Sobre el I Foro Félix Martialay

El pasado 21 de septiembre, sobre las 9 de la noche pusimos punto final al I Foro Félix Martialay que a lo largo de dos días intensos se había desarrollado en las dependencias del madrileño CEU San Pablo. Habían sido dos jornadas que nos llenaron de una gran satisfacción por varios motivos: la calidad de las charlas, la afluencia de público, la organización y la respuesta de los medios de comunicación. Era nuestra primera experiencia en este tipo de acontecimientos y habíamos no alcanzado nuestros objetivos, sino superado con creces.

A lo largo del foro muchas veces recordamos a Félix, pensando que su modestia y humildad le hubiesen llevado a rechazar esta propuesta. Y jugamos con ventaja, porque nos aprovechamos de que ya no podría oponerse. Y también, conociéndole como le conocíamos, sabíamos que él se iba a sentir muy contento con lo que en un principio se llegó a alcanzar: llevar el fútbol a la Universidad. Ése era uno de sus sueños y gracias a Víctor Martínez Patón, Félix fue el centro de un acto universitario alrededor del fútbol. Víctor nos lo recordó una y otra vez a lo largo de sus intervenciones, no por el protagonismo de Félix -que todos sabemos que hubiese rechazado cualquier tipo de reconocimiento público-, sino porque el fútbol había entrado por la puerta grande, porque se había demostrado que también de fútbol hablan los intelectuales.

Un buen día Víctor Martínez Patón me comentó su idea de organizar un acto, el que fuese, en reconocimiento de Félix. Entonces era una idea que había que ir dándole sentido, primero y cuerpo después. Meses más tarde, el trabajo inagotable de Víctor, sólo alimentado por su propio entusiasmo, hizo realidad el acontecimiento más importante que ha podido haber en la historia de CIHEFE. Por eso, insisto, sin Víctor no hubiese sido posible este foro.

Centrándonos en las distintas sesiones, las hubo de muy diversas naturalezas. El Foro comenzó con un plato fuerte impresionante: Gustavo Bueno y Jorge Valdano. Como fondo «Fútbol y Filosofía». Grande Gustavo Bueno, rompiendo prejuicios pseudointelectuales, desmenuzando los factores que permiten que el fútbol sea capaz de reunir miles de millones de espectadores en torno a un partido como puede ser la final de un mundial. Comedido y sencillo Jorge Valdano, resaltando aspectos más cercanos a su propia experiencia, proyectándolos hacia la trascendencia del juego.

Al día siguiente el debate en torno al Fútbol y la Memoria Histórica también fue rico y fluido. Muy buena la exposición de José Manuel Rodríguez Pardo sobre la definición del término «Memoria histórica» y su posible aplicación al fútbol. Vicente Martínez Calatrava se ciñó al rigor del dato y defendió la posibilidad de analizar el fútbol a partir de la propia naturaleza del juego. Iván Vélez resaltó la imposibilidad de separar la contextualización del hecho deportivo del entorno sociopolítico que lo alberga. Un debate amplio con intervenciones de los asistentes también con gran criterio.

Después vino la sesión más especial de toda la jornada. El verdadero homenaje a Félix Martialay. Teníamos la idea de centrar las intervenciones sobre la importancia del trabajo de Félix tanto por la amplia información que reunió a lo largo de su vida como la metodologóa que siguió para mantenerla actualizada en todos los campos. Entre los asistentes, junto a los miembros de CIHEFE, una representación de la familia creándose una atmósfera íntima que permitió que cada uno pudiese manifestar la relación personal con Félix. Honesto, apasionado de su trabajo, incansable, humilde, leal… todos reconocimos haber contraído una deuda insalvable con lo que nos transmitió igual como investigador que como persona. No me cabe duda que si grande ha sido el dolor de su pérdida, también es grande el consuelo de haber podido tenerlo como amigo durante todos estos años.

El martes por la tarde se reanudó el Foro con la conferencia de Eduardo Inda. CIHEFE ha de agradecer su presencia y el respaldo que Marca ha prestado al Foro en todo momento. Su exposición, correctamente documentada se centró en el uso que la política ha hecho del deporte en general y de manera más concreta, del fútbol. Resaltó que todos los regímenes, fuesen del sentido político que fuesen, aprovecharon el deporte para transmitir y divulgar su ideología y la imagen de un país. Eduardo Inda mostró estar muy a gusto y comentó de buena gana las cuestiones que el público, especialmente los estudiantes, le hicieron llegar a la mesa.

Y para finalizar, ciñéndonos al tema central del I Foro Félix Martialay, hicimos un repaso a la documentación que se tuvo en cuenta y se trabajó para emitir el informe sobre la Copa España Libre. Después de establecer los aspectos legales, tanto jurídicos como deportivos, se hizo una exposición pormenorizada del contexto histórico de las circunstancias que envolvieron entonces al fútbol nacional. No se puede aceptar más interpretación de la circular federativa del 3 de octubre de 1936 que la que dice el propio texto ni es una cuestión de voluntad política conceder un reconocimiento de forma gratuita a un torneo amistoso así concebido en el momento en que se disputó. Hubo una aceptación unánime entre los asistentes tras la exposición del informe de CIHEFE sobre este torneo.

Y tras repasar brevemente el desarrollo del I Foro Félix Martialay sólo me queda manifestar mi gran satisfacción personal, como presidente de esta entidad, por el grandísimo éxito que se ha alcanzado, felicitar de manera destacada a nuestro compañero Víctor Martínez Patón, verdadero motor de todo el entramado, por su constancia, eficaci y acierto en todas sus gestiones, además  de agradecer en nombre del propio CIHEFE al CEU San Pablo por la cesión de sus instalaciones así como a todos los asistentes, destacando los nombres de Gustavo Bueno, Jorge Valdano y Eduardo Inda, que creyeron en nuestro poryecto desde el primer momento y así lo demostraron con su asistencia totalmente desinteresada.




Ladran, luego cabalgamos

Desde luego, Félix nos habría dado una colleja a más de uno  de los que estuvimos allí presentes en representación del CIHEFE, de eso estoy absolutamente seguro (Víctor se habría llevado dos porque ha sido el alma máter del evento), pero es lo mínimo que podíamos poner de nuestra parte; no podíamos hacer otra cosa por aquel que ha sido y será el mejor historiador del fútbol español de todos los tiempos.

El Foro Félix Martialay ha sido un éxito, esa es la conclusión inmediata que se extrae de su recorrido en prensa, del número de asistentes y de la calidad de todos y cada uno de los ponentes que participaron en sus diversos debates. Debates amplios e intensos que han puesto de manifiesto la necesidad de seguir ahondando tanto en la historia de nuestro deporte rey como en sus entresijos y vericuetos más escondidos. Félix habría estado orgulloso y desde luego habría aportado ese punto de vista que hubiera puesto colofón a esos dos intensos y maravillosos días en los que el mismo tuvo lugar. Gustavo Bueno, Jorge Valdano y Eduardo Inda han sido los primeros grandes espadas de este foro, y pueden estar convencidos de que esto será una distinción honorífica que siempre irá con ellos y sabrán valorar en su justa medida. Será como haber asistido a una final épica en la que el Club de tus amores conquista el ansiado trofeo…podrán decir»yo estuve allí».

Félix no se arrugaba ante nadie, y defendía lo que creía con la pasión suficiente y con el triple de pruebas, infinitas; esto último era lo que le daba la distinción precisa para ganar todos los debates que se plantearan y se hubieran planteado. Era algo que exigía y valoraba en los que le rodeaban. De Félix pueden decir muchas cosas buenas, pero si hay un calificativo que lo pudiera definir y sobre la cual obtuvimos un total consenso es el de INTEGRIDAD. Y es precisamente integridad lo que ofrece nuestro Foro, el foro en recuerdo de la figura de Félix Martialay.

Pero el logro de Félix no se queda ahí; Félix ha logrado que los tambores de la historia del fútbol español suenen y retumben con fuerza; porque su ejército, sus chicos, avanzan inexorables hacia la conquista de otros lares y otras batallas. Un foro que es un punto de partida y que ha venido para quedarse, para hacer precisamente historia y para congregar en el futuro a los mejores y mayores exponentes de nuestro fútbol.

Durante el recorrido del CIHEFE en los últimos años se han alzado voces discrepantes; algunas más locuaces que otras, recordemos el último asunto sobre la Copa del Levante, que nunca han bloqueado nuestro afán por seguir avanzando para aportar luz sobre la historia del fútbol nacional. Como bien dice nuestro presidente D. José Del Olmo, algunos ladran contra el CIHEFE, y eso significa que inexorablemente se avanza. No puedo estar más de acuerdo con estas palabras.

Yo tuve la suerte de estar en el primer foro Félix Martialay, y tuve el honor, inmerecido desde luego, de participar en el coloquio sobre la figura del hombre que más me ha enseñado en menos tiempo. Es algo que llevaré por bandera, llueva lo que llueva, y truene lo que tenga que tronar.




Apasionante

Apasionante. Así es como resumo lo vivido en esta primera experiencia del Foro Félix Martialay. Poner en marcha dicho Foro ya me resulta complicado y más reuniendo personajes de la categoría que hemos podido disfrutar.

El lugar, el ideal. Una Universidad que cede sus instalaciones para el Foro futbolístico es de agradecer. El homenajeado así lo merece. Los ponentes de talla superior.  Me encantó el debate mantenido por los sres. Vicente Martínez, Iván Vélez y José Manuel Rodríguez,  donde cada uno puso el mayor empeño en defender sus tesis.

Entrañable el momento de recuerdo para Félix donde cada uno de nosotros sacamos del rincón más recóndito de la memoria y del corazón lo que teníamos guardado para mostrárselo al resto. Quería agradecer a cada uno de los ponentes su presencia, así como a todos los asistentes a las distintas jornadas, y que repitan animando a los que no pudieron estar presentes a hacerlo en una próxima ocasión.

Ocasión que espero que Víctor Martínez Patón, alma máter de este I Foro Félix Martialay, para quienes lo desconozcan, nos vuelva a reunir a todos los estudiosos del fútbol alrededor de un II Foro Félix Martialay y sucesivos.

Muchas gracias Víctor.

«Y más ná», como acabaría Félix junto a una carcajada.

 




Fútbol y memoria histórica

Intervención del autor en el I Foro Félix Martialay, dentro de la mesa redonda «Fútbol y Memoria Histórica», el 21 de septiembre de 2010

Desde hace aproximadamente diez años, la expresión memoria histórica ha sido comúnmente utilizada por todo tipo de profesionales con el objetivo de reinterpretar nuestro más reciente pasado, concretamente los cuarenta años de régimen franquista. Memoria histórica que fue proclamada por una ley aprobada por el Parlamento en el año 2007.

Sin embargo, no cabe mezclar la memoria con la Historia, pues ambas son por definición opuestas. La memoria es algo siempre biográfico e individual, que no trasciende ese ámbito. Y, en tanto que memoria biográfica, que no deja de ser una reconstrucción interesada, donde cada uno selecciona lo que más le conviene o lo que recuerda. Por el contrario, la Historia trabaja con documentos cronológicamente ordenados, cuya finalidad es precisamente superar la memoria individual y dejar registro de lo sucedido para generaciones futuras. Heródoto, el primer historiador conocido, comienza su Historia precisamente distinguiendo entre memoria e Historia: «Esta es la exposición del resultado de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos y bárbaros -y, en especial, el motivo de su mutuo enfrentamiento- queden sin realce».

Desde este punto de vista, la denominada memoria histórica es un sinsentido, puesto que no puede aplicarse tal concepto de memoria a los grupos humanos; no existe memoria colectiva sino memoria individual, cuya existencia es desbordada por la propia Historia efectiva de una colectividad. No cabe hablar de una Memoria de España, como titulaba a su programa sobre la Historia de España TVE hace seis años, dirigido por el historiador Fernando García de Cortázar, sino precisamente de Historia de España. La «recuperación de la memoria histórica» respecto a la dictadura de Franco, la Guerra Civil u otras etapas de la Historia de España, es una interpretación partidista, que sólo puede redimirse convirtiéndose en verdadera historiografía.

Y es desde el desnudo partidismo como se opera cuando se ejerce la denominada memoria histórica sobre el franquismo: se le considera un régimen totalmente brutal y arbitrario, donde además de la represión física sobre los disidentes se usaba una suerte de «represión lúdica» a base de popularizar el fútbol por decreto-ley. Decreto-ley que exaltaría el centralismo más exagerado al convertir al Real Madrid en el equipo oficial del régimen, que ganaba ligas  y copas por decreto del Generalísimo. Habituales comentarios despectivos que aparecen, por ejemplo, en series de televisión, caso de la serie de TVE Cuéntame cómo pasó. Algo que se afirmó cuando, tras su victoria electoral en 1996, el Partido Popular, para muchos «la continuación del franquismo por los medios democráticos», implantó la retransmisión de un partido de fútbol los lunes en horario de máxima audiencia. Algo a lo que, sin embargo, la población respondió convirtiendo ese evento en el de más audiencia de la década de 1990.

Sin embargo, todos estos argumentos son puramente falaces y, para ser más directos, una verdadera manipulación histórica: cualquier persona mínimamente versada en la Historia del Fútbol español sabrá que el Real Madrid no ganaba las ligas «por decreto», salvo que así se entiendan los más de veinte años, desde 1933 hasta 1954, que pasaron sin que el club blanco ganase la competición liguera; el Fútbol Club Barcelona no constituyó la resistencia ante ningún «centralismo», sino que tuvo como socio de honor a Francisco Franco, quien vio cómo el club catalán ganaba 9 Copas del Generalísimo, las mismas que el Athletic Club de Bilbao, ambos los equipos más laureados del torneo que llevaba el nombre del Jefe del Estado durante el franquismo.

Y, por supuesto, el fútbol no se convirtió en el deporte de masas durante el franquismo, sino que este hecho va aparejado a la consolidación de la sociedad industrial, a caballo entre el final del siglo XIX y el comienzo del siglo XX. En todo caso, con el franquismo comenzó a emitir la Televisión Española, en 1956, y con ella se inició la retransmisión de imágenes en directo del fútbol. Y si cada vez las retransmisiones de fútbol han sido más frecuentes (en la actualidad, prácticamente a diario), es porque la sociedad de mercado demanda cada vez más ese producto, dentro del proceso de transformación del franquismo en una democracia coronada, que elige sus representantes políticos al igual que elige en el mercado pletórico y, por supuesto, gracias a la democracia del telemando y las audiencias televisivas, volcadas en el deporte rey.

Es más, el fútbol prueba que el franquismo no sólo fue un simple régimen dictatorial cubierto bajo la fachada del nacional-catolicismo, sino que consolidó el carácter de sociedad capitalista desarrollada cuyos ritmos vitales ya no se medían por el calendario litúrgico nacional-católico, sino principalmente por los ritmos del calendario liguero y del fútbol a escala mundial: desde el año 1930, fecha de celebración de la primera edición del Campeonato del Mundo de Fútbol, éste se ha convertido en la auténtica medida del tiempo de nuestras sociedades globalizadas, al igual que en tiempos de la Grecia clásica la medida del tiempo se establecía según la celebración de las olimpiadas, desde el 776 AC.

Recordemos la película Asignatura aprobada (1987), dirigida por un aficionado al fútbol como José Luis Garci, que comienza con un monólogo de Jesús Puente en el que señala las diferencias entre la ciudad de la que proviene (Madrid) y su ciudad actual (Gijón) en base al número de partidos de fútbol que puede ver cada semana. Todo tipo de ceremonias se han consolidado alrededor de esta nueva liturgia futbolística. Una muy habitual en algunos clubes es la invasión del campo por parte de las aficiones, sobre todo cuando termina una temporada o la disputa de un trofeo, tanto por la alegría como por la decepción que ha provocado el resultado. Ceremonia que recuerda mucho al famoso dicho popular que escribió Unamuno: «Toda España corre detrás de la Iglesia, la mitad con una vela y la otra mitad con un palo».

Es más, el fútbol es el único deporte auténticamente universal, y está ligado a la estructura política que supone el comienzo de la civilización y que mantiene unos flujos y ciclos muy definidos: la ciudad, en tanto que supone la negación de la sociedad tribal y el establecimiento de una serie de cauces de comunicación, ya sea por vía terrestre, marítima, aérea o incluso mediante complejas comunicaciones electrónicas como las que nos ofrece internet. La Historia Universal está unida a la de las ciudades, ya sea como ciudades-estado al estilo de las polis griegas, ciudades imperiales como la antigua Roma o las ciudades cosmopolitas en el difuso mundo «globalizado» en que vivimos a día de hoy. En virtud de esa ligazón, los equipos de fútbol siempre representan a ciudades y nunca a regiones: Londres, Milán, Madrid, Barcelona y otras ciudades de similar envergadura, presumen de tener a los clubes de fútbol más laureados del planeta, que popularizan a las urbes respectivas que representan.

Estructuras políticas cuya historia está muy por encima de las postizas y ficticias autonomías que se presentan incluso como partes soberanas cuya existencia histórica antecede con mucho a la propia España, pero que también se sirven en ocasiones del fútbol para expandirse. Es el caso de los nacionalismos fraccionarios que operan en la Nación Española, ligados a clubes de fútbol como el Fútbol Club Barcelona, pero especialmente en el caso del Athletic de Bilbao, el único club de España que alinea sólo a jugadores españoles, pese a que sus dirigentes argumentan desde su peculiar punto de vista que sólo son jugadores vascos. Pero estos jugadores «vascos» desbordan el ámbito de las provincias vascongadas en virtud de la ideología separatista que postula la delirante Euskal Herria como un estado vasco oprimido por España que habrá de independizarse: ya no sólo jugadores como Julen Guerrero o Joseba Echeverría, sino navarros, como Ismael Urzaiz, o los campeones del mundo Javi Martínez (también navarro) y Fernando Llorente, de origen riojano.

Incluso hace años, en plena fiebre de los jugadores comunitarios en nuestro país, el Athletic de Bilbao fichó al francés Vicente Lizarazu. La justificación del entonces presidente del club, José María Arrate, es que habían fichado a un jugador ¡vascofrancés!, como si su origen étnico tuviera algún significado político más allá del delirio nacionalista. El propio Arrate le situó en la diana de ETA, pues como el propio jugador recuerda en su autobiografía, le dijo: «Contesta que no puedes ser extranjero pues eres vasco». Incluso Lizarazu afirmó que al abandonar el Athletic en la temporada 1996-97, Arrate «me amenazó, jurando que eso iba a rodar mal para mí. Intentó hacerme pasar por un «traidor a la patria». ¡Qué cinismo!», dijo el exjugador francés, durante la presentación de su autobiografía en declaraciones recogidas por el Diario Vasco el 25 de abril de 2007.

Sin embargo, frente al Estado de las Autonomías producto de la Constitución de 1978, el fútbol de selecciones es considerado por muchos como la prueba de existencia de la propia Nación, en este caso de la Nación Española. Cuando juega la selección de fútbol, es la Nación quien juega: 16 millones de personas, más del 90 por ciento de la cuota de pantalla registrada el 11 de Julio de 2010 (sin contar a quienes lo seguían en directo a través de pantallas en lugares públicos), la Nación completa comprobó como España se proclamaba Campeona del Mundo en el Mundial de Sudáfrica. La misma Nación que salió con la bandera rojigualda a festejar el éxito, sin autonomías de por medio, al igual que durante la Final Olímpica de Barcelona 1992, con el Nou Camp lleno de enseñas rojigualdas para escándalo de los nacionalistas catalanes, o cuando se ganó el Campeonato de Europa del año 2008.

El fútbol, en definitiva, canaliza las más diversas tensiones y tendencias políticas en una época en la que se menosprecia la guerra y se aboga por la paz perpetua. Se diría que incluso el fútbol recoge de alguna manera muchas instituciones de lo que fueron los conflictos dirimidos entre ejércitos hasta el siglo XIX: los dos conjuntos se retan en un lugar y una fecha determinados, se saludan siguiendo las reglas del honor antes y después de cada encuentro, y durante la disputa del mismo el objetivo es conquistar el terreno contrario y llegar hasta su portería, superando sus líneas defensivas. Es muy posible que la reciente final del Mundial de Sudáfrica fuera interpretada por un neófito como una verdadera contienda, dada la dureza con la que los holandeses se emplearon, y seguramente no faltarían razones a quien así opinase.

Y de hecho, la gesta de nuestra selección en Sudáfrica, alzando finalmente la Copa del Mundo por primera vez en su Historia, ha propiciado en toda España la recepción de nuestros internacionales como representantes genuinos de la Nación Española, y que sean recibidos sin acordarse de las diferencias autonómicas. Prueba de que España, pese a lo que muchos intentan afirmar, no nace en 1978 «por consenso» sino que viene de mucho más allá. El fútbol, en definitiva, nos devuelve a la realidad hurtada por toda una serie de ideologías confusas que pretenden negar la Nación Española. Y una de ellas es, sin duda, la memoria histórica.