Jules Rimet

Jules Rimet nació en Theuley-les-Lavoncourt, en el departamento del Alto Saona, el 24 de 0ctubre de 1873.

Hijo de Seraphin y Zoé. Quienes tuvieron cinco hijos: Marie, Jules, Berthe, Modeste y Ernest. 

En su pueblecillo natal estudió la enseñanza primaria. Su padre tenía un negocio de ultramarinos y su abuelo materno un molino en el cual el niño Jules pasaba buena parte del día, salvo el horario de clases; pero durante las vacaciones prácticamente vivía en el molino.

La  depresión económica que siguió a la guerra franco prusiana hizo que la comarca quedara empobrecida. Ello aconsejó a Seraphin Rimet desplazarse a Paris. El joven Jules permaneció junto a su abuelo algún tiempo, completando su primera educación, cuyos ejes eran la religión y el patriotismo. Líneas estas que conformarán toda su vida.

Tras hacer la primera Comunión en Theuley, en 1885, se unió en Paris a sus padres, que ya habían logrado una posición estable aunque de indudable modestia. Vivían en el séptimo distrito, en el barrio de Gros-Caillou, en la calle Cler. Barrio de gentes modestas, trabajadores de limitados recursos y dominados por la parroquia de San Pedro.

Se afilia al Circulo La Rochefoucauld en el que comienza sus primeras actividades deportivas, principalmente el fútbol, que juegan en la inmediata explanada de Los Inválidos. 

Pero no todo es dar patadas al balón. Por las mañanas ayuda a sus padres en el negocio y por las tardes estudia, en cursos intensivos para obreros, el bachillerato. Posteriormente, y también en clases vespertinas y nocturnas, cursa la carrera de Derecho. 

Estuvo algún tiempo como pasante de un abogado del Barrio de la Bolsa. Ello le sirvió para adquirir no sólo experiencia sino también para hacerse notar entre los abogados hasta el punto de conseguir ser asociado del Banco Fiduciario de París, en el gabinete de lo Contencioso y Recaudación.

El movimiento católico social

Simultáneamente a sus actividades profesionales se implica en el movimiento del catolicismo social en el Círculo de Obreros Católicos  que le lleva, poco después,  a crear, con sus compañeros del Círculo, una Unión Social del VII Distrito.

Políticamente se afilia a la Democracia Cristiana, pese a que ésta no pasa sus mejores momentos. O quizá por ello. Vive en la calle Grenelle y en su casa se celebran no pocas reuniones de patronos y obreros que trabajan por el restablecimiento de un orden social cristiano, lo que acaba uniéndole al movimiento de Marc Sangnier, líder de la Democracia Popular. Intenta ésta atraer a la juventud por un camino quizá menos confesional, pero atractivo para conciliar a todas las clases sociales en un mismo movimiento social católico.

Jugador breve, de escasa calidad, lo que quizá amenguó su vocación de practicante del deporte. Pero no en cuanto a su creencia en el deporte como palanca social, como medio de unión y confraternización de todas las clases sociales. Como vehículo para alcanzar la paz entre los pueblos y los individuos de las diferentes clases sociales.

Ya el barón de Coubertin había empezado su apostolado sobre la inserción del deporte en la enseñanza. Bien es cierto que el creador del movimiento olímpico se movía en otras esferas sociales, las aristocráticas, muy lejanas a la del Distrito Séptimo, pero sus ideas afirmaban la creencia de Jules Rimet en la función social del deporte.

Su vocación deportiva encuentra su verdadero sitio en la creación, promoción y gestión de las actividades deportivas.

Primer paso: Red Star

El 12 de marzo de 1887, con 24 años, funda el club Red Star. Es un club deportivo en el que se pueden practicar todas las especialidades deportivas, la mayoría de las cuales eran prohibitivas para las escasas posibilidades económicas de los jóvenes obreros.  Cree firmemente en la función educativa y social del deporte. Y como un apostolado, más allá de los límites políticos, se entrega a esta función de forma total.

Que no estaba muy equivocado lo marca el hecho de que en el mismo año se funda la famosa USFSA (Unión de Sociedades Francesas de Sports Atléticos), con los mismos propósitos e ideales que habían movido a Rimet a crear su Red Star. Pasa a afiliar su club en esta  asociación que sería el germen de la futura Federación Francesa de Fútbol.

Porque, pese a su vocación futbolística, el balompié no era en Francia, en aquellos momentos, más que  un juego un tanto pintoresco que únicamente practicaban los estudiantes o trabajadores ingleses. Las aficiones iban por el lado del atletismo, la gimnasia, el ciclismo…

No resulta extraño, por ello, que incluso los grandes clubs parisienses tarden no poco en practicar el fútbol. Pero, como una epidemia, en pocos años iban a ir orillando a los demás deportes hasta reinar sobre todos ellos. Baste decir que hasta 1894 -siete años después de su fundación- no puede la USFSA montar la primera Liga de Fútbol en Francia. Sólo con nueve clubs y todos ellos de París.

Esta nueva dirección de la USFSA no casa bien con los ideales de Rimet. Porque ya intuye que el fútbol va, imitando a los ingleses, a un ineluctable profesionalismo. No es ese su propósito, todavía inmerso en el apostolado social, pero ve en ello una posibilidad de inserción de los jóvenes practicantes obreros y empleados en una profesión de la misma forma que han hecho los ingleses. El tiempo del «diletantismo» está pasando velozmente y llega la hora de encarar el fútbol como un «oficio» en el que puedan insertarse todos, sean de la clase social que sean.  

Se crea la FIFA

Pero un hecho importante para el fútbol mundial va a imponer nuevos rumbos: la creación de la FIFA. No es momento de hacer ningún rodeo para explicar cómo se produjo esa creación el 21 de mayo de 1904 en los locales que en el número 229 de la calle Saint Honoré tenía la USFAS. Entre el francés Guérin y el holandés Hirschman levantan ese frágil edificio que sería, corriendo los años, uno de los poderes fácticos más importantes del mundo. Entre los propósitos del recién nacido organismo estaba, de forma imperativa, el de la organización de un Copa del Mundo. La FIFA abogaba por el fútbol, ya fuera éste profesional o aficionado; no había límites en unos momentos en los que el Comité Olímpico Internacional quería mantener cerradas las puertas del campo. Esta situación tirante duraría hasta bien entrados los años 30. De hecho, hasta 1932 – ya con una Copa del Mundo celebrada- no se proclama el profesionalismo en el fútbol francés. ¡Ocho años después que en España…!   

Pero muchos años antes había habido novedades importantes en el fútbol galo. En 1906 Charles Simon había creado el Comité Francés Interfederal (CFI) que agrupaba a todas las sociedades deportivas del campo confesional católico, pero poniendo el acento en el fútbol. Pidió el ingreso en la FIFA. ¡Y se lo concedió el máximo organismo!. Las interjecciones vienen a cuento de que ya estaba inscrita en la FIFA la USFSA, pese a la prohibición de que un mismo país tuviera más de una asociación afiliada a la FIFA, prohibición que mister Woolfall, a la sazón presidente, ponía ante la solicitud de la Federación Española que estaba en los momentos en que padecía las frivolidades de la Unión Española de Clubs.

En 1908, la USFSA decide abandonar la FIFA porque ésta no permite competir a sus clubs con los de la «Amateur Football Asociación»; cosa lógica ya que este última era competidora de la FIFA e intentaba hacerse un hueco en el mundo futbolístico mundial «amateur», en connivencia, más o menos demostrable, con el COI y con los Juegos Olímpicos que querían arrogarse la Copa del Mundo de fútbol. 

En ese momento Jules Rimet y otros muchos directivos de clubs que pertenecían a la USFSA deciden abandonarla y crear su grupo propio bajo el nombre de Liga de Fútbol Asociación (LFA). Con ello ya había tres federaciones en Francia…  Esta recién nacida la presidía Jules Rimet. A éste le movían dos propósitos: lograr la unión de todo el fútbol francés en una sola Federación y hacer que el fútbol tuviera una Federación autónoma  del resto de las que conformaban el conjunto deportivo de todas las naciones. Si, sobre el papel y la realidad, era la Federación más importante en cada uno de los países, bien merecía una autonomía que hasta entonces se le negaba. Consiguió, en una primera etapa, la unión de su Asociación con el CFI, que había perdido a su mentor y guía Charles Simon. Y como vicepresidente de tal entidad fue al Congreso de la FIFA de Oslo, celebrado  a finales de junio de 1914, en representación del fútbol francés. 

En tales esfuerzos fue avanzando el abogado parisién. No pudo llevarlos a cabo, momentáneamente, porque Europa se sumergió en lo que se llamó la Gran Guerra. 

La guerra europea

Jules Rimet es llamado a filas el 3 de agosto de 1914. Tenía 40 años, estaba casado -lo había hecho en 1898 con Jeanne Peyrégne- y tenía tres hijos, Annette, Jean y Pierre, de 9, 7 y 4 años respectivamente.  Fue destinado al Regimiento de Infantería número 22 con guarnición en Rouen. En febrero de 1915 es ascendido a sargento y desde ese empleo pidió hacer los cursos de oficial, tras los cuales, fue nombrado subteniente en el mismo Regimiento en el que estaba sirviendo.

Inventó un aparato que él llamó Telemira que no era más que una versión reducida del telémetro, que permitía el uso personal e individual de un práctico medidor de distancias. Esto, junto con sus acciones en el frente de batalla, le sirvieron para su ascenso a teniente a mediados de 1917.

Mientras tanto, el CIF continuó, de forma atenuada por supuesto, sus actividades conducidas por su secretario Henri Dalaunay, otro hombre de importancia fundamental no sólo para el fútbol francés sino para el europeo. Éste había montado una Copa de Francia que mantenía el fuego sagrado del balompié en plena guerra. La competición se llamó Copa Charles Simon y su primera final se celebró en París, en mayo de 1918, proclamándose campeón el Olympique de Marsella.

Licenciado a primeros del año 1919, Jules Rimet recomienza sus actividades deportivas. Forma parte del Consejo Nacional de Deportes. Desde él lleva a buen puerto uno de sus antiguos empeños: conseguir para el fútbol una Federación independiente. Luego procede, descartada la USFSA -decantada por el rugby como primer deporte de su dedicación-, al afianzamiento de la unión entre su Liga y el CIF, de las cuales era su nervio principal. De esta suerte consigue su segunda gran ilusión: la creación de la Federación Francesa de Fútbol Asociación. Tal hecho histórico para el fútbol galo se produjo el 7 de abril de 1919. Cuatro días más tarde Jules Rimet es elegido, por unanimidad, presidente de esta recién nacida Federación. En este cargo permanecería hasta 1949. Posiblemente los treinta años más importantes en el afianzamiento y desarrollo del fútbol francés.

Presidente también del fútbol mundial

El fútbol internacional tomó aliento después del gran conflicto europeo. La convocatoria de los Juegos Olímpicos de Amberes, en 1920, reavivó todos los problemas candentes antes del gran conflicto. Uno de los más importantes era el intento del COI por fagocitar al fútbol y hacer, dentro de los Juegos, el único Campeonato del Mundo. Ello levantó «en armas» a Jules Rimet, quien ya había combatido en Francia contra esa idea. Entendía el fútbol con mayor amplitud que la constreñida al amateurismo; caer en poder del COI significaría que el fútbol quedara restringido a los estudiantes «pudientes» y a los «domingueros». Ello era lo que había defendido ya en 1914 en su primer contacto con la FIFA en el Congreso de Oslo. El hecho de que las Federaciones británicas no asistieran con su fútbol al torneo de Amberes le afirmó más en la idea de que era imprescindible un torneo mundial en el que pudieran participar todos los países con sus mejores jugadores.

Su actuación en el Congreso de Amberes, representando a Francia, hizo que todos los ojos de los representantes de las Federaciones europeas se volvieran hacia este pequeño francés que parecía tener la elocuencia, el tesón y la clarividencia para llevar a buen puerto ese anhelo fundacional incumplido de organizar la Copa del Mundo. Fue proclamado candidato único a la presidencia de la FIFA.

Y en el Congreso siguiente, el 1 de marzo de 1921, fue elegido presidente del máximo organismo internacional.

Tenía mucho trabajo por delante. En su país, llegar a la instauración del profesionalismo que estabilizara definitivamente el fútbol galo. En el mundo, la realización de la Copa del Mundo.

Diez años de trabajo oscuro y eficaz

Que no eran empeños fáciles lo demuestra el tiempo que tardó en lograr ambos deseos: casi diez años. Y nadie podía echarle en cara falta de laboriosidad o entusiasmo. Trabajaba incesantemente, viajaba, establecía relaciones personales con los federativos más importantes de las Federaciones de medio mundo… Pero los inconvenientes eran de tal calibre que a la hora de tomar alguna decisión definitiva siempre se encontraba solo.

Los Juegos Olímpicos de 1924 se celebraron en París por pura cabezonada de Pierre de Coubertin, pero ello fue de gran beneficio para Rimet. Le permitió afianzar su relación con esos federativos del fútbol mundial y sobre todo con los uruguayos, que serían bicampeones olímpicos. En su trato con el embajador uruguayo en Bruselas llegó a intuir que pudiera ser Uruguay quien consiguiera organizar esa primera Copa del Mundo.

Con ese leve punto de apoyo empezó a forzar las máquinas para que el Comité de la FIFA apoyara su «locura».  El primer paso fue el de la creación de una comisión para estudiar todos los extremos de tal organización: participantes, presupuestos, compensaciones económicas, etc. Tal comisión estaba presidida por Gabriel Bonnet e integrada por Linnemann, Meisl y Delaunay, quienes fueron desgranando el esquema de una competición de tal fuste.

Le cabe a Barcelona el honor de albergar el siguiente Congreso de la FIFA, los días 17 y 18 de mayo de 1929. Los delegados fueron llevados hábilmente por Rimet al tema de su obsesión: la Copa del Mundo, que él había decidido, para su capote, que arrancara, como fuera, en 1930. Arrinconados los representantes del fútbol mundial no les quedó más remedio que dar el paso al frente. Se ofrecieron: España, Holanda, Hungría, Italia y el esperado Uruguay. Naturalmente fue esta última nación la que fue elegida. Realmente era la única que ya tenía asumido su papel, por lo que las renuncias en su favor de los demás aspirantes, con mayores o menores dengues hipócritas, estaban cantadas.

Rimet, igual a Copa del Mundo

A partir de este momento, la biografía de Jules Rimet se funde totalmente con la historia de la Copa del Mundo. Una historia muy brillante pero cargada de trabajo para el presidente; indudablemente de grandes satisfacciones por los éxitos, pero de enormes amarguras por infinitos desengaños que, naturalmente, no han pasado a los libros que desglosan la historia del más importante torneo del mundo. Incluso en su libro de 1954 «Historia maravillosa de la Copa del Mundo» (que en España se publicó con el título de «Fútbol. La Copa del Mundo») mantiene pudorosamente un tono feliz, muy en línea con las descripciones apologéticas de las diversas ediciones del torneo.

Apenas si se traslucen las dificultades para convencer a los argentinos para que depusieran su actitud contra el torneo de Uruguay; su fracaso, también con los argentinos, para que asistieran al torneo de Brasil; su lucha para que los países europeos apoyaran con su presencia a Uruguay en aquel difícil arranque de 1930, principalmente su propio país al que le costó Dios y ayuda llevar a Montevideo; el arreglo de los diferentes y frecuentes líos dentro de cada una de las Federaciones – en España tuvo que intervenir para evitar más de un cisma en la RFEF- y entre ellas; no malas penurias y dificultades tuvo durante la II Guerra Mundial para mantener enhiesto el pabellón de la organización y en la posguerra para evitar el veto de los vencedores sobre los vencidos; dificultades similares -gemelas, más bien- a las que había afrontado el barón de Coubertin tras la primera conflagración europea. 

Lo cierto es que la participación, desde los trece pioneros de Uruguay, fue en una línea de progresión geométricamente creciente. Lo mismo que la inscripción en el organismo internacional.

Los momentos difíciles

El asentamiento del edificio de la FIFA fue obra exclusivamente de Jules Rimet, quien entregó nada menos que treinta años de su vida a ello. Lo mismo que las cinco ediciones de la Copa del Mundo que se celebraron bajo su mando. 

Muchos párrafos de su libro merecerían ser reproducidos, pero la extensión de este artículo sufriría una elongación desmesurada. Baste, por ello, uno de los más significativos: el de la final de Río de Janeiro con la inesperada  derrota de Brasil ante Uruguay. Escribe Rimet: 

«Mientras seguía con la mayor atención, desde la tribuna oficial, las peripecias del partido, pensaba con mi poquito de emoción en la misión que iba a desempeñar dentro de pocos minutos. Faltaba poco para terminar el encuentro. Dejé mi puesto en la tribuna y, mientras preparaba el discurso que debía pronunciar ante el micrófono, me dirigí al túnel que conducía al terreno de juego. En aquel momento los dos equipos permanecían empatados a un gol. Terminando igualados, era suficiente para que Brasil pudiese ser declarado vencedor. El estadio hallábase agitado como si una tempestad se abatiera sobre el mar y las voces de los espectadores se amplificaban semejando bufidos de huracán.

«Cinco minutos más tarde, justamente cuando llegaba a la salida del túnel, un silencio de muerte había reemplazado a todo aquel tumulto. Aquella multitud inflamada en la espera de una victoria que creía cierta e ineludible, se hallaba muda de estupor, como petrificada. ¿Qué había ocurrido? Unos segundos antes del pitido final, Uruguay había marcado un segundo gol y ganado la Copa del Mundo. El zurdazo de un solo hombre -Ghiggia- había hecho enmudecer a doscientos mil.

«Automáticamente, no hubo ya ni guardia de honor, ni himno nacional, ni discurso ante el micrófono, ni entrega solemne del trofeo… Me hallé solo en medio de la multitud, empujado por todos los costados, con la Copa en mis brazos, sin saber qué hacer. Terminé por descubrir al capitán uruguayo, y le entregué, casi a escondidas, la Copa, estrechándole la mano, sin poderle decir ni una sola palabra».

El profesionalismo en Francia

Se ha quedado un tanto a trasmano la solución del otro problema con el que se había encarado Rimet.: el del fútbol francés con el profesionalismo en danza. La USFSA se había declarado firmemente partidaria del amateurismo como única vía para que las clases desfavorecidas económicamente pudieran practicar el deporte; Jules Rimet, más realista, entendía que los amateurs puros tenían que pagar los gastos de equipo, de desplazamiento para acudir a los actos deportivos, más perder jornales para los viajes y los entrenamientos, lo cual alejaba a los trabajadores de menos nivel económico de practicar el fútbol. En el profesionalismo veía la única posibilidad de que todos  se integraran en unos equipos que subvenían a sus gastos. Bien es cierto que el profesionalismo encarado entonces -también en España- estaba un tanto a caballo con el ejercicio de una profesión. Nadie podía pensar entonces que llegarían unos tiempos en los que serían profesionales hasta los juveniles…

Rimet pensaba que con las 150 mil fichas que tenía la Federación Francesa, era el momento de dar el gran salto; pero las opiniones de deportistas, clubs y prensa estaban tan divididas que parecía imposible pensar en que ello se pudiera llevar a cabo sin graves conflictos.

Pero Rimet, además de sus virtudes, poseía eso que Napoleón exigía a sus generales: suerte. Y vino en su auxilio cuando la fábrica de automóviles Peugeot, a principios de la temporada 1930-31, formó el club Sochaux. Club totalmente profesional. Y, seguidamente, la misma firma creó un torneo, premiado con un valioso trofeo, para clubs profesionales. Algunos equipos que se movían en un amateurismo marrón dieron el paso definitivo y profesionalizaron a todos sus jugadores. Eso fue el desencadenante que aprovechó la Federación Francesa para tratar de forma definitiva el tema. Se hizo un reglamento para los jugadores profesionales que salió adelante en la Asamblea de enero de 1932 para aplicar a la temporada siguiente.

Tema resuelto también. Lo que significó el gran paso adelante del fútbol francés.

La gran decepción en su propia patria

Los grandes hombres suelen tener una legión de enemigos. Pese a los indudables servicios y beneficios prestados al fútbol de su patria, pronto empezaron a criticar su dedicación al fútbol internacional. Acusaciones a las que no eran ajenos los partidos políticos que veían en el fútbol un enorme punto de apoyo para sus maniobras ante la masa de aficionados. Por otra parte, las decisiones que se veía obligado a tomar en sus actuaciones internacionales, con la política internacional por medio, le acarreaban no pocos disgustos en la Francia de posguerra tan tremendamente politizada. A Rimet le cogieron por medio los embates políticos de la pre guerra fría. 

Así, en 1949, cuando estaba en medio del fragor de la batalla brasileña, no fue aclamado, como en años anteriores, en la renovación de su cargo en el organismo galo. La cuestión del Sarre iba a ser el punto de apoyo de sus enemigos. El Sarre, como se sabe, fue una efímera nación independiente que los aliados separaron de la Alemania vencida. Esta región, genuinamente alemana, estaba forzosamente vinculada en su economía a Francia, pero el gobierno galo intentaba aparentar una postura neutral que estaba bien lejos de ser realidad. Por ello, el deseo de Jules Rimet de que el fútbol del Sarre se integrara en la Federación Francesa y en su Liga, para que no quedara aislado, chocó, no sólo con la política de disimulo que mantenía el gobierno, sino con los alsacianos, resentidos aún por la ocupación germana, quienes amenazaron con darse de baja de la FFF si se les obligaba a jugar con un solo club sarrois. 

Rimet quedó en minoría en la votación de la Asamblea. Y la mayoría, a favor de los alsacianos, eligió presidente a Laforgue. Bien es verdad que éste, entendiendo que el destronamiento de Rimet procedía más de intereses políticos que deportivos, presentó la dimisión inmediatamente; pero Rimet, muy dolido por el desaire de sus colegas, no aceptó volver a tomar posesión de la presidencia.

Fue muy desilusionante para Rimet tal  «despido» de una organización creada merced a sus esfuerzos y trabajos, y por la que tanto había luchado durante treinta años. Había parido un organismo de entre el caos, lo había mimado y hecho una entidad robusta y moderna, y por el hecho de querer hacer realidad su ideal de un fútbol sin fronteras e independiente de vaivenes políticos, era despedido de una manera muy poco grata. Ingrata, más bien. 

Su última Copa del Mundo

El éxito de la FIFA en la IV Copa del Mundo, en Brasil, le hizo encarar con entusiasmo la edición siguiente, que se celebró en Suiza. Sabía perfectamente que esa era su última actuación al frente del fútbol mundial y cuidó hasta el máximo su organización.

Cuando en el Congreso de la FIFA de ese 1954, el 21 de junio, anunció que no se presentaría a la reelección para la presidencia todo el fútbol lo entendió; tenía ya 81 años y su salud -superada felizmente la operación de cataratas-  no le permitía todo el trajín de viajes, reuniones, horarios de trabajo que había sido su norma desde 1921. Ochenta años y dos guerras sobre sus espaldas daban fe de su reciedumbre física y moral. Pero había llegado su hora. La ocasión de las bodas de oro de la FIFA era ni que pintiparada para que él dijera adiós. Como quiera que nadie se presentó para tal responsabilidad fue el propio Rimet quien sugirió que le sucediera el vicepresidente y colaborador suyo durante veinticinco años: Rodolphe Williams Seeldrayers. Fue aceptado por unanimidad. Podía, pues, marcharse tranquilo. 

Dos años más tarde, el 15 de octubre de 1956, falleció en París.

Un hispanófilo auténtico

Si no estuviera tan desacreditada la palabra hispanófilo, se podría decir que Jules Rimet fue un verdadero hispanófilo. Sobre todo desde que estuvo en Barcelona en 1929, con ocasión del Congreso de la FIFA en el que se aprobó la celebración de la primera Copa del Mundo en Uruguay. Dejó no pocos amigos del fútbol español, intimando de forma particular con Ricardo Cabot, a la sazón secretario general de la RFEF. Le gustaba España y le preocupaba su fútbol. De ello dio muestras en cuatro ocasiones principalmente.

La primera, cuando fueron a visitarle varios federativos ante las escisiones de la RFEF. Aconsejó con toda lealtad a los disidentes, advirtiéndoles que la FIFA no admitiría más que una Federación por país. Que debían integrarse en un único organismo. Al fin y al cabo es eso lo que él había hecho en Francia para llevar a la USFAS, el CIF y la Liga Francesa a una sola Federación.

La segunda ocasión fue con motivo del grave problema que supuso para el fútbol español la instauración del profesionalismo. Vio perfectamente cómo «los nueve» de la Liga Minimalista podían partir en dos el fútbol español y pese a las presiones de los «magnates» del fútbol hispano, volvió a recordar que no reconocería más que una Federación en España y que el «grupo minimalista» – la «Orden de la Jarretera», como lo definió acertadamente Jacinto Miquelarena- tenía que integrarse en una sola Liga, con las Divisiones que estimaran oportunas.

La tercera intervención fue no menos decisiva. Ocurrió en plena Guerra de 1936 cuando, ante la hibernación de la FEF, surgió la Federación en San Sebastián intentando ser reconocida por el máximo organismo. Rimet entendió que era un caso especial y más habida cuenta del silencio que la FEF de Madrid/Barcelona le había dado ante la urgencia de la FIFA por completar los Grupos de la Copa del Mundo de 1938. Pese a las presiones de su gran amigo Cabot, propuso al Comité Ejecutivo el «caso español», que fue votado favorablemente a la Federación instaurada en San Sebastián. Merced a ello, una vez terminada la guerra, el fútbol español mantuvo una continuidad, nacional e internacional, que no hubiera sido posible de haberse negado a las solicitudes del teniente coronel Troncoso, y por ello cortado la trayectoria del fútbol hispano.

El último gran favor para el fútbol español ocurrió cuando en el Congreso de la FIFA en Luxemburgo (1 de julio de 1949), Yugoslavia pretendió que se expulsara a España de la FIFA, con el apoyo de Stanley Rous; Rimet hizo un brillante discurso en defensa del fútbol de  España. Desmontó la maniobra, indudablemente muñida desde el Kremlin, aplicando los antecedentes del COI de Coubertin y de la FIFA. Realmente le echó valor para defender al fútbol español cuando aún le estaban doliendo las heridas del similar caso del Sarre en su propio suelo  y que le había costado la presidencia de la Federación Francesa.

Así pues este breve recuerdo de Jules Rimet no sólo es un modesto homenaje a su figura en el centenario de la FIFA, cuya afirmación y desarrollo fue obra de este gran deportista francés, sino una breve nota de gratitud del fútbol español.




Cocineros antes que frailes

De un tiempo a esta parte resulta habitual escuchar durante las retransmisiones futbolísticas comentarios muy duros dirigidos al árbitro de turno. Del «No sabe, no tiene ni idea», se llega incluso al: «Eso sólo puede pitarlo quien no ha jugado nunca al fútbol», o: «Si es que no entienden de qué va esto». Sirvan las siguientes líneas para bucear en el pasado, repasando una época en la que no pocos futbolistas llevaban el silbato a sus labios tras colgar los borceguíes.

Bien mirada, poco tiene de ilógica semejante transformación. Si un ex futbolista puede seguir conectado al mundo del cuero ejerciendo funciones de entrenador o directivo, ¿por qué no iba a ser árbitro?. Así pensaron unos cuantos antaño.

Por ejemplo Ezequiel Montero (Madrid 1893), campeón de Castilla como corredor pedestre y recordman durante 3 años. Jugó en el Cardenal Cisneros y Real Sociedad Gimnástica Española, antes de ser fundador del Racing madrileño, hace casi cien años. A partir de 1912 se dedicó al arbitraje, alcanzando la categoría internacional. Como por esos tiempos arcaicos las gentes del fútbol solían ser hombres orquesta, la temporada 1926-27 se convirtió en seleccionador nacional. Presidente del Colegio Madrileño de Árbitros a partir de 1934, aún compaginó tanta actividad con su trabajo de maestro escolar, la representación comercial de «Casa Espuñes», conocida peletería, y hasta el puesto de jefe de personal en sus talleres.

Más conocido resulta el defensa derecho Pedro Vallana (Algorta, Vizcaya 1897), campeón de Copa con el Arenas guechotarra en 1919 e internacional en 12 ocasiones. Un gol suyo en propia puerta eliminó a España de la VII Olimpiada, sin que el hecho tuviese la repercusión de otros fallos históricos de nuestro fútbol, como el de Cardeñosa ante Brasil, sin ir más lejos. El advenimiento del Campeonato Nacional de Liga se produjo cuando sumaba 31 años, edad casi provecta para los usos deportivos de la época, por lo que sólo disputó la 1ª edición. Tan pronto se hubo retirado ejerció el arbitraje, a la par que entregaba excelentes artículos al diario bilbaíno Excelsior, titulados «Desde la salsa». En ellos daba su particular visión desde dentro del terreno, como hace hoy Pedro Horrillo sobre las carreras ciclistas en las páginas de El País. Medalla al Mérito Deportivo y nacionalista vasco a ultranza, pese a ser hijo de italiano y suiza, fue firme impulsor de la gira propagandístico-deportiva del Euskadi, combinado de jugadores vascos durante la Guerra Civil española. Su protagonismo en aquella azarosa aventura fue acentuándose a medida que aumentaban las dificultades de toda índole, llegando a usurpar las funciones encomendadas al acaudalado naviero Manuel de la Sota. Como muchos de sus componentes, se exilió en América, aprovechando el paraguas tendido por su hermano, afincado para entonces en Venezuela.  

Rafael Mª Moreno Aranzadi, «Pichichi» (Bilbao 1892), mito no sólo del Athletic sino de todo el fútbol nacional, prototipo de goleador, también tenía previsto dedicarse al arbitraje cuando la muerte le sorprendió, emboscada en unas fiebres tifoideas. Hijo de Joaquín Moreno, alcalde de Bilbao en los primeros años del siglo XX y sobrino de Miguel de Unamuno, padre literario de la «Generación del 98», fue internacional en los 5 primeros partidos de nuestra selección durante la Olimpiada de Amberes, en 1920, a la que, por cierto, a punto estuvo de no ir.

Mal estudiante en los Escolapios, cuando inició la carrera de Derecho en la Universidad de Deusto no aprobó ni una asignatura. Su padre, entonces, tiró de influencias para colocarlo en el Ayuntamiento, desde donde pasó al despacho de la por entonces poderosa chatarrería Merodio. Ya en tiempos de amateurismo puro y profesionalismo encubierto, ser futbolista tenía sus ventajas, y «Pichichi» las aprovechó en 1919 para casarse con la sobrina de su patrón. Como entre boda y viaje de novios llevaba un mes sin entrenar, pensó no debía formar parte de la expedición olímpica. Con 27 años cumplidos parecía haber pasado el mejor momento, pero aún así su concurso se estimó tan imprescindible que el señor Argüello acabó introducirlo en el tren, rumbo a Amberes. El resto es bien sabido. Allí nacería «la furia», nombre con que aún se conoce a nuestra selección por casi toda América, Sabino pasó el balón a Belause para que arrollase a los suizos, «Pichichi» anotó un gol frente a Holanda y todos regresaron con la medalla de plata. Sin  embargo a partir de 1920 el público de San Mamés se revolvió contra su mito. Bastaba cualquier fallo para que estallasen los gritos de «¡Fuera, fuera!» y el menor síntoma de flaqueza dispara cánticos de «¡Viejo, estás acabado!». La injusticia siempre ha vivido enquistada en el fútbol. Sin embargo cuando expiró el 1 de marzo de 1922, tras cinco días de enfermedad, su sepelio constituyó una imponente manifestación de duelo, paralizando todo Bilbao.

Un busto de Quintín de la Torre honra su memoria en San Mamés desde diciembre de 1926 y aún hoy, cuando los equipos visitan por primera vez «La catedral», mantienen viva una tradición de 80 años, depositando su ofrenda floral. A partir de 1953, un trofeo con su nombre instituido por los diarios Arriba y Marca, premia al máximo goleador del Campeonato Nacional de Liga.

Quien sí pudo ser árbitro a partir de 1935 fue el medio centro Manuel Ocaña (Sevilla 1901). Formado en el club hispalense, saltó al Betis para la temporada 1919-20, tras un enfrentamiento con el directivo blanco Francisco Alba. Cuando las aguas volvieron a su cauce regresó a la entidad sevillista, para colgar las botas recién iniciado el Campeonato Nacional de Liga, en el que por razones de edad no llegó a debutar, siquiera. Como el gusanillo parecía tirarle aún, se dejó convencer para vestir de corto otra vez la temporada 1932-33, en el Racing Cordobés. Luego ejercería de árbitro hasta 1942, mientras trabajaba en la fábrica cervecera Cruz Campo, y andado el tiempo llegaría a presidente del Colegio Andaluz de Árbitros.

Se le anticipó un poco en tareas arbitrales el guardameta Joaquín Pascual (Madrid 1900), con militancia en el Cardenal Cisneros, Racing de Madrid entre 1915 y 1921, Barcelona hasta 1924 y Tenerife la temporada 1924-25. A partir esa campaña ejerció no sólo como entrenador, sino también de árbitro. Por si algo le faltaba, acabó presidiendo la Federación Canaria de Fútbol.

El primer «Pichichi» de nuestra Liga, Paco Bienzobas (San Sebastián 1909), también quiso saber qué se sentía arbitrando. Internacional en 2 ocasiones y autor del primer gol de la Real Sociedad en el Campeonato liguero, tuvo igualmente el honor de inscribir su apellido con letras de oro en la historia de Osasuna, al marcar el primer tanto rojillo en la máxima categoría (temporada 1935-36). Extremo con mucha facilidad rematadora, afirmaba haber fallado un solo penalti durante toda su carrera, entre 75 lanzamientos. En diciembre de 1935, con 26 años largos, aprobó unas posiciones para guardia municipal de San Sebastián, pese a lo cual continuó jugando en Osasuna. Al concluir esa temporada, la Guerra Civil echó a pique su puesto de trabajo, por lo que en 1940, mientras seguía corriendo la banda de Atocha, rescatada del armario la camiseta donostiarra, ejercía como empleado en la fábrica de tabacos de esa capital. Retirado en 1942, para el año siguiente actuaba ya como juez de línea y árbitro, alcanzando como tal la 1ª División en 1947-48.

Francisco Clemente González, para el fútbol «Telete» (Deusto, Vizcaya, 1905), llenó toda una época en la Gimnástica de Torrelavega (1924 a 1930) y Racing de Santander (1930 hasta 1941, con breve paso por Murcia la temporada 1934-35), fue pretendido por el At Madrid y el Athletic bilbaíno y no llegó a debutar como internacional en 1927 frente a Suiza, en Santander, porque el guardameta Ricardo Zamora, que era quien confeccionaba las alineaciones, según su propio testimonio, prefirió aquella tarde a Galatas. Conocido por su pequeña estatura como «El Ardilla», tras colgar las botas estuvo entrenando a infantiles, al tiempo que actuaba como árbitro y juez de línea en 1ª División, sin descuidar su trabajo en la Sociedad Española de Oxígeno, radicada en Santander.

Menos renombre futbolístico alcanzó el sevillano Manuel Ruiz, a quien en su barrio de Macarena conocían por «El Calentero», al trabajar en un puesto de «calentitos», denominación otorgada a los churros en la ciudad de La Giralda. En su caso, tras buscar el gol con las camisetas del Calavera, Betis y Olímpica Jiennense, descolgó el silbato.

El defensa José González Echeverría, más conocido por «Terrible» durante su militancia en el Vasconia de San Sebastián y Osasuna (1939-41), por su particular modo de concebir la tarea destructora, llegó a conquistar la escarapela internacional como árbitro. Ello no le impidió protagonizar algún hecho por demás pintoresco, mientras hacía méritos camino de la 1ª División, según recuerdan todavía por Rentería algunos viejos aficionados. Y es que terrible resultó su arbitraje, saldado con 5 expulsiones del Touring, 2 del C.E.S. y un tanteo favorable a los visitantes por 0-2. Tanto escoció su arbitraje que por Rentería se repartieron pasquines con los siguientes ripios:

El Colegio de Árbitros Guipuzcoano

tiene en su seno a una calamidad

dicen que Terrible tiene de apodo y claro que es terrible de verdad.

¡Qué vergüenza y qué rabia nos da

que mantenga la Federación

colegiados tunantes como ése, por eso el Touring tuvo su sanción!.

Lo que no pudo el Beasáin en Sempere

y menos el Añorga en Michelín

lo pudo el señor Terrible en Larzábal

Pero sin duda el más pintoresco de los futbolistas árbitros habrá sido el también defensa a la antigua usanza, de patadón sin contemplaciones, Antonio Navarro Cardoso (Cádiz 1924). Tras pasar por el club de su localidad natal, San Fernando, Xerez, Mallorca y Gimnástico de Tarragona, se afincó en la capital mediterránea con su retirada en 1955, convertido en árbitro de categoría Regional y guitarrista en cuadros flamencos.

El más famoso, sin duda, fue José Plaza (Salamanca 1919). Y no por sus actuaciones en el Pardiñas, Imperio de Madrid (1943 hasta 1946) o Plus Ultra (1946-47), sino porque tras iniciarse como hombre de negro la temporada 1948-49 alcanzó la 1ª División en 1958, el internacionalato en 1964, dos años antes de su retirada, y la presidencia del Comité de Árbitros en 1968, ocupando la FEF el también antiguo futbolista José Luis Costa. En 1970 presentó su dimisión como protesta por el linchamiento moral de que fuese objeto el guipuzcoano Guruceta, luego de su famoso penalti contra el Barcelona en el Camp Nou, y al llegar a la poltrona federativa Pablo Porta volvió a presidir el Comité. En él se mantuvo, con el apoyo arbitral y contra viento y marea, pese a los furibundos ataques lanzados por quienes veían en sus modos un estilo muy alejado de la ortodoxia democrática, hasta dimitir el 6 de mayo de 1990. Por cierto que era hermano del editor Germán Plaza, creador de Clíper, sello mítico de la literatura popular española, y artífice indiscutible de las ediciones de bolsillo en España, bajo el anagrama Plaza-Janés

El extremeño Antonio Camacho, guardameta del Cacereño y Xerez, en 2ª División, tuvo luces al convertirse en árbitro, puesto que llegó a internacional, y sombras muy densas, al ser descalificado de mala manera. Entre medias, el Xerez le hizo entrega de su insignia de oro, luego de conocer que bajo la camiseta arbitral acostumbraba a llevar una del Xerez Deportivo, en recuerdo de su paso por el club.

El escándalo de su inhabilitación tuvo lugar en 1976, tras destaparse un sonoro alboroto con la supuesta compra de varios partidos. Se dijo entonces que nunca hubo pruebas concluyentes, pero basándose en indicios, sospechas más o menos fundadas y testimonios relativamente fiables, purgaron Antonio Camacho y Antonio Rigo, ambos de 1ª División, y los colegiados de 2ª Pérez Quintas, Pascual Tejerina y Olasagasti. Los sobornos a que pudieron haberse avenido nada tenían que ver con mafias pronosticadoras, como ocurriría tiempo después en Italia o Alemania, sino con las necesidades perentorias de varios clubes. Sus secuelas, además, se hicieron sentir durante algún tiempo. En el pleno federativo de aquel año no faltaron presidentes dispuestos a seguir destapando inmundicia, cayera quien cayese. Sólo el señor Eguidazu, mandatario del Athletic, acertó a entonar una nota de cordura entre la cacofonía del hotel Meliá Madrid, afirmando sin tapujos: «Señores, cuando hay alguien que se vende siempre hay alguien que compra». Los propios árbitros, muy divididos, pues no en vano el principal acusador de Camacho había sido su compañero Medina Iglesias, acabaron formando una piña en torno a su presidente Plaza, como caravana de colonos ante el ataque sioux. Y por supuesto, nadie tiró de ninguna manta.

El último árbitro de elite con antecedentes de corto, excepción hecha del salmantino Ramos Marcos, quien no superó como futbolista la categoría Regional, fue el gijonés José Antonio Balsa Ron, guardameta en su tierra y en el Palencia desde 1959 hasta 1962 y nuevamente la temporada 1963-64. Y si bajo el marco no pudo dar el salto a 2ª División, como árbitro habría de llegar a la cúspide.

Hoy, habida cuenta de la enorme competencia existente en todos los ámbitos, incluido el mundo arbitral, y ante el hecho de que no puedan solaparse las licencias de futbolista y árbitro, es prácticamente imposible que un jugador, tras colgar las botas, pueda llegar muy lejos en su carrera de colegiado. Juega muy en su contra el establecimiento de una edad reglamentaria para la retirada y son demasiados los peldaños a escalar en tan breve tiempo. Pero llegados a este punto cabe preguntarse en qué benefició a los reseñados haber sido cocineros, antes que frailes. Pedro Escartín, Juan Gardeazábal, Ortiz de Mendíbil o Urízar Azpitarte, por reseñar algunos grandes de distintas épocas, jamás pasaron por la cocina. Y ello no fue óbice para convertirse en reputados árbitros. 




La Copa Príncipe de Asturias

Una de las primeras iniciativas tomada por la Real Federación Española de Fútbol, tras su constitución el 1 de septiembre de 1913, fue promover la creación de un campeonato de selecciones regionales que serviría como escaparate para ver en acción a las mejores figuras del momento y asentar las bases para la formación de una selección española que pudiera competir con otras de su entorno internacional. La idea había partido unos meses antes de la unificación, cuando Juan Padrós Rubio ostentaba la presidencia federativa y Arcadio Padín, como miembro de su Comité directivo, fue a Palacio a solicitar del Monarca Don Alfonso XIII la concesión de una copa de plata para ser entregada al vencedor, con la promesa añadida de que sería el mismo Infante Don Alfonso quien la entregara, y siempre que se lograra poner fin al pleito que estaba a punto de hundir las estructuras futbolísticas del país. La Copa Príncipe de Asturias fue uno de los torneos que más grata e imperecedera memoria dejaron en la afición, con el añadido del apasionamiento del público por el siempre latente regionalismo hispánico, pero que el egoísmo de los clubes y las rencillas locales no permitieron arraigar en nuestro país. Justo es consignar que era éste uno de los mejores momentos de nuestro fútbol y de haber perseverado en aquel laudable propósito, el torneo hubiera llegado a ser una de las pruebas más brillantes del calendario español.

La primera edición de esta competición se celebró del 10 al 14 de mayo de 1915 en Madrid, y más concretamente en el campo vallado que el Athletic Club tenía entre las calles de Narváez y O’Donnell, donde concurrieron las selecciones de Cataluña, Centro y Norte. Al partido inaugural entre catalanes y castellanos acudió SM el Rey Alfonso XIII, quien durante el descanso departió con los jugadores, venciendo los catalanes por 2 a 1, con goles, todos en el primer tiempo, a cargo de Alcántara, Baró y René Petit, éste para los anfitriones. Dos días después entró en liza la selección Norte, y con un solitario gol de Legarreta se impuso a Cataluña, que jugó mejor pero careció de acierto. Finalmente se enfrentaron las selecciones de Centro y Norte, que empataron a un tanto, adelantándose los vascos, tras el descanso, con un gol de Patricio, neutralizado poco después por Santiago Bernabéu. René Petit falló un penalti que hubiera hecho justicia al mejor juego de los castellanos, que en el Norte lo atribuyeron a que no jugó Pichichi y que el campo no era de hierba. De todos modos el partido fue formidable y a los vascos les sirvió el resultado para llevarse la copa, aunque según la prensa, no fueron ellos los mejores. Ni mucho menos.

Al año siguiente se celebró de nuevo la competición, que no alcanzó el éxito deportivo y la brillantez de la anterior. La Selección Norte no pudo participar al no tener equipo completo por las discrepancias federativas que mantenía con la Real Sociedad, motivadas por el polémico desenlace del Campeonato Regional, quedando circunscrita la participación a un mano a mano entre las Selecciones de Centro y Cataluña. Se disputó esta nueva edición en el mismo escenario que la anterior, con un doble enfrentamiento entre ambos equipos, jugándose el primero de ellos el 11 de mayo con victoria catalana por 6 a 3, después de mostrar una total superioridad sobre una decepcionante selección local y alineándose con: Gibert; Pakán Armet, Sampere; Salvó, Casellas, Prat; Armet Kinké, Monistrol, Quevedo, López y Raich. Centro jugó con: Cárcer; Erice, Carruana; E. Aranguren, René Petit, Sócrates Quintana;  Ricardo Álvarez, Santiago Bernabéu, Uribarri, Larrañaga y De Miguel. Ante la ausencia de los vascos, dos días después se repitió el encuentro, resultando éste mucho más competido y con ligera superioridad local, pero el empate a dos final permitió a Cataluña llevarse el trofeo.

La tercera edición del torneo volvió a sufrir la ausencia de la Selección Norte, cuya Federación atravesaba un periodo convulsivo entre los equipos de Vizcaya y Guipúzcoa que acabaría provocando el cisma. En cambio la recién creada Federación de Cantabria envió su representación a Madrid para competir con Centro y Cataluña. Estas dos selecciones abrieron la competición el 9 de mayo de 1917, también en el terreno de O’Donnell, con un equitativo empate a dos goles, posteriormente los representantes catalanes se impusieron a los cántabros por un apretado 1-0 y dos días después Centro también derrotó a Cantabria por 3-2, haciendo necesario un partido de desempate entre la selección local y Cataluña, ya que ambos se encontraban empatados a tres puntos. El decisivo choque se disputó el día 15 y en él la selección central venció a su rival por 2 a 0, logrados en la segunda parte por medio de Mieg y Agüero, pero antes del final, el árbitro señor Ruete, anuló un gol a los catalanes, que fue protestado con muy malos modos por parte de sus jugadores, quienes dando muestras de antideportividad se retiraron del terreno de juego entre abucheos del público.

Después de tres ediciones disputadas de la Copa Príncipe de Asturias, los resultados no habían cubierto las expectativas generadas en la competición. La intransigencia de los clubes a permitir la cesión de sus jugadores provocaba que fueran escasas las federaciones que podían reunir un equipo completo para participar, y cuando ello se conseguía tampoco se podía decir que estuviera integrado por los mejores jugadores de la región. Por otro lado, la incompetencia de algunos dirigentes federativos y el calendario de la competición que permitió que esta última temporada se jugase el torneo en las mismas fechas que la final del Campeonato de España -cosa que impidió a la Selección Centro contar con los mejores jugadores del Madrid y a los vascos les hubiera dejado sin la aportación de sus campeones, el Arenas Club- había motivado que el torneo perdiera el esplendor de las dos primeras ediciones. Tampoco la idea de conformar una selección nacional, para competir con otros países, había sido posible porque el conflicto bélico mundial que se estaba radicalizando impedía los contactos deportivos internacionales. Así las cosas, en enero de 1918, los clubes propusieron a la Federación Nacional la supresión de la competición y en su lugar fuera ofrecido el trofeo para la celebración de un Campeonato de España de Segunda Categoría, propuesta que fue aceptada para ponerla en práctica a partir de la siguiente temporada. Por consiguiente, la edición que se disputó en Madrid los días 20 y 23 de enero de ese mismo año, iba a ser la última en esta primera etapa. Tomaron parte las selecciones de Centro y Cantabria, aunque poca historia dieron de sí los partidos por el escaso interés que despertaron en la afición. Los castellanos ganaron ambos encuentros -por 3 a 2 el primero y por 3 a 1 el segundo- y se proclamaron de nuevo campeones.

Dos años después se celebraron los Juegos Olímpicos de Amberes, donde el equipo español de fútbol logró en su bautismo internacional la medalla de plata. Para defender el éxito conseguido y de cara a la preparación de la selección española para los Juegos de París en 1924, la Asamblea Nacional acordó en su reunión del 20 de julio de 1922, restablecer la Copa Príncipe de Asturias como base para la composición del equipo, volviendo a tener la propuesta, en principio, una excelente acogida entre los clubes y los aficionados, aunque estos ánimos aumentasen o disminuyesen según el lado que favorecían los éxitos.

Participaron en esta nueva edición las ocho federaciones regionales inscritas en la Nacional. El 12 de noviembre de 1922 se inició la competición enfrentándose en el terreno del Molinón las selecciones representativas de Asturias y Vizcaya en partido de cuartos de final, acabando el encuentro con empate a un gol, cosa que obligó a jugarlo de nuevo dos días después en el mismo escenario y con idéntico resultado final, pero después de dos prórrogas los asturianos acabaron imponiéndose por el tanteo de 4 a 3. El día 19 de ese mismo mes se disputaron los otros tres partidos de cuartos. En el terreno irunés de Amute, Cataluña eliminó a Guipúzcoa venciéndole por 3-0, con goles de Samitier, Gracia y Martí, destacando la negativa del portero Agustín Eizaguirre de defender la portería de los vascos y la sanción de tres meses de inactividad que le impuso su equipo, la Real Sociedad. En Coya, la Selección de Galicia derrotó a la de Centro por 4-1 después de un sensacional partido, con goles para los vencedores a cargo de Chiarroni, Polo, Pinilla y Ramón González, haciendo Monjardín el momentáneo empate de los castellanos. Y en el terreno valencianista de Algirós, en medio de una enorme expectación, la Selección Sur, compuesta íntegramente por jugadores del Sevilla FC se clasificó para semifinales derrotando a la de Levante por 2-1, marcando Kinké y León los goles andaluces y Cubells el único válido de los locales.

Los partidos de semifinales se jugaron el 14 de enero, con victoria de Asturias sobre Cataluña en El Molinón gracias a un solitario tanto de José Luis Zabala en el último minuto; y en la otra eliminatoria, jugada en el campo de la Reina Victoria de Sevilla, la Selección de Galicia, formada con jugadores del Vigo y del Fortuna, venció con claridad a la de Andalucía por 4-1, marcando Kinké el tanto local y Ramón González (2), Polo y Chiarroni para los gallegos. En este partido se malogró el portero sevillista Larrumbe al recibir de forma fortuita un balonazo que le provocó la fractura de músculos abdominales, siendo por ello operado y quedando casi inútil para la práctica de cualquier deporte.

Galicia y Asturias quedaron clasificadas para la final, jugándose ésta el 25 de febrero en el campo de Coya, en medio de un gran ambiente y ante gran cantidad de público. Apenas comenzar, Balbino adelantó a los gallegos, pero poco a poco se fue imponiendo la selección de Asturias, que empató por medio de Meana y tras el descanso sentenció con dos goles de Zabala, pese a jugar con inferioridad por expulsión de Corsino. Al final 1-3 y Asturias que se alzó con el título de campeón, alineando a Óscar; Germán, Comas; Bango, Meana, Corsino; Aman, Bolado, Zabala, Barril y Argüelles. Por parte gallega jugaron: Isidro; Otero, Pasarín; Queral, Torres, Hermida; Reigosa, Balbino, Chiarroni, Polo y Pinilla. Pese a la derrota, achacada a la ausencia por enfermedad de su goleador Ramón González, los aficionados vigueses quedaron muy complacidos con la actuación del equipo en la competición. Tanto que al final de temporada acogieron con tremenda ilusión la idea propuesta por Manuel de Castro, el crítico que popularizó el pseudónimo de Hándicap, de fusionar las dos entidades rivales, Vigo y Fortuna, para lograr un team poderoso que pudiera competir con éxito frente a los potentes equipos españoles. El 23 de agosto de 1923 nació el Celta de Vigo.

A la temporada siguiente se disputó una nueva edición -la sexta- de esta competición, que no alcanzó el éxito de la anterior, por lo cual, cumplida la misión de servir de base para formar el equipo nacional olímpico y después del fracaso español en París, acabó por suprimirse definitivamente según acuerdo adoptado por la Asamblea Nacional del 26 de junio de 1924. Las eliminatorias eran las mismas del año anterior y también sus participantes, jugándose ahora en campos contrarios, a excepción del duelo entre Levante y Sur, que se jugó el 11 de noviembre en Mestalla, donde volvieron a imponerse los andaluces, que se adelantaron con dos goles de Brand y Kinké, neutralizados luego por Cubells, siendo finalmente Spencer quien estableció el 2-3 definitivo. Una semana después en San Mamés, Vizcaya se tomó la revancha y eliminó a los campeones derrotándole por 4-2, con dos goles locales a cargo de Carmelo y Laca y por parte asturiana de Bolado y Zabala, decantando la victoria los vascos tras el descanso con otros dos tantos de Travieso. El día 25 se completaron los cuartos de final con la clasificación de la Selección Centro tras su victoria sobre Galicia gracias a un gol de De Miguel, en un Stadium madrileño totalmente encharcado y bajo un tiempo infernal. Al mismo tiempo en Les Corts, Cataluña se imponía por 2-1 a Guipúzcoa en un partido marcado por el dominio de los vascos y la polémica labor arbitral, marcando Olivella y Pellicer los goles locales y recortando René Petit en el segundo periodo.

Los partidos de semifinales se jugaron ambos el 27 de enero de 1924. Centro y Andalucía se enfrentaron en El Metropolitano, con triunfo castellano por 2-1 marcándose los goles en el primer tiempo por mediación de Monjardín (2) y Herminio. Por su parte, Cataluña también se clasificó al imponerse a la selección vizcaína en Les Corts gracias a un temprano gol del barcelonista Cristóbal Martí. La final se jugó el 24 de febrero en San Mamés, resultando un choque tremendamente competido, incierto y con diversas alternativas en el marcador con 3-3 al final del tiempo reglamentario -Félix Pérez y Tiana (2) marcaron por parte castellana, y Samitier (2) y Piera por los catalanes-. Monjardín adelantó al combinado central al inicio de la prórroga y a dos minutos del final Sagi Barba estableció el empate a cuatro cuando nadie lo esperaba. Hubo que repetir el partido dos días después y esta vez Cataluña acabó imponiéndose por 3-2 y proclamándose campeón. Carulla hizo el 1-0 a poco de comenzar, remontado posteriormente con sendos tantos de Monjardín, pero antes del descanso Samitier y Piera volvieron a voltear el marcador que ya no se movió tras el descanso. Hubo diversos cambios en la alineación pero lo que jugaron este partido fueron por parte catalana: Zamora; Massaguè, Montaner, Caicedo, Sancho, Carulla, Piera, Martí, Peidró, Samitier y Sagi. Por Centro: Martínez; Quesada, Blaso; Mengotti, Caballero, Alvarez; Muñagorri, Triana, Monjardín, Bernabéu y Del Campo.

Suprimido el torneo, el epílogo definitivo de este campeonato de selecciones interregionales, se jugó varios meses más tarde entre los dos últimos campeones, Asturias y Cataluña. El 5 de septiembre de 1926 se jugó en El Molinón el partido de ida de esta definitiva final con triunfo catalán 2 a 0, marcados ambos por Brotó, en los minutos 22 y 80, siendo las alineaciones presentadas, por parte asturiana: Benjamín; Quirós, Trucha; Justo, Menéndez, Corsino; Domingo, Morilla, Herrera, Avilés y Molinuco. Por Cataluña: Pedret; Serra, Muntané; Tena, Pelaó, Mauricio; Piera, Samitier, Sastre, Brotó y Sagi. El 19 del mismo mes en el campo de Les Corts, se celebró el encuentro de vuelta, con nuevo triunfo catalán por 4-3 a pesar de jugar faltos de buen número de sus titulares. La primera parte, de mal juego, acabó con empate a uno marcados por Avilés al minuto 5 y Forgas en el 10. Después del descanso mejoró el juego de los catalanes y por medio de Pellicer, Alcántara y Forgas pusieron el marcador en un claro 4-1, siendo Herrera quien, con dos goles en los últimos cinco minutos, redujo distancias y estableció el resultado definitivo. Cataluña se quedó en propiedad con la Copa Príncipe de Asturias, alineando en este partido a: Pedret; Serra, Massagué; Soligó, Pelaó, Tena I; Pellicer, Brotó, Forgas, Alcántara y Sagi. Por Asturias: Benjamín; Quirós, Cuesta; Bango, Menéndez, Corsino; Matón, Avilés, Herrera, Braulio y Argüelles, siendo sustituidos durante el partido Quirós por Nico y Benjamín por Pueu. 




Estadísticas con historia: Pedro Bazán

Pedro Bazán Romero (La Algaba, Sevilla, 26-03-1925) llegó al CD Málaga en la temporada 1946-47 procedente de la Olímpica Jiennense de Tercera División. Aquella temporada el CD Málaga estaba marcado por una total irregularidad que le alejaba de los puestos de ascenso. Precisamente, al comenzar la segunda vuelta se introdujeron varias incorporaciones en el equipo. Entre ellas figuraba un joven interior derecha que estaba destacando en Jaén.

De estatura más bien pequeña, Bazán se caracterizó por ser un interior rápido, con un potente disparo desde fuera del área, así como una llegada muy efectiva en las jugadas de ataque. La mayoría de sus goles se marcaron desde media distancia. La mayoría de las veces era el encargado de lanzar los penaltys, aunque dejó de hacerlo tras fallar en una ocasión. Como buen goleador, también fue un buen oportunista dentro del área e incluso llegó a obtener algunos buenos remates con la cabeza.

Pedro Bazán debutó con el CD Málaga el 29 de diciembre de 1946 en La Rosaleda ante  el Real Zaragoza con un 0-0 que no alteraba la discreta marcha del equipo. Los malagueños clasificaban en décima posición, mientras que el Real Zaragoza estaba a tres puestos por detrás, es decir, penúltimos, pues aquel año la Segunda División constaba de un grupo único de 14 equipos.

En su primer partido ya destacó por su constante búsqueda de gol. Desplazó de la titularidad a Teo, en una tarde en la que el conjunto malagueño había cambiado a cuatro de sus cinco hombres de  ataque. Jugaron: Comas; Jimeno, Rafa; Paquirrini, Tellado, Lezama; Clemente, Bazán, Roldán, Ubis y Emilio.

Una jornada más tarde Bazán marcó su primer gol oficial con el CD Málaga. Un gol importante porque supuso la victoria 1-2, la primera a domicilio en la temporada, el 5 de enero de 1947 en El Collao, terreno del CD Alcoyano. Y, a su vez, a la semana siguiente, se estrenó ante su público, marcando un buen gol ante la Real Sociedad. El CD Málaga, al finalizar el campeonato se clasificó en novena posición.

La temporada 1947/48 era afrontada por el CD Málaga con ilusión y aspiraciones a las plazas de ascenso. Se mantenía el grupo único con 14 participantes, lo que daba buena idea de lo fuerte y duro que iba a ser el campeonato.

Y así fue. Al término de la primera vuelta cinco equipos pugnaban por las dos plazas de ascenso, los cuatro primeros separados por tan sólo dos puntos, mientras que el Club Ferrol, a cuatro del líder, el Real Valladolid, estaba un poco más descolgado. El CD Málaga iba el segundo con un punto por debajo del primero y uno por delante de RC Deportivo y del Hércules CF empatados en tercera posición.

Precisamente la segunda vuelta se abría con dos enfrentamiento entre rivales directos: Real Valladolid-Club Ferrol y CD Málaga-Hércules CF. Mientras que en el primer partido el favorito era el Real Valladolid, en el segundo no estaba tan claro, si bien, el CD Málaga tenía mayor necesidad de victoria. El choque entre ambos conjuntos en la primera vuelta se había saldado con un rotundo 3-0 a favor de los alicantinos, lo que les permitía tener el empate como un resultado aceptable.

Nadie podía suponer que esa tarde iba a ser histórica para el fútbol español. El CD Málaga derrotó al Hércules CF por 9-2 y hubo un protagonista destacado.

BAZÁN

BAZÁN

 

El 4 de enero de 1948, con La Rosaleda llena totalmente y a las órdenes de Mazagatos formaron los dos equipos:

CD Málaga: Comas; Jimeno, Maciá; Laborda, Sagrado, Lezama; Azcúe, Bazán, Roldán, Teo y Emilio.

Hércules CF: Cosme; Soto, Llorca; Ernesto, Robles, Carreño; Mena, Pina, Calsita, Montagut y Ruiz.

Los goles:

1-0 (9′) Un pase de Roldán a Emilio, con cento de éste, permite a Bazán rapidísimo inaugurar el marcador.

2-0 (13′) Centro de Azcúe y remate de Bazán.

3-0 (48′) Corner. El balón llega a Roldán y éste, templado, pasa a Bazán, quien a placer aumenta la diferencia en el marcador.

4-0 (51′) Sagrado pasa a Azcúe, éste corre bien la línea, centra y Bazán, de otro gran chut, marca el cuarto tanto.

4-1 (54′) Barullo ante la meta malagueña y Pina aprovecha para marcar el primer gol de los alicantinos.

5-1 (64′) Tras una falta contra el Hércules, Teo recoge el balón, pasa a Bazán y éste de un gran tiro consigue el quinto gol.

6-1 (69′) Emilio se interna, cruza a Roldán quien a su vez pasa a Bazán y éste, de nuevo clava el balón en la red visitante.

7-1 (75′) Bazán lanza un penalty de forma potentísima y aunque el portero roza la pelota, ésta llega hasta la red.

8-1 (79′) Tras una gran jugada malagueña, centra Emilio y Bazán se hace con la pelota, avanza muy veloz y y marca el octavo tanto.

8-2 (81′) Un ataque de la delantera herculana trae el peligro sobre la puerta local en la que Lezama, por querer enviar el balón a corner lo mete en su puerta.

9-2 (83′) Avance del Málaga, Bazán recibe la pelota, avanza y de tiro cruzado bate por novena vez la portería herculana.

Cuentan las crónicas que el Hércules se resintió por la lesión de su delantero centro, Calsita, en un encontronazo con el defensa Jimeno a los dos mintuos. Aunque regresó al terreno a los diez minutos ya no participó en el juego de su equipo. Con todo, también se resalta la capacidad de lucha de los alicantinos que dieron la cara a lo largo de los 90 minutos. Como suele ser usual en estos casos, el mejor hombre del equipo visitante fue el guardameta, que pese a los goles recibidos, hizo meritorias paradas.

Del CD Málaga se destaca el juego arrollador que elevó el marcador a un tanteo escandaloso. De Bazán, al que el público ovacionó tras su octavo gol con un flamear de pañuelos que coloreó toda La Rosaleda, la crónica de Marca dice que tuvo en sus pies una verdadera ametralladora frente a la puerta visitante.

El propio diario Marca en su número del 8 de enero de 1948 insertó este comentario

titulo1titulo2Ha bastado un solo encuentro para que un jugador, hasta ahora poco menos que desconocido del gran público futbolístico, adquiera una enorme popularidad en toda España. Bazán, el interior derecho del Málaga, es ese jugador, al que ahora elogiarán algunos, acaso con exceso, en tanto que otros negarán la extraordinaria valía del pequeño delantero andaluz. Se le discutirá, en una palabra, lo que supone que le serán abiertas las puertas de la fama.Ciertamente, hay que reconocer que la hazaña del interior del Málaga no es cosa corriente. Tanto, que creemos no ha habido, en toda la historia del fútbol español, un caso semejante. No recordamos a jugador alguno que en un solo partido de torneo nacional se haya apuntado éxito igual.Hace uns meses, en partido de cuartos de final de la Copa, el Atlético de Bilbao conseguía nada menos que doce goles frente al Celta1. Y Gaínza, el extremo izquierdo de nuestra selección marcaba ocho de los doce. Se comentó elogiosamente lo que suponía un récord nacional, y se aseguró que pasaría mucho tiempo hasta que pudiera ser mejorada la marca.Bazán ha conseguido lo que parecía poco menos que imposible. Nueve goles ya supone mucho en el haber de un solo jugador; pero es más importante el número si se tiene en cuenta que Bazán marcó todos los goles de su equipo en el partido, lo que da mayor importancia al hecho.

Ya había clubs de Primera División que a principios de la temporada ofrecieron al sevillano -Bazán es paisano del Algabeño, y fue al Málaga hace poco más de un año procedente de la Olímpica Jiennense, adonde había ido después de actuar en el Cádiz-.

Ahora serán muchos más los que busquen la ficha del jugador, que naturalmente, se hará rogar antes de decidirse a firmar un nuevo contrato.

Mientras tanto el Málaga, que es en la actualidad el equipo que ha marcado más goles en la temporada, seguirá su marcha en el torneo de Liga, confiando en que tiene en su línea de ataque al máximo goleador de España. Al que, por otra parte, no le será fácil repetir tardes semejantes a la que comentamos, pues es de suponer que los defensas contrarios procurarán impedir que el interior de La Rosaleda encuentre ocasión de tirar a la puerta. Claro está que esto dará, en cambio, mayores oportunidades a sus compañeros de línea. Y, al fin y al cabo, el equipo no perderá nada con ello. Ni Bazán tampoco, pues ya ha logrado con esa monumental goleada la máxima popularidad y la seguridad de un excelente contrato.

1Se refiere al Atlético Bilbao-RC Celta 12-1 ida de cuartos de final del Campeonato de España – Copa del Generalísimo, disputado en San Mamés el 18 de mayo de 1947. Según la prensa nacional y la agencia de noticias Agustín Gaínza anotó ocho goles, pero la prensa regional le adjudica siete.

bazan2

Finalmente, el CD Málaga acabó clasificado en cuarta posición, puesto que no satisfizo a las aspiraciones del equipo.

Aunque sus nueve goles en un partido supuso su récord, no fue la única vez que Bazán marcaba una serie importante de goles en un partido. Esa misma temporada 1947/48 le había hecho 5 goles al CF Badalona, cifra que repitió años más tarde ante el CD Cartagena. También logró cuatro goles en un mismo partido dos veces más.

En Primera División, sin embargo, su cifra más alta no pasó de tres goles. La primera vez también fue una tarde memorable para su equipo, el CD Málaga, que venció por 6-0 al Real Madrid el 15 de marzo de 1953. Bazán consiguió sus tres goles en 11 minutos, los que van del 11′ al 22′ de la primera parte. La segunda, ya con el RC Deportivo, supuso su contribución al 4-0 que los coruñeses alcanzaron ante la Real Sociedad el 14 de cotubre de 1956.

Precisamente en Atocha, en la segunda vuelta de esa temporada, Bazán disputó su último partido de Liga, el 3 de febrero de 1957.

Pese a desarrollar su vida profesional sin entrar en las plantillas de los grandes, su capacidad goleadora le convirtió en una especie de mito. De hecho, Bazán disputó un partido con la selección española B -el primero de la historia que la Federación Española concertaba de dicha categoría-, pese a estar jugando en Segunda División, compartiendo delantera con los impresionantes Basora, Pahíño, Igoa y Escudero.

La Coruña, Riazor, 20 de marzo de 1949España B, 5; Portugal B, 2España B (camiseta blanca, pantalón negro): Velasco; Casas, Curta (capitán), Gabriel Alonso; Ontoria, Mújica; Basora, Bazán, Pahíño, Igoa, Escudero (Muñoz 46′) <Seleccionador: Ricardo Zamora>.Portugal B (camiseta roja, pantalón azul): Capela (Sebastiao 70′); Figueiredo, Marques (capitán), Alberto; Rebelo (Serafim 46′), Nunes (Alfredo 46′); Lourenço, Vieira, Patalino, Calado, Bentes <Seleccionador: Augusto Silva>.Árbitro: L. Boes (Francia).Goles: 1-0 (7′) Ontoria. 1-1 (11′) Caiado. 2-1 (15′) Igoa. 3-1 (35′) Bazán. 4-1 (43′) Escudero. 5-1 (60′) Igoa de penalty. 5-2 (84′) Bentes.

Aquel día Bazán marcó un gol y pudo conseguir otro, pues fue el encargado de intentar transformar un penalty. Sobre el cuarto de hora de la segunda parte el árbitro sancionó con penalty una acción de la defensa portuguesa. Tras las protestas lusitanas, Bazán lanzó el balón alto, pero el árbitro ordenó la repetición pues el portero visitante se había adelantado antes del disparo. Se organizó un tumulto de protestas de nuevo y tras cinco minutos de interrupción se pudo repetir el lanzamiento. Esta vez fue Igoa el encargado de hacerlo y de transformarlo.

Sus números en la Liga española.

Club temp. Cat J G
Sevilla CF   am    
Sparta Sevilla   am    
Hércules de Cádiz 43-44    
SO Olímpica Jiennense 44-45    
SO Olímpica Jiennense 45-46    
SO Olímpica Jiennense 46-47    
CD Málaga 46-47 12 6
CD Málaga 47-48 26 29
CD Málaga 48-49 25 26
CD Málaga 49-50 16 6
CD Málaga 50-51 28 14
CD Málaga 51-52 27 26
CD Málaga 52-53 26 11
CD Málaga 53-54 27 16
RC Deportivo de La Coruña 54-55 27 13
RC Deportivo de La Coruña 55-56 15 10
RC Deportivo de La Coruña 56-57 8 5



La palabra “balompié” ha cumplido 101 años

No la usamos mucho. Quizá ni siquiera fuera exagerado decir que no la usamos casi nunca. Pero nuestro españolísimo balompié ha resistido y cien años después continúa entre nosotros.

El origen de la palabra «balompié» es bien conocido: fue un invento del periodista Mariano de Cavia, que lo defendió en un artículo publicado en el diario madrileño «El Imparcial» el día 1 de agosto de 1908.

El balompié entró en el diccionario de la Real Academia en su edición de 1927, en el que aparece con esta definición, casi inocente: «Juego parecido al balón, del cual se diferencia en que la pelota o balón se juega con el pie».

No pretendo aquí hacer una defensa de la palabra «balompié» y mucho menos un canto purista para que usemos más esta palabra. Pero sí me gustaría hacer lo posible por destacar el fenómeno casi excepcional que supone, lo que debe ser motivo de orgullo para los hispanohablantes amantes del fútbol.

En primer lugar, y sin duda más importante, es casi asombroso que la palabra «balompié» haya conseguido sobrevivir cien años junto a su sinónimo «fútbol», absolutamente mayoritario, y no solo en español sino también en la mayor parte de idiomas. El caso del inglés «soccer», utilizado sobre todo en los Estados Unidos, no es comparable a nuestro «balompié», ya que el primero solo se utiliza porque es necesario diferenciar dos deportes, el fútbol y el fútbol americano.

En segundo lugar, y no por ello más llamativo, el hecho de que la palabra fuera un invento artificial y sin embargo calara entre los aficionados al fútbol.

En un sentido muy amplio cabe considerar que todas las palabras de un idioma son un invento. Pero nunca un invento de un individuo, sino de un mínimo de dos que tienen la necesidad de designar una realidad que entienden nueva e inventan de común acuerdo una palabra que les sirve en lo sucesivo para referirse a esa realidad. Normalmente lo hacen utilizando las palabras que ya tienen en su idioma, designando esas nuevas realidades por composición de varias (saca-puntas, para-choques), o más comúnmente extendiendo metafóricamente el significado de otro término preexistente.

A partir de que esos inventores anónimos comienzan a utilizar la nueva palabra, o el nuevo significado, este uso se extiende desde un ámbito más o menos reducido o especializado hasta que la mayor parte de hablantes del idioma lo entienden y utilizan.

Este fenómeno natural por el que se crean las palabras, y los mismos idiomas, no tiene lugar en los idiomas artificiales como el esperanto o incluso en los lenguajes científicos cada vez que un inventor o descubridor necesita dar nombre a su hallazgo. Así ocurre por ejemplo con los nuevos elementos químicos que se descubren, con las nuevas especies de animales o plantas, etc.

Pero estos inventos léxicos siempre quedan circunscritos al ámbito científico en el que se crean, y no penetran en la lengua común. Nadie sabe qué elemento químico es el untriennio o qué pez es el xiphias gladius. Y sin embargo los cerca ya de quinientos millones de personas que hablan español saben qué es el balompié.

Por esas dos razones es asombrosa la palabra «balompié»: no solo fue un invento artificial que consiguió penetrar en la lengua común, sino que además ha conseguido sobrevivir ya cien años a pesar de tener un sinónimo tan sumamente pujante como «fútbol».

A continuación reproducimos los artículos fundacionales del balompié. El primero de ellos en el que Mariano de Cavia publica su invento y el segundo en que cuenta la acogida que ha tenido. El tercero que copiamos es uno mucho más desconocido, probablemente nunca antes citado, en que nuestro premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente habla del invento de Mariano de Cavia, respetándolo pero defendiendo la palabra extranjera, que había penetrado ya en 1908 entre los españoles, aunque con la pronunciación aguda /fuból/.

Esta es la historia de un invento brillante: la palabra «balompié».

 


«El balompié»

Mariano de Cavia

El Imparcial (1-8-1908)

 

Varios jóvenes amables se proponen organizar una nueva sociedad de «football»; desean darle un nombre español, y no acertando con él, me hacen la merced de apelar a mis cortas luces, porque ellos tienen por intraducible el vocablo inglés con que se denomina este deporte.

¡Intraducible! Así como Napoleón, o quien fuese, dijo que la palabra «imposible» no era francesa, yo me permito creer que la palabra «intraducible» es una de las más inútiles de nuestro vocabulario. Para un idioma tan copioso, variado, expresivo y flexible como el español, muy a duras penas se halla una voz o término extranjero que no tenga equivalencia exacta, o que en último caso, y sin caer en el vicio del barbarismo, no sea asimilable o adaptable con la debida holgura.

El término «football» no solamente no es intraducible, sino que al traducirlo al pie de la letra -ya que el pie toma tanta parte en ese juego- nos encontramos con un vocablo español de la más clara significación y de la más castiza estructura.

El vocablo inglés es doble: está compuesto de «foot» (pie) y «ball» (balón). Pelota muy grande de viento llama al balón el Diccionario de la Academia en la segunda acepción de la palabra.

Disponiendo pues, en nuestro idioma de las mismas dos voces que en inglés, e igualmente precisas y breves, nada más lógico y hacedero que componer la palabra «balompié», cambiando en m la n del balón por la misma regla ortográfica que se sigue en ciempiés, sambenito, el apellido Sampedro, etc., etc.

El «piebalón» sería una traducción harto servil de la palabra inglesa, bastante fea además, y por añadidura, opuesta a la índole de nuestro idioma, que con toda gentileza se nos manifiesta en otras palabras casticísimas, hermanas mayores del neologismo que me atrevo a proponer, en la esperanza de que deje de serlo muy pronto, para convertirse en una voz tan corriente como estas de rancio y puro linaje: buscapié, hincapié, rodapié, tirapié, traspié, volapié.

No sé si me dejo en el tintero algunas otras por el estilo. Con las precitadas podría hombrearse muy dignamente el «balompié», gracias a la aceptación y extensión que en España ha logrado este deporte británico, si mi proposición mereciese igual favor por parte de los jóvenes deportistas y de los cronistas deportivos.

A los primeros en general, y más especialmente a los segundos, brindo esta modesta «ideica» en bien de la pureza y riqueza de esta habla española, por cuya conservación y acrecimiento todos debemos interesarnos de continuo, sin dejarnos vencer por la rutina y el culto inconsciente que se rinde al exotismo, culto asaz bajuno y excesivamente cursi en muchas ocasiones.

Cierto que al principio parecerá rara y chocante la palabra «balompié», como acontece con toda novedad léxica; pero repítase varias veces el vocablo -balompié, balompié, balompié, balompié- y presto se acostumbrará el oído, mercede a la significativa y castiza estructura de esas tres sílabas. ¿No es esto mejor que decir «fubol», como dicen los más, diciéndolo torpemente y sin saber lo que se dicen?

Y para no cansar más aquí pongo término a esta vaga y quizás vana leccioncilla de castellano visto ordeñar, saludando afectuosamente a los briosos jugadores de balompié, y despidiéndonos del vocablo nuevo con las palabras de un padre que no se fía mucho de la fuerza de la razón.

¡Fortuna te dé Dios, hijo!

 

 

«El balompié en marcha»

Mariano de Cavia

El Imparcial (5-8-1908)

 

«La verdad está en marcha», dijo Emilio Zola. Lo mismito, y ustedes perdonen semejante hipérbole, puede decirse del balompié.

Hasta los que han tomado la palabreja en sus labios malignos para ponerla en solfa, se han familiarizado con ella involuntariamente, y ya no se les caerá de la boca, cuando escuchen la menor referencia al «fubol» o al «fobal», como dicen, a estilo de cotorras inconscientes, muchos secuaces del «inapeable» Vicente de la Recua, barón de Reata.

Este es el único de mis particulares amigos que me participa su disconformidad con la denominación española del deporte originario de Inglaterra; pero el barón de Reata -que, naturalmente, es anglómano- se cura en salud, y advierte que si el balompié se pusiera de moda, también él españolizaría el «football». Celebro la fidelidad que guarda Vicente a sus principios. ¿Dónde va Vicente? Donde va la gente.

Carlos Miranda ha publicado en «El Liberal» un artículo de amena y vaga filología intitulado «¿Balompié? ¿Bolopié? ¿Bolapié?». Las disquisiciones del popular poeta son cultas e ingeniosas: pero no sirven de base para una discusión seria, porque aquí no se trata de bolos ni de bolas, sino de balones. Balón, con todo su abolengo francés, es ya palabra tan española como «cadete», «edecán», «furriel», «clisé» y mil más. Balón denomina el léxico oficial a la pelota muy grande de viento; y balón efectivamente llaman nuestros deportistas al mudo y asendereado protagonista de su recomendable juego…, siempre y cuando no haya brazos rotos, piernas quebradas y chichones de mayor cuantía.

Luis Zozaya, el cronista deportivo del Heraldo, me ha ganado la delantera como gran «veloceman» que es (y ya ven ustedes como entre col y col española, no cae mal una lechuga inglesa), replicando de un modo irrefutable a los reparos y distingos de Carlos Miranda, y otorgando el pase al balompié. Tal «exequatur» es muy de estimar, porque estos amables cronistas de los deportes no son de los que menos contribuyen a plagar de innecesarios exotismos un habla tan copiosa, clara y flexible como la nuestra.

Con que, ¿está o no está en marcha el balompié?

Buen empujoncillo es el que le da «El Bachiller Canta-Claro» en «El Liberal», al incluir en el programa de sus anheladas fiestas madrileñas (otro tema, ya añejo, del loco que esto escribe) los indispensables festejos deportivos «para ensayar el balompié del maestro Cavia». Dejémonos, señor Don Cristóbal, de magisterios fantásticos y de ilusorios títulos de propiedad, y adelante con el balompié a secas, con el balompié a la pata la llana.

El empujón magno, el que ya sienta estado de cosa juzgada, es el que da al balompié «El País» en un artículo que intitula «No se dice football. Dígase balompié».

Al manifestar el diario republicano que dista mucho de considerar baladí el castellanizar palabras extranjeras, escribe lo siguiente, entre otros razonamientos de peso, así en lo histórico como en lo político:

«Aceptamos el vocablo balompié, que deben todos los periódicos propagar, dar aire, lanzar con brío a la cabeza del vulgo, que se pirra por extranjerizar. No se crea que es esto una nimiedad. Todo lo contrario. Cuando un pueblo es fuerte, pone su sello, su personalidad y carácter a las ideas y palabras ajenas. Cuando España era grande castellanizaba nombres propios: Aquisgrán, Burdeos. A medida que se ha ido empequeñeciendo deja de castellanizar vocablos extraños y pone empeño en pronunciar a la francesa, a la inglesa o a la alemana los nombres de personas y de cosas. Se llega hasta el ridículo en este prurito. Inglaterra procede a la inversa, como todo país verdaderamente vigoroso. No hay señal mejor que esta del lenguaje para medir la fortaleza o decadencia de un pueblo.»

Así es la pura verdad; y al españolizar hoy un vocablo ingles (otros más irán cayendo, si Dios es servido) no hacemos, ¡oh paradoja!, sino seguir un buen ejemplo británico.

Cuando se anuncia en Gibraltar una función taurina en Algeciras, ¿creen ustedes que en las papeletas se pone «plaza de toros»? ¡Ni por pienso! Hasta esa característica, típica, genuina y única denominación la han inglesizado, anglificado o britanizado, los actuales poseedores del Peñón. La «plaza de toros» ha sido convertida por ellos en «bullring», y se han quedado tan campantes. Amor con amor se paga. Lo menos que podemos hacer nosotros es convertir el «football» en balompié.

La exhortación de «El País» a los demás periódicos es tan digna de gratitud en la modesta parte que a uno le corresponde cuanto digna de atención en lo que a todos interesa, o debe interesar. Pero antes de que cundiese por completo el balompié -la verdad valga- me daría yo con un canto en los pechos por que ningún periódico español, ya que «El País» nombra a Aquisgrán, volviese a imprimir Aix-la-Chapelle. Porque así lo escriben los más, a la francesa. Si a lo menos pusiera Aachen, a la alemana, pues que así lo dicen los indígenas y dueños de la ciudad de Carlomagno…

En esto hay mucho de desidia, y también mucho de ignorancia. No es cosa de pedir a estas fechas que volvamos a llamar Lepsique y Mastrique, como en los siglo XVI y XVII, a Leizpig y Maastricht; pero cosa es que crispa los nervios encontrarse a cada momento en periódicos, revistas, y hasta en libracos presuntuosos, los nombres de Mayence y Basel, en vez de Maguncia y Basilea.

Para cortar tales cursilerías sale a plaza el balompié; para pelotear en castellano, y para el que el «equipo» a la española no se deje vencer por ningún «team» extranjero.

Mariano de Cavia.

 

«De sobremesa»

Jacinto Benavente

Los Lunes de El Imparcial, suplemento de El Imparcial  (10-8-1908)

 

A vos, D. Mariano de Cavia, príncipe del ingenio español, emperador de la lengua castellana, con el debido acatamiento expongo: que de hoy más, siempre que del «football» hable por cuenta propia, me serviré del bien traído vocablo de balompié… Y digo, cuando hable por cuenta propia, porque el autor dramático, justamente por ser dramático, no puede hablar siempre como quisiera, sino como el carácter, estado y condición de sus monigotes requiere, y así no es de extrañar que muchas veces anden nuestras obras plagadas de solecismos, galicismos y barbarismos de todo género y procedencia. Aun entrando con todo, como la romana del diablo, todavía no podemos presumir de que muchos personajes se expresen con absoluta verdad. En la obra dramática es ineludible la falsificación. No puede escribirse lo mismo la frase que ha de ser leída con los ojos que la que ha de ser escuchada. Preciso es tener presente en ese caso leyes físicas de acústica y leyes psicológicas que determinan la atención y percepción del espectador auditor. No hablamos de otras leyes menudas, pero no menos atendibles, impuestas por las condiciones especiales de este o del otro actor, sus toniles, su manera de recortar la frase, etc, etc. Todo esto es culpa muchas veces de un exceso de oratoria en la obra dramática, de amplificaciones, de redundancias: tranquillas del autor dramático como del orador. Me explicaré con un ejemplo tormentoso: para el lector, el relámpago y el trueno son simultáneos, para el oyente, entre el relámpago y el trueno hay un intervalo que el autor dramático tiene que llenar con algo artificial, luz o ruido.

Y dejadas estas impertinentes divagaciones, solo traídas en descargo de muchas «impurezas» contra el idioma a que el teatro obliga, ahora os diré que vuestro último y amado amigo -Though the last non least- el balompié, merece todos mis respetos, más en gracia a su ilustre progenie, que por su propia gracia.

¿Qué méritos hallasteis en juego como el «foot-ball», que más parece expansión de potros o luchas en el prado, para otorgarle carta de naturaleza que otros más lúcidos y airosos no lograron?

Ahí se están el Lawn-tennis y el polo y el golfo. Y aunque estos últimos, el último sobre todo, tan como de casa parecen, no es menos caprichosa su etimología que la del «fuboll», que tanto os ofende.

Por mi parte declaro que este fuboll tiene toda mi simpatía, fuboll me encanta. Me parece nacido en el mismo arroyo de Embajadores. Y si con cariño se pronuncia, veréis como suena dulcemente y desentonaría menos en cualquier composición poética que el balompié o el piebalón académicos.

¿Es de peor casta que el billar o el ecarté o el bezique o el ajedrez y tantos otros cuya procedencia ha sido respetada de doctos e indoctos?

Consideremos que si alguna vez ha de ser realidad el sueño esperantista de un universal idioma, solo podrá lograrse por la pluralidad de vocablos de universal uso. La ciencia y los deportes son los que mayor número de palabras han universalizado.

¿Por qué no abrir cuanto se pueda esta puerta a las corrientes de fraternidad internacional? El lenguaje debe tener por objeto, antes que todo, facilitar las relaciones sociales de todo género; queden en segundo lugar los primores literarios. Así como así, desde que todo el mundo escribe literariamente, ya es casi distinción hacerse con un estilo de cocinera. Confieso que el fuboll me disuena menos que muchas palabras de esas pergaminosas con que a cada paso nos recuerdan muchos escritores del día aquello de:

Que abstraigas

De mi diestra liberal

Este hechizo de cristal

Y las quirotecas traigas. (1)

¿No es preferible un fuboll y hasta un «haiga»? En resumen: fuboll es adorable, fuboll tiene todas mis simpatías.

(1) Estos versos son extracto de la obra «No hay burlas con el amor», de Calderón de la Barca. El personaje de Doña Beatriz utiliza deliberadamente palabras difíciles y formas rebuscadas. El «hechizo de cristal» no es sino un espejo, y las «quirotecas» unos guantes; el verbo «abstraer» del primer verso está utilizado en su sentido etimológico, esto es, sinónimo de «sacar». En resumen, lo único que dice Doña Beatriz con esas palabras complicadas es que le quiten un cristal de la mano y le traigan un guante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 




¿Sería por rivalizar con Rugby?

 

En Gran Bretaña se llamó football a todo juego popular en el que una pelota o similar fuese objeto de ser lanzado o conducido de un lado a otro, sin reparar en el terreno o las reglas con las que se jugase.

Siempre fue un Juego de carácter eminentemente popular, jugado por los campesinos o por las clases urbanas más bajas, siendo prohibido en varias ocasiones por los reyes ingleses. En el siglo XIX, con la industrialización, gran parte de la clase trabajadora británica pasó del campo a la ciudad y a ir olvidando el Juego, dado que tenían que trabajar doce horas diarias durante seis dias de la semana. Obviamente no había tiempo para el ocio e incluso los niños tenían que trabajar. Así el fútbol comenzó a ser olvidado en la calle.

Llegado el Juego a la escuela, por niños de otras clases que estaban libres de las cargas del trabajo, comenzó a perder este desorden para ser institucionalizado. Cada escuela tenía sus propias normas e incluso, cada promoción de alumnos hacía que estas variasen. Tuvieron el apoyo de las dirigencias de las escuelas por su carácter competitivo y por crear una idea de conjunto, además de ser un gran estimulante para separar a los chicos del alcohol, el juego o la caza.

Eton y Rugby, desde el comienzo de los tiempos mantuvieron una intensa rivalidad en este campo. Si bien ambos comprendieron la necesidad de estandarizar el Juego los dos tomaron caminos opuestos. Rugby destacó como heredero de las maneras más tradicionales de practicar el Juego mientras Eton sintió la necesidad de crear un nuevo cesto con los mismos mimbres. Básicamente, las diferencias entre una y otra escuela se basaban en el uso o no de las manos y las zancadillas. A ambos les preocupaba encauzar la violencia que arrastraba el Juego desde sus orígenes, aunque de distinta manera.

En principio, Rugby, Marlborough, Rossall y Cheltenham eran partidarios del uso de las manos e Eton, Harrow, Westminster y Charterhouse lo eran de patear el balón, aunque usaban las manos en casos muy puntuales.

 

 

 

 

 

 

02lbmrugbycode-1845-portadaEs muy probable que la idea de someter el Juego a unas reglas viniese de la necesidad de controlar la vida de los estudiantes en la escuela ya que desde finales del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX hubo un sinfín de revueltas estudiantiles que llevaron a promulgar la Ley contra Altercados. No olvidemos que de esta época es la Revolución Francesa. Teniendo en cuenta que esta ley entró en vigor allá por la década de los 30 y que las primeras normas codificadas sobre el Juego datan de 1815, escritas en Eton y posteriormente, en 1825,  en Aldenham, es posible que el Juego sirviera para encauzar a los muchachos hacia otras formas de solucionar las cosas. En estos juegos se creó la primera regla del fuera de juego que se producía cuando un jugador atacante simplemente se encontraba por delante del balón y tampoco se les permitía pasar el balón hacia adelante con ninguna parte del cuerpo. Aún así, hasta más o menos 1850, cada escuela siguió practicando el Juego con sus propias normas. Por esto, el 20 de agosto de 1845 tres estudiantes de la escuela de Rugby, William Delafield Arnold, W. W. Shirley y Frederick Hutchins escribieron las primeras reglas codificadas de cualquier tipo de fútbol. Tenía una serie de considerandos y 37 reglas. Esto ayudó a que el juego de Rugby se popularizase fuera de sus muros.

02lbmguyshospitalfootballclubEl primer club de cualquier tipo de fútbol fundado en la historia es el Guy’s Hospital Football Club que data de 1843 formado por ex alumnos de la escuela. Aún funciona pero fusionado en 1999 con otros dos clubes formando el GKT (Guy’s, King’s and St. Thomas’ Rugby Football Club. Es reconocido por la Rugby Football Union como el club más antiguo de Rugby y por el Libro Guinness de los Récords como el club más antiguo que practica cualquier tipo de fútbol. Aún así, el Barnes Rugby FC dice ser más antiguo, concretamente de 1839, pero nunca pudo demostrarlo. El club más antiguo de cualquier tipo de fútbol aún en actividad es el Dublin University Football Club fundado en 1854 en el Trinity College de Dublín. El club no universitario más antiguo de cualquier tipo de fútbol y que aún siga con actividad propia (sin fusiones con otros clubes) es el Blackheath fundado en 1857 ó 1858. Todos ellos practicantes o seguidores de la causa de lo que hoy llamamos Rugby.

Estas reglas escritas ya hablaban, entre otras cosas de llevar el balón con las manos, la conversión, el fuera de juego, los puntapiés por debajo de las rodillas, la portería en forma de hache…

A estas reglas se opusieron las de los colegios de Eton y Cambridge que a la fuerza de las reglas de Rugby oponían la habilidad. Eton escribió sus primeras reglas en 1847 prohibiendo el uso de las manos por primera vez de forma conocida. ¿Sería por rivalizar con Rugby?.

De todas aquellos modalidades aún se juegan regularmente dos de ellas en Eton, el juego de campo y el juego de pared, además de otras tantas en Harrow y Winchester.

En estos otros juegos Eton cambiaba de campo a sus jugadores cada medio tiempo pero en otras escuelas se hacía cada vez que se conseguía un tanto.

El limitado uso de las manos consistía en algo parecido a lo que ocurre actualmente en el hockey, es decir, a bajar el balón al suelo para continuar jugando con los pies.

Este juego tenía una posibilidad de puntuación llamada «hacer rouge» consistente en que el equipo atacante lanzara un tiro libre a menos de un metro del centro de la portería.

El juego de Winchester se realizaba en un terreno de 80 x 20 metros y tenía un área situada a 20 metros de la portería señalizada con una línea sobre la hierba. Las líneas de banda son señaladas mediante  lonas y aunque la pelota saliera fuera el juego continuaba.

La primera noticia que el autor tiene de una jugada de fuera de juego es la que este juego expone. Se produce fuera de juego cuando un jugador queda entre balón y portería contraria.

En Harrow, por último, las porterías se encontraban separadas por una distancia de 150 metros. En caso de acabar el encuentro en empate la anchura se doblaba. Los jugadores podían coger el balón entre sus manos pero solo podían pasárselo a un compañero si los cuerpos se encontraban juntos.

Había otros juegos en otras escuelas, todos con diferentes normas, lo que da idea de la dificultad existente para el desarrollo común del Juego.




Disolución y refundación de la Cultural Leonesa

La Cultural y Deportiva Leonesa, fundada en 1923, inició la temporada 1930-1931 con el doble objetivo de revalidar su título de Campeón Regional de Castilla – León (llevaba tres consecutivos) y ascender a Segunda División, categoría que acababa de perder después de dos temporadas.

La competición regional se disputó a cuatro vueltas y en ella se enfrentaron los culturalistas al Real Valladolid Deportivo y al debutante C.D. Palencia. Pese a conseguir cuatro victorias frente a estos últimos, el conjunto leonés pinchó frente a su eterno rival, sumando dos derrotas y dos empates, el último de los cuales, en Valladolid, entregó el título a los blanquivioletas y dejó a la Cultural como subcampeón. Quedaba por delante la participación en Tercera División para buscar el ascenso a la categoría de plata, pero este objetivo también se torció, consiguiendo el Celta de Vigo la única plaza para la promoción de ascenso, y finalizando los leoneses en una triste sexta posición, sólo por delante del Racing de Madrid y el Stadium Avilesino. El decepcionante rendimiento deportivo se vio acompañado en las últimas jornadas por la escasa afluencia de público al estadio de Guzmán y esto hacía prever las dificultades económicas que no tardaron en surgir.

Con la temporada ya terminada, el 26 de Abril de 1931, la directiva organizó un partido amistoso contra el C.D. Logroño, que se saldó con la victoria visitante por 1-8. Tras este varapalo, se convocaron dos Juntas Generales de socios, una ordinaria el 15 de Mayo y otra extraordinaria el 24 del mismo mes, saldada esta última con la dimisión de varios directivos que constituía un anuncio de lo que iba a suceder. Todavía se organizó un nuevo partido amistoso el 29 de Junio, siendo esta vez el visitante el Oviedo, que se llevó una rotunda victoria por 0-8 ante una escasísima asistencia de público.

En una nueva Junta General celebrada el 5 de Julio se produjo la dimisión irrevocable de toda la Junta Directiva, que convocó a una reunión a todos los aficionados leoneses el día 8 de Agosto, para tratar la disolución del club y la búsqueda de soluciones para que no desapareciera el fútbol en León. El resultado de esta reunión, ante la ausencia de socios de la Cultural, fue la creación de un nuevo club «amateur» que agrupase a los aficionados leoneses, y que competiría en el campeonato de no federados o en el Regional.

Diario de León, 22/12/1931

Diario de León, 22/12/1931

El día 14, don Eladio Martínez fue elegido presidente de la nueva sociedad, y cuatro días después se decidió que el nombre de esta sería Unión Deportivo Leonés. El nuevo presidente acudió el 23 de Agosto a la Asamblea de la Federación Regional de Castilla – León, en representación de su club y de la Cultural Leonesa, comunicando la imposibilidad de esta última de participar en competición esta temporada, y solicitando la inclusión de su club en el próximo Campeonato Regional de Segunda Categoría, que finalmente fue aceptada por los presentes.

Durante el mes de Septiembre de 1931, el nuevo club se hizo con el arrendamiento de unos terrenos «en la calle San Mamés (junto a la Beneficiencia)» y los acondicionó a marchas forzadas como campo de fútbol. Mientras tanto se establecieron contactos con conocidos futbolistas leoneses y se formó la plantilla que habría de afrontar el Campeonato Regional.

La competición empezó en el mes de Octubre y finalizó en Febrero, consiguiendo los leoneses el subcampeonato tras perder por 3-0 un polémico desempate ante el Salamanca en Valladolid.

Pero antes de esto aún consiguió la Cultural Leonesa dar sus últimos coletazos: La Federación Española publicó el calendario de los distintos grupos de Tercera División y en el primero de ellos, junto al Stadium Avilesino, Valladolid, Eiriña y Racing de Ferrol, figuraba el conjunto culturalista, al que correspondía descansar en la primera jornada, el 20 de Diciembre, y visitar a los ferrolanos en la segunda, el 27 del mismo mes. Inmediatamente se iniciaron las gestiones oportunas y el 5 de Diciembre la directiva culturalista llegó a un acuerdo con la del Unión Deportivo Leonés, por el que este club le cedería sus jugadores y a cambio recibiría todo lo recaudado en taquilla. Además, se programó un partido de entrenamiento con público el día 11, que serviría para inaugurar el nuevo estadio de San Mamés.

Pero todo se quedó en las buenas intenciones. El 22 de Diciembre, el Secretario de la Cultural, Pedro Salvadores, informó de la decisión de su club de no participar en la Tercera División, al no haber conseguido la cesión por parte del Unión Deportivo de los jugadores necesarios, y convocó una Junta General para disolver definitivamente el club. Dos días después respondió el Secretario del Unión Deportivo, indicando que su club había ofrecido más jugadores y que estos no fueron aceptados por los culturalistas. Finalmente, el 29 de Diciembre de 1931, el Comité Ejecutivo de la Federación Nacional aceptó la disolución de la Cultural y Deportiva Leonesa.

El Unión Deportivo Leonés siguió compitiendo dos años más, ahora dentro de la Federación Asturiana, en la que había sido incluida la provincia de León. En la temporada 1932-1933 participó en el Campeonato de Primera Categoría, realizando una pésima campaña que le llevó a descender a Segunda, donde se enfrentó a otros cuatro conjuntos leoneses (Deportiva Bañezana, Deportiva Ponferradina, Astorga F.C. y Recreo Industrial). Consiguió el campeonato, pero perdió la promoción para ascender, ante el Círculo Popular de la Felguera. Tras este fracaso deportivo, el Unión Deportivo Leonés se extinguió, sólo tres años después de su fundación.

Uno de sus rivales de la última temporada, el Recreo Industrial, convocó una reunión en Abril de 1935, para tratar de crear un club que compitiera en el próximo campeonato Regional y aspirase al ascenso de categoría. La reunión se celebró el día 7 y en ella se aprobó la desaparición del Recreo Industrial, y la fundación de un nuevo club, cuyo nombre sería León F.C., y que una semana más tarde ya disputaba su primer partido oficial, cayendo por 1-2 ante la Ponferradina, que acabaría proclamándose campeón. El 31 de Julio, la Federación Asturiana comunicó que, por incumplimiento de sus obligaciones, daba de baja al León F.C., que desaparecía así, apenas tres meses después de haber sido fundado.

En Septiembre de 1935 se organizó un nuevo club, con el nombre de Sociedad Cultural Leonesa, para participar en el Campeonato Regional de Primera Categoría de la recién creada Federación Leonesa de Fútbol, integrada por las provincias de León, Palencia y Zamora. El día 15 se jugó un amistoso entre una selección local y el Athletic Club de Mieres, correspondiendo el triunfo a los leoneses por el resultado de 6-0. A partir de esta selección se formó la plantilla que, sólo una semana después, debutaba en el campeonato venciendo por 6-1 a la S.D. Bañezana. El 24 de Noviembre finalizó este campeonato, con el triunfo de la Sociedad Cultural Leonesa, que le dio opción a participar en la fase de ascenso, perdiendo en la primera eliminatoria en Enero de 1936 ante el Club Gijón. Pocos meses después, el inicio de la Guerra Civil significó la extinción de este nuevo club, que tampoco llegó al año de existencia.

Cuando la Guerra estaba cerca de su finalización, ante la falta de actividad bélica en León, se empezó a fomentar la celebración de distintos partidos amistosos, entre equipos formados a partir de las distintas unidades militares presentes en la provincia. Entre todos ellos destacaba el equipo del S.E.U., que se había hecho con la propiedad del antiguo campo de San Mamés, rebautizado como «campo del S.E.U.». En Agosto de 1939 se anunció la disolución de la Federación Leonesa y la inclusión de las provincias de León, Palencia y Zamora en la Asturiana. Rápidamente se iniciaron las gestiones para contar con un nuevo club en León y así, cuando el 12 de Octubre se enfrentó el S.E.U. al Santa Ana, lo hizo ya con la denominación oficiosa de «Cultural Leonesa».

Un mes más tarde, el 12 de Noviembre, se celebró en el Bar Azul la Asamblea fundacional de la nueva Cultural y Deportiva Leonesa. En ella, cumpliendo con las obligaciones propias del momento, se nombró presidentes de honor a los Gobernadores Civil y Militar, al Jefe Provincial del Movimiento, al Presidente de la Diputación y al Alcalde de la ciudad, y se eligió presidente a don Francisco González Valdés. En los días siguientes se abrió el plazo de alta de socios, se formalizó la plantilla con la que la Cultural habría de iniciar el Campeonato Regional en Diciembre y se cumplió con los requisitos necesarios para darse de alta en la Federación a todos los efectos. Se puso fin así a ocho años en los que tres clubs de efímera existencia trataron de reanimar a la afición leonesa, sin conseguirlo.

Diario de León, 13/11/1939

Diario de León, 13/11/1939




Baremación de jugadores

quiniCon la finalidad de que aún sea más atractiva la Competición del Campeonato Nacional de Liga de Fútbol en 1ª y 2ª Divisiones, he conseguido elaborar una baremación de todos los jugadores que han intervenido en la Liga en ambas Divisiones, otorgando unas puntuaciones, teniendo en cuenta las jornadas que han sido titulares y los goles que han anotado de penalti o de jugada o bien encajado en propia puerta, en cada temporada. Actualmente dispongo de todas las puntuaciones de los jugadores de 1ª División, desde el inicio de la competición liguera, la temporada 28-29, y en avanzado estado de recopilación, las puntuaciones de los jugadores de 2ª División desde la temporada 68-69, que había un solo Grupo. Constituyen datos de mas de  10000 jugadores, en los que reflejo en su mayoría, además de su nombre y apellidos, lugar y fecha de nacimientos, trayectoria, temporadas que han sido titulares en el equipo (los 11 incluido el portero que más jornadas han disputado en la temporada), relaciones familiares de hermanos y de padres e hijos, así como los goles anotados y encajados.

Las puntuaciones que otorgo se basan en las siguientes consideraciones:

198 puntos por Equipo y Temporada en 1ª División, situándonos en la temporada 2008-09 se disputaron 38 jornadas que multiplicado por los 11 jugadores titulares suman 418 titulares por equipo, los 198 puntos divididos por 418 hacen un cociente de 0’47368 punto  que por exceso serían 0.474 punto, que son los que corresponde a cada jornada de titular. Así, si un jugador ha disputado 18 jornadas de titular su puntuación sería el resultado de multiplicar 0’47368 por 18 que constituirían 8’526 puntos en la temporada.

132 puntos por Equipo y Temporada en 2ª División, situándonos en la temporada 1995-96 en la que había 20 equipos, se disputaron 38 jornadas que multiplicado por los 11 jugadores titulares suman 418, los 132 puntos divididos por 418 hacen un cociente de 0’31578 punto que por exceso serían 0’316 punto, que son los que corresponden a cada jornada de titular. Así, si un jugador ha disputado 23 jornadas de titular su puntuación sería el resultado de multiplicar 0’31578 por 23 que constituirían 7’263 puntos en la temporada.

En las puntuaciones descritas anteriomente estriba la equiparidad que pretendo conceder a las puntuaciones de los jugadores, pues en las primeras temporadas había 10 equipos para ir aumentando a 12, 14, 16, 18 hasta los actuales 20 equipos que comprendió el Campeonato Nacional de Liga en 1ª División a partir de la temporada 1987-88, con el inciso de los 22 equipos de las temporadas 1995-96 y 1996-97.

1 punto y 0.65 punto por gol anotado en 1ª  y 2ª Divisiones respectivamente, que no sea de penalti, concedo más valor a los goles elaborados de jugada o de falta, es obvio que no existe equidad con la anotación de los goles en los jugadores, pues la mayoría de las veces los jugadores especialistas o los goleadores de los equipos son los encargados de materializar en gol los penaltis de los equipos, significando un gol más para el jugador y que a mi entender supone menos mérito con respecto al gol anotado en jugada o falta.

0.60 punto y 0.40 punto por gol anotado en 1ª y 2ª Divisiones de penalti. Le otorgo el 60% del gol anotado en jugada o falta, valoro la frialdad, la concentración, el toque y en la mayoría de las veces el acierto del que anota un gol de penalti. Hugo Sánchez, Penev y Koeman han sido unos consumados especialistas en los lanzamientos de penalti.

Y por último deduzco 0.40 punto y 0.25 punto por gol encajado en propia puerta en 1ª y 2ª Divisiones respectivamente. La mala fortuna del jugador penaliza a su propio equipo con un gol, por fallo en el despeje, rebote o cualquier infortunio imprevisto. A título significativo expreso como ejemplo al líder de la clasificación, Enrique Castro González «Quini» que en la jornada del día 25 de noviembre de 1979 correspondiente a la temporada 1979-80, en partido disputado en el Molinón frente al Real Madrid, encajó un gol al intentar despejar un balón que provenía de un lanzamiento de esquina y que anteriormente el jugador del Real Madrid García Hernández cabeceó en el primer palo en el minuto 31, significando el empate a 1 entre el Sporting de Gijón y el Real Madrid. La anécdota curiosa es que hubiese supuesto el título de Liga de la temporada 1979-80 para la Real Sociedad , si no hubiese encajado este gol fatídico el Sporting de Gijón, habrían quedado empatados a 52 puntos el Real Madrid y la Real Sociedad, pero por el cómputo particular de goles favorable a los donostierras, éstos hubiesen sido campeones de Liga en esta temporada.

Aparecen en los primeros puestos jugadores contrastados que han sido figuras indiscutibles en sus equipos y en la Selección Nacional, goleadores que en el Fútbol constituyen  «la salsa», el ingrediente que nos anima e incita a seguir disfrutando o sufriendo. Los jugadores que juegan en demarcaciones de porteros y defensas, generalmente tienen una vida deportiva más larga, es más fácil la contención que la creación y algunos jugadores con el devenir de las temporadas suelen modificar sus posiciones para jugar en puestos más retrasados, si no aparecen las temidas lesiones.

Teniendo en cuenta estas puntuaciones los jugadores que figuran en las treinta primeras posiciones incluida la temporada 2008-09, son los siguientes:

1.- Quini 11.- Gorostiza 21.- Mundo
2.- Raúl 12.- Gainza Ag. 22.- Butragueño
3.- César Rodríguez 13.- Pirri 23.- Herrerita
4.- Di Stéfano 14.- Hugo Sánchez 24.- Ansola Fdo.
5.- Zarra 15.- Epi 25.- Escudero
6.- Arza 16.- Bakero 26.- Adelardo
7.- Gento 17.- Hierro Fdo. 27.- Buyo
8.- Santillana 18.- Luis Aragonés 28.- Joaquín Alonso
9.- Pahiño 19.- Panizo 29.- Iriondo
10.- Roberto Fernández 20.- Amancio 30.- Loren Juarros

De los jugadores en activo de la temporada 2008-09 destacar a los siguientes con el número de posición que ocupan en la clasificación general.

2.- Raúl, 34.- Víctor Fernández, 51 Tamudo, 53 Eto’o, 67 Joseba Etxeberria, 97 David Villa, 156.- Moisés García, 187 Sergio González, 194 Salva Ballesta, 199 Rubén Baraja, 216 Gerardo García, 218 Quique Martín, 222 Morientes, 258 Munitis, 259 Casquero.

Si en el Baloncesto, Tenis y otros deportes aparecen estadísticas de los jugadores, en cuanto a canastas anotadas, rebotes, asistencias, personales,  tiros libres, etc., bien definidos, confiemos también en el Fútbol que acapara más espectadores,  resulte interesante incluir otros aspectos estadísticos que pretendan hacerlo más apasionante, para el aficionado y sobre todo para el propio jugador como elemento de estímulo y competencia.




Hace 100 años

Septiembre de 1909

  

  • Se unen al deseo de creación de la Federación Española de Clubs de Foot-Ball los clubes Pamplona FC que no nombra delegado en aquellos momentos, la Sociedad Gimnástica Española de Madrid que nombra a D. José Manuel Kindelán como delegado, el Irún Sporting Club que nombra a D. Joaquín Bizcayburu como delegado y, por último, el Real Club Fortuna de Vigo que presenta como delegado a D. Ramón Bermúdez.

 

  • Existen propuestas para que la Federación futbolística sea creada dentro de la existente desde 1896 Unión Velocipédica Española, aunque con toda la autonomía, o también se hablaba de la creación de la Federación Atlética Española o Federación Deportiva Española, algo parecido a lo que hoy es el Comité Olímpico Español, donde el fútbol tendría su parcela.

 

  • El 7 de septiembre nace la Sociedad de Fútbol de San Sebastián bajo la presidencia de D. Adolfo Sáenz Alonso. La plantilla de jugadores es la misma que ganó el Campeonato de España representando al Club Ciclista.

 

  • El FC Barcelona se inscribe para el Concurso Internacional de los Pirineos.

 

  • En partidos amistosos disputados en Barcelona el FC Barcelona consigue vencer al España FC por dos goles a uno y el CD Europa vence por  tres tantos a dos al FC Barcelona. En Vigo se jugaron un par de amistosos entre el Vigo FC y el Exiles FC, equipo formado por oficiales del barco inglés del mismo nombre del mismo nombre. En el primero de ellos, jugado a finales de agosto, los vigueses vencieron por tres goles a uno. Finalmente no se disputó el segundo porque varios oficiales integrantes del equipo tuvieron que asistir a la fiesta que celebraba el buque alemán fondeado en el puerto de Vigo.

 

  • Organizado por el España FC de Barcelona se celebró un concurso amistoso en el que se dieron los siguientes resultados en el mes que nos ocupa:

España – Español                   3-1

Barcelona – Universitary       7-0

 

  • En fiesta organizada a beneficio de los reservistas y heridos en la guerra de Marruecos se enfrentaron en Tarragona el conjunto local Club Pedal y el FC Barcelona venciendo el conjunto barcelonés por un gol a siete.

 

  • La Gran Zapatería «La Imperial» situada en la calle del Príncipe número 53 de Vigo era especialista en la fabricación y venta de botas de foot-ball a la medida desde 12 pesetas en adelante.

 

  • En el astillero vigués de los señores Barreras ha sido botado al mar el vapor pesquero «Real Club Fortuna».