, jalonando 8 fugaces saltos al campo en un par de años. Y todavía, negándose a reconocer la evidencia, dos conatos de probatura en el Pegaso y Sabadell, antes de sentirse exfutbolista.

Eugenio Leal, gran jugador de vida alegre. Su carácter no le hizo ningún bien, y luego una lesión marcaría el punto final de su carrera.

 “En el fondo lo veía venir. Siempre te llegan rumores acerca de la salida, y has visto cómo se paga a otros. Así que hasta cierto punto estás preparado cuando te sacuden la patada”.

Le prometieron un partido homenaje, pero el tiempo fue pasando, por la presidencia “colchonera” desfiló Alfonso Cabeza, retomó el cargo su antecesor, Vicente Calderón, y el supuesto homenaje continuaba sin fecha al explayarse con Amalio Moratalla, en noviembre de 1984. “No sé absolutamente nada sobre el tema, y me interesa. A este paso cuando me lo quieran tributar no va a conocerme ni Perico el de los Palotes. He tenido algún contacto, pero la cosa va despacio, por no decir que está totalmente parada”. Se argumentaba por los mentideros rojiblancos que ese asunto se zanjó hace tiempo, entregándole 5 millones de ptas. con el finiquito, a cuenta del homenaje. Y él matizaba, en defensa de un dinero para entonces tan necesario como por demás legítimo: “Cada cual cuenta la feria según le va. Es cierto lo de esos 5 millones (30.000 euros al cambio por la moneda actual). Y también que llegamos a un acuerdo: Si el partido arrojaba superávit, los beneficios serían para mí; por el contrario si arrojara pérdidas, el club se hacía cargo de ellas y yo me contentaba con lo percibido. Naturalmente si las cosas se hubieran hecho antes, al anunciarse mi abandono, podrían haber salido 20 millones de beneficio. Ahora todo se ha enfriado y va a dar igual”.

Cuando charlase con Moratalla, aseguraba tener proyectos, sin concretar lo más mínimo: “Dentro de poco me sobrará el dinero”. Anticipaba, eso sí, que no iba a ser lo habitual: “Nada de la típica discoteca o el “pub”; lo sabrá todo el mundo en su momento”. Pero a renglón seguido reconocía “hacer de todo y nada”. Seguía tirándole el gusanillo, aunque no se dejara caer regularmente por los estadios. El fútbol había puesto todo su empeño en alejarse de él, y le parecía injusto: “Lo he convertido en el centro de mi vida desde los 10 años. Puede decirse que lo he mamado. ¿Cómo no va a costar separarte de él?”. Por eso, ciertos detalles tenían algo de bofetada, como dejó entrever al preguntársele si debía pagar entrada por acceder al estadio donde tanto le aclamasen: “No me ponen pegas para entrar, pero evidentemente tampoco es como antes. No me gusta pagar por ver fútbol. Me sabe mal, aunque más de una vez lo he tenido que hacer, incluso en El Manzanares. Es ley de vida. Cuando no estás arriba, las palmaditas en el hombro se convierten casi en insultos”. Le apenaba, también, no haber vivido el triunfo de la sindicación futbolística: “Me parece fenomenal que de una vez mis antiguos compañeros se hayan organizado, para solucionar sus muchos problemas. Sólo espero que funcionen mejor que antes”.

Prueba de que sus planes para verse sobrado de dinero poco tenían de reales, eran sus caricias al sueño de dedicarse a entrenar: “Podría hacerlo, pero ahora para eso hay que estudiar tres años. Y es curioso. Aunque haya quien no ha dado en su vida una patada a un bote, si aprueba los cursillos le dan el carné. Me encantaría el banquillo; sería un buen entrenador. Pero tres años estudiando es duro. Además, llegas a un club, pierdes dos veces seguidas, no le caes bien a éste o aquel, y te ponen de patitas en la calle. Eso al margen de aguantar todo tipo de insultos por la mayoría de los campos. Haría el esfuerzo de estudiar tres años para ser segundo entrenador de cualquier equipo. Todo el día trabajando en la sombra, sin responsabilidades ni presiones, y cobrando”. Luego, de cualquier modo, caía en cuenta sobre el cúmulo de zancadillas esparcidas en torno al balón, y se avivaban los dolores: “Me he dado cuenta de que el fútbol es una porquería. Cada día me convenzo más de que has de llevarte el dinero en el momento. Después se hace tarde. En mi última renovación con el Atlético, cuando estaba allá arriba, pude haber sangrado al club y por sentimentalismo, o por no sé qué, evité hacerlo. Les faltó tiempo para sacudirme la patada. Estoy convencido de que te utilizan unos años y luego ¡hala!, al basurero. De ahí que debas ganar el mayor dinero posible en tu buena época. Es mi consejo para cuantos estén en activo. Más adelante es tarde”.

A sus 31 años, separado de una mujer bellísima y con tres hijos, en medio de la incertidumbre sobre del porvenir, no parecían faltarle motivos para reflexionar. Siempre se dijo que su carrera resultó perjudicada por una empedernida promiscuidad. Llegó a relacionársele con cierta inglesa contratada en un cabaret del Albaicín, cuando su esposa pasaba la cuarentena tras someterse a una segunda cesárea. Vicente Calderón, hombre de ideas tradicionales, o si se prefiere conservadoras, queriendo salvar ase matrimonio y recuperar al futbolista, ponía al corriente de aquellas aventuras a la sufrida cónyuge. Finalmente ésta se hartó de aguantar, y andado el tiempo “Nany” Alonso, la antigua esposa, habría de saltar a la popularidad desde las pantallas televisivas más cotillas, como hermana de “Chonchi” Alonso, ex pareja de Andrés Pajares, metida a su vez en un  turbio divorcio no exento de malos tratos, según se aireara. Fruto de la reflexión, las palabras de Leal surgían rebosantes de amargura: “Si me dieran la oportunidad de volver al principio, estoy seguro de que ganaría más dinero del que obtuve. Mis intereses los antepondría siempre a los del club, y no al revés, como hice. Y por supuesto, no consentiría a nadie meterse en mi vida privada, como muchos hicieron”.

El orensano Fraguas apenas empezaba a comerse el mundo cuando se le oscureció el porvenir. Para los médicos su grave lesión curó perfectamente, y sin embargo nunca pudo acercarse a la sombra de sí mismo.

En definitiva, si le fuese otorgada la facultad de reencarnarse, sería un hombre distinto. Probablemente lo mismo que Fraguas, otro “colchonero” con el que a punto estuvo de coincidir sobre el césped.

Rafael Prado Fraguas, lateral derecho orensano (2-I-1957), fue un prometedor aunque impulsivo muchacho que por abrirse camino apenas reparó en los medios. Con 17 años ya asomaba por el primer equipo rojiblanco, dejando impronta de temperamento excesivo. Duro, a veces fiero, hasta sus propios compañeros le advirtieron más de una vez sobre las maneras con que se empleaba: “Si no mides mejor en tus entradas, acabarás haciéndote daño. Esa forma de tumbar a los rivales, cayéndote encima… Como no temples, un día cualquiera se te vienen sobre la rodilla y te dan el disgusto”. Pero él estaba en esa edad pletórica donde nada puede constituir un peligro, y siguió trazando surcos sobre su parcela. Hasta que en 1976, durante un partido en el Helmántico ante la ya extinta Unión Deportiva Salamanca, el delantero Rial decidió no arrugarse. Aquel instante no iba a borrarse nunca de su memoria: “Luiz Pereira iba por el lado derecho y me pasó el balón. Lo solté en seguida y Rial, cuando la pelota ya estaba lejos, me entró golpeándome en la pierna muerta. Ese chasquido no se me va de la cabeza”.

Fue una rotura brutal de tibia y peroné, con hueso astillado y esquirlas sueltas. Hubo que practicarle una operación de osteosíntesis, es decir implantarle un tornillo oblicuo para sujetar los huesos. Le dijeron que iba a quedar bien, aunque el calvario no había terminado.

Tratando de acelerar su recuperación, lo llevaron a un fisioterapeuta cuando el hueso aún no estaba lo bastante fuerte. De manera que volvió a romperse. Tras ese nuevo percance, algo más también se rompió entre club y futbolista: “Si después de mi paso por el quirófano todo fueron apoyos, me echaron la culpa de la segunda fractura. Dijeron que era un inconsciente por haber querido recuperarme antes de tiempo. Y no hubo nada de eso. El único culpable fue el doctor Ibáñez, aunque asegurase que la decisión de buscar a ese fisioterapeuta corrió de mi cuenta”.

El galeno Enrique Ibáñez siempre le contradijo. Y además de asegurar que Fraguas estaba perfectamente cuando salió de su consulta, llegó a lucir ante la prensa partes y pruebas como aval de sus palabras: “La lesión se produjo el 8 de febrero de 1976. Yo mismo lo acompañé en la ambulancia que habría de trasladarlo desde Salamanca a Madrid. Le diagnostiqué fractura transversal fragmentaria de tercio medio en la tibia y el peroné, con desplazamiento y destrozo de partes blandas. Pronóstico muy grave. El 10 de febrero fue operado y ya con escayola se le autorizó viajar a Orense, permaneciendo con su familia. El 1 de junio se le cambió la escayola, pudiendo por fin apoyar ese pie sobre el suelo. Su recuperación prosiguió a buen ritmo. En noviembre ya corría y le faltaban sólo unos grados para doblar completamente aquella rodilla. Entonces, aconsejado por amigos, decidió acudir a cierto masajista  prestigioso, y el 19 de noviembre le saltó el hueso en una maniobra. El propio masajista me llamó, muy asustado, y me trajeron al futbolista a la clínica. Repito, hasta entonces todo iba bien. El parte del día 16 recoge textualmente: Continúa la evolución favorable, progresiva; se encuentra fenomenal. El propio Fraguas me confesó, subido en la camilla, que aquel masajista le había forzado la pierna, fracturándosela nuevamente con su propio cuerpo. Yo estaba indignado, pero me aconsejaron no airear la cuestión, por no perjudicar al masajista. Hubo que empezar otra vez, aunque sólo hiciera falta escayolarle”.

El 1 de febrero de 1977 se le retiró aquella escayola, comprobándose mediante una radiografía que el hueso estaba bien, de manera que inició la rehabilitación. Después volvió a jugar, y en Cádiz resultaría lesionado en esa misma pierna. “Herida inciso contusa”, según parte médico fechado en febrero de 1978. En marzo del mismo año el Dr. Ibáñez le hizo una radiografía de control, obteniendo una imagen perfecta de consolidación ósea. Se le dio de alta el día 28, lo que según defendiera el cuerpo médico Atlético, demostraba que el futbolista quedó bien. Algunas voces de la entidad aseguraron que si su jugador no volvió a ser el de antes, sería por miedo. “Hay quienes después de lesiones tan importantes no dejan de pensar en el percance, y se arrugan. Éste es un deporte de contacto donde el temor no tiene cabida”.

Por supuesto, Fraguas siguió recordando aquel fatídico 8 de febrero de 1976. Imposible dejar de hacerlo, máxime ante el convencimiento de que Rial tuvo mala intención. “No le guardo rencor, aunque supongo llevará en su conciencia aquel momento. Nunca fue a verme al hospital, ni me llamó por teléfono interesándose por mi estado. Jamás tuve contacto con él. Sin embargo el Salamanca, a través de su presidente, se portó muy bien conmigo”. A su entender, el fútbol y su mundillo no dieron la talla. “Además de mi familia, sólo dos amigos estuvieron a la altura. De uno nunca lo hubiera pensado. Entonces aún no conocía a mi mujer, y ella dice que si hubiésemos estado juntos tal vez las cosas no habrían sido como después se dieron. La prensa sí se comportó, pese a que no pude corresponderles. Me decían desde el club que no hablara y yo cumplí”.

Después de tres temporadas virtualmente en blanco -tan sólo 3 partidos de Liga disputados-, la entidad rojiblanca lo cedió al Club Deportivo Orense durante un par de campañas, mediando un paso casi simbólico por el Torrejón. Luego nada. Desinterés, ausencia de ofertas, el teórico abandono, mientras a sus 27 años y ya con un hijo practicaba el fútbol sala. Bullía en su cabeza la necesidad de emprender algún negocio, de invertir pensando en el futuro. Pero no es fácil improvisar otra existencia cuando la pelota copó hasta el último pensamiento durante tanto tiempo. Quizás ello explique su decisión durante el verano de 1985, al suscribir un compromiso con el Daimiel, inserto en la 3ª Castellana. Sin duda un intento de recuperar el pasado, de sentir la misma ilusión que antaño, creyéndose llamado a conquistar el estrellato. Luis Aragonés creyó siempre en él, y no todos podían lucir 5 internacionalidades juveniles. Si las cosas se le dieran aceptablemente, si llamase la atención de clubes más poderosos…

Elcoro, guipuzcoano a quien la mala suerte, más que su lesión en sí, apartaron del fútbol definitivamente.

Sueños, esperanzas, la negativa a convertirse en un pañuelo desechable, máxime cuando como en su caso, la esperanza se truncó en decepción tan temprano. A otros, como al guipuzcoano Elcoro, la mala suerte lo respetó algo más, permitiéndole desarrollar una carrera. Y pese a ello seguían sintiendo un vacío tremendo.

Fco. José Elcoro Gabilondo (Arechavaleta, 4-II-1978), también defensa, tras pasar por el club de su pueblo compitió varias temporadas con el filial donostiarra, viviría una cesión en el Burgos, otra en la Sociedad Deportiva Eibar, y por fin pudo debutar con la Real Sociedad durante el ejercicio 1974-75. Al menos tuvo ficha de 1ª División por espacio de 5 años, si bien un par de ellos a modo testimonial, porque los pasó en blanco. Su vida deportiva se truncó ante el At. Madrid en abril de 1976, aunque al principio nadie, y mucho menos él mismo, acertara a imaginárselo. Un choque con Salcedo bastó para fracturarle tibia y peroné y luego, durante el largo posoperatorio, una artrosis en el tobillo habría de empeorarlo todo: “Fue un golpe de mala suerte, porque al fin y al cabo suelen ser los defensas quienes entran al adversario. Nunca culpé a nadie de mi lesión, puesto que en realidad no fue ésta lo que me apartó de la pelota, sino una suma de complicaciones posteriores”.

Según los médicos, el yeso de la escayola causó aquella artrosis, y ni siquiera dos intervenciones quirúrgicas para implantarle placas y tornillos, practicadas por el Dr. Echevarren, resolvieron su problema. Saber que el fútbol iba a convertirse en historia constituyó todo un trago:

“Lo pasé muy mal, porque en principio no iba a desviarse mi trayectoria. Una cosa es saber que todo se acabó, y otra seguir haciéndote ilusiones. Yo todavía disputé 6 ó 7 partidos más, antes de comprender que mi nivel no era aceptable. En cuanto estaba a punto para reaparecer, volvían los dolores, tocaba parar y arrancar otra vez. Parecía haber un nivel máximo de recuperación, a todas luces insuficiente. Así que me despedí de todos seis meses antes de expirar mi contrato. Estaba ya casado y con tres hijos; la necesidad te hace soportar cualquier cosa, y mi familia siempre estuvo al quite”. Cuatro años después, ganándose la vida como empleado en una asesoría fiscal, prefería no acordarse de su etapa anterior, si bien siguiera conservando amistad con parte de quienes un día fuesen compañeros de vestuario. “Quizás sea la resignación lo que me ha llevado a no añorar aquel tiempo, pero lo cierto es que no veo fútbol, a menos que lo retransmitan por televisión. Y aun entonces cambio de canal si no ofrecen un buen espectáculo”.

Oyarzábal empezaba a degustar el triunfo cuando todo se le torciera. Si bien la Real Sociedad cumplió contractualmente, parece no supo empatizar con la aflicción personal.

Casi en paralelo, otro buen futbolista blanquiazul, el hernaniarra José Mª Oyarzábal Erro, hubo de afrontar otro trance similar. Después de un par de campañas en el Sanse, llevaba tres rindiendo a excelente nivel en la Real Sociedad. Internacional Sub-23 en 5 oportunidades, estaba en la agenda del seleccionador absoluto cuando de pronto, entrenando, empezó a sentir unos intensos pinchazos en la rodilla. Pensó que no sería nada importante, pero una merma de rendimiento sobre el césped motivó las exploraciones médicas. Intervenido en el menisco, su primer pronóstico pasaba por volver al campo en unos tres meses. Luego, lamentablemente, habrían de descubrirse otras complicaciones óseas.

Tres intervenciones practicadas por los doctores Navés y Echevarren, apenas sirvieron de nada. Durante las temporadas 1974-75, 75-76, 76-77 y 77-78, no disputó ni un minuto. Al término de la última, concluido su contrato, hubo de abandonar la disciplina realista. “No necesité mucho apoyo, porque tuve tiempo de sobra para hacerme a la idea. Fui perdiendo facultades paulatinamente, nunca hubo lugar para la sorpresa, y ello me ahorró traumas. En cuanto al club, no se portaron bien, ni mal. Cumplieron económicamente, aunque a nivel deportivo y humano se olvidaron de mi problema; no parecía importarles demasiado”. Entonces los futbolistas estaban fuera de la Seguridad Social, y por tanto sin posibilidad de acogerse a pensiones de invalidez. Mientras cobraba de la Real había formado familia y tenía un hijo. Más complicaciones, visto el asunto desde el lado económico. “Me encantaría que el chaval fuera deportista, aunque no específicamente dedicado al fútbol, sino a cualquier otra especialidad”, aseguraba a menudo. Y eso que sus secuelas seguían haciéndese presentes. “Basta un ejercicio brusco para producirme dolores. Veremos a ver si con otra operación… Estoy a la espera de que me limpien la rodilla”.

Corría el año 1984 cuando se expresaba de este modo, ejerciendo como empleado en una entidad bancaria de su Hernani natal. Justo por esos mismos días, el gallego José Fernando Martinez Rodilla (Vigo, 3-III-1950), atacante conocido para el fútbol por su segundo apellido, seguía deglutiendo dosis de hiel.

Tras militar en el Gran Peña y Unión Popular de Langreo cedido por el Celta, con 20 años se convirtió en firme promesa del fútbol nacional, hasta el punto de debutar con “la roja” absoluta en Zaragoza, el 28 de octubre de 1970, ante Grecia. Luego, además, disputó un par de partidos con la selección “B”, o de “Promesas”. Pero no era un hombre destinado al triunfo.

Rodilla. Todo un internacional absoluto trotando por campos modestos, como consecuencia de una lesión mal intervenida y peor curada. Sobre el césped vallisoletano cojeaba visiblemente. Sobraban motivos para justificar el mal sabor de boca que el fútbol profesional le dejara.

Comenzó notando unas persistentes contracturas en el cuádriceps, que los masajistas se empeñaban vanamente en paliar. Midiéndose ante el Español, iba a sufrir una rotura completa. “No debería haber hecho caso a los entrenadores -se condolió tiempo después-. Parando cuando hizo falta, me habría recuperado totalmente”. Lo intervino en Barcelona el doctor Cabot y nunca volvió a ser el mismo. Después de seis campañas con la camiseta celtiña, disputando únicamente 3 partidos en la categoría de plata durante la última, no le renovaron. El Real Valladolid, también en 2ª, le hizo un hueco, si bien mediante contrato de circunstancias. Cojeaba sobre el césped, y al no confiar casi nadie en su posible rendimiento, tuvo que avenirse a un fijo por partido. “Para renovar con ellos debía alcanzar un mínimo de encuentros y estaba a punto de conseguirlo cuando unilateralmente anularon la cláusula. Tuve que irme al Sabadell, donde sólo permanecí 15 días. Cogí una gripe, y como lógicamente no estaba para jugar, dijeron que ya no les interesaba. Entonces pasé al Reus Deportivo, lesionándome durante el tercer partido. Fui baja hasta cerrarse la temporada”.

Todavía fichó por el Yeclano, cara al ejercicio 1978-79, y por el Turista vigués en 1979-80. Aquel internacional prematuro se había desleído: “Ocurrieron muchas cosas. Mi padre murió, yo estaba harto de vagabundeo. Era el momento de terminar, aunque sólo tuviese 28 años. La lesión influyó en mi retirada, pero más todavía ciertos aspectos colaterales del fútbol. Recuerdo, por ejemplo, que durante mi tercera temporada con el Celta, desde Zaragoza se interesaron por ficharme. Pero mi presidente, pese a asegurar que apenas iba a jugar con ellos, se negó a extender la carta de libertad. No soy rencoroso y tampoco vivo de recuerdos, aunque ciertas cosas duelen”. Tampoco tuvo suerte al nacer cuando lo hizo. Unos años después, todo cambió para la gente del balón. Los clubes ya no fueron amos y señores, a los deportistas se les reconoció el derecho a la propia imagen, devengaron cifras por publicidad y patrocinios… La sindicación, en suma, frenó múltiples desmanes en beneficio de otros. Porque todavía él, recién colgadas las botas, tropezó con una realidad ruinosa: “Se vivían vacas flacas. Nadie encontraba trabajo y tuve que ir consumiendo ahorros”.

Pudo colocarse como representante comercial, y más adelante ingresó en una oficina bancaria que acabaría dirigiendo. Todo ello logrado a pulso, porque como aseguraba, “nadie me ayudó en los malos momentos. El fútbol es bonito cuando las cosas te van bien, pero si dejas de salir en la prensa te olvidan todos”. Poseedor de un carné de entrenador, allá por los años 80 no desdeñaba entrenar a chavales. “Porque ahí no hay tanta mafia como en categorías superiores”. El mundillo profesional, sus trampas y triquiñuelas, sus interese ocultos y profunda desmemoria, le había asqueado. Menos mal que su mala suerte de antaño semejara haberle abandonado también. Casado y con dos hijos, un nuevo futuro se abría ante él, luminoso y, era de suponer, con menos zancadillas.

Por suerte, muchos futbolistas “Kleenex” supieron sobreponerse a la adversidad, demostrándonos que de las papeleras y el recipiente para desperdicios también se sale a menudo. Con esfuerzo, ciertamente. Y sobre todo sin volver la vista atrás, complaciéndose en viejas afrentas o mortificándose por lo que no pudo ser.

Al menos varias docenas lograron enderezar su vida lejos del fútbol, torcida, vuelta del revés por el infortunio, tan sólo en apariencia.




Del polémico primer Campeonato Regional Levantino, Sector-Sur Temporada 1919-20

Introducción

Escudo fundacional del Cartagena FC

El Cartagena Fútbol Club seria fundado en el segundo semestre de 1919, por el abogado y político José García-Vaso Linares. Este había sido, en épocas pasadas, más concretamente hasta enero de 1919, presidente del Sporting Club Carthago. La carta con intención de desagravio que mandaría Juan Teruel, vicesecretario del Sporting Club Carthago, dirigida al Murcia FC, provocaría la dimisión de García Vaso de la presidencia del Sporting.

Según las crónicas, el Athletic Club de Murcia jugaría en la ciudad departamental un partido frente al Sporting cartagenero, el 29 de abril de 1917, del que saldrían victoriosos los locales por 6-0. Este partido se jugaba como devolución a la visita que el cuadro cartagenero había hecho a la ciudad del Segura, fechas atrás. En el primer partido, en tierras murcianas, Monche, jugador que anteriormente había militado en las filas de la ciudad del Segura, recibiría una pedrada en el cuello durante la celebración del segundo gol cartagenero.

La explanada junto a la Fábrica de la Luz, donde se jugaría el “match” en Cartagena

El partido jugado en el cartagenero Campo de Los Mayores, hoy la explanada anexa al Corte Inglés, junto a la insigne Fábrica de la Luz, en la trimilenaria ciudad de Cartagena, no hubiera pasado a la historia, si no es porque una vez acabado el partido, unos mozalbetes, “despidieron” a pedradas al equipo murciano. Este fue perseguido «hasta la fonda», y todo parece que al establecimiento que se refiere el autor de la crónica es lo que años después sería el Hotel París o Fonda Francesa, en plena calle Cañón de Cartagena, frente al Palacio Consistorial. Aunque rápidamente se pudieron subir a algún vehículo que otro, los mozalbetes cartageneros, perseguirían a los jugadores del Athletic hasta donde estaban hospedados. Hay una distancia considerable, casi 2 kilómetros, entre el lugar del partido y la citada fonda.

Publicidad del Hotel París o Fonda Francesa

Esto provocó un paréntesis en las relaciones entre uno y otro equipo, de uno y otro lado del puerto de la cadena. Juan Teruel, con su misiva, quería nada más y nada menos que la reanudación de las relaciones entre los dos equipos. Curiosamente para entonces el Athletic murciano ya había desaparecido, y esa carta que le remite a Alfonso Guillamón, es recibida por el Murcia FC.

Esto no habría pasado a mayores si no es por la filtración de aquella carta a la prensa, lo que provocó el primer gran cisma del fútbol cartagenero y desembocaría en la dimisión de su presidente, José García Vaso Linares y, a posteriori, la fundación del Cartagena Fútbol Club. Como club, el Cartagena FC participaría en el I Campeonato Regional Levantino, Sector-Sur (1919-20) y aquí, tras este preámbulo, es donde comienza esta historia

La Federación Levantina de Fútbol se constituyó el 18 de agosto de 1919 y el 24 de diciembre se formalizó definitivamente en dos Sectores, Norte y Sur. Las provincias de Murcia, Alicante y Albacete fueron incluidas en el Sector Sur y las de Valencia, Castellón y Teruel, en el Sector Norte.

A la reunión, celebrada en Alicante en calle Calatrava 7, 2º, asistieron 24 clubs; cuatro de Castellón, cinco de Valencia, nueve de Alicante, dos de Elche y tres de la Región de Murcia (Aguileño, Cartagena F C y Levante FC).

Actuaría de presidente D. José Agulló y de secretario D. Enrique Pico. En dicho encuentro, se acordaron los siguientes puntos:

1.-Formación del Reglamento.

2- Clasificación de los Clubs, en primera y segunda categoría.

3- Designación del Calendario para la temporada 1919-20.

4- Creación de la Selección Regional.

5- Constitución del Colegio Regional de Árbitros.

6- Ante el Comité de la Federación Nacional representará a ésta, el Sector Sur de la Federación Levantina de Fútbol, los años pares.

Enrique Picó

En posterior reunión celebrada en Alicante el 11 de enero de 1920, se constituyó el Comité de la Federación en los siguientes cargos:

Presidente. Demetrio Poveda (Alicante)

Vicepresidentes. Perreau (Águilas) y José García-Vaso (Cartagena)

Secretario. Enrique Picó (Alicante)

Vicesecretario. Fernando Servet (Murcia)

El calendario para este primer Campeonato Regional Levantino, Sector-Sur tuvo las siguientes fechas:

25 enero 1920 Deportivo Aguileño-Cartagena Fútbol Club

 

Levante Fútbol Club-Natación de Alicante

 

1 febrero 1920 Cartagena Fútbol Club-Deportivo Aguileño

 

Natación de Alicante-Levante Fútbol Club

 

7 y 8 febrero 1920 Vencedores de los partidos para jugar la final en Alicante

 

Los desempates se jugarán al día siguiente y donde se jugó el segundo partido.

 

El Cartagena Fútbol Club fue representado en esta reunión por el directivo Tomás Agüera Gómez (Teagé para los amigos y las crónicas futbolísticas).

En diciembre de 1919, desaparecido el Murcia FC, se fundó el Levante FC, nuevo club que representaba al fútbol murciano. En plena formación y constitución, pudo inscribirse en la nueva Federación Levantina para el Campeonato 1919-20, aunque su denominación era incompatible con el Levante FC de Valencia, por lo que nos encontramos ante la primera vez que, el que años después sería Real Murcia CF, se inscribiría a dicho campeonato de 1920 como “Real Sociedad Levante FC”. Al quedar emparejado con el Natación de Alicante, perdió dicha eliminatoria por incomparecencia.

Dioni Conesa, gran valor del Cartagena FC en este campeonato

Por su parte, el Cartagena Fútbol Club jugó en el Rubial el 25 de enero de 1920 el primer partido oficial de su historia, contra el Deportivo Aguileño, venciendo estos por 5 – 1, con la siguiente alineación:

José Vaso; Luís Vaso, Valls; Valero, Tárraga, Ausejo; Botella, Salvador, Dioni, Rodríguez y Segado.

Es de reseñar que los jugadores hicieron el viaje en carruaje. Éste volcaría entre Lorca y Águilas, y continuaron a pie hasta que se hizo de día, donde se cogió otro carruaje, llegando a Águilas a las 9 de la mañana, sin descanso. La expedición departamental pasearía un poco por Águilas, harían una parada para comer y se dirigieron a El Rubial a disputar el encuentro.

Javier Bayo, promesa del fútbol local que debutó oficialmente en este campeonato

El 1 de febrero se jugó el partido de vuelta en el Campo Alfonso XIII, con el resultado de 2 – 1 favorable al Cartagena, con dos cambios en la alineación, Delmás ocupó la portería en lugar de J. Vaso, que pasaría a la delantera en lugar de Rodríguez. Antón, por su parte, entraría en la medular, en detrimento de Valero.

Al contar solo victorias para pasar la eliminatoria, se jugó al día siguiente 2 de febrero, el partido de desempate en el mismo Campo Alfonso XIII, repitiéndose el mismo resultado de 2 -1 y la misma alineación del partido anterior. Al anular el árbitro Sr. Agulló un gol al Aguileño, sus jugadores se retiraron del campo. El árbitro lo reflejaría en el acta diciendo: «considero legalmente ganado este partido por el Cartagena Fútbol Club”. Sorpresivamente el Deportivo Aguileño, gran favorito para ganar este Campeonato, había sido eliminado.

Los días 8 y 9 de febrero se jugaron en Alicante los partidos contra el Natación en el Campo del Portazgo, años después Campo de La Viña, nombre que le viene dado de la familia La Viña. Venció el Cartagena el primer partido 2 – 0, perdiendo el siguiente 2 – 1. El definitivo partido de desempate se jugó el día 10 de febrero en el mismo Campo, venciendo el Cartagena por 2-1. Los tres partidos fueron arbitrados por el valenciano Sr. Milego. El Cartagena Fútbol Club se proclamaba campeón de la Federación Levantina Sector-Sur, con una alineación que pasaría a la historia por dos motivos. Uno, por la consecución del primer título oficial para el Cartagena FC en el estreno del campeonato regional, y dos, que, sin saberlo, el fotógrafo M.Cantos nos dejaría una instantánea para la historia, ya que es la primera fotografía que se conserva, mientras nadie demuestre lo contrario, de un equipo de Cartagena. Ésta se rescató, gracias a Ginés Lario, del rotativo “Heraldo Deportivo”, publicación madrileña de diversos temas deportivos. Se nos muestra el 25 de febrero de 1920 una foto del Cartagena FC, firmada por el mentado fotógrafo alicantino, con el pie de foto siguiente:

    Equipo del “Cartagena F. C.” vencedor del Campeonato de Levante de fútbol.

Alineación por doble motivo para la historia del Cartagena FC
Arriba: Delmas, Antón, Botella, Luis vaso, Salvador, Segado, Dioni, Ausejo
Abajo: José Vaso, Tárraga, Valls

El acta arbitral rectificada y el nuevo campeonato

El árbitro, Sr. Milego

Una mala redacción del acta arbitral del partido de desempate en Alicante con el Natación, consistente en unas rectificaciones de dicha acta original firmada por el árbitro Milego y los capitanes de ambos equipos, Antón por parte del Cartagena, y La Viña por el Natación, fueron tergiversadas y malinterpretadas intencionadamente por los siguientes protagonistas: el alicantino Poveda (presidente de la Federación Levantina-Sur), La Viña (capitán del Natación de Alicante), el valenciano Octavio Milego (árbitro del partido) y Perreau (presidente del Deportivo Aguileño) que se unió a la protesta para poder sacar provecho para su equipo.

Se decidió la anulación de dicho tercer partido (10 de febrero 1920) por parte de la Federación Levantina-Sur y también los jugados por el Cartagena Fútbol Club los días 8 y 9 del mismo mes.

Se proyectó otro Campeonato en Alicante entre el Natación y el Deportivo Aguileño, ya que el Cartagena se negó a jugarlo por considerarse ya ganador de dicho Campeonato.

Lo ganó el Deportivo Aguileño en partidos jugados los días 8 de marzo (Aguileño 4 – Natación 1) y 10 de marzo (Aguileño 1 – Natación 1). Proclamado nuevo finalista Levantino – Sur, el Aguileño se enfrentó al campeón Levantino – Norte, el Gimnástico de Valencia, también en el Campo del Portazgo un mes más tarde.

Venció el Deportivo Aguileño en los dos partidos al Gimnástico valenciano, por 5-1 el día 12 y 3 – 0 el día 14. Es proclamado Campeón de Levante y consigue clasificarse para enfrentarse al Sevilla en la capital andaluza.

Recurso de protesta y alegación del presidente, José García Vaso

Como vicepresidente de la Región Levantina – Sur, Presidente del Cartagena Fútbol Club y que no se olvide, diputado en Madrid, el abogado José García Vaso mandó un recurso a la Federación Nacional de Fútbol en los siguientes términos que el diario local La Tierra publica el 22 de febrero de 1920, en el siguiente artículo:

García Vaso, recién licenciado en Derecho, en 1896

Dice el acta: “Después de leer la comunicación del Cartagena F.C. como contra protesta a la presentada por el Club de Natación de Alicante se lee un telefonema del mismo Cartagena F.C. protestando de lo mismo en forma irrespetuosa y diciendo que acuden a la Federación Nacional en queja por el mal trato recibido de esta Federación Regional”

Hay cosas que se necesita verlas para creerlas. Hace dos semanas se reúne la Federación y acuerda que Cartagena en los partidos celebrados había vencido legalmente al Deportivo Aguileño. Y hoy para desahogarse, no sabemos de qué, los mismos señores acuerdan que no están ganados.! ¡Estos señores son los que se molestan porque se les llama informales!

Más adelante en el acta, dice que se acordó protestar con energía del lenguaje empleado por el Cartagena F.C. en su carta y telefonema.

Para que se vea que no solo que no eran incorrectas nuestra carta y telefonema, sino que nos asistía la razón, los publicamos para que los conozcan todo el mundo.

El telefonema decía: “Presidente Federación Levantina – Alicante – Imposible tratar sobre protesta alguna motivada partido, porque no ratificada la nuestra, conforme artículo 31 Reglamento Campeonatos Nacional, ni hecha constar acta partido ninguna otra por parte Alicante, será arbitrariedad intolerable resolver protesta alguna”

Recorte de la prensa alicantina

“Hacemos constar absoluta falta seriedad procedimientos empleados y acudimos Federación Española en queja del mal trato recibido. Por Cartagena F.C. – Vaso”.

La carta es la siguiente: “Señor Presidente de la Federación Levantina -Alicante-. Grandemente sorprendidos hemos leído sus telegramas en los que dice se ha de reunir la Federación para tratar de una protesta hecha por el Capitán del Club Natación de Alicante, pidiendo la anulación del último partido jugado entre aquel Club y el Cartagena F.C.”

“Y nos ha sorprendido no que haya hecho el Capitán alicantino dicha protesta, sino que se la haya admitido la Federación”.

 “En el acta del partido que cuando firmó el Sr. Antón, Capitán del Cartagena ya iba firmada por el referee, no constaba protesta alguna del Capitán del Club del Natación, y caso de que la hubiera hecho después no es válida, aunque vaya en el acta dicha, porque irá fuera de esta y por detrás de las firmas delos Sres. Milego y Antón”.

“La única protesta que hubo fue nuestra por jugar en dicho partido el Sr. Agulló que había arbitrado partidos en este Campeonato y es además miembro de la Federación. Pero como nosotros no la hemos ratificado según previene el Reglamento de la Nacional, no puede surtir efecto. Tampoco pues, se puede apoyar el Capitán Alicantino en nuestra protesta”.

“Y para demostrarlo plenamente copiamos el artículo 31 del Reglamento de Campeonatos y Concursos de la Real Federación Española de Fútbol”.

“Artículo 31. Toda protesta que origine un partido deberá ser presentada en forma para que surja efecto”.

“Para que las protestas se consideren pre-sentadas en forma, será necesario que se hagan constar sucintamente en el acta del partido y que sean ratificadas dentro de los dos días siguientes en la Secretaría de la Federación correspondiente, depositando la cantidad de cinco, tres o dos pesetas, según el equipo reclamante sea de primera, segunda o tercera categoría. Estas cantidades serán devueltas si el fallo ha sido de conformidad”.

“En el acto de ratificar la protesta, el Club reclamante podrá ampliarla en la forma que crea conveniente debiéndose indicar siempre los preceptos legales en que se funda la reclamación. Sin estos requisitos no se dará curso por la Secretaría a protesta alguna y transcurrido el término fijado se considerará como no consignada en el acta, toda protesta que no sea ratificada en forma”

“Con todo lo expuesto, creemos quedarán Vds. completamente convencidos de la sin-razón que asiste a quien intente hacer protestas sobre estos partidos”.

“Parece que hay un marcado interés en Federación y con el deporte de esta Región, nosotros rogamos un poco de mesura y más cuidado para hacer las cosas, sobre todo las que puedan acarrear per-juicios”.

“Solo esperamos que resuelvan en justicia desechando la protesta, puesto que no hay lugar a ella y nos manden a decir inmediata-mente sus acuerdos, para no interrumpir la buena marcha de esta Sociedad – Queda a su disposición – Por el Cartagena F.C. – El Presidente, J. García Vaso.” Teagé es quien escribe esta noticia y, como hemos visto, es un seudónimo que pertenece a Tomás Agüera.

El Cartagena FC, campeón regional

La fecha de la publicación indica que se trata de los partidos jugados en Alicante con el Natación, los días 8, 9 y 10 de febrero y la lectura del pie de foto confirma la legalidad del Campeonato. En fechas posteriores se harán las reclamaciones y descalificaciones entre los equipos participantes, las Federaciones Levantina y Nacional, con las consecuencias y decisiones citadas a continuación.

El diario murciano El Tiempo, publica el 12 de marzo un artículo sobre el actual Campeonato Regional, que se está celebrando en Alicante, en sustitución del anterior en el que proclamado Campeón el Cartagena FC, fue invalidado por una denuncia del Natación y admitida por la Federación Levantina, mandó repetir dicho Campeonato. Añade que la Federación Nacional debería castigar al Comité Alicantino por contradecir a esta Federación en sus acuerdos, trasladando la Federación Levantina a Murcia o Valencia.

Los diarios murcianos El Liberal y El Tiempo, reseñan los partidos jugados en Alicante entre el Aguileño y Gimnástico de Valencia que disputaron la final los días 12 y 14 de marzo de 1920, ganada por el Aguileño, por lo que se proclamaría Campeón Levantino. El diario cartagenero El Eco de Cartagena, publica el día 15 el fallo dela Federación Nacional, declarando Campeón al Cartagena FC.

Aún con la Nacional en contra, la Federación Levantina seguía en sus trece de proclamar campeón al Aguileño.  El Diario de Alicante publica el 31 de marzo que la Federación Nacional anula los partidos entre Aguileño y Natación jugados el 8 y 10 de marzo, así como la final entre Aguileño y Gimnástico de Valencia delos días 12 y 14 del mismo mes.

La Federación Levantina muestra su disconformidad con esta resolución y entra en conflicto con la Nacional ratificando dichos partidos y a su campeón Deportivo Aguileño, en reunión celebrada el sábado 3 de abril.

Julián Ruete

Este mismo diario notifica el 15 de abril, que la Nacional descalifica al Aguileño para jugar la semifinal de Sevilla, ante la insistencia de la Federación Levantina de mantenerlo como Campeón.

El 21 de abril en el diario La Tierra, el Sr. Vaso comenta la reunión que tuvo en Madrid con el Secretario de la Federación, Sr. Ruete. Se mostraron los documentos que ratificaban al Cartagena como Campeón Regional. Acuerdos que fueron comunicados a la Federación Levantina, que nunca los haría llegar al Cartagena. Mandada la protesta a Madrid, la vuelve a enviar a la Levantina que no contesta ni acepta tal resolución.

Se decide pues el castigo a la Federación Levantina, consistente en no tomar parte en el Campeonato de España de este año. Así, con esta resolución y de una manera indirecta el Cartagena FC es también castigado, por pertenecer a dicha Federación Levantina, ya que se castigaba a ésta en su totalidad.




Cuando el Barcelona estuvo a punto de ser expulsado de la Copa de Ferias (II parte)

Tras el final del partido ante el Hibernian en Edimburgo y con el sensacionalismo de la prensa británica en el ambiente del fútbol internacional se intuía la expulsión del Barcelona de la Copa de Ferias. Stanley Rous, quien meses después sería presidente de la FIFA, debió de sentirse presionado por esa corriente alarmista. Así se lo haría entender a Francisco Román, el representante español en el Comité Ejecutivo de la competición, hombre vinculado al fútbol catalán dada su condición de presidente de la Federación Catalana de Fútbol y expresidente del RCD Español de Barcelona. En esos momentos no solo estaba en juego el honor del CF Barcelona, sino también de todo el fútbol español.

LA EXPULSIÓN DEL BARCELONA DE LA COPA DE FERIAS PLANEÓ DESDE EL PRIMER MOMENTO

Nadie pone en duda que el comportamiento de los jugadores del Barcelona en Edimburgo fue censurable y que con los criterios propios de la UEFA automáticamente hubiesen sido sancionados con la expulsión del club de las competiciones europeas por lo menos un par de temporadas. El tremendismo con que la prensa británica expuso los sucesos seguramente presionó a Stanley Rous, máximo responsable del Comité de la Copa de Ferias, para que tomase medidas.

De la gravedad de los hechos dejaba constancia el propio delegado del club en Edimburgo Francisco Román que sabía que la continuidad del equipo en esa competición dependía de la decisión de su Comité Ejecutivo, del cual formaba parte y cuya actuación en las semanas siguientes iba a ser decisiva.

La directiva del CF Barcelona se reunió el mismo jueves 23 de febrero, entre otros puntos, para valorar los incidentes e iniciar cualquier gestión que protegiese al club de posibles sanciones. Sin embargo, el episodio de Edimburgo era uno más dentro de la crisis general que atravesaba la entidad y así el mismo 28 de ese mes por la noche Francisco Miró-Sans dimitía y dejaba la presidencia con carácter accidental en manos de Antonio Juliá de Campmany, cuya presencia en el fútbol internacional no era nada despreciable: presidente del Comité de Prensa y delegado municipal en el Comité Organizador de la Copa de Ferias.

La goleada en el partido de ida de Copa de Europa ante el campeón checoslovaco pudo ser un alivio deportivo para el CF Barcelona, pero insuficiente ante la decisión que tomó el Comité de la Copa de Ciudades en Feria que en su reunión del 11 de marzo, bajo la presidencia de Stanley Rous, dio a conocer los siguientes acuerdos sobre el partido Hibernian FC-CF Barcelona disputado en Edimburgo:

1.- El Comité ha sido informado de que la FIFA solicitó del árbitro un informe completo sobre los incidentes acaecidos en el partido.

2.- El Comité ha decidido pedir a la Real Federación Española tome medidas disciplinarias inmediatas respecto al CF Barcelona y contra los jugadores que sean considerados culpables de conducta incorrecta hacia el árbitro y los jueces de línea.

3.- Los miembros del Comité desean que el club y los jugadores sean advertidos de que una conducta incorrecta como la que fue relatada redunda en una mala reputación para el fútbol, su país y su club. Caso de que no se tomen medidas disciplinarias el interés de la competición no podrá ser mantenido en el futuro.

4.- Se ha decidió también informar a la Real Federación Española y al CF Barcelona que la conducta incorrecta que se cita podría eventualmente perjudicar a la participación futura de aquel club en el Torneo de la Copa de Ciudades en Feria.

5.- El Comité fue informado que el presidente actual, señor Juliá de Campmany, se ha dirigido por carta al Hibernian FC, expresando su pesar por los embarazosos inconvenientes causados por los incidentes del partido Hibernian-Barcelona ofreciendo realizar un desplazamiento a Edimburgo para jugar un partido amistoso con el Hibernian en fecha a señalar. La taquilla de este encuentro se destinaría íntegramente a los centros de beneficencia que el Hibernian FC juzgue convenientes.

Hay que resaltar el buen trabajo de Francisco Román, miembro del Comité junto al inglés Stanley Rous y al italiano Ottorino Barassi. Por un lado consiguió desviar la responsabilidad y ejecución del castigo hacia la Federación Española y por otro aplazar cualquier decisión de expulsión del club de la competición hasta la última reunión que se tenía que celebrar en julio.

Eso respecto al tema del partido en Escocia y la sanción al Barcelona. Porque Francisco Román llegó a Basilea con una maleta llena de propuestas muy bien estudiadas. Sabía que la Copa de Ferias había perdido la batalla contra la UEFA y que la expectación era muy poca. De hecho el Barcelona había aportado más de la mitad de los espectadores que había tenido la competición en estas tres ediciones. Por lo tanto había que abrir las puertas a nuevas fórmulas y a más equipos que tuviesen atractivo. Por eso mismo el señor Román proponía que el total de federaciones participantes para la próxima edición fuese de 16, y que los equipos que entrasen surgiesen de una competición previa en cada país. Incluso se habló de proponer al mejor equipo clasificado en la liga local, sin contar con los dos campeones, de liga y copa, pues ya disputarían los correspondientes torneos organizados por la UEFA. El sentimiento catalán de Francisco Román se hizo notar cuando él mismo reconoció como precipitada esta última opción ya que supondría un premio inesperado para el subcampeón de Liga, puesto al que otros equipos habían renunciado a pelear por no tener ningún aliciente cuando se disputaba la competición, que era el caso del CF Barcelona, que iba tres puntos por debajo del Atlético de Madrid, o del RCD Español, que también pretendía jugar la Copa de Ferias pese a que ocupaba el puesto duodécimo. Igualmente presentó la candidatura del Valencia CF, en el caso de que se produjese alguna vacante, junto a la ya mencionada del RCD Español de Barcelona, con la intención de mantener un representante de la Ciudad Condal en el caso de que el CF Barcelona acabase siendo excluido.

El 20 de marzo se reunió la gestora de la Federación Española de Fútbol presidida por Benito Pico quien a la salida de la misma manifestó que en Madrid no se había recibido comunicación alguna por parte del Comité de Ciudades en Feria en tal sentido de petición de sanciones. Tan solo habían dialogado con Francisco Román quien detalladamente les había informado de lo hablado en dicho comité, que el Hibernian no había presentado reclamación alguna y que en cambio el Barcelona se había apresurado a darle toda clase de explicaciones e incluso ofrecerle la organización de un nuevo partido que iría a jugar el equipo azulgrana a sus expensas y con una finalidad benéfica, simplemente para dar la mejor impresión de su sentimiento por lo sucedido, ofreciendo así de un modo práctico todas las excusas imaginables y deportivas. El caso fue que la Federación Española no tomó cartas en el asunto y los jugadores del Barcelona siguieron siendo alineados sin problema alguno.

Y pasaban los días hasta que llegó la semifinal de Copa de Europa contra el Hamburgo alemán. Ante la propuesta alemana de jugar los días 12 y 26 de abril, el Barcelona prefería jugar la ida el 26 y la vuelta dejaba abierto el día para el 3, 10 o 17 de mayo. A falta de acuerdo y dado que la UEFA se reunía los días 6 y 7 de abril en Lisboa, el administrador general del club azulgrana, el señor Gich, se trasladó a la capital portuguesa. Finalmente la UEFA confirmó las fechas que convenían al Hamburgo sintiéndose el Barcelona muy perjudicado, tanto que se dejó entrever una especie de represalia encubierta por lo de Edimburgo. La postura de la UEFA era tajante: o se jugaba el 12 o el Barcelona quedaba descalificado. Según Benito Pico, el presidente de la Federación Española, estaban molestando demasiado los éxitos del fútbol español en Europa de ahí que estuviesen tomando decisiones que perjudicasen a sus dos equipos más representativos. El problema radicaba en que la Selección española debía jugar contra la de Gales el 19 de abril en eliminatoria del Mundial de Chile lo que suponía recargar el calendario para los jugadores internacionales del club azulgrana. Con todo, Agustín Pujol, el español miembro del Comité Ejecutivo de la UEFA, puntualizó que no se pudo encontrar otra solución ya que las fechas propuestas por el Barcelona coincidían con el Alemania Occidental-Irlanda del Norte también válido para la Copa del Mundo.

Y seguidamente se publicó en Escocia la siguiente nota en The Glasgow Herald del 8 de abril de 1961: Finaliza la investigación del Barcelona.- La Federación Española de Fútbol paraliza la investigación sobre la participación de los jugadores del Barcelona en los incidentes en Easter Road del 22 de febrero en el partido de Copa de Ferias entre el Hibernian y el Barcelona.

Un portavoz de la Federación Española dijo que la investigación había sido detenida a solicitud del Comité de Copa de Ciudades en Feria, quien había pedido que se llevara a cabo.

¿Pero realmente se había abierto alguna investigación? En sentido estricto, era difícil abrir una investigación sin un requerimiento explícito que, según la Federación Española, no llegó ni del Comité Ejecutivo de la Copa de Ferias, al que no debía subordinación, ni de la FIFA. Además para ello sería fundamental el supuesto informe que Johannes Malka dirigió a la FIFA. Y es que sin acusados no puede haber culpables. Y si en efecto se hubiese abierto la supuesta investigación, según la nota, quedaba cerrada o detenida a petición del Comité de la Copa de Ferias ¿porque ya se había resuelto el caso o porque no había ningún interés en que prosiguiera? Y para los más suspicaces, el hecho de que al final la UEFA aceptase las fechas propuestas por el Hamburgo en vez de las del Barcelona podía considerarse como suficiente castigo. Otra hipótesis podría señalar al propio Stanley Rous, quien si en un principio respondió con la apertura del expediente al Barcelona a raíz del alboroto de la prensa británica, una vez calmadas las aguas, no tuvo problemas en darle carpetazo allanando cualquier diferencia con la Federación Española de cara a las más o menos próximas elecciones a la presidencia de la FIFA ocupada interinamente por el suizo Ernst Thommen tras el fallecimiento en marzo de 1961 del también inglés Arthur Drewry.

Lo que no paraba era el calendario. La recta final de temporada fue muy intensa para el CF Barcelona:

03/05/1961    Semifinal Copa de Europa / Desempate: Barcelona, 1; Hamburgo 0.

07/05/1961    16avos ida Copa de España: Barcelona, 7; Real Gijón, 1.

11/05/1961    16avos vuelta Copa de España: Real Gijón, 2; Barcelona, 4.

21/05/1961    8avos ida Copa de España: Barcelona, 2; Español, 3.

26/05/1961    Se firma el traspaso de Luis Suárez al Inter de Milán.

27/05/1961    8avos vuelta Copa de España: Español, 2; Barcelona, 1.

31/05/1961    Final Copa de Europa: Benfica, 3; Barcelona, 2.

El traspaso de Luis Suárez se empezó a fraguar en Hamburgo, en el partido de vuelta de semifinales de la Copa de Europa y se confirmó en las vísperas de dos partidos decisivos. Y aunque el balón de oro no se alineó contra el Español sí lo hizo en Berna por acuerdo entre las directivas del Barcelona y el Inter.

Con estos resultados el Barcelona cerraba una campaña en blanco y fuera de las competiciones organizadas por la UEFA.

SOLO QUEDABA LA COPA DE FERIAS

Las elecciones por la dirección del CF Barcelona se decidieron a primeros de junio a favor de Enrique Llaudet quien asumió la responsabilidad de unificar el barcelonismo para devolver al club su legendario prestigio.

El nuevo presidente barcelonista anunció que el equipo sería reforzado en todas sus líneas hasta reunir un plantel suficiente para formar un equipo A y otro B y para mantener a todos los jugadores en activo y sustituir las jornadas europeas –sin Copa de Europa y la posible expulsión de la Copa de Ferias- se cubriría un calendario con partidos amistosos que incrementasen los ingresos para completar el presupuesto económico. Eso era una idea y otra la realidad dado que los partidos amistosos, por muy atractivos que fuesen los rivales, nunca podrían levantar el interés de una competición internacional, máxime cuando en estas se alcanzan las eliminatorias finales. Y así lo reconocía Enrique Llaudet al cumplirse un mes en el cargo, señalando que dado que jugar la Copa de Ferias, junto a la licitación del campo de Las Corts, condicionaba totalmente la situación económica que se debía presentar a la asamblea general de socios esta se retrasaba hasta septiembre en espera de que se confirmase la participación en el torneo europeo.

TAMBIÉN ESTABAN LOS POSIBLES SUSTITUTOS DEL BARCELONA

Y desde Nueva York, donde el Español estaba disputando un largo torneo internacional durante el mes julio, saltó su presidente, el señor Oliveras de la Riva, para calentar la próxima reunión del Comité de la Copa de Ciudades en Feria. Esto es lo que declaró a El Mundo Deportivo del 20 de julio: En primer lugar quiero una vez más recordar que como su nombre indica la Copa de Ciudades en Ferias se instituyó para auténticas selecciones de las capitales europeas donde anualmente vienen celebrándose dichos certámenes internacionales. Fue la circunstancia de que el Español se viese obligado a disputar los partidos de la liguilla de Promoción a Primera División lo que motivó que en la primera edición de dicho torneo nuestra ciudad estuviese representada íntegramente por el equipo del Barcelona, en cuanto a jugadores se refiere, pero ostentando el nombre de Barcelona y vistiendo la zamarreta blanca de la Federación Catalana de Fútbol en lugar de sus habituales colores azulgrana, como todos recordarán. Más tarde, sin causa que lo justificase plenamente, respaldado únicamente por el hecho de haber ganado la primera Copa de Ferias y más tarde la segunda edición el Barcelona continuó participando en dicha competición ya no como representación de la ciudad sino simplemente como equipo de club, lo cual, ni mucho menos, significaba que el Español renunciase a unos derechos que, indiscutiblemente, le asisten como equipo que radica en la ciudad de Barcelona. […] [El Español alegó] Siempre, al menos desde que tomé posesión no solo de la Junta Directiva que la actualidad honro en presidir, sino también en la anterior presidida por mi buen amigo, el señor Marimón, esos derechos que hicimos saber a través del presidente de la Federación Catalana, don Francisco Román, a su vez miembro del Comité Organizador antes citado y que no nos fueron reconocidos alegando que España ya tenía su representación en el Barcelona, sin tener en cuenta que Italia tenía dos equipos en la misma –el inter y Roma- y otro tanto los equipos británicos, con el Birmingham y el Hibernian. […] El Español no pretende, ni mucho menos, dejar de reconocer los derechos del Valencia ni de cualquier otro club, pero mantiene en alto los suyos y se resiste a aceptar el que sea por designación más o menos caprichosa el que sea un club u otro el que participe en la Copa de Ferias representando al fútbol español. No hay que olvidar que a la Copa de Europa se participa tras haber ganado la Liga y a la Copa de Europa de Campeones tras haber conquistado la Copa de SE el Generalísimo, ¿por qué motivo pues no debe ser el terreno de juego el que designe  quién o quiénes deben ostentar la representación española en la Copa de Ferias? Repito que no pretendemos anteponer nuestros derechos a los que otros clubs puedan alegar, pero en modo alguno renunciamos a hacer valer los nuestros […] Antes de nuestra salida hacia Nueva York quedó encargado nuestro directivo señor Porta de hacer llegar a don Benito Pico, presidente de la Gestora de la Federación Española, nuestro deseo de que sea el vencedor de un torneo previo el que en definitiva participe en la Copa de Ferias jugando a doble partido si fueran dos los clubs aspirantes o bien una liguilla, también a doble vuelta, si fuesen más los equipos con derecho, por residir en ciudades con Ferias Internacionales de Muestras […] Quiero hacer constar que en los últimos años nuestro club se ha desenvuelto en una atmósfera económicamente asfixiante por la serie de partidos internacionales, copas de Europa y Ferias que incesantemente jugaba el Barcelona y que como es lógico acaparaban la atención del aficionado barcelonés. La eliminación del club azulgrana de la Copa de Ferias que tan brillantemente conquistó en dos ediciones creo que lo sitúa en el mismo terreno que nosotros y ahora debe ser el campo de juego el que diga la última palabra. Otra cosa no sería justa ni menos aún deportiva. Así deben reconocerlo todos incluidos los propios directivos del Barcelona.

Un día más tarde, aprovechando el pleno de la Federación Catalana, Ramón N Salanova en El Mundo Deportivo preguntó a Francisco Román por la representación del fútbol español en la Copa de Ferias. Así se dejó entender el directivo miembro del Comité Organizador de la competición: Tengo el encargo de la Gestora de la RFEF de defender por igual la candidatura de los tres equipos españoles que aspiran a participar en la Copa Ciudades en Feria, lo cual haré con gran satisfacción en cumplimiento de lo que es mi deber. Ahora bien, salvo que no pudieran participar los tres equipos –y al respecto no conviene olvidar que los participantes lo son por invitación de la Comisión Organizadora y que yo dispongo únicamente un solo voto entre los dieciséis que deben producirse- mantengo mi criterio de que si son menos de tres la suerte se decida en el terreno de juego en un torneo eliminatorio o clasificatorio, con lo cual habilitaríamos una solución justa y deportiva, al margen de los derechos que puedan creer que tiene cada cual por su cuenta. Y repito, en el seno de la Asamblea defenderé los intereses de los tres equipos españoles por igual, sin ningún partidismo, pudiendo referir para general conocimiento que, los presidentes de los tres clubs conocen la correspondencia que he sostenido con el presidente de la Comisión Organizadora, Mr. Stanley Rous. Su supuesta neutralidad ya había quedado un tanto difuminada cuando rechazó que el mejor clasificado de la Liga representase a España –que en este caso hubiese sido el Real Zaragoza-. Hay que resaltar que Francisco Román había sido presidente del RCD Español entre 1942 y 1947 y en esos momentos presidía la Federación Catalana de Fútbol, por lo que los intereses de los dos equipos de la ciudad de Barcelona estaban bien defendidos.

El Valencia CF también había movido sus fichas. El club había elegido un nuevo presidente, Julio de Miguel, cuyo objetivo era proyectar internacionalmente el equipo. Dado que en esos momentos solo se podía entrar en Europa ganando la Liga, el nuevo mandatario no lo pensó dos veces y consiguió entrevistarse con Stanley Rous en Londres. El Valencia CF, al igual que el RCD Español, dispuso de un calendario de verano con numerosos partidos por Europa y entrando en la recta final de julio anunció la contratación de Waldo, un brasileño procedente del Fluminense donde había destacado como gran goleador.

LA ASAMBLEA DE LA COPA DE FERIAS

Y así se llegó al 28 de julio, fecha en que empezó la Asamblea del Comité Organizador de la Copa de Ferias en Basilea. La reunión que tenía una duración prevista de dos días iba a tratar especialmente el futuro de la competición. En las vísperas de tan decisiva cita la participación o exclusión de CF Barcelona volvió a ser tema de controversia.

Desde la delegación barcelonista, compuesta tanto por directivos como la propia prensa local, se allanó todo el camino para que la supuesta expulsión del club no tuviese argumentos. Así se dejaba entender tras la lectura del artículo 11 del Reglamento de la Copa de Ferias establecía:

Todo club representando a una ciudad que haya participado en la competición anterior tiene derecho de prioridad para participar en la competición siguiente.

Este era el caso del CF Barcelona a lo que se añadía el hecho de ser miembro fundador, con voz y voto en la asamblea de Ferias, y vencedor de las dos primeras ediciones. Así pues, reglamentariamente el equipo español no podía ser excluido de la cuarta edición. Era un anticipo muy favorable al CF Barcelona con una interpretación de los hechos también bajo la óptica azulgrana, ya que si atendemos a la del Español y a la del primer reglamento de la Copa de Ferias, en la primera edición compitió y ganó la selección de la Ciudad de Barcelona y en ningún momento un club.

También se podía objetar cualquier otro artículo del reglamento que hiciera mención a la disciplina de los equipos y a los jugadores en particular. No obstante, contestaba a esto otro importante comentario publicado por A Mercé Varela en El Mundo Deportivo donde señalaba: Se mencionó en alguna ocasión que los incidentes a que la desastrosa actuación del árbitro en la eliminatoria Hibernian-Barcelona disputada en Edimburgo dio lugar podía acarrear la sustitución del Barcelona en la próxima edición de la Copa de Ferias. He tenido ocasión de ver, en la tarde de hoy, el “dosier” de aquel encuentro y puedo afirmar que aquel es un asunto completamente liquidado. Solo la FIFA solicitó hace ya algunos meses un informe del árbitro de aquel encuentro y nada puede valer ya contra el Barcelona.

Seguramente este dosier incluiría la supuesta investigación que la RFEF había hecho y interrumpida a solicitud del Comité de la Copa de Ferias, junto al informe que envió el árbitro, Johannes Malka, a la FIFA. Es más, por la manera en que el periodista presenta los incidentes, el único sancionable era el árbitro por su desastrosa actuación.

Por falta de pruebas no se puede afirmar que este dosier llegase al señor Mercé Varela a través de la delegación que había enviado el Barcelona a Basilea. Si repasamos los nombres y cargos de quienes se desplazaron hasta Suiza entenderemos lo serio que se lo habían tomado. La lista empezaba por el propio Francisco Román, presidente de la Federación Catalana de Fútbol, como miembro del Comité Ejecutivo, junto al señor Juliá de Campmany como presidente del Comité de Prensa y delegado municipal (y presidente en funciones días después del infame partido Hibernian-Barcelona), el flamante nuevo presidente del club, Enrique Llaudet, y el administrador del CF Barcelona, Juan Gich.

Para ser objetivos, sobre la mesa del Comité Ejecutivo de la Copa de Ferias, el tema del Barcelona se había convertido en algo secundario. El primer día se revisó la composición de dicho comité, ahí donde la representación española tenía un gran peso, que aumentaba porque la figura de Stanley Rous se iba difuminando por dos motivos muy interrelacionados. Era un tema de FIFA y UEFA a la vez.

La presidencia de la FIFA estaba siendo ocupada de manera eventual desde marzo de 1961 por el suizo Ernst Thommen, quien además era presidente de honor del Comité Ejecutivo de la Copa de Ferias. A finales de septiembre de ese año estaba prevista la elección de un nuevo presidente de la FIFA y Stanley Rous aspiraba a ese puesto. Por eso no se puede desligar el hecho de que el propio Stanley Rous estuviese detrás de la creación de la Copa de Europa de Campeones de Copa, la Recopa, en el seno de la UEFA. Rous, para sus aspiraciones FIFA necesitaba el apoyo de los miembros de la UEFA. Lógicamente, potenciar esa nueva competición era manifestar su implicación en el futuro de la asociación. Y como ya se ha subrayado en varias ocasiones en el presente artículo, la aparición de la Recopa, que había sido acogida muy positivamente en muchas federaciones, suponía un fuerte contratiempo para la Copa de Ferias.

Así pues, en la asamblea de Basilea lo que realmente se trabajó fue la supervivencia de la competición cuyas deficiencias de organización se manifestaban en la falta de campeón de la temporada 1960/61 ya concluida puesto que la final entre Birmingham FC y AS Roma todavía no se había disputado. Ingleses e italianos disputarían esos partidos entre septiembre y octubre de 1961. El primer día se afianzó el compromiso con la competición de los clubs y federaciones participantes en la tercera edición. De los dieciséis, catorce habían confirmado su presencia para la temporada 1961/62 quedando dos plazas disponibles que el Comité Ejecutivo completaría entre los equipos aspirantes a participar, entre los que figuraban el Español y el Valencia.

Para la cuarta edición el Partizan de Belgrado (Copa de Europa) y Vasas (Copa de Europa) y Ujpesti (Recopa) ambos de Budapest no participarían con sus respectivas selecciones locales, dando paso al Estrella Roja de Belgrado y al MTK de Budapest su representación. Esto era la consecuencia del aumento de participantes en las dos copas organizadas por la UEFA, que no solo ganaban el apoyo de las federaciones sino que se hacían atractivas para los clubs participantes y para el público en general. En la Copa de Europa se inscribieron 28 campeones nacionales más el Benfica que ponía en juego el título. Solo tres federaciones se quedaban fuera: Albania, Islandia y la Unión Soviética. Y en la segunda edición de la Recopa ya entraron 21 equipos.

En cambio, en la Copa de Ferias aseguraban su participación 12 países diferentes, dado que Alemania, Italia, Suiza y Yugoslavia lo hacían con dos representantes. Y lo que más preocupaba era el potencial de los equipos. De todos, solo el Estrella Roja de Belgrado era subcampeón de Yugoslavia y el Inter de Milán el tercer clasificado de Italia. Eso hacía que la presencia del Barcelona como subcampeón continental se hiciese imprescindible para darle cierto empaque al atorneo, pues el resto de equipos eran muy flojos.

Finalmente, el Comité Ejecutivo manifestó que su deseo era que la Copa de Ferias fuese disputada por un representante de cada una de las 31 federaciones que componían la UEFA en esos momentos. Pero dadas las circunstancias no se iban a oponer que algunos países y/o ciudades pudiesen tener dos o tres equipos por lo que se aceptó la candidatura de todos los equipos que lo habían solicitado. Esto daba paso a que RCD Español y Valencia CF entrasen en juego ya en la próxima edición sin perjuicio del CF Barcelona.

No se mejoraba la calidad de los equipos. Por ejemplo, el Racing de Estrasburgo francés acaba de ascender a la Primera División tras haberse clasificado en cuarta posición de Segunda esa temporada, o que el Belenenses portugués había sido quinto, al igual que el Vojvodina de Novi Sad en Yugoslavia. A estos se añadía que los ya participantes de la edición anterior tampoco eran equipos punteros en sus países, como el Hibernian escocés que había sido octavo o el Olympique de Lyon francés decimoquinto. La excepción quedaba en los dos subcampeones nacionales que debutaban en la Copa de Ferias: el Sheffield Wednesday y el Milan. Fue una apuesta de cantidad por calidad que en realidad no alcanzaba el nivel deseado para la competición aunque en España, Italia y Yugoslavia principalmente sí se le dio un trato especial.

En la sesión del día siguiente se sorteó la primera eliminatoria y se eligió el nuevo Comité Ejecutivo en el que salieron reelegidos los dos cargos, Francisco Román y Antonio Juliá de Campmany que ya tenía el CF Barcelona como representante español. A eso se añadió la jugada diplomática de Enrique Llaudet al proponer al presidente del Hibernian FC, mister Swan, como nuevo miembro de dicho comité.

Quedaba así zanjada por enterrada la posible expulsión del CF Barcelona de la Copa de Ferias. Un cúmulo de actuaciones (las llevadas por Francisco Román) y circunstancias (el futuro de la competición y la candidatura de Stanley Rous a la presidencia de la FIFA) salvaron al club azulgrana de ese vergonzoso trance que en febrero se daba por hecho y que en julio se vendió como un éxito diplomático del Barcelona y del fútbol español.




El fuera de juego

Introducción

La Regla de fuera de juego es la de mayor sutileza del fútbol; con toda la seguridad podemos afirmar que de su existencia y forma, han dependido prácticamente todas las variaciones de la táctica y estrategia del juego.

Desde que se pusieran en vigor las Reglas de Cambridge, primeras Reglas de Juego de fútbol, en 1848, La Regla de fuera de Juego ha formado parte de las Reglas de Juego. La pregunta pertinente sería entonces, ¿para qué se creó la Regla de fuera de juego? Con la experiencia que se tenía de una de las corrientes del fútbol, el Rugby, los legisladores de las Reglas de Juego decidieron adoptarla de éste, con el propósito de evitar que los múltiples delanteros se situaran detrás de los pocos defensores, y el juego quedara concentrado en los dos extremos del terreno de juego. Sin la Regla de fuera de juego, se podría prever un fútbol compuesto por dos concentraciones de jugadores frente a las porterías y el campo central desolado que atravesarían algunos jugadores transportando el balón de una concentración a la otra. Un fútbol trivial jugado sin inteligencia.

Evolución histórica del fuera de juego

A partir de su adopción, la Regla de fuera de juego, siempre ha motivado discusiones tanto en su interpretación y aplicación, como en su conveniencia. Por esto, a través de su historia ha sido muchas veces modificada.

Las Reglas de Cambridge de 1848, son consideradas las primeras Reglas del Football Association, en ellas, la Regla de fuera de juego tenía el mismo carácter que conserva en el Rugby. Aunque no existe un documento original, se afirma que la Regla rezaba que: “Un jugador está fuera de juego inmediatamente si está delante del balón; y debe regresar y situarse detrás del balón lo más pronto posible. Si el balón fue pateado por su equipo más allá de ese jugador, no puede tocar o patear el balón. Tampoco puede avanzar hasta que un rival haya pateado el balón o un compañero lo haya hecho siempre que esté en línea o más adelante de él”[1]; bastaba entonces, estar más cerca de la línea de meta adversaria que el balón para que el jugador estuviera en posición de fuera de juego.

En la copia original de las Reglas de Cambridge de 1856 que se conserva en la biblioteca de Shrewsbury School, se nota una evolución para acercar a los atacantes a la meta adversaria, decía que: “Si la pelota es pasada a un jugador y viene desde la dirección de su propia meta, este jugador no podrá tocar la pelota a menos que haya tres jugadores contrarios delante de la meta contraria”[2]; no bastaba entonces, estar más adelantado que el balón, sino además no tener entre sí y la meta contraria a tres jugadores adversarios para estar en posición de fuera de juego .

A pesar que las primeras Reglas unificadas de 1863, las de la Football Association, fueran derivadas de las Reglas de Cambridge en su gran mayoría, para el caso de la Regla de fuera de juego, conservaron básicamente lo establecido por las Reglas de Rugby, en los siguientes términos: “Cuando un jugador haya golpeado la pelota, cualquiera del mismo equipo que esté más cerca de la línea de gol que un adversario estará en fuera de juego. Este jugador, de ninguna manera podrá tocar el balón o impedir que lo haga otro jugador hasta que el balón haya sido puesto en juego de nuevo. Ningún jugador estará en fuera de juego cuando el balón se saque desde detrás de la línea de gol”[3]; sin embargo, muy pronto, en 1866, se alinearon con las de Cambridge, aceptando que un jugador adelantado de el balón no estuviera en posición de fuera de juego si tenía ente él y la línea de meta contraria a tres jugadores adversarios, mediante la siguiente redacción: “un jugador estará en fuera de juego si en el momento en el que recibe el balón o este llega a su altura, entre él y la portería contraria hay menos de tres jugadores de equipo”[4].

En esencia la norma se mantuvo inalterable hasta el año 1925, The IFAB, organismo legislador que fue constituido en 1886, ese año tuvo que hacer una modificación trascendental para acercar más a los jugadores a la meta adversaria, dado que habían sido alejados con la práctica simple y deslucida del fuera de juego provocado, que según se menciona en los textos, fue una invención de un defensor del Newcastle, equipo que con esta fórmula llegó a tener mucho éxito en la Liga inglesa en la primera década del siglo XX, pero que había apartado a los aficionados de los campos de fútbol, debido a su aburridora aplicación también por los demás equipos. La nueva norma decidió que: “un jugador se hallará en fuera de juego si se encuentra más cerca de la línea de meta opuesta que el balón y el penúltimo adversario”[5]. Si bien la práctica del fuera de juego provocado disminuyó considerablemente, no desapareció, pero sin duda, la modificación produjo un gran impacto que llevó a los estrategas del fútbol a replantear profundamente sus sistemas de juego.

“A finales de la década de 1930, se constató la necesidad de renovar las Reglas del Juego, que ya sumaban un total de 17. El reglamento original se había redactado en el lenguaje de la Inglaterra victoriana, y posteriormente había sufrido cambios y enmiendas a lo largo de medio siglo. La fenomenal tarea de lavar la cara y dar un orden racional a las Reglas le fue encomendada al inglés Stanley Rous, miembro del IFAB y el primer oficial que utilizó el sistema diagonal de arbitraje. Rous, quien en 1961 se convirtió en Presidente de la FIFA, realizó un trabajo tan concienzudo que no hubo necesidad de revisar el texto hasta 1997”[6]. Revisando la Regla de fuera de juego en 1982 encontramos que: “1. Un jugador está en posición de fuera de juego si se encuentra más cerca de la línea de meta contraria que el balón, salvo que: a) se encuentre en su propia mitad de terreno, b) que haya entre él y la línea de meta contraria dos adversarios por lo menos… 3. Un jugador no será declarado fuera de juego por el árbitro: a) simplemente por encontrarse en una posición de fuera de juego o, b) si recibe la pelota directamente de un saque de meta, saque de esquina, saque de banda o de un “balón a tierra” del árbitro”[7]. Como se puede observar, se mantiene lo esencial de la norma, la salvedad “que haya entre él y la línea de meta contraria dos adversarios por lo menos”, adicionalmente, varias excepciones más para favorecer el juego de ataque.

En 1990 se produjo otra modificación con el mismo propósito de favorecer el juego de ataque, la salvedad b) cambió de la siguiente manera: “b) que no esté más cerca de la línea de meta contraria que dos de sus adversarios, por lo menos”[8], es decir, el atacante podrá estar a la misma altura que el penúltimo o los dos últimos defensores.

Podríamos decir que desde 1990 la Regla de fuera de juego no ha sufrido cambios esenciales, sus últimas redacciones solo han pretendido hacer claridad sobre las partes del cuerpo que serán consideradas para determinar la posición de fuera de juego y las maneras de interferir en el juego el infractor de fuera de juego.

La problemática

La lógica del juego se materializa en el gol, pero en el gol producto de la construcción colectiva de el equipo anotador. Este es el asunto clave del juego, por tanto, es el que hay que promover y defender. En mis escritos anteriores, he demostrado como las Reglas de Juego contradicen el espíritu y la lógica del juego, por lo cual, precisan de una revisión profunda, estructural, tal como la llevada a cabo por Sir Stanley Rous en 1930.

Para el análisis de la necesidad y conveniencia del fuera de juego hoy, abordaremos su problemática desde los siguientes puntos:

  • Su propósito. La razón que llevó a crear la Regla de fuera de juego es muy escueta, “evitar que los jugadores se queden parados al frente del arco contrario esperando que simplemente les llegue el balón para empujarlo”[9]. Sin embargo, lo que hemos visto a través de los años, es que cada vez que se ha implementado una modificación, siempre para favorecer el juego de ataque, los estrategas o directores técnicos de los equipos, han endurecido el bloque defensivo agregando defensores, lo que nos está llevando inexorablemente a la acumulación de jugadores frente a la meta, ya no de atacantes, sino de defensores, que era lo que la Regla quiso evitar, los dos núcleos de jugadores frente a las porterías y el desierto en la mitad del campo, el efecto se ha revertido.
  • Su contribución a la lógica del juego. El objetivo del juego es marcar gol mediante la construcción colectiva del equipo anotador. La Regla de fuera de juego obliga a los equipos a realizar acciones colectivas que arranquen desde atrás hacia adelante para poder anotar, porque sin ellas, el balón estaría más por el aire lanzado desde la defensa hacia los atacantes apostados detrás de los defensores adversarios. Es por ello, que su abolición sería un desastre para el juego, acabaría con el carácter científico del fútbol, porque no habría sistema distinto que el de ubicar delanteros detrás de los defensores y lanzadores de balón desde la defensa. En nuestra opinión estamos a medio camino de llegar a ese indeseable escenario. Hoy lo que predomina es que, inmediatamente un equipo pierde la posesión del balón se repliegan todos sus jugadores en la propia mitad de campo, permitiendo el transporte del balón libremente al equipo adversario más allá de la mitad del campo hasta que se choquen con el muro defensivo de jugadores, quienes, al recuperar la posesión del balón, inician igualmente la misma aventura frente al muro defensivo que han montado sus oponentes luego de perder la posesión del balón, sometiendo a los espectadores a asistir a la metafórica fiesta aburrida en la que sin tener la posibilidad de participar ven a los bailadores que bailan repetidamente el boogaloo del dominicano Joseito Mateo “Pa’lante y pa’tras”[10].
  • La dificultad de aplicación. Un estudio realizado por el Dr. Francisco Belda Maruenda, comprobó la gran dificultad que representa el juzgamiento del fuera de juego para el ojo humano, siéndole imposible hacerlo en muchas ocasiones. Esta limitación fue resuelta por el VAR, herramienta imposible de tener en la gran masa de partidos que se juegan cada semana en el mundo. Entraríamos a discutir, si para la lógica del juego es necesario la medición milimétrica de la posición de un atacante en una situación de gol. Lo que el espíritu de juego nos indica, es que todas las condiciones imperantes en el partido, deberán ser iguales para ambos equipos, por tanto, la imposibilidad manifiesta afectará de la misma manera a ambos equipos, es por eso que un adagio popular reza, “lo que es igual para todos no es ventaja para ninguno”, así debería ser, y discusión zanjada, porque ni modos que podamos tener VAR en todos los partidos, si a duras penas podemos tener árbitro. Los intereses de los inversionistas del fútbol, nos está conduciendo a una deshumanización del juego, en la cual el error humano es inadmisible, así se ha entrado en una carrera sin llegada de error cero, en la cual, lo esperado supera a lo posible. El error cero del juzgamiento, imposibilita el desarrollo normal del juego, ¡ay ya, párenle, dejen jugar!

¿Qué hacer entonces?

Aquí y en artículos anteriores hemos expresado la necesidad inaplazable de revisar profundamente las Reglas de Juego para alinearlas estructuralmente con el espíritu y lógica del juego. Obviamente, en dicha revisión deberá estar incluida la Regla de fuera de juego.

Consideramos que, para el caso de la Regla de fuera de juego, esta debería darle una salida eventual a los atacantes que los libere de la posición de fuera de juego, para permitirles la posibilidad de avanzar cuando el muro defensivo sea máximo. Luchar contra un muro masivo de defensores es muy difícil y casi imposible si además se tiene que sortear el fuera de juego.

Si la lógica del juego indica que el gol es el objetivo final de la intencionalidad de juego, pues entonces, las Reglas deberían estar encaminadas a favorecer su logro, pero en contrario, se puede constatar en la práctica, que las Reglas dan mejores posibilidades al juego defensivo. El fútbol es el único deporte que permite jugar a no ganar y ganar. Esto es lo que las Reglas deberían minimizar, es decir, tratar de asegurar que si se juega a no ganar, se pierda.

En una trasmisión de un partido del Campeonato Suramericano sub20 2023, clasificatorio al Mundial Sub20 2023, escuché a un analista, exdirector técnico, decir: “para nosotros es más fácil enseñar a defender que a atacar”, comentario inexacto, porque lo real es que, “jugar a defender es más fácil que jugar a atacar, porque lo permiten las Reglas” ¡a cambiarlas, pues!

Bogotá D.C. 06-06-2023

[1] Las reglas de Cambridge: El primer reglamento del fútbol. El fanático Blog. Recuperado de https://acortar.link/Gaygxq

[2] Bravo M., Luis. (2009). Las Reglas de Cambridge. Cuadernos del fútbol. Recuperado de: https://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2009/11/las-reglas-de-cambridge/

[3] Las 14 reglas originales de 1863. AS. Recuperado de https://mexico.as.com/mexico/2019/02/05/masdeporte/1549325280_669658.html

[4] Bill McCracken: el hombre que pervirtió la regla del fuera de juego. England Calling, El Blog del fútbol inglés. Recuperado de https://thenglandcalling.blogspot.com/2018/02/el-truco-de-bill-mccracken.html

[5] Ibidem

[6] Historia de las Reglas del Juego. FIFA. Recuperado de http://es.fifa.com/about-fifa/who-we-are/history/index.html

[7] Cromos. (1982-1983).  Enciclopedia Mundial del Fútbol. Barcelona, España, Ediciones Océano.

[8] Historia de las Reglas del Juego. FIFA. Recuperado de http://es.fifa.com/about-fifa/who-we-are/history/index.html

[9] Portocarrero W. ¿Qué razones llevaron a la creación de un fuera de juego como norma en un partido de fútbol? Recuperado de https://acortar.link/Gaygx

[10] 1968. Pa’lante y pa’tras. Disco vinyl. Medellín. Discos Fuentes. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=CSdKWZcz2X4&list=RDCSdKWZcz2X4&start_radio=1




Sobre la existencia o no de estilos nacionales

Tema del estilo nacional

La teoría de los estilos nacionales estuvo muy de moda durante la primera mitad del siglo veinte. Decían los comentaristas -y en particular los grandes comentaristas franceses como Gabriel Hanot, Lucien Gamblin o Maurice Pefferkorn-: los húngaros juegan científicamente, los austríacos son finos y frágiles, los italianos tienen estilo defensivo, etcétera. Y esas etiquetas se perpetuaron durante la segunda mitad del siglo. Se habló del juego total de los holandeses, del juego directo de los alemanes, del cerrojo italiano, del arte brasileño, de la gambeta argentina, del pase largo inglés y del tiquitaca español.

El concepto de estilo nacional da a entender que en determinado país, la manera de jugar al fútbol funciona como un reflejo de la idiosincracia de sus habitantes. Significa pues que dicho temperamento nacional existe, y que todos los jugadores de ese lugar actúan de manera semejante, acorde con su identidad común y permanente. Los encuentros internacionales entre selecciones, pero también entre clubes de diferentes países, aparecen entonces como un enfrentamiento de aspecto eternamente repetido.

Ciertos indicadores parecen dar razón a estas teorías. Los brasileños siguen produciendo malabaristas, los españoles multiplicando los pases, los uruguayos replegándose desesperadamente y los alemanes intentando recobrar el juego potente que les valió cuatro estrellas. Al mismo tiempo, las fallas de la teoría del estilo saltan a la vista ya que, aunque no parece descabellado considerar cierta permanencia en la manera de jugar de una selección nacional, resulta absurdo considerar que en un país dado, aún limitando la observación a una época determinada, todos los equipos de todos los clubes y de todas las edades practican un mismo tipo de fútbol.

Esto nos lleva necesariamente a restringir el tema. La prudencia impone que se hable, no de la posibilidad de un «estilo nacional», sino de la posibilidad de un «estilo de una selección nacional». Vale decir, de un estilo que proviene, no de la idiosincracia de un pueblo, sino de la continuidad en la actividad de una organización bien determinada: la asociación nacional de fútbol.

Tema del supuesto estilo uruguayo

Los calificativos que los comentaristas americanos y europeos aplicaron al fútbol uruguayo desde el momento en que se hizo famoso fueron de lo más variables. Para algunos los celestes eran artistas; para otros eran indios muertos de hambre que defendían su arco desesperadamente como lo habían hecho los charrúas cuando Juan Díaz de Solís llegó al Río de la Plata.

Aún hoy permanece el contraste entre quienes, viendo jugar nuevas figuras, recuerdan el gran pasado estético de la Celeste, y quienes perpetúan la «leyenda negra» de un juego intrínsecamente sucio y brutal -indio, gaucho o negro según el racismo que se manifieste-, leyenda que fue inventada por la prensa alemana pro nazi después de la derrota de su equipo el 3 de junio de 1928, retomada por la prensa golpista bonaerense después de la final de la Copa del Mundo de 1930, y recuperada por una academia universitaria francesa obnubilada por las aproximaciones del antropólogo argentino Eduardo Archetti.

El tema del «estilo uruguayo» fue resucitado a comienzos de este siglo durante la llamada «era Tabárez» (2006-2021). Para este entrenador y para la prensa deportiva que lo siguió ciegamente, el fútbol uruguayo fue siempre un fútbol «de respuesta», por oposición al fútbol «de propuesta» de los gigantes vecinos, Brasil y Argentina. Los jugadores uruguayos habrían jugado siempre así, expectantes, dependiendo su accionar de lo que haría el adversario extranjero, ya no siguiendo una opción «tácticamente defensiva», a la italiana, sino una disposición mental de achicamiento sicológico sistemático.

El camino que llevó a este tipo de concepciones puede esquematizarse así: se rechazó por principio la idea de una decadencia del fútbol uruguayo; se decidió que el comportamiento decadente hacía estilo; se dedujo que siempre se había jugado así, incluso en la época olímpica dorada. Al pasar, se instauró la figura del entrenador fuerte, dictatorial, que no se comunica con los dirigentes, que le habla mal a la prensa y que exige idolatría, a la inversa del pasado glorioso de la época olímpica que se obtuvo sin entrenador y con actitud modestamente popular. Como la Celeste obtuvo mal que bien algunos resultados -una Copa América y un cuarto puesto en un Mundial-, el discurso se incrustó como un dogma.

Es fácil demostrar que la tesis del «fútbol de respuesta» no tiene consistencia. Los resultados de los partidos de los campeonatos olímpicos de 1924 y 1928, y los de la Copa del Mundo de 1930, incluyendo la final contra Argentina, dan la pauta a la vez de una gran solidez defensiva y de un formidable poder atacante. Por otra parte, ¿qué sería un partido de fútbol entre equipos de jugadores uruguayos si ambos bandos se limitan a «responder », a esperar la propuesta del otro… que nunca llega? En cuanto a la posición obtenida en el Mundial de Sudáfrica, conviene recordar el milagro de los cuartos de final contra Ghana, y que en 2002, por ejemplo, el match por el tercer puesto se jugó entre Turquía y Corea del Sur.

La pobreza intelectual de las explicaciones de Tabárez se fue evidenciando a medida que se sucedieron cantidad de partidos mal jugados. Se volvió entonces a la justificación muy conocida en el medio oriental: «Los muchachos dieron todo», forma pobre del argumento agotado de la garra.

Un librito

El cronista oriental Nilo Suburú publicó en 1959 un librito maravilloso titulado Fútbol uruguayo y fútbol moderno. El prefacio plantea el tema del estilo de esta manera: si los jugadores uruguayos se presentan en la cancha con una camiseta de otro color y caras no identificables, ¿puede pese a ello el público afirmar sin hesitaciones que ese equipo es el Celeste porque su estilo resulta visualmente inconfundible? ¿Puede reconocerse esta selección solo por la manera visible de jugar como se distingue un cuadro de Picasso de un Van Gogh?

Suburú pasa luego revista a una decena de tesis que en aquél entonces pretendían dar con la fórmula exclusiva del estilo uruguayo: fútbol directo, fútbol ofensivo, fútbol defensivo, fútbol reflexivo, carrileros, ataque en V, garra, fútbol físico, fútbol arte, etcétera. Y luego de observar que estas tesis suelen ser antagónicas, y sobre todo, que no son ni una exclusividad ni una constante del fútbol uruguayo, las rechaza.

Suburú no concluye que no hay un estilo uruguayo. Temiendo el vacío que una tal conclusión habría implicado, toma algunos de los puntos criticados y confecciona una definición del estilo combinando características múltiples: juego directo, reflexión individual, fuerza mental, garra, a lo que agrega la coexistencia equilibrada del fútbol arte y el fútbol fuerza.

Así, pese a la perfección crítica del libro, la demostración final no convence porque aquellos rasgos que, tomados separadamente, resultaban falsos, lo siguen siendo cuando se los considera de conjunto.

Un comentario argentino

Recuerdo muy bien un partido disputado hace pocos años entre Uruguay y Argentina. El encuentro, totalmente dominado por los albicelestes, terminó cero a cero. Alarmado por la delicuescencia de las prestaciones celestes, me había propuesto analizar la calidad de los pases y había llegado a la siguiente estadística: una sola serie de más de tres pases seguidos a lo largo de todo el primer tiempo; una mísera mejora en el segundo con dos secuencias, una de cuatro pases, otra de cinco.

Un comentarista argentino escribió entonces lo siguiente: «No juegan. No buscan siquiera armar una jugada. No les importa. Y lo increíble es que no jugar les da resultado.»

Lo interesante del comentario no es tanto la expresión de una incapacidad de juego que caracterizó al conjunto celeste durante los últimos años de la era Tabárez, luego de que se retirara Diego Forlán, sino la constatación del carácter voluntario, deliberado y asumido de esa incapacidad. No se intentaba hilvanar acciones y a los jugadores eso no les importaba.

Es interesante porque si existe una característica poco discutible del fútbol celeste es el desprecio que manifiesta por el buen juego, por el juego construido y por el juego bonito. El fútbol espectáculo no es lo suyo. Desencadenar los aplausos del público ante una gran jugada no está ni estuvo nunca en los planes, salvo en 1924 cuando, como lo recordaba Pedro Petrone, después de liquidado el partido, «satisfacíamos el pedido de los buenos franceses que nos reclamaban juego académico», es decir pases y más pases tejiendo la madeja.

Y es interesante también por otros dos aspectos.

El primero es que el público uruguayo, por más extraño que parezca, aprecia mucho esta manera de no jugar. Así, este gusto por el no jugar revela que los secretos de lo que se considera «estilo» son más bien una «concepción histórico-cultural», una cultura, y son recibidos de esa manera por quienes tienen esa cultura. Las tristísimas quenas bolivianas generan alegría en los corazones quechuas.

El segundo aspecto es que ese fútbol ajeno al espectáculo es lo propio de cierto fútbol callejero, que por definición no tiene público salvo el que constituyen los propios jugadores. En la calle -tal es mi experiencia como jugador de barrio en el Montevideo de los años 60- lo único que le interesa interiormente al joven jugador es pasar satisfactoriamente la prueba. Si el adversario es superior, romperle el juego como sea. Si el adversario es inferior, meterle goles como sea. No hay aplausos ni replay. No hay memoria ni gloria. Y en eso, el fútbol celeste de la selección es una proyección directa, casi intacta, de la mentalidad del fútbol callejero, una conexión directa con las raíces.

Corresponde entonces hacer otra observación: la construcción mental del futbolista de la selección celeste que lo liga a la calle no es un hecho visible. El fútbol, decía Obdulio Varela, es un hecho mental, y lo mental no puede verse con los ojos. No se revela a la mirada sino al análisis. Vemos pues que un aspecto de lo que podría ser considerado como un ingrediente del «estilo», no lo es porque no es visible. Está ahí, es un ingrediente mayor, un aspecto de la «concepción cultural» definitoria del fútbol de la Asociación Uruguaya de Fútbol, pero como no se ve, no puede denominarse «estilo».

Sobre la famosa garra

Está de moda entre los universitarios uruguayos cuestionar la realidad de la garra charrúa presentándola como un objeto meramente imaginario, una ilusión provincial. Los argumentos que se manejan son del orden de la lógica o de la filosofía: ¿por qué los futbolistas uruguayos tendrían el monopolio mundial del espíritu de lucha? ¿qué hacemos de todos esos partidos en que no se manifestó ni sombra de la garra? ¿cómo explicar que la garra apareció en los comentarios tan tardíamente, recién cuando la calidad técnica del fútbol de Uruguay empezó a decaer, y más como un paliativo de los malos resultados que como un sello de victoria?

Es sabido que los títulos mundiales de Uruguay no se ganaron con la garra sino en base a un despliegue perfectamente documentado de calidad técnica y de creatividad táctica. Y sin embargo, cuando representaciones de este tipo adquieren tanta solidez, una pregunta se impone: ¿cuál podría ser su base real, el hecho objetivo peculiar que da nacimiento al mito y que el mito deforma?

En épocas lejanas en que los equipos nacionales del mundo entero se buscaban entrenadores ingleses o escoceses, en tiempos en que la dirección táctica externa, siguiendo el modelo inglés, ya había impuesto su verticalidad y una división tajante del trabajo futbolístico entre el director técnico intelectual y el jugador físico, la Celeste seguía funcionando con un sistema de autogestión, fijando la composición del equipo y la orientación táctica en la discusión entre el capitán y el grupo de jugadores cuadros. Así, los tres primeros grandes títulos se obtuvieron bajo la dirección intelectual de José Nasazzi, y el Maracanazo, liderado en todos sus aspectos por Obdulio Varela, fue concebido de punta a punta en los intercambios que se operaron antes y durante el partido entre el capitán, el guardameta Máspoli, el constructor técnico Schiaffino y el goleador Alcides Ghiggia.

Se trata de un punto clave también. Su raíz coincide con el punto destacado anteriormente: en la calle no hay director técnico externo. Los jugadores se dirigen solos, componen los equipos solos, disponen a los jugadores como se les da la gana, establecen ajustes tácticos durante el encuentro en las conversaciones más o menos formales que van llevando o en las directivas que expresan los jugadores respetados. Esa es la base real de la famosa garra.

Mientras que en los otros equipos, los jugadores debían esperar la reacción mental y la directiva intelectual que desde afuera les inyectaba el entrenador (la consciencia proletaria es introducida desde afuera por los intelectuales, escribió Lenin), en la selección uruguaya, el espíritu emanaba desde adentro mismo, respondiendo a la definición de Varela: «el fútbol es una cosa mental». No mental para el entrenador. Mental para el principal actor, el jugador.

Es en ese sentido que el famoso relator Carlos Solé afirmaba que los entrenadores eran parásitos, y es también esta una de las diferencias mayores que, desde los orígenes, existe entre el fútbol uruguayo, -criollo, autogestionario y democrático- y el argentino -británico, vertical y obediente-.

Decadencia de la verdadera garra

Después de 1930, con el surgimiento del campeonato profesional y el fin de los partidos protestables, la Celeste padeció la extinción progresiva de los futbolistas intelectuales.

El hilo original fue reactivado en 1949 por la conjunción de dos factores: la acción del entrenador húngaro del equipo de Peñarol, Emérico Hirsh, constructor del ataque que ganó en Maracaná; la huelga de los futbolistas que duró siete meses y les devolvió la fe en su autonomía.

La garra mental autogestionaria no era lo propio del equipo peñarolense. Su orientación intelectual era dictada por aquél ilustre representante del gran fútbol judío de Europa central. Pero cuando los mismos jugadores, después de haber compartido juntos la huelga victoriosa contra los patrones de los clubes, contra la prensa y contra la asociación nacional, se encontraron en una selección que compusieron ellos mismos con la ayuda de Nasazzi, aquella garra, que definiremos pues como la autogestión táctica de los propios jugadores, volvió a anidar en el seno del grupo.

Partiendo de este desarrollo histórico, la garra posterior, es decir la garra del sudor, del «dieron todo», no es más que la forma decadente, puramente física, desesperada y rudimentaria, una garra vaciada de fuerza mental, desposeída de su lucidez, reducida al esfuerzo muscular, pero con su particularidad: encierra la añoranza del pasado intelectual perdido.

Ahora, la participación de Uruguay en las dos últimas copas mundiales marcó también el fin de la fase de la garra física de compensación. En 2018, las lágrimas de José María Giménez, diez minutos antes de que se terminara el partido contra Francia, expresaron simbólicamente la pregunta que todo el público uruguayo se iba haciendo: ¿cómo es posible que los franceses, que no tienen un país de fútbol como el nuestro, jueguen mucho mejor que nosotros? ¿Cómo es posible que la historia se haya dado vuelta? En 2022, en Qatar, después de dos primeros partidos muy insuficientes, el mismo Giménez declaró: «Hasta ahora no hemos jugado para ganar».

Así, intuitivamente, el heredero de Godín comunicó, en sus reacciones, a la vez el problema y la solución. El problema es volver a jugar. La solución es que los propios jugadores asuman por sí mismos el pensamiento de juego.

Una conclusión

El lector me perdonará que este análisis se haya apoyado exclusivamente en el ejemplo uruguayo. Es el caso que conozco. Muchas páginas más necesitaría este artículo si se buscara completar su tesis evocando la trayectoria de otros seleccionados claves como el alemán, el francés, el brasileño o el español. Ateniéndonos pues a un formato limitado, sacaremos una serie de conclusiones que podrán ser aplicadas ulteriormente para otros equipos.

La primera conclusión es que, considerando aspectos como la autogestión táctica, la importancia sicológica del capitán, la relación directa entre fútbol mayor y fútbol de la calle, se definen características durables y esenciales de un fútbol, el uruguayo.

La segunda conclusión es que estos aspectos mencionados no son visibles, no forman parte de la actividad físico-técnica de los jugadores. Por lo tanto, no constituyen un «estilo» sino elementos activos y determinantes de un patrimonio histórico, cultural y espiritual. Este patrimonio se transmite a través de una organización, la asociación nacional, y perdura como perdura el saber hacer de una universidad prestigiosa. Si las universidades de Harvard o de Cambridge desaparecieran físicamente por un tiempo a causa de un desastre, vuelta la normalidad material se produciría milagrosamente también la resurrección de su nivel de excelencia cultural.

La tercera conclusión es que dicho patrimonio, que no es estilo sino cultura de juego, se afirma, se construye y se perpetúa cuando el seleccionado que lo posee obtiene por esa vía el máximo resultado, es decir, el título mundial. Así, la concepción del fútbol de la Celeste se reveló operante a nivel supremo en 1924. Gracias al empuje que le dio ese éxito, se fue afirmando, ajustando, y favoreció la conquista de los títulos siguientes. En 1950, su reactivación volvió a marcar una dominación intelectual ante un equipo brasileño técnicamente superior pero sin autonomía mental.

Todo esto es válido, claro está, siempre y cuando no aparezcan factores de destrucción total ajenos a la dinámica propiamente deportiva. Hungría, flor del gran fútbol intelectual judío, no alcanzó los resultados que tanto prometió durante los años dorados (1920-1954). Pese a su extraordinaria capacidad de resistencia y de adaptación, pese a esa segunda vida que le dieron decenas y decenas de entrenadores viajeros como Béla Guttman (1900-1981), su concepción ajedrecística del fútbol murió definitivamente en Berna, víctima del antisemitismo de los nazis y de los comunistas.




Jesús Varela, el ‘torpedo’ que no dominó nunca el ruso

La vida de Jesús Varela es bastante desconocida en España, si bien goza de amplios reportajes en Rusia. Su ficha asegura que nació en el día de Navidad de 1923 en Génova, Italia, si bien su familia no tardaría en mudarse a la que sería su verdadera ciudad natal, San Sebastián.

Criado en una vivienda de ideología abiertamente de izquierdas, el estallido de la Guerra Civil y el avance de los sublevados empujó a la diáspora a varios familiares; su padre se refugió en Francia ante el temor de ser apresado en Donostia, mientras que el propio Jesús se subiría a uno de los famosos barcos que atracaron en la URSS en 1937.

A diferencia de otros niños españoles, Varela no pasó muchos meses en la zona más occidental de la actual Rusia, siendo reubicado en un orfanato de Asia central. Esta lejanía fue clave para una anécdota curiosa, pues pese a desarrollar toda su vida en la URSS, Jesús siempre dominó mucho mejor el castellano que el ruso, un idioma en el que le costaba hacerse entender. Por otra parte, los orfanatos de aquellas regiones estaban en condiciones terribles. No había calefacción en invierno, los alimentos eran reducidos y la higiene brillaba por su ausencia en los cuartos superpoblados, perpetuando un ecosistema perfecto para la tuberculosis o la disentería.

Muchos de aquellos infantes no tuvieron acceso a una educación mínima, por lo que algunos supervivientes como Jesús, en su vuelta a Moscú, ingresaron en la Academia Agrícola Timiryazev con el objetivo de aprender el oficio de agricultor. Sin embargo, el hispano-italiano siempre prefirió jugar al fútbol antes que focalizarse en los estudios, siendo expulsado al cuarto año de la academia. Por fortuna, en 1947 el Torpedo moscovita se fijó en aquel menudo atacante de vocablos latinos y 1,72 centímetros de altura, firmándolo dos temporadas en las que disputó 15 partidos y marcó seis goles.

La escuela no le había dado un diploma, pero indirectamente le brindó la que sería su compañera de vida, la nativa Lydia Maksimovna, a quien no le convencía la idea marital de cambiar un oficio serio como el agrícola por uno tan superfluo como pegar patadas a un balón. Si Ruperto Sagasti, otro ‘niño de Rusia’, tuvo al entrenador Abram Dangulov como su cicerone del cuero, Jesús Varela tuvo a su homónimo en Viktor Maslov, quien fue mandado a 420 kilómetros de Moscú, a la ciudad de Nizhny Novgorod, lo que se denominó como «un exilio honorable», con el objetivo de darle una estocada al Torpedo de allí, el Gorky, construyendo un proyecto en la Primera División del país.

Maslow se llevó consigo a unos cuantos del Torpedo de Moscú, a saber, Vladimir Deryugin, Nikolai Evseev, Boris Safronov, Anton Yakovlev y Jesús Varela. ‘Chuchi’, como se le apodaba en aquellas tierras del Este, arribó al club en 1949, disfrutando del fútbol hasta que se retiró definitivamente en 1955. El atacante encontró su lugar sobre el césped, tuvo a su primer hijo llamado Victorino en la remota ciudad y se hizo un ídolo de la afición local, tal y como recordaba su mujer en una entrevista: «mis padres aún no lo conocían, pero ya sabían de Jesús en ausencia. Cuando Torpedo se enfrentó al equipo local en Stalinabad, el partido fue transmitido por la radio y se escucharon los gritos de la afición: ¡Wah-re-la! ¡Wah-re-la!».

‘Chuchi’ logró ascender en dos años diferentes (1951 y 1954) a la Primera División soviética, si bien sus presencias se redujeron a partir de 1952 al tener que pasar por quirófano por una doble fractura abierta en la pierna. Una vez en el retiro, Varela, que no había acabado ninguna formación profesional en sus tiempos jóvenes, se pluriempleó en lo que hiciera falta, desde mecánico en una de las empresas automovilísticas estatales más punteras, la Gorkovsky Avtomobilny Zavod (GAZ), o como encargado de transporte de carne en una tienda local. Nunca quiso alejarse del fútbol, por lo que intentó impregnar a los equipos de niños que entrenó el juego vistoso y galopante que cautivó a los fans del Gorky.

La idea del retorno permanente a su San Sebastián natal siempre estuvo en mente, si bien nunca se efectuó. Sin embargo, Lydia y Jesús pudieron visitar España en 1979, con la apertura de la transición democrática. El exfutbolista no había visto a su madre desde que huyó en 1937, por lo que el reencuentro adquirió un carácter puramente sentimental: «la reunión fue muy dramática. ¡Daba miedo pensar que Jesús no había visto a su propia madre en 40 años! Sollocé por la experiencia durante varias horas seguidas».

Grigory Gusev, un historiador del fútbol de la ciudad de Nizhny Novgorod, escribió en un artículo que siempre se le quedó la espina de haber podido conocer a un ídolo de la ciudad como fue Varela, quien falleció el 15 de enero de 1995. Las circunstancias, tal y como él cuenta, son bastante cómicas, por lo que serán sus letras las que despidan a este personaje que hizo las delicias de los Torpedos soviéticos: «me arrepiento y me vuelvo a arrepentir. Pero el autor de estas líneas no conocía a Jesús Varela. Aunque en varias ocasiones estuve deseando que sus amigos torpedistas me lo presentaran. Pero todas las veces me disuadieron de nuestro encuentro, diciendo que ‘Chuchi’ no me diría nada útil. Había vivido toda su vida en Rusia, pero nunca había aprendido a hablar ruso. Yo tenía la opción de hablar con él en su lengua materna, el español. A finales de los 80, estaba cortejando a una chica que estudiaba en la escuela de idiomas. Ella estaba dispuesta a ayudarme, pero de alguna manera no funcionó…».




Resumen estadístico de todas las temporadas del FC Barcelona XXXII. Temporada 1930-1931

RESUMEN DE LA TEMPORADA: 1930 – 1931
TODAS LAS COMPETICIONES RELEVANTES JUGADAS ·3· CAMPEONATO NACIONAL DE LA LIGA DE ESP. DE   ·1RA. DIVISIÓN·        Y mantuvo los 10 Equipos. EL CAMPEONATO NACIONAL DE LA COPA DE ESPAÑA  La Copa del Señor Presidente de la   ·República Española· EL CAMPEONATO NACIONAL DE    LIGA CATALÁN DE       1RA. ·CATEGORÍA·      Mantuvo los 6 Equipos, y ya se Clasificó como vigente Campeón para jugar la: Copa. TOTAL DE LOS PARTIDOS DE COMPETICIÓN Y QUE YA SON CONSIDERADOS ·OFICIALES· EL CAMPEONATO NACIONAL DE CATALUÑA DE    LOS EQUIPOS DE ·RESERVAS·           Y se ignora si se llegó a disputar. Seguramente sí. LOS TROFEOS MENORES, LAS COMPETICIONES NO OFICIALES Y LOS PARTIDOS   ·AMISTOSOS· TODOS LOS TOTALES GENERALES ·FINALES·
LOS TÍTULOS CONSEGUIDOS Y FUE 5º CLASIFICADO Y FUE 1/8 FINALISTA Y FUE CAMPEÓN (19º) Y LOS TOTALES = 1 DUDA COMPETITIVA FUERON DIVERSOS ACUMULADOS = 32
Y LOS JUGADORES Partidos Goles Partidos Goles Partidos Goles Partidos Goles Partidos Goles Partidos Goles Partidos Goles
José Carlos CASTILLO García-Tudela 13 · 4 1 8 · 25 1 · · 19 2 44 3
Enric MAS i Mirandes 13 · 1 · 10 · 24 · · · 17 · 41 ·
Ángel AROCHA Guillén «Arocha I» ‘Her. Arocha II’ 15 16 2 2 6 6 23 24 · · 17 24 40 48
Joan RAMON i Pera «1º Dinastía de Futbolistes» 13 3 3 2 4 · 20 5 · · 20 15 40 20
Vicenç PIERA i Pañella «La Bruja» 12 1 3 · 7 1 22 2 · · 17 3 39 5
Severiano Goiburu Lopet. ‘GOIBURU I’ ‘Carburo’ 8 3 4 7 9 9 21 19 · · 17 15 38 34
Ramón de ZABALO Zubiaurre «Nacido Inglés» 15 · 3 · 6 · 24 · · · 14 · 38 ·
Cristòfol Martí i Batalla «MARTÍ I» ‘Her. Joaquim’ 13 · 4 · 9 · 26 · · · 12 · 38 ·
Emili Enric Raimundo «SAGI» i Liñán «Sa. Barba» 11 1 3 1 8 3 22 5 · · 15 1 37 6
Patrici ARNAU i Pericas ‘Pad. de Patri. Arnau Ga.’ 14 1 · · 7 3 21 4 · · 14 3 35 7
Ramon GUZMÁN i Martorell ‘Muere Part. Veter.’ 2 · 3 · 8 · 13 · · · 16 4 29 4
Carles Bestit i Martínez «BESTIT I» ‘Pa. Med. Club’ 13 7 · · 2 4 15 11 · · 14 5 29 16
Juan José «Pep» NOGUÉS Portalatín ‘1º Hom. G.C.’ 10 · 3 · · · 13 · · · 15 · 28 ·
Esteve PEDROL i Albareda ‘Pres. Sindi. Jugadores’ 5 · 1 · 1 1 7 1 · · 18 4 25 5
Josep SASTRE i Perciba ‘Fichado por una Tribuna’ 6 3 · · 1 · 7 3 · · 18 18 25 21
Manuel ORÓ i Comas ‘Conduc. Camión sin Carnet’ 2 · · · 2 · 4 · · · 21 · 25 ·
Ferran DIEGO i Moliner 6 4 1 · 3 1 10 5 · · 14 2 24 7
Ramon ‘Ramonet’ LLORENS i Pujadas 6 · 3 · 9 · 18 · · · 4 · 22 ·
Josep SAMITIER i Vilalta «Sami, el Mago» 1 · 3 2 4 5 8 7 · · 12 18 20 25
JOAN FONT i Mañé 1 · · · 1 · 2 · · · 18 · 20 ·
Jaume Uriach i Lafita «URIACH II» ‘Herm. Uriach I’ 3 · · · 2 · 5 · · · 14 · 19 ·
Joaquim Joan i ROIG 7 1 1 · · · 8 1 · · 10 5 18 6
Josep SALÓ i Baliarda ‘Sanci. 6 meses por 2 fichas’ 2 · 4 · · · 6 · · · 10 · 16 ·
Manel Parera i Penella «PARERA I» «Electricista» 5 · · · 1 · 6 · · · 6 3 12 3
Luis CAMBRA Hernani · · · · · · · · · · 10 10 10 10
Manuel GARCÍA i RIBES 1 · · · · · 1 · · · 4 4 5 4
Emyl WALTER Buckhard «Emilio» ‘Sarg. Ejer. Ale.’ 1 · · · 1 · 2 · · · 2 · 4 ·
Ramon SANFELIU i Martínez · · · · · · · · · · 4 · 4 ·
Vicenç Saura i Villalonga «SAURA I» ‘Her. de Lluís’ · · · · 1 · 1 · · · 2 · 3 ·
Antoni GARCÍA i García «Muere de Apendicitis» · · · · · · · · · · 3 1 3 1
Domènec VILASECA i Puig · · · · · · · · · · 3 1 3 1
Joan García i BURGUETE · · · · · · · · · · 3 · 3 ·
Manuel BUJ i García · · · · · · · · · · 2 1 2 1
Josep MONTSERRAT i LAPORTA · · · · · · · · · · 2 · 2 ·
Miguel IÑESTA Poch · · · · · · · · · · 2 · 2 ·
/..?../ SOLER /..?../ · · · · · · · · · · 2 · 2 ·
Conrad PORTAS i Burcet ‘Ficha 1925, vuelve 1930’ 1 · · · · · 1 · · · · · 1 ·
Domènec CARULLA i Bertrán «Minguet» · · · · 1 · 1 · · · · · 1 ·
Ramon CAMPABADAL i Martí · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
Ricardo ZAMORA i Martínez «El Divino» · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
Miquel ESCODA i Culleres · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
Feancesc LLUCH i Oltra · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
Joan Llorens i Puig «LLORENS II» · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
A. Serra i /..?../ «SERRA I» · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
M FONT i /..?../ · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
/..?../ GIL i /..?../ · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
Estanislao Goiburu Lopetegui «GOIBURU III» ‘May’ · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
Manuel MOLTÓ Marqués · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
/..?../ FIGUERAS i /..?../ · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
VICENÇ GRÀCIA i Massagué (Cen. Esport Sabadell) · · · · · · · · · · 1 · 1 ·
Jugadores Rivales, marcando en Própia Puerta · · · · 1 1 1 1 · · 1 1 2 2
TOTALES GENERALES FINALES 199 40 46 15 112 34 357 89 0 0 404 140 761 229

Y YA EN ESTA MISMA TEMPORADA
COPA – CON NUEVOS CAMBIOS POLÍTICOS, SU NUEVA DENOMINACIÓN FUE: PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA
CAMPEONATO CATALÁN – EL BARÇA FUE EL CAMPEÓN Y SE CLASIFICÓ PARA LA: COPA
CAMPEONATO DE RESERVAS – Y SE IGNORA SI SE LLEGÓ A DISPUTAR – SEGURAMENTE SÍ