1868: La primera noticia sobre «foot-ball» en España

En el año 2002 publiqué un artículo en la revista de la RFEF (nº 46) en el que expliqué someramente la etimología de la palabra «fútbol». A pesar de que algunas de mis afirmaciones eran por lo menos discutibles el artículo no solo no fue contestado por nadie sino que además fue difundido a través de una página de Internet que naturalmente no citó ni mi nombre ni el de la revista en que el artículo había sido publicado.

Probablemente a través de esa página de Internet tuvieron acceso a mi artículo entre otros los autores del libro El balón blanquiverde: 135 años de fútbol en Andalucía, Javier Bermejo Chamizo y José Carlos Barbado Lima, publicado en el año 2009 por la Junta de Andalucía. Con muy bien criterio, antes de hablar del fútbol andaluz hablan sobre la implantación del deporte rey en España, y lo hacen mencionando entre otras la primera nota de prensa española en que se habló de foot-ball: la revista valenciana El Panorama de 30-4-1868.

Que yo sepa mi artículo del año 2002 fue el primero en citar esta noticia, que a pesar de haber sido difundida por Internet no ha tenido el alcance que entiendo que debe tener el hallazgo de un documento histórico de ese valor. Probablemente porque a la referencia no se le acompañaba copia de la nota en sí. Por ello vamos a aprovechar esta ocasión precisamente para presentar ante todos los aficionados la que hasta la fecha, y a falta de nuevos hallazgos, es la primera noticia española que habla de foot-ball. Acompañada además del bellísimo grabado con que la revista El Panorama ilustró la noticia.

Queridos lectores, disfruten con ello.

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¿Seguro que ningún español ha sido campeón del mundo de fútbol?

En plena disputa del Mundial de Fútbol en Sudáfrica, las noticias del mismo colapsan la red y se repasa la historia de dicha competición y el papel español en la misma.

Sin embargo, pocas alusiones estoy encontrando a los futbolistas españoles que fueron campeones ó subcampeones en 1930: los gallegos (y paisanos) José Pedro Cea (1 de septiembre de 1900, Redondela, Pontevedra- 18 de septiembre de 1970, Montevideo, Uruguay) y Lorenzo Fernández (20 de mayo de 1900, Redondela, Pontevedra- 16 de noviembre de 1973, Montevideo, Uruguay), campeones del mundo jugando con Uruguay (además Cea fue campeón olímpico en 1924 y 1928 y Fernández en 1928), y el canario Pedro Bonifacio «Arico» Suárez Pérez (5 de junio de 1908, Santa Brígida, Gran Canaria-18 de abril de 1979, Buenos Aires, Argentina), subcampeón mundial con Argentina.

El lugar de nacimiento de Cea y Fernández es motivo de discusión y polémica, desde Uruguay se afirma que el primero nació en Arroyo Seco (Uruguay) y el segundo en Montevideo, aunque el origen gallego de ambos es aceptado (Lorenzo Fernández era conocido como «el gallego», Cea, paradójicamente, como «el vasco» ó «el vasquito»…). Nunca se han publicado certificados de nacimiento, mi solicitud de los mismos al Registro Civil de Redondela recibió el silencio administrativo como respuesta (suele pasar).

Hace años que se comenta en la prensa gallega y en numerosos foros y blogs de la red que ambos eran nacidos en España, aunque en escasas ocasiones se afirma de manera conjunta. Parece ser que el descubridor de que Cea había nacido en Galicia fue el exjugador del Celta y el Deportivo y técnico del área de Deportes de la Universidad de Vigo Gustavo Loureiro.

Sobre Fernández se ha escrito mucho menos y, de hecho, no figura (Cea sí) en la relación de gallegos olímpicos de «Galiza Olímpica»: http://www.galizaolimpica.com/olimpismo/gzgloria/anos.php?lang=gal

El nacimiento de «Arico» Suárez en Gran Canaria no es discutido por nadie y su figura goza de un gran reconocimiento en las Islas Afortunadas. Sus peripecias vitales no son excepcionales, hemos comentado en pasados artículos el caso de varios gimnastas españoles que compitieron para Francia en 1908, 1912 y 1920 (Louis Segura, Antoine Costa, Marcos Torres): http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2010/05/serie-misterios-olimpicos-iv-deportistas-espanoles-en-londres-1908-y-estocolmo-1912/

y Ámsterdam 1928 contempló a dos atletas nacidos en España compitiendo para Argentina: el zaragozano Juan Bautista Pina y el granadino Serafín Dengra:

http://historiatletismo.blogspot.com/2010/05/dos-espanoles-semifinalistas-en.html

Estoy convencido de que, un análisis en profundidad sobre los primeros olímpicos de países como Argentina ó Uruguay descubriría a muchos españoles más (y en algunos casos españoles de ciudadanía, no sólo de origen). Algún día.

 

 

Fernando Arrechea Rivas

http://olimpismo2007.blogspot.com

 




Fútbol y memoria histórica

«Siempre un triunfo de este nivel supone una afirmación, un orgullo de país. Y es que España, en todo el periodo democrático, el mejor de nuestra historia, no consiguió nada así. Había como una especie de drama por no haber conseguido esto, teniendo una gran Liga de fútbol y grandes jugadores. Y, por fin, ya lo hemos conseguido, se ha cerrado la transición en el fútbol español con esta gran victoria».

 Con estas palabras se expresaba un eufórico José Luis Rodríguez Zapatero, Presidente del Gobierno de España, tras el triunfo de la selección española de fútbol en la Eurocopa 2008 celebrada en Austria y Suiza, merced al triunfo sobre la selección alemana por un gol -obra de El Niño Torres- a cero en la final disputada en el Estadio Prater de Viena.

 España ganaba de este modo su segundo Campeonato de Europa, pues en el año 1964, en plena dictadura del general Francisco Franco, la selección se alzaría como campeona de Europa en otra final, la que enfrentó a España y la U.R.S.S. en el estadio Santiago Bernabéu, por 2-1 gracias al gol de Marcelino que batía al portero soviético Lev Yashin, la mítica Araña Negra. El diario ABC, el día 23 de junio de 1964, decía textualmente, en relación con la final disputada:

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 «Ante el equipo de la U.R.S.S., cuya roja bandera estaba izada en lo alto del estadio, ante seiscientos periodistas de todo el mundo y ante los millones de televidentes de la Eurovisión y de la Intervisión, una masa heterogénea de 120.000 españoles de todas las edades y clases tributó el domingo al Jefe del Estado una de las más sostenidas, fervientes y clamorosas ovaciones que registra su larga vida política. Fue testimonio espontáneo y cordial que el pueblo español brindó al mundo y muy singularmente a la Unión Soviética. Al cabo de veinticinco años de paz, detrás de cada aplauso sonaba un auténtico y elocuente respaldo al espíritu del 18 de julio. En este cuarto de siglo, diríase que nunca había rayado más alto la intencionada y entusiasta adhesión popular al Estado nacido de la victoria sobre el comunismo y sus compañeros de viaje, dentro y fuera.»[1]

 En ese mismo periódico se habla de la recepción del Franco a los integrantes de la selección. No conocemos el contenido de los discursos pronunciados por Franco en el Palacio de El Pardo, si bien la información recogida por la prensa es la siguiente:

 «El Caudillo agradeció a los seleccionados su entrega total y que hayan tenido ocasión de demostrar a muchos millones de aficionados la pujanza de la juventud española. Terminó felicitándoles efusivamente. A continuación, el Generalísimo departió con los jugadores, de los que se despidió con el mayor afecto, deseándoles muchos triunfos en su vida y agradeciéndoles que le brindasen la victoria.»

 Cuarenta y cuatro años más tarde, Zapatero, cuidándose mucho de citarlo, se refería a este lejano triunfo, mientras establecía unas diferencias sustanciales entre ambos éxitos. El primero, logrado en el contexto de una dictadura, no podía ponerse en el mismo plano que la reciente victoria, inscrita dentro de la democracia coronada por él presidida. De este modo, y de forma harto sutil, los engranajes de la llamada «memoria histórica», comenzaban a actuar en el campo futbolístico, que mediante la consecución de este campeonato, se habría puesto al día, desprendiéndose de las adherencias franquistas que perpetuaban, en palabras del krausista castellano, «una especie de drama», entre las filas de la democrática afición española.

 Estas y otras cuestiones relacionadas con el fútbol, invitan a tratar sobre un deporte de enorme implantación en las sociedades democráticas de mercado pletórico que operan en el presente, pues el llamado «deporte rey», no supone una cantidad despreciable, una realidad ante la que quepa mantenerse de espaldas. Por todo ello, en este escrito nos proponemos ahondar en cuestiones relativas al fútbol, situando nuestro interés en sus relaciones con la citada  «memoria histórica», sin limitarnos a este autoimpuesto margen, con el fin de abrir vías a ulteriores estudios en torno al deporte nacido en el siglo XIX en Inglaterra.

 Antes de entrar en materia, parece oportuno dar unas breves pinceladas de carácter histórico en torno a los orígenes del balompié. El surgimiento e implantación del fútbol, como es bien sabido, viene ligado a ciudades industrializadas. Es en las urbes donde el fútbol irá adquiriendo una escala cada vez más amplia que le permitirá pasar de ser un deporte practicado por un conjunto de individuos, a convertirse en un espectáculo de masas que atraerá a un número creciente de público cuya acumulación propiciará, en sus efectos arquitectónicos, el levantamiento de gradas que permitan la visibilidad del juego por parte de un gran cantidad de espectadores que de este modo pasarán de la isocefalia del conjunto de individuos que contemplan una escena, a una estratificación de los puntos de vista que condicionarán la construcción de estadios cada vez de mayor aforo, levantados en la periferia de las ciudades. La profesionalización de los jugadores y el tratamiento específico de estas actividades por parte de la prensa, serían los siguientes pasos.

 Pronto el fútbol desbordaría las fronteras de Gran Bretaña, e incluso de su área de influencia económica y política. Así, el fútbol llegaría a España por medio de los colectivos británicos asentados, por motivos comerciales principalmente, dentro de nuestras fronteras. El primer club de fútbol en fundarse sería el Huelva Recreation Club, que lo haría en 1889, para posteriormente rebautizarse bajo la fórmula hispanizada de Recreativo de Huelva que aún mantiene.

 Rebasados los límites británicos, el fútbol comenzará a adquirir una inequívoca dimensión cortical ya sea por los enfrentamientos entre equipos de diferentes países o, sobre todo, a partir de la constitución de las selecciones nacionales. Antes de proseguir por este camino, hemos de advertir que los propios clubes se dotarán de una simbología deudora de la heráldica cuando no reproductora de la misma. En efecto, un simple repaso por los escudos, colores y banderas que representan a los equipos, nos remitirá a regiones, reinos, e incluso, aspiraciones políticas que se canalizarían por medio de estas así llamadas, y no por casualidad, sociedades.

 Aún más, la complejidad y desarrollo adquiridos por el fútbol, propiciarán la fundación de diversas estructuras e instituciones que reproducen algunas propias de las sociedades políticas. Sirvan como ejemplo los remedos de órganos judicial y ejecutivo que rigen las competiciones, equiparables a la capa conjuntiva de una sociedad política. Por otro lado, del vigor cortical adquirido por el fútbol, dan cuenta organizaciones supranacionales tales como la FIFA, o la UEFA, organismo éste último que recoge el europeismo reinante en la época de su fundación. En efecto, la UEFA fue fundada el 15 de junio de 1954 en Basilea, Suiza, en plena etapa de reconstrucción europea, con la «aislada» España integrada en ella desde su mismo comienzo. Por abundar en los argumentos expuestos, basta decir que la fundación de la UEFA se produce tan solo tres años más tarde de que en 1951, Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, firmen el Tratado de París por el que se crea la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), embrión de la actual Unión Europea.

 Continuando con las analogías corticales, hemos de referirnos a la manida comparación de los partidos de fútbol con episodios bélicos. Hasta tal punto los equipos operarán a modo de pacíficos ejércitos, que el fútbol no sólo ha incorporado a su jerga vocablos marciales, sino que incluso ha servido para dar nombre a un conflicto armado, la denominada Guerra del fútbol o la Guerra de las 100 horas, así llamada por la coincidencia de este hecho con los derivados de un partido de fútbol que enfrentó a las selecciones nacionales de Honduras y El Salvador, con motivo de la disputa de las eliminatorias a la Copa Mundial de Fútbol de 1970.

 Por si quedara alguna duda de la instrumentalización política de que es objeto el fútbol,  basta citar un par de ejemplos españoles. Por un lado, la anhelada aspiración que diversas comunidades autónomas españolas, principalmente aquellas caracterizadas por sus veleidades independentistas, han mostrado por la posibilidad de contar con selecciones nacionales propias que en un futuro no lejano podrían enfrentarse a la propia selección española[2]. Con esta aspiración, se han confeccionado plataformas que impulsan tales iniciativas, subvencionadas asociaciones que se hicieron particularmente visibles en la final de la Copa de S. M. el Rey celebrada en 2009 en Valencia, la que enfrentaría a F. C. Barcelona y Athletic de Bilbao, célebre por la sonora pitada al himno nacional, convenientemente censurada por TVE, que el público, a instancias de las consignas lanzadas por Esait y Catalunya Acció, realizaría.

La alusión al F. C. Barcelona, invita a tratar en torno al papel político que éste ha jugado. Caracterizado por su lema según el cual esta institución es més que un club, el F. C. Barcelona se arroga a menudo el papel de embajador de una muy particular Cataluña. En su página web, esta cuestión queda explícita:

 «El FC Barcelona es més que un club (más que un club) en Catalunya, porque es la institución deportiva más representativa del país y uno de sus mejores embajadores. También, por razones diferentes, el FC Barcelona es más que un club para muchas personas del resto del Estado español que vieron en el Barça un firme defensor de los derechos y las libertades democráticas.»[3]

Enfangado en constantes peticiones de principio -la aspiración de soberanía propia se reclama y a la vez se da por hecha al omitir a la nación española y todos su símbolos-, el club culé no se resiste a incorporar en su historia todos los lugares comunes de la «memoria histórica», en este caso, la particular versión nacionalista catalana según la cual, la Guerra Civil y el franquismo no habrían sido otra cosa que una guerra entre España y Cataluña seguida de una cruel represión de similar planteamiento. El club catalán, que ya habría servido como vehículo a la facción catalanista durante la dictadura de Primo de Rivera[4], describe de esta particular forma algunos de sus episodios que toman como punto de partida el lema arriba citado:

 «Esta circunstancia fue especialmente notoria tras el acceso a la presidencia en 1968 de Narcís de Carreras, que utilizó por primera vez una divisa que se haría muy famosa: el Barça es «más que un club». La identificación de la entidad con las corrientes más catalanistas y antifranquistas de la sociedad catalana dotó al club de una fuerza social importantísima, que se vehiculó también a través de unas relaciones cada vez más fluidas con el mundo cultural. El fichaje del crack Johan Cruyff, seguido de la conquista del campeonato de Liga 1973-1974, y la coincidencia de este triunfo con la celebración del 75 aniversario del club, propiciaron una etapa de máxima eclosión barcelonista, a pesar de las limitaciones que todavía imponía el franquismo.»[5]

 Dejando a un lado el caso barcelonista, regresemos ahora a algunos aspectos relacionados con la selección española. Desde las Olimpiadas de Amberes de 1920, en las que lograría la medalla de plata, la selección fue conocida con el sobrenombre de «la Furia Roja». El apodo, al parecer, fue creado por los periodistas italianos, quienes comenzarían a llamarla la «Furia Rossa», apelativo que, de manera consciente o no, relacionaría el carácter del equipo español con asuntos bélicos, dado que sería precisamente «La Furia Española» quien protagonizaría el célebre Saqueo de Amberes, episodio de la historia militar española acaecido en 1576. A pesar de todo, ambas furias cohabitarían en el mundo de la palabra escrita, pues en 1924 vería la luz, con gran éxito y gracias a la editorial Renacimiento, el libro La Furia española, obra de «Juan Deportista» pseudónimo tras el que se ocultaba el periodista madrileño Alberto Martín Fernández, quien también trabajaría como reportero de guerra bajo el nombre de «Spectator». Más tarde, el historiador del fútbol español, Félix Martialay Martín-Sánchez, también emplearía el rótulo «furia española» en numerosos trabajos editados en la década de los cincuenta.

El partido más emblemático de aquella «Furia Roja» es el tercero que disputó la selección en los citados Juegos ante Suecia, donde Belauste pronunciaría su famosa frase: «¡Sabino, a mí el pelotón que los arrollo!». Sería décadas más tarde cuando la «Furia Roja», o «Furia Española», daría paso a otro sobrenombre: «la Roja», un apelativo que habría de adquirir sentidos probablemente muy alejados del que le diera el que parece ser su formulador: el seleccionador español Luis Aragonés. Sea como fuere, bien por mimetismo con el sobrenombre recibido en Italia bien tratando de incorporar connotaciones políticas, la prensa española de los años treinta ya incorporó la fórmula «Furia roja» para referirse a la selección. De este modo, el 23 de marzo de 1933, en el periódico El Imparcial, podemos leer dentro del artículo «Un simulacro de partido en el Stádium para entrenamiento del equipo nacional» lo que sigue:

 «Ya tenemos la furia roja en el verde del Stadium. Claro que esta vez se dejaron la clásica bravura hispana en la caseta».

La expresión continuaría empleándose en prensa hasta el año 1935, poco antes de la Guerra Civil, a partir de la cual era más complicado sostenerla debido a las asociaciones ideológicas que llevaba consigo.

 «La Roja», entendida en el contexto actual, en principio, -y a ello seguramente se referiría el «sabio de Hortaleza»- haría alusión al color de la camiseta de la selección. Se trataría, en este caso, de quedarse con el adjetivo, que acaso mantendría, por las conocidas connotaciones de este color, la apelación a la sangre, incluso a la lucha, haciendo referencia de forma indirecta a la célebre furia hispana; mas también, y a ello se sumaría buena parte de la prensa afín a la socialdemocracia gobernante autoproclamada «progresista», haría referencia a uno de los bandos de la Guerra Civil: el bando republicano o «rojo» -colorado o encarnado si nos atenemos a la terminología franquista refractaria al uso de la palabra rojo-. En definitiva, «la Roja», al margen del más que posible guiño político, evitaría la pronunciación del verdadero nombre del equipo, bien sea éste la selección española de fútbol, la selección nacional o, simplemente, España. Con la fórmula colorista, se eludiría la alusión a España, algo muy útil en un tiempo en que el fan que reside en la Moncloa, habría afirmado que «España es una nación discutida y discutible». Para terminar con este asunto, hemos de subrayar hasta qué punto se ha institucionalizado el colorista sobrenombre, sirva de muestra la reciente publicación del libro Las confesiones de la roja (Libros La Cúpula, Madrid, 2010), escrito por el periodista Miguel Ángel Díaz.

 Las relaciones entre fútbol y política, nos invitan a introducir otros aspectos que refuerzan estos vínculos. De entre éstos, y siempre teniendo como escenario España,   escogeremos las conexiones entre el auge futbolístico y el desarrollo de la sociedad de mercado pletórico en que habría desembocado el franquismo, de cuya transformación -transición frente a ruptura- , resultaría la actual democracia coronada que incluso habría sustituido la Copa del Generalísimo por la Copa del Rey.

 Terminada la Guerra Civil, y a pesar de la dura represión existente, la dictadura de Franco, quien en algunos aspectos se miraría en el espejo de Primo de Rivera pero también en el de la Unión Soviética, comenzaría a practicar lo que Gustavo Bueno ha denominado socialismo de derechas[6], apoyado, entre otras, en instituciones tales como el Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones (SNRDR), organismo creado por la autoridad instaurada por el bando franquista en las zonas bajo su poder en una fecha tan temprana como enero de 1938. En 1957, este organismo fue disuelto, pasando algunas de sus competencias al Ministerio de la Vivienda de España. Pero sobre todo y al margen de la puesta en marcha de estos y otros proyectos de ámbito nacional -cabe citar en este punto los célebres «pantanos de Franco»-, la institución emblemática del franquismo, la que abriría el camino hacia la llamada «sociedad del bienestar», caracterizada, entre otros atributos, por proporcionar a los españoles una sanidad universal, es la Seguridad Social, que, pese a contar con precedentes de aplicación parcial por lo que al total de la población se refiere, cristalizaría a partir de la creación, el 9 de marzo de 1938, del Fuero del Trabajo, que serviría como base para el posterior Fuero de los Españoles, aprobado en 1945, que a su vez daría paso, en 1963, a la Ley de Bases.

 En el texto del Fuero del Trabajo, hallamos las claves que avalan la adscripción del franquismo al socialismo de derechas citado[7]. Es allí donde, además, comienza a tratarse en profundidad el ocio como un derecho, como puede comprobarse en su II Capítulo.

 «Se crearán las instituciones necesarias para que en las horas libres y en los recreos de los trabajadores, tengan éstos acceso al disfrute de todos los bienes de la cultura, la alegría, la milicia, la salud y el deporte.»

 En dicho Fuero, se encomienda la tarea de la regulación del tiempo libre a los sindicatos. En efecto, la Organización Sindical crea, en diciembre de 1939, la Obra Nacional «Alegría y Descanso», que más tarde, en 1940, pasaría a llamarse Obra Sindical «Educación y Descanso». A la Obra Sindical, se debe la construcción de importantes instalaciones deportivas públicas como los Parques Sindicales, entre los que destaca el de Madrid, inaugurado en 1955, debido al arquitecto Manuel Muñoz Monasterio -autor junto a Luis Alemany Soler del que acabaría llamándose Estadio Santiago Bernabéu, inaugurado en 1947-, o la puesta en marcha de los Juegos Deportivos Sindicales que estimulaban la rivalidad entre empresas.

 El tiempo libre, como queda dicho, comienza a tener un peso importante, siendo objeto de control por parte de la capa conjuntiva de la nación española, de la que forman parte los «sindicatos verticales». Cuando aludimos a una capa de la sociedad, lo hacemos para distanciarnos de esa corriente, verdaderamente simplista, según la cual el franquismo giraría casi en exclusiva en torno a la limitada y cruel figura de un general gallego, y ello, sin perjuicio de que éste, según reza la numismática de la época, fuera caudillo de España «por la Gracia de Dios». De este modo, ya en 1946, todavía o acaso por el peso que tenían las corrientes falangistas, que por cierto emplean una terminología propia del marxismo -nótese el uso del concepto de clase arriba citado- el Estatuto de la Función Asistencial, refuerza la actuación de Educación y Descanso con el establecimiento de Consejos Asesores y Patronatos. Las áreas a las que iba destinada la acción de la misma, eran: Deportes, Extensión Cultural, Turismo Social, Promoción y Orientación y Programación e Inversiones, en unas actuaciones que a menudo recogían las peculiaridades provinciales y regionales cuyo escaparate eran las exhibiciones del 1 de mayo, de fuerte tonalidad folclórica, y que tendrían su primer escenario en el estadio Santiago Bernabéu, donde se celebrarían los I Juegos Deportivos Sindicales para conmemorar la fiesta de San José Artesano, en 1958.

 Pero si los sindicatos canalizaban estas actividades lúdicas, el sector empresarial no le andaría a la zaga, pues una vez constituidos los llamados Grupos de Empresa, éstos impulsarían diversas  actividades artísticas, dando lugar a los Hogares del Productor, centro de reuniones laborales y culturales.

 De las instituciones citadas, hemos de pasar a un artefacto fuertemente «socializador», la televisión, también introducida masivamente en España por cauces estatales, la RTVE. La primera emisión televisiva en España, en realidad una suerte de exhibición puntual, se remonta al 10 de junio de 1948, durante una exposición de tecnología en la Feria Internacional de Muestras celebrada en el Palacio de Montjuïc de Barcelona. Sin embargo, no será hasta 1952, cuando se celebre la primera retransmisión deportiva, con Matías Prats como locutor. Desde el Estadio de Chamartín, se televisó un partido de fútbol entre el Real Madrid y el Racing de Santander, tan sólo accesible por este medio, para un grupo de altos cargos franquistas madrileños. Será éste el punto de arranque de las fructíferas relaciones entre fútbol y televisión formal[8].

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 La programación televisiva diariay con ella la cada vez más mayoritaria presencia de receptores de televisión en los hogares, daría comienzo el 28 de octubre de 1956, fecha en la que se sitúa el comienzo oficial de la televisión en España. A partir de entonces, televisión y fútbol irán de la mano, realimentándose mutuamente, como puede comprobarse por las grandes audiencias que este deporte mantiene en la actualidad.

 Será en esta tercera década del franquismo (1956-1965), acertadamente analizada en la obra Telebasura y democracia de Gustavo Bueno, cuando se fortalezca la relación fútbol-televisión, por medio de las televisiones domésticas, pero también a través de los teleclubs creados por Fraga en 1964, germen de lo que posteriormente serían las Casas de Cultura. La cita de ABC que reproducíamos más arriba, evidencia la conexión entre fútbol y televisión, hasta el punto de que el Telón de Acero serviría de plano de simetría para dos plataformas mediáticas: Eurovisión en la Europa Occidental, e Intervisión del lado de la llamada Europa del Este.

 Hechas estas consideraciones, es momento de tratar en torno al modo que, desde los presupuestos de la «memoria histórica», podrá ser visto el fútbol. Según las particulares coordenadas «memoriohistoricistas», la dictadura de Franco habría constituido un largo paréntesis histórico, un tiempo de silencio que desde la flamante democracia imperante en la actualidad, deberá no sólo ser reinterpretado, sino también juzgado hasta el punto de poner en práctica una verdadera damnatio memoriae que permite el borrado de todo aquello que entraría en conflicto con la ideología dominante en el tiempo actual.

 De este modo, auspiciada por un gobierno que exhibe constantemente su condición de socialista -un socialismo que acaso solo podría ser caracterizado como nominal- comenzará un particular desmontaje de estatuas, placas y títulos, proceso que podríamos caracterizar como «descendente», es decir, dirigido desde instituciones gubernamentales y al que el fútbol no será ajeno, como puede comprobarse por la percepción que de la victoria europea de 1964 tiene el propio Presidente del Gobierno.

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 Asumida por grandes áreas de la población española, la citada damnatio memoriae, no sólo operará en un sentido «descendente», es decir, impulsada desde las más altas instancias del Estado por medio de la aprobación y aplicación de leyes, sino que este borrado también se producirá en un modo «ascendente», lo que da cuenta de hasta qué punto el «pueblo español» ha interiorizado esta visión proyectada sobre cuatro oscuras décadas que se perciben de un modo monolítico. De entre las iniciativas que trazan un sentido ascendente, sirva como ejemplo el modesto club madrileño Puerta Bonita, fundado en 1942, cuyo campo, el llamado desde su fundación Hogar del Generalísimo Franco, pasará a perder su oneroso apellido, para ser conocido en la actualidad como El Hogar.

 Finalicemos. Ante la gran cantidad de ideas que, de un modo u otro, tienen que ver con el fútbol plenamente implantado en sociedades diversas, parece necesaria, si no inevitable, la adopción de una actitud crítica, filosófica en suma, que permita referirse a él más allá de los consabidos tópicos que lo envuelven. Ese y no otro, ha sido el propósito al que este breve trabajo ha intentado contribuir.

 Iván Vélez

 

  ABC, 23 de junio de 1964. Núm. 18.180, Pág 55

 [2] En este sentido son reseñables las declaraciones hechas por Rafael Niubó, secretario general de Deporte de la Generalidad de Cataluña tras la victoria de la selección catalana en el Mundial B de hockey sobre patines. Durante la recepción hecha por Pascual Maragall en el Palacio de la Generalidad, Niubó propuso que España se «busque un nombre o se lo invente» para participar en las competiciones deportivas internacionales. En este sentido, conocido es el mantra que las facciones secesionistas que operan en España, repiten sin cesar: «una nación, una selección». Como ejemplo del uso del fútbol como medio para canalizar el odio a España, podemos citar las declaraciones del presidente del PNV, Iñigo Urkullu, vertidas con ocasión del partido disputado en la Eurocopa 2008, afirmado en la televisión pública vasca (ETB) que apoyaría a Rusia en la semifinal de la Eurocopa contra España. El líder de los nacionalistas vascos, en una exhibición de falsa conciencia, declaró: «No puedo apoyar a Euskadi, así que entre las cuatro selecciones que quedan, yo me quedo con Rusia». El motivo, según él, era bien simple: «apoyo a Rusia sólo porque juegan bien», manifestó.

 [3] http://www.fcbarcelona.cat/web/castellano/club/club_avui/mes_que_un_club/mesqueunclub.html

 [4] El lector puede leer el artículo de José Manuel Rodríguez Pardo, «Historia de dos abucheos», publicado en Cuadernos de Fútbol (nº 5, diciembre de 2009) en el cual se describen las pitadas que el himno nacional español ha recibido por parte de la afición culé, el primero de ellos a raíz de un encuentro disputado entre el F. C. Barcelona y una selección de la Royal Navy británica, el 14 de junio de 1925, en cuyos prolegómenos se silbó la Marcha Real y aplaudió el God Save the Queen británico, hechos que acarrearían la clausura del campo y la dimisión y expulsión de España de Gamper, y el segundo el 14 de mayo de 2009, con motivo de la final de Copa celebrada en Valencia. El artículo puede visitarse en: http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2009/12/historia-de-dos-abucheos/

 [5] http://www.fcbarcelona.cat/web/castellano/club/historia/etapes_historia/etapa_3.html

 [6] Véase El mito de la derecha. (Temas de Hoy, Madrid 2008), obra en la que Bueno distingue tres fases en la derecha española del siglo XX: La primera la de Antonio Maura, de corte liberal, la segunda, la dictadura de Primo de Rivera, apoyada por Largo Caballero y los socialistas, y la tercera, la dictadura de Franco.

 [7] En el citado Fuero podemos leer, por ejemplo, afirmaciones teístas tales como la siguiente: «El derecho de trabajar es consecuencia del deber impuesto al hombre por Dios, para el cumplimiento de sus fines individuales y la prosperidad y grandeza de la Patria.» (Fuero del Trabajo, I, 3)

[8] Ver Gustavo Bueno, Televisión: Apariencia y Verdad, Gedisa, Barcelona 2000.




La clasificación final de la temporada 1979/1980

El partido CD Málaga-UD Salamanca altera la clasificación final según se interprete el fallo del Comité Superior de Disciplina Deportiva.

     En nuestro número 4 de Cuadernos de Fútbol, José Ignacio Corcuera hacía un somero repaso a la compra-venta de partidos, arreglos y acuerdos antideportivos de algunas personas del mundo del fútbol. También señalaba lo difícil que resultaba poder probar el delito ya que las únicas pistas que dirigían las pesquisas eran conversaciones, coincidencias profesionales entre los acusados y, sobre todo, un resultado anómalo. Nunca había justificantes de pago ni acuses de recibo, lógicamente.

    En dicho artículo se mencionaba el caso del CD Málaga-UD Salamanca de la temporada 1979/80, donde finalmente el Comité Superior de Disciplina Deportiva acabó emitiendo un fallo salomónico que expliacaremos detenidamente, porque dejó flecos interpretables.

 La trayectoria del CD Málaga en el Campeonato de Liga no era nada satisfactoria. El 16 de marzo en su encuentro con el Rayo Vallecano, rival directo, el público perdió totalmente la compostura y protagonizó una serie de muy graves incidentes. Primero ante un gol anulado al equipo local cuando el marcador señalaba 0-2, el lanzamiento de objetos hizo detener momentáneamente el partido. En la segunda parte el público siguió con las protestas, reclamó dos penaltis y continuó arrojando de manera intermitente pequeños objetos, hasta que a falta de cuatro minutos los incidentes se agravaron, con intento de derribo de una valla (entonces el césped estaba protegido por unas vallas para evitar el acceso de los espectadores). El árbitro huyó literalmente del terreno de juego y dio por suspendido el partido. El Rayo Vallecano, gracias a esta victoria se distanciaba tres puntos del CD Málaga.

    La sanción que el Comité de Competición acordó fue clausurar el campo de La Rosaleda por un encuentro, que debía cumplirse en Algeciras ante la AD Almería. Ante esta medida el CD Málaga apuró el plazo para presentar el recurso, que llegó a D. Jaime Pedro y Vara de Rey, presidente del Comité de Apelación, a las 20:40 horas del 29 de marzo. El Comité desestimó el recurso por atenderse más a la forma que a los hechos (sic).

    Así, el 30 de marzo, el CD Málaga cumplió con sus amenazas y no se presentó en El Mirador algecireño por lo que perdió el partido por incomparecencia y se le descontaron tres puntos a efectos de clasificación. La AD Almería fue beneficiada pues sumó los dos puntos sin jugar. Con esta sanción el equipo malaguista quedaba prácticamente sentenciado a Segunda División.

    Precisamente la postura intransigente del CD Málaga levantó alguna sospecha, que más tarde sería tenida en cuenta en el caso de compra del partido ante la UD Salamanca. Con esta actuación el CD Málaga quedaba tan descolgado de su objetivo de la permanencia que los partidos que le quedaban para cubrir su calendario sí se prestaban al juego de los maletines. Y parece ser que así sucedió, y no por incentivar a los jugadores para que ganasen, sino para perder.

  En el partido CD Málaga-UD Salamanca, jugado el 27 de abril, jornada 31ª, los locales cayeron por 0-3. Los goles visitantes llegaron tras un autogol el primero, cierta inoperancia defensiva el segundo y mala colocación del portero el tercero. Así los narró Marca en su crónica:

  •  0-1. Quince minutos. Un balón largo llegado de campo salmantino se lo lleva Tomé por la izquierda, acosado por Juan Carlos, quien en el intento de alejar el balón le da un punterazo batiendo a su portero, que se hallaba a media salida.
  • 0-2. Cuarenta y cinco minutos. Falta sacada desde medio campo por Bustillo. Llega el balón a Brizzola, quien estorbado por Muñoz, se mete en el área y envía el esférico por encima del titubeante Corral.
  • 0-3. Cuarenta y seis minutos. En la primera jugada del segundo tiempo, una falta de Heredia a Diarte es sacada muy bien por Corominas por encima de la barrera, entrando el balón por el ángulo contrario al que se encontraba Corral.

  Los comentarios de los dos entrenadores no tuvieron desperdicio, mientras el malaguista Viberti manifestó su decepción reconociendo que había sido el peor partido de la temporada, el responsable salmantino, Mesones, resaltando el mérito de la victoria de su equipo apuntó que en cuanto a lo de «tongo», es inadmisible desde el momento en que el equipo local ha luchado mucho. La frase no tendría mayor importancia si no llega a ser por la sanción que la propia directiva malaguista impuso a cinco de sus jugadores por bajo rendimiento.

 La prensa no tardó en unir cabos lo que obligó al Comité de Competición a iniciar sus propias investigaciones.

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 El posible amaño salió publicado en la prensa: el malaguista Orozco reconoció que le llamaron por teléfono para arreglar el resultado y señaló a Raúl Castronovo como el intermediario. El jugador argentino había militado en el CD Málaga de 1974 a 1977 y también en la UD Salamanca en la temporada 1978/79 donde estuvo a las órdenes de Felipe Mesones. Además, Raúl Castronovo en la temporada 1979/80 fichó por el Algeciras CF, lo que facilitaba ubicarlo en la escena del crimen.

 Durante las investigaciones prestaron declaración por parte del CD Málaga los jugadores Orozco, Migueli, Corral, Macías, Megido y Aráez, y el entrenador, Viberti; por la AD Almería el presidente Sr. García Sánchez; por el Algeciras CF el jugador Castronovo; y por la UD Salamanca los jugadores D’Alessandro y Bustillo, su entrenador Mesones, el presidente Sr. Paniagua López, y el gerente Sr. Sánchez Esteban; además de los señores Minguella y Pareja, empresarios de organizaciones deportivas. También hubo un careo entre Mesones y Castronvo, el Comité se entrevistó con el presidente y vicepresindente del CD Málaga, señores Brinkman Gil y Pérez Gascón respectivamente, y se citó en dos ocasiones al ex-jugador del CD Málaga, Búa que no compareció.

 El Comité consideró que con estos testimonios los hechos quedaban así probados: el viernes 25 de abril de 1980, sobre las 14:15 Castronovo recibió una llamada de Mesones para preguntarle si tenía contacto con alguien del CD Málaga para arreglar el resultado del partido que iban a jugar próximamente con el pago de 4.400.000 pesetas. Seguidamente Castronovo se puso en contacto con Orozco y le transmitió la oferta.

    El sábado 26 de abril mantuvieron una nueva conversación telefónica Castronovo y Orozco donde concretaron que el jugador del Algeciras llevaría el dinero a Málaga y allí hablarían.

    El domingo 27 de abril sobre las 14:00 Corral, después de hablar de su renovación con la directiva, le comunicó al entrenador que ya había decidido lo que tenía que hacer.

    Por otro lado, Castronovo se personó en el bar del hotel Alay de Benalmádena, donde se hospedaba la UD Salamanca, y conversó con Mesones, el gerente Sr. Sánchez Esteban y otros directivos, después vio en sus respectivas habitaciones a otros jugadores salmantinos. Ya por la tarde el propio Castronovo acudió al estadio de La Rosaleda y estuvo en los vestuarios de los dos equipos contendientes.

    El partido tuvo un desarrollo anómalo desde el inicio. El público mostró su disconformidad con la actuación del equipo considerándola irregular. Al final venció la UD Salamanca por 0-3.

    Al finalizar el partido la directiva malaguista y su entrenador decidieron adoptar medidas disciplinarias por el anómalo comportamiento y bajo rendimiento de sus jugadores.

    El Comité llegó a la conclusión de que el dinero de la compra del partido fue llevado a Málaga por conducto privado.

    También se aclararon los antecedentes del CD Málaga-AD Almería ya comentado: el 24 de marzo el presidente de la AD Almería recibió una llamada de un intermediario con una oferta de arreglo del partido, pues contaba con la colaboración de los jugadores Corral, Macías, Aráez, Migueli y Orozco. El ex-jugador malaguista Búa, que residía en Almería, se encargaría de llevar a cabo la operación económica. Como el partido no se jugó, no hubo arreglo alguno.

    Así el Comité consideró que los hechos estaban probados, y que Orozco, Corral, Macías, Aráez, Migueli, Castronovo y Mesones eran responsables. A la hora de fijar la sanción tuvo en cuenta la mayor o menor actuación de unos y otros en el asunto, así como las circunstancias del intento de compra del CD Málaga-AD Almería, y la implicación de la entidad UD Salamanca, beneficiada directamente.

    Finalmente éste fue el acuerdo definitivo del Comité, hecho público el 20 de junio de 1980:

        Primero. Decretar la nulidad del encuentro que disputaron el día 27 de abril del año en curso los clubs Málaga y Salamanca y descontar a este útlimo dos puntos en su clasificación.

        Segundo. Suspender por dos años al entrenador del Salamanca, don Felipe Mesones Temperán; al jugador del Málaga don Julio Orozco Martín y al jugador del Algeciras don Raúl Castronovo Zanón, siéndole de abono a este último el tiempo desde la fecha en que se acordó por este Comité su suspensión provisional.

      Tercero. Suspender por un año a los jugadores del Málaga don Miguel Ramos Vargas, don Pedro Corral Revuelta, don Nicolás Aráez López y don José Díaz Macías.

      Cuarto. Elevar a la Junta directiva de la Real Federación Española de Fútbol la propuesta de inhabilitación a perpetuidad al presidente del Salamanca.

 El fallo del Comité no tiene desperdicio pues sanciona a las personas pero no a los clubs propiamente. El Campeonato de Liga finalizó el 18 de mayo de 1980 confirmándose los descensos del Rayo Vallecano, el Burgos CF y el CD Málaga, que ya tenía tres puntos de sanción por su incomparecencia ante la AD Almería. Al aplicar el acuerdo del Comité de Competición, observamos que la variación en la clasificación no infiere en los descensos, por lo que de haber recurso, éste no tendría consecuencias en el calendario de la temporada siguiente. Sólo afectaría a las sanciones personales.

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 Nótese que desde el primer momento la prensa publicó erróneamente la aplicación de la sanción, ya que todos, absolutamente todos los medios descontaron los dos puntos a la UD Salamanca sobre los 34 que sumaba, cuando realmente contaba con 32, puesto que el partido con el CD Málaga había sido anulado. Otro error transmitido de unos a otros implica la contabilización del partido CD Málaga-AD Almería. Físicamente no se disputó, pero a efectos de clasificación sí se contabiliza como victoria de la AD Almería que suma los correspondientes dos puntos y derrota del CD Málaga, que recibe una sanción de tres puntos menos. El Comité de Competición no otorgó ningún resultado en cuanto al cómputo de goles.

 Las partes implicadas recurrieron al Comité de Apelación, que confirmó todas las sanciones el 23 de julio de 1980.

 Pero el CD Málaga-UD Salamanca no se había terminado todavía. El abogado D. José Cabrera Bazán en representación de los cinco jugadores malaguistas sancionados elevó un recurso al Consejo Superior de Deportes. De igual manera actuó con su representado Felipe Mesones, D. José María Gil Robles y Gil Delgado. El recurso llegó al Comité Superior de Justicia Deportiva de una manera un tanto atípica. Este organismo se creó en octubre de 1980 y se constituyó a principios de 1981. Los plazos de tiempo para presentarlos estaban más que vencidos, sin embargo siguieron su curso y finalmente el 28 de mayo de 1981, con la Liga 1980/81 ya terminada y consumado el descenso de la UD Salamanca, el Comité Superior de Disciplina Deportiva, entendiendo que había falta de pruebas, revocó las sanciones de todos los recurrentes.

 Para entonces, el único que se mantenía en activo era Felipe Mesones, que tras la sanción estuvo trabajando en la UD Salamanca. Aunque el entrenador era Neme, la sombra de Mesones era ineludible. La mala marcha del equipo hizo que primero se marchase el propio Mesones y luego acabase destituido Neme. Los jugadores del CD Málaga se habían retirado de la actividad futbolística todos, por lo que la sanción no les afectó, al menos profesionalmente. Sólo Macías se animó a regresar fichando por el CD Antequerano, para terror de los delanteros de los demás equipos de su grupo de 2ªB.

 Pero quedaron dos flecos por cerrar. La intervención del Comité Superior de Justicia Deportiva sólo tenía competencia en los recursos presentados, por lo que su fallo absolutorio fue para todos aquellos que lo solicitaron. Raúl Castronovo, ya retirado, no se vio beneficiado… ni la UD Salamanca, que como club tampoco recurrió pues su permanencia en la Primera División no fue puesta en peligro.

Aquí radica el problema histórico. Pues pese a  que queda jurídicamente definida la inocencia de todos los implicados, Raúl Castronovo, al no recurrir la sanción confirmada por Apelación, acepta su culpabilidad y, por lo tanto, la existencia de un delito. El amaño del partido CD Málaga-UD Salamanca no se pudo probar en las personas acusadas, de ahí su absolución, pero el perdón de la anulación del partido y la pérdida de dos puntos para la UD Salamanca sólo es recogido de forma implícita y no explícita en el fallo. De ahí que quede en manos de la interpretación histórica su aplicación. Si aceptamos la decisión del Comité Superior de Disciplina Deportiva, la UD Salamanca sumó 34 puntos y quedó novena y si optamos por el criterio de la RFEF sumó 30 puntos y fue decimocuarta ¿Qué clasificación tomamos, con o sin sanción?

 




Quíntuple empate para ascender a primera

En la temporada 1980-1981, cinco equipos acabaron empatados a 45 puntos en las primeras posiciones de la clasificación de Segunda A. Veamos cómo se resolvió este quíntuple empate para decidir qué tres equipos lograban el ascenso.

Cuando comenzó la competición de Segunda División en Septiembre de 1980 pocos podían imaginar la igualdad que iba a dominar la clasificación a lo largo de toda la temporada. La primera vuelta acabó con el Rayo Vallecano liderando la tabla con 23 puntos, los mismos que tenían Levante, Castellón y Racing de Santander. Pero es que a continuación había un auténtico goteo de equipos, cada uno de ellos a una distancia máxima de un punto del que le precedía, hasta llegar al décimo octavo clasificado, el Getafe, con 15 puntos. Por detrás sólo quedaban el Linares con 13 y el Ceuta con 12.

Faltando sólo cinco jornadas para el final, ocupaban las primeras posiciones Castellón y Racing de Santander, con 39 puntos, seguidos por Elche y Rayo Vallecano con 38, Málaga y Cádiz con 37, Alavés y Sabadell con 36 y Levante, Oviedo y Atlético Madrileño con 34. Dos semanas después, sólo los dos últimos parecían haberse descolgado un tanto, pero para el resto la clasificación se había comprimido aún más, con hasta cuatro equipos empatados en la primera posición. En la jornada 36 se descolgaron también Levante y Alavés, y en la penúltima se cayó también el Málaga, quedando seis equipos en una diferencia de tres puntos, aunque uno de ellos, el Castellón, ya había asegurado el ascenso.

La clasificación a falta de un único partido estaba encabezada por el Elche, con 45 puntos, los mismos que el Castellón. A dos puntos de distancia se situaban Racing de Santander, Rayo Vallecano y Cádiz y por detrás, a la espera de que pinchasen estos tres, estaba el Sabadell con 42 puntos. Las calculadoras echaron humo y facilitaron el dato paradójico de que el Castellón estaba ascendido matemáticamente y el Elche, que estaba por delante en la tabla, no lo estaba. ¿Cómo pudo ser esto?

Aclaremos en primer lugar que entonces las victorias valían sólo dos puntos (y así fue hasta 1995) y que en caso de igualdad a puntos, después de enfrentamientos entre los equipos implicados, no se tenía en cuenta la diferencia de goles, sino el cociente que resultaba al dividir los goles marcados entre los encajados (el paso de cociente a diferencia se dio en 1987).

Veamos cuáles habían sido los resultados que se habían dado en los enfrentamientos directos entre estos seis equipos antes de aquella última jornada, que nos valdrán para aclarar lo que podía suceder en los empates que se pudieran dar entre ellos:

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Como vemos, falta el resultado del partido Elche – Cádiz, único enfrentamiento directo entre los seis primeros que debía disputarse en la jornada final. Los otros cuatro partidos en que estaban implicados estos equipos eran: Linares – Castellón, Racing de Santander – Levante, Sabadell – Málaga y Rayo Vallecano – Palencia. A continuación expondremos cuáles eran las posibilidades de cada equipo.

El Elche, líder con 45 puntos, ascendería seguro ganando o empatando, ya que en ese caso sólo el Castellón podría alcanzarle o superarle en la tabla. En caso de derrota ante el Cádiz, la situación se complicaría, ya que los gaditanos le alcanzarían en la clasificación, superándoles además en los enfrentamientos directos, ya que en la ida les habían derrotado por 2-0. En este caso, los ilicitanos necesitaban que no ganase ni Racing ni Rayo Vallecano, ya que cualquiera de los dos que entrase en un triple empate con Elche y Cádiz, o en un cuádruple incluyendo también al Castellón, si perdía, les dejaba en la cuarta posición (o quinta, si venciesen los dos). El Elche, pues, dependía de sí mismo para ascender, pero la derrota podía dejarle fuera.

El Castellón también tenía 45 puntos y, como los ilicitanos, ascenderían seguro ganando o empatando. En caso de derrota, si el Elche no perdiese con el Cádiz, su única posibilidad de quedar fuera sería que ganasen Racing de Santander y Rayo Vallecano, y en el triple empate acabasen últimos. Pero si nos fijamos en los resultados, vemos que en los enfrentamientos entre estos tres equipos el Castellón tenía seis puntos, por cuatro del Racing y dos del Rayo. Sólo queda saber qué ocurriría si el Cádiz ganase en Elche. En este caso, gaditanos e ilicitanos quedarían empatados a 45 puntos con el Castellón, así que para que estos cayeran a la cuarta o quinta plaza era necesario que ganasen Racing o Rayo, o los dos. Si se diese esta última circunstancia, habría un quíntuple empate, en el que el Castellón sumaría diez puntos, por nueve de gaditanos y cántabros y seis de ilicitanos y vallecanos. Si se diese el cuádruple empate incluyendo al Racing, el Cádiz tendría ocho puntos, el Castellón siete, el Racing seis y el Elche tres. Y si el empate incluyera al Rayo en lugar del Racing, Cádiz y Castellón tendrían siete puntos y Elche y Rayo cinco. Por tanto, en ningún caso el Castellón caería más debajo de la segunda plaza. Por este motivo, el Castellón, pese a estar momentáneamente por detrás del Elche en la tabla, estaba matemáticamente ascendido.

 El Racing de Santander también tendría asegurado el ascenso en caso de vencer. En caso de victoria del Cádiz, podría acabar en un cuádruple empate incluyendo también a Castellón y Elche, que ya hemos visto que dejaba terceros a los cántabros; en uno quíntuple, si también ganaba el Rayo, que les dejaba segundos o terceros (dependiendo del resultado que se diera en la victoria del Cádiz) o, en caso de que el Castellón no perdiera, en un triple empate con Elche y Cádiz (seis puntos para los gaditanos, cinco para los cántabros, sólo uno para los ilicitanos), o en uno cuádruple, que incluyera también al Rayo (ocho puntos para el Racing, siete para el Cádiz, cinco para el Rayo y cuatro para el Castellón). Con el empate, la situación se complicaba; Elche y Castellón ya resultaban inalcanzables, así que el Racing necesitaba que no ganasen Cádiz ni Rayo Vallecano, que les superarían en la tabla. Los empates de cualquiera de estos dos equipos o la victoria del Sabadell, les emparejaría en la tabla. El Racing salía airoso del cuádruple empate con estos tres equipos, y de cualquiera de los triples empates con dos de ellos (si el empate era con Cádiz y Sabadell, los tres estarían empatados a cuatro puntos, pero por goles marcados en los enfrentamientos directos, los cántabros serían primeros). En los empates dobles, el Racing superaba a Rayo y Sabadell, y estaba igualado con el Cádiz. En este último caso, habría que recurrir al cociente de goles general, y aquí los gaditanos superaban a los santanderinos. Por último, si el Racing perdía, aún podía ascender, pero para ello era necesario que perdiesen también Cádiz y Rayo, y que no ganase el Sabadell.

El Rayo, a pesar de estar empatado a puntos con Racing y Cádiz, tenía unas perspectivas mucho más complicadas. Aun ganando, no tenían el ascenso asegurado. Si ganaban también Racing y Cádiz, acabaría en un empate quíntuple (si perdía el Castellón), o cuádruple, quedando fuera de las plazas de ascenso en ambos casos. Si el Racing ganaba y el Cádiz no, se daría un triple empate si perdía el Castellón (seis puntos para los castellonenses, cuatro para el Racing y dos para el Rayo) o uno doble con el Racing, del que también salían malparados. Si ganaba el Cádiz y no lo hacía el Racing, podía darse un cuádruple empate con Castellón y Elche (que ya vimos que dejaba fuera a los rayistas) o un triple empate si el Castellón puntuaba (Cádiz cinco puntos, Rayo cuatro, Elche tres), que sería el único caso en que ascendieran los vallecanos. Si el Rayo empataba, salía perdiendo en el cuádruple empate con Racing, Cádiz y Sabadell, así como en los triples empates en los que estuviese incluido el Racing, pero sí ascendía si se producía un triple empate con Cádiz y Sabadell, o dobles empates con cualquiera de estos dos equipos. Así pues, en caso de empate, el Rayo necesitaba que perdiera el Racing y que no ganara el Cádiz. La derrota del Rayo le dejaría definitivamente en Segunda División un año más.

El Cádiz era el equipo que parecía tener la llave del ascenso de todos los demás, según el resultado que consiguiese en Elche. Su victoria le garantizaba el ascenso en todos los casos, al quedar empatado a puntos con el Elche, ya que esto le aseguraba la superioridad en cualquier triple, cuádruple o quíntuple empate en el que entrasen también Castellón, Racing de Santander o Rayo Vallecano. Si el Cádiz empataba en Elche, habría que recurrir a los posibles empates con Racing, Rayo y Sabadell, dándose la circunstancia de que salía perjudicado en el empate cuádruple y en todos los triples posibles, así como en el doble contra el Rayo, pero estaba igualado con Racing y Sabadell, teniendo que recurrir en este caso al cociente de goles general, que tenían muy favorable los gaditanos. Por tanto, en caso de empate, el Cádiz ascendería si perdían Racing y Rayo y no ganaba el Sabadell, o si el Racing empataba o el Sabadell ganaba, siempre que no se diesen ambas circunstancias. Por último, una derrota del Cádiz le dejaría sin ascenso a Primera.

El Sabadell era el que más complicado lo tenía. Sólo tenía opciones en caso de victoria, y estas pasaban porque perdiesen Racing, Rayo y Cádiz, ya que tenía perdido el cuádruple empate, así como todos los triples y dobles con cualquiera de ellos, excepto con el Cádiz, que lo tenía igualado, pero con una enorme desventaja en el cociente de goles general.

Todo lo anterior se resume en que el Castellón ya estaba ascendido, al Elche le valía con el empate y tenía mínimas opciones incluso con la derrota, Racing y Cádiz dependían de sí mismos en caso de ganar, tenían opciones empatando y los cántabros incluso perdiendo, el Rayo no dependía de sí mismo y sólo tenía opciones ganando o empatando, y el Sabadell sólo tenía opciones, y no muchas, en caso de ganar.

Los cinco partidos cruciales se jugaron el 24 de Mayo de 1981 a las cinco y media de la tarde. El primer gol se marcó en Sabadell, cuando en el minuto 7 Bonacic adelantó al Málaga; en el 19 el Rayo se complicó la vida al encajar un gol de Chaparro que ponía por delante al Palencia. El Sabadell empata en el 22 por medio de Mercader, mientras el Linares hacía el 1-0 al Castellón en el 28 por medio de Díaz. En el 30 Díez marcaba el empate del Rayo y en el 32 llegaba el primer gol que daba un vuelco a la clasificación, al hacer Zúñiga el 0-1 para el Cádiz en Elche. De ahí al final de la primera parte llegaron cuatro goles más en Sabadell (Bío volvía a adelantar al Málaga, Orejuela II y Lino remontaban para los vallesanos y Serrano restablecía el empate) y uno en Santander, que se adelantaba frente al Levante en el minuto 37 con un gol de Quique.

Al descanso, el Castellón perdía por 1-0 en Linares; el Racing ganaba por el mismo tanteo al Levante; el Cádiz vencía por 0-1 en Elche y los otros dos encuentros registraban sendos empates; a tres el Sabadell – Málaga y a uno el Rayo Vallecano – Palencia. Con estos resultados, se producía un cuádruple empate en cabeza, que daba el ascenso a Cádiz, Castellón y Racing, por este orden y dejaba fuera al Elche, así como al Rayo y al Sabadell, que quedaban descolgados. Pero aún quedaban 45 minutos.

El segundo tiempo empezaba con un nuevo gol del Málaga en la Nova Creu Alta, en esta ocasión de José en el minuto 51. Poco después, nuevo vuelco en la clasificación al empatar Chomin para el Elche en el 55, sacando al Cádiz de los puestos de ascenso, que en ese momento correspondían a Elche, Castellón y Racing. El Castellón empataba en Linares con un tanto de Mestre en el minuto 65 y la emoción iba aumentando hasta que llegó el decisivo minuto 78, en el que Mejías volvía a adelantar al Cádiz en Elche, dejando las cosas como estaban antes del descanso. Juanito ponía por delante al Linares ante el Castellón en el 80, Marian hacía concebir esperanzas al Rayo al remontar en el 81 el tanto inicial del Palencia y Bonacic hacía el último gol de la jornada para el Málaga en Sabadell, alcanzando el resultado de 3-5.

Se llegó así al final de los partidos, con la derrota del Castellón por 2-1 en Linares, la victoria del Racing por 1-0 sobre el Levante, las del Cádiz por 1-2 en Elche y el Málaga por 3-5 en Sabadell, y la del Rayo por 2-1 sobre el Palencia. De los seis aspirantes, cinco acababan empatados a 45 puntos, mientras el Sabadell se quedaba en los 42 y era superado por el equipo que le acababa de derrotar. Con el 1-2 del Cádiz en Elche, los resultados entre los cinco primeros clasificados a lo largo de la temporada deparaban la siguiente clasificación:

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El Castellón ocupaba la primera plaza, por haber sumado 10 puntos en los enfrentamientos directos. Cádiz y Racing de Santander tenían 9 puntos, y estaban igualados en los partidos que jugaron entre ellos (victoria del Racing por 1-2 en el Ramón de Carranza y del Cádiz por 0-1 en El Sardinero). Para deshacer la igualdad, hubo que recurrir al cociente de goles general, y aquí el Cádiz 55 goles a favor por 37 en contra, que daba un cociente de 1,4865, mientras el Racing había marcado 48 y había encajado 40, por lo que su cociente era de sólo 1,2. Elche y Rayo Vallecano sumaban 6 puntos, quedando por delante los ilicitanos, que habían empatado a uno en su campo frente al Rayo y habían vencido por 0-2 en Vallecas.

Curiosamente, el Castellón ascendía un puesto a pesar de su derrota, y se proclamaba campeón de Segunda División, acompañándole el Cádiz como subcampeón y el Racing como tercer clasificado. Fuera se quedaban el Elche, que una semana antes era líder, y el Rayo Vallecano vivía una circunstancia opuesta a la del campeón, al perder un puesto a pesar de ganar su partido.




Algunos libros muy interesantes

 

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Periodista e investigador, Eduardo Cantaro vuelve a recopilar, para todos nosotros, todos los datos de los Campeonatos Mundiales, al igual que ya hizo en su primera obra «100 años de fútbol olímpico».

 No es solo un libro estadístico, también nos relata historias y anécdotas acerca de la competición desde 1930 hasta el dia de hoy.

Además de las fases finales incluye las eliminatorias preliminares a cada fase final.

En el prólogo, Pablo Llonto considera que es un libro «imprescindible para las consultas futuras y para el sencillo trámite de ganar, o al menos empatar, una discusión».

 bravo-2 «38 campeones del fútbol argentino. 1891-1910», de Diego Ariel Estévez

 En esta nueva obra, Diego Ariel Estévez, periodista e investigador, bucea en la historia de los 38 clubes que en alguna ocasión ganaron algún título oficial en la Primera División del fútbol argentino, a cualquier nivel, ya sea a nivel nacional o allende las fronteras, como aficionados o como profesionales.

 El autor, en su obra, nos muestra las fechas y resultados de todos los partidos de cada campeón, las plantillas de jugadores con nombre y apellidos, las clasificaciones finales y las fichas de los partidos, acompañado de un pequeño texto que describe la temporada.

Cada capítulo cuenta, además, con dos páginas de historia argentina y mundial, escritas por el profesor Marcelo Musa, y una con columnas sobre cada uno de los clubes campeones, desarrolladas por reconocidos historiadores y periodistas.

Puede verse la presentación conjunta de ambos libros en las siguientes direcciones:

            http://www.youtube.com/watch?v=Y_lMU3kWTb8&feature=related

            http://www.youtube.com/watch?v=VbGz631K8q8&feature=related




El Ramón de Carranza: un clásico veraniego

Con alguna frecuencia, tanto en Europa como en América, el fútbol de 1ª División suele pasar de largo ante ciertas ciudades. Es como si no estuvieran hechas para el deporte rey, como si el gozo y las miserias del cuero no pudiesen enraizar en sus prados. Casi siempre, esa realidad suele acabar plasmándose en terca espiral: a fútbol de bajo nivel, escasa afición; ante la merma de aficionados, menores posibilidades de relanzamiento; no hallando acicates en él, los jóvenes optan por otras prácticas deportivas; bien por haber formado un buen bloque de baloncesto, hockey, balonmano, atletismo, balón bolea, ajedrez o remo, bien por puro desinterés, el fútbol concluye en la más lóbrega catacumba. Eso pudo haberle ocurrido a Cádiz sin el oportunísimo nacimiento de su ejemplar trofeo veraniego.

Hasta la temporada 1954-55, el club amarillo gaditano estuvo fluctuando entre la 2ª y 3ª División. O para ser más exactos, penando, sobre todo, por el desértico fútbol de bronce, que era como entonces solía denominarse a una 3ª con campos de tierra, vestuarios sin agua caliente y taludes a modo de graderíos. Taludes, por cierto, sumamente resbaladizos en cuanto caían cuatro gotas. Tras doce años midiéndose al San Fernando, Algeciras, Balompédica Linense, Jerez, Iliturgi, Emeritense, Utrera, Badajoz, Cacereño, Linares, Coria, Ceuta, Jaén, Antequerano, Calavera, Melilla o Atlético Malagueño, e incluso a los ya desaparecidos por obsolescencia (Electromecánica) o pura coherencia política (Larache, España y Mogreb de Tánger, Atlético y Español de Tetuán), tuvo lugar el ansiado ascenso a 2ª. Circunstancia, además, coincidente con la inauguración de su nuevo y coqueto estadio municipal.

Aunque aquel estadio se construyera con José León de Carranza ocupando la alcaldía gaditana, el mandatario declinó impusieran su nombre a la construcción, sugiriendo, en cambio, perpetuasen el de su progenitor, José Ramón de Carranza, uno de los más recordados alcaldes de la «Tacita de Plata». Aceptada la propuesta por aclamación, aquel lejano 3 de setiembre el propio José León presidiría la disputa de un torneo inaugural, con el club anfitrión y el poderoso Barcelona como contendientes. Lo de menos fue el resultado. Porque aquel encuentro, el magnífico sabor de boca que de él conservaron afición y autoridades, dejó abierta la posibilidad de instituir un torneo parecido con carácter anual. Acababa de vislumbrarse, por lo tanto, el trofeo Ramón de Carranza. Con el correr de los años, todo un clásico.

Las tres primeras ediciones (1955,1956 y 1957) se disputaron a modo de final, con dos únicos contendientes. Era, todavía, un torneo menor, uno de tantos, al que la tiranía presupuestaria otorgaba carácter casi local (Sevilla y el modesto Atlético de Portugal para la primera edición) o exclusivamente nacional (Sevilla – At. Madrid en la segunda y Sevilla – At. Bilbao en la tercera). La excelente respuesta de los aficionados y una ambición harto encomiable, posibilitaron el siguiente paso: cuatro contrincantes, y por lo tanto otros cuatro partidos, a partir de 1958, con Real Madrid, Sevilla, Wiener austríaco y Roma, inaugurando la nueva fórmula.

El Real Madrid, campeón del primer cuadrangular, contribuyó a otorgarle más prestigio, puesto que con Alonso, Atienza, Marquitos, Lesmes, Santisteban, Zárraga, Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento, entre otros, acababa de revalidar su título en la Copa de Europa, competición aparentemente forjada a su medida. Este hecho, el de mirar siempre hacia los clubes que Europa acababa de consagrar, o los más significados de la por entonces exótica Sudamérica, habría de coronarlo como rey del verano. Eso, y la circunstancia de constituir última puesta a punto antes del arranque liguero español.

El Real Madrid también pudo llevar a sus vitrinas la monumental obra de orfebrería en 1959 y 1960, para decepción de Barcelona, Milán y Standard de Lieja en el primer caso, y At. Bilbao, Stade Reims y Eintracht de Frankfurt en el segundo. El Stade Reims había sido uno de los potentes de Europa en el pasado reciente y el Standard, cuando el fútbol belga constituía temible potencia continental, en absoluto podía compararse a la modesta entidad en que hoy se ha convertido. La edición de 1961 incorporaría como gran novedad dos clubes sudamericanos: Peñarol de Montevideo y River Plate bonaerense. Los uruguayos a punto estuvieron de coronarse campeones, con Cubilla, Spencer, Cabrera, Sassía y Ledesma en su potente vanguardia, donde también Rocha aportaba lo suyo. Pero el formidable Barcelona de Pesudo, Foncho, Rodri, Gracia, Gensana, Martínez, Kocsis, Evaristo, Villaverde y Zaldúa, con Vergés y Garay como hombres de refresco, acabó imponiéndose. El propio club catalán renovaría laureles en 1962, aunque en la segunda tanda de penaltis, con Cubilla, figura uruguaya el año anterior, como refuerzo de oro para el extremo derecho. Incomprensiblemente, la perla charrúa no llegó a cuajar como azulgrana. Su fútbol finísimo fue considerado lento desde el principio, probablemente porque nadie supo ver en él la amplia oferta de cualidades que habrían de convertirlo en el Mundial mexicano de 1970, casi dos lustros después, en una de sus más destacadas figuras. Puestos a entrar con mal pie, a Cubilla llegó a detenerle Yarza su penalti.

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El portugués Eusebio, junto al también superdotado Paco Gento, encabeza la clasificación goleadora del Carranza.

Probablemente en 1963 no hubiesen faltado apostadores a favor del Barcelona, como nuevo tricampeón. Pero se lo impidió la apisonadora del Benfica, que con Cavem, Cruz, Coluna, Augusto, Torres, y sobre todo Eusebio, acababa de proclamarse campeón de Europa. Aquel Benfica disputó otras dos finales consecutivas, si bien concluiría doblando la rodilla contra el Betis de Papín, Ríos, Frasco, Ansola, Bosch y Rogelio, en la prórroga, y por un apretado 3-2 ante el Zaragoza de los «5 Magníficos», aunque en la final vistiera el gallego Pais la camiseta número 11 de Carlos Lapetra.

Continuaron sucediéndose campeones españoles hasta 1969. Real Madrid en el 66, Valencia en el 67 y At. Madrid en el 68, pese a la oposición de Torino, Corinthians, Peñarol o Vasco da Gama. Por fin, en 1969, el primer triunfador sudamericano, gracias al 2-0 endosado por el Palmeiras a un Real Madrid donde, junto a los «ye-yés», aún galopaba por su banda Paco Gento. Para entonces, gracias a las retransmisiones de Televisión Española -omnipotente y única referencia audiovisual en los hogares patrios- el Ramón de Carranza se había convertido en gran fiesta deportiva agosteña.

España, a punto de encarar los 70, bien poco tenía que ver con el país amedrentado de 1955. En 14 años parecía haber dado la vuelta, como un calcetín. La decidida apuesta por un turismo de clase media, unida al denodado esfuerzo de tres millones de emigrantes y su equivalencia en divisas, permitió construir carreteras y aeropuertos, modernizar escuelas, electrificar tendidos ferroviarios, mecanizar el campo, introducir productos en la cesta de la compra considerados un lujo hasta hacía bien poco, llenar de «600» los remozados caminos, combatir el invierno con las «catalíticas» a butano anunciadas por Gila, e incluso creer que la vida podía mejorar de verdad sin mediar un pleno de 14 en las quinielas. Nuestras playas, aún desobedeciendo pregones gubernamentales, se iban poblando de biquinis. El vermouth se convirtió en rito tras la misa dominical. Muchos compatriotas, bien por esnobismo, bien tras descubrir la existencia de una destilería en Segovia, concluyeron decantándose hacia el whisky desde el socorrido coñac, por más que beber cierta marca jerezana de «brandy» fuera «cosa de hombres». Y al compás de ese giro copernicano en lo sociocultural, quién sabe si porque el eco de las viejas conspiraciones judeomasónicas hubiesen perdido todo su efecto, o porque las masas sean más fácilmente controlables con los estómagos llenos, el franquismo fue aflojando la mano. Si bien seguía existiendo censura, en el cine se cortaban menos besos. «El graduado» pudo verse, pese a un argumento que apenas 7 años antes habría sido catalogado como gravemente peligroso. No parece que Dustin Hoffman escandalizase a nadie. Si acaso, aquella película sirvió para que muchos jóvenes descubrieran, gracias a su banda sonora, a Simon y Garfunkel. Todo evolucionaba, para desesperación de no pocos curas trabucaires. Incluso en la propia iglesia resultante del Concilio Vaticano II, guitarras y panderetas enmudecieron al armonium. Las mismas letras de canciones «made in spain» iban pasando de lo banal a la sugerencia, e incluso a la protesta, aún sin desterrar, como por otro lado parece lógico, la completa estulticia. España era un país decididamente abierto a las novedades.

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Y algunas novedades, siquiera en lo futbolístico, fue cuanto se empeñó en aportar el Carranza gaditano.   

Para cuando el Palmeiras de Sao Paulo volvió a levantar el trofeo en 1974 y 1975, mediando triunfos del Real Madrid, Benfica, At. Bilbao y Español barcelonés, ya habían contendido potentes clubes extranjeros: Independiente de Avellaneda; el poderoso Milán de Gianni Rivera; el Peñarol de Ladislao Mazurkiewicz, a la sazón considerado mejor portero del mundo; Botafogo; el Bayern de Munich de Sepp Maier, Beckenbauer, Uli Hoeness o «Torpedo» Muller; la «Juve» turinesa o aquella magnífica apisonadora de Amsterdam llamada Ajax, el excepcional Ajax, base de la «Naranja Mecánica» que anonadase en el Mundial alemán del 74 y que, paradójicamente, ni siquiera pudo llegar a la final gaditana. Al Palmeiras de 1974 y 1975 daba gloria verlo. Y eso que, a priori, sobre todo en 1974, se esperaba más de otros conjuntos. Del Santos, cuya referencia seguía siendo «O Rey» Pelé, y del Barcelona comandado por Cruyff, a quien todos consideraban príncipe heredero.

Pero el fútbol está lleno de sorpresas y aquel torneo las sirvió por partida doble. El Español derrotó en semifinales al idolatrado Santos de Carlos Alberto, Ze Carlos y Pelé, en tanto la muchachada del Palmeiras dejaba en la cuneta a los culés. El ansiado choque catalanopaulista pudo verse, sí, aunque tan sólo para determinar el orden de los colistas. El Barcelona batió a sus rivales por 4-1, quedando para Pelé, ya sombra de sí mismo, el pobre orgullo de salvar, mediante lanzamiento desde el punto de penalti, el honor santista. En la final, como ocurriría al año siguiente, frente al Real Madrid, los Leao, Luiz Pereira, Leivinha, César, Ademir o Edu, dejaron bien sentado por qué Brasil ocupaba el Olimpo balompédico.

Pese a todo, el Palmeiras no pudo añadir su nombre al de quienes ya habían festejado tres éxitos consecutivos. Se le cruzó un At. Madrid que para entonces contaba con dos de las anteriores estrellas campeonas: Luiz Pereira y Leivinha. Dos auténticos superdotados. Dos prodigios sobre el césped, sin nada en común. Anárquico, sobrado, indisciplinado tácticamente, juerguista, fumador no muy a escondidas, carismático, jovial hasta el exceso y obsesionado por marcar goles, el primero, pese a que su puesto en el eje defensivo exigiera otras aplicaciones. Y más callado, más veloz, más técnico, más permeable a las órdenes del banquillo, el segundo. A Pereira sólo parecía capaz de ponerle freno su propia esposa, una auténtica autoridad, según recuerdan quienes por aquella época compartieron vestuario e instalaciones colchoneras. Y a Leivinha, todo inteligencia, clase y pundonor, decidieron pararlo varios defensas de la especie que hace 35 años tanto abundaba. Hoy serían consideramos sacamantecas, conserjes de reformatorio, carabineros del antifútbol, si no carne de juzgado. Pero entonces, aún lesionándolo repetidamente, se fueron de rositas. Leivinha regresó a Brasil, tan mermado como descontento por sus varios meses en el dique seco, porque el cúmulo de patadas alevosas le impidió brillar conforme debía con su selección. Los perros de presa pudieron colgar las botas, impunes, sin aparentes borrones en sus hojas de servicio, mientras él entonaba un adiós anticipado a la gloria.

Entre tanto, los colchoneros, acaudillados por Luis Aragonés desde el banquillo, repitieron éxitos en 1977 y 1978, ante el Inter de Facchetti, Baresi, Merlo, Pavone, Anastasi y Altobelli, primero, y el River Plate de «Pato» Fillol, Passarella, Luque y Ortiz, después. En 1979, edición XXV del Carranza, un nuevo campeón brasileño, el Flamengo de Tita, Zico y Julio César, que reforzado con Marinho volvería a llevarse otro trofeo en la siguiente convocatoria. Y por fin, en 1981, el primer triunfo de los anfitriones.

Para entonces el Cádiz ya no era un club tan modesto. De penar en 2ª, e incluso retroceder hasta la 3ª en 1968-69, de traspasar a sus figuras (Miguel al Deportivo de La Coruña por 750.000 ptas., Lara al Granada por 500.000, Juanito al Barcelona por 3 millones y medio, Andrés al Real Madrid por 7 justos o Migueli al Barcelona por 12) para equilibrar balances, había pasado a militar entre los grandes, luego de quedar subcampeón de 2ª en 1976-77, con Mané, Villalba, Botubot, los veteranos Barrachina y Quino, el chileno Carvallo y los vascos Santamaría, Urruchurtu, Ibáñez, Otaolea o Cenitagoya. De manera que siendo ya un «grande» y con el milagroso Manuel Irigoyen dirigiendo la entidad, nadie podría considerar caprichosa su inclusión en el Carranza. Abonado al último puesto las ediciones 1977, 1979 y 1980, se deshizo en semifinales del CSK de Sofía en la tanda de penaltis e hizo historia frente al Sevilla, cuando Dieguito, atacante pinturero y bullicioso por cuya sangre corría en igual medida la fiebre del fútbol y el flamenco, marcó a 5 minutos del final el único tanto del partido. Como si hubieran tomado la medida al torneo, los amarillos volvieron a imponerse en 1983, tras prórroga y lanzamientos de penalti, luego de que el Real Madrid se tomara revancha de la Liga en el 82, frente a los donostiarras de la Real Sociedad. Y aún alzarían otro trofeo en 1985, ante el Gremio de Porto Alegre, otra vez gracias a su mayor precisión desde el punto de penalti.

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Dieguito se hizo un hueco en la historia del Cádiz y del Trofeo Carranza, al batir a Buyo en 1981. Tras colgar las botas impartió clases de baile flamenco.

 Los años 90 consagraron al Ramón de Carranza como el más grande de nuestros torneos veraniegos. Entonces soplaban muy malos vientos por otras latitudes. La avaricia de ciertos intermediarios, el desinterés de algunos públicos, la cada vez más acendrada costumbre de viajar por la península, nuestras islas o el extranjero durante el mes de agosto, aprovechando las vacaciones, crisis de patrocinio derivadas de puntuales repliegues económicos, a los que nuestro país parecía haberse apuntado, y hasta el simple cansancio, concluyeron con el entierro de numerosos cuadrangulares nacidos a su rebufo. El Carranza sobrevivió, aún cuando la bandera deportiva ciudadana se precipitase en 2B, eufemismo federativo equivalente a la antigua 3ª División, e incluso cuando todo parecía indicar la desaparición amarilla por ruina estrepitosa.

Las aguas, afortunadamente, no llegaron a mal río. Y hoy, tanto el Cádiz, con marcha dubitativa por la división de plata, como el trofeo Ramón de Carranza, dueño de su propio trono entre los más grandes, prosiguen, orgullosos, una digna andadura.

 

Hitos del Ramón de Carranza

.- Récord de goles en un solo partido: Alfredo Di Stéfano.

.- Máximos goleadores del torneo: Eusebio (Benfica) y Gento (R. Madrid), 8 tantos.

.- Algunas estrellas internacionales presentes en el Carranza con clubes extranjeros: (Leao, Pelé, Luiz Pereira, Leivinha, Zico, Marinho, Jair, Edu, Rivelino, (brasileños); Fillol, Santoro, Pastoriza, Passarella, Luque, Yazalde (argentinos); Kruyff, Neeskens, Hulshoff (holandeses); Mazurkiewicz, Cubilla, Matosas padre (uruguayos); Maier, Beckembauer, Hoeness, Muller (alemanes); Albertosi, Rivera, Maldini, Facchetti, Merlo, Altafini, Prati, Anastasi, Corso, Capello (italianos); Costa Pereira, Germano, Coluna, Eusebio, Graça, Torres, Simoes, Jordao (portugueses); Fazekas y Nagy (húngaros); Seminario (peruano); Luis Suárez (español).

 José Ignacio Corcuera       

   




Españoles en el fútbol cubano

Cuba, notable potencia deportiva en la actualidad, gracias a sus atletas de oro olímpico, a muy bien armados equipos de balonmano, balón-bolea o boxeo, por no mentar la treintena de beisbolistas con sitio en la liga norteamericana, apenas si representa algo para del panorama futbolísitico. Sin embargo hace tres cuartos de siglo, antes de que sus playas se pusieran de moda, cuando Pérez Prado aún no había popularizado el «Mambo» y sólo unos pocos emigrantes retornados distinguirían la guaracha del son, o el danzón de la trova, su fútbol fue meta y hasta prometedor El Dorado para bastantes españoles.

Eran tiempos de amateurismo marrón por nuestros pagos, de profesionalización encubierta o poco más que testimonial, atendiendo a sus devengos más bien exiguos. Al otro lado del océano, en cambio, parecían atar a los perros con longanizas, puesto que las muy nutridas colonias gallega o asturianas tentaban con espléndidos contratos a nuestras incipientes figuras. Pero curiosamente, pese a proceder del Cantábrico los más firmes puntales del pretérito fútbol antillano, la primera remesa de aventureros no fue galaica o astur, sino gerundense. Tan aparente anomalía tuvo su fundamento.

El 9 de julio de 1922, el Ateneu Deportiu de San Feliú se proclamaba Campeón de Cataluña en Segunda Categoría, al derrotar al Atlético Sabadell en el campo del F. C. Barcelona. Un enorme triunfo para la modesta agrupación guixolense, que ya había degustado otras mieles, pues desde 1918 supo alzarse con 3 títulos provinciales consecutivos. La euforia se desató por la comarca, como atestigua un pasquín impreso por M. Comas en su taller del propio San Feliú.

 Poble de Sant Feliu:

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Un crit inmens de Victoria sosmou la ciutat. Tot Sant Feliu brunz. El nostre Ateneu Deportiu en lluita noble i honrada ha conquerit el CAMPIONAT DE CATALUNYA. Els nostres jugadors plens d´amor ciutadá han posat ben alt el nom del nostre poble.

Ciutadans: Avui a las 6 de la tarde arrivarán els nostres valerosos equipiers. Vingueu a rebrels a la Rambla Vidal en just homenatje al seu esforç.

¡Visca l´esport guixolenç!

                                          ¡Visca l´Ateneu Deportiu!

 Tanta alharaca fue agriamente contestada por la prensa anarco-sindicalista. El 22 de julio de 1922, F. Barthe firmaba cuanto sigue en el semanario «Acción Socialista Obrera», publicación subtitulada como Periódico de cultura social, defensor de las causas obreras y órgano de los sindicatos obreros:

«Estos días pasados, con motivo del triunfo del «Ateneu Deportiu» de Sant Feliú en el Campeonato Regional de foot-ball, segunda categoría, vimos una hoja en la que se decía, entre muchas sandeces, que el «nombre de Sant Feliu había sido levantado muy alto». Llevar el nombre de una ciudad «muy alto» por acertar a dar unas cuantas patadas que den al goal nos parece, más que simple, estúpido. Un asno o un caballo lo llevarían más alto o más lejos. Nos parece bien que los jóvenes se diviertan, se entusiasmen y hasta que escriban tonterías propias de su juventud. Lo que no se puede comprender es que una multitud compacta se haga eco de semejantes niñerías y crea que un team lleve en su victoria sobre otros la prosperidad, el honor y la fama inmortal a una ciudad entera.

Aceptando el foot-ball, hemos de condenar enérgicamente ese ambiente sobrecargado de fetichismo, de idolatría, de patrioterismo, en el que se le va a deformar y a anegar.

El foot-ball debe ser el pasatiempo y expansión física y moral de la juventud, jamás el arma de combate o el trofeo de vanagloria de alguna entidad política, religiosa o económica, menos aún de una ciudad entera… ¿Qué hay de común entre Sant Feliu con sus 15.000 habitantes y once muchachos que saben «shootar» bien el balón?. Además no creemos que el mérito y la grandeza se hayan pasado de las arrugas del cerebro al metatarso de los pies, para que se festeje de esa manera tan general el progreso deportivo de unos jóvenes. Si en el foot-ball reside el progreso y la fama de un pueblo, hay que convenir que sobran centros de cultura y escasean terrenos de foot-ball.

Contra este ambiente castrador de la personalidad hay que levantarse. No podemos tolerar que se envenene la juventud con esta atmósfera de frivolidad y de insensatez que desde la adolescencia hasta la madurez viril, embota los sentidos y la mente de la juventud, inutilizándola para los problemas fecundos y trascendentales de la vida.

No queremos que el foot-ball, de juego sano y sencillo se convierta en corruptor y atrofiador de jóvenes, ni en pasión social, morbosa y decadente, que absorba hasta nuestro sentido común.»

Esto, que tan mal sentó en los ambientes deportivos de San Feliú, se escribía hace 80 años, aunque podría fecharse hoy mismo sin perder un ápice de actualidad. Sintiéndose insultados, casi todos los campeones decidieron emprender otro rumbo. Nanci, Pey o Feliú saltaron a otros clubes nacionales. Lluhí, Charles, Miró, Portero, Nicola y Gimbernat, se fueron a La Habana, donde el fútbol estaba mejor pagado. Y el caso es que entre la masiva deserción y el abatimiento social experimentado por las provincias catalanas durante los años de pistolerismo y «Dictablanda» de Primo, el glorioso Ateneu concluyó desapareciendo poco después. 

No tuvieron que esperar mucho los cubanos para recibir a otra expedición de futbolistas, esta vez gallegos. Por toda la isla, pero especialmente en La Habana, existían clubes con directiva y masa social española, entidades en las que un gallego, cobrando cantidades impensables en nuestra tierra, podía disfrutar de lo lindo mientras se dejaba abanicar por las palmeras, paseaba su ocio entre El Vedado y la multitudinaria Habana Vieja, o cedía a la morriña cuando el atardecer cubría los porches del Malecón. José Torres, Begoña, Simón, Blas, Chorens, Cachán o Arturo, conocido popularmente como «Picholas», deportivistas todos, se dejaron tentar por aquel dinero y la sed de aventuras. Ramón González, otro coruñés, a punto estuvo de ser el primer español en los campeonatos profesionales de Escocia, pues los responsables del Dundee United le hicieron una oferta en firme a raíz de los amistosos disputados contra el Deportivo, allá por 1924. El delantero gallego endosó en el segundo choque 5 goles a los de Glasgow, subcampeones en su liga. Suficiente, claro está, para desatarles la codicia. Pero apegado a su tierra, como estaba, González rechazó la invitación.

Cosme Vázquez (para el fútbol Cosme), también gallego aunque con militancia en los dos grandes clubes madrileños, fue otro degustador de la perla antillana. Sin embargo centrémonos en las andanzas cubanas de los deportivistas, aunque sólo fuere por haber constituido mayoría.

De todos ellos, puede que fuese Torres el mejor dotado futbolísticamente. Sin embargo la humanidad de Cachán eclipsó al resto.

José Torres Mourelle, padre del también futbolista -e internacional, aunque con la selección B- Carlos Torres, había empezado a jugar en los años 20 y tardó poco en emigrar al Iberia de La Habana. En 1930 regresó a La Coruña de vacaciones y sus amigos, compinchados con la saudade, ya no le dejaron marchar. Veloz, hábil y potente, buen corredor de la banda, rindió en el Deportivo hasta que un choque con el vigués Valcárcel adelantase su retirada. En los años siguientes ejercería de gerente en el Café Marineda y no supo negarse cuando le invitaron a formar parte de la directiva albiazul. Cuba y el Deportivo le acompañaron siempre: la isla con un rastro de acento cachazudo y el club cosiéndole su escudo al corazón.

El singularísimo Cachán, por su parte, constituye inagotable pozo de anécdotas.

Hospiciano y analfabeto, Laureano José Rodríguez, pues ese era su nombre real, tan anárquico en los terrenos de juego como en cada faceta de su vida, destacaba como extremo izquierdo por la limpieza de su toque y una rara precisión en cada centro sobre el área. Recién llegado al Club Iberia de La Habana, escuchó el grito de ánimo coreado por los incondicionales: «Cachín, Cahán, Cachumba. Iberia es la que zumba». Orgullosísimo, se acercó a su compañero Pepe Torres. «¿Los oyes?», dijo; «No se me había ocurrido pensar que aquí, tan lejos de casa, pudieran conocerme tanto». Y sin salir de su error, fue a saludar desde el centro del campo entre el jolgorio de la afición.

Cachán, ya de vuelta a La Coruña, se hallaba una tarde en las oficinas del Deportivo, viendo cómo sus compañeros echaban una mano en la extensión de recibos. Quizás por pasar el rato, tomó una  pluma e hizo varias rúbricas. Luego de estudiarlas muy complacido, las mostró a todos, sonriente, mientras aseguraba: «Qué buena letra tendría si supiese escribir, ¿no os parece?».

Pero el pobre Cachán no aprendió jamás. En vísperas de la Guerra Civil era una especie de vagabundo sin raíces ni techo fijo. Consta que hallándose el Deportivo coruñés muy necesitado de efectivos, averiguaron sus dirigentes el paradero de tan pintoresco personaje, vagabundeante por Andalucía. Sin perder un minuto le giraron dinero junto con un telegrama, para que tomando el primer tren se aprestase a colaborar con sus centros en la buena marcha del club. Laureano tardó casi 15 días en aparecer y cuando se le preguntó si no había recibido aquella cantidad, rehuyó justificarse: «Vine de polizón. Hubiera sido una tontería gastarme esos duros en el viaje, pudiendo hacerlo gratis».

Meses más tarde su mala suerte habría de jugársela definitivamente. Sin comprender la locura desatada a su alrededor, penetró en una armería de San Andrés recién asaltada por jóvenes sindicalistas empeñados en hacer frente a la sublevación militar. Allí fue prendido, interrogado a trompazos y, tras oportuna mediación del mandatario coruñés Ramón de Llano, forzado a alistarse como voluntario en las milicias de Renovación Española. Apenas tuvo tiempo de agasajar a su benefactor con una bandeja de pasteles, adquirida nada más cobrar su primer sueldo de legionario. Le aguardaba el frente de Asturias y entre explosiones, miedo y ráfagas de ametralladora, agazapada en las trincheras, la muerte. Sus restos fueron recogidos por el Dr. Candama, también antiguo jugador deportivista y viejo compañero en los vestuarios de Riazor.

Claro que no todos los españoles integrados en el fútbol cubano llegaron como profesionales. Para ilustrarlo, ahí van unos apuntes.

Hilario Fernández Rodríguez (Hilario), potente medio centro asturiano, arribó muy joven a las Antillas como un emigrante más. De ese modo estuvo compaginando los quehaceres laborales cotidianos con su militancia deportiva en  el equipo de Cienfuegos. Nada más regresar, fue fichado por el Stadium Avilesino, cuyos colores defendería desde 1927 hasta 1942, aunque con algún intervalo.

Manuel Vidal de Cárcer representa el rizo más original de cuantos jugaron en Cuba. Hijo de Barcelona (1906), fue hasta el Caribe guiado por su aversión al servicio militar. En la Gran Antilla destacó como cancerbero hasta su regreso, en 1931. Sometido a prueba por el Barcelona, luego de haberse ofrecido, integró la primera plantilla catalana durante dos campañas. Sólo jugó 23 partidos, porque Nogués representaba entonces un enorme obstáculo. No obstante dejó huella de elegancia y espectacularidad. Para su salida de la entidad blaugrana tuvieron mucho más peso las razones de tesorería que las puramente deportivas. Piera o Samitier fueron otros eliminados aquel 30 de diciembre, ya que sus fichas desnivelaban considerablemente el presupuesto de un club atormentado por anteriores dispendios. Andado el tiempo, Vidal de Cárcer se haría entrenador y cuando tuvo lugar su fallecimiento, en 1998, era el gran patriarca de los ex-jugadores culés.

Lo cierto es que Cuba, durante los años 20 y primeros 30, gozaba de un fútbol cuajado de españoles, aunque la mayoría fuesen hijos de emigrantes. El hambre y la ausencia de expectativas, a menudo amalgamadas con cierta atmósfera de inseguridad, ensombrecían amplias zonas de aquella España, heredera directa del caciquismo, la explotación laboral sobrevenida a la industrialización, y el alarde ostentoso de una burguesía sólo liberal en materia económica. Cuba, en cambio, y no sólo Cuba, sino América en su conjunto -imposible olivar Argentina o México- representaba la esperanza, la quimera de una fácil prosperidad. Muy de tarde en tarde llegaban noticias sobre aquellos futbolistas. Y cuando ello ocurría, solía ser porque desandaban el camino para fichar por uno de nuestros clubes.

El Real Oviedo, entidad de novísimo cuño luego de fusionarse dos sociedades carbayonas, rescató a algunos nada más instaurarse el Campeonato Nacional de Liga. El primero fue Bienvenido López Santos (para el fútbol Bienvenido), un medio del Juventud Asturiana de La Habana, al que sólo alinearon en 3 partidos del campeonato inaugural, es decir 1928-29. Los ovetenses militaban en 2ª División y no se arrugaron con su primer fracaso. En 1930 repatriaron al defensa Gregorio Fernández González (Goyo en las alineaciones), natural de Oviedo pero forjado, como su antecesor, en el Juventud Asturiana habanero. Éste demostró estar más hecho, y consecuentemente intervino en las 18 jornadas del campeonato nacional 1930-31, y en 8 del siguiente. Durante su segunda temporada como azulón coincidió con otro «cubano», el medio natural de Gijón Valentín Álvarez Trabanco, alineado como Valentín en los pocos partidos amistosos o de torneos menores que tuvo ocasión de disputar, porque lo que es en el Campeonato de Liga de 2ª División, quedó inédito. Procedía, a diferencia de sus predecesores, de la Sociedad Cataluña de La Habana.

Tras reexpedirlo a su procedencia, junto al Caribe, ya no insistió en sus experimentos el Real Oviedo. Bien al contrario, comenzó a tejer un cuadro potentísimo espigando en el vivero vasco (Lángara, Inciarte o Mugarra), o el de los vecinos gijoneses (Sirio Blanco y Herrerita), sin perder de vista al por entonces más que notable Stadium Avilesino (Galé y Casuco). Con todos ellos, más la prometedora incorporación de un jovencísimo empleado del Ferrocarril Vasco-Asturiano llamado Emilio García Martínez (el más adelante internacional Emilín), no sólo pudo auparse a la máxima categoría, sino obtener el subcampeonato en una competición liguera que, prácticamente como ahora, pretendían monopolizar Real Madrid y Barcelona, con la incrustación del potentísimo Athletic de Bilbao dirigido por Mr. Pentland. 

Pero quizás el más ilustre aventurero en Cuba fue Gaspar Rubio (Serra, Valencia, 1908). Frío, calculador hasta el punto de rehuir el choque en un fútbol fundamentalmente físico, tan genial como indolente y conflictivo, profesional desde que fichase por el cuadro de San Sadurní de Noia a los 14 años y con un ego sin límites, alentó tertulias, dio trabajo a los linotipistas y hasta forzó la primera denuncia por abandono de un club español ante la FIFA. Para cuando llegó al Madrid en 1928, ya había dejado huella de su clase en el Nuria, Reus, Sport Gracia y Levante. Con los merengues obtuvo 12 goles en el primer campeonato de liga y 18 en la segunda edición (1929-30), al término de la cual se fugó a La Habana, para enrolarse en el Juventud Asturiana. Allí tuvo la desgracia de que le fracturasen una pierna y todavía mediada su recuperación decidió saltar hasta México, fichado por el Club España, desde donde le tentaban con la astronómica cantidad de 14.000 pesetas mensuales. Sirva como referencia que un muy buen sueldo español difícilmente superaba por esa época las 1.500 ptas. Fue entonces cuando el Madrid exhibió ante la FIFA sus derechos federativos, no obteniendo mucho más que buenas palabras.

Aseguran que recién llegado a México, los reporteros se interesaron por las características del astro como futbolista. Y Gaspar, sin complejos, se mostró rotundo: «Les puedo dar una pista. ¿Han visto ustedes a Samitier sobre un campo de fútbol?. Pues algo parecido, pero en mejor». También se le achacan otras muchas salidas de exagerado ingenio, tendentes siempre a la vanagloria y la fácil cohetería. Como ocurre con los toreros míticos, de ser ciertas la mitad de ellas, estaríamos ante un personaje sin par.

El hijo pródigo, hechas las Américas, volvería a vestir de blanco para ser rápidamente traspasado a los vecinos «colchoneros», entrando en la operación el atlético Ordóñez. Después de ser rojiblanco durante dos temporadas, nuevo salto a Valencia en la campaña 1934-35 y otra vez a Madrid, cerrado el paréntesis de la Guerra Civil, para proseguir su andadura por Granada y Murcia. Ya para entonces había dejado de ser «El Mago Gaspar», sobrenombre con que le conocía la afición de preguerra, e incluso «El Rey del Astrágalo», cuya paternidad parece obra del periodista Rienzi, al ser operado de un hueso sobre cuya existencia nada sabía el 99% de los españoles. Había sido un mito, internacional en 4 ocasiones, con 9 goles marcados, e incluso avispado instigador de las primas como retribución individual, al exigir a la Federación Española, en 1929, 10 duros por cada gol marcado a Inglaterra. Suficiente curriculum para lanzarse a entrenar, tarea en la que se empeñó durante años con más pena que gloria. Balompédica Linense, Levante, Melilla, Hércules, Granada, Atlético Baleares, Orihuela, Hércules nuevamente, Lérida y Atlante mexicano, contaron con él. América, estaba visto, le tenía marcado. Hasta el punto de que allí, en el México de sus correrías, habría de fallecer el 4 de enero de 1983.

Nuestra posguerra, con sus secuelas de drásticas limitaciones, dificultades sin cuento para la obtención pasaportes y, por qué no decirlo, con el decisivo concurso del leonino derecho de retención, guillotina de espíritus aventureros y vía muerta ante cualquier reivindicación deportiva, prácticamente cerró con doble portillo el flujo de emigración futbolística al Caribe. Los contactos de nuestro fútbol con el de aquellas latitudes se redujo a lo puramente testimonial. Alguna gira veraniega. Algún bolo de pretenporada. Unas pocas exhibiciones asturiana o gallegas ante el paisanaje de la hégira. Justo hasta el triunfo de la revolución castrista. Luego ya ni eso. El béisbol, o «la pelota», como allí lo denominan, barrió al balón de cuero.    

Tiempos pretéritos, en los que Cuba constituía un buen mercado para el futbolista español. La perla antillana, entonces, sonaba de veras como país futbolístico.

  




«Historia y estadística del fútbol español»: La gran obra enciclopédica de Vicente Martínez Calatrava

No hay una razón de mayor peso para que el CIHEFE y la IFFHS se enorgullezcan que el simple hecho de contar entre nosotros con D. Vicente Martínez Calatrava, el único historiador Español capaz de ejecutar con maestría una obra histórica de tal envergadura. D. Vicente es hoy por hoy una de las referencias a la hora de proceder a realizar cualquier consulta relativa a la historia del fútbol Español y es un colaborador activo como asesor en diversos medios de comunicación e instituciones deportivas.

No es precisamente el estilo de nuestra revista (y del CIHEFE) el de hablar sobre nosotros mismos, pero en ocasiones es preciso y educativo para todos aquellos que sin duda sienten interés por la historia de este deporte. Contar con D. Vicente es sin duda una muestra más de que el CIHEFE es hoy por hoy la referencia en esto de la historia y estadística del fútbol español; no en vano se trata del centro pionero en la investigación histórica del fútbol español.

Vicente Martínez Calatrava, nació en Benimámet (Valencia) en 1947. Durante más de 30 años compaginó en Barcelona su trabajo de delineante e ingeniero técnico de telecomunicaciones con su gran afición: el fútbol.

Esta obra, que consta de 9 tomos repartidos en seis entregas que ahora resumiremos, es el fruto de muchos años de búsqueda y recopilación de datos por archivos, bibliotecas y hemerotecas. En ella se recogen con minuciosidad los avatares del fútbol español durante el pasado siglo y básicamente lo que llevamos de éste. Es una obra «viva», en constante crecimiento y que aporta los datos contrastados estadísticos más relevantes de la historia futbolística española, así como curiosidades variopintas de nuestro fútbol. Una obra que sin duda, si te gusta esto de la historia, hay que tener obligatoriamente en las estanterías de nuestra casa. Aquellos que ya la tienen, que son muchos, la consideran una pieza imprescindible de sus estanterías.

La primera entrega se titula «De los inicios a los juegos de Amberes (1920)». Está compuesto por 348 páginas, conteniendo en las mismas  256 fotografías en blanco y negro y aproximadamente 120 cuadros de resultados de campeonatos regionales y nacionales, campeonato de España, partidos amistosos y tablas de estadísticas. Constituye sin duda una visión muy certera de la realidad existente de nuestro fútbol en ese periodo de tiempo.

La segunda entrega tiene por título «De los juegos de Amberes a la Guerra Civil (1920-1936)». Este número está Compuesto por dos volúmenes y 754 páginas de una precisión histórica abrumadora. Cuenta con 353 fotografías en blanco y negro y una gran cantidad de cuadros con resultados de campeonatos regionales, nacionales e incluso internacionales. Como novedad tiene un apéndice final de 60 páginas con tablas de todas las alineaciones y goleadores de primera división de liga desde su inicio hasta 1936, contrastadas con rigurosa minuciosidad. Y para terminar de hacerla interesantísima cuenta con la aportación de nuestro querido amigo reciente y tristemente fallecido D. Félix Martialay.

La entrega tercera, la tercera parte de esta descomunal obra histórica, tiene por título «De la guerra Civil al mundial de Brasil (1939-1950)». Una obra de una dificultad de realización importante dado el panorama vivido por nuestro país en aquella época. Aún así D. Vicente Martínez fue capaz de aglutinar todos los datos relevantes y otros «impensables» de todo el fútbol español de posguerra y su adaptación a la situación política existente. La obra culmina con todos los detalles de aquella nueva generación de futbolistas que culminaron con la conquista del cuarto puesto en el Mundial de Brasil. Una obra que se refleja en sus 408 páginas y sus 185 fotografías en blanco y negro. Además como es costumbre en el trabajo minucioso que desarrolla D. Vicente Martínez, nos deleita con el desarrollo y resultados de todas las competiciones a nivel nacional, partidos internacionales, amistosos y torneos locales. Para todo ello nos regala un apéndice final de 100 páginas con tablas de todas las alineaciones y goleadores de primera división de liga durante esta década minuciosamente contrastadas.

La siguiente entrega, la cuarta,  tiene por título «Del gol de Zarra al Gol de Marcelino (1950-1964). Abarca sin duda uno de los periodos de gran brillantez para nuestro fútbol delimitado por dos famosos goles: el de Zarra a Inglaterra y el de Marcelino a la URSS, que nos proporcionó la Eurocopa de 1964. Años donde los Di Stéfano,Suárez, Kubala, Gento, Ramallets, Wilkes, Waldo, Puskas, Luis, Peiró dieron las mayores glorias y nuestros clubes acapararon prestigiosos éxitos internacionales en la Copa Latina y las primeras competiciones europeas.

De verdad os digo que nadie debe perderse este exquisito volumen de 610 páginas y 240 fotografías fruto de un minucioso trabajo de investigación, como el de los anteriores tomos. Además, como es costumbre de D. Vicente Martínez Calatrava este tomo cuenta con numerosos cuadros de resultados de primera, segunda y tercera división, todas las competiciones nacionales e internacionales, tablas estadísticas y alineaciones de todos los partidos de liga de primera división. Sencillamente una joya para aquellos que gusten de la historia del fútbol español.

Pero si hay una entrega que refleja la incipiente realidad de nuestro fútbol actual esa es la quinta, bajo el título «Del campeonato de Europa al Mundial de España (1964-1982)». Y es que tras el éxito de la etapa anterior, según explica con todo lujo de detalles D. Vicente Martínez Calatrava, se entra en una prolongada crisis tanto de sociedades como de jugadores. Los sistemas defensivos, dedicados única y exclusivamente a la destrucción del juego, por un lado y el impresionante negocio que empieza a montarse en torno a los clubs, por otro, producen un estancamiento en la evolución en contraste con los demás países donde los sistemas de juego han mejorado considerablemente el nivel deportivo de su fútbol. Este declive se hace alarmante en algunas temporadas donde destacan más los turbulentos escándalos extradeportivos que el nivel del fútbol desplegado por los equipos, culminando con el estrepitoso fracaso del Mundial español.

Y finalmente la sexta entrega de D. Vicente Martínez Calatrava, con el título «Del mundial 82 a la final española de París (1982-2001)». En este tomo, que recoge los avatares históricos más recientes de nuestra historia se puede encontrar abundante documentación a cerca de las consecuencias derivadas del Mundial organizado por España y sobre la crisis económica de los clubs y el proceso de transformación en sociedades anónimas. En esta entrega se abordan además otras temáticas que han marcado el fútbol en la actualidad, tales como La ley Boosman y la entrada masiva de jugadores de otros países propiciada por los suculentos contratos que ofrecen los clubs al amparo de halagadoras y sustanciales promesas económicas, derivadas de las nuevas tecnologías audiovisuales. Vicente nos expone con total claridad un mundo futbolístico totalmente alejado de aquellas primeras manifestaciones espontáneas en los pedregosos descampados Onubenses en los que se dio origen al football organizado (más o menos). Un siglo completo de historia culminada a nivel deportivo con las actuaciones de la «Quinta del Buitre», el «Dream Team», la «séptima», la «octava» y… del Madrid. Y como colofón la final española de París.

Si desean más información sobre esta imprescindible obra de historia del fútbol español a continuación os damos las direcciones Web en las que pueen informarse:

http://vmcalatrava.blogspot.com/

http://www.telefonica.net/web2/historiafutbol/

 




Cuando el Chupa-Chups se llamaba «Chupete Sport»

 

 En la sección dedicada a las colecciones de cromos de fútbol añejas traemos una excepcionalmente rara e interesante. Se trata de una colección editada por la marca de Chocolates y Caramelos Buttercao, radicada en la población de Benicarló (Castellón). La colección, así como la actividad de la empresa, se remonta a los años 20. Tenemos constancia de la actividad promocional de «Buttercao» a través de un par de colecciones de los típicos cromos de los chocolates de los años 20. Una de ellas dedicada a la vida de Miguel de Cervantes y otra, de 20 cromos, titulada «Rompecabezas» donde el cromo, una vez recortado se convertía en un sencillo rompecabezas para montar. No son muchas colecciones si consideramos la gran cantidad de las mismas que editaron como herramienta promocional otras marcas, mucho más importantes, en su mayoría originarias de Cataluña. Los Chocolates y Caramelos Buttercao aparecen como empresa de tipo familiar, dirigida por los Hnos. Romero en un principio y más adelante por Francisco Romero, en lo referente a los chocolates, con dos localizaciones diferentes, una para los chocolates (C/Mariscal Foch 75) y otra para los caramelos (C/Comercio 15 y 17)[1] en las primeras referencias, apareciendo en una guía comercial de Castellón de 1948 con una localización diferente para la fábrica de chocolates: C/Cardona-Sta. Teresa 7. Esto evidencia que la actividad de Buttercao se prolongó desde los años 20 hasta el final de los años 40, no teniendo constancia de su existencia más allá de las fechas señaladas. Con una distribución que no dudamos en calificar como local, Chocolates y caramelos Buttercao apostaron fuerte a mediados de los años 20 con una colección sobresaliente y muy difícil de conseguir, ya que a día de hoy se conoce tan solo un ejemplar de la colección, virtualmente completa y en aceptable estado.

           a2-butter

 Los chupetes «Sport» debían ser un invento propio y patentado de Buttercao. No disponemos de datos concretos, ni imágenes que sustenten nuestra afirmación, pero por el nombre y las características de la producción de la marca, debían ser una especie de chocolatinas o caramelos con forma de chupete y que incluirían un cromo como premio para animar a los niños a comprarlos. Una especie de arcaico Chupa-Chup. La colección  consta de 80 cromos de reducido tamaño, entre los que encontramos futbolistas y boxeadores. Los cromitos, de gran colorido, miden 1’9 x 2’4, y se pegan en unos recuadros que llevan el nombre de cada deportista. Los cromos llevan en una tinta muy débil de color azul el nombre del deportista para poder identificarlo y pegarlo en el lugar que le corresponde. Los dorsos de los cromos están en blanco. El álbum, una hoja del tamaño de una holandesa, mide 24 x 29 y por detrás está en blanco. En la misma se indica que aquel que complete el álbum podrá conseguir un balón de fútbol o unos guantes de boxeo. Este es el quid de la cuestión. Se trata de una colección con premio gordo, incentivo aún mayor que el de completar el álbum, ya que hacerlo conlleva doble satisfacción: acabar una bonita colección y conseguir gratis un balón de fútbol o unos guantes de boxeo. Como bien sabrá el lector, ahí radica el truco de estas colecciones: acabarla otorga un premio, por tanto debe existir un cromo»imposible» ése que realmente otorga el regalo y que aparecería con cuentagotas en los chupetes Sport.

            Si observamos el listado de los cromos comprobaremos que muchos jugadores aparecen más de una vez. Estrategia comercial para con menos fotos alargar la colección y hacer que las ventas sean mayores. El cromo «imposible» es Alcántara del F. C. Barcelona. Mi teoría es que, a pesar de que el equipo que tiene más jugadores es el Valencia F. C., razón lógica, pues uno de los polos comerciales importantes para la marca debía ser la capital del Turia, los fabricantes otorgaron el valor mayor a un jugador del F. C. Barcelona debido a sus simpatías culés. No es descabellada esta teoría si se comprueba que a partir de localidades muy cercanas a Valencia, en la provincia de Castellón, la afición del F. C. Barcelona es legión. Más allá de estas hipótesis, la colección se ha listado con una numeración que se incluye junto a los cromos identificando la posición (fila-columna) de cada cromo. Este es el listado:

 1-1 Méjias (Madrid F. C.)

1-2 Hipólito (Valencia F. C.)

1-3 Pelaó (C. D. Europa)

1-4 Pellicer (C. D. Europa)

1-5 Sarmiento (púgil)

1-6 Sagi-Barba (F. C. Barcelona)

1-7 Loayza (púgil)

1-8 Javier (C. D. Europa)

1-9 Ruíz (púgil)

1-10 Sezúmaga (Arenas Club)

2-1 Torralba (F. C. Barcelona)

2-2 Martínez (púgil)

2-3 Sharkey (púgil)

2-4 Samitier (F. C. Barcelona)

2-5 Cubells (Valencia F. C.)

2-6 Alcántara (F. C. Barcelona)

2-7 Jim – Moran (púgil)

2-8 Uzcudun (púgil)

2-9 Laca (Arenas Club)

2-10 Planas (F. C. Barcelona)

3-1 Bordoy (C. D. Europa)

3-2 Ayarza (Arenas Club)

3-3 Simarro (Valencia F. C.)

3-4 Mariano (Valencia F. C.)

3-5 Alcázar (C. D. Europa)

3-6 Yermo (Arenas Club)

3-7 Peña (Arenas Club)

3-8 Jauregui (Arenas Club)

3-9 Monjardín (Madrid F. C.)

3-10 Firpo (púgil)

4-1 Delaney (púgil)

4-2 Vallana (Arenas Club)

4-3 Piñol (Valencia F. C.)

4-4 Cubells (Valencia F. C.)

4-5 Morgan (púgil)

4-6 Laca (Arenas Club)

4-7 Coak (púgil)

4-8 Dempsey (púgil)

4-9 Hansen (púgil)

4-10 Orun (púgil)

5-1 Escobal (Madrid F. C.)

5-2 Sicilia (Madrid F. C.)

5-3 F. Pérez (Madrid F. C.)

5-4 Serra (C. D. Europa)

5-5 Juliá (C. D. Europa)

5-6 Robus (Arenas Club)

5-7 Quesada (Madrid F. C.)

5-8 Sancho (F. C. Barcelona)

5-9 Sarmiento (púgil)

5-10 Laña (Arenas Club)

6-1 Robus (Arenas Club)

6-2 Tunney (púgil)

6-3 Careaga (Arenas Club)

6-4 Garrobé (C. D. Europa)

6-5 Martí (F. C. Barcelona)

6-6 Montes (Valencia F. C.)

6-7 Escobal (Madrid F. C.)

6-8 Méjias (Madrid F. C.)

6-9 Pascual (C. D. Europa)

6-10 Cros (C. D. Europa)

7-1 Barrero (Madrid F. C.)

7-2 Rino (Valencia F. C.)

7-3 Esteban (Valencia F. C.)

7-4 Bernabeu (Madrid F. C.)

7-5 Mengotí (Madrid F. C.)

7-6 Del Campo (Madrid F. C.)

7-7 Piñol (Valencia F. C.)

7-8 Longhran (púgil)

7-9 P. Sáez (púgil)

7-10 T. Tomás (púgil)

8-1 Marín (Valencia F. C.)

8-2 Juliá (C. D. Europa)

8-3 Vallespín (púgil)

8-4 Javier (C. D. Europa)

8-5 Esteban (Valencia F. C.)

8-6 Murall (púgil)

8-7 Quadrini (púgil)

8-8 F. Puig (púgil)

8-9 Ciclone (púgil)

8-10 T. Cola (púgil)

 Sin duda alguna, esta colección goza de unas características que la hacen especial y, en mi modesta opinión, es una de las más valiosas y sobresalientes de su época.


[1] Quizá cada hermano se dedicaba a una de las empresas, siendo Francisco Romero el responsable de la factoría de los chocolates y otro hermano se ocuparía de la de los caramelos.




El reverendo padre Lorenzo Massa

«Aunque hayan pasado tantos, pero tantos años lo recuerdo perfectamente. Hacía apenas unos días había fallecido mamá. Y nosotras éramos muy chicas todavía. Yo tenía 13 años y mi hermana Margarita, 11. Después la vida me enseñó que una persona nunca es lo suficientemente grande como para soportar semejante pérdida. El caso es que papá, por su trabajo no podía atendernos, y por eso fue que nos pusieron como alumnas pupilas en aquella escuela de monjas. La única salida era los domingos cuando nos llevaban a la misa que se celebraba en la Iglesia del Colegio Don Bosco. Allí escuchamos durante casi cuatro años los sermones del Director, un sacerdote que nos hablaba con un lenguaje sumamente sencillo. De su mensaje, siempre relacionado con el amor a la vida, fuimos sacando cada semana las fuerzas con las que pudimos enfrentar la tristeza y la soledad.»Estas palabras las pronuncia una señora que acaba de cumplir 78 años. Es mi madre y se refiere a las enseñanzas que recibió del Padre Lorenzo Massa.

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En Morón el 11 de Noviembre de 1882, nació Lorenzo Bartolomé Massa, tal cual figura en la Libreta de Enrolamiento n° 622 Región I Distrito Militar 4; aunque en el Acta que certifica su Bautismo aparece un tercer nombre: Martín. Era hijo de un inmigrante italiano de Turín, que también llevaba por nombre Lorenzo, y de doña Margarita Scanavini. Con sus hermanas Ángela y Blanca, que también fueron religiosas del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, se completaba la estructura familiar donde los valores cristianos tenían una marcada influencia.
Como alumno del Colegio Pío IX de Buenos Aires, despertó su vocación religiosa inspirada en el ejemplo que recibía de sus maestros salesianos y terminando el Siglo 19, Lorenzo Massa recibió el hábito clerical de las manos del padre José Vespignani. En 1900 tuvo su primer trabajo como salesiano en la Escuela Agrícola Don Bosco de Uribelarrea, hasta que en octubre de 1902 volvió al Pío IX, pero ya en carácter de maestro y asistente en las disciplinas teológicas. En 1908 a sus responsabilidades eclesiásticas le incluyeron la de ser el encargado del Oratorio de San Antonio.

Pestañea el siglo sus primeros años en Buenos Aires que se empeña en desplegar a los tres costados posibles el borde de su progreso. Como gorriones sobre miguitas de pan, en cada esquina, en cada barrio, los chicos ofrendan sus mejores energías corriendo tras una pelota. Juegan al fútbol, ese juego que los ingleses locos acaban de bajar de los barcos y que las bandadas de nuestros pibes van descubriendo con fascinante desparpajo. Bajo el cielo de calle México, que en el Barrio de Almagro es de tierra, todas las casas son bajas y modestas como las aspiraciones de quienes las habitan. Uno de aquellos pibes, un pájaro porteño que se llama Juancito Abondanza, impulsado por el motor de su bullicio, se lleva por delante el paso de un desvencijado tranvía de la línea 27. La providencia, a través de la pericia del motorman, quiere solamente un susto para detener aquella corrida por la punta derecha. Dios jamás economiza sus milagros y hace subir a esa escena la mansa mirada del Padre Lorenzo Massa. _»¿Quién es el cabecilla de la barra?». Los gorriones se miran asustados, porque siempre es la policía o algún vecino cascarrabias el que pone drástico final a los callejeros desafíos. Hasta que uno de los chicos, Luisito Giannella, le señala a «El carbuña». Es Federico Monti, un pibe grandote que trabaja de carbonero, ocupación de cual provienen el sustento y el apodo. El ofrecimiento no tiene prólogo: desmalezar el terreno contiguo al Oratorio de San Antonio y jugar allí a la pelota. Los pibes que rápidamente aceptan, ya tiene de patrimonio una pelota, un sueño y el orgullo de haber nacido en el Barrio de Almagro. La camiseta es color borravino y todavía nadie la ha visto salir derrotada de ningún potrero por más guapos que fueran los rivales. _ «El domingo que viene les traigo un cuadro muy bravo. Son todos alumnos del Colegio de San Francisco. También voy a comprar dos juegos de camisetas; el equipo que gane se la guarda como premio», les dice el Padre Lorenzo Massa a «Los Forzosos de Almagro». Vinieron nomás los alumnos del San Francisco («Ya van a ver esos copetudos» es la amenaza que todos suscriben sin que ninguno se atreva a declarar), con sus relucientes uniformes, y por sorteo a ellos los tocó ponerse unas camisetas blancas y verdes a rayas verticales. «Los Forzosos» se visten con las otras, que son azules y rojas, también a rayas («Le ganamos 5 a 0 a esos pataduras» ha quedado en firme la sentencia).

Junto con la fama va creciendo la ortodoxa necesidad de cambiar el nombre de «Los Forzosos de Almagro», que le había puesto Luisito Manara, un chico muy bueno que a los 16 años se lo llevó el tifus. Aparecieron en la imaginación de esos pibes algunos nombres, hasta que alguien dijo «San Lorenzo Massa». El padre y Federico Monti se opusieron, pero por diferentes razones. El sacerdote por que la modestia se lo impedía, y «El carbuña», porque no se resignaba a perder aquel gentilicio que denunciaba el barrio de origen. Alguien recordó la Batalla de San Lorenzo para que consintiera Lorenzo Massa y otro le agregó de Almagro, para conformar a Federico Monti.
Así nació San Lorenzo de Almagro, como quería «El carbuña».

En 1912 el Padre Lorenzo Massa ocupó el cargo Vice-Administrador del Colegio Pío IX. Fue más tarde Director de Colegio San Francisco de Sales de Almagro, y durante el ejercicio de este cargo fundó los «Exploradores de Don Bosco» que aún hoy continúan su obra educadora en beneficio de la juventud enseñando los verdaderos valores de la Vida. Su larga trayectoria como Director de Colegios Salesianos continuó teniéndolo al Padre Massa al frente del General Belgrano de Tucumán, del Tulio García Fernández de la misma provincia, del Colegio Pío X de la Ciudad de Córdoba, del Ángel Zerda de Salta, del Colegio Don Bosco de Punta Arenas (Chile) y, finalmente, del San José de Carmen de Patagones.

Al iniciarse la década del ’40, de regreso a Buenos Aires, el Padre Lorenzo Massa se volcó de lleno a lo que significaba otra de sus pasiones: la investigación histórica. Así fue que dedicó sus horas a la tarea de escritor y de su pluma salieron entre otras obras, «Memorias de la obra de Don Bosco», «Monografía de Magallanes», «Biografía del Padre José Vespignani», «Historia de las Misiones Salesianas en la Pampa», trabajos éstos que le valieron el honor de ser nombrado miembro del Museo Histórico de la Iglesia en la Argentina. («Moriré en Buenos Aires, será de madrugada, que es la hora en que mueren, los que saben morir»). Sin tener siquiera sospechas de lo que había pasado, el sol trepó la mañana del lunes 31 de Octubre de 1949 y golpeó suavemente la ventana del cuarto que el Padre Lorenzo Massa ocupaba en el Colegio Pío IX. Al rato, uno de los asistentes del sacerdote también llamó a la puerta de la habitación.
(«Nadie le vio el silencio donde quedó dormido»). La angustia abrió el picaporte y el dolor confirmó la sospecha de que la muerte era la propietaria de aquel silencio. El noble corazón del Padre Lorenzo Massa no pudo sostener sus latidos y, sobre la cama, lo dejó dormido en el misterio de su eterno sueño. Tenía 66 años y en la Calle Yapepú 197 cancelaron su desordenado cancionero los gorriones.

El Club Atlético San Lorenzo de Almagro se hizo cargo de los gastos del sepelio y su presidente, el Dr. Emilio Bernat, fue el encargado de despedir los restos en el Cementerio de Chacarita. Como seguramente su voluntad hubiese dado el consentimiento, ese día en «El Gasómetro» de la Avenida La Plata, el Seleccionado Argentino de Fútbol disputó dos encuentros de práctica.

Unos ángeles atorrantes alborotan la paz del Cielo. El fútbol es para esos inocentes el legítimo pasaporte a la alegría. Con unos pedacitos de nube han hecho un par de arcos a cada lado del infinito. En pleno ejercicio de su algarabía, uno de ellos casi golpea su vuelo contra un antiguo cometa que pasa puntualmente por su órbita. Aquel sobresalto se cruza con la trayectoria de la santa mirada de un hombre que los sigue queriendo y que ahora viste ropa cristalina. Desde la generosidad les ofrece un espacio para proteger sus sueños y la bandada de ángeles con alas azules y rojas, decide establecer allí su bienaventurado poderío. Ya flamean las banderas azulgranas, aquí arriba.

Ha nacido San Lorenzo del Cielo… pero de Almagro.
Como quería Federico Monti, «El carbuña».

(No me hubiera sido posible escribir estas líneas, sin la colaboración recibida en el Archivo de la Inspectoría San Francisco de Sales de los Salesianos de Don Bosco. Allí encontré entre otros, al Hermano Marino, que no le permite a su corazón otra razón para vivir que la génesis de la humildad y la modestia. Seres Humanos con él, justifican con creces, su presencia en el Mundo).




Francesc Miró-Sans (Barcelona, 1918-1989)

Solamente por el hecho de haber sido el presidente bajo cuyo mandato se construyó e inauguró el Camp Nou, ya se merece Francesc Miró-Sáns el figurar para siempre en el Panteón barcelonista, como uno de los personajes que más han influido positivamente en el desarrollo del club. Este joven y dinámico empresario textil tuvo la visión de un estadio a la altura de los nuevos tiempos, tiempos de postguerra y acelerada reconstrucción, en los que el fútbol se estaba convirtiendo en un gran espectáculo de masas, de inmensa popularidad, y supo materializarlo contra viento y marea, movilizando energías y venciendo todos los obstáculos, que no fueron pocos en aquellos delicados momentos por los que atravesaba el país.

          Les Corts, la Catedral del Fútbol Catalán que se construyera bajo los auspicios de Joan Gamper en la primavera de 1922, en un tiempo record, se había ido quedando pequeña. Tras sucesivas ampliaciones podía ofrecer un aforo máximo de hasta 60.000 espectadores, pero a cambio de muchísimas incomodidades. La eclosión de Ladislao Kubala y el Barça de las Cinco Copas hacía casi imposible encontrar un hueco entre sus gradas, de modo que se presentaba una crucial disyuntiva: o se ampliaba – y la capacidad de maniobra en ese sentido era ya muy limitada – o se construía un estadio nuevo. El Presidente de las Bodas de Oro, Agustí Montal i Galobart, era más bien partidario de la ampliación, pero muy previsoramente había adquirido unos terrenos justo en el límite entre los términos municipales de Barcelona y Hospitalet de Llobregat, al final de la Travesera de Les Corts.

          A Montal padre le sucedió en el cargo Enric Martí i Carreto, que presentaría su dimisión a principios de la temporada 53-54 debido al desenlace del «Caso Di Stefano», contrario a los intereses del Barça. Se abría así un proceso electoral para optar a la presidencia azulgrana, un proceso que  va a verse beneficiado por una laguna legal que permitiría el voto a todos los socios varones mayores de edad y con una determinada antigüedad en el club: un insólito simulacro de democracia en aquellos primeros tramos de la dictadura franquista. Dos van a ser los candidatos, ambos pertenecientes a generaciones muy distintas. Por una parte, un veterano empresario vinculado al sector del automóvil, Amat Casajoana i Pfeiffer, que preconizaba la ampliación de Les Corts, pues consideraba muy imprudente embarcarse en aquel momento en la construcción de un nuevo campo, y por otra el joven – tan sólo 35 años de edad – Francesc Miró-Sáns i Casacuberta, fabricante textil, y en cuyo programa electoral figuraba la construcción de un nuevo estadio que duplicase la capacidad del vell camp ( »  Queremos, necesitamos y construiremos un nuevo campo» ). Durante varias semanas se desarrolló una intensa campaña electoral – absolutamente chocante dentro del ultrarestrictivo marco del régimen franquista -, con novedosas técnicas de reclamo ( sedes de candidatura, automóviles con altavoces, transporte gratuito el día de las votaciones…)

          El día 15 de Noviembre de 1953 se celebraron tan trascendentales comicios, resultando elegido Miró-Sáns por 8771 votos frente a los 8470 que recibió Casajoana, una ventaja de únicamente 300 sufragios. De manera que el flamante mandatario se aplicó a la tarea sin tardanza. El día 28 de marzo de 1954, al frente de una comitiva compuesta por decenas de miles de enfervorizados barcelonistas, presidió el acto de colocación de la primera piedra del nuevo campo, y algunos meses después encargó el proyecto a un prestigioso estudio de arquitectos. Las obras salieron a subasta, ganada por la empresa Ingar S.A., y dieron comienzo en Junio de 1955. Durante dos años largos fue incesante el desfile de socios, aficionados y barceloneses y catalanes en general, para observar in situ el desarrollo de unos trabajos que iban a dotar al club y a la ciudad de un equipamiento puntero en la Europa de entonces, que al igual que España estaba saliendo penosamente de una cruenta y destructiva contienda. La financiación se obtuvo recurriendo a adelantos del pago de los abonos anuales por parte de los socios, y sobre todo mediante la emisión de obligaciones y bonos de caja, y en el proceso tuvo una intervención muy relevante el Banco de Santander, que a partir de dicho momento comenzó su masiva implantación en Cataluña.

          Por fin, el día 24 de Septiembre de 1957, Festividad de la Virgen de la Merced, Patrona de Barcelona, el Barça pudo inaugurar su nueva casa, orgullo de la ciudad y admiración de propios y extraños, con una capacidad para cerca de 100.000 espectadores, y susceptible de ser ampliada en un futuro más o menos cercano hasta los 150.000. El estadio, obra de los arquitectos Mitjáns – primo del Presidente -, Soteras y García Barbón, presentaba unas líneas sobrias y armoniosas y una perfecta visibilidad desde todos los ángulos, con un voladizo sobre la tribuna de preferencia que constituía una preciosa y atrevida obra de ingeniería. En el encuentro inaugural el Barça venció a una selección de Varsovia por 4 goles a 2, correspondiéndole al delantero paraguayo Eulogio Martínez el honor de marcar el primer tanto que subía al marcador en el nuevo feudo blaugrana, que oficialmente carecía aun de nombre. Durante las obras se había especulado con la posibilidad de bautizarlo con el  del Fundador del club, Joan Gamper, pero al parecer las máximas autoridades deportivas españolas no veían dicho propósito con buenos ojos, y disuadieron de ello  «amistosamente» a Miró- Sáns, sugiriéndole que quien mejor que él mismo para dar nombre al estadio, ya que se trataba del gran impulsor del proyecto ( al igual que el  campo del Real Madrid, inaugurado en 1947, se llamaba «Santiago Bernabéu» y el del Sevilla «Sánchez Pizjuán» ). Pero la sugerencia no prosperó, y el nuevo terreno de juego seguiría huérfano de denominación oficial durante casi una década, hasta que se decidió imponerle el muy aséptico de «Estadio del Club de Fútbol Barcelona», aunque popularmente había hecho fortuna el nombre de «Camp Nou», que todavía sigue en pleno uso hoy en día a pesar de que el coliseo blaugrana ya ha cumplido con creces el medio siglo de servicios al club.

          Deportivamente hablando, el Barça de Miró-Sáns va a realizar una travesía del desierto hasta la Copa del Generalísimo de 1957, que conseguirá llevarse brillantemente a sus vitrinas. Tras el fracaso de la temporada 53-54 ( Subcampeón de Liga y Copa ), el máximo dirigente culé prescindirá de Fernando Daucik y sentará en el banquillo al italiano Sandro Puppo, a la sazón seleccionador de Turquia, que había eliminado a España en la fase previa del Mundial de Suiza-54. Pero Puppo, con su aspecto y maneras de intelectual, no va a conseguir reflotar la nave azulgrana y tan sólo durará un año en el cargo. Le sustituye un viejo conocido del barcelonismo, una figura mítica, el gran portero húngaro de los años 20 Ferenc Platko, inmortalizado en la famosa Oda de Rafael Alberti. Sin embargo, el equipo tampoco va a funcionar a sus órdenes, y entonces Miró-Sáns se decidirá por otro ex-jugador del club, Domenec Balmanya, quien va a incorporar a una serie de jóvenes valores de la cantera catalana al primer equipo ( Olivella, Gensana, Vergés, Coll…), con la intención de «deskubalizar» el Barça, esto es, reducir la excesiva dependencia de este hacia el as magiar. Con estos planteamientos, Balmanya va a fracasar nuevamente en la Liga 56-57 ( el Barça tan sólo podrá ser tercero  ), pero se adjudicará con brillantez la Copa ante el Español, en una final  celebrada en el Estadio de Montjuich, después de eliminar estrepitosamente a Atlético de Madrid, Real Madrid y Real Sociedad, y también un torneo entonces muy prestigioso, la llamada «Pequeña Copa del Mundo», que tenía lugar en la capital venezolana, Caracas. A la temporada siguiente, el Barça consigue vencer en la primera edición de la Copa de Ciudades en Feria ( que venía disputándose desde las Navidades de 1955 ), aunque en el frente doméstico Liga y Copa se muestren esquivas.

          Miró-Sáns – que había resultado reelegido en Enero de 1958 al derrotar a Antoni Palés, de nuevo mediante el escasamente democrático  procedimiento del voto  de los socios compromisarios, por 158  a 55  – toma entonces la decisión de poner al frente del equipo a un auténtico crack de los banquillos, el hispanoargentino Helenio Herrera, que había ganado dos ligas con el Atlético de Madrid ( 49-50 y 50-51 ) y despachado excelentes temporadas con el Sevilla, al que había llevado incluso a la Copa de Europa ( en 1956-57, tras desbancar al propio Barça del subcampeonato de Liga en la última jornada, empatando en Les Corts ). Para traer a Herrera ( conocido popularmente por sus iniciales HH ), Miró va a tener que pagar incluso una importante  cantidad en concepto de fichaje. Pero ese dinero va a estar muy bien invertido, porque el Mago va a darle literalmente la vuelta al equipo, firmando una temporada de ensueño ( 1958-59 ), en la que el Barça bate  todos los records ligueros hasta la fecha ( número de puntos, de victorias, de goles marcados…). Los azulgranas  tan sólo dejan escapar 9 puntos en todo el Torneo de la Regularidad, y hacen doblete, conquistando invictos la Copa del Generalísimo, tras humillar a su gran rival, el Real Madrid, en semifinales, con un claro 7 a 3 en el cómputo global de la eliminatoria, y derrotando al modesto y sorprendente Granada en la final. Hay un equipo base ( Ramallets; Olivella, Rodri, Gracia; Segarra, Gensana; Tejada, Kubala, Evaristo, Suárez y Czibor ), que enamora a tirios y a troyanos, y unos recambios de verdadero lujo ( Estrems, Flotats, Vergés, Ribelles, Coll, Kocsis, Eulogio Martínez o Villaverde )

         Pero a pesar de la bonanza deportiva, la precaria situación económica por la que atraviesa el club va a ser la auténtica cruz de Miró-Sáns. El coste del Camp Nou había rebasado con creces el presupuesto inicial ( al final la factura ascendió a cerca de 300 millones de pesetas de la época ), y el primitivo plan de financiar su construcción mediante adelantos de los socios sobre los abonos y la emisión de bonos y obligaciones  va a  mostrarse insuficiente, de forma que la deuda de la entidad experimentará una peligrosísima escalada. Por tal motivo, comenzaron a aparecer numerosas voces críticas hacia la gestión de Miró, llegando a tachar su actitud  de dictatorial, y la Junta se vio en la necesidad de elaborar un Libro Blanco justificativo de sus actos, mientras relevantes directivos como Enric Llaudet o Jaume Fuset ( que pronto rivalizarían entre sí por la presidencia ) presentaban su dimisión.

         Y si la economía ya suponía de por sí un serio quebradero de cabeza para Miró -Sáns, el equipo no tardaría en volver a provocarle también dolorosas jaquecas. El Barça se impuso en la Liga 59-60  por mejor goal average general sobre el Real Madrid ( ambos acabaron el campeonato empatados a 46 puntos ), y asimismo va a conquistar la segunda edición de la Copa de Ferias, pero caerá eliminado por los merengues en las semifinales de la Copa de Europa, perdiendo ambos partidos  ( 3 a 1 y 1 a 3 ), y ese resultado traerá cola. En vísperas del encuentro del Santiago Bernabéu, y con el equipo concentrado en La Berzosa, van a correr rumores acerca de  una supuesta petición de aumento de la prima estipulada por pasar a la Final – se dijo que alentada por el propio Herrera -,  que sería rechazada por parte de la directiva. Tras el partido de vuelta en el Camp Nou, y después de un confuso incidente en Las Ramblas, HH va a ser destituido, ocupando provisionalmente el banquilo barcelonista su segundo, Enric Rabassa. Herrera firmaría acto seguido un suculento contrato con el Inter de Milán, donde se reencontraría un año más tarde con Luís Suárez.

         Para la siguiente temporada, 1960-61, Miró-Sáns  se traería a un prestigioso preparador yugoeslavo, el serbio Ljubissa Brocic, que había dirigido entre otros a la Juventus de Turín. Pero el balcánico tan sólo durará seis meses en el cargo, por culpa de los malos resultados cosechados en la Liga  ( el Barça acabaría cuarto, a nada menos que a 20 puntos del Real Madrid, que se alzaría con el título ), aunque le cabe el honor de haber eliminado por vez primera de la Copa de Europa a los pentacampeones merengues, tras vencerles en el Camp Nou por 2-1, la noche inolvidable del fabuloso gol en plancha del brasileño Evaristo de Macedo.

         La destitución de Brocic es una de las últimas decisiones que va a tomar Francesc Miró-Sáns, pues él mismo, acosado por la grave situación económica y las furibundas críticas a su gestión, va a dimitir de su cargo el 28 de Febrero de 1961, siendo sustituido por una Comisión Gestora, presidida por Antoni Juliá de Capmany, que preparará las nuevas elecciones, previstas para el 7 de Junio de 1961. Un final ingrato, y seguramente injusto para con un hombre que, al margen de los naturales aciertos y errores, tuvo la gran visión de dotar al Barça de un estadio moderno, amplio y confortable, acorde con los nuevos tiempos, pero a quien una serie de resultados adversos y la crítica feroz de quienes aspiraban a su poltrona acabó por minar su resistencia, obligándole a desaparecer del primer plano de la escena barcelonista. Francesc Miró-Sáns va a morir en 1989, muy alejado ya del día a día del club, pero todos y cada uno de los culés deberían estarle eternamente agradecidos, porque su gran obra ha perdurado y continúa siendo uno de los símbolos más queridos del barcelonismo, su gran casa pairal, como dicen los catalanes…

        




Hace 100 años (jul-ago 1910)

 JULIO 1910

  •  Por fin ha sido inaugurado el Velódromo de la Ciudad Lineal con una fiesta donde ha habido carreras a pie, en motos, bici y partido de foot-ball. Es la pista con mayor cuerda de España, 400 metros. El terreno para la práctica del balompié es de 90 metros de largo por 50 metros de ancho.

En todos ellos ha habido premios para los vencedores, excepto para los footballistas que para no perder su condición de aficionados no percibieron ningún premio en metálico, ni subvención alguna.

El resultado final del partido fue de empate a cero entre dos equipos de la Sociedad Gimnástica Española de la capital.

  •    En San Sebastián, la Real Sociedad de Foot-Ball, ha organizado un festival internacional de foot-ball llamado Copa de San Sebastián. El vencedor ha sido el San Sebastián.

La Federación Catalana no puedo acudir con sus mejores jugadores, además de sin portero, cubriendo algún puesto jugadores irundarras. Los parisinos si que formaron con los mejores jugadores de los clubes Stade Français, Racing Club, Cercle Athletique y Asociation Sportive, todos de París.

Los resultados han sido los siguientes:

                  Combinado de París – Federación Catalana 3-1

                  Real Sociedad – Federación Catalana 5-1

                  Real Sociedad – Combinado de París 4-2

  •  Se ha celebrado un campeonato en Pamplona en el que han tomado parte los clubes Pamplona Foot-Ball Club y los iruneses Sporting Club y Racing Club.

En los enfrentamientos disputados por el Sporting fue este el vencedor obteniendo así la Copa del Rey, copa de plata dorada, y 500 pesetas.

Los resultados fueron:

Pamplona FC – Irún Sporting Club 0-6

Irún Sporting Club – Racing Club de Irún 3-1

Para obtener la copa en propiedad deberá ganarla en dos ediciones seguidas o tres alternas.

Como trofeo de consolación se disputó la Copa del Obispo entre Pamplona FC y Racing. Los iruneses no se presentaron a la hora señalada haciendo los pamploneses el saque de centro consiguiendo un gol, proclamándose vencedores, como así indicaba el reglamento. Se levantó acta de lo ocurrido. De esta forma los pamploneses se hicieron con la Copa del Obispo y 250 pesetas de premio.

  •  El RC Deportivo de La Coruña celebra un torneo llamado Concurso Español de Foot-Ball que cuenta con la presencia de diversos teams de España. En caso de haber más de un representante por localidad estos deben jugar una eliminatoria en la misma pues solo está permitida la presencia de uno de ellos.

Gana la Copa del Rey mil pesetas el Real Club Fortuna de Vigo.

  •  En La Coruña, como terreno neutral el del Real Club Deportivo, se ha disputado un encuentro entre el Club Ferrolano y el de los empleados de la Constructora Naval e ingleses, ambos de El Ferrol.

El motivo de celebrarlo en la ciudad herculina es el de la imposibilidad de hacerlo en El Ferrol dado que encuentros anteriores acabaron a palos y pedradas, declarándose los aficionados de la localidad favorables al Club Ferrolano y en contra de los ingleses.

Han llegado varios vapores cargados de aficionados.

Finalmente, los ingleses se hicieron con la victoria por cuatro goles a dos. Afortunadamente, en esta ocasión se les dispensó una gran despedida.

  •  El Real Club Deportivo de la Coruña y una sociedad footballistica de Vigo empataron a cero en partido amistoso.
  •  También en La Coruña juegan dos partidos amistosos el Deportivo de la localidad y la Gimnástica Española de Madrid, venciendo en ambos los madrileños por 1-2 y 0-3.
  •  Continuando su gira por Galicia, la Gimnástica Española se enfrenta al Club Ferrolano venciendo los locales.
  •  El músico del Regimiento de infantería de Alcántara, Sr. Lodeiro, ha compuesto un himno llamado «Fot-Ball Club Barcelona» en honor del club catalán.
  •  El Pamplona FC celebra una becerrada benéfica donde perecen dos caballos.
  •  Fiesta organizada por el FC Barcelona.

Paco Bru se convierte en una de las estrellas junto a C. Comamala, ambos

reconocidos footballistas.

Bru se proclamó vencedor en las pruebas de carrera de 100 metros y lanzamiento de discos y Comamala lo hace en lanzamiento de pesos y en la carrera de 400 metros.

Otros campeones son Amechazurra, vencedor en el salto de altura sin trampolín, Donday que lo hace en la exigente carrera de 1500 metros y Peris en el salto de longitud.

También se organizó una partida de balompié para cerrar la fiesta ganando dos a cero el 1º equipo azulgrana al 2º.

 AGOSTO 1910

  •   El Real Club Deportivo de La Coruña vence en el Campeonato de Galicia y Asturias.
  •  Ha comenzado el Campeonato de Asturias. El equipo de Avilés vence al de Oviedo en la primera eliminatoria por 2-0.

La final debe ser repetida pues la Sportiva ijonesa y el club avilesino empataron a un tanto.

  •  En San Sebastián, en dos matches internacionales, se enfrentan los donostiarras al conjunto francés Tourcoing venciendo en el primero los txuri-urdin por 2-0 y en el segundo los galos por 2-1.
  •  En Huelva, el Huelva Recreation Club pierde frente a un equipo lisboeta por 0-4.
  •  En Irún, el Barcelona vence al Irún Sporting por 1-7.
  •  El Combinado de París continúa con su exitosa gira por el norte de España. En esta ocasión vence en San Sebastián al Racing Club de Irún por 1-2.
  •  En Gijón, el Sporting Avilesino vence al Sporting Gijonés por 1-2. Aparece el primer hincha español. Un aficionado con tremendos pulmones facilitó que el partido pudiera continuar tras haber estallado el balón.
  •  Hispano y España de Valencia empatan en partido disputado en la pista de la Exposición.
  •  La Real Sociedad vence al conjunto francés US Turquennoise por 2-0.
  •  SC Reus y Universitary se enfrentan venciendo los barceloneses por 0-2.
  • Tanto en Ciudad Real, como en Huesca y en Villagarcía de Arosa se han incluído partidas de foot-ball en las fiestas.
  •  Hay movimiento en la formación de clubes en distintas ciudades españolas. En Madrid, el Madrid Estadio es un club recién formado y lamentablemente rápidamente desaparecido.

En Barcelona, el club Hércules cambia su nombre por el de Universal. El Catalonia confirma no haber desaparecido. El CD Barcelonés aparece como nuevo club, además del FC Suizo.

En Sabadell se forma el thletic de Sabadell que compra unos terrenos junto a las vías del tren para instalarse.

En Gijón desaparece el recién creado Gijón FC.

  •  En Santander se va a organizar un concurso nacional con los siguientes premios:

1º) Copa de plata del Real Santander Foot-Ball Club y 500 pesetas

2º) Objeto de arte y 300 pesetas.

3º) 200 pesetas.

  •  Para los coleccionistas de insignias. La Federación Catalana vende insignias a dos pesetas con cincuenta céntimos.