Introducción: todos los caminos llevan a Masferrer

Muchas de las personas que en los últimos años se han dedicado a estudiar la historia del deporte y de la educación física en España han constatado el mismo fenómeno: entre los nombres de los pioneros, hay uno que aparece continuamente, casi obsesivamente, desde finales del siglo XIX hasta 1940. Ese nombre, ese hombre, es Narciso Masferrer Sala (Madrid, 1867-Barcelona, 1941).

Masferrer es una referencia obligatoria, central, en cualquier intento de reconstruir y comprender la historia del ciclismo, del fútbol, de la gimnástica, del motociclismo, del automovilismo, de la natación, del olimpismo, del atletismo, etcétera, etcétera, en España. La cronología de su vida y obra incluida en este número monográfico puede dar una idea de la ubicuidad, la hiperactividad, la longevidad y la persistencia de su tarea de apostolado deportivo. Esta se inicia en 1886, cuando con apenas 19 años se estrena como periodista deportivo en una publicación madrileña de la época, y tan solo se cierra con su enfermedad y su fallecimiento en abril de 1941, poco antes de cumplir los 74 años.

Hemos utilizado la palabra “apostolado” con toda la intención. No se trata de una metáfora gratuita, ni de una hipérbole hija de la admiración. Sus contemporáneos ya lo consideraron de forma unánime como el apóstol del deporte español, y lo hicieron con pleno conocimiento de causa y de forma totalmente justificada. Se puede decir sin exagerar que Masferrer dedicó su vida (al menos en su faceta pública) a implantar y a difundir la práctica deportiva en España. No por capricho o por afición; ni siquiera por simple interés, dada su condición de editor y periodista deportivo, sino por algo mucho más grave y trascendental: para regenerar a España. Tal y como suena.

Nuestro hombre, como cualquier persona culta, inteligente y sensible de su época, vivió en permanente zozobra por el destino incierto de su país, a la vista de las inmensas carencias, desequilibrios y tensiones que atravesaban la sociedad española de finales del XIX y primeras décadas del XX. Una preocupación más que justificada, a la vista de cómo acabaron en 1939 aquellos lustros de desastres coloniales, inmoralidad y corrupción política, guerras africanas, alzamientos militares, tentaciones dictatoriales, violencia social y tensiones territoriales.

En 1898, cuando se consuma la catástrofe final del imperio español de ultramar, Masferrer tiene 32 años. Él, como muchísimos otros, ve venir la deriva del régimen de la Restauración; intuye el desmoronamiento de la precaria paz social; presencia en primera línea el surgimiento del catalanismo político; resiente profundamente las carencias de una sociedad y de un estado miserables, arcaicos, semianalfabetos, atrabiliarios, dislocados y exhaustos. Los intelectuales de la época: Generación del 98, regeneracionistas, anarquistas, socialistas, etc., predicarán múltiples soluciones para todos estos males. En contraste con las diversas utopías políticas que proclaman ideólogos de uno y otro signo, la propuesta regeneradora de nuestro hombre es simple, diáfana, práctica y relativamente barata: hay que deportizar España. Tal y como lo ven él y un puñado de compañeros suyos de cruzada (la gran mayoría catalanes), la implantación masiva de las prácticas deportivas proporcionará la base para la regeneración física de una sociedad castigada por todo tipo de enfermedades y por una altísima mortalidad, y la cura para los malestares psicológicos que afligen a gentes de todas las clases sociales. “Mens sana in corpore sano”, predica Masferrer a machamartillo. La redención de los ciudadanos, palabra que aparece continuamente en sus escritos, pasa necesariamente por que estos abracen el deporte en cualquiera de sus modalidades, preferiblemente al aire libre.

En realidad se trata de una propuesta en plena sintonía con las proclamas de los grandes impulsores del deporte en la Europa finisecular, a la que Masferrer –sin duda– quiere acercarse. Como Coubertin en las décadas de 1880 y 1890, por citar un ejemplo, Masferrer cree sinceramente en la cultura deportiva como bálsamo sanador de una sociedad que estima a la deriva. Se trata, sin duda, de una visión ingenua desde una perspectiva social y política amplias, complejas, pero en realidad parcialmente efectiva. No debe confundirse la propuesta sociodeportiva de Masferrer con una utopía redentista. En realidad nuestro hombre no era ni utópico ni redentista, sino un incansable trabajador que aspiraba a construir una sociedad más justa y sana, más parecida a la europea occidental del cambio de siglo. En este sentido, se puede considerar que la victoria de Masferrer, aunque póstuma, ha sido completa. Nuestro hombre soñó toda su vida con una España deportiva de arriba abajo, es decir, desde la monarquía hasta el más humilde de los obreros, cuyo síntoma principal sería la presencia internacional del deporte de élite español en pie de igualdad con el del resto de naciones civilizadas. Misión cumplida, don Narciso: España es desde hace años potencia deportiva global, y hoy en día en el país no hay pueblo mediano que no tenga polideportivo con piscina, instalaciones en las que se ejercitan diariamente millones de personas de ambos sexos y de todas las edades. Por no hablar de los cientos de miles de actividades al aire libre, organizadas o no, colectivas o individuales, que tienen lugar cada día por las calles, carreteras, caminos y montes del país.

Si aceptamos de una vez por todas que el proceso de deportización ha constituido un fenómeno material y espiritual extraordinariamente importante para el país, y si constatamos la centralidad de Narciso Masferrer en este proceso, llama la atención el semianonimato en que se ha mantenido su memoria hasta hace bien poco[1]. De hecho, este monográfico es el primer intento de aproximarse a su vida y a su obra de una manera más o menos sistemática. Se podrían señalar varias razones para este olvido, empezando por la relativa juventud y falta de pedigrí académico de la historiografía social del deporte en España, al menos en comparación con el mundo anglosajón; pero también la propia trayectoria de Masferrer y su significación (o falta de significación) política.

Tal y como apunta Xavier Torrebadella en su artículo recogido en este monográfico, Masferrer fue “el amigo de todos”, en el sentido de que, fueran cuales fuesen sus convicciones personales, siempre procuró mantenerse formalmente alejado de cualquier forma de lucha política, ya que siempre creyó firmemente que el deportivismo tenía que ser un movimiento interclasista y no partidista. O sea que, aparte de manifestarse sin estridencias como hombre de orden, enemigo de toda fórmula rupturista, y de alguna corta veleidad de activismo (concretamente en la facción democrática del Partido Liberal liderada por José Canalejas), Masferrer se mantuvo al margen de las luchas de partido de cualquier signo e intentó mantener buenas relaciones con cualquier fuerza o proyecto que pudiera contribuir a su ideal deportizador. Esta actitud no beligerante en materia política, hasta cierto punto oportunista, seguramente le salvó la vida al inicio de la Guerra Civil, cuando por su condición de hombre de orden se convirtió en blanco objetivo de la violencia revolucionaria (véase el artículo de este monográfico sobre su actividad en el ámbito del ciclismo). Y como hombre de orden que era, durante el conflicto se decantó irremediablemente hacia el bando franquista, el cual lo rescató en 1939 para liderar la reconstrucción del ciclismo en España, papel que solo pudo desempeñar hasta diciembre de 1940, cuando la enfermedad determinó su retirada definitiva.

Una consecuencia de todo esto es que Masferrer haya tenido la desgracia de que ninguna corriente política o ideológica lo haya reivindicado: su vinculación con el franquismo (y anteriormente, su condición de monárquico y sus buenas relaciones con la dictadura de Primo de Rivera) lo han hecho aborrecible y digno de olvido a ojos de las diversas izquierdas españolas y catalanas; y por otra parte, su condición de catalán no catalanista, aunque al mismo tiempo de madrileño de nacimiento pero de sensibilidad cien por cien catalana, lo han invisibilizado a ojos de ambos nacionalismos en competencia en Cataluña: el catalán y el español.

Conscientes de la enorme injusticia de este olvido, pero también de la grave laguna que suponía para la historiografía del deporte en España, un grupo de estudiosos e historiadores del deporte decidimos aprovechar la fecha del 26 de abril de 2017, coincidiendo con el 150 aniversario de su nacimiento, para organizar un seminario académico dedicado a su memoria. La idea partió de uno de los más acérrimos masferrerianos, Fernando Arrechea, y la iniciativa estuvo a cargo de quienes esto firman. Fue así como el día indicado pudimos celebrar el seminario en el Museu Melcior Colet de la Secretaria General de l’Esport de la Generalitat. Inauguraron el acto Oriol Marcè, vicepresidente del Consell Català de l’Esport, y Alberto Aragón, coordinador del Centre d’Estudis Olímpics i de l’Esport Joan Antoni Samaranch de Barcelona. Presentaron comunicaciones en torno a la figura de Masferrer los historiadores Xavier Pujadas, y Xavier Arranz, de la Universitat Ramon Llull; Xavier Torrebadella, de la Universitat Autònoma de Barcelona; Fernando Arrechea, doctor por la Universidad Católica de Murcia, y Bernat López, de la Universitat Rovira i Virgili. El acto contó con el apoyo de la Càtedra URV-Repsol d’Excel·lència en Comunicació. El presente monográfico recoge la mayoría de estas aportaciones, con el deseo y la esperanza de que sirvan para colocar a la figura de Masferrer en la agenda académica, pero también (y aunque sabemos que esto es mucho pretender) en la agenda político-ciudadana.

 

Bernat López*

Universitat Rovira i Virgili

 Xavier Pujadas*

Universitat Ramon Llull

*Editores del número monográfico sobre Narciso Masferrer

 


[1] Seguramente la primera obra académica en que se reivindicó la figura de Masferrer es el libro pionero de Xavier Pujadas y Carles Santacana L’esport és notícia (Diputació de Barcelona-Col·legi de Periodistes de Catalunya, 1997).




Narciso Masferrer y el deporte en la encrucijada del regeneracionismo, el nacionalismo y el problema social en la España de principios del siglo XX (1897-1920).

Introducción

La conjunción del deporte contemporáneo con la política propiamente dicha, es decir, cuando el deporte entra en las fauces de los intereses del Estado, tiene su especial configuración en el contexto de la Primera Guerra Mundial. En el caso de España, aunque el país permaneció ajeno a los sucesos beligerantes, también puede decirse que el deporte tomó carta de naturaleza a partir de la coyuntura internacional de entreguerras. Sin embargo, en Cataluña el deporte adquirió unos matices nacionalizadores en los que ya se entreveía el alcance social e ideológico del catalanismo político. Sin duda alguna, es en la prensa de la época donde podremos localizar los rasgos que proyectaron que el deporte entrara cada vez más en las redes políticas, una trayectoria que tuvo su punto álgido en el periodo de la II República.

Sin embargo, el deporte pretendidamente apolítico tenía sus apóstoles, que, sin tomar partido por opciones políticas determinadas, se invistieron de un discurso regeneracionista, modernizador y democrático, que trataba de esquivar las confrontaciones ideológicas. Entre estos apóstoles del deporte quizás deberíamos, ya de una vez por todas, reconocer a la figura omnipresente de Narciso Masferrer y Sala, sin duda alguna la persona que más protagonismo encarnó en los albores del deporte moderno en España, por lo que debería ser recordado en todo el país como la figura más importante y trascendente de la historia del deporte.

De aquí que el objetivo de este trabajo sea el insistir más en la impronta y trascendencia de Narciso Masferrer, aportando una inédita interpretación y valoración de su decisiva influencia en el deporte español de finales del siglo XIX y principios del siglo XX (1897-1920). Por lo tanto, vamos a relacionar las iniciativas de Narciso Masferrer con los momentos históricos, en especial con los sucesos políticos, los cuales siempre marcaron el devenir de los acontecimientos deportivos, y que a la sazón, Narciso Masferrer siempre supo moldear en provecho de la causa de la regeneración y modernización de la sociedad española. Nos detenemos en 1920, año de especial significación que da lugar a la primera participación olímpica del deporte español, que al mismo tiempo coincide con la retirada de Masferrer de la dirección de El Mundo Deportivo, para concentrarse y encargarse de la dirección de la sección deportiva de La Vanguardia y de la revista Stadium, entre 1920 y 1929, última etapa de su labor como periodista deportivo.

Metodológicamente el trabajo se sustenta en el análisis histórico de raíz constructivista, principalmente elaborado a partir de las redacciones deportivas dirigidas por Narciso Masferrer (Los Deportes, El Mundo Deportivo, Stadium y La Vanguardia) y la localización de artículos de opinión, en los que Masferrer expresa rasgos de su pensamiento ideológico o político. De igual modo, hemos utilizado otros estudios que sirven para contextualizar y reforzar el momento en cuestión.

Narcís Masferrer i Sala. Fuente: Arxiu Nacional de Catalunya. Fons Anc1-585 / Josep Maria Sagarra i Plana. Código de referencia ANC1-585-N-14259

Narcís Masferrer i Sala. Fuente: Arxiu Nacional de Catalunya. Fons Anc1-585 / Josep Maria Sagarra i Plana. Código de referencia ANC1-585-N-14259

Narcís Masferrer y la forja del deporte en España

Masferrer nació en Madrid en 1867, el mismo año en el que moría el Conde de Villalobos (Francisco Aguilera y Becerril), reconocido como el primer apóstol de la gimnástica en España (Torrebadella, 2017). Así que las casualidades del destino hicieron que Masferrer remplazara a este reconocido gimnasiarca, pero en este caso, como el más importante apóstol que ha tenido España en el deporte.

La llegada de Masferrer a Barcelona a principios de 1895 marcó una inflexión en el desarrollo del deporte español. Coincide con los episodios de las crisis colonial y finisecular. Barcelona es una ciudad poderosamente rica, ostentosa, ociosa y clasista, cuya vida rutinaria se enzarza con las miserias sociales y la lucha obrera. La debacle política y financiera de 1898, metafóricamente hablando, hace de Barcelona una ciudad rabiosamente descontenta consigo misma y con la política española. La coyuntura social y política es compleja, y principalmente en la juventud, la desazón y las frustraciones son contingentes con la vida de la misma ciudad. Este es el caldo de cultivo del que Narciso Masferrer aprende, pero también, en esta coyuntura encontró las principales dificultades para sus ambicionados e idealistas proyectos.

En primer lugar hemos de destacar la promoción de Masferrer en la creación –el 3 de abril de 1897– de la Asociación Catalana de Gimnástica (1897), que puso los cimientos de una obra de edificación regeneracionista, y que, junto al órgano portavoz de Los Deportes (1897-1910), el cual también lo fue, oficiosamente, de la Unión Velocipédica Española (UVE), de la Federación Gimnástica Española (FGE, 1898-1909) y de otras entidades, inició desde Barcelona la más brillante trayectoria personal en el deporte español.

En la sesión inaugural de la Asociación Catalana de Gimnástica (en los salones del Fomento del Trabajo Nacional), la palabra de Narciso Masferrer es la que puso en acción la causa de los intereses nacionales de la educación física, ante el abandono que el gobierno mostraba (Trapecio, 1897):

Pondero la importancia y trascendencia de la educación física; censuro la supresión de la Escuela Central de Profesores de Gimnástica; abogo por su reapertura y por la realización de los propósitos del legislador organizando la enseñanza y ordenando los ejercicios en todos los establecimientos del Estado, y manifiesto la opinión de que el abandono de los gobiernos de España de la educación física de la juventud da lugar a que su ejército, arrojado como el primero, sienta diezmarse por las influencias de climas insalubres, cuales los de nuestras colonias, privándose de combatir con el denuedo que le inspira el patriotismo y la índole de la raza. Invito a todas las clases sociales a que presten su apoyo a las asociaciones gimnásticas para la regeneración del pueblo, y termino saludando a nuestros hermanos de allende los mares (La Asociación Catalana de Gimnástica, 1897, p. 11).

Como veremos, Masferrer se ganó la confianza y el respeto de influyentes personas, no siempre afines políticamente. Uno de los primeros fue la amistad que mantuvo con Josep Llunas i Pujals (1852-1905), que fue el promotor de la revista Barcelona Sport y luego se unió a Los Deportes, fundada y dirigida por Masferrer. Llunas fue un destacado libertario de signo catalanista que participó activamente en las primeras organizaciones del anarquismo catalán (Vicente, 1999)[1]. Aun y las diferencias de criterio que mantenían, creemos que las ideas de Llunas en torno a la cuestión social influenciaron a Masferrer. Años atrás, Llunas se había destacado por su activismo anarquista, fue muy querido y apoyó todas las causas de las luchas obreras cuyo signo fuese contrario a toda violencia. Pero además fue un regeneracionista íntegro cuyo desvelo por la educación física no tuvo límites y colaboró animosamente con la FGE.

Estas primeras instituciones construidas en la coyuntura del destaraste finisecular y la pérdida del orgullo nacional encumbraron a Los Deportes y a Masferrer a promover, en la encrucijada de los discursos del regeneracionismo, a una generación propia de prohombres (Torrebadella, 2014) que luchaban para que “la regeneración física” llegase a todas las regiones de España (Masferrer, 1897). Masferrer dirigió Los Deportes hasta finales de 1902, cuando pasó a ocupar la presidencia de la UVE (Masferrer, 1903).

Pensamos que la FGE fue un proyecto de Masferrer, un proyecto que tuvo el apoyo de amigos-políticos de destacado renombre; entre éstos cabe citar al manifiesto José Canalejas Méndez (1854-1912) y a Rafael Rodríguez Méndez (1845-1919), político del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux (Masferrer, 1919). Aunque políticamente enfrentados, Canalejas y Rodríguez Méndez eran liberales y republicanos. No obstante, muy pronto surgieron las desavenencias en el seno de la entidad. Primeramente, no se podía dirigir desde Madrid un movimiento deportivo que tenía a Barcelona (y Cataluña) como principal baza en la promoción y desarrollo de todo cuanto acontecía. De aquí que la FGE fuese después de su constitución dirigida desde Barcelona. En segundo lugar, se encontraba el estímulo asociacionista del fútbol, puesto que muchos de los clubes no deseaban pertenecer a la FGE, que, como acertadamente menciona Artells (1972), no era bien recibida entre los sectores simpatizantes con el emergente catalanismo político.

No obstante, otra faceta directiva de Masferrer estaba en el ciclismo (López, 2010), del que puede decirse que fue el primer deporte organizado en España. El entusiasmo por este deporte le llevó a ostentar cargos (vocal, secretario general, vicepresidente) en la junta directiva y también a presidir en varias ocasiones la entidad (1902-1904/1911-1913/1939-1940). El desarrollo del ciclismo como deporte y como industria desembocó en la primera práctica física de masas que socialmente cambió los estándares de la movilidad urbana, sobre todo en Barcelona (Pernau, 2003). Después de la dirección de Los Deportes y de varios ensayos periodísticos de corta duración (Vida Deportiva, El Cardo, Arte y Sport) Masferrer encontró lo que andaba buscando, un periódico sencillo y popular que diera noticia de todo cuanto se relacionaba con la educación física y deportiva del país. Masferrer iniciaba, puede decirse que desde ese momento, una cruzada personal por la conquista deportiva de todo el país (López, 2016).

El Mundo Deportivo se creó después del fracaso de dos iniciativas deportivas de altos vuelos. La primera de ellas fue la citada FGE, y la segunda, la sociedad barcelonesa de Sportsmen’s Club (1903-1905). Así, la idea del nuevo proyecto tenía una única misión: llevar la propaganda deportiva más allá de Barcelona. Con lo cual surgió una agrupación de voluntades convocadas por Masferrer que buscaban este propósito. Cabe destacar entre estos a José de Togores, Joaquín Cebeira, Jaime Grau, Federico Casanovas, Antonio Viada, Miguel Arteman, Manuel F. Creus, Alfonso Almasqué, Puig, Armadá, Font Valencia, Udo Steinberg, José J. Martí (Un Suplente), Adolfo Revuelta, Cano y Garrido. Esto llevó a la fundación el 1 de febrero de 1906 de El Mundo Deportivo, que seguía como modelo el periódico deportivo L’Auto-Vélo de París (Pujadas y Santacana, 1997; Sainz de Baranda, 2013).

El Mundo Deportivo nace por voluntad y decisión de unos cuantos entusiastas resueltos y decididos por el sport, que estudiando bien el asunto, tras largas deliberaciones han entendido que en materia del sport procede, antes de aventurarse en temerarias empresas —muchas de las cuales fracasaron tras titánicos esfuerzos—, realizar una activa propaganda emprendiendo una campaña seguida, continuada, tenaz, sin desmayos ni interrupción alguna, alentando a todos, excitando a todos, amparando toda idea, todo propósito, que tienda a difundir y enaltecer las aficiones a los ejercicios físicos de que tan necesitada está la juventud española, salvo una mínima excepción tan insignificante! que casi puede considerarse poco menos que nula.

Por la cultura física, por la soñada y tan cacareada regeneración física, luchamos sin cesar; este es nuestro fin primordial, como también contribuiremos por otra parte con todos nuestros alientos a propagar la excelencia de los ejercicios físicos, la práctica de todos los deportes, de toda clase de juegos (Nuestros propósitos, 1906).

El Mundo Deportivo se funda en 1906, momento en el que Solidaritat Catalana (1906-1909) se presentaba como la alternativa catalanista unitaria en contra del gobierno centralista de Madrid. La política en Cataluña quedaba fragmentada en dos grandes bloques ideológicos, nacionalistas catalanes y nacionalistas españoles. Es en este momento cuando Masferrer inicia una vuelta por España y establece vínculos con lo que cree que debería ser la unidad de todo el deporte español (Torrebadella, 2015). Las tensiones entre los políticos del nacionalismo catalán y el gobierno de Madrid iban en aumento, a raíz de la polémica Ley de Jurisdicciones. En este conflicto El Mundo Deportivo se manifestaba satisfecho de la presencia de “nuestros ciclistas” en la multitudinaria manifestación promovida por Solidaritat Catalana del 22 de mayo de 1906 en el Passeig de Sant Joan contra la ley de Jurisdicciones[2], los cuales lucían camisas con las barras catalanas y la típica barretina (Arteman, 1906; Serra, 1906). No obstante, esta manifestación, que no era más que un grito unánime a favor de la democracia y de la libertad de expresión, también proclamaba la solidaridad entre las regiones de España, algo que desde El Mundo Deportivo se intentaba lograr a través del impulso regeneracionista que cohabitaba con un modelo deportivo moderno y europeizante. La dirección de Masferrer en El Mundo Deportivo entre 1906 y 1920 fue un período significantemente productivo para incardinar socialmente una cultura física, base tangible sobre la que se fraguó el boom del asociacionismo deportivo de los años veinte.

El Mundo Deportivo trató siempre de desvincularse de los debates políticos, y también de las cruentas luchas sociales que azotaban especialmente a Barcelona, una situación que no siempre fue fácil y comprendida (La Redacción, 1920a). A ello también se han referido Pujadas y Santacana (1997), al situar a El Mundo Deportivo como la primera plataforma del deporte dirigida a construir una acción pública de utilidad social y económica, afirmación que podía visibilizarse en la movilización de la Gran Semana Deportiva de 1907 (Torrebadella, 2015) y en las campañas pro olimpismo promovidas entre 1913 y 1924 (Finestres y Llauradó, 2002; Pujadas, 2006; Torrebadella y Arrechea, 2016, 2017).

Días después de la amplia movilización ciudadana, entre el 25 y el 28 de mayo de 1906, se emprendía la caravana automovilística Barcelona-Madrid, en ocasión de la boda real de Alfonso XIII (Marial, 1906), que trasciende en Barcelona a raíz del atentado frustrado que planeó el culto industrial sabadellense Mateo Morral (Masjuan, 2009). Al cabo de un año, como ya hemos adelantado, la organización la Gran Semana Deportiva de Barcelona ponía las bases del turismo deportivo:

Estamos interesados en ello todos los amantes del sport; si triunfamos, si conseguimos nuestro objeto, esto es, atraer a miles los turistas tanto del extranjero como de España, que no por ser españoles dejan de ser turistas, habremos conseguido tres cosas a cual más importantes: que se implanten con carácter periódico las fiestas deportivas en Barcelona; que acudan nacionales y extranjeros a visitar nuestra bella capital sin prejuicios ni prevenciones ridículas que no deben existir y a que por el natural y lógico espíritu de imitación, en las demás ciudades de España se siga nuestro ejemplo y sean por fin las fiestas de sport las que aparezcan en primer término y las que alcancen más grande éxito y revistan mayor importancia. Entonces podrá felicitarse España de ser una nación que se preocupa de los grandes problemas que afectan a la cultura física, hasta el presente poco menos que desconocidos y abandonados (Masferrer, 1907, p. 2).

Mientras Barcelona padecía la Semana Trágica en el verano de 1909, en El Mundo Deportivo se presentaba la iniciativa de crear una Federación Española de Clubs de Foot-ball, la cual venía auspiciada también por Narciso Masferrer, junto a sus amigos Hans Gamper, presidente del Futbol Club Barcelona, y Emilio Coll, presidente de la Sociedad Gimnástica Española de Madrid (Gamper, Coll y Masferrer, 1909). Del impulso de esta Federación no se descartaba que en un futuro surgiese la idea para constituir una “Federación Atlética Española”:

Así, pues, la Federación Española de Clubs de Foot-ball, una vez que tuviera jurisdicción sobre todas las sociedades que practican el foot-ball, podría excitarlas a practicar las carreras a pie, los cross-country, la natación, etc., etc., y desarrollados estos deportes en la medida que se juzgara oportuna, llamar entonces a concurso a todas las entidades dedicadas en España a la práctica de ejercicios atléticos y constituir fuerte y vigorosa la Federación Atlética Española (Masferrer, Gamper, Coll y Muga, 1909, p. 1).

Con el estímulo de haber impulsado la creación de la Federación Española de Clubs de Foot-ball, Masferrer tuvo que comprometerse con el nuevo ambiente de entusiasmo generado (Masferrer, 1909; Mensa, 1909). En 1909 la inclinación del FCB hacia la Lliga Regionalista (Artells, 1972; García-Castell, 1968) sitúa también a Masferrer en la cuerda de un proyecto común, en el que participó como vicepresidente durante el corto mandato de Otto Gmelin –del 14 octubre de 1909 al 17 de noviembre de 1910–, al substituir a la primera presidencia de Gamper.

Esta vinculación con el FCB dejó olvidado para siempre un proyecto tan querido por Masferrer como fue la FGE. En este momento álgido del lerrouxismo perdía una institución que había intervenido, según Artells (1972, p. 33), “en el primer intento deliberado de control, unificación y vigilancia del deporte catalán”.

Al llegar a 1911, Masferrer propone la idea de unir a los elementos periodísticos de Barcelona (Pujadas y Santacana, 1997). En este mismo año se había iniciado otro importante rotativo, la revista Stadium (1911-1930), dirigida por Ricardo Cabot[3]. La iniciativa cuenta con el apoyo de Masferrer, que días más tarde desde la paginas de El Mundo Deportivo invita a crear el Sindicato de Periodistas Deportivos (SPD), del cual Masferrer es elegido presidente (Masferrer, 1911; Navarro, 1917). Entre sus objetivos se encontraban la difusión popular del deporte y la participación futura en los Juegos Olímpicos (Finestres y Llauradó, 2002). Ese mismo año también se creaba la Federación de Sociedades Deportivas (FSD), en cuyos estatutos se mencionaba como objeto “procurar la buena armonía y unión entre todas las sociedades deportivas, la organización de fiestas y concursos anuales y arbitrar recursos para su realización” (Citado en Pujadas y Santacana, 1995)[4]. Para Narciso Masferrer, la entidad tenía dos objetivos más: la reivindicación de un estadio olímpico y la preparación de los Juegos de 1916 (Federación de Sociedades Deportivas de Barcelona, 1916). De aquí que Masferrer propusiera la creación de un Comité Olímpico Catalán, que asumiese las competencias del inexistente COE (Finestres y Llauradó, 2002; Pujadas y Santacana, 1990; Torrebadella y Arrechea, 2016).

Puede decirse que desde entonces el vínculo profesional y emocional entre Josep Elias Juncosa (1880-1944) y Narciso Masferrer es del todo crucial para liderar las políticas reivindicativas del movimiento olímpico catalán: “Elias es un perfecto regionalista de toda su vida, que cree firmemente en el resurgir de nuestra región y en la hegemonía sobre las demás españolas, y es un perfecto colaborador de la misma obra cultural que aquí es la mayor fuerza” (Masferrer, 1912, p. 1). De la unión de la Federación de Sociedades Deportivas (FSD) y del Consejo de las Olimpiadas Catalanas nació en Barcelona el 21 de enero de 1922 la Confederación Deportiva de Cataluña (CDC) (Corbinos, 1921).

Entre todos estos personajes fue Josep Elias, persuadido por Narciso Masferrer, el que tomó la responsabilidad e iniciativa de conseguir tales objetivos. Su compromiso propagandista le llevó de inmediato a publicar varios artículos en los que reclamaba y animaba a una participación española a los Juegos de Estocolmo de 1912:

És una llàstima que comptant amb elements valuosíssims, la nostra manca d’organització no ens permeti concórrer a la gran festa atlètica mundial, donant fe de vida entre les demés nacions que, d’Europa i de totes les parts del món, aniran a defensar la supremacia esportiva. Hora fora que acabéssim les rivalitats dels clubs i regionals, i que els homes de bona voluntat treballessim per la unió de tots els atletes del nostre país, primer cap a la possibilitat d’una Unió Nacional que triés l’equip que representés el nostre país a la V Olimpiada. Així sia (Corredisses, 1912, p. 1).

Masferrer fue amigo de José Canalejas y Méndez, político regeneracionista y fundador del partido Liberal-Demócrata en 1902, cuya ideología se ubicaba en la izquierda democrática y que propugnaba la separación de la Iglesia y el Estado. No obstante, el asesinato de este último, el 12 de noviembre de 1912, siendo presidente del Consejo de Ministros, dejó una profunda huella en Masferrer. Canalejas fue recordado en la fiesta de homenaje a Masferrer realizada en el Frontón Condal el 1 de diciembre de 1912. Masferrer decía de él que era el único político que estaba verdaderamente encariñado con “cuanto afecta y se relaciona con la cultura física” (El homenaje a Masferrer, 1912, p. 2).

En este homenaje, que reconocía a “la figura bienhechora de Masferrer como precursor, iniciador, organizador y director del movimiento deportivo español; de esta acción regeneradora que conduce a España a una época de grandeza y esplendor” (Navarro, 1917: 235-237), recibió el apoyo unánime del deporte español, que aclamó con entusiasmo los tres “hip, hip, hip, ¡Hurra!” que Gamper lanzó en honor de Masferrer (El homenaje a Masferrer, 1912).

Así se recordaba la figura de Canalejas en El Mundo Deportivo:

Canalejas fue siempre un decidido partidario de la educación física. Colaboró con sus grandes talentos e iniciativas a favor de la creación de la Escuela Central de Gimnástica.

Cuando se fundó la Federación Gimnástica Española, Canalejas y Méndez fue su primer presidente, quien se encariñó de tal manera con los fines que la entidad nacional perseguía que concurrió a todas las Juntas, celebrándolas en el despacho de su suntuoso palacio de la calle de las Huertas (Canalejas, 1912, p. 1).

Canalejas murió meses antes de que Cataluña pudiera ver aprobada en las Cortes la Mancomunidad, que había prometido el político español a Prat de la Riba. En esta época Masferrer otorgó todo su apoyo a las reivindicaciones del deporte catalán que emanaban de la Lliga Regionalista y, especialmente, de su amigo Josep Elias Juncosa. En aquella época, la visión “imperialista” de Prat de la Riba también tenía repercusión en Masferrer, que sabía que en la apuesta regeneracionista de la educación física, Cataluña había de tener un liderazgo fundamental (Torrebadella y Arrechea, 2016).

Un año más tarde, desde las páginas de El Mundo Deportivo, Masferrer activó los intereses deportivos y nacionalistas del movimiento olímpico catalán (Pujadas y Santacana, 1990; Finestres y Llauradó, 2002; Torrebadella y Arrechea, 2016, 2017).

Una inédita y utópica iniciativa política del deporte

En 1914 la crisis surgida a raíz de la Primera Guerra Mundial (PGM) condujo a una unificación de la prensa deportiva; es decir, las dos grandes revistas del momento, Stadium y El Mundo Deportivo, se hermanan en la Editorial Deportiva S. A. (1914-1920) y ambas se reestructuran, se modernizan y se convierten en semanarios (Pujadas y Santacana, 1997, 2012)[5].

Mientras se desarrolla la PGM y en España se problematizan las desigualdades sociales, se organiza el sindicalismo obrero de signo revolucionario, se enquista la guerra del norte de África, se proclaman las primeras huelgas generales y el caciquismo político y las oligarquías urden sus complicidades con la Monarquía, el deporte sigue una evolución ascendente, puede decirse que al margen del conflicto armado que destruye Europa. El deporte español también se manifiesta ideológicamente neutral, aunque a nivel periodístico es difícil mantenerse al margen de participar en opciones aliadófilas o germanófilas. El principal posicionamiento viene del mismo Alfonso XIII (González-Aja, 2011) y de importantes sectores del ejército, que se declaran germanófilos. En Barcelona, El Mundo Deportivo no se escondía de declarar su apoyo incondicional al bando aliado (Masferrer, 1917a). Aun así, El Mundo Deportivo trató siempre de evitar posiciones partidistas.

En Cataluña se vive un crecimiento del nacionalismo político que lideran los círculos económicos, culturales y deportivos, simpatizantes de la Lliga Regionalista. El discurso del catalanismo político inunda los quehaceres de la sociedad catalana y, lógicamente, también del deporte, el cual adquiere matices claramente ideológicos. Así sucede por ejemplo con asociaciones tan emblemáticas como el CADCI o la misma Joventut Republicana de Lleida.

Como ya se ha estudiado, el deporte español también fue estimulado a raíz de los sucesos de PGM (Simón, 2014; Torrebadella, 2017). Tanto es así que quienes en España prestaban atención al deporte sabían perfectamente cuál sería el desarrollo que tendría al finalizar contienda. Un aspecto clave de la normalización pasaba por la reanudación de los Juegos Olímpicos, eso sí, no en Berlín, tal y como estaban programados para 1916.

El Álbum histórico de las sociedades deportivas de Barcelona (Navarro, 1917) es una muestra del reconocimiento alcanzado por Masferrer, el cual es invitado a escribir el prólogo de la obra que recoge la historia de las entidades que han protagonizado el avance del deporte moderno. Cabe destacar sobre todo al Sindicato de Periodistas Deportivos y a una exultante Federación de Sociedades Deportivas de Barcelona (1916), que incluso llegó a publicar el Calendario deportivo para 1917, un completo programa en el que se presentaban todas las (150) competiciones deportivas previstas en Barcelona, desde enero hasta diciembre.

De todos modos, las preocupaciones sociales latían también en el mundo del deporte, que no podía permanecer al margen de una realidad que afectaba al desarrollo productivo de toda una ciudad. La crisis de 1917, generada por el desgobierno de la Restauración, las discordias ante las Juntas de Defensa, el auge del nacionalismo catalanista, la huelga general revolucionaria de agosto y la ambigüedad ante la PGM, marcó muy significativamente la visión del Masferrer. Es a partir de esta crisis que El Mundo Deportivo inició una ficticia campaña política pro regeneración.

En una sociedad excesivamente fragmentada, la lucha de clases no actuó sobre las bases burguesas e ideológicas del deporte hasta el período de la II República. Antes de esta época, las masas proletarias no vieron en el deporte ningún atractivo; sencillamente, un balón de fútbol era un lujo inalcanzable para un joven asalariado. Aun así, Masferrer deseaba llevar la cultura física y el deporte a todas las clases subalternas (Torrebadella, 2015), gentes que estaban rabiosamente enfrentadas con la cultura dominante y también con el deporte, que era percibido una de las tantas excentricidades de moda.

Tras esta crisis, la nueva iniciativa regeneracionista que promueve Masferrer es la que desea también confraternizar al mito de las dos Españas (la liberal y la conservadora) enfrentadas (Juliá, 2004), y que en Cataluña tenía una especial significación ante las aspiraciones de autogobierno (De Riquer, 2013). Por un lado, había que oponerse a las disputas internas entre los conservadores de Maura (germanófilos) y las manifestaciones de la izquierda obrera, que amenazan constantemente con la huelga general. La crisis política es insostenible, y todos tratan de sacar beneficios de la bélica coyuntura internacional.

El 1 de enero de 1918 El Mundo Deportivo sorprendió con la noticia de liderar una opción política, tratando de encaminar una candidatura deportiva de Barcelona para las elecciones generales de diputados a las Cortes. Así aparecía un llamamiento dirigido al mundo del deporte que alentaba a unirse en un mismo ideal de regeneracionismo, liderando un “Partido Regenerador”. Se trataba, pues, de una nueva opción que hiciera frente a la inepta politiquería con la que venía gobernándose España. Por el singular interés del texto de este llamamiento, lo reproducimos íntegramente y no vamos añadir más comentarios, puesto que el texto es sumamente explícito:

En pleno periodo de renovación. Nuestros candidatos a diputados a Cortes. El Mundo Deportivo invita a todos nuestros lectores, por medio de un plebiscito, a designar a cinco deportistas a quien poder proclamar nuestros candidatos a diputados a Cortes por la circunscripción de Barcelona en las próximas elecciones generales.

Un plebiscito. ¿Por qué no? Por dos veces consecutivas la Federación de Sociedades Deportivas ha designados aquellos candidatos que le han parecido afines a sus ideas, para que fueran favorecidos con el voto de los deportistas residentes en nuestra ciudad. Últimamente los deportistas de Bilbao, que juntamente con los de Madrid y con los nuestros marchan al frente del movimiento que a favor del sport se opera en España, han redactado un manifiesto electoral recomendando a sus candidatos.

En Madrid un amigo nuestro se presentó como candidato a concejal sin más programa político que su brillante historia deportiva y su amor y aficiones por el sport.

Desde hace mucho tiempo, desde aquellos días en que colaborábamos en Los Deportes y en la obra santa que santamente persiguiera la Federación Gimnástica Española, la entidad nacional que ha hecho más política en pro del fomento de la cultura y de la educación física, se ha venido abogando en la prensa profesional singularmente por la creación —ilusoria ayer, factible, tal vez, hoy— de crear [sic] el partido regenerador, constituido por los deportistas españoles, enamorados, verdaderamente enamorados del próspero porvenir de la Patria.

¿Por qué no? ¿Acaso no se constituyen a la hora presente juntas de defensa de los sacratísimos ideales que sustentan infinidad de españoles?

¿Por qué no reunir a todos los deportistas españoles bajo los pliegues de una misma bandera, bajo el régimen perfectamente organizado de un partido —reñido absolutamente con la política actual— pero encariñado absolutamente con una verdadera política de renovación que nosotros hemos denominado siempre con el nombre de regeneración? Es preciso, se hace eminentemente preciso y necesario que, ya que nadie nos defiende, que nos defendamos nosotros mismos. Los gobiernos que se vienen sucediendo en la manipulación del Estado español no se han preocupado jamás de lo que afecta a nuestros ideales. En pleno siglo XX está por promulgar la ley que haga obligatoria la gimnástica desde las escuelas de párvulos a las facultades superiores y desde los seminarios a los cuarteles. Sin una educación física perfecta, en la que estén comprendidas todas las ramas del deporte, es imposible pedirle a nuestro pueblo que derroche energías que no logró atesorar en períodos de paz, cuando más en períodos de guerra tan cruentos como los que se registran en estos días, que transcurren tan aciagos.

Hemos de imponer nuestra voluntad, poniéndola al servicio de una causa generosa y altruista. Tenemos hombres que sabrían sacrificarse por rendir servicio a esa noble causa.

Nuestra juventud, la que se ha educado en nuestros gimnasios y en nuestros campos de juego, hállase en gran parte inscripta en las listas electorales. En Barcelona, donde han brotado siempre los primeros chispazos, las más atrevidas iniciativas, pudiéramos hacer un tanteo de nuestras fuerzas.

El Mundo Deportivo, próxima ya la fecha en que se ha de acordar la elección de diputados a Cortes, invita a todos sus lectores e invita asimismo a nuestros colegas diarios y profesionales de Barcelona a que, siguiendo nuestro ejemplo, inviten a los suyos para entre todos, designar a cinco de los deportistas de Barcelona a quienes pudiéramos proclamar nuestros candidatos a diputados a Cortes.

No tenemos por qué citar nombres, porque todos los que se designen nos parecerán buenos, siendo deportistas de buena cepa y porque todos están en la mente de nuestros amigos que no olvidan las meritorias acciones de los que ponen todos sus entusiasmos al servicio de nuestra causa; pero acaso ¿no serían dignos, entre otros mil, de representarnos en la Cámara popular, elevando sus voces en defensa de nuestros grandes ideales, hombres de la talla de los marqueses de Alella y de Alfarrás, el doctor Fábregas, los señores Marsans Peix (don Luis), Bertrand (don Eusebio), doctor Farnés, Foronda (don Mariano), Conde de Churruca, López Díaz de Quijano (don Eusebio), Morató Senesteve, Conde de Fígols, Marqués de Villanueva y Geltrú, Bastos, Garriga Nogués, Rialp (don Claudio), Barón de Güell, Sagnier, Tallada, Boet (don Andrés), Torres Ullastres, Puig y Sais, Coma y Mas, Sedó (don Arturo), Vidal y Riba, Cabot (don Ricardo), Rosés (don Gaspar), La Llave (don Diego), Ferrer (don Enrique), Macaya (don Alfonso), Elías y Juncosa, Riba (don Victoriano), Camps (don Juan), Ballvé de Gallart, Miró (don Juan), Ramos (don Ricardo), Moxó de Sentmanat (don Francisco), Urrutia (don Manuel), Llorens (don Pablo), Llopart (don Adolfo y don Rafael), AlmiraIl, Mateu (don Damián), Ráfols (don Enrique), Bosch Labrús (don Pedro), Satrústegui, García Alsina y otros cien que recordamos, más por sus hechos y por su obras que por lo ilustre de sus apellidos?

Pues ¡manos a la obra! A partir de este número, en todos los demás que se publiquen hasta el día de las elecciones de diputados a Cortes publicaremos un boletín en el que cada uno de nuestros lectores podrá anotar (por una sola vez) los nombres de aquellos candidatos a quienes de entre los hombres dedicados a la propaganda del deporte votaría para que representasen a la masa deportiva, en el seno de la Representación Nacional, a aquellos a quienes desearía ver revestidos de la investidura parlamentaria, a aquellos, en fin, en quienes confiaría que hiciesen resonar su voz en el Congreso, abogando por el fomento y difusión de todos los deportes. Claro está que nuestros candidatos no llegarán —por nuestros votos, al menos— a las Cortes, pero sabremos, al menos, quiénes serían los verdaderos candidatos a directores del movimiento, quienes en horas de renovación laborarían de nuevo en pro del Partido Regenerador, y puesto que nadie se preocupa de lo más esencial, que es atesorar fuerzas para soportar los embates de la vida, que seamos nosotros, los deportistas españoles, los que hagamos sentir nuestras quejas fundadas, para que lo que hasta hoy ha sido holganza sea, a partir de mañana, fuente de actividades, energías y… de verdaderas renovaciones prácticas y saludables (Masferrer, 1918a, p. 1).

La iniciativa fue recogida en la prensa deportiva del momento (Madrid-Sport, España Sportiva y Stadium). Desde Madrid, el periodista Cruz y Martín (1918) hablaba de las incompatibilidades de la política con el deporte, admitiendo que por ahora eran inconciliables. Por otro lado, Francisco de A. Canto (1918) aplaudía sin reparos en Stadium la iniciativa de Masferrer.

Así, finalmente, los candidatos de El Mundo Deportivo elegidos a Cortes fueron: Mariano de Foronda, presidente del Real Aero Club de Cataluña; Eusebio Bertrand Serra (1877-1945), presidente de la Cámara Sindical del Automóvil; Luis Marsans Peix, presidente del Real Polo Jockey Club; Damián Mateu Bisa, presidente del consejo de administración de La Hispano-Suiza; y Francisco de A. Ribas y Serra, vocal asesor del Real Automóvil Club de Cataluña. Sin embargo, hay que saber que nunca estos personajes representaron a El Mundo Deportivo ni al deporte, sino a sus aspiraciones políticas personales, en el jugoso juego de las disputas del poder.

Formato de la papeleta para el voto en el plebiscito de El Mundo Deportivo, impresa en El Mundo Deportivo, 1 de enero de 1918.

Formato de la papeleta para el voto en el plebiscito de El Mundo Deportivo, impresa en El Mundo Deportivo, 1 de enero de 1918.

Mariano de Foronda (1873-1961), teniente coronel, marqués de Foronda, fue el director de la Exposición Internacional de 1929. Eusebio Bertrand Serra (1877-1945), diputado a Cortes (1907 a 1923), el mayor empresario textil de Catalunya, fue miembro fundador de la Lliga Regionalista, junto a Prat de la Riba y Francesc Cambó. Luis Marsans Peix, diputado en el Congreso (1919-1923), fue empresario y político vinculado al partido Liberal Conservador, de adscripción monárquica. Damián Mateu Bisa (1863-1935), empresario y político, fue fundador en 1918 de la Federación Monárquica Autonomista, que finalmente se vinculó a la Lliga Regionalista. Francisco de A. Ribas y Serra (1872-1929) fue un destacado empresario y filántropo.

Así, con estas iniciativas, desde un periódico humilde y popular, un hombre de la credibilidad de Masferrer sabía reunir para el deporte un ejército de potentados ciudadanos (el establishment del deporte catalán) que siempre estaban dispuestos a colaborar con todo tipo de iniciativas. La más prometedora de ellas, sin duda alguna, fue la apuesta de Barcelona para albergar los Juegos Olímpicos de 1924, candidatura que recibió el apoyo de todos estos y otros prohombres. Ya conocemos que finalmente los Juegos fueron otorgados a París. La delegación española volvía a participar en unos JJOO, pero esta vez, bajo el régimen de una Dictadura (la del general Miguel Primo de Rivera), que puso evidentes limitaciones al desarrollo de signo catalanista. Masferrer y sus amigos, en este sentido, quedaban anulados ante las disposiciones que nombraban en 1925 una comisión interministerial para la educación física premilitar, en donde se anula la presencia del deporte catalán. Este organismo estaba encargado de “orientar, unificar, reglamentar y organizar todo lo relativo a la educación física de la infancia, la juventud y la instrucción premilitar”[6].

Masferrer, junto a Josep Elias, fue a los Juegos Olímpicos de París como corresponsal deportivo. Allí, ante el doble fracaso de la participación española, también surgió la idea de persistir en el futuro en la presentación de la candidatura de Barcelona a albergar unos JJOO (Pujadas, 2006).

Pero volvamos al año 1918, cuando Masferrer (1918b) criticó al Ayuntamiento en las celebraciones de la Fiesta de la Raza, la fiesta nacional del 12 de octubre (luego fiesta de la hispanidad), una celebración dispuesta por la ley de 15 de junio de 1918 (Marcilhacy, 2013) que se efectuaba en discordancia con los tiempos modernos; una escena de “ridículo ante el mundo entero”. Masferrer pedía más protagonismo del deporte y de la educación física, y no tanto la presencia alegórica del rancio españolismo. Masferrer conocía perfectamente que la conciencia nacional española debería venir del poder del deporte y de su libre asociación, y no de actos impuestos. Por eso insistía, como en anteriores ocasiones, en la necesidad de más campos deportivos para así impulsar el nuevo avance deportivo que se pondría en marcha una vez finalizada la PGM (Masferrer, 1918c y 1918d).

En 1919 el empuje autonomista de la Mancomunidad excitó todo un amplio movimiento catalanista que condujo a las primeras manifestaciones hacia el independentismo (Balcells, 1992). En esta situación, el deporte también actuaba de elemento instigador del catalanismo. Así, por ejemplo, desde las páginas deportivas, cabe destacar a Lluís Aymamí (1919, p. 2) y a otros que proclamaban discursos nacionalistas, al poner como modelo de victorias nacionales a las victorias de las sociedades deportivas catalanas en las luchas del deporte ibérico, luchas que rememoraban la premisa: “Per Catalunya i per a Catalunya”.

Las afirmaciones de identidad nacional y cultural tomaban impulso con la adhesión de plataformas reivindicativas promovidas por las bases políticas. Una de estas fue dirigida hacia el manifiesto catalanista de las entidades, cuyo rasgo debía expresarse en el uso oficial del catalán. Entidades como el Sindicat de Periodistes Esportius, el Futbol Club Barcelona, el Centre Excursionista de Catalunya o la Federació Catalana de Foot-ball no tuvieron dudas en posicionarse en pro del catalanismo (Artells, 1972; Torrebadella y Planas, 2011). En este contexto, la Mancomunitat (1914-1924), presidida por Josep Puig i Cadafalch (1867-1956), venía impulsando desde 1918 el primer proyecto en favor de un Estatuto de Autonomía. En este asunto, El Mundo Deportivo, a raíz de un manifiesto de los socios del Real Club Deportiu Espanyol (Tallada, Bernades y Rodríguez, 1919), emitió una posición claramente favorable a las aspiraciones de autogobierno:

Aunque tanto nosotros como las sociedades deportivas de Cataluña tenemos fines completamente ajenos a la política, no podemos menos de ver con simpatía que el sentimiento patriótico que une hoy todo el pueblo catalán en la aspiración común de regir sus peculiares destinos por sí mismo, haya tenido una repercusión muy acentuada en el seno de muchas de nuestras sociedades deportivas, porque entendemos nosotros que un problema como el de la autonomía de Cataluña, aun siendo en el fondo un problema de orden político, está en realidad por encima de todas las diferencias, de todas las luchas y de todas las tendencias políticas, pues es el problema universal de la libertad de los pueblos que tienen indiscutible derecho a gobernarse por sí mismos, sin perjuicio de mantener y respetar los lazos y las prerrogativas inherentes a la soberanía de las agrupaciones históricas y jurídicas que tienen personalidad reconocida en el mundo internacional.

Y aunque nosotros, como órgano de relación y de comunicación entre todos los deportistas españoles, hemos de seguir teniendo como un honor ser el portavoz en español de todos los deportistas españoles, en todos momentos hemos defendido dentro de las organizaciones deportivas nacionales las soluciones autonomistas por ser ellas las que garantizan una mayor intensidad y una mayor prosperidad de la vida deportiva en general, con la mutua y noble emulación entre las distintas regiones españolas y por ser también la autonomía el sabio espíritu que preside la reglamentación de los organismos internacionales, los cuales dan de arriba abajo amplia libertad de régimen, sin que en ningún caso esta libertad haya sido causa de indisciplinas y conflictos” (El Mundo Deportivo, en Tallada, Bernades y Rodríguez, 1919, p. 1).

No obstante, Masferrer, dejando paso en el camino a otros, dirigió sus quehaceres hacia la emergente industria del automóvil. En noviembre de 1916 fue nombrado secretario general de la recién constituida Cámara Sindical del Automóvil, que presidía el potentado Eusebio Bertrand Serra (Nueva entidad, 1916). En septiembre de 1918 fue elegido secretario del comité ejecutivo para la organización en el Salón del Automóvil de Barcelona. Puede decirse que a partir de entonces Masferrer intensificó una productiva etapa hacia otros proyectos personales vinculados al automovilismo, al turismo y a pedir las inmediatas mejoras que se necesitaban en las carreteras para el progreso económico y cultural del país (Masferrer, 1922).

Narciso Masferrer en la Asamblea de la Cámara Sindical del Automóvil de Barcelona. Fuente: El Heraldo Deportivo, 25 de mayo de 1919.

Narciso Masferrer en la Asamblea de la Cámara Sindical del Automóvil de Barcelona. Fuente: El Heraldo Deportivo, 25 de mayo de 1919.

1919 fue un año de conflictos políticos, sociales y también para el deporte. Si por un lado continuaron las reivindicaciones autonomistas del catalanismo político, que aspiraban a un reconocimiento internacional como nación, por el otro, el problema social emergió con especial preocupación con los sucesos revolucionarios de la Huelga General (Huelga de la Canadiense). La huelga, liderada por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), paralizó prácticamente toda la industria del país (duró del 5 de febrero hasta el 19 marzo). La agitación social del momento hizo retrasar varias veces el Salón del Automóvil de Barcelona, que finalmente se realizó de los días 3 al 12 de mayo en el Palacio de Bellas Artes. Este Salón exhibía internacionalmente la expansión de una ciudad industrial que también deseaba formar parte del progreso y de los avances modernos. Al mismo tiempo se pedía que el Estado y los gobiernos de España se percatasen, como sucedía en otros países, de la importancia industrial automovilística y de la necesidad de dotar al país de buenas carreteras, cuyo interés estaba ligado a la defensa y la riqueza nacional[7]. El éxito rotundo de este salón y de las conclusiones allí presentadas en la Asamblea del Automóvil[8], cuya organización corrió a cargo de las cámaras del automóvil de Barcelona, Madrid y Valencia (secretario general, Narciso Masferrer), fueron trasladadas por una comisión que visitó en persona al gobierno de Madrid y a S. M. Alfonso XIII (La Exposición de Automóviles, 1919)[9].

En estos días, el asociacionismo del deporte catalán y sus dirigentes emprendían un pulso para provocar una respuesta firme de la opinión pública y de las instituciones públicas. El 17 de octubre el mitin de afirmación deportiva del Stadium Club de Barcelona, como indicó Francisco Cantó (1920), marcó, con la intervención directa del Sindicato de Periodistas Deportivos, un momento determinante para el impulso del deporte y en pro del olimpismo. Es decir, había que ir a los JJOO de Amberes: sí o sí (Torrebadella y Arrechea, 2016).

La paz social digamos que también se encontraba entre los objetivos de los regeneracionistas del deporte. El mismo Masferrer exponía el valor del desarrollo de las “ideas” del deporte, del cual ya vivían muchas familias (Masferrer, 1920a). La huelga general proporcionó al movimiento obrero nuevas expectativas de vida (jornada de 8 horas, ayudas sociales y mejoras salariales) que hicieron posible el camino hacia la participación obrera en el deporte. Puede decirse que en Barcelona, los inicios del deporte popular comenzaron con este gran y trágico éxito de la lucha obrera. Aun así los sectores obreros, es decir, “la clase trabajadora militante y predominantemente anarquista, tanto la catalana como la formada por inmigrantes”, que cita Hobsbawn, (2013, p. 149), no entró de lleno en la esfera catalanista del deporte, ya que veía en ella un cierto clasismo. Esto también confluía con la llamada “democratización” del fútbol y la entrada del deporte en el servicio militar (Torrebadella-Flix y Olivera-Betrán, 2016). Por otro lado, el deporte de signo burgués (vela, polo, golf, tenis…) se materializaba con la emergencia de los nuevos deportes de motor, el motociclismo, el automovilismo y, también, los deportes aéreos.

No obstante, Masferrer no se desligó de la faceta periodística y continuó como redactor de deportes en La Vanguardia y, tras la retirada de Ricardo Cabot, se ocupó de la dirección de la revista Stadium, entre 1920 y 1929. Además, continuó colaborando con otros emblemáticos proyectos de envergadura. Entre estos proyectos se encontraba la participación de España en los Juegos Olímpicos de Amberes (La Redacción, 1920a) y, sin duda, el más importante: la candidatura de Barcelona a la organización de unos Juegos Olímpicos (La Redacción, 1920b; Masferrer, 1920bc; Vida deportiva. Las Olimpiadas, 1921; C., 1920):

La idea de celebrar en Barcelona los Juegos Olímpicos de 1924 pudiera servir de punto da partida para la regeneración de nuestra raza. Pongamos en ello voluntad, mágico resorte productor de las más inesperadas sorpresas, teniendo presente que un espacio de tiempo de cuatro años deja margen para cuanto en serio quiera intentarse (Vida Deportiva. Olimpiada, 1920, p. 7).

En junio de 1930 el Sindicato de Periodistas Deportivos organizó otro emotivo reconocimiento a Masferrer. Se le concedió el título de Presidente Honorífico y, además, recibió la medalla de Caballero de la Orden de Alfonso XII por su constante y meritísima labor en pro del deporte. Masferrer mencionó que su máxima satisfacción había sido la de contribuir a la edificación del Estadio de Montjuïc (Ayer en el Automóvil, 1930), sin la cual obstinación, como bien cuenta Sabater Rosich (1955), no se hubieran construido nunca este maravilloso estadio olímpico.

Conclusión

El desarrollo del deporte en España tuvo en Cataluña el principal modelo a seguir. Esto sucedía en una coyuntura política de importantes tensiones ideológicas y sociales. La emergencia del deporte catalán, de un deporte de signo burgués, pero cuya raíz era la de buscar una base popular entre la participación de las clases medias, muchos de cuyos miembros estaban ligados a los emergentes proyectos del catalanismo político, supuso el sello característico de los promotores del deporte, que desde una ciudad (Barcelona), modelaron las aspiraciones populares de una sociedad que deseaba abrirse a Europa. Entre los principales promotores de este desarrollo, sin duda alguna destacando entre todos, el principal artífice fue Narciso Masferrer. Esta tarea no fue nada fácil.

Sostener las presiones de un movimiento obrero cuyas bases ideológicas se estaban organizando hacia movimientos revolucionarios peligrosos, en unos ambientes en que ciertas ideas podían representar de facto la muerte, el no enemistarse con nadie, ni con el radicalismo intransigente de los círculos anarquistas, ni tampoco con el integrismo católico y, sobre todo, complacer reservadamente las demandas del nacionalismo catalán, fueron las claves que hicieron de Masferrer el amigo de todos. Masferrer, a nuestro juicio, puso el grado de moderación que el deporte necesitaba para no verse envuelto en la encrucijada de la lucha política y social del momento.

Masferrer supo modelar las difíciles vicisitudes de los sucesos. La habilidad de dialogar y de pactar le hizo meritorio de numerosos cargos directivos. Digamos que todos deseaban tener a Masferrer en sus equipos, porque sencillamente fue un hombre de equipo, al que no le importó ocupar cargos menores o de segunda fila. Fue un hombre universal y que entendía muy bien aquellas palabras que el marqués de Santa Susana (1896) pronunció desde la Crónica del Sport, sobre la falta de inclinación asociativa de los españoles. En este sentido buscó siempre la colaboración y la unión entre todos, para consolidar un proyecto único y común, el de regenerar el país a través de la educación física y el deporte. Esto evidentemente solamente se podía conseguir y negociar si se disponía del apoyo de todo el asociacionismo deportivo, el catalán y el del resto de España, por eso Masferrer deseaba ser el amigo de todos. Conocer estos rasgos hace posible comprender por qué la presencia de Masferrer se hizo prácticamente inevitable en la mayoría de las iniciativas y proyectos deportivos más importantes y trascendentes en los primeros pasos del deporte en España.

El deporte solamente podía emerger si se mantenía al margen de las disputas políticas. Eso es lo que hizo de Masferrer el amigo de todos, de lerrouxistas, regionalistas, autonomistas, republicanos, católicos, anarquistas, etc.

Masferrer tuvo importantes contactos con el poder de la cultura dominante, esa burguesía barcelonesa (y española) que pugnaba en las conquistas económicas del mundo, y que supo ver que en la educación física y el deporte había las esperanzas de horizontes de progreso y bienestar (que no tanto de regeneracionismo). Masferrer fue querido y respetado por sus compañeros de profesión y su honradez por las causas nobles y justas le revistió de una credibilidad indiscutiblemente contrastada.

¿Tanto cuesta hoy reconocer a Masferrer como el hombre que puso los cimientos del deporte España y principal arquitecto de su institucionalización? En el pasado todos, sin excepción alguna, reconocieron la contribución de Masferrer a la causa de la educación física y el deporte….

“Mañana… cuando todas esas voluntades unidas, las que forman en nuestras sociedades, hayan cumplido la misión, y su ejemplo sea imitado por las generaciones que nos sucedan, las prácticas pregonadas hoy con grandes entusiasmos se habrán convertido en síntomas de salud para una raza que bendecirá siempre con honda alegría la obra de cuantos constituyen esas asociaciones por más siempre admiradas y entrañablemente queridas (Masferrer, 1917).

 

Xavier Torrebadella Flix

Universitat Autònoma de Barcelona

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[1] Llunas creó La Tramontana (1881-1896), que fue el primer periódico en catalán de signo obrero.

[2] Esta Ley, impulsada por Segismundo Moret, presidente del Consejo de Ministros, y el conde de Romanones, ministro de Gobernación, fue aprobada el 20 de marzo de 1906. Surgió a raíz de los sucesos del Cu-Cut! y La Veu de Catalunya, del 25 de noviembre de 1905, y permitía la intervención y juicio militar ante cualquier suceso que fuese considerado de ultraje a la nación española y a sus símbolos, es decir, que amenazase a la unidad del Estado o al mismo ejército. La Ley perduró hasta el 31 de abril de 1931, en que fue derogada por el Gobierno de la II República.

[3] En esta misma época en Barcelona existen Eco de Sport (1909) y El Sport (1910).

[4] Las asociaciones fundadoras fueron: Real Automóvil Club, Real Polo Club, Sociedad Hípica de Barcelona, Real Asociación de Cazadores de Barcelona, Sección de Deportes de Montaña del Centro Excursionista de Cataluña, Real Club Náutico, Asociación de Lawn Tennis, Federación Catalana de Clubs de Foot-ball, Tiro Nacional, Club Natación Barcelona, Unión Velocipédica española, Real Sociedad de Colombofilia de Cataluña, Fomento de la Esgrima y Sport Vasco.

[5] Stadium baja el precio de 30 a 20 céntimos.

[6] R. D. de 08 de mayo de 1925 (BOMIP, núm. 43, p. 622-623)

[7] Los números 298 y 299 de la revista Stadium, de 3 y 24 de mayo de 1919, fueron dedicados al Salón del Automóvil de Barcelona.

[8] Las ponencias y conclusiones de la Asamblea Automovilista fueron expuestas en El Mundo Deportivo los días 3, 17, 24 de julio, y 7 y 14 de agosto de 1919, p. 1.

[9] El 23 de mayo se inauguró en Madrid un reducido Salón del Automóvil, organizado por la recién creada Cámara Sindical Española de Automovilismo (Automovilismo, 1919).




Narciso Masferrer y los orígenes del Olimpismo en España

Introducción

La convulsa historia de los comités olímpicos españoles está íntimamente vinculada a los avatares políticos de España y, de forma singular, a la pugna prácticamente constante entre los dos grandes centros deportivos (Madrid y Barcelona) que surgen a finales del siglo XIX y que mantendrán una tensión permanente por obtener interlocución directa con el Comité Olímpico Internacional y el liderazgo del deporte y el Olimpismo en España.

Narciso Masferrer Sala, tanto por su carisma y capacidad de trabajo como por sus circunstancias familiares y personales (nacido en Madrid de padres catalanes y afincado en Barcelona tras haber estudiado en Francia y en Alemania y haber vivido en Sevilla, de ideología conservadora y alejado del catalanismo político), estaba en disposición de ejercer de puente o mediador entre las dos ciudades, y así lo hizo en numerosas ocasiones en los cincuenta y cuatro años que transcurrieron desde su primera iniciativa importante en este ámbito (la Sociedad Gimnástica Española, fundada en 1887 en Madrid) hasta su deceso en Barcelona en 1941.

Procedemos pues a presentar una sucinta historia del Olimpismo en nuestro país relacionándola con la biografía de Narciso Masferrer, ya que, como veremos, existe una clara vinculación entre ambas.

La Sociedad Gimnástica Española (1887)

La Sociedad Gimnástica Española fue una entidad fundada (por segunda vez) por Narciso Masferrer Sala, Emilio Fernández de Monjardín Cano, Emilio Coll Maignan y Édouard Charles en Madrid el 2 de marzo de 1887, siendo aprobados sus estatutos por la autoridad gubernativa el día 23 del mismo mes y año. Decimos por segunda vez porque una entidad de idéntico nombre (Sociedad Gimnástica Española) ya había sido creada cinco años antes (13 de mayo de 1882) por Mariano Ordax también en Madrid, aunque al parecer sin llegar a desarrollar apenas actividad.

Los objetivos de la SGE (de la SGE de 1887) eran ambiciosos:

trabajar con todos sus afanes hasta ver funcionar una sociedad popular, democrática, que pusiera los deportes al alcance de todos los aficionados, que el estudiante, el empleado, el obrero pudieran combatir los vicios y embrutecimiento de la vida de esclavitud, de trabajo constante, con la expansión y equilibrio que proporciona al espíritu las emociones del deporte y lograr un desarrollo armónico de inteligencia y salud. (El XXV Aniversario de la Sociedad Gimnástica Española, 1912)

En junio de 1894 la Sociedad Gimnástica Española se adhirió por carta al congreso para recuperar los Juegos Olímpicos convocado por el barón de Coubertin en la Universidad de La Sorbona (París). Fue la única sociedad deportiva española que lo hizo. La Universidad de Oviedo envió tres delegados (porque el congreso coincidió con un viaje a París por otros motivos y eran krausistas como Giner de los Ríos, interlocutor en España de Coubertin en esas fechas); los profesores asturianos no tomaron parte en las deliberaciones (González Posada, 1894).

La vinculación con el Olimpismo de algunos miembros de la SGE como Narciso Masferrer sería una constante en sus vidas y es el embrión al partir del cual nacerán otras entidades más ambiciosas como la Federación Gimnástica Española, creada a imitación de la USFSA francesa con idénticos objetivos regeneracionistas.

La Federación Gimnástica Española (1898)

Narciso Masferrer fue el primer promotor del deporte en nuestro país con una visión global y ambiciosa y la primera persona que tuvo clara la necesidad de crear un organismo que coordinara todo el deporte, así como de federaciones de cada especialidad y campeonatos nacionales. Esta propuesta, con algunos matices, se concretará en la creación de la Federación Gimnástica Española el 7 de junio de 1898 en respuesta al llamamiento efectuado por Masferrer desde las páginas de la revista Los Deportes el 1 de marzo de 1898 a todos los deportistas españoles para crear una “Confederación de las Sociedades Gimnásticas Españolas”.

Respondieron favorablemente al llamamiento de Masferrer: el Gimnástico de Tarragona, la Asociación Nacional de Profesores Oficiales, el Gimnasio de Vigo, el Club Gimnástico de Cartagena, la Sociedad Catalana de Gimnástica y la Sociedad Gimnástica de Orense. Poco después se incorporó la Sociedad Gimnástica Española. José Canalejas y Méndez (diputado, ex ministro de Fomento, Gracia y Justicia y Hacienda y presidente honorario de la Asociación Catalana de Gimnástica), fue elegido primer presidente de la FGE. La Asociación Catalana de Gimnástica había sido fundada por Masferrer como un primer escalón hacia la Federación Gimnástica Española.

La primera asamblea de la FGE tendrá lugar el 26 de septiembre de 1899 en Madrid y estará acompañada por un festival polideportivo. Se tiende a decir, de forma simplificadora, que la FGE es un antecedente directo de la Federación Española de Gimnasia. La FGE es antecedente de la federación de gimnasia, en efecto, pero también de la de atletismo, de la de fútbol y de la de prácticamente todos los deportes (solo el ciclismo, la colombofilia, la vela y el tiro tuvieron estructuras federativas propias en esta época). También del Comité Olímpico Español y del Consejo Superior de Deportes. Sin olvidar su vertiente cultural y pedagógica de clara influencia regeneracionista.

Al fundarse la FGE su sede social sería la de la SGE (calle Libertad, 15 de Madrid), y los cuatro fundadores de esta última (Masferrer, Monjardín, Coll y Charles), vocales del Comité Ejecutivo de la primera. La revista Los Deportes, con sede en la calle Montjuïc del Carme, 5 de Barcelona, sería su órgano de difusión y Marcelo Santos Sanz Romo, su secretario general. Puede afirmarse sin exagerar que la FGE es hija de Narciso Masferrer.

El primer objetivo de la FGE fue contar con delegados en las provincias. En julio de 1898 ya había delegaciones en todas, aunque la mayoría tenían una existencia formal sin desarrollar ninguna actividad real, lo que sería motivo de críticas y enfrentamientos. La organización de Asambleas (1899 en Madrid, 1900 en Barcelona, 1901 en Zaragoza) y “Fiestas Federales” con competiciones de varios deportes fueron los logros de la FGE en su corta existencia. El 20 de marzo de 1902 fue declarada “Sociedad de verdadera utilidad pública”. Para entonces ya había entrado en descomposición. En 1906 varias cartas y artículos (del propio Masferrer, entre otros) en las páginas de la nueva publicación de Masferrer, El Mundo Deportivo, lamentaban la virtual desaparición de la FGE, entidad dada de baja oficialmente en el Registro de Asociaciones en 1909.

Comité Español de los Juegos Olímpicos (1905)

En noviembre de 1905 se funda la segunda entidad polideportiva nacional: el Comité Español de los Juegos Olímpicos, una iniciativa del Comité Olímpico Griego para que España acudiera a los Juegos Olímpicos intercalados de Atenas 1906. Su presidente sería el marqués de Cabriñana del Monte. Román Macaya era el delegado en Barcelona. Se llegó a debatir sobre la necesidad de establecer dos comités en España, uno en Madrid y otro en Barcelona, lo que finalmente se descartó por intervención del cónsul de Grecia en Madrid (Carta de Jorge Soto a Spyridon Lambros, 15 de marzo de 1905, HOC-Archives, K7-Φ5-Ε1).

España no acudió a Atenas y el marqués de Cabriñana se disculpó ante los griegos en una carta llena de excusas: “Algunos de los que querían acudir eran profesionales”, “otros no tenían las condiciones físicas adecuadas para luchar con honor” o “les faltaba educación y savoir vivre”, “el gobierno mostró poco interés…” (Carta del marqués de Cabriñana a Spyridon Lambros, mayo de 1906, HOC-Archives, K15- Φ11-E3). Cabriñana siguió nominalmente al frente del Comité hasta 1909, cuando fue forzado a dimitir por el Infante Don Carlos y substituido por Gonzalo de Figueroa, conde de Mejorada del Campo y marqués de Villamejor, miembro del COI desde 1902.

El asesinato de Canalejas, primer presidente de la FGE y presidente del Gobierno entonces, el 12 de noviembre de 1912 había facilitado el acceso a la presidencia del gobierno a Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, hermano del marqués de Villamejor. Villamejor vinculaba este magnicidio y la llegada de su hermano al poder con su decisión de constituir su Comité Español de los Juegos Olímpicos en una carta al barón de Coubertin el 20 de noviembre de 1912. La huella de la Federación Gimnástica Española seguía presente por vericuetos insospechados, aunque Masferrer (y su núcleo deportivo-regeneracionista de Barcelona) fueron marginados de estos primeros comités olímpicos españoles.

Pese a haber sido marginado de estos comités, Masferrer siguió embarcado en sus ambiciosos proyectos para convertir a Barcelona en una ciudad olímpica. Así fue como sacó adelante las “Grandes Fiestas Deportivas de Barcelona” de 1907, patrocinadas por el Ayuntamiento. Se trataba de un mes entero de acontecimientos deportivos, desde el 30 de mayo al 30 de junio. Con ello Masferrer (1907e) deseaba “propagar a los cuatro vientos la importancia extraordinaria que a poco tiempo a esta parte ha alcanzado la vida deportiva en nuestra capital”. Fue un proyecto “de propaganda deportiva” concebido y dirigido por Masferrer y José de Togores. Se deseaba mostrar al mundo que Barcelona podía ser digna de citarse como “la ciudad más sportiva” (Masferrer, 1907h).

Como explica Torrebadella (2015), “se pretendía reunir el mejor deporte internacional del momento, ofreciendo también el aliciente para que los deportistas locales pudieran lucirse y triunfar. Los concursos programados fueron de esgrima, ciclismo, aerostación, regatas, hípica, tiro, automovilismo, motociclismo y carreras a pie”.

Además, se ambicionaba atraer turistas, otra de las obsesiones de Masferrer. Realmente se intentaba convencer a propios y a extraños del potencial de Barcelona como futura sede de unos JJOO. Narciso Masferrer estaba eufórico con este evento:

Estoy persuadido que han de ser muchos los sportsmen del extranjero que acudan al palenque a que les vamos a invitar. Pero es preciso no solo que no encuentren tacha ni reparo que oponer a los programas en cuanto afecte a la realización de las próximas manifestaciones, sino que quienes pueden se dispongan a defender los colores de España, porque en esas luchas y en esos concursos va envuelto nuestro patriotismo, y todos debemos tener como un gran empeño del que sean los nuestros los que triunfen de los demás.

Nos jugamos en este asunto una carta en la que va envuelta toda nuestra fortuna. Muy corto es el tiempo que nos espera ya de la fecha de la realización de esos concursos; a todos aconsejamos que empiecen un período de un durísimo entrenamiento con el ánimo resuelto y decidido de obtener los primeros puestos en las categorías que se establezcan.

Si lo conseguimos, sí que habremos triunfado, y cuantos vengan como actores o espectadores a Barcelona, a la gran ciudad española, podrán comprender que aquí, en Cataluña, no solo se predica, sino que se practica y que nos sobran alientos para luchar y para vencer.

Demos, pues, un alto ejemplo de que sabemos organizar esas fiestas, con lo cual habremos conseguido equipararnos a los grandes centros sportivos mundiales, y denlo también aquellos, por quienes laboramos desde la modestia esfera en que vive y alienta, con las más grandes esperanzas, El Mundo Deportivo, y habremos, al cabo del tiempo, dado un gran paso en firme y tocado aquellos resultados con que soñó siempre nuestra inspiración, logrando ¡por fin! realidades en que creímos, por tener plena conciencia de que teníamos que llegar un día a la tierra de promisión sportivamente considerado.

No sueñes, no, alma: ¡realiza, vence, triunfa! (Masferrer, 1907d)

La organización fue un éxito, ante lo cual Narciso Masferrer estaba pletórico:

Los fines que nos propusimos coronaron la obra, la de hacer ver y comprender a todo el mundo que España no es una excepción en esas materias, como acaba de demostrarse plenamente, realizando manifestaciones tan extraordinarias, de que no tenían ni podían tener idea muchos, muchos de los que nos han honrado con su visita, y muchos con los que ignoraban de lo que eran capaces todos cuantos en tierras benditas de acá se dedican al sport.

Demostrado queda que no existen diferencias, y que, aunque con escasos medios, se ha vivenciado que la Barcelona sportiva ha dado la nota de arrogante fiereza que imprimió siempre todas sus esplendorosas manifestaciones en el arte, en la industria, en la fabricación, etc., nuestra incomparable Barcelona (Masferrer, 1907a).

Este éxito despertó la euforia a nivel nacional entre los sectores deportivos. Desde Madrid Carlos Padrós, único miembro del Comité Español de los Juegos Olímpicos que seguía intentando iniciativas olímpicas, escribía a Don Narciso ofreciéndose a liderar una nueva entidad tipo FGE:

Sr. Narciso Masferrer… Próximos a celebrase en Londres los Juegos Olímpicos para los que se prepara Inglaterra con entusiasmo que pone en todo lo que supone progreso aquella nación, debemos en España prepararnos también para tomar una parte, si podemos, en esa manifestación sportiva universal.

Aunque todavía no ha surgido en nuestro país un hombre de suficiente energía y fuerza de voluntad bastante para aunar los esfuerzos de todos sin despertar recelos y agrupando los valiosos elementos con que contamos, funde la Unión Española de Sports Atléticos que dan en el resto de Europa resultados tan eficacísimos para el fomento de la cultura física, podemos mientras tanto los que sentimos entusiasmos y tenemos fe en el porvenir, ir reuniendo los materiales que en su día han de construir esa hermosísima obra (Padrós, 1907).

Comité Olímpico Español en Madrid (1912) y Comité Olímpic Català (1913)

El marqués de Villamejor constituía el 25 de noviembre de 1912 su Comité Español de los Juegos Olímpicos con esta composición: Gonzalo de Figueroa, marqués de Villamejor (presidente) Carlos Padrós Rubio (tesorero), Marcelo Santos Sanz Romo (secretario), Pío Suárez-Inclán y González (coronel de Estado Mayor y diputado), Marcelo Rivas Mateos (catedrático de la Universidad Central), Alejandro Saint-Aubin Bonnefon (publicista y diputado), Adolfo Díaz Enríquez (comandante de Infantería), Luis de Uhagón y Barrio (marqués de Laurencín), Valentín Menéndez San Juan (conde de la Cimera y de Goyeneche, marqués de Campo Real), Julio Urbina Ceballos-Escalera (marqués de Cabriñana del Monte) y Rogelio Ferreras Berros (capitán de la Guardia Civil y profesor de Gimnasia). Respecto al primer Comité (1905) seguían Cabriñana y Padrós. Este último, aunque afincado en Madrid, y el capitán de la Guardia Civil Ferreras, nacido en Tarragona, constituían la cuota catalana del Comité (Ruiz Ferry, 1912).

Barcelona, bajo el impulso del núcleo regeneracionista de Masferrer, seguía siendo líder en España en iniciativas en el terreno del deporte. Pronto destacaría el periodista tarraconense Josep Elias i Juncosa, Corredisses, gran crítico del COE del marqués de Villamejor, mientras Masferrer adoptaba un perfil más bajo, aunque coincidían en intereses y objetivos. Puede decirse que se repartían los papeles de “policía bueno” y “policía malo”. La campaña de Elias contra la inactividad del COE alcanzó el súmmum el 18 de octubre de 1913 con su conferencia en el gimnasio de Garcia Alsina (Elias i Juncosa, 1913). Ante la amenaza esbozada por Corredisses de ver a un Comité Olímpico Catalán desfilando en Berlín 1916 si el COE no se activaba, Villamejor pidió ayuda a los dirigentes deportivos catalanes para que España estuviera en los JJOO en una carta dirigida a Masferrer (Los Juegos Olímpicos. Una Carta, 1913).

El día de Navidad de 1913 se anunciaba que el COE autorizaba a Narciso Masferrer la constitución de un Comité Olímpico Catalán como delegación regional del COE (Los Juegos Olímpicos, 1913) en lo que parecía el fruto de las negociaciones entre Villamejor y el propio Masferrer, negociaciones sobre las que ambas partes escribían a Coubertin intentando ganarse su favor. Villamejor escribía al presidente del COI:

Veo que estáis al corriente de toda la agitación promovida en Barcelona por el Sr. Elias Juncosa. Es siempre la misma historia, quieren considerarse independientes, sin querer comprender que su solo derecho de existencia es el de ser españoles y les considero ahora convencidos de estar obligados a someterse al Comité Español (Durántez, 2012, p.52).

El 31 de marzo de 1916 Villamejor creó un nuevo Comité Olímpico Español íntegramente madrileño, sin dirigentes catalanes. Probablemente para compensar, en la misma reunión se ofreció a la Federación Atlética Catalana la opción de ser un Subcomité regional olímpico (como el COC de 1913) y crear otra delegación regional en Bilbao (Atletismo, 1916).

Los JJOO de 1916 serían suspendidos por la Primera Guerra Mundial y el COE dispondría de cuatro años más para preparar el debut oficial español en JJOO. De hecho, se crearía en 1919 un nuevo Comité Olímpico Español.

Durante la Guerra se produjo un hecho sorprendente: el alcalde de Barcelona Manuel Rius escribió a Coubertin en 1917 ofreciendo a Barcelona como sede de los primeros JJOO que se disputaran tras el conflicto mundial; no consta que el barón respondiera.

Así, en julio de 1919 Villamejor organizaba un nuevo COE (Comité Olímpico Español, 1919). La cuota catalana estaba reservada al Dr. Bartrina, afincado en Madrid y vinculado a la Familia Real (era profesor de Educación Física del príncipe y los infantes).

La decisión de participar en los JJOO de Amberes se tomó a última hora y para poder acudir se recurrió a colectas. En Amberes las malas relaciones entre el COE y el COC se agudizaron por varios motivos, especialmente por la candidatura de Barcelona a los JJOO de 1924, presentada a espaldas del COE. Desde Madrid se reaccionó filtrando otra posible candidata española: San Sebastián (Ruiz Ferry, 1920b; Ruiz Ferry, 1920c). Masferrer no se implicó en estos conflictos, manteniendo un perfil muy bajo.

El COI daría los JJOO 1924 a París y garantizaría las siguientes ediciones a Ámsterdam (1928) y a EE. UU. (1932, serían en Los Ángeles), por lo que las esperanzas olímpicas de Barcelona quedaban sepultadas sine die y el proyectado Estadio Olímpico de La Foixarda, convertido en campo de rugby. El marqués de Villamejor moriría en Lausana el 18 de octubre de 1921 y con él desaparecía este COE; su puesto en el COI sería concedido a Santiago Güell, barón de Güell, y a Horacio Echevarrieta.

Comité Olímpico Español en Barcelona (1924 y 1926)

Imagen 1: Ramon Claret y Joan Bert (autores), (1914-1920): “kickoff de Narcís Masferrer a un partit de futbol femení”. Arxiu Nacional de Catalunya. Fons ANC1-64/Bert i Claret (fotoperiodistes). Código de Referencia: ANC1-64-N-1712.

Imagen 1: Ramon Claret y Joan Bert (autores), (1914-1920): “kickoff de Narcís Masferrer a un partit de futbol femení”. Arxiu Nacional de Catalunya. Fons ANC1-64/Bert i Claret (fotoperiodistes). Código de Referencia: ANC1-64-N-1712.

Las críticas por la inactividad de los dos nuevos representante españoles en el COI, que durante tres años no constituyeron un nuevo COE, llegaban de nuevo desde Barcelona, donde se había creado la Confederación Deportiva de Cataluña (Vida Deportiva, 1922), con el objetivo de ostentar “la representación íntegra del deporte catalán”, proponiendo la celebración de unos Juegos Ibéricos y de unos Juegos Mediterráneos como pasos previos a nuevas candidaturas olímpicas (La confederació catalana, 1921). La labor de la Confederación hizo que el COI le otorgara la Copa Olímpica en 1922 (Olimpismo, 1922).

En la noche del 12 a 13 de septiembre de 1923 se produjo en Barcelona el golpe de estado de Primo de Rivera, a quien el rey encargó formar gobierno, instaurándose así una dictadura. Para el nuevo régimen hubiera sido un fracaso no acudir a París 1924, por lo que decidieron fundar un nuevo Comité Olímpico Español. Este nuevo COE nació el 11 de enero de 1924 en el Paseo de Gracia, 32 de Barcelona, en la misma sede de la Confederación Catalana de Deportes, a la que de paso se neutralizaba, bajo la presidencia interina (el barón de Güell era el presidente pese a encontrarse de viaje en América) de Mariano de Rivera, ayudante de campo del general Primo de Rivera, con José Mesalles Estivill como secretario.

Narciso Masferrer no fue incluido en este nuevo COE barcelonés, pero cubrió los detalles de su constitución desde La Vanguardia con entusiasmo. Poco después se constituyó una delegación del COE en Madrid (Coubertin mostró estupefacción al ser informado de que el nuevo COE tenía su sede en Barcelona), así como una delegación en París a cargo de Doña Rosario de la Huerta de Bárcenas (“residente en aquella ciudad y persona por todos conceptos acreedora a la confianza que merece un cargo de esta naturaleza e importancia”) (Vida Deportiva, 1924). En marzo, Güell regresaba a España y asumía la presidencia del Comité, quedando Mariano de Rivera como vicepresidente.

Los meses siguientes estuvieron caracterizados por los problemas económicos para poder enviar una delegación a los JJOO, pese a las 150.000 pesetas otorgadas por el Gobierno y la multitud de iniciativas (subastas, colectas, etc.) para recaudar fondos.

El COE acudiría a París con una amplia delegación que obtuvo unos pobres resultados deportivos. Este fracaso generó críticas y demandas como la de la Real Confederación Atlética Española de instaurar la Educación Física en las escuelas y crear un “impuesto nacional sobre espectáculos, juegos o loterías, destinada al fomento y desarrollo de la cultura física y deportes» (Pro cultura física, 1924).

De nuevo quedaba demostrado el carácter provisional y utilitario de los comités olímpicos españoles, pues el fundado en 1924 en Barcelona desaparecía tras los JJOO de París. Habría que esperar a 1926 para asistir a la creación de uno nuevo, este sí, con clara voluntad de permanencia y estabilidad.

En noviembre de 1924 se produjo la entrada en el COI de un segundo miembro español que venía a cubrir la baja de Horacio Echevarrieta: el XVII duque de Alba de Tormes, don Jacobo Fitz-James Stuart. Pese a su pasado como deportista, el duque de Alba no mostró interés alguno por el COI y lo abandonaría en 1927 sin haber asistido a ninguna sesión.

Superado el ciclo olímpico de 1924 llegaba el turno de crear un nuevo Comité Olímpico Español para preparar los JJOO de Ámsterdam 1928. En enero de 1926 el barón de Güell y el duque de Alba encargaban al secretario Mesalles que escribiera a las federaciones nacionales para que aportasen candidatos a integrar este “nuevo Comité Olímpico con las mayores garantías de capacidad y persistencia” (Miralles [sic], 1926).

El 24 de abril de 1926 se constituía el nuevo Comité Olímpico Español en Barcelona (“nuevo Comité que habrá de actuar hasta la celebración de los Juegos venideros”) (Ante la IX Olimpiada, 1926), presidido por Eusebio López y Díaz de Quijano, marqués de Lamadrid. Entre la larga lista de miembros en representación de federaciones destacaba el retorno de Jaume Garcia Alsina (por la federación de lucha grecorromana) y de Narciso Masferrer (por la de ciclismo).

Pese a afirmar que este nuevo COE era (como sus antecesores) provisional y estaba destinado a preparar la asistencia a los JJOO de 1928, se tomaron una serie de medidas jurídicas destinadas a oficializar el comité y ajustarlo a la legislación española sobre sociedades (Ley de Asociaciones de 1887): se aprobaron unos estatutos y se acudió al Gobierno Civil de Barcelona para solicitar la inscripción en el Registro de Asociaciones. El secretario Mesalles se personó en el Gobierno Civil el 3 de agosto de 1926 y el Comité Olímpico Español fue inscrito en el Registro de Asociaciones el 2 de octubre con el número 12.861 del Libro de Asociaciones de la provincia de Barcelona (Archivo de la Delegación del Gobierno en Cataluña. Subdelegación del Gobierno en Barcelona. Caja 459. Número de Asociación 12.861 «Comité Olímpico Español»; Libro Registro de Asociaciones, Tomo VII).

En abril de 1927 visitó Barcelona el sucesor de Coubertin, el conde de Baillet-Latour, con motivo de la colocación de la primera piedra del nuevo Estadio de Montjuïc, otra de las iniciativas de Masferrer.

En la sesión del COI celebrada en Mónaco el 25 de abril de 1927 se anunció la candidatura de Barcelona a los JJOO de 1936. El COE acudió a los JJOO de Ámsterdam 1928 con una amplia delegación y consiguió una histórica medalla de oro en saltos por equipos (equitación) como premio. Narciso Masferrer fue el jefe de la expedición (Rubryk, 1928).

El 20 de mayo de 1929 se inauguró el Estadio de Montjuïc y en el marco de la Exposición Internacional se disputó un completo programa de competiciones deportivas, todo lo cual hacía de Barcelona la candidata favorita para acoger los JJOO de 1936, sobre todo cuando se anunció que la ciudad sede se elegiría en una sesión a celebrar en la capital catalana en abril de 1931. Los acontecimientos políticos cambiarían el escenario.

Pocas semanas después de la caída de Primo de Rivera se había reorganizado el COE en Barcelona para preparar la asistencia a Lake Placid y Los Ángeles 1932 y seguir trabajando en la candidatura de Barcelona a los JJOO de 1936. El marqués de Lamadrid seguía de presidente, con el conde de Vallellano y Jorge de Satrústegui como vicepresidentes, Santiago Roure como tesorero, Jaime Garcia Alsina como contador y José Mesalles Estivill como secretario (Olímpicas, 1930).

Recién proclamada la República y con noticias sobre disturbios, la sesión del COI se celebró con muchas ausencias en el Ayuntamiento de Barcelona el 25 y 26 de abril de 1931. Se aprobó la entrada del conde de Vallellano en el COI, pero la decisión más esperada, la elección de la sede de 1936, se aplazó por la baja asistencia de miembros. La votación final fue por correo y el resultado se anunció el 13 de mayo: Berlín obtuvo cuarenta y tres votos y Barcelona dieciséis, con ocho abstenciones (Allocation of the Games of the XIth Olympiad, 1931).

Tras esta decepción, todos los miembros del COE dimitieron. Eran en su práctica totalidad monárquicos y sus relaciones con el nuevo régimen eran pésimas, como demuestra el rechazo del nuevo presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, a aceptar la presidencia de honor del comité. El presidente del COI, Baillet-Latour, convenció a los miembros de la ejecutiva del COE de la necesidad de seguir en sus puestos, a todos excepto al presidente, el marqués de Lamadrid.

Acudir a los JJOO de 1932 fue complicado. En la prensa se llegaron a publicar cartas de federaciones nacionales demandando la disolución del COE:

La Confederación Española de Atletismo, en vista de la actuación totalmente contraproducente de COE, sin llevar aparejada ventaja alguna, ha propuesto a su presidente, señor barón de Güell, la disolución inmediata de dicho organismo o su total reorganización, dejándole en el modesto plan de representante aquí del Comité Internacional, sin injerencias de ninguna clase, ni con el deporte español ni con la preparación y desplazamiento de la representación española en los distintos Juegos, si es que estos van a continuar [la negrita es nuestra], y, naturalmente, para el futuro. El Comité Olímpico viene a gastar la casi totalidad de las subvenciones recibidas para tener montadas unas oficinas. Más de cien mil pesetas contamos que ha gastado del capítulo de “preparación olímpica”, sin que esta haya comenzado todavía… Sin poder conocer aún ninguna partida con exactitud, pero que, con seguridad, serán mayores que las que fijamos, encontramos los siguientes gastos aproximados: mensualidad secretaría general, dos dependientes, alquiler piso y gastos secretaría, 1.700 pesetas, que resultan 20.000 al año, o sean, para la Olimpiada actual (cuatro años) 80.000; viajes a Madrid y congresos extranjeros, 10.000; déficit del Congreso Olímpico en Barcelona, 10.000; pérdida experimentada en baja valores, 15.000. Total gastos efectuados, 115.000 pesetas. Así pues, puede verse cómo el Comité Olímpico invierte para sí, y sin provecho alguno para el deporte, la casi totalidad de la subvención que el Gobierno le entrega para “preparación”, y no teniendo aún bastante, se resiste a dar la menor cantidad a los deportistas. Seguramente no baja de 300.000 pesetas lo que nos cuesta el Comité Olímpico desde su genial creación, de estructura tan ineficaz como autocrático (Confederación Española de Atletismo, 1932).

La alusión a la posibilidad de que los JJOO dejaran de celebrarse no era gratuita en 1932. Algunos sectores de la izquierda consideraban los Juegos Olímpicos como una competición elitista y reaccionaria que fomentaba el nacionalismo, controlada por los nobles y príncipes del Comité Olímpico Internacional. Desde los sindicatos y partidos socialistas europeos nacieron las Olimpiadas Obreras en oposición a los JJOO. Se celebraron ediciones en Frankfurt (1925), Viena (1931) y Amberes (1937) y una edición invernal en 1931 en Mürzzuschlag (Austria).

Y si los socialistas tuvieron su SASI y sus Olimpiadas Obreras, los comunistas crearon la RSI (Red Sport International) en 1921, más conocida por todos como Sportintern, y las Spartakiadas. Se celebraron ediciones en Moscú (1928) y Berlín (1931) y una de invierno en 1928 en Oslo. Por lo tanto, los JJOO eran solo una de las competiciones internacionales del calendario deportivo de la época y su supervivencia no estaba garantizada: la URSS no se integraría en el movimiento olímpico internacional hasta 1952.

España no acudió a los JJOO de invierno de Lake Placid (EEUU), y a los de verano en Los Ángeles se viajó, tras las polémicas habituales por problemas económicos, con una mínima delegación por problemas presupuestarios. Tras meses de inactividad, finalmente el COE sufrió una nueva reestructuración a finales de 1932 con la modificación de sus estatutos, que se consagraban a blindar la permanencia del Comité en Barcelona, pues seguían las campañas para obtener su traslado a Madrid.

En 1933 se elegía un nuevo presidente del COE tras muchos meses de interinidad: el doctor Augusto Pi Suñer. Todos los componentes de este comité eran catalanes (Toma de posesión, 1933). En el periodo de Pi Suñer, el COE emitió correspondencia y documentos oficiales en catalán.

En febrero de 1936, con la llegada al poder del Frente Popular, se creó en Barcelona el Comité Catalán pro Deporte Popular (CCDP), formado por diversas asociaciones y clubes de izquierdas. Su primera actividad fue un torneo de fútbol de ámbito nacional llamado Copa Thälmann. Ante el éxito de esta competición, en abril de 1936 se inició un movimiento liderado por el CCDP contra el COE y contra la participación española en los JJOO de Berlín 1936; así como a favor de organizar en Barcelona una Olimpiada Popular.

La mejora de relaciones entre la SASI socialista y la RSI comunista favorecía la fusión de las antiguas Olimpiadas Obreras y las Spartakiadas en este nuevo evento (Olimpiadas Populares), que pretendían convertir en la antítesis de los JJOO de Hitler en Berlín (Santacana & Pujadas, 2006). Estos movimientos provocaron una grave crisis interna en el COE.

El estallido de la Guerra Civil el 17-18 de julio de 1936 impidió la celebración de la Olimpiada Popular y la participación española en los JJOO de Berlín.

Comité Olímpico Español/Delegación Nacional de Deportes (1938)

Iniciada la Guerra Civil, el 27 de agosto de 1937 Josep Rosich, actuando como presidente interino del COE desde Barcelona, intentó reactivar el Comité solicitando a las federaciones que confirmaran a sus miembros. Ante este movimiento, el secretario Mesalles Estivill, que se encontraba en la zona nacional, escribió al COI anunciando que se iba a reconstruir el Comité Olímpico Español desde la España franquista (Durántez, 2013).

El nuevo Comité Olímpico Español/Consejo Nacional de Deportes (COE/CND) tuvo esta composición: como presidente el general José Moscardó Ituarte, con el conde de Vallellano y el barón de Güell (vicepresidentes), José Mesalles Estivill (secretario), capitán García Mayoral (tesorero-administrador), teniente coronel Villalba Rubio (director técnico y economista) y Jacinto Miquelarena (director de información y propaganda). José Mesalles Estivill, secretario de todos los COE desde 1924, era todo un símbolo de continuidad.

El COI reconoció la legitimidad de este nuevo COE/CND constituido en la zona franquista y el conde de Baillet-Latour envió una carta en la que celebraba que “la España victoriosa se reorganiza sin perder un solo instante”, así como “la gloriosa epopeya del General Franco” (Reorganización del Comité, 1937).

El 11 de febrero de 1938 se constituyó formalmente en Zaragoza el nuevo COE/CND y su Comisión Ejecutiva se reunió el 5 de noviembre en San Sebastián. Este nuevo COE/CND carecía de cualquier tipo de autonomía o independencia; surgió de un decreto del Ministerio de Educación Nacional (27 de agosto de 1938) y pertenecía a la estructura del partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS. De hecho, un nuevo decreto del 22 de febrero de 1941 convertía al COE/CND en “la Delegación Nacional de Deportes de la FET y de las JONS”.

En 1939 las nuevas autoridades nombraban a Narciso Masferrer (que había sobrevivido gracias a que uno de los milicianos que acudió a su casa de Barcelona lo reconoció como “el presidente de las bicicletas” y posteriormente pudo huir con su esposa y pasar a Navarra) presidente de la Federación Española de Ciclismo, además de miembro del COE/CND, en un claro intento de identificación con el regeneracionismo decimonónico y de reivindicación del mismo. Nadie como Masferrer para personalizarlo.

Narciso Masferrer y Sala falleció en Barcelona el 10 de abril de 1941. En 1944 hubo una campaña para darle su nombre al Estadio de Montjuïc (Canto Arroyo, 1944) y en 1955, para darle su nombre a alguna calle de Barcelona (Sabater Rosich, 1955).

Ambas iniciativas fracasaron.

Conclusiones

Narciso Masferrer fue pionero en ver la transcendencia del Olimpismo. Asimismo fue de los primeros en percatarse de la importancia que para una ciudad podía tener el ser sede olímpica y en liderar el sueño barcelonés en ese sentido. Masferrer previó la importancia del turismo y sus posibilidades en España y supo intuir su vinculación con el deporte. La vigencia y modernidad de su discurso en este terreno son sorprendentes.

A lo largo de su vida enfatizó la mejora de la salud y el nivel y calidad de vida de los españoles vinculándola con el ejercicio físico. Un discurso regeneracionista marcado por sus propias vicisitudes personales y familiares en el que se intuye un clamor por modernizar y europeizar España.

Bibliografía y referencias

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Masferrer, N. (1907g, 27 de junio). “Grandes Fiestas Deportivas de Barcelona, patrocinadas por el Excmo. Ayuntamiento. El sport por las calles”. El Mundo Deportivo, pp. 2-3.

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Miralles [sic] Estivill, J. Secretario del COI [sic] (1926, 24 de enero). “Comité Olímpico Español”. La Vanguardia, p. 16.

“Olímpicas. Sesión de Constitución del Comité Olímpico Español” (1930, 29 de abril). La Vanguardia, p. 24.

“Olimpismo. Una gran distinción a Cataluña” (1922, 9 de junio). El Mundo Deportivo, p. 3.

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Sabater Rosich, J. (1955, 12 de julio). “Ante los II Juegos Mediterráneos. Momento oportuno para reparar un olvido”. La Vanguardia Española, p. 22.

Santacana, C. & Pujadas, X. (2006). L’altra Olimpiada. Barcelona 1936. Barcelona: Llibres de l’Índex.

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Fuentes documentales

Archivo de la Delegación del Gobierno en Cataluña. Subdelegación del Gobierno en Barcelona:

Caja 459. Número de Asociación 12.861 “Comité Olímpico Español”.

Libro Registro de Asociaciones, Tomo VII.

Archivos del Comité Olímpico Griego, Atenas:

Carta de Jorge Soto a Spyridon Lambros, 15 de marzo de 1905. HOC-Archives, K7-Φ5-Ε1.

Carta del marqués de Cabriñana a Spyridon Lambros, mayo de 1906. HOC-Archives, K15- Φ11-E3.




“El presidente de las bicicletas”: Narciso Masferrer, factótum del ciclismo español (1898-1913)

1. Introducción

Barcelona, finales del verano o principios del otoño de 1936. En plena fase de terror revolucionario, una patrulla de control registra el domicilio de Narciso Masferrer Sala, situado en la Rambla de Catalunya número 41. Alguien lo ha denunciado a las nuevas autoridades anarcosindicalistas, por monárquico. Y ciertamente lo es, convencido y fervoroso, a juzgar por sus múltiples manifestaciones públicas al respecto, y a pesar de su remota y desconocida militancia republicana de finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo anterior (López, 2016).

Entre abundante material comprometedor para su propietario, los patrulleros encuentran otro tipo de pista, concretamente una copa: el trofeo que Masferrer ha encargado para entregar al ganador de la siguiente edición de la carrera ciclista que lleva su nombre y que cada año, desde 1932, se celebra en su honor con gran éxito de público (Masferrer, 1932). Este detalle revela a ojos de los milicianos la identidad del anciano de gafas redondas, calva reluciente y venerable barbita blanca que tienen delante: lo identifican como el “presidente de las bicicletas”. Una anagnórisis que equivale a un indulto, ya que induce a los improvisados policías a soltar a su presa. Masferrer se salvará así de entrar en los calabozos del convento de San Elías y al cabo de poco tiempo saldrá clandestinamente de Barcelona con su esposa para pasarse a territorio franquista por Navarra, a través de la frontera francesa.

No tenemos la seguridad de que este relato sea verídico, o al menos que lo sea del todo y en todos sus detalles. Lo debemos a la pluma del periodista deportivo Ramón Torres, apodado L’Avi (“el abuelo”), y se publicó en El Mundo Deportivo en septiembre de 1968, la víspera de la disputa del Trofeo Masferrer de aquel año[1] (Torres, 1968). Torres había conocido personalmente a Masferrer y lo había tratado mucho, antes y después de la Guerra Civil (el poco tiempo que este la sobrevivió, ya que falleció en abril de 1941); por lo tanto, es probable que la historia se la contara el propio protagonista.

Figura 1. Trofeo Masferrer depositado en la sede de la Federació Catalana de Ciclisme Fuente: fotografía del autor tomada el 29 de julio de 2017 en la sede de la Federació Catalana de Ciclisme.

Figura 1. Trofeo Masferrer depositado en la sede de la Federació Catalana de Ciclisme
Fuente: fotografía del autor tomada el 29 de julio de 2017 en la sede de la Federació Catalana de Ciclisme.

La anécdota suena verosímil: Masferrer era un objetivo más que previsible para los revolucionarios, por su filiación política derechista y monárquica, por su protagonismo en la vida pública barcelonesa fruto de 40 años casi ininterrumpidos de periodismo deportivo, y por su posición social, vinculada a las clases adineradas a través de su cargo vitalicio de secretario general de la Cámara del Automóvil de Catalunya[2]. Otros dirigentes deportivos catalanes de significación derechista tuvieron mucha menos suerte. Por ejemplo, Jaume García Alsina y su hijo, quienes fallecieron en el incendio de su gimnasio provocado por los (in)controlados (Fauria, 2005).

En cualquier caso, de esta historia se puede decir sin ninguna duda aquello de “se non è vero, è ben trovato”: después de toda una vida dedicada a luchar por la regeneración del país y la redención física y moral del pueblo a través de la difusión del deporte, suena a pura justicia poética que Masferrer salvara el pellejo gracias a que los que iban a arrestarlo lo reconocieran como el líder del movimiento deportizador español, y más específicamente como el máximo promotor del ciclismo. No es descabellado suponer que, conociendo su entrega total a sus ideales durante toda una vida, Masferrer se sintiera íntimamente halagado, una vez superado el susto, de que los representantes del pueblo, o si se prefiere del populacho barcelonés desencadenado, le perdonasen la vida en su calidad de “presidente de las bicicletas”.

Narciso Masferrer hizo de auténtico hombre orquesta en los inicios de la deportización de España: fue un propagandista y activista polideportivo, entregado sin reservas a todo lo que fuera promover cualquier forma de actividad física, preferentemente al aire libre. El propio Ramón Torres afirmaba en el citado artículo, sin exagerar, que Masferrer “tuvo durante medio siglo todos los resortes en mano del deporte español” (Torres, 1968). Ejerció su liderazgo infatigable en los inicios de la gimnasia o gimnástica, el fútbol, el atletismo, el olimpismo, el automovilismo y el turismo, tal y como se detalla en otros artículos recogidos en el presente monográfico. Pero su terreno predilecto de acción, la niña de sus ojos, el deporte al que dedicó más esfuerzos y en el que más destacó como dirigente, fue el ciclismo. Él mismo lo reconoció en múltiples ocasiones en que hizo pública profesión de fe pedalística:

Yo tengo una especialísima predilección por las cuestiones ciclistas, en el velocipedismo cuento con las mejores amistades y esta insignificancia de sportsman (…) después de haberse hecho muchos chichones en los gimnasios, se afilió al ejército ciclista, cobijándose en las tiendas de la UVE, en las que si bien ha pasado por hondas amarguras, horas muy dulces y muy felices han recompensado penas y fatigas. En defensa de la UVE he sostenido las más rudas batallas… y lo que te rondaré morena (Masferrer, 1912a)

El ciclismo ha sido mi vida; el ciclismo lo he vivido yo, por el desarrollo del deporte velocipédico he derrochado todas mis energías (Masferrer, 1915b).

Así como el ciclismo lo fue casi todo para Masferrer, durante 40 años este lo fue casi todo para la Unión Velocipédica Española (denominación de la Federación Española de Ciclismo entre 1894 y 1953). Véase si no la lista de cargos y encargos federativos que desempeñó:

  • Vocal (diciembre de 1899-diciembre de 1900)
  • Vicepresidente (diciembre de 1900-diciembre de 1902)
  • Presidente (diciembre de 1902-diciembre de 1904)
  • Vocal y director del Boletín Oficial (diciembre de 1904-diciembre de 1905)
  • Secretario general (diciembre de 1905-diciembre de 1909)
  • Vocal y director del Boletín Oficial (diciembre de 1910-diciembre de 1911)
  • Presidente (diciembre de 1911-enero de 1913)
  • Presidente del congreso de la UVE (febrero de 1922)
  • Presidente del congreso de la UVE (marzo de 1926)
  • Representante de la UVE en el Comité Olímpico Español (1926-1930)
  • Presidente del congreso de la UVE (febrero de 1928)
  • Representante de la UVE en el congreso de la UCI de Ámsterdam (1928)
  • Representante de la UVE en el congreso de la UCI de París (1929)
  • Galardonado con la primera Medalla al Mérito Ciclista instituida por la UVE (1930)
  • Representante de la UVE en el congreso de la UCI de Lieja (1930)
  • Representante de la UVE en el congreso de la UCI de París (1931)
  • Presidente del congreso de la UVE (febrero de 1932)
  • Presidente y representante de la UVE en el Comité Olímpico Español-Delegación Nacional de Deportes (marzo de 1939-diciembre de 1940)

Figura 2. Narciso Masferrer Sala en su madurez

Figura 2. Narciso Masferrer Sala en su madurez

Un palmarés impresionante que identifica a Narciso Masferrer Sala como la piedra angular del edificio federativo, del que tan solo la enfermedad y la muerte pudieron apartarlo, y desde el cual impulsó todas las iniciativas clave de la historia del ciclismo español anterior a la Guerra Civil. En las páginas siguientes repasaremos la etapa inicial de esta  impresionante trayectoria, la de mayor derroche de actividad y energías por parte de nuestro hombre, que va de 1898 a 1913. A partir de esta fecha y hasta su fugaz regreso, en circunstancias extraordinarias, a la presidencia de la UVE (marzo de 1939), Masferrer pasó a convertirse en referente moral y en deus ex machina que intervino en asuntos de alta diplomacia interna e internacional de la federación, pero sin inmiscuirse en su día a día.

2. La UVE antes de Masferrer

En contraste con el enorme protagonismo de Masferrer en la vida de la UVE a partir de 1899, nuestro hombre está totalmente ausente en la etapa inicial de la federación, entre su gestación en 1894 y el traslado a Barcelona de su sede, en julio de 1899.

Los precedentes inmediatos y los primeros años de existencia (1894-1899) de la federación ciclista española se ubican en Madrid, a pesar de que el impulso decisivo para su creación surgió en Barcelona (Andrés, 1895; Velocipedismo, 1895) de la mano del empresario Claudio de Rialp Navinés, cofundador de la Sociedad de Velocipedistas barcelonesa e impulsor de El Ciclista, una de las principales publicaciones ciclistas de finales del XIX en España. Utilizando las páginas de este semanario como altavoz, Rialp promovió a partir de 1892 la creación de un ente federativo que organizara y ordenara la práctica velocipedista en España, a imagen y semejanza de lo que sucedía en los países vecinos del norte desde hacía unos cuantos años (Izquierdo y Gómez, 2003; Pernau, 2003; Torrebadella y Arrechea, 2015).

A la vista de este liderazgo, la sede de la nueva entidad podría haberse ubicado en Barcelona, pero Rialp decidió expresamente que debía estar en la capital del reino, alegando que “la unión solo desde Madrid podrá vigorizarse” (A. S., 1895) y ofreció la materialización del proyecto federativo a los propietarios de las tres publicaciones ciclistas de la capital del reino: José María Sierra, de El Deporte Velocipédico; Luis del Campo, de El Veloz Sport, y Julio Amodio, de El Nuevo Fígaro. Estos aceptaron la propuesta (A. S., 1895) y fundaron la entidad entre finales de 1895 y principios de 1896, con sede la calle de la Libertad número 6, primer piso de la Villa y Corte (E. M. D., 1906).

Empieza en este momento (13 de febrero de 1896, fecha de legalización de sus estatutos) la etapa madrileña de la UVE, caracterizada por una fase ascendente, en que llegó a captar más de 4.000 socios (Canto Arroyo, 1914), y una descendente, a raíz del desastre de 1898. La pérdida de los últimos vestigios del imperio colonial español derivó en una profunda depresión colectiva en la metrópolis que en la minúscula parcela del velocipedismo se tradujo en una desmovilización casi total. El congreso de la UVE previsto para mayo de 1899 en Madrid se tuvo que anular por falta de concurrentes, y el comité central de la federación dimitió en bloque (X. de la Z., 1899a).

Hasta este punto, como hemos indicado, Narciso Masferrer se mantiene (casi) totalmente ajeno al movimiento federativo pedalístico, en contraste con su omnipresencia desde entonces hasta poco antes de su fallecimiento en abril de 1941. Las razones de este alejamiento son elementales, y no se deben a falta de interés de nuestro hombre por el problema de la institucionalización del ciclismo en España: Masferrer, nacido y criado en Madrid pero residente en Barcelona la mayor parte de su vida, vive no obstante durante estos años lejos de ambas capitales, donde se fraguó el nacimiento de la federación ciclista.

Masferrer se había casado en Madrid a mediados de 1891 con 24 años recién cumplidos (Noticias varias, 1891), y tanto él como su jovencísima esposa padecían de tuberculosis, una enfermedad que causaba estragos en aquella época. Empleado de la empresa Deutsch Compañía de Petróleos y Derivados, sus jefes deciden enviarlo a la sucursal de Sevilla para ver si el cambio de aires beneficia su precaria salud. Entre finales de 1891 y principios de 1895, pues, nuestro hombre vive en Sevilla, donde verán la luz sus dos primeros hijos: Ana (1892-1940) y Narciso, fallecido a los pocos días de nacer[3]. Su paso por la capital andaluza no ha dejado ningún rastro de su hiperactividad periodístico-federativa, que lo haría célebre en un futuro no muy lejano, o al menos nosotros no lo hemos localizado.

Figura 3. Boda de Narciso Masferrer y Esperanza Navarro, Madrid, julio de 1891 Fuente: fotografía cedida por Victòria Masferrer Alfonso, nieta de Narciso.

Figura 3. Boda de Narciso Masferrer y Esperanza Navarro, Madrid, julio de 1891
Fuente: fotografía cedida por Victòria Masferrer Alfonso, nieta de Narciso.

3. De la Unión Velocipédica Catalana a la Unión Velocipédica Española

De hecho, la primera vez que el futuro factótum del ciclismo español interviene públicamente en el proceso de institucionalización de este deporte, no lo hace en el marco de la recién creada UVE, sino con motivo de la fundación de una entidad competidora, la Unión Velocipédica Catalana. Decimos “competidora” y no “separatista”, porque la UVC nunca tuvo veleidades políticas de corte catalanista: sus creadores, liderados por el médico Manuel Duran i Ventosa, hijo del prócer Duran i Bas, se consideraban tan españoles como los dirigentes madrileños de la UVE, pero ante el desinflamiento de esta última a raíz del desastre colonial deciden impulsar una entidad federativa regional que sirva mejor a la promoción del deporte velocipédico en Cataluña (Unión Velocipédica Catalana, 1898).

La UVC surge del Club Velocipédico barcelonés, que preside Duran i Ventosa y cuyo órgano de prensa es la revista Los Deportes, fundada en noviembre de 1897 y dirigida por Narciso Masferrer desde el Gimnasio Solé de la calle Montjuïc del Carme. Así es como el madrileño Masferrer, recién llegado a Barcelona (donde por cierto enviudó a finales de 1896) (Hojas sueltas, 1897), se convierte a principios de 1898 en el principal propagandista de la nueva entidad federativa catalana, que se constituye oficialmente a raíz de su primer congreso, celebrado en Barcelona en mayo de aquel año. Nuestro hombre será elegido “secretario publicista” en el comité de la UVC, presidido por el artista Genís Codina i Sert (Notas locales, 1898).

Aparte de que la UVC tendrá muy poca vida, por no decir ninguna, o quizá por esto mismo, Masferrer se arrepentirá enseguida de haberla apoyado. Cuando a principios de 1899 se intuye la debacle de la UVE madrileña y Masferrer empieza a postularse como líder ciclista, este promueve la fusión entre las dos federaciones desde las páginas de Los Deportes (La reunión de Los Deportes, 1899) y mediante gestiones de acercamiento entre los líderes de una y otra entidad (Ciclismo, 1899). La campaña de Masferrer tiene su momento álgido en la “excursión magna” (Ciclismo, 1899) en bicicleta al restaurante Ca l’Anguilero de la desembocadura del Llobregat, convocada por Los Deportes el día 9 de abril “para sellar la unión que entre todos existe, sin necesidad de acudir a asambleas”, a la que concurrieron más de 240 ciclistas (Nuestra excursión, 1899). Años más tarde, cuando Masferrer ya era un líder consagrado del velocipedismo español, este haría confesión pública de sus remordimientos por haber apoyado una entidad disidente:

Sé por experiencia propia —de ello me acuso con amargo dolor— lo que es ser disidente, sé a lo que la impremeditación conduce, como sé lo que significa el remordimiento y lo dulce que es volver al lugar donde nacieron nuestros cariños y brotaron nuestras amistades. Desde entonces condeno toda manifestación de deserción, como traición a los fines que una entidad persigue (…) desde entonces batallo y batallaré (…) por crear y mantener entidades de carácter nacional (Masferrer, 1910, p. 2).

Enseguida llegó (mayo de 1899) la mencionada debacle de la UVE, con la anulación del cuarto congreso y la dimisión del comité central madrileño. A partir de este momento, Masferrer se convierte en el líder del movimiento de salvación de la federación, siempre utilizando las páginas de Los Deportes como altavoz. Así, por ejemplo, el 11 de junio lanza un patético llamamiento para “impedir que todo perezca. Si el comité de Madrid abandonó sus puestos de una manera poco digna, dejando sus dimisiones, a falta de Congreso, en pleno arroyo, aquí están nuestros amigos de la sexta región, la más floreciente, que deben disponerse a recojer [sic] la herencia” (X. de la Z., 1899a). Efectivamente, sus gestiones con el padre de la UVE, Claudi de Rialp, y con el presidente del comité de la sexta región de la Unión (Cataluña y Baleares), el arquitecto Bonaventura Pollés i Vivó, desembocan en la toma del poder federativo por parte de estos hombres y en el traslado de la sede de la UVE a Barcelona, que se materializa a principios de julio de 1899 (Unión Velocipédica Española, 1899).

Rialp se convierte en el nuevo presidente de la entidad, con Pollés como vicepresidente, cargos ratificados en el congreso celebrado en diciembre en Barcelona, anunciado y jaleado por Masferrer desde Los Deportes con argumentos tan curiosos como este: “El frío en aquella época por lo regular no es nada intenso, la vida de esta gran y hermosa capital está en todo su esplendor (…) El comité central, con muy buen acuerdo (…) preparará una serie de festejos para hacer más grata la permanencia de los compañeros de provincias a nuestro lado” (El próximo congreso de la UVE, 1899).

También resultan curiosos y hasta tiernos los esfuerzos de Masferrer para justificar su creciente protagonismo en los asuntos federativos, tras haber estado totalmente ausente en la etapa fundacional de la UVE. Por ejemplo, en septiembre de 1899 Los Deportes publica, en posición de artículo editorial, una “misiva suplicada”, sin firma pero en la que se adivina claramente el estilo del propio Masferrer. En ella se recuerda que este “antes que gimnasta fue ciclista y sigue siéndolo”, puesto que ya en 1883 formaba “en las filas de la inolvidable Sociedad de Velocipedistas, de Madrid”, cuyos miembros, incluido un jovencísimo Masferrer, recorrían “a diario las alamedas del Retiro de Madrid, en fila indiana, uno tras otro montados en aquellos clavos” (X. de la Z., 1899b).

Sea como fuere, Masferrer ha hecho una entrada triunfal en el movimiento unionista, perfilándose como el auténtico salvador de la UVE a través de sus gestiones y sus campañas periodísticas. Al principio se mantendrá en un segundo plano, tras Rialp y Pollés, pero muy pronto pasará a primera línea, apoyándose siempre en la eficaz plataforma que supone la publicación deportiva más leída de España en aquella época. De hecho, algunas de las decisiones más importantes del congreso de diciembre de 1899 son fruto de propuestas de Masferrer: por ejemplo, la reforma descentralizadora de los estatutos, en que se otorga más autonomía (y más recursos económicos) a las regiones velocipédicas que constituyen la estructura territorial de la UVE; o bien el mantenimiento de las competencias de la federación en materia de carreras, punto en el que Masferrer se opuso resueltamente a la propuesta de un grupo de socios en el sentido de que la UVE se desentendiera de las competiciones y se centrara exclusivamente en el excursionismo (X. de la Z., 1899c).

Este protagonismo creciente de nuestro hombre dentro de la federación se explicita enseguida: Masferrer es designado delegado, o sea, portavoz del comité central en el V congreso de la UVE celebrado en Barcelona en diciembre de 1900, cosa que Los Deportes aplaude mediante una alabanza poco disimulada a su director: “Hombres de las iniciativas del sr. Masferrer, que son capaces hasta de resucitar muertos (…), han de conseguir que la Unión se levante y ocupe pronto el lugar que le corresponde entre las naciones civilizadas” (Ciclismo, 1900: 747). Con o sin ditirambos de este estilo[4], la asamblea ciclista reconoce abiertamente su creciente liderazgo, ya que lo designa vicepresidente en una nueva junta presidida por Bonaventura Pollés, y además le otorga un diploma en reconocimiento a su campaña pro Unión, que es ciertamente encendida y vibrante, como atestiguan patéticos llamamientos como este:

La UVE tiene sus brazos abiertos para todos los que quieran cobijarse en su augusto manto, que unidos en apretado haz y bien organizados, daremos fuerza moral y material sobre todo al nuevo comité; que éste, empujado por tan entusiasta mole, sostendrá con energía los derechos a que los ciclistas somos acreedores; y así unidos en compacto grupo, no ya suplicaremos, sino impondremos lo que de derecho nos pertenece (…) no defraudéis con vuestra actitud anómala los entusiasmos del nuevo Comité Central, y cual nosotros gritad: ¡Viva la UVE! (N. M., 1900).

Buena falta le hacen a la UVE este tipo de campañas, porque la entidad ha llegado prácticamente muerta a Barcelona. En 1901, por ejemplo, contaba con apenas 900 socios en toda España, la inmensa mayoría catalanes (Pujadas y Santacana, 1994: 64), que contrastan con los más de 4.000 de finales de 1897 (Navarro, 1917: 61). En 1900 y 1901 la federación apenas registra actividad, más allá de los congresos anuales y de una carrera de 100 kilómetros entre Barcelona y Tarragona organizada por la UVE en mayo de 1901 y a raíz de la cual Masferrer, desde su nueva plataforma periodística en el diario El Liberal de Barcelona, explicita su doctrina de la propaganda por la acción: según él, con las pruebas ciclistas en carretera “no necesitan los apóstoles del ciclismo ir pregonando de pueblo en pueblo y de villa en villa las bondades del ciclismo”, porque ya lo hacen los propios corredores al impresionar a los espectadores improvisados de aldeas y masías, que nunca han visto un espectáculo como el de una carrera ciclista pasando por la puerta de sus casas (El Liberal, 27-5-1901). Esta teoría de la propaganda por la acción sería la base de las políticas de Masferrer durante toda su trayectoria como dirigente federativo, tal y como manifestaba él mismo años más tarde:

De todas las manifestaciones que registra el calendario ciclista (…) las que aportan mayor número de adeptos y de prosélitos a nuestra causa son esas carreras-vueltas en las que grupos numerosos de ciclistas van despertando a los dormidos pueblos hacia la realidad del sport” (Masferrer, 1926).

Es decir, para Masferrer la organización de competiciones de carretera no era tanto un fin en sí mismo, sino sobre todo un medio para propagar el ciclismo y el deporte en general entre la población, auténtico objetivo final de toda su acción propagandística y de liderazgo federativo, no tan solo en la UVE sino también en todas las otras iniciativas de institucionalización del deporte en las que estuvo implicado directamente: Sociedad Gimnástica Española, Federación Gimnástica Española, Sportsmen’s Club, Federación Catalana de Fútbol, Federación Española de Clubs de Foot-ball, Federación Atlética Catalana, Comité Olímpico Español, etcétera (Torrebadella, 2015; López, 2016). En el ámbito del ciclismo, al calor de esta doctrina o teoría masferreriana nacieron (o renacieron) el campeonato de España de fondo en carretera, el campeonato de España de velocidad y el de medio fondo tras moto, la Vuelta a la Provincia de Tarragona (1908), la Volta a Catalunya, el Trofeo Masferrer, y muchas otras pruebas, entre las cuales faltó poco para que figurara una tempranísima Vuelta a España, proyecto que Masferrer acarició durante 1911 y 1912 pero que tuvo que abandonar, como se verá más adelante (López, 2010).

Volviendo a 1901, en plena etapa heroica de la refundación de la UVE en Barcelona, identificamos otra iniciativa de Masferrer, significativa de su ambición, dinamismo y creatividad. En junio de aquel año el comité de la federación aprueba, a propuesta de nuestro hombre, instituir premios en metálico de 20 pesetas cada uno para los peones camineros que tuviesen en mejor estado el tramo de carretera bajo su competencia. Se trata de una medida más bien simbólica por lo que respecta a su efectividad, pero reveladora de una de las obsesiones de Masferrer durante los primeros lustros del siglo XX: la necesidad imperiosa de adecentar la lamentable red de carreteras del país, con el objetivo de facilitar la práctica ciclística pero sobre todo facilitar el despegue de la industria turística, cuyo enorme potencial económico Masferrer no dejó de pregonar durante toda su carrera periodística. En ausencia de una acción eficaz en este terreno de las administraciones, a las que nuestro hombre no cesó de fustigar desde sus tribunas periodísticas, Masferrer pretende que la UVE tome la iniciativa.

En diciembre de 1901 el congreso de la federación reelige al comité Pollés, el cual Masferrer continúa como vicepresidente e ideólogo-dinamizador indiscutible de la entidad, nuevamente honrado por la asamblea con un diploma en reconocimiento de sus campañas pro UVE (Unión Velocipédica Española, 1901). Fruto de otra de sus iniciativas es la recuperación del Gran Premio de la Unión, como se denominaba en aquella época al campeonato de España de fondo en carretera. La prueba se había celebrado por primera y última vez hasta entonces en 1897, con victoria del portugués José Bento Pessoa. El empeño de Masferrer conseguiría que la carrera se volviera a organizar en mayo de 1902 en un recorrido Mollet-Vic y regreso en el que se impuso el valenciano Tomás Penalva Camarasa (Las carreras del Gran Premio de la Unión, 1902). La prueba se disputaría ya sin interrupciones hasta la Guerra Civil.

4. Todo el poder para Masferrer

A medida que se va acercando la fecha del séptimo congreso anual de la UVE (8 de diciembre de 1902), Los Deportes va haciendo ambiente en torno a una candidatura de Masferrer a la presidencia de la entidad: es el último escalón en el ascenso meteórico de nuestro hombre en el organigrama federativo. El 2 de noviembre el semanario informa de que Pollés no tiene intención de presentarse a la reelección, y que este promueve la candidatura de Masferrer para sustituirlo. El anónimo articulista no deja dudas en cuanto a sus preferencias: “No hay ni puede haber más que un solo candidato: D. Buenaventura Pollés, y si este se empeñara en renunciarla, la de don Narciso Masferrer, a quien a todo trance deberían convencer si no han de verse abandonados los sagrados intereses de la Unión” (Ciclismo, 1902).

Como era previsible, la asamblea eligió por unanimidad un nuevo comité central presidido por nuestro hombre, en el que Pollés pasaba a ser vocal. En su discurso de toma de posesión Masferrer, revelando una cierta inseguridad en relación con sus méritos reales para convertirse a sus 35 años en presidente de la federación velocipédica, se sintió nuevamente obligado a justificarse: “Yo apenas soy ciclista (…) pero todos vosotros sabéis el cariño, las simpatías que me merece este deporte”. A continuación retomó el relato de su pasado velocipedista, dedicando “un recuerdo a aquellos tiempos y a aquellos amigos que por los años de 1885 y 86 constituíamos la Sociedad de Velocipedistas”, e incluso afirmó que durante la etapa sevillana de su vida el líder madrileño del movimiento unionista había contado con él en relación con la fundación de la entidad:

Permitidme que evoque también el recuerdo del placer que sentí allá en tierra andaluza, donde cuidaba un día del estado delicado de mi salud, comprometida por el rudo batallar en defensa de estos y otros parecidos ideales, cuando mi amigo Manuel del Campo (…) solicitaba mi pobre concurso para cooperar a la obra que iniciaban los fundadores de la UVE y para trabajar en su compañía, en el Veloz-Sport (Masferrer, 1902: 773).

También es interesante ver cómo Masferrer utiliza su doble condición de madrileño y catalán para apuntalar su liderazgo deportivo, carta que jugará a menudo en el futuro. En un país con una tradición centralista tan fuerte, resultaba por lo menos llamativo que la sede de su primera federación deportiva no estuviera ubicada en la capital política sino en Barcelona, y de hecho los ciclistas madrileños no dejarían de resentirse ante este hecho potencialmente afrentoso para ellos (véase más adelante). Seguramente consciente de este hecho, Masferrer introdujo en su discurso de toma de posesión el siguiente pasaje:

La Unión proclama hoy a un hijo de Madrid para que siga los hermosos derroteros de los hijos de este país, del que soy oriundo y por el que siento los mismos amores que profesé a mi santa madre, catalana ella como todos mis ascendientes; ojalá que a mis paisanos les satisfaga el que un madrileño venga hoy a este honroso y elevado puesto; ellos son mis hermanos (Masferrer, 1902: 773).

Una vez con las riendas de la federación en sus manos, nuestro hombre se lanza a implantar su programa de revitalización y promoción del ciclismo, principal medio para garantizar la supervivencia de la propia UVE, puesto que por entones se trataba ni más ni menos que de esto último. De hecho, por aquellas mismas fechas Masferrer está inmerso en la pelea por implantar otra entidad análoga, la Federación Gimnástica Española, fundada por él en 1898 y que acabará naufragando en 1903 por falta de apoyos, tanto desde la base de los practicantes y divulgadores de la gimnástica como desde las instituciones públicas. Por lo tanto, la continuidad de la federación ciclista no se podía ni mucho menos dar por descontada.

En el terreno institucional, Masferrer insiste (con escaso éxito) en su empeño por constituir los comités regionales de la UVE, pieza clave en la interlocución entre el comité central, aislado en Barcelona, y precario tejido ciclista del país. También redobla esfuerzos en materia de organización de competiciones, tanto en velódromos como en circuitos urbanos y en carretera. Por ejemplo, en 1904, aparte de volver a organizar el campeonato de España de fondo (disputado aquel año en Valencia), la UVE rescata, siempre a instancias de Masferrer, el campeonato de velocidad en pista, que no se celebraba desde 1896. La federación otorgó la organización de la prueba a un club de Palma de Mallorca que había inaugurado el año anterior el moderno velódromo del Tirador.

El catalán Paco Abadal fue proclamado ganador de la prueba por delante del gallego Manuel Neira en un ajustadísimo sprint disputado ante la plana mayor de la UVE presidida por Masferrer y un público numerosísimo, pero esta decisión del jurado generó una gran polémica porque gran parte de la concurrencia y muchos periodistas reclamaron la victoria para Neira. Ante la magnitud del desacuerdo, y a la vista de diversas pruebas y testimonios, la comisión deportiva de la UVE acordó días más tarde otorgar el campeonato a Neira (Llunas, 1904a). Este conflicto hizo exclamar a Masferrer meses después: “Para celebrar el campeonato de España hemos estado esperando el maná ¡nueve años seguidos!, y si nos descuidamos, dejamos el pellejo en el Tirador de Palma, después de tener que pasar el charco” (Masferrer, 1905). Como veremos, no fue este el único episodio polémico durante el mandato de nuestro hombre. La UVE no volvería a organizar la prueba hasta 1908, nuevamente a instancias de Masferrer.

En el ámbito de las infraestructuras, Masferrer impulsa una iniciativa para que entidades y particulares vinculados a la UVE subvencionen la instalación de “postes indicadores” en los cruces y en las zonas de peligro de las carreteras, tarea que la administración pública tenía abandonada. El propio Masferrer se convertiría a finales de 1903 en el primer particular que financiaba un poste indicador, concretamente una señal con la advertencia “bajadas rápidas” en las cuestas de Calella (Unión Velocipédica Española, 1903).

La misión de consolidación institucional de la UVE que se había autoimpuesto Masferrer no solo presentaba facetas agradables. Uno de los problemas más graves de la federación en aquella época era su debilidad presupuestaria, provocada por la dependencia exclusiva de las cuotas de los socios… y por la indisciplina de muchos de estos a la hora de pagarlas. Especialmente espinosa era la desidia de algunos cargos de la estructura regional de la federación, cónsules y/o dirigentes de comités regionales, encargados de recaudar las cuotas en las respectivas localidades o regiones y de remitir al comité central la parte que le correspondiera. Se producían muchos retrasos en estos pagos, y en algunos casos extremos el comité central no veía ni un céntimo, a pesar de las numerosas cartas de apremio dirigidas al moroso en cuestión. A iniciativa de Masferrer, ya en 1902 la UVE decidió imponer una medida drástica para atajar el problema: publicar cada mes en el Boletín Oficial de la entidad el llamado “cuadro negro”, denominación ominosa e inequívoca, en que se hacían constar los nombres y apellidos de estos morosos (Remitido, 1903b). Esta iniciativa desencadenó una grave crisis en el seno de la federación, ya que uno de los cargos intermedios cuyo nombre apareció en este cuadro negro, Martín Osés, del comité regional de Zaragoza, reaccionó querellándose contra Pollés y Masferrer por injurias y calumnias (Remitido, 1903a). En abril de 1905 los tribunales fallaron a favor de estos últimos, cosa que no le ahorró a la federación y a los propios afectados la correspondiente dosis de inquietud derivada de estar inmerso en cualquier proceso judicial (M. M. A., 1905).

En el conflicto con Osés se puso nuevamente de manifiesto el carácter vehemente, hiperactivo y directo de Masferrer, que hasta entonces había beneficiado su carrera como dirigente federativo, pero que se iba a convertir en un arma de doble filo una vez instalado en la presidencia de la UVE. Sus dos años de mandato (fue reelegido en diciembre de 1903) estuvieron marcados por algunos conflictos y roces con varios sectores y personalidades del velocipedismo, cosa que le valió una cierta fama de persona intemperante y poco diplomática. De hecho, sus propios amigos ya apuntaron este defecto de su carácter en el número de Los Deportes que daba cuenta de su elección como presidente de la UVE en diciembre de 1902.  Luciano Miguel Farga, por ejemplo, lo retrataba así:  “El nervio de su fe está precisamente en creer que todos los hombres tienen el deber de concurrir como él y mejor a su lado a las buenas obras; por eso exige, impone y manda, como si su misión tuviera por fin ser el eco de las humanas conciencias” (Miguel, 1902). Por su parte, el periodista mataronés Antoni Viada era todavía más explícito en una semblanza de Masferrer publicada en el mismo sitio:

El peor de todos sus defectos (…) es que le falta lo que unos llaman “ductilidad” y otros “pastelería”, lo apellidado “diplomacia” y también “falsedad”. Masferrer prefiere a los hojaldres el pan candeal, límpido y puro; y estima mejor que los recodos la carretera amplia y despejada. Por esto cuando pone la pluma para embestir a quien se le cuadra por delante, como la pone sobre seguro y el ímpetu no es flojo, hace daño (Viada, 1902).

Defectos de Masferrer cuyos críticos no dejarían de echarle en cara a raíz de otro de sus empeños vinculados con la consolidación de la UVE: que sus reglamentos fueran respetados en todas las competiciones celebradas en España, de manera que la UVE se erigiera en árbitro único y máxima autoridad ciclista del país, a imagen y semejanza de lo que pasaba en los países vecinos. Este fue uno de los objetivos anunciados por Masferrer en el congreso de diciembre de 1904, que aprobó el nuevo reglamento de competición propuesto por nuestro hombre, “con el decidido propósito de que su articulado se cumpla al pie de la letra”, según anunciaba él mismo en la revista madrileña Arte y Sport (D. Portes, 1903). Esto era el anuncio de una nueva era de rigor y de sanciones, prácticamente desconocidas hasta entonces en el gobierno federativo, y que, como se verá, casi dan al traste con la propia UVE al cabo de pocos años.

Durante el año 1904, Masferrer, reelegido presidente en diciembre de 1903, continúa ejerciendo el liderazgo oficial y efectivo de una UVE frágil, escuálida y pobre: él mismo revelaba a principios de 1905 que el presupuesto anual de la entidad era de apenas “2.000 duros” (Masferrer, 1905). Aparte de la desafortunada experiencia del campeonato de España de velocidad de Palma comentada más arriba, aquel año Masferrer puso en órbita la idea de convertir a  la UVE en Touring Club de España, haciendo asumir a la federación las funciones que desempeñaban las instituciones de este nombre existentes en los países vecinos, cuyo máximo exponente era el Touring Club de Francia, dedicadas al fomento de la industria turística (D. Portes, 1904). A finales de 1907 esta propuesta de Masferrer se materializaría en un cambio de estatutos y de nombre de la UVE, que pasaría a llamarse UVE-Touring Club Nacional (Grau, 1907), si bien la actividad pro turismo de la entidad sería más bien simbólica, a pesar del empeño del padre de la idea.

5. Un paso atrás, ma non troppo

A finales de su segundo mandato anual, la fatiga provocada por su continuo batallar en pro de la consolidación de la UVE confluye con la puesta en marcha de su nuevo proyecto empresarial (un almacén de productos para la agricultura) (López, 2016) para hacerle desistir de una segunda reelección. Nuestro hombre da un paso atrás en la estructura federativa en el congreso de diciembre de 1904 cediendo la presidencia a Enrique de Sorarrain, quien por lo visto poseía las dotes diplomáticas de las que carecía Masferrer y que eran necesarias para amansar las aguas de la entidad, algo agitadas por la hiperactividad y las formas expeditivas de nuestro hombre (Llunas, 1904b).

La retirada de este último es parcial: integra la comisión de turismo de la federación, expresión clara de su creciente interés por la materia, y pasa a ocupar una vocalía en la nueva junta. Además se hace cargo de la dirección del Boletín Oficial de la entidad, importante palanca de poder en la opinión de los socios. A iniciativa suya, el Gran Premio de la Unión de 1905 se disputó con salida y llegada en Tarragona, ciudad en la que tenía fuertes vínculos familiares (su segunda esposa era de allí). El desenlace de la prueba supuso la primera victoria catalana en el campeonato de España de fondo, a cargo de Pablo (o Pau) Pujol, de La Múnia.

El otro gran hito de la acción federativa de aquel año, como de costumbre ideado y promovido por Masferrer, fue la disputa el 24 de mayo de la primera gran carrera de motocicletas celebrada en España, la Copa Sportsmen’s Club, en un recorrido Barcelona-Tarragona y regreso. Cabe recordar que en aquella época la federación ciclista todavía tenía competencias en materia de motociclismo, deporte que era visto como una modalidad del ciclismo. Masferrer patrocinó y organizó la prueba gracias a su doble condición de presidente de la sección de ciclismo del importante club barcelonés y de vocal de la UVE (M. M. A., 1905). El protagonismo de nuestro hombre queda demostrado por el hecho de que, una vez desaparecido el Sportsmen’s Club a finales de 1905, la federación ciclista se encargó de organizar las otras dos ediciones de la prueba (1906 y 1908), siempre bajo la batuta de Masferrer (Masferrer, 1915a).

Mientras tanto, el factótum del ciclismo continuaba con su incansable labor de afianzamiento institucional, y en aquellos meses lideró la renovación de los estatutos y de los reglamentos de competición, que fueron aprobados por el congreso de la UVE de diciembre de 1905. Uno de los cambios introducidos en el organigrama federativo fue la figura del secretario general, encargado de la gestión cotidiana de la entidad y potencial poder a la sombra del presidente. El elegido para este nuevo y estratégico cargo no fue otro que Narciso Masferrer, en un comité en el que volvía a la presidencia el arquitecto Bonaventura Pollés (Ciclismo, 1905).

Por aquellas fechas nuestro hombre había entrado en nuevo torbellino de hiperactividad, con la puesta en marcha de su negocio de productos para la agricultura y el lanzamiento del proyecto periodístico deportivo más influyente del siglo XX en España: el (entonces) semanario El Mundo Deportivo, que vio la luz el 1 de febrero de 1906 bajo su dirección. A partir de entonces y hasta el paso definitivo de Masferrer a la reserva como dirigente unionista (enero de 1913), El Mundo Deportivo se convirtió en portavoz oficioso de la federación, o más bien de su facción masferreriana.

En enero de 1906 la UVE ingresaba oficialmente en la Liga Internacional de Asociaciones Turistas siguiendo el plan de nuestro hombre de profundizar en la vocación turística de la federación ciclista (Unión Velocipédica Española, 1906a). En mayo de aquel año este ideaba e impulsaba desde la UVE una “estafeta motociclista” o viaje en motocicleta desde Barcelona a Madrid por etapas o postas para hacer llegar un mensaje de felicitación a Alfonso XIII con motivo de su boda. El objetivo de la iniciativa era elevar el perfil de la UVE y darla a conocer tanto al gran público como a las elites políticas y sociales: “Al conducir de mano en mano un mensaje rápido de Barcelona, capital de la Unión, a Madrid, capital de España, hay que dar ante todo al país una muestra patente de lo que puede conseguir una federación deportiva cuando todos sus componentes no tienen otro ideal que su progreso y desenvolvimiento” (Unión Velocipédica Española, 1906b). El atentado de Mateu Morral desbarataría en gran medida estos planes.

En paralelo, la federación despliega su nueva política de rigor reglamentario, de explícita inspiración masferreriana, suspendiendo al campeón del Gran Premio de la Unión en 1902 y 1903, Tomás Penalva, por infracciones, cosa que le impidió competir en la edición de la prueba de 1906, igual que le sucedería al ganador de ese año, Luis Amunátegui, en la edición de 1908 (Masferrer, 1906; Creus, 1908). Fruto de otra iniciativa de Masferrer es la recuperación del Anuario de la UVE, que se había publicado anteriormente tan solo una vez, en 1898. La nueva edición vio la luz en 1907, con más de 250 páginas y el subtítulo “Guía del turista”, nuevo indicador de las ambiciones de Masferrer en este terreno. No obstante, la iniciativa no tendrá continuidad. Otro hito importante de la federación en 1907 es que por primera vez estuvo representada en un congreso de la Unión Ciclista Internacional. La persona elegida para dicha embajada es un nuevo síntoma del ascendiente de Masferrer en los asuntos de la entidad: Manuel de Mercader, corresponsal de El Mundo Deportivo en París (X. de la Z., 1906).

6. La UVE en guerra civil

El congreso de la federación de diciembre de 1907 marca el inicio de la última y tempestuosa etapa de Masferrer como líder federativo, antes de pasar en enero de 1913 a un segundo plano, o mejor dicho, a situarse au-dessus de la mêlée, como referente moral y venerable asesor de los futuros líderes unionistas. En el desencadenamiento de las sucesivas y graves crisis federativas de este periodo confluyen tres factores o circunstancias: en primer lugar, el recrudecimiento de la política masferreriana de rigor reglamentario, mal comprendida y muy poco aceptada por los indisciplinados y caprichosos ciclistas españoles de la época; en segundo lugar, la agudización de la tensión Barcelona-Madrid en materia de gobernanza de la federación; y finalmente, el factor más grave de todos: la ruptura del hasta entonces homogéneo grupo dirigente barcelonés constituido en torno al tándem Pollés-Masferrer.

El congreso de diciembre de 1907, que reeligió al comité Pollés con Masferrer como secretario general, aprobó varias propuestas surgidas de la iniciativa de este último (Grau, 1907): un nuevo reglamento de competición, la incorporación del subtítulo “Touring Club Nacional” al nombre oficial de la federación, un cambio de denominación del Gran Premio de la Unión, que a partir de entonces (y hasta nuestros días) pasaría a llamarse campeonato de España de fondo, y el traslado de la sede de la federación al mismo edificio donde tenía su redacción El Mundo Deportivo. Otra decisión de la asamblea, igualmente inspirada por nuestro hombre, sería el detonante del conflicto Madrid-Barcelona: Masferrer se opuso a la pretensión del representante del comité regional madrileño, Ricardo Ruiz Ferry, de incrementar los recursos destinados a la estructura regional de la federación, y no solo eso, sino que además hizo votar una reducción importante de estos recursos. La respuesta de Ruiz Ferry fue fulminante: recién regresado a Madrid reunió a los líderes ciclistas de la capital descontentos con la gestión catalana de la federación y fundó una entidad competidora, la Federación Ciclista Española (FCE), con pretensiones de suplantar a la UVE en la dirección del movimiento ciclista español (Federación Ciclista Española, 1908). La amenaza no era despreciable para la UVE, una entidad débil y pobre, con una cifra ínfima de 754 socios, según informaba su Boletín Oficial de enero de 1908. Masferrer tampoco se quedó corto ante esta disidencia, ya que le declaró la guerra abierta y sin cuartel desde la propia UVE y desde las páginas de El Mundo Deportivo, que durante aquellos meses se ven inundadas de feroces ataques a la FCE y a Ruiz Ferry (véase por ejemplo Masferrer, 1908a; Creus, 1908 y Arteman, 1908).

La respuesta de Masferrer no se limitó a una mera reacción, sino que se basó en una multiplicación de las iniciativas de promoción de la entidad y de captación de nuevos socios, sobre todo mediante la organización de competiciones de todo tipo, de acuerdo con su doctrina de propaganda por la acción. El hito más destacable de esta política fue la disputa, en diciembre de 1908, de la primera vuelta ciclista por etapas celebrada en España, la Vuelta a la Provincia de Tarragona, organizada por el cónsul de la UVE en Tarragona, el suizo William Tarin, y con el apoyo incondicional de la UVE y de El Mundo Deportivo. Con motivo de este evento, Masferrer apunta el que será uno de sus proyectos estrella en su cruzada por afianzar la UVE: la organización de la Vuelta a España (Masferrer, 1908b).

Con el paso de los meses la FCE iría perdiendo fuelle, hasta el punto de que a finales 1910 Ruiz Ferry había arrojado la toalla, regresando a las filas de la UVE (X. X., 1910). No obstante, el conflicto en torno a la aplicación rigurosa de los reglamentos federativos le dio oxígeno durante 1908 y 1909. El punto álgido de este conflicto se produjo en julio de 1909, cuando se organizaron en Valencia una serie de importantes carreras en el marco de la Exposición Regional de aquella ciudad, impulsadas por antiguos unionistas disidentes y celebradas al margen de los reglamentos federativos. Ello supuso una cascada de suspensiones, que afectaron por igual a corredores, organizadores y a la propia FCE y a Ruiz Ferry (Boletín de penalidades, 1909).

En medio de estas borrascas, como se ha indicado, el núcleo duro de la UVE empieza a resquebrajarse. Ya en febrero de 1909 un artículo anónimo publicado en el Boletín Oficial de la federación de aquel mes atacaba a los “radicales”, o sea, la facción del comité central de la UVE encabezada por Masferrer que predicaba sin cesar la necesidad de gastar los recursos de la entidad en organizar eventos y competiciones con finalidades propagandísticas y de captación de nuevos adeptos para el ciclismo. Unos objetivos más urgentes que nunca tras el surgimiento de una entidad competidora, como era la FCE. Frente a ellos se situaba el núcleo “conservador”, liderado por Bonaventura Pollés, partidario de gastar lo mínimo y acumular recursos, en previsión de futuras dificultades financieras para la federación (Masferrer, 1909). Este conflicto, latente al principio, se agudiza a partir de mayo de 1909, cuando Masferrer renuncia de facto a su cargo de secretario general (X. de la Z., 1909), y estalla en el congreso de diciembre de 1909.

Pollés había decidido no presentarse a la reelección, pero había patrocinado una candidatura oficialista encabezada por el periodista Andrés Rodríguez Dorado. Frente a este movimiento, Masferrer había maniobrado organizando una candidatura alternativa alrededor del ex presidente del Real Automóvil Club de Barcelona (posteriormente, Real Automóvil Club de Cataluña), Lluís R. de F. Baixeras. La igualdad de fuerzas entre ambos sectores provocó una enorme confusión, que se acabó resolviendo en enero de 1910 con la elección de un comité de salvación, presidido por el padre de la UVE, Claudi de Rialp (El XII congreso de la UVE, 1909; Cuestiones unionistas, 1910).

7. Una Vuelta a España para salvar a la UVE

Ante el retraimiento momentáneo del factótum Masferrer, el comité Rialp se dedicó durante el año 1910 a buscar la paz entre los ciclistas españoles, cosa que consiguió en buena medida, a pesar de la poca simpatía con que fue tratado por aquel desde las páginas de El Mundo Deportivo. El congreso de diciembre de 1910 fue, pues, el de la reconciliación dentro de la federación, que supuso a la práctica la victoria total de las tesis masferrerianas. Se eligió finalmente el comité Baixeras, patrocinado por Masferrer, con este como vocal (X. X. 1910a y 1910b). Y como guinda, en enero de 1911 se disputó la primera Volta Ciclista a Catalunya, empresa titánica en aquella época fruto del empeño de Masferrer y de su gente. El brazo ejecutor del proyecto fue el redactor de ciclismo de El Mundo Deportivo, Miquel Arteman, bajo la cobertura institucional del Club Deportivo de Barcelona, entidad estrechamente unida al grupo de Masferrer (Arteman era secretario del club, y en diciembre de 1911 pasaría a serlo también de la UVE).

De hecho, la Volta fue concebida desde el principio por Masferrer y su gente como el primer paso hacia la clave de su proyecto revolucionario de consolidación del ciclismo y de su federación en España: la organización de la primera Vuelta Ciclista a España, en imitación del Tour y del Giro (López, 1910). Este gran evento, según los planes de nuestro hombre, debía servir de revulsivo definitivo para despertar entusiasmos, sumar adeptos, y en definitiva para que los adormecidos ciclistas españoles se aglutinaran en torno a su federación. Por el camino, Masferrer lanzaba exitosas iniciativas propagandísticas, como el gran mitin de Mataró de julio de 1911, que congregó a más de 1.000 ciclistas en una excursión entre Barcelona y la capital del Maresme (Masferrer, 1911).

Ante la escasa iniciativa de Baixeras, quien resultó ser más bien un presidente decorativo, nuestro hombre decide tomar nuevamente el bastón de mando de la Unión, y el congreso de diciembre de 1911 lo proclama presidente por tercera vez. Vuelve a coincidir de esta forma en la misma persona el liderazgo institucional y el efectivo. El Mundo Deportivo celebraba y justificaba así el resultado del congreso: “El único a quien se juzga capaz de implantar el nuevo régimen es Masferrer y no sujeto a tutelas –como otras veces– [en alusión a su subordinación a Bonaventura Pollés en épocas anteriores] establecerá su plan de campaña” (J. G., 1911).

1912 será pues el año clave para el lanzamiento de su revolución pedalística particular en torno al proyecto de Vuelta a España. Una de las primeras decisiones de Masferrer en esta dirección fue reforzar la Volta a Catalunya, que en sus planes actuaba como avanzadilla del proyecto de ámbito español y que se disputó entre el 6 y el 8 de abril, haciendo que la UVE le otorgara el título de campeonato de España de fondo, que hasta entonces se venía disputando en la tradicional carrera anual de 100 kilómetros (J G., 1911). Ante las posibles suspicacias que pudieran surgir en torno al apoyo de la UVE a una carrera “regional”, El Mundo Deportivo se apresuró a dejar claro el carácter español y españolista de la iniciativa: “Unámonos, unámonos siempre secundando estas bellas obras (…) No es esta obra de exclusivistas, es obra donde lo que más vale es la fraternidad de elementos de distintos pueblos luchando por un título que lleva el nombre sacrosanto y venerado de España” (Las grandes pruebas ciclistas, 1912).

Masferrer aprovechó el banquete de clausura de la segunda edición de la ronda catalana para anunciar, ante todas las fuerzas vivas del ciclismo español presentes, su proyecto de Vuelta a España (Boletín Oficial de la UVE, septiembre de 1912). A partir de este momento se lanza a una frenética actividad de propaganda y relaciones públicas para ponerlo en marcha. Las páginas de El Mundo Deportivo y del Boletín de la UVE se llenan de panegíricos en defensa del proyecto, y varios de sus colaboradores viajan repetidas veces a Madrid y al País Vasco, los otros centros ciclistas de la península, para recabar el apoyo de las fuerzas vivas pedalísticas de estas zonas. Todo será en vano. Ante la frialdad e incluso la indiferencia con que es recibido su proyecto fuera de Cataluña, Masferrer se declara derrotado en noviembre de 1912:

Fracasó la revolución (…) Las esperanzas que fundaban nuestros amigos en la revolución que dentro el elemento ciclista debía operar la Vuelta a España eran grandísimas. Los desengaños experimentados ante la indiferencia de los correligionarios y ante la guerra sorda que se ha hecho a la carrera inventando patrañas que nadie se ha atrevido a sostener, han dado fin con la voluntad de quienes ansiaban la revolución dentro del ciclismo (X. X., 1912).

Ante esta situación, el comité central de la UVE, con Masferrer al frente, presentó su dimisión irrevocable. En un congreso extraordinario celebrado en enero de 1913 el factótum cedía definitivamente el bastón de mando de la federación, agotado por más de 13 años de lucha constante en pro del ciclismo español y de su frágil estructura institucional (Asamblea velocipédica, 1913). Pero Masferrer estaba demasiado enamorado de este deporte y había dedicado demasiadas energías a su promoción como para desentenderse totalmente de su evolución: desde entonces, y sobre todo a partir de 1924, se convierte en una especie de patriarca de la federación, continuamente solicitado por sus sucesores, siempre au-dessus de la mêlée y actuando como referente moral y delegado para asuntos internacionales y de alta política, sin mezclarse en el día a día de su gestión y dirección política. Este era el papel que habría desempeñado felizmente y a plena satisfacción de todas las partes, hasta su muerte, si no se hubiera cruzado en su camino y en el de todo el país la tragedia de la Guerra Civil. El desenlace de esta volvió a colocarlo en el sillón de presidente de la UVE, aunque esta vez por poco tiempo (falleció en abril de 1941), y seguramente a su pesar, puesto que a sus 72 años aquel no era precisamente el colofón que él habría previsto para su carrera como dirigente deportivo. Pero la fuerza de los hechos se impuso con una contundencia inapelable.

8. Conclusiones

Son varias las personalidades relevantes en los inicios del proceso de institucionalización del ciclismo en España: desde el padre indiscutible de la iniciativa, Claudi de Rialp Navinés, hasta el marqués de Casa Alta, pasando por José Barunat, Luis del Campo, Bonaventura Pollés, etc. Pero la figura clave, la piedra angular, el líder indiscutible e infatigable de esta etapa heroica es Narciso Masferrer Sala. Desembarcado con cierto retraso en el movimiento federativo, por motivos profesionales y personales, a partir de 1899 agarra la batuta de la Unión Velocipédica Española y no la suelta hasta enero de 1913, agotado y baqueteado por 13 años de lucha constante por salvar a la frágil federación de las sucesivas marejadas que la amenazan.

En este liderazgo son claves varios factores: en primer lugar, la pasión de Masferrer por el ciclismo, que solo apagará su propia muerte en abril de 1941; en segundo lugar, la personalidad emprendedora, arrojada, vehemente y tribunicia de nuestro hombre, un auténtico líder natural entregado a su misión autoimpuesta de salvar, literalmente, al país y al pueblo español a través de su deportización; en tercer lugar, su arrolladora vocación periodística, que lo lleva a fundar y a dirigir, entre otras publicaciones, los dos semanarios deportivos más influyentes de finales del XIX y principios del XX en España, Los Deportes y El Mundo Deportivo; y finalmente, su doble condición de catalán y madrileño, carta que sabrá jugar astutamente en el ejercicio de su liderazgo deportivo (no solo pedalístico) para sortear las crecientes dificultades que planteaba el hecho de que la capital deportiva del país fuera Barcelona, mientras que la capital política, muy celosa de sus prerrogativas, era Madrid.

La magnitud de su obra y la intensidad de su dedicación a la implantación del ciclismo y del deporte en general son méritos sobrados para hacerlo justo merecedor del título eterno de “presidente de las bicicletas”.

Bernat López

Departament d’Estudis de Comunicació

Universitat Rovira i Virgili

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[1] La carrera se celebró anualmente de 1932 a 1994, con escasas interrupciones. El ganador de la última edición es el ciclista catalán Àngel Edo.

[2] Las oficinas de la Cámara estaban ubicadas en su domicilio particular de Rambla de Catalunya n. 41.

[3] Información proporcionada por los hermanos Masferrer Andreu, nietos de Narciso Masferrer.

[4] Años más tarde el propietario del semanario, Josep Llunas, peleado con Masferrer, señalará a este último como autor de estos artículos laudatorios anónimos, hecho que si fuera cierto los convertiría en autoalabanzas disfrazadas: “Nosotros no somos de aquellos periodistas que, fiándolo todo al dios Éxito y confundiendo al escritor con el gacetillero, no hacen más que emborronar cuartillas dándose autobombos bajo pseudónimos diferentes y siempre en forma ridícula para el que sabe ver sus travesuras” (El congreso de la UVE, 1904).




Narciso Masferrer Sala, impulsor y modernizador del periodismo deportivo en España (1897-1920)

1.   Introducción

Como se sabe, la figura de Narciso Masferrer Sala (1867-1941) está indiscutiblemente ligada al proceso de penetración y primer desarrollo del fenómeno deportivo moderno en España. Si bien su difusión es todavía escasa y merece una atención biográfica que todavía no se le ha brindado hasta estos días, una cierta recuperación del personaje ya se ha ido sucediendo en la historiografía social del deporte de este país desde perspectivas diferentes y con matices diversos (Pujadas y Santacana, 1997; Bahamonde, 2011; Torrebadella, 2015; López, 2016a). En verdad, podríamos decir tal y como ya se ha escrito, que Masferrer lideró en buena medida “la mayoría de iniciativas de institucionalización deportiva que se llevaron a cabo” en la España de finales del siglo XIX y primeras décadas del novecientos (López, 2016b). De hecho, si nos fijamos en los factores que contribuyeron a la modernización del fenómeno deportivo en España desde un punto de vista social y cultural durante el primer tercio del siglo XX (Bahamonde, 2011), nos damos cuenta de que Narciso Masferrer participó en el impulso de la gran mayoría de ellos. No en vano, es incuestionable su aportación a la creación de entidades y federaciones deportivas (Sociedad Gimnástica Española en 1887, Asociación Catalana de Gimnástica en 1897 o Federación Atlética Catalana, de 1915), su contribución a través de la prensa deportiva a la consolidación del deporte como un fenómeno público, el impulso efectuado al proceso de institucionalización del deporte, o su trabajosa obra en favor del olimpismo en Cataluña y en España (Torrebadella, 2015). Se trata, por lo tanto, de un caso indudablemente relevante en la construcción inicial del sistema deportivo en España y en Cataluña: más allá de sus orígenes catalanes por parte de padre y madre, la mayor parte de su vida la pasó en Barcelona desde que llegara a esta ciudad en 1895. Paradójicamente, Masferrer no fue –como sí lo fueron la mayoría de pioneros de la institucionalización deportiva- un asiduo practicante de las actividades físicas, más allá de un temprano contacto con la gimnasia y con el ciclismo (López, 2016a). Sin embargo, podemos afirmar que Masferrer Sala tuvo un contacto con el novedoso fenómeno deportivo de finales del siglo XIX parecido al de sus contemporáneos defensores de la cultura física, es decir desde perspectivas muy diversas: como promotor, divulgador, director, gestor, empresario y practicante. En definitiva, un sportsman de corte decimonónico (Pujadas y Santacana, 1995).

Entre los diferentes ámbitos que lo vincularon al deporte, el que lo relaciona con la práctica e impulso del periodismo especializado fue especialmente fértil en resultados y, probablemente, uno de los que más espacio ocuparon en su vida. De hecho, si bien no es extraño que un divulgador deportivo a finales del siglo XIX escribiera e impulsara plataformas periodísticas ligadas al deporte, en su caso otros aspectos de carácter personal podrían haber incidido en su amor por la escritura, tales como una formación cosmopolita recibida en Francia, su salud frágil –que lo acercó a la cuartilla más que al campo de deportes– y su facilidad innata por la expresión escrita. Sea como fuere, Masferrer se inició en la prensa madrileña y barcelonesa desde su juventud, dado que con 18 años ya colaboraba en la sección de deportes del periódico La Censura (1886), y con 21, en 1888, ya era redactor de periódicos diversos de talante progresista y republicano federal como La República (1888-1891) y El País (1887-1921), y de periódicos de larga tradición como La Publicidad (1878-1922). Entre tanto, en 1887, fundaría la efímera revista El Gimnasta, tras haber creado la Sociedad Gimnástica Española en marzo de ese mismo año (López, 2016a).

No obstante, su relación decisiva con el periodismo deportivo se produjo fundamentalmente a partir de su llegada a Barcelona (1895), momento en el que desplegó una actividad sistemática en ese terreno. Las características de esta actividad y su impacto en la gestación de la incipiente periodística deportiva de la época –materia de análisis del presente estudio– constituyeron a nuestro entender tres aportaciones que participaron en gran manera en el proceso de especialización, modernización y profesionalización de la prensa deportiva en España hasta 1920. Dicho de otra manera, que la prepararon para el gran salto cultural y socioeconómico que significaría la eclosión de la prensa de masas a partir del período de entreguerras. Esas tres aportaciones –en las que Masferrer Sala fue protagonista principal– fueron las siguientes. En primer lugar, el desarrollo de un periodismo especializado polideportivo y superador del adoctrinamiento inicial, conectado internacionalmente y ligado a iniciativas empresariales deportivas. En segundo lugar, la construcción de un espacio comunicativo propio del periodismo deportivo escrito, con un universo simbólico, un lenguaje y unos referentes que le serían propios. Finalmente, un esfuerzo indudable por la profesionalización del periodismo deportivo y por la dignificación del periodista como trabajador en un contexto emergente de la prensa deportiva en España. A continuación analizaremos cada uno de estos ámbitos de influencia de Masferrer en el citado contexto.

2.    Los Deportes y la superación del periodismo deportivo de apostolado (1897-1905)

Cuando Narciso Masferrer llegó a Barcelona en 1895, se encontró con una ciudad en plena efervescencia deportiva. La influencia portuaria, industrial y comercial de la capital catalana permitió el desarrollo de un contexto de intercambio muy favorable a la aparición de las actividades deportivas de origen europeo y de plataformas asociativas vinculadas generalmente a los círculos de la burguesía local. En este marco de dinamismo asociativo, los deportes náuticos, la gimnástica, el frontón y, por supuesto, el ciclismo, ya gozaban de una cierta extensión (Lagardera, 1992; Pujadas, 2008). Vinculado a esta efervescencia inicial, la ciudad –y en menor medida otros núcleos urbanos catalanes como Reus y Tarragona– habían desarrollado un primerizo universo comunicativo muy centrado en la difusión de noticias de las primeras asociaciones deportivas y de algunas empresas a través de las cuales se estructuraban determinadas actividades como es el caso del frontón. Se trataba, sin duda, de un periodismo o protoperiodismo deportivo basado en el apostolado de las novedosas actividades físicodeportivas y de sus asociaciones. En realidad, se trataba de boletines informativos y revistas muy ligadas a clubes y entidades, realizadas y consumidas –en gran medida– por sus propios asociados y que conformaban un primer núcleo informativo y comunicativo especializado, más allá de las crónicas sobre Sociedad y Sports que ya aparecían en la prensa general. De la misma manera que había pasado en Gran Bretaña, donde la prensa se había convertido en un instrumento esencial para la promoción del ocio público (Rowe, 2008), en Cataluña las cabeceras deportivas jugaron un papel fundamental en la extensión de un sistema asociativo institucionalizado. No en vano, en la década de 1890, aparecieron 17 cabeceras especializadas en deporte, de las cuales 14 en la ciudad de Barcelona, lo cual refleja el dinamismo de este periodismo deportivo iniciático, en el contexto en el que Masferrer se trasladó a la ciudad condal. De las 14 cabeceras aparecidas, el 50% estaban explícitamente dedicadas al ciclismo y al frontón, si bien intentaban abarcar informaciones deportivas más generales (Pujadas y Santacana, 1997). A pesar de que algunas de ellas declaraban tener una demanda relevante –como La Bicicleta, que en 1896 afirmaba tirar 6.000 ejemplares (Marqués, 1896)–, la realidad es que, como reconocería el propio Masferrer algunos años después, no era suficiente “hoy por hoy, la afición en España, para el sostenimiento de ningún diario dedicado exclusivamente al sport cíclico, como en el extranjero” (Masferrer, 1899).

Entre 1896 y 1899, no obstante, el periodismo deportivo barcelonés inició un proceso de transformación y modernización que debe relacionarse, en general, con el crecimiento de las actividades deportivas –sin duda la emergencia del fútbol en aquellos años no puede pasar por alto–, con la consolidación empresarial de algunas cabeceras y con la influencia de las nuevas tendencias periodísticas internacionales de finales del siglo XIX. Fruto de esta transformación, se produjo la eclosión del primer proceso de modernización del periodismo de deporte en Barcelona, naturalmente muy ligado a la aparición y consolidación general de los nuevos géneros periodísticos en el contexto de la Restauración (Seoane y Saiz, 2007).

Este proceso es realmente importante porque daría como resultado la aparición un nuevo tipo de prensa deportiva basada en paradigmas inexplorados hasta ese momento. Por un lado, con una cierta diversificación de la oferta más allá del ciclismo y de la pelota vasca, lo cual mostraba igualmente la diversificación del tejido asociativo del deporte hacia nuevos horizontes como el tenis, el fútbol o los deportes de motor. Por otro lado, con una inicial desvinculación de las plataformas asociativas –que reflejaba la conciencia del nuevo modelo empresarial periodístico, más allá del voluntariado asociativo– y la creación de empresas periodísticas netamente deportivas. Finalmente, con la ineludible aparición de un perfil de periodista, promotor y redactor que ya veía con claridad la necesidad de combinar la difusión del deporte –el apostolado, en definitiva– con la subsistencia económica de la empresa periodística y, por lo tanto, su modernización (Pujadas y Santacana, 1997). En esta dirección, el caso de Narciso Masferrer fue paradigmático en el contexto barcelonés y supo materializar esta triple conjunción a través de su primer gran proyecto periodístico.

Este gran proyecto se encuentra, sin duda, en la creación del quincenal Los Deportes por parte de Masferrer y del propietario del barcelonés Gimnasio Solé, Francesc Solé –“pronto se comprendieron los señores Solé y Masferrer y compenetraron sus fuerzas” (Los Deportes, 1906)– en noviembre de 1897. La dirección de la revista recayó en Masferrer, que supo rodearse de un importante equipo de colaboradores, algunos de ellos ya experimentados, con Artur Llorens, Manuel Duran i Ventosa, David Ferrer Mitayna, Hermenegildo Prats y, más tarde, Josep Elias i Juncosa. Inicialmente se trataba de un pequeño opúsculo vinculado a la Asociación Catalana de Gimnasia –entidad creada por el propio Masferrer en 1897–, dedicado a la promoción de la gimnasia y, en consecuencia, en la línea de la prensa especializada de apostolado. Sin embargo, en 1899 Los Deportes materializó una serie de iniciativas que la consolidarían como la cabecera deportiva más relevante en el Estado y que, sin duda, marcaba un nuevo sendero periodístico en el universo deportivo catalán y español.

A principios de marzo de 1899 Los Deportes se fusionó con la revista Barcelona Sport (1897-1899), cuyo propietario –el polifacético tipógrafo anarquista de Reus Josep Llunàs i Pujals (Martínez de Sas y Pagès, 2000)–abandonó el semanario a causa de un largo viaje a América y aceptó pasar sus subscriptores y parte de su equipo a Los Deportes, asumiendo después la administración de la revista dirigida por Masferrer. Tras la fusión, durante el mes de mayo, la revista pasó a ser semanal e incorporó nuevas secciones sobre ocio urbano que tenían como objetivo ampliar el número de lectores, dado que, como reconoció el propio Masferrer, fueron los lectores los que le empujaron a dotar la publicación de un “carácter variado, que al lado de un artículo serio y razonado, aparezca una croniquilla alegre”, con el objetivo de “interesar a todo el mundo” (Los Deportes, 7 de mayo de 1899). En paralelo, el semanario inició la organización de actividades y competiciones deportivas durante el verano de 1899, sin duda influida por parecidas iniciativas en otros países.

La consolidación definitiva de este proceso transformador de Los Deportes, sin embargo, se produjo en septiembre de 1899 con la creación de la empresa registrada con el nombre de Sociedad Los Deportes, cuya misión sería la de dotar de autonomía económica a la revista. Este hecho no solo representaba un salto importante en la vida del semanario, sino en la trayectoria general del periodismo deportivo autóctono, con nuevos objetivos de rentabilidad económica y de impulso a torneos y manifestaciones deportivas. Liderada desde el periódico que dirigía Masferrer, la mayoría de entidades deportivas de la ciudad tenían representación en la flamante sociedad (Los Deportes, 10 de septiembre de 1899). Desde un punto de vista económico la creación de la sociedad debió dar sus frutos. Formalmente la revista se transformó de manera notable, incorporó relatos semanales –“Cuentos deportivos”– con un nuevo registro humorístico, intercaló humor gráfico –ocasionalmente con firmas de indudable valor, como la de Ramon Casas–, e incluyó material gráfico. La construcción de un nuevo periodismo deportivo, moderno, divulgativo y con objetivos empresariales se había iniciado.

3.    Hacia la consolidación de un espacio comunicativo propio (1906-1920)

En 1905, Narciso Masferrer ya preparaba un nuevo proyecto periodístico empresarial que estaría condenado a revolucionar en buena medida el panorama de la prensa deportiva barcelonesa y española. La hiperactividad de Masferrer, junto a su carácter emprendedor e irreductible, lo hacían proclive a iniciar proyectos nuevos de manera sistemática. La creación, en 1906, de El Mundo Deportivo, así como su liderazgo en la creación de la Editorial Deportiva S.A., en 1914, dan cuenta de su visión sobre las transformaciones que operarían en el periodismo deportivo del momento y de su capacidad para construir un espacio propio para este.

Desde el punto de vista de la redacción, El Mundo Deportivo (1906) aglutinó un equipo de personas que habían trabajado con Masferrer en el Sportsmen’s Club y en su efímero portavoz, Revista Deportiva (1905), junto a otros redactores de Los Deportes que le siguieron. El periódico, además, incorporó a intelectuales de prestigio que lo dotarían de un nuevo talante social y cultural progresista, como a Blasco Ibáñez o a Odón de Buen, así como a directivos deportivos como Udo Steinberg. Desde una perspectiva del contenido, Masferrer definió la línea del nuevo rotativo como “integral del deporte” y no vaciló en incorporar en esta perspectiva integradora a algunos de los nuevos usos y hábitos del moderno ocio urbano emergentes a principios del novecientos, como el turismo, el higienismo, la industria del automóvil, el cicloturismo o la formación física. Tal y como rezaba su subtítulo en 1906 –que era un auténtico calco del subtítulo de L’Auto, la mítica revista publicada en Paris por Henri Desgrange desde 1900– el periódico quería ocuparse especialmente del automovilismo y el ciclismo –en consonancia con una industria del sector que era emergente en aquel momento–, sin olvidarse del resto de los deportes. En cuanto al estilo redaccional, El Mundo Deportivo tenía la intención de dar un salto adelante en la crónica deportiva para instalarse cómodamente en un amplio mercado desde el punto de vista territorial –el español– y también desde el punto de vista de la diversidad de intereses que ya estaba impulsando el fenómeno deportivo. Así pues, quería modernizar “introduciéndose en la prensa deportiva especializada como excelente reforma, la información a la moderna, reseñándose y criticándose un acto deportivo por tres o cuatro plumas a la vez” (Masferrer, 1927). Sin duda, la fórmula pensada por Masferrer desde la dirección del rotativo –la propiedad y gerencia fue de Jaume Grau Castellà– obtuvo éxitos importantes desde el primer año de su existencia, dado que de los 6.000 ejemplares vendidos inicialmente se pasó a cantidades superiores y, ya en el mismo año de su aparición, a 10.000, una cifra inédita en la prensa deportiva de la época. La empresa tenía clara, además, su vocación internacional, puesto que ya en noviembre de 1906 el propio Grau viajó a la Exposición Universal de Automovilismo de París para enviar una crónica sobre la actualidad de aquella industria en Europa, iniciando así su apuesta por los referentes internacionales (Justribó, 2014). Cabe recordar, en este mismo sentido, que el propio Masferrer fue corresponsal en España de L’Auto parisino desde 1902.

La etapa inicial de la dirección de Masferrer en El Mundo Deportivo, entre 1906 y 1914, y anterior al impacto socioeconómico que supondría la Gran Guerra, resultó ser un compendio de elementos transformadores que permitirían a la prensa deportiva catalana y española hacerse con los fundamentos de un espacio comunicativo real, que no había tenido hasta eses momento:

a)    Una base económica suficientemente sólida que se fundamentaba en la contratación de publicidad –naturalmente vinculada a la creciente industria automovilística y ciclista– y en una amplia masa de lectores.

b)    Un nuevo formato modernizado y atractivo para lectores diversos: el deportista experimentado así como el neófito, y a su vez relevante para la industria.

c)    Un prestigio rápidamente adquirido entre las entidades e instituciones del deporte gracias a la experiencia del equipo de redactores, un nivel de colaboraciones muy destacado y una red de contactos importante con las asociaciones.

d)    Una apuesta decidida por la organización de grandes eventos deportivos –al estilo del modelo seguido por la prensa europea– muy directamente conectados con la red local de entidades deportivas y de campañas de mejora infraestructural en pro de un impulso deportivo y turístico.

Las llamadas “campañas de El Mundo Deportivo” se iniciaron con una acción dedicada a la mejora de la carretera entre Barcelona y la frontera francesa, promovida por el periódico junto al Centre Excursionista de Catalunya, el Automóvil Club, la Unión Velocipédica Española y propietarios de hoteles de la zona (El Mundo Deportivo, 8 de febrero de 1906). En el ámbito de las competiciones deportivas, como es sabido, desde el rotativo Masferrer apadrinó y promovió la carrera de automóviles entre Barcelona y Madrid con motivo de la boda del rey Alfonso XIII (1906), las Fiestas Deportivas de Barcelona (1907) o la Volta a Catalunya (1911), entre muchas otras.

Paralelamente, desde las páginas del periódico se potenció la reflexión de ámbito político y económico en relación con el turismo, la industria y la educación, así como los contenidos informativos y la crónica, excelentemente documentada en el contexto de inicios del siglo XX.

Durante el mes de febrero de 1914, Narciso Masferrer abandonó la dirección de El Mundo Deportivo. Tras 8 años liderando el proyecto, crearía una nueva cabecera llamada Vida Moderna, que abrió una nueva línea periodística acorde con las tendencias europeas del momento, dedicada al deporte, los espectáculos teatrales y el ocio urbano, si bien su existencia fue efímera. El estallido de la Primera Guerra Mundial entre junio y agosto de 1914 provocaría una crisis periodística a escala internacional que obligó a la prensa deportiva española más previsora a tomar decisiones sobre su futuro. En este sentido, los principales rotativos barceloneses, El Mundo Deportivo, Stadium y el flamante Vida Deportiva, tomaron la decisión de cooperar para intentar racionalizar sus estructuras, mejorar su oferta y superar el difícil periodo bélico. De esta cooperación, impulsada por Masferrer, Jaume Grau y Ricard Cabot (directores de los tres rotativos), nació un nuevo proyecto empresarial, la Editorial Deportiva Sociedad Anónima, que provocó la desaparición pactada del recién creado Vida Deportiva, reincorporó a Masferrer a la dirección de El Mundo Deportivo y, sobre todo, facilitó una renovación espectacular de este periódico y de Stadium, los dos rotativos deportivos que lideraron el periodismo barcelonés –y lo modernizaron– entre 1914 y 1920. Fruto del acuerdo entre Masferrer y Cabot, El Mundo Deportivo pasó a salir los lunes como “Publicación Semanal de la Editorial Deportiva Sociedad Anónima”, con cambios tipográficos y a 4 páginas. Tirado en rotativa desde entonces, amplió el número de ejemplares, incorporó ilustraciones en la cubierta y amplió las secciones breves, eliminó los artículos doctrinarios y transformó su aspecto de una manera muy evidente. La revista Stadium, por su parte, redujo su precio a 20 céntimos, pasó a ser semanal, mantuvo su tradicional crónica gráfica y se redujo a 16 páginas. Las propuestas de Masferrer y Cabot no solo permitieron superar una etapa crítica gracias a la racionalización y simplificación del mercado de la prensa deportiva, sino que abrieron nuevos caminos hacia el futuro modelo de prensa deportiva que se avecinaba tras la guerra: el predominio de la crónica gráfica, un discurso menos doctrinario, la proximidad con el lector, una mayor simplicidad y brevedad del contenido y una creciente demanda de prensa popular.

Con la disolución de la empresa en octubre de 1920, Masferrer volvió a abandonar la dirección de El Mundo Deportivo y pasó a substituir a Ricard Cabot al frente de Stadium. Un nuevo reto en un nuevo contexto de masificación del periodismo deportivo.

4.    Masferrer y la dignificación del periodista de deportes (1911-1920)

El proceso de deportivización y de proliferación del fenómeno deportivo en España entre 1890 y 1910 dio como resultado la aparición de una prensa deportiva especializada pero, también, de secciones de deportes en la mayor parte de los periódicos generalistas publicados en las grandes ciudades a finales de la década de 1910. Ello conllevaba que el número de periodistas especializados en deportes –si bien muchos de ellos alternaban en diferentes rotativos– creciera de manera exponencial. Desde un punto de vista cualitativo, además, el trabajo de los periodistas deportivos de 1910 había cambiado sensiblemente respecto de aquel de los sportsmen amateurs y voluntaristas de 1880 y 1890, que fundamentalmente respondían a los intereses de una asociación deportiva o de un colectivo de amateurs de la cultura física. En la primera década de 1900, los viejos amateurs de la difusión del deporte ya debían convivir con un cierto profesionalismo de corresponsales, redactores que trabajaban para diferentes medios, fotógrafos, cronistas y dibujantes especializados.

En este contexto, y ante el incremento del riesgo por parte del número de periodistas que trabajaban en el seguimiento de modalidades como el automovilismo y otras especialidades de una cierta peligrosidad, Masferrer lideraría en octubre de 1911 la creación de una asociación sindical de periodistas deportivos en la ciudad de Barcelona. La entidad fue creada en el decurso de una reunión celebrada en los locales de la Unión Velocipédica Española el 25 de octubre de 1911 (El Mundo Deportivo, 26 de octubre de 1911). El propio Masferrer reconocería, un tiempo después, que era necesario crear una asociación de ayuda mutua, que “hermanándonos a todos y estrechando más y más los vínculos de compañerismo entre cuantos nos dedicamos a la propaganda del sport por medio de la prensa, cuide y vele por los intereses de todos y por la mayor dignificación de la clase” (Navarro, 1916).

Tras la redacción de sus Estatutos a partir de octubre de 1911, el Sindicato de Periodistas se constituyó formalmente en noviembre de ese mismo año. Sus objetivos fundamentales fueron los de la previsión y el socorro mutuo, dada la peligrosidad a la que se exponían sus asociados. La organización permitió estructurar una plataforma de cooperación entre periodistas de la mayor parte de cabeceras de la ciudad que contaban con redactores especializados en deporte y, sin duda, facilitó el desarrollo de una mayor conciencia de su espacio profesional.

El Sindicato contó con la adhesión de periodistas de medios de gran tradición y prestigio como La Vanguardia, La Tribuna, Diario de Barcelona, El Progreso, La Publicidad, La Veu de Catalunya, El Noticiero Universal o La Prensa, entre otros. Y naturalmente, de representantes de la prensa deportiva como El Mundo Deportivo, Stadium, Eco de Sport, Sport, Boletín Oficial de la UVE y Aviación. En 1916 representaba a más de 40 profesionales del periodismo deportivo barcelonés. Presidido inicialmente por Masferrer entre 1911 y 1913, el Sindicato potenció la colaboración entre los profesionales y supo impulsar actividades de carácter social y deportivo con el propósito de recaudar fondos para la entidad. Masferrer volvió a ser elegido presidente en 1915, en 1926 y en 1928.

5.    Conclusiones

El proceso de aparición y consolidación de una prensa moderna en España se produjo, fundamentalmente, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. Será en aquel momento –y sobre todo durante las décadas de 1920 y 1930– cuando se producirá la cristalización de una prensa de masas “concebida como un negocio”, “que pretende satisfacer los más diversos intereses de una gran y heterogénea cantidad de lectores”, y que superará sin escrúpulos el “modelo decimonónico”, “de predominio ideológico, de escasa paginación, con secciones poco racionalizadas” (Seoane y Saiz, 2007). Sin duda, se trata de “un proceso lento, iniciado tímidamente en pleno siglo XIX”, cuyo punto de inflexión se dio durante los trágicos años de la Primera Guerra Mundial (Gómez Mompart, 1992; Seoane y Saiz, 2007). De hecho, en el caso del periodismo deportivo, la etapa de 1914 a 1920 puede ser tratada como una fase de transición hacia la modernización y la masificación posteriores (Pujadas y Santacana, 2012).

En este contexto de evolución de los modelos culturales periodísticos, la figura de Narciso Masferrer Sala fue decisiva. De hecho, se puede afirmar que toda su actividad en este ámbito tiene como objetivos fundamentales la construcción de un modelo periodístico deportivo moderno. Desde la perspectiva empresarial, Masferrer supo interpretar la necesidad del nuevo periodismo de dotarse de una autonomía financiera que le ayudaría a consolidarse. Desde un punto de vista del discurso, trabajó de manera incansable para ampliar las bases de lectores, incorporando discursos diversos para un público heterogéneo, cada vez más amplio en sus intereses hacia el deporte. También supo conectar los intereses de la prensa deportiva a los de la emergente industria del automóvil y de la bicicleta y, naturalmente, a los intereses socioeconómicos de un país con importantes precariedades culturales y económicas en relación con su entorno europeo. Finalmente, siguiendo los modelos de la gran prensa deportiva francesa e italiana, creó plataformas periodísticas capaces de organizar y desarrollar competiciones, campañas y eventos deportivos de gran magnitud y con un vínculo irrenunciable con el asociacionismo deportivo local en cada caso.

Es cierto que Masferrer Sala casi nunca actuó solo. Como lo es que supo rodearse en gran medida de individuos de un valor incuestionable. Una parte de su obra en el terreno periodístico se debe a la colaboración entre Masferrer y personas experimentadas como Josep Elias i Juncosa, Jaume Grau Castellà, David Ferrer Mitayna, Josep Llunàs i Pujals, Francesc Solé, Jaume Garcia Alsina, Josep Maria Co de Triola, Ricard Cabot, o Manuel Duran i Ventosa, por citar solamente algunos. Sin duda, todos ellos participaron también de este proceso de modernización del periodismo deportivo en Cataluña y en España antes de 1920.

Es necesario reconocer, en última instancia, que la obra periodística de Masferrer –y por tanto su influencia en el conjunto del periodismo escrito deportivo en la España del primer tercio del siglo XX– es inseparable de sus objetivos regeneradores a través del impulso del deporte. Es probable que, sin la existencia de una visión socioeducativa más amplia, Masferrer no hubiera dedicado una parte tan importante de sus esfuerzos y de su vida a transformar el periodismo deportivo autóctono. Sin embargo, su amplia experiencia sobre el terreno y sus conocimientos sobre el periodismo deportivo internacional le permitieron desarrollar una profunda conciencia sobre la necesidad social y cultural de un periodismo especializado profesionalizado, formado y moderno.

La figura de Masferrer Sala es irrepetible. Sin duda porque vivió una época fundacional –en el caso del fenómeno deportivo europeo–, donde todavía debían crearse las infraestructuras del sistema deportivo moderno. También por su hiperactividad, talento y esfuerzo. Pero, muy claramente, por su compromiso con un sistema periodístico deportivo que todavía era incierto y en el que él creyó como herramienta de mejora social y cultural.

Referencias

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55 años de apostolado deportivo. Cronología de la obra de Narciso Masferrer Sala

26-4-1867: nace en Madrid, hijo de Tomàs Masferrer Bataller, de Figueres, joyero, y Anna Sala Llobet, de Barcelona.

21-10-1886: inaugura la sección de deportes del periódico La Censura de Madrid (a los 19 años).

2-3-1887: funda la Sociedad Gimnástica Española (1887-1939), de la que es nombrado presidente (1887-1890).

1887, mediados: funda y dirige la revista El Gimnasta (1887-1888).

Finales de los años 80: ejerce de redactor en los diarios republicanos El País y La República (Madrid).

Enero de 1891: es nombrado secretario general de la reconstituida Sociedad Gimnástica Española.

1891: ejerce de redactor jefe del diario La Publicidad de Madrid.

1897, principios: funda la Asociación Catalana de Gimnástica, de la que es elegido inicialmente vicepresidente tercero y presidente en enero de 1898, cargo que ejerce hasta finales de 1899, cuando pasa a ser miembro de la junta consultiva.

Noviembre de 1897: se publica el primer número de Los Deportes, semanario fundado y dirigido por Masferrer de noviembre de 1897 a octubre de 1902, la publicación deportiva más importante de España en su época.

Mayo de 1898: oficialización de la Unión Velocipédica Catalana, en cuya junta Masferrer es designado secretario publicista.

07-06-1898: funda la Federación Gimnástica Española (1898-1906). Ocupa el cargo de vocal en la primera junta, secretario publicista en la junta elegida en octubre de 1899, vicepresidente tercero en la junta elegida en octubre de 1900 y vicepresidente honorario en la junta elegida en diciembre de 1902.

Abril de 1899: organiza y promueve desde Los Deportes el primer gran mitin ciclista que se celebra en España, una excursión al restaurante Ca l’Anguilero de la desembocadura del Llobregat concurrida por unos 300 ciclistas.

Noviembre de 1899: apadrina y promueve la fundación del Fútbol Club Barcelona desde la revista Los Deportes.

Diciembre de 1899: promueve la refundación en Barcelona de la Unión Velocipédica Española. Es elegido vocal en la nueva junta y vicepresidente en las juntas elegidas en diciembre de 1900 y de 1901.

Junio de 1900: es elegido vicepresidente de la junta consultiva de la Asociación Catalana de Gimnástica.

Abril de 1901: se incorpora como redactor de deportes en la nueva edición de Barcelona del diario El Liberal.

1902: es nombrado corresponsal en España (1902-1936) del diario francés L’Auto, organizador del Tour de Francia.

Mayo de 1902: se disputa, a iniciativa suya, una nueva edición del Gran Premio de la Unión Velocipédica Española, antecedente del campeonato de España de fondo en carretera, que no se disputaba desde 1897.

Diciembre de 1902: es nombrado presidente de la Unión Velocipédica Española, cargo que renueva en diciembre de 1903. En diciembre de 1904 deja la presidencia y pasa a ser vocal en la nueva junta.

9-4-1903: funda y dirige el nuevo semanario Vida Deportiva, que durará solo hasta junio de aquel año.

Octubre de 1903: ejerce de corresponsal en Barcelona (1903-1905) de la nueva revista madrileña Arte y Sport, fruto de la fusión de Vida Deportiva y El Cardo, hasta su desaparición en mayo de 1905.

Diciembre de 1905: es elegido secretario general de la Unión Velocipédica Española, cargo que ejerce hasta diciembre de 1908. Autor de los nuevos estatutos de la entidad y del reglamento de carreras.

01-02-1906: funda y dirige El Mundo Deportivo (1906-1919).

Mayo y junio de 1907: se celebran las grandes Fiestas Deportivas de Barcelona, especie de olimpiada local ideada y promovida por Masferrer desde El Mundo Deportivo.

Diciembre de 1907: es designado miembro de la junta de la nueva Sociedad de Atracción de Forasteros de Barcelona.

1907: Impulsa la creación de la Federación de Sociedades Deportivas de Barcelona, antecedente de la Unió de Federacions Esportives de Catalunya.

Febrero de 1908: impulsor y redactor de los estatutos del nuevo Aero Club de Cataluña.

Julio de 1909: llamamiento de Masferrer, Hans Gamper y Emilio Coll para crear la Federación Española de Clubs de Foot-ball. Es designado miembro de la comisión preparatoria. En octubre de 1909 se constituye la entidad, en cuya junta figura como vocal.

Octubre de 1909: es elegido vicepresidente del FC Barcelona, cargo que ejercerá durante un año.

Marzo de 1910: es nombrado corresponsal en Barcelona del diario madrileño El Mundo.

Enero de 1911: se celebra la primera Volta a Catalunya, carrera promovida y apadrinada por Masferrer desde El Mundo Deportivo.

Julio de 1911: organiza y promueve desde El Mundo Deportivo el gran mitin ciclista de Mataró, al que concurren cerca de 1.200 ciclistas. Se considera el primer evento masivo del ciclismo en España.

Octubre de 1911: se constituye en Barcelona, a iniciativa de Masferrer, el Sindicato de Periodistas Deportivos. Masferrer es elegido presidente, cargo que ejerce hasta enero de 1913 (primer mandato).

Diciembre de 1911: es elegido presidente de la Unión Velocipédica Española, cargo que ejerce hasta principios de 1913.

Junio de 1912: se incorpora como redactor de deportes a La Vanguardia (1912-1929).

1912: impulsa, como presidente de la UVE, la organización de la primera Vuelta Ciclista a España, iniciativa que no prosperará.

Julio de 1913: es elegido presidente de la Federación de Fútbol del Este, entidad efímera equivalente a la Federación Catalana de Fútbol. Solo dura dos meses y desaparece a raíz de la reunificación del fútbol catalán y español.

Agosto de 1913: crea la Peña Periodística de Barcelona, pool de periodistas deportivos organizado para repartirse la cobertura de los acontecimientos deportivos del fin de semana.

Diciembre de 1913: recibe el encargo del presidente del Comité Olímpico Español, Marqués de Villamejor, para crear un “Comité Catalán de los Juegos Olímpicos”, iniciativa que no prosperará a causa de la guerra mundial.

Febrero de 1914: deja temporalmente la dirección de El Mundo Deportivo para fundar y dirigir el semanario Vida Moderna, pero a raíz de la crisis de la prensa deportiva provocada por la Primera Guerra Mundial ambas publicaciones se reunifican y Masferrer recupera la dirección de El Mundo Deportivo en noviembre de 1914, dirección que ejerce hasta 1919.

Febrero de 1914: promueve la creación del Touring Club de España, proyecto que no prosperará a causa de la Primera Guerra Mundial.

Enero de 1915: es elegido nuevamente presidente del Sindicato de Periodistas Deportivos, cargo que ejerce hasta diciembre de 1918.

Marzo de 1915: hace un llamamiento público, junto con Ricard Cabot, de la revista Stadium, para constituir la Federación Atlética Catalana, primera federación atlética que se crea en España (septiembre de 1915). Promueve la creación de otras federaciones regionales como base para la futura Federación Española de Atletismo.

Enero de 1916: es designado corresponsal en Barcelona del semanario madrileño España Sportiva.

Noviembre de 1916: impulsa la creación de la Cámara Sindical del Automóvil de Barcelona, de la que es nombrado secretario general (1916-1936).

Enero de 1917: es nombrado secretario de la Federación de Sociedades Deportivas de Barcelona.

Noviembre de 1917: es nombrado socio honorario del Catalunya Atlètic Club y del Real Moto Club de Cataluña.

Marzo de 1918: es nombrado socio honorario de la Real Federación Atlética Catalana.

Julio de 1918: es nombrado socio honorario del Club Natación Barcelona.

Agosto de 1918: es designado corresponsal general en Barcelona del nuevo diario madrileño El Fígaro.

Septiembre de 1918: es nombrado secretario general del Comité Ejecutivo del primer Salón del Automóvil de Barcelona.

Enero de 1919: es elegido vocal del consejo superior de la Federación Atlética Catalana.

Mayo de 1919: se inaugura el primer salón del automóvil de Barcelona de la posguerra, del que Masferrer es comisario general. El salón se reeditará en 1922, 1924, 1925, 1927, 1929, 1933 y 1935, siempre con Masferrer como comisario general.

1920: organiza la primera y única carrera de regularidad de camiones Barcelona-Madrid.

Julio de 1920: es nombrado director del prestigioso semanario deportivo Stadium, cargo que ejercerá hasta 1929.

Julio de 1920: lanza la propuesta de organizar los Juegos Olímpicos de 1924 en Barcelona. Se considera la proclama inaugural de las candidaturas olímpicas de Barcelona.

Enero de 1921: se constituye, a iniciativa suya y de otros entusiastas del olimpismo, el comité ejecutivo de la candidatura olímpica de BCN, del que es nombrado vocal; también es nombrado presidente de la comisión de propaganda de la I Olimpiada Catalana.

Junio de 1921: es encargado de la redacción de los estatutos de la Confederación de Cámaras Sindicales Españolas del Automovilismo.

Marzo de 1922: se constituye a iniciativa suya la Confederación de Cámaras Sindicales Españolas del Automovilismo, de la que es nombrado secretario-tesorero.

Agosto de 1923: lanza una convocatoria para crear Asociación Nacional de Periodistas Deportivos, iniciativa que no fructificará.

Octubre de 1924: lanza un llamamiento a la prensa deportiva para crear una Liga de la Prensa pro Circuito Nacional de Turismo, iniciativa que no fructificará.

Mayo de 1925: es comisario general de la III Exposición Internacional del Automóvil de Barcelona.

Abril de 1926: se integra, como representante de la Unión Velocipédica Española, en el renovado Comité Olímpico Español, al que representa durante la visita de Pierre de Coubertin a Barcelona.

1926: es delegado por el COE como miembro del Grupo Deportivo de la Exposición de Barcelona de 1929, desde donde promueve la construcción del Estadio Olímpico de Montjuïc.

Diciembre de 1926: es nombrado por tercera vez presidente del Sindicato de Periodistas Deportivos, reelegido en enero de 1928 y en diciembre del mismo año.

Marzo de 1928: lanza públicamente la propuesta de que Barcelona acoja la Olimpiada de 1936.

Agosto de 1928: es elegido vocal de la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva.

Junio de 1929: Se publica la real orden por la que el gobierno le otorga la cruz de la Orden Civil de Alfonso XII.

Diciembre de 1929: es nombrado presidente honorario del Sindicato de Periodistas Deportivos.

Junio de 1930: promueve la celebración de la primera Asamblea del Comercio y de la Industria del Automóvil en Madrid.

1931: es nombrado presidente honorario de la Unión Velocipédica Española.

1932: la Unión Velocipédica Española le impone la primera Medalla del Mérito Ciclista.

1932: la Unió Esportiva de Sants crea en su honor el Trofeo Masferrer, carrera ciclista que se disputará hasta 1994.

1933: el Sindicato de Periodistas Deportivos instituye el premio Narciso Masferrer para distinguir los mejores trabajos de periodismo deportivo.

Marzo de 1939: es designado delegado de ciclismo del COE-Consejo Nacional de Deportes con cargo de presidente de la Unión Velocipédica Española, hasta su retirada por motivos de salud en diciembre de 1940.

09-04-1941: fallece en Barcelona a los 73 años.

Bernat López

Profesor titular, Deptartament d’Estudis de Comunicació, Universitat Rovira i Virgili