Las siete federaciones españolas de fútbol (IV)

En el mes de abril de 2013 empecé una serie de ocho artículos sobre las siete federaciones españolas de fútbol que por haberse cruzado diversos temas no he podido continuar hasta ahora. Entroncamos pues con la tercera parte publicada en septiembre de 2013 y hablamos hoy de la Real Unión Española de Clubs de Foot-ball.

Como ya venimos diciendo es sorprendente la ignorancia que hasta tiempos muy recientes se ha tenido sobre las federaciones, e incluso sorprende la que algunos siguen manteniendo a pesar de estar entre los interesados en estos temas. En consecuencia no hay otro remedio que empezar primero por decir lo que no es la Unión de Clubs.

En primer lugar, no existió una federación llamada «Unión de Clubs» en 1902. Aunque es una tesis que no tiene ya prácticamente eco, hay quienes todavía de manera contumaz siguen afirmando que Ceferino Rodríguez Avecilla organizó una federación con este nombre con motivo de la Copa del Ayuntamiento de Madrid de 1902 y que habría funcionado hasta 1903; según otros se habría organizado en 1903. Como ya dijimos en nuestra biografía de Avecilla (http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2012/04/biografia-de-ceferino-rodriguez-avecilla/) es imposible que tal federación existiera y que no dejara nota alguna por escrito ni en Los Deportes de Barcelona ni en el Heraldo del Sport de Madrid, y tampoco en ninguna de las tres revistas publicadas por el propio Avecilla: Heraldo del Sport, Mundo Sportivo y Gaceta del Sport. En efecto ninguna prueba hay de esta supuesta federación, por lo que nos permitimos afirmar rotundamente y mientras nadie demuestre lo contrario, que no existió.

En segundo lugar, tampoco existió una Unión de Clubs en 1910. Hasta hace unos años era difícil rastrear esta época, pero tras la publicación completa de la hemeroteca de El Mundo Deportivo parece sorprendente, si no indignante, que haya quienes siguen manteniendo que sí existió. Basta con dedicar unas cuantas horas a la lectura detenida del periódico para entender la verdad de lo que ocurrió.

Todo el mundo sabe, pues así está publicado en todas las historias del Campeonato de España, que en 1910 se jugaron dos campeonatos distintos y que en consecuencia hubo dos campeones; el organizado por la «federación española» (FECF) y el tradicionalmente atribuido a la «unión de clubs». Por cierto que muchas veces el segundo va unido de adjetivos despectivos tales como «rebeldes», «disidentes» o hasta «sediciosos». Estos adjetivos los ha heredado la historiografía de manera absolutamente acrítica asumiendo el criterio de la FECF, y deben ser necesariamente matizados.

La realidad es que en ese 1910 no hubo ninguna Unión de Clubs. Lo ocurrido realmente es que una serie de clubs no reconocieron a la FECF como federación nacional única, y simplemente continuaron celebrando el Campeonato de España de acuerdo con el reglamento vigente. Puesto que la Copa de 1909 la había ganado el Club Ciclista de San Sebastián, al año siguiente organizaría el campeonato la Real Sociedad como continuadora del anterior. Y así ocurrió, con los clubes que no se habían adherido a la FECF: la propia Real Sociedad, el Athletic Club y el Madrid FC.

El argumento concreto era el siguiente: en efecto el art. 20 del reglamento dice que si existiera una federación española esta organizará el Campeonato, pero puesto que la FECF no reúne a todos los clubes españoles, no puede hablarse de federación. En consecuencia, puesto que no hay federación, el Campeonato debe organizarlo el club ganador de la edición anterior.

En septiembre de 1910 finalmente los citados clubes llegaron a un acuerdo y se afiliaron por primera vez a la FECF, a cambio de que esta reconociera la validez del Campeonato de España que ellos habían organizado. En todo caso, y en lo que aquí nos afecta, estos clubes no montaron ninguna federación ni en consecuencia la llamaron Unión de Clubs.

Aclarados esos dos puntos, es momento de decir qué sí es la Real Unión Española de Clubs de Foot-ball. Fundada en San Sebastián el día 12-12-1912, tal y como se lee en las páginas de Vida Sportiva se hizo contra la inoperancia de la FECF; por ejemplo, se decía, España seguía sin haber jugado ningún partido internacional. Sus principales valedores fueron los directivos de la Real Sociedad y el propio presidente del Barcelona, Hans Gamper, quien a su vez lo había sido también de la FECF.

Presidida por Enrique Pardiñas Barreiro, en efecto desde su fundación pretendió mostrar sus diferencias con la FECF. Entre otras y desde luego, la principal fue la organización del primero partido internacional de España, disputado contra Francia el 25-5-1913. Así narraba este partido Félix Martialay en su obra ¡Amberes! Allí nació la furia española:

El encuentro se jugó el 25 de mayo de ese 1913. Arbitró el señor Berraondo, directivo de la Unión Española de Clubs y quien había llevado las gestiones de la contratación del equipo francés.

Jugaron:

UNIÓN ESPAÑOLA: Agustín Eizaguirre (Real Sociedad); Arrate (R. Sociedad), Bello (Irún Sporting); Figueroa (Irún S.), Echevarría (R. Sociedad), Pombo (Real Club Coruña); Angoso (Irún S.), Prada (Auténtico de Pontevedra), Arzuaga (C.D. Bilbao), Elósegui (R. Sociedad), Minondo (R.Sociedad).

LIGA FRANCESA: Chayrigués (Red Star); Massip (Red Star), Gamblin (Red Star); L’Hermithe (C.A. París), Barreau (C.A. Vitry), Pelan (C.A.S.A); Nigli (C.A. Suisse), Petel (C.A. París) Gravier (C.A. París), Fenouillére (Red Star), Lepage (Red Star).

El señor Berraondo, además de arbitrar el encuentro, fue el seleccionador del equipo de la Unión Española de Clubs. Como todos los seleccionadores recibió no pocas críticas por el equipo formado. El centro de tales censuras provenía por no haber contado con Masana y Amechazurra, ambos barcelonistas. Injustas críticas, porque la culpa no había sido del señor Berraondo sino de la Federación Catalana, la oficial, que se negó a que figurara ningún componente del Barcelona, club que, como se sabe, formaba parte de la Football Associació Catalá. No obstante, el Barcelona puso a disposición de la Federación Catalana a los dos jugadores. Ni el club recibió respuesta a su ofrecimiento, ni los jugadores fueron llamados.

Los capitanes de los equipos eran, respectivamente, Barreau y Arzuaga. La gran figura que había atraído al público era el portero francés Chayrigués. Al final del encuentro, había no menor admiración por el joven Agustín Eizaguirre, de 17 años.

El primer tiempo terminó con empate a cero. Las dos delanteras jugaron muy bien, pero fueron superadas por las defensas, anulando cuantos intentos se hicieron por perforar las metas contrarias. Y los pocos disparos que iban hacia la red se encontraban con dos magníficos guardametas. Los mejores de esos primeros 45 minutos.

La segunda parte fue de una emoción tremenda. Ambos equipos iban a por la victoria con un ardor que quizá hubiera asustado a los profesionales de veinte años después. Se jugaba con nobleza, pero una nobleza que no economizaba una fuerza total. Prácticamente saltaban chispas en cada encontronazo.

En el minuto 75, Lepage recibió el balón a cuatro metros de la puerta. Cruzó el balón al otro poste e hizo estéril el plongeon de Eizaguirre. El balón llevaba mucho efecto y aun cuando Eizaguirre lo detuvo, no pudo evitar que se le colara en la red. El gol llegó cuando mejor estaban jugando los españoles.

Un gol que les desmoralizó. El dominio pasó a ser francés. Todo daba la razón a quienes habían cantado que los franceses eran los poseedores de la mejor técnica futbolística de Europa.

Pero cuando faltaban cinco minutos para el final algo pareció suceder en el equipo español. Un especie de súbita fiebre. Un ímpetu soterrado. Como un escalofrío. Como si, de repente, tuvieran la inyección de un motor suplementario. Y todos se echaron hacia adelante con rabia.

El balón iba a trompicones, pero iba. Los franceses se replegaron como asustados. Parecían no explicarse cómo ese equipo mansamente entregado a su gol, replegado conformista y medrosamente, se había transformado en una especie de fiera colérica que les atacaba sin tregua y con una potencia tremenda.

Internada de Angoso por la izquierda. Entra en el área gala. Parece que va a chutar. Chayrigués se sitúa, en un salto, junto a su poste derecho intuyendo hacia allí el tiro del irundarra. Pero  Angoso amaga el disparo y cede a Arzuaga que corría a su derecha. El tiro del bilbaíno empalmando el balón según le llegaba, llevó el balón al poste contrario. ¡El empate!. ¡Uno a uno!. Enorme entusiasmo en el público irunés, que recibió con inusitado júbilo y aplausos el gol español.

Pero ya no quedaba tiempo para más… Pese al torrente de balones que caía sobre Chayrigués y que volvía a darle patente de portero excepcional.

El señor Berraondo señaló el final del partido cuando los españoles atacaban desesperadamente la puerta visitante.

El equipo español jugó bien y a ratos muy bien. La figura fue Eizaguirre que admiró a todos con sus extraordinarias paradas. En gran medida gracias a una línea de zagueros sensacional. Arrate no dejó moverse al ala izquierda francesa. Pero no fue nada sobresaliente la actuación de la línea media y de aquí las dificultades de la defensa hispana y la inoperancia de la delantera. La tripleta central falló lo indecible. Sin embargo, los extremos hicieran filigranas y enviaron balones como para que la victoria española hubiera sido clara y quizá abultada. Pero…  Eizaguirre, Arrate, Angoso y Minondo fueron los mejores.  De los franceses, Chayrigués; hizo un paradón asombroso a un tiro fuerte, raso y colocado de Minondo.

El resultado se consideró como un éxito.  Pero tuvo unas consecuencias inesperadas para los unionistas.

Como ya dijimos recientemente la Unión de Clubs fue la primera federación española en obtener el título de Real, el 15-2-1913. Curiosamente también esto se lo negaron contumazmente algunos.

La UECF fue la primera federación pues en organizar un partido internacional y en ser nombrada Real. Eso muestra la fuerza que adquirió rápidamente, como también cabe inducir del hecho de que la FECF aceptara disolverse para fundar la RFEF.

La UECF ha sido muy injustamente tratada por la historiografía del fútbol español, limitada al menos en este punto a copiar lo que de la UECF habían dicho sus enemigos. Pero los hechos demuestran que bien al contrario fue una federación fuerte, pujante y con mucha más iniciativa que la FECF, cuyo principal mérito era simplemente el de ser una federación fundada anteriormente. Pero la antigüedad por sí misma no es ningún mérito, como de forma genial afirmó en cierta ocasión Gustavo Bueno: «cuanto más antigua, más cerca estará del mono».

En este breve artículo no puedo desarrollar con detenimiento los argumentos, pero sí quiero dejar constancia de que mi posición al valorar a la Unión de Clubs es clara: fue la federación española más importante antes de la RFEF. Y el mérito principal lo encuentro en la tergiversada acusación de «disidentes», pues gracias a su «disidencia» de una federación inoperante España consiguió jugar su primer partido internacional. Que fueron disidentes de la FECF, sí, pero bendita disidencia.




Ranking mundial de clubs de la IFFHS 2013

Un año más la IFFHS ha publicado la clasificación definitiva del Ranking Mundial de Clubs que atrae a una inmensa mayoría de aficionados de los cinco continentes. A los pocos minutos de aparecer en su página oficial www.iffhs.de es divulgada por las principales agencias de noticias, recogida por los periódicos, tanto especializados como generalistas, así como citado en miles de páginas web. Con una repercusión universal, los comentarios que se vierten sobre la lista de equipos que aparecen y el orden establecido inundan foros de opinión y se complementan artículos firmados por todo tipo de personas, desde profesionales de máximo rigor hasta aficionados de poco recomendable calificativo.

La filosofía central de este ranking pretende establecer una correspondencia ponderada del rendimiento de todos los equipos de primera división del mundo a lo largo de un año y fijar una clasificación significativa de esta valoración. Partiendo de esta idea, es necesario señalar qué competiciones son sensibles de ser baremadas y fijar una jerarquía entre ellas en función a su prestigio y nivel de participantes. Cada competición tiene asignado un valor que se traduce en puntos según los partidos ganados, empatados o perdidos1. Hay que precisar que no existen bonificaciones ni por títulos conquistados ni por rondas o fases superadas. Se premia, por lo tanto, el mayor número de partidos ganados de forma absoluta. Por eso, el equipo que más partidos dispute, más probabilidades tiene para sumar más puntos y ser el ganador del Ranking Mundial de Clubs.

Así ha quedado en la edición del presente año:

Club World Ranking 2013
by IFFHS

(1st January 2013 – 31st December 2013)

1 FC Bayern München Deutschland/4 370,00
2 Real Madrid CF España/4 290,00
3 Chelsea FC, London England/4 273,00
4 Club Atlético de Madrid España/4 251,00
5 FC Barcelona España/4 247,00
6 Paris Saint-Germain FC France/4 240,00
7 FC Basel 1893 Schweiz/3 239,00
8 Clube Atlético Mineiro, Belo Horizonte Brasil/4 238,00
Tottenham Hotspur FC, London England/4 238,00
10 SL Benfica, Lisboa Portugal/3 232,00
11 FC Rubin Kazan’ Russia/3 223,50
12 BV Borussia 09 Dortmund Deutschland/4 218,00
13 FC Viktoria Plzeň Ceská Republika/3 214,50
14 Club Independiente Santa Fe CD, Bogotá Colombia/3 214,00
15 Arsenal FC, London England/4 212,00
Manchester City FC England/4 212,00
17 Club Olimpia, Asunción Paraguay/3 208,50
18 Sevilla FC España/4 208,00
19 Juventus FC, Torino Italia/4 205,00
20 SS Lazio, Roma Italia/4 204,00
21 SC FC Steaua Bucureşti România/3 200,50
22 Club Libertad, Asunción Paraguay/3 199,50
23 Celtic FC, Glasgow Scotland/3 199,00
24 CA Vélez Sársfield, Buenos Aires Argentina/4 197,00
25 Trabzonspor AŞ Türkiye/3 196,00
26 Manchester United FC England/4 193,00
27 Club Atlético Nacional SA, Medellín Colombia/3 192,50
28 KRC Genk Belgique/3 187,00
29 FC Zenit St Petersburg Russia/3 186,50
30 Fenerbahçe SK, İstambul Türkiye/3 183,50

La superioridad del FC Bayern München ha sido absoluta. El campeón alemán ha sumado 196 puntos en competiciones internacionales, 126 en la Bundesliga y 48 de copa alemana: sus 370 puntos es la máxima cifra histórica desde que se reformó la baremación. Esta trayectoria exitosa queda además refrendada por haber ganado la FIFA Club World Cup, la UEFA Champions’ League, La Bundesliga y la DFB Pokal (Copa de Alemania). El Bayern ha dominado todos los frentes donde ha participado, condición que se exige al equipo que aspire a ser el número uno del Ranking Mundial de Clubs.

Los puestos siguientes han estado muy disputados. Hay que señalar que las diferencias entre estos cuatro equipos, del segundo al cuarto, han quedado fijadas en función al número de  derrotas que hayan sufrido en las distintas competiciones. Insistimos en que no existen bonificaciones extra ni por títulos ni por rondas superadas, porque muchos aficionados se confunden con estos términos.

Con estas condiciones, en segunda posición ha quedado el Real Madrid CF. Curiosamente el club madrileño no ha logrado ningún título, pero en todos los que compitió estuvo muy cerca de conseguirlo. Desglosando su puntuación queda con 126 en competición europea, 128 en liga y 36 por la Copa del Rey donde fue finalista. Hacen un total de 290.

La gran temporada del Chelsea FC se ve reflejada en esa tercera posición. Sus 273 puntos proceden de la siguiente manera: 141 en competiciones europeas, 108 de la Premier League y 24 de la FA Cup. Los londinenses se proclamaron campeones de la UEFA Europa League.

El Club Atlético de Madrid, dirigido por el argentino Diego Pablo Simeone, confirma el gran momento histórico que atraviesa el club con esta cuarta posición. Los rojiblancos sumaron 114 puntos en el Campeonato Nacional de Liga, 48 en la Copa del Rey que ganaron y 89 en las competiciones europeas. Su temprana eliminación en la UEFA Europa League 2012/13 le ha perjudicado mucho, pues de haber llegado más lejos hubiese aspirado a superar a sus eternos rivales.

El FC Barcelona, brillante campeón de liga española en la que suma 132 puntos es el equipo que alcanza la cifra más alta en este apartado. Sin embargo, en la Copa del Rey suma 24 puntos por superar tan solo los cuartos de final. Su bajo rendimiento, respecto a los equipos que le anteceden, en la UEFA Champions’ League, donde suma 91 puntos le relega a esta quinta plaza. El «Barça» nada más ganó un partido en la fase directa de la edición 2012/13 y en la fase de grupos de la actual ha empatado un partido y perdido otro, demasiados tropiezos que se penalizan muy fuerte cuando existe tanta competencia.

Magníficas puntuaciones las alcanzadas por el Paris Saint-Germain FC y el FC Basel 1893. Sorprende especialmente el equipo suizo. Pero los números no engañan y simplemente reflejan una extraordinaria regularidad tanto en Europa como en sus competiciones locales.

En un sentido opuesto, vemos que el subcampeón europeo y de Alemania, el BV Borussia 09 Dortmund, está colocado en el puesto número 12. Lo cierto es que pese a su magnífica campaña europea de la temporada 2012/13 hay que señalar que perdió sus dos últimos partidos (en semifinales en Madrid y la final), así como en la actual también ha sufrido otras dos derrotas en la fase de grupos. Si a esto señalamos su pésima actuación en la BDF Pokal donde cayó en cuartos (suma solo 12 de la presente edición) y sus discretos 94 puntos en la Bundesliga explica que no figure siquiera entre los diez primeros.

Algo parecido sucede con los equipos ingleses, salvo el Chelsea FC. El campeón de Liga inglesa, el Manchester United contó 104 puntos en el campeonato local, a los que añade 12 puntos por una ronda ganada en la FA Cup. Discretos números para las exigencias del ranking que acaba de hacer sentencia al sumar solo un empate en las eliminatorias directas de la UEFA Champions’ League 2013 (7 puntos), que no se compensa con los 70 puntos de la presente edición. Y el Manchester City, aunque suma más puntos en las competiciones nacionales, hay que señalar que entre enero y mayo de 2013 no puntuó en Europa porque había sido eliminado.

Los equipos americanos han tenido un año demasiado irregular. El campeón de la Copa Libertadores, el Clube Atlético Mineiro, se clasificó octavo en la Séria A brasileña, lo que se traduce en 84 puntos para el Ranking Mundial de Clubs. Su mejor rendimiento, como es lógico, estuvo en las competiciones internacionales, pero, también hay que decirlo, su actuación en la FIFA Club World Cup fue decepcionante.

También ha flojeado los equipos argentinos, frente a Colombia y Paraguay que han experimentado una fuerte mejoría. Por otra parte los equipos mexicanos dominan totalmente la Zona de CONCACAF. Cierto es que cuentan con la ventaja de competir  tanto en la Copa Libertadores como en la CONCACAF Champion’s League.

Ciñéndonos a los equipos españoles, al margen de los tres ya comentados anteriormente podemos comentar:

Pto Club Puntos
2 Real Madrid CF 290,00
4 Club Atlético de Madrid 251,00
5 FC Barcelona 247,00
18 Sevilla FC 208,00
52 Valencia CF 159,00
80 Real Sociedad de Fútbol, San Sebastián 137,00
82 Real Betis Balompié, Sevilla 136,00
160 Málaga CF 101,00
217 Levante UD, Valencia 86,00
247 Athletic Club, Bilbao 80,00
291 RCD Espanyol de Barcelona 74,00
345 Granada CF 66,00
345 Getafe CF 66,00
427 Rayo Vallecano de Madrid 58,00
427 CA Osasuna, Pamplona 58,00
458 Real Valladolid CF 56,00
458 RC Celta de Vigo 56,00
743 Villarreal CF 40,00
1153 Elche CF 26,00
1194 UD Almería 24,00

El Sevilla FC es claramente el cuarto club español y, dentro de lo que cabe, ocupa un magnífico 18º lugar. Se ha visto beneficiado por la puntuación alcanzada en las eliminatorias previas de la Europa League, ciertamente, pero también contabiliza a su favor haber llegado hasta las semifinales de Copa del Rey 2013.

El Valencia CF supera a la Real Sociedad por los puntos europeos y Copa del Rey. Los donostiarras tienen una excelente puntuación en el Campeonato Nacional de Liga, pero recordemos que superaron por poco a los valencianistas en la temporada pasada. En la actual, el equipo blanquiazul ha perdido prácticamente todas sus opciones para subir puestos tras su flojísima actuación en la UEFA Champions’ League, aunque conservan su baza en la Copa del Rey.

La influencia de las competiciones europeas también se hace notar en las puntuaciones del Real Betis, Málaga CF y Levante UD. Los sevillanos, aunque están sufriendo mucho este año en La Liga, en cambio, han logrado pasar a las eliminatorias directas de la Europa League. Por su parte, recordemos que el Málaga CF llegó a ser eliminado de manera increíble por el Borussia Dortmund en 2013, así como el Levante UD, que también tuvo un recorrido importante en la Europa League.

El resto de equipos ya reflejan con precisión su rendimiento en el Campeonato Nacional de Liga. Recordemos que se contabilizan los partidos de enero a diciembre de 2013. Se nota el gran trayectoria del Athletic Club en la presente campaña, que de refrendarse con una clasificación para competiciones europeas le permitirá ascender muchos puestos en el Ranking Mundial de Clubs de 2014.

Cierran la lista de equipos españoles el Villarreal CF, Elche CF y UD Almería porque solo pueden contabilizar los puntos obtenidos desde agosto a diciembre, ya que previamente militaban en la Segunda División.

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1 Criterios de puntuación para confeccionar el Ranking Mundial de Clubs establecidos por el Comité Ejecutivo de la IFFHS en Salzburgo, Austria, en enero de 2007:

COMPETICIONES (INTER)CONTINENTALES

COMPETICIONES CONTINENTALES

Puntos / partido

GANA

EMPATA

PIERDE

UEFA Champions’ League

14

7

0

UEFA Europa League

12

6

0

UEFA Super Cup

14

7

0

Copa Libertadores (CONMEBOL)

14

7

0

Copa Sudamericana (CONMEBOL)

12

6

0

CAF Champions’ League

9

4,5

0

Confederations Cup (CAF)

7

3,5

0

AFC Champions’ League

9

4,5

0

AFC Cup

7

3,5

0

AFC Presidents Cup

4

2

0

CONCACAF Champions’ League

9

4,5

0

OFC Champions’ League

5

2,5

0

FIFA Club World Cup (no incluida la final)

14

7

0

FIFA Club World Cup (final exclusivamente)

21

10,5

0

Si un partido se decide por penaltis, contabiliza como empate para los dos equipos contendientes.

COMPETICIONES NACIONALES

Se dividen en cuatro niveles de rendimiento, de tal manera que el nivel 4 corresponde a las ligas más fuertes. Nótese el número que figura junto al nombre de cada país, pues es el indicador de nivel de liga.

Cada nivel tiene una puntuación diferente por partido.

El potencial de las ligas nacionales se decide en función a la clasificación que obtengan en el ranking anual de ligas más fuertes del mundo.

LIGAS NACIONALES

Puntos / partido

GANA

EMPATA

PIERDE

Nivel 4

4

2

0

Nivel 3

3

1,5

0

Nivel 2

2

1

0

Nivel 1

1

0,5

0

COPAS NACIONALES

Puntos / ronda

GANA

EMPATA

PIERDE

Nivel 4

12

6

0

Nivel 3

8

4

0

Nivel 2

5

2,5

0

Nivel 1

1,5

0,75

0

No se contabilizan las «super copas» nacionales de ningún país.

Los puntos de las copas nacionales se contabilizan por eliminatorias, no por partidos, pues hay países que deciden las rondas a partido único y otros lo hacen a dos partidos. También hay federaciones que forman grupos o liguillas en algunas fases de esta competición. El resultado global decide los puntos. En el caso de que una eliminatoria se resuelva por valor doble de goles marcados en campo contrario o por penaltis se considera empatada para los dos contendientes.

En las copas nacionales solo se consideran las cuatro últimas rondas (octavos, cuartos, semifinales y final), con el fin de establecer el mismo referente para todos los países del mundo.




Pedro Cea y Lorenzo Fernández: algunas precisiones sobre su lugar de nacimiento

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En julio de 2010 publiqué en esta revista el artículo «¿Seguro que ningún español ha sido campeón del mundo?» (1) en el que me hacía eco de lo publicado en diversos medios de comunicación y webs de Galicia sobre el lugar de nacimiento de los futbolistas uruguayos Pedro Cea y Lorenzo Fernández [campeones del mundo en 1930 y olímpicos en 1924 (Cea) y 1928 (ambos)]. Se aseguraba que los dos habían nacido en Redondela (Pontevedra) y habían emigrado de niños a Uruguay.

Desde Montevideo han negado siempre esa versión y aseguran que ambos nacieron en dicha capital. El problema, tal y como explicábamos entonces, era la ausencia de pruebas documentales en cualquiera de las dos hipótesis. Desde Uruguay no aportaban ningún certificado de nacimiento y del Registro Civil de Redondela los incautos que nos atrevíamos a escribir no recibíamos ningún tipo de respuesta. Parecía una cuestión destinada a eternizarse sin remedio. Periódicamente algún periódico gallego lo sacará a colación y algún historiador uruguayo protestará y los artículos en Wikipedia serán editados una y otra vez cambiando el lugar de nacimiento, de Redondela a Montevideo y viceversa.  No me gusta ser cómplice de este tipo de polémicas estériles ni dejar cosas pendientes, por eso retomo el tema casi cuatro años después para cerrarlo con las pruebas documentales que he podido encontrar desde entonces.

El 19 de febrero de 1927 el barco Pan América partió desde Montevideo y llegó a Nueva York el 15 de marzo. A bordo viajaba el Club Nacional de Montevideo para realizar una gira por Estados Unidos, Cuba y México. Tenemos el registro de entrada en el puerto (2) y en el mismo podemos leer MONTEVIDEO como lugar de nacimiento de José Pedro Cea y Lorenzo Fernández. Todos los miembros de la expedición eran uruguayos de nacimiento excepto Juan C. Kirschberg (nacido en Husum, Alemania). Era el kinesiólogo del equipo.

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Sobre José Pedro Cea podemos aportar un documento muy posterior que nos confirma Montevideo como lugar de nacimiento. Concretamente su visado de entrada a Brasil para presenciar la victoria uruguaya en el Mundial de 1950 (3)

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Además este curioso documento nos permite descubrir el nombre de sus padres: José Cea y María Urrriza y dar un paso más en la búsqueda documental en el Registro Civil de Uruguay. El nombre completo de su padre era José Cea Araujo y el de su madre María Urriza Iriarte.

Por los apellidos del padre es fácil suponerle origen gallego (¿conexión con Redondela?) y por los de la madre origen vasco (lo que explicaría el apodo de «Vasco» Cea por el que fue conocido nuestro protagonista).

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¿Y sobre Lorenzo Fernández «el gallego» tenemos algo más que confirme Montevideo como lugar de nacimiento además del registro del Pan América de 1927? Pues no de forma concluyente, pero consta la inscripción de un Lorenzo Fernández en el Registro Civil (sección 4) de Uruguay el 12 de septiembre de 1899. En el departamento de Canelones. Sus padres se llamaban Eusebio Fernández e Hipólita Cabrera.

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Con todo ello debemos concluir que la respuesta a la pregunta pendiente desde 2010 «¿Seguro que ningún español ha sido campeón del mundo?» era NO. Ningún español (ningún nacido en España) había sido campeón del mundo de fútbol hasta que la selección española ganó el Mundial de Sudáfrica.

José Pedro Cea Urriza y Lorenzo Fernández eran futbolistas uruguayos nacidos en la República Oriental del Uruguay.

Notas:

(1) http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2010/07/%C2%BFseguro-que-ningun-espanol-ha-sido-campeon-del-mundo-de-futbol/

(2)  «New York, New York Passenger and Crew Lists, 1909, 1925-1957,» index and images, FamilySearch. Consultado el 19-01-2014

(3)  «Brasil, Cartões de Imigração, 1900-1965,» index and images, FamilySearch. Consultado el 19-01-2014




Futbolistas en el limbo

A medida que el fútbol -todavía «foot-ball»- fue ganando adeptos y dejó de constituir diversión sólo para estudiantes o jovencitos de buena familia, cuando los equipos comenzaron a llenarse de carpinteros, albañiles, picapedreros o dependientes de comercio, se hizo evidente la penuria a que esos jugadores podían quedar abocados si se lesionaran gravemente. Con una pierna escayolada o el brazo en cabestrillo, resultaba imposible palear carbón a una caldera, subirse al andamio, manejar el torno, trepar por los canchales maza en mano, y hasta despachar metros de tela o cuartillos de aceite. Cada lesión importante implicaba una merma en los ingresos profesionales ajenos al fútbol, lo que ya era malo de por sí. Pero aún peor sería si debieran hacer frente a gastos médicos, intervenciones quirúrgicas u hospitalizaciones. Por no hablar, claro, de cualquier secuela física arrostrada de por vida.

El Dr. Moragas, benefactor del fútbol y los futbolistas en tiempos muy difíciles, hoy injustamente olvidado.

El Dr. Moragas, benefactor del fútbol y los futbolistas en tiempos muy difíciles, hoy injustamente olvidado.

Parecía evidente que correspondía a los clubes correr con el monto de dichas eventualidades. Al fin y al cabo, los percances tenían lugar defendiendo sus colores. Pero, ¿qué ocurría si los daños eran en verdad serios y las entidades modestas a más no poder?. ¿Quién debía rascarse el bolsillo entonces?. ¿Los directivos, habitualmente seleccionados entre lo más pudiente de cada localidad?. ¿Y hasta qué límite?. Incluso, ¿qué directivos?. Porque muy bien pudieran darse dimisiones de mandatarios. ¿Debían asumir los recién incorporados, quizá, obligaciones contraídas por otros a título puramente personal?. Espinosa cuestión, sobre la que se empeñó ardorosamente Emilio Moragas Ramírez, deportista aficionado, cirujano vocacional y alma máter de la futura Mutualidad de Futbolistas.

Corría 1930 cuando, con mucho esfuerzo y el aliento del entonces presidente de la Federación Catalana de Foot-ball, logró poner en marcha la Mutual Deportiva de Cataluña. Gracias a una entrevista concedida a «El Mundo Deportivo» en abril de 1933, conocemos por el propio Dr. Moragas que dos años se habían atendido 500 casos, «algunos de gravedad, aunque por suerte ninguno extremo», y que tan loable empresa nació con un gasto de 10.000 ptas., calculándose en otras 8 ó 9.000 el costo mensual de mantenimiento y servicios. Cifras bastante más que notables para la época, por mucho que hoy puedan antojársenos baladíes. Baste observar, a título de referencia, que el precio de un automóvil «Ford» sedan, modelo S.H.P., cuando poseer vehículo implicaba disfrutar de riqueza esdrújula, suponía un desembolso de 6.650, a tenor de lo publicitado en prensa por el importador concesionario. Y claro, esas 8 ó 9.000 ptas. mensuales ni de lejos llegaban a reunirse con las cuotas. Para equilibrar balances se organizaban cada cierto tiempo partidos amistosos a beneficio de la organización, por más que su impulsor y responsable prefiriese otras fórmulas nunca alcanzadas: «Establecer un «día de la Mutual», por ejemplo -proponía en la entrevista-. El inaugural de cada temporada, con todas las recaudaciones de Cataluña destinadas a la institución». Bello sueño, jamás puesto en práctica.

En el futuro, la Mutual se transformó en punto de partida para otro empeño semejante, de ámbito estatal. Corrían tiempos proclives a la caridad (Auxilio Social), el socorro profesional (Sanatorio de Toreros), los colegios de huérfanos (de Ferroviarios o la Guardia Civil) y montepíos o mutualidades diversas, fueren éstos para funcionarios, excombatientes o caballeros mutilados. Una red a mitad de camino entre el voluntarismo y la eficacia, aunque imprescindible para paliar el déficit asistencial característico de la posguerra. Al frente de aquella Mutualidad, la de Futbolistas, nadie mejor que el Dr. Moragas Ramírez. Bueno, el doctor y «Rini», Mariano Martínez Vallés en el registro civil, antiguo extremo derecho del Sants, Español y Patria de Zaragoza, fidelísimo ayudante en la delegación de Barcelona como recepcionista, conserje, enfermero u hombre orquesta.

Sería la Mutualidad quien socorriera durante decenios a millares de futbolistas, sin establecer distinción entre astros y modestos. Los clubes, mediante aportaciones realmente módicas, quedaban a cubierto de eventualidades inimaginables, en tanto a los jugadores se les garantizaba la atención del más experimentado equipo en lesiones deportivas.

Y pese a todo, de cuando en cuando saltaban a la luz casos estremecedores, con futbolistas en tierra de nadie, a merced del temporal, abandonados en una especie de limbo.

Ocurrió con el guardameta canario Félix Pérez García (6-V-1923), Pérez II en las alineaciones, para distinguirlo de su hermano, el también portero José, internacional contra Portugal en enero de 1941, ostentando Eduardo Teus el cargo de seleccionador nacional. Tras defender los marcos de Racing y Victoria en Las Palmas, viajaría a Alicante para fichar por el Hércules, integrándose a continuación en las disciplinas del Español y «Nastic» de Tarragona, desde donde tras descender a 2ª División la campaña 1949-50 recaló en modesto Novelda, de 3ª. Fue la suya una carrera sin suerte. O mejor, trufada de infortunio. Si deportivamente Dauder sólo le permitiera saltar al campo 7 veces en la máxima categoría, una fatídica tarde veraniega a punto estuvo de perder la vida bajo el solazo de Villena.

Ocurrió en 1951, formando con un combinado alicantino ante el C. D. Villena. Concluido su vínculo con el Novelda, como tantos otros se hallaba a la búsqueda de equipo para el ejercicio 1951-52. No eran esos, precisamente, choques muy amistosos. Solían probarse jugadores y de cuanto hiciesen durante hora y media dependía su porvenir en los siguientes 9 meses. Un lance del juego lo puso a los pies de Dirst, delantero marroquí a prueba, que obviamente no estaba para concesiones. Lejos de saltar, el marroquí metió la pierna. Y Félix Pérez quedó en el polvo, con el cráneo fracturado.

Un traslado urgente al hospital de Alicante y la rápida intervención quirúrgica le salvaron la vida, luego de dos noches en coma. Su carrera, en cambio, había acabado, como desde el primer instante vaticinaron los galenos. Para entenebrecer más su porvenir, el guardameta canario se las veía encarando la ruina. ¿Cómo, de dónde iba a sacar el dinero con que afrontar tanto gasto médico?. Después de diez años trotando por distintos campos, a los 28, sólo iban a quedarle deudas.

¿En qué quedamos?, podrán preguntarse. ¿No estaba precisamente la Mutualidad para evitarlo?. Pues sí, aunque con matices. Porque resulta que Pérez II, al igual que Dirst, involuntario causante de su desgracia, aún estaba sin equipo. Sin ficha, nadie cotizaba por él a la Mutualidad. Y sin haber cotizado… En fin, las dudas como mínimo.

Parte de la prensa nacional se hizo eco del galimatías, apuntando hacia la indefensión en que pudieran hallarse cientos de futbolistas cada año, durante el verano. Algunos dardos dirigidos hacia la Mutualidad afinaron tanto como para provocar que su entonces presidente, Manuel Troyano de los Ríos, saltase a la palestra: «No es cierto que la Mutualidad le haya abandonado -aseguró-. Nadie hasta ahora ha presentado a Pérez una sola factura de hospital. ¿De dónde sale vaya a quedar en la indigencia?». Y a continuación, en tono más mesurado, explicaba que cualquier futbolista sin equipo podía continuar acogido al organismo durante todo un año, siempre y cuando abonase las correspondientes cuotas, las mismas que hasta ese instante hubiesen satisfecho por él sus anteriores clubes.

Aseveraciones para salir del paso. Puro brindis al sol o aquilatada respuesta estatutaria. Palabras vanas. Porque, ¿cuántos futbolistas seguían cotizando, aún encontrándose en paro?. ¿Y si las secuelas se prolongasen más de un año?. Puesto que todos los jugadores confiaban ciegamente en la posibilidad de encontrar equipo, lo cierto era que únicamente los clubes nutrían el libro mayor de la Mutualidad. Pérez II y tantos como él, se hallaban en el limbo asistencial mientras competían a prueba cada pretemporada. Por eso, en el mundo del balón nadie hizo mucho caso a Manuel Troyano. Bien al contrario, volvería a ponerse en marcha el habitual resorte de la solidaridad, el mismo que cíclicamente sacaba del atolladero a compañeros en desgracia, como ocurriese en el pasado con Alfonso, por ejemplo (perdió una pierna en Gijón, siendo jugador del Murcia, tras estrellarse fortuitamente contra el meta Lerín), y sucedería más adelante con Martínez, Ramón, Berruezo, Claudio, y un etcétera bastante amplio.

Aún sin secarse la tinta empleada en las declaraciones de Manuel Troyano, «Marca» recogía que los jugadores de la Cultural Leonesa acababan de abrir una cuenta recaudatoria, encabezada por las 50 ptas. del árbitro leonés Blanco Pérez. Desde Alicante se confirmaba un suplemento en las entradas del partido Hércules – Valencia, con idéntico motivo. Y entre tanto, el propio infortunado dirigía una súplica a la Delegación Nacional de Deportes, depositando toda su confianza en el «laureado general Moscardó».

Los jugadores de fútbol pudieran pertenecer a una casta privilegiada, como tantas veces se aseguraba en referencia a los de 1ª División, aunque sobre ciertos órdenes demostraban hallarse mucho más indefensos que cualquier obrero. La iniciativa del Dr. Emilio Moragas Ramírez, aún habiéndose acreditado magnífica tampoco era perfecta. Y el buen doctor ya no estaba para corregir deficiencias o matices. En diciembre de 1952, cuando Pérez II pretendía encarar el nuevo reto de forjarse otra vida, inauguraban en los jardines de la hoy ya desaparecida sede catalana de la Mutualidad Deportiva, un monumento en memoria de su impulsor. Una vez más, homenaje póstumo.

Durante los años siguientes pocas cosas cambiaron, tal vez porque soplasen vientos contrarios a la reivindicación, o quién sabe si por puro desinterés. La realidad es que avanzados los 60 continuaban disputándose partidos con jugadores a prueba, pertenecientes -y perdón por el mal chiste- al Limbo Club de Fútbol. Volvió a quedar de manifiesto cuando Juan Carlos Touriño y Francisco Casal se acercaron a las instalaciones del At. Madrid arrastrados por Guijarro, el más afanoso intermediario de la época. Ambos procedían del Quilmes, contaban con padres gallegos -circunstancia que les confería el estatus de oriundos- y distaban bastante de ser meritorios. Casal, «fornido defensa de cierre, seguro, valiente y rotundo», según las crónicas, venía tasado en millón y medio de ptas. Touriño, con la carrera de Perito Mercantil concluída, «estilizado marcador, capaz de rendir en funciones destructivas por el centro del campo», en cuatro millones y medio. Teóricamente venían para firmar como atléticos, pero su viaje fue desde el principio un verdadero despropósito.

Para empezar, nadie acudió a esperarles al aeropuerto. Personados en las instalaciones «colchoneras», a punto estuvieron de negarles la entrada. Sólo la buena voluntad de un empleado les permitió desentumecerse, entrenando por su cuenta durante un rato. Luego ese mismo empleado tuvo que aguantar a pie firme el rapapolvo de su superior: «No son jugadores del Atlético de Madrid. ¿Cómo los ha dejado entrenar en nuestro campo?. La ropa deportiva es para uso del club, no del primero llama a la puerta». Al rato, ese mismo jefe iracundo tuvo que excusarse por no haber recibido en Barajas a los dos futbolistas y a su presidente en el Quilmes, señor Vázquez. Raro. Todo muy raro desde el comienzo.

Touriño: antes de convertirse en defensa del Real Madrid vivió durante 45 minutos en el limbo futbolístico.

Touriño: antes de convertirse en defensa del Real Madrid vivió durante 45 minutos en el limbo futbolístico.

Fueron transcurriendo los días y a Touriño y Casal parecía se los hubiera tragado la tierra. Ni un partido, ni un mal bolo festivo en su haber. ¿En serio le interesaban al club rojiblanco?. ¿Para qué habían sobrevolado el Atlántico, entonces?, se preguntaban los informadores, no sin razón. A última hora, cuando ya tocaba cerrar las plantillas, pudo vérseles con la camiseta rojiblanca, formando en una especie de equipo B y sólo durante el primer tiempo. Un partido menor, de los contratados por compromiso y a dirimir en condiciones tan ajenas a la profesionalidad como reñidas con el espectáculo.

Cuando fechas más tarde se decidió no contar con ninguno de ellos, al presidente del Quilmes bonaerense, Antonio Vázquez, se le soltó la lengua: «Vinimos contratados por la empresa Guijarro-Oses, según parece porque al Atlético le interesaban los muchachos -dijo-. En el compromiso no entraban las pruebas. O mejor dicho, sólo pruebas médicas, no técnicas. Eso se sale un poco de la ética del fútbol. Y además, ¡qué prueba!. Cuarenta y cinco minutos de un matinal, con el calor, sin conocer a los compañeros…». Tanto en opinión del dirigente como de los futbolistas, se les había faltado al respeto, «porque no son, no somos cualquier cosa, sino profesionales de óptima condición. Poner a prueba a Touriño, que cuenta para el seleccionado argentino, es como hacerlo con Pirri. No hemos venido acá para sumergirnos en el encanto de Madrid, sino para negociar las transferencias de dos jugadores de nuestra institución».

Desde el Atlético de Madrid se había optado por la elegancia: «El club no está en condiciones económicas para adquirir a los jugadores». Gran verdad, a buen seguro. Pero chirriaba con la confidencia deslizada anteriormente por un directivo madrileño al redactor de «As» Miguel Vidal: «Touriño no interesa al Atlético; no firmará».

El enojo del presidente argentino, comprensible tras haber perdido una posibilidad de negocio, tampoco era ajeno a otra cuestión: la prueba técnica; ese medio partidillo matinal. Porque, ¿y si se hubiera lesionado cualquiera de los dos?. Sin contrato con el Atlético ni perspectivas de firmarlo, el gran damnificado habría sido Quilmes. La misma entidad que clamaba, por boca de su presidente, acerca del feo gesto consistente en alinear a prueba dos futbolistas ajenos, rehuyendo ulteriores compromisos. La otra pata del banco, el tingladillo de intermediación y representaciones Guijarro-Osés, con quien el club argentino pactara viaje y frustrado traspaso, se habría llamado a andanas. Si todo hubiese ido bien, apretón de manos, intercambio de puros, sonrisa ante la prensa gráfica y jugoso talón bancario en concepto de asesoría, gestión y corretajes varios. Pero al primer síntoma de descarrilamiento… Touriño y Casal no podían esperar nada bueno de esa parte. Aunque quizás no lo supieran al poner un pie en Barajas, se convencieron mirándose en el espejo de otro compatriota con menos suerte, apellidado Marín. Llegó desde Vélez Sarsfield, creyéndose contratado por un club español. Y apenas fallaron unas negociaciones ni siquiera hilvanadas, si te he visto no me acuerdo. «No comprendo cómo se puede hacer eso con un profesional, y además estimable -denunció el propio Touriño-. De no haber sido por nuestra compañía, hubiera estado completamente desatendido. Tuvo la suerte de encontrarnos aquí».

Partidillos veraniegos sin ficha deportiva ni bajo el protector paraguas de la Mutualidad, intermediarios alérgicos al escrúpulo deontológico, ambición deportiva e incontenible ilusión. Ingredientes para un cóctel explosivo donde la víctima, si tal hubiere, sólo podía ser el artista. Justo quien, pese a su decisiva importancia en el invento, apenas pasaba de simple mercancía.

Francisco Roberto Casal (la prensa española lo llamó siempre Alberto, por error) disputó 25 partidos con Quilmes entre 1966 y 1968, y 21 con Argentinos Juniors en 1969, todos ellos en la 1ª División Argentina. A partir de ahí desapareció de la máxima categoría. Juan Carlos Touriño Cancela (Buenos Aires 14-VII-1944) continuó en el Quilmes hasta fichar por el Real Madrid, en setiembre de 1970. Tras salir de la «casa blanca» pasó por Independiente de Medellín, nuevamente Quilmes, y Gimnasia y Esgrima de La Plata. Campeón de nuestra Liga en 3 ocasiones y dos veces de Copa, dada su condición de oriundo fue una vez internacional absoluto, con Kubala como seleccionador. A partir de su retirada (1978) dirigiría desde el banquillo al Palencia y recreativo de Huelva, a la Asociación de Futbolistas Argentinos -sindicato equivalente a nuestra AFE- y publicó un volumen de poemas titulado «Trigo y cardos».

Ambos, aunque no tuviesen constancia exacta de ello, también vivieron en el limbo durante 45 minutos, una mañana veraniega del ya lejano 1968.

Dos casos más, tan sólo, entre la legión de futbolistas que por pura inconsciencia o «vergüenza torera», se la jugaron sin aspavientos.




Manuel Olivares, el primer grande del fútbol balear

La condición insular supone una evidente peculiaridad en cualquier sistema político o social. Las Islas Baleares han visto cómo sus condiciones y relaciones con la Península debían desarrollarse con estas limitaciones. Hasta la llegada del avión, no era sencillo mantener una comunicación fluida con otras regiones, incluso entre las propias Islas. Cada Isla miraba hacia adentro y no se puede hablar de una cultura Balear común. Esto también tenía su propia repercusión en el ámbito deportivo. Se organizaban campeonatos insulares, sin interacción con otras provincias españoles lo que limitaba su crecimiento y competitividad. A día de hoy, Baleares puede presumir de una gran hornada de deportistas de primer nivel. Los Nadal, Lorenzo, Rudy Fernández, Sergio Llull, Joan Llaneras, Carlos Moyá y un largo etcétera han logrado enmendar un vacío histórico ampliamente prolongado. La presencia de futbolistas de primer nivel ha sido escasa. Apenas se puede encontrar a tres jugadores de las Islas que han alcanzado la internacionalidad absoluta con España. El primero de ellos, un rostro escasamente conocido y reivindicado, Manuel Olivares, ex jugador de Alavés y Real Madrid entre otros, pichichi de la temporada 32-33, campeón de dos títulos ligueros y el primer futbolista nacido en Mallorca que se enfundó «la Roja».

Los orígenes de Manuel Olivares han limitado que desde Mallorca se ensalce más su figura. Nacido en Son Servera en el año 1909. Hijo de un miembro del Cuerpo de Carabineros (cuerpo policial que vigilaba costas y fronteras y que en 1940 se integró en la Guardia Civil) que estaba destinado en la Isla. Posteriormente, su padre fue trasladado a San Sebastián, y allí, con más edad comenzó a emerger la figura de este delantero goleador. Primero en el modesto Avión de San Sebastián, posteriormente en 1928 se incorpora al Alavés, con el que logra el a la máxima categoría en la campaña 30-31. En su debut en 1ª (y también el del club vitoriano), anota los dos tantos en un encuentro que acaba empate a dos con la Real Sociedad.

Su facilidad goleadora y su inteligencia sobre el campo son notables. Tanto, que conseguirá ser Internacional. Una sola aparición, el 14 de junio de 1930 en un partido en Praga, ante Checoslovaquia en el que se impondrían los locales por 2-0. En España, junto a Olivares se alinea nombres como los de Zamora Ciriaco, Quincoces, Padrón o Gorostiza. Algunos de ellos compañeros en el Alavés, otros lo serán en la siguiente temporada…

…Y es que el Madrid, que ya había borrado el Real de su nombre con la proclamación de la República decide incorporarlo. Con los blancos saborea el éxito. Dos campeonatos ligueros consecutivos, los de 1932 y 1933. En esa segunda campaña además es el máximo goleador del campeonato, algo que ya rozó la anterior aunque fue únicamente aventajado por dos tantos por Bata, jugador del Athletic. Al año siguiente, otro título, la Copa de la República del año 34. Aunque Olivares no disputa la final y ha reducido su protagonismo.

Abandona Madrid y regresa a San Sebastián, para competir en el Donostia Fc (nombre que emplea la Real durante el periodo republicano). Después de ahí pasa al Zaragoza, donde se convierte en entrenador-jugador.  Estalla la Guerra y a Olivares no se le encuentran vinculaciones políticas ni se rememoran noticias durante ese periodo. No abandona España, ni se ve salpicado por sus raíces paternas de Carabinero (Cuerpo que en su mayoría optó por posicionarse del lado Republicano). Finalizado el conflicto, Olivares vuelve en activo al Zaragoza en 1ª división. Después lo haría con el Hércules, con el Málaga en Segunda, para acabar colgando las botas en 1943 en el Algeciras, con el que asciende a Tercera División. En los dos últimos casos, ejerciendo de entrenador-jugador. En los banquillos después tendrá mayor recorrido dirigiendo a diversos conjuntos hasta 1954. Acabó sus días en Madrid, trabajando como corredor de seguros, y falleciendo a los 67 años. Los medios de la época apenas dedicaron líneas a su muerte.  Y es que Olivares fue uno de esos jugadores que destacó en los inicios del balompié nacional. De los primeros pichichis, de los primeros campeones y de los primeros internacionales. Pero su rostro ha quedado un tanto olvidado. Sin vinculación deportiva con las Baleares que le vieron nacer, con una condición de migrante por diversos lugares, pocas banderas se levantan para recordarlo. Y sus cifras, 82 partidos en 1ª, 54 goles y el pionero de los apenas tres internacionales que ha aportado Baleares a la Selección, lo merecen.




El Padre Comadran: el sacerdote futbolista

Josep Maria Comadran Vila (Sabadell, 11-02-1948) ya no quiere echar más la vista atrás.

Se ha desprendido de todas sus memorias futbolísticas para no tener que recordar y, quizás, arrepentirse de la decisión no tomada.

En el fondo, continúa albergando la duda de si hubiese podido llegar a jugar en la élite del fútbol, como soñaba de pequeño. A punto de cumplir los 66 años, aún hoy muchos aficionados que le reconocen y recuerdan sus proezas  le trasladan la misma pregunta.

Pero ya no hay vuelta atrás, ni margen para el arrepentimiento: Comadran priorizó sus convicciones religiosas ante sus cualidades futbolísticas.

Admirador de Kubala, era un extremo ambidextro goleador, hábil, rapidísimo y con un cambio de ritmo que los más atrevidos comparaban con el de Cruyff.

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Esta combinación tan atractiva de virtudes con el balón despertaron, en su momento, el interés de diferentes equipos de nivel para ficharle, pero, ante la duda, él siempre regresaba al seminario.

Tuvo la oportunidad de convertirse en el primer sacerdote en ser profesional del fútbol en un equipo de categoría nacional porque ofertas no le faltaron, tanto en sus inicios en Béjar como en la recta final en Balaguer.

Comadran futbolista

Comadran futbolista

Comadran sacerdote

Comadran sacerdote

Josep Maria Comadran, padre escolapio, es el segundo de once hermanos. Sus padres se dedicaban al negocio textil. Con 11 años se levantaba a las 6 de la mañana para poder ir a jugar al fútbol y su equipo se financiaba los gastos aportando un duro cada jugador. Estudió en las Escuelas Pías hasta cuarto de Bachiller.

Empezó a destacar en el Atco. Sabadell (1960-61), pero su vocación religiosa le obligó a dejar el fútbol federado durante los años de formación: con 14 años entra en el seminario escolapio de Alella (Cataluña) y posteriormente en el de Irache (Navarra) y Albelda de Iregua (la Rioja).

Con 18 años se traslada a Salamanca, donde obtiene la licenciatura en Teología y Filosofía en la Universidad Pontificia. Es allí donde su carrera futbolística recibe el impulso que tambalea las convicciones de Comadran.

Jugando un partido entre seminaristas, un directivo de la UD Salamanca se fija en él y le propone una prueba. Pero lo tiene todo en contra: el entrenador de turno le dice que no quiere sacerdotes en su equipo y sus superiores le recuerdan constantemente que el fútbol va unido «al vicio y las mujeres», nada aconsejable en su situación.

Finalmente, Comadran ficha por el CD Béjar Industrial (1970-72), en el que destaca 2 temporadas en la categoría regional y consiguen el ascenso a Tercera. Allí acostumbraba a despojarse de la sotana por la noche y escaparse a los entrenamientos, sin escuchar las prohibiciones de sus superiores.

CD Béjar Ind. 1970-71. Blázquez, Navarro, Bonilla, Jesús, Sera, Guerra y Maside (ent.). Comadran, Tomás, Carmona, Isi y Paquito.

CD Béjar Ind. 1970-71. Blázquez, Navarro, Bonilla, Jesús, Sera, Guerra y Maside (ent.). Comadran, Tomás, Carmona, Isi y Paquito.

En esa época el Atlético de Madrid también se interesa por él, después de observarle en un partido amistoso. Las crónicas de entonces cuentan que le llegan a ofrecer 800.000 ptas. de ficha, pero él insiste en no apartarse de su camino.

Héctor Rial le convoca para formar parte de una selección española universitaria, pero una lesión en la espalda le impide acudir a la cita. Parece un aviso y supone un punto de inflexión. Es entonces cuando decide olvidarse del fútbol profesional. Pero no será de manera definitiva.

Regresa a Cataluña, donde cumple con su labor religiosa y también juega en diferentes equipos, los más cercanos a la Escuela Pía donde desarrolla su actividad docente: CF Vilanova (1972-73), UE Sitges (1973-74), FC Vilafranca (1974-76) y CF Balaguer (1976-81).

FC Vilafranca 1975-76. X, Jiménez, Fenollosa, Mateu, Fos II, Clemente, Anés y Fos I. Brics, X, Cervera, Maya, Aguilera y Comadran.

FC Vilafranca 1975-76. X, Jiménez, Fenollosa, Mateu, Fos II, Clemente, Anés y Fos I. Brics, X, Cervera, Maya, Aguilera y Comadran.

CF Balaguer 1976-77. Antonio Montoliu, Gabriel, Castellví, Garra, Jose Mari, X, Florejachs, Hipólito, Solé y Roberto (padre  del actual entrenador del Everton Roberto Martínez). Linares (masajista), Comadran, Sellart, Alsina, Salas y Perales.

CF Balaguer 1976-77. Antonio Montoliu, Gabriel, Castellví, Garra, Jose Mari, X, Florejachs, Hipólito, Solé y Roberto (padre del actual entrenador del Everton Roberto Martínez). Linares (masajista), Comadran, Sellart, Alsina, Salas y Perales.

La rapidez coincide en el Comadran futbolista y sacerdote: oficia misas breves para mantener a los feligreses, que siguen con curiosidad y admiración sus evoluciones en los campos de fútbol.

Jugando en el Balaguer, la UE Lleida, recién ascendida a Segunda B (1977-78), le ofrece 200.000 ptas. de ficha para incorporarlo a su plantilla. Por aquella época estaba destinado en el convento que la orden de los escolapios tenían en Balaguer. Comadran, ya con 29 años, es consciente de que es su última oportunidad para hacer realidad su sueño infantil de jugar al fútbol profesionalmente. Su duda le da un protagonismo no deseado y llena páginas de periódicos porque puede convertirse en el único sacerdote futbolista de todas las categorías nacionales del fútbol español. Entonces se publica que «el acondicionamiento de su ficha está supeditada a que su superior le conceda la oportuna licencia». Esto le abruma y acaba por rechazar la oferta del Lleida, consciente de que deja pasar el último tren.

Periódico ABC 17/08/1977.

Periódico ABC 17/08/1977.

Caricatura en la revista Blanco y Negro 25/08/1977.

Caricatura en la revista Blanco y Negro 25/08/1977.

Diario de Lérida 31/07/1977.

Diario de Lérida 31/07/1977.

Retorna al Balaguer, donde era todo un ídolo, y después ficha por los modestos Club Atlètic Castellserà (1981-83) y Joventut Bisbalenca CF (1983-85). Como colofón a su trayectoria futbolística, todavía juega un par de años más en Francia, mientras se saca el título de profesor de francés.

  Club Atlètic Castellserà 1981-82. En la fila de abajo, el tercero por la izquierda.

Club Atlètic Castellserà 1981-82. En la fila de abajo, el tercero por la izquierda.

Joventut Bisbalenca CF 1984-85. Vidal, López, Pérez, Castro, Cano, Fernández, Rovira y Comadran. Lluís, Andújar, Galofré, Porras, Sabrià, Ribas y Prieto.

Joventut Bisbalenca CF 1984-85. Vidal, López, Pérez, Castro, Cano, Fernández, Rovira y Comadran. Lluís, Andújar, Galofré, Porras, Sabrià, Ribas y Prieto.

En los vestuarios de todos los equipos donde jugó sólo pedía una cosa a sus compañeros: que no blasfemasen contra Dios en su presencia. A pesar de su discreción y educación casi exagerada no siempre le respetaron ni los futbolistas ni las aficiones rivales. En más de una ocasión salió llorando de algún campo de fútbol, producto de la dureza recibida por algún defensor contrario o de la impotencia generada por no poder rebelarse. Pero nunca le expulsaron de un terreno de juego porque huía de las disputas y tenía un espíritu conciliador.

Todos los sueldos ganados como futbolista los entregó siempre a sus superiores, excepto las primas, que las dedicaba a sus gastos personales. Hubo un presidente que le daba 1.000 pesetas después de cada partido.

Acabada su trayectoria como jugador, nunca se desvinculó del fútbol y entrenó a diferentes equipos formativos. Durante su labor de coordinador del fútbol base de la UE Tàrrega entrenó en sus albores al internacional Joan Capdevila (campeón del Mundo y de Europa con la selección española).

Pasado vivido. Para Comadran todo esto ya son recuerdos y de ellos parece huir cuando rechaza amablemente remover su memoria, todavía llena de pasajes futbolísticos por mucho que intente evitarlo.

Obras consultadas:

-90 anys de futbol a Balaguer. Joan Bové i Joan Martínez.

-FC Vilafranca 1904-2004. Crònica de cent anys de futbol. Josep Ma Batet.

-40 años de historia del CD Béjar Industrial. José de Frutos Martín.

-Cinquantenari del CF Vilanova (1951-2001). Diversos autores.

-Joventut Bisbalenca CF. Un club modest i senyor. Pere Saumoy.




Las reglas experimentales de los 90: el fútbol que estuvo a punto de ser

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Es de ley reconocer que tuvo momentos interesantes, emoción en sus justas dosis y algún destello aislado de brillantez, pero es algo comúnmente aceptado que el Campeonato del Mundo de Italia 1990 deparó un paupérrimo espectáculo futbolístico, consecuencia sin duda del rumbo tomado por el deporte rey durante la década de los ochenta. Con honrosas excepciones, los planteamientos eminentemente defensivos basados en la potencia física, los marcajes pegajosos (cuando no directamente violentos) y el encorsetamiento táctico estaban a la orden del día; la figura del hombre libre, muy habitual en aquellos años, reflejaba a la perfección el cambio de tendencia que se había producido a lo largo de la década anterior en la concepción global del juego: el líbero había perdido su función ofensiva de los años setenta para limitarse a ser un mero corrector de los desajustes defensivos de sus compañeros. Por otro lado, el considerado mejor equipo del momento, el AC Milan de Arrigo Sacchi, basaba su éxito en una asfixiante presión y en una ejecución magistral de la trampa del fuera de juego a partir de las cuales se edificaba su, por otra parte, portentoso juego de ataque. Pero, pese a los esfuerzos didácticos del entrenador milanista, para la mayoría de aficionados la táctica del fuera de juego era sinónimo de destrucción, pues comprimía a veinte jugadores en pocos metros en torno al centro del campo y plagaba el juego de interrupciones. Además, empezaba a extenderse peligrosamente por toda Europa: como todo lo que triunfa tiende a ser imitado, las tácticas de Sacchi eran recogidas por otros muchos entrenadores que, sin los mimbres de que disponía el italiano y con una idea menos completa y desarrollada que la original, intentaban aplicar en sus equipos algunos de esos conceptos en busca de una mayor solidez defensiva, buscando antes el cero en la portería propia que el gol en la contraria.

Las pérdidas deliberadas de tiempo eran otro gran problema. Si bien los colegiados ya amonestaban al jugador que demoraba en exceso un saque de banda o de falta, todavía no tenían medios para luchar efectivamente contra, por ejemplo, las lesiones fingidas y los tratamientos médicos que se aplicaban sobre el propio terreno de juego. Pero quizás lo peor de todo fuera esa práctica tan común de hacer correr el reloj sin que ocurriera absolutamente nada y que tenía como protagonistas a los porteros. Los guardametas podían recoger el balón con sus manos tantas veces como quisieran y por eso no era extraño verlos hacer una parada, caminar los cuatro pasos que entonces se les permitía dar, echar el balón al suelo, conducirlo por el área y volver a cogerlo cuando algún delantero se les acercaba. Y también era más que frecuente que, en cuanto el marcador era favorable, defensas y portero se dedicasen a pasarse el balón tranquilamente, a escasa distancia para no errar el pase y siempre en condiciones de que el cancerbero pudiera atrapar la bola en la seguridad de sus manos. El portero se la daba al defensa, que se la devolvía; el guardameta recogía el balón y o bien se la devolvía al defensa o bien la conducía por el área, la volvía a coger y se la pasaba a otro compañero para desesperación de público y rivales y sin que el árbitro pudiera hacer nada, pues reglamentariamente el balón se mantenía siempre en juego. Según palabras del entonces secretario general de la FIFA, Joseph Blatter (MD, 18/08/92), un estudio durante ese Mundial de Italia 1990 cifró el promedio de tiempo que cada portero retenía el balón sin jugarlo en dos minutos y medio por partido; si tenemos en cuenta que, antes y ahora, el tiempo efectivo de juego por partido suele rondar por término medio los cincuenta y cinco minutos, nos encontramos con que en muchos partidos se disputaban realmente menos de la mitad de los noventa reglamentarios.

El resultado de estas y otras tácticas conservadoras fue que en Italia’90 la media anotadora fue de 2’21 goles por partido, la más baja de todas las ediciones mundialistas disputadas hasta entonces, y eso hizo que la FIFA, que al parecer ya llevaba pensando en actuar sobre el asunto desde España’82, se decidiera a mover ficha. El 28 de junio de 1990, en plena disputa del Mundial de Italia y a propuesta de la Federación Escocesa, la International Board aprobaba un ligero cambio en la norma del fuera de juego: desde el inicio de la siguiente temporada ya no se señalaría infracción si el atacante destinatario del pase estaba en línea con el penúltimo defensor. La revisión de la Regla nº XI, sin duda la que más quebraderos de cabeza ha dado a árbitros, jugadores, entrenadores y aficionados de todo el mundo a lo largo de los 150 años de historia de este deporte (y, al mismo tiempo, la que más contribuyó a su desarrollo táctico en el siglo XX), pretendía incrementar el número de ocasiones de gol al habilitar situaciones que hasta ese momento eran ilegales. No fue la única novedad introducida en el reglamento: aquel mismo día se oficializaba también la obligación de los árbitros de mostrar tarjeta roja directa al jugador que cortase una ocasión de gol mediante un derribo o agarrón por detrás. Esta última medida ya se estaba aplicando en la cita italiana, en la que, por otra parte, la labor arbitral estaba siendo muy controvertida: las cámaras de televisión dejaron en evidencia la pésima vista de demasiados colegiados y la FIFA decidió cambiar los criterios de selección y formación de los equipos arbitrales de cara a 1994, fomentando además la especialización de los jueces de línea.

El inicio de la persecución al juego violento y la enésima variación de la regla del fuera de juego fueron, por tanto, el primer paso hacia un nuevo fútbol. Sin embargo, aquel era todavía un paso muy corto, casi tanto como el que magistralmente ejecutaban Franco Baresi y sus compañeros de la zaga rossonera para anular a los delanteros rivales. Y era corto sobre todo porque, además de la lógica preocupación deportiva por el rumbo general tomado por el fútbol, la necesidad de mejorar el espectáculo balompédico surgía de una poderosa razón económica que empezaba a inquietar a los dirigentes de la FIFA. Si el fútbol no incrementaba su atractivo ofensivo iba a ser difícil que el poco entendido público de Estados Unidos mostrara interés en la cita mundialista de 1994 y, en ese caso, el problema no iba a ser tanto el enorme fracaso comercial del campeonato en sí como su presumible consecuencia posterior: el gigantesco mercado estadounidense quedaría definitivamente vedado para el soccer. Hacían falta nuevas ideas y por ello el Comité Ejecutivo de la FIFA, en su reunión del 13 de diciembre de 1990, anunció la creación de un grupo especial de trabajo para analizar la posible introducción de reformas en el juego. Dicho grupo trabajaría en paralelo con una remozada comisión arbitral de cara a que la International Board, el único organismo con capacidad para reformar el reglamento, tomara las decisiones más adecuadas para que el fútbol evolucionara hacia parámetros más atractivos para el espectador. Así surgió la Task Force «Fútbol 2000», un foro en el que futbolistas, entrenadores, árbitros, directivos y periodistas de todo el mundo intercambiaban opiniones y aportaban y estudiaban propuestas de cambios normativos. Bajo la tutela de Joseph Blatter, nombres como los de Hugo Sánchez, Michel Platini, Ruud Gullit, Arrigo Sacchi, Zvonimir Boban, Carlos Alberto Parreira, Marco Tardelli, Franz Beckenbauer, Thomas Ravelli, Dunga o Josep Lluís Núñez (el entonces presidente del F.C. Barcelona) acudían periódicamente a diversos congresos y reuniones para discutir sobre posibles mejoras del reglamento.

De aquella tormenta de ideas salieron más de setecientas sugerencias, muchas de las cuales fueron catalogadas directamente como absurdas; algunas quedaron aparcadas tras su correspondiente fase de estudio (como las de agrandar las porterías, dividir los partidos en cuartos o reducir los equipos a diez jugadores), mientras que otras se acabarían implantando sin demasiado revuelo, como la de poner el nombre de los jugadores en las camisetas, permitir que el portero pudiera moverse sobre la línea de gol en los lanzamientos de penalti, aumentar a tres el número permitido de cambios, delimitar un área técnica en torno a los banquillos, crear la figura del cuarto árbitro o castigar con más severidad las entradas por detrás. Esos cambios relativamente menores (aunque algunos de gran importancia, como el de las tres sustituciones o la apuesta decidida por erradicar el juego violento a base de tarjetas) se introdujeron directamente en el fútbol profesional sin demasiadas probaturas, pero había otras ideas que por su potencial revolucionario requerían de una cierta experimentación práctica antes de ser incluidas definitivamente en el reglamento oficial del fútbol.

Y así fue como los campeonatos mundiales de categorías inferiores surgidos a finales de los setenta y principios de los ochenta, y que hasta entonces sólo servían para promocionar el fútbol base y hacer que los jóvenes proyectos de estrellas acumularan experiencia internacional, se convirtieron durante la primera mitad de los noventa en el banco de pruebas preferido de la FIFA y la International Board. Como en todo experimento, hubo algún que otro éxito y numerosos fracasos; algunas normas se desecharon tras un único torneo y otras requirieron un par de citas para terminar de demostrar su ineficacia, pero todas pusieron en serias dificultades a unos chavales que, generalmente, apenas tenían tiempo para acostumbrarse a los inventos reglamentarios antes de iniciar la pelea por nada más y nada menos que un título mundial. Cierto es que experimentar primero con los más jóvenes no era nada nuevo: antes de la creación de los torneos oficiales organizados por la FIFA, citas como la Copa Príncipe Alberto (torneo para selecciones juveniles disputado en Montecarlo entre 1971 y 1985 en honor del entonces heredero monegasco) ya habían sido utilizadas para probar innovaciones en el reglamento, algunas de las cuales se retomarían en los años noventa. Desde mediados de los setenta, en el estadio Luis II se vieron expulsiones temporales de diez minutos por cada tarjeta amarilla, mini-córners lanzados desde la intersección de la línea del área grande con la de fondo, muerte súbita en las prórrogas, tiros libres directos sin barrera o saques de banda con el pie, pero una cosa es un trofeo amistoso y otra muy distinta un Campeonato del Mundo. Un Mundial de categoría inferior, de acuerdo, pero un Mundial al fin y al cabo, la única oportunidad para muchos jóvenes futbolistas de participar en un torneo de tal calibre. Mientras se desoían las sugerencias para mejorar los propios campeonatos juveniles (como la de introducir más de un día de descanso entre partido y partido, por ejemplo), los muchachos se convirtieron en cobayas para mejorar ese fútbol profesional al que muchos de ellos jamás llegarían; un fútbol que, de haber adoptado todas las normas testadas en esos campeonatos, sería hoy muy diferente del deporte que conocemos.

Sólo hay que pensar en el enorme impacto que ha tenido en el fútbol moderno la única gran aportación de todo ese proceso reformador de los años noventa: la introducción en el reglamento de la norma de la cesión voluntaria al portero, que castiga con libre indirecto al guardameta que recoja con sus manos un pase voluntario de un compañero realizado con el pie. Esta regla se experimentó por primera vez en el primer campeonato usado como laboratorio, el Mundial sub’17 de 1991, celebrado entre el 16 y el 31 de agosto de aquel año también en Italia (en realidad la sede designada originalmente había sido Ecuador, pero una epidemia de cólera en Sudamérica obligó a trasladar el torneo a Europa). Se produjo algún despiste propiciado por la novedad y por la tierna edad de los jugadores, pero en general la experiencia fue bastante positiva y la International Board no dejó pasar ni un año para incluir la nueva norma en el reglamento. Lo hizo en su reunión del 30 de mayo de 1992, disponiendo su entrada en vigor justo para el comienzo del torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos de Barcelona, y los resultados tampoco se hicieron esperar demasiado: sancionar con libre indirecto las cesiones voluntarias no sólo produjo una notoria dinamización del ritmo de juego al imposibilitar las pérdidas de tiempo de los porteros, sino que favoreció los mecanismos de presión adelantada, potenció el desarrollo técnico de los defensas (que ante la presión rival ya no podían limitarse a pegar un pelotazo hacia atrás para que su portero lo recogiera) y dio origen a una nueva concepción del puesto de guardameta, que pasaba definitivamente a ser el primer atacante del equipo y un futbolista más en el que apoyar el juego. Muchos porteros de la vieja escuela sufrieron para adaptarse al cambio, pero pronto surgieron jóvenes valores como el neerlandés Edwin van der Saar o, dentro de nuestras fronteras, el valenciano José Francisco Molina, que por sus condiciones técnicas e importancia táctica en sus respectivos conjuntos se convirtieron en figuras referentes de este nuevo fútbol.

Sin embargo, el resto de ocurrencias discutidas en el seno de la Task Force Fútbol 2000 y puestas a prueba en los Mundiales juveniles no tuvieron tanto éxito. La primera medida experimental (y fracasada) que cabe destacar se probó también en el Mundial sub’17 de 1991 y estaba relacionada, cómo no, con el fuera de juego, que entonces parecía ser una de las fijaciones de la FIFA. Desde 1907 la regla del off-side se aplica a partir de la línea medular, pero en aquel Mundial se limitó su aplicación a los últimos 16’5 metros de cada campo; es decir, sólo existiría el fuera de juego desde la altura del área grande, cuya línea frontal se prolongó hasta las bandas para delimitar visualmente la nueva zona en la que existía la infracción. Curiosamente, o quizás no tanto, el primer experimento similar se había producido en 1973 en Estados Unidos, el país cuyo mercado ahora se pretendía conquistar, cuando la peculiar y extinta NASL trazó una línea del fuera de juego a 35 yardas de cada portería. En aquel entonces la FIFA se había posicionado en contra del invento y llegó a amenazar a la NASL con retirarle su reconocimiento, pero finalmente optó por hacer la vista gorda porque la repercusión de la norma en el juego fue bastante limitada. Las defensas que en un principio decidieron adelantarse hasta esa altura fueron duramente castigadas por avispados delanteros a la caza de algún pelotazo a la espalda de los centrales; sin la sofisticada presión ideada una década después por Sacchi, treinta y dos metros libres eran demasiados para jugárselos a la carrera con los puntas, así que los equipos estadounidenses no tardaron en olvidarse de esa línea para montar sus sistemas defensivos y volvieron a tácticas más tradicionales. Al final, el principal uso que se dio a aquella nueva línea pintada sobre los campos norteamericanos fue la de servir como punto de partida de los lanzadores en los peculiares shoot-outs establecidos para deshacer los empates, en los que cada jugador disponía de cinco segundos para superar al portero rival en un mano a mano.

Pero en la prueba que la FIFA hizo en el Mundial sub’17 de 1991 la distancia desde la línea del fuera de juego hasta la portería era casi la mitad que en la vieja NASL, así que el problema fue otro. Como observador del campeonato y miembro de la Task Force Fútbol 2000, Arrigo Sacchi se tiraba de los pelos (metafóricamente hablando, claro) ante la obtusa mentalidad de quien había ideado la norma para castigar el uso presuntamente defensivo de su afamada táctica: «Los técnicos que tenemos una concepción moderna del fútbol usamos la táctica del fuera de juego como arma ofensiva, porque ello te obliga a atacar y defender con los once jugadores. Con esta regla lo que lograrán es que se coloquen dos líneas defensivas a 16 metros del portero, lo que hará el juego más aburrido» (MD, 30/08/1991). Y lo cierto es que el maestro italiano tenía razón. Se suponía que al retrasar y reducir la zona de aplicación del off-side se producirían menos interrupciones y se generarían más ocasiones porque el balón podría llegar más veces a las inmediaciones del área; sin embargo, la experiencia de ese Mundial sub’17 no fue nada satisfactoria. Según consta en Informe Técnico del propio campeonato, ninguna selección halló rivales dispuestos a disputar amistosos bajo las reglas experimentales, así que los entrenadores se plantaron en Italia sin haber desarrollado soluciones tácticas pensadas expresamente para la nueva norma. Aunque los equipos no fijaron a sus delanteros cerca de la línea para obligar a la defensa rival a quedarse tan retrasada, el temor a que los puntas se situaran legalmente entre la espalda de los centrales y la portería llevó a la mayoría de selecciones a replegarse en torno a la frontal de su área en cuanto perdían el balón.

De ese modo, cuando un equipo recuperaba la posesión sus centrocampistas veían cómo la zaga rival, en lugar de salir a presionar achicando espacios como era habitual, reculaba casi hasta su área para no verse cazada por un pase en profundidad, así que en las transiciones defensa-ataque el centro del campo se convertía en una larguísima pradera en la que no existía más oposición que la que fueran capaces de presentar los mediocentros del equipo contrario. Una escasa resistencia que era relativamente fácil de superar a base de conducciones y pura potencia física: nunca el concepto de jugador «box to box» estuvo mejor empleado que en aquel Mundial juvenil. En definitiva, los equipos se partían con más facilidad de la ya habitual en los conjuntos sub’17 y las ocasiones tampoco aumentaron de forma significativa, puesto que al final en la mayoría de los ataques los delanteros tenían poco recorrido para buscar el desmarque y, con las defensas tan hundidas, hacía falta mucha paciencia, coordinación y precisión en el pase para generar una situación clara de gol. Algunos seleccionadores incluso llegaron a culpar al desbarajuste táctico provocado por la norma experimental el mal papel de sus equipos en el torneo; no fue el caso de España, que llegó a la final y la perdió contra una selección de Ghana sospechosamente madura para estar compuesta por jugadores de entre 14 y 17 años. Pero ésa es otra historia.

La idea de la línea del fuera de juego quedó definitivamente desechada tras el descafeinado amistoso (pobre juego, pésima entrada y un Johan Cruyff que ni siquiera quiso sentarse en el banquillo blaugrana) que F.C. Barcelona y Real Madrid disputaron en el Camp Nou el 11 de septiembre de aquel 1991, en el marco del «Desafío» entre ambos clubes auspiciado por Canal +, y que hasta la fecha es el último encuentro no oficial celebrado entre ambos gigantes. El partido se jugó con las normas del Mundial sub’17 que había terminado unos días antes y los profesionales lo tuvieron claro: sin cesiones el fútbol era mucho más fluido, pero la línea del fuera de juego era tan absurda que renegó de ella incluso Julio Salinas, el delantero que por sus características físicas mejor pareció entender las posibilidades que le brindaba la nueva norma (podía actuar casi como un pivote de balonmano para fijar a los centrales en la línea y descargar para compañeros que llegaban desde atrás). Jugadores y entrenadores de uno y otro equipo coincidieron en señalar que no contribuía en absoluto a mejorar el espectáculo ofensivo y requería de los centrocampistas, obligados a recorrer continuamente arriba y abajo los más de sesenta metros entre las áreas, el esfuerzo físico de auténticos maratonianos. La conclusión general fue que así sería imposible jugar dos o tres partidos a la semana; a los adolescentes que habían disputado en Italia seis encuentros en catorce días no les preguntó nadie. En cualquier caso, la FIFA tomó nota y desde entonces la línea del fuera de juego ya sólo se pinta en los campos de fútbol siete.

Uno de los temas recurrentes en las reuniones de la Task Force Fútbol 2000 (junto con el de las expulsiones temporales y los cambios ilimitados, medidas que nunca llegaron a ponerse en práctica esos años pese a la insistencia de sus defensores) era la reforma de los sistemas de desempate: muchos consideraban que las tandas de penaltis suponían un estímulo para que los conjuntos defensivos se metieran atrás en el tiempo extra con el objetivo de jugárselo todo en una tanda en la que partían con el 50% de posibilidades de ganar. En la memoria de todos estaban las dos semifinales de Italia’90, resueltas desde los once metros, e incluso el técnico que llevó al Estrella Roja a conquistar su recordada Copa de Europa en 1991, Ljupko Petrovic, había reconocido que su única prioridad en la prórroga de aquella final había sido intentar llegar a los penaltis. Se planteó seriamente la posibilidad de utilizar las estadísticas de saques de esquina o de tarjetas amarillas como criterios para resolver los empates en favor del equipo que más ambición ofensiva hubiera mostrado, hubo quien propuso la descabellada idea de reducir paulatinamente el número de jugadores en las prórrogas para abrir espacios y algunos, como Johan Cruyff, abogaron incluso por retomar el invento de la NASL para eliminar las prórrogas y sustituir los penaltis por acciones de uno contra uno. Finalmente se optó por adaptar el viejo concepto de prórroga tomado de la antiquísima Cromwell Cup disputada en Sheffield en 1868 y en la que, al terminar el tiempo reglamentario de la final en empate, se acordó finalizar el partido en cuanto alguien marcara. El sistema se había usado en varias competiciones de la primera mitad del siglo XX y se retomó, como ocurriera en la Copa Príncipe Alberto que la selección española sub’18 ganó en 1975, limitado a los treinta minutos de la prórroga reglamentaria y no como en los viejos tiempos, en los que no solía haber ninguna duración máxima estipulada. Pero lo cierto era que, a comienzos de los años noventa, mucha gente del mundo del fútbol entendía que, más que un retorno a los orígenes del balompié, se trataba de un nuevo guiño para atraer al poco entendido público estadounidense al Mundial de 1994: al fin y al cabo, las ligas norteamericanas de hockey sobre hielo y fútbol americano también resolvían sus tiempos extras en el momento en que un equipo lograba anotar.

En esta ocasión fue la UEFA quien tomó la delantera innovadora. La entonces llamada «muerte súbita» se aplicó por primera vez en un torneo internacional oficial en el verano de 1992, en la fase final del Europeo sub’18 disputada en Alemania, y hubo que esperar hasta la final del campeonato, disputada en la localidad bávara de Bayreuth el 25 de julio de 1992, para ver su primera puesta en escena: en el minuto 9 de la prórroga Turquía anotaba el 2-1 con el que derrotaba a Portugal (NOTA: si hacemos caso de varios artículos turcos que rememoran el torneo fue Tarkan Alkan quien marcó en la prórroga y no Mustafa Kocabey, como figura en la versión inglesa de la web de la UEFA -no siempre del todo fiable- y en otras bases de datos consultadas, como la de RSSSF). La International Board aprobó este sistema de desempate a finales de febrero de 1993 con carácter experimental, aunque ya meses antes Sepp Blatter aclaraba que sería demasiado prematuro usarla en el Mundial de 1994. Pero sí se probó en el Mundial sub’20 de Australia, que arrancó sólo una semana después de la decisión de la IFAB y en el que el jugador local Anthony Carbone tuvo el honor de pasar a la historia como el autor del primer tanto decisivo en un torneo FIFA. Carbone, centrocampista que formó parte de las categorías inferiores del Nottingham Forest pero que luego desarrollaría su carrera profesional en su país natal, marcó de cabeza en el minuto 99 el gol que les daba a los «socceroos» la victoria por 2-1 en su duelo de cuartos de final contra Uruguay, en partido disputado en Brisbane el 13 de marzo de 1993.

En aquel Mundial sub’20 sólo llegó a la prórroga otro partido: el choque entre Inglaterra y México también de cuartos de final y que acabaron llevándose los ingleses en la tanda de penaltis; nadie tuvo claro si la actitud eminentemente defensiva mostrada por británicos y mexicanos en el tiempo suplementario se debió a la nueva norma o fue una simple prolongación de lo visto en los primeros noventa minutos. Durante la primavera de 1993 la UEFA siguió usando el sistema en su Europeo sub’16, en el que hubo tres prórrogas y sólo una se resolvió antes de los penaltis (victoria de Polonia ante Francia en semifinales); además, la J-League japonesa, inaugurada en mayo de ese año y que no contemplaba la posibilidad de que sus partidos acabaran en empate, también implantó la muerte súbita como forma de resolver esos duelos, y la Confederación de Norte y Centroamérica (CONCACAF) fue la primera en experimentarla en encuentros de selecciones absolutas: el 22 de julio de 1993, en partido de semifinales de la Copa de Oro disputado en Dallas, el estadounidense Cle Kooiman dio a su equipo el pase a la final con un gol a Costa Rica en el minuto 103.

Pero tras los primeros meses seguía sin haber unanimidad sobre el efecto real que la nueva norma producía en el desarrollo de los partidos y sus tiempos suplementarios: aparte de para incrementar la tensión de jugadores y público, ¿servía para que los equipos atacaran más o todo lo contrario? Nadie era capaz de responder de forma taxativa. En el posterior Mundial sub’17, celebrado en agosto en Japón, tan solo hubo ocasión de ponerla en práctica una vez más (nuevamente en un partido de cuartos y con Australia como protagonista, aunque esta vez quien marcó fue su rival, la selección de Ghana) y la única conclusión definitiva de las pruebas de 1993 fue que a la «muerte súbita» debía cambiársele el nombre por uno con menos connotaciones funestas. La regla del «gol de oro», ya con esa denominación, fue adoptada definitivamente tras el Mundial de Estados Unidos y se modificó tras el de Corea del Sur y Japón en 2002 para convertirla en la regla del «gol de plata»: en caso de gol la prórroga proseguía hasta llegar al término del periodo en el que se hubiera marcado y, de no haber entonces empate, se daba por finalizado el partido. No obstante, diez años después de su implantación la corriente mayoritaria de opinión ya estaba claramente en su contra, por lo que finalmente fue eliminada de las competiciones internacionales en el verano de 2004, después de la Eurocopa de Portugal, volviéndose al mecanismo tradicional de treinta minutos de prórroga y penaltis.

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Una vida más efímera tuvo la otra gran idea que se probó en 1993. Cuando en 2009 Arsène Wenger sugirió que, en vista de lo que hacía el hoy recientemente retirado Rory Delap en el Stoke City, sería mejor que se dejara sacar de banda con el pie, puede que el entrenador alsaciano del Arsenal tuviera en su cabeza la medida que, junto con la muerte súbita, fue anunciada en la semana previa al Mundial sub’20 de 1993. Porque se trataba exactamente de eso: de efectuar los saques de banda con el pie. Según los teóricos detrás del invento, no tenía sentido que los saques laterales se hicieran con la mano cuando absolutamente todas las demás reanudaciones del juego se realizaban con el pie: el fútbol no tenía por qué seguir siendo el único deporte que obligaba a usar en una acción concreta una parte del cuerpo prohibida para el resto de situaciones. Nuevamente se trataba de una vuelta a los orígenes del fútbol (y a algo probado en los setenta en Montecarlo), pues la obligación de sacar con las manos no había aparecido en el reglamento hasta 1882. El nuevo sistema prácticamente convertía los saques de banda en libres indirectos, ya que obligaba a los rivales a situarse a una distancia de al menos 9’15 metros del punto desde el que se efectuara el saque e impedía que se pudiera anotar gol de manera directa, aunque seguiría sin existir fuera de juego tras un saque lateral. Para los expertos designados por la FIFA para redactar el Informe Técnico del Mundial sub’17 de 1993, primer torneo FIFA en el que se probó, los resultados del experimento fueron muy positivos: la consecuencia más obvia fueron los cuatro goles que se anotaron en el torneo en acciones de saque de banda (la misma cantidad que en lanzamientos de esquina), cuando en el Mundial sub’20 de Australia, sacando con las manos, sólo se había logrado un tanto a raíz de un saque lateral. Pero la influencia de la norma en el juego no acababa ahí.

Por un lado se observaba que porteros y defensas intentaban evitar los despejes sin sentido para no conceder un saque de banda en una zona cercana al área, lo cual era destacado como un aspecto positivo pues redundaba en un mayor tiempo de juego efectivo y a la larga debería contribuir a mejorar el nivel técnico de los defensores. Al mismo tiempo, los equipos intentaban adentrarse en campo rival con más ahínco con la esperanza de poder forzar un lanzamiento lateral del que surgiera una ocasión, lo que se interpretaba como una mayor tendencia ofensiva, algo que siempre complacía a la FIFA. La parte negativa del experimento venía dada por el tiempo que se perdía en algunos lanzamientos, pues obviamente los que se producían en zonas de peligro eran botados por el especialista a balón parado del equipo y éste necesitaba unos cuantos segundos para llegar a la posición, colocar el balón, pedir que los rivales se colocaran a la distancia reglamentaria y efectuar el saque. En todo caso, los técnicos de la FIFA consideraban que el colegiado ya tenía mecanismos para evitar las demoras innecesarias y además sugerían posibles soluciones a ese problema, como la de obligar a sacar de banda al jugador que estuviera más cerca del lugar por el que hubiese salido el balón.

Sin embargo, pese a la interpretación mayoritariamente positiva de esos expertos, en el seno de la Task Force Fútbol 2000 no acababan de estar convencidos de la idoneidad de la norma: los equipos profesionales, formados por jugadores adultos y con mayor potencia física que quienes habían disputado ese Mundial sub’17, podían sucumbir fácilmente a la tentación de colgar balones al área rival prácticamente desde cualquier posición aprovechando la inexistencia del fuera de juego, y el fútbol corría el riesgo de acabar convirtiéndose en un triste espectáculo de pelotazos largos en busca de un cabezazo o un rebote afortunado. Aunque su introducción en el Mundial de Estados Unidos estaba descartada de antemano, la FIFA parecía firmemente decidida a implementar los saques de banda con el pie en el año 1996, así que durante la temporada 1994/1995 se realizó el experimento definitivo en las segundas divisiones de Bélgica y Hungría y en la Isthmian League (una de las divisiones regionales inglesas, llamada entonces Diadora League por cuestiones de patrocinio). La única novedad con respecto a la prueba del Mundial sub’17 era que se mantenía la opción de sacar con la mano: cada jugador podría elegir qué tipo de lanzamiento realizar en cada momento, aunque quien fuera a sacar con el pie debería alzar un brazo para indicarlo. Observando hoy vídeos de aquellos partidos cabe reconocer que los saques con el pie dan sensación de mayor continuidad en el juego (especialmente los realizados en corto, pues facilitaban sobremanera el control de balón del receptor), pero los temores sobre la proliferación de los balones colgados se confirmaron en las tres ligas y la idea acabó siendo rechazada.

Tras el fracaso de los saques de banda con el pie la necesidad de probar nuevas reglas pareció diluirse. Una vez pasado el Mundial de Estados Unidos, la última gran prueba de novedades normativas fue la que se llevó a cabo en el Mundial femenino de Suecia 1995. Era el segundo Campeonato del Mundo oficial para selecciones absolutas femeninas y la escasa profesionalización del fútbol femenino lo convertía, a ojos de la FIFA, en otro laboratorio ideal para sus experimentos. En aquella ocasión se trató de probar los tiempos muertos técnicos: cada seleccionador o seleccionadora podría pedir dos recesos de dos minutos de duración a lo largo del partido para dar instrucciones a sus jugadoras. No tuvieron demasiado éxito: muchos equipos no hicieron uso de este nuevo derecho y, aún así, a mitad del campeonato hubo que refinar la norma para que no se utilizara en perjuicio del rival y sólo pudiera pedirse tiempo muerto cuando se tuviera un saque de banda o de puerta a favor. Nuevamente un solo torneo bastó para desechar la idea; desde entonces los tiempos muertos sólo han aparecido puntualmente en determinados torneos disputados bajo condiciones excesivas de calor (como el Europeo sub’19 de Austria en 2007), algo que precisamente parece que volverá a ocurrir en el próximo Campeonato del Mundo de Brasil 2014.

Al final, las únicas novedades incluidas en el reglamento de Estados Unidos 1994 fueron la concesión de tres puntos por victoria en la fase de grupos y la posibilidad de realizar un tercer cambio si el portero resultaba lesionado tras haber agotado las dos sustituciones ordinarias, medidas que se aplicaron directamente sin probarse antes en torneos de categorías inferiores. A ellas había que añadir una menor permisividad arbitral ante las llamadas faltas tácticas y las entradas por detrás y, lógicamente, la principal variación normativa introducida entre los Mundiales de 1990 y 1994, la inclusión de la cesión al portero como una nueva infracción sancionable con tiro libre indirecto. Irónicamente, vistas las pruebas llevadas a cabo en los años anteriores en aras de un mayor espectáculo ofensivo, la final entre Brasil e Italia acabó con 0-0 y se decidió en la tanda de penaltis; pero la media goleadora en aquel Mundial subió de los 2’21 tantos por partido registrados en Italia’90 a 2’69 y, en general, la ambición ofensiva mostrada por la mayoría de selecciones fue digna de elogio, especialmente en comparación con lo visto cuatro años antes. El público estadounidense respondió, sus autoridades encarrilaron la creación de una nueva liga profesional en el país a través de la cual impulsar la afición al balompié y la FIFA respiró aliviada. Misión cumplida.

A partir de entonces, y exceptuando quizás la introducción definitiva del tercer cambio en 1995, los esfuerzos innovadores quedaron reducidos a realizar pequeños retoques en normas ya existentes (como la eliminación del fuera de juego posicional o la sustitución de la limitación de pasos por un tiempo máximo para que los porteros soltaran el balón tras cogerlo), tendencia que se mantiene a día de hoy: la única novedad potencialmente revolucionaria testada en los últimos tiempos ha sido la de la tecnología de línea de gol, puesta recientemente a prueba en el Mundial de Clubes de Marruecos 2013 y que, esperemos, suponga un gran avance hacia la modernización del fútbol en uno de sus aspectos más mejorables. Con la perspectiva del tiempo, e insistiendo una vez más en el acierto que fue prohibir las cesiones al portero, del proceso reformador de los años noventa emerge una conclusión clara: lejos de normas extravagantes y cambios drásticos en el reglamento, reducir la dureza de los contactos físicos a través de la acción arbitral fue, sin duda, el principal elemento normativo que contribuyó al cambio de tendencia en el deporte rey que tanto perseguía la FIFA. Al final no era tan complicado: sólo se trataba de dejar que se volviese a jugar al fútbol.




La era dorada del C.E. Sabadell: 1965-1972 (Primera parte)

En casi todas las temporadas aparece un «equipo revelación», un conjunto que no forma parte de los grandes de la categoría y del que no se esperan a priori brillantes resultados, pero que se las arregla para situarse en los primeros lugares de la tabla. Le ocurrió también al C.E. Sabadell durante su periodo más largo de estancia en la Primera División del fútbol español, entre los años 1965 y 1972, cuando se clasificó en una más que meritoria cuarta posición (temporada 1968-69), lo cual le dio derecho a jugar al año siguiente la Copa de Ciudades en Feria, o «Copa de Ferias» a secas, una competición continental que hoy podría homologarse a la «Europa League»

Entonces el cuadro vallesano se llamaba oficialmente «Centro de Deportes Sabadell», y era un club con escasa experiencia en la División de Honor. Fundado en 1903, había comenzado a llamar la atención a mediados de los años 30, poco antes de nuestra Guerra Civil. Militaba entonces en Segunda, y en la temporada 33-34 se había proclamado contra todo pronóstico Campeón de Cataluña, imponiéndose brillantemente a los habituales primates Barça y Español, con un fenomenal registro (11 partidos ganados, 1 empatado y 2 perdidos; 34 goles a favor y 19 en contra, y un total de 23 puntos, tres más que los dos grandes equipos barceloneses). Tomó parte, por consiguiente, en la edición de la Copa de 1935 – que entonces se denominaba «Campeonato de España» – y tras eliminar a Celta, Betis y Levante, se clasificó para la final, donde se encontraría con el Sevilla CF, que también accedía a ella por vez primera. El encuentro decisivo tuvo lugar en el terreno madrileño de Chamartín, el 30 de junio de 1935, con arbitraje de Pedro Escartín, y concluyó con el rotundo triunfo de los hispalenses por 3 a 0, marcados por Campanal (en dos ocasiones) y Bracero. Estas fueron las formaciones que presentaron ambos conjuntos: por el Sevilla, Guillermo Eizaguirre; Euskalduna, Deva; Alcázar, Segura, Fede; López, Torróntegui, Campanal, Tache y Bracero, y por el Sabadell, Massip; Morral, Blanch; Argemí, Font, Gracia; Sangüesa, Calvet, Gual, Barceló y Parera.

Pronto vendría la contienda fratricida, que en lo futbolístico se saldaría con la suspensión de las competiciones nacionales y también con la muerte y el exilio de numerosos jugadores, pero tras ella se iba a producir de nuevo un buen momento para los de la Creu Alta, que lograrían ascender a Primera División en la temporada 42-43. Militarían en ella durante las campañas 43-44, 44-45, 46-47, 47-48 y 48-49, pero tras su segundo descenso padecerían una prolongada «travesía del desierto», que les llevaría incluso al pozo de la Tercera División en 1963, aunque en el transcurso de únicamente dos temporadas, 63-64 y 64-65, pasarían del infierno al paraíso.

Pero tal vez convendría antes hablar un poco del marco donde se inscribía este curioso club de singular y arlequinada equipación, sin parangón entre sus homólogos.

Sabadell era sin discusión, a mediados de los años 60 del siglo pasado, la capital lanera de España. Había sido una de las localidades pioneras de la Revolución Industrial en la Cataluña del XIX, hasta el punto de recibir el apelativo de «la Manchester catalana». Ya en el siglo XX, su población  aumentó de manera vertiginosa, dado el poder de atracción que sus numerosas fábricas ejercían sobre los inmigrantes de la España menos favorecida. De ese modo pasaría de 23.375 habitantes en el año 1900, a los 105.339 de 1960, es decir, que había más que cuadruplicado su población. Ese incremento demográfico se mantuvo durante los años 60 – a mitad de la década cuenta ya con unos 150.000 habitantes -, lo cual trajo aparejado un crecimiento urbano descontrolado, con un gran déficit en equipamientos (alumbrado, pavimentación, alcantarillado, enseñanza…). Sin embargo había un aspecto en el que Sabadell era modélica dentro de aquella España aceleradamente desarrollista pero en tantos órdenes subdesarrollada aun: el deporte. No en vano, en 1967 la «Asamblea de periodistas deportivos españoles» va a proclamar a la localidad vallesana como «la ciudad piloto del deporte español», puesto que en ella tenían su sede más de medio centenar de sociedades dedicadas a diferentes disciplinas, y a que contaba con unas instalaciones de las que no disponían entonces muchas capitales de provincia.

TEMPORADA 64-65: POR FIN EL ASCENSO, 16 AÑOS DESPUÉS

El Sabadell regresó a Segunda tras su breve paso por la Tercera División durante la campaña 63-64. En el Grupo VII de Tercera, los arlequinados quedaron campeones, con 58 puntos conseguidos en 38 partidos. Ganaron 27 encuentros, empataron 4 y perdieron 7, con un magnífico balance de 92 goles a favor y 42 en contra. En la fase de ascenso les tocó enfrentarse primero al C.D. Castellón, al cual eliminaron con ciertos apuros, cayendo por 1 a 0 en Castalia y ganando por 3 a 1 en la Creu Alta. Más asequible resultó el siguiente y último rival, el Albacete Balompié. En la ciudad manchega el Sabadell se impuso ya por 0 a 1, redondeando la faena con una clara victoria por 3 goles a 0 en su feudo. Era el 14 de junio de 1964.

De nuevo en Segunda, los laneros afrontaron la temporada con los siguientes efectivos: Martínez, Romero, Quincoces; Diego, Sertucha, García Verdugo, Izaola, Arqué, Marañón- que se iría al Levante mediada la campaña -, Tejedo, Martí, Noya, Castaños, Navarro, Cabello, Planellas, Palau, Sabino, Periquín, López, Basaras, Peña y Roger. Eran nuevos tres jugadores procedentes del Valencia, el guardameta Martínez, el veterano defensa García Verdugo y el delantero Cabello, así como el ex-barcelonista Ramón Marañón y el ex-malloquinista Arqué. También se incorpora un joven valor formado en la cantera blaugrana, Palau.  El entrenador va a ser el antiguo internacional del Valencia Bernardino Pérez Elizarán, más conocido futbolísticamente como Pasieguito, componente de una mítica línea medular junto al legendario Antonio Puchades. El Sabadell realizará una gran campaña, acabando la temporada como segundo clasificado del Grupo Norte gracias a la sorprendente derrota del Sporting de Gijón en el último partido, en su feudo de «El Molinón» y ante un renqueante  Osasuna (0 a 3), mientras que los arlequinados se imponían por la mínima al Europa, el club escapulado del barrio barcelonés de Gracia  ( 2 a 1 ).

El equipo asturiano había llegado a esa última jornada con un punto más que los laneros – 38 por 37 -, con el «goal average» particular entre ambos igualado y el general muy favorable, de modo que un simple empate, pasase lo que pasase en «La Creu Alta»  llevaría a los rojiblancos a la promoción, pero saltó la sorpresa. Los catalanes, por lo tanto, se clasificarán para jugar la promoción de ascenso, que les corresponde disputar frente al Real Murcia, que defendía la categoría. En el primer encuentro, en «La Condomina», el 6 de junio de 1965, se produce un esperanzador empate a 2, con goles de Cabello y esta alineación: Martínez; García Verdugo, Sertucha, Diego; Arqué, Martí; Cabello, Palau, Sabino, Navarro y Castaños. En el partido de vuelta, celebrado en «La Creu Alta», el 13 de junio, los vallesanos se impusieron por un solitario tanto, marcado también por el valenciano Cabello en el minuto 75. La alineación fue la misma que siete días antes.

Coincidiendo con el ascenso, va a hacerse cargo de la presidencia el dinámico industrial textil Ricardo Rossón, que ya había ejercido dicho cargo entre los años 1955 y 58. Se da la circunstancia de que recoge el testigo de manos del propio alcalde de Sabadell, su colega en el Gremio de Fabricantes Antoni Llonch (el emblemático  primer edil vallesano   Josep María Marcet  también había regido los destinos del club durante varios periodos)

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TEMPORADA 65-66: AL BORDE DEL ABISMO

El Centro de Deportes Sabadell afronta la temporada de su retorno a la Primera División con los siguientes efectivos: Martínez, Benegas, Romero, Quincoces; Isidro, Sertucha, Muñoz, Alavedra, Pedreño, Diego, Izaola; Mauri, Martí, Torrent, Arqué, Hernández; Vall, Noya, Sabino, Vidal, Camps, Ortuño, Morollón, Navarro, Castaños y Palau. Eran novedades en la plantilla el veterano guardameta Benegas,  los madridistas Isidro y Morollón, el levantinista Pedreño, el mítico «león» Mauri, el españolista Vall, los barcelonistas Alavedra, Torrent, Vidal y Camps, Hernández – el padre de Xavi – y el joven Ortuño. Por contra, son baja García Verdugo, Tejedo, Cabello – uno de los hombres claves del ascenso, cedido por el Valencia, que regresa a Mestalla -, Planellas, Periquín, López, Basaras, Peña y Roger. Muchas altas, que en teoría refuerzan al cuadro arlequinado en esta su nueva aventura por la élite del fútbol español.

El calendario va a depararles un terrorífico comienzo de temporada, con Real Madrid y Barça como enemigos en los primeros compromisos. Los de Pasieguito se estrenan el sábado 4 de septiembre de 1965 en partido nocturno, nada menos que en el Santiago Bernabéu, ante el cuadro merengue -vigente campeón liguero- y con el siguiente equipo: Martínez; Muñoz, Sertucha, Diego; Arqué, Torrent; Palau, Martí, Sabino, Navarro y Castaños. Van a defenderse bien y únicamente caerán derrotados merced a un solitario tanto de Pirri, anotado en el minuto 51. Y ocho días más tarde, con una Creu Alta hasta los topes, claramente desbordada por las expectativas de la nueva categoría, reciben a todo un Barça  en un encuentro donde la experiencia de los azulgranas se acabará imponiendo al entusiasmo de los locales por 1 a 3, marcando Vall el primer gol vallesano en esta nueva andadura por la Primera División.

Al término de esta segunda jornada el Sabadell es el farolillo rojo de la tabla, pero todo el mundo parece estar de acuerdo en pensar que lo peor ya ha pasado…Y de hecho, al domingo siguiente los arlequinados logran su primer triunfo, y en campo contrario, al derrotar al Mallorca con un gol de Muñoz en el Luís Sitjar de Palma. Sin embargo, los laneros no van a abandonar las posiciones de peligro en toda la primera vuelta, que para ellos termina con un paupérrimo balance de tan sólo 8 puntos ( con seis negativos ), como colistas, con tres victorias, dos empates y diez derrotas, 14 goles a favor y 22 en contra. Aun así, la directiva va a seguir apostando por Pasieguito. La segunda vuelta se inicia con unos derroteros muy similares, pero dos cruciales victorias en casa y por la mínima, ante rivales directos, Mallorca y Las Palmas, les dan vida de nuevo. En la jornada vigésimo tercera, y tras otra buena racha, conseguirán salir por vez primera de los puestos de descenso directo y promoción tras una sorprendente victoria en Mestalla, merced a un gol de Vall, aunque vuelven de nuevo a la zona de peligro en las jornadas 24 y 26, para respirar un poco en la 29, la penúltima, tras derrotar a otro claro competidor, el Málaga, por 3 a 2 en la Creu Alta. Así afrontan la última y definitiva jornada con opciones de salvarse del todo, pero también de caer en promoción e incluso descender.

Visitan San Mames y son claramente derrotados por el Athletic (3 a 0), y al final van a acabar con los mismos puntos que los dos conjuntos que bajan, Mallorca y Betis, pero su mejor average particular les permite el mal menor de la promoción. Disputada esta casi tres meses después de finalizada la liga regular, esta va a suponer para el cuadro arlequinado la permanencia, merced a su victoria sobre el Celta de Vigo por 2 a 0 ( Torrent y Vall ), y su empate sin goles en la ciudad gallega. Estos son los hombres que consiguieron mantener la categoría: Martínez; Isidro, Sertucha; Muñoz; Mauri, Torrent; Vall, Noya, Sabino, Marti y Camps (en el segundo encuentro, Alavedra y Palau sustituyeron a Sertucha y Camps respectivamente)

Curiosamente, en la «Copa del Generalísimo» los vallesanos realizarán un buen papel, eliminando en dieciseisavos de final al Europa, tras un partido de desempate en Barcelona en el que vencen por 2 a 0 ( 1-1 y 0-0 habían sido los resultados de los dos encuentros ), superando al Real Valladolid en octavos ( 2 a 0 en Sabadell y derrota mínima por 1 a 0 en la capital castellana ), y cayendo ante el Zaragoza, futuro campeón, en cuartos, aunque por un tanteo inapelable: 1-4 en la «Creu Alta» y 3 a 0 en «La Romareda»

TEMPORADA 66-67: TRANQUILIDAD  Y ADIÓS A LA VIEJA «CREU ALTA»

Se había sufrido mucho, aunque con final feliz, y de cara a la campaña 66-67, con un nuevo terreno de juego ya en construcción, se producen algunas novedades para apuntalar al equipo. Llegan los guardametas Echevarría y Rovira, el lateral internacional del Real Madrid Casado, el defensa Romero, el medio Ruiz, retorna Ramón de Pablo Marañón, así como Cabello, y son también alta varios jugadores de vanguardia ( los levantinos Bautista y Portalés, y el vasco Latorre ). Por contra, se van los guardametas Benegas, Romero y Quincoces, Alavedra, Pedreño, Hernández, Arqué, Mauri, Morollón, Navarro y Castaños, siendo cedidos a causa del servicio militar Diego y Ortuño. Así queda configurada la plantilla para el nuevo curso: Martínez, Echevarría, Rovira; Isidro, Sertucha, Casado, Muñoz, Romero; Marañón, Torrent, Ruiz; Vall, Palau, Noya, Vidal, Camps, Cabello, Bautista, Portalés, Sabino, Latorre y Martí.

Tras los grandes agobios del curso anterior, la temporada 66-67 va a ser de una relativa placidez en cuanto a los resultados y la posición del equipo en la tabla. Arrancan los laneros en los primeros lugares – en la sexta jornada son quintos, superando incluso al propio Barça, aunque en la decimoquinta, al finalizar la primera vuelta, los de Pasieguito caen al undécimo puesto, con 12 puntos y un negativo, dentro de la zona peligrosa. Sin embargo las cosas van a pintar mucho mejor para ellos en la segunda ronda, que se inicia con una goleada al Hércules en la Creu Alta ( 5 a 2 ), y un meritorio empate en San Mames ante el Athletic de Bilbao, que meten de lleno al cuadro catalán en la zona media.

Su posición se consolida en la jornada número 18, cuando el Barça visita Sabadell y es claramente batido por 2 goles a 0, marcados por Camps y Marañón – dos ex-azulgranas – en la primera media hora de juego. Dejemos constancia para la historia de las alineaciones de ambas escuadras en aquel ya lejano 22 de enero de 1967: por los arlequinados, Martínez; Isidro, Sertucha, Casado; Marañón, Torrent; Vall, Palau, Noya, Vidal II y Camps, y por los barcelonistas, Sadurní; Benítez, Gallego, Eladio; Borrás, Torres; Zaballa, Pereda, Zaldúa, Fusté y Pujol. En total, doce jugadores catalanes sobre el campo, seis por cada equipo.

Para la vigésima jornada, en la que los vallesanos van a golear en su feudo al potente Valencia por 3 a 0, el equipo ya suma ocho jornadas consecutivas imbatido, y situado en el séptimo lugar de la tabla, observa muy de lejos los puestos de peligro. Al final va a clasificarse en una magnífica octava plaza con 30 puntos, sin positivos ni negativos, con un balance de 11 partidos ganados, 8 empatados y 11 perdidos, con 35 goles a favor y 38 en contra, habiéndose movido casi siempre por la zona media. El atacante Palau va a ser su artillero más destacado, consiguiendo un total de 10 tantos. En la Copa va a eliminar en dieciseisavos de final a la Real Sociedad, venciendo en ambos partidos por 0 a 2 y 3 a 1, para caer en octavos frente al Granada por 0 a 1, en un tercer partido de desempate celebrado en Madrid, tras sendos empates a uno en «Los Cármenes» y la «Creu Alta»

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TEMPORADA 67-68: NUEVO CAMPO Y APUROS AL FINAL

Con Pasieguito una temporada más en el banquillo, el Sabadell va a afrontar esta tercera campaña consecutiva en Primera División – en la que estrenará su flamante campo – con importantes novedades. Causan alta cuatro jugadores procedentes del Barcelona, el cántabro Zaballa, los canteranos Comas y  Montesinos,  y el peruano Seminario, un fichaje de campanillas este, por más que el astro sudamericano se encontrase ya en el declive de su carrera deportiva, tras un paso no demasiado brillante por Can Barça. También son novedad futbolistas de perfil más modesto como el levantino Frigols, García e Isidro II, un extremo montañés procedente del Atlético de Madrid, y también un veterano defensa central uruguayo de escasa cabellera llamado Pini, que daría un excelente rendimiento. También regresan los «licenciados» Diego y Ortuño. Por el contrario son baja en la plantilla Rovira, Torrent – que retorna al Camp Nou tras su cesión -, Ruíz, Noya ( traspasado al Atlético de Madrid ), Cabello, Bautista, Portalés, Sabino, Latorre y Martí. Por consiguiente, la plantilla arlequinada estará compuesta por: Martínez, Echevarría, Comas; Isidro I, Pini, Muñoz, Sertucha, Casado, Frigols, Diego; Marañón, Montesinos, García; Vall, Palau, Seminario, Vidal, Zaballa, Ortuño, Camps e Isidro II

El 20 de agosto de 1967 se va a proceder a la inauguración de la Nova Creu Alta, un precioso recinto con capacidad para  20.000 espectadores ( de ellos 4870 sentados ), mientras que el viejo campo tan sólo podía albergar a unos 7500 en total. Su construcción había costado unos 27 millones de pesetas, siendo el arquitecto que lo proyectó Gabriel Barcons. En el partido inaugural el C.D. Sabadell se va a enfrentará al Barcelona, y conseguirá la victoria por 1 o 0, siendo el jugador Vall el primero en marcar en el nuevo campo. En los prolegómenos del encuentro un helicóptero del Aeroclub de Sabadell se posó en el centro del terreno de juego, y de él descendió la «pubilla» de la ciudad, la señorita Clara Vila, llevando el balón con el que iba a disputarse el choque. El Delegado Nacional de Educación Física y Deportes, el catalán Juan Antonio Samaranch, realizó el saque de honor, en presencia de los capitanes de ambos conjuntos, Sertucha y Zaldúa, autoridades asistentes y trío arbitral, encabezado por el señor Pintado, del Colegio Catalán. Estas fueron las formaciones que presentaron ambos equipos en tan histórico encuentro: por el Centro de Deportes Sabadell, Martínez ( Comas ); Isidro I, Sertucha, Casado ( Diego ); Marañón ( Muñoz ), Pini; Vall, Palau, Seminario, Montesinos e Isidro II ( Camps ), y por el Barcelona, Sadurní ( Reina ); Borrás ( Benítez ), Torrent ( Olivella ), Eladio ( Tores ); Muller ( Endériz ), Gallego ( Zabalza ); Oliveros ( Zaballa ), Vidal ( Pereda ), Zaldúa ( Pellicer ), Fusté ( Pujol ) y Jiménez ( Rexach ). El único gol del partido se produjo en las postrimerías de la primera parte. Isidro II bota un córner, Seminario peina de cabeza la pelota, y Vall la envía imparablemente al fondo de las mallas.

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La temporada comenzó bien para los arlequinados, que en la octava jornada se encontraban en  la quinta posición de la tabla,  con 9 puntos, por delante de clubes como Athletic de Bilbao, Español, Valencia o Zaragoza, pero van a ir perdiendo fuelle, y finalizan la primera vuelta en la undécima posición, con 14 puntos, que no constituían en absoluto un mal registro, pero que en esta ocasión les dejaban cerca de los puestos de promoción. Van a iniciar la segunda fase del campeonato muy bien, derrotando al líder, el Atlético de Madrid, por 1 a 0 en la Nova Creu Alta, con un solitario gol de Vall, aunque una mala racha de resultados les acercará a la zona peligrosa. Así, en la jornada 26 están ya en puestos de promoción, pero una victoria ante el Español en la fecha 29 (2 a 1) y un buen empate en San Mames a un gol, les van a dejar un año más en Primera, superando por tan sólo un punto al promocionista Córdoba. En el «Torneo del KO», y tras apear de la competición por los pelos al Xerez Deportivo en dieciseisavos (0 a 2 y 3 a 0), caen estrepitosamente eliminados ante el Real Zaragoza en octavos: 0 a 0 en la «Nova Creu Alta» y 1 a 5 en «La Romareda»

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El Cine y el fútbol en México (parte 2)

Las Chivas Rayadas y Los Fenómenos del Fútbol habían mostrado el camino a seguir para las peículas de fútbol.  Los aficionados querían ver al Guadalajara, equipo compuesto en su totalidad por elementos mexicanos.

Por aquellos años, un partido había despertado la inquietud de los aficionados, el América-Guadalajara. Si bien el equipo tapatío estaba compuesto por mexicanos, el conjunto de la ciudad de México buscaba contratar a los mejores elementos extranjeros que estuvieran a disposición.

El 5 de agosto de 1959, el América vencio 2-0 a las Chivas, con tantos de Eduardo Palmer dentro de la jornada 7 de la liga. Las Chivas que en ese momento era el líder del torneo, perdió su primer lugar a causa de la derrota. América, con gran poderío, hizo ver mal al campeón en su propia cancha. El cuadro capitalino, había vencido por identico marcador de 2-0 y en Guadalajara a los otros dos equipos tapatíos: Oro y Atlas.

El entrenador de las chivas Arpad Fekete, enojado, manifestó que tan sólo había sido suerte del cuadro capitalino, y que si en ese momento se volvieran a enfrentar, los vencerían con facilidad, a lo que Fernando Marcos, entrenador del América, contestó de inmediato: «Cuando usted quiera, al fin que ya sabe que mi teléfono es el 2-0, 2-0, 2-0, haciendo alusión a los marcadores. Los ánimos se caldearon y la prensa especializada les dedicó páginas enteras a ambos conjuntos. Así, nacía ya sin discusión, el clásico de clásicos América-Guadalajara…i

El partido de vuelta (12 noviembre 1959) , fue seguido por todos los medios, inclusive, la trasmisión de televisión se realizó simultáneamente por dos canales de telesistemas (hoy Televisa), para que en toda la República se pudiera ver el encuentro. El escenario fue Ciudad Universitaria que con casa llena marcó un hito al ver un estadio dividido casi por la mitad en favor de uno y otro equipo. Considerado al día siguiente como «el choque del año» por la prensa, fue un verdadero duelo de estrategias, mismas que inició Marcos cuando mandó a un reportero por la alineación contraria y Fékete un verdadero zorro del desierto, incluyó a Luis de la Torre como delantero, sin embargo, en cuanto salieron los reporteros de su vestuario ordenó que Luis dejara de calentar y que pedro Nuño se pusiera sus arreos de juego para salir con un 4-2-4 y no un 4-3-3 como pensaba Fernando Marcos que sería la formación del rebaño. La formación chiva ahogó a un América que salió para jugar en forma diferente y se encontró, sorpresivamente con que habían sido engañados.  El América cayó 2-1, el público salió más que contento y los directivos también al ver que la taquilla era de $319,554.00, todo un récord en el estadio  de Ciudad Universitaria.

cinemexico011A partir de aquí, todos seguían cada encuentro entre estos dos enemigos y el cine lo aprovechó en una película de 1966 Tirando a gol.ii

Esta cinta, trata de la rivalidad y amor entre una porrista de las chivas (Lola Beltrán) y uno del América (David Reynoso) y sus hijos, futbolistas rivales, pero que se enamoran de las hermanas del enemigo. Una comedia con dejos de drama y final feliz, que tiene como pretexto al fútbol. Vale la pena ver a jugadores del América  como Zague, Fragoso, «Pescado» Portugal y Arlindo y de las chivas Valdivia y los infaltables Chava Reyes y Nacho Calderón, al comentarista mexicano Fernando Marcos, así como escenarios de la ciudad de México de los años sesenta.

cinemexico021En 1967, se estrena El Pícaro. Es la primer historia en donde el protagonista principal es un portero. Éste tenía la virtud de contar con unos guantes mágicos que le ayudaban a detenerlo todo y a conseguir a las muchachas que quisiera. Como cosa curiosa, el personaje principal le fue dado a un actor de nombre Amador Bendayan, nativo del país menos futbolero de América Latina: Venezuela.  La película no tuvo mayor éxito y solo se exhibió en un solo cine, el Mariscala.

cinemexico031En 1970, tras la Copa del Mundo en nuestro país, se estrena México 70.iii Es un documental sobre el Mundial pero con trama de ficción para lograr atrapar a los espectadores. Trata sobre un niño mexicano (rubio y de ojos azules) que quiere ver un partido de la Copa del Mundo en el Azteca y que decide viajar por todo el país para cumplir sus sueños de ver a Pelé jugando, mientras su madre se la pasa buscándolo. Vale la pena por todos los instantes de fútbol que se presentan y por los escenarios de diversas ciudades de México. Cabe mencionar que parte de la película fue costeada con patrocinio de una casa refresquera, por lo que en algunas escenas aparece la botella de la conocida marca de refresco de cola.

La década de los setenta, cerraría con dos películas de índole cómico y ambas exhibidas en 1979. La primera de ellas, El Futbolista Fenómeno.iv Esta cinta, ponía fin a la zaga deportiva de películas protagonizadas por el comediante mexicano Adalberto Martínez «Resortes», que tras sus éxitos con El Beisbolista Fenómeno (1951), El Luchador Fenómeno (1952) y El Aviador Fenómeno (1960), quería rematar con éxito con el deporte más popular.

La película, fue pensada para estrenarse durante la Copa del Mundo de 1978 y tenía como «personaje» principal a la selección mexicana, pero fue tal el ridículo del tricolor, al quedar en el último lugar del Mundial realizado en Argentina, que Resortes prefirió volver a grabar las escenas en donde intervenían los jugadores nacionales y lo cambió por una supuesta selección latinoamericana, que en realidad era el equipo Toluca. La trama trata de un vendedor de cervezas (Resortes) que es secuestrado por unos extraterestres, quienes le dan poderes especiales para ser un extraordinario futbolista. Sirve de pretexto esta bizarra película, para ver en acción a futbolistas como Héctor Hugo Eugui, Walter Gassire, Rigoberto Cisneros y al «Morris» Ruiz.

La otra película estrenada en ese año, fue realizada por la cadena de televisión más poderosa de México: Televisa, a través de su filial Televicine. La cinta, llamada El Chanflev es una película de humor blanco protagonizada por el comediante Chespirito, quien le daba vida al Chavo del Ocho y al Chapulín Colorado en la televisión.  La cinta, es una especie de parodia del fútbol mexicano,  en donde el principal personaje es el equipo de fútbol América, que por cierto es equipo de Televisa. Aquí, sin utilizar a jugadores verdaderos, sino actores de las series de Chespirito, podemos «reconocer» a futbolistas emblemáticos como Borja (Carlos Villagrás, Quico)  o la del entrenador Nacho Trelles (Ramón Valdés, don Ramón). El Chanfle, es el utilero del equipo en donde su honradez y su torpeza son parte de la trama.

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i Para conocer la historia completa, Calderón Cardoso, Carlos, Club de Fútbol América 95 años. Editorial Televisa, México. p. 32-33.

ii Escenas de la película Tirando a gol http://www.youtube.com/watch?v=0U6QOBwmDpg

iii Trailer de la película México 70 http://www.youtube.com/watch?v=Sh1CFdO2ElI

iv Película completa El futbolista fenómeno http://www.youtube.com/watch?v=2zMGZQBuKWQ

v Película completa http://www.youtube.com/watch?v=AyaK22ELZ_Y