La quinta de El Buitre

El artículo que con mucha gentileza nos ha cedido Julio César Iglesias para su publicación en nuestros Cuadernos de Fútbol es sin duda uno de los más famosos de la historia del fútbol español. Y casi nos atreveríamos a decir que es probablemente el más famoso. ¿Qué artículo, si no este, vendría a la mente de cualquier aficionado? Es por eso por lo que los Cuadernos de Fútbol, primera revista de historia del fútbol español, no podía menos que contar entre sus publicaciones con «Amancio y la quinta de El Buitre» (El País, 14-11-1983), el artículo en el que precisamente se inventó la popularísima expresión. Sirvan pues estas pocas palabras no solo como glosa del artículo sino también como agradecimiento a nuestro querido amigo y colega Julio César Iglesias.

Amancio y la quinta de El Buitre

Castilla Club de Fútbol, esplendor en la hierba

Si el fútbol fuese una ciencia exacta, el éxito del Castilla sería sólo una igualdad matemática: con la jornada de ayer, quince puntos, cinco positivos, veinticinco goles a favor, once en contra. Si el fútbol fuese únicamente una ciencia, el éxito de Butragueño, delantero centro titular, sería un simple dato numérico: quince goles en once partidos. La serie goleadora de Butragueño, El Buitre, es una muestra de calidad personal y es también el resultado de una suma de esfuerzos. Detrás de El Buitre están el trabajo de un entrenador con imaginación, Amancio Amaro, míster AA, y el ingenio colectivo de Michel, Pardeza, Sanchís y Martín Vázquez. Una promoción a la que los hinchas comienzan a llamar La quinta de El Buitre.

Las primeras noticias sobre El Buitre datan de hace dos años y de un trofeo Santiago Bernabéu. Aquélla era una tarde cubierta de estaño, estaño fundido, cuyas últimas luces llegaban, divididas, desde las azoteas de los edificios más próximos.

A las siete de aquel miércoles de cerveza y fundición, los cronistas comenzaban a deslumbrarse con cierto Taland, un holandés berrendo en surmoluqueño que llevaba el balón con ceremonia, como si fuese un pastel de cumpleaños. Una vez en área, le enseñaba el pastel al defensa, y en el último momento lo escondía con el donaire de un prestidigitador. Luego bajaba la cabeza como si quisiera recoger los aplausos en el hoyo del cogote.

Uno a cero gana el AZ al Real Madrid juvenil. Faltan quince minutos.

Pero en aquella tarde metálica los ojeadores descubrirían un segundo fenómeno: para responder al holandés berrendo en surmoluqueño, Grande, el entrenador local, sacó a un extraño chico dotado de una tosca figura de repartidor. Tenía la espalda recta, las piernas robustas y cortas, y los brazos, largos y pendulares. Por si fuera poco, estaba rematado por una cabecita poliédrica cuyo punto de fuga era una nariz triangular. Como contrapartida, no tenía un pelo de tonto; alguien, seguramente un aprendiz, le había rapado al cero. Aquel tipo se llamaba Emilio Butragueño.

Cuando recibió el balón, las cosas cambiaron radicalmente. Dio un toque para controlar, levantó la cabecita, vio un hueco entre los defensas y metió un pase que era medio gol. Unos minutos después se había confirmado como un virtuoso del juego corto, uno de esos seres nacidos para la picardía de los salones de palacio. En el último minuto empató el partido. «Ni un pelo de tonto», reconocieron los escépticos.

Muchos meses más tarde, aquel tipo microcéfalo reaparecía en el Real Madrid de Tercera División, antes llamado el amateur. El partido se jugaba en la Ciudad Deportiva. Había mucho público. En aquella fría mañana de estaño y limonada los chicos no lograban hacer un gol. A última hora llegaron al graderío dos desconocidos, seguramente dos locos. Eran bajitos, barbudos y medio incendiarios, y venían hablando de Butragueño. Decían que era un hombre de cinco velocidades. Sabía jugar a la carrera y tenía la plusvalía de una quinta marcha.

Cuando faltaba un minuto, El Buitre recibió el balón. En el círculo central metió la primera, en la demarcación de medios volantes la segunda, en línea de media luna la tercera, y en la línea frontal la cuarta. Los dos desconocidos empezaron a gritar «¡la quinta, Buitre! ¡La quinta!»

Fuera por prodigio o por casualidad, El Buitre dio un definitivo acelerón, se presentó ante el portero y disparó suavemente hacía la izquierda. Más que una jugada, aquel lance fue una conversación de El Buitre consigo mismo. Un monólogo que sólo podía terminar en gol.

Desde entonces El Buitre ha demostrado mil veces en el Castilla que la distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta. Avanza en zigzag, o más exactamente, en zigzag y plata, como el relámpago. Su picado en el área es un flash, una explosión de luz rápida y deslumbrante.

La quinta de «El Buitre»

Sin embargo, la ascensión de El Buitre ha sido un fenómeno asociativo; su juego y sus goles han sido posibles gracias a la rara coincidencia de una emoción popular, de un gusto de la hinchada por la fantasía, y de una quinta de extremos fulgurantes y mediocampistas finos y geométricos. Los goles de El Buitre son cosa de Fuenteovejuna. De todos a una.

Todo empezó un jueves, a quinientos metros del casino de Montecarlo. Se disputaba la final del torneo juvenil Príncipe de Mónaco de selecciones nacionales, un campeonato de Europa oficioso. Había participado la selección española, y uno de sus jugadores, Miguel González, Michel, era designado mejor futbolista del año. Se rumorea que en la entrega de premios a la princesa Carolina se le cayó la pamela en presencia del joven interior izquierda, y que a Philip Junot se le empezó a caer Carolina. Tal episodio es, sin duda, un bulo con el que los cronistas quisieron reflejar su deslumbramiento ante los pases de Michel al espacio libre, ante su imaginativo juego de estudiante. «La imaginación, al poder», dijeron los rezagados del Mayo francés; «La imaginación, al Castilla», dijeron los aficionados madridistas que pretendían tomar por sorpresa los cuarteles de invierno de la vieja guardia. Pasaron el tiempo y los partidos. Hoy, con veinte años, Michel, capitán y líder del equipo, ensaya algunas viejas suertes olvidadas en los desvanes del Mundial de México; Junot se está quedando calvo, y la princesa Carolina deja caer su pamela ante Guillermo Vilas y Roberto Rossellini.

A la sombra de Michel comenzó a crecer Miguel Pardeza en los valles planos del estadio Santiago Bernabéu. Había venido de algún lugar de Huelva. Tenía la sagacidad de los linces de Doñana y, sobre todo, su misma rapidez. Para Pardeza, el gol es, antes que una jugada, un presentimiento. Tiene, como su compañero El Buitre, un pálpito especial que le permite situarse en el punto exacto, justo un segundo antes de que el balón haya llegado hasta allí. Luego toca, amaga, vibra y se esfuma entre los defensas como un muñequito electrónico. A la vista de su baja estatura, de su juego entre cósmico y tercermundista, los aficionados sospechan que no es únicamente una modesta versión de Maradona y una versión superior de Pato Yáñez; podía ser muy bien una mutación de Amancio y Johnstone; tal vez un ordenador japonés de bolsillo. Hasta ahora ningún defensa ha logrado tomarle el programa, y en Segunda División comienza a rumorearse que, de noche, todos los gatos son Pardeza.

Meridiano de «Greengoal»

Detrás de él, más bien hacia el centro, se mueve Lolo Sanchís. Seguramente nació por primera vez cuando su padre le hizo un gol agónico a Suiza en el mundial de Londres. Aquel Sanchís de tupé, barro y medias caídas se alzó del suelo gritando gol y soñando con una perpetuidad llamada Lolo.

Hoy Lolo tiene dieciocho años, una especie de ceja única, como de Polifemo, y es un niño terrible. Si estás en el equipo contrario, te persigue, te quita el balón, te pasa por encima, se escapa, y mata al portero de un disparo a bocajarro. Es muy malo, muy peligroso y muy positivo, y lleva una crónica negra escrita en la frente. Si no se regenera pronto, podría convertirse en uno de los mejores medios-matraca de Europa, borrar la memoria de Nobby Stiles y Bobby Moore, y aburrir a Sócrates, Falcao, Antognoni  y otros sabios de Grecia en el Mundial de 1986. Si Dino Zoff decide volver, peor para él. Porque dicen los augures que el próximo grito de la hinchada será «¡Mata, Sanchís!»

Los cambios de juego hacia la izquierda suelen comenzar en Martín Vázquez. Como su amigo y protector Ricardo Gallego, aprendió en un colegio de frailes. Es, sin duda, la nueva frontera del fútbol. Tiene el ascetismo seco y disciplinario de los trapenses y el misticismo barroco de las carmelitas. Vive sin vivir en él, es decir, se desvive. Pero lo hace jugando al primer toque, o conduciendo con prudencia el balón, o persiguiendo al enemigo con la tenacidad de los peregrinos. Tiene la disciplina de Overath, la paciencia de Gárate, la solidez de Gerson y la fantasía mediterránea de don Manuel Velázquez Villaverde, duque de la Menta. Hay una línea imaginaria, un meridiano de Greengoal, que une Wembley con Maracaná a través de Chamartín y del Camp Nou. Pasa por Rafael Martín Vázquez.

De repente, Martín Vázquez, la próxima gran figura de la fiesta, centra con la parte exterior del pie, controla Michel, toca, ¡top!, hacia la derecha, recibe Pardeza, quiebra, pasa hacia el punto de penalti, llega Butragueño, desvía hacia la izquierda. Gol, goool. Gol de El Buitre. Catorce goles en diez partidos.

Hace mucho tiempo Alfredo Di Stefano tenía hilo directo con el Olimpo. Hoy debe tenerlo con las brujas de Macbeth y con el espíritu de Maquiavelo, como lo tuvo cuando volvió a River Plate. Allí, Beto Alonso estaba indispuesto;

Fillol quería irse; Pasarella pensaba en Italia, y Tarantini, en su mujer, la vedette Pata Villanueva. Don Alfredo llamó a la última promoción de juveniles del club, a la quinta de Clausen y Vieta. Y ganó el campeonato.

Si los augures no se equivocan, ahora tiene diez minutos, acaso dos o tres partidos de Liga, para movilizar a la quinta de El Buitre. Para llamar a la imaginación, a la disciplina y a la calidad.

Tal vez así no logre ganar el campeonato, pero algunos hinchas recordarán el espíritu aventurero de Old  Trafford  y dirán: «El viejo don Alfredo ha vuelto a ser Di Stéfano».

UN QUINTETO DE 94 AÑOS

Emilio Butragueño. Delantero centro. Nacido en Madrid. Veinte años, 1,68 metros de estatura, 65 kilos de peso. Seleccionado Sub-21.

Miguel González, Michel. Madrid. Interior de ataque. Veinte años, 1,83 metros, 75 kilos. Una vez campeón juvenil de España. Veinticinco veces internacional juvenil. Dos veces internacional Sub-21. Mejor jugador del Torneo Juvenil de Mónaco.

Manuel Sanchís. Medio defensivo. Madrid. Dieciocho años, 1,79 metros. 74 kilos.

Miguel Pardeza. Extremo. Huelva. Dieciocho años, 1,67 metros. 63 kilos. Dos veces campeón de España juvenil. Dieciséis veces internacional juvenil.

Rafael Martín-Vázquez. Interior de ataque. Madrid. Dieciocho años, 1,80 metros. 74 kilos. juvenil. Campeón de España infantil. Mejor jugador del Campeonato Mundial Infantil de Argentina.

La quinta de El Buitre suma 94 años.

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Jacinto Fernández de Quincoces: una entrevista muy especial

Publicada anteriormente en la revista de la IFFHS «Fussball-Weltzeitschrift» Nº 30 (1996)

El triunfo de España en el último Campeonato del Mundo ha sido un éxito sin precedentes. Todas las anteriores tentativas se saldaron con decepción, siempre dejando a un lado el cuarto puesto de Brasil en 1950. También nuestros mejores jugadores habían pasado por el Campeonato Mundial con cierto sabor agridulce, pues la falta de éxito del equipo ensombreció la labor individual. Italia 1934 fue un Mundial especial. Era la primera participación española en la fase final donde  presentaba un plantel muy interesante: Ricardo Zamora, Ciriaco Errasti, Leonardo Cilaurren, Isidro Lángara, Luis Regueiro, Guillermo Gorostiza y… Jacinto Fernández de Quincoces, elegido el mejor defensa del mundo.

Jacinto Fernández de Quincoces López de Arbina. Baracaldo (Vizcaya) 17-VII-1905. Componente, junto a Ricardo Zamora y Ciriaco Errasti, del más famoso terceto defensivo de nuestro fútbol. Ingresó en el Deportivo Alavés a los 18 años, después de haberse forjado en los modestos clubes baracaldeses Giralda y San Antonio, sin que el Athletic de Bilbao mostrase el menor interés por él. Su garra y pundonor, unidos a una calidad técnica muy superior a lo demandado por entonces a los defensas, le llevaron a convertirse en uno de los mejores zagueros de Europa, aunque desde ciertos ámbitos se le achacara excesiva nobleza. Su estampa briosa, con el pañuelo anudado sobre la frente, se hizo popular en el Alavés con el advenimiento del Campeonato Nacional de Liga, durante cuyas tres primeras ediciones disputó los 44 partidos del calendario. En 1931 fue traspasado al Real Madrid con su compañero Ciriaco y el atacante Olivares, a cambio de 60.000 ptas. Permaneció con los blancos hasta 1942, interviniendo en otros 132 partidos, alzándose con dos campeonatos de Liga y otros dos de Copa, y sumando 25 partidos internacionales desde su debut contra México en Ámsterdam, durante los IX Juegos Olímpicos, y su despedida frente a Austria, en el Metropolitano, el 19 de enero de 1936. En ese intervalo hubo un hueco para su presencia en el Mundial de Italia correspondiente a 1934. Apodado «El Autogiro» por su espectacular juego de cabeza y eficacia en los cruces, le fue dedicada una oda por el escritor José García Nieto con ocasión de un memorable partido de Copa contra el Barcelona en 1936. Aunque protagonizó tres películas y tuvo propuestas para actuar de galán en otras más, continuó Ligado al fútbol como entrenador del Zaragoza, Real Madrid, Valencia y Atlético de Madrid, como secretario técnico merengue y seleccionador nacional en dos únicos partidos. Afincado en Valencia, donde tuvo negocios inmobiliarios, fue directivo en el club más representativo de esa ciudad, así como presidente del Mestalla y de la Federación Valenciana de Pelota. Medalla al Mérito Deportivo. Falleció en la capital levantina el 10 de mayo de 1997.

Esta entrevista fue publicada en la revista «Fussball-Weltzeitschrift» Nº 30 (1996) en alemán. Correspondía al capítulo tercero de la historia de la Copa del Mundo de 1934. Fue la última entrevista que Quincoces concedió en su vida y tengo el honor de poder afirmar que disfrutó, porque durante las horas que estuvimos charlando en su casa de Valencia, cada detalle que recordaba lo revivía con entusiasmo.

Sirva este artículo para rememorar a un español coronado en 1934 el mejor del mundo en su posición que no pudo compartir con sus compañeros el título de campeón justo en este año 2010 en que España alcanzó su máximo hito histórico.

Don Jacinto Fernández de Quincoces y López de Arbina, apellido compuesto e ilustre para uno de los mejores futbolistas que ha dado el deporte español. Actualmente tiene 90 años, es de las pocas personas que ha vivido de cerca toda la historia internacional de nuestro fútbol. Cuando la Selección jugó en Amberes en 1920 su primer encuentro él ya combinaba sus partidas de pelota vasca con el fútbol en las calles de Baracaldo.

– Quedan lejos esos tiempos, pero imagino que debe recordarlos con bastante agrado.

– Ya lo creo. Propiamente empecé a jugar en Vitoria, con los Koipes, que significa los aceites, por llamarnos de alguna manera, pues no era equipo ni nada parecido. Jugamos en un terreno de cultivo, que quedaba aprovechable cuando se hacía la siega. Piensa la de baches que tendría. Era la época en que nosotros mismos llevábamos a hombros los palos de la portería.

La primera camiseta ya correspondió a Los Ciclistas, que eran los mismos que los Koipes, pero ya más uniformados. Seguían sin ser un equipo de verdad, porque no teníamos ni competición ni estábamos inscritos en ningún campeonato, pero nos reuníamos casi todos los días de verano para jugar a fútbol y pasarlo bien

– Entonces, ¿cuál fue su primer club?

– Podemos decir que el Desierto de Baracaldo, porque en él llegué a jugar en la Serie C de la Federación Vizcaína, algo así como la tercera categoría. Por entonces no había Liga y los campeonatos eran regionales. Pero allí estuve muy poco tiempo porque mi familia se trasladó de nuevo a Vitoria y ya jugué federado con el Club Deportivo Alavés, que acabada de constituirse como club.

Fue don Amadeo García Salazar, directivo del CD Alavés quien me hizo pasar al primer equipo. Don Amadeo no tenía ni idea de fútbol, no entendía nada, pero veía que yo era un buen chico y por tanto quería premiarme. Claro está que luego Amadeo García Salazar acabaría siendo seleccionador de España, uno de los mejores de todas las épocas, por lo que algo aprendió en el CD Alavés, principalmente.

Quincoces trata al Club Deportivo Alavés de una manera especial. En él aprendió a jugar propiamente al fútbol y en él se consagró como uno de los mejores jugadores españoles de todos los tiempos, en leyenda más exactamente. Cuando habla de su Alavés siempre lo hace en un tono halagüeño, extrapolando la modestia del club a los límites de los más grandes, y lo hace con simpatía, con doble intención, conocedor de que lo importante es el corazón y no el dinero, porque sabe que el Alavés es rico, millonario mejor dicho, espiritualmente.

– El Club Deportivo Alavés representa mucho para usted.

– Lo es todo, se puede decir. Es el mejor club del mundo. Después le siguen el Real Madrid, el Valencia CF, el Real Zaragoza… incluso el Atlético de Madrid. Son todos los mejores clubs del mundo, pero el CD Alavés es el mejor de todos éstos. En él me realicé como jugador y por los grandes momentos que viví con ellos siempre estará en mi corazón.

El Club Deportivo Alavés fue un equipo de los llamados históricos. Tuvo una evolución muy importante porque se fundó muy tardíamente, mucho después que los principales equipos vascos como el Athletic Club o el Arenas Club de Guecho, con los que hubo de competir. Sin embargo, este modesto club concentró una serie de jugadores muy importantes, de nivel internacional que le permitió ensombrecer incluso al todopoderoso Athletic Club.

-Un año fuimos campeón de campeones –se refiere a la temporada 1929/30-, porque el Athletic Club quedó campeón de Liga, además invicto, y de Copa, pero en el Campeonato de Vizcaya nosotros fuimos campeones, por delante del Athletic, por lo que nuestro título era más importante que el de Liga o de Copa de España –señala con cierta picardía-, pues habíamos vencido al campeón de esas competiciones.

En aquellos años teníamos un equipazo, entre otros, además de mi inseparable Ciriaco Errasti, estaban el portero Tiburcio Beristáin, que luego pasaría a la Real Sociedad, el centrocampista Antero González o el interior Baltasar Albéniz. Luego vendría el «Negro» Manuel Olivares, un goleador realmente impresionante.

-Fue con Olivares y Ciriaco con quienes pasaron al Madrid FC, pero antes el Athletic Club de Bilbao quiso contratarle.

-En efecto. Llegué a estar a prueba en el Athletic bilbaíno, pero no les gusté. Ellos se lo perdieron. La verdad fue que me llevaron a jugar un partido amistoso a San Sebastián contra la Real Sociedad en 1926. Me alinearon en la derecha y yo en ese sitio no me aclaraba, por lo que no hice un buen partido. Al final me dieron 25 pesetas, que era lo que costaba el billete en tren para Vitoria y me dijeron que de momento no les interesaba.

Más tarde, un par de años más o menos, volvieron a por mí. Entonces fui yo quien jugó con ellos y estuve si darles la respuesta definitiva hasta el último día en que se cerraba el plazo para presentar las fichas y les dije que no, porque aún me escocía lo que me habían hecho. Me quedé jugando en el CD Alavés con mucho gusto, hasta que vino el Madrid FC.

La culpa de todo la tuvo Pablo Hernández Coronado. Era un hombre extraordinario, como persona y como conocedor de fútbol. Estaba en su mente reforzar al Madrid por líneas y nos eligió a nosotros, a Ciricaco y a mí, pues ya éramos lo suficientemente famosos como para cotizarnos. El Madrid FC pagó 60.000 pesetas por los tres, repartidas a 25.000 para cada uno de los dos internacionales y 10.000 para Olivares, que era el más joven y el menos famoso. Como en aquella época estaba fijado que el 10% del traspaso fuese para el jugador, yo recibí 2.500 pesetas, que para entonces no estaba mal. Me compré un automóvil que me costó 800 pesetas, un modelo deportivo de los que entonces gustaban mucho a las chicas. El Madrid FC me pagaba 1.000 mensuales, menos que el CD Alavés, que me pagaba 1.200, pero en cambio teníamos unas primas más importantes, y además ganábamos casi siempre, por lo que económicamente estaba en la gloria.

En el Madrid FC los comienzos no fueron nada fáciles, sino todo lo contrario. Nos recibieron con relativa frialdad, pues desplazábamos del equipo titular a jugadores muy queridos por la afición, como eran José Torregrosa y Félix Quesada. Lo que sucedía era que Ciriaco y yo estábamos muy compenetrados y nos resultaba muy cómodo jugar juntos. No jugábamos en línea, Ciriaco siempre estaba un poco más adelantado que yo, así él despejaba con más contundencia y yo jugaba el balón. Afortunadamente el problema duró poco, pues pronto llegaron los buenos resultados y el Madrid FC se proclamó campeón de Liga y sin perder ningún partido, igualando la gesta del Athletic Club. Desde entonces nadie volvió a cuestionarnos.

¿Qué ambiente había entre los jugadores, tanto del mismo club como entre los rivales?

-Era un ambiente fabuloso. Nos llevábamos todos muy bien, éramos todos amigos. Indistintamente si uno era del Madrid FC o del Athletic. Nos reuníamos en el Bar Esparza todos, antes y después de los partidos. A ese bar también iba gente del espectáculo, actores, toreros y otros deportistas como boxeadores, ciclistas… y hablábamos, gastábamos bromas, en fin, era una época extraordinaria. Luego, en el campo de fútbol cada uno era de su equipo y no había ningún problema en golpearse. Cuando veía venir al delantero hacia mí, me encantaba salir a su encuentro con todas las fuerzas y despejarlos, a los dos, al balón y al jugador. Lo que ocurre es que no había mala intención, eran jugadas propias de la época y así lo entendíamos todos. No teníamos malos gestos, era la nobleza del deporte. Los más bonito que le podían decir a uno era llamarle «caballero del deporte», por ser limpio frente a los rivales, pero sin dar concesiones.

Si desde el comienzo de su vida deportiva su nombre siempre estuvo ligado a Ciriaco, cuando accedió a la Selección, la pareja se convirtió en trío, al unirse de forma definitiva el guardameta Ricardo Zamora. Para Quincoces la Selección fue otro club más, por la camaradería que había entre los compañeros, que defendió dándolo todo.

¿Cómo llegó a la Selección?

– Mi primer encuentro fue en la Olimpiada de Amsterdam en 1928 contra México. Tuve sitio en el equipo español porque se decidió que fuesen sólo jugadores aficionados. Por entonces, todavía no existía el Campeonato de Liga, pero el profesionalismo había sido aceptado en España, así que José Ángel Berraondo me convocó y jugué los tres partidos de España.

Fue una época en que tuve mucho trabajo porque al regreso el FC Barcelona iniciaba una gira por América, pero antes tenía que jugar la final de Copa. Si la ganaba yo iría de refuerzo con ellos, así que me fui a Santander a animar al Barcelona. Por un día fui seguidor del equipo azulgrana. Y el caso es que yo no les hacía mucha falta, pues tenían defensas de sobra. En cambio, a mí me hacía mucha ilusión el viaje a América, incluyendo los 17 días de ida en barco y otros tantos de vuelta.

Después de la Olimpiada vinieron una serie de partidos internacionales extraordinarios, y del que mejor recuerdo tengo fue aquél en que vencimos a Inglaterra por 4-3 en el Metropolitano. Fue la primera derrota de los ingleses en el continente. Jugamos un gran partido, destacando Gaspar Rubio. Los volvió locos con sus jugadas y su desmarque. Fue el primer jugador que sabía engañar a los defensores, se desmarcaba cuando menos lo esperabas y siempre estaba solo. Para mí ha sido el mejor jugador que ha habido en el fútbol español. Lástima que se rebelara y marchase a México, donde además se rompió la pierna. Cuando regresó ya no fue lo que era y aunque siguió dando espectáculo, ya no pudo llegar al nivel que había alcanzado a principios de los años 30.

España decidió no participar en el Campeonato del Mundo de 1930. Esta decisión no tuvo excesivo eco en la prensa nacional ni entre los jugadores, pues la idea de una competición de este calibre no había sido todavía asimilada. Sin embargo, hubo una mayor repercusión de lo esperado respecto a la programación internacional de la Selección. El calendario de competiciones nacionales, con Campeonato Regional, Liga y Copa ahogaba a la Selección que sólo podía disputar algunos partidos amistosos. El público perdió la costumbre de ver al equipo nacional y los resultados que se fueron obteniendo empezaron a ser excesivamente discretos, hasta llegar a la derrota más amplia recibida, el 7-1 en Londres.

Se había perdido la confianza en la Selección, que necesitó tiempo para ir recuperando credibilidad.

-Las esperanzas de hacer un buen papel en el Mundial no eran muy grandes, ¿es cierto?

-Nada. La gente no daba nada por nosotros. Después de 1930 el equipo español había conseguidos resultados discretos. Posiblemente el que más daño nos hizo fue la derrota en Londres ante Inglaterra. Eso desanimó mucho a todos, pero luego fueron volviendo los triunfos. De hecho, conseguimos dos extraordinarias goleadas, como el 13-0 a Bulgaria y el 9-0 a Portugal, ya en las eliminatorias de clasificación para el Mundial. Lo que pasó fue que en los partidos de preparación que jugamos contra el Sunderland no conseguimos buenos resultados. Primero en Bilbao empatamos a tres, después en Madrid volvimos a empatar y finalmente en Valencia perdimos por 3-1. Los comentarios eran muy pesimistas: «si ante un equipo perdemos, ¿qué haremos ante una selección?» Nadie paraba a considerar que el Sunderland era uno de los equipos ingleses más potententes de la época y que nosotros nos estábamos preparando, acoplando los distintos jugadores para concoernos mejor, aunque entonces ya todos sabíamos cómo jugábamos de sobra.

Lo cierto fue que por España nadie apostaba, e incluso nosotros mismos nos contagiamos de esa opinión. Sobre todo cuando en el viaje a Génova, que lo hicimos en barco desde Barcelona, coincidimos con la expedición brasileña. Ahí vimos la gran diferencia. Los brasileños iban todos elegantemente uniformados, con un trato de primera, mientras que nosotros, cada uno había tenido que buscarse su propio traje y nada más teníamos pagado el billete. Por fortuna, siempre pensábamos que todo eso no debía incidir sobre el terreno de juego.

Contrariamente al ambiente en prensa y aficionados, España esta vez podía reunir un plantel de jugadores lo suficientemente competitivos como para tener un mínimo de confianza en sus posibilidades.

-Repasemos los distintos jugadores que Amadeo García Salazar  llevó a Italia

-La verdad es que don Amadeo tuvo grandes problemas para confeccionar la lista de convocados porque entonces en España había muchos grandes jugadores. Para cerrar la lista de convocados, como ya he dicho, jugamos tres partidos contra el Sunderland, en la que se probaron algunos jugadores para ver exactamente el nivel de juego que tenían, porque conocerlos yo creo que los conocía de sobra. Si hacemos el repaso por líneas, vemos lo acertado que estuvo:

Ricardo Zamora y Juan José Nogués en la portería. De «El Divino» poco puedo añadir a lo que ya se ha dicho en tanto tiempo. Era el mejor, lo que pasa es que a veces nos daba grandes sustos con sus locuras. Cuando menos te lo esperabas se iba a hablar con el público o hacía una salida fuera del área que sorprendía a todos, a atacantes y defensa. Yo ya lo sabía porque en el Madrid FC veníamos jugando juntos, y por eso, cuando le adivinaba sus intenciones yo iba a la portería para cubrir los palos. Así, contra Brasil salvé un gol en la misma raya, porque Ricardo había salido a despejar, pero los delanteros le ganaron la acción y a punto estuvieron de marcar. También reconozco que en esa jugada mi despeje no fue muy legal que digamos, porque lo hice con el codo, la suerte fue que el árbitro no lo vio y no pitó penalty.

El reserva de Zamora era Nogués, del FC Barcelona. Era un portero muy fuerte, grande –para los jugadores españoles de esa época sobrepasar el 1’75m de altura ya era notable-, y muy valiente. Nunca se echaba hacia atrás y cuando venían los contrarios sobre él, salía con fuerza y arrollaba a todo aquel que se le ponía por delante… atacantes, defensores, incluso al árbitro si se ponía por medio.

De defensas fuimos tres. Los titulares éramos Ciriaco y yo. Estábamos muy compenetrados aunque cada uno jugaba de una manera diferente. Ciriaco era muy espectacular. Tal y como caía el balón lo despejaba sin parárselo. Igual le daba que el balón viniese solo o lo llevase un contrario, Ciriaco se cruzaba de cara y despejaba el balón o a los dos, lo que fuese necesario. Las mejores ovaciones se las llevaba cuando hacía pasar el balón por encima de la portería contraria, desde su propio campo… y si lo enviaba fuera del estadio incluso sacaban pañuelos. Yo era diferente, incluso decían que no servía de defensa, porque si me venía el balón con ventaja, me lo paraba y lo pasaba a los centrocampistas, como dicen ahora, lo jugaba. Eso a la gente no le gustaba y a veces tenía que imitar a mi compañero Ciriaco. Reconozco que muchas veces tenía que entrar fuerte a mis rivales, eso sí, siempre al choque y con nobleza. Las lesiones se producían por ir los dos a la vez a jugar el balón, por enocntronazos y no por patadas o entradas por detrás. Había mucha nobleza.

Ramón Zabalo, del FC Barcelona, nos acompañó en la defensa. Era un jugador pequeño, barbilampiño y aniñado, no tenía planta de defensa, pero era muy rápido, llegaba a todas partes y pese a su corta estatura tenía un potente salto que le permitía ganar incluso a gente que le sacaba la cabeza. Era valiente y muy limpio, nunca cometía faltas.

Entre los centrocampistas don Amadeo prefirió a los vascos, porque eran técnicos y sabía empujar al equipo hacia arriba. El mejor de todos era Leonardo Cilaurren. Era propiamente un genio, estaba en todas partes, subía y bajaba sin desmayo. Controlaba el balón como si tuviese guantes y lo colocaba allá donde le daba la gana. Si ahora hubiese algún jugador como él, no sé cuánto se podría pagar. José Muguerza le acompañaba en el centro de la línea media. Era muy trabajador y sabía colocarse siempre cerca de Cilaurren para apoyarle en su juego. Y finalmente Martín Marculeta. Era un jugador muy bajito, no llegaba al 1’60m de altura. Tenía unas piernas gruesas y cortas, pero muy ágiles. Corría a una velocidad increíble y nunca se cansaba. Había partidos en que todos estábamos ya agotados y Marculeta todavía corría por balones que se iban a perder por lal ínea y los alcanzaba y los jugaba. Era increíble. Además, era el que más juego controlaba porque estaba en todas partes y subía al ataque mucho e incluso remataba de cabeza. Finalmente también les acompañó Fede, Federico Sáiz, vasco que jugaba en el Sevilla FC. Éste era el más flojo de la línea media. Era un jugador fuerte, grande, que lo mismo podía servir para apoyar en la defensa que subir al ataque, lo más importante era su talla que impresionaba a los rivales.

Los delanteros fueron los más numerosos porque en España se jugaba con cinco delanteros bien definidos. Los extremos tenían que respetar su zona y no salirse nunca de la banda. Más libres estaban los interiores y el delantero centro, pero siempre se les obligaba a un juego de apoyo para que cada uno pudiese realizar sus movimientos con efectividad. Los interiores eran los más completos porque tenían que ser fuertes y rápidos, tener visión de juego y saber entrar en el área. Para mí los dos mejores eran José Iraragorri y Luis Regueiro. Eran totalmente diferentes. Iraragorri era fuerte, peleón, luchaba sobre todo el terreno y muy peligroso. Tenía un potente disparo y con una extraordinaria puntería. No podíamos dejarle que se parase el balón porque desde fuera del área fusilaba al portero. Luis Regueiro en cambio era más técnico. Su mejor arma era la velocidad. Llegaba a todos los balones por piernas y tenía una elegante carrera, siempre con la cabeza alta para poder jugar con mayor visibilidad. Metía muchos goles gracias a su gran puntería porque no golpeaba fuerte el balón, sólo lo tocaba lo preciso para ponerlo allá donde el portero no pudiese llegar. Era muy vistoso verle correr, hasta el punto que le llamaban la «Gacela blanca». Los otros interiores que fueron a Italia fueron Simón Lecue e Hilario.

Lecue, pese a ser vasco, era un poco miedoso. Trabajaba mucho sobre el terreno de juego y era muy inteligente, tenía mil recursos para jugar el balón, pero se cuidaba demasaido, evitaba el choque constantemente y encuanto recibía algún golpe de más, se apartaba del juego y sólo intervenía cuando se veía con ventaja. Con todo, pienso que fue un gran jugador. Hilario, su verdadero nombre era Juan Marrero, era canario. Era un artista del balón, fino, elegante, jugaba para divertirse y no le importaba no marcar gol con tal de hacer las jugadas bonitas. Era una persona extraordinaria y le queríamos muchísimo. Siempre estaba de buen humor. No hacía mucha gracia cuando contaba su fuga de las Islas Canarias para venirse a jugar a la Península. Como era de esperar, allí Hilario era un ídolo y cuando la gente se enteró de que lo quería fichar el RC Deportivo, montaron guardia en la sede del club y en el puerto para impedirle la salida. Lo que no esperaban fue que Hilario se disfrazó de mujer y así pudo burlar a sus guardias. Lo que no entiendo es cómo pudo hacerlo, pues era muy feo, debió llamar la atención como mujer por lo fea que sería, pienso.

Los extremos, tanto en la derecha como en la izquierda, eran maravillosos. Ramón de Lafuente era rápido y tenía un centro medido. Ponía el balón siempre en la cabeza de su compañero. Cuando vino a jugar con el Athletic de Madrid nos hicimos muy amigos, porque entonces éramos todos muy amigos fuera del campo. Durante el partido nadie conocía a nadie, y eso me pasó con Moncho, recuerdo en una jugada en que venía por la banda, entonces salí yo al cruce y despejé el balón y al pobre Ramón contra el público. Cuando se repuso le dije «no ves que entraba con ventaja y venía yo de cara» y me respondió «sí, pero es que no me podía frenar». Y es que «Moncho» era así, jugaba sin mirar al rival y corría por todos los balones. Luego recibía una gran cantidad de golpes y seguía jugando.

Martín Ventolrá también jugaba por la derecha. Éste era un espectáculo. A pesar de ser extremo tenía un juego de cabeza impresionante. En mi vida he visto ningún jugador con esas características, ni Zarra, ni Santillana, ni ningún otro. Aún recuerdo en el partido en que España derrotó a Alemania en Köln, el público ovacionaba cada vez que Ventolrá jugaba de cabeza, centraba de cabeza hacia el área, y para colmo en ese sitio estaba Lángara, imagínate.

Por la izquierda estaban Gorostiza y Bosch. Guillermo Gorostiza «la Bala Roja» era pura velocidad. Muchos piensan que Gento era un jugador rápido, escierto, pero «Goros» lo era más, porque no hacía la carrera al hueco, el se lanzaba en dirección al defensa que debía despejar y le quitaba el balón con un ligero toque, anticipándose lo suficiente como para llevarse la pelota y no recibir la patada, pues el defensa nunca se paraba, y hacer la jugada. Muchas veces marcaba el gol porque no daba tiempo a que llegasen los demás compañeros al área para recibir el centro y él mismo se encargaba de fusilar al portero. Era un portento.

Crisanto Bosch era más lento, lógicamente. Incluso demasaido lento para ser extremo, pero lo compensaba con su tremenda habilidad. Era muy técnico y sabía colocarse en perfectas condiciones con ventaja sobre los rivales. Remataba como Luis Regueiro, más que con potencia, con colocación, tocando suavemente el balón para ponerlo lo más lejos del portero.

Isidro Lángara era el delantero centro de la Selección. Han pasado muchos años y sigo todavía admirándole. Era un verdadero fuera de serie. Marcaba los goles con una facilidad pasmosa. Y la verdad es que no te lo explicabas. Era un jugador más bien lento, incluso pesado, que le costaba llegar a los balones. Si no lo conocías pensabas que no iba a hacer daño, y, si con todos los defensas pendientes de él era el máximo goleador, imagínate si encima le dabas ventaja. Nunca se paraba el balón y cuando metía la «alpargata», como él decía a la bota, sólo podíamos volver a coger la pelota ya dentro de la portería. No tenía disparo, eso era un cañonazo. De cabeza era impresionante verlo saltar y como se torcía en el aire para jugar con el cuello y colocar el balón en la escuadra. Era un delantero muy completo, capaz de desmoralizar al mejor defensa, porque a lo mejor no tocaba pelota en todo el partido y de pronto era capaz de hacer tres goles y ganar él solo el encuentro. Sin duda era el mejor del ataque.

De sustituto de Lángara vino Campanal. Era el delantero centro del Sevilla FC. Era un jugador muy peleón, se caracterizaba por abrir brecha en la defensa rival. Entraba siempre a muerte y buscaba el gol como fuese, arrollando a defensas, portero, e incluso a compañeros. Era muy fuerte y agresivo, a veces más de la cuenta, pero es que no pensaba en si podía hacer daño o no, él entraba jugándose el físico y la verdad es que le tenían un poco de miedo, sobre todo los porteros.

Eduardo González «Chacho» y Luis Marín completaban la expedición. Eran dos jugadores más polivalentes que podían jugar de volantes o de delantero centro. «Chacho» tenía una izquierda magnífica. Era muy certero y de hecho llegó a marcar seis goles en un solo partido con la Selección, el día del 13-0 a Bulgaria, además era un jugador muy inteligente. Luis Marín era más peleón, no daba un balón por pedido y también marcaba muchos goles. Posiblemente fue el Mundial más que por su clase, por su capacidad de adaptación a casi todos los puestos, y esto era importante porque nunca se puede saber si va hacer falta un determinado jugador o no.

-Con el repaso que hemos dado a la expedición española podemos considerar que fue un conjunto muy compensado, elegido siguiendo una lógica y con grandes posibilidades de éxito. Sin embargo, seguro que hubo voces que lamentaban la ausencia de otros jugadores.

-Naturalmente. En España cada región tiene su propia Selección, es más, cada aficionado encuentra su equipo ideal y no suele coincidir con el seleccionador. Siempre falta alguno que lo hubiese hecho mejor.

Entre los jugadores que no fueron al Mundial, de todas formas, es difícil citar así de memoria a aquellos que no convocaron pero podemos recordar a Guillermo Eizaguirre, al que todos consideraban el verdadero sustituto de Ricardo Zamora. El pobre se lesionó un brazo y no pudo ser convocado. De todas formas el Sevilla FC le pagó el viaje al Mundial como premio a su gran temporada y vino con nosotros, con el brazo en cabestrillo.

Tampoco estuvo en Italia Herrerita. Eduardo Herrera estaba comenzando entonces y ya era más que una promesa una realidad. Pieso que don Amadeo prefirió a Moncho de Lafuente por ser más experimentado y entenderse mejor con José Iraragorri.

Otro jugador del Oviedo FC, Pedro Pena, tampoco viajó, pese a que jugó en el partido contra el Sunderland en Madrid, así como José Torregaray, del Valencia FC, y Pedro Solé, del CD Español de Barcelona. También quedó fuera el portero del Athletic Club de Bilbao, Gregorio Blasco, que ya había jugado en la Selección en otros partidos.

Son nombres de algunos jugadores importantes, pero hay que tener en cuenta que no podían ir todos, porque hubiesen ido cuarenta jugadores todos con clase, y efectivamente, creo que los que estuvieron en Italia fueron dignos representantes de España.

– Y de esta manera se enfocó la fase final. Ahora hablemos de los tres partidos de España. El primero fue ante Brasil.

– No nos gustó en absoluto que el primer partido fuese ante Brasil. Todos sabíamos que tenían un equipo poderoso, aspirante a ganar el torneo. En España se decía que la FIFA había tratado mal a España al no reconocerla cabeza de serie en el sorteo y por eso, de buenas a primeras ya nos enfrentábamos a uno de los mejores.

Además, ya he comentado que en el viaje de Barcelona a Génova coincidimos los dos equipos, pues los brasileños habían estado en España un tiempo de preparación del Mundial, y pudimos ver la diferencia de trato que hubo en el barco.

Pero en el campo todo esto se olvidó. Nosotros teníamos un gran equipo y se le demostramos a los brasileños. Pienso que se confiaron o nos menospreciaron, en especial a nuestros delanteros y cuando se dieron cuenta de lo que tenían delante ya les habíamos hecho tres goles. Y es que Lángara estuvo muy acertado. Fue la verdadera pesadilla, llevando el peligro una y otra vez. Por lo visto no lo conocían y mira por dónde, no se les olvidaría ese nombre.

En la segunda parte nos echamos atrás. También es cierto que Brasil salió dispuesto a cambiar el resultado. Y la verdad es que lo pasamos mal, porque apretaron mucho. Cuando marcaron el 3-1 aún tuvieron oportunidades de volver a marcar, sobre todo en dos. Primero en un penalty que el árbitro nos señaló en contra y que Leónidas1 falló. Lo tiró muy ajustado y Ricardo Zamora supo deternerlo magistralmente. Luego, los ataques brasileños fueron constantes, incluso en uno, en un balón que Zamora no atrapó, Waldemar remató a puerta vacía, pero allí estaba yo para despejarlo,

1 Según crónicas brasileñas, el penalty fue lanzado por Waldemar, pero en la versión española siempre se cita a Leónidas. Insistiendo a Quincoces sobre quién disparó, él se reafirma en Leónidas, jugador negro delgado, frente a Waldemar, al que describe como hombre corpulento y fuerte.

aunque lo hice de «zamorana» -rechazando con el codo-. El árbitro no lo vio porque fue un contrataque rápido y no pudo llegar a tiempo. Era el árbitro un alemán grandote y pesado y apenas corría.

Hay que reconocer que Brasil acabó facilitándonos las cosas porque Waldemar, que era un artista, no pasaba ningún balón a sus compañeros. Se empeñaba en querer regatearnos una y otra vez y nosotros nos limitábamos a verlo venir y despejarlo, una veces el balón y otras a los dos a la vez, pelota y delantero, como se hacía en aquella época.

Mucho más peligroso era Leónidas. Era muy elegante y jugaba con velocidad y precisión. Nos provocó muchas preocupaciones, pero afortunadamente el resto del equipo no estuvo a su altura y, pese a que Brasil tuvo varias oportunidades, pienso que nosotros merecimos ganar con toda justicia porque fuimos mejores.

– Y después vinieron los partidos frente a Italia. En España se habló mucho y mal de la organización del Campeonato, de la encerrona de Florencia y sobre todo de la parcialidad arbitral.

– Claro, aquello fue un robo. Nos robaron en los dos partidos, porque nosotros fuimos mejores que los italianos, ya lo creo y si no llega a ser por decisiones arbitrales partidistas, nosotros hubiésemos eliminado a Italia.

En el primer partido nos marcaron el gol en clara falta, los atacantes italianos se avalanzaron sobre Zamora y otros defensas y al final Ferrari Giovanni empujó el balón con la cabeza. Imagínate que el árbitro, el belga Baert, se quedó quieto pensando en señalar la falta, pero el público gritaba y gritaba de manera insistente y al final cedió ante la presión y acabó señalando el centro del campo.

El partido fue muy duro, porque los italianos parecían tener licencia para todo, especialmente sus dos defensas, Monzeglio y Allemandi, muy flojos técnicamente pero muy duros, incluso violentos. Pero el peor era Monti, en el centro del campo. Jugaba escorado hacia nuestra izquierda y se notó muchísimo, porque en el segundo partido no pudieron jugar ni Fede, ni Gorostiza, o sea, los que se habían atrevido a acercarse por su zona. Monti tuvo una actuación violentísima, que el árbitro se la permitió.

Y ahí no acabó la injusticia, porque en la segunda parte Moncho de Lafuente hizo todo un jugadón, se escapó de los defensar italianos, jugándose la pierna, y en jugada personal marcó el 2-1. Y aquí llegó nuestra sorpresa porque el árbitro lo anuló porque quiso. No hay otra explicación, pues cuando nos comentó que había sido fuera de juego nos pusimos a reír, porque Lafuente había hecho la jugada él solo, sin apoyo de ningún compañero.

Cuando saltamos al terreno de juego para disputar el segunto encuentro, al ver el griterío del público, la fuerte presión ambiental, ya estábamos convencidos de que no íbamos a pasar. Era literalmente un encerrona. Si después de haber sido mejores en el anterior encuentro no nos dejaron ganar, ahora, lo teníamos mucho más difícil.

Además, tuvimos que jugar con muchas bajas. Yo mismo salí al campo con una rodilla muy lastimada, sabiendo que no iba a poder jugar al máximo. Hice un partido muy cerebral, porque tenía una gran responsabilidad, por eso jugué midiendo mucho mis actuaciones, buscando estar colocado lo mejor posible para despejar los ataques italianos.

El problema era que por muy bien que jugásemos, el árbitro siempre se inclinaría a favor de Italia. Y así fue. A Campanal le anuló un gol en fuera de juego que todavía me pregunto cómo se atrevió a anularlo cuando fue un pase al centro del área, donde estaban varios defensores y el único fallo fue del portero Combi que tardó en salir.

Para colmo, Monti siguió castigándonos con su antideportiva costumbre de lesionar a los rivales. En veinte minutos se cargó literalmente a Chacho y a Bosch. Al extremo a los cinco minutos, en una verdadera agresión en medio del campo y a Chacho poco después del gol anulado.

Con todas estas circunstancias negativas, el equipo siguió manteniendo el tipo. Durante la segunda parte somos nosotros quienes tomamos la iniciativa y buscamos el empate. Llegamos a empujar mucho, acorralando a Italia, pero no tuvimos suerte, máxime cuando Luis Regueiro y poco después yo mismo, nos lesionamos y tuvimos que salir del terreno de juego.

Entonces nos quedamos con nueve hombres y muy mermados de fuerzas, hasta el punto que cuando regresamos Luis y yo, ya no hubo suficiente fuelle como para apretar y forzar a Italia. Fue una lástima.

Siempre recordaré ese partido con tristeza porque nos vaciamos para poder superar el ambiente y no nos dejaron. Además, fue la primera vez que era capitán de la Selección, porque Ricardo Zamora no pudo jugar por lesión, y me hubiese gustado haber alcanzado un triunfo.

– ¿Qué tal fue el recibimiento que se les hizo en España al regreso del Mundial? ¿Se comentó posibles injerencias políticas en el acontecimiento deportivo?

– Respecto al recibimiento podemos decir que fue bueno en un sentido objetivo. Los períodicos ya habían denunciado claramente la encerrona de Florencia y fue cuando descargaron todas sus críticas, reconociendo nuestra entrega y nuestro trabajo. Por eso no nos podemos quejar, pero hay que reconocer que entonces no era como hoy, y el ambiente era mucho más frío. Las alabanzas y elogios se incluían en las crónicas de los partidos y en cada partido se volvía a empezar.

También hubo algunos comentarios con segunda intención sobre Italia y «su mundial». Desde que fuimos eliminados aquí ya se dio por seguro que Italia iba a ganar, no porque fuesen los mejores, que no lo eran, sino porque nadie se iba a atrever a pitar en su contra.

Cuando nos enteramos de la sanción al árbitro suizo Mercet, tuvimos una sensación de que se había hecho justicia. Eso demostraba que no habíamos exagerado el trato recibido en la Copa del Mundo, lo que ocurre que ahora pienso que fue muy triste, porque uno va a esa competición con muchas ilusiones y es lamentable que la parcialidad intecionada o no de la organización te elimine injustamente.

– Ya no tuvo ocasión de volver a jugar un Mundial.

– No, y no fue por mi voluntad, claro está. Yo seguí jugando con la Selección e incluso hicimos algunos encuentros memorables. Del que tengo mejor recuerdo fue el que jugamos en Köln, ante Alemania y vencimos por 2-1. Los alemanes tenían un magnífico conjunto y llevaban muchos partidos seguidos sin perder. Nosotros hicimos un gran juego, especialmente Ventolrá que maravilló al público, que demostró ser mucho más deportivo que el italiano, y aplaudió sus jugadas, sobre todo las que hacía con el juego de cabeza. Lángara se encargó de marcar dos grandes goles y nosotros, en la defensa de frenar al mejor delantero alemán, Conen, que siempre se mostró muy peligroso.

Cuando se jugaron las eliminatorias de la Copa del Mundo de 1938, España no pudo competir porque estábamos en plena Guerra Civil, después vendría la Guerra Mundial y con ella la suspensión de las competiciones internacionales.

El paréntesis de la Guerra Civil en España significó la interrupción de todas las actividades oficiales. Sin embargo, en la zona controlada por el General Franco, donde Quincoces residía, se organizaron una serie de torneos, como la «Copa Brigadas de Navarra». Por esas fechas defendió de nuevo los colores del CD Alavés, pese a mantener su ficha por el Real Madrid, ya que se daban unas circunstancias especiales.

En 1939 se restablecieron las competiciones nacionales y Quincoces volvió al Real Madrid. Tenía entonces 34 años, el fútbol profesional había sido abolido y España no estaba para lujos.

– Finalizada su etapa como jugador, siguió ligado al fútbol como entrenador.

– Después de la Guerra Civil aún jugué algunas temporadas con el Real Madrid, pero más por amistad con los directivos y por afición, porque la edad empezaba a pesar y era cuestión de dejar paso a los jóvenes. Con todo, esto me sirvió para no alejarme del deporte y seguir en él más tarde como entrenador.

Nada más dejar el fútbol activo el presidente de la RFEF, don Javier Barroso me dio el cargo de seleccionador y accedí a ello en 1945. Era un cargo demasiado complicado, que me exigía estar lejos de casa demasiado tiempo y no me compensaba en absoluto, por lo que después de dirigir el segundo partido presenté mi dimisión. Después seguí ejerciendo de entrenador de club.

Reconozco que no tuve los mismos éxitos que había alcanzado como jugador, pero sí la misma satisfacción personal de sentirse con el deber cumplido. Para mí lo más importante era establecer el ambiente idónea de amistad y camaradería dentro de la plantilla para formar un grupo homogéneo, donde todos colaboren en su medida. Cuando se consigue esto el equipo es capaz de conseguir todo lo que se proponga uno.

Posiblemente el mayor reto como entrenador lo tuve con el Atlético de Madrid, al que llegué en

la temporada 1954/55. Me encontré con un equipo roto, totalmente desunido, donde todos se inculpaban y nadie se responsabilizaba. Acabó la primera vuelta a un punto del último, perdiendo en casa ante el Valencia. A la salida del partido había un grupo de aficionados esperando y cuando me asomé empezaron a gritar: «Quincoces, échalos a todos, limpia de vagos al equipo», yo que esparaba que se metieran contra mí y era todo lo contrario. Tardé una semana en recuperar a los jugadores, fui haciendo un grupo de amigos y al poco tiempo los resultados ya nos fueron acompañando. En la segunda vuelta sólo nos superaron el Real Madrid de Di Stéfano y el CF Barcelona de Kubala, nosotros fuimos los terceros.

La verdad es que ser entrenador exige tener un sentido del fútbol especial y concoer mucho a tus jugadores. Yo tengo una cosa muy clara, los jugadores hacen a los entrenadores. Cuando es entrenador de un equipo importante, todo jugador que te llevan es porque ya es bueno, ya destaca y uno no le va a enseñar a jugar. El entrenador debe saber conocer a sus jugadores, esa es la clave, y cuando los jugadores se encuentran a gusto con un entrenador, entonces lo hacen buen entrenador. Así ha sido siempre.

Cerrada su etapa como entrenador permaneció ligado al fútbol haciendo funciones de secretaría y asesoría técnica en varios equipos, principalmente en el Valencia CF. Por eso fijó su lugar de residencia en esta ciudad. Los años no perdonan y cada vez se le fue echando de menos en el campo de Mestalla, donde era asiduo, y se refugiando en los partidos televisados. Actualmente, lleva una vida muy tranquila, acostumbra a realizar un paseo matutino por la ciudad, aprovechando la benevolencia del soleado clima de Valencia y después se recoge en su domicilio, en una céntrica calle. Evidentemente, ya no practica la pelota vasca, deporte en el que también destacó, pero todavía conduce su automóvil, su otra pasión, porque siempre estuvo enamorado de los coches.

No cabe duda que acercarse a Quincoces es poder ver de cerca una de las leyendas más importantes del fútbol español, es encontrarse con una extraordinaria persona que merece llevar el calificativo de «caballero del deporte».

Su trayectoria como jugador

1922/23 Los Ciclistas Vitoria

regional

1923/24 Desierto Baracaldo

regional

1923/24 Baracaldo FC

regional

1924/25 CD Alavés

regional

1925/26 CD Alavés

regional

1926/27 CD Alavés

regional

1927/28 CD Alavés

regional

1928/29 CD Alavés

18

0

1929/30 CD Alaves

18

0

1930/31 CD Alavés

18

0

1931/32 CD Alavés

17

0

1932/33 Madrid FC

18

0

1933/34 Madrid FC

18

0

1934/35 Madrid FC

18

0

1935/36 Madrid FC

19

0

1936/37

1937/38

1938/39 CD Alavés

regional

1939/40 Real Madrid

19

0

1940/41 Real Madrid

18

0

1941/42 Real Madrid

5

0

como entrenador

1942-1943 Real Zaragoza CF

1945 Seleccionador nacional (2 partidos)

1945-1946 Real Madrid CF

1947-1948 Real Madrid CF

1948-1954 Valencia CF

1954-1955 Club Atlético de Madrid

1956-1958 Real Zaragoza CD

1958-1960 Valencia CF




Crítica: «1900: La primera aventura olímpica española», de Fernando Arrechea

Hace unos meses el historiador Fernando Arrechea Rivas (Tarragona, 1972), miembro de la Sociedad Internacional de Historiadores Olímpicos (ISOH) removió los anquilosados estereotipos y las ideas preconcebidas sobre los orígenes del olimpismo español con la publicación de este libro que resume y compila varios años de investigación independiente y autofinanciada.

En sus 143 páginas el autor presenta numerosos datos inéditos sobre la participación de deportistas españoles en París 1900, aclarando la identidad de nuestros primeros medallistas (los pelotaris Francisco Villota y José de Amézola) y clarificando las circunstancias de sus polémicas medallas (reconocidas en 2004 por el COI).

También clarifica otros datos desconocidos o discutidos como, por ejemplo, la identidad del primer olímpico español (el duque de Gor, participante en esgrima y no el marqués de Villaviciosa de Asturias, tesis mantenida por el COE y la Academia Olímpica Española), la fecha correcta de fundación del Comité Olímpico Español o la participación (con medallas incluidas) de gimnastas españoles nacionalizados franceses en los JJOO de 1908, 1912 y 1920.

Es un libro riguroso en las fuentes y metodología pero ameno y, por momentos, incluso divertido, al hallarse repleto de anécdotas y curiosidades (¿sabía usted quién fue el primer olímpico negro?, ¿o que un hijo bastardo de Alfonso XII compitió en 1900 en ciclismo y consiguió una plata para Francia?…) y también exhibe numerosas fotos inéditas de nuestros pioneros olímpicos facilitadas al autor por sus familiares.

En resumen, se trata de un libro que clarifica el (hasta ahora) oscuro panorama de nuestros primeros pasos en los Juegos Olímpicos y supone una rareza en la escasa investigación histórica sobre el olimpismo español.

El libro puede adquirirse en bubok (23, 34 euros en versión papel y el precio simbólico de 1, 25 euros si se descarga):

http://www.bubok.com/libros/16391/1900-LA-PRIMERA-AVENTURA-OLIMPICA-ESPANOLA




Cuando manda el enemigo

 El fútbol tiene historias de todos los colores. Un vistazo a los presidentes de clubes bastaría para descubrir múltiples variedades. Sin esforzarnos mucho, hallaríamos desprendidos y manirrotos, populistas y por demás consecuentes, discretos y megalómanos, ineficientes y capaces de izar sus banderas a los mástiles más altos, advenedizos y devotos con pedigrí, profesionales prestigiosos, industriales en pleno éxito y trileros del ladrillo, equilibristas y gente con los pies en el suelo, de talante templado y capaces de saltar al campo buscando al árbitro, cuando no de llegar directamente a las manos. Cien años largos de Historia, dan para casi todo.

Pero, ¿cabe imaginarse algún club presidido no ya por el adversario, sino por el mismísimo enemigo?. Un seguidor acérrimo del Real Madrid dirigiendo a los «colchoneros», por ejemplo. O un forofo del Barcelona sentado en la poltrona del Español. Y no digamos un prohombre del Sevilla haciendo y deshaciendo en el Betis. Disparatado, ¿verdad?. ¿Quién toleraría tamaña insensatez?. Pues eso ocurrió en Palma de Mallorca, hace casi 60 años.

Desde 1942, el fútbol palmesano dividió mayoritariamente sus simpatías entre dos entidades: Mallorca y Atlético Baleares. El Mallorca, nacido en 1916 como Alfonso XIII y Real sólo desde 1950, en recuerdo de sus orígenes, no fue durante casi dos décadas mucho más que el Atlético Baleares. Éste había surgido en 1942, como consecuencia de la fusión entre dos modestos con clara significación obrera: el Atlético, fundado en 1922, y el Baleares, proveniente a su vez del Mallorca F. C. -nada que ver con el actual primer divisionista- y el Mecánico. Atlético Baleares y Mallorca competieron durante algún tiempo casi de igual a igual por los buenos jugadores insulares, se enfrentaron en la misma categoría e hicieron parecidos juegos malabares para cuadrar balances. Obligados a convivir, más de una vez se cedían las respectivas instalaciones, y hasta algunos jugadores. Pero por debajo de las apariencias latía una competencia feroz, avinagrada cada vez que a los débiles baleáricos parecía irles mejor que a los no mucho más poderosos mallorquinistas.

Así las cosas, antes de iniciarse la temporada 1950-51 llegó al Atlético Baleares, para presidirlo, Antonio Castelló Salas, reconocido seguidor del Mallorca. Y ello no mediando elección popular, que los tiempos estaban para pocas bromas democráticas, sino por designación directa del gobernador.

Desde hacía algún tiempo, llovía sobre mojado. El gobernador civil, José Manuel Pardo Suárez, se había permitido sugerir la conveniencia de una fusión entre ambas entidades. Hasta se barajaron nombres para la hipotética nueva sociedad. ¿Mallorca Atlético?. ¿Atlético Mallorca?. Quedó claro en seguida que la nueva denominación debería iniciarse por el nombre de la isla. Y para los prohombres de la política, Mallorca era un término lo bastante sonoro como para no precisar de añadidos. En esas condiciones, el pretendido acercamiento se agostó sin haber granado. Poco tiempo después, con el Mallorca en los últimos puestos de la 2ª División y el Atlético jugándose poco en 3ª, la directiva bermellona solicitó a la blanquazul les fuese cedido el delantero Alorda. Ya antes se habían dado situaciones similares. El también artillero Juan Albella reforzó altruistamente al adversario la temporada 1942-43, ante otra situación crítica. Pero ahora la respuesta fue negativa, y el Mallorca pidió ayuda al gobernador, desde cuyo despacho emanaron todo tipo de presiones. La prensa, claro está, omitió ese capítulo. ¿Cómo iba a hacerse eco, si el diario «Baleares», el de mayor circulación, pertenecía al Movimiento?. Fueron los protagonistas implicados, muchos años después, quienes colocaron el acento en su lugar preciso gracias al ex director de «As» Miguel Vidal, en su reportaje titulado Leyendas mallorquinas.

Alorda acabó en el Mallorca la temporada 1949-50, como no podía ser de otro modo. Un gobernador pesaba mucho por esos años, para permitirse tenerlo en contra. Pero aún así, el Sr. Pardo Suárez debió pensar que ganaría mucho con alguien más dócil rigiendo los destinos del Atlético. Y ahí entró en escena Antonio Castelló Salas, pese a que el cargo parecía hecho a medida de otro candidato.

Castelló no pudo ser más sincero al responder a Joaquín Caldentey, entrevistador del diario «Baleares», ni en sus declaraciones a la revista «Cort». Preguntado sobre si era seguidor del Mallorca, afirmó: «Siempre. Treinta años en el club y además con entusiasmo». Su nuevo paso no se le antojaba un cambio de chaqueta. «No hay tal cambio. Pretendo conseguir una verdadera inteligencia entre ambos clubes». Respecto a sus ilusiones de partida, afirmaba querer ver al Mallorca en 1ª División y al Atlético en 2ª. Pero eso sí, su remate  en diciembre de 1950 no dejaba lugar para la duda: «Soy tan mallorquinista como antes y si el Atlético Baleares asciende, dejaré la presidencia para no enfrentarme a mi viejo club». Y por si los socios y simpatizantes baleáricos no tuviesen suficientes motivos de enojo, aún pudieron leer: «Me llena de orgullo saber que el Gobernador Civil, ejemplo de deportividad y auténtico propulsor y protector de todos los deportes, ha visto con buenos ojos este objetivo de tender hacia una inteligencia con el Mallorca». Resumiendo, mandaba el enemigo.

Pero lo que son las cosas, Antonio Castelló habría de revelarse como un magnífico presidente, situando al Atlético en la división de plata por primera vez.

Con el antiguo árbitro y entrenador Juan Obiols, más tarde representante de futbolistas y organizador de torneos veraniegos, ocupándose de la secretaría técnica, y Gaspar Rubio, el otrora «Rey del Astrágalo» en el banquillo, los albiazules se proclamaron campeones de grupo, golearon en la liguilla de ascenso (5-1 al Alicante, 9-0 al Guadalajara, 8-0 al Cacereño y 3-2 al Betis, por ejemplo), y festejaron por todo lo alto un sueño. Pese a su inicial propósito, Castelló no dimitió. La temporada 1951-52 habría de enfrentarse al Mallorca, su club del alma, en la misma categoría. Los choques se resolvieron con sendas victorias mallorquinistas por 2-0 y la temporada regular concluyó con el Mallorca en 6ª posición, lejos del ascenso, y el Atlético Baleares en 10ª, sobre un total de 16 equipos.

Aquella campaña, sin embargo, fue por demás extraña para Castelló y la entidad que presidía. El 4 de diciembre, durante la disputa del At. Baleares-Alcoyano, se lió la marimorena. Con 2-0 a favor del conjunto balear, el árbitro, Sr. Saz, sancionó un penalti muy dudoso en el área local. Poco después, los insulares Álvarez y Miguelín fueron derribados clamorosamente ante el marco alcoyano, sin que el trencilla se diese por enterado. Cuando el Alcoyano obtuvo el empate tras haber hecho falta al guardameta Calpe, ardió Troya. El delantero Jaime Brondo, hombre de genio vivo, arrolló al árbitro con los puños por delante, hasta hacerle besar el césped. Expulsado, como es lógico, la ducha no pareció enfriarle, puesto que según el diario «Baleares» «Acabado el partido y vestidos los jugadores en ropa de calle, Brondo intentó agredirle». La crónica no reflejaba, quizás porque su autor era hermano del pretendido agresor, que Jaime Brondo se había pertrechado en los vestuarios con un martillo, y que visto el cariz de los acontecimientos, el árbitro optó por refugiarse en la caseta. Al ir aumentando el número de congregados, temiéndose algo muy serio, el directivo Ramón Dot apeló al ingenio. Obtuvo un traje de mujer, vistieron con él al de negro y lo introdujeron en un coche. El Comité de Competición habría de recetar a Brondo un año de suspensión, al tiempo que felicitaba a la directiva «por su decidida y adecuada actuación en el partido del pasado domingo».

Como ciertas cosas marcan a cualquier equipo, pocas semanas después Miguelín, futbolista fuerte y corajudo, tenía la desgracia de partir la pierna al cordobés Rafa en una jugada fortuita. El Comité de Competición, inflexible, descalificó al balear por 4 meses, periodo estimado para la recuperación del lesionado.

Allí no acabaron las zozobras del Atlético. Terminada la liga regular, hubo de disputarse un torneo de permanencia entre los clasificados en el puesto 8º, 9º y 10º de ambos grupos. La Federación había pensado reducir los dos de 2ª a uno sólo, con la consiguiente merma de efectivos. Fue una sangría económica para todos, por lo costoso de aquellos desplazamientos, aunque especialmente para el Atlético Baleares, al estar más aislado. Los baleáricos compitieron en ida y vuelta con Alavés, Caudal de Mieres y Gimnástica de Torrelavega, norteños, y Córdoba y Melilla del Sur. Kilómetros y kilómetros de barco, tren y autobús; horas de mala carretera, demasiadas noches de hotel y fonda. Todo para que finalmente la Federación se volviese atrás, no descendiese nadie y la 2ª División se siguiera jugando en dos grupos. Un auténtico alarde de imprevisión, falta de respeto a los competidores y gusto por el trabajo mal hecho. Bendito presente, si lo comparamos con el pasado, por mucho que ciertas cuestiones continúen prendiéndose con alfileres.

Digresiones aparte, puede que tanta improvisación, los infaustos acontecimientos descritos o el déficit acumulado durante el torneo de permanencia, cifrado en 200.000 ptas. de entonces, acabaron desencantando al señor Antonio Castelló, puesto que habría de dimitir irrevocablemente.

Salió por la puerta grande, eso sí. Sin haber fusionado a los dos clubes señeros de la capital palmesana y dejando en 2ª al Atlético. Los socios del Atlético Baleares olvidaron muy pronto que durante casi dos años tuvieron al enemigo en casa. Y es que conforme asegura el saber popular, vistas ciertas amistades, mejor está uno entre enemigos.

 

José Ignacio Corcuera

Con profundo agradecimiento a Antoni Salas Fuster, historiador emérito del At. Baleares.

       




La primera copa con participación masiva

La temporada 1943-1944 registró la novedad de la reintroducción de la Tercera División. Esta categoría se había suprimido en 1934, aunque tuvo una efímera reaparición en la temporada 1940-1941, que más bien fue una fase final entre los mejores clasificados de Regional. Fue en verano de 1943, una vez acabada la competición, cuando la Federación decidió crear la división de bronce del fútbol español, esta vez de forma definitiva, contando para ello con clubs que habían participado en el Torneo de Clasificación de la temporada anterior, más algunos que fueron designados directamente para tomar parte en la competición.

En un principio iban a componer la Tercera División 80 equipos estructurados en ocho grupos, pero la negativa de Carcagente y Olímpico de Játiva a participar en el grupo quinto con equipos de Aragón, provocó la división de este en dos subgrupos, uno con cinco equipos aragoneses y otro con ocho valencianos, de modo que finalmente fueron 83 los equipos participantes en la categoría. La liga regular finalizó el 6 de Febrero, clasificándose los campeones para la llamada Fase Final, de la que saldrían dos equipos ascendidos y otros dos que jugarían la promoción. El resto de equipos disputaría las primeras eliminatorias de la Copa del Generalísimo a partir del 20 de Febrero, junto a los doce campeones de Regional.

La competición liguera dejó como campeones de los ocho grupos de Tercera a Club Ferrol, Real Santander, C.D. Logroñés, C.D. Mallorca, Levante U.D., C.D. Cacereño, Elche C.F. y C.D. Málaga, que pasaron a la Fase Final y no disputaron las eliminatorias de Copa. Del resto de conjuntos de Tercera, sólo cinco, todos ellos valencianos, renunciaron a su disputa: U.D. Carcagente, C.D. Olímpico de Játiva, Nules C.F., C.D. Onteniente y Torrente C.F. A estos 70 equipos de Tercera se les sumaron los trece campeones de cada una de las Federaciones Regionales: Club Turista, C.D. Leonés, Cultural de Durango, C.D. Oberena, Maestranza Aérea de Logroño, C.D. Júpiter, S.D. Escoriaza, C.D. Mediodía, Gimnástica Abad, C.D. Electromecánicas, C.D. España de Lluchmayor, U.D. Melilla y Real Club Victoria, de Las Palmas.

La primera eliminatoria se disputó a partido único en campo de uno de los contendientes el 20 de Febrero y sirvió de ajuste para pasar de 83 a 64 equipos. Se registraron los siguientes resultados:

Pontevedra C.F.

2-1

C. Santiago  

Club Berbés

4-1

Club Turista  

U.D. Orensana

3-0

Club Lemos  

S.G. Lucense

4-1

C. Betanzos  

S.D. Ponferradina

3-0

C.D. Leonés  

C. Langreano

2-1

C.P. La Felguera  

Real Juvencia

3-1

R.D. Oriamendi  

C.D. Tanagra

6-1

Real Avilés C.F.  

R.S. Gim. Torrelavega

2-2

S.D. Barreda Balompié  

Gim. D. Burgalesa

1-2

C.D.F.N. Palencia (pr.)

Dep. Alavés

4-0

Tolosa C.F. (22-Febrero)

C.D. Vasconia

3-1

Real Unión Club (22-Febrero)

C.D. Izarra

2-7

Dep. Maest. Aérea Logroño  

U.D. Huesca

2-1

S.D. Escoriaza  

U.D. Teruel

2-0

C.D. Español Arrabal  

Trujillo C.F.

1-3

S.D. Emeritense  

U.D. Salamanca

1-1

A.D. Ferroviaria  

C.D.At. Baleares

3-1

C.D. España Lluchmayor (22-Febrero)

Sólo tres equipos visitantes lograron clasificarse (C.D.F.N. Palencia, Maestranza Aérea de Logroño y S.D. Emeritense), quedando otras dos pendientes de partido de desempate (Gim. Torrelavega – S.D. Barreda y U.D. Salamanca – A.D. Ferroviaria). Estos se disputaron el 22 de Febrero en campo del que había ejercido de visitante en el primer partido y mientras la Ferroviaria se deshacía del Salamanca al derrotarle por 6-2, Barreda y Gimnástica de Torrelavega volvían a empatar, esta vez a cero, y debían disputar otro desempate, el día 24, en el que el Barreda consiguió clasificarse al vencer por 1-0. Además, se registró la retirada del C.D. Tudelano, que debía haberse enfrentado al C.D. Oberena, clasificándose estos automáticamente.

La segunda eliminatoria también se jugó a partido único en el campo de uno de los contendientes, el 27 de Febrero. Entraron en liza los 64 clasificados, aunque la retirada del Victoria de Las Palmas dio la clasificación automática al Recreativo de Ónuba. Se registraron los siguientes resultados:

U.D. Orensana

1-1

S.G. Lucense  

Club Berbés

3-0

Pontevedra C.F.  

C.D.F.N. Palencia

3-1

S.D. Ponferradina  

C. Langreano

3-1

Real Juvencia  

S.D. Barreda Balompié

1-2

C.D. Tanagra  

C.D. Vasconia

0-3

Dep. Alavés  

C.D. Oberena

4-3

Dep. Maest. Aérea Logr.  

Club Sestao

3-0

Club Erandio  

S. Cult. D. Durango

0-3

S.D. Indauchu  

Gerona C.F.

3-3

U.D. Figueras  

Reus Dep.

1-1

C. Gim. Tarragona  

U.D. San Martín

1-2

C.D. Júpiter  

C.D. Acero

2-1

S.D. Sueca  

C.D. Eldense

1-0

C.D. Almansa  

Alicante C.F.

4-1

Crevillente Dep.  

Cartagena C.F.

5-1

C. Gim. Abad  

Lorca C.F.

0-3

Imperial C.F.  

Imperio C.F. M.

9-0

C.D. Toledo  

C.D. Manchego

3-2

C.D. Mediodía  

R.S.D. Alcalá

4-0

A.D. Ferroviaria  

C.D. Badajoz

2-0

S.D. Emeritense  

S. Olím. Jienense

4-3

Linares Dep.  

Real Bal. Linense

1-2

Algeciras C.F.  

Hércules Cádiz C.F.

4-0

Coria C.F.  

C.D. Córdoba

2-1

C.D. Electromecánicas  

C.At. Zaragoza

2-2

U.D. Huesca (pr.) (2-Marzo)

Arenas S.D. Zarag.

1-1

U.D. Teruel (1-Marzo)

Lérida Balompié

1-0

Tarrasa C.F. (5-Marzo)

C.D. Granollers

1-0

C.D.At. Baleares (2-Marzo)

Albacete Balompié

6-1

C.D. Cieza (28-Febrero)

U.D. Melilla

2-0

C.At. Tetuán (5-Marzo)

C.D. Tanagra, Deportivo Alavés, S.D. Indauchu, C.D. Júpiter, Imperial C.F. y Algeciras C.F. fueron los únicos visitantes capaces de clasificarse directamente, siendo necesario resolver mediante partido de desempate otras cinco confrontaciones:

29-Febrero:

S.G. Lucense

4-0

U.D. Orensana  

29-Febrero:

U.D. Figueras

1-0

Gerona C.F.  

29-Febrero:

C. Gim. Tarragona

1-0

Reus Dep.  

5-Marzo:

U.D. Huesca

2-1

C.At. Zaragoza  

3-Marzo:

U.D. Teruel

3-2

Arenas S.D. Zarag. (pr.)

La tercera eliminatoria fue la última que se jugó a partido único, el 5 de Marzo y en esta ocasión ya no hubo que lamentar la retirada de ninguno de los participantes. Se dieron los siguientes resultados:

S.G. Lucense

2-3

Club Berbés  

C.D.F.N. Palencia

4-0

C. Langreano  

C.D. Tanagra

2-1

Club Sestao (pr.)

S.D. Indauchu

0-1

Dep. Alavés  

U.D. Teruel

6-1

C.D. Oberena (12-Marzo)

Lérida Balompié

4-0

U.D. Huesca (12-Marzo)

C.D. Júpiter

3-0

U.D. Figueras  

C. Gim. Tarragona

2-0

C.D. Granollers  

C.D. Acero

6-2

Alicante C.F.  

Albacete Balompié

1-0

C.D. Eldense  

Imperial C.F.

2-1

Cartagena C.F.  

R.S.D. Alcalá

1-2

Imperio C.F. M.  

C.D. Badajoz

3-0

C.D. Manchego  

R.C. Recr. Ónuba

3-1

Hércules Cádiz C.F.  

Algeciras C.F.

1-2

S. Olím. Jienense  

C.D. Córdoba

4-2

U.D. Melilla (12-Marzo)

Esta vez no fue necesario ningún partido de desempate, resolviéndose todas las eliminatorias en el primer partido. Club Berbés, Deportivo Alavés, Imperio C.F. de Madrid y Olímpica Jienense fueron los únicos visitantes que pasaron a la siguiente ronda.

La cuarta ronda ya se disputó, como todas las siguientes, a doble partido. Los enfrentamientos tuvieron lugar el 19 y el 26 de Marzo, produciéndose los siguientes resultados:

2-0

C.D.F.N. Palencia

Club Berbés

0-1

 

1-2

C.D. Tanagra

Dep. Alavés

0-3

 

4-0

U.D. Teruel

Lérida Balompié

0-3

 

1-6

C.D. Júpiter

C. Gim. Tarragona

0-2

 

5-0

Imperio C.F. M.

C.D. Acero

1-3

 

3-1

Imperial C.F.

Albacete Balompié

0-5

 

1-0

C.D. Badajoz

R.C. Recr. Ónuba

0-2

 

1-1

S. Olím. Jienense

C.D. Córdoba

0-2

 

Entre estos resultados destaca el 1-6 conseguido por el Gimnástico de Tarragona en campo del Júpiter en la ida, así como las goleadas logradas por Imperio de Madrid sobre el Acero en la ida y Albacete sobre el Imperial en la vuelta, ambas por 5-0. Entre los 16 partidos sólo hubo dos victorias visitantes (la mencionada de los tarraconenses y la del Alavés en campo del Tanagra) y un empate (el conseguido por el Córdoba en Jaén).

Sin pausa, se pasó a la quinta eliminatoria, celebrada el 2 y el 9 de Abril, con los siguientes resultados:

3-0

C. Gim. Tarragona

U.D. Teruel

1-1

 

5-0

C.D.F.N. Palencia

Dep. Alavés

0-3

 

0-2

Imperio C.F. M.

Albacete Balompié

1-2

 

4-0

C.D. Córdoba

R.C. Recr. Ónuba

1-2

 

El Albacete fue el único que consiguió ganar los dos partidos y el Fábrica Nacional de Palencia logró la goleada de la eliminatoria al derrotar por 5-0 al Alavés.

La sexta fue la última eliminatoria antes de la entrada de los equipos «de campanillas» en la competición y de ella salieron los dos conjuntos que tendrían la oportunidad de enfrentarse a ellos. Se jugó los días 16 y 23 de Abril y se dieron estos resultados:

2-1

C.D.F.N. Palencia

C. Gim. Tarragona

1-3

 

1-0

Albacete Balompié

C.D. Córdoba

2-6

 

De poco sirvieron a Fábrica Nacional de Palencia y Albacete sus mínimos triunfos en la ida, porque ambos vieron como Gimnástico de Tarragona y Córdoba remontaban en la vuelta, con más apuros los catalanes y haciendo seis goles los cordobeses.

El Gimnástico de Tarragona llegó a los dieciseisavos de final después de haber disputado nueve partidos, de los que ganó seis, empató dos y solamente perdió uno, marcando veinte goles y encajando seis. Por su parte, el Córdoba jugó ocho partidos, en los que sumó cinco victorias, un empate y dos derrotas, haciendo veinte goles y recibiendo nueve. A ellos se unieron el Real Santander y el C.D. Mallorca, campeones de los dos grupos de la Fase Final de ascenso de Tercera, que se sumaron así a los 14 equipos de Primera División y 14 de Segunda.

Los dieciseisavos de final se jugaron los días 30 de Abril y 7 de Mayo de 1944, y ninguno de los cuatro equipos de Tercera consiguió superar la eliminatoria.

El Córdoba se enfrentó al Atlético Aviación, reciente subcampeón de Liga. En el partido de ida, jugado en el Estadio de América de la capital cordobesa, y fueron los locales los que se adelantaron en la primera parte con un gol de Cega, empatando Vázquez después del descanso. Sillero volvió a poner en ventaja al Córdoba, pero finalmente dos goles de Campos acabaron dando la victoria por 2-3 a los madrileños. Una semana después, el Atlético consiguió derrotar a los andaluces por 7-2, con dos goles de Vázquez, uno de Campos y otro de Taltavull para llegar con 4-0 al descanso; Arencibia aumentaba la ventaja en el segundo tiempo, acortando distancias por dos veces los cordobeses, por medio de Acedo y Vega. Finalmente, Taltavull y Machín dejaban el resultado en el definitivo 7-2.

Al Gimnástico de Tarragona le tocó en suerte el Español de Barcelona, jugándose el primer partido en la Ciudad Condal. En el primer tiempo sorprendieron los tarraconenses, que consiguieron irse al descanso con ventaja tras el gol marcado por Huguet. En la continuación empató Jorge y tuvo que ser un penalti transformado por Teruel el que pusiese el definitivo 2-1 en el marcador. Una semana después, el Gimnástico confirmó la buena impresión que había causado en la ida, y se impuso por 1-0 a los españolistas con un gol de Ailagas en el segundo tiempo, forzando así el partido de desempate. Este se jugó el día 9 en el campo de Las Corts y el Español consiguió adelantarse en el primer tiempo con dos goles de Viela, acortando distancias Vallés en la continuación para poner el 2-1 definitivo que dejó fuera de la competición al Gimnástico.

El Real Santander se enfrentó al Real Oviedo, cayendo con estrépito en la ida en Buenavista por 8-1, con dos goles de Herrerita y otros dos de Goyín para los locales y uno de Saras para los visitantes en el primer tiempo, a los que se sumaron uno de Emilín, otro de Antón y otros dos de Herrerita en la reanudación. Con la eliminatoria decidida, se jugó en El Sardinero el partido de vuelta una semana después y el Santander consiguió una clara pero insuficiente victoria por 3-0, con goles de Retamar en el primer tiempo y Llona y Álvarez en el segundo.

También el Mallorca cayó con estrépito en Sabadell en el partido de ida, por el resultado de 6-2. Gracia marcó dos goles para los locales en el primer tiempo, Gonzalvo puso el 3-0 ya en el segundo, Morales hizo dos goles para los visitantes y luego Del Pino, Pallás y nuevamente Del Pino aumentaron el marcador hasta el resultado definitivo. Una semana después, los baleares consiguieron apuntarse una mínima victoria por 1-0 con un gol de Morales en el primer tiempo, finalizando así su paso por la competición.

La Copa siguió su curso, ya sin equipos de Tercera División, y finalizó el día 25 de Junio de 1944 con la victoria del Atlético de Bilbao por 2-0 sobre el Valencia en el Estadio de Montjuich, después de que se jugaran 101 partidos entre equipos de la categoría de bronce y de Regional y otros 9 en los que un equipo de Tercera se enfrentó a otro de Primera.




Eduardo Cantaro, bien de interés cultural

El pasado 3 de noviembre, a las 19 horas, en el Salón Montevideo de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue declarado Bien de Interés Cultural el libro «Historias Mundiales» cuyo autor es Eduardo Cantaro.

Eduardo es periodista de profesión, historiador futbolístico de afición y «cuervo» (seguidor de San Lorenzo) de corazón. Si alguien quiere hacerle un regalo, le doy dos pistas: un libro de fútbol o una camiseta de la selección más exótica del universo futbolístico.  También es colaborador en el Anuario 2009-2010 de CIHEFE. Si alguien entiende de fútbol internacional, este es Eduardo Cantaro.

No es su primer libro ni el primer reconocimiento que reciben sus obras. Ya en su primera incursión recibió la misma distinción de la Legislatura de Buenos Aires. Su libro «100 años de fútbol olímpico» también fue declarado Bien de Interés Cultural a la vez que «38 campeones del fútbol argentino» de Diego Ariel Estévez, prolífico y gran autor futbolístico. Ambos, amigos mutuos, son una de las muchas avanzadillas de que dispone el CIHF (Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol), con sede en Buenos Aires. Dada su juventud, espero muchos más éxitos de ambos.

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 En el acto participaron, además del homenajeado, el impulsor del proyecto D. Raúl Puy, legislador socialista; D. Carlos Yametti, presidente del CIHF; los Campeones del Mundo en Argentina 1978, D. Jorge Olguín y D. Omar Larrosa y el Campeón de América 1957, integrante del equipo de «Los Carasucias» D. Humberto Maschio.

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  Yametti, Holguín, Cantaro, Puy, Maschio y Larrosa

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 Tres campeones del mundo: Larrosa, Cantaro y Holguín

 Ya que tengo oportunidad de hacerle unas preguntas a Eduardo vamos a aprovechar el momento.

 – ¿Satisfecho con los dos libros?

 Sí, totalmente. Aunque hayan quedado colgados algunos errores involuntarios que espero se puedan corregir en próximas ediciones. Historias Mundiales se ha agotado y 100 años de fútbol olímpico está a punto.

 – ¿Qué tiempo te llevaron cada uno?

 No hay un tiempo específico, para mi fue de casi toda la vida. Estoy coleccionando material de los mundiales desde hace 30 años. Creo que ambos libros fueron una constante de búsqueda y chequeos de material. Al final terminaron hilando, a muy grueso modo, la historia de las competencias.

 – ¿Tuviste muchas dificultades a la hora de publicarlos?

 La única dificultad, en mi caso, fue la edición independiente. Para mi es mejor porque de este modo se pueden donar más libros, pero para eso es necesario un auspicio al menos, que cubra los gastos.

 Las editoriales no editan material histórico de fútbol porque consideran que no se venden. Claro que se equivocan, no saben qué consume el hincha de fútbol y ellos quieren decidir. Hace un tiempo editaron un libro del Bambino Veira contando pavadas y no llegaron a vender 1000 libros, incluso teniendo espacios publicitarios durante los partidos de primera y en la estática. Miles gastaron en esa payasada. Con todo ese dinero gastado, no menos 20 historiadores que no tienen chances de publicar por los elevados costos, hubieran tenido un libro en la calle. Con ese fiasco calculo que le cerraron más la puerta al fútbol.

– Tras estas dos experiencias ¿cambiarías algo en un próximo libro?

 Creo que no. Encontré un formato ágil y una manera de contar las cosas. Podría hacer cosas más extensas pero serían carísimas y no dejaría casi nada para que el lector curioso pueda expandir su inquietud. También podría hacer todo mucho más corto y limitarme a los números y algunos perdidos epígrafes, pero no tendría la «pasta» generadora de esos números. Estos formatos vendrían a ser mi visión del equilibrio entre palabras y números para contar la historia del fútbol.

 –  ¿Cuanta importancia tiene para ti la declaración de tus libros como Bienes de Interés Cultural?

 Pues es un gran honor. En algún momento me planteé que relación podría tener un libro de fútbol con la cultura, obviamente de manera prejuiciosa. Es sólo abrir los ojos para notar que el fútbol es parte de nuestra cultura, de nuestro modo de vida. Muchos hombres recordamos acontecimientos de nuestra propia historia con el calendario mundial. Con una precisión envidiable podemos decir «Laurita no había nacido para el Mundial de Corea, pero en el de Alemania ya caminaba, así que debe tener 6 años».

 – ¿Qué personajes y selecciones te parece que son los más importantes en la historia de ambos eventos y porqué?

No se si hay más importantes, sí algunos que se han destacado más y otros que tienen más favoritismo en el público. Y siempre hablando de historia. Hay gente que aún no tiene 40 años y habla maravillas de Brasil del 70. Ahí hay un consenso histórico cuando se habla de las mejores selecciones, como con los Magyares del 54 y la Naranja Mecánica de 74. O como Maradona en el 86, que estaba destinado a ganar. Los olímpicos tienen ese toque especial que dio el fútbol a principios del siglo XX, donde no había restricciones porque todo era amateur y se atesoran aún los records más increíbles del fútbol.

 – Tras investigar la historia del fútbol desde finales del siglo XIX hasta nuestros días ¿qué nos queda aún de aquello?

 Ya casi nada y a la vez, casi todo. La pasión, si bien ha evolucionado con las sociedades, está ligada al fútbol desde sus comienzos, pero el dinero (en realidad la ambición desmedida y los sobrevalores) ha corrompido todo. Por no perder los equipos son capaces de no atacar y se pierde el objetivo básico del juego, que es meter la pelota en la red del otro.

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 Eduardo recibe la distinción de manos del legislador socialista Raúl Puy, impulsor de la concesión.

 




Enric Llaudet i Ponsa (Barcelona, 1916-2003)

Pocas personalidades barcelonistas han sido tan polémicas y a la vez tan fascinantes como Enric Llaudet, culé desde la cuna a la sepultura, hijo de un directivo de los años 20, Josep Llaudet, y heredero de un próspero negocio textil («Hilaturas Llaudet», con varias factorías en Cataluña y una colonia propia  en la localidad gerundense de Sant Joan de les Abadesses). Como presidente, entre los años 1961 y 1968, cometió muchos errores – algunos de ellos graves -, pero también tuvo grandes aciertos. Hoy, lejos ya del apasionamiento que su visceral carácter provocaba, podemos analizar fríamente su contribución a la historia del Barça, y concluir que fue una de las figuras clave en el crecimiento y consolidación de la entidad.

Barcelonista de linaje, como ya hemos dicho, sus responsabilidades en el club arrancan en 1953, formando parte de la directiva de Francesc Miró-Sáns. Con menos de 40 años su esbelta figura – con un bigotillo recortado muy de la época y su incipiente calvicie – puede admirarse ya en los testimonios gráficos que dan fe de la colocación de la primera piedra de lo que sería el Camp Nou, el 28 de Marzo de 1954. Su cometido en la junta de Miró-Sáns va a ser básicamente el de responsable de las Secciones, que durante los años 50 van a lograr hitos como la participación del llorado Joaquín Blume al frente de los gimnastas azulgranas, o los efímeros triunfos de un equipo de baloncesto donde hacían sus primeras armas figuras tan señeras del deporte de la canasta como Alfonso Martínez y sobre todo Nino Buscató. También será presidente del filial barcelonista, el CD. Condal, nombre que tomará el España Industrial al ascender a Primera División, donde permanecerá únicamente la temporada 1956-57.

Sus discrepancias con Miró-Sáns van a llevarle a dimitir de su cargo. Y cuando a su vez renuncie Miró, minado por la creciente oposición interna y la precaria economía del Club, hipotecada para largos años por el coste de la construcción del Camp Nou, Llaudet va a presentarse a las elecciones del 7 de Junio de 1961, con el joyero Jaume Fuset – también antiguo compañero de directiva – como rival. Llaudet vencerá por un escaso margen de 24 votos -122 a 98 -, en unos reñidos comicios en los que pudieron participar únicamente un reducido grupo de socios compromisarios. Una Gestora de transición, con el visto bueno de ambos candidatos, había autorizado poco antes el traspaso de Luis Suárez al Inter de Milán a cambio de 25 millones de pesetas, y Llaudet – que va a heredar un Barça en plena crisis económica (así 300 millones de pesetas de las de entonces de deuda) y deportiva – resultó elegido tan sólo una semana después de la desgraciada final de la Copa de Europa en Berna, ante el Benfica -, tendrá que empezar prácticamente desde cero, renovando la plantilla de arriba a abajo.

Se van a marchar hombres tan ilustres como Kubala, Ramallets, Czibor o Tejada, amén del citado Suárez, y llegan para reemplazarlos los Pesudo, Benítez, Páis, Pereda, Zaballa, Zaldúa, Szalay y Vicente. Además, y con vistas a potenciar la cantera, Llaudet va a crear la Escuela de Jugadores, al frente de la cual  colocará al recientemente retirado Ladislao Kubala, y en orden a una imprescindible austeridad, desprofesionaliza las Secciones, haciendo desaparecer la de Baloncesto, y descendiendo de categoría – de 2º al  grupo catalán de 3º División, al Condal, para de ese modo abaratar al máximo la partida de  gastos de desplazamiento.

Pero los resultados del fútbol son los que mandan en un club como el Barça, y en ese sentido muy pronto va a tener que tomar su primera decisión polémica: prescindir del entrenador Luis Miró y sustituirle por el propio Kubala, abortando de  raíz uno de sus proyectos estrella, al dejar a la «Escuela de Jugadores» sin su principal activo. Por el contrario,  en las Navidades de ese su primer año de  mandato va a organizar una magna concentración barcelonista en el campo de Les Corts, para recabar la opinión de la masa social acerca de una hipotética venta del viejo recinto. Como dicha opinión va a ser favorable a ello tras la consulta efectuada aquella jornada en el mismo terreno de juego, Llaudet  iniciará los contactos con el Ayuntamiento de Barcelona, con vistas a una presunta recalificación de los terrenos, pasando de equipamiento deportivo a zona urbanizable, con la esperanza de que dicho cambio de uso sea sancionado legalmente, y el club pueda ingresar de esa forma el dinero suficiente para enjugar su cuantiosa deuda. Da comienzo así una larga sucesión de trámites burocráticos que se prolongarán durante varios años, pero que finalizarán felizmente a mediados de la década de los 60 – concretamente, en la primavera de 1966 -, una vez que el Consejo de Ministros presidido por Franco de luz verde a la recalificación, y el Barça proceda a la demolición y posterior venta de los terrenos de Les Corts a la inmobiliaria «Hábitat» por 226 millones de pesetas, lo cual – aunque no sin problemas en los plazos del cobro – bien puede decirse que salvó la economía de la entidad barcelonista y garantizó su viabilidad cara al futuro.

El estilo personalista, apasionado y autoritario de Llaudet  le hará  tomar no pocas decisiones precipitadas y poco meditadas, sobre todo en el siempre espinoso tema de los entrenadores. Miró, Kubala, Gonzalvo II, César, Sasot, Olsen y Artigas – casi todos ellos antiguos jugadores blaugranas – se irán sucediendo en el banquillo, sin que los resultados deportivos mejoren sustancialmente (tan sólo la Copa del Generalísimo de 1963, ganada en el propio Camp Nou ante un entonces bisoño Real Zaragoza, y la Copa de Ferias de 1965-66, conquistada también frente al conjunto maño, gracias a una noche mágica de un jovencísimo  Lluís Pujol en La Romareda). El juego del equipo deja mucho que desear, los costosos fichajes no ofrecen el rendimiento esperado, y el flamear de pañuelos se convierte en un espectáculo  habitual en las gradas del Camp Nou. Pero el cenit de esta errática y errada política deportiva va a producirse en la temporada 66-67, con el llamado «Caso Silva».

Walter  Machado Da Silva era un excelente delantero brasileño  que había actuado con su selección en el Mundial de Inglaterra, en 1966,  y Llaudet, demasiado temerariamente, va a contratarle para el Barça, con la esperanza de que el flamante Delegado Nacional de Educación Física y Deporte, el catalán Juan Antonio Samaranch, levantase la prohibición de importar futbolistas extranjeros vigente en España desde 1962. Esto, sin embargo, no va a ocurrir, y cuando un periodista le pregunte a Llaudet que piensa hacer con Silva, el presidente barcelonista le responderá con una frase que ya es histórica, aunque hoy nos suene muy políticamente incorrecta: «Siempre me ha hecho ilusión tener un chofer negro». Silva jugará unos cuantos amistosos con la zamarra azulgrana, para tratar de amortizar su fichaje, y no tardará en regresar a Brasil, saldándose la operación con pérdidas para el Barça. Tampoco será precisamente muy rentable el fichaje de Jorge Mendonça en la primavera del 67, porque el delantero angoleño ya había dado lo mejor de sí mismo, y además se le pagaron un par de millones de pesetas suplementarios al Atlético de Madrid, para que los colchoneros permitieran que el futbolista jugará ya el torneo de Copa con el Barça, sin esperar al comienzo de la siguiente temporada. Con casos y cosas  semejantes, no es de extrañar que la gestión de Llaudet suscitase una fuerte oposición en ciertos sectores del barcelonismo, cada vez más amplios. De hecho, había dos opositores «oficiales», Pere Baret (que había formado parte de la fracasada candidatura de Jaume Fuset en el 61), y el veterano prohombre culé Nicoláu Casaus, una de las personalidades más relevantes que se daban cita en la emblemática «Peña Solera», así como un órgano de prensa rabiosamente crítico con la Administración Llaudet, la «Revista Barcelonista» (más conocida por las siglas «RB»), que inició su publicación a principios de 1965, de la mano de una destacada nómina de periodistas que poco antes habían abandonado las páginas del semanario «Barça» (fundado por el malogrado Josep María Barnils en 1955).

Sin embargo, tan sólo un año antes,  Llaudet estaba en plena cresta de la ola, paladeando su particular momento de gloria. En Abril de 1965 había sido reelegido por una amplia mayoría (164 votos frente a los 35 de su contrincante, el industrial hotelero Josep María Vendrell , y en Febrero del 66, tal como indicamos más arriba, se efectúa la demolición del viejo campo de Les Corts, y unas semanas más tarde un exultante presidente puede anunciar a la prensa y a la opinión pública la venta de los terrenos por una cifra que aseguraría la continuidad barcelonista, saneando casi por completo su maltrecha economía. En este clima de euforia y optimismo – si bien  el equipo no terminaba de despegar del todo, aunque al menos había conseguido clasificarse para la Final de la Copa de Ferias, aplazada hasta septiembre a causa del inminente Mundial inglés – Llaudet va a tomar dos decisiones muy acertadas, y de gran calado estratégico. Por una parte, el traslado de las oficinas del club a una vieja masía construida a principios del siglo XVIII, situada junto al Camp Nou y que durante las obras de este había servido de almacén. El remozado edificio, una buena muestra de arquitectura tradicional catalana, va a ser inaugurado ese mismo año, y albergará la sede social del Club (oficinas, despachos y Sala de Juntas). Por otro lado, Llaudet  creará un torneo veraniego, a imagen y semejanza de los que ya existían entonces en diversos lugares de la geografía española («Teresa Herrera» en La Coruña, «Ramón de Carranza» en Cádiz, «Costa del Sol» en Málaga…), y ello con varios propósitos: por una parte, honrar la memoria del Fundador del Club, vetado por el Franquismo, dándole el nombre de «Joan Gamper», pero también con vistas a conseguir unas buenas recaudaciones extra ofreciendo fútbol de calidad, con vitola internacional, a unos ávidos aficionados, huérfanos de su deporte favorito debido al parón de las vacaciones estivales, y al mismo tiempo aprovechando la coyuntura   para que sirviera como presentación oficial del equipo ante su parroquia, ese rito que el Barça renovaba año tras año, sazonado con frases como Ja tenim equip o Aquest any, si . El primer Gamper va a tener lugar los días  31 de Agosto y 1 de Septiembre de 1966, con la participación del Nantes francés, el Anderlecht belga y el Colonia alemán, aparte del anfitrión, que finalmente se llevará a sus vitrinas el trofeo, de un sobrio y elegante diseño – nada que ver con la acostumbrada orfebrería al uso, pretenciosa cuando no abiertamente hortera –  al derrotar a los renanos por 3 goles a 1, entregando el hijo del propio Joan Gamper  el flamante galardón al capitán azulgrana José Antonio Zaldúa.

La temporada 66-67 se iniciaba así en un clima de moderado optimismo, con la esperanza de que el equipo entrase, de una vez por todas, por la senda de los triunfos. La victoria sobre el Real Zaragoza unos días después en la Final de la Copa de Ferias, remontando a domicilio el 0 a 1 del partido de ida, con un hat trick del adolescente Lluís Pujol, así lo hacía presagiar, pero los resultados adversos iban a desmentirlo muy pronto. En la Liga, el Barça – que finalmente se clasificaría en segundo lugar – quedó muy pronto descolgado de la lucha por el título, que terminaría adjudicándose el habitual campeón de aquellos años, el Real Madrid, mientras que en la competición ferial el modesto y desconocido Dundee United eliminaría a los azulgranas a las primeras de cambio, venciéndoles tanto en Barcelona  como en Escocia. Para colmo de males, en la Copa del Generalísimo – y a pesar del caro refuerzo del colchonero Mendonça – el Atlético de Madrid tampoco tuvo ningún problema en pasar adelante, venciendo en ambos partidos por 2 a 0. El Camp Nou despidió la temporada con una bronca monumental, y Llaudet se dio cuenta de que sus días al frente del club de sus amores estaban contados.

De nada sirvió su último y desesperado intento de integrar a una oposición cada día más crítica con su gestión mediante una especie de Senado al que se llamó «Consejo Consultivo», y que resultó absolutamente estéril. Ni tampoco la contratación de un nuevo entrenador para sustituir al cuestionado Olsen, el catalán Salvador Artigas, que había dirigido con bastante éxito durante largos años al Girondins de Burdeos. Artigas era un antiguo jugador del club de los años 30, y había sido piloto en el bando republicano durante la Guerra Civil. Igualmente resultó muy poco afortunado el intento de contratar al sudamericano Casildo Osés como Secretario Técnico, pues cuando se alzaron voces contrarias a ello, unas declaraciones del propio Osés refiriéndose a los catalanes sin la menor diplomacia echaron aun más leña al fuego. Y en el capítulo de fichajes, Llaudet se trajo a un puñado de prometedores futbolistas (el osasunista Zabalza, el deportivista Pellicer, el sevillista Oliveros,  y un goleador del Badajoz llamado Jiménez), pero la Liga 67-68 va a comenzar de nuevo  con una derrota, y el Presidente, sintiéndose completamente aislado,  anuncia en la Asamblea General de Septiembre que convocará elecciones anticipadas para Enero del año próximo, a las que él ya no se presentará. Después de esto, seguramente liberado de un gran peso, se dejó crecer la barba y partió  de safari a África, una de sus aficiones predilectas.

El club remontó el vuelo en la Liga, hasta el punto de colocarse fugazmente como líder, mas fue eliminado nuevamente en la primera ronda de la Copa de Ferias por otro modesto, el Zurich suizo. Mientras tanto, iba fraguándose una candidatura única, con vocación de aglutinar a las diferentes sensibilidades barcelonistas, siempre tan discrepantes y distanciadas, con el propósito de que el club no sufriera una grave fractura al pasar por las urnas. No la encabezaría ninguno de los dos «opositores oficiales», ni Pere Baret ni Nicoláu Casaus, sino un prohombre barcelonista de toda la vida, Narcís De Carreras, empresario textil – como no -, Procurador en las Cortes franquistas y albacea testamentario del mítico político catalán Francesc Cambó. El 17 de Enero de 1968 Carreras fue proclamado como nuevo Presidente del que entonces se denominaba oficialmente «Club de Fútbol Barcelona», al frente de una amplia junta directiva que albergaba a las distintas corrientes del barcelonismo. En los prolegómenos del partido que tres días antes enfrentó al Barça con el Real Zaragoza, Llaudet recibió una atronadora ovación al salir al centro del terreno de juego, tras fundirse en un caluroso abrazo con el mandatario entrante y al despedirse de su público. Desde luego, nadie podía echarle en cara su desmedido amor al club, que había mamado desde niño, y en el momento del adiós se olvidaron por un momento todas las críticas. Desvinculado ya del día a día barcelonista, se volcó en sus negocios particulares, su familia y sus hobbies, y tan sólo regresaría en los años 80, con Josep Lluís Núñez al frente del club, para presidir la Comisión Económica y Estatutaria.  Octogenario y postrado en una silla de ruedas, el viejo león barcelonista sería emotivamente homenajeado a principios del actual siglo en el transcurso del Gamper que él creó. Poco después, el 15 de Agosto de 2003, dejó definitivamente de rugir. Para entonces,  la Historia blaugrana le había absuelto ya sobradamente de sus bienintencionados errores, y prefería recordar sus indiscutibles aciertos y sus largos años de fiel servicio y cariñosa entrega a la Causa.




Sevilla Foot-ball Club, 1905, los documentos

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 Otra pieza en la Historia del fútbol, un investigador sevillista ha sido quien la ha puesto encima de la mesa.

«- Anoche se reunieron en el Centro Mercantil los jóvenes aficionados de nuestra ciudad al sport de «fott-ball».

Decididos á formar sociedad, acordaron elegir la siguiente junta directiva:

Presidente-D. José Ruiz Gallego.

Secretario-Tesorero.- D. Manuel Jiménez León.

Vocales.- D. Manuel Zapata, D. Charles Langcton, D. Juan Mejías y D. Samuel Hanmech.

Fue aprobado el reglamento y se acordó enviarlo á la primera autoridad civil de la provincia para su aprobación.» (26 de septiembre de 1905 «Sevilla«).

Este recorte se encuadra en lo que podríamos considerar la segunda etapa de la historia de los clubs en España. Esta nueva etapa que llega con los regeneracionistas, en esa España agitada por la pérdida colonial, de la mano de esos sportmen con aguzado bigote y sombrero, es la de finales del XIX y principios del XX, cuando los españoles han ido entrando en el juego del foot-ball.

Atrás queda esa primera etapa de protofutbolistas de las tres últimas décadas del XIX en las que los grupos británicos practicaban el juego de pelota con los pies junto a la obra del ferrocarril, la mina, la fábrica, los muelles, o la playa. Esa primera etapa que se podría describir de la siguiente forma:

«El fútbol se practicaba, en el comienzo, dentro de los grupos de británicos instalados de manera permanente en el exterior por cuestiones de negocios: personal de bancos, de agencias comerciales o de transportes varios, ingenieros y cuadros operativos en obras de equipamiento o en fábricas, o entre el personal y los alumnos de numerosos establecimientos británicos que se fueron sumando, sin olvidar los funcionarios y empleados de embajadas y consulados.

Al principio, estos grupos jugaban exclusivamente entre ellos antes de aceptar a los autóctonos.» («FIFA 1904-2004. Un siglo de fútbol», editado por la FIFA, versión española por Pearson Educación S.A. 2000. Varios autores.)

Este es el paso definitivo en la legalización del Sevilla Foot-ball Club, en el que, según cuentan las lenguas antiguas, aglutinaron a aquellos jóvenes que aprendieron el sport en sus estudios en el extranjero, los alumnos de numerosos establecimientos británicos que se fueron sumando, a los escoceses, ingleses o alemanes que también lo practicaban. Trabajadores de empresas con capital extranjero que creaban las infraestructuras sevillanas del agua, electricidad o transportes, o aquellas otras industrias relacionadas con el río, como las fundiciones o navieras. «The Seville Water Work Company Limited«, la «Compañía Sevillana de Electricidad» (con capital alemán), «Seville Tramways Company», «Portilla & White», «Mac Andrews & C. Ltd.», son ejemplos de la procedencia de aquellos sportmen de nacionalidad distinta a la española que poblaban Sevilla en aquellos años.

A los extranjeros les importaban bien poco las legalidades, con coger una pelota e irse a los muelles o playas de la orilla del río, tenían bastante.

Los sevillanos (algunos de ellos de ascendencia británica), los cuales, como vemos a través de la secuencia de la historia que nos hace el diario «Sevilla«, se lo tomaban de otra manera. Encabezados por José Luis Gallegos Arnosa (en el diario «Sevilla» se cometen errores en la trascripción de los nombres, tanto foráneos como locales, y que son arrastrados a la «Guía de Sevilla y su provincia» de 1906, el más destacable el nombre del Presidente), se pusieron en movimiento para organizar este «sport recreativo e higiénico«:

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Es la primera noticia de la serie. Introduce un primer concepto de tiempo pasado «hace tiempo que en nuestra ciudad (…) tuvieron intención de organizar un club». Esto avala las noticias y relatos posteriores sobre el fútbol en Sevilla y su práctica desde mucho antes, incluso con la intencionalidad de legalización como sociedad de sports. Su presencia era conocida además fuera del ámbito local.

Aparece Huelva en el camino. «Parece que ha influido mucho en esta determinación un reto que la Sociedad constituida en Huelva ha dirigido a los aficionados de esta para que tomen parte en un match que se celebrará en dicha capital el día 16.»

Antonio Balmont nos expuso como la insistencia social sobre el Club Recreativo en que «debían abandonase los prejuicios y exclusivismos formar un «team» de football serio» (30 de abril de 1903 «La Provincia«, Huelva) dio paso a la reorganización del club, poniendo un punto y aparte en la etapa en que estos grupos jugaban exclusivamente entre ellos antes de aceptar a los autóctonos.

Esta «españolización» del club, por la que clamaba la prensa onubense, para poder participar en el campeonato de España, terminó registrando, por fin, el club «a la española«, en el Gobierno Civil. El Club Recreativo de Huelva se inscribió en el Registro el 18 de mayo de 1903,

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«Presentado en este Gobierno de provincia, queda registrado al número 20 del libro correspondiente y se devuelve autorizado un ejemplar al Presidente de la Sociedad, á los efectos prevenidos en la vigente ley de Asociaciones. Huelva 18 de Mayo de 1903.- El Gobernador, Alejandro Cadarso.». (20 de mayo de 1903 «La Provincia«, Huelva)

En el artículo observamos como, junto con el Reglamento de la sociedad que transcribe íntegro, y la composición de la directiva, se detalla literalmente la Diligencia del Registro, lo cual nos muestra la fecha exacta y el número con el que fue asentado el club, requisito imprescindible para poder anotar los Estatutos. Si hubiera habido un registro previo de la sociedad, en el citado libro, hubiera bastado con una observación o vicisitud citando la reforma de los Estatutos. La Diligencia hace constar que se le asigna un número, y queda bajo la jurisdicción de la Ley de Asociaciones española. El club inglés del que proviene, pudo o no estar registrado, en un libro distinto, pero la Diligencia deja claro que a partir del 18 de mayo de 1903, el Club Recreativo de Huelva que inscrito en el Registro Civil español.

Este paso dado por el Recreativo es importante para el Sevilla Foot-Ball Club, ya que «parece que ha influido mucho en esta determinación un reto que la Sociedad constituida en Huelva…«

Tanto es así, que el mismo día del match en Huelva tenían fijada la fecha para «organizarse en regla«

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 Las reuniones ya no son en una «nevería«, sino en las instalaciones de una sociedad importante: el Centro Mercantil, el cual tenía (y tiene, ahora como Círculo Mercantil e Industrial) su sede en la calle Sierpes.

Se conoce que la reunión dio su frutos, ya que quedaron emplazados para el siguiente sábado, día 23 de septiembre:

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 Y el resultado fue definitivo, como antes vimos en el diario «Sevilla» y ahora lo volvemos a encontrar en «El Liberal«

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 «- Anoche se reunió la Junta organizadora de la Socidad de Fott-ball en esta población para la aprobación del reglamento por el que se ha de regir dicha Sociedad, y quedó nombrada la junta directiva, que la componen los señores siguientes :

Presidente: D. José Luis Gallego.

Secretario: D. Manuel Jiménez.

Vocales.- D. Manuel Zapata, D. Charles Langdon, D. Juan Mejía y D. Samuel Hamnmick.

En breve empezarán los primeros matchs.» (26 de septiembre de 1905 «El Liberal«).




El Estadio Centenario, la casa del fútbol uruguayo, cumple 80 años

El Estadio Centenario fue un sueño que compartieron paisajistas y futboleros durante años, el arquitecto Juan Scasso y sus ayudantes lo imaginaron en pocas horas, para llevarlo de los planos a la realidad del cemento se necesitaron apenas 362 días. Y mañana cumplirá 80 años como símbolo del fútbol uruguayo y postal de Montevideo. La historia podría continuar así: «en 20 años volverá a recibir a la Copa del Mundo», aunque todavía queda mucho para el 2030.

Este cumpleaños lo encontrará vacío, aunque con el eco de las celebraciones por el cuarto puesto de Uruguay en Sudáfrica. Pero cuando llamen de nuevo a la competencia interna, reabrirá sus puertas como ha ocurrido en todas estas décadas, que lo llevaron a convertirse en parte de la vida de la mayor parte de los uruguayos. ¿Quién no fue alguna vez al estadio? ¿Quién no bajó sus escaleras con la garganta gastada de tanto gritar o el corazón herido por goles del rival?

Su construcción se vincula directamente con la primera Copa del Mundo, aunque en perspectiva representó para el deporte lo que por esos días fue el Palacio Legislativo para la democracia uruguaya, la apertura de la rambla montevideana para el diseño urbano o la construcción del Palacio Salvo para la iniciativa privada: expresiones del Uruguay pujante de la década de 1920, que cumplía un siglo de vida independiente y se sentía grande y fuerte. 

Si bien la piedra fundamental del Centenario se colocó el 21 de julio de 1929, la idea de dotar a la ciudad de un gran escenario deportivo es mucho más antigua: nació con las tendencias que venían de la Europa de fines del siglo XIX, que revalorizaban el esparcimiento de la población.

En 1889, la Junta Económico Administrativa de Montevideo confió al arquitecto paisajista francés Edouard André un plan de embellecimiento de la ciudad. Dos años más tarde, André presentó su idea, que incluía un «gran parque central» con instalaciones deportivas en la zona del actual Parque Batlle, por entonces una zona de quintas conocida como Campo Chivero. Su compatriota y discípulo Carlos Thays fue contratado en 1911 para ejecutar el proyecto, pues el dueño de buena parte de los terrenos, Antonio Pereira -autor teatral, hijo del presidente Gabriel Antonio Pereira- los había legado al Estado con ese fin. Thays, radicado en Argentina y creador de varias de las principales plazas de Buenos Aires, puso en el plano un estadio, además de zonas de césped, caminería sinuosa y numerosos árboles. También propuso un zoológico y un jardín botánico, que nunca se hicieron.

Los límites del plan original eran difusos y llegaban hasta la zona de 8 de Octubre. Por ello, cuando Nacional se instaló en esa avenida se llamó Parque Central a su cancha, desde un principio y hasta el presente.

El otro parque, el de los paisajistas, fue conocido como Parque Pereira. En 1917, cuando recién se estaba esbozando, albergó un estadio de fútbol, construido enteramente de madera, en el sitio donde ahora está la Pista de Atletismo. Fue la sede de la primera Copa América, en 1917, y llegó a albergar, según algunas crónicas, hasta 40 mil espectadores. Sin embargo, cinco años más tarde se desmontaron sus tribunas para alojar allí la pista.

Planos montevideanos de los años 20 muestran sin embargo el dibujo de un estadio en el lugar actual del Centenario, lo cual demuestra que ya se pensaba instalarlo allí, aunque nadie sabía cuándo ni cómo. Por entonces el fútbol adquirió enorme popularidad gracias a los títulos sudamericanos y olímpicos de la Celeste. Las principales canchas de la ciudad eran el Parque Central y el estadio de Peñarol en Pocitos, ambos de madera y con capacidad reducida. Y parecían más chicos los días de clásico o de algún partido internacional. Por eso, la prensa reclamaba la construcción de un «gran stadium».

 

El Mundial.

La oportunidad fue, como todos saben, el Mundial de 1930. Uruguay obtuvo la sede en mayo de 1929 y en su plataforma figuraba la construcción de ese escenario monumental. Ya el paraje era denominado oficialmente Parque de los Aliados, por el bando vencedor de la Gran Guerra. Para ubicar el estadio se destinó su extremo oriental, donde había una modesta colina, que caía hacia un pequeño pantano, naciente del arroyo Pocitos. Sobre la pendiente se asienta la tribuna Olímpica y el arroyo está sepultado bajo el cemento de la ciudad, pero durante mucho tiempo insistió en retornar en algunos puntos de la cancha, que se embarraban con facilidad.

El diseño del estadio fue encomendado a Juan Scasso, que había integrado la primera promoción de arquitectos de la Universidad de la República y en ese momento era director municipal de Paseos Públicos. Con la ayuda de dos estudiantes, José Domato y Pedro Danners, inició una lucha contra el reloj pues disponía de un año para terminar lo que pasó a conocerse como «field oficial». El nombre permanece en la sigla de CAFO, su comisión administradora donde compartían responsabilidades el Municipio y la AUF. Pocos días antes del Mundial, CAFO lo bautizó Estadio Centenario.

El 17 de agosto de 1929, Scasso presentó a la prensa su proyecto, prácticamente el estadio que hoy conocemos. Optó por un recinto elíptico de cuatro tribunas independientes, con influencias de la arquitectura moderna holandesa. Una de las tribunas llevaría una gran torre, decorada con dos alas de avión y la proa de un barco, símbolos del progreso. También pensó en una decoración con detalles de lujo. Sin embargo, el presupuesto y el escaso tiempo le obligaron a recortar algunas ideas.

Las tribunas de cabecera, luego llamadas Ámsterdam y Colombes, se redujeron a dos tramos en vez de tres. Y una de las laterales, que sería la América, a uno. Las dos primeras adquirirían su tamaño actual recién en 1956, obra de Domato. Y la América crecería un tramo en 1980.

El diseño aprovechó con inteligencia los desniveles del terreno, lo cual permitió ahorrar dinero y tiempo. Está dicho que la tribuna mayor, la Olímpica, se apoya en la pendiente. El campo de juego está por debajo del nivel de la calle.

Los últimos meses se 1929 se fueron con las excavaciones del terreno. Las obras de hormigón armado comenzaron el 1° de febrero de 1930. Un batallón de 1.100 obreros, en tres turnos, consiguió entregar a tiempo las obras a tiempo para el Mundial, aunque un otoño muy lluvioso complicó las tareas.

Las obras finalizaron el 10 de julio, aunque quedaron algunos detalles a solucionar antes de la inauguración oficial, prevista para el centenario de la primera Constitución nacional, el día 18. Incluso durante el Mundial se veían andamios y encofrados en la parte exterior del escenario.

Scasso estimó la capacidad del Centenario en 89 mil espectadores. Hoy, incluso más grande, sólo admite algo más de 65 mil, pero los criterios de seguridad y comodidad han cambiado mucho. El día de la inauguración, aquel angustioso 1-0 sobre Perú, es probable que hayan sido muchos más todavía: nadie quería perderse el espectáculo grandioso del Centenario y los porteros abandonaron sus puestos para ir a ver el partido. Había nacido la muy uruguaya costumbre de «ir al Estadio», dicha así, sin apellido. Una costumbre que atravesó intacta ocho décadas y se proyecta hacia el 2030.

 Piezas

 

 El padre del Estadio

 El arquitecto Juan Scasso, considerado el padre del Estadio Centenario aunque sus colaboradores Domato y Danners tuvieron importante participación, fue uno de los profesionales más famosos de la época. Ya había diseñado el estadio de Peñarol en Pocitos -luego sería presidente del club aurinegro- y asesoró a los responsables del estadio Monumental de Buenos Aires. En Montevideo, además, firmó los proyectos del Hotel Miramar, la sede original del Club de Golf del Uruguay, la reforma del Parque Hotel, el Club Náutico y la sede del Sporting Club, entre otros.

 

No sólo fútbol

 El Centenario fue escenario de varios deportes, además del fútbol. En una cancha ubicada en la platea Olímpica se jugaron memorables partidos de básquet y a menudo se instalaba un ring de boxeo: allí pelearon desde Dogomar Martínez a Alfredo Evangelista. Por años, la Vuelta del Uruguay terminaba en la cancha, con los ciclistas pedaleando sobre el césped. Vito Dumas saludó desde allí al culminar su vuelta al mundo en solitario. Además, el Estadio albergó una misa del Papa Juan Pablo II, reuniones de otros credos, desfiles de Carnaval y actuaciones de artistas de todos los géneros: el comediante radial Eduardo Depauli, Los Olimareños, Joan Manuel Serrat, Julio Iglesias, Rod Stewart, Luciano Pavarotti, Eric Clapton, Alfredo Zitarrosa, entre muchos.




Hace 100 años (diciembre 1910)

DICIEMBRE

             En reunión de Junta directiva de la Federación Española de Clubs de Foot-ball se notifica que en una de las reuniones de la Asamblea se acordó no conceder a ningún periódico título alguno otorgado por la Federación ni tener preferencia por ninguno.

             En la Federación Catalana se admite a los nuevos clubes: Salud, Manresa, Iluro, Franco-Español, Lusitania, Continental y Cervantes. Se dan de baja Star y Universal. También se da cuenta de la reconstitución del Catalonia.

             El Español de Barcelona, por medio de su presidente sr. Doncos, está ultimando las negociaciones  para la adquisición de su nuevo campo. El terreno elegido es el del Velódromo del que se conservará la tribuna de preferencia y los palcos, permitiendo al público presenciar comodamente los partidos.

             El Club Recreativo de Huelva, DECANO de los equipos de football Españoles,  publica las bases por las que ha de regirse el segundo campeonato de foot-ball de Andalucía y Extremadura, organizado por dicha sociedad, y que se disputará en su campo los primeros días de enero. Los premios consisten en una copa de plata, regalada por el presidente del Club Recreativo, D. Alejandro Mackay, más once medallas de oro para el vencedor y once medallas de plata para el equipo finalista.

             La sección de fútbol de la Sociedad Gimnástica Española, un mes después de su creación, elige una nueva Junta directiva, constituida de la siguiente forma:

-D. Ramón Paz, presidente

-D. H. Castedo, secretario

Y como vocales los señores D. José María Kindelán, sr. Peñalosa, D. Rafael Morales, D. Francisco Baonza y D. Felipe Monis

             El Salud Sport Club inaugura su campo del Parque de la Salud enfrentándose al CD Español.

             El Ayuntamiento de Gerona recibe una instancia de la Sociedad deportiva de la ciudad para poder disputar partidos de foot-ball en el campo de Marte.

 Cerrada la inscripción para el Campeonato de Cataluña de primeros equipos han resultado inscritos los siguientes clubes: Barcelona, Español, Catalá, España y Universitary

             El alcalde de Barcelona está dispuesto a acabar con los peligros que entraña para los transeúntes el que grupos de chiquillos jueguen al fútbol en la Rambla de Cataluña. Para el efecto ha ordenado a las guardias municipal y urbana extremen el celo. Como solución ofrece que se juegue en las aceras del convento de Montesión y del frontón Condal.

 

             La Federación Regional de Clubs de Foot-Ball de Valencia elige la siguiente Junta directiva:

 Ecmo. Sr. Conde del Serrallo, presidente honorario

D. Carlos Pagola, presidente

D. Ramón Leonarte, vicepresidente

D. José Ballester, secretario

D. Luis Ulgarra, vicesecretario

D. Enrique Girona, tesorero

y como vocales D. Arturo Jairet, D. Ramón Zamarripa, D. Vicente Gallach, D. Víctor Ballester, D. José Vinto y D. José Nacher

             Partidos amistosos:

 En Madrid;                  Athletic Club (Madrid) – Gimnástica Española 3-1

                                    Madrid – Gimnástica Española 1-0

                                    Gimnástica Española – Madrid 2-1

En Barcelona:              Barcelona – Gimnástica Española 5-2

En Irún:                        Racing Club de Irún – Vie au Grand Air (Francia) 4-0

En Mont d’Marsan :     Mont d’Marsan – Racing Club de Irún 1-13

En Bilbao:                    Athletic Club – Racing Club de Irún 0-1

En Valencia:                 Hispano – Valencia 2-7

                                    Levante – España 5-1

                                    Levante – España 4-2

                                    Hispano – Rat Penat 1-3

En Sevilla:                    Equipo de Sevilla – Equipo de Cádiz.  Vencen los sevillanos. Obsequiados los vencedores con medallas de plata

  




Campeones del mundo

CAMPEONES DEL MUNDO

 

A los bravos Españoles va este canto futbolero

 

 

que llenaron las pupilas con paisajes de emoción,

que pintaron fantasías inspirados en el genio

de ese toque de concierto que despierta admiración.

 

En Sudáfrica mostraron siempre fiel a su libreto

ese arte depurado del manejo del balón,

ese juego desplegado de la magia y el talento

hechizando al mundo entero con su paso arrollador.

 

Hoy el mundo los saluda, por el triunfo y por la copa

por el logro incuestionable de ganar a lo Campeón,

de mostrar ese coraje y escribir así en la historia

esta página de gloria que retumba en cada gol.

 

A los bravos Españoles que jugaron con el alma

a la sangre de «La Furia» de su inmenso corazón,

carnaval de la locura que con goles engalana

el sentir de toda España hecho fútbol y pasión.

 

Ese fútbol de alta escuela, de color y de alegría

que deslumbra con el toque de un auténtico Campeón,

que ha pintado el horizonte coronandose en la cima

de gritar en cada esquina, hoy España es el mejor.

 

 

José Cantero Verni